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Los Derechos Humanos y los Derechos Humanos de los Trabajadores

Reflexión ético - filosófica en torno a su problemática y su concepción

Introducción

¿Por qué plantear los derechos humanos desde el campo ético? Por la sencilla
razón de que son derechos humanos, no los derechos de un particular. Siempre
que entran en juego los otros tiene lugar la ética. Los derechos humanos
representan exigencias, actitudes, comportamientos, donde de un modo especial
entra en juego la construcción humana.

Esta es una reflexión ético-filosófica porque se pregunta por situaciones morales


concretas, porque es en torno al problema de construirse humano. Y lo que aquí
pretendo es eso, reflexionar sobre asuntos que de un modo especial afectan la
construcción humana. Lo que aquí presento tiene mucho de mi experiencia, de mi
encuentro cotidiano con el mundo de los derechos humanos y, en particular con el
mundo de los trabajadores. Es una reflexión de hace tiempo pero, que se ha visto
nutrida y confrontada desde el curso de antropología. Y, que ha tomado forma al
finalizar el curso de ética.

Abordo el tema de los derechos humanos porque representa un interés personal,


en más de una ocasión he estado vinculado a grupos que optan por la promoción
y la defensa de los derechos humanos como parte fundamental de su quehacer.
Estas experiencias me han dejado marcado de tal modo que con mi reflexión
quiero dar un aporte en la construcción de un mundo más humano. Esta es una
reflexión a la que nombro contextualizada, porque la hago desde una situación en
la que me reconozco occidental pero, también latinoamericano. Es una reflexión
desde situaciones muy concretas, una situación de opresión y violación
sistemática de los derechos fundamentales. Particularmente pongo atención al
concepto del trabajo, a la problemática que viven hoy los trabajadores
latinoamericanos.

Lo primero que presento es mi visión de la problemática por la que atraviesan


actualmente los derechos humanos. Luego presento un enfoque de cómo
podemos entender al ser humano de tal modo de tal modo que esté acorde con la
concepción de los derechos humanos que luego desarrollo. Por último me
pregunto por los derechos humanos de los trabajadores, no sin antes reflexionar
en torno a la actual conceptualización del trabajo. Lo que en fondo pretendo es
presentar una propuesta de cómo entender los Derechos Humanos de la gente
que trabaja y, que desde el trabajo se juega su construcción humana.

1. Planteamiento del problema

Desde hace tiempo me he preguntado ¿qué son los Derechos Humanos? En


particular me pregunto por los derechos de la gente que trabaja. Sé que si no es
fácil resolver el problema de los derechos humanos en general, estos representan
una complicación. Creo que el asunto es complejo por cuanto no es sencillo ni
siquiera definirlos. Descubro algunos problemas cuando hablamos de Derechos
Humanos, la mayoría de las veces cuando decimos derecho, pensamos en el
derecho positivo, como conjunto de normas que regulan las relaciones entre los
individuos y, los derechos humanos, en cuanto derechos no pueden terminar ahí,
en normas, en derechos y obligaciones.

Otro problema es el hecho de que no todos los derechos humanos están


conceptualizados y, menos contemplados en las normas (y tal vez nunca lo estén).
Los Derechos Humanos son más que una obligación o una pertenencia, una
garantía. Su vigencia no termina -ni empieza- en la positivización. Los derechos
humanos en principio representan las condiciones mínimas para construirnos
humanos. Pero, ¿cómo es esto?, ¿esas condiciones son las mismas en todos los
casos?

Creo que hay más de una dificultad para decir qué son los Derechos Humanos. La
primer dificultad se nos presenta cuando pensamos en “humanos” ¿Qué es ser
humano? No es sencilla la respuesta, a mi juicio definir al ser humano es ponerle
los limites de cualquier definición y, sí tal vez los tiene pero, ¿quién puede decir
cuáles son?, por mucho se puede decir en qué consiste su estructura
psicobiológica básica, sus características o notas esenciales. Pero creo que el
planteamiento es acerca del proceso de construirnos humanos (personas).

En este contexto abordo el tema, mi pregunta es por el qué y el cómo, ¿qué nos
hace humanos o mejor, qué condiciones necesitamos para construirnos
humanos?, ¿Cómo es éste proceso? Si entendemos un poco más este proceso de
construirnos humanos, será más fácil procurar de las condiciones mínimas
necesarias para nuestra humanización.

Ahora bien, al pensar en Derechos Humanos Laborales o mejor, de los


trabajadores el asunto se complejiza más. Si no es sencillo decir lo que son los
derechos humanos, ahora le incorporamos el elemento del. La pregunta que más
de uno hemos formulado: ¿Son los derechos laborales, Derechos Humanos (DH)?
O mejor ¿por qué los derechos laborales son derechos humanos? ¿Esos
derechos laborales contemplan todas las formas de trabajo? Me pregunto ¿qué
concepto de trabajo hay cuando se habla de derechos laborales? Al hablar de
Derechos Humanos ¿da lo mismo el concepto que se tenga de trabajo, es decir,
cualquier concepción posibilita la realización de los Derechos Humanos, que en el
fondo se trata de la realización humana?

Es claro que al surgimiento de los derechos humanos se privilegiaban los


derechos individuales y, esto por influencia de la filosofía liberal. El liberalismo
tenía su concepto de hombre y de trabajo, como es el caso de casi todas las
filosofías. En nuestro contexto, con condiciones distintas a las del surgimiento de
los DH, ¿qué se está entendiendo por trabajo? ¿Qué elementos ha de tener tal
concepto del trabajo para que podamos hablar propiamente de trabajo humano?
Plantear los Derechos Humanos de los Trabajadores (DHT)supone no sólo una
concepción clara de lo que los derechos humanos sean, además requiere precisar
lo que por trabajo se entiende. Porque no es intrascendente el concepto de trabajo
que se tenga, de otro modo, no todos los conceptos de trabajo tienen de fondo la
misma concepción de hombre. No todas las formas de trabajo humanizan.

La pregunta que aquí se plantea es por el ¿qué concepción de hombre habrá que
plantear que corresponda con nuestra visión-conceptualización de los DH? Que en
cierto modo es preguntarse ¿qué condiciones sociales, físico-biológicas,... son
necesarias para que podamos hablar propiamente de derechos del ser humano? Y
luego ¿de qué estaríamos hablando el decir Derechos Humanos Laborales o de
los trabajadores? Las respuestas no son sencillas y, no es fácil agotarlas, la
reflexión trae muchos años atrás. Pero tampoco no cabe cualquier respuesta, en
nuestro caso se trata de responder esto, desde una postura filosófica, sobre todo
una filosofía desde y para América Latina. Desde pueblos donde el autoritarismo
es una característica de nuestros gobiernos y, el poder que ostentan la garantía de
sus seguridades. Se trata de responder desde situaciones concretas de pueblos
que padecen hambre, que se enfrentan a una violencia sistemática.

Puede resultar contradictorio plantear el problema bajo el cobijo de occidente, lo


que no es así. Porque esta postura no descalifica y niega lo que de valioso ha
representado. Es obvio que el pensamiento occidental no es el mismo que el de
nuestras culturas latinoamericanas. Por eso el asunto es demasiado complejo.
¿Qué cosas hay que señalar con toda precisión y, qué sí marca una distancia con
occidente? Que no es la razón, una nota constitutiva del ser humano, por el
contrario la sociabilidad sí representa una nota importante. El hecho es que no
podemos seguir pensado los DH como un asunto individual, cuya vigencia es
sobre todo responsabilidad del Estado.

Como no es la misma nuestra concepción, nos obliga precisar. Cómo entendemos


al Ser Humano, la cultura, el trabajo, los mismos Derechos Humanos. No es lo
mismo el ser humano para un budista que para un mahometano. No es lo mismo
para un Guaraní que para un obrero forjado en entre las maquiladoras de Tijuana
y, menos entienden lo mismo por trabajo. No se conciben de la misma manera un
afro americano que un Raramuri. Sus necesidades fundamentales no son las
mismas. Por su puesto que su construcción cultural es distinta. No tienen ellos
igual que la gente de las grandes ciudades, la misma concepción de hombre, la
misma relación con el cosmos. En nuestro país la población indígena representa
sólo un 10%, no parece tan significativo el dato pero, en el caso de otros países
donde representan la mayoría, como Guatemala, ¿cómo entender los derechos
humanos? ¿Cómo entender al hombre? No lo entiende igual un Tojolobal
alimentado básicamente de raíces y tubérculos, que un chavo bien del D.F.
crecido entre McDonalds y Sanborns.

Como se ve no es sencillo decir lo qué son los Derechos Humanos y menos qué
son los DHT. La lógica occidental presenta su proyecto de humanización como el
único, el más viable; es el proyecto de una sociedad planetaria(ahora global), con
una historia única, con el progreso como meta y justificación de todo lo que no se
ajusta a este proyecto. Se presenta como el proyecto en el que todos somos
responsables, si el barco se hunde, nos hundimos todos con él. Es el proyecto de
la absolutes y la universalidad, una sola cultura, un único modo de ser humano;
con la ciencia y la técnica a nuestro servicio.

Pedro de Velasco, a quien retomaremos más adelante, nos dice que bajo esa
lógica occidental, el hombre deja de ser una “animal de realidades” y vuelve a ser
un animal de estímulos, al menos en lo que respecta a su construcción. “Negar la
posibilidad de diversas alternativas de humanización es en el fondo negar la
posibilidad misma de humanización del hombre, es negarle la libertad de
construirse, es presuponerlo ya hecho y destinado, es presuponer que su praxis
liberadora no genera ni afecta su propia libertad, no afecta su propio ser.”
“Sostener un único camino de humanización es -automáticamente- sacralizarlo y
hacerlo obligatorio, racional, definitivo e incuestionable.”

Creo que un primer paso tanto en México como en otros países pide el
reconocimiento de una población pluriétnica, abierta y no del todo accidentalizada.
Segundo la creciente influencia de corrientes ideológicas de lo “light”, lo simple, lo
individualizado, etc. frente a las que tenemos que resolvernos, porque quiérase o
no, son modos culturales que forman (o deforman al ser humano), donde lo central
es “mi realización”. Precisemos qué se está entendiendo por cultura, en particular
por cultura pluriétnica.

