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Regeneración - Enciclopedia Católica

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Regeneración (Latín regeneratio; griego anagennesis y paliggenesia) es


un término bíblico-dogmático íntimamente relacionado con las ideas de
justificación, filiación divina y la deificación del alma a través de la
gracia.

Limitándonos primero al uso bíblico de este término, nos encontramos


con la regeneración de Dios usada en relación indisoluble con el
bautismo, que San Pablo llama expresamente "el baño de la
regeneración" (Tito 3,5). En su discurso con Nicodemo (Juan 3,5), el
Salvador declara: "…el que no nazca de agua y de Espíritu, no puede
entrar en el Reino de Dios." Desde sus primeros días el cristianismo ha
encontrado en este pasaje la prueba de que el bautismo no se puede
repetir, ya que una regeneración repetida de Dios no es menos una
contradicción que el repetido nacimiento físico. La idea de “nacer de
Dios” disfruta de un favor especial en la teología de Juan. Fuera del
Cuarto Evangelio (1,12 ss.; 3,5), el Apóstol usa el término en una variedad
de maneras, al tratar el “nacer de Dios” ya como sinónimo de “hacer
justicia ([|Epístolas de San Juan |1 Juan]] 2,29 ss.), ya como fe en
Jesucristo, (1 Juan 5,1.4 ss.),y en otro lugar deduce de él una cierta
“impecabilidad” del justo (1 Juan 3,9; 5,18), la cual, sin embargo, no
excluye necesariamente la posibilidad de pecar del estado de
justificación (cf. Belarmino, “De justificatione”, III, XV). Es cierto que en
todos estos pasajes no se hace referencia al bautismo ni hay ninguna
referencia a una "regeneración" real; Sin embargo, "la generación de
Dios", como "regeneración" bautismal, se debe referir a la justificación
como su causa. Ambos términos refutan eficazmente la noción
protestante de que en la justificación no ocurre una verdadera
aniquilación, sino simplemente un encubrimiento de los pecados que
siguen ahí (teoría del encubrimiento), o que la santidad ganada es sólo la
imputación de la santidad externa de Dios o Cristo (teoría de la
imputación).

La idea misma de la palingenesia espiritual requiere que el hombre


justificado reciba, a través de la generación divina, una naturaleza cuasi-

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divina como su "segunda naturaleza", que no puede ser concebida como


un estado de pecado, sino sólo como un estado de justicia y santidad
interior. Sólo así podemos explicar las declaraciones de que al hombre
justo se le asegura “participación en la naturaleza divina" (cf. 2 Pedro 1,4:
divinae consortes naturae), se convierte en "una nueva criatura» (Gál. 5,6;
6,15), efectos que dependen de la fe justificante que actúa por la caridad,
no por la "sola fe" (sola fides). Cuando la Biblia en otro lugar refiere la
regeneración a la Resurrección de Jesucristo (1 Ped. 1,3) o a "la palabra
de Dios que vive y permanece para siempre" (1 Ped. 1,23), indica dos
factores externos importantes para la justificación, que no tienen nada
que ver con su causa formal. Este último texto muestra que la
predicación de la Palabra de Dios es para el pecador el paso
introductorio hacia la justificación, que es imposible sin la fe; mientras
que el primer texto menciona la causa meritoria de la justificación, en la
medida que, desde el punto de vista bíblico, la Resurrección fue el acto
final en la obra de la redención (cf. Lc. 24,46 ss.; Rom. 4,25; 6,4; 2 Cor.
5,16). A las ideas antes mencionadas de la regeneración, generación de
Dios, participación en la naturaleza divina y re-creación, se debe añadir
una quinta: la de la filiación divina; esta representa el efecto formal de la
justificación y es coronada por la inhabitación personal del Espíritu
Santo en el alma justificada (cf. Rom. 5,5; 8,11; 1 Cor. 3,16 ss.; 6,19, etc.)
Sin embargo, como esta filiación divina se describe expresamente como
una simple filiación adoptiva (filiatio adoptiva, ouiothesis; cf. Rom. 8,15
ss.; Gál. 4,5), es evidente que "la regeneración de Dios" no implica un
brote sustancial del alma de la naturaleza de Dios, como en el caso de la
generación eterna del Hijo de Dios (Cristo), sino que debe considerarse
como una generación [[analogía |analógica y accidental a partir de Dios.

En cuanto a la utilización del término en la teología católica, no se puede


escribir ninguna historia relacionada a la regeneración, ya que ni la
antigüedad cristiana, ni el escolasticismo medieval, trabajaron
consistente y regularmente para desarrollar esta idea tan importante y
fructífera. En cada período, sin embargo, se consideró el sacramento del
bautismo como el sacramento de regeneración específico, un concepto
que no se extendió al Sacramento de la Penitencia. Ireneo interpreta
repetidamente el término paulino “re-creación” como la regeneración
universal de la humanidad a través de la Encarnación del Hijo de Dios en
el vientre de la Santísima Virgen. La idea de la regeneración en el sentido
de la justificación individual es más notable en los escritos de San
Agustín. Con una agudeza sin igual, desarrolló la distinción esencial
entre el nacimiento del Hijo de Dios a partir de la substancia del Padre y
la generación del alma desde Dios por medio de la gracia, y reunidas en

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una asociación regeneración orgánica, con sus ideas afines, y la


justificación (cf. e.g. Enarration on Psalm 49, no. 2).

