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U N I V E R S I D A D D E

SAN MARTÍN DE PORRES

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN,


TURISMO Y DE PSICOLOGÍA

ESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA

CURSO:

ÉTICA PROFESIONAL

TEMA:

MANUAL

CICLO VII – SEM 05 - II

Elaborado por:
Profesor: César Orihuela Santolalla

INDICE

I. LA ÉTICA

1.1. Antecedentes, definiciones, etimología 4


1.2. Época antigua y pre filosófica 6
1.3. Época filosófica 6
1.4. Época medieval 7
1.5. Época moderna y contemporánea 8
1.6. Fundamentos para una teoría moral psicológica 10
1.7. Fundamentos para una teoría antropológica de la moral 13
1.8. Ética y deontología 16
1.9. Código de ética del psicólogo peruano 18

II. PRINCIPIOS PSICOÉTICOS

2.1. Principio de beneficencia 31


2.2. Principio de autonomía 33
2.3. Principio de justicia 34

III. NORMAS PSICOÉTICAS BÁSICAS

3.1. Norma de confidencialidad 36


3.2. Norma de veracidad y consentimiento válido 37
3.3. Norma de fidelidad a las promesas hechas 37

IV. LECTURAS OBLIGATORIA

4.1. La ética 40
4.2. Ética y Deontología profesional y el profesional de la psicología
y su “ethos” 46
4.3 La regla de la fidelidad a las promesas hechas 52
4.4. Ética y valores en psicología 58

V. LECTURAS DE PRÁCTICA

5.1. La regla de la confidencialidad 66


5.2. La regla de la veracidad y el consentimiento válido 70
5.3. La meta de la veracidad y el consentimiento válido 74
5.4. El reconocimiento social del ethos profesional 79
5.5. El profesional 82

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5.6. La conciencia profesional 87

INTRODUCCIÓN

El estudio del campo de la ética se hace necesario y fundamental en la


formación del futuro profesional en la psicología, el propio objeto de estudio de
nuestra ciencia – el ser humano- y la interacción dinámica con este, la hacen
más que importante. La competencia, la responsabilidad y el aspecto personal
son aspectos que nos servirán para plasmar los principios fundamentales en
nuestra labor profesional.

Es así que en el presente manual teórico del curso, abordaremos en la


primera parte las diversas concepciones de la Ética, así como su etimología.
Posteriormente veremos los antecedentes históricos y filosóficos de la misma.
En la tercera parte desarrollaremos los principios psicoéticos básicos, donde
analizaremos tres de los más importantes principios y su aplicación en los
diferentes ámbitos de la vida profesional del psicólogo. En cuarto lugar
veremos las normas psicoéticas básicas, lo que nos permitirá analizar en
múltiples casos, la aplicación de las normas existentes en el código de ética
del psicólogo peruano. Finalmente a través de las lecturas complementarias
analizaremos lo que es el profesional, la conciencia profesional, así como la
ética y valores en la psicología. Este cúmulo de conocimientos debe llevarlos a
reflexionar en torno a su rol como estudiantes de psicología, el sentido de su
opción profesional, así como las condiciones que le son necesarias para el
cabal y correcto ejercicio de su profesión.

De este modo el curso pretende enfocar desde un punto de vista teórico y


práctico, los desafíos que como futuros psicólogos estamos llamados a
alcanzar, estableciendo una óptima relación con los seres humanos con
quienes nos relacionamos, -los cuales depositan su confianza en nosotros y
esperan un desempeño apropiado en todo orden-, sirviendo en todo momento
y buscando también nuestra autorrealización tanto personal como profesional.

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LA ÉTICA

Antecedentes, definiciones y etimología

El estudio del campo de la ética suscita un importante interés no solo desde el punto de
vista profesional, sino también desde el punto de vista personal, familiar, social y cultural,
abarcando una serie de disciplinas que sustentan su quehacer, entre ellas podemos distinguir a la
Psicología, la Filosofía, la Antropología, la Biología entre otros. Cada profesión responde a ciertos
lineamientos de conducta que les son inherentes de acuerdo a la actividad que desarrollan y que
son establecidos a través de normas, por cuya afiliación profesional deben ser acatadas por cada
uno de sus miembros; sin embargo las personas que han cumplido con los requisitos para ejercer
una profesión, aun cuando los conocimientos recibidos pueden ser los mismos, el accionar de cada
uno de ellos podría ser marcadamente diferente y ello porque el profesional no solo representa un
cúmulo de conocimientos científicos, sino que también representa una experiencia de vida
personal, es decir a un ser profesional le corresponde un ser personal, este ser personal será
proyectado a través de la experiencia profesional.
En este contexto resulta muy importante para el estudiante de psicología abordar el tema
de la ética, considerando que el nombre como tal, desde ya, suscita una serie de confusiones y
errores en su apreciación. Confundir a la ética con la moral es el error más usual que podemos
encontrar, ambos términos son usados indistintamente como sinónimos y lo podemos escuchar en
el discurso común y corriente de muchas personas, en la de los profesionales y aun en la literatura
que sobre el tema existe; sin embargo, podemos encontrar diferencias importantes desde el punto
de vista conceptual. Franca-Tarragó (1996) nos ofrece una de ellas. “ Podemos entender que
“Ética” o “Filosofía Moral” (con mayúscula), es la disciplina filosófica que reflexiona de forma
sistemática y metódica, sobre el sentido, validez y licitud (bondad o corrección) de los actos
humanos individuales y sociales en la convivencia social. Para esto utiliza la intuición experiencial
humana, tamizada y depurada por la elaboración racional.

Escrita con minúscula o usada como adjetivo “ética” o “moral” hace referencia al modo subjetivo
que tiene una persona o un grupo humano determinado, de encontrar los valores morales. Es,
pues, la ética pero en tanto vivida y experimentada. En ese sentido el lenguaje popular se refiere a
que una persona “no tiene ética” o que “la ética o la moral de fulano” es intachable.

Tanto en el lenguaje vulgar como en el intelectual, a la palabra Moral (con mayúscula) se le da


también un contenido conceptual similar al de Ética. Muchas veces se alude a la Filosofía Moral
como la rama filosófica que se ocupa del asunto de la justificación racional de los actos humanos.
Por otro lado, también se habla de la moral para referirse a la dimensión práxica, vivida de hecho, o
a lo experimentado por los individuos o por las “tradiciones” morales específicas de determinados
grupos.
Podemos decir pues, que la Ética o Filosofía Moral no tiene por objeto evaluar la subjetividad de
las personas, sino valorar la objetividad de las acciones humanas en la convivencia, a la luz de los
valores morales. Cuando la ética reflexiona, no se preocupa de buscar cuales son-
sociológicamente hablando-las distintas “sensibilidades” morales subjetivas que se dan en las
sociedades sino que intenta encontrar aquellos criterios universales, que eliminen la arbitrariedad
de las relaciones humanas y lleven al ser humano a hacerse cada vez más plenamente hombre.
De esta manera, la Ética no busca describir si para un sujeto “está bien” matar y para otro sujeto
“esta bien” dejar vivir, sino que trata de justificar racionalmente si puede considerarse bueno para
todo ser humano (criterio universal ético) el deber de dejar vivir o de matar. La ética se ocupa,
pues, de encontrar las convergencias axiológicas racionalmente justificables para todo ser humano,
aun cuando estas convergencias sean muy reducidas y haya todavía mucho por recorrer en su
búsqueda. Su intento siempre consistirá en evitar la arbitrariedad y, en ese sentido, la función del
especialista en ética es la de ser testigo crítico de las prácticas profesionales arbitrarias y la de ser
portavoz cualificado de las minorías no tenidas en cuenta”.

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Como hemos podido notar el autor nos aclara de manera puntual y objetiva los parámetros
teóricos tanto de la Ética como de la moral, la primera se encarga del estudio de la segunda, la
primera busca establecer criterios de carácter general, universal, mientras que la segunda esta
referida a la experiencia comportamental de los individuos. Aun cuando se hayan establecido
ciertos parámetros que nos permiten tener mayor claridad sobre estos términos, creemos
importante poder analizar la etimología del término Ética y así poder apreciar hasta donde el
término ha ido alejándose de sus orígenes y como en estos últimos tiempos logra una franca
recuperación de su sentido esencial, sin tener en cuenta su etimología. Lehmann (1963) refiere ”
La palabra “ética” se deriva de una raíz griega, cuya forma verbal es éiotha; y el correspondiente
sustantivos, tó éthos. Originalmente significa “habitación” o “establo”. Esta palabra tó éthos fue
traducida al latín mos; y del latín mos se deriva nuestra palabra ”moralidad”. Ahora bien, esta
relación etimológica arroja una luz esclarecedora sobre una confusión persistente en todo el
pensamiento ético. La confusión en cuanto a la interpretación de la relación entre “ética” y
“moralidad”. ¿Son sinónimos, o hay que hacer una distinción real o indiferente?.
En el uso corriente e irreflexivo, “ética” y “moralidad” tienden a ser intercambiables, como si
realmente fueran términos sinónimos. Sin embargo, nunca se ha suprimido completamente el
recóndito sentido de que hay entre ellos alguna diferencia. Esta ambivalencia tiene sus raíces, en
gran parte en la adecuación del lenguaje, debido a su incapacidad para alcanzar a la experiencia
antes de que sucesivas e inexactas traducciones de un idioma a otro hayan confundido el sentido
de los términos. En todo caso, etimológicamente, al menos en lo que se refiere al nombre, éthos
“ética” tiene que ver con “estabilidad” o “establo”- es decir, con la estabilidad y seguridad que son
necesarias para que uno pueda actuar. Puede que sea humillante, pero es instructivo recordar que
el término se aplicó primeramente a los animales y no a los seres humanos. Para los hombres era
obvio que los animales debían ser puestos en algún lugar, protegidos y al abrigo. Así pues, la idea
germinal de la palabra éthos es la estabilidad y la seguridad que proporcionan un “establo” o
“habitación” para animales. La raíz verbal éiotha significa “estar acostumbrado a” o “soler”. De ahí
que la relación entre estabilidad y costumbre fuera una suerte de dato elemental de la experiencia.
Realmente la función primordial de la costumbre era hacer en el área humana lo que el establo
hacía para los animales: proporcionarles seguridad y estabilidad.
Al continuar la reflexión sobre estabilidad y la seguridad fundamentales par el comportamiento
humano, se llego a hacer cierta distinción entre “ética” y “moralidad”. Diógenes Laercio, por
ejemplo, habla de la ética como aquella parte de la filosofía que tiene que ver con “la vida y todo
aquello que nos concierne”. La ética, según Diógenes, tiene que ver con los fundamentos de la
conducta humana, la moralidad con la práctica o conducta real sobre estos fundamentos. De
hecho, la importancia superlativa de la ética era evidente en los ejemplos y preceptos de los
filósofos así como en las costumbres de vida practicadas por las escuelas, tales como los cínicos,
los pitagóricos y los estoicos. Y así la palabra “moralidad” gradualmente fue siendo reservada para
el comportamiento de acuerdo con la costumbre, y la palabra “ética para el comportamiento de
acuerdo con la razón, es decir, la reflexión sobre los fundamentos y principios de la conducta. El
idioma alemán, por ejemplo, distingue entre Sitte y Ethik, la primera que significa “costumbre” y la
segunda la consideración más reflexiva de los fundamentos y la dirección de la conducta.
Esta breve consideración del significado y el uso de la palabra “ética” señala a la idea germinal de
que la “ética” tiene que ver con aquello que mantiene unida a la sociedad humana. Es, por decirlo
así, el “cemento” de la sociedad humana, que proporciona la estabilidad y seguridad
indispensables para vivir la vida humana. Hay diferencia entre comportarse según la costumbre y
comportarse de acuerdo con la reflexión. Y desde el principio ha habido cierta tensión en la teoría
ética entre “ética” y “moralidad”. “

Como podemos apreciar, esta especificación etimológica del término ética y moralidad nos permite
observar una correspondencia con lo que planteaba Franca-Tarragó en su distinción de ambos
términos (ética y moral) y en esa medida es importante distinguir el sentido que adquiere un
término cuando se recurre a su fuente etimológica , es decir a su origen, para darle el verdadero
sentido en la traducción del término y su aplicación en la realidad concreta. Este aspecto también
nos indica que tanto la ética como la moral son inherentes al comportamiento humano, mientras
una la reflexiona para establecer lineamientos generales, la otra se aprecia en la realidad a través

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de las relaciones interpersonales; desde este punto de vista el profesional de la psicología es el
llamado a tener una opinión respetable sobre estos temas, por cuanto su desarrollo profesional
atañe a la conducta humana y sus múltiples manifestaciones.
Antecedentes históricos y filosóficos

Época antigua

 Relacionado al bien y al mal


 Respeto a los códigos morales
 Referida a la religión, respeto a la tradición

Época pre-filosófica

 El cumplimiento de la función asignada


 Se recompensa el éxito con alabanzas
 Se castiga el fracaso con expresiones de culpa
 La acción es buena si cumple la función asignada

Los Estoicos

 El bien se alcanza cuando el hombre actúa en armonía con el universo


 Respeto a las leyes
 Imperturbables en aquello que pudiera romper la ley
 El hombre debe ser frío y racional
 Se deben eliminar las emociones y sentimientos
 Enfrentar con firmeza lo que le presenta la realidad

Los Sofistas

 Eran los que cuestionaban los códigos morales


 Presentaban un particular relativismo cultural
 Se preocupaban por el vocabulario valorativo
 Buscaban la forma de explicar el cómo vivir bien.

Época Filosófica

Sócrates

 Principio básico del bien y del mal


 Se centró en la concepción del bien más alto (el conocimiento)
 Si se sabe lo que es bueno, se llevará a cabo
 Planteó el cuestionamiento socrático de las propias acciones
“Una vida no examinada, no vale la pena vivirla”
 Propone alcanzar valores a través de la razón
 Plantea valores absolutos

Platón

 Amplió la preocupación socrática del bien y el mal


 advirtió la inconsistencia que hay en el universo cambiante

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 La única constante que señaló Platón fue el aspecto racional del hombre
 Platón consideraba que el hombre estaba gobernado por la voluntad (espiritual),
los apetitos (deseos) y la razón. Cuando el hombre vive la mejor vida posible, la
razón gobierna lo espiritual y los deseos
 Plantea los valores absolutos

Aristóteles

 El hombre actúa de acuerdo a un propósito, es decir que cada uno de sus actos
tenía un fin o propósito.
 La pregunta de Aristóteles fue ¿Cuál es el bien más alto?, su respuesta fue la
autorrealización y la mejor manera de lograrla es a través de la razón
 La autorrealización se logra a través de la razón
 La finalidad de la ética es alcanzar la felicidad
 Lo racional domina los deseos

Epicuro

 Señalaba que toda la vida humana está orientada hacia el placer


 El ser racional diferencia: placeres físicos de corta duración, que son destructivos y
los placeres de la mente que son en último término más satisfactorios. Este fue el
enfoque epicúreo del bien y del mal en la vida.
 Limitarse los deseos, superar el dolor y evitar preocupaciones
 Vida tranquila, pasiva sin crearse necesidades.

Época Medieval

 Interés en el bien y el mal, relacionado a la luz y oscuridad


 Hombre creado a imagen y semejanza de Dios
 La felicidad es la unión con Dios
 Existencia de la vida eterna
 Cumplimiento de las virtudes cristianas

San Agustín

 Dio un hábil rodeo al problema del mal, manifestando que puesto que Dios es bueno,
el mundo es bueno y el mal es meramente la ausencia del bien
 El hombre como hijo de Dios también es bueno
 Llega el mal cuando el hombre le da la espalda a la bondad de Dios. Esto ser relaciona
con el mandamiento hebreo de los primeros tiempos ”Mirad, yo os he dado una buena
doctrina, no la abandonéis”
 Lo que dijo fue simplemente que cuando está oscuro no hay luz, pero que la luz llegará
muy pronto.

Santo Tomás de Aquino

 Dios es bueno y obra con un objetivo


 Unió al cristianismo con las observaciones raciones de Aristóteles.

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 Según Santo Tomás, cuando el hombre estudia u observa el propósito para el cual fue
creado entiende la bondad de Dios. Esto puede lograrse por medio de la razón, la fe o
la intuición, y lleva al hombre a una etapa “donde llega hasta Dios en el cielo”
 Según Santo Tomas la mejor forma de que el hombre alcance a Dios mientras se
encuentra en la tierra es abandonar todas sus posesiones mundanas y entrar a un
monasterios o convento. En su concepto esta es la solución ideal . En la teología
cristiana, a esto se le llama “despreciar al mundo”.

Época Moderna

Descartes

 Separa la razón y la fe
 Separa la influencia de la religión en la ética
 Dios es perfecto y absolutamente bueno
 Afirma que Dios no dio al hombre la capacidad para diferenciar el bien del mal

Kant

 Es el sujeto quien genera el conocimiento


 El sujeto genera la acción y decide a través de la razón
 Plantea que no es posible una ciencia del alma
 Subrayó la razón en su enfoque de la ley moral, y pensaba que si cada persona
actuara como si sus propios actos pudieran convertirse en el principio de la
conducta de todos los demás, esa persona siempre podría ver la diferencia entre
lo correcto y lo incorrecto.
 La moral heterónoma: Es impuesta por una autoridad externa
 La moral autónoma: Surge de la voluntad del sujeto
 Mandato imperativo Hipotético: Indica lo que se debe hacer
 Mandato Imperativo Categórico: Impone lo que se debe hacer
 Kant creyó que la ley moral reside dentro de todos nosotros, y que la gente se da
cuenta de esto; de lo contrario la sociedad estaría en constante confusión.
 Plantea el deber por amor al deber
 Afirmó que cualquier acto debe realizarse como si fuera una ley universal o como
si pudiera convertirse en una ley universal ( “Actúa de tal modo que desees que
todos sigan el principio de tu acción”)
 Hizo hincapié en que cada persona debe verse “como un fin y nunca como un
medio”. No debemos usar a la gente, sino servir a los demás al igual que a
nosotros mismos

Época Contemporánea

 Se basaba en lo útil, en la moral de bienestar


 El bien es lo útil para el individuo y el grupo
 El egoísmo es algo contrario al grupo, y no lo deja alcanzar aquello que ayudará mas al
mayor número.

Stuart Mill

 Define el bien como aquello que acarrea mayor beneficio al mayor número de gente

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 Creyó que el mejor enfoque de la bondad, podía ser el de una solución razonable a las
necesidades de todos.
 Se adelantó a su época y era realmente igualitario, por ejemplo creía que se privaba de
sus derechos a las mujeres
 A través de su teoría Utilitarista plantea: El egoísmo es contrario al grupo y obstruye
aquello que beneficiará a la mayoría
 Planteaba que toda la gente tiene derecho a iguales oportunidades dentro de sus
talentos o habilidad
 Plantea que las solución a:
Ignorancia : a través de la educación
Enfermedad: a través de la ciencia
Pobreza: a través de la justicia

James y Dewey

 Definen el bien y el mal como algo relacionado al grupo


 El bien es ese acto que sirve mejor al individuo y al grupo
 Se hace hincapié al aspecto social de la conducta.

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FUNDAMENTOS PARA UNA TEORÍA PSICOLÓGICA DE LA MORAL

El problema moral en psicología

Es importante considerar en este punto los aportes que la ciencia psicológica puede brindar al
campo de la ética y la moral, específicamente al problema moral, sin embargo los psicólogos
hemos aportado muy poco al este campo, que ha sido estudiado a profundidad por otros
profesionales dedicados al campo de la filosofía, sociología, antropología etc. A esto Regal (1998)
dice: “Desde una filosofía de la moral, lo primero y más notable que se advierte en el trabajo de la
psicología es el escamoteo que se hace de la temática moral. Se separan y se integran los
elementos de la personalidad humana, muchas veces sin hacer referencia explícita a lo moral. No
decimos que no aparezca de algún modo, y en algunos autores muy en primer plano, pero no se
hace de la moral un tema “independiente” sobre el que el psicólogo debiera explayarse en varios
capítulos...Esto, como digo, sorprende al filósofo y lo obliga a hacer el trabajo que no hace el
psicólogo: integrar los soportes de la ciencia psicológica a los aportes de otras ciencias que
también han tocado la problemática moral.(¡ y quisiera que estas afirmaciones fuesen
oportunamente comentadas por nuestros colegas...!).
Y, sin embargo, el fenómeno de la moralidad humana parece ser objeto de investigación para la
psicología antes que para alguna otra especialidad; y debieran ser los psicólogos los primeros en
denunciar, como a intrusos a tantos intelectuales-y en primer lugar a tanto “filósofo”- que hablan de
la moral. Porque se trata, en moral, de un fenómeno eminentemente “interior”o “íntimo” en la
conducta humana. Se trata nada menos que de la “conciencia” y de la “responsabilidad” con que
identificamos y juzgamos -moralmente- lasa acciones humanas. Para usar una palabra de sabor
milenario, estamos ante un hecho y un fenómeno indiscutiblemente “espiritual”; nos preguntamos
que otra ciencia, si no es la psicología, es la llamada a analizar estos procesos. La moderna lógica
inglesa del lenguaje ético, la lingüística (con sus especialidades prácticamente autónomas, como la
semiótica o las comunicaciones), la antropología y la sociología (con sus interpretaciones de los
conflictos sociales), la denominada ciencia jurídica ( inmersa totalmente en la en la temática moral,
sin la cual no tendría sentido hablar de derecho ni de leyes); todas estas ciencias ( y cualquier otra
que pudiera surgir) dependen de lo que la psicología nos diga sobre el ser humano ¿ Qué es el
hombre?, ¿ Quién si no la psicología puede responder? No ella sola, evidentemente. Pero ella
debería llevar la batuta pues es la que más de cerca y de oficio tiene a su cargo la observación del
“corazón” del hombre.”

Es así como se hace evidente el papel de la nuestra profesión en el campo ético. Regal siendo
filósofo hace una reflexión interesante que debiéramos tomar en cuenta, como él lo afirma casi
todo el vocabulario moral alude a la psicología y por lo tanto que seamos nosotros los que
debiéramos dar la pauta para el estudio. El peligro que se puede correr cuando no se toman en
cuenta los aportes de la psicología, es tener un enfoque fragmentado de la realidad moral y por lo
tanto todo esfuerzo sería infructuoso, si queremos llegar a profundizar objetiva y científicamente en
este campo.

Fundamentos para una teoría moral psicológica

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Regal destaca en su obra los aportes que sobre el tema de la moral aportó Roger Brown
(psicólogo social), cuyo fundamento principal se basa en que no traemos ninguna moral al nacer,
ninguna pauta o ley de moralidad, es decir al no ser innata la debemos adquirir de alguien, es decir
alguien nos enseña a ser morales y nosotros aprendemos a serlo, esto por supuesto en un
contexto y en un grupo determinado.
Pasemos a analizar las principales posturas psicológicas que dan una explicación del fenómeno
moral, basadas en sus propias concepciones y principios que la rigen.

Rosenbaum (1985), destaca tres teorías la primera la denomina la teoría del Aprendizaje Social,
donde afirma “La teoría del aprendizaje social se basa en como aprendemos procesos complejos
de conducta social, considera que la recompensa y el castigo son fundamentales y hace hincapié
en el reforzamiento externo. Según la teoría del aprendizaje social, la persona moral es la que
simplemente se ajusta a las normas culturales y ha absorbido las normas de la sociedad y de sus
padres. B. F. Skinner (1971) un importante teórico del aprendizaje, relaciona la justicia con las
recompensas y los castigos, Skinner afirmó “El asunto de la justicia a menudo depende
simplemente de la buena crianza. La cuestión es si se han usado correctamente los
razonamientos”.
Esta es la forma en la que el teórico del aprendizaje enfoca la moralidad. La conciencia está
relacionada con la recompensa y el castigo. La mejor manera de estudiar la moralidad es observar
las técnicas de reforzamiento que se han usado, los tipos de castigo y los modelos que se usan o
se han usado”.

Si bien es cierto Rosenbaum nos trata de ilustrar de manera sucinta el planteamiento del
aprendizaje social, nosotros debemos tener presente el uso correcto de los términos y teorías a fin
de confundirlas. En primer lugar debemos distinguir entre los tres paradigmas que sustentan el
modelo conductual, a saber el condicionamiento operante, el condicionamiento clásico y el
aprendizaje social, cada uno de estos paradigmas posee sus propios principios y sustentos
teóricos y cuando el autor antes mencionado se refiere al aprendizaje social se está refiriendo a un
aspecto del modelo conductual, pero no lo aborda desde la perspectiva en que lo hace la teoría del
aprendizaje social de Alberto Bandura, orientado al aprendizaje vicario, por imitación, donde
destaca la técnica del modelado; sino que pone mayor énfasis en los planteamientos del
condicionamiento operante, donde se destaca los procedimientos de refuerzo y castigo, estos bajo
la base de que, en función de las consecuencias que le siguen a las conductas, se incrementa o
disminuye la probabilidad de ocurrencia de la misma en el futuro, teniendo en cuenta el carácter
de contingencia que deben tener el uso de las técnicas y la conducta a tratar. Es decir el autor
centra más su reflexión sobre la base de los planteamientos del condicionamiento operante, sin
embargo él lo denomina como aprendizaje social.

La segunda teoría planteada por Rosenbaum es la teoría del desarrollo cognitivo de la cual dice:
“La teoría del desarrollo cognitivo se ha basado principalmente en la obra de Jean Piaget, el
psicólogo y matemático suizo (1948). Gran parte de su obra sobre el desarrollo moral del niño se
encuentra en The moral judgment of the child. Piaget entrevistó niños pequeños en forma extensa
e intensa a la vez. A partir de esto llegó a la conclusión de que hay tres etapas importantes en el
desarrollo del juicio m oral.
A la primera etapa la llamó restricción moral y esto se aplica a los niños de menos de 7 u 8 años,
en esta etapa el niño reacciona a las reglas y mandatos que recibe del exterior. Estos no se deben
cambiar, puesto que los que dan las ordenes son adultos. Se considera que las ordenes de los
adultos y la justicia son una misma cosa. Ser obediente es bueno, ser desobediente es malo, así el
padre o la madre afirma “el bebe ha sido bueno. No me ha dado ningún problema” en esta etapa
los valores son absolutos, hay cosas correctas e incorrectas, y el castigo es el resultado cuando ha
sido malo. A la moralidad de la restricción, también se le ha llamado realismo moral. Los niños
creen que todos ven las cosas en la forma en que él lo hace, y que todos los pensamientos se
perciben como si tuvieran una cualidad física. El arbitro fundamental de la moralidad es el adulto (el
padre o la madre) y lo que dice es inapelable.

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La segunda etapa comienza a los 8 años y dura hasta los 11 o 12. a medida que el niño comienza
a jugar con otros niños y hay interacción, la dirección se mueve hacia la reciprocidad. El niño se
vuelve más independiente y se preocupa por la justicia del castigo. ¿ es justo ese castigo, o no
guarda proporción con la fechoría?.
La tercera etapa es la más madura. Comienza aproximadamente a los 11 o 12 años y se le ha
llamado la etapa del relativismo moral o de la moralidad autónoma, hay devoción y lealtad hacia los
compañeros, el individuo debe empezar a escuchar otros puntos de vista, y si todo va bien el grupo
participa en las reglas que se establecen. Se hace hincapié en el aspecto cognoscitivo o, si uno
mira retrospectivamente a los filósofos anteriores, se hace hincapié en la razón. Piaget no
menciona las fuerzas culturales y sociales que intervienen en el pensamiento cognoscitivo.
No hay progresión suave en las etapa que describe Piaget, aunque el niño puede volverse menos
egoísta y realista, su interés por los demás quizá no llegue hasta que haya pasado un tiempo.
Piaget hace hincapié en la importancia de captar el concepto antes de que el niño pase de una
etapa a otra. Una importante fuerza motivadora es la incomodidad que experimenta el niño cuando
observa contradicciones, lo que le hace tratar de establecer un equilibrio cómodo. De nuevo nos
encontramos con las ideas de los filósofos anteriores, que escribieron sobre el esfuerzo del hombre
por establecer el placer o por lo menos a reducir al mínimo el dolor.”

