Está en la página 1de 745

ACABA

CONMIGO
PETALS OPEN
Para cada Julliet que ha sido juzgada, incomprendida y despreciada por
querer vivir su libertad sexual.
Para las que ya no están, siempre viviréis en el recuerdo de alguien.
Y por ti, que has salido de ahí y has seguido adelante.
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su
incorporación a un sistema informático, si su transmisión en cualquier forma o
por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por
grabación u otros métodos, sin el permiso previo del escritor. La infracción de
los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad
intelectual (Art. 270 del Código Penal).

Título: Acaba Conmigo

© 2021, Petals Open


© Obra registrada en Safe Creative 2008094972256
ADVERTENCIA DE CONTENIDO

Este libro contiene situaciones gráficas de violencia, menciones


explícitas sobre depresión, TCA, suicidio, pensamientos autolesivos,
TLP, violencia de género, situaciones de abuso sexual, lenguaje
obsceno, escenas sexuales gráficas, fetiches sexuales, BDSM y
relaciones sexuales grupales.

Este libro no tiene la finalidad de ser utilizado como un recurso para


la educación sexual.
0. WELCOME TO MY LIFFE

Hace tres años.

No necesitaba escuchar el sonido estridente de mi alarma para desperta-


rme, el insomnio me había mantenido en vela desde las cuatro de la madru-
gada. Estiré mi mano para apagar la alarma antes de que sonara y salté de la
cama con prisa para vestirme con mi conjunto deportivo.
Cada mañana, desde que cumplí los quince años, salía a correr (aunque
personalmente lo odiara). Necesitaba manterme en forma, de ese modo
conseguía que mi respiración fuera imperceptible a la hora de bailar bajo
cualquier presión.
En la cocina ya me esperaba mi batido, lo debajaba preparado la noche
anterior. Lo bebí rápidamente y, de reojo, observé como bajaba mi padre por
las escaleras con un rostro impasible. Él esperó a los pies de la escalera a que
mi madre le colocara correctamente la corbata. Ese era uno de los pocos
gestos afectuosos, si es que se podía llamar así, que veía entre ellos. Nunca se
besaban, nunca se abrazaban, nunca los escuchaba decirse cosas tontas
cariñosas el uno al otro. De pequeña, había llegado incluso a creer que habían
sido reemplazados por robots. Un día, tiré mi vaso de agua «accidentalmente»
sobre el regazo de mi padre para corroborar esa teoría, pero no estalló ningún
cortocircuito. Lo único que conseguí fue una reprimenda y una semana sin
mis muñecas, cómo si eso fuera a importarme. Las muñecas nunca me habían
gustado, pero mis padres no se molestaban en regalarme las cosas que
realmente quería. Tampoco debía sorprenderme, ellos nunca habían sido
cariñosos con Matt o conmigo.
La siguiente teoría era que quizás eran psicópatas y, por eso, ambos se
complementaban a la perfección. Las series policíacas infudaban esas locas
fantasías en mi cabeza. En esas series decían que el uno por ciento de la
población lo es, y a veces ellos encajaban perfectamente con la descripción
que proporcionaban al perfilar las conductas de esas personas. De cara a la
galería sabían fingir muy bien que eran la pareja ideal, pero una vez cruzaban
el umbral de la puerta de casa parecían recipientes vacíos. Conocer esa verdad
y saber que era tan contradictoria, en ocasiones, me ponía los pelos de punta.
—No le habrás echado azúcar a eso, ¿verdad? —me preguntó mi madre,
enarcando su perfecta ceja perfilada. Esa era su manera de darme los buenos
días—. Como si no tuviera suficiente azúcar la fruta ya, te dije que tomarás
este preparado que me…
La dejé con la palabra en la boca y me coloqué los auriculares
inalámbricos. Lo último que quería era empezar el día con una de sus infinitas
charlas sobre nutrición (o la falta de esta, en su caso). No quería verme
esquelética como ella, y parecía querer llevarme por ese camino a toda costa.
Al menos cuando corría, la música que se reproducía en mi teléfono era
lo único que ocupaba en mi cabeza. Uno de los pocos momentos de paz que
podía tener durante el día. Vivíamos en una urbanización privada con unos
amplios jardines donde podía correr varios kilómetros sin preocupaciones.
Cuando regresaba a casa, apenas tenía tiempo de hacer nada más que
ducharme y arreglarme, ya que el proceso de verme presentable me llevaba
justo el tiempo que tardaba Nathan en recogerme.
Miré por la ventana, impaciente por su llegada. Mi padre ya estaba
hablando por teléfono, utilizando un tono encantador del todo falso. Seguro
que la persona con la que hablaba era un cliente suyo. Alguna mierda de
acciones, o lo que fuera en lo que estuviera metido ahora. La capacidad que
tenía de controlar a los demás era increíble, y otro rasgo psicópata. No me lo
imaginaba asesinando a nadie, pero no podía evitar preguntarme si de verdad
lo era. Pasaba todos los checks de la lista. De todas formas, no todos los
psicópatas eran asesinos, había leído que muchos ocupaban cargos altos en
grandes empresas, puestos de poder o situaciones donde la empatía escaseara.
«¿Dónde estaba Nathan?», me pregunté. Era mi primer día de clase, no
podía llegar tarde.

