Está en la página 1de 460

FIERCE

LOS CHICOS DE ROSEWOOD HIGH


LIBRO 4
TRACY LORRAINE
ÍNDICE

Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Capítulo Trece
Capítulo Catorce
Capítulo Quince
Capítulo Dieciséis
Capítulo Diecisiete
Capítulo Dieciocho
Capítulo Diecinueve
Capítulo Veinte
Capítulo Veintiuno
Capítulo Veintidós
Capítulo Veintitrés
Capítulo Veinticuatro
Capítulo Veinticinco
Capítulo Veintiséis
Capítulo Veintisiete
Capítulo Veintiocho
Capítulo Veintinueve
Capítulo Treinta
Capítulo Treinta y uno
Capítulo Treinta y dos
Capítulo Treinta y tres
Capítulo Treinta y cuatro
Capítulo Treinta y cinco
Capítulo Treinta y seis
Capítulo Treinta y siete
Capítulo Treinta y ocho
Capítulo Treinta y nueve
Capítulo Cuarenta
Capítulo Treinta y seis
Capítulo Treinta y siete
Capítulo Treinta y ocho
Capítulo Treinta y nueve
Capítulo Cuarenta
Capítulo Cuarenta y uno
Capítulo Cuarenta y dos
Epílogo

Acerca del Autor


Agradecimientos
Copyright © 2022 por Tracy Lorraine
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún medio electrónico o
mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso
por escrito del autor, excepto para el uso de citas breves en una reseña del libro.
Editado por My Brother’s Editor
Traducido por Sirena Audiobooks Production LLC.
CAPÍTULO UNO
CHELSEA

M iro por la ventana al edificio en el que he pasado las últimas ocho


semanas de mi vida y, por mucho que odie el lugar, no puedo evitar
las ganas de volver a entrar. Allí es seguro. La gente me entiende. No
me miran como si no perteneciera, como si fuera mierda en sus zapatos
después de todos los errores que he cometido.
Mis manos tiemblan en mi regazo mientras las paredes de ladrillo gris
desaparecen en la distancia mientras mi conductor se dirige a mi casa.
Hogar. Es una palabra curiosa. Se supone que es un lugar donde te
sientes seguro, amado, protegido. Se supone que debes sentir que
perteneces ahí.
Nunca he sentido ninguna de esas cosas. Incluso antes de tener la edad
suficiente para saber que las cosas a mi alrededor no estaban bien, lo sabía.
Incluso ahora que estoy en un lugar donde esos sentimientos deberían ser
fáciles de sentir, no lo son. Mi pasado está demasiado arraigado. El miedo
es demasiado real después de todos estos años.
Suelto un suspiro mientras la anticipación se apodera de mí por lo que
voy a encontrar esperándome. Mis padres me han visitado semanalmente
después de que me enviaran a "darme un respiro", como dijeron. Lo dijeron
como si me hicieran un favor, pero después del drama que he provocado,
estoy segura de que el descanso era más para ellos que para mí.
En papel, Derek y Honey son los padres perfectos. Supongo que por eso
se apuntaron a acoger a niños huérfanos destrozados hace tantos años.
Lástima que esta adolescente destruida no encaja en su vida perfecta.
He hecho todo lo posible para convertirme en una persona con la que la
gente quiera pasar el tiempo, con la que quieran ser amigos. Sin embargo,
sigo siendo la marginada. De acuerdo, la mayor parte es culpa mía. He
pasado las últimas ocho semanas reflexionando sobre todos mis errores,
sobre mis debilidades. Los consejeros parecen pensar que he dado un giro y
que soy lo suficientemente fuerte como para dar la cara en un lugar donde
todo el mundo me odia. Yo, en cambio, no estoy tan segura.
Pienso en lo que ha sido mi último año en Rosewood High hasta ahora.
He perdido al chico que quería desde que tengo memoria por una maldita
supermodelo. Drogué a dicha supermodelo en mi intento de que él volviera
a fijarse en mí como lo hizo aquella noche del verano. Cuando eso no
funcionó, fui tras su mejor amigo con la esperanza de que le diera celos. No
fue así. Lo único que conseguí fue que mis padres me enviaran lejos para
que me tomara un respiro.
Todo el mundo me odia y estoy a punto de volver a entrar en esa escuela
como si nada hubiera pasado. Tiene desastre escrito por todos lados. Pero,
¿qué otra cosa se supone que debo hacer?
Me niego a acobardarme. Soy más fuerte que eso.
Soy la maldita Chelsea Fierce.
Mis padres deben haber estado en la ventana esperando mi llegada.
Querían venir a buscarme ellos mismos, sin embargo, me negué, sabiendo
que necesitaría este tiempo para intentar adaptarme.
Las sonrisas en sus rostros son grandes, pero no soy estúpida, están tan
preocupados por esto como yo, si no es que más.
Han hecho todo por mí. En realidad, no podría pedir mejores padres,
aunque su visión tradicional de las cosas hace que mi desobediencia de las
reglas sea aún peor ante sus ojos. El simple hecho de llegar a casa borracha
es un gran pecado, por no hablar de otras cosas que los he obligado a
afrontar.
Aspirando una gran bocanada de aire, empujo la puerta y salgo.
—Chelsea, me alegro mucho de que estés en casa —dice mamá,
corriendo hacia mí con los brazos abiertos.
Me envuelve en su abrazo y, por primera vez desde que vi desaparecer
aquel edificio, se me hace un nudo en la garganta y las lágrimas me queman
los ojos.
Allí estaba a salvo. Nadie quería hacerme daño. Nadie quería
convertirme en una paria por mis errores, como seguro querrá hacerlo todo
el pueblo.
No soy tan ingenua como para pensar que lo que ocurrió aquella última
noche se quedó dentro de las paredes de la casa de los Savage. Estoy segura
de que todo el mundo sabe lo decepcionante que soy, lo jodida que estoy.
—Todo va a salir bien —me susurra al oído, ella misma sonando un
poco emocional. Me pasa a mi papá, que me da un abrazo mucho más breve
con un solo brazo. No es un tipo tan sensible como mamá, así que incluso
este gesto es demasiado para él.
—Tenemos una sorpresa para ti adentro.
Tengo un pensamiento fugaz de que podrían haber conseguido que
algunos amigos vinieran a recibirme, pero lo alejo al instante. Perdí a mi
equipo en el momento en que dejé caer esa píldora en la bebida de Amalie,
por no hablar de la de Mason. Fue una estupidez. Estaba desesperada. Solo
quería que alguien me quisiera.
Sacudo la cabeza. Mis excusas valen mierda. Mi comportamiento fue
injustificable, por eso ninguna de mi equipo estará aquí. Me habrán dado la
espalda tan rápido en cuanto huí de la casa de Ethan aquella noche.
Puede que me haya pasado toda mi carrera en Rosewood High
intentando ser la capitana del equipo de animadoras, necesitando el título, el
elogio para hacerme sentir que pertenezco, sin embargo, no soy tan estúpida
como para pensar que el resto de las chicas no hacían algo parecido.
Sí, nos cuidábamos las espaldas unas a otras. Jugábamos el papel de
mejores amigas. No obstante, la realidad era que todas éramos tan falsas
como las demás. Ninguna de ellas me habrá echado de menos. No necesito
mirar más allá de mi celular para saber que es así. La única persona que se
ha molestado en contactarme es Ethan. Me siento culpable por haber
ignorado la mayoría de sus intentos de comprobar que estaba bien, pero no
estaba en el estado de ánimo adecuado para hablar con nadie de Rosewood.
Todavía no lo estoy, sin embargo, parece que ahora no tengo muchas
opciones.
Sigo a mis padres hasta el porche y entro en la casa. Ambos parecen
emocionados por lo que sea que hay adentro para mí. Yo, sin embargo, no
siento nada de eso. El miedo es lo que me llena la barriga.
La planta baja parece vacía, entonces tenía razón sobre el equipo, así
que espero que se vuelvan hacia las escaleras. Pero al no hacerlo, me siento
completamente confundida.
Papá sale por la puerta trasera abierta y mamá y yo lo seguimos. Miro a
mi alrededor, aunque todo está como lo recuerdo. Hasta que papá abre la
puerta de la casa de la piscina, y entonces veo que las cosas han cambiado.
Así que decoraron la casa de la piscina. ¿Se supone que debo
emocionarme por esto?
—Um... no entiendo. —Mis niveles de irritación empiezan a aumentar.
Todo lo que quiero hacer es tirarme en mi cama y olvidar que estoy de
vuelta aquí. Realmente no necesito dar mi opinión sobre el tono de crema
que mamá eligió para las paredes.
—Es para ti —indica papá, señalando el espacio que hay más allá.
—Lo decoraron para mí. ¿Por qué?
Mamá me toma de la mano y me lleva hasta el sofá nuevo que hay en el
centro de la habitación. Con mis dos manos entre las suyas, exhala un
suspiro.
—Esto es un nuevo comienzo, Chelsea. Para todos nosotros. Sabemos
que hemos sido duros contigo, que hemos tenido expectativas poco
realistas. Te queremos, sin embargo, también sabemos que hemos sido un
poco controladores en nuestra necesidad de protegerte. No nos dimos
cuenta de que ahora eres una mujer joven que va a emprender su vida sin
padres muy pronto. Y por mucho que odiemos que nuestro tiempo juntos
llegue a su fin, sabemos que tenemos que aceptarlo. Ya no eres nuestro
bichito, sino una hermosa joven que tiene el mundo a sus pies.
—Así que esto es para ti. Hemos movido todas tus cosas de tu
habitación. Tienes tu propia llave de la puerta principal. —Papá la saca de
su bolsillo y me la entrega—. Hay comida y bebidas en el refrigerador junto
con todo lo que puedas necesitar.
—Yo... um... no entiendo. —No puedo negar que esto suena
jodidamente increíble, pero esperaba llegar a casa y encontrarme encerrada
en mi habitación y solo poder asistir a la escuela para mis clases en el futuro
inmediato.
—Esto es para ti. Queremos que puedas tener tu espacio para hacer lo
que quieras. Ya tienes dieciocho años, Chelsea —dice él, recordándome que
me obligaron a celebrar mi mayoría de edad en ese lugar—. Creemos que
tomar el control de tu vida te ayudará. Nosotros...
—Estaremos en la casa, y sigue siendo tu hogar, no te estamos echando
ni nada parecido —añade mamá, claramente no tan de acuerdo con este
plan como papá.
—Por supuesto. Eres nuestra hija. Te queremos, pero llegamos a la
conclusión, mientras estabas lejos, de que te estamos asfixiando. Así que
hicimos esto.
Miro a mi alrededor, viendo ahora algunos de mis adornos y marcos de
fotos en los que no me había fijado al entrar.
Una sonrisa genuina se dibuja en mi rostro. Es una sensación extraña,
ya que todas las que he dado desde que tengo uso de razón han sido falsas.
«Todas menos esa noche», me dice una vocecita, no obstante, la ignoro.
No pienso en esa noche. Nada bueno puede salir de lo que pasó esa noche.
—¿Hablan en serio?
—Lo hacemos. Sabemos que las cosas han sido tensas, pero esperamos
que dándote espacio puedas continuar con todo lo que has estado trabajando
sin que te respiremos en la nuca.
Por segunda vez en menos de quince minutos, las lágrimas me queman
los ojos. No estoy acostumbrada a estas emociones desbordantes. Prefiero
ser la chica dura como una roca a la que todos temen, no la débil emocional
en la que me he convertido.
—G… gracias —digo entre dientes.
—Te dejaremos para que te instales. Los dos estaremos en casa todo el
día si necesitas algo. Te avisaré cuando el almuerzo esté listo.
Los dos se levantan para irse, pero mamá se da la vuelta antes de llegar
a la puerta y me abraza de nuevo.
—Estamos muy orgullosos de ti, cariño.
—Gracias, mamá.
—¿Irás al partido esta noche?
Suelto un suspiro. Esta noche es el último partido del campeonato
estatal. Aparte de la final de las animadoras, es el día que más he esperado.
Sabía que nuestros chicos podían lograrlo, o más bien que Jake podía
lograrlo, nunca hubo ninguna duda en mi mente, y nada me gustaría más
que verlos levantar ese trofeo.
—No estoy segura.
—Tu uniforme está lavado y planchado en tu armario. Es hora de
reiniciar tu vida de nuevo.
Asiento la cabeza contra ella y me suelta para que explore mi nuevo
hogar.
Doy vueltas en el sitio, con una sonrisa en la cara y emoción
burbujeando en mi vientre. Básicamente tengo mi propio departamento;
esto no podría ser más perfecto. Bueno, en realidad eso no es cierto, muchas
cosas podrían ser jodidamente mejores ahora mismo, pero al menos tengo
algo de privacidad mientras intento resolver mis cosas.
Observo a mi alrededor antes de caminar hacia la habitación. La
pintaron de un morado intenso, mi color favorito. Paso la mano por el
edredón y me empujo sobre el lujoso colchón de espuma. Creo que me va a
gustar.
Al asomar la cabeza en el baño, veo que el tema del morado continúa y
que tengo conjunto de baño nuevo y lo que parece una ducha en cascada.
Quizás este regreso a casa no vaya a ser tan malo.
CAPÍTULO DOS
SHANE

M e siento en la banca del vestidor antes de nuestro último partido. Los


otros chicos caminan de un lado a otro, parecen nerviosos, no
obstante, lo único que oigo son las palabras de mi padre de antes.
—Este es el momento que hemos soñado, hijo. Esta es nuestra noche.
Sal ahí fuera y haz que me sienta orgulloso. Muéstrales a esos reclutadores
de qué estás hecho.
Todo gira en torno a él. Sobre su éxito y cómo puede quedar bien. Es
jodidamente agotador.
Miro a todos los demás.
Quiero esto tanto como ellos, por supuesto que sí. Pero la presión de ser
el mejor, de continuar con el apellido Dunn, de ir a una universidad de la
Ivy League y luego tomar la NFL por asalto es demasiado, maldición.
Incluso si eso fuera lo que yo quisiera, sería demasiado.
Quiero ir a la universidad, claro. Ni siquiera me importaría jugar fútbol
americano universitario, aunque no es mi futuro. Por mucho que papá
intente ignorarlo, no tengo un don natural como él y mis hermanos.
—Muy bien, señoritas. Vengan aquí —dice el entrenador, y todos
vienen corriendo. Algunos miran al suelo porque la presión de la noche es
demasiado para ellos, otros parecen animados y listos para la lucha—. Esto
es, chicos. Esto es por lo que han trabajado toda su vida. Recordarán esta
noche para siempre. Ahora, asegurémonos de que sea por las malditas
razones correctas, ¿de acuerdo?
Los que no están perdidos en sus propias cabezas responden, pero eso
no es suficiente para el entrenador.
—No las escuché, señoritas. ¿Vamos a hacer esto, carajo?
—Sí, entrenador.
—¡Vamos, podemos hacerlo mejor! ¡Somos los malditos Bears de
Rosewood! —exclama Jake, volviendo a la vida e impulsando a su equipo
como mejor sabe. Miro fijamente a mi capitán, el que nos ha llevado hasta
aquí, y como siempre mis opiniones sobre él se dividen. Es un imbécil,
nadie lo negaría, y aparte de tomar siempre lo que yo quiero, estoy bastante
seguro de que hay un tipo decente en alguna parte dentro de él. Amalie
parece pensar que sí, y ella es bastante impresionante, así que—… Ahora,
¿vamos a hacer esto?
El ruido de todos a mi alrededor es alucinante. La emoción es palpable,
los nervios están a flor de piel, pero por encima de todo eso está la creencia
de que podemos hacerlo.
Puedo lograrlo.
Puedo hacerlo por mí.
No por mi padre.
No por el apellido Dunn o para demostrar que soy tan bueno como
ellos.
Puedo hacer esto por mí. Después de todo, algo tiene que salir a mi
manera por una vez.
—¡Hagámoslo, maldición! —grita alguien mientras nos dirigimos a las
puertas que nos llevan al campo para nuestro último partido juntos.
Algunos de nosotros hemos jugado juntos desde la liga infantil, ha
pasado mucho tiempo y nos merecemos este éxito.
El golpeteo de los pies resuena en mi mente antes de que los gritos de la
multitud animándonos se apoderen de mí. Los chicos siguen adelante, pero
no puedo evitar frenar para asimilar el momento. El estadio está lleno hasta
el tope, la mayoría vestidos del rojo de los Bears, pero hay una gran
mayoría de azul a mi lado.
Todo el mundo está de pie, gritando y animando a su equipo.
Es realmente aleccionador formar parte de algo tan grande.
—Dunn, ¿qué carajos, hombre? —Zayn choca con mi hombro al pasar
junto a mí, obligándome a seguir hacia el grupo que se está formando en
nuestra mitad del campo.
Ya casi estoy allí cuando nuestras animadoras llaman mi atención. El
estómago se me revuelve cada vez que las veo. Pero a diferencia de antes,
ahora es por una razón diferente. La persona que busco ya no está allí. Su
equipo la ha dejado atrás, la mayoría de los días es como si nunca hubiera
existido.
Algo incómodo tira de mis entrañas, ira empieza a arder en mí. No
tengo ni idea de si es por la forma en que han permitido que se desvanezca
como si no fuera nada, o por cómo lastimó a los que me importan, no
obstante, ahí está.
Estoy a punto de dirigirme hacia donde me esperan los chicos cuando
las animadoras se separan y un destello familiar de cabello oscuro llama mi
atención.
Mi respiración se entrecorta y me detengo en seco mientras espero que
voltee a verme. Sin embargo, nunca lo hace.
—¡Todos adentro! —grita Jake, sacándome de mi aturdimiento.
Corro a reunirme con mi equipo y me agrupo con ellos. Normalmente,
cuando estamos así antes de un partido, somos los únicos que existimos, el
mundo exterior se detiene, la multitud desaparece y nos concentramos en el
juego, en nuestros compañeros, en nuestra victoria. Pero eso no es como me
siento ahora. La cabeza me da vueltas con preguntas y la sangre me hierve
de rabia. Todo el mundo piensa que soy el tranquilo, el calmado, y en su
mayoría es cierto. No obstante, hay algo en ella que me hace olvidar todo
eso y perder la maldita cabeza.
—Campeones a la de tres. Uno. Dos. Tres.
Lucho por sacar la cabeza de mi trasero y concentrarme en lo que
debería estar haciendo.
—¡CAMPEONES!
Nos separamos, tomamos nuestras posiciones, escuchamos el sonido del
silbato que da inicio al partido, pero todo está borroso.
Cada vez que puedo, miro hacia el equipo de animadoras, desesperado
por saber si me está mirando, aunque sé que no lo hace. Lo sentiría si lo
hiciera. Lo que es obvio cada vez que miro hacia ella es el hecho de que ya
no está al frente y en el centro de su propio equipo, sino más bien al
margen. Veo cómo la miran las otras chicas. Parece que no están muy
impresionadas con la reaparición de su capitana, al igual que lo estará el
resto de la escuela cuando descubran que ha vuelto, me imagino.
Puede que hayan pasado algunas semanas, pero no ha sido suficiente
tiempo para que olviden lo que hizo. No estoy seguro de que ninguna
cantidad de tiempo sea suficiente para algunos.
Me cuesta entrar en el juego durante los sesenta minutos, por suerte mi
cuerpo hace lo que se supone que debe hacer mientras mi mente vuelve a
estar en mi habitación todas esas semanas atrás. Me dije a mí mismo que
tenía que olvidarlo. Que fue un momento de locura del que ambos nos
arrepentiríamos, pero no puedo. No importa lo que haga, no puedo
olvidarlo, maldita sea.
La victoria es eufórica, sobre todo después de que en un momento dado
pareciera que íbamos a quedar en segundo lugar. Ya empezaba a surgir el
sentimiento de culpa por no haber estado del todo concentrado, sin
embargo, ¿cómo voy a estarlo con ella allí?
Ganar un partido siempre es increíble. Pero nada puede prepararme para
el momento en que suena el silbatazo final anunciando que somos los
campeones estatales. Es jodidamente alucinante.
Cada uno de nosotros volteamos y corremos hacia Jake, necesitando
celebrarlo como uno, como un equipo. Puede que haya pasado mucho
tiempo intentando separarme de algunos de estos chicos, y ahora mismo
somos uno. Juntos acabamos de destrozarlos.
Todos sonreímos y nos reímos como idiotas mientras volvemos a los
vestidores. Estamos sudados, cubiertos de lodo, pero a nadie le importa un
carajo. Lo único que todos quieren hacer es festejar. No los culpo, si las
cosas fueran diferentes, yo también querría celebrarlo por todo lo alto. Sin
embargo, dejando de lado la euforia de la victoria, lo último que quiero
hacer es ir a casa a ver a mi padre empaparse de gloria como si acabara de
ganar nuestro último partido él solo.
Y qué, es un exjugador de la NFL y puede que haya sido el primero en
enseñarme a coger y lanzar un balón. Él no estaba en el campo esta noche.
Yo sí. Él no debería estar disfrutando de la gloria, acaparando la atención.
Debería hacerlo yo. Quiero decir, la mayoría de las veces lo último que
quiero es toda la atención sobre mí, aun así, si la quisiera, debería ser mía.
Nos metemos en las regaderas, la emoción por lo que pueda deparar el
resto de la noche vibra a nuestro alrededor, cómo las chicas van a adorarnos
como héroes en cuanto salgamos de esta habitación es lo único de lo que
pueden hablar los chicos. Y mientras que podría ser una perspectiva
emocionante. Sé que voy a tener que lidiar con ella. O peor, ella va a
ignorarme como si no existiera. No me malinterpreten, es bastante normal
ser invisible. La mayoría de los días prospero con eso. Pero ella me ha
ignorado demasiadas veces y ha cometido demasiados errores.
Puede que todos los demás estén enfadados, sin embargo, es del chico
tranquilo del que ella tiene que preocuparse.
La multitud vuelve a estallar cuando los chicos abren de un empujón las
puertas que nos sacan del estadio. Inmediatamente somos absorbidos por la
multitud, de la que, como era de esperar, el equipo de animadoras está al
frente y al centro.
Jake y Mason son derribados inmediatamente por sus chicas antes de
que Ethan separe a la multitud y se dirija hacia la suya. Los celos se agitan
en mi estómago. No es solo porque fui primero por Amalie, a pesar de la
forma de ser tan imbécil de Jake, incluso yo puedo ver que se
complementan. Solo trataba de convencerme de que podía querer a alguien
más. Algo más... normal. Aunque supongo que no estaba destinado a ser.
Estoy a punto de abrirme paso para encontrar a mis padres, que sin duda
estarán en algún lugar cercano, mi padre probablemente firmando
autógrafos como si acabara de hacer la última jugada para ganar el partido.
Pongo los ojos en blanco y aprieto los dientes. Nada cambia nunca. Me
gustaría pensar que cuando salga de aquí dentro de unos meses podré vivir
mi propia vida, sin embargo, no es probable que eso ocurra porque mi padre
ya tiene universidades preparadas para mí. Él y el fútbol americano parecen
controlar cada parte de mi vida. Solo porque mis hermanos lo tengan
corriendo por sus venas como él y hayan seguido felizmente su consejo de
empezar en Maddison el año pasado, no significa que yo quiera lo mismo.
Doy un paso adelante, dispuesto a apartar las manos traviesas de
cualquier animadora que crea que tiene una oportunidad conmigo esta
noche, pero antes de llegar a la multitud, unos dedos cálidos me rodean la
muñeca.
Sé inmediatamente de quién se trata. No necesito darme vuelta, el
cosquilleo que me recorre el brazo es prueba suficiente.
Ella tira y yo la sigo estúpidamente. Debería ignorarla y pasar de largo
como si no fuera nada para mí. Aunque no es así, por mucho que se lo
merezca. Ella es importante. Siempre lo ha sido.
Me arrastra hacia las sombras, lejos de las miradas indiscretas de la
multitud que esperan a sus héroes.
—Felicidades, campeón. —Su voz fluye sobre mí como una maldita
seda y me hace apretar los dientes. No debería tener este efecto sobre mí.
Mantengo los ojos en el suelo, temiendo lo que pueda pasar cuando
mire sus enormes ojos color chocolate.
—¿Shane?
Me acerco un paso más. Si cree que es porque la he extrañado y quiero
estar cerca de ella, se equivoca. Esto no es más que una advertencia. Ha
jugado con mi cabeza lo suficiente. Es hora de que esta mierda entre
nosotros termine.
Respiro y me dispongo a mirarla.
Al levantar la cabeza, la garganta se me cierra ligeramente cuando capto
su expresión. Se ha ido la chica segura de sí misma que creía que dirigía la
escuela, y en su lugar está la chica que siempre supe que se escondía
debajo.
¿Adónde fue y qué le pasó exactamente en las últimas semanas?
Dejo de lado mi preocupación. Ella no se la merece.
—¿Qué carajos haces aquí, Chelsea?
CAPÍTULO TRES
CHELSEA

S abía que volver sin previo aviso no sería fácil, pero nunca podría haber
imaginado las miradas de mi equipo cuando llegué a calentar antes del
partido.
Shelly estaba al frente y al centro dirigiendo a las tropas. Sabía que
tomaría el mando, ya que como mi ayudante de capitana siempre estuvo
hambrienta de poder. Probablemente estaba gritando órdenes antes de que
yo saliera de la ciudad.
Todos los ojos me miraban de arriba a abajo, con los labios fruncidos
por el disgusto de que me atreviera a aparecer vestida con mi uniforme y
esperando unirme a ellas.
Este era mi escuadrón. ¿Y qué si me fui? Nunca renuncié, nunca le
entregué oficialmente el mando a Shelly, solo tuve un... descanso.
Me permitieron animar el partido, aunque ninguna de ellas me quería
allí. Eso estaba bastante claro simplemente por las miradas, no obstante,
estaba claro que habían puesto mucho empeño en volver a coreografiar mis
rutinas para que yo no existiera. Era vergonzoso, solo podía esperar que la
gente estuviera demasiado entusiasmada con el partido como para darse
cuenta de que yo parecía un cachorro perdido mientras todo el escuadrón
parecía ser experto.
Estaba fuera de práctica, lo sabía, era aún más horrible de lo que
esperaba.
Los ojos del equipo se clavaron en mí cuando cada uno notó mi
aparición repentina. Unos cuantos recorrieron mi cuerpo con esa mirada que
hace que se me erice la piel del asco. Sé por qué lo hacen. Es culpa mía. Sé
cómo he actuado. Lo que les hice pensar a todos de mí.
Fue una estupidez. Soy una estúpida.
Una vez que la multitud comienza a dispersarse y el escuadrón termina
su rutina. Shelly voltea hacia mí, lo que era mi grupo leal de chicas,
apoyándola como un ejército.
—Ya puedes irte. Nadie te quiere aquí. —Me mira de arriba a abajo
como lo haría con uno de los nerds de los que nos burlábamos juntas y un
nudo del tamaño del balón que los chicos estaban lanzando me sube a la
garganta.
—Pero...
—No. Perdiste cualquier derecho a este equipo cuando empezaste a
drogar a nuestros jugadores —escupe Shelly, con las manos en las caderas
—. No eres nada aquí. Tú. No. Eres. Bienvenida.
Ella asiente con la cabeza al escuadrón e inmediatamente la siguen.
Todas pasan por delante de mí. Ni una sola me mira mientras se dirigen
hacia el lugar de donde saldrá el equipo. Un par de ellas incluso llegan a
golpear sus hombros contra los míos, para que quede claro.
—¡Mierda! —grito una vez que se alejan de mí. Las lágrimas me
queman los ojos, pero me niego a llorar. Soy más fuerte que esto.
No me van a doblegar.
Puede que piensen que me han destronado, sin embargo, tienen que
darse cuenta de que mi corona no irá a ninguna parte, actualmente solo está
un poco torcida.
Aspirando una gran bocanada de aire, enderezo mi uniforme. Antes me
quedaba como una segunda piel, ahora... estoy deseando quitármelo y
ponerme algo más cómodo. Eso es algo que nunca pensé que diría.
Sigo el camino que tomó el escuadrón cuando se marcharon hace unos
minutos. Puede que tuviera miedo de verlas, aunque su reacción era
predecible. Hay alguien más cuya opinión sobre mi regreso está un poco
más en el aire.
Sé que me vio. Sentí sus ojos clavados en mí cuando debería haber
estado concentrado en el juego. Fue una de las razones por las que estuve a
punto de no venir. No quería quitarle a nadie la concentración para ganar
esto para nosotros, pero igualmente quería formar parte de ello. He
trabajado incansablemente durante años por este escuadrón y apoyando a
nuestro equipo, yo también quería vivirlo. ¿Egoísta? Sí, probablemente
después de todo lo que he hecho, no obstante, sigo siendo un estudiante de
último año en esta escuela. Yo también quiero estos recuerdos.
La multitud ya es enorme junto a las puertas por las que saldrá el
equipo, así que me lleva un buen rato abrirme paso. También consigo
arrastrar hacia mí la atención de algunos estudiantes más, que claramente
no estaban viendo al equipo de porristas durante el partido. Los ojos se
abren de par en par y las barbillas caen ante mi presencia, pero los ignoro.
Todos me conocen como una puta impasible, así que esa es la máscara que
me pondré y les daré lo que esperan.
Me paro en el borde de la multitud, donde puedo ver salir a los chicos y,
con suerte, captar la atención del que quiero. El estómago se me revuelve de
los nervios mientras espero. La excitación que me rodea aumenta a medida
que pasan los minutos. Nada podría haberme preparado para la erupción de
ruido cuando la puerta se abre por primera vez.
Salen algunos de los chicos y la multitud enloquece, envolviéndolos en
la masa de cuerpos. El nivel de ruido no hace más que aumentar cuando
aparece el capitán con sus chicos a su lado. La amplia sonrisa en la cara de
Jake hace que algo se retuerza en mi estómago. Pero ya no son celos
mientras busca a Amalie entre la multitud. Durante muchos, muchos años,
pensé que Jake era todo para mí. Es decir, el capitán del equipo de fútbol
americano y la capitana del equipo de animadoras están destinados a serlo,
¿no? No, aparentemente no. Eso no me impidió pasar la mayor parte de los
últimos años siguiéndolo como un cachorro perdido mientras intentaba
hacer cualquier cosa para llamar su atención. Funcionó... una vez. Le
entregué mi virginidad una noche en la que él había bebido demasiado.
Creo que ni siquiera se dio cuenta de que fue mi primera vez... o de que era
yo a quien se estaba cogiendo, para ser sincera.
Se me escapa un suspiro al pensar en aquella noche. Solo pasaron unas
semanas antes de que llegara Amalie y me lo quitara. No es que él me haya
demostrado que había algo entre nosotros, aparte de esa noche.
Estaba destrozada. Hasta ese momento solo habían dos chicos que
realmente quise y, aunque el primero me considera una hermana pequeña, el
segundo había utilizado mi cuerpo y seguía sin quererme.
¿Realmente soy tan difícil de amar?
Aparece Zayn, seguido rápidamente por el que yo quiero.
El estómago me da un vuelco al ver su cabello rubio desgreñado, aún
húmedo por la ducha, y su camiseta de los Bears limpia y pegada a su
pecho fornido.
Mi mente me lleva a la única vez que me acerqué a ese pecho. Recuerdo
vívidamente el aspecto de mis manos cuando las apreté contra sus
pectorales para agarrarme.
Calor invade mis venas al revivir aquella fatídica noche.
Él da dos pasos fuera del edificio y se me revuelve el estómago
pensando que va a salir directamente y no me verá. Tomando el asunto en
mis manos, estiro mi mano y le agarro la muñeca. Se queda quieto por un
momento y me da pánico que esté a punto de soltarse antes de reconocerme.
Mantiene la mirada en el suelo durante mucho tiempo. Empiezo a
pensar que se va a negar a mirarme cuando levanta la cabeza.
Jadeo cuando sus ojos verdes se cruzan con los míos. Aunque no son
como los recuerdo. No son suaves y amables. Son duros y furiosos, con
razón. Me duele el corazón al mirarlos. ¿Se ha ido el chico que anhelaba?
Se me eriza la piel mientras nuestras miradas se sostienen. Pero cuanto
más dura, más oscura se vuelve y el cosquilleo de excitación que sentí al
principio da paso a otro tipo de emoción. Miedo. Miedo a que rompa
nuestra conexión y se aleje de mí, como hice yo aquella noche. Supongo
que es lo que me merezco. No. Es lo que me merezco.
Se acerca a mí, y mi esperanza aumenta. Puede que esté enfadado, pero
al menos va a reconocerme. En el momento en que apartó la mirada la
primera vez que nuestros ojos se encontraron cuando estaba jugando, me
dolió. Me dolió mucho. Es la única persona que necesito a mi lado ahora
mismo. Solo tengo que averiguar cómo voy a hacer que eso ocurra, porque
este momento, parece que apenas se está conteniendo de mandarme de
vuelta al lugar de donde acabo de salir.
En el momento en que está frente a mí, me rodea la muñeca con la
mano y me lleva de vuelta a las sombras, lejos de las miradas indiscretas.
Oh, genial, le da vergüenza hablar conmigo. Buen comienzo.
Pongo los ojos en blanco y permito que me arrastre hasta donde quiere.
—¿Qué carajos haces aquí, Chelsea?
—Esperándote. —Mi voz es tan enfermizamente dulce que lastima mis
propios oídos y me hace dar un respingo.
—¿Realmente pensaste que era la mejor idea? Nadie te quiere aquí.
Mi corazón se desploma ante la verdad de sus palabras.
—¿Incluso tú?
Me mira fijamente, con la mandíbula desencajada mientras le rechinan
los dientes, antes de soltar un suspiro.
—Chels.
—No —le digo molesta—. No me digas Chels. Dime cómo es. Dime
cómo te sientes de verdad.
—No deberías haber venido esta noche. Si hubiéramos perdido, habría
sido tu culpa.
—Sin embargo, no fue así, ¿verdad, campeón? —Doy un paso adelante
y paso mis manos por su pecho, desesperada por saber si esa conexión sigue
existiendo entre nosotros.
Antes de que tenga la oportunidad de sentirlo, mis manos son apartadas
bruscamente.
—Aquí no. Esta noche no.
Sus ojos se fijan en los míos, su advertencia es clara y contundente.
Abro la boca para decir algo más, pero se aparta antes de que las
palabras salgan de mis labios.
Sus ojos descienden por todo mi cuerpo, un poco de calor se cuela en
ellos y aleja la ira.
Lo recuerda tan bien como yo.
—Ve a buscar a un miembro del equipo más dispuesto. Todos quieren
celebrar esta noche, y estoy seguro de que estarán más que contentos de
ponerte de rodillas.
Mi barbilla baja. No me sorprende la sugerencia, es el hecho de que las
palabras salgan de su boca lo que me sorprende.
Siempre ha sido el amable, siempre lo he pensado como el débil. Tal
vez no sepa todo lo que hay que saber sobre el miembro más callado del
equipo.
No puedo decir más porque cuando vuelvo en mí, ya no está. Tragado
por la multitud que se alegra de celebrar con sus campeones.
Me quedo donde estoy, observando la alegría de la que debería ser parte,
con el corazón encogido.
Al poco tiempo, todo el mundo comienza a dispersarse. Las
celebraciones de esta noche tendrán lugar en la casa de los Dunn. No hemos
tenido una fiesta adecuada allí, que yo sepa, desde los dieciocho años de
Shane, pero conociendo a su padre, no me sorprende que quiera encargarse
de esta noche.
Mamá es amiga de Maddie, la madre de Shane, desde antes de que yo
llegara a la ciudad. Todo lo que ocurre bajo ese techo está relacionado con
el fútbol americano o, de alguna manera, es un recordatorio del éxito de
Brett y del futuro que quiere para todos sus hijos. Mamá siempre bromea
sobre cómo habría sido si hubieran tenido tres chicas a las que no les
interesara en absoluto el fútbol americano. La verdad es que no vale la pena
pensar en ello.
Espero a que la zona esté despejada antes de salir de las sombras.
Después de lo que Shane acaba de hacer conmigo, no quiero la ira de nadie
más.
Tenía la esperanza de que fuera amable, de que tal vez comprendiera de
alguna manera que necesitaba hacer esto, que necesitaba un tiempo lejos y
que tenía que estar aquí para esto.
Sé que es una locura pedirle eso. No tiene idea de nada, bueno, aparte
de lo básico.
La amistad de mamá con Maddie y Kelly, la madre de Ethan, significa
que saben algunas cosas sobre mi vida, algo de la oscuridad de la que mis
padres me rescataron.
Solo porque sentí que teníamos algún tipo de conexión esa noche, que
cuando me mira, puede ver más profundamente que los demás, no significa
que sepa nada de la mierda que me persigue y por qué hago las cosas que
hago.
Me ve igual que todos. Soy desechable para él. Solo una zorra para usar
y abusar cuando sea el momento adecuado.
Pensé que él era diferente.
Con un suspiro, salgo y encuentro a unos cuantos estudiantes y sus
familias merodeando junto a sus autos, pero nadie me presta atención.
Me miro a mí misma. Nunca me he sentido más fuera de lugar o
incómoda, aunque igualmente, nunca he sido de las que hacen cosas para
darme una vida fácil.
Subo a mi auto y arranco el motor. El estruendo me recorre y no puedo
evitar sentirme un poco mejor. No he conducido desde que salí de este lugar
y, de repente, volver a tener esta libertad me llena de emoción.
Podría conducir y seguir adelante. Podría dejar atrás Rosewood para
siempre. ¿Alguien, además de mis padres, me echaría de menos? Lo dudo
mucho.
Podría establecer mi propia vida y embarcarme en un nuevo futuro.
Apoyo la cabeza hacia atrás y exhalo un largo suspiro.
Realmente no importa si me quedo aquí o si me voy de la ciudad. La
vida va a ser irreconocible para mí, parece, y no veo que vaya a ser más
fácil en un futuro cercano.
Debería conducir a casa, prepararme un chocolate caliente y meterme en
mi cama con la esperanza de no tener que salir nunca más. Sin embargo,
cuando salgo del estacionamiento del estadio, no me dirijo a casa. Giro en
la misma dirección que casi todos los demás rumbo a la casa de los Dunn.
Para qué esconderme, mejor me arranco la curita en una noche, ¿no?
Como soy una de los últimos en llegar, no puedo estacionarme cerca de
su casa. La residencia Dunn no es ajena a una fiesta. Diablos, es donde
aprendí que podía beber más que la mayoría de los chicos y que si los toco
de la manera correcta, entonces serán como arcilla en mis manos.
«Dios, sueno igual que la mujer que me dio a luz».
Un escalofrío aleccionador me recorre la espalda al pensarlo. Supongo
que es cierto lo que dicen, de tal palo tal astilla.
Me dije que nunca sería como ella. Nunca me reduciría a las cosas que
ella hacía. Era demasiado joven para saber qué era lo que realmente hacía
en ese momento, pero lo intuía. Y a medida que he ido creciendo, se ha
hecho más y más clara la razón por la que solía llevar a todos los tipos al
azar a su dormitorio y estar malditamente drogada cuando finalmente se
iban.
Se me revuelve el estómago cuando pienso en aquel remolque. Todavía
recuerdo el olor como si fuera ayer.
Jadeo cuando los recuerdos se vuelven demasiado. Llevo más de diez
años con mis padres, pero esa vida sigue tan vívida como el día en que me
mudé aquí.
Detengo mi auto a un millón de kilómetros de la casa de los Dunn, abro
la puerta de golpe y salgo. Jalo mi uniforme en un intento de sentirme como
antes en él, aunque es inútil. Me temo que ya no pertenezco en él, y no
tengo ni idea de lo que eso significa para mí. Ser la capitana era lo que yo
era. Sin eso, solo soy una chica perdida que parece no tener control sobre su
vida, a pesar de ser ella quien hizo todo lo necesario para que explotara en
primer lugar.
Luca y Leon, los hermanos de Shane, han organizado algunas fiestas
masivas a lo largo de los años. Pero supongo que nunca ganaron el
campeonato estatal cuando ambos jugaban para los Bears, porque nunca he
visto nada de esta magnitud.
«Me pregunto cuánto habrá pagado el Sr. Dunn a los vecinos para que
ignoren esto esta noche».
Autos estorban su usualmente tranquila calle, hay gente por todas
partes, algunos moviéndose para asistir a la fiesta, otros simplemente
observando la conmoción y probablemente preguntándose qué demonios
está pasando.
Al doblar la última esquina, tengo que zigzaguear entre los autos para
acercarme a la casa.
—¡Dios! —murmuro cuando encuentro una furgoneta de la prensa y un
montón de periodistas amontonados en el patio delantero. No me sorprende
encontrar a Brett al frente y al centro de la atención. Vive para la fama.
A medida que me acerco, encuentro a los gemelos con grandes sonrisas
de orgullo en sus rostros y con los brazos echados alrededor de un Shane de
aspecto muy renuente.
Esta es su idea del infierno, no necesito ver la expresión de dolor en su
rostro para saberlo. Ha hecho todo lo posible para mantenerse alejado de los
reflectores durante años. Esto es cosa de su padre y sus hermanos, no de él.
Brett charla a pesar de que las preguntas probablemente se refieran al
partido de esta noche.
Me mantengo a un lado, escondida entre los arbustos mientras Brett
sigue acaparando la atención hasta que otras cuatro personas se unen a
ellos. La prensa se aparta inmediatamente del padre de Shane, hambriento
de fama, y se dirige a Jake y Mason, que tienen a sus chicas bien sujetas a
su lado.
La punzada de celos que sentí antes me golpea. Quiero que alguien me
abrace así de fuerte. Solo una vez. ¿Es demasiado pedir?
Jake y Mason responden a las preguntas, pero no parecen estar del todo
cómodos. Necesitan a Ethan. A él le encanta este tipo de atención de los
medios.
Es raro no verlos a los tres juntos.
Me arrepiento de no haber respondido a los mensajes que me ha
enviado en las últimas semanas. Sé que Kelly se ha ido y fue egoísta de mi
parte no preguntar al menos cómo estaba conllevando todo. Tengo que
recordar que mientras mi vida se desmorona, la de otros también.
En algún momento, Shane se las arregla para escabullirse porque
cuando salgo de mis pensamientos, no lo veo por ninguna parte.
Tomando eso como mi señal para entrar también, paso alrededor del
árbol y camino por la parte trasera de la casa.
Hay gente por todas partes. La mayoría de ellos no los reconozco como
estudiantes de Rosewood.
Mientras me dirijo a la cocina, recibo muchas miradas enojadas.
Mantengo la cabeza alta y sonrío en respuesta.
Sí, he cometido errores. Muchos. Pero me niego a acobardarme ante
esta gente que de repente parece creerse mejor que yo.
Me busco un refresco en la cocina y le doy un sorbo mientras miro
alrededor de la habitación.
Todos charlan y ríen como si no les importara nada.
—Espero que te hayas echado unas cuantas de tus pastillas en tu vaso
—dice molesta Shelly, parándose frente a mí.
Victoria y Krissy están detrás de ella. Las tres tienen las manos en la
cintura y miradas feroces en sus rostros.
—Es curioso —incita Krissy, rompiendo la tensión entre todas nosotras
—. Creí que habíamos dejado claro que no eras bienvenida aquí.
Me alejo del mostrador y me pongo en el espacio de Shelly.
—Ah, sí. Y probablemente deberías recordar quién te consiguió tu
puesto en el equipo, —le escupo a Krissy. Ella no era nada antes de hacer la
prueba. Yo la convertí en lo que es hoy. Yo fui quien le permitió asistir a
este tipo de fiestas y juntarse con el equipo de fútbol americano.
—Krissy se merece su lugar en el equipo. Mucho más que tú ahora
mismo —rebate Shelly, hablando por Krissy, que echa humo detrás de ella.
—Señoritas, señoritas, señoritas. Guarden las garras, ¿sí? —expone
Zayn, deslizándose a mi lado y rodeando mi hombro con su brazo y
haciéndome estremecer. Sé que es culpa mía que los chicos se crean dueños
de mi cuerpo, que tienen derecho a tocarlo, pero realmente no lo tienen. Ya
no—. Estoy seguro de que Chelsea tiene una razón para estar aquí que no
implica drogarnos a todos.
—¡Vete a la mierda! —estallo, empujando su brazo de mí y alejándome
de ellos.
—Aquí tienes, Chelsea. Te preparé una bebida. Es un cóctel especial,
especialmente para ti. —Una sonrisa malvada se forma en los labios de
Zayn mientras me ofrece un vaso—. Anda, bébelo. A ver si te gusta.
Nos quedamos de pie, con la mirada fija. Él retándome a que lo tome y
yo rogándole que no me obligue.
—¡No! —grito, sin apartar mis ojos de los suyos.
—¿Qué pasa, Chelsea? ¿Eres demasiado buena para beber tu propio
veneno? —Él levanta una ceja.
—No voy a beber eso. —Se me revuelve el estómago solo de pensarlo.
—Demuéstranos que estás arrepentida, que perteneces a este lugar.
Vamos, la Chelsea que yo conocía nunca rechazaba una bebida.
Empezaremos a pensar que hay algo malo contigo.
Mi corazón late muy fuerte y me tiemblan las manos. No puedo dejar
que estos imbéciles vean debajo de mi máscara. Odio hacerlo, pero sé que
no hay otra forma de salir de esto.
Miro fijamente a Zayn un poco más, realmente lo estudio. No es un tipo
malo. No se esfuerza por hacerle daño a la gente, especialmente a las
chicas. Realmente dudo que le haya echado algo a esa bebida.
Supongo que estoy a punto de averiguarlo.
—Bien —le digo molesta, tomando la bebida y tragándola de un tirón.
Los ojos de las chicas se abren de par en par mientras Zayn sigue
mirándome.
La dulzura explota en mi lengua en el momento en que el líquido la toca
y al instante sé que solo es jugo de frutas. Sin embargo, aún está por ver si
hay alguna droga en él.
Me siento débil por hacerlo. No debería doblegarme ante ellos. Tengo
que ser fuerte. Concentrarme en lo que quiero y en el motivo por el que
estoy aquí.
Vuelvo a mirar a Zayn y sostengo su mirada oscura. Suele ser el
bromista, aunque ahora sus ojos contienen una crueldad que no estoy segura
de haber visto nunca. ¿Llevaría las cosas tan lejos? ¿He caído en sus
manos?
Se me revuelve el estómago y me preocupa estar a punto de vomitar
sobre mis propios pies.
No queriendo mostrar ningún tipo de debilidad. Doy un paso adelante.
—¿Qué intentas demostrar, Hunter? —me burlo, sacando la cadera.
Su labio superior se curva de una forma a la que no estoy acostumbrada
cuando estoy tan cerca de él antes de que me rechace con una inclinación de
la barbilla.
Al mirar a un lado, veo que Shelly y Krissy me miran fijamente.
Necesitando alejarme de sus miradas ardientes y llenas de odio, me doy
la vuelta y corro.
Empujo a la gente a un lado mientras sus susurros demasiado fuertes,
todos dirigidos a mí, llenan mis oídos.
—¿Por qué demonios está aquí?
—¿No sabe que ya no la queremos?
—El karma le pateará duro el trasero.
—Parece una puta.
—Ha engordado.
—¿Por qué pensamos que era tan bonita?
Todos ellos se arremolinan en mi cabeza mientras lucho por encontrar
una salida.
No debería haber venido aquí.
Debí haber conducido a casa, o mejor, haber seguido adelante.
Finalmente, consigo salir de la habitación abarrotada al pasillo, tomando
la perilla de la primera puerta, me deslizo adentro y respiro aliviada.
CAPÍTULO CUATRO
SHANE

T odo lo relacionado con esta fiesta es exactamente lo que me temía. Se


supone que se trata de celebrar una temporada exitosa y de conseguir el
campeonato, pero como era de esperar, papá está haciendo que se trate
de él.
—Las habilidades y el éxito de Shane se deben a mí. Me aseguré de que
tuviera un balón en sus manos desde el día en que nació. Lo hice practicar.
Lo animé a unirse al equipo. Yo, yo, yo, yo, yo, yo.
Estoy jodidamente harto.
Todo gira en torno a él. Sobre su carrera en la NFL, sobre su éxito como
padre, sobre su riqueza.
Furia burbujea en mis venas mientras me abro paso entre toda la gente,
la mayoría de la cual no he visto nunca en mi vida, para encontrar algo de
espacio, algo de paz.
Si hubiera sabido que iba a tener a la maldita prensa aquí esperándonos,
nunca habría vuelto. Pero necesitaba alejarme de ella. De esos grandes ojos
oscuros que causan cosas en mi interior. La forma en que prácticamente me
suplicaban que le diera una oportunidad, que la escuchara.
Puede que sea el único que lo haga. Puede que nunca haya querido
admitirlo, ha estado en mi vida más tiempo del que nadie se ha percatado,
gracias a nuestras madres. Sin embargo, tiene que darse cuenta de que no
soy el estúpido que ella cree que soy.
Aunque Chelsea haya pasado toda nuestra carrera escolar evitándome,
fingiendo que no soy nada para ella, ha pasado horas bajo este mismo techo,
sobre todo pasando el rato con mis hermanos, pero también conmigo en
alguna ocasión. Sé las cosas que mantiene ocultas a todo el mundo. Incluso
he visto destellos de la verdadera chica que se esconde bajo la dura coraza
exterior en alguna ocasión. Y son esos pequeños destellos los que me hacen
volver por más, porque ella me llama de una manera que no puedo ignorar.
Me dejo caer en la silla que hay detrás del escritorio de mi padre y
observo la habitación.
Su carrera se exhibe con orgullo en todas las paredes y en todas las
estanterías. Hay camisetas, posters, trofeos, todo para recordarle el éxito
que tiene cada vez que levanta la vista. Pero eso no es todo. El viaje de sus
chicos estrella hasta la cima también se exhibe con orgullo. Fotografías de
Luca y Leon con sus primeras camisetas, un balón entre ellos más grande
que los casi recién nacidos. Imágenes de ellos jugando en la liga infantil,
sosteniendo con orgullo sus primeros trofeos, y una serie de otras fotos
similares hasta ahora que juegan con los Panthers de Maddison.
Lo que resulta evidente mientras estoy aquí sentado, ignorando el
estruendo de la fiesta al otro lado de la puerta, es cualquier evidencia de que
siquiera existo.
Suelto un largo suspiro, apoyo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos en
un intento de bloquearlo todo. No sirve de nada. Mi realidad sigue
golpeando a mi alrededor. Debería estar disfrutando, deleitándome con el
éxito de nuestro equipo. Pero no, me escondo como un maldito cobarde.
El sonido de la puerta al abrirse me hace bajar la cabeza de la mirada al
techo y, cuando miro, la persona que se apoya en ella es la última que
esperaba ver.
El enfado que ya empezaba a apoderarse de mí alcanza otro nivel al
verla.
—¿Qué carajos estás haciendo? —escupo, empujando la silla con tanta
fuerza que se estrella contra la pared detrás de mí.
Sus ojos abiertos de par en par y sorprendidos encuentran los míos. Si
no estuviera tan perdido en mi frustración por lo de esta noche, podría ver
su sorpresa, aunque no la veo, todo lo que veo es rojo.
Me acerco a ella con los puños cerrados a los costados.
—Te hice una pregunta.
Traga, la piel de su largo y delgado cuello se ondula.
—Necesitaba un respiro.
No me detengo hasta que estoy frente a ella.
—Para empezar, no eras bienvenida.
Sus ojos de color chocolate oscuro se oscurecen aún más con mis
palabras.
—Estoy bastante segura de que esta noche es un evento de puertas
abiertas.
—Sí, para cualquiera menos para ti —digo bruscamente.
—Pero...
—Aquí no hay peros, Chelsea. La jodiste. A lo grande.
—Sí, y lo siento, ¿de acuerdo?
Una risa amarga sale de mis labios.
—No. No está jodidamente bien. Primero drogaste a Amalie, y luego no
contenta con causar todo ese drama, tuviste que ir tras Mason. ¿En qué
demonios estabas pensando?
Sus ojos se entrecierran. Sé que está afectándole y que lo mejor para los
dos sería que la echara, pero ahora que hemos empezado, no puedo parar, y
parece que ella también está del mismo humor.
—Ah, me había olvidado de tu obsesión con la supermodelo.
—No estoy obsesionado con ella. Solo es una persona decente, a
diferencia de otra que conozco.
—Pfft. —Ella pone los ojos en blanco y yo pierdo la cabeza.
Extiendo la mano, tomo su barbilla entre mis dedos y la aprieto.
—No puedes volver a entrar aquí después de desaparecer de la nada y
esperar encajar de nuevo —le digo enojado.
—A nadie le importa que me haya ido. —Intenta desviar la mirada, pero
la mantengo en su sitio y me encuentro con sus ojos una vez más.
—¿Realmente piensas eso? —pregunto, con mis ojos clavados en los
suyos.
—Bueno, nadie quería que volviera, así que está claro que nadie me
extrañó.
Algo se me retuerce en el pecho, sin embargo, me niego a decirle que
me pasé las últimas semanas intentando averiguar dónde demonios estaba.
Era consciente de que Ethan lo sabía, pero no iba a dar esa información ni
de broma. Tampoco mi madre.
—Oh, no lo sé. Seguro que algunos de los chicos te echaron de menos.
Había una zorra menos para darles una mamada sin ti.
—¡Vete a la mierda, Shane! Solo estás celoso.
—¿De verdad? —Me río—. ¿Crees qué estoy celoso de esos imbéciles?
Lágrimas comienzan a acumularse en sus ojos, y eso alimenta algo
dentro de mí. Algo oscuro que realmente no quiero reconocer, pero me
siento impotente para seguir adelante.
—Aquella noche solo ocurrió porque quería ver por qué tanto alboroto.
Ella jadea.
Me inclino para que mis labios rocen su oreja. Se estremece, y está a
punto de saber que esto no va a ser nada placentero.
—Todo lo que escucho es lo bien que la chupas, lo apretado que está tu
coño. Pensé que sería una maldita vergüenza ser el único del equipo que no
lo experimentara.
—¡No! —grita ella.
—¿Qué? ¿Crees que realmente te deseaba esa noche? —Una risa
amarga retumba en mi garganta—. Me lo ofreciste en bandeja de plata.
¿Realmente pensabas que me iba a negar?
—Shane —me advierte—. No hagas esto.
—¿Que no haga qué? ¿Tratarte como la zorra barata que eres? No eres
nada, Chelsea. Nadie te quiere aquí. ¡Ahora vete a la mierda!
Un sollozo retumba en su garganta, aunque de alguna manera se las
arregla para no dejar caer las lágrimas que llenan sus ojos.
Me mira fijamente durante un rato antes de soltarse de mi agarre y abrir
la puerta de un jalón.
En el último momento, se voltea.
—Estás mintiendo, Shane. Sé que estás mintiendo, maldición. —Es
entonces cuando sus lágrimas caen, no obstante, sale corriendo antes de que
tenga la oportunidad de hacer algo.
—¡Mierda! —exploto en la habitación, pero el sonido es tragado por la
fuerte música que viene de la puerta abierta de par en par.
Una gran parte de mí grita que la persiga. Que la tome en mis brazos y
decirle que tiene razón. Que estaba mintiendo. Aunque no puedo. No esta
noche. Tal vez nunca.
Chelsea no me quiere. Lo ha dejado muy claro en muchas ocasiones.
Diablos, la mayoría de las veces ni siquiera quiere que la asocien conmigo.
Sé tan bien como ella que esa noche entre nosotros no significó nada.
Ambos habíamos estado bebiendo. Noah y Tasha habían desaparecido en el
piso de arriba, y yo estaba jodidamente furioso porque él estaba engañando
a Camila. Chelsea simplemente estaba allí. Una distracción para evitar ir y
reacomodarle la cara a uno de mis mejores amigos por faltarle el respeto a
una de mis amigas más cercanas y la chica de la que creía que él estaba
enamorado.
Necesitando hacer algo más que esconderme en la oficina de mi padre.
Atravieso la puerta abierta y voy en busca de algo de alcohol. Cualquier
cosa que me impida perseguir a Chelsea y hacer lo que realmente quiero
hacer.
CAPÍTULO CINCO
CHELSEA

C onsigo mantener la calma hasta que estoy a salvo dentro de mi auto.


Puede que todos los que están dentro de esa casa no me quieran allí,
pero que me jodan si les muestro a alguno de ellos que me están
afectando.
Exhalo una respiración temblorosa y miro al frente con ojos borrosos.
Realmente no sabía qué esperar de Shane. Siempre ha sido el callado, el
que se sienta y observa todo el drama que se desarrolla a su alrededor.
Pensé que probablemente estaría enfadado, después de todo, a él fue al que
culparon de drogar a Amalie, ya que Jake los encontró juntos esa noche.
Funcionó casi perfecto porque todos le creyeron a Jake y nadie se molestó
en buscar otro sospechoso.
No debería haberlo hecho. Lo supe en ese momento y lo sé ahora. Sin
embargo, estaba desesperada. No es una excusa, soy consciente de ello.
Pasé mucho tiempo con los consejeros mientras estaba fuera de aquí,
lidiando con la culpa y acepto plenamente que me equivoqué y que no
tengo excusas para mi espantoso comportamiento. Solo tengo que
disculparme y esperar que al menos alguien me perdone, o no sé cómo será
mi futuro aquí en Rosewood.
He mandado solicitudes a universidades fuera del estado. Nunca tuve la
intención de quedarme por aquí una vez que me graduara. No obstante,
ahora todo ha cambiado.
Mis prioridades han cambiado. Lo más fácil sería quedarme. Tengo mi
nueva casa de la piscina y el apoyo de mis padres aquí. Pero si me
encuentro con alguien que me odia cada vez que doblo una esquina,
entonces no estoy segura de que sean suficientes para mantenerme aquí.
Una vez que mis lágrimas se detienen lo suficiente como para poder
conducir a casa con seguridad, emprendo el camino de vuelta.
No es tan tarde, pero la casa está a oscuras cuando me detengo en la
entrada. Me dirijo a la parte trasera y entro en mi nuevo y pequeño hogar.
Respiro aliviada en cuanto me encierro en ella.
Nadie puede hacerme daño aquí.
Nadie puede mirarme como si me odiara.
Y lo más importante, mientras esté sola, nadie podrá conocer mi
secreto.

No duermo mucho. Me paso la mayor parte de la noche dando vueltas en la


cama, intentando acostumbrarme a mi nueva cama. Es demasiado blanda,
demasiado cómoda, y no se parece en nada a la cama en la que he dormido
las últimas ocho semanas. Aquello era como estar acostada en una maldita
roca comparado con esto.
Acaba de salir el sol cuando me rindo y voy en busca de algo de beber.
Me preparo una taza de café y pongo una Pop-Tart en el tostador que
me dejaron mis padres. Lo hago todo con una sonrisa porque, a pesar de
todo lo que ocurre fuera de mi pequeño santuario, estoy encantada con esta
poca de independencia que me han concedido mis padres.
Necesito este respiro para asimilarlo todo.
Mi vida ha dado un vuelco, por mi culpa, claro. Aunque eso es el
principio de los cambios que se avecinan.
Poniéndome unos pantalones de yoga y una sudadera extragrande, abro
las cortinas y salgo a dar un paseo matutino por la playa. He echado de
menos el mar durante mi ausencia. Normalmente, me gustaría correr, pero
no estoy segura de poder hacerlo esta mañana.
Encuentro mi lista de reproducción favorita, meto mi teléfono en el
bolsillo, me pongo los audífonos para bloquear el mundo que me rodea y
entro en acción.
Al ser un sábado por la mañana tan temprano, no me preocupa
encontrarme con alguien de la escuela que pueda tener la tentación de
ahogarme en el mar.
Siento que respiro por primera vez en semanas cuando piso la arena. Me
quito mis zapatos deportivos y me subo un poco los pantalones para que no
se mojen, y me dirijo hacia donde las olas se rompen en la playa.
El agua tibia me rodea los pies y suspiro aliviada.
Aquí me siento como en casa y puedo olvidarme de todas las tonterías y
ser yo misma. Puedo fingir durante un rato que todo está bien. Que todavía
tengo amigos y una vida aquí y que no soy el mayor desastre que ha visto
Rosewood High.
No llevo la cuenta del tiempo ni de la distancia que he caminado,
simplemente sigo adelante mientras el sol empieza a salir cada vez más alto.
Estamos a final del año, sin embargo, con el sol pegando fuerte, pronto
acabo despojándome de la sudadera y atándola a mi cintura mientras sigo
caminando.
Estoy perdida en mi propia cabeza, mirando mis pies mientras
chapotean en el agua poco profunda, así que no veo a nadie acercarse hasta
que es demasiado tarde.
—Voy a empezar a asumir que me estás acosando. —Su voz familiar
hace que un escalofrío recorra mi ya acalorado cuerpo, pero eso no es nada
comparado con cuando alzo la vista y lo encuentro sin camiseta y con solo
unos pantalones cortos de tiro bajo. Su piel dorada brilla bajo el sol y su
cabello está empapado de sudor. Estoy segura de que nunca lo he visto
verse mejor.
—Ah, sí, anoche dormí afuera de tu casa y te seguí hasta aquí. Culpable
—expreso con sarcasmo, levantando las manos en señal de derrota.
Me mira fijamente en silencio y odio no poder entenderlo.
Anoche me sorprendió con las palabras crueles que me susurró al oído.
No es propio de él. Sin embargo, de nuevo, nunca me he esforzado por
conocerlo mejor.
Tiene todo el derecho a odiarme. A decir las cosas que dijo. Eran
ciertas. No empecé las cosas con él esa noche porque lo quería. Me sentía
sola. Aburrida. Celosa de que Tasha encontrara esa conexión con alguien
por la que yo estaba tan desesperada. Incluso si era con un nerd como Noah.
Su relación demostró que no hace falta enamorarse de un jugador de
fútbol americano para encontrar el amor. Quizá me había equivocado todo
este tiempo.
Recuerdo que lo miré en el otro extremo del sofá después de que Tasha
y Noah salieran tambaleándose de la habitación para encontrar un poco de
privacidad, y me pregunté si tal vez debería probar algo un poco diferente.
Una cosa es segura, esa noche él me dejó boquiabierta.
No fue nada como la noche en que perdí mi virginidad con Jake.
Habíamos estado bebiendo, pero no estábamos borrachos, y no parecía que
lo único que quisiera era la liberación. Había más en su tacto, más en las
palabras que me susurraba. Me hizo pensar que había estado centrando
todos mis esfuerzos en los tipos equivocados todo este tiempo.
Aunque es muy probable que, como todo lo demás en mi vida, también
me equivoque en eso.
—Es… —Se detiene y mira hacia el agua. Su mano se levanta y
envuelve sus dedos alrededor de su cuello y tira.
—Es… —lo animo, no queriendo que este extraño intercambio termine
todavía.
—¡Maldita sea! —murmura para sí mismo—. ¿Estás bien? Ya sabes,
después de lo de ayer —. Y ahí está, el chico dulce que recuerdo de aquella
noche.
—Sobreviviré. Ya me conoces, impasible, con un corazón de piedra. —
Pongo los ojos en blanco. No soy ingenua respecto a lo que el resto de la
escuela piensa de mí. Creen que soy una perra sin corazón que solo se
preocupa por sí misma. La realidad dista mucho de eso.
—Chels, no es necesario que hagas eso.
—¿Hacer qué? —Me encojo de hombros, mirando a mis pies.
—Fingir que todo está bien cuando en realidad no lo está.
—Sí, bueno. ¿Cuál es la alternativa? Todo el mundo me odia. Nadie me
quiere aquí. Y no veo que eso vaya a cambiar pronto.
—¿Puedes culparlos?
—Nunca dije que estuvieran equivocados.
—Yo tampoco.
—Ouch.
—¿Qué quieres que diga, Chelsea? Todo lo que hiciste estuvo mal.
—Lo sé.
—Y me dejaste cargar con la culpa por ello. Porque no era ya un
marginado suficiente con el equipo, permitiste que pensaran que era capaz
de eso.
—Lo siento —susurro, pero es demasiado silencioso para que lo
escuche.
—¿Qué dijiste? —pregunta, extendiendo su mano para que no tenga
más remedio que mirarlo. En el momento en que sus dedos conectan con mi
barbilla, me entra un cosquilleo.
No tengo la menor idea si él lo siente también. Solo puedo esperar que
esto no sea algo unilateral. Incluso si nunca me perdona, me gustaría pensar
que tal vez ese tipo de conexión existe realmente.
—Lo siento, ¿está bien? Siento haberlo hecho. Estaba pasando un mal
momento. No debería haberte dejado cargar con la culpa, no fue justo.
Se acerca y mi ritmo cardíaco se acelera.
Sus ojos se alejan de los míos durante un breve segundo y, cuando
vuelven, son más fríos y están más enfadados.
—Pruébalo.
—¿Q… Qué?
—Demuéstralo.
—¿Cómo?
—No lo sé. Usa tu imaginación. Sin embargo, sé que tienes algunas
habilidades que pueden hacer que los chicos hagan lo que quieras. Tal vez
intenta eso. —No hay emoción en su voz. El cambio en él me confunde
muchísimo.
—¿Q… quieres que me ponga de rodillas? —tartamudeo, sin creer lo
que está sugiriendo. Lo esperaría de otros miembros del equipo, pero no de
Shane.
Arquea una ceja con impaciencia.
—¿Aquí? ¿Ahora?
—¿Por qué no? Es lo que te mereces.
Mi barbilla cae mientras libramos una silenciosa batalla de voluntades.
¿Dónde está el chico dulce de hace unos momentos?
Pasa otro segundo cuando lo oigo. La estruendosa voz que solo puede
ser de otro miembro del equipo.
—¡Chelsea, qué maldita sorpresa verte aquí! —El brazo de Zayn me
rodea el hombro y me atrae hacia su cuerpo.
Los ojos de Shane se entrecierran ante él, pero no dice nada.
—Me sorprende que hayas querido dar la cara esta mañana después de
cómo te fuiste de la fiesta anoche. Todo el mundo te odia de verdad, chica.
Es solo cuando me giro para mirarlo a los ojos que recuerdo la bebida
que me obligó a tomar anoche. Supongo que es seguro asumir que no había
nada en ella.
—Lo sé —murmuro—. Shane justamente estaba sugiriendo una forma
en que pudiera compensar al equipo.
—Oh sí, ¿cómo entonces?
Apartando mis ojos de los de Shane, volteo hacia Zayn. Está claro que
él también ha salido a correr esta mañana, pero sigue llevando una camiseta
puesta.
Mis ojos se fijan en los suyos durante un segundo antes de hacer un
alarde de recorrer su cuerpo.
—Me conoces, Zayn. Tengo ciertas habilidades que pueden compensar
las cosas. —Utilizo palabras similares a las que me acaba de decir Shane
para probar un punto antes de lamer mis labios de forma seductora.
Doy un paso hacia él y recorro su pecho con las yemas de mis dedos
antes de deslizarlos por debajo de su camiseta para encontrar sus
abdominales. Se tensan cuando aprieto la palma de mi mano contra ellos,
dispuesta a deslizarla bajo el elástico de sus pantalones cortos.
Sus ojos se abren de par en par, pero no me pierdo el calor que los llena.
Zayn nunca ha sido de los que rechazan una buena oferta.
Justo cuando estoy a punto de bajar la mano y meterla en sus
calzoncillos, un gruñido grave surge a mi lado. Dedos se clavan en la parte
superior de mi brazo y me separan de Zayn para que me acerque a un pecho
duro y agitado.
—Nos vemos —dice él por encima de mi hombro.
Zayn asiente la cabeza inmediatamente y se aleja corriendo por la playa.
—¡No lo toques, maldición! —Su mano enorme se posa en mi
estómago y se me corta la respiración.
—¿Estás celoso, Shane?
Vuelve a gruñir mientras algo me hace cosquillas en la oreja. ¿Su nariz?
¿Labios? No estoy segura, pero maldición si mis rodillas no quieren
doblarse.
—No. Solo no quiero que nadie más te ponga de rodillas antes de que
termine contigo.
Puede que me esté amenazando, sin embargo, sus palabras envían una
ola de calor entre mis piernas.
—¿De verdad? Si la primera vez fue tan buena que necesitas una
repetición, todo lo que tienes que hacer es decir las palabras.
—No. No es tan fácil, Chelsea. Esto no es sobre el placer. Se trata de
venganza.
—¿V… venganza? —tartamudeo, totalmente desconcertada.
—Me alegro de que estés confundida porque yo también lo estoy. Mi
cabeza es un maldito desastre y todo es por tu culpa.
Algo crepita entre nosotros cuando su mano sube por mi cuerpo. Mis
pezones se endurecen cuando roza mi pecho izquierdo, aunque él no se
detiene como necesito, sino que su mano se envuelve alrededor de mi
cuello.
—Oh, Dios —gimo. No es mi intención que salga en voz alta, pero
mierda, me está excitando ahora mismo con su dominio. No tenía idea de
que fuera capaz, sin embargo, me encanta esta faceta de Shane Dunn.
—Puede que quieras cerrar tu puerta con llave porque atacaré cuando
menos lo esperes. Las cosas serán bajo mis términos ahora. No los tuyos.
Me estremezco en su abrazo, aunque en lugar de darme más, me suelta
con un empujón. Si estuviera atenta, sería capaz de balancearme, pero me
ha vuelto inútil y caigo en la suave arena a sus pies.
—Te ves como en casa, de rodillas.
CAPÍTULO SEIS
SHANE

M e alejo de Chelsea antes de hacer algo de lo que me arrepienta. No


estoy seguro de qué es lo que pasa con ella, pero saca un lado
diferente de mí. Uno que no estoy seguro de que me guste. Aunque si
la forma en que su cuerpo se estremeció con mi toque me dice algo, estoy
bastante seguro de que le gustó.
Mis pulmones arden cuando alcanzo a Zayn.
—¡Oye, hombre! —Jadeo cuando se detiene a mi lado.
—¿Qué carajo fue eso?
—¿Qué, Chelsea? ¡Quién demonios sabe! Tratando de disculparse o
alguna mierda así —miento.
Sus cejas se juntan.
—¿Y qué tenías exactamente en contra de que cogiera un puñado de la
mercancía? —Empuja sus caderas hacia adelante de una forma que no
necesito ver hacer a ningún otro tipo.
—Estamos en la playa. Hay niños alrededor.
—Claaaro. ¿Hay algo que tengas que decirme?
—Uh... nop, no lo creo.
Desde que empecé a juntarme más con el equipo en mi patético intento
de averiguar a dónde había ido, Zayn y yo entablamos una extraña amistad.
Somos polos opuestos en todos los sentidos, aparte de nuestro amor por el
juego, sin embargo, simplemente congeniamos de una manera que nunca he
tenido con ninguno de mis compañeros de equipo. No me quejo, porque no
es que haya conseguido que Noah o Wyatt salieran a entrenar conmigo. Es
agradable tener algo de compañía.
—Bien. Solo ten cuidado, si estás jugando con Chelsea, es muy
probable que pierdas.
—Puedo manejar a Chelsea.
—Hermano, estoy bastante seguro de que no hay un hombre en esta
tierra que pueda manejar a Chelsea Fierce.
Me río de su comentario en un intento de ocultar lo que realmente me
hace sentir.
Hacemos ejercicio juntos en la playa durante un poco más de una hora
antes de que me vaya a casa a ducharme.
La casa era un desastre cuando salí a primera hora está mañana, pero
mientras caminaba por la calle, la compañía de limpieza que contrata mi
padre estaba llegando, así que no me cabe duda de que volverá a ser como
una casa de exhibición una vez que llegue allí.
—Fue una gran noche, ¿eh, hijo? —me dice papá cuando entra en la
cocina mientras tomo una botella de agua del refrigerador.
—Sí. Genial.
Claramente se le pasó por alto que después de desaparecer de la prensa,
solo salí de mi escondite cuando necesité más alcohol, algo de lo que me
arrepentí seriamente cuando me levanté esta mañana sabiendo que había
quedado de verme con Zayn.
Él quería cancelar al ser la mañana siguiente después de nuestra gran
noche, pero me negué a escucharlo. No porque la temporada haya
terminado, no significa que vaya a dejar de hacerlo. Puede que no quiera la
carrera en el fútbol americano que mi padre ha planeado para mí, pero
todavía quiero jugar. Además, no es como si el entrenador vaya a dejar de
trabajar con nosotros porque somos campeones estatales. Querrá enviarnos
a todos a la universidad en condiciones óptimas. Me duelen los músculos de
solo pensarlo.
Dejándolo, subo mi botella a mi habitación. Esta mañana no tengo
paciencia para sus tonterías egocéntricas.
Cierro la puerta detrás de mí, saco mi camiseta de la cintura de mis
pantalones cortos y la arrojo hacia el cesto de la ropa sucia. Doy un paso
adelante y mis ojos se posan en la cama en el centro de la habitación.
De repente, vuelvo a aquella noche...
Estaba jodidamente enfadado por haber visto a mi mejor amigo
desaparecer en el piso de arriba con una chica que no era su novia. Hacía
tiempo que sospechaba de él porque no era el mismo, sin embargo, hasta
ese entonces no tenía pruebas para acusarlo de nada.
En el momento en que se presentó en mi casa con Chelsea mientras
Noah y yo estábamos hablando de un viejo partido de la NFL, supe
exactamente lo que estaba pasando.
Las dejé entrar porque, bueno, no soy un imbécil, y en cuanto Tasha
entró a la sala se subió al regazo de Noah y empezó a besarlo. Había tanta
familiaridad entre los dos que no se trataba de una conexión única y al azar.
Llevaban tiempo acostándose.
Mis puños se cerraron cuando él la sacó de la habitación, diciéndome
que iban a utilizar una de nuestras muchas habitaciones de huéspedes. En
cierto sentido, estaba agradecido. Significaba que ya no tenía que verlos,
pero, por otro lado, estaba desolado por Camila.
No era la primera vez que lo acusaban. Mason lo tiró al suelo en la
propia fiesta de cumpleaños de Noah, aunque Camila lo tomó como si fuera
su ex mejor amigo de la infancia mostrando su poder. Resultó que Mason
tenía razón.
No tenía idea de que, mientras yo seguía sentado con la cabeza
dándome vueltas, Chelsea estaba enviándole mensajes anónimos a Camila
para asegurarse de que los descubriera.
Si hubiera sabido que esa fue la razón por la que Camila apareció al
azar poco después, la noche podría haber sido muy diferente.
Las imágenes de nuestro tiempo juntos se reproducen en mi mente
como si hubieran ocurrido hace días, no semanas. Me froto la mandíbula sin
afeitar, ni siquiera han pasado semanas, sino meses desde aquella noche. He
visto a Camila y Mason reencontrarse, a Ethan encontrar a Rae, y yo sigo
aquí albergando unos extraños sentimientos por una chica a la que debería
odiar por toda la mierda que ha causado. No obstante, no puedo quitármela
de la cabeza.
Me digo a mí mismo que es solo porque estoy enojado con ella. Me
inculpó como el que drogó a Amalie, se ensañó con Camila, una de mis
mejores amigas. Sin embargo, en lo único que puedo pensar es en esa
noche.
Tal vez lo veía venir desde hace mucho tiempo. Tal vez me aferré a ella
aún más de lo normal porque fue mi primera vez, no es que tenga intención
de decírselo.
Chelsea ha estado en mi vida durante años, ha seguido a Luca como un
cachorro perdido durante la mayor parte de ese tiempo esperando que él le
lanzara un hueso, pero mientras ella iba claramente tras él, yo estaba atrás,
en el fondo, deseando que me diera una oportunidad. Habría dado cualquier
cosa en aquel entonces para que me mirara como lo miraba a él.
Esa noche lo hizo y no pude más que caer en sus encantos.
No debería haberlo hecho, lo sabía. Permitirme llegar a eso no me hacía
mejor que los chicos del equipo de los que me pasé mis días quejándome e
intentando no ser como ellos. Me hizo parecerme a mi padre. Me
estremezco al pensarlo.
No obstante, la forma en que me tocó, la forma en que me besó.
Significó algo. No fue solo una aventura de una noche, una forma de pasar
el tiempo. De eso estaba seguro, hasta que se fue.
—¡Maldita sea! —Golpeo mi cabeza contra la puerta sólida, deseando
poder olvidarme de ella y de esa noche. Chelsea no merece mi tiempo ni mi
atención. Pero me llama como nadie lo ha hecho nunca. Siempre lo ha
hecho.
Es como una jodida droga que sé que no debería desear, pero a la que no
puedo resistirme, incluso sabiendo que me hará querer más
desesperadamente después de probarla.
Me alejo de la puerta y me quito mis pantalones cortos y bóxer mientras
me dirijo al baño para lavarme la arena y el sudor de esta mañana.
Mi pene semiduro me provoca. Los recuerdos de esa noche amenazan
con hacer que se me endurezca completamente en su necesidad de otra
ronda. A mi pene no le importa que deberíamos odiarla. Que no merece otra
oportunidad. Solo la desea. Al igual que el órgano que late en mi pecho,
aunque consigo ignorarlo un poco más fácilmente.
Me pongo bajo el chorro de agua caliente y permito que alivie mis
músculos tensos, aunque no ayuda mucho. Mi cabeza y mi corazón parecen
estar en una batalla constante sobre cómo debo tratar a Chelsea. Pasé
semanas intentando averiguar dónde estaba, queriendo saber si estaba bien
después de todo lo ocurrido. Sin embargo, con tan solo verla, la rabia que
debería haber sentido cuando desapareció me golpeó como un camión.
Intentando sacármela de la cabeza, me visto y me dirijo a la cocina para
comer algo.
Mamá está sentada en el mostrador con su traje de yoga y da un sorbo a
una taza de café.
—Buenos días.
—Buenos días, cariño. ¿Cómo te sientes esta mañana?
—Genial, ¿por qué?
—Anoche fue... intenso —dice con una mueca de dolor.
—Ya lo creo. ¿Sabías que él traería a la prensa?
—Ya conoces a tu padre. Está en su propio carril. Se le mete una idea en
la cabeza y la hace realidad—. Mamá suena tan agotada como me siento yo
con las locuras de papá.
Gruño un ruido ininteligible.
—Solo quiere lo mejor para ti.
—¿Y qué hay de lo que yo quiero?
La tristeza la invade. Es consciente de que no quiero que me obliguen a
entrar en la NFL, pero tiene tanto éxito como yo a la hora de convencer a
papá de que no lo haga.
—Cree que tienes lo necesario.
—Puede que lo tenga. Sin embargo, eso no significa que tenga que
quererlo.
—Lo sé. ¿Quieres desayunar?
—Sí, por favor.
Me siento mientras ella se levanta y abre el refrigerador.
—¿Sándwich de queso fundido?
—Suena bien.
—Así que estuve en yoga con Honey esta mañana —dice, mencionando
a la madre de Chelsea.
—Ah, sí —murmuro.
—¿Sabías que Chelsea volvió? Honey dijo que la mudaron a la casa de
la piscina para darle un poco de espacio para respirar.
—Sí, estuvo aquí anoche —comunico, ignorando su comentario sobre
su nueva vivienda, pero guardando la información para más tarde.
—¿Estuvo aquí? No la vi.
—No se quedó mucho tiempo. No es precisamente la persona favorita
de todo el mundo en este momento.
—Es comprensible. Honey dijo que está en un lugar mejor y lista para
volver a la realidad.
—No creo que vaya a ser tan fácil.
Mamá suspira.
—Le dije que te pediría que estuvieras pendiente de ella en la escuela la
semana que viene.
—Mamá —me quejo—. Chelsea no querrá que sea su guardaespaldas.
—No te pido que estén unidos a la cadera. Solo que vigiles.
—¿Y qué pasa si no quiero? ¿Y si pienso que ella se merece todo lo que
se le viene encima?
—Shane, no seas así.
—Ella drogó a Amalie y a Mason, mamá. Lastimó a Camila. —No le
cuento más sobre lo que pasó con Camila, realmente no necesita saber los
detalles de lo que Noah ha estado haciendo.
—Ella cometió un par de errores. Nadie es perfecto, hijo. A veces la
gente solo necesita un poco de compasión para poder dar un giro y empezar
de nuevo.
—¿Y qué pasa si no puedo perdonarla?
—Entonces supongo que eso depende de ti. Solo esperaba que fueras un
poco más maduro al respecto.
—No perdonarla después de que hirió a gente que me importa no me
hace inmaduro.
—De acuerdo, tal vez esa fue la palabra equivocada. Solo... solo dale un
respiro. No siempre lo ha tenido fácil, y creo que se merece una segunda
oportunidad.
Mamá pone mi desayuno frente a mí antes de darse la vuelta y salir de
la habitación.
—Ha tenido como un millón después de todo el drama que ha causado a
lo largo de los años —murmuro para mí mismo.
Dejo mi plato en el lavavajillas antes de salir de la casa para pasar el día
en casa de Wyatt con su Xbox. Suena mucho más atractivo que pasar el día
en casa con papá hablando sobre qué equipo universitario me dará la mejor
oportunidad en la NFL o con mamá intentando convencerme de que le dé a
Chelsea el beneficio de la duda.
Por suerte, como de costumbre, Wyatt mantiene la conversación alejada
de cualquier cosa que tenga que ver con el fútbol americano o anoche. Por
mucho que quiera seguir celebrando nuestra épica victoria, también me
alivia tener un descanso de todo eso.
En algún momento de la noche, Noah aparece para unírsenos.
Lamentablemente, tiene otras opiniones sobre analizar minuciosamente lo
de anoche.
—No puedo creer que Chelsea se atreviera a dar la cara. Tash dijo que
el equipo de animadoras no estaba muy contentas de verla. Dijo que Shelly
fue cruel.
Recuerdo las lágrimas que llenaron sus ojos cuando le dije algunas de
mis propias verdades anoche y la culpa me golpea. Sabía que no había
tenido el mejor regreso. La frustración de las chicas ante su reaparición
repentina era palpable, pero no pensé mucho en cómo podrían haberle
hablado.
—¿Qué esperaba? —pregunta Wyatt, sorprendiéndome. Por lo general,
se mantiene al margen de cualquier opinión cuando se trata del equipo de
animadoras o del equipo de fútbol americano.
—Que la recibieran de nuevo con brazos abiertos y que la volvieran a
nombrar capitana, creo.
Pasamos juntos un rato más, pero ahora que han mencionado su
nombre, no puedo quitarme de la cabeza su cara de sorpresa de esta mañana
cuando la empujé accidentalmente a la arena.
Parecía un ratoncito asustado al que iba a aplastar con el pie.
—Tengo que irme. Gracias por la pizza —le digo a Wyatt, señalando
con la cabeza las cajas que ensucian la mesa de centro de su estudio que
pedimos antes.
—No te preocupes. Nos vemos mañana.
Tomo mi sudadera con capucha del respaldo del sofá de Wyatt y salgo
de su casa.
Si corto por el callejón que hay detrás de su casa, solo tardo diez
minutos en llegar a mi hogar. Pero en lugar de girar a la derecha, giro a la
izquierda subiendo por la calle. Sé por qué, aunque no quiera aceptarlo.
Este camino me lleva directamente a la vivienda a la que no debería
acercarme. Aunque no es la casa lo que me interesa. Es la casa de la
piscina.
CAPÍTULO SIETE
CHELSEA

P aso la tarde y noche con mis padres. Mi intención era encerrarme y


fingir que todo lo que había pasado ayer fue solo un sueño... una
maldita pesadilla más bien.
Ambos intentan indagar en mi tiempo de ausencia, pero aparte del
genérico "estuvo bien y era exactamente lo que necesitaba" que quieren oír,
no entro en más detalles.
Ese lugar ya es suficientemente deprimente, lo último que quiero hacer
es hablar de él.
Me gustaría pensar que es lo más cerca que voy a estar de la cárcel, sin
embargo, viendo que ya he hecho algunas cosas muy cuestionables en los
últimos meses, no estoy tan segura.
Es muy estricto con sus rutinas. Entiendo por qué, los adolescentes que
están dentro la joden a cada paso posible y necesitan que les pongan
algunos límites serios, pero mierda, es un trabajo duro.
Levantarse a las siete y media, quehaceres, escuela, sesiones de terapia,
más quehaceres, dormir. Todos los malditos días.
La chica con la que me alojaba era lo mejor de ese lugar. Las historias
que me contó sobre su pasado hacían que el mío pareciera un juego de
niños, pero ella me entendió como nadie que haya conocido antes. No sé
cómo tuve la suerte de que me tocara compartir habitación con ella, pero
estoy jodidamente agradecida. Hizo que mis pocas semanas fueran
soportables.
Esas rutinas pronto se convirtieron en una segunda naturaleza e
increíblemente las echo de menos incluso después de estar en casa durante
apenas veinticuatro horas. Ser libre de repente para volver a joder mi vida
es una presión que no necesito.
No tengo idea de cómo se supone que voy a pasar de ese tipo de vida y
volver a la escuela en solo unas horas.
La cabeza me da vueltas ante la posibilidad de intentar retomar mi vida
una vez más. Si lo de anoche fue un indicio, entonces no irá como viento en
popa.
Con mi estómago lleno de la comida de mamá, me recuesto en el sofá a
ver viejos episodios de las Kardashian, que me hacen sentir un poco mejor
sobre mi vida mientras asimilo todo su drama.
En algún momento, se me cierran los ojos y, a pesar de que mi cama
está a unos pies de distancia, cedo a mi cansancio y me permito dormir lo
que necesito.
No tengo idea de cuánto tiempo he dormido, y cuando me despierto, no
puedo evitar la sensación de que me están observando.
Es una locura. Las únicas personas que saben que estoy aquí son mamá
y papá y me gustaría pensar que no están aquí viéndome dormir. Sé que son
protectores, pero mierda, eso sería simplemente espeluznante.
Al abrir los ojos, espero encontrar el lugar vacío y me preparo para
sentirme ridícula, aunque eso no es lo que sucede.
Un grito sale de mis labios cuando encuentro una figura sentada en mi
mesa de centro en la oscuridad.
Me siento tan rápido que la cabeza me da vueltas, mis ojos se enfocan y
soy capaz de distinguir los rasgos de mi visitante nocturno a pesar de la
capucha oscura tras la que se esconde.
—¿Qué demonios estás haciendo? ¿Intentar matarme de un susto?
Se encoge de hombros.
—Tenemos asuntos pendientes.
Apoyando sus codos en las rodillas, se inclina ligeramente hacia
adelante. Sus ojos color esmeralda captan la pequeña cantidad de luz que
entra de la luna y jadeo ante la oscuridad que hay en ellos.
No sé si está enfadado o excitado en este momento. Y es otra de esas
veces en las que desearía haberle prestado más atención en el pasado. Ya
debería ser capaz de leerlo mejor que esto.
—¿Te… tenemos? —tartamudeo, apartando la manta de mis piernas y
sentándome hacia adelante.
Si cree que me voy a acobardar, entonces está muy equivocado. No soy
una chica débil a la que pueda poner en su sitio. Pensé que él me conocía
mejor que eso.
Tal vez sea así.
Me levanto del sofá, le doy la espalda y me dirijo a la cocina por algo de
tomar.
Un gruñido bajo retumba detrás de mí. Me confunde por un segundo, es
decir, hasta que el corto dobladillo de mi camiseta de los Bears capta mi
atención.
—¿Te gusta mi camiseta, Shane? —pregunto, sabiendo exactamente lo
que está mirando en este momento. Una sonrisa se dibuja en mis labios al
ver que le importa lo suficiente como para ser incapaz de mantener
encerrados sus sentimientos al respecto.
—¡Quítatela! —me exige.
Agachándome ligeramente, saco una botella del refrigerador y giro la
tapa, haciendo ademán de beber un poco.
—¿Por qué? ¿Quieres tu número en mi espalda? —cuestiono
inocentemente mientras dejo la botella sobre el mostrador.
Cuando me doy la vuelta, lo encuentro de pie a medio camino entre
donde estoy y la mesa de centro donde lo dejé.
—No te mereces mi número. Ni siquiera mereces llevar puesta esa
camiseta después de la mierda que has hecho.
Me encojo de hombros una vez más. No puedo discutir sus palabras. Sé
lo que hice y no me voy a esconder de los errores que cometí.
—¿Así que por mi dudoso juicio crees que debo olvidar al equipo que
he apoyado durante años como si no me importara?
Sus ojos recorren mi cuerpo, se detienen un poco más de lo necesario en
mis piernas desnudas. El dobladillo de la camiseta besa la parte superior de
mis muslos, así que no hay mucha piel que no esté a la vista por debajo de
mi cintura en este momento. Puede que hubiera elegido otra camiseta si
hubiera sabido que iba a tener compañía.
Aunque, cuando sus ojos oscuros y hambrientos vuelven a los míos, me
pregunto si en realidad ha tenido un efecto bastante deseable.
—¿Qué vas a hacer, Shane? ¿Arrancarla de mi cuerpo?
Un lado de su labio se curva en una sonrisa siniestra mientras da un
paso hacia mí.
—No voy a obligarte a hacer nada, Chelsea. Ambos sabemos que ya te
metes en suficientes problemas sin necesidad de que te animen.
—Las cosas son diferentes ahora —argumento, pensando en las horas
de sesiones de terapia que he tenido en las últimas semanas.
—¿Ah sí? ¿Así que no estás dispuesta a hacer algo para reclamar tu
lugar en la escuela?
Inclina la cabeza hacia un lado, normalmente lo describiría como lindo,
pero con la intensa mirada en su rostro que no estoy segura de haber visto
antes, está lejos de ser lindo. En todo caso, es... sexy.
Diablos.
El calor recorre mi cuerpo cuando los recuerdos de cómo se sentían sus
manos en mi cuerpo me golpean.
—N… no —tartamudeo, intentando recordar qué es lo que acaba de
decirme mientras da otro paso adelante. Su aroma me llena la nariz y no
hace nada por amortiguar mi deseo.
Siempre he deseado a los chicos malos, a los imbéciles. Es una
debilidad de la que nunca he podido librarme. Siempre descarté a Shane
porque era un buen tipo. Pero este Shane que está frente a mí ahora es
cualquier cosa menos un buen tipo. Me advirtió antes en la playa que
buscaba venganza. ¿He despertado algo dentro de él a lo que nunca debí
acercarme en primer lugar?
Debería arrepentirme de esa noche.
Estaba desesperada. Sola. Perdida. Sin embargo, él me dio algo que
nunca había experimentado antes y mierda si no quiero averiguar si fue algo
de una sola noche o si realmente existe.
—¿No? —pregunta.
—No. Si recupero mi lugar, mi escuadrón, es porque lo merezco, porque
me lo he ganado.
—Pfft. Hay pocas posibilidades de que eso ocurra.
—Que así sea.
—Tienes suerte, ¿sabes?
—¿Por qué?
—Porque podrías estar lidiando con algo mucho peor que yo ahora
mismo.
Un escalofrío recorre mi espalda mientras imágenes de mi pasado
desfilan por mis ojos. Me he enfrentado a cosas peores.
—No me asustas, Shane.
—No lo esperaba. Ahora… —dice, cerrando el último espacio entre
nosotros.
Mi respiración aumenta con su proximidad y cuando sus ojos se posan
en mi pecho agitado, sé que la nota.
—Quí-ta-te-la.
—Jódete. —Me río, aunque la mirada seria en sus ojos me hace pensar
que esto es cualquier cosa menos una broma.
—Ya lo hice, Chelsea. ¿O es que la noche que pasaste conmigo se ha
confundido con todas las que has pasado con el resto del equipo con tus
piernas abiertas?
—No —argumento, con los dedos agarrando con fuerza el dobladillo de
mi camiseta.
Su ceja se levanta.
—Dime, ¿qué número fui yo? ¿Cuántos miembros del equipo fueron
antes que yo?
Sacudo la cabeza, negándome a responder a esa pregunta.
—¿O es que esa noche fue solo para conseguir un full? ¿Fui el último?
Uno más para que pudieras anotar un home run.
—¡No! —grito. Está tan lejos de la verdad, sin embargo, no quiero
confesar todos mis secretos.
Apartándome de su mirada furiosa, miro hacia la casa, pero lo único que
veo es nuestro reflejo en las puertas de cristal.
—Estoy esperando, Chelsea. Llevo mucho tiempo esperando.
—Querías una repetición, deberías haberlo dicho.
—No, eso no es lo que estaba esperando. —Algo brilla en sus ojos y
me pregunto hasta qué punto es cierta esa afirmación—. He estado
esperando a escuchar lo que tienes que decir en tu defensa. Para escuchar
tus excusas. Para entender por qué te paseabas alegremente mientras
permitías que la gente pensara que yo era capaz de las cosas que tu hiciste.
—Dije que lo sen…
—No quiero tus malditas disculpas. Tus palabras no significan nada.
Como sabes, las acciones hablan mucho, mucho más fuerte.
Trago nerviosamente, pero el calor sigue llenando mis venas.
Sus ojos recorren mi cuerpo una vez más.
—Vamos, Chels. No es que no lo haya visto antes. Demonios, toda
nuestra clase ha visto tu cuerpo desnudo más veces de las que podemos
contar. No solías ser tímida a la hora de mostrarle a cualquiera que mirara lo
que tienes.
Harta de sus burlas, y sabiendo que tiene razón, me quito la camiseta
por encima de la cabeza y se la aviento.
—¿Mejor? ¿Ya tienes lo que querías? ¿Quitarme la armadura y esperar
que me debilite? Bueno, déjame decirte algo, Shane. —Me empujo desde la
pared con la cabeza alta. Tiene razón, después de todo, he pasado
demasiado tiempo en fiestas desnuda y tratando de tentar a los chicos para
gustarles. No debería importarme estar parada aquí con solo un pequeño par
de pantaletas. Aunque a diferencia de cuando he tenido a la mitad de la
clase mirándome, aquí, delante de Shane, ahora mismo, me siento desnuda
y no es solo por mi falta de ropa.
Mis pechos presionan contra su pecho y él jadea.
—Puedes pensar que estás al mando aquí. Puedes escupir tus viles
palabras, decirme lo puta que soy, hacer suposiciones sobre las cosas que he
hecho, pero ambos sabemos que ahora mismo soy yo quien tiene todo el
poder.
Llevo mi mano a su entrepierna y, tal como sospechaba, está durísimo.
CAPÍTULO OCHO
SHANE

—¡M ierda!
dedos.
—gimo mientras ella envuelve mi longitud con sus

Probablemente no era un secreto lo que su cuerpo desnudo me estaba


haciendo, llevo puestos un par de pantalones deportivos, maldición. Solo
tuvo que mirar hacia abajo para ver la marca de mi pene en la tela.
—Las cosas cambiaron ahora, ¿eh, Shane?
Mi cerebro falla cuando ella aprieta su cuerpo contra mí, su mano
atrapada entre nosotros mientras sigue agarrándome.
De repente, mi misión de venganza parece estar tan lejos de mi mente
con el aroma de su perfume floral llenando mi nariz y el calor de su piel
contra mi cuerpo.
—Te advertí que no soy el tipo de chica que va a jugar a tus juegos,
Dunn. Yo pongo las reglas aquí.
Me acaricia por encima de la tela y mi cabeza da vueltas.
—Esa noche, no tuviste ninguna oportunidad. Conseguí exactamente lo
que necesitaba. Fuiste como arcilla en mis manos, muy parecido a ahora
mismo.
Sacando fuerzas de algún lugar, levanto la mano y consigo enredar mis
dedos en su muñeca, deteniendo su movimiento antes de venirme en los
pantalones como un maldito niño.
Me digo a mí mismo que no es ella, que es solo la caricia que no he
tenido desde que estuvo en mi habitación aquella noche. En el momento en
que me dejó sin más que recuerdos, ansié más, pero sabía que no lo iba a
conseguir. Ella jugó conmigo, lo sabía. Al igual que lo está intentando
ahora. No me deseaba. Solo quería a alguien, una distracción mientras su
amiga estaba ocupada en otra parte.
—¿Qué estás haciendo, Chelsea? —Mi voz es áspera y profunda, y
delata lo que realmente quiero.
Carajo.
Ni siquiera debería estar aquí ahora mismo, y mucho menos considerar
permitirle hacer esto.
Probablemente me merezca todo lo que pueda darme después de lo que
hizo. Le dije que vendría por venganza, aunque realmente no esperaba esto.
No pensé que ella cambiaría las cosas de esta manera.
Qué ingenuo fui.
Quería decirle cómo se sentía estar en el otro extremo de su traición.
Que toda la escuela me mirara como si fuera el maldito diablo mientras ella
se pavoneaba gobernándolos a todos como siempre lo ha hecho.
—Tratando de hacerte sentir bien. ¿No es obvio? Estoy tratando de
compensar todo, como sugeriste en la playa esta mañana.
Aprieto los párpados en un intento de mantener la concentración, sin
embargo, es jodidamente difícil con sus dedos agarrándome tan fuerte.
—No habría... —Mis palabras son interrumpidas por su risa amarga.
—Ah, ¿sí? ¿Así que habrías dicho que no si hubiera metido mi mano
dentro de tus pantalones cortos como hice con los de Zayn?
La idea de que ella lo haya tocado me corroe de celos. Es ridículo, ella
solo lo hacía para demostrar un punto, pero aun así, odié la idea de que él
realmente podría haber seguido adelante con eso.
—No.
—¿Por qué no? Me lo merezco. Me merezco ser la puta de rodillas
delante de todos los que estaban en esa playa.
Mis dientes rechinan mientras trato de mantener la verdad oculta.
—Chelsea —le advierto.
—Vamos, Shane. Tenías mucho que decir antes. ¿De repente te
comieron la lengua los ratones?
Me suelta y doy un suspiro de alivio, pero solo dura el más breve de los
segundos, porque antes de que tenga la oportunidad de aclarar mis ideas,
ella enreda sus dedos a los lados de mis pantalones deportivos y jala hacia
abajo con fuerza.
Mi pene está en su mano en un segundo y lo acaricia lentamente, con
sus enormes ojos color chocolate mirándome fijamente.
—¿Es esto lo que querías cuando viniste aquí esta noche, Shane?
¿Querías un orgasmo rápido para poder decir que me cogiste cuando estaba
vulnerable?
Abro la boca para responder, aunque no salen palabras inteligibles. Mi
cabeza me pide a gritos que me mueva, pero estoy atrapado entre el
mostrador y los labios abiertos de Chelsea. Mis músculos están jodidamente
congelados en el sitio.
—¿Cuánto deseas mi boca, Shane? ¿Qué tan desesperado estás por
sentir mis labios rodeando tu pene? ¿De que te la chupe hasta dejarte seco?
—Carajooo.
—Bueno, parece que esta noche realmente no es tu noche de suerte.
—¿Eh? ¿Qué? Chels…
Se aparta de mí y se levanta, con una sonrisa triunfante en su rostro.
—Shane, guarda tu maldito pene y sal de mi casa de la piscina. No eres
bienvenido aquí.
Se me cae la mandíbula.
—¿Qué? —Se ríe—. ¿Creíste que podías entrar aquí, amenazarme y que
yo me arrodillaría y compensaría mis errores? ¡Vete a la mierda, Shane!
Puede que tenga remordimientos, pero eso no me hace débil. Especialmente
cuando se trata de ti.
Trago con dureza mientras me subo los pantalones. Con los brazos
cruzados sobre sus pechos de una forma que solo los hace más atractivos,
da un paso hacia mí.
—Si quieres jugar, Shane… —Sus ojos bajan a lo largo de mi cuerpo,
un cosquilleo surge a su paso—. Entonces juguemos. Pero te aseguro que
perderás.
¿Por qué tengo la idea de que tiene razón? Vine aquí esta noche para
discutir con ella, sin embargo, soy yo quien se va después de haber recibido
un regaño.
—No jugaré a tus juegos. Quería que entendieras lo que tus errores me
hicieron. —Mis ojos recorren su cuerpo como ella acaba de hacer conmigo
—. No obstante, veo que fue inútil. No te importa nadie más que tú misma.
Adiós, Chelsea. —Me alejo del mostrador y avanzo por su casa de la
piscina hacia la puerta por la que entré no hace mucho tiempo.
—¿Oye, Shane? —me llama su suave voz. No debería voltear. Debería
seguir caminando con la cabeza en alto y no darle la satisfacción. Por
supuesto, eso es lo que debería hacer. Al igual que la noche en que me
convertí en la nueva víctima de Chelsea, hago lo contrario de lo que sería
sensato.
Miro hacia atrás por encima de mi hombro y la encuentro con los brazos
extendidos a los lados. A excepción de su diminuta tanga, su cuerpo está
desnudo para mí.
—Disfrútalo bien. Es la última vez que lo verás.
Mantengo mis ojos en los suyos. Ya he caído en demasiados de sus
juegos esta noche.
—Deshazte de la camiseta de Jake Thorn, Chelsea. Su número no te
pertenece —le exijo antes de abrir la puerta de golpe y salir hacia la noche.
—¡Vete a la mierda, Shane! —me grita, y a pesar de que todavía estoy
muy excitado por su tacto y por la visión de su cuerpo, una sonrisa
triunfante se dibuja en un lado de mis labios.
Puede que haya caído en su juego hace un momento, sin embargo, hay
una cosa de la que estoy seguro. Si hubiera hecho el movimiento correcto
esta noche, podría haber recuperado el poder.
Ella me deseaba tanto como yo a ella. Y es solo cuestión de tiempo
hasta que vuelva a suceder.
Mi pene palpita y se me hace agua la boca.
Puede pensar que es feroz, pero voy a demostrarle que tiene más
debilidades que su necesidad de poder.
CAPÍTULO NUEVE
CHELSEA

U n sollozo estalla en cuanto cierra la puerta detrás de él. Las lágrimas


me queman los ojos y no puedo evitar que caigan mientras rodeo mi
cuerpo con los brazos en un intento de mantener la compostura.
Esto no es lo que quería para nosotros cuando volví. Sé que es lo que
me merezco. Probablemente menos de lo que me merezco. El hecho de que
me hable, de que aparezca aquí incluso, me demuestra que hay una
posibilidad de redescubrir al chico dulce que sé que se esconde en el
interior desde aquella noche.
Pensar en cómo me tocó, en las cosas que me susurró al oído, hace que
surja otro sollozo.
Necesito a ese Shane. Necesito al chico que me estrechará entre sus
brazos y me hará sentir segura. No el cruel reemplazo que apareció aquí
esta noche en busca de venganza.
Con la cabeza dándome vueltas, doy un paso hacia mi habitación,
agachándome para recoger mi camiseta desechada mientras avanzo. Es la
que siempre he usado con el número de Jake en la espalda. ¿Por qué iba a
ponerme cualquier otra cuando él era al que yo quería? No obstante, Shane
tiene razón. Está mal que la use ahora. Incluso en privado. Jake no es mío,
nunca lo fue y nunca lo será.
Me rechazó, como tantos otros en mi vida antes de él. Supongo que es
algo a lo que ya debería estar acostumbrada.
Con un suspiro la dejo caer en el cesto de la ropa sucia al pasar. Es hora
de seguir adelante con mi vida y empezar a concentrarme en el futuro en
lugar de en todo lo que he jodido en mi pasado.
Abriendo un cajón, encuentro una camiseta y unos pantalones cortos
para dormir y me acurruco en el centro de la cama mientras mis lágrimas
empapan la almohada.
No debería haber vuelto aquí. Apenas han pasado veinticuatro horas de
mi nuevo comienzo y ya lo estoy jodiendo todo.
El chico que anhelo que me tome en sus brazos y me diga que todo va a
estar bien acaba de cerrarme la puerta en las narices y se fue sin mirar atrás.
Ningún miembro de mi equipo me quiere, y el resto de la escuela me miró
como si fuera una basura.
Me lo merezco, lo sé, en verdad. Sin embargo, no pude evitar esperar
que no fuera tan malo.
Fue iluso.
Soy una ilusa.
Suelto un suspiro tembloroso mientras se me ocurre un plan. Terminar
mis estudios y volver a empezar en otro sitio, en cualquier otro lugar. La
idea de dejar a mis padres en el momento en que más los voy a necesitar me
aterra, pero sé que estarán mejor sin mí. Puede que haya sido su decisión
permitirme entrar en su casa hace tantos años, y luego quedarse conmigo
cuando creyeron ver algo redimible dentro de mí o alguna mierda, pero no
necesitan el drama que traigo a sus vidas. Apuesto a que se la pasaron muy
bien las últimas semanas sin que yo estuviera aquí. Podían irse a la cama
por la noche sin preguntarse si iban a recibir una llamada estando borracha,
despertándolos, o peor, luces azules y blancas parpadeantes en la puerta de
nuevo mientras el amigo policía de papá arrastraba mi trasero a casa.
Dios mío. Yo era un desastre.