Los estudios de Piaget forman parte de los grandes estudios que sobre el desarrollo cognitivo se
han planteado, sin embargo debemos preguntarnos si a través de los años transcurridos éstos no
han sufrido algún tipo de modificación, quizás los márgenes de edad hayan variado por cuanto los
niños nos cuestionan y confrontan a mucho menor edad que cuando lo hacían antes, se interesan
y ocupan por cosas que nos parece muy prematuras para su edad, sin embargo cuanto del
desarrollo cognitivo va variando a través del tiempo y como podemos ir estableciendo parámetros
correctivos para una mejor aplicación de los principios psicológicos al comportamiento y al
desarrollo de la moral en especial.

La tercer teoría planteada por Rosenbaum es la teoría psicoanalítica, de la cual dice “La teoría
psicoanalítica subraya que la moralidad se bas en la identificación con los padres, considera que la
conciencia es lo mismo que el Superego, y que se desarrolla aproximadamente a los 5 o 6 años d
edad con algunas modificaciones posteriores, basadas en experiencia ulteriores. El bien y el mal
sus reglas paternas que absorbe el niño, y su respuesta a estas reglas arbitrarias. El superego es
punitivo. Y el ego existe para traer alguna clase de razón a la conducta. El Ello funciona como la
reserva de emociones, pasiones e impulsos libres de trabas. Freud afirmó: “ donde esté el ello
estará el ego.” El ego en la teoría psicoanalítica actual, es adaptable y funciona para equilibrar las
demandas excesivas del superego. El individuo, con la maduración del ego comienza a adquirir
introspección y está menos propenso a juzgar y más dispuesto a buscar las motivaciones detrás
del comportamiento de otra persona.
Las teorías de Freud sobre el ego dieron lugar a una opinión más bien pesimista de la conducta
humana, porque el ego parecía fijo. Los teóricos psicoanalíticos posteriores advirtieron que l ego
podía continuar desarrollándose a través de la adolescencia y de la edad adulta con nuevas
experiencias y con el contacto de figuras que tuvieran influencia sobre la persona.”

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FUNDAMENTOS PARA UNA TEORÍA ANTROPOLÓGICA DE LA MORAL

Familia y cultura:

Reiteradamente nos preguntamos ¿Dónde se encuentran las influencias más relevantes para la
formación moral de las personas?, es una pregunta que ha tenido a través del tiempo muchas y
diferenciadas respuestas. La familia ha sido uno de los grupos más analizados y proyectados como
importante influencia en el desarrollo de la moralidad; sin embargo es sabido que no podemos
reconocer a la familia como fuente última de la producción de valores morales ni decir que
poseemos sólo la moralidad de nuestra familia, afirmar aquello sea quizás alejarse de los
parámetros científicos que explican este importante fenómeno.

El campo que aborda con mayor profundidad esta temática es la Antropología. Regal (1988) refiere
que la antropología “ Es la ciencia que estudia los grupos familiares, es decir, lo sustancial, es decir
lo sustancial para cualquier pueblo, nación, cultura. Repetimos; hablar solo de las funciones de la
familia, señalar su importancia para la salud del país y tantas otras cosas que se suelen decir de la
familia, sin tener en cuenta que no hay “familia” sino grupos de familias ( y consecuentemente darle
al problema familiar el debido tratamiento teórico-tecnológico), sería hablar en abstracto. Estimo
que muchos “mensajes” a la familia que lanzan autoridades educativas, políticas y religiosas no
tienen todo el efecto-por no decir que no tienen ninguno- que sus emisores quisieran”.

Si bien es cierto las familias o grupos de familias pueden ejercer una influencia importante al
interior de sus miembros y muchos de ellos responden a esa influencia, podemos notar también
que muchos miembros de una familia son distintos entre sí y a veces esas diferencias son bastante
importantes, aquí es donde tendremos que abarcar otros aspectos que expliquen estos cambios y
el campo de la psicología del aprendizaje, de la personalidad, del desarrollo nos pueden dar
algunas aclaraciones. Creemos que por ello no podemos soslayar la influencia de los grupos de
familia en el campo de la moralidad.

Los acontecimientos al interior de la familia y la forma como se lleven aquellos serán determinantes
en elaboración de la jerarquía de valores de sus miembros, no es lo mismo vivir con ambos padres
que vivir con padres que están separados o con una madre que está en casa, que con otra que
sale a trabajar, la percepción y a experiencia de cada mimbro es bastante variable, asumirá ciertos
patrones de comportamiento e incluso de actitudes producto de esta experiencia de vida.
Imaginemos como han calado los conceptos que actualmente tenemos sobre el amor, la felicidad,
el éxito, la justicia, el matrimonio, la profesión, el estatus social, la amistad, entre otros, sino es por
nuestras experiencias que de cada una de ellas hemos tenido. Regal plantea que si bien es cierto
la familia es una de las fuentes más importantes de la transmisión de los valores morales, no es la
única, considera que hay otros tipos y otras maneras de agrupación, s cecir hay otras
“instituciones” que también intervienen como actores en los procesos de moralización,
considerando que el término “Institución” es más amplio y que incluye al de la familia.

Fundamentos para una teoría ética antropológica

Regal (1988) hace referencia a Bronislaw Malinowski uno de los padres de la antropología
moderna y plantea lo siguiente “Malinowski ha resumido y comentado su propia teoría en un
pequeño libro, justo el que necesitamos para nuestra ética: Una teoría científica de la cultura

13
daremos a continuación una idea sinóptica de su teoría y estaremos atentos para captar en qué
momento y cómo habla de la moral.

El punto de partida de la teoría de Malinowski es la consideración del hombre, como ser orgánico,
vivo y biológico, de la especie animal. Como tal tiene, por encima de todas las cosas, necesidades
básicas que debe satisfacer para sobrevivir. Malinowski las reduce a las 7 siguientes:
Metabolismo
Reproducción
Bienestar corporal
Seguridad
Movimiento
Crecimiento
Salud

Ahora bien, de hecho el hombre no satisface estas necesidades aislado, como mero individuo, sino
que se une a otros para juntos, satisfacerlas. Esto da lugar a fenómenos de socialización que
Malinowski denomina “Instituciones” y que se le impone al hombre y al grupo con tanta fuerza
como las necesidades básicas. Malinowski agrupa estas necesidades derivadas o institucionales
paralelamente a las básicas, a saber :
Abastecimiento
Parentesco
Abrigo
Protección
Actividades
Ejercitación
Higiene”

Es decir lo que nos plantea Malinowski es que el hombre busca satisfacer sus necesidades
básicas, pero no lo hace de manera individual, sino por el contrario lo hace en grupo, estableciendo
con estos, múltiples relaciones que le permiten llegar a su objetivo inicial, en ese sentido debemos
entender que al interior de esta teoría biologicista han de suscitarse una serie de relaciones
interpersonales o relaciones humanas, con el propósito de buscar la sobrevivencia física, biológica,
del individuo, del grupo, es decir de la especie humana misma.

Continuando por la planteado por Regal dice” Ahondando en el estudio de estas necesidades
derivadas, Malinowski precisa que en todo tipo de organización humana (y justamente parapueda
hablarse de organización o de “institución”) deben darse cuatro ordenes o niveles de estructura
(social o cultural), a saber:
- Una dimensión “política”
- Una dimensión “económica”
- Una dimensión “educativa”
- Una (compleja)dimensión”jurídico-moral-técnica-normativa p, simplemente
“normativa”

Lo “político” quiere decir que en todo grupo “institucional” o “institucionalizado” debe haber
autoridad, un jefe que ordene y miembros del grupo que obedezcan, la autoridad implica poder,
prestigio, fuerza, etc., etc.

Lo “económico quiere decir que en todo grupo debe dividirse y repartirse las respectivas tareas, de
tal modo que se logren eficazmente las metas.

Lo “educativo” quiere decir que en todo grupo los más experimentados van transmitiendo sus
conocimientos a los jóvenes y novatos. Hay pues una necesidad de “tradición”.

Lo “normativo”(y aquí queríamos llegar) quiere decir que estamos tratando de una especie animal
inteligente, que se mueve, definitivamente, por razones, argumentos, explicaciones, es decir, en

14
una palabra por “valores”. De allí que se da una complejísima “normatividad” (dentro de la cual
Malinowski sitúa incluso lo religioso), es decir, un sistema lingüístico-espiritual al que se remiten
jefes y subordinados, para saber cómo, por qué y para qué tienen que hacer las cosas. Este nivel
normativo le da, pues, sentido a los otros tres niveles”.

Es obvio por lo demás, que estamos haciendo una operación altamente abstracta y artificial: en la
vida del grupo las cuatro estructuras se entrelazan en un todo que es la vida social o, como prefiere
decir Malinowski, “cultural”.
La moral está, pues, en función de la organización del grupo. Su contenido podrá, en principio,
variar de uno a otro grupo, pero en todos los grupos tendrá que haber esta función y esta
estructura moral.”

Es claro entonces para esta postura, que adquisición de los valores morales, no solo se dan de
padres a hijos sino que involucra a la institución cultural de donde la familia es parte integrante, así
mismo no solo hablamos de una transmisión de valores morales por costumbre o casualidad, sino
que se establecen como una necesidad de estas para la propia convivencia social.

15
ÉTICA Y DEONTOLOGÍA, CÓDIGO DE ÉTICA DEL PSICÓLOGO PERUANO

Al intentar realizar un análisis del término Deontología y su aplicación al campo de la ética,


encontramos en la necesidad de analizar un término que suele usarse como opuesto ya que
muchos de sus planteamientos entre ambos son contradictorios. Este término es el Utilitarismo,
por su parte Jeremy Bentham (1970) y John Stuart Mill (1947), elaboraron la teoría utilitaria, que
propone un modelo para determinar lo que es correcto e incorrecto, basado en cálculo objetivo de
las consecuencias. La acción correcta es la que produce las mejores consecuencias. En esta
tradición la ética se ocupa principalmente de las formas de determinar y cuantificar las
consecuencias de un acto.
La teoría utilitaria se apega a un principio, que es el modelo por el cual son evaluados todos los
demás principios y reglas y por medio del cual se arreglan los conflictos entre principios y reglas.
La expresión ordinaria de este súper principio es “ La mayor felicidad para el mayor número”.

Por su lado la Deontología (griego deon, que quiere decir deber) contrasta con el utilitarismo y con
su orientación hacia las consecuencias. Esta doctrina insiste en una base para lo correcto y lo
incorrecto, independientemente de las consecuencias. El término abarca varias teorías sobre el
bien y el mal, todas las cuales comparten el hecho de negar que el bien depende en última
instancia de los efectos del acto. El deontólogo cree que ciertas características del acto mismo
sirven de base a su sustancia ética. La naturaleza del acto es la base de su corrección, y la razón
fundamental por la que debe llevarse a cabo, un ejemplo de este razonamiento lo proporciona
Kant, referido por Rosenbaum “El deber decir la verdad es incondicional... aunque al decir cierta
mentira yo no haga algo malo( ósea no cree malas consecuencias), violo este principio formal
aunque no materialmente... por lo tanto ser veraz en todas las declaraciones es un decreto sagrado
y absolutamente obligatorio de la razón, que no está limitado por ninguna ventaja momentánea. Así
la definición de una mentira meramente como una declaración falsa no intencional a otra persona
no requiere la condición adicional de que debe hacer daño a otro, sino a algún otro hombre
determinado, a la humanidad en general, porque vicia la fuente de la ley misma”.
Debemos decir que las teorías deontológicas proporcionan una base para los principios , pero dan
muy poca guía cuando los principios o deberes entran en conflicto.

Franca-tarragó hace una distinción entre la bioética y la psicoética y nos muestra su


disconformidad por el procedimiento que asume la postura deontológico y lo plantea de la siguiente
manera:

“Dentro del conjunto de las “Eticas profesionales”, la Bioética ocupa un lugar destacado.
Esta última disciplina tiene como objeto el estudio sistemático de todos los problemas éticos de las
ciencias de la vida (incluyendo la vida en su aspecto psíquico).

Pero en la medida que la Psicoética toma como objeto de su estudio especializado los
dilemas éticos de la relación que se establece entre los pacientes y los profesionales de la salud
mental, adquiere una identidad propia en relación a la Bioética.

En el paso se incluía a este campo de la reflexión moral dentro de la “Deontología


profesional” (del griego deontos = deber, logía = saber). Pero esta forma de plantear las cosas nos
parece inapropiada por dos motivos principales:

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1º La “Deontología” se ocupa fundamentalmente de los deberes profesionales. Si llamáramos
así a la Psicoética la restringiríamos a aquellos asuntos o intereses que sólo competen a
los profesionales. Por el contrario, la relación entre un psicólogo o psiquiatra y una persona
que solicita su capacitación profesional, implica una relación dual, es decir, entre dos
sujetos activos. Es dicha relación diádica la que es objeto de estudio por parte de la
psicoética y no, exclusivamente, aquello que compete al deber del profesional.

2º La deontología, como ciencia del deber, implica que la perspectiva que se adopta para la
reflexión es la que surge de un polo de la relación: el profesional. Sin embargo, también el
paciente, la persona o el cliente tienen sus respectivos deberes y derechos en dicha
relación. Y ambos aspectos son objeto de reflexión por parte de la Psicoética. Hablar de
Psicoética y no de Deontología Psicológica significa, pues, adoptar un cambio de
perspectiva en el análisis y considerar relevante que la práctica de los profesionales de la
salud mental es un asunto que pertenece al conjunto de la sociedad y no a un organismo
corporativo, llámese Colegio, Asociación o como sea.

Esto no significa que creamos que la labor de decantación ética realizada por los
organismos profesionales no tenga un papel fundamental en el proceso de concreción de los
lineamientos éticos que puedan adoptarse en el ámbito de la salud mental. Todo lo contrario,
consideramos que una de las expresiones más eminentes de la Psicoética aplicada son los
“códigos éticos” del Psicólogo y del Psiquiatra.”

Es claro que para el autor que la postura deontológico, no abarca todo lo que la psicoética, si hace
con su análisis estableciendo en primer lugar una relación diádica es decir de dos; psicólogo-
paciente y no polarizar nuestro procedimiento, sabiendo que tanto paciente como profesional
cumplen un rol en esta relación y en la medida que cada uno se oriente bajo sus deberes y
derechos que le asisten se podrá llevar a cabo una adecuada relación.

Cuando queremos hablar del código de ética que rige la vida y ejercicio profesional, debemos
distinguir que cada código encierra, en sí mismo, las características que le son inherentes a la
profesión , es así que el código de ética del psicólogo peruano posee características que le son
distintivas a la profesión del psicólogo, como la del contexto en el cual se encuentra, alineándose a
las leyes vigentes que tiene nuestro país.

Es de fundamental importancia conocer cual es el concepto de código de ética y así mismo


conocer sus funciones principales. Franca-tarragó plantea lo siguiente:

“Un código de ética profesional es una organización sistemática del “ethos profesional”, es
decir de las responsabilidades morales que provienen del rol social del profesional y de las
expectativas que las personas tienen derecho a exigir en la relación con el psicólogo o Psiquiatra.
Representa un esfuerzo por garantizar y fomentar el ethos de la profesión frente a la sociedad. Es
una base mínima de consenso a partir de la cual se clarifican los valores éticos que deben
respetarse en los acuerdos que se hagan con las personas durante la relación psicológica. Resulta
ser un valioso instrumento en la medida que expresa, de forma exhaustiva y explícita, los principios
y normas que emergen del rol social del psicólogo y psiquiatras. En ese sentido es un medio muy
útil para promover la confianza mutua entre un profesional y una persona o institución.

Entre las funciones principales de los Códigos de Ética podemos señalar las siguientes:

1. Declarativa: formula cuáles son los valores fundamentales sobre los que está basada
una determinada ética profesional.
2. Identificativa: permite dar identidad y rol social a la profesión, mediante la uniformidad
de su conducta ética;
3. Informativa: comunica a la sociedad cuál son los fundamentos y criterios éticos
específicos sobre los que se va a basar la relación profesional – persona.

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4. Discriminativa: diferencia los actos lícitos de los ilícitos; los que están de acuerdo con
la ética profesional y los que no lo están.
5. Metodológica y valorativa: da cauces para las decisiones éticas concretas y permite
valorar determinadas circunstancias específicamente previstas por los códigos.
6. Coercitiva: establece cauces para el control social de las conductas negativas desde
un punto de vista ético.
7. Protectiva: protege a la profesión de las amenazas que la sociedad puede ejercer
sobre ella.

Aunque los Códigos de Ética son un instrumento educativo de la conciencia ética del
profesional, adolecen, con frecuencia, de importantes limitaciones. 1º Pueden inducir a pensar que
la responsabilidad moral del profesional se reduce a cumplir sólo que explícitamente está prescrito
o prohibido en esos códigos. 2º Pueden ser disarmónicos, es decir, dar importancia a ciertos
principios morales (como el de Beneficencia) pero dejar de lado otros como el de Autonomía o de
Justicia; o las reglas de Veracidad y Fidelidad. 3º Pueden incurrir en el error de privilegiar la
relación psicólogo- persona individual por encima de la relación psicólogo-grupos, psicólogo-
instituciones o psicólogo-sociedad.

Pese a estas limitaciones son un instrumento educativo para formar la conciencia ética, no
sólo del profesional que tiene que cumplirlos, sino del público, que por ese medio se informa de
cuáles son las expectativas adecuadas que puede tener cuando consulta a un profesional de la
salud mental.”

Presentamos a continuación el código de ética del psicólogo peruano, conformado por sus XIX
títulos y 120 artículos:

CODIGO DE ÉTICA DEL PSICÓLOGO PERUANO

TÍTULO I
RESPONSABILIDAD

Artículo 1º Como profesional, el psicólogo reconocer la responsabilidad social implicada en su


trabajo, ya que puede afectar íntimamente a la vida de otros; por ello, se mantiene alerta frente a
situaciones o presiones personales, sociales, institucionales, económicas o políticas, que puedan
conducirlo a un abuso de su prestigio o influencia.

Artículo 2º Como científico, el psicólogo dirige investigaciones allí donde su juicio le indica que
son necesarias y planifica toda la investigación de manera que la posibilidad de error en sus
resultados sea mínima, proporciona amplia información sobre las limitaciones de los datos e
hipótesis, especialmente cuando éstos puede perjudicar a individuos o grupos científicos; publica
informes completos acerca de su trabajo sin destacar jamás, sin explicación, datos que puedan
tergiversar la interpretación de los resultados y evita cualquier clase de vínculos que interfieran con
su objetividad.

Artículo 3º Como profesor, el psicólogo reconoce su obligación primaria de ayudar a otros a


adquirir conocimientos y destrezas y a mantener elevados niveles académicos y profesionales. Su
docencia se distingue por la más seria objetividad y calidad académica, evitando sobrevalorar la
profesión, reconociendo las limitaciones de las técnicas que utiliza, dosificando su difusión para
evitar que su uso sea aplicado por personas no idóneas.

Artículo 4º Como psicoterapeuta, el psicólogo reconoce que, en su actividad, debe buscar el


desarrollo psicológico del cliente.

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Artículo 5º Como funcionario en una organización, el psicólogo tiene la responsabilidad de
permanecer alerta y no aceptar presiones que pueda distorsionar sus informes, e impedir el uso
inapropiado de los mismos.

Artículo 6º Como docente de práctica profesional, el psicólogo proporciona supervisión


adecuada y oportuna a internos y estudiantes.

TITULO II
COMPETENCIA

Artículo 7º Los psicólogos comparten la responsabilidad de mantener normas elevadas de


competencia profesional, en resguardo del interés público y de la profesión como un todo.

Artículo 8º Los psicólogos rechazan la práctica de la psicología por personas ajenas a la


profesión, denunciándolas ante la autoridad competente. Ayudan al público a identificar a los
psicólogos que puedan brindar servicios profesionales confiables. Cuando un psicólogo o persona
que se identifica a si misma como tal, viola normas éticas, los psicólogos tratan de rectificar la
situación y; cuando no es posible lograrlo, plantean el caso ante el Colegio de Psicólogos del Perú.

Artículo 9º El psicólogo reconoce los límites de su competencia y los alcances de sus


técnicas, y no ofrece servicios ni utiliza métodos que no cumplen las normas profesionales
establecidas en cada campo particular en los aspectos que caen fuera de los límites de su propia
competencia.

Artículo 10º El psicólogo evita cualquier actividad en la que sus problemas personales puedan
menguar sus servicios profesionales o dañar a un cliente y, si ya está comprometido en tal
actividad, busca asistencia profesional competente.

Artículo 11º El psicólogo reconoce las diferencias individuales referidas a edad, sexo, posición
socio económica y nivel cultural y, donde es necesario, obtiene ejercitación, experiencia y consejo
que aseguren un servicio o investigación competentes relacionados con dichos individuos.

Artículo 12º El psicólogo debe estar constantemente actualizado tanto profesional como
científicamente en relación con los servicios que presta. Reconoce la necesidad de educación
continua y se mantiene alerta a nuevos descubrimientos científicos y cambios sociales.

Artículo 13º Como docente, el psicólogo prepara el material didáctico en forma cuidadosa, de
manera que los conocimientos que imparta sean correctos, actualizados y científicos, informa
sobre los avances de investigación en puntos aún no resueltos, alientan a sus colaboradores y
alumnos para que contribuyan a procurar soluciones. Asimismo, se considera como miembros de
un equipo científico en el que deben primar el respeto y la lealtad mutuos, de manera que cumpla
en forma eficaz con los propósitos de la enseñanza e investigación.

Artículo 14º El psicólogo sólo presenta como evidencia de su calificación profesional aquellos
títulos reconocidos por el Colegio de Psicólogos del Perú.

TÍTULO III
NORMAS LEGALES Y MORALES

Artículo 15º Como profesional, el psicólogo se mantiene informado de las disposiciones legales y
vigentes referentes a su práctica profesional, se preocupa por la modificación de las leyes que
puedan perjudicar al interés público o a la profesión y se ocupa de promover una legislación que
favorezca a ambos.

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Artículo 16º El psicólogo, como ciudadano, debe respetar las normas éticas y jurídicas de la
comunidad social en la que se desenvuelve.

Artículo 17º Como psicoterapeuta, el psicólogo deberá formarse de manera idónea para lograr que
su actividad como tal se realice en condiciones óptimas, en beneficio del cliente.

Artículo 18º Como funcionario, el psicólogo no aprueba prácticas inhumanas o discriminatorias en


función de raza, edad, sexo, religión o ideología, para efectos de contratación, promoción o
adiestramiento.

Artículo 19º Como investigador, el psicólogo se mantiene informado de la reglamentación existente


sobre la conducción de investigación con sujetos humanos y animales.

TÍTULO IV
CONFIDENCIALIDAD

Artículo 20º El psicólogo está obligado a salvaguardar la información acerca de un individuo o


grupo, que fuera obtenida en el curso de su práctica, enseñanza o investigación.

Artículo 21º La información recibida en ejercicio de la profesión se revela sólo después de las más
cuidadosas deliberaciones, y cuando hay un peligro claro e inminente para un individuo o la
sociedad, y únicamente a profesionales adecuados o a las autoridades públicas competentes.

Artículo 22º La información obtenida en relaciones de tipo clínico o consultivo, o los datos de tipo
evaluativo referentes a niños, estudiantes, empleados u otros individuos, se discuten sólo confines
profesionales y con personas claramente relacionadas con el caso. Los informes y escritos
deberán presentar únicamente datos relacionados verbales con los propósitos de la evaluación,
realizando todos los esfuerzos necesarios para evitar la indebida invasión del fuero íntimo de las
personas.

Artículo 23º Una comunicación profesional se muestra a quien le concierne sólo con autorización
expresa de quien la originó, y de las personas involucradas. El psicólogo se hace responsable de
informar al cliente los límites del secreto.

Artículo 24º El psicólogo mantiene el secreto profesional en la preservación y ordenamiento final de


los informes confidenciales.

Artículo 25º Los materiales clínicos u otros materiales de casos se pueden usar en la enseñanza y
en publicaciones, pero sin revelar la identidad de las personas involucradas.

Artículo 26º Sólo después de haber obtenido permiso explícito se publica la identidad de los sujetos
de investigación.
Cuando los datos se publican sin permiso de identificación, el psicólogo asume la responsabilidad
de salvaguardar adecuadamente sus fuentes.

TÍTULO V
DECLARACIONES PÚBLICAS

Artículo 27º Una actitud científica y el debido respeto por los límites del conocimiento actual
caracterizan todas las declaraciones de los psicólogos que, directa o indirectamente, brindan
información al público, evitando la exageración, el sensacionalismo, la superficialidad u otras
formas de informaciones equivocadas.

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Artículo 28º El psicólogo se atiene a normas profesionales antes que comerciales al prestar y
ofrecer sus servicios profesionales. Los anuncios de práctica individual privada se limitan a una
simple enunciación del nombre, grado o títulos pertinentes más altos, número de matrícula,
certificados de especialización, dirección, teléfono, horas de atención y una breve aclaración de los
tipos de servicios que ofrece. Los anuncios de las situaciones pueden enumerar los nombres de
los miembros del personal, con sus calificaciones. Concuerdan en los demás aspectos con las
mismas normas de los anuncios individuales, asegurándose de evidenciar la verdadera índole de la
organización.

Artículo 29º Los psicólogos o las instituciones pertinentes que anuncien servicios profesionales no
clínicos, pueden utilizar folletos que describan los servicios prestados, pero siempre que no sean
evaluativos. Pueden enviarlos a profesionales, escuelas, firmas comerciales, instituciones
gubernamentales u otras organizaciones similares.

Artículo 30º Es inaceptable que un folleto se expongan “testimonios durante usuarios satisfechos”.
No puede aceptarse el ofrecimiento de un juicio libre sobre los servicios que presta el psicólogo, si
sirve para tergiversar en cualquier sentido la índole o eficacia de los mismos. Las pretensiones de
que un psicólogo tiene habilidades únicas o medios excepcionales, que no están al alcance de otos
de la profesión, pueden hacerse sólo si la especial eficacia de estas habilidades o medios únicos
han sido demostrados con pruebas científicamente aceptables.

Artículo 31º El psicólogo no debe permitir que un cliente tenga ideas exageradas acerca de la
eficacia de los servicios que presta. Las afirmaciones hechas ante los clientes, en este sentido, no
deben ir más allá de lo que el psicólogo estaría dispuesto a someter al análisis profesional.

Artículo 32º Al anunciar sus servicios profesionales, el psicólogo no se relaciona con


organizaciones cuyo auspicio esté falsamente implicado.

Artículo 33º Al promover dinámica de grupo o grupos de encuentro, el psicólogo indicará


claramente el propósito y la naturaleza de las experiencias a brindarse, especificando en forma
apropiada el nivel educativo, de adiestramiento, y de experiencia en que se dan tales prácticas.

Artículo 34º El psicólogo que se dedique a la venta de material psicológico deberá presentar sus
anuncios de manera profesional y científica. La publicidad sobre los mismos deberá ser objetiva y
descriptiva y no meramente emocional y persuasiva.

Artículo 35º Las personas naturales o jurídicas que se dediquen a la fabricación, publicación y
venta de material psicológico deberán obtener un permiso o certificación del Colegio.

Artículo 36º Cuando se da información acerca de procedimientos y técnicas psicológicas, debe


cuidarse de indicar que deben ser empleados únicamente por personas competentes para ello.

