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LA TINAJA

LA TINAJA
Adaptación de una farsa anónima francesa de la Edad Media

MARIDO: (Entrando) Bien me lo aconsejó el diablo el día en que me metí en esto del matrimonio. Desde
que estoy casado no hay más que tormentas y preocupaciones. Mi mujer, por un lado, y mi
suegra, por el otro, como dos demonios me acosan y me atormentan. ¡Ay!, qué triste y
desgraciada es la vida… ¡Ay!, ¡ay!.... Si yo supiera ponerme en mi lugar sería el amo y señor
de esta casa.

MUJER: (Entrando del brazo de su madre) ¡Mira nada más! ¿Qué estás haciendo?

MARIDO: Nada, no estoy haciendo nada.

MUJER: Me lo imaginaba.

SUEGRA: Pues deberías ponerte a trabajar.

MUJER: Mi madre tiene razón. Debes lavar, planchar, cocinar…

MARIDO: Pero si no hago otra cosa…

MUJER: ¡Cállate y ponte a trabajar!

MARIDO: Es que ustedes me piden tanto que ya no sé qué hacer.

SUEGRA: Pues para que no se te olvide, escribe todo en un pergamino.

MARIDO: ¡Eah, qué buena idea! Tu mamá tiene razón.

MUJER: ¡Pues ve por el pergamino!

MARIDO: Regreso enseguida. (Sale y vuelve de inmediato) ¿Será un pergamino grande o pequeño?

SUEGRA: Uno grande, zoquete.

MUJER: ¡Apúrate, badulaque!

MARIDO: Regreso enseguida. (Sale y vuelve de inmediato)

LAS DOS: ¿No preferirían uno pequeño?

MUJER: ¡No, mequetrefe!

MARIDO: Uno grande, zopenco.

MARIDO: Regreso enseguida. (Sale y vuelve de inmediato)

SUEGRA: No cabe duda de que es un botarate.

MARIDO: He aquí el pergamino.

SUEGRA: Ya era hora, bobalicón.

MARIDO: ¡Ea, pueden dictar!

MUJER: ¡Escribe! Deberás barrer…

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LA TINAJA

SUEGRA: Fregar…

MUJER: Sacudir…

SUEGRA: Cepillar…

MUJER: Lavar la ropa…

SUEGRA: Tender la ropa…

MUJER: Planchar la ropa…

SUEGRA: Acomodar la ropa…

MARIDO: ¡Esperen, esperen, un momento!

SUEGRA: Y ahora, ¿qué pasa?

MARIDO: No tan rápido, me quede en barrer.

MUJER: ¡Ay, eres un mentecato! ¡Escribe! Deberás barrer…

SUEGRA: Fregar…

MUJER: Sacudir…

SUEGRA: Cepillar…

MUJER: Lavar la ropa…

SUEGRA: Tender la ropa…

MUJER: Planchar la ropa…

SUEGRA: Acomodar la ropa…

MARIDO: ¡Esperen, esperen, un momento!

SUEGRA: Y ahora, ¿qué pasa?

MARIDO: Encontré una arruga en el pergamino.

SUEGRA: ¡Vaya que si eres un mameluco!

MUJER: ¡Escribe! Deberás recoger la paja…

SUEGRA: Cortar la leña…

MUJER: Segar el pasto…

SUEGRA: Alimentar al puerco…

MARIDO: ¡Je, je!, veo que piensa en usted, mamá suegra

SUEGRA: Terminado. Vamos, fírmalo.

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LA TINAJA

MARIDO: Pues lo firmo, lo firmo. Y hasta con las dos manos. Pero una cosa sí les digo: de ahora en
adelante no obedeceré más que al pergamino.

MUJER: Sí, sí, quedó claro. No obedecerás más que al pergamino.

MARIDO: No obedeceré más que al pergamino.

SUEGRA: Oye, hija mía, ¿no habrá que anotar que te atienda y te quiera?

MARIDO: ¡Ah!, eso sí que no. Nadie me obligará a dispensar el menú de mis caricias.

MUJER: No, mamá, con eso basta.

MARIDO: Bueno, cuida bien de guardar este pergamino. (Lo entrega a la mujer)

MUJER: ¿Y yo para qué lo quiero? Toma, mamá. (Lo entrega a la suegra)

SUEGRA: Ten, toma, insensato. (Lo entrega al marido) Bueno, hija mía, ya que se han arreglado las
cosas, me voy.

MUJER: Sí, mamá. (Se despiden. La suegra sale) Anda, cretino. Ayúdame a tender la ropa.

MARIDO: ¡Ah!, eso sí que no. No está escrito en el pergamino.

MUJER: Claro que lo está, animal. Revísalo.

