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Autos: P., J.

c/ CLUB ATLETICO BOCA JUNIORS Y OTRO s/


ordinario
País: Argentina
Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil - Sala F
Fecha: 26-03-2013
Publicación: El Derecho - Digital, 2013
Cita Digital: ED-DCCCXV-450

Sumario

1. Interpretar un contrato es determinar el sentido y alcance de las


cláusulas que contiene. La interpretación es una reflexión sobre un
texto previo, para determinar su sentido, y por ello es una mirada hacia
el pasado, intentando reconstruir originariamente lo pactado. Ante un
conflicto, el tribunal no debe limitarse en su interpretación al sentido
literal de los vocablos empleados, sino que debe atenderse a la
intención común de los contratantes, para lo cual es menester valorar
las particulares circunstancias que rodearon a la estipulación.

2. El derecho federativo surge originariamente de la voluntad coincidente


de una institución deportiva de inscribir y de un deportista de ser
inscripto en una competición oficial, a través de un contrato que puede
otorgarse a título gratuito (amateur) o a título oneroso (profesional). Se
trata de un derecho inherente al deportista, pero cuyo ejercicio es
cedido a favor de la institución, la cual puede a su vez, posteriormente,
transferirlo o cederlo, transitoria o definitivamente, a otra institución
deportiva, con conformidad del deportista o su representante legal.

3. Los únicos entes con capacidad para registrar federativamente


jugadores en la competencia oficial son los clubes afiliados, de allí que
sólo esos sujetos jurídicos sean los únicos habilitados para ejercer los
derechos federativos de alinear al futbolista en la competición y de
disponer su transferencia con la anuencias del futbolista. Cuando los
traspasos de futbolistas se hacían de club a club se cedían los
derechos federativos o el registro federativo del futbolista, toda vez que
el cesionario podía ser titular de los mismos. Cuando esas operaciones
empezaron a realizarse a favor de personas físicas o jurídicas (distintas
de los clubes), lo que propiamente se comenzó a ceder es el futuro
crédito de una eventual transferencia, esto es, el producido económico
de la transferencia del futbolista a otro club. Es decir que el objeto de la
cesión, es el resultado económico de la futura transferencia del
futbolista, que según la voluntar del club cedente puede ser total o
parcial, y la condición que debe cumplirse es que el jugador
efectivamente pueda ser transferido.

4. Es práctica habitual en el ámbito del fútbol, que los detectores de


talentos, que logran que las entidades deportivas fichen en sus
divisiones a estas jóvenes promesas, reciban como contraprestación
por dicha actividad la cesión de un porcentaje de los derechos
económicos derivados de la venta o préstamo futuro de la titularidad
federativa del deportista en cuestión.

Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil - Sala F

En Buenos Aires a los veintiseis días del mes de marzo de dos mil trece,
reunidos los Señores Jueces de Cámara en la Sala de Acuerdos fueron traídos
para conocer los autos: “P., J. contra CLUB ATLETICO BOCA JUNIORS Y
OTRO sobre ordinario” (expediente N° 60.223/2007; Com. 17 Sec. 34; causa
67.766) en los que al practicarse la desinsaculación que ordena el artículo 268
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación resultó que la votación
debía tener lugar en el siguiente orden: Doctores Ojea Quintana, Tevez y
Barreiro.

La doctora Alejandra N. Tevez no interviene en el presente acuerdo por


encontrarse en uso de licencia (art. 109 del Reglamento para la Justicia
Nacional).

Estudiados los autos la Cámara plantea la siguiente cuestión a resolver:

¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada de fs. 865/884?

El Dr. Juan Manuel Ojea Quintana dice:

I.- El relato de los hechos

1. Se presentó en fs. 78/90, el Sr. P., J., por intermedio de apoderamiento


judicial, promoviendo formal demanda contra Club Atlético Banfield Asociación
Civil y Asociación Civil Club Atlético Boca Juniors, por la suma de U$S 175.000
con más sus intereses y costas.

Explicó, que en el mes de julio de 1998 firmó un contrato de representación


respecto del futbolista Daniel Rubén Bilos con los Sres. Rubén Darío Bilos y
Liliana Julia Bonet, en su carácter de padres del jugador y tenedores de la
patria potestad toda vez que era menor, y que a partir de ese momento era el
representante del jugador.
Manifestó, que en el mes de octubre de 1998 el Club Sports Pergamino, club
en donde jugaba el Sr. Bilos, le transfirió al actor el 100% de los derechos
económicos y patrimoniales que surjan de la venta y/o préstamo del jugador en
U$S 40.000, los cuales fueron pagados en el acto, y U$S 10.000 de la primera
transferencia del jugador.

Señaló, que una vez realizada la transacción el accionante trajo al jugador


Bilos a Buenos Aires, donde le dio techo y comida, y le consiguió un fichaje en
el Quilmes Atletic Club.

Alegó que, a principios del año 2000, luego de estar un período considerable
sin tener ningún tipo de chances en lo futbolístico, y viendo que el cuerpo
técnico y los dirigentes del club en cuestión no lo tendrían en cuenta, comenzó
a buscarle otro club. Fue así que le dieron a conocer que el Sr. Silvio Marzolini
se encontraba a cargo del fútbol del Club Atlético Banfield, por lo que llevo al
señor Bilos a probarse allí, donde lo tuvieron en cuenta.

Puntualizó, que al quedar en Banfield, en su carácter de representante,


comenzó a reunirse con los distintos dirigentes del club, entre los que se
encontraba el señor Portel, quien era presidente de dicha institución, para
tratar de llegar a un acuerdo sobre la incorporación del jugador Bilos.

Indicó que luego de varias reuniones, el día 8 de marzo del 2000, celebró un
convenio de cesión por el cual el mentado club le cedía al señor P., J. el 25%
de los derechos económicos emergentes de los derechos federativos del
jugador Bilos al realizarse una futura venta, ya sea en el ámbito local o en el
internacional, suscribiéndose el correspondiente instrumento jurídico.

Detalló que en dicho documento, en la cláusula 4ta., se estableció que si el


club Banfield decidiera no continuar con la utilización de los servicios
deportivos del jugador le cedería la libertad de acción al actor. Asimismo, se
pactó un monto mínimo por la futura venta del jugador en U$S 700.000, lo que
le garantizaba una acreencia mínima de U$S 175.000.

