A fines del Siglo XIX y hasta 1914, surge un grupo de intelectuales de la
pequeña burguesía, autodidactas y críticos con el sistema político de la Restauración y la crisis del país. Están influidos por el Regeneracionismo de Joaquín Costa y analizan las causas de la decadencia del país. Le dan mucha importancia a la educación y consideran fundamental erradicar el analfabetismo. El Krausismo y su defensa de una educación laica y en contacto con la naturaleza, basada en la observación y la experimentación, es otra de las referencias de este movimiento. Francisco GINER de los RÍOS funda la INSITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA, que supone un cambio radical en la educación. Para ellos, la pérdida de las últimas colonias puso en evidencia el fracaso del sistema político y la necesidad de implantar medidas para superarla. En esta época conviven dos movimientos, Modernismo (más preocupados por la renovación del lenguaje) y Generación del 98. Ambos reaccionan contra los movimientos anteriores, el Realismo y el Naturalismo. El origen de la Generación del 98 es el “Grupo de los tres”, formado por Azorín, Baroja y Maeztu, que crean un Manifiesto proponiendo al gobierno medidas para superar la crisis. Esa iniciativa fracasó, por lo que sufrieron un desengaño y cambiaron su enfoque del problema español. Pasaron de proponer medidas prácticas (reforma agraria, extender la educación obligatoria, europeización ...) a preguntarse “Qué es España”. En su madurez, piensan que, sin una regeneración espiritual previa, no habrá superación de la crisis. Tratan dos temas principales: España y el sentido de la vida. Frente a la europeización que defendían en su etapa de juventud, en su madurez se centran en el Casticismo; es decir, en analizar los rasgos de la mentalidad española, los valores que se transmiten de generación en generación. Estos valores persisten en los campesinos que pueblan los campos castellanos. Creen que el paisaje determina una manera de ser y de pensar y que esta se expresa en los grandes clásicos (Don Quijote, La Celestina...). Unamuno escribe un ensayo llamado “Vida de Don Quijote y Sancho” y Azorín, “La ruta de Don Quijote”. En ambos, Don Quijote representa el alma de España. Su visión del paisaje es subjetiva, puesto que proyectan en él sus sentimientos. Les interesa analizar cómo ese paisaje conforma la manera de ser de los españoles, la psicología nacional. El paisaje que retratan es siempre el paisaje castellano, símbolo de todo el país. Ensayos de Azorín, como “Castilla” y “Los pueblos” reflejan esta visión impresionista de un paisaje que forja las creencias y valores de sus habitantes. Unamuno acuña el término intrahistoria en su ensayo “En torno al casticismo”, para referirse a la vida cotidiana de la gente humilde, la que no sale en periódicos ni en libros de historia, pero que es portadora de los valores auténticos del pueblo. Es esa manera de ser y de pensar, esos valores, los que hay que identificar para saber cuáles de esas características hay que potenciar (por ejemplo, el idealismo de Don Quijote) y cuáles hay que corregir (como la pasión en la defensa de las ideas, frente a la argumentación racional). Este tema está presente en ensayos como “Idearium español”, de Ángel Ganivet o “Defensa de la Hispanidad”, de Ramiro de Maeztu. En sus obras analizan en qué momento se inició la la decadencia, es en este sentido que les interesa la historia de España. Piensan que no pueden seguir refugiándose en las glorias del pasado y que hay que enfrentarse a los problemas del país. El otro gran tema es el tema existencial. Esos autores leen a los filósofos de fin de siglo, como Schopenhauer y Nietzsche, buscando respuestas a su crisis personal y a sus preguntas sobre el sentido de la vida humana. Si ni siquiera estamos seguros de la existencia de la realidad, se plantean, no hay valores absolutos en qué creer. Se preguntan entonces cuál debe ser su actitud ante la vida, analizando el dilema entre acción frente a reflexión, voluntad frente a razón. Esta oposición entre acción y contemplación se representa en numerosos personajes de las novelas de Pío Baroja, como en “La lucha por la vida” o “Zalacaín el aventurero” . También Andrés Hurtado, de “El árbol de la ciencia”, que representa la actitud contemplativa y el creciente desengaño ante la condición humana y ante los problemas del país. Para Baroja, la vida se presenta de manera positiva, como una lucha cruel, semejante a la de los animales. Para Miguel de Unamuno era necesario creer en la