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PAPADO MEDIEVAL:

45. Teofilacto: su familia dominó el papado desde el 904 al 932; fue uno de los
aristócratas elogiado por Vulgarius, secundado por su mujer, Teodora, y sus dos hijas,
Teodora la joven y Marozia. Ambas mujeres, superiormente dotadas pero poco
escrupulosas, dispusieron del trono pontificio según sus propios intereses.
Fue un cónsul y senador romano y Conde de Tusculum. Teofilacto toma el título de
duque, jefe de la milicia, cónsul y senador de Roma, que controlaba el tesoro y las
tropas militares, para posteriormente, en 906, recibir el título de Gloriosissimus Dux”
pasando a liderar a la nobleza urbana de Roma.
46. Marozia: fue la amante de Sergio III, a quien le dio un hijo, el futuro Juan XI.
Después del asesinato del papa León V (903) y del antipapa Cristóbal (903-904),
Teofilacto impuso como papa a Sergio III (904-911), conde de Tusculum.
47. Alberico II: joven de 18 años, gobernó como un rey en Italia y en el Estado
Pontificio bajo el título de “senador y príncipe de todos los romanos”, y se impuso a los
romanos. Benito de Mont-Soracte deplora su tiranía, pero reconoce sus efectos.
Designó papas oscuros, pero piadosos y reformadores, cuya efigie se inscribía
modestamente al lado de la suya sobre las monedas romanas.
48. Juan XII: papa indigno. En 955, Octaviano subió sobre el trono de Pedro y cambió
de nombre (lo que hasta entonces no era habitual), tomando el de Juan XII; pero no
cambió de conducta. Tenía apenas 20 años, lo cual le impidió recibir las órdenes
sagradas en virtud de los cánones conciliares. Vivió como un príncipe italiano…
(Apodado ‘el fornicario’). Su papado fue vergonzoso, descalificado por un papa
interesado sólo en sus amores, en sus festines y en sus cacerías. A pesar de su
mediocridad, los servicios de la cancillería pontificia continuaron su trabajo habitual,
expidiendo cartas y diplomas.
49. Otón III: Con el reinado de Otón III la decadencia del papado se detiene
bruscamente y fue asociado estrechamente a los planes universales del nuevo monarca.
Otón III, que accedió al poder en 995 (16 años), manifestó una personalidad rica pero
con contrastes. El joven príncipe quería construir un Imperio que tuviera la dignidad del
de Bizancio y la eficacia del de Carlomagno. La cristiandad latina debía encontrar la
unidad bajo el doble impulso del papa y del emperador.
50. Enrique II: fue en el reino de Enrique II (1002-1024) cuando el sistema de la
Iglesia imperial alcanzó su apogeo, el soberano ganó una reputación de santidad. El rey
intervino más que sus antecesores en las elecciones episcopales y en muchos lugares
impuso sus candidatos contra los elegidos por los capítulos locales. Enrique II escogió
obispos capaces de realizar la tarea que les esperaba.
51. León XI: era obispo de Toul, fue designado por su primo el emperador Enrique III,
y con el nombre de LEÓN IX comenzaría la reforma de la Iglesia.
52. Reforma Gregoriana: la Iglesia alcanza la libertad. Es la edad de oro de la Europa
cristiana. El pontificado alcanzó su máximo grado de prestigio y ejerció con eficacia no
conocida hasta entonces su autoridad sobre la Iglesia y la Cristiandad.
La reforma eclesiástica se presentaba, como una lucha por la liberación de la Iglesia del
yugo del pecado. En concreto de los tres grandes males que aquejaban al clero: la
simonía, el “nicolaísmo” y la investidura laica.
53. Simonía: (la compraventa de los cargos eclesiásticos) era frecuente en unos tiempos
de secularización de las estructuras de la Iglesia, cuando aquellos cargos (obispados,
abadías, etc.) eran abundantes señoríos, apetecidos por individuos ansiosos de disfrutar
sus ventajas.
54. Nicolaísmo: era la incontinencia del clero, sacerdotes lapsos, que se hallaba
extendida por varias tierras de Europa y afectaba a todos los niveles jerárquicos, desde
prelados a curas rurales.
Existían numerosos sacerdotes casados o amancebados. En esta época el matrimonio
que estos sacerdotes concertaban no era inválido, sino ilícito, contrario al derecho. La
legislación canónica, que preveía la destitución de los clérigos casados, se aplicaba con
laxitud, e incluso había caído en desuso. Un sacerdote casado, buen esposo y buen
padre, no siempre era juzgado de forma desfavorable.
55. Investidura laica: era el tercero de los males y consistía en la provisión de los
oficios eclesiásticos, no a través de los órganos propios de la Iglesia, que preveía la
disciplina canónica, sino por los poderes seculares. Se consideraba como la raíz y origen
de los otros dos males, ya que este sistema de provisión de cargos eclesiásticos se
prestaba a abusos simoníacos en los nombramientos y era responsable del bajo nivel
moral de los individuos designados para ocuparlos.

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