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Agilidad Emocional, La Capacidad para Tomar Mejores Decisiones
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Por lo general, cuando estamos en el trabajo tendemos a guardar las
apariencias y buscamos reprimir lo que estamos sintiendo. Queremos estar
bajo control en toda circunstancia, sin embargo, nuestras emociones son un
sistema de señales que debemos aprender a entender y manejar. Son la
forma que tenemos para dialogar con nosotros mismos y si queremos
comunicarnos con los demás, primero tenemos que hacerlo en primera
persona. La agilidad emocional, según
Susan David
, de la Universidad de Harvard, es la capacidad para obtener información
cuando enfrentamos situaciones en las que emergen sensaciones y
sentimientos que nos lleven a tomar buenas decisiones.
La función esencial de las emociones es darnos señales, en vez de
reprimirlas, debemos aprender a interpretarlas. En ocasiones, tratamos de
justificar el estrés porque tenemos un ciclo interminable de trabajo, cuando
en realidad estamos tristes por el poco reconocimiento de nuestra labor,
estamos desilusionados ante las perspectivas que tenemos de crecimiento o
estamos llevando al cuerpo a un estado de agotamiento que se manifiesta en
una angustia permanente. Cuando reconocemos las señales y aceptamos el
mensaje, nos podemos hacer cargo del origen de la
emoción y poner
manos a la obra. Si atendemos nuestras emociones en vez de evadirlas o
reprimirlas, daremos paso a posibles soluciones. Tal vez, solicitaremos
ayuda o dejaremos de aceptar tantas tareas o encontraremos una forma
constructiva de que nuestro trabajo sea reconocido. Pero, si apretamos los
dientes, suspiramos y sonreímos, lo único que estaremos haciendo perder la
oportunidad de resolver aquello que nos molesta y conseguiremos seguir
atrapados en lo que genera ese estado emocional. Al examinar
cómo nos sentimos
, aprendemos algo de nosotros y estas lecciones son muy valiosas. Las
emociones nos iluminan datos muy importantes y profundos de nuestras
personas, a partir de ellas podemos entender nuestros valores más
profundos. A partir de nuestras manifestaciones emocionales
comprendemos qué es lo más importante para nosotros. A través de ellas
podemos descubrir lo que nos hace felices y lo que nos aleja de la alegría. La
satisfacción se aleja si opacamos nuestro modo de sentir. Evidentemente,
eso es así. Las emociones son reacciones psicofísicas que representan
nuestra
capacidad de adaptación
a ciertos entornos. Los valores son los estándares a los que nos acogemos
que nos sirven de guías y de rieles de conducta. Cuando abrazamos nuestro
ser emocional por medio de los parámetros que nos dan los valores, es más
fácil encontrar una base para tomar mejores decisiones: eso es la agilidad
emocional. Con agilidad emocional, nos ponemos a trabajar a nuestro favor.
Las emociones tienen la vista puesta en el corto plazo, mientras que los
valores serán nuestros compañeros de largo aliento, van más allá de la
inmediatez. La agilidad emocional se trata de reconocer lo que me está
causando ciertas reacciones y aprender a manejarlas de forma que jueguen
en nuestro equipo, en vez de estar luchando contra ellas. Así, si tenemos que
sostener una conversación difícil en la que vamos a dar un regaño o una
retroalimentación sobre un desempeño poco satisfactorio, la reacción
natural será reprimir la ansiedad y darle la vuelta a la conversación. Así
dejamos el gobierno de nuestra vida a nuestro estado emocional. Una
persona ágil emocionalmente, se hará cargo de estas sensaciones, tomará
control sobre ellas y generará estrategias que lo lleven a entender y a
manejar mejor la situación. Las emociones son el sistema primario de guía
con el que contamos los seres humanos. Es vital reconocer sus patrones.
Ignorarlos es abrir la puerta y dejarnos atrapar, sin siquiera darnos cuenta.
La agilidad emocional nos lleva a entender cuándo debemos de encarar una
situación, cuándo debemos salir a tomar un respiro y cuándo estamos a
punto de perder la cordura. Es preciso poner atención y aprenderlos a
manejar. Según Susan David, podemos aprender a ser ágiles
emocionalmente a partir de estos pasos: Ponerle
nombre a los pensamientos
y emociones. Esta es una actividad clave para entender y poder manejarlos.
Hay que denominarlas: enojo, decepción, frustración, dolor, ya que al
nombrarlas se les materializa y así sabemos qué hacer con ellas. No nos
dejamos sorprender por ellas.
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