Cuando me despierto a la mañana siguiente, me duelen los ojos de tanto


llorar y todavía me duele el pecho al recordar que vi a Shane marcharse.
Pero sabiendo que tengo que hacer algo, lo que sea, para intentar sentirme
normal de nuevo, busco mi teléfono y me arriesgo a enviar un mensaje a
alguien que siempre me ha recogido en el pasado.
Chelsea: ¡Hola! ¿Sigues en la ciudad?
Luca: Sí, vuelvo a MKU más tarde. ¿Desayunamos?
Una sonrisa se dibuja en mis labios al ver que él sabe exactamente lo
que necesito.
Chelsea: Me encantaría. ¿Me recoges en una hora?
Luca: Allí estaré x
Me muerdo el labio mientras un poco de mi antigua yo se asoma. Luca
siempre ha sido mi hermano Dunn favorito. No puedo mentir, al principio
me sentía atraída hacía él porque estaba muy bueno. Era el hermano mayor
que todas las chicas deseaban, pero con el que nunca tendrían una
oportunidad. Por mucho que no quisiera aceptarlo, yo tampoco tenía
ninguna oportunidad, aunque a diferencia de mis amigas, pude pasar tiempo
con él y, en mi ingenua cabecita, intentar convencerlo de que yo era la
indicada para él. La realidad era que yo era una preadolescente que él veía
como una especie de hermana.
Siempre fue muy dulce y siempre ignoró mis avances a pesar de mis
mejores intentos a lo largo de los años. Nunca me di por vencida, pero
cuando mis pechos crecieron y encontré mi lugar como animadora del
equipo varsity, descubrí que podía llamar la atención de casi todos los
chicos de nuestra clase, así que cambié mi atención.
Sin embargo, Luca siempre ha estado ahí, actuando como el hermano
que nunca tuve y ayudándome a guiarme en la dirección correcta la mayoría
de las veces.
Me doy una ducha rápida, me seco el cabello y me maquillo como
siempre. Lo hago sin pensar en mi realidad mientras me concentro en tareas
tan mundanas.
No es hasta que abro mi armario y miro toda mi ropa que permito que la
realidad se filtre.
Mis uniformes de animadora cuelgan orgullosos en un extremo junto a
estanterías de sujetadores deportivos y pantalones de yoga. En realidad,
solo han pasado unas semanas, pero aun así, me siento diferente. Sigo
queriendo las mismas cosas, quiero mi equipo, mi futuro, quiero encontrar
el amor, pero todo eso parece de repente un poco menos importante estos
días.
Estirando la mano, saco mi pantalón favorito y me subo la tela rosa
intenso por las piernas antes de tomar el sujetador deportivo que hace juego
y colocando una camiseta extragrande por encima. Comeré panqueques con
Luca y luego me dirigiré a la playa para correr, para quemar el exceso de
azúcar.
Había un gimnasio en el centro, pero no estaba ni de lejos tan equipado
como necesitaba para intentar mantenerme en forma. Puede que no me
reincorpore a mi equipo pronto, sin embargo, no voy a perder los años de
trabajo duro que he realizado.
Me doy una última mirada en el espejo antes de dirigirme a la puerta.
Mi aspecto es el mismo por fuera. Mis grandes ojos aún guardan los
oscuros recuerdos de mi pasado que siempre guardaré en mi interior, solo
que ahora hay un secreto más que guardar para mí misma, al menos por
ahora.
Estoy cerrando la puerta de la casa de la piscina cuando suena el pitido
de su bocina. Mamá y papá están sentados en la mesa del comedor cuando
paso por la cocina.
—Buenos días, Chelsea. ¿Dormiste bien?
Pienso en mi visitante nocturno, pero rápidamente lo hago a un lado.
—Fue estupendo —miento con facilidad.
—¿Tienes planes para hoy? Estaba pensando que podríamos ir al centro
comercial y empezar nuestras compras navideñas. —La mirada esperanzada
en sus ojos casi me mata. Está tan desesperada por que seamos una familia
normal.
—Claro. —Acepto, incapaz de decepcionarla una vez más—. Voy a
desayunar con Luca y luego vuelvo enseguida.
—Muy bien. Diviértete, cariño.
Después de tomar una fresa de su plato, me dirijo a la entrada de la casa
cuando Luca vuelve a pitar.
Bajando los escalones de la casa, casi me siento como mi antigua yo
cuando lo encuentro sonriéndome a través de la ventanilla del conductor de
su camioneta.
—Te ves bien, preciosa. —Hace ademán de mirarme mientras corro por
la parte delantera y abro la puerta. Estoy segura de que hace unos años me
habría muerto un millón de veces si me hubiera mirado así, pero ahora las
cosas no son así entre nosotros. Él está fuera, arrasando en MKU y yo estoy
aquí quitándole el seguro a la granada en mi vida.
—Oye, ¿tienes un poco de chica en la cara? —bromeo, acercándome
para limpiar una marca invisible de su mejilla.
—Me alegro de ver que a ti y a tu hermoso trasero no le quitaron lo
sabelotodo.
—No hay nada de qué preocuparse en lo que respecta a mi trasero,
Dunn.
Se ríe de mí antes de poner el auto en reversa y salir de la entrada de la
casa de mis padres.
—Y si quieres saberlo, anoche no hubo ninguna chica. Solo pasé el rato
con Leon, Shane y papá viendo viejos partidos de la NFL.
La mención de Shane es como un bate de béisbol en el estómago.
—¿Estás bien? —me pregunta, echándome un vistazo cuando se detiene
en una intersección—. Te pusiste pálida.
—Sí, sí. Estoy bien.
—¿Estás escondiendo algo, Chels? ¿Por eso necesitabas este desayuno?
—Algo así —murmuro.
—Así que, ¿irás la playa con tu equipo y celebrar el regreso a tu tribu?
Volteo a verlo esperando que esté bromeando, pero doy un segundo
vistazo cuando lo veo hablando muy en serio.
—¿Qué? —indaga cuando el silencio entre nosotros es demasiado.
—No tengo un equipo, Luc. Lo único que va a celebrar mi tribu es que
se han librado de mí.
—¿Qué carajos? —escupe.
—Oh, vamos, has oído los rumores. Sabes por qué me fui. No me digas
que realmente esperabas que fuera capaz de volver a aparecer y
reincorporarme a mi antigua vida como si nada hubiera pasado. —Por el
abrir y cerrar de su boca deduzco que sí—. No somos como los chicos, no
nos peleamos y lo olvidamos. Estoy acabada en lo que respecta al equipo, y
la escuela.
—Cometiste un error, Chels. Se olvidará.
—Drogué a la chica nueva, dejé que tu hermano asumiera la culpa, y
luego fui tras uno de nuestros jugadores. No hay vuelta atrás de eso, Luc.
Debería alegrarme de no tener antecedentes penales.
Exhala un largo suspiro mientras nos dirigimos al otro lado de la ciudad
y a nuestra cafetería habitual para comer los mejores panqueques de
Rosewood.
—Metiste la pata. Todos lo hacemos. Te perdonarán. Tienen que
hacerlo, ese escuadrón no es nada sin ti.
—Parece que lo están sobrellevando bien. —Pienso en mis rutinas
masacradas del viernes por la noche. Quiero decir, no fue el tipo de
actuación que las llevará a cualquier lugar en las regionales, pero
igualmente, no fue terrible.
—Tú puedes, Chels. Tengo fe en ti.
—Me alegro de que alguien lo haga. ¿Te apetece venir a la escuela
conmigo mañana para llevarme de la mano? —pregunto riendo.
Luca detiene el auto en el estacionamiento detrás de la cafetería y voltea
hacia mí. Sus ojos están llenos de una simpatía que no quiero ver. Me
recargo y miro la pared de ladrillos enfrente en lugar de sus familiares ojos
verdes.
—Chelsea, no necesitas que nadie te lleve de la mano. Nunca lo has
hecho. Fierce no es solo tu apellido, chica. Corre por tus malditas venas.
Tienes que levantarte y volver a entrar en esa escuela como si fueras su
maldita dueña. Aunque realmente no necesitas que te lo diga, ¿verdad?
Por primera vez desde que puedo recordar, creo que sí necesito
escucharlo.
Desde que aparecí en Rosewood después de ser arrastrada de mi antigua
vida, me propuse mostrar a todo el mundo un cierto lado de mí. Y ahora
mismo, necesito encontrar a esa chica de la que habla Luca una vez más.
No es bueno ser esta chica destrozada que ha sido golpeada por su pasado y
sus errores. Eso no me llevará a ninguna parte.
Tengo que mantener la cabeza en alto. Aunque sea más fácil decirlo que
hacerlo.
—Vamos, comamos nuestro peso en panqueques.
Lo sigo hasta el interior de la cafetería y tomamos asiento en nuestro
puesto habitual. La mesera se acerca inmediatamente, pero no hace falta
que nos pregunte por nuestras órdenes de tanto estar aquí.
Pensé que cuando Luca se marchara a la universidad sería el fin de
nuestras mañanas, aunque por lo visto las disfrutaba tanto como yo, porque
al menos una vez al mes me despierto un fin de semana y me encuentro con
un mensaje suyo.
—¿Lo de siempre para los dos?
—Por favor —responde Luca por ambos.
—D… de hecho, ¿podría darme un jugo de naranja, mejor?
—Por supuesto, cariño.
—Gracias.
—¿Qué?, ¿no hay café negro esta mañana para acompañar tu corazón
negro? —pregunta con ligereza, repitiendo la broma que he hecho en
muchas ocasiones.
—No. ¿Y cómo han estado las cosas? He echado de menos esto.
Luca sonríe antes de recordar sus historias de la universidad mientras yo
he estado ausente y me distrae con éxito de mi propia vida. Es el escape
exacto que necesito.

Con los estómagos llenos de panqueques y jarabe, nos dirigimos hacia


nuestro lado de Rosewood y de vuelta a la vida real.
—¿Volverás a MKU esta tarde?
—Sí. Solo un par de semanas y estaré de vuelta para las vacaciones —
dice, intuyendo claramente dónde están mis pensamientos. Necesito un
aliado en Rosewood ahora mismo, no en Maddison.
Pensar en la alegría de las fiestas navideñas que voy a tener que pasar el
resto del día fingiendo con mi madre no me llena de felicidad, pero supongo
que es mejor que la alternativa de estar sola y miserable. Es mejor tener
algo de compañía.
—Gracias por esta mañana. Lo necesitaba de verdad —digo,
inclinándome para darle un abrazo.
—Tú puedes, Chels. Ya sabes dónde estoy si me necesitas.
—Te lo agradezco mucho, Luc. Pero tienes una vida que vivir, no
necesitas que me interponga.
Me mira de arriba a abajo, con una ceja arqueada.
—¿Crees que puedes impedir que tenga sexo? Eso sí que me gustaría
verlo.
—Dicho eso. —Salgo de su camioneta y le hago un gesto para que se
vaya cuando desaparece de mi vista.
Con un suspiro, me dirijo adentro para encontrar a mamá y descubrir
qué planes tiene para nosotras para el resto del día.
CAPÍTULO DIEZ
SHANE

L o último que quiero hacer cuando vuelvo de mi insoportable visita a


Chelsea es verme obligado a sentarme a diseccionar viejos partidos de
la NFL como si eso fuera a ayudarme en mi futura progresión. A Luca
y Leon no les importa una mierda, estarán encantados de ver los partidos
durante horas con papá y señalar los errores de todos.
Por suerte, el efecto evidente que Chelsea tuvo en mi cuerpo hace
tiempo que se desvaneció para cuando me dejo caer en el sofá, pero eso no
significa que mis músculos no sigan tensos o que mis pelotas no estén
malditamente azules.
Puede que esa noche con Chelsea sea la única experiencia real que
tengo, pero demonios, sé lo suficiente como para saber exactamente lo que
necesito ahora mismo.
Me remuevo en mi asiento cuando las imágenes de esa noche amenazan
con reavivar mi deseo anterior.
—¿Todo bien por allá? —cuestiona Leon, con diversión curvando sus
labios—. ¿Estás disfrutando esto demasiado, hermano? —Señala con la
cabeza a mi entrepierna y la televisión.
Mi falta de acción femenina es algo por lo que a mis dos hermanos les
gusta criticarme. Que no sea como ellos, con una chica diferente rebotando
en mi pene cada noche, no significa que no esté interesado. Ambos me han
sentado antes para decirme que no pasa nada si soy gay y que eso no
debería detener mi carrera futbolística, como si hiciera falta decirlo. Es el
año dos mil veinte, maldición, no debería importar a quién elija amar.
Simplemente no entienden que no me excita tanto probar todos los coños
disponibles mientras tengo la oportunidad.
—¡Vete a la mierda! Me voy a la cama.
—¡Oooh!, alguien está sensible.
Le enseño el dedo medio a Leon por encima de mi hombro mientras
salgo. Luca se asoma, pero solo pone los ojos en blanco al vernos a los dos.
Me tumbo en la cama mirando al techo y repasando los acontecimientos
desde que ella apareció anoche. ¿Interpreté todo mal?
Pienso en sus ojos oscuros suplicándome que la escuche en las sombras
después del partido, pienso en las lágrimas que los llenaron mientras
estábamos en la oficina de papá. ¿Fui demasiado duro? ¿O no lo suficiente?
Recuerdo lo que hizo, cómo pudo herir tan fácilmente a la gente que me
importa.
Una cosa es segura. No debería haber ido allí esta noche. No debería
haberme siquiera acercado su casa. No debería haber puesto un pie adentro
de su casa de la piscina, y ciertamente no debería haber hecho que se
quitara esa maldita camiseta.
La visión de ella de pie ante mí, tan segura de sí misma, está grabada a
fuego en mis párpados. Es tan jodidamente perfecta y recuerdo demasiado
bien cómo ese cuerpo se alineaba con el mío, cómo nos movíamos juntos,
lo suave que era su piel.
Gimiendo para mis adentros, meto la mano bajo las sábanas y envuelvo
mi longitud con mi mano. No se compara en nada con el suave tacto de
Chelsea, pero es todo lo que tengo.
Recargándome hacia atrás, cierro los ojos y vuelvo a estar en la casa de
la piscina. Me olvido de todo, de las palabras viles que nos lanzamos el uno
al otro, de su reputación, del hecho de que debería odiarla, y me concentro
en lo bien que sé que puede hacerme sentir.
Demasiado pronto, mi pene se sacude en mi mano y reprimo el gemido
que quiere brotar. Conociendo mi suerte, Leon pasará frente a mi puerta
exactamente al mismo tiempo y pensará que me estoy masturbando con un
póster de fútbol americano en la pared o algo así.
Como no puedo dormir y no quiero quedarme a oscuras pensando en
una chica que no debería ocupar mi espacio mental, enciendo mi Xbox y
me paso casi toda la noche jugando en línea con Wyatt, que está más que
feliz de renunciar a una noche de sueño para jugar.
No tengo idea de a qué hora me quedo dormido finalmente. Lo único
que sé es que, cuando me despierto, el sol está en lo alto y las voces de mi
padre y mis hermanos resuenan en el piso de abajo.
Gimiendo, me doy la vuelta y tomo mi teléfono de la mesa de noche.
Al no encontrar ningún mensaje, abro Instagram y empiezo a navegar,
cualquier cosa para no tener que arrastrarme fuera de la cama todavía. Sin
embargo, no tardo en arrepentirme cuando encuentro una foto de nada
menos que Chelsea con mi puto hermano desayunando esta mañana.
La ira se agita en mi vientre mientras agarro el teléfono con más fuerza.
Cómo se atreve a salir con ella como si todo fuera normal.
Al oír pasos que suben las escaleras, me deshago de las sábanas y me
dirijo a la puerta.
Abriéndola de golpe, espero a ver cuál de ellos está a punto de aparecer
a la vuelta de la esquina.
Algo explota dentro de mí cuando es al que quiero.
—¿A qué carajos crees que estás jugando? —le grito a Luca mientras se
acerca.
—¿Qué carajo? —pregunta sorprendido mientras me pongo en medio
del pasillo, impidiéndole efectivamente llegar a su habitación—. Quítate de
en medio, Shane.
—No. ¿Qué mierda estabas haciendo con ella esta mañana?
—¡Oooh! —canturrea cuando se da cuenta—. Fuimos a desayunar. ¿Y
qué?
—¿Y qué? ¿No sabes lo que hizo? —digo frustrado.
—Sí. La jodió. Se fue hace semanas. Pagó por ello. No necesita mierda
de mi parte también.
Lo miro fijamente, con la boca abierta.
—¿Lo dices en serio?, ¡demonios!
—Sí. Ella la jodió, Shane. Todos lo hacemos. Dale un maldito respiro.
Lo miro de arriba abajo, con el labio fruncido por el asco.
—Te la cogiste, ¿verdad?
—¿Qué? No. Por supuesto que no me la he cogido. Es como mi
hermanita, ¡maldición! ¿Qué demonios te pa…? Oh.
—¿Qué? —le escupo.
—Los celos no te sientan bien, hermanito.
Me rechinan los dientes.
—No estoy celoso.
—No. ¿Por eso estás acechando su Instagram? ¿Averiguando dónde ha
estado? Por eso no dejabas de llamarme mientras ella no estaba, ¿no? Pensé
que estabas preocupado por ella, pero no, solo querías cogértela.
—No. No. Ella ha estado con la mitad del equipo, no voy a hacerlo
también. —Levanta la ceja y lo único que consigue es enfurecerme aún
más.
—Quítate de mi maldito camino. Necesito volver a la universidad. Y tú,
necesitas resolver tu mierda.
—No la quiero, maldición —argumento después de que me empuja y
pasa a mi lado furiosamente.
—No dije nada sobre quererla. Dije que arregles tu mierda, aunque me
alegro de que acabas de admitir que el problema es ella. Se siente sola,
Shane. Ve a verla. Sé amable con ella. Puede que incluso consigas lo que
quieres. —Lo veo detenerse al llegar a su puerta y voltearse. —Pero no la
lastimes, maldición. Ya ha sufrido bastante.
—Que no le haga daño... mierda. ¿Qué mentira te soltó esta mañana?
—La verdad, Shane. Ella necesita algunos amigos en este momento,
¿qué tal si tratas de ser uno?
—¡Como sea, carajo! —Marchando hacia mi habitación, cierro la puerta
detrás de mí, esperando poder dejar sus palabras afuera en el pasillo.
¿Cómo puede decir eso? Ser su maldito amigo. Nunca he sido su amigo.
Ha seguido a Luca durante años como un maldito cachorro, nunca tuvo
intención de ser mi amiga.
Yo solo era un medio para un fin. Un juguete para que ella disfrutara
cuando se aburriera. Ella misma lo dijo anoche.
No soy nada para ella.
Ni siquiera debería importarme.
Vuelvo a abrir mi teléfono, dispuesto a dejar de seguirla. Mi dedo se
cierne sobre el botón mientras sus grandes ojos color chocolate me miran
fijamente.
—¡Hijo de puta! —grito, arrojando mi teléfono a la cama y
dirigiéndome a la ducha.
No necesito esta mierda.
Después de ducharme para quitarme el persistente olor de su perfume de
anoche, que sigue provocándome incluso mientras duermo, me dirijo al
gimnasio para descargar mis frustraciones.
Podría quedarme en casa y utilizar el gimnasio de última generación de
papá, pero en cuanto me descubre allí suele insistir en "ayudar" y su forma
de ayudar suele significar presionarme hasta que ya no siento las piernas.
Puede que necesite quemar esa energía ahora mismo, pero también necesito
poder ir a la escuela mañana.
Le envío un mensaje a Zayn mientras subo al auto y él acepta
encontrarse conmigo allí.
Nos ejercitamos durante algo más de una hora antes de encontrarnos en
el sauna.
—¿Vienes a mi casa esta noche? Mamá no está.
—Eh... supongo.
—El resto de los chicos vendrán, las chicas también.
El hecho de que se refiera al equipo, menos Chelsea, hace que mi pecho
se apriete de una manera que no debería. No debería sentirme mal por que
se pierda estas cosas después de que ella fue la que lo jodió todo, sin
embargo, no puedo evitarlo. Es su equipo, su último año. Shelly puede decir
que ha tomado el control todo lo que quiera, no obstante, todos sabemos
que Chelsea las convirtió en lo que son. Su entrenadora seguro que no lo
hizo.
—Claro que sí, hombre —digo, apartando los pensamientos sobre
Chelsea al fondo de mi mente. Si ella puede salir a desayunar con mi
hermano como si todo fuera normal, entonces yo puedo tener una noche con
el equipo y su escuadrón de perras.

—¡Oye, atrapa! —grita Rich en cuanto entro en la guarida de Zayn esa


misma noche, mientras una botella de cerveza vuela hacia mi cabeza.
—Maldita sea. Una pequeña advertencia habría estado bien.
—En la NFL no hay advertencias, amigo mío —comenta Rich,
haciendo que quiera darme la vuelta y salir inmediatamente. Ya tuve que
soportar una de las charlas de papá antes de conseguir salir de la casa esta
noche, realmente no la necesito también de ellos.
Quitando la tapa, se la lanzo y rebota en su sien.
—Alguien necesita tener sexo —murmura. Todo mi cuerpo se congela
y, de repente, mi cabeza vuelve a estar en la casa de la piscina de Chelsea
anoche.
Sacudiéndola fuera de mi cabeza, me dejo caer sobre uno de los pufs de
Zayn y me llevo la botella a los labios.
—No pasa nada, hermano. Las chicas llegarán pronto y todas quieren
coger con un campeón.
—¡Cierra la boca, hombre! —dice Zayn, intentando acudir a mi rescate.
Por lo que a ellos concierne, no he pasado de la segunda base con
ninguna de las zorras porristas que se nos lanzan encima a cada oportunidad
disponible.
Antes me conformaba con verlo todo desde un costado mientras pasaba
el rato con mis otros amigos, pero entonces apareció ella y me encontré en
medio de este mundo.
Solo quería saber dónde se encontraba, necesitaba saber que estaba
bien, mientras deseaba que no me importara tanto.
Eso es lo que pasa con Chelsea Fierce, me jode la cabeza hasta que no
sé qué camino tomar.
Se produce un alboroto en la puerta que hay detrás de mí y, cuando
miro, me encuentro con el resto del equipo y el grupo de animadoras
amontonándose en la sala.
—¡Por los malditos campeones estatales! —vocifera alguien antes de
que suene una ronda de gritos y aplausos.
Mierda, ¿apenas fue el viernes por la noche? Ya parece que fue hace
toda una vida.
Todo el mundo toma algo para beber, alguien sube la música y la fiesta
comienza de verdad.
Estoy más que feliz viendo a todo el mundo disfrutar desde mi asiento,
sin embargo, Victoria tiene otras ideas y me levanta para que me una a los
demás.
—No hay nada de malo en divertirte, Dunn.
—Lo hago —argumento, aunque no estoy seguro de que mi cara
coincida con mis palabras.
—Baila conmigo —me exige, apretando su cuerpo contra el mío. Se
mueve al ritmo de la música y yo me olvido de todo y me muevo con ella.
Lo siguiente que sé es que estoy rodando sobre el sofá de Zayn y
cayendo de cara sobre el piso de madera. No tengo idea de cuánto bebí
anoche, pero todo está bastante borroso.
«Me duele mi maldita cabeza».
La apoyo en mi antebrazo y estoy bastante seguro de que vuelvo a
dormirme.
—¡Hora de levantarse, señoritas! —anuncia alguien en voz demasiado
alta antes de que se abran las persianas y entre el sol—. ¡Las perras están
esperando!
Mirando al dueño del ruido, encuentro a Zayn de pie con una sonrisa
comemierda en la cara mientras mira entre Rich y yo, que estamos
gimiendo de frustración. ¿Por qué carajos tiene tan buen aspecto esta
mañana?
—Jó-de-te —gruñe Rich, compartiendo claramente mis pensamientos.
—No se puede, chicas. La escuela me llama.
«Maldición, es lunes».
—Y sabes que Rosewood necesita que sus Bears campeones den la cara
esta mañana.
—Todo esto es tu maldita culpa, Hunter —murmuro, empujándome
para estar sentado contra el borde del sofá.
—¿Mía? Yo no te inmovilicé y te metí ese vodka en tu garganta, Dunn.
—No, estoy bastante seguro de que fue Victoria justo antes de que
bebieras un trago corporal de su... —continúa Rich.
—Suficiente —escupo. Los eventos de anoche son borrosos en el mejor
de los casos, realmente no necesito un repaso de las malas decisiones que
tomé.
CAPÍTULO ONCE
CHELSEA

A penas miré mi teléfono mientras estaba lejos, y desde luego no había


abierto ninguna aplicación de las redes sociales. Solo podía imaginar
la exageración y las mentiras que volaban por ahí sobre lo que pasó y
a dónde me había ido. Los únicos mensajes que abrí fueron los de Ethan,
pero incluso así, la mayoría de las veces no respondí. Era bueno saber que
alguien, además de mis padres, me echaba de menos.
Después de una noche de sueño intranquilo, llena de pesadillas sobre lo
que podría deparar el día siguiente, me siento en la cama y levanto mi
celular de la mesa de noche.
Seis de la mañana. Las mañanas en las que suelo levantarme tan
temprano es porque le pedí al equipo que empiece el día con una sesión de
entrenamiento matutino. Sin embargo, eso está muy lejos de mi realidad
hoy. Me encantaría ponerme mi sujetador deportivo y pantalones de yoga y
quemar algo de mi exceso de grasa hasta que mis piernas se sientan como
gelatina y todas nos ayudemos a volver cojeando a los vestidores para
recomponernos.
Suelto un largo suspiro, preguntándome si alguna vez tendré la
oportunidad de volver a esa vida. Ser animadora es todo para mí. Mi plan
siempre fue conseguir una beca para que mis padres no tuvieran que
financiar mi futuro, pues ya han hecho por mí más de lo que merezco. Pero
ahora, sin equipo y con mi futuro en el aire, no tengo ni idea de cuál es mi
plan.
Desbloqueando mi teléfono, vacilando abro Instagram. Me llegan más
notificaciones de las que puedo soportar, y como no quiero ver lo que la
gente dice de mí, enfoco mi atención en las publicaciones. Está bien, solo
las imágenes usuales de la escuela hasta que una me hace detenerme. Mi
estómago se revuelve al ver a Victoria con sus manos sobre Shane.
Mis labios se fruncen mientras me desplazo por las diferentes versiones
de la misma fotografía. Me tiemblan las manos. Quiero gritarle que le quite
las manos de encima, que es mío. Pero sé que no lo es. Todo lo que tuvimos
fue una noche intensa. No puedo reclamar nada.
Incapaz de seguir mirando la familiaridad de su tacto, lanzo mi teléfono
boca abajo en la cama.
Llevo semanas ausente. Sería estúpido suponer que no ha seguido
adelante. Que otra miembro del equipo no ha puesto sus garras en él.
Siempre actuó como si no estuviera interesado en lo que teníamos que
ofrecer, pero ciertamente tampoco me rechazó esa noche. Quizá fui yo
quien le dio el empujón y la confianza que necesitaba para convertirse en
uno de ellos.
Las lágrimas queman mis ojos, sin embargo, me niego a llorar por lo
que sea este extraño encaprichamiento que tengo con Shane Dunn. Tuvimos
una noche, una de la que estoy segura de que él probablemente se arrepiente
tras todo lo que pasó después.
Necesito olvidar todo eso. Olvidar el pasado. Necesito enfocarme en el
futuro y tratar de encontrarme algún tipo de vida mientras averiguo lo que
viene después. Una vez pensé que era fácil. Ir a la escuela, animar, ganar los
regionales, conseguir una beca y salir de Rosewood. Todavía quiero irme,
alejarme de los que seguirán susurrando cosas sobre mí, pero
inesperadamente, desaparecer por mi cuenta en algún lugar del país es
menos atractivo.
Con un suspiro, salgo de la cama y me dispongo a prepararme para mi
gran regreso a Rosewood High.
Miedo se revuelve en mi estómago al pensar en lo que me pueda
deparar el día. Supongo que, ya que me peleé con el equipo, me estarán
esperando. Maldición, eso podría ser peor.
Intento concentrarme en otras cosas, aunque es imposible. Para cuando
atravieso la cocina de la casa principal, donde mamá está tomando su café
mañanero, me preocupa que pueda vomitar en cualquier momento. En
cuanto abro la puerta, suena su amada música festiva y reprimo un gemido.
—Me alegro de tenerte de regreso. Este lugar no es lo mismo sin ti —
dice, sonriéndome suavemente.
—Debe ser como si no estuviera aquí ya que me encuentro en la casa de
la piscina —murmuro, asaltando su refrigerador en lugar del mío.
—En absoluto. Siento tu presencia, aunque estés allá afuera. —Pasa un
silencio entre nosotras mientras saco una manzana del tazón que hay en el
centro de la isla—. Gracias por lo de ayer. Sé que no fue exactamente tu
idea de diversión, pero... —Se detiene, dejándome pensar en nuestra tarde
en el centro comercial. A mamá le encanta la temporada navideña, casi
hasta un nivel obsesivo. Todas las habitaciones de la casa están decoradas
en cada rincón, y papá y yo nos vemos obligados a soportar horas de música
navideña por toda la casa. Normalmente lo habría hecho todo este fin de
semana, y no puedo evitar sentirme aliviada de no haber llegado a casa con
el caos de mamá mandando a papá en su afán por hacerlo todo perfecto.
—Fue genial, mamá. —Es una mentira, y lo sabe. Ella tenía una lista
enorme de regalos para comprar y yo no tenía ninguno. Bueno, eso no es
cierto, los tenía a ellos dos, sin embargo, no podía comprarlos precisamente
con mamá allí.
La mirada de compasión que puso cuando le dije que no tenía a nadie a
quien comprarle fue una que recuerdo muy bien de mis años anteriores,
cuando la gente descubrió el desastre que era mi vida. Es una mirada que
había desaparecido casi por completo una vez que me adoptaron.
El equipo y yo siempre habíamos hecho el intercambio del amigo
secreto. No tengo idea de si lo volverán a hacer este año, no obstante, sí sé
que no me van a invitar a participar.
Con un suspiro, me despido de mamá y salgo de casa con pesar.
Se me hace un nudo en el estómago. Debería comerme la manzana que
tomé, lo sé, pero siento que lo único que voy a hacer es vomitarla si lo
intento.
Mientras estoy sentada en el estacionamiento tras el volante de mi auto,
con mis compañeros merodeando y dirigiéndose a los edificios para
empezar sus días, no puedo forzar mis músculos a moverse.
Este lugar ha sido mi patio de recreo durante años. He gobernado esta
escuela junto con mi escuadrón y el equipo. Ahora no debería tener miedo
de poner un pie adentro.
Todo es culpa mía. Lo sé. Si no hubiera tomado decisiones tan estúpidas
y jodidas, nada de esto habría sucedido. Todavía tendría mi puesto, mi
futuro, mis amigos.
Unos cuantos estudiantes acaban notando que estoy sentada aquí, y me
veo obligada a moverme antes de cambiar de opinión y volver a mi hogar
para esconderme en mi casa de la piscina. Esa no es la chica que soy. Yo no
me escondo. Me mantengo orgullosa con la cabeza en alto y mis hombros
hacia atrás. Es hora de redescubrir a la antigua Chelsea, la que dejé de lado
en mi tiempo de ausencia. Es hora de recuperar el control de mi vida.
Abriendo la puerta de golpe, salgo y coloco mi bolso sobre mi hombro.
Me concentro en el edificio que tengo delante e ignoro las miradas
abrasadoras de todos los que me rodean.
Las voces comienzan como susurros, y a medida que me acerco al
edificio principal para encontrar mi casillero, los chismes que me rodean se
vuelven lo suficientemente fuertes como para que no tenga más remedio
que escucharlos.
—¿Te enteraste de que el equipo de animadoras se negó a aceptarla de
vuelta?
—¿Puedes creer que tuvo el atrevimiento de presentarse al partido del
viernes por la noche? Pfft, como si los apoyara. Probablemente solo quería
drogarlos de nuevo.
—¿Realmente cree que es bienvenida aquí?
—Tiene que vigilar su espalda. Escuché que está en la mira del
escuadrón.
Un escalofrío recorre mi espalda. Nadie en Rosewood, aparte de mis
padres, conoce mi verdadera identidad. Así que la amenaza de que el
escuadrón me persiga no me asusta realmente, pero de todos, ellas son las
que mejor me conocen. Sabrían cómo hacerme daño. Diablos, ya lo han
hecho. Saben que lo único que quiero es animar, y ya me han quitado eso.
Entonces, ¿qué queda?
Este debería haber sido mi año, pero desde el principio ha sido todo
menos eso. Primero Amalie me robó a Jake, aunque nunca fue realmente
mío, luego mi tobillo me impidió animar y ahora esto.
La mayoría probablemente me dirá que es el karma y que me lo
merezco, probablemente tienen razón, sin embargo, eso no evita que me
duela. He pasado toda mi vida trabajando para llegar a este punto, a las
regionales y a mi futuro, y ver cómo se me escapa duele muchísimo.
Los murmullos y los chismes no hacen más que empeorar y me dirijo al
interior del edificio. Lo único que me salva es que no he visto a ningún
miembro del equipo. Estarán fuera, en nuestro lugar habitual, tratando de
atrapar a un jugador. Pongo los ojos en blanco ante el tipo de
comportamiento del que fui protagonista no hace mucho tiempo. Es
increíble lo rápido que pueden cambiar las cosas.
Las miradas de los estudiantes se clavan en mi espalda mientras me
dirijo a mi casillero. En el pasado siempre me ha gustado que esté cerca de
los vestidores de las chicas, me facilitó la vida, pero a medida que me
acerco a la posibilidad de toparme con el escuadrón, empiezo a desear que
estuviera al otro lado de la escuela.
Estoy ordenando mis libros cuando una sombra se cierne sobre mí.
Tragándome los nervios, me arriesgo a mirar por encima de mi hombro.
—Chelsea —dice la señorita Kelly, nuestra entrenadora de animadoras,
con un suspiro—. Creo que tenemos que hablar, ¿no crees?
Se me revuelve el estómago al pensar que va a intentar una sesión de
terapia conmigo. Si cree que va a desenterrar algo más de lo que los
consejeros hicieron en el centro, entonces se equivoca. No estoy segura de
que haya un consejero en la tierra que pueda resolver el desorden que hay
en mi cabeza y en mi vida en este momento.
Agarro el par de libros que necesito, cierro mi casillero de golpe y sigo
a Kelly hacia su oficina dentro del vestidor de las chicas.
Tengo serios sentimientos encontrados en lo que respecta a nuestra
entrenadora de animadoras. Tiene una gran reputación por su propia carrera
como animadora y por los equipos que ha entrenado en el pasado. Sin
embargo, no puedo evitar sentir que ha perdido su entusiasmo. Eso o que su
atención se ha desviado hacia el señor Knight, uno de los otros miembros
del personal del gimnasio. Está casado y tiene un par de hijos, pero todos
estamos convencidos de que tienen una aventura. Pasa la mayor parte de
nuestras sesiones de entrenamiento en la oficina con él o bien notablemente
ausente. Así es como acabé siendo algo más que la capitana del equipo, un
papel que estoy más que feliz de asumir. Llevo coreografiando rutinas
desde que tengo uso de razón. Incluso antes de vivir aquí, el baile era mi vía
de escape. Llevaba mi radio a los campos detrás de donde vivíamos y
perdía horas inventando rutinas, enseñándome movimientos. Cuando estaba
en mi escuela, miraba con asombro al equipo de animadoras. Tenía tantas
ganas de ser ellas, aunque la mayoría de los días apenas podía asistir a
clases, por no hablar de cualquier otra cosa que me ocupara el tiempo. Pero
lo deseaba con todas mis fuerzas.
Cuando me mudé aquí, el equipo de animadoras fue lo primero que
investigué. Estaba desesperada por al menos hacer algo con mi nueva vida,
solo Dios sabe que necesitaba algo para no ahogarme mientras mi mundo
una vez más estaba de cabeza. Puede que me encontrara con unos nuevos
padres increíbles que tenían suficiente dinero para darme todo lo que
pudiera necesitar, sin embargo, eso estaba lejos de arreglar mis problemas.
El día que nací tuve más malditos problemas de los que Derek y Honey
probablemente habían tenido en toda su vida.
Apartando de mi mente los pensamientos de mi pasado, me dejo caer en
la silla frente al escritorio de Kelly.
—Es muy bueno tenerte de vuelta, Chelsea. No ha sido lo mismo sin ti.
—¿De verdad? El viernes por la noche me pareció que nadie se había
dado cuenta de que no estaba.
—Siempre has sido mi mejor voladora, Chels. Por supuesto que te
echamos de menos.
Arqueo una ceja hacia ella. Ni siquiera recuerdo haberla visto el viernes
por la noche. Está claro que no tiene idea de lo que pasó.
—Como sea. Quiero a mi equipo de vuelta.
—Um... Lo entiendo, Chelsea. Sé lo mucho que este equipo significa
para ti.
—¿Lo entiendes? ¿Cómo? Nunca estás aquí. Ni siquiera habría un
equipo si no fuera por mí, y mucho menos uno que va a ir a las regionales
dentro de unos meses —le digo furiosa.
—Estoy segura de que tú más que nadie puedes entender que la vida
puede ser... complicada.
—Sí, seguro que lo sé. Mira —resoplo, levantándome de la silla y
caminando de un lado a otro frente a su escritorio—. Sé que lo arruiné.
Estoy dispuesta a asumir la responsabilidad de mis actos y me disculparé
con quien sea, como quieras que lo haga. Pero necesito a mi equipo.
Kelly me mira fijamente, con los ojos entrecerrados.
No puede saber que estoy ocultando algo, ¿verdad? Probablemente me
conoce tan bien como mis padres después de todos estos años trabajando
codo a codo, aunque no puede saberlo.
—Sé que así es, Chelsea. Pero no creo que vaya a ser tan fácil. Has
estado ausente semanas y las chicas han...
—¡Me importa una mierda! Fueron un desastre el viernes por la noche.
Han destrozado mis rutinas, estaban fuera de tiempo, descoordinadas.
—Han trabajado duro para compensar tu ausencia.
—Bueno, ya estoy aquí.
—Mira, Chelsea...
—No —la interrumpo—. Nada de «“mira, Chelsea”». Este es mi
escuadrón, Kelly. ¡Mi maldito escuadrón! —Odio que mi voz se quiebre y
mi labio inferior comience a temblar.
—Lo siento, Chelsea. Tengo que concentrarme en ti, y ahora mismo,
tienes que volver a clases y asegurarte de que te vas a graduar.
—Dios, no me fui en unas largas vacaciones. Fui a la escuela todos los
días. No me he retrasado. Me graduaré.
—Pruébalo. Mientras tanto, hablaré con el equipo, con Shelly, y veré
cómo se sienten.
—¡Esto es una mierda! —escupo, sabiendo muy bien que Shelly no me
aceptará. Quiere la fama y la atención de ser capitana y poder controlar mi
vida. «Igual que tú», dice una vocecita en mi cabeza, pero la rechazo. No
tiene sentido enfocarse en el pasado. Tengo que luchar por mi futuro.
—Ve a clases, sube esas calificaciones. Todavía tenemos unos meses
antes de las regionales. Estaremos listas pase lo que pase.
—No puedes ir a las regionales sin mí. Yo soy este equipo. Nunca
habrían tenido una oportunidad sin mí.
—Chelsea, odio decirlo, sin embargo, quizá deberías haberte enfocado
en eso durante los últimos meses en lugar de... —Agita su mano sin querer
terminar la frase.
—Sí, bueno, esas cosas pasan, Kelly. Pensé que tú, más que nadie, lo
entenderías. Por cierto, ¿cómo está la mujer del señor Knight?
Kelly se pone roja de ira.
—Ve a clase, Chelsea, antes de que causes aún más daño a tu carrera de
animadora.
—Como sea. —Abro la puerta con tanta fuerza que se golpea contra la
pared.
Todos los ojos que llenan el vestidor se vuelven hacia mí y quien
debería estar al frente y en el centro, no es más que Shelly.
—Aw, tienes una pequeña rabieta porque no te saliste con la tuya. Qué
pena, ¿verdad, chicas? La todopoderosa Chelsea Fierce ha caído de su
trono, perdiendo su corona en el camino. Cuidado con lastimarte el trasero
cuando caigas al suelo.
—¡Vete a la mierda, Shelly! Este es mi equipo y lo sabes. No tienes lo
que se necesita para llegar a las regionales. Eres desorganizada, te falta
dedicación, pasas más tiempo de espaldas con las piernas abiertas que
entrenando. —Para cuando termino, estamos prácticamente nariz con nariz.
—Pfft, qué gracioso. Tú eres la que ha estado con casi todo el equipo de
fútbol americano.
—¿Ah sí? —le incito enojada. Sé cómo lo he hecho ver a lo largo de los
años, no obstante, la opinión que todos tienen de mí dista mucho de la
realidad.
—¿Quién falta? Solo Shane probablemente, y sé con certeza que no te
tocaría ni aunque te le ofrecieras.
—¿Es eso cierto? Apostaría a que tendría más posibilidades que tú.
Una sonrisa malvada se dibuja en sus labios.
—Por supuesto, solo drogas a los que no están dispuestos.
Mi brazo se mueve antes de que me de cuenta, y mi palma choca contra
su mejilla.
—¡Zorra! —chilla mientras el equipo la rodea—. Estás acabada aquí,
Chelsea. ¡Lárgate!
—Me voy, maldición. Pero estaré esperando.
—¿Esperando a qué? —pregunta Victoria.
—A que todas me supliquen que vuelva. Sé que todas quieren ganar, y
saben tan bien como yo que me necesitan.
—Nadie te necesita, Chelsea. No eres más que una perra rabiosa.
—Solo espera —repito mientras salgo de los vestidores.
Mantengo la cabeza en alto y los ojos clavados en los de Shelly, sin
embargo, por dentro me derrumbo más rápido de lo que puedo controlar.
El pasillo está vacío cuando salgo a tropezones, y menos mal, porque
estoy a punto de desmoronarme.
«Nadie te necesita, Chelsea».
Las palabras de Shelly se repiten en mi cabeza y se mezclan con las de
mi pasado que he encerrado en una cajita.
Mi pecho se agita mientras lucho por no perder el control. Llego al baño
sin que nadie me vea. Estoy a punto de entrar cuando una figura en el otro
extremo del pasillo llama mi atención, pero quienquiera que sea desaparece
al doblar la esquina antes de que pueda ver quién es.
De pie frente a los espejos, lucho contra mi necesidad de llorar. Me
niego a permitir que me destrocen, especialmente a los pocos minutos de mi
primer día de vuelta.
Soy mejor que esto. Soy más fuerte que esto.
Me niego a dejarme vencer por Shelly y su banda de zorras que
deberían cubrirme la espalda, no la suya.
Después de arreglar mi maquillaje, salgo al pasillo desértico y me dirijo
a la primera clase del día.
Parece que, si tenía alguna idea de pasar desapercibida hoy, todo se ha
ido a la mierda cuando toco a la puerta de mi clase de Física y entro.
Todas las miradas se clavan en mí, incluida la del profesor.
—Oh... um... bienvenida de nuevo —tartamudea—. Por favor, toma tu
asiento. Acabamos de empezar.
Asiento con la cabeza, tratando de parecer totalmente imperturbable por
la atención de todos. Después de todo, la atención es lo que he anhelado
todos estos años, debería ser algo natural. Pero mientras atravieso el salón
hacia un escritorio vacío, lo único que deseo es que el suelo me trague.
Mantengo mis ojos en la única persona con la que sé que estoy a salvo.
Ethan.
Nuestro profesor continúa con lo que sea que esté hablando mientras yo
me dejo caer en mi silla y suelto un suspiro.
He perdido la atención de algunos, lo noto, aunque la mayoría sigue
mirándome como si fuera una criatura alienígena que nunca han visto.
—Mejorará —comenta Ethan, dándole la espalda a la mayoría de la
clase—. Es bueno verte de vuelta, Chels.
—Ojalá pudiera decir que es bueno estar de vuelta. —Suelto un suspiro
mientras saco mi libro del bolso—. Gracias, Ethan. Por los mensajes. Por
pensar en mí.
Una sonrisa triste tira de mis labios mientras él extiende su mano y
aprieta mi mano.
—La vida puede ser dura. A veces todos necesitamos un amigo. —Se
me hace un nudo en la garganta ante su amabilidad. Podría ser fácilmente el
líder de la campaña de odio contra Chelsea, ya que fue uno de sus mejores
amigos al que estúpidamente perseguí, pero, por suerte, Ethan ve un poco
más allá de mis pésimas decisiones.
—Creo que eres el único que me queda —murmuro, más para mí que
para él, pero aún así me escucha.
—Dale tiempo a todo el mundo. Están furiosos, y con razón. No
obstante, este es tu hogar, Chels. Volverás a encontrar tu equilibrio.
—Pero, ¿qué pasa si no lo hago?
—Entonces encontrarás un nuevo equilibrio. Serás una nueva tú. Todo
estará bien.
Asiento con un movimiento de cabeza, deseando poder sentir una pizca
de su positividad.
Lo miro, sus ojos amables brillan de una manera que nunca había visto
antes y parece más feliz de lo que creo que he experimentado jamás.
—Te buscamos en la fiesta del viernes por la noche.
—No me quedé mucho tiempo, fue... intensa.
—Un día a la vez. Las cosas saldrán bien, ya lo verás.
—Señor Savage, señorita Fierce, estoy seguro de que tienen muchas
cosas para ponerse al día, pero si pudieran guardarlo para el almuerzo.
—Disculpe —murmuramos ambos, volviéndonos a concentrar en lo que
sea que debamos hacer.
Me recargo en mi silla, consciente de que todavía tengo demasiados
ojos sobre mí y tratando de bloquearlos para concentrarme. Puede que
Kelly haya tenido razón en una cosa esta mañana. Realmente necesito
graduarme. Y a medida que pasen los próximos meses, solo va a ser más
difícil, de eso estoy segura.
CAPÍTULO DOCE
SHANE

M ientras la veía correr hacia el baño de las chicas, cada músculo de mi


cuerpo me pedía que la siguiera. Estaba alterada, eso era evidente. Vi
al equipo correr de vuelta a los vestidores no mucho después de que
la señorita Kelly la arrastrara hasta allí. Nunca iba a haber un buen
desenlace para ella.
Estoy a punto de dar un paso hacia donde ella desapareció cuando Zayn
aparece por la esquina.
Dando un paso atrás, me dirijo hacia él.
—Hola, hombre. ¿Cómo va la resaca?
—Jodidamente bien —me quejo—. No hay mejor manera de empezar
un lunes en la escuela.
—Escuché que Chelsea dio la cara.
Me concentro en el pasillo de adelante, y él mantiene sus ojos
firmemente en el lado de mi cara. Sé que sospecha desde el sábado por la
mañana. Puede que no haya dicho nada anoche, pero vi la mirada en su
rostro cuando bailaba con Victoria.
—Bueno, supongo que no podía esconderse para siempre.
—¿Entonces no la has visto?
—Uh no. Fui a casa a ducharme y ahora estoy aquí.
—Claro.
—¿Claro qué? —cuestiono molesto, ya harto de esta conversación y de
su sospecha. No necesito que nadie indague en mi historia con Chelsea.
Cuanta menos gente sepa de esa noche y de mi jodida cabeza, mejor.
—Oh, nada. Solo te estoy observando, eso es todo. —Hace un gesto
entre sus ojos y los míos.
Levanto una ceja.
—No te hagas el inocente. Vi lo que había entre ustedes dos en la playa.
Estás ocultando algo.
—Como sea. Estamos retrasados. —Me alejo de él y me dirijo a mi
primera clase del día, el sonido de su risa se filtra hasta mí. No necesito que
me observe muy de cerca, de verdad que no.
Agradecido de que ella no esté en mi clase, encuentro mi asiento y me
desplomo con la esperanza de que me ignoren mientras me ahogo en mi
resaca y en los recuerdos de mis malas decisiones. Lamentablemente, todas
esas malas decisiones incluyen a una persona que despierta en mí algo que
no debería.
Los murmullos y chismes corren por la habitación y escucho mencionar
su nombre más de una vez, lo que demuestra que, por mucho que lo intente,
no puedo escapar de ella. Quizá debería haberla seguido antes y haber
acabado con eso.
Ella cree que ganó tratándome de esa manera el sábado por la noche.
Debería dejarlo ahí, sin embargo, hay una voz insistente dentro de mí que
me exige que no la deje decir la última palabra.
Por algún milagro, paso toda la mañana sin verla. La esperaba en
Matemáticas, pero se rumora que estaba con la consejera. Me parece bien,
ya que Zayn estaba sentado a mi lado esperando descubrir algo. Es como un
maldito perro tras un hueso, y me temo que no va a parar hasta que le dé
algo.
—¿Puedes creer que regresó como si nada hubiera pasado? —le
pregunta Camila a Amalie cuando me dejo caer junto a ellas con mi
almuerzo.
—Dios, no tú también —me quejo—. Ella es lo único de lo que todos
han hablado en toda la mañana.
—Pues es una gran noticia. ¿Qué es lo que te molesta? —indaga
Camila, estudiándome.
—Nada. Es que estoy harto de escucharlo. Claro que se presentó, esta es
su escuela.
—Eso lo sabemos. Solo que ella no ha dicho nada de nada. Uno
pensaría que al menos podría disculparse.
—Estoy seguro de que lo hará. No puedo imaginar que fue fácil volver
después de todo. Dale un respiro.
—¡Wow! —dice Camila, levantando las manos en shock—. ¿De verdad
la estás defendiendo después de lo que te hizo?
—No, solo digo que debe ser difícil. Me aburre escucharlo, imagina
cómo se siente ella.
—Realmente me importa una mierda cómo se siente, Shane. No hace
mucho tiempo ella les hizo daño a tres de las personas más importantes de
mi vida. No me hubiera importado si nunca hubiera regresado.
—¿Un poco cruel? —pregunta Amalie, haciendo que Camila se encoja
de hombros.
—No me digas que estás de acuerdo con él.
—He sido la marginada de la escuela. No es algo que le desearía a
nadie.
—¿Incluso a tu peor enemiga?
—Ella no es precisamente mi peor enemiga. Solo está... perdida,
supongo.
Asiento con la cabeza porque tengo la sensación de que Amalie acaba
de dar en el clavo perfectamente.
—Pues yo creo que los dos están jodidamente locos y deberían
encabezar el movimiento "odiamos a Chelsea" que está arrasando en la
escuela. —Camila se distrae tan pronto cuando Mason se acerca por detrás
de ella y deja caer un beso en su cabeza—. Oye, amor. Me apoyarás aquí...
—continúa explicando su punto de vista y cuando Mason se pone del lado
de Amalie y mío, la cara de Camila empieza a ponerse rosa de la
frustración.
—Solo dale un respiro. Metió la pata.
—¿Metió la pata? ¡Te drogó, demonios!
—Sí, lo sé. No obstante, nadie murió, todos estamos bien. Deja de
involucrarte y concéntrate en tu propia vida.
—Ugh, por favor. No necesitamos ver tanta lengua —se queja Amalie
cuando Mason jala a Camila sobre su regazo y deja caer sus labios sobre los
de ella. Camila le enseña el dedo medio por encima del hombro de Mason.
—¿Porque tú no haces lo mismo con Jake?
—Meh. De todos modos, mira quién habla. ¿Quieres explicar esto? —
cuestiona Amalie, sacando su teléfono y abriendo Instagram con una
imagen de Victoria subiéndose en mí como un árbol.
—Si hubiera sabido que habría pruebas fotográficas, entonces podría
haber puesto un poco más de resistencia.
Amalie mira de su teléfono a mí y viceversa, su cara llena de diversión.
—¿Pusiste algo de resistencia?
Pienso en mis borrosos recuerdos de la noche anterior.
—No tengo ni idea. Había demasiado vodka.
—Shane, Shane, Shane. Pensé que eras mejor que ellos.
Me encojo de hombros.
—Los chicos siempre serán chicos.
—Ni que lo digas. Solo pensé que tenías mejor gusto que una zorra
animadora.
—Yo también —admito—. Lamentablemente, no había muchas
opciones.
Una erupción de ruido en la entrada de la cafetería interrumpe nuestra
conversación y cuando nos asomamos nos encontramos nada menos que al
novio de Amalie recibiendo con entusiasmo las felicitaciones por nuestra
victoria del viernes por la noche. Ethan está a su lado con todo el equipo de
animadoras detrás de ellos.
—Oh, mira, el entretenimiento llegó —murmura Amalie.
Observo cómo Jake mira a su alrededor y, en cuanto la encuentra, se le
iluminan los ojos y se acerca. En el momento en que está a una distancia
cercana, la levanta de la banca y la toma en sus brazos.
Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras los observo. Siempre he
pensado que Jake es un imbécil, es decir, es un imbécil, pero cuando está
con Amalie, es un tipo totalmente diferente. Un tipo que estoy empezando a
descubrir que realmente me cae bien. Aunque nunca se lo voy a decir.
La emoción vibra a través de los estudiantes al recordar la noche del
viernes. El nivel de ruido se vuelve ensordecedor al celebrar la victoria que
hemos esperado todas nuestras vidas.
Todo el mundo está riendo y disfrutando cuando, de repente, la
habitación se calma. La gente voltea hacia la entrada y cuando los sigo,
encuentro la razón de la interrupción del entusiasmo.
Chelsea está de pie en la amplia puerta. Se ve hermosa, como siempre.
Su largo cabello oscuro está recogido sobre un hombro, sus ojos oscuros se
abren de par en par al contemplar la vista y sus labios rojos están
entreabiertos. Pero la confianza que suele tener en sí misma desaparece más
rápido de lo que puedo asimilar cuando el grupo de animadoras se vuelve
contra ella.
Algunas personas gritan que no es bienvenida, que debería volver a
esconderse.
—Dios, la gente es cruel —musita Mason mientras se levanta de la
banca.
Yo hago lo mismo, mi necesidad de proteger a uno de los nuestros
prevalece sobre mi necesidad de que se haga justicia.
Un segundo antes de que la rodee el equipo de animadoras, nuestras
miradas se cruzan. Su mirada está llena de temor y eso me golpea justo en
el pecho.
No creo estar respirando mientras es devorada por las chicas que solían
apoyar todos sus movimientos.
—¡Maldita sea! —exclama Mason antes de que tanto él como Jake
salgan disparados hacia la multitud.
Rápidamente se abren paso entre el grupo, pero mis piernas se niegan a
moverse.
Hasta que se escucha un grito, uno que reconozco demasiado bien.
Entonces mi cuerpo se mueve sin ninguna instrucción de mi cerebro. Mi
necesidad de ir hacia ella, de ayudarla, es demasiado grande para ignorarla.
Para cuando me abro paso entre la multitud, ahora mucho más
numerosa, parece que el espectáculo ha terminado porque Shelly está de pie
al frente y en el centro con una sonrisa de oreja a oreja en su cara. Sus fieles
seguidoras están detrás de ella y la apoyan en todo momento.
Mirando hacia el pasillo más allá, encuentro a la chica que acaban de
correr, corriendo tan rápido como sus piernas se lo permiten.
Me abro paso entre el resto de la multitud antes de saber lo que estoy
haciendo, y corro tras ella.
—¿Chelsea? —No se detiene, sus movimientos no flaquean mientras
huye de lo que sea que acaba de pasar con Shelly—. Chelsea por favor,
detente.
Entra volando en el baño de las chicas y cierra la puerta detrás de ella.
—¿Chelsea? —pregunto, asomando la cabeza adentro.
—Vete. —Su voz es quebrada y áspera y me atrae.
Ignorando su advertencia, entro en la habitación.
—¿Chels?
—Te dije que te fueras, Shane. No puedo hacer esto. No puedo...
Poniendo mi mano en su hombro, la hago girar y jadeo.
Tiene marcas de arañazos rojas y brillantes en las mejillas, sin embargo,
sorprendentemente eso no es lo más impactante, porque lo que me hace
abrir los ojos de par en par son sus lágrimas.
—Carajo, Chels. —Antes de saber lo que estoy haciendo, la tengo en
mis brazos.
Su pequeño cuerpo tiembla mientras la abrazo con fuerza.
—No, no. —Lucha, intentando apartarme de ella—. Shane, no.
La sostengo con fuerza, sabiendo que lo necesita en este momento, pero
cuando levanta la mano y me retuerce un pezón, no tengo más remedio que
soltarla.
—Ouch —me quejo, frotando el dolor.
—Deberías haberme soltado —añade.
—Deberías haberme dejado abrazarte.
—¿Por qué? —pregunta, limpiándose sus mejillas mojadas—. ¿Para
que pudieras decir que me ayudaste cuando me quebré? ¿Para que pudieras
volver con tus amiguitos y decirles lo débil que soy? ¿Para poder decirles
que están ganando, que están arruinando mi vida? —El fuego al que estoy
tan acostumbrado empieza a arder en sus ojos.
—No, venía a asegurarme de que estabas bien.
—Dios, realmente eres patético. ¿Estás tan desesperado por otra ronda?
Cierro el espacio entre nosotros para que no tenga más remedio que
retroceder hasta chocar contra la pared.
Nuestros cuerpos están a solo una pulgada de distancia y su calor me
quema.
—Puede que me dejaras al límite la otra noche, pero no, esa no era mi
intención.
Miro fijamente sus ojos color chocolate llenos de lágrimas.
Traga nerviosamente antes de morderse el labio inferior. Mis ojos
revolotean entre ellos y sus ojos, que se oscurecen rápidamente.
—Adelante, entonces. Toma lo que quieras. Bien podrías aprovechar
mientras estoy derrotada.
Por mucho que quiera tomarla en mis brazos y cuidarla, no lo haré. No
así.
Levantando la mano, toco suavemente con la yema de mi dedo los
arañazos de su mejilla. Se sobresalta y jadea ante mi contacto.
—No tienen derecho a ponerte la mano encima —susurro, ignorando su
comentario anterior.
Se encoge de hombros.
—Me lo merezco por toda la gente a la que le he hecho daño.
—Probablemente muchos estarían de acuerdo.
—¿Tú no?
—No sé lo que pienso cuando se trata de ti.
Su respiración se entrecorta ante mi sinceridad.
—Aunque, una cosa sí sé: no tomo las cosas que no me ofrecen, y
ciertamente no tomo de otros cuando están vulnerables.
Doy un paso atrás y aspiro una bocanada de aire ahora que no estoy
rodeado por su olor.
—Si quieres algo de mí, no es así como lo consigues.
Abre la boca para responder, pero estoy harto. Vine aquí con buenas
intenciones y no voy a quedarme aquí mientras ella desata más odio y
frustración hacia mí.
Le doy la espalda y casi salgo por la puerta cuando su voz me detiene.
—¿Shane? —Apoyando mi mano en el marco de la puerta, me detengo
y cuelgo mi cabeza, esperando lo que sea que tenga que decir—. Lo... lo
siento. —Si la habitación no estuviera tan silenciosa, pensaría que escuché
mal.
—Lo sé —le digo antes de desaparecer de su vista y dejar que la puerta
se cierre detrás de mí.
CAPÍTULO TRECE
CHELSEA

U n sollozo retumba en el momento en que la puerta se cierra detrás de


él.
No debería haber dicho esas cosas. En el momento en que lo miré
a los ojos supe que no me había seguido para pelear, pero me asusté.
No quería que me viera derrotada, que me viera llorar, sin embargo, él
estaba delante de mí mientras yo me derrumbaba.
Shelly no debería tener este poder sobre mí, pero me emboscó,
impulsada por las chicas que solían estar detrás de cada uno de mis
movimientos.
Cuando levantó la mano para vengarse de la bofetada que le di antes, lo
único que pude hacer fue quedarme ahí y aguantar.
Esperaba la bofetada, pero no esperaba que sus uñas me arañaran la
mejilla.
—¡Demonios! —vocifero, volviéndome a mirar en el espejo para
inspeccionar el daño.
Paso mi dedo por el surco más profundo y siseo cuando me duele.
Un movimiento por encima de mi hombro me hace saltar el corazón a la
garganta. Lo primero que pienso es que él volvió sin que yo lo haya oído,
pero pronto me doy cuenta de que no es él.
—¿Qué? —le grito a la chica bajita de cabello oscuro que claramente
estuvo escondida en uno de los cubículos todo este tiempo.
—Nada —dice ella, caminando hacia los lavabos para lavarse las manos
—. De nada, por cierto.
La miro anonadada.
—Um… ¿Por qué, exactamente?
—Por darte un poco de privacidad. Aunque debo decir que me
decepcionó que no te besara. Eso habría sido ardiente.
—Maldición, qué rara eres. ¿Estabas mirando?
—No, solo escuchando.
Nos miramos fijamente, aparte de nuestro cabello oscuro somos
opuestas en todos los sentidos. Puede que yo no lleve puesto mi uniforme
de animadora, pero esa es la imagen que intento dar, mientras que todo en
esta chica es oscuro. El tipo exacto del cual normalmente me mantengo
alejada. Así que por qué me siento atraída por ella, no tengo ni una maldita
idea.
—Todos te han juzgado mal, ¿no?
—¿Ellos? ¿Quiénes? ¿Qué?
Termina de lavarse las manos antes de venir a pararse frente a mí.
—He oído hablar mucho de ti, es bueno conocer por fin a la mujer que
hay detrás de todas las historias. —Entrecierro mis ojos hacia ella. ¿Quién
diablos es esta chica?—. Rae —dice como si pudiera leer mi mente—. La
novia de Ethan. Me ha hablado mucho de ti.
Una risa retumba en mi garganta.
—¿Eres la chica de Ethan? ¿De verdad?
Ella sonríe, haciendo un gesto hacia sí misma.
—Lo sé. Es sorprendente, ¿verdad? Ni siquiera tengo un uniforme de
animadora.
—Quizá no —reflexiono—. Pero creo que ya estoy entendiendo por qué
no tuvo ninguna oportunidad.
—¿Ah sí?
—A Ethan siempre le han gustado los retos, y ¿por qué me da la
impresión de que tú eres el mayor?
Ella levanta la cadera y apoya su mano en ella.
—Porque lo soy.
—Creo que ya me caes bien.
—Eso es bueno porque la mayoría de la gente solo está asustada, o
celosa.
—Atrapaste a Ethan Savage. Chica, ese grupo de ahí afuera estará tan
celoso como pueda estarlo.
—Me encanta. Ver la frustración en sus ojos a diario es lo que me hace
levantarme por la mañana. Bueno, eso y Ethan con su pe…
—Muy bien —la interrumpo riendo, deteniendo cualquier otra palabra
—. Puede que Ethan y yo seamos cercanos, sin embargo, siempre ha habido
una línea entre nosotros.
—Más cercana con el resto del equipo, según he oído.
—Maldita sea. No te contienes, ¿verdad?
—¿Qué sentido tiene? Lo que ves es lo que soy. Te guste o no te guste.
Sacudo la cabeza ante ella con total asombro.
—¿Quieres salir de aquí? No tengo muchas ganas, además, tengo
gimnasia más tarde y no tengo paciencia para eso.
—¿Quieres faltar?
—Sí. En realidad, no quieres estar aquí después de eso, ¿verdad? —
pregunta, señalando mi mejilla.
—No, de verdad que no quiero, ¡maldición!
—Perfecto, camina entonces. Vamos a la playa, estoy segura de que te
vendrá bien broncearte después de semanas de estar encerrada.
La sigo fuera del baño y, por primera vez hoy, soy capaz de ignorar las
miradas y las duras palabras que se murmuran a nuestro paso.
—Sabes que no estuve en la cárcel, ¿verdad?
—¿Un centro lleno de adolescentes jodidos y consejeros que quieren
saber tus pensamientos y sentimientos más profundos? A mí me suena a
una prisión.
No puedo discutir porque tiene algo de razón.
—Tienes un auto, ¿verdad? Yo vine con Ethan.
—Um... sí. Por allí. —Señalo mi convertible BMW blanco.
—Vaya, por supuesto.
—¿Qué? —cuestiono.
—Solo me preguntaba si podrías ser más estereotípica. Debiste haberte
visto como algo sacado de las películas al salir de esto con tu uniforme de
animadora.
—Supongo que no lo descubrirás porque me echaron.
—Seguro se te pasará.
Subimos y en segundos nos dirigimos fuera del estacionamiento y lejos
de Rosewood High.
—Así que, ¿cuánto te ha contado Ethan exactamente?
—Adoptada, perra animadora... perdón, la perra animadora principal, la
bicicleta del equipo, el alma de la fiesta, adulteradora de bebidas ¿mencioné
perra? —Ella marca cada cosa con sus dedos.
—¡Dios mío! —murmuro.
—¿Qué? ¿Me faltó algo?
—No, no, creo que diste en el clavo.
—Si te hace sentir mejor, yo estoy igual de jodida. Estás en buena
compañía.
Nunca he tenido lo que yo clasificaría como una amiga cercana. Pasé
todo mi tiempo con el equipo, pero nunca conecté realmente con ninguna de
ellas, no de la manera que esperaría. Supongo que no era la única que se
sentía así, ya que todas me dieron la espalda a la primera oportunidad.
Miro a Rae, alguien con quien nunca habría considerado pasar el rato y,
al igual que con Shane, empiezo a preguntarme si me había equivocado en
todo.
Me aferré al equipo, pensando que era lo que me haría feliz. Me aferré
al equipo de fútbol americano pensando que estaba destinada a estar con los
mejores del grupo, sin embargo, ¿me estaba esforzando demasiado?
Animar siempre va a ser mi vida. Tal vez pueda tener eso y no las
relaciones tóxicas que lo acompañan.
Da que pensar.
—¿Todo bien? —pregunta después de unos segundos.
—Sí. Eres... ni siquiera estoy segura de lo que eres. No obstante,
necesitaba esto, así que... gracias, supongo.
—De nada. ¿Vamos? —cuestiona, señalando la playa en el exterior.
—Sí. —Tomo una sudadera con capucha de la parte trasera de mi auto y
la sigo hacia la orilla.
Caminamos en silencio hasta que encontramos un lugar entre las dunas
donde estamos escondidas del mundo y nos sentamos.
Envuelvo mi sudadera con capucha alrededor de mi cuerpo mientras
Rae estira alegremente sus piernas cubiertas por mallas de red al sol.
—¿Cómo es que no tienes frío?
—¿Cómo es que tú sí tienes? Esto es como el verano en algunos de los
lugares donde he vivido.
—¿Dónde has vivido?
—Recientemente, en Washington. Antes de eso, en todas partes.
—Entonces, ¿cuál es tu historia? Y no intentes decirme que no tienes
una.
—Oh, tengo una. Así como creo que tú la tienes. Solo voy a rozar lo
básico. Madre desesperada, demasiados casi padrastros para contarlos,
algunos más cuestionables que otros. Nos mudamos. Muchas veces. Ella
terminó cogiéndose al padre de Ethan y aquí estamos.
—Vaya, de acuerdo entonces. —Ella levanta las cejas hacia mí,
esperando que le devuelva el favor—. Así que... madre prostituta y
drogadicta, algunos hombres malos, en el sistema a los siete años, me mudé
aquí a los ocho y he estado con mis nuevos padres desde entonces.
—Bueno, somos tal para cual ¿no? —Se ríe.
—Debe ser aburrido tener la vida perfecta. Imagina no tener que lidiar
con toda esa carga a diario.
—Literalmente no tengo idea de cómo debe ser eso.
Perdemos la tarde charlando tonterías y alejándonos de nuestros
pasados. Sé que he compartido más que con casi nadie en Rosewood desde
el día que llegué, y tengo la sensación de que Rae podría haber hecho lo
mismo.
Escucharla hablar de su pasado, aunque fuera brevemente, me hizo
preguntarme si esa era la conexión entre nosotras, el porqué me sentí
instantáneamente a gusto con ella a diferencia de la mayoría de los demás.
Creo... creo que ella podría entenderme de una manera que nadie más lo
hace. Ella ha vivido un infierno, sabe lo que es tratar de reconstruir una vida
después de ese tipo de pesadilla.
—Probablemente deberíamos volver. Ethan se preguntará dónde me
encuentro si no lo estoy esperando después del entrenamiento.
Nos levantamos y nos quitamos la arena del cuerpo antes de dirigirnos a
mi auto.
—Nunca pensé que vería el día en que Ethan Savage sentara cabeza con
una sola mujer, ¿sabes?
—Por lo que he oído, no eres la única que piensa eso.
—Era un mujeriego. Lo siento. —Hago una mueca.
—No es necesario. Soy plenamente consciente de ese lado de Ethan.
Todos tenemos un pasado, Chelsea. Lo sabemos más que la mayoría. Me
niego a juzgar a alguien basándome en lo que ha pasado antes.
—Y es por eso que nos vamos a llevar bien. Todos los demás no pueden
ver más allá de mis errores.
—Entiendo por qué, lastimaste a la gente que les importa. Pero un día la
van a joder y necesitarán un amigo. Solo tienes que esperar que el karma
haga su magia y reciban lo que te dieron.
Sus palabras se repiten en mi cabeza mientras subimos de nuevo al auto,
listas para volver a la escuela.
—Entonces, cuéntame sobre Shane —indaga Rae, sentándose y
esperando a que dé reversa en el auto para salir del espacio—. ¿Chelsea? —
Ella insiste cuando no respondo nada.
—Mierda, lo siento. —No digo nada más hasta que estamos en la
carretera—. Shane es... Shane —comunico en un suspiro.
—Sin embargo, hay una historia ahí, ¿verdad? La tensión en ese baño,
diablos, podías haberla cortado con un cuchillo.
—Sí, no. No lo sé. Había algo. No lo sé —repito—. Mi cabeza estaba
tan jodida entonces. Demonios, todavía lo está ahora, probablemente peor,
en realidad. No tengo idea de lo que pasa.
—Me pareció que él se preocupa por ti.
—Somos tóxicos. Nunca funcionaremos.
Me encojo de hombros y por suerte lo deja ahí.
Estamos a punto de salir una vez que estamos de vuelta en el
estacionamiento de la escuela cuando encuentro mi voz de nuevo.
—Rae, por favor no... por favor no digas nada sobre Shane y yo. Creo
que es mejor que todo quede en el pasado.
—Como quieras. No le diré a nadie, no es como si me hayas dicho algo.
—No hay nada que contar.
—Me parece justo. Te veré mañana entonces, ¿sí?
—Claro. Gracias por lo de hoy. Realmente lo necesitaba.
—Cuando quieras. Nosotras, las personas jodidas, también necesitamos
ser normales a veces.
Me río mientras ella se baja del auto.
Se voltea cuando está a mitad de camino en el estacionamiento.
—¿Chelsea?
—Sí.
—No dejes que el pasado te defina. Solo tú tienes el poder de cambiar
tu futuro.
Asiento con la cabeza y veo cómo desaparece hacia el vestidor de los
chicos para reunirse con Ethan.
Debería conducir hasta mi hogar y pasar la noche escondida en mi casa
de la piscina, no obstante, una parte de mí que es masoquista me hace abrir
la puerta del auto y caminar hacia el gimnasio donde el equipo de
animadoras estará practicando.
Abro la puerta y bajo en silencio.
El sonido que hacen al contar mientras realizan la rutina es doloroso de
escuchar. Debería hacerlo yo. Debería estar dirigiéndolas.
Me paro ligeramente detrás de las puertas abiertas y me mantengo
oculta en las sombras mientras las observo. Kelly no está por ningún lado,
como siempre, y Shelly está al frente gritando sus órdenes. Aunque se le
escapan todas las cosas importantes que hay que corregir, como que
Victoria no cierra sus rodillas en el salto en el que está trabajando.
—Todas adentro. Vamos a empezar desde el principio. Harley —
anuncia, refiriéndose a una de nuestras animadoras JV—. Serás nuestra
voladora.
«Maldita perra. No puedes reemplazarme por una JV».
Harley traga nerviosamente y mira alrededor a las chicas.
—P… pero pensé que Tasha lo haría.
—Sí, bueno, Tasha sigue arruinándolo. —Tasha resopla su frustración,
sin embargo, esta es una decisión en la que no puedo evitar estar de acuerdo
con Shelly. Tasha no es una voladora.
—Solo ponte en posición. Eres la mejor que tenemos y lo sabes.
Algunas de las chicas del equipo varsity ponen mala cara por la
decisión, pero entiendo a qué se refiere Shelly.
Me quedo mirándolas con un nudo en la garganta y los puños tan
apretados que las uñas se me clavan en las palmas.
Mi necesidad de ir allí y ponerlas en su lugar me consume, aunque sé
que no saldrá nada bueno de ello.
Ver a Harley hacer lo que yo debería estar haciendo, y hacerlo bien, es
el colmo. Con las lágrimas llenando de nuevo mis ojos, me doy la vuelta y
corro.
Por desgracia, apenas doblo la esquina antes de chocar con una pared
muy dura y cálida.
—Diablos. Perdón.
—¿Chels? —Unas enormes manos me rodean la parte superior de los
brazos, pero no tengo la intención de derrumbarme delante de nadie más
hoy.
—No. Simplemente no. —Me zafo del agarre de Ethan y corro hacia mi
auto para poder derrumbarme en privado.
Paso por delante de otros miembros del equipo, algunos de los cuales se
ofrecen a animarme. Se me revuelve el estómago al pensarlo. En el instante
en que estoy en mi auto, lo pongo en marcha y me dirijo a toda velocidad a
la seguridad de mi casa de la piscina.
En cuanto estoy adentro, me quito mi camiseta y mis jeans ajustados y
me pongo unos pantalones de yoga y un sujetador deportivo. Me pongo mis
audífonos, presiono play a mi lista de reproducción habitual para
ejercitarme y me pongo en marcha.
No permito que entren en mi cabeza pensamientos sobre cómo ha sido
el día de hoy. Solo corro. Me concentro en el tirón de mis músculos, en el
movimiento de mis extremidades, de la música en mis oídos. Lo retengo
todo hasta que llego al parque por el que suelo correr antes de volver.
Siendo que la escuela terminó, está lleno de niños felices y risueños y es
lo último que necesito ver después de mi breve conversación sobre mi
pasado con Rae antes.
Me dejo caer en una banca y veo cómo un par de niños pequeños se
persiguen mientras su madre los observa con una sonrisa en su rostro.
Nunca tuve esto mientras crecía. Nunca tuve este tipo de libertad para
ser simplemente una niña. Para olvidarme de las tensiones de la juventud y
jugar como si mi vida dependiera de ello. La supervivencia era mi único
objetivo cuando era una niña.
Me envuelvo con los brazos y lucho por contener las lágrimas que
amenazan con aparecer en mis ojos.
¿Siempre estuve destinada a estar jodida? ¿Está en mis genes por mi
madre biológica, como el veneno de sus drogas?
Sin querer llamar la atención, arrastro mi ya adolorido cuerpo de la
banca y me obligo a correr de vuelta a casa. No he hecho ni lo más mínimo
del ejercicio que necesito y ya estoy sufriendo las consecuencias.
Me ducho en cuanto llego y me propongo ir a la casa para saber qué
preparó mamá para la cena, pero cuando salgo de la ducha se filtran voces
desde la sala.
El miedo me invade.
¿Quién demonios aparecería voluntariamente a esperarme?
Me pongo rápidamente algo de ropa y asomo de mala gana la cabeza
por la habitación.
—Aquí está —anuncia Ethan, haciendo que Rae mire en mi dirección.
—Hola —dice ella como si perteneciera a mi casa de la piscina.
—Hola... um... ¿qué están...?
—Nos imaginamos que habías tenido un día difícil, así que pedimos
pizza. Pensamos en venir a entretenerte.
—Qué suertuda eres —añade Rae con un guiño.
—¿Solo vinieron a pasar el rato?
Las cejas de Ethan se juntan en confusión.
—Eh... sí. ¿Está bien?
Una sonrisa se dibuja en mis labios y solo por un momento, todo el peso
que he estado cargando se levanta de mis hombros.
—Sí, es realmente genial. Gracias.
—También trajimos cerveza.
La miro fijamente antes de negar con la cabeza.
—No, no en una noche de escuela.
—¿Qué demonios te hicieron en ese lugar? —bromea Ethan. Me río con
él porque entiendo lo diferente que es esto para mí. No obstante, todo es
diferente en este momento. Yo soy diferente ahora.
Después de tomar un refresco, me dejo caer en el otro sofá justo cuando
llega la comida y, por primera vez en lo que parece una eternidad, tengo una
noche algo normal pasando el rato con amigos.
CAPÍTULO CATORCE
SHANE

—¿N oapoyados
la perseguirás esta vez? —pregunta Zayn, con sus brazos
en mi hombro mientras Chelsea pasa volando junto a
nosotros y sale del edificio.
Me tenso ante la pregunta, y no tengo duda de que él lo siente.
—Shelly le rasguñó la cara con sus uñas, alguien tenía que asegurarse
de que estaba bien.
—¿En serio? Chelsea es más que capaz de cuidarse a sí misma.
Estoy de acuerdo, pero ese no es el punto, ella no debería tener que
hacerlo.
—¿Vendrán a Aces? —Rich pregunta desde adelante de nosotros.
—¡Claro que sí! —vocifera Zayn—. Vendrás, ¿verdad?
—Sí. No querría estar en otro lugar. —Mientras lo digo, la imagen de la
casa de la piscina de Chelsea aparece en mi cabeza.
Sé que faltó a clases esta tarde. Tenía que estar en mis dos clases.
Mentiría si dijera que no estaba nervioso mientras esperaba a que entrara
por la puerta, solo que nunca lo hizo.
Estaba decepcionado, quería ver si estaba bien después de lo que pasó
en el baño y su pelea con Shelly, pero sobre todo estaba preocupado.
Debía estar temiendo volver aquí. Ningún tiempo ausente iba a borrar lo
que sucedió antes de que se fuera. Nadie ha olvidado, incluso si algunos
como Amalie y Mason están contentos de dejar las cosas como están y
seguir adelante con sus vidas, las personas como Shelly ciertamente no.
Animar para Chelsea es como el fútbol americano para Jake y los otros
chicos. Es su vida. Es su propósito. Es la razón por la que se levantan de la
cama cada mañana. Si les quitan eso, qué queda, aparte del caparazón roto
de una persona que está llena de arrepentimientos.
—¡Maldita sea! —murmuro, restregando mi mano sobre mi mandíbula
áspera. Necesito sacarla de mi maldita cabeza.
—¿Qué pasa? —pregunta Zayn, dejándose caer en mi asiento del
copiloto.
—Nada —gruño.
Después de esperar unos segundos para ver si alguien más se nos unirá,
empiezo a retroceder del espacio.
—Nada, sí, claro. Por eso te comportas como un hijo de puta
malhumorado. Esta mañana supuse que era la resaca, o el hecho de que te
permitieras acercarte a una zorra animadora, pero solo ha empeorado. Así
que, ¿qué pasa, Shane?
—No quiero hablar de ello —murmuro en voz baja.
—Bueno pues eso realmente apesta para ti, porque creo que vas a tener
que hacerlo.
Suelto un suspiro. Aunque quisiera hablar de ello, no tengo idea de por
dónde empezar. Por suerte, o por desgracia, no estoy tan seguro, Zayn
parece saber exactamente por dónde empezar su interrogatorio.
—Pasó algo con Chelsea, ¿verdad?
Aprieto con fuerza el volante y se me ponen blancos los nudillos. No le
he contado a nadie lo de esa noche. Que yo sepa, solo nosotros dos sabemos
lo que pasó.
—Sí —admito.
—Entonces, ¿cuál es el maldito problema? Solo eres uno más en su...
espera... —Levanta la mano en el espacio que nos separa. Por suerte, tengo
que concentrarme en la carretera, así que no tengo que ver cómo conecta los
puntos—. A ti... te gusta ella, ¿no?
—No. No. No, carajo, la odio, por lo que hizo —argumento, aunque
incluso para mis oídos, es débil en el mejor de los casos.
—Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿Ella solo te la chupó, o
llegaste más lejos?
—¿Importa? —cuestiono, sin querer entrar en detalles. Más que nada
porque no tengo idea de si él mismo ya ha estado allí y tiene experiencia de
primera mano. Tan solo pensarlo hace que fuego corra por mis venas, que
todos los chicos con los que me junto la han visto como yo.
—Por supuesto que importa. ¿Cuándo y cuántas veces? —Volteo a verlo
y me encuentro con una sonrisa de mierda en la cara de Zayn—. ¿Qué? —
pregunta.
—Estás actuando como si no hubieras cogido anoche.
—¿Quién dijo que lo hice?
—Eh... la chica que gritó tu nombre en la habitación de al lado casi toda
la noche —digo.
—¿La chica? —pregunta, con un tono de regocijo en su voz—. No era
una, Dunn.
—¡Maldita sea! —murmuro.
—¿Por qué tener una cuando puedes tener dos? Laurie y Ruby juntas.
Vaya, hombre. Déjame decirte que no has vivido hasta que tengas a una
chu…
—Bien —reviro, interrumpiendo lo que sea que estaba a punto de
describir—. Ruby es de tercer año, hombre. Sin mencionar que es la amiga
de tu hermana. ¿No crees que deberías dejar en paz a las jóvenes un poco?
—¿Qué? No tuve ninguna posibilidad.
—Como sea. Eres un perro cachondo.
—Al menos no estoy obsesionado por un coño.
—No lo estoy... carajo.
—Hermano, el hecho de que incluso intentes negarlo es muy divertido.
Entonces, ¿cuál es el verdadero problema aquí? ¿La odias, y aun así quieres
cogértela otra vez? No veo el problema, no hay nada malo en una buena
cogida por odio. Son las más calientes si me preguntas a mí.
—Lo dice el experto —murmuro, poniendo los ojos en blanco.
—Dos en una noche, hermano. Dos en una noche —repite mientras
salimos del auto.
—Zayn —digo, mi voz adquiriendo de repente un tono serio—. Por
favor, no...
—Tu secreto está a salvo, hombre. Ni siquiera tienes que pedírmelo.
Pero haznos un favor a ambos, ¿sí?
—¿Cuál?
—Ve y cógetela, carajo. Sácate este mal humor de encima.
No puedo evitar reírme mientras nos dirigimos a Aces. Es eso o
voltearme e ir a buscar exactamente lo que acaba de sugerir. La tentación de
hacer eso es casi demasiado grande para ignorarla.
El equipo de porristas aparece poco después de nosotros y llena los
últimos espacios en las mesas usuales del equipo. Al igual que desde que
ella desapareció, su ausencia se hace notar cuando todos pasamos el rato
juntos, y del mismo modo, a nadie, excepto a mí, parece importarle o
siquiera darse cuenta.
Aunque no debería, me duele el corazón por ella, por haber sido
olvidada tan fácilmente por las personas que debían ser sus amigas.
¿Me extrañarían Noah, Wyatt, Camila y ahora Zayn un poco si yo
desapareciera de repente? Me gustaría pensar que he tenido un poco más de
impacto en sus vidas y que notarían mi desaparición repentina. Me hace
preguntarme cómo es realmente la vida de Chelsea si a las que se supone
que son sus amigas simplemente no les importa.
Cody, el amigo de Rae, nos trae hamburguesas y malteadas a la mesa.
Como e intento unirme a los demás, sin embargo, mi cabeza no está en ello.
Estoy demasiado ocupado preguntándome qué estará haciendo y si está
sentada en casa sola mientras todas sus supuestas amigas están disfrutando
como si ella no existiera.
Cuando suena mi teléfono, es la excusa perfecta para inventar un
pretexto y dirigirme a casa, aunque en el momento en que lo saco y
encuentro el nombre de mi padre mirándome fijamente, empiezo a
preguntarme si debería estar tan aliviado o no.
—Tengo que irme —digo, volteando hacia Zayn—. ¿Puedes volver por
tu cuenta o quieres que te lleve?
—Estaré bien. Ve a buscar lo que necesitas. —Me guiña un ojo.
—¿Qué? No. Mi padre —le discuto, agitando mi teléfono que aún está
sonando.
—Claro. Claro. Estaré bien. Nos vemos mañana.
Me despido de él y del resto del equipo que esta amontonado alrededor
de nuestra mesa antes de salir.
Decido no regresarle la llamada, pongo el auto en marcha y emprendo el
corto camino a casa.
No me molesto en llamarlo, ni siquiera en buscarlo. Sé exactamente
dónde estará. Solo me llama para una cosa y eso significa que está en su
oficina hablando de "negocios", es decir, de mi temido futuro.
—Ah, ahí estás. Te estaba llamando.
—Lo sé y aquí estoy —respondo, dejándome caer en uno de los
gigantescos sofás de cuero en el centro de la habitación.
—Bien, pues... pasé la tarde en una llamada con el entrenador de los
Steelers. Está muy interesado. Le envié algunos videos extra de ti en acción.
Los va a revisar y cree que podrías encajar muy bien en su equipo. ¿Sabes
cuántos jugadores dejaron su equipo el año pasado y se fueron directamente
a la NFL? —pregunta papá, con las cejas levantadas por la emoción.
—No tengo idea, pero estoy seguro de que estás a punto de decírmelo.
—¿Qué pasa? Este equipo es uno de mis mejores elecciones para ti.
Podría llevarte hasta el final.
—¿Hasta dónde? A tu sueño. No me interesa, papá. —Poniéndome de
pie, me dirijo hacia la puerta, ya harto de su conversación.
—Shane, vuelve aquí.
—No, ya terminamos.
Con mis dientes rechinando de frustración, atravieso la puerta dando un
portazo tras de mí y marchando directamente hacia la puerta principal.
La ira se arremolina en mi estómago mientras me dirijo a mi auto. Estoy
harto de tener esta misma conversación. ¿Por qué no puede escucharme?
No quiero la maldita NFL. No soy lo suficientemente bueno y no tengo
el deseo. Me encanta el fútbol americano, de verdad. Pero no es mi futuro.
Aunque no tengo ni idea de cuál es.
No soy mi padre. No soy mis hermanos. La NFL es su sueño y los
apoyaré hasta el final, pero no es el mío y solo desearía que me escuchara.
Conduzco por la ciudad mientras el sol se pone sin ningún lugar a donde
ir. Podría ir a casa de Wyatt y perderme en un videojuego, o estoy seguro de
que Zayn me recibiría, su madre nunca está para preocuparse por lo que
hace. Sin embargo, ninguno de esos lugares tiene algún tipo de atractivo en
este momento. No quiero estar con amigos. Solo quiero... olvidar. Quiero
unos momentos de tranquilidad en lo que todo en mi cabeza se detenga.
Me encuentro entrando en la entrada de Chelsea.
No debería estar aquí. Debería ir a casa y encerrarme en mi habitación
lejos de papá y sus ideas irreales, no obstante, no puedo quitármela de la
cabeza.
Ella es la que hace que todo desaparezca. Y yo necesito eso. Lo necesito
más que nada en este momento.
El sol se ha puesto casi por completo cuando me deslizo por la parte
lateral de su casa, sus padres están en la sala viendo la televisión, pero, por
suerte, no se dan cuenta de mi presencia.
Al acercarme a la casa de la piscina, movimiento en el interior me hace
saltar ligeramente hacia los arbustos.
Me mantengo en las sombras, observando cómo salen Ethan y Rae.
Chelsea les sonríe. Es una sonrisa genuina que no suele mostrar muy a
menudo, y mis propios labios se mueven ligeramente al verla. Hasta que
desaparecen por el borde de la piscina y se dirigen a la entrada,
afortunadamente en dirección contraria a la mía. En el momento en que se
pierden de vista, su rostro cambia. La tristeza la invade mientras cierra la
puerta detrás de ellos y vuelve a entrar en la casa de la piscina. Con los
hombros caídos y la cabeza baja, se deja caer en el sofá.
Saliendo de las sombras, me dirijo hacia ella, sin dejar de mirar su
forma derrotada.
Me detengo junto a la puerta y la observo mientras se lleva sus dedos a
la mejilla para secarse una lágrima.
Mis puños se aprietan por la necesidad de irrumpir en el interior y
atraerla hacia mí. Puede que haya querido verla sufrir después de lo que
hizo, pero verla derrumbarse me está desgarrando.
Como si supiera que estoy aquí, levanta la mirada.
Sus labios se separan conmocionados y solo puedo imaginar que un
chillido de sorpresa sale de ellos mientras nuestras miradas se mantienen.
Se levanta, no hace ningún movimiento para invitarme a entrar, pero
tampoco me echa.
Cuando cae otra lágrima, esta vez no la limpia, y es mi perdición.
Abro la puerta de un jalón, entro y la tomo en mis brazos.
—Shane, ¿qué demonios estás haciendo? —me pregunta, con los ojos
abiertos de par en par, mientras rodeo su cintura con un brazo y la atraigo
hacia mí. Levantando mi otra mano, limpio con mi pulgar el rastro húmedo
que dejó su lágrima.
—Lo que debería haber hecho antes.
Inclinándome hacia adelante, aprieto mis labios contra los suyos. Quiero
darle la oportunidad de apartarse, de decirme adónde ir, pero en el momento
en que conectamos pierdo todo el control.
Al hacerla retroceder, se golpea contra el mostrador. Sus manos se
deslizan por mi espalda antes de deslizarse dentro de mi camiseta.
Dejo caer mis manos sobre sus muslos y la levanto rápidamente sobre la
barra, sus piernas se abren al instante para permitirme ponerme entre ellas.
—Shane —gime cuando empiezo a besar su mandíbula y su cuello—.
Quítatela —me exige, tirando de la tela que rodea mi cuerpo.
La suelto por un momento, la arrastro por encima de mi cabeza y la dejo
caer al suelo junto a nosotros.
Sus ojos se posan en mi pecho antes de que los levante para encontrarse
con los míos. Están oscuros, hambrientos, y eso me estimula. Mi necesidad
de perderme en ella es demasiado grande para negársela. Estando aquí
ahora mismo, con sus manos sobre mí y sus piernas rodeando mi cintura, no
existe nada más. No hay ninguna mierda fuera de estas cuatro paredes. Solo
somos dos personas que necesitan escapar de todo lo que ocurre en nuestras
vidas que está totalmente fuera de control.
—No debería estar haciendo esto —susurro, tomando sus mejillas entre
mis manos. No sé por qué lo digo, alguna jodida necesidad de asegurarme
de que sabe que no hay nada más que lo que estoy a punto de darle.
—Entonces, ¿piensas detenerte? —Ella inclina la cabeza hacia un lado y
se muerde el labio inferior.
—No, carajo.
La tengo en mis brazos en un santiamén y la llevo hacia la parte trasera
de la casa de la piscina, donde espero que esté su habitación.
Mientras camino, sus labios recorren mi cuello, aumentando mi
necesidad por ella.
En cuanto encuentro su cama, la bajo y me arrastro sobre su cuerpo.
—Shane, ¿qué estás...?
—No —digo, poniendo mi dedo sobre sus labios, interrumpiendo
cualquier otra palabra que quisiera decirme—. No hables o me iré. Nada de
tonterías, solo... solo necesito... —Ella levanta las cejas, esperando que
termine. Me trago mi orgullo porque necesito esto demasiado en este
momento como para hacer otra cosa que no sea decir la verdad—. A ti,
¿está bien? Solo te necesito a ti.
Sus talones se clavan en la parte baja de mi espalda y caigo encima de
ella, presionando su pequeño cuerpo contra el colchón.
—¡Dámelo todo! —gime cuando suelto sus labios una vez más.
Recojo la tela de su camiseta y la subo por su estómago, mientras mis
labios besan la suave piel.
Una vez que la coloco sobre sus pechos, ella toma el control y la arranca
de su cuerpo.
Su pecho se agita mientras su respiración pasa entre sus labios abiertos.
Necesita esto tanto como yo. No tengo idea de lo que habría hecho si
me hubiera rechazado como lo hizo la otra noche. Diablos, puede que
todavía lo haga.
Ese pensamiento me incita.
En el momento en que arquea la espalda para mí, deslizo la mano por
detrás para desabrocharle el sostén.
Gime con fuerza cuando le quito la tela del cuerpo.
Sus pezones están erectos y listos para mí.
Maldición, esta chica me tiene la cabeza jodida.
La odio.
La deseo.
No debería tenerla.
No puedo evitarlo.
—Shane —gime—. Por favor.
La miro fijamente mientras ella me observa.
Debería irme y no mirar atrás. No hay manera de que esto sea algo
menos que un desastre a punto de ocurrir. Me temo que, después de haberla
probado una vez semanas atrás, ya estoy metido hasta el cuello.
La tensión crece entre nosotros mientras ninguno de los dos se mueve y
solo se escucha el sonido de nuestra pesada y dificultosa respiración.
—¿Shane? Creí que habías venido aquí con un plan en mente —se burla
—. O no eres lo suficientemente hom… ¡carajo! —grita cuando me lanzo
hacia adelante y chupo uno de sus pezones rosados en mi boca.
Sus dedos se clavan en mi cabello para retenerme y gime de placer
debajo de mí. Me cambio al otro lado y mis dedos bajan por sus costados
para jalar sus pantalones.
Mis labios se alejan de ella mientras levanta las caderas, permitiéndome
arrastrar la tela por sus piernas. Se quita los pantalones de los pies para que
no tenga que apartarme para librarla de la prenda.
Sentado, la contemplo desnuda ante mí.
Es jodidamente hermosa. Su esbelto cuerpo es de una perfección
impecable y muestra claramente todas las horas que le dedica a su deporte.
No puedo saciarme, demonios.
Al pasar mis manos por sus muslos, sus caderas se retuercen con su
necesidad de más.
—¿Qué necesitas?
—A ti —pronuncia—. T… tu boca.
Trago nerviosamente. No tiene idea, al menos no lo creo, de que el
tiempo que pasamos juntos antes fue la primera vez para mí. A diferencia
del resto del equipo, no paso cada noche de la semana con una chica
diferente. No esperaba a nadie en particular. Solo sabía que no quería que
fuera cualquiera. Ni en un millón de años habría pensado que Chelsea sería
con quien perdería mi virginidad, pero ahora que ha sucedido, no puedo
imaginarlo de otra manera.
—¿Qué pasa? ¿Vas a dejarme con las ganas? —La miro fijamente, con
la cabeza dándome vueltas por mi necesidad—. Me lo merezco. Deberías
levantarte y salir ahora y no mirar atrás. Todos los demás lo harían.
—¡Basta! —bramo, asegurándome de que sus labios se cierren de
inmediato—. Dije sin hablar.
Bajando a mi estómago, envuelvo mis manos alrededor de sus muslos y
me concentro en su centro.
Está tan preparada para esto, que el deseo me invade. Mi pene está
imposiblemente duro y desesperado por su tacto, pero por alguna jodida
razón, quiero darle esto primero. Quiero ayudarla a dejar todo atrás, como
estoy deseando para mí.
Cerrando el espacio entre nosotros, coloco mi lengua y la presiono
contra ella. Seré el primero en admitir que no sé realmente lo que estoy
haciendo, pero mientras ella gime, sus dedos vuelven a encontrar el camino
hacia mi cabello y tiran con fuerza. No es que vaya a quejarme. Con su
sabor en mi lengua y su dulce aroma rodeándome, estoy tan jodidamente
perdido que apenas sé mi propio nombre. Es exactamente lo que necesitaba.
Lo que sabía que ella podía darme.
—¡Shane, maldición! —Jadea, arqueando la espalda en su necesidad de
más.
Soltando una de sus caderas, encuentro su entrada y deslizo un dedo
dentro de ella.
—¡Sí!, ¡sí! ¡Sí, diablos! —dice, incitándome. Lamo más rápido antes de
rozarla con los dientes y añadir otro dedo que la abra—. ¡Oh, Dios! ¡Oh,
Dios!
Sus músculos se aprietan contra mí y yo mantengo el ritmo,
desesperado por sentir cómo se deshace contra mí.
Recuerdo muy bien lo apretada que estaba cuando se vino a mi
alrededor la última vez, los pequeños sonidos que hizo al bajar de su
éxtasis. Fue jodidamente alucinante y necesito experimentarlo de nuevo
más que mi próximo aliento.
—Shane. Shane. ¡Shannnneee! —grita mientras su cuerpo se estremece
debajo de mí. Sus muslos se aprietan alrededor de mis orejas mientras se
derrumba.
Me levanto de la cama, llevo mis manos a la cintura del pantalón y abro
el botón. Mis ojos no se apartan de Chelsea, que está recostada en la cama,
intentando recuperar el aliento.
—Shane, yo... —Apoyándose en los codos, sus palabras se cortan al ver
cómo me bajo los pantalones y los bóxers por los muslos y tomo mi pene
con la mano—. Maldición.
—¿Qué? —pregunto, pateando la tela de mis tobillos y dando un paso
hacia ella—. ¿Pensabas que eso era todo lo que había venido a hacer?
Ella niega con la cabeza, con los ojos todavía clavados en mí.
—N… no. Solo pensé... —Se detiene cuando pongo una rodilla en el
borde de la cama y luego la otra.
—Solo pensaste... —insisto, recordándole que estaba a punto de decir
algo.
—Pensé que estabas a punto de irte.
—Todavía no. Primero tengo que tomar lo que vine a buscar.
Algo brilla en sus ojos, el fuego al que estoy tan acostumbrado cuando
me reprende, sin embargo, las palabras no salen. Sabe muy bien que solo se
negará a sí misma si se vuelve contra mí en este momento.
Por muy jodido que sea esto. Por mucho que nos odiemos. Esto ahora
mismo está sucediendo porque ambos lo necesitamos demasiado. Nos
necesitamos demasiado.
Ese pensamiento es jodidamente aterrador.
No debería necesitar a nadie, y mucho menos a Chelsea.
Forzando el pensamiento de mi cabeza, me arrastro entre sus piernas y
encuentro su entrada.
—¿Condón? —indago, dándome cuenta de que no tengo ninguno.
Mierda.
—Está bien, es seguro.
—Pero...
—No he estado con nadie, Shane. No desde...
Mis ojos vuelan para encontrarse con los suyos. Todo lo que veo es
honestidad mirándome fijamente.
—A pesar de la creencia popular, no soy una puta.
—No, eso no era... —Ella frunce el ceño—. Solo me sorprendió.
—Sin hablar, ¿recuerdas? —revira con descaro, rodeando mis caderas
con sus piernas y arrastrándome más cerca.
—No lo olvidé.
Lanza un grito agudo mientras empujo mis caderas hacia adelante,
llenándola en un solo movimiento.
«Carajo». Mis ojos se aprietan mientras me doy un segundo. Está tan
caliente, tan apretada, tan jodidamente increíble.
Inclinándome sobre ella, envuelvo su nuca con mi mano y la inclino
hacia arriba para poder capturar sus labios. Vuelvo a empujar mientras mi
lengua se adentra en su boca y mi mano se acerca a su pecho, mis dedos
pellizcan su pezón.
—Oh, Dios, Shane —susurra contra mis labios mientras toco su cuerpo.
Estaba muy nervioso esa primera vez. No tenía idea de lo que estaba
haciendo y ella era, bueno... Chelsea, experta en todo. No obstante, en el
momento en que le puse las manos encima, todo encajó. Fue como si mi
cuerpo supiera lo que tenía que hacer y los nervios desaparecieron mientras
ella gemía y se retorcía contra mi tacto.
Nuestras lenguas se baten en duelo mientras nuestros cuerpos
encuentran un ritmo que me hace correr hacia mi liberación mucho antes de
que esté listo para que esto termine.
Las uñas de Chelsea me arañan la espalda mientras sus paredes
resbaladizas se agitan a mi alrededor, indicándome que está a punto de caer
al vacío conmigo.
—¡Chelsea! —gimo. Por una parte, por asombro, y por otra para
recordarme a mí mismo que es ella, que esto está sucediendo de nuevo.
Dejo caer mi mano por su cuerpo, encuentro su clítoris y lo rodeo.
Ella grita y sus uñas se clavan en mi piel, pero el dolor que siento
aumenta el placer que corre por mis venas.
—¡Maldición! ¡Carajo! —bramo contra sus labios, desesperado por
respirar, pero negándome a separarme de ella.
—¡Shane! —grita—. Oh, Dios. ¡Shane!
Todo su cuerpo se tensa cuando el placer la golpea. Su espalda se arquea
y echa la cabeza hacia atrás. Extraño sus labios inmediatamente, sin
embargo, en cuanto abro los ojos y la miro, lo olvido enseguida.
Con los ojos cerrados, sus labios hinchados se abren de par en par en
señal de placer mientras sobrelleva el clímax. Su coño me aprieta con una
fuerza imposible y no puedo evitar caer al vacío con ella.
Cayendo a su lado, los dos nos quedamos tumbados tratando de
recuperar el aliento.
El silencio que nos rodea se vuelve pesado, pero no es con la tensión
que llenaba la habitación hace poco, sino que se vuelve rápidamente más y
más incómodo mientras ninguno de nosotros dice nada.
Chelsea es la primera en romperlo, aunque nunca podría haber
adivinado las palabras que salen de sus labios.
—Bueno, eso fue inesperado pero agradable. —Una carcajada sube por
mi garganta—. Pero ya puedes irte.
Sentándome, la miro fijamente. Tiene el cabello despeinado, las mejillas
rosadas por el esfuerzo y los labios rojos por mis besos. No intenta ocultar
el hecho de que está desnuda y, si sus palabras no fueran tan definitivas,
probablemente me costaría mantener los ojos en su cara, pero tal y como
están las cosas, estoy demasiado sorprendido como para notarlo.
—Ya puedo irme. Vaya.
—¿Qué? ¿Esperabas pasar la noche acurrucándonos? Ya tienes lo que
viniste a buscar. Ya puedes irte.
Se pone de lado, dándome la espalda.
—¿Qué? Yo no... ¿Chels?
—Solo vete, Shane. Ambos sabemos que en realidad no quieres pasar
tiempo conmigo. Solo querías una cogida de venganza de la que hablaste el
sábado por la noche. Bueno, lo conseguiste, así que vete a la mierda.
—No crees eso realmente, ¿verdad? —Coloco mi mano en su cintura y
su cuerpo se tensa ante mi contacto.
—¡Vete!
Sabiendo que no tengo ninguna posibilidad de llegar a ella. Me levanto
de mala gana de su cama y me pongo la ropa.
No se mueve ni un poco mientras me preparo para salir.
Con un suspiro, me dirijo a la puerta, agachándome para recoger mi
camiseta en el camino. Sin poder evitarlo, miro por encima de mi hombro.
Ella está mirando a la pared, pero sé que es consciente de mi atención
porque su cuerpo se tensa cuando mis ojos la recorren.
—Toma —le digo, lanzándole mi camiseta—. Esto no ha terminado.
Abre la boca para responder, sin embargo, no dice nada. Asumiendo que
ha terminado, me doy la vuelta para irme. Estoy a medio camino de su sala
de estar cuando suena su sollozo.
Aprieto los puños y me clavo las uñas en las palmas de las manos,
aunque no volteo. Puede que no la conozca del todo bien, pero sé que no
estaba destinado a escuchar eso.
En cuanto subo a mi auto, me arrepiento.
CAPÍTULO QUINCE
CHELSEA

