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1. Relativismo ético.

Empecemos diciendo que en la actualidad el relativismo ético es sumamente


preocupante, puesto que las personas en teoría hablan y defienden la ética como
necesaria, es más, muchas instituciones buscan establecer los códigos de ética y los
han aprobado hasta con ceremonias.

Sin embargo, a la hora de la vida, de tomar decisiones, en cualquier ámbito de la


existencia, se consideran muchas otras cosas que generalmente tienen que ver con la
conveniencia personal y no con los valores éticos. Así cuando alguien toma un bus,
metro, tranvía, si el cobrador no ha estado atento, hace como que hubiera pagado
cuando sabe muy bien que no lo ha hecho. Esta práctica se refleja en las entidades
privadas y públicas; cuando alguien tiene la oportunidad de despistar a sus jefes y dejar
de trabajar o hacer otras cosas personales, sin temor lo hace, cuando se presenta la
oportunidad de tener un romance fuera del matrimonio o compromiso, lo toman sin
pensar en las consecuencias o la familia. A nivel del Estado se ha vuelto casi natural
que para que los gobiernos locales adjudiquen los contratos, los proveedores deben
entregar el diez por ciento de la obra para que sean asignadas a sus compañías y
empresas.

Así, el relativismo ético es común en el obrar de una gran cantidad de personas, precisamente
por ello es importante conocer y sobre todo buscar la forma de vivir los principios éticos
planteados desde la antigüedad. Iniciaremos la reflexión con las éticas de las virtudes.

2. Ética de la virtud
Se la conoce por este nombre porque coloca como fundamento de la ética la búsqueda
de la virtud. Para este tipo de ética, la máxima aspiración del hombre consiste en la
práctica de la virtud. “Para Aristóteles, el fin último del ser humano, hacia el cual
convergen todas sus actividades, principalmente aquellas que se refieren a su función
en la comunidad, está en el Bien, en la búsqueda de la eudaimonia – del griego eu
(bien/bueno) y daimon (espíritu)” (Pastura 2016).

Los filósofos griegos, como Sócrates, Platón y Aristóteles, son sus máximos
representantes. El libro Ética a Nicómaco es el más importante de la antigüedad.

Según Aristóteles, el hombre está orientado por su naturaleza hacia la felicidad. La


felicidad es el bien supremo y fin último del hombre. Esta se alcanza mediante la práctica
de las virtudes, que son actitudes de equilibrio en todos los ámbitos de la vida humana.
La contemplación de la verdad es el ideal superior de vida virtuosa. El bienestar de toda
la sociedad es lo que debe orientar las relaciones entre sus miembros.

La ética de la virtud ha sido muy valorada por el cristianismo, especialmente por Santo
Tomás de Aquino, que posicionó los conceptos aristotélicos como el ideal del cristiano.
En este aspecto es relevante tener en cuenta que más que los presupuestos de la ética
aristotélica, el cristiano busca aplicar a la vida diaria el mensaje de Jesucristo mediante
su acción para construir el Reino de Dios, como lo propone el Evangelio. En este sentido,
el cristianismo consiste en vivir auténticamente de acuerdo al estilo de Jesús.
3. Hedonismo

El hedonismo es la búsqueda del placer como fundamento de la vida humana. El placer es la


quimera que ilusiona a las personas, puesto que tiene la pretensión de brindar la máxima
felicidad. Vivir rodeado de placeres y satisfacciones es el ideal que la sociedad de consumo
difunde a través de los medios de comunicación en la actualidad.

La teoría que desarrolla esta tendencia como criterio último de moralidad es denominada
HEDONISMO (del griego hedoné: placer). La antigüedad tiene su máximo representante en
Epicuro, hombre de una gran personalidad, admirado y seguido en su tiempo por numerosos
discípulos. Para Epicuro, la búsqueda del placer constituye el principio de todo bien. Sin
embargo, esto llevó a la práctica de acciones desenfrenadas que a la larga terminaron
conduciendo a los seres humanos a prácticas de vicios, por lo que se tuvo que intentar corregir
sus presupuestos, alegando que los verdaderos placeres son los del espíritu. En este sentido,
el placer que hace verdaderamente dichoso al hombre es un placer tranquilo, equilibrado.

Se afirma que Más aún, todo placer corporal encierra inquietud y crea mayor ansiedad. De ahí
que los verdaderos placeres sean más bien los del espíritu. Epicuro, profundamente
materialista, entiende por tales los placeres físicos más elevados o refinados. El placer puro es
el que no lleva mezcla de sufrimiento. Tal placer deja un recuerdo agradable que hace desear
la repetición.

