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EL SUEÑO DE ALVARO QUIJANO

Una mirada al cuadro de Goya, El sueño de la razón produce monstruos, si se ajusta a una

posible interpretación que “reivindica el poder inmarcesible de la razón, capaz de desterrar

los errores y vicios humanos, de conjurar las tinieblas de la ignorancia y el error, de

extender y propagar la luz de la verdad”, según la introducción a la obra que describe el

Museo del Prado, permite imaginar a Alonso Quijano recargado en una mesa, su razón

vencida, dormida, arrastrada por la fantasía, por remembranzas de pasiones más que por

los instintos , genera monstruos, representados por ideas irracionales y peligrosas no solo

para la propia mente del que las engendra sino para la gente que lo rodea.

Es en ese descuido de la razón donde la realidad se trastoca. En el presente trabajo se

plantea la realidad alterna que es el germen de la novela en contraposición con la realidad,

la razón que no produce historias memorables.


LA VIDA NOVELADA DE MIGUEL DE CERVANTES

La obra de Cervantes se puede abordar desde la necesidad de crear algo inaccesible que

pueda vivir en el libro. La realidad no es suficiente porque siempre defrauda, los libros de

caballerías permiten vivir epopeyas y maquillar el presente, lo cotidiano. Es quizá una de

las funciones principales del quehacer literario: suplantar aquello que se marchita y se

deteriora, por algo que permanece. Viajes al fin, todos los relatos producen esa sensación

de desdoblamiento, cuando consiguen el tono universal que no es otro que la condición

esencial de cada individuo en su particularidad. Es por eso que el juego de la razón y la

locura son la materia prima de la literatura. Se puede estructurar un análisis de Don Quijote

de la Mancha, como si se tratar de una novela autobiográfica, partiendo de la vida de

Cervantes y, sobre todo, de su relación con el resto de su obra.

Existen muchas fuentes que relacionan la vida de Cervantes con Quijote como personaje.

En la novela, el autor ironiza sobre sus ideales heroicos de juventud: su juventud en los

paisajes alejados de España, sumergido en el mundo del ideal, del mito, en Lepanto y

Argel. El Cervantes que decide dedicarse a los negocios, o ser recaudador un hombre

práctico, mundano, se asemeja más a Sancho. Esta transmutación ocurre en la novela, por

lo que, de ser sostenido ese carácter autobiográfico, Cervantes no solo es Alonso Quijano,

es también el caballero andante y Sancho. Como lo dice Maetzu: “El recuerdo de la propia

vida, de sus ambiciones, de sus sueños y de sus desventuras tiñe todas las páginas del libro.

Y Don Quijote es el mismo Cervantes, desposeído de circunstancias baladíes, pero

abstracto, idealizado.”1

1
Maetzu, Ramiro de, Don Quijote, Don Juan y La Celestina, Visor Libros, Madrid, 2004, p. 57.
EL AMOR COMO RECURSO LITERARIO
LA SANCHIFICACIÓN DE DON QUIJOTE

El proceso contrario significa la recuperación de la razón de Don Quijote, marcadamente en

la segunda parte de la novela. Si el caballero empieza a ver el mundo real, los que lo rodean

crean en su entorno un mundo de fantasía para aprovecharse, para burlarse de él. En la

relación entre amo y escudero la segunda parte expone su acercamiento, su mayor afecto y

amistad. Se complementan, se necesitan, Sancho asume a veces el papel del amo y Don

Quijote es previsor, cuidadoso, menos arriesgado. Este contraste de perfiles, entre otras

características, dota a la obra de Cervantes de una modernidad sorprendente.

No es menos significativo que en esta segunda parte ya no hace valer don Quijote sus

derechos de caballero andante, y paga sus gastos en las ventas como un ciudadano vulgar. Y

es que el don Quijote de la segunda parte ya no sale al campo espontáneamente, sino

obligado por el don Quijote de la primera, caso claro, si los hay, del dicho nobleza obliga.2

El camino de retorno a la cordura, concluye en la muerte de Don Quijote. Cervantes decide

que recupere la razón antes de morir, cuestionando incluso toda la obra, sin embargo, esto

es lo que la hace trascendente. El caballero es derrotado, la realidad sale a la luz. La idea de

la muerte no es gloriosa, no es en el campo de batalla, no es a manos de ningún enemigo, se

muere sin sentido. La locura explicada no engendra monstruos, el caballero puede morir

tranquilo.

Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy Don Quijote de la Mancha, sino

Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de

Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las
2
Madariaga, Salvador de, Guía del lector del Quijote, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1972, pp. 127-
135
historias profanas del andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en el que me

pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las

abomino.3

El sentido de la novela es la lucha de estos opuestos: la razón y la locura, la realidad y la

imaginación. Pero ¿Cuál es el personaje que trasciende? El nombre de Alonso Quijano se

diluye, el personaje inventado y asumido por él, se hace atemporal, a pesar de su derrota,

del arrepentimiento desgarrador que hace que el protagonista exprese, dirigiéndose a

Sancho en la culminación de la novela: “Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de

parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en el que yo he caído, de que hubo y hay

caballeros andantes en el mundo”.4

3
Cervantes, Miguel de, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, RBA Editores, Barcelona, 1994, p.
1160.
4
Idem, p. 1161.
LA QUIJOTIZACIÓN DE SANCHO

A los ojos del escudero, la imagen de Don Quijote se va transformando conforme su periplo

avanza. La razón, la realidad empieza a diluirse y el hombre material, vano, sin ideales, se

trasmuta primero a partir de la imitación del lenguaje del caballero andante y después en su

mirada vital. Lo explica Salvador de Madariaga.

Ya sabemos que, al igual de su señor, Sancho se halla dominado por una ilusión concreta, simbólica

de una ilusión abstracta. Para Sancho la ínsula materializa el poder como para don Quijote Dulcinea

personifica la gloria. De aquí su fraternidad, su paralelismo. Pero las líneas de sus respectivos

destinos, que arrancan paralelas, se atraen por mutua simpatía. La estrella de don Quijote influye

sobre la de Sancho y en virtud de esta ley de atracción, vemos cómo nuestro ambicioso en concreto

va poco a poco sintiendo el señuelo de satisfacciones menos materiales. La vanidad, gloria ligera, se

adentra callandito en su alma cuando menos lo piensa, y rápidamente se enseñorea de él. 5

El sentido de la novela se hace más profundo si se refiere al cuestionamiento de la

existencia, al hecho de que no solo el hombre se refugia en la ilusión y se inventa una vida

paralela, igualmente esa vida de sueños, ficticia no es suficiente para satisfacer sus

necesidades y estos dos ámbitos se entrelazan permanentemente. Ni uno ni otro son la

respuesta. En Sancho, la idealización le permite acceder a estados inéditos para él.

Sin ser social, el principal conflicto, esta transformación modifica radicalmente las

relaciones caballero – escudero. El ideal caballeresco se inserta en Sancho y trastoca su

lenguaje y la relación con su mujer, inclusive.

5
Madariaga, Salvador de, Guía del lector del Quijote, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1972, pp. 127-135.
Así ha de ser, en efecto, pues mientras el espíritu de Sancho asciende de la realidad a la

ilusión, declina el de don Quijote de la ilusión a la realidad. Y el cruce de las dos curvas

tiene lugar en aquella tristísima aventura, una de las más crueles del libro, en que Sancho

encanta a Dulcinea, haciendo que el notabilísimo caballero, por amor de su más pura

ilusión, hinque la rodilla ante la más repugnante de las realidades: una Dulcinea cerril y

harta de ajos.

Madariaga se refiere al pasaje donde él y Sancho se dirigen al Toboso para buscar a la

doncella Dulcinea. Pero Don Quijote, al ver que su dama no es más que una labradora,

culpa de este infortunio a su enemigo el encantador, personaje que irónicamente es quien

fija los pies de Don Quijote en el suelo

Sancho, ¿qué te parece cuán malquisto soy de encantadores? Y mira hasta dónde se

extiende su malicia y la ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del

contento que pudiera darme ver en su ser a mi señora. En efecto, yo nací para

ejemplo de desdichados, y para ser blanco y terrero donde tomen la mira y asiesten

las flechas de la mala fortuna….6

La quijotización de Sancho no es equiparable al drama implícito en el despertar de la razón

del caballero andante.

6
Cervantes, Miguel de, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, RBA Editores, Barcelona, 1994, p.
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CONCLUSIÓN

El sueño de la razón produce monstruos, sí. Pero los monstruos producidos en estado de

vigilia quizá sean más atemorizantes. A lo largo de la novela, la figura de Alonso Quijano

se va despojando de los sueños mientras avanza el estado de vigilia. La razón crea también

los elementos necesarios del personaje ficticio, el amor caballeresco, los ideales, los

caballeros andantes, todo ello es producto de la razón, sin duda. Son estos los elementos

que hacen necesario al acto literario, la posibilidad de vivir vidas alternativas, de pelear con

gigantes, de idealizar a la persona amada. En Don Quijote, el amor es un invento, un

accesorio para dar “realidad” a la fantasía. ¿Cuál es la vida real entonces? ¿El personaje

inventado es Alonso Quijano o Don Quijote? El lector de libres puede abstraerse de la

realidad, asumiendo los diferentes personajes que viven en las páginas de un libro. El acto

creativo se sustenta en la realidad, pero solo la otredad lo hace relevante. No es necesario

escribir lo que se puede palpar, medir, de lo que podemos disponer. Todo se deteriora,

menos las palabras, de ahí la trascendencia y la necesidad de producir los monstruos que no

necesariamente son aterradores. Quizá sea necesario recorrer esos estados de ilusión para

soportar la realidad y asumirla. Alonso Quijano y Don Quijote se complementan, creador y

creación, reflejan también el proceso creativo de Cervantes que va todavía más lejos:

Cervantes es Quijano, Don Quijote y Sancho.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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