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Como muchos de los que nos dedicamos a la enseñanza, mi encuentro con la docencia fue
fortuito. Inicio cuando era estudiante, y en los ejercicios de exposición, a pesar de mi
carácter reservado, una necesidad de explicar todo el tema que había sido asignado supero
los requerimientos del profesor, tanto en tiempo como en forma. Fue mucho después que
me di cuenta de las implicaciones que tuvieron dichas experiencias. Me parece que fue lo
que antes llamaban “vocación”. Palabra pseudo motivacional que infiere que una persona
tiene cierta facilidad para desarrollar ciertas actividades. Sí, yo tengo vocación docente.
Hacer exámenes es otro aspecto que he ido perfeccionando con el tiempo. Hacer preguntas
que sean lo suficientemente adecuadas para retar el criterio del alumno, y no sólo su
memoria. Evitar las preguntas que pudieran tener más de una respuesta válida y tratar de
sintetizar el contenido de todo un curo en unos pocos cuestionamientos.
Los métodos de enseñanza que he utilizado también los e ido adecuando a mis
necesidades, ya que mantener el interés del alumno es muy importante para mí. He de
involucrarlo en el estudio de los temas con ejemplos interesantes que lo hagan dudar,
preguntar, o por lo menos responder con cierto conocimiento de lo que se está hablando.
El monologo me parece agotador. Tengo la certeza de que la actividad docente requiere
retroalimentación por parte de los estudiantes. No hay peor sensación para mí, como
docente, no captar la atención mis alumnos, lo cual afortunadamente no ha sido muy
frecuente.