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Capítulo 1

Introducción:
‘No crean que tiene mucha ciencia gobernar’

En las administraciones del PAN y del PRI que gobernaron el país a partir de 1983 hubo un deterioro en
distintos rubros, como seguridad y medio ambiente, así como avances reducidos o nulos en aspectos
importantes como pobreza, inequidad, educación, desarrollo tecnológico, y crecimiento. No obstante, en
este libro se argumenta que los problemas cruciales de México no serán resueltos por el gobierno
morenista de Andrés Manuel López Obrador y que, inclusive, habrá un recrudecimiento en varios de
ellos. Si bien es cierto que AMLO se encuentra, al momento de escribir estas líneas, en el segundo tercio
de su periodo, el sustento erróneo con que construyó su proyecto político-económico y la ineficiencia de
su administración son más que evidentes. Tan es así que, a estas alturas del sexenio, ya se observan
fuertes retrocesos en aspectos sociales, económicos, políticos y ambientales.1
En el libro se sostiene que el problema fundacional del proyecto morenista tiene que ver con la
ideología encabezada por AMLO y secundada por varios de sus allegados.2 Esta ideología cupular
impide establecer políticas públicas capaces de solventar las necesidades básicas de la población, y de
generar las condiciones apropiadas para que la sociedad mexicana, en general, pueda mejorar sus
condiciones de vida. El dogmatismo ideológico del partido en el poder se exacerba por la presencia de
una cultura política en la que los programas de gobierno no parten de procesos reflexivos ni se
instrumentan mediante las acciones de funcionarios competentes. En este sentido, se argumenta que la
opinión de los expertos, la pluralidad de las ideas y la rendición de cuentas son indispensables para que
las políticas públicas sean capaces de llevar a la economía mexicana a buen puerto.
En el libro también se revisan, a manera de ilustración, algunas de las políticas económicas
implementadas por la actual administración y se hace referencia a deficiencias específicas en su

1
Para una visión panorámica de estos problemas consultar la evidencia presentada en ‘México: Acumulación de rezagos para
un futuro incierto’: https://signosvitalesmexico.org.mx/rb/wp-content/uploads/2021/08/Reporte-3-2021.pdf (Signos Vitales.
El Pulso de México: Agosto, 2021).
2
Como bien señala Silva-Herzog Márquez (2021, p 169), “López Obrador no es un ideócrata, un seguidor fanático de un
cuerpo coherente de ideas. López Obrador es, más bien, esclavo de un manojo de frases hechas: un fraseócrata”. No obstante,
e independientemente de su falta de coherencia, en este texto se habla de una ideología morenista en la medida en que se hace
referencia a un conjunto de ideas -frases retóricas o pasajes históricos- con las cuales se concibe la realidad del país para, de
esta manera, justificar sus acciones de política y decisiones de gobierno.
1
fundamentación. En gran medida, su concepción errónea es resultado de un diagnóstico simplista en el
que se confunden las causas de los problemas con sus consecuencias, y en el que se trivializan los
mecanismos causales de las políticas públicas, lo que impide alcanzar los impactos deseados. El
propósito de estos ejemplos es mostrar que la articulación de las políticas obradoristas es incongruente
con las motivaciones humanas y el contexto mexicano, por lo que indican una pobre comprensión de los
fenómenos sociales que aquejan al país. Si bien el rechazo que se hace de las política morenistas
implica, implícitamente, que existen políticas alternativas con mayores posibilidades de lograr un mejor
desempeño, el propósito del libro no es ahondar en la formulación de éstas ya que ello requiere de un
análisis más profundo y de una recopilación minuciosa de información.

1.1 El nexo entre la ideología y la política pública


El lector debe ser consciente de que todas las políticas públicas se fundamentan en mayor o menor
medida en las ideologías de sus promotores. De aquí que no existan políticas neutrales que puedan ser
consistentes con juicios de valor y concepciones del mundo dispares. El nexo ideología-política es
ineludible ya que prevalece en sistemas políticos tan diferentes como democracias y dictaduras, y sin
importar de si se trata de gobiernos con inclinaciones de derecha o izquierda. Las ideologías o
‘realidades imaginadas’ son necesarias para que las personas y las sociedades definan el rumbo que han
de seguir en entornos inciertos.3 Ello obedece a que ofrecen respuestas a cuestionamientos sobre la
acción humana y el contexto social: ¿cómo es que opera el mundo? ¿cómo debería ser? ¿qué debería
hacerse? En otras palabras, la ideología en este texto se define como el conjunto de creencias,
aspiraciones y reglas de comportamiento que le dan sentido a las acciones de las personas y que son
compartidas por los integrantes de colectivos de distinto tamaño y naturaleza. 4 En particular, las
ideologías de las clases políticas son indispensables para la formulación de políticas públicas cuando no
se dispone del conocimiento ni de la evidencia empírica suficiente para entender a cabalidad la acción
humana y el comportamiento social.