Relató, que el día 7 de junio de 2001, la gente del club deportivo, a través del
señor Jorge García, conociendo su carácter de representante le hizo entrega al
accionante de un telegrama colacionado en el cual le ofrecieron el primer
contrato profesional al jugador Daniel Bilos.

Expuso que durante los meses de mayo a julio de 2004 en los medios se
comenzó a hablar de la futura transferencia de su representado al Club Atlético
Boca Juniors. Debido a ello, se contactó con el señor Portel a fin de saber
como se iba a formalizar la operación y si debía estar presente para suscribir
algún documento, ya que él era el dueño del 25% de los derechos económicos
que derivan de los derechos federativos. Arguyó, seguidamente, que el señor
Portel le comunicó que no era necesaria su participación y que una vez que
estuviera todo resuelto se le iba a abonar la suma correspondiente.

Describió que con fecha 29 de julio de 2004 se realizó la transferencia al Club


Atlético Boca Juniors por una suma oficial de U$S 200.000; que en el contrato
el Club Boca Juniors le reconoció al Club Banfield los derechos federativos y/o
económicos del jugador ante una futura transferencia a otra entidad deportiva,
sea nacional o del exterior, el 50% sobre el excedente neto de la misma que
supere la suma de U$S 540.000.

Señaló que como consecuencia de la transferencia se comunicó con diversos


dirigentes del Club Banfield para que le liquiden el pago de su porcentaje,
conforme lo pactado.

Alegó que fue a partir de ese momento en donde se le comenzó a desconocer


la existencia del acuerdo suscripto, negándole todo tipo de derechos sobre la
transferencia del jugador Bilos, tornándose así vanos los reclamos realizados
ante las autoridades del club, y más concretamente sobre los obligados
señores Portel y Martínez, Presidente y Secretario –respectivamente-, ya que
estos eran quienes habían rubricado el convenio.

Indicó que a raíz de ello, interpeló a través de distintas cartas documento a


ambos clubes para poder fijar una posición al respecto mas no obtuvo ninguna
respuesta satisfactoria.

Seguidamente, con fecha 29 de abril de 2005, formuló una denuncia penal por
estafa contra los dirigentes del club Banfield, señores Portel y Martínez, la que
tramitó ante el Juzgado de Garantías Nº 2 de Lomas de Zamora y que
concluyó con el sobreseimiento de los señores citados.

Manifestó que en julio de 2006, el Club Boca Juniors en su carácter de


propietario del 100% de los derechos económicos sobre los derechos
federativos del jugador Daniel Bilos, lo transfirió al Club Sain Etienne de la Liga
Francesa de Fútbol por la suma de U$S 1.800.000, obteniendo por ello la
suma de U$S 1.170.000 el club Boca Juniors y U$S 630.000 el club Banfield.

Finalmente, ante el fracaso de la etapa de mediación previa obligatoria, se vio


obligado a promover las presentes actuaciones.

Ofreció prueba y fundó en derecho.

2. Corrido el traslado del libelo inicial, a fs. 134/143 se presentó El Club Atlético
Banfield Asociación Civil, por intermedio de apoderamiento judicial, contestó la
demanda, negó todos y cada uno de los hechos relatados por el actor,
desconoció la totalidad de la documentación acompañada, con excepción de
aquéllos hechos y documentos expresamente reconocidos, y solicitó su
rechazo con costas.

Comenzó realizando una breve introducción a la rama del derecho deportivo


en donde señaló algunas particularidades de los representantes de los
jugadores, de lo derechos federativos y económicos.

Seguidamente, indicó que el señor P., J. asumió el rol de representante del


jugador Daniel R. Bilos con la firma del contrato de representación suscripto el
día 29 de julio de 1998. Que tomó contacto con el Club Banfield a comienzos
del año 2000 proponiendo que ficharan al señor Bilos como jugador de la
institución y le otorgaran su primer contrato como futbolista profesional, sin
hacer mención alguna de intereses propios u otros derechos que derivaran del
contrato de representación.
Reconoció que el día 8 de marzo de 2000 se celebró un Convenio de Cesión,
mas indicó que las partes fueron el Club Atlético Banfield por un lado y el
jugador Daniel Rubén Bilos por el otro, que por ser menor de edad actuó con
una doble representación compuesta por sus padres y por el actor en su
carácter de representante.

Manifestó que en el mentado instrumento se expresó que el jugador Bilos


pertenece a Banfield, ello dado que el club actúa en ejercicio de sus auténticos
derechos y como único titular de los derechos federativos del jugador. Que fue
un acuerdo básico en donde se trató la incorporación al plantel de jugadores
de la institución como amateur, ello dado que el primer contrato como
profesional se iba a celebrar tiempo más tarde. Además, se pactó que el club
procedió a disponer el 25% de los derechos económicos derivados de los
derechos federativos.

Agregó que la “cesión” no tuvo como objetivo generar efectos inmediatos, que
se concretaría al momento de realizarse una futura venta ya sea en la
República Argentina como en el exterior. Remarcó que se trató de un derecho
futuro, sometiendo su vigencia al acaecimiento de un hecho futuro e incierto
con una segunda condición suspensiva implícita que era la de tener antes un
contrato como profesional con el club.

Señaló, luego, que el cesionario del convenio fue el señor Bilos y no su


representante, como se sostuvo en la demanda. Ello, en tanto sólo los
jugadores pueden ser titulares de sus derechos federativos y que por la
condición de mandatario, el accionante estaba incapacitado de derecho para
ser cesionario de los citados derechos del mandante por tratarse de actos de
beneficio propio.

Añadió que el convenio en cuestión quedo sin valor alguno a partir del acuerdo
que permitió la contratación del jugador en cuestión como jugador profesional
del Club Atlético Boca Juniors.

Luego, explicó que en agosto de 2004, el señor Portel recibió una llamada de
parte del actor solicitándole una reunión con los directivos para tratar
cuestiones pendientes derivadas del pase del jugador Bilos a Boca Juniors,
concretado en julio de ese mismo año.

Declaró que hubo dos reuniones que tuvieron lugar en las oficinas del
ingeniero Baud y que concluyeron sin ningún tipo de acuerdo.