El placer calculado exige un gran control de sí mismo y una buena madurez intelectual. Cuestión
que la mayoría de los seres humanos no logran realizar, puesto que es muy fácil caer en una
práctica desenfrenada del placer de tal forma que, sin siquiera darse cuenta, las personas
pueden verse inmersas en vicios de los que resulta muy complicado escapar. Tómese como
ejemplo el consumo de alcohol y drogas que la sociedad no ha permitido al principio y aprobado
después, considerando a quienes se sienten atrapados en ese mundo, enfermos, para quienes
es necesario un cuidado especial. Es decir, se combaten los efectos, pero no se toca el
problema porque atentaría contra la ética hedonista. Saber seleccionar los placeres y saber
calcular su medida, con el fin de eliminar lo más posible el sufrimiento, sería la máxima de la
actividad moral que brinda EL EPICUREÍSMO a los hedonistas de todos los tiempos, aunque
este presupuesto sea más una teoría que una realidad.

4. Estoicismo

El estoicismo es una escuela filosófica que “encaminada por un profundo sentido moral,
busca la verdad de los hechos humanos. Una verdad que compete a la vida de los
hombres, a sus relaciones, a sus sentimientos, y, en definitiva, todo aquello que
involucre la totalidad de su ser” (Parra, 2000).

Méndez (2017), afirma que la experiencia del mundo, desde el individuo estoico, se
torna experiencia propia, un elemento nuevo constituyente de la propia conciencia y
realidad. Todas las acciones que tienen lugar en la vida del hombre estoico no son
ocasionales, fortuitas, desconectadas; sino que resultan de una praxis de vida
plenamente consciente y, por lo tanto, plenamente vital. Dichas acciones, se ven
realizadas, gracias al ejercicio de la voluntad humana, en acciones necesarias,
formativas, de la organización unitaria y ordenada de la Naturaleza. Es más, en la
medida en que se integran en el conjunto de la Naturaleza y entran a formar parte del
orden y de la historia del mundo, adquieren una dimensión atemporal. La voluntad del
individuo permite trascender su particularidad porque su razón es una razón activa.
Desde esta perspectiva puede muy bien entenderse que “vivir según la naturaleza” (katá
tén koínen physin zen) sea la máxima que regula la vida activa de la filosofía estoica.

El Estoicismo recibe su nombre de la «Stoa» o pórtico, donde Zenón reunía a sus


primeros discípulos a comienzos del siglo IV A. C. En sus comienzos, esta corriente no
tuvo mayor trascendencia: pero alcanzó un auge inusitado en los primeros siglos de
nuestra era, en Roma, donde vivieron sus principales representantes: Epicteto, Séneca
y Marco Aurelio.

Esta doctrina, que es fundamentalmente de carácter moral, llama la atención de los


primeros pensadores cristianos por sus elevados principios, y pronto es asimilada por el
cristianismo. De ahí que la actitud estoica frente al mundo haya recorrido floreciente la
historia del hombre occidental hasta nuestros días.

En los cimientos del estoicismo se halla la comprensión del mundo como un cosmos, un
orden universal, regido por leyes inmutables que gobiernan también la vida humana. El
ideal del hombre consiste en vivir conforme a la naturaleza. De ese modo, se adapta al
orden universal y consigue la felicidad.

Para alcanzarla el hombre debe comenzar por cultivar la Ataraxia o imperturbabilidad.


El no dejarse turbar por nada, sea agradable o desagradable, nos garantiza la
tranquilidad de espíritu, en armonía total con la naturaleza. Todo lo que nos sucede:
éxitos, alegrías, sufrimientos, muerte, es lo que nos conviene. Aceptarlo, sin apego ni
resistencia, es alcanzar la perfección y la felicidad.

A esta actitud se une la conciencia de la dignidad humana, basada en que todo en el


universo es divino. Como seres humanos todos los hombres somos iguales, tenemos la
misma dignidad. Es tan respetable el esclavo como el libre, el bárbaro como el romano:
todos formamos parte del orden cósmico divino. De este modo el estoicismo culmina en
un humanismo universalista. La patria del hombre se amplía; ya no es la ciudad, la polis
de los griegos, sino el mundo, la humanidad entera.

