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Jan Mukarovsky
Según la definición corriente, el signo es una realidad sensible que remite a otra
realidad, la cual debe evocar. Cabe preguntar, entonces, cuál es esa otra realidad
representada por la obra artística. Ciertamente podríamos contentarnos con
afirmar que la obra de arte es un signo autónomo, caracterizado sólo por el hecho
de servir de intermediario entre los miembros de una colectividad. Pero con ello
el problema de la relación de la obra-cosa con la realidad a la que apunta sólo
sería soslayado, sin resolverse. Aunque existen signos que no remiten a ninguna
realidad determinada, el signo siempre apunta a algo, como se desprende
naturalmente del hecho de que debe ser comprendido de la misma manera por el
emisor que por el receptor. Sólo que. en el caso de los signos autónomos, ese
“algo” no está claramente determinado.
Una observación más, para evitar cualquier malentendido posible. Al decir que la
obra artística apunta al contexto de los fenómenos sociales, no afirmamos en
absoluto que coincida necesariamente con dicho contexto en forma tal que pueda
considerarse, sin más, como testimonio directo o como reflejo pasivo. Como
todo signo, la obra artística puede tener una relación indirecta con la cosa
designada, por ejemplo, metafórica o de algún otro modo oblicua, sin dejar de
apuntar a esa cosa. De la naturaleza sígnica del arte se desprende que la obra
artística jamás debe ser utilizada como documento histórico o sociológico sin
interpretación previa de su valor documental, es decir, de la calidad de su relación
con el contexto dado de los fenómenos sociales.
Para resumir los puntos básicos de lo expuesto hasta aquí, podemos decir que el
estudio objetivo del fenómeno “arte” debe contemplar la obra artística como un
signo compuesto por 1. un símbolo sensible creado por el artista, 2. un
“significado” (objeto estético) depositado en la conciencia colectiva, y 3. una
relación con la cosa designada, relación que apunta al contexto total de los
fenómenos sociales. El segundo de estos componentes contiene la estructura
propiamente dicha de la obra.
Pero aún no hemos agotado los problemas de la semiología del arte. Además de su
función de signo autónomo, la obra de arte posee otra función, la de
signo comunicativo. Por ejemplo, una obra literaria funciona no sólo como una
obra de arte, sino también, y al mismo tiempo, como “habla” (“parole”), que
expresa un estado psíquico, un pensamiento, ana emoción. etc. En algunas artes
esta función comunicativa es muy evidente (la literatura, la pintura, la escultura),
en otras es velada (la danza) o incluso indistinguible (música, arquitectura).
Para ser precisos, digamos que es. nuevamente, toda la estructura artística la que
funciona como significado de la obra, e incluso como su significado comunicativo.
El asunto o tema de la obra desempeña simplemente el papel de un eje de
cristalización, sin el cual este significado permanecería vago.
Esto no quiere decir que las modificaciones de la relación con la cosa designada
carezcan de importancia para una obra de arte: funcionan como factores de su
estructura. Es muy importante para la estructura de una obra dada saber si la obra
trata su tema como “real” (incluso como documental) o como “ficticio”, o si oscila
entre estos dos polos. Pueden encontrarse incluso obras que juegan con el
paralelismo y la compensación de una doble relación con una realidad
determinada: una sin valor existencia!, otra puramente comunicativa. Éste es el
caso, por ejemplo, del retrato pictórico o escultórico, que es a la vez una
comunicación sobre la persona representada y una obra de arte desprovista de
valor existencial. En la literatura, la novela histórica y la novela biográfica se
caracterizan por la misma dualidad. Los diferentes tipos de relación con la realidad
juegan así un papel importante en la estructura de las artes temáticas, pero la
investigación teórica de estas artes no debe nunca perder de vista la verdadera
naturaleza del tema, a saber, la de ser una unidad de sentido, y no una copia
pasiva de la realidad, aun cuando se trate de una obra “realista” o “naturalista”.
Para concluir, quisiéramos anotar lo siguiente: mientras el carácter sígnico del arte
no esté suficientemente esclarecido, el estudio de la estructura de la obra artística
permanecerá necesariamente incompleto. Sin una orientación al signo, el teórico
del arte propenderá siempre a considerar la obra artística como una construcción
puramente formal, o incluso como un reflejo directo ya sea de las disposiciones
psíquicas o hasta fisiológicas del autor, ya sea de la realidad determinada
expresada por la obra o de la situación ideológica, económica, social y cultural del
medio social dado. Esto llevará al teórico a tratar la evolución del arte como una
secuencia de transformaciones formales o incluso a negarla del todo (como ocurre
en ciertas corrientes de la estética psicológica), o, en fin, considerarla como un
comentario pasivo del proceso histórico exterior al arte. Sólo el enfoque sígnico
permitirá a los teóricos reconocer la existencia autónoma y el dinamismo esencial
de la estructura artística y comprender el desarrollo del arte como un movimiento
inmanente, pero en relación dialéctica constante con la evolución de los demás
dominios de la cultura.
A)El problema del signo, junto con la problemática de la estructura y del valor, es
uno de los problemas fundamentales de las ciencias humanas, cuyos objetos
de estudio poseen un carácter de signo más o menos manifiesto. En
consecuencia, los resultados obtenidos por la investigación en semántica
lingüística deben aplicarse a los objetos de las ciencias humanas, sobre todo
a aquellos cuyo carácter sígnico es más claro, para poder ser diferenciados
según las características específicas de dichos objetos.
B)La obra de arte tiene un carácter de signo. No puede ser identificada ni con el
estado de conciencia individual de su autor o de sus receptores, ni tampoco con la
obra-cosa. La obra de arte existe como “objeto estético” situado en la conciencia
de toda una colectividad. La obra-cosa sensible con relación a este objeto
inmaterial, sólo un símbolo externo; los estados de conciencia individuales
evocados por la obra-cosa sólo representan el objeto estético mediante aquello
que les es común.
C)Toda obra de arte es un signo autónomo compuesto por: 1. una “obracosa” que
funciona como símbolo sensible; 2. un ‘objeto estético depositado en la conciencia
colectiva, el cual funciona como “significado”; y 3. una relación con la cosa
designada, relación que apunta, no a una existencia concreta—ya que se trata de
un signo autónomo—sino al contexto total de los fenómenos sociales (ciencia,
filosofía, religión, política, economía, etc.) del medio dado.
D) Las artes temáticas poseen todavía una segunda función sígnica, a saber, la
función comunicativa. En este caso el símbolo sensible sigue siendo naturalmente
el mismo que en el caso anterior. El significado también viene dado por el objeto
estético en su totalidad, pero entre los componentes de este objeto existe un
portador privilegiado que funciona como un eje de cristalización del poder
comunicativo difuso de los demás componentes: es el tema de la obra. Como
ocurre con todo signo comunicativo, la relación con la cosa designada apunta a
una existencia determinada (su ceso, persona, objeto, etc.). En este sentido la
obra de arte se asemeja a los signos puramente comunicativos. Sin embargo—y he
aquí una diferencia Existencial—la relación entre la obra artística y la cosa
designada carece de valor existencial. Mientras valoramos una obra como producto
artístico, es imposible formular como postulado la cuestión de la autenticidad
documental de su tema. Esto no quiere decir que las modificaciones de la relación
con 1a cosa designada (los diferentes grados de la escala “realidad-ficción”)
carezcan de importancia para una obra de arte: funcionan como factores de su
estructura.