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Fundamentos teológicos de la

representación de la divinidad, y su
relación con la iconoclastia, el
aniconismo y el vandalismo en las
religiones abrahámicas.

Pilar Gómez de la Torre


Eugenio Osorio López
Viviana Zorrilla Díaz
Índice de contenidos

Índice de contenidos 3
Introducción 4
Fundamentos teológicos de la representación de la divinidad en las religiones abrahámicas 4
Judaísmo 4
Cristianismo 5
Islam 6
Iconoclastia, aniconismo y vandalismo en las religiones abrahámicas 7
Judaísmo 7
Cristianismo 9
Islam 9
Conclusión 11
Bibliografía 11
Webgrafía 12
Introducción

La representación de la divinidad está estrechamente relacionada con los principios teológicos


de cada religión. El concepto de Dios y su circunstancia es singular y determinante a la hora de
fijar el tipo de culto y elementos que en él son significativos. En particular, las representaciones
y símbolos que forman parte del hecho litúrgico o devocional. A pesar de encontrar multitud
de similitudes en su origen, las religiones abrahámicas difieren en cuanto al relato. Si las tres
comparten como uno de sus profetas a Abrahám, judaísmo, cristianismo e Islam desarrollan su
imaginería de la forma en que las escrituras, o una interpretación particular de las mismas,
configuran el concepto de Dios, marcando diferencias formales de carácter teológico con las
otras tradiciones. El tratamiento y producción de la imagen forma parte de la identidad de una
religión y la imagen se convierte, por tanto, en objetivo de promoción o persecución. Es
relevante conocer los principios teológicos que subyacen en el desarrollo del arte y las
representaciones materiales de cada divinidad en cada tradición, así como la condición que
ejerce la imagen como símbolo de cualquier pueblo, nación o cultura, para entender las
posiciones iconoclasta, anicónica o vandálica dadas a lo largo de la Historia en estas tres
religiones.

Fundamentos teológicos de la representación de la divinidad en


las religiones abrahámicas
Judaísmo
El judaísmo es la más antigua de las religiones abrahámicas y, bajo esta denominación, no sólo
se atañe a la práctica teológica, sino a la cultura y tradición del pueblo judío. Los principios
teológicos del judaísmo manan de dos fuentes: las enseñanzas de la Torá, que recoge el
contenido de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento (Génesis, Éxodo, Levítico,
Números y Deuteronomio), y su tradición oral. Esta palabra sagrada fue entregada por Dios
directamente al pueblo judío por intermediación de Moisés. Un Dios omnisciente y
omnipotente, que se enfurece y pone a prueba al pueblo elegido y carga con ira ante un
mundo en pecado. Los símbolos inequívocos de la religión judía son la estrella de David y el
candelabro de siete brazos, la menorá. Se trata de símbolos conceptuales rituales que refieren
en cualquier caso a atributos que se asocian con la identidad del pueblo judío y su práctica
ceremonial. No existen personificaciones o representaciones figurativas vinculadas a
identidades significativas de las escrituras, de dios o de los
profetas. No se utiliza la imagen en el contexto cultual ni
religioso. Las sinagogas son lugares de reunión donde se
intenta emular el desaparecido Templo de Jerusalén, y
donde la estrella de David y la menorá son los elementos
simbólicos más relevantes. Se puede encontrar algún
mosaico o fresco narrativo de los primeros episodios del
Pentateuco y lugares donde almacenar los textos sagrados
que se revisten de decoración. No existe espacio para la Segundo Templo de Jerusalén

idolatría.
Esta ausencia muy absoluta de figuración tiene origen en los principios que Moisés trasladó al
pueblo judío respecto a la naturaleza espiritual y abstracta de Dios. La concepción abstracta de
la divinidad no se puede representar, puesto que está en el mundo de las ideas; por lo que
encontramos aquí una vinculación directa con el platonismo clásico, que determina la
imposibilidad de representar lo esencial. En esta línea, Dios sería una idea de la que deriva el
mundo material.

