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CASO I

La historia del problema muestra que la paciente creció en un ambiente rural en


una familia tradicional no solo en su estructura, sino en sus creencias, valores,
roles e ideologías. El padre es representado por ella como agresivo,
sobrecontrolador que frecuentemente incurría en un trato cruel con los miembros
de la familia. La relación con él se caracterizó por una imposición normativa, más
que afectiva o segura. En contraste, su madre es representada como una mujer
sumisa, que dejaba su vida bajo el control de su esposo. Esta pauta de
sometimiento se cristalizaba en un trato negligente e indiferente con la paciente.
Ella expresa que el trato diferencial de su madre se caracterizaba por ser
inexpresivo e instrumental (por ejemplo, dar órdenes en los quehaceres
domésticos). También plantea que el hecho de haber padecido poliomielitis en
su infancia contribuyó al trato diferencial por parte de su madre y sus hermanos.
Esta percepción se apoya en las concepciones que tenía su madre sobre la
enfermedad, pues para ella en 1970 aún persistía la creencia de que la
enfermedad era una castigo de Dios y una vergüenza que motivaba el
aislamiento social. De igual forma, la paciente narra que vivió experiencias
dolorosas de burla y juegos que hacían evidente las secuelas de la poliomielitis.
Esta experiencia de enfermedad también produjo una habituación al consumo
de medicamentos y vitaminas como el calcio.

De otra parte, la paciente manifiesta que las experiencias familiares tempranas


fueron desencadenando un marcado aislamiento y retraso en el inicio de la
escolaridad, timidez, incapacidad para comunicar sentimientos, supresión de
emociones, etc. Señala que fue una de sus hermanas la que brindó las bases de
una vinculación afectiva segura y cálida, facilitó su ingreso a programas de
rehabilitación y estudios de primaria y secundaria a los 16 años.

Posteriormente comienza a estudiar una tecnología y se incorpora en el área


laboral teniendo 28 años de edad, durante esta época la paciente no refiere
mayores contenidos significativos o problemáticos. Relata que desde el ingreso
al trabajo hasta 5 mas no tuvo dificultades laborales, pero atravesó por períodos
complejos derivados de las enfermedades crónicas de sus padres, resalta
negligencia médica y equívocos en el diagnóstico y tratamiento. Ante estas
expresiones la paciente plantea la similitud con su caso, percibe que los médicos
no le prestan la suficiente atención a los síntomas que padece.

La historia laboral muestra que la paciente se desempeñó en jornada de tiempo


completo en niveles que paulatinamente ascendían por méritos y carrera
administrativa, a los tres años de iniciar a trabajar, concursó para un cargo
superior obteniendo el primer lugar. Fue promovida para ocupar dicho cargo,
donde se desempeñó por dos años, luego iniciaron los traslados de área y
disminución de su nivel en el cargo. Esta modificación representó uno de los
indicadores de acoso laboral, por esta razón elaboró un derecho de petición legal
el cual tuvo un fallo a su favor y se le asigno en forma definitiva, las funciones en
el Departamento de la empresa, cargo para el cual se encontraba en Carrera
Administrativa''. Según se hace constar en el documento público:
Toda esta situación laboral le representa una afección en su salud, producto del
estrés, que la condujo a consultas médicas y psiquiátricas.
Encontrando que desde el año 1998 aparecen consultas médicas esperables,
pero a partir del año 2005 aparecen síntomas depresivos que coinciden con la
muerte de la madre y estado de gestación de cuatro meses. En 2006 acude a
salud ocupacional con quejas de cansancio muscular generalizado, también se
desencadenan consultas médicas cuyos síntomas se centran en cefalea, mareo,
visión borrosa, síntomas dermatológicos, fisiológicos (premenopausia),
gastrointestinales y respiratorios. Es relevante anotar que la consulta médica se
incrementa y se genera un proceso de visitas a diferentes especialistas:
gastroenterología, optometría, oftalmología, neurología, medicina interna,
dermatología, médico general y ocupacional, que a su vez se acompaña de
evaluación psicológica y psiquiátrica. Entre 2006 y 2015 la paciente tiene
múltiples citas, exámenes de laboratorio, pruebas complementarias y
procedimientos paramédicos como: enfermería, fisiatría, optometría y ortopedia.
Se observa además que a partir del año 2010 se incrementan las consultas de
psiquiatría y neurología, mostrando una curva crítica en el año 2013 y 2014 de
múltiples especialistas, marcada recurrencia e incapacidades

Los resultados del Inventario de Depresión de Beck (BDI) mostraron


puntuaciones elevadas por encima del límite superior, lo que indica la presencia
de síntomas depresivos graves, entre los que se encuentran sentimientos de
tristeza, problemas de sueño, bajo apetito, desmotivación, desesperanza,
anhedonia, ideas de muerte y valoración personal negativa.

