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ACTO ÚNICO
Marta: Qué no Rodrigo, me ha dicho que se quedaba hasta tarde para terminar sus pendientes. (Lo
abraza y vuelve a besarlo). Así que tenemos varias horas por delante para nosotros solos.
Rodrigo se mete bajo la cama justo cuando Jorge, el esposo de Marta, abre la puerta
violentamente.
Marta (nerviosa): Jorge, mi amor, ¿qué haces aquí? Pensé que hoy salías tarde del trabajo.
Jorge: Al menos él hace algo, no como esa lacra que vive enfrente.
Marta: ¿Rodrigo?
Jorge: Ese idiota. Treinta y seis años y aún vive con su madre, ¿no es patético?
Jorge: Además hay que ver que maña que tiene, dicen por ahí que juega del otro bando.
Jorge: Pues sí, ¡qué es un maricón! ¿O por qué crees que nunca se le ha visto con ninguna novia?
Jorge: Mira Marta, yo sé que algo te traes entre manos, no soy ningún estúpido. Si descubro que me
estás engañando, ya verás la que te espera.
Jorge: ¿Quién es, eh? ¿Es ese escandaloso del vecino de al lado que se la pasa gritando? Es él,
¿verdad? ¡Ni modo que sea con ese idiota que vive enfrente! Si a ese no es más que un pobre diablo.
Rodrigo: ¡Pues este pobre diablo se ha estado dando a tu mujer! Y otra cosa, ¡yo no vivo con mi
madre, es ella quien vive conmigo!
FIN
Una novia insoportable
ACTO ÚNICO
Dora y Marta se encuentran sentadas en una habitación. Las dos llevan vestidos
largos de color rosa y se encuentran, la una frente al tocador maquillándose y la otra, junto a
la ventana, poniéndose lápiz labial. De pronto, la puerta se abre con estrépito. Por allí entra
Cristina, llorando de rabia y con la cabeza llena de bucles.
Cristina (histérica): ¡Miren lo que ha hecho esa estúpida peluquera! ¡Le dije que no lo quería así!
(Patalea en el piso, haciendo un berrinche).
Cristina (gritando y moviendo las manos): ¡¿Y qué demonios se supone que va
vamos
mos a hacer?!
Dora: Tranquilízate, amiga. No en el día de tu oda. (La hace sentarse). Voy a por la secadora y un
poco de agua.
Cristina: ¡Se suponía que todo fuera perfecto! ¡No puedo llegar al altar así! ¡¿Qué van a decir mis
amistades?!
Marta: Tranquila amiga, que Dora sabe lo que hace. Ven, vamos a ponerte el vestido.
Saca del armario un vestido blanco envuelto en una funda. Cristina se pone de pie y
se quita la falda y la blusa. Luego, se coloca su vestido y Marta trata de cerrárselo.
Marta: Uy amiga, es que… (Trata de subir el cierre), no te cierra. Te dije que no te comieras esos
camarones anoche.
Cristina: ¡Es tu culpa por no haber insistido más! ¡Tiene que cerrarme!
Marta: Calma, que seguro tengo unos seguritos por aquí. (Busca en el tocador).
Dora vuelve a aparecer llevando un secador de cabello y un rociador con agua, con el que empieza a
mojar el pelo de Cristina.
Marta regresa a su espalda con seguros en la boca y con mucho esfuerzo, intenta
cerrar con ellos el vestido, apretando a Cristina y cortándole la respiración. Mientras tanto,
Dora le moja el cabello, que cae escurriendo por su frente.
Cristina: ¡Pero más cuidado, tontas! ¡Qué me van a echar a perder el look!
Dora enciende la secadora y le dispara aire caliente en la cara. Mientras tanto, Marta
tira del vestido y este se rompe por la gordura de Cristina, quien grita alarmada.
Cristina les da un empujón a sus amigas encolerizadas. Tiene el vestido roto y el pelo
hecho un desastre.
Cristina: ¡Un par de estúpidas! ¡Eso es lo que son! ¡Mi cabello y mi ropa están arruinados! (Se echa
en la cama a llorar de nuevo). ¡Yo solo quería que todo fuera perfecto! ¡Perfecto!
Dora: ¡Hasta nunca, desagradecida! Y para que sepas, ese modelito siempre te quedó horrendo.
FIN
Las oportunidades no esperan
ACTO UNICO
Andrea (Tomando su teléfono y marcando el número de Marina): ¿Marina, donde estás? Ya casi es la
hora del casting y aun no llegas, entraré sin ti, no quiero perder esta oportunidad.
Marina (Respondiendo desde la calle, muy distraída y sin prisa): Ya estoy cerca, deja el estrés, esas
cosas siempre tardan, ya verás que tendremos que esperar mucho, tomate un café que yo ya voy
llegando.
