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Introducción
¿Por qué plantear los derechos humanos desde el campo ético? Por la sencilla
razón de que son derechos humanos, no los derechos de un particular. Siempre
que entran en juego los otros tiene lugar la ética. Los derechos humanos
representan exigencias, actitudes, comportamientos, donde de un modo especial
entra en juego la construcción humana.
Creo que hay más de una dificultad para decir qué son los Derechos Humanos. La
primer dificultad se nos presenta cuando pensamos en “humanos” ¿Qué es ser
humano? No es sencilla la respuesta, a mi juicio definir al ser humano es ponerle
los limites de cualquier definición y, sí tal vez los tiene pero, ¿quién puede decir
cuáles son?, por mucho se puede decir en qué consiste su estructura
psicobiológica básica, sus características o notas esenciales. Pero creo que el
planteamiento es acerca del proceso de construirnos humanos (personas).
En este contexto abordo el tema, mi pregunta es por el qué y el cómo, ¿qué nos
hace humanos o mejor, qué condiciones necesitamos para construirnos
humanos?, ¿Cómo es éste proceso? Si entendemos un poco más este proceso de
construirnos humanos, será más fácil procurar de las condiciones mínimas
necesarias para nuestra humanización.
La pregunta que aquí se plantea es por el ¿qué concepción de hombre habrá que
plantear que corresponda con nuestra visión-conceptualización de los DH? Que en
cierto modo es preguntarse ¿qué condiciones sociales, físico-biológicas,... son
necesarias para que podamos hablar propiamente de derechos del ser humano? Y
luego ¿de qué estaríamos hablando el decir Derechos Humanos Laborales o de
los trabajadores? Las respuestas no son sencillas y, no es fácil agotarlas, la
reflexión trae muchos años atrás. Pero tampoco no cabe cualquier respuesta, en
nuestro caso se trata de responder esto, desde una postura filosófica, sobre todo
una filosofía desde y para América Latina. Desde pueblos donde el autoritarismo
es una característica de nuestros gobiernos y, el poder que ostentan la garantía de
sus seguridades. Se trata de responder desde situaciones concretas de pueblos
que padecen hambre, que se enfrentan a una violencia sistemática.
Como se ve no es sencillo decir lo qué son los Derechos Humanos y menos qué
son los DHT. La lógica occidental presenta su proyecto de humanización como el
único, el más viable; es el proyecto de una sociedad planetaria(ahora global), con
una historia única, con el progreso como meta y justificación de todo lo que no se
ajusta a este proyecto. Se presenta como el proyecto en el que todos somos
responsables, si el barco se hunde, nos hundimos todos con él. Es el proyecto de
la absolutes y la universalidad, una sola cultura, un único modo de ser humano;
con la ciencia y la técnica a nuestro servicio.
Pedro de Velasco, a quien retomaremos más adelante, nos dice que bajo esa
lógica occidental, el hombre deja de ser una “animal de realidades” y vuelve a ser
un animal de estímulos, al menos en lo que respecta a su construcción. “Negar la
posibilidad de diversas alternativas de humanización es en el fondo negar la
posibilidad misma de humanización del hombre, es negarle la libertad de
construirse, es presuponerlo ya hecho y destinado, es presuponer que su praxis
liberadora no genera ni afecta su propia libertad, no afecta su propio ser.”
“Sostener un único camino de humanización es -automáticamente- sacralizarlo y
hacerlo obligatorio, racional, definitivo e incuestionable.”
Creo que un primer paso tanto en México como en otros países pide el
reconocimiento de una población pluriétnica, abierta y no del todo accidentalizada.
Segundo la creciente influencia de corrientes ideológicas de lo “light”, lo simple, lo
individualizado, etc. frente a las que tenemos que resolvernos, porque quiérase o
no, son modos culturales que forman (o deforman al ser humano), donde lo central
es “mi realización”. Precisemos qué se está entendiendo por cultura, en particular
por cultura pluriétnica.
Por supuesto que esto platea problemas, sobre todo extremistas, absolutismos o
relativismos; los nacionalismos, son un ejemplo de esto. Ninguno de los dos ayuda
para nuestro propósito. Si se plantea la opción por un multiculturalismo ha de ser
aquel que no represente un relativismo. El problema es plantear una posición
pluralista que supere a ambos y permita plantarse un proyecto de con-vivencia, de
sanas relaciones entre las culturas. Es eso nombrado por muchos como el
derecho a la diferencia. ¿Qué estoy plantando? Sí de algún modo una forma de
multiculturalismo, es eso que se conoce como comunidades plurales, “poliétnicas”
o multiculturales, que rompen con la concepción de una única cultura, monolítica y
coherente; esta forma de multiculturalismo supone un proyecto común, que de
ninguna manera es asumido, sino construido, que no es estático sino dinámico.
