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D1EG0: ¿Dios ha muerto o el Übermensch ha nacido?

Tratar de pensar la muerte de Diego desde la perspectiva de un autor como


Nietzsche, nos llevará sin dudas al lugar común, a enfocarlo desde la idea de la
muerte de Dios. Una de las nociones más icónicas del autor, presentada en el
parágrafo 125 de su libro "La Gaya Ciencia" de 1882. Allí postula que todas las
construcciones sobre las cuales se sostenían las ideas de la época, se habían
derrumbado. Las ideas absolutas, universales e inmutables ya no eran posibles.
¿D10S ha muerto y se ha llevado con él gran parte del fútbol como lo conocíamos?
Ante esto ¿la angustia y el desconsuelo invadirán al hombre? Son ideas que se han
reiterado constantemente. Podríamos simplemente intentar responder a estas
preguntas, pero estaríamos escapando del verdadero análisis. Frente al
fallecimiento de Diego, plantear el fin de una era y un cambio de paradigma, como lo
hizo el autor alemán respecto de la muerte de Dios, sería un simplismo. Debemos ir
aún más allá. Una correcta lectura de Nietzsche en este caso, no sería plantear
solamente la muerte de Dios, sino pensar que con la muerte de D1EG0, el
Übermensch ha nacido.

Diego - El Übermensch nietzscheano

La muerte de Diego me sorprendió - como no será extraño para mis conocidos -


leyendo algunos escritos de Nietzsche. Realizando una relectura de algunos de sus
más importantes trabajos.

A lo largo de su derrotero de ideas, pero sobre todo en la década de 1880, el autor


presentó la noción - por demás conocida - del “Übermensch” o “superhombre”.
Aquel que está más allá del hombre, que ama y abraza su destino rompiendo con
los valores establecidos y creando los propios. ¿Podríamos identificar en la figura de
Diego al superhombre nietzscheano? Yo creo firmemente que llegó a serlo.

Diego nunca se subordinó a valores preestablecidos. Creaba los suyos, pero no


para universalizarlos, sino para vivir su vida. Era imperfecto y por eso lo amamos.
Era lo feo y lo hermoso fusionado en uno. El mismo lo dijo en más de una ocasión
“...Que me dejen vivir mi propia vida, yo nunca quise ser ejemplo...” “...Yo me
equivoqué y pagué...”. No nos corresponde hacer un estudio “moral” del
comportamiento de Diego - ni de nadie en realidad - porque lo estaríamos haciendo
con esquemas preestablecidos que nos condicionan (tal vez no por los mismos
valores que en la época de Nietzsche, pero continuamos influenciados).

Diego fue más allá de todo lo establecido, no sólo se enfrentó al sistema, sino que
vivió a su manera. Podemos estar de acuerdo o no con las decisiones que tomó,
pero ese no es el punto. Fue consciente de estas decisiones y de lo que generaron,
sin renegar de ellas. Él abrazó la vida, con todo lo hermoso, pero también con lo
monstruoso, abrazó sus orígenes, su humildad, las necesidades vividas, su familia,
sus victorias, sus derrotas, sus aciertos y errores, sus adicciones, su enfermedad, y
estoy seguro que en el último aliento, abrazó a la misma muerte.

Experimentó su vida hasta lo más profundo; a donde algunos nunca llegan y otros
tantos permanecen subordinados por los horrores que habitan en lo más oscuro de
la existencia; pero a Diego, eso no lo detuvo.

El hombre es algo que debe ser superado, nos dijo Nietzsche a través de su
Zaratustra. Aquellos que critican a Diego - aun en muerte lo siguen haciendo - ¿qué
han hecho para atravesar las murallas de su posición de hombres? Él fue más allá,
rompió los esquemas y superó las barreras. ¿Cómo no amarlo? Si abrazó el
camino, lo transitó sin detenerse nunca, sin mirar atrás, sin hundirse en el ocaso que
representa el propio hombre; vivió en aras de llegar a convertirse en el superhombre
(aún sin saberlo).

