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Ponencia:
Marta Cimarosti
Podríamos decir que coexisten una diversidad de categorías para “nombrar”
a las personas con las cuales nos vinculamos como trabajadores/as sociales en
nuestros procesos de intervención y ello no es ingenuo, sino que, coincidiendo con
Rebori (2016), se sustenta en perspectivas propias de la teoría social que
frecuentemente son invisibilizadas por la naturaleza propia del cotidiano profesional
que es en el cual se expresan.
1
En relación a la causalidad de la condición que las vincula a los servicios
sociales hallamos dos posiciones antagónicas que, como anticipamos, generalmente
no se expresan en términos absolutos:
2
“desesperadas”. Estas calificaciones consideran que las personas con las
cuales nos vinculamos en nuestro trabajo transitan la complejidad de sus
problemáticas cotidianas sin alternativas de reflexión y a partir de ello de
transformación de las condiciones que la causan; y
- Como personas sociales e históricas con capacidad y recursos tanto
personales como colectivos de transformar sus condiciones, de
desnaturalizarlas y reconstruirlas en clave de otro proyecto societario que
supere la profunda desigualdad contemporánea.
1
El comillado alude a una concepción deshistorizada, deseconomizada y despolitizada de la
injusticia.
3
Usuario es la categoría que da preponderancia a la posibilidad de
responder las necesidades de los sujetos que posee ese bien o servicio. De
este modo, usuario en su contenido incorpora la contradicción que es
propia del tipo de sociabilidad en el que desarrolla sus actividades el
Trabajo Social, permitiendo fundamentar que las situaciones por las
cuales se desarrollan los procesos de intervención no son causadas por las
propias personas ni es su responsabilidad, sino que la causalidad
trasciende al sujeto, colocando el eje de la cuestión en otro ámbito,
posibilitando acciones desde otra perspectiva.
Referencias bibliográficas