3
Harari (2014, cap. 2 y 6) explica la importancia de las ‘realidades imaginadas’ para el fortalecimiento de la cooperación
social y la creación de grandes colectivos humanos.
4
Esta definición de ideología es muy amplia ya que abarca tanto un componente descriptivo de la realidad como uno
normativo, por lo que también puede definirse como una visión cultural o ‘realidad imaginada’ de la sociedad. En la
definición más clásica, la ideología se asocia exclusivamente con aspectos normativos: lo que debería ser y hacerse, No
obstante, aquí se opta por la definición amplia debido a que permite resaltar cómo es que la evidencia empírica y el
conocimiento acotan la discrecionalidad de la ideología en la formulación de políticas públicas. Es decir, los aspectos del
comportamiento humano y la realidad social, que dan origen a distintas políticas, no necesariamente tienen que sustentarse en
preconcepciones, sino que idealmente tendrían que formularse a partir de evidencia científica.
2
Con cierta frecuencia las políticas se desprenden, de manera directa, de prescripciones
ideológicas asociadas a ‘lo que debería hacerse’. Por lo tanto, estas políticas son dogmáticas en tanto que
son consideradas como ‘incontrovertibles’ por parte de los políticos que las auspician. En otras
situaciones, las políticas se derivan de razonamientos causales, e inclusive se apoyan en marcos teóricos
de determinadas escuelas del pensamiento. En estas circunstancias, las creencias sobre ‘la forma como
mundo opera’ también exhiben una carga ideológica cuando no provienen de premisas empíricas (i.e.,
basadas en evidencia) que describen la psicología humana y el entorno social, económico y político. Por
su parte, las motivaciones vinculadas a ‘lo que debería ser’ establecen las aspiraciones colectivas que
ayudan a definir los objetivos sociales que se persiguen, los cuales pueden surgir de una ideología
generalizada en la población o bien circunscribirse a la ideología de la clase dominante. Por lo tanto, las
políticas pueden considerarse como reflexivas aun cuando se trata de prescripciones que se derivan de
premisas y motivaciones ideológicas. Sin embargo, y a diferencia de las políticas dogmáticas, sus
beneficios son contrastados con otras alternativas e, inclusive, están sujetas a refutación mediante
evidencia empírica.
El hecho de que el gasto del gobierno en programas sociales haya triplicado su participación con
respecto al PIB entre 1988 y 2015 es una indicación de que las prioridades de política prianistas
buscaban cobijar a los pobres. Motivación que no es muy diferente a la que señala la retórica morenistas,
la cual ha sido respaldada por los presupuestos asignados a la política social. Por ende, la valoración de
lo que México debería ser en el ámbito social tiene una gran similitud en estas dos formas de gobierno.
Las diferencias estriban, más bien, en la forma de concebir al mundo y en la manera de lograr el objetivo
deseado. Desde la perspectiva neoclásica del prianismo se suscribía la idea de que era necesario
compensar a los pobres ante una inequidad estructural que les impedía contar con los recursos
adecuados para desenvolverse en una economía de mercado. De esta manera es que surgen las políticas
de transferencias en efectivo condicionadas a la atención de los hijos en materia escolar y de salud. En
contraste, los apoyos sociales no-condicionados para combatir la pobreza no son visualizados, en la
administración morenista, como una falla de mercado sino simplemente como una transacción en la que
los representantes electos atienden los agravios sociales a cambio de votos o respaldos políticos de
distinta índole. Por lo tanto, políticas distributivas que ‘jalan la colcha hacia un lado de la cama’
suscriben tan solo una lógica política y carecen de un proceso reflexivo de cómo funcionan las
economías, en general, y la mexicana en particular.

