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Compliance Officer
Módulo: Compliance y empresa
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Índice de contenido
1. Buen gobierno corporativo y responsabilidad social de las empresas ................................. 2
1.1 La lealtad al interés social, como pauta esencial de buen gobierno corporativo .......... 6
1.2. Contenido del deber de lealtad ........................................................................................ 17
1.3. Consecuencias de la infracción del deber de lealtad ....................................................... 20
1.4. Encuentro entre políticas de buen gobierno y responsabilidad social de las empresas . 27
2. Programas de cumplimiento normativo como elementos de buen gobierno y
responsabilidad social ................................................................................................................. 39
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(ultracompetitivo), trajeron de vuelta al primer plano de la discusión económica y
jurídica el viejo debate sobre la conveniencia de reconocer la existencia de un
interés propio de la sociedad que subsuma equilibradamente los distintos grupos
de intereses convergentes en la empresa, y no solo el de los accionistas.
Se define, así, el buen gobierno como un sistema por el cual las empresas
son dirigidas y controladas mediante una serie de relaciones entre el cuerpo
directivo, sus accionistas o socios y terceras partes interesadas. Ello implica,
además de tomar las decisiones adecuadas para la mejor y preferente
satisfacción de los intereses comunes de los socios (“shareholders value”), el
uso más eficiente de los recursos empresariales en pos de un crecimiento
económico sostenido en el medio y largo plazo, atendiendo también otros grupos
de intereses presentes en la empresa (“stakeholders value”); y todo ello con la
finalidad última de generar confianza para el correcto funcionamiento de la
economía de mercado.
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En sentido amplio, las normas de buen gobierno se encaminan a resolver los
problemas relacionados con los conflictos de intereses y los abusos de poder
dentro de las sociedades mercantiles de capital en cuanto formas jurídicas
básicas de la empresa, buscando una mayor protección para los accionistas y
socios minoritarios, y atendiendo también al resto de intereses que convergen
en el funcionamiento diario de la empresa.
En los Principios de la OCDE y del G20 del año 2016 (apartado IV- “El papel
de los actores interesados en el gobierno corporativo”), además de garantizar la
circulación de capital externo hacia las empresas, tanto en forma de capital
paciente como de deuda, se especifica que:
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Ante la evidente ineficacia de la autorregulación, los legisladores de un buen
número de países decidieron trasladar a la ley, como reglas imperativas (“ius
cogens”), buena parte de los principios y reglas que antes eran meros
compromisos, anudando graves consecuencias civiles y penales a su
incumplimiento por parte de los administradores y directivos.
1 Ley 26/2003, de 17 de julio, por la que se modifican la Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores,
y el texto refundido de la Ley de Sociedades Anónimas, aprobado por el Real Decreto Legislativo
1564/1989, de 22 de diciembre, con el fin de reforzar la transparencia de las sociedades anónimas
cotizadas. Publicado en BOE núm. 171, de 18 de julio de 2003. Sección I. Disposiciones generales. Jefatura
del Estado. Referencia: BOE-A-2003-14405, https://www.boe.es/eli/es/l/2003/07/17/26
2 Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de
Sociedades de Capital. Publicado en BOE núm. 161, de 03/07/2010. Entrada en vigor: 01/09/2010.
Ministerio de la Presidencia. Referencia: BOE-A-2010-10544,
https://www.boe.es/eli/es/rdlg/2010/07/02/1/con [Última actualización publicada el 28/04/2021]
3 Ley 31/2014, de 3 de diciembre, por la que se modifica la Ley de Sociedades de Capital para la mejora
del gobierno corporativo. Publicado en BOE núm. 293, de 4 de diciembre de 2014. Sección I. Disposiciones
generales. Jefatura del Estado. Referencia: BOE-A-2014-12589, https://www.boe.es/eli/es/l/2014/12/03/31
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1/2015, de 30 de marzo4, por la que se modificó el Código Penal de 2015 para,
entre otras cosas, ampliar el alcance del delito de administración desleal, reforzar
el régimen relativo a la responsabilidad penal de las personas jurídicas y las
posibles exenciones a la misma mediante la implementación de programas de
cumplimiento normativo eficaces (“compliance penal”).