Las culturas latinoamericanas y no sólo, cada vez más exigen el reconocimiento


de la diversidad cultural que de hecho existe. Creo que este reconocimiento
representa el hecho de que los miembros de otra cultura puedan concebir la
construcción humana de modos diferentes y, que perciban como necesidades
humanas básicas, otras, que pueden ser muy distintas a las nuestras, distintas al
modelo occidental. Puede representar modos distintos de conocer, de acercarse al
otro, modos distintos de ejercer la comunitariedad; modos distintos de resolver su
humanización.

Por supuesto que esto platea problemas, sobre todo extremistas, absolutismos o
relativismos; los nacionalismos, son un ejemplo de esto. Ninguno de los dos ayuda
para nuestro propósito. Si se plantea la opción por un multiculturalismo ha de ser
aquel que no represente un relativismo. El problema es plantear una posición
pluralista que supere a ambos y permita plantarse un proyecto de con-vivencia, de
sanas relaciones entre las culturas. Es eso nombrado por muchos como el
derecho a la diferencia. ¿Qué estoy plantando? Sí de algún modo una forma de
multiculturalismo, es eso que se conoce como comunidades plurales, “poliétnicas”
o multiculturales, que rompen con la concepción de una única cultura, monolítica y
coherente; esta forma de multiculturalismo supone un proyecto común, que de
ninguna manera es asumido, sino construido, que no es estático sino dinámico.
Ahora, a propósito de la cultura, esta se debe concebir como un proceso dinámico,
abierta a los procesos de transformación interna y a la comunicación con otras
formas de vida; a partir de lo cual sea posible proceso de diálogo, de recreación e
invención de proyectos comunitarios -comunes. En este contexto “la cultura sería
un fruto de un esfuerzo colectivo, no de asimilación pasiva de una tradición, sino
de una apropiación libre de ese legado, que puede ser de diversos orígenes, que
es transformado y actualizado en cada momento de la vida colectiva”.

Esto nos plantea el problema de la fundamentación de los derechos humanos. Su


Universalidad. Ya he dicho que occidente durante mucho tiempo pretendió una
universalidad impuesta, su cultura era la única valida. Hasta donde yo he llegado
me parece que algo que si es posible encontrar es una serie de características
comunes entre las culturas, significados y sentidos parecidos y, en este sentido
podríamos estar hablando del carácter universal de los DH, en cuanto que hay
similitudes en el proceso cultural de realización humana, hay valores que parecen
ser comunes como la vida; lo que puede significar que la universalidad la podemos
construir, tal vez rastrear.

Por último si un planteamiento de los Derechos Humanos ha de hacerse desde


América Latina, esto supone platearlos en un contexto de mayoría empobrecidas.
Que saben de explotación y hambre, que han sufrido guerras; que reciben un
salario que no les está permitiendo su desarrollo humano, que se han enfrentado a
sistemas autoritarios y represores. Desde una situación de ingobernabilidad en un
número grande de países, gobernados por el narcotráfico; sujetos a las reglas del
mercado, al intervencionismo Norteamericano, a las determinaciones de las
instituciones como el FMI, el BM, el BID, etc. Desde esta situación que obliga
contextualizar a los derechos humanos; situación en la que van representando
conquistas. Desde aquí se plantea el problema de los derechos humanos.

2. ¿Concepto de hombre? ¿Cómo construirnos humanos?

En esta ocasión cabe la pregunta por el hombre ¿qué es el hombre? ¿No es de un


poco contradictorio? Creo que la pregunta se vale y, no es del todo contradictorio.
De algún modo una ética supone una antropología y, más allá de caer en el
absolutismo que aquí se critica, la pregunta es por el ¿qué nos hace humanos o
mejor, qué condiciones necesitamos para construirnos humanos, cómo es este
proceso de construcción?

El ser humano, mejor, la construcción del ser humano es un proceso, no es algo


dado, no es sólo cuestión biológica; no nacemos siendo humanos, nos
construimos. Yo, los otros me construyen; somos una construcción cultural, social.
¿Cómo es este proceso? ¿Qué es ser persona o ser humano? Para Xavier Zubiri
no somos animales, sino personas, porque somos seres inteligentes, seres
sensibles, con voluntad y libertad. La biología no determina que se sea humano, la
humanidad se va construyendo. Ser humano no es algo dado. Las notas “no son
nuestras”, ni nos determinan, ni están determinadas; la voy haciendo mías, las voy
determinando. Que un hombre pueda ser inteligente, tenga sensibilidad, voluntad,
etc., no significa que por eso sea persona. Sus notas no son de él, son notas
abiertas, las tiene que determinar, se necesita de la cultura(“lo otro”). En ella se va
construyendo la persona, el ser humano. En la medida que las notas van siendo
mías, voy siendo yo, me construyo persona humana. Mi inteligencia, mi
sensibilidad y mi voluntad van siendo mías.

Ser persona es hacerse uno mismo, lo que uno quiere y puede ser, es decir, soy
yo quien debe tomar mi vida en mis manos, hacer de mí lo que quiero para mí,
dentro de lo que me es posible. Ser humano es el proceso de ir haciéndose uno
mismo, haciendo lo que uno quiere ser. Yo y la cultura me hacen o deshacen
humano. Sí, pide una estructura básica, la que no es suficiente y por lo tanto tengo
que terminar de construir; me determino, hago lo que quiero ser dentro del marco
de mis posibilidades. A diario, en cada decisión voy decidiendo mi vida, en cada
acción me voy construyendo. Ser humano es hacer mías mis notas, terminar de
construirlas, que mi inteligencia, mi voluntad, mi libertad sean mías.

El ser humano es un ser abierto, es decir, no terminado. Cuando nacemos, no


somos humanos, tenemos la posibilidad de construirnos humanos, nos vamos
construyendo día con día. Nuestra humanidad es completada por los otros y a los
otros les completamos su humanidad. El Ser humano es un ser trascendente
porque su construcción rebasa sus limites, necesita de lo otro (las cosas, los
animales, la biología, el cosmos etc.) necesita de los otros a cada instante. Por lo
tanto alguien que vive completamente solo no puede terminar su construcción, es
menos humano.

Creo que al explicar lo que es el ser humano se han cometido errores: por
ejemplo, pensar al hombre como una estructura dual, dividida (ejems: cuerpo y
alma, razón y espíritu); o lo que es lo mismo, como un ser con dimensiones
terrenas (paganas) y divinas. Esto ha traído consigo posiciones diversas de
entender al hombre y ha propuesto diversos caminos de desarrollo. Son caminos
que han llevando al ser humano a olvidarse de lo “otro”, donde el centro de su
desarrollo y realización es su yo mismo: un ser egocéntrico. Se creé que se puede
ser humano individualmente, que la humanidad o la infrahumanidad de los otros
no me afecta. Ejemplo de esto son los modelos sociales y económicos actuales
que privilegian las relaciones individuales, de competencia, en el fondo de
exclusión del otro, porque representa una amenaza para mis intereses. Lo central
es el mercado, la libre especulación. Mi superación y mi realización. Es una
carrera por llegar a la meta donde para llegar no importa a quien deje atrás, yo
tengo que llegar primero, aún a costa de la vida de ellos (los que han dejado de
ser sujeto para pasar a ser objeto). Lo que no acabamos de entender, lo que no
entienden quienes diseñan tales proyectos es que sólo llegamos a ser humanos
por la gracia de los “otros”; aunque queramos no podemos sacar a lo “otro” de
nuestras vidas, ya está ahí de antemano. Por lo tanto nos es obligado
incorporarlos a nuestros procesos de construir-nos.

El Hombre es una realidad biológica-psíquica. Con las características del


entender, sentir, querer, optar, libre y trascendente. A diferencia de los animales,
el hombre por su propia estructura biológica no podría sobrevivir, necesita de la
razón para poder hacerse cargo de él mismo y de su propia realidad. Sólo el
hombre necesita al nacer del socorro de los otros, si los otros no salen al
encuentro de él se muere; todos los otros animales nacen con la posibilidad de
sobre vivir por sí solos, el hombre no, necesita de otros. Es un ser abierto, lanzado
a construirse, es un ser inconcluso, tiene que hacerse cargo de sí, tiene que salir
de sí mismo para llegar a ser sujeto y persona trascendente. Ya veremos que esta
es una entre tantas cosas que no se acaban de entender y, es por ello por lo que
los derechos humanos no son posibles porque nos los procuramos
individualmente. Mas aún buscamos nuestra construcción a costa de los otros.

No se puede establecer que el hombre es una realidad cerrada, acabada,


conclusa. Está llamado a construir-se en un continuo proceso de mayor
humanización, pero con el riesgo de no lograrlo. De ahí que el ser hombre es una
existencia problemática, una vida puesta en juego cada instante. Por esta
estructura abierta, el hombre esta lanzado a hacerse, a convertirse en agente,
actor y autor de su propia existencia, pero en el mundo y con lo "otro". Sahagun
Lucas explica esto que he dicho de otro modo. Para él un elemento constitutivo
esencial del hombre en cuanto persona es la alteridad, entendida como apertura a
los otros. “El hombre no es un ser clausurado en sí mismo, sino que se abre a sus
semejantes desde su propia mismidad, como aparece en el trato con los demás.
Forja su personalidad a lo largo de su existencia en medio del mundo. Un mundo
humano precisamente no creado por él, sino heredado de sus antepasados.”
Según el mismo autor la existencia del hombre es esencialmente problemática y,
por el hecho de serlo, es lo que constituye al hombre como hombre; esto es, por
su estructura y por su apertura, es una estructura volcada a lo "otro", en cada
instante de su vida tiene que construirse, pues en cada instante de su vida se
juega su propia esencia.

Es un animal de realidades, tiene que construirse en ellas. También es un hombre


lanzado a los otros, necesitado de ellos pero en ciento momento de su vida tiene
que salir a tomar la vida en sus manos y a construirse con las otras realidades
todas. En este acto de estar lanzado y obligado a construir-se el hombre se topa
con los otros, con el mundo y con Dios. Sólo viviendo entre hombres nos hacemos
hombres, ellos no heredan las posibilidades de construirnos en seres humanos; sí
yo pero también la cultura, la sociedad me van determinando. Necesita del
encuentro de lo "otro" para llegar a construir su yo, su ser, su persona. Desde el
momento en que somos concebidos, nuestras familias ya están pensando en
nosotros, ya están interviniendo, ya están determinando nuestra vida. Están
soñando y planeando por nosotros. Nuestra vida depende con mucho de ellos por
los primeros años de nuestra vida. Si no fuera porque los otros al momento de
nacer salieran a nosotros, no podríamos sobrevivir y no llegaríamos a ser
humanos y mucho menos personas. Sólo porque los otros salen a nuestro
encuentro, es por lo que podemos hablar que la vida humana es una vida en
socorrencia. Ayuda, posibilitada por lo otros. Los hombres salen a nuestro
encuentro y nos regalan lo más hermoso que tenemos: la humanidad; las
posibilidades de llegar a constituirnos como seres humanos y como personas
trascendentes. Y esto con mucho es de un modo gratuito, somos gratuitamente
humanos. El hombre a lo largo de su vida tiene que ir construyendo su humanidad,
pero sólo en la relación con lo “otro” es como llega a constituirse en humano, en
un ser en trascendencia. Proceso que implica hacerse cargo de sí mismo, de los
otros y del mundo.

