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Émile Cioran.
Se inaugura la escritura de este ensayo cuando en las estadísticas mundiales 25´583. 294
personas han sido reportadas contagiadas por el nuevo Coronavirus, y de las cuales 184.
320 han fallecido. Cuando el territorio ecuatoriano alcanza 6. 571 decesos, sobre una
base de 104.811 de casos positivos confirmados. Esta información se recogió de las
instituciones responsables de referirla: la OMS (Organización Mundial de la Salud) y
MSP (Ministerio de Salud Pública del Ecuador), respectivamente. Los datos enunciados
se califican de “oficiales”, con todo el problema que implica saber si lo “oficial” es
sinónimo o equivale a verdad, o si por lo menos hay una aproximación entre estas dos
nociones, a lo cual debe preguntarse ¿existe relación entre verdad y oficial? Hágase de
cuenta que se desconoce la respuesta a dicha cuestión y accédase al nudo problemático
de este escrito, la muerte, que, en la argumentación del pensador alemán Martin
Heidegger (1889-1976) en su célebre obra Ser y tiempo (1927) es “la posibilidad más
propia del Dasein” (2018, pág. 259), entiéndase el Dasein como el ser-ahí, el que está
leyendo este panfleto y el que lo está escribiendo, en lenguaje del filósofo, los seres
humanos serían ese Dasein.1
1
Cabe advertir que, lo que se expresa sobre el Dasein es mucho más complejo de lo dicho previamente,
en tal situación podría revisarse el artículo: Dasein y auto-apropiación: el tiempo como constitutivo de
nuestra realidad, preparado por Felipe Johnson Muñoz (2017), en este se esclarece de mejor manera
dicho término.
problemas adjuntos a ella en el contexto de la pandemia. Con estos antecedentes, es
propicio iniciar con la primera historia.
El primer relato es protagonizado por la señora J. Ella tenía un cuidado especial para
con sus hijos, pues a partir de todo lo que había escuchado del coronavirus, esta humilde
mujer campesina con todo el amor que podía expresar había buscado preparar ciertos
mecanismos, llamadas recetas, diferentes tomas para evitar que en efecto su prole sea
afectada. Era tal la magnitud de información que los medios locales y nacionales habían
proferido sobre el Coronavirus y por supuesto, ella sin herramientas necesarias y
suficientes no pudo o no supo cómo procesar, en su interior se decía: la gente se va a
morir, la gente ya había muerto en una de las ciudades más importantes de Ecuador,
Guayaquil, eso y tantas cosas pasaban en su interior. Cierto día, aprovechando la
distracción de los miembros de su familia, dejó su morada construida de madera y
techada con Zinc, se encaminó hacía un lugar con variados peligros, se trata de un
camino de espinas de una plantación propia de la costa ecuatoriana; al parecer,
albergaba en sí la desesperación y un deseo de consumar un acto suicida, porque frente
a la situación tan infranqueable que representa el Sars cov 2 según las noticias, la mejor
salida era el acabar lo más pronto posible con su propia existencia, para tal empresa
había llevado en sus manos callosas una corta soga para poder consumar su posibilidad
más propia, la muerte, por vía del suicidio.
El siguiente “cuentito”, llamémoslo así, ocurrió una tarde, al final de las labores
campesinas, esto es, el momento del merecido descanso, espacio propicio para apoyar el
cuerpo cansado en una acogedora hamaca y hablar quizás plácidamente de lo que se
hizo en el día, precisamente en este contexto de cruce de palabras y de opiniones una
ancianita muy querida refiere:
Lo que es triste, no es que la gente se muera porque al final todos vamos a morir,
o sea, debemos tener esa conciencia ¡moriremos!, Sin embargo, -ella
manifestaba- lo triste es que mueren solos, no hay un velorio, no hay compañía
de un sacerdote, familia y amigos, simplemente, uno se muere y punto.
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La señora J, al igual que el señor S son los protagonistas de los relatos, y con objeto de salvaguardar su
anonimato se recurre a esta simplificación. Además, el lector puede pensar en cualquier persona que tuvo
una vivencia semejante.
Mejor me escondo para no ser visto, no contagiarme y morir
Para dar una vuelta más a la tuerca evóquese dos imágenes: una musical y la otra
religiosa, en ellas se muestra la imposibilidad de huir de la muerte, algo que pretendía el
anciano con el que se encontró el señor S.
Conclusión
Quizás el problema más grave con esto no es que en el fondo sepamos que estamos
constituidos o que somos seres para la muerte, sino que con la presencia inexorable del
Sars cov 2 se ha evidenciado lo vulnerables que pueden ser los sistemas de salud, aún
en los países en los cuales las potencias supuestamente tenían todo mejor equipado,
claro que han enfrentado la crisis un poco mejor, pero aun así se vieron desbordadas y
esto conduce a plantearse interrogantes cruciales ¿en un estado de derecho como el
ecuatoriano por qué no hay garantías de salud? ¿Existe salida política para la crisis
actual en el Ecuador y en el mundo? No debe confundirse, aunque parece que hacer
política es implicarse en corrupción, a criterio del autor hacer política es algo que aún
no conocemos, pero no es sinónimo de corrupción. Disculpas por este final un poco
desastroso, pues, aunque todo el cuerpo del escrito se reflexionó sobre la muerte ahora
concluye con política, pues el problema no es que estemos constituidos como seres para
la muerte, sino que mientras se está vivo se debe estar despiertos para reclamar por la
injusticia y el manejo inadecuado de aquellos que en apariencia hacen política. Con una
administración adecuada de lo político, no es que no iban a morir personas, pero
hubiesen sido menos.
Bibliografía