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El demandante inició una demanda contra el demandado por incumplimiento contractual y daños y perjuicios. En 1997, el demandante compró un campo de 53 hectáreas al demandado, pagando el precio total acordado. Sin embargo, el demandado incumplió la cláusula del contrato que establecía la escrituración del campo a nombre del demandante. Además, el campo finalmente fue escriturado a nombre de un tercero. Ante esto, el demandante resolvió el contrato y exigió la devolución del dinero pagado más los daños
El demandante inició una demanda contra el demandado por incumplimiento contractual y daños y perjuicios. En 1997, el demandante compró un campo de 53 hectáreas al demandado, pagando el precio total acordado. Sin embargo, el demandado incumplió la cláusula del contrato que establecía la escrituración del campo a nombre del demandante. Además, el campo finalmente fue escriturado a nombre de un tercero. Ante esto, el demandante resolvió el contrato y exigió la devolución del dinero pagado más los daños
El demandante inició una demanda contra el demandado por incumplimiento contractual y daños y perjuicios. En 1997, el demandante compró un campo de 53 hectáreas al demandado, pagando el precio total acordado. Sin embargo, el demandado incumplió la cláusula del contrato que establecía la escrituración del campo a nombre del demandante. Además, el campo finalmente fue escriturado a nombre de un tercero. Ante esto, el demandante resolvió el contrato y exigió la devolución del dinero pagado más los daños
De los que resulta que en fecha 11 de febrero de 2005 (ff. 20/23)
comparece el Dr. Jorge Horacio Chesta, en el carácter de apoderado del Sr. Adolfo Meyer conforme poder acompañado a ff. 1/3 de autos e inicia demanda ordinaria de daños y perjuicios en contra del Sr. Emilio Mateo Rosso. Relata cómo hechos que con fecha 28 de febrero de 1997, su mandante celebró con el Sr. Emilio Mateo Rosso un contrato de compraventa, por el cual éste le vendió una fracción de campo de 53 hectáreas y fracción, ubicado en Pedanía Colonias, Departamento Marcos Juárez, de la provincia de Córdoba. Manifiesta que el precio de la operación se convino en la suma de ciento veinticinco mil dólares estadounidenses (U$S 125.00), y que se estableció la siguiente forma de pago: $10.000 (que habían sido entregados el 11/02/97); U$S 55.000 (entregados el día de la celebración del contrato); U$S 14.000 (pagados mediante la entrega de un automóvil Ford Escort en ese monto valuado de común acuerdo por las partes); y U$S 46.000 (entregados 07/08/97 mediante un cheque por ese monta, que fue abonado por el banco girado). Agrega que, en el boleto de compra venta referido, luego de identificarse la fracción transferida, el vendedor manifestó que era parte del establecimiento LA BLANCA S.C.A., "...y que por convenio privado de los socios se había adjudicado en sus derechos y acciones al Sr. Néstor Luis Alejandro Ferrero, quien vendió al Sr. Rosso por boleto de fecha 28/04/1983... ". Menciona que, por la cláusula tercera, se estableció que la escritura de cesión de derechos y acciones debía realizarse el 30/06/97, una vez abonada la totalidad del precio. Que, realizado esto último, y conforme lo establecido en el Boleto de Compraventa, se entregó la posesión del inmueble, mediante acta labrada el 29/09/97, por el Juez de Paz de la Localidad de Leones, Dante Lorenzo Costa. Señala que, mientras su cliente poseía y usufructuaba el campo comprado y pagado, solicitaba verbalmente a su vendedor el cumplimiento de la cláusula tercera del boleto de compraventa, que establecía la firma de la escritura traslativa de la propiedad el 30/06/97 y que sus pedidos eran sistemáticamente evitados por el Sr. Rosso, quien se negó a firmar dicho documento, en claro incumplimiento de lo pactado. Continua relatando que, durante ese lapso, la paciencia de su representado se fue agotando, a vez que aumentaban sus sospechas acerca de la mala fe del demandado, las que quedaron confirmadas cuando advirtió que el inmueble que le había cedido Rosso iba a ser escriturado por la titular dominial a favor de un tercero, lo cual originó que intentara la defensa activa de sus derechos, con resultado negativo. Que, con fecha 10/04/01, Meyer intimó al accionado para que escriture el campo a su favor, y se comunicó a la escribana María Teresa Álvarez su carácter de propietario por boleto del inmueble, advirtiéndole que se abstenga de celebrar cualquier transacción sobre el mismo. Comunicaciones que se realizaron mediante sendas cartas documento, las que fueron rechazadas por sus destinatarios. Manifiesta que, posteriormente su mandante puso en conocimiento de la situación al Sr. Néstor L. A. Ferrero y a la empresa La Blanca S.C.A. relacionados con la titularidad registral del campo, con resultado negativo. Que, finalmente, con fecha 19/09/01, su representado envió al Sr. Rosso una carta documento por la que, rechazando la contestación de éste a la primera comunicación - especialmente en cuanto a la falsa alegación de un supuesto incumplimiento de las cláusulas III y IV del contrato-, le comunica su decisión de resolver el contrato por incumplimiento, y le intima a la restitución del dinero entregado -U$S 125.000-, más intereses y la reparación de los daños causados. Expresa que, en su respuesta negativa, el demandado se limitó a reiterar un inexistente incumplimiento del comprador. Deja constancia que su mandante fue obligado a la restitución de la fracción de campo que poseía, en atención a su falta de título sobre aquel y a la coacción ejercida por el nuevo adquirente. También afirma que desde la resolución del contrato su mandante realizó numerosas gestiones extrajudiciales tendientes a que el deudor lo indemnizara por la frustración del contrato, con resultado negativo. Considera que, la conducta desplegada por el demandado con relación al contrato de compraventa motivo del presente juicio, fue francamente maliciosa, constituyendo un supuesto del "dolo obligacional" al que refiere la doctrina. Que, Rosso cedió a Meyer “...todos los derechos y acciones que tiene y le corresponden en el carácter que invoca...” sobre el inmueble rural de 53 has. y fracción, como reza el contrato. Que, en ese momento no le entregó a su mandante el convenio por el cual había adquirido en debida forma los derechos sobre el inmueble, limitándose a relacionar los datos de su adquisición, en la cláusula primera. Dice que, al final de la cláusula tercera, se confirma la adquisición de los derechos sobre el inmueble por