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Capítulo 2

LAS DISPUTAS POR LOS SIGNIFICADOS

María Eugenia Almeida, César Angelino,


Marcos Priolo y Candelaria Sánchez

La voz de los actores involucrados asume, para nosotros, un lugar y una


potencialidad en el camino de la construcción de conocimiento sobre las
concepciones de discapacidad que circulan a la temática, tanto en el ámbi-
to comunitario como institucional. Estas voces constituyen una de las for-
talezas más interesantes del trabajo etnográfico que nos habilita a pensar y
repensar nuestro objeto. Son justamente las que marcan y nos marcan direc-
ciones, hallazgos. Nos permiten ir reconstruyendo como investigadores los
significados y los sentidos más profundos acerca de la discapacidad. Punto
que nos lleva de la mano a pensar y pensarnos intersubjetivamente como
actores dentro del campo.
Lo que intentamos es tomar estas voces como indicadores de sentido,
como vehículos que nos pueden transportar, a través del trabajo intelec-
tual, al conocimiento y comprensión del m u n d o social del cual forma-
mos parte.
A partir de allí la perspectiva de los actores no es lo que dice la gente, ni
tampoco es una explicación en sí misma. Es, entonces, lo que producimos
nosotros -el equipo de investigación- a partir de lo que la gente dice y
hace, no por oposición o negación, sino por inclusión interpretativa:
"(•••) adoptar un enfoque etnográfico es elaborar una representación
coherente de lo que piensan y dicen los nativos, de modo que esa 'descrip-
ción' no es ni el mundo de los nativos, ni cómo es el mundo para ellos, sino
una conclusión interpretativa que elabora el investigador. Pero a dife-
rencia de otros informes, esa conclusión proviene de la articulación entre
la elaboración teórica del investigador y su contacto prolongado con los
nativos" (Guber, R., 2 0 0 1 , 15).

D e este m o d o , las explicaciones que ensayamos incluyen u n porqué,


una interpretación que permite al mismo tiempo retomar y explicar lo
que la gente hace o dice, n o desde una mirada estadística o censal, sino
desde una perspectiva etnográfica:
a
{...) al centrarnos en las perspectivas de los actores tratamos de encon-
trar una vía para comenzar a entender esa diversidad, esa otra varie-
dad de vida social cuya lógica, en principio, desconocemos. Las perspec-
tivas de los actores constituyen un camino privilegiado para acceder al
conocimiento de lo social, no sólo porque ellas son parte de lo social sino,
y muy particularmente, porque los actores deben necesariamente tener
algún tipo de visión de su propio mundo social tal que les permita ope-
rar en él: dicho de otra manera, inevitablemente el tipo de concepcióri.
(conocimiento) que los actores tienen acerca de SÍÍ propio medio social
debe estar relativamente ajustado a la 'realidad' de ese mundo, hecho
que hace de esa concepción un instrumento que el etnógrafo puede emple-
ar para comenzar a explorar aspectos no evidentes del mismo..." (Balbi,
R , 2 0 0 5 , 3).

Lo que aquí se trabaja recoge una comparación de las visiones respecto


de la discapacidad entre los trabajos de campo realizados en diferentes
ámbitos y por diferentes investigadores del equipo: en la Escuela de Sordos
de Paraná, en la Escuela de Ciegos de Paraná, en las "II Jornadas de
Discapacidad e Inclusión Social. El trabajo como integrador social hacia
una realidad solidaria y justa", organizadas por la Cámara de Diputados de
la Nación y realizadas en la ciudad de Buenos Aires en mayo de 2005 y en
la Estrategia Comunitaria de Abordaje de la Discapacidad (ECADis).
Otros espacios de indagación fueron, el seminario "La producción
social de la discapacidad", dictado en la Facultad de Trabajo Social de
Paraná en el año 2005 y su réplica en la ciudad de Monte Caseros (pro-
vincia de Corrientes) también en ese año; y los trabajos de talleres con
alumnos de la Licenciatura en Trabajo Social de la Facultad de Trabajo
Social (UNER), que realizan su práctica académica en la temática disca-
pacidad. Aquí se trabaja a partir de las lecturas y relecturas de las con-
ceptualizaciones producidas por los cursantes y se propone el ejercicio de
tensionadas a partir del análisis de la perspectiva de construcción del otro
como diferente o diverso (Boivin, M. et. al., 2004).
Con relación a las concepciones que circulan respecto de la discapaci-
dad, podemos decir que en nuestro encuentro con "los informantes", en
diferentes contextos, institucionales, comunitarios, las perspectivas varí-
an, se cruzan, se repiten, se relacionan; en definitiva, nos marcan con-
tundentemente la premisa que conduce la mirada etnográfica acerca de
que, en cualquier caso, "la realidad humana es diversa por definición y
que puede ser aprehendida en cuanto alteridad. Es decir, nos interesamos
por una relación (nosotros/otros), por una diferencia genérica que es la
negación de la relación de la semejanza" (Lenclud, G., 2003, 180) y no
en alteridades absolutas.

COMPARANDO NARRATIVAS

Como un paso para la interpretación, establecimos una primera distin-


ción en cuanto a las concepciones de discapacidad que circulan en los
ámbitos institucionales.
Esta primera distinción que construimos de los discursos de nuestros
informantes sobre la discapacidad se hizo teniendo en cuenta la cercanía
o lejanía que los actores tienen con respecto a ese "otro discapacitado
así distinguimos dos grandes grupos: aquellos que n o están directamen-
te vinculados al abordaje de la discapacidad y aquellos que sí. En el pri-
mer caso, incluimos a profesionales y funcionarios, en el segundo inclui-
mos docentes de escuelas especiales y profesionales que trabajan en áreas
específicas de discapacidad y aquellos que son "nominados" como dis-
capacitados. Quizás esta primera distinción de los grupos obedece a algu-
nos signos distintivos que ayudan a ordenar el trabajo, pero que a medi-
da que vamos indagando se funden.

a) El grupo de los más alejados a la temática

En este primer grupo se hace presente, de manera reiterada, una mira-


da en d o n d e lo que se acentúa son sentimientos de "lástima, imposibili-
dad de trabajar, una sensación de no saber qué hacer331 frente a una per-
sona discapacitada; o sentimientos de solidaridad, buena voluntad y
amor, tal como afirmaba el Ministro de Trabajo de la Nación: "...que
hace que cuando nos pica el bichito éste (¿el de la discapacidad?) no poda-
mos parar de querer colaborar con ellos33. Del mismo m o d o , una diputada
nacional anunciaba:
"...llevamos el registro de aquellas personas que se anotan como discapa-
citados con la posibilidad de encontrar un trabajo y esto en una tarea que
parece sencilla, pero no es tan sencilla, ustedes lo saben bien, requiere de
la actividad de muchas personas y de poner todo lo de solidario que tiene
un funcionario de colaborar...33 2

¿Cómo podemos interpretar esto? C o m o sabemos, palabras y accio-


nes, en el sentido de acciones realizadas y no sólo de eventos corpora-
les, derivan de una interpretación. U n o no registra lo que otra persona
hace o dice, menos aún lo que piensa, sino comprende gracias a la inter-
pretación. Ésta es un procedimiento doble de evaluación: ambos supo-
nen que u n o está juzgando y que está determinado también por princi-
pios que debemos adoptar a priori y por reglas que debemos observar
(Lenclud, G., 2 0 0 4 , 181).
Y la primera regla que puede guiar nuestras interpretaciones son las
hipótesis elaboradas y reformuladas por el equipo. Entonces, ¿serán estos
sentimientos parte de una forma histórica de ocultar las complejas rela-
ciones de desigualdad en las que vivimos, donde unos están incluidos y
otros no?
Podríamos pensar que esta solidaridad por parte de los funcionarios
políticos -responsables puntualmente de diseñar políticas sociales para
t o d o s - para con los discapacitados sea una manera particular de estable-
cer condiciones de una inclusión excluyente, a partir de la cual un movi-
miento de atracción, que aparenta dejar dentro (de programas laborales,
de instituciones, de circuitos de prestaciones sociales, de reconocimien-
tos) en este caso a los discapacitados, al mismo tiempo encubre una diná-
mica en la cual el tipo de inclusión que propone asume características sin-
gulares. Entonces, los discapacitados no son incluidos al m u n d o del tra-
bajo, sino que son incorporados en talleres de producción protegida, o
no son admitidos al sistema educativo regular, sino en escuelas especiales.
De este modo se constituyen formas de inclusión que marcan una vez más
la sensación de estar dentro, pero diferenciada de los ottos no discapacita-
dos. Esta situación de plantear las políticas públicas para los discapacitados
diferenciadamente de las demás acciones del Estado, va acompañada de una
valoración moral respecto de la discapacidad, que le otorga un plusvalor
positivo a las intervenciones de los funcionarios políticos al respecto:
cc
...la Señora Diputada mantiene desde siempre un pensamiento de res-
peto que la lleva a ocuparse permanentemente de todos estos temas [el de
la discapacidad] de enorme sensibilidad social