3
Otro ejemplo de dogmatismo de las políticas obradoristas, entre muchos más, fue la decisión de
retirar el apoyo a las Estancias Infantiles subrogadas (guarderías privadas subvencionadas por el IMSS o
el ISSSTE). A cambio de ello, se creó un padrón con 330,000 niños a cuyos padres y madres se les
asignaron de manera directa 1,600 pesos bimestrales por niño (tres hijos como máximo).5 De esta forma,
se planteó que los papas (o mamas) tendrían que decidir si usar estas transferencias para pagar los costos
de una guardería, dárselos a los abuelos para el cuidado de los infantes, o bien subsanar parte del ingreso
perdido si uno de los padres optaba por quedarse en casa en vez de trabajar en el mercado laboral.
Esta medida se desprende de una prescripción ideológica que aduce, sin un análisis cuidadoso de
por medio, que existían grandes irregularidades en el programa de subrogación y que, por ende, era una
fuente de corrupción y dispendio de recursos públicos. Por otro lado, supone de manera errónea que los
recursos otorgados a los padres son suficientes para cubrir la matriculación en una guardería privada, o
bien que los abuelos tienen las habilidades necesarias para estimular las capacidades cognitivas,
sensoriales y motrices de los niños. Además, como resultado de esta medida, no es descabellado
anticipar que muchas madres, al verse obligadas a cuidar a sus hijos, perdieron la posibilidad de trabajar
o disminuyeron sus horas laborales, por lo que vieron sus ingresos reducidos y su calidad de vida
deteriorada. Por lo tanto, con la excusa de combatir la corrupción, la lastimosa consecuencia fue que
madres solteras y mujeres de bajos recursos resultaron ser las más perjudicadas con el cierre de las
estancias infantiles.
A manera de contraste, un ejemplo de política reflexiva, en la administración zedillista, fue el
establecimiento de la autonomía del banco central (Banco de México) como una condición necesaria
para controlar la inflación y evitar desequilibrios macroeconómicos como los experimentados en las
crisis cambiarias de 1976 y 1982. Esta medida se adoptó, en México y en muchos otros países, al
analizar evidencia empírica de distintos estudios que indica que dicha asociación se presenta en una
muestra amplia de casos, y a un planteamiento teórico que sugiere que la política tiene un sustento
causal lógico. A pesar de su fundamento académico, esta política como cualquier otra también se
construye sobre una base ideológica. Por un lado, considera al control inflacionario como un objetivo de
máxima prioridad para las autoridades y, por otro lado, sugiere que eliminar la política monetaria del
conjunto de políticas a cargo del ejecutivo garantiza la autonomía del banco central.

5
Illades (2020), p. 94. Cabe además mencionar que el gobierno no creó, de manera paralela, estancias infantiles públicas para
subsanar el déficit de guarderías.
4
1.2 El dogmatismo de la 4ª transformación
Una gran parte de las políticas públicas adoptadas en la administración de López Obrador pueden ser
consideradas dogmáticas, lo que es desafortunado para el país por diferentes razones: (i) provienen de
prescripciones muy generales que son difíciles de aterrizar en la práctica cuando los problemas a
resolver son intricados; (ii) tienen poca capacidad de adaptarse a cambios en el entorno por ser
consideradas ‘incontrovertibles’; (iii) su concepción monolítica descarta la pluralidad de las ideas y el
poder beneficiarse de la inteligencia colectiva; (iv) confunden el diagnóstico con los síntomas, por lo
que son inefectivas y, en ocasiones, desestabilizantes dado que pueden empeorar los problemas por no
prestar atención a los factores causales.
Dado que las políticas dogmáticas suelen ser muy perjudiciales para una sociedad, entonces,
habría que explicar por qué el obradorismo ha prescindido del uso de políticas reflexivas. Cuatro
respuestas complementarias pueden darse a esta interrogante. Dos de ellas relacionadas a factores
ideológicos: las filias y fobias del presidente y su grupo cercano, y un acervado puritanismo que califica
cualquier acción de gobierno a partir de juicios morales. Mientras que las otras dos están vinculados a la
cultura política del actual gobierno: su centralismo, y el rechazo a la evidencia en el quehacer de la
política pública. Cabe aquí señalar que mientras que la ideología tiene que ver con la fundamentación de
la política, la cultura política se asocia más con prácticas y símbolos que inciden en la manera como los
programas de gobierno se implementan.6
En cuanto a las fobias, destaca la continua desacreditación que se hace, desde el ejecutivo, al
‘neoliberalismo’ de las administraciones prianistas que gobernaron al país en los 35 años anteriores.7
Cabe recordar que, durante este periodo, una tecnocracia monolítica tuvo un rol preponderante en el
diseño e instrumentación de las políticas económicas. Por lo tanto, más que apelar a una ideología, la
crítica debió haberse centrado en las premisas del pensamiento neoclásico con que la tecnocracia de
aquel entonces formulaba sus políticas. Ello se debe a que no hay una relación inequívoca entre
ideología y paradigma económico; es decir, no todas las políticas neoliberales tienden fundamentos
neoclásicos. Asimismo, conviene advertir al lector que, por lo general, los gobiernos no operan en la
práctica bajo una ideología coherente, sino a partir de culturas políticas y ‘combos ideológicos’ que