parte de Rosso al Sr. Néstor Luis Alejandro Ferrero, al mencionarse la intervención del Dr. José María Llarena Libra, profesional designado por Rosso para la confección del boleto en cuestión. Que, luego de innumerables promesas incumplidas por el demandado y su abogado - el arriba mencionado-, su mandante tomó conocimiento de que la fracción de campo que había adquirido, sería escriturada a nombre de Néstor Luis Alejandro Ferrero, quien alegó total desvinculación con el contrato Rosso-Meyer. Menciona que, al mismo tiempo, su representado intimó al demandado para que cumpliera el contrato y escriturara el bien a su favor, encontrándose con una respuesta irresponsable y maliciosa, por la que se alegó que la intimación era improcedente por incumplimiento de las cláusulas III y VI del contrato. Remarca que la primera de ellas establecía la escrituración al 30/06/97, después de haberse pagado el precio, y la otra, solamente se refería a la opción que tenía su mandante de designar otra persona en su lugar al momento de la escrituración. Se pregunta: A qué incumplimiento se refiere Rosso. Que, esa contestación demostró la total impotencia del accionado para obtener la titularidad del campo y al mismo tiempo transferirlo a nombre de Meyer como se había comprometido. Sostiene que, lo cierto fue, entonces, que Rosso vendió un inmueble a su mandante - sosteniendo ser su dueño-, percibió la totalidad del precio y luego no pudo escriturar el bien como se había comprometido, convirtiéndose en imposible material y jurídicamente la transferencia pactada, porque ella fue realizada por la titular dominial a favor de un tercero desvinculado del contrato de compraventa. Que, por tales razones, el obrar de Meyer fue absolutamente legítimo; al declarar resuelto el contrato y exigir a su vendedor la devolución de la suma recibida, con más los daños y perjuicios correspondientes. Dice que, la malicia del demandado se reactivó al rechazar la resolución del contrato, sin siquiera dignarse a devolver el precio que había recibido con su sola manifestación de que era titular de los derechos sobre el campo. Expone que, se configuró de esa manera un claro incumplimiento contractual por parte del Sr. Rosso (arts. 509, 1.197 y 1.198 del Código Civil), que dio lugar al legítimo ejercicio, por parte de su representado, de la facultad resolutoria otorgada por el art. 1204 del mismo ordenamiento. Por eso, quedó habilitado para resolver el contrato, y para reclamar la indemnización por los daños y perjuicios causados, como lo establece la norma, en consonancia con los arts. 519 y siguientes de la ley civil de fondo. Sostiene que, la reparación debida por el demandado debe ser plena e integral, colocando a su acreedor en la misma situación en la que se encontró al adquirir y abonar la totalidad del campo de 53 hectáreas y fracción. Atento que Meyer perdió el campo que le compró a Rosso, y hasta el día de hoy ese daño no ha sido reparado. Que, en consecuencia, debe recibir una suma de dinero que sea suficiente para que al momento de la condena pueda adquirir otra fracción rural de idénticas características a la que le arrebató el dolo de su vendedor. Recibir sólo la suma entregada originariamente, con más sus intereses (que como mínimo le corresponde y está subsumida en este reclamo), sería una injusticia para el acreedor cumplidor quien ahora no podría adquirir un inmueble similar- y correlativamente implicaría un premio para el incumplidor, consagrando un enriquecimiento sin causa para quien en su momento gozó de una suma de dinero equivalente al valor de 53 hectáreas de campo y nunca se dignó en indemnizar a quien perjudicó con su inconducta engañosa. Sostiene que, por ello es que la indemnización que se fije en concepto de daños materiales deberá ser establecida conforme al valor real y actual del campo vendido por Rosso a Meyer, fijado judicialmente a través del dictamen de peritos en la materia, a lo que deberán agregarse los intereses a la tasa que establezca el Tribunal por todo el tiempo de la indisponibilidad del capital y consiguiente percepción de frutos, es decir, desde el día de la resolución del contrato y hasta el día del efectivo pago de la indemnización que se fije. En segundo término considera que, Meyer también deberá ser indemnizado por el daño moral sufrido, el que por su intermedio estima provisoriamente en la suma de treinta mil pesos ($30.000), o lo que en más o en menos establezca oportunamente el Tribunal, de acuerdo con "...la índole del hecho generador de la responsabilidad y circunstancias del caso." (art. 522 C.C.), conforme a la prueba que se reciba en la causa. Cree que, debe considerarse especialmente la malicia puesta de resalto por Rosso al vender un campo mintiendo que tenía el título en su poder, y cobrar íntegramente su precio a fines del año 1997, sin que haya reconocido su torpeza durante los cuatro años que transcurrieron hasta la resolución del contrato, ni en los tres años que siguieron a esa decisión de Meyer. Manifiesta que su representado es ya un hombre de avanzada edad, que trabajó duramente en el campo, como contratista rural, antes de adquirir el campo al demandado, como corolario de todos sus esfuerzos. Que, cuando había empezado a disfrutar de su sueño de ser propietario, tuvo que devolver el campo - coacción física mediante-, perdiéndolo irremediablemente. Resalta que, tal desenlace del contrato le produjo padecimientos psíquicos con las consiguientes secuelas físicas que han minado su salud. Por último dice que, la palabra empeñada, especialmente en el ambiente agropecuario, debió ser cumplida puntualmente por Rosso. Sin embargo, los hechos demostraron que éste su burló de lo pactado y de su mandante, quien como humilde hombre de campo tenía un pronunciado respeto por su vendedor, conocido por sus vinculaciones políticas, empresarias y sociales en el medio; todo lo cual retardó la presentación de la demanda. Que, en definitiva, la malicia (o temeridad) y desaprensión de Rosso por la suerte adversa del contrato, califican su incumplimiento y lo hacen pasible de una condena por el daño moral causado al actor.