Al mismo tiempo, al marcar una distinción entre los discapacitados y


los no discapacitados, se vuelve a presentar la idea de que hay quienes
"merecen" la solidaridad de las políticas y los políticos y quienes no.
Particularmente, quienes las merecen son u n grupo minoritario, defini-
do casi estrictamente por una "situación externa a ellos y a su voluntad",
a algo que los excede y que padecen por circunstancias azarosas. (No
sería el caso de los pobres, para los cuales opera fuertemente la sospecha
de cierta "elección" de su condición.) Para ellos vale la solidaridad, el
p r o f u n d o compromiso, incluso más allá de las responsabilidades insti-
tucionales.
Por otro lado, en este grupo de profesionales y funcionarios políticos,
n o vinculados específicamente a áreas o instituciones que atienden la dis-
capacidad, aparece la idea acerca de una "forma de intervención profe-
sional normal", estándar, para la que fueron formados los profesionales y
otra forma supuesta que incluye a los discapacitados, para lo cual no se
está preparado: ano podía mirarlo a los ojos porque me sentía en falta con
él ya que siendo discapacitado no había podido intervenir acorde con su
situaciónv.4
Al mismo tiempo se hace visible una sensación de culpa, de responsa-
bilidad n o cumplida por parte de los profesionales al n o tener una res-
puesta para los discapacitados, como una falta distinguida respecto de la
intervención con otros: a... me siento en falta con él...
La pregunta sería: ¿se siente en falta también con todos aquellos con
los cuales no puede intervenir acorde con su situación, o este sentimiento
se lo reserva para los discapacitados?
Podría pensarse que se pone en juego entonces aquella idea de los
"pobres merecedores", lo cual, en el caso de la discapacidad, estaría aso-
ciado a que la misma es algo dado "naturalmente" y que escapa enton-
ces a la voluntad del sujeto ser o no ser discapacitado: "merecer" ser
atendido, merecer una política especial, merecer una intervención acor-
de con su situación.
También es posible pensar que esta idea de la formación para la inter-
vención con discapacitados es una deuda con estos sujetos y, por lo tanto,
todas las acciones del estado direccionadas en ese sentido son una forma
más de responder a estos "merecedores":
a
... Por suerte, digo por suerte, también pudimos capacitar a todo el per-
sonal [abocado a la tarea de incluir discapacitados al m u n d o del trabajo]
de nuestro Ministerio, fundamentalmente a quienes tienen responsabilida-
des en los brazos que tiene todo el Ministerio [de Trabajo] en el ámbito pro-
vincial"?
Almeida, Angelino, Priolo y Sánchez | Alteridad y discapacidad... |

b) Los más cercanos a la temática

Los profesionales y funcionarios que trabajan en áreas específicas que


atienden la discapacidad también asumen este discurso. Por u n lado, el
de la naturaleza inscripta en la discapacidad y, por otro, de la necesidad
de estar formado para trabajar con ellos.
Asignarle el carácter de algo dado, natural a la discapacidad, supone
una idea en la cual se compara u n cuerpo "normal", completo, sin fallas,
que se constituye como el ideal, como el que todos queremos tener, con
otro cuerpo que se presenta fuera de esas condiciones. El orden de lo
biológico se presenta como algo que está ahí, que es parte de la natura-
leza y con lo cual n o se puede lidiar, por lo tanto, la discapacidad es el
déficit, es aquella falla en ese otro que lo excede y nos excede en las posi-
bilidades de pensarlo de otro m o d o , porque lo natural se presenta como
inamovible, como orden establecido por hiera de lo social y cultural.
De este m o d o , la voluntad del sujeto queda por fuera de su condición
y eso lo hace beneficiario instantáneo de tratamiento diferencial respecto
de otros.

Semejanzas y diferencias en las narrativas de ambos grupos

Podría pensarse que la sensación de no poder trabajar con una persona


discapacitada encierra cuestiones vinculadas a la sospecha de su condi-
ción de sujeto. Este que tengo enfrente: ¿será u n sujeto?, ¿pensará como
yo?; lo que habla: ¿será una lengua?
Se presenta esta relación nosotros-otros en donde los otros aparecen
como "cuerpos sin sujeto, sin sexualidad, sin género, sin edad, sin clases
sociales, sin religión, sin ciudadanía, sin generaciones" (Skliar, C., 2 0 0 2 ,
123). Resulta difícil, entonces, establecer una relación con ellos.
Se supone que hay algo equivocado en estos sujetos, algo equivocado
que requiere de especialistas que lo investiguen y analicen. Este saber sobre
su condición deficitaria otorga el poder de la intervención profesional.
Si tomamos el segundo grupo de la clasificación inicial, aparecen algu-
nas ideas en profesionales que trabajan en áreas específicas de la disco-pa-
ridad, y también en algunos discapacitados que, en principio parecieran
asumir una perspectiva distinta en relación con ésta, pero que nueva-
mente refuerzan algunas de las que ya hemos estado analizando.
Puntualmente hablamos de profesionales que trabajan con sordos y de
los mismos sordos. Hablando de ellos y de su lugar en la sociedad, dicen:
"'. . .los sordos tenemos una identidad sorda, tenemos derechos y tenemos una
cultura y es muy importante que sepamos eso y que nos hagamos respetar".6
Es posible pensar que, dentro de esa totalidad -la discapacidad como
conjunto en función de lo que no es " n o r m a l " - , se producen nuevas
diferenciaciones, pero ahora desde el reclamo de una identidad - l a de los
sordos- que se reconocen como normales. Krotz (2004), citando a
Comaroff, señala que:
"El marcar identidades contrastivas -de la oposición entre ego y el otro,
nosotros y ellos- es 'primordial3 en el mismo sentido en que la clasificación
es una condición necesaria de la existencia social".

Si bien esto se presenta como una mirada positiva de la discapacidad,


rápidamente nos encontramos que se distingue expresamente de ésta:
"[los sordos] no somos ni pobrecitos, ni discapacitados...",7 "...los sordos
siempre hemos sido tratados como tontos, como discapacitados...33,s En las
afirmaciones de los sordos queda más claro que la discapacidad está aso-
ciada a una visión de sujetos minorizados, tontos, pobrecitos, dependien-
tes de los normales:
"Mi mamá siempre tenía que ir conmigo a todas partes porque si no la
gente, cuando yo iba sola a algún lugar, al Hospital, a la Municipalidad,
a la obra social, se asustaba y se ponía mal cuaitdo yo trataba de comu-
nicarme con ellas. Entonces siempre con mi mamá, como un bebé...33

Por otro lado, la directora de la Escuela de Sordos afirma: "los sordos no


son discapacitados, sólo hablan una lengua diferente a la de los oyentes, y
nosotros antes los tratábamos como discapacitados".
La pregunta es: ¿cómo sería tratarlos como discapa-citados) Podemos
interpretar que este tratamiento diferencial incluye una mirada de ese
otro desde u n lugar de sujeto diferente, que supone m o d o s de relación,
de comunicación y de trabajo también diferentes. Pero esa diferencia
entre tratarlos como sordos o como discapacitados, ¿en dónde reside? Al
mismo tiempo, si retomamos la idea acerca de que para trabajar con dis-
capacitados hay que tener una formación específica, ¿qué sucede enton-
ces con aquellos profesionales - e n este caso los que trabajan con sordos-
que frieron formados y que ahora asumen que ya no tienen discapacita-
dos con los cuales intervenir, sino hombres y mujeres que sólo hablan una
lengua diferente a la de los oyentes?
En la frase: "nosotros antes los tratábamos como discapacitados", está
implicado el reconocimiento de u n tratamiento diferencial hacia aquellos
que son considerados no normales. La afirmación se presenta como
absolutamente lógica, dado que está dicha por alguien que está formado
para trabajar con la discapacidad.
¿Será entonces que opera aquí una ideología de la normalidad marcan-
do necesariamente distinciones en las formas de ser y estar en el m u n d o ,
según se reconozca como normal o anormal?
"La normalidad se presenta como una categoría de señalamiento de lo
propio y lo impropio, en un intento eficaz de discernimiento, de marca-
ción y demarcación, de clasificación, de separación entre Nosotros y los
Otros".9

Otras visiones que surgen respecto de la discapacidad, en boca de dis-


capacitados que son funcionarios políticos, condensan la denuncia acerca
de la forma en que a veces se entiende, desde las propias políticas, a los
discapacitados y, al mismo tiempo, una idea de discapacidad que, si bien
se asume como u n problema de los discapacitados en el sentido de que
está en sus cuerpos y mentes, intenta presentar una perspectiva en posi-
tivo, poniendo el acento en las capacidades:
"Yo siempre digo que de alguna manera a la persona con discapacidad se
la ha publicitado muy mal, normalmente nos publicitaron desde el asis-
tencialismo, desde el pobrecito, desde la cosa solidaria, no desde las capa-
cidades que podemos tener dentro de una sociedad, no de percibir y poder
demostrar que podemos tener capacidades y mas allá de las falencias que
podamos tener en algunas de nuestras funciones, eso es la discapacidad",10

Otra distinción que construimos para interpretar las narrativas que cir-
culan con relación a la discapacidad fue sobre aquellas que se producen
en ámbitos comunitarios, si tomamos lo trabajado respecto del primer
grupo de profesionales y funcionarios con relación a los sentimientos que
aparecen como algo que se reitera en el ámbito comunitario, pero vin-
culados a la experiencia de vida de ser o tener cercano alguien discapaci-
tado. Una experiencia envuelta por sensaciones de frustración, enojo, dis-
criminación. En el espacio comunitario, una madre de un niño discapa-
citado nos decía:
"La sociedad (...) discrimina mucho, en todos los sentidos, en un chico dis-
capacitado, en una persona que es gorda, fea, discrimina de todas mane-
ras y yo creo que en la discapacidad es peor, por ejemplo que vos salís con
el nene en la silla y la gente se da vuelta, por ahí no lo hacen con inten-
ción, qué sé yo, pero te pone mal el hecho de que una persona se dé vuelta
como que está viendo algo..."