N o debería haberlo dejado ir. Lo supe en el momento en que salió de la


habitación. Debería haberlo llamado de nuevo, permitirle pasar más
tiempo distrayéndome.
Mientras él estaba aquí, me olvidé de todo lo que pasó hoy. Durante
esos pocos momentos, me sentí como yo una vez más. Como si perteneciera
a algún lugar, como si alguien me quisiera.
No soy tan estúpida como para creer que es la verdad. Puede que dijera
que no se trataba de una venganza, aunque estoy segura de que habría dicho
cualquier cosa en esos pocos segundos antes de conseguir lo que había
venido a buscar para asegurarse de que yo aceptara.
Cuando me despierto, me duelen los ojos por haber llorado una vez más
y me duelen los músculos por el poco tiempo que pasamos juntos, pero eso
no es lo más notorio.
Es su olor.
Está por todas partes y, por un breve momento, creo que soñé que se
iba, me permito creer que sigue aquí conmigo.
Pero en cuanto abro los ojos, todo se desmorona. La cama a mi lado está
vacía, al igual que el resto de mi casa de la piscina.
Se ha ido. Se fue después de conseguir lo que quería. Es igual que el
resto de los chicos del equipo, solo que él ha dejado más huella. Es el único,
aparte de Jake, del que he querido más, del que he necesitado más. Solo que
él no tiene idea. Porque al igual que el resto del equipo, solo me ve como un
objeto sexual. Le permití tenerme y ahora cree que es su derecho divino.
Probablemente esté disfrutando de que todos los demás me odien. Significa
que no tiene competencia. Ahora sí que soy algo seguro.
Me duele el pecho mientras esos breves momentos de anoche pasan por
mi mente. No quiero pensar en ello, pero no puedo parar. Es como si mi
cerebro quisiera torturarme.
Pienso en la delicadeza de su tacto, en la forma en que tocó mi cuerpo
como si tuviera un maldito mapa. La forma en que se movía, la suavidad de
sus labios. Ninguna de esas acciones gritaba venganza o cogerme por odio,
aunque no podía ser otra cosa o él seguiría aquí.
¿No es así?
Si le importara, no se marcharía. Si fuera algo más que una liberación
rápida, una forma de demostrarme que tiene el poder, entonces no se habría
ido.
«Le dijiste que lo hiciera», dice una vocecita, y recuerdo las palabras
exactas que salieron de mis labios mientras lo deseché como si no fuera
nada.
Me tapo la boca con la mano, queriendo evitar que el sollozo estalle.
¿En qué demonios estaba pensando?
Al sentarme, descubro la razón de su olor ligeramente abrumador y
alucinante. Llevo puesta su camiseta.
Debería haberme duchado después de que se fue, sin embargo, no tenía
ganas. En lugar de eso, me puse su camiseta y me acurruqué en la cama,
deseando que mi cuerpo se durmiera para alejarme del recuerdo de su tacto.
Solo que cuando lo logré se llenó de vívidos recuerdos de él.
Esto es un maldito desastre.
Me levanto de la cama y me dispongo a prepararme para otro día de
mierda en Rosewood High, donde estoy segura de que Shelly y el equipo
buscarán pelear conmigo y Shane me ignorará como si no fuera más que un
trozo de basura que tiró.
Con un suspiro, me quito su camiseta, pero antes de arrojarla al cesto de
la ropa sucia, no puedo evitar acercarme la tela a la nariz e inhalar.
Quiero aferrarme a las sensaciones que recorren mi cuerpo mientras
estoy rodeada de él. La seguridad, la satisfacción, la pertenencia. Pero, ¿qué
sentido tiene? Todos son mentiras.
Más tarde, esa misma mañana, estoy sentada en el aula de Inglés, con mis
muchos remordimientos dando vueltas en mi cabeza. Parece que estoy
añadiendo más a mi ya interminable colección.
¿Tomaré alguna vez la decisión correcta?
Soy la primera en entrar, para sorpresa de nuestra profesora. No estoy
segura de haber llegado temprano a clase en mi vida, no obstante, ahora
mismo es mejor que arriesgarse a encontrarme con Shelly o con cualquier
otra persona de la escuela que quiera que me vaya, que por desgracia son
casi todos.
Empieza a hablarme de lo que me he perdido durante mi ausencia
después de expresar su alegría a medias por tenerme de vuelta. La escucho
a medias. Sé que debería estar más interesada en lo que me dice, pero ahora
mismo, mientras espero a que el resto de la clase aparezca y dirijan sus
miradas de odio hacia mí, no puedo.
Empiezan a entrar unos cuantos alumnos, la mayoría de los cuales no
conozco realmente, pese a que todos y cada uno de ellos me miran, aunque
sea durante un breve segundo.
Agacho la cabeza, pero eso no significa que no sienta sus miradas ni
oiga sus constantes susurros.
La clase debe estar medio vacía cuando el ambiente cambia. No quiero
mirar, ya sé la causa, aunque no puedo más que levantar la cabeza.
En el momento en que lo hago, mis ojos se cruzan con sus ojos verdes.
Su cara está en blanco y no tengo idea de lo que está pensando o sintiendo.
Lo odio.
¿Se arrepiente de lo de anoche? La falta de expresión o de atención
parece insinuar eso.
Se me hace un nudo en el estómago. Por muy ingenuo que fuera, aún
tenía la esperanza de que las cosas fueran diferente esta mañana.
Retiro mis ojos de los de Shane y me fijo en los chicos que están detrás
de él. Zayn está de pie con su habitual sonrisa en los labios mientras mira
entre ambos. Genial, parece que otra persona conoce nuestro secreto.
¿Cuánto falta para que el resto de la escuela se entere? Shane será linchado
por siquiera hablarme, y mucho más por tocarme.
Pero no es la mirada divertida de Zayn lo que realmente llama mi
atención, porque son los ojos furiosos de su capitán, que está de pie justo
detrás del hombro de Shane.
Jadeo ante la oscuridad de los ojos azules que antes creía conocer mejor
que los míos. Su mirada me clava en la silla y un escalofrío de miedo me
recorre por la espalda.
Puede que Jake Thorn sea un imbécil, sin embargo, nunca me haría
daño a propósito, de eso estoy segura. Pero lastimé a la única persona que
significa más para él que cualquier otra cosa, y sé que voy a tener que
aceptar las consecuencias que tenga para mí.
Sé que no servirá de mucho, pero mis labios se abren de todos modos.
—Lo siento —le digo.
Sus labios se fruncen con rabia mientras mantiene su mirada, no
obstante, es solo un segundo después cuando nuestra profesora los regaña
por bloquear la entrada y los tres se ven obligados a moverse.
Sigue observándome hasta que no tiene más remedio que mirar hacia su
escritorio.
Se me revuelve el estómago y me preocupa que acabaré corriendo al
baño en cualquier momento. Por suerte, llega el resto de la clase, la
profesora comienza y yo soy capaz de respirar entre las náuseas.
Los remordimientos son algo horrible. Odio haber lastimado a personas
que eran mis amigos. Odio la forma en que me miran ahora, con decepción
y rabia en sus rasgos. Pero aparte de disculparme, no tengo idea de cómo
arreglar todo lo que hice. Sé que estuvo mal. Sé que fue un gran error. Es
que estaba... estoy... perdida. Estoy tan desesperada por esas conexiones que
veo que todos tienen a mi alrededor. Las amistades, las relaciones. Nunca
las he tenido. Nunca.
Debería haber sido algo natural con mi madre, no obstante, estaba más
preocupada por conseguir su próxima dosis que por mí. Honey y Derek son
geniales, los quiero a mi manera, pero no son mis verdaderos padres. No
siento ese vínculo natural con ellos. Nuestra relación ha tardado años en
evolucionar hasta lo que es ahora, y a veces no ha sido fácil, aunque juntos
hemos encontrado el camino. Me han demostrado que la gente no siempre
te decepciona. Podrían haberme abandonado tan fácilmente a lo largo de los
años. Demonios, les he dado suficientes razones para hacerlo, aun así, me
han apoyado en cada uno de mis errores y malas decisiones.
Suelto un suspiro, deseando tener todas las respuestas y que algún día
no me sienta tan marginada. Todo el mundo se pasea por los pasillos como
si pertenecieran, como si hubieran encontrado su lugar, pero incluso antes
de todo esto, nunca me sentí en casa. Por eso forcé las relaciones que formé.
Las chicas del equipo necesitaban ser amigas mías si querían mantener su
lugar, el equipo de fútbol americano me aceptó porque tenía algo que
ofrecer. Ninguno de ellos me quería por mí. Estoy segura de que nadie me
ha querido nunca por mí.
Una sonrisa se me dibuja en los labios al pensar en el tiempo que pasé
ayer con Rae. A pesar de todo lo que había oído sobre mí en mi ausencia,
ayer parecía querer pasar tiempo conmigo de verdad, parecía querer
conocerme de verdad, no las tonterías de muñeca Barbie que le doy a todo
el mundo. Vio las grietas, las abolladuras y las partes rotas de mí que
mantengo ocultas, al igual que yo lo hice con ella.
Seríamos las amigas más improbables, ella con su look gótico y yo
suspirando por mi uniforme de animadora, entonces supongo que la
conexión que siempre he anhelado es más profunda que nuestras
preferencias y nuestro estilo. Esa fuerza proviene de nuestros miedos,
nuestras pesadillas, las cosas que mantenemos ocultas al mundo exterior.
A medida que nuestra profesora continúa, empiezo a preguntarme hasta
qué punto es digna de confianza. ¿Podría ser ella en quien confíe? Carajo,
sé que necesito contarle a alguien mi secreto.
Lo último que esperaba anoche era que Ethan y Rae aparecieran para
hacerme compañía porque estaban preocupados por mí. Bueno, eso es
mentira, lo último que esperaba era lo que pasó después, sin embargo,
necesito no pensar en él ahora mismo. Ya es suficiente con que su mirada
me queme la espalda.
Las palabras de Ethan resonaron en mí. No suele ser tan sabio, pero
supongo que Rae debe estar teniendo una buena influencia en él.
—Eres la maldita Chelsea Fierce. ¿Cuándo te has sentado y has
permitido que mierda ocurra a tu alrededor? ¿Quieres recuperar tu antigua
vida? ¡Sal ahí a fuera y tómala, carajo!
Tenía razón. El único problema es que ya no estoy segura de ser la
misma persona.
El tiempo que estuve lejos me dio la oportunidad de reflexionar. Me dio
mucho más que eso, y cambió mi vida de maneras que no estoy segura de
que los consejeros pudieran siquiera imaginar.
Quiero recuperar mi antigua vida. Bueno... quiero recuperar a mi
equipo. Todo lo demás: las amistades falsas, hacer lo imposible para
mantener mi posición en la cima de la escuela y la mierda que vino con eso,
no tanto.
Solo quiero a mi equipo. Mi futuro. El resto está por los aires ahora
mismo.
Aún estoy perdida en mis pensamientos cuando suena la campana. Me
apresuro a recoger todo e intento salir de la habitación lo antes posible.
Puede que tenga ganas de enmendar todos mis errores, pero no quiero
discutir con Jake en medio de una clase con público.
—Apártate de mi camino. —Una voz conocida revira detrás de mí
cuando doy un paso desde mi asiento. Me golpea el hombro y, cuando
levanto la vista, me encuentro con una de mis antes fieles animadoras que
me empuja para poder pasar.
Quiero decir algo, pero me muerdo la lengua. Hacer una escena no va a
ayudar a nadie en este momento.
Al final consigo salir del aula antes de que Shane y Jake se levanten de
sus asientos, está claro que ninguno de los dos tiene ganas de hablar
conmigo. En este momento, por mí está bien. Solo quiero pasar el día sin
más arañazos ni moretones.
Mi siguiente clase es una repetición de la anterior. Miradas constantes y
habladurías. De hecho, empiezo a acostumbrarme a ello de una manera
extraña. A mi antiguo yo le habría encantado toda la atención, es una pena
que la nueva yo solo quiera esconderse en el armario hasta que se aburran
de mí.
Estoy rodeada de estudiantes y me dirijo a la cafetería para almorzar
cuando la charla a mi alrededor se detiene de repente. En cuanto levanto la
vista, sé por qué. Shelly y sus zorras están caminando hacia aquí, y todos
los ojos están sobre mí.
Exhalando un suspiro frustrado, doy un paso para bajar las escaleras y
escapar de ellas. Tengo hambre y no tengo paciencia para sus tonterías en
este momento.
—Se supone que tienes que mantenerte fuera de mi camino —escupe
Shelly, deteniéndose frente a mí y poniendo las manos en la cintura.
El pasillo que nos rodea se queda en un silencio casi sepulcral mientras
esperan que se repita la pelea de ayer. No tenía intención de participar en la
misma y realmente no quiero estar aquí ahora.
—No te estorbo. Solo voy a almorzar.
—No eres bienvenida aquí.
—¿No soy bienvenida en la cafetería? ¡Vete a la mierda, Shelly!, nadie
te hizo Dios. —Ella da un paso adelante, con el ceño fruncido—. Cuidado,
esas líneas de expresión se harán permanentes y tendrás que rogarle a papá
por más bótox. —Shelly jadea, al igual que el resto del equipo, aunque no
tengo ni idea de por qué, no es un secreto que su aspecto no es del todo
natural.
—¡Zorra! —brama, levantando la mano, como hizo ayer, y yo me
muevo para evitarla. Me olvido de que estoy en lo alto de la escalera. Eso es
hasta que bajo el pie al suelo y no hay piso para apoyarlo.
—¡Diablos! —grito un instante antes de empezar a caer.
Mi brazo suelta los libros que sostenía contra mi pecho como un escudo
contra Shelly, sin embargo, no consigo encontrar nada que me detenga.
Lo último que oigo es un jadeo colectivo cuando mi espalda choca
contra la pared antes de caer por las escaleras.
Recuerdo vagamente haber golpeado las piernas de la gente, pero cogí
tanta velocidad que ninguna de las manos que se estiraron hacia mí me
detuvo con éxito.
CAPÍTULO DIECISÉIS
CHELSEA

E l golpeteo de mi cabeza es lo primero que siento cuando vuelvo en mí.


Muevo los dedos de los pies y luego los de las manos y respiro
aliviada. Al menos todavía funcionan.
—¿Chelsea? —dice una suave voz femenina a mi lado, pero no puedo
registrar a quién pertenece.
Una mano cálida se desliza en la mía y la aprieta.
—Todo está bien. Estás en el hospital.
—¿Deberíamos llamar a un médico?
Conozco esa voz. El acento inglés la delata.
—¿Amalie? —Mi voz es un susurro áspero, pero el shock es claro.
Abro los ojos y tengo que parpadear un par de veces para aclarar mi
visión, sin embargo, cuando lo hago, ahí está sentada junto a mi cama.
—¿Qué estás...?
—¿Haciendo aquí? Me he estado preguntando lo mismo, para ser
sincera.
—Lo... —Trago y me lamo los labios—. Lo siento.
Asiente con la cabeza, aunque estoy segura de que no es para aceptar mi
disculpa, sino para demostrar que la escuchó.
—Toma, bebe algo. —Me giro hacia el sonido de la otra voz y
encuentro a Rae.
Una sonrisa se dibuja en mis labios a pesar del dolor atroz en mi cabeza.
—G… gracias —respondo una vez que he bebido un sorbo de agua—.
¿Q… qué pasó?
—Shelly te empujó por las escaleras.
Dejo que sus palabras ronden por mi cabeza durante un par de segundos
mientras trato de sacar mi borrosa memoria de lo que pasó hoy.
—N…no, ella, ¡diablos! —grito.
—¿Qué? ¿Qué pasa? —Rae se levanta de la silla, con los ojos muy
abiertos mientras me mira.
—¡Maldición, maldición, maldición! —grito, intentando levantarme
para sentarme—. ¿Qué me pasa? ¿Qué dijeron los médicos? —pregunto
apresuradamente.
—No mucho, solo que te diste un buen golpe en la cabeza. ¿Por qué, te
duele algo?
—No... um... estoy... carajo. —Dejo caer mi cabeza entre mis manos
mientras ambas se acercan, intrigadas por mi pánico, imagino—. Estoy
embarazada —murmuro entre mis manos.
—¿Qué? —revira Amalie con total incredulidad.
—Necesito al médico. Necesito saber. Maldición. —Me llevo la mano
al estómago, rezando para que Shelly no haya arruinado lo único bueno de
mi vida. Lo único bueno que ha salido de todo esto.
—Muy bien, sí. Iré a buscarla. —Rae corre la cortina y sale corriendo
de la habitación.
La atención de Amalie se queda en mí.
—No estás bromeando... ¿verdad?
Sacudo la cabeza.
—No, no lo estoy. Si lo per… mierda. No puedo. Demonios. —Mi voz
se quiebra y mi barbilla tiembla ante la idea de perderlo, así como todo lo
demás en mi vida.
Para mi total incredulidad, Amalie me rodea el hombro con su brazo y
me abraza.
—Estoy segura de que todo estará bien.
Quiero estar de acuerdo, sin embargo, todo lo que siento ahora es temor.
Ni siquiera he tenido la oportunidad de aceptar del todo mi realidad y puede
que ya se haya acabado. No. No, no puede ser. Necesito esto. Necesito que
todo esté bien.
Para cuando Rae reaparece con una doctora de aspecto amable detrás de
ella, las lágrimas corren por mis mejillas más rápido de lo que puedo
controlar.
—Buenas tardes, Chelsea. Soy la doctora Francis. Tu amiga me dice
que crees que podrías estar embarazada.
—No lo creo. Lo estoy.
—Bien, hemos hecho un análisis de sangre, sin embargo, todavía los
resultados no han llegado del laboratorio. ¿Qué tiempo crees tener?
—De unas once semanas.
Puede que no esté mirando ni a Rae ni a Amalie, pero no se me escapa
que sus barbillas caen en shock.
—Bien. ¿Te has hecho un ultrasonido?
Niego con la cabeza. Vi a un médico del centro que puso las cosas en
marcha, pero no tengo fecha ni nada, aunque sé que debe ser pronto.
—Muy bien. —Me toma la mano y me la aprieta en señal de apoyo—.
¿Tienes algún dolor abdominal, alguna razón para creer que algo puede no
estar bien?
Me enfoco en mi cuerpo por un momento, aparte de mi cabeza y
algunos dolores, nada parece estar mal.
—N… no, no lo creo.
—Bien, déjame ir a hacer algunas llamadas y veré qué puedo hacer para
que traigan un equipo de ultrasonido.
Con una suave sonrisa y una mirada a mi sorprendido público,
desaparece de nuevo a través de la cortina.
—¿Estás embarazada? —pregunta Rae como si necesitara que lo
repitiera de nuevo para creérselo.
—Sí, pero nadie lo sabe. Ni siquiera se lo he dicho a mis padres. Solo a
ustedes.
—Dios, Chelsea. Realmente sabes cómo traer el drama, ¿no?
—No debió haber pasado.
—Por el amor de Dios, por favor dime que no es de Jake. —No estoy
segura si lo pregunta en broma o no, pero al mirar a Amalie, veo un destello
de miedo en sus ojos.
—Por supuesto que no lo es. Ese chico no ha mirado en mi dirección
desde que apareciste.
—B… bien. Eso es bueno. —Ella se vuelve a sentar en la silla, sumida
en sus pensamientos.
—Entonces, ¿de quién es? —cuestiona Rae.
Sacudo la cabeza.
—Ahora realmente no es el momento. Además, tengo la sensación de
que no va a querer tener nada que ver con esto.
—¿No se lo has dicho?
—Todavía no.
Tuve la intención de decírselo a mis padres cuando volví del centro.
Pero estaban tan contentos de tenerme en casa y, con suerte, en un lugar
más positivo, que no me atreví a confesarlo.
Sé que se van a decepcionar de mí. Veo cómo me miran cuando salgo de
fiesta. No son estúpidos, saben las cosas que todos hacemos, y siempre le
he prometido a mamá que sería sensata. Tenía un futuro, una carrera de
animadora en que pensar. Tener este tipo de accidente ciertamente no era
parte de mi plan.
—S… sé que no tengo derecho a pedirte nada —le digo directamente a
Amalie—. Pero realmente apreciaría que no se lo dijeras a nadie.
Ella suelta un suspiro. Sus ojos abandonan los míos por un momento.
—Tienes razón. No te debo nada. Debería volver directamente a
Rosewood y gritarlo por el altavoz. —Cada músculo de mi cuerpo se tensa
ante esa idea—. Sin embargo, no lo haré. Esa no es la clase de persona que
soy.
—De acuerdo —dice la doctora, que reaparece con una máquina y otra
mujer que desgraciadamente reconozco detrás de ella—. Veamos entonces
qué pasa, ¿quieres? Ella es...
—Ya nos conocemos —responde la otra señora, y apenas consigo
reprimir un gemido—. Me alegro de verte, Chelsea.
—A ti también —contesto con firmeza, mirando fijamente a la versión
mayor de la persona que me puso en este lugar. Puede que Shelly no me
haya empujado, pero fue el catalizador de todo este desastre.
De todas las personas, la mujer que aparece para hacerme mi primer
ultrasonido tiene que ser la madre de Shelly. Ahora no tengo ninguna
maldita posibilidad de mantener el secreto.
La doctora me quita la sábana y descubro que sigo con la falda y el top
que me puse esta mañana.
—Si puedes levantarte el top y bajarte un poco la falda. Preparé todo
esto.
—¿Quieres un poco de privacidad? —pregunta la doctora Francis,
señalando con la cabeza a Rae y Amalie.
—N… no. Pueden quedarse si quieren.
Sonriendo, Rae se acerca a mi lado y toma mi mano entre las suyas.
Amalie permanece de pie, algo incómoda, en el extremo de la cama.
—Voy a colocarte un poco de gel en el estómago y echaremos un
vistazo.
El gel está más caliente de lo que esperaba, y en solo unos segundos una
cosa de plástico en forma de varita está siendo presionada contra mi piel.
La madre de Shelly inclina la cabeza de un lado a otro mientras mira la
pantalla que no puedo ver y presiona unos botones.
El corazón me late en el pecho y las manos me empiezan a sudar, sin
saber qué camino va a tomar esto.
—Bien, Chelsea. —Gira la pantalla hacia mí y una imagen borrosa en
blanco y negro parpadea en la pantalla—. Todo se ve bien. ¿Puedes ver eso
de ahí? —Señala una pequeña mancha en el centro de la pantalla—. Ese es
tu bebé.
Un sollozo sale de mi garganta.
—¿Está bien?
—Sí, todo parece estar bien. Todas las medidas coinciden con tu
predicción de once semanas. Felicidades, supongo.
—Dios mío. —Las lágrimas se acumulan en mis ojos mientras miro
fijamente a mi bebé. Mi bebé.
Es irreal.
Sabía que este día iba a llegar. Sabía que llegaría a verlo, pero es
totalmente alucinante.
—No puedo creer que esté creciendo una persona dentro de ti —
murmura Rae, igualmente hipnotizada por la pantalla.
—Créeme. Lo sé.
—¿Quieres una copia impresa?
—Sí, por favor.
Tristemente, la madre de Shelly retira la varita de mi estómago y la
imagen de mi bebé desaparece de la pantalla. Lo echo de menos casi
inmediatamente. Es una sensación rarísima que me tiene al borde del
colapso.
La doctora me da un pañuelo para que me limpie el estómago y al poco
tiempo me entregan una tira de papel con una serie de imágenes de mi bebé.
—¿Estamos todos bien aquí? —pregunta la madre de Shelly antes de
sacar la máquina y dejarnos solas. No la veo irse, estoy demasiado
fascinada por las imágenes que tengo delante de mí como para considerar
advertirle que no diga nada.
—Tus padres están en la sala de espera. Se están poniendo un poco
frenéticos —dice la doctora Francis con una mueca.
—Nos iremos y te dejaremos para que hables con tus padres, dice Rae.
—Eh... muy bien.
El miedo me llena las venas ante la idea de admitir todo esto ante ellos.
Se van a sentir muy decepcionados conmigo.
Justo antes de que Amalie y Rae corran la cortina para irse, la llamo.
—¿Amalie?
Me mira por encima del hombro, pero no dice nada.
—De verdad lo siento mucho.
Ella asiente con la cabeza, sus ojos se suavizan al aceptarla antes de que
ambas continúen a través de la cortina.
Estoy sola, abandonada a mis propios pensamientos durante tres
minutos. Durante todo ese tiempo tengo las imágenes del ultrasonido
fuertemente sujetas en mi mano.
Todo está bien. Ella no arruinó lo único positivo en mi vida.
—Chelsea, gracias a Dios que estás bien. El director Hartmann dijo que
te habían empujado por las escaleras, ¿qué demonios...? —Mamá se acerca
corriendo y me atrae con cuidado para abrazarme.
—Estoy bien. Y en realidad no me empujó. Pensé que lo iba a hacer. —
Hago un gesto a mi cara que aún no ha notado, ya que me escondí en la
casa de la piscina desde que llegué de la escuela anoche.
—Dios, Chelsea. ¿Shelly hizo eso?
—Me lo merecía. Pensé que iba a hacerlo de nuevo, me aparté y,
bueno... aquí estoy. —Me encojo de hombros, restándole importancia. Sí,
me duele la cabeza, pero estoy bien. Estamos bien—. Sin embargo, es
posible que quieran sentarse. Tengo algo que decirles a ambos. —Mamá se
aparta y me mira con desconfianza—. Estoy bien, lo prometo. Es solo que...
—Espero hasta que los dos están en las sillas junto a mi cama—. Estoy
embarazada.
Si no estuviera tan aterrorizada por su reacción, sus ojos abiertos de par
en par y las barbillas caídas como en los dibujos animados, podrían ser
divertidos, pero tal y como están las cosas, la visión solo aprieta el nudo de
miedo que me invade el estómago.
—Estás embarazada. Como... ¿esperando un bebé?, ¿embarazada? —
pregunta mamá con total incredulidad.
—Sí. Lo siento mucho. Debería habérselos dicho antes, pero tenía
miedo.
—¿Vas a tener un bebé ahora?
—¿Qué? No, no. Todavía no. Toma. —De mala gana suelto mis fotos
del ultrasonido y dejo que las mire.
—¡Oh, Dios mío! —Jadea, sus propios ojos humedeciéndose un poco.
—¿Cuánto tiempo tienes?
—Once semanas.
Ambos se quedan en silencio mientras miran las imágenes, y yo me
siento nerviosa a la espera de que llegue el enojo una vez que se haya
pasado el susto.
—¿Desde cuándo lo sabes?
—Bastante tiempo.
—¿Y lo mantuviste en secreto todo este tiempo? ¿Incluso en el centro?
—Bueno, vi a un médico, pero sí.
—Oh, Chelsea —dice mamá, volviéndose a levantar y abrazándome.
Solloza sobre mi hombro y, aunque odio haberla hecho llorar, me alegro de
que ninguno de los dos me esté gritando—. Deberías habérnoslo dicho.
Miro entre los dos, sin perder de vista que papá aún no ha dicho nada al
respecto.
—Estaba... estoy... aterrorizada.
—Oh, cariño. No tienes que tenernos miedo. Sabes que te apoyaremos
pase lo que pase. —Mamá pasa su mano suavemente por mi cabello y se me
forma un nudo en la garganta.
—R… realmente quiero este bebé, mamá. Quiero... —Suelto un suspiro,
intentando no derrumbarme—. Quiero algo propio, ¿sabes? No lo planeé.
Estaba demasiado enfocada en mi futuro como para considerarlo. Sin
embargo, ahora que ha sucedido... No lo cambiaría por nada.
—Lo sé, cariño. Lo sé. —Mamá me abraza más fuerte mientras llora.
Tuvo un bebé cuando no era mucho mayor que yo. Recuerdo el día en
que me lo contó, la alegría al hablar de que estaba embarazada era clara en
sus ojos todos estos años después. A pesar de la opinión de sus padres sobre
las cosas, estaba ilusionada con lo que le deparaba el futuro, pero
desgraciadamente no fue así y el bebé nació con un trastorno genético y
murió antes de cumplir los seis meses. Nunca ha podido volver a concebir.
Sé que es algo que la desgarra hasta hoy en día. Ella y papá siempre han
estado desesperados por tener sus propios hijos. Por suerte, decidieron
retribuir y empezaron a acoger niños unos diez años antes de tener la suerte
de encontrarme en la puerta de su casa.
Hasta la fecha, no tengo idea de qué fue lo que les hizo decidirse a pasar
por todos los trámites legales y adoptarme, a diferencia de todos los demás
que habían cuidado, sin embargo, no puedo dejar de estar agradecida
porque me han dado todo lo que me faltó en mis años anteriores.
Cuando papá habla, su voz es tan fuerte comparada con el suave sonido
de los sollozos de mamá, que me sobresalta.
—¿Quién... um... quién es el padre?
—¡Derek! —lo reprende mamá—. Eso no es lo más importante ahora.
Cuando esté preparada, seguro que nos lo dirá —dice mamá, apretando mi
mano y dándome, por suerte, una salida de esta conversación—. Pero, todo
está bien con el bebé, ¿no?
—Eso parece.
Me toma la mano y se sienta en la cama a mi lado.
—Sé que probablemente debería estar enfadada, al fin y al cabo, todavía
estás en la escuela, pero creo que esto bien podría ser lo mejor que te ha
pasado.
Papá la mira como si le hubiera crecido una cabeza más, mientras que lo
único que hago es sonreír porque no puedo evitar estar de acuerdo.
—Sé que las cosas dan miedo y son desconocidas ahora mismo. No
obstante, sé que vas a ser una madre fantástica. Ojalá nos lo hubieras dicho
antes, para poder apoyarte. Necesito que sepas lo orgullosa que estoy de ti.
Me sonríe y miro de sus ojos amables a los de mi padre. Él no parece
tan emocionado por este giro de los acontecimientos, pero ambos me
conocen lo suficiente como para saber que cuando me propongo algo nada
me va a detener.
—¿Y la universidad? ¿La animación? ¿La beca por la que estabas tan
desesperada por tener? —pregunta él, siempre la voz de la razón.
—Oh, Derek, dale un respiro.
—Solo tengo curiosidad.
—Ya lo resolveré todo. Todo pasa por una razón, ¿verdad, papá? —
Levanto una ceja y espero a que esté de acuerdo.
—Supongo —murmura, aunque todos sabemos que cree en esas
palabras. Él mismo las ha dicho bastantes veces a lo largo de los años.
CAPÍTULO DIECISIETE
SHANE

—¿Q uédirigimos
demonios está pasando? —Le pregunto a Zayn mientras nos
a la cafetería para comer. Los chicos que nos rodean
están zumbando con algo. La charla emocionada y los chismes son cada vez
más fuertes.
—La empujó por las escaleras. Fue brutal.
—Cayó de arriba a abajo como una muñeca de trapo.
—Nadie sabe si está viva.
«¿Qué demonios?».
Puede que no tenga ni idea, pero eso no impide que un hilillo de miedo
me recorra la espalda. Después de la pelea pública de ayer, mi imaginación
se dispara ahora mismo.
—No tengo idea, pero sea lo que sea, suena dramático —murmura
Zayn.
Ya casi llegamos a la cafetería cuando la multitud que nos precede se
separa y aparece el director Hartmann junto con otros tres profesores, todos
ellos acompañando a Shelly, Krissy y Aria por el pasillo.
Algo incómodo se apodera de mi estómago cuando empiezo a darme
cuenta. Solo hay una persona de la que esos estudiantes podrían estar
hablando.
—Chelsea —susurro antes de correr hacia la cafetería en busca de
respuestas.
Tengo que abrirme paso entre la multitud que parece haber aparecido de
la nada para ver a Shelly, y en segundos estoy atravesándola y corriendo
hacia alguien que sabrá lo que paso.
—Cami, ¿qué pasó?
—Eso —dice ella, mirando por encima del hombro—. Quién sabe.
Algún drama de las zorras animadoras probablemente. No tengo tiempo
para esas tonterías.
Aprieto los labios. Quiero gritarle que esas tonterías de las que habla
bien podrían significar algo para mí, pero no puedo.
En lugar de eso, me obligo a decir:
—Sí, probablemente tengas razón.
—Shane. —Girando sobre mis talones, encuentro a Zayn hablando con
Ruby y Harley. Ruby se sonroja con solo mirarlo, mientras que Harley
parece aburrida por tener que estar cerca de su hermano—. Continúa —la
anima Zayn una vez que me reúno con ellos.
Harley pone los ojos en blanco, frustrada, antes de dirigirse a mí.
—Shelly empujó a Chelsea por las escaleras.
—¿Qué? ¿Ella está bien? —pregunto apresuradamente, probablemente
pareciendo que me importa demasiado, aunque realmente me importa ni
una mierda ahora mismo.
—No tengo idea. La llevaron al hospital.
Salgo del edificio de la escuela antes de darme cuenta de que me he
movido. Mi necesidad de llegar a ella me consume, pero en cuanto
enciendo el motor, me paralizo.
Es muy probable que no me quiera allí. Me ha demostrado una y otra
vez que no le importo, que no me quiere, y yo sigo corriendo de nuevo
hacia ella como un triste cachorro.
Aprieto el volante hasta que mis nudillos se vuelven blancos. Necesito
ir allí. Necesito saber que está bien.
—¡Hijo de puta! —vocifero, golpeando el volante con mi mano y
apoyando la cabeza hacia atrás.
Mi cabeza me da vueltas mientras me grita que salga del auto y continúe
con mi día como si nada hubiera pasado.
Es lo que ella querría.
¿Pero qué hay de lo que yo quiero? ¿Lo que necesito?
—¡Al carajo!
Pongo el auto en marcha y salgo a toda velocidad del estacionamiento
de la escuela. Solo que, cuando llego a la curva para el hospital, no la tomo.
Tengo la cabeza demasiado jodida después de lo de anoche y de todo lo
que ha pasado en las últimas semanas.
Necesito que todo termine.
Respiro aliviado cuando veo que la entrada de la casa está vacía. Lo
último que necesito ahora es otro sermón de mi padre.
Por suerte, anoche conseguí escabullirme en la casa sin que me viera.
No necesitaba una repetición de nuestra conversación anterior. Nada de lo
que me diga puede hacerme cambiar de opinión. No me importa la fama, el
éxito, el dinero. El fútbol americano profesional y la NFL no me harán
feliz. La presión que ejerce sobre mí por el fútbol de la escuela ya es
suficiente. Veo cómo es con mis hermanos. Es implacable en su necesidad
de que sean los mejores. Es agotador.
Atravieso la casa a toda velocidad y no me detengo al bajar las escaleras
hacia el sótano y el gimnasio de papá. Odio estar aquí, pero es lo que
necesito.
Me quito la sudadera y la camiseta y las dejo caer en el banco antes de
detenerme frente a lo que realmente requiero.
El saco de boxeo.
Paso los dedos por el suave cuero negro antes de echar el otro brazo
hacia atrás y clavar los puños en él una y otra vez.
No me molesté en vendarlos, así que después de solo un par de golpes,
se parten.
Golpeo una y otra vez, descargando todo en la bolsa. Me imagino a mi
padre y todas sus exigencias de mierda, a Chelsea y la forma en que me
rechaza repetidamente. Nunca golpearía a una mujer, sin embargo, la cara
de Shelly aparece en mi cabeza mientras lanzo otro. ¿Cómo se atreve a
ponerle las manos encima a Chelsea? ¿Quién carajos se cree que es? Ya le
quitó la capitanía y disfruta restregándoselo en la cara. ¿No es suficiente?
El cabello se me pega a la frente, mi pecho se agita por el esfuerzo
mientras lucho contra el dolor de mis músculos agotados para continuar. No
importa cuántas veces mis puños golpeen el cuero, no es suficiente.
La puerta se abre detrás de mí y rompe mi neblina de ira. Lanzo un
puñetazo más al saco antes de voltearme para encontrar lo inevitable. Mi
padre furioso porque no estoy en la escuela donde debería estar. Para mi
sorpresa, cuando me doy la vuelta, encuentro a Luca mirándome fijamente.
—¿Qué haces aquí?
—Dejé un libro de texto en mi habitación. Y lo que es más importante,
¿por qué estás tú aquí? ¿No deberías estar en clase?
—¡Vete a la mierda! —gruño, dándole la espalda y volviendo a prestarle
atención al saco de boxeo.
—¿Necesitas un compañero con quien desquitarte?
Cuando miro por encima de mi hombro, ya ha dejado sus bolsos y
quitado su camiseta.
Se para unos cuantos pies delante de mí y levanta los puños, dispuesto a
pelear.
—No voy a pelear contigo —murmuro, dando un paso atrás. Puede que
nos hayamos peleado muchas veces a lo largo de los años, pero no me voy a
desquitar con él.
—Sí, lo harás —se burla, acercándose y golpeándome en el hombro—.
Entonces, ¿qué pasa? ¿Papá está encima de ti con lo de la NFL otra vez?
—¿Cuándo no lo hace?
Me muevo alrededor de él para conseguir algo de espacio, pero no me
lo permite y me sigue, continuando con la burla.
—Así que, si no es papá, entonces solo puede ser otra cosa.
—Oh, sí, ¿cuál es...? —pregunto, apartando mejor su brazo cuando
empieza a golpearme más fuerte.
—Una chica.
—Luca, ¿quieres dejarme en paz de una puta vez?
—No puedo, hermano. Necesitas sacar esto y yo te puedo ayudar.
Además, me vendría bien un buen entrenamiento y viendo que tus puños ya
están lastimados, tengo bastantes posibilidades de ganar.
No le recuerdo que él siempre gana. Es más grande y más fuerte que yo.
Ambos lo son y por eso son mejores en el juego.
Limpiándome la cara con mi camiseta tirada, volteo hacia él.
—Es ella, ¿no?
—¿Quién? —le cuestiono molesto.
—Chelsea. —Prácticamente canta su nombre con deleite y eso vuelve a
despertar mi ira—. No creas que no lo veo, hermanito. Llevas años
suspirando por ella.
—¿Qué importa? Ella solo ha tenido ojos para cosas más grandes. Tú...
—Pongo los ojos en blanco—. El maldito Jake Thorn. —Me arrepiento de
mi admisión en el momento en que sus labios se mueven en señal de logro
—. Oh, solo vete a la mierda de vuelta a la universidad.
—¿Y qué? Crees que no eres lo suficientemente bueno para ella, ¿es
eso? —El puño de Luca conecta con mi mejilla, pero no es un puñetazo,
más bien un toque para exaltarme y hacer que me defienda—. Es lo que
dice papá, ¿no? Tienes que esforzarte más, jugar más, trabajar más si vas a
conseguirlo. Lo quiere para ti, aunque no cree que puedas hacerlo.
La furia corre por mis venas. Sé que solo lo dice para irritarme, pero
carajo, está funcionando.
—Y en cuanto a Chelsea, ella quiere un ganador, Shane. Alguien de
quien pueda estar orgullosa. Alguien de quien pueda presumir para sentirse
mejor con ella misma. Ese no eres tú, ¿verdad?
—¡Hijo de puta! —Vuelo hacia él, sin embargo, no antes de ver la
sonrisa en su cara.
Mi puño golpea su mandíbula y su cabeza se desplaza hacia un lado
antes de volver hacia mí.
—Así está mejor, hermanito. Déjalo salir. Muéstrame lo que realmente
sientes.
Me empuja hacia atrás, pero no dejo que eso me desanime.
Los puños vuelan, los cuerpos se conectan y, a diferencia de lo que
ocurre cuando golpeo el saco, realmente siento algo de alivio de la tensión
que ha estado tirando de mis músculos.
—Maldición, maldición —digo, alejándome a tropezones de él después
de unos minutos. Estoy empapado en sudor y me duele el cuerpo.
Estoy bastante seguro de que no me golpeó con todo lo que es capaz,
aun así, me duele.
Me dejo caer en la banca un segundo antes de que me ponga una botella
de agua en la cara.
—Bebe.
—¿Quién eres?, ¿mi maldito padre?
—No, gracias a Dios.
Se deja caer a mi lado, igualmente sin aliento mientras apoya los codos
en las rodillas y aspira profundamente.
—Has mejorado, eres más rápido. Lo reconozco.
—Jódete.
Se ríe.
—No, guárdalo para Chels.
—Eso no es...
—Déjate de tonterías, Shane. Eres lo suficientemente bueno para ella y
lo sabes. ¿La quieres? Tómala. ¿Quieres la NFL? Hazlo, eres lo
suficientemente bueno. ¿Quieres ser un maldito bailarín de ballet?
Adelante. Lo que dije antes era una mierda y lo sabes. No escuches a ese
imbécil, nada de lo que hagas será lo suficientemente bueno para él, es algo
que tienes que aceptar. No necesitas ser lo suficientemente bueno para él.
Solo necesitas ser lo suficientemente bueno para ti.
Me recargo y asimilo sus palabras.
—Chelsea es una buena chica, Shane. Sin embargo, no es un secreto
que su pasado la ha jodido. Es... compleja. Y al igual que tú, no siente que
es lo suficientemente buena. Si logras ver debajo de la máscara que lleva,
conoces a la chica vulnerable que hay debajo. La que casi nadie ve. No es
tan fuerte como parece, pero no lo acepta. Luchará hasta el final, hasta
conseguir lo que quiere. Con razón o sin ella. La quieres. Vas a tener que
luchar también, hermano. Porque ella no dejará caer esos muros fácilmente.
—¡Mierda, Luc! ¿Cómo se ha vuelto tan sabio el Sr. cógelas y
deséchalas cuando se trata de mujeres?
—No soy jodidamente sabio. Solo la conozco. Y te equivocas. Ella
nunca me quiso. Solo quería que yo la quisiera. Está perdida, Shane. La
pregunta es, ¿eres lo suficientemente fuerte para ayudarla a encontrarse?
Exhalo un suspiro, sin saber siquiera por dónde empezar con toda la
información que acaba de descargar sobre mí.
—Necesito irme. Papá me matará si me encuentra aquí. A ti también. Te
sugiero que te bañes y desaparezcas. Tal vez ir a visitar a esa chica que te
tiene con correa.
—La nueva capitana del equipo de animadoras la empujó hoy por las
escaleras.
—¿Ella hizo qué? —grita enojado, ira atravesándolo en un instante—.
¿Está bien?
Me encojo de hombros.
—No tengo idea. La llevaron al hospital.
—Y tú estás aquí peleando conmigo porque...
—Porque no tengo idea de qué hacer. Sigue rechazándome. Ella no me
quiere.
—¿Y vas a permitir eso? Ella te necesita. Ve. —Recoge sus cosas y me
mira por encima del hombro antes de desaparecer—. Llámame si necesitas
algo, ¿sí?
—Gracias, hombre. Siento lo de tu ojo —digo, señalando con la cabeza
el lugar donde está empezando a hincharse.
—No, a las chicas les encantará. Se excitan mucho por un chico malo.
—¡Maldita sea! Vete. Por favor, vete.
Todavía estoy sacudiendo la cabeza cuando la puerta se cierra detrás de
él. Puede que sea un maldito idiota, pero tiene algo de razón.
Recogiendo toda la evidencia de que estuve aquí, subo a mi habitación
para darme una ducha. No puedo entrar al hospital con los nudillos en el
estado en que están ahora.
Al abrir el agua, evito mirarme en el espejo. Puede que Luca no se haya
ensañado conmigo, aunque eso no significa que no pueda sentir los
moretones de sus golpes.
Las manos me duelen muchísimo cuando el agua caliente las golpea.
Apretando los dientes, miro hacia abajo mientras el agua limpia la sangre.
Me las restriego por la cara y me baño rápidamente antes de prepararme
para ir a averiguar qué le pasó a Chelsea.
El trayecto hasta el hospital es rápido y, mientras me estaciono, no
puedo evitar arrepentirme de no haber venido antes. Aunque creo que
necesitaba ese tiempo con Luca más de lo que estoy dispuesto a admitir.
Con un suspiro, empujo la puerta y me dirijo a Emergencias. No tengo
idea de si ella estará allí o si sigue aquí, y me parece el mejor lugar para
empezar.
Apenas cruzo las puertas cuando veo a dos personas que no esperaba
ver, dirigiéndose hacia mí.
—Hola, ¿qué están haciendo aquí? —le pregunto a Amalie y Rae
cuando se detienen frente a mí.
—Vinimos con Chelsea. ¿Supiste lo que pasó?
—Sí, Shelly la empujó por las escaleras o algo así.
—Dijo que Shelly no la empujó en realidad, pero lo que sea que haya
pasado, Chelsea terminó en la parte de abajo inconsciente.
—¿Ella… está bien?
Ambas comparten una mirada y el pavor se retuerce en mi estómago.
—Sí, solo un golpe en la cabeza. Volverá a ser la encantadora de
siempre en unos días, estoy segura —responde Amalie poniendo los ojos en
blanco.
—Me sorprende que hayas ayudado —le comento.
—¿Qué se supone que debía hacer? ¿Echarla a los lobos para que lo
volvieran a hacer? Shelly lo está llevando un poco lejos, aunque no la haya
empujado.
—Deberíamos irnos. Ethan y Jake van a estar esperando. —Pensar en la
escuela y en perderme los entrenamientos con los chicos debería
preocuparme, pero ahora que sé que está aquí, mi necesidad de verla no ha
hecho más que aumentar—. En fin, ¿por qué estás aquí? ¿No deberías estar
con el equipo?
—Oh, sí, yo... eh... tengo una cita —les miento, terriblemente.
—¿En Emergencias?
—No, estoy atravesando por aquí.
Ambas me miran con curiosidad, no obstante, cuando doy un paso
adelante, ambas se apartan y me dejan pasar.
—Nos vemos mañana —finalizo, haciéndoles un gesto para despedirme
y desapareciendo dentro del edificio, agradeciendo que no puedan verme
caminar directamente hacia la recepción.
—Um... hola —digo cuando la mujer finalmente levanta la vista de su
computadora—. Estoy buscando a Chelsea Fierce.
—¿Y tú eres?
—Soy... um... ¿su novio? —Me acobardo al decir la palabra, y no puedo
evitar que me salga como una pregunta.
—Sus padres están con ella. Eres más que bienvenido a pasar siempre
que seas solo tú. O puedes esperar. —Señala con su bolígrafo a las sillas
que hay detrás de mí y yo miro por encima del hombro.
—Esperaré, gracias. No quiero agobiarla si no se siente bien. —
Además, lo último que necesito es que Honey y Derek me interroguen.
Busco un asiento en la esquina, pero donde pueda vigilar la salida.
Sacando mi teléfono del bolsillo abro mis notificaciones de Snapchat.
Casi se me salen los ojos cuando encuentro imágenes y vídeos de Chelsea
mientras caía por las escaleras y quedaba indefensa en el fondo.
¿Qué diablos le pasa a la gente?
Acabo esperando tanto tiempo que empiezo a preguntarme si no vi a sus
padres salir, y solo unos minutos después los veo salir de las puertas de
Emergencias. Derek atrae a su esposa llorando hacia su lado mientras se
dirigen a la entrada.
El corazón me pesa mientras me pongo de pie y atravieso las puertas.
No tengo idea de lo que voy a encontrar al otro lado, y mi pulso
empieza a acelerarse a medida que me acerco a donde sé que está ella.
CAPÍTULO DIECIOCHO
CHELSEA

C uando los analgésicos que me han dado empiezan a hacer efecto, mis
padres se despiden para que pueda descansar. La doctora vuelve a
aparecer mientras mamá me toma de la mano y me explica que,
aunque todo parece estar bien, quieren que pase la noche en el hospital para
vigilarme.
Odiaba la idea de pasar una noche en el hospital, pero no podía discutir.
Acababa de caerme de unas escaleras.
Me duelen los brazos donde debo de habérmelos golpeado, me duele la
cadera cuando me muevo en la cama, pero es mi cabeza la que sigue
palpitando y si miro alrededor de la habitación demasiado rápido, me
empieza a dar vueltas. Quizás una noche aquí, donde sé que me cuidarán si
algo está mal, no sea tan mala idea.
Me llevo la mano al vientre, sintiendo que me he quitado un gran peso
de encima ahora que la gente conoce mi pequeño secreto.
Ni siquiera me había dado cuenta de que mi periodo se había retrasado
mientras estaba en el centro. No fue hasta que llevaba tres semanas allí y
me di cuenta de que no había tenido uno desde hacía mucho tiempo cuando
empecé a sentir miedo. Resulta que tenía razón porque cuando me hice la
prueba, casi inmediatamente dio positivo.
Entré en pánico durante unos dos minutos mientras estaba sentada en el
asiento cerrado del inodoro, sin embargo, al pensar en ello, pronto me di
cuenta de que tal vez no era algo tan malo. Sí, era joven, solo había
celebrado mi decimoctavo cumpleaños la semana anterior, pero sabía que
podía hacerlo. Podía ser madre. Puede que no fuera capaz de cuidar de mí
misma en los mejores momentos, aunque incluso en ese instante, sabía que
amaba a la pequeña persona que crecía dentro de mí más que a nada.
Había vivido un infierno de niña. Podía ser una mejor madre que la que
me habían impuesto. Podía darle a un niño un mejor comienzo en la vida
que el que me dio esa perra. Demonios, he hecho un mejor trabajo ya que
ninguna droga o alcohol ha pasado por mis labios desde que me enteré.
Estoy segura de que eso es más de lo que ella podría haber dicho durante su
embarazo de mí.
No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado antes de volver en mí. El
sonido de la gente deambulando afuera de la cortina llena mis oídos. Es tan
fuerte que a veces me pregunto cómo he podido dormir, o el dolor que sigue
golpeando mi cabeza.
Sabiendo que ha sido el dolor lo que me despertó, busco el botón para
llamar a la doctora para ver si puedo conseguir más Tylenol. Al no
encontrarlo inmediatamente sobre la almohada donde lo dejé, abro los ojos
para buscarlo.
—¡Maldita sea! —Jadeo, no esperando encontrar a alguien mirándome
fijamente—. Te estás convirtiendo en un acosador —suelto, con el corazón
acelerado por el susto.
Sus ojos se clavan en los míos. Hay una intensidad en ellos que me hace
entrar en pánico.
Maldición. ¿Lo sabe?
Mi corazón se acelera tanto que mi cabeza empieza a dar vueltas.
Localizo rápidamente el botón de llamada y presiono mi dedo sobre él.
El estómago se me revuelve como si estuviera a punto de vomitar y se
me hace agua la boca.
—¿Estás bien? ¿Puedo traerte algo? —Se sienta hacia delante en la silla
y trata de tomar mi mano.
Todo mi cuerpo se tensa. No puedo hacerlo. No ahora y, desde luego, no
aquí.
—No, y tú no deberías estar aquí.
—¿Q… qué? —pregunta, sus ojos abriéndose de par en par en estado de
shock.
—Shane. —Respiro y me enfoco en la cortina que tengo frente a mí. Si
tan solo lo miro, me quebraré y no puedo permitirme que eso ocurra—. Lo
que necesito es que te vayas.
—Eso es una mierda y lo sabes —me dice, acercándose, pero mantengo
la calma a pesar de que su olor me llena la nariz y me ruega que me dirija a
sus ojos verdes que sé que estarán oscuros como cuando esta hambriento o
bueno... hambriento.
Exhalo una respiración temblorosa y rezo para que no se dé cuenta.
—Gracias por venir a ver cómo estoy. Como puedes ver, estoy bien, no
obstante, necesito que te vayas.
Todo su cuerpo se tensa antes de acercarse aún más. El calor de su
aliento golpea mi mejilla y mi cuerpo traidor se estremece con su
proximidad.
—Esta es la última vez que conseguirás echarme, Chelsea. —Su voz es
baja y molesta, y hace que una bola de emoción suba por mi garganta—. Si
haces que me marche ahora, no volveré. Jamás. He intentado ser amable,
acercarme a ti cuando los demás no te aceptaron, pero tú me has rechazado
siempre. Bueno, esto es todo. —Extiende los brazos—. Dime que me
marche y habremos terminado.
Cada parte de mí quiere derrumbarse y decirle que se quede, ser sincera
acerca de todo y ser valiente. Sin embargo, no puedo. Me aterra que no me
quiera. Que no nos quiera. Y no puedo permitir que eso ocurra. He sido
rechazada una y otra vez toda mi vida. Eso tiene que terminar ahora, así que
lo echaré antes de que tenga la oportunidad.
Puede que quisiera verlo cuando volví, pero me ha demostrado que
cualquier cosa entre nosotros no sería una buena idea. Ahora tengo que
enfocarme en mí, no en los demás. Tengo algo más valioso que cuidar.
Aprieto los puños, mis uñas se clavan en las palmas de mis manos
mientras intento reunir las fuerzas para decir la palabra que necesito.
—V… vete.
Se le escapa una carcajada sin gracia mientras da un gran paso
alejándose de la cama.
—¿Sabes?, pensé que eras diferente a lo que todos decían. Pensé que
todo era una actuación. Pensé que debajo de todo eso eras diferente. Que no
querías lastimar a la gente, que toda esa mierda era solo que estabas
inconscientemente equivocada, pero parece que el idiota soy yo porque
todos tienen razón, ¿no? Realmente eres una zorra a la que no le importa
nadie más que ella misma. —Ante esas palabras, mis ojos buscan los suyos.
Me arrepiento al instante porque el verde es más oscuro de lo que he visto
nunca y están llenos de lágrimas sin derramar. «Maldición»—. Lo que sea
que esto haya sido. Se terminó. Adiós, Chelsea.
Sin mirarme otra vez, desaparece a través de la cortina. Me trago el
sollozo que brota de mi garganta porque necesito saber que se ha ido antes
de derrumbarme.
Me acurruco. Envuelvo mis brazos alrededor de mi vientre y lloro.
—Lo siento, lo siento mucho —le susurro a mi bebé—. Es lo mejor, lo
prometo.

No es hasta la tarde siguiente cuando por fin me dan de alta y puedo salir
del hospital. Todo sigue bien y por fin consiguieron que el dolor de mi
cabeza disminuya un poco.
Mamá insiste en sujetarme durante todo el camino hasta el auto, como si
fuera a caer al suelo en cualquier momento. Intentó que me sentara en una
silla de ruedas. Eso no lo toleré. Todo está bien, solo estoy un poco
adolorida con un golpe en la cabeza, no hay necesidad de mimos.
—Tenemos tu habitación lista —dice una vez que me he acomodado en
la parte trasera del auto y ella está en la parte delantera junto a papá.
—Estoy bien para volver a la casa de la piscina.
—Tonterías. Tenemos que vigilarte al menos durante unos días.
Veo los ojos de papá en el espejo y se arrugan en los bordes. Sé que es
su forma de rogarme que acepte para facilitarnos la vida a ambos.
Lo hago, pero sobre todo porque estoy demasiado agotada para hacer
otra cosa.
Me pasé lo que me pareció toda la noche llorando después de correr a
Shane y, con el ruido constante de Emergencias fuera de la cortina, apenas
pude dormir. Preferiría esconderme en mi casa de la piscina, pero para ser
sincera, cualquier cama cómoda en una habitación tranquila sería difícil de
rechazar en este momento.
El viaje a casa es tenso. Sé que es porque los dos están preocupados por
mí y por mis planes ahora que la universidad está claramente descartada,
aunque parece que ambos evitan sacar el tema, lo cual me parece bien
porque no tengo ninguna respuesta.
En cuanto llegamos a casa, me acompañan a mi antigua habitación y me
dicen que me meta en la cama. Lo hago porque estoy agotada, y realmente
no necesito que mamá esté preocupada como si fuera a romperme en
cualquier momento.
—Mamá, estoy muy bien. No necesitas hacer nada de esto.
—Lo sé. Quiero asegurarme de que estás cómoda.
—Solo me golpeé la cabeza.
—Chelsea —suspira—. Alguien te empujó por las escaleras.
—Ella no me empujó y en cuanto vuelva a la escuela se lo diré a
Hartmann. No soy exactamente inocente aquí. Me busqué toda esta mierda.
Solo tengo que seguir hasta el final. Todo el mundo se aburrirá de mí en
algún momento y se pasarán a alguien más.
—¿De verdad crees eso?
Me encojo de hombros. Si no lo creo, ¿qué esperanza tengo?
—No eres estúpida, Chelsea. Todo esto podría pasar, pero ¿entonces
qué? Un día aparecerás en la escuela sin poder ocultar tu secreto y volverás
a ser el chisme del momento.
—¿Qué estás sugiriendo, mamá?
—Yo... no lo sé. Solo odio que estés pasando por todo esto.
—Está bien. Es el karma.
Ella abre la boca para discutir una vez más. Puede que sea plenamente
consciente de mis fechorías, no obstante, eso no le impide intentar
defenderme. Es admirable, aunque preferiría que llame a las cosas por su
nombre. Me equivoqué. Lastimé a gente que debería haberme importado, y
estoy aprendiendo la lección. Se están defendiendo, y con razón. Puede que
esté fuera de lugar porque las personas que deberían odiarme, Amalie,
Mason, S… Shane, no puedo ni pensar en su nombre sin ponerme
sentimental, parecen estar bien. Son los que luchan por su honor, como
Shelly, los que parecen tener el mayor problema.
—¿Hay alguna posibilidad de que pidamos pizza para cenar? —
pregunto, intentando cambiar de tema.
—Por supuesto. Lo que quieras. —Se sienta en el borde de mi cama—.
¿Cómo has estado, ya sabes, con el embarazo? ¿Algo de náuseas matutinas
o antojos o algo? ¿Hay algo que necesites? ¿Vitaminas prenatales?
Sonrío ante su entusiasmo. No sé por qué tenía miedo de decírselo.
Debería haber sabido que me apoyaría.
—He sentido un poco de náuseas, pero no mucho. He perdido un poco
el apetito para ser sincera, aunque algunos días me despierto por la noche
muy hambrienta. Tengo todas las vitaminas que necesito. Gracias. —Tomo
su mano y la aprieto con las dos mías—. Gracias por estar bien con esto.
—Oh, Chelsea. A veces las cosas en la vida están fuera de nuestro
control. Solo tenemos que confiar en que alguien allá arriba quiere lo mejor
para nosotros. —Mira por la ventana. A lo largo de los años, mamá ha
luchado con su fe. Realmente quiere creer que hay algo ahí afuera, pero
luego recuerda todos los momentos difíciles y eso la hace cuestionarse todo.
Se crio en un hogar religioso y sé que se siente culpable por cuestionar las
creencias de sus padres y la forma en que fue educada. Espero que algún día
encuentre las respuestas que anhela.
—Es una locura —digo, dejando caer la mano sobre mi vientre—. Pero
se siente bien. Sé que todo está lejos de ser perfecto, pero se siente... bien
—repito, incapaz de explicarlo mejor. Una vez que se me pasó el susto, algo
en mi interior se resolvió. Tengo algo que es mío. Algo que va a confiar en
mí y que me mirará como si fuera la persona más importante del mundo.
Algo que me dé un propósito, una razón de ser. Esto ya me llena de más
alegría que cualquier cosa en mis dieciocho años anteriores.
—Lo entiendo. Estar embarazada es un regalo maravilloso y una cosa
preciosa. Me alegro mucho de que lo hayas compartido conmigo. Cualquier
cosa que necesites, solo tienes que pedirla. Te dejo para que duermas un
poco. —Deja caer un beso en mi mejilla y sale de la habitación, cerrando la
puerta tras ella.
Salgo de la cama, busco mi bolso que papá dejó caer en la silla cuando
llegamos aquí y saco las fotos del ultrasonido. Me quedo tumbada en la
cama mirándolas durante mucho tiempo antes de que el sueño me reclame.
Puede que todo en mi vida esté jodido ahora mismo, sin embargo, tengo
a mi pequeño. Todo estará bien.
Cuando vuelvo a despertarme es porque tocan a la puerta con suavidad.
—Cariño, ¿estás despierta? Tienes visita. —Mamá asoma la cabeza por
la puerta mientras yo me incorporo para sentarme contra la cabecera.
Mi primer pensamiento es que es Shane y la esperanza se hincha en mi
pecho de que haya ignorado mis palabras una vez más y vaya a luchar por
mí. Pero en el momento en que se aparta y veo un par de piernas cubiertas
con mallas de red detrás de ella, sé que era una ilusión. Después de lo que
dije, no tengo motivos para pensar que volverá a hablarme. Aunque
supongo que tendrá que hacerlo porque en algún momento tendremos que
tener una conversación seria.
—Hola, ¿cómo te sientes? —pregunta Rae, entrando en la habitación
con una caja de donas en la mano.
—Mucho mejor al ver esas.
—Me alegro de poder ayudar.
—Íbamos a pedir pizza para cenar. ¿Quieres quedarte, Rae? —cuestiona
mamá.
Rae me mira y yo asiento la cabeza a las dos.
—Sería estupendo, gracias, señora Fi...
—Llámame Honey —dice mamá con una sonrisa.
Rae entra en la habitación, no obstante, espera a que mamá haya cerrado
la puerta tras ella antes de dejarse caer en el extremo de mi cama y colocar
la caja entre nosotras.
—Así que... —empieza—. Estás embarazada.
—¿Puedo al menos comer un poco de azúcar antes de que empieces con
los temas difíciles?
Se ríe, retira la tapa y me deja escoger primero.
Lucho contra un gemido de placer cuando la dulzura explota en mi
lengua. Es un millón de veces mejor que la mierda que me dieron en el
hospital.
—Puedes visitarme de nuevo —murmuro entre un bocado.
—Puede que cambies de opinión en un minuto, quiero todos los
detalles. Cuéntamelo todo. ¿Cómo sucedió?
No se me escapa que solo nos conocimos el lunes y, sin embargo, esto
parece la conversación más natural que he tenido con otra chica a pesar de
que realmente no quiero hablar de esto.
—Bueno, pasé la noche con este tipo. Ahora, no sé lo que haces con
Ethan, pero él metió su pen… —Uno de los cojines que había sobre la cama
me golpea suavemente en el hombro.
—Eso no fue lo que quise decir. No necesito todos los pormenores. —
Las dos nos quedamos en silencio durante un rato antes de estallar
simultáneamente en carcajadas.
Lágrimas llenan mis ojos y la alegría llena mi corazón. No recuerdo la
última vez que me reí así, y me siento increíblemente bien.
Una vez que las risas se calman, se hace un silencio a nuestro alrededor
y Rae suelta un suspiro.
—Puede que me equivoque, pero... —La miro, con la respiración
entrecortada mientras espero lo que sea que ella cree haber descubierto—.
Es de Shane, ¿verdad?
Jadeo, conmocionada. Apenas conozco a esta chica, no hemos pasado
más que unas horas juntas, ¿cómo lo ha descubierto?
—Um... cómo... um... ¿qué te hace decir eso? —indago, intentando y
fallando en sonar como si ella no acabara de desequilibrar mi mundo.
—Hubo algo que dijo mientras estabas ausente, que se me quedó
grabado. Luego vi su reacción ante ti el viernes por la noche. Se suponía
que tenía que concentrarse en el juego, pero en cada oportunidad, sus ojos
te buscaban. —Mi corazón comienza a acelerarse. Seguramente, debe haber
estado imaginando cosas—. Luego lo vimos en el hospital. Se inventó una
excusa de mierda de que tenía una cita. Creo que Amalie se lo creyó, pero
yo me di cuenta de su mentira. Fue a verte, ¿verdad?
Trago saliva con nerviosismo mientras trato de encontrar alguna palabra
para responderle.
—S… sí. —Le sostengo la mirada mientras absorbe esa simple palabra.
Los míos se llenan de lágrimas mientras que los suyos se iluminan con
satisfacción—. No hace falta que parezcas tan contenta contigo misma.
—Cuando era una niña, solía imaginar cómo sería ser una detective.
—Bueno, felicidades, Sherlock. Parece que tienes este caso resuelto —
murmuro, estirándome para tomar otra dona, solo para darme algo que
hacer en lugar de entrar en un estado nervioso ante la admisión que acabo
de hacer.
—Maldición, ¿de verdad es de Shane? Creía que la idea era poco
convencional, pero... ¡diablos!
Me encojo de hombros, qué hay que decir.
—Él es... —Ella se detiene, tratando de encontrar las palabras
adecuadas—. Es diferente al resto de los chicos. Parece más... sensato,
atento, amable.
Se me forma un nudo en la garganta y las lágrimas me pican en el fondo
de los ojos, desesperadas por salir.
—Lo es. En realidad, es un gran tipo. Pero... no le digas a nadie que yo
te lo dije. —Me río, aunque está muy lejos de la alegría que se desprendió
de mis labios no hace mucho tiempo.
—¿Pero todavía no se lo dices?
Sacudo la cabeza.
—No puedo. ¿Y si no nos quiere?
CAPÍTULO DIECINUEVE
SHANE

—T oma, bebe esto —dice Zayn, poniendo una botella en mi mano.


—¿Ethan no tiene nada más fuerte?
Estoy de un humor pésimo. Lo he estado desde que me echó
del hospital como un maldito estorbo el martes por la noche.
Para cuando volví a casa, papá había descubierto de algún modo que
había faltado a clases y me regañó, alegando que no tenía idea de lo
cómodo que estaba y que debería apreciar todo lo que me ha dado. Como de
costumbre, no mencionó a nadie más que a él. No tengo idea de cómo
mamá aguanta sus tonterías. Cualquiera que lo oyera pensaría que es un
maldito padre soltero que tiene que hacer todo solo. La verdad es que
estuvo ausente la mayor parte de mi infancia mientras se paseaba por el país
persiguiendo fama y fortuna. Mamá fue la que me crio, él solo aportó el
dinero en un intento de compensar su ausencia.
Imbécil.
—¿Vodka? —pregunta Zayn.
—Sí. —Extiendo el brazo y lo tomo de su mano en lugar de la cerveza.
No estoy de humor para una fiesta, sin embargo, Zayn insistió en que
viniera y al menos intente divertirme mientras ahogo mis penas con la
abundante cantidad de alcohol que el señor Savage siempre suministra para
las fiestas de Ethan.
—Anímate —dice, dejándose caer a mi lado—. ¿Así que te mandó a
volar? Hay muchos otros coños aquí esta noche para distraerte.
—¿Quién dijo que me mandó a volar?
—Eh... ¿has visto tu cara? —Supongo que no se refiere a los moretones
que me dejó Luca.
—Jódete —gruño, abriendo la tapa de la botella y llevándola a mis
labios.
El vodka arde mientras tomo un trago, pero lo agradezco. Es mejor que
el dolor en mi pecho que ha estado consumiendo todos mis pensamientos
desde que me alejé de ella.
Una parte de mí piensa que debería haber luchado, que debería haberme
mantenido firme y hacer que me escuchara, aunque sea por una vez, pero
otra parte de mí piensa que probablemente sea lo mejor. Si ella no está
interesada ahora, ¿por qué debería molestarme?
Zayn entabla conversación con Justin, que está sentado a su lado, y
ambos me ignoran mientras la casa de Ethan se llena de más y más chicos
dispuestos a ver el fin de semana por todo lo alto.
Se sube el volumen de la música en la otra habitación y el resto del
equipo desciende a los sofás. Como es usual en estos días, Jake, Mason y
Ethan están ausentes, probablemente demasiado ocupados con sus chicas
como para molestarse con nosotros. Lo entiendo. Preferiría pasar el rato con
mi chica, si tuviera una, que con estos imbéciles si tuviera la oportunidad.
De repente, Zayn deja de hablar a media frase y se levanta, ignorando
por completo lo que él y Justin estaban discutiendo.
—Ruby, nena. Te ves buenísima esta noche. —Sus ojos bajan por el
cuerpo de ella y yo pongo los míos en blanco hacia él antes de mirar por
encima de mi hombro.
Lleva puesto el vestido rojo más pequeño que haya visto. No me extraña
que a Zayn se le salgan los ojos.
Se acerca a ella, aunque se detiene bruscamente cuando otras dos entran
en la habitación.
—Harley, ¿qué carajo llevas puesto? —pregunta, dirigiéndose a su
hermana, que está vestida de forma similar a Ruby.
—¿Así que está bien que te cojas a mi amiga con los ojos, pero yo no
puedo enseñar nada de piel?
—No es lo mismo, Ruby es...
Los ojos de Ruby, Harley y Poppy se levantan mientras esperan a ver
cómo va a salir Zayn de este agujero. Él mira entre las tres.
—Ella no es mi hermana.
—Tampoco Poppy, no obstante, dudo que la mires como acabas de
hacerlo con Ruby.
—Ew no, ¿por qué iba a mirarla así? —Curva el labio en señal de
disgusto mientras voltea a ver a la prima de Jake.
—Eres un cerdo. Vamos a tomar algo, chicas.
—Pero... —Ruby se queja mientras Harley entrelaza su brazo con el
suyo y la arrastra lejos de su hermano.
—Sin peros. No quieres tocarlo ni con un palo. Probablemente esté
enfermo por la cantidad de zorras que ha tocado. —Ruby se sonroja. Parece
que no ha confesado lo que pasó con Zayn el fin de semana pasado.
Las tres desaparecen, aunque Ruby no pierde la atención de Zayn hasta
que se desliza por la esquina.
—¡Maldita Harley! —musita, dejándose caer en el sofá—. Las cosas
eran más fáciles cuando mamá se negaba a dejarla asistir.
—Solo necesita a alguien que la distraiga —sugiere Justin—. Puedo
ofrecer mis servicios. —Mueve las cejas y los hombros de Zayn se tensan
visiblemente.
—Ni se te ocurra tocarla, idiota. Si alguien se acerca a mi hermana, le
corto las pelotas y se las doy de comer, ¿entendido? —dice furioso.
Un par de miembros del equipo asienten con la cabeza, sin embargo, la
mayoría se limita a poner los ojos en blanco. No sé por qué se molesta, sabe
perfectamente que la mayoría de estos imbéciles no hacen lo que se les
dice. Nunca. Si uno de ellos pone sus ojos en Harley, entonces la tendrán,
no me cabe duda.
La conversación gira en torno a las solicitudes de ingreso a la
universidad y casi me voy cuando alguien me pregunta si he tomado una
decisión sobre el equipo en el que quiero jugar cuando el capitán y los
miembros del equipo que faltaban se unen a nosotros con sus chicas.
—¡Ah, ya era hora de que el capitán se dejara ver! —grita Zayn,
ganándose el dedo medio de Jake.
—¿Qué carajo está haciendo ella aquí? —ruge Justin y cuando miro
hacia la puerta, me encuentro a Chelsea de pie con Rae.
Buena pregunta. ¿Qué diablos hace ella aquí?
No está vestida como estoy acostumbrado. En lugar de los atuendos que
apenas dejaban algo a la imaginación que solía elegir para este tipo de
fiestas, lleva puesta una falda de largo decente y una blusa que cubre casi
todo lo que solía mostrar para llamar la atención.
Se ve bien. Demasiado jodidamente bien y eso hace que un deseo que
no debería sentir llene mis venas.
Se queda junto a la puerta mientras Rae intenta convencerla de que se
una a nosotros.
—Vamos, Chels. ¿Qué pasa? ¿Olvidaste cómo complacernos? —dice
alguien. Me rechinan los dientes al pensar que todos ellos tienen un
conocimiento detallado de su cuerpo.
Sus ojos se fijan en quien lo dijo durante un instante. Antes de ponerlos
en blanco y mirar alrededor de la habitación. Se estremece visiblemente en
cuanto me encuentra. Sus labios se abren y da un paso atrás. Rae se acerca a
ella, pero en cuanto me mira, parece entender.
Genial. Si alguien lo sabe, sin duda todo el mundo lo sabrá en poco
tiempo. Solo seré otro idiota que se ha enamorado del encanto y la belleza
de Chelsea.
Le susurra algo a Rae antes de salir de la habitación.
Juro que no respiro hasta que la pierdo de vista.
—Bien, ustedes dos tienen que solucionar lo que sea que haya sido eso
—me susurra Zayn una vez que todos están distraídos.
—No, se terminó.
—¿En serio? —cuestiona, levantando una ceja.
—Sí. Ha expresado sus verdaderos sentimientos. Es hora de seguir
adelante. —Me siento hacia delante, apoyando los codos en las rodillas, y
miro a las chicas que cubren la sala, la mayoría de las cuales están en el
equipo de animadoras y están totalmente descartadas. Ya me jodió una de
ellas, no voy a acercarme a otra.
Sin embargo, hay una que está notablemente ausente. Shelly no ha sido
vista desde que fue llevada a la oficina del director el martes. Resulta que
ya estaba en la lista negra de Hartmann y la suspendió. Con ella fuera y
Chelsea en casa recuperándose, han sido unos días tranquilos en Rosewood
High, lo cual es, como mínimo, inusual.
—Bien, tenemos que establecer el desafío de esta noche —anuncia
Zayn. Jake, Mason y Ethan se excusan, ya que no necesitan ningún tipo de
reto para asegurarse de tener sexo esta noche, dejando al resto esperando a
escuchar lo que tiene que decir—. Nuestro pequeño juego de persecución es
divertido y todo, pero ¿qué tal si subimos la apuesta?
—Continúa —responde Justin, inclinándose hacia delante, con la intriga
llenando sus ojos. Algunos de los otros chicos siguen el movimiento. Yo,
sin embargo, me quedo exactamente dónde estoy sabiendo que no me voy a
involucrar, como cada vez que han hecho esta mierda.
No tengo intención de acostarme con una chica solo para presumir. No
es realmente mi estilo.
—¡A la mierda la persecución!, hagamos esto un reto.
—Ohhhhh —dice alguien mientras más y más chicos escuchan el plan
de Zayn.
—Nombramos a las chicas, deben conseguir algún tipo de evidencia de
que triunfaron o...
—¿O? —pregunta Rich.
—O... el baile de invierno está a la vuelta de la esquina. —Zayn se frota
la barbilla pensando—. Estoy seguro de que ninguno de ustedes quiere la
humillación pública que podría venir con el fracaso.
Sacudiendo la cabeza, me entretengo con mi botella de vodka mientras
Zayn empieza a repartir nombres.
—Shane —pronuncia, volviéndose hacia mí. Sus ojos brillando con
regocijo.
—Oh no, ni de broma, hombre.
—Oh, no lo sé. Creo que te puede gustar este reto en particular —
susurra para que solo yo pueda escucharlo. Le hago una mueca,
preguntándome si está yendo a donde yo creo que va con esto.
Bebo otro trago de vodka. La fuerza del alcohol ya no me quema la
garganta, aunque está teniendo el efecto exacto que necesitaba en el resto de
mi cuerpo.
—Vamos entonces —me burlo, inclinándome hacia adelante como lo
hicieron los demás. No miro a los chicos, sin embargo, siento sus ojos sobre
mí. Están acostumbrados a que huya de estos retos, así que entiendo que se
sorprendan.
Zayn sonríe, y la emoción explota en mi estómago.
—Chelsea.
Un par de chicos jadean y unos cuantos se ríen.
—¡Oh, vete a la mierda!, Shane no va a aceptar eso —ruge Rich.
—Bueno, no tiene sentido que sea el único miembro del equipo con el
que no ha estado. —Mis labios se fruncen de rabia y lucho por evitar que
mi reacción se refleje en mi rostro.
—Bien —digo, para su sorpresa—. ¿Qué? —pregunto cuando algunos
de ellos me cuestionan—. Un reto es un reto, ¿no?
Tomo otro trago y me recargo, ideas formándose en mi cabeza más
rápido de lo que deberían mientras Zayn dice unos cuantos nombres más.
—¿Contento? —indaga, volviéndose hacia mí una vez que todos tienen
su objetivo para la noche.
—Todavía eso está por verse—respondo, levantándome del sofá y
alejándome.
—No te olvides de las pruebas. —Le enseño el dedo medio por encima
de mi hombro y me dirijo a la cocina en busca de Chelsea.
Tardo más de lo que me gustaría en encontrarla, pero en cuanto pongo
un pie en la guarida de Ethan, sé que está ahí. La siento.
Mirando a mi derecha, la encuentro acurrucada en la esquina opuesta
del sofá donde están Rae y Ethan. Jake y Amalie están en otro, junto con
Mason y Camila, que se están besando en un puf.
—¡Todo el mundo fuera! —grito, ganándome la atención de todos.
Vuelvo a levantar la botella cuando todos los ojos voltean hacia mí.
Ethan suelta una carcajada como si fuera la cosa más ridícula que ha
oído jamás.
—¿Qué fue eso, Dunn?
—Dije —repito poniendo los ojos en blanco—. Todo. El. Mundo.
Fuera. —Dando un paso adelante, fijo mis ojos en los de Chelsea. Ella traga
nerviosamente mientras está sentada inmóvil en el sofá—. Excepto tú.
Chelsea y yo tenemos que tener una pequeña charla. ¿No es así, Chels?
—¡Dios mío! —Jadea Amalie detrás de mí. Sé que esto es un poco
fuera de lo normal. Pero la chica saca la locura que hay en mí, eso, además
del alcohol que actualmente corre por mis venas.
—No lo creo —protesta Ethan, poniéndose frente a mí y bloqueándola
de mi vista.
Estamos frente a frente, nariz con nariz. Ethan no es el tipo de hombre
con el que me enfrentaría a propósito. Puede que mis hermanos me hayan
enseñado a pelear bastante bien, sin embargo, no tengo motivos para creer
que no me aplastaría como a una mosca si lo deseara.
—E… está bien, Ethan. —Su suave voz llena la habitación antes de que
su delgada mano rodee la parte superior de su brazo.
Quiero arrancársela. No debería tocarlo con tanta familiaridad. Los
celos al rojo vivo me hacen sentir que todos los hombres que conozco han
probado lo que yo quiero.
Mirando a mi izquierda, encuentro a Jake mirando fijamente entre los
dos. No hay amor perdido entre él y Chelsea en estos días, no obstante, él
fue a quien ella anheló durante todo ese tiempo y fue el que la tuvo primero.
Él siempre consigue lo que quiere.
Después de un rato, Ethan se retira y permite que Rae lo saque de la
habitación, aunque no antes de susurrarme una advertencia al oído.
—Lastímala y yo te lastimaré.
Si la advertencia viniera de cualquier otra chica de metro y medio, ni
siquiera me inmutaría, pero Rae da un poco de miedo. Le hago un gesto con
la cabeza, aunque no quito los ojos de los de Chelsea.
Todos salen de la habitación y pronto la puerta se cierra detrás de ellos,
dejándonos a los dos solos con la tensión crepitando entre nosotros.
El silencio es pesado mientras nuestra conexión se mantiene. Mi
corazón se acelera a la par que intento encontrar las palabras que necesito
decirle, pero estando tan cerca y tan borracho, solo puedo pensar en besarla.
—¿Qué? —me reclama enojada después de unos largos y silenciosos
segundos—. ¿Qué quieres?
Me acerco un poco más, recorriendo su cuerpo con la mirada.
—Creo que sabes lo que quiero.
—Y creo que ya conoces mi opinión al respecto.
Me llevo la botella a los labios antes de ofrecérsela. Ella la aparta,
rechazando mi gesto.
—¿Cuánto has tomado?
—Suficiente —respondo, colocándola sobre la mesa de centro y dando
otro paso hacia ella.
—Ya veo. Casi me impresiona que hayas tenido las agallas de echar a
Ethan de su propia guarida.
—Casi te impresiona. Vaya. Me pregunto qué tendría que hacer para
impresionarte de verdad —me burlo, caminando hacia ella hasta que tiene
que empezar a retroceder.
—Irte. No sé cuántas veces tengo que... —Sus palabras se cortan con un
grito ahogado cuando su espalda choca contra la pared—. ¿Shane? —Su
voz es apenas un gemido, podría preocuparme si no fuera porque sus ojos
se posan en mis labios.
—Cuidado, Chelsea, eso casi sonó a necesidad —le advierto.
El calor de su cuerpo me quema la piel, aunque no la toco. Todavía no.
—No, n… no te quiero. Necesitas...
—¿Es eso cierto? ¿Así que tu corazón no está acelerado en este
momento? —pregunto, sabiendo muy bien que late muy fuerte al igual que
el mío. Lo sé por el rápido movimiento de su pecho. Se le corta la
respiración al oír mis palabras mientras miro sus pechos—. Y tus pezones...
—Extiendo un dedo y acaricio suavemente uno de ellos—. ¿No están duros
y desesperados por mi toque?
—¡Jódete, Shane! —me grita, pero solo está enfadada porque sabe que
tengo razón.
Mis ojos vuelven a encontrar los suyos. La excitación me invade al ver
el fuego que brilla en los suyos. Últimamente ha disminuido mucho, y lo
odio. Puede que existan cosas que Chelsea haya hecho que sean menos que
deseables, pero su pasión, su deseo. Me pone de rodillas, maldición.
—Esa era la idea, nena —musito, con mi mejilla rozando la suya para
susurrárselo al oído. Se estremece y no puedo evitar sonreír.
Voltea hacia mí y yo me alejo para encontrarme con sus ojos, demasiado
intrigado para saber a qué está a punto de negarse.
—¿Por qué yo, Shane?
Una risa sale de mis labios. Ojalá tuviera la respuesta a esa pregunta.
Podría ir detrás de cualquier chica ahora mismo, sin embargo, ella es la
única a la que quiero, la única en la que puedo pensar, incluso cuando le
ruego a mi mente que se detenga.
—No tengo idea.
—Te gusta ser la segunda opción, ¿no?
—¿Q…qué? —tartamudeo.
—Siempre eres el hermanito, el que nunca es lo suficientemente bueno,
siempre viendo cómo tus hermanos mayores consiguen lo que quieren
mientras tú te quedas a un lado.
La ira se arremolina en mi vientre, llenando mis venas de furia al rojo
vivo. Esto es lo que pasa con Chelsea. Ella me conoce mejor que nadie
porque ha estado en mi vida todo este tiempo, aunque nunca lo admitiría.
Somos más cercanos de lo que cualquiera imagina.
—Eso no es cierto —protesto, y ella frunce el ceño.
—¿No? ¿Y conmigo? De nuevo estás recogiendo las sobras, y nada más
y nada menos que las de Jake. El tipo al que has tenido que seguir desde
que tienes uso de razón.
—¡Basta! —le grito, mis dedos agarrando su mandíbula, mis ojos
clavados en los suyos.
—¿Por qué? ¿No puedes soportar la verdad? —Nos miramos fijamente,
la ira, el deseo y la pasión estallando entre nosotros—. ¿Te comieron la
lengua los ratones, Shane? Creí que estabas aquí para regañarme.
—No. Te equivocas.
—¿Oh?
—Vine a demostrar que te equivocas.
—¿Sobre qué?
—Sobre lo que quieres.
—¿Qué…? —Supongo que va a preguntar de qué estoy hablando,
aunque no tiene la oportunidad porque aprovecho sus labios separados y
presiono los míos contra ellos.
Al principio está paralizada y nos quedamos con los labios unidos, y es
entonces como si alguien prendiera un interruptor: sus manos se enredan en
mi cabello y yo me inclino hacia adelante, apretando su cuerpo contra la
pared.
Mi lengua se adentra en su boca y la suya se une con avidez. Mis manos
suben por sus costados y se deslizan por la tela de su blusa. Deslizo mis
manos por su suave piel hasta que encuentro sus pechos hinchados. Su
cabeza cae hacia atrás, golpeando contra la pared mientras los aprieto, y me
entra el pánico. Un momento de realidad a través de mi borrachera y mi ira.
—T… tu cabeza. ¿Estás bien? —Las cicatrices de los arañazos es el
único recuerdo visible de lo que ha pasado esta semana.
Sus dedos aprietan mi cabello y mueve mi cabeza para que no tenga
más remedio que mirarla
—No hagas eso.
—Que no haga ¿qué?
—Fingir que te preocupa. Que esto es algo más de lo que es.
Quiero discutir, decirle que esto es mucho más de lo que está dispuesta
a aceptar, no obstante, las palabras mueren en mi lengua al recordar
exactamente por qué la busqué en primer lugar.
El reto. El desafío.
Lastimarla como ella lo hace repetidamente y demostrar que quiere más
de lo que admite.
Asintiendo con la cabeza, saco mi teléfono del bolsillo. Ella resopla de
impaciencia, pero no me detengo. No la grabaré, no le haría eso. En el reto
no hay reglas. Abriendo el micrófono, presiono grabar y lo coloco en la
cómoda junto a nosotros.
—Está bien —digo, volviendo a enfocar mi atención en ella. Sus ojos
están oscuros de deseo, sus labios ya están hinchados por mis besos. Mi
pene se aprieta contra la tela de mis pantalones, desesperado por estar
dentro de ella una vez más. Mis manos se dirigen a sus muslos y, después
de subirle la falda a la cintura, la levanto.
—¡Oh, Dios! —grita mientras mis dedos se clavan en la piel de sus
muslos.
—¿No quieres que me preocupe? Quieres que sea duro. Te daré lo que
necesites, nena.
—¡Ay diablos, Shane! —exclama, mientras la elevo más y aprieto mis
labios contra su cuello.
Sus muslos se aprietan a mi alrededor mientras paso mi lengua por su
dulce piel. Se estremece y sus dedos vuelven a buscar mi cabello.
Muerdo, chupo y beso con la suficiente fuerza como para que no se
olvide de que estuve aquí en cuanto termine.
Puede que le guste seguir fingiendo que no hay nada aquí, que no me
quiere, pero ambos sabemos que es mentira.
Cuando estamos juntos así. Es como si no existiera nada más. Somos
solo nosotros y es jodidamente explosivo.
Levantando la tela de su blusa por su vientre, me ayuda a quitársela y la
deja caer al suelo mientras yo dejo caer mis labios sobre su pecho.
Sonrío complacido cuando encuentro el cierre delantero y lo desabrocho
rápidamente para que sus tetas queden al descubierto.
—Shane, Shane, por favor —canturrea por encima de mí mientras la
beso y lamo en todas partes menos donde ella lo necesita.
—No quieres esto, ¿recuerdas? —le comento.
—Jódete, Shane —gime, tratando de dirigirme con mi cabello.
—Todo a su tiempo. Quiero oírte admitirlo primero.
—¿Admitir qué?
—Que me deseas. Esto. Que cometiste un error cada vez que me
rechazaste.
Lamo la parte inferior de su pecho y dejo que mi nariz roce su pezón.
Jadea cuando la sensación la recorre. Pero la perra obstinada sigue
resistiéndose.
—No. Solo quiero esto.
—¿Solo me quieres para tener sexo?
—Sí. Ahora, por favor. Dame lo que necesito.
—¿Por qué no uno de los demás? Estoy seguro de que estarían más que
dispuestos.
—¡No! —chilla mientras mis dientes se hunden en la suavidad de su
pecho.
La miro mientras chupo y lamo la mordida. Sus ojos están negros, sus
mejillas rojas de deseo.
—No, no quiero...
—Continúa. ¿No quieres...?
—No quiero a ninguno de ellos, ¿de acuerdo?
—Entonces, dilo. Di esas palabritas y te daré lo que necesitas.
Mi lengua roza la punta de su pezón y sus ojos se cierran de placer.
—¡Demonios! —brama—. Te quiero a ti, ¿está bien? Te deseo,
maldición. Argh —grita cuando mis labios rodean su punta y la chupo
profundamente en mi boca.
Sus talones se clavan en mi trasero, sus uñas me arañan el cuero
cabelludo mientras su espalda se arquea contra la pared, entregándose por
completo a mí.
Su pecho se agita y mi nombre sale de sus labios junto con sus gritos de
placer cuando cambio de lado.
Justo cuando pienso que podría llevarla demasiado al límite, la dejo caer
de nuevo al suelo.
—¿Qué carajos estás haciendo? —pregunta cuando doy un paso atrás.
Frotándome la mandíbula, recorro su cuerpo con la mirada. Su cuello,
su pecho y sus tetas están cubiertos de marcas de mordiscos y chupadas, mi
pene llora ante la visión. Su falda está amontonada alrededor de su cintura,
dejando al descubierto su diminuta tanga negra.
Sacudiendo la cabeza, me aparto el cabello de la cara, me quito la
camisa por encima de la cabeza y me arrodillo ante ella.
Se mete el labio inferior en la boca y me observa con los ojos llenos de
deseo.
Extendiendo la mano hacia delante, envuelvo mis dedos a los lados de
su tanga y tiro hasta que se separa de su cuerpo.
—¡Shane, demonios! —Sus ojos se abren de par en par, mientras hago
bola el encaje y lo meto en mi bolsillo.
—Para más tarde, cuando me eches inevitablemente. —Solo estoy
bromeando a medias. No tengo intención de dormir con ellas debajo de la
almohada ni una maldita locura así, aunque no me opongo a tener un
pequeño recuerdo de esta noche, junto con la grabación, por supuesto.
Golpeando el interior de su muslo, amplía su postura para mí, dándome
el espacio suficiente para inclinarme hacia delante y encontrar su clítoris
con mi lengua.
Su sabor explota en mi boca, haciendo que mi cabeza dé vueltas con mi
necesidad de hundirme dentro de ella. Podría hacerlo ahora mismo, Dios
sabe que ella está preparada, sin embargo, no me parece bien que esto acabe
demasiado rápido. Ya sé que esto nunca será suficiente.
Sus dedos vuelven a mi cabello mientras levanto su pierna por encima
de mi hombro para darme más acceso.
Esta vez tengo un poco más de confianza, ayudado por mi reciente
experiencia, pero sobre todo por el vodka. Al igual que esa primera noche,
mis inhibiciones son mucho menores de lo habitual.
Separando sus labios, chupo su clítoris mientras ella grita por encima de
mí. Mis dedos encuentran su entrada empapada y gruño de placer al
deslizarlos en su canal resbaladizo.
—¡Oh, Dios! —gime mientras las vibraciones de mi bajo gemido
retumban en ella y solo se moja más.
La lamo y mis dedos aumentan la velocidad dentro de ella. La única
pierna sobre la que se apoya empieza a temblar mientras su coño empieza a
apretar mis dedos.
Por mucho que me gustaría que se venga así, no lo permitiré. No voy a
arriesgarme a darle lo que necesita para que se vaya sin mirar atrás.
Justo cuando siento que está a punto de caer del precipicio, me retiro y
me limpio la boca con el dorso de mi mano.
—¿Qué demonios estás haciendo? —me exige al darse cuenta de que
me detuve y arrastra la cabeza desde donde estaba apoyada contra la pared.
—Cambié de opinión —le digo encogiéndome de hombros.
—¿Qué mierda?
Me dejo caer en el sofá y estiro las piernas delante de mí. El bulto de mi
pene duro se hace evidente bajo la tela de mis pantalones.
—Si es suficiente para ti, entonces es suficiente para mí, nena.
—Nunca te he dejado así.
—Es igual como cada vez que me echas de tu lado.
—No. No, eso no es nada como...
—Dilo otra vez —le exijo.
—Decir qu... ¡oh! —Pone las manos en su cadera. Sigue estando
totalmente expuesta para que yo la disfrute, a pesar del pedazo de piel
alrededor de su cintura que está cubierto por la falda.
—Dilo. Dime que me deseas.
Sus labios se fruncen y sus dientes rechinan.
—Dime que sientes esto. Esto entre nosotros cuando estamos juntos.
—Es solo sexo, Shane.
—¿Lo es? Así que fue así con todos ellos, ¿no?
Algo pasa por su rostro, aunque lo cubre antes de que tenga la
oportunidad de intentar descifrarlo.
Abre la boca para responder, pero no sale ninguna palabra. Ya sabía que
tenía razón, sin embargo, eso es toda la confirmación que necesito para
saber que esto no es unilateral. Ella también lo siente.
—Desvístete.
CAPÍTULO VEINTE
CHELSEA

