Está en la página 1de 72

Manual de Derecho Civil Sección I 245

LOS DELITOS Y CUASIDELITOS

1. GENERALIDADES

376. El hecho ilícito como fuente de obligaciones.– El


art. 1437 previene que las obligaciones nacen “de un hecho
que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los
delitos y cuasidelitos”95.
Los delitos y cuasidelitos son, en otros términos, fuente
de responsabilidad.
Esta responsabilidad se traduce, generalmente, en la
necesidad en que se encuentra una persona de indemni-
zar los daños ocasionados por el delito o cuasidelito. El
art. 2314 establece que “el que ha cometido un delito o cua-
sidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la indem-
nización”.

377. Concepto del delito y del cuasidelito.– El delito y


el cuasidelito se caracterizan porque son hechos ilícitos y
causan daño.
El art. 2284 advierte que “si el hecho es ilícito y cometi-
do con la intención de dañar, constituye un delito”, en tan-
to que “si el hecho es culpable, pero cometido sin intención
de dañar, constituye un cuasidelito”.

95 Sobre esta importante materia, véase Alessandri, “La responsabi-

lidad extracontractual en el Código Civil chileno”.

245
246 Ramón Meza Barros

Difieren el delito y cuasidelito, en consecuencia, por un


elemento o factor de carácter psicológico.
En el delito hay dolo, malicia, intención positiva de in-
ferir injuria a la persona o propiedad de otro (art. 44), áni-
mo preconcebido de dañar.
En el cuasidelito no hay intención de dañar sino descui-
do, imprudencia, negligencia, falta de diligencia o cuidado.
En el delito, el autor ha querido precisamente causar
el daño que ha ocasionado; en el cuasidelito, el daño es el
resultado de la negligencia o descuido del autor.
El delito, pues, es el hecho dañino e intencional; el cua-
sidelito es el hecho culpable y perjudicial.
En la vida cotidiana es muchísimo más frecuente que
el daño ocasionado por el hecho ilícito sea el resultado de
la culpa del autor. Por lo mismo, la responsabilidad por los
hechos ilícitos es, por sobre todo, una responsabilidad cua-
sidelictual96.

378. Interés de la distinción.– La distinción entre deli-


tos y cuasidelitos es, prácticamente, ociosa. Sus consecuen-
cias son idénticas, en principio, y obligan en los mismos
términos a la reparación del daño causado.
La extensión de la obligación de indemnizar perjuicios
se mide exclusivamente por la magnitud del daño. El
art. 2329 declara que “todo daño que pueda imputarse a
malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado
por ésta”.

379. Delito y cuasidelito civil, delito y cuasidelito penal.–


Los conceptos de delito y cuasidelito civil, por una parte, y de-
lito y cuasidelito penal, por la otra, difieren sustancialmente.

96 Josserand, ob. cit., t. II, Nº 408.


Manual de Derecho Civil 247

El delito y el cuasidelito civiles son hechos ilícitos, co-


metidos con dolo o culpa, y que causan daño. El delito y el
cuasidelito penales son igualmente hechos ilícitos, dolosos
o culpables, penados por la ley.
Caracteriza al delito y al cuasidelito penal, en conse-
cuencia, el hecho de encontrarse penados por la ley. Cada
delito se encuentra específicamente definido y sancionado
por la ley penal.
La ley civil no es casuística y se contenta con una fór-
mula general; merecen el calificativo de delito y cuasideli-
to civil los hechos ilícitos y perjudiciales y se les sanciona,
en general, con una pena única: la indemnización de per-
juicios proporcionada al daño causado.
Esta diferencia de criterios se justifica sobradamente. El
hecho civilmente ilícito crea un problema de orden priva-
do y enfrenta al autor del daño con su víctima. El Derecho
Civil se preocupa de que la víctima obtenga la adecuada re-
paración del daño, esto es, enfoca el delito y cuasidelito
como fuente de obligaciones97.
El hecho penalmente ilícito pone en conflicto al respon-
sable con la sociedad toda. El Derecho Penal mira el delito
y el cuasidelito como un atentado contra el orden social y
le preocupa, sustancialmente, defender a la sociedad del
atentado que importa el hecho penalmente ilícito.
Se sigue como consecuencia que un hecho puede cons-
tituir, a la vez, delito o cuasidelito civil y penal si, penado
por la ley, causa igualmente un daño, como el homicidio,
el robo, las lesiones.
Pero puede igualmente suceder que el hecho sea sola-
mente delito o cuasidelito penal o exclusivamente delito o
cuasidelito civil.

97
Planiol, ob. cit., t. II, Nº 818.
248 Ramón Meza Barros

El hecho será solamente delito o cuasidelito penal cuan-


do sancionado por la ley penal, no causa un daño, como la
vagancia, la mendicidad, las tentativas.
El hecho constituirá únicamente delito o cuasidelito ci-
vil si causa daño y la ley penal no le ha asignado una pena,
como la ingratitud del donatario, el fraude pauliano y la
generalidad de los cuasidelitos contra las cosas.

380. Responsabilidad penal y responsabilidad delictual


y cuasidelictual civil.– La responsabilidad penal resulta de
la comisión de un delito o cuasidelito penal. Se hace efec-
tiva mediante el ejercicio de la acción penal que tiene por
objeto el castigo del culpable (art. 11 del C. de P. Penal),
esto es, la aplicación de sanciones de carácter penal.
La responsabilidad civil es el resultado de que se come-
ta un delito o cuasidelito civil. Se la persigue ejercitando la
acción civil, encaminada, sustancialmente, a la indemniza-
ción pecuniaria del daño.
Como el hecho suele ser, al mismo tiempo, civil y cri-
minalmente ilícito, ambas responsabilidades pueden coexis-
tir. El homicida, por ejemplo, incurre en responsabilidad
penal y civil porque, además de indemnizar los perjuicios,
se hace merecedor de la pena con que el Código Penal san-
ciona el homicidio.
Pero ambas responsabilidades son independientes y su
coexistencia resulta sólo de que el mismo hecho es, simul-
táneamente, civil y criminalmente delictuoso. Esta inde-
pendencia aparece de manifiesto en el art. 2314 del
Código Civil y en el art. 11 del de Procedimiento Penal.
El primero establece que la obligación de indemnizar per-
juicios del que cometió un delito o cuasidelito civil es “sin
perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el deli-
to o cuasidelito”; y el segundo dispone que del hecho pe-
nalmente ilícito nace una acción penal para el castigo del
Manual de Derecho Civil 249

culpable y “puede nacer” acción civil para la restitución


de la cosa o su valor y la indemnización establecida por la
ley a favor del perjudicado.
Conviene indicar, someramente, las diferencias entre
ambas clases de responsabilidad:
a) Por de pronto, las sanciones difieren. Mientras los
delitos y cuasidelitos civiles se sancionan con la indemniza-
ción o reparación de los daños causados, los delitos y cua-
sidelitos penales acarrean sanciones de carácter represivo
como presidio, relegación, inhabilitación para cargos u ofi-
cios públicos, etc., encaminadas a proteger a la sociedad de
la acción desquiciadora del delincuente.
b) Diversa es la jurisdicción llamada a conocer y juzgar
de una y otra responsabilidad.
De la responsabilidad penal conocen y juzgan los tribu-
nales con jurisdicción en lo criminal, mientras que la res-
ponsabilidad civil puede perseguirse ante la justicia civil o
criminal, a menos que la acción civil tenga por objeto la res-
titución de la cosa o su valor porque, en tal caso, debe de-
ducirse ante el juez que conoce del proceso criminal (art. 5º
del C. de P. Penal).
c) Distinta es, también, la capacidad necesaria para in-
currir en responsabilidad penal y civil.
La capacidad para contraer una responsabilidad penal
se adquiere a los dieciséis años; los mayores de esta edad y
menores de dieciocho años, sólo son responsables a condi-
ción de que el Juez de Menores declare que han obrado
con discernimiento (arts. 2º y 3º del C. Penal). La plena ca-
pacidad comienza a los dieciocho años.
La capacidad para ser responsable civilmente se adquie-
re a los siete años; los mayores de siete años y menores de
dieciséis son responsables a condición de que, a juicio del
tribunal, hayan obrado con discernimiento (art. 2319). La
plena capacidad civil comienza a los dieciséis años.
250 Ramón Meza Barros

d) Difieren ambas responsabilidades en cuanto a las per-


sonas a quienes afectan.
La responsabilidad penal sólo puede afectar a quien ha
delinquido; en otros términos, es personalísima. Por la na-
turaleza de las sanciones sólo puede recaer en una perso-
na natural (art. 39 del C. de P. Penal).
La responsabilidad civil puede recaer sobre los herede-
ros y pesa tanto sobre las personas naturales como sobre las
personas jurídicas (art. 39 del C. de P. Penal).
e) Distintas son las personas que pueden perseguir la
responsabilidad civil y criminal.
Puede ejercitar la acción penal –salvo que se trate de
delitos de acción privada– toda persona y aun de oficio el
juez puede perseguir la responsabilidad criminal (art. 11 del
C. de P. Penal).
La acción civil sólo compete al que ha sufrido el daño,
y a sus herederos (art. 2315).
f) Diferentes son las normas que rigen la prescripción.
La acción penal prescribe en términos que fluctúan en-
tre quince años y seis meses según la gravedad de la pena
aplicable al delito o cuasidelito (art. 94 del C. Penal).
La acción civil prescribe en cuatro años, contados des-
de la perpetración del hecho (art. 2332).

381. Responsabilidad contractual y responsabilidad ci-


vil delictual o cuasidelictual.– La responsabilidad contrac-
tual proviene del incumplimiento de un contrato y consiste
en indemnizar los perjuicios resultantes de la infracción.
Supone esta responsabilidad un vínculo jurídico pre-
existente entre el autor del daño y la víctima del mismo;
la violación de esta obligación anterior genera la respon-
sabilidad.
La responsabilidad delictual y cuasidelictual proviene de
la ejecución de un hecho ilícito, doloso o culpable.
Manual de Derecho Civil 251

Ningún vínculo concreto previo ligaba al autor del daño


y a quien lo sufre y es el hecho ilícito y perjudicial el que
genera la obligación.
Autores de la talla de Planiol combaten este concepto
dual de la responsabilidad. La responsabilidad tiene siem-
pre el mismo origen delictual; dejar de cumplir las obliga-
ciones de un contrato es cometer un acto ilícito.
Ambas clases de responsabilidad suponen una obliga-
ción anterior; en el caso de los delitos y cuasidelitos la obli-
gación violada sería la de no dañar a otro98.
Fácil es percibir hondas diferencias entre ambas clases
de responsabilidad.
a) En materia contractual la culpa admite gradaciones;
puede ser grave, leve y levísima, el deudor es responsable
cuando incurre en el grado de culpa que corresponda, de
acuerdo con la naturaleza del contrato. El deudor respon-
sable de la culpa grave, por ejemplo, no contrae responsa-
bilidad si sólo se le puede imputar culpa leve o levísima.
En materia delictual y cuasidelictual la culpa no admi-
te gradaciones.
b) Sustancial es la diferencia en cuanto al peso de la
prueba.
Si se trata de hacer valer una responsabilidad contrac-
tual, debe el acreedor simplemente probar la existencia
de la obligación; el incumplimiento se presume culpable.
Toca al deudor, para exonerarse de responsabilidad, acre-
ditar que ha empleado la debida diligencia o cuidado
(art. 1547).

98 Con razón dice Alessandri que no es ésta jurídicamente una obli-


gación; antes de la ejecución del hecho ilícito, no hay deudor, acreedor,
ni relación jurídica entre determinadas personas: ob. cit., Nº 25.
252 Ramón Meza Barros

La regla es diametralmente contraria para la responsa-


bilidad delictual y cuasidelictual; el acreedor deberá probar
que el daño causado es imputable a culpa del que lo oca-
sionó, salvo calificadas excepciones.
c) Diversa es igualmente la capacidad, más amplia en
materia delictual.
La plena capacidad contractual se adquiere a los diecio-
cho años. La capacidad plena en materia delictual y cuasi-
delictual se logra a los dieciséis años; aun el menor de esta
edad y mayor de siete años, es responsable si el juez estima
que obró con discernimiento.
d) Otra importante diferencia dice relación con la soli-
daridad.
Los varios deudores que violan una obligación deriva-
da de un contrato, no son solidariamente responsables
(art. 1511). Los varios autores de un delito o cuasidelito son
solidariamente responsables del daño causado (art. 2317).
e) Diversas son las reglas que rigen la prescripción de
las acciones encaminadas a hacer efectiva una y otra respon-
sabilidad.
La acción para perseguir la responsabilidad derivada del
delito y cuasidelito prescribe en cuatro años, contados des-
de la perpetración del hecho (art. 2332).
En cambio, la acción para hacer efectiva la responsabi-
lidad contractual prescribe, regularmente, en cinco años
(art. 2515).

382. Cúmulo u opción de responsabilidades.– La cuestión


del cúmulo o, mejor dicho, de la opción de responsabilida-
des se traduce en averiguar si el incumplimiento de la obliga-
ción emanada de un contrato da origen a una responsabilidad
exclusivamente contractual o si, originando igualmente una
responsabilidad delictual o cuasidelictual, puede el acreedor
elegir una u otra para obtener la reparación del daño.
Manual de Derecho Civil 253

La opción permitiría al acreedor situar su cobro en el


terreno más conveniente a sus intereses.
En el terreno de la responsabilidad contractual, goza-
ría particularmente el acreedor de la inestimable ventaja de
no verse obligado a probar la culpa, pero no podría respon-
sabilizar al deudor sino de la clase de culpa que correspon-
da según la naturaleza del contrato.
En el campo de la responsabilidad delictual o cuaside-
lictual, el acreedor deberá probar la culpa.
La doctrina rechaza el cúmulo u opción de responsabi-
lidades y la jurisprudencia de nuestros tribunales se inclina
en el mismo sentido99.

383. Fundamento de la responsabilidad delictual.– Nues-


tro Código adopta, como fundamento de la responsabilidad
delictual y cuasidelictual, la doctrina que podría denomi-
narse clásica.
El fundamento de la responsabilidad se encuentra en la
culpa del autor del daño. La responsabilidad requiere que el
daño sea imputable; si hay culpabilidad hay responsabilidad.
Tal es la teoría de la responsabilidad subjetiva o a base
de culpa; la culpa aquiliana, al decir de Josserand, “es una
especie de pecado jurídico”100.
Diversas disposiciones del Código muestran inequívoca-
mente que adopta esta concepción clásica.
Por de pronto queda obligado a la indemnización el que
comete un delito o cuasidelito que se definen como actos
ilícitos, dolosos o culpables, que causan daño (art. 2284).
Responden por los incapaces las personas a cuyo cargo
estén “si pudiere imputárseles negligencia” (art. 2319); el

99 Véase Alessandri, ob. cit., Nº 46.


100 Ob. cit., t. III, Nº 413.
254 Ramón Meza Barros

dueño de un edificio es responsable de los daños que oca-


sione su ruina por haber faltado “al cuidado de un buen
padre de familia” (art. 2323); debe ser reparado todo daño
que pueda imputarse “a malicia o negligencia de otra per-
sona” (art. 2929); se concede acción popular en el caso del
daño que “por imprudencia o negligencia amenace a per-
sonas indeterminadas” (art. 2333).

