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WH 40K Imperio Oscuro 02 Guerras de Plaga Guy Haley - Rabusa
WH 40K Imperio Oscuro 02 Guerras de Plaga Guy Haley - Rabusa
Los guerreros recordados por las estatuas habían muerto diez mil
años antes del nacimiento de Mathieu. Tal vez incluso habían caído
en las guerras del Emperador para crear el Imperio mismo. Una
longitud tan increíble de años, difícil de comprender y, sin embargo,
ahora el ser que había guiado a estos mismos hombres muertos
mandaba de nuevo la nave.
Trazó las letras con lentitud, llenando las burbujas de cada una con
florituras decorativas. Más tarde, si la escritura aún resistía ante su
ojo crítico, extendería aquellos esfuerzos a la iluminación, ilustrando
el documento con imágenes de calidad. Por ahora, había abocetado
algunas ideas, solo un poco para poderlas eliminar con facilidad.
Una vez hecho, pensó un momento sobre si nombrarse a sí mismo
como el autor del capítulo. Vaciló, luego decidió que lo haría, y
escribió con rapidez antes de que pudiera cambiar de opinión
CAPITULO DOS
COMERCIANTE LIBRE
CAPÍTULO TRES
NOVAMARINE
Los dos Marines Espaciales al otro lado del cristal parecían apenas
más satisfechos.
—Otra vez —dijo Justiniano. Miró hacia otro lado, sin poder
soportar ya los sinceros ojos del capitán—. Esa era mi vieja vida.
Este es mi nueva vida. Registraré los hechos que lleve a cabo al
servicio de este Capítulo al modo de este Capítulo. Mis viejos
hechos pertenecen al pasado.
CAPÍTULO CUATRO
KU'GATH INVOCADO
—¡Más aguas fecales! ¡Más sangre! ¡Más putrefacción! ¡Más!
¡Más! —gritó Septicus Siete, el Séptimo Señor de la Séptima Casa
del Pastor, Gran Inmundo de Nurgle, y más afortunado siervo
afortunado del Padre de Plaga Ku'gath, tercero en el favor de
Nurgle.
—¡Mejor que sea el cíclope rojo! ¡Si vuestro así llamado padre
está moviendo de nuevo su voluntad de una manera tan
coordinada tenemos mucho que temer! —dijo Ku’gath
consternado—. ¿No solo la espada, si no el mismo Anatema?
¡No puede ser! No podemos enfrentar ese tipo de enemigo y
vivir.
—Cálmate, padre de la plaga. —Mortarion dio un flemático y
agitado suspiro. Vapor de color amarillo brotó en nubecillas de los
escapes de su respirador—. La influencia de mi maldito señor en
este reino ha sido débil durante mucho tiempo. Si Él estuviera
reuniendo más poder en sí mismo, lo sabríamos. Podría ser que
la fe fuera de lugar de los mortales facilite el paso de Guilliman.
Guilliman se rodea de hechiceros, sacerdotes y psykers en su
hipocresía. Tal vez sea lo que están haciendo. O tal vez es
simplemente mala suerte. O quizás mi padre no sigue siendo un
cadáver sin valor y se halla activo de nuevo. No puedo ver. Los
números no son claros. Mis adivinaciones no me dicen nada.
TYROS ASEDIADO
Procedimiento.
Una chica con un vestido blanco trepó por el desastre, flotando con
serenidad en lugar de caminando, al parecer con la lentitud
subacuática de una persona hechizada.
—¿Qué está haciendo? ¡Traedla aquí abajo! —dijo Devorus—.
¿Qué está haciendo esta chica en el puerto, por el Santificado
Trono?
La chica permaneció de pie sin miedo ante ellas. Su vestido era del
blanco más puro, imposible en el calamitoso estado del asedio. Su
piel era pura y limpia.
—Ante la decadencia permanece la pureza —dijo Iolanth, su voz
atemorizada detrás de la aspereza del emisor de vox.