- Impreso el trámite de juicio ordinario a la demanda (f. 24) comparece a f. 26 el Sr. Emilio Mateo Rosso. Corrido el traslado de la demanda, contesta el demandado (ff. 28/34) y solicita su rechazo con costas. Manifiesta que es cierto que con fecha 28-2-1997 celebró con el actor un contrato de compraventa sobre un inmueble rural de 53 Hectáreas y fracción, ubicado en Pedanía Colonias, de esta Provincia de Córdoba. Que, es cierto que, conforme lo establecido en el referido contrato, entregó al actor "la posesión del inmueble", mediante acta labrada el 29-9-97 por el Juez de Paz de la localidad de Leones, D. Dante Lorenzo Costa. Que también es cierto que el Señor Adolfo Meyer poseyó y usufructuó el referido inmueble de 53 hectáreas y fracción. Menciona que, no es cierto que la parte actora le haya solicitado "verbalmente el cumplimiento de la cláusula tercera del boleto de compraventa", como también es falso -de toda falsedad- que "sus pedidos (inexistentes) eran sistemáticamente evitados por el Sr. Rosso". Que, resulta falso que se haya negado "a firmar dicho documento en claro incumplimiento de lo pactado" lo que deja expresamente negado. Dice que, no es cierto que durante ese inexistente "lapso" se haya ido "agotando" la supuesta paciencia del actor, como es igualmente falso que hayan aumentado sus "sospechas acerca de la mala fe del demandado". Que, no es cierto que esas supuestas sospechas hayan quedado confirmadas por el actor Meyer cuando advirtió que "el inmueble que le había cedido Rosso iba a ser escriturado por la titular dominial a favor de un tercero", todo lo que niega expresa y terminantemente. Expone que, no es cierto todo ello haya originado intento alguno del actor sobre "la defensa activa de sus derechos con resultado negativo", lo que deja expresa y categóricamente negado. Que, no es cierto que "con fecha 10/04/01" el actor lo haya intimado "para que escriture el campo a su favor", como resulta igualmente falso que haya recibido comunicación alguna en tal sentido. Niega que el actor le haya comunicado "a la escribana María Teresa Álvarez su carácter de propietario por boleto del inmueble" y advertido "que se abstenga de celebrar cualquier transacción sobre el mismo". Dice que, no es cierto que "dichas comunicaciones se realizaron mediante sendas cartas documentos", como también es falso que "fueron rechazadas por sus destinatarios". Que, no es cierto que "posteriormente" el actor haya puesto "en conocimiento de la situación al señor Néstor Luis Alejandro Ferrero y a la empresa La Blanca SCA con resultado negativo", lo que deja expresamente negado. Menciona que, no es cierto que "con fecha 19/09/01" el actor le haya enviado "carta documento, por la que, rechazando la comunicación de la primera notificación (especialmente en cuanto a la alegación de un incumplimiento de las cláusulas III y VI del contrato") notifica "su decisión de resolver el contrato por incumplimiento e íntima la restitución del dinero entregado -U$S 125.000- más intereses y reparación de daños causados", lo que es falso, como resulta igualmente falso que haya recibido comunicación: alguna en tal sentido. Continúa diciendo que, no es cierto que el actor Meyer haya sido “obligado a restituir la fracción de campo que poseía, en atención a la falta de título sobre aquél y a la coacción ejercida por el nuevo adquirente". Manifiesta que, todos y cada uno de los supuestos fácticos invocados resultan falsos. Menciona que, ni el actor Meyer fue "obligado a restituir" el inmueble ni su situación jurídica encuadraba en "falta de título", ya que como el mismo lo admite y confiesa (acápite 111:3) ante la Escribana Álvarez, Néstor Ferrero y La Blanca invocó siempre en su carácter de propietario del inmueble por boleto. Considera que, le resulta plenamente aplicable la doctrina de los actos propios, ya que borra con el codo (en la demanda) lo que antes había escrito con la mano. Que, también es falso que exista un "nuevo adquirente" y menos cierto es que se le haya ejercido "coacción", todo lo cual deja categóricamente negado. Dice que es falso que "la conducta desplegada por él haya sido "francamente maliciosa constituyendo un supuesto de dolo obligacional". Resalta que, no es cierto que el compareciente no le haya entregado al actor "el convenio por el cual había adquirido en debida forma los derechos sobre el inmueble" como es totalmente falso que se haya "limitado a: relacionar los datos de su adquisición en la cláusula primera", lo cual deja expresamente negado. Señala que el propio actor confiesa que él había adquirido los derechos en "debida forma". Se pregunta ¿Cómo puede admitir que el suscripto había adquirido en debida forma los derechos si es que no le fue entregado?. Dice que, la respuesta, obvia, demuestra la sinrazón de la premisa que el actor intenta construir dolosamente. Expresa que, no es cierto que hayan existido "innumerables promesas incumplidas" por el compareciente y su abogado Dr. José María Llarena Libra. Manifiesta que no es cierto que "luego" de ello, el actor Meyer haya tomado "conocimiento de que la fracción de campo que había adquirido sería escriturada a nombre de Néstor Luis Alejandro Ferrero quien alegó total desvinculación con el contrato Rosso- Meyer", todo lo cual considera que es falso de toda falsedad. Dice que no es cierto que el actor lo haya intimado "para que cumpliera el contrato y escriturara el bien a su favor", como resulta igualmente falso que haya recibido comunicación alguna en tal sentido y que se haya encontrado con "una respuesta irresponsable y maliciosa por la que se alegó que la intimación era improcedente por incumplimiento de las cláusulas III y VI del contrato". Expone que, debe recordarse que -en virtud de la cláusula tercera- el actor Meyer encomendó al Dr. José María Llarena Libra la "gestión" de la escritura de cesión de derechos y acciones para la "tramitación de dicha transferencia" (o sea de Néstor Luis Alejandro Ferrero a Meyer), con lo cual su parte quedaba liberado expresamente de dicha obligación. Que, la cláusula sexta imponía al actor la obligación de indicar "a nombre de quien ó quienes serán inscriptos los derechos". Que, por eso le llama la atención que Meyer diga, con total y absoluto desparpajo, de que incumplimiento se trataba. Relata que, debía proporcionarle a su mandatario Dr. Llarena Libra los datos para que este pudiera concretar la gestión. Qué si el actor hubiera demandado por cumplimiento, le habría opuesto la demanda “non adimpleti contractus”. Pero que como demandó por resolución, hay que atenerse inexcusablemente a esa opción ejercida por Meyer conforme artículo 1204, parte final, del C. Civil. Manifiesta que no es cierto que la contestación haya demostrado “la total impotencia del accionado para obtener la titularidad del campo y al mismo tiempo transferirlo a nombre de Meyer como se había comprometido”. Niega que no se haya podido escriturar por convertirse material y jurídicamente imposible la transferencia pactada “porque ella fue realizada por la titular dominial a favor de un tercero desvinculado del contrato de compraventa”. Expresa que no es cierto, que por ello, “el obrar de Meyer fue absolutamente legítimo, al declarar resuelto el contrato y exigir a su vendedor la suma recibida con más los daños y perjuicios correspondientes”. Que no es cierto, que su “malicia” se haya reactivado “al rechazar la resolución del contrato sin siquiera dignarse a devolver el precio que había recibido”. Dice que no es cierto, que se haya configurado “un claro incumplimiento contractual”, como también es falso que haya dado lugar “al legítimo ejercicio de la facultad resolutoria otorgada por el art. 1204 del C.C.”