384. Crítica de la responsabilidad subjetiva y medios de


paliar sus inconvenientes.– La crítica fundamental al siste-
ma de la responsabilidad subjetiva consiste en que no satis-
face adecuadamente las necesidades de la hora presente.
Esta concepción es insuficiente en una sociedad crecien-
temente compleja, en que el desarrollo de la industria y el
progreso de la ciencia han multiplicado los riesgos de oca-
sionar y de sufrir un daño.
La necesidad de probar la culpa del autor del daño plan-
tea a la víctima un arduo problema.
A menudo la víctima es persona de escasos recursos y
el causante del daño una gran empresa industrial. La lucha
es desigual entre la víctima y su poderoso contrincante, que
dispone de medios económicos y técnicos para su defensa.
Por otra parte, la causa de numerosos accidentes per-
manece oscura o simplemente ignorada.
En todos los casos en que la víctima no logre probar la
culpa del autor del daño, será ella la responsable, en defi-
nitiva, porque habrá de soportarlo, sin derecho de reclamar
contra el causante.
Para paliar estos inconvenientes, las leyes, la doctrina
y la jurisprudencia, sin alterar el fundamento subjetivo de
la responsabilidad, han adoptado diversas medidas o so-
luciones.
a) Para liberar de la prueba de la culpa, el legislador
ha establecido en favor de la víctima diversas presunciones
Manual de Derecho Civil 255

legales. Tales son, por ejemplo, las presunciones de los


arts. 2320, 2322, 2326, 2328 y 2329.
Gracias a este subterfugio, se mantiene el respeto del
principio tradicional, pero, en el hecho, la responsabilidad
se libera de la idea de culpa.
b) Por otra parte, la jurisprudencia ha extendido el con-
cepto de culpa cada vez más.
De este modo, ha llegado a considerar que el ejercicio
abusivo de un derecho puede importar culpa y generar res-
ponsabilidad y que puede haber culpa en no ponerse a tono
con el progreso101.
c) En fin, se ha discurrido ampliar el campo de la res-
ponsabilidad contractual, más favorable a la víctima porque
se invierte la carga de la prueba de la culpa.
Se supone que, a lo menos ciertos contratos, producen
o generan una obligación de seguridad; así, el contrato de
trabajo generaría una obligación de esta índole porque el
patrón quedaría obligado a restituir al obrero sano y salvo
al término de su trabajo.
El accidente probaría la infracción de esta obligación
de seguridad y posibilitaría el cobro de la respectiva indem-
nización de modo que al patrón incumbiría probar que no
se ha debido a su culpa.

385. Responsabilidad objetiva o sin culpa.– La reacción


contra la concepción subjetiva de la responsabilidad se ini-
cia a fines del siglo pasado.
Trátase de eliminar la culpa de la noción de responsa-
bilidad. La responsabilidad es puramente objetiva.
Un elemento totalmente diverso sirve de fundamento
a la responsabilidad: el riesgo.

101 Alessandri, ob. cit., Nº 71.


256 Ramón Meza Barros

La responsabilidad es un problema de causalidad y no


de imputabilidad102. El autor del daño es responsable por
el solo hecho de haberse causado.
La posesión de ciertos bienes, el ejercicio de determi-
nadas actividades engendra un riesgo o peligro de causar
daño. La posesión de un automóvil crea el peligro de acci-
dentes del tránsito; el ejercicio de una actividad fabril ge-
nera el riesgo de accidentes del trabajo.
De esta manera, quien desarrolla una actividad peligrosa
y crea un riesgo, debe soportar las consecuencias, justa con-
trapartida del beneficio o del agrado que dicha actividad
le reporta.
La teoría del riesgo inspiró en el pasado a la legislación
laboral. Hoy día la ley obliga al empleador a contratar un
seguro de accidentes del trabajo. El artículo 209 del Códi-
go del Trabajo dispone que: “El empleador es responsable
de las obligaciones de afiliación y cotización que se origi-
nan del seguro social obligatorio contra riesgos de acciden-
tes del trabajo y enfermedades profesionales regulado por
la Ley Nº 16.744. En los mismos términos, el dueño de la
obra, empresa o faena es subsidiariamente responsable de
las obligaciones que en materia de afiliación y cotización,
afecten a los contratistas en relación con las obligaciones
de sus subcontratistas”102 bis.

102
Alessandri, ob. cit., Nº 73.
102 bis En
otras materias, por ejemplo, el artículo 142 del Código Aero-
náutico dispone que “en virtud del contrato de transporte, el transpor-
tador es obligado a indemnizar los daños causados con motivo u ocasión
del transporte, en la forma y dentro de los límites establecidos en este
código. Diversas normas fijan indemnizaciones especiales, para casos que
se describen”.
Manual de Derecho Civil 257

2. ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD

386. Enumeración.– El art. 2284 ha dicho que el hecho


voluntario y no convencional de que nace la obligación, si
es lícito, constituye un cuasicontrato y si es ilícito, un deli-
to o cuasidelito.
De este modo, la ley caracteriza los delitos y cuasidelitos,
en primer término, por su condición de hechos ilícitos.
Parece lógico, en consecuencia, al precisar los elemen-
tos de la responsabilidad extracontractual, detenerse a exa-
minar, primeramente, el concepto de hecho ilícito.
Puede decirse que hecho ilícito es el contrario a la ley103,
no permitido por la ley104, contrario a derecho105.
Pero estos conceptos, extremadamente vagos, carecen
de utilidad práctica. En verdad, el hecho es ilícito por sus
consecuencias, por la responsabilidad que genera, especial-
mente como resultado del daño que causa.
Los arts. 2314 y 2329 destacan dos factores esenciales de
la responsabilidad: el daño y la culpa o dolo.
Es preciso añadir que entre ambos elementos debe me-
diar una relación de causa a efecto, y todavía, que la perso-
na a quien se trata de hacer responsable por el daño
causado por su culpa o dolo esté dotada de capacidad.
Así resulta que son cuatro los elementos o condiciones
de la responsabilidad delictual o cuasidelictual:
a) el daño;
b) la culpa o dolo;
c) una relación de causalidad entre el dolo o culpa y el
daño; y

103 Barros Errázuriz, ob. cit., t. III, Nº 375.


104 Baudry-Lacantinerie, ob. cit., t. II, Nº 1348.
105 Alessandri, ob. cit., Nº 3.
258 Ramón Meza Barros

d) capacidad delictual.
Reunidas estas condiciones el hecho engendra respon-
sabilidad delictual o cuasidelictual, constituye un delito o
cuasidelito y, en suma, es ilícito106.

1. El daño

387. El daño, elemento esencial del delito y cuasideli-


to.– Para que el hecho constituya un delito o cuasidelito es
menester, en primer lugar, que cause daño. Los arts. 1437
y 2314 así lo establecen perentoriamente.
La obligación de indemnizar perjuicios supone necesa-
riamente que se haya ocasionado un daño.
En suma, el daño es un elemento esencial del delito y
cuasidelito civiles.

388. Concepto del daño.– Daño es todo menoscabo que


experimente un individuo en su persona y bienes, la pérdi-
da de un beneficio de índole material o moral, de orden
patrimonial o extrapatrimonial.
No implica el daño necesariamente la pérdida de un
derecho. Basta que la víctima haya sido privada, como con-
secuencia del hecho ilícito, de una legítima ventaja.
Experimentará un daño el padre legítimo con ocasión
de la muerte de un hijo que por la ley le debe alimentos;
pero igualmente sufrirá un daño el padre ilegítimo, que ca-
rece de este derecho, pero a quien el hijo, en el hecho, ali-
mentaba.

106 Josserand, ob. cit., t. II, Nº 241. El art. 1067 del C. argentino dis-

pone: “No habrá acto ilícito punible para los efectos de este Código, si
no hubiese daño causado u otro acto posterior que le pueda causar, y
sin que a sus agentes se les pueda imputar dolo, culpa o negligencia”.
Manual de Derecho Civil 259

389. Caracteres del daño.– Para que el daño merezca


ser indemnizado es preciso que sea cierto.
Un perjuicio puramente eventual, un daño meramen-
te hipotético no debe considerarse; mal podría el juez fijar
su cuantía y su duración.
Por esto no sería indemnizable el daño que se hace con-
sistir en la muerte de una persona de quien se recibía oca-
sional ayuda, tanto porque la ayuda era voluntaria como
porque podía cesar de un momento a otro.
Pero el daño puede ser futuro. El daño futuro se tradu-
ce en el lucro cesante. Por esto, a la víctima de un acciden-
te deberá indemnizársele lo que deje de ganar en el
porvenir con motivo de la disminución de su capacidad de
trabajo. El daño, aunque futuro, es cierto.

390. Daño material y daño moral.– El daño que experi-


mente la víctima puede ser de diversa índole: material o
moral.
a) El daño material consiste en una lesión de carácter
patrimonial. La víctima sufre un perjuicio pecuniario por
el menoscabo de su patrimonio o de sus medios de acción.
El daño puede afectar a la persona física, como una le-
sión corporal, o a los bienes de dicha persona, como la des-
trucción de una cosa de que es dueña.
b) El daño moral consiste en el dolor, la aflicción, el
pesar que causa a la víctima el hecho ilícito; no la lesiona
en su patrimonio, sino en sus sentimientos, sus afectos o
creencias.
El daño moral puede tener –y es lo más frecuente– pro-
yecciones de orden patrimonial. Por ejemplo, una persona
herida en su integridad física experimentará un daño mo-
ral con el dolor que le causa la lesión sufrida y un daño ma-
terial resultante de la disminución de su capacidad de
trabajo. Del mismo modo, un atentado contra la reputación
260 Ramón Meza Barros

o el honor de una persona la afectará en sus sentimientos


y seguramente le acarreará una perturbación en sus nego-
cios con el consiguiente daño pecuniario.
Pero el daño puede ser, también, puramente moral, sin
consecuencia o proyecciones de carácter patrimonial. Tal
podrá ser para un hijo la muerte de su padre de quien no
recibía ninguna ayuda.

391. Indemnización del daño moral.– Algunos autores


se pronuncian contra la indemnización del daño moral107;
pero la generalidad admite que es indemnizable y nuestra
jurisprudencia está hoy uniformemente acorde con esta
doctrina108.

Se afirma que no sería indemnizable el daño moral, porque una in-


demnización pagada en dinero no repararía un daño de esta clase.
Por otra parte, el precio del dolor de la víctima sería siempre capri-
chosamente fijado.
Hoy día se piensa que el daño moral, como todo daño, debe pro-
barse. De esta manera, la muerte del padre con quien no se tenía víncu-
lo alguno, no da lugar a indemnización por daño moral. Y no basta para
reclamarlo, acreditar la relación de parentesco.

a) Por de pronto, la ley no distingue; el art. 2314 se re-


fiere al “daño“ sin otro calificativo y el art. 2329, más explí-
cito, declara indemnizable “todo daño” que se pueda
imputar a malicia o negligencia de otra persona.
b) La regla del art. 2331, que excluye la indemnización
del daño moral, carecería de sentido si tal fuera la regla ge-
neral.
c) Por su parte, la Constitución Política del Estado, en
su artículo 19 dispone, en su letra i), que una vez dictado

107
Baudry-Lacantinerie y Barde, ob. cit., t. IV, Nº 2871.
108
Alessandri, ob. cit., Nº 146.
Manual de Derecho Civil 261

sobreseimiento definitivo o sentencia absolutoria, el que


hubiere sido sometido a proceso o condenado en cualquier
instancia por resolución que la Corte Suprema declare in-
justificadamente errónea o arbitraria, tendrá derecho a ser
indemnizado por el Estado de los perjuicios patrimoniales
y morales que haya sufrido. La indemnización será deter-
minada judicialmente en procedimiento breve y sumario y
en él la prueba se apreciará en conciencia.
La forma de hacer valer esta indemnización está regu-
lada mediante Autoacordado de la Excma. Corte Suprema,
de fecha 11 de agosto de 1983, modificado mediante Au-
toacordado de la misma Corte publicado en el Diario Ofi-
cial del 24 de mayo de 1996.
d) Por último, el art. 34 de la Ley Nº 16.643 sobre Abu-
sos de Publicidad, dispone que la indemnización de perjui-
cios provenientes de los delitos sancionados en los
artículos 19, 21 y 22, podrá hacerse extensiva al daño pecu-
niario que fuere consecuencia de la depresión anímica o
psicológica sufrida por la víctima o su familia con motivo
del delito, y a la reparación del daño meramente moral que
tales personas acreditaren haber sufrido. Si la acción civil
fuere ejercida por el ofendido, no podrán ejercerla sus fa-
miliares. Si sólo la ejercieren éstos, deberán obrar todos con-
juntamente y constituir un solo mandatario.
El tribunal fijará la cuantía de la indemnización toman-
do en cuenta los antecedentes que resultaren del proceso
sobre la efectividad y la gravedad del daño sufrido, las fa-
cultades económicas del ofensor, la calidad de las personas,
las circunstancias del hecho y las consecuencias de la im-
putación para el ofendido.

392. Regla especial del art. 2331.– Sin embargo, si se tra-


ta de atentados contra el honor o crédito de una persona,
esto es, de calumnias o injurias, que no se han inferido por
262 Ramón Meza Barros

los medios de publicidad que establece la Ley Nº 16.643, so-


bre Abusos de Publicidad, rige la regla especial del art. 2331.
La disposición establece: “Las imputaciones injuriosas
contra el honor o el crédito de una persona no dan dere-
cho para demandar una indemnización pecuniaria, a me-
nos de probarse daño emergente o lucro cesante, que pueda
apreciarse en dinero; pero ni aun entonces tendrá lugar la
indemnización pecuniaria, si se probare la verdad de la im-
putación”.
Por excepción, en este caso, el daño moral no es indem-
nizable en dinero.

2. El dolo y la culpa

393. Principio general.– El daño no genera responsabili-


dad sino a condición de que sea imputable a dolo o culpa.
Ejecutado con dolo, el hecho importa un delito; come-
tido con culpa, constituye un cuasidelito (art. 2284).