En una segunda instancia, visualizamos la presencia de una sensación


de negación respecto de la misma: "si dentro de la iglesia no le dan la
importancia necesaria a tina persona discapacitada, ¿la sociedad cómo te
ra a aceptar?" El otro diferente funciona como el depositario de todos
-DS males, como el portador de las "fallas" sociales. Este tipo de pensa-
rrjento supone que la pobreza es del pobre, la violencia del violento, el
~ c a s o escolar del alumno, la deficiencia del deficiente.
En este sentido, la voz de aquella madre del niño discapacitado nos
ssue resonando:
' ..lo mismo pasa con los chicos, por ahí se me acercan y las mamas les dicen:
no, no'y los alejan. To he llegado a decirles cmi hijo no muerde\ porque
te provoca eso, enojarse o putear, viste, o muy amablemente decirle: cno sepre-
cupe señora, mi hijo no muerde\ Porque esa es la sensación que provoca en
toáoslos casos, en la iglesia, fuera de la iglesia, en la calle, donde sea".
Esta sensación de negatividad podríamos interpretarla no como que
habita en el propio sujeto discapacitado, éste n o sería el portador de un
atributo esencialista, lo negativo sería aquello que irrumpe para dislocar
la aparente normalidad de quien mira, discrimina, excluye, teme.
"(...) a mitad de camino entre el otro celestialmente remoto y el otro pró-
ximo y predecible, hay una tercera categoría que despiei'ta un tipo de emo-
ción totalmente distinto. Se trata de 'otro3 que estando próximo es incierto.
Todo aquello que está en mi entorno inmediato y fuera de mi control se con-
vierte inmediatamente en un germen de temor33 (Leach, E., 1967, 33).

En las distintas formas de entender al otro se distingue aquella en la


cual el aotro es fuente de todo mal33 (Skliar, C., 2001, 195), asumiendo
diversas versiones de expresión: aalgunas expresamente violentas, otras
subrepticiamente excluyentes, pero todas implican un intento por descartar
el compórtente negativo, lo no idéntico33 (Skliar, C., 2 0 0 1 , 195).
Lo normal entonces aparece ligado a una convención de la mayoría, a
la vez que considera la totalidad - e l todos como un t o d o h o m o g é n e o - ,
cuya regularidad adquiere u n valor prescriptivo: " c o m o son todos, es
como se debe ser". El temor es el sentimiento que invade frente a este
"desvío" y esto obviamente es percibido por los sujetos implicados. Así
un funcionario político sostenía que era importante:
"...hacer perder el miedo que se tiene respecto de la temática y hacia una
persona con discapacidad. En el fondo hay un temor en esto de emplear a
las personas con discapacidad, más allá de demostrar que emplear a una
persona con discapacidad tiene una serie de beneficios económicos y sin
embargo no se nos emplea, es porque evidentemente es otro el factor, y el
factor es el del temor, el de desconocimiento de que nuestras capacidades
puedan ser tanto o mejores que las de cualquier otro.33

También aparece esta idea acerca del reconocimiento de la diferencia,


pero n o desde una mirada de las relaciones entres sujetos o grupos, sino
puntualmente de un sujeto. La marca inscripta en ese otro, ese otro cuer-
po que no es como el propio, relata la diferencia. Así la diferencia es del
diferente o de su familia.
"...a los hermanos en cierta forma les ha pegado lo que pasa en la socie-
dad, ellos, o sea los más grandes tuvieron que aprender a asumir como
nosotros, de que llegó un hermano diferente, tuvieron que adaptarse a qtie
tenían un hermano diferente..."

O T R A S NARRATIVAS

Retomamos aquí las conceptualizaeiones producidas por los cursantes


del Seminario 11 y los trabajos de talleres de los alumnos mencionados en
páginas anteriores, ya que éstas condensan complejos procesos de asig-
nación de significados, no como una función automática del contenido
¿ e i S s f ^ : P c c f f f S - f \ I f m t i C c & ' L ( é Lffrpw-
ceso de interpretación concreto, situado socialmente.
De alguna manera, toda explicación implica ya un hecho anterior de
significación. El problema no reside en la significación, sino en la expli-
cación. El significado que se tenga no es central en última instancia, sino
cuando tales significaciones operan como explicación y cuando, a partir
de una explicación y de ese significado, se toman determinadas decisio-
nes -individuales, profesionales, institucionales- que producen y repro-
ducen prácticas, discursos y no se habilita dudar de dichas explicaciones
en una búsqueda de cuestionar lo vigente.

La diferencia como explicación

En la mayoría de las conceptualizaeiones de los alumnos del Seminario,


aparecen elementos que podrían comprenderse desde un modo de cons-
trucción de la discapacidad como diferencia.
En esta perspectiva -sustentada desde la teoría evolucionista de fines
del siglo XIX y desde lo que puede denominarse como darwinismo
social-, es el Otro el que se distingue, se aleja del Nosotros, convirtién-
dose en distinto. Este Nosotros, que refiere a los no discapacitados, se
convierte en "la medida" para establecer cuán diferente es el otro. La
diferencia se constituye en la distancia que aleja a ese otro del parámetro
y enmarca u n proceso por el cual dicha diferencia se atribuye al otro y n o
a la relación que lo convierte en diferente.
La diferencia, considerada en este sentido, rememora la noción mate-
mática de la resta; en el m u n d o del otro están ausentes los atributos del
m u n d o propio, del nosotros. El m u n d o del otro es u n m u n d o sin
Boivin, Rosato y Arribas, 2004). De este m o d o , la mirada se detiene en
lo que al otro le falta para ser como nosotros. Podríamos decir que la
diferencia es la distancia entre la normalidad y la anormalidad.
En las conceptualizaciones de discapacidad analizadas, aparecen nocio-
nes que hacen referencia y ponen el acento en "aquel que no es igual a
mí", "... que no puede desarrollar las mismas actividades que yo...", acon-
sidero que es la falta, alguna dificultad para desenvolverse en el contex-
to...", "la entiendo como la ausencia de algo en relación a un nosotros..."
Las ausencias - e n términos de carencias d e - en el otro discapacitado,
que se manifiestan como "faltas" - d e un miembro del cuerpo, de buen
funcionamiento de algún órgano, de algún " p u n t o " de coeficiente inte-
lectual-, lo convierten en un ser incompleto con respecto al nosotros.
La discapacidad es construida, entonces, como fenómeno de carácter
individual, con origen biológico, que expresa alguna anormalidad. Es ese
otro quien tiene el problema y quien se aleja del nosotros generando con-
flictos; .. son seres especiales discriminados por su desigualdad. Una com-
plejidad y un conflicto para la sociedad"}2 Lejos de imaginar la imbricación
de esta idea en procesos sociales, se reafirma la pertenencia o posesión del
problema en el discapacitado. "Es una construcción donde las personas apa-
recen como diferentes, con dificultades o imposibilitados ante tina sociedad
que no reconoce sus derechos".13 Si bien la idea de desigualdad aparece en
tales conceptualizaciones, la misma remite a una característica propia de
ios sujetos - s u desigualdad- y no a las relaciones que la producen.
Aparece, además, la necesidad de que esos otros que se alejan de la nor-
malidad intenten por medios propios, con la ayuda de otras personas o a
través de las políticas estatales, normalizarse y así llegar hasta lo "esen-
cialmente h u m a n o " .
En este p u n t o se actualiza lo sostenido por el evolucionismo social, que
postula una sola y única dirección de desarrollo, en la cual existen grados
inferiores y superiores que van alcanzando los hombres hasta llegar al
grado máximo de desarrollo físico e intelectual; y se marca, nuevamente,
la pertenencia a una misma especie, con u n origen común, donde ese
otro puede llegar a ser o parecerse al nosotros.
En este proceso uniforme y unidireccional - d e una única manera de
ser, estar y actuar en el m u n d o - se generan dispositivos, para que esos
otros se acerquen y asemejen a los normales, posibles de ser identificados
en las prácticas médicas, de rehabilitación, en la pedagogía, en las políti-
cas estatales específicas para los discapacitados.
En el recorrido que deben realizar los discapacitados para ser normales,
se reafirma el carácter individual de la situación: "de él depende que esta
situación se revierta", "...es una persona que por accidente3 tiene qtie
crear nuevas estrategias de vida para su supervivencia",u También se pre-
sentan expresiones sustentadas desde sentimientos de lástima, solidari-
dad, amor al prójimo, ayuda hacia aquellos que "padecen" la discapaci-
dad'; motivando la intervención (moral) sobre el tema, definiendo modos
de hacerlas, pues es "un problema de todos". U n alumno del Seminario en
la Facultad expresa que:
".. .subsanar esta situación requiere de su entorno mucha comprensión y
paciencia. Comprensión y paciencia no sólo a los discapacitados, porque
no sólo ellos lo necesitan, sino todo su entorno".