Nathan : Tengo un problema en el motor, ¿pueden llevarte tus


padres, cariño?

Nunca se lo había dicho, pero me disgustaba que me llamara «cariño». No


tenía explicación lógica; simplemente me molestaba, sin más.
Tras leer el mensaje, suspiré. No me gustaba tener que pedir nada, y
menos a ellos.
—Nathan no puede venir a buscarme, ha tenido problemas con el coche.
¿Me puedes llevar tú, mamá? —pregunté entre dientes.
—Si este verano te hubieras dedicado a sacarte el carnet de conducir, tal
y como te ordenamos tu padre y yo, esto no sería un problema. Mi coche está
en el taller y tu padre ya tiene que llevar a Matt a la escuela. ¿Te das cuenta
del problema en el que nos involucras a todos por tu egoísmo? Si no hubieras
estado todo el verano desperdiciando el tiempo trabajando cuando no te falta
de nada, podrías ir tú por tu cuenta, como la adulta que se supone que eres.
No un «sí o no», tenía que soltarme un discurso como ese.
Sabía que estaba mal, pero cada vez que me hundía con sus palabras llenas
de veneno, no podía evitar contar los días para dejar de verla. ¿No se suponía

2
que una madre debía querer a su hija y viceversa? No lo parecía. Nunca.
—Por favor —le rogué, sintiéndome tonta y humillada.
Con un resoplido, llamó a mi padre para contarle que debíamos salir antes
de tiempo, cosa que, obviamente, no se molestó en ocultar lo mucho que le
fastidiaba.
Antes de salir, alisé bien mi pelo con ambas manos.
—¿No te dije que te deshicieras de ese vestido? Es corto y te hace las ca-
deras muy anchas —gruñó mi madre con desaprobación.
El vestido me llegaba hasta las rodillas y ni siquiera tenía escote, pero ella
lo hacía ver como si fuera una prenda digna de un club de striptease.
—A mí me gusta —contrarresté.
Ella se limitó a negar con la cabeza.
—En cuanto vuelvas a casa, lo tiras. Ahora no tenemos tiempo para
cambios de vestuario, pero que sepas que vas horrible. No sé qué imagen
pretendes dar en tu primer día de universidad. La universidad está para
aprender, no para desfilar.
Me mordí la lengua para contener cualquier respuesta. Se suponía que lo
tenía todo, pero yo fantaseaba al menos una vez al día con haber nacido en
otra familia. Porque sí, incluso aparentando que lo tenía todo, siempre sentía
que no tenía nada más que a Matt y la danza. Debería haber incluido a Nathan
en la ecuación, pero desde nuestro reciente compromiso tenía más dudas
sobre nuestra relación que nunca.
Me volví a mirar de reojo en el espejo del recibidor. Daba igual la cantidad
de veces que cualquiera me pudiera decir que era hermosa o atractiva, cuando
me miraba al espejo solo podía ver los defectos que mi madre me recalcaba
todo el tiempo. Y aunque odiaba la influencia que dejaba que tuviera sobre
mí, no podía evitarlo.
—Estás muy guapa, Juls, no hagas caso a mamá —me dijo mi hermano
Matt, tirando suavemente del final de mi vestido mientras me miraba con
firmeza.
Era curioso ver ese tipo de mirada en un niño de ocho años. Y también
que él, siendo el pequeño, sintiera esa necesidad de consolarme y rebatir la
palabra de mis padres cuando me herían. A veces me preguntaba si todo el
cariño del mundo lo habían concentrado en él y por eso mis padres eran tan
amargados. ¿Cómo podía ser tan bondadoso un niño de ocho años? Matt era
lo único que me importaba en esta casa.
Mi padre hizo sonar el claxon para llamar nuestra atención, y rápidamente
salimos de casa. El ambiente estaba tenso, y sabía que era por mi culpa.
—Han cancelado el acuerdo. Llegaré tarde esta noche. Tenemos que
montar una nueva defensa desde cero —farfulló mi padre.