394. Concepto del dolo.– El dolo se encuentra defini-


do en el art. 44 como “la intención positiva de inferir inju-
ria a la persona o propiedad de otro”.
El dolo supone, por lo tanto, un propósito preconcebi-
do de dañar, el deseo de ver realizado el daño que es con-
secuencia de una acción u omisión.
En rigor, si el agente obra a sabiendas de que causará
daño, pero sin la intención de producirlo, no hay dolo. Pero
el acto ejecutado en tales circunstancias será, sin duda, gra-
vemente culpable y la culpa grave, en sus consecuencias ci-
viles, se equipara al dolo.

395. Concepto de la culpa.– El Código ha definido igual-


mente la culpa (art. 44) y aunque hace una clasificación tri-
Manual de Derecho Civil 263

partita y distingue entre culpa grave, leve y levísima, se cui-


da de advertir que “culpa o descuido, sin otra clasificación,
significa culpa o descuido leve”.
Y la culpa leve se encuentra definida como “la falta de
aquella diligencia o cuidado que los hombres emplean or-
dinariamente en sus negocios propios”.
Es forzoso concluir que al hablar el Código de culpa,
negligencia o descuido a secas, se ha referido a la culpa leve,
puesto que tal es el significado legal del concepto.
En suma, la responsabilidad cuasidelictual requiere que
el autor incurra en culpa leve, no emplee el cuidado ordi-
nario, la diligencia que los hombres emplean normalmen-
te109.
Corrobora este aserto el art. 2323, que hace responsa-
ble al dueño de un edificio de los daños causados por su
ruina, si ha omitido las necesarias reparaciones o de otro
modo ha faltado “al cuidado de un buen padre de familia”.
El que debe actuar como un buen padre de familia respon-
de de la culpa leve (art. 44).

396. Infracción de leyes y reglamentos.– La apreciación


de la conducta del autor del daño es indispensable para de-
cidir si ha obrado con culpa.
Pero el examen de esta conducta resulta inoficioso cuan-
do el daño proviene de actos ejecutados en contravención
a las leyes y reglamentos. Tal es la que suele llamarse culpa
contra la legalidad.
Por ejemplo, la conducta de un automovilista, causante
de un accidente, será obviamente culpable si éste se produ-
jo con infracción de los reglamentos del tránsito encamina-
dos a prevenirlos.

109 R. de D. y J., t. XXXIX, I, pág. 79.


264 Ramón Meza Barros

397. Ley del Tránsito.– La Ley del Tránsito (18.290) en su


artículo 170 señala que “toda persona que conduzca un ve-
hículo en forma de hacer peligrar la seguridad de los demás,
sin consideración de los derechos de éstos o infringiendo las
reglas de circulación o de seguridad establecidas en esta ley,
será responsable de los perjuicios que de ello provengan”.
El art. 171 de la misma ley dispone en todo caso que el
mero hecho de la infracción no determina necesariamen-
te la responsabilidad civil del infractor, si no existe relación
de causa a efecto entre la infracción y el daño producido.
Sin embargo, en los artículos 172, 173 y 174 se contem-
plan una serie de presunciones de responsabilidad de los
conductores. Así, por ejemplo, el art. 172, entre otras pre-
sunciones de responsabilidad del conductor, establece como
tales: “conducir a mayor velocidad que la permitida o a una
velocidad no razonable y prudente; conducir contra el sen-
tido de la circulación; conducir en condiciones físicas defi-
cientes o bajo la influencia del alcohol, drogas o estupefa-
cientes; negarse sin justa causa a que se le practique el
examen de alcoholemia señalado en el artículo 190 de la
misma ley”, etc.
El art. 173 establece la obligación al participante, de dar
cuenta de inmediato a la autoridad policial más próxima,
de todo accidente del tránsito en que se produzcan daños;
se presume la culpabilidad de los que no lo hicieren y aban-
donaren el lugar del accidente.
Asimismo, el art. 176 presume la culpabilidad del pea-
tón que cruce la calzada en lugar prohibido.

398. Gravedad de la culpa.– La culpa contractual pue-


de ser grave, leve o levísima; esta triple clasificación de la
culpa corresponde a una triple clasificación de los contra-
tos que atiende a si sus beneficios alcanzan sólo al acree-
dor, al deudor o a ambos contratantes (art. 1547, inc. 1º).
Manual de Derecho Civil 265

Nuestro Código siguió a Pothier y se apartó, en este pun-


to, del Código francés.
Es indudable que la culpa extracontractual no admite
tales gradaciones. Pero se añade que en el campo delictual
la gravedad de la culpa es indiferente, que la culpa más li-
gera genera responsabilidad110.
Esta conclusión, sin embargo, contradice lo dispuesto
en el art. 44 que prescribe que culpa o descuido, en gene-
ral, significa culpa o descuido leve.
Por otra parte, a las personas no puede exigírseles sino
un celo, una diligencia, un cuidado medianos. No es razo-
nable que el ciudadano medio deba emplear en sus actos
una actividad ejemplar, una diligencia esmerada, como la
que un hombre juicioso pone en sus negocios importantes.
Es sabido que el Código francés no admite la clasifica-
ción tripartita de la culpa.

El deudor debe indemnizar los perjuicios causados por el incum-


plimiento de una obligación, a menos que provenga de una causa extra-
ña que no le sea imputable. Es responsable de su culpa grave, leve o
levísima111 y sólo le exime de tal responsabilidad el incumplimiento que
proviene de fuerza mayor o caso fortuito.
Toda culpa, en suma, genera responsabilidad contractual y es lógi-
co que se considere, asimismo, que cualquiera clase de culpa produce
responsabilidad extracontractual. La solución adoptada es la misma en
ambos casos.
En nuestro Código si admitimos que toda culpa engendra respon-
sabilidad extracontractual, se establecería una clara e injustificada dife-
rencia para ambas responsabilidades.
El arrendatario debe cuidar de la cosa arrendada como un buen pa-
dre de familia y responde de los estragos que cause por culpa leve. ¿Por
qué el automovilista debería, por ejemplo, manejar su vehículo con ma-
yor celo y responder de los daños que cause por culpa levísima?

110 Alessandri, ob. cit., Nº 130.


111 Josserand, ob. cit., t. II, Nº 611.
266 Ramón Meza Barros

399. Culpa en el ejercicio de un derecho o abuso del


derecho.– Parece evidente, a primera vista, que el ejercicio
de un derecho no puede acarrear responsabilidad y que ésta
sólo puede resultar de la ejecución de un acto sin derecho.
La ejecución de un acto, lícito por excelencia, no pue-
de constituir un delito o cuasidelito, esto es, un acto ilícito:
neminen loedit qui jure suo utitur.
Esta conclusión, de una lógica aparentemente irrefuta-
ble, es jurídicamente inadmisible. Supone, implícitamente,
el absolutismo de los derechos que el titular de los mismos
los puede ejercer libremente, a su entero arbitrio.
Pero los derechos no son ni pueden ser facultades ar-
bitrarias; son medios de lograr determinados fines útiles. El
titular debe conformarse en su ejercicio a tales fines que
justifican y legitiman su existencia.
De este modo, en suma, el ejercicio de un derecho, des-
viándolo de su natural destino, importa un abuso, un acto cul-
pable y capaz de comprometer la responsabilidad del titular.
Históricamente esta concepción, opuesta al absolutismo
de los derechos, es antiquísima. Ya los romanos decían sum-
mun jus summa injuria.
Eclipsadas momentáneamente por el individualismo de
la revolución francesa, estas viejas ideas han recobrado su
prestigio.
En lo que va corrido del siglo, la concepción de la rela-
tividad de los derechos y del abuso que es una de sus con-
secuencias, no ha cesado de ganar terreno.
Lo que ella tiene de moderno, como expresa Josserand,
no es su existencia, que es de todos los tiempos, sino los
esfuerzos realizados para diagnosticar e identificar el acto
abusivo112.

112 Ob. cit., t. II, Nº 429.


Manual de Derecho Civil 267

400. Criterio para juzgar del abuso del derecho.– El abu-


so del derecho es el resultado de una combinación, en sín-
tesis, de dos factores: un factor que podría llamarse
funcional y otro intencional.
Debe atenderse a la función o finalidad del derecho. El
derecho debe ejercitarse conforme a su destino, al espíritu
de la respectiva institución, al fin económico y social que
persigue.
Esta finalidad o función de los derechos es variable. Así,
el derecho de propiedad persigue primordialmente el in-
terés del titular; la patria potestad, el interés de otra perso-
na, como es el hijo de familia. El propietario obrará en el
sentido de su derecho cuando actúa en forma egoísta, mien-
tras que el padre o madre procederán en forma abusiva
cuando antepongan su interés al del hijo porque desvirtúan
los fines de la patria potestad113.
Será preciso atender, igualmente, a los móviles que
guían al titular del derecho, a los fines que se propone con-
seguir ejercitándolo.
Si estos fines concuerdan con la función del derecho,
éste se habrá ejercitado normalmente; si no existe tal con-
cordancia, el ejercicio del derecho será abusivo y podrá ge-
nerar la consiguiente responsabilidad.
En el primer caso, el móvil era legítimo; en el segun-
do, ilegítimo.
Entre los móviles o motivos ilegítimos debe contarse, en
primer término, la intención de dañar. Los romanos decían
que el fraude todo lo corrompe, fraus omnia corrumpit. Los
derechos no se confieren para dañar a terceros y su ejerci-
cio intencionalmente dañino no puede constituir un fin lí-
cito, un motivo legítimo.

113 Josserand, ob. cit., t. II, Nº 430.


268 Ramón Meza Barros

Pero tampoco es legítimo el ejercicio culpable, esto es,


negligente, descuidado, que se traduce igualmente en una
desviación del derecho de su destino natural.

401. Derechos absolutos.– Se exceptúan de lo dicho


ciertos derechos, de carácter absoluto, que su titular pue-
de ejercer arbitrariamente, no importa con qué fin.
Pueden señalarse, entre tales derechos, la facultad de
los ascendientes para negar su consentimiento para el ma-
trimonio del menor, sin expresar la causa del disenso
(art. 112); el derecho del propietario de cortar las raíces y
hacer cortar las ramas del árbol que penetra en su propie-
dad (art. 942); el derecho de pedir la división de los bie-
nes comunes (art. 1317).
Tales derechos pueden ser ejercitados impunemente,
cualquiera que sea el motivo que impulse al titular.

402. Derecho comparado.– Los Códigos modernos con-


sagran, en disposiciones de carácter general, la teoría del
abuso del derecho.
Algunas legislaciones dejan el problema por entero al
criterio del juez; otras atienden a la intención dañina; otras,
en fin, tienen en cuenta la desviación del derecho de su fi-
nalidad natural.
El Código Civil suizo expresa que los derechos deben
ejercerse según las reglas de la buena fe; “el abuso mani-
fiesto de un derecho no está protegido por la ley” (art. 2º).
El Código alemán decide que “el ejercicio de un dere-
cho no está permitido cuando no puede tener más fin que
causar daño a otro” (art. 226).
El Código soviético proclama que el ejercicio de los de-
rechos está protegido por la ley, salvo que se ejerciten “en
un sentido contrario a su destino económico y social”
(art. 1º).
Manual de Derecho Civil 269

El proyecto franco-italiano de las Obligaciones dispone


que está obligado a la reparación el que causa un daño a
otro en el ejercicio de un derecho, excediendo “los límites
fijados para la buena fe o por el fin en vista del cual ese
derecho le ha sido conferido” (art. 74).

403. El abuso del derecho en nuestra legislación.– Nues-


tro Código, en cambio, no contiene ninguna disposición de
carácter general que consagre la teoría del abuso del dere-
cho. Solamente se encuentran algunas pocas disposiciones
aisladas, inspiradas en el principio. Una de las normas es
el art. 2110, que dispone que la sociedad expira por la re-
nuncia de los socios, pero no es válida aquella que se hace
de mala fe o intempestivamente. La renuncia es de mala fe
cuando se hace para apropiarse el socio de una ganancia
que debe pertenecer a la sociedad. Es intempestiva si aca-
rrea perjuicio a la sociedad y resulta, por lo mismo, impru-
dente o culpable.
Un criterio semejante inspira a la Ley de Quiebras, que
en su artículo 45 establece que si la solicitud de quiebra fue-
re desechada en definitiva, el deudor podrá demandar in-
demnización de perjuicios al acreedor, si probare que éste
ha procedido culpable o dolosamente114.

404. La existencia del dolo y culpa es una cuestión de


derecho.– Toca a los jueces del fondo decidir soberanamen-
te acerca de los hechos o circunstancias materiales de que
se hace derivar la responsabilidad. A ellos corresponde de-
cidir, por ejemplo, si el vehículo que causó el daño marcha-
ba a excesiva velocidad, si la ruina de un edificio se produjo
por defecto de construcción.

114 Véase también el art. 8º de la Ley Nº 6.071, sobre división hori-

zontal del dominio.


270 Ramón Meza Barros

Tales hechos, a menos que en su establecimiento se vio-


len las leyes reguladoras de la prueba, son intocables por
la Corte Suprema.
Pero la apreciación o calificación de estos hechos para
decidir si son dolosos o culpables, es una cuestión de dere-
cho, que cae bajo el control de la Corte Suprema.
El dolo y la culpa son conceptos legales, definidos por
la ley; se trata de determinar la fisonomía jurídica de los
hechos establecidos por los jueces del fondo para hacerlos
calzar con los conceptos de culpa o dolo115.
La Corte Suprema ha manifestado la tendencia a abdi-
car de estas facultades. Fallos recientes permiten creer en
una evolución en sentido contrario116.
La culpa suele consistir en la infracción de leyes y re-
glamentos. El problema, en tal caso, es típicamente una
cuestión de derecho.

3. Relación de causalidad entre el dolo


o culpa y el daño

405. La regla general.– No es bastante para incurrir en


responsabilidad que el hecho se haya cometido con dolo
o culpa y que haya producido un daño. Es menester, ade-
más, que el daño sea el resultado de la culpa o dolo, esto
es, que medie entre ambos factores una relación de cau-
salidad.
Se producirá esta relación de causalidad cuando el dolo
o culpa ha sido la causa necesaria del daño, de manera que
si no hubiera mediado el daño no se habría producido.

115 Alessandri, ob. cit., Nº 136.


116 R. de D. y J., t. XXXIX, I, pág. 544.
Manual de Derecho Civil 271

406. Consecuencias de la necesidad de una relación de


causalidad.– Interesa examinar algunas consecuencias de la
falta de relación de causa a efecto entre el dolo o culpa y
el daño.
a) La falta de esta relación de causalidad lleva a la exen-
ción de responsabilidad cuando el daño es imputable a cul-
pa de la víctima.
La culpa de la víctima hace desaparecer total o parcial-
mente la relación de causalidad y exime de responsabilidad
o, cuando menos, la atenúa.
Se producirá la exención de responsabilidad cuando la
culpa de la víctima excluya la de su adversario; la responsa-
bilidad quedará atenuada si la culpa de ambos ha concu-
rrido a provocar el daño.
b) Por la misma razón es problemático obtener la in-
demnización de daños indirectos. Cuando más se aleja el
daño del hecho inicial que lo originó, más difícil resulta es-
tablecer entre ambos una relación causal.
Llega el momento en que es preciso detenerse en la
búsqueda de consecuencias perjudiciales cuya causa primera
se hace imposible discernir con certidumbre117.

