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Introducción
La sífilis es una enfermedad infecciosa de carácter crónico, cuyas manifestaciones incluyen
un amplio espectro de síndromes con presentación neuropsiquiátrica. De esto deriva su
relevancia en la práctica psiquiátrica y más aún en el contexto de los hospitales mentales.
Con la introducción de la penicilina se observó un notorio descenso en las tasas de preva-
lencia de la infección en sus distintas fases, lo cual incluyen, por supuesto, la neurosífilis.
Cuando la penicilina surgió como el tratamiento de elección para la infección por Trepone-
ma pallidum, se calcula que aproximadamente el 30% de todos los pacientes hospitalizados
en instituciones de salud mental sufría alguna de las fases tardías de la sífilis. Hoy en día, la
infección sigue causando morbilidad en la población de pacientes con trastorno mental, a
pesar de contar con tratamientos efectivos, y posiblemente nos enfrentamos con presenta-
ciones clínicas aún más insidiosas y menos sintomáticas.
Manifestaciones clínicas
La presentación clínica de la neurosífilis abarca un amplio espectro de cuadros clínicos, pero
se ha dividido en cuatro categorías: meníngea, meningovascular, parenquimatosa y gum-
matosa. Estos cuadros son raros como entidades ‘puras’ y la mayoría de las veces se presentan
como cuadros mixtos, ya que son el resultado de un proceso inflamatorio vascular, menín-
geo o, en el peor de los casos, ambos.
Neurosífilis asintomática
Se hace esta distinción para resaltar la importancia del carácter asintomático de la invasión
inicial del sistema nervioso central (SNC); pues es claro que tal estadio precede al desarrollo
de cualquiera de los otros síndromes. Estudios en conejos han mostrado afectación a los
pocos días o semanas de la primoinfección. El pico en la incidencia de alteraciones en el
líquido cefalorraquídeo (LCR) se ubica entre los 12 a 18 meses posteriores a la infección
primaria, y por esto no se ha determinado el momento ideal para examinarlo.
Neurosífilis meníngea
La neurosífilis meníngea representa aproximadamente el 6% de los casos de neurosífilis, y
el pico de incidencia ocurre entre los tres y cinco meses de postinfección. La presentación
clínica incluye cefalea intensa, náuseas, vómito, alteración del estado de conciencia y signos
meníngeos sin fiebre. Casi en su totalidad, los hallazgos en el LCR son patológicos (leucoci-
tosis con predominio de linfocitos, elevación de las proteínas y leve descenso en glucorraquia).
Se pueden presentar complicaciones, como hidrocefalia, convulsiones focalizadas, delirium,
hemiparesia o afectación de pares craneales (facial y vestibulococlear). La respuesta al tra-
tamiento es buena y se considera de buen pronóstico si el tratamiento es precoz.
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Sífilis meningovascular
La sífilis meningovascular representa aproximadamente el
10% de todos los casos de neurosífilis y su incidencia pre-
senta el pico entre los cuatro y siete años, luego de la
infección primaria. En la mayoría de los pacientes los défi-
cits son de instauración súbita, pero no son raros los
pródromos como cefalea, vértigo, insomnio, alteraciones en
la memoria y cambios en el estado de ánimo, con caracte-
rísticas episódicas, que preceden al cuadro en semanas o
incluso en meses. La presentación más común es la hemi-
paresia o hemiplejía, seguida por afasia o convulsiones. Estas
alteraciones tienden a ser menos graves y mejor toleradas
que las de origen ateroesclerótico, ya que los vasos afecta-
dos son más delgados y profundos. Los estudios de imagen
cerebral muestran múltiples áreas de isquemia o infarto, y
la población afectada es predominantemente joven. Las al-
teraciones en el LCR son similares a las descritas en la sífilis
meníngea.
Neurosífilis par enquimatosa
parenquimatosa
En la neurosífilis parenquimatosa caben dos posibilidades:
la paresia general y la tabes dorsalis. La primera también
se conoce como parálisis general o demencia paralítica, y
es más frecuente en hombres. Su pico de incidencia ocurre
diez o veinte años después de la infección primaria y la
instauración es insidiosa, ya que simula casi cualquier tipo
de trastorno mental. Las primeras manifestaciones clínicas
van de un sutil deterioro de las funciones cognitivas, déficit
en la concentración e irritabilidad, hasta la pérdida de las
funciones integrativas superiores. La sintomatología psiquiá-
trica oscila entre la manía, la depresión y la psicosis.
Inicialmente el examen neurológico puede ser normal, pero
a medida que la enfermedad progresa, comienzan a apare-
cer los signos neurológicos, que van desde alteraciones
pupilares leves hasta las clásicas pupilas de Argyll-Robert-
son. También se puede observar hipotonía del rostro y
extremidades con reflejos osteotendinosos anormales y tem-
blor de intención; los signos neurológicos focales son
inusuales. En los estadios más avanzados, la demencia se
hace prominente y puede asociarse con convulsiones, he-
miparesia, monoplejía o afasia, que eventualmente
condenan al paciente a un estado de postración, que gene-
ralmente propicia complicaciones de consecuencias fatales.
Los hallazgos del LCR son patológicos.
Es preciso recalcar que los diferentes estudios de revisión de casos, anteriores o posteriores
al surgimiento de la terapia antibiótica, obligan a pensar que ha ocurrido un cambio en la
presentación de la enfermedad. Así, formas más tardías, a saber paresia general y tabes
dorsalis, ahora son muy inusuales y, en cambio, las que antes eran poco comunes, como las
crisis convulsivas o las afectaciones visuales y auditivas, han tomado mayor relevancia en
nuestros días. Se ha postulado que el fenómeno descrito tiene su origen en el tratamiento
parcial de la sífilis, dado el amplio uso de antibióticos en el contexto de otras infecciones no
relacionadas.