CASO 2
Embarazo sin incidencias, parto normal, APGAR 10/10. Alimentada con lactancia
materna exclusiva los primeros 6 meses. Desarrollo psicomotor normal, excepto
en la esfera alimentaria, incluso su madre la envió a la guardería para que le
dieran de comer (“inapetente, mala comedora” hasta los 3 años, luego se
normalizan las ingestas). A los 5 años presenta un proceso gripal, comienza a
presentar dolor abdominal, pérdida de apetito y apatía. Pierde hasta 7 kg. de
peso por reducción en las ingestas y lentitud al comer, con claro estancamiento
pondoestatural. Fue tratada por un endocrinólogo y una psicóloga a nivel privado,
sin apenas mejoría hasta dos meses antes del inicio del cuadro actual, en que
recuperó la normalidad en las ingestas alimentarias. Su familia la describe como
tímida, reservada, introvertida, inteligente, observadora y testaruda. Dicen que
solo habla de forma adecuada con las personas de su confianza. No existen
antecedentes psiquiátricos familiares. Sin embargo, destacan rasgos de timidez
e introversión en la familia paterna. A finales de 2015, tras un proceso de
faringoamigdalitis con fiebre elevada, la paciente presenta debilidad
generalizada, más intensa en extremidades inferiores. Estos síntomas ceden a
los pocos días, pero el mes siguiente, después de otra faringoamigdalitis,
vuelven a aparecer y se van agravando a lo largo de 3 semanas. Presenta dolor
en la deambulación, camina de puntillas y arqueando las piernas, cada vez con
mayor dificultad. Es ingresada durante dos semanas en Pediatría, donde se le
realizan una exploración física completa y numerosas pruebas complementarias
sin llegar a encontrar una causa orgánica que justifique el cuadro clínico.
Es valorada por Psiquiatría y psicología. A los pocos días, la paciente presenta
una crisis de ansiedad y, a partir de ese momento, deja por completo de
deambular, se muestra triste, con llanto fácil, y se queja de cefalea, dolor
abdominal y nauseas. Al día siguiente, deja de comer y apenas ingiere líquidos.
Dos días después es ingresada al hospital, en primer lugar en Pediatría, donde
se completa el estudio a nivel orgánico y se pauta nutrición enteral mediante
sonda nasogástrica ante el rechazo de la ingesta y el estado de deshidratación
y bajo peso de la paciente. Posteriormente, es trasladada a la unidad de
Psiquiatría Infanto-Juvenil. Al principio, se muestra muy llorosa y no participa en
la escuela, precisa ayuda completa para las actividades básicas de la vida diaria.
La comunicación con sus padres durante las visitas es normalizada, aunque en
ocasiones se muestra tiránica y enfadada con ellos.
Cuando habla con el personal de la planta, lo hace en tono muy bajo y con
monosílabos, pueril, con contacto visual esquivo, mientras que con el resto de
pacientes se muestra más sonriente y cercana, aunque apenas participa en las
conversaciones. Refiere dolor intenso en extremidades, sobre todo inferiores,
que le impide la movilización de las mismas. Sin embargo, durante el sueño se
aprecian movimientos normales. Apenas responde a diferentes técnicas
cognitivo conductuales, psicoeducación, psicofármacos, analgésicos, ni
tampoco a placebo. Se inicia tratamiento de fisioterapia y rehabilitación. Tras
varias semanas, se logra que retome la alimentación oral, aunque las ingestas
son escasas y lentas, pero van aumentando progresivamente y llega a recuperar
7 kg. de peso. También se pide colaboración a Trabajo Social para realizar
intervención familiar y búsqueda activa de una posible causa o desencadenante
del cuadro. Después de casi dos meses de ingreso con pocos avances en cuanto
a la movilidad, se debate el caso con todo el equipo de Psiquiatría Infanto-Juvenil
y, con la colaboración del Servicio de Anestesia y el consentimiento informado
de los padres, se realiza una prueba con pentotal y sedación completa, con dos
objetivos: utilizar el estado de semi-inconsciencia inducido por el pentotal para
investigar posibles estresores (sin éxito) y escenificar un tratamiento “mágico”
que permitiera a la paciente salir de los síntomas. Tras este acto desaparece el
dolor, pero sigue sin caminar.

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