6
En otras palabras, la ideología tiene que ver con la fundamentación de la política, y la cultura política con la manera como
se implementa. Para una explicación más extensa sobre el término de cultura política, consultar De Nardis (2020).
7
Aunque se haga referencia al prianismo como una forma de gobierno, ello no significa que prevalecía una gran armonía
entre los políticos del PRI y del PAN. Sin embargo, si puede afirmarse que existía una cierta afinidad ideológica entre las
élites de ambos partidos desde la administración de Miguel de la Madrid.
5
combinan doctrinas de forma desarticulada. Dicho lo anterior, el que se mencione de manera recurrente
al neoliberalismo como la causa de todos los males del país,8 crea un velo que impide deliberar los pros
y contras de las políticas sustentadas con esta posición ideológica y sus variantes.9
En relación con las filias, los comentarios recurrentes del presidente y sus acciones señalan una
clara melancolía por el México de los años 50s-60s, caracterizado por políticas estatistas, y una visión
parroquiana y retardataria que busca retomar los valores de un México tradicionalista e idealizado. El
pedestal en que el actual gobierno ubica al periodo conocido como Desarrollo Estabilizador, lo ha
llevado a articular prescripciones de política creadas a la luz de un contexto que ya no existe.10 En otras
palabras, para justificar la validez de las políticas se apela a una ‘evidencia histórica’ a pesar de que el
mundo contemporáneo sea muy diferente, y de que no haya una gran reflexión de por medio. Ejemplos
puntuales de esto son la ‘austeridad republicana’, en remembranza a las crisis fiscales y cambiarias de
las presidencias de Echeverría y López Portillo, y a la reticencia a rescatar empresas, sean grandes o
pequeñas, en recuerdo del fondeo que hizo el gobierno zedillista, a través de FOBAPROA, para
solventar las finanzas de los bancos como consecuencia del llamado ‘error de diciembre’ de 1994. Estas
dos prescripciones ideológicas, llevaron a aplicar reducciones presupuestales draconianas en rubros
tradicionales al inicio del sexenio, y a evitar cualquier tipo de impulso fiscal durante la pandemia de la
Covid-19, a pesar de que el consenso mundial apoyaba el uso de medidas contracíclicas.11
En cuanto al puritanismo morenista, la presunción de que ‘somos diferentes’ y que se requiere
edificar una ‘república amorosa’, entre otros dichos presidenciales, muestran de manera contundente que
las políticas de este gobierno se asocian a la ética, y esta última se dicta ‘desde arriba’. Las políticas
sustentadas exclusivamente en la moralidad no pueden ser reflexivas. Más bien, su concepción adolece
de un pensamiento sofisticado dado que se desprende de una retórica unicausal. Ejemplo de ello es el
argumento morenista que sostiene que las precariedades del ‘pueblo honrado’ son causadas por ‘cúpulas
políticas y económicas corruptas’.

8
El neoliberalismo es una ideología; sin embargo, con frecuencia también se interpreta como un proyecto político y
económico que le da forma a los gobiernos (Harvey, 2005). Estos proyectos tienen que ver con las ideologías de las clases
políticas, pero también con otros factores: cultura política y motivaciones personales de las élites.
9
El documento de la Presidencia de la República intitulado “Algunas lecciones de la pandemia covid-19”, que a decir de
Díaz-Cayeros (2021) fue escrito por el propio AMLO, es emblemático de las fobias de su gobierno sobre el neoliberalismo.
Este documento también es una muestra de la escaza reflexión, y nula lógica causal, que caracteriza a las prescripciones
ideológicas.
10
A pesar de que tradicionalmente el equilibrio fiscal se asocia a gobiernos neoliberales, esta posición es adoptada por López
Obrador a partir de su interpretación sobre las virtudes del Desarrollo Estabilizador (Curzio y Gutiérrez, 2020, Cap. 4).
6
Ahora bien, en cuanto al centralismo de la actual administración, resalta el hecho de que el
partido en el poder fue construido alrededor de un caudillo carismático, al que se le considera como líder
moral del movimiento. Estos elementos de legitimidad, aunados a rasgos personales de López Obrador
(i.e., su afán de control, su continua desacreditación a las voces disidentes, y su poco talante
democrático), dan lugar a estructuras verticales de gobierno que son propicias al pensamiento único.
Además, el argumento de que la ‘mafia del poder’ está infiltrada en todos los organismos autónomos del
gobierno justifica, a decir de los morenistas, su desaparición o al menos su ahorcamiento presupuestal,
con la correspondiente eliminación de contrapesos.
Por último, el rechazo al uso de los datos, a la evidencia, y a la capacidad de los funcionarios se
refleja, en primer término, en los decires de AMLO sobre la forma de elegir a su gabinete: ‘un 90% de
honestidad y un 10% de capacidad’ y, en segundo término, en su desdén por el uso del conocimiento
sofisticado: ‘no tiene mucha ciencia gobernar’, ‘la política es aplicar más bien el sentido común’.
También se manifiesta en un sinnúmero de acciones: poner topes salariales muy bajos a los altos
funcionarios; eliminar los fideicomisos asociados al desarrollo tecnológico y a otras tareas que son
esenciales para un gobierno; disminuir el presupuesto de centros de investigación y universidades;
impulsar una agenda ideológica desde Conacyt; no transparentar la fuente de los datos con que esgrime
sus argumentos; desobedecer el mandato constitucional que requiere la realización de ejercicios de
planeación para elaborar el Plan Nacional de Desarrollo, y sustituirlo con un manifiesto político-
ideológico; descartar la evidencia científica que señalaba la peligrosidad del Sars-CoV-2 y las medidas
para contener su propagación; desacreditar los datos del INEGI y los resultados del Coneval sobre la
medición de la pobreza; entre muchas otras.