3
Mi madre solo asintió. Seguramente estaba ocupada pensando en sus
planes de hoy, que debían ser la gran incógnita de escoger entre una manicura
completa o una sesión de masaje. Era el estereotipo perfecto de ama de casa
que no hace nada más que preocuparse por su apariencia.
—¿Te dejo la cena preparada o cenarás en la oficina?
—No te preocupes por eso. No sé a qué hora llegaré. Este caso es
demasiado importante, no sabes la cantidad de dinero que se mueve con este
cliente —murmuró, completamente tenso.
Mi padre me miró a través del retrovisor y me sentí ansiosa. Parecía que
estaba a punto de reñirme por algo y no se me ocurría el por qué. ¿El carnet?
—Esta mañana he enviado un correo y te hemos sacado de la academia
de danza. Ahora que empezarás el nuevo curso debes concentrarte en lo que
es realmente importante. Nada de distracciones estúpidas.
No se molestó en ocultar su desagrado por lo que más amaba en la vida.
Siempre lo consideró una pérdida de tiempo y me lo hacía saber claramente
siempre que podía. Me hubiera gustado pensar que se trataba de una broma,
pero conocía a mi padre y él nunca bromeaba.
—¿Qué? —Mi tono fue insolente, pero en esos momentos fui incapaz de
controlar mis emociones.
Katrina me había comentado en la última clase que estaban buscando más
bailarinas en su agencia, todavía no había tenido el valor de hablar con ellos
sobre eso, pero quería llevarlo al siguiente nivel y convinar lo profesional con
los estudios.
—Ya lo has escuchado, Julliet —respondió mi madre con un tono
tajante—. No armes un drama de una situación que no lo merece.
—Pero, pero... —La idea de no volver a pisar el estudio empezó a
alterarme. Es lo único que me hacía feliz, no podían arrebatármelo de ese
modo.
—Nada de “peros”. Era algo bueno que incluir en tu currículum para la
universidad. Ahora que vas a hacer algo serio esa estupidez solo te distraerá
de tu meta.
—¡No podéis hacerme esto! ¡Dijisteis que podría continuar bailando si
elegía derecho! ¡Ni siquiera es algo que quiera estudiar!
La mirada que me dio mi padre por el retrovisor me calló de golpe.
—No hemos criado a una niña caprichosa, así que más respeto, Julliet.
No es algo a debatir. La decisión está tomada. No quiero escuchar una
palabra más sobre este tema.
El nudo que se formó en mi garganta me hacía sentir ridícula. Arrugué los
volantes de mi vestido mientras apretaba con fuerza los puños. El aire se
estancó en mis pulmones, dificultando mi respiranción.

