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Pero antes de contar la historia, es importante tener claro algunos aspectos de contexto
histórico que nos van a ayudar a comprender mejor lo que pasó y porqué ocurrieron.
Uno de los primeros aspectos es que la Iglesia Católica en América Latina tenía una
política expresa de eliminar las demás religiones e ideologías existentes. Y esto era algo
que se empezó a gestar desde finales del 1400 y comienzos del 1500 a través de varias
bulas, o decretos, papales que entre otras cosas habían dado a la Corona Española el
dominio sobre los nuevos territorios, así como el poder de representar a la Iglesia,
evangelizar y reemplazar a las deidades locales. En el caso del Perú, dos obras
principales materializan las acciones de reemplazo de deidades locales y son “La
Extirpación de la Idolatría en el Perú” del Padre Pablo Joseph de Arriaga, publicado en
1621, y la “Carta Pastoral de Exhortación e Instrucción contra las idolatrías de Indios del
Arzobispado de Lima por el Ilustrísimo Señor Dr. Don Pedro de Villagómez Arzobispo de
Lima, A sus visitadores de la idolatrías, y a sus vicarios y curas de la doctrina de indios”,
publicado en 1646, y que era la versión “recargada” del libro de De Arriaga. Pero la idea
de todo esto no era solo para “convertir” a los indígenas y los esclavos, sino también
para contrarrestar la expansión de las ideas de Martin Lutero y eliminar a los judíos.
Además, debido a que la Corona controlaba la Iglesia, si se debilitaba la Iglesia, la
Corona también se debilitaría.
Otro aspecto de contexto es que a mediados del 1600 la Corona y las colonias pasaban
por un momento de inestabilidad política y económica que hizo que se reduzca la
capacidad de represión interna. La Crisis de 1640 fue la crisis política más grave que
vivió la Monarquía Hispánica ya que a punto estuvo de acabar con ella y de hecho se
produjeron diversos hechos importantes como la sublevación de Cataluña,
conspiraciones para derrocar al régimen, que no tuvieron éxito, y la secesión del reino
de Portugal. Esta debilidad de control interno se sintió también en las colonias y fue una
de las causas para la aparición de los palenques. Los palenques eran barrios, caseríos,
incluso refugios, quintas o solares en los cuales el control y la administración de facto la
tenían los esclavos rebeldes, conocidos como cimarrones. Algunos palenques llegaron a
tener armas de fuego, caballos y almacenes de comida.
Fue entonces alrededor de 1650 que un visitador, es decir un cura dedicado a la
extirpación de idolatrías, había visto que en Pachamilla se había formado un palenque
en el que se generaba mucho desorden, ruido y desbarajuste creado por los cimarrones
y la situación se había puesto fuera de control. Los registros hablan de que los esclavos
habían regresado a una descarada y abierta adoración a sus deidades africanas lo cual
era algo totalmente intolerable.
Luego de pasar por varios superiores eclesiásticos y de ahí a varios superiores militares,
el caso llega a oídos del virrey, quién encarga a su secretario que se encargue del
asunto, y éste envía a un soldado para calmar la situación. Este soldado llega entonces al
establo de Pachamilla, al palenque limitante con la casa-huerta de Don Diego Tebes
Montalvo Manrique de Lara, cerca al límite del actual distrito de Pachacamac,
y luego de ingresar a tratar de poner orden, tal y como narra en su acta, es expulsado
por los cimarrones. Lo más probable es que lo molieron a palos y le patearon varias
veces las cuatro letras que le quedaban del honor perdido. Algo interesante que narra
este soldado es que los esclavos negros estaban adorando una imagen de colores verde
y amarillo, lo cual difiere mucho de los colores oscuros y sombríos que caracterizan la
imagen conocida del Señor de los Milagros. ¿A quiénes estaban adorando entonces los
esclavos?
Haciendo una revisión de las deidades africanas podemos encontrar que en la Regla de
Ifá de la religión Yoruba, la religión predominante de los esclavos africanos traídos a
América Latina, existen dos divinidades que coinciden con los colores verde y amarillo.
Ogún, divinidad de los metales, del hierro y de la guerra, y figura fundamental en las
luchas de los esclavos por la libertad, estaba representado por el color verde. Mientras
Ochún, diosa de la esperanza, el amor, la belleza y la diplomacia, la reina de los ríos y las
aguas dulces, y que enseña el placer y la felicidad, estaba representada por el color
amarillo. En otras palabras, lo que los esclavos pedían a sus dioses era tener esperanza y
que les permitan ser libres.
Regresando al soldado. Luego de la paliza que recibió, se ordenó esta vez que se enviara
un regimiento con 60 soldados para que pusiera orden y terminara con la insolencia de
los esclavos. Se desconoce lo que pasó luego con los cimarrones, pero lo que sí se sabe
es que semanas después apareció la imagen pintada de un cristo crucificado,
pudiéndose afirmar que esto se hizo en el mismo lugar donde se había encontrado la
imagen con colores verde y amarillo que adoraban los esclavos.
La historia difundida dice que fue un esclavo angoleño, quien guiado por un ángel pintó
la imagen que hoy conocemos. Sin embargo, es válido preguntarse: ¿cómo un esclavo
que no sabía leer ni escribir, y que probablemente nunca había entrado a una iglesia,
repentinamente había desarrollado cualidades artísticas casi profesionales para la
época, que le habían permitido representar con cierta precisión, proporción y destreza
la figura de Cristo crucificado?
(*) Investigador