Artículo 37º Como profesor, el psicólogo impartirá información suficiente sobre el curso que
enseñe, particularmente en relación con la materia por tratar y los criterios de evaluación
respectivo. Los anuncios que realice sobre talleres, seminarios y otros programas afines deberán
especificar a que nivel están dirigidos, así como los requisitos exigidos, los objetivos educacionales
y la naturaleza del material por cubrir; e igualmente los niveles educativos y de capacitación, y la
experiencia de los psicólogos que presentan el programa, incluyendo los costos para el alumno.

Artículo 38º Los anuncios públicos que soliciten sujetos de investigación deben especificar
claramente el tipo de servicios, los costos y otras obligaciones que deben ser asumidas por los
participantes de dicha investigación.

Artículo 39º El psicólogo que se compromete en actividades de radio o televisión no participa como
tal en avisos comerciales que recomiendan la adquisición o uso de un producto.

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Artículo 40º El psicólogo debe cuidar que su nombre sólo aparezca en actos públicos y en todo
medio de difusión hablado o escrito con el máximo respeto por su calidad profesional, por su propio
prestigio y el de su profesión.

Artículo 41º El psicólogo que hace publicaciones relacionada con su profesión utilizando un
seudónimo, debe comunicar su identidad al Colegio de Psicólogos del Perú.

TÍTULO VI
BIENESTAR DEL CLIENTE

Artículo 42º El psicólogo reconoce su posición de prestigio frente a sus clientes, y por ello evita
hacer mal uso de la confianza depositada en él.

Artículo 43º Normalmente, el psicólogo no entre en relación profesional con miembros de su propia
familia, amigos íntimos, colaboradores cercanos u otros, cuyo bienestar podría verse afectado por
una relación de este tipo.

Artículo 44º El psicólogo informa con anticipación a su futuro cliente acerca de los usos,
quehaceres y circunstancias importantes de la relación potencial entre ambos, ya que podrían
influir en la decisión del cliente antes de entrar en esa relación.
Dichos usos, quehaceres y circunstancias importantes incluyen el registro con grabadora de una
entrevista, el empleo del material de la entrevista con fines de capacitación y la observación de una
entrevista por otras personas.

Artículo 45º Cuando el cliente no está capacitado para evaluar una situación, se informa a la
persona responsable del cliente, acerca de las circunstancias que pueden influir sobre la relación.

Artículo 46º El psicólogo que pide a un individuo que revele información personal en el curso de
entrevistas, tests o evaluaciones, o que permite que se le revele tal información, lo hace sólo
después de estar seguro de que la persona responsable tiene total conocimiento de los propósitos
de la entrevista, el test o la evaluación y de las maneras en que pueden utilizarse la información.

Artículo 47º El psicólogo trata de terminar una relación clínica o consultiva cuando está
suficientemente en claro que el cliente no se beneficia con la misma.

Artículo 48º Cuando hay un conflicto entre profesionales, el psicólogo se preocupa primordialmente
por el bienestar de todo cliente involucrado y, sólo secundariamente, por los intereses de su propio
grupo profesional.

Artículo 49º En las organizaciones laborales, en la educación y en otras situaciones en las que
pueden surgir conflictos de intereses entre diversas partes, tales como empresarios y trabajadores
o entre el cliente y el empleador del psicólogo, éste define la índole y dirección de sus
responsabilidades e informa al respecto a todos los interesados.

Artículo 50º En los casos en que debe remitir a un paciente, la responsabilidad del psicólogo
continúa hasta que el otro profesional, o sea, el recibiente, asume la responsabilidad, o hasta que
la relación con el psicólogo que hiciera la remisión termine por mutuo acuerdo. En los casos en
que el cliente rechaza la remisión, el psicólogo evalúa cuidadosamente el posible daño para el
cliente, para sí mismo y para su profesión que se pueden derivar si la relación continúa.

Artículo 51º Debe asegurarse un ambiente apropiado para la labor profesional, a fin de proteger
tanto al cliente como al psicólogo contra daños reales o atribuibles, que puedan originar censuras a
la profesión.

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TÍTULO VII
UTILIZACIÓN DE TÉCNICAS DE DIAGNÓSTICO

Artículo 52º El cliente tiene el derecho de recibir y el psicólogo el deber de explicar la naturaleza y
propósito de la evaluación psicológica y de dar los resultados de ésta en un lenguaje que el cliente
pueda comprender, a menos que exista una excepción explícita previamente acordada, como es el
caso de ambientes escolares y empresariales.

Artículo 53º El psicólogo debe demostrar que la validez de los programas y procedimientos usados
para la interpretación de pruebas psicológicas (test) se basa en evidencia apropiada.

Artículo 54º El psicólogo que tiene la responsabilidad de tomar decisiones sobre individuos,
basándose en resultados de pruebas psicológicas (tests) tiene una adecuada comprensión de los
problemas de medición, validez y confiabilidad.

Artículo 55º El uso y la elaboración de pruebas psicológicas (tests) exámenes, diagnósticos e


informes psicológicos es privativo del psicólogo y no de otro profesional.

Artículo 56º Al informar sobre los resultados, el psicólogo debe indicar cualquier reserva
relacionada con la validez o confiabilidad que resulte de la evaluación o de la inadecuación de las
normas de la evaluación para la persona evaluada.

Artículo 57º El psicólogo se asegura de que los resultados de la evaluación y su interpretación no


sean mal usados por terceros.

Artículo 58º El psicólogo acepta la responsabilidad de remover, del archivo del cliente, información
sobre puntajes que estén obsoletos a fin de que no sea utilizada en desmedro de la persona
evaluada.

Artículo 59º Los puntajes, así como los materiales de evaluación, se ofrecen sólo a las personas
calificadas para interpretarlos y usarlos adecuadamente.

Artículo 60º Los resultados de la evaluación u otros datos de apreciación utilizados para evaluar o
clasificar se comunican a los empleadores, parientes u otras personas apropiadas, de tal manera
que se eviten las malas interpretaciones o su uso inadecuado. La comunicación sobre el resultado
de una evaluación debe darse, de preferencia, en forma de interpretación de dicho resultado, y no
en forma de puntajes.

Artículo 61º El psicólogo es responsable del control de las pruebas psicológicas (tests) y otros
procedimientos utilizados con fines de instrucción, cuando su valor pueda ser dañado por revelarse
al público general sus contenidos específicos o los principios subyacentes.

Artículo 62º Los ítems de muestra, construidos para que se asemejen a determinados tests,
pueden reproducirse en artículos de divulgación, pero los tests computables y los ítems reales no
se reproducen, excepto en publicaciones profesionales.

Artículo 63º Las pruebas psicológicas y otros medios de evaluación, cuyo valor depende, en parte
del desconocimiento del sujeto, no se reproducen ni describen en publicaciones populares de
modo que puedan anular las técnicas. El acceso a estos medios deberá limitarse a personas con
intereses profesionales que salvaguarden su uso.

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Artículo 64º Las pruebas psicológicas se ofrecen para su publicación comercial únicamente a los
editores que las presentan en forma profesional y que las distribuyen sólo a usuarios idóneos.

Artículo 65º Un manual sobre un test, un libro técnico u otro informe adecuado sobre el mismo,
describe el método de construcción y estandarización del test y sintetiza los estudios de validación.
En el manual se especifica las poblaciones para las que ha sido formulado el test y los propósitos
en que puede ser útil. También se fijan claramente las limitaciones así como su posible validez,
cuando las investigaciones escasean o son incompletas. En particular, el manual previene acerca
de posibles interpretaciones sin respaldo suficiente, e indica el nivel de los conocimientos
requeridos para una interpretación correcta del test y sus resultados.

TÍTULO VIII
EL INFORME PSICOLÓGICO

Artículo 66º El informe psicológico debe tomar en cuenta y responder específicamente al motivo
por el cual se llevó a cabo.

Artículo 67º El informe psicológico debe ser redactado de acuerdo con los principios vigentes
aceptados por la comunidad psicológica. Será firmado por el psicólogo que lo elaboró quien
incluirá también el número de su matrícula de colegiación.

Artículo 68º Los informes laborales y las recomendaciones basadas en datos de la información
psicológica, no deben recargarse con análisis detallados de rasgos de personalidad, tales como los
que se podrían elaborar sólo después de entrevistas con el sujeto. Tampoco darán
recomendaciones específicas respecto al empleo o colocación del sujeto, ya que el psicólogo no
debe interferir labores que competen a la administración empresarial, señaladamente en el caso de
los métodos de reclutamiento.

TÍTULO IX
RELACIONES PROFESIONALES

Artículo 69º El psicólogo no ofrece sus servicios profesionales a una persona que recibe atención
psicológica de otro profesional, excepto por acuerdo con su colega o cuando haya terminado la
relación del cliente con el otro profesional.

Artículo 70º Los psicólogos que trabajan juntos o asociados deben informar al cliente acerca de
dicha vinculación. En igual forma deberán actuar los psicólogos que trabajan como empleados de
otros psicólogos.

Artículo 71º El psicólogo tiene una clara comprensión de las áreas que competen a profesionales
afines. La ausencia de relaciones formales con otros profesionales no lo revela de la
responsabilidad de obtener la asistencia complementaria o alternativa requerida por sus clientes.

Artículo 72º El psicólogo reconoce las tradiciones y prácticas de otros grupos profesionales y
coopera ampliamente con los miembros de dichos grupos.

Artículo 73º El psicólogo que emplea o supervisa a otros colegas o a internos de psicología, acepta
la obligación de contribuir a su desarrollo profesional, proveyendo condiciones de trabajo
adecuado, consultas y oportunidades de adquirir experiencias.

Artículo 74º Cuando un psicólogo se ve imposibilitado por razones ajenas a su voluntad de atender
a sus clientes privados y su condición económica es difícil, es deber moral de sus colegas y amigos
reemplazarle en la atención a esos clientes y entregarle los honorarios recibidos.

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Artículo 75º Cuando un psicólogo abandona a su cliente por motivos no profesionales ni de fuerza
mayor, los colegas que reciban a los pacientes que los soliciten podrán atenderlos por tiempo
indefinido, sin que exista obligación de reenviarlos al consultorio del primero.
Artículo 76º Los psicólogos se deben respeto mutuo, evitando las expresiones o críticas que
puedan herir la reputación moral o científica de cada uno. Dichas expresiones o críticas, en último
término, perjudican al buen nombre de la profesión.

TÍTULO X
RELACIÓN CON INSTITUCIONES

Artículo 77º Toda asociación psicológica, en cuyo Estatuto o Reglamento existan disposiciones
sobre el comportamiento ético de los asociados, deberá enviar el texto de éstas al Consejo
Directivo Nacional correspondiente, para que determinen si están en concordancia con la Ley,
Estatutos, Reglamento y Código de Ética del Colegio.
El Consejo formulará las observaciones y la institución deberá conformar su Reglamento en
consecuencia.

Artículo 78º Toda institución que confronte un problema interno de ética para el cual requiera una
opinión autorizada, podrá presentarlo a la consideración del Consejo Directivo Nacional en calidad
de consulta.

TÍTULO XI
ACTIVIDADES DE INVESTIGACIÓN

Artículo 79º Al diseñar una investigación, el profesional asume la responsabilidad de realizar una
evaluación cuidadosa de su aceptabilidad ética. En la medida en que esta evaluación sugiera un
compromiso con algunos de los principios éticos, el investigador tiene obligación de buscar consejo
ético y de salvaguardar los derechos humanos de los participantes.

Artículo 80º La responsabilidad por el establecimiento y mantenimiento de prácticas éticas en la


investigación descansa siempre en el investigador mismo. Esta responsabilidad abarca el
tratamiento dado por los colaboradores, asistentes, estudiantes y empleados todos los cuales
asumen igual responsabilidades paralelas.

Artículo 81º El investigador debe informar al participante de todas las características de la


investigación que puedan influir en su decisión de participar y de explicar otros aspectos de la
investigación sobre los que pregunte le participante. El no revelar aquellos que es pertinente
añade peso a la responsabilidad del investigador, pues tiene obligación de proteger el bienestar y
dignidad del participante.

Artículo 82º La apertura y honestidad son características esenciales de la relación entre el


investigador y el sujeto de investigación. Cuando los requerimientos metodológicos de un estudio
exigen retener información, el investigador debe asegurarse de que el participante comprenda los
motivos para este acto y tener justificaciones suficientes para los procedimientos empleados.

Artículo 83º El investigador debe respetar la libertad del individuo para declinar su participación, o
para que se retire de la investigación. La obligación de proteger esta libertad presupone constante
vigilancia, señaladamente cuando el investigador está en una posición de prestigio sobre el
participante como sucede por ejemplo, cuando este último es un estudiante, cliente, empleado o
quienquiera que esté en una relación interpersonal con el investigador.

Artículo 84º Una investigación éticamente aceptable comienza con el establecimiento de un


acuerdo claro y justo entre el investigador y el participante. Se especificarán con claridad las

25
responsabilidades de cada uno. El investigador tiene la obligación de honrar todas las promesas y
compromisos en el acuerdo.

Artículo 85º Después de recoger los datos, el investigador proporciona al participante información
sobre la naturaleza del estudio, a fin de aclarar cualquier mal entendido que pueda haber surgido.
En los casos en que los valores científicos o humanos justifican retener información, el investigador
adquiere una especial responsabilidad de evitar consecuencias perjudiciales para el participante.

Artículo 86º El investigador considera seriamente la posibilidad de que se produzcan efectos


negativos posteriores y los elude o elimina tan pronto como se lo permita el plan del experimento.

Artículo 87º La información obtenida sobre los participantes de una investigación durante el curso
de la misma es confidencial, a menos que haya habido un acuerdo contrario previo. Cuando exista
la posibilidad de que terceros tengan acceso a dicha información, esta posibilidad, así como las
medidas para proteger la confidencialidad, deben ser explicadas a los participantes como parte del
proceso para obtener el consentimiento de estos últimos.

TÍTULO XII
PROPIEDAD INTELECTUAL

Artículo 88º El psicólogo tiene derecho de propiedad intelectual sobre todo documento que elabore
sobre la base de sus conocimientos profesionales.

Artículo 89º Los materiales que prepara un psicólogo como parte de su trabajo regular bajo la
dirección específica de su organización, con propiedad de la misma, pero el psicólogo tiene el
derecho de propiedad intelectual.

Artículo 90º Los trabajos científicos presentados en congresos, jornadas, simposio, conversatorios,
etc. o los publicados en revistas científicas y profesionales son propiedad intelectual del autor.

Artículo 91º El material que resulte incidentalmente de la actividad patrocinada por cualquier
institución, y por la cual el psicólogo asume responsabilidad individual, es publicado con deslinde
de toda responsabilidad por parte de la institución que lo patrocina.

Artículo 92º El derecho de propiedad intelectual de trabajos de investigación en equipo pertenece,


en primer lugar, al psicólogo que ha programado la labor y trabajo activamente en su desarrollo;
por ello, su nombre irá en primer lugar, y en segundo, tercer, etc. lugar a los coautores en orden
decreciente de grado de colaboración.

Artículo 93º Todo psicólogo está obligado a comunicar y discutir sus experiencias, el producto de
su investigación y, en general, su producción científica, dentro del ámbito de las instituciones
correspondientes a su campo de acción, y de solicitar la publicación de sus trabajos en revistas de
su especialización profesional. Toda discrepancia debe ser discutida en estos ámbitos, evitando
que su difusión al público pueda provocar errores de interpretación, confusión de ideas o
desconfianza.

Artículo 94º La difusión al público de hechos científicos debidamente sancionados debe ser
cuidadosa, de tal manera, que no pueda ser interpretada como un deseo de exhibicionismo
personal y sólo se transmitirá al público por intermedio de las instituciones psicológicas.

Artículo 95º Las contribuciones menores de carácter profesional y no profesional, a un trabajo de


investigación en equipo, son reconocidos como pie de página o en una declaración introductoria.
Los reconocimientos del material publicado y no publicado que hayan tenido influencia directa en la
investigación o publicación se harán mediante citas específicas.

26
Artículo 96º Un psicólogo que recopila el material de otros para su publicación debe incluir el
nombre del grupo originador; si lo hubiere, y con su propio nombre como editor.
Todos los contribuyentes deben ser también reconocidos y mencionados.
TÍTULOS XIII
NOMBRAMIENTOS, PROMOCIONES Y CONCURSOS

Artículo 97º La Ley confía al Colegio de Psicólogos del Perú el estudio y la formulación de normas
y procedimientos legales relacionados con los concursos, nombramientos y designaciones de
carácter psicológico, a fin de que dichas normas y procedimientos se ajusten a las disposiciones
del presente Código.

Artículo 98º Será motivo de investigación y sanción el hecho de que una persona no apta para el
ejercicio legal de la profesión pueda obtener un nombramiento a través de esos procedimientos.

Artículo 99º Es deber de todas las instituciones, oficiales o privadas, cubrir sus plazas por estricto
concurso, sujetos a las disposiciones legales vigentes en el momento.

Artículo 100º Todos los psicólogos matriculados en el Colegio tienen los mismos derechos y
deberes. Constituyen grave falta contra la ética y la libertad de trabajo, restringir el derecho de
concursar por intereses de grupo o individuo.

Artículo 101º Los documentos presentados por el psicólogo en los concursos deben ser auténticos.
Cualquier adulteración u omisión será denunciado al Consejo Directivo Regional y, de ser
necesario, elevada al Consejo Directivo Nacional para la aplicación de sanciones.

Artículo 102º Constituye actos reñidos con la ética profesional, tratar de obtener ventajas en
concursos para cargos por medios ilícitos, tales como las recomendaciones de orden político o
social, la presión por autoridades, instituciones o personas, la usurpación de pruebas o cualquier
acto delictuoso para conocer previamente el cuestionario, etc.

Artículo 103º Son condiciones imperativas de todos los miembros del jurado; la observancia de
estricta imparcialidad, el cumplimiento fiel del Reglamento y la adopción de todas las precauciones
necesarias para garantizar igualdad en el trato a todos los concursantes.

Artículo 104º Si algún concursante considera vulnerados sus derechos por vicios procesales u
otras causas que impliquen nulidad, puede solicitar en el término de los próximos ocho días
hábiles, la revisión comparada de su documentación con la de sus competidores. Sin embargo, el
abuso de este derecho constituye un atentado contra la ética y podrá ser causal de sanción.

TÍTULO XIV
HONORARIOS

Artículo 105º En el ejercicio libre, el psicólogo fijará el monto de sus honorarios, teniendo en cuenta
su derecho a recibir una compensación que contribuya equitativamente a su mantenimiento
decoroso, a su permanente y progresiva capacitación científica y al sostenimiento de su hogar.

Artículo 106º Los honorarios ostensiblemente exagerados con fines de lucro, así como los
indiscriminadamente reducidos, con propósitos de captación de clientela o de competencia de tipo
comercial, son antagónicos con la honestidad, el sentido humano de la profesión, y la eficiencia del
trabajo psicológico.

Artículo 107º Al fijar honorarios profesionales, el psicólogo considera cuidadosamente tanto la


capacidad del cliente para afrontar el gravamen financiero como los honorarios fijados por otros
profesionales que realizan trabajos comparables.

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El psicólogo está dispuesto a destinar una parte de sus servicios a trabajos por los cuales reciba
escasa o ninguna retribución financiera.

Artículo 108º El psicólogo no da ni recibe ninguna comisión o descuento, ni otra forma de


remuneración, por la remisión de clientes necesitados de servicios profesionales.

Artículo 109º El psicólogo no utiliza su relación con sus clientes para promover, en su beneficio
personal o en el de una institución, acciones comerciales de ningún tipo.

TÍTULOS XV
HORARIOS

Artículo 110º El psicólogo de libre ejercicio debe fijar a voluntad el horario de atención a sus
clientes, respetándolo en consideración a ellos.

TÍTULO XVI
ELECCIONES

Artículo 111º Fórmula normal, dentro de la naturaleza del Colegio, es la que de que los electores
buscan y presentan un candidato y que éste acepta el compromiso del honor y responsabilidad que
se le ofrece. La fórmula contraria, esto es, que el candidato se ofrezca y busque el compromiso de
los electores, es contraria a las normas éticas.

Artículo 112º Consecuentemente, todo tipo de propaganda o publicidad dirigida por los propios
candidatos para exhibir sus méritos, en la forma que es usual en las organizaciones políticas, no
está de acuerdo con las normas éticas del gremio.

TÍTULO XVII
OBLIGACIONES PECUNIARIAS

Artículo 113º El pago de las obligaciones pecuniarias que el Colegio establezca constituye
obligación legal y moral para los colegiados. El incumplimiento de esto será motivado de proceso
disciplinario a nivel del Consejo Directivo Regional respectivo. Al efecto, se tendrán en cuenta las
circunstancias especiales de cada caso. Las resoluciones serán comunicadas al Consejo Directivo
Nacional para efectos de la anotación en los antecedentes.

TÍTULO XVIII
AUSENTISMO

Artículo 114º a) El ausentismo injustificado a las sesiones de los organismos del Colegio de
Psicólogos del Perú, así como el incumplimiento de las comisiones o encargos dados por acuerdo
de los organismos directivos del Colegio, son calificables de negligencia.
b) La ausencia injustificada a cuatro sesiones o reuniones será considerada como abandono de
cargo y el causante quedará separado de dicho cargo.

Artículo 115º En caso de existir un impedimento justificado para asistir a las sesiones o cumplir una
comisión o encargo del Colegio, el designado deberá excusarse oportunamente por escrito.

TÍTULO XIX
EJERCICIO PROFESIONAL

28
Artículo 116º Además de las condiciones generales que establecen las leyes para el ejercicio de la
profesión de psicólogo, existe el mandato expreso del Decreto Ley N° 23019 coordinado con el
Decreto Supremo N° 018-80-PM que exige el requisito de la colegiación para desarrollar cualquier
actividad profesional en el campo clínico, educativo, social, laboral, docente, de investigación y
toda otra que requiera la posesión del título de psicólogo.

Artículo 117º La presentación de documentación incompleta o adulterada, así como el empleo de


recursos irregulares para obtener el título profesional, o la revalidación de un título extranjero,
constituye grave falta contra la ética profesional, sin perjuicio a la investigación y sanciones
penales que corresponda por el ejercicio ilegal de la profesión.
Artículo 118º Además del comportamiento ético dentro de la actividad profesional, el psicólogo
tiene el deber de conducirse en igual forma en todos los actos de su vida.

Artículo 119º Los organismos del Colegio no aceptarán ni tramitarán acción por hechos que se
refieran exclusivamente a la vida privada del psicólogo, salvo en los casos en que, por
circunstancias extraordinarias, estos hechos hayan interesado a la opinión pública, causando
agravio a la sociedad y, en consecuencia, lesionado el honor y prestigio de la profesión.

Artículo 120º Constituye grave infracción del Código de Ética Profesional y será sancionado
conforme a las correspondientes disposiciones del Reglamento Interno y el Estatuto del Colegio de
Psicólogos del Perú, sin perjuicio de las sanciones penales por ejercicio ilegal de la profesión.
a) Quienes ostenten un título de psicólogo expedido por una universidad extranjera, toda vez que
no esté revalidado por una universidad peruana, que tenga Facultad o Escuela de Psicología o no
se haya registrado en la forma establecida para los títulos provenientes de países con quienes
existen tratados específicos de intercambio profesional.
b) Todo psicólogo con título legal, pero no matriculado en el Colegio de Psicólogos del Perú.
c) Toda persona que ejerza funciones o actividades de psicólogo sin tener el título correspondiente
aunque posea títulos o grados de otra profesión.
d) Toda persona que, sin tener título alguno, ejerza funciones o actividades de psicólogo.

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PRINCIPIOS PSICOÉTICOS BÁSICOS

Al iniciar nuestro estudio sobre los principios psicoéticos básicos, debemos clarificar algunos
conceptos para su adecuada aplicación en la práctica tanto personal como profesional. Los
principios, las normas, los valores y los juicios éticos son términos que Franca-tarragó analiza y
diferencia cuando dice:

“1° Los valores éticos son aquellas formas de ser o de comportarse, que por configurar lo que
el hombre aspira para su propia plenificación y/o la del género humano, se vuelven objetos
de su deseo más irrenunciable; el hombre los busca en toda circunstancia porque considera
que sin ellos, se frustraría como tal; tiende hacia ellos sin que nadie se los imponga. Siendo
muy diversos, no todos tienen la misma jerarquía y con frecuencia entran en conflicto entre
sí, de ahí que haya que buscar formas eficaces para resolver tales dilemas. Para esto es
imprescindible saber cual es el Valor ético “último” o “máximo”, aquel valor innegociable y
siempre merecedor de ser alcanzado en cualquier circunstancia. Toda teoría ética tiene un
valor ético supremo o último, que hace de referencia ineludible y sirve para juzgar y
relativizar a todos los demás valores, como si fuese un patrón de medida. Existen muy
diversas teorías éticas y no podemos señalar cual es el “valor ético máximo” para cada una
de ellas. Baste con decir que entre las teorías éticas –para nosotros más convincentes-
están las que globalmente pueden ser llamadas personalistas porque consideran que el
valor último o supremo es tomar a la persona humana siempre como fin y nunca como
medio para otra cosa que no sea su propio perfeccionamiento como persona. Dicho
rápidamente, “Persona” es, para nosotros, todo individuo que pertenezca a la especie
humana.

2º Los principios morales. Un principio ético es un imperativo categórico justificable por la


razón humana como válido par todo tiempo y espacio. Son orientaciones o guías para que la
razón humana pueda saber cómo se puede concretar el valor ético último: la dignidad de la
persona humana. Afirmar que “toda persona debe ser respetada en su autonomía” es
formular un Principio que concretiza, en el campo de las decisiones libres, lo que significa
defender que la “Persona humana” es el valor supremo; y a su vez, hace de fundamento
para la norma categorial de “no matar al inocente” o de “no mentir”. Cuando se asienta el
principio de que “toda persona es digna de respeto en su autonomía” se está diciendo que
ése es un imperativo ético para todo hombre en cualquier circunstancia; no porque lo
imponga la autoridad, sino porque la razón humana lo percibe como evidentemente válido
en sí mismo. Considerar que una persona pueda no ser considerada digna de respeto
parecería que es contradictorio con el valor libertad, que es tan esencial a la naturaleza
humana. Podríamos enunciar tres principios morales fundamentales, que son: el de
Autonomía, el de Beneficencia y el de Justicia, sobre los que luego abundaremos.
Indudablemente, los principios éticos básicos son formales, es decir, su contenido es
general: “debemos hacer el bien”, “debemos respetar la libertad de los demás”, “debemos
ser justos”, etc. Pero los principios no nos permiten saber cómo debemos practicarlos en
una determinada circunstancia.

3º Las normas morales son aquellas prescripciones que establecen qué acciones de una
cierta clase deben o no deben hacerse para concretar los Principios Éticos básicos en la
realidad práctica. Las normas éticas pueden ser de carácter fundamental o de carácter
particular. Creemos que en la práctica profesional hay tres normas éticas básicas en toda
relación con los clientes: la de veracidad, de fidelidad a los acuerdos o promesas, y de
confidencialidad, sobre las que más abajo abundaremos. También las normas son, en

30
cierta manera, formales, pero su contenido es mucho mayor que el de los principios. En ese
sentido el deber de decir la verdad es mucho más fácil de saber cuándo se cumple o no, que
el deber de “Respetar la Autonomía de las personas”. Lo mismo podemos decir con
respecto al hecho de guardar o no una promesa o un secreto.