Al igual que la Iglesia San Agustín asocia la justificación con la fe que


actúa a través de la caridad, y refiere su esencia a la renovación y
santificación interior del alma. Así, San Agustín no es sólo el precursor,
sino también el modelo de los escolásticos, que trabajaron
principalmente en las ideas heredadas del gran doctor, y contribuyeron
esencialmente al entendimiento especulativo del misterioso proceso de la
justificación. Adhiriéndose estrictamente a la Biblia y a la tradición, el
Concilio de Trento (Ses. VI, cap. III-IV, en Denzinger-Bannwart,
"Enchiridion", 10ma. ed., 1908, núm. 795-6) consideró la regeneración
como fundamentalmente nada más que otro nombre para la justificación
adquirida a través del sacramento del bautismo. Una opinión
característica fue la de los místicos alemanes (Eckhart, Tauler, Suso),
denotando con ello la auto-aniquilación del alma que se sumerge en la
divinidad, y la consiguiente unión mística con Dios a través del amor.

En la teología protestante, desde la época de la Reforma, nos


encontramos con grandes diferencias de opinión, que, por supuesto,
deben ser remitidas a las diversas concepciones de la naturaleza de la
justificación. En pleno acuerdo con su doctrina de la justificación por la
fe sola, Lutero identificó la regeneración con el "otorgamiento de fe"
(donatio fidei) divino, y colocó al bebé bautizado en el mismo plano que
el adulto, aunque no pudo dar ninguna explicación precisa en cuanto a la
forma en que el niño en su regeneración en el bautismo podría ejercer
una fe justificante (cf. H. Cremer, "Taufe, Wiedergeburt und
Kindertaufe", 2da. ed., 1901). En contra de los esfuerzos superficiales y
destructivos del racionalismo, que hicieron su aparición entre los
socinianos cerca de fines del siglo XVI y más tarde recibieron un
poderoso impulso del deísmo inglés, la “Ilustración” alemana, y el
enciclopedismo francés, los pietistas produjeron una saludable reacción
durante los siglos XVII y XVIII.

Dejando muy atrás el viejo punto de vista protestante, los pietistas


(Spener, AH Francke, Zinzendorf) refirieron la regeneración a la
experiencia personal de la justificación en unión con una sincera
conversión a una nueva vida, que consiste principalmente en la
actividad caritativa. El pietismo alemán, cultivado sistemáticamente por
los llamados “Hernhuter”, ejerció un efecto beneficioso sobre el
metodismo [[Inglaterra |inglés], que pasó asegurando y fortaleciendo la
regeneración en "forma metódica", y, sin duda, realizó un buen servicio
en el avivamiento de la piedad cristiana. Especialmente aquellas

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conversiones repentinas — tales como por las que se lucha hoy y muy
apreciadas en los círculos metodistas, los avivamientos estadounidenses
y reuniones de campo, el Ejército de Salvación y el
Gemeinschaftsbewegung alemán, con todas sus excrecencias y
excentricidades— se les da preferentemente el título de regeneración (cf.
E. Wacker, "Wiedergeburt und Bekehrung", 1893). Desde Schleiermacher
la variedad y confusión de los puntos de vista sobre el carácter de la
regeneración en la literatura ilustrada han aumentado en lugar de
disminuir; de hecho es casi un caso de cada uno a su gusto. El favor más
grande en la teología positiva liberal y moderna es disfrutado por la
teoría de Albert Ritschl, según la cual los dos momentos distintos de la
justificación y la reconciliación mantienen la misma relación entre sí que
el perdón y la regeneración. Tan pronto como se elimina la resistencia a
Dios en la justificación, y la falta de confianza en Dios —o, en otras
palabras, el pecado— es superada en el perdón de los pecados, la
reconciliación con Dios y la regeneración entran en sus derechos,
inaugurando así una nueva vida de actividad cristiana que se revela en
el cumplimiento de todas las obligaciones del propio estado.

Volviendo finalmente a la utilización no cristiana del término, nos


encontramos con "regeneración" en el uso común en muchas religiones
paganas. En el persa, que se extendió ampliamente en Occidente como
una religión de los soldados y oficiales bajo el Imperio Romano, las
personas iniciadas en los misterios eran designadas "regenerado"
(renatus). Mientras que aquí la palabra conserva su sentido ético-
religioso, hubo un cambio completo de significado en las religiones que
enseñan la metempsicosis o la transmigración de las almas (pitagóricos,
druidas, los indios), en las cuales la reencarnación de las almas que han
partido era llamada "regeneración". Este uso no ha desparecido por
completo todavía, pues es corriente entre los teósofos (cf. E. R. Hull,
"Theosophy and Christianity", Bombay, 1909; y en relación con eso
"Stimmen aus Maria-Laach", 1910, 387 ss., 479 ss.). No se debe confundir
esta opinión con el uso que se remonta a Cristo mismo, quien le llama
regeneración (regeneration) (Mt. 19,18) a la resurrección de los muertos
en el último día.

Fuente: Pohle, Joseph. "Regeneration." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12,


pp. 714-715. New York: Robert Appleton Company, 1911. 22 Oct. 2016
<http://www.newadvent.org/cathen/12714a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina

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