CAPITULO SEIS
TYPHUS DESAFIADO
La luz enfocada cortó a través de la niebla tóxica que precedía el
avance de Typhus en la zona de matanza. Cientos de rayos
colimados cortaron el aire en rápidos pulsos. Demasiado rápido para
que lo viera el ojo, solo en ráfagas extendidas se hicieron visibles
como tartamudeantes líneas perforando a través del humo.
CAPITULO SIETE
—¿De Verdad?
—No sería la primera religión en derribar a su llamado
salvador.
Él le dirigió una sonrisa más dura. —Te diré algo. Esta armadura
—. Extendió su mano sobre su pecho. Lenguas de pálida llama
brillaron en sus dedos donde las volutas atraparon las luces de la
nave—. Me dijeron que me mantenía vivo. Fui avisado por los
aeldari que ayudaron al Archimagos Cawl a despertarme de que
nunca me la quitara.
Guilliman asintió.
CAPITULO OCHO
LA NATURALEZA DE LAS PESADILLAS
Pero los niños también la obedecen tanto por amor como miedo.
Son afortunados, lo saben. La scholam les ofrece un futuro diferente
a las miserables vidas de sus padres. Ser lo suficientemente dotado
como para ser digno de una educación del Ministorum es una
insignia de honor, pero aprobar los exámenes... Bueno, aprobar los
exámenes, dice el padre de Mathieu, en esos cortos minutos cuando
ambos están en casa en los barracones y ninguno de ellos está
dormido, pasar los exámenes y alto servicio les espera. Tal vez,
dice, si Mathieu trabaja con la suficiente dureza, podría tener algún
día su propia habitación para pensar, y comida que provenga de la
tierra y no la planta de nutrientes.
Hay otras escuelas. Hay escuelas superiores. Hay más aclamadas
formas de servicio. La existencia de estas otras instituciones no
pueden amortiguar las ambiciones de Mathieu. Ser sacerdote y
servir al Dios—Emperador es su más alto deseo. Mathieu no quiere
decepcionar a su padre. Mathieu ve el agotamiento despegando la
juventud de su padre. Ve la suciedad en las líneas de la cara de su
padre que está demasiado cansado para limpiar. Ve a su padre
perder peso al tiempo que las raciones disminuyen y el trabajo se
duplica. Mathieu no quiere ese tipo de servicio. Su servicio debe
significar algo. No puede ser un número olvidado en los pululantes
trillones de la humanidad. Eso sería un desperdicio.
—¿Una no bienvenida?
La forma en que Sicarius movió su cabeza dejó clara su opinión.
—Encontráis mi fe objetable, y eso es comprensible. Pero no
soy inocente. El Lord Regente dice que me elevó porque los
menos exaltados miembros de su cruzada me encuentran
inspirador —dijo Mathieu—. Los soldados comunes, la más baja
mano de obra de cubierta. Me alegro. Es mi vocación servir a
los mansos. Pero esa no es la verdadera razón. La verdadera
razón es que tenerme en el papel lo elimina de la influencia de
la alta jerarquía de la iglesia.
—Es el primarca, no está influenciado por nadie.
—Si la vida fuera así de simple —dijo Mathieu—. No creo que
seáis inocente tampoco. Sabéis que la vida no es tan simple,
puedo decirlo. —Una vez más, Mathieu cambió de tema de manera
abrupta—. ¿Por qué estás aquí, en este mirador sin una vista?
—No por las mismas razones por las que estáis aquí —dijo.
CAPITULO NUEVE
GALATAN SE MUEVE
Justiniano trabajaba solo en la arena. Había docenas de
instalaciones de entrenamiento en Galatan, desde pequeños
gimnasios hasta entornos de simulación de combate completos y
cavernosas salas ecológicas donde se rehacían mundos
alienígenas. Pero con la guarnición en alerta máxima los guerreros
estacionados en la fortaleza estelar llevaron a cabo tantas sesiones
de entrenamiento adicionales como pudieron, y la mayoría estaban
abarrotadas. Justiniano escogió la instalación porque se encontraba
lejos de la mayoría de los barracones, y por lo tanto poco utilizada.