. Por ello, considera que resulta improcedente y falso que Meyer haya “quedado habilitado para resolver el contrato y para reclamar indemnización por los daños y perjuicios” supuestamente causado por las normas invocadas. Que una vez entregada la posesión el actor se encontraba con el dominio de la fracción vendida de conformidad a lo dispuesto por el art. 2524 inc. 4 del C. Civil. Dice que la posesión que detentaba el actor Meyer, era legítima, ya que había sido adquirida de buena fe mediando boleto de compraventa (art. 2355 último párrafo C.C.). Advierte que el actor no solo había adquirido el inmueble por boleto sino que lo poseía desde 24/4/1983. Que a la fecha de entregarle la posesión al actor (29-9-97) lo había poseído, sin contradicción alguna, durante catorce años y cinco meses. Menciona que el actor, encontrándose en posesión quieta, publica y pacifica entrega la misma, en fecha indeterminada, sin comunicar tal circunstancia al suscripto. Que a tenor de su propio relato lo ha sido con posterioridad al mes de septiembre del año 2001. Agrega que, a esa fecha (9/01), uniendo las posesiones de ambos (ratificada incluso por la explotación agropecuaria y el pago de los impuestos provinciales. territoriales tanto por parte de Meyer cuanto por parte de él), tienen dieciocho años y cinco meses de posesión ininterrumpida. Expone que el artículo 3999 del Código Civil dispone: "El que adquiere un inmueble con buena fe y justo título prescribe la propiedad por la posesión continua de diez años". Menciona que a la fecha de la demanda (11-2-05) se totalizaban veintiún años y once meses. Que en subsidio, cabe aplicar el artículo 4015 del mismo Código Civil que deja expresamente invocado. Dice que ambas hipótesis, pues, cabía oponer la defensa de prescripción adquisitiva sobre el inmueble, con lo cual se hubiera repelido cualquier intento de recuperación. Deja articulada expresamente dicha defensa y prueba que el actor carece de acción para demandar. Indica que carece de acción para demandar, porque entrega la posesión (en connivencia?) por culpa única, exclusiva y excluyente del propio actor Meyer. Que, en tales condiciones, la actora carece de acción para demandar indemnización alguna (art. 1111, concordantes en C. Civil). Agrega que, aun colocándose -por vía de hipótesis- en la posesión del actor, tienen que la resolución del contrato que Meyer ha concretado -en forma improcedente, indebida e incausada- lo deja sin efecto en forma retroactiva, con lo cual -en buen romance- deben volverse las cosas al estado anterior. Y que si esto es así, debería devolver el precio pero el actor debería restituirle la posesión del inmueble que él le entregó en forma quieta, pública, pacífica y sin contradicción alguna. Que según sus propias confesiones efectuadas en la demanda no lo va a poder hacer, ya que admite no tenerla en forma actual, también ello provoca que carezca de acción para demandar y que le resulte aplicable el artículo 1111 del Código Civil que deja articulado en forma expresa. Por todo ello niega -en forma expresa y categórica- que el actor haya sufrido daño y/o perjuicio alguno, por ninguna razón o causa. Menciona qué, si sufrió alguno, que niega, lo ha sido por culpa imputable al propio Meyer y -por ello- no genera responsabilidad alguna (conforme artículo 1111, concordantes, del Código Civil). Considera que, corresponde el acogimiento de la defensa y el rechazo de la demanda, con costas. Reitera que el actor invoca que ha actuado con dolo obligacional. Que, ello implicaría que el autor -pudiendo cumplir- ha omitido hacerlo deliberadamente, situación que no surge de lo narrado por la actora ya que entrego posesión en tiempo y forma y era el actor quien debía proporcionar datos ante el mandatario Dr. Llarena Libra para que éste le pudiera tramitar la escritura de cesión. Repite que el actor reclama indemnización plena e integral en concepto de daños. Que, no es cierto que el actor Meyer haya perdido el campo y es más falso que haya sufrido daño alguno y si lo sufrió, como ha dicho; lo ha sido por su única y exclusiva culpa. Manifiesta que, no es cierto que debía "recibir una suma de dinero que sea suficiente para que -al momento de la condena- pueda adquirir otra fracción rural de idénticas características a la que le arrebató el dolo de su vendedor", todo lo cual deja negado. Que, no es cierto que la suma entregada originariamente constituiría '"una injusticia" para Meyer, ya que ahora "no podría adquirir un inmueble similar", lo que deja todo negado. Dice que, es falso que ello pudiera implicar "un premio" y consagrado -un enriquecimiento para quien en su momento gozó de una suma de dinero equivalente al valor de 53 has", lo que deja negado. Que, no es cierto que haya perjudicado con una "conducta engañosa". Ni una cosa ni la otra. Niega que corresponda indemnización alguna, ya que se carece de acción, y -en subsidio- es falso que corresponda establecerla "conforme valor real y actual del campo". Sostiene que más improcedente y sin causa alguna, es la pretensión de intereses por el tiempo de la supuesta indisponibilidad del capital y consiguiente percepción de frutos (desde la fecha de la resolución y hasta el efectivo pago). Ello porque no podrá restituirle la posesión y porque el actor usufructuó el inmueble rural (como lo confiesa en la demanda) durante casi ocho años. Que solicita, asimismo, una indemnización por daño moral. Menciona que, reclamada la indemnización por daño moral, es menester probar su existencia y la relación de causalidad con el incumplimiento contractual atacado. En virtud de la doctrina que cita, niega -en forma expresa y categórica- que la actora haya sufrido daño y/o perjuicio alguno, por ninguna razón o causa y -a más de su improcedencia- deja opuesta formal defensa de sine actione agit. Que, si eventualmente sufrió alguno, lo que niega, ello ha sido por culpa imputable a la actora y -por ello- no genera responsabilidad alguna (conforme artículo 1111, concordantes, del Código Civil). Impugna el monto reclamado por incausado, abusivo e improcedente como así también reitera la negativa sobre todos y cada uno de los hechos en los que se pretende fundamentarlo. Niega haber mentido, actuado con malicia, temeridad, desaprensión ó con torpeza alguna o burlado de lo pactado, lo que no es cierto, como es falso que Meyer haya padecido "padecimientos psíquicos". Niega que el actor sea un hombre de avanzada edad y que haya debido devolver el campo en virtud de una supuesta e inexistente coacción física (delito de naturaleza penal sin denuncia). Impugna la documentación que no haya resultado expresamente aceptada. Hace reserva del caso federal.