Desde estos planteos, la discapacidad es vivida como una tragedia per-


sonal donde no alcanza u n trabajo y acompañamiento al discapacitado,
sino que deben generarse alternativas para "acompañar" a las familias en
este padecimiento.
A la vez, este " e n t o r n o " del que hablan implica pensar en espacios
sociales que se hagan cargo de estos sujetos diferentes. En este sentido,
n o alcanzan las instituciones o los ámbitos de los que todos como suje-
tos de derecho participamos, sino que es imperioso desarrollar para ellos
una atención y un cuidado especial:
a
dificultad que ocurre en el ser humano y que la sociedad la define como
diferente y ante la cual debería tener una sensibilidad especial".1'
Por otro lado, algunos estudiantes de la Facultad de Trabajo Social
reflexionan sobre la necesidad de políticas de Estado con relación a la dis-
capacidad como otro m o d o de intervención que se encuadra en una pers-
pectiva de ciudadanía; ciudadanía diferenciada, con políticas, legislaciones
e instituciones creadas especialmente para los discapacitados. Nuevamente
se refuerza la necesidad de nombrar a aquellos otros, de clasificarlos y des-
tinarles derechos específicos. Éstos condensan, desde otro lugar, la cons-
tante sospecha de su condición de humanidad.
"...requiere un acompañamiento, pero no siempre físico, sino más que
nada desde lo político, o haciéndoles saber sus derechos como personas dis-
capacitadas. x
"...es una problemática que demanda mucho dinero para lograr ciertos
avances y por lo general el Estado no brinda políticas sociales que atien-
dan verdaderamente las demandas."

Estas políticas de Estado generan circuitos diferenciados para aquellos


sujetos diferentes como promesa de inclusión social, que esconde el
imperativo de la normalización.
Los tratamientos médicos, educativos y los tratamientos de rehabilita-
ción son los que le permitirían al discapacitado corregir su incompletud
y acercarse a lo humano.
La importancia asignada a la rehabilitación se inscribe en la compren-
sión biologista de la discapacidad, que la asimila a un trastorno en la
salud del sujeto que la porta. A la vez, crea una vivencia en el sujeto dis-
capacitado - y en su familia- de que está mal ser lo que se es y, por lo
tanto, se debe corregir para cambiar y dejar de serlo.

La diversidad, otro modo de explicar la discapacidad

Desde otro lugar, los participantes del Seminario y los estudiantes vin-
culan la discapacidad con la diversidad. En esta perspectiva no aparece
una referencia explícita a la falta, a la carencia de los sujetos, sino diver-
sidad, multiplicidad, abundancia. N o se enfatiza en la falta sino en la
variación, en los distintos modos de ser, en la profusión de lo distinto,
por lo que, de algún m o d o , "todos somos discapacitados". La diversidad se
convierte en un hecho natural, que se puede constatar empíricamente en
la experiencia diaria, haciendo referencia a que "todos de alguna u otra
manera no podemos algo".
En la variedad no parecen presentarse valoraciones de grado explícitas,
sino que las distintas formas son consideradas equivalentes entre sí. La
operación aquí consiste en reconocer, en los otros, presencias y n o ausen-
cias - d e atributos, condiciones, funciones-. El nosotros no desaparece
sino que se presenta como referente, como lugar desde donde se mira y
se llena al Otro. El nosotros se unlversaliza en torno a necesidades y fun-
ciones, que en los otros se particularizan.
Así, en aquel m u n d o (cuerpo, mente, espacio, tiempo, etc.) ajeno se
descubren los mismos sentidos propios del nosotros, pero que asumen
diversas formas.
Sin embargo, aunque todos los sujetos tienen capacidades distintas,
diferentes, algunas faltas, algunas carencias, algunos déficit discapacitan
más que otros; son aquellos que se consideran anormales. La pluralidad
dentro de los límites de la normalidad mantiene a esos sujetos - a quienes
se califica como diversos- dentro del Nosotros. En las conceptualizacio-
nes de los estudiantes, cuando se hace referencia a la construcción del
otro desde esta perspectiva se marca esta relación: "...tiene que ver con la
normalidad", ".. .son personas como todos y hay que darles su lugar".
Las -variaciones que se encuentran dentro de lo normal son valoradas
positivamente, enriqueciendo la heterogeneidad del conjunto. En cam-
bio, las variaciones entre los sujetos que se ubican más allá de lo permiti-
do por las normas son valoradas negativamente, consideradas anormales
y, consecuentemente, son tratados como tales los sujetos que las portan.
Sin embargo, junto con la diversidad sobrevendría una norma transpa-
rente ( M C Laren, P., 1994), construida por una sociedad capaz de alber-
gar y permitir en su seno la diferencia. U n a sociedad paradojal que - a la
vez que permite la diversidad, enmascara la supremacía de las normas
'etnocéntricas' (Sldiar, C., 2002). Aunque en apariencia n o se realicen
valoraciones de grado, los discapacitados son parte de u n O t r o que, al
alejarse de la normalidad, se aleja del Nosotros. Algunos de los partici-
pantes del Seminario expresan que ante esta identidad, la considerada
diversa o especial, "...la sociedad debe revertir su postura de discrimina-
ción por integración y desarrollo". Sostiene Rodríguez de Anca que:
"aunque las diferencias aparezcan como cnaturales3 (somos naturalmen-
te mujeres o varones, argentinos, etc.) son construcciones tanto en el sen-
tido de procesos y prácticas por los cuales la diversidad humana se reins-
cribe selectivamente como diferencia, como en el de productos que llevan
inscriptas huellas de dichos procesos, como representaciones de 'otros' y de
nosotros3. Por lo que esta natural diversidad esconde los sujetos sociales
que construyen sus diferencias en campos surcados de conflictos y relacio-
nes de poder, a los cuales las [instituciones] no son ajenas" (2004, 164).

Si toda formación social implica una manera concertada y estandariza-


da de comportarse, establecida como resultado de u n sistema de reglas
explícitas e implícitas, la variación que transgreda lo convencional', lo nor-
mal, el parámetro, se distinguirá especialmente y se calificará como capa-
cidades diferentes, necesidades educativas especiales o necesidades edu-
cativas específicas. Esta calificación, que evita explícitamente el término
discapacidad para nombrar a lo diverso, refuerza la naturalización de las
normas del Nosotros presentándose como pluralidad.
"La efectividad del discurso del 'respeto por las diferencias3 pasa justa-
mente por 'meter en la misma bolsa'y tratar indistintamente diferencias
identitarias (étnico-culturales, de clase, de género) y desigualdades de
clase; y por otra parte desconocer las relaciones asimétricas entre dichas
diferencias identitarias y por ende la existencia de relaciones de poder
entre los grupos" (Rodríguez de Anca, A., 2 0 0 4 , 180).

La variedad de los sujetos y la abundancia de distintas capacidades,


intereses, potencialidades, son la base para argumentar que cada u n o
tiene una función en el conjunto social y debe desarrollarla "lo mejor que
pti-eda", con el objetivo de que el todo funcione armoniosamente. Esta
lógica instala nuevamente la cuestión de la normalidad y de la necesidad
de sujetos productivos. Se busca que los discapacitados accedan al m u n d o
del trabajo desde espacios que se presentan como ficticios, en produc-
ciones que muchas veces no tienen competitividad ante las reglas que
presenta el mercado. Esto que aparece como posibilidad de inserción al
mercado está sujeto a la buena voluntad o a aquellos sentimientos que
lleven a las personas a contribuir con ellos.
En la construcción de las definiciones se presentan otras cuestiones que
es importante destacar. En primer lugar, la discapacidad aparece ligada a
todo lo que el sujeto porta, al déficit, a la falta; algo que marca su ser dis-
tinto. Aparece ligada a la perspectiva de la diversidad del mismo m o d o ,
valorando el hecho de que todos somos diferentes y raramente es pensa-
da como producción social en el marco de contextos sociales determina-
dos y en profundas relaciones de desigualdad.
En este sentido, al intentar profundizar el análisis, enmarcándolo en
contextos de producción más amplios, se recurre repetidamente a la
"sociedad" como explicación última -marcada muchas veces con mayús-
culas-. D e ella parece surgir y a ella es necesario volver para reparar las
exclusiones provocadas. Tal como aparece en las expresiones de los cur-
santes del Seminario realizado en la ciudad de M o n t e Caseros (provincia
de Corrientes).
.. capacidad diferente que presenta el ser humano y ante la cual la socie-
dad debe revertir su postura de discriminación por integración y desa-
rrollo.
"Es la capacidad que tiene la SOCIEDAD para demostrar su indiferen-
cia, discriminación, aislamiento y resentimiento en contra de los seres
diferentes a ella." (el énfasis es de los alumnos)

La sociedad aparece como un ente abstracto; como una fuerza inma-


nente que marca, demarca, decide, y en la cual no participa quien enun-
cia. El problema se pierde en cierta generalidad en d o n d e n o se identi-
fican los diversos aspectos que configuran dicha problemática. Se esta-
blece, así, una línea divisoria en la que sospechamos que quienes cons-
truyen las definiciones se colocan por fuera de ella a la espera de que ese
alguien ("la sociedad") revierta determinados imaginarios, prácticas y
discursos.
Otra cuestión a ser analizada tiene que ver con la necesidad de remar-
car -previa definición del discapacitado como otro diferente o diverso
por sus características- su condición de sujeto, sus potencialidades, sus
otras capacidades, su posibilidad de autonomía. Así, los asistentes al
Seminario en la Facultad de Trabajo Social expresan:
'r.. .siendo ese sujeto portador de derechos como todos los demás";
"...son diferentes pero con capacidades y potencialidades como todo sujeto";
"...si bien tienen un impedimento para algo siempre tienen una capaci-
dad para algo".

