Está en la página 1de 96

INSTITUTO DE FILOSOFÍA

LICENCIATURA EN FILOSOFÍA,
MODALIDAD NO ESCOLARIZADA

CON RECONOCIMIENTO DE VALIDEZ OFICIAL DE ESTUDIOS N. 20122771

CON FECHA DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 2012

“LA ÉTICA DEL SEGUIMIENTO DE MAX SCHELER COMO


MODELO DE DISCERNIMIENTO VOCACIONAL”

TESIS
PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN FILOSOFÍA

PRESENTA

JOSÉ GUADALUPE ÁVILA VARGAS

ASESOR: MTRO. MARTÍN GARCÍA PARRA

TLAQUEPAQUE, JAL., MARZO DE 2022


Instituto de Filosofía
Licenciatura en Filosofía (modalidad no escolarizada)
Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios N. 20122771
Otorgado por la SEP el 21 de Noviembre de 2012

CARTA DE TERMINACIÓN DE TESIS PARA SU EXAMINACIÓN

Tlaquepaque, Jalisco, a 18 de Marzo de 2022

LIC. EUSEBIO HERNÁNDEZ MENDOZA


RECTOR
INSTITUTO DE FILOSOFÍA

Le informo que el alumno: José Guadalupe Ávila Vargas, con número de matrícula
161LFD02 inscrito en el Instituto de Filosofía en la LICENCIATURA EN FILOSOFÍA,
MODALIDAD NO ESCOLARIZADA, con Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios N.
20122771, con fecha del 21 de noviembre de 2012, ha elaborado una tesis con el título de:
“LA ÉTICA DEL SEGUIMIENTO DE MAX SCHELER COMO MODELO DE
DISCERNIMIENTO VOCACIONAL”, de conformidad con los procedimientos y la
reglamentación vigentes para la modalidad aprobada para esta Licenciatura.
Le comunico además, que el trabajo fue elaborado bajo mi conducción y tiene la
calidad suficiente para ser base de su sustentación en el Examen Profesional.

_____________________________
Mtro. Martín García Parra
Asesor

V. B.
Secretario General
Mtro. Rafael Rivadeneyra Fentanes

1
DEDICATORIA
-A Jesucristo, mi modelo a seguir; el fin de mi vocación.

-A mi Familia, quienes incondicionalmente me han acompañado y apoyado en cada


etapa de discernimiento en mi vida.

-A mi Comunidad de Monjes Benedictinos de la Soledad,


a quienes debo todo lo que soy.

-A mi Mejor Amigo y a todas las personas que han dejado huella en mi vida.

2
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 4
CAPÍTULO I. CONTEXTO HISTÓRICO Y FILOSÓFICO DE MAX SCHELER 13
1.1. Vida de Max Scheler 14
1.2. Influencias filosóficas en el pensamiento de Max Scheler 17
1.2.1. Primer periodo. Influencia de filosofías vitalistas en Max Scheler 19
1.2.2. Segundo periodo. La influencia de la filosofía fenomenológica de Edmund Husserl 29
1.2.3. Tercer periodo. La influencia del panteísmo y la propuesta de una antropología filosófica
nueva 32
CAPÍTULO II. EL VALOR Y EL ORDEN DEL AMOR COMO PRINCIPIOS AXIOLÓGICOS Y
ANTROPOLÓGICOS EN MAX SCHELER 35
2.1. El concepto de valor en la axiología de Scheler 36
2.1.1. Ética material de los valores 40
2.1.2. Orden objetivo de los valores considerados en sí mismos 43
2.2. La fenomenología como acceso a los valores 45
2.2.1. La intuición emocional de los valores 46
2.2.2. Orden de los valores considerados por la persona 49
2.3. La teoría del Ordo Amoris de Scheler 50
2.3.1. El amor en Max Scheler 51
2.3.2. La conducta del sujeto como expresión significativa de su Ordo Amoris 53
2.3.3. La configuración del ethos a través del Ordo Amoris 54
CAPÍTULO III. LA IDEA DE SEGUIMIENTO EN MAX SCHELER COMO MODELO DE
DISCERNIMIENTO VOCACIONAL 58
3.1. El seguimiento en Max Scheler 60
3.1.1. La vida tendencial 65
3.1.2. La ética como seguimiento 68
3.1.3. Modelos de seguimiento: Héroe, Genio o Santo 72
3.2. Acercamiento al concepto de discernimiento vocacional 78
3.2.1. Los términos discernimiento y vocación 79
3.3. Reflexión sobre la propuesta ética de seguimiento de Max Scheler y el discernimiento
vocacional 81
Conclusiones 88
Bibliografía directa 92
Bibliografía básica 92
Bibliografía complementaria 93

3
INTRODUCCIÓN
Existe un antiguo y famoso oráculo escrito en los muros de un templo dedicado al dios
Apolo en Delfos que, a pesar de yacer grabado en piedra, parece gritar al interior de
todos los seres humanos que buscan el sentido de su vida y el rumbo de su existencia.
Reza así:

Te advierto, quien quiera que fueres, ¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos
de la Naturaleza que, si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas,
tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa,
¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro,
de los tesoros. ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al universo y a
los dioses. (Inscripción en el frontispicio del Templo de Apolo en el Monte
Parnaso, Grecia; 2500 a.C.).1

Este oráculo suscita profundas preguntas: ¿Cómo puede el ser humano


conocer el sentido de su vida, el thelos2 de su existencia? ¿Cómo puede deliberar su
vocación desde el conocimiento de sí mismo? ¿Cómo ayuda la filosofía al
conocimiento de sí mismo y a definir modos de vida? ¿Qué filósofos o movimientos
filosóficos brindan estrategias significativas respecto al conocimiento de sí mismo bajo
los cuales el hombre de hoy pueda proyectar su vida y existencia?

En una ocasión, escuché a un gran monje y padre espiritual decir: “Si no sabes
lo que buscas, no entenderás lo que encuentras” y, respecto a ello me cuestiono:
¿Cómo sabré qué buscar? ¿Cómo discernir el camino hacia el sentido de mi vida?
¿Cómo fijaré una meta y me encaminaré a un rumbo fijo, si primero no me conozco a
mí mismo? Sólo sumergiéndome en lo íntimo de mi ser, sólo analizando cada parte
de mí puedo encontrarme cara a cara con lo que deseo, con lo que quiero; sólo
adentrándome puedo conocer lo que en verdad me mueve, lo que amo, lo que me

1 “Conócete a ti mismo” en ASOCIACIÓN GEOFILOSÓFICA DE ESTUDIOS ANTROPOLÓGICOS Y


CULTURALES, [En línea], en http://ageac.org/ageac/conocete-a-ti-mismo/ (2 de junio del 2018).
2 Para los filósofos antiguos la palabra griega Thelos significa el sentido, el objetivo o la razón de ser

de algo. Aristóteles lo identifica con el fin último, con el propósito o la intención de una acción en pos
de alcanzar la vida feliz en la vivencia experiencial de la virtud.
disgusta, lo que pretendo, lo que realmente quiero lograr de mí. Ya lo decía San
Agustín de Hipona: “No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita
la verdad"3.

Ahora, cierto es que la aventura del conocimiento propio no es una tarea fácil.
El ser humano es una realidad altamente complicada de interpretar, de comprender,
sin embargo, podemos seguir la senda de aquella voz interior que llama, que atrae,
que indica el camino hacia la realización plena, hacia aquello que nos hará felices,
hacia aquel lugar íntimo donde radica el sentido de nuestra existencia, es decir, la
vocación.

Vocación etimológicamente, llamado4. La comprendemos como la


representación arquetípica de aquella voz interior (que muchos conciben como la voz
de la divinidad) la cual conduce a cada persona a la motivación más íntima que revela
la razón concreta y personal de su propia existencia y, por ende, de aquello que lo
hace feliz y pleno. La vocación no es algo ya establecido, o algo preelaborado que
debemos asumir, sino algo que nosotros mismos vamos construyendo, que se forja
en la medida que nos vamos conociendo mejor. Es un proceso personal de
discernimiento y desarrollo del carácter y personalidad propios que apuntan hacia
aquella meta o sentido que queremos dar a nuestra vida. Obviamente, esto implica
tomar las decisiones adecuadas para desarrollar ese plan o proyecto de vida hasta
llegar a concretarlo plenamente y convertirnos en aquello que deseamos ser.

Cuando se profundiza en el ser humano buscando responder al cómo la


persona accede al conocimiento de su vocación, encontramos que las metas que éste
va proyectando están llevadas por un impulso interior, un deseo de llegar a ser, es

3 SAN AGUSTÍN, De la verdadera Religión, [En línea], En: http://www.dfists.ua.es/~gil/de-vera-


religione-esp.pdf p. 41 (2 de junio de 2018).
4 VOCACIÓN: Del lat. vocatio, -ōnis 'acción de llamar'.

1. f. Inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de religión.


2. f. advocación.
3. f. Inclinación a un estado, una profesión o una carrera.
4. f. desus. Convocación, llamamiento.
*errar alguien la vocación
1. loc. verb. Dedicarse a algo para lo cual no tiene disposición, o mostrar tenerla para otra cosa en
que no se ejercita.
En Diccionario de la Real Academia Española, [En línea], En: https://dle.rae.es/?id=bzINevX (20 de
julio de 2018).

5
decir, busca poseer ciertos valores y cualidades con los que intuye será pleno; casi
nunca busca inventarse un modelo de vida, sino que percibe y admira valores que ya
están ahí y que le son atrayentes, sobre todo cuando los ve reflejados en otras
personas, por lo cual busca identificarse con ellos.

Lo dicho no significa que se copie sin más una forma de ser, sino que el ser
humano busca a aquellos valores que le permitan seguir un prototipo o modelo
personal de vida moral que dé estructura a toda la originalidad de su propia persona5.
Esto nos habla de que hay en el interior del ser humano una apertura intencionada y
emocional de la conciencia que tiende a los valores que transformen radicalmente su
ser en el mejor, en el que él comprende es su mejor versión, más allá de sólo
considerarse bueno porque obra o cumple ciertos mandatos, sino porque por medio
de esos valores se transforma esencialmente, en bueno, excelente.6

Es a partir de este ángulo axiológico, que el amor ha sido considerado por


algunos filósofos como el máximo valor, como la piedra angular que permite fundar y
construir a partir de él una ética general comunitaria y forjar un modo personal de vivir,
desde el cual se alimenta toda vocación humana.7

Entre estos filósofos me ha atraído, por su antropología y fenomenología, el


filósofo alemán Max Scheler, cuyo pensamiento axiológico propone a los valores
como aquellos que permiten llevar su seguimiento a forjar un modelo de vida. En su
propuesta axiológica vislumbro la oportunidad de hacer del seguimiento a los valores
un camino para saber discernir nuestro lugar en la vida. Hoy en día, en diálogo con
adolescentes, jóvenes e incluso adultos, nos hemos preguntado sobre cómo realizar
un discernimiento vocacional certero que nos permita encontrar nuestro sentido en la
vida a partir de un presupuesto inicial de conocimiento propio: tener claridad sobre

5 Cfr. SCHELER, Max; Ética, Caparrós Editores, Madrid 2001, p. 739.


6 Cfr. SÁNCHEZ-MIGALLÓN, Sergio; El seguimiento y los valores en la ética de Max Scheler, En
Revista SCRIPTA THEOLOGICA, Núm. 39, 2007, p. 410. [En línea], En:
https://www.unav.edu/publicaciones/revistas/index.php/scripta-
theologica/article/viewFile/11129/12367 (12 de agosto de 2019)
7
Cfr. MARTÍNEZ Juan Pablo; La interpretación del mandamiento del amor en la ética kantiana, en
Revista METAFÍSICA Y PERSONA, núm. 13, 2015, p. 148 [En línea], En:
https://doi.org/10.24310/Metyper.2015.v0i13.2723

6
qué capacidades y facultades tiene el individuo para desarrollarse, con qué
herramientas cuenta la persona para desenvolverse plenamente y cuáles son sus
potencialidades. De manera que, a partir de ello, sea posible descubrir si es capaz de
responder a la vocación a la que se siente llamado o si quizás se está
malinterpretando a sí mismo, y su vocación, su llegar a ser, es otro. Siendo así, surge
la pregunta transversal de esta tesis:

¿Es posible desde de la filosofía axiológica y antropológica de Max Scheler


legitimar un modelo de discernimiento vocacional?

En esta tesis, se pretende mostrar cómo la antropología filosófica de Max


Scheler, junto con su teoría axiológica, son fuentes de diálogo a través de las cuales
se puede establecer una vía de discernimiento vocacional mediante la comprensión
de cada una de las voces internas del ser humano, aquellas tensiones internas a las
cuales él clasifica en: valores, instintos, deseos, memoria, inteligencia, razón e
intuición8. Todas ellas permiten al sujeto, pensar, reflexionar, elegir entre lo verdadero
y lo falso, tomar decisiones y posturas, además de darle la capacidad de querer, de
desear, de tender hacia algo, y, sobre todo, la posibilidad de orientar todas sus
capacidades para alcanzar un fin. Es en el conocimiento y contemplación de modelos
éticos ideales que el hombre puede encontrar el estímulo para salir de la mediocridad,
cultivar su propia personalidad y convertirse en la mejor versión de sí mismo.

Siguiendo estos criterios de la propuesta filosófica de Scheler se pretende


forjar un camino de discernimiento hacia aquello que nos mueve, hacia lo que
realmente queremos y buscamos en la vida, desde lo que somos en verdad y
elegimos vivir de forma libre y consciente para nuestra propia realización, es decir,
nuestra vocación. Aquello que sustenta nuestra personalidad e identidad, que nos
hace únicos y auténticos en medio del mundo.

En el capítulo primero propongo conocer los datos más representativos de la


vida de nuestro filósofo: Max Scheler. No sólo conoceremos algo de su vida y

8Cfr. XIRAU, Ramón; Introducción a la historia de la filosofía, Universidad Autónoma de México,


México, 2011, p. 438.

7
experiencia personal sino también los diversos personajes que influyeron en él y en
la configuración de su pensamiento filosófico, tales como Agustín de Hipona, Blaise
Pascal, Eucken, Wilhelm Dilthey, Haeckel, Friedrich Nietzsche, Henri Bergson y,
sobre todo, Edmund Husserl.

Sabemos que la filosofía nace de la misma experiencia de vida del ser humano
que han confrontado su realidad y se ha dejado interpelar por ella. De modo que todo
su pensamiento es proyección del propio itinerario de conocimiento que el mismo
autor emprendió. Por esta razón, conociendo la vida de este gran filósofo alemán
podemos comprender con más profundidad su propuesta.

En el segundo capítulo entraremos de lleno al análisis de la propuesta


axiológica de Scheler que va desde el mismo concepto de valor hasta la
estructuración del Ordo Amoris9, el cual será clave en el planteamiento que al final se
hará sobre el discernimiento vocacional. En este capítulo será necesario seguir el hilo
conductor de la axiología de Max Scheler, el cual nos lleva a dar un recorrido por la
naturaleza y características de los valores, el ámbito afectivo y sensible del ser
humano y la intuición interior necesaria para distinguir y comprender cada una de las
emociones. Analizaremos la jerarquización de los distintos valores según su género
y naturaleza para terminar en la configuración del orden de los afectos que, según
Scheler, nos conducen a fuerzas interiores que hay en el ser humano que son
capaces de impulsarlo a explotar sus capacidades y lograr convertirse en aquella
mejor versión de sí mismo.

En el capítulo tercero nos sumergiremos en el análisis del seguimiento de


modelos en el que Scheler pretende que el sujeto escrute sus tendencias y afectos, y
mediante una jerarquización de valores dadas por el Ordo Amoris, pueda forjar una
personalidad ética concreta y ordenada basada en modelos ejemplares que le

9Para Scheler, el amor es el rasgo constitutivo de ser y dignidad de la persona a la vez de ser el medio
de apertura a la diversidad de valores a los que el hombre está llamado a realizar. Este amor, por ser
a la vez es un sentimiento consciente, mueve ascensionalmente a la persona a los valores más
perfectos por medio de una jerarquía de valores que es a lo que llamamos Ordo Amoris el cual tiene
dos acepciones: el descriptivo (aquello que se ama) y el normativo (aquello que se debería amar). De
modo que, el Ordo Amoris hará distinta, peculiar y única a cada persona según los valores a los que
esté llamada a realizar. Cfr. MARTÍNEZ Juan Pablo; op. cit., p. 149.
Se profundizará más al respecto de este concepto en unos de los acápites del segundo capítulo de
esta Tesis.

8
posibilitarán proyectar un ideal claro y objetivo hacia el cual tiende todo su ser. Es
decir, una meta hacia la cual tender para realizarse plenamente como persona desde
su realidad propia y concreta.

Por último, en este capítulo, se expone una propuesta de un discernimiento


vocacional a partir de directrices que propone Scheler para el conocimiento interno e
integral de la persona, la estructuración del Ordo Amoris y la tendencia al seguimiento
de ciertos modelos mediante los cuales hombres y mujeres pueden asentar su
vocación personal y encontrar el sentido de su propia vida.

Respecto a la vocación, Scheler no habla directamente de ella en su propuesta


filosófica, sin embargo, entabla diálogo con aquellos factores que permiten al ser
humano encontrar su propia identidad y misión en la vida; le da las herramientas para
que pueda realizar un autoconocimiento profundo de sí mismo y su realidad
otorgándole una serie de posibilidades para que pueda libremente tomar decisiones
fundamentales y proyectarse en la vida. Además, propone la vía axiológica para
encaminarse hacia la senda de la trascendencia espiritual donde puede encontrar la
felicidad más pura a la que puede aspirar todo ser humano: la santidad.

En este sentido, la filosofía de Scheler mira todo este movimiento volitivo,


biológico y espiritual como un fenómeno, es decir, como una manifestación de la
esencia del ser lanzadas a la conciencia, dispuesta a ser interpretada quedando a la
luz la relación que hay entre los fenómenos o hechos y la realidad que asume la
consciencia. Así se puede comenzar a construir un diálogo interior consigo mismo y
saber qué es lo que realmente nos mueve, nos motiva, nos hace felices y qué
queremos hacer en la vida. Por tanto, es necesario conocer todos aquellos factores o
potencialidades que influyen en las tendencias hacia a algo, en lo que deseamos o
queremos, es decir, en los sentimientos, los deseos y los impulsos afectivos.

Todas estas capacidades biológicas deben ser interpretadas a la luz de


potencialidades racionales, tales como la inteligencia práctica, la volición, la razón e
incluso la intuición, de manera que, toda decisión sea lo más libre posible, es decir,
meditada y sopesada en pos de tendencias más altas como los valores y una vocación

9
o propósito de vida que nos hayamos propuesto. ¿Cómo lo haremos? Ayudados por
el método fenomenológico a partir del cual Scheler estructura su propuesta filosófica.

Este método fenomenológico consta a grandes rasgos de tres momentos:


1. Examinar todos y cada uno los contenidos de la conciencia.
2. Determinar si estos contenidos son de naturaleza real, ideal, o son
imaginarios.
3. Suspender la conciencia fenomenológica, de forma tal que resulte posible
ajustarse a lo proporcionado en cuanto a tal y describirlo en su pureza.10

De esta forma, a medida que vamos conociéndonos se van abriendo nuevos


horizontes sobre lo que podemos ser, pero al mismo tiempo, se va delimitando un
estilo de vida entre lo bueno y lo malo. Por tanto, se va tomando postura en la vida a
partir de la intuición axiológica, escogiendo aquello que más nos haga plenos según
nuestros propios intereses y tendencias. 11

Después, evaluar las construcciones histórico-culturales o mundos (según la


terminología de Scheler) que tienen influencia en la toma de decisiones y en la forma
de vida que toma el ser humano, pues, muchas veces vienen a ser los marcos de
posibilidades de servicio, actividades, formas de vida, desarrollo, trabajo, oficio o
profesión. Además, todas ellas, pueden ser la fuente de las posibilidades
vocacionales para las personas dependiendo de factores religiosos, económicos,
políticos, históricos y culturales.

La metodología que se utiliza en esta tesis es una investigación bibliográfica y


monográfica del pensamiento de Max Scheler. Aunque, como ya se mencionó,
nuestro filósofo interlocutor no habla directa o concretamente del discernimiento
vocacional, toda su exposición filosófica permite un diálogo para fundamentar un
método de discernimiento vocacional partiendo de un conocimiento de la persona y
todo el contenido axiológico y cultural que le conlleva por estar inserto en una realidad
concreta.

10 Cfr. HUSSERL Edmund; Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica,
Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1962, p. 431.
11 Cfr. SCHELER, Max; Ética, Op. Cit., p. 640.

10
Para interpretar mejor la perspectiva de Scheler, se enriquecerá este trabajo
con citas de pensamientos de otros autores y filósofos que ayuden a comprender
mejor el tema central del discernimiento vocacional y encaucen al lector a comprender
mejor a Max Scheler y le permita comprender, a partir de ello, quién es el ser humano,
cuál es el propósito de su existencia, por qué debe discernir su vocación, qué es el
discernimiento, cuáles son sus características y los factores biológicos, sociales,
culturales históricos y antropológicos que inciden en él y, sobre todo, cómo se puede
realizar plenamente un proyecto de vida cuando se conoce cuál es la vocación propia.

Además, esta tesis se realiza siguiendo el método de estudio descriptivo, por


medio del cual, se busca describir cómo se puede desarrollar un método de
discernimiento vocacional a partir de la propuesta antropológica de Max Scheler. Por
tanto, se reflexionará sobre las características del discernimiento vocacional teniendo
como referencias los conceptos o variables de la propuesta filosófica scheleriana y lo
que sobre ella han comentado otros autores. Estas variables serán los esquemas de
valores según los cuales se buscará llegar al resultado específico de esta
investigación, que es el discernimiento vocacional y su concretización en un plan de
vida, es decir, la elección de un modelo que permita alcanzar estabilidad en todos los
sentidos a aquella persona que lo practique.

Posicionalidad y reflexividad del investigador

En la actualidad, el ser humano pareciera no darle mucha importancia a temas


profundos y esenciales como es el de la vocación ya que ha optado por enfocar toda
su atención a realizar actividades que le generen una remuneración con lo cual
sentirse mejor, aunque de forma efímera. El vaivén desenfrenado de la vida social de
hoy pareciera orillar a la persona a preocuparse sólo por lo netamente práctico, por lo
estrictamente necesario para sobrevivir, posponiendo para otro momento decisiones
que deberían fundamentar toda su existencia, tales como elegir su lugar en la vida,
su vocación.

11
Esta tesis surgió como una inquietud personal de alguien de a pie que ha tenido
un acercamiento a la filosofía, que ha sido movido por ella a tomarse enserio el
encontrar su lugar en la vida. La filosofía siempre inquieta, interroga, pone a temblar
con cuestionamientos aquello de lo que nos sentíamos totalmente seguros; siempre
nos está empujando a no acomodarnos a simplemente sobrevivir cuando estamos
llamados a vivir plenamente. Esta tesis es un texto reflexivo que, profundizando en la
teoría axiológica y antropológica filosófica de Max Scheler, puede encaminar a
repensar un modelo de discernimiento vocacional a aquellas personas inquietas, que
no se dejan encasillar por lo que otras personas llaman destino, ni mucho menos se
intimidan por los prejuicios culturales, sino que están dispuestas a encontrar la forma
de vida que realmente los haga felices.