4 Ley Orgánica 1/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre,
del Código Penal. Jefatura del Estado. BOE núm. 77, de 31 de marzo de 2015. Referencia: BOE-A-2015-
3439, https://oig.cepal.org/sites/default/files/2015_leyorganica1_esp.pdf
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convergen en torno a la empresa, incluyendo los intereses difusos de la
comunidad.
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lucrativo que persigue cada socio al participar en una sociedad, de modo que
cualquier otra finalidad perseguida por el conjunto de los socios o por el socio
único no merecería tal calificación de fin social. Pero el negocio constitutivo de
una sociedad de capital (acto o contrato) es ante todo un negocio de
organización (“Organisationsgeschäft”). Eso significa, que la causa objetiva o
causa-función del negocio constitutivo de una sociedad de capital constituye
realmente una causa compleja, integrada por una causa previa o primera,
consistente en la creación de una organización objetivada -dotada de
personalidad independiente- y del estatuto que regule su funcionamiento para la
explotación de una empresa o la gestión unitaria de un patrimonio, seguida de
una causa última final, consistente en la consecución de un lucro.
De este modo, aunque la creación de una sociedad sirve, ante todo, para la
satisfacción de los intereses comunes de los socios o del interés del socio único,
la organización societaria se erige y muestra como una estructura autónoma,
una institución jurídica cuya actividad económico- empresarial afecta no solo a
los intereses de los socios, sino también a otros grupos vinculados con su
estructura y funcionamiento (trabajadores, acreedores, clientes), que también se
tienen muy presentes en la regulación positiva societaria (normas de tutela
directa o indirecta de terceros con interés legítimo, entre los que pueden estar
los propios trabajadores) y jurídico-laboral. Y es por eso lógico que pueda
apreciarse -siquiera con carácter instrumental- la existencia de un interés propio
y autónomo de la sociedad, consistente en la maximización del valor patrimonial
de la organización con vistas a un crecimiento sostenido en el largo plazo, que
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sirva de referencia para la creación de valor tanto (fundamentalmente) para los
socios como para otros grupos de intereses vinculados a la organización.
En definitiva, al igual que sucede con la causa del negocio constitutivo de una
sociedad de capital, entendida como causa unitaria compleja constituida por un
fin previo o inmediato de naturaleza organizativa y un fin último o mediato de
carácter lucrativo, concebido a su vez como fin- medio (“scopo-mezzo”) para la
satisfacción de los intereses individuales de los socios o del único socio,
reconocer la existencia de un interés propio de la organización societario-
capitalista no tendría por qué suponer una necesaria contraposición con el
interés final común de los socios o del socio único, pues ambos suelen coincidir
en la mayor parte de las veces, sin perjuicio de que pudieran llegar a colisionar
cuando la actuación de los socios o del socio único, o la de los administradores
y directivos de la empresa societaria provocase un perjuicio importante a la
entidad defraudando los legítimos intereses de la minoría y/o los intereses y
fundadas expectativas de terceros; perjuicio que puede ser de naturaleza
patrimonial o reputacional (que, a la postre, puede acabar provocando
consecuencias patrimoniales).
El legislador español no ha querido ser tan preciso como otros del mismo
entorno jurídico, el alemán o -sobre todo- el portugués, que en el art. 64º.1 b) del
Código de Sociedades Mercantiles de 1986 perfila con mayor rigor el deber de
actuación de los administradores de sociedades de capital:
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Os gerentes ou administradores da sociedade devem observar; b)
Deveres de lealdade, no interesse da sociedade, atendendo aos
interesses de longo prazo dos sócios e ponderando os interesses dos
outros sujeitos relevantes para a sustentabilidade da sociedade, tais como
os seus trabalhadores, clientes e credores.5
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imperativas en el Texto Refundido de la Ley de Sociedades de Capital por medio
de la ya mencionada reforma operada por la Ley 31/2014, de 3 de diciembre,
para la mejora del gobierno corporativo. En la segunda versión del Código de
Buen Gobierno, del año 2015 (revisada en junio de 2020), se pretende adaptar
las recomendaciones, de seguimiento voluntario atendiendo al principio “cumple
o explica”, como complemento a la normativa legal. Todo ello,
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promueva su continuidad y la maximización del valor económico de la empresa”
(p. 25).