El hecho de que estas apreciaciones aparezcan al final de las definicio-


nes o entre paréntesis pretende, de algún m o d o , devolver la condición de
sujeto que las propias características dadas (en términos de t o d o lo que
les falta o n o pueden) obstruyen pensar. Puede comprenderse también
como una especie de compensación de sus limitaciones y restricciones.
En palabras de los estudiantes de Trabajo Social:
"El discapacitado no es el incapaz o el que no tiene capacidad sirio aquel
sujeto que es 'diferente} a los demás; el que demuestra alguna dificultad
o deficiencia, pero puede desarrollar otras capacidades y conformarse
como sujeto autónomo, independiente".

Nos preguntamos entonces cuáles serían estas otras capacidades que


pueden desarrollar; si tienen que ver con la sensibilidad especial que se les
atribuye a los discapacitados, su eterna inocencia; si quizás esas otras
capacidades - c o m o se plantea en algunas conceptualizaciones en M o n t e
Caseros- constituyen mecanismos que les permitan acercarse a las formas
en que los normales producen, crean, piensan: "...aquellos que pueden
tener diferentes capacidades, pueden desarrollar otros sentidos".
La proliferación del discurso de la diversidad -sustentado en el multi-
culturalismo- ha anclado fundamentalmente en el discurso oficial, y las
políticas educativas con posturas que abarcan las ideas de necesidades
educativas especiales, capacidades especiales. Aun así, esta perspectiva de
construcción del discapacitado como otro diverso aparece en escasas defi-
niciones.
A MODO DE CIERRE

A partir del análisis de las coneeptualizaciones, de las prácticas y de los


discursos, en el desarrollo del trabajo de campo emergen nuevas pregun-
tas que se relacionan con los procesos y dispositivos que operan en la
invención de la discapacidad. Parecieran existir acuerdos sociales con res-
pecto a que la diferencia nos constituye como sujetos. Los discursos acer-
ca de la diversidad y su riqueza, de que todos somos diferentes, de que
cada sujeto es único adquieren un lugar preponderante en "lo política-
mente correcto" y se erigen con fuerza de verdad. Ahora bien ¿qué dis-
cursos y dispositivos circulan y se instalan, qué mecanismos operan para
que la diferencia se transforme en discapacidad}, ¿qué sucede cuando
esas diferencias se tornan desigualdades?
Por otro lado, y vinculado a esto último, nos preguntamos acerca de la
idea de déficit, ¿a partir de qué normas se materializa? Entonces, enten-
der la materialidad del déficit como algo dado, natural, que está allí por-
que se puede ver, supone y consolida las "condiciones normativas para
que se produzca tal materialización" (Butler, J., 2002). Tal como sostie-
ne Rodríguez de Anca:
cc
Losprocesos de alterización son inherentemente políticos y están profun-
da e indisolublemente imbricados con la trama de relaciones sociales.
Son, en el sentido que le da Tadeu da Silva (1997), también procesos
pedagógicos en tanto qiie a través de ellos 'aprendemos' las categorías
según las cuales 'nosotros'y clos otros' somos ubicados -y nos ubicamos- en
el mundo" (2004, 165).

Finalmente, nos preguntamos acerca del papel de las políticas como


vehículo para instalar estas ideas de la discapacidad a partir de las cuales
nos clasificamos en dos categorías "nosotros/otros", en el sentido común,
en los discursos científicos, en las prácticas profesionales e institucionales,
en la mirada de los funcionarios.
NOTAS

1. Defensor de Menores en el marco de un trabajo en la Escuela de Sordos.


2. Este último párrafo, al igual que el inmediato anterior, fue expresado en el marco de
las II Jomadas de Discapacidad e Inclusión Social, Buenos Aires, mayo de 2005.
3. Discurso de apertura de las II Jornadas de Discapacidad e Inclusión Social. El traba-
jo como integrador social hacia una realidad solidaria y justa, Buenos Aires, a cargo
de un funcionario político.
4. Defensor de Menores en el marco de una reunión de trabajo en la Escuela de Sordos
de Paraná.
5. Funcionario del Ministerio de Trabajo de la Nación.
6. Presidente del Círculo de Sordos de Paraná en una reunión de trabajo en la Escuela
de Sordos.
7. Idem.
8. Líder de la comunidad sorda en reunión de trabajo en la Escuela de Sordos.
9. Citado de la producción colectiva del equipo de investigación, publicado en Revista
Desde el Fondo N ° 36, pág. 52, 2005, Facultad de Trabajo Social (UNER).
10. Funcionario político discapacitado de la Comisión de Discapacidad de la Nación.
11. Lo que se trabaja en este apartado reúne una serie de reflexiones y análisis del equi-
po a partir del dictado del Seminario "La producción social de la discapacidad" en dife-
rentes ámbitos y se encuentra presentado de forma similar en ponencias: I Jornadas
"Experiencias de La DiversidadUniversidad Nacional de Rosario, Facultad de
Humanidades y Artes, Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural, mayo de 2003;
II Jornadas Nacionales sobre Universidad y Discapacidad, Universidad del Comahue,
septiembre de 2003; Jornadas Latinoamericanas "La investigación en Trabajo Social",
Facultad de Trabajo Social, Universidad Nacional de Entre Ríos, 2005; y publicacio-
nes tales como Vain, P. y Rosato, A. (coords.) (2005), La construcción social de la nor-
malidad. Alteridades, diferencias y diversidad; La investigación en Trabajo Social,
Volumen VI, Facultad de Trabajo Social, Universidad Nacional de Entre Ríos,
noviembre de 2007.
12. Asistente al Seminario "La producción social de la discapacidad", Monte Caseros
(provincia de Corrientes).
13. ídem.
14. Estudiantes (talleres de práctica) de la Facultad de Trabajo Social (UNER).
15. Asistente al Seminario "La producción social de la discapacidad", Monte Caseros
(provincia de Corrientes).
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jjjp Capítulo 3
LA PRODUCCIÓN SOCIAL DE
LA DISCAPACIDAD EN LAS DIFERENTES
DIMENSIONES DE LO BARRIAL
PLAZA ACCESIBLE / PLAZA PARA DISCAPACITADOS

Agustina Spadillero

La experiencia " U n a plaza accesible", 1 desarrollada durante el año


2 0 0 3 , transformó la plaza "La Delfina" del Barrio San R o q u e de Paraná
en u n espacio público accesible. Si bien fue u n trabajo acotado en el tiem-
po, nos interesa reflexionar en este capítulo acerca de la producción social
de la discapacidad en el ámbito barrial.
"Barrio c o m o espacio simbólico ideológico y referente de identidades
sociales urbanas, c o m o espacio que ocupa u n papel central en la produc-
ción de sentido" (Gravano, 2 0 0 3 ) .
El par Plaza accesible/Plaza para discapacitados tensiona diferentes sig-
nificaciones, representaciones y disputas acerca de la experiencia y princi-
palmente del m o d o en que se produce la discapacidad en los actores
sociales del Barrio San Roque. Preguntarse acerca de c ó m o la discapaci-
dad se produce en el barrio nos vincula al ámbito de la vida cotidiana
como escenario de la reproducción social, indisociablemente vinculada
con lo que un momento histórico específico y una cultura particular asu-
men como legítimo, normal, necesario.
La cotidianidad se despliega con una naturalidad que la vuelve ajena a
toda sospecha y, por la misma razón, amparada en su inofensivo transcu-
rrir, selecciona, combina, ordena el universo de sentidos posibles que les
confiere, a sus procedimientos y a su lógica, el estatuto de normalidad.
Las normas y valores sobre cuerpos y mentes completos, auto-suficien-
tes, disciplinados y bellos, constituyen la base de los discursos, las prácti-
cas y la organización, no sólo de las instituciones especiales, sino de otras
instituciones y, sobre todo, de las relaciones sociales cotidianas.
El barrio se presenta como un gran contenedor de estas relaciones. La
propuesta de analizar el m o d o de habitar el espacio del barrio, de vivir-
lo, de experimentarlo parte de una de las primeras inquietudes plantea-
das al equipo del proyecto Estrategia Comunitaria de Abordaje de la
Discapacidad (en adelante la ECADis), de la FTS - U N E R , por los tra-
bajadores del Centro de Salud del barrio: ¿Para qué un proyecto de dis-
capacidad si en este barrio no hay discapacitados:

L A NORMALIDAD DEL TIEMPO Y EL ESPACIO URBANO

La categoría normalidad posee una dimensión productiva; establece la


medida a fin de producir sujetos ajustados a ella, incluyendo sus cuerpos,
conductas, deseos, esperas e instaurando nociones de tiempo y espacio
propios de dicha normalidad. Lo urbano ha sido regulado históricamen-
te por esta categoría, configurando el espacio a través de imágenes idea-
les y prolijas para un sujeto normal -blanco, sano, masculino, bien ali-
mentado, letrado, trabajador, profesional, saludable, etc.- como medida
de todas las cosas. Este modo de pensar el espacio urbano, donde existe
un orden que determina el lugar de los otros, opera a partir de oposicio-
nes como: incluido-excluido, normal-anormal, oyente-sordo, vidente-no
vidente. Imágenes cerradas que establecen una sola manera de jugar y
fijan las relaciones posibles entre los cuerpos y los lenguajes, dejando
afuera todo lo que n o se adapta a ellas.
El tiempo fragmentado en horas, días y años subdivide las vidas indivi-
duales y los procesos sociales con el objetivo principal de hacer uso del
menor tiempo posible (de producción, de circulación, de rotación). En
este sentido, decimos que atodos estos procesos temporalmente medidos, que
se expresan en la movilidad, se manifiestan en todo el territorio..." (Portillo,
1978, 30).
La visión abstracta en la concepción del tiempo y del espacio plantea
las diferentes problemáticas urbanas como instancias propias del urbanis-
m o que codifica y proporciona una identidad, un lugar y u n tiempo para
cada cosa.
Esta idea de ciudad no sólo seduce sino que ha conquistado y coloni-
zado las formas de acción y movimiento. Las disputas de poderes mediá-
ticos se abastecen de la ciudad para consolidar la idea de m u n d o global.
El movimiento de las partes de una ciudad es precisamente la rutinaria
movilidad de lo corporal hacia ideas de normalización en cada u n o de
nuestros espacios.
Históricamente, producciones teóricas acerca de la ciudad y del barrio
adhieren a esta perspectiva positivista, los clásicos del urbanismo nortea-
mericano, R. Parle, E. Burgués y R. D . McKenzie -quienes conforman la
Escuela de Chicago- aconciben la problemática urbana como una totali-
dad en la que se corporizan determinados problemas que contradicen de
hecho la posibilidad de un sentimiento absolutamente integrado de la socie-
dad humana moderna" (Gravano, 2 0 0 5 , 33), ubicando como base de
esta contradicción a la relación del hombre genérico y su medio.
Lo urbano se comprende a partir de la diferenciación en sectores socia-
les distinguibles por la variable del uso del espacio, donde la localización
está dada de forma natural o, en el mejor de los casos, es u n hecho con-
sumado y no problematizable.
cc
La relación del sujeto respecto de su entorno espacial es reducida a su
lugar dentro de la relación estructural con el capital, de modo que den-
tro del campo de datos naturales quedan tanto el espacio —como factor de
determinaciones— como el sujeto mismo —como enteramente determina-
do-, Se obtura de esta manera la posibilidad de problematizar la dife-
renciación de lo urbano y, por ende, de lo barrial, que queda arrumbado
en el desván de lo natural o lo dado" (Gravano, 2 0 0 5 , 34).
Lo normal aparece, entonces, como la medida con la que se definen
permanentemente los proyectos de la ciudad y las políticas de interven-
ción sobre los espacios públicos. La norma tiende a ser implícita e invisi-
ble y su carácter de invisibilidad la hace incuestionable. Se presenta como
una categoría de señalamiento de lo propio y lo impropio, en un inten-
to eficaz de clasificación de los espacios.
La perspectiva de la renovación urbana planteada por Winograd resul-
ta interesante a fin de abordar el desafío de pensar en prácticas proyec-
tuales accesibles que permitan romper con dicha norma:
"Las acciones en la escala barrial proporcionan posibilidades reales e
inmediatas en la medida en que la exigencia social ya se ha hecho pre-
sente» (Wmogczá, 1982, 59).

La vida urbana, a partir de proponer situaciones que contemplen la


accesibilidad, inscribe nuevos sentidos en la trama formal de la ciudad.
Aporta la perspectiva de transformar aquellas maneras hegemónicas de
ver, de nombrar, de decir, de construir en un tiempo y espacio determi-
nado. Para ello, es preciso que la planificación y el diseño urbano pro-
blematicen el orden urbano establecido a fin de romper con la asunción
puramente física de la ciudad, articulando las esferas física y simbólica.
"Pensar desde las situaciones urbanas supone que la ciudad no es una
integración total a la que haya que plegarse o qtte se tenga que desplegar,
sino que es un modo de configuración de subjetividad, pensamiento, oca-
sión de intervención" (Lekwowicz y Sztulwark, 2003, 116).

VARIABLES DE LO BARRIAL

La noción de barrio se encuentra atravesada por cuatro dimensiones:


estructural, social, identitaria y simbólica (Gravano, 2003). Estas com-
prenden diversas variables que dan cuenta de la complejidad del concep-
to. Nos proponemos definir cada una de estas variables en relación con
la discapacidad a fin de indagar las tensiones, significaciones, representa-
ciones y disputas acerca de la experiencia y principalmente del m o d o en
que se produce la discapacidad en el barrio.
En la dimensión social del barrio -plantea Gravano- la variable de la
intersticialidad apunta a la relación abarcadora y a la vez intermedia de lo
barrial entre lo público y lo privado. El barrio se presenta como bisagra
entre la ciudad y lo doméstico, entre lo público y lo privado, abarcando
el espacio de interacción primaria y distinguiéndose del espacio destina-
do a los centros.
Algunas preguntas que surgen en torno a esta variable son: ¿de quién
es lo público en el barrio? ¿Forma parte de la vida cotidiana del barrio la
discapacidad) ¿Qué sucede cuando el tránsito es de lo doméstico a lo ins-
titucional, es decir, de casa a la escuela especial o el instituto de rehabili-
tación?
La dimensión social del barrio se completa con otra variable denomi-
nada de inclusividad. Lo barrial como parte de u n t o d o diferenciando los
lugares centrales de las partes barriales de la ciudad. Desde aquí se cons-
tituye la necesidad de "integración" de las partes disfúncionales o pato-
lógicas. La teoría del barrio bajo, dice Gravano,
mantiene a la integración social (al mundo de la clase media típica)
como parámetro básico y universal del paradigma, manifestando así su
sociocentrismo, y cuando se plantea en términos culturales, aparece con
nitidez el etnocentrismo de estas formulaciones. Los barrios que constitu-
yen sus objetos, en tanto, quedan subsumidos en sus explicaciones inheren-
ciales" (Gravano, 2 0 0 5 , 165).

Esta perspectiva acerca de la categoría barrio comparte con la catego-


ría discapac.idad cierto proceso de positivización que, desde distintas pro-
ducciones científicas - e n t r e las que la estadística y la sociología tuvieron
lugares preponderantes-, explicó ambos fenómenos.
En la dimensión estructural, Gravano distingue la espacialidad del
barrio. Se refiere al espacio físico-arquitectónico como parte de la totali-
dad urbana. Lo importante de esta variable es la relación entre lo físico y
lo social como constructora del espacio barrial.
Retomamos la propuesta de Harvey acerca de la imaginación geográfi-
ca frente a la información sociológica. Este autor define la "imaginación
geográfica" o "conciencia espacial" como la posibilidad de:
"comprender el papel que tienen el espacio y el lugar en su propia biogra-
fía, relacionarse con los espacios que ve a su alrededor y darse cuenta de
la medida en que las transacciones entre los individuos y organizaciones
son afectadas por el espacio que los separa" (Harvey, 1977, 17).

Esta distinción resulta artificial cuando se trata de ver los problemas de


la ciudad, pero, sin embargo, resulta real en el m o m e n t o de proponer
modos de pensar la ciudad y de formular conceptos que nos permitan
armonizar e integrar distintas estrategias para adentrarnos en la comple-
jidad de los procesos sociales y de los elementos de la forma espacial.
La dimensión material y la dimensión humana de los espacios, los cuer-
pos que lo habitan, el lenguaje a partir del cual se establecen relaciones,
han sido regulados históricamente por procesos culturales, sociales y eco-
nómicos que sólo han diseñado espacios con relación a un sujeto normal
como medida de todas las cosas. C o m o ámbito donde ocurren algunos
de los problemas urbanos, el barrio también es escenario, muestrario
denunciante de las desigualdades de fondo junto a las valorizaciones fun-
cionales, simbólicas y culturales.
Retomamos narrativas que circulan en relación con la discapacidad en
ámbitos comunitarios. La mamá de un chico discapacitado del barrio
decía:
". ..la sociedad es otra parte grande del dolor que significa o ser discapa-
citado o tener un hijo discapacitado, tal vez sin darse cuenta o por otras
razones, pero ves, te das cuenta, por ejemplo, el hecho de que vos salís a la-
cale cotí una silla de ruedas y tenes que tener por lo menos vina muscula-
tura importante para llevar, pasas pozos porque las veredas no sirven y
tenes que ir por la calle, a riesgo de que venga un loco y te levante para
arriba... Tal vez ahora en el centro haya rampas y todas esas cositas que
sirven, pero ?io alcanzan, y acá afuera, acá afuera nada (señala el fren-
te de su casa)-".
La funcionalidad ubica al barrio entre la unidad doméstica, por u n
!ado, y las instituciones y el espacio público en general, por otro. La fun-
ción de mediación es clave para situar el barrio dentro del m u n d o de las
instituciones. Algunas preguntas en torno a la funcionalidad barrial tam-
bién se articulan a la accesibilidad del mismo; ¿cómo se transita el barrio?,
¿cómo se comunica con las instituciones y el espacio público general?,
¿qué sucede con las barreras físicas y comunicacionales?
El espacio urbano como escenario social y funcional toma la forma de
barrio, resultado de la distribución desigual de la urbanización. La segre-
gación urbana (espacial) forma parte del contexto de surgimiento del
barrio, es condición necesaria para hablar de barrio. También estrategias
de separación y segregación de cuerpos anormales en hospitales, mani-
comios, en pos de la regulación y el control de la alteridad fueron de gran
utilidad para la invención de la discapacidad.
En la dimensión identitaria encontramos la variable de la identidad
como forma de distinguirse y condicionar las conductas colectivas. Los
actores sociales asumen pertenecer a determinados barrios.
La "segmentalidad" es la particularidad de incluir en el interior del
barrio segmentos internos sin perder la relación de unidad con la identi-
dad barrial. La construcción de categorizaciones genéricas y estereotipa-
das se denomina tipificación. Construye, con la segregación, la estigma-
tización al ser usadas prejuiciosamente como causa de los problemas.
Es importante posicionarse con relación a la crítica de una aprioristica
idea de homogeneidad barrial confundida con la identidad, a la manera
de, cómo expresa Gravano,
"...atender a la segmentalidad corno ingrediente real y necesario de lo
barrial, sin que resulte un obstáculo para la misma atribución de iden-
tidad» (Grazno, 2 0 0 5 , 172).