He decidido tomar la oferta filosófica de Scheler para esta propuesta de tesis,


no sólo porque es un reconocido axiólogo y un gran antropólogo filosófico sino porque
su pensamiento es sumamente actual. Considero que el hombre y la mujer de hoy
que buscan conocer su lugar en la vida necesitan una visión más profunda y completa
de sí mismos, y puedan así, con más conciencia y libertad proyectar su existencia.
De ahí que me posicione filosóficamente en proponer que el ser humano, cuando es
capaz de conocer el llamado interior implícito que emerge del Ordo Amoris genera la
capacidad de contemplar modelos de seguimiento que le impulsen a construir su
propia existencia desde la encarnación de los valores materiales existentes.

12
CAPÍTULO I. CONTEXTO HISTÓRICO Y
FILOSÓFICO DE MAX SCHELER

13
1.1. Vida de Max Scheler

Para comprender la propuesta filosófica de un pensador, es indispensable conocer su


historia, su contexto socio-cultural, su propia vida: la que, sin duda, fraguó todo su
pensamiento y forjó, no sólo su personalidad, sino también su manera de interpretar
la existencia misma. Por ello, se expone a continuación los aspectos biográficos más
importantes, los principales rasgos de su personalidad y las influencias ideológicas
que tuvo a lo largo de su vida Max Scheler12; este preámbulo histórico y filosófico nos
permitirá comprender el porqué de su propuesta filosófica.

Max Ferdinand Scheler, es originario de Múnich, la capital de Baviera, en


Alemania, la cual lo vio nacer el 22 de agosto de 1874. Aunque su madre Sofie era
una judía de fe muy ortodoxa y su padre Gottlieb había dejado el luteranismo para
asumir la fe de su esposa, Max decide recibir el bautismo católico en 1889 animado
por el capellán de su escuela secundaria, a quien le tenía gran admiración. Siguiendo
a los críticos del pensamiento de Scheler, podemos afirmar que nuestro autor siempre
se consideró un hombre de pensamiento autónomo que sólo se dejaba influenciar por
personas de reflexión libre y de visión amplia, que no se aferraban a sus propias ideas,
sino que estaban dispuestos a seguir caminando sin miedo hasta encontrar la verdad.

Scheler comenzó su carrera universitaria en el año de 1883 en Múnich y tras


un año de estudio, decidió abandonar la facultad de Medicina para integrarse a la
Universidad de Berlín y seguir su verdadera pasión: estudiar Filosofía y Sociología.
En 1897, logró el título de Doctor por medio de la tesis titulada “Contribuciones a la
determinación de las relaciones entre los principios lógicos y éticos” de temática
axiológica al amparo de maestros como Simmel, Dilthey y Stumpf, quienes fueron de
gran renombre en su época.

12 Los datos biográficos presentados son mi síntesis y asimilación personal de muchas fuentes tanto
de libros, artículos de internet y revistas filosóficas que mencionan datos sobre la vida de Scheler, con
los cuales, a forma de rompecabezas fui desarrollando lo presentado ya que no había una sola fuente
que reuniera todos los aspectos que para mí eran importantes sobre este filósofo. Sin embargo, la
mayor fuente de datos en la que me he basado es la Biografía presentada por el Dr. Agustín Basave.

BASAVE Fernández del Valle, Agustín; Pensamiento y trayectoria de Max Scheler, HUMANITAS
Anuario del Centro de Estudios humanísticos, Universidad Autónoma de Nuevo León, México,1977,
pp. 13-28.

14
El amor tocó a las puertas del corazón de Scheler al conocer a Amelie von
Dewittz, con quien contrajo matrimonio civil en 1898. Esta relación sólo durará diez
años. Fue en esta etapa donde Max Scheler comienza su labor docente y uno de los
periodos de mayor importancia en la configuración de su pensamiento filosófico, la
cual, ha de considerarse como su primera etapa ideológica influenciado por sus
profesores de universidad, como Eucken y filósofos de pensamiento vitalista como
Dilthey y Bergson.

En 1901 fue nombrado profesor en la Universidad de Jena 13, en donde se


muestra interesado por la filosofía vitalista del francés Henri Bergson, basando su
pensamiento en una contra reacción al positivismo, estableciendo las bases del
carácter irreductible del ser humano a la naturaleza por medio del factor espiritual y
acreditando valores estéticos y mentales como alternativa a las ciencias naturales 14.
Esta propuesta filosófica mostró a Scheler la necesidad de reflexionar en torno al ser
humano desde otras perspectivas que no sean sólo las biológicas, sino contemplar la
otra parte, igualmente importante, que es la perspectiva espiritual, cuyos criterios
específicos son: la interioridad, la memoria, la intuición, la libertad, la conciencia y la
reflexión.

En el año de 1902, Scheler asistió a una convención filosófica en la ciudad


alemana de Halle, donde tiene un encuentro con Edmund Husserl. Este encuentro
será decisivo en el proceso intelectual de Max Scheler, ya que Husserl no sólo llegará
a convertirse en su maestro, sino en el personaje de mayor influencia ideológica al
sumergirlo en la exploración del método fenomenológico. Este método filosófico será
clave en la configuración de la propuesta antropológica scheleriana.

13
La Universidad Friedrich Schiller de Jena, se encuentra en la ciudad de Jena, en el estado de
Turingia, Alemania. Es considera una de las antiguas del país al fundarse en 1558. Famosa desde
siempre por su amplia gama de facultades bajo la dirección de los profesores más importantes de la
época tales como Gottlieb Fichte, Friedrich Hegel, o el mismo Friedrich Schiller. Véase:
https://www.uni-jena.de/en/start.html
14
Cfr. DUPLÁ Rodríguez, Leonardo; Las ideas biológicas de Max Scheler, en Δαι´μων. Revista
Internacional de Filosofía, núm. 57, 2012. [En línea], En:
http://revistas.um.es/daimon/article/viewFile/153031/142671 (Fecha de consulta: 28 de junio de 2018)
p. 100

15
En 1907 Max Scheler es trasladado a Múnich gracias a la influencia de Husserl,
sin embargo, no puede asumir la cátedra debido a un escándalo en torno suyo,
suscitado por su esposa Amelie, con quien estaba en proceso de separación y quien
logró que se le negara la venia docenti15 dejando a Scheler con una mala reputación
y en una situación económica muy precaria. No obstante, Husserl lo toma como uno
de sus mayores protegidos y le ayuda a salir de este mal momento, impulsándolo a
seguir escribiendo y a publicar sus obras.

Aquí comienza el segundo periodo ideológico de su vida, marcado por la


influencia de Husserl. En este periodo escribe y publica la mayoría de sus más
importantes obras. En 1912 publica: El resentimiento en la moral, Los ídolos del
conocimiento de sí mismo, El formalismo en la ética y ética material de los valores.
En 1913: Rehabilitación de la virtud, Sobre el pudor y el sentimiento de vergüenza.
En 1914: Muerte y supervivencia, Fenomenología y metafísica de la verdad,
Fenomenología y teoría del conocimiento, La idea del hombre. En 1916: Ordo Amoris.
En 1921: Modelos y jefes, De lo eterno en el hombre.

La fama de Scheler se extendió por toda Alemania; su genialidad y espíritu


católico le ganaban muchos simpatizantes, tanto así, que se le restituye la venia
docenti y se le invita a tomar posesión de la Cátedra de Filosofía y Sociología en la
Universidad de Colonia y a dirigir el reciente Instituto de Investigaciones en Ciencias
Sociales. Fruto de esta experiencia laboral escribe la obra Problemas de una
Sociología del conocimiento.

En esta etapa renueva su conversión al catolicismo contrayendo matrimonio


religioso con Märit Furtwängler, una de sus más brillantes alumnas, quien le brindaría
a Max Scheler estabilidad. Ahora bien, a partir de 1921, Scheler muestra una ruptura
ideológica radical respecto al catolicismo, promoviendo una nueva visión panteísta
del mundo donde la divinidad ya no tiene ese carácter personal como en el
cristianismo. En esta nueva faceta, se enmarca la tercera etapa ideológica de Scheler,
el cual, comienza a ser un personaje incómodo en la Universidad de Colonia, lo que

15
Licencia que certifica a un profesor con la facultad de enseñar en una universidad concreta, según
los estatutos propios de la institución.

16
le lleva a aceptar la oferta de trasladarse a la Universidad de Frankfurt, donde, antes
de ejercer como docente, muere de forma repentina a los 54 años de edad a causa
de un paro cardíaco el 24 de mayo de 1928.

Sus funerales fueron realizados con grandes honores en Colonia, donde, como
homenaje póstumo, se publicó una conferencia suya titulada El puesto del hombre en
el cosmos, considerada como su última obra y la prueba de que su propuesta filosófica
estaba encaminada a establecer un nuevo sistema de metafísica y antropología
filosófica.16 En esta obra, Scheler analiza las distintas propuestas antropológicas
intentando explicar lo que es el hombre desde la tradición judeo-cristiana, la tradición
filosófica griega y la tradición científico-natural de la ciencia moderna, las cuales, para
Scheler fueron incapaces de delimitar una idea única de ser humano, limitándose
cada una de ellas a exponer, sólo parcialmente, aspectos antropológicos aislados y
no toda su unidad. Él, sin embargo, echando mano del método fenomenológico,
pretende ir a las cosas mismas para describir al hombre desde su esencia, pero sin
despreciar los aportes de la ciencia que han de completar todo el cuadro
antropológico.17

1.2. Influencias filosóficas en el pensamiento de Max


Scheler

Como hemos vislumbrado en el recorrido biográfico, Max Scheler siempre fue


un hombre de pensamiento propio, al que ni siquiera la formación judía de su familia
lo doblegó en sus convicciones y en su decisión de convertirse al catolicismo. A lo
largo de su vida sólo se dejó influenciar por personas que, como él, buscaban un

16
Cfr. HECKMANN, Wolfhart; introducción en Max Scheler, El puesto del hombre en el cosmos,
Editorial Alba, Barcelona, 2000, p. 30
17
Cfr. DE LA CRUZ, Valles Antonio; El concepto de espíritu en la antropología de Max Scheler: Un
estudio sobre “El puesto del hombre en el cosmos”, en A parte rei. Revista de Filosofía, p. 2. [En línea],
En: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/scheler31.pdf (Fecha de consulta: 30 de junio de 2018)

17
horizonte amplio para comprender la vida y al ser humano; que estaban dispuestos al
diálogo e incluso, a cambiar de parecer si esto significaba ser fiel a la verdad.

Max Scheler era un filósofo que buscaba ir a lo fundamental, a la esencia


filosófica que hace creativo el razonamiento humano; un pensador al que no le da
miedo sustentar su postura en lo clásico y vislumbrar nuevas vertientes. Scheler
quiere conocer al ser humano en toda su amplitud, sin dejar nada fuera del análisis,
de forma que lo psicológico, lo histórico, lo ético, lo socio-cultural, lo biológico y lo
espiritual tienen cabida en una misma reflexión antropológica.

Ahora bien, una personalidad como la Max Scheler era toda una
contracorriente en medio de una Alemania donde la ciencia parecía apagar la sed
intelectual por lo que está más allá de lo real, limitándose simplemente a lo concreto.
Para Scheler esto no fue suficiente, por lo que comenzó a buscar el rigor clásico y
sistemático para dar respuesta al positivismo. Aun cuando se esperaba que las
ciencias satisficieran la necesidad intelectual de la época, todo se vuelca a un
reinterpretar al ser humano, especialmente desde la historia y no desde la biología,
buscando un saber a nivel antropológico.

Scheler quiere responder a estas necesidades concretas y en este camino se


encuentra con pensadores que, al igual que él, tienen el mismo objetivo y de quienes
recibirá influencia para la configuración de su propuesta filosófica. De manera general,
podemos afirmar que Scheler evoca las siguientes influencias filosóficas 18: por parte
de San Agustín y Blaise Pascal la dimensión axiológica de una antropología centrada
en el amor como valor supremo; por medio de Wilhelm Dilthey recibirá la influencia
de un vitalismo histórico, por parte de Friedrich Nietzsche un vitalismo irracional; por
medio de Rudolf C. Eucken y de Henri Bergson un vitalismo espiritualista; y, por
último, por medio de Edmund Husserl, el método fenomenológico que será la base
para la estructuración de su propuesta antropológica.

18 Tales influencias filosóficas, ahora mencionadas, se desarrollan con más profundidad en el


siguiente acápite.

18
1.2.1. Primer periodo. Influencia de filosofías vitalistas en Max
Scheler

Antes de adentrarnos de lleno al primer periodo ideológico scheleriano de


impronta vitalista, es importante mencionar la gran influencia de Rudolf Eucken19 para
Max Scheler, por cuyo medio, profundizará en el pensamiento de Agustín de Hipona
y Blaise Pascal, además de tener acercamiento al neokantismo.

La relación entre estos dos filósofos fue muy estrecha. Eucken fue maestro de
Scheler en sus primeros años de estudio universitario en Jena y eran tan afines a las
ideas que, junto con otros alumnos, fundaron la sociedad Philosophische
Gesellschaf20, dedicada a la reflexión y estudio serio de problemáticas actuales que
no eran de mucha relevancia en el ámbito universitario de su tiempo21. La admiración
de Scheler por Eucken fue tal que realizó su tesis doctoral bajo su guía, cuya temática
giró en torno a la investigación de la relación entre los principios lógicos y los principios
éticos.

Como hemos mencionado, un aspecto importante de la influencia de Eucken


fue que, gracias a él, Scheler pudo vislumbrar el imperio de lo espiritual sobre la lógica

19
Nacido en Aurich, Alemania, el 5 de enero de 1846, fue uno de los filósofos alemanes más
sobresalientes en torno a la postura espiritualista, es decir, la supremacía de los valores del espíritu
humano mediante una praxis congruente con la moral religiosa que permitiera al hombre darle un
sentido pleno a su vida. Su capacidad de inspirar a otras personas mediante sus escritos le valieron el
Premio Nobel de literatura en 1908. Su formación filosófica fue altamente hegeliana, no obstante,
recibió gran influencia del pensamiento de Platón y Fichte. Murió en Jena, Alemania, el 15 de
septiembre de 1926.
Johann Gottlieb Fichte [En línea], En: https://es.wikipedia.org/wiki/Johann_Gottlieb_Fichte (Fecha de
consulta: 30 de junio de 2018)
20
Philosophische Gesellschaft, o Sociedad filosófica, fue una comunidad de reflexión extraescolar que
fundó en 1986 el filósofo y catedrático Rudolf Eucken junto con algunos alumnos de la Universidad de
Jena, entre ellos Max Scheler, con el propósito de discutir problemas filosóficos de actualidad que
pasaban a segundo término en la Universidad.
21
Cfr. GIBU Shimabukuro Ricardo, El joven Scheler ¿filósofo neokantiano?, en Revista Estudio, p. 36
[En línea], En:
http://cmas.siu.buap.mx/portal_pprd/wb/filosofia/003el_joven_scheler_filosofo_neokantiano (Fecha de
consulta: 30 de junio de 2018)

19
del materialismo, retomando a San Agustín22 y a Blaise Pascal23 como grandes
inspiradores para conformar su manera de entender la Filosofía de la vida24. Y es que,
Agustín de Hipona, sin duda, ha sido uno de los filósofos más influyentes en el
pensamiento occidental y en Max Scheler no fue la excepción. La visión del hombre
que busca trascender por medio de la vivencia de los valores más altos, tales como
el amor, hacen de la propuesta agustiniana una reflexión atractiva para aquellos como
Scheler que se empeñan en dar al amor un papel fundamental en la comprensión
antropológica del ser humano.

Para Scheler, el amor abre la puerta al mundo de la subjetividad humana, en


ella, es posible observar nítidamente vivencias emocionales con gran carácter
intencional donde el amor sobresale como el principal y básico acto emocional, a partir
del cual, se marcará la escala de preferencias y la totalidad de sentimientos a los que
el hombre es sujeto.25

Tanto para San Agustín, como para Blaise Pascal, el amor es de suma
importancia al considerarlo como guía de las acciones humanas. “Esto implica cierta
racionalidad o, como diría Pascal, esto requiere una «lógica del corazón», pero una

22
Aurelio Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre de 354 en la antigua Tagaste en Argelia. Es
reconocido como el máximo representante del pensamiento filosófico-teológico del cristianismo en
primer milenio, tanto así que se lo considera Doctor y Padre de la Iglesia Cristiana Católica. Uno de
sus mayores aportes ideológicos es la propuesta de complementar la fe y la razón sin sobreponer una
de otra, además de exponer magistralmente la introspección o reflexión interior, el conocimiento de sí
mismo para luego conocer lo exterior. Es ordenado sacerdote y obispo de Hipona donde fue famoso
por su sabiduría y donde murió el 28 de agosto del 430. Vida de San Agustín [En línea], en
http://www.agustinosrecoletos.com/quienes-somos/san-agustin-de-hipona/ (Fecha de consulta: 5 de
agosto de 2018)
23
Este matemático, físico y escritor francés, nació el 19 de junio de 1623 en París. Es considerado uno
de los más eminentes filósofos cristianos, ya que luchó por demostrar que la fe y la razón no se
contraponen, sino que forman una misma unidad en el ser humano aportando grandes matices a la
visión ontológica. Muere en su misma ciudad natal el 19 de agosto de 1662. Blaise Pascal. Síntesis
biográfica [En línea], en https://www.ecured.cu/Blaise_Pascal (Fecha de consulta: 5 de agosto de 2018)
24
La filosofía de la vida es gestada en el pensamiento agustiniano, primeramente, y retomada por el
pensamiento de Pascal. Ésta consiste en considerar al alma (llamada espíritu en el lenguaje de Max
Scheler) como el principio vital del ser humano y complemento del cuerpo biológico; en ella, residen
tanto la memoria como los apetitos y la capacidad de conocimiento e intuición. El alma, al ser principio
vital del hombre, es capaz de manifestarse a través de la belleza, el orden y la bondad si llega a un
estado de espiritualidad tal que sea reflejo de la divinidad, y, por ende, es también capaz, interiormente,
de intuir las verdades universales, teniendo como valor supremo el amor o la caridad.
25
Cfr. SÁNCHEZ León, Alberto; El amor como acceso a la persona. Un enfoque scheleriano del amor,
en Veritas. Revista de Filosofía y Teología, núm. 25, septiembre, 2011. p. 95. [En línea], En:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=291122199006 (Fecha de consulta: 30 de junio de 2018)

20
lógica que no puede reducirse a la lógica del entendimiento”26. Es decir, la lógica del
corazón es aquello que guía la esencia del hombre, un Ordo Amoris, el que jerarquiza
el orden de todo lo más valioso que el hombre pueda poseer de bien en sí mismo,
teniendo como referencia suprema al amor.27 Para Scheler, esta visión agustiniana lo
inducirá a configurar el amor como el culmen y el centro de la ética humana, puesto
que permite al hombre trascender, ir más allá de sí, encontrándose a sí mismo y a lo
más sublime de su existencia por medio de la caridad. Para Scheler, el amor es una
dinámica interna y creativa que nos hace descubrir los valores más altos y
desconocidos de los cuales el hombre es capaz.28

Scheler, al igual que San Agustín, identificó el amor con la búsqueda de los
valores. Para San Agustín y Scheler, los valores se encuentran en el Dios católico
como el prototipo y fuente de la plenitud de la virtud y de todo valor. Para Max Scheler,
es importante mirar alto, tender hacia Dios (prototipo del amor), como el bien supremo,
como fundamento de toda configuración antropológica, ya que, donde el ser humano
tenga su valor, su origen, de ahí mismo todas las columnas que construyan su vida
tenderán como a su fin, y si esta meta es infinita como Dios, infinitas también serán
sus posibilidades, pues, el amor no lo limita, sino que le da la capacidad de ser
creativo.29

Por otro lado, la influencia de Pascal sobre Max Scheler gira en torno a una
visión mística de la afectividad humana, la cual tiene su centro en la capacidad de
intuición que posee el corazón para asumir que, si la razón humana está limitada para
comprender realidades metafísicas como Dios, la razón del corazón sí tiene la
facultad de hacerlo mediante la fe. Para Pascal el hombre puede alcanzar la conducta
humana más excelsa si vive de frente a Dios, llevando una vida santa, pues desarrolla

26
Ibídem.
27
Cfr. Ibídem.
28
Cfr. Ibíd. p. 96
29
Cfr. SOLÍS Nova, David, La definición del amor en la filosofía de Max Scheler, en Revista Universidad
Pontificia de Salamanca, p. 132. [En línea], En:
http://summa.upsa.es/high.raw?id=0000030357&name=00000001.original.pdf (Fecha de consulta: 30
de junio de 2018)

21
una intuición más aguda para saber elegir los valores más altos que existen como la
caridad, el amor.30

Ahora bien, Scheler, no sólo considera al amor como el más sólido de los
fundamentos de la naturaleza humana, sino que, incluso ve en él un carácter
vocacional. Él considera que el amor llama al hombre y a la mujer a vivir, a ser lo que
es y a experimentar los valores que le hacen consciente de la responsabilidad
personal de encontrar aquello que lo haga pleno, que le permita alcanzar su
salvación31, aquello a lo que tiende todo su interior y que nadie más puede elegir por
él. Y no sólo eso, además, hace al ser humano consciente ante el deber de responder
a la tarea moral de configurar el rumbo de su existencia con sus actos y decisiones
personales. Este aspecto es clave para entender nuestra propuesta de tesis. En el
siguiente capítulo analizaremos esta propuesta de Scheler. Ahora, simplemente
hacemos mención de la importancia de la influencia de San Agustín y Pascal, dado
que en esta etapa del pensamiento scheleriano se gesta una reflexión mística de la
vida humana que trasciende lo biológico gracias a la experiencia espiritual y
axiológica.

Ahora bien, Eucken, San Agustín y Pascal, no fueron los únicos filósofos que
influenciaron la configuración del ideológica de Max Scheler. Es necesario enfatizar
otro aspecto importante en la gestación de su pensamiento, como se ha mencionado
en la parte bibliográfica, esto es, la influencia neokantiana que tuvo Scheler en sus
primeros años universitarios manifestada con claridad en su tesis doctoral defendida
en Jena en 1897.

Como breve síntesis, el neokantismo intenta recuperar la crítica del


conocimiento ante el materialismo y positivismo imperantes en esta época que
promueven una ruptura con la metafísica y una visión del hombre que progresa
gracias a lo meramente concreto como la ciencia y la técnica.32 Con ello, también se

30
Cfr. RODRÍGUEZ Y MORGADO, Jorge Alberto; “El corazón tiene razones que la razón desconoce”,
[En línea], en https://www.sabersinfin.com/articulos/historia/13620-el-corazon-tiene-razones-que-la-
razon-desconoce (Fecha de consulta: 12 de agosto de 2018)
31
Cfr. SÁNCHEZ León, Alberto; op. cit., p. 98
32
Cfr. GIBU Shimabukuro Ricardo, El joven Scheler ¿filósofo neokantiano?, en Revista Estudio, p. 38
[en línea], En:

22
buscaba regresarle a la filosofía su estatus científico que había sido puesto en duda
por el idealismo Hegeliano.

En la tesis doctoral de Scheler realizada en 1987 bajo el título de Aportes a la


investigación en torno a las relaciones entre los principios lógicos y éticos, se
muestran muchos aspectos que revelan la influencia neokantiana en esta etapa de
Scheler y que, al negarlos más tarde, serán el trasfondo de su interés por la ideología
vitalista. Uno de los principales objetivos de la tesis de Scheler era superar las
innumerables tensiones entre el conocimiento histórico y el conocimiento científico, lo
cual, enmarca uno de los ideales neokantianos más importantes.