5. Ética Kantiana
La ética kantiana es una de las que más ha marcado las decisiones, sobre todo en el
mundo occidental con respecto a las instituciones educativas o las empresas, porque
presupone que la persona va a actuar éticamente en todo momento. Para ello es
necesario una educación que permita la práctica de los valores como decisión personal,
Martínez (2006) a este respecto manifiesta:

Kant se plantea el problema bajo la fórmula ¿qué debo hacer? Pregunta que en
profundidad quiere decir ¿qué debe hacer un ser humano que piensa por cuenta propia
ante una decisión moral?, ¿A qué leyes debe obedecer, si ya no puede recurrir a algo
trascendente? ¿Qué debe hacer para lo que decida subjetivamente tenga también
validez intersubjetiva? ¿Cómo se justifica para mí y para otros el deber que se expresa
en las exigencias morales? Sin duda, el programa de fundamentación kantiana de la
moral constituye el más extraordinario intento de encontrar una b ase sólida universal al
deber que se expresa en las obligaciones morales.

La base fundamental de esta ética es el cumplimiento del deber por el deber, al margen de que
nos convenga o no. El deber está establecido por las leyes de la sociedad que busca aplicar el
imperativo categórico “Actúa de tal modo que tu acción sea considerada ley universal”. El
cumplimiento de la ley se da por respeto a la misma. Kant presupone que todas las leyes son
correctas, que en ningún momento pueden existir leyes de consenso logradas únicamente por
grupos de poder que, lejos de defender la verdad y la justicia, los derechos humanos, defienden
intereses personales o de grupos que atentan gravemente a la dignidad de la persona y la
naturaleza, como ocurre hoy en nuestra sociedad.

Para Emmanuel Kant la buena voluntad de la persona desempeña un papel muy importante,
permite al ser humano realizar las acciones buscando el deber. El deber condiciona de tal
manera la ética que se presupone que las personas siempre van a buscar la realización del ser
humano. Esta ética la encontramos muy bien aplicada en los diferentes códigos de convivencia,
códigos de ética, en la deontología. En las instituciones de educación: escuelas, colegios y en
las universidades, donde el cumplimiento del deber se convierte en un aspecto fundamental de
la práctica de sus miembros. La mayoría de las personas recordará que en la escuela y colegio
se exigía llegar a tiempo, la entrega de tareas, vestir con uniforme institucional, zapatos
lustrados y todas las demás normas de higiene y comportamiento. Seguramente más de un
estudiante fue sancionado en conducta o le llamaron la atención para que corrija alguna actitud.
Esta es la ética kantiana que busca el cumplimiento del deber, la norma, el buen
comportamiento.

1. Ética cristiana

Es una ética con la que posiblemente estemos más familiarizados, puesto que la hemos
escuchado con frecuencia, es sumamente extensa y tiene una gran cantidad de tratados
que se los puede consultar, en esta clase abordaremos únicamente las ideas
fundamentales.

Es una ética que parte del amor, un amor apasionado de Dios hacia los seres humanos, la
humanidad, de tal manera que se hace uno de ellos para poder experimentar su realidad
humana con la única intención de salvarlo, jamás de condenarlo. El evangelio de Juan expresa
con toda claridad este objetivo de Dios, experimentado de una forma única, radical,
extraordinaria por Jesucristo “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que
quien crea en él no muera, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él. (Jn 3, 16-17)”. Este amor se
ve reflejado en la acción de Jesús que en todo momento busca anunciar la buena noticia de la
salvación, compartir con todo tipo de personas, aun con los que se consideraban despreciables
en la sociedad judía de su tiempo, como los cobradores de impuestos, publicanos, pecadores,
prostitutas, leprosos, paralíticos. Ellos experimentan la presencia de un Dios cercano, amigo,
que salva, que cura, perdona, que acoge y los ama incondicionalmente sin importar la realidad
personal o social en la que se encuentren.

Es una acción que va más allá de las ideas que clasifican a unos de buenos y a otros de malos,
se trata de considerar a todos por igual.

Absolutamente, todos los seres humanos son iguales en dignidad, derechos y


responsabilidades, no existen personas superiores ni inferiores de primera o última clase, todos
son hijos de Dios y merecen el más absoluto respeto.