1.3 La importancia de los expertos y la evidencia


Contrario a las apreciaciones de los políticos populistas y de sus adherentes más combativos, en
diferentes partes del mundo existen amplios sectores de la población que prefieren gobiernos
conformados por expertos y no por políticos. De acuerdo con la Encuesta Mundial de Valores (2010-
2014), el porcentaje de opiniones a favor de gobiernos con expertos no-partidistas es mayor al 50% en
las democracias occidentales. Cifra que, en algunos países, como Rumania o Polonia, llega a ser
superior al 80%. No en balde en situaciones de crisis suele observarse la integración de gabinetes

11
México fue de los pocos países de América Latina en donde el gasto social no creció durante la pandemia (Lustig et al,
2020).
7
tecnocráticos en varios países.12 Asimismo, en un estudio que incluye a varios países europeos se
encuentra que un número significativo -pero no mayoritario- de ciudadanos exhiben una actitud
tecnocrática o al menos una inclinación a favor de la presencia de expertos en el gobierno.13
Sin embargo, la tecnocracia tiene una connotación negativa en la imaginaria mexicana y, en
particular en la administración morenista.14 Para este movimiento político, el neoliberalismo es causante
de los problemas de México y el neoliberalismo fue fraguado por tecnócratas, ergo la tecnocracia ha
sido perjudicial para el país. A partir de este silogismo, AMLO ha desacreditado de manera insistente la
relevancia de la evidencia y el uso de expertos especializados en la elaboración de políticas públicas.15
Desde su punto de vista, para que en México haya buenas políticas no se requieren funcionarios de
primer nivel con credenciales académicas o con conocimiento del sector, sino que se encuentren cerca
del pueblo y que conozcan sus necesidades de manera directa: “[Los tecnócratas] son déspotas, pero
por si fuese poco, nunca salen de la oficina, nunca les da el sol, piensan que todo es estar en el
escritorio”.16 Desde esta óptica, el tener un título, y más aún si es de doctorado, de una universidad
mexicana o extranjera de prestigio deja de ser un activo para convertirse en un lastre en la carrera de un
funcionario.
En contraste, una de las hipótesis centrales del libro es que las políticas de la autoproclamada 4T
no son el camino adecuado para que México incursione en una trayectoria de desarrollo sostenible e
incluyente. En particular, se plantea que el desprecio por la evidencia y los expertos es un fuerte
impedimento para que las políticas públicas de este gobierno puedan cumplir con las expectativas de sus
votantes, y de los mexicanos en general. Ahora bien, en vez de apelar al término de tecnocracia, aquí se
prefiere usar el concepto de asesores epistémicos con el propósito de evitar confusiones y revindicar el
rol del conocimiento en el diseño de la política pública.17 En la acepción de este libro y en el marco de
una democracia representativa, la formulación de determinadas políticas públicas debe delegarse a los