Siguiendo a -Ricardo Gibu, para los neokantianos, el papel de la filosofía


consiste en esclarecer todas la condiciones de posibilidad del objeto de la ciencia, es
decir, mostrar claramente cómo el objeto va siendo constituido por el pensamiento,
pero sin estancarse en ello, sino abriéndose a todas las posibilidades que esta ciencia
brinda, tales como la sistematización de la cultura que es capaz de englobar todos los
ámbitos de la vida humana por medio de una unidad trascendental de lo ético, lo
estético, de lo religioso y lo lógico.33

Sin embargo, aunque Scheler asumió algunos matices neokantianos, al


conocer a Husserl en Berlín y al formar parte en su equipo colegas, lo hizo
desencantarse de la postura neokantiana.34

La segunda experiencia en la que Scheler recibió mayor influencia, después


de la experiencia con Eucken, fue de mano de Dilthey35 en Berlín. Esta experiencia le

http://cmas.siu.buap.mx/portal_pprd/wb/filosofia/003el_joven_scheler_filosofo_neokantiano (Fecha de
consulta: 30 de junio de 2018)
33
Cfr. Ibídem.
34
Cfr. Ibíd. p. 35
35
El historiador, sociólogo, psicólogo y hermeneuta Wilhelm Dilthey, nació el 19 de noviembre de 1833
en Biebrich, Renania, es decir, en la región oeste de Alemania en los límites del río Rin. Dilthey es
además uno de los filósofos más importantes de su época al proponer las ciencias del espíritu frente a
las ciencias naturales como el método más eficiente para comprender al ser humano, su esencia y
desenvolvimiento histórico. Sus obras más importantes son: La vivencia y la poesía, La esencia de la
filosofía, y, Los tipos de la concepción del mundo y su constitución en sistemas metafísicos. Muere
durante unas vacaciones en la provincia italiana de Tirol del sur el 1 de octubre de 1911. FERNÁNDEZ
Labastida, Francisco; Wilhelm Dilthey, Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, [En línea], En:
http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/dilthey/Dilthey.html (Fecha de consulta: 30 de junio de
2018)

23
dejó una profunda inquietud por establecer una ciencia subjetiva de las Humanidades
o Ciencias del Espíritu y con una metodología distinta a las ciencias de la naturaleza,
donde la realidad histórica-social pudiera interpretar y comprender al ser humano
desde la experiencia del arte, el lenguaje, la religión y las demás expresiones
culturales aunadas a la reflexión psicológica y sociológica que pudieran encontrarle
un sentido.36

Dilthey propuso una hermenéutica que contribuyó a dar un giro de lo ontológico


a lo antropológico, concibiendo al hombre como “una totalidad concreta, histórica y
viva, que gracias al lenguaje crea un mundo en torno a sí”37. Es decir, la totalidad del
ser humano sólo puede darse si se tiene en cuenta su ser histórico, espiritual y
biológico. Esta propuesta se configura por la integración de la filosofía trascendental
de Kant, el idealismo absoluto de Hegel y la filosofía de la voluntad de Nietzsche,
dando como resultado la sistematización de lo que Dilthey llama “Filosofía de la
vida”.38

Para Dilthey, la cultura es la articulación de la vida humana por ser una esfera
de creatividad y libertad y, por ende, el papel de la filosofía consiste en “descubrir e
interpretar conceptualmente los fundamentos de la construcción humana de la cultura
a partir de los resultados de las ciencias particulares”39. Con esta base se esmeró en
dar fundamento filosófico a las ciencias del espíritu proponiendo que la realidad a la
que llamamos vida excede todo razonamiento humano, por lo cual, el punto de
referencia de conocimiento en la filosofía debe ser la vida humana, que manifiesta
sus diversas formas (ideales, valores, pasiones y objetivos) condicionados por el
acontecer social a lo largo de la historia.40

36 Cfr. BASAVE Fernández del Valle, Agustín; Pensamiento y trayectoria de Max Scheler, HUMANITAS
Anuario del Centro de Estudios humanísticos, Universidad Autónoma de Nuevo León, México,1977, p.
14.
37
PRZYLEBSKI, Andrzej; Dilthey y el giro antropológico de la filosofía, en Revista filosófica Contrastes
Volumen XIX, núm. 2, 2014, p. 290 [En línea], En: https://www.uma.es/contrastes/pdfs/019/15-
Andrezej.pdf (Fecha de consulta: 30 de junio de 2018)
38
Cfr. Ibíd. p. 291
39
Ibíd. p. 292
40
Cfr. Ibídem.

24
En este aspecto, Dilthey propone una antropología con bases de una
psicología analítico-descriptiva para el análisis teorético del ser humano partiendo del
principio fenomenológico según el cual la realidad se da a nosotros mediante las
vivencias que son interpretadas por los actos de la consciencia como fenómenos41.
Esto puede considerarse altamente compatible con la fenomenología de Edmund
Husserl. Ahora bien, tanto Dilthey como Scheler basan su antropología en que el ser
humano es un ser biológico que busca sobrevivir en su entorno social siguiendo sus
propios estímulos y sensaciones; la actitud emocional es considerada la más
importante para su desarrollo, ya que permite responder a los efectos del entorno
dando lugar a los valores y a las valoraciones vinculando al hombre con la realidad
concreta de su propia existencia.42 Todo ello lleva al hombre a establecer líneas de
acción para alcanzar sus fines y metas con las que se proyecta a futuro.

Max Scheler, siempre estuvo interesado por las ciencias de la vida. Esto se
refleja en el hecho de que comenzara su vida universitaria en el ámbito biológico
estudiando medicina en Múnich, o que, ya como estudiante de filosofía en Berlín,
fuera atraído por la propuesta filosófica del biólogo Ernst Haeckel43. La propuesta de
Haeckel reflexiona al ser humano como parte de una ecología, una relación profunda
de los seres vivos con su entorno, no sólo a nivel fisiológico sino también a nivel
psicológico.44 En esta etapa, Scheler se ve atraído por el tema de la vida que estaba
tan en boga en el ambiente filosófico europeo de finales del siglo XIX y principios del
XX. En su pensamiento pretende reivindicar el carácter irreductible de la vida humana
en el centro de la reflexión. Además de la influencia biológica de Haeckel y la visión

41
Cfr. Ibíd. p. 293
42
Cfr. Ibíd. p. 294
43
Ernst Haeckel, nació en Potsdam, en la actual Alemania, en el año 1834. Fue un conocido biólogo
quien aportó una investigación especulativa acerca de una visión totalmente materialista de la vida y
el universo. Inventó el término ecología para hacer referencia al estudio de la interacción entre los
animales. Murió en Jena el 9 de agosto de 1919. Ernst Haeckel, Biografías y vidas: Enciclopedia
biográfica en línea [En línea], en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/haeckel.htm (Fecha de
consulta: 5 de agosto de 2018)
44
Cfr. DUPLÁ Rodríguez, Leonardo; Las ideas biológicas de Max Scheler, en Δαι´μων. Revista
Internacional de Filosofía, núm. 57, 2012, p. 98. [En línea], En:
http://revistas.um.es/daimon/article/viewFile/153031/142671 (Fecha de consulta: 28 de junio de 2018)

25
vitalista-historicista de Dilthey, Scheler fue influenciado por el pensamiento de
Friedrich Nietzsche45 y de Henri Bergson46.

Henri Bergson, no sólo es considerado como uno de los principales filósofos


místicos del siglo XX, sino también como uno de los mejores expositores de la
propuesta vitalista desde una perspectiva idealista. Rechaza todo conocimiento lógico
que sea fruto de la mera razón, para darle paso al conocimiento, fruto de la intuición
contra toda concepción científica. La propuesta filosófica de Bergson fue toda una
revolución en su momento, pues, no sólo dio énfasis al carácter irreductible del
hombre y su realidad ante las ciencias empíricas, sino también la oportunidad de
generar una filosofía cristiana en medio de un ambiente filosófico desligado de la
religión.47

Henri Bergson trabajó al máximo por restaurar la vía del espíritu, es decir, la relación
entre vida y el espíritu, sentimiento y razón, alma e idea, que parecían haber sido
separados por la ideología del modernismo, como en una especie de divorcio entre
vida y razón.48

Su estrategia para lograrlo fue la promoción de las categorías metafísicas de


la intuición y la duración. La intuición filosófica concebida como la emoción gozosa de
poseer o comprender la realidad por la contemplación metafísica en el pensamiento;

45
Friedrich Wilhelm Nietzsche nació el 15 de octubre de 1844 en Röcken, Alemania, aunque años
después se nacionalizó suizo. Además de filósofo fue músico y poeta. Su propuesta filosófica es una
de las más importantes del siglo XIX al ser considerada una crítica a la cultura de occidente tratando
de que el hombre, dejando el orden de pensamiento trascendente, se enfrente a la lucha interior de
voluntades como aquello de lo cual brotará en una especie de sentido o impulso de vida. Muere en
Weimar, Alemania, el 25 de agosto de 1900, después de un tiempo de sufrir desorden mental. Friedrich
Nietzsche, Biografías y vidas: Enciclopedia biográfica en línea [En línea], en
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/n/nietzsche.htm (Fecha de consulta: 28 de junio de 2018)
46
Henri-Louis Bergson, es un filósofo francés nacido en París el 18 de octubre de 1859. Altamente
influenciado por las corrientes vitalistas y espiritualistas, es conocido como el filósofo de la intuición al
proponer la intuición como el medio para entrar en contacto con lo que hace único a cada ser humano.
Sus principales obras son Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia, La energía espiritual y
Las dos fuentes de la moral y de la religión, que le hicieron ganar el Premio Nobel de Literatura en
1927. Muere en París el 4 de enero de 1941. Henri Bergson, Biografías y vidas: Enciclopedia biográfica
en línea [En línea], en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/bergson.htm (Fecha de consulta:
28 de junio de 2018)
47
Cfr. DE MOINE Riego Inés, Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria entre mística,
moral y filosofía, en Revista VERITAS, Vol. III, Núm. 19, 2008, p. 296. [En línea], En:
file:///C:/Users/ioshe/Downloads/Dialnet-RecordandoAHenriBergson-2723259.pdf (Fecha de consulta:
28 de junio de 2018)
48
Ibídem.

26
un habitar fluidamente en lo real, tal cual es, sin ninguna distorsión de prejuicio
alguno.49 Realidad que no es estática o eterna, sino cambiante y maravillosa, digna
de ser descubierta, experimentada, y vivida, pues su duración es un fluir ahora,
constante y cotidiano, un tiempo puro.50

Ahora bien, si este estado de tiempo puro llamado duración es el tiempo de la


consciencia, la esencia de la duración interior es la libertad, el yo mismo motivado por
la acción sin ninguna otra ley que la coaccione. Pues, tal y como afirma De Moiné:
“Bergson cree que sólo mediante el conocimiento interior, primero intuitivo y
emocional antes que intelectivo y racional, puede el hombre saber cuál es su verdad,
esto es, esa unidad múltiple de su persona”51.

Bergson comprende al hombre como la unidad de cuerpo y alma, materia y


espíritu, en donde la consciencia no se haya en la materia sino en el espíritu. Lo
biológico, aunque es el sustento material de los impulsos nerviosos, sólo es un medio
para que se posibilite un estado de consciencia.52 A esta consciencia Bergson la
entiende como la libertad misma que se manifiesta en el intelecto de la persona para
decidir y reflexionar cada momento de su existencia.

Es por medio de la propuesta filosófica de Bergson que Scheler intuye la


necesidad de un método propio para escuchar la voz de la conciencia, que permita al
hombre ser libre y responsable en la construcción de su propio destino, creándose a
sí mismo y, con ello, creando el sentido de las cosas.

Por otro lado, Friedrich Nietzsche, propone una visión vitalista del ser humano,
no lo hace desde una perspectiva semejante a otros filósofos que reflexionaron al
respecto, sino justamente como una crítica a todo el pensamiento occidental. Scheler
encuentra en Nietzsche ideas sumamente valiosas y de las cuales se deja influenciar.

49
Cfr. Ibíd., p. 299
50
Cfr. Ibíd. p. 302
51
Ibíd. p. 303
52
Cfr. Ibíd. p. 308

27
Para Nietzsche la realidad es la vida misma, ésta debe interpretarse desde una
nueva forma de comprender la realidad y la verdad libre de los valores apolíneos53
que nos limitan y condicionan. Por el contrario, Nietzsche postula que la vida se rige
por los valores dionisíacos, es decir, una lucha constante de los impulsos del ser
creándose, destruyéndose y volviéndose a reinventar en una dinámica de devenir
constante e infinito en pos de la voluntad de poder, es decir, del ser y querer ser, sin
importar lo doloroso que estas consecuencias puedan llegar a ser. 54 El ser humano
posee una variedad tan amplia de interpretaciones de la vida que esto le permite no
dejarse enfrascar por un par de posibilidades que la sociedad y la cultura quieren
orillar a elegir como lo único y lo más aparentemente correcto para ser y vivir.

Desde el pensamiento de Nietzsche, nuestra vida sólo tomará rumbo y forma


cuando nos decidamos a sumergirnos en la dinámica del devenir, sin pensar tanto en
lo que la sociedad quiere o espera de nosotros y nos dejemos llevar por nuestra
pasión interna, por aquello que queramos ser, libres de cualquier influencia externa,
ya que no existe una verdad absoluta a la cual debamos someternos, sino simples
perspectivas y opiniones que van y vienen y que, por tanto, no debieran intimidarnos.
Con ello, Nietzsche propone abrazar la vida, no desde los valores tradicionales que
nos condicionan y limitan, sino desde los valores de la voluntad de poder que nos
impulsan a la creatividad individual sin querer ajustarnos a lo que la sociedad llamara
bueno, correcto o santo.55

Aunque en esto último Max Scheler ya no concuerde, pues él sí propondrá


valores tradicionales como medio para alcanzar la santidad como plenitud de la vida
humana, es cierto que su propuesta de los valores no limita al ser humano en la toma
de decisiones, ya que, el mismo hombre al comprender sus pasiones y tendencias
interiores, podrá tener la posibilidad de ser más consciente de lo que quiere para su

53
Los valores apolíneos hacen referencia a toda aquella jerarquía valorativa que nos hace juzgar entre
lo que es bueno y malo sometidos a la interpretación que de ello nos marque la cultura y la sociedad,
lo cual, para Nietzsche, implica subyugarse a una moral aplastante, que coarta la libertad y la misma
esencia de la vida humana escudándose tras la bandera de la razón.
54
Cfr. MOLERA Eugenio, El vitalismo de Nietzsche, p. 14. [En línea], En:
http://iesolorda.cat/departaments/fi/El_vitalismo_de_Nietzsche.pdf (Fecha de consulta: 28 de junio de
2018)
55
Cfr. Ibíd. p. 30

28
vida, tomar mejores decisiones y dar pasos sólidos en la configuración de su propio
futuro.

1.2.2. Segundo periodo. La influencia de la filosofía


fenomenológica de Edmund Husserl

Un segundo periodo en el pensamiento de Max Scheler se gesta, sin lugar a


duda, cuando conoce a Edmund Husserl56 en la ciudad de Halle en el año de 1902.
Tanto Husserl como Scheler se consolidarán juntos como los mayores exponentes de
la fenomenología en toda Europa. No obstante, Scheler nunca dejará de lado su
afición por lo afectivo, lo axiológico y lo vitalista, lo que le lleva a adecuar el método
fenomenológico de Husserl para interpretar tres cuestiones fundamentales: la
epistemología y los valores, la vida y el hombre, los sentimientos y la Deidad57. Todo
ello, enmarcado aún, en una espiritualidad de ideología católica.

En esta etapa, Scheler desarrolla de forma minuciosa su teoría axiológica o


estimativa donde el ser humano se convierte en un valor en sí mismo. Para
comprender mejor la gran influencia que Husserl tuvo sobre Max Scheler
analizaremos la propuesta fenomenológica de Husserl y, después, cómo se asimiló
en la filosofía scheleriana.

56
Edmund Gustav Albrecht Husserl, nació el 8 de abril de 1859 en Prostějov, República Checa. Fue
discípulo de Franz Brentano y uno de los matemáticos y filósofos del siglo XX al ser considerado padre
de la fenomenología, una ciencia novedosa y de características infinitas en su época. Sus primeros
estudios giraron en torno a las matemáticas por lo que más tarde su primera obra será la Filosofía de
la aritmética. Atraído por el estudio de la lógica y la psicología escribe su obra Los Prolegómenos a la
lógica pura, como una crítica contra el psicologismo que lo conduce a reflexionar sobre el problema del
conocimiento y establecer una Teoría fenomenológica para esclarecerlo. Como resultado de todo ello,
Husserl desarrolla un método fenomenológico para analizar la relación entre todo hecho o fenómeno y
en ámbito circunstancial en el cual se manifiesta esta realidad. Muere en Friburgo, Alemania, 1938,
diez años después de que los nazis le prohibieron ejercer la docencia. CRESPO Semero, Mariano,
“Edmund Husserl”, [En línea], en http://www.philosophica.info/voces/husserl/Husserl.html (5 de agosto
de 2018)
57
Cfr. COLOMER i Pous, Eusebi; El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, Herder, Barcelona,
2002, p.407

29
Edmund Husserl pretende renovar el método filosófico partiendo de las cosas
mismas que, con datos inmediatos, deben ser valoradas, descritas y analizadas.
Husserl buscará establecer un método científico para filosofar y acceder al
conocimiento.58 Para ello, Husserl rechaza el positivismo que proponía establecer el
método científico a todos los ámbitos naturales y sociales por igual, lo que traería
consigo una deshumanización del individuo, cosificándolo al aplicar sobre su actividad
y manifestación el mismo método de análisis que el de los objetos.

Husserl considera que el método científico es incapaz de considerar al hombre


como un ser con subjetividad en toda su actividad. Por ello, busca configurar un
método capaz de analizar los hechos del hombre como fenómenos o manifestaciones
fruto de los actos lógicos del pensamiento. Ahora, sólo mediante un proceso lógico se
puede alcanzar la verdad de un hecho. Por tanto, es necesario otorgarle a la filosofía
un carácter riguroso mediante un método que analice la más pura experiencia
humana donde pueda conocer la esencia de todas las cosas.

Husserl establece, pues, un método que busca esclarecer el fenómeno o hecho


en sí según se presenta a la consciencia, sin prejuicios ni presuposiciones de ningún
tipo; como un comenzar de cero todo análisis, buscando describir el fenómeno que
se nos ofrece.59 El conocimiento va a darse en el hombre cuando éste experimente
una vivencia consciente con el objeto de que está frente suyo. No obstante, el hombre
puede preguntarse sobre si será real lo que experimenta o sólo se lo imagina, y si en
caso de que fuese real, se preguntará si será tal como él lo experimenta. Ante esto,
Husserl reflexiona:

Ponemos fuera de juego la tesis general inherente a la esencia de la actitud natural.


Ponemos entre paréntesis todas y cada una de las cosas abarcadas en sentido óntico
por esa tesis, así pues, este mundo natural entero que está constantemente para
nosotros ahí delante y que seguirá estándolo permanentemente como realidad de que
tenemos conciencia aunque nos dé por ponerlo entre paréntesis.60

58
Cfr. XIRAU Ramón; op. cit., p. 428.
59
Cfr. Ibíd. p. 429
60
HUSSERL, Edmund; Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica,
Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1962, p. 73

30
Es decir, si la descripción de un hecho resulta complicada, se ha de realizar
una suspensión del juicio o epojé, poniendo entre paréntesis la descripción de tales
detalles.61 De forma que no nos perdamos en cosas secundarias y nos limitemos
simplemente a realizar una reducción fenomenológica para comprender aquello que
se nos ofrece a la consciencia. Entonces, Husserl propone la intuición como forma de
conocimiento, no obstante, no es una intuición a lo sensible sino a lo esencial, es
decir, el filósofo lo que busca es conocer, mediante la contemplación, la esencia y
describirla tal cual es.62

Con todo esto, el método fenomenológico queda establecido en tres


momentos: a) la examinación de todos los contenidos de la conciencia; b) la
determinación de si tales contenidos son reales, ideales o imaginarios; c) la
suspensión de la consciencia o reducción fenomenológica, que haga posible atenerse
a lo dado en cuanto a tal y describirlo en su mayor pureza.

Ahora bien, Husserl llevó sus investigaciones fenomenológicas hasta un plano


trascendental de la consciencia como centro constitutivo de la objetividad. Por el
contrario, Max Scheler entendía la fenomenología desde una perspectiva realista y
meramente descriptiva, es decir, en la relación sujeto-objeto, el primero no tiene
influencia de ningún tipo en la constitución ontológica del segundo.63

Scheler tomará la postura de permanecer fiel a la concepción primera que


considera la fenomenología como un método y, aún en contra de su maestro, utiliza
el método fenomenológico para aplicarlo a su propuesta axiológica y antropológica.

Max Scheler, no va a limitarse a la descripción de las esencias puras tal cual se dan
a la intuición de las esencias, sino que va a aplicar este método para describir a Dios
(fenomenología de la religión), al hombre (teoría del espíritu) y a los valores
(fenomenología de los afectos).64

61
Cfr. Ibídem.
62
Cfr. Ibíd. p. 431
63
Cfr. VEGAS, José María; Introducción al pensamiento de Max Scheler, Instituto Emmanuel Mounier,
Madrid, 1992
64
FERRATER Mora, José; Diccionario de filosofía, Q-Z, Editorial Ariel, Barcelona, 1994, p. 3180.

31
En lo que respecta a lo divino, Scheler se mantendrá firme en la propuesta de
que el ser humano es religioso por naturaleza y, por tanto, para comprenderlo
completamente es necesario analizar su experiencia religiosa como un hecho sobre
el cual aplicará el método fenomenológico para obtener un concepto esencial de lo
que es el fenómeno religioso, es decir, las razones concretas del porqué se dan en el
hombre este fenómeno y cómo influye éste hecho en la manifestación del actuar del
hombre y la mujer.

En lo que corresponde a la teoría del espíritu, Max Scheler aplicará el método


fenomenológico para analizar al ser humano como persona individual y ofrecer una
única idea de hombre desde lo que es él mismo: su ser biológico, psíquico y espiritual.
Esto último, el espíritu, será comprendido por Scheler como razón; capacidad de
conceptualizar, idealizar e intuir.

Por último, en cuanto a los valores, Scheler aplicará el método fenomenológico


para configurar una axiología que tenga la capacidad de captar la esencia material de
cada uno de los valores y jerarquizarlos según sus cualidades trascendentes,
absolutos o a priori.

1.2.3. Tercer periodo. La influencia del panteísmo y la


propuesta de una antropología filosófica nueva

Un tercer periodo en el pensamiento scheleriano se forja cuando, dejando de


lado a Husserl, Max Scheler comienza a poner por escrito su propuesta filosófica
propia, publicando la mayor parte de sus obras. En esta etapa es muy importante
cómo Scheler no sólo se separa de las ideas neokantianas y de la tutela ideológica
de Husserl, sino que, además, da un paso radical en la ruptura con las ideologías
católicas para proponer una nueva interpretación del hombre, la vida y Dios desde
una postura panteísta.

Ahora, ¿por qué es importante esta ruptura de Scheler con las enseñanzas
tradicionales del catolicismo? ¿qué impacto tuvo este paso del monoteísmo al
panteísmo? Para comprenderlo, es necesario dar un breve análisis de la postura

32
panteísta para luego identificar con claridad el significado tan profundo que tuvo este
cambio en la propuesta scheleriana.

El cristianismo católico propone la creencia fundamental de un solo Dios


(monoteísmo). La divinidad no es una esencia o energía amorfa y vaga diversificada
y diluida en el universo, sino que es una entidad con los atributos de omnipotente,
omnisciente y omnipresente; sin que esto último implique que la divinidad se cosifique,
sino que todas las cosas coexisten en él y por él. Por el contrario, el panteísmo, como
su etimología nos lo indica, propone que la divinidad se encuentra presente en todo,
es decir, que en todas las cosas está dios diluido en la naturaleza. Esta proposición
trae consigo que dios es un principio espiritual impersonal cuya presencia no va fuera
de los límites de lo creado65.