Abrazo de gol al Eterno Retorno

El eterno retorno, es presentado por el autor en el parágrafo 341 de su libro “La


Gaya Ciencia” de 1882. Lo plantea con el aforismo de un demonio, presentándose
en la noche y diciendo: “...Esta vida, tal como al presente la vives, tal como la
has vivido, tendrás que vivirla otra vez y otras innumerables veces, y en ellas
nada habrá de nuevo; al contrario, cada dolor y cada alegría, cada
pensamiento y cada suspiro, lo infinitamente grande y lo infinitamente
pequeño de tu vida se reproducirá para ti, por el mismo orden y en la misma
sucesión…” (La Gaya Ciencia - Friedrich Nietzsche - 1882, Editorial Fontana)
Me vuelvo a remitir a algunas de sus declaraciones públicas “...Yo soy o blanco o
negro, gris no voy a ser en mi vida...”. Diego entendía esta dicotomía, no dudaba,
la experimentaba y vivía en cada una de sus decisiones o declaraciones. En este
punto del análisis, como clave de bóveda para entender mi planteo, puede arribar la
conclusión de que afirmó su ser y su existir, diciendo si al “eterno retorno”. Esto es
lo que lo separaba de los hombres comunes, aquellos que llegaron a nombrarlo
“D10S”. El dios más humano que hemos conocido sin lugar a dudas. Nietzsche es
directo en sus conceptos. Este decir si al eterno retorno, es la más grande
afirmación a la vida misma.

Pelusa se convenció de su propia autonomía y se fijó un destino propio. No vivió


como otros lo hacían, no se ató a la linealidad inexorable que algunos le querían
imponer, articuló el tiempo a su manera, enfrentando lo caótico de reorganizar su
existencia, para abrazarla por completo y asumiendo el devenir.

El mismo mordió la cola de la serpiente para cerrar el círculo de su vida. Esto no es


una mera interpretación vacía. Siempre fue el mismo y siguió su camino.

Estoy convencido, que, si Diego hubiera recibido a este demonio en su morada,


seguramente, entre chicanas y provocaciones - propias del pelusa que conocemos -
le hubiera dicho: “Si me muero, quiero volver a nacer y quiero ser futbolista. Y
quiero volver a ser Diego Armando Maradona” (1992).

El niño y su fútbol como arte creador

Todos recordamos ese niño de tan sólo 10 años, allá por inicios de la década del
´70, diciendo que sus sueños eran: jugar el mundial con la selección y salir
campeón. Cumplió, y de qué manera lo hizo. Diego nunca dejó de ser ese niño, con
una sonrisa eterna y esa diversión sin fin. Ese niño que para Nietzsche era el
espíritu creativo, la pureza, la inocencia y el juego. Juego a través del cual se crean
nuevos valores. El niño es un nuevo comienzo, libertad, deseo y una nueva
promesa. Donde se impone a sí mismo las reglas de sus juegos. Volvemos al
comienzo de estas líneas; Diego creaba sus propios valores y el fútbol fue el juego
que usó como herramienta.

Para Nietzsche, el ideal del superhombre se veía en el artista. El que crea y se


supera así mismo, forjando nuevos valores.

Diego hizo de su fútbol un arte creador, ese arte que, para el autor alemán, era la
fuerza transformadora de todo. Su fútbol era amor, alegría, libertad; pero también
era coraje, rebeldía y lucha.

Fue, es y será un artista. Trabajaba con su cuerpo, mostrando en la cancha - así


como en los demás aspectos de su vida - sus impulsos y sentimientos más
profundos. Era una creación incesante, diversidad, riqueza de formas, exuberancia y
multiplicidad de figuras. Su fútbol era juego y arte al mismo tiempo. Una
demostración del “sí mismo”.
Tal vez habrá cometido errores, pero su arte y legado son demasiado grandes, para
moralizar e intentar desvirtuarlos.

Está claro, que Diego asumió la vida y la afirmó a pesar de todo el dolor y
sufrimiento que pudo haber enfrentado. Vivió su vida como una obra de arte, dando
rienda suelta a su libertad creadora, sin ataduras, y que lo llevó (a mi humilde
entender) a convertirse en el Superhombre que Nietzsche nos presentó en sus
obras.

La muerte es otra etapa más de la vida, eso lo tenemos claro, pero no es un punto
final. Al menos no lo es para alguien que dejó tanto en el corazón de los argentinos
y del mundo. Guardaremos su arte en el lugar más seguro de nuestros corazones,
haciéndolo inmortal, transmitiendo su memoria para que todos sepan lo que fue y lo
que siempre será para nosotros.

Leí por ahí que a Diego se lo ama en virtud de ver - en contraposición- quienes son
aquellos que lo odian. Me parece simplemente, una perfecta definición. Algunos
intentarán desviar el foco de atención, por razones políticas o hasta amarillistas,
señalarán sus errores, lo reducirán simplemente a “el mejor futbolista de la historia”
(como si eso fuera poco), pero su lucha quedará en la memoria, su arte y su magia
permanecerán intactas. La vida se termina sí, pero la pelota y el legado NO SE
MANCHAN.

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