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El vitalismo

El alemán Federico Nietzsche supo diagnosticar una gran crisis de su tiempo, y “nihilismo es el
término que él usa para referirse a esa profunda crisis de sentido.” (Echeverría, 2009, pág. 20) El
filósofo alemán afirma en su obra La voluntad de poder que Nihilismo significa que “todo carece
de sentido… los más altos valores se devalúan. El propósito se pierde; el ¿por qué? no encuentra
respuesta...” (op. cit, pág. 65. 66). Para ilustrar lo anterior Nietzsche, en La gaya ciencia, cuenta
el siguiente relato: “¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y
corrió al mercado gritando sin cesar: "¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!". Como precisamente
estaban allí reunidos muchos que no creían en dios, sus gritos provocaron enormes risotadas…
El loco saltó en medio de ellos y los traspasó con su mirada. "¿Qué a dónde se ha ido Dios? -
exclamó-, os lo voy a decir. Lo hemos matado: ¡vosotros y yo! Todos somos su asesino… ¿Cómo
podremos consolarnos, asesinos entre los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que poseía hasta
ahora el mundo se ha desangrado bajo nuestros cuchillos.” (Parágrafo 125)

Ante la ausencia del Ser, ante este sinsentido de la vida, Nietzsche piensa que es necesario
redescubrir el valor del hombre y de la vida desde una hipótesis anterior a la filosofía clásica y
al cristianismo e inspirarse en el héroe Dionisos quien representa lo instintivo, la pasión, el vivir
y en el héroe Apolo quien representa la razón, el equilibrio, la norma. Así pues lo apolíneo y lo
dionisiaco simbolizan las dos fuerzas humanas fundamentales. Sin embargo, según el alemán, a
lo largo de la historia se impuso el elemento apolíneo y se sacrificó lo dionisiaco. El énfasis de
lo humano se puso en la razón, al buscar la liberación del “alma” despreciando el cuerpo
(tradición de Sócrates y Platón). Además, el énfasis se puso también en el aspecto espiritual del
más allá, dando la espalda a la tierra con una forma escrupulosa de vivir la moral (cierta tradición
cristiana). Esto hizo al hombre ajeno a sí mismo y produjo la crisis advertida por Nietzsche.

De acuerdo con lo anterior, salir de tal enajenamiento implica la necesidad de recuperar lo


dionisiaco para afirmar plenamente la vida sensible y para volver la mirada a la tierra. En
consecuencia, el filósofo alemán combatió ferozmente la filosofía occidental y a cierto
cristianismo de su tiempo por ser negadores de lo dionisiaco. Propone entonces invocar el espíritu
dionisiaco, sin negar lo apolíneo. Por ello dice que el ser humano “es una promesa, un ser
proyectado… como las flechas de Apolo” (op. cit, pág. 165). Inspirado en Dionisos, esto implica
no tanto responder la pregunta ¿Quién soy? Sino la pregunta ¿Quién quiero ser? Viviendo con
intensidad también las fuerzas del instinto y del deseo; creando una moralidad nueva, inventada
por el propio hombre, centrada en el vivir plenamente. Esta nueva forma de vivir seria la propia
del ser humano que se ha superado a sí mismo, del Übermensch, el “superhombre” o mejor el
sobrehombre, que es el hombre que se construye a si mismo permanentemente, el que busca el
sentido de la vida en la tierra; de hecho en Así habló Zaratustra dice que “El Übermensch es el
sentido de la tierra” (op. cit, pág. 186), el hombre libre, amo de su voluntad que no sigue a otro
sino a sí mismo, el que ama el destino, la existencia propia en su totalidad, el hado (amor fati).
El desafío Nietzsche es enorme porque para él, el nacimiento de este superhombre hace superar
la crisis nihilista de su tiempo; sin embargo implica también que “La idea de hombre, como ser
sublime, hecho a imagen y semejanza de Dios, se disuelve en la nada…” (Torralba, 2013, pág.
41).
El vitalismo de Nietzsche en Filoadictos - https://www.youtube.com/watch?v=wNrV9_tuGlo
8 fotos de Nietzsche en Filoadictos - https://www.youtube.com/watch?v=jR33yHOIewc
Poemas de Nietzsche al Dios desconocido
I (1864, a los 20 años. En sus escritos de Juventud)
Antes de seguir mi camino y de poner mis ojos hacia adelante, alzo otra vez, solitario, mis
manos hacia Ti, al que me acojo, al que en el más hondo fondo del corazón consagré, solemne,
altares, para que en todo tiempo tu voz, una vez más, vuelva a llamarme. Abrásase encima,
inscrita hondo, la palabra: Al Dios desconocido: suyo soy, y siento los lazos que en la lucha me
abaten y, si huír quiero, me fuerzan al fin a su servicio. Quiero conocerte, Desconocido, tú, que
ahondas en mi alma, que surcas mi vida cual tormenta, ¡tú, inaprehensible, mi semejante!
¡Quiero conocerte, servirte quiero!