4º Se consideran juicios (éticos) particulares aquellas valoraciones concretas que hace un


individuo, grupo o sociedad cuando compara lo que sucede en la realidad con los deberes
éticos que está llamado a cumplir. En otras palabras, cuando juzga si, en una circunstancia
concreta, puede o no aplicar las normas o principios éticos antes mencionados. La
capacidad de juicio, decían los antiguos, se ejerce por el uso de la “Prudencia” o
capacitación que se adquiere por la práctica repetida de aplicar los ideales éticos en la
realidad mediante el “ensayo y error”, o luego de conocer la experiencia que tiene los
“entendidos” o los “sabios” al respecto. Se trata de un juicio valorativo particular aquél que
emite el entendimiento de un hombre cuando –teniendo en cuenta los datos que le
proporcionan las ciencias y su experiencia espontánea confrontada intersubjetivamente-
juzga, por ejemplo, que “esta afirmación es mentira” o que “este consentimiento es
inválido”, que “este salario es indigno”, etc. “

De lo referido podemos evidenciar que la base de toda ética son los principios fundamentales, cuya
característica de ser aplicativo en todo tiempo y espacio le da un carácter universal y por lo tanto
digno de ser tomado en cuenta en todas las circunstancias de la vida tanto personal como
profesional, sin embargo no debemos olvidar que los principios por tener un carácter universal no
son aplicativos a situaciones específicas, es decir los principios dan un carácter general de las
relaciones pero no soluciones a situaciones específicamente determinadas, de ahí que exista una
relación estrecha entre los principios y el concepto de Ética como disciplina filosófica que se
encarga del estudio de la moral y por otro lado las normas (que sí se toman en cuenta en
circunstancias específicas) que se relacionan con el concepto de moral, en la medida en que está
referido a las interacciones, a la experiencia entre sujetos, a la conducta (adecuada o inadecuada)
que se establece entre ellos.
Siendo las normas las encargadas de que los principios sean concretados en la realidad, estas
deben tener siempre ese referente (principios) de esta forma se asegura que las normas no
esclavicen a las personas, generando malestar y perjuicio; sabido es que las normas deben estar
al servicio de los seres humanos generando orden y procurando su bienestar.

La universalidad es una característica importante de los principios, y significa que siguen siendo
válidos incluso si se eliminan todos los adjetivos calificativos y los pronombres personales. Los
principios proporcionan una base para juzgar las reglas y las respuestas existenciales inmediatas.
Conectan un código profesional especializado con la comunidad humana más amplia y dan
verdadera fuerza a algunas de sus normas, aunque pueden debilitar otras. Por todas estas razones
los principios representan una función importante y de hecho esencial en la ética.

Si quisiéramos enumerar los principios, podríamos tener una lista larga aunque muchos de
aquellos podrían estar agrupados en uno solo, es así que Franca-tarragó plantea tres principios
fundamentales como son : el principio de beneficencia, el principio de autonomía y el principio de
justicia.

Principio de beneficencia

Con respecto al principio de beneficencia se han planteado una serie de postulados y


orientaciones, que se refieren a procurar el bien a los demás, y aún algunos plantean que hacer el
bien también es el procurar no perjudicar a los demás (primero que nada, no dañar). Esta postura
afirma que es más obligatorio no dañar que omitir hacer el bien en ciertas circunstancias. Desde el
punto e vista conceptual el principio de beneficencia da sentido final al deber de no perjudicar.
Franca-tarragó plantea tres niveles del principio de beneficencia:

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“1º debo hacer el bien, al menos, no causando el mal o provocando un daño. Es el nivel
más imprescindible y básico. Todo ser humano –y un profesional con más razón-
tiene el imperativo ético de no perjudicar a otros intencionalmente. De esa forma,
cuando una persona recurre a un abogado, a un médico, a un ingeniero, a un
psicólogo, o a un comunicador, tiene derecho a exigir –por lo menos- no ser
perjudicado con la acción de estos profesionales.

2º debo hacer el bien ayudando a solucionar determinadas necesidades humanas. Este


nivel es el que corresponde a la mayoría de las prestaciones de los profesionales,
cuando responden a las demandas de ayuda de sus clientes. El abogado, el
psicólogo, el trabajador social, el médico, el comunicador social, o cualquier otro
profesional puede responder o no, con los conocimientos que le ha brindado la
sociedad, a la necesidad concreta, parcial y puntual, que le demanda una
determinada persona que requiere sus servicios.

3º debo hacer el bien a la totalidad de la persona. Este nivel tiene un contenido mucho
más inespecífico, porque no se limita a responder a la demanda puntual de la
persona sino que va mucho más allá. Trata de satisfacer la necesidad que tiene todo
el individuo de ser beneficiado en la totalidad de su ser. Necesitamos volver a la
caracterización que ya hicimos de la persona humana, para recordar que su
necesidad fundamental es la de incrementar su conciencia su autonomía y su
capacidad de convivir con los demás. De ahí que el deber de beneficiar a la totalidad
de una persona consiste en hacer todo aquello que aumente en ella su vida de
relación con los demás y su capacidad de vivir consciente y libremente de acuerdo a
sus valores y deseos. “

Pero hasta qué punto el hacer el bien y evitar el daño es compatible entre el profesional y el cliente,
muchas veces nos vamos a ver enfrentados entre aquello que el cliente cree que es apropiado y el
profesional no. Hasta donde le está permitido al profesional poder llevar a cabo aquello que estima
como correcto, aún sin el consentimiento del paciente. De esto surge un término que se le ha
denominado “Paternalismo” el cual es conceptuado como “la actitud ética que considera que es
justificado obrar contra o sin el consentimiento del paciente, para maximizar el bien y evitar el
perjuicio de la propia persona o de terceros” .

La situación es, en qué circunstancias debe y puede ser aplicado y sobre todo cuáles deberían ser
las condiciones éticas imprescindibles para que puedan llevarse a cabo. Con este análisis estamos
indicando que es posible que el profesional pueda hacer uso de esta decisión, sin embargo
podemos apreciar que existe una posición opuesta a esta, la de los autonomistas, quienes piensan
que “el paternalismo viola los derechos individuales y permite demasiada injerencia en el derecho a
la libre elección de las personas. Piensan que una persona autónoma, es la más idónea para saber
qué es lo que en realidad la beneficia, o cual es su mejor interés. De ahí que no tiene sentido -para
los autonomistas- que una persona racional – si no lo desea- tenga que depender de otra en sus
decisiones, si justificamos el paternalismo – dicen estos autores-, podríamos caer en un régimen
espartano en el que todo riesgo se prohibiría, tal como beber, fumar, hacer deportes peligrosos,
conducir etc., para ellos , únicamente el riesgo de dañar a otros justificaría la inhibición de una
determinada conducta, pero nunca cuando ese riesgo se refiere al propio sujeto de la acción.

Como vemos los autonomistas no están de acuerdo en que el paternalismo pueda aplicarse,
porque consideran que la persona es lo suficientemente libre y autónoma para elegir lo que mejor
le parece, es decir los autonomistas consideran que las decisiones que tengan relación con el
examinado deben respetarse aún cuando estas le perjudiquen, porque quien tiene el derecho de
realizar algo con su persona, es el propio examinado y no el profesional.

Se hace una distinción entre paternalismo débil y paternalismo fuerte, el paternalismo débil se
justifica para las conductas que atañen tanto a la misma persona como a terceros, siempre y
cuando se tenga la convicción de que dicho procedimiento es notoriamente involuntario o

32
irracional, o cuando la presencia de un profesional sea necesaria para comprobar si la conducta es
conciente y voluntaria. En cambio el paternalismo fuerte es la manipulación que hace el profesional
en contra de lo que la persona (conciente y libre) quiere y ello porque si bien es cierto no perjudica
a terceras personas, el criterio del profesional implicado cree que son irracionales y perjudiciales
para el propio sujeto.

Podemos apreciar que ambos tipos de paternalismo requieren una importante cuota de
competencia y responsabilidad por parte del profesional, ya que en sus manos se encuentra la
decisión a tomar, en una determinada circunstancia y el asumir por ello las consecuencias que de
ella resulten. Debemos mencionar que el paternalismo débil pareciera ser el que menos dificultad
produce, por cuanto se habla de personas que no están en capacidad de tomar decisiones y por lo
tanto de elegir libremente lo que ellos prefieren, visto desde ese punto de vista , para una persona
que no reúne esas condiciones, no podríamos hablar una posible violación a la autonomía, ya que
en esas circunstancias habría una ausencia de autonomía en el participante. En el caso del
paternalismo fuerte la cosa cambia, puesto que aquí no hablamos de una persona con ausencia de
los aspectos básicos para ejercer su autonomía, sino de una persona libre y conciente que desea
realizar algo con su vida, desde el punto de vista de los autonomistas se debería dejar que la
persona haga lo que mejor le parece, haciendo uso de su libertad para decidir lo que mejor le
parece para él mismo, los autonomistas consideran que si la acción implica un peligro para
terceros, puede existir una justificación para evitar la acción, pero mientras todas las
consecuencias sean para el participante no se tiene el derecho de imponer alguna acción en contra
de su voluntad. Aplicar el paternalismo fuerte, pues, resulta bastante controversial y hasta cierto
punto peligroso por cuanto el participante puede tomar acciones en contra del profesional, es por
este motivo que las decisiones de aplicar paternalismo fuerte han de ser bien ponderadas y sobre
todo equilibrando con las posibles consecuencias que puedan trae consigo. Pero si queremos
hablar de complicaciones mayores, podemos pensar en qué haríamos cuando las situaciones que
se nos presentan son límites, es decir cuando no sabemos a ciencia cierta si las decisiones del
sujeto son autónomas o no, o si son realizadas con conciencia y libertad (suicidio, homicidio, abuso
sexual). De todo esto debemos insistir en la necesidad que tiene el profesional de abordar con
competencia y humildad cada caso que le tocará llevar, sabiendo que su labor se orienta a
recuperar o mantener la autonomía de sus pacientes, así como su conciencia y su capacidad de
vivir armónicamente con los demás. Cuando el profesional haciendo uso de las características
mencionadas anteriormente, se ve en la obligación de actuar en una situación, violentando (no la
autonomía de la persona, ya que su análisis hace ese descarte) la expresión de la decisión, que en
sí misma es indicativa de una ausencia de autonomía.

Principio de autonomía

Al estudiar el principio de beneficencia, nos hemos visto enfrentados a analizar aspectos


concernientes a la autonomía ya que las relación psicólogo-paciente, nos obliga a tomar en cuenta
la participación libre y voluntaria, aún cuando el objetivo único del profesional sea brindar bienestar.
En la antigua Grecia se conceptuaba la autonomía como la capacidad de darse a sí mismo la ley,
Kant nos plantea un concepto que es el utilizado en la actualidad y lo define como “ La capacidad
de todo individuo humano de gobernarse por una norma que él mismo acepta como tal, sin
coerción externa. Por el hecho de gobernarse a sí mismo, el ser humano posee un valor que es el
de ser siempre fin y nunca medio para otro objetivo que no sea él mismo.”

Kant afirma como la mayoría de autores ético-deontológicos, que la autonomía es una norma
universalmente válida y que no es impuesta por ningún poder externo al sujeto, sino que el hombre
haciendo uso de sus competencias mentales y habilidades elige o consiente sobre sí mismo.

Por su parte Stuart Mill, ( representante de la corriente ética utilitarista) “considera a la autonomía
como ausencia de coerción sobre la capacidad de acción y pensamiento del individuo. Busca que
el sujeto haga lo que le interesa sin impedimentos, a diferencia de Kant (universal) hace énfasis en
lo individual que tiene la autonomía.

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Ambos autores piensan que la autonomía tiene que ver con la capacidad que tiene el individuo de
autodeterminarse, esto es, ser capaz él mismo de tomar las decisiones, por un lado puede aceptar
lo que esta universalmente establecido por propia cuenta (Kant) o ya sea porque su decisión es
individual y libre( Mill).

De hecho ambos autores coinciden en que la autonomía es un derecho de la persona que debe ser
respetado, para Kant no respetar este principio sería utilizar al ser humano como un medio para
otros fines y sería imponerles un curso de acción o una norma exterior que va contra la esencia
más íntima del ser humano. Para este autor la autonomía está muy relacionada a la libertad. Por su
parte Mill plantea que la ausencia de coerción es la condición imprescindible para que el hombre
pueda buscar su valor máximo, el cual es la utilidad para el mayor número.

Principio de justicia

Cuando nos referimos a la justicia inmediatamente podemos pensar en algunos términos que se
asocian con ella, como igualdad, equidad o con aquellos que se le oponen, como discriminación,
explotación, entre otros. Pero cómo nos confronta la sociedad actual donde podemos observar que
los profesionales son discriminados por otros profesionales, se suele ver en los avisos de empleo,
que se solicita psicólogo u otro profesional de tal o cual universidad y aún ponen el término “de
prestigio” o se piden personas con “buena presencia”, incluso se coloca que se abstengan los que
no reúnen las condiciones solicitadas por ellos; nos preguntamos ¿ Qué es lo que se busca ?.
vivimos en una sociedad discriminante por excelencia y esa discriminación va por múltiples
direcciones, la raza, el apellido, el distrito donde se vive, talla, entre otros, la competencia
profesional y las características de persona en muchos casos quedan de lado. En ese contexto
tenemos que lidiar y hacer frente a una sociedad que nos empuja a adoptar sus modelos, que no
hacen otra cosa que alienar y en muchos casos generar frustraciones y desalientos, ante esa
realidad los psicólogos por nuestra práctica profesional nos veremos involucrados con personas
que son victimas de este proceder o estaremos enfrentados a tomar decisiones, que muchas
veces, nos son impuestas por jefes o empleadores.

Franca-tarragó plantea cinco de los bienes sociales que deben ser accesibles a todos estos son:
“1. libertades básicas (de pensamiento y conciencia), 2. Libertad de movimiento y de elegir
ocupación, teniendo como base la igualdad de diversas oportunidades; 3. La posibilidad de elegir
cargos y tareas de responsabilidad de acuerdo a la capacidad de gobierno de los sujetos; 4. La
posibilidad de tener renta y riqueza; 5. El respeto a sí mismo como personas.
Cuántos de estos aspectos diríamos que se cumplen en nuestra sociedad peruana y hasta cuánto
el estudiante de psicología está dispuesto a realizar una autoevaluación sobre aspectos que aún
son discriminantes y poco justos en su accionar.

Siendo que la justicia persigue la igualdad para todos, podríamos decir que una desigualdad podría
ser justa, existen dos posibilidades una es que si hay desigualdad esta beneficie a los mas
favorecidos (maxi-max) o minimizar el perjuicio que sufren los menos favorecidos (maxi-min), una
lógica respuesta está en la segunda opción, donde todos los bienes sociales primarios – libertad,
igualdad de oportunidades, renta, riqueza y bases para el respeto humano- han de ser distribuidos
de un modo igual, a menos que una distribución desigual de uno o de todos estos bienes redunde
en beneficio de los menos aventajados. Esto nos confronta en la práctica misma de la profesión, a
quien atender, que excepciones puedo hacer, los cobros de las consultas podrían ser para todos
iguales, qué otros dilemas puedo encontrar y sobre los cuales no tengo una respuesta inmediata.

Entonces siguiendo a Rawls el principio de justicia seria “ la igual consideración y respeto para
todos los seres humanos. Esto supone evitar todo tipo de discriminación; ya sea por motivo de
edad, condición social, credo religioso, raza o nacionalidad. Pero sobre todo implica el deber moral
positivo de brindar eficazmente a todos los ciudadanos, la igualdad de oportunidades para acceder
al común sistema de libertades abiertas para todos. En otras palabras quiere decir que se debe

34
garantizar el derecho de todo ciudadano a la igual oportunidad de buscar la satisfacción de las
necesidades básicas, como son la vida, la salud, la libertad, la educación y el trabajo o escoger
sacrificar cualquiera de éstas, para alcanzar otras consideradas prioritarias.”

En segundo lugar afirma “El principio de justicia implica que solo es éticamente justificable aceptar
diferencias de algún tipo entre los seres humanos, si esas diferencias son las menores
humanamente posibles y las que más favorecen al grupo menos favorecido.”

Franca-tarragó afirma sobre la inseparabilidad de los principios:

“El Respeto por la autonomía, el Principio de Hacer el bien y el de Justicia indican los deberes
primarios de todo ser humano y los derechos inalienables de las personas y de los pueblos. Son
columnas fundamentales de la ética personalista. Estos principios no involucran sólo a la relación
individual, sino a la de cualquier grupo humano dentro de la sociedad con respecto a otro; y aún, a
la relación entre los estados. De ahí que se apliquen también a cualquier ética profesional o
especial con las debidas acomodaciones a cada práctica particular.

Desde el punto de vista de la ética personalista no puede decirse que exista un único principio ético
a partir del cual los dilemas de la práctica profesional puedan resolverse o superarse. Es la trinidad
de los tres principios simultáneamente tenidos en cuenta, los que deben articularse para que se
pueda entablar una adecuada relación ética entre el profesional, la persona y la sociedad; y
además, para que pueda vehiculares en la práctica concreta, el sostén, la protección y el
acrecentamiento del valor ético supremo, que es la dignidad de la persona humana en sus tres
dinamismos esenciales: incremento de la conciencia, la autonomía y la comunitariedad.

Por el contrario, si se diera prioridad o sólo se tuviera en cuenta al Principio de Autonomía,


terminaríamos obran con una ética individualista, libertarista o solipsista. Si sólo tuviéramos en
cuenta el Principio de Justicia, podríamos caer en una ética colectivista, totalitarista, o gregarista.
Si sólo aplicáramos el deber de hacer el bien podríamos caer en una sociedad paternalista o
verticalista.

Es evidente que el diseño o “edificio” de la ética personalista está todavía incompleto en el punto al
que hemos llegado. Faltan tratar las normas éticas y las virtudes. En la práctica concreta, las
dificultades provienen –en la mayoría de las ocasiones- porque entran en conflicto entre sí diversos
valores, principios o normas.

35
LAS NORMAS PSICOÉTICAS BÁSICAS

En estrecha relación con los principios antes analizados las reglas morales básicas, son
como las condiciones imprescindibles para que aquellos puedan ponerse en práctica. De ahí que
sean prescriptivas en toda relación interhumana y, por lo tanto, también en la relación psicólogo-
persona. Las tres reglas éticas fundamentales tienen que ver con la confidencialidad, la veracidad,
y la fidelidad.

LA REGLA DE LA CONFIDENCIALIDAD

Es tradicional la afirmación de que el psicólogo debe guardar secreto de todas las


confidencias que le haga una persona durante la relación psicológica. La noción de
"confidencialidad" se relaciona con conceptos tales como: confidencia, confesión, confianza,
respeto, seguridad, intimidad y privacidad. En un sentido amplio, la norma ética de confidencialidad
implica la protección de toda información considerada secreta, comunicada entre personas. En un
sentido estricto, sería el derecho que tiene cada persona, de controlar la información referente a sí
misma, cuando la comunica bajo la promesa -implícita o explícita- de que será mantenida en
secreto.

Surgen una serie de interrogantes ante esta norma ética: ¿es la confidencialidad un deber
absoluto? Si no lo fuera ¿en qué caso se puede romper y en favor de quién? ¿Quien es el dueño
de la información?. ¿Quien puede utilizarla?

Del estudio de la evolución histórica" de la regla de la confidencialidad puede observarse


que: l°. hay una trayectoria continua en la práctica de las profesiones en defensa de que toda
persona tiene derecho a que se guarde como secreto, cualquier información que ella haya confiado
al profesional, en el transcurso de la relación; y 2º. los códigos de ética más modernos son
explícitos en afirmar que este deber no es absoluto. Así, por ejemplo, el código de los psicólogos
norteamericanos afirma que la información recibida confidencialmente no se comunica "a menos
que esta última aclaración indica que no se afirma el deber del secreto en cualquier circunstancia y
con cualquier motivo.

Hay múltiples ocasiones que podrían llevar al profesional a preguntarse si no está ante una
de esas excepciones. Por ejemplo, ¿qué pasaría si un paciente revela durante las sesiones de
terapia, que tiene intenciones de asesinar a otra persona a la que considera ofensora? ¿o que ha
planeado suicidarse? ¿Qué hacer ante un paciente que ha decidido casarse, pero se niega
terminantemente informar a su novia que tiene una decidida e irreversible tendencia homosexual,
evidenciada en la relación con el psicólogo? ¿qué debe hacer si uno de los miembros de la pareja
tiene sida, pero se niega a revelar ese dato a su pareja que le está sana?

Podríamos decir que hay dos situaciones principales en que entran en oposición los
derechos de las personas y los deberes de los psicólogos o psiquiatras a propósito del secreto. En
la primera, el psicólogo puede verse obligado a divulgar una confidencia, en contra de la voluntad
de la persona. 'En la segunda, sería la misma persona la que solicita al psicólogo o psiquiatra que
divulgue una información que está en la historia clínica.

1° En contra de la voluntad del interesado. Las circunstancias, que merecerían evaluarse una
por una para ver si se justifica en esos casos la ruptura del secreto, son las siguientes: 1.
Cuando el psicólogo conoce la posibilidad de enfermedades genéticas graves que la
persona se niega terminantemente a decir a su mujer o futura esposa, pese a saber que
pondrían provocar serios perjuicios a la descendencia. 2. Cuando las empresas de trabajo
quieren que el psicólogo revele ciertas características psicológicas de los empleados, con
el fin de ubicarlos en el lugar apropiado de trabajo; o para decidir si los ascienden o no a
puestos de mayor responsabilidad. 3. Cuando los agentes del gobierno, la policía, los
abogados, o las compañías de seguros, quieren obtener ciertos datos que consideran
esenciales para sus cometidos legales o de seguridad pública. 4. Cuando hay peligro para

36
la vida de la misma persona (posible intento de suicidio) 5. Cuando hay seria amenaza
para la vida de otros (amenaza de homicidio, el etc.) 6. Cuando hay grave amenaza para la
dignidad de los terceros indefensos o inocentes (maltrato de niños, violaciones sexuales,
explotación económica o maltrato físico de ancianos, etc.) 7. Cuando hay amenaza de
gravísimos daños o perjuicios materiales contra la sociedad entera o contra individuos
particulares (ej. la destrucción de una obra de arte, de una biblioteca, etc).

2° De acuerdo con la voluntad del paciente. En este caso el secreto podría romperse cada
vez que el paciente solicita al psicólogo que, algunos de los datos que éste dispone en la
historia clínica (tests, informes etc), sean revelados. Esto podría exigirse por: 1. motivos
económicos (para justificar una conducta ante la compañía de seguro o ante su jefe de
trabajo, etc). 2. motivos legales (acusar al mismo psicólogo tratante, defenderse ante otros,
declaración de competencia por haber firmado ciertos documentos, etc.). La decisión del
paciente de revelar un secreto que él mismo ha confiado, en general, debe respetarse.

La regla de la confidencialidad puede tener una doble justificación, según se apliquen las
teorías deontológicas o utilitaristas:

En un sentido utilitario podría afirmarse que esta regla provee los medios para facilitar el
control y proteger las comunicaciones de cualquier información sensible de las personas. Su valor
sería instrumental en la medida que contribuye a lograr las metas deseadas, tanto por el psicólogo
como por el paciente, y en la medida que es el mejor medio para lograr esos propósitos. El
razonamiento utilitarista considera que esta norma podría ser usada para buenos o malos
propósitos. Si es usada con un buen fin, merecería ser mantenida; si es al contrario, habría que
quebrantarla. Serían los resultados favorables, obtenibles con el mantenimiento de esta regla, los
que justificarían que se respete la confidencialidad. Así, mantener la confianza entre psicólogo y
persona por medio de la norma ética del secreto, es un buen resultado que merece buscarse
porque es un medio imprescindible para llegar a la curación.

Por su parte, la argumentación de tipo deontológica sostiene que, aunque la


confidencialidad favorece la intimidad interpersonal, el respeto, el amor, la amistad y la confianza,
su valor no proviene de que esta norma permita alcanzar dichas buenas consecuencias. Al
contrario, el derecho al secreto es considerado por la tradición deontológica como una condición
derivada directamente del derecho de las personas a tomar las decisiones que les competen. De
ahí que se funde sobre el mismo estatuto de ser personas concientes y autónomas y sea un
derecho humano básico. Esta postura sostiene que la relación terapéutica implica por sus mismas
características un acuerdo implícito de secreto que, si se rompe, es inmoral. En ese sentido, la
confidencialidad se derivaría del principio de respeto a la autonomía personal afirmando en el
acuerdo implícito que se establece al iniciar la relación psicológica. No existiría autonomía si la
persona no es libre de reservar el área de intimidad o privacidad que desee.

Pero, sea desde una perspectiva utilitarista, o deontológica, ambas posturas coinciden que
la confidencialidad debe ser defendida como imperativo ético ineludible, en toda relación
persona-profesional. Discrepan, en cambio, en cual es el grado de respeto que merece dicha
norma. Por nuestra parte, consideramos que el deber de guardar los secretos confiados no es una
obligación absoluta, como lo afirma el Código de ética de la Asociación Médica Mundial. Al
contrario, al igual que otros autores, pensamos que es un deber "prima fascie", es decir, en
principio". Por consiguiente, es obligatorio cumplirlo hasta tanto no atente contra bienes mayores,
expresados por la trilogía de principios éticos que hemos desarrollado en el capítulo anterior,
"Prima fascie" quiere decir que, para plantear la necesidad de una violación a tal derecho al
secreto, hay que justificarlo razonablemente, En cambio, la obligación de guardar la
confidencialidad, en general, no requiere argumentación para cada caso. Quienes sostenemos que
la confidencialidad no es un deber absoluto, consideramos que hay situaciones en que el psicólogo
o psiquiatra tiene, no sólo el derecho, sitio el deber de romper el secreto. Esas excepciones,
serían:

37
1. Si la información confidencial permite prever fehacientemente que el paciente llevará a
cabo uña conducta que entra en conflicto con sus mismos derechos de ser persona
humana (ej. el intento irracional de suicidio).

2. Si el dato que se quiere ocultar de forma categórica atenta contra los derechos de una
tercera persona inocente. Por ejemplo: un individuo que se quiere casar pero es impotente,
decididamente homosexual, castrado, o tiene una enfermedad grave genéticamente
transmisible, y se niega terminantemente a informar de esos hechos, a los posibles
afectados. También sería el caso de una persona que intenta continuar con sus conductas
de maltrato o abuso sexual a menores o a ancianos; o tortura a detenidos.

3. En el caso de que se atente contra los derechos o intereses de la sociedad en general. Así,
por ejemplo, cuando hayan enfermedades transmisibles, o que ponen en riesgo la vida de
terceros (un piloto psicótico, esquizofrénico o epiléptico, un conductor de autobús con
antecedentes de infarto o crisis repentinas de pánico, un paciente que se propone llevar a
cabo un acto terrorista, etc.

En suma, cuando está en juego la vida del mismo paciente o la de otras personas, o existe
riesgo de que se provoquen gravísimos daños a la sociedad o a otros individuos concretos, esta
norma queda subordinada al principio de Beneficencia que incluye velar, no solo por la integridad
de la vida de cada persona, sino también por el bien común.

Pero, teniendo en cuenta todas las excepciones que acabamos de señalar, ¿Cómo
proteger el derecho a la confidencialidad "prima fascie" que tiene todo paciente? En primer término,
por medio de la virtud de la honestidad, de quienes son custodios de los datos. Si los psicólogos no
han interiorizado en sí mismos este deber y no lo han convertido en "virtus" (virtud), de nada sirve
saber cual es el derecho del paciente. En segundo término, el derecho a la confidencialidad puede
ser amparado por la protección legal, ya sea a través de leyes específicas al respecto, o del
reconocimiento general del privilegio profesional con respecto al secreto". De nuevo hemos de
decir, que una legislación puede ayudar a proteger este derecho pero, en última instancia, resulta
completamente ineficaz si los psicólogos o psiquiatras no hacen del secreto una "forma
permanente de ser y de actuar"; es decir, si no se vuelven a sí mismos "confidenciales",
convirtiendo la norma de confidencialidad, en la virtud correspondiente.

38
LA REGLA DE VERACIDAD Y EL CONSENTIMIENTO VÁLIDO

¿Es malo mentir? ¿Es obligatorio para un profesional decir la verdad? Si lo es, ¿Hasta qué
punto el ocultamiento de la verdad empieza a ser manipulación o no respeto por la autonomía de la
persona? los casos extremos que en la práctica profesional plantean conflicto con respecto a la
regla de veracidad, son innumerables.