Andrea (Molesta): Oportunidades como estas se dan poco Marina, si no llegas pronto, entro sin ti
aunque te moleste, siempre tan impuntual.
Marina (Irónica): Tú siempre llegas antes de la hora y aún no he visto que te suceda algo bueno por
eso, cálmate que ya estoy cerca, hablamos al llegar, besos amiga.
El mesonero regresa
Regresa el mesonero
Andrea (perpleja) Primero déjeme terminar todo lo que me ha traído por favor
Andrea: Si, esta bien, si quiero algo mas: Quiero un café con hielo
Andrea: Todo esto por esperar a la irresponsable de Marina, ¡Ah no! este casting no lo voy a perder,
si no llega a tiempo, es su problema.
Andrea vuelve a ver la hora en su teléfono y golpea la mesa con los dedos de la
impaciencia.
Productor (Algo exaltado): ¡Dios! ¡Ambas enfermas! Necesito dos chicas para hacer de extra en una
escena y es urgente.
Productor (Señalándola): A ver chica, tú, levántate, necesito dos extras y supongo que tú estás aquí
buscando una oportunidad, o… ¿me equivoco?
Marina (Boquiabierta): ¿Qué se fue a dónde? Bueno, bueno, gracias ¿usted que puede saber?
Mesonero: Por nada señorita, permiso. Por cierto, ¿se le ofrece algo de tomar?
Mesonero: … Mujeres.
FIN
Una pelea para morirse…
de risa
(Se abre el telón y aparecen en escena Camila y Humberto a cada extremo de escenario con la
mirada molesta hacia un costado)
Camila: (Con los brazos cruzados y golpeando con el pie el piso) ¡La verdad es que ya no te soporto!
Camila: (Camina hacia él, molesta) ¿¡Qué dijiste!? ¡A ver, repíteme eso en mi cara! ¡Dímelo!
Humberto: (Acerca su cara a la de ella) ¿¡No me escuchaste!? (Le mete el dedo en el oído)
Camila: (Le quita el dedo de su oído) ¡Saca tu dedo cochino de ahí! (Se limpia el oído y se lo limpia)
¡Lleno de microbios y… cochinadas!
Humberto: (Con sarcasmo) Como tú…comprenderás, “mi amorcito” (Le jala el cachete de un lado a
otro)
Camila: (Tratando de quitar su mano) ¡Sueeel…taaaa…me! (Se zafa de él) ¿¡Crees que mi cara es
“pelota anti estrés” o qué!?
Humberto: (Yendo tras ella) ¡Cómo mi abuelita no te metas! (Pone la mano en su pecho) Ella es una
santa.
Camila: (En tono desafiante) ¿¡Más me vale, qué!? ¿¡Más me vale, qué!?
Camila: (Camina hacia Humberto) ¡No, no! ¡Quiero que ahora me digas ahora mismo qué quisiste
decir con eso de, “Más te vale”! (Grita) ¡¡¡Y rápido!!! (Cruza los brazos) Ya, te escucho.
Humberto: (Se queda pensando por un momento) No… prefiero reservarme mi opinión (Se va
caminando por el escenario)
Camila: (Lo sigue) ¡No, no! ¡Quiero me digas qué quisiste decir! ¡¡¡Humberto!!! ¡¡¡Humberto!!! ¡Ven
acá! No me dejes con la palabra en la boca porque… ¡No te vayas! (Lo persigue por todo el escenario)
Camila: ¡Cobarde!
Humberto: ¡Loca!
Camila: (Sorprendida) ¿¡Qué me dijiste!? (Se sube las mangas) Ah no, a este me lo sueno pero con
ganas.
Humberto: (Retrocediendo) ¡Espera, espera! Recuerda que en el altar acordamos que hasta que “la
muerte nos separe”.
Camila: Pues al parecer te salteaste hasta la parte final (Se acerca a él) ¡Ven acá!
Humberto: (Escapando de Camila) ¡No, no! ¡Espera! (Continúa la “correteadera”) (Toma una silla y la
pone adelante para protegerse) ¡Mi capullito! ¡Mi cerecita! ¡Mi caramelito!
Camila: ¡Mi, nada! ¡Mi, tu abuela en camisón! ¡Ahora vas a ver lo que es bueno! (Se detiene) ¡Bueno,
ya basta! ¡Ya basta!
Humberto: (Con la silla adelante para su protección) ¡Eso digo yo! ¡Debemos hacer el amor!
Humberto: ¡Pero déjame terminar! ¡Cuando digo que hay que hacer el amor, quiero que decir que
debemos estar en paz!
