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FILOSOFIA
DE LA
RELIGIÓN
P, Javier Andrés, mCR
Parte 1
CUESTIONES INTRODUCTORIAS
Capítulo 1
CUESTIONES PRELIMINARES
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P. Javier Andrés, mCR
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1. La existencia de Dios.
2. Naturaleza y atributos de Dios.
3. El obrar de Dios.
Supone que se haya resuelto positivamente la posibilidad del
conocimiento de Dios y, en general, la posibilidad del saber metafisico.
1 Con esta denominación se refieren los autores a una aproximación exegética al texto bíblico
que conjuga una pluralidad de métodos (Crítica Textual, Historia de las formas e Historia de las
redacción), que se distinguen por su atención a dos aspectos fundamentales: la forma lingüística
de los textos y las estructuras subyacentes a la misma; el sentido original de un texto y
consiguientemente las condiciones dentro de las cuales tuvo su origen y sus primeros
destinatarios. De aquí se derivan los dos puntos de vista que caracterizan a la investigación
histórico-critica: el filológico, con el que se atiende a la forma lingüística del texto, y el histórico,
con el que se estudian las condiciones en que tuvo su origen el texto. Estos métodos se afirmaron
a partir de la época moderna, pero sólo se impusieron definitivamente en el siglo XIX y
finalmente se explicitaron y - se pusieron a punto en el siglo xx. La aportación de este método
es relevante para la buena comprensión de la Sagrada Escritura, pero presenta también unos
límites a tener en cuenta. El Papa Benedicto XVI, en su libro JESÚS DE NAZARET nos lo explica
con la claridad que le caracteriza: En los años cincuenta comenzó a cambiarla situación. La grieta
entre el "Jesús histórico" y el "Cristo de la fe" se hizo cada vez más profunda; a ojos vistas se
alejaban uno de otro. Pero, ¿qué puede significar la fe en Jesús el Cristo, en Jesús Hijo del Dios
vivo, si resulta que el hombre Jesús era tan diferente de cómo lo presentan los evangelistas y
como, partiendo de los Evangelios, lo anuncia la Iglesia? Los avances de la investigación
histórico-critica llevaron a distinciones cada vez más sutiles entre los diversos estratos de la
tradición. Detrás de éstos la figura de Jesús, en la que se basa la fe, era cada vez más nebulosa,
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iba perdiendo su perfil. Al mismo tiempo, las reconstrucciones de este Jesús, que había que
buscar a partir de las tradiciones de los evangelistas y sus fuentes, se hicieron cada vez más
contrastantes: desde el revolucionario antirromano que luchaba por derrocar a los poderes
establecidos y, naturalmente, fracasa, hasta el moralista benigno que todo lo aprueba y que,
incomprensiblemente, termina por causar su propia ruina. Quien lee una tras otra algunas de
estas reconstrucciones puede comprobar enseguida que son más una fotografía de sus autores
y de sus propios ideales que un poner al descubierto un icono que se había desdibujado. Por eso
ha ido aumentando entretanto la desconfianza ante estas imágenes de Jesús; pero también la
figura misma de Jesús se ha alejado todavía más de nosotros. Como resultado común de todas
estas tentativas, ha quedado la impresión de que, en cualquier caso, sabemos pocas cosas ciertas
sobre Jesús, y que ha sido sólo la fe en su divinidad la que ha plasmado posteriormente su
imagen. Entretanto, esta impresión ha calado hondamente en la conciencia general de la
cristiandad. Semejante situación es dramática para la fe, pues deja incierto su auténtico punto
de referencia: la íntima amistad con Jesús, de la que todo depende, corre el riesgo de moverse
en el vacío. (...)
Puntos a favor del método histórico:
...e l método histórico -precisamente por la naturaleza intrínseca de la teología y de la fe- es y
sigue siendo una dimensión del trabajo exegético a la que no se puede renunciar. En efecto, para
la fe bíblica es fundamental referirse a hechos históricos reales. Ella no cuenta leyendas como
símbolos de verdades que van más allá de la historia, sino que se basa en la historia ocurrida
sobre la faz de esta tierra. El factum historicum no es para ella una clave simbólica que se puede
sustituir, sino un fundamento constitutivo; et incarnatus est: con estas palabras profesamos la
entrada efectiva de Dios en la historia real.
Si dejamos de lado esta historia, la fe cristiana como tal queda eliminada y transformada
en otra religión. Así pues, si la historia, lo fáctico, forma parte esencial de la fe cristiana en este
sentido, ésta debe afrontar el método histórico. La fe misma lo exige (...)