Históricamente, no sólo el decálogo judeo-cristiano prescribe en su octavo mandamiento el


deber de no mentir, sino que prácticamente todas las culturas y civilizaciones han considerado un
valor humano fundamental, el decir la verdad -al menos- a los del propio grupo. Pero también es
una experiencia ética universal la afirmación de que este deber no es absoluto, sino que,
determinadas circunstancias justifican su subordinación a otros principios más importantes. Ya
entre los filósofos griegos, Platón defendía que la falsedad tenía que ser un instrumento de los
médicos para beneficiar a sus pacientes -en caso de necesidad- al igual que los medicamentos,
para curar las enfermedades. En ese mismo sentido, justificaba que las leyes autorizaran al estado
la posibilidad de mentir a los ciudadanos, siempre que fuera en el beneficio de ellos. La norma de
veracidad para Platón estaba subordinada al principio de beneficencia. Y éste se derivaba, a su
vez, del mundo perfecto de "las ideas" sólo perceptible por los hombres libres.

NOCIÓN Y JUSTIFICACIÓN DE LA VERACIDAD

Tradicionalmente se ha definido la mentira como la "locutio contra mentem", es decir la


palabra dicha, que no corresponde a lo que se piensa. La esencia de la "locutio" (la palabra) sería
expresar el contenido de la mente; de ahí que, en la definición clásica, la mentira sería la locución
no coincidente, entre la expresión verbal y el contenido conceptual correspondiente de la mente.
En ese sentido el que miente utilizaría su facultad de hablar en contra de su propia esencia, que
consiste en expresar, mediante palabras, el contenido de lo que se piensa en realidad.

En la moral clásica no se ha justificado nunca la mentira de forma directa, pero sí, a través
del artilugio de la "restricción o reserva mental". Este procedimiento se da, cuando la persona se
expresa de tal manera, que las afirmaciones utilizadas son objetivamente verdaderas, pero pueden
inducir a error en la persona que las escucha; ya sea porque se utilizan términos ambiguos o
ininteligibles, o porque se revela parcialmente la verdad. La restricción mental no constituiría, para
la moral clásica, ninguna perversión de la esencia de la palabra, puesto que la expresión verbal es
fiel al contenido que está presente en la mente del que habla. Por otra parte, se argumenta, el error
en el que cae quien escucha no sería buscado directamente por quien habla -puesto que éste usa
correctamente su facultad de locución- sino que se debe a la mala interpretación del mensaje e
emitido, por parte de quien lo recibe.

Para revisar el tratamiento del tema de la veracidad en los autores contemporáneos es


interesante retomar la sistematización que hacen BEAUCHAMP y CHILDRESS. Según ellos
habrían dos definiciones diferentes del concepto de mentira que, a su vez, implicarían dos
nociones correspondientes de la regla de veracidad.

Según el primer concepto, mentira sería una disconformidad entre lo que se dice y lo que
se piensa con la mente, pero con una intención consciente de engañar a otro. Por consecuencia, la
regla de veracidad consistiría en el deber de decir activamente lo verdadero. A diferencia de la
mentira, el concepto de falsedad se referiría' a toda afirmación que es portadora de datos falsos
pero que se hace sin la intención de engañar ni perjudicar a nadie. Según este primer concepto, la
regla de veracidad se rompería por un acto de comisión, es decir, de afirmación de un dato
mentiroso.

El segundo concepto de mentira, según los autores antes citados, sería el acto de ocultar
la verdad que otra persona tiene legítimo derecho a saber. Si definimos la mentira como -negación
de la verdad que se debe a una persona", la regla de veracidad se transgredería, no sólo por decir
algo falso (comisión), sino por la omisión de la información merecida.

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Coincidiendo con el planteo anterior, Ross` argumenta que el deber de veracidad se deriva
del de fidelidad a los acuerdos o -dicho en otras palabras- del de no romper las promesas hechas.
Según Ross, cuando se entabla la relación profesional-persona se establece un acuerdo implícito
de que la comunicación se basará sobre la verdad y no sobre la mentira. De hecho, la actuación
del hombre en la sociedad está basada en esa implícita aceptación de la verdad conio punto de
partida a cualquier tipo de interrelación. Siguiendo en la misma línea de pensamiento, Veatch" cree
que siempre hay mentira (y por lo tanto engaño) cuando se expresa conscientemente una falsedad.
De la misma manera la omisión de una determinada información sería engañosa cuando una
persona lo hace sabiendo que su interlocutor hará una falsa inferencia a partir de esa carencia de
información. Veatch considera que la regla de veracidad o de honestidad está en estrecha
vinculación con el hecho de que dos seres iguales -y, por tanto, fines en sí mismos y autónomos-
se encuentran en una relación contractual. Para este autor si hubiera un acuerdo entre ambas
partes, en el cual se estableciera que una de ellas pudiera engañar a la otra, entonces, tal acuerdo
no sería entre iguales y, por consiguiente, no se estaría considerando a la persona como un fin en
sí misma. Más aún, para Veatch, justificar que una persona mienta a la otra, es indicio de que se
aprueba moralmente que las personas sean tratadas como objetos, pasibles de ser manipuladas si
se espera obtener de ellas, -buenas" consecuencias.

En la línea planteada por Ross y por Veatch creemos que la fundamentación ética de la
norma de veracidad, está en el Principio de Respeto por la Autonomía de las personas. No
defender el derecho de las personas a tomar decisiones sobre sus vidas, sería violar su derecho a
la autonomía. Y las personas no pueden tomar decisiones sobre sí mismas si no reciben la
información veraz para hacerlo.

Todos los argumentos anteriores en relación a los conceptos de verdad y mentira, así
como las justificaciones hechas del deber de decir la verdad, están fundamentados en argumentos
de tipo deontológico. Sin embargo, basándose en una argumentación consecuencialista, también
los utilitaristas defienden la regla de veracidad. Ellos postulan que, de aceptarse la mentira, se
resquebrajaría la relación de confianza que debe existir entre el profesional y la persona,
dificultándose así, la misma relación contractual. Los utilitaristas dirían que un mundo basado en la
mentira sería un mundo peor que el basado en la verdad. De ahí que consideren que la veracidad
es una norma más útil para la convivencia social que la contraria.

Desde nuestro punto de vista la regla de veracidad sería claramente inmoral en los casos
en que se quiera engañar a la persona para hacerle daño o explotarla; pero en aquellas situaciones
en que el engaño es imprescindible para lograr beneficiar o no perjudicar a la persona, la
calificación de inmoral a dicha conducta se hace más difícil. En esas circunstancias parece
justificable decir, que la regla de veracidad debe quedar subordinada al principio de no perjudicar a
los demás. El ejemplo clásico en ese sentido, es el del asesino que persigue a la víctima a la que
piensa matar y pregunta dónde está su paradero. Si supiésemos dónde está la víctima, la
veracidad nos obligaría a decirle al asesino la información que necesita para sus perversos
propósitos. Si le mintiésemos, transgrederíamos la norma, pero respetaríamos el deber de toda
persona, de defender la Autonomía de los demás, que incluye también la defensa de la vida y de la
integridad. Teniendo en cuenta este ejemplo podemos decir, que el deber de decir la verdad es una
obligación "prima fascie", al igual que en el caso de la norma de confidencialidad. Es decir, debe
cumplirse siempre que no entre en conflicto con el deber profesional de respetar un principio de
superior entidad que, en este caso, es el de Atitonomía y el de Beneficencia.

El psicólogo o psiquiatra no sólo está vinculado por la regla de veracidad en el primer


sentido que definimos antes (no decir lo falso), sino en el segundo: el deber de decir lo que la
persona tiene derecho a saber. Los códigos de ética para psicólogos, generalmente no hablan de
la regla de veracidad -como tal- pero, de hecho, la plantean. Un ejemplo de esto último son los
artículos del Código Deontológico de los psicólogos españoles, que a continuación citamos:

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art.17: "_(el-la psicólogo-a) debe reconocer los límites de su competencia y las
limitaciones de sus técnicas."; art.18: "...no utilizará medios o procedimientos que no se
hallen suficientemente contrastados dentro de los límites del conocimiento científico
vigente". art.21: "el ejercicio de la psicología no debe ser mezclado...,con otros
procedimientos y prácticas ajenos al fundamento científico de la psicología". art.25: "al
hacerse cargo de una intervención... el-la psicólogo-a ofrecerá la información adecuada
sobre las características esenciales de la relación establecida, los problemas que está
abordando, los objetivos que se propone y el método utilizado ... " art.26: "El-la
psicólogo-a debe dar por terminada su intervención y no prolongarla con ocultación o
engaño..." art.29: "...no se prestará a situaciones confusas en las que su papel y función
sean equívocos o ambiguos".

Evidentemente, lo que subyace a estas afirmaciones es el supuesto de que el psicólogo,


en toda' circunstancia, debe integrar la veracidad en su práctica. Es decir, no puede actuar de tal
manera que -por causa de la ambigüedad o de la falta de información- la persona adquiera de él
expectativas que no corresponden con la realidad o con la verdad; ya sea de los procedimientos
que se usarán en el curso de la intervención, o aún, de su propia capacitación profesional para
resolver ciertos problemas. De ahí que todo profesional debe evitar cualquier tipo de engaño o
ambigüedad explícitos y hacer todo lo posible para que su actuación no induzca involuntariamente
a malentendidos. Por otro lado, debe evitar la ocultación de la debida información, necesaria para
preservar la legítima autonomía de las personas consultantes.

41
LA META DE LA VERACIDAD: EL CONSENTIMIENTO VÁLIDO

Cada persona, en la medida que es centro de decisiones, tiene derecho a autodisponer de


sí en aquella esfera que le compete. El respeto de la autonomía de las personas se posibilita por el
cumplimiento de la regla de veracidad y se instrumenta por el consentimiento. Cuando la veracidad
es base de la relación profesional-persona y el derecho a la Autonomía se reconoce como
ineludible, entonces es posible que se dé un auténtico acuerdo entre iguales que debe ponerse en
práctica por el consentimiento válido. Este puede definirse como el acto por el cual una persona
decide que acontezca algo que le compete a sí misma pero causado por otros.

Se ha fundamentado la obligación de requerir al paciente el consentimiento, con tres tipos


fundamentales de argumentaciones:

La justificación jurídica sería la que ve en el consentimiento un instrumento para


preservar a los ciudadanos, de todo posible abuso. Es la argumentación que utiliza el
legislador cuando establece en la ley, que una determinada acción profesional tenga la
expresa y escrita autorización de la persona implicada, especialmente la indefensa. De esa
manera intenta protegerla de la arbitrariedad de otros individuos o instituciones. Este tipo
de justificación es más bien extrínseca a la persona, puesto que no se basa ente]
reconocimiento de su derecho a tomar decisiones adecuadamente informadas, sino,
fundamentalmente, en la responsabilidad de los gobernantes, de dar protección al débil y
cuidar del bien común.

La justificación ética-deontológica sería la que cree que el consentimiento es


condición para el ejercicio de la autonomía personal; y por lo tanto que, independiente de
que exista o no una ley que lo reconozca, es deber de todo profesional el facilitar que la
persona dé su consentimiento explícito a cada uno de los servicios que se le ofrecen.

Una tercera justificación, de tipo utilitarista, es la que ve en el consentimiento una


ventaja para la convivencia social, ya que aumentaría la confianza mutua, incentivaría la
autoconciencia de las personas y la responsabilidad por el bien común.

Sea por la razón que fuera, la mayoría de los autores están de acuerdo en que el
consentimiento debe ser dado antes de que un profesional emprenda cualquier acción que pueda
afectar a sus clientes. El Consentimiento de la persona adquiere muy diversas formas según sea el
tipo de relación ética que se entable. En el campo de las prácticas profesionales, no todas permiten
el tipo "perfecto" de consentimiento, que sería el que queda registrado por escrito. No es el
momento aquí de ver cómo se aplica este instrumento ético a cada práctica profesional, sino que
nos interesa poner de relevancia su importancia fundamental en la relación psicólogo-persona,
independientemente de sus diversas formas de aplicación.

Las condiciones básicas que debe tener todo consentimiento para ser considerado válido
es: lº que lo haga una persona generalmente competente para decidir; 2º ser informado y 3º ser
voluntario, es decir, no tener ningún tipo de coacción exterior.

l. La primera condición para que un consentimiento sea válido es que emane de una
persona competente. Pero es frecuente que en la primera entrevista se le presente al
psicólogo o psiquiatra un paciente que parece tener una capacidad de decisión
temporalmente interrumpida, todavía no desarrollada o completamente inexistente. Los
autores se refieren la este hecho con el concepto de Competencia o incompetencia para
dar un Consentimiento.

En general se ha definido la competencia, Como la capacidad de un paciente de ente


Ceder una conducta que se le presenta, sus causas Y sus consecuencias; y poder decidir según
ese conocimiento. Más exactamente, se la ha definido` como la capacidad funcional de una

42
persona de tomar decisiones adecuada y apropiadamente en su medio sociocultural, para alcanzar
las necesidades personales que, a su vez, estén de acuerdo con las expectativas y requerimientos
sociales.

En ese sentido una persona sería plenamente competente cuando es capaz de ejercitar
tres potencialidades psíquicas propias del ser humano "normal": la racionalida0, la intencional (o
capacidad de orientarse a la búsqueda de valores personales y sociales) y la voluntariedad (o
posibilidad de actuar sin coerción).

Se ha cuestionado fuertemente que el criterio de racionalidad deba considerarse como el


referente principal para juzgar si una persona es competente o capaz de decidir. No obstante
aunque desde el punto de vista psicológico el contacto “racional” con la realidad, sus medios y sus
fines, la conciencia de ello y la capacidad de actuar en función de esa racionalidad no es lo único
que lleva a la decisión, el criterio de racionalidad sigue considerando como el más decisivo. De esa
manera, la competencia progresivamente mayor de un individuo para el consentimiento válido
puede evaluarse de acuerdo con la siguientes capacidades o niveles cognitivos:

Capacidad de integración mínima del psiquismo. La forma que se suele comprobar es


planteándole dificultades al paciente para que éste las resuelva: 1) que se oriente en tiempo y
espacio. 2) que interprete algunos proverbios o dichos populares. 3) que cuente de 100 hasta 0
sustrayendo 5. lo que se trata de observar es si la persona se muestra capaz de incorporar
psíquicamente los elementos informativos necesarios para todo Consentimiento Válido, si es capaz
de internalizar valores y objetivos a lograr.

Capacidad para razonar correctamente a partir de premisas dadas. Se trata de ver si tiene
capacidad de manipular de forma coherente los datos informativos que se le proporcionan,
desencadenando un proceso de razonamiento correcto para la decisión. De forma particular es
necesario averiguar si es capaz de entender cuáles son los beneficios, los riesgos o las alternativas
de tratamiento que se le proponen.

Capacidad de elegir resultados, valores u objetivos razonables. Para valorar si el fruto del
discernimiento es racional aquello que la persona eligió con o que cualquier persona razonable, en
la misma situación habría escogido. El test se centra en el contenido razonable del resultado del
discernimiento, no en el proceso como en le nivel anterior.

Capacidad de aplicar su aptitud racional a una situación real y de comunicar su decisión.


Según este criterio. La competencia está basada en la capacidad de comprensión de su situación
real y de su predisposición a actuar de acuerdo con esa comprensión. Se intenta ver si el sujeto
hace uso correcto de su capacidad general de decisión en su situación vital concreta. Hay casos,
sin embargo, en que el individuo sólo puede comunicar su decisión, asintiendo o negando algo que
le plantea porque no puede usar el lenguaje verbal. Eso no quiere decir de por sí que no pueda
razonar escogiendo aquellos medios apropiados para los fines que busca.

El problema de la competencia general para decidir, no se plantea en los casos “evidentes”


y claros, sino en los ambiguos y limítrofes. Por el momento no hay en las ciencias médicas
indicadores objetivos indudables para conocer la competencia mental o capacidad de decisión de
una persona. Tampoco en las ciencias psicológicas se poseen instrumentos para dilucidar la
capacidad general de las personas para decidir éticamente. Y aunque los poseamos, el llegar a
decidir que esta persona lo es, depende mucho de la experiencia empírica y de la subjetividad del
que hace la evaluación.
2. La Segunda condición para que un determinado consentimiento sea válido es que la
persona haya recibido la suficiente y adecuada información.

A. Una información suficiente en el caso de la asistencia psicológica o psiquiátrica es


aquel conjunto de datos merecidos por el paciente que se refieren al menos a:

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1. La capacitación y formación del psicoterapeuta , sus estudios previos, etc.

2. el tipo de psicoterapia que puede recibir de él: sus metas y objetivos.

3. los asuntos relacionados con la confidencialidad y sus excepciones.

4. la forma en que serán registrados sus datos y si podrá o no tener acceso a ellos.

Aún considerando que hay diversas escuelas de terapia creemos, que con la adecuada
acomodación, cada una de ellas está en condiciones de llegar a clarificarle a al persona que
consulta sobre aquellos aspectos fundamentales del proceso que se va a empezar de tal forma que
el individuo pueda hacer un consentimiento válido. Nos parece que no es moralmente justificable
que una persona inicie su proceso terapéutico sin que pueda decidir con una razonable
información, cuáles son los riesgos y los beneficios a los que se expone (incluido el costo
económico y temporal). Si bien no todas las personas y los momentos admitirían un consentimiento
válido escrito, sería recomendable que se hiciera de esa manera. Las ventajas de hacer un
consentimiento válido escrito, no son únicamente de tipo ético. Si se lo sabe utilizar, puede ser un
excelente instrumento para que, al cabo de un periodo prudente de tiempo, tanto el terapeuta como
el paciente puedan tener un material como para evaluar el camino recorrido, los avances o
estancamientos, los éxitos y retrocesos.

B. No basta con una suficiente información. Es necesario saber además si es


“adecuada”, es decir, apta para ser comprendida en “esta” ocasión. Podría ser una
persona tuviera la competencia general de tomar decisiones pero que, en “este caso”
sufriera múltiples alteraciones que les imposibilitaran recibir la información
proporcionada. Pese a tener la competencia general neurológica-psíquica para
comprender de forma permanente o transitoria las informaciones recibidas en un caso
dado, aspectos del lenguaje, de categorías simbólicas de connotaciones sociales,
opciones morales, psíquicas o religiosas, etc. podrían estar condicionando su
subjetividad, y causando que su competencia esté temporalmente “bloqueada”. Uno
de los elementos más dignos de ser cuidados en este sentido, el agobio de conceptos
incomprensibles que pueden “invadir” al individuo, cuando el profesional intenta
informarle con palabras que sólo él sabe el significado.

3. Una tercera condición para que el consentimiento se valido es la voluntariedad o no


coerción. Esto quiere decir que una persona puede ser competente en general, puede
comprender la suficiente y adecuada información que se le proporciona, pero no se
encuentra libre para tomar la decisión no os tiene que ver con la ausencia de coerción
exterior. También problemas de inmadurez afectiva, miedos particulares, angustias
circunstanciales de engaño previo, debilitamiento de confianza en sí mismo y en los
demás, fantasías contratransferenciales, etc, son algunas de las tantas causas para que
una decisión concreta, no pueda hacerse voluntariamente y se vea seriamente afectada
la validez de un acuerdo. De más está decir, que la presión psicológica que ejerce el
profesional en su posición de “poder”, puede ser una causa más, para que la voluntad de
la persona se vea afectada en su libertad.

Evidentemente, el tema del Consentimiento válido es la pieza de diamante en la relación


profesional- persona. Es al mismo tiempo, la forma práctica de instrumentar la regla de veracidad y
el principio de autonomía. Sus condiciones y sus exigencias están, en cierta manera, delineadas
desde el punto de vista ético, tal como lo acabamos de hacer; sin embargo desde un punto de vista
legar no siempre está establecido cómo proceder para que ese derecho ético se haga
efectivamente real en la práctica profesional de la salud mental.

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La regla de veracidad y su instrumentación práctica: la decisión informada o el
consentimiento válido desplazan la decisión que en otras circunstancias estaría en manos del
profesional, a su verdadero lugar: la propia persona. Sin embargo, los puntos antes aludidos nos
levan a pensar que la implementación del consentimiento es mucho más complejo de lo que a
primera vista parece. Se intrincan aspectos jurídicos, psico–afectivos y culturales, junto con las
opciones éticas. Todavía queda mucho por aclarar al respecto, y esperamos que el avance de las
investigaciones y la reflexión ética irán clarificando las dificultades progresivamente. Cuando
tratemos el tema del inicio de la relación psicológica, volveremos a tratar el Consentimiento y nos
detendremos entonces a analizar qué hacer en aquellas situaciones en el que no existe validez
para la decisión.

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LA REGLA DE LA FILDELIDAD A LAS PROMESAS HECHAS

De nuevo es la profesión médica la que nos permite rastrear los antecedentes históricos
más antiguos sobre este tema. Desde muy pronto la medicina ha formulado el deber de guardar la
fidelidad a las promesas y ha considerado como alto “honor” de sus miembros, el conservarla
incólume. La forma del Juramento Hipocrático traducida a un lenguaje secular, incluye los tres
elementos que componente una verdadera promesa, tal como veremos enseguida. En primer lugar
formula el objetivo del juramento que es hacer todo lo posible por el bien de los enfermos. La frase
más explícita en ese sentido es la que dice: “En cuantas casas entrare, lo haré para bien de los
enfermos, aparatándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción...”. En segundo lugar, el
juramento hipocrático está hecho delante de testigos: “juro por Apolo... y todos los dioses y diosas”.
En tercer lugar establece que el médico está dispuesto a reparar los posibles daños que se deriven
de no cumplir la promesa se jura solemnemente : “juro.. cumplir fielmente según mi leal saber y
entender, este juramento y compromiso”. Y más abajo concluye: “Si este juramento cumpliere
íntegro, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte honrado por todos los hombres y por la más
remota posteridad. Pero si soy trasgresor y perjuro, avéngame lo contrario”.

No podemos aludir aquí a cómo esta tradición de fidelidad a las promesas o a los acuerdos
ha ido cobrando diferente expresiones a lo largo de la historia y se ido integrando también a los
códigos de Ética Profesional, especialmente en estos últimos dos siglos. Baste afirmar que, en
general, dichos textos dan por supuesto que cuando se entabla una relación profesional, tanto el
psicólogo como el cliente aceptan iniciar un acuerdo en base a dos condiciones mínimas: el
profesional promete brindar determinados servicios y el cliente recibirlos, con tal de que el cliente
cumpla con determinadas instrucciones y el profesional con determinadas conductas técnicas y
éticas.

No es frecuente que en los códigos se refieran a la norma de fidelidad a los acuerdos,


denominándola explícitamente así. En cambio es normal que acepten un derecho del cliente elegir
al profesional; y que es derecho de éste no aceptar la relación. Pero cuando ambos deciden
iniciarla, se entabla un acuerdo sobre la base las expectativas previamente conocidas o formuladas
en el momento. Por lo tanto, los códigos conceden que hay una promesa implícita de cumplir ese
acuerdo y ningún texto deontológico profesional admitiría que se lo quebrantara de forma arbitraria,
sin motivos éticamente lícitos.

Por promesa puede entenderse el compromiso que un asume de realizar u omitir algún
acto en relación con otra persona. Por fidelidad (o lealtad) se pude entender, al mismo tiempo, una
virtud y una norma. Aquí nos referiremos a la fidelidad como la obligación que genera en una
persona, el haber hecho una promesa o haber aceptado un acuerdo.

A veces se confunde “promesa” con “propósito”. Este último implica la voluntad de tener un
determinado comportamiento, sin que por ello se genere una obligación en quien lo enuncia. De
esa manera, el que no cumple un propósito puede ser calificado como inconstante pero no
necesariamente es leal o infiel. En cambio, el que no cumple una promesa es culpable de
perjudicar al otra por todas las decisiones que lo hace tomar a partir de la promesa. También
puede confundirse “promesa” con “preanuncio”. Cuando alguien simplemente afirma a otra persona
que le sucederá una determinada consecuencia en el porvenir, eso constituye el preanuancio de
una acontecimiento del futuro que se parece, en tanto información a la verdad que puede contener
una promesa. Pero ambas informaciones no son idénticas en sus consecuencias. Cuando alguien
me asegura que hará algo por mí, yo puedo creer lo que me dice, puesto lo afirma como algo
verdadero, pero cuando alguien me “promete” que hará algo en relación conmigo en el futuro , eso
provoca en mi una confianza cierta, cualitativamente distinta y mayor, por el hecho de que dicha
verdad, no sólo se afirma como verdadera, sino como “prometida”. Y a mayor confianza en que
algo sucederá para mí, más motivado me sentiré a decidir teniendo en cuenta ese futuro esperado.
De ahí que toda promesa sea potencialmente más manipuladora que cualquier verdad que
simplemente se proclama como previsible. Y aunque en el plano ontológico, el contenido de una
verdad preanunciada y el de una verdad prometida sean el mismo, las expectativas afectivas y

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éticas que generan ambas verdades, son completamente diferentes. De ahí que la obligación moral
que crea una promesa es sustancialmente mayor que la que crea un mero preanuncio.

Autores que se ubican en posturas éticas muy antagónicas, como el utilitarismo y el


deontologismo, coinciden en afirmar que la norma de fidelidad a las promesas es básica en la
relación profesional – persona, aunque argumenten sobre bases muy diferentes entre si. Los
utilitaristas las defienden, porque estiman que la fidelidad a las promesas es lo que garantiza el
mayor bien para le mayor número. Para ellos, la ruptura de los acuerdos sería catastrófico en la
mayoría de las circunstancias humanas. De ahí que, mantener esta norma es mucho más útil para
los utilitaristas, que lo contrario. Desde una perspectiva deontológico, mientras algunos ven en la
fidelidad a las promesas el principio ético básico y fundamental a partir del cual todos los demás
principios morales se derivarían, otros piensan que la obligación de fidelidad es una forma de
expresar el imperativo de respetar el Principio de autonomía. Pero ambos consideran que es
esencial el deber ético de cumplir las promesas como parte de la estructura fundamental de la
ética.

Podría decirse que hay dos tipos de promesas que, por su misma característica, generan
obligatoriedades distintas: la solemne y la ordinaria.

Promesa solemne sería la que cumple estas condiciones: 1. En el momento de proclamarla


el que la hace declara contraer el deber de reparación en caso de no cumplirla; esto es, la
aceptación por adelantado de una pena proporcionada para resarcir el daño provocado. 2. que
haya “solemnidad” es decir que se hagan en presencia de testigos o con la firma de un documento
escrito, 3. que se haga un juramento ratificador de la promesa. El ejemplo típico de esta promesa
solemne es el Juramento Hipocrático; o el que suele hacer un testigo, antes de dar su testimonio
ante el Juez o un tribunal de Justicia.

La promesa ordinaria en cambio, no tiene solemnidad ante testigos , ni juramento


ratificador. Y tampoco explica cual es la pena especifica de reparación en caso de no
incumplimiento. Esta sería el caso de la mayoría de los acuerdos que entablan entre los
profesionales y sus clientes.

Aunque la mayoría de las profesiones no poseen algo que se pueda llamara “Juramento”,
algunas sí lo tienen, podría afirmarse que, cuando un profesional acepta el código de sus colegas,
de alguna manera está haciendo una especie de juramento o por lo menos, una promesa implícita
asumida públicamente de que va a brindar sus servicios con competencia y responsabilidad, de
acuerdo al compromiso formulado en dicho código ético. La integración de todo psicólogo o
psiquiatra a un Colegio de Profesionales que tenga un código de ética, de hecho, implica un
compromiso público de que se lo va a cumplir como una afirmación de que los pacientes pueden
tener esa confianza sin verse decepcionados.