12
Brunclík y Parízek (2018) encuentran en el periodo 1989-2015 que, de un total de 104 gabinetes en 36 países europeos, 53
podrían ser considerados como tecnocráticos. Además, concluyen que esos gabinetes son más probables cuando los
ciudadanos desconfían del sistema político, cuando los países padecen de un mal desempeño económico, y cuando son
antecedidos por algún escándalo político.
13
Para mayores detalles consultar el estudio de Bertsou y Caramani (2020) realizado para nueve países.
14
A manera de ejemplo ver el artículo periodístico escrito por María Elena Álvarez-Buylla Roces –directora del Conacyt– y
Juan Carlos Martínez (La Jornada, ‘Pecados de origen del credo tecnocrático’, 23 de agosto de 2021).
15
Ver Espino (2021, Cap. IV).
16
Opinión expresada por AMLO en ‘la mañanera’ del 8 de marzo de 2019.
17
Para Foley (1975), los tecnócratas ven, erróneamente, a las economías como ‘sistemas’ manipulables, los que con sus
capacidades técnicas pueden mejorar en la dirección deseada. No obstante, ello no significa que las políticas promovidas por
expertos sean inefectivas e inclusive perjudiciales, como se verá en un capítulo posterior.
8
expertos con la capacidad para detectar patrones en la evidencia e inferir estructuras causales.18 En otras
palabras, en una democracia epistémica se hace referencia a un gobierno en el que los ciudadanos y sus
representantes electos se apoyan en el conocimiento para elaborar políticas y, de esta forma, hacer
viables los objetivos colectivos.
Esta visión epistémica coincide con el sentir de Carlos Urzúa, primer secretario de Hacienda de
AMLO, quien en su carta de renuncia afirmó lo siguiente: “…toda política económica debe realizarse
con base en evidencia, cuidando los posibles efectos que ésta pueda tener y libre de todo extremismo,
sea éste de derecha o de izquierda”. Para evitar malentendidos, habría que enfatizar que los asesores
epistémicos no sustituyen sino complementan las tareas de los políticos, quienes para poder llevar a cabo
sus funciones deberían disponer de la visión, habilidades y sensibilidad para construir en el disenso.
Asimismo, los mecanismos de rendición de cuentas, internos y externos, que operan en una democracia
representativa, no solo contribuyen a que los expertos sean más eficientes en sus tareas sino también a
que sus sesgos ideológicos particulares no vayan en detrimento de las aspiraciones de la sociedad,
expresadas a través de las votaciones y los movimientos sociales.
Por lo tanto, en el texto se resalta el papel protagónico que el conocimiento, a través de la
evidencia y los asesores epistémicos, debe tener en el quehacer gubernamental. Al igual que a un
paciente con cáncer no le conviene ser atendido por un oftalmólogo, y mucho menos por un activista
social, a un ciudadano no le conviene que las políticas sean establecidas sin apego a la evidencia y al
razonamiento. Tanto gobiernos populistas como tecnocracias han florecido, a lo largo de la historia,
cuando surgen problemas de legitimidad en los partidos políticos de las democracias. Sin embargo, los
primeros suelen ser ineficientes e incapaces de generar soluciones a los problemas sociales y
económicos más apremiantes, mientras que los segundos tienden a ser criticados por su insensibilidad a
los agravios sociales. En cambio, la presencia de asesores epistémicos, en el contexto de una sociedad
postindustrial, podrían contribuir a fortalecer a las democracias representativas debido al desafío que
implica reformular la operación del Estado y su relación con la ciudadanía.

18
Esta concepción es diferente a la posición filosófica que indica que la epistocracia es una mejor forma de gobierno que la
democracia (Brennan, 2016). En esta línea argumentativa los únicos actores políticos que deben participar en la toma de
decisiones son aquellos que tienen los conocimientos para hacerlo, lo cual es una posición indiscutiblemente clasista.
9
1.4 Complejidad social y políticas públicas
La conveniencia de que los expertos formulen e instrumenten políticas públicas, a partir de los objetivos
sociales que reclama la ciudadanía, tiene que ver con el conocimiento especializado que se requiere para
administrar determinados aspectos de una economía. El manejo de la hacienda pública, el control de la
oferta monetaria, la regulación de los sectores financiero y de telecomunicaciones, la promoción de la
competencia y la organización de los mecanismos de licitación, entre muchas otras actividades públicas,
necesitan de la experiencia y una educación técnica para tener un buen desempeño. Sin embargo, el
papel del conocimiento y la evidencia en el quehacer gubernamental también reside en la naturaleza
compleja en la que se desenvuelven las sociedades contemporáneas. Lo sofisticado e intricado de los
fenómenos sociales, políticos, y económicos hace que el sentido común sea completamente irrelevante
en el diseño de políticas. Dicho sentido permite a las personas operar sin contratiempos cuando las
convenciones sociales dictan el comportamiento a seguir (e.g., no debatir con la madre del novio en el
primer evento familiar), o bien cuando las consecuencias de determinadas decisiones son predecibles a
partir de la experiencia (e.g., el cobijarse antes de salir de casa cuando sopla un viento frío).19
En contraste, el sentido común es inoperante en situaciones complejas en las que prevalece la
incertidumbre, y resulta muy difícil discernir a cabalidad las consecuencias de las acciones personales y
colectivas; en las que los comportamientos colectivos no pueden inferirse a partir de las acciones
individuales, debido a que las interdependencias entre los miembros de una sociedad originan procesos
de retroalimentación positiva y efectos multiplicadores (i.e., el todo es más que la suma de sus partes);
en las que el comportamiento colectivo es producto de la interacción de las partes pero a la vez
condiciona la forma en la que los componentes del sistema actúan (i.e., los sistemas son reflexivos en
cuanto que su propio accionar modifica el entorno en que se desenvuelven); en las que actores
heterogéneos se encuentran en procesos continuos de adaptación y aprendizaje para responder a las
vicisitudes del entorno pero que, a la vez, propician perturbaciones recurrentes en su funcionamiento
(e.g., cambios culturales que alteran la concepción del mundo, innovaciones tecnológicas que modifican
la relevancia relativa de los mercados).
Para lidiar con este tipo de fenómenos sociales y poder elaborar políticas que restringen
comportamientos colectivos no deseados (e.g., pobreza, deterioro ambiental, falta de competitividad) es
necesario tener una visión sistémica que tome en cuenta el condicionamiento de las acciones