Objecciones del método histórico-crítico:
... No obstante, hemos de añadir dos consideraciones: se trata de una de las dimensiones
fundamentales de la exégesis, pero no agota el cometido de la interpretación para quien ve en
los textos bíblicos la única Sagrada Escritura y la cree inspirada por Dios.
I o Límite: Por ahora, como segunda consideración, es importante que se reconozcan los límites
del método histórico-crítico mismo. Para quien se siente hoy interpelado por la Biblia, el primer
límite consiste en que, por su naturaleza, debe dejar la palabra en el pasado. En cuanto método
histórico, busca los diversos hechos desde el contexto del tiempo en que se formaron los textos.
Intenta conocer y entender con la mayor exactitud posible el pasado -tal como era en sí mismo-
para descubrir así lo que el autor quiso y pudo decir en ese momento, considerando el contexto
de su pensamiento y los acontecimientos de entonces. En la medida en que el método histórico
es fiel a sí mismo, no sólo debe estudiarla palabra como algo que pertenece al pasado, sino
dejarla además en el pasado. Puede vislumbrar puntos de contacto con el presente, semejanzas
con la actualidad; puede intentar encontrar aplicaciones para el presente, pero no puede hacerla
actual, "de hoy", porque ello sobrepasaría lo que le es propio. Efectivamente, en la precisión de
la explicación de lo que pasó reside tanto su fuerza como su limitación.
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2o Límite: Con esto se relaciona otro elemento. Como método histórico, presupone la
uniformidad del contexto en el que se insertan los acontecimientos de la historia y, por tanto,
debe tratar las palabras ante las que se encuentra como palabras humanas. Si reflexiona
cuidadosamente puede entrever quizás el "valor añadido" que encierra la palabra; percibir, por
así decirlo, una dimensión más alta e iniciar así el autotrascenderse del método, pero su objeto
propio es la palabra humana en cuanto humana.
3o Límite: Finalmente, considera cada uno de los libros de la Escritura en su momento histórico
y luego los subdivide ulteriormente según sus fuentes, pero la unidad de todos estos escritos
como "Biblia" no le resulta como un dato histórico inmediato. Naturalmente, puede observar las
líneas de desarrollo, el crecimiento de las tradiciones y percibir de ese modo, más allá de cada
uno de los libros, el proceso hacia una única "Escritura". Pero el método histórico deberá primero
remontarse necesariamente al origen de los diversos textos y, en ese sentido, colocarlos antes en
su pasado, para luego completar este camino hacia atrás con un movimiento hacia adelante,
siguiendo la formación de las unidades textuales a través del tiempo. Por último, todo intento
de conocer el pasado debe ser consciente de que no puede superar el nivel de hipótesis, ya que
no podemos recuperar el pasado en el presente. Ciertamente, hay hipótesis con un alto grado de
probabilidad, pero en general hemos de ser conscientes del límite de nuestras certezas. También
la historia de la exégesis moderna pone precisamente de manifiesto dichos límites.
Conclusión: no es suficiente con el método histórico-crítico para saber quién era Jesús sino que
se necesitan métodos complementarios.
Con todo esto se ha señalado, por un lado, la importancia del método histórico-crítico y, por
otro, se han descrito también sus limitaciones. Junto a estos límites se ha visto -así lo espero- que
el método, por su propia naturaleza, remite a algo que lo supera y lleva en sí una apertura
intrínseca a métodos complementarios. En la palabra pasada se puede percibir la pregunta sobre
su hoy; en la palabra humana resuena algo más grande; los diversos textos bíblicos remiten de
algún modo al proceso vital de la única Escritura que se verifica en ellos. (...)
El método histórico-crítico ha sido superado: Sólo si ocurrió algo realmente extraordinario, si la
figura y las palabras de Jesús superaban radicalmente todas las esperanzas y expectativas de la
época, se explica su crucifixión y su eficacia. Apenas veinte años después de la muerte de Jesús
encontramos en el gran himno a Cristo de la Carta a los Filipenses (cf. Flp 2,6-11) una cristología
de Jesús totalmente desarrollada, en la que se dice que Jesús era igual a Dios, pero que se despojó
de su rango, se hizo hombre, se humilló hasta la muerte en la cruz, y que a Él corresponde ser
honrado por el cosmos, la adoración que Dios había anunciado en el profeta Isaías (cf. Is 45, 23)
y que sólo El merece.