Recientemente. El hecho de que algunos códigos de Ética profesional prescriban la


conveniencia de hacer el consentimiento informado escrito implica darle carta de ciudadanía a esta
promesa ahora sí explícita que la tradición hipocrática sólo propugnaba para la profesión médica.
Como dice el Dr. E. Pellegrino, el médico “declara en alta voz que él tiene conocimiento y
capacitación especial y que puede curar o ayudar; y que lo hará en el mejor interés del paciente y
no en el suyo propio”. Para el Dr. Pellegrino el estudiante de medicina acepta esta declaración
como algo público cuando recibe el título o cuando hace el juramento de la profesión. Cada vez
que se entabla la relación médico – persona esta declaración vuelve a reiterarse de forma implícita
pero innegable. Para Pellegrino el “acto” de la profesión es una promesa hecha a una persona
necesitada y existencialmente vulnerable. Según su opinión, el acuerdo concreto que se entabla
entre ambas personas es una extensión del juramento solemne que algunas profesiones hacen en
el momento que la sociedad reconoce a un ciudadano, la posesión del título de profesional. Lo
dicho por el Dr. Pelligrino puede aplicarse analógicamente para la práctica específica del psicólogo
o psiquiatra.

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Cada vez que, a la promesa de una de las partes corresponde la promesa de la otra, se
está ante lo que puede llamarse correctamente, un acuerdo. Creemos que hay que considerar la
convención inicial que se entabla entre un profesional y la persona que recurre a sus servicios. En
el caso, la promesa legítima implícita por parte del profesional consiste en afirmar que:

“Yo me comprometo a hacer todo lo posible de mi parte para que usted pueda satisfacer la
necesidad que lo trae a consulta, siempre que Ud. confíe en mi ciencia y mi arte y eso no implique
perjudicar a terceros. Si eso es así, lo mantendré informado de todo lo que competa con el fin de
que Usted ejerza su derecho de decidir”.

Por su parte, la persona que solicita los servicios profesionales afirma implícita o
explícitamente algo así como lo siguiente:

“Yo me comprometo a confiar en usted y seguir sus sugerencias para obtener lo que
necesito, si esto está dentro de las posibilidades de su ciencia y de su arte, si garantiza que ejerza
mis derechos como persona y ciudadano y no atenta contra mis valores éticos”.

A diferencia de la formulación antes planteada hecha, sin duda, por un profesional


respetuoso de la libertad del paci9ente una mentalidad paternalista del psicólogo o psiquiatra
podría razonar implícitamente de manera muy distinta:

“Si Ud. quiere que yo lo beneficie, confíe en mí y siga mis indicaciones. Lo atenderé a Ud. y
sus asuntos lo mejor que pueda, pero no hay nada más que Ud, necesite averiguar respecto a su
situación de salud que el hecho de saber que estoy haciendo todo lo necesario”.

Es muy excepcional que este paternalismo “fuerte” en el acuerdo válido se plantee así, de
forma tan grosera y explícita. Defenderlo públicamente implicaría caer en el descrédito ante los
colegas y ante el público. Sin embargo, la experiencia dice que todavía son muchos los
profesionales que subjetivamente sienten y piensan de esa forma; y buscan actuar en
consecuencia.

Habrían pues, tres modelos diferentes de enfocar el acuerdo persona – profesional:

1. El profesional como “mago” paternal, agente de “servicios” específicos, que esta “por
encima” del cliente y decide los medios, condiciones y límites del servicio que presta;
que admite que la persona intervenga en la decisión, solamente en lo que se refiere a
aceptar o no, le resultado final que él quiere lograr con la intervención profesional.
2. El profesional como agente del cliente. Este último es que “contrata” y el que decide todo
en la relación. Según este esquema completamente opuesto al anterior el profesional es
un “empleado” del cliente y éste es el que manda lo que aquel debe hacer, modulando
su influencia de acuerdo al dinero que paga al profesional.
3. El profesional como asesor calificado y comprometido con la persona. En este esquema el
acuerdo ético entre el psicólogo y la persona es la relación entre días sujetos libres,
autónomos y éticamente rectos, que se benefician mutuamente de la relación para
buscar que uno y otro pueda ejercer sus legítimos derechos o deberes para consigo
mismos y para con la sociedad. La relación se basa en la libertad y en el necesario flujo
de información para que cada uno tome las decisiones que le corresponden en derecho.

No consideramos adecuado pensar que la “fidelidad a las promesas” sea el principio básico de
toda ética, puesto que puede hacerse promesas cuyo cumplimiento básico de toda ética, puesto
que se pueden hacerse promesas cuyo cumplimiento implique dañar a otros; o que impidan evitar
graves perjuicios en terceros. Por esta misma razón no puede decirse que la fidelidad a las
promesas se justifique éticamente por el sólo hecho de haberse entablado entre dos personas
autónomas. Es evidente que la norma de fidelidad siempre tiene que considerarse subordinada al
principio de no perjudicar; y como una “canalización” del principio de autonomía. Es por eso que la

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incluimos, junto con la regla de veracidad y de confidencialidad, entre las normas morales que
deben cumplirse “primera fascie”, es decir, siempre que no entren en conflicto con los principios
éticos fundamentales. Cualquiera de estas reglas éticas posibilitan que los principios de
Autonomías, Beneficencia y Justicia se pongan en práctica. Son como canales o vías para que se
cumplan los principios y en caso de conflicto entre unos y otras, quedan subordinadas a aquellos.

EL RECONOCIMIENTO SOCIAL DEL “ETHOS” PROFESIONAL

¿Qué condiciones éticas mínimas deberían exigirse para que un “estudiante” de Psicología
o de psiquiatría pueda ser considerado en un determinado momento como apto para pasar a ser
un “profesional de la salud mental”. Es decir “idóneo” para ejercer como tal en la sociedad?.

Se trata de una pregunta de gran complejidad y con enormes implicaciones a todos los
niveles.

A diferencia de todas las demás profesiones, “ser psicólogo” o “ser psiquiatra” no consiste
en “poseer” determinado tipo de informaciones con sus correspondientes técnicas sino en algo
mucho más profundo y difícil de medir: en “ser” una persona psicoafectivamente capaz de
interaccionar sanamente con sus pacientes. A todo ese conjunto de características cognoscitivas,
afectivas y sociales, así como a sus consiguientes maneras de proceder desde un punto de vista
técnico y ético, le hemos llamado el “ethos” del psicólogo. ¿Cómo y en base a qué alguien puede
ser reconocido como tal en la sociedad de tal manera que cualquiera de sus ciudadanos pueda
confiar en ellos sin tener por qué temer?.

Sin duda que es un tema extraordinariamente complejo. Nos atrevemos a señalar aunque
sea muy superficialmente algunos medios que podrían ser de utilidad en ese sentido:

1. La habilitación para el ejercicio. Al igual que en la carrera de Medicina, creemos que es


muy correcto para el caso de la Psicología mantener la distinción entre lo que es “Título
académico” de psicólogo y la “habilitación para ejercer”, que sólo el “Ministerio de Salud o
Sanidad Pública podría expedir”. Evidentemente, el Ministerio podría delegar esta función a

49
las Organizaciones Colegiales (en aquellos países donde las haya9 pero no puede dejar de
ejercer tal función pública. De ahí que no le corresponda a ninguna Escuela o Facultad de
Psicología en particular ser juez de quien pueda ejercer la profesión de psicólogo (ya sea en
sus dos clásicas vertientes: psicodiagnosticador y psicoterapeuta, o en cualquiera de sus
nuevas especializaciones) una vez que tiene el titulo académico. Es evidente que, para esto
pueda llevarse a cabo se necesita, previamente, un muy amplio debate entre todas las
fuerzas implicadas a fin de establecer criterios públicos y conocidos para que esta tarea sea
justa y no arbitraria. Y posteriormente, una “Ley de la práctica del psicólogo” tal como la hay
en otros países.

2. Responsabilidad de las Escuelas de Psicología. Pese a que estas no tienen que dar
ningún título que habilite para el Ejercicio Profesional dela Psicología sino solamente el título
académico de Licenciado o Doctor en Psicología, tienen una gran responsabilidad en
relación con la capacitación idónea de los psicólogos. Es muy difícil que el Ministerio de
Salud Publica de un país cualquiera sea pueda fiscalizar sobre el estado de madurez
afectiva mínimo, que debe tener un profesional de la ayuda psicológica como para ejercer
como tal en la sociedad. Es muy posible que un individuo pueda legar a recibir el título de
Licenciado o de Doctor en Psicología de acuerdo a las exigencias académicas que el Estado
pone en los planes universitarios de estudio pero que el Ministerio de Salud, luego, no tenga
medios efectivos para verificar si ese determinado sujeto además del conocimiento
académico tiene la madurez y capacitación afectiva mínima e imprescindible para ejercer
como psicólogo. Pero la madurez afectiva es un parámetro muy difícil de medir y de
reglamentar. Solo un trato prolongado y la perspectiva pluralista de un equipo de docentes
puede juzgar si un individuo reúne las condiciones mínimas como para poder luego ayudar a
otros en los conflictos emocionales o en las relaciones humanas. De ahí que considero que
una Escuela de Psicología tiene el deber de juzgar si acepta el ingreso, permite la
continuación en la formación o niega el título académico a aquellos casos límite de
desequilibrio emocional evidente que, sin embargo, no tiene dificultad intelectual para
aprobar todos los requisitos académicos.

1. Terapia individual como parte de la formación. Consideramos que ningún estudiante de


psicología o psiquiatría debería recibir un título que lo habilitara como psicoterapeuta sin
tener un certificado de haber obtenido un tiempo mínimo de terapia personal con un
terapeuta experimentado.

2. ¿Habilitación sectorializada? El psicólogo una vez terminado el ciclo de licenciatura se ve


en la necesidad de profundizar o especializarse en un determinado tipo de técnica
terapéutica (psicoanálisis, conductismo, gestalt, análisis transaccional T. Rogeriana, etc,
etc).
Cabe preguntarse teniendo en cuenta los planes de estudio usuales en las
universidades si un estudiante está realmente capacitado para usar con eficacia cualquiera
de tales técnicas psicoterapéuticas; y si no sería mejor que se buscasen medios para que la
habilitación que dé el Ministerio de Sanidad respectivo (o el Colegio de Psicólogos, si ha
sido delegado para ello) sea sectorial y no general. Esto quiere decir que el reconocimiento
para ejercer será en determinado campo de las especialidades psicológicas. Si la técnica
que va usar un profesional es especializada (como la del Psicoanálisis o del Conductismo,
etc.) ¿no le pertenece al paciente el derecho a saber por medio del título habilitante que
posee el psicólogo que la capacitación de ese profesional está hecha en ésa forma
denominada técnica psicológica y no en cualquiera?. De esa forma, el título académico
podría ser el de “Psicólogo” o “Psiquiatra”, pero la licencia habilitante para ejercer podría
calificarlo a manera de ejemplo como: “Psicoterapeuta en psicoanálisis”, “Psicoterapeuta en
Análisis Transaccional”, “Terapeuta en modificación de conducta”, “Psicólogo Educacional”,
“Psicólogo Organizacional”; y así sucesivamente.

3. Las escuelas especializadas de terapia. Para que la sociedad pueda tener, de parte de
los psicólogos, la información de cual es su calificación especial, es decir la habilitación

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sectorializada que decíamos antes es necesario que el estado reconozca oficialmente los a
los grupos de psicólogos que enseñan y practican con serenidad y cientificidad una
determinada teoría o tipo de terapia, que pueden dar el complemento de formación
específica, deben poseer un cuerpo de conocimientos y métodos sólidamente
fundamentados desde el punto de vista teórico y empírico y ser positivamente beneficioso
para las personas. Sería en estas escuelas oficialmente aceptadas para dar capacitación
especializada a quienes hayan recibido el título académico general de psicólogo, donde los
futuros profesionales podrían perfeccionar y especializar su formación. Por otra parte, para
que el candidato a entrenarse en alguna de ellas, pueda recibir el reconocimiento del Estado
para aplicar ese tipo de técnicas debería cumplir un determinado número mínimo de horas
adecuadamente supervisadas y correctamente reglamentadas por ley.

Al final de estas reflexiones quisiera concluir subrayando dos elementos:

Primero: la importancia de la formación ética como parte del curriculo del estudiante de
Psicología. Pero no hay que pensar que la formación de la conciencia responsable
del futuro profesional, deba depender exclusivamente de una asignatura especial
que se denomine Psicoética o Ética Psicológica u otro nombre por el estilo. En cada
componente de la formación y a lo largo de todo el proceso de capacitación donde
los valores éticos deben estar presentes. La asignatura de ética profesional deber
ser, simplemente, un ámbito para sistematizar y explicitar mejor la dimensión de los
valores en el “ethos” del psicólogo o psiquiatra.

Segundo: el carácter “provisorio” de la mayor parte del contenido de este último numeral. Las
afirmaciones que hemos expuesto en él no pretenden ser categóricas, porque es
enorme la complejidad de los asuntos implicados. De todas formas tengo la
confianza de que pueden servir como acicate para la reflexión crítica y de
desencadenante para una formulación cada vez mejor de la responsabilidad de los
psicólogos en su propia formación, entrenamiento y habilitación profesional.

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EL PROFESIONAL

El profesional es el sujeto de la profesión; es el autor de ella, su realizador y, también, el


destinatario inmediato. No hay profesión sino a través del profesional.

Para la Ética Profesional, es particularmente importante reflexionar sobre lo que es y lo que


no es el profesional. Al fin y al cabo, en éste han de cristalizarse aquellas cualidades que dan
sentido al trabajo, a la responsabilidad y a la conciencia profesional.

Centrar la atención en el profesional es más que un cumplido. Es reconocer la importancia


que tiene el ser humano, como persona, para dar sentido, contenido y justificación a la profesión.
La profesión se hace concreta y real en un hombre determinado, que imprime en ella el sello de su
personalidad, de sus posibilidades y limitaciones.

1. CONCEPTO DE PROFESIONAL

Es parte del uso común decir que tal o cual persona es profesional. Cuando se quiere
indicar, inclusive, la calidad, la responsabilidad y hasta la seriedad que alguien pone en su trabajo,
solemos decir que es todo un profesional. Sin embargo, ya no es fácil precisar en qué consiste ser
profesional.

Con la finalidad de ayudar en la comprensión de lo que es ser profesional, deslindemos


algunos conceptos afines, relativos y muy expresivo.

a. La Profesión

Cuando hablamos de profesión, nos referimos a un conjunto de actividades


especializadas que realiza una persona como forma de trabajo productivo, remunerado,
estable, que permite la atención de sus necesidades básicas de existencia.

La profesión supone la existencia de una persona, que la asume y lleva a cabo con
dedicación, esfuerzo y capacidad desarrollada. Ella es, de por sí, una variedad relativa de
actividades, con propósitos definidos de servir a la colectiva y a quien la ejerce. Estas
actividades aparecen unificadas, integradas caracterizadas en torno al campo propio de
cada profesión.

b. Lo Profesional

Gramaticalmente, como adjetivo, lo profesional depende y supone a la profesión.


Es derivado de ésta y, entonces, se refiere a ella de manera permanente y directa.

Desde el punto de vista de la Ética Profesional, lo profesional es todo aquello que


se refiere a la profesión, de modo directo y como exigencia. En otras palabras, son
requisitos, imposiciones o consecuencias de la profesión. Allí donde exista una profesión,
lo profesional también está presente.

Lo profesional, en la medida en que se refiere a aspectos de la profesión, es


amplio y variado. Con frecuencia, por ejemplo, hablamos de:

- Vida profesional. Por vida profesional se entiende la dedicación,


constancia y entrega al desempeño o al ejercicio de la profesión.

- Deberes profesionales. Son las obligaciones que el profesional asume


en el ejercicio regular de su profesión, tanto con la sociedad como los usuarios
inmediatos de los servicios que presta. Puede ser, principalmente, obligaciones
morales y obligaciones jurídicas.

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- Derechos profesionales. El profesional, a la vez que tiene deberes,
también es capaz de exigir lo que, a cambio de sus servicios, ha de ser suyo.

- Actitudes profesional. En el desempeño de la profesión, las actitudes


juegan un papel importante. Son actitudes profesionales aquellas actitudes o
tendencias.

- Relaciones profesionales. Cada profesión genera una variedad de


relaciones sociales. Básicamente, estas relaciones se establecen a través del trabajo
profesional, con aquellas personas con quienes entra en contacto. Las principales y
más frecuentes relaciones son con sus colegas de profesión, con los de otras, con sus
clientes, con las autoridades, con la comunidad en general, etc.
- Valores profesionales. Son las propuestas ideales para interiorizar y
orientar la conducta del profesional. Sirven de referencia y motivación en la vida
cotidiana. A través de ellos se expresan y realizan los propósitos de la profesión.

- Conciencia profesional. Es el reconocimiento que tiene el profesional


acerca de su misma profesión, de sus deberes y derechos, viviendo situaciones
concretas y que permite obrar con responsabilidad, ciñéndose a los ideales dela
profesión.

- Conducta profesional. Es la conducta correcta que debe observar


fielmente el profesional como tal. Esta conducta ha de estar adecuada a los deberes y
derechos que impone la profesión. A la conducta opuesta, que contradice a los
principios y valores de la profesión, se suele denominar, por oposición, inconducta.

- Moral profesional. Cualquier profesión, como organización y ejercicio


del trabajo especializado del profesional, es susceptible de una diversidad de actos
morales. El ejercicio de la profesión no está al margen de la moralidad; por el contrario,
es susceptible de ser conforme o disconforme con sus respectivos ideales. Por eso,
cualquier profesional obra moralmente, positiva o negativamente, según observe o no
la debida conducta.

- Orden profesional. Con este nombre, es posible entender a la


organización, al gremio o a la asociación de los miembros de una determinada
profesión. Se dice, por ejemplo, “por acuerdo de la Orden”.

c. El Profesional

Tanto la profesión como lo profesional no pasarían del campo de las ideas si no


existiera el profesional. Este es un ser humano, de carne y hueso, esforzado y diligente,
que diariamente convierte al trabajo en una actividad especializada y de existencia
personal y social.

Ser profesional significa, a la vez, varias cosas. Cada una guarda vinculación con
las otras. Expresan aspectos de la realidad humana del profesional. Los mencionamos en
seguida.

a) Tener una profesión

La profesión no es el hombre; es, más bien, una cualidad propia de éste.


Siempre corresponde sólo a una persona ser sujeto o poseedor de una profesión.

1. La profesión se adquiere. Si bien es cierto que la profesión es


posible para el ser humano, no todos los hombres la tienen de hecho. Se trata de

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una cualidad con la cual no nacemos; es necesario adquirirla mediante el
aprendizaje adecuado. Supone esfuerzo y capacidad mínima, a partir de los cuales
el aprendizaje consigue, como resultado, hacer al profesional.

2. Es posible tener una profesión. Si mediante el aprendizaje, alguien


llega a tener una profesión, vemos que el profesional se hace. Cuando lo logra,
existen dos manifestaciones que así lo confirman. Por un lado, la sociedad, a
través de los organismos adecuados (centros educativos, ministerios), al otorgar el
título o el certificado que acredita al nuevo profesional, reconocen que éste ya
reúne las condiciones mínimas para desempeñarse como tal, pues adquirió los
conocimientos y las habilidades requeridas. Por otro, la misma persona ha
experimentado un enriquecimiento en sí misma, con los aprendizajes. Estos,
ahora, han formado en ella las habilidades y actitudes indispensables. Sabe más
para hacer o desempeñar mejor un determinado tipo de trabajo. Tener una
profesión, entonces, indica una transformación en la persona.

3. Ejercer la profesión hace al profesional. No es suficiente tener una


profesión para ser profesional. Lo comprueba la existencia de personas que, con
título profesional en la mano, no ejercen la profesión adquirida. No ejercerla
significa no vivirla, no practicarla. Tener una profesión no equivale, pues, a
ejercerla. Es profesional sólo quien ejerce la profesión que tiene y para la cual ha
sido preparado. Mejor aún, si la ejerce plenamente, es decir, bien.

b) Ser Profesional

El profesional es la persona que, luego de un periodo de formación, y


siguiendo la dirección de sus principales intereses ocupacionales, desarrolló un
trabajo especializado para bien personal y colectivo.

En cualquier profesional podemos distinguir dos aspectos: el personal y el


profesional. Este se añade y, hasta cierto punto, se hace personal. El aspecto
personal es más amplio y anterior al profesional. Se mantiene y se extiende
también a éste. Comparando, encontramos estas diferencias y relaciones:

Distinguir estos dos aspectos tiene particular importancia para el


profesional. Ambos aspectos, aunque distintos, ejercen mutua influencia, y
conviene que así sea. El profesional, ante todo, es una persona. Como tal, tiene
derecho a intimidad, a reserva de lo que es exclusivamente propio. Inclusive, lo
que es personal pone marca o huella en la concepción y el desempeño de la
profesión. La calidad de profesional que uno sea depende mucho de la calidad de
persona que se es. Un buen profesional revela a una buena persona. A través de
la profesión que se ejerce, uno mismo se realice también como persona.

Cada uno de nosotros, siempre es persona, en todo momento, lo queramos


o no. Actuamos como personas, bien o mal. En cambio, actuamos como
profesionales sólo en determinados momentos. Incluso, en este caso, ser
profesional es parte del ser personal, y no, al revés. Lo ideal es que lo personal y lo
profesional guarden la relación y la coherencia más estrecha posible. En la
realidad, sucede que encontramos profesionales deficientes desde el punto de
vista de los conocimientos, la experiencia y las técnicas, aunque la persona sea
intachable y hace todo lo que puede en cada uno de sus actos. Otros pueden ser
profesionales totalmente dedicados a su trabajo, aunque, como personas, hayan
postergado, olvida y hasta sean incumplidos en sus responsabilidades familiares.

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c. Ser profesional y lo profesional

Lo profesional y el profesional tampoco se identifican. El segundo, a su


vez, es el sustento y la base del primero. El contenido y extensión, el profesional es
mucho más que lo simplemente profesional.

Ser profesional, desde la perspectiva práctica, es ejercer la profesión para


la cual se preparó y hacerlo de la mejor forma posible. Cuando alguien es
realmente profesional, actúa como tal, es decir, utiliza sus conocimientos y
capacidades especializadas para servir a los demás y para vivir dignamente él
mismo. En este caso, los actos y las relaciones profesionales deben estar a la
altura de la responsabilidad y del compromiso asumidos libremente por el
profesional. Consecuentemente, esperamos coherencia y armonía entre lo
profesional y el hecho de ser profesional.

Ser profesional tiene implicancias a favor de un desempeño de calidad, de


humanidad y de servicio. Por eso, como dijimos, el uso común del término “ser
profesional” es aleccionador. Calificar a alguien de ser profesional, o de actuar
profesionalmente, indica seriedad, madurez, actuar conscientemente, proceder con
dignidad. Así cobra cabal sentido todo lo que corresponde a lo profesional, como
derivado y expresión de riqueza interior de la persona.

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LA CONCIENCIA PROFESIONAL

¿Qué es la conciencia profesional? Esta es una pregunta importante, después de haber


considerado los efectos sociales de su ausencia o de su deformación. La definición de conciencia
profesional es importante y orientadora. Por eso, debemos encararla y formularla.

Podemos definir la conciencia profesional desde varios ángulos, aunque todos ellos
guarden unidad. Se trata de aspectos significativos que la integran y definen; lejos de ser
excluyentes, más bien se complementan y enriquecen. Conociendo lo que ella es, tendremos
camino expedito para reflexiones igualmente importantes. Diremos que la conciencia profesional
es, entonces:

1. La conciencia que un profesional tiene y vive acerca de los compromisos personales con
el ejercicio correcto de su profesión. Para cada persona, tener una profesión constituye
una mayor y nueva oportunidad de desarrollarse como persona. Implica, por lo tanto,
actuar, en la vida profesional, con responsabilidad, con libertad y con motivaciones
adecuadas. Reconocer estos compromisos y actuar de acuerdo con ellos es tarea de la
conciencia profesional.

2. La percepción que el profesional tiene sobre las responsabilidades que le son propias de
acuerdo con la naturaleza de la profesión que tiene. Cada profesión, además de las
exigencias comunes, tiene las propias, según sus fines y posibilidades. Al abrazarlas y
hacerlas suyas, el profesional se obliga a llevar una determinada manera de actuar, de
decidir y de responder por sus actos.

3. El conjunto de valores y actitudes que el profesional asume personalmente en


concordancia con los requerimientos de su profesión. Todas las profesiones tienden a
desarrollar en quienes las cultivan y ejercen determinados hábitos y formas de conducta.
Cada una también alienta la realización de valores, que debieran dar sentido, orientar y
motivar la acción del profesional.

En realidad, la conciencia profesional no es más que la conciencia moral del profesional.


Es la misma conciencia moral de aquella persona que, al convertirse en profesional, debe enfocar,
valorar, juzgar y decidir sobre las situaciones propias de su ejercicio profesional. No se trata de
alguna conciencia especial, distintas a la moral; es ésta misma ahora ampliada y aplicada a la
profesión.

Conciencia profesional,
Síntesis de vida moral y profesión

No se trata, en rigor, de una especie nueva de la conciencia moral, sino de un aspecto


particular de ella, en cuanto aplicada a un objeto determinado, o sea, a la actividad profesional, en
la que se da, como en toda actividad humana, la subordinación al orden moral.

Podríamos definirla diciendo que es la justa apreciación de los deberes que, ante Dios y
ante la sociedad, incluye el ejercicio de toda profesión, o más en general, el cumplimiento de
cualquier cargo público o la realización de cualquier misión que trasciende al exterior, o que se
sale del ámbito de lo individual en su sentido estricto.

Se viene advirtiendo una verdadera disociación o divorcio entre la norma moral y la


actividad profesional, y ello es debido a la falta de esta conciencia que decimos. Parece como el
hombre dejara de estar sometido s alas leyes divinas de la justicia, de la caridad, sobre todo, para
no buscar otra cosa que es el medro personal o el progreso material, la riqueza, el bienestar que
ellas proporcionan, la felicidad de aquí abajo, cuando ejercita sus fuerzas y su inteligencia en algo
que, de suyo, es servicio de los demás, pero que se convierte en medio de aprovecharse, sin la
menor preocupación por el bien de que se priva al prójimo o por el daño positivo que se le causa.

56
La falta de conciencia profesional, a que suele aludirse cuando se constatan los enormes
fallos de la pública administración, por ejemplo, o la facilidad con que quebrantan obligaciones
graves de suyo gentes, por otra parte, de vida cristiana exterior intachable o, al menos, corriente,
puede obedecer, o a una carencia de formación cristiana integral, o a la influencia del ambiente,
saturado de inmoralidad. Es frecuente excusar la conducta propia, a todas luces en desacuerdo
con los principios morales, con lo que todos hacen, tolerándolo o no quienes habrían de intervenir
para evitarlo. Al fin se trata de falta de conciencia moral en general.

Peinador, A. Tratado de Moral Profesional, ed. cit., págs. 46-47

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SAN MARTÍN DE PORRES

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN,


TURISMO Y DE PSICOLOGÍA

ESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA

LECTURA OBLIGATORIA Nº 1

SEMESTRE 2005 - II

TEMA:

Fuente
♦ La Ética
Sans, Julio. (1998) Tesis Doctoral “La Ética”. Capit. 1
Editorial San Marcos

58
LA ETICA

Es indudable que los términos pierden gran parte de la riqueza de su contenido primitivo en
su uso prolongado a lo largo de la historia y que, aunque parezca paradójico, modernos
tratamientos del problema devuelven a los vocablos su significación originaria a pesar de no haber
tenido en cuenta para nasa su etimología. Tal vez algo de esto ha ocurrido con el término “ética”,
cuyo abundante y cotidiano uso ha hecho borrar de la memoria de los hombres el tipo de realidad
que con él quería designar. El término “ética” sugiere en nosotros, generalmente, toda una serie
de molestos y a veces difíciles deberes y obligaciones cuyo cumplimiento viene exigido para la
buena marcha del grupo social en el que estamos encuadrados. Determinadas filosofías y
teologías han explicado además el carácter ético del hombre como una consecuencia de su
limitación y de su contingencia y, aunque han subrayado el hecho de que la responsabilidad y la
libertad nos confieren un privilegio y una dignidad de los que no gozan los animales inferiores
sometidos a la esclavitud del instinto, lo cierto es que no han conseguido desterrar del campo de lo
puramente emocional la sensación molesta y desagradable que nos causa el sabernos sometidos
a una reglamentación que experimentamos como ajena. Por si fuera poco, toda una pedagogía de
castigos y represiones ha contribuido a hacernos creer que el campo de la Ética era
fundamentalmente el campo de la ascética y del sacrificio y que el placer y la felicidad estaban
reñidos con él.