Quería que lo dejaran en paz.
Eso había durado ocho mil años. Era una maravilla que
permaneciera cuerdo.
Justiniano estaba inmensamente agradecido de no estar más en
una caja.
Después de que su cohorte Primaris hubiera sido activada y
añadida a un Capítulo temporal en los Hijos No Numerados de
Guilliman, Justiniano fue entrenado por la más vieja especie de
Marine Espacial. Los movimientos a través de los cuales fue
sometido eran una segunda naturaleza por entonces, a pesar de
que nunca los había llevado a cabo de forma física antes.
Justiniano pasó por una serie de puñetazos que se hicieron cada
vez más rápidos. Mientras hacía sombra, sus puños hicieron ruidos
cortos y agudos en el aire. Convirtió sus exhalaciones en sonidos a
la par, pequeños gritos que lo ayudaron a agregar energía a sus
golpes. La máquina lo copió de manera exacta, ayudándole a
marcar el ritmo y corregir cualquier error. Cometió pocos. Era una
bien afilada máquina de combate con milenios de entrenamiento y
un siglo de experiencia en combate.
Pero no sabía quién era.
Recordó el día exacto cuando los hombres llegaron a su scholam
en Ardium. No había llevado a cabo ningún intento de unirse al
Capítulo. No había tenido ninguna intención de hacerlo de hecho,
pero los hombres habían venido con órdenes imperiales de que
todos los niños en su clase debían ser probaos. No tenía idea de por
qué. Se había metido en la pequeña, brillantemente iluminada bahía
médica en la scholam, sin saber si iba a ser evaluado para
desviación genética, probado por crimen de pensamiento,
convertido en un servidor, o empujado a cumplir con algunos censos
de salud para el inescrutable funcionamiento del Adeptus
Administratum. Cualquier cosa era posible.
Se había ido aterrorizado. Ese día le había robado un pequeño
juguete a su hermano. Temía haber sido descubierto. En su joven
imaginación, esperaba una eternidad como cyborg sin alma. El
hombre que llevó a cabo las pruebas era una especie de oficial.
Tenía dientes tan delgados que eran de color gris azul. Sus labios
eran muy rosados. Juntos, los dientes azules y labios de color rosa
hacían una insincera sonrisa. El hombre gesticuló hacia una silla.
Justiniano se sentó. Otro hombre con ojos de metal y una bata larga
de plastek blanco con un cuello alto colocó un gran dispositivo
contra el brazo de Justiniano. Hubo un dolor agudo y un zumbido de
mecanismos internos.
Una era pasó antes de que la luz en el lado se iluminara con un clic
audible: una luz verde.
Eso fue. Había ido a la escuela aquella mañana esperando volver
a las apretadas habitaciones de su familia por la noche, para
preguntarle a su padre cómo había sido su día estado en la
manufactura que llenaba las mitades inferiores de todas las
colmenas de Ardium. Habría pedido permiso a su madre para ir a
los parques del cielo donde podía jugar con sus hermanos y
hermanas entre los árboles y mirar a través de la piel de cristal
blindado de la colmena a las nubes de abajo. Ardium era un mundo
colmena, pero estaba en Ultramar, y la vida de su gente había sido
gratificante. Difícil, pero buena.
Iba a devolverle a su hermano su juguete.
Permanecía distraído.
Una gloriosa hermandad de cien mil en número ya no existía. Un
futuro en los Ultramarines le había llamado. No había llegado a
pasar.
Cada certeza que alguna vez tuvo fue confundida, cada vez.