La investigación crítica se plantea con razón la pregunta: ¿Qué ha ocurrido en esos veinte
años desde la crucifixión de Jesús? ¿Cómo se llegó a esta cristología? En realidad, el hecho de
que se formaran comunidades anónimas, cuyos representantes se intenta descubrir, no explica
nada. ¿Cómo colectividades desconocidas pudieron ser tan creativas, convincentes y, así,
imponerse? ¿No es más lógico, también desde el punto de vista histórico, pensar que su
grandeza resida en su origen, y que la figura de Jesús haya hecho saltar en la práctica todas las
categorías disponibles y sólo se la haya podido entender a partir del misterio de Dios?
Naturalmente, creer que precisamente como hombre Él era Dios, y que dio a conocer esto
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veladamente en las parábolas, pero cada vez de manera más inequívoca, es algo que supera las
posibilidades del método histórico. Por el contrario, si a la luz de esta convicción de fe se leen
los textos con el método histórico y con su apertura a lo que lo sobrepasa, éstos se abren de par
en par para manifestar un camino y una figura dignos de fe. Así queda también clara la compleja
búsqueda que hay en los escritos del Nuevo Testamento en torno a la figura de Jesús y, no
obstante todas las diversidades, la profunda cohesión de estos escritos. (Del Prólogo del libro
Jesús de Nazaret 1)
2 Cfr. Willi Oelmuller, crt. "Filosofía de la Religión", en Sacramentum Mundi, col. 6, pp. 930-
931)
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podemos afirmar que el corazón humano se mueve por los núcleos nerviosos
automáticos que tiene en sí mismo, o porque lo anima y da vida su unión con
el espíritu. El primero sería conocimiento fisiológico, el segundo filosófico,
porque busca los primeros principios que mueven, en el caso planteado,
tanto el corazón como los impulsos nerviosos. De ahí que tengamos una
definición de Filosofía: Ciencia del Ser por sus primeros principios obtenida
por la luz de la razón natural.
Pero dado que hoy en día, se han diversificado tanto los estudios
antropológicos desde su visión más profunda hasta sus relaciones más
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2. A LG U N A S A CLA RA CIO N ES
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luz de Dios. La contemplación del ser de las cosas suscita directamente una
devoción religiosa y motiva un modo piadoso y virtuoso de conducta
humana.
Este planteamiento de filosofía religiosa ha encontrado su expresión
más típica en el pensamiento de Plotino (siglo III). La filosofía platónica se
convierte prácticamente, con él, en una religión. La visión de Plotino tiene el
mérito de subrayar los aspectos teologales de todo verdadero conocimiento:
pone de relieve que Dios es la razón última de ser de todas las cosas, y que
constituye el fin supremo del hombre y del cosmos. Pero esta visión cuasi-
religiosa ignora la autonomía del verdadero trabajo filosófico, que a
diferencia de la religión, es la búsqueda teorética de la verdad9.
La religión filosófica se sitúa en el otro polo de la llamada filosofía
religiosa, y supone la disolución de la religión en la filosofía. La filosofía
domina aquí a la religión, a la que niega sustantividad última. Lo religioso
adquiere presencia propia en el desarrollo dialéctico del espíritu humano,
pero se halla destinado a ser absorbido por el concepto. La fe debe cumplir
una función en la construcción del espíritu finito, pero ha de terminar
disolviéndose en la razón. Esta es la postura del deísmo, que elimina todo lo
que excede el ámbito de la pura razón, y del pensamiento hegeliano. Hegel
considera que la filosofía constituye la forma más alta y perfecta de la
autoconciencia, y que la religión le está radicalmente subordinada. Versiones
más o menos rigurosas de esta postura han reaparecido expresamente en
numerosos pensadores del siglo XX, o se hallan implícitas como parte de sus
presupuestos filosóficos.
La Filosofía de la Religión no coincide con la ciencia de las religiones.
Esta disciplina debe su nombre y sus primeros pasos a la actividad del
indólogo alemán Max Müller (1823-1900), que publicó en 1873 una
Introducción a la ciencia de la religión. La ciencia de las religiones se presenta
como una ciencia humana, no perteneciente en el plano formal y académico
al ámbito religioso o teológico. Su principal objetivo era desarrollar un marco
general de investigación positiva en el que especialistas de diferentes
disciplinas que se ocupan de la religión pudieran unir sus esfuerzos10. Esta
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Biblia no tiene ningún valor como prueba fehaciente de que haya existido
una divinidad. Una cosa es evidente, si hoy entra alguien por la puerta y dice
que acaba de hablar con Dios o que por la noche le visita, sin duda, pensarás
que sufre algún problema mental.
