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INTRODUCCIÓN
Hoy en día es posible afirmar que en este mundo físico que habitamos, hemos adquirido un
amplio conocimiento que ha permitido no solo explicar sino también usar las leyes que nos
rodean de la física, química o biología a nuestro favor, sin embargo, también percibimos
verdades que van más allá de estas leyes y una realidad trascendente y misteriosa invita al
hombre a querer captarla mediante otro tipo de experiencia denominada religiosa.
Según Font (2020), la experiencia religiosa es adicional a las experiencias ética y estética, si
estas aparecen producto de la búsqueda del hacer el bien (ética) y de encontrar y
contemplar lo bello o hermoso (estética), la religiosa generalmente es catalogada como el
encuentro con lo sagrado, entendiendo el concepto anterior como lo absoluto y no
propiamente como Dios. Según el autor consultado, tres aspectos son claves para hablar de
cómo surge la experiencia religiosa:
Desde el punto de vista planteado por el autor, es posible enfatizar que de manera general
y a nivel cultural, como seres humanos todos tenemos la capacidad de la experiencia
religiosa, esta hace parte de nuestra propia naturaleza racional y de pensamiento abstracto
que nos diferencia de otras formas de vida, en efecto, el pensar que estamos aquí en lugar
de la nada, que somos completamente dependientes de otros y que algún día moriremos
después de una vida con o sin sentido, nos define como seres humanos y hace parte de
nuestra propia esencia, de saber interpretarla y acogerla puede contribuir al desarrollo
humano en conjunto con la experiencia ética y estética.
En una línea similar a la del autor citado anteriormente, pero desde la perspectiva
psicológica, el padre de la logoterapia Viktor Frankl plantea en uno de los capítulos de su
obra la religiosidad inconsciente. En su análisis se plantea que “de la responsabilidad
consciente tenía que haber por fuerza algo así como una responsabilidad inconsciente”
(Frankl, 2018, p 66). Lo anterior claramente destaca la importancia que comparte no sólo el
consciente del hombre sino también su inconsciente, pues si algo falla en este último, tarde
o temprano comenzará a exteriorizarse en la persona a través de lo consciente; de manera
análoga, aquella tendencia inconsciente que el ser humano experimenta del Dios que es
distinto de mí, logra generar muchas veces un comportamiento acorde a esa presencia
descubierta y en proceso de comprensión o acorde con esta presencia que se pretende
ignorar.
De lo dicho anteriormente el autor aclara que no se quiere decir que Dios sea inconsciente
por sí mismo, sino que dependiendo de la disposición nos es inconsciente, por tanto, se
trata de una relación suprimida por la persona. Ahora bien, el autor advierte de algunas
desviaciones en el entendimiento de lo dicho: El hecho de que Dios sea para mi inconsciente
no quiere decir que este en nosotros o que viva inconscientemente dentro de nosotros
mismos como una especie de panteísmo, tampoco se trata de definir el inconsciente como
omnisciente e incluso divino y superior a nosotros mismos, no se trata propiamente de una
impulsividad hacia lo religioso sino más bien decisión que se toma frente a lo otro que se
experimenta en la psiquis.
Desde otro punto de vista Ramírez (2012) propone una visión naturalizada de estas
experiencias planteadas. La tesis planteada en su artículo es que la experiencia mística
como parte de la evolución cultural, y con base a la evolución biológica, puede
comprenderse como una forma de desautomatización de las formas en que habitualmente
construimos, biológica y culturalmente, nuestra experiencia del mundo. Desde la
fenomenología es posible acercarse a este punto como una fuente de hechos y no como
verdades incontrovertibles, es intentar traducir lo experimentado a un lenguaje inteligible
para la ciencia y no necesariamente verdadero para ella.
Considerando la riqueza que puede poseer la experiencia mística y que la ciencia solo puede
analizar en parte, desde un modelo naturalizado es posible plantear que podría tratarse de
otras maneras de relacionarse con lo real o habitual del mundo, ampliando así la
epistemología hacia una visión del mundo sin patrones impuestos que “hacen” el mundo a
su medida, partiendo de la reducción al máximo el papel del sujeto cuando este se relaciona
con la realidad. La autora plantea que el místico superando los límites de su propio yo, que
limita, condiciona y reduce lo real intelectual, emocional y moralmente; al traspasarlos se
vislumbra la realidad objetiva, absoluta y verdadera en el hombre.
Figura 1. A) Éxtasis de Santa Teresa de Jesús por Gian Lorenzo Bernini. B) Fragmento del
poema: La Noche oscura por San Juan de la Cruz.
Conclusiones
Referencia
32. https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v69n172.63307
Font, L. (2017). Filosofía de la religión: Seis ensayos y una nota. Fragmenta editorial