En este sentido, podemos constatar que la ética cristiana promueve la dignidad de la persona y
los derechos humanos.

ha perdido todo, dignidad, autoestima, prestigio y va a rescatarlo de su situación, su


abandono, de su situación oscura y sin salida, del alejamiento de su dignidad humana,
no para echarle en cara su error, sino para cargarlo, para arrancarlo de su situación de
abandono, para colocarlo en sus hombros y cargarlo, liberarlo, hasta que esté fuera del
peligro, hasta que pueda valerse por sus propios medios y reencuentre el camino”
(López & Leguízamo, 2022 p. 85).

Esto lo podemos constatar en el pasaje de Lucas 15, 4-7, que narra la parábola de la
oveja perdida a quien el pastor busca, rescata y carga hasta colocarla en un lugar
seguro, luego de lo cual hace fiesta para celebrar el haberla recuperado.

La ética cristiana se basa en el amor incondicional a sí mismo y al prójimo, es


profundamente inclusiva, puesto que Jesús no hace distinción, ni discrimina a mujeres
ni hombres, justos ni pecadores, condición social o económica.

En la acción de Jesucristo se da la plena igualdad entre hombres y mujeres, puesto que


los dos sin distinción de ningún tipo pueden maravillarse de la presencia de Dios en su
vida y convertirse en discípulos y mensajeros del Reino de Dios.

El mismo que exige de sus seguidores, asumir la realidad social, política y económica
para transformarla en bien de la humanidad, la construcción de un mundo más humano,
justo y digno.

La ética da un paso definitivo saliendo del confort y bienestar personal para asumir la
responsabilidad social, responsabilizándose plenamente de los demás a quienes el
cristianismo llama hermanos.

Sin responsabilidad de los demás hermanos y la naturaleza, no existe una verdadera


ética cristiana. Exigencias que nos presenta el pasaje de (Lc 10, 30) en que se narra el
asalto que sufre un caminante y es ayudado y asistido por un hombre samaritano.

“Esta atención al otro implica encuentro, conexión y empatía que a su vez hermana las
existencias volviéndolas corresponsables unas con otras, generando lazos humanos de
fraternidad, asociación y comunicación, con diferentes tipos de lenguajes y es la
“misericordia” el eje transversal que las atraviesa. Esta palabra, que, en su significado
profundo, implica tener un corazón conmovido, atento y activo frente a las necesidades
de los demás” (Leguízamo & López, 2022, p. 21). La ética cristiana exige entonces vivir
con dignidad, construir una buena vida a nivel personal y social, no puede existir un
divorcio entre estas dos realidades.

2. Ética Marxista
Carlos Marx, da un salto interesante en la ética, puesto que hasta este momento la ética
había estado centrada fundamentalmente en el comportamiento del ser humano a nivel
personal y como este influye en la sociedad. En palabras de Gachamá (2010).

Con Marx la ética se presenta como opción por transformar la realidad de injusticia social
en la que se encuentra el mundo.

El criterio último de verdad es la praxis, los indicadores de la verdad y bondad moral son
la acción, la producción, el trabajo. En contraposición a estos principios está la
alienación, que consiste en asumir principios, costumbres, formas de pensar o actuar
impuestos o externos, que atentan contra la clase popular o los necesitados. La máxima
expresión de la alienación es que un obrero llegue al poder y explote a sus propios
compañeros, creyéndose superior o más aun negando su propio origen.
La religión para Marx es un falso problema filosófico, por lo que no amerita ni siquiera
que se lo aborde. Aunque algunos creen que Marx está en contra de la religión, no es
un criterio muy acertado. Marx hace una crítica fuerte a la religión, no en su esencia,
sino en sus consecuencias, porque considera que esta adormece a las personas
alejándolas de su compromiso social, por ello considera que la religión es el opio del
pueblo. El ideal de hombre nuevo es un hombre libre fruto de una sociedad sin clases.

Para construir esa sociedad sin clases es necesario un proceso revolucionario socialista
mediante la revolución armada, es por eso que la moral o la ética marxista es
profundamente revolucionaria y propone como sus principios la lucha, la solidaridad, el
sacrificio por el pueblo, la lucha para construir una sociedad justa sin clases. Obra bien
quien asume las actitudes revolucionarias, obra mal quien está en contra de la
revolución.

Los principios del marxismo intentaron ser asumidos por varios gobiernos que se
llamaron a sí mismos revolucionarios, especialmente en Rusia, sin embargo, ahora tras
la caída de la Unión Soviética podemos afirmar que no se aplicaron los principios
socialistas propuestos por Marx.