-Hace siglos que Dios no se manifiesta en el mundo como en la Biblia.
-Dios se ha diluido ante el análisis y la aplicación del método científico.
Hemos pasado del pensamiento mágico al crítico. Pensamiento mágico es el
que no relaciona de modo riguroso causa y efecto. Hay un ejemplo que lo
explica muy bien. Llega un explorador a una tribu, le reciben bien, y se desata
una tormenta que mata a varios miembros de la tribu. Al cabo de un tiempo,
regresa y vuelve a pasar lo mismo. Pero, a la tercera visita, el jefe se para a
pensar y manda matar al explorador nada más asomar la cabeza. ¿Por qué?
Porque trae consigo espíritus malignos que provocan tormentas que matan
a gente de la tribu. Eso es pensamiento mágico. Causas que no son tales. Lo
sobrenatural nace porque traemos en el cerebro códigos que alimentan la
idea de la sobrenaturalidad.
-¿La evolución ha favorecido eso?
-¡Así parece! Si a un niño le explicas que las flores surgen de las semillas,
no te preguntará luego qué hace o cómo se hacen las semillas, sino quién las
hace. Eso es pensamiento animista. A lo largo de la evolución, se ha
seleccionado el animismo porque ha tenido un valor para la supervivencia.
Cuando surgen la agricultura y la ganadería, el hombre comienza a tener
tiempo para charlar y preguntarse por el origen del rayo, por ejemplo. Y
empieza a pensar que esa fuerza tan tremenda, que está fuera de él y él no ha
hecho, sólo puede haber sido hecha por alguien como él, pero que no se ve,
que está escondido, que es sobrenatural. O ahí está el caso del Sol, que, de
repente, se esconde durante días o semanas, y la cosecha se pierde. ¿Quién
dudaría sin más referencias de que el Sol es un ser sobrenatural que está
castigando a los hombres?
-Y nacen los dioses.
-Sí. El mundo hasta hace unos 5.000 años fue claramente politeísta. El
dios universal es una idea que no tiene más de 4.400 años, cuando Akenatón
instituye a Atón como única divinidad. Ahí entró el monoteísmo, la idea de
un dios universal, en la Historia. Luego, posiblemente, los autores del
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y perfectísimo, Alfa y Omega de todas las cosas? Alfa porque sin Él no puede
haber nada que progrese o pueda evolucionar; Omega, porque sin El nunca
habría razón para tal evolución. Perfectísimo, como decimos, porque lo es
con la plenitud del ser, con sus trascendentales propiedades de Unidad,
Verdad y Bondad; pero no estático, porque es la Vida misma; no dinámico,
porque es perfectísimo; no evolucionante, porque es la Razón e
inteligibilidad de la evolución. Puesto que Él «es» y todas las cosas fuera de
Él «no son», sino que «tienen ser»; por lo tanto, depende de Él todo lo que no
es Él, y esta dependencia es el fundamento de toda religión.
Entre algunas razones que se aducen para negar el objeto tradicional de
Dios se encuentran las del insigne filósofo estadounidense William James
(1842-1910). Este filósofo tiene una larga y brillante carrera en la Universidad
de Harvard, donde fue profesor de psicología, y fue fundador de la
psicología funcional. Representó un influyente papel en la difusión del
pragmatismo. Aunque William James ya no ejerce una influencia personal en
el mundo de la filosofía, no obstante no deja de ser verdad que sus obras
continúan llevando a término la tarea que él dejó incompleta. El
pragmatismo como método puede ser que esté muerto, pero el pragmatismo
como espíritu está vivo y palpitante. El profesor Julio S. Bixler, del Colegio
Smith, en su excelente obra «La religión en la filosofía de William James» al
hablar del pragmatismo, escribe: «volverá a tener devotos en las
generaciones venideras por causa de su fe creadora... Y las creencias de
James, que tienden a la realización individualmente creativa, encontrarán
alcance por sus propias fuerzas y una aplicación de sus ideales sin semejantes
en la historia»12. De entre los numerosos materiales filosóficos que él nos
dejó, nos interesa su idea de la religión. Las influencias que le llevaron a su
teoría de la religión son varías y complicadas. La influencia ejercida por su
padre y su formación empírica en Filosofía y Medicina lo prepararon para
reflexionar empíricamente sobre los problemas físicos. El antiintelectualismo
de Bergson (cuya obra «Evolución creadora» al ser publicada fue considerada
por James como uno de los acontecimientos más importantes de entonces,
porque «dejaba el intelectualismo completamente muerto»), el pluralismo de
Renouvier, el utilitarismo de Mili, la reacción de Oxford hacia los
12 1926, p. 218.