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ponderación de ambos grupos de intereses por parte de los administradores
carece normalmente de consecuencias prácticas, al no existir apenas
posibilidades de sanción en forma de exigencia de responsabilidad.
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asegurar la continuidad de la existencia de la empresa y la creación sostenible
de valor (lo que constituye el mejor interés de la empresa). Estos principios
exigen no solo el cumplimiento de la legalidad, sino también un comportamiento
responsable fundado en valores éticos.
6 Directiva 2014/95/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 22 de octubre de 2014 , por la que se
modifica la Directiva 2013/34/UE en lo que respecta a la divulgación de información no financiera e
información sobre diversidad por parte de determinadas grandes empresas y determinados grupos.
Publicada en Diario Oficial de la Unión Europea L 330/1 del 15 de noviembre de 2014, https://eur-
lex.europa.eu/legal-content/ES/ALL/?uri=celex%3A32014L0095
7 Ley 11/2018, de 28 de diciembre, por la que se modifica el Código de Comercio, el texto refundido de la
Ley de Sociedades de Capital aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, y la Ley
22/2015, de 20 de julio, de Auditoría de Cuentas, en materia de información no financiera y diversidad.
Publicado en BOE núm. 314, de 29 de diciembre de 2018. Sección I. Disposiciones generales. Jefatura del
Estado. Referencia: BOE-A-2018-17989, https://www.boe.es/eli/es/l/2018/12/28/11
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junio de 20198, sobre reestructuración e insolvencia, la cual viene a crear un
régimen específico de deberes (y posibles responsabilidades) para los
administradores de empresas en situaciones de crisis empresarial,
estableciendo en su artículo 19 que los Estados miembros de la EU deberán
adaptar sus legislaciones internas para cerciorarse de que los administradores
de sociedades en situación de insolvencia inminente tomen debidamente en
cuenta, como mínimo:
8 Directiva (UE) 2019/1023 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de junio de 2019, sobre marcos
de reestructuración preventiva, exoneración de deudas e inhabilitaciones, y sobre medidas para aumentar
la eficiencia de los procedimientos de reestructuración, insolvencia y exoneración de deudas, y por la que
se modifica la Directiva (UE) 2017/1132 (Directiva sobre reestructuración e insolvencia). Publicada en Diario
Oficial de la Unión Europea L 172/ 18 el 26 de junio de 2019, https://eur-lex.europa.eu/legal-
content/ES/TXT/?uri=CELEX%3A32019L1023
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autoridades judiciales o administrativas tengan en cuenta las obligaciones de los
administradores sociales contenidas en esta nueva Directiva (art. 19) al evaluar
posibles incumplimientos de su deber de diligencia, sin perjuicio de la normativa
nacional relativa a los procesos de toma de decisiones de las empresas. Y
advierte finalmente que la Directiva no pretende establecer un orden de prelación
entre las distintas partes cuyos intereses deben ser tenidos debidamente en
cuenta, sin perjuicio de que los Estados puedan establecer un orden
determinado.
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supone para los trabajadores, proveedores y clientes. Los administradores de
sociedades mercantiles no estarán obligados a tener en cuenta, en todo caso,
los intereses de terceros a la hora de tomar decisiones, sino que deberán guiarse
por el concepto objetivo y autónomo del interés propio de la sociedad, por lo que
habrá que estar al caso concreto para analizar si una decisión de los
administradores que, acorde supuestamente con el interés común de los socios,
lesione el patrimonio de la sociedad o ponga en riesgo la rentabilidad en el medio
plazo o la propia conservación de la empresa, puede justificar una demanda de
responsabilidad de administradores por daños y perjuicios a la sociedad tanto
por parte de socios minoritarios como, subsidiariamente, de acreedores de la
sociedad, entre los que podrían estar, en su caso, los mismos trabajadores que
no pudieran cobrar sus nóminas laborales (cfr. artículos 238-240 LSC).