4. Capacidad delictual

407. El principio general.– Como consecuencia lógica


del sistema subjetivo que el Código adopta, es condición
esencial de la responsabilidad que el autor del delito o cua-
sidelito tenga suficiente discernimiento.
Desde que el autor está en situación de discernir acer-
ca del sentido de sus actos, responde de sus consecuencias,

117
Josserand, ob. cit., t. II, Nº 449.
272 Ramón Meza Barros

aunque carezca de la capacidad necesaria para actuar por


sí solo en la vida jurídica.
Por este motivo, son plenamente capaces de delito o
cuasidelito personas que carecen total o parcialmente de
capacidad para contratar.

408. Mayor latitud de la capacidad delictual.– La capa-


cidad delictual se rige por reglas propias. En resumen, la
capacidad delictual y cuasidelictual es más amplia que la
capacidad contractual.
Diversas razones justifican sobradamente la mayor lati-
tud de la capacidad delictual.
a) La plena capacidad contractual supone una comple-
ta madurez intelectual, mientras que la plena capacidad
delictual requiere sólo tener conciencia del bien y del mal,
el poder de discernir entre el acto lícito y el acto ilegítimo
y perjudicial.
Como observa con razón Josserand, un sujeto incapaz
de participar en una sociedad o intervenir en una partición,
sabe cabalmente que no es lícito romper los vidrios al veci-
no118.
b) El delito y el cuasidelito ponen a la víctima ante un
inopinado o imprevisto deudor; se elige a los deudores con-
tractuales, pero no se tiene ocasión de elegir a los deudo-
res cuya obligación arranca de un delito o cuasidelito.
La incapacidad privaría de indemnización a la víctima
y la colocaría en la necesidad de soportar ella misma el
daño.

409. Personas incapaces de delito y cuasidelito.– En


materia delictual también la capacidad constituye la regla

118 Ob. cit., t. II, Nº 455.


Manual de Derecho Civil 273

y la incapacidad la excepción. La norma del art. 2319, que


establece las incapacidades, es de derecho estricto.
Son incapaces:
a) los dementes;
b) los infantes; y
c) los mayores de siete años y menores de dieciséis que
hayan obrado sin discernimiento.

410. Incapacidad de los dementes.– No son capaces de


delito y cuasidelito, en primer termino, los dementes
(art. 2319, inc. 1º).
La expresión demente está tomada en el sentido amplí-
simo que le atribuye el Código Civil, como asimismo el Có-
digo Penal.
a) La demencia debe ser contemporánea de la ejecu-
ción del hecho; la demencia sobreviniente no exime de res-
ponsabilidad.
Será responsable el demente que ejecuta el hecho en
un intervalo lúcido, aunque se encuentre en interdicción.
La regla del art. 465 no es aplicable; regula sólo la ca-
pacidad contractual del demente y resuelve acerca de la va-
lidez o nulidad de los actos que celebre, en esta esfera de
actividad. No se concibe la nulidad de un delito o cuaside-
lito.
Por otra parte, sería absurdo que el demente interdic-
to que obra en un intervalo lúcido sea penalmente respon-
sable e irresponsable civilmente.
b) La privación de razón ocasionada por la demencia
debe ser total119.

119 El art. 10 Nº 1 del C. Penal exime de responsabilidad al loco o

demente y, en general, a los que por causas independientes de su volun-


tad, se encuentren “privados totalmente de razón”.
274 Ramón Meza Barros

411. Responsabilidad del ebrio.– El ebrio, aunque la


ebriedad le prive de razón, es responsable. El art. 2318 dis-
pone: “El ebrio es responsable del daño causado por su de-
lito o cuasidelito”.
La ley supone que el ebrio es culpable de su estado de
ebriedad.
La misma regla debe lógicamente aplicarse al morfinó-
mano, cocainómano y a todo el que delinque en un estado
de intoxicación producido por estupefacientes.

412. Incapacidad de los infantes.– Son igualmente in-


capaces los menores de siete años, esto es, los infantes o ni-
ños (art. 26).
Se presume de derecho que tales personas carecen de
suficiente discernimiento.

413. Incapacidad del mayor de siete años y menor de


dieciséis.– Por último, es incapaz el mayor de siete años y
menor de dieciséis que ha obrado sin discernimiento.
El art. 2319, inc. 2º, dispone: “Queda a la prudencia del
juez determinar si el menor de dieciséis años ha cometido
el delito o cuasidelito sin discernimiento”.
Toca al juez, que conoce del litigio en que se persigue
la responsabilidad civil, derivada del acto ejecutado por el
menor, decidir si ha obrado con o sin discernimiento.

414. Responsabilidad del que tiene a su cargo al inca-


paz.– No responden los incapaces de los daños causados;
pero pueden ser responsables, en cambio, las personas que
los tienen a su cuidado. El art. 2319 establece que “serán
responsables de los daños causados por ellos las personas a
cuyo cargo estén, si pudiere imputárseles negligencia”.
El guardián del incapaz, quienquiera que sea, es res-
ponsable a condición de que pueda atribuírsele culpa, esto
Manual de Derecho Civil 275

es, falta de cuidado o vigilancia del incapaz que tiene a su


cargo.
El guardián no tiene derecho a repetir contra el inca-
paz. Esta facultad se confiere a quien responde de un he-
cho ajeno, siempre que el autor del daño estuviere dotado
de capacidad (art. 2325).

415. Tendencia de la legislación contemporánea.– Al in-


flujo de la concepción objetiva de la responsabilidad, la le-
gislación contemporánea tiende a abolir, en mayor o menor
grado, la irresponsabilidad del incapaz.
En algunas legislaciones el incapaz debe reparar el daño
cuando la reparación no ha podido obtenerse de quien lo
tiene a su cuidado120; otras otorgan al juez la facultad de
condenar al incapaz, cuando la equidad lo exija121; el inca-
paz, en fin, suele ser plenamente responsable122.

416. Responsabilidad de las personas jurídicas.– El


art. 39 del Código de Procedimiento Penal establece que la
responsabilidad criminal sólo puede recaer en las personas
naturales. Las personas jurídicas, en consecuencia, son in-
capaces de delito y cuasidelito penal, sin perjuicio de la res-
ponsabilidad de los que hayan intervenido en el acto
punible.
En cambio, las personas jurídicas son plenamente capa-
ces de delito y cuasidelito civil (art. 39 del C. de P. Penal).
Responden las personas jurídicas de los delitos cometi-
dos por sus órganos, esto es, de las personas a través de quie-
nes se expresa su voluntad.

120 Código alemán.


121 Código suizo de las obligaciones.
122 Código mejicano.
276 Ramón Meza Barros

Será obviamente necesario que el órgano obre en el


ejercicio de sus funciones.
Las personas jurídicas son igualmente responsables del
hecho ajeno o de las cosas, en los mismos términos que las
personas naturales.

3. PRESUNCIONES DE CULPA

417. Ideas generales.– El sistema que inspira las dispo-


siciones del Código exige, como condición de la responsa-
bilidad, la prueba de la culpa.
Para asegurar a la víctima una justa reparación del daño,
quebrantando el principio, la ley ha venido en su ayuda y
establecido ciertas presunciones de culpabilidad.
Se comprende que la víctima sucumbiría en la tarea de
acreditar la culpa de un padre por los daños causados por
su hijo, del dueño de un edificio por los perjuicios que pro-
duzca su derrumbe, del dueño de un animal por los estra-
gos que ocasione.
Las presunciones de culpa, como es obvio, dispensan de
la carga de la prueba. La víctima debe acreditar las circuns-
tancias que sirven de fundamento a la presunción. Proba-
das estas circunstancias, queda establecida la culpa y su
relación de causalidad con el daño.
Toca a quien se presume culpable probar que el per-
juicio proviene de una causa extraña, que ha empleado la
debida diligencia o que no existe una relación de causa a
efecto entre la culpa que se le imputa y el daño.

418. Distinción.– Las presunciones de culpa pueden di-


vidirse en tres grupos:
1. por el hecho propio;
Manual de Derecho Civil 277

2. por el hecho ajeno;


3. por el hecho de las cosas.

1. Responsabilidad por el hecho propio

419. La regla general.– El art. 2329, inc. 1º, consagra la


norma fundamental con que debió encabezarse las dispo-
siciones del Título XXXV: “Por regla general todo daño que
pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona,
debe ser indemnizado por ésta”.
La disposición muestra la concepción subjetiva de la res-
ponsabilidad que inspira nuestro Código y destaca sus ele-
mentos más salientes: el daño y la culpa o dolo.

No es ésta una norma que reproduzca, simplemente, el art. 2314.


El art. 2314 establece que el autor de un delito o cuasidelito que ha
inferido daño, es obligado a la indemnización, sin perjuicio de las pe-
nas que las leyes le impongan por el mismo delito o cuasidelito.
En otros términos, el delito penal, cuando infiere daño, obliga a la
indemnización, o sea, constituye igualmente un delito o cuasidelito civil.

420. Las excepciones.– Sentada la regla general, el


art. 2329 añade que “son especialmente obligados a esta
reparación” las personas que se encuentran en los casos
que enumera.
Los casos enumerados, pues, se apartan del principio
consagrado en el primer inciso. Así lo demuestra el tér-
mino “especialmente”; en efecto, “especial” significa
aquello que se diferencia de lo común, ordinario o ge-
neral.
La singularidad de estos casos consiste en que la culpa
del autor se presume.
a) Se presume la culpa de quien “remueve las losas de
una acequia o cañería en calle o camino, sin las precaucio-
278 Ramón Meza Barros

nes necesarias para que no caigan los que por allí transitan
de día o de noche” (art. 2329, Nº 2º).
b) Se presume, asimismo, la culpa del que, “obligado a
la construcción o reparación de un acueducto o puente que
atraviesa un camino, lo tiene en estado de causar daño a
los que transitan por él” (art. 2329, Nº 3º).
Se ha sostenido que el art. 2329 establece una presunción general
de culpabilidad cuando el daño proviene de un hecho que, por su natu-
raleza o por las circunstancias en que se realizó, es susceptible de atri-
buirse a culpa o dolo del agente123 .
No compartimos esta opinión que altera, en el hecho, los fundamen-
tos de la responsabilidad y el sistema mismo del Código.

421. Accidentes causados por vehículos de tracción me-


cánica o animal.– El art. 492 del Código Penal dispone que
en los accidentes ocasionados por vehículos de tracción
mecánica o animal de que resultaren lesiones o la muerte
de un peatón, se presumirá la culpa del conductor del ve-
hículo, dentro del radio urbano de las ciudades, cuando el
accidente hubiere ocurrido en el cruce de las calzadas o en
la extensión de diez metros anterior a cada esquina.
La presunción requiere, pues:
a) que el accidente sea ocasionado por un vehículo de
tracción mecánica o animal;
b) que la víctima sea un peatón y el daño consista en
lesiones o la muerte;
c) que el accidente ocurra en el radio urbano;
d) que se produzca en el cruce de las calzadas o en la
extensión de diez metros anterior a la esquina.
Ocurrido el accidente en otro sitio de la calzada, se pre-
sume, al contrario, la culpa del peatón (art. 492, inc. 4º, del
C. Penal).

123 Alessandri, ob. cit., N os 195 y sgtes.


Manual de Derecho Civil 279

Se presume la culpa del conductor, en todo caso cuan-


do contravengan las ordenanzas municipales con respecto
a la velocidad, o al lado de la calzada que debe adoptar.

2. Responsabilidad por el hecho ajeno

422. El principio.– Por regla general, es responsable


quien causó el daño y sus herederos (art. 2316). Se respon-
de por el hecho propio y no por el hecho ajeno.
Por excepción, sin embargo, una persona puede resul-
tar responsable del hecho de otro. El art. 2320 establece esta
norma fundamental: “Toda persona es responsable no sólo
de sus propias acciones, sino del hecho de aquellos que es-
tuvieren a su cuidado”.
El fundamento de esta responsabilidad es manifiesto. La
persona que tiene otra a su cuidado, sujeta a su control o
dirección, debe vigilarla para impedir que cause daños. El
hecho de que ocasione un daño es significativo de que no
empleó la debida vigilancia.
Por lo mismo, no es bien correcto hablar de responsa-
bilidad por el hecho ajeno. La responsabilidad proviene más
bien de un hecho propio, como es la falta de cuidado o vi-
gilancia. En verdad, se funda en la propia culpa, que, en
este caso, se presume.

423. Generalidad de las normas sobre responsabilidad


por el hecho ajeno.– El art. 2320 deja suficientemente en
claro que, en nuestra legislación, la responsabilidad por el
hecho de las personas cuyo cuidado se tiene es de carácter
general.
Los casos que enumera el art. 2320 y los que señalan los
arts. 2321 y 2322 son simples aplicaciones del principio ge-
neral.
280 Ramón Meza Barros

Nuestro Código se apartó sustancialmente, en este pun-


to, del Código francés124.

424. Requisitos de la responsabilidad.– Para que tenga


lugar la responsabilidad por el hecho ajeno es menester que
concurran los siguientes requisitos: a) relación de depen-
dencia entre el autor del daño y la persona responsable;
b) que ambas sean capaces de delito o cuasidelito, y c) que
se pruebe la culpabilidad del dependiente o subordinado.
a) Es necesaria, como se comprende, una relación de
dependencia o subordinación; la persona responsable debe
estar investida de cierta autoridad y el autor material del
daño, sujeto a su obediencia.
Solamente en estas condiciones puede ejercerse una vi-
gilancia cuya omisión acarree justificadamente una respon-
sabilidad.
La prueba de esta relación incumbe a la víctima.
b) Es preciso que ambas personas sean capaces. Si el que
tiene a su cuidado a otra persona es incapaz, lógicamente
es irresponsable.
Pero también ha de ser capaz el dependiente o subor-
dinado. Si es incapaz no tienen aplicación los arts. 2320 y
siguientes, sino el art. 2319.
Verdad es que por los incapaces responden las perso-
nas a cuyo cargo estén, pero “si pudiere imputárseles ne-
gligencia”. No cabe presumir la culpa del que tiene un
incapaz a su cargo; para hacerle responsable es menester
probar su culpa.
c) Por último, es necesario que se pruebe la culpa del
subordinado.

124
El art. 1384 del C. francés enumera taxativamente las personas
que son responsables del hecho de otro.
Manual de Derecho Civil 281

La ley presume la culpa de la persona que tiene otra a


su cuidado; no se presume y debe consiguientemente pro-
barse la culpa del subordinado.