Finalmente, se pronunció respecto de la querella iniciada contra los señores


Portel y Mazzotta, en el carácter de Presidente y Secretario de la Comisión
Directiva –respectivamente-.

Ofreció prueba y fundó en derecho.

3. En fs. 157/162, se presentó la Asociación Civil Club Atlético Boca Juniors,


por intermedio de apoderamiento judicial, contestó la demanda, negó todos y
cada uno de los hechos relatados en ella, desconoció la totalidad de la
documentación acompañada, con excepción de aquéllos hechos y documentos
expresamente reconocidos, y solicitó su rechazo con costas.

Manifestó que el día 29 de julio de 2004 el Club Banfield le transfirió al jugador


Daniel Bilos, en su calidad de titular del 100% de los derechos federativos y
económicos, manifestando a su vez que no se hallaba imposibilitado ni inhibido
para disponer sobre los derechos citados.

Reconoció que, de conformidad con la cláusula tercera, el precio de la


transacción se estableció en la suma de U$S 200.000, suma que abonó el 30
de Julio de 2004.

Declaró que el dia 22 de junio de 2006, su mandante, recibió una carta


documento del actor en la que le requería la inscripción del porcentaje que
supuestamente le correspondía por los derechos del jugador Bilos. Misiva que
rechazó por entender que se trataba de una cuestión ajena, derivada de una
supuesta relación contractual entre el actor y el club Banfield.

Realizó, también, una exposición sobre las relaciones contractuales que suelen
establecerse entre los jugadores y los clubes y negó toda responsabilidad por
los hechos que motivaron el presente juicio. Asimismo, señaló que en ninguna
de las misivas recibidas se le reclamó alguna suma, sino una mera
conformidad para poder concretar el pase del jugador.

Por último, indicó que el contrato supuestamente celebrado entre el señor P.,
J. y el Club Banfield concedería al primero derecho de reclamar su
cumplimiento al mencionado club en la oportunidad de venta del pase del
jugador en cuestión, mas no le otorga facultad alguna para reclamar sobre las
sucesivas transferencias.

Ofreció prueba y fundó en derecho.

II.- La sentencia de primera instancia

Mediante el pronunciamiento dictado el 9 de noviembre de 2011, el sr. Juez a


quo admitió el reclamo promovido por P., J. contra Club Atlético Banfield
Asociación Civil y condenó a aquella última a que abone al primero la suma de
u$s175.000 con más los intereses que fijó y las costas del juicio.

Asimismo, rechazó la demanda articulada por el actor contra Asociación Civil


Club Atlético Boca Juniors y le impuso los gastos causídicos a aquel primero.

De seguido, reguló los emolumentos profesionales.

Para decidir como lo hizo en orden al reproche formulado al Club Atlético


Banfield, luego de reseñar las posturas asumidas por los litigantes, el
magistrado ponderó primeramente que el conflicto se reducía a determinar el
alcance del convenio de cesión de derechos fechado en 8/3/2000 y el carácter
de la participación que en él tuvo el aquí reclamante; es decir, si aquel último
era el cesionario del 25% de los derechos económicos del jugador Bilos o si,
por el contrario, había actuado en representación del citado futbolista.

A continuación, reconoció la existencia de derechos económicos como


contenido patrimonial de los derechos federativos y la aptitud que tenía el actor
para ser titular de ellos; aunque puso de relieve que no mediaba discusión en
punto a que por ese entonces, el titular del 100% de aquellos derechos era el
Club Banfield.

Con relación al caso en concreto, descartó que el cesionario fuera el propio


jugador de fútbol pues, según dijo, a tal efecto hubiera sido necesario que los
padres de aquél suscribieran el convenio por tratarse de un menor de edad –
circunstancia que no acaeció-.

Indicó de seguido que no mediaba objeción para que el Sr. P., J. fuera el titular
de los derechos económicos contenidos en los derechos federativos de una
entidad deportiva. Y arguyó que si el cesionario no era Bilos, alguien tenía que
serlo.

En tales condiciones, haciendo especial hincapié en la previsión de la cláusula


cuarta a la que calificó como un beneficio económico pactado a favor del Sr.
P., J., concluyó que correspondía derivar de todo lo expuesto que el actor era
el receptor de la cesión instrumentada en el acuerdo bajo examen –copiado a
fs. 14-.

Finalmente abonó la admisión del reclamo mediante diversos testimonios


rendidos en la causa por autoridades de los clubes de fútbol demandados.

De otro lado, para desestimar la demanda interpuesta contra Asociación Civil


Club Atlético Boca Juniors, el juez meritó que aquel club no había tenido
participación en el convenio de marras, por lo que mal podían serle opuestos
sus efectos habida cuenta lo normado en el CCiv. 1195. Agregó que ningún
otro esfuerzo argumentativo había realizado el pretensor para justificar una
solución distinta.

III.- El recurso

De esa sentencia apeló la demandada, Club Atlético Banfield, a fs. 888. El


recurso concedido libremente a fs. 889, fue fundado mediante la expresión de
agravios que luce a fs. 915/920 y respondido únicamente por el actor a fs.
922/928.

Sus agravios pueden sintetizarse bajo los siguientes tópicos: 1) incurrió en un


yerro el magistrado al omitir considerar que el Sr. P., J. actuó en
representación del jugador Bilos; 2) resultó desacertado concluir, ante la
ausencia de un similar contrato aunque firmado también por los padres del
citado jugador, que el Sr. P., J. fuera el único cesionario posible; 3) tampoco
correspondió inferir que la cláusula 4° constituyera un beneficio económico que
ratificara el carácter de cesionario del citado P., J.; y 4) fue desacertada la
apreciación de las declaraciones testimoniales de los Sres. Mazzotta, Mori y
Buzi.

IV.- La solución propuesta

(i) Habida cuenta los términos en los que ha quedado planteada la materia
recursiva, el análisis propuesto a este Tribunal se ciñe a determinar si es
posible confirmar la exégesis del contrato de marras volcada en la decisión de
grado o si, por el contrario, tal como pretende la recurrente, los elementos de
prueba arrimados a la causa conducen a una solución diversa que impone su
revocación.