Ahora, a propósito de la cultura, esta se debe concebir como un proceso dinámico,
abierta a los procesos de transformación interna y a la comunicación con otras
formas de vida; a partir de lo cual sea posible proceso de diálogo, de recreación e
invención de proyectos comunitarios -comunes. En este contexto “la cultura sería
un fruto de un esfuerzo colectivo, no de asimilación pasiva de una tradición, sino
de una apropiación libre de ese legado, que puede ser de diversos orígenes, que
es transformado y actualizado en cada momento de la vida colectiva”.
Ser persona es hacerse uno mismo, lo que uno quiere y puede ser, es decir, soy
yo quien debe tomar mi vida en mis manos, hacer de mí lo que quiero para mí,
dentro de lo que me es posible. Ser humano es el proceso de ir haciéndose uno
mismo, haciendo lo que uno quiere ser. Yo y la cultura me hacen o deshacen
humano. Sí, pide una estructura básica, la que no es suficiente y por lo tanto tengo
que terminar de construir; me determino, hago lo que quiero ser dentro del marco
de mis posibilidades. A diario, en cada decisión voy decidiendo mi vida, en cada
acción me voy construyendo. Ser humano es hacer mías mis notas, terminar de
construirlas, que mi inteligencia, mi voluntad, mi libertad sean mías.
Creo que al explicar lo que es el ser humano se han cometido errores: por
ejemplo, pensar al hombre como una estructura dual, dividida (ejems: cuerpo y
alma, razón y espíritu); o lo que es lo mismo, como un ser con dimensiones
terrenas (paganas) y divinas. Esto ha traído consigo posiciones diversas de
entender al hombre y ha propuesto diversos caminos de desarrollo. Son caminos
que han llevando al ser humano a olvidarse de lo “otro”, donde el centro de su
desarrollo y realización es su yo mismo: un ser egocéntrico. Se creé que se puede
ser humano individualmente, que la humanidad o la infrahumanidad de los otros
no me afecta. Ejemplo de esto son los modelos sociales y económicos actuales
que privilegian las relaciones individuales, de competencia, en el fondo de
exclusión del otro, porque representa una amenaza para mis intereses. Lo central
es el mercado, la libre especulación. Mi superación y mi realización. Es una
carrera por llegar a la meta donde para llegar no importa a quien deje atrás, yo
tengo que llegar primero, aún a costa de la vida de ellos (los que han dejado de
ser sujeto para pasar a ser objeto). Lo que no acabamos de entender, lo que no
entienden quienes diseñan tales proyectos es que sólo llegamos a ser humanos
por la gracia de los “otros”; aunque queramos no podemos sacar a lo “otro” de
nuestras vidas, ya está ahí de antemano. Por lo tanto nos es obligado
incorporarlos a nuestros procesos de construir-nos.
Para Zubiri todo ser personal se halla referido a alguien de quien recibió su
naturaleza, y además a alguien que pueda compartirla. La persona está esencial,
constitutiva y formalmente referida a Dios (un Dios entendido como persona) y a
los demás hombres.
Para mí los Derechos Humanos no pueden ser otra cosa que lo mínimo que nos
merecemos, las condiciones mínimas para construirnos humanos. Son las
mínimas individual y colectivamente, tenemos que procurárnoslas. El que las
tengamos ni es sólo responsabilidad nuestra, ni sólo de los otros, ni sólo del
Estado, es responsabilidad de todos pues si uno no las tiene todos somos menos
humanos. Si no tenemos estas, sencillamente somos menos humanos o nunca
terminamos de construirnos como tales.
Si la construcción del hombre es procesual, no se nace siendo humano. Entonces
en la medida que vamos creciendo nos van surgiendo nuevas necesidades, igual,
en la medida que evoluciona la sociedad, son nuevas las necesidades. ¿Qué más
son los Derechos Humanos (DH)? ¿Porqué hablar de derechos? ¿Significa que yo
y los otros estamos obligados a darlos o cederlos? ¿Cómo incorporar en nuestra
concepción de los DH, lo que ya hemos dicho sobre el ser humano?