—D esvístete.
No es la exigencia del siglo, ya que, de todas formas, estoy
parada aquí desnuda.
Me desabrocho rápidamente el botón alrededor de mi cintura y bajo la
tela por las piernas.
Shane observa todos mis movimientos, con los ojos casi negros de
deseo.
Lo miro fijamente, recostado en el sofá, como si no le importara nada,
pero sé que eso está muy lejos de la realidad. Los moretones cada vez más
oscuros alrededor de su ojo y su mandíbula, y su labio partido, son solo el
principio.
Realmente pensé que después de echarlo del hospital sería nuestro fin.
Sé que Shane es más amable que la mayoría de los chicos, que ya me ha
dado demasiadas oportunidades para admitir que lo quiero, sin embargo,
realmente no pensé que volvería por más otra vez.
«Está borracho», dice una vocecita en mi cabeza, y como si pudiera
leer mi mente, se inclina hacia adelante para tomar la botella que abandonó
no hace mucho.
Se toma un par de tragos como si fueran agua, aunque sé, por el leve
arrastre de su voz y la confianza en su tacto, que no lo es.
Maldita sea, realmente quiero un poco. No obstante, no puedo. No es
como que me ofrezca algo.
—¿Y ahora qué? Te dije lo que querías oír. —Aunque ambos sabemos
que no lo hice. Puede que haya dicho que lo quería en ese instante, pero hay
muchas cosas sin decir entre nosotros. Tendría que haberle dicho la verdad
hace unos momentos, cuando me preguntó si esto era como con los demás.
No tiene idea de que, en realidad, no hay otros. Al igual que todo el
mundo en Rosewood High, me tiene marcada como una especie de zorra
que se acuesta con todo el que muestra algún tipo de interés, solo que no es
del todo la verdad.
—Muéstrame. Muéstrame por lo que todos los demás se vuelven locos.
Creo que olvidé la última vez, tal vez no eres tan buena después de todo.
Coloca la botella en el suelo después de abrirse la bragueta
tentadoramente.
Debería alejarme de lo que está insinuando, no obstante, sé que yo
tengo la culpa. Puede que no sea tan malo como él cree, aunque no puedo
mentir que he tocado a demasiados de sus compañeros de equipo en el
pasado. A los que no, están encantados de presumir junto a los demás
pretendiendo como que saben. Debería haber aclarado las cosas la primera
vez que alguien dijo que me había puesto de rodillas, pero no pude. Es
jodido, lo sé, sin embargo, hablaban de mí como si fuera algo, como si les
importara y tuvieran una razón para mantenerme cerca. Como dije, es
jodido. Pero es lo que es.
Espero que se baje los pantalones, pero nunca lo hace. Se limita a
mantener sus ojos en mí, desafiándome a que le dé lo que necesita.
—Debería irme ahora mismo —digo, aunque mi cuerpo me traiciona y
me acerca un paso más a él.
—Entonces vete. Me estoy acostumbrando a verte la espalda.
Odio esta faceta suya. El personaje enfadado con el mundo que
interpreta para intentar hacerme daño como yo a él. Pero por mucho que lo
odie y anhele al chico dulce que sé que es en realidad, no puedo evitar que
me excite. Algo dentro de mí no puede resistirse a esa pizca de chico malo
que sospecho que solo yo he tenido el placer de presenciar.
Recuerdo cómo me arrancó las bragas no hace mucho tiempo y una
oleada de deseo me recorre. ¿Quién iba a saber que fuera capaz de hacer
eso?
—Nunca me retracto de un desafío, Shane. Si quieres jugar, te
equivocaste de oponente si quieres ganar.
Traga mientras observa mi cuerpo mientras acerco el espacio entre
nosotros.
Una vez que estoy frente a él, coloco mis manos en el respaldo del sofá
a ambos lados de su cabeza.
Me mira fijamente, con sus ojos oscuros y su pecho agitado.
—¿Qué estás esperando? Me lo debes.
No puedo discutirlo. Le debo mucho más que una mamada, después de
toda la mierda que le causé.
—¿Ah, sí? ¿Qué te debo exactamente?
—Todo. Ahora... —Mete los pulgares en la cintura de sus bóxers y
empuja.
—¡Detente! —le exijo, haciendo que sus ojos se abran de par en par por
la sorpresa.
Me alejo de él y caigo de rodillas.
Al verme ante él, la vena de su cuello palpita.
—Permíteme, después de todo te lo debo.
Sus labios se abren para responder, pero no sale ninguna palabra
mientras envuelvo mis propios dedos en la tela y tiro de ella.
Levanta las caderas para ayudarme y yo le bajo los pantalones y los
bóxers por encima del trasero y los muslos. Su pene, ya erecto, se apoya en
su estómago y no puedo evitar morderme el labio inferior ante la idea de
volver a metérmelo en la boca. No se equivocó con lo que dijo antes, ha
pasado tanto tiempo que casi lo he olvidado.
Una vez que se ha liberado de los pantalones, tiro la tela en el suelo y
abro sus piernas para poder acomodarme entre ellas.
Dejo caer mis labios al lado de su rodilla y beso lentamente su muslo.
Sus dedos se deslizan por mi cabello cuando su impaciencia empieza a ser
mayor, sin embargo, me niego a precipitarme.
Inclinándose hacia adelante, toma la botella de vodka que dejó en el
suelo y se la lleva a los labios.
—¿Quieres un poco? —me ofrece esta vez.
Niego con la cabeza.
—Tú te lo pierdes. —Se termina la botella antes de tirarla al otro lado
del sofá y volver a recargarse.
Me mira fijamente, con una impaciencia evidente en sus ojos, mientras
yo continúo provocándolo.
—Chels —gime mientras araño sus abdominales con mis uñas—.
Necesito...
—Sé lo que necesitas, Shane.
Sus manos aprietan mi cabello y no me deja otra opción más que
mirarlo. Sus ojos siguen oscuros por el deseo, no obstante, ahora hay algo
más. Su suavidad habitual ha vuelto.
—No, realmente no creo que lo sepas.
Se me hace un nudo en la garganta y las lágrimas me queman los ojos
cuando nuestra conexión se mantiene. Malditas hormonas del embarazo.
Quiero creer desesperadamente que podría haber algo entre nosotros, pero
sería peligroso permitir siquiera un poco de esperanza. Él no me quiere. No
puede, no después de todo. Hay una razón por la que nadie sabe de esta
situación en la que nos encontramos. Soy su pequeño y sucio secreto. Uno
que le gusta disfrutar a puerta cerrada, pero que probablemente le
avergüenza admitir al mundo exterior. No soy el tipo de chica que los
chicos como Shane se merecen. Debería tener una buena chica de su brazo.
No una con una reputación manchada que todo el mundo odia.
Necesitando romper cualquier conexión extraña que se ha desarrollado,
hago lo único que sé que lo distraerá. Me inclino hacia adelante y lo lamo.
Su pene palpita bajo mi suave contacto, sus caderas se levantan mientras
busca más y sus dedos se tensan hasta que su agarre es casi demasiado
doloroso de soportar.
—¡Maldición, Chelsea!
Motivada por sus palabras y su reacción a mi simple contacto, lo rodeo
con mis dedos y le lamo la cabeza del pene.
Gime, el ruido en el fondo de su garganta despierta mi propio placer
perdido de antes.
Abro mis labios y se lo chupo hasta el fondo, y me encanta el gruñido
que sube por su garganta.
Levanto la vista y veo que tiene la cabeza apoyada en el sofá; su cabello
rubio está revuelto después de que tuve mis manos en el no hace mucho;
tiene los ojos cerrados, las mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos.
Recorro su cuerpo con la mirada, observando su pecho y sus
abdominales firmes. Mierda, quiero pasar mi lengua por cada hendidura.
Quiero poder tomarme mi tiempo, disfrutar de esto que hay entre nosotros y
no solo tener momentos robados llenos de ira y odio mientras luchamos el
uno contra el otro y contra lo que realmente sentimos.
—Maldición, maldición —repite cuando levanto la mano y le toco los
testículos.
Su longitud se hincha entre mis labios y sé que casi ha llegado al final.
Lo chupo una vez más antes de soltarlo con un sonido pop y ponerme
de pie.
—¿Qué carajo? —Levanta la cabeza, con los ojos muy abiertos por la
sorpresa.
Debe darse cuenta de mis intenciones en cuanto ve la sonrisa en mis
labios.
Ojo por ojo, cariño. Si me dejas con las ganas, puedes esperar el mismo
trato a cambio.
—Tú pusiste las reglas, bebé —le digo con una voz enfermiza y dulce
que suelo reservar para ligar con los imbéciles con los que juega—. No es
mi culpa si no puedes soportar las consecuencias.
Doy un paso atrás, pero él es más rápido de lo que creía. Sus dedos
encuentran los míos y me jala hacia él con tanta fuerza que no tengo más
remedio que caer en su regazo.
—¿Vas a algún lado? —pregunta, con sus ojos brillando de diversión.
—Sí, me voy.
—Esta vez no. No he terminado contigo. Y por una vez... yo tomo las
decisiones.
Lo miro fijamente, disfrutando de su lado más dominante.
En cuestión de segundos me mueve para que esté sentada a horcajadas
sobre su regazo con las piernas al lado de sus muslos y sus grandes manos
rodean mi cintura, sujetándome.
—Vamos entonces, creo que ambos hemos esperado bastante.
Me agarro a él. Sus párpados bajan ante la sensación y me deleito en el
hecho de que, incluso ahora, tengo todo el poder. Así es como necesito que
sea. Necesito ser la que da las órdenes aquí para intentar protegerme.
En el momento en que nos he alineado, me hundo y veo cómo los
músculos del cuello de Shane se tensan de placer. Su mandíbula cruje
cuando bajo aún más y las yemas de sus dedos se clavan en mi piel.
—¡Demonios! —brama una vez que estoy completamente sentada.
Sus ojos se fijan en los míos y yo me levanto lentamente y vuelvo a
bajar.
—¡Maldición, Chelsea! —gime, de repente sonando mucho más sobrio.
—¿Qué? —pregunto, confundida por el cambio en él.
—No se supone que sea así. —Su voz es baja y casi un susurro, y me
vuelvo a levantar.
—¿Así cómo?
—Así de jodidamente bueno. Así de jodidamente adictivo.
Me quedo callada, aunque me temo que mis sentimientos sobre lo que
acaba de decir están escritos en mi rostro. Tiene razón. No debería ser así.
Se suponía que era una noche de distracción. No se suponía que se
convirtiera en necesitarnos el uno al otro de esta manera. No se suponía que
se convirtiera en esta cosa tóxica que no puedo evitar anhelar tanto como la
odio.
Incapaz de mirar la honestidad de sus ojos, dejo caer mi cabeza en el
hueco de su cuello y dejo de lado todos los pensamientos mientras lo
monto.
Sus manos me ayudan a moverme, pero no pasa mucho tiempo hasta
que su necesidad de liberarse hace que sus caderas se abalancen sobre mí.
Mis dedos se enroscan en el respaldo del sofá y mis uñas se clavan
mientras corro hacia mi propio orgasmo.
—¡Demonios, Chelsea!, ¡maldición!
Sentada y erguida, echo la cabeza hacia atrás y grito su nombre mientras
mi cuerpo se desploma sobre el borde.
Solo unos segundos después, me jala contra su cuerpo y, con su cara
metida en mi cuello, se queda quieto mientras grita su liberación, con su
pene moviéndose en mi interior y provocando algunas de mis propias
réplicas.
Su respiración acelerada me hace cosquillas en mi piel ardiente mientras
se recupera.
Sabiendo que tengo que moverme, que nuestro tiempo juntos terminó,
me alejo de él, sin embargo, sus brazos me rodean y me mantienen en mi
lugar.
—¿Shane? —pregunto, necesitando que me suelte antes de permitirme
creer que podría haber algo más aquí.
—Solo necesito un minuto. Eso fue... —Se detiene.
—Sí. —Concuerdo con él. ¿Qué más se puede decir? Fue bastante
increíble. Casi lo suficiente para hacerme creer que podría haber algo entre
nosotros.
—¿Chelsea? —cuestiona, con una extraña emoción que llena su voz y
que no puedo ubicar.
—¿Sí? —susurro, disfrutando demasiado de estar entre sus brazos.
Sus dedos se envuelven en mi cabello y me mantienen en mi sitio
mientras acerca sus labios a mi oído.
—Eso fue un reto —susurra.
Por un segundo, no entiendo las palabras. Pero en el momento en que lo
hago, todo mi cuerpo se tensa en su abrazo.
Me permite moverme, sus brazos caen alrededor de mí y me siento.
Tiene una sonrisa de satisfacción mientras sus ojos rebotan entre los
míos.
Algo caliente explota dentro de mí mientras le devuelvo la mirada.
—¡Eres un maldito imbécil! No eres mejor que ninguno de ellos,
¿sabes?
—Si no puedes contra ellos, úneteles —admite encogiéndose de
hombros.
—¡Maldito estúpido! —Me quito de encima, odiando que él
deslizándose desde dentro de mí se sienta tan bien que es casi una
distracción de la realidad—. ¿Te sientes mejor ahora que tienes una victoria
sobre mí? Tú ganas, Shane. Maldita sea, tú ganas.
Me pongo la ropa mientras él permanece inmóvil en el sofá. No lo miro,
no me atrevo a mirarlo para ver esa estúpida sonrisa de nuevo porque sé lo
mucho que me va a enfurecer.
Ni siquiera tengo fuerzas para decir algo mientras atravieso la puerta.
La cierro tan fuerte como puedo detrás de mí a la par que salgo corriendo de
la casa.
Para empezar, no quería estar aquí, pero al saber que me sentía mucho
mejor, Rae insistió en que intentara reincorporarme al mundo y mamá no
pudo hacer mucho más que aceptar. No podía mantenerme encerrada en esa
habitación para siempre.
Mantengo la cabeza baja mientras me abro paso entre los estudiantes
que disfrutan de su noche de viernes. Como ahora soy la marginada social,
casi nadie me mira mientras me dirijo a la puerta principal.
Por suerte, Rae no está por ningún lado o sé que nunca saldría de aquí.
Menos mal que lo consigo, porque para cuando busco las llaves de mi auto
en mi bolso, las lágrimas ya corren por mis mejillas.
—¡Hijo de puta! —grito, golpeando las manos contra el volante en un
intento de sacar algo de mi ira.
Fui yo quien le advirtió que no jugara juegos, que él sería el que
perdería. ¡Qué equivocada estaba, maldita sea!
Se supone que él es el bueno. El dulce. Sin embargo, me ganó en mi
propio juego. Aunque no estoy segura de que alguna vez fuera mi juego
para empezar.
No es hasta que estoy a mitad de camino que me doy cuenta de que el
auto que viene detrás me ha estado siguiendo desde que salí de la casa de
Ethan.
Se me acelera el corazón al saber que me está siguiendo y que conduce
borracho. No sé si me enoja más la idea de tener que verlo una vez más o
que se haya puesto en peligro. Tengo la tentación de decir que es esto
último, pero lo dejo de lado, no queriendo lidiar con lo que realmente siento
por él.
Está oscuro, así que no puedo distinguir el auto más allá de sus malditas
luces brillantes, no obstante, hace todos los giros que hago, hasta el punto
de señalar y estacionarse en la calle en la que vivo.
Mis dedos se tensan sobre el volante y el corazón me late en el pecho.
Estoy tentada a encerrarme en el auto por miedo a salir y tener que lidiar
con él de nuevo. Sin embargo, después de exhalar un suspiro, encuentro mis
agallas, apago el motor y abro la puerta.
El auto sigue ahí, parado junto a la acera, pero ahora que puedo verlo,
me doy cuenta de que es una camioneta y no una que reconozca.
Doy un paso hacia él para ver quién es el conductor, aunque antes de
que pueda ver el interior, se aleja a toda velocidad.
Qué raro.
Me digo a mí misma que es alguien de la escuela que intenta asustarme,
probablemente Shelly. Sacudo la cabeza y me dirijo a la casa. Estoy
desesperada por ir a mi casa de la piscina, pero todas mis cosas están en mi
antigua habitación. Todo eso cambiará mañana. No importa lo que piensen
mis padres, estoy perfectamente bien y voy a volver a mi pequeño refugio
para alejarme del mundo.
Por suerte, la casa está en silencio, así que, después de tomar una botella
de agua, subo a mi habitación.
Me acerco a la ventana para cerrar las cortinas, no obstante, unas luces
en el exterior vuelven a captar mi atención. El miedo se apodera de mí, pero
lo hago a un lado. Mucha gente me odia ahora, podría ser cualquiera de
ellos al verme huir de casa de Ethan.
CAPÍTULO VEINTIUNO
SHANE

E n el momento en que las palabras salen de mi boca, me arrepiento.


Es la razón por la que me siento allí y la observo vestirse sin decir
una palabra. Debería irse después de saber lo que he hecho.
No soy mejor que ella. Jugando juegos para ganar puntos.
Quise demostrar que me quería. Supongo que lo logré. Ella me lo dijo.
Entonces, ¿por qué no me da ninguna sensación de logro? «Porque la
lastimaste, imbécil», dice una vocecita en mi cabeza.
—¡Maldita sea! —grito en la habitación silenciosa. El bajo de la música
que retumba en las paredes me indica que la fiesta continúa afuera. Por
suerte, todo el mundo conoce la regla de que, si la puerta de la guarida de
Ethan está cerrada, nadie entra.
Me levanto del sofá y me tambaleo un poco al ponerme de pie,
demostrando lo mucho que he bebido. Lamentablemente, no es suficiente
para ayudarme a olvidar esa mirada en sus ojos al darse cuenta.
Soy un jodido imbécil. Sí, ella ha hecho algunas idioteces en el pasado,
sin embargo, no se merecía eso.
Está equivocada. No soy uno de ellos. Van por ahí tomando lo que creen
que se merecen, como mi padre. Yo no soy como ellos.
Me pongo la ropa con la intención de salir de aquí. Una gran parte de mí
quiere encontrarla y decirle que fue un error, decirle lo que realmente
siento, aunque sé que no lo aceptaría, sería inútil y probablemente nos
llevaría a hacer algo más de lo que nos arrepentiremos.
—Shane, amigo mío. ¿Dónde has estado, hermano?
—Ocupado —le gruño a Zayn mientras tanto él como Justin rodean mis
hombros con sus brazos.
—Oh, ¿ocupado con Chelsea? —Sus ojos se iluminan mientras todo mi
cuerpo se tensa —. Sabes que necesitamos pruebas, ¿verdad? Tu palabra
por sí sola no valdrá esta noche.
—Nunca valdría. No hay forma de que tuvieras oportunidad con
Chelsea —dice Justin.
Me guían hacia la cocina, donde algunos miembros del equipo siguen
alrededor con bebidas en sus manos.
Agarro una cerveza de la barra cuando pasamos antes de caer en el
mismo sofá en el que estaba antes de que toda esta mierda empezara.
—Así que... —Justin provoca, haciendo que todos volteen a mirarme—.
Shane cree que ha completado su reto.
—Yo no dije eso —argumento.
—No hizo falta, hombre. Así que adelante, veamos las pruebas. Dale a
estos imbéciles algo a que aspirar.
Su tanga arde en mi bolsillo y la grabación en mi teléfono me tienta.
Pero no me muevo para tomar ninguno.
—No tengo ninguna.
—No tener pruebas significa que no ocurrió, y si no ocurrió, entonces
pierdes.
Cada vez más frustrado con estos imbéciles, me levanto del sofá.
—Me importa un carajo. ¡Haz lo que quieras! —reviro, levantando las
manos de los costados—. Hay cosas que son más importantes que sus
estúpidos juegos de mierda. Qué tal si dejan de jugar por un momento y
encuentran algo más significativo en sus malditas vidas.
No me quedo a escuchar sus respuestas, sino que salgo furioso de la
habitación y me dirijo a la puerta principal.
Lamentablemente, no llego muy lejos antes de que me detengan.
—Shane, ¿qué le pasó a Chelsea? No la encuentro.
Los ojos preocupados de Rae se clavan en los míos.
—No tengo idea.
Sus ojos se entrecierran con frustración.
—¿Qué hiciste?
Quiero replicarle que Chelsea se merece cualquier cosa que le pase, no
obstante, creo que ambos sabemos que sería mentira.
—Algo de lo que me arrepiento —admito en voz baja.
—¡Dios! Ustedes dos son una maldita pesadilla.
—Y tú no te metas. No tienes idea de lo que ha pasado entre nosotros,
solo has oído su versión de la historia, supongo.
—Estoy muy segura de que lo entiendo bastante bien. Sé que la jodió,
pero la gente comete errores, Shane. Como esta noche. —Ella levanta una
ceja en un gesto perspicaz—. Así que, ¿qué tal si dejas todo eso de lado y
haces lo correcto?
—No tengo idea de qué es lo correcto —admito.
—Pues será mejor que lo averigües antes de que sea demasiado tarde.
Se da la vuelta y se aleja de mí, con el teléfono en la mano, supongo que
llamando a Chelsea.
Doy marcha atrás, tomo una botella de lo que sea que encuentro en la
barra de la cocina antes de salir finalmente de la casa.
La casa de Ethan está casi en la playa, así que, en pocos minutos, mi
nuevo amigo Jack y yo nos encontramos en la arena viendo cómo las olas
se rompen.
Las estrellas brillan en el cielo negro y me pregunto cómo sería estar
aquí con Chelsea a mi lado. Toda la mierda desterrada y ser simplemente
nosotros.
¿Podría haber un nosotros, o somos tan tóxicos como para considerarlo
siquiera?
No arrastro mi trasero de la playa hasta que empieza a salir el sol. No
quiero volver a casa, sé que solo acabará en una inevitable discusión con mi
papá.
Con un suspiro, camino hacia allá. Lo que realmente quiero es ir con
Chelsea. Sin embargo, incluso en mi estado de embriaguez, sé que es una
muy mala idea.
La casa está a oscuras y respiro aliviado. No sería inusual que papá
estuviera despierto trabajando toda la noche. Dios sabe que nos ha atrapado
a los tres entrando a escondidas antes.
Llego a las escaleras antes de darme cuenta de que hay alguien más
despierto. La luz viene del sótano y los pasos se dirigen hacia mí.
—¿Qué hora de llegar es esta? —grita papá. Solo lleva puestos unos
pantalones cortos y una toalla colgando del cuello.
—Demasiado temprano para que estés haciendo ejercicio. Sé normal
por una vez en tu vida y duerme, maldita sea.
Sus ojos se abren de par en par, sorprendidos.
—Has estado bebiendo. —Es una afirmación, no una pregunta, así que
no me molesto en contestar—. ¿Qué demonios pasa contigo? Faltar a clase,
emborracharte, quedarte fuera toda la noche. Este no eres tú, Shane, y este
tipo de comportamiento no te va a ayudar a entrar...
—¡No lo digas, carajo! —grito, sabiendo exactamente lo que está a
punto de salir de sus labios.
—Ningún entrenador va a querer a un desastre, Shane.
—Entonces, ¿qué pasa con Luca y Leon? ¿Los fastidiabas con esta
mierda cada vez que hacían una fiesta y se emborrachaban tanto que todo el
mundo destrozaba la casa? —Ya sé la respuesta, mandaba limpiar el lugar e
ignoraba que había sucedido—. ¿Y cuando se escabullían hasta tarde cada
fin de semana? ¿Los acusaste de joderlo todo? No, por supuesto que no lo
hiciste porque ellos no hacen nada malo. Tus malditos chicos de oro que
están pendientes de cada una de tus palabras. Es jodidamente patético.
—¡Es suficiente! —brama—. No aceptaré este tipo de comportamiento
de tu parte.
—¿Qué?, ¿de repente actúas como si esto fuera inaceptable? Increíble.
Eres un maldito imbécil, ¿lo sabías?
—Shane, ya basta —llama la suave voz de mamá desde las escaleras.
Papá y yo nos quedamos mirándonos fijamente en silencio durante unos
segundos más antes de levantar la barbilla en un gesto de despedida y subir
las escaleras.
—¿Qué pasó? —me pregunta mamá cuando me cruzo con ella al final
de las escaleras. Es obvio que la despertamos.
—Nada. Vuelve a la cama.
—Shane, ¿qué...?
—Dije que no pasó nada.
Esta vez me deja ir y en cuanto entro a mi habitación caigo de bruces en
la cama y me quedo dormido.
Cuando me despierto a la mañana siguiente, el sol ya ha salido y es tan
tarde que tengo un montón de llamadas perdidas de Zayn diciéndome que
me perdí nuestro entrenamiento matutino. Probablemente sea lo mejor, ya
que se habría pasado todo el tiempo interrogándome sobre lo que pasó
anoche. Es el único de los chicos que me creerá sin las pruebas que
requieren aparentemente.
Puede que haya hecho esa grabación anoche, sin embargo, no sé por qué
me molesté, nunca iba a permitir que nadie la escuchara. Esto entre Chelsea
y yo es solo eso, algo entre nosotros. Es nuestro jodido, tóxico y
complicado secretito.
Mi cabeza palpita mientras arrastro mi cuerpo hasta el baño para
refrescarme con la esperanza de volver a sentirme un poco más humano.
Estoy más que feliz de pasar el día escondido en mi habitación, salir
significa que probablemente tendré que ver a alguien y lidiar con los
remordimientos y recuerdos de anoche.
Pienso en la discusión con papá, eso es algo de lo que no me arrepiento.
Ya era hora de que alguien se enfrentara a él, solo que nunca pensé que
sería yo. Recuerdo el tiempo que pasé con Chelsea y el dolor que me invade
el pecho desde que se marchó, no hace más que persistir.
Sacudo la cabeza. Después de nuestra primera vez juntos, me dije que
sería capaz de olvidarla, y lo hice hasta cierto punto. Me quedé de brazos
cruzados y la observé comportarse como lo hacía usualmente en la escuela
después de lo que pasó entre nosotros, cuando todo lo que quería era que
me mirara y me diera un indicio de que recordaba nuestro tiempo juntos, de
que significaba algo para ella como para mí.
Luego la verdad salió a la luz, y quise mirarla una vez más por una
razón muy diferente. Quería decirle lo que realmente pensaba de ella.
Quería acusarla de haberme tendido una trampa, de utilizarme como chivo
expiatorio y de no importarle un carajo.
Sin embargo, ella desapareció, y todo cambió de nuevo. Sí, aún quería
enfrentarla, no obstante, la preocupación pronto me superó. Era estúpido, lo
sabía. No debería haberme preocupado después de todo, pero de alguna
manera se había metido bajo mi piel y, por mucho que lo intentara, no podía
sacarla.
Mi necesidad de café y comida finalmente me hace salir de la seguridad
de mi habitación. Por suerte, cuando bajo a la cocina, solo está mamá
sentada con una taza de café y su tablet.
—Buenas tardes —dice con una sonrisa—. ¿Cómo te sientes?
—Mejor de lo que debería —murmuro, pensando en la mezcla de vodka
y whisky de anoche.
—Tu padre salió fuera de la ciudad por unos días.
—Genial —gruño, sacando una bolsa de papas fritas de la alacena y
echándome un par a la boca.
—Sé que te hace pasar un mal rato, pero es solo porque se preocupa.
—Oh, sí, es por eso. —Pongo los ojos en blanco.
—Cariño... —Empieza con un suspiro, y levanto la mano para
detenerla.
—¿Podemos no hacerlo? Tengo demasiada resaca para hablar de él.
—Claro. —Se queda callada mientras me observa hacer ruido en la
cocina, preparando un sándwich y mi tan necesitado café.
Después de unos minutos, me siento a su lado.
—¿Qué pasa? —me pregunta.
—¿Además de lo que no hablaremos, supongo?
—Sí. ¿Qué es lo que te preocupa? No tengo ningún problema en que
salgas de fiesta con tus amigos, sin embargo, en las últimas semanas no has
sido tú mismo. Sé que te está haciendo pasarlo mal, pero es algo más que
eso, ¿no?
Miro fijamente mi sándwich mientras pienso en cómo responder a su
pregunta. De repente me siento mucho menos hambriento.
—Es una chica —murmuro en voz baja. No quiero tener esta
conversación con ella, pero sé que es mejor soltarlo o no dejará las cosas a
medias hasta que confiese.
—Ya me lo imaginaba. ¿Alguien que conozco?
—Sí, aunque no te voy a decir quién, así que no te molestes en
preguntar.
Se ríe.
—De acuerdo. Entonces, ¿cuál es el problema?
—Es que... es una mierda. No debería gustarme. No deberíamos
funcionar. Es un desastre a punto de ocurrir...
—No obstante, no puedes alejarte —termina mamá por mí.
No puedo evitar reírme.
—Oh, me he alejado muchas veces. Aunque eso no me impide volver.
—Pienso en todas las veces que ella me ha echado, y me digo que eso es
todo. No más. Pero cada vez, he vuelto por más. Soy como un maldito
adicto que necesita su próxima dosis.
—El amor es una cosa curiosa.
—Cálmate, nadie mencionó la palabra con "A" —bromeo.
—No, pero el corazón quiere lo que quiere sin importarle lo que piense
nuestra cabeza.
—Qué útil, gracias.
—¿Ella vale la pena?
Abro la boca para responder, aunque pronto me doy cuenta de que no
tengo una respuesta. La mayoría de la gente diría que absolutamente no.
Chelsea Fierce es una fuerza temible y a quienquiera que toque acaba
quemando. Lo sé, lo he experimentado. Aunque eso no me impide querer
volver a saltar al fuego.
Pienso en el lado suave y roto de ella que he podido vislumbrar a lo
largo de los años. Esa Chelsea vale la pena. La que deja caer sus muros y
muestra quién es realmente debajo de la máscara y la armadura que lleva a
diario.
—Sí, creo que ella lo vale —contesto.
—Entonces tienes que luchar por lo que quieres.
—¿Y si solo acaba en desastre?
—A veces es un riesgo que hay que correr. Si la quieres, siempre existe
la posibilidad de que no funcione y acabes herido. Así es la vida, por
desgracia. Solo tienes que confiar en ti mismo, y si crees que ella vale la
pena, entonces te debes a ti mismo el intentarlo.
—Gracias, mamá.
—No hay problema —responde, levantándose y enjuagando su taza—.
Solo prométeme una cosa.
—Claro.
—Cuídate.
Asiento con la cabeza, realmente no quiero entrar en ese tipo de
conversación con ella. Además, no puedo decirle que lo he hecho. Las dos
últimas veces que he estado con Chelsea, no hemos usado protección.
Confié en ella cuando dijo que estaba cubierta. Sacudo la cabeza contra mí
mismo.
Puede que aún no sepa qué hacer con ella, pero sí sé una cosa: tenemos
que poner un límite a lo que sea esto. No estoy seguro de si es para ponerle
fin o simplemente para dejar los juegos de mierda. Sin embargo, tengo que
ser el mejor hombre aquí. Tengo que ir a disculparme por lo de anoche y
tenemos que sentarnos a hablar, algo que no hemos hecho... nunca.
Las mariposas revolotean en mi estómago mientras salgo por la puerta
principal. Estoy más nervioso al caminar hacia allá para tener una
conversación, que por cualquier otra cosa que hayamos hecho. Es una
maldita locura.
Me estaciono junto a su auto y el de su madre y apago el motor. Me
tiembla la mano al estirarme para alcanzar el botón y me reprendo por ser
tan cobarde.
Solo es Chelsea. Una chica con la que he pasado muchas horas a lo
largo de los años. Bien, ella pasó la mayor parte de ellas evitándome hasta
hace poco, cuando lo único que hemos intentado es hacernos daño, pero
sigue siendo la misma chica.
«Sin embargo, no lo es. Ella es diferente y tú lo sabes».
Mierda. Me restriego la mano por la cara y salgo del auto. Ya no hay
marcha atrás. Existe la posibilidad de que ya haya visto que estoy aquí, así
que tengo que ser un maldito hombre y hacer lo que he venido a hacer.
Caminando por la casa, el sonido de una suave música relajante se filtra
en el aire, y cuando llego a la parte de atrás, encuentro a Chelsea y a Honey
dobladas por la mitad en colchonetas de yoga junto a la piscina.
Chelsea lleva puesto un pantalón rosa y un pequeño top a juego, pero
apenas y lo noto por como tiene el trasero levantado.
Esto no era lo que esperaba.
Su madre dice algo suavemente y ambas se mueven simultáneamente a
su siguiente posición.
No tengo idea de cuánto tiempo me quedo mirándola, es algo hipnótico.
Muy pronto, un par de ojos oscuros se fijan en los míos. No hay sorpresa en
su rostro, lo que me hace preguntarme si sabía que yo estaba aquí todo este
tiempo.
Honey se da cuenta de que Chelsea está distraída y sigue su mirada.
—Oh, Shane. Qué agradable sorpresa. ¿Te gustaría unírtenos? —
pregunta con una mirada esperanzada.
—Um...
—Creo que ya terminamos, ¿verdad, mamá? —dice Chelsea,
ayudándome.
Honey revisa su reloj.
—Sí, tienes razón. Tengo que ponerme en marcha. Tengo una reunión
en una hora. Probablemente no volveré hasta tarde y tu padre está fuera
toda la noche por negocios. Sírvete lo que quieras, pidan comida si quieren
—ofrece, mirando entre los dos como si estuviera tratando de entender esto.
Puede que hubiéramos pasado tiempo juntos en el pasado, aunque no estoy
seguro de que hubiera ocurrido de esta manera.
—Gracias, mamá —agrega Chelsea—. Que tengas un buen día.
Después de mirar entre nosotros durante otro segundo, Honey sonríe y
se dirige a la casa.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Chelsea brama, su comportamiento
cambiando en el momento en que su madre está fuera del alcance del oído.
—Tenemos que hablar.
—¿Hablar? —cuestiona, con los ojos muy abiertos—. Nosotros no
hablamos, Shane. Además, no tengo nada que decirte.
—Es una pena, porque tengo mucho que decirte.
Sus labios se fruncen y rechina los dientes con frustración mientras me
mira fijamente.
—Y parece que no tienes nada mejor planeado ya que estás a punto de
quedarte sola en casa, así que ¿vamos? —Hago un gesto hacia los
camastros que hay alrededor de la piscina.
Resopla cuando me acerco y me dejo caer en uno. Estiro las piernas y
coloco mis manos detrás de la cabeza, haciendo un espectáculo de ponerme
cómodo.
Puede que sea hacia finales de año, no obstante, el sol calienta mi piel
mientras me siento aquí.
—¡Por el amor de Dios! —murmura ella, girando sobre sus talones y
alejándose de mí.
Me siento hacia adelante, dispuesto a perseguirla, pero decido no
hacerlo. Atraviesa la puerta de su casa de la piscina, y en unos segundos
vuelve con una sudadera con cremallera sobre los hombros. Al parecer, soy
el único que piensa que se siente como si fuera verano.
Recorro su cuerpo con la mirada mientras camina hacia mí.
—¿Qué? —brama.
—N… nada. —Me trago lo decepcionado que estoy de que se haya
cubierto, de todas formas, no creo que quiera oírlo en este momento.
—Espero que tengas una resaca infernal —musita, sentándose a mi lado
y cruzando los brazos sobre su pecho.
—No tan mala como me merezco.
Me mira, pero rápidamente desvía la mirada al ver que la observo.
—Es una pena.
—Lo siento, Chels.
—¿De verdad? ¿Eso es todo lo que tienes?
—Eh... sí. Estaba enfadado contigo por echarme constantemente. Quería
hacerte daño también. Fue una estupidez. Sin embargo, cuando Zayn me
retó, no se me ocurrió otra cosa que hacerte admitir que esto es... algo.
—¡Maldito Zayn! —escupe Chelsea para sí misma.
—Él sabe sobre... nosotros.
—No hay ningún nosotros, Shane.
—Sí, no, sí... lo sé. Me refiero a que sabe que nos acostamos, y sabía
que yo estaba enojado. Pensó que nos estaba haciendo un favor.
—Genial. Entonces todo el equipo lo sabe ahora —resopla.
—No se lo ha dicho a nadie.
—Pfft. No importa. Todo el mundo ya cree que probablemente lo
hicimos de todos modos.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunto.
—Nada. —Se reclina hacia atrás y se queda mirando al frente—. ¿Algo
más?
Permanezco en silencio un momento mientras considero lo que quiero
decirle. Cuando no respondo, vuelve a mirar hacia mí. Se me hace agua la
boca al contemplar su belleza impecable.
—Yo... eh... me gustas. —Incapaz de sostener su mirada, desvío los ojos
hacia mis pies.
Ella jadea y se sienta en el borde de la silla como yo, nuestras rodillas
separadas por un suspiro.
Extiende su mano y me toca suavemente la barbilla con los dedos, y no
tengo más remedio que mirarla. No tenía intención de decir esas palabras, la
admisión se me escapó y ahora me siento como un idiota.
Nuestras miradas se conectan, sus ojos color chocolate con los míos
color verde, y algo estalla entre nosotros.
Ella mueve la cabeza, con una pequeña sonrisa en los labios.
—Lo que hiciste anoche. Me lo merecía. Me merecía eso y mucho más
por todo lo que te hice a ti y a los demás.
—Puede que sí, pero no debí hacerlo. Me odio por haberme propuesto
hacerte daño. Yo no soy así, Chels.
—Lo sé, tú eres el tierno. —Un lado de su labio se mueve.
—Oh, sí, qué lindo.
—Si no lo fueras, no estarías aquí ahora.
Levantándose, no tengo más remedio que mirarla una vez que está
completamente de pie.
—Mamá hizo unos batidos de frutas. ¿Quieres uno?
—Um... claro.
Antes de que tenga tiempo de parpadear, se dirige a la cocina. Exhalo un
largo suspiro, reprendiéndome por ser tan idiota. Sé que dije que quería
hablar, sin embargo, no quería quedar como un completo estúpido.
—¡Maldición! —digo en el silencio del patio trasero, dejando caer mi
cabeza entre mis manos.
—¿Todo bien? —Su suave voz fluye a través de mí y mi espalda se
pone rígida. Maldita sea, no hay manera de que me vaya de aquí hoy sin
convencerla de que soy un completo idiota.
—Sí, todo está bien. —Volteo a verla, está sosteniendo dos elegantes
vasos con pajillas que sobresalen de la parte superior con la parte delantera
de su sudadera abierta de par en par. Solo con ese pedazo de piel se me hace
agua la boca. Ya sé que ella será más dulce que lo que sea que haya en esos
vasos.
—Eh... toma. —Se sonroja y me relajo por un momento. ¿Está tan
insegura de esto como yo?
La observo mientras se dirige a su camastro y se sienta. No sé si se da
cuenta de mi atención o no, no obstante, en ningún momento mira hacia mí.
En cambio, se lleva la pajilla entre los labios y chupa.
Mi pene se hincha al recordar lo suaves y calientes que se sienten esos
labios envueltos en él. Carajo. Vine a disculparme, no a sentarme aquí con
una enorme erección.
—Entonces, ¿no estabas tan borracho? —Chelsea indaga de repente,
sacándome de mi pequeño viaje por los recuerdos.
—Eh... ¿q…qué?
—Puedo leerte, Shane. Sé exactamente dónde están tus pensamientos.
—¿Puedes culparme?, das buenas...
—Ya me voy. —La voz de Honey interrumpe lo que iba a decir y mi
cara se sonroja mientras Chelsea suelta una carcajada. Honey aparece en la
puerta de la cocina y mira entre ambos—. Que tengan un buen día. —Le
sonríe a Chelsea y luego a mí antes de darse la vuelta y desaparecer.
El silencio se extiende entre los dos hasta que el sonido de un motor
acelerando llega a nuestros oídos y un auto sale de la entrada.
—Así que... tenemos toda la casa para nosotros solos —dice Chelsea,
dejando su vaso ahora vacío sobre la mesita y mirándome—. ¿Qué
deberíamos hacer?
CAPÍTULO VEINTIDÓS
CHELSEA

E l corazón me retumba en el pecho cuando los ojos sinceros de Shane


me miran fijamente. No esperaba que se disculpara, y mucho menos
que admitiera que siente algo por mí.
Debería volver a mi medida de protección habitual y enviarlo lejos por
miedo a que se acerque demasiado y descubra la verdad, aunque la idea de
pasar tiempo con él como dos personas normales que no están
constantemente peleando es demasiado tentadora.
No merezco sus disculpas, sobre todo cuando soy yo la que le está
mintiendo ahora. Debería confesar, contarle todo lo que estoy ocultando.
Pero las palabras se me atoran en la lengua.
Si suelto esa bomba entonces todo cambiará de nuevo, y esto ahora
mismo, se siente... bien. Y anhelo un día normal más que nada.
¿Debería perdonarlo tan fácilmente por la maniobra que hizo ayer? Tal
vez no. Pero después de todas las veces que lo lastimé, no puedo decir que
se equivocó al hacerlo. Me lo merecía.
Levantándome de mi camastro, me pongo al lado del de Shane. Todavía
tiene su batido lleno en las manos y me mira con deseo en los ojos.
Sé que me estaba mirando mientras bebía mi propia bebida y sé
exactamente lo que estaba pensando. No necesito ver la forma de su pene
bajo los pantalones para confirmarlo. Y tampoco puedo negar que a mí
también me excita.
No tengo idea de qué es lo que tiene Shane. He tenido chicos en esta
posición una y otra vez, no obstante, nunca he querido treparlos como
quiero hacerlo con él ahora mismo. Cada parte de mi cuerpo lo desea, desea
su tacto, sus besos, sus caricias.
Maldición.
—S… solo vine a hablar, Chels. —Traga, los tendones de su cuello se
tensan y su manzana de Adán se mueve.
—Y lo hicimos. Me dijiste que lo sientes, te dije que me lo merecía y
admitiste que te gusto. ¿Qué más hay que discutir? —La pregunta tiene un
sabor amargo en mi lengua. Hay mucho más que tenemos que discutir, sin
embargo, no puedo hacerlo ahora. Necesito esto. Lo necesito a él.
—Um... t… todo. Apenas hemos rozado la superficie. ¿Chels? —
cuestiona mientras me siento a horcajadas sobre sus piernas.
Sus ojos se oscurecen cuando me acomodo y coloco mis manos sobre
sus hombros.
—Tenemos mucho tiempo. Ya escuchaste a mamá, estará... —Le doy un
beso en la mandíbula—. Fuera. —Beso—. Todo. —Beso—. El. —Beso—.
Día. —Mi último beso es en la comisura de su boca y parece ser lo que lo
hace perder el control porque su mano se desliza por mi espalda y sus dedos
se envuelven en mi cabello mientras su lengua entra en mi boca.
Gimo sobre él porque estar cerca, tener sus manos sobre mí, es así de
bueno.
Su beso es adictivo, lo consume todo, y cuando me entrego
completamente a él, no quiero parar nunca.
Mis manos recorren su pecho, desesperadas por encontrar su piel
desnuda. Después de unos segundos, deslizo mis manos bajo su camisa y
rozo sus abdominales con las yemas de mis dedos. Todo su cuerpo se
estremece ante mi contacto.
—Mierda, Chelsea. ¿Qué me estás haciendo? —gime contra mis labios,
enviando una lujuria al rojo vivo por mis venas.
Sus manos se aferran a mi trasero, jalándome con más fuerza hacia él.
Su longitud se presiona contra mí y la tentación de tomar lo que ambos
necesitamos es casi insoportable.
Torturándonos a ambos, me pongo de pie de mala gana y me alejo de él.
Mientras mi corazón se acelera, lo recorro con la mirada. Tiene el
cabello despeinado, los ojos increíblemente oscuros, los labios hinchados y
el pecho agitado mientras intenta recuperar el aliento. Tiene un aspecto
increíble y me hace preguntarme cómo he conseguido rechazarlo tantas
veces.
—¿Chels? —pregunta, empezando a sentir pánico de que esté a punto
de echarlo y acabar con esto una vez más. Afortunadamente para él, no
podría estar más equivocado. No podría echarlo ahora, aunque quisiera.
—Me preguntaba —digo, deslizando la sudadera por mis brazos para
que caiga al suelo a mis pies. Él se sienta hacia delante, ansioso por
escuchar lo que tengo que decir a continuación.
Levanto mis manos hacia mi sostén y me lo quito por encima de la
cabeza lo más suavemente posible.
Shane baja los ojos y traga saliva mientras mira mis pechos hinchados.
—Si quisieras... —Meto mis pulgares en la cintura de mis pantalones de
yoga y mis panties y los empujo hacia abajo de mis muslos—. Nadar.
Antes de que tenga la oportunidad de responder, me doy la vuelta y me
zambullo en el agua tibia detrás de mí.
No tengo idea de cómo se desprende de la ropa tan rápido, aunque
todavía estoy bajo el agua cuando siento que se une a mí.
Justo cuando salgo a la superficie, sus brazos me rodean por la cintura y
me atrae hacia su cuerpo duro y desnudo.
Al abrir los ojos, me encuentro con los suyos verdes, que me miran
fijamente.
—Hola —musito, con los nervios atacándome desde algún lugar.
Una amplia sonrisa se dibuja en su rostro.
—Hola.
Rodeo sus hombros con mis brazos y su cintura con mis piernas. Su
pene, ya duro, acaricia mi entrada y vuelve a despertar el deseo que me
recorría no hace mucho.
Nos retrocede hasta que mi espalda choca con la pared de la piscina.
Cuando deja caer la cabeza, bajo los párpados, preparándome para
reanudar nuestro beso previo, pero sus labios no encuentran los míos, sino
que rozan mi oreja.
—Creí que habíamos terminado con los juegos. —Un escalofrío me
recorre cuando su aliento me hace cosquillas en mi piel sensible.
—Juegos mentales, sí. —Respiro—. Juegos sexuales, me incluyo.
Gruñe en respuesta y su boca se aferra a mi cuello. Mi cabeza cae hacia
atrás, dándole todo el acceso que necesita. No continúa lo suficiente antes
de volver a hablar.
—Si vamos a hacer esto... —La sola idea de que esto sea algo hace que
mi estómago dé un vuelco—. Necesito que me prometas algo.
—¿Y qué es eso? —pregunto, jugando con el cabello en su nuca.
—Soy el único miembro del equipo que puede tocarte, mirarte, tenerte.
Me quieres a mí. Los dejas a todos ellos. —No es la demanda del siglo. Los
he usado a lo largo de los años, al igual que ellos a mí. Jake fue el único con
el que pensé que quería más. No jugar con ellos no es exactamente una
dificultad, especialmente si puedo tener a Shane.
Agarrándole con más fuerza el cabello, le saco la cabeza del hueco de
mi cuello para poder mirarlo a los ojos. Para que pueda ver la honestidad de
mis palabras.
—No los quiero a ellos. Nunca los he querido.
Sus ojos miran entre los míos mientras piensa en mis palabras.
—Entonces, ¿qué quieres? —Su voz se quiebra ligeramente mientras
los nervios se apoderan de él.
—A ti.
—Demonios.
Sus labios vuelven a encontrar los míos mientras me aprieta más contra
la pared. Su beso es doloroso, pero quiero más. Nuestros dientes chocan
mientras nuestras lenguas se baten en duelo, intentando desesperadamente
saciarnos el uno al otro, aunque ambos sabemos que nunca lo lograremos.
Me levanta antes de alinear su pene con mi entrada.
—¿Está bien? —murmura contra mis labios antes de empujar dentro.
—Sí, Shane. Siempre.
Me encanta que sea tan dulce como para preguntar. Que no solo tome
como tantos otros. Él debe saber que ya es mi dueño. Puede tomar
exactamente lo que quiere y yo lo encontraré movimiento por movimiento.
—¡Mieeerdaa! —gruñe mientras me abre aun más.
—¡Oh, Dios!
El agua nos golpea mientras nos movemos juntos. Sus manos se aferran
a mi trasero de forma casi dolorosa mientras se introduce en mí, tomando lo
que necesita y dándome exactamente lo que estoy deseando.
Buscando mis labios, su lengua se sumerge en mi boca, imitando lo que
ocurre bajo el agua mientras mi cuerpo empieza a correr hacia la meta. No
quiero que esto termine. Esta conexión, quiero sentirla para siempre.
—Te sientes tan bien, nena.
—Sí —gimo mientras él me roza el cuello con sus labios.
—Tan apretada, tan caliente, tan perfecta.
Una de sus manos abandona mi trasero para recorrer mi cuerpo. Aprieta
cada pecho, pellizcando cada pezón y enviando ondas de placer a través de
mí. Luego me roza con las yemas de los dedos el estómago hasta encontrar
mi clítoris.
—Oh, mierda —gimo, mis ojos se cierran mientras el placer explota
dentro de mí.
—Mírame, Chelsea. No te escondas. No huyas.
Hago lo que me pide y mis ojos se abren de golpe. Es la primera vez
que acepto que él es tan vulnerable como yo en este momento. Ha expuesto
lo que siente, lo que quiere, y al igual que yo, le aterra que lo rechace.
Maldición, lo que he estado haciendo desde que volví. Alejándome
continuamente, o echándolo como si no me importara.
Admitir que lo quiero, que lo que tenemos aquí significa algo para mí,
me aterra. ¿Y si le digo la verdad y se aleja de mí? ¿De nosotros? La sola
idea hace que se me forme un nudo en la garganta.
La gente siempre me abandona. Me dejan. ¿Por qué debería creer que él
sería diferente? Las únicas personas que se han quedado son Honey y Derek
e incluso todos estos años después, no tengo idea de por qué me eligieron a
mí.
—Demonios, Chelsea, maldición. —La voz baja y ronca de Shane me
saca de mi batalla interior y me devuelve al aquí y ahora. Me mira
fijamente, sus ojos me dicen más que sus labios y solo puedo esperar que
los míos hagan lo mismo. Que pueda leer todo lo que me aterra expresar
con palabras.
—Vente, Chelsea. —Mientras lo dice, me pellizca el clítoris y empuja
más arriba.
—¡Oh, diablos! —grito menos de dos segundos después, siguiendo su
orden.
Solo veo su sonrisa de satisfacción antes de que no tenga más remedio
que cerrar los ojos de golpe y montar las olas de placer.
Shane empuja tres veces más antes de que su agarre en mis caderas se
vuelva casi doloroso mientras todo su cuerpo se detiene. Un gemido de
placer retumba en su garganta a la par que su pene se agita violentamente
dentro de mí.
Sus brazos me rodean y me sujeta con fuerza, nuestros pechos
aplastados mientras luchamos por controlar nuestros corazones acelerados.
Tras largos minutos de silencio, con mi oreja pegada a su pecho
escuchando el estruendo de su corazón, me suelta ligeramente.
A regañadientes, aparto la cara y lo miro.
La realidad me hace caer en cuenta de que esto terminó. Cada vez que
hemos estado juntos, las cosas han ido muy mal a partir de este momento.
Mordiendo el interior de mi mejilla, me arriesgo a mirarlo. Sus ojos son
suaves, llenos de algo que no estoy acostumbrada a ver en los chicos con
los que he estado antes.
Extiende su mano y me quita un mechón de cabello mojado de la
mejilla y lo coloca detrás de mi oreja.
—Deja de esperar a que algo salga mal —murmura.
—Pero... siempre pasa.
—Hoy no. Hoy, simplemente disfrutamos. —Se inclina hacia adelante y
roza sus labios con los míos—. Sin juegos, sin tonterías. Solo... nosotros.
Una sonrisa se dibuja en mis labios.
—¿Sí? —pregunto, con la esperanza de que al menos podamos
intentarlo.
—Sí. Si me quieres. —Esa pequeña parte vulnerable que vi antes vuelve
a aparecer en sus ojos.
Acariciando su mejilla con mi mano, suspiro cuando se inclina hacia mi
contacto.
—Sí, te quiero.
—Perfecto —responde antes de dejar caer sus manos a mi cintura,
asustándome cuando me levanta y me lanza a la piscina. Chillo antes de
sumergirme, pero no puedo evitar reírme una vez que vuelvo a subir.
Hacía demasiado tiempo que no me olvidaba de todo y me divertía.
Con mi pasado y mis malas decisiones agobiándome, es fácil olvidar
que solo tengo dieciocho años y que puedo disfrutar esto.
Jugamos en la piscina durante mucho tiempo. Nuestras manos apenas
dejan de tocar nuestros cuerpos mientras disfrutamos y nos reímos como si
no tuviéramos preocupaciones en el mundo. Es increíble y, aunque no
vamos más allá de unos cuantos toqueteos traviesos y alguno que otro beso,
estoy desesperada por que me atraiga hacia él una vez más para poder
consumirme. Sin embargo, nunca lo hace. Sé que no es porque no quiera.
Ha estado excitado casi desde que salió de mí hace rato, pero no ha hecho
ningún movimiento para tomarme de nuevo.
—Probablemente deberíamos salir —comento cuando nuestro chapoteo
se detiene. Levanto las manos por encima del agua e inspecciono las puntas
arrugadas de mis dedos.
—Sí, probablemente tengas razón. Tengo hambre —agrega,
acorralándome en la esquina.
—B… bien, podemos ducharnos y pedir comida.
—¿Comida? Hmmm... —murmura en el pliegue de mi cuello—. No
estaba hablando de comida.
Calor inunda mi cuerpo cuando su frente me aprieta, su pene empujando
contra mi estómago.
—Entonces definitivamente tenemos que salir para que puedas
conseguir lo que necesitas.
Sus manos se deslizan por los costados de mi cuerpo antes de pasar por
debajo de mis brazos y levantarme fuera del agua como si no pesara más
que una pluma.
El agua corre por mi cuerpo desnudo mientras sus ojos siguen su
movimiento.
El aire fresco y su mirada hacen que mis pezones se endurezcan.
—Oh sí, definitivamente estoy hambriento.
Sintiéndome descarada bajo su atención, separo las rodillas. Sus ojos se
dirigen inmediatamente a mi centro y se lame el labio inferior. Mis
músculos se contraen al recordar exactamente como se siente su lengua
contra mí.
Se inclina hacia adelante. Mis dedos se hunden en su cabello,
deteniendo su movimiento.
—¿Shane?
—Recuéstate —me exige, jalando mis piernas para que mi trasero se
deslice hacia el borde de la piscina.
Miro alrededor a las casas que nos rodean. Ninguna de ellas da
directamente a nuestro patio trasero, no obstante, eso no significa que no
puedan ver lo que está pasando ahora.
—¿Chels? —Sigue mi mirada—. ¿Crees que se exciten al ver el
espectáculo?
Mis ojos se abren de par en par ante sus palabras. Creí que conocía el
tipo de hombre que era Shane. Parece que estaba muy equivocada. Puede
que no sea un perro como la mayoría de sus compañeros, pero ¡maldita sea!
Su confianza en sí mismo es ardiente.
—¿Shane? —repito, mi cabeza dando vueltas por la lujuria, incapaz de
pensar con claridad.
¿Quiero que me coma aquí mismo para que todo el mundo vea cómo me
posee? Sí, maldita sea.
Haciendo lo que me dice, me recuesto apoyándome en mis codos.
Apoyando los talones en el borde de la piscina, observo cómo se dilatan sus
pupilas mientras me mira fijamente.
—Creí que habías dicho que nada de juegos —bromeo—.
Definitivamente parece que estás jugando conmigo en este momento.
Mis palabras interrumpen su aturdimiento y sus ojos vuelven a los míos.
—No me molestan tanto estos juegos.
Sin perder un segundo más, se lanza hacia mí.
Vuelvo a tumbarme, mi espalda se arquea contra los duros azulejos que
hay debajo de mí, los omóplatos me duelen mientras me retuerzo, pero me
importa un carajo. Shane lame, chupa y me vuelve jodidamente loca con
sus dedos, que me acarician la entrada.
Cualquier pensamiento de vecinos entrometidos se evapora de mi mente
mientras me concentro en lo que le está haciendo a mi cuerpo.
—¡Shane, Shane, Shane! —grito de placer cuando me lleva al límite.
Mis dedos encuentran su cabello y lo mantengo en su lugar hasta que he
superado los últimos segundos de mi orgasmo—. ¡Maldita sea! —Jadeo
cuando finalmente lo suelto y se aparta de mí.
Sigo recostada en los azulejos, hecha un desastre, cuando él salta de la
piscina y se coloca sobre mí. El agua gotea de su cuerpo y salpica el mío, ya
casi seco.
—Vamos —dice, extendiéndome su mano—. Creo que ya les dimos
gusto a tus vecinos por hoy. Dejaré para otro momento cogerte sobre la
mesa.
A pesar de que acaba de hacer que me venga, mis muslos se contraen
cuando la imagen de él penetrándome por detrás invade mi mente.
Antes de decirle que eso es exactamente lo que va a pasar, levanto la
mano y le permito que me ponga de pie.
—¿Ducha? —cuestiono, poniéndome tan cerca que mis pechos rozan
los suyos.
—Me parece perfecto. Tienes un aspecto muy sucio.
Inclino la cabeza hacia un lado y lo miro a través de las pestañas.
—¿Qué? —me pregunta.
—¿Dónde se metió el chico dulce y tímido?
Se ríe.
—Es que no estabas buscando en los lugares adecuados, nena.
—Eso parece —murmuro mientras me arrastra tras él hacia la casa de la
piscina.
—Solo porque no siempre actúo como ellos —explica, y asumo que se
refiere a sus compañeros de equipo—. No significa que no quiera las
mismas cosas.
—¿Yo de rodillas?
Los músculos de sus hombros se tensan mientras sigue arrastrándome
por la sala y luego por la habitación. No se detiene hasta que estamos en la
ducha, y entonces me hace girar y me apoya contra la pared. Toma mi
barbilla con los dedos y baja la cara hasta que su nariz casi roza la mía. Sus
ojos son duros, como los de la noche anterior, y no se parecen en nada a los
del tipo despreocupado y divertido con el que he pasado las últimas horas.
—No lo hagas. No vuelvas a compararme con ellos de esa manera. No
te quiero solo para follarte. Y realmente preferiría no tener el recordatorio
constante de que ellos sí lo han hecho.
—Shane, eso no es...
—Eres mía, pero todos ellos te tuvieron primero. Me dan ganas de
matar a cada uno de ellos.
Tomo sus puños cerrados en mis manos y los llevo a mis labios. Lo
miro a los ojos, esperando que pueda leer la verdad en ellos.
—La mayoría de ellos están mintiendo, Shane —susurro. Su mandíbula
se desencaja y sus ojos permanecen enfadados y duros—. Shane —repito,
sabiendo que no escuchó nada de lo que acabo de decir. Le paso la mano
por el cuello y rozo con el pulgar la línea de su mandíbula —. No he tocado
a la mayoría de ellos. Están presumiendo para parecer muy machos. Te
prometo que no es tan malo como parece.
Parpadea un par de veces, aunque no se relaja, y me preocupa por un
segundo que mi estúpido comentario haya arruinado esto y que esté a punto
de darse cuenta de su error y marcharse.
Puede que lo haya obligado a hacerlo en el pasado, sin embargo, ahora
que me he permitido en cierto modo creer que podría haber algo entre
nosotros, me mataría ver cómo me da la espalda, a nosotros.
—Espero que tengas razón, carajo. —No tengo la oportunidad de
responder porque mientras lo dice, extiende la mano y abre la ducha. Los
dos recibimos un chorro de agua helada durante unos segundos antes de que
empiece a calentarse.
Abro la boca para decir algo más, aunque no estoy segura de qué
exactamente, no obstante, no tengo la oportunidad porque en el momento en
que mis labios se separan, su lengua se adentra en ellos.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
SHANE

T an solo pensar en lo que podría haber hecho con los tipos con los que
me veo obligado a pasar el tiempo, hace que la ira corra por mis venas.
Puede decirme que es una mierda por su parte todo lo que quiera.
Demonios, le creo. Sé que son unos fanfarrones y unos mentirosos, lo
experimento a diario. Aun así, no hace mucho por quitarme de la cabeza las
imágenes que no necesito.
Quiero que sea mía y solo mía. Odio que otros hayan experimentado
esto. A ella.
—Deja de pensar demasiado —me advierte, con sus manos cubiertas de
jabón rozando mis abdominales y acercándose peligrosamente a donde
realmente las necesito—. Deja de preocuparte por lo que ya está hecho. No
podemos cambiar el pasado, Shane. Lo sé mejor que nadie.
Me mira, sus ojos oscuros abiertos y honestos de una manera que no
estoy seguro de haber visto antes.
—¿Por qué lo hiciste, Chels? ¿Por qué lastimaste a todos?
—Fue una estupidez —responde, agachando la cabeza, demasiado
avergonzada de sus actos como para sostenerme la mirada.
—Explícamelo. Por favor. Ayúdame a entender.
Exhala un suspiro mientras considera sus palabras.
—Tú conoces mi pasado, Shane. Fue... malo. Yo era un estorbo, esta
personita no deseada y no amada que solo estorbaba. No servía de nada,
bueno, no hasta que crecí un poco, no es que eso impidiera que algunos de
los chicos me miraran con lascivia... —Un escalofrío recorre su espalda al
recordar.
La rodeo con mis brazos y la acerco con la esperanza de que le ayude a
sentir lo contrario de las cosas que acaba de describir.
—Siempre he deseado ser querida —dice en voz tan baja que casi creo
que lo imaginé—. Sé que tuve a Honey y a Derek, pero ellos no me
eligieron, no realmente. No tuvieron más remedio que acogerme cuando
aparecí por primera vez en su puerta.
»Durante años he observado a todo el mundo encontrar a su mejor
amigo. Esa persona con la que pueden tener una conversación sin siquiera
decir palabras. He visto a los que me rodean enamorarse. Y yo siempre me
he sentido sola. Estaba celosa. No voy a mentir, pensé que Jake era para mí.
Dos almas destrozadas que podrían arreglarse mutuamente o una tontería
así. Entonces apareció Amalie y destrozó todo en lo que creía. Él la quería,
tú la querías. Entonces Mason y Camila arreglaron sus problemas, y uno
tras otro vi cómo todos encontraban lo que yo tanto deseaba. Arremetí.
Estaba celosa y ahogándome en la felicidad de los demás. No tengo ninguna
excusa real porque fue algo jodidamente estúpido. Fue equivocado,
inmaduro, innecesario, egoísta, la lista continúa. Nunca me lo perdonaré.
Hasta el día de hoy no estoy segura de lo que intentaba conseguir, aparte de
evitar que todo el mundo fuera tan feliz y siguiera adelante con sus vidas
mientras yo parecía estar siempre atascada en la miseria. Estaba tan
jodidamente sola, Shane. Tan harta de todo. De fingir, de intentar ser la
persona que tenía que gustarle a todo el mundo. Todo era una puta mierda.
Los dos nos quedamos en silencio durante un rato antes de que ella
vuelva a hablar.
—Nunca me propuse hacerte daño ni hacer que pareciera que fuiste tú.
Sin embargo, una vez que todo el mundo lo asumió, no podía gritar a los
cuatro vientos que había sido yo. Bueno, supongo que podría haberlo
hecho, pero... —suspira—. Lo siento mucho. Lo siento muchísimo. De
alguna manera, tengo la intención de compensar a los demás también. No sé
cómo; solo espero que se me ocurra algo.
—Estoy bastante seguro de que solo tienes que decir las palabras, Chels.
Tomando su mejilla en mi mano, muevo su cabeza para que no tenga
más remedio que mirarme. Sus ojos están llenos de lágrimas, aunque no
tengo idea de si algunas han caído por el agua que cae sobre nosotros.
—Lo siento —susurra, con la voz entrecortada—. Hay tantas cosas que
haría de forma diferente si pudiera volver atrás.
—No puedes. Tienes que aceptarlo por lo que fue y seguir adelante.
Todos lo hicimos.
Ella asiente la cabeza con tristeza.
Se hace el silencio entre nosotros una vez más mientras sus palabras de
hace unos momentos dan vueltas en mi cabeza.
—¿Qué pasa con el equipo de porristas? —pregunto.
—¿Qué pasa con ellas? —Su ceño se arruga en señal de confusión.
—Creí que eran tus amigas.
—¿Como el equipo de fútbol americano son tus amigos?
—Pero...
—Mi equipo es mi equipo —dice, interrumpiéndome—. Hace tiempo
que decidí que las animadoras iban a ser mi vida. Me encanta. Lo vivo.
Llegar a ser la capitana nunca fue una cuestión para mí. Lo llevo en la
sangre. Esas chicas no se juntan conmigo porque les agrade, porque seamos
amigas, lo hacen porque tienen que hacerlo. Soy su líder, la razón por la que
están en ese equipo, la razón por la que tienen la posición en la escuela que
tienen. No son mis amigas —repite—. Solo mira lo rápido que me dieron la
espalda cuando la jodí. Los verdaderos amigos no hacen eso. Deberían estar
ahí por mucho que la jodas, aunque se enojen. C… como tú —susurra—.
Las únicas personas con las que he tenido algún tipo de amistad real son
Luca y Ethan. Ambos ven por debajo de la actuación, me ven a mí, no solo
a la perra animadora que todos ven.
—Así que tú y Ethan, nunca...
Sus labios se curvan con disgusto antes de reírse.
—Nunca. Es algo así como mi hermano. Luca también.
—¿Y yo? —indago, pasando mi pulgar por su labio inferior y
acercándome.
—No eres como un hermano —dice con una sonrisa de satisfacción.
—Gracias a Dios por eso —musito riendo.
La tensión crece entre nosotros, pero no nos decimos nada mientras
seguimos mirándonos fijamente.
Los labios de Chelsea se abren, aunque no dice nada durante mucho
tiempo.
—C… creo que tú podrías ser lo que estaba buscando durante todo este
tiempo. —Sus ojos se abren de par en par en cuanto se da cuenta de que lo
dijo en voz alta.
—¿Es eso cierto? —Me acerco a ella y la empujo contra la fría pared de
azulejos.
—No estoy segura, puede que tengas que mostrarme otra vez.

No tengo idea de qué hora es cuando salimos de su baño, pero sí sé que


tengo hambre, y esta vez de comida de verdad.
—¿A dónde vas? —pregunta sorprendida cuando me dirijo a la puerta
de su casa de la piscina, desnudo.
—Bueno, no iba a volver caminando a casa así, si eso es lo que te
preocupa.
—Bien. No eres el único que puede reclamar la propiedad, ¿sabes? —
Sus ojos recorren mi cuerpo, reclamando su derecho.
—Todo tuyo, nena.
Solo me voy unos segundos mientras tomo mi ropa abandonada, y
cuando vuelvo, lo que encuentro es casi tan bueno como que ella siga
desnuda.
Está de pie junto a su refrigerador con la camiseta que dejé la noche que
me echó.
—Espero que no haya nada debajo de eso.
—Tendrás que averiguarlo tú mismo —insinúa, volteando hacia mí con
dos refrescos en la mano—. ¿Qué quieres comer?
—Lo que sea. Soy fácil.
—Seguro que lo eres. —Me guiña un ojo.
—Ser corrompido por la mayor de las zorras animadoras. Debo decir
que tiene sus ventajas. —Un breve destello de dolor parpadea en sus ojos y
me siento mal por haber bromeado sobre ello. Me acerco y tomo su mano
entre las mías—. Oye, no quise decir...
—No pasa nada. ¿Comida china? —pregunta, tomando su teléfono y
abriéndolo para cambiar de tema.
—Claro, me parece perfecto.
Pasamos unos minutos debatiendo sobre los platillos antes de que ella
haga el pedido y nos dejemos caer en su sofá.
Enciende la televisión y abre Netflix.
—¿Alguna preferencia?
—No, lo que tú quieras.
Se abren sus programas recomendados y no puedo evitar reírme.
—¿Qué?
—Eres toda una chica. —Observo la serie de animadoras que tiene a
medias y todas las películas de chicas y romances que llenan la pantalla.
—Sí, ¿y?
—Esperaba que estuviera lleno de thrillers psicológicos y documentales
sobre crímenes.
—Maldita sea, Shane. No soy una psicópata total. Tengo un... lado más
suave.
—Lo sé, lo sé. Solo estoy bromeando. Y resulta que me gusta meterme
debajo de tu dura coraza exterior.
—¿Ah sí?
Le rodeo el hombro con mi brazo una vez que ha elegido una serie para
ver de la que nunca he oído hablar y se acurruca a mi lado.
Es jodidamente cómodo.
—Te creo, ¿sabes? —le digo después de unos momentos de silencio
mientras suena la canción del programa—. Si dices que no es lo que parece,
entonces te creo. Esos tipos pueden ser unos auténticos imbéciles.
—Lo pueden ser. Lo que me lleva a mi pregunta —dice, mirándome—.
¿Por qué de repente te juntas con ellos? Antes te mantenías lo más lejos
posible del equipo, no obstante, desde que regresé parece que siempre estás
con ellos.
—Hmm... no fue por elección, pensé que podría encontrar la
información que necesitaba de uno de ellos.
—¿Información? ¿Qué podrías necesitar de ellos?
—Pensé que podrían saber a dónde fuiste.
Su barbilla cae.
—¿M… me estabas buscando?
—Simplemente desapareciste. Todavía estaba desesperado por que se
repitiera lo de aquella noche y entonces todo estalló y te fuiste. No sabía
qué pensar. Quería gritarte por lo que habías hecho, quería herirte por
hacerme cargar con la culpa, pero, sobre todo, solo te quería a ti. Quería
saber que estabas bien, que estabas a salvo.
»Mamá se negó a decirme a dónde habías ido a pesar de que yo sabía
que ella tenía esa información. No tenía idea de si habías huido o qué.
—Me enviaron —admite—. Ya había metido la pata demasiadas veces y
cuando llegué a casa esa noche y se lo confesé a mis padres llamaron y me
reservaron un lugar en el centro. Me habían amenazado una y otra vez,
aunque no pensé que lo harían. Hacía años que no estaba allí, estaba más
que feliz de no volver nunca. Sin embargo, mirando ahora hacia atrás, creo
que fue lo mejor que pudieron hacer. Necesitaba ese tiempo. Necesitaba el
espacio para descubrir quién era y qué quería realmente.
—¿Qué hiciste allí? ¿Cómo es?
—Es básicamente un hogar comunitario que tiene maestros y consejeros
en el lugar para trabajar con todos los chicos. Es uno de los mejores lugares
para acabar cuando no tienes hogar, eso es seguro. Hacía las tareas de la
escuela todas las mañanas, sesiones de terapia y ejercicio por las tardes. Era
reglamentado y estructurado, todo lo que necesitaba para ordenar mi
cabeza.
—¿Hablaste con alguien de casa? —pregunto, pensando en lo solitario
que suena eso.
—Mis padres llamaban regularmente, y Ethan me mandó un par de
mensajes. Necesitaba el espacio.
La atraigo más hacia mi cuerpo.
—Me alegro de que haya ayudado. Sin embargo, me alegro aún más de
que hayas vuelto.
—Me dio perspectiva. Me ayudó a descubrir lo que quiero.
—¿Y qué es lo que quieres?
Deja escapar un suspiro y se queda en silencio durante tanto tiempo que
no estoy seguro de que vaya a responderme.
—Quiero enfocarme en mi futuro. Quiero forjar relaciones profundas y
si eso significa que me distancie del equipo de animadoras y del equipo de
fútbol americano, que así sea. Estoy harta de hacerme sentir miserable
tratando de ser lo que los demás esperan de mí.
—Pero, ¿qué pasará con la universidad? Si abandonas el equipo,
entonces... —Me detengo, no necesita que se lo explique.
—Que pase lo que tenga que pasar.
Su teléfono vibra sobre la mesita, avisando que la cena ha llegado.
Se levanta de un salto y se dirige a la puerta.
—No puedes ir así —le digo, saltando detrás de ella.
—Entonces tú puedes abrir la puerta. Vamos.
Nos abrimos paso a través de su casa. Ella se hace un poco a un lado
mientras yo abro la puerta para tomar nuestra comida.
Estoy a punto de cerrarla detrás del chico cuando sus dedos envuelven
la madera y se asoma al exterior.
—¿Qué pasa? —cuestiono, mirando en la misma dirección que ella.
—¿Reconoces esa camioneta? —me pregunta, señalando una camioneta
negra que está parada al final de su entrada.
—No, ¿por qué?
Me hace un gesto y cierra la puerta cuando intento ver quién está en el
asiento del conductor.
—Estoy segura de que no es nada. Solo la he visto unas cuantas veces.
Probablemente esté esperando a un vecino o algo así.
Llevamos la comida de vuelta a su casa de la piscina, ponemos todos los
recipientes en la mesa de centro y nos sentamos en el suelo a comer.
Pasamos la noche más increíblemente relajada, comiendo, charlando y
viendo sus programas de chicas. Ambos nos alejamos de las conversaciones
difíciles que rozamos anteriormente. Chelsea tenía razón cuando habló de
dejar el pasado donde estaba. Era hora de empezar de nuevo para ambos.
Apenas se ha puesto el sol cuando miro hacia abajo y encuentro a
Chelsea dormida. Con la mayor suavidad posible, me muevo y la tomo en
mis brazos. La llevo hasta la habitación y retiro la sábana antes de dejarla
caer y acostarme detrás de ella.
Suspira y vuelve a apretar su trasero contra mi entrepierna mientras se
acomoda.
Me quedo acostado durante mucho tiempo con ella en mis brazos,
pensando en todas las cosas que me contó hoy e intentando imaginar cómo
fue su vida anterior. Al final, me quedo dormido con ella y juro por Dios
que nunca he dormido mejor en mi vida.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CHELSEA

E n cuanto me despierto, una sonrisa se dibuja en mis labios.


Suspirando con satisfacción, agarro con más fuerza la cintura de
Shane y me acurruco más.
—Buenos días —susurra antes de presionar sus labios contra la parte
superior de mi cabeza.
Sin poder resistirme a mirarlo, inclino la cabeza hacia arriba. Tiene el
cabello despeinado y una marca de almohada en la mejilla. Estoy segura de
que nunca ha tenido mejor aspecto.
—Hola.
—¿Por qué pareces tan sorprendida de verme? —pregunta, sus ojos
rebotando entre los míos.
—Pensé que habías cambiado de opinión y te habías escabullido a mitad
de la noche —admito.
—Estás bromeando, ¿verdad? ¿Por qué iba a irme cuando puedo estar
acurrucado contigo?
—Muchas razones —digo, apartando la mirada de sus ojos gentiles.
—Chels —me advierte.
—Lo siento, me... me costará un poco acostumbrarme a esto. Nadie
suele querer quedarse tanto tiempo.
—Eso es porque no has permitido que te conozcan.
Pienso en sus palabras. Son ciertas. Durante los últimos... bueno, desde
siempre, he actuado. He fingido ser exactamente lo que creía que todos
querían de mí, y he mantenido a todos a distancia.
—¿Qué quieres hacer hoy? —cuestiono, queriendo alejar la
conversación de mí.
—Me vendría bien hacer ejercicio esta mañana.
—¿Por qué? ¿No hiciste suficiente ejercicio ayer? —rebato con un
guiño.
Sus ojos se oscurecen ante mí y mi centro se aprieta de necesidad.
Se acerca y me coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Podría pasar otro día haciendo ese tipo de ejercicio. —Una sonrisa de
satisfacción se dibuja en sus labios—. Después de un entrenamiento de
verdad. Solo porque la temporada haya terminado, no significa que pueda
perder la forma.
Empujando las sábanas hacia abajo para exponer sus abdominales, paso
mi dedo por ellos y sonrío cuando su cuerpo se estremece bajo mi tacto.
—A mí me parece bastante impresionante.
—¿Ah sí? No estoy seguro de que mi aspecto me ayude de alguna
manera en el fútbol americano universitario.
—Si el entrenador fuera una mujer, podría.
—Y estarías de acuerdo con eso, ¿verdad? Yo mostrando mis atributos
para conseguir mi lugar.
—Hmm... pensándolo bien.
—Exactamente.
—¿Puedo ir a entrenar contigo?
—¿Crees que puedas seguirme el ritmo? —pregunta burlonamente.
—Animar es un deporte, ¿sabes? Ejercito muchas horas para estar en
plena forma.
—¿Tantas horas como nosotros?
Apoyándome en mi codo, lo miro fijamente.
—Supongo que estamos a punto de averiguarlo.
No sé por qué lo estoy provocando. Estoy segura de que podría correr
más que yo cualquier día de la semana, pero no soy de las que se echan
atrás ante un desafío.
—Eso parece.
Se desliza por debajo de mí y se sienta en el borde de la cama.
—¡Oye! —me quejo, rodando sobre mi estómago.
De pie, se voltea y me quita las sábanas.
—No vas a ganar con pere... mierda, creo que cambié de opinión.
Me miro a mí misma. Su camiseta está subida a mi cintura, dejando al
descubierto mi trasero desnudo.
—¿Ah sí? ¿Por qué? —indago inocentemente, girando sobre mi espalda
y separando ligeramente las rodillas.
Shane se aclara la garganta mientras me observa fijamente, con su pene
intentando liberarse de sus bóxers.
—Tú solo llevando puesta mi camiseta con mi número. Maldición.
¿Sabes cuántas veces he fantaseado con esto?
—No. Aunque creo que deberías contármelo todo. —Levantando mi
mano, recorro con la punta del dedo mi muslo—. ¿Estaba así? —Él observa
mi movimiento, con los labios entreabiertos y el pecho agitado.
—Demonios, Chels.
—¿Estaba totalmente desnuda debajo? —Separo más las piernas y
engancho mi dedo bajo la camiseta para que pueda ver por debajo. Mis
pezones se endurecen y el calor inunda mi interior, mis propias palabras y
su mirada son suficientes para excitarme.
Deslizando una mano por mi vientre, hago un espectáculo pellizcando
mis propios pezones y gimiendo de placer. Es exagerado, pero no puedo
negar que están mucho más sensibles desde... no. Lo bloqueo. El
sentimiento de culpa me golpea con fuerza por ocultarle este pequeño, o
más bien, enorme secreto. Se merece saberlo, pero pasar este tiempo juntos,
conociéndonos, no quiero que se acabe y sé que eso es lo que pasará cuando
admita la verdad.
Solo necesito esto ahora mismo. Lo necesito y soy demasiado egoísta en
este momento para dejarlo.
—Sí. —Su voz es baja y ronca, es exactamente lo que necesito para
ayudar a alejar esos pensamientos y concentrarme en el momento.
—¿Y me toqué así? —Volviendo a pasar la mano por mi estómago, me
separo descaradamente y paso mis dedos por mi clítoris.
Arqueo mi espalda y gimo, sin dejar de mirarlo, fascinada por la forma
en que palpita el músculo de su cuello.
—Mmm...
—¿Te excitaste pensando en esto?
—¿Qué crees, maldición? —dice antes de lanzarse hacia adelante y
arrancarme la mano de encima y sustituirla por su lengua.
—¡Oh, diablos, Shane! —grito, mi espalda se arquea de verdad esta vez
mientras el placer me recorre.
Antes de que salgamos de la casa de la piscina para embarcarnos en nuestra
sesión de entrenamiento matutina, ya siento que he corrido unas cuantas
millas. Mis rodillas se sienten un poco débiles y mis músculos duelen por
nuestra actividad anterior.
—¿Dejamos mi auto en casa y corremos por la playa? —me pregunta
Shane mientras sale de la entrada de mi casa. El auto de mamá ya no está,
aunque eso no es una sorpresa. Probablemente ella y Maddie se reunieron
para una sesión de yoga matutina. Seguro que están ocupadas chismeando
sobre el hecho de que Shane vino a verme de sorpresa ayer por la tarde.
—Sí, suena perfecto —respondo, mirando a mi alrededor en busca de la
camioneta, y afortunadamente no se ve por ninguna parte.
—¿Estás bien? —cuestiona, obviamente notando que no estoy
realmente con él.
—Sí, sí, estoy bien.
—Si te preocupa no poder seguirme el ritmo, solo tienes que decirlo,
puedo ir con calma.
—Cállate. Correré en círculos a tu alrededor, Dunn.
—¿Ah sí?
—Solo espera y verás.
La calzada de su casa está igual de vacía que la mía, confirmando mi
sospecha de que nuestras madres están juntas.
—Me cambiaré y luego podemos salir por la parte de atrás.
—Claro.
Lo sigo por su casa, solo que una vez antes lo he seguido hacia su
habitación. Aquella noche. La noche en que todo esto empezó y selló
nuestro destino. Mi mano sube para apoyarse en mi vientre.
Solo quería un poco de diversión. Estaba aburrida, sola y enojada
porque Tasha me había dejado sola para ligar. Atormentar a Camila había
sido un error, al igual que acostarme con Shane, dirán algunos. Sin
embargo, difícilmente puedo arrepentirme ahora. Estoy segura de que esa
decisión puede ser la mejor de mi vida. No importa lo que pase cuando le
cuente lo que creamos esa noche. No me arrepiento. La emoción y
anticipación se arremolinan en mi estómago mientras pienso en lo que nos
depararán los próximos meses.
—No pensé que me invitarías a volver aquí —digo mientras tomo
asiento en el extremo de su cama.
—En primer lugar, no pensé que estarías aquí.
—Puedo entenderlo.
—Aquella noche me dejaste boquiabierto, ¿lo sabías? —pregunta
mientras saca algo de ropa de un cajón y va a cambiarse.
—¿Ah sí? Tú tampoco estuviste tan mal.
—Vaya, gracias por el elogioso informe.
—Estoy bromeando. Estuviste increíble. Me sorprendió. Habría
apostado a que eras virgen —bromeo, no obstante, me detengo cuando se
queda quieto y me mira por encima del hombro.
—Lo era —admite, haciendo que mi barbilla caiga.
—No me digas que lo eras. Sabías exactamente lo que estabas haciendo
—expreso como si fuera una experta esa noche. Solo había estado con Jake
antes de él, y eso fue poco memorable en el mejor de los casos. Tenía
muchas esperanzas puestas en mi primera vez y cuando tuve la oportunidad
de que fuera con Jake, pensé que todos mis sueños se hacían realidad.
Bueno, una borrachera y una dolorosa experiencia no era exactamente de lo
que estaban hechas mis fantasías.
Observo cómo se pone una camisa limpia sobre la cabeza.
—No estoy mintiendo, Chels. Tú fuiste mi primera vez.
—Bueno, mierda. —«Y qué primera vez fue»—. Bueno, a tu ego
masculino le gustará saber que no tenía idea.
—No fue exactamente duro.
—Creo que descubriste que sí estaba duro —reviro con un guiño.
Se ríe entre dientes.
—¿Qué carajo voy a hacer contigo? —Se acerca a la cama y me toma
mi mano.
Me pongo de pie en cuanto jala de ella y nuestros pechos se rozan.
—¿Así que estuve a la altura de los tipos de tu pasado? —me susurra al
oído.
—Shane —pronuncio con un suspiro—. Te dije que no fue así. No soy
así.
—No intentarás decirme que tú también eras virgen, ¿verdad?
—Um... no. Aunque tengo menos experiencia de la que crees.
Se aparta y me mira a los ojos. Me estudia un momento y espero que me
pida explicaciones, pero no lo hace. En su lugar, acerca sus labios a los
míos para darles un breve beso antes de sacarme de la habitación.
Nos dirigimos al final de su patio y salimos a un callejón que nos lleva a
la playa.
Calentamos en la arena seca antes de comenzar.
El sol nos ilumina y brilla sobre el mar en calma a nuestro lado. La
playa está casi vacía porque todavía hace un poco de frío a pesar del
resplandeciente sol de la mañana.
Respiro una bocanada de aire fresco del mar y sonrío. Realmente
necesitaba esto.
Cuando descubrí que estaba embarazada, investigué mucho sobre lo que
podía y no podía hacer. Me aterrorizaba la idea de perder el escape que
obtenía cuando hacía ejercicio y de tener que renunciar a todas mis comidas
favoritas. No tenía idea de lo que implicaba el crecimiento de una persona
dentro de mí, y me alivió leer que podía seguir con normalidad, al menos
por ahora.
Mi corazón late con fuerza mientras mis músculos arden.
Shane corre a mi lado, y cada cuantos segundos me mira para
asegurarse de que le sigo el ritmo.
Realmente me subestima. ¿Qué cree que hacía cuando no estaba
gritando órdenes al equipo o estaba de fiesta?
No sé cuánto tiempo corremos, pero finalmente Shane se detiene.
—¿Eso es todo lo que tienes, Dunn? —le pregunto mientras se dobla
por la cintura y coloca las manos sobre sus rodillas.
Me mira y una sonrisa se dibuja en su rostro mientras sacude la cabeza.
—¿Qué?
—Realmente estás llena de sorpresas, ¿verdad?
—Ya te lo dije. Animar es extremo, y yo hago ejercicio... duro.
—Ya veo.
Poniéndose de pie, se acerca a mí. Sus dedos se envuelven en mi cola de
caballo y tiran de ella para que no tenga más remedio que mirarlo.
Me observa fijamente, sus ojos verdes brillan con algo que no puedo
leer.
—Maldición, me gustas mucho —admite.
Parece nervioso cuando no respondo inmediatamente.
—Eso es bueno. —Levanta una ceja—. Porque tú también me gustas
mucho, maldita sea.
Sella sus labios sobre los míos y me besa hasta la saciedad en medio de
la playa.
—Consigan una maldita habitación —acusa una voz familiar.
—¡Demonios! —murmura Shane contra mis labios antes de presionar
su frente contra la mía—. Lo siento.
—Puedo manejar a estos chicos —digo, volteando para ver quiénes son
nuestros visitantes—. Buenos días, Zayn, Ethan. —No puedo evitar reírme
ante la cara de sorpresa de Ethan. Juego limpio por parte de Rae porque
claramente no compartió mi secreto con su chico como yo esperaba.
—¡Carajo!, debí saber que estabas ocupado con alguien cuando te
largaste ayer por la mañana —dice Zayn riendo—. Pensé que la habías
jodido el viernes por la noche, hombre.
—Hará falta algo más que un maldito reto estúpido para llegar a mí,
Zayn. Ya deberías saberlo.
Ethan se queda mudo mientras mira entre los dos como si no pudiera
creer lo que está viendo.
—Lo siento, pero ¿he entrado en la puta dimensión desconocida o algo
así? ¿Ustedes dos? —pregunta señalando entre nosotros—. ¿Tú y tú?
Shane se ríe mientras me atrae hacia su lado y rodea posesivamente mi
cintura con un brazo. Diablos, me encanta.
—Sí. —Shane asiente con la cabeza—. Nosotros dos.
—¡Maldita sea! Creí que lo más impactante que pasó este año era que le
entregara mis pelotas a Rae. Claramente, estaba equivocado. Shane Dunn y
Chelsea Fierce. Que me jodan —murmura para sí mismo, haciéndonos reír
a todos.
—Me alegro de que no hayas sido demasiado duro con él. Era un
maldito miserable sin ti, —dice Zayn, haciéndome muy feliz.
—Oh, ¿es eso cierto? —pregunto, mirando a Shane.
—¡Y tú tienes que cerrar la maldita boca! —brama, sin embargo, la
sonrisa de su cara contrarresta sus duras palabras. Realmente le importa un
carajo la burla de Zayn.
—Entonces, ¿cuándo ocurrió esto exactamente?
—Eh... —Empiezo, sin estar muy segura de cómo responder a eso.
—Clavó sus garras antes de irse y me dejó con ganas de más —
responde Shane.
—Y aquí todos creíamos que la odiabas.
—Sí, más o menos, aunque ella puede ser muy convincente.
Levanto la mano y le retuerzo el pezón, riendo cuando chilla como una
pequeña perra.
Cuando vuelvo a mirar a los chicos, Ethan asiente con la cabeza como si
estuviera comprendiendo algo.
—Ahora tiene sentido.
—¿Qué cosa?
—Ese hijo de puta comenzó a ser nuestro amigo después de que te
fuiste. Escarbando para conseguir información sobre ti. Supongo que
debería haberme dado cuenta.
—Si mal no recuerdo, estabas distraído —señala Shane.
—Es cierto. Saben que el resto de la escuela harán gran drama con esto,
¿verdad?
Una bola de terror se forma en mi estómago con solo pensarlo. No
obstante, no es por mí, sino por Shane. Él es el que va a estar en el extremo
de la mierda. Todos me odian. No van a entender por qué él no lo hace.
—Estará bien —añade con una confianza que realmente no siento.
—Bueno, los apoyaremos.
—Gracias, Ethan. De verdad te lo agradezco.
—Dime, ¿Rae sabía de esto?
—Um...
—Ella está en muchos problemas. —Una sonrisa malvada se forma en
sus labios mientras las ideas se forman en su cabeza.
—Bueno, esto ha sido divertido y todo, pero tenemos que irnos —
anuncia Shane, soltándome y dando un paso adelante.
—¿Tenemos? —pregunto. Me mira por encima del hombro y me guiña
un ojo—. Oh, sí, tenemos que hacerlo. ¿Nos vemos mañana?
—Ya lo espero con ansias —dice Zayn con una sonrisa.
—Zayn, te agradeceríamos que...
—No dirá nada hasta que estés lista, ¿verdad, Hunter? —Shane termina
por mí.
—Mis labios están sellados.
Nos despedimos antes de continuar por la playa de vuelta a la casa de
Shane.
Los dos estamos en silencio mientras corremos, pero no puedo evitar
preguntarme si la cabeza de Shane está llena de pensamientos sobre cómo
vamos a manejar esto una vez que llegue mañana y la escuela.
No hay manera de que lo mantengamos en secreto, ya nos han
descubierto una vez, es solo cuestión de tiempo que vuelva a ocurrir.
Aunque odio pensar qué tipo de críticas él recibirá con esto.
Debo admitir que para cuando su casa se ve en la distancia estoy más
que lista para parar. Me arden las piernas y me duelen los músculos, pero
me niego a hacerle saber que estoy empezando a tener dificultad.
—¿Ya estás preparada para admitir tu derrota? —me pregunta,
adelantándose a mí y girándose para mirarme solo para presumir.
—Nunca.
Debe ser capaz de ver que estoy mintiendo, sin embargo, no dice nada,
sino que reduce la marcha y vuelve a mi lado. Toma mi mano y entrelaza
nuestros dedos mientras salimos de la playa.
—Creo que encontré a mi nueva compañera de entrenamiento favorita.
—Ah, ¿sí?
—Te ves mucho mejor que Zayn.
—Me alegro de que pienses eso —comento entre risas.
Su casa sigue en silencio mientras subimos a su habitación.
—Tengo que ducharme y luego ir por comida.
—¿Qué tal si empacas algunas cosas, vamos por la comida y luego nos
duchamos en mi casa?
—¿Quieres decir juntos?
—Estoy segura de que se puede arreglar.
—¿Podemos ir por hamburguesas?
—Si quieres —digo riendo.
—Muy bien, trato hecho.
Me tumbo en su cama mientras él saca un bolso y comienza a meter
cosas adentro.
—¿Quieres llevar suficientes cosas para pasar la noche?
Se detiene y mira hacia mí.
—Me gusta que estés en mi cama —confiesa, recorriendo mi cuerpo
con la mirada.
—Te prefiero en la mía. No hay nadie que pueda escuchar mientras te
corrompo.
—No debería haber admitido eso antes, ¿verdad?
Me quedo en silencio un momento mientras pienso.
—¿Te di todas tus primeras veces?
Sus mejillas se sonrojan, es totalmente adorable, aunque no se lo digo.
—Sí —admite, no es que necesite hacerlo, estaba escrito en su cara.
—Mmm... Me gusta que solo yo te he tocado.
—Odio que otros te hayan tocado. —Desvía la mirada y vuelve a lo que
estaba empacando.
—Apenas —admito.
Se detiene inmediatamente y busca mis ojos. Quiere preguntar, quiere
saber la verdad, pero le asusta mi respuesta.
—Solo Jake, y luego tú.
Su boca se abre y luego se cierra mientras asimila lo que acabo de decir.
—Pero...
—Todo es una mierda. Sí, he hecho más cosas con ellos de las que
debería —explico con una mueca—. Sin embargo, no me han tocado.
—¿Ninguno? —pregunta, con el ceño fruncido.
—Solo uno.
—Jake. —Pone los ojos en blanco.
Me levanto de la cama, me detengo frente a él y tomo sus manos entre
las mías.
—Sí, pero déjame decirte algo. —Me pongo de puntillas y beso sus
labios—. Tú eres mucho mejor.
No puede luchar contra la sonrisa que tira de las comisuras de sus
labios, y me alegro mucho porque me deja boquiabierta.
—Ah, ¿sí?
—Sí. Aunque probablemente no deberías decírselo.
Lanza una carcajada y me atrae hacia sus brazos.
—Yo lo sé, eso es lo que importa.
—Estaba muy borracho. Probablemente no fue su mejor ejecución.
Levantando sus dedos, presiona dos contra mis labios.
—Me alegra saber que yo soy mejor, pero no necesito los detalles.
—De acuerdo —digo riendo, soltando su otra mano para que termine de
empacar.
CAPÍTULO VEINTICINCO
SHANE

N o puedo mentir, saber que Jake Thorn no sacudió su mundo me hace


sentir mejor sobre la vida de lo que me he sentido en mucho tiempo.
También ayuda que la mitad, o más, de los chicos con los que me
junto no han probado lo que es mío, como una vez pensé.
—¿Por qué me sonríes? —Chelsea pregunta desde el otro lado de su
mesa de centro.
Nos detuvimos a comprar hamburguesas después de salir de mi casa y
las comimos en la parte delantera de mi auto. No es exactamente el tipo de
primera cita que ella se merece, pero fue bastante perfecto para nosotros.
Un día de estos la sacaré a pasear y la trataré bien, sin embargo, no cuando
los dos estemos cubiertos de sudor y arena después de correr.
—Estaba pensando en lo que dijiste antes —admito con una sonrisa.
—Qué... oh, no te lo dije para levantar tu ego —murmura, poniendo los
ojos en blanco.
—Quizá no, aunque me gusta.
—Maldita sea, he creado un monstruo. —Me lanza su bolígrafo, y lo
atrapo fácilmente antes de que me golpee la cara.
Ambos seguimos con nuestras tareas, sin embargo, no puedo borrar la
sonrisa de mi cara, ni dejar de mirarla mientras teclea en su computadora
cada ciertos segundos.
—Nunca terminarás eso —dice, sin levantar la vista de la pantalla—.
Puedo sentir que me miras.
—No puedo evitarlo.
Con un suspiro, cierra su computadora y me mira. Juro que solo verla
me deja sin aliento. Es tan hermosa.
El color llega a sus mejillas y sonríe de una manera que muy pocos ven.
Es insegura y tímida y me encanta. Me encanta que puedo ver bajo la
máscara, la actuación, toda la mierda. Sí, está jodida, pero lo sabe. Se ha
abierto y estoy jodidamente agradecido de que lo haya hecho porque lo que
he encontrado en ella es exactamente lo que siempre esperé que estuviera
ahí dentro. Una chica realmente dulce, divertida y de buen corazón.
—Entonces, ¿qué ganaste la otra noche?
Su pregunta me confunde.
—¿Eh?
—El reto que ganaste cuando me cogiste, ¿qué ganaste o sacaste de
ello?
—Uh um... nada.
—¿Qué clase de reto de mierda era si no había ningún beneficio o
consecuencia?
—Hubo consecuencias, algo sobre el baile de invierno, pero no obtuve
nada.
—¿Cómo? No entiendo. —Sus cejas se juntan en confusión.
—Tenía que haber pruebas, si no, no contaba —explico con una mueca.
Ella es consciente de cómo actúan los chicos, estoy seguro de que ha estado
en medio de sus juegos y retos antes, no obstante, admitir que fue utilizada
en esto no me hace sentir muy cómodo y solo indica lo equivocado que es
su estúpido juego y por qué nunca me había involucrado antes.
—¿No obtuviste ninguna?
Trago nerviosamente. Odio haber cedido a sus malditas exigencias esa
noche. Culpo al alcohol.
—Sí, lo grabé.
—Pues muéstrales y sal de cualquier mierda que quieran que hagas. —
Ni siquiera parece sorprendida, lo que me asombra.
—No era un vídeo, solo una grabación de sonido. —Asiente con la
cabeza—. Y ningún cabrón va a escuchar eso.
—Pero... —Empieza a discutir.
—Eres mía, Chelsea. Nadie puede escucharte así. Aceptaré lo que me
echen, no me importa.
Se levanta, camina hacia mí y se deja caer en mi regazo. Tiene puesta
mi camiseta de nuevo, aunque por suerte lleva puestos unos pantalones
cortos debajo, lo que hace que casi pueda mirarla sin perder la maldita
cabeza.
Toma mis mejillas entre sus manos y me mira fijamente a los ojos.
—No te merezco.
Deja caer sus labios sobre los míos y no puedo más que devolverle el
beso.
Demasiado pronto se levanta de nuevo y se dirige a la cocina.
—¿Algo de tomar?
—Un refresco estaría bien —murmuro, acomodándome dentro de mis
pantalones.
Tristemente, después de entregarme una lata de refresco, vuelve a
sentarse frente a su computadora y la abre de nuevo.
—¿Estás atrasada después de haberte ausentado? —le pregunto
mientras empieza a teclear.
—La verdad no. Todos mis profesores me mandaron tarea, me pasé la
mayoría de las tardes haciéndolas. A diferencia de la creencia popular, en
realidad no soy una idiota —lo dice alegremente, sin embargo, percibo la
ira subyacente en esa afirmación.
—¿Dije alguna vez que creía que lo eras?
—No, pero sé lo que la gente piensa de mí.
—Menos mal que yo no soy esa gente, ¿no?
—Así es.
Ambos volvemos a lo que estábamos haciendo, bueno, ella lo hace. Yo
me quedo mirando el papel que tengo frente a mí mientras mis
pensamientos corren a un millón de millas por minuto.
—¿Qué cambió? —inquiero, mis pensamientos saliendo de mis labios
sin permiso.
Ella termina lo que está haciendo antes de mirar hacia mí.
—¿Qué cambió de qué?
—Después de esa primera noche, te fuiste como si te hubiera prendido
fuego en el trasero y desde entonces me ignoraste. Asumí que yo era una
mierda y que estabas decepcionada.
—Recuerdo con bastante seguridad que me hiciste gritar tu nombre esa
noche.
—Chelsea —suspiro—. Eres la reina del juego. En aquel entonces no
tenía idea de si era uno o no. Siendo que nunca me habías mirado dos veces,
solo podía asumir que lo era.
—Sinceramente —susurra—. Han cambiado muchas cosas. —Mira sus
manos que se retuercen en su regazo—. Tomé algunas decisiones estúpidas,
y una de ellas fue huir esa noche. Irme lejos de aquí me hizo darme cuenta
de muchas cosas, y una de las más importantes fue que te quería a ti. Es por
eso que llegué a ti primero. Por eso te busqué después del partido.
Necesitaba disculparme. Yo... te necesitaba.
Me mira, sus ojos oscuros llenos de honestidad y arrepentimiento.
—Shane, yo...
Lo que sea que vaya a decir se interrumpe cuando se abre la puerta
detrás de mí.
—Hola, me preguntaba... oh, hola, Shane. No esperaba verte de nuevo.
—Solo estamos haciendo la tarea —dice Chelsea apurada.
Cuando miro por encima de mi hombro para saludar, Honey está
mirando entre nosotros con una expresión extraña en la cara.
—Mamá, ¿podemos hablar... afuera?
—Claro, cariño. —Chelsea se levanta y acompaña a su madre afuera.
Las observo interactuar, pero soy incapaz de leer sus labios para saber lo
que se dicen, aunque cuando Honey me señala queda claro de quién están
hablando.
La conversación se acalora un poco antes de que Honey regrese a la
casa. Chelsea mira al cielo y aspira profundamente antes de alcanzar el
picaporte y abrir la puerta.
—¿Todo bien? —pregunto en el momento en que ella está adentro.
—Sí, es... —Me echa una mirada y comienza a llorar.
—¡Mierda!
Me levanto del suelo y la tengo en mis brazos en segundos.
—Shhh, está bien —le susurro en su cabello.
—Lo siento, solo estoy siendo estúpida. Ella se ofreció a prepararnos la
cena. Espero que tengas hambre.
Pasamos el resto de la tarde trabajando antes de ir a la casa principal a
cenar con Honey.
Todo es muy normal. A pesar de las miradas que continúo recibiendo de
la madre de Chelsea. Casi espero que lance el discurso de "qué intenciones
tienes con mi hija", pero nunca lo hace.
Sus ojos son suaves cuando mira entre nosotros dos, no obstante, puedo
ver preguntas nadando en ellos. Al igual que estoy seguro de que todos lo
harán mañana cuando lleguemos juntos a la escuela.
Tan solo pensarlo me hace un nudo en el estómago.
Nunca he sido exactamente el centro de atención como Chelsea. Puede
que esté en el equipo, pero he pasado todo el tiempo posible escondido en
las sombras, para disgusto de mi padre. Quería que fuera como él y mis
hermanos y que persiguiera la cima. Es una lástima que no viera que su hijo
menor era demasiado tímido y feliz estando escondido.
Gracias a la chica que está a mi lado, he pasado unas semanas siendo el
tema de las habladurías de todo el mundo mientras me culpaban de haber
drogado a Amalie hace unas semanas.
Entrar a ese lugar con la verdadera culpable de mi brazo va a causar
revuelo, eso es seguro.
Las ideas de las cosas que la gente podría decir, acusarme, llenan mi
mente, pero una mirada a la chica que está a mi lado y sé que vale la pena.
Puede que nuestra relación no sea lo que nadie esperaba, puede que
haya surgido más que de juegos y mentiras, pero algo me dice que está bien.
No espero que nadie más lo entienda. No hace falta que lo hagan. Lo único
que importa es que estemos de acuerdo, y cuando ella me mira a los ojos,
los suyos brillan de placer y sé que lo estamos.
Somos nosotros siguiendo adelante y las cosas solo pueden mejorar...
¿verdad?
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CHELSEA

—¿E stás seguro de esto? —le pregunto a Shane, que está sentado a
mi lado en el asiento del conductor de su auto.
Se me revuelve el estómago y me preocupa vomitar en el reposapiés.
Exhalo lo que espero que sea un suspiro tranquilizador, pero sirve de
poco para calmar los nervios que me invaden.
No estoy preocupada por mí. Pueden hacerme lo que quieran y dejaré se
me resbale como si no me doliera. Me preocupa Shane. No se merece lo
que inevitablemente van a decir de él por mi culpa.
—Sí, Chels. Estoy seguro. Me niego a ocultarlo por culpa de esos
imbéciles. —Se acerca, entrelaza nuestros dedos y me atrae hacia él.
Sus labios rozan los míos y me relajo de inmediato.
—¿Qué tal si volvemos a la casa de la piscina a pasar el día? —sugiero.
Pasar tiempo juntos allí ayer fue increíble. Nunca me había sentido tan
relajada en mi propia casa. Que estuviera allí conmigo fue tan natural.
Todo fue genial hasta que mamá apareció y sacó conclusiones sobre la
repentina aparición de Shane. De acuerdo, eran conclusiones correctas y no
se impresionó cuando admití que aún no le había dicho la verdad.
Para ser justos, estaba intentando armarme de valor cuando ella nos
interrumpió. Me digo a mí misma que si ella no hubiera elegido ese
momento exacto para irrumpir, entonces se lo habría confesado todo.
Aunque una gran parte de mí sabe que solo me miento.
Ahora mismo vivo en la negación porque sé que una vez que se sepa la
verdad todo va a cambiar de nuevo.
Esta normalidad que hemos establecido se hará añicos, y me aterra
perderlo ahora que lo he encontrado.
Alguien golpeando la ventana me asusta y hace que nos separemos de
un salto, asustados.
Cuando volteo hacia la ventana, me encuentro a Rae sonriente
mirándome con Ethan divertido detrás de ella.
—¡Maldita sea!, ¿era necesario? —indago, empujando la puerta para
abrirla.
—Buenos días para ti también.
Le gruño mientras salgo del auto y tomo mi bolso.
—¿Estás lista para esto? —cuestiona mientras Shane se acerca y me
toma de la mano.
—No —le digo.
—No pasará nada. Estoy segura de que te has enfrentado a cosas peores
en el pasado —dice Rae con complicidad.
—¿Yo? Sí, es él quien me preocupa.
—Él ya está grandecito y puede tomar sus propias decisiones —
murmura Shane.
—¿Es eso cierto? —Rae lo mira, moviendo las cejas con deleite.
—¿En serio? —brama Ethan—. ¿No te parece que ya es
suficientemente malo que me ocultaras información sobre esos dos, y ahora
le estas echando el ojo a él?
Rae se estremece.
—Estoy en problemas. —Nos guiña un ojo antes de que Ethan la
levante sobre su hombro y se aleje de nosotros.
—Ella es perfecta para él —le digo a Shane mientras la vemos forcejear
y chillar contra su agarre.
—Es increíble lo que puede hacer la mujer indicada, ¿no crees?
—¿Crees que soy la indicada?
Siento un hormigueo cuando deja caer sus labios para susurrarme al
oído.
—Sí, en todos los sentidos.
A medida que nos acercamos al edificio de la escuela, mi piel empieza a
estremecerse. No necesito levantar la vista para saber que estamos llamando
la atención.
—Parece que acaba de llegar el chisme nuevo —musita Shane,
claramente más valiente que yo y mirando a nuestro creciente público.
Con un poco de confianza, levanto la cabeza.
Todas las miradas a los alrededores están puestas en nosotros.
—¡Maldición! Esto va a ser un infierno.
—Solo si lo permitimos. Vamos.
Para mi horror, Shane me lleva hacia donde el equipo de fútbol
americano y el escuadrón de porristas pasan el rato. Todos están demasiado
ocupados en sus propias conversaciones para notarnos al principio. Sin
embargo, en cuanto Rich levanta la vista, le da un codazo a Justin y en
cuestión de segundos todos nos miran.
—Bueno, esto no es lo que esperaba ver un lunes por la mañana —
anuncia Rich, asegurándose de que cualquiera que no se hubiera dado
cuenta voltee hacia nosotros.
Susurros se filtran a nuestro alrededor. Mi corazón golpea en mi pecho
mientras espero a que llegue el primer ataque.
Shane debe aburrirse de esperar cualquier tipo de reacción, o realmente
quiere hacer hincapié, porque jala mi brazo hasta que no tengo más remedio
que pegarme a su cuerpo. Entrelaza sus dedos en mi cabello y baja sus
labios.
Justo antes de que rocen los míos, dice:
—Más vale darles algo que mirar.
Sus labios se unen a los míos y me olvido de que estamos aquí, en
medio de la escuela, con casi todo el mundo mirándonos. Su lengua se
desliza dentro de mi boca y se enreda con la mía mientras me aprieta más
contra él.
—¡Bueno, mierda! No creí que Shane fuera capaz —vocifera Justin
cuando acaba soltándome.
Shane se ríe, aunque no los mira.
—¿Te acompaño a clase?
—Me encantaría.
Dejando a nuestros espectadores y los comentarios que hacen lo
suficientemente alto como para que los escuchemos, le damos la espalda y
nos alejamos.
Mientras esté con él no pueden hacerme daño.
—Ojalá estuviera en tus clases esta mañana —dice Shane, deteniéndose
a la salida de mi primera clase del día.
—Estaré bien. —Extiendo mi mano y tomo su mejilla, me encanta que
se preocupe por mí.
—Te veré a la hora del almuerzo, ¿está bien?
—Cuenta con ello.
Asiento con la cabeza mientras me da un dulce beso en los labios antes
de darse la vuelta y marcharse por el pasillo.
Se me derrite el corazón al verlo moverse. No tenía idea de que pudiera
sentir algo tan fuerte por otra persona, aparte de la que está creciendo
dentro de mí ahora. Ese pensamiento hace que la culpa me golpee de nuevo
con toda su fuerza.
«Se lo diré pronto», me digo mientras entro en el aula vacía con una
estúpida sonrisa en la cara.