Es por tanto el dios judío una idea universal, inmutable e independiente de todo plano físico o
terrenal. No existe una bajada espiritual de la divinidad al mundo de los hombres por la
ausencia de un Mesías al modo que Jesucristo es entendido en la religión cristiana, por lo que
al no darse ese contexto, la representación de la divinidad se mantiene en un plano puramente
abstracto.

Cristianismo
Como tal, entendemos que el Cristianismo se inicia con el nacimiento de Cristo. La religión que
practicaban los judíos cuando nació Cristo tenía como único Dios a Yahvé, que es como le
denominaban los judíos en el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento narra el inicio de esta
nueva religión, a partir del inicio de la vida de Jesús, considerado en esta tradición Hijo de Dios
y de la Virgen María, Dios encarnado, y Espíritu Santo, según marca el dogma cristiano de La
Santísima Trinidad.

Como antecedente del tema que nos ocupa, vamos a citar versículos del Antiguo Testamento,
donde se hace referencia muy clara tanto a la iconoclastia y al aniconismo. Obviamente, no
enumeraremos todos, pues sería tarea excesivamente ardua, sino solamente los más
significativos. Como referencia a la iconoclastia, proponemos Éxodo 34-13, donde Moisés insta
a “destruye sus altares, rompe sus estatuas, arrasa sus bosques consagrados y a sus ídolos. No
quieras adorar a ningún dios extranjero”. En el Deuteronomio 7,5 cita: “Esto es lo que debéis
hacer: derribar sus altares, haced pedazos sus estatuas, talad sus bosques y quemad sus
ídolos”.

Pero quizás, el versículo más conocido sea el referente a Moisés y su bajada del Monte Tabor
con las Tablas de la Ley de Dios, en Éxodo 32, 19-20: “Y habiéndose acercado al campamento,
vio el becerro y las danzas, e irritado sobremanera, arrojó al suelo las tablas y las hizo pedazos
y arrebatando el becerro lo arrojó al fuego, reduciéndolo a polvo que esparció sobre las
aguas…”.

Ya en el Nuevo Testamento, se cita el episodio iconoclasta protagonizado por Jesús, cuyo


carácter reconciliador y dado a perdonar los agravios que sufrió, cuando expulsa a los
mercaderes del templo de su Padre, es un episodio turbulento en la vida de Cristo.

Pero no olvidemos que Jesús, aunque Dios, era también hombre, y fue tentado por Satán en el
desierto, como se narra en Mateo21, 12.13: “Habiendo entrado Jesús en el templo de Dios,
echó fuera a todos los que allí vendían y compraban y derribó las mesas de los cambiantes y las
sillas de los que vendían palomas para los sacrificios. Y les dijo: escrito está. Mi casa será
llamada casa de oración; más vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones”.

En referencia a episodios anicónicos, vemos que también la Biblia cita esta cuestión. En el
Levítico 26, 1 se dice: “Yo soy el Señor vuestro. No os fabricareis ídolo o estatuas, ni erijáis
ídolos y estatuas…porque yo soy el Señor vuestro”. En el Deuteronomio 16,21-22 se escribe:
“No plantarás bosque o árbol cerca de un altar del Señor, Dios tuyo…porque tu Señor Dios
aborrece estas cosas”.
Todas estas referencias parten del Primer Mandamiento de la Ley de Dios, del que van a surgir
cuestiones teológicas y en torno a la representación de Jesucristo, de la Virgen María, y del
propio Dios. El Decálogo es la ley natural presente en el alma humana. Este mandamiento
ordena: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas”. A partir de esta premisa, la evolución del arte bizantino en el periodo iconoclasta va a
provocar un giro radical, seguramente debido al temor de las autoridades a que el pueblo
cayera en la idolatría hacia los iconos y otras imágenes sacras, que amenazarían la singularidad
de Dios. Dios es trascendente, y según esta interpretación del dogma cristiano no es posible su
representación.

El catecismo católico que correspondería con lo que creían los cristianos del desaparecidos
Imperio de Occidente, solo permite adorar a Dios. Tanto la Virgen María como los santos son
objeto de “Dulía” a los santos e “Hiperdulía” en caso de María, es decir, únicamente se les
puede venerar, jamás adorar.

