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Universidad Tecnológica de Pereira

Juan Felipe Rendón Cortés

Psicología del Desarrollo Escolar I

Prof. Gloria Mildred Henao Tabares


“la materia es una hipótesis. Cuando decimos <<materia>>, lo que en propiedad estamos

acuñando es un símbolo de una realidad desconocida, una realidad que puede ser tanto un

espíritu como cualquier otra cosa; podría tratarse, incluso, del mismo Dios” (Carl Gustav

Jung, 2008, Obras Completas, Vol. XI. Comentario Psicológico al Libro Tibetano de la

Gran Liberación, p. 480)

El sentido último de la religión en la vida del hombre. ¿Por qué ella ocupa un lugar tan

importante en el desarrollo de su propia vida?

En la actualidad y desde hace ya varios siglos, podemos observar que la Religión se ha

convertido en un tema cada vez más oscuro y relegado a la superstición, a la dominación o

a la mera necesidad del hombre de creer en algo para darse atisbos de seguridad, de tierra

firme. Sin embargo, en una época en que gran parte de su población, tanto viejas como

nuevas generaciones, se sienten perdidas o padecen algún tipo de mal psíquico; una época

en que <<lo espiritual>> es visto como un misterio irracional poco interesante o absurdo, la

cuestión de la religión, de lo numinoso -concepto que utiliza Jung en Psicología y Religión

tomándolo del teólogo Rudolf Otto, el cual será desarrollado aquí más adelante- puede ser

un tema de vital importancia e interés para un nuevo entendimiento y percepción de un

aspecto que nos parece tan significativo –y en breve nos adentraremos en las causas de tal

afirmación- para la vida del ser humano.

En el presente texto se buscará hacer un análisis de lo expuesto sobre la psicología de la

religión por el autor Carl Gustav Jung, enfocándonos en la problemática del papel
psicológico que cumplen los ritos, confesiones, dogmas y aquello que él mismo llama la

“observación cuidadosa y concienzuda (…) de lo numinoso” (Jung, 2008, p. 10) lo que

será un concepto clave en el desarrollo de este ensayo.

Para la elaboración de esta tarea, nos centraremos en establecer como primera medida los

elementos que consideramos más importantes para una conceptualización clara de qué es la

religión. Después, pretendemos señalar y analizar el origen, los efectos y funciones de ésta

en la psique humana, basándonos en las experiencias factuales y las lucubraciones

derivadas de ellas que el autor nos plantea en sus textos.

1. La religión

La religión está compuesta por dogmas, ritos, símbolos que se construyen en la historia a

partir de experiencias inmediatas y primigenias de lo numinoso, las cuales pueden hacer

parte del espíritu de muchas personas, ya sea por cultura, obligación, dominación o una

experiencia de lo numinoso derivado del contacto con tales dogmas o ritos; algo que

podemos observar con ciertas religiones que tienen una extensión de afiliados

impresionante, en las que llegamos a poder hablar de miles de millones de religiosos según

los censos existentes.

Por tal razón es que la religión, lo religioso, se nos muestra como un aspecto impactante

para la vida humana. En ocasiones, se ha visto ésta limitada a una herramienta de las que

muchas personas se han servido para construir una isla de seguridad, debido a que las

religiones como se han constituido hasta ahora, ofrecen al humano una descripción amplia

y total del mundo, así como una guía completa de cómo relacionarse con el mundo; qué

rechazar, qué elegir, qué es bueno, qué es malo. Todo esto, en relación con la idea de
divinidad que se contenga en ella: qué rechaza su Dios, qué le garantiza su propia

salvación, qué debe cultivar y mejorar en sí mismo para estar en equilibrio con lo divino o

el infinito. Y de esta manera el ser humano puede encontrar una sensación de seguridad, en

que su experiencia inmediata del mundo y todo aquello que se le presenta, tanto interior

como exteriormente, se ve cobijada –o más bien velada por la cosmovisión derivada de sus

supuestos y dogmas religiosos.

Ésta es la perspectiva a la que tendía Freud cuando de interpretación de la religión se

basaba. El ser humano, en la búsqueda de alivio del conocimiento de aquellos inmensos

peligros que depara la vida en el mundo, las experiencias que le mostraban que la

naturaleza sin medir las fuerzas de su poder destructivo podía arrasar con el humano sin

piedad, tenía la necesidad de adjudicar un sentido a todo ello y, además, de obtener la

seguridad de que una absoluta providencia velaba por ellos en este mundo insensible, pues,

en contraste con todos los males, se aferraba de aquello que tomaba por gracia divina. La

idea de Dios, lo religioso, era percibido por el padre del psicoanálisis como un mero

escampadero del gran misterio que supone la naturaleza para el hombre, además de una

movilidad infantil del hombre primitivo a reproducir la seguridad que encontraba con su

padre. “Las representaciones religiosas provienen de la misma necesidad que todos los

otros logros de la cultura: la de preservarse frente al poder hipertrófico y aplastante de la

naturaleza” (Freud, 1992, p. 21).