A medida que pasa cada clase, ignoro los comentarios que esperaba, las
habladurías que escucho a mi alrededor. Me importa muy poco, mi
reputación en Rosewood High se arruinó hace semanas, no quiero que
Shane se hunda conmigo.
Por primera vez desde que volví, me encuentro almorzando en la
cafetería. Sin embargo, no estoy en la mesa en la que estoy acostumbrada,
con el equipo de fútbol americano y el escuadrón de porristas, estoy en una
en la que nunca pensé que estaría. Miro a Shane y luego a sus amigos que
nos rodean. Camila y Mason están enfrente con Amalie a su lado y Ethan y
Rae junto a mí.
Camila no oculta el hecho de que no está contenta con esto, y no puedo
culparla. Saber que solo está cuidando a Shane hace que me agrade mucho
más. Amalie, sin embargo, ni siquiera ha pestañeado por mi presencia.
Debería ser ella la que estuviera enfadada conmigo, al igual que Mason,
pero parece que lo han aceptado como lo que fue, un error, y han seguido
adelante. No podría estar más agradecida, no obstante, eso no significa que
no vaya a hablar con ambos cuando tenga la oportunidad de disculparme.
Todos charlan a mi alrededor como si mi presencia al lado de Shane
fuera normal. Mientras que el resto de la escuela parecía conmocionada, si
no ligeramente horrorizada por este giro de acontecimientos, estos chicos
parecen simplemente seguir la corriente. Me pregunto si Rae les habrá
avisado.
Me dijo que ella y Amalie habían visto a Shane en el hospital la semana
pasada y así fue como lo descubrió, tal vez Amalie tuvo pensamientos
similares.
Mientras que el equipo de fútbol americano nos ignora en su mayoría,
siento la atención del equipo de animadoras durante todo el almuerzo.
No he hablado con ninguna de ellas desde mi último enfrentamiento con
Shelly y, francamente, no tengo intención de cambiar eso.
Puede que no me haga gracia dejar a mi equipo, pero si va a ser así, que
así sea. Tengo cosas más importantes de que preocuparme ahora.
Pongo mi mano en la de Shane y la aprieto.
Acerca sus labios a mi oído y su aliento me hace estremecer.
—¿Estás bien? ¿Quieres salir de aquí?
—No, estoy bien. Tus amigos son simpáticos.
—Tienes que darle una oportunidad a la gente, Chels.
Quiero que me trague la tierra cuando pienso en cómo he actuado en el
pasado. He sido una perra.
—Solo voy al baño —digo mientras me levanto, necesitando alejarme
por un momento.
Me dirijo a los baños a los que él me persiguió la semana pasada, pero
cuando miro por encima de mi hombro, veo que hoy no está haciendo lo
mismo, aunque sus ojos estan fijos en mí, llenos de preocupación en ellos.
Entro e inhalo profundamente para calmarme, deseando que las
lágrimas que llenan mis ojos se detengan. No necesito derrumbarme y darle
a nadie más motivos para hablar sobre mí.
Las chicas adentro me miran mal, y gracias a mi reputación anterior,
ninguna me dice nada a la cara. Supongo que es una de las ventajas de ser
conocida como la reina de las perras.
—Oye, ¿estás bien? —me pregunta una voz familiar mientras pierdo el
tiempo lavándome las manos.
—Sí, solo necesitaba un respiro.
—No se lo has dicho, ¿verdad?
Al voltear, me encuentro con los ojos oscuros de Rae e inmediatamente
desvío la mirada.
—Todavía no. Tengo miedo.
Se acerca al espejo y se limpia el maquillaje oscuro bajo sus ojos.
—Lo entiendo. Sin embargo, ¿no crees que va a empeorar cuanto más
tiempo te lo guardes? Hoy debe de haber sido muy importante para él. Lo
que ha hecho por ti requiere mucho valor. Le debes la verdad.
Se me retuerce el estómago y coloco la mano sobre él con la esperanza
de que se detenga.
—Ya lo sé. Pero, ¿y si me odia?
—Te odiará más por mentirle.
—Touché.
—No puedo imaginar lo aterrador que debe ser. Pero lo necesitas.
Ambos —dice mirándome el estómago.
Dejo escapar un suspiro.
—Lo sé. Lo sé. Las cosas han sido tan... increíbles. No quiero
arruinarlo.
—¿Quién dice que lo arruinará? Sí, va a ser un shock, aunque las cosas
podrían salir bien.
Me gusta su pensamiento positivo, pero soy un poco más realista sobre
todo el asunto.

Cuando llega el final del día, estoy lista para irme a casa a dormir una siesta
mientras Shane está en el entrenamiento.
Estoy en mi casillero, tomando los libros que necesito para esta noche,
cuando una sombra se cierne sobre mí.
Un escalofrío me recorre la espalda mientras cierro mi casillero y volteo
hacia quienquiera que sea lo bastante valiente como para acercarse a mí.
Puede que hoy haya sido el tema de moda en la escuela, pero al menos todo
el mundo mantuvo su distancia.
Mis ojos se abren de par en par cuando veo a Victoria, Tasha y Aria
frente a mí.
—¿No deberían estar entrenando? —pregunto, apartándome de los
casilleros y dirigiéndome a la salida.
—De eso tenemos que hablar contigo.
Hago una pausa dándoles la espalda.
—¿Por qué? —cuestiono por encima de mi hombro.
—Um... las cosas no van muy bien.
Me doy la vuelta y las miro. Parecen nerviosas y eso despierta mi
interés.
—¿Y ese es mi problema porque...? Me echaron, ¿recuerdan?
—Sí, no obstante... te necesitamos.
Algo que solo puedo describir como esperanza crece en mi interior.
—¿Me... necesitan? ¿Para qué exactamente?
—Ugh, déjate de tonterías —contesta Aria, dando un paso al frente—.
Shelly era una pésima capitana. No sabe organizar una mierda. Kelly, pues
quién sabe dónde está, no ha llegado a los entrenamientos desde el
miércoles y todo se está desmoronando.
Abro la boca para responder, sin embargo, no salen palabras.
—Por favor —añade Victoria—. Vuelve. Sabemos que las cosas son...
incómodas, pero Shelly era la que no te quería. Todas sabemos que te
necesitamos si queremos tener una oportunidad en las regionales. Por favor,
Chels.
—Wow, muy bien —murmuro sorprendida.
—Entonces, ¿qué dices?
La idea de seguirlas y hacer lo que más me gusta me llena de alegría,
pero entonces mi realidad me golpea. Ya ni siquiera puedo subirme a una
pirámide y que me tiren de un lado a otro como antes.
—No puedo animar —admito—. Después del accidente de la semana
pasada, no es buena idea que yo... —Me detengo antes de decir demasiado
y que descubran en la mentira.
—Pero puedes ser capitana, puedes dirigirnos, ¿no? Una de las chicas
JV puede ocupar tu lugar. Harley es muy buena.
—Um... —Una sonrisa quiere escapar de mis labios—. Me encantaría.
—Trato de contener mi emoción, aunque se refleja en mi cara cuando gritan
de alegría y corren hacia mí.
—Shelly se enfurecerá cuando vuelva a la escuela —advierto mientras
camino en dirección contraria a la que esperaba ir.
—Shelly puede irse a la mierda —murmura Victoria—. No tiene lo que
se necesita para ser capitana. Se le infló tanto la cabeza que me sorprende
que quepa en el maldito gimnasio.
Dejo que las tres se me adelanten mientras saco mi teléfono para
mandarle un mensaje a Shane y decirle que no iré directo a casa. Me había
dado sus llaves para que manejara su auto, diciéndome que le pediría a uno
de los chicos que le diera un aventón, pero parece que vamos a irnos juntos
después de todo.
Las chicas están todas reunidas en el centro de las colchonetas cuando
entro.
—¡Dijo que sí! —grita Victoria cuando todas voltean hacia mí.
La alegría ilumina sus rostros cuando camino hacia ellas y la última
pieza de mi rompecabezas encaja en su sitio. Este gimnasio es mi casa.
Pertenezco a este lugar, y no es sino hasta ahora que realmente acepto lo
mucho que lo extrañé. Puede que no pueda animar como antes, pero eso no
es un problema. Estoy con mi equipo.
Dejo mi bolso y los libros a un lado en el gimnasio y tomo mi lugar
frente a las chicas.
—¿Están listas para arrasar en las regionales? —exclamo, con una
amplia sonrisa en la cara mientras todas empiezan a saltar y a animar.
CAPÍTULO VEINTISIETE
SHANE

C helsea: Estoy en el gimnasio con el equipo. Nos vemos cuando


termines xx
Miro el mensaje con los ojos muy abiertos y el miedo llenándome
las venas. Sé que Shelly sigue suspendida, pero nada bueno puede salir de
que esté con esas chicas. La empujaron por las malditas escaleras, por el
amor de Dios. Puede decirme todo lo que quiera que Shelly no la tocó, pero
si no hubiera sido por ella, Chelsea nunca habría acabado en el hospital.
Me visto lo más rápido que puedo después de ducharme para quitarme
el lodo y el sudor de la sesión. Puede que nuestro entrenamiento habitual
haya terminado junto con la temporada, pero el entrenador no cederá en su
empeño de acondicionarnos. Me alegro, lo necesito. Aunque ahora menos
que tengo a Chelsea para mantenerme activo.
—¿Hiciste arreglos para tener sexo o algo así? —pregunta Zayn
mientras me ve dar saltitos intentando vestirme a la velocidad de la luz.
—Algo así.
—Odio decir esto, pero ustedes dos se ven jodidamente lindos juntos.
—Aw, Zayn. ¿Estás celoso?
—¿De tener sexo habitual? Claro que sí —afirma mientras pongo los
ojos en blanco.
—Puede que algún día conozcas a alguien que aguante tus tonterías.
—¿A alguien? No, quiero al menos dos regulares. Una nunca podría
seguirme el ritmo.
—Eres un maldito mujeriego. Es por eso que no tienes chicas regulares.
Les preocupa contagiarse de algo.
—Te pones de mal humor cuando necesitas tener sexo.
—No necesito... —Me quedo sin palabras, y él se ríe.
—Me da igual. Me largo de aquí. ¿No vienes a Aces?
—Veré si Chelsea quiere ir.
Mientras me alejo, hace ruidos de latigazos detrás de mí. Todo lo que
hago es sonreír. Me encanta, carajo.
Corro hacia el gimnasio y rezo para no encontrarme con una escena de
tortura de animadoras. Aunque, para mi sorpresa, lo que encuentro es todo
lo contrario. Menos mal.
La música retumba en el gimnasio y Chelsea está al frente y al centro
contando y gritando órdenes a las chicas que están dando saltos mortales,
volteretas y volando por el aire.
Tiene una sonrisa de oreja a oreja y no puedo evitar compartir su
alegría. No tengo idea de lo que pasó para que esté aquí de nuevo, el único
lugar en el que quería estar más que nada, pero parece estar como en casa.
—¡Cierra los brazos, Aria! ¡Si Ruby se cae, es culpa tuya! —grita
mientras la JV se tambalea en lo alto de la pirámide luciendo aterrorizada
—. Eso es. Mejor.
Permanezco parado observándolas a todas durante largos minutos antes
de que una de las chicas me descubra y haga que Chelsea también mire
hacia mí.
—Hola —dice, saltando hacia mí y echándome los brazos encima de
mis hombros. Sus ojos brillan de alegría.
—No esperaba encontrarme esto —confieso acariciándole el cabello.
—Sí, lo sé. ¿No es increíble? Déjame terminar con las chicas y nos
iremos de aquí.
La suelto y la veo dirigir a su equipo en un enfriamiento antes de
dejarlas ir a los vestidores.
Mi pecho rebosa de orgullo al verla recuperar el papel que siempre
debió ser suyo.
—Muy bien, larguémonos de aquí —ordena, caminando hacia mí y
tomando su bolso del piso.
—¿No quieres...? —Hago un gesto hacia los vestidores, donde han
desaparecido las demás.
—Estoy segura de que pueden ducharse sin mí. —Se ríe, estirándose y
apartando un mechón de cabello mojado de mi cara. Eso no es exactamente
lo que quise decir, pero no voy a quejarme de que no me deje esperándola.
—Los chicos querían saber si querías ir a Aces.
—¿Quieren que vaya? —me pregunta, y odio que siquiera tenga que
cuestionarlo.
—Bueno, me invitaron, les dije que venimos en paquete.
Me sonríe.
—Sabes que no tienes por qué hacerlo. No deberías ser castigado por
mis errores.
—No lo hago. Es solo que no quiero ir sin ti. Tú perteneces allí más que
yo. —Ella mira de nuevo al gimnasio ahora vacío y silencioso y deja
escapar un suspiro—. ¿Qué pasó aquí exactamente?
—Te lo contaré en el camino. Me vendría bien una hamburguesa y una
malteada.
El equipo parece un poco indeciso mientras caminamos hacia nuestra
mesa usual, es decir, todos menos Ethan, que inmediatamente se asegura de
que haya espacio suficiente para que nos unamos.
Chelsea recibe algunas miradas que no me impresionan, pero en
general, el equipo se comporta de la mejor manera posible, lo cual es
inusual. Están demasiado ocupados planeando el baile de invierno y la
fiesta posterior.
No es hasta que se nos une el equipo de porristas y se ponen a hablar
con Chelsea como si todo fuera normal cuando empiezo a relajarme.
La estrecho más contra mí y beso su cabeza. Ella me mira y sonríe. Me
duele el pecho y casi se me escapan dos palabritas que sé que ella no está
lista para escuchar.
Mi teléfono vibrando en mi bolsillo afortunadamente detiene cualquier
otro pensamiento loco.
Mamá: Papá volvió y quiere que vengas a cenar.
Gimo y Chelsea lo nota.
—¿Todo bien? —pregunta, mirándome con esos enormes ojos suyos.
Le enseño mi teléfono.
—¿Quieres que vaya yo también?
Mis labios se curvan ante su oferta, pero la idea de tenerla allí para
escucharnos a papá y a mí discutir sobre mi futuro no es exactamente mi
idea de diversión.
—De verdad te lo agradezco mucho, sin embargo, creo que
probablemente es mejor que lo haga solo.
—Bueno —dice acurrucándose a mi lado.
—¿Quieres que te lleve a casa o vas a quedarte con el equipo de
porristas?
Las mira.
—Creo que me quedaré un rato. Llámame más tarde, ¿sí?
—Intenta detenerme.
Echando su cabeza hacia atrás, le meto la lengua en la boca, sin
importarme un carajo nuestro público.
A nuestro alrededor suenan alaridos y gritos, pero apenas los oigo.
Como siempre, estoy demasiado perdido en ella.
Lo último que quiero es dejarla aquí, sobre todo para ir a pasar tiempo
con mi padre, no obstante, no tengo muchas opciones. Si no me voy ahora,
será peor.
Con un último beso, la dejo. Tiene una enorme sonrisa en la cara, así
que no dudo de que está exactamente dónde quiere estar. Ethan me guiña un
ojo mientras miro por encima de mi hombro, diciéndome que la vigilará.
Nunca pensé que confiaría en él para nada, y es extraño cómo cambian las
cosas.
El miedo me invade mientras conduzco el corto camino a casa. Cuanto
más me acerco, más me gustaría haber aceptado la oferta de Chelsea de
venir conmigo. Ella lo habría hecho un poco más llevadero.
Cuando llego, papá y mamá ya están en el comedor, esperándome.
—¿Qué hora crees que es? —brama papá en cuanto entro en la
habitación.
—Recibí el mensaje de mamá hace veinte minutos. Vine lo más rápido
que pude.
Papá dice algo entre dientes mientras mamá murmura que no pasa nada
a la par que sale corriendo de la habitación, supongo que para ir por la cena.
—Te ves fatal.
—Vaya, gracias, papá. Yo también me alegro de verte.
—Tienes que cuidarte más si...
—No lo hagas —le advierto.
—Oh, no vas a creer con quien me topé ayer.
Pongo los ojos en blanco, pero mantengo la atención en mi plato vacío.
—Di un discurso en Penn. ¿Sabes quién será su nuevo entrenador la
próxima temporada?
—No tengo idea, aunque supongo que estás a punto de decírmelo —
murmuro.
Por suerte, antes de que pueda empezar con su historia, mamá reaparece
con los brazos llenos de comida. Me levanto de la mesa y la ayudo a
colocarlo todo en el centro.
—Kit Anderson —continúa papá como si mamá no estuviera actuando
como una sirvienta y llenando su plato de comida—. ¿Lo puedes creer?
Me encojo de hombros, sirviéndome un poco de pollo. No tengo hambre
después de la hamburguesa que me comí en Aces, sabiendo que no debo
sentarme aquí y rechazar la comida.
—Me ayudó a entender mejor quiénes son los favoritos para el año que
viene. He reevaluado nuestras opciones y creo... —Hace una pausa, mete su
mano en el bolsillo y saca una lista.
—¿Tenemos que hacer esto ahora? —Mamá pregunta suavemente.
—Es importante, Maddie. La elección de Shane ahora determinará su
futura carrera. Tengo que tomar la decisión correcta.
Y esa afirmación lo dice todo.
—Sé que solo quieres lo mejor para él, pero ¿no crees que debería ser
Shane quien tome la decisión, no tú?
Papá le lanza una mirada furiosa y ella palidece ligeramente. Papá es
una fuerza temible, creo que ella aprendió hace años que tratar de
persuadirlo en una dirección diferente es inútil.
—Él no tiene toda la información. Yo la tengo.
—Él también está sentado aquí mismo —murmuro—. Puedes darme
toda la información que quieras, pero soy yo quien llena las solicitudes, y
aplicaré donde me parezca bien. —Empujo la silla hacia atrás y me levanto
—. Lo siento, mamá. Seguro que esto está delicioso, no obstante, no voy a
quedarme aquí sentado aguantando sus tonterías.
—¡Shane, vuelve aquí inmediatamente! —grita desde detrás de mí
mientras salgo corriendo de la habitación y subo las escaleras.
Camino de un lado a otro en mi habitación mientras el sonido de mis
padres discutiendo abajo se filtra hasta mí.
Me muero de ganas de salir de aquí y empezar mi propia vida.
Me siento en el escritorio, abro el cajón de abajo y envuelvo con los
dedos las solicitudes universitarias en las que he estado trabajando. Un par
coinciden con las que papá quiere que solicite, pero él no es el motivo.
Hojeo los folletos por millonésima vez, con la esperanza de que algo me
llame la atención y me diga que es la indicada. Nada lo hace.
Una parte de mí quiere irse lo más lejos posible de aquí, lo más lejos
posible de él. Pero la otra parte quiere quedarse. Podría matricularme en
Maddison o en Florida U y estar cerca de mamá.
Suspiro y me recargo en la silla. Me pregunto a dónde piensa ir Chelsea.
Puede que hayamos pasado bastante tiempo juntos en los últimos días, pero
no hemos hablado de nuestro futuro.
Incluso pensar en esto es una locura. Solo han pasado unos días y ya
estoy dejando que los pensamientos sobre su futuro influyan en el mío.
Sin poder resistirme, tomo mi teléfono y le envío un mensaje.
Es una maldita locura, pero la extraño.
Si antes pensaba que tenía una extraña obsesión cuando apenas me
dirigía la palabra o me miraba, ahora sé que es así. Me ha dejado probar, me
ha enseñado lo que esconde bajo la máscara que lleva y, maldición, nunca
quiero dejarla ir.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CHELSEA

O dié verlo desalentado al salir de Aces, sin embargo, sé que tenía razón.
Tenía que tratar con su familia a solas. No me corresponde a mí hacer
de pacificadora entre él y su padre.
Mis labios se fruncen de disgusto cuando pienso en cómo lo trata su
padre y lo que espera de él. Shane no habla mucho de ello, no necesita
hacerlo. Lo he visto con mis propios ojos a lo largo de los años, he oído sus
locas expectativas poco realistas. Es comprensible que Shane evite hablar
del futuro y de la universidad a la que quiere ir.
Su padre quiere que sea la próxima gran estrella de la NFL, no obstante,
cualquiera que conozca a Shane, aunque sea un poco, sabe que él no es así.
Diablos, yo lo sabía incluso antes de que pasara algo entre nosotros.
Aparto los pensamientos sobre Shane de mi mente por el momento y me
enfoco en mi equipo mientras se sientan y chismean a mi alrededor.
Lo último que esperaba era terminar el día de vuelta en mi adorado
papel de capitana, creí que ese barco había zarpado hacía tiempo, pero
resultó que solo tenía que ser paciente.
—Shelly vuelve mañana —dice Aria—. No estará feliz con esto.
Un escalofrío me recorre la espalda. No me imagino que le hiciera
mucha gracia que la suspendieran cuando la semana pasada ni siquiera me
tocó, pero parecía que ya estaba en la lista de mierda de Hartmann y era la
excusa exacta que necesitaba para darle un tiempo fuera.
No puedo quejarme. Ha sido agradable sin ella. Aunque no puedo evitar
preguntarme si mi fácil regreso al equipo va a durar muy poco. Volverá a
tenerme en la mira, eso es seguro.
Nuestra tarde en Aces es como en los viejos tiempos, solo que ahora,
siento que realmente puedo pertenecer. El equipo me quiere, mientras que
antes estaba segura de que solo me soportaban porque tenían que hacerlo, y
ahora sé que tengo a alguien que va a estar a mi lado sin importar lo que me
traigan el mañana y Shelly.
Nervios revolotean en mi estómago y me recuerdan que esas no son las
únicas diferencias. Dentro de unas semanas, sé que ya no podré ocultar este
secreto. Hasta ahora he tenido la suerte de guardándomelo para mí, aunque
sé que tengo los días contados, sobre todo con Shane.
Tengo que decírselo antes de que alguien se me adelante.
—Hola, Chels. ¿Quieres que te lleve a casa? —me pregunta Ethan,
sacándome de mis pensamientos.
Levanto la vista y lo veo con su brazo alrededor de Rae. No la mira,
pero tiene una sonrisa en los labios que creo que no existía hasta que ella
apareció en su vida.
—Sí, sería genial —respondo.
Después de despedirme del equipo, sigo a Ethan y Rae fuera del
restaurante.
Estoy demasiado ocupada charlando con ellos como para prestar mucha
atención al estacionamiento y me meto en la parte trasera de la camioneta
de Ethan sin pensarlo mucho.
Hasta que salimos y vuelvo a ver la camioneta parada junto a la salida.
—Oye —digo, asomando la cabeza entre los dos asientos delanteros—.
¿Tienes idea de quién conduce esa camioneta?
Sé que es poco probable, no obstante, supongo que vale la pena
preguntar porque no tengo ni una maldita idea. Me rompí la cabeza para dar
con la respuesta, pero aparte de una posibilidad que no quiero ni considerar,
no sé de quién podría ser. Eso sí, parece bastante interesado en mí.
Ethan mira por el espejo retrovisor cuando nos detenemos adelante de
ellos y niega con la cabeza.
—No tengo idea. ¿Por qué?
—Por nada —le miento, mirando hacia atrás por encima de mi hombro
para ver si puedo echarle un vistazo al conductor. Lamentablemente, el
reflejo del parabrisas no me deja ver más que el sol poniéndose en el cielo.
Me siento, cruzo los brazos y suelto un suspiro.
«Es solo una coincidencia que continúe viéndolo», me digo. Aunque
eso no calma el malestar que me revuelve el estómago.
Intento no mirar atrás, sabiendo que me volveré loca, pero lo hago. La
camioneta nos sigue hasta el final de mi calle antes de seguir adelante
cuando Ethan hace la señal para dar vuelta. No parece inmutarse después de
que se lo señalara antes. Sin embargo, ¿por qué habría de hacerlo? No es
consciente de que me ha estado siguiendo como un maldito acosador
psicópata durante los últimos días.
Respiro un poco más tranquila sabiendo que se ha ido mientras me
despido de Ethan y Rae y entro a la casa.
El sonido de la música navideña llena mis oídos y, a diferencia de los
últimos años, en lugar de gemir, sonrío.
—Hola, cariño —me dice mamá cuando asomo la cabeza en la sala de
estar—. Esperaba que volvieras pronto. ¿Quieres ayudarme? —pregunta
señalando el árbol sin adornos.
Ha estado decorando la casa poco a poco desde que volví del centro,
aunque me sorprende que haya tardado tanto en ocuparse del árbol.
Tenía intención de ducharme y empezar mi tarea, pero, por una vez,
pasar el rato con mamá y contagiarme del espíritu navideño me parece más
apetecible.
—Claro —respondo, dejo mi bolso en el sofá y voy con ella.
—¿Tuviste un buen día? —curiosea mientras envolvemos las lucecitas
alrededor de las ramas.
—En realidad, sí —continúo hablándole del equipo.
—Sabes que probablemente no deberías estar animando ahora, ¿verdad?
La miro fijamente durante un momento, claramente mi expresión dice
exactamente lo que mis palabras no dicen.
—Lo siento, lo siento. No puedo evitar preocuparme.
—Sé lo que hago, mamá —reviro, metiendo la mano en la caja con las
decoraciones y sacando un adorno.
—¿Por eso no se lo has dicho aún a Shane, porque sabes lo que haces?
—Deja de hacer lo que está haciendo y me mira fijamente.
No podía ocultar la implicación de Shane en todo este asunto cuando
apareció el fin de semana y luego nunca se fue.
—Las cosas son complicadas.
—Me lo dices a mí.
Dejo escapar un suspiro y me siento en el borde del sofá.
—El tiempo que pasamos juntos antes de irme... fue... pensé que fue un
error. Me sentía sola, él estaba allí. No hace falta que te lo explique —le
digo poniendo los ojos en blanco—. Pero entonces volví a encontrarme en
ese lugar, y empecé a permitirme reflexionar y considerar lo que realmente
quería, y las cosas empezaron a cambiar para mí. El tiempo que pasé con él,
aunque corto, fue diferente. Él era diferente—. Entonces me enteré de... —
Hago un gesto hacia mí—. Y supe que tenía que hacer algo al respecto. Ni
por un segundo pensé que querría volver a hablar conmigo cuando
regresara. Lo arrastré junto con los demás a los que lastimé. Tenía todo el
derecho a echarme en cara mis intentos de compensarlo. Bueno, en realidad
lo hizo al principio, pero... —Me detengo, sin necesidad de entrar en
detalles—. Por algún milagro, me perdonó y me mostró a su verdadero yo y
cómo podría ser la vida si dejara entrar a alguien. Él es... —Hago una
pausa, pienso en nuestro tiempo juntos e intento encontrar una palabra para
describirlo—. Ha sido increíble. Todo lo que nunca supe que necesitaba,
pero siempre quise. No sé —pronuncio sacudiendo la cabeza—. Todo me
parece perfecto.
Mamá me mira con ojos suaves y llenos de lágrimas.
—Chelsea —dice, dejándose caer a mi lado y tomando mis manos entre
las suyas—. No me malinterpretes, estoy encantada de que hayas
encontrado eso en él. Es un chico muy bueno y no creo que hubiera podido
elegir a alguien mejor para ti, aunque lo hubiera intentado. Sin embargo —
dice, y yo gimo—. Tienes que decírselo. Cuanto más tiempo pase sin que
sepa la verdad, más le dolerá. Si es la clase de hombre que crees que es,
querrá saberlo.
—¿Y si no es ese tipo de hombre? —pregunto, aterrorizada incluso de
decir las palabras en voz alta.
—Si no lo es, entonces no lo necesitas en tu vida. Eres una mujer joven
y fuerte, Chelsea. No necesitas a un hombre. Eres más que capaz de hacer
las cosas por ti misma.
—Yo... lo sé. Lo creas o no, en realidad no tengo miedo de hacer esto
sola si tengo que hacerlo. Es solo que... no quiero hacerlo. Sé lo que es
venir de un hogar roto, no quiero eso. —Retiro mi mano de la suya y la dejo
caer sobre mi vientre.
—Tienes que confiar en que él hará lo correcto. Y si no es eso lo que
quieres, entonces tienes que hacer lo mejor que puedas. Vas a ser una madre
increíble, Chelsea. Simplemente no pierdas el tiempo y te arriesgues a que
Shane no sea el tipo de padre que podría ser porque está demasiado
enfadado para ver lo que es importante.
—Tienes razón. —Asiento con la cabeza—. Solo que no sé cómo tengo
que decírselo.
—Ya pensarás en algo. Tengo fe en ti.
Pasamos la siguiente hora terminando el árbol antes de que mamá se
ofrezca a prepararnos chocolate caliente. La dejo para que pueda ducharme
y cambiarme.
En cuanto entro en la casa de la piscina, lo huelo. La decepción por su
ausencia me invade y saco mi teléfono del bolso. Encuentro un mensaje
suyo de hace diez minutos.
Shane: Te extraño. ¿Qué estás haciendo?
Chelsea: Poniendo decoraciones con mamá. ¿Todo salió bien?
Muestra que leyó el mensaje, pero no responde. Siento pavor en el
estómago de que aún se encuentre lidiando con lo que sea que su padre le
esté echando en cara.
Suspiro, me siento en el borde de la cama y dejo mi teléfono en mi mesa
de noche, con la esperanza de volver a tener noticias suyas pronto.
Abro el cajón de arriba, levanto los cuadernos y los trozos de papel para
encontrar lo que escondí debajo.
Saco las fotos del ultrasonido y contemplo a mi personita. La emoción
se apodera de mí y aprieto mi estómago con la palma de mi mano, deseando
que sepa cuánto lo quiero ya.
Paso el dedo por la diminuta imagen en blanco y negro, preguntándome
cómo será el bebé. Si tendrá el cabello y los ojos oscuros como yo, o claros
como Shane. Si será una animadora o un jugador de fútbol.
Sé que tengo muchas cosas en que preocuparme o que me inquieten, no
obstante, la emoción es lo que más me embarga cada vez que pienso en lo
que me depara el futuro.
Dejo las fotos en la mesa de noche y me levanto de la cama para
desnudarme y meterme en la ducha.
Tengo la intención de ponerme pantalones deportivos y una sudadera
con capucha y pasar la tarde relajándome con mamá y alguna película
navideña que seguro encuentra en la televisión.
Estoy enjuagándome el acondicionador del cabello cuando escucho un
ruido muy fuerte.
El corazón se me sube a la garganta al pensar en la camioneta con las
ventanillas oscuras y los faros brillantes.
—Maldición —murmuro, termino rápidamente y me envuelvo el cuerpo
con una toalla, agradeciendo que nadie haya entrado aquí con un cuchillo ni
nada parecido.
Con el corazón a punto de salírseme del pecho, asomo la cabeza desde
el baño. Pero no hay nadie.
—¡Hola! —grito mientras me dirijo de puntitas a la sala de estar, pero
cuando llego, la encuentro tan vacía como la habitación.
Miro a mi alrededor, buscando algo fuera de lugar que pudiera haber
causado el estruendo, sin embargo, no encuentro nada.
Suponiendo que era mamá que vino por algo, vuelvo a la habitación.
Algo en el suelo, junto a mi cama, me llama la atención. En cuanto doy un
paso hacia él, sé exactamente lo que es. Mis fotos del ultrasonido.
Vuelvo a mirar a mi alrededor, aunque sé que no hay nadie, aunque el
miedo me invade.
¿Quién entró aquí y vio esto?
Tomo mi teléfono y rezo para que Shane me responda y me diga que
sigue en casa.
Por favor, por favor, por favor, ruego en silencio mientras toco la
pantalla.
Nada.
—Demonios.
Dejo caer la toalla al suelo y me pongo algo de ropa rápidamente,
aunque con lo mucho que me tiemblan las manos no lo consigo.
En cuanto me visto, tomo mi teléfono y las llaves del auto y salgo
corriendo de la casa de la piscina.
—¡Lo siento, mamá! ¡Necesito irme! —grito mientras corro por la casa
principal.
—¿Todo está bien? —me responde desde la cocina.
—Espero que sí.
Me grita algo, pero ya estoy en la puerta, demasiado lejos para
distinguir las palabras.
No me molesto en buscar a mi acosador, sino que abro la puerta de un
jalón y me dejo caer en el asiento del conductor.
Salgo volando de la entrada y, en cuestión de segundos, me dirijo a la
casa de los Dunn.
Si fue él, es muy probable que no haya ido directamente a casa.
Mierda.
Me tiemblan las manos contra el volante y se me revuelve el estómago
al pensar que se ha enterado así.
Me va a odiar, ¡diablos!
Se me hace agua la boca como si estuviera a punto de vomitar y por un
momento pienso que voy a tener que parar para poder hacerlo. Después de
respirar hondo, se me pasa y puedo continuar.
En cuanto doy vuelta en su calle, estiro el cuello para ver si su auto está
estacionado en la entrada
«Por favor, que esté aquí. Por favor, que esté aquí».
—¡Oh, Dios mío! —grito cuando me acerco y veo la parte trasera de su
auto en la entrada.
Detengo mi auto en la calle, echo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos
un segundo.
Quizá no había nadie allí. Tal vez fue solo mi imaginación y no puse las
fotos en la mesa de noche como pensé.
Casi me doy la vuelta y me voy a casa, sintiéndome estúpida por
exagerar. Pero, ¿y si me equivoco? ¿Y si mi primer instinto era cierto y
ahora está ahí adentro odiándome porque sabe mi, nuestro, secreto?
—Mierda, mierda, mierda.
Suelto el aliento en una larga exhalación, empujo la puerta y salgo.
Camino hasta la puerta principal, toco y espero. No pasa nada, a pesar
de que oigo voces, voces fuertes, en el interior. Oír una discusión en pleno
vigor no ayuda en absoluto a calmar mis nervios.
Agarro el picaporte y empujo para ver si puedo entrar.
Sorprendentemente, sí.
Me meto silenciosamente en la casa y me asomo por la puerta de la
cocina, de donde proceden los gritos.
Dentro, encuentro a Maddie y Brett gritándose el uno al otro, agitando
los brazos en señal de frustración. Me muevo antes de que me descubran,
me dirijo a las escaleras y subo corriendo en silencio.
Paso las puertas cerradas de las habitaciones hasta que llego a la que
quiero.
«Bien, aquí voy».
La abro y entro, pero la habitación está vacía.
Mi ritmo cardíaco aumenta una vez más mientras doy un paso
tímidamente y miro a mi alrededor.
Me relajo en cuanto oigo correr el agua y me giro hacia el baño de
Shane.
Sale vapor de la habitación contigua y se me dibuja una sonrisa en los
labios al saber que lo encontraré desnudo detrás de esa puerta.
Definitivamente, las cosas están saliendo mejor de lo que esperaba.
Dejando mi celular y llaves en la cómoda y me dirijo hacia allí.
El calor me golpea en cuanto entro en la habitación. Está claro que lleva
aquí algún tiempo. Todo está lleno de vapor y apenas puedo verlo tras la
puerta de cristal.
Está de pie con la cara inclinada hacia el agua, totalmente inmóvil.
Aprovecho unos minutos para recorrer con la mirada su cuerpo
esculpido. No es tan fornido como otros chicos del equipo, pero no por ello
es menos corpulento.
Se me hace agua la boca cuando pienso en desnudarme y unirme a él.
En pasar las manos por su piel suave y tensa.
Vuelvo a mirar hacia arriba, disfrutando de la vista. Como si supiera que
estoy aquí, cuando llego a su barbilla, baja la cabeza y nuestros ojos se
cruzan.
Mientras sus ojos se abren de golpe, algo crepita entre nosotros.
Sus labios se entreabren por la sorpresa antes de esbozar una sonrisa.
Extendiendo su mano, cierra el agua y sale de detrás de la puerta.
Sus ojos se apartan de los míos para contemplar mi cuerpo y mi
temperatura se dispara.
—¡Carajo! —Es todo lo que dice antes de cerrar el espacio entre
nosotros y encontrar mis labios.
Agarra mi trasero con las manos, me levanta y me coloca sobre el
mostrador. Me separa las rodillas y se mete entre ellas, empapándome con
su cuerpo húmedo.
Me besa con fuerza y desliza los dedos por mi cabello aún húmedo para
inclinarme la cara en el ángulo adecuado. Su lengua se introduce en mi
boca, enredándose con la mía mientras me reclama.
Mis manos recorren su espalda, mis uñas arañan ligeramente hasta que
encuentro su trasero y lo aprieto. Nos aprieta más, y su pene duro roza mi
centro.
El calor me inunda al pensar que me tome aquí así.
—Shane —gimo cuando separa sus labios de los míos para besarme el
cuello.
Me roza con los dientes mientras besa y succiona mi piel sensible.
Su mano se abre paso bajo mi camisa y gime cuando me encuentra
desnuda. Su tacto cálido me recuerda el pánico que sentí al vestirme y salir
de la casa de la piscina.
Pero todo eso desaparece cuando me pellizca el pezón con tanta fuerza
que juro que estoy al borde de venirme.
—Shane, te necesito.
—¡Maldición, Chels!
Me agarra de la camisa, me la quita por encima de la cabeza y la tira
detrás de él. Sigue besándome hasta la parte de arriba de mis pechos
mientras me sube la falda por los muslos hasta la cintura.
Rápidamente me arranca la tanga por los lados y me la quita del cuerpo
antes de jalarme al borde del mostrador.
Está en un frenesí de necesidad, pero justo antes de penetrarme, apoya
su frente con la mía y me mira a los ojos.
Se me corta la respiración al ver las emociones en su mirada. No puedo
descifrar la mayoría de ellas, sin embargo, una cosa sí sé: ahora mismo
necesita esto.
—¡Cógeme! —le exijo y él se lanza hacia adelante.
Un grito ahogado sale de mis labios cuando me llena de un solo
movimiento.
Por suerte, se detiene un momento para que me adapte antes de salir,
moverme un poco más hacia adelante y volver a penetrarme.
—¡Oh, Dios!
Me apoyo hacia atrás con mis manos y miro dónde conectamos.
Es. Tan. Ardiente, ¡diablos!
—Chelsea —gime, obligándome a mirarlo.
Sus párpados están pesados, está desesperado por cerrarlos, por permitir
que el placer lo aleje de lo que sea que está causando las líneas arrugadas en
su frente.
—Estoy aquí. Toma lo que necesites.
Sus dedos se clavan en mis caderas con un doloroso apretón mientras
sale de mí.
—¿Cómo lo supiste? —Su voz es tan baja que casi no distingo las
palabras.
—¿Saber qué?
—Que te necesitaba. Carajoooo.
Llega tan profundo que pierdo el hilo de mis pensamientos mientras
arremete contra mí una y otra vez, preparándome para una caída increíble.
—¡Shane! ¡Maldición! ¡Maldición! —Mi cabeza cae hacia atrás
mientras él sigue.
Lo único que se oye es nuestra respiración agitada y el contacto de
nuestras pieles. El aroma de su gel de ducha da paso al olor a sexo mientras
el calor de la habitación nos deja la piel resbaladiza de sudor.
—Labios. Chelsea. Necesito tus labios.
Levanto la cabeza y lo veo mirándome fijamente. Sus ojos casi negros
por su necesidad. Me incorporo, le rodeo la nuca con la mano y acerco mis
labios a los suyos.
El nuevo ángulo es alucinante y en cuestión de segundos estoy a punto
de liberarme.
Nos besamos desesperadamente mientras intentamos sacar lo más que
podemos el uno del otro, pronto nuestra necesidad de aire al caer los dos
sobre el borde detiene nuestros movimientos.
—¡Ay, mierdaaa! —gruñe mientras su pene se retuerce violentamente
dentro de mí.
Dejo caer mi cabeza sobre su hombro y lucho por recuperar el aliento,
pero él no se detiene.
Con sus dedos de nuevo en mi cabello, jala mi cabeza hacia atrás y
encuentra mis labios.
Me besa como si fuera su última oportunidad. Es húmedo, sucio y lleno
de emociones. Es como si intentara decirme lo que siente, lo desesperado
que está sin decir las palabras. Lo acepto todo porque el sentimiento es
definitivamente mutuo. Puede que le haya dicho antes a mamá que sé lo que
hago. Pero la verdad es que no tengo ni la más mínima idea. Estoy en la
cúspide de algo que me cambiará tanto mi vida que ni siquiera puedo
empezar a comprender cómo será el futuro. Estar con Shane así. Todo se
desvanece y sé que él lo necesita tanto como yo en este momento.
Me levanta en brazos, le rodeo la cintura con las piernas y me lleva a su
habitación antes de bajarme a la cama.
Se levanta y me mira fijamente. Su pecho se agita mientras las gotas
siguen cayendo de su cabello y recorren sus músculos definidos. Su pene
vuelve a estar duro y se estremece bajo mi mirada.
—¿Cómo lo supiste? —pronuncia, repitiendo su pregunta de antes—.
¿Cómo sabías que te necesitaba?
Me muerdo el labio inferior, insegura de cómo responder a esa pregunta.
—¿F… fuiste a la casa de la piscina esta noche? —Sus cejas se fruncen
ante mi repentino cambio de tema.
—¿Qué? No, estaba aquí. Deseando estar contigo.
No puedo resistir la sonrisa que se dibuja en mis labios.
—¿Está todo bien? —pregunta, percibiendo claramente que algo no está
bien conmigo.
—S… sí. —Debería decirle la verdad. Debería contárselo todo ahora.
Abro la boca para decir algo, cualquier cosa, pero al mismo tiempo, él
cae encima de mí y se aprovecha de mis labios entreabiertos.
—Quería ir a verte. Sin embargo, estabas pasando el rato con tu mamá.
Maldición, Chels.
—¿Qué pasó con tu padre?
—La mierda usual. No soy lo suficientemente bueno. Nunca lo
conseguiré. Necesito decidir en qué equipo quiero jugar. Mierda, no me
hace caso.
—Shane —digo, poniendo la palma de mi mano en su mejilla áspera.
—Eres lo suficientemente bueno. Eres más que suficiente. Eres
increíble.
Una sonrisa se dibuja en sus labios.
Mueve la cabeza como si no pudiera creer lo que estoy diciendo.
—Carajo, no me canso de ti.
Rápidamente me baja la falda por las piernas y la deja caer al suelo para
que los dos estemos desnudos antes de ponerme encima de él.
—Tu turno —bromea guiñándome un ojo, tomando su miembro con la
mano y sujetándolo para que lo único que tenga que hacer sea hundirme en
él.
—Dios, no soy tu esclava sexual.
—La posición está disponible si quieres... —Sus palabras se
interrumpen mientras bajo sobre él—. Maldición. ¿Alguna vez me
acostumbraré a esta sensación?
—Espero que no.
Desciendo hasta ocupar cada parte de él.
Me mira con tanta adoración, con tanto, me atrevería a decir... amor, que
mis ojos se llenan de lágrimas.
—Chels —gime, tomando mis manos y jalándome hacia adelante.
Sus ojos buscan los míos. No me cabe duda de que puede ver las
lágrimas que amenazan con salir, pero como siempre que estoy cerca de él,
no quiero ocultar lo que siento. Me quito la máscara cuando estamos los dos
solos. Él me ve. Mi verdadero yo. Y, sin embargo, sigue aquí.
—Lo sé —susurro—. Lo sé.
—Me matas, ¿lo sabes?
—El sentimiento es mutuo.
Acerco mis labios a los suyos e interrumpo cualquiera que fuera su
respuesta. Me temo que está a punto de admitir algo de lo que se va a
arrepentir cuando por fin tenga el valor suficiente para decirle la verdad.
«Lo haré después de esto», me digo, aplazándolo una vez más.
Me muevo contra él, esta vez lentamente. Intento mostrarle exactamente
lo que siento por él con mi cuerpo en lugar de con mis palabras. Necesito
que sepa lo real que es esto, lo mucho que significa para mí. Algunas veces
las palabras no tienen valor. Se dicen todo el tiempo. Las mentiras son
demasiado fáciles. Pero esto. Este sentimiento de nosotros juntos. No hay
mentiras allí. Es imposible.
Nuestras lenguas se deslizan una contra la otra mientras sigo
moviéndome contra él. Sus manos buscan mis caderas, intentando que vaya
más rápido, pero me resisto. Esta vez mando yo y marco el ritmo.
Aparto mis labios de los suyos y le beso la mandíbula, chupo el lóbulo
de su oreja antes de bajar por su cuello.
—Qué rico —gimo en su oído—. Tu pene se siente tan bien dentro de
mí.
Un gruñido sale de su garganta.
—¿Lo sientes? —Me agarra la nuca con sus dedos.
—Cada maldita vez que te miro. Te toco. Te pienso. ¡Maldición, Shane!
—jadeo, sus palabras me empujan más cerca de la liberación.
—Tú lo eres todo para mí, Chels. Esto es todo para mí. Pase lo que pase
de aquí en adelante, la universidad, nuestro futuro. Somos nosotros, nena.
Prométemelo.
Sus palabras hacen que mi corazón se llene hasta el punto que me
preocupa que pueda estallar.
—Somos nosotros. Siempre.
El primer apretón de mi liberación me golpea y empiezo a caer cuando
hay un alboroto en la puerta.
—Shane, necesito… ¡maldición! —Los ojos de Brett se abren
increíblemente al posarse en nosotros antes de llevarse las manos al cabello
y darse la vuelta—. ¿Qué carajo, muchacho? Esta es nuestra casa. Nuestra
maldita casa. ¡Sácala de aquí, maldición! —grita tan fuerte que no puedo
evitar estremecerme mientras salto de encima de Shane.
—¡Lárgate de una puta vez, papá!
—Qué dem… oh —expone Maddie, corriendo a ver qué pasa.
Sus ojos se posan en mí y, aunque noto lo sorprendido que está Brett,
ella no parece tan molesta al encontrarme aquí.
—¡Sal de aquí, carajo! —me grita Brett, arriesgándose a darse la vuelta.
Por suerte, ahora estoy envuelta en una de las sábanas de Shane. Él, sin
embargo, sigue de pie desnudo con tan solo una almohada cubriendo su
entrepierna.
—Papá, detente. No le hables así, demonios.
—Eres un maldito chiste. Un maldito chiste. —Se dirige hacia Shane
señalándolo con el dedo.
La vergüenza recorre las facciones de Shane.
—¡No! —exclamo, intentando correr hacia él, pero Maddie me toma del
brazo y me impide interponerme entre los dos.
—Vete, Chels. —La voz de Shane es vacía, fría, y hace que un sollozo
brote de mi garganta.
—No, no voy a dejarte así con él.
—Está bien. Te veré mañana.
—No. Shane.
Tarda unos segundos, y finalmente desvía su mirada de la de su padre y
mira hacia mí.
—Por favor —susurra, sus ojos suplicándome que no haga esto más
difícil de lo que ya es.
Las lágrimas que llenaban mis ojos se derraman.
—Es… está bien.
—Toma. —Me lanza una camiseta que está en la silla a su lado y,
después de un segundo, sigo a Maddie fuera de la habitación.
Cierra la puerta detrás de nosotras.
—¿Qué estás haciendo? Tienes que detenerlos, detenerlo —le suplico.
—Lo haré. No te preocupes por él. Le diré que te llame.
Sin preocuparme de que esté parada frente a mí, suelto la sábana y me
pongo la camiseta de Shane por encima de la cabeza. Su olor me relaja al
instante, bueno, eso es hasta que se escucha un fuerte estruendo desde su
habitación.
—¡Vete! —me dice—. Todo estará bien.
Quiero gritarle. ¿Cómo va a estar todo bien? Ella vio la mirada de Brett
al igual que yo. Quiero entrar corriendo y llevarme a Shane conmigo. Sin
embargo, no puedo. No puedo hacer nada más que lo que me dicen.
Asintiendo con la cabeza, me doy la vuelta y me dirijo a las escaleras.
—Chelsea. —Mi nombre no es más que un susurro.
Volteo y miro por encima de mi hombro su expresión triste.
—Me alegro de que seas tú. —Es todo lo que dice antes de volver a la
habitación segundos antes de que estallen los gritos y algo más se haga
añicos.
Bajo corriendo las escaleras, las lágrimas corren por mi rostro mientras
huyo de su casa. No quiero irme sin él, quiero estar a su lado y librar sus
batallas con él, aunque sé que no puedo. Esto es un asunto familiar y tengo
que alejarme y dejar que lo afronte a su manera.
No me doy cuenta de que dejé mis zapatos en el suelo del baño hasta
que piso su entrada y las piedras se me clavan en la piel.
—¡Hijo de puta! —escupo mientras corro hacia mi auto.
Enciendo el motor y me alejo a toda velocidad de su casa. Si me quedo
aquí, sé que la tentación de volver a entrar será demasiado fuerte como para
ignorarla.
Casi llego a mi casa cuando veo las luces detrás de mí.
El fuego arde en mi estómago y aprieto con fuerza el volante. Ahora sí
que no es el momento para este imbécil.
A diferencia de antes, cuando giro hacia mi calle, él me sigue.
Piso a fondo el freno y detengo bruscamente el auto antes de salir y
correr hacia la camioneta que me sigue.
Para mi sorpresa, se detiene frente a mi casa a pesar de que cada vez
estoy más cerca.
Cuando me acerco, baja la ventanilla del copiloto.
—¿Cuál es tu maldito problema? ¿Por qué diablos me estás siguiendo,
imbécil? —reclamo. Perdí el control de mis emociones en el momento en
que me echaron de la habitación de Shane.
El auto está a oscuras cuando me acerco, pero mis ojos no tardan en
adaptarse.
—¿Qué quieres de m…? —Mi última palabra se interrumpe cuando veo
unos ojos que me resultan familiares—. ¡No! —grito, con un miedo que
hacía años que no sentía y que me invade las venas—. No. No. —
Retrocedo, tropezando con mis propios pies mientras corro hacia la casa.
Esta vez no siento las piedras cortándome la piel mientras me dirijo
rápidamente por la parte trasera de mi hogar y corro hacia la seguridad de
mi casa de la piscina.
Batallo con la cerradura y, después de lo que parece el tiempo más
largo, entro por la puerta. Respiro entrecortadamente mientras intento
aspirar el aire que necesito.
Doy un portazo y corro hacia la habitación y luego al baño, la puerta se
cierra con un fuerte golpe.
Esos ojos azules son una imagen permanente en mi cabeza.
—No. No. ¡No! —repito mientras abro la ducha y me tiro al suelo bajo
el chorro.
El agua empapa la camisa de Shane, y apenas me doy cuenta. Solo
necesito la tranquilidad que acompaña al agua.
Es el único lugar donde solía sentirme segura. A salvo de ellos.
Un escalofrío me recorre la espalda.
Pensé que los había dejado atrás. Pensaba que los hombres de mi pasado
solo estaban en mis pesadillas ocasionales. No tenía idea de que uno me
acecharía.
No tengo idea de a quién pertenecen esos ojos. Nunca me tomé el
tiempo de aprenderme sus nombres. No eran más que una escoria tras otra
que aparecía por la puta de mi madre. Algunos apenas me miraron, otros me
miraron demasiado. Algunos... se me hiela la sangre y lucho por no
recordarlos.
Nada bueno puede venir de recordar esa época de mi vida. Una época
en la que a nadie le importaba lo que me pasaba. Cuando me forzaron,
pensando que podían tomar cosas que no eran suyas.
Maldición. Quiero a Shane.
Acerco las rodillas a mi pecho, las rodeo con mis brazos y dejo caer la
cabeza sobre ellos mientras intento alejar las imágenes que me han
perseguido durante años. Solo en los últimos meses me he librado casi por
completo de ellas.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
SHANE

—¿I ntentas joderlo todo a propósito? —grita papá, pero ya estoy harto
de sus estupideces.
Mientras mamá vuelve a entrar a la habitación, con la esperanza de que
le ayude a calmarse de una maldita vez, encuentro un bóxer y me lo subo
por las piernas.
Tengo los músculos tensos por la rabia y por no moverme, cuando lo
único que quiero es pegarle, es físicamente doloroso.
La mirada de Chelsea cuando le dije que se fuera me persigue. No
quería hacerle daño. Solo la necesitaba lejos de esto, de él.
Me pongo unos pantalones deportivos, saco una camisa limpia del cajón
y tomo un bolso.
—¿Me estás escuchando?
No le hago caso, y eso solo le echa más leña al fuego.
—Brett, ya basta. —Mamá intenta tranquilizarlo mientras empiezo a
meter ropa en el bolso, preparándome para irme.
Lamentablemente, sus palabras tienen poco efecto en él.
—Entonces, ¿eso es todo? ¿Tirarás todo por la borda por un par de tetas
y un buen culo?
Volteo hacia su persona, con el fuego ardiendo en mi cuerpo para
vengarme. Sería tan fácil arremeter contra él. No obstante, eso me haría tan
malo como mi padre. Y no me parezco en nada a él.
—Eso implicaría tener algo que tirar. No lo quiero. Nada de eso.
¿Cuántas veces tengo que decirlo antes de que tu cabeza dura lo entienda?
No tiraré nada por ella. Ella es mi futuro.
Su barbilla cae.
—Eso es una tontería. Tienes dieciocho años, no sabes lo que quieres.
—¿Y tú sí? ¿Cómo es posible que sepas lo que quiero?
—¡Porque yo sé lo que es mejor! —ruge.
No creo que espere que me ría, pero eso es exactamente lo que hago.
Sus puños se cierran a los lados cuando su frustración se vuelve demasiado
grande.
—Vamos, viejo, pégame. A ver si me haces entrar en razón —me burlo,
dando un paso hacia él y poniéndome delante de su cara.
—Shane, para —me suplica mamá. Sabe tan bien como yo que papá
tiene un temperamento que puede estallar en cualquier momento.
—¿Por qué? Creo que es hora de que lo veamos por lo que realmente es.
Vamos, muéstrame lo decepcionante que soy.
Sus dientes rechinan mientras me preparo para el dolor que sé que
vendrá.
Aunque nunca llega.
Tras largos segundos, da un paso atrás.
—Maldito cobarde —murmuro, dándome la vuelta y tomando el bolso
que medio empaqué.
—¿Adónde carajos crees que vas? —me grita.
—A algún lugar donde alguien me quiera. A mi verdadero yo. No el que
me obligan a ser.
Con eso, paso rápidamente a un lado de mamá, que solloza mientras
salgo y corro por la casa.
En cuanto estoy en el auto, me permito respirar y pensar un momento en
lo que acaba de pasar.
—¡Hijo de puta! —grito, golpeando el volante con las manos.
Una gran parte de mí desearía que me hubiera pegado para poder
vengarme. Dios sabe que lo he deseado un millón de veces a lo largo de los
años.
Una vez que mis manos han dejado de temblar lo suficiente como para
arrancar el auto, salgo del garaje con el pecho agitado y un solo
pensamiento en la cabeza.
La necesito. Necesito a Chelsea.
Me digo que es para asegurarme de que está bien. Pero sé que,
egoístamente, es más por mí que por ella.
Ella me da una calma que no siento tan a menudo, especialmente no en
casa. La necesito. Necesito algún tipo de señal de que esta mierda va a
llegar a su fin. Necesito tener alguna esperanza de que voy a poder tomar
mi propia decisión y no ser el títere de mi padre para hacer lo que él quiera
el resto de mi vida.
El trayecto hasta su casa solo dura unos minutos y, antes de darme
cuenta, estoy empujando la puerta del auto y trotando por el lateral de la
casa con mi bolso en la mano.
No tengo idea de si me quiere aquí, pero de ninguna maldita manera
voy a quedarme en esa casa y permitir que me parta en dos. Ya lo he
aguantado bastante.
Tengo dieciocho años. Puedo hacer lo que me dé la puta gana.
La casa de la piscina está a oscuras y me preocupa que ella no esté aquí.
Aunque, ¿adónde habrá ido? Se fue sin llevar nada más que mi camiseta
puesta.
Cuando llego a la puerta, la encuentro entreabierta y mi corazón, ya
acelerado, vuelve a acelerarse.
—¿Chelsea? —La abro de un empujón y entro.
Me dirijo a la habitación y dejo caer el bolso sobre la cama al pasar.
Un rayo de luz procedente del baño y el sonido del agua corriendo me
indican dónde está y un poco de excitación empieza a alejar la rabia que
aún me invade.
Envuelvo los dedos en el picaporte de la puerta y empujo, esperando
que se abra y encontrarme con una Chelsea desnuda y mojada. No obstante,
cuando empujo, la puerta no se mueve.
Lo intento de nuevo, pensando que está atascada y juro por Dios que un
grito de miedo sale del baño.
—¿Chelsea? —pregunto, preocupación serpenteando por mis venas—.
Solo soy yo. ¿Estás bien?
Suena un movimiento en el interior antes de que la cerradura haga clic y
ella abra la puerta.
Está empapada, con el cabello pegado a la cara y su maquillaje corrido
por las mejillas, pero por el enrojecimiento de sus ojos veo que no es por la
ducha.
Me agacho y veo que aún lleva puesta mi camiseta y que está
empapada.
Empujo la puerta y la tomo en mis brazos.
Está helada y tiembla al abrazarme.
—¿Qué demonios, Chels?
La abrazo con fuerza y nos dirijo a la ducha. Como era de esperar,
cuando meto la mano bajo el agua está helada. ¿Qué demonios pasó?
Seguro que esto no puede ser por mi padre.
Cierro la ducha y la saco de la habitación, tomando una toalla al salir.
Se aferra a mí como si fuera a desaparecer en cualquier momento. Su
esbelto cuerpo tiembla contra el mío, su camisa mojada empapa la mía.
—Voy a dejarte en la cama.
Afortunadamente, me suelta y se deja caer cuando la animo a hacerlo.
Me apresuro a quitarle la tela mojada del cuerpo y dejarla caer al suelo.
La seco y exprimo el agua de su cabello antes de encontrar mi jersey
enredado en las sábanas y ponérselo.
—Métete en la cama —digo señalándola con la cabeza, y ella se
apresura a cubrirse.
Me quito la ropa y me meto con ella, atraigo su cuerpo frío hacia el mío
y la envuelvo como si fuera una manta.
Tiembla en mis brazos mientras lucha contra las lágrimas que sé que la
amenazan.
—No pasa nada —agrego, abrazándola lo más fuerte que puedo.
Sacude la cabeza, con la respiración agitada mientras intenta
controlarse.
Permanece en silencio durante mucho tiempo y, aunque me mata no
preguntar, no saber qué le pasa, sé que lo necesita.
Demonios, yo necesito esto.
Dejo caer mi nariz sobre su cabello y respiro. Recordándome a mí
mismo por qué vine aquí. Por qué estar aquí con ella significa tanto para mí.
Pienso en la conexión que había entre nosotros antes de que nos
interrumpieran y esta noche se fuera al carajo. Mi corazón se estremece al
recordar la mirada que me dirigió. Recuerdo el calor que me recorrió las
venas cuando me dijo que ella también lo sentía. Quiero decir, lo sabía, lo
noto en su tacto, lo veo en sus ojos, pero oírla admitir que no soy el único
loco aquí fue increíble.
Estoy tan absorto en mis pensamientos que, cuando por fin rompe el
silencio, tardo un segundo en registrar sus palabras.
—Esa camioneta... la que me ha estado siguiendo...
Cada músculo de mi cuerpo se tensa mientras espero oír lo que viene a
continuación. ¿La detuvo? ¿Le hizo daño?
—Es un hombre de mi pasado. —Sus palabras son tan silenciosas,
amortiguadas contra mi pecho, que apenas la oigo—. Uno de los v…
visitantes de mi madre biológica.
Sus palabras me sacuden el cuerpo. Recuerdo perfectamente lo que me
contó sobre su pasado. No entró en detalles, comprensiblemente, y me
alegré de darle el tiempo que necesitaba para contármelo, si es que quería
hacerlo.
—Y… yo... —Exhala un suspiro—. No recuerdo cuál es exactamente.
Todos se confundieron en uno. Pero recuerdo sus ojos. Son tan brillantes
que siempre pensé que eran falsos. —Se aparta un poco de mí y me mira.
Sus ojos grandes y oscuros están enrojecidos por el llanto y la mirada es
como un bate de béisbol en mi pecho.
—¿Él...? —Me quedo sin palabras, incapaz de formular la pregunta que
necesito hacerle.
—N… no lo sé. Como dije, todos se confundieron en uno. Algunos
estaban más interesados que otros. Algunos incluso eran amables conmigo,
pero yo era tan joven y estúpida. No puedo distinguir cuál era cuál en mis
recuerdos. Lo bueno se desvanece y solo la oscuridad permanece conmigo.
—Maldición, Chels. —Vuelvo a estrecharla entre mis brazos y la abrazo
fuerte.
—¿Cómo me encontró? —susurra.
—No lo sé, nena. Pero no te va a pasar nada. Te lo prometo.
Exhala un suspiro tembloroso antes de volver a mirarme.
—¿Cómo te fue con tu padre?
—Eso no importa ahora.
—Sí importa. Esto no es solo sobre mí y mi pasado, Shane. Yo también
quiero estar aquí para ti.
—Lo sé y lo estás. Esto —explico, apretándola fuerte—. Es todo lo que
necesito ahora mismo.
—¿Todo lo que necesitas? —Levanta una ceja y empieza a recuperar su
brillo habitual.
—Estás en mis brazos. ¿Qué más podría necesitar?
Sonríe, pero no se refleja en sus ojos como lo haría normalmente. Odio
que algo de hace tanto tiempo, de toda una vida, pueda causarle tanto dolor.
Haría cualquier cosa por quitárselo, pero mientras estoy aquí tumbado,
abrazándola lo más fuerte que puedo, sé que no puedo hacer nada más.
Se hace el silencio a nuestro alrededor y, al final, su respiración se
calma y sé que se quedó dormida.
Sonrío para mí, sabiendo que se siente lo bastante segura como para
hacerlo, y en ese momento sé que esta noche tomé la decisión correcta.
Venir aquí y dejar atrás a ese imbécil fue lo correcto. No estoy seguro de
haber dicho palabras más ciertas en mi vida que cuando le dije que Chelsea
era mi futuro, y mañana pienso decírselo a ella.
Es hora de que dejemos de pensar en el pasado, en las pesadillas y los
errores y empecemos a mirar hacia delante, hacia nuestro futuro juntos,
porque así es exactamente como debe ser.

—¡No! ¡No me toques! ¡¡No!!


Los gritos de terror de Chelsea me despiertan segundos antes de que su
codo me golpee en la cuenca del ojo.
Ignorando el dolor, me apoyo en el codo y la miro fijamente. Tiene el
ceño fruncido mientras se agita, luchando contra sus demonios nocturnos.
—Chelsea, no pasa nada —le digo tomándole la cara entre las manos—.
Solo soy yo. Estás a salvo.
Sus ojos se abren y encuentran los míos de inmediato. Tarda un
segundo, y el miedo que los llenaba empieza a desaparecer.
—Shane —pronuncia suspirando antes de volver a cerrar los ojos y
quedarse dormida.
Esto se repite una y otra vez a medida que pasan los minutos.
Cada vez que empiezo a dormirme, ella grita aterrorizada.
A la cuarta o quinta vez, decido que es hora de despertarla para sacarla
de sus pesadillas.
—Chelsea, Chelsea —le repito hasta que vuelve a abrir los ojos—. Hola
—digo suavemente, inclinándome para rozar mis labios con los suyos.
—¿Shane? —pregunta confundida.
—Shhh... fue una pesadilla. Todo está bien. Aquí estoy. —La
tranquilizo, rozando sus labios.
Deslizo mi mano bajo mi jersey que aún lleva puesto y ella se relaja
notablemente contra mí.
—Haz que desaparezca, Shane. Por favor. —Su súplica me destruye, me
mata.
—Lo que sea. —Introduzco mi lengua en su boca y muevo la mano por
sus costillas hasta encontrar su pecho. Ya tiene el pezón duro y se lo
pellizco, haciéndola jadear en nuestro beso.
La acaricio con mis manos y mis labios hasta que gime, se retuerce y
pide más.
Cuando no puedo contenerme más, me acomodo entre sus muslos y me
deslizo dentro de ella.
Ambos gemimos mientras me muevo lenta y suavemente dentro de ella.
—¿Mejor? —gimo contra la suave piel de su cuello.
—Sí. Más, Shane, dame más.
Levanto sus manos, tomo sus dos muñecas con una de las mías y la
miro fijamente.
Una lágrima cae de uno de sus ojos y me estremece. Extiendo mi mano
y se la limpio con el pulgar.
—Shane, yo... —Vacila y niego ligeramente con la cabeza. No necesita
hablar ahora—. Creo que me enamoré de ti.
Se me entrecorta la respiración y juro que el corazón se me para en el
pecho. El mundo que nos rodea deja de existir mientras miro fijamente sus
ojos oscuros y atormentados.
—Chelsea, yo...
—No —me dice después de soltarme una mano y poner sus dedos sobre
mis labios—. No lo hagas. No solo porque yo lo hice.
Mis ojos le suplican, pero sé que tiene razón. No está preparada para oír
esas palabras, sobre todo después de haberlo admitido.
—Maldita sea, Chelsea.
Dejo caer mis labios sobre los suyos y la beso tan profundamente como
puedo, tratando de poner todo lo que siento en mis acciones.
En cuanto encontramos la liberación, volvemos a dormirnos abrazados.
Por suerte, la próxima vez que me despierto, el sol brilla desde la sala y la
mirada de Chelsea se clava en mí.
Abro un ojo y miro al otro lado de la cama.
—Buenos días —musito cuando la encuentro mirándome como
esperaba.
—Creí que todo había sido un sueño —dice en voz baja.
Sacudo la cabeza.
—Por desgracia, no.
Exhala un largo suspiro.
—¿Qué vas a hacer con tu padre?
—No tengo idea. Sinceramente, no me importa.
—Pero la universidad.
Me encojo de hombros.
—Prefiero no ir a que él dicte mi vida. ¿Y tú? —pregunto, pensando en
mis locos pensamientos de ayer para el futuro.
—No sé. He mandado solicitudes a un montón de sitios, tengo
posibilidades de beca en un par. Pero... —suspira, parece nerviosa de
repente—. Después de clase, ¿podemos... hablar?
Mis ojos rebotan entre los suyos, intentando leer lo que no me dice.
—¿Chels? —La jalo hacia mí, esperando que diga algo para aplastar el
nudo de espanto que se me acaba de formar en el estómago.
—Está bien, no voy a terminar con esto ni nada. Solo creo que tenemos
que hablar del futuro.
—Te refieres a dónde iremos a la universidad.
—Sí —dice, apartando la mirada de mis ojos—. Y entre otras cosas.
Sus palabras no me hacen sentir mejor y casi sugiero que faltemos a la
escuela y hablemos ahora. Como sé que eso no va a servir de nada con mi
padre, arrastro mi cuerpo exhausto hasta sentarme contra su cabecera y la
subo a mi regazo.
—Lo que necesites, nena.
CAPÍTULO TREINTA
CHELSEA

E l miedo persistente de mi pesadilla recurrente se aferra a mí mientras


Shane y yo nos preparamos para ir a la escuela. Los nervios que
revolotean en mi estómago por la conversación que tenemos que tener
más tarde ayudan a distraerme, pero la repulsión que recuerdo demasiado
bien por su tacto se niega a abandonarme.
—Todo estará bien —me dice Shane mientras caminamos de la mano
por mi casa para encontrar su auto.
Cada músculo de mi cuerpo se tensa mientras espero a ver si su
camioneta estará allí.
Un movimiento en la ventana de la sala me indica que mamá se dió
cuenta de que Shane está aquí de nuevo y que él es la razón por la cual salí
corriendo como lo hice anoche.
Por suerte, cuando llegamos a la entrada de la casa, no hay rastros de él.
Respiro aliviada y me dejo caer en el asiento del copiloto de Shane.
«Él tiene razón. Todo saldrá bien».
Cuando entramos al estacionamiento de la escuela, casi me lo creo.
Shane aceptará lo que tengo que decirle y podremos seguir como hasta
ahora con nuestro pequeño secreto compartido, y el tipo desaparecerá tan
rápido como apareció ahora que me vio.
Es una ilusión, lo sé, pero es todo lo que tengo en este momento.
—Parece que seguimos siendo el tema del momento, nena —murmura
Shane mientras caminamos hacia el edificio principal para ir a nuestros
casilleros.
Se me eriza la piel cuando todas las miradas se clavan en nosotros. Es
más o menos lo mismo que ayer por la mañana, aunque, en todo caso, todo
el mundo está aún más intrigado.
Pensaba que ya habría pasado algo más para quitarnos la presión de
encima. Alguien hace algo estúpido a cada hora aquí en Rosewood High.
No hay chismes calientes por mucho tiempo.
Los estudiantes susurran cosas entre ellos mientras pasamos, pero no
entiendo lo que dicen.
—¿Qué demonios está pasando? —murmuro. Sabiendo que no necesito
una respuesta, Shane sigue caminando en silencio a mi lado.
Entramos por las puertas abiertas, y veo por primera vez lo que está en
boca de todos y se me cae el mundo encima.
Pegados en todos los casilleros y superficies disponibles hay carteles
con una imagen que reconocería a millas de distancia.
Las palabras empiezan a ponerse borrosas ante mí cuando la realidad
me golpea.
¿Quién es el papá del bebé Fierce?
El mundo gira a mi alrededor y cuando Shane me suelta la mano, siento
que me van a tragar entera.
«No. No. No. Esto no está pasando».
Es como si estuviera en un sueño y viendo cómo todo esto se desarrolla
mientras todas las miradas se clavan en mí y los chicos ríen y chismean.
—Dime que es una broma. —La voz de Shane atraviesa la confusión, es
áspera y profunda y sé que, si me diera la vuelta y lo mirara, la expresión de
su cara me destrozaría.
Esto no estaba destinado a suceder así.
—Um... —Miro fijamente la imagen de nuestro bebé que me rodea.
Mi pequeño secreto a la vista de todos.
Debería ser mío, nuestro, no de todos ellos.
Mi respiración empieza a aumentar mientras intento encontrarle sentido
a todo esto y a lo que se supone que debo decirle con todo el mundo
mirándonos.
—Chelsea —me advierte, su voz me dice que está a punto de perder la
cabeza, pero cuando abro la boca para responder no sale nada, en su lugar
se me doblan las rodillas y empiezo a caer.
—Te tengo —me dice al oído una voz familiar y amistosa mientras unas
manos grandes me agarran de los brazos—. Vamos. Dunn, tú también. —
Me empujan hacia adelante antes de que nos detengamos un segundo—.
¡Desháganse de todo esto, maldición! —La gente empieza a moverse detrás
de mí mientras quitan el papel y lo hacen bola.
—¡Espera! —exclamo, dando un paso adelante para arrancar uno de los
carteles de la pared. Miro fijamente a mi bebé.
«Siento mucho haberlo arruinado».
Aprieto los ojos y rezo por contener mis lágrimas, al menos por ahora.
Ethan me dirige hacia un aula vacía, pero justo antes de cruzar la puerta,
alguien sale de entre la multitud con una sonrisa triunfante en su rostro
falso.
—¡Tú! —le grito, mirando fijamente a los ojos malvados de una chica
en la que una vez confié.
Shelly me sonríe dulcemente, como si no tuviera idea por qué podría
estar acusándola.
—Cuídate la maldita espalda.
Su sonrisa no vacila, y solo sirve para irritarme aún más.
Lo único que hace es reírse antes de escabullirse entre la multitud y
desaparecer.
La ira me invade y lucho por zafarme del agarre de Ethan para correr
tras ella, sin embargo, él se niega a soltarme y me dirige al aula.
No tengo idea de si somos solo nosotros dos o si Shane siguió las
órdenes, y mientras me encuentro de pie mirando la foto del ultrasonido,
estoy demasiado asustada para darme la vuelta y averiguarlo.
La puerta se abre y luego se cierra detrás de mí y la tensión crece.
Pierdo la lucha con mis lágrimas, que se derraman mientras sigo
mirando el ultrasonido. He hecho todo tipo de cosas innombrables a lo largo
de los años, pero esto me hace sentir totalmente ultrajada. Es mi bebé. Es
mío. Nadie debería tener el poder de esparcirlo a él o ella por toda la
escuela. Esta imagen es mía para mirarla, mía para elegir a quién se la
enseño.
Suelto un sollozo y levanto la mano para taparme la boca con la
esperanza de que así no se me escape nada más.
Esto es lo que ella quería. Verme destrozada. Me niego a permitir que lo
vea.
—¿Chelsea? —Su voz es débil, áspera y llena de emociones.
—¡Oh Dios! —susurro, mirando al techo con la esperanza de encontrar
las palabras adecuadas.
—¿Es verdad? Estás... ese es... carajo.
Volteo para mirarlo y jadeo al ver la mirada torturada de su cara. Tiene
los ojos muy abiertos y me mira fijamente mientras se jala el cabello.
Nuestras miradas se cruzan y sus hombros se tensan aún más. No
necesita mis palabras. Ya me conoce lo suficiente como para leerlo en mis
ojos.
—Lo siento mucho.
Sus manos caen y su cuerpo se pone rígido. Aprieta los labios y sus ojos
se endurecen. Si la situación no fuera la que es, diría que es ardiente, no
obstante, eso es lo último que tengo en mente ahora mismo.
Da un paso adelante y tengo que luchar para no retroceder. Sé que no
me hará daño, sin embargo, mi necesidad de escapar por si acaso casi se
apodera de mí.
—¿De quién es?
Se me cae la barbilla. De todas las cosas que esperaba que dijera, esa no
me la esperaba.
—¿Q… qué?
—Pregunte... ¿De. Quién. Es? —Sus ojos se apartan de los míos, llenos
de puro asco mientras mira fijamente mi estómago.
—Es tuyo, Shane.
Se le escapa una risa amarga.
—¿De verdad esperas que crea eso?
—Eh... sí...
—¡No eres más que una zorra de mierda, Chelsea! Podría ser de
cualquiera de los del equipo, y lo sabes. ¡Demonios!, probablemente has
pasado por el maldito club de ajedrez y la banda por lo que sé.
—¿Qué? ¡No! —grito—. Es tuyo. Solo puede ser tuyo.
—Mentira. Todo el mundo sabe lo que haces. Todos los chicos del
equipo presumen de lo que les dejas hacer. Eres una maldita mentirosa.
Sus frías palabras me parten en dos. Tiene todo el derecho a estar
enfadado, lo sé. La persona que tengo adelante no es mi Shane. Es frío,
cruel, malvado.
Yo hice esto. Convertí a mi chico suave y dulce en este monstruo. Todo
porque fui demasiado débil, demasiado asustada para decirle la verdad.
—L… lo que dije era verdad. Solo has sido tú y Jake.
—Entonces es de él.
—No, eso fue hace demasiado tiempo. Fue esa noche, Shane. Esa
primera noche.
—Usamos protección —escupe, como si eso lo hiciera algo seguro.
Ahora mismo estoy cultivando las pruebas para demostrar lo contrario.
—Suele pasar —expongo encogiéndome de hombros.
—Eres jodidamente increíble, ¿lo sabías? No puedo creer que haya
caído en tus mentiras y estupideces. No puedo creer... —Se interrumpe, se
lleva las manos al cabello y se voltea para alejarse de mí.
Cuando sus ojos vuelven a los míos, el verde chispeante al que estoy
acostumbrada ha desaparecido, son oscuros y vacíos.
—Me prometiste que se habían acabado los juegos. Sin embargo, has
estado jugando conmigo todo este tiempo.
Extiende la mano y tira el contenido del escritorio del profesor al suelo
antes de dirigirse furioso hacia la puerta.
—¡Shane! —grito—. Por favor. Te necesito.
Me mira por encima del hombro y, por un breve instante, creo que lo
tengo. Pero vuelve a apartar los ojos de los míos antes de decir:
—Deberías haberlo pensado antes de mentirme todo este tiempo. —Y
se va.
Me tropiezo al retroceder, pierdo el equilibrio y caigo al suelo.
Cuando abro los ojos, me encuentro con dos miradas preocupadas.
—Lo siento mucho —lloriqueo.
—Vamos a sacarte de aquí.
Ethan y Rae me toman cada uno de un brazo y juntos me levantan del
suelo.
Todavía hay hordas de estudiantes llenando el pasillo, todos esperando
para presenciar las consecuencias de esto, sin duda.
—¡Muy bien, imbéciles, se acabó el espectáculo! —escupe Ethan en
cuanto sale y la mayoría de los estudiantes se dispersan.
Al mirar a mi alrededor, me doy cuenta de que casi todos los carteles
han desaparecido y, en cuanto salimos del edificio, descubro por qué. Jake,
Amalie, Mason y Camila están en las bancas con las manos llenas de ellos.
Los cuatro se acercan rápidamente cuando nos ven.
Hago una mueca de dolor, esperando la reacción de ellos, aunque lo
único que hacen es dedicarme pequeñas sonrisas comprensivas.
Para ser justos, nada de lo que digan ahora podría hacer que me odiara
más de lo que ya lo hago.
—Pensamos que quizá querrías deshacerte de estos —señala Amalie en
voz baja, entregándome su pila de carteles.
—G… gracias. —La miro a ella y después a Camila—. Podrían ir a
buscarlo, por favor. Asegurarse de que está bien. No debería haber sido así.
Las dos asienten con la cabeza.
—Vamos, te llevaremos a casa.
Ethan y Rae me empujan suavemente en dirección al estacionamiento,
pero antes de que estemos fuera de alcance del oído, me detengo y me doy
la vuelta.
Como era de esperar, sus ojos se posan en mí.
—Yo... —Dudo, no quiero decir las palabras de esta manera, y me
siento obligada a expresar lo mucho que él significa para mí—. Lo quiero
de verdad. Por favor, por favor, díganselo.
Sollozo mientras me doy la vuelta y acepto el abrazo que Ethan me da
mientras caminamos. Rae desliza su mano en la mía.
Su apoyo en este momento significa todo para mí. Ellos no son a quien
quiero.
Un lugar en el estacionamiento dos lugares más adelante del de Ethan se
burla de mí.
Él ya se fue.
El vacío que ya sentía cuando salió por esa puerta amenaza con
engullirme.
Me llevo la mano al pecho mientras el dolor irradia de él.
—Yo... necesito encontrarlo. Necesito explicárselo.
Ethan y Rae intercambian una mirada.
—Vamos a llevarte a casa, Chels. Creo que necesitas darle algo de
espacio.
—Pero necesito explicarle.
—Lo sabemos, sin embargo, ahora mismo tienes que dejar que se calme
y necesitas tomarte un respiro.
Asiento con la cabeza, sabiendo que tienen razón, aunque odiándolo al
mismo tiempo.
El camino de vuelta a casa se me pasa borroso.
Todo lo que puedo ver es la cara devastada y furiosa de Shane.
Tengo que arreglar esto. Solo que no tengo idea de cómo.
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
SHANE

N o veo a los alumnos ansiosos que esperan que ocurra algo mientras
salgo enfadado de esa aula.
Se gritan cosas. Se hacen acusaciones, pero no escucho ninguna.
La sangre pasa tan rápido por mis oídos que solo un zumbido los llena.
Por el rabillo del ojo, veo a Jake, Amalie, Mason y Cami arrancando
furiosamente los carteles de los casilleros y las paredes.
Amalie me ve por encima del hombro y corre hacia mí.
—Shane, ¿estás bien? —Miro desde sus ojos preocupados hasta los
carteles que tiene, extiendo la mano y le arrebato uno. Los demás caen al
suelo, aunque no me detengo a ayudarla a recogerlos. Solo pienso en salir
de aquí. Alejarme de de las habladurías, las miradas indiscretas, las miradas
cómplices.
Me importó un carajo cuando entré ayer con ella del brazo. Era lo que
quería. Podían decirme lo que fuera, darme todas sus opiniones de mierda.
En lo que a mí respecta, ella era todo lo que yo quería.
Sin embargo, ahora... me acaban de restregar en la cara exactamente lo
que todos esperaban.
¿Cómo esto puede ser verdad? ¿Cómo pudo ocultarme algo tan grande?
Saco las llaves de mi bolsillo, me subo al auto y arranco el motor en
cuanto estoy dentro. Necesito irme de aquí ahora mismo.
No puedo lidiar con todos ellos y, desde luego, no puedo lidiar con ella
ahora mismo.
La cabeza me da vueltas mientras conduzco y no tengo ni puta idea de
si me paso algún semáforo o si casi mato a alguien en los cruces por los que
pasé. No tengo ni puta idea de cómo, pero de algún modo consigo llegar en
una pieza al estacionamiento de Aces junto a la playa.
El trozo de papel que tengo sobre el regazo revolotea y llama mi
atención. Cualquier posibilidad de que esto fuera una broma de mal gusto
me mira fijamente.
Lo agarro de nuevo, abro la puerta y salgo.
En unos segundos estoy en la arena y corro hasta que encuentro una
duna aislada a lo lejos.
Es entonces cuando me detengo, caigo sobre la arena y sostengo el
cartel frente a mí.
El texto de la parte superior se burla de mí y me apresuro a arrancarlo y
meterlo en la arena suave a mi lado.
No necesito un recordatorio de mi duda sobre esto. No necesito que me
recuerden la persona que casi todo el mundo cree que es Chelsea.
¿O lo es?
—¡¡Maldita Seaaa!! —grito en el silencio que me rodea.
Estoy jodidamente confundido.
«¿Es un juego? ¿Ha estado jugando conmigo todo este tiempo?» Se me
encoge el corazón al pensar en esa posibilidad. Todo parecía tan real, tan
crudo. Cuando anoche me dijo que me amaba... ¡maldición!
Mis dedos aprietan el papel y se arruga en mis manos.
Con el corazón palpitante y mi cabeza en conflicto, observo la imagen.
Se me corta la respiración al concentrarme en la pequeña persona en
blanco y negro en el centro.
—Maldita sea.
Una bola tan jodidamente enorme me obstruye la garganta y me arden
los ojos.
¿Es mío? ¿Nosotros lo hicimos?
Me tiemblan las manos mientras mis ojos permanecen fijos en la
pequeña persona que tengo adelante.
Todo está tan claro que puedo distinguir todas las partes importantes.
Luego veo la fecha impresa en la esquina. El martes pasado. Recuerdo
mi visita al hospital para asegurarme de que estaba bien.
¿Lo sabía entonces?
¿Lo supo todo este tiempo?
¿Por eso me echó?
Mis dientes rechinan mientras todas estas preguntas llenan mi cabeza.
Solo una persona puede responderlas todas. Sin embargo, ahora mismo,
lo último que quiero hacer es verla.
Estoy aterrorizado. Aunque no estoy seguro de qué.
Que ella me diga que esto es real. Que es mío y que nuestras vidas están
a punto de cambiar para siempre. O que no lo es y es de otra persona.
Ese pensamiento es como un cuchillo directo a mi corazón.
Quiero creerle. Que solo ha estado conmigo, que solo puede ser mío. No
obstante, durante años las pruebas han apuntado a que ella no es tan
inocente. ¿Debo creerle a ella o a las habladurías de los vestidores?
Me dejo caer de espaldas sobre la arena, uso el papel para tapar el sol
mientras sigo observándolo fijamente.
Si esto es mío, si esto está pasando de verdad, ¿qué significa eso para
mi futuro? Un futuro que ya estaba en el aire y rodeado de discusiones y
desacuerdos. ¿Qué pasará ahora?
Me paso horas recostado dándole vueltas a todo en mi cabeza una y otra
vez, intentando desesperadamente dar con respuestas que se me siguen
escapando. Solo una persona tiene las respuestas, y aún no he decidido si
puedo fiarme de algo que salga de su boca.
Finalmente, las nubes se ciernen sobre mí y todo se oscurece, al igual
que mi estado de ánimo.
Sabiendo que tengo que moverme antes de empaparme, doblo con
cuidado el papel y me lo meto en el bolsillo antes de ponerme en pie.
Cada paso que doy me cuesta un gran esfuerzo mientras camino de
regreso.
Mi estómago gruñe al sentir el olor de Aces, lo que me indica que ya ha
pasado la hora de comer.
¿Qué le habrá pasado a Chelsea? ¿Todavía está en la escuela
absorbiendo la atención de todo esto? Algo me dice que no.
Una gran parte de mí quiere ir a buscarla, para ver si está bien, para
escucharla. Pero entonces recuerdo todo, y cambio de opinión. Podría
llenarme de más mentiras. ¿Cómo lo sabré?
—¿No deberías estar en la escuela? —me reprende Bill cuando entro al
restaurante y tomo asiento en uno de lugares de la barra.
—Sí. —Ni siquiera me molesto en ocultar la verdad.
—¿Todo bien?
—Oh, sí. Perfecto. Por eso estoy aquí a mediodía —murmuro.
Sus ojos se abren de par en par ante mi actitud. Está acostumbrado a
recibir mierda del resto de los chicos, sin embargo, no de mí.
—¿Quieres hablar de ello?
—La verdad no. Solo es una chica.
—¿No lo es siempre? —Se ríe entre dientes—. ¿Qué hiciste? —Lo miro
y debe leer la verdad en mis ojos—. Ooh, ¿qué hizo ella?
—Me hizo confiar en ella.
—Ouch. —Él debe saber de quién estamos hablando. Estuvo aquí
anoche mientras ella estaba sentada a mi lado con mi brazo rodeándola—.
Tal vez las cosas no son lo que parecen.
—Sí, tal vez. ¿Alguna posibilidad de comida para llevar? —pregunto,
ya harto de hablar de esto.
—Claro, ¿quieres lo de siempre?
—Por favor.
Por suerte, Bill se va a hacer mi pedido antes de que un grupo que
parecen ser universitarios entren por la puerta y se lo lleven lejos de mí.
En cuanto mi comida está lista, me marcho.
Me la como en el auto mientras la lluvia cae a cántaros a mi alrededor.
Observo cómo los pequeños ríos de agua se derraman por el parabrisas
y no puedo evitar comparar su descenso a la nada con mi vida.
Ahora mismo me estoy ahogando. Ya era bastante malo solo con la
mierda con mi padre, y ahora esto.
Diablos. No sé qué camino tomar.
Probablemente debería conducir a casa, aunque la idea de encontrarme
con ese imbécil me desanima inmediatamente. Le dije que estaba hastiado
anoche, que elegí a Chelsea. Ahora mírame.
Arranco el auto y me dirijo a una casa en la que espero ser bienvenido y
que me dé la escapatoria que necesito.
La entrada está vacía, pero a pesar de ello abandono mi auto y camino
por la parte de atrás.
Como siempre, encuentro una llave escondida bajo una maceta en el
patio trasero y la uso para entrar.
Como sé dónde se esconde el alcohol, tomo una botella de Jack y me
dirijo al estudio.
Los chicos están entrenando, así que probablemente me quede un rato
más con mis pensamientos jodidos antes de que me bombardeen con
preguntas. Solo puedo esperar que cuando llegue a casa esté solo. No puedo
lidiar con una reunión de equipo esta tarde, eso es seguro.
Para cuando tengo compañía, ya he bebido la mitad de la botella y estoy
medio desmayado en el sofá con la música retumbando a mi alrededor.
—Por el amor de Dios, Shane —dice Zayn, entrando, bajando el
volumen de la música y arrancándome la botella de las manos.
—¿Qué? —escupo—. No podía quedarme allí.
—No estaba sugiriendo que pudieras. Tampoco estaba pensando que
irrumpir en mi casa fuera la mejor idea. Si mamá hubiera llegado a casa
primero...
—¿Lo hizo?
—Bueno, no, pero…
—Pero nada. Devuélveme eso.
—¿Qué carajo estás haciendo?
—Emborrachándome y olvidando mis problemas. ¿Qué carajo parece
que estoy haciendo, imbécil?
Zayn se deja caer en la mesita de centro frente a mí, la botella colgando
tentadoramente de sus manos.
—¿Y de qué va a servir?
Suelto un suspiro.
—Me hace sentir mejor.
—¿Crees que deberías solucionar esta mierda?
—¿Hablar con ella? No, gracias. —Una risa sin gracia sale de mis
labios—. Es una puta mentirosa.
Zayn levanta una ceja.
—¿De verdad crees eso?
—No sé qué mierda creer. —Me levanto del sofá y me acerco
tambaleando a los ventanales que dan al patio trasero—. Me he pasado años
escuchándolos hablar de estar con ella. Luego me dice que en realidad no
ha estado con ninguno de ustedes y que todo son mentiras y engaños. —Me
callo un momento—. ¿Te la cogiste?
—No —replica, aunque puedo distinguir un poco de culpabilidad en sus
ojos.
—Aunque supongo que te lo ha chupado.
Duda un segundo, y esa leve pausa es toda la respuesta que necesito.
—¡Hijo de puta! —grito, golpeando el cristal con las palmas de mis
manos.
—Fue hace siglos, Shane. Y no significó nada. Los dos estábamos
borrachos, una cosa llevó a la otra.
—¿La tocaste?
—¿Qué?
—¿LA. TOCASTE?
—Eh... no. La b.. besé —admite con una mueca—. Pero eso fue todo.
Te lo juro, maldición.
Aunque estoy jodidamente mortificado, acaba de admitir que tenía su
pene y su lengua en su boca, debo decir que estoy aliviado de que no fuera
más lejos de ahí.
—Shane —suspira—. Que yo sepa, ninguno de los chicos se ha
acostado con ella.
—Mentira, es de lo único que presumen.
—Sí, exacto. Presumen. Justin es el que más alardea, y sé que es
mentira.
Volteo a mirarlo tan rápido que la habitación da vueltas a mi alrededor.
—¡Maldición! —bramo, agarrándome la cabeza con la esperanza de que
deje de girar.
—¿Qué más da? Incluso si se ha acostado con todo el equipo, cosa que
no ha hecho —añade rápidamente—. Todo eso está en el pasado. He visto
cómo te mira, hombre. Nunca ha mirado así a ningún otro tipo. Bueno...
aparte de Jake, pero eso ya es historia. Él está tan jodidamente enamorado
de Amalie que no va a volver a verse las pelotas.
Me vuelvo a tumbar en el sofá, apoyo los codos en las rodillas y agacho
la cabeza.
—Zayn, está embarazada, carajo —admito en voz alta por primera vez
—. Un bebé está creciendo dentro de ella. Un maldito bebé.
—Eso he escuchado.
—Esto es tan jodido.
Lo miro. Su habitual sonrisa despreocupada desaparece mientras me
devuelve la mirada con una seriedad mortal. Es una mirada desconcertante.
—¿Y qué vas a hacer al respecto?
Me estiro para tomar el control remoto, subo el volumen y tomo la
botella que colocó a su lado. Esta vez ni siquiera intenta detenerme.
Me llevo la botella a los labios y me dejo caer en el sofá.
—Voy a embriagarme.
—Me parece justo. Resulta que tengo exactamente lo que necesitas.
De pie, Zayn mete la mano en su bolsillo y saca un cigarro de
marihuana seguido de un encendedor.
Se lo lleva a los labios, lo enciende y le da una fumada.
Conozco las reglas de esta casa y sé que está infringiendo la más
importante al hacer esto, pero me siento tan aliviado de contar con su apoyo
en este momento y tan desesperado por escapar que no digo ni una palabra.
Me lo pasa y no pierdo tiempo en fumarlo.
Solo lo he hecho un par de veces. No es algo que quiera convertir en un
hábito, sin embargo, tiempos desesperados requieren medidas desesperadas.
—Muy bien, cálmate. Tienes que compartir —advierte,
arrebatándomelo antes de tumbarse a mi lado.
Le paso la botella y él le da un trago después de otra fumada.
—Por preocuparnos por nuestros problemas mañana.
—¿De qué demonios te preocupas tú?
—De qué coño voy a reclamar el viernes por la noche.
—Oh, es tan complicado el ser tú —murmuro, intentando sacarme de la
cabeza las imágenes del baile de invierno del viernes por la noche.
Los bailes de la escuela no son lo mío, no obstante, pensaba invitar a
Chelsea. Supongo que ahora ya no.
Una canción sigue a la siguiente mientras nos pasamos el alcohol y la
hierba de un lado a otro. Hasta que una voz chillona se escucha sobre la
música.
—¡Mamá te matará, imbécil!
Miro hacia la puerta y veo a Harley, la hermana menor de Zayn, de pie,
con la mano en la cintura y fulminando a Zayn con la mirada.
—Oh, mira, la santurrona y sus amigas han llegado.
Mirando detrás de Harley, encuentro a Ruby y Poppy, la prima de Jake,
merodeando detrás de ella.
—Nada de hierba en la casa, ¿cuántas veces debo decírtelo? —Ella se
acerca y hace ademán de intentar quitársela, pero a él no le interesa, tiene la
vista puesta en otra persona.
Esquiva a Harley y ella se desploma en el sofá a mi lado, gruñendo de
frustración mientras él camina hacia la puerta.
—Hola, nena —le dice a Ruby, que arquea descaradamente la espalda
para ponerle las tetas encima. Le rodea su cintura desnuda con la mano y la
pone contra la pared, bajando la cabeza, aunque no lo suficiente como para
besarla. Ella lo mira como si él acabara de colgar la luna. Es repugnante.
Poppy la observa con el labio superior curvado por el asco.
—Cuidado, Ruby. Ese perro probablemente tiene pulgas, o algo peor.
Zayn la mira y le lanza un beso. Ella se estremece antes de darles la
espalda a ambos.
—Quítale tus malditas manos de encima —revira Harley, apartando
físicamente a su amiga de las garras de Zayn—. Deja esa mierda o se lo diré
a mamá.
—Ohhh tengo tanto miedo —se burla Zayn.
Harley pone los ojos en blanco.
—Vamos a hacer la tarea en el patio de atrás.
Harley y Poppy se marchan, pero Ruby se queda atrás unos minutos.
—Eres más que bienvenida a unirte a nuestra fiesta, nena.
—Ruby —llama Harley.
Ella se muerde el labio inferior y deja que sus ojos recorran el cuerpo de
Zayn.
—Quizá la próxima vez, muchachote.
Zayn gime como si sintiera dolor físico cuando ella desaparece de su
vista.
—Maldita sea, esa chica es una puta provocadora —se queja mientras
se deja caer de nuevo en el sofá y busca la botella.
—Creí que tú... —Me quedo sin palabras, con vagos recuerdos de la
noche del fin de semana pasado llenando mi mente.
—Un chico nunca habla sobre sus conquistas, hermano. Pero Ruby y yo
tenemos asuntos pendientes.
Las tres caminan frente a la pared de cristal, las caderas de Ruby se
balancean seductoramente solo para el beneficio de Zayn. Cuando mira por
encima de su hombro, le sonríe y guiña un ojo, pero cuando vuelvo a mirar
a Zayn, juro que sus ojos están en otra persona por un segundo.
—Poppy tenía razón, eres un puto perro —murmuro, reclamando la
botella y bebiendo lo que queda.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CHELSEA

—G racias —susurro cuando Ethan se detiene en mi entrada junto


al auto de mamá.
Apenas levanté la vista en todo el trayecto hasta aquí, ni
siquiera el miedo a que me siguiera mi pasado fue lo suficientemente fuerte
como para arrastrar mis ojos hacia arriba.
—¿Quieres que entremos o...? —pregunta Rae.
—No, está bien. Vuelvan a la escuela. No necesito arrastrar a nadie más
a este desastre.
—Si nos necesitas —dice, girándose para mirarme—. Solo estamos a
una llamada de distancia.
—Gracias. De verdad se los agradezco.
Una parte de mí quiere rodear la casa y esconderme en mi pequeño
santuario, pero es la otra parte la que gana, la que necesita
desesperadamente un abrazo de mamá.
Doy un portazo y corro hacia donde espero que esté.
Estoy en lo cierto, porque al doblar la esquina de la cocina, se levanta
de su asiento.
—¿Chelsea?
Un sollozo sale de mi garganta mientras corro hacia ella.
Me toma en sus brazos exactamente como necesito y me abraza tan
fuerte. Casi tan fuerte como Shane lo hizo anoche cuando me encontró
asustada por el fantasma de mi pasado. Ese pensamiento hace que mi llanto
se vuelva cada vez más fuerte y mis lágrimas fluyan más rápido.
—¿Qué demonios ha pasado? —cuestiona una vez que me he calmado
un poco—. ¿Está todo bien con el...?
—Se… se enteró, mamá. Shelly se lo contó a toda la escuela y me
tendió una emboscada. Dios, es un desastre. Tendrías que haber visto su
ca… ¡diablos! —digo cuando me muevo hacia atrás y encuentro a Maddie
sentada en el asiento de enfrente de donde estaba mamá cuando entré
corriendo.
—Um... —Duda mamá, mirando entre ambas.
Me llena el corazón al saber que le ha ocultado mi secreto a su mejor
amiga, su amiga que resulta ser la otra abuela de este bebé.
—¿Qué pasó con Shane? —Maddie pregunta apresurada, de pie junto a
nosotras y adivinando correctamente de quién estamos hablando.
—Quizá quieras sentarte —le sugiere mamá, extendiendo la mano y
tomando la mía para apoyarme.
Realmente quiero que ella diga las palabras, sin embargo, sé que esto
tiene que venir de mí. Alguien necesita oírlo como debe ser dicho.
—Yo... —Mi voz tiembla, delatando mi estado frágil. Los ojos de
Maddie se clavan en los míos, con miedo y aprensión—. Es… estoy
embarazada.
—¿Qué? —indaga entre jadeos.
—Lo siento, lo siento mucho. —Mis lágrimas reaparecen y me limpio
furiosamente las mejillas, harta de mis emociones desbordadas.
—Supongo que me lo dices porque es de Shane.
—Dios mío, esto es un completo desastre.
—Siéntate, te traeré algo de beber —aconseja mamá, empujándome
hacia una silla vacía.
Los ojos de Maddie no se apartan de mí mientras me muevo y, tras
respirar hondo, volteo hacia ella.
—Sí, es de Shane. Él no lo sabía. Ocurrió antes de que me fuera, me
enteré mientras estaba allá. Luego regresé y volvimos a conectar de una
forma que nunca hubiera imaginado. Debería habérselo dicho enseguida, no
obstante, tenía tanto miedo de perderlo. Quise decírselo tantas veces, pero
las cosas entre nosotros han sido tan increíbles que no quería arruinarlo.
—¿Qué hizo Shelly? —pregunta vacilantemente.
—Creo que anoche se metió en la casa de la piscina y sacó una foto de
mi ultrasonido. Las pegó por toda la escuela.
Como no quiero guardarme nada, saco el póster de mi bolso y lo deslizo
para que las dos puedan mirarlo.
—¡Qué zorra! —exclama Maddie.
—Solo puede ser de Shane; te lo juro. Lo que está insinuando no es
verdad.
Las dos asienten con la cabeza.
—¿Dónde está él?
Exhalo un suspiro, jalando de nuevo el póster y mirando fijamente a mi
bebé una vez más.
—No lo sé. Huyó. Cuando llegué, su auto ya no estaba en el
estacionamiento.
Maddie baja del taburete para recoger su bolso y sacar su teléfono.
—Voy a... —Se interrumpe. No necesitamos explicaciones mientras
toca la pantalla y se lo pone en la oreja.
—Lo siento mucho, cariño. Sé que no es como querías que todo esto
pasara. —Me abraza mamá de nuevo y, por suerte, se abstiene de decir
cualquier frase de “te lo dije”.
Debería habérselo dicho aquella primera noche, cuando lo encontré en
la oficina de Brett en la fiesta después del partido. Debí haber sido valiente
y haberle dicho todas mis verdades allí mismo. Sin embargo, en vez de eso,
me dejé llevar por él y empecé a creer que podíamos tener algo.
—Nada —informa Maddie, dejando caer su teléfono y sacudiendo la
cabeza con tristeza—. Probablemente debería irme por si va a casa. Las
cosas ya están bastante tensas con él y Brett, esto es lo último que
cualquiera de los dos necesita.
—Creo que probablemente sea lo mejor —asiente mamá.
Las dos comparten una mirada, manteniendo una conversación
silenciosa que solo pueden mantener las amigas de toda la vida antes de que
Maddie se dé la vuelta para marcharse.
—Maddie —la llamo antes de que desaparezca—. Lo siento. Esto
realmente fue un accidente.
—Chelsea —suspira—. Algunas cosas en la vida nunca se planean, no
obstante, eso no siempre significa que vayan a ser un desastre. Superarás
esto, todos lo haremos. Ten fe. —Con una última sonrisa, se marcha.
Fe.
Me pregunto si eso es lo que la ha mantenido con Brett todo este
tiempo.
—¿Te importa si me voy a la casa de la piscina para estar sola un rato?
—Por supuesto, cariño. Haz lo que necesites. Yo estaré aquí si me
necesitas.
—Gracias, mamá. Gracias por todo.
—De nada.
Sus ojos no se apartan de mí hasta que me deslizo dentro de la casa de
la piscina y me dirijo a la habitación.
Ni siquiera me molesto en quitarme los zapatos, me acurruco en el
centro de la cama y dejo que me salgan más lágrimas.
Cuando me doy cuenta, mamá me sacude suavemente el hombro para
despertarme.
Cuando abro mis ojos adoloridos, veo que me ha traído una bandeja con
la cena.
—Tienes que comer, cariño. —Y para demostrarle que tiene razón, mi
estómago ruge justo a tiempo.
—Gracias. —Me siento contra la cabecera de la cama y ella pone la
bandeja en mi regazo.
Miro fijamente mi plato favorito, los macarrones con queso caseros de
mamá, y mi estómago vuelve a rugir.
—¿Te importa? —pregunta señalando al otro lado de la cama.
—Claro que no. —Mientras se acomoda, tomo el tenedor—. ¿Maddie lo
encontró?
—Me envió un mensaje hace una hora y aún no lo había hecho.
—Dios. Todo esto es mi culpa.
Mamá no dice nada. No necesita hacerlo. Ambas sabemos que mi
afirmación es cierta.
Todo es mi culpa.
Si tomara anticonceptivos, esto nunca habría pasado. Si fuera lo
suficientemente valiente para confesarlo todo, esto no habría pasado.
Soy un maldito desastre, y lo único que he hecho es demostrarle una vez
más lo poco confiable que soy.
Sería estúpido si volviera a mirarme dos veces, a cualquiera de los dos,
después de esto.
Resoplo frustrada.
—Estará bien. Shane es muy sensato. Probablemente se esté tomando su
tiempo para asimilarlo todo. No olvides que tú has tenido semanas para
acostumbrarte a este gran cambio en tu vida, a él le acaba de caer encima.
Debe de ser una especie de shock.
Asiento con un movimiento de cabeza porque en realidad no hay nada
más que hacer.
Lo que realmente quiero hacer es salir y empezar a buscarlo. ¿Pero de
qué serviría? Está claro que no quiere verme ni hablar de ello porque, si
quisiera, estaría aquí.
—¿Irás a la escuela mañana? —indaga mamá, sacándome de mis planes
de conducir hasta las casas de todos mis conocidos con la esperanza de
encontrarlo.
—Ahora mismo no tengo idea.
—Confío en que harás lo correcto para ti. Si necesitas unos días,
tómatelos. Pero, por favor, intenta no atrasarte. Sé que las cosas están en el
aire ahora mismo, y no graduarte no ayudará.
—No te preocupes, tengo toda la intención de graduarme e ir a la
universidad, aunque sea con un par de años de retraso.
—Un paso a la vez.
Una vez que termino de comer, mamá me besa la mejilla y se lleva la
bandeja, dejándome con mi propia miseria. Después de ir al baño, me
despojo de mi ropa y me pongo la camiseta de Shane por encima de la
cabeza antes de volver a meterme en la cama y, casi de inmediato,
quedándome dormida de nuevo.

