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TEMA 9.

EL EMPIRISMO

Introducción. El movimiento, racionalista, lanzado por Descartes, y que se hizo presente después de él en todo
el pensamiento occidental, ofrece en Inglaterra características muy diferenciadas que le han valido el nombre de
Empirismo. El nombre, con todo, puede resultar engañoso. El pensamiento inglés que se inicia con Locke, (Hob-
bes está más bien en otra línea), no va a tender hacia el objeto externo captado por nuestros sentidos, sino hacia el
sujeto pensante, para terminar, —con Hume—, en un psicologismo radical.

Ya Descartes buscaba un “objeto” de conocimiento al que se pudiera llegar “inmediatamente”, es decir, sin
pasar por el proceso de elaboración de una “imagen”; encontrado este objeto, el yo pensante, va a establecer un
proceso lógico que permitirá el conocimiento cierto de otros objetos menos inmediatos. Hay, pues, en el acto de
conocer, tres elementos a los que cada pensador atribuirá una valoración diferente: el proceso psicológico, el pro-
ceso lógico, el objeto conocido.

El Empirismo irá progresivamente restando valor y credibilidad al proceso lógico y al objeto conocido, para
quedarse reducido al proceso psicológico del conocer. (García Morente, 156).

HOBBES (1588-1679)

Materialismo. Sólo existen los cuerpos, la “res extensa”. El acto de pensar de la “res cogitans” no se diferen-
cia esencialmente del acto de sentir, de la sensación, y es, por lo mismo un accidente material de la “res extensa”.

Cuerpo es todo lo sensible y experimentable, lo composible y divisible. La única substancia real. Lo que llama-
mos “espíritu” no es más que “un cuerpo natural, tan sutil que no actúa sobre los sentidos, pero que ocupa un la-
gar. Algo así como una figura sin color, pero con dimensiones”. Dios mismo es corpóreo: decir que es incorpóreo
sería negar su existencia. (Fraile III, 724).

Las actuaciones de los seres son sólo movimientos mecánicos, impulsos y choques. Toda la naturaleza son
átomos que entrechocan en el espacio vacío. (Hirsch. II, 109).

Sensismo. El conocimiento es sólo sensación y la sensación es un movimiento corpóreo producido por un


cuerpo externo en el cuerpo del que siente.

Política. Partiendo de las mismas bases, los hombres luchan por el placer, chocan entre sí, y de estos choques
resulta un relativo equilibrio. Pero “homo homini lupus”. El Estado no es más que una creación útil para facilitar
el equilibrio. (Hirsch. II, 109).

LOCKE (1632-1704)

Con él se inicia lo específico del pensamiento empirista. Parte de la base de que es evidente que experimenta-
mos estados de conciencia: Ideas.

Idea. En su terminología particular, es cualquier vivencia psíquica: “cuanto el espíritu apercibe en sí mismo”.
Las ideas provienen de las sensaciones. “La sensación es un movimiento excitado en alguna parte del cuerpo”.
Ideas simples son las producidas por las cualidades primarias o secundarias de los objetos.

Las cualidades primarias están realmente en los cuerpos, inseparables de ellos, y las conservan siempre. Así la
solidez, la extensión, la figura, la impenetrabilidad...

Las cualidades secundarias son la potencia que existe en los cuerpos para producir en nosotros diversas sen-
saciones por medio de las cualidades primarias. Así el color, el sonido, el sabor, el calor, el frío, el dolor (de un
golpe)... (Fraile III, 763).

Las ideas simples constituyen todo el material de nuestro saber. Las ideas complejas se producen por combina-
ción, yuxtaposición o separación. Por esta separación se forman las ideas generales, (las antes llamadas universa-
les). Las ideas complejas se dividen en modos, substancias y relaciones. (Fraile III, 764).

Todo el esfuerzo de sutileza y análisis de Locke se va a quedar encerrado en la idea. Si se le pregunta: ¿qué es
lo real? ¿Qué es le substancia?, contesta: substancia es el “no sé qué” que subyace a las cualidades, sensaciones o
impresiones que experimento. No niega la existencia de un objeto fuera de mis ideas que las fundamenta, pero no
acepta que ese objeto pueda ser conocido distintamente por el sujeto poseedor de las ideas. (García Morente,
158).
BERKELEY (1675-1753)

Significa un avance en el psicologismo iniciado por Locke. Éste había respetado la existencia de la substancia
extensa, la materia, aunque renunciando a conocerla distintamente. En cambio Berkeley ataca directamente ese
concepto de materia.

Si, según Locke, las cualidades secundarias no están en los objetos, Berkeley piensa que no hay razón para
afirmar que estén en ellos las primarias. Luego el conocimiento que nosotros podamos alcanzar, las ideas que
obtengamos, no tienen que provenir de los objetos; podríamos, incluso, tener las mismas sensaciones si esos obje-
tos no existieran. Por tanto para nosotros “ser es ser-percibido”. (Recordar a Parménides: Ser = Pensar).