En un estudio que hace Antonio Senet de Frutos sobre Ellacuría y los DH, nos
dice que para Ellacuría “la proyección social y la efectividad política deben estar
dirigidas por las exigencias objetivas de las mayorías oprimidas...” Pues bien creo
que esas exigencias son precisamente los derechos humanos. El no estar a gusto
de un individuo o una comunidad es signo reflejo de una necesidad pues eso que
necesitamos para estar a gusto son los derechos humanos. Las necesidades
concretas de los seres humanos, de tal modo que si no las tienen no se
construyen como tales, esos son los derechos humanos. Ese es parte del origen y
un posible punto de su fundamentación, que representan condiciones necesarias
para realizarnos. Son necesidades que cambian, que no son la mismas siempre,
ni iguales entre una cultura y otra. No son ni permanentes ni absolutas. Los DH
reflejan necesidades humanas que cambian y evolucionan.
Pero bueno vayamos por partes. Creo que sí, los DH representan eso, derechos y
obligaciones, pero por supuesto no en el sentido peyorativo. Si en el sentido que
estamos obligados a cargar con los otros. La construcción humana de los otros,
también depende de “mí”. Si no voy al encuentro del otro, yo no me construyo
humano. Los derechos humanos son para mí una obligación por la razón de que
frente a un mal, frente a una violación de cualquiera de estos, se me impone una
situación que debo ajustar; de algún modo su vigencia - realización depende de
nuestra justicia, de nuestro proceder ajustado frente a la realidad y, en este caso
frente a una realidad mala. Me obliga en el supuesto de que he optado por la vida
y mi vida, mi realización depende de la realización del otro. En este sentido los
derechos humanos sí representan una obligación o deber.
Cierto, no podemos cometer el error de entender los derechos como los entiende
el derecho positivo. La ley sería válida siempre y cuando representara la voluntad
de la comunidad y además de ningún modo representara una desestructuración
de la persona, como comúnmente sucede. La concepción de derecho que
necesitan los derechos humanos, no es aquella típica de que “mis derechos
terminan donde comienzan los derechos del otro”. Esta planeamiento tiene como
supuesto que yo y el otro no podemos entrar en relación, peor aún si mi libertad
acaba donde la del otro comienza significa que mi libertad acaba donde la del otro
acaba. Si el otro entra en mi mundo, si cruza mi frontera me daña, esta
violentándome ¿por qué? Porque en este supuesto el otro es una amenaza. Esa
concepción de derecho, no sólo no nos sirve, no tiene cabida. Porque la libertad
mía y del otro, aunque no sólo, es una construcción comunitaria, yo necesito del
otro como el otro necesita de mí.
Sí, los derechos humanos son algo que de alguna forma es “derecho”, algo que es
debido y exigible, y que a la vez afecta radicalmente al hombre por ser hombre...
Pero, para Senet de Frutos se trata de que no podemos preguntarnos qué son los
derechos humanos, o cuáles son éstos, al margen de la realidad humana
existente. Y lo que existe es una infrahumanidad, procesos de deshumanización.
Situaciones donde el derecho (positivo) está desfasado de la realidad. En ese
contexto no es coestructurable con la realidad humana. Por otro lado, si los DH
...“es lo debido al hombre conforme a su esencia real e histórica por afectarle
radicalmente para su desarrollo humano.” Estos derechos humanos piden
concretarse, es lo debido y exigible de acuerdo a situaciones específicas.
Y es frente a estas situaciones, frente a las que creo surgen nuevas necesidades.
Hay de hecho en las sociedades que hemos construidos males que de por sí nos
están imposibilitando la realización, que nos exigen un reajuste. La realidad nos
exige poner bienes, crearlos. Y no son cuales quiera bienes, son bienes comunes,
porque común es la situación que amenaza la vida, la destruye. La situación actual
nos urge ajustarla porque su vigencia - realización está entre dicho, depende de
nuestra justicia. Y hay que ajustar la realidad a un proyecto que no está del todo
terminado, es el proyecto común de humanidad. A mi parecer los DH representan
una vida ajustada.
La historia, los otros son un bien común para mí. Porque de los otros necesito en
todo momento de vida, antes de nacer, justo en el momento de nacer: necesito
cosas concretas como su auxilio, alimento, ropa, cariño, etc. La persona de los
otros es un bien para mí, porque sólo puedo ser humano gracias a ellos. En el
fondo los otros son un bien para mí. Los seres humanos somos un bien común,
porque representamos un bien unos para otros.