Esta nueva postura ideológica causó un impacto tan radical en la filosofía de


Scheler al punto de reestructurar su antropología, ya que, si antes el hombre se
definía desde Dios como su origen, ahora es el hombre quien define a dios desde su
propia naturaleza originaria. La cultura, el mundo y la razón marcan las
manifestaciones de lo divino en lo religioso. Ahora el hombre no definirá su futuro
según la voluntad de Dios, sino que el hombre se instituye en co-creador del mundo
y de historia junto con la divinidad de quien ahora se vuelve su defensor.66

No es que el hombre usurpe el puesto de dios, ya que, en el panteísmo, el hombre


también es sede del impulso espiritual, con lo cual, dios se realiza por medio del
hombre. El ser humano por medio de su actuar engendra a dios que se está realizando
desde el principio de las cosas.67

Por ahora no profundizaremos más en esta visión panteísta, con lo que hemos
mencionado es posible ubicar la tercera etapa ideológica de Scheler, su importancia
y sus rasgos generales. No abarcamos más, ya que en este trabajo de investigación
nos centraremos en la visión axiológica de la idea de seguimiento de Max Scheler.

65
Cfr. Diccionario Soviético de filosofía, Panteísmo, [En línea], En:
http://www.filosofia.org/enc/ros/pant.htm#v6 (Fecha de consulta: 28 de junio de 2018)
66
Cfr. SCHELER, Max; El puesto del hombre en el cosmos, en Librodot, p. 48. [En línea], En:
http://www.jeanlauand.com/SchelerHombreCosmos.pdf (Fecha de consulta: 28 de junio de 2018)
67
Ibídem.

33
No dudamos de la trascendencia del último periodo scheleriano, sin embargo, el
estudio detallado de su cambio antropológico nos requerirá un trabajo de
investigación más amplio y denso que podremos retomarlo en un futuro.

34
CAPÍTULO II. EL VALOR Y EL ORDEN DEL
AMOR COMO PRINCIPIOS AXIOLÓGICOS Y
ANTROPOLÓGICOS EN MAX SCHELER

35
A estas alturas de esta exposición del pensamiento de Scheler es posible ver con
claridad que la base antropológica de su propuesta hunde sus raíces en el
presupuesto del Ordo Amoris, es decir, que la persona y el orden axiológico del amor
son inseparables, una explica a la otra. En este segundo capítulo, profundizaremos
en el conocimiento de la visión antropológica de Max Scheler, el orden del amor y su
relación con los valores, para ello, será necesario conocer qué es un valor, cuáles son
sus características y qué papel desempeña en la integración del ser humano.

2.1. El concepto de valor en la axiología de Scheler

Max Scheler es, dentro de la historia del pensamiento filosófico, uno de los
máximos exponentes de la axiología68 y la antropología filosófica. Su mérito consiste
en constatar que el ser humano no llega al conocimiento pleno de su entorno sólo
mediante la razón, tal como los racionalistas proponían, sino, también y
principalmente, por medio de los sentimientos y la intencionalidad, los cuales nos
permiten acceder a un conocimiento interior (como la intuición de los valores) al que
sólo se ingresa por medio de la sensibilidad. El racionalismo69 había relegado el plano
sensible a lo irracional; Scheler tratará de demostrar lo contrario, al grado de
considerar el conocimiento sensible o emotivo como el a priori del mismo pensamiento
intelectual a través del cual el hombre puede estructurar su ser y actuar. Por ello,

68
Axiología. En su origen etimológico griego ἄξιος (axios) hace referencia a los que es valioso,
estimable; λόγος (logos) indica estudio, ciencia o tratado, teoría sobre. Por ello comprendemos que la
axiología es la ciencia de lo valioso, la teoría sobre los valores en sí ya sean positivos o negativos
analizando los principios que permiten considerar que algo es o no valioso, y considerando los
fundamentos de tal juicio. Scheler fue uno de los primeros filósofos en jerarquizar objetivamente los
valores dando así desarrollo a la ética axiológica, la cual, distingue las esencias de lo que es tangible,
real o existente, lo que condujo a Scheler a la afirmación de la independencia de los valores (eternos
e invariables) respecto de los bienes, que serían sólo sus portadores circunstanciales. La ética
axiológica propone la división entre los valores propiamente dichos y el resto de los bienes, sustancias
o cosas; de esta manera pueden existir los valores sin que existan los seres humanos.
Cfr. ZABALA, José Ángel. En Axiología de los valores según Max Scheler, [En línea], en
http://elfilosofosinfilosofia.blogspot.com/2011/03/axiologia-de-los-valores-segun-max.html (Fecha de
consulta: 28 de marzo de 2019)
69
El Racionalismo. “Postura según la cual la razón tiene prioridad sobre otras formas de adquisición
de conocimiento, o, más aún, que es el único camino al conocimiento... [Este término puede designar
en el plano de la ética] …a quienes se oponen a la tesis de que los principios éticos se fundamentan o
derivan de la emoción, la empatía o algún otro fundamento no racional”.
Diccionario Akal de Filosofía, Madrid, 2004, p. 819.

36
propuso una ética axiológica que consiste en la captación y realización de los valores
mediante el seguimiento de modelos éticos teniendo como referencia a una jerarquía
valorativa bien estructurada y definida.

Scheler había aprendido por medio del método fenomenológico husserliano a


buscar las esencias y utilizó este medio para demostrar que los valores son esencias
ideales alógicas, es decir, no captadas por la razón sino por el corazón. Esencias que
fundamentan que:

El sentido y el valor finales de todo este universo se mide, en último término,


exclusivamente por el puro ser (no por el rendimiento) y por la bondad más perfecta
que sea posible, por la rica plenitud y el íntegro despliegue, por la más pura belleza y
por la armonía más íntima de las personas, en las que se concentran y potencian a
veces todas las energías del cosmos.70

Scheler considera que aquella bondad más perfecta de la que el ser humano
sea posible y la belleza y armonía más íntimas del sujeto son ejemplo vivo de los
valores que constituyen la potencia y el dinamismo no sólo del hombre, sino del
mundo. Si existe una esencia que haga que el ser humano desarrolle y conozca todas
sus potencialidades intelectuales, emocionales e incluso físicas son los valores. A
este respecto, es interesante el comentario que hace Ramón Xirau en su Introducción
a la historia de la filosofía referente a la definición de valor desde Scheler:

Los valores son, como las esencias de Husserl, objetos intencionales, y como ellas,
son universales y necesarios. Pero a diferencia de las esencias, cuyo conocimiento
es propiamente intelectual, los valores se conocen por el sentimiento. Pascal había
buscado las “razones del corazón”. Scheler trata de establecer la existencia de
principios universales que no pueden aprehenderse como las esencias, por medio de
la inteligencia, pero que tienen una función decisiva para la conducta humana puesto
que son las bases universales y necesarias de la conducta.71

Los valores van más allá de ser meros referentes morales, son considerados
por Scheler como la fuerza más íntima del ser humano que lo hace ser persona, ser

70
SCHELER, Max, Ética, Op. cit., p. 215.
71
XIRAU, Ramón, Op. cit., p. 438.

37
quien es en realidad; constituye la riqueza humana interior más profunda y el origen
de todos sus deseos y anhelos con los cuales proyecta su realización plena.

Estos valores son ideales estimativos que se convierten en imperativos en


cuanto una persona los intuye, los pone en práctica en su vida cotidiana, les otorga
un lugar de referencia moral para sus acciones y desde ella puede medir si es buena
o mala. Jaime Sáenz puntualiza bien esta visión de Scheler: “Los valores son
cualidades rigurosamente objetivas; de ninguna manera consisten en los actos
mismos de valoración, sino que son por completo independientes de ellos e
irreductibles a toda función de la subjetividad del sujeto valorador”72.

Es decir, si bien es cierto que el ser humano percibe sentimentalmente los


valores y los jerarquiza mediante su estimación, no es el sujeto quien les otorga el
lugar en una jerarquía, sino que la naturaleza misma del valor proporciona al hombre
que lo intuye la capacidad de saberlo posicionar en un lugar concreto dentro de un
orden valorativo. A partir de esto, Scheler propone que tales valores son eternos e
invariables, totalmente independientes a la subjetividad humana, a diferencia de los
bienes que son meramente circunstanciales. Así lo enuncia Dupuy en su ensayo La
filosofía de Max Scheler:

[…] en un primer momento, Max Scheler distinguió las esencias de lo que es tangible,
real o existente, lo que llevó a la afirmación de la independencia de los valores (eternos
e invariables) respecto de los bienes, que serían sólo sus portadores circunstanciales.
De este modo, Scheler cambia el enfoque formal del filósofo alemán Immanuel Kant
por un estudio de los valores en cuanto contenidos específicos de la ética, los que se
presentan de un modo directo e inmediato a la persona.73

De tal manera, Scheler organiza los valores en dos grupos según dos
características principales: su polaridad (positiva y negativa) y su jerarquía (según se
muestran a la percepción como superiores o inferiores a otros valores) por lo cual Max
Scheler los ordena en grupos de menor a mayor según su importancia, a saber:

72
VÉLEZ Sáenz, Jaime; Max Scheler, Ideas y Valores, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá,
1990, p. 15.
73
DUPUY, M; La filosofía de Max Scheler, Volumen II., P.U.F., Paris, 2009. p. 123

38
I. Los valores sensibles o del agrado (perceptibles con los sentidos): dulce-amargo
II. Los valores vitales: sano-enfermo
III. Los valores espirituales, estos se dividen en:
a) Estéticos: bello-feo
b) Jurídicos: justo-injusto
c) Intelectuales: verdadero-falso
IV. Los valores religiosos: santo-profano.74

Scheler considera que entre los valores hay una relación apriorística según la
cual estructura esta jerarquía dependiendo el valor esencial cualitativo de cada uno
respecto a los demás. De aquí que se puedan ordenar los valores de forma jerárquica
determinada por sus depositarios esenciales o, según su causa material o cualidades
axiológicas, además de tomar en cuenta su durabilidad esencial como la satisfacción
que produce.75

En esta jerarquía no se encuentran los valores morales, ya que Scheler


considera que “son valores puros que no poseen portadores sino que se manifiestan
en la dirección moral de la vida de cada persona y de manera indirecta en la
realización de otros valores”76, es decir, que los valores morales son captados por la
intuición humana y elegidos para ser practicados, y en la misma medida que se
realizan son capaces de generar otros valores como fruto de esta vivencia y elección
valorativa, por ejemplo, el valor de la responsabilidad al ser intuido y practicado puede
generar el valor de la honestidad.

Así pues, en breves palabras podríamos resumir que, el valor, en la propuesta


scheleriana, se entiende como aquellas esencias cualitativas que existiendo
autónoma e independientemente a que el hombre pueda intuirlas, pueden ser
conocidas por su manifestación en situaciones concretas o portadores como el ser
humano. En el hombre y la mujer, los valores se convierten en una fuerza vital que
les lleva a potenciar todo su ser llevándolos a experimentar una realización más plena
y, el conocimiento de ellos, les abre un horizonte interior que les hace más libres y

74
ZABALA, José Ángel; Axiología de los valores, según Max Scheler, [En línea], en
http://elfilosofosinfilosofia.blogspot.com/2011/03/axiologia-de-los-valores-segun-max.html (28 de
marzo de 2019)
75
Cfr. VÉLEZ Sáenz, Jaime; Op. cit., p. 16
76
GAMBOA Tortolero, Francisco Javier; Etnoética del docente universitario en el siglo XXI una
aproximación teórica, Bárbula, 2014, p. 37

39
plenos en la vivencia de sus afectos. Los valores siempre serán aquello que el sujeto
considera lo más valioso y, por tanto, tenderá a ellos en la medida en que sea más
sensible a la intuición de su existencia y, conociéndolos, desarrollará una escala con
la cual podrá medir sus acciones y tener más libertad en sus decisiones. En el
siguiente apartado podremos profundizar más en el conocimiento de la naturaleza de
los valores y en el cómo se manifiestan en la vida del ser humano.

2.1.1. Ética material de los valores

Adentrémonos a analizar los valores desde una ética material y la forma en


que Max Scheler utiliza el método fenomenológico para afirmar la independencia de
los valores (universales y materiales) respecto de los bienes. Esto es crucial para
comprender su propuesta axiológica, ya que Scheler se separa de la ética formal
propuesta por Kant, el cual, propone que la verdad y la moral o cualquier otro acto de
la voluntad de la persona dependen de su relación con un mundo real de bienes -o
males- existentes, con lo cual hacemos depender también la bondad o maldad de la
voluntad de la existencia particular y contingente de ese mundo de bienes y, a su vez,
del conocimiento de ese mundo.77

A diferencia de Kant, Scheler considera que los valores no son producidos por
los hechos morales en los que se manifiestan, sino que los valores son la razón y el
origen de las acciones morales, pues antes de juzgar una acción moral conocemos
previamente lo que es bueno o malo. Es decir, el valor da el contenido y fundamento
al deber moral, realizamos lo bueno porque intuimos que es bueno en sí y no porque
se nos dice que eso es bueno.

Max Scheler critica a Kant el hacer residir lo bueno o lo malo de una acción en
la conformidad o disconformidad de ésta con la ley establecida. La propuesta
scheleriana busca saltar este formalismo y mantener los a priori como fundamentos
de la moralidad del ser humano, afirmando así la intuición como medio de

77
Cfr. VEGAS, José María; Op. cit., p. 19

40
conocimiento y señalando que el valor ético de una acción reside en el objeto mismo,
es decir, en lo emocional de la vida moral y no en la importancia del deber.

Scheler critica el formalismo de Kant al considerar que éste, al igual que los
empiristas, propone que el ser humano sólo cuenta con la razón como la única
facultad capaz de proporcionar conocimiento universal e incondicional, lo cual, a
priori, sólo proporciona formas, sin contenido, sin materia y que, a su vez, la facultad
sensible del hombre sólo es capaz de proporcionar conocimientos particulares y
condicionados.

Por ello, Scheler propone que los valores son tan independientes a situaciones,
circunstancias o cosas que, aunque no existieran los seres humanos que los
percibieran ellos seguirán siendo. En este sentido:

Todos los valores son cualidades materiales que tienen una determinada ordenación
mutua […] independientemente de la forma de ser en que aparecen, sea como
cualidades puramente objetivas o como miembros de relaciones de valor […] o como
momentos parciales de bienes o como valor que una cosa tiene […] quedando así
bien definida la independencia del ser respecto de cosas, bienes y circunstancias.78

El ser humano intuye que algo le agrada o le repulsa, sin identificar


exactamente cuál es la razón de ello y distinguir el valor de su portador. Los valores
pueden considerarse materiales al no pertenecer a sujetos concretos, ni a sociedades
o contextos culturales o históricos, es decir, son universales, por lo que cualquier
sujeto, sin importar su tiempo histórico, cultural o edad puede acceder a su
conocimiento. En esto comprobamos que el valor es independiente a su portador
empírico.

Ahora bien, con la independencia del valor a su portador empírico, no se hace


referencia a que la persona, sociedad o cultura que lo encarne no tengan relación
intrínseca directa, sino más bien, a que el valor en sí mismo no está sujeto a

78
Ibíd. p. 24

41
circunstancias histórico-culturales y precisamente por ello, en distintos tiempos y
circunstancias es posible encarnarlo, vivirlo.

Para ser más concretos, Scheler compara, por ejemplo, los valores con los
colores, los cuales son independientes al objeto que los posee, así podríamos
referirnos al color verde sin tener la necesidad de concebirlo como la cobertura
material de algún objeto, por ejemplo, un árbol. Con esta analogía, Scheler explica
desde su contexto que el valor es distinto al depositario en el que reposa, puesto que
no recibe su esencia por las características materiales de quien lo posee.

Lo primero que intuimos en un objeto es su valor como el primer rasgo con el


que peculiarizan su naturaleza, aquello que lo define y hace distinto a la vez. Con ello
es primordial dejar en claro que los valores y su orden no son afectados si el
depositario cambia de valor, por ejemplo, la amistad de un sujeto no se demerita si la
otra persona fue infiel a ella, o el amor de un enamorado no pierde su valor porque
no fue correspondido.79 El valor al ser independiente del depositario afirma su
inmutabilidad y su ser absoluto más allá de cualquier circunstancia condicionante.

El a priori material de esta ética de los valores reside en su misma esencia, es


decir, “que [los valores] son independientes de todas las clases de valor y de
cualidades de valor, así como de la idea del portador de valor, y se fundan en la
esencia de los valores en cuanto valores”80. A partir de ello se conoce que todos los
valores se distinguen en positivos y negativos que nos permiten ubicar nítidamente
sus particularidades y distinciones antitéticas, por ejemplo: bueno-malo, agradable-
desagradable.

Otro aspecto a priori de la ética material de los valores es la relación entre el


valor y el deber ideal, según el cual, “todo deber ha de estar fundado en valores, es
decir, sólo los valores deben ser y deben no ser”81 con lo que ello se vuelve el
referente para distinguir entre lo que lo es justo e injusto. Sin embargo, Scheler es
cuidadoso en no caer en algún tipo de nominalismo axiológico, es decir, encerrar o

79
Cfr. Ibíd. p. 25
80
Ibídem.
81
Ibíd. p. 26

42
limitar un valor asignándole un sentimiento o interés. Todo ello nos lleva a afirmar que
para que un valor sea considerado como tal debe tener estas cualidades: ser una
esencia alógica, trascendente, a priori y absoluta.

En resumen, la ética material de Scheler, partiendo del método


fenomenológico, afirma la universalidad de los valores y su independencia respecto a
los bienes por lo que todo valor será el origen mismo de toda acción moral y no al
contrario. Es por eso que, a diferencia de la propuesta moral Kantiana, una persona
no actuaría correctamente porque así lo marcara el deber, sino porque el sujeto
intuiría que aquello es correcto por el valor mismo que considera alto. Ahora bien,
aquí se vislumbra una característica esencial de los valores: su objetividad, es decir,
que no dependen de nada ni de nadie para existir, ni mucho menos sus características
son creadas por la mente humana. A continuación, analizaremos con más detalle este
tema y así iremos completando una visión más clara y completa de lo que son los
valores.

2.1.2. Orden objetivo de los valores considerados en sí


mismos

Max Scheler propone considerar a los valores como esencias espirituales


universales y materiales, es decir, independientes al pensamiento humano; no es que
la mente los piensa o cree, ellos ya existen con características o cualidades propias,
pero el hombre los puede intuir por medio de la sensibilidad. Si bien es cierto que los
valores son menos susceptibles que unos actos significativos son del todo evidentes
y del todo materiales, pues, su materialidad no consiste en que sean captados por los
sentidos, sino que tengan un contenido objetivo y preciso que pueda ser captado e
intuido y se pueda distinguir de otros valores o esencias. Es por ello que un mismo
valor no puede poseer dos significados distintos otorgados o interpretados por el ser
humano, el valor tiene un significado propio y esencial al que el hombre debe
someterse porque es algo universal y no una interpretación personal que derivaría en
una contradicción subjetiva o relativa.

43
Todo valor, como cualidad material, tiene un orden determinado por su
esencialidad alta o baja debido al amor o el odio independientemente del contexto en
que se manifiestan, ya sea como características de un objeto, como momentos de un
bien, o como cualidades puramente objetivas. Un valor siempre se manifiesta a través
de un recipiendario, por medio del cual quedará en evidencia brindando
significatividad o cualidad.82 Por ejemplo, en la vida de Sócrates el valor de la verdad,
que es de los más altos, se manifestó a través de las enseñanzas del filósofo que
fueron defendidas aún a costa de su propia vida. Así, la verdad es el valor, Sócrates
el recipiendario, y queda en evidencia y significatividad como inmutable e
inquebrantable por el testimonio concreto de Sócrates al aceptar la condena impuesta
y no rehusar el valor de la verdad.

Ahora bien, cuando Scheler se refiere a los valores como objetivos, da pie
entonces a una jerarquización, pero que no depende de un subjetivismo humano, sino
que su jerarquía es a priori a la misma esencia de cada valor. A partir de este
presupuesto, Scheler propone cinco criterios para jerarquizar los valores, a saber:

1. Durabilidad del valor. Consiste en considerar lo durable del valor en sí mismo y no


en la durabilidad del depositario donde descanse dicho valor, lo cual es totalmente
independiente, pues, aunque el depositario desaparezca el valor sigue subsistiendo.
Para Scheler, los valores eternos (como el amor, la verdad) son de mayor jerarquía
que los cambiantes (como solidaridad, altruismo).
2. Divisibilidad. Los valores indivisibles son de mayor jerarquía que los divisibles, por
ejemplo, lo valores espirituales unen en un mismo sentir a muchos, así como las
sensaciones de lo agradable son para cada persona en grados distintos por lo que los
dividen.
3. La fundación. Este criterio jerarquizante hace referencia a que un valor es más alto
que otro si éste primero engendra o funda otro u otros valores, por ejemplo, la
paciencia engendra la perseverancia.
4. La profundidad. Según este criterio, un valor es más alto que otro si produce en el
hombre una satisfacción más profunda. Satisfacción que no debe confundirse con el
placer pasajero, sino con la profunda satisfacción de sentirse pleno al poseer un valor.

82
Ibíd. p. 23

44
5. La relatividad. Hace referencia a que algunos valores son relativos al ser humano en
su carácter sensible, así como también hay valores que le son absolutos como los
morales. En esta jerarquía los valores espirituales son los más altos, bajo ellos los
valores vitales y por último y más bajo están los valores de lo agradable y
desagradable.83

Por medio de estos cinco criterios de jerarquización de los valores, Scheler nos
quiere poner énfasis en la esencia a priori de cada valor. Ahora, será labor de la
intuición organizar la jerarquía por medio del preferir, es decir, al intuir un valor lo
vamos prefiriendo más o menos en relación con otros y de esta manera cada uno va
ocupando un lugar concreto en la escala jerárquica, ya sea en el ámbito de lo santo,
de lo vital o de lo agradable.

2.2. La fenomenología como acceso a los valores

En el acápite anterior consideramos las características de los valores, su


jerarquización y su lugar esencial en la ética material axiológica que propone Scheler.
Ahora nos adentraremos al método fenomenológico por medio del cual Scheler realiza
el itinerario intuitivo para conocer la esencia de los valores; cómo es que el ser
humano es capaz de tener un conocimiento de lo que es valioso, verdadero, justo,
bello, etc., agudizando la intuición sensible y yendo hacia la esencia de las cosas
purificándolas de cualquier tipo de prejuicio circunstancial o accidental que pudiera
desviarnos de conocer lo que es la cosa en sí misma. De esta manera
comprenderemos más cómo se realiza una escala axiológica en sí misma sin que sea
el sujeto quien subjetivamente les otorgue un rango, sino que los valores mismos se
revelan al hombre y éste conoce su lugar por medio del conocimiento esencia y
cualitativo del valor.

83
Cfr. FRONDIZI, Risieri; ¿Qué son los Valores?, Fondo de Cultura Económica, México, 1987, pp.107-
137.

45
Scheler retoma uno de los principios más importantes de la fenomenología, la
intuición o reducción eidética84, es decir, que su objetivo es llegar a conocer las
esencias más allá de lo contingente o particular. Scheler propone llegar a este
conocimiento esencial entrando en contacto directo con la realidad de la vivencia
misma estableciendo un contacto vivo, intensivo e inmediato con el objeto en cuestión
en su mismo acto.