No era el único que se encontraba insatisfecho. Recordó a Bjarni,
con la cara roja y enojado de que no volvería a Fenris. Kalael, de
boca cerrada como siempre, aceptó su adscripción sin revelarla.
Con esta falsa visión bruja activada, Hecaton fue reemplazado por
un vórtice de muchos brazos rotando sobre el mundo. Alcanzó
largas serpentinas a lo largo del planeta, y donde tocaban la
corrupción arraigaba.
CAPITULO ONCE
EL ALTAR DE MORTARION
—Impresionante —dijo.
"Soy un anatema para este lugar", señalo ella. "Pero entenderás el
verdadero significado de esa palabra una vez que el dispositivo está
activado. Quédate cerca de mí, tetrarca", continuó ella, sus lentes
cerrándose con las de Félix. "Las dolencias mortales en el interior
de estos muros pueden hacerte poco daño, pero hay enfermedades
del alma aquí. Sin mí, puedes sucumbir
SANTOS Y PECADORES
—Dijeron que tenía que hablar con usted, pero pensaba que el
Coronel Anselm era el comandante —dijo ella. No era
sorprendente que una niña de Ultramar supiera quien era el
comandante militar. Una vez que la guerra comenzó y Macragge se
desplazó de los códigos de la ley civil a la militar, la palabra de
Anselm se había convertido en ley.
EL CAMINO DE LA CARNE
Las armas más grandes disparaban sobre el otro lado del canal del
puerto. El bombardeo de la Guardia de la Muerte cesó poco
después, dejando a Devorus tambaleándose. No estaba tranquilo de
verdad; las cañoneras descendían y entregaban Marines Espaciales
del viejo y nuevo tipo, y sus gritos emitidos por vox eran atronadores
y ásperos. Pero sin el bombardeo, sin el constante crujido de los
láseres y el tosido de los bólters, parecía casi pacífico.
—Yo debo...
Sicarius levantó la mano para pedir silencio mientras escuchaba un
mensaje privado.
CAPÍTULO DIECISÉIS
EL EMPERADOR PROTEGE
Mathieu se abrió paso a través de las calles de Tyros. Los
parmenios favorecían torres altas y empinadas, y constituían el
grueso de la arquitectura de la ciudad. Todas tenían la misma altura
y diseño, tan apretadas que la ciudad parecía una cama de clavos
desde el aire.
Todos aquellos asuntos eran físicos, y esa era la parte menor del
mundo de Mathieu. Pero había algo más allá arriba, algo espiritual.
La compulsión lo tenía agarrado por el corazón, arrastrándolo hacia
adelante a cualquier gloria a la cual se dirigiera la procesión. Se
abrió paso, tratando de llegar al frente. Estiró el cuello al tiempo que
se abría paso entre cuerpos sellados en abrazos por la alegría de la
liberación. ¡Ahí! Lo vio. Había un trono dorado al frente. El alto
respaldo oscurecía aquello sentado en su interior, pero sabía que
contenía un cuerpo vivo y no una marchita reliquia.
REUNION EN PARMENIO
Todo hubiera estado bien, si no fuera por las malas noticias que les
habían llegado horas antes
—Hemos recibido más mensajes astropáticos del Sistema
Macragge —dijo Félix—. Fuerte presencia de la Legión de la
Guardia de la Muerte confirmada. Ardium ha sido reinvadido.
Macragge está bajo ataque. La Fortaleza de Hera se halla
asediada.
—El Maestro Calgar se ocupará de eso —dijo el primarca. Su
noble rostro pareció más que nunca una cosa tallada. Solo sus
labios se movieron. Su expresión era severa como la piedra, sus
ojos fijos en el progreso de la reunión de un modo tan seguro como
si estuvieran hechos de cristal—. Es una distracción. He revisado
los mensajes. Las fuerzas desembarcadas pueden parecer
numerosas, pero el equilibrio es de baja calidad. Mi hermano
está alarmado por nuestras ganancias. Quiere desviarme de
este lugar.