- Abierta a prueba la causa (f. 35 vta.), el actor ofrece la que hace a su derecho (ff. 146/147) consistiendo en: documental, testimonial, informativa, pericial psiquiátrica, pericial de tasación y confesional. A su turno la demanda ofrece prueba (ff. 313/315) confesional, instrumental, testimonial, documental, informativa, pericial contable e inspección ocular.- Clausurado el periodo probatorio (f. 373), se corre traslado para alegar (f. 383), que evacuan las partes según constancias de ff. 394/396 (actor), ff. 397/400 (demandada) y f. 401 (Asesor Letrado).- Remitida la causa a mediación (f. 455), la coordinadora del centro judicial de mediación informa la conclusión del proceso en virtud de la incomparecencia injustificada del Sr. Emilio Mateo Rosso (f. 462).- Dictado, firme y consentido el decreto de autos, quedan los presentes en condiciones de ser resueltos.- Y CONSIDERANDO: I.- Litis.- En autos, Adolfo Meyer inicia demanda ordinaria de daños y perjuicios en contra de Emilio Mateo Rosso, ante el incumplimiento del contrato de compraventa celebrado con fecha 28 de febrero de 1997, el que diera por rescindido ante la imposibilidad de lograr la escrituración. Al contestar la demanda, el Sr. Emilio Mateo Rosso niega incumplimiento de su parte, como así también adeudar daños.- II.- Incumplimiento contractual. Resolución. Pacto Comisorio. Atento al modo en que ha quedado trabada la litis, la cuestión a resolver es si resulta procedente -por parte del actora- dar por resuelto el contrato por incumplimiento de la parte vendedora. Entrando al análisis de la cuestión - resolución contractual-; partiremos de la premisa de que los contratos nacen para ser cumplidos.- Vinculando esta regla con la máxima de la buena fe -entendida como lo que las partes entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y previsión-, se puede descubrir la finalidad que las partes tuvieron al momento de contratar, de modo tal que podríamos valorar la recíproca lealtad que las partes se deben, dentro de su actuar diligente. Todo con la finalidad de que el convenio alcance su función práctica y económica.- Conforme a estas reglas, cada parte debe satisfacer el interés de la otra, mediante la realización de la prestación que adeuda, debiendo igualmente cumplir con todas las cargas provisorias que conlleven a tal fin.- Que conforme surge del boleto de compraventa de fecha 28 de febrero de 1997, que en copia autenticada obra a f. 5 de autos, el que no fuera controvertido en su existencia por las partes, el comprador, Sr. Adolfo Meyer se obligó al pago de U$S 125.000. Contra el pago total se efectuaría la entrega de la posesión del inmueble. La escritura se celebraría con fecha 30 de junio de 1997 proponiendo el vendedor al comprador “…la gestión del Dr. José María Llarena Libra, quien realizó el trámite al adquirir aquél los derechos y acciones al Sr. Néstor Luis Alejandro Ferrero.” Así las cosas, y conforme se desprende de las constancias de autos, el comprador -parte actora- entiende resuelto el contrato mediante comunicación cursada por carta documento de fecha 19 de setiembre de 2001, obrante a f. 18, de conformidad a las facultadas emanadas del art. 1204 del Código Civil, basado en el incumplimiento del vendedor, entendiendo que el mismo no ha brindado la disposición necesaria para la escrituración.- Respecto al pacto comisorio, institución de que se trata, se ha expresado que: "...es una especie dentro del género de las condiciones resolutorias...se caracteriza porque en lugar de tomarse un hecho exterior, futuro e incierto como base, se adopta la inejecución del contrato por parte de cualquiera de los interesados, porque el pacto puede estipularse a favor de uno de ellos o de los dos." (H. Lafaille - Contratos - tomo II - pag. 113 - Tall. Gráf. Ariel, Año 1928). Sabido es que la parte que solicita la ejecución de las obligaciones no tiene que haber incurrido en incumplimiento, el cumplimiento de la obligación de pago no ha sido alegado y no puede supeditarse una compraventa inmobiliaria a la elección de un simple gestor, tal como parece ser el incumplimiento que se alega al comprador.- Era obligación del vendedor poner su predisposición a los fines de la escrituración, la que no se advierte de autos. No ha acompañado el comprador la documental que avalara su derecho sobre la propiedad transmitida, documental que de haber existido, ha permanecida oculta a lo largo, tanto de la etapa prejudicial como en este proceso mismo. Así, no se le han procurado a Meyer los instrumentos que le permitieran lograr la escrituración en contra de quien resultara titular dominial. Tal es la reticencia demostrada por el vendedor que en momento alguno ha acompañado el boleto de compraventa de su parte para con la titular registral del inmueble transmitido (derechos y acciones). Le competía al menos facilitarle tal instrumento a su comprador a los fines que este accione al menos en contra del titular registral. Tampoco en ello se ha cumplido. Ante esta situación, estimo que como consecuencia de la notificación de la rescisión mediante carta documento de f. 18, se produjo la resolución del mencionado contrato de pleno derecho.- La situación planteada por el demandado en la carta documento de f. 13 y al contestar la demanda, referida al incumplimiento de las cláusulas tercera y sexta del boleta, no ha sido idónea para enervar los efectos de resolución, toda vez que la intimación cursada por el actor, lo ha sido encontrándose ya en mora en el cumplimiento de su obligación, esto es, la realización de la escritura en la escribanía Pastore tal como se le había emplazado por carta documento de fecha 10 de abril de 2011 (f. 12), intimación también cursada al Sr. Néstor Luis Alejandro Ferrero (f. 8). Ambas rechazadas (ff. 9 y 13).