Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En el taller siempre hablamos de la fotografía como una práctica diaria. Así como quien
toca un instrumento, entrena un arte marcial o cuida de sus plantas, practicar todos los
días porque eso es lo que hacemos.
Herzog dice que, antes que nada, él es un caminante (cuando era joven caminó de Berlín
a París). Cuando uno camina, nuestra voluntad hace que movamos la pierna como un
péndulo de reloj, que el pie se apoye un poco más adelante, que avancemos el cuerpo y
que otra vez se mueva una pierna. Pero a pesar de que cada paso es idéntico al anterior, y
a todos los millones de pasos necesarios para ir de Berlín a París, en realidad, con cada
uno de esos pasos, uno ya no se encuentra en el mismo lugar.
En el taller siempre hablamos de la fotografía como una práctica diaria. Así como quien
toca un instrumento, entrena un arte marcial o cuida de sus plantas, practicar todos los
días porque eso es lo que hacemos.
Herzog dice que, antes que nada, él es un caminante (cuando era joven caminó de Berlín
a París). Cuando uno camina, nuestra voluntad hace que movamos la pierna como un
péndulo de reloj, que el pie se apoye un poco más adelante, que avancemos el cuerpo y
que otra vez se mueva una pierna. Pero a pesar de que cada paso es idéntico al anterior, y
a todos los millones de pasos necesarios para ir de Berlín a París, en realidad, con cada
uno de esos pasos, uno ya no se encuentra en el mismo lugar.
En el taller también hablamos del desnudo, claro. Partimos de una foto de Nan Goldin, un
retrato frontal de una chica sentada en una cama; la chica tiene los ojos hinchados, rojos,
con rastros de haber estado llorando; la chica está vestida. Ése es uno de los mejores
desnudos que haya visto.
El desnudo no tiene que ver con desvestirse sino con no necesitar ningún escudo, ninguna
máscara y ser capaz de estar frente a otra persona y sacarse el último disfraz.
Muchas veces, como bien señala John Berger, el estar sin ropas es lo opuesto a estar
desnudo. Estar sin ropas puede ser el disfraz más implacable, el disfraz que es imposible
de quitar.
En el taller muchas veces hablamos de encontrar una mirada propia; Deleuze se mete en
estas conversaciones. EL tipo (deleuze) dice que cuando escritor se sienta a escribir no se
encuentra con una hoja en blanco, que la hoja en blanco no existe. Con lo que se
encuentra, es con una hoja llena de mecanísmos, de máscaras y de artificios. Y que el
trabajo del autor es luchar para hacer a un lado todos estos clichés que se nos imponen,
cavar y cavar hasta encontrar su verdad.
Leminsky (Paulo) lo dice igual de bien que Deleuze (GIles)
Incienso fuese música
eso de querer
ser exactamente aquello
que uno es
un día
nos llevará muy lejos
Esta semana en los talleres rondamos esta idea de lo inútil que es totalmente necesario.
En los inicios de lo que reconocemos como humanidad, convivieron los Homo Sapiens con
los Neandertal. Ahora se sabe que la primera especie no evolucionó de la segunda sino
que fueron dos especies totalmente distintas. Al igual que nosotros (homo sapiens), los
Neandertal llegaron a desarrollar un protolenguaje y herramientas. Pero lo que nos
diferencia es que nosotros, desde los inicios de la humanidad, hicimos cosas inútiles. En
tiempos donde la supervivencia ocupaba la totalidad de la vigilia, nosotros pintamos
paredes, hicimos collares, fabricamos instrumentos musicales, construimos altares. Esta
resistencia a aceptar que el mundo es sólo lo que nos es dado, la intuición de que hay otra
verdad aparte de la supervivencia diaria, la necesidad de lo inútil, es lo que nos define
como humanos. Deleuze dice que el acto creativo es un acto de resistencia; JL Ortiz dice
que los poetas (los artistas) son los herederos de los antiguos chamanes; Tarkovski dice
que el arte existe como instinto de supervivencia, pero no de la vida sino de lo humano.
El otro día en el taller hablamos del tedio. Algunas fotos llegan cuando ya estamos
aburridos, y ésas pueden ser las interesantes. Hay una verdad en el tedio: al no necesitar
entretener al otro, al no querer encantar a nadie ni de que hagan clic en me gusta, surge
otra cosa más propia y auténtica. Pero esa etapa es difícil de superar, la sensación de ser
encantador es demasiado placentera. Lo peor es que es una sensación que nunca se va;
como un alcohólico rehabilitado que nunca deja de ser alcohólico, quien alguna vez se
sintió encantador, quiere volver a sentirlo siempre. Por eso es algo que no puede darse por
superado; es una lucha diaria que rara vez se gana.
Una vez más, Bukowski tiene unas palabras para esto:
Oh sí!
Hay cosas peores que
estar solo
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello
y más a menudo
cuando esto ocurre
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
un demasiado tarde
Ayer, una chica trajo para mostrar un trabajo de retratos que está haciendo.
Morfológicamente, las fotos era muy similiares: luz, encuadre, composición, etc. Pero
había algo en las miradas que resaltaba un grupo de pocas fotos del resto. Parece una
foto de los `50, dijo alguien. Y era exactamente eso. En nuestros tiempos el retratista tiene
que lidiar con algo que hace 20 o 30 años atrás casi no existía: la conciencia de la propia
imagen (fotografiada). Antes, casi nadie tenía una idea acabada de cómo se veía en una
foto, ni de cómo (aún más importante) debería verse. Ahora todos saben cómo se ven y
cómo quieren verse. Y es una máscara muy difícil de quitar.
Vimos retratos casuales (no de estudio) de los años 20 y 30 y la diferencia es notable.
Tal vez por eso me gusta sacarle fotos a Lila, porque ella todavía no tiene esa máscara.
En el taller muchas veces nos topamos con autores que hablan del fuego, la llama, el
arder. Escritores, músicos, artistas marciales, fotógrafos, todos merodean por esta idea.
Bukowski me parece un gran ejemplo de disciplina. A pesar del personaje que se armó, el
tipo era una máquina de escribir. Mientras trabajaba en una oficina de correo (lo hizo
durante doce trece años) el tipo escribió en cada espacio libre que le quedaba. En una
entrevista cuenta que estos años fueron duros, que tuvo que luchar con determinación
pero sabía que tenía que mantener viva una pequeña brasa, que en el momento indicado
con esa pequeña brasa podría encender el fuego más grande del mundo.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que está ahí dentro.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
montarme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?
hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?
En el taller propongo que se tomen la fotografía como una práctica diaria. Practicar
fotografía así como quien hace yoga, un arte marcial o sale a correr cada mañana. Darle
ese espacio, esa disciplina y esa liberación. Quien practica yoga, no le pide nada al yoga;
sólo lo hace.
"Escribir todos los días; sin esperanza y sin desesperar", decía Isak Dinesen. Bueno, algo
así.
Andrei Tarkovski, a lo largo de una vida dedicada al cine, escribe su libro Esculpir en el
tiempo. Tarda 20 años en escribirlo y durante ese tiempo, a veces se lo nota a la
defensiva, a veces se va por las ramas y hasta puede contradecirse. Al final, en su
epílogo, comprende que todo eso importa poco. Y dice: "El arte es como una declaración
de amor". Lo es en muchos sentidos: en el riesgo que uno toma, en lo que uno puede
ganar y en la necesidad de seguir nuestra propia verdad.