—Quizás deberíamos dividir nuestro ejército y enviar una
fuerza de socorro a Macragge —dijo Félix
CAPÍTULO DIECIOCHO
El teniente continuó.
—Dos Tácticos completos, un Devastador y un semiescuadrón
de Asalto. Quiero que usted siga al Escuadrón Devastador
Amarillo. Mantenga al enemigo alejado de ellos. Tienen apoyo
del Astra Militarum, pero ustedes son guardianes superiores. Si
el enemigo se acerca... —Miró por la ventana. Desde su atalaya
podía ver a buena distancia en ambos sentidos a lo largo de los
corredores radial y circular. Eran largos y llanos, con todos los
contrafuertes chapados, diseñados para ofrecer refugio mínimo a los
grupos de abordaje, pero la naturaleza de la batalla a bordo de la
nave espacial significaba que los encuentros cuerpo a cuerpo eran
inevitables—. Si se acercan, haga lo que pueda para evitar que
tomen mis armas pesadas. Estos guerreros de la peste son
resistentes. Necesitaremos los bólter pesados.
—Si mi señor.
Las insignias de una Legio eran únicas, y las marcas de cada Titán
eran tan individuales para ellos como las huellas digitales de un
hombre. Ni siquiera los traidores eran lo suficientemente cobardes
para esconder sus pecados. Proclamaban su lealtad e identidad con
orgullo.
—La Legio Mortis —dijo Fantorp, princeps del Juramentado de
Dios—. Cabezas de la muerte.
—Orgullo. Todavía tienen eso, cuando han desertado de todas
las demás virtudes del honor, permanecen orgullosos —dijo
Moscov del Ruina de Dios.
—Confirmar. Confirmar —dijo Urskein por vox—. Legio Mortis
traitoris. Transmitiendo identificaciones del enemigo.
Los nombres y designaciones numéricas para los Titanes entraron
en la red de datos noosférica. La mente de Dunkel se llenó con una
letanía de atrocidad que se remontaba a través de la historia en la
severidad de la Lingua Technis.
Donde la cuadrícula defensiva de los Rayos de la Muerte se
encontraba agrupada manípulo por manípulo, las Cabezas de la
Muerte atacaron en una formación de fuerza de semi—Legio, todas
sus máquinas más pesadas en vanguardia. No había cobertura para
ninguna fuerza, y el peso del enemigo iba de modo directo a la
posición de Dunkel.
—Están buscando una salida a través. No dejen que rompan la
línea —dijo Urskein.
La línea enemiga dejó escapar lamentos de desafío de sus
cuernos de guerra.
Oberón respondió, al igual que Fortis y Atarus.
Mortis abrió fuego. Los leales devolvieron el favor.
Al instante, el espacio entre las dos líneas era una zona de muerte
hostil a la vida. Las armas de un Titán eran impresionantes en sus
capacidades destructivas, superando a todo salvo los armamentos
de las mayores naves de vacío. El aire se prendió alrededor de
picos de energía. Ondas de choque supersónicas de proyectiles del
tamaño de una nave de transporte arrancaron rociadas de agua del
terreno. Los truenos lineales crujieron con descargas de láser,
estremeciendo conos de niebla en forma de lluvia. La niebla hirvió
con plasmas multicolores.
En apoyo de los dos Warlords cuerpo a cuerpo, había un monstruo
apto para lucha de largo alcance designado como Maestro de
Veneno. Llevando un aniquilador de plasma en el brazo derecho, un
cañón volcán en el izquierdo, y montando en su caparazón dos
enormes blásteres láser, su papel era romper un agujero a través de
las defensas para que los especialistas en combate cuerpo a cuerpo
de la Legio Mortis irrumpieran a través. Todas sus armas hablaron
juntas, chocando con fuerza contra el Ruina de Dios. Sus escudos
de vacío recibieron el impacto, apagándose con ensordecedores
estallidos a la vez que eran abrumados. El Reaver se estaba
moviendo a un lado, dejando un rastro de humo, cuando el Maestro
de Veneno abrió fuego de nuevo, marcando brillantes líneas a través
del blindaje compuesto del Ruina de Dios. Se sacudió sobre sus
pies. Sus motivadores se bloquearon en la pierna izquierda, y cojeó.