Los derechos humanos son bienes comunes, porque así lo hemos acordado, así
hemos determinado que sea nuestra construcción humana. Los Derechos
Humanos empiezan por reconocerse como una necesidad común, representan un
bien para todos y, que de algún modo el no tenerlo imposibilita la construcción
humana. Los derechos humanos los hemos creado como un proyecto porque
creemos que representan las condiciones mínimas para construirnos humanos.
Son realidades compatibles con los seres humanos. Nosotros los construimos,
ajustamos la realidad a nuestras necesidades. Los hemos ido conceptualizando,
corresponden a una época y una ideología, es decir, son históricos; el bien común
también es histórico, se ha ido construyendo. Lo seguiremos construyendo en
cuanto nos posibilite ser humanos.
Los DH son bienes, sobre todo bienes comunes, cuyo fin es la realización
humana, la humanización del mundo. Son bienes comunes inscritos en un
proyecto que tiene como fin configurar un mundo humano. Son bienes comunes
en cuanto comunitariamente los construimos (identificamos, reconocemos),
participamos de ellos, somos responsables de su actualización. Procurarse
exclusivamente bienes individuales, es una opción por no construirse humano,
porque el bien, sólo es bien en cuanto que participa del bien común, la apropiación
privada de algo es un desajuste de lo común; por eso son inmorales los sistemas
actuales que velan por el bien privado, porque es impedir que los otros puedan
servirse de lo que tienen derecho, porque es una negación del bien común y una
ruptura del orden social justo, de la armonía de un mundo ajustado. Por eso para
Ellacuría la forma justa de buscar el bien propio es buscando el bien común. Para
él, son derechos del hombre por ser hombre y por pertenecer a una única
humanidad. Los sitúa en relación con el bien común, que según él, es lo que les
da su fundamento y su marco de referencia.
Y este bien común, sólo será común en cuanto de hecho se esté realizando la
comunidad humana, en sus múltiples formas de organización social y de bienes.
El bien común para las clases oprimidas es que sus opresores los hagan
participes del “bien” que se han apropiado. “La verdad real de un proceso histórico
está en la participación de ese bien común.” Los derechos humanos se refieren
tanto a situaciones individuales como colectivas, unas no se deben excluir a las
otras, los derechos individuales, son participación de los comunes. Un bien común
que no humaniza a un individuo, que niega su dignidad, debe replantearse y, a la
inversa también. Tanto individuales como colectivos deben ser coestructurables.
Estos derechos humanos no son una realidad “ya”, no son algo dado. Es una
humanidad en proceso, una realización procesual, voy siendo humano, vamos
construyendo nuestra humanidad. Y porque los derechos humanos no son algo
dado, son progresivos, históricos.
Los DH son realidades compatibles con los seres humanos. Nosotros los
construimos, ajustamos la realidad a nuestras necesidades. Creo que si hay una
posibilidad de DH universales es porque son una realidad común, una realidad de
la que todos participamos, es una necesidad común en los seres humanos. Por
ejemplo un bien común, un derechos humano, la ecología, la paz. Así como los
derechos humanos se han ido conceptualizando, corresponden a una época y una
ideología, es decir, son históricos; el bien común también es histórico, se ha ido
construyendo. En todas las culturas hay necesidades comunes: comer, un medio
humano para vivir, una ecología, trabajo. Es una Universalidad básica, que
tenemos que resolver.
Senet de Frutos, nos dice que tales derechos en la visión de Ellacuría deben tener
una validez y vigencia histórica; deben ser universales, esto es, reconocidos a
todas las personas y pueblos, lo cual no implica que sean los mismos y en el
mismo orden en cada situación y etapa. Un derecho humano, debe ser lo
justamente debido a toda persona en cuanto tal o en su concreta especificación
por responder a una exigencia radical. Lo verdaderamente debido no es lo que
aparece como realizable según unas concretas condiciones actuales, sino que lo
verdaderamente exigible en orden a su actualización, por lo tanto se trata de ir
abriendo históricamente las posibilidades reales conforme a lo que se presentan
como exigencias humanas que deben ser atendidas en la propia realización
histórica de la sociedad humana.