MARIDO: (Leyendo el pergamino) Barrer… fregar… ¡Ah!, sí, sí. Aquí está. Obedezco al pergamino.

MUJER: Apúrate, bestia. (Se dirigen a la tinaja. Toman una prenda) ¡Vamos!

MARIDO: Ya voy, ya voy. La exprimimos a las tres. Una, dos… ¡tres! (Jala con tanta fuerza que la
mujer cae a la tinaja)

MUJER: ¡Auxilio, que me caigo! ¡Ayuda, marido mío, ayuda!

MARIDO: ¡Oh, no! Has caído a la tinaja.

MUJER: ¡Qué me ahogo! ¡Qué me muero!

MARIDO: ¿Sí?, pues… muérete, mujer del demonio.

MUJER: ¡Ayúdame! ¡Sálvame!

MARIDO: ¿Salvarte? Ni loco que estuviera.

MUJER: ¡Por favor, marido, ayúdame!

MARIDO: ¡Ay!, cuánto sufre mi corazón por verte partir.

MUJER: ¡Te lo ruego, sálvame!

MARIDO: A ver, veamos el pergamino. No, no. No está escrito que te salve.

MUJER: ¡Por lo que más quieras, sálvame!

MARIDO: Por más que busco no encuentro.

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LA TINAJA

MUJER: ¡Deja ese pergamino y ayúdame!

MARIDO: Barrer… fregar… sacudir… cepillar…

MUJER: ¡Te lo suplico, sácame de aquí!

MARIDO: Cortar la leña… segar el pasto…

MUJER: ¡Marido mío, qué me ahogo, qué me muero!

MARIDO: Lo siento, he consentido obedecer al pergamino y aquí no está escrito que te salve.

SUEGRA: (Tocando la puerta) ¡Abran, abran!

MUJER: ¡Por favor, ábrele a mi madre!

MARIDO: Tampoco está escrito que le abra a tu madre, pero como soy una buena persona, le abriré.
(Abre la puerta)

SUEGRA: ¿Por qué tardaste tanto, imbécil?

MARIDO: Es que… estaba conversando con su hija, mamá suegra.

SUEGRA: ¿Con mi niña? ¿Cómo está mi tesoro?

MARIDO: ¡Oh!, muy bien, estoy a punto de enterrarlo.

SUEGRA: ¿Qué esta diciendo, ignorante?

MARIDO: ¡Oh!, sólo digo que su hija se muere.

SUEGRA: Pero, ¿qué broma es esta?

MARIDO: ¡Oh!, no es broma. Su tesoro ha caído en la tinaja y se está ahogando.

SUEGRA: ¡Pero qué haces allí! ¡Vamos, corre a salvarla!

MUJER: ¡Mamá, mamá, qué me ahogo!

SUEGRA: (Corre hacia la mujer) ¡Hija mía!

MUJER: ¡Qué me ahogo, que me muero!

SUEGRA: (Al marido) ¡Vamos, inútil! ¡Ayúdame a sacarla!

MARIDO: No puedo.

SUEGRA: ¿Por qué?

MARIDO: No está escrito en el pergamino.

SUEGRA: ¡No seas tonto y ayúdame!

MARIDO: ¡Ah, no! Quedamos en que sólo obedecería a este pergamino y aquí no está escrito que la
salve.

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LA TINAJA

SUEGRA: ¡Olvida ese pergamino y ayúdame!

MARIDO: ¡No! Aquí dice que tengo que barrer, fregar, sacudir, cepillar…

SUEGRA: ¡Por lo que más quieras, salva a tu mujer!

MARIDO: ¡No!, hasta que ustedes dos me prometan que de ahora en adelante seré yo quién mande
en esta casa. (Estupor de las mujeres)

LAS DOS: ¡Sí, sí, está bien, de acuerdo!

MARIDO: ¡Oh!, qué dulces palabras resuenan en mis oídos.

SUEGRA: ¡Vamos, apura…! Quiero decir, por favor, yerno querido… bomboncito, ¿serías tan gentil
en ayudarnos?

MUJER: Mi vida, mi cielo, ¿me sacaras de la tinaja?

MARIDO: Je, je, con mucho gusto, mujer. (Va a ayudar, se detiene) Pero… ahora que seré el amo de
esta casa, ¿no sería mejor anotarlo en un pergamino?

SUEGRA: No, no. No será necesario, querido.

MUJER: Confía en nuestra palabra, mi amor.

MARIDO: Bueno. (Saca a la mujer de la tinaja)

MUJER: (Balbuceando) Gracias, mi señor.

MARIDO: (Al público) ¡Señoras y señores…

LOS TRES: … la comedia ha terminado!

FIN

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