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Podemos definir el estrés de muchas formas. Pero no hay nada tan gráfico como la experiencia
de cada uno: la vivencia física y mental de sentirnos desbordados, que puede traducirse en ritmo
cardíaco alterado, agitación interior, sobrecarga mental, dificultades para concentrarse,
dificultades para respirar…
Aunque no tengamos muchos conocimientos de biología todos sabemos que cuando queremos
mover una pierna, damos la orden al cerebro y eso sucede. ¿Cómo es entonces que cuando
sentimos estrés el cuerpo realiza cambios sin haberles dado la orden para ello?
La palabra es homeostasis: equilibrio natural del cuerpo. Es decir: nuestro organismo está
destinado a lograr el equilibrio, necesario para su supervivencia. Por ello, cuando existe una
señal que el cerebro percibe como peligrosa para su equilibrio, no necesita de una señal
consciente sino que él mismo la elabora en beneficio de la supervivencia. Y pone en marcha
todos los mecanismos necesarios para recuperar ese equilibrio.
¿Quién vigila esta necesidad de supervivencia? Existen en el cuerpo dos sistemas nerviosos que
lo rigen: sistema simpático, encargado de supervisar y controlar que estamos realizando las
funciones automáticas que sustentan nuestra actividad (sistema respiratorio, circulatorio,
digestivo…), y el sistema parasimpático, que rige los momentos de relajación y que se activa
para compensar la actividad, lo que ocurre cuando dormimos, nos relajamos o meditamos.
Ambos sistemas por tanto sirven para lograr sobrevivir, para lo que necesitamos el buen
funcionamiento de los sistemas que nos mantienen en acción como los que nos aseguran el
descanso.
Por ello, ante situaciones que percibimos como estresantes el cuerpo organiza sus recursos para
atender esa “urgencia”. Es como si existiera un sistema de alertas que en circunstancias graves
para él destinara todas sus energías a lograr lo más básico y que es sobrevivir.
Como la respuesta a la situación es luchar o huir, el organismo se orienta hacia estas dos
opciones, por lo que el resto de funciones dejan de ser importantes en ese momento y moviliza
energía desde aquellos lugares en que está almacenada. Así podemos entender casos de
personas con dificultades de reproducción que una vez deciden adoptar, por ejemplo, quedan
naturalmente embarazadas. Y es que en situaciones de estrés1 aumenta la presión de la sangre
para liberar la energía de forma más rápida y no serán momentos para ovular o crecer, ni realizar
la digestión … ¡ni si quiera comer! Hasta aquí conocemos la respuesta que compartimos con el
resto de los mamíferos. Veamos qué sucede al añadir la variable racional.
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Sapolsky, “Por qué las cebras no tienen úlceras”, Madrid, Alianza, 1995.
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Otra de las características del estrés actual en los seres humanos es el tipo de amenazas que
vivimos: situación laboral, relación difícil con una persona, dificultades para llegar a fin de mes,
… Se trata de situaciones con las que tenemos que convivir, donde luchar o huir, acciones para
las que estamos biológicamente preparados, no funciona. Es decir, los estresores actuales son
más bien psicológicos que peligros físicos.
En resumen: el estrés es la respuesta natural del organismo cuando percibe una amenaza. Esta
respuesta es primitiva, es decir, está organizada para las circunstancias de supervivencia propias
de ser mamífero y ni para la evolución racional ni la evolución de la sociedad actual. ¿Cuándo
deja entonces de ser natural?
Como decíamos, el estrés es la repuesta natural del organismo ante una amenaza y que activa
en uno todas aquellas funciones necesarias para volver al equilibrio. Por ello gritamos ante lo
injusto o huimos si tenemos miedo. Todo esto son comportamientos que suceden ante una
situación amenazante (luchar o huir).
Una situación particularmente curiosa es la que sucede cuando, tras vivir algo estresante,
liberamos la energía gritando a otra persona. Quizá entendamos ahora por qué gritamos en casa
con más facilidad, explotamos con la persona no indicada o nos enfadamos con alguien más
indefenso. De hecho, los primates directamente agreden a otro similar. Es como si para evitar
que nosotros suframos un infarto necesitásemos que sea otro quien lo sufra.
Como podemos apreciar, no siempre las acciones liberan el estrés sino que pueden aumentarlo,
como en el caso de gritar a otro, que no resuelve la causa del estrés y además genera conflicto
en otro ámbito (y por tanto, más estrés). Y esta es otra característica del ser humano: que en
situaciones de estrés lleva a cabo decisiones que no siempre ayudan a liberarlo sino que puede
que causen consecuencias también estresantes. Suelo hacer mención en las charlas cómo a
veces tenemos un patrón automático que se observa en personas muy activas y que para dar
salida a su estrés laboral acuden al gimnasio a liberar su energía en clases también activas, de
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forma que se alimenta de nuevo el sistema (aplaco el estrés con un ingrediente activador). No
quiero transmitir que el deporte no sea favorable sino que a veces es una forma de liberar el
efecto y no la causa del estrés. Y en otras, el hecho de obligarnos a acudir de forma automática
puede que genere en nosotros una sobrecarga en la agenda que puede que en determinadas
épocas vitales sería más necesario dedicar al descanso.