—¡Adelante! —ordenó Urskein—. Lleven la pelea a ellos.
El punto focal del rayo cayó justo dentro del escudo vacío. La
ubicación óptima en una máquina blindada hubiera estado con
exactitud en el límite del campo, pero el impacto se halló lo
suficientemente cerca, permitiendo que una reacción de fusión casi
completa tuviera lugar fuera antes de que la dispersión de ondas
interrumpiera el impacto. Rayos de microondas de alta letalidad
intersectaron sobre el punto objetivo. Ahora el cañón melta se
encontraba en plena descarga, la gran variedad de cogitadores de
armas del Ira de Dios manteniendo constante el enfoque mientras la
máquina se desplazaba para atacar.
CAPITULO VEINTIUNO
LA DEFENSA DE CRUCIO PORTIS II
Maxentius—Drontio asintió.
Justiniano miró de nuevo. —Decepcionante. Eso es todo lo que
yo sé también. He luchado en catorce enfrentamientos
separados junto a su Capítulo antes. Nunca hablé con uno de
ellos. ¿Sabes qué más?
El asintió.
—Entonces sé lo que debe ser hecho —dijo ella.
—No os voy a dar órdenes —dijo Mathieu—. No puedo. Si
decidís seguir este curso, ha de ser por vuestra propia
decisión.
—He hecho mi elección. —Su voz se convirtió en un susurro—.
Bendígame, militante apostólico, para que se me perdonen
cualesquiera que sean las transgresiones que debo cometer
para cumplir la voluntad del emperador.
—Así pues —dijo él. Golpeando sus rodillas con las manos y
haciendo todo lo posible para no echar un vistazo de nuevo a la
Hermana, devolvió su atención a la niña—. Estamos aquí juntos.
Pensé que preguntar tu nombre no era una pregunta excesiva.
El Marine Espacial entró de lado por la puerta sin siquiera mirar ver
lo que le esperaba, su arma nivelada y disparando tan pronto como
se vio libre de la habitación. Devorus no le hizo caso, y lo siguió,
mirando a hurtadillas mirando a través de la brecha entre el guerrero
transhumano y la jamba de la puerta.
—Podría —dijo.
Dunkel entrecerró los ojos. Ni sus ojos ni los del Ira de Dios le
estaban dando una visión clara.
—Que se limpie el auspex, dame una vista de esas máquinas
—ordenó. El conjunto de bocinas del Ira de Dios burbujeó junto con
él.
Muerte de la máquina.
El reactor del Retribución explotó primero, cediendo en una
vorágine de calor que abrió de un golpe en el terreno un hueco de
cien metros de profundidad. El Voluntad de Dios murió un
microsegundo después, cayendo incendiado sobre el apestoso lodo.
Su núcleo de plasma se desactivó de manera inofensiva, pero la
máquina estaba muerta, demasiado rota para caminar de nuevo
jamás.
El Ira de Dios resistió la tormenta electromagnética del fallo del
reactor del Retribución, tropezando en su carrera pero sin caer.
Líquido ardiente del Voluntad de Dios chapoteó sobre su pierna y
chamuscó su armazón de guerra. Lloró por sus hermanos muertos,
y aceleró, avanzando en profundidad en el cenagal que el enemigo
había hecho de las llanuras de Hecatone.
—¡El placer de esta muerte será mío, el placer de la venganza
será mío! —gritó Dunkel, pero sí fueron sus palabras o de la
máquina escapando de su garganta, no podía decirlo.