A la mañana siguiente me despierto antes de que suene el despertador,


aunque no hago ningún movimiento por levantarme. La idea de entrar a la
escuela, donde todo el mundo conoce mi secreto, me aterra.
Probablemente debería ir por si acaso Shane lo hace, sin embargo, algo
me dice que va a evitar ese lugar al igual que yo.
Me froto mis ojos adoloridos y me acomodo mi cabello despeinado con
los dedos.
Necesito ver a alguien, necesito hablar con alguien. Alguien que me
entienda.
Cuando me desperté a mitad de la noche para orinar, encontré fuerzas
para sacar mi teléfono del bolso.
Tenía tantos mensajes, ninguno de los cuales abrí aparte del par de Rae
preguntando por mí. A nadie más le importaba cuando no estaba en medio
del próximo gran drama que ocurría en Rosewood High, así que pueden irse
al infierno.
Como era de esperar, no recibí nada de Shane. Estuve a punto de
apagarlo sin intentar ponerme en contacto con él, pero al final decidí que al
menos tenía que intentarlo.
Encontré su nombre y escribí un millón de mensajes diferentes para
enviarle, pero, al final, los borré todos y opté por algo sencillo.
Chelsea: Lo siento. Por favor, déjame explicarte x
Quería decirle otra vez que lo amaba, intentar explicarle lo mucho que
tanto él como este bebé significan para mí, pero no hay forma de que pueda
expresarlo en un mensaje, así que tendré que esperar a volverlo a ver.
Cuando lo enciendo, encuentro un montón de mensajes más, sin
embargo, el único que me importa se queda sin leer igual que cuando lo
envié anoche.
Con un suspiro, busco a la segunda mejor opción.
Chelsea: ¿Tienes clases todo el día? Te necesito.
Los pequeños puntitos azules aparecen casi de inmediato, y se abre la
burbuja de que está escribiendo.
Luca: ¿Desayunamos? Estaré allí en un par de horas.
Chelsea: Gracias x
Me devuelve un gif de abrazo. No tengo idea de si lo sabe, si ha hablado
con Shane o con su madre, y ya sea por mi simple mensaje o por la gran
noticia, sabe que lo necesito y lo deja todo por mí.
Quiero sentirme culpable. Es la última semana del semestre. Debería
estar en clase, pero en lugar de eso, viene a rescatarme de mí misma.
Supongo que a estas alturas ya está acostumbrado.
Con dos horas que perder, me doy una ducha, me peino y maquillo. Por
fuera, parezco casi normal, aunque por dentro sigo siendo un desastre y me
temo que lo seguiré siendo hasta que tenga la oportunidad de volver a estar
en sus brazos.
De pie frente al espejo, solo en ropa interior, me miro la barriga. Juro
que hoy está más grande.
Paso mis manos por la suave piel e intento imaginarme cómo será
dentro de unos meses, cuando ya no pueda ocultarla.
Me giro hacia un lado y no puedo evitar sonreír ante el ligero bulto que
antes no estaba ahí.
Cuando me enteré, pensé que odiaría que mi cuerpo cambiara. He
pasado años trabajando en él, para ser lo bastante fuerte como para hacer
todo lo que la porra requería, pero ahora mismo, aquí de pie, no me importa
tanto. Lo único que quiero es que la personita que está creciendo sea sana y
feliz. Hay muchas mujeres que tienen un bebé y vuelven a practicar su
deporte, ese es mi objetivo. Mi sueño de ser animadora no está lejos de
desaparecer, solo un poco aplazado mientras hago algo más importante.
Miro la hora y me pongo en marcha sabiendo que pronto llegará. Me
pongo unos pantalones de yoga y una sudadera extragrande antes de
ponerme mis zapatos deportivos.
Un golpe en la puerta de mi casa de la piscina hace que el corazón me
salte a la garganta. Supuse que esperaría en la entrada. Pensar que es Shane
quien está allí me acelera el pulso y prácticamente corro hacia la puerta.
Se me cae la cara en cuanto encuentro a Luca.
—Hola —le digo, sin mi alegría habitual.
—Aunque me estabas esperando, no pareces muy contenta de que esté
aquí.
—N… no es eso. Estoy muy contenta de verte, solo pensé...
—Qué podría haber sido Shane —termina por mí.
—¿Lo sabes?
Sacude la cabeza.
—Sé que algo está pasando. Mamá llamó para ver si lo había visto o
sabía algo de él, no obstante, realmente no tengo idea de lo que está
pasando. Espero que tú me lo digas.
Agarro mi bolso y miro su cara amable y esos ojos que se parecen tanto
a los que necesito desesperadamente.
—¿Vamos? Te lo explicaré en el camino.
Saludo a mamá, que nos mira desde la puerta de la cocina. Luca la
saluda con la cabeza, así que supongo que ya han hablado.
—Su carruaje la espera —canturrea abriéndome la puerta del copiloto.
—Gracias.
Después de correr hacia el lado del conductor, se apresura a poner en
marcha el motor y a retroceder.
—Adelante. Cuéntame el drama.
—Estoy embarazada.
—¡Caraaaajo, chica!
—Es de Shane.
—¡Dios!, no es de extrañar que haya desaparecido. Creo que me iría del
país si la chica que me estoy cogiendo saliera con eso.
—Bonito, Luc. Muy bonito. —Cruzo los brazos sobre el pecho y miro
por la ventana. Esperaba que fuera un poco más comprensivo.
—Mierda, lo siento. No quise decir... Quiero decir, solo es mi peor
pesadilla. Pero... maldición. Lo siento. Ignórame. Entonces, ¿cómo pasó?
—Volteo a verlo—. No, mierda. No quise decir cómo, quise decir... ¿qué
tiempo tienes?
Me río de él y me siento tan bien después de las horas de estrés que he
tenido.
—Doce semanas.
—Vaya, así que realmente embarazada.
—No estoy segura de que alguien de nueve meses esté de acuerdo con
eso, pero sí, no es nuevo.
—Así que lo sabes desde hace tiempo.
—Sí. Ya debería habérselo dicho, pero... esto era tan enorme que no
sabía ni por dónde empezar.
—Lo entiendo, aunque sí, deberías habérselo dicho. Así que asumo por
su acto de desaparición que ya se enteró.
—Una de las chicas del equipo pegó mi foto del ultrasonido por toda la
escuela.
—¿Qué? —escupe—. ¿Por qué haría eso?
—Me odia —murmuro, poniendo los ojos en blanco—. Él se asustó,
con toda su razón, y se fue de la escuela.
—Mierda. No me extraña que mamá esté perdiendo la cabeza.
—Ajá.
—Dios, papá hará su desastre con esto.
Le cuento a Luca que su padre nos encontró juntos la otra noche y que
se volvió loco. La mueca en su cara mientras se lo explico me hace temer lo
que pasará cuando descubra esto.
Luca nos lleva a la cafetería de siempre y nos sentamos en nuestro lugar
antes de pedir la misma comida, con la única diferencia de mi chocolate
caliente.
—Por eso no tomaste café la última vez —afirma Luca,
descubriéndome.
—Culpable —contesto riendo.
—No te lo tomes a mal, solo pregunto porque me importa, pero... —
Contengo la respiración mientras espero lo que está por venir—. ¿Te
quedarás con el bebé?
—Sí —respondo sin dudas—. En cuanto me enteré supe que no había
otra opción.
—Muy bien. —Me sonríe suavemente—. Creo que vas a ser una madre
estupenda.
—Eso espero.
El silencio cae sobre nosotros, aunque no es incómodo.
—¿Crees que entrará en razón? ¿Crees que querrá esto conmigo? —
pregunto, esperando muchísimo obtener la respuesta que quiero.
—Sinceramente, no tengo idea de lo que va a hacer o querer con esto.
Se me rompe el corazón, era la respuesta que esperaba, pero igualmente
la que no quería.
El timbre de la puerta de la cafetería suena y Luca levanta la vista,
aunque yo no me molesto en hacerlo, las probabilidades de que sea el chico
que quiero son mínimas y garantizo que, si fuera Shane, Luca habría dicho
algo al instante.
—¿Puedes enviarle un mensaje, para ver si está bien?
—Lo intentaré, le envié uno anoche después de que mamá me llamó y
no lo ha leído.
Nos traen el desayuno y yo le doy vueltas al plato.
—Deberías comerte eso, ¿sabes?
—Lo sé. Solo estoy preocupada.
—Todo estará bien. Dale tiempo. Volverá.
Suspiro, esperando que tenga razón. No obstante, mientras su celular
está sobre la mesa, en silencio, no puedo evitar pensar lo peor. Que lo
nuestro ha terminado.
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
SHANE

L os intentos de Zayn de llevarme a la escuela esta mañana fueron


inútiles, de ninguna manera iba a mostrar mi cara. No hasta que supiera
la verdad, y eso significaba hablar con Chelsea, y no creo que eso
ocurra pronto.
El alcohol hizo su trabajo anoche y para cuando nos bebimos la primera
botella todo empezó a volverse un poco confuso. Era exactamente lo que
necesitaba.
Dicho esto, cuando me desperté esta mañana tenía una resaca tremenda
y me había dado cuenta de la realidad.
Aparte de ir al baño, permanezco en el sofá de la guarida de Zayn.
Harley y él se fueron a la escuela hace más de una hora y su madre está en
un viaje de negocios, así que tengo la casa tranquila para mí solo, para
revolcarme en mi miseria.
Bueno, hasta que suena el timbre.
—¡Ugh, vete! —grito, aunque no me oigan desde la parte trasera de la
casa.
Suena un par de veces antes de detenerse y suspiro aliviado de que
quienquiera que sea se fue. Eso pronto se desvanece cuando vuelve a sonar.
—Por el amor de Dios.
Asumiendo que es una entrega o algo importante, me pongo los
pantalones y me dirijo a la entrada de la casa.
No me molesto en mirar afuera, simplemente agarro el picaporte y giro.
—¿Qué? —grito para sorpresa del visitante—. ¿Mamá?
—Hola. —Saluda, casi con timidez, balanceándose sobre los talones
con un portavasos con café en la mano.
—¿Cómo me encontras...? —Es una pregunta estúpida, todo el mundo
en esta ciudad habla, especialmente las mamás, y escuché a Zayn decirle a
la suya anoche que yo estaba aquí, así que realmente debería haber esperado
esto. Me siento como un idiota por ni siquiera considerar que sería ella.
—¿Puedo...? —Hace un gesto hacia la casa. Se me hace raro invitarla a
entrar en casa de otra persona, pero me hago a un lado y la dejo pasar.
Me sigue hasta la cocina, donde me siento en la barra. No puedo llevarla
al estudio, probablemente todavía huela vagamente a la mariguana de
anoche. Me sorprende que no pueda olerla en mí, la verdad, porque aún no
me he bañado.
Se sienta frente a mí, sin apartar los ojos de mi cara. La preocupación se
refleja en su mirada. No necesito oír nada para saber que lo sabe.
—¿Cómo estás? —me pregunta en voz baja.
—No tengo idea —respondo con sinceridad, dejando caer mi atención
en el mostrador frente a mí.
—Toma, te traje tu favorito.
Tomo el vaso cuando me lo da, aunque no digo nada. No tengo idea de
por dónde empezar.
—La vi ayer. —Eso llama mi atención. El corazón me golpea las
costillas mientras espero a que diga algo más.
Puede que ayer me perdiera en mi propia desesperación, sin embargo,
en ningún momento me olvidé de ella y de cómo podría estar lidiando con
todo esto. Me enfureció que después de todo, de todos los juegos y
mentiras, pudiera seguir preocupándome por ella, no obstante, creo que es
hora de que acepte que así es como funciona esto entre nosotros. Se ha
metido tan dentro de mí que me temo que nunca voy a librarme de ella.
—¿Cómo está? —Me odio a mí mismo por preguntar, pero sé que, si no
lo hago, solo me carcomerá.
—Mortificada. Avergonzada. Enfadada. Odiándose a sí misma.
—Bien.
—Shane —me advierte mamá.
—¿Qué? ¿Tienes idea de cómo fue ayer? Pensé que estábamos... —
Suelto un suspiro—. Pensé que iba en serio. Que ella se sentía como yo. —
Me siento como un debilucho admitiendo esto, pero necesito decírselo a
alguien.
—Las cosas no son siempre tan blancas o negras, cariño.
—¿La estás defendiendo?
—No. Solo digo que probablemente tenía sus razones. La gente comete
errores todo el tiempo, Shane. Solo tienes que...
—¿Como papá? —pregunto, devolviéndosela.
—Um... sí, especialmente él. Todo lo que digo es que esconderte aquí
no va a ayudar en nada. Ambos están dolidos y la única forma de conocer
todos los hechos es hablando. —Me paso la mano por la cara y me froto la
mandíbula. Realmente no necesito esta pequeña charla de ánimo, además de
la resaca que me golpea la cabeza.
—¿Cómo te sientes, sobre... sobre el bebé?
Se me comprime el pecho cuando dice esa palabra.
«Bebé».
Es la conclusión que no necesito de que todo esto es muy real y no la
pesadilla que esperé haber invocado en mis sueños al despertarme.
Sacudo la cabeza, luchando por comprender lo que todo esto significa
realmente para mí. Para nosotros.
—¿De verdad está embarazada? —cuestiono, siempre con la esperanza
de que lo de ayer fuera una broma muy pesada.
Mamá mete la mano en su bolso y saca el póster con el que empezó
todo esto. Observo fijamente la imagen, que me resulta casi tan familiar
como el dorso de mi mano después de todo el tiempo que pasé mirándola
ayer.
Se me corta la respiración cuando vuelvo a mirarla. Mi copia está
doblada en mi bolsillo para cuando sienta la necesidad de recordarme a mí
mismo que todo esto es real.
—Lo está. Doce semanas.
—Maldita sea. ¿Y es... mío?
—Me aseguró que no había otra opción.
Exhalo un suspiro tembloroso.
Salir disparado y acusarla de mentir fue tan fácil. Aunque incluso
mientras le grité esas cosas, recuerdo lo sincera que fue cuando me dijo la
verdad sobre los otros chicos, sobre que solo había estado con Jake.
Me tiemblan las manos cuando por fin dejo que la verdad se asiente en
mi interior. Voy a ser papá, demonios. Un maldito papá de dieciocho años.
Desde luego, esto no formaba parte del plan.
Mi padre va a perder la cabeza.
—¿Él lo sabe?
Mamá niega con la cabeza.
—No se lo he dicho a nadie. Pero esto se va a convertir en el chisme del
momento, le llegará antes de lo que crees. —Veo en sus ojos el mismo
miedo e inquietud que siento yo—. Shane, pase lo que pase... —Se acerca,
toma mi mano y la aprieta—. Estoy aquí para apoyarte. Haré tanto o tan
poco como necesites.
Las lágrimas me queman los ojos mientras la miro fijamente.
—No estoy seguro de estar preparado para esto —admito, la emoción
me obstruye la garganta.
—Oh, cariño. —Se levanta de su asiento y se coloca frente a mí,
rodeándome con sus brazos—. Te voy a contar un secreto: nadie está listo
para un bebé. Ni siquiera las parejas que parecen tenerlo todo planeado.
Están igual de asustados. Todo es incierto e incluso después de tener uno, o
dos, el siguiente siempre es diferente. Es lo más difícil, aunque igualmente
lo más increíble y gratificante que harás en tu vida.
—Pero la escuela, la universidad...
—Ya lo resolveremos —dice, apartándose y tomando mi mejilla con su
mano.
—No puedo creer que no estés enfadada —murmuro, acercando mi
vaso antes de llevármelo a los labios.
—¿Qué sentido tiene? El acto ya está hecho, literalmente. —Gimo
mientras me sonrojo. Realmente no necesito que mamá piense en lo que he
estado haciendo con Chelsea, aunque ella lleva las pruebas de nuestras
interacciones, o lo hará muy pronto—. Además, creo que tu padre lo estará
por ambos.
El pavor se apodera de mi estómago.
—Hablaré con él, está bien. Suavizaré el golpe, si puedo. Sin embargo,
no va a alegrarse.
—Mamá —suspiro—. Realmente lo odio. No quiero nada de lo que él
quiere para mí y estoy agotado de escucharlo todo.
—Lo sé, cariño.
—¿Cómo lo aguantas? —indago. Ella se encoge de hombros, una
mirada triste pasa por su cara—. ¿Eres feliz?
—Esto no tiene que ver conmigo.
—Si no eres feliz, tienes que hacer algo al respecto. —Traga saliva
nerviosamente y me pregunto hasta qué punto he dado en el clavo—. No te
preocupes por nosotros, todos somos lo suficientemente grandes para lidiar
con lo que necesites hacer.
Me mira con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Cuándo te volviste tan sabio?
—Más o menos cuando supe que iba a ser padre, quizás. ¡Carajo! —
grito. —¿Cómo está pasando esto?
Me vuelve a apretar la mano.
—Vuelve a casa, por favor. Tu padre está fuera de la ciudad hasta el
sábado, puede que incluso hasta el domingo. Será seguro. Al menos podrás
estar en nuestro propio espacio mientras intentas asimilar todo esto.
La idea de pasar otra noche en el sofá de Zayn no me llena de alegría.
—Muy bien. Pero si vuelve a discutir en cuanto vuelva me voy otra vez.
No necesito sus tonterías en este momento. —O nunca, pero no añado esa
parte.
—Es justo. Ve a buscar tus cosas.
No tengo nada, aunque vuelvo al estudio para asegurarme de que no
deje algo antes de seguirla fuera de la casa y comenzar nuestro viaje a
nuestro hogar.
—¿Tienes hambre? —me pregunta cuando entramos por la puerta
principal.
—Sí.
—¿Panqueques?
—Sería estupendo. Deja ducharme rápido.
—Por favor, hazlo, hueles a whisky rancio.
—Gracias —respondo riendo.
Me doy una ducha rápida antes de bajar de nuevo a la cocina, el dulce
olor a panqueques y tocino crujiente asalta mi nariz y hace rugir a mi
estómago. ¿Cuándo comí por última vez?
—Así que, ¿qué vas a hacer ahora? No puedes esconderte para siempre.
Me encojo de hombros.
—Shane, apenas es miércoles. De verdad...
Le lanzo una mirada que hace que sus palabras titubeen. Si alguna vez
he merecido unos días libres, ahora es el momento.
—Está bien, de acuerdo. ¿Pero puedes hacer algo por mí?
—¿Qué cosa?
—¿Puedes hablar con ella?
—Lo consideraré, si tú prometes hacer algo por mí.
—Continúa.
—Piensa también en tu futuro.
Ella suspira.
—Trato hecho. Supongo que es hora de que los dos maduremos un
poco.
—Todo saldrá bien —aseguro, con la voz llena de una confianza que en
realidad no siento.
Me sonríe débilmente antes de servirnos el desayuno y nos sumimos en
un cómodo silencio, ambos perdidos en pensamientos sobre nuestro futuro
y lo que podría depararnos.
Al final, la dejo y escapo a la paz de mi habitación. Sé que tiene razón.
Necesito ver a Chelsea. Desde luego, no podemos dejar las cosas como las
dejamos en aquel salón. Nos guste o no, ahora estamos conectados.
Mamá me da el espacio que necesito durante unas horas antes de
asomar la cabeza por la puerta, preguntándome si puede entrar. Le hago un
gesto con la cabeza y, cuando empuja la puerta, veo que lleva una taza de
café recién hecho y una bolsa de papas fritas en la mano.
—Pensé que necesitarías algo.
—Gracias —le digo, levantándome de donde estaba recostado en mi
cama, mirando al techo.
—Estaba pensando, ¿no es el baile de invierno el viernes?
—Sí y...
—Por nada —susurra encogiéndose de hombros inocentemente antes de
salir de la habitación.
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CHELSEA

N o presto atención a los demás comensales que nos rodean hasta que
me pongo de pie y me giro para marcharme. Es entonces cuando miro
un par de ojos muy familiares que no quiero volver a ver.
Se me hiela la sangre, igual que cuando miré dentro de su auto y me
encontré con esos ojos azules helados mirándome fijamente.
Empieza a levantarse mientras yo empiezo a correr.
—Espera, por favor —me suplica, sin embargo, no hay forma de que
me quede a escuchar nada de lo que ese imbécil tenga que decir, por muy
educadamente que me lo pida.
No me doy cuenta de que Luca no está detrás de mí hasta que estoy
fuera de la cafetería y me arriesgo a mirar hacia atrás.
La única persona que está allí es él. Está parado en la puerta con el ceño
fruncido.
—¿Q… qué quieres de mí? —tartamudeo, intentando por todos los
medios de no mostrarle que estoy asustada y fracasando miserablemente.
—Por favor, Rose. Solo quiero hablar contigo.
—No soy Rose. Te equivocaste de persona —contradigo, dándole la
espalda, esperando que Luca aparezca en cualquier momento y me lleve
lejos antes de que esto se salga de control.
—Eres tú, sé que lo eres.
—¿Está todo bien? —pregunta Luca, saliendo por fin detrás del hombre
—. ¿Este imbécil te está molestando?
—N… no, está bien. ¿Podemos irnos, por favor?
—Claro. —Luca mira entre el tipo y yo, con confusión en su rostro.
En cuanto su auto emite un pitido que indica que está abierto, me subo y
vuelvo a cerrarlo.
El pánico me hace respirar entrecortadamente.
—¿Qué carajo fue eso? ¿Quién era él? Maldición, ¿estás bien? —me
cuestiona cuando se da cuenta de que estoy al borde de un ataque de pánico.
Asiento con la cabeza, concentrándome en mi respiración hasta que
todo vuelve a la normalidad. Sin embargo, sus ojos preocupados no se
apartan de mí.
—¿Tengo que ir a darle una paliza por algo?
No puedo evitar la carcajada que se me escapa. Probablemente es lo
menos que se merece ese tipo.
Sigue mirándonos desde su lugar en la puerta de la cafetería, no necesito
levantar la vista para saber que está ahí. Siento cómo su mirada me eriza la
piel.
—No pasa nada. No es nada.
—No estoy de acuerdo, demonios. Estás todo menos bien.
—Es solo un fantasma de mi pasado. Uno que espero no volver a ver.
—¿Tu pasado? ¿Quieres decir antes de Rosewood?
—Sí. ¿Puedes llevarme a casa, por favor?
—Claro.
Arranca el motor, y con los ojos del tipo observando cada uno de
nuestros movimientos, sale de su parqueo y se incorpora a la carretera.
Le sostengo la mirada, no quiero, pero mentiría si dijera que su
insistencia en verme, en hablar conmigo, no me intriga.
Ahora que mi miedo se ha disipado al saber que estoy a salvo en el auto
junto a Luca, veo algo más en sus ojos. Aunque antes de que pueda
averiguar qué es, hemos doblado la esquina y ya no está a la vista.
—¿Segura que estás bien?
—Sí. —Me tiemblan las manos en mi regazo y el corazón me sigue
galopando en el pecho, pero estoy bien.
Lo que necesito es estar en la casa de la piscina con el mundo exterior a
salvo al otro lado de la puerta.
Volvemos a mi casa en silencio. Percibo el millón de preguntas que
Luca quiere cuestionarme, no obstante, por suerte, se las arregla para
guardárselas.
—¿Qué vas a hacer el resto del día? —indaga cuando detiene el auto en
la entrada.
—La tarea. ¿Y tú?
—Probablemente debería intentar asistir al menos a una de mis clases
de hoy.
—Luca —suspiro—. Dije que vinieras si no tenías clases.
Se acerca y toma mi mano entre las suyas.
—Me necesitabas, Chels. Shane me necesita. No hay ningún otro lugar
donde preferiría estar.
Emociones queman el fondo de mis ojos y lucho por apartar las
lágrimas.
—Oh, no, no. No llores, sabes que no puedo soportarlo.
Me río de él mientras jalo su brazo para darle un incómodo abrazo en el
auto.
—Nos vemos pronto, ¿de acuerdo? —Asiento mientras empujo la
puerta para abrirla—. Y si me necesitas, llámame. Cuando quieras.
—Gracias, Luc. Te lo agradezco mucho.
—Cuida bien de mi sobrina o sobrino. —Me señala la barriga con la
cabeza y las mariposas levantan el vuelo.
—Lo haré. Gracias. —Se despide antes de salir de la entrada.
Me entra pánico cuando se marcha y me doy cuenta de que debería
haberle dicho que no le dijera a Shane que me había visto. No quiero que
vaya a buscarlo e intente librar mis batallas por mí. Aunque no creo ni por
un segundo que fuera a escucharme. Con una sonrisa, me apresuro hacia la
puerta principal y entro.

Acabo pasando la tarde con mamá envolviendo regalos. No es exactamente


lo que habría elegido para pasar el resto del día, sin embargo, no puedo
negar que la tarea mundana me relaja un poco.
—¿Piensas volver a la escuela esta semana? —pregunta mientras añade
otro regalo a la pila perfectamente envuelta que tiene a su lado.
—No tengo idea de lo que voy a hacer. Antes me encantaba llamar la
atención, y ahora solo quiero esconderme.
—Es comprensible. Estaba pensando que, si tienes libre mañana,
podríamos ir al centro comercial. Pronto necesitarás ropa nueva y te vendría
bien salir de casa.
Me quedo pensativa unos segundos.
—Suena muy bien, eso me gustaría.
—Entonces es una cita. Solo asegúrate de ponerte en contacto con tus
profesores y hacer el trabajo que te falta, jovencita.
—Lo haré, lo prometo.
Ya es tarde cuando consigo hacer lo que tanto ansiaba antes y me
encierro en mi casa de la piscina. Mamá y yo hicimos pizzas caseras para
cuando papá llegara del trabajo y nos sentamos a comer como una
verdadera familia. Fue agradable. Exactamente lo que necesitaba.
Después de prometerle a mamá que nos veremos en la mañana para
salir, me dirijo a mi santuario y suelto un suspiro.
El estrés de los dos últimos días me aprieta los músculos y lo único que
quiero es volver a acurrucarme en la cama y dormirme.
Deje mi teléfono en silencio en mi bolso y me dije una y otra vez a lo
largo del día que no lo mirara, aunque cuando me quedo sola, no puedo
contenerme, lo saco y lo enciendo.
Cierro los ojos por un momento, rezando para que me haya llamado,
pero no hay nada. Bueno, de él no. Hay muchas de los demás.
Le respondo a Luca para darle las gracias de nuevo por dejarlo todo por
mí esta mañana, y también le envío una disculpa a Rae por haberla ignorado
todo el día cuando solo estaba preocupada por mí. Me contesta
inmediatamente diciendo que lo entiende y que siente no haber venido a
verme hoy porque que tenían cosas familiares obligatorias después de
clases. Lo entiendo, no pasa nada. No espero que todo el mundo detenga su
vida porque la mía se esté desmoronando.
Ignoro a todos los demás, solo están tratando de enterarse de los
chismes.
Después de volver a ponerme la camiseta de Shane, me meto en la cama
deseando que aparezca y me abrace.
Nunca ocurre, y cuando me despierto a la mañana siguiente, sigo sola.

Ir de compras con mamá es mejor de lo que esperaba. Escojo algo de ropa


de maternidad que voy a necesitar antes de que me arrastre a una tienda de
bebés para empezar a mirar cosas.
Reconozco que no tengo ni idea de cómo cuidar de un bebé, pero creo
que aún me queda tiempo para aprender y siempre escucho a la gente decir
que, cuando llega el momento, es algo que suele surgir de forma natural, así
que espero que así sea.
A ella no le hace gracia ya que no la dejo comprar nada. Aparte de la
ropa de maternidad, me niego a comprar algo hasta después de mi próximo
ultrasonido. Creo que me gustaría saber el sexo y no tengo idea de lo que
piensa Shane al respecto, así que hasta que tomemos esa decisión, espero
que juntos, me abstendré de comprar las cosas bonitas que mamá puso
enfrente de mí en su intento de convencerme.
Necesito pensar en Shane. Ya he pasado por muchas cosas de este
embarazo sin que él formara parte del mismo. Quiero darle al menos la
oportunidad de estar presente en todo lo que queda por venir, si él quiere,
claro.
Todavía estoy guardando todo en mi armario cuando llaman a la puerta
de la casa de la piscina esa misma tarde.
Con mi corazón en la garganta, corro de nuevo a la sala con la
esperanza de que sea él, sin embargo, al igual que ayer por la mañana, mis
esperanzas se desvanecen cuando encuentro a Rae mirándome fijamente.
—Hola —le digo, abriendo la puerta.
No solía cerrarla con llave, pero desde que lo vi a él he empezado a ser
un poco más cautelosa. Está claro que quiere algo de mí, y una visita
nocturna como la que solía hacerle a mi madre biológica desde luego no es
una opción.
Me estremezco al pensarlo.
—¿Estás bien? Te pusiste pálida.
—Sí, sí, estoy bien. Sobre todo, ahora que he visto esto —respondo, con
los ojos desorbitados al ver la caja de donas que tiene en la mano.
—Parece que te gustaron la última vez.
—Son donas, ¿a quién no le gustan? —Tomo la caja, la coloco sobre la
mesita de centro e inmediatamente quito la tapa para escoger.
—¿Estuvo en la escuela hoy? —murmuro entre dientes con la esperanza
de que no entienda lo que digo. Pero cuando sus labios se curvan en una
sonrisa, sé que no fue así.
—No.
—Y todo el mundo sigue hablando de lo puta que soy.
—Bastante.
—Vaya, no lo endulces, ¿quieres?
—Puedo si quieres, solo pensé que preferirías escuchar la verdad.
Gruño.
—Lo habría querido así, solo que igualmente no deseo lidiar con todo
eso.
—No hay nada con qué lidiar en lo que a ellos respecta. Son un montón
de chismosos. ¿A quién le importa lo que piensen?
—Lo sé. Ya lo sé. Es solo que a veces es difícil.
—Escuché que alguien está haciendo apuestas sobre si era de Shane o
no —admite en voz baja.
—Ellos… ¿qué?
—Los chicos son imbéciles. Deja que sigan hasta que se aburran con
eso. Así que asumo que ¿no has sabido nada de él?
Sacudo la cabeza.
—Le he enviado mensajes y ni siquiera los ha leído. He visto a su mamá
y a su hermano.
—¿Qué te dijeron?
—Que tuviera paciencia.
—Qué útil.
—La paciencia no es realmente mi especialidad.
—Tienen razón. Debe haber sido un gran shock enterarse así. —La
culpa me revuelve el estómago por haber permitido que pasara—. Ya se le
pasará. Es un buen tipo y querrá hacer lo correcto por ti.
—Tiene todas las razones para no hacerlo.
—Chels, ese chico te quiere. Volverá.
—¿Tú crees?
—Lo sé.
Entrecierro los ojos mirándola.
—¿Qué es lo que me estás ocultando?
—Nada —dice, levantando las manos en señal de rendición—. No sé
nada.
Me deja después de recibir un mensaje de Ethan para decirle que ya
terminó con el equipo.
Paso los canales de televisión y al no encontrar nada que capte mi
atención, me llevo a la cama junto con un chocolate caliente el libro que
escogí esta tarde con mamá sobre qué esperar del parto y de tener un recién
nacido. No es el tipo de libro que pensaba que iba a leer hasta dentro de
unos años, pero aquí vamos.
Cuando me despierto a la mañana siguiente, es con el libro
pinchándome en el brazo y todavía abierto en una página que recuerdo
vagamente haber leído.
Anoche apagué mi despertador sabiendo que era imposible que volviera
a clases hoy, así que cuando miro mi celular, me sorprende ver lo tarde que
es.
Volveré el próximo semestre. Les habrá dado tiempo de sobra para
superar el drama y, con suerte, alguien más habrá hecho algo que quite la
atención de mí.
Todavía no he recibido respuesta de Shane, sin embargo, le envío otro
mensaje de todos modos. Necesito que sepa cuánto lo extraño.
Me levanto, me ducho, me peino, en general pierdo el tiempo porque no
es que tenga mucho que hacer hoy. Debería salir a correr, pero no me gusta
la idea de ver a alguien cuando estoy sola.
Al final, tomo mi computadora y me pongo a trabajar.
Mamá entra y sale con comida y bebidas a lo largo del día para ver
cómo estoy, aparte de eso, me quedo encerrada en mi pequeño mundo,
manteniendo a raya a todo y a todos los demás.
Eso es hasta pasadas las seis.
Mamá me dijo que la cena sería a las siete, así que, una vez terminada la
tarea en la que he estado trabajando, me dirijo al baño para refrescarme y
prepararme para ir con ellos.
Estoy a punto de ponerme los zapatos cuando llaman a la puerta.
Sabiendo que en los últimos días solo me he llevado decepciones
cuando mi imaginación se ha desbocado, ni siquiera me molesto en esperar
que sea él, porque sé que no lo es.
Miro fijamente mi teléfono, rezando por una respuesta mientras entro en
la sala, así que no levanto la vista hacia la puerta hasta que estoy justo
delante de ella.
Y cuando lo hago, no puedo evitar un grito de sorpresa.
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CHELSEA

S hane está al otro lado de la puerta de cristal.


Tiene exactamente el mismo aspecto que recordaba, su cabello
rubio peinado con su habitual estilo desordenado, sus ojos color
esmeralda mirándome fijamente como si viera hasta el fondo de mi alma y
sus labios carnosos que hacen que se me retuerza el estómago de deseo. Ahí
acaban las similitudes, porque lleva una camisa blanca impecable y un
pantalón de vestir negro entallado, y en sus manos hay una caja enorme.
Me tiembla la mano al abrir la cerradura para que entre.
—Hola —atino a decir apresuradamente en cuanto se abre la puerta—.
Te ves... increíble.
—Gracias. ¿Puedo pasar?
—Oh, mierda, sí —respondo saltando fuera del camino y sosteniendo la
puerta abierta para él.
Me quedo parada, balanceándome torpemente en mi lugar mientras
jugueteo con los dedos, sin saber qué hacer.
«Diablos, cómo lo he extrañado».
Observo en silencio cómo deja la caja sobre la mesita y voltea hacia mí.
Sus ojos recorren todo mi cuerpo, no tengo idea de por qué, solo llevo
puesta una enorme sudadera con capucha y un par de pantalones de yoga,
no es sexy en lo más mínimo.
—Shane. —El hecho de pronunciar su nombre me produce un
cosquilleo—. ¡Maldición! Lo siento mucho. No tenía idea... debí habértelo
dicho... mierda... ni siquiera...
—Detente —me exige, extendiendo su mano hacia delante y tomando la
mía entre las suyas, atrayéndome hacia su cuerpo.
Su calor quema, pero en el buen sentido. Mis rodillas amenazan con
ceder cuando su olor inunda mi nariz.
—¡Ay, Dios! —gimo mientras me mira fijamente—. Te he echado tanto
de menos.
—Chels, ¿irías al baile de invierno conmigo?
Se me cae la barbilla al escuchar sus palabras.
—¿Quieres… quieres ir al baile? —Un lado de mi labio se tuerce con el
comienzo de una sonrisa.
—Si todavía me quieres.
Se me escapa una carcajada y no porque la situación sea graciosa, sino
por lo increíble que resulta.
—¿Hablas en serio?
—Muy en serio.
—Um... —Miro a mi alrededor, la cabeza dándome vueltas con esta
inesperada visita—. No tengo nada que ponerme. —Pienso en los vestidos
que me he puesto en bailes anteriores y, aunque todavía no se me nota, sé
que no son adecuados.
—Te tengo cubierta. —Se aparta y me deja ver la caja que había
olvidado que llevaba.
—¿Qué hiciste?
Sin decir una palabra, se acerca a la caja y le quita la tapa. Dentro hay
una gran cantidad de papel de seda.
—Adelante. Veamos lo bien que te conozco.
Me acerco a la caja y miro adentro, aunque el contenido está totalmente
oculto.
—¿Lo escogiste tú solo?
—Claro que sí. Vamos, el suspenso me está matando.
Al retirar el papel, descubro una tela de color rojo fuego que me mira
fijamente.
Siento un cosquilleo en el estómago cuando meto la mano y saco el
vestido.
—Dios mío, Shane. Es impresionante.
Es largo, con un cuello en V profundo y una gran abertura en una
pierna. Tiene mucha más tela que los vestidos que suelo ponerme, no
obstante, es jodidamente sexy.
—¿Sí? —Miro sus ojos tímidos.
Me relajo por primera vez en días, y un sollozo brota de mi garganta de
la nada. El alivio de verlo después de no saber lo que pensaba, lo que hacía
o incluso dónde estaba los últimos días es, de repente, demasiado para
soportarlo.
—Mierda —murmura, me toma en sus brazos y me estrecha contra su
pecho.
Aspiro su aroma y eso solo me hace llorar más fuerte. Tenerlo aquí,
poder rodearlo con mis brazos. Lo es todo.
—Shhh, está bien.
—Lo siento mucho. Lo siento muchísimo.
—Oye —dice, metiendo su pulgar bajo mi barbilla y levantando mi cara
para que pueda mirarlo—. Haremos esto más tarde. Ahora quiero llevar a
mi chica al baile. Así que sécate los ojos, ponte ese vestido tan sexy y
disfrutemos de nuestra noche juntos.
Me trago mis emociones y asiento con un movimiento de cabeza, con
una amplia sonrisa en mi rostro.
—Suena increíble.
Me suelta, toma el vestido que había vuelto a dejar en la caja y,
agarrando mi mano, me lleva hacia mi habitación.
Se acomoda en medio de mi cama. Me deja sin aliento y lo único que
quiero es meterme en ella con él.
—Tienes treinta minutos. También tienes que hacer una maleta para
pasar la noche.
—Shane Dunn, ¿me has estado ocultando algo?
—¿Qué? —pregunta inocentemente—. ¿Crees que eres la única que
puede tener secretos?
—Supongo que no —contesto a la ligera, ignorando la bola de pavor
que amenaza con llenarme el estómago ante la mención de mi secreto.
Dice que quiere hablar más tarde. Podemos hacer eso.
—Vamos, el tiempo corre.
—Muy bien, muy bien.
Con sus ojos clavados en mí, bajo la cremallera de la sudadera que llevo
puesta, dejando ver el sujetador que llevo debajo. Después de bajarme los
pantalones por las piernas, volteo hacia él y gime.
—Probablemente debería ir a esperar allá fuera, ¿no?
Con su mirada clavada en mis pechos cubiertos, busco detrás de mí y
dejo caer la tela.
—Esta fue una muy mala idea.
—Ya es demasiado tarde. Si tan solo hubieras venido antes y me
hubieras dado más de treinta minutos para alistarme. Imagínate cómo
habríamos aprovechado el tiempo.
Me quito la tanga de las caderas y sonrío cuando sus dientes muerden su
labio inferior.
—Ahora que lo sé, puedo verlo.
Mis cejas se fruncen un momento antes de darme cuenta de que me está
mirando el vientre.
Me giro hacia un lado, mirándome en el espejo, y me paso la mano por
el vientre.
—¿Tú crees?
—Sí.
La anticipación estalla entre nosotros. La mirada posesiva de sus ojos
hace que el calor inunde mi interior.
Aparto los ojos de los suyos en el espejo y me obligo a concentrarme en
lo que debería estar haciendo.
Abro un cajón, encuentro la ropa interior adecuada para el vestido y me
la pongo antes de sentarme en el tocador y arreglarme el cabello y
maquillarme.
—Podrías hacer eso con más ropa, ¿sabes? —Shane refunfuña detrás de
mí.
—¿Y qué tendría eso de divertido?
—Si intentas demostrarme lo que me he estado perdiendo, créeme
cuando te digo que no es necesario.
—Han sido unos días duros, ¿verdad?
—Como no creerías.
Sé que no debería darle cuerda ahora, sin embargo, no puedo evitarlo.
Estoy tan feliz de que esté aquí y de bromear conmigo una vez más, que es
demasiado para ignorarlo.
Sé que tenemos muchas cosas importantes de que hablar, pero antes ha
venido a ofrecerme un poco de diversión y me aferraré a eso con ambas
manos.
El hecho de que esté aquí significa todo para mí, por no hablar del resto.
—¿Qué tal si me ayudas a cubrirme?
Me acerco a la cama y le doy mi vestido.
Se desliza rápidamente hasta el borde del colchón y lo sostiene para que
pueda ponérmelo.
Me doy la vuelta para que mis pechos no queden justo delante de su
cara, sintiendo que eso sería provocarlo demasiado.
Me sube la tela por las piernas antes de que sienta el suave roce de sus
labios en la parte baja de mi espalda.
—¿Shane? —gimo cuando empiezan a subir por mi espalda mientras la
tela envuelve mi cuerpo.
Metiendo mis brazos por los agujeros, tira de ellos hacia arriba hasta
que los tirantes me cubren los hombros.
Me estremezco cuando la punta de su nariz recorre la línea de mi
hombro hasta que sus labios rozan la columna de mi cuello.
—Oh, Dios. —Mis pezones se endurecen contra la tela por la cual ahora
están cubiertos, y lo único en lo que puedo pensar es en quitármelo de
nuevo.
Aprieta la longitud de su cuerpo contra mi espalda, el bulto evidente de
su pene se aprieta contra mi trasero y su mano se desliza hasta mi vientre,
descansando suavemente sobre el ligero bulto que me señaló antes.
—Eres mía, Chelsea. ¿Estás lista para mostrárselo al mundo?
—Sí —gimo, demasiado feliz de tener su mano posesivamente en mi
estómago.
Entrelaza sus dedos con los míos y me separa de él para que pueda
mirarlo.
—Wow. —Sus ojos recorren mi cuerpo, sin saber dónde mirar primero
—. Sabía que sería perfecto, pero... carajo.
Mientras encuentro unos zapatos adecuados en mi armario, él toma la
pequeña maleta que empaqué mientras me preparaba y salimos de la casa
de la piscina.
Está claro que no era el único involucrado en esta pequeña sorpresa,
porque mamá, papá y Maddie están en el jardín preparados para tomar
fotos.
—Vaya, no es la noche del baile de graduación ni nada parecido —digo
riendo cuando tanto mamá como Maddie se atragantan un poco al vernos.
De repente, pensar en el baile de graduación me aterroriza. ¿Qué tan
grande estaré para entonces? ¿Seguiré embarazada o ya habré tenido al
bebé?
Un escalofrío de miedo me recorre la espalda. Shane me aprieta la mano
y me pregunto si estará pensando lo mismo.
Nuestras vidas van a cambiar muy rápido y, aunque estoy emocionada y
segura de que es lo que quiero, no deja de asustarme. Todo lo que habíamos
planeado para el resto de nuestras vidas ha dado un vuelco.
Sonreímos durante un par de fotos antes de que nuestras madres, con los
ojos llorosos, nos despidan deseándonos una noche divertida. Asumo que
saben que Shane me dijo que hiciera una maleta y que vamos a pasar la
noche juntos. Aunque supongo que ahora no tienen mucho de qué
preocuparse, lo peor ya ha pasado.
En cuanto estamos dentro de su auto, Shane se acerca y toma mi mano.
—¿Estás lista para esto?
Pienso en casi toda nuestra clase en el gimnasio disfrutando.
Probablemente lo último que esperan es que aparezcamos los dos tomados
de las manos.
Pienso en cuando entramos juntos a la escuela el lunes y él me besó
abiertamente delante de todos. Diablos, ¿cómo pudo ser hace solo cuatro
días? Parece toda una vida.
«Más vale darles algo que mirar». Sus palabras me golpean y no puedo
evitar sonreír.
—Sí, creo que sí.
Me mira con una sonrisa en sus labios.
—Siempre quisiste llamar la atención, parece que estás haciendo un
buen trabajo consiguiéndola, ¿eh?
—Sí, una vez que decidí que ya no la quería. Imagínate.
—Pronto se les pasará.
—¿Qué? ¿Cuando tenga una barriga del tamaño de un balón de
baloncesto? Sí, eso sí que quitará su atención de mi.
—Un balón de baloncesto, un poco pequeño ¿no crees? Más bien una de
esas pelotas de ejercicio.
Jadeo con horror fingido y le doy un manotazo en el hombro.
—Sigue así y no serás capaz de procrear más.
—¿Quieres más?
—Quién sabe. No es como si hubiera planeado este.
—Es bueno saberlo —murmura.
—Shane —digo, acercándome para apoyar mi mano en su muslo—. Yo
no... yo no hubiera...
—Lo sé, Chels. No lo dije por eso.
—Arruiné esto completamente.
—Ahora no. Disfrutemos de la velada.
Me encanta su idea. Es tan dulce y considerada después de cómo
dejamos las cosas el otro día. Aunque no puedo evitar sentir el enorme
elefante en la esquina de la habitación... o del auto.
Por mucho que quiera perderme en él, en la conexión entre nosotros y
en lo eléctrica que es cuando nos tocamos, sé que solo estamos
enmascarando nuestros problemas. Igual que lo he hecho desde que volví.
Es hora de que me arranque esa bandita y exprese todas mis verdades,
mis miedos y lo que quiero para el futuro.
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
SHANE

P ensaba que estaba loco por hacer esto. Creí que nadie lo entendería, sin
embargo, en cuanto le conté a mamá mis planes, estuvo totalmente de
acuerdo. Se le nublaron los ojos y pensé que iba a echarse a llorar.
Inmediatamente me mandó a mi habitación a vestirme para ir de
compras. No me llevó al centro comercial de Rosewood, sino a su favorito,
a unos cuantos pueblos de allí. Puede que estuviera para ayudarme, pero
supe cuál era el vestido en cuanto lo vi. No me molesté en mirar otros.
Después de arriesgarme con la talla, salí de aquella tienda con la primera
sonrisa genuina que había tenido en días. Algo simplemente no está bien sin
ella. Yo no estoy bien sin ella.
Dicho esto, caminar hasta su casa de la piscina con la esperanza de que
Chelsea estuviera de acuerdo con este plan fue una de las cosas más
estresantes que he hecho en mi vida.
Podría haberse negado fácilmente. Me dije una y otra vez que
probablemente lo haría, para estar preparado. No obstante, en cuanto la
miré a los ojos supe que me necesitaba tanto como yo.
El alivio que me invadió me consumió por completo. Deseaba
desesperadamente atraerla hacia mí y hacerla mía una vez más, pero sabía
que tenía que esperar.
Hay muchas cosas que deben decirse entre nosotros. Y sí, tal vez
deberíamos tener esas conversaciones antes de pasar la noche juntos en el
baile, pero a la mierda. Solo quiero una noche normal con mi chica. ¿Es
mucho pedir? Quiero dejarlo todo de lado, solo durante unas horas, para
que podamos disfrutar de la compañía del otro antes de volver a permitir
que entre la realidad y aceptar que todo está a punto de cambiar para
nosotros.
El estacionamiento de la escuela está casi lleno cuando llegamos. Sé
que llegamos tarde, así lo planeé.
Siempre he sido el que se esconde entre las sombras, el que ignora la
atención que me da formar parte del equipo, pero no esta noche. Esta noche
voy a mantener la cabeza alta y mostrar al mundo lo que quiero.
Después de decirle que me espere, corro alrededor de la parte delantera
del auto y le abro la puerta.
Extendiendo mi mano, rodeo la suya con mis dedos y la saco del auto.
No doy un paso atrás, así que cuando se pone de pie, sus senos rozan mi
pecho y, con los tacones puestos, sus labios están en la posición perfecta.
Sería tan fácil. Cada músculo de mi cuerpo me pide a gritos que cierre
ese pequeño espacio.
Sus ojos oscuros se clavan en los míos, suplicándome que haga el
movimiento porque sabe que ella no puede.
Tengo que ser yo quien dé el primer paso esta noche. Yo tomo las
decisiones.
—¿Lista para lucir ese vestido? —Siento el escalofrío que recorre su
cuerpo ante mi pregunta—. No tienes miedo, ¿verdad?
—Yo... —Duda y odio la mirada aprensiva de sus ojos.
Me inclino hacia ella y rozo su oreja con mis labios; esta vez su
estremecimiento se debe a otro motivo, ya que mi aliento recorre su piel.
—Eres la maldita Chelsea Fierce, nena. Entra ahí con la cabeza en alto y
demuéstrales que nunca te esconderás de ellos.
Jadea ante mis palabras, sin embargo, al cabo de un rato asiente con la
cabeza.
—Solo si estás a mi lado.
—No querría estar en ningún otro lugar.
—De acuerdo. Vamos entonces, hagámoslo.
Coloca su mano en la mía y, tras cerrar la puerta, nos dirigimos al
gimnasio donde Rosewood High celebra todos sus eventos.
La música resuena mucho antes de que lleguemos. Unos cuantos
estudiantes merodean fuera, probablemente intentando localizar el alcohol
que han escondido durante toda la semana con la esperanza de colar un
poco.
Algunos nos miran, pero nadie dice nada.
A medida que nos acercamos a la puerta, la mano de Chelsea empieza a
apretar la mía con más fuerza.
No puedo evitar sonreír. Hace solo unos meses, me preguntaba si
realmente era una reina de hielo. Nada la afectaba. Nada de lo que le decían
o le hacían le afectaba. Y ahora lo veo. Veo su lado vulnerable, sus miedos,
sus nervios, y me encanta porque sé muy bien que soy el único que puede
hacerlo.
Aspira hondo antes de que ambos empujemos las dos puertas y
entremos.
Vamos directamente al centro de la acción. Como si nos estuvieran
esperando, la música baja un poco cuando entramos y casi todos los
presentes voltean hacia nosotros.
—¡Diablos! —chilla a mi lado. Solo un segundo después, se endereza y
me sigue hacia el centro de la habitación.
Todas las miradas nos siguen mientras muevo a Chelsea frente a mí.
Como si nada, la canción cambia y la atraigo hacia mí.
—Mas vale darles algo que mirar —digo mientras ella me observa
completamente asombrada.
Una tímida sonrisa aparece en sus labios mientras niega con la cabeza.
—Eres increíble. ¿Lo sabías?
Me encojo de hombros.
—Tú sacas lo mejor de mí.
Incapaz de resistirme por más tiempo, bajo mi cabeza. Comienza como
un suave roce de labios sabiendo que toda nuestra clase, maldición, toda la
escuela, está mirando. Pero no puedo resistirme cuando ella aprieta su
cuerpo contra el mío.
Con mis manos en la piel desnuda de su espalda, abro mis labios y lamo
dentro de su boca. Acepta mi beso con entusiasmo, como si estuviéramos
los dos solos en su casa de la piscina.
Solo puedo suponer que todo el mundo se aburre de nosotros, porque
cuando al final nos separamos, un poco sin aliento y mareados después de
unas cuantas canciones, la mayoría de los chicos han vuelto a sus propias
conversaciones y bailes.
Chelsea se ríe y me da un vuelco el corazón.
—No puedo creer que hicieras eso.
—Ya era hora de que hubiera algo nuevo de que hablar por aquí, ¿no
crees?
—Aunque sigue enfocándose en nosotros.
—Tal vez, aunque al menos es algo diferente.
—Vaya, vaya, vaya —pronuncia una voz grave y familiar abriéndose
paso—. No pensé que fueras capaz, Dunn.
Al levantar la vista, me encuentro la cara divertida de Ethan con Rae
acurrucada a su lado.
—No tienes que preocuparte por Shane. Es más que capaz de muchas
cosas.
—Ah, pensé que esa eras tú. —Ethan dice con humor seco, mirando a
Chelsea y haciendo que Rae resople de risa.
—No esperaba verte aquí esta noche. No te imaginaba como una chica a
la que le gusten los bailes de la escuela —le dice Chelsea a Rae.
—¿Qué te ha dado esa impresión?
Me fijo en su maquillaje oscuro, su vestido negro tipo skater, sus mallas
de red y sus botas estilo militar.
—No tengo idea —revira ella, teniendo pensamientos similares.
—Fueron Sindy y Barbie —responde poniendo los ojos en blanco.
—¿Quiénes? —Mis cejas se fruncen al no saber de quién está hablando.
—Ellas. —Asiente con la barbilla por encima de mi hombro y, cuando
miro a mi alrededor, veo a Amalie y Camila caminando hacia nosotros con
mis compañeros de equipo a regañadientes detrás.
—Así que esta es una noche para torturar a los novios, ¿no?
—Eso pensarías viendo sus caras, ¿verdad?
—Dunn, Chelsea —agrega Jake cuando llega hasta nosotros.
—Hola. Um... —Chelsea balbucea, poniéndose tensa a mi lado—.
¿Podemos hablar un momento?
Jake nos mira a ambos. Es como si me pidiera permiso, una parte de mí
quiere reírse. ¿Cómo demonios llegamos a esto?
—Solo tengo algunas cosas que decirle —musita Chelsea al oído.
—Confío en ti —le susurro—. Pero, por favor, asegúrate de decirle que
soy el mejor que has tenido.
—¡Shane! —grita, dándome una palmada juguetona en el pecho.
Me da un beso rápido en la mejilla antes de llevar a Jake a un rincón
más tranquilo.
—¿De qué se trata todo eso? —me pregunta Amalie, viendo cómo mi
chica se lleva a su chico.
—No tengo idea, aunque dudo que esté a punto de lanzarse sobre él.
Ambos vemos cómo Chelsea le dice lo que sea que tenga que decirle.
Jake sacude la cabeza, con una suave sonrisa en los labios.
Se está disculpando, eso es obvio, y yo no podría estar más jodidamente
orgulloso de ella ahora mismo.
—Así que ustedes dos… o tres ¿lo intentarán? —indaga Amalie,
dándose la vuelta para darle un poco de privacidad.
—Sí, creo que sí.
—Diría que necesitas que te revisen la cabeza, pero no estoy ciega.
Ustedes dos son perfectos el uno para el otro. Aunque ni en un millón de
años los hubiera imaginado juntos cuando llegué.
—No puedes evitar de quién te enamoras.
—No necesitas decírmelo. Podría haberme enamorado del chico bueno,
sin embargo, en vez de eso terminé con... —Ella grita cuando Jake le rodea
la cintura con las manos y la jala hacia él—. Eso —dice riendo.
—¿Por qué tengo la sensación de que están hablando de mí?
—Porque lo estamos —responde Amalie—. Estaba diciendo lo imbécil
que eres.
—Sí, bueno, menos mal que te encanta, carajo.
Desviando la mirada mientras le mete la lengua en la boca, miro a
Chelsea cuando me pasa el brazo por la cintura y se acurruca a mi lado.
—¿Todo bien?
—Sí. Solo necesitaba decir lo mío después de...
—Lo entiendo —la tranquilizo, dejando caer mis labios sobre su
cabeza.
—También necesito hablar con Mase, pero ahora está ocupado.
Miro y lo encuentro bailando intensamente con Camila al ritmo de la
música.
—¿Nos unimos a ellos?
—Preferiría hacerlo en privado y con menos ropa —murmura Chelsea,
haciendo que mi pene se retuerza de excitación.
—Tenemos mucho tiempo para eso.
A pesar de todo y de las incógnitas que hay entre nosotros, pasamos la
noche más increíble y normal.
Bailamos, bebemos, charlamos y nos reímos con los amigos. En algún
momento, Zayn y algunos otros miembros del equipo se unieron a nosotros,
no obstante, tras el anuncio de Zayn del juego del ligue de la noche, se
dedicaron sobre todo a intentar conquistar a las chicas que habían elegido
mientras los ocho veíamos con deleite cómo la mayoría de ellos eran
rechazados una y otra vez.
Al final Zayn se aburrió de intentar conquistar a la nerd que le habían
retado y acabó bailando con Ruby que parecía emocionada mientras su
hermana y Poppy miraban sus payasadas con cara de asco.
—¿Nos vamos de aquí? —Chelsea finalmente me susurra al oído
cuando todos a nuestro alrededor se pierden en sus propias conversaciones.
—Hmmm... me parece una idea perfecta. ¿Lista para ver qué más tengo
planeado?
—Estoy más que lista.
Nos despedimos de los que nos rodean antes de dejar atrás el baile.
No es hasta que ambos estamos de vuelta en mi auto que creo que me
tomo un respiro.
—Eso fue una locura —dice Chelsea, reflejando mis pensamientos.
—Sí, lo fue. Pero tenía que pasar.
—¿Por qué dices eso?
—Ahora todo el mundo lo sabe.
—¿Saber qué? —pregunta, con nervios en su voz.
—Que tú eres la indicada para mí. —Me acerco, le tomo la mano y me
llevo sus nudillos a mis labios—. Bien, vamos.
Con su mano apoyada en mi muslo, salgo del lugar y me dirijo a nuestro
destino de fin de semana. Iba a reservarnos un hotel, sin embargo, mamá
pidió algunos favores y consiguió encontrar el lugar perfecto para que
tengamos la privacidad que necesitamos para resolverlo todo de una vez por
todas.
—Tengo hambre —se queja Chelsea cuando llevo una hora
conduciendo.
—¿Qué quieres?
—Eh… una hamburguesa y una malteada.
Me río entre dientes.
—Pararemos en la próxima cafetería que pasemos.
—¿No estamos cerca? Llevamos siglos conduciendo.
—Apenas.
—Quizás es que estoy impaciente.
La miro; sus ojos, normalmente oscuros, están casi negros. Se chupa el
labio inferior, sabiendo que la estoy mirando, y eso hace que mi pene se
hinche. Desvío la mirada hacia su pecho y descubro sus senos voluptuosos,
tentadoramente expuestos por el vestido.
—Los ojos en la carretera, Shane —bromea riendo, señalando hacia
delante.
Hago lo que me dice, aunque solo porque no quiero matarnos a todos
antes de contarle lo que llevo días planeando.
—¡Ahí! —grita Chelsea, señalando un edificio iluminado más adelante,
lo que demuestra lo hambrienta que está realmente.
Pongo la direccional para salir de la carretera y me detengo en el
estacionamiento de la cafetería.
Chelsea empuja la puerta y sale antes de que yo haya podido apagar el
motor.
—Creo que estamos demasiado arreglados —me murmura mientras
entramos en el desgastado restaurante. Echo un vistazo a los otros dos
clientes con jeans rotos y camisas manchadas de aceite y no puedo evitar
darle la razón.
Sus ojos y los de la única mesera nos siguen hasta una butaca en la
ventana. Espero que Chelsea agarre el menú en cuanto nos sentemos, pero
no lo hace. En lugar de eso, espera a que la mesera se acerque.
—Hola, qué tal, ¿qué les puedo ofrecer?
—Una hamburguesa con queso, por favor. La más grande que tengan. Y
una malteada de fresa —dice Chelsea sin respirar.
—Muy bien, ¿y para ti, cariño?
—Lo mismo. Gracias.
Se escabulle mientras yo me río en silencio de Chelsea.
—¿Qué?
—Menos mal que no se quedó, podrías habértela comido.
—No es gracioso. De vez en cuando me entra un hambre voraz, es
como si no hubiera comido nada nunca y de repente necesitara consumir
todo lo que hay a la vista.
—Cuéntamelo. Cuéntamelo todo —le exijo.
Abre la boca y vuelve a cerrarla.
—No sé por dónde empezar —admite.
—¿Cuándo te enteraste?
Toma uno de los sobres de sal del soporte y se pone a juguetear con él
mientras hace memoria.
—Unas tres semanas después de que me fui. Para empezar, no quería
estar allí y toda mi atención se enfocaba en volver. Pero después de un
tiempo, me adapté y me di cuenta de que, en realidad, mis padres tenían
razón al enviarme. Me desperté una mañana y me di cuenta de repente de
que hacía mucho tiempo que no tenía la regla. No soy el tipo de chica que
monitoreaba ese tipo de cosas, pero no necesité intentar averiguarlo. Lo
supe. No puedo explicar cómo me sentí diferente, simplemente lo hice. Fue
extraño. Me hice una prueba y ahí estaba. Ese resultado positivo me miraba
fijamente.
—¿Se lo dijiste a alguien?
—¿Aparte del médico? —Sacude la cabeza—. No.
—Dios, Chels.
Se encoge de hombros como si no fuera para tanto.
—En ese momento supe que me lo quedaría. Ni siquiera recuerdo
haberme asustado tanto. Me sentí bien. Todavía me siento bien. Sí, estaba
muy nerviosa por tener que decírselo a la gente, a ti. Pero yo sabía que lo
quería. —Su mano baja por debajo de la mesa, su palma presionando contra
su vientre.
Es algo que no esperaba ver en muchos años, sin embargo, la emoción
empieza a burbujear en mi interior.
Puede que seamos jóvenes. La gente puede pensar que estamos locos,
pero yo sé que quiero esto con ella.
¿Va a ser fácil? No. No me hago ilusiones de que vaya a ser fácil en
ningún sentido de la palabra, y eso no es suficiente para asustarme. Nada
que merezca la pena es fácil. Y si tuviera que embarcarme en este reto con
alguien, no puedo imaginarme que fuera con nadie más que con Chelsea.
—Debería habértelo dicho. Quería decírtelo, pero esa primera noche
fuiste tan...
—¿Horrible?
—Sí, algo así. Aunque me lo merecía. Lo que hice, fue... imperdonable.
Tenías todo el derecho a tratarme así, o peor si te soy sincera. Pero cuando
las cosas cambiaron entre nosotros, se hizo más difícil. Te estabas
convirtiendo rápidamente en todo lo que siempre había querido, y sabía que
admitir la verdad podría arruinar todo lo que estábamos construyendo.
Tenía miedo. No, estaba aterrorizada, de que me odiaras, de que me dejaras,
y entonces volvería al punto de partida una vez más sin nadie.
Extiendo la mano por encima de la mesa y tomo su mano entre las mías.
—Deberías habérmelo dicho. Escucharlo de ti habría sido mucho mejor
que lo que pasó.
Traga saliva, nerviosa.
—Lo sé. Iba a decírtelo esa noche, ¿recuerdas que te dije que teníamos
que hablar? Sabía que tenía que hacerlo. Solo que nunca tuve la
oportunidad.
—¿Quién fue?
—Shelly.
—¿Qué? ¿Por qué haría eso? ¿No fue suficiente echarte del equipo y
empujarte por las escaleras?
Se encoge de hombros.
—Me dejaron volver sin su permiso. Todas sabíamos que se enfadaría.
—¿Cómo se enteró?
—La mujer que me hizo el ultrasonido en el hospital es su madre. Solo
puedo suponer que ella se lo dijo.
—Maldita sea. —Me acuerdo de cuando estaba en el hospital y se me
ocurre algo—. Por eso me echaste del hospital. Pensaste que me iba a
enterar.
Sus facciones se tiñen de culpa.
—Las cosas eran... complicadas entre nosotros en aquel entonces.
—Solo porque tú las hiciste así. Si no me hubieras seguido echando...
—Tenía miedo, Shane —me interrumpe—. Estaba confundida. Me pasé
todo el tiempo que estuve lejos pensando en ti, en aquella noche, en todas
las razones que tenías para odiarme, aunque rezando para que por algún
milagro no lo hicieras. Luego volví, y parecía que sí me odiabas. Luego
hubo pequeños momentos en los que no lo hacías y... —suspira—. No sabía
cuál era el camino. Todo era diferente. Mi vida había cambiado totalmente
de formas que nadie conocía y, aunque tenía mucho más claro lo que quería
desde que me fui, me estaba ahogando.
—Nunca te odié, Chels. Lo intenté, créeme, lo hice. Estaba tan enojado
porque me dejaste cargar con la culpa de todo aquello. Que permitieras lo
que pasó entre nosotros, que incluso lo instigaras, cuando sabías la verdad.
Sin embargo, aun así, no podía odiarte.
Miro la mesa por un momento.
—Te he deseado durante demasiado tiempo. —Ella jadea y yo la miro
por debajo de las pestañas—. Te vi durante años mirar a cualquiera menos a
mí. Pero de repente me viste, me deseaste. Ni siquiera... —Sacudo la
cabeza, inseguro de cómo vocalizar lo que intento decirle, pero la mesera
elige ese momento exacto para traer nuestros platos.
—Gracias. —Ambos decimos mientras ella merodea preguntando si
necesitamos algo más.
Cuando se va, miro a Chelsea, que ya ha empezado a comer sus papas
fritas, y sonrío.
—¿Qué? —indaga tímidamente.
—Eres mucho más de lo que había imaginado.
—Lo seré después de haberme comido todo esto. Es del tamaño de mi
cabeza —dice, señalando la hamburguesa.
—No me refería a eso y lo sabes. Para alguien que siempre quiso ser el
centro de atención, no aceptas muy bien los cumplidos.
—No los recibía muy a menudo —admite.
—Bueno, más vale que te acostumbres.
Chelsea se devora su cena, no tengo idea de dónde la pone, sobre todo
porque me cuesta terminarme mi propio plato, pero dice sentirse mejor por
ello mientras se recarga y se pone la mano en el estómago.
—¿Nos vamos? No tenemos que ir muy lejos.
Ambos nos deslizamos y salimos de la butaca y ya casi estoy en la
puerta cuando me doy cuenta de que no está detrás de mí.
—Chel... —Se me cortan las palabras cuando la veo mirando los postres
en exhibición.
—¿Quieres una dona? —me pregunta como si no acabáramos de
devorar nuestro peso corporal en comida.
—No, la verdad no —le digo riendo.
—Te compraré una por si cambias de opinión.
Sigo riéndome de ella mientras toma la caja que le pasa la mesera y
volvemos al auto.
Solo veinte minutos después, entramos en el estacionamiento de un
edificio de apartamentos con vistas a la bahía. La luna brilla en la oscuridad
del mar. Imagino lo impresionante que es a la luz del día.
—¿Nos quedaremos aquí?
—Sí. Vamos. —Salto entusiasmado y tomo nuestras maletas del
maletero antes de unirme a ella en su lado del auto mientras contempla el
mar más allá.
Entramos en el edificio en silencio.
—Vaya, esto es lujoso —añade, observando el elegante entorno.
La entrada es impresionante, con enormes obras de arte y un escritorio
de roble macizo detrás del cual se sienta el personal de seguridad.
Después de darle mi nombre al tipo, como me dijo mamá. Me da una
tarjeta y me indica los ascensores.
Toco el panel con la tarjeta y, en cuanto se cierran las puertas, nos
ponemos en marcha.
Chelsea guarda silencio, pero su emoción es palpable mientras el
ascensor sigue subiendo.
Cuando salimos, nuestros pies se hunden en la alfombra más lujosa que
he pisado nunca.
Solo hay un par de puertas en este enorme vestíbulo.
—Supongo que aquí es.
Toco con la tarjeta la caja que hay junto a la pared, las puertas hacen
clic y las abro.
—¡Oh, wow! —Chelsea se queda boquiabierta y se pone a mi lado
mientras contemplamos toda la bahía a través de la pared de ventanas que
van del suelo al techo—. Es increíble.
Dejo las maletas y la jalo hacia las puertas.
La luna brilla y las estrellas centellean en el cielo negro.
La pongo delante de mí, la rodeo con los brazos y apoyo la barbilla en
su hombro.
Puede que todo esté en el aire en este momento, pero con ella en mis
brazos, todo parece estar bien.
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CHELSEA

M i corazón se acelera mientras estoy en brazos de Shane,


contemplando la tranquila vista nocturna que tenemos ante nosotros.
Pensé que esta noche estaría sola en mi casa de la piscina
mientras todos disfrutaban del baile de invierno. Nunca podría haber
imaginado nada de esto.
Él, el vestido, este increíble penthouse. Todo esto ha sido mucho más de
lo que jamás podría haber deseado.
Giro en sus brazos y lo miro.
Me devuelve la mirada, sus ojos verdes oscuros y llenos de emoción.
—Chelsea, yo...
Tomo su mejilla con mi mano y niego con la cabeza.
—Lo siento mucho, Shane. Lo que dije la otra noche es cierto. Te amo y
quiero esto contigo, si me aceptas... si nos aceptas.
Deja caer su frente sobre la mía y sigue mirándome a los ojos.
—No lo querría de ninguna otra manera.
En un momento estoy de pie mirándolo fijamente y al siguiente mis
piernas están alrededor de su cintura y mi espalda está apoyada contra la
ventana detrás de mí.
—¡Mierda, está fría! —Jadeo cuando el cristal frío me muerde la piel
expuesta.
Aprovecha que tengo los labios entreabiertos y me mete la lengua hasta
el fondo de la boca.
Me dejo llevar por su fuerza mientras me entrego a él, aunque su agarre
no vacila.
Me besa como si me estuviera compensando por los últimos días.
Cuando su lengua acaricia la mía, las lágrimas me queman los ojos. Siento
todo lo que intenta decirme, y es completamente abrumador.
No merezco a este chico. Soy plenamente consciente de ello y me
propongo demostrarle cada día que soy digna de él.
El fuego que ha estado ardiendo en mi vientre toda la noche empieza a
rugir hasta el punto de que no me basta con estar aquí inmovilizada
besándolo.
—Shane —murmuro contra sus labios.
—Lo sé, nena.
Retira sus labios de los míos, pero solo llega hasta mi mandíbula
mientras vuelve a bajar mis pies al suelo.
La longitud de su cuerpo me aprieta contra el cristal y siento cada
pulgada de él. Lo necesita tanto como yo.
—Habitación, ahora —gimo cuando su mano sube para apretarme el
pecho.
Sin perder un segundo, toma mi mano y me separa del cristal.
Supongo que no ha estado aquí antes, pero eso no le impide llevarnos
directamente al enorme dormitorio principal, también con vistas a la bahía.
—Esto es hermoso —digo, admirando los tonos crema y dorados de la
habitación.
—Tú eres hermosa.
Cuando me doy la vuelta, encuentro los ojos de Shane clavados en mí.
Algo me dice que apenas ha visto la habitación.
Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras me sonrojo.
—Este vestido es ardiente —admira, dando un paso hacia mí. Levanta
un dedo y lo desliza por el profundo escote en V, provocándome cosquillas
en la hinchazón de mis pechos—. Aunque creo que se vería aún mejor en el
suelo.
—Supongo que será mejor que lo averigües.
Metiendo sus dedos bajo los tirantes, los empuja hasta que toda la parte
superior del vestido cae de mi cuerpo.
Se muerde el labio inferior mientras me mira los pechos, con los
pezones duros y pidiendo atención.
Extendiendo mi mano, tomo el botón superior de su camisa entre mis
dedos y me apresuro a desabotonarlos todos hasta que consigo apartar la
tela de sus hombros.
Cae al suelo antes de que vuelva a acercarse a mí. La piel caliente de su
pecho casi quema mis pechos sensibles. Sus dedos se enredan en mi cabello
y vuelve a juntar nuestros labios.
Mis uñas arañan su espalda antes de llegar a sus abdominales y
descender.
Está durísimo bajo los pantalones. Lo froto y gime en mi boca.
—Maldición, Chels. —Sus labios me recorren el cuello mientras le abro
la bragueta y le meto la mano entre el pantalón y bóxer.
Gruñe y hunde sus dientes en mi piel suave mientras envuelvo su
miembro con mis dedos.
Le beso el pecho y paso la lengua por las hendiduras de sus
abdominales, antes de bajarle los pantalones y el bóxer por los muslos. Su
pene se libera, tentadoramente cerca, mientras me siento en el borde de la
cama.
Lo rodeo con mis dedos una vez más y lo miro a través de mis pestañas.
Tiene los párpados pesados, cubriéndole hasta la mitad sus ojos color
esmeralda oscuros, los labios entreabiertos y la respiración entrecortada.
Lo acaricio lentamente y su mandíbula se aprieta mientras rechinan sus
dientes.
—¿Se siente bien? —pregunto. No hace falta, su cuerpo me da todas las
respuestas, pero necesito oír su voz.
—Muy bien. —Es áspera, sexy, necesitada. Me encanta.
Me inclino hacia delante y lamo el líquido preseminal que ha goteado
de la punta. Todo su cuerpo se estremece ante mi suave contacto, sus dedos
se entrelazan en mi cabello como si fuera a tomar el control, pero nunca lo
hace.
Vuelvo a separar los labios y me lo meto en la boca.
—¡Mierda!
Veo cómo echa la cabeza hacia atrás y lo chupo hasta que llega al fondo
de mi garganta.
Sé que odia que tenga una cierta reputación por esto, sin embargo,
espero poder hacerlo olvidar todo ahora que es el único que se lleva la
recompensa.
Me retiro y lamo alrededor de la cabeza antes de volver a chupársela.
Baja la mirada y nuestros ojos se cruzan mientras sigo chupándoselo.
En poco tiempo, se pone aún más duro en mi boca y lo chupo más
deprisa, sabiendo que está cada vez más cerca de su orgasmo.
—Chels —me advierte, apretándome el cabello con sus dedos como si
estuviera a punto de echarme hacia atrás. Pero tengo otras ideas, porque no
aflojo ni un segundo.
Levanto la mano, toco sus testículos y aprieto suavemente.
Gime un instante antes de estremecerse en mi boca y su semen salado
golpea mi lengua.
Se lo chupo hasta que termina, después me siento y me limpio la boca
con el dorso de la mano, con una sonrisa de satisfacción en la cara.
Me recuesto, me apoyo en los codos y lo observo. Su pecho se agita por
el esfuerzo, el cabello le cae sobre la cara y en sus labios se dibuja una
sonrisa de saciedad.
Al cabo de un segundo, se quita los zapatos de una patada y deja que la
tela que rodea sus caderas caiga al suelo.
Me echo hacia atrás en la cama cuando se acerca a mí, él sube y se
coloca sobre mis piernas.
Sus manos se posan en mi cintura y suben hasta tocarme los pechos. Mi
espalda se arquea, ofreciéndole más de mí. Me pellizca los pezones antes de
buscar mis labios.
En cuanto conectamos de nuevo, me pierdo en sus brazos. Me olvido de
todo lo que nos ha llevado hasta este punto de nuestras vidas y simplemente
acepto todo lo que me ofrece.
Sus labios recorren mi cuello, dejándome la piel erizada a su paso, antes
de lamer la línea de mi clavícula y descender hasta mis pezones.
—Shane —gimo, hundiendo ambas manos en su cabello para sujetarlo.
Chupa y lame, provocando un incendio entre mis muslos.
—¡Oh Dios! Shane, por favor.
Sus dedos rodean la cintura de mi vestido que aún está en su lugar antes
de empezar a jalar. Levanto las caderas para ayudarle y, en un abrir y cerrar
de ojos, el vestido cae al suelo, dejándome solo en mi tanga de encaje rojo.
Se queda mirándola un instante, antes de que sus ojos oscuros se dirijan
a los míos, con una sonrisa en los labios, antes de estirar la mano y
arrancármela del cuerpo.
Jadeo, el deseo que siento por él me aprieta todos los músculos.
Me separa las rodillas, se coloca entre ellas y frota su pene contra mi
humedad.
—No puedo esperar más para estar dentro de ti —admite.
—Pues no esperes. —Y no lo hace. Antes de que termine de hablar, se
lanza hacia delante, llenándome a fondo de un solo movimiento.
—Demonios. Soy adicto a esta sensación.
—Así de bien, ¿eh? —pregunto sonriendo.
—Sí, pero no me refiero solo a tu cuerpo. Me refiero a esto —dice,
señalando entre los dos—. No es solo sexo, ¿verdad? Esto... esto es más
grande que eso.
Se me hace un nudo en la garganta, porque sé exactamente lo que quiere
decir. Ninguno de los dos tiene mucha experiencia en esto, pero incluso con
mi falta de ella, sé que esto es más grande que cualquier cosa de mi pasado.
Asiento con la cabeza.
—Lo sé. Puedo sentirlo.
—Maldición, Chelsea. —Deja de moverse y se queda mirándome
fijamente, su mano se desliza por mi cuerpo hasta aferrarse a mi nuca—. Te
amo tanto.
Jadeo al oír esas palabras y se me llenan los ojos de lágrimas. El pecho
se me hincha hasta el punto de que juro que el corazón se me va a parar ahí
mismo.
—Mierda, no pretendía hacerte llorar —dice, acercándose para secarme
las lágrimas que se escapan de mis ojos.
—No… no pasa nada. Son lágrimas de felicidad. Yo también te amo.
—Dios. Creo que nunca me acostumbraré a oírte decir eso.
—Espero que nunca lo hagas.
Incapaz de quedarse quieto por más tiempo, sale lentamente de mí antes
de volver a entrar.
—Shane —gimo, arqueando la espalda cuando toca cada nervio de mi
interior, empujándome hacia el éxtasis al que sé que nunca me
acostumbraré.
Se sienta hacia atrás, rodea mis piernas en torno a sus caderas y acelera.
En solo unos segundos, el sudor brilla en mi piel mientras él me empuja con
fuerza, haciéndome subir más y más.
—Córrete, Chels. Necesito sentirte.
Deja caer su pulgar sobre mi clítoris y yo estallo a su alrededor. Cierro
los ojos de golpe, arqueo la espalda y grito su nombre.
Segundos después, su propio gruñido llena la habitación antes de que se
sacuda dentro de mí y me dé todo lo que tiene.
Los dos nos quedamos quietos y solo se escucha nuestra respiración
agitada.
Todavía dentro de mí, me mira fijamente. Algo estalla entre nosotros a
pesar de lo que acaba de ocurrir. Las réplicas de mi reciente orgasmo se
disparan, provocándome otro.
Tímidamente, mueve la mano que tenía apoyada en mis rodillas. El
movimiento me confunde por un momento, acaba de tener sus manos en
todo mi cuerpo, ¿por qué esta inseguro de repente? Entonces su gran palma
se posa en mi vientre.
Probablemente parezco más embarazada que antes, gracias a la
hamburguesa gigante de hace rato.
Sigue mirándome, con su pulgar rozando la piel tensa.
—Nuestro bebé está creciendo ahí dentro. —El asombro en su voz hace
que las emociones vuelvan a golpearme con toda su fuerza.
—Lo sé —susurro. Cada vez que lo pienso también me asombra.
—¿Cuándo es la fecha de nacimiento?
—El siete de julio.
Sacude la cabeza mientras intenta asimilarlo todo.
Colocar mi mano sobre la suya lo distrae un poco y sus ojos encuentran
los míos.
—¿Te recuestas conmigo?
Muevo mi pierna a un lado, él se separa de mí y se acuesta en la cama,
frente a mí. Me mira a la cara como si no pudiera creer que estoy aquí.
—¿Estás seguro de que quieres esto? —Frunce el ceño—. Va a
cambiarlo todo. Toda tu vida. Lo entendería si no...
—Detente. Deja de hablar ahora mismo —me interrumpe, poniendo dos
dedos sobre mis labios—. Hicimos esto juntos. Y seguiremos haciéndolo
juntos.
—Pero tu futuro, la universidad, tu carrera.
—Y los tuyos también. No se trata solo de que yo tenga que hacer
cambios.
—Lo sé, pero yo elegí esto. No tuve que... —Me quedo callada, incapaz
de pronunciar las palabras—. Tú no elegiste esto, te emboscaron con ello.
—No importa. No importa cómo me enterara, mis sentimientos al
respecto habrían sido los mismos. —Una sonrisa se dibuja en mis labios—.
Está claro que alguien ahí arriba cree que esto está destinado a suceder, así
que creo que es justo que lo intentemos.
—Me imagino que puedo echarlo a perder tanto como yo, así que... —lo
digo en broma, pero por la cara de Shane sé que no le hace ni una pizca de
gracia.
—No estás jodida, Chels. Solo estás lidiando con las secuelas de todo
eso.
Sus palabras me recuerdan a ayer por la mañana.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—Ayer por la mañana fui a desayunar con Luca.
Se tensa al oír mis palabras.
—Lo sé, me llamó. Me regañó por no estar a tu lado.
—No lo hizo. —«Claro que lo hizo»—. Le dije que no lo hiciera.
Necesitaba alguien con quien hablar, no alguien que llegara a ti desde
adentro.
—Él se preocupa por ti, nena. Solo intentaba ayudar.
—Lo sé. De todas formas, llegamos a la misma cafetería de siempre y él
estaba allí.
—¿Él? Quién es... oh. Mierda. ¿Qué pasó?
—Me dijo que solo quería hablar, no obstante, hui. Vi algo diferente en
él, no puedo entenderlo, aunque algo me dice que puede que no sea el
hombre que yo recuerdo. Mis recuerdos de esa época son tan jodidos. Ya no
sé qué son pesadillas y qué es real.
—Quizá deberías hablar con él —propone con una mueca de dolor,
haciendo que se me acelere el ritmo cardíaco.
Sé que tiene razón. Es la única forma de averiguar la verdad, de
descubrir por qué me ha buscado de repente.
—¿Hay algo más que necesites contarme? ¿Algún otro secreto que
hayas tenido demasiado miedo de admitir?
Lo pienso un momento y me meto el labio inferior en la boca.
—Odio la crema de cacahuate —añado seriamente.
—Ya lo sé.
—¿De verdad? Intento no decírselo a la gente porque piensan que debe
haber algo malo conmigo.
—Chels, has pasado incontables horas en mi casa. He pasado más
tiempo del que quiero admitir observándote. Conozco esas pequeñas
estupideces, las he visto.
Abro la boca para responder, pero me encuentro sin palabras.
—Um... qué tal... quiero que me cojas otra vez.
Se ríe entre dientes.
—No creo que eso sea un secreto, nena.
Se pone boca arriba y me arrastra con él, de modo que no tengo más
remedio que sentarme sobre su cintura. Sus manos se acercan de nuevo a mi
vientre antes de deslizarse hasta mis caderas, dispuestas a ayudarme a
moverme.
—Vamos entonces, sacude mi mundo.
—Estoy segura de que ya lo he hecho. —Le sonrío.
—Te lo puedo garantizar, nena. Y es hora de volverlo a hacer.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
SHANE

C uando me despierto, el otro lado de la cama está vacío y frío. Me


incorporo con pánico ante la posibilidad de que se haya ido a la mitad
de la noche. Me siento estúpido por ello en cuanto la veo acurrucada
en el sofá frente a las ventanas, mirando el mar que se estrella en la playa
con mi camisa de anoche.
Parece tan tranquila, con la cabeza inclinada hacia un lado, sumida en
sus pensamientos y su mano apoyada en el vientre. Apuesto a que ni
siquiera se da cuenta de que lo hace, pero a mí me llena de alegría. Está
claro que ya ama ferozmente a ese bebé y me muero de ganas de verla con
él o ella en brazos.
Algo posesivo me invade y me rechinan los dientes. Al pensar en el
hombre que la ha estado siguiendo, mis puños se enroscan en las sábanas.
Ahora más que nunca necesito asegurarme de que esté a salvo, y no sé
cómo hacerlo con un tipo cualquiera acechándola.
Exhalo un suspiro tranquilizador, me levanto de la cama y me dirijo
hacia ella.
—Hola, nena —digo y le doy un beso en la cabeza.
Se sobresalta cuando la toco, mostrando lo perdida que estaba en su
propia cabeza.
—Buenos días. Perdona, ¿te desperté?
—¿Sentada aquí en silencio? —pregunto riendo—. No, es que te
extrañé.
Voltea para mirarme, recorriendo con sus ojos mi cuerpo desnudo.
—Hmm... Yo también te extrañé, pero tenía hambre.
Echo un vistazo a la mesita de centro y suelto un grito ahogado.
—¿Te comiste mi dona?
—Bueno, para empezar no la querías, así que... —Se encoge de
hombros.
—Sabes que la cocina está llena de comida para nosotros, ¿verdad?
—Sí, aunque no estaba segura de si podía comerla o no. Solo tomé una
botella de agua.
—Es toda nuestra. ¿Quieres desayunar de verdad?
Sus ojos se posan en mi semierección.
—Todo depende de lo que me ofrezcas.
—Iba a ofrecerte hacer panqueques, pero ahora que lo dices así.
Debe haber pasado más de una hora cuando por fin llegamos a la
cocina. Recién duchados, Chelsea todavía lleva mi camisa, con sus largas
piernas desnudas asomando tentadoramente por la parte de abajo y uno de
los pocos botones abrochados, lo que me da la perfecta idea de lo que hay
debajo.
Se sienta en una silla alta de la cocina mientras yo saco todo lo
necesario para prepararnos el desayuno.
—No te imaginaba de chef.
—No estoy seguro de describirme así, sin embargo, puedo cocinar
algunas cosas. Los panqueques son una de ellas.
—Supongo que es bueno que uno de los dos sepa cocinar, ya que vamos
a formar una familia y tendremos que valernos por nosotros mismos.
Se me revuelve el estómago, no obstante, no sé si de miedo o de
emoción.
—¿Quieres que vivamos juntos y hagamos esto bien? —pregunto.
—¿Por qué pareces tan sorprendido? No quiero que estés con tus padres
mientras yo estoy con los míos. No quiero que seas un padre de medio
tiempo como si no fuéramos pareja solo porque somos jóvenes.
—Muy bien, pero ¿cómo demonios vamos a costear todo esto? Todavía
estamos en la escuela. Sé que mi padre tiene mucho dinero, aunque dudo
mucho que vaya a poner dinero cuando se entere de esto.
—Bien, tu padre es un imbécil. —Volteo hacia Chelsea justo a tiempo
para ver cómo cierra los labios y sus ojos se abren con horror—. Diablos,
no quise decirlo en voz alta. Lo siento.
—No lo sientas. Es un imbécil. Lo odio, maldita sea.
—Se va a volver loco cuando se entere de esto, ¿verdad?
—No me lo imagino haciendo otra cosa. Solo tengo que respirar de la
manera equivocada y estalla. No sé qué hice para que me odie tanto.
Volteo de vuelta al sartén que había puesto en el fuego para que no vea
en primera fila la emoción que, estoy seguro, me invade la cara al pensar en
mi familia disfuncional. Mamá y mis hermanos son increíbles, no podría
pedir nada mejor, sin embargo, él lo envenena todo.
—Oye —dice, deslizando sus delicadas manos alrededor de mi cintura,
sus pechos presionando contra mi espalda. Su tacto me hace estremecer y
me relajo en ella.
—No has hecho nada malo. —Sus labios rozan mi hombro y se me
eriza la piel—. Es él quien tiene el problema. Y si no nos apoya, será él
quien se lo pierda. No verá crecer a su nieto. Eso recaerá sobre él, no sobre
ti.
—Creo que mi madre quiere dejarlo.
—¿Y te sorprende?
—No, en absoluto. No sé cómo lo ha aguantado tanto tiempo. Solo me
preocupa lo que hará.
—Ella estará bien.
Me giro en sus brazos y tomo su cara entre mis manos.
—Sé que lo estará. Por suerte, ahora no son mi mayor preocupación.
—¿Oh? —pregunta mientras rozo la punta de mi nariz contra ella.
—No, ustedes dos lo son. Mis padres son capaces de resolver sus
propias vidas. Nosotros tenemos que pensar cómo empezar la nuestra.
—Ya lo resolveremos.
—Voy a buscar trabajo —anuncio. Es algo en lo que he estado pensando
desde que me enteré del bebé, y sé que tengo que asumir mi
responsabilidad. No podemos esperar limosnas de nuestros padres para
financiar esto. Somos lo bastante grandes como para que esto ocurra, así
que tenemos que ser lo bastante adultos como para aceptar nuestra
responsabilidad.
—Yo también. —Chelsea está de acuerdo.
—No hace falta. Solo tienes que concentrarte en este pequeño —indico,
dejando caer mi mano sobre su vientre.
—Ahora somos un equipo. Yo también quiero hacer mi parte. Además,
cuando nazca el bebé habrá momentos en los que no podré hacer mucho y
quiero que estemos preparados.
Después de darle un casto beso en los labios, la empujo hacia el asiento
en el que estaba antes para que pueda seguir preparando el desayuno.
—¿Qué harás con respecto a la universidad? —le pregunto mientras
echo un poco de mezcla en la sartén caliente.
—Estoy pensando en tomarme un año sabático. Acostumbrarme a ser
madre y después ver si puedo comenzar con medio tiempo. ¿Y tú?
—No lo sé. Tal vez necesitemos que solo consiga un trabajo.
—No, Shane. Me niego a que hagas eso.
—Haré lo que sea necesario para asegurarme de que tú y nuestro bebé
estén bien atendidos.
—No tienes idea de lo mucho que eso significa para mí, aun así, me
niego a que sacrifiques tu futuro.
—Ni siquiera sé lo que quiero de mi futuro, aparte de ti.
—Olvídate de tu padre y de todo lo que quiere para ti, ¿qué te ves
haciendo?
—Quiero dedicarme al fútbol americano, sin embargo, no quiero jugar
profesionalmente. Quiero estar en un segundo plano. Entrenador tal vez,
algo así.
—Tienes un poco de tiempo, las solicitudes no se mandan hasta dentro
de unas semanas. Piensa en lo que tú quieres y yo te apoyaré hasta el final.
La miro por encima del hombro y sonrío.
—Te amo.
—Yo también te amo, pero por favor, no quemes mis panqueques.