19
Para un análisis más extenso sobre las limitaciones del sentido común en entornos complejos consultar Watts (2011).
10
individuales a partir del contexto social y la interdependencia.20 Esta forma de concebir el mundo no
surge de manera espontánea debido a que no es intuitiva, más bien emana de un proceso de análisis y
reflexión que, por lo general, requiere ser inculcado. El cerebro humano está diseñado para articular
pensamientos lineales y disponer de una visión centralista de cómo las cosas funcionan (e.g., adjudicar
los problemas de México a la ‘mafia del poder’ y al neoliberalismo), pero no para entender relaciones
no-lineales entre variables y mecánicas descentralizadas de las sociedades (e.g., la inteligencia colectiva
del pensamiento plural e independiente).
Por lo tanto, el consejo epistémico de asesores conscientes de la complejidad social es
imprescindible para resolver los problemas que más aquejan al país. No basta con que los tecnócratas
dispongan de los datos y del conocimiento especializado para instrumentar medidas pertinentes para
contener la inflación, o para diseñar licitaciones de obras públicas que maximicen la recaudación fiscal,
también resulta indispensable disponer de un planteamiento sistémico sobre el funcionamiento de la
sociedad mexicana. Esta forma de análisis social toma en cuenta la multiplicidad de dimensiones que
engloban los objetivos sociales y las interdependencias que existen entre las distintas políticas
gubernamentales. Si bien la formulación de políticas a través de un análisis de complejidad implica
retos formidables en términos de recopilación de información y generación de estudios rigurosos, ello no
impide que el disponer de una visión de complejidad sea, ya de entrada, una mejora sustantiva con
respecto a prescripciones dogmáticas y populistas.21 Entre otras razones, esta visión avala la pluralidad
del pensamiento y la confrontación de ideas con el propósito de explorar decisiones de política
encaminadas a la consecución de los objetivos sociales.

1.5 La polarización inducida a partir de la concepción de un México binario


Algunos políticos y analistas podrían argumentan que los problemas de México tienen que ver
esencialmente con la economía política del país y no tanto con la implementación de políticas a partir de
un marco analítico inadecuado. Este razonamiento es común cuando la realidad mexicana se concibe de
una forma binaria, en la que dos grandes bloques sociales se confrontan para decidir el destino de la
nación. En una sociedad dividida entre pobres y ricos, la ‘mayoría explotada’ y la ‘mafia del poder’, el