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13 Así la define el gran René Berthielot en su obra «Un Romanticismo Utilitario», 1922, Vol. 3.
14 W. JAMES, Las variedades de la Experiencia religiosa. Estudio de la naturaleza humana. Ed.
Lectorum S.A de CV, México 2005.
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15 Entre otros filósofos que sostienen que Dios es finito, hemos de mencionar : F. C. S. Schiller,
«Cuentos de la Esfin
ge»; James Ward, «El reino de los fines»; H. G. Wells, «Dios, el Rey invisible», y J. C.
McTaggart, R. H. Rashdall, R. H. Dotterer, y G. H. Howison.
16 «Ensayos sobre el Empirismo Radical», págs. 276 y sigs. «El Universo Pluralístico», p. 115-
116, págs. 47-48.
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Capítulo 2
CUESTIONES FRONTERIZAS
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1. RELIGIÓN Y CIENCIA.
Las relaciones entre la religión y la ciencia se han caracterizado en la
Edad Moderna por cierta tensión, que en algunas ocasiones ha llegado hasta
la hostilidad. Parecía que el hombre religioso y el hombre científico no
podían convivir pacíficamente. Sin embargo, lo primero que tenemos que
decir es que existen temas de estudio que es posible que sean tratados desde
el punto de vista científico, filosófico y religioso. El origen del universo es
uno de ellos. En efecto, la ciencia nos puede dar a conocer los detalles técnicos
de los sucesos que debieron de acaecer poco después de que el universo
iniciara su existencia; pero no puede explicarnos cuál es el sentido de la vida
humana, o ¿por qué hay algo en vez de nada? Del mismo modo, tampoco
puede explicarnos cuál es el fundamento último de la realidad. La filosofía y
la teología, por su parte, pueden hablar de estas cuestiones, en cambio no
pueden decirnos nada sobre cómo sucedieron los hechos que han llevado al
universo hasta su estado actual o cómo surgió la vida y cómo se ha
desarrollado hasta dar lugar a la aparición del hombre. Apreciemos estas
palabras del gran astrofísico y filósofo P. Manuel Ma Carreira:
"Consideramos al cerebro como algo maravilloso; y ciertamente lo es, pero
sus operaciones intelectuales no se describen correctamente sino con un
recurso al espíritu que lo anima: podemos pensar y hacer ciencia y poesía,
que no son entidades materiales. Si se dice: "No, en el cerebro solamente hay
23 Cfr. M. Scheler, El puesto del hombre en el cosmos, Buenos Aires 1938, p. 111.
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26 Ortega y Gasset, José: ¿Qué es filosofía?; Ed. Espasa Calpe, Colección Austral, Madrid, P. 38.
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27 Ibídem, p. 41.
28 Ibídem, pp. 57-58.
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tipo de cuestiones que no tienen nada que ver con las inquietudes metafísicas
que se despiertan en todo ser humano. Unas inquietudes que se derivan de
su propia naturaleza racional y que han de recibir una respuesta que,
ciertamente, no podrá dar la ciencia por las razones mencionadas.
El problema radica en que el éxito social de la ciencia parece haberla
convertido en el criterio último de verdad. Pero esto es un error, ya que la
ciencia puede dictar sentencia únicamente sobre cuestiones mensurables
empíricamente, es decir, sobre aquellos aspectos de la realidad susceptibles
de ser tratados mediante el análisis experimental, ya sea a través de
experimentos físicos o mentales.
La ciencia estudia las dimensiones de la realidad que puedan ser
medibles cuantitativamente a través de experimentos que puedan ser
repetidos, a fin de poder establecer leyes de validez universal que permitan
obtener los mismos resultados siempre que se repitan las mismas
circunstancias.
Naturalmente, las realidades espirituales no son susceptibles de ser
analizadas con estos métodos; por eso choca el título de libros como el del
Premio Nobel Francis Crick: La búsqueda científica del alma. Ahora bien,
que los métodos de la ciencia no puedan detectar las realidades espirituales
no significa que no existan, sino que han de ser estudiadas por otras ramas
del saber humano.
Considerar a la ciencia como la única, o al menos la mejor, forma de
conocimiento objetivo es incurrir en un prejuicio cientificista lastrado de los
defectos propios de un empirismo exa- gerado, y se trata de un
posicionamiento que, en cualquier caso, debería de ser demostrado, en lugar
de afirmarse e imponerse de forma totalmente dogmática y absolutamente
acrítica. De hecho, "vemos aquí en clara contraposición dos tipos de verdad:
la científica y la filosófica. Aquella es exacta pero insuficiente, ésta es
suficiente pero inexacta. Y resulta que ésta, la inexacta, es una verdad más
radical que aquella; por tanto y sin duda, una verdad de más alto rango (...)