Así del mundo corpóreo nada podemos afirmar, —sólo conocemos la realidad subjetiva de nuestras percepcio -
nes—, y no podemos decir que exista nada corpóreo.

Pero sí existe la substancia psíquica, espiritual, a la que pertenece mi YO. Así para Berkeley el ser de las cosas
es la vivencia que de ellas tenemos. A la pregunta ¿quién existe? contesta Berkeley diciendo: existo yo con mis
vivencias, pero más allá de mis vivencias no existe nada.

Como expresión de las concepciones filosóficas de la época estas conclusiones de Berkeley merecen ser con-
frontadas con las de Leibniz, con su Monadología y su Armonía Preestablecida. Tampoco para Leibniz existe el
ser extenso cono tal. Por esto a esta postura, que será llamada después “idealista”, la llama Berkeley “inmateria-
lista”. (Fraile III, 825; García Morente 159-160).

HUME (1711-1776)

Con Hume alcanzamos la cima del psicologismo inglés en su avance crítico del racionalismo racionalista de
Descartes. Locke solo admite conocer las propias vivencias y renuncia a definir algún objeto extrasubjetivo: la
“res extensa” de Descartes, aunque admite que “algo” debe subyacer a mis sensaciones. Berkeley no acepta la
existencia misma de ese algo, de esa “res extensa”, pero sí crea indiscutible la realidad de la substancia espiritual,
de la “res cogitans”.

Ahora Hume va a aplicar el mismo método de sus predecesores, el análisis psicológico, para destruir el con -
cepto mismo de substancia espiritual o material.

Introduce algunas variaciones en la terminología de Locke. Así llama:

Percepciones a lo que Locke llamó Ideas: cualquier vivencia psíquica. Estas percepciones se dividen en:

- Impresiones: vivencias directas o primarias. “Llama impresiones a las percepciones que penetran con más
fuerza y violencia; y con este nombre yo comprendo todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones, cuando
hacen su primera aparición en el alma”.

- Ideas: son representaciones internas débiles, pálidas, menos vivaces, que afectan a los sentidos internos, a
la memoria, a la imaginación, al entendimiento. “Las débiles imágenes que dejan las impresiones en el pensamien-
to y en el raciocinio”. Entre Impresiones e Ideas no hay más diferencia que el grado de fuerza v vivacidad con que
afectan al espíritu y penetran en nuestro pensamiento o conciencia.

No hay ideas innatas. Todas nuestras ideas provienen de impresiones. Pero, ¿de dónde provienen las impresio -
nes? Es imposible saberlo. “La causa última es, en mi opinión, perfectamente inexplicable por la razón humana, y
siempre será imposible decidir con certeza si provienen inmediatamente de un objeto, si son producidas por el
poder creador de la mente, o si derivan del Autor de nuestro ser”.

Asociaciones. Los materiales primarios de nuestro conocer, las impresiones, dan origen a ideas. Y las ideas se
agrupan por semejanza, contigüidad en el tiempo o en el espacio y por relación de causa y efecto. Así se forma
todo el mundo complejo de nuestro conocer.

Críticas. Desde estas concepciones, Hume se aplica a analizar cuatro conceptos clásicos de la filosofía, y de
análisis, —perfectamente construido y lógico, si se aceptan aquellas concepciones—, resulta demoledor. Estos
conceptos son: substancia, existencia, yo pensante, causalidad. La línea general de estas críticas es la misma: a
esos conceptos no corresponde ninguna impresión. Luego, según él, no les corresponde ningún valor. (García
Morente, 162-164).
Estas cuatro críticas no abarcan toda la realidad; son sólo un modelo, un ensayo de crítica, que debería aplicar-
se uno por uno a todos nuestros conceptos para ver si deben ser retenidos o rechazados.

El mismo “Ego cogitans” de Descartes, punto de arranque de toda la filosofía racionalista, se convierte en
afirmación ilusoria, sin contenido real. El Yo, el alma, el espíritu, es “una especie de teatro en que cada percep-
ción aparece, pasa y repasa, en un cambio continuo. Esta metáfora del teatro no es engañosa; la sucesión de nues -
tras percepciones es lo que constituye nuestro espíritu, pero nosotros no tenemos ninguna idea, ni siquiera lejana y
confusa, del teatro en que son representadas estas escenas. (Fraile III, 846).

Los Universales. Evidentemente no puede plantearse el problema medieval de la objetividad de los conceptos
universales, pues ahora no hay objetividad alguna. Los universales no son más que nombres que damos a ideas
que hemos asociado en grupos, basándonos en alguno de los criterios de asociación, sobre todo en el criterio de
semejanza. (Nominalismo).

Antimetafísica. Las teorías de Hume resultan en conjunto un ataque frontal a la metafísica, que ejerció un
poderoso influjo en pensadores posteriores. Su postura se acerca mucho al antiguo escepticismo de Pirrón o a las
formulaciones de Gorgias. (Tema 2). Según Hume “las causas primeras, las energías y los últimos principios
están sustraídos enteramente a la curiosidad y a las investigaciones del hombre”. (Hirsch. II, 137).

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