El Concilio Vaticano II, apoyándose en que la idolatría consiste adorar a un ídolo, que toma el
lugar de Dios sin serlo, siendo adorado como si lo fuera, nos insta a no adorar nada que no sea
a Dios: “…Culto de adoración tributado al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu
Santo…Es un solo Dios con tres personas distintas…”Este es uno de los dogmas de fe del
cristianismo católico.

Islam
El Islam es la más moderna tradición religiosa monoteísta entre estas llamadas religiones
abrahámicas o “del Libro”. Este hecho sin duda condiciona sus características, desarrollo, y
vertiente técnica y productiva, pues su tradición entabla desde su nacimiento un constante
diálogo con judaísmo y cristianismo, religiones con las que trata de diferenciarse en esencia,
tanto en sus principios teológicos, como en las obras artísticas y cultuales producidas bajo la
tradición islámica. Además, debido a la enorme extensión territorial alcanzada muy poco
tiempo después del nacimiento del primer califato omeya, el llamado arte islámico va a
desbordarse, desdoblarse y desarrollarse influido por las tradiciones y capacidades técnicas
con que contara cada pueblo en aquel territorio donde el Islam se va asentando durante su
expansión, funcionando como eje unificador de toda esta tradición islámica la propia creencia
en la religión, y los dogmas que la rigen, que de igual manera ejercieron gran influencia sobre
la representación visual de la creencia islámica en todos los productos materiales de su
cultura. Aquí venimos en proponer un estudio a vuelo de pájaro sobre las líneas principales de
la creencia islámica, y posteriormente, cómo estas han condicionado la forma de todas las
producciones técnicas y artísticas del llamado arte islámico, especialmente en la
representación visual y material de la divinidad.

El mundo islámico encuentra su origen en la Península Arábiga, durante el s. VII d.C., cuando
Mahoma, profeta islámico por excelencia y constructor de la religión, comenzó a predicar los
principios del Islam en su círculo familiar y en La Meca, entre los pueblos árabes semitas, por
aquel entonces politeístas. Según la tradición musulmana, comenzó su predicación iluminado
por la “Última Revelación” del dios único Alá, transmitida por el mismo arcángel Gabriel que
anuncia a la Virgen María el nacimiento de Cristo en la Biblia. El miedo de los mercaderes de la
ciudad al fin del comercio debido a esta nueva tradición suscitó la persecución de Mahoma,
hecho por el cual este hubo de huir en el año 622 a Yatrib, la futura ciudad de Medina;
marcando a la vez el inicio de la expansión del Islam. Este hecho es conocido en la tradición
islámica como la “Hégira”. Así, las predicaciones de Mahoma convirtieron a los pueblos árabes
semíticos de la Península Arábiga al Islam, y tras su muerte, se fundó un califato que se
escindiría en 661 entre chiíes (partidarios del yerno de Mahoma, Alí) y suníes (partidarios de la
tradición) para acabar formando un califato omeya con capital en la ciudad de Damasco, desde
donde continuaría su expansión hasta extenderse, sólo un siglo después, desde la India hasta
la Península Ibérica, pasando por todo el Próximo Oriente y el Norte de África, originando así
una tradición que se alargaría durante siglos, incluso hasta llegar a nuestros días.

La religión islámica se rige por el libro del Corán, donde se marca la sharía (forma de “vida
recta” propuesta para el musulmán), basada en cinco dogmas de obligado cumplimiento; y por
la sunna, el modo de obrar del propio Mahoma durante su vida y predicación. Los cinco
dogmas a cumplir en el islam son la shahada o profesión de fe, consistente en afirmar que “no
hay más dios que Alá, y Mahoma es su profeta”; la salat, u oración, recitaciones obligatorias de
textos coránicos, cinco veces al día, y en dirección a La Meca; la zakat, o limosna al pobre; el
sawn, o ayuno durante el mes del ramadán desde el alba a la noche, y la hajj, o peregrinación
obligatoria a La Meca, como mínimo, una vez en la vida 1. “Islam” significa “sumisión a Dios”,
por lo que se debe entender que queda explícito que esta norma propone un régimen
teocrático, donde el poder político y militar deben someterse al religioso, y, por tanto, las
formas técnicas de cualquier producción, sea religiosa o secular, y de sus representaciones
visuales, siempre se verán condicionadas por la creencia religiosa del musulmán, hecho por el
cual podemos establecer convencionalismos generales que la tradición islámica mantendrá en
todas sus producciones materiales, sea cual sea su localización geográfica, e
independientemente de las influencias recibidas por las tradiciones autóctonas anteriores, que
se manifiestan en mayor o menor medida dependiendo de cada ejemplo analizado.