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directo o indirecto, que ellos o personas vinculadas a ellos pudieran tener con el
interés de la sociedad (artículo 229.3 LSC).
i) no ejercitar sus facultades con fines distintos de aquellos para los que
le han sido concedidas;
ii) guardar secreto sobre informaciones a los que haya tenido acceso
durante el desempeño de su cargo incluso tras producirse el cese;
iii) abstenerse de participar en deliberaciones y votaciones en las que él
o una persona vinculada tenga un conflicto de intereses con la
sociedad, salvo las que afecten a su condición de administrador;
iv) desempeñar sus funciones bajo el principio de responsabilidad
personal con libertad de criterio y juicio e independencia respecto de
instrucciones y vinculaciones de terceros;
v) adoptar las medidas necesarias para evitar incurrir en situaciones de
conflicto directo o indirecto con el interés de la sociedad y con sus
deberes para con la misma.
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iv) obtener ventajas o remuneraciones de terceros distintos de la
sociedad y su grupo empresarial asociadas al desempeño de su cargo,
salvo atenciones de mera cortesía;
v) desarrollar actividades por cuenta propia o ajena que entrañan una
competencia efectiva con la sociedad o que, de otro modo, le sitúen
en un conflicto permanente con los intereses de la sociedad.
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mecanismo o sistema de retribución indirecta o atípica (en especie) de los
administradores de sociedades de capital.
El artículo 227.1 LSC limita el posible daño derivado de una actuación desleal
al patrimonio social, es decir, a la acción social de responsabilidad, excluyendo
de antemano el ejercicio de la acción individual por daños a socios y terceros,
prevista en el artículo 241 LSC.
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Siendo el interés social el tutelado con el deber de lealtad, parece poco
probable que una actuación infractora de las obligaciones básicas de lealtad al
interés social y de los concretos deberes de evitar situaciones de conflicto de
interés puedan provocar un perjuicio directo a socios o terceros, por más que la
posible lesión del interés social y la generación de un daño para el patrimonio
social pueda afectar indirectamente tales intereses. Ciertamente, será difícil que
una conducta desleal puede causar un daño directo a socios o a terceros que
justificase el ejercicio por estos de la acción individual de responsabilidad
(artículo 241 LSC), aunque tampoco puede descartarse del todo como parece
hacer el artículo 227.1 LSC. Podría pensarse, por ejemplo, que si prosperase
judicialmente el ejercicio por parte de la sociedad de acciones de impugnación,
cesación, remoción de efectos o anulación de los actos y contratos celebrados
por sus administradores con violación de su deber de lealtad, los terceros
contratantes con la sociedad a través del administrador desleal podrían sufrir
daños y perjuicios que podrían repercutir contra el administrador o
administradores que infringieron su deber de lealtad ejerciendo contra ellos una
acción individual de responsabilidad.
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La mejor doctrina científica entiende hoy que la tipificación de la acción de
enriquecimiento injustificado junto a la acción de responsabilidad por daños y
perjuicios causados a la sociedad, constituye una variante distinta a la
concepción tradicional de la responsabilidad indemnizatoria de los
administradores, ya que se aleja de la perspectiva estática del patrimonio social
para considerar que, desde una perspectiva dinámica, la sociedad también sufre
un indudable perjuicio cuando el administrador se enriquece por cauces ajenos
al régimen de retribuciones societarias, por lo que resulta casi “natural” que en
tales circunstancias el administrador tenga la obligación de devolver lo percibido
indebidamente.