Algunos pensadores plantean, en la actualidad, que el marxismo tendría que decir una
palabra por el simple hecho de que la propuesta de Carlos Marx todavía no ha sido
agotada y ni siquiera implementada en muchos países que en el pasado se
autodenominaron marxistas. (Flores M. 2007).

Quizá Cuba sea un buen intento de aplicación del socialismo marxista, pero el problema
de Cuba es que se niega la libertad de las personas, imponiendo un régimen dictatorial
en que los ciudadanos no tienen la capacidad de elegir su destino. En realidad, la ética
marxista ha sido asumida por muy pocas personas, especialmente, por aquellos que
han luchado por los derechos de los pueblos intentando eliminar las injusticias sociales.
En América Latina tenemos el ejemplo del Che Guevara, que se ha convertido en el
modelo de revolucionario.

3. Ética de la liberación
La ética de la liberación nace en América Latina en la década del 60, construida a partir
del análisis crítico de la situación de injusticia, pobreza y exclusión en el que se
encuentran las mayorías del continente latinoamericano, situación que se mantiene en
la actualidad.

Aunque hubo avances importantes en los últimos 15 años, América Latina y el Caribe
sigue siendo la región más desigual del mundo, por sobre el África Subsahariana … en
2017, el número de personas pobres en América Latina llegó a 184 millones, equivalente
al 30,2 % de la población, al tiempo que el número de personas en situación de pobreza
extrema se situó en 62 millones, representando el 10,2 % de la población (CEPAL 2019).

La filosofía ética de la liberación surge elaborando categorías de pensamiento, a partir


de la realidad sociopolítica de América Latina, de tal forma, que “lleguen a tener validez
universal y que puedan estas marcar pasó en el devenir histórico de nuestro pueblo
hasta lograr su determinación y realización plena en el ámbito sociocultural” (Palta V.
2012).
Es heredera de la reflexión teológica latinoamericana junto con la teología y filosofía de
la liberación. Uno de sus mayores exponentes es Enrique Dussel, argentino
nacionalizado en México.

Punto de partida. La ética de la liberación parte de una crítica al sistema vigente


dominante que excluye a las mayorías, sobre todo a quienes no entran en el
consumismo aportando ingresos económicos para las multinacionales. Critica que el
sistema vigente ha inventado una moral, un sistema de valores propios que justifican su
estilo de vida excluyente. Así se encuentra, por ejemplo, el culto al cuerpo a través de
“ascesis” y “sacrificios” con una serie de dietas y programas que permiten mantener la
figura ideal, la apariencia que ha llevado incluso al desprecio de la maternidad. La moral
dominante busca cuidar las apariencias, una moral de los fariseos, a quienes Jesús
criticó duramente por su falsedad e hipocresía. En palabras de Eduardo Galeano,
“vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la ropa más que el
cuerpo, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto, vivimos en la cultura
del envase que desprecia el contenido”.

Planteamientos.

Luego de hacer una crítica al sistema establecido en el ámbito económico, social y


político; la ética de la liberación plantea el reconocimiento del otro como otro, la relación
cara a cara, el servicio a la comunidad, la solidaridad con las víctimas y la liberación de
los oprimidos.

Es una ética que parte de la relación con el otro, una relación de igualdad,
reconocimiento a la dignidad de la persona, una relación de respeto, de amor, de cariño,
de consideración al otro.

Es la ética de la alteridad que consiste en reconocer al que está más allá de mi mundo,
de mis creencias, del sistema dominante, para entrar en una relación de respeto
incondicional al otro, como: persona, cultura, pueblo, nación, estado.

Es una valoración al otro con su forma de ser, pensar y actuar para entrar en un diálogo
abierto y enriquecedor, en una relación que construye a las dos partes, que permite el
crecimiento mutuo.

La ética de la liberación propone organizar, reestructurar una nueva relación económica,


la economía tiene que estar necesariamente al servicio de la dignidad de la persona. En
este sentido, manifiesta también que el trabajo es lo que dignifica, por ello, el salario que
debe recibir el trabajador tiene que ser equivalente a la cantidad de vida que se ha
invertido para obtener un producto determinado. Esta vida donada, entregada para
construir la familia, para construir la sociedad, debe ser retribuido por un equivalente
monetario que le permita a la persona, al trabajador, vivir por lo menos la misma cantidad
de vida invertida.