El dios del Islam es un dios de naturaleza infinita, severo, duro, omnipotente e intangible,
creador de todas las cosas. Por la ausencia de un Mesías al estilo de Jesucristo, y de ninguna
personificación de la divinidad en lo terrenal, no fue común en estadios primigenios de
desarrollo de la cultura islámica su representación figurada. Los símbolos más archiconocidos
del islam son la media luna, y las inscripciones epigráficas coránicas, tan empleadas en toda la
producción islámica, y en todos los territorios bajo su control, en multitud de vertientes y
estilos.

Iconoclastia, aniconismo y vandalismo en las religiones


abrahámicas
Judaísmo
En la Historia del Arte judío encontramos un desarrollo muy tímido de la pintura o la escultura,
muy lejos de la tradición cristiana o islámica, que copan de imaginería visual sus arquitecturas
y espacios tanto sagrados como seculares.

La religión judía es anicónica, por definición. Está en las escrituras, en los Diez Mandamientos,
que recogen narraciones de diferentes partes del Pentateuco.

En el Éxodo, se indica “No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que hay arriba en el
cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”. Es más “No te inclinarás ante
ninguna imagen, ni las honrarás; porque yo soy Yahveh tu Dios, fuerte, celoso, que castigo la
maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me
aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.
También hay indicación sobre la proscripción de todo arte visual en el Deuteronomio: “No
harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la
1
Fernando de Olaguer-Feliú Alonso, et al., Historia del Arte 2 (Madrid: Ediciones SM, 2011), 142.
tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”. En ambos pasajes se habla en los mismos términos,
intercambiando imagen por escultura, pero inequívocamente, censurando la representación y
equiparándola con la idolatría2.

En cualquier caso, existe cierto margen para la representación figurativa cuando se trata de
fines didácticos o ilustrativos, siempre y cuando no pretendan remotamente reemplazar a la
divinidad. Se dan casos interesantes de representación de escenas bíblicas en sinagogas del
periodo helenístico y altomedieval primero. Ejemplos destacados son los frescos de la
Sinagoga de Dura Europos en Siria (siglo III) o el mosaico de la Sinagoga de Beit Alfa en el Valle
de Jezreel (siglo VI):

Frescos de la Sinagoga de Dura Europos (Siria), siglo III. Mosaico de la Sinagoga de Beit
Alfa (Israel), siglo VI.

Los pavimentos con mosaicos helenísticos decorando el suelo de sinagogas en Israel o


Palestina eran habituales y solían incorporar los signos del zodíaco. Aparentemente, no
representaban ningún peligro siempre que estuvieran ubicados en el suelo. Su cometido era
puramente decorativo y referido al calendario.

Sin embargo, estos ejemplos de excepción apenas han sobrevivido al paso de los años. Existen
algunos ejemplos relevantes de destrucción como el de los mosaicos de Naarán, al norte de
Jericó, que fue objeto de ataque iconoclasta hacia el siglo VII3.

2
Referencias de Wikipedia, Los diez mandamientos. Los pasajes de Éxodo y Deuteronomio. Dirección
URL: https://es.wikipedia.org/wiki/Diez_Mandamientos (consultado el 4 de noviembre 2019)
3
Pau Figueras, Motivos paganos en mosaicos cristianos y judíos de Oriente: problemática e
interpretación (III) (Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Hª Antigua, t. 14. 2001), págs. 129-169.
En resumen, la pintura o la escultura no tuvieron un desarrollo importante en el judaísmo. Si
bien existía una actitud tolerante ante las artes, al mismo tiempo se vinculaban con culturas
paganas que podían poner en peligro el estado de Israel. No existiendo una tradición artística
en general, la representación de la divinidad en particular se caracteriza por su práctica
ausencia. No se persigue, sencillamente no se utiliza.