Ahora bien, siguiendo el método fenomenológico, es necesario que la


experiencia con tal realidad u objeto estudiado sea analizada reduciéndola
fenomenológicamente, suspendiendo todo juicio que pudiera manipular el estudio de
las vivencias. Scheler pretende que percibamos todo naturalmente sin el impulso o
apetito a querer dominar las cosas de manera que así podamos intuir las esencias

No podemos negar que Max Scheler, con su nueva forma de aplicación del
método fenomenológico de Husserl, abrió una nueva vertiente en el campo axiológico
de modo que la forma de entender los valores cambiará radicalmente. Mientras que
Husserl fincaba sus presupuestos en lo sensorial para a partir de ello realizar un
análisis científico al fenómeno que se nos da, Scheler va más allá, a lo esencial del
fenómeno, pero por la vía del análisis de la intencionalidad objeto de la intuición
esencial para describir los hechos en toda su pureza. En este apartado seguiremos
el itinerario de cómo Max Scheler hace esta interpretación del método fenomenológico
a la axiología, desde cómo el ser humano intuye los valores hasta cómo los
comprende y los vive.

2.2.1. La intuición emocional de los valores

Ya analizamos en el capítulo anterior que Max Scheler se vio influenciado por


el pensamiento de Nietzsche, Bergson y Dilthey, en cuanto que le interesaba explorar

84
La terminología reducción o intuición eidética forma parte esencial de la propuesta fenomenológica
haciendo referencia a la capacidad de intuir la esencia de las cosas más allá de las distintas formas en
que se presente el fenómeno, yendo más allá de su apariencia y distinguiendo su esencia propia
comparándola con la de otras para llegar a la cosa en sí.

46
el concepto de la vida, y en consecuencia la vida afectiva pues, para Scheler no sólo
es importante lo que sucede en el hombre a nivel intelectual, sino lo que sucede en
todo el ser de la persona que incluye también su afectividad.

Siendo así que el método trascendental, tan de moda en su época entre los
neokantianos, no satisfacía en absoluto las expectativas de Scheler ya que sólo
proporcionaba juicios científicos imposibles de alcanzar incluyendo otros
conocimientos como el religioso, el artístico o el metafísico; tampoco le convenció el
método psicologista pues éste reducía toda lógica a meros hechos psicológicos.85 Fue
el método fenomenológico propuesto por Husserl el que consideró más adecuado
adaptándolo plenamente permitiéndole “describir los contenidos de conciencia tal cual
como nos son dados en los actos en que los aprehendemos, sin afirmar ni negar que
esos contenidos correspondan a algo real en el mundo”86.

Al abstenernos de juicio respecto a los contenidos de la consciencia


(contenidos extramentales) ponemos entre paréntesis (epojé) esa información, sin
negarla, pero sin tomarla en cuenta al describir el objeto tal y como se da a la
consciencia mediante la intuición; con ello se da como resultado el fenómeno, el
contenido intencional al que la consciencia hace referencia, de esta manera, el objeto
es percibido autónomo frente al sujeto que lo aprehende en la intuición.87

Ramón Xirau afirma que “la filosofía de Husserl es un método, una teoría de la
conciencia como intencionalidad y finalmente, una metafísica de la conciencia”88,
donde la actitud fenomenológica es una actitud de espectador, el cual, debe tener
como primera regla el evitar los prejuicios y suprimir todas las presuposiciones. El
método fenomenológico es descriptivo y como tal, todo lo que se le da o presenta a
la conciencia suspendiendo el juicio mediante la epojé o reducción fenomenológica.
Husserl busca describir, principalmente, fenómenos de orden lógico o ideal intuyendo
las esencias universales de los fenómenos particulares. La intuición es el principal
medio para describir los fenómenos que se nos dan u ofrecen a la consciencia

85
Cfr. Ibíd. P. 10
86
Ibíd. p. 11
87
Cfr. Ibídem.
88
XIRAU, Ramón; Op. cit., p. 428

47
intencional o activa, la cual, al percibirla, dirige y pone toda su atención hacia ese
objeto (noesis) examinando todos y cada uno de sus aspectos que lo particularizan
(noemas) con lo que conocer sería el resultado de develar las esencias.89

De acuerdo con Xirau, “Max Scheler se ocupó, principalmente, de una de las


regiones ontológicas que Husserl había dejado intocada: la región de los valores” 90,
los cuales son como las esencias que propone Husserl: objetos intencionales y
universales pero a la vez necesarios para las funciones decisivas de la conducta
humana conocidos intelectualmente por los sentimientos.91

Ahora bien, a diferencia de Husserl, Scheler propone que los valores no


aparecen sólo a la conciencia del ser humano sino a su persona entera92. Los valores,
como esencias o entidades materiales existen independientemente a que nosotros
podamos conocerlos o no, e incluso, un valor es totalmente independiente a nuestro
estado de ánimo subjetivo, de lo que nosotros pensemos, sintamos o queramos; aquel
valor, existe por sí mismo a pesar del sujeto. A su vez, los valores son aquellas
cualidades estimativas (ya sean positivas o negativas) que se confieren a las cosas,
hechos o personas y que forman siempre parte del mundo mediante los bienes en los
cuales se encarnan.

Scheler, al aplicar el método fenomenológico a su teoría axiológica se distingue


de su profesor Husserl al afirmar que los valores se presentan de modo directo a la
persona y no solo a la consciencia (principio rector de la fenomenología husserliana),
por ello no se limita a explicar o analizar las esencias puras, sino también su
implicación antropológica y a cómo el ser humano realiza esta interacción con el
mundo de los valores. Para ello, realizó una fenomenología general de los afectos
con la cual explora la conciencia humana y concretiza que los valores son
aprehendidos por medio de una percepción emocional que es distinto a un estado
subjetivo de la consciencia o un estado sentimental, es decir:

89
Cfr. Ibíd. p. 436
90
Ibíd. p. 438
91
Cfr. Ibídem.
92 Habrá quien se pregunte sobre el lenguaje inclusivo en esta Tesis; si bien, Scheler no maneja este

lenguaje porque no es común en su época, es claro que es en su propuesta filosófica utiliza un lenguaje
que incluye toda la persona humana, sin importar si es hombre o mujer. De ahí la libertad de utilizar el
lenguaje inclusivo en esta Tesis para hacerla más abierta, clara y aceptable para todos.

48
Los sentimientos intencionales, como el intuir valores, el sentir emotivo, tender, amar,
odiar pertenecen a la vertiente lógica del espíritu, que por su parte es irreductible tanto
a lo psicofísico del hombre como a la intencionalidad racional del mismo espíritu.93

De ninguna manera podemos reducir la intuición de los valores, las vivencias


de valor y los estados afectivos a meros sentimientos de placer, pues, al contrario, el
hombre tiende, sobre todo, a los bienes en sí, más que al goce que de ellos procede,
tiende hacia aquello que intuye como valioso en los bienes más que por la satisfacción
temporal que pueda producir. Por tal, el ser humano es capaz de lo meramente fáctico
y sensorial, tiene la capacidad de trascendencia a valores que intuye como bienes
supremos con los cuales puede, mediante su vivencia, encontrar la plenitud completa.

Así, hemos profundizado en cómo Scheler busca explorar la vida afectiva del ser
humano como algo integral junto con la intelectualidad y, sin psicologizar estas dos
áreas del sujeto, trató de que se develara a la intuición de la consciencia los
fenómenos reales y concretos tal y como son en sí sin ningún tipo de prejuicio. Esto
hace posible que los valores se presenten de modo directo a la persona y no solo a
la consciencia por lo que su implicación antropológica es psicofísica como espiritual.
A partir de ahora debemos adentrarnos con mayor detenimiento a esta dinámica del
hombre con los valores para así comprender por qué Scheler considerará esta
relación sujeto-valor como una vía para el desarrollo pleno de la persona humana.

2.2.2. Orden de los valores considerados por la persona

Max Scheler es clasificado como un filósofo personalista por considerar al ser


humano en cuanto persona, que se distingue de otros seres vivos por sobrepasar los
límites de las capacidades meramente vitales para trascender a las capacidades
psicológicas y espirituales, todo ello puesto en evidencia en una facultad: el amor. En

93
VÉLEZ Sáenz, Jaime; Op. Cit., p. 18

49
la propuesta scheleriana, la categoría de persona es la primera portadora de los
valores, la que los trae y hace presente al mundo.

La persona es concebida por Scheler como la unidad concreta del ser de los
actos, es decir, nunca es (ni debe ser) identificada con los actos mismos. La persona
es la unidad y el enlace de todos los actos por los cuales el sujeto se vive y se
experimenta a sí mismo. A tal grado que, si una persona hace el hábito de practicar
los valores, encarna la virtud, pues es en los valores donde se manifiesta el contenido
de la vida emocional del hombre.94

Es así como Scheler considera a la persona como el valor-sujeto más alto en


la escala porque es la única que puede traer a realización concreta el amor y lo santo.
Sin embargo, Scheler nos previene de no sustancializar a la persona, pues, lo propio
de ella no es ser substancial sino ser un depositario y realizador de valores95. Y ya
que la persona entra siempre en relación directa con la comunidad y el entorno con
el que se desarrolla y vive (estado, familia, economía, etc.) la intuición de los valores
se dará en medio de su entorno social concreto, en la interacción con sus vivencias
cotidianas.

2.3. La teoría del Ordo Amoris de Scheler

Al inicio de esta tesis comenzamos con el deseo de profundizar en el


conocimiento propio del ser humano, de manera que fuésemos capaces de
comprender la esencia del hombre y poder descubrir aquello que lo hace ser, aquello
que lo impulsa a realizarse en la vida. Hemos visto cómo Max Scheler nos ha
conducido por medio de los valores a este lugar íntimo del ser humano en donde por
medio de la intuición hemos podido jerarquizar todas aquellas esencias que nos

94
Cfr. SANTAMARÍA, Freddy; La persona: valor y amor en la filosofía de Max Scheler, en Análisis.
Revista Colombiana de Humanidades, núm. 74, 2009, pp. 73-74 [En línea], En:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=515551760005

95
Cfr. SANTAMARÍA, Freddy; Op. Cit., p. 76.

50
incitan a desear, que nos impulsan querer ser. En este apartado toca analizar la teoría
de Scheler, en la cual, esta jerarquía axiológica ordena la vida del ser humano y le
lleva a un camino de elección de perfección por medio del valor más alto que es el
amor.

2.3.1. El amor en Max Scheler

Para Scheler el hombre y la mujer son seres que aman (ens amans), su
esencia es el amor, por ello, todas aquellas fuerzas contrarias a esta naturaleza, como
el odio, lo desvalorizan. El amor, como valor más alto, es el referente jerárquico para
los otros valores según su polaridad positiva o negativa y su estatus respecto a los
otros. Por tanto, el amor, lejos de ser abstracto, es la manifestación concreta de
interrelaciones personales de sujetos con personalidad única, viva, con alma y
libertad.96

En esta medida, y desde esta concepción religiosa de Scheler, se comprende


que el amor tiene una fuente perfecta que es Dios, y en la medida que el ser humano
esté en contacto más cercano con él más perfecto, limpio, nítido y perfecto será su
amor. De aquí se desprende también una postura moral y ética en donde el amor será
la norma suprema y la medida para intuir si una acción es buena o mala, y exponer lo
que se debe ser y lo que no, por lo que se generará una ética normativa. El principal
concepto dentro de la propuesta axiológica de Max Scheler es el amor, pues abre las
perspectivas más profundas y sensibles del ser humano.

El horizonte que abre [el amor] no sólo tiene repercusiones en las relaciones
interhumanas, sino que también es la clave para explicar el origen de todo el cosmos,
ya que es el principal atributo de la esencia divina. El amor incluso antecede al
conocimiento, abriendo el campo valorativo para que la razón pueda posteriormente
comprender el mundo.97

96 Cfr. MARTÍNEZ Juan Pablo; Op. Cit., p. 148.


97
SOLÍS Nova, David; Op. cit., p. 125

51
Este concepto es la llave maestra para comprender toda la propuesta ética,
antropológica, gnoseológica y metodológica scheleriana. Ahora, para comprender a
profundidad el concepto de amor debemos partir de la concepción que Max Scheler
tiene del ser humano y su relación con este valor tan alto y excelso.

El hombre en Scheler es un habitante de dos dimensiones complementarias, vida y


espíritu, que nunca se resuelven en una unidad completa. Es un ‘entre’, un ‘puente’,
un trascender constante de la vida. Es el ser vivo que aspira a algo más que la vida,
que aspira a alcanzar las verdades eternas y el reino de los valores. Es la vida puesta
en plegaria y en la búsqueda de la trascendencia, un verdadero disparo al infinito. Más
que el animal que reza, es el hombre el rezo y la plegaria misma de la vida en pos de
algo superior a sí misma. Es, con más sencillez, ‘el buscador de Dios’. 98

El ser humano, por tener esta capacidad espiritual, tiene la facultad de objetivar
las cosas y de no depender de ellas como lo hacen los animales con su entorno, por
lo que puede relacionarse con la naturaleza de forma desinteresada e independiente
y a analizarla objetivamente, es decir, desarrolla una relación con su medio que le
permite comprender las cosas tal y como son, tal y como se nos dan más allá del
provecho que de ellas podamos sacar. Esta capacidad espiritual permite al ser
humano trascender del plano meramente fisiológico para adentrarse en las esencias
y la intuición de valores en los cuales el amor es el acto espiritual más excelso.

Ahora bien, Scheler partiendo de la premisa pascaliana según la cual existe


una lógica del corazón que permite un conocimiento distinto a la razón, establece que
existen objetos que la razón no capta, pero sí nuestro ser sensible o afectivo, esto
son, los valores. De esta manera percibimos el amor como la puerta, el camino y el
medio hacia valores más altos en determinados individuos, al contrario del odio que
conduce a los valores más bajos. En este sentido, el amor se convierte en la entrada
a todo un abanico de posibilidades de lo que podemos llegar a ser, como si cada
persona fuésemos un orden de amor, es decir, un ser dotado con la capacidad de
ordenar y jerarquizar nuestros valores a partir del referente del amor, y entre más
cerca del amor estemos, más altos serán nuestros valores y más altas nuestras metas

98
Ibíd. p. 126

52
y posibilidades de lo que podemos llegar a ser, pues de nuestra relación con el amor
depende nuestra forma de percibir y actuar en nuestro entorno.

El amor es para Scheler el acto emocional básico en el cual se funda la


totalidad de las emociones y sentimientos de lo que el ser humano es capaz99, por lo
cual lo considera la vía de acceso al conocimiento de la realidad que nos circunda. El
amor guía al hombre en el descubrimiento y exploración de los valores de los que es
capaz, y lo empuja a elegir aquellos de mayor valor y nivel más alto como la belleza,
la verdad y la bondad tratando de hacer de nosotros los mejores seres humanos.

2.3.2. La conducta del sujeto como expresión significativa de


su Ordo Amoris

Quizás no existe ser humano en la historia que no haya amado, quizás por
muchas razones haya dejado de hacerlo, pero aún la experiencia vivencial con el
amor es la referencia para describir sus acciones como positivas y negativas. Es
porque sabemos lo que significa el amor que podemos saber lo que es el odio;
podríamos decir que el amor es la base de las relaciones humanas que mantienen en
movimiento nuestro mundo, la motivación de nuestras acciones, aún más allá del
empuje del deber, se encuentra el empuje del amor.

Como mencionamos en el primer capítulo, Max Scheler propone una ética


material basada en la lógica del corazón que proponen Blaise Pascal y Agustín de
Hipona. Una lógica que, nos abre al conocimiento de la esencia de las cosas y de las
personas, es decir, que el amor nos permite llegar a un reconocimiento de la esencia
del otro y, por tanto, valorarlo en toda su plenitud, tal y como es, sin ningún tipo de
interés. El amor nos permite llegar al conocimiento de nuestra esencia y medir qué
tan lejos o cerca estamos de poder llegar a ser verdaderamente nosotros mismos,
qué tanto estamos viviendo nuestra naturaleza esencial, ser lo que debemos ser.

99
Cfr. SCHELER, Max; Ética, Op. Cit., p. 640.

53
Scheler, partiendo de este presupuesto, propone que existe un orden del amor,
un orden axiológico al que el ser humano y la naturaleza está sometido desde la
creación, es decir, un orden de valores universal independiente a todo hombre y
espacio y del cual el ser humano es consciente mediante la intuición sensible. Este
orden del amor nos indica nuestra propia esencia y lo que debemos ser, no como una
imposición arbitraria, sino como simple indicador descriptivo de nuestra naturaleza,
de nuestra capacidades y límites, de lo que podemos llegar a ser, pero dejándonos
en plena libertad de elección.

El amor nos hace tender a la virtud y por tanto una vida dichosa, ya así lo
confirma San Agustín en su obra “La ciudad de Dios”, cuando escribe:

El amor, que hace que se ame bien lo que debe amarse, debe ser también amado con
orden, y así existirá en nosotros la virtud, que trae consigo el vivir bien. Por eso me
parece que la definición más breve y acertada de virtud es ésta: la virtud es el orden
del amor.100

El amor no sólo nos hace tender hacia lo mejor, hacia lo más valioso, lo óptimo
para ser y vivir plenamente, el amor al ser dinámico y creativo no se conforma con los
valores descubiertos y permanecer estáticos, sino que nos induce a buscar nuevos
valores para seguir escalando hacia la plenitud en un dinamismo que es eterno e
infinito como el amor mismo. Esta última característica del amor nos permite afirmar
que el ser humano tiene con ello la posibilidad de trascender y de no tener límites en
sus objetivos de poder llegar a ser.

2.3.3. La configuración del ethos a través del Ordo Amoris

En la antigua Grecia, los pensadores designaban con el nombre de ethos a la


conducta y forma de vida de una persona que se esforzaba en alcanzar una meta, un

100
SAN AGUSTÍN: La ciudad de Dios, lib. XV, cap. XXII, p. 445 [En línea], En:
https://historicodigital.com/download/la-ciudad-de-dios.pdf (Fecha de consulta: 19 de agosto de 2018)

54
objetivo concreto y debido a ello configuraba su actuar. Este ethos iba encaminado
en orientar cada acción, cada decisión en pos de hacer posible esa meta que se ha
propuesto, es decir, la vida entera de la persona se orienta y tiende a identificarse con
aquello que desea llegar a ser.101

Max Scheler ve en el orden del amor el ethos del ser humano, a través del cual
el hombre puede encontrar su propia esencia y al mismo tiempo la esencia de todas
las posibilidades que existen y de esta manera elegir de forma más libre y consciente
aquello que desea ser. El amor nos permite ampliar el panorama de la realidad de
manera que no estemos limitados simplemente a lo que sabemos, al contrario, nos
hace buscadores de nuevos horizontes al descubrir valores que antes nos eran
desconocidos, y más aún, nos permite discernir aquello que en realidad somos y
configurar nuestra conducta hacia lo que podemos llegar a ser.

Scheler propone el Ordo Amoris como el medio para comprender las acciones
humanas más relevantes a nivel moral, sus formas de expresión, costumbres y los
fines en sus decisiones, además de sus motivaciones morales. Se puede decir que
toda acción humana se puede medir a partir del valor del amor o de su contrario, el
odio. El orden del amor se vuelve referencia normativa cuando el hombre asume los
valores que ha intuido de forma que su conducta se verá influenciada por su
conciencia moral respecto al conocimiento que tiene de los valores más altos y
también de los más bajos en torno a su elección. Sin embargo, aunque el ser humano
es libre para elegir lo que desee, el amor es un impulso interior por buscar elevarse
más y más en pos de llegar a su ser ontológico más íntimo y profundo.

El ser humano sólo podrá ser él mismo en la medida que ame, en la medida
en que se ponga un objetivo concreto y luche ser y configurarse con lo que ha elegido
como mejor para sí, como aquello que decide ser según su propia capacidad reflexiva
y de elección. Sólo cuando la persona se ame a sí misma será capaz de proyectar
sus objetivos propios y tratará ser fiel a ellos amándolos, es decir, valorándolos,
transformando su conducta en busca de hacerlos posibles.

101
Cfr. GONZÁLEZ, Juliana; Ethos, destino del hombre, UNAM-FCE, México, 1996, pp. 9-12.

55
De ahí que no hay un deber general al que obedecer, sino un ideal al que seguir, al
que amar. Pues bien, el amor es esa fuerza que nos transforma y nos acerca al ideal.
La persona es así puro crecimiento en el amor.102

La identidad de la persona se va forjando a medida que el orden del amor nos


empuja y orienta nuestra libertad a elegir lo mejor y alcanzar nuestro ideal. En cada
acción el hombre se va transformando en su verdadero ser.

Esto significa que la identidad estable la da la vida virtuosa, o la vida que haya
encarnado los valores que propone el prototipo. Por eso, se suele hablar en ética de
hábitos, es decir, de un habituarse de la persona con su entorno y con los de su
entorno.103

Ciertamente que el Ordo Amoris es un factor importante en la formación de


hábitos, no obstante, ello se realiza en la libertad humana, es decir, es el hombre
mismo quien ha elegido sus objetivos, también si tender hacia arriba en los valores
altos o hacia abajo; el orden del amor sólo es un medio para que el hombre discierna
y forje los medios para alcanzar su objetivo personal al cual se sienta llamado, su
propia vocación.

Ahora bien, en este capítulo hemos conocido el valor como la fuerza más íntima
del ser humano que lo hace ser persona, ser quien es en realidad y que a la vez
constituye su riqueza interior más profunda, el origen de todos sus deseos y anhelos
con los cuales proyecta su realización plena. De manera que se puede decir que valor
es parte fundamental en la configuración esencial del ser humano, que es a través
del conocimiento, interacción y vivencia de los valores que el hombre va
perfeccionando el conocimiento de sí mismo y la proyección de su destino.

Cuando el sujeto intuye los valores indudablemente su visión de la realidad, de


la vida misma cambia, le otorga la posibilidad de ampliar su margen de elección, lo
libera de las limitantes que muchas veces las reglas culturales le imponen. Más aún,

102
SÁNCHEZ León, Alberto; Op. cit., p. 102
103
Ibíd. p. 103

56
cuando es capaz de experimentar los valores más altos como el amor es cuando es
plenamente consciente de lo que puede llegar a ser.

57
CAPÍTULO III. LA IDEA DE SEGUIMIENTO
EN MAX SCHELER COMO MODELO DE
DISCERNIMIENTO VOCACIONAL

58
Todo hombre y toda mujer, en algún momento de su vida, se cuestionan a sí mismos
sobre su propia existencia, la razón y el porqué de estar en este mundo justo ahora y
no antes o después; se preguntan qué debe ser, o a qué debe llegar a convertirse
para realizarse plenamente. Sin embargo, en un mundo lleno de ruido y ajetreo como
el actual, en una sociedad donde sólo lo superficial, lo que se ve, lo pragmático es lo
que importa; donde, cuánto tienes o produces es lo que vales, es difícil que el hombre
o la mujer puedan dar respuestas profundas y del todo certeras ante tales inquietudes.
Sólo cuando el hombre o la mujer entra en su interior, cuando aprende a conocerse
a sí mismo, sabe interpretar cada uno de sus deseos, afectos e impulsos y puede
llegar a tomar las riendas de su propia vida, trazar rutas, proponerse ideales concretos
y desarrollar la forma de lograrlos.

A medida que este trabajo ha avanzado hemos recorrido un itinerario que nos
permite conocer el pensamiento axiológico y antropológico que Max Scheler propone
para que el ser humano pueda conocerse mejor a sí mismo, analizando sus afectos,
deseos e intenciones, mediante un método fenomenológico que permite realizarlo de
tal forma que el hombre pueda saber lo que él es realmente, lo que puede llegar a ser
y lo que en verdad quiere ser, sin verse manipulado por cuestiones externas que
puedan llegar a confundirlo u orillarlo a elegir modelos preestablecidos por la sociedad
de su tiempo, limitando no sólo su libertad, sino su propia individualidad y creativa
originalidad.