Para Zubiri todo ser personal se halla referido a alguien de quien recibió su
naturaleza, y además a alguien que pueda compartirla. La persona está esencial,
constitutiva y formalmente referida a Dios (un Dios entendido como persona) y a
los demás hombres.

Ese salir a hacer de todo hombre: su yo y su ser, es trascender y es estar


fundamentado en algo superior: en Dios. El hombre ha olvidado que la
construcción de su misma vida la hace desde lo “otro”, el cual está fundamentado
y sostenido por Dios; por ende, ningún hombre aunque lo quiera puede decir que
no está fundamentado en lo supremo (Dios). Todo hombre tiene que vivir una vida
fundamentada en algo, ese algo esta referido a Dios se quiera o no creer. Nadie
puede existir sin ser sostenido por lo divino, lo superior. De ahí que el salir a
hacerse de todo hombre está fundamentado en Dios. Esa es la relación que nos
vincula con el Creador: no podemos ser otros que remitidos y lanzados a lo
trascendente. El ser humano es tal siempre que en su vida están considerados: lo
otro, los otros y Dios. Ser humano requiere -se quiera o no- de los otros, del
mundo y de Dios. Nadie puede hacerse humano sólo, siempre requerirá por su
propia constitución la referencia a lo “otro”. Quien cierra este proceso, de
antemano se está cerrando posibilidades de realización plenas; no sólo se está
condenando a no crecer, sino que está condenando, de antemano, a los otros. La
relación con Dios es personal y a través de los otros. Los otros me acercan a Dios.
A Dios se le descubre en el mundo, en los otros, en “lo otro”. Si el hombre de hoy
no es capaz de recuperar su ser religioso como construcción misma de la vida,
todo lo creado esta en riesgo. Si no es capaz de armonizar los medios a los fines y
optar por esa invitación de Dios de continuar re-creando el mundo, jamás podrá
trascender ni como individuo ni como humanidad.

Es humano entonces, aquel que se ha apropiado de sus notas: inteligencia,


sensibilidad y voluntad, cuando ha hecho de cuerpo su cuerpo. Cuando ha
incorporado a su vida a “lo otro” y, esto es fundamental. Humano no es aquel que
nace con una biología de ser humano sino el que construye su humanidad.

3. Los Derechos Humanos: lo mínimo para ser humano y un bien común


(humano)

Para mí los Derechos Humanos no pueden ser otra cosa que lo mínimo que nos
merecemos, las condiciones mínimas para construirnos humanos. Son las
mínimas individual y colectivamente, tenemos que procurárnoslas. El que las
tengamos ni es sólo responsabilidad nuestra, ni sólo de los otros, ni sólo del
Estado, es responsabilidad de todos pues si uno no las tiene todos somos menos
humanos. Si no tenemos estas, sencillamente somos menos humanos o nunca
terminamos de construirnos como tales.
Si la construcción del hombre es procesual, no se nace siendo humano. Entonces
en la medida que vamos creciendo nos van surgiendo nuevas necesidades, igual,
en la medida que evoluciona la sociedad, son nuevas las necesidades. ¿Qué más
son los Derechos Humanos (DH)? ¿Porqué hablar de derechos? ¿Significa que yo
y los otros estamos obligados a darlos o cederlos? ¿Cómo incorporar en nuestra
concepción de los DH, lo que ya hemos dicho sobre el ser humano?

En un estudio que hace Antonio Senet de Frutos sobre Ellacuría y los DH, nos
dice que para Ellacuría “la proyección social y la efectividad política deben estar
dirigidas por las exigencias objetivas de las mayorías oprimidas...” Pues bien creo
que esas exigencias son precisamente los derechos humanos. El no estar a gusto
de un individuo o una comunidad es signo reflejo de una necesidad pues eso que
necesitamos para estar a gusto son los derechos humanos. Las necesidades
concretas de los seres humanos, de tal modo que si no las tienen no se
construyen como tales, esos son los derechos humanos. Ese es parte del origen y
un posible punto de su fundamentación, que representan condiciones necesarias
para realizarnos. Son necesidades que cambian, que no son la mismas siempre,
ni iguales entre una cultura y otra. No son ni permanentes ni absolutas. Los DH
reflejan necesidades humanas que cambian y evolucionan.

Es claro que los DH no son ideas buenas y bonitas, no se trata de buenos


proyectos o ideales. Son algo más que eso. Como tales nacen el contexto de la
Modernidad donde el sujeto humano es el centro y motor de la historia. Su
aparición va vinculada a la aparición del sujeto. Pero no es un sujeto asocial. Los
derechos humanos han de concebirse a propósito de la relación del individuo con
la sociedad. A propósito de la relación entre los individuos. Los derechos
individuales no se oponen a los colectivos y a la inversa.

Pero bueno vayamos por partes. Creo que sí, los DH representan eso, derechos y
obligaciones, pero por supuesto no en el sentido peyorativo. Si en el sentido que
estamos obligados a cargar con los otros. La construcción humana de los otros,
también depende de “mí”. Si no voy al encuentro del otro, yo no me construyo
humano. Los derechos humanos son para mí una obligación por la razón de que
frente a un mal, frente a una violación de cualquiera de estos, se me impone una
situación que debo ajustar; de algún modo su vigencia - realización depende de
nuestra justicia, de nuestro proceder ajustado frente a la realidad y, en este caso
frente a una realidad mala. Me obliga en el supuesto de que he optado por la vida
y mi vida, mi realización depende de la realización del otro. En este sentido los
derechos humanos sí representan una obligación o deber.

Cierto, no podemos cometer el error de entender los derechos como los entiende
el derecho positivo. La ley sería válida siempre y cuando representara la voluntad
de la comunidad y además de ningún modo representara una desestructuración
de la persona, como comúnmente sucede. La concepción de derecho que
necesitan los derechos humanos, no es aquella típica de que “mis derechos
terminan donde comienzan los derechos del otro”. Esta planeamiento tiene como
supuesto que yo y el otro no podemos entrar en relación, peor aún si mi libertad
acaba donde la del otro comienza significa que mi libertad acaba donde la del otro
acaba. Si el otro entra en mi mundo, si cruza mi frontera me daña, esta
violentándome ¿por qué? Porque en este supuesto el otro es una amenaza. Esa
concepción de derecho, no sólo no nos sirve, no tiene cabida. Porque la libertad
mía y del otro, aunque no sólo, es una construcción comunitaria, yo necesito del
otro como el otro necesita de mí.

Sí, los derechos humanos son algo que de alguna forma es “derecho”, algo que es
debido y exigible, y que a la vez afecta radicalmente al hombre por ser hombre...
Pero, para Senet de Frutos se trata de que no podemos preguntarnos qué son los
derechos humanos, o cuáles son éstos, al margen de la realidad humana
existente. Y lo que existe es una infrahumanidad, procesos de deshumanización.
Situaciones donde el derecho (positivo) está desfasado de la realidad. En ese
contexto no es coestructurable con la realidad humana. Por otro lado, si los DH
...“es lo debido al hombre conforme a su esencia real e histórica por afectarle
radicalmente para su desarrollo humano.” Estos derechos humanos piden
concretarse, es lo debido y exigible de acuerdo a situaciones específicas.

Me pregunto si un niño a que se le ha negado los pechos de su madre o que ha


sido forzado a trabajar en una esquina limpiando parabrisas en lugar de jugar y
estudiar, tendrá en cualquiera de los casos, las condiciones necesarias para
construirse humano, puede ser que sí y tal vez más posibilidades que otros pero,
no es así esta condicionado por realidad social y económica, el margen de
posibilidades en el que se mueve es muy estrecho. Con seguridad no tiene la
“suficiente” alimentación y en muchos casos es potencialmente un adicto, no
porque yo lo diga sino porque de hecho sucede. ¿Es esto humanidad? Sí lo es,
pero en casos como este se niegan otras posibilidades. Además de que reflejan la
inhumanidad de una sociedad, ponen en evidencia necesidades, exigencias para
personas concretos. Ejemplo como este confirman que es desde los pobres,
desde las mayorías oprimidas desde donde se deja ver el grado de humanidad de
una nación, de una cultura, de una sociedad que no se ha lanzado a socorrer a
esos otros. Una sociedad entre más pobres tenga, menos humana es. Porque
representa la acumulación de unos pocos.

En un análisis que hace tanto González Faus, como el de Antonio Gimbernat,


cada cual por su lado, es señalado que la actual situación por la que atraviesan los
derechos humanos, es de una sistemática violación, de una humanidad
deshumanizada. González Faus dice de la posmodernidad que es una cultura
dominante caracterizada por la fragmentación del pensamiento,... una cultura cada
vez más al margen de los derechos humanos. Razones ideológicas (la lógica de la
posmodernidad) razones socioeconómicas (la absolutez del mercado) y razones
políticas (la debilidad de nuestras democracias) parecen ir arrebatando espacio a
los derechos humanos en el mundo. Para Gonzáles Faus así como la mercancía
absoluta lleva a la disolución del sujeto, el mercado absoluto lleva a la disolución
de la sociedad. Se trata de ese sujeto que debería ser el centro de nuestros
proyectos y de esa sociedad que siempre sale en nuestro socorro. Lo que sucede
es que para la posmodernidad los DH pueden existir como las reglas de juego de
una sociedad o como ordenamiento jurídico y, éste es el problema los DH no
pueden reducirse a eso. Ahora bien, ellos ven en la positivización la solución al
problema de la violación del los DH.