inmortalidad del alma; según él, solo así tiene sentido la vida humana. En sus obras expresa esta lucha entre fe y razón, una fe siempre puesta en cuestión, como refleja en sus ensayos “La agonía del Cristianismo” y “Del sentimiento trágico de la vida”. El estilo de esos escritores es sencillo y con pocas figuras retóricas. Prefieren la yuxtaposición y coordinación frente a la complejidad sintáctica y el detallismo de las obras realistas y naturalistas. Su estilo puede calificarse como impresionista, especialmente el de Azorín, con pinceladas generales y no descripcions detalladas. Reivindican en sus obras palabras patrimoniales, arcaicas y modismos y refranes propios de la expresión popular. Para expresar sus ideas, es más adecuada la prosa. Sus géneros preferidos, además del periodismo, son la novela y el ensayo. La novela se caracteriza por romper con la estructura lineal propia de los realistas. También recurren un narrador en primera persona, además del omnisciente en 3ª persona, representativo de la novela anterior. Las novelea ya no se centran en el argumento y en el personaje redondo protagonista. En estas novelas del 98, los personajes son antihéroes, perdedores, seres en crisis que se desengañan ante su fracaso. Representan el pesimismo y el desengaño de los propios escritores Unamuno crea las NIVOLAS, obras breves sin descripción, que avanzan a base de monólogos y diálogos de personajes que se preguntan por el sentido de su vida. Apenas hay argumento, los personajes son simbólicos y el final queda abierto. “Niebla” es una de sus nivolas. Otra obra suya es “San Manuel Bueno, mártir”, sobre un cura que ha perdido la fe pero que renuncia a su felicidad y sigue ejerciendo su ministerio para ayudar a la gente del pueblo. Pío Baroja analiza la filosofía de Shopenhauer a través del progresivo desengaño vital del protagonista de “El árbol de la ciencia” . Otra novela suya es “Zalacaín el aventurero”. Azorín escribe, dentro del género narrrativo, “La Voluntad”, donde explora el dilema humano entre acción y reflexión, entre instinto y razón. En las novelas de esos escritores no es importante la localización espacial y temporal, se centran en el conflicto interior de los personajes. En POESÍA, Antonio Machado, en su obra Campos de Castilla, también refleja este interés por el paisaje castellano y la relación entre paisaje y manera de ser de la gente que puebla esos campos. No siempre el paisaje es un símbolo positivo: en el largo romance “La tierra de Alvargonzález” aparece el tema del cainismo en esos hijos que matan a su padre por la herencia. Otro tema es la enfermedad y muerte de su mujer, Leonor. El libro incluye también una serie de Proverbios y Cantares sobre los temas que caracterizan toda su obra. Este libro representa una evolución desde el Modernismo de su primera obra, “Soledades”, con temas como la nostalgia de la infancia, la búsqueda de la fe, el paso del tiempo, el sentido de la escritura. Recurre a símbolos como las galerías del alma, la fuente o la tarde, que le sirven para analizar sus sentimientos. El sentimiento que predomina en este libro, que reelabora en “Soledades, Galerías y otros poemas”, es el de melancolia. Después de la muerte de Leonor, regresa a Andalucía y evoluciona ideológicamente hacia una postura más progressista, alejándose del Regeneracionismo. En “Nuevas Canciones” hay poemas dedicados a Castilla y a Leonor, poemas críticos ante la crisis española, Canciones a Guiomar, un nuevo amor en su vida y una nueva serie de Proverbios y Cantares. Cada vez simplifica más la forma y su obra es más reflexiva y filosófica. Su defensa de la República le obligó a exiliarse y murió en Colliure en el año 1939. Autores como Azorín, Unamuno y Ángel Ganivet intentaron renovar el teatro, dominado por la comedia burguesa y el teatro cómico, los géneros que triunfaban en la época. Su propuesta de un teatro desnudo, sin decorados, centrado en temas filosóficos tuvo poco éxito. Unamuno creó un subgénero al que llamó DRUMA, para diferenciarlo del teatro tradicional. En el Druma se reduce al mínimo la trama y predominan diálogos y monólogos donde los personajes expresan sus problemas existenciales. Destacan obras como “Fedra” y “ El Otro”, obras de ideas que no consiguieron el favor del público de la época. Lo mismo ocurre con el teatro de José Martínez Ruiz, Azorín (autor de la trilogia “Lo Invisible”), sobre los temas que están presentes en toda su obra, el tiempo y la muerte. Ángel Ganivet escribió “Autos Sacramentales”, también sobre temas existenciales.