(ii) El juez de grado estimó que una interpretación del texto del contrato
copiado a fs. 14, con adecuada valoración de la demás instrucción probatoria
agregada en la litis, permitía concluir que el resarcimiento procurado por el
actor hallaba sustento en la titularidad que aquél ostentaba del 25% de los
derechos económicos emergentes de los derechos federativos
correspondientes al jugador de fútbol Daniel Rubén Bilos.

De su lado la aquí condenada, Club Atlético Banfield, resistió tal hermenéutica


y sostuvo que ningún reconocimiento económico le correspondía a título propio
al Sr. P., J., ya que su actuación había sido en representación del citado
futbolista Bilos. Al expresar sus agravios, puntualizó los errores interpretativos
que endilga a la decisión de grado y destacó la impropia valoración del material
acreditativo producido en la causa.

(iii) Así reseñada la temática bajo estudio, estimo necesario aclarar


liminarmente que, en atención a la estrecha vinculación exhibida por las quejas
traídas por la recurrente, una metodología de análisis adecuada aconseja
otorgarles un tratamiento conjunto.

(iv) La cuestión litigiosa radica, precisamente, en el antagónico o diverso


alcance que las partes asignan a las obligaciones que fluyen del contrato que
luce en fotoduplicado a fs. 14. Dicha coyuntura conflictiva trae como razonable
consecuencia la necesidad de que el órgano judicial realice una labor
hermenéutica.

Es por ello que, para enmarcar teóricamente este aspecto concerniente a la


hermenéutica del pacto, he de acudir primeramente a las consideraciones
desarrolladas por mi distinguido colega, Dr. Rafael F. Barreiro, al emitir su voto
preopinante en los autos: “Piollava SRL c/ Medialink SA s/ ordinario”
24/6/2010.

Interpretar un contrato es determinar el sentido y alcance de las cláusulas que


contiene (Enrique C. Müller, “Interpretación literal y contextual”, Revista de
Derecho Privado y Comunitario, Interpretación del contrato, t. 2006-3,
Rubinzal-Culzoni Editores, Bs. As., 2006, p.31, y sus citas).

La interpretación es una reflexión sobre un texto previo, para determinar su


sentido, y por ello es una mirada hacia el pasado, intentando reconstruir
originariamente lo pactado (Lorenzetti, Ricardo L., Tratado de los contratos:
parte general, Rubinzal-Culzoni Editores, Bs. As., 2004, p. 456, y sus citas).

Según lo establece el Código Civil en su artículo 1198, los contratos deben


celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo que
verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender, obrando con
cuidado y previsión. Esto quiere decir que, ante el conflicto suscitado, el
tribunal no debe limitarse en su interpretación al sentido literal de los vocablos
empleados, sino que debe atenderse a la intención común de los contratantes,
para lo cual es menester valorar las particulares circunstancias que rodearon a
la estipulación (sus antecedentes y conductas sobrevivientes) en orden a
reconstruir el contexto negocial que motivó la expresión de voluntad común en
los términos que se pretenden desentrañar (cpr: 386).

En el sentido expuesto, Messineo dice que “al interpretar el contrato se deberá


indagar cuál ha sido la intención común de las partes y no limitarse al sentido
literal de las palabras. Para determinar la intención común de las partes se
deberá apreciar su comportamiento total, aún posterior a la conclusión del
contrato” (Manual de derecho civil y comercial, t. I, Ediciones Jurídicas Europa-
América, Bs.As., 1979, p. 279).

También enseña Muñoz que “dice el art. 218 del Código de Comercio que
habiendo ambigüedad en las palabras, debe buscarse más bien la intención
común de las partes que el sentido literal de los términos. Y es que puede
haber contradicción entre la intención común de las partes y el sentido literal
de los términos” (Derecho comercial: Contratos, Tipográfica editora argentina,
Bs. As., 1960, p. 380).

Lo anterior requiere colocarse por encima del interés de cada una de las
partes; porque la interpretación debe hacer mérito del comportamiento de las
partes en su integridad (cpr 163, inc. 5°). El modo y la forma como las partes
ejecutan el contrato es la prueba más concluyente que puede tenerse de la
verdadera intención contractual, porque es la traducción en el hecho de lo que
resulte dudoso en la palabra (Conf. Siburu, Juan B., “Comentario del Código de
Comercio Argentino”, T, IV, pág. 88, Bs. As., 1923).

(v) A ello han de agregarse algunas delimitaciones teoréticas inherentes a los


derechos federativos de un jugador de futbol y a la cesión de los derechos
patrimoniales que derivan de aquellos primeros, en tanto, como fue dicho, la
interpretación que aquí me ocupa refiere a un contrato de cesión de derechos
patrimoniales derivados de los derechos federativos de un jugador de fútbol.

Pues bien, entonces ¿qué son los denominados “derechos federativos” y los
beneficios económicos que pueden desprenderse de ellos, llamados
“económicos o patrimoniales”?

El derecho federativo surge originariamente de la voluntad coincidente de una


institución deportiva de inscribir y de un deportista de ser inscripto en una
competición oficial, a través de un contrato que puede otorgarse a título
gratuito (amateur) o a título oneroso (profesional). Se trata de un derecho
inherente al deportista, pero cuyo ejercicio es cedido a favor de la institución, la
cual puede a su vez, posteriormente, transferirlo o cederlo, transitoria o
definitivamente, a otra institución deportiva, con conformidad del deportista o
su representante legal (conf. CNCom., Sala D, “Ferradas Carlos Alberto c/
Isola Miguel s/ ordinario”, del 3/5/2011).

Los únicos entes con capacidad para registrar federativamente jugadores en la


competencia oficial son los clubes afiliados, de allí que sólo esos sujetos
jurídicos sean los únicos habilitados para ejercer los derechos federativos de
alinear al futbolista en la competición y de disponer su transferencia con la
anuencias del futbolista.
Cuando los traspasos de futbolistas se hacían de club a club se cedían los
derechos federativos o el registro federativo del futbolista, toda vez que el
cesionario podía ser titular de los mismos. Cuando esas operaciones
empezaron a realizarse a favor de personas físicas o jurídicas (distintas de los
clubes), lo que propiamente se comenzó a ceder es el futuro crédito de una
eventual transferencia, esto es, el producido económico de la transferencia del
futbolista a otro club.