Camila: ¡Ahh….! ¡Pero yo no quiero hacer el amor contigo! (Humberto la mira sorprendido) ¡Digo, la
paz! ¡Y ya no quiero seguir hablando contigo! (Sonríe) ¡Ya sé quién puede ayudarme!
Camila: Sí.
Humberto: ¿¡Zoila que friego, Zoila que me meto y Zoila que no te aguanto!?
Camila: (Mirándolo) No, te expreses así de mi madre. ¡Y mejor me voy al cuarto porque tu voz me
estresa! (Se retira de escena)
Humberto: Y a mí me estresa ella. (La sigue mientras sale de escena) ¡Por favor, Camila! ¡Camila!
¡¡¡Camila!!! ¡¡¡No la soporto….!!!
FIN
La Manta
ACTO UNICO
(En la escena vemos una casa en un extremo y en el otro una farola. Estamos en el exterior de una
calle cualquiera, de un pueblo cualquiera).
(Entran el Marido y la Esposa).
otro).
MARIDO.- Padre, salid ya de mi casa. Te he mantenido por más de 12 años. Vete a donde quieras.
ABUELO.- Hijo, no me eches. SoyS oy viejo y estoy enfermo.
MARIDO.- El tiempo ya pasó, padre. Vete y no vuelvas.
ABUELO.- Dame al menos una manta para abrigarme. Si no, moriré de frío.
MARIDO.- Accedo a eso, para que veas que buen corazón tengo. -¡Hijo, ven aquí!
HIJO.- (En off). -¡Espera que estoy ocupado con algo!
MARIDO.- -¡Qué salgas de una vez te digo!
HIJO.- (En off). -¿No prefieres que entre?
MARIDO.- -¡Que salgas, alcornoque! (Sale el Hijo de la casa).
HIJO.- Tranqui, papa. Haberme dicho antes que estabas enfadao…
MARIDO.- Entra en casa…
HIJO.- Pero-¡Santa
MARIDO.- papa, sipaciencia
acabo delasalir.
mía!-¿Me
Ve al haces salir
armario para una
y coge decirme que
manta vuelva
y se la dasa al
entrar?
abuelo.
HIJO.- -¿Y pa’qué?
ABUELO.- Tu padre me echa de casa.
HIJO.- -¡Anda, será bruto!
MARIDO.- Y date prisa con la manta, si no quieres que te eche a ti también.
(El Abuelo, sin entender nada, se aleja del muchacho en dirección a la farola).
HIJO.- -¡Papá, ven pa’cá, pa’que veas que buen hijo soy!
(El Marido sale de la casa).
MARIDO.- -¿Qué quieres?
HIJO.- Que ya le he dado al abuelo la media manta.
MARIDO.- -¿Qué has hecho?, ve a donde está y dale también la otra mitad.
HIJO.- Ni harto de bizcochos. La otra mitad la guardo para cuando tu seas tan viejo como el abuelo y
te eche también de mi casa.
MARIDO.- -¿Qué dices?
HIJO.- Que me has enseñado la lección. Cuando seas viejo, te marcharás de mi casa para que no me
molestes.
(Y sin decir nada más, el Hijo entra en la casa).
(El
de Abuelo
la casa).al ver que su nieto entra en la casa, se separa de la farola y comienza a alejarse aún más
MARIDO.- (Para si mismo) -¿Qué he hecho?
(El Abuelo está a punto de salir de la escena).
MARIDO.- Padre, espere, no se vaya. (Se acerca al trote hasta el Abuelo). Tiene que perdonarme,
padre; no sé qué es lo que me ha pasado. Por favor, vuelva usted a casa.
ABUELO.- -¿Estás seguro?
MARIDO.- No he estado tan seguro de algo en toda mi vida. Vamos a casa, que le prepararé una
buena sopa para cenar.
(Los dos se acercan hasta la casa y al llegar el Marido entra en la casa).
MARIDO.- Voy a hacerle una sopa estupenda.
(Entra en la casa).
(Sale el Hijo).
HIJO.- -¿A qué tienes un nieto listo?
ABUELO.- No puedo creer que tuvieses un plan así.
HIJO.-Me lo enseñaste tu cuando me contaste el cuento aquel del Salomón que cortó por la mitad a
un bebé que tenía dos madres.
ABUELO.- No era exactamente así.
HIJO.- Lo mismo da, abuelo; el truco salió, -¿no?; -¿y qué tienes que decir ahora?
ABUELO.- Muchas gracias, nieto.
HIJO.- Eso está mejor, y esta noche, en recompensa, me contarás el cuento aquel del cerdo que se
comía a los tres lobitos.
ABUELO.- No es exactamente así, nieto.
HIJO.- Bueno, da igual; la cosa es que me cuentes uno de esos cuentos que tú sabes…
(Y entran ambos en la casa)
FIN