Conviene entonces conocer las fases por las que pasa el cuerpo humano y que llevan a una
respuesta no natural ante el estrés.
1- En primer lugar, ante una amenaza, se producen todos estos cambios fisiológicos orientados
a dar respuesta al desequilibrio y lograr por tanto el equilibrio. Es lo que se ha denominado como
fase de estimulación. Y es frecuente que las cantidades que llegan a la sangre de adrenalina,
sean abundantes.
2- Como estamos viendo, con los tipos de estresores actuales y la racionalidad y sus
consecuencias, cuando no conseguimos resolver el problema, entramos en la fase de
resistencia. El sistema sigue empleando recursos que mantienen el organismo en situación de
alerta pero con estos recursos no podemos hacer frente al estresor. Aquí está activada la
denominada hormona del estrés, el cortisol. Es la forma que tiene el organismo de enviar
cantidades masivas de energía a la sangre, pues percibe que no es suficiente con los recursos
activados. Cuando el estrés es puntual, superada la emergencia todo vuelve a su estado natural.
¿Qué pasa cuando la amenaza persiste? Que se produce el desgaste.
3- Y así es como entramos en la tercera fase del estrés: fase de agotamiento y desgaste. Este es
el significado auténtico de la palabra estrés2. Y deriva en enfermedades diversas del aparato
digestivo, reproductor, locomotor, inmune, cardiovascular, problemas de sueño…
Si gritar genera conflictos en el entorno y huir no es posible dado que los estresores son
permanentes o tienen una presencia obligada en nuestra vida, ¿cuál es la clave? Porque si no
resolvemos, si no gestionamos los estresores actuales podemos caer en situaciones de rabia
crónica (personas hiperactivas, irritables, autoritarias, que tras la experiencia sufrida miran la
vida como un lugar lleno de agresiones, es decir, se sienten frecuentemente atacados por los
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La palabra viene de la ingeniería y la acuñó el biólogo Hans Seyle que dedicó su carrera al estudio del
estrés.
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demás), miedo crónico (personas ansiosas, pasivas y con indefensión e indecisión frecuente, o
que deciden abandonar ciertas situaciones tras deducir de su experiencia que es mejor evitar
algo de forma definitiva) o tristeza crónica (personas apagadas, apáticas, indiferentes o
depresivas, con dificultades para ilusionarse).
La suma de estos componentes nos lleva a dos claves para la gestión del estrés y desarrollo de
un estilo de vida más saludable, y que en diversos estudios3 han demostrado que son además
factores de motivación humana4: la capacidad de tomar decisiones y actuar, en definitiva, ser
proactivo, y el desarrollo de un compromiso o sentido a lo que hacemos. Veremos estas claves
en profundidad en el capítulo siguiente.
Conclusiones
1- El estrés es natural
El estrés como tal es el comportamiento natural del cuerpo ante señales de peligro y que utiliza
para recuperar el equilibrio. Es por ello una reacción natural que necesitamos aprender a
gestionar por los cambios que se han producido tanto en el propio cerebro (el desarrollo de la
parte cognitiva) como en la sociedad.
Las situaciones de la vida moderna han propiciado que las causas actuales del estrés no sean
estresores del tipo vivir o morir sino que perduran en el tiempo y, por ello es la mente de quien
los padece.
No obstante los cambios que se han producido en nosotros y en el entorno, la reacción del
cuerpo es la misma que cuando hace siglos sentíamos una amenaza como por ejemplo un oso
cavernario.
3
Sapolsky, “Por qué las cebras no tienen úlceras”, Madrid, Alianza, 1995.
4
Dank Pink, conferencia TED www.ted.com/talks/dan_pink_on_motivation?language=es
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Por ello, lo que se han denominado como estrategias de afrontamiento del estrés pueden no
ser siempre adaptativas, o en otras palabras, saludables a corto, medio y largo plazo y
comprendiendo el entorno en que están.
Una estrategia de afrontamiento, como señala Andrés Martín5, instructor certificado en MBSR,
y fundador del Instituto Esmindfulness, es el conjunto de esfuerzos, más o menos efectivos, para
regularse y devolver los parámetros internos a su punto de equilibrio.
Porque no actuar y no gestionar el estrés puede suponer desarrollar miedo crónico, rabia crónica
y tristeza crónica, lo que transforma la manera de mirar la realidad y agrava el estrés.
Cuando hablamos de estrategias saludables queremos decir que atajan la causa del estrés y no
tienen efectos contraproducentes. Es en este sentido donde la práctica de Atención Plena es tan
efectiva y recomendable.
Veremos a continuación qué tipo de estrategias podemos utilizar para afrontar el estrés de
forma adaptativa. Este término será clave para valorar la efectividad de las respuestas. Y como
veremos, la práctica de Atención Plena 6 se ha revelado como una de las técnicas más eficaces
en la reducción de los síntomas de estrés y en la resolución de sus causas.
“Es prácticamente imposible entender cómo funciona la biología fuera del contexto del entorno”
Robert. R. Sapolsky
5
Andrés Martin, “Con rumbo propio”, Plataforma Actual, Barcelona, 2008.
6
Pueden verse infinidad de estudios tanto en la web www.esmindfulness.es como en otras relacionadas
con esta práctica como www.mindfulness-salud.org.