Es decir que el objeto de la cesión, es el resultado económico de la futura


transferencia del futbolista, que según la voluntar del club cedente puede ser
total o parcial, y la condición que debe cumplirse es que el jugador
efectivamente pueda ser transferido (conf. Gustavo A. Abreu y Gabriel C.
Lozano, “Las cesiones de derechos económicos. Estado actual de la doctrina y
jurisprudencias argentinas”, en Anuario de Derecho de Fútbol de la
Universidad Austral, año 2008, número 1, Ad. Hoc, pág. 273/274).

Según Trevisán (…) el contrato de cesión de derechos económicos derivados


de la transferencia de derechos federativos sobre un jugador de fútbol (…) es
un “contrato en el cual, el club cede a un inversor los beneficios económicos
futuros, condicionales y aleatorios derivados de la venta o préstamo de los
derechos federativos de un deportista… Se trata de un contraro bilateral (art.
1138 CC) consensual (art. 1139 CC) y oneroso (art. 1139 CC) en el cual “el
inversor” entrega una suma de dinero a cambio de la cesión en su favor de los
beneficios económicos que se generen en el futuro por la venta o préstamo de
estos derechos federativos, o cuando el inversor recibe un porcentaje de estos
beneficios económicos, como contraprestación por algún servicio prestado
(Juan Manuel Gesuiti, “Cesión de derechos económicos derivados de los
derechos federativos sobre jugadores de fútbol. El alea contractual y otras
cuestiones a considerar”, en DCCyE, N°4, Año III, Agosto de 2012).

La existencia de este tipo de operaciones ha merecido el reconocimiento de la


Asociación de Fútbol Argentina, que quedó plasmado mediante el sancionado
“Régimen de Anotación y Archivo de cesiones de beneficios económicos por
transferencias de contratos” (según Resolución del Comité Ejecutivo de la AFA
del 22/11/2005, publicada el 24/11/2005 mediante el Boletín Oficial 3819).

En dicha resolución los derechos económicos derivados de los derechos


federativos de un jugador profesional de fútbol han sido definidos como “…
relaciones contractuales por las que se ceden derechos, o acuerdan opciones
de derechos sobre el resultado económico del producido por la transferencia
entre clubes de contratos con jugadores de fútbol profesional o, en su caso,
aquellos acuerdos donde los clubes de fútbol profesional garanticen la
devolución de aportes, préstamos, o el pago de servicios con el beneficio
económico de las operaciones señaladas” (conf. Barbieri-Annocaro, “Fútbol,
negocios y derecho”, Ed. Universidad, Bs. As., 2008, pág. 129 y cita allí
efectuada).

Asimismo, se ha expresado con apoyo en el análisis de diversos casos


jurisprudenciales, que el negocio subyacente acaecido es una cesión parcial y
anticipada del producido de una futura venta del futbolista, y ello en definitiva,
no es más que una cesión de crédito condicional (v. en este sentido, Gustavo
A. Abreu y Vicente Aznar, “¿Debe el titular de derechos económicos verificar
su crédito?”, en Anuario de Derecho de Fútbol de la Universidad Austral, año
2008, número 1, Ad. Hoc, pág. 299).

(vi) No desconozco que una destacada tendencia jurisprudencial ha declarado


la nulidad absoluta de contratos de cesión de derechos económicos derivados
de derechos federativos que fueron celebrados con intervención de agentes no
autorizados por la FIFA, todo ello en atención al “Reglamento sobre los
agentes de jugadores” (CNCiv., Sala A, “Interplayers S.A. c/ Sosa Roberto C.”,
6/12/2002, publicado en RCyS2003, 470 y en LL online AR/JUR/4386/2002;
CNCiv. Sala H, “Broda Miguel A. c/ Herrera Martín H.”, del 19/10/2005, LL
online AR/JUR/4829/2005; CNCom., Sala D, “Ferradas Carlos Alberto c/ Isola
Miguel s/ ordinario”, del 3/5/2011; Juzg. Civ. y Com. de Córdoba N° 7, “Club
Atlético Belgrano de Córdoba s/ quiebra”, del 5/12/2001; entre otros).

Recuérdese al respecto que en el ordenamiento federativo internacional la


figura del agente está tipificada en el Reglamento sobre los Agentes de
Jugadores de FIFA, en vigor desde el 1° de marzo de 2001 (Daniel Crespo, “El
Agente de jugadores. Naturaleza jurídica de la relación y su regulación en el
ordenamiento deportivo”, Cuadernos de Derecho Deportivo N° 4/5, Ad Hoc,
pág. 21).

Mas en el caso es imposible considerar la aplicación de aquella doctrina –claro


está, sin que esta aclaración importe adelantar opinión alguna sobre el fondo
de dicha cuestión-, toda vez que el citado Reglamento FIFA fue sancionado
con posterioridad a la concertación de la cesión bajo análisis. En efecto, el
instrumento copiado a fs. 14 data del 8/3/2000 –sin que ello se encuentre
discutido- y el Reglamento FIFA fue sancionado el 10 de diciembre de aquel
mismo año con vigencia a partir del 1° de marzo del año siguiente (art. 28).

En tales circunstancias, habida cuenta lo normado en el CCiv. 3, nada cabe


decir aquí sobre la incidencia que aquella reglamentación pudiera traer en
contratos como el sub exámine.

(vii) Ahora bien, enmarcada conceptualmente la controversia de autos, creo


necesario precisar que no es posible juzgar aisladamente el contenido del
pacto bajo examen, sino que sus alcances deben evaluarse a la luz del
contexto negocial dentro del cual fue celebrado.

A tal fin resulta ilustrativo explicitar las diversas relaciones contractuales


verificadas con relación a la representación y a los derechos federativos y
patrimoniales que rodearon al jugador del fútbol Daniel Rubén Bilos.

Así, ha de precisarse que, por un lado, conforme el instrumento copiado a fs.


6/10 –con firmas certificadas notarialmente- el 29/7/1998 el Sr. P., J. asumió la
representación del jugador de fútbol Daniel Bilos, mediando expresa
conformidad de quienes ejercían la patria potestad -los padres-, por resultar
aquel último menor.