La verdad inexacta filosófica es una verdad más verdadera. La tendencia
irreflexiva y vulgar a considerar la exactitud como un atributo que afecta a
los quilates de la verdad carece por completo no sólo de justificación, sino
hasta de sentido. La exactitud no puede existir sino cuando se habla de
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29 Ibídem, p. 64.
30 Sánchez Meca, Diego: Aproximación a la Filosofía; Ed. Salvat, Barcelona,
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2. RELIGIÓN Y MORAL
Si bien las dos ideas no coinciden del todo, es común hoy emplear los
términos moral y ética como si fueran sinónimos. Lo moral se refiere,
estrictamente hablando, a la consideración del actuar humano según
principios teológicos. La ética estudia la conducta del hombre en el marco de
la naturaleza humana, tal como le es conocida a la reflexión filosófica.
Usamos aquí, sin embargo, las palabras ética y moral como si fueran
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puede comprender y acoger los mandamientos de Dios. Y posee una libertad muy amplia,
porque puede comer «de cualquier árbol del jardín». Pero esta libertad no es ilimitada: el hombre
debe detenerse ante el árbol de la ciencia del bien y del mal, por estar llamado a aceptar la ley
moral que Dios le da. En realidad, la libertad del hombre encuentra su verdadera y plena
realización en esta aceptación. Dios, el único que es Bueno, conoce perfectamente lo que es bueno
para el hombre, y en virtud de su mismo amor se lo propone en los mandamientos.
La ley de Dios, pues, no atenúa ni elimina la libertad del hombre, al contrario, la garantiza
y promueve. Pero, en contraste con lo anterior, algunas tendencias culturales contemporáneas
abogan por determinadas orientaciones éticas, que tienen como centro de su pensamiento un
pretendido conflicto entre la libertad y la ley. Son las doctrinas que atribuyen a cada individuo
o a los grupos sociales la facultad de decidir sobre el bien y el mal: la libertad humana podría
«crear los valores» y gozaría de una primacía sobre la verdad, hasta el punto de que la verdad
misma sería considerada una creación de la libertad; la cual reivindicaría tal grado de autonomía
moral que prácticamente significaría su soberanía absoluta.
3(’La demanda de autonomía que se da en nuestros días no ha dejado de ejercer su
influencia incluso en el ámbito de la teología moral católica. En efecto, si bien ésta nunca ha
intentado contraponer la libertad humana a la ley divina, ni poner en duda la existencia de un
fundamento religioso último de las normas morales, ha sido llevada, no obstante, a un profundo
replanteamiento del papel de la razón y de la fe en la fijación de las normas morales que se
refieren a específicos comportamientos «intramundanos», es decir, con respecto a sí mismos, a
los demás y al mundo de las cosas.
Se debe constatar que en la base de este esfuerzo de replanteamiento se encuentran
algunas demandas positivas, que, por otra parte, pertenecen, en su mayoría, a la mejor tradición
del pensamiento católico. Interpelados por el concilio Vaticano II (GS 40-43), se ha querido
favorecer el diálogo con la cultura moderna, poniendo de relieve el carácter racional —y por lo
tanto umversalmente comprensible y comunicable — de las normas morales correspondientes al
ámbito de la ley moral y natural 61. Se ha querido reafirmar, además, el carácter interior de las
exigencias éticas que derivan de esa misma ley y que no se imponen a la voluntad como una
obligación, sino en virtud del reconocimiento previo de la razón humana y, concretamente, de
la conciencia personal.