Para Gimbernat hay un nuevo neocolonialismo en las prácticas económicas y


financieras que se imponen en la economía internacional. Dice que la mayor
violación de los DH deriva de la enorme extensión de la pobreza. Lo que sucede
en la actualidad es que para pueblos considerados como el tercer mundo no existe
el derecho al desarrollo como algo fundamental; se ha desatendido y olvidado los
derechos de la segunda generación, sólo son DH los de impronta civil y política.
Nos explica que esto es en parte porque los derechos de pretensión social no son
susceptibles de reclamación individual en los códigos nacionales (ejemplo: el
derecho al trabajo, a la alimentación). Su ausencia no puede ser reclamada ante
ningún tribunal. Además de la incapacidad real de los Estados para garantizar
tales derechos. Pero es en estos mismo Estados donde circulan libremente las
ideas, los capitales y las mercancías; en particular los capitales especulativos y las
mercancías para la exportación como es el caso de México. Mismo país en el que
se violan sistemáticamente los DH sópena de una lucha contra el narcotráfico, el
terrorismo, la drogadicción, sólo que esta lucha la encabeza un sistema corroído
por dentro. Los mismos que impulsan una reintegración social en el sistema
carcelario, son los mismos que se han aliado a las bandas de narcotraficantes.

Y es frente a estas situaciones, frente a las que creo surgen nuevas necesidades.
Hay de hecho en las sociedades que hemos construidos males que de por sí nos
están imposibilitando la realización, que nos exigen un reajuste. La realidad nos
exige poner bienes, crearlos. Y no son cuales quiera bienes, son bienes comunes,
porque común es la situación que amenaza la vida, la destruye. La situación actual
nos urge ajustarla porque su vigencia - realización está entre dicho, depende de
nuestra justicia. Y hay que ajustar la realidad a un proyecto que no está del todo
terminado, es el proyecto común de humanidad. A mi parecer los DH representan
una vida ajustada.

La realidad no es sólo lo que está ahí dado/proyectado. La realidad humana nunca


es real sin un proyecto, sin un sentido; es un sentido construido por nosotros, no
es arbitrario, la realidad por sí misma no tiene sentido. Nosotros se lo damos. Y los
derechos humanos se inscriben -representan- un proyecto humano, con sentido.
¿Desde esta lógica qué afecta la vida humana? Depende del sentido que tenga.
Lo humano o inhumano de nuestros comportamientos depende del proyecto en el
que estamos. Y es un proyecto que nos hemos apropiado, nos lo han trasmitido.
Otros lo crearon, crearon posibilidades para nosotros y, nosotros las crearemos
para los que nos sigan. Y porque los derechos humanos deben concebirse a
propósito de la relación del individuo con la sociedad. A propósito de la relación
entre los individuos. Es porque los derechos humanos representan un bien común.
Un proyecto común de humanidad. ¿Qué es lo que estoy diciendo? ¿Qué estoy
entendiendo por Bien Común y por qué los DH son un bien común?
Primero veamos que se entiende por Bien Común. El bien común es una realidad
de los seres humanos. ¿Qué significa esto? Que mucho de lo que somos y
tenemos, es porque participamos de la comunidad humana. El bien es todo
aquello que estructura, posibilita e impulsa la vida humana. Todo lo
coestructurable con la vida humana. El bien es algo inventado y conformado por
nosotros los humanos desde nuestro proyecto de vida humana y, lo que vamos
construyendo son realidades compatibles con los seres humanos. Este bien hay
que concretarlo y, se concreta en lo cotidiano, frente a los otros.

La historia, los otros son un bien común para mí. Porque de los otros necesito en
todo momento de vida, antes de nacer, justo en el momento de nacer: necesito
cosas concretas como su auxilio, alimento, ropa, cariño, etc. La persona de los
otros es un bien para mí, porque sólo puedo ser humano gracias a ellos. En el
fondo los otros son un bien para mí. Los seres humanos somos un bien común,
porque representamos un bien unos para otros.

Si el bien común se construye, es representativo de un grupo, no puede ser


universal o absoluto. Sí, lo podemos construir, pero no está construido. Hay bienes
que de por sí son universales como el sol, la tierra misma. El bien común lo es
porque tiene cabida en el proyecto humano, es lo que consideramos facilita y hace
posible nuestro proyecto.

Los derechos humanos son bienes comunes, porque así lo hemos acordado, así
hemos determinado que sea nuestra construcción humana. Los Derechos
Humanos empiezan por reconocerse como una necesidad común, representan un
bien para todos y, que de algún modo el no tenerlo imposibilita la construcción
humana. Los derechos humanos los hemos creado como un proyecto porque
creemos que representan las condiciones mínimas para construirnos humanos.
Son realidades compatibles con los seres humanos. Nosotros los construimos,
ajustamos la realidad a nuestras necesidades. Los hemos ido conceptualizando,
corresponden a una época y una ideología, es decir, son históricos; el bien común
también es histórico, se ha ido construyendo. Lo seguiremos construyendo en
cuanto nos posibilite ser humanos.

Los DH son bienes, sobre todo bienes comunes, cuyo fin es la realización
humana, la humanización del mundo. Son bienes comunes inscritos en un
proyecto que tiene como fin configurar un mundo humano. Son bienes comunes
en cuanto comunitariamente los construimos (identificamos, reconocemos),
participamos de ellos, somos responsables de su actualización. Procurarse
exclusivamente bienes individuales, es una opción por no construirse humano,
porque el bien, sólo es bien en cuanto que participa del bien común, la apropiación
privada de algo es un desajuste de lo común; por eso son inmorales los sistemas
actuales que velan por el bien privado, porque es impedir que los otros puedan
servirse de lo que tienen derecho, porque es una negación del bien común y una
ruptura del orden social justo, de la armonía de un mundo ajustado. Por eso para
Ellacuría la forma justa de buscar el bien propio es buscando el bien común. Para
él, son derechos del hombre por ser hombre y por pertenecer a una única
humanidad. Los sitúa en relación con el bien común, que según él, es lo que les
da su fundamento y su marco de referencia.

Plantear el bien común así es plantearlo como trascendente, sobrepasa lo que


cada uno es pero, no anula el ámbito de lo personal, supone un desarrollo más
pleno. Pero para que este bien común sea posible supone una historización, dice
Ellacuría, como verificación de su verdad o falsedad. Sólo es bien común si
participan de él todos los miembros de la sociedad, si realmente se cumple como
acuerdo, como la construcción asumida por todos. Esta historización la plantea
como la realización del bien común en un contexto en el que de por sí hay una
lucha de clases: “La desunión y la negación del bien común está en la existencia
real de clases contrapuestas... la afirmación del bien común y de la unión, estará
en la superación de esa determinación económico-social...” Plantear los derechos
humanos así, creo que supone la claridad de que en el mundo actual se juegan
interéses muy altos, que de por sí hay un campo de lucha, en el que se disputa un
capital concreto, que muchas veces no hay alternativas. Además nos exige pensar
en propuestas alternativas, no sólo discursos descalificativos.

Y este bien común, sólo será común en cuanto de hecho se esté realizando la
comunidad humana, en sus múltiples formas de organización social y de bienes.
El bien común para las clases oprimidas es que sus opresores los hagan
participes del “bien” que se han apropiado. “La verdad real de un proceso histórico
está en la participación de ese bien común.” Los derechos humanos se refieren
tanto a situaciones individuales como colectivas, unas no se deben excluir a las
otras, los derechos individuales, son participación de los comunes. Un bien común
que no humaniza a un individuo, que niega su dignidad, debe replantearse y, a la
inversa también. Tanto individuales como colectivos deben ser coestructurables.

Estos derechos humanos no son una realidad “ya”, no son algo dado. Es una
humanidad en proceso, una realización procesual, voy siendo humano, vamos
construyendo nuestra humanidad. Y porque los derechos humanos no son algo
dado, son progresivos, históricos.

Este bien común es histórico y, de algún modo relativo en cuanto lo determinamos


desde la realidad. No existe un bien absoluto y para siempre. Ahora, entre más
participan en su construcción es un bien común mayor. Los derechos humanos se
inscriben en un proyecto humano, donde el ser humano es el centro. La
realización humana es el fin. Los DH representan un camino, un proceso (y en
cuanto proceso es perder un sentido para reconstruir otro), un modo concreto de
realizarse, opciones que a diario ponemos en práctica. La certeza de que nuestro
proyecto común nos está realizando es porque nos sentimos felices. Es un
proyecto donde lo fundamental es la gratuidad, la donación, el socorro. Porque
sólo de este modo nos construimos humanos, lanzándonos gratuitamente a
socorrer al otro.

Los DH son realidades compatibles con los seres humanos. Nosotros los
construimos, ajustamos la realidad a nuestras necesidades. Creo que si hay una
posibilidad de DH universales es porque son una realidad común, una realidad de
la que todos participamos, es una necesidad común en los seres humanos. Por
ejemplo un bien común, un derechos humano, la ecología, la paz. Así como los
derechos humanos se han ido conceptualizando, corresponden a una época y una
ideología, es decir, son históricos; el bien común también es histórico, se ha ido
construyendo. En todas las culturas hay necesidades comunes: comer, un medio
humano para vivir, una ecología, trabajo. Es una Universalidad básica, que
tenemos que resolver.

Senet de Frutos, nos dice que tales derechos en la visión de Ellacuría deben tener
una validez y vigencia histórica; deben ser universales, esto es, reconocidos a
todas las personas y pueblos, lo cual no implica que sean los mismos y en el
mismo orden en cada situación y etapa. Un derecho humano, debe ser lo
justamente debido a toda persona en cuanto tal o en su concreta especificación
por responder a una exigencia radical. Lo verdaderamente debido no es lo que
aparece como realizable según unas concretas condiciones actuales, sino que lo
verdaderamente exigible en orden a su actualización, por lo tanto se trata de ir
abriendo históricamente las posibilidades reales conforme a lo que se presentan
como exigencias humanas que deben ser atendidas en la propia realización
histórica de la sociedad humana.