Para resolver esta cuestión, Max Scheler propone un tipo de seguimiento o


tendencia pura e interior que el ser humano puede seguir con plena libertad
identificados como modelos de conducta desde el Ordo Amoris que el hombre o la
mujer posee en sí mismo. En el presente capítulo analizaremos tales modelos, los
cuales serán la base para establecer una vía que concretice un método de
discernimiento vocacional para el ser humano en la sociedad actual. Analizaremos en
qué consiste un discernimiento y cuáles son las características de la vocación de
modo que, compaginado con todo el itinerario de este trabajo de investigación
filosófica, podamos realizar un camino de orientación vocacional serio, ordenado y
objetivo.

59
3.1. El seguimiento en Max Scheler

Si reflexionamos con detenimiento y seguimos el hilo conductor de la ética


scheleriana nos daremos cuenta con claridad que para este filósofo la moral tiene la
misión de transformar radicalmente el ser mismo de la persona y hacerla ser mejor,
no sólo convencerla o guiarla a cumplir ciertos mandatos para obrar bien, sino que
estas buenas obras sean fruto de su mismo ser bondadoso. La moral de la axiología
de Scheler no mira a que la persona tenga una serie de leyes por cumplir sino en
crear un modo de ser bueno que origine buenas acciones, buena voluntad.104

Interesante es que pareciera que Scheler, más que buscar que el hombre o la
mujer llegue al hábito de las virtudes busca algo más profundo, hacer florecer la
bondad de la persona misma. A esta idea de persona buena la llama Scheler prototipo
o modelo105. Siguiendo un modelo o prototipo concreto la persona puede llegar a
transformarse de manera radical y moral pues, más que actuar bien por la imposición
de una ley o de deber, realiza lo bueno impulsado por el deseo de ser como el modelo
al cual se siente atraído, contagiado por los valores que éste encarna.

El seguimiento de un modelo nunca se inicia por imposición ni mucho menos


por borreguismo, como decimos coloquialmente para referirnos a cuando se va detrás
de alguien imitando sus obras sin tener consciencia clara del porqué y sin involucrar
la voluntad; se hace porque todos los hacen, así como las ovejas van en manada
siguiendo el rumbo del grupo. El seguimiento surge de la intuición interna que
tenemos de lo bueno; cuando lo identificamos en alguien deseamos seguirle para
desarrollar ese mismo valor en nosotros mismos. En el fondo no es a la persona
poseedora del valor a quien seguimos, sino al valor mismo que se ha encarnado en
ella.

Y, como hemos dicho, el seguimiento tampoco nace de una imposición


externa; pudiera ser que alguien nos ponga por ejemplo de bondad a cierta persona,
pero si esa persona no nos inspira, no vemos en ella esa bondad, no nos sentimos

104 Cfr. SÁNCHEZ-MIGALLÓN, Sergio; op. Cit., p. 410.


105 Cfr. SCHELER, Max; Ética, op. cit., p.739.

60
llamados a seguirle. Esto mismo nos lo reafirma y deja claro Manuel Suances, en su
libro titulado Max Scheler, principios de una ética personalista, cuando comenta la
ética del seguimiento de Scheler:

El modelo, incluido en su ejemplar modelo de nuestro amor, atrae e invita a


seguirle; pero este seguimiento no es un querer u obrar que tiende únicamente
a la obediencia de un mandato o a copiar, sino que lo hemos tomado en el
sentido de una libre entrega al contenido valioso que se nos da intuitivamente
en el modelo106.

Según Scheler, existen muchas fuerzas misteriosas que configuran la vida


humana tanto individual como comunitaria, entre ellas se encuentran los modelos de
seguimiento, los cuales, al tener gran agudeza de amor y espiritualidad permite al ser
humano distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo universal y lo particular hasta
hacer fructificar los ideales generando una voluntad colectiva regida por los valores
más altos.107 Es decir, un valor es capaz de hacerse presente de forma concreta
cuando un sujeto lo encarna, y al hacerse evidente, crea en quienes lo intuyen, el
deseo también de poseerlo ya que lo saben valioso, bueno, alto.

Si bien, hemos mencionado que la propuesta de Scheleriana conduce al


hombre a estar abierto a los valores, a intuirlos en las circunstancias de la vida, sobre
todo en personas que los encarnan haciéndolos atractivos en su propia existencia. A
estas personas, Scheler los denomina modelos. Manuel Suances, nos comenta que,
según este filósofo alemán:

El modelo es siempre un valor encarnado en una persona; una figura que se cierne
frente a un individuo o comunidad de tal modo que el alma adopta poco a poco sus
rasgos y se transforma. El ser la vida y los actos de esa persona o comunidad se rigen
conscientemente o inconscientemente por él, se elogian de acuerdo o desacuerdo con
él108.

106 SUANCES Marcos, Manuel; Max Scheler. Principios de una ética personalista, Herder, Barcelona,
1976, p. 141
107
Cfr. SUANCES Marcos, Manuel; Op. Cit., p. 133.
108 Ibíd. p. 136.

61
Un modelo es el valor mismo encarnado en la persona que lo ha puesto en
práctica haciéndolo parte de sí a tal grado que su propia vida se ha convertido en una
predicación viviente, un ejemplo y un testimonio concreto de un hombre transformado
en todo su ser por la relación profunda con el mundo axiológico. Modelo implica en
todo su sentido un concepto valorativo, es decir, aquello que consideramos modelo
es seguido porque lo consideramos bueno, lo que debe de ser un hombre perfecto; lo
estimamos y lo amamos por lo que significa en los ámbitos religioso, moral, estético,
etc. y lo consideramos el medio para realizarnos plenamente, ser la mejor versión de
nosotros mismos.109

Casi todas las personas, de niños, admirábamos a ciertos individuos en


concreto y queríamos ser como ellos cuando fuéramos adultos. Algo en nuestro
interior nos hacía tender en querer asemejarnos a esos personajes, veíamos en su
personalidad valores con los cuáles nosotros mismos, (quizá todavía
inconscientemente) nos veíamos identificados y queríamos llegar a ser. Por ejemplo,
admirábamos la sabiduría y la paciencia al enseñar de aquel profesor de primaria, la
valentía y el heroísmo altruista del bombero de nuestra ciudad, la santidad de aquel
sacerdote de nuestra parroquia que irradiaba no sé qué que nos hacía sentir paz y
gozo espiritual, etc.

Al respecto, Manuel Suances nos dice que:

La influencia del modelo es más fuerte justamente ahí donde el hombre no tiene
consciencia clara de cuál es su modelo y menos aún de dónde le vino. La vieja frase
de un místico: Todo hombre tiene ante sus ojos una imagen de lo que debe ser;
mientras no lo sea, no está plenamente tranquilo110.

Ello quiere decir, que somos mayormente intuitivos a los modelos, a seguir los
valores encarnados, cuando aún no hemos elegido uno de ellos como medio para
fincar nuestra propia identidad, y esto es más frecuente en la niñez y la adolescencia,

109 Cfr. Ibídem.


110 Ibíd. p. 134

62
etapa de la vida humana en la que el sujeto está en proceso de configurar su propia
personalidad.

Según Scheler, cada persona se ve influenciado a emprender un camino de


seguimiento por medio de distintos modelos desde su infancia, ya sea de su propio
entorno familiar, modelos presentes en su círculo social más cercano, de su propia
nación o modelos del ámbito de lo sagrado, por medio de los cuales, el sujeto va
elevándose por medio de otros hombres.111 Así, es claro que por medio de los valores
que el hombre intuye en los demás, él mismo va eligiendo el modelo de persona que
quiere ser.

Este deseo de seguimiento aflora de forma casi natural en cada sujeto, pues
al no tener aún una personalidad configurada totalmente, se está inquieto en la
búsqueda de todo aquello que complete la propia identidad según el deseo más íntimo
de nuestro ser. Es muy común por eso que, cuando un chico experimenta gran
admiración por su padre, puede incluso a llegar a asumir la misma profesión u oficio
de trabajo de su progenitor como una forma de encarnar los valores que en él intuía.
Por ejemplo, si nuestro padre al que admiramos profundamente por ser un abogado
íntegro, con una honestidad intachable, que se esmera en defender los derechos de
los más pobres y desprotegidos, lo más seguro es que heredemos la misma profesión
porque en ella vemos un medio para seguir desarrollando esos mismos valores; sin
embargo, al ser la profesión sólo un medio para poner en práctica los valores de
honestidad, integridad, valentía y altruismo, puede ser que elijamos otra profesión
distinta a la de nuestro padre abogado, pero en la que se pongan en práctica estos
mismos valores, por ejemplo, siendo un buen trabajador o activista social, o incluso
un buen patrón. Es decir, los modelos, al ser universales no encajonan o limitan a
quienes los siguen ya sea en una profesión o labor social, sino van más a lo esencial,
a la configuración del propio ser de la persona.

Max Scheler explica que hay tres vías en que se transmiten los contenidos del
modelo: la herencia, la tradición y la fe en el modelo. La herencia configura los valores
a partir del amor sexual que hace tender teleológicamente al ser humano a proyectar

111 Cfr. Ibíd. p. 139

63
en la siguiente generación los mejores y más adecuados valores hereditarios. La
tradición, por su parte, se posiciona entre la herencia y la educación comunicando
automática y anímicamente modos mentales volitivos y valorativos por medio del
contagio e imitación inconsciente de la forma de vida del entorno, por ejemplo los
valores familiares como la honestidad, el trabajo en equipo o la misma unión familiar,
valores que no se cuestionan sino que se asumen como tales posicionándolos como
fundamentales en la vida personal de cada individuo de la familia dándoles mayor
identidad como parte de ese clan específico al considerar que tienen en común algo
valioso. Por último, el tercer vehículo de la influencia de los modelos es la
comprensión espiritual y la fe en personas a quienes confirmamos que son aptas para
ser seguidas por el nivel de amor que muestra su vida, o que desaprobamos por el
odio que transmiten.112

El seguimiento tiene en su núcleo, más que admiración, una profunda


identificación con el modelo, un amor profundo por él, por eso su libertad no es
enajenada por el modelo, sino que el seguidor libremente dispone su ánimo
totalmente a ser dócil y obediente para poco a poco ir configurando sus actitudes con
las del modelo que se considera una persona valiosa. Lo primero que nos atrae de un
modelo no es lo que manda sino concretamente su vida, el cómo ama, por eso, quien
sigue no lo hará sólo en acciones, sino en el amor que hay en las acciones; seguir
entonces es amar como el otro ama, tender a la que el modelo tiende.

El hombre, al contemplar un valor encarnado, intuye en su interior un deseo de


seguirle, de querer encarnar también aquello que considera bueno, emprende así un
camino de seguimiento a modelos concretos mediante los cuales logrará su objetivo
y llegar así a convertirse en lo que se ve llamado a ser. Hemos analizado en este
apartado cómo comienza el seguimiento mediante la intuición, la admiración y el
contagio, pero es necesario profundizar en esa inclinación que nos lleva a querer ser,
eso que llamamos vida tendencial, aquella motivación interior que desea o aspira al
valor.

112 Cfr. Ibíd., p. 144.

64
3.1.1. La vida tendencial

Después de haber dado un breve recorrido por la obra de Max Scheler


podemos constatar que, para él, los valores son aquellas cualidades materiales que
van dando sentido a la vida humana, brindándole una estructura moral interna que le
permite un conocimiento profundo de sí mismo, un diálogo y relación con las diversas
esferas psicológicas que lo integran tales como el amor, la percepción y la tendencia,
que tienen su concretización en la elección de un modelo personal.

El ser humano, a lo largo de toda su vida y en cualquier momento, está yendo


detrás de aquello que considera más valioso y digno estimación, va luchando por
alcanzar metas u objetivos que él considera como lo más necesario para realizarse
plenamente, es a lo que Scheler llama el fin de la voluntad. Al referimos a voluntad
estamos hablando de todo aquello de lo que al hombre le “está dado como a realizar,
a causa de que está dado como algo que es (idealmente) debido”113.

Esta tarea, aunque no se realiza siempre con plena consciencia, el hombre va


llevando de esta tendencia interior, como yendo en pos de un querer de su voluntad.
Tal tendencia sólo se da a plenitud si va ordenada a un bien específico, a algo que es
valioso de modo que, para realizarla correctamente, se requiere poner mayor
consciencia en cada uno de los pensamientos y acciones, a la par de un trabajo de
ordenación, discernimiento y purificación de los afectos. Si el individuo quiere llegar a
un objetivo, un bien alto, todos sus afectos y tendencias deben encaminarse a ello.

Scheler considera estas acciones humanas como una disposición de ánimo,


es decir, una apertura a la realización del valor, pero no una apertura pasiva, al
contrario, el hombre con ánimo dispuesto lucha contra todo aquello que vaya en
detrimento de la realización del valor al que tiende y al que prefiere frente a otros
valores, de ahí que, si el valor es alto, mientras va luchando por realizarlo se va
perfeccionando en la virtud. Por ejemplo, si el individuo busca ser un hombre íntegro
y exitoso deberá desarrollar en ese proceso una personalidad tal que sea capaz de

113
SCHELER, Max; ÉTICA Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético, Ed. Caparrós,
Madrid, 2001, p. 81.

65
convertirse en ello; deberá ser un hombre perseverante, honesto, bien administrado,
leal y fiel a sus convicciones personales, trabajador, tenaz y apegado a los valores
sociales comunes como la honestidad, la verdad y la solidaridad.

Tal sujeto que poco a poco va venciendo resistencias y determinándose


paulatinamente en el desarrollo de la virtud halla su lugar y juega un papel capital en
la disposición de ánimo desemboca en un querer bien definido.114

Ahora bien, Scheler propone 5 tipos de tendencias: en un primer momento


señala aquella intranquilidad o inquietud del aspirar de algo en nosotros sin que en
este momento se dé aún el objetivo de tal movimiento, como cuando aspiramos a
algo, intuimos qué puede ser, pero no tenemos un objetivo claro aún. Como segunda
tendencia o segundo momento, nuestro filósofo propone la tendencia en salida, es
decir, cuando nuestra inclinación o deseo interior nos empuja a ir dejando todo aquello
que nos desagrada para ir a lo que nos agrada, aunque no tengamos todavía total
claridad del objetivo. En tercer momento, nos encontramos con una tendencia con
una ruta clara que nos va marcando el valor al que deseamos encarnar, esto incluye
ir tomando ciertas acciones para ir concretizando un objetivo. Por último, nos
encontramos con el querer en sentido estricto, es decir, un querer con un fin claro,
con acciones claras que nos conduzcan directamente a realizar el valor. Cada una de
estas tendencias se dan justo después del enamoramiento o intuición de un valor que
deseamos desarrollar, para lograr llegar a ser, sin embargo, es necesario una
apertura, una disposición de ánimo, una apertura al amor tal, para que este proceso
vaya madurando poco a poco y de forma concreta.115

Para Scheler, toda disposición de ánimo es ya la elección del valor al que ha


tendido, razón por la cual, propone el seguimiento del modelo como un itinerario para
poder alcanzarlo y encarnarlo. Sin embargo, tal valor al cual el ser humano encamina
todos sus esfuerzos sólo podrá considerarse moralmente bueno si es el más alto de
entre todos los valores de los que es consciente; recordemos que en la escala
axiológica existen tres propiedades de valores (polaridad, materia y altura), que a su

114 Cfr. SÁNCHEZ-MIGALLÓN, Sergio; Op.Cit., p. 415.


115 Cfr. SCHELER, Max; Ética, Op.Cit., p. 81-83.

66
vez se ordenan en cuatro niveles: en el más bajo están los valores hedónicos, encima
de ellos los vitales, arriba los espirituales y los valores más altos son los de santidad.

Contrario a esto, está el confundir un valor bajo con uno alto, esto sucede
cuando el individuo pone el fin realizador del valor en lograr algo que brota solamente
de su deseo personal y no de un objetivo discernimiento y elección de los valores más
altos que cuidan de que el hombre no pierda su propia esencia. Por ejemplo, un sujeto
puede desear y tender a ser una persona de éxito, y está bien, pero confunde el éxito
con tener poder y dominio sobre los demás, capacidad para manipular masas, el
poder disponer de sus trabajadores como si fueran sus esclavos y usarlos para
amasar riqueza. Claro está en que un valor aparentemente alto no está bien
discernido y se convierte en el primer eslabón de una cadena de antivalores que llevan
solamente a degradar a la persona humana.

Los valores son las fuentes materiales de las virtudes, por eso nunca podrán
confundirse ni con los deseos, ni las aspiraciones, ni las tendencias del ser humano.
Además, que, un valor nunca nos conducirá al detrimento ni de la dignidad humana
ni a la destrucción del entorno; por eso es claro que Scheler proponga el amor como
el valor más alto, porque, para él:

El amor es el movimiento en el que todo objeto concretamente individual que porta


valores llega a los valores más altos posibles para él con arreglo a su determinación
ideal; o en el que alcanza su esencia axiológica ideal, la que le es peculiar.116

Scheler con su teoría del Ordo Amoris como base del seguimiento y más aún,
de la disposición de ánimo, ha dejado claro que el valor primigenio y el motor de
nuestra vida tendencial es el amor, a través del cual podemos experimentar todos los
demás valores al ser aquel movimiento que nos empuja hacia lo más excelso, a lo
más sublime. Sólo el amor nos permite valorar a los otros, abrir los ojos a la objetividad
de las cosas, situaciones, personas, seres y, por tanto, también proyectarnos
personalmente hacia lo que podemos llegar a ser si lo poseemos.

116
SCHELER, Max; Esencia y formas de la simpatía, Sígueme, Salamanca, 2018, p. 164.

67
Este amor manifiesta su existencia en la persona humana en tres facetas: el
amor espiritual, el amor anímico del yo individual, y el amor vital o pasional. Estas tres
facetas manifiestan en la vida del hombre serán las pautas para evaluar la conducta
de una persona, pues refleja todo su ser interior y los valores que han sido llevado a
cabo por la persona para realizarse en su vida cotidiana.

Todo ello abre otra vertiente que es necesario profundizar: el cómo la vida ética
se relaciona con el seguimiento, pues, podríamos preguntarnos ¿el seguimiento es
algo que sólo se da en la vida meramente personal del seguidor o también repercute
en la vida social y por ende ética y moral del individuo? Y si se da ¿de qué manera se
realiza? ¿Es posible que la ética sea también una posibilidad para el camino de
seguimiento? A continuación, en el siguiente apartado trataremos de dar respuesta a
tales cuestiones.

3.1.2. La ética como seguimiento

Sabemos que toda acción ética tiene su origen en un punto de referencia,


medida o norma desde la cual se establecen parámetros de conducta que nos
permiten saber si tal acción es buena o no. Para Scheler tal referencia es el amor,
pues es éste el que nos permite comprobar certeramente si estamos cumpliendo con
lo que realmente somos, o si estamos lejos de llegar a convertirnos en aquello que
estamos llamados a ser. Los valores se convierten entonces en cualidades materiales
a priori, esenciales y originarias que facilitan realizarnos como personas, viviendo,
siendo y existiendo plenamente. Sin embargo, es necesario afinar la intuición y
precisar la meta, hacia dónde queremos llegar, hacia dónde están los valores más
altos.

Para ello, Scheler nos propone hacer de la ética un camino, un itinerario para
sacar lo mejor que hay en uno de nosotros; así lo manifiesta al describir el propósito
de su obra axiológica en la que fundamenta y mide el sentido del ser:

68
Por la bondad más perfecta que sea posible, por la rica plenitud y el íntegro
despliegue, por la más pura belleza y por la armonía más íntima de las personas, en
las que se concentran y potencian a veces todas las energías del cosmos117.

Con todo ello, Scheler manifiesta que al hacer de la encarnación de los valores
su modus vivendi, el hombre o la mujer es capaz de contener en sí todas las
potencialidades necesarias para llegar a ser lo que se proponga, ser un ser humano
plenamente realizado, un hombre o una mujer verdaderamente feliz.

Scheler no entiende a un ser humano realizado en su existencia sino es una


persona moralmente ética, lo que en último término significa que, ser persona es vivir
en los valores, ser un alguien valioso. Según esta teoría, existen tres tipos de
personas valiosas, formas originarias o prototipos de personas que encarnan los
valores. El ser humano no sólo es instintivo y racional, también es intrínsecamente
intuitivo, sensible, capaz de captar las esencias y acceder a los valores. Todo ser
humano, dotado de estas facultades es también responsable de sus acciones, puesto
que no sólo la razón le dicta lo correcto y lo que no lo es, sino que también capta
valores a los cuales decide ser dócil o no.

Para nuestro autor, la moralidad consiste en transformar interiormente al ser


humano, llevarlo a actuar de la forma más óptima en todas las facetas y áreas de su
vida. Al intuir los valores, el hombre ya no actúa llevado por el deber de una ley formal
universal, no hace algo por el constructo del deber propuesto por Kant, sino que sus
acciones van en consonancia de aquello que descubre e intuye es esencial, ética y
moralmente alto. Scheler cree que el ser humano en su ser más íntimo y profundo es
bondadoso, que su esencia es buena; de ahí entonces que un hombre de verdad
demuestre por sus obras esa bondad que lo hace pleno.

Seguir el modelo de una persona virtuosa es analizarse a sí mismo y dejarse


forjar moralmente por los valores, es poder descubrir en sí mismo la bondad que se
tiene y comportarse congruentemente con ella por convicción libre y desinteresada.
Ahora, el seguimiento que propone Scheler no es un mero copiar las acciones de un

117
SCHELER, Max, Ética, Op. Cit., p. 31.

69
virtuoso, sino dejarse ordenar por los valores tal cual como es dócil aquel que se
propone como modelo. Si se tratara de ser copia de otro, no sólo se estaría yendo en
contra de la libertad y autenticidad de cada sujeto anulando su propia originalidad,
sino que al mismo tiempo se estaría imponiendo una forma concreta de ser, cual si
fuera una ley cayendo en lo que Scheler critica de Kant. Se han de intuir
sentimentalmente los valores jerárquicos universales más altos y, al mismo tiempo,
forjar la personalidad propia en el seguimiento de un modelo axiológico, es decir, de
un perfil ideal que con su vida haga intuibles los valores más altos.

Una persona que está en comunión íntima con los valores es capaz de atraer
con el perfume de su misma vida a quienes están lejos de ser virtuosos y por tanto
van perdidos sin rumbo fijo en su camino personal; es su alegría, libertad y plenitud
manifestada en sus obras lo que hará atractivo el encarnar los valores.

Por tanto, un modelo es siempre una persona buena, cuya vida encarna
valores que consideramos altos e incluso sublimes. Suances, comentando esta
premisa nos dice al respecto:

El modelo tiene que ser necesariamente una persona buena. No es posible


aprehender como ejemplar prototípico una persona que es dada como mala. Lo que
sí es posible es no seguir prácticamente a nuestro modelo o engañarnos en el
seguimiento de esta o aquella persona tomándola como modelo; pero no podemos a
sabiendas proponernos un modelo malo y seguirle.118

Tal y como este autor menciona, cada persona intuye en su interior qué valor
es bueno y alto y cual es contrario, bajo, es decir, no se puede pecar de ingenuo como
decimos coloquialmente.

Normalmente, es muy común encontrarnos con adolescentes y jóvenes que


siempre llevan la contraria a la formación de sus padres y maestros; estos son
considerados rebeldes por elegir deliberadamente valores bajos como fundamento de
su comportamiento e incluso de su personalidad. Estos jóvenes, no siempre

118 Ibíd. p. 138

70
ignorantes de lo bueno, deciden libremente tomar como modelos a personajes que
encarnen los valores más bajos en la escala llevando la contra a los valores altos que
normalmente le recomiendan como una forma de manifestar su propia autonomía,
haciendo creer con su comportamiento que nadie puede imponerles algo, aunque sea
bueno, por lo que pocas veces miden las consecuencias a largo plazo de las propias
decisiones que toman.

