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La ceremonia del porno, de Andrés Barba y Javier

Montes
Reseña Juan Rodríguez Hoppichler

El pensador anarco-sufista Hakim Bey decía que la


pornografía es capaz de cambiar vidas porque
descubre los verdaderos deseos. Por supuesto la cita se
las trae porque se puede contestar que no descubre
deseos sino que los configura, por no mencionar que la
idea liberadora que subyace en la propuesta también
es discutible: el deseo no amplía nuestros horizontes,
lo que hace es esclavizarnos y nos acaba arrastrando a
ese estado tan célebre de “deseo sin objeto”, que no es
má s que otra manera de hablar de insatisfacció n
cró nica.
Sin embargo algo hay de cierto en la proposició n. La
pornografía cambia nuestras vidas, nos habla de quién
podemos ser y de la má scara que segú n Ortega todos
llevamos y bajo la que “se retuerce nuestra
personalidad eró tica”. La pornografía nos interpela,
nos descubre quiénes somos y nos hace má s nosotros.
Ademá s es un hecho cultural y socioeconó mico
fascinante. Es un género sin límites definidos. Hay
películas de todos los matices y de todos los gustos
posibles. Las pá ginas web especializadas presentan un
repertorio abundante de opciones, solo hay que
pinchar en la etiqueta que nos atraiga y elegir luego
entre innú meros vídeos de duració n variable. Podemos
concluir que es un mercado segmentado y plural donde
las leyes de la oferta y la demanda funcionan
eficazmente.
De hecho la industria del cine porno mueve má s dinero
que el cine “normal” de Hollywood. Eric Schlosser, por
ejemplo, en su Refeer Madness estudió la importancia
econó mica del porno, y concluyó que es uno de los
pilares del PIB norteamericano.
En consecuencia, y tras unas breves aproximaciones
académicas previas casi siempre admonitorias, ahora
ya se puede hablar del tema con má s o menos
neutralidad. Así, aunque al principio de tapadillo, han
surgido los porn studies que tratan de explicar el
fenó meno.
Hay teó ricos que trabajan desde á ngulos distintos,
como el feminista, el socioló gico o el antropoló gico.
Algunos son má s sesudos que otros, muchos manejan
una jerigonza urticante que aleja a los legos, pero
afortunadamente también unos cuantos se pueden
entender bien.
Un ejemplo de libro introductorio al tema, accesible e
iluminador, es el premio Anagrama de Ensayo del
2007, La ceremonia del porno de Andrés
Barba y Javier Montes. Se trata de un texto que
requiere cierto esfuerzo, pero se puede con él. Los
jó venes autores explican lo que significa mirar porno, y
de vez en cuando sueltan alguna reflexió n impagable,
como que siempre nos convertimos en otro cuando lo
hacemos o aquello de que es una ceremonia privada.
Analizan las formas que tenemos de relacionarnos con
el género, y alguna de las consecuencias sociales que
tiene este nuevo imperio global de la pornografía que
ha llegado con internet.
El libro no tiene má s de 200 pá ginas, por lo que es
obvio que ningú n tema es tratado en profundidad, pero
dan pistas suficientes para que profundicemos en lo
que má s nos interés con un buen aparato bibliográ fico.
O sea, ademá s es un buen artefacto divulgativo.

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