Luego, el 29/10/1998, “Club Sport Pergamino” cedió al Sr. P., J. “…el cien por
cien (100%) de los Derechos Económicos y Patrimoniales que surjan de la
venta y/o préstamo del Jugador DANIEL BILOS…”, todo lo cual quedó
instrumentado en el “Convenio de Cesión de Derechos” que luce a fs. 11/13 y
cuyas firmas fueron certificadas ante escribano.

Hasta allí, según lo reseñado precedentemente, el actor ostentaba un doble


carácter, ya que era representante del jugador Bilos y a su vez titular del 100%
de los derechos económicos derivados de los federativos.

El siguiente contrato vinculado a los mentados “derechos patrimoniales”


relativos al futbolista Bilos y firmado por algunos de los aquí contendientes –
más precisamente entre el Sr. P., J. y los representantes del Club Atlético
Banfield- es el que, en cuanto a sus alcances, se encuentra debatido en el
presente litigio. En aquella ocasión, el citado club cedió un 25% de los
derechos patrimoniales correspondientes a dicho jugador, lo que pone en
evidencia que para ese entonces el Club Banfield era titular del 100% de esos
derechos –aspecto, por lo demás, que no se encuentra debatido en la litis-.

Pues bien, un análisis de la secuencia precedentemente detallada permite


observar que media un hiato en el relato sobre el modo mediante el cual
aquellos derechos económicos de los que era titular el Sr. P., J. pasaron en su
totalidad a manos de Club Atlético Banfield; sin que dicho interrogante haya
sido despejado, al menos, a través de prueba documental que explicase lo
acontecido.

(viii) Al hilo de lo hasta aquí expuesto, no cabe sino coincidir con la adecuada
sindéresis del magistrado de grado sobre los efectos del contrato agregado a
fs. 14.

Ello así pues, ante el plexo fáctico descripto y las diversas versiones prestadas
por quienes lo suscribieron, la explicación más plausible parece ser que el Sr.
P., J. obtuvo un reconocimiento pecuniario por ser quien acercó el jugador al
Club Banfield; contraprestación que se plasmó en la cesión de un 25% del
beneficio económico que pudiera percibirse en caso de una futura
transferencia de Bilos –cuyo precio mínimo total se estableció en u$s 700.000-.

Se ha explicado en orden a los motivos que justifican este tipo cesiones, que
“…es práctica habitual en el ámbito del fútbol, que los detectores de talentos,
que logran que las entidades deportivas fichen en sus divisiones a estas
jóvenes promesas, reciban como contraprestación por dicha actividad la cesión
de un porcentaje de los derechos económicos derivados de la venta o
préstamo futuro de la titularidad federativa del deportista en cuestión” (Rafael
Trevisan, “El contrato de cesión de beneficios económicos ¿Un contrato
bastardo en vías de ser reconocido?”, y fallo allí citado: CNCom., Sala C, “Club
Atlético All Boys s/ concurso preventivo s/ incidente de revisión por Carles,
Humberto R.”, del 7/5/2004 –el Dial.com AA21F4).

También se ha expresado en igual directriz que una de las razones por la cual
se acuerdan este tipo de cesiones de derechos patrimoniales por una
transferencia futura consiste en el reconocimiento de una parte del negocio de
la futura transferencia al empresario, club o persona que acerca el futbolista
(conf. Gustavo A. Abreu y Gabriel C. Lozano, op cit., pág. 275) o a los
inversores que costearon sus gastos de pasajes, pensión, comidas y viáticos
en las pruebas de rendimiento futbolístico (Ibíd., conf. nota 12, pág. 275). El
otro motivo, evidente también, es la necesidad de financiamiento que requieren
constantemente los clubes de fútbol.

En igual sentido se tiene dicho que en la práctica, se le reconoce un porcentaje


al club formador del jugador, como ocurre con muchos clubes del interior, que
lo tienen inscripto a su nombre en la liga respectiva; o al empresario que ha
obtenido la “libertad de acción” del jugador del club en el que se encontraba
inscripto (Ibíd., nota 8, pág. 275).

Adviértase a su vez que aquella exégesis se corresponde con el texto de la


cláusula 4°; tal como señaló el juez de primera instancia. Es que más allá de la
inexacta redacción allí empleada –pues de modo alguno la libertad de acción
puede pertenecerle a sujeto alguno distinto al jugador de fútbol-, lo cierto es
que lo allí formulado revela la intención de las partes de otorgar un
reconocimiento al Sr. P., J. por la razones ya apuntadas. Dicha conclusión de
modo alguno ha sido rebatida por la pretendida interpretación formulada por la
apelante en su expresión de agravios, ya que de haber sido su inteligencia la
de referirse al representante, una redacción adecuada aconsejaba no nombrar
llanamente al Sr. P., J. sin hacer expresa referencia a su calidad de
mandatario.

Por último, recuérdese que la interpretación no debe limitarse sólo a su texto


escrito, ni con prescindencia del esclarecimiento del motivo o fin que han
querido los contratantes, sino que es menester valorar debidamente en su
integridad (Fontanarrosa, R.: “Derecho Comercial Argentino”, T. II, Buenos
Aires, 1969, p. 153) atendiendo a las circunstancias que rodearon el acto, los
antecedentes que pudieron haber influido y la conducta de los interesados,
siendo preciso además, indagar en los usos y prácticas, y los antecedentes del
ámbito en que debían desarrollarse, o en el que se desenvuelven las
relaciones contractuales (conf. CNCom., Sala B, “Quagliata Santiago c/ Club
Atlético Boca Juniors s/ ordinario”, del 20/11/2000; publicada en “Cuadernos de
Derecho Deportivo N° 2”, junio 2002, CABA, Ad Hoc, pág. 112).

(ix) No desconozco que el recurrente insistió en la improcedencia de cualquier


interpretación del acuerdo pues allí se habría consignado que el Sr. P., J.
actuaba en representación del jugador Bilos.

Sin embargo, en el caso, se presentan distintas aristas que conducen a


desestimar este argumento y a confirmar la necesidad de la labor
hermenéutica practicada por el juez de grado.

En primer término, la redacción del instrumento bajo análisis resulta cuanto


menos deficiente, si se atiende a la ausencia de específica designación del
cesionario de ese 25% de los derechos económicos que pudieran derivar de
una futura transferencia del jugador de fútbol.