425. Carácter de la presunción.– La presunción de cul-


pa es simplemente legal. En otros términos, la persona ci-
vilmente responsable puede exonerarse de responsabilidad,
probando que empleó la diligencia o cuidado debidos.
El art. 2320, inc. final, previene: “Pero cesará la obliga-
ción de esas personas si con la autoridad y el cuidado que
su respectiva calidad les confiere y prescribe, no hubieren
podido impedir el hecho”.
Hace excepción a esta regla el caso previsto en el
art. 2321125.

426. Responsabilidad del subordinado.– La responsabi-


lidad por el hecho ajeno no excluye la del autor directo del
hecho nocivo. Ambas responsabilidades coexisten y la vícti-
ma puede accionar contra ambos.
Sin embargo, esta doble responsabilidad resulta pura-
mente teórica. En el hecho, el autor directo del daño será
generalmente insolvente. Al perjudicado interesa, en la
práctica, la acción contra el civilmente responsable.

427. Acción de la persona civilmente responsable con-


tra el autor del daño.– La persona civilmente responsable
que ha indemnizado el daño tiene derecho para que el au-
tor del mimo le reintegre lo pagado.
El art. 2325 establece que “las personas obligadas a la
reparación de los daños causados por las que de ellas de-

125 Véase el Nº 429.


282 Ramón Meza Barros

penden, tendrán derecho para ser indemnizadas sobre los


bienes de éstas, si los hubiere”.
Este recurso contra el autor del daño no tiene cabida
en los dos casos siguientes:
a) si el que perpetró el daño lo hizo por orden de la
persona a quien debía obediencia; y
b) si el autor del daño es incapaz, conforme al art. 2319.

428. Responsabilidad de los padres.– En virtud del prin-


cipio general de que toda persona responde por los hechos
de aquellos que tiene a su cuidado. El artículo 2320 del Có-
digo Civil dispone que así el padre y a falta de éste la ma-
dre, es responsable del hecho de los hijos menores que
habiten en la misma casa.
La Ley N.° 19.585 introdujo diversas modificaciones al
Código Civil, eliminando las diferencias que existían entre
hijos. Así, en conformidad al artículo 224 toca de consuno
a los padres, o al padre o madre sobreviviente el cuidado
personal de la crianza y educación de sus hijos. El cuidado
personal del hijo no concebido ni nacido durante el matri-
monio... corresponde al padre o madre que lo haya reco-
nocido. Si no ha sido reconocido por ninguno de sus
padres, la persona que tendrá su cuidado será determina-
da por el juez.
Estas normas inciden directamente en la determinación
del responsable a que refiere el artículo 2320 del Código
Civil.
Dos requisitos condicionan la responsabilidad de los
padres:
a) que el hijo sea menor de edad; y
b) que habite la misma casa que el padre o madre a cuyo
cuidado se encuentra.
De este modo, los padres no responden de los hechos
de los hijos mayores; tampoco son responsables de los he-
Manual de Derecho Civil 283

chos de aquellos que no habiten la casa paterna, por ejem-


plo, porque se encuentran internos en un establecimiento
de educación o haciendo su servicio militar.
El padre, y a falta de éste la madre, es responsable de
todo delito o cuasidelito cometido por los hijos en las cir-
cunstancias anotadas, sea que se cometan dentro o fuera de
la casa paterna.

429. Presunción de derecho de culpabilidad de los pa-


dres.– La presunción de culpabilidad en que descansa la
responsabilidad de los padres es simplemente legal. Puede
desvirtuarse, por lo tanto, probándose que no ha habido
culpa, esto es, que con la autoridad y el cuidado que su ca-
lidad les confiere y prescribe “no hubieren podido impe-
dir el hecho” (art. 2320, inc. final).
Esta regla tiene una calificada excepción en el art. 2321:
“Los padres serán siempre responsables de los delitos y cua-
sidelitos cometidos por sus hijos menores, y que conocida-
mente provengan de mala educación, o de los hábitos
viciosos que les han dejado adquirir”.
a) Cuando el delito o cuasidelito proviene de la mala
educación dada al hijo o de hábitos viciosos que le dejaron
adquirir, no será lícito a los padres eximirse de responsabi-
lidad, probando que emplearon su autoridad y cuidado para
impedir el hecho.
El art. 2321 es perentorio: los padres son responsables
“siempre”.
b) El delito o cuasidelito debe provenir “conocidamen-
te” de las causas indicadas. Incumbe a la víctima la prueba
de que el hijo recibió una mala educación o los padres le
dejaron adquirir hábitos viciosos.
c) Los padres son responsables aunque los hijos no ha-
biten su misma casa; basta que sean menores de edad. La ex-
presión “siempre” del art. 2321 conduce a esta conclusión.
284 Ramón Meza Barros

430. Responsabilidad de los tutores o curadores.– Por


aplicación de la misma regla general, “el tutor o curador
es responsable de la conducta del pupilo que vive bajo su
dependencia y cuidado” (art. 2320, inc. 3º).
a) La responsabilidad del guardador requiere que el
pupilo viva bajo su dependencia o cuidado.
Como consecuencia, no afecta responsabilidad por los
hechos de los pupilos a los guardadores a quienes solamente
incumbe la gestión de sus bienes, como los curadores de
bienes, adjuntos y especiales.
La responsabilidad gravita sobre los tutores o curado-
res generales, siempre que el pupilo no esté al cuidado de
otra persona (art. 428).
b) Si el pupilo es incapaz, esto es, demente, infante o
menor de dieciséis años que ha obrado sin discernimiento,
no será responsable el tutor o curador sino probándose cul-
pa, conforme a la regla general del art. 2319.
c) El guardador podrá eximirse de responsabilidad pro-
bando que no pudo impedir el hecho, pese a que ejercitó
la autoridad derivada de su cargo y empleó el cuidado a que
estaba obligado.

431. Responsabilidad del marido.– En virtud de la mis-


ma regla general, “el marido es responsable de la conduc-
ta de su mujer”.
a) Es responsable el marido cualquiera que sea el régi-
men matrimonial adoptado. Pero no será responsable de los
actos de la mujer divorciada perpetua o temporalmente.
b) La responsabilidad del marido cesa si prueba –como
en el caso del padre, madre o guardador– que no le fue po-
sible impedir el hecho.
c) Tienen respectivamente los cónyuges acción de re-
embolso. El art. 1748 del Código Civil dispone que cada cón-
yuge deberá asimismo recompensa a la sociedad por los
Manual de Derecho Civil 285

perjuicios que le hubiere causado con dolo o culpa grave,


y por el pago que la sociedad conyugal hiciere de las mul-
tas y reparaciones pecuniarias a que fuere condenado por
algún delito o cuasidelito.

432. Responsabilidad de los jefes de colegios y escue-


las.– También “los jefes de colegios y escuelas responden
del hecho de los discípulos, mientras están bajo su cuida-
do” (art. 2320, inc. 5º).
La responsabilidad afecta a las personas que dirigen un
establecimiento educacional, cualquiera que sea la natura-
leza de la enseñanza que se imparta, sea gratuita o remu-
nerada.
a) El jefe del colegio o escuela es responsable sólo mien-
tras el discípulo está bajo su cuidado. Responderá, por lo
tanto, mientras el discípulo permanezca en el establecimien-
to, durante los viajes o paseos que realice bajo su dirección
y en otras circunstancias semejantes.
b) El director del establecimiento educacional es res-
ponsable aunque el discípulo sea mayor de edad. La ley no
hace ninguna distinción.
c) Como en los casos anteriores, el jefe del colegio o
escuela puede eximirse de responsabilidad probando que
no le fue posible evitar el hecho delictuoso.

433. Responsabilidad de los artesanos y empresarios.–


Los artesanos o empresarios son responsables del hecho de
sus aprendices o dependientes, mientras están bajo su cui-
dado (art. 2320, inc. 5º).
Se llama artesano a la persona que ejerce un oficio o
arte meramente mecánico.
Se denomina empresario a la persona que se encarga
de la ejecución de una obra o explotación de un servicio o
espectáculo público.
286 Ramón Meza Barros

Aprendiz, como lo indica su nombre, es la persona que


aprende un arte u oficio, y dependiente la persona que está
al servicio de otra y sujeta a su autoridad.
a) La responsabilidad de artesanos y empresarios se re-
fiere únicamente a los hechos ejecutados mientras el apren-
diz o dependiente está bajo su cuidado.
b) A la víctima incumbe probar que el delito o cuaside-
lito se cometió mientras el hechor se encontraba al cuida-
do del empresario o artesano.
c) Cesa la responsabilidad probando la persona civil-
mente responsable que no pudo impedir el hecho pese a
su cuidado y al empleo de su autoridad.

434. Responsabilidad de los amos.– Por su parte, el ar-


tículo 2322 establece otra clase de responsabilidad por el
hecho ajeno. Los amos responderán de la conducta de sus
criados o sirvientes en el ejercicio de sus respectivas funcio-
nes; y esto aunque el hecho de que se trate no se haya eje-
cutado a su vista.
Se trata de otra clase de responsabilidad por el hecho
ajeno, distinta a la consagrada en los artículos anteriores.
Se refiere esta disposición, a la responsabilidad del emplea-
dor, o empresario, por el hecho de sus dependientes, ya que
el concepto “amo” obviamente no se emplea hoy. No es la
misma responsabilidad que tienen los padres respecto de
los hijos. Así, como se verá a continuación, las causales para
hacer cesar esta responsabilidad son distintas y propias del
caso, esto es, del empleador respecto de sus empleados, sólo
en el ejercicio de sus respectivas funciones.
Se denomina amo a la persona que tiene a su servicio
empleados domésticos, y criados o sirvientes a las personas
empleadas en tales menesteres.
El amo es responsable solamente de los actos ejecuta-
dos por el sirviente o criado a condición de que el hecho
Manual de Derecho Civil 287

ilícito se verifique mientras desempeña sus labores o cum-


ple sus órdenes, en el ejercicio de sus funciones.
No cabe al amo responsabilidad por los actos ajenos a
las funciones del criado o que importan un abuso de las
mismas, como sería el caso de un chofer que sustrae el au-
tomóvil del amo, contraviniendo sus órdenes, y atropella a
un transeúnte.

435. Cesación de la responsabilidad de los amos.– El


art. 2322, inc. 2º, prevé la forma como los amos pueden exi-
mirse de responsabilidad, algo diferente de la que contem-
pla el art. 2320 en su inciso final: “Pero no responderán de
lo que hayan hecho sus criados o sirvientes en el ejercicio
de sus respectivas funciones, si se probare que las han ejer-
cido de un modo impropio que los amos no tenían medio
de prever o impedir, empleando el cuidado ordinario, y la
autoridad competente”.
En tal caso, la responsabilidad recaerá exclusivamente
sobre el criado o sirviente.
Para que se le exima de responsabilidad, el amo debe
acreditar:
a) que el criado o sirviente ejecutó sus funciones de un
modo impropio;
b) que no tenía medio de prever o impedir el ejercicio
abusivo de sus funciones por parte del sirviente o criado; y
c) que empleó la autoridad inherente a su condición y
el cuidado de una persona prudente para lograr que el sir-
viente o criado ejerciera sus funciones con propiedad.

436. Responsabilidad del dueño de un vehículo.– A los


casos precedentes de responsabilidad por el hecho ajeno
debe agregarse la que incumbe al dueño de un vehículo por
los daños que ocasione.
288 Ramón Meza Barros

El art. 174 de la Ley Nº 18.120 (Ley del Tránsito) dis-


pone que de las infracciones a los preceptos del tránsito será
responsable el conductor del vehículo.
El conductor y el propietario del vehículo, a menos que
este último acredite que el vehículo fue usado sin su cono-
cimiento o autorización expresa o tácita, son solidariamen-
te responsables de los daños y perjuicios que se ocasionen
con motivo del uso del vehículo; todo sin perjuicio de la
responsabilidad de otras terceras personas, en conformidad
a la legislación vigente.
De igual manera, si se otorgare una licencia de conduc-
tor con infracción a las normas de esta ley, el o los funcio-
narios responsables de ello, sean o no municipales, serán
solidariamente responsables de los daños y perjuicios que
se ocasionen por culpa del conductor a quien se le hubie-
re otorgado dicha licencia, sin perjuicio de las sanciones
penales y administrativas que correspondan.
El concesionario de un establecimiento a que se refie-
re el artículo 4º de la Ley N.° 18.696 (plantas de revisión
técnica), será civil y solidariamente responsable de los da-
ños y perjuicios originados por un accidente de tránsito,
causado por desperfectos de un vehículo respecto del cual
se hubiese expedido un certificado falso, ya sea por no ha-
berse practicado realmente la revisión o por contener afir-
maciones de hechos contrarias a la verdad.
La Municipalidad respectiva o el Fisco, en su caso, se-
rán responsables civilmente de los daños que se causaren
con ocasión de un accidente que sea consecuencia del mal
estado de las vías públicas o de su falta o inadecuada seña-
lización. En este último caso, la demanda civil deberá in-
terponerse ante el Juez de Letras en lo civil correspondiente
y se tramitará de acuerdo a las normas del juicio sumario.
a) La responsabilidad del dueño del vehículo es sin per-
juicio de la que quepa a otras personas, en virtud del dere-
Manual de Derecho Civil 289

cho común. En otros términos, puede coexistir con la que


establece el art. 2320, derivada del hecho de las personas
cuyo cuidado se tiene.
La víctima, por tanto, podrá accionar para obtener la re-
paración del daño, a su arbitrio, contra la persona que ten-
ga al conductor a su cuidado o contra el dueño del vehículo.
b) El propietario del vehículo puede eximirse de res-
ponsabilidad, probando que le fue usado sin su autorización
expresa o tácita.

437. Prueba del dominio.– En conformidad al art. 38 de


la misma Ley Nº 18.290, se presumirá propietario de un ve-
hículo motorizado la persona a cuyo nombre figure inscri-
to en el Registro Nacional de Vehículos Motorizados, salvo
prueba en contrario.
Este Registro está a cargo del Servicio de Registro Civil
e Identificación, en una base de datos central, para todo el
territorio del país.
En este mismo Registro deben anotarse las variaciones
a los vehículos motorizados.
Las limitaciones al dominio, como embargos, medidas
precautorias, prendas, etc., deben inscribirse también en
este Registro, a objeto de hacerlas oponibles a terceros, se-
gún lo dispone el art. 35 de la Ley Nº 18.290.
Las inscripciones se realizan por orden de presentación
de la solicitud respectiva, y tendrán la fecha de anotación
en el Repertorio.