Cuando llega el domingo por la mañana, para nada estoy preparado para
abandonar nuestro pequeño penthouse celestial, no obstante, sé que la vida
real me espera. Puede que solo falten unos días para Navidad, y con la
cantidad de cosas de las que tenemos que ocuparnos, siendo mi padre la
más apremiante, parece que faltan un millón de años.
—No quiero irme —gimotea Chelsea mientras sujeto nuestras maletas
con una mano y extiendo la otra para levantarla del sofá, donde está
disfrutando de los últimos segundos de la vista.
—Lo sé, pero son las fiestas navideñas.
Una sonrisa se dibuja en sus labios.
—Las vamos a pasar juntos, ¿verdad?
—Claro que sí, maldición. No creo que sea bienvenido en la cena de
Navidad de la familia Dunn. ¿Crees que a tus padres les parecerá bien que
me cuele?
—Él podría sorprenderte, Shane.
—Sí, y puede que no —digo con tristeza.
Sé que está en casa, he recibido mensajes de mamá. Lo que aún no sé es
si él lo sabe, aunque a menos que haya llegado y se haya encerrado en casa,
no puedo imaginar que no lo sepa. Este chisme no se limita a Rosewood
High, está por toda la ciudad ahora que los chicos han tenido tiempo de
sobra para ir a casa y contárselo a sus padres.
El infame hijo de Brett Dunn ha dejado embarazada a su novia
adolescente, seguro que les encanta.
Con un suspiro triste y una última mirada a nuestra escapada de fin de
semana, Chelsea y yo nos dirigimos a mi auto.
El camino de vuelta a casa es mucho más sombrío que el de aquí, la
tensión en el auto es palpable y odio que no tengamos idea de a qué estamos
a punto de llegar.
Mi intención es llevar a Chelsea a casa, asegurarme de que está contenta
antes de irme y afrontar las consecuencias. Sé que va a querer venir
conmigo, pero al igual que la última vez, necesito hacerlo solo. Ya tiene
bastante de qué preocuparse, no necesita que mi relación rota con mi padre
la agobie más de lo que probablemente ya está.
Sin embargo, todos esos planes se hacen añicos cuando entro en la
entrada de la casa de Chelsea para encontrar una camioneta estacionada que
la hace ponerse tensa de miedo.
—¿P… por qué está eso a… aquí? —balbucea, con los ojos muy
abiertos fijos en la camioneta negra que reconozco inmediatamente.
—¿Nos vamos? —le pregunto, sin saber qué quiere que haga.
—N… no. Creo que es hora de llegar al fondo de esto. Averiguar qué
quiere ese imbécil. Si es tan descarado como para presentarse así en mi
casa, entonces tengo que averiguar cuál es su problema.
—Muy bien, vamos. —Estoy en su puerta antes de que haya puesto un
pie fuera—. Estaré a tu lado, nena.
Ella asiente con un movimiento de cabeza, pero no pronuncia palabra
mientras, de la mano, nos dirigimos a la puerta principal.
—Chelsea, ¿eres tú? —llama su madre desde la sala y el agarre de
Chelsea se vuelve casi doloroso.
—No pasa nada. Estoy aquí, tus padres están aquí. No son tan estúpidos
como para ponerte en peligro.
—Lo sé, lo sé —responde, exhalando un suspiro lento.
En cuanto doblamos la esquina, mis ojos se fijan en el hombre que no
he visto antes, solo he visto su sombra tras el parabrisas de su camioneta.
Se para en cuanto ve a Chelsea y tengo un segundo para estudiarlo.
Nunca lo había visto antes, de eso estoy seguro, aunque no puedo evitar
pensar que hay algo familiar en él.
Chelsea jadea a pesar de saber que él estaba aquí, y retrocede un poco.
La rodeo con el brazo y la atraigo hacia mí.
—No pasa nada. Te tengo —le susurro mientras sus ojos permanecen
fijos en el hombre.
—Chelsea, este es Greg...
Se tensa en mis brazos antes de interrumpir a su madre.
—¿Qué demonios haces en mi casa? ¿No te basta con haberme estado
acosando en todas partes donde he estado la semana pasada, ahora tienes
que entrar por la fuerza en mi casa, en mi familia?
Traga saliva con nerviosismo, abre la boca para decir algo, pero no le
sale ninguna palabra. No tengo idea de quién es ni de lo que quiere, y es
evidente que ahora mismo está fuera de sí.
—Lo siento. No quise asustarte. Es que... no sabía cómo hacerlo.
—¿Hacer qué? —escupe Chelsea—. ¿Pensaste que ya estaba grande y
que estaría bien tomar lo que quisieras? —Ella avanza hacia adelante,
encontrando su coraje de alguna parte, y mantiene los brazos a los lados—.
Eres un enfermo. Todos ustedes. Lo mejor que me pudo haber pasado es
que me sacaran de ese lugar. De escorias como tú.
—¿Qué? No, no... Yo no estaba... Yo no quería...
Mira a Honey y a Derek en busca de apoyo.
—Chelsea, cariño. Greg no es uno de ellos. Es tu padre.
—¿Qué? —grita Chelsea, su cuerpo rígido mientras observa fijamente a
los tres, la incredulidad escrita en su cara.
Miro fijamente al hombre que tanto miedo le ha dado en los últimos
días y de repente caigo en cuenta de por qué me resultaba familiar, aunque
sus ojos son azules y los de Chelsea oscuros, son casi idénticos.
Maldición.
Chelsea niega con la cabeza.
—No. Me acuerdo de ti. Solías llevarla a su habitación como todos los
demás. Solo eres uno de ellos que solía financiar su adicción a las drogas.
—No, intentaba ayudar.
—¿Ayudar? Si lo que dices es verdad. Me dejaste allí. Me dejaste con
todos esos hombres asquerosos que solían... —Ella se detiene mientras la
sangre se drena de la cara de Greg—. Ayudarme habría sido llevarme,
alimentarme, vestirme, cuidarme. Sin embargo, no hiciste nada de eso.
—Hice lo que pude en ese momento.
—Bueno, está claro que no fue suficiente. ¿Tienes idea de lo que fue
para mí? Ese lugar era el infierno sobre la tierra. Y tú me dejaste allí.
La culpa le cubre el rostro. Levanta su mano y se frota la mandíbula
mientras intenta encontrar las palabras para responder.
—Les llevé comida y ropa cada vez que venía. Le di dinero, pero sin
duda se lo gastó todo en drogas. Hice lo que pude.
—¡Mentira! —escupe Chelsea.
—Si hubiera podido llevarte lejos, darte una vida mejor, lo habría
hecho. Pero no pude.
—¿Por qué? ¿Qué era tan importante que no pudiste ayudar a una niña
vulnerable?
—Si pudiera volver atrás, habría hecho las cosas de forma muy
diferente —admite.
—No obstante, no puedes, así que dime, ¿por qué? ¿Por qué no pudiste
ser el hombre que yo necesitaba?
—Tu madre fue mi alumna. Admitir que eras mía, habría expuesto
nuestra aventura y no podía arriesgar mi carrera. Era lo único que tenía.
Sacudiendo la cabeza, Chelsea se pasa las manos por la cara.
—¿Tu trabajo? ¡Tu maldito trabajo! Me dejaste allí, sabiendo
exactamente lo que ella estaba haciendo, de lo que eran capaces esos
hombres por culpa de tu puto trabajo —grita, su cuerpo tiembla
visiblemente por la rabia—. Esos hombres, ellos... —Se estremece cuando
los recuerdos la golpean—. Tienes que irte. Tienes que irte y no volver
jamás. No me interesa nadie que pueda hacerme eso a mí o a cualquier otro
niño. No hacer nada te hace tan malo como ellos. No, ¿sabes qué? Te hace
peor. Me dejaste allí a propósito. Me dejaste allí para que me descuidaran y
abusaran de mí. Eres un maldito monstruo, igual que ellos.
—No, Rose, por favor.
«¿Rose?».
—Yo no soy ella. Esa niña, a la que abandonaste, hace mucho que se
fue. Ya no soy esa niña débil y vulnerable de la que te olvidaste. Me llamo
Chelsea, Chelsea Fierce y no voy a olvidarme de todo eso, de todo lo que
has hecho o has dejado de hacer, solo porque ahora hayas decidido intentar
enmendar todas tus fechorías. No necesito un padre. Ahora tengo unos
padres increíbles que me han dado todo lo que tú no me diste. Llegaste
demasiado tarde. No te necesito.
La tensión en la habitación es muy fuerte mientras siguen mirándose
fijamente. El peso de las palabras de Chelsea presionándonos a todos.
—Tienes razón. Sobre todo, eso, tienes razón. Solo necesitaba... —
suspira—. Necesitaba verte. Saber que a pesar de todos mis errores
sobreviviste.
—Sí, sobreviví. Estoy muy jodida, pero sobreviví.
Tanto su madre como su padre se quedan boquiabiertos al oír sus
palabras, ambos queriendo discutir, pero sabiamente mantienen la boca
cerrada.
—Por favor, R… Chelsea. Necesito... —Ella le lanza una mirada
mordaz y él retrocede—. Muy bien, me iré. Voy a dejar esto aquí, por si
alguna vez quieres buscarme, aunque sea para gritarme. Realmente me
gustaría conocerte, si alguna vez consideras darme la oportunidad. —Deja
caer una tarjeta sobre la mesa. La habitación está tan silenciosa que el
sonido de su golpe contra el cristal es como un disparo por toda la casa.
Voltea hacia Honey y Derek—. Gracias por permitirme hacer esto, por
recibirme en su casa. Sé que es más de lo que merezco.
Con una última mirada a su hija, sale de la habitación y poco después de
la casa.
En el momento en que la puerta principal se cierra de golpe. Chelsea se
derrumba.
Los tres corremos hacia ella, por suerte llego antes que sus padres y la
recojo en brazos mientras llora.
La llevo al sofá y me siento con ella en mi regazo.
Miro a sus padres y veo en sus caras una expresión de culpabilidad
similar a la de Greg no hace mucho.
Creen que han hecho mal. Y, aunque lo entiendo, no puedo evitar pensar
que era necesario que sucediera.
Ha estado pesando en la mente de Chelsea desde que vio su camioneta
por primera vez, necesitaba saber la verdad, por dolorosa que fuera.
Pasan largos y angustiosos minutos mientras todos esperamos a que
Chelsea se calme.
Mientras le froto la mano por la espalda, su madre va a prepararnos
café.
Al final, saca la cabeza del hueco de mi cuello y se seca las lágrimas de
las mejillas.
—Lo siento —dice débilmente.
—Cariño. No tienes nada que lamentar —la tranquiliza Honey.
—Debería haberles dicho que me seguía.
—Nos lo dijo antes de que volvieras.
—¿De verdad es mi padre?
Ambos asienten con la cabeza.
—Sí. Parece que lleva tiempo buscándote. Sé que es fácil decirlo,
aunque realmente creo que quiere intentar enmendarse.
Chelsea exhala un suspiro tembloroso.
—No tienes idea de cómo fue —pronuncia en voz baja—. Las cosas que
les he contado son solo la punta del iceberg.
—Lo sabemos, cariño. Y no te diremos lo que tienes que hacer. Si
decides no volver a verlo, respetaremos tu decisión, él también. Solo tenía
que intentarlo.
Ella asiente con la cabeza, abrazándome un poco más fuerte mientras
guarda silencio una vez más.
—Odio que pueda llevarme de vuelta allí como si fuera ayer.
Nadie habla. Ninguno de nosotros puede quitarle nada de eso, hacerlo
mejor. Aunque realmente desearía poder hacerlo.
Tras largos e insoportables minutos, Honey intenta aligerar el ambiente
cambiando de tema.
—¿Pasaron un buen fin de semana?
—Sí, fue increíble —dice Chelsea.
—Me alegro de que hayan arreglado las cosas.
—Lo hicimos. Esto es todo ahora, ¿verdad? —pregunta, con sus
grandes ojos mirándome.
—Así es.
—Bueno, bienvenido a la familia entonces, supongo —exclama Derek,
levantando su taza en nuestra dirección.
—Los dejaremos hacer lo suyo.
Derek y Honey toman su café y cierran la puerta detrás de ellos.
Chelsea vuelve a acurrucarse en mí y me respira. El movimiento, el
saber que se siente así de segura en mis brazos hace que me duela el pecho.
—Te amo, Chelsea —le susurro sobre su cabeza.
—Yo también te amo.
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CHELSEA

S olo puedo suponer que de alguna manera Shane consiguió llevarme a la


casa de la piscina porque cuando me despierto un rato más tarde, ahí es
exactamente donde estoy.
Por suerte, en cuanto abro los ojos, lo encuentro sentado a mi lado
jugando en su teléfono.
Extiendo mi mano hacia su muslo y se lo aprieto.
—Hola, ¿cómo te encuentras?
—Estoy bien —respondo, aunque los recuerdos de lo que pasó cuando
volvimos aquí no están lejos, ni tampoco las imágenes de mi pasado que
intento mantener encerradas en una cajita en mi cabeza.
—No hace falta que pongas cara de valiente por mí, nena.
—Lo sé. Es que... en este momento no sé qué más hacer. Hablar de todo
eso, hace que todo vuelva... incluso después de todo este tiempo, es tan
crudo.
Se desliza hacia abajo hasta que está acostado de lado frente a mí.
—Sabes que puedes contarme cualquier cosa y no pensaré diferente
sobre ti, ¿verdad?
Asiento con un movimiento de cabeza, con un nudo en la garganta que
me impide pronunciar palabra.
Extiende su brazo, me rodea la nuca con la mano y me aprieta
posesivamente. Me gusta tanto que se me dibuja una sonrisa en los labios.
—Entonces, ¿te llamabas Rose? —Escuchar ese nombre me pone los
pelos de punta. Siempre lo odié. Creo que nunca he sido tan feliz como el
día en que mis padres me dijeron que podía cambiármelo.
Para mí, Rose significaba alguien débil, indefensa, y yo no era así
cuando Honey y Derek me acogieron. Era más fuerte, más valiente, podía
cuidar de mí misma hasta cierto punto. Era feroz. O al menos quería serlo.
Descubrir que ese era su apellido fue la primera vez que me di cuenta de
que estaba donde debía estar.
No tardé mucho en decidirme por un nuevo nombre. En cuanto pensé en
Chelsea, supe que era el correcto. Chelsea Fierce era el nombre perfecto
para mi nueva yo. La chica a la que no dejaba que la fastidiaran, a la que no
le importaba nada y que conseguía todo lo que quería.
Era genial hasta que me di cuenta de que esas cosas no me hacían
realmente feliz. Me aislé de todo el mundo, levanté muros incluso con
aquellos que estaban destinados a ser mis amigos. Ahora lo veo, y juro que
nunca me permitiré volver a caer en esa antigua vida. Ahora tengo a Shane,
y con suerte a una amiga de verdad en Rae. Definitivamente las cosas están
mejorando.
—Sí. Así es como la mujer que me parió decidió que debía llamarme.
Probablemente no podía deletrear nada más largo. —Pretende ser una
broma, pero la expresión de la cara de Shane me dice que todo esto le
parece cualquier cosa menos gracioso.
—Es bonito, sin embargo, no me imagino llamándote así.
Definitivamente eres una Chelsea.
—Estoy de acuerdo. No obstante, no me lo quité del todo. Ahora soy
Chelsea Rose. Me di cuenta de que mi pasado siempre iba a ser parte de mí,
así que es mejor aceptarlo hasta cierto punto.
—Aunque es horrible, solo escuchar algunas de las cosas que
experimentaste me hace sentir como un asesino, te hizo ser quien eres. Y
yo, por mi parte, creo que eres increíble.
—¿Sí?
—Sí.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro durante mucho tiempo. No
nos decimos palabras, no son necesarias. Esa conexión que ansiaba está ahí,
y es todo lo que necesito.
—¿Tienes hambre?
—¿Es una pregunta seria? —cuestiono riendo.
—Tu mamá vino a preguntarnos si queríamos cenar con ellos. Estabas
dormida, así que me negué. Pensé que podríamos pedir pizza o algo así.
¿Qué? —indaga cuando me quedo callada.
—Me gustaría salir. Llevamos todo el fin de semana encerrados.
—Bien. ¿Qué quieres hacer?
Treinta minutos después, los dos estamos cambiados y salimos de la
casa de la piscina.
Emprendemos el largo camino desde la casa de mis padres hasta el
malecón. El sol se está poniendo y proyecta un impresionante tono
anaranjado sobre toda la bahía, mientras la luna hace su aparición por la
noche.
Paramos en un restaurante y pedimos porciones de pizza para llevar.
Nos alejamos del extremo de la playa en el que está Aces, sabiendo que las
probabilidades de encontrarnos con alguien de la escuela serían altas. En
realidad, no quiero evitarlos, sin embargo, también quiero a Shane para mí
sola mientras pueda. No estoy lista para que nuestro fin de semana termine.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Shane cuando terminamos de comer.
Estamos sentados en el malecón, con las piernas colgando sobre la
arena, mirando cómo rompen las olas.
—Sinceramente, no lo sé. Siempre creí que mi padre era un tipo
cualquiera que había donado su esperma. No creí que tuviera un padre
como tal, y mucho menos uno que estuviera presente en mis primeros años.
—¿Fue en serio lo que dijiste de no querer tener nada que ver con él?
¿Lo dije? Recuerdo lo que le dije y hago una mueca de dolor. Puede que
mis palabras fueran ciertas, no debería haberme dejado allí, pero ahora que
ha pasado algún tiempo, y me siento menos emboscada por todo el asunto,
sé que probablemente la situación no era tan sencilla. Las cosas rara vez lo
son.
Que mi padre biológico me tomara en sus brazos y me sacara del
infierno fue una fantasía que tuve muchas veces de niña. Imaginaba que era
un hombre de negocios millonario que me quería desesperadamente pero
que, por alguna razón, no podía llegar a mí. Era una de las historias que
formé en mi cabeza para escapar de mi realidad. Lamentablemente, ni esa
ni ninguna de las otras llegaron a materializarse y, cuando me llevaron, fue
el Estado y me abandonaron en un hogar para niños, no en el penthouse de
un hombre rico.
Suspiro.
—No lo sé.
Me toma de la mano y se lleva mis nudillos a sus labios.
—Bueno, decidas lo que decidas. Estoy aquí para ti.
Un sollozo brota de mi garganta sin previo aviso.
—¿Chels?
—Estoy bien. No sabes lo mucho que significa eso para mí.
Me seco la lágrima que cae antes de que se dé cuenta y respiro hondo.
No me merezco esto. No lo merezco a él. Sin embargo, maldita sea, voy
a hacer todo lo que pueda a partir de ahora para quedármelo.

—Puedo ir contigo, quizá suavice el golpe —ofrezco mientras Shane se


pone sus zapatos deportivos a la mañana siguiente, listo para volver a casa y
enfrentarse a su padre.
—No, está bien. Quédate aquí esperando a que vuelva. Es muy probable
que te necesite. —Sus ojos se oscurecen al pronunciar esas palabras y mi
interior se aprieta de deseo.
Por mucho que odie que discuta con su padre, no puedo negar que lo
excita de una forma perfecta y me encanta ayudarle a distraerse después.
—¿Cómo me quieres? —digo con lo que espero que sea una voz
seductora.
—Hmm... en mi camiseta sin nada debajo.
—Hecho. Mándame un mensaje cuando salgas.
Se levanta y camina hacia mí.
—Cambié de opinión. Creo que me quedaré y tomaré eso ahora mismo.
—Por mucho que quiera estar de acuerdo. Tienes que hacerlo. Lo
último que quieres es tener en tu cabeza esto durante las vacaciones.
—Lo sé —murmura, rozando sus labios con los míos.
Por mucho que odie hacerlo, aprieto las palmas de mis manos contra su
pecho para detener su intento de aplazarlo.
—Vete, Shane. Estaré aquí cuando vuelvas.
—Ugh, está bien.
Me dejo caer en el sofá y veo cómo empuja la puerta para abrirla, pero
en lugar de atravesarla y desaparecer alrededor de la casa, se queda quieto
un momento.
—¿Qué? —pregunto cuando se pone pálido.
—¿Oyes gritos?
Me incorporo y escucho.
—¡Maldición! —brama Shane antes de correr hacia la casa. Salto del
sofá, pisándole los talones mientras corre por las puertas abiertas de la
cocina hasta el pasillo.
Los gritos cesan y él se detiene bruscamente cuando sus ojos se posan
en las personas que tenemos en frente.
—¡Brett, no! —grita Maddie, jalando su brazo mientras se dirige hacia
Shane.
—¡Te dije que ibas a joderlo todo! —le revira a Shane.
Quiero hacer algo, decir algo, pero me quedo paralizada mirando la
furia que se desprende de él en oleadas.
—¿Cómo esperas tener éxito ahora? Nadie te querrá con un niño
conectado a ti. Eres una maldita vergüenza, chico. ¡Una maldita vergüenza!
—Me importa una mierda, papá. No quiero la NFL. No quiero tu sueño.
—¿No? ¿No soy lo suficientemente bueno para ti? ¿Todo el trabajo que
he hecho para conseguirte una oportunidad en los mejores equipos
universitarios del país no está a tu altura?
—No lo quiero. Nunca lo quise, no obstante, te niegas a escucharme.
—¿No? Entonces dime ahora, ¿qué quieres?
Hay un silencio absoluto, la calma antes de la tormenta porque todos
sabemos que esto va a empeorar antes de mejorar.
—Quiero a Chelsea. Quiero a Chelsea y a nuestro bebé.
Brett suelta una carcajada, aunque no es divertida. Es amenazante, y
hace que un escalofrío recorra mi espalda.
—Eres un maldito iluso. ¿Crees que eres capaz de cuidar a un bebé? ¿Y
con ella? —Sus rasgos destilan desaprobación cuando voltea a mirarme—.
No es más que una puta barata.
—¡Brett! —brama papá, con los puños cerrados por la rabia. Da un paso
adelante, sin embargo, mamá le pone la mano en el brazo y lo detiene.
A Shane se le hincha el pecho de rabia y se acerca a su padre con los
puños cerrados, dispuesto a pelear.
—Déjalo, por favor —le ruego, estirando la mano para tocarle el brazo,
pero él no reconoce mi tacto, está demasiado perdido en su ira.
—Retráctate.
Su padre vuelve a reírse.
—Eres un maldito idiota, muchacho. Lo estás tirando todo por la borda.
La eliges a ella y estás renunciando a todo lo que puedo ofrecerte. Todo.
—¿Cuántas veces más? ¡No lo quiero, maldita sea!
Los ojos de Brett se vuelven negros, fríos, mientras sus labios se
aprietan en una fina línea y la vena de su cuello palpita amenazadoramente.
—Malcriado desgraciado de…
—¡Nooo! —grito mientras el brazo de Brett vuela de repente hacia
Shane.
—¡Brett, no! —exclama Maddie corriendo hacia delante.
Papá entra en acción, aunque ya es demasiado tarde.
El puño de Brett golpea la mejilla de Shane. El crujido es tan fuerte que
me revuelve el estómago.
Shane se tambalea hacia atrás, su hombro golpeando contra la pared
antes de caer de espaldas.
—¡Shane! —grito. Hay una conmoción detrás de mí mientras caigo de
rodillas a su lado—. ¿Shane? ¿Shane?
—¡Maldito animal! —escupe Maddie antes de unirse a mí a su otro
lado.
—Amor, despierta. Shane. Maldición. —Tiene los ojos muy abiertos y
llenos de miedo mientras lo mira fijamente.
Se levanta de un salto y se acerca a Brett, que está siendo sujetado por
mi padre mientras intenta empujarlo hacia la puerta principal. Tiene el labio
partido y le chorrea sangre por la barbilla de donde mi padre debe haberlo
golpeado en represalias por Shane.
—Si lo lastimaste, te mato, carajo. —Maddie le golpea el pecho
mientras saliva sale de su boca—. Te mataré, maldito.
—Me gustaría verte intentarlo.
—¿Quién eres? ¿Qué le pasó al hombre con el que me casé? ¿Cuándo se
convirtió en un vil imbécil?
Brett no dice nada, se queda mirando a su mujer como si hubiera
perdido la maldita cabeza. La ira y la frustración arden en mi estómago por
ella.
—Hemos terminado. Espera noticias de mi abogado. No puedo pasar
otro día fingiendo que te amo. —Se da la vuelta, de espaldas a él, incapaz
siquiera de mirarlo a la cara—. Sáquenlo de aquí antes de que llame a la
policía.
Después de poner un poco de resistencia, papá finalmente saca a Brett
por la puerta principal y la cierra detrás de él.
«Maldita sea».
Recordando que Shane está tumbado a mi lado, desvío la mirada de
Maddie hacia él. La vista más increíble me saluda. Sus preciosos ojos
verdes.
—Shane, Dios mío —gimo, dejándome caer sobre él y rodeando sus
hombros con mis brazos.
—Estoy bien. Estoy bien —informa acariciándome el cabello mientras
me abraza como si fuera yo quien lo necesitara en este momento.
¿A quién quiero engañar? Sí lo necesito, diablos. Eso fue aterrador.
Después de unos segundos, lo suelto y él se empuja para sentarse contra
la pared.
—Bueno, eso salió bien —bromea, mirando las caras preocupadas y
traumatizadas que lo observan.
Maddie rompe a llorar antes de que mamá la lleve hacia la cocina. Papá
camina hacia nosotros y le extiende la mano a Shane para que lo levante,
quien a su vez hace lo mismo conmigo, ya que sigo en el suelo.
—Voy a traerte hielo —comunico mirando la cara hinchada de Shane.
—Necesito un trago —anuncia papá, sacudiendo su mano y marchando
en la misma dirección en la que acaban de salir mamá y Maddie.
Los seguimos y encontramos a mamá sirviéndole a Maddie un vaso de
whisky antes de que papá se la quite y se lleve la botella a los labios.
—¿Puedo? —pregunta Shane una vez que papá ha bajado la botella, y él
se la pasa de mala gana, decidiendo claramente que está bien saltarse su
norma de no alcohol para menores después de lo que acaba de pasar.
Shane toma un trago antes de devolverle la botella.
Diez minutos después, nos encontramos todos sentados alrededor de la
mesa del comedor. Shane con una bolsa de hielo en la cara y todos los
adultos bebiendo. Nadie parece haberse dado cuenta de que apenas es
mediodía. Aunque, para ser justos, si no estuviera embarazada, creo que me
apetecería un trago ahora mismo.
—Te prepararé la habitación de huéspedes para esta noche —le ofrece
mamá a Maddie—. Eres más que bienvenida a quedarte todo el tiempo que
quieras.
—G… gracias. Debería ir a la casa a buscar algunas cosas antes de que
él lo queme todo.
—No creo que él... —La mirada de Maddie corta las palabras de mamá.
—¿Qué hay de...? —Maddie nos lanza una mirada a Shane y a mí y yo
trago saliva con nerviosismo.
Mamá se ríe, el sonido se siente tan bien después del estrés y la tensión
de la última hora. —Creo que él ya se mudó, ¿no?
Todos voltean hacia nosotros.
—Ambos nos han demostrado que ya son adultos capaces de tomar sus
propias decisiones. Así que ¿qué quieren hacer?
—Honey tenía razón —dice Shane antes de que tenga oportunidad—.
Estoy bastante seguro de que ya me mudé. —Una amplia sonrisa se dibuja
en mi cara—. Por supuesto, si les parece bien a ustedes dos. —Mira a mamá
y a papá, que le sonríen.
—Serán padres dentro de unos meses. No estoy segura de que estemos
en condiciones de impedírselo.
—Voy a conseguir un trabajo, obviamente de medio tiempo, para tener
nuestro propio dinero. Aún no estoy seguro de lo que haré con la
universidad, pero iré...
—Ambos iremos. Vamos a hacer que esto funcione. Todo lo que
pedimos es su apoyo. Si podemos quedarnos en la casa de la piscina por
ahora, sería genial, sin embargo, conseguiremos nuestro propio lugar tan
pronto como podamos. Queremos hacer esto bien, por nosotros y por este
pequeño.
Tanto los ojos de mamá como los de Maddie vuelven a llenarse de
lágrimas.
—Estaremos aquí para todos ustedes, pase lo que pase —asegura mamá.
—Los dos serán unos padres increíbles —añade Maddie.
—Solo el tiempo lo dirá —reviro riendo.
CAPÍTULO CUARENTA
CHELSEA

—L legaremos tarde —dice Shane, dejándose caer en el borde de la


cama, muy sexy con su camisa abotonada y sus pantalones de
vestir. Lleva el cabello peinado, esperando a que se pase las
manos por él para despeinarlo, o puede que lo haga yo en un momento,
porque me encanta su cabello despeinado como si acabara de coger. Eso
demuestra el giro de 180 grados que ha dado mi vida, porque su larga
melena solía ser una de las cosas por las que me burlaba de él. Puede que
ahora lo tenga más corto que antes, pero no es menos desordenado. Ahora,
en lugar de decirle que se lo corte, me paso el tiempo pasándole mis dedos
por su cabello y usándolo para sujetarlo contra mí.
—Ya casi estoy lista —informo, aunque estoy demasiado concentrada
en su reflejo en el espejo para terminar de maquillarme—. ¿Estás seguro de
que quieren que vaya?
—Por supuesto. Amalie y Jake nos invitaron a ambos. Ahora saben que
venimos en paquete.
—Oh Dios, ahora somos uno de ellos, ¿no?
—¿Qué quieres decir?
—¿Sabes lo irritantemente dulces que son Amalie, Jake, Camila y
Mason? Ahora también lo somos nosotros.
—Eso espero —dice con una sonrisa enorme en la cara—. Siempre
estuve celoso de ellos.
—Ah, olvidé que querías a Amalie primero.
—Pensé que así era, solo intentaba distraerme de querer lo que no podía
tener.
—¿Quién era? —pregunto inocentemente, pestañeando hacia él.
—Oh, solo una animadora increíblemente sexy. Pero no estaba
interesada.
Me pinto rápidamente los labios, con un tipo de labial que no se borra al
primer beso, menos mal, porque pienso besarlo en cuanto llegue a él.
Me levanto del asiento y me acerco. Me mira, con sus ojos encendidos
cuando estoy enfrente.
—Ese vestido —dice mordiéndose el labio inferior. Llevo un vestido
ajustado de color vino que muestra todas mis curvas, incluida mi pequeña
barriguita. Cualquiera que no supiera que estoy embarazada no la vería,
pero yo sí y estoy dispuesta a aceptarlo.
Me detengo frente a él y agarro su camisa. Envuelvo mis dedos en el
suave algodón y lo jalo de la cama hasta que está de pie delante de mí.
—Me alegro de que te guste, uno de tus regalos se esconde debajo de él.
Si tienes suerte, podrás desenvolverlo más tarde.
Se queja como si le doliera algo.
—Tal vez deberíamos cancelar ir a la fiesta.
—No, dijiste que estábamos invitados. —Me pongo de puntitas y rozo
sus labios con los míos mientras deslizo mi mano por mi cuerpo hasta
encontrar su pene ya duro—. Tranquilo, chico, aún te quedan unas horas.
—Me estás matando. Ponte los zapatos y vámonos antes de que
realmente cambie de opinión.
Lamentándolo, doy un paso atrás y me giro para tomar mis zapatos.
—Bueno, entonces, vámonos —anuncio una vez que estoy lista.
Echo un vistazo a la habitación, que ahora está llena de sus pertenencias
y de las mías. Antes me encantaba este lugar, y desde que él se mudó
oficialmente y se volvió nuestro espacio, me gusta mucho más.
El día después del enfrentamiento con Brett, mi padre acompañó a
Shane y Maddie a su casa. Resultó no ser necesario ya que él no estaba allí,
desde entonces descubrimos que está en Nueva York, encontramos muchas
pruebas de que había estado allí porque el lugar estaba hecho pedazos. Sin
embargo, no se quedaron el tiempo suficiente para hacer algo al respecto.
Simplemente tomaron lo que querían y se fueron sin mirar atrás.
Maddie aún no ha decidido qué hará después, si volverá a vivir allí o no.
Ha dicho que pasará las fiestas y luego intentará tomar algunas decisiones
para su futuro.
Por suerte, nuestra casa es lo suficientemente grande como para que
ahora no solo Shane esté aquí conmigo, sino que su madre está en una
habitación de huéspedes y también tenemos a Luca y Leon para que todos
podamos celebrar las fiestas como una gran familia. Puede que para algunos
no sea perfecto, pero para mí lo es todo y, por primera vez en mucho
tiempo, estoy realmente emocionada.
Tengo los regalos de Shane envueltos y listos para mañana, y no puedo
esperar para ver si le gustan. Además, el conjunto sexy que llevo debajo del
vestido es un regalo extra, por supuesto.
El trayecto hasta la nueva casa de Amalie y Jake dura poco más de
treinta minutos. Como los dos planean ir a Maddison cuando Amalie se
gradúe el año que viene, querían estar en el lado correcto de la ciudad.
Sacudo la cabeza ante la locura que es todo esto. Ellos compraron una
casa, nosotros vamos a tener un bebé. Mierda, alguien se comprometerá
después. Es una locura, teniendo en cuenta que todos tenemos dieciocho
años aproximadamente, sin embargo, como ya he dicho muchas veces, me
parece lo correcto. Supongo que lo que dicen es verdad, cuando lo sabes, lo
sabes.
—Este lugar es bonito, aunque no es la típica casa para dos chicos de
dieciocho años —digo cuando llegamos a la calle a la que nos ha llevado el
GPS.
Es un moderno dúplex gris y blanco con grandes ventanales y un bonito
jardín delantero.
Se me va la cabeza al imaginarnos a Shane y a mí en un lugar así, con
un niño pequeño correteando por ahí. Siento mariposas de solo pensarlo.
—Es impresionante, eso es seguro.
—Apuesto a que Jake no sabe qué hacer consigo mismo después de esa
mierda de remolque.
Shane voltea hacia mí, con el ceño fruncido.
—¿Jake vivía en un remolque? Creí que vivía con sus tíos.
—Sí, hasta que lo desterraron a la parte trasera de su propiedad en un
maldito remolque viejo que no le desearías ni a tu peor enemigo.
—¿Cómo es que no lo sabía?
—Es un secreto muy bien guardado. Solía querer que todos pensaran
que lo tenía todo, aunque la realidad era que ser capitán era todo lo que
tenía. Hasta que llegó Amalie, por supuesto.
—Vaya, nunca lo hubiera imaginado.
—Exactamente como él quería.
Un movimiento en el interior llama mi atención y observo durante un
segundo cómo Mason y Jake hablan y se ríen entre ellos.
Me da mucha alegría que hayan encontrado su final feliz con sus chicas.
—¿Piensas bajarte? —me pregunta Shane, abriéndome la puerta. Ni
siquiera me había dado cuenta de que había salido del auto.
—Sí, lo siento.
No puedo evitar los nervios que me asaltan mientras estamos en la
puerta de su casa. La mayoría de la gente que está adentro tiene todo el
derecho a odiarme y, sin embargo, me invitaron a su fiesta para inaugurar su
casa y Nochebuena como si fuera una de ellos.
—De acuerdo —dice Jake con elocuencia cuando abre la puerta. Está
tan guapo como siempre, pero a diferencia de todos los años anteriores, no
me causa ningún efecto.
—Bonito lugar —elogio, entrando cuando él se aparta y Shane me hace
un gesto para que lo haga.
—Me costará acostumbrarme, eso es seguro.
—Hola —añade Amalie, corriendo por el pasillo para saludarnos,
pareciendo totalmente agobiada.
—Hola. ¿Todo bien?
—Sí, solo intento preparar la comida. Discúlpenme. —Vuelve corriendo
en la misma dirección en la que vino.
—Ignórenla, solo quería que todo fuera perfecto. No paro de decirle que
se calme, pero no quiere.
Reprimo una carcajada. Apuesto a que decirle eso no está ayudando.
—Iré a ver si quiere ayuda.
—Mejor tú que yo.
Dejando a Shane con Jake, voy en la dirección por la que desapareció
Amalie, asumiendo que es a la cocina.
Cuando llego, la encuentro revoloteando alrededor de mostradores
llenos de comida y bebida.
—¿Puedo ayudar en algo? —Se sobresalta y voltea hacia mí con los
ojos muy abiertos—. Perdona, no quise asustarte.
—Lo siento, soy yo. Es que... gah. Sé que me estoy presionando
demasiado. Es solo que... —Aparta su mirada de mí—. Lo siento, no te
importa todo esto.
—Claro que me importa. ¿Qué pasa?
—Es que es mi primera Navidad sin ellos —comunica, con sus ojos
llenándose de lágrimas antes de apartar la mirada.
Por supuesto, debería haber pensado en eso antes. La primera Navidad
sin tus padres debe de ser muy dura.
Extiendo mi mano y tomo la suya entre las mías.
—Está bien estar triste. Nadie espera que estés bien durante esta época.
—Lo sé, solo necesito mantenerme ocupada para no pasarme todo el
tiempo pensando en lo que estaría haciendo con ellos si aún estuvieran aquí.
—Le tiembla la barbilla y se le quiebra la voz al final de sus palabras.
No sé si quiere que le dé uno, pero, sin pensarlo mucho, la estrecho
entre mis brazos para abrazarla.
Es breve, pero cuando se retira, tiene una pequeña sonrisa en los labios.
—Gracias. Lo necesitaba.
—Ponme a trabajar, ¿qué puedo hacer para ayudar?
—¿Puedes prepararme una bebida, una fuerte?
—Claro. ¿Alguna preferencia?
—Sorpréndeme.
Me acerco al mostrador con las botellas y encuentro de todo, desde
cervezas hasta licores y mezclas. Saco mi teléfono del bolso, busco recetas
de cócteles y le preparo uno.
—¿Qué es? —me pregunta cuando se lo paso.
—Un Screaming Orgasm. Pensé que podría ayudar en este momento.
Se me queda mirando un instante antes de soltar una carcajada.
—Mierda, lo necesitaba —replica, tomando un sorbo mientras se nos
unen otros dos.
—Nos han mandado por más cerveza —dice Mason, abriendo el
refrigerador como si fuera su casa.
—Ugh, ¿por qué no pudo hacerlo él mismo? —refunfuña Amalie antes
de dejar el vaso y salir de la habitación. Doy un respingo, sintiendo un poco
de lástima por Jake. Amalie está pasando por un mal momento, y él está a
punto de sufrirlo en carne propia. Aunque estoy segura de que es más que
capaz.
—Oh, parece que él está en problemas.
—Déjala en paz —dice Camila, acercándose a Mason.
—¿Qué? Solo digo.
—¿Podría hablar con ustedes dos? —pregunto, dando un paso adelante.
Sus cabezas giran hacia mí y me miran como si no supieran que estaba
en la habitación.
—Por supuesto —responde Mason en voz baja mientras su chica pone
sus manos en la cintura y levanta las cejas.
No me sorprende, sabía cuál de los dos me haría trabajar duro. Supongo
que, con razón, después de que la enviara tras su novio infiel. Aunque pudo
haber sido un movimiento equivocado, al menos se enteró de la verdad
antes de que continuara por más tiempo.
—Solo quería decir que lo siento, de verdad. Cómo me comporté antes
fue imperdonable...
—Sin embargo, aquí estás pidiéndolo. —Camila explota.
—No, no, no lo pido. Entendería que no lo hicieran. Solo quiero que
sepan cuánto lamento todo eso. Mi cabeza era un desastre y estaba tomando
decisiones estúpidas.
—¿Como acostarte con Shane?
No puedo evitar reírme.
—No, eso fue probablemente lo único sensato que hice entonces.
Camila abre la boca para decir algo más, no obstante, debe cambiar de
opinión porque enseguida vuelve a cerrarla.
Mason, sin embargo, solo me dedica una suave sonrisa.
—Todo está bien, chica. —Se acerca a mí y me da un breve abrazo.
Camila le lanza miradas asesinas todo el tiempo, lo que me hace
preguntarme por qué pensó que era una buena idea.
—Quieta, osita Cami. Ya pasó. —Se ríe entre dientes.
Camila da un paso adelante, pero no se parece en nada a la forma
amistosa en que lo hizo su novio. Frunce el ceño y me señala.
—Si le haces daño. Si dentro de unas semanas todo esto resulta ser uno
de tus juegos enfermizos, te juro que... te mato, maldición.
—Muy bien, nena. Es suficiente. —Mason envuelve con su mano la
parte superior de los brazos de Camila y la atrae hacia su pecho y la
envuelve con sus brazos.
—Lo que Camila está tratando de decir es que estamos contentos de que
hayas vuelto y esperamos que las cosas funcionen para ti de aquí en
adelante.
—No, no estaba... —protesta Camila hasta que Mason la hace girar y
corta sus palabras con sus labios.
Mientras están distraídos, tomo un puñado de las cervezas que vinieron
a buscar y voy a reunirme con los demás.
Amalie sigue ocupada arreglando la comida que ha preparado en la
mesa del comedor mientras Jake la mira con preocupación en sus ojos.
—Aquí está —anuncia Ethan, distrayéndome de la evidente tensión de
la habitación mientras bajo las botellas—. ¿Qué tal le va a la próxima
estrella de Rosewood? —exclama, con una cerveza de más mientras me
pone la mano en el estómago.
Noto que Shane se tensa al ver cómo Ethan me toca, pero un rápido
movimiento de cabeza y enseguida se relaja. Ethan es cualquier cosa menos
una amenaza.
—Mantén las manos quietas, Savage —brama Rae, dándole un
manotazo en el brazo para que me suelte—. Lo siento, por favor, ignóralo.
—No pasa nada, ya estoy acostumbrada a él.
—Sí, Chelsea ha sido mi compinche durante años, conoce el
procedimiento.
—Ah, ¿sí? —Rae se endereza a su altura completa, todos sus cinco pies,
y lo mira fijamente—. Estás al acecho esta noche, ¿verdad?
—Uh huh, tengo mis ojos puestos en esta pequeña peleonera.
—Dios —murmuro, deslizándome alrededor de ellos y uniéndome a
Shane en el sofá.
—¿Todo bien? —pregunta mientras le paso una de las cervezas que
tenía guardadas.
—Sí, un día normal en Rosewood —digo con una risita.
—¿Qué pasa con Amalie?
—Es su primera Navidad desde que murieron sus padres. La está
pasando mal.
—Ah, por supuesto.
—Brit, ven y siéntate. A ninguno de estos cabrones les importa cómo
arreglaste los rollos de salchicha, nena.
Amalie le lanza una mirada mordaz a Jake desde donde sigue moviendo
las cosas, pero debe ver algo en él porque después de un segundo retrocede
y sale de la habitación.
Jake se sienta hacia adelante como si estuviera a punto de seguirla,
aunque no es necesario porque en apenas unos segundos ella vuelve con la
bebida que le preparé.
—¿Qué tienes ahí? —indaga Jake, haciendo que Amalie sonría
burlonamente mientras se sienta a su lado.
—Es un Screaming Orgasm. Chelsea lo hizo para mí. —Sonríe.
—Ten cuidado si ella lo hizo —advierte Camila, ganándose la atención
de toda la sala. El alcohol le suelta la lengua.
—¡Ya basta! —protesta Mason cuando la incómoda tensión empieza a
disiparse.
—No, está bien. Me lo merezco —admito mientras Shane me agarra
con más fuerza.
Amalie se encoge de hombros.
—Confío en ella —informa llevándose el vaso a los labios y bebiendo
un gran sorbo.
Algo dentro de mí se hincha. El remordimiento por lo que hice sigue
ahí, creo que siempre lo estará, pero la felicidad que siento ahora empieza a
atenuarlo un poco.
Las copas fluyen, para todos menos para mí, y por suerte todo el mundo
empieza a relajarse. Todos se emborrachan cada vez más y, por una vez,
puedo ver cómo empiezan a tropezar en su camino al baño y a fallar
mientras intentan tomar otro trago. Nunca me había dado cuenta de lo
estúpidos que parecemos cuando el alcohol se apodera de nosotros.
Me divierto más de lo que debería viéndolos a todos y, a diferencia de lo
que esperaba, no echo de menos no formar parte de ello. Hay algo muy
aleccionador en ser la sensata.
—Te amo de verdad, demonios —me dice Shane mientras me sube a su
regazo y me sube la falda por los muslos para que pueda hincarme sobre él.
—¿Qué estás haciendo? —Mi argumento es débil en el mejor de los
casos, puede que no esté bajo la influencia ahora mismo, pero cualquier
contacto suyo tiene un efecto similar. Me hace perder la cabeza de
necesidad.
—Bésame —me exige.
Miro fijamente sus ojos llenos de deseo y me siento impotente, incapaz
de negarle nada de lo que me pide. Me inclino hacia delante y aprieto mis
labios contra los suyos. Su lengua sale de inmediato y se mete en mi boca.
No tengo idea de lo que hacen los demás a nuestro alrededor, aunque no
me importa. Toda mi atención se centra en Shane mientras aprieto
descaradamente mis caderas contra su creciente erección.
—¡Váyanse a un cuarto! —La voz estruendosa de Ethan acaba por
atravesar mi lujuria y me echo hacia atrás, con el pecho agitado y el cuerpo
tenso para continuar.
—Ni se les ocurra seguir su consejo y tener sexo en nuestra nueva casa
—brama Jake, ganándose una mirada de Amalie. No estoy segura de si está
molesta en general con todo lo que tiene que ver con esta época del año por
los recuerdos que le trae o si simplemente está enojada con él, pero hay una
clara tensión entre ambos. Y las palabras que salen de los labios ebrios de
Shane no ayudan.
—Oh sí, ¿te preocupa que alguien lo haga mejor? Sabes que soy el
mejor que ella ha tenido, ¿verdad? —Sus últimas palabras son ahogadas
cuando coloco mi mano sobre su boca.
—¡Shane! —exclamo en un murmullo, mortificada de que lo haya dicho
en voz alta para que todos lo escuchen.
Ethan, Mason y Rae estallan en carcajadas, pero a Amalie y Jake les
hace mucha menos gracia.
Volteo para mirar a la pareja mientras la cara de Amalie se pone roja
antes de levantarse del sofá y salir furiosa de la habitación.
—Hermano, creo que será mejor que vayas y demuestres lo que vales.
Dale uno de esos gritos orgásmicos de verdad —dice Ethan con una sonrisa
de satisfacción.
—Lo siento mucho —le expongo a Jake mientras mira hacia la puerta,
indeciso sobre qué hacer.
Con un suspiro, se levanta del sofá y la sigue, pero se detiene en la
puerta y vuelve a mirarme.
—Estaba muy, muy borracho. Me sorprende haberme mantenido
despierto el tiempo suficiente para terminar aquella noche.
La vergüenza me quema por dentro y me tiñe las mejillas. Genial, la
noche con la que había soñado durante años fue realmente un gran error
para él por culpa del alcohol.
—Bueno, sé a ciencia cierta que uno de nosotros no terminó —
murmuro, mi necesidad de tener la última palabra apoderándose de mí.
—¡Oh, eso dolió, hermano! ¡Dolió! —grita Ethan mientras los demás se
ríen a nuestro alrededor.
—Maldita sea —murmura Jake antes de salir de la habitación para
buscar a su chica.
—Probablemente ya deberíamos irnos.
—¿Por qué? Las cosas se acaban de poner interesantes —añade Ethan,
con la voz aún llena de diversión—. Quiero oír más sobre el dios del sexo,
Jake Thorn no completando sus deberes.
Las manos de Shane agarran mi trasero recordándome que todavía estoy
hincada sobre él como una cualquiera.
—Sí, definitivamente es hora de que nos vayamos.
Me levanto de su regazo y me bajo rápidamente el vestido. No es que no
me hayan visto el trasero antes, pero ahora soy una persona diferente y al
único que quiero que me mire está medio dormido en el sofá.
—¡Shane! —vocifero, despertándolo—. Vámonos.
Murmura algo incoherente mientras se ajusta dentro de sus pantalones.
Aunque me alegro de que pueda mantenerla parada mientras está borracho,
ahora no es el momento de presumir.
Le tomo la mano y lo levanto del sofá.
Se tambalea un poco antes de estabilizarse y rodearme el hombro con su
brazo.
—Te amo, Chelsea Fierce —suspira.
—Yo también te amo. Ahora vámonos antes de que no pueda moverte.
—¿Quieres ayuda? —Tanto Ethan como Mason se levantan, aunque
niego con la cabeza.
—Yo me encargo. Ustedes sigan disfrutando.
—Porque escuchar a esos dos hacer las paces va a ser muy divertido —
se queja Rae poniendo los ojos en blanco.
—Que pasen una muy feliz Navidad —le digo, ignorando su comentario
—. ¿Nos vemos a fin de año en casa de Zayn?
—Por supuesto. Que la pasen bien.
Con unas cuantas despedidas más, al final consigo sacar a Shane de la
casa y meterlo en el auto.
—Si te duermes antes de que lleguemos a casa, tendrás que dormir en el
auto —le advierto. Estoy mintiendo, por supuesto. No podría dormir
sabiendo que está ahí fuera solo, sin embargo, espero que mis palabras sean
suficientes para que se quede conmigo.
Shane me mantiene entretenida todo el camino de vuelta, murmurando
cosas casi incoherentes, pero de vez en cuando suelta lo mucho que me
ama, o las ganas que tiene de cogerme y me explica con todo lujo de
detalles las cosas que quiere hacerme. No puedo negar que para cuando
llego a casa de mis padres soy una bola de necesidad.
Lamentablemente, para entonces, él también se ha quedado dormido y
ronca ligeramente a mi lado.
—Shane. Shane —llamo, sacudiéndole el hombro para despertarlo—.
Vamos, o tendré que ir a buscar a tus hermanos para que te saquen.
Sigue roncando.
—Por el amor de Dios, Shane.
Intentando una táctica diferente para que se despierte, le quito el
cinturón de seguridad y le paso la mano por el muslo, frotándole el pene a
través de sus pantalones. En cuestión de segundos, empieza a endurecerse
bajo mi tacto.
—Despierta, amor. Tienes promesas que cumplir —le ronroneo al oído.
Gime y levanta las caderas para recibir más.
—Chelsea. —Su voz es poco clara, áspera y profunda.
—Despierta y vete a la casa de la piscina y podrás tener lo que quieras.
De repente, abre los ojos.
—¡Demonios! —brama, con el pecho agitado y los ojos casi negros de
deseo.
—Hola.
—Hola. —Una sonrisa se dibuja en sus labios mientras me mira
fijamente y la lujuria me invade por dentro.
—¿Vamos adentro?
—Sí.
Con cierta torpeza, consigue salir del auto antes de que yo le rodee la
cintura con el brazo en un intento de estabilizarlo.
Nos balanceamos por la parte trasera de la casa. Tropieza, pero por
suerte se mantiene en pie. Me hace pensar en todas las veces que mis padres
me han recogido en un estado similar y han tenido que lidiar con llevarme a
la cama. Esto me hace darme cuenta de que probablemente debería
comprarles un mejor regalo de Navidad.
Por fin, llegamos a la casa de la piscina. Shane se apoya en la pared, con
los párpados pesados una vez más.
En cuanto entramos, se dirige a la habitación, antes de caer de bruces en
la cama y comenzar a roncar casi de inmediato.
No puedo evitar reírme de él, me arrodillo y le quito los zapatos. No es
exactamente lo que pensaba hacer de rodillas esta noche, pero bueno. Se lo
merece. Después de todo lo que su padre y yo le hemos hecho pasar en las
últimas semanas, necesitaba disfrutar por una noche.
Consigo darle la vuelta y quitarle los pantalones, no obstante, después
de desabrocharle los botones de la camisa, me rindo al tratar de quitársela.
Está totalmente fuera de sí y no me ayuda en nada.
Me quito los zapatos, me desprendo el vestido del cuerpo y miro la ropa
interior negra de encaje que había comprado especialmente para esta noche.
No queriendo desperdiciarla, busco mi teléfono en el bolso y abro la
cámara. Saco un par de fotos antes de enviárselas a Shane con un
comentario sarcástico sobre lo que se ha perdido. Seguro que las disfrutará
cuando mire su teléfono mañana.
Después de encontrar su camiseta, me la pongo y voy al baño antes de
meterme en la cama a su lado.
Puede que esté inconsciente, sin embargo, en cuanto aprieto la espalda
contra él, su brazo me rodea la cintura y me jala hacia atrás para que
estemos conectados de todas las formas posibles.
—Te amo, Chels.
—Yo también te amo, Shane. Feliz Navidad.
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
SHANE

P ensaba que estaba loco por hacer esto. Creí que nadie lo entendería, sin
embargo, en cuanto le conté a mamá mis planes, estuvo totalmente de
acuerdo. Se le nublaron los ojos y pensé que iba a echarse a llorar.
Inmediatamente me mandó a mi habitación a vestirme para ir de
compras. No me llevó al centro comercial de Rosewood, sino a su favorito,
a unos cuantos pueblos de allí. Puede que estuviera para ayudarme, pero
supe cuál era el vestido en cuanto lo vi. No me molesté en mirar otros.
Después de arriesgarme con la talla, salí de aquella tienda con la primera
sonrisa genuina que había tenido en días. Algo simplemente no está bien sin
ella. Yo no estoy bien sin ella.
Dicho esto, caminar hasta su casa de la piscina con la esperanza de que
Chelsea estuviera de acuerdo con este plan fue una de las cosas más
estresantes que he hecho en mi vida.
Podría haberse negado fácilmente. Me dije una y otra vez que
probablemente lo haría, para estar preparado. No obstante, en cuanto la
miré a los ojos supe que me necesitaba tanto como yo.
El alivio que me invadió me consumió por completo. Deseaba
desesperadamente atraerla hacia mí y hacerla mía una vez más, pero sabía
que tenía que esperar.
Hay muchas cosas que deben decirse entre nosotros. Y sí, tal vez
deberíamos tener esas conversaciones antes de pasar la noche juntos en el
baile, pero a la mierda. Solo quiero una noche normal con mi chica. ¿Es
mucho pedir? Quiero dejarlo todo de lado, solo durante unas horas, para
que podamos disfrutar de la compañía del otro antes de volver a permitir
que entre la realidad y aceptar que todo está a punto de cambiar para
nosotros.
El estacionamiento de la escuela está casi lleno cuando llegamos. Sé
que llegamos tarde, así lo planeé.
Siempre he sido el que se esconde entre las sombras, el que ignora la
atención que me da formar parte del equipo, pero no esta noche. Esta noche
voy a mantener la cabeza alta y mostrar al mundo lo que quiero.
Después de decirle que me espere, corro alrededor de la parte delantera
del auto y le abro la puerta.
Extendiendo mi mano, rodeo la suya con mis dedos y la saco del auto.
No doy un paso atrás, así que cuando se pone de pie, sus senos rozan mi
pecho y, con los tacones puestos, sus labios están en la posición perfecta.
Sería tan fácil. Cada músculo de mi cuerpo me pide a gritos que cierre
ese pequeño espacio.
Sus ojos oscuros se clavan en los míos, suplicándome que haga el
movimiento porque sabe que ella no puede.
Tengo que ser yo quien dé el primer paso esta noche. Yo tomo las
decisiones.
—¿Lista para lucir ese vestido? —Siento el escalofrío que recorre su
cuerpo ante mi pregunta—. No tienes miedo, ¿verdad?
—Yo... —Duda y odio la mirada aprensiva de sus ojos.
Me inclino hacia ella y rozo su oreja con mis labios; esta vez su
estremecimiento se debe a otro motivo, ya que mi aliento recorre su piel.
—Eres la maldita Chelsea Fierce, nena. Entra ahí con la cabeza en alto y
demuéstrales que nunca te esconderás de ellos.
Jadea ante mis palabras, sin embargo, al cabo de un rato asiente con la
cabeza.
—Solo si estás a mi lado.
—No querría estar en ningún otro lugar.
—De acuerdo. Vamos entonces, hagámoslo.
Coloca su mano en la mía y, tras cerrar la puerta, nos dirigimos al
gimnasio donde Rosewood High celebra todos sus eventos.
La música resuena mucho antes de que lleguemos. Unos cuantos
estudiantes merodean fuera, probablemente intentando localizar el alcohol
que han escondido durante toda la semana con la esperanza de colar un
poco.
Algunos nos miran, pero nadie dice nada.
A medida que nos acercamos a la puerta, la mano de Chelsea empieza a
apretar la mía con más fuerza.
No puedo evitar sonreír. Hace solo unos meses, me preguntaba si
realmente era una reina de hielo. Nada la afectaba. Nada de lo que le decían
o le hacían le afectaba. Y ahora lo veo. Veo su lado vulnerable, sus miedos,
sus nervios, y me encanta porque sé muy bien que soy el único que puede
hacerlo.
Aspira hondo antes de que ambos empujemos las dos puertas y
entremos.
Vamos directamente al centro de la acción. Como si nos estuvieran
esperando, la música baja un poco cuando entramos y casi todos los
presentes voltean hacia nosotros.
—¡Diablos! —chilla a mi lado. Solo un segundo después, se endereza y
me sigue hacia el centro de la habitación.
Todas las miradas nos siguen mientras muevo a Chelsea frente a mí.
Como si nada, la canción cambia y la atraigo hacia mí.
—Mas vale darles algo que mirar —digo mientras ella me observa
completamente asombrada.
Una tímida sonrisa aparece en sus labios mientras niega con la cabeza.
—Eres increíble. ¿Lo sabías?
Me encojo de hombros.
—Tú sacas lo mejor de mí.
Incapaz de resistirme por más tiempo, bajo mi cabeza. Comienza como
un suave roce de labios sabiendo que toda nuestra clase, maldición, toda la
escuela, está mirando. Pero no puedo resistirme cuando ella aprieta su
cuerpo contra el mío.
Con mis manos en la piel desnuda de su espalda, abro mis labios y lamo
dentro de su boca. Acepta mi beso con entusiasmo, como si estuviéramos
los dos solos en su casa de la piscina.
Solo puedo suponer que todo el mundo se aburre de nosotros, porque
cuando al final nos separamos, un poco sin aliento y mareados después de
unas cuantas canciones, la mayoría de los chicos han vuelto a sus propias
conversaciones y bailes.
Chelsea se ríe y me da un vuelco el corazón.
—No puedo creer que hicieras eso.
—Ya era hora de que hubiera algo nuevo de que hablar por aquí, ¿no
crees?
—Aunque sigue enfocándose en nosotros.
—Tal vez, aunque al menos es algo diferente.
—Vaya, vaya, vaya —pronuncia una voz grave y familiar abriéndose
paso—. No pensé que fueras capaz, Dunn.
Al levantar la vista, me encuentro la cara divertida de Ethan con Rae
acurrucada a su lado.
—No tienes que preocuparte por Shane. Es más que capaz de muchas
cosas.
—Ah, pensé que esa eras tú. —Ethan dice con humor seco, mirando a
Chelsea y haciendo que Rae resople de risa.
—No esperaba verte aquí esta noche. No te imaginaba como una chica a
la que le gusten los bailes de la escuela —le dice Chelsea a Rae.
—¿Qué te ha dado esa impresión?
Me fijo en su maquillaje oscuro, su vestido negro tipo skater, sus mallas
de red y sus botas estilo militar.
—No tengo idea —revira ella, teniendo pensamientos similares.
—Fueron Sindy y Barbie —responde poniendo los ojos en blanco.
—¿Quiénes? —Mis cejas se fruncen al no saber de quién está hablando.
—Ellas. —Asiente con la barbilla por encima de mi hombro y, cuando
miro a mi alrededor, veo a Amalie y Camila caminando hacia nosotros con
mis compañeros de equipo a regañadientes detrás.
—Así que esta es una noche para torturar a los novios, ¿no?
—Eso pensarías viendo sus caras, ¿verdad?
—Dunn, Chelsea —agrega Jake cuando llega hasta nosotros.
—Hola. Um... —Chelsea balbucea, poniéndose tensa a mi lado—.
¿Podemos hablar un momento?
Jake nos mira a ambos. Es como si me pidiera permiso, una parte de mí
quiere reírse. ¿Cómo demonios llegamos a esto?
—Solo tengo algunas cosas que decirle —musita Chelsea al oído.
—Confío en ti —le susurro—. Pero, por favor, asegúrate de decirle que
soy el mejor que has tenido.
—¡Shane! —grita, dándome una palmada juguetona en el pecho.
Me da un beso rápido en la mejilla antes de llevar a Jake a un rincón
más tranquilo.
—¿De qué se trata todo eso? —me pregunta Amalie, viendo cómo mi
chica se lleva a su chico.
—No tengo idea, aunque dudo que esté a punto de lanzarse sobre él.
Ambos vemos cómo Chelsea le dice lo que sea que tenga que decirle.
Jake sacude la cabeza, con una suave sonrisa en los labios.
Se está disculpando, eso es obvio, y yo no podría estar más jodidamente
orgulloso de ella ahora mismo.
—Así que ustedes dos… o tres ¿lo intentarán? —indaga Amalie,
dándose la vuelta para darle un poco de privacidad.
—Sí, creo que sí.
—Diría que necesitas que te revisen la cabeza, pero no estoy ciega.
Ustedes dos son perfectos el uno para el otro. Aunque ni en un millón de
años los hubiera imaginado juntos cuando llegué.
—No puedes evitar de quién te enamoras.
—No necesitas decírmelo. Podría haberme enamorado del chico bueno,
sin embargo, en vez de eso terminé con... —Ella grita cuando Jake le rodea
la cintura con las manos y la jala hacia él—. Eso —dice riendo.
—¿Por qué tengo la sensación de que están hablando de mí?
—Porque lo estamos —responde Amalie—. Estaba diciendo lo imbécil
que eres.
—Sí, bueno, menos mal que te encanta, carajo.
Desviando la mirada mientras le mete la lengua en la boca, miro a
Chelsea cuando me pasa el brazo por la cintura y se acurruca a mi lado.
—¿Todo bien?
—Sí. Solo necesitaba decir lo mío después de...
—Lo entiendo —la tranquilizo, dejando caer mis labios sobre su
cabeza.
—También necesito hablar con Mase, pero ahora está ocupado.
Miro y lo encuentro bailando intensamente con Camila al ritmo de la
música.
—¿Nos unimos a ellos?
—Preferiría hacerlo en privado y con menos ropa —murmura Chelsea,
haciendo que mi pene se retuerza de excitación.
—Tenemos mucho tiempo para eso.
A pesar de todo y de las incógnitas que hay entre nosotros, pasamos la
noche más increíble y normal.
Bailamos, bebemos, charlamos y nos reímos con los amigos. En algún
momento, Zayn y algunos otros miembros del equipo se unieron a nosotros,
no obstante, tras el anuncio de Zayn del juego del ligue de la noche, se
dedicaron sobre todo a intentar conquistar a las chicas que habían elegido
mientras los ocho veíamos con deleite cómo la mayoría de ellos eran
rechazados una y otra vez.
Al final Zayn se aburrió de intentar conquistar a la nerd que le habían
retado y acabó bailando con Ruby que parecía emocionada mientras su
hermana y Poppy miraban sus payasadas con cara de asco.
—¿Nos vamos de aquí? —Chelsea finalmente me susurra al oído
cuando todos a nuestro alrededor se pierden en sus propias conversaciones.
—Hmmm... me parece una idea perfecta. ¿Lista para ver qué más tengo
planeado?
—Estoy más que lista.
Nos despedimos de los que nos rodean antes de dejar atrás el baile.
No es hasta que ambos estamos de vuelta en mi auto que creo que me
tomo un respiro.
—Eso fue una locura —dice Chelsea, reflejando mis pensamientos.
—Sí, lo fue. Pero tenía que pasar.
—¿Por qué dices eso?
—Ahora todo el mundo lo sabe.
—¿Saber qué? —pregunta, con nervios en su voz.
—Que tú eres la indicada para mí. —Me acerco, le tomo la mano y me
llevo sus nudillos a mis labios—. Bien, vamos.
Con su mano apoyada en mi muslo, salgo del lugar y me dirijo a nuestro
destino de fin de semana. Iba a reservarnos un hotel, sin embargo, mamá
pidió algunos favores y consiguió encontrar el lugar perfecto para que
tengamos la privacidad que necesitamos para resolverlo todo de una vez por
todas.
—Tengo hambre —se queja Chelsea cuando llevo una hora
conduciendo.
—¿Qué quieres?
—Eh… una hamburguesa y una malteada.
Me río entre dientes.
—Pararemos en la próxima cafetería que pasemos.
—¿No estamos cerca? Llevamos siglos conduciendo.
—Apenas.
—Quizás es que estoy impaciente.
La miro; sus ojos, normalmente oscuros, están casi negros. Se chupa el
labio inferior, sabiendo que la estoy mirando, y eso hace que mi pene se
hinche. Desvío la mirada hacia su pecho y descubro sus senos voluptuosos,
tentadoramente expuestos por el vestido.
—Los ojos en la carretera, Shane —bromea riendo, señalando hacia
delante.
Hago lo que me dice, aunque solo porque no quiero matarnos a todos
antes de contarle lo que llevo días planeando.
—¡Ahí! —grita Chelsea, señalando un edificio iluminado más adelante,
lo que demuestra lo hambrienta que está realmente.
Pongo la direccional para salir de la carretera y me detengo en el
estacionamiento de la cafetería.
Chelsea empuja la puerta y sale antes de que yo haya podido apagar el
motor.
—Creo que estamos demasiado arreglados —me murmura mientras
entramos en el desgastado restaurante. Echo un vistazo a los otros dos
clientes con jeans rotos y camisas manchadas de aceite y no puedo evitar
darle la razón.
Sus ojos y los de la única mesera nos siguen hasta una butaca en la
ventana. Espero que Chelsea agarre el menú en cuanto nos sentemos, pero
no lo hace. En lugar de eso, espera a que la mesera se acerque.
—Hola, qué tal, ¿qué les puedo ofrecer?
—Una hamburguesa con queso, por favor. La más grande que tengan. Y
una malteada de fresa —dice Chelsea sin respirar.
—Muy bien, ¿y para ti, cariño?
—Lo mismo. Gracias.
Se escabulle mientras yo me río en silencio de Chelsea.
—¿Qué?
—Menos mal que no se quedó, podrías habértela comido.
—No es gracioso. De vez en cuando me entra un hambre voraz, es
como si no hubiera comido nada nunca y de repente necesitara consumir
todo lo que hay a la vista.
—Cuéntamelo. Cuéntamelo todo —le exijo.
Abre la boca y vuelve a cerrarla.
—No sé por dónde empezar —admite.
—¿Cuándo te enteraste?
Toma uno de los sobres de sal del soporte y se pone a juguetear con él
mientras hace memoria.
—Unas tres semanas después de que me fui. Para empezar, no quería
estar allí y toda mi atención se enfocaba en volver. Pero después de un
tiempo, me adapté y me di cuenta de que, en realidad, mis padres tenían
razón al enviarme. Me desperté una mañana y me di cuenta de repente de
que hacía mucho tiempo que no tenía la regla. No soy el tipo de chica que
monitoreaba ese tipo de cosas, pero no necesité intentar averiguarlo. Lo
supe. No puedo explicar cómo me sentí diferente, simplemente lo hice. Fue
extraño. Me hice una prueba y ahí estaba. Ese resultado positivo me miraba
fijamente.
—¿Se lo dijiste a alguien?
—¿Aparte del médico? —Sacude la cabeza—. No.
—Dios, Chels.
Se encoge de hombros como si no fuera para tanto.
—En ese momento supe que me lo quedaría. Ni siquiera recuerdo
haberme asustado tanto. Me sentí bien. Todavía me siento bien. Sí, estaba
muy nerviosa por tener que decírselo a la gente, a ti. Pero yo sabía que lo
quería. —Su mano baja por debajo de la mesa, su palma presionando contra
su vientre.
Es algo que no esperaba ver en muchos años, sin embargo, la emoción
empieza a burbujear en mi interior.
Puede que seamos jóvenes. La gente puede pensar que estamos locos,
pero yo sé que quiero esto con ella.
¿Va a ser fácil? No. No me hago ilusiones de que vaya a ser fácil en
ningún sentido de la palabra, y eso no es suficiente para asustarme. Nada
que merezca la pena es fácil. Y si tuviera que embarcarme en este reto con
alguien, no puedo imaginarme que fuera con nadie más que con Chelsea.
—Debería habértelo dicho. Quería decírtelo, pero esa primera noche
fuiste tan...
—¿Horrible?
—Sí, algo así. Aunque me lo merecía. Lo que hice, fue... imperdonable.
Tenías todo el derecho a tratarme así, o peor si te soy sincera. Pero cuando
las cosas cambiaron entre nosotros, se hizo más difícil. Te estabas
convirtiendo rápidamente en todo lo que siempre había querido, y sabía que
admitir la verdad podría arruinar todo lo que estábamos construyendo.
Tenía miedo. No, estaba aterrorizada, de que me odiaras, de que me dejaras,
y entonces volvería al punto de partida una vez más sin nadie.
Extiendo la mano por encima de la mesa y tomo su mano entre las mías.
—Deberías habérmelo dicho. Escucharlo de ti habría sido mucho mejor
que lo que pasó.
Traga saliva, nerviosa.
—Lo sé. Iba a decírtelo esa noche, ¿recuerdas que te dije que teníamos
que hablar? Sabía que tenía que hacerlo. Solo que nunca tuve la
oportunidad.
—¿Quién fue?
—Shelly.
—¿Qué? ¿Por qué haría eso? ¿No fue suficiente echarte del equipo y
empujarte por las escaleras?
Se encoge de hombros.
—Me dejaron volver sin su permiso. Todas sabíamos que se enfadaría.
—¿Cómo se enteró?
—La mujer que me hizo el ultrasonido en el hospital es su madre. Solo
puedo suponer que ella se lo dijo.
—Maldita sea. —Me acuerdo de cuando estaba en el hospital y se me
ocurre algo—. Por eso me echaste del hospital. Pensaste que me iba a
enterar.
Sus facciones se tiñen de culpa.
—Las cosas eran... complicadas entre nosotros en aquel entonces.
—Solo porque tú las hiciste así. Si no me hubieras seguido echando...
—Tenía miedo, Shane —me interrumpe—. Estaba confundida. Me pasé
todo el tiempo que estuve lejos pensando en ti, en aquella noche, en todas
las razones que tenías para odiarme, aunque rezando para que por algún
milagro no lo hicieras. Luego volví, y parecía que sí me odiabas. Luego
hubo pequeños momentos en los que no lo hacías y... —suspira—. No sabía
cuál era el camino. Todo era diferente. Mi vida había cambiado totalmente
de formas que nadie conocía y, aunque tenía mucho más claro lo que quería
desde que me fui, me estaba ahogando.
—Nunca te odié, Chels. Lo intenté, créeme, lo hice. Estaba tan enojado
porque me dejaste cargar con la culpa de todo aquello. Que permitieras lo
que pasó entre nosotros, que incluso lo instigaras, cuando sabías la verdad.
Sin embargo, aun así, no podía odiarte.
Miro la mesa por un momento.
—Te he deseado durante demasiado tiempo. —Ella jadea y yo la miro
por debajo de las pestañas—. Te vi durante años mirar a cualquiera menos a
mí. Pero de repente me viste, me deseaste. Ni siquiera... —Sacudo la
cabeza, inseguro de cómo vocalizar lo que intento decirle, pero la mesera
elige ese momento exacto para traer nuestros platos.
—Gracias. —Ambos decimos mientras ella merodea preguntando si
necesitamos algo más.
Cuando se va, miro a Chelsea, que ya ha empezado a comer sus papas
fritas, y sonrío.
—¿Qué? —indaga tímidamente.
—Eres mucho más de lo que había imaginado.
—Lo seré después de haberme comido todo esto. Es del tamaño de mi
cabeza —dice, señalando la hamburguesa.
—No me refería a eso y lo sabes. Para alguien que siempre quiso ser el
centro de atención, no aceptas muy bien los cumplidos.
—No los recibía muy a menudo —admite.
—Bueno, más vale que te acostumbres.
Chelsea se devora su cena, no tengo idea de dónde la pone, sobre todo
porque me cuesta terminarme mi propio plato, pero dice sentirse mejor por
ello mientras se recarga y se pone la mano en el estómago.
—¿Nos vamos? No tenemos que ir muy lejos.
Ambos nos deslizamos y salimos de la butaca y ya casi estoy en la
puerta cuando me doy cuenta de que no está detrás de mí.
—Chel... —Se me cortan las palabras cuando la veo mirando los postres
en exhibición.
—¿Quieres una dona? —me pregunta como si no acabáramos de
devorar nuestro peso corporal en comida.
—No, la verdad no —le digo riendo.
—Te compraré una por si cambias de opinión.
Sigo riéndome de ella mientras toma la caja que le pasa la mesera y
volvemos al auto.
Solo veinte minutos después, entramos en el estacionamiento de un
edificio de apartamentos con vistas a la bahía. La luna brilla en la oscuridad
del mar. Imagino lo impresionante que es a la luz del día.
—¿Nos quedaremos aquí?
—Sí. Vamos. —Salto entusiasmado y tomo nuestras maletas del
maletero antes de unirme a ella en su lado del auto mientras contempla el
mar más allá.
Entramos en el edificio en silencio.
—Vaya, esto es lujoso —añade, observando el elegante entorno.
La entrada es impresionante, con enormes obras de arte y un escritorio
de roble macizo detrás del cual se sienta el personal de seguridad.
Después de darle mi nombre al tipo, como me dijo mamá. Me da una
tarjeta y me indica los ascensores.
Toco el panel con la tarjeta y, en cuanto se cierran las puertas, nos
ponemos en marcha.
Chelsea guarda silencio, pero su emoción es palpable mientras el
ascensor sigue subiendo.
Cuando salimos, nuestros pies se hunden en la alfombra más lujosa que
he pisado nunca.
Solo hay un par de puertas en este enorme vestíbulo.
—Supongo que aquí es.
Toco con la tarjeta la caja que hay junto a la pared, las puertas hacen
clic y las abro.
—¡Oh, wow! —Chelsea se queda boquiabierta y se pone a mi lado
mientras contemplamos toda la bahía a través de la pared de ventanas que
van del suelo al techo—. Es increíble.
Dejo las maletas y la jalo hacia las puertas.
La luna brilla y las estrellas centellean en el cielo negro.
La pongo delante de mí, la rodeo con los brazos y apoyo la barbilla en
su hombro.
Puede que todo esté en el aire en este momento, pero con ella en mis
brazos, todo parece estar bien.
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CHELSEA

M i corazón se acelera mientras estoy en brazos de Shane,


contemplando la tranquila vista nocturna que tenemos ante nosotros.
Pensé que esta noche estaría sola en mi casa de la piscina
mientras todos disfrutaban del baile de invierno. Nunca podría haber
imaginado nada de esto.
Él, el vestido, este increíble penthouse. Todo esto ha sido mucho más de
lo que jamás podría haber deseado.
Giro en sus brazos y lo miro.
Me devuelve la mirada, sus ojos verdes oscuros y llenos de emoción.
—Chelsea, yo...
Tomo su mejilla con mi mano y niego con la cabeza.
—Lo siento mucho, Shane. Lo que dije la otra noche es cierto. Te amo y
quiero esto contigo, si me aceptas... si nos aceptas.
Deja caer su frente sobre la mía y sigue mirándome a los ojos.
—No lo querría de ninguna otra manera.
En un momento estoy de pie mirándolo fijamente y al siguiente mis
piernas están alrededor de su cintura y mi espalda está apoyada contra la
ventana detrás de mí.
—¡Mierda, está fría! —Jadeo cuando el cristal frío me muerde la piel
expuesta.
Aprovecha que tengo los labios entreabiertos y me mete la lengua hasta
el fondo de la boca.
Me dejo llevar por su fuerza mientras me entrego a él, aunque su agarre
no vacila.
Me besa como si me estuviera compensando por los últimos días.
Cuando su lengua acaricia la mía, las lágrimas me queman los ojos. Siento
todo lo que intenta decirme, y es completamente abrumador.
No merezco a este chico. Soy plenamente consciente de ello y me
propongo demostrarle cada día que soy digna de él.
El fuego que ha estado ardiendo en mi vientre toda la noche empieza a
rugir hasta el punto de que no me basta con estar aquí inmovilizada
besándolo.
—Shane —murmuro contra sus labios.
—Lo sé, nena.
Retira sus labios de los míos, pero solo llega hasta mi mandíbula
mientras vuelve a bajar mis pies al suelo.
La longitud de su cuerpo me aprieta contra el cristal y siento cada
pulgada de él. Lo necesita tanto como yo.
—Habitación, ahora —gimo cuando su mano sube para apretarme el
pecho.
Sin perder un segundo, toma mi mano y me separa del cristal.
Supongo que no ha estado aquí antes, pero eso no le impide llevarnos
directamente al enorme dormitorio principal, también con vistas a la bahía.
—Esto es hermoso —digo, admirando los tonos crema y dorados de la
habitación.
—Tú eres hermosa.
Cuando me doy la vuelta, encuentro los ojos de Shane clavados en mí.
Algo me dice que apenas ha visto la habitación.
Una sonrisa se dibuja en mis labios mientras me sonrojo.
—Este vestido es ardiente —admira, dando un paso hacia mí. Levanta
un dedo y lo desliza por el profundo escote en V, provocándome cosquillas
en la hinchazón de mis pechos—. Aunque creo que se vería aún mejor en el
suelo.
—Supongo que será mejor que lo averigües.
Metiendo sus dedos bajo los tirantes, los empuja hasta que toda la parte
superior del vestido cae de mi cuerpo.
Se muerde el labio inferior mientras me mira los pechos, con los
pezones duros y pidiendo atención.
Extendiendo mi mano, tomo el botón superior de su camisa entre mis
dedos y me apresuro a desabotonarlos todos hasta que consigo apartar la
tela de sus hombros.
Cae al suelo antes de que vuelva a acercarse a mí. La piel caliente de su
pecho casi quema mis pechos sensibles. Sus dedos se enredan en mi cabello
y vuelve a juntar nuestros labios.
Mis uñas arañan su espalda antes de llegar a sus abdominales y
descender.
Está durísimo bajo los pantalones. Lo froto y gime en mi boca.
—Maldición, Chels. —Sus labios me recorren el cuello mientras le abro
la bragueta y le meto la mano entre el pantalón y bóxer.
Gruñe y hunde sus dientes en mi piel suave mientras envuelvo su
miembro con mis dedos.
Le beso el pecho y paso la lengua por las hendiduras de sus
abdominales, antes de bajarle los pantalones y el bóxer por los muslos. Su
pene se libera, tentadoramente cerca, mientras me siento en el borde de la
cama.
Lo rodeo con mis dedos una vez más y lo miro a través de mis pestañas.
Tiene los párpados pesados, cubriéndole hasta la mitad sus ojos color
esmeralda oscuros, los labios entreabiertos y la respiración entrecortada.
Lo acaricio lentamente y su mandíbula se aprieta mientras rechinan sus
dientes.
—¿Se siente bien? —pregunto. No hace falta, su cuerpo me da todas las
respuestas, pero necesito oír su voz.
—Muy bien. —Es áspera, sexy, necesitada. Me encanta.
Me inclino hacia delante y lamo el líquido preseminal que ha goteado
de la punta. Todo su cuerpo se estremece ante mi suave contacto, sus dedos
se entrelazan en mi cabello como si fuera a tomar el control, pero nunca lo
hace.
Vuelvo a separar los labios y me lo meto en la boca.
—¡Mierda!
Veo cómo echa la cabeza hacia atrás y lo chupo hasta que llega al fondo
de mi garganta.
Sé que odia que tenga una cierta reputación por esto, sin embargo,
espero poder hacerlo olvidar todo ahora que es el único que se lleva la
recompensa.
Me retiro y lamo alrededor de la cabeza antes de volver a chupársela.
Baja la mirada y nuestros ojos se cruzan mientras sigo chupándoselo.
En poco tiempo, se pone aún más duro en mi boca y lo chupo más
deprisa, sabiendo que está cada vez más cerca de su orgasmo.
—Chels —me advierte, apretándome el cabello con sus dedos como si
estuviera a punto de echarme hacia atrás. Pero tengo otras ideas, porque no
aflojo ni un segundo.
Levanto la mano, toco sus testículos y aprieto suavemente.
Gime un instante antes de estremecerse en mi boca y su semen salado
golpea mi lengua.
Se lo chupo hasta que termina, después me siento y me limpio la boca
con el dorso de la mano, con una sonrisa de satisfacción en la cara.
Me recuesto, me apoyo en los codos y lo observo. Su pecho se agita por
el esfuerzo, el cabello le cae sobre la cara y en sus labios se dibuja una
sonrisa de saciedad.
Al cabo de un segundo, se quita los zapatos de una patada y deja que la
tela que rodea sus caderas caiga al suelo.
Me echo hacia atrás en la cama cuando se acerca a mí, él sube y se
coloca sobre mis piernas.
Sus manos se posan en mi cintura y suben hasta tocarme los pechos. Mi
espalda se arquea, ofreciéndole más de mí. Me pellizca los pezones antes de
buscar mis labios.
En cuanto conectamos de nuevo, me pierdo en sus brazos. Me olvido de
todo lo que nos ha llevado hasta este punto de nuestras vidas y simplemente
acepto todo lo que me ofrece.
Sus labios recorren mi cuello, dejándome la piel erizada a su paso, antes
de lamer la línea de mi clavícula y descender hasta mis pezones.
—Shane —gimo, hundiendo ambas manos en su cabello para sujetarlo.
Chupa y lame, provocando un incendio entre mis muslos.
—¡Oh Dios! Shane, por favor.
Sus dedos rodean la cintura de mi vestido que aún está en su lugar antes
de empezar a jalar. Levanto las caderas para ayudarle y, en un abrir y cerrar
de ojos, el vestido cae al suelo, dejándome solo en mi tanga de encaje rojo.
Se queda mirándola un instante, antes de que sus ojos oscuros se dirijan
a los míos, con una sonrisa en los labios, antes de estirar la mano y
arrancármela del cuerpo.
Jadeo, el deseo que siento por él me aprieta todos los músculos.
Me separa las rodillas, se coloca entre ellas y frota su pene contra mi
humedad.
—No puedo esperar más para estar dentro de ti —admite.
—Pues no esperes. —Y no lo hace. Antes de que termine de hablar, se
lanza hacia delante, llenándome a fondo de un solo movimiento.
—Demonios. Soy adicto a esta sensación.
—Así de bien, ¿eh? —pregunto sonriendo.
—Sí, pero no me refiero solo a tu cuerpo. Me refiero a esto —dice,
señalando entre los dos—. No es solo sexo, ¿verdad? Esto... esto es más
grande que eso.
Se me hace un nudo en la garganta, porque sé exactamente lo que quiere
decir. Ninguno de los dos tiene mucha experiencia en esto, pero incluso con
mi falta de ella, sé que esto es más grande que cualquier cosa de mi pasado.
Asiento con la cabeza.
—Lo sé. Puedo sentirlo.
—Maldición, Chelsea. —Deja de moverse y se queda mirándome
fijamente, su mano se desliza por mi cuerpo hasta aferrarse a mi nuca—. Te
amo tanto.
Jadeo al oír esas palabras y se me llenan los ojos de lágrimas. El pecho
se me hincha hasta el punto de que juro que el corazón se me va a parar ahí
mismo.
—Mierda, no pretendía hacerte llorar —dice, acercándose para secarme
las lágrimas que se escapan de mis ojos.
—No… no pasa nada. Son lágrimas de felicidad. Yo también te amo.
—Dios. Creo que nunca me acostumbraré a oírte decir eso.
—Espero que nunca lo hagas.
Incapaz de quedarse quieto por más tiempo, sale lentamente de mí antes
de volver a entrar.
—Shane —gimo, arqueando la espalda cuando toca cada nervio de mi
interior, empujándome hacia el éxtasis al que sé que nunca me
acostumbraré.
Se sienta hacia atrás, rodea mis piernas en torno a sus caderas y acelera.
En solo unos segundos, el sudor brilla en mi piel mientras él me empuja con
fuerza, haciéndome subir más y más.
—Córrete, Chels. Necesito sentirte.
Deja caer su pulgar sobre mi clítoris y yo estallo a su alrededor. Cierro
los ojos de golpe, arqueo la espalda y grito su nombre.
Segundos después, su propio gruñido llena la habitación antes de que se
sacuda dentro de mí y me dé todo lo que tiene.
Los dos nos quedamos quietos y solo se escucha nuestra respiración
agitada.
Todavía dentro de mí, me mira fijamente. Algo estalla entre nosotros a
pesar de lo que acaba de ocurrir. Las réplicas de mi reciente orgasmo se
disparan, provocándome otro.
Tímidamente, mueve la mano que tenía apoyada en mis rodillas. El
movimiento me confunde por un momento, acaba de tener sus manos en
todo mi cuerpo, ¿por qué esta inseguro de repente? Entonces su gran palma
se posa en mi vientre.
Probablemente parezco más embarazada que antes, gracias a la
hamburguesa gigante de hace rato.
Sigue mirándome, con su pulgar rozando la piel tensa.
—Nuestro bebé está creciendo ahí dentro. —El asombro en su voz hace
que las emociones vuelvan a golpearme con toda su fuerza.
—Lo sé —susurro. Cada vez que lo pienso también me asombra.
—¿Cuándo es la fecha de nacimiento?
—El siete de julio.
Sacude la cabeza mientras intenta asimilarlo todo.
Colocar mi mano sobre la suya lo distrae un poco y sus ojos encuentran
los míos.
—¿Te recuestas conmigo?
Muevo mi pierna a un lado, él se separa de mí y se acuesta en la cama,
frente a mí. Me mira a la cara como si no pudiera creer que estoy aquí.
—¿Estás seguro de que quieres esto? —Frunce el ceño—. Va a
cambiarlo todo. Toda tu vida. Lo entendería si no...
—Detente. Deja de hablar ahora mismo —me interrumpe, poniendo dos
dedos sobre mis labios—. Hicimos esto juntos. Y seguiremos haciéndolo
juntos.
—Pero tu futuro, la universidad, tu carrera.
—Y los tuyos también. No se trata solo de que yo tenga que hacer
cambios.
—Lo sé, pero yo elegí esto. No tuve que... —Me quedo callada, incapaz
de pronunciar las palabras—. Tú no elegiste esto, te emboscaron con ello.
—No importa. No importa cómo me enterara, mis sentimientos al
respecto habrían sido los mismos. —Una sonrisa se dibuja en mis labios—.
Está claro que alguien ahí arriba cree que esto está destinado a suceder, así
que creo que es justo que lo intentemos.
—Me imagino que puedo echarlo a perder tanto como yo, así que... —lo
digo en broma, pero por la cara de Shane sé que no le hace ni una pizca de
gracia.
—No estás jodida, Chels. Solo estás lidiando con las secuelas de todo
eso.
Sus palabras me recuerdan a ayer por la mañana.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
—Ayer por la mañana fui a desayunar con Luca.
Se tensa al oír mis palabras.
—Lo sé, me llamó. Me regañó por no estar a tu lado.
—No lo hizo. —«Claro que lo hizo»—. Le dije que no lo hiciera.
Necesitaba alguien con quien hablar, no alguien que llegara a ti desde
adentro.
—Él se preocupa por ti, nena. Solo intentaba ayudar.
—Lo sé. De todas formas, llegamos a la misma cafetería de siempre y él
estaba allí.
—¿Él? Quién es... oh. Mierda. ¿Qué pasó?
—Me dijo que solo quería hablar, no obstante, hui. Vi algo diferente en
él, no puedo entenderlo, aunque algo me dice que puede que no sea el
hombre que yo recuerdo. Mis recuerdos de esa época son tan jodidos. Ya no
sé qué son pesadillas y qué es real.
—Quizá deberías hablar con él —propone con una mueca de dolor,
haciendo que se me acelere el ritmo cardíaco.
Sé que tiene razón. Es la única forma de averiguar la verdad, de
descubrir por qué me ha buscado de repente.
—¿Hay algo más que necesites contarme? ¿Algún otro secreto que
hayas tenido demasiado miedo de admitir?
Lo pienso un momento y me meto el labio inferior en la boca.
—Odio la crema de cacahuate —añado seriamente.
—Ya lo sé.
—¿De verdad? Intento no decírselo a la gente porque piensan que debe
haber algo malo conmigo.
—Chels, has pasado incontables horas en mi casa. He pasado más
tiempo del que quiero admitir observándote. Conozco esas pequeñas
estupideces, las he visto.
Abro la boca para responder, pero me encuentro sin palabras.
—Um... qué tal... quiero que me cojas otra vez.
Se ríe entre dientes.
—No creo que eso sea un secreto, nena.
Se pone boca arriba y me arrastra con él, de modo que no tengo más
remedio que sentarme sobre su cintura. Sus manos se acercan de nuevo a mi
vientre antes de deslizarse hasta mis caderas, dispuestas a ayudarme a
moverme.
—Vamos entonces, sacude mi mundo.
—Estoy segura de que ya lo he hecho. —Le sonrío.
—Te lo puedo garantizar, nena. Y es hora de volverlo a hacer.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
SHANE

C uando me despierto, el otro lado de la cama está vacío y frío. Me


incorporo con pánico ante la posibilidad de que se haya ido a la mitad
de la noche. Me siento estúpido por ello en cuanto la veo acurrucada
en el sofá frente a las ventanas, mirando el mar que se estrella en la playa
con mi camisa de anoche.
Parece tan tranquila, con la cabeza inclinada hacia un lado, sumida en
sus pensamientos y su mano apoyada en el vientre. Apuesto a que ni
siquiera se da cuenta de que lo hace, pero a mí me llena de alegría. Está
claro que ya ama ferozmente a ese bebé y me muero de ganas de verla con
él o ella en brazos.
Algo posesivo me invade y me rechinan los dientes. Al pensar en el
hombre que la ha estado siguiendo, mis puños se enroscan en las sábanas.
Ahora más que nunca necesito asegurarme de que esté a salvo, y no sé
cómo hacerlo con un tipo cualquiera acechándola.
Exhalo un suspiro tranquilizador, me levanto de la cama y me dirijo
hacia ella.
—Hola, nena —digo y le doy un beso en la cabeza.
Se sobresalta cuando la toco, mostrando lo perdida que estaba en su
propia cabeza.
—Buenos días. Perdona, ¿te desperté?
—¿Sentada aquí en silencio? —pregunto riendo—. No, es que te
extrañé.
Voltea para mirarme, recorriendo con sus ojos mi cuerpo desnudo.
—Hmm... Yo también te extrañé, pero tenía hambre.
Echo un vistazo a la mesita de centro y suelto un grito ahogado.
—¿Te comiste mi dona?
—Bueno, para empezar no la querías, así que... —Se encoge de
hombros.
—Sabes que la cocina está llena de comida para nosotros, ¿verdad?
—Sí, aunque no estaba segura de si podía comerla o no. Solo tomé una
botella de agua.
—Es toda nuestra. ¿Quieres desayunar de verdad?
Sus ojos se posan en mi semierección.
—Todo depende de lo que me ofrezcas.
—Iba a ofrecerte hacer panqueques, pero ahora que lo dices así.
Debe haber pasado más de una hora cuando por fin llegamos a la
cocina. Recién duchados, Chelsea todavía lleva mi camisa, con sus largas
piernas desnudas asomando tentadoramente por la parte de abajo y uno de
los pocos botones abrochados, lo que me da la perfecta idea de lo que hay
debajo.
Se sienta en una silla alta de la cocina mientras yo saco todo lo
necesario para prepararnos el desayuno.
—No te imaginaba de chef.
—No estoy seguro de describirme así, sin embargo, puedo cocinar
algunas cosas. Los panqueques son una de ellas.
—Supongo que es bueno que uno de los dos sepa cocinar, ya que vamos
a formar una familia y tendremos que valernos por nosotros mismos.
Se me revuelve el estómago, no obstante, no sé si de miedo o de
emoción.
—¿Quieres que vivamos juntos y hagamos esto bien? —pregunto.
—¿Por qué pareces tan sorprendido? No quiero que estés con tus padres
mientras yo estoy con los míos. No quiero que seas un padre de medio
tiempo como si no fuéramos pareja solo porque somos jóvenes.
—Muy bien, pero ¿cómo demonios vamos a costear todo esto? Todavía
estamos en la escuela. Sé que mi padre tiene mucho dinero, aunque dudo
mucho que vaya a poner dinero cuando se entere de esto.
—Bien, tu padre es un imbécil. —Volteo hacia Chelsea justo a tiempo
para ver cómo cierra los labios y sus ojos se abren con horror—. Diablos,
no quise decirlo en voz alta. Lo siento.
—No lo sientas. Es un imbécil. Lo odio, maldita sea.
—Se va a volver loco cuando se entere de esto, ¿verdad?
—No me lo imagino haciendo otra cosa. Solo tengo que respirar de la
manera equivocada y estalla. No sé qué hice para que me odie tanto.
Volteo de vuelta al sartén que había puesto en el fuego para que no vea
en primera fila la emoción que, estoy seguro, me invade la cara al pensar en
mi familia disfuncional. Mamá y mis hermanos son increíbles, no podría
pedir nada mejor, sin embargo, él lo envenena todo.
—Oye —dice, deslizando sus delicadas manos alrededor de mi cintura,
sus pechos presionando contra mi espalda. Su tacto me hace estremecer y
me relajo en ella.
—No has hecho nada malo. —Sus labios rozan mi hombro y se me
eriza la piel—. Es él quien tiene el problema. Y si no nos apoya, será él
quien se lo pierda. No verá crecer a su nieto. Eso recaerá sobre él, no sobre
ti.
—Creo que mi madre quiere dejarlo.
—¿Y te sorprende?
—No, en absoluto. No sé cómo lo ha aguantado tanto tiempo. Solo me
preocupa lo que hará.
—Ella estará bien.
Me giro en sus brazos y tomo su cara entre mis manos.
—Sé que lo estará. Por suerte, ahora no son mi mayor preocupación.
—¿Oh? —pregunta mientras rozo la punta de mi nariz contra ella.
—No, ustedes dos lo son. Mis padres son capaces de resolver sus
propias vidas. Nosotros tenemos que pensar cómo empezar la nuestra.
—Ya lo resolveremos.
—Voy a buscar trabajo —anuncio. Es algo en lo que he estado pensando
desde que me enteré del bebé, y sé que tengo que asumir mi
responsabilidad. No podemos esperar limosnas de nuestros padres para
financiar esto. Somos lo bastante grandes como para que esto ocurra, así
que tenemos que ser lo bastante adultos como para aceptar nuestra
responsabilidad.
—Yo también. —Chelsea está de acuerdo.
—No hace falta. Solo tienes que concentrarte en este pequeño —indico,
dejando caer mi mano sobre su vientre.
—Ahora somos un equipo. Yo también quiero hacer mi parte. Además,
cuando nazca el bebé habrá momentos en los que no podré hacer mucho y
quiero que estemos preparados.
Después de darle un casto beso en los labios, la empujo hacia el asiento
en el que estaba antes para que pueda seguir preparando el desayuno.
—¿Qué harás con respecto a la universidad? —le pregunto mientras
echo un poco de mezcla en la sartén caliente.
—Estoy pensando en tomarme un año sabático. Acostumbrarme a ser
madre y después ver si puedo comenzar con medio tiempo. ¿Y tú?
—No lo sé. Tal vez necesitemos que solo consiga un trabajo.
—No, Shane. Me niego a que hagas eso.
—Haré lo que sea necesario para asegurarme de que tú y nuestro bebé
estén bien atendidos.
—No tienes idea de lo mucho que eso significa para mí, aun así, me
niego a que sacrifiques tu futuro.
—Ni siquiera sé lo que quiero de mi futuro, aparte de ti.
—Olvídate de tu padre y de todo lo que quiere para ti, ¿qué te ves
haciendo?
—Quiero dedicarme al fútbol americano, sin embargo, no quiero jugar
profesionalmente. Quiero estar en un segundo plano. Entrenador tal vez,
algo así.
—Tienes un poco de tiempo, las solicitudes no se mandan hasta dentro
de unas semanas. Piensa en lo que tú quieres y yo te apoyaré hasta el final.
La miro por encima del hombro y sonrío.
—Te amo.
—Yo también te amo, pero por favor, no quemes mis panqueques.