Actualmente, en el Estado de Israel se han sucedido ataques de extremistas judíos dirigidos a


lugares de culto musulmán y cristiano. Existe una estrategia política de violencia selectiva a
elementos simbólicos del culto para mermar al enemigo con la destrucción de sus símbolos de
identidad nacional, hecho que igualmente pone de manifiesto la enorme carga espiritual y
sentimental que las imágenes generan en los seguidores de cualquier culto, y la multitud de
causas que puede tener cualquier comportamiento iconoclasta o de rechazo a la imagen del
contrario, en estos caso, más bien políticas y expansivas.

Cristianismo
En el mundo cristianos ortodoxo inicia la primera crisis iconoclasta bajo el Basileus León III, en
726. Se produjeron terribles atentados contra el Patrimonio artístico, de los que Occidente se
mantuvo aislado, hasta la llegada de la Reforma Protestante. Todas estas acciones se suelen
producir en tiempos de crisis políticas, más que por motivos religiosos, siendo la imagen
símbolo de aquello que se desea destruir. Así, el aniconismo habitualmente va a basarse en
razones teológicas, mientras que la iconoclastia en motivaciones políticas.

La primera crisis duró hasta el hasta el 787. Al morir León III le sucedió Constantino V, que
acentuó la política iconoclasta desde el 752. Los árabes hostigaban el imperio, hubo una
epidemia de peste, con lo que el Basileus realizó una política centralista, eliminando
particularismos y sentimientos. Se celebró el Concilio de Hieria, por el cual se condenó la
iconodulia, por considerarla idólatra. Solo la verdadera imagen de Cristo debía estar en la
Eucaristía según lo decretado en esta reunión .

Le sucede León IV, que moderó las acciones iconoclastas y ordenó que las persecuciones
cesasen; y ya bajo mandato de Constantino VI se celebró el II Concilio de Nicea, por el que la
iconoclastia fue condenada, cesando los conflictos políticos, religiosos, sociales y artísticos.

Ya en la Edad Moderna, las influencias realizadas por la Reforma Luterana fueron poco
favorables para el arte, pues a los reformadores poco les importaba el tema artístico, sino
exclusivamente los aspectos religiosos. Volvieron a aparecer impulsos iconoclastas, por lo
tanto. En la ciudad de Basilea el pueblo destrozó imágenes de algunas iglesias.

Calvino rechazará la postura que defendían los iconódulos, quienes opinaban que, para el
pueblo analfabeto, las imágenes eran didácticas y pronto aprenderían a leer. Muchos grandes
pensadores huyen como Erasmo de Roterdam y el pintor Holbein entre otros.

El calvinismo realizó verdaderos destrozos en iglesias, destruyendo multitud de esculturas y


pinturas en la zona protestante, quedando a salvo el territorio católico.

Islam
Por todo lo apuntado, podemos decir de la representación divina en la religión islámica que se
plantea como anicónica, es decir, que no necesita de la representación figurada de ningún ser
para la narración de sus dogmas dentro de sus productos materiales, sino que emplea la
propia Palabra de Alá como su personificación y representación terrenal. Sin embargo, en
multitud de ocasiones se ha tachado a esta tradición de iconoclasta, y aunque es cierto que
han existido debates en torno al cultivo de imágenes figuradas de la divinidad en el mundo
islámico, y que algunos de ellos han conducido en ciertos lugares y momentos a crisis
iconoclastas, este arte es un arte ecléctico que en ningún momento propone como herejía la
representación figurada, sino que más bien la abandona en favor de representaciones menos
conflictivas de la divinidad, ya sea mediante epigrafías, o mediante alusiones de corte
naturalista a la creación divina de Alá, al estilo de los atauriques islámicos, técnica igualmente
extendida por todo el imperio desde sus inicios. Además, su tardío nacimiento, en un período
en que ya había quedado completado el desarrollo de las creencias judía y cristiana, permitió
al Islam ser permeable con aquellas características que a priori resultaran menos conflictivas
para los seguidores de otras religiones, y dejar de serlo con aquellas que habían suscitado
debate en otras culturas, como había hecho la representación de la divinidad durante la crisis
iconoclasta del s. VII en el imperio Bizantino, coetáneo y muy cercano geográficamente a estos
pasos iniciales en el desarrollo del Islam.