La crisis del autoritarismo y la progresiva intensificación del individualismo moderno habían


necesariamente de influir en el campo de la Ética. Como una especie de defensa frente a la
imposición moral, el hombre ha intentado encontrar una explicación al sentimiento de obligación,
creyendo que, al desenmascarar lo que se ocultaba tras el carácter sagrado y respetable de la
Ética conseguiría liberarse de su situación de, impotencia frente a ella. Se trataba, al menos, de
justificar racionalmente el deber ético y de devolver a las leyes su espíritu, esto es, de explicar su
finalidad y su utilidad. ¿Qué, provecho individual y social se seguía del cumplimiento de las leyes
morales tradicionalmente admitidas? ¿Qué ventajas obtenía el individuo ajustándose al código
ético de su grupo social?

El tratamiento teórico del individualismo nació, sin embargo, bajo el peso de un importante
prejuicio que Georges Gurvitch ha denunciado en su obra 'La Vocación actual de la Sociología": la
oposición entre individuo y sociedad. a Psicología y la Sociología contemporáneas han superado
ya en mucho este, problema, aunque es preciso admitir que a un nivel práctico, y, si se quiere,
personal, emotivo, estamos íntimamente convencidos de que "la Sociedad" ha heredado el papel
dictatorial y legislador que anteriormente ostentaba la divinidad de las religiones tradicionales. La
normatividad ética, promulgada por Dios o la Sociedad, siempre era un elemento extraño que venía
a constreñir desde fuera nuestros deseos e inclinaciones. Es evidente que ni la religión ni el
compromiso social, rectamente entendidos, pretendieron nunca defender esto, pero lo que estamos
subrayando aquí es que los elementos negativos y obligatorios de la moral han prevalecido en la
conciencia y en el sentimiento del hombre medio sobre los aspectos positivos y autónomos.

Los nuevos planteamientos éticos, por el contrarío, han subrayado, de forma especial, el
compromiso que tenemos contraído con nosotros mismos y la obligación ineludible de realizarnos
en una labor creadora y proyectiva. Como, en este sentido ha indicado Cenillo:

"ética no puede significar solamente la reflexión acerca de la bondad o


malicia de las acciones humanas, pues la actividad humana no tiende
exclusivamente al "bien" o al "mar' como a un fin en sí, sino que, por lo
menos concomitantemente, tiende a formalizar el mundo para librar al
hombre de su desfondamiento y su excentricidad Puede, pues, hablarse,
sin temor a errar, de una ética "creadora" o formalizadora del mundo
humano, o, también realizadora de la persona en cuanto humana (por
eso aquello que la deshumaniza o que la aliena, es éticamente "malo").
La ética no se refiere unidimensionalmente a la bondad o a la malicia de

59
las acciones, en abstracto, sino a la plenitud constructividad, o
destructividad y vacío de sentido realizador, de esas mismas acciones".

Este deber de auto-realización ha venido en gran manera promocionado por las inéditas
posibilidades que la moderna psicología científica ha vislumbrado en el psiquismo y en el
comportamiento humanos. Tal vez hoy, más que nunca, podemos comprender las misteriosas
palabras de Heráclito: "Camina, camina, nunca quizá lograrás alcanzar los confines del alma,
aunque recorras todos sus caminos. Tan profunda es su medida".

¿Fue considerada la Ética, en los orígenes de sus planteamientos teóricos, como algo
externo y frustrador que- se oponía desde fuera a nuestras más íntimas inclinaciones?
Las anteriores consideraciones y esta última pregunta nos conducen a plantear un
problema etimológico. Analizando el vocablo con el que se designó originariamente la acción moral
en el contexto de la cultura griega, intentaremos encontrar un punto de partida a nuestro estudio.

Sabido es que el término "ética" procede el griego, en el que designa un lugar o un país
habitado. Parece pues, que, ante todo, comportamiento ético significó comportamiento de acuerdo
con las leyes propias de una comunidad. Estas leyes no tenían un sentido exclusivamente moral
(como entendemos modernamente lo moral), sino que eran una amalgama de preceptos y
consejos de carácter religioso, social, jurídico, higiénico, etc. que fueron reducidos a lacónicas
sentencias con la finalidad de que pudieran ser memorizados. “Nada con exceso”, “Conócete a ti
mismo”, “Juzga lo que no es por lo que ves” eran sentencias de este tipo. Junto a esto, hemos de
resaltar que para el griego la sabiduría moral, como ocurre generalmente en las culturas nacientes,
provenía de los dioses. Al igual que todos los grandes logros culturales (el uso del fuego, el cultivo
del campo, la fabricación del vino), los preceptos morales se consideraban revelados por los dioses
o arrebatados a ellos por el hombre. Como indica Selsam:

"Los hombres aceptaban la valoración de lo justo y lo injusto como algo


proveniente de fuera de sí mismos. Tardaron muchos miles de años en
descubrir que ellos mismos eran quienes establecían esas reglas y
creaban sus ideales acerca de lo que debía ser el comportamiento
humano y la vida humana. Y tardaron aún más tiempo en descubrir que
eran capaces de elaborar teorías éticas sólo porque eran capaces de
quedar insatisfechos con las cosas tal como son”.

Modernas interpretaciones de la palabra "ética" en el contexto de la cultura griega, que ven


en "el lugar" designado por el vocablo no algo externo si no el lugar que, el hombre porta en sí
mismo, como hace Heidegger en la “Carta sobre el Humanismo”, supone faltar a la objetividad
histórica. Ni siquiera el interiorismo socrático implica un llamamiento a la individualidad sino a
ponernos en contacto con el dios íntimo que habla al corazón del hombre justo. Buscar textos para
justificar la interpretación del término desde el hombre, como hace Aranguren, nos parece también
infundado. Concretamente, el texto de Zenón el estoico al que recurre:
“el "éthos" es la fuente de la vida de la que manan los actos singulares”,

significa todo lo contrario a un humanismo individualista, pues "singular" expresa


fundamentalmente participación, fracción de un todo, lo cual concuerda con la creencia de
estoicismo antiguo de que el alma humana es un ser físico que se identifica con el ser total y el
término "brotan" indica un fluir en el que juega muy poco papel la libertad, lo cual también encaja
con el determinismo finalista de la escuela.

El proceso que se aprecia a lo largo de la historia de la cultura griega se dirige a una mayor
comprensión de lo ético en términos sociales, esto es, a considerar la ley ética más como una ley
comunitaria que como una ley física. La sociabilidad es lo que diferencia al hombre de los animales
y la definición aristotélica de hombre, como animal político hay que entendería dentro de esta línea.
El vocablo «éthos» puede traducirse, como ha propuesto Zubiri, por “modo o forma de vida”, no en
el sentido biológico de temperamento, pero tampoco como carácter individual.

60
Otro término, del que también se pretende hacer derivar nuestra palabra «ética», acentúa
aún más el carácter social de la moral griega, pues con él se hace referencia a los usos y
costumbres que son patrimonio del grupo. Como nos indica Aristóteles, este término, deriva de otro
que quiero decir que el modo de ser se adquiere mediante el hábito, logrado con la repetición de
actos iguales. El «modo o forma de vida» personal se alcanzaba para el griego mediante la
apropiación del «modo o forma de vida» comunitario. Se trataba de hacer costumbre individual lo
que era costumbre social, de repetir individualmente lo que el grupo había ido repitiendo
generación tras generación. Sócrates, considerado por algunos, como el «fundador del ciencia
moral», tampoco se apartó en lo fundamental de esta línea. En realidad, su innovación consistió en
apelar al espíritu y a la pureza de las antiguas leyes atenienses frente a la corrupción de la
demagogia decadente. Por otra parte, nuestro termino "carácter" deriva de la palabra griega
charasso, "esculpir", es decir, "lo que es grabado o esculpido", indicando la idea de que los rasgos
del hombre no son una mescolanza accidental, continuamente en fluctuación, sino que están como
estampados. Parece, pues, que los griegos estaban profundamente convencidos de que lo que
diferencia a los hombres entre si era lo somático. La individualidad tenía un carácter excepcional y,
muchas veces, "divino", siendo claro que en el pensamiento griego la justificación filosófica de lo
múltiple y de lo diverso resultó un problema embarazoso, considerándolo en términos peyorativos e
incluso como falta moral. Los hombres comulgan en lo espiritual e incluso para el mismo Aristóteles
el entendimiento agente es uno y común.

Junto a estas precisiones, encontramos otro término que significa igualmente, fuerza de
ánimo Esta desbordante fuerza interior ha de ser debidamente canalizada en función de,
determinados valores de grupo, valores, que por supuesto evolucionan a medida que la cultura
griega se espiritualiza. La virtud pasa de, designar la potencia física a designar la potencia moral,
esto es, el poder permanecer de una forma imperturbable ante las dificultades y contratiempos del
existir humano. La palabra «mos» latina no tradujo enteramente la riqueza de contenido del "éthos"
griego, pues con ella se quiso hacer referencia fundamentalmente a la exterioridad de la costumbre
y a la propiedad de juzgarnos de acuerdo con los valores del orden establecido. Digamos,
resumiendo, que en sus orígenes la Ética fue considerada fundamentalmente como moral social y
que, en referencia a la Ética individual, simplemente se hizo hincapié, en la fuerza de ánimo, esto
es, en la energía y en la vitalidad personal para encamar los valores e ideales del grupo. Hablar de
conflictos entre el desarrollo de la personalidad individual y los imperativos de las normas morales
de grupo, haciendo referencia a la cultura clásica, es caer en un anacronismo difícilmente
justificable. La toma de conciencia de la individualidad es un fenómeno mucho más tardío de, lo
que podemos suponer. A lo largo de la Edad Media, el hombre, vinculado religiosamente a la
Iglesia, socialmente a un estamento y profesionalmente a un gremio, apenas intuye la posibilidad
de, un desacuerdo individual con el orden establecido.

Al lado de este carácter eminentemente social con que el "éthos" es designado en la


cultura griega, hallamos una orientación interiorista e intimista, aunque quizá hemos de puntualizar
que este elemento, fruto de la influencia oriental, siempre fue considerado como algo ajeno y
añadido. La consideración interiorista de "lo ético" tiene un matiz marcadamente religioso, pues
procede del dualismo entre lo psíquico y lo somático característico de las religiones de los
misterios. La creencia en la transmigración de las almas, su interpretación de, la virtud en términos
de armonía, como participación del penuma cósmico que envuelve todas las cosas, nos hacen
sospechar que tampoco en esta línea interiorista encontramos una valoración de lo individual. Sin
embargo, es a través de esta senda intimista, fomentada posteriormente por el cristianismo, y
fundamentalmente por San Agustín y por los místicos medievales, donde lo ético va a ir siendo
poco a poco considerado como algo personal e interior. Es la respuesta personal a un Dios
personal, la realización de la misión que Dios encomienda a un hombre en concreto, el uso de
unos “talentos” que Dios distribuye desigualmente. Quienes han criticado, como Freud, el carácter
masificador de la Iglesia, deberían haber considerado hasta qué punto el cristianismo ha entendido
lo ético como un llamamiento personal.

61
-El proceso de perfeccionamiento de la moral es así paralelo a este proceso de
interiorización. El hombre es un ser moral, como diría Ortega y Gasset, por su capacidad de
ensimismarse, de encerrarse dentro de sí. Los principales conflictos éticos serían vividos en lo más
íntimo de su ser. La voz de la conciencia sólo se hará sentir en el silencio y en el recogimiento
interior. La depuración de los valores morales y la toma de conciencia de la individualidad propia
serán los factores primordiales que subrayarán la paradoja inherente al comportamiento ético:
libertad y deber, realización personal e imposición de unos valores que nos trascienden. Ello hace
que las modernas doctrinas del carácter adquieran inexcusablemente una dimensión ética.

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CUESTIONARIO LECTURA Nº 1

1. Procedencia del término ética

2. A qué alude el término ética

3. Qué es la ética creadora

4. Características de la cultura Griega con respecto a la ética

5. Definición de ethos

6. Postura de Aristóteles

7. Postura de Sócrates

8. Costumbre individual y social de la cultura Griega

9. Características de la conciencia individual en la edad media

10. Consideración interiorista de lo ético

11. consideración intimista de lo ético

12. Posición del cristianismo – San Agustín

13. La moralidad según Ortega y Gasset

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SAN MARTÍN DE PORRES

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ESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA

LECTURA OBLIGATORIA Nº 2

TEMA

♦ Ética y Deontología Profesional


Fuente
Castro, Rita (1998) Ética Profesional. Lima-Perú

♦ El Profesional de Psicología y su “Ethos”


Fuente
Franca-Tarragó, Omar (1996) Ética para Psicólogos. DDB

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ETICA Y DEONTOLOGÍA PROFESIONAL

Una de las primeras dificultades para quien estudia la Ética Profesional es la existencia
de algunos nombres alternativos. De hecho, se acostumbra hablar de Deontología y de Moral
Profesional. Tratándose de tres nombres para lo mismo, como si fueran, de por sí, sinónimos, es
útil hacer una comparación entre lo que efectivamente significan. Así es posible evitar
inconvenientes y deformaciones conceptuales.

La Deontología Profesional ha sido relacionada con la Ética Profesional desde dos


posibilidades. Unas veces, se identifica con ella; otras, aparece como distinta y hasta
complementaria, como es el caso de un colegio profesional, que ha publicado un amplio
articulado sobre las actividades de sus miembros, titulado Ética y Deontología. Lo grave es que,
en el contenido, no establece distingos para apreciar lo corresponde a cada uno.

El término "Deontología" fue introducido por J. Bentham en 1834 como reemplazo de la


moral tradicional, de orientación religiosa. Su autor la definió como “La ciencia de la moralidad” o
“la ciencia de los deberes o la teoría de las normas morales”. Si se trata de Deontología
Profesional, ella sería la ciencia que determinaría y regularía las responsabilidades morales que
surjan en relación con la profesión. La raíz de la palabra, ‘deon’, significa lo que es menester, lo
que se debe hacer, el deber ser.

Si comparamos, el significado de Ética es más amplio y rico que el Deontología. Benthan


introdujo ésta con la intención de evitar el uso del término “moral”. La Ética no se reduce a un
listado de deberes. A ella también corresponde la fundamentación y el sentido de la vida moral,
que, de por sí, escapa y es extraña a la Deontología.

A pesar del intento, el mismo término "Deontología" ha tenido desafortunado, pues no


logró anular al de Ética. Tampoco es aceptable identificarlos, pues, como queda indicado, el
contenido deontológico no se identifica con el ético, más amplio y razonado. La situación se
agrava cuando se pretende juntar Ética y Deontología. La Ética abarca mucho más que ésta,
motivo por el cual no puede ser complementada ella, ni ésta tiene capacidad para hacerlo. A la vez
utilizar los dos términos significa simplemente desconocimiento de lo que significan ambos. Lo
recomendable es olvidar el uso del término Deontología, por inadecuado.

El término Moral Profesional, tal como se desprende en Bentham, por ejemplo, se presta a
entender un enfoque más religioso de la vida moral. Con este significado, ha sido desechado por
algunos. Otros, si identifican Ética y Moral, también identificarán Ética Profesional con Moral
Profesional. Por nuestra parte, preferimos distinguir Moral y Ética, dejando el término 'moral' para
indicar la realidad de los hechos susceptibles de moralidad. El de Ética, en cambio, sería
entendido únicamente como el estudio o investigación filosófica de la vida moral, examen de lo
que es y por qué es lo moral.

EL CAMPO DE LA ÉTICA PROFESIONAL

La Ética Profesional tiene un amplio campo para estudiar. Como primer asunto, examina lo
que es la profesión desde el ángulo de la vida moral, distinguiéndose así de cualquier otra
consideración, incluso de la sociología o de la Psicología. A la Ética Profesional le interesa la
profesión como expresión y como medio moral para la realización del profesional como ser
humano.
Consecuencia de este interés particular de la Ética Profesional es el examen de las
condiciones del acto moral, que también se cumple en las actividades de una profesión. De esta
manera, la Ética Profesional establece las condiciones, la intención y los fundamentos de la
moralidad profesional.

65
Para una mejor comprensión de la moralidad del ejercicio profesional, la Ética Profesional
señala los valores fundamentales de la profesión, la conciencia y la responsabilidad del
profesional así como los principios que debieran inspirar su comportamiento.

DEFINICIÓN

Utilizando las indicaciones anteriores, podemos definir, por segunda vez la Ética
Profesional de esta manera: La Ética Profesional es la reflexión filosófica acerca de la moralidad
del ejercicio profesional o, si se prefiere, es el estudio de la rectitud moral de la profesión. Desde
otro nivel, podría decirse que ella es el examen de las posibilidades morales que puede enfrentar
el profesional en el desempeño de sus actividades.

DIVISIÓN

Dentro de las limitaciones que tiene la Ética Profesional como Ética Especial, es posible
formular dos tipos de reflexiones. Una, de carácter general o común para las diversas
profesiones; y otra, especializada, adecuada a las particularidades de cada profesión. La primera
es una Ética Profesional General, en tanto la segunda es una Ética Profesional Especializada.
Entre ambas existe una relación constante.

La Ética Profesional, sin dejar de ser una Ética especializada y, más bien, por eso,
establece los principios, los sustentos y las condiciones morales de toda actividad profesional. De
estas consideraciones no se exceptúa alguna profesión. Diríamos que se trata del mínimo de
moralidad inherente a toda profesión, independiente de las características propias de cada una.

Cada profesión, es cierto, tiene aspectos específicos, exclusivos y que, desde luego, han
de ser atendidos también aplicando los principios morales. La Ética Profesional Especializada,
además de ser necesaria para considerar a cada profesión examinando su complejidad, revela la
condición moral del real ejercicio profesional.

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EL PROFESIONAL DE LA PSICOLOGÍA Y SU “ETHOS”

El término “profesional” proviene del latín “professio” que tiene raíces comunes con
“confessus” y “professus”. Confessus, significa confesar en alto, proclamar o prometer
públicamente. Professio, indica confesión pública, promesa o consagración. En la edad Media, el
término “professio” se aplicaba específicamente a la consagración religiosa monástica, es decir al
hecho de que alguien ingresara a la vida religiosa mediante un compromiso público.
Posteriormente, pasó a ser usado también en las lenguas romances donde, lentamente, la palabra
“profesión” empezó a usarse para definir a las personas que ejercen determinada actividad
humana con dedicación y consagración total; como es el caso de las llamadas “profesiones
liberales”.

Modernamente los sociólogos coinciden en definir como “profesión” a aquel grupo humano
que se caracteriza por: tener un cuerpo coherente de conocimientos específicos que use una teoría
unificadora aceptada ampliamente por sus miembros; que les permite poseer capacidades y
técnicas particulares basadas en esos conocimientos; haciéndolos acreedores de un prestigio
social reconocido; generando así, expectativas explícitas de confiabilidad moral; que se expresan
en un Código de Ética.

En ese sentido, puede decirse que el “ethos” de una profesión como la del psicólogo es el
conjunto de aquellas actitudes, normas éticas específicas, y maneras de juzgar las conductas
morales, que la caracterizan como grupo sociológico. El “Ethos” de la profesión fomenta, tanto la
adhesión de sus miembros a determinados valores éticos, como la conformación progresiva a una
“tradición valorativa” de las conductas profesionalmente correctas. En otras palabras: el “ethos” es,
simultáneamente, el conjunto de las actitudes vividas por los profesionales, y la “tradición propia de
interpretación” de cuál es la forma “correcta” de comportarse en la relación profesional con las
personas. En términos prácticos, el ethos se traduce en una especie de estímulo mutuo entre los
colegas, para que cada uno se mantenga fiel a su responsabilidad profesional, evitando toda
posible desviación de los patrones usuales. Al conjunto de todos estos aspectos se ha dado en
llamar Ética Profesional que es, a su vez, una rama especializada de la Ética.

Podemos entender que “Ética” o “Filosofía Moral” (con mayúscula) es la disciplina filosófica
que reflexiona de forma sistemática y metódica sobre el sentido, validez y licitud (bondad o
corrección) de los actos humanos individuales y sociales en la convivencia social. Para esto utiliza
la intuición experiencial humana, tapizada y depurada por la elaboración racional.

Escrita con minúscula o usada como adjetivo “ética” o “moral” hace referencia al modo
subjetivo que tiene una persona o un grupo humano determinado, de encarnar los valores morales.
Es, pues, la ética, pero en tanto vivida y experimentada. En ese sentido el lenguaje popular se
refiere a que una persona “no tiene ética” o que “la ética o la moral de fulano” es intachable.

Tanto en el lenguaje vulgar como en el intelectual, a la palabra Moral (con mayúscula) se le


da también un contenido conceptual similar al de Ética. Muchas veces se alude a la Filosofía Moral
como la rama filosófica que se ocupa del asunto de la justificación racional de los actos humanos.
Por otro lado, también se habla de la moral para referirse a la dimensión práctica, vivida de hecho,
o a lo experimentado por los individuos o por las “tradiciones” morales específicas de determinados
grupos.

Podemos decir pues, que la Ética o Filosofía Moral no tiene como objeto evaluar la
subjetividad de las personas, sino valorar la objetividad de las acciones humanas en la
convivencia, a la luz de los valores morales. Cuando la ética reflexiona, no se preocupa de buscar
cuales son –sociológicamente hablando- las distintas “sensibilidades” morales subjetivas que se
dan en las sociedades sino que intenta encontrar aquellos criterios universales, que eliminen la
arbitrariedad de las relaciones humanas y lleven al ser humano a hacerse cada vez más
plenamente hombre. De esa manera, la Ética no busca describir si para un sujeto “está bien” matar
y para otro sujeto “está bien” dejar vivir, sino que trata de justificar racionalmente si puede

67
considerarse bueno para todo ser humano (criterio universal ético) el deber de dejar vivir o de
matar. La ética se ocupa, pues, de encontrar las convergencias axiológicas racionalmente
justificables para todo ser humano, aún cuando estas convergencias sean muy reducidas y haya
todavía mucho por recorrer en su búsqueda. Su intento siempre consistirá en evitar la arbitrariedad
y, en ese sentido, la función del especialista en ética es la de ser testigo crítico de las prácticas
profesionales arbitrarias y la de ser portavoz cualificado de las minorías no tenidas en cuenta.

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CUESTIONARIO LECTURA Nº 2

1. Diferencias entre Ética profesional, Deontología, Moral profesional

2. Etimología del término Deontología

3. Relación entre Deontología y Ética según la autora

4. Concepciones de Ética profesional

5. Ética profesional general

6. Ética profesional especializada

7. Etimología del término profesional

8. Concepción del ethos profesional

9. Diferencias entre Ética o Filosofía Moral y ética o moral

10. Características de la Ética o Filosofía Moral

11. Características de la ética o moral

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TURISMO Y DE PSICOLOGÍA

ESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA

LECTURA OBLIGATORIA Nº 3

TEMA

• La regla de fidelidad a las promesas hechas

Fuente:
Franca-Tarragó, Omar (1996) Ética para Psicólogos. DDB

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LA REGLA DE LA FILDELIDAD A LAS PROMESAS HECHAS

De nuevo es la profesión médica la que nos permite rastrear los antecedentes históricos
más antiguos sobre este tema. Desde muy pronto la medicina ha formulado el deber de guardar la
fidelidad a las promesas y ha considerado como alto “honor” de sus miembros, el conservarla
incólume. La forma del Juramento Hipocrático traducida a un lenguaje secular, incluye los tres
elementos que componente una verdadera promesa, tal como veremos enseguida. En primer lugar
formula el objetivo del juramento que es hacer todo lo posible por el bien de los enfermos. La frase
más explícita en ese sentido es la que dice: “En cuantas casas entrare, lo haré para bien de los
enfermos, aparatándome de toda injusticia voluntaria y de toda corrupción...”. En segundo lugar, el
juramento hipocrático está hecho delante de testigos: “juro por Apolo... y todos los dioses y diosas”.
En tercer lugar establece que el médico está dispuesto a reparar los posibles daños que se deriven
de no cumplir la promesa se jura solemnemente : “juro.. cumplir fielmente según mi leal saber y
entender, este juramento y compromiso”. Y más abajo concluye: “Si este juramento cumpliere
íntegro, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte honrado por todos los hombres y por la más
remota posteridad. Pero si soy trasgresor y perjuro, avéngame lo contrario”.

No podemos aludir aquí a cómo esta tradición de fidelidad a las promesas o a los acuerdos
ha ido cobrando diferente expresiones a lo largo de la historia y se ido integrando también a los
códigos de Ética Profesional, especialmente en estos últimos dos siglos. Baste afirmar que, en
general, dichos textos dan por supuesto que cuando se entabla una relación profesional, tanto el
psicólogo como el cliente aceptan iniciar un acuerdo en base a dos condiciones mínimas: el
profesional promete brindar determinados servicios y el cliente recibirlos, con tal de que el cliente
cumpla con determinadas instrucciones y el profesional con determinadas conductas técnicas y
éticas.

No es frecuente que en los códigos se refieran a la norma de fidelidad a los acuerdos,


denominándola explícitamente así. En cambio es normal que acepten un derecho del cliente elegir
al profesional; y que es derecho de éste no aceptar la relación. Pero cuando ambos deciden
iniciarla, se entabla un acuerdo sobre la base las expectativas previamente conocidas o formuladas
en el momento. Por lo tanto, los códigos conceden que hay una promesa implícita de cumplir ese
acuerdo y ningún texto deontológico profesional admitiría que se lo quebrantara de forma arbitraria,
sin motivos éticamente lícitos.

Por promesa puede entenderse el compromiso que un asume de realizar u omitir algún
acto en relación con otra persona. Por fidelidad (o lealtad) se pude entender, al mismo tiempo, una
virtud y una norma. Aquí nos referiremos a la fidelidad como la obligación que genera en una
persona, el haber hecho una promesa o haber aceptado un acuerdo.

A veces se confunde “promesa” con “propósito”. Este último implica la voluntad de tener un
determinado comportamiento, sin que por ello se genere una obligación en quien lo enuncia. De
esa manera, el que no cumple un propósito puede ser calificado como inconstante pero no
necesariamente es leal o infiel. En cambio, el que no cumple una promesa es culpable de
perjudicar al otra por todas las decisiones que lo hace tomar a partir de la promesa. También
puede confundirse “promesa” con “preanuncio”. Cuando alguien simplemente afirma a otra persona
que le sucederá una determinada consecuencia en el porvenir, eso constituye el preanuancio de
una acontecimiento del futuro que se parece, en tanto información a la verdad que puede contener
una promesa. Pero ambas informaciones no son idénticas en sus consecuencias. Cuando alguien
me asegura que hará algo por mí, yo puedo creer lo que me dice, puesto lo afirma como algo
verdadero, pero cuando alguien me “promete” que hará algo en relación conmigo en el futuro , eso
provoca en mi una confianza cierta, cualitativamente distinta y mayor, por el hecho de que dicha
verdad, no sólo se afirma como verdadera, sino como “prometida”. Y a mayor confianza en que
algo sucederá para mí, más motivado me sentiré a decidir teniendo en cuenta ese futuro esperado.
De ahí que toda promesa sea potencialmente más manipuladora que cualquier verdad que
simplemente se proclama como previsible. Y aunque en el plano ontológico, el contenido de una
verdad preanunciada y el de una verdad prometida sean el mismo, las expectativas afectivas y

71
éticas que generan ambas verdades, son completamente diferentes. De ahí que la obligación moral
que crea una promesa es sustancialmente mayor que la que crea un mero preanuncio.