Cuando llega el domingo por la mañana, para nada estoy preparado para
abandonar nuestro pequeño penthouse celestial, no obstante, sé que la vida
real me espera. Puede que solo falten unos días para Navidad, y con la
cantidad de cosas de las que tenemos que ocuparnos, siendo mi padre la
más apremiante, parece que faltan un millón de años.
—No quiero irme —gimotea Chelsea mientras sujeto nuestras maletas
con una mano y extiendo la otra para levantarla del sofá, donde está
disfrutando de los últimos segundos de la vista.
—Lo sé, pero son las fiestas navideñas.
Una sonrisa se dibuja en sus labios.
—Las vamos a pasar juntos, ¿verdad?
—Claro que sí, maldición. No creo que sea bienvenido en la cena de
Navidad de la familia Dunn. ¿Crees que a tus padres les parecerá bien que
me cuele?
—Él podría sorprenderte, Shane.
—Sí, y puede que no —digo con tristeza.
Sé que está en casa, he recibido mensajes de mamá. Lo que aún no sé es
si él lo sabe, aunque a menos que haya llegado y se haya encerrado en casa,
no puedo imaginar que no lo sepa. Este chisme no se limita a Rosewood
High, está por toda la ciudad ahora que los chicos han tenido tiempo de
sobra para ir a casa y contárselo a sus padres.
El infame hijo de Brett Dunn ha dejado embarazada a su novia
adolescente, seguro que les encanta.
Con un suspiro triste y una última mirada a nuestra escapada de fin de
semana, Chelsea y yo nos dirigimos a mi auto.
El camino de vuelta a casa es mucho más sombrío que el de aquí, la
tensión en el auto es palpable y odio que no tengamos idea de a qué estamos
a punto de llegar.
Mi intención es llevar a Chelsea a casa, asegurarme de que está contenta
antes de irme y afrontar las consecuencias. Sé que va a querer venir
conmigo, pero al igual que la última vez, necesito hacerlo solo. Ya tiene
bastante de qué preocuparse, no necesita que mi relación rota con mi padre
la agobie más de lo que probablemente ya está.
Sin embargo, todos esos planes se hacen añicos cuando entro en la
entrada de la casa de Chelsea para encontrar una camioneta estacionada que
la hace ponerse tensa de miedo.
—¿P… por qué está eso a… aquí? —balbucea, con los ojos muy
abiertos fijos en la camioneta negra que reconozco inmediatamente.
—¿Nos vamos? —le pregunto, sin saber qué quiere que haga.
—N… no. Creo que es hora de llegar al fondo de esto. Averiguar qué
quiere ese imbécil. Si es tan descarado como para presentarse así en mi
casa, entonces tengo que averiguar cuál es su problema.
—Muy bien, vamos. —Estoy en su puerta antes de que haya puesto un
pie fuera—. Estaré a tu lado, nena.
Ella asiente con un movimiento de cabeza, pero no pronuncia palabra
mientras, de la mano, nos dirigimos a la puerta principal.
—Chelsea, ¿eres tú? —llama su madre desde la sala y el agarre de
Chelsea se vuelve casi doloroso.
—No pasa nada. Estoy aquí, tus padres están aquí. No son tan estúpidos
como para ponerte en peligro.
—Lo sé, lo sé —responde, exhalando un suspiro lento.
En cuanto doblamos la esquina, mis ojos se fijan en el hombre que no
he visto antes, solo he visto su sombra tras el parabrisas de su camioneta.
Se para en cuanto ve a Chelsea y tengo un segundo para estudiarlo.
Nunca lo había visto antes, de eso estoy seguro, aunque no puedo evitar
pensar que hay algo familiar en él.
Chelsea jadea a pesar de saber que él estaba aquí, y retrocede un poco.
La rodeo con el brazo y la atraigo hacia mí.
—No pasa nada. Te tengo —le susurro mientras sus ojos permanecen
fijos en el hombre.
—Chelsea, este es Greg...
Se tensa en mis brazos antes de interrumpir a su madre.
—¿Qué demonios haces en mi casa? ¿No te basta con haberme estado
acosando en todas partes donde he estado la semana pasada, ahora tienes
que entrar por la fuerza en mi casa, en mi familia?
Traga saliva con nerviosismo, abre la boca para decir algo, pero no le
sale ninguna palabra. No tengo idea de quién es ni de lo que quiere, y es
evidente que ahora mismo está fuera de sí.
—Lo siento. No quise asustarte. Es que... no sabía cómo hacerlo.
—¿Hacer qué? —escupe Chelsea—. ¿Pensaste que ya estaba grande y
que estaría bien tomar lo que quisieras? —Ella avanza hacia adelante,
encontrando su coraje de alguna parte, y mantiene los brazos a los lados—.
Eres un enfermo. Todos ustedes. Lo mejor que me pudo haber pasado es
que me sacaran de ese lugar. De escorias como tú.
—¿Qué? No, no... Yo no estaba... Yo no quería...
Mira a Honey y a Derek en busca de apoyo.
—Chelsea, cariño. Greg no es uno de ellos. Es tu padre.
—¿Qué? —grita Chelsea, su cuerpo rígido mientras observa fijamente a
los tres, la incredulidad escrita en su cara.
Miro fijamente al hombre que tanto miedo le ha dado en los últimos
días y de repente caigo en cuenta de por qué me resultaba familiar, aunque
sus ojos son azules y los de Chelsea oscuros, son casi idénticos.
Maldición.
Chelsea niega con la cabeza.
—No. Me acuerdo de ti. Solías llevarla a su habitación como todos los
demás. Solo eres uno de ellos que solía financiar su adicción a las drogas.
—No, intentaba ayudar.
—¿Ayudar? Si lo que dices es verdad. Me dejaste allí. Me dejaste con
todos esos hombres asquerosos que solían... —Ella se detiene mientras la
sangre se drena de la cara de Greg—. Ayudarme habría sido llevarme,
alimentarme, vestirme, cuidarme. Sin embargo, no hiciste nada de eso.
—Hice lo que pude en ese momento.
—Bueno, está claro que no fue suficiente. ¿Tienes idea de lo que fue
para mí? Ese lugar era el infierno sobre la tierra. Y tú me dejaste allí.
La culpa le cubre el rostro. Levanta su mano y se frota la mandíbula
mientras intenta encontrar las palabras para responder.
—Les llevé comida y ropa cada vez que venía. Le di dinero, pero sin
duda se lo gastó todo en drogas. Hice lo que pude.
—¡Mentira! —escupe Chelsea.
—Si hubiera podido llevarte lejos, darte una vida mejor, lo habría
hecho. Pero no pude.
—¿Por qué? ¿Qué era tan importante que no pudiste ayudar a una niña
vulnerable?
—Si pudiera volver atrás, habría hecho las cosas de forma muy
diferente —admite.
—No obstante, no puedes, así que dime, ¿por qué? ¿Por qué no pudiste
ser el hombre que yo necesitaba?
—Tu madre fue mi alumna. Admitir que eras mía, habría expuesto
nuestra aventura y no podía arriesgar mi carrera. Era lo único que tenía.
Sacudiendo la cabeza, Chelsea se pasa las manos por la cara.
—¿Tu trabajo? ¡Tu maldito trabajo! Me dejaste allí, sabiendo
exactamente lo que ella estaba haciendo, de lo que eran capaces esos
hombres por culpa de tu puto trabajo —grita, su cuerpo tiembla
visiblemente por la rabia—. Esos hombres, ellos... —Se estremece cuando
los recuerdos la golpean—. Tienes que irte. Tienes que irte y no volver
jamás. No me interesa nadie que pueda hacerme eso a mí o a cualquier otro
niño. No hacer nada te hace tan malo como ellos. No, ¿sabes qué? Te hace
peor. Me dejaste allí a propósito. Me dejaste allí para que me descuidaran y
abusaran de mí. Eres un maldito monstruo, igual que ellos.
—No, Rose, por favor.
«¿Rose?».
—Yo no soy ella. Esa niña, a la que abandonaste, hace mucho que se
fue. Ya no soy esa niña débil y vulnerable de la que te olvidaste. Me llamo
Chelsea, Chelsea Fierce y no voy a olvidarme de todo eso, de todo lo que
has hecho o has dejado de hacer, solo porque ahora hayas decidido intentar
enmendar todas tus fechorías. No necesito un padre. Ahora tengo unos
padres increíbles que me han dado todo lo que tú no me diste. Llegaste
demasiado tarde. No te necesito.
La tensión en la habitación es muy fuerte mientras siguen mirándose
fijamente. El peso de las palabras de Chelsea presionándonos a todos.
—Tienes razón. Sobre todo, eso, tienes razón. Solo necesitaba... —
suspira—. Necesitaba verte. Saber que a pesar de todos mis errores
sobreviviste.
—Sí, sobreviví. Estoy muy jodida, pero sobreviví.
Tanto su madre como su padre se quedan boquiabiertos al oír sus
palabras, ambos queriendo discutir, pero sabiamente mantienen la boca
cerrada.
—Por favor, R… Chelsea. Necesito... —Ella le lanza una mirada
mordaz y él retrocede—. Muy bien, me iré. Voy a dejar esto aquí, por si
alguna vez quieres buscarme, aunque sea para gritarme. Realmente me
gustaría conocerte, si alguna vez consideras darme la oportunidad. —Deja
caer una tarjeta sobre la mesa. La habitación está tan silenciosa que el
sonido de su golpe contra el cristal es como un disparo por toda la casa.
Voltea hacia Honey y Derek—. Gracias por permitirme hacer esto, por
recibirme en su casa. Sé que es más de lo que merezco.
Con una última mirada a su hija, sale de la habitación y poco después de
la casa.
En el momento en que la puerta principal se cierra de golpe. Chelsea se
derrumba.
Los tres corremos hacia ella, por suerte llego antes que sus padres y la
recojo en brazos mientras llora.
La llevo al sofá y me siento con ella en mi regazo.
Miro a sus padres y veo en sus caras una expresión de culpabilidad
similar a la de Greg no hace mucho.
Creen que han hecho mal. Y, aunque lo entiendo, no puedo evitar pensar
que era necesario que sucediera.
Ha estado pesando en la mente de Chelsea desde que vio su camioneta
por primera vez, necesitaba saber la verdad, por dolorosa que fuera.
Pasan largos y angustiosos minutos mientras todos esperamos a que
Chelsea se calme.
Mientras le froto la mano por la espalda, su madre va a prepararnos
café.
Al final, saca la cabeza del hueco de mi cuello y se seca las lágrimas de
las mejillas.
—Lo siento —dice débilmente.
—Cariño. No tienes nada que lamentar —la tranquiliza Honey.
—Debería haberles dicho que me seguía.
—Nos lo dijo antes de que volvieras.
—¿De verdad es mi padre?
Ambos asienten con la cabeza.
—Sí. Parece que lleva tiempo buscándote. Sé que es fácil decirlo,
aunque realmente creo que quiere intentar enmendarse.
Chelsea exhala un suspiro tembloroso.
—No tienes idea de cómo fue —pronuncia en voz baja—. Las cosas que
les he contado son solo la punta del iceberg.
—Lo sabemos, cariño. Y no te diremos lo que tienes que hacer. Si
decides no volver a verlo, respetaremos tu decisión, él también. Solo tenía
que intentarlo.
Ella asiente con la cabeza, abrazándome un poco más fuerte mientras
guarda silencio una vez más.
—Odio que pueda llevarme de vuelta allí como si fuera ayer.
Nadie habla. Ninguno de nosotros puede quitarle nada de eso, hacerlo
mejor. Aunque realmente desearía poder hacerlo.
Tras largos e insoportables minutos, Honey intenta aligerar el ambiente
cambiando de tema.
—¿Pasaron un buen fin de semana?
—Sí, fue increíble —dice Chelsea.
—Me alegro de que hayan arreglado las cosas.
—Lo hicimos. Esto es todo ahora, ¿verdad? —pregunta, con sus
grandes ojos mirándome.
—Así es.
—Bueno, bienvenido a la familia entonces, supongo —exclama Derek,
levantando su taza en nuestra dirección.
—Los dejaremos hacer lo suyo.
Derek y Honey toman su café y cierran la puerta detrás de ellos.
Chelsea vuelve a acurrucarse en mí y me respira. El movimiento, el
saber que se siente así de segura en mis brazos hace que me duela el pecho.
—Te amo, Chelsea —le susurro sobre su cabeza.
—Yo también te amo.
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CHELSEA

S olo puedo suponer que de alguna manera Shane consiguió llevarme a la


casa de la piscina porque cuando me despierto un rato más tarde, ahí es
exactamente donde estoy.
Por suerte, en cuanto abro los ojos, lo encuentro sentado a mi lado
jugando en su teléfono.
Extiendo mi mano hacia su muslo y se lo aprieto.
—Hola, ¿cómo te encuentras?
—Estoy bien —respondo, aunque los recuerdos de lo que pasó cuando
volvimos aquí no están lejos, ni tampoco las imágenes de mi pasado que
intento mantener encerradas en una cajita en mi cabeza.
—No hace falta que pongas cara de valiente por mí, nena.
—Lo sé. Es que... en este momento no sé qué más hacer. Hablar de todo
eso, hace que todo vuelva... incluso después de todo este tiempo, es tan
crudo.
Se desliza hacia abajo hasta que está acostado de lado frente a mí.
—Sabes que puedes contarme cualquier cosa y no pensaré diferente
sobre ti, ¿verdad?
Asiento con un movimiento de cabeza, con un nudo en la garganta que
me impide pronunciar palabra.
Extiende su brazo, me rodea la nuca con la mano y me aprieta
posesivamente. Me gusta tanto que se me dibuja una sonrisa en los labios.
—Entonces, ¿te llamabas Rose? —Escuchar ese nombre me pone los
pelos de punta. Siempre lo odié. Creo que nunca he sido tan feliz como el
día en que mis padres me dijeron que podía cambiármelo.
Para mí, Rose significaba alguien débil, indefensa, y yo no era así
cuando Honey y Derek me acogieron. Era más fuerte, más valiente, podía
cuidar de mí misma hasta cierto punto. Era feroz. O al menos quería serlo.
Descubrir que ese era su apellido fue la primera vez que me di cuenta de
que estaba donde debía estar.
No tardé mucho en decidirme por un nuevo nombre. En cuanto pensé en
Chelsea, supe que era el correcto. Chelsea Fierce era el nombre perfecto
para mi nueva yo. La chica a la que no dejaba que la fastidiaran, a la que no
le importaba nada y que conseguía todo lo que quería.
Era genial hasta que me di cuenta de que esas cosas no me hacían
realmente feliz. Me aislé de todo el mundo, levanté muros incluso con
aquellos que estaban destinados a ser mis amigos. Ahora lo veo, y juro que
nunca me permitiré volver a caer en esa antigua vida. Ahora tengo a Shane,
y con suerte a una amiga de verdad en Rae. Definitivamente las cosas están
mejorando.
—Sí. Así es como la mujer que me parió decidió que debía llamarme.
Probablemente no podía deletrear nada más largo. —Pretende ser una
broma, pero la expresión de la cara de Shane me dice que todo esto le
parece cualquier cosa menos gracioso.
—Es bonito, sin embargo, no me imagino llamándote así.
Definitivamente eres una Chelsea.
—Estoy de acuerdo. No obstante, no me lo quité del todo. Ahora soy
Chelsea Rose. Me di cuenta de que mi pasado siempre iba a ser parte de mí,
así que es mejor aceptarlo hasta cierto punto.
—Aunque es horrible, solo escuchar algunas de las cosas que
experimentaste me hace sentir como un asesino, te hizo ser quien eres. Y
yo, por mi parte, creo que eres increíble.
—¿Sí?
—Sí.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro durante mucho tiempo. No
nos decimos palabras, no son necesarias. Esa conexión que ansiaba está ahí,
y es todo lo que necesito.
—¿Tienes hambre?
—¿Es una pregunta seria? —cuestiono riendo.
—Tu mamá vino a preguntarnos si queríamos cenar con ellos. Estabas
dormida, así que me negué. Pensé que podríamos pedir pizza o algo así.
¿Qué? —indaga cuando me quedo callada.
—Me gustaría salir. Llevamos todo el fin de semana encerrados.
—Bien. ¿Qué quieres hacer?
Treinta minutos después, los dos estamos cambiados y salimos de la
casa de la piscina.
Emprendemos el largo camino desde la casa de mis padres hasta el
malecón. El sol se está poniendo y proyecta un impresionante tono
anaranjado sobre toda la bahía, mientras la luna hace su aparición por la
noche.
Paramos en un restaurante y pedimos porciones de pizza para llevar.
Nos alejamos del extremo de la playa en el que está Aces, sabiendo que las
probabilidades de encontrarnos con alguien de la escuela serían altas. En
realidad, no quiero evitarlos, sin embargo, también quiero a Shane para mí
sola mientras pueda. No estoy lista para que nuestro fin de semana termine.
—¿Cómo te sientes? —pregunta Shane cuando terminamos de comer.
Estamos sentados en el malecón, con las piernas colgando sobre la
arena, mirando cómo rompen las olas.
—Sinceramente, no lo sé. Siempre creí que mi padre era un tipo
cualquiera que había donado su esperma. No creí que tuviera un padre
como tal, y mucho menos uno que estuviera presente en mis primeros años.
—¿Fue en serio lo que dijiste de no querer tener nada que ver con él?
¿Lo dije? Recuerdo lo que le dije y hago una mueca de dolor. Puede que
mis palabras fueran ciertas, no debería haberme dejado allí, pero ahora que
ha pasado algún tiempo, y me siento menos emboscada por todo el asunto,
sé que probablemente la situación no era tan sencilla. Las cosas rara vez lo
son.
Que mi padre biológico me tomara en sus brazos y me sacara del
infierno fue una fantasía que tuve muchas veces de niña. Imaginaba que era
un hombre de negocios millonario que me quería desesperadamente pero
que, por alguna razón, no podía llegar a mí. Era una de las historias que
formé en mi cabeza para escapar de mi realidad. Lamentablemente, ni esa
ni ninguna de las otras llegaron a materializarse y, cuando me llevaron, fue
el Estado y me abandonaron en un hogar para niños, no en el penthouse de
un hombre rico.
Suspiro.
—No lo sé.
Me toma de la mano y se lleva mis nudillos a sus labios.
—Bueno, decidas lo que decidas. Estoy aquí para ti.
Un sollozo brota de mi garganta sin previo aviso.
—¿Chels?
—Estoy bien. No sabes lo mucho que significa eso para mí.
Me seco la lágrima que cae antes de que se dé cuenta y respiro hondo.
No me merezco esto. No lo merezco a él. Sin embargo, maldita sea, voy
a hacer todo lo que pueda a partir de ahora para quedármelo.

—Puedo ir contigo, quizá suavice el golpe —ofrezco mientras Shane se


pone sus zapatos deportivos a la mañana siguiente, listo para volver a casa y
enfrentarse a su padre.
—No, está bien. Quédate aquí esperando a que vuelva. Es muy probable
que te necesite. —Sus ojos se oscurecen al pronunciar esas palabras y mi
interior se aprieta de deseo.
Por mucho que odie que discuta con su padre, no puedo negar que lo
excita de una forma perfecta y me encanta ayudarle a distraerse después.
—¿Cómo me quieres? —digo con lo que espero que sea una voz
seductora.
—Hmm... en mi camiseta sin nada debajo.
—Hecho. Mándame un mensaje cuando salgas.
Se levanta y camina hacia mí.
—Cambié de opinión. Creo que me quedaré y tomaré eso ahora mismo.
—Por mucho que quiera estar de acuerdo. Tienes que hacerlo. Lo
último que quieres es tener en tu cabeza esto durante las vacaciones.
—Lo sé —murmura, rozando sus labios con los míos.
Por mucho que odie hacerlo, aprieto las palmas de mis manos contra su
pecho para detener su intento de aplazarlo.
—Vete, Shane. Estaré aquí cuando vuelvas.
—Ugh, está bien.
Me dejo caer en el sofá y veo cómo empuja la puerta para abrirla, pero
en lugar de atravesarla y desaparecer alrededor de la casa, se queda quieto
un momento.
—¿Qué? —pregunto cuando se pone pálido.
—¿Oyes gritos?
Me incorporo y escucho.
—¡Maldición! —brama Shane antes de correr hacia la casa. Salto del
sofá, pisándole los talones mientras corre por las puertas abiertas de la
cocina hasta el pasillo.
Los gritos cesan y él se detiene bruscamente cuando sus ojos se posan
en las personas que tenemos en frente.
—¡Brett, no! —grita Maddie, jalando su brazo mientras se dirige hacia
Shane.
—¡Te dije que ibas a joderlo todo! —le revira a Shane.
Quiero hacer algo, decir algo, pero me quedo paralizada mirando la
furia que se desprende de él en oleadas.
—¿Cómo esperas tener éxito ahora? Nadie te querrá con un niño
conectado a ti. Eres una maldita vergüenza, chico. ¡Una maldita vergüenza!
—Me importa una mierda, papá. No quiero la NFL. No quiero tu sueño.
—¿No? ¿No soy lo suficientemente bueno para ti? ¿Todo el trabajo que
he hecho para conseguirte una oportunidad en los mejores equipos
universitarios del país no está a tu altura?
—No lo quiero. Nunca lo quise, no obstante, te niegas a escucharme.
—¿No? Entonces dime ahora, ¿qué quieres?
Hay un silencio absoluto, la calma antes de la tormenta porque todos
sabemos que esto va a empeorar antes de mejorar.
—Quiero a Chelsea. Quiero a Chelsea y a nuestro bebé.
Brett suelta una carcajada, aunque no es divertida. Es amenazante, y
hace que un escalofrío recorra mi espalda.
—Eres un maldito iluso. ¿Crees que eres capaz de cuidar a un bebé? ¿Y
con ella? —Sus rasgos destilan desaprobación cuando voltea a mirarme—.
No es más que una puta barata.
—¡Brett! —brama papá, con los puños cerrados por la rabia. Da un paso
adelante, sin embargo, mamá le pone la mano en el brazo y lo detiene.
A Shane se le hincha el pecho de rabia y se acerca a su padre con los
puños cerrados, dispuesto a pelear.
—Déjalo, por favor —le ruego, estirando la mano para tocarle el brazo,
pero él no reconoce mi tacto, está demasiado perdido en su ira.
—Retráctate.
Su padre vuelve a reírse.
—Eres un maldito idiota, muchacho. Lo estás tirando todo por la borda.
La eliges a ella y estás renunciando a todo lo que puedo ofrecerte. Todo.
—¿Cuántas veces más? ¡No lo quiero, maldita sea!
Los ojos de Brett se vuelven negros, fríos, mientras sus labios se
aprietan en una fina línea y la vena de su cuello palpita amenazadoramente.
—Malcriado desgraciado de…
—¡Nooo! —grito mientras el brazo de Brett vuela de repente hacia
Shane.
—¡Brett, no! —exclama Maddie corriendo hacia delante.
Papá entra en acción, aunque ya es demasiado tarde.
El puño de Brett golpea la mejilla de Shane. El crujido es tan fuerte que
me revuelve el estómago.
Shane se tambalea hacia atrás, su hombro golpeando contra la pared
antes de caer de espaldas.
—¡Shane! —grito. Hay una conmoción detrás de mí mientras caigo de
rodillas a su lado—. ¿Shane? ¿Shane?
—¡Maldito animal! —escupe Maddie antes de unirse a mí a su otro
lado.
—Amor, despierta. Shane. Maldición. —Tiene los ojos muy abiertos y
llenos de miedo mientras lo mira fijamente.
Se levanta de un salto y se acerca a Brett, que está siendo sujetado por
mi padre mientras intenta empujarlo hacia la puerta principal. Tiene el labio
partido y le chorrea sangre por la barbilla de donde mi padre debe haberlo
golpeado en represalias por Shane.
—Si lo lastimaste, te mato, carajo. —Maddie le golpea el pecho
mientras saliva sale de su boca—. Te mataré, maldito.
—Me gustaría verte intentarlo.
—¿Quién eres? ¿Qué le pasó al hombre con el que me casé? ¿Cuándo se
convirtió en un vil imbécil?
Brett no dice nada, se queda mirando a su mujer como si hubiera
perdido la maldita cabeza. La ira y la frustración arden en mi estómago por
ella.
—Hemos terminado. Espera noticias de mi abogado. No puedo pasar
otro día fingiendo que te amo. —Se da la vuelta, de espaldas a él, incapaz
siquiera de mirarlo a la cara—. Sáquenlo de aquí antes de que llame a la
policía.
Después de poner un poco de resistencia, papá finalmente saca a Brett
por la puerta principal y la cierra detrás de él.
«Maldita sea».
Recordando que Shane está tumbado a mi lado, desvío la mirada de
Maddie hacia él. La vista más increíble me saluda. Sus preciosos ojos
verdes.
—Shane, Dios mío —gimo, dejándome caer sobre él y rodeando sus
hombros con mis brazos.
—Estoy bien. Estoy bien —informa acariciándome el cabello mientras
me abraza como si fuera yo quien lo necesitara en este momento.
¿A quién quiero engañar? Sí lo necesito, diablos. Eso fue aterrador.
Después de unos segundos, lo suelto y él se empuja para sentarse contra
la pared.
—Bueno, eso salió bien —bromea, mirando las caras preocupadas y
traumatizadas que lo observan.
Maddie rompe a llorar antes de que mamá la lleve hacia la cocina. Papá
camina hacia nosotros y le extiende la mano a Shane para que lo levante,
quien a su vez hace lo mismo conmigo, ya que sigo en el suelo.
—Voy a traerte hielo —comunico mirando la cara hinchada de Shane.
—Necesito un trago —anuncia papá, sacudiendo su mano y marchando
en la misma dirección en la que acaban de salir mamá y Maddie.
Los seguimos y encontramos a mamá sirviéndole a Maddie un vaso de
whisky antes de que papá se la quite y se lleve la botella a los labios.
—¿Puedo? —pregunta Shane una vez que papá ha bajado la botella, y él
se la pasa de mala gana, decidiendo claramente que está bien saltarse su
norma de no alcohol para menores después de lo que acaba de pasar.
Shane toma un trago antes de devolverle la botella.
Diez minutos después, nos encontramos todos sentados alrededor de la
mesa del comedor. Shane con una bolsa de hielo en la cara y todos los
adultos bebiendo. Nadie parece haberse dado cuenta de que apenas es
mediodía. Aunque, para ser justos, si no estuviera embarazada, creo que me
apetecería un trago ahora mismo.
—Te prepararé la habitación de huéspedes para esta noche —le ofrece
mamá a Maddie—. Eres más que bienvenida a quedarte todo el tiempo que
quieras.
—G… gracias. Debería ir a la casa a buscar algunas cosas antes de que
él lo queme todo.
—No creo que él... —La mirada de Maddie corta las palabras de mamá.
—¿Qué hay de...? —Maddie nos lanza una mirada a Shane y a mí y yo
trago saliva con nerviosismo.
Mamá se ríe, el sonido se siente tan bien después del estrés y la tensión
de la última hora. —Creo que él ya se mudó, ¿no?
Todos voltean hacia nosotros.
—Ambos nos han demostrado que ya son adultos capaces de tomar sus
propias decisiones. Así que ¿qué quieren hacer?
—Honey tenía razón —dice Shane antes de que tenga oportunidad—.
Estoy bastante seguro de que ya me mudé. —Una amplia sonrisa se dibuja
en mi cara—. Por supuesto, si les parece bien a ustedes dos. —Mira a mamá
y a papá, que le sonríen.
—Serán padres dentro de unos meses. No estoy segura de que estemos
en condiciones de impedírselo.
—Voy a conseguir un trabajo, obviamente de medio tiempo, para tener
nuestro propio dinero. Aún no estoy seguro de lo que haré con la
universidad, pero iré...
—Ambos iremos. Vamos a hacer que esto funcione. Todo lo que
pedimos es su apoyo. Si podemos quedarnos en la casa de la piscina por
ahora, sería genial, sin embargo, conseguiremos nuestro propio lugar tan
pronto como podamos. Queremos hacer esto bien, por nosotros y por este
pequeño.
Tanto los ojos de mamá como los de Maddie vuelven a llenarse de
lágrimas.
—Estaremos aquí para todos ustedes, pase lo que pase —asegura mamá.
—Los dos serán unos padres increíbles —añade Maddie.
—Solo el tiempo lo dirá —reviro riendo.
CAPÍTULO CUARENTA
CHELSEA

—L legaremos tarde —dice Shane, dejándose caer en el borde de la


cama, muy sexy con su camisa abotonada y sus pantalones de
vestir. Lleva el cabello peinado, esperando a que se pase las
manos por él para despeinarlo, o puede que lo haga yo en un momento,
porque me encanta su cabello despeinado como si acabara de coger. Eso
demuestra el giro de 180 grados que ha dado mi vida, porque su larga
melena solía ser una de las cosas por las que me burlaba de él. Puede que
ahora lo tenga más corto que antes, pero no es menos desordenado. Ahora,
en lugar de decirle que se lo corte, me paso el tiempo pasándole mis dedos
por su cabello y usándolo para sujetarlo contra mí.
—Ya casi estoy lista —informo, aunque estoy demasiado concentrada
en su reflejo en el espejo para terminar de maquillarme—. ¿Estás seguro de
que quieren que vaya?
—Por supuesto. Amalie y Jake nos invitaron a ambos. Ahora saben que
venimos en paquete.
—Oh Dios, ahora somos uno de ellos, ¿no?
—¿Qué quieres decir?
—¿Sabes lo irritantemente dulces que son Amalie, Jake, Camila y
Mason? Ahora también lo somos nosotros.
—Eso espero —dice con una sonrisa enorme en la cara—. Siempre
estuve celoso de ellos.
—Ah, olvidé que querías a Amalie primero.
—Pensé que así era, solo intentaba distraerme de querer lo que no podía
tener.
—¿Quién era? —pregunto inocentemente, pestañeando hacia él.
—Oh, solo una animadora increíblemente sexy. Pero no estaba
interesada.
Me pinto rápidamente los labios, con un tipo de labial que no se borra al
primer beso, menos mal, porque pienso besarlo en cuanto llegue a él.
Me levanto del asiento y me acerco. Me mira, con sus ojos encendidos
cuando estoy enfrente.
—Ese vestido —dice mordiéndose el labio inferior. Llevo un vestido
ajustado de color vino que muestra todas mis curvas, incluida mi pequeña
barriguita. Cualquiera que no supiera que estoy embarazada no la vería,
pero yo sí y estoy dispuesta a aceptarlo.
Me detengo frente a él y agarro su camisa. Envuelvo mis dedos en el
suave algodón y lo jalo de la cama hasta que está de pie delante de mí.
—Me alegro de que te guste, uno de tus regalos se esconde debajo de él.
Si tienes suerte, podrás desenvolverlo más tarde.
Se queja como si le doliera algo.
—Tal vez deberíamos cancelar ir a la fiesta.
—No, dijiste que estábamos invitados. —Me pongo de puntitas y rozo
sus labios con los míos mientras deslizo mi mano por mi cuerpo hasta
encontrar su pene ya duro—. Tranquilo, chico, aún te quedan unas horas.
—Me estás matando. Ponte los zapatos y vámonos antes de que
realmente cambie de opinión.
Lamentándolo, doy un paso atrás y me giro para tomar mis zapatos.
—Bueno, entonces, vámonos —anuncio una vez que estoy lista.
Echo un vistazo a la habitación, que ahora está llena de sus pertenencias
y de las mías. Antes me encantaba este lugar, y desde que él se mudó
oficialmente y se volvió nuestro espacio, me gusta mucho más.
El día después del enfrentamiento con Brett, mi padre acompañó a
Shane y Maddie a su casa. Resultó no ser necesario ya que él no estaba allí,
desde entonces descubrimos que está en Nueva York, encontramos muchas
pruebas de que había estado allí porque el lugar estaba hecho pedazos. Sin
embargo, no se quedaron el tiempo suficiente para hacer algo al respecto.
Simplemente tomaron lo que querían y se fueron sin mirar atrás.
Maddie aún no ha decidido qué hará después, si volverá a vivir allí o no.
Ha dicho que pasará las fiestas y luego intentará tomar algunas decisiones
para su futuro.
Por suerte, nuestra casa es lo suficientemente grande como para que
ahora no solo Shane esté aquí conmigo, sino que su madre está en una
habitación de huéspedes y también tenemos a Luca y Leon para que todos
podamos celebrar las fiestas como una gran familia. Puede que para algunos
no sea perfecto, pero para mí lo es todo y, por primera vez en mucho
tiempo, estoy realmente emocionada.
Tengo los regalos de Shane envueltos y listos para mañana, y no puedo
esperar para ver si le gustan. Además, el conjunto sexy que llevo debajo del
vestido es un regalo extra, por supuesto.
El trayecto hasta la nueva casa de Amalie y Jake dura poco más de
treinta minutos. Como los dos planean ir a Maddison cuando Amalie se
gradúe el año que viene, querían estar en el lado correcto de la ciudad.
Sacudo la cabeza ante la locura que es todo esto. Ellos compraron una
casa, nosotros vamos a tener un bebé. Mierda, alguien se comprometerá
después. Es una locura, teniendo en cuenta que todos tenemos dieciocho
años aproximadamente, sin embargo, como ya he dicho muchas veces, me
parece lo correcto. Supongo que lo que dicen es verdad, cuando lo sabes, lo
sabes.
—Este lugar es bonito, aunque no es la típica casa para dos chicos de
dieciocho años —digo cuando llegamos a la calle a la que nos ha llevado el
GPS.
Es un moderno dúplex gris y blanco con grandes ventanales y un bonito
jardín delantero.
Se me va la cabeza al imaginarnos a Shane y a mí en un lugar así, con
un niño pequeño correteando por ahí. Siento mariposas de solo pensarlo.
—Es impresionante, eso es seguro.
—Apuesto a que Jake no sabe qué hacer consigo mismo después de esa
mierda de remolque.
Shane voltea hacia mí, con el ceño fruncido.
—¿Jake vivía en un remolque? Creí que vivía con sus tíos.
—Sí, hasta que lo desterraron a la parte trasera de su propiedad en un
maldito remolque viejo que no le desearías ni a tu peor enemigo.
—¿Cómo es que no lo sabía?
—Es un secreto muy bien guardado. Solía querer que todos pensaran
que lo tenía todo, aunque la realidad era que ser capitán era todo lo que
tenía. Hasta que llegó Amalie, por supuesto.
—Vaya, nunca lo hubiera imaginado.
—Exactamente como él quería.
Un movimiento en el interior llama mi atención y observo durante un
segundo cómo Mason y Jake hablan y se ríen entre ellos.
Me da mucha alegría que hayan encontrado su final feliz con sus chicas.
—¿Piensas bajarte? —me pregunta Shane, abriéndome la puerta. Ni
siquiera me había dado cuenta de que había salido del auto.
—Sí, lo siento.
No puedo evitar los nervios que me asaltan mientras estamos en la
puerta de su casa. La mayoría de la gente que está adentro tiene todo el
derecho a odiarme y, sin embargo, me invitaron a su fiesta para inaugurar su
casa y Nochebuena como si fuera una de ellos.
—De acuerdo —dice Jake con elocuencia cuando abre la puerta. Está
tan guapo como siempre, pero a diferencia de todos los años anteriores, no
me causa ningún efecto.
—Bonito lugar —elogio, entrando cuando él se aparta y Shane me hace
un gesto para que lo haga.
—Me costará acostumbrarme, eso es seguro.
—Hola —añade Amalie, corriendo por el pasillo para saludarnos,
pareciendo totalmente agobiada.
—Hola. ¿Todo bien?
—Sí, solo intento preparar la comida. Discúlpenme. —Vuelve corriendo
en la misma dirección en la que vino.
—Ignórenla, solo quería que todo fuera perfecto. No paro de decirle que
se calme, pero no quiere.
Reprimo una carcajada. Apuesto a que decirle eso no está ayudando.
—Iré a ver si quiere ayuda.
—Mejor tú que yo.
Dejando a Shane con Jake, voy en la dirección por la que desapareció
Amalie, asumiendo que es a la cocina.
Cuando llego, la encuentro revoloteando alrededor de mostradores
llenos de comida y bebida.
—¿Puedo ayudar en algo? —Se sobresalta y voltea hacia mí con los
ojos muy abiertos—. Perdona, no quise asustarte.
—Lo siento, soy yo. Es que... gah. Sé que me estoy presionando
demasiado. Es solo que... —Aparta su mirada de mí—. Lo siento, no te
importa todo esto.
—Claro que me importa. ¿Qué pasa?
—Es que es mi primera Navidad sin ellos —comunica, con sus ojos
llenándose de lágrimas antes de apartar la mirada.
Por supuesto, debería haber pensado en eso antes. La primera Navidad
sin tus padres debe de ser muy dura.
Extiendo mi mano y tomo la suya entre las mías.
—Está bien estar triste. Nadie espera que estés bien durante esta época.
—Lo sé, solo necesito mantenerme ocupada para no pasarme todo el
tiempo pensando en lo que estaría haciendo con ellos si aún estuvieran aquí.
—Le tiembla la barbilla y se le quiebra la voz al final de sus palabras.
No sé si quiere que le dé uno, pero, sin pensarlo mucho, la estrecho
entre mis brazos para abrazarla.
Es breve, pero cuando se retira, tiene una pequeña sonrisa en los labios.
—Gracias. Lo necesitaba.
—Ponme a trabajar, ¿qué puedo hacer para ayudar?
—¿Puedes prepararme una bebida, una fuerte?
—Claro. ¿Alguna preferencia?
—Sorpréndeme.
Me acerco al mostrador con las botellas y encuentro de todo, desde
cervezas hasta licores y mezclas. Saco mi teléfono del bolso, busco recetas
de cócteles y le preparo uno.
—¿Qué es? —me pregunta cuando se lo paso.
—Un Screaming Orgasm. Pensé que podría ayudar en este momento.
Se me queda mirando un instante antes de soltar una carcajada.
—Mierda, lo necesitaba —replica, tomando un sorbo mientras se nos
unen otros dos.
—Nos han mandado por más cerveza —dice Mason, abriendo el
refrigerador como si fuera su casa.
—Ugh, ¿por qué no pudo hacerlo él mismo? —refunfuña Amalie antes
de dejar el vaso y salir de la habitación. Doy un respingo, sintiendo un poco
de lástima por Jake. Amalie está pasando por un mal momento, y él está a
punto de sufrirlo en carne propia. Aunque estoy segura de que es más que
capaz.
—Oh, parece que él está en problemas.
—Déjala en paz —dice Camila, acercándose a Mason.
—¿Qué? Solo digo.
—¿Podría hablar con ustedes dos? —pregunto, dando un paso adelante.
Sus cabezas giran hacia mí y me miran como si no supieran que estaba
en la habitación.
—Por supuesto —responde Mason en voz baja mientras su chica pone
sus manos en la cintura y levanta las cejas.
No me sorprende, sabía cuál de los dos me haría trabajar duro. Supongo
que, con razón, después de que la enviara tras su novio infiel. Aunque pudo
haber sido un movimiento equivocado, al menos se enteró de la verdad
antes de que continuara por más tiempo.
—Solo quería decir que lo siento, de verdad. Cómo me comporté antes
fue imperdonable...
—Sin embargo, aquí estás pidiéndolo. —Camila explota.
—No, no, no lo pido. Entendería que no lo hicieran. Solo quiero que
sepan cuánto lamento todo eso. Mi cabeza era un desastre y estaba tomando
decisiones estúpidas.
—¿Como acostarte con Shane?
No puedo evitar reírme.
—No, eso fue probablemente lo único sensato que hice entonces.
Camila abre la boca para decir algo más, no obstante, debe cambiar de
opinión porque enseguida vuelve a cerrarla.
Mason, sin embargo, solo me dedica una suave sonrisa.
—Todo está bien, chica. —Se acerca a mí y me da un breve abrazo.
Camila le lanza miradas asesinas todo el tiempo, lo que me hace
preguntarme por qué pensó que era una buena idea.
—Quieta, osita Cami. Ya pasó. —Se ríe entre dientes.
Camila da un paso adelante, pero no se parece en nada a la forma
amistosa en que lo hizo su novio. Frunce el ceño y me señala.
—Si le haces daño. Si dentro de unas semanas todo esto resulta ser uno
de tus juegos enfermizos, te juro que... te mato, maldición.
—Muy bien, nena. Es suficiente. —Mason envuelve con su mano la
parte superior de los brazos de Camila y la atrae hacia su pecho y la
envuelve con sus brazos.
—Lo que Camila está tratando de decir es que estamos contentos de que
hayas vuelto y esperamos que las cosas funcionen para ti de aquí en
adelante.
—No, no estaba... —protesta Camila hasta que Mason la hace girar y
corta sus palabras con sus labios.
Mientras están distraídos, tomo un puñado de las cervezas que vinieron
a buscar y voy a reunirme con los demás.
Amalie sigue ocupada arreglando la comida que ha preparado en la
mesa del comedor mientras Jake la mira con preocupación en sus ojos.
—Aquí está —anuncia Ethan, distrayéndome de la evidente tensión de
la habitación mientras bajo las botellas—. ¿Qué tal le va a la próxima
estrella de Rosewood? —exclama, con una cerveza de más mientras me
pone la mano en el estómago.
Noto que Shane se tensa al ver cómo Ethan me toca, pero un rápido
movimiento de cabeza y enseguida se relaja. Ethan es cualquier cosa menos
una amenaza.
—Mantén las manos quietas, Savage —brama Rae, dándole un
manotazo en el brazo para que me suelte—. Lo siento, por favor, ignóralo.
—No pasa nada, ya estoy acostumbrada a él.
—Sí, Chelsea ha sido mi compinche durante años, conoce el
procedimiento.
—Ah, ¿sí? —Rae se endereza a su altura completa, todos sus cinco pies,
y lo mira fijamente—. Estás al acecho esta noche, ¿verdad?
—Uh huh, tengo mis ojos puestos en esta pequeña peleonera.
—Dios —murmuro, deslizándome alrededor de ellos y uniéndome a
Shane en el sofá.
—¿Todo bien? —pregunta mientras le paso una de las cervezas que
tenía guardadas.
—Sí, un día normal en Rosewood —digo con una risita.
—¿Qué pasa con Amalie?
—Es su primera Navidad desde que murieron sus padres. La está
pasando mal.
—Ah, por supuesto.
—Brit, ven y siéntate. A ninguno de estos cabrones les importa cómo
arreglaste los rollos de salchicha, nena.
Amalie le lanza una mirada mordaz a Jake desde donde sigue moviendo
las cosas, pero debe ver algo en él porque después de un segundo retrocede
y sale de la habitación.
Jake se sienta hacia adelante como si estuviera a punto de seguirla,
aunque no es necesario porque en apenas unos segundos ella vuelve con la
bebida que le preparé.
—¿Qué tienes ahí? —indaga Jake, haciendo que Amalie sonría
burlonamente mientras se sienta a su lado.
—Es un Screaming Orgasm. Chelsea lo hizo para mí. —Sonríe.
—Ten cuidado si ella lo hizo —advierte Camila, ganándose la atención
de toda la sala. El alcohol le suelta la lengua.
—¡Ya basta! —protesta Mason cuando la incómoda tensión empieza a
disiparse.
—No, está bien. Me lo merezco —admito mientras Shane me agarra
con más fuerza.
Amalie se encoge de hombros.
—Confío en ella —informa llevándose el vaso a los labios y bebiendo
un gran sorbo.
Algo dentro de mí se hincha. El remordimiento por lo que hice sigue
ahí, creo que siempre lo estará, pero la felicidad que siento ahora empieza a
atenuarlo un poco.
Las copas fluyen, para todos menos para mí, y por suerte todo el mundo
empieza a relajarse. Todos se emborrachan cada vez más y, por una vez,
puedo ver cómo empiezan a tropezar en su camino al baño y a fallar
mientras intentan tomar otro trago. Nunca me había dado cuenta de lo
estúpidos que parecemos cuando el alcohol se apodera de nosotros.
Me divierto más de lo que debería viéndolos a todos y, a diferencia de lo
que esperaba, no echo de menos no formar parte de ello. Hay algo muy
aleccionador en ser la sensata.
—Te amo de verdad, demonios —me dice Shane mientras me sube a su
regazo y me sube la falda por los muslos para que pueda hincarme sobre él.
—¿Qué estás haciendo? —Mi argumento es débil en el mejor de los
casos, puede que no esté bajo la influencia ahora mismo, pero cualquier
contacto suyo tiene un efecto similar. Me hace perder la cabeza de
necesidad.
—Bésame —me exige.
Miro fijamente sus ojos llenos de deseo y me siento impotente, incapaz
de negarle nada de lo que me pide. Me inclino hacia delante y aprieto mis
labios contra los suyos. Su lengua sale de inmediato y se mete en mi boca.
No tengo idea de lo que hacen los demás a nuestro alrededor, aunque no
me importa. Toda mi atención se centra en Shane mientras aprieto
descaradamente mis caderas contra su creciente erección.
—¡Váyanse a un cuarto! —La voz estruendosa de Ethan acaba por
atravesar mi lujuria y me echo hacia atrás, con el pecho agitado y el cuerpo
tenso para continuar.
—Ni se les ocurra seguir su consejo y tener sexo en nuestra nueva casa
—brama Jake, ganándose una mirada de Amalie. No estoy segura de si está
molesta en general con todo lo que tiene que ver con esta época del año por
los recuerdos que le trae o si simplemente está enojada con él, pero hay una
clara tensión entre ambos. Y las palabras que salen de los labios ebrios de
Shane no ayudan.
—Oh sí, ¿te preocupa que alguien lo haga mejor? Sabes que soy el
mejor que ella ha tenido, ¿verdad? —Sus últimas palabras son ahogadas
cuando coloco mi mano sobre su boca.
—¡Shane! —exclamo en un murmullo, mortificada de que lo haya dicho
en voz alta para que todos lo escuchen.
Ethan, Mason y Rae estallan en carcajadas, pero a Amalie y Jake les
hace mucha menos gracia.
Volteo para mirar a la pareja mientras la cara de Amalie se pone roja
antes de levantarse del sofá y salir furiosa de la habitación.
—Hermano, creo que será mejor que vayas y demuestres lo que vales.
Dale uno de esos gritos orgásmicos de verdad —dice Ethan con una sonrisa
de satisfacción.
—Lo siento mucho —le expongo a Jake mientras mira hacia la puerta,
indeciso sobre qué hacer.
Con un suspiro, se levanta del sofá y la sigue, pero se detiene en la
puerta y vuelve a mirarme.
—Estaba muy, muy borracho. Me sorprende haberme mantenido
despierto el tiempo suficiente para terminar aquella noche.
La vergüenza me quema por dentro y me tiñe las mejillas. Genial, la
noche con la que había soñado durante años fue realmente un gran error
para él por culpa del alcohol.
—Bueno, sé a ciencia cierta que uno de nosotros no terminó —
murmuro, mi necesidad de tener la última palabra apoderándose de mí.
—¡Oh, eso dolió, hermano! ¡Dolió! —grita Ethan mientras los demás se
ríen a nuestro alrededor.
—Maldita sea —murmura Jake antes de salir de la habitación para
buscar a su chica.
—Probablemente ya deberíamos irnos.
—¿Por qué? Las cosas se acaban de poner interesantes —añade Ethan,
con la voz aún llena de diversión—. Quiero oír más sobre el dios del sexo,
Jake Thorn no completando sus deberes.
Las manos de Shane agarran mi trasero recordándome que todavía estoy
hincada sobre él como una cualquiera.
—Sí, definitivamente es hora de que nos vayamos.
Me levanto de su regazo y me bajo rápidamente el vestido. No es que no
me hayan visto el trasero antes, pero ahora soy una persona diferente y al
único que quiero que me mire está medio dormido en el sofá.
—¡Shane! —vocifero, despertándolo—. Vámonos.
Murmura algo incoherente mientras se ajusta dentro de sus pantalones.
Aunque me alegro de que pueda mantenerla parada mientras está borracho,
ahora no es el momento de presumir.
Le tomo la mano y lo levanto del sofá.
Se tambalea un poco antes de estabilizarse y rodearme el hombro con su
brazo.
—Te amo, Chelsea Fierce —suspira.
—Yo también te amo. Ahora vámonos antes de que no pueda moverte.
—¿Quieres ayuda? —Tanto Ethan como Mason se levantan, aunque
niego con la cabeza.
—Yo me encargo. Ustedes sigan disfrutando.
—Porque escuchar a esos dos hacer las paces va a ser muy divertido —
se queja Rae poniendo los ojos en blanco.
—Que pasen una muy feliz Navidad —le digo, ignorando su comentario
—. ¿Nos vemos a fin de año en casa de Zayn?
—Por supuesto. Que la pasen bien.
Con unas cuantas despedidas más, al final consigo sacar a Shane de la
casa y meterlo en el auto.
—Si te duermes antes de que lleguemos a casa, tendrás que dormir en el
auto —le advierto. Estoy mintiendo, por supuesto. No podría dormir
sabiendo que está ahí fuera solo, sin embargo, espero que mis palabras sean
suficientes para que se quede conmigo.
Shane me mantiene entretenida todo el camino de vuelta, murmurando
cosas casi incoherentes, pero de vez en cuando suelta lo mucho que me
ama, o las ganas que tiene de cogerme y me explica con todo lujo de
detalles las cosas que quiere hacerme. No puedo negar que para cuando
llego a casa de mis padres soy una bola de necesidad.
Lamentablemente, para entonces, él también se ha quedado dormido y
ronca ligeramente a mi lado.
—Shane. Shane —llamo, sacudiéndole el hombro para despertarlo—.
Vamos, o tendré que ir a buscar a tus hermanos para que te saquen.
Sigue roncando.
—Por el amor de Dios, Shane.
Intentando una táctica diferente para que se despierte, le quito el
cinturón de seguridad y le paso la mano por el muslo, frotándole el pene a
través de sus pantalones. En cuestión de segundos, empieza a endurecerse
bajo mi tacto.
—Despierta, amor. Tienes promesas que cumplir —le ronroneo al oído.
Gime y levanta las caderas para recibir más.
—Chelsea. —Su voz es poco clara, áspera y profunda.
—Despierta y vete a la casa de la piscina y podrás tener lo que quieras.
De repente, abre los ojos.
—¡Demonios! —brama, con el pecho agitado y los ojos casi negros de
deseo.
—Hola.
—Hola. —Una sonrisa se dibuja en sus labios mientras me mira
fijamente y la lujuria me invade por dentro.
—¿Vamos adentro?
—Sí.
Con cierta torpeza, consigue salir del auto antes de que yo le rodee la
cintura con el brazo en un intento de estabilizarlo.
Nos balanceamos por la parte trasera de la casa. Tropieza, pero por
suerte se mantiene en pie. Me hace pensar en todas las veces que mis padres
me han recogido en un estado similar y han tenido que lidiar con llevarme a
la cama. Esto me hace darme cuenta de que probablemente debería
comprarles un mejor regalo de Navidad.
Por fin, llegamos a la casa de la piscina. Shane se apoya en la pared, con
los párpados pesados una vez más.
En cuanto entramos, se dirige a la habitación, antes de caer de bruces en
la cama y comenzar a roncar casi de inmediato.
No puedo evitar reírme de él, me arrodillo y le quito los zapatos. No es
exactamente lo que pensaba hacer de rodillas esta noche, pero bueno. Se lo
merece. Después de todo lo que su padre y yo le hemos hecho pasar en las
últimas semanas, necesitaba disfrutar por una noche.
Consigo darle la vuelta y quitarle los pantalones, no obstante, después
de desabrocharle los botones de la camisa, me rindo al tratar de quitársela.
Está totalmente fuera de sí y no me ayuda en nada.
Me quito los zapatos, me desprendo el vestido del cuerpo y miro la ropa
interior negra de encaje que había comprado especialmente para esta noche.
No queriendo desperdiciarla, busco mi teléfono en el bolso y abro la
cámara. Saco un par de fotos antes de enviárselas a Shane con un
comentario sarcástico sobre lo que se ha perdido. Seguro que las disfrutará
cuando mire su teléfono mañana.
Después de encontrar su camiseta, me la pongo y voy al baño antes de
meterme en la cama a su lado.
Puede que esté inconsciente, sin embargo, en cuanto aprieto la espalda
contra él, su brazo me rodea la cintura y me jala hacia atrás para que
estemos conectados de todas las formas posibles.
—Te amo, Chels.
—Yo también te amo, Shane. Feliz Navidad.
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
SHANE

N o tengo idea de qué hora es cuando me despierto, pero el sol se cuela


por la sala y me duele la cabeza.
Tardo un segundo en recordar la noche anterior.
El maldito Ethan insistiendo en que todos tomáramos shots.
Quiero volver a acurrucarme con Chelsea y dormir el resto del día, sin
embargo, mi necesidad de ir al baño y de analgésicos es demasiado urgente.
Me siento en la cama y veo que solo llevo puestos mis calzoncillos y la
camisa abierta de la noche anterior. Miro a Chelsea y sonrío. Anoche
intentó cuidarme.
Mi urgencia de ir al baño me impide seguir viéndola dormir
plácidamente y me levanto de la cama, despojándome de la camisa mientras
lo hago.
Hago lo mío antes de cepillarme los dientes con la esperanza de que eso
me haga sentir un poco más humano antes de ir en busca de un poco de
Advil.
Me bebo una botella de agua con las pastillas antes de volver a dormir, y
cuando entro a la habitación, me viene a la cabeza una idea muy diferente.
Chelsea se movió desde que me levanté y ahora está tumbada boca
abajo, con las sábanas empujadas al lado y mi camiseta subida hasta su
cintura. El encaje que tiene puesto deja su redondo trasero a la vista.
Mi pene reacciona y se me hace agua la boca.
Creo que llegó la hora de su primer regalo del día.
Empezando por su tobillo, beso su pierna hasta llegar a su trasero. Le
toco un lado y muerdo el otro.
—¿Qué demo…? ¡Oh! —grita, relajándose rápidamente debajo de mí
—. Como quieras.
Apoya la cabeza en el brazo y me mira mientras continúo.
Deslizo mi dedo por debajo del encaje, separa un poco las piernas para
darme mejor acceso y lo deslizo por su humedad.
—Hmm… ¿Estabas soñando con esto?
—¡Siempre! —Jadea mientras deslizo un dedo en su interior. Sus
músculos se contraen, intentando succionarme más profundamente—.
Anoche me prometiste todas estas cosas sucias y luego te quedaste
dormido.
—Entonces será mejor que te lo compense.
Gime cuando saco el dedo y le rodeo las caderas con las manos. La
levanto hasta que se pone en cuatro y envuelvo con mis dedos los lados de
sus bragas.
Se las bajo hasta que caen por sus rodillas, aunque no hago ademán de
quitárselas, estoy demasiado desesperado por ella.
Me inclino hacia delante y la lamo.
Ella grita y le meto la lengua hasta el fondo.
—Oh, Dios —solloza mientras enfoco mi atención en su clítoris. Se
empuja hacia mí, necesita más. Deslizo dos dedos en su interior, chupo,
lamo y muerdo hasta que grita mi nombre y le tiemblan las piernas al
alcanzar el clímax.
—Demonios, Shane. —Sus brazos ceden y cae sobre la almohada, con
el trasero aún tentadoramente al aire.
Arrastrándome hacia adelante, empujo el elástico de mis bóxers lo
suficiente para liberar mi pene. Paso la cabeza por su humedad antes de
introducirla lentamente.
Ella gime mientras la abro hasta que la lleno.
Deslizo mi mano por su espalda, meto mis dedos en su cabello y tiro de
él suavemente. Su espalda se arquea y me permite penetrarla un poco más.
—Se siente tan bien —gimo, sacándolo lentamente antes de volver a
meterlo.
—¡Más, Shane! ¡Más!
Acelero el ritmo y le doy exactamente lo que ansía hasta que los únicos
sonidos que llenan la casa de la piscina son los de nuestra respiración
agitada y nuestras pieles conectándose mientras ambos perseguimos
nuestros orgasmos.
En cuanto su coño se aprieta con el comienzo de su orgasmo, caigo de
cabeza en el mío.
—Maldita sea, qué manera de despertar —expone Chelsea entre
respiraciones agitadas mientras caigo a su lado, intentando recuperar el
aliento.
—Feliz Navidad, nena.
Una amplia sonrisa se dibuja en su rostro cuando se da cuenta de qué
día es.
—Feliz Navidad.
Se da la vuelta y abre el cajón de su mesita de noche antes de colocar
dos regalos bellamente envueltos delante de mí.
—Llevaba puesto tu primer regalo, pero parece que me has quitado la
mitad de abajo.
Levanta mi camiseta para mostrarme el sostén que hace juego con el
conjunto que llevaba puesto.
—Tendrás que ponértelo para mí en otra ocasión.
—Seguro que se puede arreglar. Vamos —me anima, acercándome los
regalos.
Agarro primero el más grande, arranco rápidamente el papel para
encontrar una caja negra indescriptible. Entrecierro mis ojos hacia ella,
levanto la tapa y descubro un impresionante reloj plateado que me mira
fijamente.
—Chels —digo, sabiendo que probablemente es más de lo que puede
costear en este momento.
—Mira la parte de atrás.
Saco el reloj de su cojín y le doy la vuelta.
Shane. Mi único x
Emociones me obstruyen la garganta mientras miro fijamente sus
palabras.
—Muchas gracias. —Consigo añadir con un nudo en la garganta
después de unos segundos.
—De nada.
Me quito el viejo, lo dejo caer sobre la mesa de noche y me coloco el
nuevo en la muñeca.
—Es perfecto.
—Y este.
Me pregunto qué más habrá hecho por mí. Lo abro, pero pronto me doy
cuenta de que este es aún más sentimental, porque es un marco de fotos con
la inscripción "Amo a mi papi" grabada en la madera oscura y, en el centro,
la foto de nuestro ultrasonido.
Paso mi dedo por encima de nuestro bebé.
—Todavía me sorprende —susurro.
—A mí también. No sé si lo creeré hasta que lo o la tenga en mis
brazos.
Asiento con la cabeza, entendiendo perfectamente lo que dice.
Lo dejo sobre la almohada y me levanto de la cama para traer su regalo.
—Esto es para ti —informo, volviendo a la cama para sentarme a su
lado.
Me sonríe antes de tomar el pequeño regalo. Se me hace un nudo en el
estómago, no es nada del otro mundo, aunque tengo muchas ganas de que le
guste. Tardé mucho en encontrarlo.
Me muerdo el interior de la mejilla mientras ella rompe el papel y abre
la tapa del joyero.
—¡Oh, es precioso! —exclama mientras mira el collar y yo exhalo un
enorme suspiro de alivio.
—¿Sí?
—Sí.
—¿Puedo? —Extiendo mi mano y Chels deposita la caja en ella.
Saco el collar en segundos, levanto las tres bandas entrelazadas y les
doy la vuelta
—Mira más de cerca. —Lo sostengo para que lo vea y jadea al ver
nuestros nombres grabados—. Y podemos añadir el tercero cuando elijamos
un nombre.
—¡Oh, Dios mío! —solloza, y se tapa la boca con la mano mientras se
le llenan los ojos de lágrimas.
Se aparta rápidamente de la cabecera y se mueve el cabello para que
pueda colocárselo alrededor del cuello. Voltea hacia mí y sostiene el dije
entre sus dedos.
—Muchas gracias. Me encanta.
—Te amo —proclamo, inclinándome hacia delante y capturando sus
labios.
—No sé si alguna vez te has arreglado tan rápido —digo cuando Chelsea se
levanta del tocador en un tiempo récord.
—Estoy emocionada —agrega con una sonrisa radiante—. Creo que es
la primera Navidad, bueno, de mi vida, que espero con ilusión.
Al igual que yo, lleva un novedoso suéter navideño que nuestras madres
se empeñaron en ponernos, el suyo lleva cosido por delante "horneando mi
pequeño budín" mientras que el mío es un diseño estándar de Santa Claus.
—Te ves muy linda.
—Siento que debería meterme una almohada bajo el suéter para que
tenga sentido. Mi minúsculo bulto no le hace justicia.
—Te arrepentirás de haber dicho eso dentro de unos meses. —Me río, la
estrecho entre mis brazos y le acomodo un mechón de cabello detrás de la
oreja—. ¿Estás preparada para la locura?
—Más que preparada. Esta es la primera de un montón de Navidades
increíbles. Piensa que el año que viene por estas fechas estaremos rodeados
de juguetes y, con suerte, de un bebé emocionado.
—No estoy seguro de que él o ella vaya a estar tan emocionado a los
seis meses.
—Bueno, nosotros también podemos estar emocionados por el bebé.
—Me parece un buen plan, nena. ¿Vamos?
—¡Sí! —chilla encantada antes de tomar el par de bolsas de regalos que
tenemos para nuestras familias y dirigirnos a la casa principal.
Honey y mamá están ocupadas en la cocina haciendo waffles, ya hay
una pila lo bastante alta como para alimentar a unos cinco mil.
Derek, Luca y Leon están sentados en la mesa esperando ansiosos que
les traigan la comida.
—¡Por fin, carajo! —grita Luca cuando nos ve—. No podíamos comer
hasta que ustedes dos llegaran. Mamá quería ir a buscarlos, pensamos que
probablemente no era buena idea.
La mano de Chelsea aprieta la mía y cuando le echo un vistazo sus
mejillas están un poco rojas.
—Estábamos intercambiando regalos antes de venir.
—Claro que sí —dice Luca con un guiño—. Regalos. Parece ser que tú
le diste tu regalo hace unos meses.
—Ya es suficiente ustedes dos. Quiero que me quede algo de apetito
para los waffles —se queja Derek.
Tomamos asiento y ni dos segundos después, Honey y mamá traen el
desayuno.
Luca y Leon se zambullen como si no hubieran comido en un mes
mientras los demás los miramos fascinados.
—¿Qué? —murmura Leon alrededor de un bocado—. Tengo hambre.
Riéndome de ellos, tomo un waffle para Chelsea antes de poner otro en
mi plato.
—¿Cómo estuvo la fiesta de anoche? —me pregunta mamá,
recordándome la resaca que aún me golpea las sienes.
—No estoy segura de que Shane recuerde gran cosa. —Se ríe Chelsea.
—¿Te excediste, hijo? —cuestiona Derek.
—Algo así.
Por suerte, la conversación toma otro rumbo y soy capaz de dejar a un
lado el hecho de que no recuerdo cómo volví a la casa de la piscina anoche,
y mucho menos cómo pudo acabar la velada en casa de Amalie y Jake.
Me encojo de hombros mientras miro a mis seres queridos alrededor de
la mesa. Las cosas pueden ser una locura ahora mismo. Puede que Chelsea
y yo no tengamos idea de lo que nos depararán los próximos meses y años,
pero en este momento, rodeado de todas estas personas increíbles que sé
que nos apoyarán pase lo que pase, no podría ser más feliz.
Pasamos la mejor Navidad que creo que he pasado nunca. Nos reímos,
bromeamos, comemos cosas increíbles, gracias a nuestras madres, y
disfrutamos de la compañía de los demás. Es el tipo exacto de Navidad con
el que ya había soñado y solo puedo esperar que las del futuro sean igual de
reconfortantes.
Ya se ha puesto el sol cuando me encuentro a solas con Chelsea en la
cocina de sus padres mientras se prepara una merienda. No sé cómo sigue
teniendo hambre después de todo lo que hemos comido hoy.
—Hola —digo, rodeando su cintura con mis brazos y abrazándola
fuertemente.
—Hola.
—¿Has tenido un buen día? —pregunto.
—Sí. De lo mejor. Gracias.
—¿Por qué me das las gracias?
Gira en mis brazos y me mira fijamente a los ojos.
—Por todo. Por ser tú y hacer realidad todos mis sueños.
Abro la boca para responder, pero no tengo palabras. En lugar de eso,
pongo todo lo que siento por ella en mi beso.
—Te amo, Chelsea Fierce —susurro contra sus labios, con la palma de
mi mano presionando con ternura su vientre voluptuoso.
—Yo también te amo.
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CHELSEA

—N o estoy segura de cómo me siento al despedirme de este año —


admito mientras atravesamos la puerta principal de la casa de
Zayn.
Todos nuestros padres, menos Brett, que sigue en Nueva York, están en
la celebración anual de víspera de Año Nuevo de Rosewood que la madre
de Camila organiza todos los años y esta noche le toca a Zayn ser el
anfitrión de nuestra fiesta.
Una gran parte de mí está lista para olvidar muchas cosas que han
pasado este año, aunque otra parte de mí quiere valorarlas. Sí, metí la pata.
Sí, hice cosas de las que me arrepentiré por el resto de mi vida, pero
igualmente, conseguí las dos mejores cosas de mi vida.
Miro a Shane mientras nos guía hacia la parte trasera de la casa y la
guarida de Zayn. No puedo evitar sonreír al pensar en todo lo que me ha
enseñado. Cómo me ha demostrado que es posible tener exactamente lo que
siempre he querido. Alguien a mi lado. Alguien que luchará por mí pase lo
que pase y me amará tanto que es casi inimaginable.
—Sé que estás mirando.
—Te ves muy guapo esta noche.
—No soy nada comparado contigo. Al menos todos los chicos de
Rosewood y más allá saben que ahora estás conmigo —expone, y cuando
sigo su mirada, descubro que casi todos nos miran.
Parece que, a pesar de que todo el mundo está en casa por las
vacaciones, no han olvidado el chisme más caliente que ha habido en
Rosewood High en mucho tiempo.
—Ignóralos. Solo están celosos de que yo te haya conquistado y ellos
no.
—No estoy segura de que alguien tuviera interés en mí antes de ti, amor.
Me encojo de hombros, nada de eso importa. Todo eso está en el
pasado. Tenemos mucho en que enfocarnos para nuestro futuro, y ahí es
donde pienso poner toda mi energía.
Estalla una ovación cuando entramos en la guarida de Zayn y, cuando
levanto la vista, me encuentro con casi todo el equipo y la mayoría de las
animadoras.
No he visto a ninguno de ellos desde que huí de la escuela el día que
Shelly reveló mi secreto.
Victoria, Tash, Aria y un par de chicas de JV nos ven de inmediato y se
acercan a felicitarme antes de explicarme con gran placer que Shelly está
fuera del equipo de animadoras para siempre después de esa última hazaña.
Hartmann está muy encima de ella, un paso en falso más y se irá de
Rosewood para siempre.
Una parte de mí se alegra, está claro que es una perra manipuladora con
una brújula moral muy dudosa, no obstante, otra parte de mí sabe que
fácilmente podría haber sido yo. Si mis padres no hubieran intervenido
cuando lo hicieron y me hubieran obligado a enfrentarme a la realidad,
quién sabe hasta dónde podrían haber llegado las cosas.
Me gustaría pensar que, después de enterarme de que estaba
embarazada, eso me habría frenado, pero, sinceramente, no tengo idea de lo
que podría haber pasado si no hubiera pasado esas semanas en el centro.
Cuando miro para encontrar a Shane, ha sido absorbido por el equipo en
una serie de abrazos y palmadas en la espalda.
Se me hincha el corazón de que ahora podamos celebrar nuestra noticia
con nuestros equipos.
—Vas a seguir dirigiéndonos el año que viene, ¿verdad? —pregunta
Aria una vez que se ha calmado la emoción.
—Si todavía me quieren.
—Claro que sí. Eres nuestro camino hacia el éxito en las regionales,
chica.
Una amplia sonrisa se dibuja en mi cara al ver que mi equipo tiene tanta
fe en mí.
Al cabo de unos minutos, Shane me encuentra de nuevo y me da una
bebida mientras él da un trago a su botella de cerveza.
Ha jurado tomárselo con más calma esta noche después de su exceso de
Nochebuena. Se sintió avergonzado cuando le conté lo que había pasado
aquella noche, aunque en secreto creo que le encanta no solo haberle sacado
ventaja a Jake, sino que Jake también lo sepa.
Echando un vistazo a la habitación, encuentro a los seis sentados en uno
de los sofás de Zayn. Respiro aliviada cuando veo que una sonrisa genuina
ilumina de nuevo el rostro de Amalie. Espero que, ahora que ya ha pasado
la Navidad, haya podido dar un giro y mirar con ilusión al año que
comienza.
Todos tenemos muchas cosas que esperar. La graduación, la
universidad, la mudanza, los bebés... bueno, eso solo lo esperamos Shane y
yo, hasta donde yo sé.
—¡Bien, chicos! ¡Reúnanse! —Zayn grita a todo pulmón por la
habitación, totalmente inconsciente de las travesuras que están ocurriendo
en otra parte de su casa. Parece que piensa que la única fiesta está en esta
habitación, mientras que el resto de nuestra clase está de fiesta al otro lado
de la puerta—. Es hora de poner el último reto del año.
Shane gime a mi lado mientras el nivel de excitación se dispara en todo
el equipo. Me lleva hacia los sofás para unirnos a los demás que ya no están
interesados en los juegos de los Bears.
—Todos son unos cerdos, lo saben, ¿verdad? —pregunta Amalie,
observando la acción junto con el resto de nosotros mientras Zayn empieza
a repartir nombres.
—¿Qué? —declara Mason como si fuera a discutir—. Si vas a acusar a
alguien, debería ser al tipo en cuyo regazo estás sentada ahora mismo. Él
empezó todo esto.
—¿Por qué no me sorprende? —responde ella poniendo los ojos en
blanco.
—Me emparejaste con algunos apestosos demasiadas veces, lo sé con
certeza —añado riendo. Shane ya no reacciona a mi comentario como antes.
Parece que ha aceptado mi pasado y me cree cuando le digo que en realidad
no es tan turbio como todo el mundo cree—. Algunas de las frases para
ligar que usan esos tipos son espantosas. No me extraña que sigan solteros.
—Mira la expresión de la cara de Justin —dice Ethan, señalando—. Me
pregunto a quién le habrán dado. —Se ríe.
Observamos con deleite y horror cómo siguen repartiéndose los
nombres hasta que todos los ojos se vuelven hacia el cabecilla. Al mismo
tiempo, la puerta se abre y Harley, Ruby y Poppy entran por ella. Desde que
Harley y Ruby se convirtieron en miembros JV del equipo de animadoras,
han estado pasando cada vez más tiempo con el equipo y parece que esta
noche Poppy está siendo arrastrada, a pesar del hecho de que claramente
parece que quiere estar en cualquier otro lugar de la tierra en este momento.
Rich y Justin ven entrar a las tres antes de compartir una mirada.
—¡Ay, mierda! —exclama Shane, pensando claramente lo mismo que
yo—. Esto no saldrá bien.
Mirando a Amalie y Jake, descubro que se aburrieron con la acción y
están ocupados entreteniéndose. Eso solo puede ser algo bueno porque no
creo que a él le vaya a gustar lo que está a punto de suceder.
Una amplia sonrisa se dibuja en los rostros de Justin y Rich antes de que
ambos señalen a Poppy.
Zayn sigue sus dedos antes de ponerse pálido. Niega con la cabeza, sin
embargo, sé tan bien como él que su negación es inútil. Las reglas del juego
establecen que no se puede elegir por segunda vez.
Zayn les grita algo a los dos, las únicas palabras que distingo son una
serie de palabras ofensivas antes de que salga corriendo de la habitación,
para diversión de todos los que estaban viendo el intercambio.
—Bueno, puede que esta noche se haya puesto más interesante —
agrega Ethan, que acaba de ver lo mismo que nosotros. Mira a Jake, que
sigue sin darse cuenta de lo que acaba de pasar. Se va a volver loco cuando
descubra que su equipo está utilizando al único miembro de su familia que
le cae bien, como peón en sus juegos.
Todos los chicos se dispersan, probablemente en busca de sus
conquistas para la noche. Puede que no hayamos participado en todo eso,
pero todos sabemos que tienen hasta el amanecer para conseguir a su chica.
Finalmente, Jake deja que Amalie tome aire, aunque nadie le explica lo
que se ha perdido. En lugar de eso, platicamos en una serie de
conversaciones sobre el año que viene mientras todos beben y yo bebo mi
jugo de frutas.
Antes de que me dé cuenta, comienza la cuenta regresiva y
apresurándonos a dejar atrás este año dramático.
—Vamos, salgamos de aquí. —Shane me susurra al oído antes de
levantarse del sofá y arrastrarme con él.
Lo sigo, con mi mano firmemente agarrada a la suya, mientras se dirige
al patio trasero de Zayn.
Hay una gran multitud aquí afuera sabiendo que pronto podremos
disfrutar de los fuegos artificiales que van a iluminar el cielo.
Ignorando a todos los que nos rodean, Shane me atrae hacia su cuerpo,
con sus manos apoyadas en mi cintura mientras me mira fijamente a los
ojos.
—Estoy impaciente por saber qué nos depara el futuro —susurra, con la
voz entrecortada por la emoción. Sé que está preocupado por su mamá, que
insiste en que en cuanto acaben las fiestas le pedirá el divorcio a Brett y
seguirá adelante con su vida. Sin su padre presionándolo, ha tenido el
espacio para poder pensar realmente en lo que quiere. Tiene las solicitudes
escritas en la casa de la piscina listas para enviarlas para empezar la
universidad en septiembre. Sigue insistiendo en que estudiará medio tiempo
para poder trabajar y mantenernos. Por mucho que odie que tenga que poner
en espera su futuro por nosotros, he aprendido que nada de lo que diga lo
hará cambiar de opinión. Él quiere hacer lo correcto por nosotros, y
realmente no puedo discutir con eso.
—Lo sé, yo también. Pronto podremos decir que conoceremos a nuestro
bebé este año.
Sus labios rozan los míos mientras la gente a nuestro alrededor empieza
la cuenta regresiva para la medianoche.
Nuestro beso se hace más profundo justo cuando los gritos de
celebración aumentan a nuestro alrededor. Me olvido de dónde estoy, de
que estamos rodeados por toda nuestra clase y me entrego a él,
demostrándole que soy suya y que quiero esto durante muchos, muchos
años.
Shane separa sus labios de los míos justo cuando los primeros fuegos
artificiales estallan sobre nosotros. Me gira en sus brazos, apoya sus manos
en mi vientre y su barbilla se posa en mi hombro. Miramos hacia arriba
mientras los colores explotan en el cielo nocturno, señalando el comienzo
de un nuevo año.
Es hora de empezar de nuevo, de dejar atrás nuestro pasado y nuestros
errores y mirar hacia adelante, hacia nuestro futuro juntos y nuestra nueva
familia.
Antes de que terminen los fuegos artificiales, bajo la mirada y miro a
todos mis compañeros que nos rodean. Ahora los veo a todos de otra
manera. Ya no necesito ser el centro de su atención, ya no necesito ser
Chelsea Fierce, la reina perra, la jefa de las animadoras y la chica que no le
caía bien a nadie. Ahora soy Chelsea Fierce, novia, amiga y futura madre.
Sonrío y la felicidad me invade de nuevo.
Mis ojos se posan en dos personas de la multitud y suelto un grito
ahogado.
—¿Qué pasa? —pregunta Shane, dándose cuenta de mi reacción.
—Están en la puerta.
Mantengo mis ojos en la improbable pareja para ver si Zayn va a ganar
su desafío de esta noche. Tiene a Poppy inmovilizada contra la pared con
sus brazos enjaulándola.
Baja la cabeza, pero antes de que podamos ver si sus labios tocan los de
ella, la multitud se mueve, y nuestra vista queda bloqueada.
—Parece que este año va a ser tan dramático como el anterior.
—Eso está bien, mientras no nos involucre a nosotros.
Shane me da la vuelta.
—¿Qué tal si mantenemos nuestro drama dentro de la casa de la
piscina?
—Me parece perfecto. ¿Te apetece ir allí ahora mismo?
—¿Tenerte toda para mí solo para celebrar el Año Nuevo? Claro que sí,
vamos.
Me toma de la mano y me lleva fuera de la casa de Zayn para que
podamos comenzar el nuevo año como tenemos la intención de pasar el
resto de nuestras vidas, juntos.
EPÍLOGO
SHANE

S eis meses después…

—Chelsea, ¿estás bien? —llamo a través de la habitación después de que el


sonido de algo pesado golpeando el suelo resuena a través de la casa de la
piscina—. ¿Chelsea? —Vuelvo a gritar, el pánico empieza a filtrarse en mí.
Hace cuatro días que debería haber dado a luz y cada ruido raro que
hace me pone los nervios de punta.
Estoy jodidamente emocionado por conocer por fin a nuestra personita,
pero a la vez más aterrorizado de lo que he estado en toda mi vida.
Echo un vistazo a todas las cosas de bebé que cubren cada superficie
disponible de nuestra pequeña casa mientras me levanto del sofá para
asegurarme de que está bien.
—Chels... —Mis palabras se cortan en cuanto abro la puerta de la
habitación—. ¿Qué demonios estás haciendo? —pregunto, aunque no
puedo negar que la visión que tengo ante mí es jodidamente increíble.
—Por favor, Shane. Me estoy muriendo aquí. Necesito que me saques a
este bebé —ruega, mirando por encima del hombro, con sus ojos cansados
suplicándome que haga lo que lleva pidiéndome desde hace una semana.
Sé que debería hacerlo. Sin embargo, nuestro bebé está tan abajo, listo
para salir, que me asusta un poco solo pensar en meterme dentro de ella.
No obstante, verla en cuatro, totalmente desnuda, hace que mi pene se
hinche por la necesidad que tengo de ella.
Creo que piensa que me he negado porque no la encuentro atractiva
como está ahora. No podría estar más lejos de la verdad. Para mí es aún más
hermosa y sexy ahora que lleva a nuestro bebé. No hay duda de que la
deseo, es solo mi jodida cabeza la que me lo impide.
—Vamos. Todos los artículos dicen que el sexo es la mejor manera de
provocar el parto. Algo sobre una sustancia química en el esperma o algo
así, no lo sé. Solo sé que puede ayudar. Por favor. El té de frambuesa, la
piña, ninguno ha funcionado. Probémoslo, por favor.
Incapaz de aguantar más sus súplicas, me llevo la mano a la cintura y
me abro la bragueta.
—¡Síííí! —sisea mientras me ve bajarme el pantalón y bóxer y
quitármelos de una patada.
Mi pene se menea delante de mí y lo agarro mientras me acerco a ella.
Le acaricio el coño con los dedos y lo encuentro húmedo y listo para mí.
—Oh, Dios —gime, incitándome aún más de lo que ya estaba. Ahora
que he decidido hacerlo, estoy casi desesperado por deslizarme dentro de
ella.
La preparo unos segundos más, pero cuando empieza a levantar más su
trasero, sé que necesita más.
Introduzco lentamente la cabeza de mi pene entre sus jugos.
Aprieto los dientes mientras la sensación familiar, aunque siempre
alucinante, me consume hasta llenarla por completo.
—Maldición, Chelsea. Se siente bien, tan jodidamente bien.
—¡Sí, sí! —grita mientras me retiro lentamente antes de volver a
penetrarla.
Mi intención es ir despacio, ser suave. Y en cuanto su calor me
envuelve, pierdo el control.
Demasiado pronto, su coño me aprieta con fuerza, todo su cuerpo
tiembla y empieza a caer al borde del abismo.
—¡Oh, Dios!, ¡oh, Dios! —gime, sus dedos se retuercen en las sábanas
mientras el placer la inunda.
—¡Demonios! —exclamo cuando la tensión de sus paredes me lleva al
límite. Permanezco dentro de ella mucho después de venirme, tratando de
recuperar el aliento y darle lo que quería, algo que pusiera las cosas en
marcha.
Al final, se deja caer torpemente sobre un costado, su vientre redondo
dificultando sus movimientos.
—Maldita sea. Necesitaba esto —dice con una sonrisa—. Si no
funciona, lo haremos otra vez después de que me haya echado una siesta.
Moviendo la tela de su falda sobre su trasero, apoya la mano en su
abultado vientre y lo frota cariñosamente.
—Lo despertaste —añade riendo.
No me sorprende. Seguro le duele la cabeza.
Decimos él, sin embargo, en realidad no tenemos idea del sexo. Ella
quería saberlo, pero a mí me gustaba la idea de que fuera una sorpresa. Me
alegré de darle lo que quería y le dije a la sonografista, no a la madre de
Shelly, que queríamos saberlo. Pero está claro que nuestro bebé es hijo de
Chelsea, porque la pequeña y testaruda criatura mantuvo las piernas
cerradas y estaba en un ángulo tan extraño que la sonografista no estaba lo
bastante segura como para decir qué es.
Pensé que Chelsea se enfadaría, porque quería saberlo, aunque
descubrimos lo que de verdad importaba, que todo iba bien y que no había
nada preocupante, así que estaba contenta. Desde entonces me ha dicho que
se alegra de que no lo supiéramos, ya que eso hace que lo que está por venir
sea mucho más emocionante.
Después de volver a ponerme el bóxer, me subo a la cama detrás de ella.
Aprieto mi frente contra su espalda y apoyo mi mano sobre su vientre.
—Está pateando como loco.
Retira su mano y me permite sentir el pie, o la rodilla, presionando
contra su piel. Es la sensación más rara que jamás he experimentado, pero
por mucho que me asuste saber que hay una persona ahí dentro, me
conmueve el corazón. No sabía que fuera posible amar a alguien que no
conoces, lo que parece que sí, porque amo a nuestra personita con locura.
Tras largos minutos de silencio, la respiración de Chelsea se estabiliza y
se relaja quedándose dormida.
Aún es temprano y, después de haberme acostado esta mañana, no estoy
listo para dormirme, aunque no me muevo, estoy demasiado contento con
ella y nuestro bebé en mis brazos.
A pesar de que no pensaba quedarme dormido, lo siguiente que
recuerdo es que Chelsea me despierta cuando se sienta de un empujón en la
cama.
—¡Ay, joder! —gime. Suponiendo que, una vez más, le duele la espalda
o la cadera, no le doy mucha importancia mientras abro los ojos y hago lo
que puedo para ayudarla, sin embargo, dice mi nombre y su voz es como
nunca la había oído antes.
Me hace incorporarme más rápido de lo que creí posible antes de mirar
sus ojos grandes y aterrorizados.
—¿Chels?
—Yo... eh... creo que ya es tiempo.
—¡Oh, maldición! ¡Maldición! ¡Maldición! —repito, intentando como
loco recordar qué se supone que tenemos que hacer ahora.
Me acomodo entre sus piernas y coloco mis manos junto a las suyas,
sobre su vientre.
—¿Tuviste una contracción?
—Creo que sí. Quiero decir, no tengo idea de cómo se supone que
deben sentirse, fue como un dolor menstrual con esteroides.
—Muy bien. Entonces tenemos que esperar a la siguiente y ver cuánto
tiempo pasa entre ellas.
—Sí, está bien. Podemos hacerlo.
Apoya la cabeza contra la pared mientras mantiene su respiración lenta.
—¿Shane? —pregunta.
—¿Sí, nena?
—Estoy jodidamente asustada.
—No pasa nada. Estoy aquí. No me iré de tu lado. —Asiente con la
cabeza, no obstante, no tengo idea de cuánto consuelo le dan mis palabras.
El silencio se extiende entre nosotros durante largos e insoportables
minutos. Estoy empezando a pensar que tal vez fue una falsa alarma cuando
todo el cuerpo de Chelsea se tensa. Levanta la cabeza de la pared, el miedo
en sus ojos más fuerte que nunca.
—¿Otra?
Tarda unos segundos en responder, y finalmente asiente con la cabeza.
—¿Puedes llamar a la casa, hacerles saber que esto está sucediendo?
—Sí, estoy en ello.
—Saca las maletas del armario, ayer revisé todo dos veces, así que todo
debe estar listo. —Hay un temblor en su voz que no me gusta, pero sé que
aparte de estar a su lado y tomarla de la mano en este momento, no puedo
hacer nada.
Las siguientes cuatro horas de mi vida son como un torbellino. A pesar de
que nos dijeron que un primer parto puede durar mucho tiempo, las
contracciones de Chelsea se acercan cada vez más rápido de lo que
esperamos.
En solo dos horas habían bajado a intervalos de cuatro minutos y, con la
ayuda de Honey al otro lado de ella, nos dirigimos al hospital.
Chelsea ya había expresado su deseo de tener un parto en el agua y, por
suerte, cuando llegamos a la sala de maternidad, hay una habitación y una
piscina libres para nosotros.
Una vez que la doctora hace todas las revisiones iniciales, tomo a
Chelsea de la mano mientras se mete en la piscina.
Suspira aliviada en cuanto el agua tibia la envuelve y me siento a su
lado, con su mano entre las mías, durante el resto del parto.
Verla agonizar de dolor es posiblemente la peor experiencia de mi vida.
En ese par de horas, daría cualquier cosa por quitarle el dolor, por
experimentarlo por ella.
Entonces, poco más de dos horas después de nuestra llegada, ocurre lo
más increíble.
Chelsea da a luz a nuestra hija absolutamente perfecta.
Observo cada momento y lloro mucho antes de que la partera saque su
pequeño cuerpo del agua y lo coloque sobre el pecho de Chelsea para
abrazarla por primera vez.
—Oh, Dios mío —solloza mientras mira fijamente una cabeza llena de
cabello oscuro—. Dios mío, lo logré.
—Lo hiciste, nena, y ella es perfecta.
—¿Es una niña? —pregunta Chelsea, sonando sorprendida, como si no
hubiera escuchado cuando la partera lo anunció hace solo un momento.
—Sí. Tenemos una niña. Tienes una pequeña animadora.
—Oh, Dios mío —repite, derrumbándose mientras sostiene a nuestra
bebé contra su pecho.
Después de unos minutos, la partera levanta suavemente a nuestra
personita de Chelsea y la coloca en una cuna a nuestro lado para que
puedan examinarla.
—Papá, ¿quieres venir y quedarte con ella mientras revisamos a mamá?
Miro entre ambas, totalmente indeciso por cuál de las dos me necesita
más en este momento.
—Estoy bien. Ve con ella, puede estar asustada. —Es la única
motivación que necesito. Después de dejar caer un beso en los labios de
Chelsea y decirle lo jodidamente increíble que es, me acerco a nuestra bebé.
Recorro con la mirada cada centímetro de ella. Desde su cabello oscuro
y sus ojos igual de oscuros, como los de su madre, hasta su cuerpecito.
La partera la pesa, la mide, antes de ponerle un pañal diminuto y agarrar
el conjunto que habíamos elegido como el primero que llevaría puesto.
Se apresura a ponérselo y a ponerle un gorro en la cabeza, lo hace
mucho mejor de lo que estoy seguro de que lo haré yo cuando me dejen
hacerlo.
—¿Estás listo para tu primer abrazo, papá?
Se me encoge el corazón cuando me llama así.
Soy papá, diablos.
Sabía que llegaría. He tenido seis meses para hacerme a la idea, pero
joder, me siento totalmente desprevenido en esos momentos en que la
partera me pasa a mi hija.
Caminando despacio hacia atrás, nos sentamos en el pequeño sofá que
hay detrás de mí.
—Hola, pequeñita. ¿Cómo estás?
Me mira con los ojos muy abiertos. Tan inocente, tan vulnerable. Se me
llenan los ojos de lágrimas mientras la miro.
—Soy tu papi —digo en silencio, inseguro de si estoy recordándome a
mí mismo que es mía o asegurándome de que sepa quién soy.
Un sollozo me hace apartar los ojos de mi pequeña y, cuando levanto la
vista, encuentro a Chelsea mirándonos con lágrimas cayendo por sus
mejillas y una amplia sonrisa en su rostro.
—No puedo creer lo perfecta que es.
—Yo sí puedo, es la mitad de ti —susurra Chelsea.
La partera interrumpe nuestro momento, indicándole a Chelsea que se
recueste para poder examinarla.
—No tardaremos mucho, cariño, y entonces esa preciosa bebé será toda
tuya.
Con todo como debe ser tanto con Chelsea como con nuestra pequeñita,
las dan de alta seis horas después.
Había enviado mensajes a todo el mundo para informarles que estaba
aquí y que tanto la madre como la bebé se encontraban muy bien, pero
como habíamos pedido, todo el mundo se mantuvo alejado. Queríamos que
este momento fuera solo nuestro. Puede que seamos jóvenes, y estamos
haciendo esto juntos, como una familia. Este momento es sobre nosotros y
es uno que nunca podremos repetir.
Mi auto está fuera, exactamente donde Honey lo estacionó cuando
llegamos. Coloco el portabebés en la base y compruebo tres veces que esté
bien sujeto antes de voltear para ayudar a Chelsea a subir al auto.
—No puedo —dice, deteniéndose antes de dejarse caer en el asiento del
copiloto.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —pregunto aterrado.
—N… nada. Solo no puedo estar tan lejos de ella.
Con una sonrisa, veo cómo rodea la parte trasera del auto y abre la
puerta. Se sube e inmediatamente se desliza hasta colocarse al lado de
nuestra hija.
Cierro la puerta detrás de ella, subo y miro a Chelsea por el retrovisor.
—¿Lista para volver a casa, mami?
—Lo estoy si tú lo estás, papi.
—Dios, esto es raro.
—Estoy segura de que nos acostumbraremos.
—No estoy seguro de que tengamos elección.
No estoy seguro de haber conducido más como mi abuelo en mi vida, y
me dirijo a través de la ciudad hacia nuestra casa.
Después de las vacaciones, Luca y Leon volvieron a la universidad y, al
cabo de otro par de semanas, mamá se mudó de nuevo a nuestra casa.
Como dijo que lo haría, se puso en contacto con un abogado en cuanto
volvieron a abrir y solicitó el divorcio de mi padre. Para nuestra sorpresa, él
firmó en cuanto le entregaron los papeles y aceptó que ella se quedara con
la casa. Está indecisa sobre si quiere quedarse allí o no, no obstante, ahora
mismo la ha convertido en su hogar.
Nos invitó a Chelsea y a mí a quedarnos con ella, sin embargo, ambos
estamos más que felices en nuestra casa de la piscina hasta que podamos
pagar una casa propia. Puede que eso no ocurra hasta dentro de unos años,
mientras nos adaptamos como padres, estudiantes universitarios y
empleados de medio tiempo mientras intentamos construirnos una vida,
pero confío plenamente en que al final todo saldrá bien.
La casa permanece en silencio mientras nos dirigimos a la parte trasera
con nuestra recién llegada. Puede que apenas haya amanecido, no obstante,
sé a ciencia cierta que Honey está en alguna ventana observándonos. Debe
de estar desesperada por bajar a conocer a su nieta, pero, para su disgusto,
estoy seguro de que se está conteniendo.
Chelsea se adelanta para abrir la puerta mientras yo llevo las maletas y
la sillita con nuestra carga preciosa.
La dejo en la mesita de centro y nos sentamos en el borde del sofá,
mirándola fijamente.
—No puedo creer que la hayamos creado.
—Es hermosa.
El tiempo se alarga mientras ambos miramos a nuestra bebé que duerme
plácidamente.
—¿Sigues contenta con el nombre que elegimos? —pregunto.
—¿Tú lo estas?
—Sí, le queda bien.
—Estoy de acuerdo.
Rodeo los hombros de Chelsea con mi brazo y la atraigo hacia mí,
apretando mis labios contra su cabello.
—Estuviste increíble, Chels.
—Me alegro de que pienses así. Sabía que dolería. Pero maldita sea,
nadie puede prepararte para eso.
La abrazo más fuerte.
—Sin embargo, ella valió la pena. Y lo volvería a hacer.
Volteo a verla.
—Una cosa a la vez, ¿sí?
—Oh, no me refería a pronto, solo lo decía. Incluso solo unas horas
después, no me ha desanimado la idea.
—Eres especial, ¿lo sabías?
Se encoge de hombros, de repente se sienta hacia adelante cuando un
par de ojos oscuros se abren.
—Hola, Nadine —arrulla Chelsea, acercándose y desatándola con
indecisión. En cuestión de segundos, la tiene en sus brazos y la mese como
una profesional.
De pie junto a ella, rozo la mejilla de Nadine con mi dedo.
—En verdad le queda muy bien.
—Bienvenida al mundo, Nadine Dunn —dice Chelsea, con la voz
entrecortada por la emoción.
No hemos hablado de matrimonio, nuestro enfoque ha sido nuestra
bebé, sin embargo, Chelsea se empeñó en que ella tendría mi apellido para
que algún día todos tuviéramos el mismo.
Puede que tengamos un millón de cosas en nuestras vidas en este
momento, y sé que lo correcto es esperar, pero maldición, quiero
arrodillarme y exigirle que sea mía ahora mismo.
—¿Crees que tenga hambre? —cuestiona Chelsea, sacándome de mis
pensamientos locos.
—Solo hay una forma de averiguarlo.
Chelsea recibió algunas lecciones de amamantar en el hospital y se
apresura a hacer exactamente lo que le dijeron.
—Voy a guardar todo esto mientras tú haces eso.
Coloco todo en su nuevo hogar mientras Chelsea la amamanta. Cuando
vuelvo a salir, Nadine ya está dormida de nuevo en brazos de Chelsea y
Chelsea no se queda atrás.
—Deberíamos dormir un poco mientras ella duerme.
Chelsea asiente con la cabeza, aparentemente demasiado agotada
incluso para hablar.
—¿Puedes enviarles un mensaje a todos? Diles que estamos en casa y
que les avisaremos cuando hayamos descansado para que vengan a
conocerla. Mándale un mensaje a Greg también, querrá saberlo.
Chelsea no volvió a mencionar a su padre biológico hasta casi finales de
enero, cuando decidió que tenía la suficiente curiosidad como para ponerse
en contacto con él a través de un mensaje de texto. Desde entonces, solo se
han visto dos veces. Se están tomando las cosas con calma, aunque ella ha
decidido que le gustaría llegar a conocerlo, al de ahora, no al de su infancia.
No podría estar más orgulloso de ella, luchando contra sus demonios y
aceptando a un nuevo miembro de la familia.
—Por supuesto.
Tomo a Nadine de los brazos de Chelsea para que pueda levantarse con
más facilidad. Incluso después de unas horas, me resulta natural tenerla en
mis brazos.
Sigo a Chelsea hasta nuestra habitación y bajo a Nadine a su moisés,
junto al lado de la cama de Chelsea, mientras Chelsea se deja caer sobre
ella.
—Creo que nunca había estado tan agotada.
—Duerme un poco. Me uniré en unos minutos.
Envío unos cuantos mensajes mientras Chelsea esta recostada viendo a
Nadine dormir a su lado, y cuando vuelvo, ya está profundamente dormida.
Estoy cansado, aunque no tanto como debe de estarlo Chelsea después
de pasar por todo aquello, sin embargo, no puedo evitar acercar una silla y
sentarme a verlas dormir a las dos.
Una noche imprudente que ni en un millón de años pensé que ocurriría
cambió mi vida para siempre.
Me trajo a la persona más importante de mi vida y, a cambio, ella acaba
de darme otra.
Sacudo la cabeza mientras intento procesar todo lo que estoy sintiendo
al ver todo mi mundo ante mí.
Al final, los ojos me pesan demasiado como para seguir sentado. Me
levanto, me inclino sobre el moisés y le doy un suave beso en la frente a
Nadine antes de rodear la cama y volver a meterme en ella detrás de
Chelsea.
La rodeo con el brazo por la cintura como hice hace unas horas, pero
esta vez no hay ningún bebé dando patadas en su vientre, porque nuestro
pequeño paquete duerme profundamente a nuestro lado.
—Te amo tanto. Hoy me dejaste impresionado.
—Gracias —murmura en sueños—. Tú me salvaste. Ambos lo hicieron.
Con emociones cerrándome la garganta, la estrecho más contra mí y
cierro los ojos, dispuesto a empezar nuestra vida como padres cuando nos
despertemos.

¿Quieres saber qué pasa con Poppy y Zayn?


¡HUNTER es el siguiente!

¿Necesitas un poco más de Amalie y Jake? Ya puedes descargar PRIMERA


NAVIDAD GRATIS y descubrir qué pasó después de la fiesta de
Nochebuena.
DESCARGA GRATIS AHORA
ACERCA DEL AUTOR

Tracy Lorraine es una autora bestseller de novelas románticas contemporáneas para adultos del USA
Today y del Wall Street Journal. Tracy vive en el lindo pueblo de Cotswold en Inglaterra junto con su
esposo, su hija y su adorable, pero un poco loco springer spaniel. Habiendo sido siempre una adicta a
los libros con la cabeza metida en su Kindle, Tracy decidió probar suerte con la idea de una historia
que soñó y no ha mirado atrás desde entonces.

Sé el primero en enterarte de sus nuevos lanzamientos y ofertas. Suscríbete a su boletín aquí.

Si quieres saber lo que estoy haciendo, ver avances y fragmentos en los que estoy trabajando,
entonces debes de formar parte de mi grupo de Facebook. Únete a los Ángeles de Tracy aquí.

Mantente al día con los libros de Tracy en www.tracylorraine.com


AGRADECIMIENTOS

Cuando soñé por primera vez con Jake Thorn y los demás hace poco más de
un año, pensé que la serie Rosewood High constaría solo de tres libros. ¡No
tenía idea de lo mucho que me iba a enamorar de todos estos chicos!!
Debo admitir que me preocupaba tratar de redimir a Chelsea, ella ha
hecho honor a su título de Reina de las perras bastante bien en el pasado,
sin embargo, no pude evitar que ella y Shane me pidieran a gritos su
historia. Son la pareja más inverosímil, no obstante, me llegaron al corazón
mientras escribía este libro. Los quiero tanto a los dos, a Chelsea por su
fuerza y fiereza y a Shane por su gran corazón.
Me arriesgué con Thorn el año pasado; era diferente a lo que había
escrito antes y me lo cuestioné muchas veces, pero estoy tan contenta de
haber escuchado a mi corazón y haberme arriesgado. Estos chicos han sido
una parte muy importante de mi vida y no puedo esperar a que continúe.
Todavía quedan muchos libros de esta serie y muchos más personajes por
conocer, algunos a los cuales ni siquiera conocen todavía. *Se frota las
manos con entusiasmo*
MUCHAS GRACIAS por darle una oportunidad a esta serie, estoy muy
agradecida de que me acompañen en este viaje.
Como siempre, tengo que dar las gracias a mi asistente personal y
lectora alfa de Fierce. Sam admitió abiertamente que odiaba a Chelsea antes
de embarcarse en este libro y me complace decir que la derrumbamos hasta
el punto en que lloró por Chelsea. No podría haber terminado este libro a
tiempo sin tu ayuda, así que muchas gracias por eso y por todo lo demás
que haces.
A mis lectoras beta, Darlene, Deanna, Michelle, Nicole, Susanne y
Tracy por sus rápidos comentarios y su apoyo.
También debería dar las gracias a mi hija por ser tan increíble durante el
encierro en pandemia y permitirme seguir escribiendo para no perder la
cabeza y las fechas pautadas.
Espero que la historia de Chelsea y Shane haya sido todo lo que
esperaban. Por si aún no lo han adivinado, volveremos a Rosewood para
conocer un poco mejor a Zayn y, por fin, es el turno de Poppy.
Mantengan los ojos bien abiertos, porque también tengo un par de
historias cortas de este mundo que se publicarán este invierno, ¡y no
querrán perdérselas!

Hasta la próxima,

Tracy xo

También podría gustarte