- Cabe acotar que las cartas documentos que el suscripto valora, han quedado reconocidas a partir de la prueba informativa obrante a ff. 207/218, más allá de toda negativa (en contestación de demanda y absolución) sobre su real existencia y que no ha quedado desvirtuada por medio probatorio alguno.- Si bien en su confesional Rosso niega haber recibido de Meyer la totalidad del precio pactado, ello no ha sido invocado como causal de incumplimiento por su parte, habiendo entregado la posesión contra entrega del saldo (según cláusula segunda) y no manifestando ni aclarando que parte del precio convenido no ha sido abonada ni reclamado su pago. Por otra parte, si bien se había cumplido con la entrega de la posesión conforme lo acordado, ello no resultaba suficiente ni obligaba al actor a plantear una probable usucapión basada en el hecho posesorio, tal como se le achaca. Es que el objeto del boleto era transmitir la propiedad de los derechos y acciones que presuntamente Ferrero había vendido a Rosso, circunstancia no acreditada documentalmente en autos, careciendo así Meyer de facultades –se reitera- para lograr del titular registral la escrituración perseguida.- Néstor Luis Alejandro Ferrero en su testimonial de f. 156 reconoce haber vendido a Emilio Mateo Rosso los derechos sobre 53 has y fracción que era parte del establecimiento La Blanca, desconoce el destino del contrato, contestando evasivamente a la mayoría de las preguntas, no recordando aspectos puntuales, resultando sumamente llamativo al menos, que La Blanca SCA haya escriturado a favor una tercera persona (ver escritura de ff. 205/206), cuando el propio Ferrero admitía haberlo vendido a Rosso. El testigo Eugenio Perandones a f. 158 respecto del destino del campo en poder de Meyer, declaraba que “vino un día Ferrero y lo matoneó a toda forma y se lo quitaron, que no saber el nombre del Sr. Ferrero, que el muchacho ese es un peligro, que están asustado Meyer y especialmente su señora, que temen que le maten a un nieto, que no están acostumbrados a las amenazas, que todo esto lo sabe porque se lo dijo Meyer…”. En la pericia elaborada por la médica psiquiatra Dra. María Alicia Nebreda, refería la idónea (f. 197) haberle preguntado a Meyer porqué dejó el campo, “dice porque Ferrero le dijo o te vas o te hago recagar”. El testigo Juan Manuel Ferrero (f. 170) afirmaba tener conocimiento del carácter violento del Sr. Néstor Ferrero, quien es su tío. La testigo Anna Rosa Wisgikl, (a quien el testigo Pedro Miguel Angel Ferrero (f. 343) en su testimonial indica como pareja de Néstor Luis Alejandro Ferrero), en su reticente testimonial de f. 160 negándose a contestar el claro interrogatorio planteado en la mayoría de las preguntas, afirma haber adquirido de La Blanca S.C.A. un campo de 207 has, que luego habría vendido (conforme testimonial de fs. 325). En su confesional de f. 165 Emilio Mateo Rosso niega haber sido titular de derechos sobre la fracción que le cedió a Meyer por contrato del 28/02/97 (posición sexta), en lo que parece ser una suerte de negativa genérica de posiciones que evidentemente no condicen con su teoría del caso. Es que si niega precisamente ser titular de derechos sobre la fracción cedida, como así también el resto de las posiciones, debió acreditar en autos que se encontraba en condiciones de poder escriturar el inmueble en cuestión a favor de su comprador, acompañando al menos en autos el instrumento que le otorgaba tal derecho. Tampoco condice su absolución con la testimonial de Carlos Alberto Garetto (ff. 327/328) a quien Rosso le habría alquilado el campo manifestando que tenía la propiedad, comunicándole que tenía que desocupar porque lo había vendido, sabiendo el testigo que uno de los dos o tres compradores con los que tuvo negociaciones era una firma Meyer de Saira. El Sr. Miguel Angel Bautista Ferrero (f. 346/347) manifestaba que en la división familiar él quedó con las acciones de la cabaña María Lucía y Néstor Ferrero con toda la parte de La Blanca SCA. Finalmente el inmueble rural fue vendido por La Blanca SCA a la Sra. Anna Rosa Wisgilk (ff. 205/206), mediante escritura n° 68 de fecha 30 de marzo de 2001, por ante la notaria María Teresa Álvarez, en una triangulación entre La Blanca SCA, Ferrero y Wisgilk, en las que Meyer y Rosso no aparecen en cuadro. Siguiendo con las pautas doctrinarias, Lorenzetti explica que “La ley establece (art. 1204, Cód.Civ.) que se producen efectos de pleno derecho, lo que significa que la comunicación es la que tiene efectos resolutorios. No es necesaria una sentencia judicial ni arbitral que disponga la resolución. La sentencia que se dicta en juicios motivados en la resolución no está destinada a producir la resolución, sino a declarar si ésta se produjo o no porque hay diferencia entre las partes. El deudor moroso tiene derecho de cumplir mientras no se haya producido la resolución y en tanto subsista el interés del acreedor.” ( Lorenzetti, Ricardo Luis – Tratado de los contratos – Parte General – Rubinzal Culzoni Editores, pag. 659 – Año 2004).- Habiéndose el comprador manifestado clara y fehacientemente (carta documento de f. 18) en pos de la resolución, más allá del tiempo y las razones que insumieran los hechos posesorios sobre el inmueble y de la relación entre Ferrero y Rosso, la escrituración debió efectuarse en la fecha precisada en la cláusula tercera, para lo cual el vendedor debió actuar con la debida diligencia, la que ha estado ausente ante todo reclamo. No asistida dicha prestación, como así tampoco probada su voluntad en tiempo propio, toda argumentación se torna endeble e inconsistente para evitar la resolución. El resto de la prueba ofrecida por las partes, valoradas en su integridad no conmueven las conclusiones a que se arriba. Por las razones expuestas, entiende el suscripto que corresponde acoger la demanda entablada en relación a la resolución contractual.- III.- Efectos.- Cabe destacar que el incumplimiento de una de las partes dio cabida a la resolución del contrato, y al producirse este "desata el nexo jurídico retroactivamente: ut utorque resoluto emtione nihil amplius consequatur...". La situación es similar a la declaración de nulidad del contrato, aunque no hay ecuación entre la resolución y la nulidad como reconoce la doctrina uniformemente." (ver Cámara, Héctor, "El nuevo art. 1204 Código Civil, Pacto Comisorio, Bs. As. 1969, con las citas de Bigianvi, Revista Diritto Commerciale, 1934, T, p g. 695 y a Farina, Juan M. "Rescisión y Resolución de los contratos, pág. 35).