Según él, Ellacuría plantea los Derechos Humanos como una exigencia global, es
decir, desde una perspectiva universal, que se puede y se debe alcanzar. Para él
se trata de que los principio o valores vayan siendo aceptables para el conjunto de
los pueblo que conforman la humanidad. La universalidad de los derechos
humanos la podemos plantear como el bien común de la humanidad, algo que
podemos construir. Ellacuría está postulando una universalidad histórica, y en
cuanto histórica, es algo adquirible. Se trata de “un bien común real, que tenga en
cuenta a la humanidad entera en su concreción, sin que ello obste a que haya
derecho a ciertas particularizaciones del bien común y de los derechos humanos”

Para Ellacuría se trata de un proceso histórico que puede ser esbozado o creado,
como “una afirmación nunca definitiva”. Yo personalmente entiendo esto como un
proyecto común de humanidad, que tenemos que ir creado, con base a lo que va
siendo necesario, con base en lo que la realidad nos exige, de tal modo que
podamos realizarnos humanos, es decir, la universalidad es una exigencia de
ajustamiento de la realidad, ajustamiento de un mundo desajustado. Hoy la
posmodernidad y la globalización nos obligan -se hace necesario- pensar en esto,
un proyecto común mundial de humanización. Entonces esta universalización de
los derechos humanos es histórica, corresponde a una época y a unas
necesidades concretas, exige un dinamismo, un reajustamiento progresivo. Y, esta
universalidad en la actualidad se nos plantea frente a la violación masiva -global- y
sistemática de los derechos fundamentales; un alto porcentaje de la población
mundial no tiene modos de satisfacer sus necesidades básicas.

Ahora sí queremos plantearnos qué son los derechos humanos de los


trabajadores, tenemos que ver cuál es la situación por la que atraviesa el trabajo.
¿Qué se entiende por este? ¿Y como plantearlo de tal modo que corresponda con
nuestro planteamiento de los derechos humanos?

4. La concepción del trabajo

¿Qué piensan los trabajadores de su trabajo? ¿Cuál es la situación por la que


atraviesa? ¿Cómo lo viven los trabajadores? ¿Por qué conciben el trabajo, como
lo conciben y, qué consecuencias tiene esto?

4.1. El trabajo conciente ¿Qué hay en la mente de los trabajadores, cómo


viven su trabajo?

Cualquier trabajador es conciente de que con su trabajo se está jugando “algo”,


que no es cualquier cosa. No es un trabajo nomás porque sí. Tiene conciencia de
algo, ¿de qué? Primero y, eso todos, de estar transformando “algo”. De entrar en
relación con otros y estar construyendo un mundo, una sociedad (esto
independientemente del tipo de sociedad).

El trabajador es conciente de estar trabajando por sí y por otros. Aunque sea una
opción por un salario-remuneración, es ya por otros, por sí. Padres y madres se
lanzan a todo con tal de conseguir lo mejor para sus hijos; muy pocas veces se
trabaja por trabajar, se trabaja por satisfacer mis necesidades, las necesidades de
los que me son cercanos y, esto es lo que hace posible la vida humana, la
participación de los otros en mi vida; de esto cualquier trabajador tiene conciencia
de estar participando con su trabajo -aunque no sólo- en la realización del otro.

Un sector grande del trabajador latinoamericano es conciente de trabajar bajo


relaciones de opresión, se soportan ritmos, horarios, presiones y dinámicas en
mucho por un salario, porque ese empleo concreto representa en muchos casos
su única alternativa del momento o de su vida. Son concientes de dinámicas (unos
más que otros) de sometimiento, de violencia sistemática (real o simbólica) que los
deshumaniza. Es tan grande la conciencia de saberse explotados, que se generan
concientemente mecanismos de revancha, de “desquite”. Son dinámicas de “ojo
por ojo”, en otras palabras, “me chinga, me lo chingo”. Es inteligencia puesta en
práctica: se crean momentos de descanso forzados de un modo creativo, siempre
en respuesta a una reglamentación impuesta. Se le habla al supervisor para que
explique lo que ya ha explicado “n” veces. Los de un sector dejan pasar un equipo
en mal estado para que en un proceso posterior se detenga, se tenga que
implementar personal reparador. Un sector o departamento se vuelve cómplice del
otro. “Yo descompongo esto ahora, luego tú más tarde”. Se buscan las formas
inimaginables para detener la producción (el trabajo) porque se sabe que la
energía que se está gastando es mayor que el salario que se recibe a cambio. Si
no se cree esto, entonces ¿por qué hay limite de tiempo para ir al baño, por qué
hay un rol y modernamente cámaras de video? Concientemente se paga uno lo
que no le pagaron (en este caso se podría tener conciencia de estar robando pero,
no es así, “es sólo lo que me deben” “es lo que me quitan y me pertenece”...). Se
trata de corresponder al robo que hace el patrón, de las energías, del salario. Es
muy común que los trabajadores se paguen con equipo, con materiales, con
descanso: “él hace como que me paga, yo hago como que trabajo”.

¿De qué más hay conciencia en la clase trabajadora? ¿Qué es lo que he


escuchado y vivido? Desde que tengo “conciencia”, recuerdo que los adultos
hablan de crisis; yo he crecido en un país en crisis permanente. Desde hace
mucho y, con más fuerza ahora, escucho “el dinero ya no alcanza”, “lo que gano,
no me alcanza para nada”, “ahora todo es dinero, sólo trabajo para pagar mis
deudas”, “mi salario, es un salario de hambre”, “ya ni para tortillas alcanza”. Estas
y otras muchas, son frases cotidianas entre el pueblo trabajador. Representan la
conciencia de estar viviendo en un país (mundo) en crisis. A otros niveles, es
conciencia de estar creando un mundo de mercado, bajo la lógica del “Señor
Dinero”: “doy un paso y gasto”. El dinero está jugando un papel fundamental en la
sociedad actual que estamos construyendo. El dinero es sujeto y fin, todo lo
demás, incluyendo al hombre, es objeto o medio. En la gente, esta conciencia de
que el dinero no alcanza, está correlacionada con la conciencia que tienen de
nuevas organizaciones, es cada vez menor la credibilidad que tienen los
sindicatos, los partidos políticos, las instituciones (en particular las
gubernamentales). En el fondo es la conciencia de la necesidad de una nueva
organización (sobre todo nueva en sus formas), de construir una sociedad distinta,
un modo distinto de ganarse la vida, de ser humano.

Este es un fenómeno prolongado. En nuestros pueblos representa básicamente


dos conciencias, la de tener que ganarse la vida trabajando, porque no hay más
opciones y, trabajar y estar siendo explotado. Patrones, Gobierno e Instituciones
son cómplices de un juego, de un sistema que deshumaniza. Pablo Mella,
retomando a Lima Vaz, dice que esta conciencia es el resultado maravilloso de la
comunicación de una colectividad de conciencias que se esfuerzan para vivir
comunitariamente en el mundo. Es una conciencia colectiva e histórica.

4.2. Relaciones que el concepto del trabajo guarda con otros conceptos

El concepto trabajo guarda relación con una serie de conceptos, de los que
difícilmente se puede entender separadamente. Creo que de algún modo está
remitido a una serie de conceptos propios de la cultura laboral latinoamericana.
Entender estas relaciones es entender el papel que juega el trabajo en el conjunto
de la vida. Algunos de estos son por ejemplo lo religioso, lo lúdico en múltiples
formas, desde la fiesta, parrandas, la cerveza con el amigo, el descanso; otra
relación es trabajo-comida; trabajo comunidad-solidaridad. Así muchas otras,
veamos como se relacionan.

4.2.1. El trabajo y lo religioso

La relación del trabajo con lo religioso es muy amplia, cotidianamente presente, de


un manara particular en la vida de gente sencilla. En dos formas creo yo, la
primera es más simple y obvia. Por ejemplo ¿quién no ha visto a un jugador de
fútbol persinarse al entrar al campo? ¿En qué centro de trabajo no hay la imagen
de la Virgensita, la Santa Cruz o el Santito? Antes de empezar a trabajar nos
persinamos, al final de la jornada damos gracias, pedimos porque las cosas nos
salgan bien. Sobretodo, aunque no exclusivamente, el mundo de la gente sencilla
está lleno de formas religiosas, desde la mamá que está inquieta porque no les dio
la bendición a sus hijos o a sus esposo antes de que se fueran a trabajar; es la
mamá que al final del día se pone a rezar porque aún no regresan a casa, pide
que regresen con bien, que no regresen tan cansados. En muchas culturas aún se
mantiene vivo el dar el diez en agradecimiento por el fruto del trabajo. “Gracias
Diosito porque tenemos trabajo”, “Pídele a Diosito que encuentres trabajo”, “Por
este día, gracias a Dios ya terminamos”. Estas y otras formulas expresan la
vinculación de los sagrado con el trabajo. Son las más evidentes. Hay otras que
no lo son tanto; muchos trabajadores sacralizan (independiente del sentido)
formas de trabajar. La puesta en práctica de su trabajo es todo un ritual, desde
que llegan y abren el lacker o se ponen la bata; algo se realiza todos los días en la
misma forma; los trabajadores conservan (en lo más amplio del termino) formas
concretas de realizar su trabajo y, la ruptura de esto representa una violencia o
agresividad a su persona, porque ese concreto es algo sagrado. Del refresco o la
cerveza que se tiene, toman todos y, muchas veces se toma del mismo envase.
Yo recuerdo con detalle varios momentos que ilustran esto que digo: un 12 de
diciembre un grupo de trabajadores petroleros quería celebrar la misa al interior de
la planta de trabajo, tenían muchos motivos que hicieron hasta lo imposible, no
consiguieron un sacerdote y entonces aceptaron una celebración litúrgica, nadie
comulgó aquella ocasión, quién sabe porqué, lo cierto es que al final ellos
estuvieron contentos y agradecidos porque habían cumplido con la Virgensita.
Otras ocasión, cuando estuve trabajando en una maquiladora en Cd. Juárez
recuerdo que muchos compañeros contaban que ellos no iban a misa porque el
cura sólo regañaba pero eso sí, cuando andaban por el centro de la ciudad
pasaban por la Catedral a tomar agua bendita para santiguarse y pedirle a la
virgencita o al santo “fuerzas para seguir trabajando y así poder ayudar a los que
se quedaron en mi pueblo, para que nos cuide”. Con seguridad todos hemos
hecho esto o lo hemos visto en los templos.

En el caso de la gente sencilla de los barrios populares, suburbanos o la gente del


campo. Para estos últimos lo religioso se expresa también en la naturaleza; para
ellos como para muchos grupos indígenas la tierra es nuestra madre. Hay todo un
ritual para poder trabajarla, para la cosecha (en muchos casos una parte es de la
familia o los padres, el resto es para los hijos o la gente que no tiene y llega a
pedir que le dejen juntar para tener algo). En este grupo hay una conciencia
ecológica o una cosmovisión más amplia. Trabajar la/en la tierra representa una
conexión con lo sagrado.