Muchas leyendas sobre la vida del Profeta sirvieron en muchos períodos como justificación de
la defensa de la iconoclastia en el mundo islámico, como propuesta de la actitud más genuina
que en un musulmán podía darse 4. Sirva de ejemplo la historia de Mahoma destruyendo todos
los ídolos politeístas del templo árabe de la Kaaba, que, según cabe pensar, seguramente tuvo
fundamentos más políticos (de justificación del Islam como única religión verdadera) que
propiamente teológicos. Seguramente este hecho hoy día se asociaría más fácilmente con un
vandalismo fundamentado políticamente que con un atentado a una creencia religiosa
premeditado. Además, no se conocen evidencias de la existencia de una reflexión estética
sobre las formas más convenientes para la producción artística islámica en sus inicios, por lo
que todo nos induce a pensar que, si se puede considerar la postura del Islam como religión
anicónica, en todo caso es incorrecto tachar esta tradición de iconoclasta en esencia, si bien sí
han existido corrientes dentro de la tradición defensoras de posturas iconoclastas.

Además, la escasa pervivencia de los restos materiales que evidencian la existencia de


representaciones figuradas de Alá y Mahoma en la tradición islámica, y su “reciente” hallazgo
en muchos casos, ha ayudado a generar esa idea de la iconoclastia asociada indisolublemente
con la creencia islámica en todo período y localización geográfica durante el desarrollo de la
historiografía sobre el Islam. Sin embargo, a la luz de descubrimientos como las pinturas
murales del castillo de Quasir Amrah en 1890 5, donde se representan distintos reyes de
pueblos sometidos por el Islam, entre los que se cuentan el rey hispanovisigodo Rodrigo; o
teniendo conocimiento de ejemplos como las iluminaciones del Miraj-nama (“Vida de
Mahoma”) persa, donde se representa al Profeta, rostro incluido, en multitud de escenas 6,
queda constatado que el arte islámico, ya desde sus inicios, no se opone en ningún caso a la
representación figurativa del poder secular, ni del religioso. Cabe mencionar además que las
representaciones figurativas son mucho más numerosas en el arte islámico que podríamos
considerar popular o secular, en su cerámica y otros productos de arte mueble, y en el arte de
las élites, por lo que tampoco sería correcto argumentar que las representaciones figurativas
no estuvieran al alcance de la pericia y la capacidad técnica y resolutiva de los talleres
islámicos. Más bien parece lógico pensar que en los espacios con contenidos y temáticas más
religiosos, como las mezquitas o las obras públicas, fuera más común abogar por
representaciones anicónicas de la divinidad, primero, por la utilidad de las inscripciones
coránicas empleadas como decoración; segundo, por el riesgo que se atribuía a las imágenes
4
Oleg Grabar, La Formación del Arte Islámico (Madrid: Ediciones Cátedra, 1979), p. 87.
5
Íbidem.
6
David Talbot Rice, El Arte Islámico (México – Buenos Aires: Editorial Hermes, 1967), p. 217.
de suscitar grandes controversias, dados los cruentos debates a causa de este hecho en los
senos de otras religiones coetáneas al Islam; tercero, por la posibilidad de materializar la
esencia de la divinidad islámica en decoraciones de carácter naturalista alusivas a la Creación
divina como los atauriques, o en decoraciones geométricas de posible extensión infinita en el
espacio, alusivas al carácter eterno de Alá, sin precisar ninguna decoración figurada de éste; y
cuarto y último, por el legado progresivo de esta tradición creativa en la expansión del Islam, y
su empleo por parte de mandatarios posteriores a los primeros califas como justificación de su
poder y aseguramiento del poder islámico en su expansión territorial.

