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El abuso de la belleza.

La estética y el concepto del arte


The Abuse of Beauty: Aesthetics and the Concept of Art

PEDRO MENCHÉN | 19 OCTUBRE 2005

Autor: ARTHUR C. DANTO


Paidós. Barcelona (2005). 234 págs. 17 €. Traducción: Carles Roche Suárez.

Desde que escribió su célebre "Más allá de la caja brillo", Danto continúa a la busca de una definición del arte. Como
filósofo que es, no acaba de satisfacerle la máxima -comúnmente aceptada tras la revolución artística de principios del
siglo XX- de que "arte es lo que hacen los artistas".

Danto aborda la tarea en "El abuso de la belleza", cuyo título alude a los famosos versos de Rimbaud en su obra "Una
temporada en el infierno". Con ellos Danto se refiere a que el arte moderno perdió el respeto incondicional por la
belleza, que ya no es un valor estético incuestionable.

Como la belleza es un valor universal reconocido en cualquier época y cultura, y como resulta evidente que buena parte
de las obras hechas por los artistas del siglo XX son bastante feas, la conclusión es que la belleza no es una propiedad
esencial de la obra de arte. Es sólo una opción del artista. El valor artístico y la belleza de una obra son cosas
diferentes.

Danto celebra que la belleza dejara de ser un valor absoluto para el arte. El dogma vigente desde el siglo XVIII, según
el cual el único fin del arte es crear belleza y satisfacer el gusto estético del hombre, implicaba que el arte paleocristiano
no es verdadero arte, o que el "Martirio de San Bartolomé", de Ribera, es un cuadro de mal gusto. Las vanguardias de
principios del siglo XX lograron el cambio de mentalidad que permitía valorar como plenamente artísticas esas obras y
estilos. Lo hicieron llevando hasta las últimas consecuencias el principio del Romanticismo: lo importante es la
expresión, no la belleza. Quedaba así legitimado que el arte no tenía que conformarse simplemente con crear belleza.
La belleza no sirve para expresar, por ejemplo, el horror de la guerra o la angustia vital de una persona desesperada.

El problema surgió cuando una parte de la vanguardia -especialmente los dadaístas- empezó a considerar a la belleza
indigna del arte. Aquí Danto se rebela. Una cosa es que sea válido un arte sin belleza y otra muy diferente que el arte
esté obligado a renunciar a ella. Posiblemente la conclusión más valiosa del libro es que la belleza, aunque no es
necesaria para el arte, es imprescindible para la vida del hombre. "La belleza es sólo una cualidad estética más entre
un inmenso abanico de cualidades estéticas. Sin embargo, es la única cualidad estética que además es un valor, como
la verdad y la bondad. Y no solamente uno de los valores que nos permiten vivir: es uno de los valores que definen lo
que significa una vida plenamente humana".

Danto señala una buena dirección para la reflexión estética que no quiera conformarse con la arbitrariedad de decir que
"en arte todo vale". Sus reflexiones están en consonancia con las teorías estéticas que tratan de conciliar dos bandos
enfrentados: quienes piensan que el arte es para hacer cosas bellas, frente a los que defienden que el arte es para
decir cosas interesantes. Los primeros sólo atienden a la forma; a los segundos sólo les interesa el contenido
expresivo. Danto se alinea con quienes entienden que el arte consiste en dar con las formas adecuadas para expresar
un contenido. Eso supone defender que la correspondencia entre formas y contenidos no es arbitraria y que hay unas
leyes universales que el artista debe respetar. En arte no todo vale. Para expresar un contenido determinado, unas
formas valen y otras no. No siempre el artista debe desechar las formas feas, pues pueden ser válidas para expresar
algunos contenidos. El efecto producido por una obra de arte en la que esté ausente la belleza puede ser plenamente
artístico.

En literatura se admite que una comedia es para hacer reír y una tragedia para hacer llorar. También debería resultar
claro que gran parte del arte del siglo XX pretende hacernos llorar. Y tal vez el valor de ese arte (en algunas obras, el
único valor que podemos encontrar) haya sido ayudarnos a salir de la frivolidad.
Pedro Menchén

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