Una relación más honda que guardan el trabajo y lo religioso es aquello que
llamamos la tendencia a lo trascendental. Cualquier forma de trabajo supone
relaciones humanas, apertura al otro, ese otro muchas veces es Dios (en
cualquiera de sus nombres o modalidades). El ser humano es trascendente
porque está abierto a los otros. Por lo menos para los cristianos mi relación con
Dios pasa por el otro, mi prójimo. Hay una concepción, errónea o no, de que mi
salvación depende de mi relación con el otro. Sé trabaja porque Dios trabajó(a).
En muchas religiones es un mandamiento trabajar y, “el que no trabaja, que no
coma”. En muchas religiones, véase la judía, la luz del mundo y, muchas otras
tantas, al religión es el centro de su vida, determina todo hasta el trabajo, sólo
tienen cabida unos tipos de trabajo, hay toda una moral vinculada al trabajo.

4.2.2. El trabajo y lo lúdico, el descanso

Algo que es fundamental es el recuperar las energías gastas en la jornada de


trabajo. ¿Cómo cotidianamente las recuperamos? Cuando se trabaja ocho o más
horas, a ritmos acelerados, con presiones, etc. Sucede eso que llamamos
cansancio, por eso descansamos. Sobre todo entre la gente sencilla es muy
común que al final del día se salga a la calle, se reúnan en familia, se tiren frente
al televisor. Hay muchas formas de descansar, algunas realmente descansan,
otras no tanto, unas más alienantes que otras. En muchos sectores los
trabajadores “le dan duro al trabajo” entre semana para gozar de un merecido fin
de semana. Es muy común entre los jóvenes gastarse la mayor parte del salario
en ropa, en un lujo personal, en una fiesta, en una parranda entre amigos; lo que a
veces representa una forma de escape, de evadir lo que se está viviendo, otras
una forma de entablar relaciones con los otros.

4.2.3. El trabajo y lo comunitario, la solidaridad, el nosotros

Es muy típico de las clases populares el que entre compadres o amigos un fin de
semana se junten para ayudarle a otro a terminar su casa, a sacar su cosecha, a
reparar una parte dañada de la calle o el barrio, tal vez la barda de la primaria o
del templo. Al final todos se juntan para comer y, no pocas ocasiones aquello
termina en una parranda. De hecho en muchas culturas aún está vivo el trabajo
comunitario, muy distinto a aquel trabajo que la mayoría de la veces es forzado y
se le llama trabajo comunitario o servicio social, servicio a la comunidad. Es un
trabajo que sí necesita de la promoción o iniciativa de alguien pero quienes lo
realizan son concientes de que será en beneficio de ellos y los demás. Muchas
veces se trabaja solidariamente, el compadre o el amigo ofrece su trabajo para
que el otro termine el suyo, para sustituirlo, para ayudarle a mantener a la familia.
A la gente sencilla no le es difícil ser solidaria con los otros; quien ve a otro
esforzándose le tiende la mano.

Ahora bien, creo que el trabajo propiamente humano, sólo puede ser de este
modo, libremente, queriendo realizarlo. El trabajo humano supone relaciones, no
podríamos hablar de que alguien trabaja si no es comunitariamente, en relación
con otros o por otros. No sólo siempre necesitamos del trabajo de otros, de los
zapatos del zapatero, de los tomates y papas del campesino, de los muebles del
carpintero. Necesitamos trabajar con ellos. No somos seres que puedan vivir
solos, negando a los otros, somos sociables.

El trabajo cobra sentido en su dimensión comunitaria. Hay un sentido de


solidaridad que se da entre las clases populares y, que hace del trabajo formas de
relación, donación-entrega, socorro del otro, formas de con-vivencia, alegría-fiesta.
Hay formas que guardan una intima relación con el trabajo-sustento, por ejemplo
las tandas, las cadenas, las cajas de ahorro; son formas comunitarias, solidarias.
Implican el reconocimiento de la necesidad del otro. Otros ejemplos son las
tiendas comunitarias, las cooperativas y, por supuesto que las tierras comunales o
ejidales, muchas veces administradas por y para la comunidad. Se trabaja, se
invierte para el provecho de todos. Entre la gente se dan toda una serie de
proyectos alternativos, que de ninguna manera son ingenuos sino quieren
representar un modo distinto de ser sociedad, de humanizarse. Algunas
mutualidades y sindicatos (corrientes democráticas) tienden a formas muy
similares.

De algún modo la cultura latinoamericana en su praxis representa un modo distinto


de concebir el trabajo, un modo distinto de realizarse.

4.3. Lo fundamental del trabajo

¿Qué se concibe como fundamental, qué es lo que realmente está en juego


cuando se habla de trabajo? De otro modo, ¿cuál es la esencia del trabajo? ¿Qué
es lo que hace que un trabajo sea trabajo? ¿Qué está en juego cuándo un
trabajador trabaja? Creo que cada concepto de trabajo tiene su esencia. De otro
modo lo he señalado que no entienden lo mismo por trabajo un Indígena Tojolabal,
que un limpiaparabrisas o un joven de una maquiladora. Cierto, es posible que
haya rasgos comunes pero, no significa que lo fundamental para uno, lo sea para
el otro. Hay una distancia -o matices- entre la concepción occidental y la
propiamente latinoamericana. Veamos que relaciones guardan, porque es
diferente la concepción occidental.

4.3.1. La relación trabajo, salario, valor y tiempo.

El concepto del trabajo y su relación con dinero-salario y tiempo. Ya algo de esto


he señalado anteriormente, veamos como se da esta relación. Hay un concepto de
trabajo que significa realizar una actividad en determinado tiempo a cambio de un
salario. Antonio Ocaña le llama a este trabajo el “trabajo económico”. ¿Qué es lo
que sucede? Hay muchas familias donde el papá, la mamá y a veces los hijos
mayores trabajan. Representa un modo de salir adelante entre todos. ¿Cuál es la
lógica de estas familia? Se creé que es responsabilidad del “hombre de casa”
llevar lo necesario pero, como su salario no alcanza, los otros se ven obligados a
colaborar. A pesar de esta colaboración, es el hombre de casa el que se ve
obligado a un segundo trabajo y, no pocas un tercero realizado en casa o por los
fines de semana. Ejemplo de esto son los miles de anuncios de: “no pierda tiempo,
trabaje en casa”, “Quiere ganar más, invierta “x” horas trabajando en casa y
duplique sus ingresos”. Es un marketing que remata con el “No ventas”. En estos
casos, la participación de la mujeres se vuelve importante, juegan un rol que se le
había negado, en su caso sobre todo se enrolan en el gran sector de la industria
maquiladora, buscan trabajar medios turnos y, cuando no lo consiguen, terminan
trabajando las ocho horas; al llegar a casa son estas las que preparan la comida
(si no la han preparado la noche anterior), atienden a su esposo e hijos, luego
hacen los demás quehaceres de la casa. ¿Por qué esto es así? Porque su trabajo
no vale, no vale ni para su patrón ni para su esposo, en su caso no importa el
tiempo invertido. ¿Por qué él sí descansa, aunque haya trabajado las mismas
horas? Por la sencilla razón de que ha aportado un mayor salario, es el “hombre
de casa”. El trabajo vale más en cuanto más salario represente, en cuanto más
tiempo se le dedique. A esa misma mujer se le puede reconocer que trabaja en
una situación distinta; no se valora lo que hace en casa: cuidar a los más
pequeños, preparar la comida, limpiar la casa, etc. pero, si se le ve aportando un
salario que recibe porque hace para su vecina lo mismo que hace en casa, solo
que ésta le paga, entonces sí trabaja, sí es un trabajo valioso.

Otro elemento importante en la concepción del trabajo por los trabajadores: es el


valor. Un trabajo es valioso por la carga de responsabilidad que representa, por el
nivel de estudios de quien lo realiza; entre más responsabilidad y mayor nivel de
estudios se tenga, es un trabajo más valioso. En muchas formas de la cultura
influida por una filosofía liberal, la dignidad del trabajo está puesta en el trabajo
mismo, no en el sujeto del trabajo.

No todos los trabajos son dignos, no todos los trabajos valen lo mismo. Sucede
algo parecido a lo que sucedía en la cultura judía en tiempos de Jesús. El trabajo
del cobrador de impuestos, de la prostituta, de ninguna manera eran dignos -
valiosos. Nuestra cultura rechaza o minusvalora un cierto tipo de trabajos, véase el
de los limpiaparabrisas, no sólo son rateros y mugrosos, tienen la facha de ser
drogadictos, de ser gente mala y viciosa. Otro, el de muchos vendedores
ambulantes, igualmente malos, sucios y viciosos, a quienes hay que cerrarles la
ventana o sencillamente, no detenerse junto a ellos. Veámoslo de otro modo, no
se atiende del mismo modo en una oficina bancaria a una persona “x”, a uno de
estos mencionados, que a una gente de corbata. A los últimos se les abre la
puerta en las tiendas departamentales y, a los primeros se les niega la entrada, no
sea que vayan a robarse algo. En muchos sectores -yo conozco el maquilero- el
trabajo productivo es fuente de valor (concepción parecida a la de David Ricardo).
El trabajo es valioso en cuanto produce. Otras veces es valioso si cansa o ha
representado mucho esfuerzo.

El concepto del trabajo que tienen la mayoría de los trabajadores está influenciado
grandemente por la lógica occidental. No sólo porque se entiende por trabajo la
actividad desarrollada por el hombre para dominar y transformar la naturaleza en
su provecho, cuyo objetivo fundamental es la producción de bienes y servicios. El
hombre que realiza tal trabajo es un ser pensante. Es el hombre moderno. Por eso
en muchos sectores se hace evidente la diferencia entre el trabajo intelectual y el
manual. El primero es el que vale más, porque el hombre usa más la razón, su
intelecto; el segundo se acerca más al “trabajo” de los animales.