Según él, Ellacuría plantea los Derechos Humanos como una exigencia global, es
decir, desde una perspectiva universal, que se puede y se debe alcanzar. Para él
se trata de que los principio o valores vayan siendo aceptables para el conjunto de
los pueblo que conforman la humanidad. La universalidad de los derechos
humanos la podemos plantear como el bien común de la humanidad, algo que
podemos construir. Ellacuría está postulando una universalidad histórica, y en
cuanto histórica, es algo adquirible. Se trata de “un bien común real, que tenga en
cuenta a la humanidad entera en su concreción, sin que ello obste a que haya
derecho a ciertas particularizaciones del bien común y de los derechos humanos”
Para Ellacuría se trata de un proceso histórico que puede ser esbozado o creado,
como “una afirmación nunca definitiva”. Yo personalmente entiendo esto como un
proyecto común de humanidad, que tenemos que ir creado, con base a lo que va
siendo necesario, con base en lo que la realidad nos exige, de tal modo que
podamos realizarnos humanos, es decir, la universalidad es una exigencia de
ajustamiento de la realidad, ajustamiento de un mundo desajustado. Hoy la
posmodernidad y la globalización nos obligan -se hace necesario- pensar en esto,
un proyecto común mundial de humanización. Entonces esta universalización de
los derechos humanos es histórica, corresponde a una época y a unas
necesidades concretas, exige un dinamismo, un reajustamiento progresivo. Y, esta
universalidad en la actualidad se nos plantea frente a la violación masiva -global- y
sistemática de los derechos fundamentales; un alto porcentaje de la población
mundial no tiene modos de satisfacer sus necesidades básicas.
El trabajador es conciente de estar trabajando por sí y por otros. Aunque sea una
opción por un salario-remuneración, es ya por otros, por sí. Padres y madres se
lanzan a todo con tal de conseguir lo mejor para sus hijos; muy pocas veces se
trabaja por trabajar, se trabaja por satisfacer mis necesidades, las necesidades de
los que me son cercanos y, esto es lo que hace posible la vida humana, la
participación de los otros en mi vida; de esto cualquier trabajador tiene conciencia
de estar participando con su trabajo -aunque no sólo- en la realización del otro.
4.2. Relaciones que el concepto del trabajo guarda con otros conceptos
El concepto trabajo guarda relación con una serie de conceptos, de los que
difícilmente se puede entender separadamente. Creo que de algún modo está
remitido a una serie de conceptos propios de la cultura laboral latinoamericana.
Entender estas relaciones es entender el papel que juega el trabajo en el conjunto
de la vida. Algunos de estos son por ejemplo lo religioso, lo lúdico en múltiples
formas, desde la fiesta, parrandas, la cerveza con el amigo, el descanso; otra
relación es trabajo-comida; trabajo comunidad-solidaridad. Así muchas otras,
veamos como se relacionan.
Una relación más honda que guardan el trabajo y lo religioso es aquello que
llamamos la tendencia a lo trascendental. Cualquier forma de trabajo supone
relaciones humanas, apertura al otro, ese otro muchas veces es Dios (en
cualquiera de sus nombres o modalidades). El ser humano es trascendente
porque está abierto a los otros. Por lo menos para los cristianos mi relación con
Dios pasa por el otro, mi prójimo. Hay una concepción, errónea o no, de que mi
salvación depende de mi relación con el otro. Sé trabaja porque Dios trabajó(a).
En muchas religiones es un mandamiento trabajar y, “el que no trabaja, que no
coma”. En muchas religiones, véase la judía, la luz del mundo y, muchas otras
tantas, al religión es el centro de su vida, determina todo hasta el trabajo, sólo
tienen cabida unos tipos de trabajo, hay toda una moral vinculada al trabajo.
Es muy típico de las clases populares el que entre compadres o amigos un fin de
semana se junten para ayudarle a otro a terminar su casa, a sacar su cosecha, a
reparar una parte dañada de la calle o el barrio, tal vez la barda de la primaria o
del templo. Al final todos se juntan para comer y, no pocas ocasiones aquello
termina en una parranda. De hecho en muchas culturas aún está vivo el trabajo
comunitario, muy distinto a aquel trabajo que la mayoría de la veces es forzado y
se le llama trabajo comunitario o servicio social, servicio a la comunidad. Es un
trabajo que sí necesita de la promoción o iniciativa de alguien pero quienes lo
realizan son concientes de que será en beneficio de ellos y los demás. Muchas
veces se trabaja solidariamente, el compadre o el amigo ofrece su trabajo para
que el otro termine el suyo, para sustituirlo, para ayudarle a mantener a la familia.