II (1888, a los 44 años. En Ditirambos dionisíacos)


Dame amor... ¿quién me ama todavía? ¿quién, aún, me da calor? Tiéndeme manos ardientes,
dale un brasero a mi corazón... ofrécete, sí, entrégate a mí, ¡tú, el más cruel enemigo! ... ¿Huyó!
Él mismo ha huído, mi único compañero, mi gran enemigo, mi desconocido, ¡el Dios verdugo!
¡No! ¡Vuelve otra vez! ¡Con todos tus suplicios! Mis lágrimas todas corren, hacia ti, su carrera,
y para ti de mi corazón se enciende la llama postrera. ¡Oh, vuelve atrás, mi Dios desconocido!
¡Dolor mío, mi última felicidad!
Manzano, Jorge (2004). Nietzsche. Detective de bajos fondos. Universidad Iberoamericana,
México, D.F. ISBN 968-859-462-8

George Gray
Muchas veces he estudiado
el mármol que me han esculpido:
anclado en el puerto un barco con las
velas recogidas.
No expresa mi destino de verdad,
sino mi vida.
Pues el amor se me ofreció, y me acobardaron sus desengaños;
los pesares llamaron a mi puerta, pero tuve miedo;
la ambición me reclamó, y me asustaron los riesgos
Continuamente anhelaba, sin embargo, darle un sentido a mi vida.
Y ahora sé que debemos desplegar las velas
y coger los vientos del destino
a donde quiera que lleven al barco.
Puede acabar en locura el darle un sentido a la vida,
pero la vida sin sentido es la tortura
de la inquietud y del vago deseo–
Es un barco que suspira por el mar y le tiene siempre miedo.

Autor: Edgar Lee Master (1915). En Antología de Spoon River, obra que comprende 250
epitafios en forma del monólogo dramático, que el autor ubica en un cementerio imaginario de
un pueblo de Illinois.
El existencialismo
El también alemán Martin Heidegger lamenta que la filosofía occidental se haya centrado en la
teoría y olvidado la existencia; por otra parte, rechaza el nihilismo en cuanto “negación de que
toda existencia tenga trascendencia alguna.” (Watts, 2003, pág 25) Frente a lo anterior la
hipótesis hedeggeriana se centra en la existencia, en el estar ahí o das-sein (Dasein). Tal hipótesis
plantea que nosotros somos ante todo una actividad que se despliega en el tiempo y en el espacio
del mundo; en ese sentido nuestra existencia es un ser-en-el mundo de manera reflexiva y no solo
como un objeto más.

Este ser-en el mundo hace que el ser humano se interrogue por el sentido de su vida y se dé
cuenta que su “existencia es poder-ser. Poder ser significa proyectarse. Por eso, la existencia es
fundamentalmente trascendencia, identificada por Heidegger con la superación…el hombre es
proyecto y las cosas del mundo son originariamente utensilios en función del proyectar humano.”
(Reale y Antiseri, 2009, pág. 318) Este ser o estar en el mundo quiere decir “para el hombre
preocuparse por las cosas que concurren para su proyecto, relacionarse con una realidad-
utensilio, medio para su vida y sus acciones… El hombre por tanto no es un espectador en el gran
teatro del mundo: el hombre está en el mundo, implicado en él, en sus vicisitudes. Transformando
el mundo él se forma y se trasforma a sí mismo.” (op. cit., pág. 319)

Reflexionar sobre nuestro ser-en-el-mundo como proyecto “conduciría a darme cuenta de que…
experimento las cosas en relación con otras personas. Mientras existo, siempre estoy con otros
de alguna forma. Todas mis posesiones materiales dependen de otros, y prácticamente todo lo
que hago requiere de los demás (en el trabajo, durante las vacaciones, en las actividades durante
el tiempo libre y en cuestiones médicas). Mi mundo es sobre todo un mundo público o social.
Incluso cuando no hay nadie a mi alrededor… los demás brillan precisamente por su ausencia y
están allí en las cosas de factura humana que me rodean.” (Watts, 2003, pág. 44)

De este modo se muestra que nuestra existencia auténtica no es un solo ser-en el mundo (Dasein)
que hace posible un uso consciente de las cosas, sino también un ser-con (Mitsein) que hace
posible preocuparse por ayudar a que los otros asuman sus preocupaciones. Sin embargo, el
hombre puede vivir una existencia inauténtica es decir sin ser consiente del uso de las cosas a
causa de la curiosidad superficial y distrayendo a los demás de sus preocupaciones con la
charlatanería. La salida de la existencia inauténtica, según Heidegger, está en no volverse esclavo
de los intereses presentes, en interesarse no solo por conseguir algo, sin en ser alguien.

Ahora bien, tender a la existencia auténtica indica que ciertamente estoy en el mundo, pero que
también puedo dejar de estar, lo cual revela que soy un ser para la muerte, que la muerte es una
posibilidad constante y que con ella se terminan las posibilidades; por eso la muerte es vista como
la imposibilidad de toda posibilidad. “A la luz de esta conciencia de la muerte, ahora puedo ver
con claridad mi situación actual en la vida y las posibilidades que me ofrece, esta conciencia me
ha liberado… ahora soy libre de elegir mi propia ruta en la vida.” (op. cit., pág. 64) Todo esto es
un gran desafío para la hipótesis cristiana en la que la muerte sería más bien la posibilidad de lo
imposible. La hipótesis heideggeriana también represente un gran desafío para la existencia pues
si cada uno “Si supiera que hoy iba a ser el último día de su vida, ¿cómo lo pasaría? Su repuesta
dice mucho sobre quien es, de lo que de verdad cuida y de qué forma le gustaría realmente vivir
la vida.” (op. cit., pág. 63)

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