Algunos, sin embargo, olvidando que la razón humana depende de la Sabiduría divina y
que, en el estado actual de naturaleza caída, existe la necesidad y la realidad efectiva de la divina
Revelación para el conocimiento de verdades morales incluso de orden natural (Cf. Pío XII,
Carta ene. Elumani generis), han llegado a teorizar una completa autonomía de la razón en el
ámbito de las normas morales relativas al recto ordenamiento de la vida en este mundo. Tales
normas constituirían el ámbito de una moral solamente «humana», es decir, serían la expresión
de una ley que el hombre se da autónomamente a sí mismo y que tiene su origen exclusivamente
en la razón humana. Dios en modo alguno podría ser considerado autor de esta ley, a no ser en
el sentido de que la razón humana ejerce su autonomía legisladora en virtud de un mandato
originario y total de Dios al hombre. Ahora bien, estas tendencias de pensamiento han llevado
a negar, contra la sagrada Escritura (cf. Mt 15, 3-6) y la doctrina perenne de la Iglesia, que la ley
moral natural tenga a Dios como autor y que el hombre, mediante su razón, participe de la ley
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3. ARTE Y RELIGIÓN
El conocimiento religioso no elimina el momento sensible. La religión
mantiene una relación inmediata con el arte; es la fuente de todo arte. Los
sentimientos religiosos son los más profundos. Pugnan por eso con la mayor
fuerza por lograr una expresión valedera para el mayor número posible de
personas, y lo hacen en la representación artística. La historia muestra que
todo arte en sus orígenes es religioso. Y en la mayoría de las culturas se ha
mantenido siempre religioso38.
Es que el poder humano de representación artística no es en ningún
ámbito de la realidad tan creador como en la religión, de modo que el mundo
visible se deja estructurar fácilmente bajo el impulso de la experiencia
religiosa. Dado que lo completamente singular del misterio no puede
captarse del todo en las formas familiares del mundo cotidiano, se acude a la
forma artística para expresarlo con el mayor significado posible que puede
alcanzarse en el mundo finito. El arte desvela el misterio sagrado, a la vez
que lo encubre y respeta39. «El arte es una consagración y un refugio, donde
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menudo insignes, autores que se han afirmado con los textos litúrgicos de la Santa Misa. Y,
¿acaso no se observa una enorme cantidad de producciones artísticas, desde el fruto de una
buena artesanía hasta verdaderas obras de arte, en el sector de los objetos y ornamentos
utilizados para la celebración eucarística? Se puede decir así que la Eucaristía, a la vez que ha
plasmado la Iglesia y la espiritualidad, ha tenido una fuerte incidencia en la « cultura »,
especialmente en el ámbito estético.
50 En este esfuerzo de adoración del Misterio, desde el punto de vista ritual y estético, los
cristianos de Occidente y de Oriente, en cierto sentido, se han hecho mutuamente la «
competencia ». ¿Cómo no dar gracias al Señor, en particular, por la contribución que al arte
cristiano han dado las grandes obras arquitectónicas y pictóricas de la tradición greco-bizantina
y de todo el ámbito geográfico y cultural eslavo? En Oriente, el arte sagrado ha conservado un
sentido especialmente intenso del misterio, impulsando a los artistas a concebir su afán de
producir belleza, no sólo como manifestación de su propio genio, sino también como auténtico
servicio a la fe. Yendo mucho más allá de la mera habilidad técnica, han sabido abrirse con
docilidad al soplo del Espíritu de Dios. El esplendor de la arquitectura y de los mosaicos en el
Oriente y Occidente cristianos son un patrimonio universal de los creyentes, y llevan en sí
mismos una esperanza y una prenda, diría, de la deseada plenitud de comunión en la fe y en la
celebración.
40 M. HEIDEGGER, Ciencia y meditación, Chile 1984, p. 111.
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inigualable: «¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!»
No existe una definición unánime de arte, porque en el orden estético
casi todo se ha vuelto problemático. Arte es una idea abierta, pero nos
acercamos a la noción de arte si decimos que es reflejo de la vida, que es la
naturaleza vista a través de lo humano, o que es la representación humana
de la belleza. Algunos filósofos han concebido el arte como la expresión de
lo infinito en formas finitas. El arte atañe de modo especial a Dios y a su
insondable misterio. El arte habla tanto a los sentidos como al espíritu.
El arte no es un lujo, sino una necesidad del ser humano y de la
sociedad en orden a su perfección. El arte ayuda al hombre y a la mujer a
devenir verdaderamente humanos. Contiene mucho de misterio. De la
misma manera que no alcanzamos a conocer la íntima naturaleza de la
electricidad, de la fuerza de la gravedad o del magnetismo, nos resulta
imposible penetrar los secretos de la creación artística. Las obras de arte
pueden ser tan inagotables o imprevisibles como los seres humanos. Se
entienden como manifestaciones artísticas las propias de la pintura, la
escultura, la arquitectura, el teatro, la literatura, la danza, la música, la poesía,
el cine.