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El ejercicio de la acción social de responsabilidad por la infracción del deber
de lealtad requiere acreditar la existencia de un daño vinculado causalmente a
un comportamiento doloso o culposo del administrador o administradores
(artículo 236.1 LSC). El dolo o la culpa se presume por el simple hecho de que
una conducta desleal de las tipificadas en los artículos 227 y ss. LSC supone
una infracción legal, pudiendo considerase implícitos en el incumplimiento de las
obligaciones básicas y de los deberes de evitar conflicto de intereses tipificados
en los artículos 228 y 229 TRLSC, pero acreditar el daño para el patrimonio social
y cuantificarlo puede resultar sumamente complicado. Por eso, la acción de
enriquecimiento injusto puede resultar una amenaza mayor para los
administradores que estimule el estricto cumplimiento de sus deberes de lealtad
al interés social, ya que no será necesario acreditar la generación de un daño a
la sociedad con motivo de una conducta desleal ni tampoco el dolo o la mala fe
en la actuación de los administradores; aunque dolo o mala fe se pueden
considerar igualmente implícitos en una actuación desleal del administrador por
medio de la cual busca conscientemente obtener algún tipo de ventaja
patrimonial para sí o para algún tercero con el que está vinculado.
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administrador; o piénsese, también, en un administrador que decide aprovechar
una oportunidad de negocio para la sociedad para sí o para un tercero,
recibiendo un beneficio ilícito al tiempo que provoca un lucro cesante para la
sociedad; o en un administrador que incurre en la prohibición de competencia
desviando negocios de la sociedad a otra empresa propia o de terceros,
generando un daño en forma de lucro cesante para la sociedad al tiempo que
beneficios espurios para sí mismo o para terceros.
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perjuicio que para la sociedad supone el que el administrador desvíe la atención
del interés social para centrarse en la obtención de beneficios para sí o para
terceros vinculados a él. Así, la presencia del principio “non profit” en el artículo
227.2 LSC implica que cualquier beneficio que los administradores obtengan
durante su gestión pertenece, en principio, a la sociedad, por lo que cualquier
ganancia que pudieran obtener en el marco de su gestión (incluidas obtenidas
indebidamente por una infracción del deber de lealtad) deben asignarse siempre
a la misma.
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enriquecimiento. Por analogía con la acción social de responsabilidad podría
defenderse que la decisión corresponde a la junta general de socios o
accionistas (artículo 238.1 LSC), aunque hay quien arguye que al no prever el
artículo 227.2 LSC un acuerdo de la junta general debe afirmarse que la
competencia para decidir el ejercicio de la acción corresponde exclusivamente
al órgano de administración (sin perjuicio de que la junta imparta instrucciones
vinculantes al respecto en el ejercicio de la competencia reconocida en el artículo
161 LSC). A mi juicio, la decisión debe ser de la junta general con los mismos
trámites previstos para la acción social de responsabilidad, pues solo así se
podrán evitar connivencias entre administradores; y también porque si se permite
el ejercicio acumulado de la acción social de responsabilidad y de la acción de
enriquecimiento no tiene sentido que la decisión parta de órganos distintos y con
procedimientos dispares. Los argumentos favorables a una interpretación
unificadora desde el punto de vista procesal, en torno al cauce de la acción
social, no impedirán que se puedan identificar de forma precisa las distintas
pretensiones ejercidas en virtud del artículo 227.2 LSC.
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Por lo demás, un tratamiento procesal uniforme de ambas acciones en torno
al cauce de la acción social serviría para legitimar directamente a los socios que
reúnan al menos el cinco por ciento del capital social sin necesidad de someter
la decisión a la junta general (artículo 239.1 II LSC) y para someter a las dos
acciones de daños y enriquecimiento al plazo común de cuatro años de
prescripción de las acciones societarias previsto en el artículo 241 bis LSC.
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En una visión avanzada, más social o institucional, de las políticas y reglas
de buen gobierno corporativo, se produce el encuentro y ligazón con las políticas
de responsabilidad social de las empresas, que surgió como movimiento
independiente para conseguir un mayor compromiso de las empresas con su
entorno social y económico más próximo y con la sociedad en su conjunto.
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y ambiental; todo ello en el entendimiento de que la empresa forma parte de la
sociedad (concepto de empresa- ciudadano) y que se debe, en último término, a
los intereses del conjunto, por más que su objetivo último y principal consista en
obtener beneficio para sus socios.
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desarrollo económico de la empresa con la generación de ventajas para la
sociedad, implicando la RSC en la gestión diaria de la empresa, tanto desde una
dimensión interna como desde una dimensión externa.