Cuando los trabajadores nos encontramos en alguna charla y sale el tema del
trabajo, muchos presumen lo valioso de su trabajo por la cantidad de trabajo que
han tenido, es decir, porque es mucho el tiempo que le han invertido: “yo rolo
turnos dos veces a la semana y véanme”, expresiones como ésta son muy típicas.
Mucho trabajo tiene que ver también con la responsabilidad, con el tiempo
invertido y con el esfuerzo. Si llega muy cansado es que ha trabajado mucho. Es
muy valioso mi trabajo si tomo muchas decisiones, hago “mil” operaciones o están
a mi cargo muchos trabajadores. Mucho trabajo (para Antonio Ocaña) resulta ser
proporcional tanto al tiempo como al esfuerzo; doble tiempo realizando el mismo
esfuerzo es doble trabajo, e igualmente es doble trabajo cuando estamos en el
mismo tiempo pero nos exige doble esfuerzo durante ese tiempo. En este tipo de
trabajo que él llama “físico”, hay una relación directamente proporcional al tiempo
y al esfuerzo. Este trabajo no necesariamente es valioso por el salario.

Profundicemos un poco más en la concepción occidental del trabajo. Para esto me


voy a apoyar en el análisis comparativo entre la cultura occidental y los Raramuri,
que hace Pedro de Velasco en su artículo fiesta y trabajo. Pedro dice que para la
cultura occidental el trabajo es la actividad desarrollada por el hombre para
dominar y transformar la naturaleza en su provecho, cuyo objetivo fundamental es
la producción de bienes y servicios. Esta concepción sí presupone y condiciona
formas concretas de relaciones humanas, sin que sea su fin. Contrario a la cultura
Tarahumar, donde la relaciones entre los hombres y, de éstos con Dios son
fundamentales.

En ambas culturas -nos explica Pedro- no sólo es indispensable, sino que además
es valioso. Lo que Pedro señala es que para el occidental -el Blanco en término
Raramuri- el trabajo es su religión. Representa un proyecto de humanización
radicalmente distinto, en los Raramuri la humanización se realiza por la Fiesta -
Relación y, en la lógica occidental por la acumulación - trabajo. Esta opción por la
Fiesta - Relación nos indica que es más importante la relación que el dominio de la
naturaleza. Ahí el trabajo no tiene valor en sí mismo, no tiene precio. “El trabajo
del hombre (como su vida) no se puede comprar ni vender, se da y se recibe
gratuitamente y siempre en función de las relaciones interpersonales de la
conservación de la vida”. Esto es radicalmente opuesto a la lógica occidental
donde el trabajo es el medio fundamental de subsistencia y humanización. La vida
toda está en función del trabajo. Nos ejemplica esto Pedro diciendo que incluso en
descanso, semanal, anual, o el retiro, muchas veces están en función no del
trabajador sino de las posibilidades de la empresa. El trabajo es lo central, el
desarrollo de los pueblos se mide en términos de trabajo (producto nacional,
ingreso per cápita).

En el mundo accidental ser trabajador es un valor. “Tener mucho trabajo es


excusa universal para postergar o suprimir cualquier actividad de otra índole (en
particular las relaciones personales)”. El trabajo es la actividad fundamental de
nuestro proyecto de humanización. Se reduce al vida al trabajo (es lo que
explicaba arriba en el caso de las mujeres, todo jira en torno al trabajo, aunque
este no se les reconozca). Lo que explica Pedro y, yo confirmo es que hemos
creado una sociedad, un modo de humanizarnos, que no puede subsistir sin
privilegiar el trabajo y, no es cualquier trabajo, es un trabajo que deshumaniza,
que hace de los hombres maquinas, objetos, una pieza más en el juego de la
eficiencia, eficacia - producción. Se trata de formas de más producción, a menor
costo, en el menor tiempo, con el menor personal posible, la mayor calidad,
empleando la mejor tecnología,... y así la cadenita.

Una concepción así, representa una vida que jira en torno al trabajo, no sólo se
descansa para poder trabajar, se vive para trabajar (véase la lógica empresarial, el
modo en que trabajan los “empleados de confianza”, los políticos, etc); se tiene
tiempo para trabajar por una familia, a la que no se le ve, por unos hijos a los que
al regresar se les mira en la cama durmiendo. ¿No podría ser distinto si en lugar
de ganar lo que se gana, se ganara lo suficiente y, no lo mínimo? ¿Si en lugar de
haber mínimo hubiera máximos para los que se hacen ricos a costa de mucha
mano de obra barata? Esta es un concepción donde el mismo descanso, la
diversión, el encuentro cotidiano y prolongado, son visto como perdida de tiempo,
como ocio. “Son unos huevos, mal vivientes, por eso nunca salen de pobres”. Bajo
esta concepción la felicidad está puesta en las cosas, en la acumulación según
Pedro. Entre más (yo) tenga, más feliz soy. Implica la negación de la dimensión
comunitaria, por cuanto los otros son un objeto más de mi dominación, de mi
posesión, son un instrumento para mi acumulación.

Una concepción de trabajo así, nos obliga a pensar un modo distinto de trabajar,
de concebir el trabajo, de ponerlo en práctica, nos obliga a pensar una sociedad
que no sea para el trabajo. Una sociedad donde los fundamental no sea la
acumulación de bienes, donde lo central, no sea el mercado: mayores
necesidades, mayor consumo, mayor exigencia de producción. Bajo esta lógica
occidental nos urge mostrar que hay modos distintos de concebir el trabajo, hay
modos distintos de humanización, donde lo central no sea el trabajo(por lo menos
no al modo de la concepción occidental). Esto es exactamente lo que sugiere
Pedro de Velasco nos cuando nos dice que: “... el trabajo está concebido
primordialmente en función de la acumulación y no de la relación”. Que en el caso
Raramuri, es lo que humaniza; el trabajo es para la relación, dice Pedro que es la
lógica Fiesta - Relación. Este modo de sociedad sólo ha llevado a eso que tantos
han denunciado, a crear una brecha cada vez más grande entre ricos y pobres,
estos últimos sólo reciben un salario de hambre, que le alcanza para sobrevivir (o
si se prefiere vivir infrahumanamente), bajo una violencia sistemática de sus
derechos fundamentales.

Ahora bien, tener una postura critica frente a la lógica occidental, no significa
negar los elementos valiosos que tiene, por el contrario, justo ahora no podemos
construir una sociedad distinta sin la consideración de estos elementos. Pero es la
construcción desde la cultura latinoamericana (que también tiene lo suyo de
modificable), desde sus costumbres y tradiciones, desde su identidad y su
resistencia afirmadas, desde su situación de explotación, marginación y miseria.

4.4. El trabajo humano

¿Cuál es el problema cuándo se opta por un concepto de trabajo, donde lo central


es el salario, el trabajo mismo? ¿Qué consecuencias tiene esto para la
construcción humana? ¿Por qué la concepción occidental, no puede representar
un trabajo propiamente humano? ¿Por qué plantear un concepto del trabajo
distinto? ¿Acaso el concepto latinoamericano no sería propiamente trabajo
humano? Si no es así, entonces ¿qué es lo fundamental, en qué sí es valido? De
otro modo, ¿qué es la esencia del trabajo propiamente humano?

Creo que un primer presupuesto es tener la conciencia de estar trabajando y, no


trabajar por trabajar sino trabajar por otros, por mí. Segundo y fundamentalmente,
el hecho de que permite la construcción humana, facilita este proceso. El trabajo
humano, lo es en cuanto que posibilita que el hombre del trabajo pueda hacer
suyas sus notas.

Si es trabajo humano, lo es no porque represente una transformación del mundo


material sino porque representa un modo de relacionarse con el otro, porque
genera comunión, comunión que realiza. Esta seria la esencia del trabajo
propiamente humano. Dice Pablo Mella retomando a Lima Vaz que el “verdadero
carácter humano de la obra cultural está en su capacidad de crear comunión a
través del sentido que comporta para cada sujeto trabajador y cuyo objeto último
apunta en dirección al otro, a su encuentro, al reconocimiento y a la acogida”.
Creo que en Latinoamérica un número grande de trabajadores trabajan por
sobrevivir, por un salario que les permita satisfacer sus necesidades básicas pero,
el trabajo entra dentro del conjunto de actividades que les permiten humanizarse.
El último sentido del trabajo es su humanidad, su realización.

El trabajo propiamente humano o mejor, aquel que mejor facilita el proceso de


humanización es aquel que realizo porque quiero. Aquel por el que he optado
libremente, lo realizo porque quiero; sí representa un medio para satisfacer mis
necesidades pero, no es lo central, lo central es que con él puedo darme a lo otros
gratuitamente, con él me relaciono, recreo el mundo. No es humano porque tengo
conciencia de estar trabajando, transformando el mundo. No es trabajo humano
por el simple hecho de que lo realizamos los humanos, porque no todo trabajo nos
realiza, nos permite humanizarnos. Mella entiende el trabajo humano como acto
de transformación de la naturaleza al servicio de la mediación del sentido entre las
personas. El trabajo funda la relación entre las personas, la sociedad misma. Es
para él, al mismo tiempo, transformación creadora del mundo y petición
significativa de reconocimiento entre sujetos concientes.

El trabajo es trabajo humano cuando tiene lugar en la construcción del hombre. El


trabajo es para el hombre un modo de relacionarse con el medio (para
aprovecharlo, modificarlo, controlarlo) de una manera radicalmente distinta a como
lo hacen los animales y los otros seres vivos. El trabajo para ellos es sólo
respuesta a sus necesidades. En el hombre es respuesta a sus necesidades, a
sus sentimientos, a la situación, al medio, a la realidad que está viviendo. Su
trabajo es creativo, responde a la realidad del mundo en que vive. El trabajo tiene
que ver con el transformar el mundo, un mundo que me incluye, incluye a los
otros, nuestras relaciones, tiene que ver con transformar la materia. El trabajo es
una actividad pero no sólo eso, no meramente la actividad humana que
transforma. Mi trabajo es transformación creativa, yo le invierto a esa
transformación pues espero algo. También es trasformación como creación de
algo nuevo, es la recreación del mundo, creación de un mundo más humano. Este
trabajo lo realizo en el mundo, con los otros; en él pongo lo que soy, puede ser
parte de mi proyecto de construcción. Tiene un sentido y es ese de conseguir lo
necesario para vivir, para gozar la vida, para ser feliz. El trabajo no es un fin en sí
mismo, es un medio.