A la gente sencilla no le es difícil ser solidaria con los otros; quien ve a otro
esforzándose le tiende la mano.
Ahora bien, creo que el trabajo propiamente humano, sólo puede ser de este
modo, libremente, queriendo realizarlo. El trabajo humano supone relaciones, no
podríamos hablar de que alguien trabaja si no es comunitariamente, en relación
con otros o por otros. No sólo siempre necesitamos del trabajo de otros, de los
zapatos del zapatero, de los tomates y papas del campesino, de los muebles del
carpintero. Necesitamos trabajar con ellos. No somos seres que puedan vivir
solos, negando a los otros, somos sociables.
No todos los trabajos son dignos, no todos los trabajos valen lo mismo. Sucede
algo parecido a lo que sucedía en la cultura judía en tiempos de Jesús. El trabajo
del cobrador de impuestos, de la prostituta, de ninguna manera eran dignos -
valiosos. Nuestra cultura rechaza o minusvalora un cierto tipo de trabajos, véase el
de los limpiaparabrisas, no sólo son rateros y mugrosos, tienen la facha de ser
drogadictos, de ser gente mala y viciosa. Otro, el de muchos vendedores
ambulantes, igualmente malos, sucios y viciosos, a quienes hay que cerrarles la
ventana o sencillamente, no detenerse junto a ellos. Veámoslo de otro modo, no
se atiende del mismo modo en una oficina bancaria a una persona “x”, a uno de
estos mencionados, que a una gente de corbata. A los últimos se les abre la
puerta en las tiendas departamentales y, a los primeros se les niega la entrada, no
sea que vayan a robarse algo. En muchos sectores -yo conozco el maquilero- el
trabajo productivo es fuente de valor (concepción parecida a la de David Ricardo).
El trabajo es valioso en cuanto produce. Otras veces es valioso si cansa o ha
representado mucho esfuerzo.
El concepto del trabajo que tienen la mayoría de los trabajadores está influenciado
grandemente por la lógica occidental. No sólo porque se entiende por trabajo la
actividad desarrollada por el hombre para dominar y transformar la naturaleza en
su provecho, cuyo objetivo fundamental es la producción de bienes y servicios. El
hombre que realiza tal trabajo es un ser pensante. Es el hombre moderno. Por eso
en muchos sectores se hace evidente la diferencia entre el trabajo intelectual y el
manual. El primero es el que vale más, porque el hombre usa más la razón, su
intelecto; el segundo se acerca más al “trabajo” de los animales.
Cuando los trabajadores nos encontramos en alguna charla y sale el tema del
trabajo, muchos presumen lo valioso de su trabajo por la cantidad de trabajo que
han tenido, es decir, porque es mucho el tiempo que le han invertido: “yo rolo
turnos dos veces a la semana y véanme”, expresiones como ésta son muy típicas.
Mucho trabajo tiene que ver también con la responsabilidad, con el tiempo
invertido y con el esfuerzo. Si llega muy cansado es que ha trabajado mucho. Es
muy valioso mi trabajo si tomo muchas decisiones, hago “mil” operaciones o están
a mi cargo muchos trabajadores. Mucho trabajo (para Antonio Ocaña) resulta ser
proporcional tanto al tiempo como al esfuerzo; doble tiempo realizando el mismo
esfuerzo es doble trabajo, e igualmente es doble trabajo cuando estamos en el
mismo tiempo pero nos exige doble esfuerzo durante ese tiempo. En este tipo de
trabajo que él llama “físico”, hay una relación directamente proporcional al tiempo
y al esfuerzo. Este trabajo no necesariamente es valioso por el salario.
En ambas culturas -nos explica Pedro- no sólo es indispensable, sino que además
es valioso. Lo que Pedro señala es que para el occidental -el Blanco en término
Raramuri- el trabajo es su religión. Representa un proyecto de humanización
radicalmente distinto, en los Raramuri la humanización se realiza por la Fiesta -
Relación y, en la lógica occidental por la acumulación - trabajo. Esta opción por la
Fiesta - Relación nos indica que es más importante la relación que el dominio de la
naturaleza. Ahí el trabajo no tiene valor en sí mismo, no tiene precio. “El trabajo
del hombre (como su vida) no se puede comprar ni vender, se da y se recibe
gratuitamente y siempre en función de las relaciones interpersonales de la
conservación de la vida”. Esto es radicalmente opuesto a la lógica occidental
donde el trabajo es el medio fundamental de subsistencia y humanización. La vida
toda está en función del trabajo. Nos ejemplica esto Pedro diciendo que incluso en
descanso, semanal, anual, o el retiro, muchas veces están en función no del
trabajador sino de las posibilidades de la empresa. El trabajo es lo central, el
desarrollo de los pueblos se mide en términos de trabajo (producto nacional,
ingreso per cápita).