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torno suyo, lanzan una señal de compromiso con estos grupos y de estabilidad
de la organización a largo plazo.
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voluntariamente y desarrollar efectivamente políticas socialmente responsables
en beneficio de sus trabajadores y clientes, de la comunidad donde se ubican
sus instalaciones y del medioambiente.
El Principio 24 del CBG indica en términos muy amplios para las sociedades
mercantiles cotizadas que: “La sociedad promoverá una política adecuada de
sostenibilidad en materias medioambientales y sociales, como facultad
indelegable del consejo de administración, ofreciendo de forma transparente
información suficiente sobre su desarrollo, aplicación y resultados”. En las
explicaciones a este Principio, el Código apunta que la apertura y sensibilidad
hacia el entorno, el sentido de comunidad, la capacidad innovadora y la
consideración de la sostenibilidad y el largo plazo se añaden a la imprescindible
creación de valor como fundamentos de la actividad empresarial. Por tanto, es
recomendable que las empresas analicen cómo impacta su actividad en la
sociedad y cómo esta impacta, a su vez, en la empresa. De esta manera,
utilizando como referencia la cadena de valor, la empresa puede identificar
cuestiones sociales que permitan la creación de valor compartido.
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derechos humanos y prevención de la corrupción y otras conductas
ilegales;
b) Los métodos o sistemas para el seguimiento del cumplimiento de las
políticas, de los riesgos asociados y de su gestión;
c) Los mecanismos de supervisión del riesgo no financiero, incluido el
relacionado con aspectos éticos y de conducta empresarial;
d) Los canales de comunicación, participación y diálogo con los grupos
de interés;
e) Las prácticas de comunicación responsable que eviten la
manipulación informativa y protejan la integridad y el honor.
10 Real Decreto 221/2008, de 15 de febrero, por el que se crea y regula el Consejo Estatal de
Responsabilidad Social de las Empresas. Publicado en BOE núm. 52, de 29/02/2008. Entrada en vigor:
01/03/2008. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Referencia: BOE-A-2008-3868,
https://www.boe.es/eli/es/rd/2008/02/15/221/con [Última actualización publicada el 11/03/2021]
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social en el compromiso ético de buen gobierno. Asimismo, la Ley 2/2011, de 4
de marzo, de Economía Sostenible11, dispuso en su artículo 39 que el Gobierno
pondrá a disposición de las empresas indicadores para su autoevaluación en
materia de RSE, así como modelos o referencias de reporte de acuerdo con los
estándares internacionales en la materia.
11 Ley 2/2011, de 4 de marzo, de Economía Sostenible. Jefatura del Estado. Publicada en BOE núm. 55,
de 05 de marzo de 2011. Referencia: BOE-A-2011-4117, https://www.boe.es/buscar/pdf/2011/BOE-A-2011-
4117-consolidado.pdf
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Estas Directivas fueron incorporadas a la legislación interna española por
medio del Real Decreto -ley 18/2017, de 24 de noviembr13e, sobre información
no financiera, que finalmente se tramitó como Ley ordinaria (incluyendo
relevantes modificaciones) por la citada Ley 11/2018, de 28 de diciembre, por la
que se modifica el Código de Comercio, el Texto Refundido de la Ley de
Sociedades de Capital y la Ley de Auditoría de Cuentas, en materia de
información no financiera y diversidad.