Se plantea desde diferentes perspectivas la distinción entre actores


sociales dentro de cada unidad de observación a partir de las variables de
base (sexo, edad, residencia, ocupación) y de las variables que vinculen a
la distinción entre actores y el espacio mismo. D e n t r o de estas variables
encontramos la territorialidad y la pertenencia étnica.
¿Qué sucede con la discapacidad: ¿Se constituye como parte de la iden-
tidad del barrio? ¿O de algunos de sus segmentos? O bien ¿a partir del
estigma de ser discapacitado sólo forman parte de un segmento desterri-
torializado, el de los ciegos, los sordos, los sujetos con movilidad reduci-
da, las personas consideradas "especiales"?
Nuria Perez de Lara (2001) plantea que un sujeto no es reducible a
una palabra y reducirlo a " e l / l a discapacitado/a" lo cosifica, lo simplifi-
ca, lo transforma en el puro déficit, desconociendo cómo se articulan,
componen y recomponen relaciones y sentidos que dan a tal o cual carac-
terística el rótulo de déficit.
La insistencia de lo anormal sin identidad, a n o ser su deficiencia, hace
del otro u n otro sumamente transparente, comprensible, comunicable,
literal, casi vacío. Es una literatura que traduce y produce un otro previ-
sible, que asume todas las características imaginables e inimaginables de
un cuerpo moldeable, dócil, inútil y, finalmente, descartable.
Por último, la dimensión simbólica del barrio refiere a la capacidad de
construir y ser construido desde el imaginario social. En la variable de la
imaginabilidad el barrio actúa como referente de una representación, de
una imagen sostenida por actores. Es el barrio vivido por los vecinos más
allá de las circunscripciones o distritos.
El barrio mismo es pretexto para decir otras cosas generando proce-
sos contradictorios entre representaciones y prácticas; esta potenciali-
dad se denomina "culturicidad" (Gravano, 2 0 0 5 ) . Así el barrio se con-
figura c o m o un espacio de compromiso y conveniencia, c o m o una
puesta en escena y co-existencia de los sujetos acompañada por su
m u t u o reconocimiento, esto es, el barrio como u n territorio inscripto
culturalmente.
Armando Silva (1994) sostiene que el territorio se define a partir de
una marca de habitación personal o grupal, aludiendo a una elaboración
simbólica que se apropia y vuelve a nombrar las cosas. El territorio puede
ser nombrado, recorrido física o mentalmente y reconstruido a partir de
operaciones lingüísticas o visuales: se nombra, se muestra, se materiali-
za en una imagen, tiene u n umbral a partir del cual me reconozco.
Transponer sus límites provoca la reacción social que anuncia al extran-
•ero que está pisando el borde de otro espacio y, en su manifestación dife-
rencial, el territorio es un espacio vivido, marcado y reconocido.
En este sentido, también el cuerpo puede ser reconocido como un terri-
torio inscripto culturalmente. Butler (2002) afirma que pensar al cuerpo
como algo construido sugiere que los cuerpos deficientes-anormales sólo
viven dentro de las limitaciones productivas de ciertos esquemas regula-
dores en alto grado generalizados.

L A EXPERIENCIA " U N A PLAZA A C C E S I B L E "

El Barrio San Roque, donde se encuentra la plaza, se construye hacia


1964 sobre el área noroeste de la ciudad alrededor del Complejo
Escuela Hogar "Eva Perón". Fue un plan de 174 viviendas del Instituto
Autárquico de la Vivienda (IAPV) de la provincia de Entre Ríos, adju-
dicadas entre familias numerosas, con dificultades para conseguir vivien-
da, precisamente, por la cantidad de hijos. 2
Según relatan los vecinos, a dos años de la entrega de las primeras
viviendas, se construyó la plaza "La Delfina" a partir numerosas gestio-
nes; la primera comisión vecinal solicitó ante el intendente la concreción
de este espacio público. El municipio construyó la plaza con la condición
de que fueran los vecinos quienes colaboraran con los juegos infantiles.
Para esto se organizaron ferias, se enseñaba costura, labores y se hicieron
kermés para comprar dichos juegos.
La plaza, ubicada en el centro del barrio, ha jugado un papel impor-
tante en el proceso identitario de los vecinos, siendo históricamente el
lugar de encuentro y de trabajo en la lucha colectiva por las mejoras de
servicios públicos y viviendas.
El equipo de trabajo que tuvo a cargo el proyecto de tornar accesible la
plaza estuvo conformado por ECADis y el Grupo de Acción Comunitaria 3
(en adelante GAC). También se sumaron diferentes instituciones barriales
que apoyaron el proyecto y la Municipalidad de Paraná, al tratarse de la
transformación de un espacio público.
El grupo se reunía todos los miércoles a la tarde, en la plaza o en el la
casa de alguno de los vecinos. Inicialmente, desde el grupo se pensaron
y llevaron adelante distintas actividades vinculadas a la recuperación de
las historias individuales y grupales en torno a la discap acidad, la imple-
mentación de acciones de promoción, prevención y rehabilitación, la rea-
lización de encuentros barriales de juego y de recreación con los chicos.
Desde este encuadre, se presentó en el año 2 0 0 3 el Proyecto " U n a
Plaza Accesible" a la Fundación A R C O R -organismo que otorga parte
del financiamiento- con el objetivo de transformar este espacio público en
el primer espacio público accesible de la ciudad de Paraná. Por las carac-
terísticas de proyecto, el GAC trabajó en coordinación con el Municipio
de Paraná en sus diferentes instancias de gobierno y gestión: el Consejo
Deliberante, el Ejecutivo Municipal, la Secretaría de Planeamiento, la
Secretaría de Diseño Urbano, la Secretaría de Parques y Paseos. El traba-
jo se desarrolló durante dos años y se organizó a partir de reuniones rea-
lizadas semanalmente para coordinar las actividades y avances del proyec-
to y el trabajo de gestión con el Gobierno Municipal y otros actores.
Estos trabajos fueron sostenidos por el GAC junto a otras instituciones
barriales, el Centro de Salud, el Centro de Desarrollo Infantil, iglesia,
comisión vecinal. A partir de los acuerdos firmados entre estas institu-
ciones, se presentó la propuesta al Concejo Deliberante, quien declaró el
proyecto de interés municipal.
La relación con las instituciones del barrio n o fue la misma durante
t o d o el desarrollo del proyecto. Inicialmente previmos la relación inte-
rinstitucional como base para el trabajo de organización, pero la coordi-
nación se hizo dificultosa por los tiempos y dinámicas propias de cada
una de ellas.
H u b o acuerdos con el Ejecutivo Municipal para la concreción de apor-
tes en materia de recursos humanos y materiales. Se realizaron las ges-
tiones con las Direcciones de Planeamiento, Diseño Urbano, Arqui-
tectura, Parques y Paseos, Ente Ejecutor, para articular los recursos dis-
ponibles. La falta de articulación entre estos organismos de gobierno
implicó muchas veces el "retraso" en la puesta en marcha de las activida-
des previstas, también impidió la ejecución en tiempo y forma de la obra.
El diseño de la plaza se estructuró sobre la base de dos formas de tra-
bajo, los talleres de diseño con chicos del barrio y las reuniones de dise-
ño interdisciplinarios con el equipo de ECADis y con los técnicos del
Municipio. Con el objetivo de generar una instancia de apropiación del
espacio de la plaza y hacer conocer el proyecto a los vecinos, el equipo
de ECADis y el GAC organizaron dos encuentros barriales de juegos a
ios que concurrieron aproximadamente 80 chicos del barrio. Luego de
estos encuentros, durante tres meses se realizaron dos talleres semanales
de diseño con u n grupo de entre 15 y 20 chicos del barrio. Estos talle-
res tuvieron como objetivo crear un espacio para el aporte proyectual de
los chicos en relación con el juego y la accesibilidad. Los invitamos a pro-
yectar estructuras reales de la ciudad, con la colaboración de técnicos y
abriendo la posibilidad de su participación en el diseño colectivo.
La planificación de los talleres se realizó desde la reunión semanal del
GAC en conjunto con el Equipo de ECADis y especialistas en la temáti-
ca de juego - u n a psicóloga social, un profesor de teatro, u n humorista-.
La metodología utilizada para los talleres fue tomada de la propuesta
"Ciudad de los Niños" de Francesco Tonucci y se dividió en tres etapas:
la primera, de reconocimiento del lugar, la segunda etapa de diseño indi-
vidual y la tercera, de diseño colectivo.
Es interesante mencionar cómo la realización de los talleres generó una
vuelta a la plaza desde otro lugar, n o sólo para los chicos, sino también
para todos los que participaron de la experiencia, pudiéndola redescubrir
y pensarla en u n sentido más inclusivo y de preservación. También fue un
espacio de encuentro y de construcción de nuevas relaciones.
En el espacio de diseño interdisciplinario se abordaron las ideas de
accesibilidad, las nociones de cuerpo y espacio desde el equipo de profe-
sionales que trabajan en ECADis: arquitectos, ldnesiólogos, terapistas
ocupacionales, trabajadores sociales.
Se realizó una sistematización del trabajo con los chicos y la resolu-
ción del anteproyecto de accesibilidad de los juegos. Los resultados
fueron presentados al GAC y posteriormente presentados a las direc-
ciones municipales que intervinieron en la ejecución del proyecto de
accesibilidad.
El proyecto de accesibilidad resultante contó con una propuesta de la
estructura de accesos y circulaciones que realizó u n arquitecto de la
Dirección de Diseño Urbano; se contempló la realización de una rampa
de acceso, un recorrido perimetral de cemento para acceder al arenero de
los juegos existentes, una senda peatonal de baldosas de cemento para
acceder a u n nuevo juego interactivo, el mejoramiento de las circulacio-
nes existentes y las señalizaciones hápticas (táctiles) necesarias en todos
los recorridos. En el acceso, la altura a salvar entre calle y plaza era impor-
tante y el espacio disponible reducido, el diseño presentado en primera
instancia ubicaba dos rampas, curvas, con mucha pendiente y poco desa-
rrollo, en conclusión había dos rampas con dudoso uso. La arquitecta
integrante de ECADis presentó una reformulación de esta propuesta
donde sólo una rampa lineal y de menor pendiente resolvía el desnivel.
Luego, durante el trabajo de dirección de obra, junto a los albañiles
municipales se completaron las condiciones de seguridad para la misma:
terminación antideslizante, baranda, etcétera.
El diseño del juego accesible interactivo fue desarrollado por el equipo
interdisciplinario, retomando ideas de los talleres realizados con los chi-
cos en cuanto a forma e implantación. El juego es una elevación del
terreno que permite interactuar con una multiplicidad de situaciones,
espacios de césped, arenero, plataformas, circulaciones rampas, escaleras,
toboganes, conformando un juego accesible tanto para tranquilidad
como para el movimiento.
E n lo referente al equipamiento urbano, se diseñaron prototipos de
mesas y sillas accesibles, contemplando diversas formas y maneras de sen-
tarse y acercarse a este tipo de equipamiento. El juego, con las diferentes
alturas, los respaldos, los apoya brazos, las aperturas, permitió crear situa-
ciones alternativas para los usos. Para la ejecución de los mismos se tra-
bajó junto a los obreros municipales del taller de herrería y carpintería,
por lo cual el efecto multiplicador en relación con la temática de accesi-
bilidad circuló más allá del barrio.
L A "IMAGINACIÓN ANTROPOLÓGICA"