- En igual sentido lo expresa Borda (Tratado de Der. Civ., Contratos, T. I, pág. 261).- De ello extraemos que el efecto primordial de la resolución operada, deber ser, en principio, la restitución de las prestaciones habidas entre las partes, no resultando procedente ello en la forma reclamada en demanda a mérito de las constancias de autos, teniendo en cuenta la especie de contrato en el que se produjo (promesa de compra y venta, art. 1185 del Código Civil) y la ausencia de prueba que permita inferir un monto distinto, es decir, en el sub examen, la restitución de la suma de Dólares Estadounidenses Ciento veinticinco mil recibida por el demandado, en las condiciones que se exponen a continuación. Por tratarse de una deuda en dólares estadounidenses, corresponde adicionar al capital, desde la comunicación resolutoria de fecha 19 de setiembre de 2001, la tasa del seis por ciento anual, hasta la fecha en que se efectivice la restitución, no siendo viable restitución de la tenencia del inmueble por parte del comprador, ante la escrituración del mismo a favor de tercera persona, cuestión sobre la cual no puede achacarse omisión alguna al actor y debería ser en tal caso, motivo de controversia entre Ferrero y Rosso.- IV.- Daño moral.- Reclama el actor daño moral ($ 30.000) ante la malicia puesta por Rosso al vender un campo mintiendo que tenía el título en su poder y cobrar íntegramente su precio. Tomando en consideración que el daño moral está dado por el cúmulo de padecimientos físicos y espirituales derivados de un hecho: dolor, sufrimiento, ansiedad, disgusto por las consecuencias definitivas que de él derivan y que lo que se pretende amenguar dentro de lo humanamente posible, son las consecuencias del evento, eligiéndose para ello la vía de reparación pecuniaria no como precio del dolor, sino como instante de ratificación a las legítimas afecciones prestadas por el mismo.- Jurisprudencialmente se ha resuelto que: “El daño moral atiende a la lesión de los derechos extrapatrimoniales y no a cualquier molestia, inconveniente o perturbación secundaria, que están prácticamente ínsitas en todo aquel que se ve afectado por el incumplimiento de un contrato (art. 522, Cód. Civil -ADLA, XXVIII-B, 1799-), o por los efectos de un ilícito civil (art. 1078). Para que proceda su resarcimiento se requiere, en consecuencia, que el daño tenga verdadera repercusión espiritual, que supere las molestias propias de aquellas conductas inapropiadas, puesto que no constituye un medio para aumentar la indemnización del daño económico sino el remedio excepcional -a falta de otros- a que recurre el orden jurídico para compensar, de algún modo, el detrimento, espiritual sufrido.” (Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y Comercial Federal, sala II (CNFedCivyCom)(SalaII) - 1978/04/04- Eguia Zanon, José M. y otra c. Banco Central de la República Argentina- JA, 979-II-284). Tanto la doctrina como la jurisprudencia han sostenido que un hecho puede ocasionar una lesión directa tanto en bienes materiales, cuanto en otros de naturaleza espiritual; pero también puede ocurrir que el hecho dañoso directamente afecte bienes materiales y en forma indirecta aquellos otros que no tengan expresión material, como a la inversa, recaiga sobre el patrimonio espiritual de la persona y además se proyecte o repercuta sobre los de índole material. De allí que en la doctrina se distingan daños materiales directos e indirectos y también en esta misma forma los morales.- En autos, se han producido daños materiales directos en el patrimonio del actor. Es necesario entonces dilucidar si estos daños además repercutieron en la esfera espiritual de la misma, para de este modo hacerla merecedor a la indemnización por el perjuicio moral (daño indirecto).- Para arribar a una solución justa, es imprescindible comprobar si en marras se dan los presupuestos de este tipo de resarcimiento. Así, en la demanda, el actor hace incapié en la desidia del responsable y en los padecimientos espirituales que conforman el daño moral. En tal sentido no resulta difícil advertir que quien compra un inmueble rural de las características del de autos, lo hace con la seguridad de gozar de tranquilidad en el futuro en su explotación, esperanza que se ve quebrantada en un corto periodo de utilidad por problemas ajenos a su voluntad o proceder, que lo privan definitivamente de ese bien, evidenciando ello una perdida en la confianza social y una inseguridad no merecedora de quien adquiere de buena fe. En el sub examen, encuentro elementos suficientes que me permiten hacer lugar al reclamo por este rubro, ya que lo que fue motivo de discusión en autos está dado por un incumplimiento contractual de parte del demandado a partir del contrato en cuestión, circunstancia que claramente ha incidido en la salud del actor conforme da cuenta la pericia elaborada por la Dra. María Alicia Nebreda, medica psiquiatra a ff. 79/83. Indicaba la idónea que el estado de salud del actor era compatible con trastorno depresivo mayor, pasando desde el año 1999 a la fecha de la pericia (año 2006) de un estado de mayor gravedad a uno de menor gravedad, “No obstante no es esperable mayor mejoría debido a la edad del sujeto, el tiempo que lleva de evolución y los años que transcurrieron sin que se solucione lo que él considera una estafa, y a partir de lo cual inicia el cuadro psiquiátrico.” (…) “el hecho de la frustración del contrato de la causa incidió negativamente en la salud psicofísica como se demuestra en el relato de la pericia y continúa incidiendo (…) porque el actor estaba obsesionado, con ideación fija con el tema del campo.” Que el respecto el actor refería ante la psiquiatra: “es un gran dolor porque fue una estafa plena”, “haber trabajado tantos años para que me estafen” Se ha resuelto en el sentido que se trata y en posición que comparte el suscripto que "Para estimar pecuniariamente la reparación del daño moral falta toda unidad de medida, pues los bienes espirituales no son mensurables en dinero. Sin embargo, al reconocerse una indemnización por este concepto, no se pone un precio al dolor o a los sentimientos, sino que se trata de suministrar una compensación a quien ha sido injustamente herido en sus afecciones íntimas. Si la indemnización en metálico no puede por sí restablecer el equilibrio perturbado del bienestar de la víctima, puede sin embargo, procurarle la adquisición de otros bienes que mitiguen el daño. En el caso, no se requiere ni de prueba concreta ni de demasiada imaginación que inferir los sentimientos de injusticia, decepción, indignación que debió experimentar el actor, depositando la confianza en su vendedor y se encontró en poco tiempo con una verdadera caja de sorpresas… " (Baz Ricardo Alejandro c/ General Motors de Argentina S.A. s/ daños y perjuicios - Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil - Sala/Juzgado: G - Fecha: 11-may-2007 - Cita: MJ-JU-M-12925-AR | MJJ12925 | MJJ12925).