Una concepción así, representa una vida que jira en torno al trabajo, no sólo se
descansa para poder trabajar, se vive para trabajar (véase la lógica empresarial, el
modo en que trabajan los “empleados de confianza”, los políticos, etc); se tiene
tiempo para trabajar por una familia, a la que no se le ve, por unos hijos a los que
al regresar se les mira en la cama durmiendo. ¿No podría ser distinto si en lugar
de ganar lo que se gana, se ganara lo suficiente y, no lo mínimo? ¿Si en lugar de
haber mínimo hubiera máximos para los que se hacen ricos a costa de mucha
mano de obra barata? Esta es un concepción donde el mismo descanso, la
diversión, el encuentro cotidiano y prolongado, son visto como perdida de tiempo,
como ocio. “Son unos huevos, mal vivientes, por eso nunca salen de pobres”. Bajo
esta concepción la felicidad está puesta en las cosas, en la acumulación según
Pedro. Entre más (yo) tenga, más feliz soy. Implica la negación de la dimensión
comunitaria, por cuanto los otros son un objeto más de mi dominación, de mi
posesión, son un instrumento para mi acumulación.
Una concepción de trabajo así, nos obliga a pensar un modo distinto de trabajar,
de concebir el trabajo, de ponerlo en práctica, nos obliga a pensar una sociedad
que no sea para el trabajo. Una sociedad donde los fundamental no sea la
acumulación de bienes, donde lo central, no sea el mercado: mayores
necesidades, mayor consumo, mayor exigencia de producción. Bajo esta lógica
occidental nos urge mostrar que hay modos distintos de concebir el trabajo, hay
modos distintos de humanización, donde lo central no sea el trabajo(por lo menos
no al modo de la concepción occidental). Esto es exactamente lo que sugiere
Pedro de Velasco nos cuando nos dice que: “... el trabajo está concebido
primordialmente en función de la acumulación y no de la relación”. Que en el caso
Raramuri, es lo que humaniza; el trabajo es para la relación, dice Pedro que es la
lógica Fiesta - Relación. Este modo de sociedad sólo ha llevado a eso que tantos
han denunciado, a crear una brecha cada vez más grande entre ricos y pobres,
estos últimos sólo reciben un salario de hambre, que le alcanza para sobrevivir (o
si se prefiere vivir infrahumanamente), bajo una violencia sistemática de sus
derechos fundamentales.
Ahora bien, tener una postura critica frente a la lógica occidental, no significa
negar los elementos valiosos que tiene, por el contrario, justo ahora no podemos
construir una sociedad distinta sin la consideración de estos elementos. Pero es la
construcción desde la cultura latinoamericana (que también tiene lo suyo de
modificable), desde sus costumbres y tradiciones, desde su identidad y su
resistencia afirmadas, desde su situación de explotación, marginación y miseria.
En nuestra sociedad hablar del valor y la dignidad del trabajo es hablar del hecho
mismo de construirnos como hombres y mujeres; como humanidad más humana.
Por eso creo que se trata de incorporar al hombre, su humanidad, a los procesos
productivos, al juego económico, a las tomas de decisiones, a la hora de pensar
en flexibilidad y productividad laboral, al momento de diseñar una maquina
giratoria con capacidad para ir a 100 km/h, al pensar en el movimiento de grandes
capitales especulativos. Creo que es necesario, si humanos nos queremos
construirnos, darle su justa medida al trabajo mismo, hay que meterlo en el
proceso mismo de humanización del hombre.