Según la nueva normativa (cfr. artículos 253 y 262.5 LSC y el artículo 3.5
LAC), los administradores de sociedades o grupos de sociedades que tengan
más de 500 trabajadores o sean consideradas entidades de interés público
(condición que se da cuando se den al menos dos de estas circunstancias: que
el total de las partidas del activo sea superior a 20.000.000 de euros; que el
importe neto de la cifra anual de negocios supere los 40.000.000 de euros; y que
el número medio de trabajadores empleados durante el ejercicio sea superior a
doscientos cincuenta) y se hayan comprometido a realizar políticas de
responsabilidad social, deberán incluir en el informe de gestión que acompaña a
las cuentas anuales (o el informe de gestión consolidado en el caso de grupos
de empresas) un estado de información no financiera, aportando la información
necesaria para comprender la evolución, los resultados y la situación de la
empresa o del grupo, y el impacto de su actividad respecto, al menos, a
cuestiones medioambientales y sociales, al respeto de los derechos humanos y
a la lucha contra la corrupción y el soborno, así como relativas al personal,
incluidas las medidas que, en su caso, se hayan adoptado para favorecer el
principio de igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres, la no
13 Real Decreto-ley 18/2017, de 24 de noviembre, por el que se modifican el Código de Comercio, el texto
refundido de la Ley de Sociedades de Capital aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de
julio, y la Ley 22/2015, de 20 de julio, de Auditoría de Cuentas, en materia de información no financiera y
diversidad. Publicado en BOE núm. 287, de 25 de noviembre de 2017. Sección I. Disposiciones generales.
Jefatura del Estado. Referencia: BOE-A-2017-13643, https://www.boe.es/eli/es/rdl/2017/11/24/18
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discriminación e inclusión de las personas con discapacidad y la accesibilidad
universal (cfr. artículo 49.6 Código de Comercio).
i) una breve descripción del modelo de negocio del grupo, que incluirá
su entorno empresarial, su organización y estructura, los mercados en
los que opera, sus objetivos y estrategias, y los principales factores y
tendencias que pueden afectar a su futura evolución;
ii) una descripción de las políticas que aplica el grupo respecto a dichas
cuestiones, que incluirá los procedimientos de diligencia debida
aplicados para la identificación, evaluación, prevención y atenuación
de riesgos e impactos significativos y de verificación y control,
incluyendo qué medidas se han adoptado;
iii) los resultados de esas políticas, debiendo incluir indicadores clave de
resultados no financieros pertinentes que permitan el seguimiento y
evaluación de los progresos y que favorezcan la comparabilidad entre
sociedades y sectores, de acuerdo con los marcos nacionales,
europeos o internacionales de referencia utilizados para cada materia;
iv) los principales riesgos relacionados con esas cuestiones vinculados
a las actividades de la sociedad o del grupo, entre ellas, cuando sea
pertinente y proporcionado, sus relaciones comerciales, productos o
servicios que puedan tener efectos negativos en esos ámbitos, y cómo
el grupo gestiona dichos riesgos, explicando los procedimientos
utilizados para detectarlos y evaluarlos de acuerdo con los marcos
nacionales, europeos o internacionales de referencia para cada
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materia, incluyendo información sobre los impactos que se hayan
detectado, ofreciendo un desglose de los mismos, en particular sobre
los principales riesgos a corto, medio y largo plazo.
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compromiso a la exigencia de cumplimiento (con consecuencias patrimoniales
en caso de incumplimiento). Es decir, cabe plantearse si la RSE voluntariamente
asumida por las empresas constituye un “deber jurídico” más allá de los deberes
de transparencia impuestos por las normas.
No parece que pueda ser así; al menos de momento hasta que, en su caso,
se produzca una revolución normativa para convertir en obligación legalmente
exigible los compromisos voluntariamente asumidos por las empresas. El deber
jurídico es una relación entre personas que requiere la exigibilidad normativa,
sea “ex lege” o “ex contractus”.
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Por lo demás, programas de cumplimiento normativo internos de las
empresas, pueden ayudar a conocer esos posibles incumplimientos por parte de
los administradores y, con ello, a prevenirlos.
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2) Establecer los protocolos o procedimientos que concreten el proceso
de formación de la voluntad de la persona jurídica, de adopción de
decisiones y de ejecución de las mismas en relación a aquellos
(“Comité Ético y de Buen Gobierno”);
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compliance, pudiendo establecer diferentes protocolos para los distintos ámbitos
de relevancia de la empresa u organización.
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uso indebido de los bienes sociales por parte de los administradores, fomentando
así el activismo accionario y laboral, y previniendo la actuación diligente y leal de
los administradores en sus funciones, así como el correcto cumplimiento (o, en
su caso, explicación transparente de los motivos de incumplimiento) de los
compromisos de responsabilidad social asumidos.
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