- Se acompaña a f. 201 historia clínica del actor, expedida por el Dr. José Rodolfo Césare, médico psiquiatra, en la que consta “su cuadro estuvo compensado muchos años, actualmente y a razón de una situación que describe como “me jodieron con un campo” vuelve toda la sintomatología de angustia patológica, ansiedad, anorexia, insomnio, con ideas paranoicas. El propio Césare en su testimonial de f. 155 al reconocer la historia clínica dijo que Meyer le hizo comentarios de una situación litigiosa con respecto a un campo de su propiedad, que considera por el diagnóstico del paciente que toda situación estresante de pérdidas, tanto afectivas como económicas, influyen negativamente en el estado psicológico de toda persona, este caso del Sr. Meyer. Que el hecho referido, al igual que otras perdidas afectivas, influyeron en el estado psicofísico del sr. Meyer, habiéndole hecho referencia en las sesiones a la pérdida del campo. El testigo Perandones (f. 158), a más de referirse a la situación violenta sufrida por Meyer a manos de Ferrero para quitarle el campo (ver supra) señalaba que lo encontró muy decaído, que no sabe qué le va a pasar con la jubilación mínima que tiene, que especialmente está muy decaída la señora y que todo es por ese problema, porque se gastó toda la plata y se quedó sin nada, que también luego le falleció una hija.” Frente a la situación vivida por el actor y que da cuenta la prueba reseñada, resulta procedente reconocerle una indemnización en concepto de daño moral. La cuantificación del daño moral debe efectuarse con fundamento en la penosa situación que debió atravesar el actor, debiendo evaluarse todo cambio perjudicial en su vida. La doctrina, por medio de reconocidos autores, ha establecido correctamente que: "...en principio, el daño moral siempre es resarcible, cualquiera sea su causa generadora o el factor de atribución aplicable. Participamos decididamente de la concepción que otorga a la indemnización por daño moral carácter resarcitorio y no sancionatorio, razón por la cual es irrelevante atender a la causa que lo genera". "Si el daño moral existe, la víctima podrá requerir un resarcimiento, pues tanto menoscaba su espiritualidad un ataque a la persona cuando proviene de un hecho humano, imputable a título de dolo o culpa como cuando es causado por el riesgo creado por una cosa o por una actividad desplegada (art 1113, Cod. Civil). Carece de sustento lógico y jurídico pensar que en este último supuesto, en donde la ley ha querido brindar protección amplia y total a la víctima, se excluya la posibilidad de una reparación del daño moral" (PIZARRO, Ramón Daniel, "DAÑO MORAL - PREVENCION - REPARACION -PUNICION", págs 388/389, Bs. As. 1.996). Debe resarcirse en forma prudente y dentro de un marco de equidad, impidiendo que se transforme en una fuente de enriquecimiento indebido o abuso del derecho. La determinación sobre su procedencia depende de la apreciación de las circunstancias de hecho y de las cualidades morales de la víctima, para establecer en forma presunta la relación entre el hecho lesivo y su posible repercusión en la esfera de su intimidad (cfr. Bustamante Alsina, Equitativa valuación del daño no mensurable, LL, 1990 A 655/656). “Para resarcirlo no existen cánones fijos: es preciso analizar en cada caso hasta qué punto está afectado el estado anímico y espiritual del damnificado, teniendo en cuenta las consecuencias psíquicas y morales que el hecho haya producido en el actor, tales como los sufrimientos, angustias, abatimientos, expectativas frustradas, etc., sin que llegue a ser fuente de un beneficio inesperado ni de un enriquecimiento injusto. En virtud del principio de individualización del daño, se requiere que en su valoración, se meriten todas las circunstancias del caso, tanto las de naturaleza subjetiva (situación personal de la víctima), como las objetivas (índole del hecho lesivo, y sus repercusiones).” (Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba, sala civil y comercial- Fecha: 10/04/2001 - Partes: B., L. E. c. Montoto de Spila, Marta - LLC 2002, 56). Con los parámetros doctrinarios y jurisprudenciales analizados, los montos por los que fueran resarcidos los agraviados en precedentes judiciales y prueba colectada, tengo por acreditado el daño moral referido, ajustándose a derecho el monto pretendido en tal sentido, por lo que el rubro se estima procedente por la suma de Pesos treinta mil ( $ 30.000), con más un interés que resulta procedente establecer en la tasa de interés bancaria pasiva que publique mensualmente el Banco Central de la República Argentina, con más el dos por ciento (2%) mensual, hasta su efectivo pago, desde la fecha de la demanda (11/02/2005) y hasta su efectivo pago.- V.- Costas. Que en atención al resultado del pronunciamiento las costas deben imponerse al demandado que resulta vencido (art. 130 C.P.C.C), y los honorarios de los letrados y perito intervinientes se difieren para cuando exista base en autos para ello.- Por todo ello, normas legales citadas y haciendo presente que el resto de las pruebas rendidas, debidamente valoradas, en nada modifican las conclusiones a las que se arriba.- RESUELVO: 1°) Declarar resuelto el contrato de fecha 28 de febrero de 1997, celebrado por las partes aquí actuantes (f. 5), de conformidad a los argumentos vertidos en los considerandos del presente.- 2°) Ordenar por parte del demandado la restitución al actor –hoy sus sucesores- de la suma de Dólares Estadounidenses Ciento veinticinco mil (U$S 125.000.-), con más los intereses establecidos en el considerando respectivo.- 3°) Hacer lugar al daño moral reclamado por el Sr. Adolfo Meyer –hoy sus sucesores- y en consecuencia condenar al Sr. Emilio Mateo Rosso a abonar a la parte actora, en el término de diez días, la suma de pesos treinta mil ( $ 30.000), con más los intereses en la forma y condiciones establecidas en el Considerando respectivo de la presente resolución, bajo apercibimiento de ejecución forzada.- 4°) Imponer las costas al demandado que resulta vencido, Sr. Emilio Mateo Rosso.- 5°) Diferir la regulación de honorarios de los letrados y perito intervinientes para cuando exista base en autos para ello.- Protocolícese y hágase saber.-