El trabajo no puede tener sentido en sí mismo, ni si quiera para los animales; sólo
lo tiene en cuanto es un medio -junto con otros- para la realización humana. Tiene
un sentido y, es ese de conseguir lo necesario para vivir, para gozar la vida, para
ser feliz. Cualquier trabajador no está buscando el trabajo, busca satisfacer sus
necesidades. El trabajo es medio para la realización. Por supuesto que hay unos
trabajos facilitan el proceso de humanización más que otros y es entonces cuando
se habla que desde el trabajo consigo mi realización, porque la relación con los
otros me humaniza. Éste es el sentido (esencia) del trabajo (humano), ser medio
para mi realización, para mi construcción como humano. Sólo es trabajo humano
cuando es fuente de convivencia, de alegría, de reforzamiento de las relaciones
(como la solidaridad, la donación a los otros) y, esto también es central para la
realización humana, una vida donde quepa el gozo, la comunidad, la donación, el
baile, el canto, la risa, a veces el llanto; eso que Pedro de Velasco describe como
fiesta en la cultura Raramuri.
En nuestra cultura es muy mal visto que un trabajador al final del día o de la
semana se gaste gran parte de su salario en cervezas, diversión pero, no se
acaba de entender que eso es fundamental, además de otras cosas. Dicho de otro
modo, como diría Pedro, el trabajo es para la fiesta, el gozo, la felicidad. La fiesta -
la celebración- tiene lugar en la construcción del hombre en cuanto es la parte no
formal, lúdica de su realización cotidiana; esto no justifica las borracheras, las
explica, es la relación con lo lúdico, a la que he hecho referencia arriba. Se es más
humano cuando se está en relación con los otros y estas relaciones nos hacen
sentirnos bien, a gusto. El trabajo debiera ser un modo de expresión creativa, de
donación de unos con otros, de entrega, de liberación. Y esto así porque no todo
en el hombre es “utilidad”, “producción”, “recompensa”. Esto rompe con la
concepción de trabajo como trabajo asalariado. No sólo trabajan quienes están en
una empresa, quienes mantienen una relación obrero patronal; trabaja el niño que
le ayuda a su mamá en casa como la indígena que cocina tortillas para su familia.
¿Cómo incorporar en nuestra concepción de los DH, lo que ya hemos dicho sobre
el trabajo? Ahora toca responder a la pregunta de si los derechos laborales son
derechos humanos y, precisar en qué sentido lo son.
Muy cierto es que las condiciones sociales en las que estamos no nos permiten
optar por el trabajo que queremos realizar. La mayoría de los trabajadores no
tienen resuelta la vida como para pensar en hacer lo que quieren; no hemos
encontrado opciones frente altos niveles de flexibilidad laboral pero, aún así un
trabajo por los derechos humanos de los trabajadores no debería orientarse por
mejores condiciones de trabajo (buen salario, empleo estable, etc.), no como fin
último. Por la sencilla razón de que no es trabajo humano, bajo esta forma
concreta de trabajo, no se puede hablar de que el trabajo esté siendo un medio de
realización humana. Es claro que en situaciones como esta el valor y la dignidad
de las personas está entre dicho.
Ya hemos dicho que un derecho humano, debe ser lo justamente debido a toda
persona en cuanto tal o en su concreta especificación por responder a una
exigencia radical. Entonces, ¿son los derechos laborales derechos humanos? Sí
lo son, puesto que representan las condiciones mínimas para la concreta
realización del ser humano que trabaja, de otro modo, son las condiciones sin las
cuales quien trabaja no podría cotidianamente realizarse. Porque en cada decisión
y acción nos decidimos la vida, nos la estamos decidiendo en el momento en que
entramos en relación con otros, en el momento que transformamos y recreamos el
mundo. Ahora bien, si los derechos laborales pueden ser derechos humanos es
por la persona humana, porque son signo reflejo de sus necesidades. Si no
expresan una necesidad, entonces no son humanos, son mera normatividad, son
instrumentos de control y reglamentación, que en muchos casos, más allá de
justas o no, son restrictivas de la libertad humana. Los derechos humanos de los
trabajadores son todas aquellas condiciones mínimas y concretas que le son
debidas al hombre que trabaja conforme a su necesaria construcción humana. Es
todo aquello necesario para que el que trabaja, desde su trabajo, se construya
humano y, si no lo tiene no se construye, antes bien se destruye.
Plantear los derechos humanos laborales como bien común, sólo es posible como
particularizaciones de un bien común mayor o total. Sí se considera que un
derecho humano fundamental es el trabajo y, un número grande de persona no
tienen acceso a ese derecho, no hay realización de tal bien común, porque este es
histórico. Lo que obliga en tal caso a replantear el orden económico y social o por
el contrario obliga a decir, que no es un derecho fundamental, así de sencillo.
Héctor León
Mayo de 2002