Sin embargo, para el psicólogo Carl Gustav Jung, lo religioso tendría un origen menos

impersonal y no derivado tan sólo de la pobre alma humana. Lo religioso ya no es un mero


producto de primitivas funciones humanas para explicarse la naturaleza, sino que incluso

haría ello parte de ésta última. Lo religioso, las experiencias primarias de ello, serían

experiencias significativas en el que al sujeto se le aparece algo, una idea, una fuerza, algo

que va más allá de él mismo, de sus ideas comunes de mundo, afectando la consciencia del

sujeto y que le dictan que:

su poder y las amenazas o beneficios que de ellos pueden seguirse para la existencia

humana son lo suficientemente grandes como para que se les preste una atención y que la

grandeza, belleza y significación de que están revestidos son tales que ha de tributárseles un

respetuoso amor y adoración (Jung, 2008, p. 11).

Es así como una experiencia numinosa y primaria, la cual ha podido afectar a bastantes

individuos, los cuáles, llevados por el poderoso efecto de ella o el convencimiento de que

una verdad ha sido revelada, serán portadores del mensaje que tal experiencia les ha

ofrendado y de acuerdo al poder de tal conocimiento, idea, espíritu, puede impactar a los

demás de una manera tal que también afectará significativamente sus conciencias y los

convencerá también esa idea o revelación. A partir de allí, se instaurarán los ritos, dogmas,

creencias y valores que componen a una religión. Un ejemplo de una experiencia con tales

características es el Dios revelado en Cristo, Jesús, el cual no fue un caso aislado de un ser

considerado Hombre-Dios por sus allegados debido a características harto impresionantes

de éste, que nada más el acto acercárseles, describirían, conllevan una experiencia religiosa,

de lo numinoso. Es decir, esta fue una experiencia que no fue única para el cristianismo o

para esa zona del mundo. De estas características, podríamos hablar de varios hombres que
también tuvieron una gran influencia en sus tierras. Buddha, Mahoma, Zaratustra, Confucio

o el más reciente Ce Áktl Topiltzin Quetzalcóatl son ejemplos de ellos. Todos ellos fueron

guías, instauradores de valores, de cultura y nuevas cosmovisiones. Representaron una

experiencia de lo numinoso para su sociedad, a partir de las suyas propias.

Vemos pues, una gran importancia en el hecho mismo de tales experiencias primarias. Son

ciertos sujetos los que han tenido una experiencia íntima con algo numinoso y que, a partir

de allí, se empezaron a colegir alrededor de su propia persona y conocimientos transmitidos

una serie de interpretaciones que derivan en lo que ya conocemos como característicos de

una religión. La cristiana, esa experiencia religiosa primaria de Dios revelado en Cristo y

éste como el mensajero de la divinidad que llegó a redimir los pecados humanos, ha sido

una confesión que se ha extendido por todo el mundo. Sin embargo, como se ha observado

en la historia, fue una religión que por el ardor de sus autoridades parece más bien haberse

impuesto en muchas ocasiones y en muchos espíritus, e inconsciente de que su nacimiento

se dio a partir de la experiencia numinosa de algunos individuos, parece que ella ha querido

instaurarse como verdad última y en su momento no importó cuánta sangre se derramó,

puesto que el objetivo era dejar intacta la autoridad de su propio dogma, interpretaciones

que de esa primera experiencia se empezaron a construir y, tal vez, alejar de ella. Y tal

situación la podemos encontrar también en otras religiones.

Ahora bien, parece ser entonces que tales dogmas e interpretaciones de la experiencia

primaria han calado perfectamente en el espíritu de las personas, y aquí podemos coincidir

con Freud. En muchas ocasiones, el individuo si encuentra amparo en la religión


instaurada, convirtiéndose en innecesario el hecho de poder pensar, de verse a sí mismo y al

mundo a través de una experiencia inmediata. Harto misterioso y terrorífico puede

presentarse el mundo en tal situación y por tal, el ser humano está en búsqueda de una

descripción de éste, que le otorgue una sensación de seguridad y explicación de todo cuanto

acontece y es a su alrededor, sin tener que enfrentar la incertidumbre que el mundo y él

mismo representan para su consciencia. Y así mismo lo menciona Jung:

“Lo que comúnmente y por lo general recibe el nombre de religión es hasta tal punto un

sucedáneo, que me pregunto si acaso esta especie de religión, que yo preferiría llamar

confesión, no estará cumpliendo una importante función en la sociedad humana. Su

evidente misión consiste en reemplazar la experiencia inmediata por una selección de

símbolos apropiados, a los que se ha revestido con el ropaje de un ritual y un dogma

perfectamente organizados” (Jung, 2008, p. 50)

A su vez, puede darse que Dios, entendido de cierta manera y como un ente supremo que

vela por el bienestar humano, otorga una sensación de seguridad por el mundo, alimentada

por la fe en tal idea, situación que puede asimilarse a la búsqueda del amparo paternal de un

infante ante lo que se le presenta como terrorífico en el mundo, es así como la angustia de

vivir escindido se ve aplacada por tal fuerza eterna y que se pueda vivir, a pesar de las

limitaciones de ciertos dogmas y morales religiosos, con la espalda un poco más recta al

enfrentar un día a día que en el fondo, y en muchas ocasiones, se nos presenta como

desconocido. De esta manera, la religión, lo que resulta de esa primigenia experiencia de lo

numinoso resulta siendo un lenitivo más para las asperezas del mundo y el sí mismo.
Sin embargo, cabe destacar que esto puede alejarse de las experiencias propias de lo

numinoso, que, en muchas ocasiones, pudieron haber resultado de una observación y

enfrentamiento de la experiencia inmediata que nos circunda. Lo verdaderamente

numinoso, las experiencias más fuertes y reveladoras se dan allí. Se quiere decir aquí que

tales percepciones de lo numinoso ya no hacen parte de un desarrollo e interpretación

humanos sobre una experiencia descrita por otra persona, sino que hacen parte de las

posibilidades del ser humano en calidad de tal. Si Jesús en sí mismo fue una experiencia

numinosa para muchos otros, él tuvo que haber pasado por experiencias de lo numinoso

que venían directamente del mundo. Lo interesante aquí, es que tales experiencias,

conocimientos o intuiciones no son producto de una artificial manera de pensar y

argumentar lógicamente, ya sea con agudeza, ya sea de manera primitiva. Las percepciones

contenidas allí provienen de algo que va más allá de la propia consciencia, así como lo es

manifiesto en algunos sueños, ejemplificado en uno de las experiencias oníricas, expuestas

en el texto Psicología y Religión de Jung, que tuvo uno de sus pacientes. En éste, que tenía

un aire bastante religioso, desarrollado en lugares destinados al rito y a la meditación, había

un hombre, una voz que sentenciaba observaciones sobre la religión que se le escapaban

totalmente al común discurrir consciente del soñador. Era algo ajeno, algo que superaba su

propia consciencia, pero aun así, se manifestaba en sus, que normalmente se entienden

como creaciones de nuestra propia mente.

Es de esta manera que entendemos que aquellas experiencias llamadas religiosas, pueden

separarse, en algunos casos como una forma de malinterpretación, o en otros, con una vasta

comprensión de la experiencia primaria y que ella representa el núcleo y origen de las


demás construcciones dogmáticas o ritualistas que se hayan derivado. Sumado a ello, a la

coincidencia de tales experiencias de forma similar en distintos lugares del mundo,

separados en distancia y época, se dieron experiencias similares, de vasto impacto y que

resultaron en enseñanzas por parte de algunos individuos a sus sociedades que hasta el día

de hoy siguen teniendo vigencia. De aquí podemos deducir que tales experiencias

numinosas son lo primordial en la función religiosa del alma, ya que expresan algo que

proviene de lo más profundo de nuestra ella y del mundo mismo, a lo que habría que

prestarle una observación cuidadosa y concienzuda. Dentro de sí, el hombre encuentra

experiencias que dan constancia de algo mucho más grande que lo abarca, algo que está

aparte, y en medida desconocida, de su propia consciencia. Es algo que le puede hablar

sobre el mundo y se lo manifiesta en sus más profundos misterios.

Es de esta manera que concluimos entonces que la religión tiene dos sentidos, uno en tanto

utilizado como lenitivo para salvaguardar la propia seguridad y otro en tanto experiencia

profunda y natural que nace a partir de nuestra propia experiencia inmediata del mundo y

de nosotros mismos; es una experiencia que atrapa a la consciencia para transformarla y

mostrarle la naturaleza más profunda del alma humana y el mundo mismo; las fuerzas más

esenciales a ella misma, entendimiento a través el cual puede liberarse el alma humana.
Referencias
Freud, S. (1992). Obras Completas Vol. 21. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Jung, C. G. (2008). Obras Completas Vol. XI. Madrid: Trotta.

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