No significa que en sí mismo tenga sentido, lo tiene porque consigo lo suficiente


para mi realización. Yo con él entro en contacto con otros que me humanizan;
pongo en juego toda mi creatividad, mis capacidades (inteligentes) para
transformar, para crear el mundo que necesito. Ahora bien, como no toda actividad
es trabajo. Trabajo es hacer cosas compatibles con la realidad humana y que me
humaniza. Trabajo es llegar a la realidad misma de la cosa, transformarla y crear
nuevas realidades. La invención no es mera transformación de las cualidades de
las cosas. Es inventar realidades nuevas. El trabajo humano no es sólo
transformar el mundo, sino inventar al mundo. Se configura el mundo y éste nos
configura. Trabajar sólo por recibir un salario no es construirse humano. ¿Por qué
un trabajo que no cumpla con esto, que no me permita relaciones humanas, un
trabajo que no sea creativo, que recree el mundo, no es trabajo humano? Un
trabajo a ritmos acelerados, bajo presión o cansancio, no humaniza, pero aún,
deshumaniza.

En nuestra sociedad hablar del valor y la dignidad del trabajo es hablar del hecho
mismo de construirnos como hombres y mujeres; como humanidad más humana.
Por eso creo que se trata de incorporar al hombre, su humanidad, a los procesos
productivos, al juego económico, a las tomas de decisiones, a la hora de pensar
en flexibilidad y productividad laboral, al momento de diseñar una maquina
giratoria con capacidad para ir a 100 km/h, al pensar en el movimiento de grandes
capitales especulativos. Creo que es necesario, si humanos nos queremos
construirnos, darle su justa medida al trabajo mismo, hay que meterlo en el
proceso mismo de humanización del hombre.

El trabajo no puede tener sentido en sí mismo, ni si quiera para los animales; sólo
lo tiene en cuanto es un medio -junto con otros- para la realización humana. Tiene
un sentido y, es ese de conseguir lo necesario para vivir, para gozar la vida, para
ser feliz. Cualquier trabajador no está buscando el trabajo, busca satisfacer sus
necesidades. El trabajo es medio para la realización. Por supuesto que hay unos
trabajos facilitan el proceso de humanización más que otros y es entonces cuando
se habla que desde el trabajo consigo mi realización, porque la relación con los
otros me humaniza. Éste es el sentido (esencia) del trabajo (humano), ser medio
para mi realización, para mi construcción como humano. Sólo es trabajo humano
cuando es fuente de convivencia, de alegría, de reforzamiento de las relaciones
(como la solidaridad, la donación a los otros) y, esto también es central para la
realización humana, una vida donde quepa el gozo, la comunidad, la donación, el
baile, el canto, la risa, a veces el llanto; eso que Pedro de Velasco describe como
fiesta en la cultura Raramuri.
En nuestra cultura es muy mal visto que un trabajador al final del día o de la
semana se gaste gran parte de su salario en cervezas, diversión pero, no se
acaba de entender que eso es fundamental, además de otras cosas. Dicho de otro
modo, como diría Pedro, el trabajo es para la fiesta, el gozo, la felicidad. La fiesta -
la celebración- tiene lugar en la construcción del hombre en cuanto es la parte no
formal, lúdica de su realización cotidiana; esto no justifica las borracheras, las
explica, es la relación con lo lúdico, a la que he hecho referencia arriba. Se es más
humano cuando se está en relación con los otros y estas relaciones nos hacen
sentirnos bien, a gusto. El trabajo debiera ser un modo de expresión creativa, de
donación de unos con otros, de entrega, de liberación. Y esto así porque no todo
en el hombre es “utilidad”, “producción”, “recompensa”. Esto rompe con la
concepción de trabajo como trabajo asalariado. No sólo trabajan quienes están en
una empresa, quienes mantienen una relación obrero patronal; trabaja el niño que
le ayuda a su mamá en casa como la indígena que cocina tortillas para su familia.

Finalmente ¿por qué plantear un concepto del trabajo y nombrarlo “trabajo


humano”? Porque el trabajo también tiene lugar en la construcción del hombre. El
trabajo incide en la evolución y humanización de la naturaleza. Así de sencillo y,
así de complicado. Ahora bien, ¿bajo esta perspectiva es posible preguntarse por
los derechos humanos de los trabajadores? ¿Es o no el trabajo un derecho
humano? De otro modo, el trabajo y las relaciones, condiciones que este implica
¿qué papel juegan en el proceso de la construcción humana? ¿En qué sentido se
puede hablar de derechos humanos laborales o de los trabajadores?

5. Derechos humanos de los trabajadores

¿Cómo incorporar en nuestra concepción de los DH, lo que ya hemos dicho sobre
el trabajo? Ahora toca responder a la pregunta de si los derechos laborales son
derechos humanos y, precisar en qué sentido lo son.

Primero el derecho al trabajo es un derecho humano fundamental porque en el


tipo de sociedad que hemos creado, es un acuerdo trabajar para ganarse la vida.
Segundo porque con el trabajo generamos dinámicas tales, que posibilitan la vida
humana, la realizan. Veamos esto con más detalle.

En la concepción típica de los derechos laborales se pugna por el derecho al


trabajo, peleando por un salario. ¿Qué consecuencias tiene esto para la
construcción humana? Cuando se dice que un derecho fundamental es el derecho
al trabajo, ¿qué consecuencias tiene que lo central sea el salario? Durante casi
tres años colaboré en un centro de atención para trabajadores y su concepto de
derecho al trabajo, mejor de derechos humanos laborales era el siguiente: “Todo
lo que a hombres y mujeres, dependientes del trabajo asalariado, les hace posible
el ejercicio pleno de todos y cada uno de sus derechos humanos; permitiéndoles
alcanzar el bienestar material, desarrollarse como individuos y como organización,
en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de
oportunidades.” Me pregunto ¿qué consecuencias tiene el pensar los derechos
humanos de los trabajadores bajo esta lógica? Primero, que antes que ir contra
una lógica occidental, moderna y positivista, del Ser Humano y su realidad, se está
optando por ella. Segundo que la construcción del ser humano no puede darse
bajo una lógica donde el motivo por el que se trabaja sea un salario. Cierto que
presupone y condiciona formas concretas de relaciones humanas pero, no tiene
como finalidad especifica el generar esas relaciones. Pensar los Derechos
Humanos de los Trabajadores no debería hacerse pensando primero en salario y
empleo estable, no como fin.

Muy cierto es que las condiciones sociales en las que estamos no nos permiten
optar por el trabajo que queremos realizar. La mayoría de los trabajadores no
tienen resuelta la vida como para pensar en hacer lo que quieren; no hemos
encontrado opciones frente altos niveles de flexibilidad laboral pero, aún así un
trabajo por los derechos humanos de los trabajadores no debería orientarse por
mejores condiciones de trabajo (buen salario, empleo estable, etc.), no como fin
último. Por la sencilla razón de que no es trabajo humano, bajo esta forma
concreta de trabajo, no se puede hablar de que el trabajo esté siendo un medio de
realización humana. Es claro que en situaciones como esta el valor y la dignidad
de las personas está entre dicho.

Lo mismo sucede en el mundo de hoy, se habla mucho de humanizar el trabajo,


de reinventar las organizaciones y empresas, pero con cosas externas: procesos,
técnicas, maquinaria, nuevos modelos de producción, nuevos esquemas de
productividad, etc. Pero eso no es poner darle su lugar al hombre. Se debe volver
a poner en el centro del trabajo a la persona humana. Es claro que el mundo de
trabajo se ha olvidado de muchas cosas, pero lo más preocupante es que ha
olvidado al hombre mismo, de sus necesidades fundamentales para construirse
humano.

No se puede hablar de la persona humana se esté realizando con su trabajo


cuando la mayoría de los trabajadores reciben un salario con el que nunca
conseguirán satisfacer sus necesidades básicas. Los ritmos acelerados en los que
se trabaja sobre todo en la industria maquiladora son brutales, deshumanizantes
por cuanto no consideran al trabajador como sujeto sino como objeto. Es una
pieza más, sí muy importante, pero sólo es el instrumento supra ordenador de sus
procesos. De hecho no se puede hablar de que trabajo concebido así, como
transformación de la materia esté siendo un medio de realización humana, y
mucho menos de construcción. El mundo del trabajo no está generando
posibilidades de construcción a los hombres y mujeres.

Si la persona humana tiene necesidades concretas estas deben también


satisfacerse desde su práctica laboral concreta. Por supuesto que el asunto es
complejo, no son las mismas necesidades las de una ama de casa que las de un
trabajador jornalero o un sujeto expuesto al contacto directo con sustancias
químicas o sometido a una maquina ensambladora. ¿Qué hacer? ¿Habrá
elementos comunes entre unos y otros? ¿Qué es lo fundamental en todas las
formas de trabajo? La solución no esta en la propuesta positivista fragmentaria no
sólo de la realidad sino del hombre mismo. Primero entonces se trata de
considerar al hombre como realidad integrada y trascendente y, segundo en cada
caso procurar aquellas condiciones mínimas que le permitan su construcción
humana. Eso, se trata de poner al hombre en el centro de los procesos
económicos, políticos, sociales, de producción y, considerar su proceso mismo de
humanización.

Ya hemos dicho que un derecho humano, debe ser lo justamente debido a toda
persona en cuanto tal o en su concreta especificación por responder a una
exigencia radical. Entonces, ¿son los derechos laborales derechos humanos? Sí
lo son, puesto que representan las condiciones mínimas para la concreta
realización del ser humano que trabaja, de otro modo, son las condiciones sin las
cuales quien trabaja no podría cotidianamente realizarse. Porque en cada decisión
y acción nos decidimos la vida, nos la estamos decidiendo en el momento en que
entramos en relación con otros, en el momento que transformamos y recreamos el
mundo. Ahora bien, si los derechos laborales pueden ser derechos humanos es
por la persona humana, porque son signo reflejo de sus necesidades. Si no
expresan una necesidad, entonces no son humanos, son mera normatividad, son
instrumentos de control y reglamentación, que en muchos casos, más allá de
justas o no, son restrictivas de la libertad humana. Los derechos humanos de los
trabajadores son todas aquellas condiciones mínimas y concretas que le son
debidas al hombre que trabaja conforme a su necesaria construcción humana. Es
todo aquello necesario para que el que trabaja, desde su trabajo, se construya
humano y, si no lo tiene no se construye, antes bien se destruye.

Plantear los derechos humanos laborales como bien común, sólo es posible como
particularizaciones de un bien común mayor o total. Sí se considera que un
derecho humano fundamental es el trabajo y, un número grande de persona no
tienen acceso a ese derecho, no hay realización de tal bien común, porque este es
histórico. Lo que obliga en tal caso a replantear el orden económico y social o por
el contrario obliga a decir, que no es un derecho fundamental, así de sencillo.

Héctor León
Mayo de 2002

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