438. Otros casos de responsabilidad por el hecho aje-


no.– Diversas leyes especiales han añadido otros casos de
responsabilidad por el hecho ajeno:
a) Las empresas ferroviarias son responsables por los
daños causados por sus dependientes, en conformidad al
D.F.L. 1 de 1993, Ley Orgánica de Ferrocarriles del Estado.
290 Ramón Meza Barros

b) La Ley Nº 19.733, en su art. 39 hace responsable al


Director de los medios de comunicación social.
c) La Ley sobre Almacenes Generales de Depósito dis-
pone que el almacenista responderá, en todo caso, de la
efectividad y veracidad de los hechos y de las declaraciones
a que se refiere el art. 5º. Asimismo, responderá por las pér-
didas o deterioros imputables a culpa suya o de sus emplea-
dos o dependientes.

3. Responsabilidad por el hecho de las cosas

439. Principios.– Se es también responsable del hecho


de las cosas de que una persona es dueña o que están a su
servicio.
El propietario o la persona que se sirve de la cosa debe
vigilarla y mantenerla en estado de que no cause daños.
El daño que la cosa ocasione muestra una falta de vigi-
lancia o cuidado y, por ende, la ley presume la culpabili-
dad de quien la tiene a su cargo.
Nuestro Código no contiene una norma de carácter ge-
neral, consagratoria de la responsabilidad por el hecho de
las cosas, análoga a la que formula el inc. 1º del art. 2320.
Se limita a señalar y reglamentar algunos casos concretos
que son consecuencialmente los únicos en que se presume la
culpabilidad del dueño de una cosa o de quien se sirve de ella.
Aparte de estos casos, será menester probar la culpa del
dueño o detentador de la cosa.

440. Casos en que se presume culpable por el hecho de


las cosas.– Los casos que reglamenta el Código, de respon-
sabilidad por el hecho de las cosas, son los siguientes:
a) Daño causado por la ruina de un edificio;
Manual de Derecho Civil 291

b) Daño causado por una cosa que cae o se arroja de la


parte superior de un edificio; y
c) Daño causado por un animal.

a) Responsabilidad por la ruina de un edificio


441. Responsabilidad del dueño del edificio.– El
art. 2323 establece que el dueño de un edificio es respon-
sable “de los daños que ocasione su ruina acaecida por ha-
ber omitido las necesarias reparaciones, o por haber
faltado de otra manera al cuidado de un buen padre de
familia”.
a) La cosa que cause el daño debe ser necesariamente
un edificio, esto es, una obra levantada por el hombre, des-
tinada a la habitación o fines análogos, y que adhiere per-
manentemente al suelo.
Tales son las casas, teatros, iglesias, puentes, etc.
b) Es preciso que el daño provenga de la “ruina” del
edificio, esto es, de su caída o destrucción.
c) En fin, es menester que el dueño haya omitido eje-
cutar las necesarias reparaciones o dejado de otra manera
de emplear el cuidado de un buen padre de familia.
Corresponde a la víctima probar que concurren las tres
circunstancias apuntadas.

442. Pluralidad de dueños del edificio.– En caso de que


el edificio pertenezca a varias personas en común, “se divi-
dirá entre ellas la indemnización a prorrata de sus cuotas
de dominio” (art. 2323, inc. 2º).
La regla indicada constituye una excepción a la norma
del art. 2317, que impone una responsabilidad de carácter
solidario cuando el delito o cuasidelito se ha cometido por
dos o más personas.
292 Ramón Meza Barros

443. Caso en que la víctima sea un vecino.– El dueño


del edificio es responsable a terceros de los daños que oca-
sione su ruina; pero la situación de los terceros está some-
tida a reglas especiales cuando invisten la calidad de vecinos.
El vecino sólo puede invocar la responsabilidad del due-
ño del edificio siempre que el daño ocurra después de ha-
berle notificado la querella de denuncia de obra ruinosa.
El art. 932 establece que el que tema que la ruina de un
edificio vecino le cause perjuicio tiene derecho para inter-
poner una querella posesoria de denuncia de obra ruinosa.
Si no dedujo esta querella no tiene derecho a indemni-
zación, porque el daño se produjo, en cierto modo, por su
negligencia en acudir a la justicia para evitarlo.

444. Exención de responsabilidad.– El dueño puede


eximirse de responsabilidad si prueba que la ruina del edi-
ficio provino de caso fortuito, “como avenida, rayo o te-
rremoto”.
Pero es menester que el caso fortuito sea la causa única
de la ruina del edificio. Será responsable aun de la destruc-
ción fortuita, si se demuestra que el caso fortuito, “sin el mal
estado del edificio, no lo hubiera derribado” (art. 934).

445. Ruina de un edificio por defectos de construc-


ción.– Diversas son las reglas aplicables cuando la ruina del
edificio se debe a defectos de construcción.
El art. 2324 dispone: “Si el daño causado por la ruina
de un edificio proviniere de un vicio de construcción, ten-
drá lugar la responsabilidad prescrita en la regla 3ª del
art. 2003”.
a) Por de pronto, en este caso, el responsable de los da-
ños es no el dueño del edificio, sino el empresario o arqui-
tecto que tuvo a su cargo la construcción (arts. 2003, Nº 3º,
y 2004).
Manual de Derecho Civil 293

b) La ruina del edificio puede provenir no sólo de vi-


cios o defectos de construcción propiamente tales, sino de
vicio del suelo o de los materiales.
El constructor debió adoptar las medidas que aconseja-
ba la mala calidad del suelo y abstenerse de emplear mate-
riales inadecuados.
c) El empresario y arquitecto son responsables siempre
que la ruina sobrevenga en el plazo de cinco años, desde
la entrega del edificio o de la recepción definitiva del mis-
mo por la Dirección de Obras Municipales, en su caso.

446. Daños a terceros.– El art. 18 de la Ley General de


Urbanismo y Construcciones (modificado por la Ley
Nº 19.472) dispone que el propietario primer vendedor de
una construcción será responsable por todos los daños y
perjuicios que provengan de fallas o defectos en ellas, sea
durante la ejecución o después de terminada, sin perjuicio
de su derecho a repetir en contra de quienes sean respon-
sables de las fallas o defectos de construcción que hayan
dado origen a los daños y perjuicios.
También los proyectistas serán responsables por los erro-
res en que hayan incurrido, si de estos se han derivado da-
ños o perjuicios.
Los constructores son responsables por las fallas, erro-
res o defectos en la construcción, sin perjuicio de la respon-
sabilidad que establece el art. 2003 del Código Civil.
Todas estas responsabilidades prescriben en el plazo de
5 años contados desde la fecha de la recepción definitiva
de la obra por parte de la Dirección de Obras Municipales.

b) Responsabilidad por daño que ocasione la cosa que cae


o es arrojada de la parte superior de un edificio

447. Ideas generales.– El art. 2328 dispone: “El daño


causado por una cosa que cae o se arroja de la parte supe-
294 Ramón Meza Barros

rior de un edificio, es imputable a todas las personas que


habitan la misma parte del edificio, y la indemnización se
dividirá entre todas ellas”.
En verdad, sólo hay responsabilidad por el hecho de las
cosas cuando éstas “caen” y no cuando se “arrojan”; en este
último caso, como no sólo responde el autor del hecho sino
todos los habitantes de la parte correspondiente del edifi-
cio, respecto de los que no lo ejecutaron existe una respon-
sabilidad por el hecho ajeno.
Ambas situaciones se rigen por las mismas reglas y así
se justifica que la ley las trate promiscuamente.

448. Personas responsables.– La responsabilidad recae,


en principio, sobre “todas las personas que habiten la mis-
ma parte del edificio”.
La víctima deberá obviamente probar que la cosa cayó
o fue arrojada de una parte del edificio en que el deman-
dado habita.
Las varias personas que resulten responsables dividirán
entre sí la indemnización.
La ley difunde la responsabilidad por lo difícil que re-
sulta precisar quién es el culpable de la caída o de haber
arrojado la cosa. Pero, como es natural, esta presunción de
responsabilidad cede ante la evidencia de que el culpable
es determinada persona.
Por este motivo, el art. 2328, inc. 1º, concluye que la re-
gla es aplicable “a menos que se pruebe que el hecho se
debe a la culpa o mala intención de alguna persona exclu-
sivamente, en cuyo caso será responsable esta sola”.

449. Acción popular para evitar la caída de una cosa.–


Para precaver los daños que pueden ocasionar las cosas ex-
puestas a caer de lo alto de un edificio, la ley otorga una
acción popular.
Manual de Derecho Civil 295

El artículo 2328, en su inc. 2º, prescribe: “Si hubiere al-


guna cosa que, de la parte superior de un edificio o de otro
paraje elevado, amenace caída y daño, podrá ser obligado
a removerla el dueño del edificio o del sitio, o su inquili-
no, o la persona a quien perteneciere la cosa o que se sir-
viese de ella”.
Cualquiera persona del pueblo puede pedir la remo-
ción.

c) Responsabilidad por el hecho de los animales

450. Responsabilidad del dueño del animal.– El


art. 2326 establece que “el dueño de un animal es respon-
sable de los daños causados por el mismo animal, aun des-
pués que se haya soltado o extraviado”.
La responsabilidad del dueño del animal cesará si prue-
ba que tomó adecuadas precauciones para impedir el daño
o, en otros términos, que el daño, soltura o extravío no pue-
de imputarse a culpa suya o del dependiente encargado de
la guarda o servicio del animal (art. 2326, inc. 1º).

451. Responsabilidad del que se sirve de un animal aje-


no.– También es responsable del daño causado por un ani-
mal quien se sirve de él, aunque no sea su dueño. El
art. 2326, inc. 2º, expresa que “lo que se dice del dueño se
aplica a toda persona que se sirva de un animal ajeno”.
De este modo responde del hecho de un animal el
arrendatario o comodatario.
La persona que se sirve del animal puede repetir con-
tra el dueño, “si el daño ha sobrevenido por una calidad o
vicio del animal, que el dueño con mediano cuidado o pru-
dencia debió conocer o prever, y de que no le dio conoci-
miento” (art. 2326, inc. 2º).
296 Ramón Meza Barros

452. Daño causado por un animal fiero.– Una regla es-


pecial consagra el art. 2327 para el daño causado por un
animal fiero, “de que no se reporta utilidad para la guarda
o servicio de un predio”.
De tales daños responde la persona que tenga el ani-
mal, aunque no sea su dueño y aunque no se sirva de él.
La presunción de culpabilidad, en este caso, es de de-
recho; si el que tiene el animal alegare que no le fue posi-
ble evitar el daño, “no será oído” (art. 2327).

4. ACCION PARA PERSEGUIR


LA RESPONSABILIDAD

453. Sanción del delito y cuasidelito.– La sanción ordi-


naria del delito o cuasidelito consiste en la necesidad en que
su autor se encuentra de reparar el daño causado.
En otros términos, el delito y cuasidelito producen,
como efecto normal, la obligación de indemnizar perjuicios.
El art. 2314 establece que el que ha cometido un delito o
cuasidelito “es obligado a la indemnización”.
Pero el acto ilícito suele dar origen a otras sanciones:
revocación de los actos ejecutados por el deudor con moti-
vo del fraude pauliano; revocación de las donaciones por
causa de ingratitud del donatario; privación de la acción de
nulidad para el que ejecutó el acto absolutamente nulo, sa-
biendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba, etc.

454. Sujeto activo de la acción.– La acción correspon-


de al que ha sufrido un daño y aun al que teme verse ex-
puesto a sufrirlo.
La ley, en efecto, no sólo concede una acción cuando
el daño se ha producido. Permite igualmente accionar para
impedir un daño posible.
Manual de Derecho Civil 297

455. Medidas para evitar un daño contingente.– Para es-


tablecer a quién competen las acciones encaminadas a pre-
caver un daño contingente, es preciso distinguir si amenaza
a personas determinadas o indeterminadas. En el primer
caso, sólo podrán accionar las personas amenazadas; en el
segundo, se concede acción popular.
El art. 2333 formula este principio: “Por regla general,
se concede acción popular en todos los casos de daño con-
tingente que por imprudencia o negligencia de alguien
amenace solamente a personas indeterminadas; pero si el
daño amenazare solamente a personas determinadas, sólo
alguna de éstas podrá intentar la acción”126.
En caso de ejercitarse las acciones populares referidas,
si parecieren fundadas, el actor deberá ser indemnizado de
todas las costas de la acción, “y se le pagará lo que valgan
el tiempo y diligencia empleados en ella, sin perjuicio de
la remuneración específica que concede la ley en determi-
nados casos”127.

456. Daños en las cosas.– Cuando el daño recae sobre


una cosa, la acción para reclamar la indemnización respec-
tiva corresponderá a todas las personas que tenían derechos
en ella o con relación a ella, que hayan resultado menosca-
bados.
El art. 2315 establece: “Puede pedir esta indemnización
no sólo el que es dueño o poseedor de la cosa que ha sufri-
do el daño, o su heredero, sino el usufructuario, el habita-
dor o el usuario, si el daño irroga perjuicio a su derecho
de usufructo o de habitación o uso”.

126 Los arts. 932, 948 y 2328 inc. 2º son aplicaciones de esta regla

general.
127 El art. 948 consulta una remuneración para el actor.
298 Ramón Meza Barros

La enumeración del art. 2315 no es taxativa; en el mis-


mo caso que el dueño, el poseedor o sus herederos se en-
cuentran, por ejemplo, los titulares de un derecho de
prenda o hipoteca.
Puede igualmente reclamar indemnización, pero en au-
sencia del dueño, “el que tiene la cosa con obligación de
responder de ella”, como el arrendatario, el comodatario,
el depositario.

457. Daño a las personas.– La acción encaminada a la


reparación del daño causado a las personas, sea de carác-
ter material o moral, puede intentarla, en primer término,
la víctima principal o directa.
Podrán igualmente accionar las víctimas indirectas del
delito o cuasidelito, esto es, aquellos que sufren un daño
material o moral a consecuencia del que ha experimenta-
do la víctima principal o directa. Tal es el caso de la perso-
na a quien la víctima de un accidente que le causó la muerte
ayudaba o socorría, del empresario que pierde un valioso
colaborador, etc.
Estas personas accionan por derecho propio; su acción
proviene del daño que personalmente experimentan y es
independiente de la que corresponde a la víctima directa.
También podrán intentar la acción los herederos de la
víctima, haciendo valer la que incumbía a su causante.
El art. 2315 autoriza expresamente al heredero del due-
ño o poseedor de la cosa que ha sufrido un daño para pe-
dir la indemnización. Cuando se trata de daños a las
personas, el derecho del heredero resulta de la aplicación
de los principios generales. El heredero representa al cau-
sante y le sucede en todos sus derechos y obligaciones trans-
misibles. El derecho de demandar perjuicios es transmisible,
porque la ley no ha proclamado su intransmisibilidad.
Manual de Derecho Civil 299

El heredero podrá accionar de dos maneras: a) in-


vocando la acción que correspondía a su causante, víctima
del delito; y b) haciendo valer la acción que, por derecho
propio, le corresponda, como víctima indirecta del delito
o cuasidelito.