Otra justificación se desprende de la ausencia de participación de los padres


del futbolista –quien para aquél entonces aún era menor de edad-, ya que a
pesar de la representación con mandato que ostentaba el Sr. P., J., parecería
necesaria por tratarse de la disposición de derechos con contenido patrimonial.
Por lo demás, resulta cuanto menos sorprendente que si el cesionario era el
futbolista, a pesar de la susodicha intervención del mandatario, el cedente no
hubiera intentado anoticiarlo de aquella circunstancia ni hubiera aludido a tal
contrato al tiempo de abonarle una compensación pecuniaria fruto de su pase
al Club Atlético Boca Juniors (conf. testimonio del jugador Bilos en la causa
penal).

Véase que el propio jugador de fútbol al declarar en la causa penal señaló “…


Que el dicente cobró un porcentaje de un pase una sola vez en su vida, y fue
de Banfield a Boca” (v. fs. 89 de la causa “P., J. s/ estafa”, venida AEV).

Todo ello, en consecuencia, resta virtualidad a la versión recurrentemente


sostenida por el Club Atlético Banfield en cuanto a que el cesionario sería el
propio jugador de fútbol.

De modo que, aún pese a la desafortunada referencia al carácter de


representante que habría revestido el Sr. P., J. al tiempo de la suscripción del
contrato de cesión bajo examen, lo cierto es que las razones hasta aquí
expresadas –y especialmente el sentido subyacente que habría originado ese
acuerdo, cual era un reconocimiento pecuniario por el acercamiento del
futbolista al club- conducen a dirimir esta contienda a favor del Sr. P., J. y
reconocer su carácter de cesionario del contrato del 8/3/2000 agregado en
fotoduplicado a fs. 14.

(x) Asimismo, resulta improcedente la pretendida descalificación de la prueba


testimonial producida en la causa penal y citada por el juez de primera
instancia comercial. Ello pues, a poco que se observa, es posible advertir que
los entonces representantes del Club Atlético Banfield tuvieron intervención en
dichas actuaciones. Nótese que a fs. 67/69 de los autos venidos ad effectum
videndi et probandi, “P., J. c/ Martínez Marcelo y otro s/ estafa”, aquéllos se
presentaron arguyendo la inexistencia de delito.

Máxime si se pondera que fue la propia demandada quien al contestar


demanda en la presente litis, ofreció la causa penal como prueba documental
(v. fs. 142 vta.).

Se trata en el sub lite del supuesto denominado prueba trasladada, que no es


más que la prueba que se practica o admite en otro proceso. Arrimándose las
constancias necesarias para que se pueda conocer si fue practicada con las
formalidades procesales y entre qué partes transcurrió o cursa el proceso, no
aparece imprescindible que sea ratificada en el proceso al que es trasladada
(conf. Hernando Devis Echandía, “Teoría general de la prueba judicial”, tomo 1,
Víctor P. de Zavalía editor, Buenos Aires, 1981, pág. 367).

Es preciso resaltar, a su vez, aquellos testimonios permiten corroborar el modo


en el que se presume que acontecieron los hechos. En efecto, los testigos
individualizados por el magistrado de grado –sin perjuicio de asistir razón a la
recurrente en punto a que el Sr. Buzio no era secretario general del Club
Banfield sino de Boca Juniors- dieron cuenta de la existencia de tratativas
informales en orden a acordar con el Sr. P., J. la compensación pecuniaria
correspondiente por la transferencia del jugador de fútbol Bilos al Club Atlético
Boca Juniors.

Puntualmente, cabe poner de relieve lo atestiguado por el Sr. Mori –


vicepresidente primero del Club Banfield-: “…Que recuerda que a Bilos lo trajo
el señor P., J.… Que previamente a que el jugador sea fichado, algunas de las
personas que traen jugadores al club –como es el caso de P., J.- exigen la
firma de un convenio para el caso de una futura venta del jugador… Que el
hombre (P., J.) exigía un porcentaje en una futura venta de Bilos, y se acordó
un 25% en un par de reuniones…” (v. fs. 158/159 de la causa penal supra
citada).

(xi) Por último, nada cabe decir acerca de las quejas volcadas por la apelante
en orden al desarrollo del contrato habido entre el Sr. P., J. y el jugador de
fútbol Daniel Rubén Bilos, pues dichas circunstancias únicamente ocupan a
aquellos que acordaron la relación de mandato sin que el aquí recurrente
pueda inmiscuirse en aquel vínculo (Arg. CCiv. 1197 y 1199).

V.- Conclusión

Por los fundamentos expresados precedentemente, si mi criterio fuera


compartido por mi distinguido colega, propongo al Acuerdo que se celebra
desestimar el recurso articulado por el Club Atlético Banfield Asociación Civil y
confirmar la sentencia de grado en cuanto fue materia de queja. Costas de
Alzada a la apelante vencida, por virtud del principio objetivo de la derrota (Cpr.
68).

Así voto.

Por análogas razones el Señor Juez de Cámara doctor Ojea Quintana adhiere
al voto que antecede.

Con lo que terminó este Acuerdo que firmaron los Señores Jueces de Cámara
doctores:

Juan Manuel Ojea Quintana

Rafael F. Barreiro

María Florencia Estevarena

Secretaria

Buenos Aires 26 de marzo de 2013.


Y VISTOS:

Por los fundamentos expresados en el Acuerdo que antecede, se resuelve:

a) Desestimar el recurso articulado por el Club Atlético Banfield Asociación


Civil y, consecuentemente, confirmar la sentencia de grado en cuanto fue
materia de queja. Costas de Alzada a la apelante vencida, por virtud del
principio objetivo de la derrota (Cpr. 68).

b) Honorarios.

A). Atento el mérito de la labor profesional cumplida, apreciada por su calidad,


eficacia y extensión, así como la naturaleza y monto del proceso -
computándose los intereses como integrantes de la base regulatoria (C.N.
Com., en pleno, in re: "Banco del Buen Ayre S.A.", del 29/12/94)-, se elevan a
ciento ocho mil quinientos pesos ($ 108.500) los honorarios regulados a fs.
865/884 a favor del letrado apoderado de la parte actora, doctor Martín Miguel
Candioti; y a noventa y ocho mil pesos ($ 98.000) los de su letrado
patrocinante, doctor Fernando Javier Ferri, por su actuación a partir de fs. 293
(ley 21.839, t.o. ley 24.432: 6, 7, 9, 19, 37 y 38).