Con respecto a la pedagogía busca valorar al estudiante, a la persona, al ser humano como tal,
puesto que está en un proceso de aprendizaje. Entonces lo que tiene que evitar el docente es
hacer que el estudiante sea parte de lo mismo, fiel copia del original. La labor de docente
consiste en despertar todas las potencialidades del estudiante para que logre mirar más allá de
lo que ha logrado su maestro. El 100 % del docente se convierte en el punto de partida de las
nuevas generaciones.
Se busca crear una mente, una inteligencia crítica, que sea capaz de ir generando nuevos
procesos científicos y tecnológicos, buscando siempre el servicio a los demás, especialmente a
los más necesitados.

Esta realidad tiene que verse reflejada también en la relación con los padres y los hijos; el padre
busca la felicidad del hijo, que llegue a ser mejor que él. Mejor en el sentido de la vida, en el
sentido del cumplimiento de sus metas, de sus ilusiones, en la vivencia de los valores. Los
progenitores buscan que sus hijos sean más que ellos, que miren más allá de sus posibilidades,
que den lo mejor de sí y se conviertan en personas de bien, en personas extraordinarias.

La política es entendida como servicio y la responsabilidad que tiene la persona frente a la


comunidad. Se recupera nuevamente el concepto como la búsqueda del máximo bien posible
para la sociedad, para la comunidad y las personas que le rodean. Se abandona el concepto de
la política como la búsqueda de la utilidad, la búsqueda del beneficio personal, de la coima. La
política es el arte del bien común, el arte de cuidar la sociedad, la casa, la familia, el estado, el
país.

En lo afectivo, se parte de la aceptación y la búsqueda del máximo bien posible de la pareja.


Según Enrique Dussel, la liberación femenina se dará cuando la mujer sea capaz de valorarse
a sí misma, de considerarse un ser único y extraordinario y de valorar también al varón.

Cuando la mujer sea capaz de cantar la belleza masculina, las cualidades del hombre, habrá
superado la alienación del machismo y habrá entrado en una relación de igualdad, de una
relación cara a cara.

La autenticidad del amor se da cuando el hombre y la mujer que se aman son capaces de
mirarse a los ojos en igualdad de condiciones, nunca superior, nunca inferior al otro. El
matrimonio es la búsqueda de la persona amada para convertirme en puntal, en fortaleza, en
alguien que es capaz de orientar, guiar y ayudar a que la persona cumpla con sus sueños y sus
objetivos en la vida.

La ética de la liberación busca por todos los medios liberar a las víctimas que son los excluidos
del sistema dominante actual que los convierte en objetos, en cosas, en algo completamente
desechable. Estas víctimas son los pobres, los oprimidos, a quienes se debe liberar de sus
múltiples formas de opresión: a nivel económico, pedagógico, afectivo, social, político, religioso;
es decir, a todos los excluidos de este mundo. La liberación de los oprimidos se convierte en el
punto fundamental de la ética de la liberación.

La liberación de las víctimas de dominación es lo que identifica a la persona que practica la ética
de la liberación. Esta es profundamente crítica de los sistemas filosóficos o ideológicos
anteriores, parte de la opción de Jesucristo por los pobres, por los excluidos, los más
necesitados. Opción qué ha sido muy bien fundamentada y trabajada por los documentos del
Episcopado Latinoamericano (organización de los obispos) en documentos como: Medellín,
Puebla y Santo Domingo que hacen una opción preferencial por los pobres. Son los valores del
Evangelio los que impulsan a la persona a defender a las víctimas, a comprometerse con los
pobres y excluidos de este mundo, sin importar qué tipo de exclusión estén sintiendo o
recibiendo.

Para ello es imprescindible el análisis crítico, no puede haber una persona que asuma la ética
de la liberación sin que sea profundamente pensante, profundamente crítica. Una persona
encerrada en un dogmatismo ideológico, filosófico o de cualquier índole estaría fuera de esta
ética. Son el pensamiento crítico, la práctica y la acción cotidiana las que permitirán crear un
mundo diferente, dejando a un lado los extremismos, fundamentalismos y dogmatismos ciegos
que conducen a las personas, única y exclusivamente al fanatismo. La ética de la liberación no
puede ser fanática, está lejos de la violencia armada, de la imposición de las ideas. Para poder
liberar se tiene que empezar tomando conciencia de nuestras propias esclavitudes individuales,
comunitarias, continentales, y buscar por todos los medios la liberación de las cadenas de
injusticia y miseria que nacen en las mentes de algunas personas y tienen la capacidad de hacer
daño a las mayorías.

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