458. Sujeto pasivo de la acción.– La acción de indem-


nización de perjuicios se puede dirigir:
a) contra el causante del daño;
b) contra las personas civilmente responsables;
c) contra el que se aprovechó del dolo ajeno, y
d) contra los herederos de todas estas personas.

459. Autor del daño.– Como es obvio, la acción se diri-


ge, normalmente, contra el autor del daño. El art. 2316 es-
tablece que es obligado a la indemnización “el que hizo el
daño”.
Pero el concepto de “autor” tiene, en materia civil, un
alcance diverso que en materia penal. Debe considerarse
autores a todos los que han concurrido a provocar el daño,
sea como autores propiamente tales, sea como cómplices o
encubridores. Todos ellos concurrieron a causar el daño,
cada cual en su esfera de acción128.
La cuestión no ofrece dudas para aquellos delitos civi-
les que son, a la vez, delitos penales. El art. 24 del Código
Penal previene: “Toda sentencia condenatoria en materia
criminal lleva envuelta la obligación de pagar las costas, da-
ños y perjuicios por parte de los autores, cómplices, encu-
bridores y demás personas legalmente responsables”.
Sería absurdo adoptar un criterio diverso para los deli-
tos y cuasidelitos puramente civiles.

128 Alessandri, ob. cit., Nº 396.


300 Ramón Meza Barros

Por otra parte, el art. 2316 hace responsable, hasta con-


currencia del beneficio que reporte, al que se aprovecha del
dolo ajeno, sin ser cómplice en él; el cómplice, a contrario
sensu, responde del total de los perjuicios.

460. Personas civilmente responsables.– La acción pro-


cede, también, contra las personas civilmente responsables,
esto es, aquellas que responden por el hecho ajeno como
los padres, guardadores, maridos, amos, etc.

461. Personas que se aprovechan del dolo ajeno.– El


art. 2316, inc. 2º, establece: “El que recibe provecho del dolo
ajeno, sin ser cómplice en él, sólo es obligado hasta concu-
rrencia de lo que valga el provecho”.
La disposición concuerda notoriamente con el art. 1458.
Será menester que esta persona no haya tenido conoci-
miento del dolo. El que conoció la comisión del delito y
aprovecha de sus resultados es, cuando menos, encubridor.
La responsabilidad del que se aprovecha del dolo aje-
no se extiende sólo hasta la concurrencia del provecho, aun-
que el daño causado haya sido mayor.

462. Los herederos.– El art. 2316 declara obligados a la


indemnización al que hizo el daño y a sus herederos. En
verdad, la regla es más general; la acción puede intentarse
contra los herederos del autor, de la persona civilmente res-
ponsable, del que aprovechó del dolo ajeno.
El art. 40 del Código de Procedimiento Penal estable-
ce: “La acción civil puede entablarse contra el personalmen-
te responsable del delito y contra sus herederos”.
La obligación de indemnizar los daños provenientes de
un delito o cuasidelito, en otros términos, es transmisible a
los herederos.
Manual de Derecho Civil 301

463. Responsabilidad solidaria de los varios autores de


un delito o cuasidelito.– Como una enérgica medida de pro-
tección a la víctima, la ley establece que es solidaria la res-
ponsabilidad de los varios autores de un delito o cuasidelito.
El art. 2317 dispone que “si un delito o cuasidelito ha
sido cometido por dos o más personas, cada una de ellas
será solidariamente responsable de todo perjuicio proceden-
te del mismo delito o cuasidelito”.
Es solidaria la responsabilidad de las varias personas que
han intervenido en la perpetración del delito, o cuasideli-
to, como autores, cómplices o encubridores129.
Es también solidaria la obligación de indemnizar perjui-
cios en caso de ser varias las personas civilmente responsables.

464. Casos en que no es solidaria la responsabilidad.–


Por excepción no es solidaria la responsabilidad en los ca-
sos de los arts. 2323 y 2328 (art. 2317).
a) No es solidaria la responsabilidad de los varios due-
ños de un edificio que causa un daño con ocasión de su
ruina. Son responsables “a prorrata de sus cuotas de domi-
nio” (art. 2323, inc. 2º).
b) Tampoco es solidaria la responsabilidad por los da-
ños que cause una cosa que cae o es arrojada de la parte
superior de un edificio. La indemnización se divide por
igual entre las personas que habitan las partes del edificio
de donde cayó o fue arrojada la cosa (art. 2328, inc. 1º).

465. Caso de fraude o dolo.– El art. 2317, inc. 2º, esta-


blece que también produce una obligación solidaria de in-
demnizar perjuicios “todo fraude o dolo cometido por dos
o más personas”.

129 Es solidaria la responsabilidad del autor y del cómplice de un

delito; R. de D. y J., t. XXXIX, II, pág. 5.


302 Ramón Meza Barros

Para que la regla no sea una estéril repetición de la nor-


ma del inciso 1º, habrá de tratarse de actos dolosos que no
constituyan un delito civil.
Ha de referirse necesariamente, por lo tanto, al dolo
que incide en el cumplimiento de las obligaciones. De este
modo, si varios contratantes infringen dolosamente una
obligación común, son solidariamente responsables de los
perjuicios que su incumplimiento ocasiona al acreedor.

466. Extensión de la reparación del daño.– La repara-


ción depende de la magnitud del daño causado y debe re-
sarcirlo totalmente.
Para que la indemnización sea integral debe compren-
der el daño emergente y el lucro cesante, esto es, el perjui-
cio actual que ha experimentado la víctima y la pérdida de
los legítimos beneficios que habría obtenido de no mediar
el hecho ilícito.
Aunque la regla del art. 1556 se ha dictado para regu-
lar la indemnización de perjuicios que es consecuencia del
incumplimiento de una obligación contractual, es aplicable
a los perjuicios resultantes de un delito o cuasidelito para
que la reparación sea verdaderamente completa.
Corrobora lo expuesto el art. 2331, en cuya virtud las
imputaciones injuriosas dan derecho a indemnización pe-
cuniaria si se prueba “daño emergente o lucro cesante, que
pueda apreciarse en dinero”.

467. Reducción de la reparación por culpa de la vícti-


ma.– La reparación del daño debe reducirse cuando par-
cialmente se ha producido por culpa de la víctima.
El art. 2330 dispone: “La apreciación del daño está su-
jeta a reducción, si el que lo ha sufrido se expuso a él im-
prudentemente”.
Manual de Derecho Civil 303

El daño no se ha producido por exclusiva culpa del au-


tor; por parte de la víctima ha existido igualmente descui-
do, negligencia, imprevisión. Tal sería el caso de dos
automovilistas que se estrellan en circunstancias de que uno
conducía por la izquierda y el otro marchaba a excesiva ve-
locidad130.
La culpa de la víctima no exime de responsabilidad al
autor del daño, sino que atenúa esa responsabilidad. Para
el juez es obligatorio, en tal caso, reducir el monto de la
reparación.
La regla del art. 2330 muestra que si bien, en principio,
la culpa extracontractual no admite gradaciones y la respon-
sabilidad se mide por la entidad del daño, no es indiferen-
te el grado o gravedad de la culpa cometida.
En efecto, la mutua culpa del autor del daño y del que
lo ha sufrido impone una compensación de las culpas. La
responsabilidad deberán compartirla en proporciones dife-
rentes que dependen de la gravedad de la culpa de cada
cual. La culpa más grave absorberá a la más leve.
Por otra parte, en el hecho, los jueces acordarán más
fácil y generosamente una indemnización a la víctima cuan-
to más grave sea la culpa del autor del daño.

468. Cúmulo de indemnizaciones.– La cuestión del cú-


mulo de indemnizaciones consiste en averiguar si es viable
acumular la indemnización que se deba por el autor del
delito o cuasidelito con las prestaciones que se deban a la
víctima por terceros, en razón del daño que ha recibido.
¿Puede la víctima reclamar ambas prestaciones? ¿Debe
deducirse de la indemnización que adeuda el autor del he-
cho ilícito la prestación que la víctima reciba por otros con-

130 Josserand, ob. cit., t. II, Nº 427.


304 Ramón Meza Barros

ceptos, hasta el punto de que si su valor iguala o supera al


daño nada se deba por su autor?
Supóngase que la víctima de un accidente automovilís-
tico tiene asegurado su vehículo: ¿puede acumular la indem-
nización por el delito con la indemnización del seguro?
Una objeción se ofrece de inmediato. Por de pronto,
la acumulación importaría un enriquecimiento para la víc-
tima; por otra parte, no habría sufrido un daño, puesto que
fue indemnizada; el perjuicio habría desaparecido y con ello
un elemento esencial del delito o cuasidelito.
A esta objeción se contesta que no es de ninguna manera
equitativo que el autor del daño beneficie de la prestación que
haga un tercero a la víctima. En el caso del seguro, el contra-
to cedería, prácticamente, en favor de un tercero extraño.
La solución se encuentra indagando si la prestación del
tercero significa o no una reparación del daño causado.
Ante la respuesta afirmativa, no cabría el cúmulo que im-
portaría una doble indemnización o reparación del daño.
a) Como explicamos antes, en materia laboral, el em-
pleador no es responsable de los accidentes del trabajo; su
responsabilidad está limitada a efectuar las cotizaciones de
seguridad social pertinentes, entre las que se cuentan las de
la Ley de Accidentes del Trabajo Nº 16.744.
b) Análoga es la solución en el seguro de daños, con-
trato de mera indemnización, que no puede ser jamás para
el asegurado ocasión de una ganancia (art. 517 del C. de
Comercio).
En conformidad al artículo 553 del Código de Comer-
cio, “por el hecho del pago del siniestro, el asegurador se
subroga al asegurado en los derechos y acciones que éste
tenga contra terceros, en razón del siniestro.”
Si la indemnización no fuere total, el asegurado conser-
vará sus derechos para cobrar a los responsables los perjui-
cios que no hubiere indemnizado el asegurador.
Manual de Derecho Civil 305

El asegurado será responsable ante el asegurador por


todos los actos u omisiones que puedan perjudicar al ejer-
cicio de las acciones traspasadas por subrogación.
c) En cuanto al seguro de personas, no tiene por ob-
jeto reparar el daño que signifique la muerte u otro acci-
dente.
El asegurado recibirá el monto total de la suma asegu-
rada, cualquiera que sea la entidad del daño y, por consi-
guiente, no se tiende a repararlo. Esto es particularmente
evidente en el seguro de vida.
El cúmulo, por lo tanto, es admisible131.

469. Seguro de accidentes en el transporte público de


pasajeros.– En el pasado el Estado, a través del Instituto de
Seguros de Estado, establecía un seguro obligatorio de ac-
cidentes de la locomoción colectiva, en favor de sus pasaje-
ros.
Actualmente, la Ley Nº 19.011 establece que el transpor-
te nacional de pasajeros remunerado, público o privado,
individual o colectivo, por calles o caminos, se efectuará li-
bremente, sin perjuicio que el Ministerio de Transporte y
Telecomunicaciones establezca las condiciones y dicte la
normativa en que funcionarán dichos servicios, en cuanto
al cumplimiento obligatorio de normas técnicas y de emi-
sión de contaminantes de los vehículos, así como en lo re-
lativo a condiciones de operación de los servicios de
transporte remunerado de pasajeros y utilización de vías.
El Ministerio de Transporte dictó, en el año 1992, el
Reglamento del Servicio Nacional de Transporte Público de
Pasajeros, Decreto Nº 212, publicado en el Diario Oficial del
21 de noviembre de 1992.

131
Alessandri, ob. cit., Nº 493.
306 Ramón Meza Barros

470. Seguro obligatorio.– En conformidad al art. 1º de


la Ley Nº 18.490, todo vehículo motorizado, que para tran-
sitar por las vías públicas del territorio nacional requiera de
un permiso de circulación, deberá estar asegurado tanto
contra el riesgo de accidentes personales a que se refiere
esta ley como con ocasión de un accidente de tránsito.
Este seguro no se exigirá a los vehículos de transporte
y otros respecto de los cuales se apliquen normas sobre se-
guros en virtud de convenios internacionales.
Tampoco se exigirá dicho seguro a los vehículos moto-
rizados con matrícula extranjera que ingresen provisoria o
temporalmente al país.

471. Pago de la indemnización.– En el seguro de acci-


dentes personales a que se refiere la citada ley, el pago de
las correspondientes indemnizaciones se hará sin investiga-
ción previa de culpabilidad, bastando la sola demostración
del accidente y de las consecuencias de muerte o lesiones
que éste originó a la víctima.
En la cobertura de accidentes personales, las víctimas de
un accidente del tránsito y sus beneficiarios tendrán acción
contra el asegurador, no siéndoles oponibles las excepciones
que éste pueda alegar contra el tomador del seguro que se
basen en hechos o circunstancias imputables a este último.

472. Contratación del seguro.– El seguro establecido en


la ley se podrá contratar en cualquiera de las entidades ase-
guradoras autorizadas para cubrir riesgos comprendidos en
el primer grupo de acuerdo con el artículo 8º del Decreto
con Fuerza de Ley Nº 251, de Hacienda, de 1931.
La contratación del seguro obligatorio deberá constar en
un certificado que hará las veces de póliza y del cual se enten-
derá que forman parte integrante las condiciones y cláusulas que
la Superintendencia de Valores y Seguros, deberá constar la in-
Manual de Derecho Civil 307

dividualización del vehículo, el nombre del tomador del segu-


ro, el nombre de la entidad aseguradora, el número de póliza,
el inicio y término de vigencia del seguro y la firma de un apo-
derado del asegurador que haya emitido el documento.
El aludido certificado se considerará como prueba sufi-
ciente de la contratación del seguro obligatorio.

473. Prescripción.– Las acciones para perseguir el pago


de las indemnizaciones por accidentes personales contem-
pladas en esa ley, prescribirán en el plazo de un año conta-
do desde la fecha en que ocurrió el accidente o a partir de
la muerte de la víctima, siempre que aquélla haya sucedido
dentro del año siguiente al mismo accidente.

474. Beneficiarios.– El derecho que según la ley corres-


ponda a la víctima o a sus beneficiarios, no afectará al que
pueda tener, según las normas del derecho común, para
perseguir indemnizaciones de los perjuicios de quien sea
civilmente responsable del accidente.
El pago recibido como consecuencia de este seguro no
implica reconocimiento ni presunción de culpabilidad que
pueda perjudicar al propietario o conductor del vehículo
asegurado, ni servirá como prueba en tal sentido en caso
de ejercitarse acciones civiles o penales.
No obstante, los pagos de indemnización efectuados en
virtud de este seguro, se imputarán o deducirán de los que
pudiere estar obligado a hacer el propietario o conductor del
vehículo asegurado en razón de la responsabilidad civil que
respecto de los mismos hechos y de las mismas personas, le
pueda corresponder según las normas del derecho común.
Las municipalidades no podrán otorgar permisos de cir-
culación provisorios o definitivos a vehículos motorizados,
sin que se les exhiba un certificado que acredite la contra-
tación del seguro obligatorio del respectivo vehículo.
308 Ramón Meza Barros

El vencimiento de la póliza no podrá ser nunca ante-


rior al término del plazo del permiso de circulación que se
otorgue al respectivo vehículo.