20
Para el lector interesado en profundizar sobre estos temas, Castañeda (2021a, 2021b) aborda la manera en que el paradigma
de la complejidad analiza los fenómenos sociales y la forma como las políticas públicas son concebidas desde este enfoque.
21
En este mismo sentido, Silva-Herzog Márquez (2021, p. 171) sostiene que “El populismo es un proyecto de simplificación
democrática que se traza como objetivo el desmantelamiento de la complejidad’.
11
pueblo honesto y la oligarquía, queda claro que una argumentación sustentada en el conflicto y la lucha
del poder adquiere relevancia.
En esta lógica, los oligarcas con su poderío económico y control cupular del aparato político de
un país tienen la capacidad para establecer las reglas del juego (instituciones), lo que les permite
enriquecerse a costa de las mayorías empobrecidas. Estas últimas se mantienen atomizadas, a pesar de
estar conformada por millones de personas, por lo que su capacidad negociadora para incidir en las
instituciones es muy débil. En el contexto mexicano contemporáneo, a decir de varios autores, las reglas
del juego establecidas corresponderían al proyecto político-económico neoliberal, y los oligarcas serían
la elite económica, pequeña y rapaz, que promueve dicho proyecto para su beneficio personal y sin que
les importen las inequidades económicas y sociales que genera.22
Si esta descripción de la realidad mexicana fuera acertada entonces es evidente que la élite
buscaría bloquear el cambio en las políticas públicas cuando, a su entender, dicho cambio se diera en
detrimento de sus beneficios presentes y futuros. De aquí que la prescripción a seguir por un ‘gobierno
transformador’ sería desacoplar el aparato estatal de los intereses económicos cupulares y, de esta
manera, desarticular por completo el proyecto neoliberal. Sin embargo, el que pueda establecerse de
forma pacífica un proyecto polarizador de esta naturaleza estaría en entredicho si es que, efectivamente,
la élite económica es rapaz y actúa en un bloque unificado.23
En cambio, unas simples modificaciones al planteamiento dicotómico: oligarquía monolítica –
pueblo atomizado, bastan para generar resultados muy diferentes y mucho más ilustrativos sobre la
realidad histórica de distintos países. Por ejemplo, en vez de hablar de una oligarquía unificada, puede
plantearse la posibilidad de élites que se fracturan debido al incremento de tensiones sociales que se
producen cuando el valor de sus activos económicos diverge. Asimismo, en vez de hablar de un pueblo
atomizado con pocos incentivos para coordinarse, puede suscribirse la idea de que cambios en su
orientación cultural e ideológica inciden, a través del tiempo, en su grado de cohesión. El hecho de que
la oligarquía y el pueblo (o sociedad civil), en este tratamiento, no sean grupos compactos de individuos
con perspectivas e intereses homogéneos, hace que su fuerza negociadora relativa no sea estática. 24
De estas acotaciones se desprende que una caricaturización binaria no es una buena descripción
de la realidad mexicana. En efecto existe una élite económica fuerte en el país que ha incidido, directa o

22
Un ejemplo, entre muchos otros, de esta interpretación en la literatura académica se presenta en Heredia (2021).
23
Para un modelo formal con este tipo de planteamientos ver Acemoglu y Robinson (2006).
24
Para una formalización de estos argumentos consultar Castañeda (2011).
12
indirectamente en las reglas del juego. No obstante, esta élite no es monolítica ya que presenta intereses
muy diversos que, en ocasiones, son contradictorios. Si bien es cierto que existen empresarios con poca
empatía social, también lo es que otros más están comprometidos con su responsabilidad social y actúan
en consonancia. Cabe también mencionar que la historia política mexicana indica que las élites
económicas no hacen y deshacen a su arbitrio. Si algo se desprende del corporativismo mexicano es que
las élites políticas (incluyendo líderes sindicales) limitan y condicionan el espacio de maniobra de los
grandes grupos empresariales.25
Por otro lado, el pueblo no es un colectivo atomizado carente de toda fuerza negociadora. A
pesar de estar compuestos por ciudadanos heterogéneos desde distintos aspectos (inserción social,
estatus económico, aspiraciones y cultura, origen étnico, lugar de residencia, edad, y actividad laboral),
su grado de cohesión como miembros de la sociedad civil ha cambiado de manera significativa en las
últimas cinco décadas. Si bien a la fecha no existe una identidad particular que los identifique y los lleve
a actuar al unísono, su fuerza negociadora ha impulsado distintos cambios en los métodos de
gobernanza, como lo atestigua la democratización del país de los años 90s. Sin dida alguna, tanto los
llamados gobiernos neoliberales como los posrevolucionarios que le antecedieron construyeron
instituciones que beneficiaron a distintos grupos sociales. Dicho lo anterior, es importante resaltar, que
la mayor incidencia de la sociedad civil en el proyecto político-económico de estos gobiernos no ha
tenido el peso suficiente para mejorar, de manera sustantiva, las condiciones de bienestar de muchos
mexicanos.
En consecuencia, el diseño de políticas públicas tiene que ver, sin duda alguna, con la economía
política de México, pero ésta no reside en una concepción binaria del país. La heterogeneidad de la
población implica que la política pública no debe trivializarse a partir de un simple conflicto de clases.
En el entorno ideológico actual, tanto en el país como en el ámbito internacional, los espacios para el
diseño de la política pública son mucho más amplios de lo que indicaría un México binario. Los
conflictos existen, pero también la posibilidad de cooperar y obtener consensos, por lo que pueden
diseñarse políticas públicas que sean atractivas tanto a los ciudadanos de a pie como a las cúpulas
empresariales. Inclusive, cuando algunas de estas políticas impliquen menores ganancias y una menor
acumulación de riqueza.

25
Para mayores detalles sobre este punto consultar Castañeda (1995) y referencias ahí citadas.
13

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