UN HÉROE VENCIDO
Typhus se dirigió con descaro hacia los Land Raiders tras los
Terminators. La cantidad de fuego que bajaba de la superficie
interna de la muralla se redujo. Justiniano continuó apuntando y
disparando de manera metódica, sus disparos gritando al dar a las
caperuzas de los Terminators enemigos a continuación. Pero no
pudo ver lejos a través del enjambre de la colmena, y las moscas se
extendieron, matándolo todo. Estallaron gritos en el canal principal
de Vox. Súplicas de ayuda, informes de pánico, todas entregadas a
un trasfondo de armas de fuego y los horribles cánticos de los
traidores.
Se escuchó un grito.
—¡Municiones! —gritó.
NUNCANACIDO
La niña asintió.
—Entonces nos iremos —Iolanth la levantó. Ella no pesaba casi
nada.
La rampa trasera se abrió sobre terreno blando. La oscuridad sopló
junto con una cacofonía de disparos, gemidos y terribles chillidos.
Las hermanas de Iolanth salieron corriendo por delante. Iolanth las
siguió, su bólter sostenido con una mano, la otra apoyando a la niña.
El fuego de tanque retumbó a su alrededor. El cañón gigante en la
parte delantera del Leviatán repicó con el trueno y la llama eructada.
La chica miró con miedo.
—No le prestes atención, te llevaremos allí —dijo Iolanth.
Seis Hermanas se desplegaron a cada lado de ella, los bólteres
recorriendo la niebla que corría. La batalla había continuado. Los
burbujeantes restos de Nuncanacidos se encontraban esparcidos
con generosidad en el barro, mezclado con los ocasionales
cadáveres de Adeptus Astartes, cuya brillante librea rompió la
mancha de residuos con coloridas islas.
CAPITULO VEINTISIETE
Mortarion siempre había sido más alto que su hermano, pero como
demonio era tanto más grande que las comparaciones de altura
perdían significado. Mortarion era de otro orden de criatura para
Guilliman, un semidiós rehecho como un monstruo de una historia
infantil. Bajo de su capucha, su severo rostro se había
descompuesto hasta el hueso. Los ojos eran de color blanco, la piel
de color gris y cuerdas de moco corrían desde el agujero sin carne
de su nariz visible sobre su respirador. Todo lo que era humano de
él se encontraba inflado hasta un absurdo grado, y dorado con
locura.
—No ha terminado.
Guilliman continuó sus esfuerzos para liberar su brazo mientras
hablaba. Mortarion bajó la mirada hacia la espada del Emperador.
—Padre te dio Su espada, ya veo. ¿O se la quitaste de Su
rodilla muerta? Supongo que no importa. No la blandirás contra
mí.
—Anatema…
Una palabra. Nadó por el aire, flotando hacia la niña tan suave
como seda arrastrada por el viento.
El tiempo se detuvo. Los átomos detuvieron sus movimientos. La
luz colgó inmóvil en el aire. Las salpicaduras de sangre formaron
arcos sólidos sobre el campo, los proyectiles de bólter colgaron en
pleno vuelo, las candelas de sus unidades propulsoras
inmovilizadas. Un eterno frío aferró a Colquan. Tan solo él, por
razones que no conocía, podía mirar a su alrededor con libertad.
Todos los guerreros se hallaban bloqueados e inmóviles un cuadro
viviente. Guilliman se tensó en lazos de luz viva. Mortarion tenía su
guadaña alzada sobre su cabeza.
Pero aunque todas las cosas habían cesado su movimiento, de
modo que el universo estaba atrapado en un momento tan
insustancial como una imagen evocada desde el agua, la niña
todavía se movía. Giró la cabeza y miró a Colquan. En su cara
ardían ojos dorados tan viejos como el tiempo, y de su boca brotaba
la luminosidad de una estrella.
LAZOS FAMILIARES