Ahora bien, hasta ahora hemos hablado de modelos que normalmente el ser
humano tiene visiblemente en su círculo social más cercano. Sin embargo, los
modelos no se limitan a ellos solamente, Bergson, del que ya hemos hablado con
anterioridad y que influenció grandemente a Scheler, nos dice en uno de sus escritos,
al respecto:

La persona evocada ha podido ser un padre o un amigo, pero también una persona
con la que nunca hemos tenido trato, de quien simplemente nos han hablado,
contándonos su vida, pero a cuyo juicio sometemos gustosa e imaginariamente
nuestra conducta, orgullosos de su aprobación. Esta autoridad ha podido ser inclusive
una personalidad sacada del fondo del alma a la luz de la consciencia, una
personalidad que nazca en esos momentos en nosotros, que sentíamos capaz de
llenarnos enteramente más tarde, y a la cual queríamos ligarnos por el momento como
se liga el discípulo al maestro.119

Un modelo puede ser cualquier persona en la que vemos encarnado un valor,


pues no es la persona en sí a la que se sigue, sino al valor que ella muestra,
“Ónticamente un modelo es una consistencia estructurada de valores dentro de la
unidad de una persona, es decir, una esencia estructurada de valor en forma
personal”120, es por eso que no existe sujeto que no encarne en su persona por lo
menos un valor, en la que no haya por lo menos un rasgo valioso qué imitar.

Porque “ser modelo no exige una naturaleza consagrada. Una persona en un


momento de valentía o de dominio espiritual puede ser un modelo”121, puede parecer
que hay personas que a las que no se les note algún rasgo valioso, pero en un

119 BERSONG, Henri; Lex deux sources de la morale et de la religión, P.U.F., Paris 1969, p. 30.
120 SUANCES Marcos, Manuel; Op. Cit., p. 137.
121 Ibíd., p. 138.

71
momento dado de la vida, esas personas pueden sorprendernos al encarnar un valor
en alguna situación límite de la vida y convertirse en héroes, en personas dignas de
admiración.
Como vimos en este apartado, la vida ética y el seguimiento son inseparables,
y hasta cierto punto una sin la otra no se entiende. Ciertamente existen personas con
rasgos de valor más evidentes, pero todo ser humano lleva en sí la esencia, el
diamante de la bondad, la vida ética pulirá esa piedra y nos llevará a ser valiosos
plenamente. El impulso, el deseo de querer ser valiosos lo encontramos en los
modelos; en el siguiente apartado hablaremos de tres tipos de ellos, los que Scheler
considera los más altos, de manera que, comprendiendo la función de cada uno,
podamos comenzar una propuesta de discernimiento vocacional a partir de todo el
análisis que hemos propuesto en este trabajo.

3.1.3. Modelos de seguimiento: Héroe, Genio o Santo

Hemos visto que la transformación llevada a cabo por un modelo en la persona-


seguidor no sólo impacta el ámbito del querer sino el ser mismo de la persona, todo
en cuanto el modelo se considere la raíz de toda su actividad. En consecuencia, se
transforman los ánimos y los sentimientos, así el sujeto aprende a querer y obrar
según el modelo quiere y obra contagiado desde su propia forma de ser.

La influencia que ejerce un modelo sobre otra persona no está en dirección a


ser una norma o una orden a la que debe obedecer, sino un ejemplo al que hace
aspirar, un llamado a ser122. El sujeto que va en busca de una orientación para vivir,
al intuir un valor, queda fascinado por aquel modelo, y emprende el itinerario de
seguimiento para ser como él inclinado y atraído por tal forma de vida.

122 Cfr. Ibíd., p. 141.

72
Como vimos en apartados anteriores, el hombre seducido por un modelo es
atraído en su amor y querer a acciones concretas que Scheler denomina cualidades
de valor que afianzan la elección del sujeto al modelo. Es en la elección del modelo
cuando el hombre o la mujer configuran una meta concreta a la cual se quiere dirigir,
visualiza claramente lo que quiere llegar a ser. A continuación, abordaremos tres tipos
de modelos, que Scheler considera los más altos: el héroe, el genio y el santo.

El primer modelo a seguir que propone Scheler es el Santo u hombre o religioso


o mujer religiosa, el cual, al tener una relación profunda con lo divino, posee un
conocimiento emanado de esa contemplación que trasciende la misma revelación
natural dada por la razón, la naturaleza y la historia, de forma que sus acciones,
mensajes, consejos e instituciones se apoyan en otras fuentes de conocimiento
trascendente, por lo que sus reglas no son de orden moral, sino divino.123 Esto quiere
decir que:

El santo o genio religioso se abre al reino del valor supremo: lo sagrado. Se observan
dos caracteres en la personalidad del santo. En primer lugar, posee, como persona
total indivisa una cualidad carismática que no pertenece a ningún otro tipo de lo
humanamente significativo (…) En segundo lugar, experimenta una relación viva y
real, sólo propia de él, con lo divino, sobre la que fundamenta sus palabras, mandatos,
autoridad y acciones (…) el santo siempre se encuentra en una relación amante y
contemplativa con lo divino y no primariamente con el mundo como sucede con los
demás modelos.124

El hombre santo o mujer santa es el/la modelo más alto en la propuesta del
seguimiento; la personalidad de este modelo atrae, inspira, es un sujeto que con su
sola presencia cautiva; todos sus gestos, acciones y palabras brotan del íntimo de su
ser bondadoso y, puesto que es una persona íntegra, es también congruente entre lo
que dice, piensa y hace, por lo que sus palabras tienen eficacia y autoridad.

Bergson expresaba que los santos y los grandes hombres de la historia no han
tenido la necesidad de exhortar a la gente a seguirles, su misma vida, si misma

123 Cfr. Ibíd., p. 145.


124 Ibídem.

73
existencia era ya atractiva y arrastraba a multitudes a querer imitarles.125 El hombre
santo o la mujer santa tienen como norma suprema parecerse a Dios, sin que ello
signifique tener a Dios como modelo porque Dios no lo es, sino que lo tienen como
referente pues en él están reunidos todos los contenidos valiosos de los cuales los
modelos sólo reflejan parcial y limitadamente uno de los tantos valores. Esta es la
razón de que su persona sea tan cautivadora, porque encarnan valores muy altos,
sobre todo el amor.

Ahora bien ¿Qué características esenciales tiene el santo? A continuación,


enumero las 5 características que, según Max Scheler, posee una persona santa:

1. Es un ser supracional, es decir, su persona y sus obras no están


anclados o limitados a ningún contexto geográfico, de tradición, o cultura.
2. Es una persona única. Significa que, a diferencia de los demás genios
y héroes, el santo es único en su tipo, no existe otro semejante a él.
3. El santo es una realidad histórica. Es decir, el santo no es un conjunto
de ideales, es una persona concreta que ha encarnado los valores más altos y
sublimes. Aunque, siendo objetivos, aunque conozcamos la realidad histórica
del santo, lo púnico importante es su persona misma.
4. Está por encima de las normas. En esto el santo se distingue de los
otros modelos, pues no existe norma universal que pueda medir el querer del
santo, sus actos y sus obras en el mismo valor. Sus adeptos consideran ya en
sí buenas y verdaderas sus palabras y acciones que dan muestra de bondad
y nobleza signo de su carácter de relación íntima con Dios.
5. El religioso no se produce por educación. Son hombres fuera de serie
que, sin que el contexto social, histórico o cultural sea propicio para su
aparición, surgen como una gracia histórica para la humanidad. El querer
manipular su creación iría en contra del ser mismo de lo santo.126

La influencia del santo o santa deja huella, y es tal que, aunque no se quiera o
se busque, su misma existencia impregna todo el ordenamiento jurídico y todos los

125 cfr. BERSONG, Henri; Lex deux sources de la morale et de la religión, P.U.F., Paris 1969, p. 30.
126 Ibíd., p. 146.

74
valores espirituales en sus estilos y formas convirtiéndose en un referente de
comportamiento; y aun cuando no haya ni siquiera algo escrito de su pensamiento, el
testimonio de sus seguidores da razón de la hondura de su influencia en el mundo127.

Es por medio de la comunidad de amor de sus seguidores inmediatos y de la


tradición de su legado que el santo sigue presente misteriosamente a través de
tiempo. El santo sigue vivo en sus seguidores que buscan impregnar y penetrar, todas
las contingencias de la vida y la actualidad, sus profesiones y disposiciones, de la
esencia individual de la personalidad y vida íntima de su modelo.

La persona del discípulo se convierte en espejo viviente de las virtudes del santo (…)
vive y revive estas virtudes del santo y de esta presencia de la virtud de lo ejemplar en
él fluyen también los actos y sus intenciones.128

El segundo modelo alto que se propone es el genio. Scheler define lo define


como aquella persona que sin ser consciente del todo, ni tener regla alguna, produce
cosas ejemplares realizando bienes puramente espirituales de la cultura, llevado
únicamente por el amor a lo esencial e ideal en y dentro del mismo mundo; el genio
es el modelo portador de los valores puramente espirituales: sabiduría ciencia y arte,
el hombre que está dispuesto, abierto e impulsado por una amor espiritual por los
valores a las ideas de Dios realizadas en el mundo.129 Este modelo tiene una
personalidad contemplativa, alegre, entusiasta y con una entrega inefable, en todo ve
motivo de alegría, el lado positivo de las situaciones.

El objeto específico del genio no es Dios como en el hombre religioso o la mujer


religiosa, o el conocimiento como en el filósofo o la filósofa, ni tampoco lo estético
como en el/la artista, sino las esencias que pueden ser intuidas y las ideas que pueden
ser pensadas realizadas en el universo del mundo interior o exterior. Es un amor a lo
esencial del mundo, y las ideas contingentes le son sólo como un trampolín para
pensar y descubrir ideas, sin embargo, puede muchas veces carecer de realismo para
ser apto en cosas concretas o exactas.130

127 Cfr. Ibíd., p. 147.


128 Ibíd., p. 150.
129 Cfr. Ibíd., p. 151.
130 Ibídem.

75
Las características esenciales del genio son:

1. Crea libre y desinteresadamente. Toda su actividad está liberada de todo fin


y utilitarismo, su motivación es sólo entregarse amorosamente al orden objetivo de las
cosas; crea porque su misma naturaleza lo empuja a ello.
2. Cada obra del genio lleva su impronta. La obra del genio no la explica la
ciencia objetiva, puede descifrarse desde su envoltura, pero es esencialmente algo
que sólo se entiende desde la individualidad el genio que lo hizo.
3. Su obra es inagotable. A lo largo de la historia su obra se estudia y no se
agota la profundidad de su contenido y, aunque su obra no es eterna por estar escrita
en la materia, su duración habla de su impacto en la cultura.
4. No necesita someterse a reglas. El genio crea ejemplarmente sin reglas, por
tanto, son obras que no tienen igual, ni pueden ser copiadas por nadie más.
5. En su obra se percibe una totalidad, un microcosmos. Se percibe en su obra
una totalidad del mundo tal como le está dado a la persona total.
6. Para comprender al genio hace falta congenialidad. Es decir, realizar una
contemplación participada y repetida del contenido dado al genio. 131

Scheler contempla en cada modelo el amor que los mueve, que los empuja a
ser lo mejor de sí, que los hace libres y creativos; en el genio, en particular, se muestra
con claridad que el valor hace del ser humano un ser creativo, capaz de transformar
su entorno, enamorado de lo que existe y dispuesto a mejorarlo.

Suances lo describe con las siguientes palabras:

El amor creador del genio se dirige al mundo sin más; y todo lo que él ama se convierte
para él en símbolo del mundo o en algo a través de lo cual abraza en actitud amorosa
al mundo con totalidad (…) El genio no se adapta al mundo, lo amplia132.

El genio hace de su entorno un lugar mejor, todo su esfuerzo va encaminado


en crear un lugar donde todos pueden saberse acogidos, plenos. Y así como infinito
es el amor, así de infinitas las posibilidades para el genio para crear un mundo mejor.

131 Cfr. Ibíd., pp. 155-158.


132 Ibíd., p. 154.

76
Existen tres clases de genio:

1. El sabio, o genio del corazón y el filósofo. Es aquel genio capaz de


educar en el estilo más elevado, casi al estilo religioso, haciendo
profundamente sensible al ser humano a las cosas posibles.
2. El artista. Sumergido en la vida creadora y las ideas divinas plasma
todo ello en un proceso creativo.
3. El legislador. Este genio busca dotar de los deberes faltantes a las
disposiciones jurídicas en un sentido positivo. 133

El tercer modelo, de los más altos que propone Scheler es el Héroe. Este
modelo “es la personificación de lo noble, es decir, la suma de todas las excelencias
y virtudes, no puramente espiritual sino vital-espirituales”134. La esencia del héroe es
la intrepidez, el autodominio, el coraje, la capacidad emplear la fuerza en lo bueno
que toma de manos del santo. De modo que, mientras el santo les un modelo por su
ser, el genio por su obra, el héroe es por los hechos. El héroe sólo lo es dentro del
marco de su pueblo y de una corriente histórica concreta ligada a una tradición viva,
por lo que la importancia de su obra está circunscrita a la coexistencia de su nación.

Las características esenciales del héroe son:

1. Nobleza de espíritu. Es una persona consagrada a lo noble, al valor


puro, a cultivar la magnanimidad, la nobleza espiritual de cuerpo y alma. Nunca
busca el bien sólo para él mismo y los suyos, sino para todos. Es un hombre
que lucha por dominar sus instintos y llevar una vida de perseverancia y
seguridad en sus metas.
2. Hombre de voluntad. Es un hombre de poder con alma heroica. Lucha
por mantener el equilibrio entre la plenitud y la disciplina.
3. Grandeza de carácter. Domina su vida impulsiva mediante una fuerte
voluntad espiritual.

133 Cfr. Ibíd., p. 160.


134 Ibídem.

77
4. Dominio de sí mismo. Se domina a sí mismo para ejercer poder y
autoridad sobre los demás sin ser un tirano.135

Los principales tipos de héroe son el estadista, el militar y el colonizador. Cada


uno de ellos encarna la realización de lo noble, es decir, una persona de carácter,
entregada, con dominio de sí. El estadista, guiado por su amor por la humanidad
pretende ayudarla mediante avances científicos y técnicos, además de poner orden y
equilibrio en la economía. El militar es un apasionado de la lucha por lo justo, no va
movido por el deseo de la lucha por la lucha, sino conquistar la paz, el bien común. El
colonizador es un intrépido buscador de nuevos valores de lo agradable, va más allá
de lo que otros se acostumbran, busca siempre perseverar en llegar a un nivel más
alto de valor.

3.2. Acercamiento al concepto de discernimiento


vocacional

Como hemos podido reflexionar a lo largo de todo este trabajo de investigación


filosófica, todo hombre o toda mujer buscan el sentido de su vida sobre todo cuando
va configurando su propia personalidad y el rumbo de su destino. Comienza a
preocuparse del propósito de su existir en este momento y en este lugar y, al
contrastarlo con su querer, su deseo interior, va en busca de un lugar en la sociedad
donde pueda realizarse plenamente. Sin embargo, es necesario que se conozca
interiormente, que aprenda a auto-interpretarse integralmente, en sus afectos,
sentimientos, pensamientos, razonamientos esquema de valores, y así pueda
estructurar un plan de vida personal discernido desde sus posibilidades personales,
sus fortalezas y debilidades.

135 Cfr. Ibíd., pp. 161-164.

78
El discernimiento será clave en la configuración del plan de vida, la
visualización de metas y proyectos, sobre todo en el momento de la elección de un
estilo de vida concreto en el que se compromete todo el ser de la persona, es decir,
la elección de un modelo de seguimiento a partir del cual se edifique la vida personal
de cada individuo.

En el siguiente apartado ahondaremos en lo que encierra el término de


discernimiento, qué es, como se realiza, cuál es su propósito y su relación con la
elección de un estilo de vida determinado. También profundizaremos en el significado
de la vocación, qué es, cómo se descubre, cómo se vive y se desarrolla, además de
su relación con la filosofía del seguimiento de Max Scheler, para así, a continuación,
proponer un itinerario de discernimiento vocación teniendo como base la propuesta
antropológica y axiológica de Scheler.

3.2.1. Los términos discernimiento y vocación

Si se analiza con profundidad la vida de un ser humano en concreto, se podría


observar con claridad que toda ella es un tejido de elecciones y decisiones, las cuales
fueron escogidas en razón de la tendencia hacia aquello que se consideró como lo
mejor o lo más bueno en tal momento o situación; algunas de ellas con plena
consciencia y toda disposición y, otras, como llevado o inclusive arrastrado sólo por
las circunstancias del momento. En el siguiente apartado expondré lo más breve y
conciso posible la concepción que se tiene de discernimiento para a continuación
hablar de vocación y cómo estos dos aspectos pueden ser tema de reflexión y
construcción desde el planteamiento axiológico de Max Scheler.

La palabra discernimiento normalmente se comprende como el arte de saber


distinguir entre una cosa y otra, poniendo en claro aquellas características que la
hacen distinta a las demás. En el terreno de reflexión interior esto es más profundo;
discernir, como su nombre lo indica, es separar una cosa y otra, saber elegir lo bueno
y desechar lo que se considera malo, como cuando se cierne el trigo en la criba.

79
Discernimiento es, pues, saber distinguir entre nuestros pensamientos y
deseos, entre nuestros impulsos y afectos, entre lo que pensamos y hacemos, entre
lo que queremos y actuamos. Discernir es tener plena consciencia del rumbo que
hemos trazado y los pasos que damos para llegar a la meta propuesta. Más aún,
discernir es saber con certeza si tal meta es la adecuada, si es lo mejor, lo óptimo, o
si por el contrario es fruto de la irracionalidad, el miedo, las circunstancias.

Discernir es saber elegir, saber tomar decisiones, analizar todo parte por parte,
hacer hipótesis y tomar partido por aquello que consideremos mejor. En el terreno
axiológico, Scheler nos propone los valores más altos vinculados al amor y a la
santidad, a partir de ello podemos distinguir lo que es bueno de lo que no lo es tanto
y gracias a ello poder elegir mejor nuestra vocación.

Toda elección siempre es más correcta cuando es tomada en libertad y plena


consciencia; cuando el hombre no discierne, cuando no analiza, cuando no distingue,
cuando no intuye los estratos sentimentales provocados por los valores tiende a elegir
mal y termina por no sentirse pleno y realizado con lo que hace, y así tarde que
temprano abandona o cambia de elección. Nadie, por persistente que sea, aguanta
para siempre vivir en un estilo de vida que no le llena o le satisface plenamente, so
pena de vivir frustrado, amargado e insatisfecho el resto de sus días.

Discernir es un itinerario hacia lo que realmente queremos y nos conviene,


discernir es saber buscar y saber encontrar. Si no sabemos lo que buscamos no
comprenderemos lo que hallemos. Max Scheler nos ha propuesto con su axiología un
camino para auto conocernos, para discernir, para distinguir entre todas nuestras
voliciones internas y no dejarnos llevar por el mero instinto irracional o por la pasión
del momento, sino, de manera consciente, libre y clara, saber tomar las riendas de
nuestros pensamientos, deseos y acciones y conducirlos por el por el camino de los
valores más altos dados en nuestro Ordo Amoris y por el seguimiento al modelo
axiológico hacia el cual tendemos.

80
3.3. Reflexión sobre la propuesta ética de seguimiento
de Max Scheler y el discernimiento vocacional

Al comenzar esta tesis planteamos una inquietud: el ser humano quiere


conocer el sentido de su vida; y guiados por el oráculo de Delphos quisimos establecer
un itinerario hacia el conocimiento propio, uno entre tantos, pero quizá el más
completo en la integralidad de los campos que abarca en torno a la reflexión sobre el
ser humano. Conociéndose el hombre o la mujer así mismo puede entonces conocer
cuál es el propósito de su existencia y cuál es su vocación genuina.

En el primer capítulo de este trabajo reflexionamos en cómo Max Scheler


buscó en toda su obra ir a lo más fundamental de la esencia filosófica conduciéndonos
al conocimiento del hombre en toda su amplitud, sin dejar nada fuera del análisis, ya
fuera psicológico, histórico, ético, socio-cultural, biológico o espiritual en una misma
reflexión antropológica. Sin lugar a dudas, Scheler y su propuesta filosófica crean una
visión antropológica integral que se convierte en una herramienta sumamente útil para
aquel que quiera seguir un itinerario de conocimiento propio y configurar un
discernimiento de sus deseos, impulsos, afectos y esquemas valorativos.

Influenciado por el vitalismo de Dilthey, Scheler consideró al ser humano como


un ser biológico en busca de sobrevivir en su entorno social siguiendo sus propios
estímulos y sensaciones. Esta capacidad sensitiva e intuitiva es considerada por
Scheler como la más importante para su desarrollo, ya que ésta permite responder a
los efectos del entorno dando lugar a los valores y a las valoraciones vinculando al
sujeto con la realidad concreta de su propia existencia. De esta forma, la persona
puede establecer líneas de acción para alcanzar sus fines y metas con las que se
proyecte a futuro.

Esta idea de la capacidad intuitiva del ser humano se agudizó con la influencia
del místico Bergson, quien, como mencionamos en el primer capítulo, rechazaba todo
conocimiento lógico, fruto de la mera razón, dándole paso al conocimiento fruto de la
intuición contra toda concepción científica de la ideología modernista que separaba
sentimiento y razón, vida y espíritu. Esta intuición filosófica, considerada como la

81
emoción gozosa de poseer o comprender la realidad por la contemplación metafísica
en el pensamiento, Scheler la consideró clave para que el hombre pueda llegar a intuir
y vivenciar los valores, los cuales, han de proporcionarle al hombre, modelos de
seguimiento estimulados el Ordo Amoris, que le permitan encontrar su propia esencia
y vocación en la vida. Ha sido, entonces, por medio de la influencia filosófica de
Bergson que, Scheler intuye la necesidad de un método propio para escuchar la voz
de la conciencia, que permita al hombre ser libre y responsable en la construcción de
su propio destino, creándose a sí mismo y, con ello, creando el sentido de las cosas.

El parámetro que Scheler propuso como referente a esta propuesta de la


intuición ha sido el método fenomenológico de Husserl, el cual, si bien propone la
intuición como forma de conocimiento, no es una intuición a lo sensible sino a lo
esencial, es decir, lo que se busca es conocer, mediante la contemplación, la esencia
y describirla tal cual es. Scheler tomará ciertos elementos de la propuesta husserliana
para tener un parámetro que mantenga en objetividad y equilibro la capacidad afectiva
al momento de relacionarse o intuir realidades espirituales materiales como los
valores.

Por medio del método fenomenológico, Scheler quiere obtener un concepto


esencial de lo que es el ser humano en su persona individual y ofrecer una única idea
de persona desde su esencia misma: su ser biológico, psíquico y espiritual en su
capacidad de conceptualizar, idealizar e intuir, y cómo influye éste hecho en la
manifestación del actuar del hombre, en la toma de decisiones y proyección de vida.

Ahora bien, aquello que el hombre o la mujer con su capacidad intuitiva busca
se encuentra en los valores; son ellos los que han de mostrar al ser humano un
itinerario para discernir su razón de ser, su vocación, su proyecto esencial de vida.
Scheler, influenciado por San Agustín, encuentra que la fuerza interior del amor es el
impulso del hombre para vivenciar los valores más sublimes haciéndolo más sensible
a las intenciones emocionales, a partir de las cuales estructura la escala de
preferencias y la totalidad de sentimientos a los que es sujeto.