Autores que se ubican en posturas éticas muy antagónicas, como el utilitarismo y el


deontologismo, coinciden en afirmar que la norma de fidelidad a las promesas es básica en la
relación profesional – persona, aunque argumenten sobre bases muy diferentes entre si. Los
utilitaristas las defienden, porque estiman que la fidelidad a las promesas es lo que garantiza el
mayor bien para le mayor número. Para ellos, la ruptura de los acuerdos sería catastrófico en la
mayoría de las circunstancias humanas. De ahí que, mantener esta norma es mucho más útil para
los utilitaristas, que lo contrario. Desde una perspectiva deontológico, mientras algunos ven en la
fidelidad a las promesas el principio ético básico y fundamental a partir del cual todos los demás
principios morales se derivarían, otros piensan que la obligación de fidelidad es una forma de
expresar el imperativo de respetar el Principio de autonomía. Pero ambos consideran que es
esencial el deber ético de cumplir las promesas como parte de la estructura fundamental de la
ética.

Podría decirse que hay dos tipos de promesas que, por su misma característica, generan
obligatoriedades distintas: la solemne y la ordinaria.

Promesa solemne sería la que cumple estas condiciones: 1. En el momento de proclamarla


el que la hace declara contraer el deber de reparación en caso de no cumplirla; esto es, la
aceptación por adelantado de una pena proporcionada para resarcir el daño provocado. 2. que
haya “solemnidad” es decir que se hagan en presencia de testigos o con la firma de un documento
escrito, 3. que se haga un juramento ratificador de la promesa. El ejemplo típico de esta promesa
solemne es el Juramento Hipocrático; o el que suele hacer un testigo, antes de dar su testimonio
ante el Juez o un tribunal de Justicia.

La promesa ordinaria en cambio, no tiene solemnidad ante testigos , ni juramento


ratificador. Y tampoco explica cual es la pena especifica de reparación en caso de no
incumplimiento. Esta sería el caso de la mayoría de los acuerdos que entablan entre los
profesionales y sus clientes.

Aunque la mayoría de las profesiones no poseen algo que se pueda llamara “Juramento”,
algunas sí lo tienen, podría afirmarse que, cuando un profesional acepta el código de sus colegas,
de alguna manera está haciendo una especie de juramento o por lo menos, una promesa implícita
asumida públicamente de que va a brindar sus servicios con competencia y responsabilidad, de
acuerdo al compromiso formulado en dicho código ético. La integración de todo psicólogo o
psiquiatra a un Colegio de Profesionales que tenga un código de ética, de hecho, implica un
compromiso público de que se lo va a cumplir como una afirmación de que los pacientes pueden
tener esa confianza sin verse decepcionados.

Recientemente. El hecho de que algunos códigos de Ética profesional prescriban la


conveniencia de hacer el consentimiento informado escrito implica darle carta de ciudadanía a esta
promesa ahora sí explícita que la tradición hipocrática sólo propugnaba para la profesión médica.
Como dice el Dr. E. Pellegrino, el médico “declara en alta voz que él tiene conocimiento y
capacitación especial y que puede curar o ayudar; y que lo hará en el mejor interés del paciente y
no en el suyo propio”. Para el Dr. Pellegrino el estudiante de medicina acepta esta declaración
como algo público cuando recibe el título o cuando hace el juramento de la profesión. Cada vez
que se entabla la relación médico – persona esta declaración vuelve a reiterarse de forma implícita
pero innegable. Para Pellegrino el “acto” de la profesión es una promesa hecha a una persona
necesitada y existencialmente vulnerable. Según su opinión, el acuerdo concreto que se entabla
entre ambas personas es una extensión del juramento solemne que algunas profesiones hacen en
el momento que la sociedad reconoce a un ciudadano, la posesión del título de profesional. Lo
dicho por el Dr. Pelligrino puede aplicarse analógicamente para la práctica específica del psicólogo
o psiquiatra.

72
Cada vez que, a la promesa de una de las partes corresponde la promesa de la otra, se
está ante lo que puede llamarse correctamente, un acuerdo. Creemos que hay que considerar la
convención inicial que se entabla entre un profesional y la persona que recurre a sus servicios. En
el caso, la promesa legítima implícita por parte del profesional consiste en afirmar que:

“Yo me comprometo a hacer todo lo posible de mi parte para que usted pueda satisfacer la
necesidad que lo trae a consulta, siempre que Ud. confíe en mi ciencia y mi arte y eso no implique
perjudicar a terceros. Si eso es así, lo mantendré informado de todo lo que competa con el fin de
que Usted ejerza su derecho de decidir”.

Por su parte, la persona que solicita los servicios profesionales afirma implícita o
explícitamente algo así como lo siguiente:

“Yo me comprometo a confiar en usted y seguir sus sugerencias para obtener lo que
necesito, si esto está dentro de las posibilidades de su ciencia y de su arte, si garantiza que ejerza
mis derechos como persona y ciudadano y no atenta contra mis valores éticos”.

A diferencia de la formulación antes planteada hecha, sin duda, por un profesional


respetuoso de la libertad del paci9ente una mentalidad paternalista del psicólogo o psiquiatra
podría razonar implícitamente de manera muy distinta:

“Si Ud. quiere que yo lo beneficie, confíe en mí y siga mis indicaciones. Lo atenderé a Ud. y
sus asuntos lo mejor que pueda, pero no hay nada más que Ud, necesite averiguar respecto a su
situación de salud que el hecho de saber que estoy haciendo todo lo necesario”.

Es muy excepcional que este paternalismo “fuerte” en el acuerdo válido se plantee así, de
forma tan grosera y explícita. Defenderlo públicamente implicaría caer en el descrédito ante los
colegas y ante el público. Sin embargo, la experiencia dice que todavía son muchos los
profesionales que subjetivamente sienten y piensan de esa forma; y buscan actuar en
consecuencia.

Habrían pues, tres modelos diferentes de enfocar el acuerdo persona – profesional:

4. El profesional como “mago” paternal, agente de “servicios” específicos, que esta “por
encima” del cliente y decide los medios, condiciones y límites del servicio que presta;
que admite que la persona intervenga en la decisión, solamente en lo que se refiere a
aceptar o no, le resultado final que él quiere lograr con la intervención profesional.
5. El profesional como agente del cliente. Este último es que “contrata” y el que decide todo
en la relación. Según este esquema completamente opuesto al anterior el profesional es
un “empleado” del cliente y éste es el que manda lo que aquel debe hacer, modulando
su influencia de acuerdo al dinero que paga al profesional.
6. El profesional como asesor calificado y comprometido con la persona. En este esquema el
acuerdo ético entre el psicólogo y la persona es la relación entre días sujetos libres,
autónomos y éticamente rectos, que se benefician mutuamente de la relación para
buscar que uno y otro pueda ejercer sus legítimos derechos o deberes para consigo
mismos y para con la sociedad. La relación se basa en la libertad y en el necesario flujo
de información para que cada uno tome las decisiones que le corresponden en derecho.

No consideramos adecuado pensar que la “fidelidad a las promesas” sea el principio básico de
toda ética, puesto que puede hacerse promesas cuyo cumplimiento básico de toda ética, puesto
que se pueden hacerse promesas cuyo cumplimiento implique dañar a otros; o que impidan evitar
graves perjuicios en terceros. Por esta misma razón no puede decirse que la fidelidad a las
promesas se justifique éticamente por el sólo hecho de haberse entablado entre dos personas
autónomas. Es evidente que la norma de fidelidad siempre tiene que considerarse subordinada al
principio de no perjudicar; y como una “canalización” del principio de autonomía. Es por eso que la

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incluimos, junto con la regla de veracidad y de confidencialidad, entre las normas morales que
deben cumplirse “primera fascie”, es decir, siempre que no entren en conflicto con los principios
éticos fundamentales. Cualquiera de estas reglas éticas posibilitan que los principios de
Autonomías, Beneficencia y Justicia se pongan en práctica. Son como canales o vías para que se
cumplan los principios y en caso de conflicto entre unos y otras, quedan subordinadas a aquellos.

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CUESTIONARIO LECTURA Nº 3

1. Concepción de fidelidad

2. Concepción de propósito

3. Concepción de compromiso

4. Concepción de promesa

5. Implicancias y consecuencias de cada uno de los conceptos anteriores

6. Juramento solemne

7. Juramento ordinario

8. El acuerdo

9. Tipos de acuerdo profesional-cliente

10. Posición utilitarista

11. Posición Deontológico

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U N I V E R S I D A D D E
SAN MARTÍN DE PORRES

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN,


TURISMO Y DE PSICOLOGÍA

ESCUELA PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA

LECTURA OBLIGATORIA Nº 4

TEMA

• Ética y Valores en Psicología

Fuente:
Revista peruana de Psicología Pp. 27-34

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ÉTICA Y VALORES EN PSICOLOGÍA

I. INTRODUCCIÓN

“No me caliento mucho los cascos a propósito del bien y del mal, pero, por término
medio, he hallado muy poco “bien” entre los hombres. Por lo que he llegado a saber de
ellos, en su mayor parte no son más que escoria, tanto si apelan a tal o cual doctrina ética,
como si no apelan a ninguna.”
Sigmund Freud

Antes de abordar los problemas anunciados en el título del presente trabajo debo
decir que la cita es un fragmento de una carta que Sigmund Freud escribiera a Oskar
Pfister el 09 de octubre de 1918. La he extraído de un texto de Maud Mannoni, La teoría
como ficción, de 1979, quien la reproduce justo antes del prólogo, aunque sin indicar
claramente, a lo largo del libro, por qué la trajo a colación.

Como quiera que fuere, una afirmación como la de Freud revela una actitud que
calificaría como pesimista ético. No es esa una actitud singular, y hay testimonios que
indican que nunca lo habría sido. Por ejemplo, en su Por qué no soy cristiano, Bertrand
Russell decía que lo desagradable e insatisfactorio de este mundo nuestro se debería a
que éste fue creado por el “demonio” en un momento en que Dios se hallaba distraído.

¿Cómo puede justificarse dicha posición e incluso su contraria? ¿Cuál sería la


gravitación que el planteamiento de problemas éticos y valorativos tendría sobre el ejercicio
y la elección de una profesión como la Psicología que no es sino una de las ciencias
sociales?

Para intentar dar respuesta a la segunda pregunta que está directamente


relacionada al presente trabajo, cabría precisar algunas nociones básicas introductorias.
En principio, habrá que distinguir entre ética y ética normativa; no obstante la vinculación
entre ellas. Mientras que la ética teoriza sobre los problemas filosóficos que surgen de la
práctica, esto es, sobre los fundamentos en los que reside la importancia de la conducta
moralmente correcta, la ética normativa, por definición, prescribe aquellas normas que
orientan a la cristalización de los valores morales a través de nuestros actos.

Hecha esta delimitación conceptual, que no debiera considerarse como exhaustiva


sino como funcional, podría pasar a situar el contexto del análisis a desarrollar. Para esto,
plantearé dos problemas ético-valorativos que estimo como incidentales: 1. ¿qué cabe
esperar del psicólogo? y 2. ¿para qué estudiar psicología?

La primera pregunta es otra formulación de ésta: ¿qué debe hacer un psicólogo,


consigo mismo y con los demás, en tanto profesional que promueve el equilibrio personal e
interpersonal? En ésta tenemos a una pregunta que expresa un problema práctico. La
segunda pregunta, por su parte, se refiere a los fines o valores a los que se aspiran en la
elección profesional de la Psicología.

En síntesis: éste será un intento de análisis teórico de la ética y valores en


Psicología de acuerdo, en cierto modo, a las cuatro famosas preguntas que, según Manuel
Kant, inspiran a la razón especulativa: 1. ¿qué puedo saber? 2. ¿qué debo hacer? 3. ¿qué
me cabe esperar? y 4. ¿qué es el hombre?

Digo en cierto modo porque solamente me atendré a las tres últimas preguntas, ya
que la primera -¿qué puedo saber?- es de una índole que el propio Kant consideró como
metafísica, aunque, a mi juicio, y enfatizando el saber, tendría una proyección también
epistemológica. Podría argüirse, sin embargo, que al tratar sobre ética y valores en
Psicología se estaría abordando un problema también epistemológico, pero ése no es el

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caso; pues, lo que aquí se va a discutir no es la cientificidad de la Psicología, sino cuáles
son las normas y los fines que, respectivamente, atañen al ejercicio y a la elección
profesional de la misma.

En consecuencia, y adaptando aquellas preguntas de Kant a mi propósito, ceñiré el


trabajo al desarrollo de algunas conjeturas sobre las dos preguntas antes formuladas y
añadiendo, para intentar también responderla, ésta: ¿qué es ser psicólogo? A esta última
fórmula adaptaría la pregunta: ¿qué es el hombre?

Comenzaré, entonces, con el primer problema, que es, como veremos, un


problema ético.

II. ¿QUÉ CABE ESPERAR DEL PSICÓLOGO?

Una pregunta como ésta es tanto ética como psicológica. Veremos por qué. Como
el objeto central es el aspecto ético, convendrá examinar el psicológico. Si preguntamos:
¿qué cabe esperar del psicólogo?, podría entenderse que estamos queriendo saber qué
esperamos de su actuación profesional y, en especial, diría, de su desenvolvimiento social.
En este último caso se trataría de indagar por la inteligencia social que el psicólogo
evidencie en su conducta con los demás.

Pero, ¿qué vendría a ser la inteligencia social? Según se la define en Psicología


social, viene a ser la capacidad de una persona para desenvolverse en las relaciones
interpersonales de acuerdo al rol que ella porta. Dicho de otra forma, una persona muestra
inteligencia social cuando ella actúa ante los demás con arreglo a lo que se espera de su
conducta en tanto portadora de un rol. Es por esto que una pregunta como: ¿qué cabe
esperar del psicólogo?, tiene un cariz, por así decir, psicológico.

Ahora, plantearla en términos estrictamente éticos, que es lo que aquí interesa,


habría que formularla así: ¿qué es lo que debe hacer el psicólogo? De esta forma es que
pasaré a examinar los aspectos éticos concernientes al ejercicio profesional de la
Psicología.

Esto nos llevará a revisar algunas cuestiones relacionadas a la ética profesional.


Esta constituiría un capítulo de la ética normativa y, en dicho sentido, está conformada por
un código o conjunto de reglas y principios que norman el desempeño en una prestación
de servicios.

En otras palabras, un código ético selecciona y justifica patrones y fines de


conducta. El primero de los códigos éticos que en Psicología profesional fue publicado data
de 1953 bajo la responsabilidad de la American Psychological Association (APA). Un
comité de ésta recibió de psicólogos una diversidad de incidentes críticos que involucraban
dilemas éticos.

El código en cuestión fue resumido en principios generales en 1959 y funcionó


como tal hasta 1977, año en que fue sometido a revisión. Ahora bien, el código de 1977
contiene un preámbulo y nueve principios referidos a la investigación, las normas
académicas, la aplicación de pruebas y el diagnóstico.

Quisiera hacer una reseña del preámbulo, no sin antes pasar una brevísima revista
a las áreas y principios. Entre éstos tenemos: la responsabilidad, eficiencia, normas
morales y legales, afirmaciones públicas, confidencialidad, bienestar del
consultante, relaciones profesionales, utilización de técnicas de evaluación y
realización de actividades de investigación.

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Veamos ahora qué dice el preámbulo. De acuerdo a éste, los psicólogos respetan
la dignidad y el valor de los individuos, así como también honran la preservación y
protección de los derechos humanos fundamentales. Del mismo modo, se dice que los
psicólogos están comprometidos con el aumento de los conocimientos acerca del
comportamiento humano y con la comprensión de las personas consigo mismas y con los
demás, de la misma manera que con el uso de dichos conocimientos a fin de promover el
bienestar humano.

Así mismo, se afirma que en procura de tales objetivos los psicólogos han de hacer
todo el esfuerzo que sea necesario para proteger el bienestar de quienes acuden a ellos
para solicitar sus servicios, así como del de cualquier ser humano e incluso animal que
pudiese ser objeto de investigación. De tal forma, se sostiene que el psicólogo ha de
emplear sus habilidades y preparación únicamente para la consecución de aquellos
objetivos que sean compatibles con estos valores y sin permitir la intromisión o
interferencia de personas que abusen de los que están bajo su responsabilidad.

Finalmente, se proclama que los psicólogos profesionales deben disponer de


libertar para la indagación y la comunicación; para lo cual asumirán la responsabilidad que
dicha libertad conlleva. Al cabo de esta revisión, creo que es conveniente confirmar la
idealidad, quiero decir, a los ideales que están representados en los valores morales que
debe cristalizar el psicólogo profesional en sus relaciones intepersonales con la realidad en
la que él se desenvuelve.

Hasta donde se tiene conocimiento, no se ha hecho público un código ético que


regula la actuación profesional del psicólogo peruano. Si es que se ha elaborado alguno,
ése parece mantenerse, hasta el presente, muy sotto voce. Más aún, cabría pensar en
desarrollar uno que replique, por decirlo de algún modo, la metódica de los “incidentes
críticos” que empleara la APA.

De hacerse así, de seguro que recolectaríamos una variedad de acontecimientos


que, cualquiera de nosotros, podría atestiguar como casos de dilemas éticos. Por si acaso,
no estoy desconociendo que mis colegas respetan la dignidad y valor de sus “consultantes”
o que no preservan y protejan los derechos fundamentales de éstos. Los “dilemas éticos” a
los que aludo no conciernen a la relación psicólogo-consultante, sino a la relación
intraprofesional.

En este último caso se trata de una exigencia que es crucial para el psicólogo: él
debe ser un modelo que, en su conducta social, lato sensu, personifique los valores que
persigue infundir. En otras palabras, no debiera darse de parte del psicólogo una conducta
que tenga un lado profesional (sobrio, equilibrado, equilibrador, atento, cordial y
respetuoso) con sus clientes y otro doméstico (distante, receloso, seco, desconfiado o
incluso proclive a la denigración gratuita) con los que alternan con él en la práctica
académica y de la especialidad. Vale decir, si el psicólogo respeta la dignidad y valor de
quienes solicitan sus servicios –y aquí está el asunto doméstico-, ¿cómo andamos “por
casa”?

Aquella es una pregunta de dirección inespecífica, pues sería injusto dar a


entender aquí que estoy pensando en alguna o algunas personas. Me refiero, entonces, a
situaciones que muchos de nosotros, si no todos, hemos experimentado como “incidentes
críticos” representativos de “dilemas éticos”. Por lo demás, y también como cualquiera de
nosotros confirmaría, es grato recibir siempre por parte de nuestros “endogrupos” las
manifestaciones más sinceras de aprecio y solidaridad.

Quiero referirme ahora a una parte del preámbulo relacionada al compromiso del
psicólogo con el “aumento de los conocimientos acerca del comportamiento humano”.
Podría objetarse diciendo que un requerimiento como ése no es de índole “ético”; pero,

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creo que ese reparo también tendría su contrarréplica: todo compromiso es, por definición,
una obligación moral. Ahora, una vez más: ¿cómo andamos por casa al respecto?

Veamos, por ejemplo, nuestras actitudes epistémicas.

¿Cuál es el estado de la enseñanza en nuestras facultades de Psicología? ¿Cuál


es el producto de dicha enseñanza? Vale decir, ¿estamos modelando ante nuestros
alumnos actitudes? ¿Hacemos y conducimos investigaciones científico-tecnológicas?
¿Participamos efectivamente en ellas o sólo las encargamos a nuestros estudiantes para
que al final únicamente figure nuestro nombre? ¿Infundimos a nuestros alumnos actitudes
de crítica y, por tanto, antidogmáticas? ¿Se ha generado alguna contribución teórica?

Preveo que cada quien de nosotros y sin hacer un gran esfuerzo de “realismo”
podría intentar responder al menos una de las preguntas arriba formuladas. Creo que al
respecto bien podrían idearse ciertos incidentes críticos que permitan poner de manifiesto
los “dilemas éticos” que tienen lugar en la práctica académica y profesional. Es también
previsible que muchos de esos “incidentes” complicarían en ellos a los psiquiatras, quienes
sólo tienen ocasión de alternar (ahora menos “paternalistas” que antes) con los psicólogos
que se dedican al área “clínica”; pero, los “dilemas éticos” que suelen crear serían
competencia del Colegio Médico, desde luego. Sólo que, a ese respecto, nuestra Orden
debería entablar los canales de intercambio pertinentes a fin de mejorar las relaciones
interprofesionales.

Otrosí digo: sí, por ejemplo, uno de nosotros que no tuviese siquiera un historial
personal de hábitos de lectura, ante la contracción del mercado laboral y merced a sus
buenos vínculos, se incorporase a la docencia universitaria, ¿qué actitudes orientadas al
estudio podría modelar? ¿Será por esto que de un tiempo a esta parte los intercambios
académicos han adquirido un carácter cuasi ornamental e incluso de cenáculo a
consecuencia de la atención y dedicación que no pocos ponen en la satisfacción de sus
afanes de poner? ¿No será acaso un penoso síntoma de esta distracción del compromiso
por el aumento de los conocimientos la, diría que, aberrante sugerencia de que “no es
conveniente demostrar lo que se sabe”?

Creo que ahora vendría a pelo el para qué de la elección profesional de la


Psicología.

III. ¿PARA QUE ESTUDIAR PSICOLOGÍA?

En el punto del análisis voy a plantear, aunque sea rozándolas algunas cuestiones
valorativas sobre la Psicología. Si la pregunta es “¿para qué estudiar Psicología?”, es por
que en ese para qué está de algún modo implícita la noción filosófica de valor.

A ésta la estoy vinculando, a su vez, con los fines de nuestras acciones. Es decir, y
por razones de conveniencia, no voy a interiorizarme en las dificultades conceptuales que a
los mismo filósofos les plantea la noción de valor; antes que ello, voy a servirme de la
interpretación que al respecto me sugiriera, en comunicación personal, Julio Sanz Elguera
(que tiene bastante que decir en este campo): esto es, cifraré el concepto de valor en el
sentido de fines. De esta forma, el aspecto valorativo de la Psicología sería examinado en
términos de los “fines”, o, si se quiere, de las “aspiraciones” por las cuales a ella se le elige
como opción académico-profesional.

Por sus mismas características la Psicología no es una carrera que, al igual que
cualquier otra, debiera optarse por razones meramente subjetivas (porque le gusta al
estudiante, porque es bueno conocerse a sí mismo, porque deseo ayudar a los demás,
etc.). Dicho brevemente y esto es algo compartido por diversos profesores, debiera
ingeniarse un procedimiento que garantice que el aspirante a psicólogo haya hecho una

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elección apropiada y sin autoengaños. Más de una vez hemos escuchado a más de un
alumno decir que eligió Psicología para comprenderse a sí mismo. Pero ésas son
elecciones equivocadas; es como si alguien que quisiera tener una casa se pusiese a
estudiar arquitectura. En casos como ésos, a mis alumnos les he dicho que quien esté
interesado en comprenderse o conocerse -¡interés per se merecedor de suspicacias!- que
no pierda el tiempo en estudiar Psicología, sino que vaya al psicólogo. ¿Será por la
errónea creencia que el estudio de la Psicología ayuda a comprenderse a uno mismo que
después terminemos encontrando en la práctica a tantos colegas conflictivos?

Esto no significa, por si acaso, desconocer el valor de la Psicología. Es decir, el


valor intrínseco de ella, valor que es por tanto teórico por cuanto su estudio nos aproxima
a una comprensión de la conducta humana, como práctico, puesto que su conocimiento
nos brinda los recursos metodológicos para la planeación del cambio psicosocial. No es
eso lo que está en discusión.

Lo que sí está en discusión es el para qué de la elección profesional de la


Psicología. Vale decir, cuáles son los fines que perseguimos cuando decidimos estudiar
Psicología. No soslayo que sea difícil para cualquier postulante o principiante decir por qué
o mejor, para qué escogió ser psicólogo. Pero ésa no sería una respuesta que ellos tengan
que dar a cabalidad. Es, creo, responsabilidad de los mismos psicólogos profesionales
determinar, con base en su experiencia, los criterios a estimar como meritorios para una
previa evaluación de los alumnos que pretendan o aspiren a ser psicólogos.

Una aspiración que, a mi juicio, debiera subyacer a la elección académico-


profesional de la Psicología sería la que llamaría motivación antroposófica. Esto es, una
motivación cognitiva de exploración y comprensión de lo humano. Pero esto nos llevaría a
tratar de intentar algunas respuestas a la cuestión sobre lo que es ser psicólogo.

IV. ¿QUÉ ES SER PSICÓLOGO?

El pesimismo ético del que hablé al comienzo hunde sus raíces en el nihilismo.
Ahora, este último, en lo tocante especialmente a la ética y a los valores, se halla
representado en el pensamiento de Friedrich Nietzche, cuya influencia sobre Freud ha sido
destacada y para quien el nihilista es un hombre que observa que el mundo, tal como es,
no debería existir, y que el mundo tal como debería ser, no existe.

No es éste el lugar para adentrarnos en una discusión acerca del nihilismo


niestzscheano, el cual, sin embargo, previó una salida del mismo, creo, en la idea de un
superhombre. Lo que sí me parece pertinente analizar sucintamente es esa
contraposición entre el mundo tal como es y el mundo tal como debería ser: en ella estaría
implícita la cuestión relativa a la confrontación entre la realidad, es decir, los “hechos”, y
nuestros ideales, entendidos éstos en el sentido de “valores”, “fines” o “aspiraciones”.

En su El hombre. Su naturaleza y su lugar en el mundo, de 1980, Gehlen


plantea algunas características del ser del hombre que voy a compendiar a continuación.
Según Gehlen, el hombre es: 1. Un ser práxico, esto es, trata-con, lo que hace de él un
agens o “agente”; 2. Un ser inacabado, puesto que es tarea de sí y tarea para sí; 3. Un
ser que toma posición, es decir, que forma opinión y emite dictamen; 4. Un ser de
autodisciplina y autoeducación; y 5. Un ser previsor.

Cabría agregar a éstas una característica que también aparece como


exclusivamente humana: la capacidad para dosificar la exteriorización de los
sentimientos. De los atributos mencionados, y con relación al psicólogo, me parece
sumamente obvio que él debiera profundizar el atinente al cuarto carácter: la
autodisciplina y autoeducación. Esto involucra, entre otras cosas, a la antes aludida
motivación por el conocimiento de lo humano. A mis colegas les diría lo que David Hume,

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en sus Investigaciones sobre el entendimiento humano les decía a sus colegas, los
filósofos (aunque adaptándolo, desde luego): “Sé psicólogo; pero, en medio de toda tu
Psicología, sé hombre ”.

Y hasta aquí nomás. Creo que la ética y los valores en Psicología son aspectos
que deben tender al realizarse. Cuentan que Trotsky decía que cada vez que alguien le
hablaba insistentemente de moral, aquel interlocutor le inspiraba tal desconfianza, que
subrepticiamente se buscaba en los bolsillos para constatar si en ellos aún llevaba su
cartera.

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CUESTIONARIO LECTURA Nº 4

1. Diferencias entre ética y ética normativa

2. Analisis de las 4 preguntas que según Kant inspiran la razón especulativa

3. Inteligencia social

4. Código de ética

5. Aspectos que se consideran en los códigos

6. Compromiso de los psicólogos

7. Papel de los centros de enseñanza profesional en psicología

8. El valor de la psicología como ciencia y profesión

9. El estudiante de psicología10. El profesional de psicología

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