475. Extinción de la acción.– La acción encaminada a


reparar el daño causado por el delito o cuasidelito se ex-
tingue por los modos generales como se extinguen las obli-
gaciones.
Merecen considerarse solamente tres modos de extinción
de la acción: la renuncia, la transacción y la prescripción.
a) La acción civil que1 nace del delito o cuasidelito es
renunciable. La renuncia está expresamente autorizada por
la ley. El art. 28 del Código de Procedimiento Penal dispo-
ne, en efecto, que la renuncia extingue la acción privada
“y la civil derivada de cualquiera clase de delitos”.
La renuncia afecta sólo al renunciante y a sus suceso-
res y no a otras personas a quienes también corresponda el
ejercicio de la acción (art. 29 del C. de P. Penal).
b) También se extingue la acción por la transacción. El
art. 2449 autoriza para transigir “sobre la acción civil que
nace de un delito”.
La transacción, del mismo modo que la renuncia,
afecta únicamente a los que transigieron y no aprovecha
o perjudica a otras personas a quienes competa la acción
(art. 2461).
c) La acción para obtener la reparación del daño pres-
cribe, en general, en cuatro años contados desde la comi-
sión del delito o cuasidelito.
El art. 2332 dispone: “Las acciones que concede este tí-
tulo por daño o dolo, prescriben en cuatro años contados
desde la perpetración del acto”132.

132 Véanse también los arts. 105 del C. Penal, y 42 del C. de P. Penal.
Manual de Derecho Civil 309

476. Reglas especiales de prescripción.– En numerosos


casos de excepción, la acción de perjuicios prescribe en tér-
minos diversos, más breves o mayores.
a) La acción contra el empresario o arquitecto por los
daños causados por la ruina de un edificio, a consecuencia
de defectos de construcción, prescribe en cinco años
(arts. 2002 Nº 3 y 2224).
b) En conformidad al art. 142 del Código Aeronáutico,
en virtud del contrato de transporte, el transportador es
obligado a indemnizar los daños causados con motivo u oca-
sión del transporte, en la forma y dentro de los límites es-
tablecidos en este Código.
Esta responsabilidad tiene un plazo de prescripción
de un año en conformidad al art. 175 del Código Aero-
náutico.
c) La Ley Orgánica de Municipalidades (18.695) esta-
blece en su artículo 137 que las municipalidades incurrirán
en responsabilidad por los daños que causen, la que pro-
cederá principalmente por falta de servicio. No obstante,
las municipalidades tendrán derecho a repetir en contra del
funcionario que hubiere incurrido en falta personal. El pla-
zo de prescripción queda regido por las normas generales.
d) El art. 4º de la Ley Orgánica Constitucional de Ba-
ses Generales de la Administración del Estado dispone que
el Estado será responsable por los daños que causen los ór-
ganos de la Administración en el ejercicio de sus funciones,
sin perjuicio de las responsabilidades que pudieren afectar
al funcionario que los hubiere ocasionado.
e) En conformidad a lo dispuesto en el artículo 25 de
la Ley N.° 19.733 sobre Libertades de Opinión e Informa-
ción y Ejercicio del Periodismo, las acciones para perseguir
las infracciones al Título III, prescriben en el plazo de 6
meses desde su comisión. Pero, el artículo 40 dispone que
la acción civil para obtener la indemnización de daños y
310 Ramón Meza Barros

perjuicios (incluso morales) derivada de delitos penados en


esta ley se regirá por las reglas generales.

5. CAUSAS EXIMENTES Y ATENUANTES


DE RESPONSABILIDAD

477. Ideas generales.– El art. 2329 formula el principio


que todo daño que pueda imputarse a malicia o negligen-
cia de otra persona debe ser indemnizado por ésta.
El autor del daño, sin embargo, puede no encontrarse
en la necesidad de repararlo. Ello ocurre: 1) cuando con-
curre una circunstancia eximente de responsabilidad; y 2) si
se ha estipulado una cláusula de irresponsabilidad.

478. Eximentes de responsabilidad.– No ha reglamen-


tado expresamente el Código Civil las causas que eximen
de responsabilidad como lo ha hecho, en cambio, el Códi-
go Penal.
Por otra parte, la responsabilidad civil es independien-
te de la responsabilidad penal. Así se explica que la sen-
tencia absolutoria en materia penal o el sobreseimiento
definitivo, fundados en una circunstancia eximente de res-
ponsabilidad, no produzca cosa juzgada en materia civil
(art. 179, Nº 1º, del C. de P. Civil). El fallo no es obstácu-
lo para perseguir la responsabilidad civil del criminalmen-
te irresponsable.
En materia civil hay una sola y genérica causal eximen-
te de responsabilidad: la ausencia de dolo o culpa del he-
chor.

479. Causas que eximen de responsabilidad civil.– Las


causales de exención de responsabilidad tienen lugar, pues,
cuando el hecho no es imputable al agente.
Manual de Derecho Civil 311

a) Por de pronto, exime de responsabilidad el caso for-


tuito o fuerza mayor, esto es, el imprevisto a que no es po-
sible resistir133.
Pero, del mismo modo que en materia contractual, suele
el caso fortuito no eximir de responsabilidad.
1. El caso fortuito no exime de responsabilidad cuando
sobreviene por culpa. El art. 934 aplica esta norma a la rui-
na de un edificio; el caso fortuito exime de responsabilidad,
a menos que sin el mal estado del edificio, imputable a cul-
pa del dueño, no lo hubiera derribado.
La regla debe generalizarse. El caso fortuito, en suma, exi-
me de responsabilidad cuando es la única causa del daño134.
2. Tampoco exime el caso fortuito de responsabilidad
cuando la ley así lo establece. El art. 255 del Código del Tra-
bajo dispone que el patrón responde del accidente del tra-
bajo, aun fortuito, salvo que provenga de fuerza mayor
“extraña y sin relación alguna con el trabajo”.
b) Exime igualmente de responsabilidad, aunque no
constituya caso fortuito, la falta de culpa.
Así, el padre o madre están exentos de responsabilidad
por los delitos y cuasidelitos cometidos por el hijo menor
que habita con ellos, si emplearon su autoridad y cuidado
para impedir el hecho, esto es, si no ha habido culpa de su
parte (art. 2320, inc. final)135.
c) Es también eximente de responsabilidad la culpa de
la víctima.
Pero para que constituya una causal de exención de res-
ponsabilidad, la culpa de la víctima debe ser la causa ex-
clusiva del daño.

133 Véase “De las obligaciones”, N os 456 y sgtes.


134 Alessandri, ob. cit., Nº 519.
135 La misma solución adoptan los arts. 2322 y 2326.
312 Ramón Meza Barros

Si el daño se debe sólo parcialmente a culpa de la vícti-


ma, que comparte el autor del mismo, la responsabilidad
únicamente se atenúa con una reducción de la indemniza-
ción (art. 2330).
d) Igualmente exime de responsabilidad el hecho de un
tercero extraño, por cuyos actos no se responde. Tal sería
el caso de un vehículo que, estrellado por otro, causa un
daño a personas o cosas.
El hecho del tercero extraño se asimila al caso fortuito136.
e) Exime de responsabilidad la legítima defensa. Quien
actúa en defensa de su persona o bienes, procede como un
hombre discreto y prudente, o sea, sin culpa.
Las condiciones que legitiman la defensa, que reglamen-
ta el art. 10, Nº 4, del Código Penal, deben razonablemen-
te regir en materia civil.
En consecuencia, la agresión debe ser ilegítima, el me-
dio empleado para repeler el ataque debe ser proporcio-
nado y no ha de mediar provocación suficiente por parte
del que se defiende y ocasiona el daño.
La legítima defensa, en suma, es un caso particular de
falta de culpa del agente.
f) Suele eximir de responsabilidad lo que se denomina
genéricamente estado de necesidad. Así se designa el esta-
do de una persona puesta en situación apremiante de evi-
tar un daño y que causa accidentalmente otro.
Ejemplo típico de este estado es el caso de los hombres
que dañan una propiedad vecina para impedir que se pro-
pague el fuego.
Las reglas del art. 10, Nº 7º, del Código Penal deben
igualmente aplicarse a este caso. Por lo tanto, la exención
de responsabilidad requiere:

136 Véase el art. 1677.


Manual de Derecho Civil 313

1) que el daño que se trata de evitar sea actual o cuan-


do menos, inminente;
2) que no haya otro medio practicable o menos perju-
dicial para impedirlo; y
3) que el daño que se trata de evitar sea mayor que el
causado para evitarlo.
Fluye de esta última exigencia que el estado de necesi-
dad no puede legitimar los daños a las personas. El daño
que se trata de impedir no puede ser jamás mayor que la
pérdida de la vida o integridad personal.
A la postre, el estado de necesidad, en las condiciones
anotadas, muestra la falta de culpa del autor del daño.
g) En fin, eximen de responsabilidad ciertas inmunida-
des especiales de que gozan algunas personas.
En conformidad al art. 58 de la Constitución Política de
la República, los diputados y senadores sólo son inviolables
por las opiniones que manifiesten y los votos que emitan
en el desempeño de sus cargos, en sesiones de sala o de co-
misión. Ningún diputado o senador, desde el día de su elec-
ción o designación, o desde el de su incorporación, según
el caso, puede ser procesado o privado de su libertad, sal-
vo el caso de delito flagrante, si el Tribunal de Alzada de
la jurisdicción respectiva, en pleno, no autoriza previamen-
te la acusación declarando haber lugar a formación de cau-
sa. De esta resolución podrá apelarse para ante la Corte
Suprema.
En caso de ser arrestado algún diputado o senador por
delito flagrante, será puesto inmediatamente a disposición
del Tribunal de Alzada respectivo, con la información su-
maria correspondiente. El tribunal procederá, entonces,
conforme a lo dispuesto en el inc. 2º del art. 58, esto es, a
solicitar el desafuero del parlamentario.
Desde el momento en que se declare, por resolución
firme, haber lugar a formación de causa, queda el dipu-
314 Ramón Meza Barros

tado o senador acusado suspendido de su cargo y sujeto al


juez competente137.

480. Cláusulas de irresponsabilidad.– Es indudable que,


una vez cometido el delito o cuasidelito, la víctima puede
renunciar válidamente al derecho de reclamar las indem-
nizaciones consiguientes.
Este derecho mira a su particular interés y, a mayor
abundamiento, la ley autoriza expresamente la renuncia.
Las cláusulas de irresponsabilidad suponen que el hecho
ilícito aún no se ha cometido; el futuro autor del daño y la
probable víctima convienen que el primero quedará eximido
de toda responsabilidad o ésta se verá atenuada o limitada.

481. Licitud de las cláusulas de irresponsabilidad.– Por


de pronto, no es dudosa la ineficacia de la estipulación de
irresponsabilidad por actos dolosos. La condonación de
dolo futuro no vale (art. 1465).
Tal estipulación, manifiestamente contraria a las buenas
costumbres, adolece de nulidad absoluta por ilicitud en el
objeto (arts. 1466 y 1682).
Por otra parte, se concibe apenas que una persona, en
su sano juicio, consienta en ponerse de este modo a mer-
ced de otra138.
La misma solución debe adoptarse para las cláusulas de
irresponsabilidad cuando el daño proviene de culpa grave;
la culpa lata equivale al dolo (art. 44).
En suma, la cuestión de la validez de las cláusulas de
irresponsabilidad no se plantea sino cuando el daño es re-

137
Véase el art. 324 del C. Orgánico de Tribunales que establece una
inmunidad semejante para los miembros de la Corte Suprema.
138
Josserand, ob. cit., t. II, Nº 472.
Manual de Derecho Civil 315

sultado de una culpa que no merezca el calificativo de gra-


ve o lata.
La doctrina se muestra hondamente dividida; pero nos
inclinamos francamente por la validez de las cláusulas de
irresponsabilidad.
Desde luego, la ley no las prohíbe; además, sus conse-
cuencias suelen ser saludables. Dos propietarios rurales con-
vienen, por ejemplo, que no se harán recíprocamente
responsables por los daños de los animales de uno que sue-
len penetrar al predio del otro. Como observa con razón
Josserand, no se puede sostener que lesiona el orden pú-
blico un modus vivendi semejante, que tiende notoriamente
a asegurar la paz y la cordialidad entre vecinos139.

482. Criterio para juzgar la validez de las cláusulas de


irresponsabilidad.– El criterio más certero para decidir acer-
ca de la validez de las cláusulas de irresponsabilidad se en-
cuentra en la distinción acerca de la naturaleza del daño:
si recae en las cosas o en las personas.
a) Si el daño recae en las cosas, nada obsta a la eficacia
de la cláusula.
El art. 1558 proclama su validez para eximirse de una
responsabilidad contractual. Ninguna razón justifica que el
mismo criterio no sea aplicable a la responsabilidad extra-
contractual.
b) Distinta ha de ser la solución si el daño recae en las
personas.
La vida, la integridad física, el honor de las personas es-
tán fuera del comercio. No es posible conferir a otro el de-
recho de matarnos, herirnos o difamarnos impunemente140.

139 Josserand, ob. cit., t. II, Nº 474. En el mismo sentido, Alessandri,

ob. cit., Nº 548.


140 Josserand, ob. cit., t. II, Nº 475.
316 Ramón Meza Barros

Inspirado en este orden de ideas, el art. 300 del Códi-


go del Trabajo establece que los derechos de las víctimas
de un accidente del trabajo, las indemnizaciones y rentas a
que den lugar, no pueden renunciarse, cederse o compen-
sarse y que “es nulo todo pacto contrario”.

483. Seguro de responsabilidad.– El seguro de respon-


sabilidad es aquel en que el asegurador toma a su cargo el
riesgo de las responsabilidades pecuniarias, en que puede
incurrir el asegurado por los daños que cause él o las per-
sonas por quienes responde.
El asegurado no pretende, en tal caso, eximirse de res-
ponsabilidad; solamente adopta medidas de precaución
para que las consecuencias de su responsabilidad no gravi-
ten exclusivamente en su patrimonio.

484. Atenuantes de responsabilidad.– La responsabili-


dad proveniente de un delito o cuasidelito será atenuada
por alguna de estas dos circunstancias:
a) porque el daño se ha debido parcialmente a culpa
de la víctima; y
b) por la estipulación de una cláusula atenuante de res-
ponsabilidad.

También podría gustarte