Asimismo, se elevan a ciento dieciocho mil trescientos pesos ($ 118.300) los


estipendios del letrado apoderado de la co demandada Club Atlético Banfield
Asociación Civil, doctor Ricardo David Matossian; y por las presentaciones de
fs. 395 y 833, y las labores realizadas en las audiencias celebradas en fs. 197,
374 y 385, se elevan a cinco mil pesos ($ 5.000) los del letrado en igual
carácter y de la misma parte, doctor Guillermo Santiago Pepa (ley 21.839, t.o.
ley 24.432: 6, 7, 9, 19, 37 y 38).

Por otro lado, ponderando que la demanda incoada respecto de la Asociación


Civil Club Atlético Boca Juniors ha sido rechazada, con costas a cargo de la
parte actora, se elevan a cincuenta y ocho mil ochocientos pesos ($ 58.800)
los emolumentos del apoderado de dicha codemandada, doctor Luis Vidiri; y a
ciento cuarenta y siete mil pesos ($ 147.000) los de su letrado patrocinante,
doctor Pedro Martín Wolanik (ley 21.839, t.o. ley 24.432: 6, 7, 9, 19, 37 y 38).

Por la incidencia resuelta en fs. 837, se elevan a un mil ciento setenta y cinco
pesos ($ 1.175) los honorarios del apoderado de la parte actora, doctor
Candioti; y a dos mil novecientos pesos ($ 2.900) los de su letrado
patrocinante, doctor Ferri (art. 33 ley cit.).

Ahora bien, en relación a los estipendios fijados a favor del perito contador,
cabrá referir que la mecánica de aplicación de las alícuotas arancelarias
previstas por el Decreto Ley 16.638/57, daría lugar a la determinación de una
remuneración para el experto materialmente excesiva y concretamente
deproporcionada con las pautas que prevé la ley 21.839 para remunerar a los
demás profesionales del derecho. Nótese que la actuación de referencia se
halla constituída sólo por la peritación presentada en fs. 811.

Consecuentemente, no se atenderá a los mínimos dispuestos en el citado


Decreto Ley; por lo que meritando la naturaleza, el alcance, calidad,
complejidad y resultado de la labor profesional realizada en autos, se elevan a
veinte mil pesos ($ 20.000) los estipendios del perito contador, Pablo Pedro
Balian (ley 24.432: 13).

B) Por las actuaciones de Alzada que motivaron la decisión que antecede, se


fijan en sesenta mil pesos ($ 60.000) los emolumentos del letrado apoderado
de la parte actora, doctor Candioti (art. 14 ley cit.).

C) Finalmente, respecto de los emolumentos de la mediadora,


tradicionalmente, este Tribunal ha sostenido que los honorarios de los
mediadores debían establecerse en función de las pautas previstas por la
norma que regía en el momento de celebrarse la audiencia de mediación (cfr.
esta Sala, "Alba Compañia Argentina de Seguros S.A. c/Siad S.R.L. Clysa S.A.
U.T.E. y otros s/Ordinario" del 15/12/09).

Mas la evolución legislativa en la materia, obliga a adoptar un temperamento


diverso.

C.i) En un primer momento, frente al silencio normativo, se recurrió a la


doctrina que emanaba del fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación in
re: "Francisco Costa e Hijos Agropecuaria c/ Buenos Aires Provincia de s/
daños y perjuicios" del 12/9/96. Allí se exponía que los honorarios de los
profesionales intervinientes en un proceso debían ser regulados de acuerdo a
la ley vigente en la época en que se cumplen los trabajos objeto de la
regulación y no a la que rige al momento de practicarse esta última. Ello, con el
fin de aventar una afectación de los derechos adquiridos, incorporados al
patrimonio de los beneficiarios (consid. 4°).

Ahora bien, en lo concerniente a los honorarios del mediador y de los


profesionales asistentes, la Ley Nº 26.589 reenvía a los montos y condiciones
de pago que establecerá la reglamentación del P.E.N.

Viene así el Decreto Nº 1467/11 a resolver la problemática.

Nótese que expresamente deroga los alcances de sus antecedentes Dec.


91/98 (exceptuando los arts. 3, 4 y 5 del Anexo I) y Dec. 1465/07 (v. art. 8). Y
en el art. 28 de su Anexo I, establece que: "El juez deberá tomar como base el
monto de honorario básico vigente al momento de dictar sentencia u
homologación de la transacción" -el destacado es propio de este Tribunal-.

Así pues, la Ley Nº 26.589 (publicada en el Boletín Oficial el día 06/05/10)


entró en vigencia el día 04/08/10 (cfr. cit. ley: 63). De modo que su aplicación
es inmediata y alcanza a los procesos en trámite, siempre que ello no importe
afectar la validez de los actos procesales cumplidos y que no han quedado
firmes bajo la vigencia de la ley anterior (Conf. Lino E. Palacio "Derecho
Procesal Civil, T° I pág. 50, Bs. As. Edit. Abeledo Perrot, 2° Edic. 1990; Fallos
249:256; 288:407; 302:263; esta Sala en "Ammaturo Francisco Horacio y otros
c/Darex S.A. y otro s/ ordinario", del 29/03/12).

Consecuentemente, asiste razón al apelante en cuanto caben aplicar en la


especie, las pautas del anexo III del Decreto 1467/11 (B.O. 28/9/11) ya que es
la norma vigente al momento del dictado de la sentencia definitiva.
C.ii) En atención a lo expuesto, teniendo en cuenta la trascendencia
económica de la materia y lo establecido en el art. 1, inc. g) del Anexo III del
decreto citado supra, se elevan a doce mil pesos ($ 12.000) los emolumentos
de la mediadora, doctora Beatríz Susana Arias.

c) Notifíquese.

La doctora Alejandra N. Tevez no interviene en la presente decisión por


encontrarse en uso de licencia (art. 109 del Reglamento para la Justicia
Nacional).

Juan Manuel Ojea Quintana, Rafael F. Barreiro. Ante mí: María Florencia
Estevarena. Es copia del original que corre a fs.940/951 de los autos que se
mencionan en el presente Acuerdo.

María Florencia Estevarena

Secretaria

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