Desde esta visión agustiniana, Scheler propone el amor como el culmen y el


centro de la ética humana, que permite al hombre trascender, ir más allá de sí,

82
encontrándose a sí mismo y a lo más sublime de su existencia. El amor se propone
como el dinamismo creativo interior descubre los valores más altos y desconocidos
de los cuales el hombre es capaz. Amor es igual a la búsqueda de los valores y no
sólo eso, Scheler consideró que el amor llama al hombre y la mujer a llegar a ser
mediante la vivencia de los valores que le hacen consciente de la responsabilidad
personal de encontrar aquello que lo haga pleno, que le permita alcanzar su salvación,
aquello a lo que tiende todo su interior y que nadie más puede elegir por él.

Scheler comprende que los valores van más allá de ser meros referentes
morales, son la fuerza más íntima del ser humano que lo hace ser persona, ser quien
es en realidad; los valores constituyen la riqueza humana interior más profunda del
hombre y el origen de todos sus deseos y anhelos con los cuales proyecta su
realización plena.

Como hemos visto, es por medio de la intuición que es posible jerarquizar todas
aquellas esencias que nos incitan a desear y querer ser. Esta escala de valores que
Scheler propone como la realidad interior que la persona intuye tiene como objetivo
ordenar la vida del ser humano y llevarle a un camino de elección perfecta por medio
del valor más alto que es el amor. El amor, como valor más alto, es el referente
jerárquico para los otros valores y su posición frente a los otros porque es la
manifestación concreta de interrelaciones personales de sujetos con personalidad
única, viva, con alma y libertad.

Este amor, que abre las perspectivas más profundas y sensibles del ser
humano y el fundamento de la totalidad de las emociones y sentimientos de las que
el ser humano es capaz, se materializa y concretiza, como hemos analizado, en los
modelos de seguimiento. En ellos, se manifiesta con claridad cómo el amor guía al
hombre en el descubrimiento de los valores de los que es capaz, y lo empuja a elegir
aquellos de mayor valor altura como la belleza y la verdad, forjando un ser humano
plenamente realizado.

Por medio de los modelos seguimiento, el amor se manifiesta concreta y


visiblemente los valores se encarnan potenciando al hombre a tender hacia lo que es
mejor, lo más bueno, lo más santo, lo más perfecto. Al contemplar los valores en los

83
modelos, el hombre o la mujer se ve atraído naturalmente por ellos y desea
vivenciarlos. Esto no significa, de ninguna manera, que estemos copiando y con ello
perdiendo nuestra propia esencia al querer ser como alguien más; la causa de este
atractivo es que descubrimos en el modelo los valores de nuestra propia persona136,
como si en un espejo se reflejara nuestro propio interior y pudiéramos ver con claridad
aquello que somos o podemos llegar a ser nosotros mismos. “El seguimiento del
modelo no es imitación ni obediencia, sino un adentrarse en el ser personal mismo y
en la disposición de ánimo del modelo”137, es inspirarnos a alcanzar metas altas
sabiendo que si otros, semejantes a nosotros, han podido alcanzar ese nivel de amor,
también nosotros podemos.

Ahora bien, hablamos en los segmentos anteriores sobre lo que son los
modelos y encontramos en ellos distintas formas de llegar a ser, desde lo más alto
como la santidad, la genialidad o el heroísmo, hasta lo más bajo como podría ser una
persona que, alejándose del amor, encarna los valores más bajos como el egoísmo,
la destrucción, la envidia, llevándolo al sin sentido de su propia existencia.

Cuando una persona se encuentra en el umbral de la madurez de su vida,


cuando se asoma a la realidad de tener que tomar decisiones por sí mismo, sobre
todo decisiones fundamentales y fundantes, necesita realizar un trabajo de
discernimiento profundo, saber quién es para saber qué quiere, y entonces ir tomando
decisiones que lo vayan conduciendo a materializar sus metas proyectadas.

De entre las decisiones más importantes se encuentra el conocer cuál es la


vocación propia, el sentido de su vida, y el para el qué de sus actividades; conocer a
dónde irán encaminados todos sus esfuerzos y quién quiere llegar a ser. Para ello, he
querido presentar este recorrido de la propuesta filosófica de Scheler, en la que
mediante el conocimiento interior e intuitivo de los valores que nos mueven, podamos
tener más claridad de que queremos ser. Los modelos entonces se convierten en
referentes y en proyección a lo que nos sentimos llamados. Elegir uno de los modelos
abre la puerta a la configuración concreta de nuestra propia personalidad.

136 Cfr. SUANCES Marcos, Manuel; Op. Cit., p. 141.


137 Ibíd., p. 142.

84
Nuestro seguimiento del modelo se funda en el amor al contenido valioso que
representa ese modelo. No hay nada en la tierra que haga ser buena a una persona
con tal originalidad como la mera intuición evidente y adecuada de la bondad de una
persona buena138.
Es como si al elegir un modelo tuviéramos el esqueleto o el bosquejo de
nuestro plan de vida, la forma en la que lo viviremos será parte de nuestra
creatividad y esencia propia.

Por ejemplo, puedo elegir ser santo, quizás incitado por el testimonio de vida
de una persona santa, sin embargo, en mí sólo reproduciré los valores que ese
modelo conlleva, no la totalidad de su vida. No es necesario imitar su profesión, su
forma de vestir o incluso las mismas formas de expresar el amor, sólo debo encarnar
esa caridad en mi vida propia y concreta. Pudiera ser que aquel santo que admiro
fuera un profesor de matemáticas, para ser santo como él, no necesito tener la misma
profesión o el mismo gusto por los números, sino reproducir los valores que él muestra
en su vida.

El contemplar modelos nos permite proyectarnos a nosotros mismos, sentirnos


llamados, incitados a querer ser. Vemos en ellos valores que nosotros tenemos y
otras que podríamos desarrollar, no sólo para ser plenos personalmente, sino para
ayudar que este mundo sea mejor. Esta característica es quizás la que más pesa a la
hora de elegir un modelo: el impacto que tiene esa forma de vida en concreto en la
vida de la sociedad.

Normalmente los modelos son personas que sobresalen, aquellas que


llamamos fuera de serie o que no tienen una personalidad común, ¿por qué? Porque
lamentablemente no todas las personas se atreven a ser la mejor versión de sí
mismas, prefieren contentarse con lo que son y no aspirar a más por no querer luchar
o consideran que no es necesario invertir sus fuerzas en convertirse en una persona
que inspire a otras. El hombre o la mujer que vive adormilado/a en sus deseos de
superación, al conocer una persona modelo, despierta su deseo de convertirse, como

138 Ibíd., p. 138.

85
ella, en alguien que puede sacar lo mejor de sí y lograr todas las metas que se
proponga.

Al momento de elegir qué se quiere llegar a ser, el sujeto entrará en sí mismo


y analizará cada una de sus capacidades, tanto físicas como intelectuales y
espirituales, por lo que probablemente tienda a desanimarse. Sin embargo, al
contemplar un modelo con el que se siente identificado, tiende a reestablecer sus
ánimos al darse cuenta que puede llegar a ser como ellos si es capaz de encarnar los
mismos valores de ellos.

El modelo es quien nos apresa, atrayéndonos, invitándonos, sumiéndonos


sensiblemente en su seno. Modelos nacionales, profesionales, morales y artísticos y,
por último, los pocos modelos de la más pura y elevada cultura humana: los santos;
éstos son los escalones y, al mismo tiempo, los guías que aclaran y precisan el destino
de cada hombre, de cada sociedad y de la historia entera. Ellos han de ser nuestra
medida; por medio de ellos podemos encumbrarnos a nuestro propio yo espiritual;
ellos, por último, nos enseñan a conocer y a usar activamente nuestra verdaderas
fuerzas.139

Cada persona tenderá, según su originalidad propia, se identificará con algún


modelo en particular, y a partir del seguimiento, irá enriqueciendo su persona hasta
transformarse en un modelo semejante, pero distinto, parecido en valores, pero
original en formas y expresiones.

Es aquí cuando comprendemos que aquella angustia que siente una persona
al no saber que ser en su vida no se encuentra en situaciones secundarias, es decir,
para ser pleno y tener un sentido a la existencia propia se debe buscar en lo esencial,
no en qué profesión queremos realizar, sino en qué modelo queremos convertirnos,
qué valores deseamos encarnar. Pues, puede suceder que alguien elija ser maestra
de secundaria para guiar a los jóvenes y sacar lo mejor de ellos, pero esa profesión
no es lo determinante, lo determinante es que ella con su forma de vida muestre a
una persona con valores tales que haga saber que se puede sacar lo mejor de sí; eso
lo puede lograr como educadora, psicóloga, guía espiritual, o cualquier otra profesión.

139 Ibíd., p. 166.

86
El modelo inspira, a pesar de no ser una persona contemporánea nosotros
mismos. Puede ser un héroe, un místico, un genio o artista que haya existido en otra
época, pero cuya vida y obra siga iluminándonos hasta nuestros días. Por ejemplo,
Jesucristo; su forma de vida, sus valores, sus hechos y palabras, su caridad y
apasionado amor por la verdad siguen inspirando a tantas y tantas personas a abrazar
un estilo de vida semejante al suyo a pesar, incluso, de no ser parte de la religión
cristiana de la que se considera fundador. Las enseñanzas de Jesús tienen eco en
nuestras vidas porque fueron encarnadas por su persona, no se quedaron en el
idealismo de un buen discurso, sino que todos pudieron contemplar aquellos valores
encarnados en su misma vida. Muchas personas de múltiples variadas profesiones,
estados civiles, y niveles económicos, distintas en su tiempo y cultura, se han sentido
llamas a imitar el modelo de su persona y, sin perder su originalidad propia, encarnar
la caridad, el amor, que Jesús tenía.

El discernimiento vocacional profundo involucra muchos aspectos de la


persona humana, inclusive la profesión, pero esta es consecuencia de la elección de
un modelo, que será el fundamento de toda la estructura de la vocación de una
persona, puesto que vocación no es tanto el hacer, sino ser, lo determinante es el
valor, no tanto en cómo éste se manifieste.

Discernir será también saber elegir, lo cual es un proceso; poco a poco,


mientras vayamos intuyendo los valores cada vez más altos, nuestra visión será más
amplia y, por tanto, más libre, menos limitada, nuestras decisiones más acertadas,
más acorde lo que en verdad somos y queremos ser. En la medida en que el hombre
o la mujer se va conociendo mejor, distinguiendo entre sus deseos, emociones,
sentimientos, entre pensamientos, razonamientos y en valores según su propia
naturaleza, puede elegir según a su esencia misma que es el amor.

87
Conclusiones

La actualidad del pensamiento de Max Scheler es innegable, ya que responde


a interrogantes del hombre o mujer de hoy que busca encontrar el sentido de su vida
y hacer frente a desafíos actuales que se presentan en la vida del ser humano que
intentan desviarlo de lo verdaderamente esencial en su existencia: ser él mismo. Uno
de los problemas que más quejan al hombre o mujer de hoy es la falta del sentido de
su propia vida originado por la ausencia de conocimiento propio y, sobre todo, la falta
de modelos que despierten en él el deseo de superarse. En la persona de hoy parece
existir una especie de depresión, un estado que le mantiene indiferente, sin deseos
de soñar, de proponerse metas altas, sumergido en el conformismo. Como
consecuencia, la sociedad adolece una anemia moral, una ausencia de valores en
sus ambientes cotidianos que han terminado en arrastrar al ser humano a convertirse
en un sujeto que busca simplemente sobrevivir sin tener ninguna otra expectativa,
como condenado a vivir en superficialidad.

Hoy en día, son muchas las personas, sobre todo jóvenes, quienes
experimentan una pérdida del rumbo de su vida al no haber podido establecer una
meta fija o una razón de ser para su existencia y, por ende, no poder establecer planes
a corto y largo plazo, cayendo, muchas veces, en una experiencia de vida sinsabor,
o sin sentido de la propia existencia, todo ello desembocando en una toma de
decisiones sin fundamento, sin rumbo fijo que no hacen sino perderlos más.

El ser humano siempre se ha hecho preguntas fundamentales como ¿Quién


soy? ¿Para qué existo? ¿Cuál es mi propósito en la vida? Algunas veces es fácil
contestar estas cuestiones de manera general, pero, cuando estas interrogantes se
presentan de manera personal y concreta parecen diluirse sin respuesta concisa por
lo difícil que, muchas veces, es interiorizar y reflexionar sobre sí mismo.

A partir de todo esto, es evidente que hacen falta personas que hagan la
diferencia, que inciten a vivir de forma distinta, que demuestren que lo mejor que
puede hacer un ser humano es vivir su propia vocación, luchar por convertirse en
personas auténticas. Urgen personas que no tengan miedo a cultivarse, a pulirse, a

88
trabajar en sí mismos para dar lo mejor de sí a los demás. Ya lo decía Max Scheler:
“Sin modelo no hay cultura. Ser culto significa sumergirse en un modelo. El primer y
mayor estímulo de la cultura es el modelo valioso de una persona que ha ganado
nuestro amor y nuestra veneración”140. Sin referentes morales, sin personas éticas, el
mundo y la cultura tienden a deformarse, por ello, es urgente fomentar la vivencia de
los valores que devuelvan al mundo el hoy el horizonte que le ha sido difuminado
entre un sinfín de contrariedades.

A lo largo de la historia de la humanidad, los modelos han sido los personajes


que han puesto en movimiento a las sociedades, que han inquietado y cuestionado
los distintos pensamientos que quieren imponerse; los modelos han sido aquellas
personas incómodas que terminan por cambiar el rumbo de la historia creando nuevas
perspectivas que hacen al hombre o mujer más libre, que muestran el camino, que
guían al mundo desorientado. El mismo Scheler, en su libro titulado El saber y la
cultura, afirma:

¡Nunca, en ningún tiempo de la historia por mí conocida, fue más necesaria la


formación de una élite directora! ¡Nunca tampoco más difícil! Este trágico
aserto es aplicable a todo el orbe porque lo es a toda esta desgarrada época
cuyas masas ya apenas son susceptibles de dirección.141

El mismo filósofo considera que los modelos son los directores o referentes de
la sociedad y son ellos nos enfrentamos al grave peligro de la manipulación, o la
desesperanza, al no saber qué rumbo elegir, ni tampoco la luz que nos amplíe el
horizonte. Y, ¿Quiénes son modelos? Los que logran vivir plenamente su vocación,
aquellos que se realizan y son felices siendo ellos mismos, que desde su originalidad
han encontrado su propia vocación, su lugar en la vida y en el mundo, personas que
se tomaron el tiempo para conocerse a sí mismos y darse cuenta de sus
potencialidades y límites; que se propusieron metas claras, con ideales precisos y
modelos alcanzables.

140Ibíd., p. 166.
141SCHELER, Max, El Saber y la cultura, Espasa-Calpe Argentina, S.A., Buenos Aires-México, 1982.
p. 6.

89
Este trabajo de investigación filosófica pretende ser una propuesta para todas
aquellas personas que quieran establecer un camino de discernimiento vocacional a
partir del conocimiento propio, ayudados de un esquema antropológico basado en la
axiología, en concreto la scheleriana, fundamentada desde una visión trascendental
de la vida del ser humano, pues toma en cuenta que éste no es sólo un ser temporal
y finito, sino que también es un ser espiritual que puede llegar a experimentar la
plenitud de su ser a través de la vivencia de los valores.

Esta tesis ha pretendido ser una herramienta que ayude a clarificar un método
de discernimiento en la toma de decisiones fundamentales: intuición de los valores
personales con la ayuda del método fenomenológico; la configuración de un ethos a
partir del Ordo Amoris; conocimiento y elección de los modelos y la proyección del
plan de vida personal a partir de ellos. A partir de este método, permitir a toda persona
construir un proyecto de vida desde bases antropológicas, científicas y espirituales
concretas, sin que ello limite su libertad y autonomía en la construcción de su vida por
medio de cada una de sus decisiones.

Ciertamente este trabajo de investigación es limitado; no sólo porque es un


esbozo de lo que puede ser un completo itinerario de conocimiento propio para
encontrar el sentido a toda actividad que el ser humano realiza, sino también porque
está limitado sólo al campo moral, afectivo y axiológico. Sabemos que la propuesta
filosófico-antropológica de Scheler da para más temas que en el futuro podrían
tratarse, tales como la configuración de una nueva sociedad cultural a partir de los
valores o el cambio de rumbo que podría darse en todas las estructuras de las
instituciones sociales, políticas, religiosas y culturales si se replantearan el sentido de
su existencia mediante la revisión de su fundamento ético y moral.

Por ahora esta investigación se ha limitado a ser una propuesta más en el


mundo de posibilidades que existe para que cada persona en particular encuentre
una vía para conocerse a sí mismo, saber qué quiere, elegir el camino a seguir y
marcarse con claridad la meta que desea alcanzar, qué es lo que quiere ser, en qué
quiere convertirse, cuál es su vocación, su lugar y razón de ser en el universo.

90
91
Bibliografía directa
SCHELER, Max; Amor y conocimiento y otros escritos, Ed. Palabra, 2010

___________; El formalismo en la ética y la ética material de los valores, Ed.


Caparrós, Madrid. 2000.

___________; El puesto del hombre en el cosmos, Librodot, [En línea], En:


http://www.jeanlauand.com/SchelerHombreCosmos.pdf

___________; Ética, Caparrós Editores, Madrid 2001

___________; Esencia y formas de la simpatía, Sígueme, Salamanca, 2018

___________; ÉTICA Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo


ético, Ed. Caparrós, Madrid, 2001

___________; El Saber y la cultura, Espasa-Calpe Argentina, S.A., Buenos


Aires-México, 1982

___________; Gramática de los sentimientos: lo emocional como fundamento


de la ética, Ed. Crítica, Barcelona, 2003

___________; Ordo Amoris, Ed. Caparrós, Madrid, 1996

Bibliografía básica
BERSONG, Henri; Lex deux sources de la morale et de la religión, P.U.F., Paris
1969.

DE LA CRUZ Valles, Antonio; El concepto de espíritu en la antropología de


Max Scheler: Un estudio sobre “El puesto del hombre en el cosmos”, en A parte rei.
Revista de Filosofía, p. 2. [En línea], En:
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/scheler31.pdf

DUPLÁ Rodríguez, Leonardo; Las ideas biológicas de Max Scheler, en


Δαι´μων. Revista Internacional de Filosofía, núm. 57, 2012., p. 100, [En línea], En:
http://revistas.um.es/daimon/article/viewFile/153031/142671

92
GAMBOA Tortolero, Francisco Javier; Etnoética del docente universitario en el
siglo XXI una aproximación teórica, Bárbula, 2014.

GIBU Shimabukuro, Ricardo; El joven Scheler ¿filósofo neokantiano?, en


Revista Estudio, p. 36 [En línea], En:
http://cmas.siu.buap.mx/portal_pprd/wb/filosofia/003el_joven_scheler_filosofo_neoka
ntiano

HECKMANN, Wolfhart; Introducción en Max Scheler, El puesto del hombre en


el cosmos, Editorial Alba, Barcelona, 2000.

SÁNCHEZ-MIGALLÓN, Sergio; El seguimiento y los valores en la ética de Max


Scheler, En Revista SCRIPTA THEOLOGICA, Núm. 39, 2007, p. 410. [En línea], En:
https://www.unav.edu/publicaciones/revistas/index.php/scripta-
theologica/article/viewFile/11129/12367

SÁNCHEZ León, Alberto; El amor como acceso a la persona. Un enfoque


scheleriano del amor, en Veritas. Revista de Filosofía y Teología, núm. 25,
septiembre, 2011. p. 95. [En línea], En:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=291122199006

SOLÍS Nova, David, La definición del amor en la filosofía de Max Scheler, en


Revista Universidad Pontificia de Salamanca, p. 132. [En línea], En:
http://summa.upsa.es/high.raw?id=0000030357&name=00000001.original.pdf

SUANCES Marcos, Manuel, Principios de una ética personalista, Editorial


Herder, Barcelona, 1976.

VEGAS, José María; Introducción al pensamiento de Max Scheler, Instituto


Emmanuel Mounier, Madrid, 1992.

VÉLEZ Sáenz, Jaime; Max Scheler, Ideas y Valores, Universidad Nacional de


Colombia, Bogotá, 1990.

Bibliografía complementaria
BASAVE Fernández del Valle, Agustín; Pensamiento y trayectoria de Max
Scheler, HUMANITAS Anuario del Centro de Estudios humanísticos, Universidad
Autónoma de Nuevo León, México, 1997.

93
COLOMER i Pous, Eusebi; El pensamiento alemán de Kant a Heidegger,
Herder, Barcelona, 2002.

DE MOINE Riego, Inés; Recordando a Henri Bergson: una conexión necesaria


entre mística, moral y filosofía, en Revista VERITAS, Vol. III, Núm. 19, 2008, p. 296.
[En línea], En: file:///C:/Users/ioshe/Downloads/Dialnet-RecordandoAHenriBergson-
2723259.pdf

DUPUY, M; La philosofía de Max Scheler, Volumen II., P.U.F., Paris, 2009.

FERNÁNDEZ Labastida, Francisco; Wilhelm Dilthey, Philosophica:


Enciclopedia filosófica on line, [En línea], En:
http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/dilthey/Dilthey.html

FERRATER Mora, José; Diccionario de filosofía, Q-Z, Editorial Ariel,


Barcelona, 1994.

FRONDIZI, Risieri; ¿Qué son los Valores?, Fondo de Cultura Económica,


México, 1987.

GONZÁLEZ, Juliana; Ethos, destino del hombre, UNAM-FCE, México, 1996.

HUSSERL, Edmund; Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía


fenomenológica, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1962.

MARTÍNEZ, Juan Pablo; La interpretación del mandamiento del amor en la


ética kantiana, en Revista METAFÍSICA Y PERSONA, núm. 13, 2015, [En línea], En:
https://doi.org/10.24310/Metyper.2015.v0i13.2723

MOLERA, Eugenio; El vitalismo de Nietzsche, p. 14. [En línea], En:


http://iesolorda.cat/departaments/fi/El_vitalismo_de_Nietzsche.pdf

PRZYLEBSKI, Andrzej; Dilthey y el giro antropológico de la filosofía, en Revista


filosófica Contrastes, Volumen XIX, núm. 2, 2014, p. 290 [En línea], En:
https://www.uma.es/contrastes/pdfs/019/15-Andrezej.pdf

RODRÍGUEZ Y MORGADO, Jorge Alberto; El corazón tiene razones que la


razón desconoce, [En línea], en https://www.sabersinfin.com/articulos/historia/13620-
el-corazon-tiene-razones-que-la-razon-desconoce

SAN AGUSTÍN, La ciudad de Dios, lib. XV, cap. XXII, p. 445 [En línea], En:
https://historicodigital.com/download/la-ciudad-de-dios.pdf

94
SAN AGUSTÍN, De la verdadera Religión, [En línea], En:
http://www.dfists.ua.es/~gil/de-vera-religione-esp.pdf p. 41 (2 de junio de 2018).

SANTAMARÍA, Freddy; La persona: valor y amor en la filosofía de Max


Scheler, en Análisis. Revista Colombiana de Humanidades, núm. 74, 2009, pp. 71-94
[En línea], En: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=515551760005

XIRAU, Ramón; Introducción a la historia de la filosofía, Universidad Autónoma


de México, México, 2011.

ZABALA, José Ángel; Axiología de los valores, según Max Scheler, [En línea],
en http://elfilosofosinfilosofia.blogspot.com/2011/03/axiologia-de-los-valores-segun-
max.html

95

También podría gustarte