Sirvan los recientes atentados contra el Patrimonio Histórico llevados a cabo por grupos
radicales islamistas como excelente ejemplo en este estudio de comportamientos vandálicos
destructivos, que responden en la mayoría de los casos a propósitos más políticos y sociales
que meramente teológicos, de grupos que, malinterpretando la doctrina islámica, promueven
una yihad sangrienta, intolerante y extremista, que poco o nada tiene que ver con la filosofía y
el pensamiento islámico originales.

Por todo lo apuntado, nuestra conclusión acerca de la representación de la divinidad en el arte


islámico es que su mayor vertiente es la anicónica, aún teniendo en cuenta los debates
acaecidos entre los seguidores del Islam acerca de la representación figurada de la divinidad, y
los ejemplos de representaciones figuradas religiosas en obras persas, ámbito donde esta
práctica fue más cultivada; y proponemos el abandono de las leyendas negras, los clichés, los
estigmas, y los sensacionalismos de todo estudio sobre la tradición artística islámica, para así
poder construir un discurso objetivo y verídico, constatado científicamente mediante pruebas
y vestigios materiales de esta original cultura.

Conclusión
Nosotros, como futuros historiadores del arte, independientemente de nuestras creencias
religiosas, políticas y culturales, debemos estar en contra de cualquier destrucción de obras
artísticas, ya que forman parte del Patrimonio Histórico y Artístico de la Humanidad.

El poder de la imagen ha sido, es y será importantísimo, siendo en nuestros días fundamental.


Ha sido vehículo de propagandas en pro y contra sistemas establecidos, para ensalzarlos o
aniquilarlos. En nuestro caso, la valoración estética que se hace de cada producción técnica es
fundamental. Hay percepciones que conllevan elementos poco racionales, mágicos, sacros y
también diabólicos, a fin de canalizar a poblaciones poco instruidas en el sentido que el poder
político desea, y de igual manera los impulsos destructores de imágenes en muchos casos
responden a propósitos más políticos o bélicos que religiosos o teológicos, por lo que debemos
saber apreciar la riqueza de todos los productos técnicos de cualquier arte, y velar por su
conservación y difusión en favor de una mayor capacidad crítica y una visión más realista de
nuestra Historia.

Bibliografía
Figueras, Pau. "Motivos Paganos en Mosaicos Cristianos y Judíos de Oriente: Problemática e
Interpretación (III)." Espacio, Tiempo Y Forma. Serie II, Historia Antigua (2001):
http://revistas.uned.es/index.php/ETFII/article/viewFile/4394/4233. (Consultado en
Noviembre de 2019)

Grabar, O., La Formación del Arte Islámico. Madrid: Ediciones Cátedra, 1979.
Olaguer-Feliú Alonso, Fernando de, Ana María Arias de Cossio, Jesús Cantera M. y José Luis
Sánchez N. Historia del Arte 2. Madrid: Ediciones SM, 2011.

Talbot Rice, David, El Arte Islámico. México – Buenos Aires: Editorial Hermes, 1967.

Webgrafía
Referencias de Wikipedia:

Judaísmo. Dirección URL: https://es.wikipedia.org/wiki/Juda%C3%ADsmo.(Consultado el 4 de


noviembre de 2019)
Arte judío. Dirección URL: https://es.wikipedia.org/wiki/Arte_jud%C3%ADo. (Consultado el 4
de noviembre de 2019)
Los diez mandamientos. Los pasajes de Éxodo y Deuteronomio. Dirección URL:
https://es.wikipedia.org/wiki/Diez_Mandamientos.(Consultado el 4 de noviembre de 2019)
Sinagoga. Dirección URL: https://es.wikipedia.org/wiki/Sinagoga.(Consultado el 4 de
noviembre de 2019)

BIBLIOGRAFÍA CRISTIANISMO:

. LA Biblia Vulgata Católica. “Nihil Obstat “quiere significar, que está libre de cualquier
tipo de manipulaciones heréticas en sus textos escritos.

.Catecismo católico. Ídem.

.” Historia de la Estética” Wladiyslaw Tatarkiewicz. Ed: Akal

. El Pais.com. “ El poder de la imagen” Alfredo Jaar.

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