Como se ha señalado más arriba, existe una honda afinidad entre el arte
y la religión, y el momento simbólico-figurativo es esencial a lo religioso. Esta
afirmación contiene diferentes niveles. La tradición judeocristiana abunda en
el tema de Dios como océano infinito de belleza, y como fuente de toda
belleza creada. Además, el hecho de que Dios se haya encamado, asumido la
condición humana, y aceptado ser en su humanidad parte de la creación
material, contiene un estímulo positivo a tratar el mundo visible como una
realidad misteriosa que invita a ser explorada.
La belleza se encuentra íntimamente vinculada a la bondad y a la
verdad del mundo. «Si lo bello y la belleza se extinguen en la existencia
humana, poco a poco se extinguirían también lo bueno y lo verdadero, y
viceversa, porque estas tres cosas son una»41. «Ni una sola nota de Mozart -
dice George Steiner- podría usarse nunca para un propósito inhumano»42.
Es fácil observar que la experiencia religiosa y la estética encierran
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aspectos comunes que las aproximan y de algún modo vinculan. Las dos
desbordan lo meramente cotidiano, penetran la superficie de las cosas,
liberan con frecuencia lo imprevisto y lo oculto, y hacen que el hombre y la
mujer no contemplen la realidad del mundo únicamente desde el lado útil y
pragmático43.
El arte puede sugerir el orden y la armonía de lo eterno. En relación con
la música, el director de orquesta Jeffrey Tate ha observado que «el sentido
de una creación ordenada es inherente no sólo a la música misma, sino
también a la naturaleza del proceso de hacerla e interpretarla. Nuestro
mundo es un lugar caótico con potencial tanto para la destrucción como para
la creación. Siento que existen fuerzas positivas y unificadoras que son
capaces de proporcionarnos un sentido de totalidad y de bienestar, que
puede contrarrestar las fuerzas de la destrucción. La música es una de estas
fuerzas unificadoras»44.
Se ha dicho que los dos grandes paganos e inspiradores seculares de
Occidente que han escrito páginas insuperables, Platón y Virgilio, fueron
vates de los gentiles, y no han dejado en sus ideales artísticos ni una sola
huella de oposición a Dios o a lo divino, tal como ellos lo percibían y vivían45.
Allí donde no imperan actitudes iconoclastas, las imágenes sagradas se
usan como vehículos de la mente, el corazón y los sentidos para conectar con
lo santo. La imagen no cuenta una historia, sino que define una figura
evocadora de lo sobrenatural. Dentro de las tradiciones que las usan, las
funciones de las imágenes son de instrucción, veneración, recuerdo, adorno
y embellecimiento. La imagen se hace generalmente para definir un espacio
sagrado, pero también cumple un papel en un marco profano.
La arquitectura no necesita ser directa o expresamente religiosa para
desempeñar una función en la expresión de valores perennes que llaman a
lo religioso. Muchos edificios históricos levantados por la humanidad se
alzan como triunfos de la esperanza humana. Así ocurre con las pirámides
de Egipto, el Partenón de Atenas, templos hindúes y mezquitas musulmanas.
Lo mismo puede afirmarse de las incomparables catedrales cristianas.
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46 San Juan Pablo II, en Carta a los artistas, también lo explica: Esta manifestación fundamental
del «Dios-Misterio» aparece como animación y desafío para los cristianos, incluso en el plano de
la creación artística. De ello se deriva un desarrollo de la belleza que ha encontrado su savia
precisamente en el misterio de la Encarnación. En efecto, el Hijo de Dios, al hacerse hombre, ha
introducido en la historia de la humanidad toda la riqueza evangélica de la verdad y del bien, y
con ella ha manifestado también una nueva dimensión de la belleza, de la cual el mensaje
evangélico está repleto. La Sagrada Escritura se ha convertido así en una especie de «inmenso
vocabulario» (P. Claudel) y de «Atlas iconográfico» (M. Chagall) del que se han nutrido la
cultura y el arte cristianos. El mismo Antiguo Testamento, interpretado a la luz del Nuevo, ha
dado lugar a inagotables filones de inspiración. A partir de las narraciones de la creación, del
pecado, del diluvio, del ciclo de los Patriarcas, de los acontecimientos del éxodo, hasta tantos
otros episodios y personajes de la historia de la salvación, el texto bíblico ha inspirado la
imaginación de pintores, poetas, músicos, autores de teatro y de cine.
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4. RELIGIÓN Y TÉCNICA
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49 J. Ortega y Gasset, Meditación sobre la técnica, Madrid 1939, p. 26. Ibíd., pp. 27-28.
50 Ibíd., pp. 27-28.
51 Ibíd. p. 96.
52 Ciencia y técnica, Chile 1984, p. 81.
53 Ibíd., p. 83.
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54 Ibíd., p. 96.
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