Recuperar la voz de los actores, no como testimonio sino como otro


discurso en disputa, es un modo de celebrar la diferencia, pensar en com-
partir el espacio con otros partiendo cié que es producto de una relación
de asimetría y desnaturalizar aquello que está debajo en la interacción
nosotros/otros re-ordena las relaciones de manera diferente. En este
sentido, la imaginación antropológica da cuenta:
cc
de la alteridad de valores, de la lucha de racionalidades y significados,
del entre cruzamiento de sistemas de representaciones simbólicas, de la
diversidad de actores en pugna y cooperación, dentro de la realidad prác-
tica y concreta, en una palabra: de la realidad co^^cebida como una dia-
léctica de la cultura33 (Gravano, 1995).

¿Cuáles son entonces las significaciones que se tensionan en el par


Plaza accesible/Plaza para discapacitados?
"Plaza accesible" condensa tanto el nombre como la perspectiva de tra-
bajo con la cual el equipo de ECADis aborda este proyecto. Queda defi-
nida entonces la accesibilidad como un proceso complejo de hacer posi-
ble que todos usemos los espacios, problematizando las barreras físicas,
comunicacionales y culturales. Retomamos algunas apreciaciones acerca
del proyecto de integrantes del equipo.
a
Teniendo en cuenta que el juego permite actuar y recrear las concepcio-
nes y roles sociales vigentes, el uso de este espacio accesible para el juego
enriquece tanto a los niños discapacitados, como al conjunto social (...)
La idea no es hacer juegos especiales para personas con discapacidad, sino
generar un espacio público que sea accesible y en donde todos jueguen en
todos lados.33 4

En esta perspectiva, lo importante del espacio físico-arquitectónico, la


"plaza accesible", es la relación entre lo físico y lo social como construc-
tora del espacio barrial. Reflexionamos también sobre la mutua influen-
cia de los procesos sociales y los elementos de la forma espacial. En este
sentido, el proceso de elaboración del proyecto fue el espacio donde
ECADis se dio en conjunto al GAC para resignificar la temática de acce-
sibilidad y reflexionar sobre las significaciones acerca de la discapacidad
de los diferentes actores.
"Plaza para discapacitados" fue el m o d o en que el GAC eligió deno-
minar el proyecto, n o desde los documentos escritos sino desde las prác-
ticas discursivas; "hacer algo por los discapacitados", al decir de u n refe-
rente barrial.
También los medios de comunicación reprodujeron la idea de "Plaza
para discapacitados", titulando la nota del día de la inauguración de la
plaza en la tapa de u n diario local "Inauguran plaza para la niñez disca-
pacitada".
La plaza se constituyó como escenario barrial, muestrario denunciante
de las desigualdades junto a las valorizaciones funcionales, simbólicas y
culturales. Para el equipo de ECADis significó poner en terreno una
experiencia de fuerte impacto donde el proceso comunitario posibilitó
transformar la plaza en una experiencia de nuevas representaciones y sen-
tidos, tanto para la comunidad como para los integrantes del equipo.
NOTAS

1. Esta experiencia fue realizada en el marco del proyecto de extensión "Estrategia


Comunitaria de Abordaje de la Discapacidad" (ECADis), de la Facultad de Trabajo
Social de la U N E R y el Grupo de Acción Comunitaria (GAC) de los Barrios San
Roque y Ferroviario de la ciudad de Paraná, con patrocinio de la Fundación ARCOR,
que proveyó parte de los fondos.
2. La descripción realizada ha sido construida a partir de la participación en algunas acti-
vidades realizadas en el barrio durante el proceso, la recuperación de testimonios,
fotos, documentos escritos por los integrantes de ECADis.
3. El GAC se conforma como tal en el marco de la experiencia de trabajo de la ECADis
desarrollada en los barrios San Cayetano y San Roque durante los años 2001 a 2005.
Se propone ser el espacio de referencia en torno a la discapacidad en el barrio, asf
como también el conductor y articulador de las acciones relacionadas no sólo a ella,
sino también a estrategias de mejoramiento de la calidad de vida y la salud de los veci-
nos del barrio. Reúne a un grupo de aproximadamente 10 vecinos, familiares de dis-
capacitados, discapacitados, vecinos considerados referentes de trabajo barrial, emple-
ados del Centro de Salud del barrio "Dr. Alcain". Algunos de los integrantes de este
equipo de trabajo fueron L. (quien fuera un referente en el barrio por su trabajo
desde la parroquia hasta que un accidente cerebro vascular le provoca una hemiplejía
y la recluyen en su casa); M. (mamá de C. una adolescente con encelopatía congèni-
ta); S. (que no vive en este barrio pero es hija de L. y mamá de R. adolescente con
encelopatía congènita); M2. (vecina de L. que según dicen tiene un retraso madura-
tivo, una manchita negra en la cabeza, dice ella); P. (discapacitada mental según el
certificado nacional de discapacidad); N. (agente sanitario del Centro de Salud); J.,
D. y G. (vecinos del L.); G2. (agente sanitario del centro de Salud Alcain); B. (pro-
fesora de danzas conocida de J. y G.); y de la ECADis: Esteban (kinesiólogo),
Alfonsina (trabajadora social), María Eugenia (arquitecta), Candelaria (trabajadora
social) y Betina (terapista ocupacional)

4. Alfonsina Angelino, para el diario Uno de Paraná, del 27 de junio de 2003.


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