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Mauss entiende la sociedad como la suma funcional de las instituciones. En el proceso del
potlatch, Mauss plantea que intervienen todas o la gran mayoría de las instituciones.
Mientras tanto Godelier afirma que al percibir la totalidad de la sociedad solamente en el
proceso de reproducción social (planteando el concepto de totalidad sincrónica), se pierde
de vista la realidad social. Godelier afirma que la sociedad basada en el intercambio que
estudio Mauss es total en todo momento y sufre un proceso de fraccionamiento.
LA ALIENACIÓN EN EL INTERCAMBIO
Godelier busca profundizar un elemento clave que Mauss olvidó en su camino: aquello que
no se intercambia. Estos objetos que no se intercambian son, generalmente, de carácter
sagrado. Godelier no acepta la explicación que ofrece el estructuralismo de Levis-Strauss
de entender este don como un símbolo puro, dejando totalmente de lado su materialidad. La
respuesta a este interrogante la despeja Godelier en su trabajo con los BARUYA.
Entre los Baruya, el objeto sagrado encarna el poder del dios. Contiene en sí mismo la
conjunción entre los imaginarios (el poder divino, sobrehumano), y lo real (su materialidad).
En esta conjunción Godelier encuentra la dinámica que da origen a la simbolización.
El objeto sagrado expresa la unidad dialéctica entre el mundo de las ideas y el mundo de
las cosas, convirtiéndose en base material de la historia. En ningún objeto, ni sagrado ni de
intercambio, se produce una total alienación del tipo que propone Mauss (el espíritu de las
cosas), ni del que plantea Levi-Strauss (el espíritu puro). Cada objeto está cargado de la
vida social en el intercambio, por esta razón es clara la complejidad que puede asumir la
relación de intercambio. Un ejemplo de ello es el manejo de la sal dentro de los Baruya, que
explicaremos a continuación: Entre los Baruya, la sal es el producto de un proceso
complejo. No es extraída de salinas terrestres ni marinas. Esta sociedad obtiene la sal de un
arbusto.
Al momento del intercambio la sal puede asumir diversos papeles:
Como moneda, ya que es el único producto que puede intercambiarse por cualquier otro y
asumir un valor indeterminado.
Como “Don”, de relación con grupos “tribales” distintos, en donde juega un papel de
mediador entre posibles conflictos.
Como objeto sagrado no intercambiable y símbolo de status social, de trato sagrado y de
prestigio.
Como don de intercambio en relaciones de parentesco, como el intercambio de mujeres.
De todo lo anterior hay que agregar que la producción misma de la sal está enmarcada
dentro de varios rituales y una compleja red de relaciones sociales.
En este ejemplo se puede observar, por una parte, el carácter total de la sociedad desde
mucho antes del momento del intercambio: existe unidad político-religiosa; y por otra parte,
los diversos aspectos que pueden entrar en juego en el momento de intercambiarse. Siendo
la sal un elemento equivalente en el intercambio, conserva sus usos sociales y no se aliena
a una persona. En comparación con el dinero en la sociedad capitalista el cual también es
intercambiable, aunque su valor de uso se encuentra alienado y se mantiene como valor de
cambio, muestra de una sociedad fragmentada en lo político y lo religioso, como lo veremos
en el siguiente aparte.
LO PÚBLICO Y LO PRIVADO
Con base en los elementos anteriores (la sociedad como un todo, la relación dialéctica
idead-realidad, y la unión entre lo político y lo religioso) se hace necesaria la existencia de
sistemas de intercambio dinámicos, que sustituyen variantes totalizadoras en donde estas
características se desempeñan en un ámbito público. Las monarquías, por ejemplo, son
sistemas donde se ha roto el intercambio de tipo potlatch en donde no hay jerarquías
inestables que requieren buscar constantemente el prestigio. Al romper las condiciones para
el intercambio de dones se rompen las relaciones sociales en todo el conjunto. Cualquier
transformación en la vida social es consecuencia de transformaciones materiales, de allí la
complejización social.
Godelier, finalmente, deja abierta la pregunta sobre cual es el papel del intercambio en
nuestra sociedad. Simplemente tiende a desaparecer para entrar al reino absoluto de las
mercancías donde, aparentemente, cualquier característica humana en los seres humanos
debe venderse o desaparecer.
Objetivo → Reexaminar el lugar del don en las diferentes culturas y mostrar que incluso en
las sociedades capitalistas , de mercado existen realidades esenciales que están más allá
del mercado.
Godelier se basará en Mauss y su célebre ensayo del don de 1925, que inspiró a
Levi-Strauss y a tantos otros.
Mauss entendía el don como un acto que al mismo tiempo instaura una relación doble entre
el donante y el receptor. El don aproxima al donante y al receptor y por ser voluntario crea
una deuda a quien lo recibe, genera las obligaciones de recibir y de devolver.
Godelier considera que el fallo de Mauss se encuentra en que para explicar por qué hay que
devolver el don recurre a la idea de que los objetos están habitados por dos espíritus, al de
quien lo poseyó primero y el espíritu del objeto en sí, siendo a la vez inalienable y alienado.
Para explicar este dualismo Mauss recurría a las creencias conscientes de las sociedades.
Los dones que interesaban a Mauss eran las prestaciones totales, no dones individuales
sino los que implican a grupos, los que son socialmente necesarios para producir y
reproducir las relaciones sociales, el tejido de una sociedad.
Godelier postula respecto al potlatch y los contradones agonísticos que tales formas de
competición sólo emergen si se presentan dos condiciones sociológicas e ideológicas:
Godelier también habla de los objetos sagrados, definiéndolos como dones que los dioses o
los espíritus habrían hecho a los antepasados del hombre y que sus descendientes no
deben darlos sino conservarlos preciosamente, siendo por tanto, inalienable e inalienado =
no entran en circuitos de potlatch. En el objeto sagrado los hombres que lo fabrican están
simultáneamente presentes y ausentes, = misma relación que los hombres tienen con el
dinero cuando funciona como capital, cuando engendra más dinero.
Como conclusión, Godelier concluye comentando que en democracia cada uno posee en
igualdad su parte de soberanía política, siendo un bien inalienable. La expansión del
mercado tiene sus límites. En una sociedad, hay que dar ciertas cosas, hay que vender o
intercambiar otras y algunas hay que conservarlas en lo posible.