4
—¿Juls? —La pequeña mano de Matt se posó sobre mi rodilla.
Las lágrimas bajaban sin cesar por mi rostro, nublando mi vista por
completo. No sabía cómo lidiar con ellos. Siempre había intentado compla-
cerles, cumpliendo cada una de sus exigencias. Querían convertirme en la
persona más perfecta posible, pero había llegado al límite de mi paciencia. No
quería vestir como ellos dijeran, ni hablar del modo que esperaban. Tampoco
quería renunciar a las cosas que más amaba en el mundo y… el destello del
diamante en mi anillo me recordaba una de las cosas más importantes: no
quería casarme. Creo que ese fue el punto de inflexión. Tal vez había perdido
la cabeza por completo porque mi llanto se convirtió en una risa histérica.
—Julliet, suficiente —masculló ella.
Me pregunté si, tras esa capa de frialdad y perfeccionismo, se escondía
algún sentimiento real.
—Vete a la mierda.
Jadeó sorprendida y giró su cabeza para mirarme.
—¿Qué has dicho?
—¿De verdad quieres que lo repita? Bien, he dicho: vete a la mierda.
Su cara empezó a enrojecer por la ira.
—¡Esa no es forma de hablar a tu madre! —me riñó mi padre,
acribillándome con su mirada.
—Tú también puedes irte a la mierda. Sois los peores padres que un hijo
podría desear —. Estaba descontrolada. Todo el rencor y el odio parecieron
surgir a flote y no podía contenerme y callarme—. Estoy tan cansada, tan
cansada de pretender ser alguien que no quiero ser solo para complacer a dos
personas que ni siquiera se preocupan por mí de verdad.
Mi padre empezó a reducir la velocidad, desconcertándome, y estacionó
el coche junto al arcén.
—Baja del coche —me ordenó.
—¿Qué?
—Qué bajes del coche, no voy a tolerar esa actitud. Espero que
reflexiones sobre tu ridícula escena de camino a la universidad.
Solté mi cinturón con rapidez y abrí la puerta. Cuando mis pies tocaron
el suelo, me giré para mirarlos a ambos.
—Bien, para mí estáis muertos. Ojalá no tuviera que veros nunca más.
Sabía que se trataba de una rabieta, pero no podía más. Sentía que me
estaba ahogando, viviendo con ellos. Entonces, uno de esos pensamientos
que intentaba evitar constantemente se cruzó por mi mente. Intenté
descartarlo con la misma rapidez. Odiaba que, en ocasiones, los comentarios
horribles que me soltaban me condujeran a estos pensamientos. Quizá no era
por eso. ¿Y sí todo el mundo pensaba en el suicidio solo que no lo

5
hablaban?¿O solo yo era yo, alimentada por mis pensamientos más pesimistas
de estos instantes? ¿Cuánto tiempo tendría que aguantar estas horribles
imágenes? No soportaba la sensación de debilidad que me producían.
Después de esa declaración lo tenía claro: tenía que irme de esa casa,
conseguir un trabajo y seguir con Katrina. Quizás me dejarían visitar a Matt
o podría ir a verlo fuera de la universidad… Lo que no iba a hacer era
continuar viviendo una vida que me estaba llevando a lo más profundo del
pozo.
Mis pies dolían horrores antes de doblar la esquina de mi vecindario, fue
encontes cuando recibí la llamada. Una llamada que nunca me hubiera
planteado contestar.
Y ahí fue realmente cuando mi mundo se desmoronó por completo.

6
1.RED DESERT
En la actualidad.

La vida sigue, incluso cuando todo a tu alrededor se ha desmoronado.


Incluso cuando ya nada es capaz de hacerte sentir… nada. Incluso cuando te
limitas a respirar sin ganas de hacerlo. Es un pensamiento extraño,
contradictorio y desconcertante, pero la vida, simplemente, sigue. Miro a mi
alrededor, intentando coordinar mis movimientos con mi equilibrio
ligeramente alterado por mi estado de embriaguez.
Hoy, por primera vez en toda mi vida, he dejado que Lexie me arrastre a
uno de los clubs más exclusivos de la ciudad bajo el pretexto de celebrar mi
mayoría de edad. Antes, no hubiera podido entrar legalmente, pero cualquiera
a mi edad ya se ha colado alguna vez en algún club con un carnet falso.
Me gusta el ambiente, tal vez el alcohol ayude a ello, porque tengo la
sensación de que la mayoría estamos aquí por lo mismo: para ahogar la
realidad de nuestras vidas con copas de más. El tiempo parece distorsionado
cuando llevas ese punto en el que todo parece no importar en lo absoluto.
Al bajar por mi garganta la tercera consumición, decido que probable-
mente va a ser la última que tome. Pienso en la última vez que bebí mucho y
sus consecuencias. El cosquilleo hace vibrar mis extremidades y mi cuerpo se
siente ligero. Esa es otra clara advertencia de que debería parar. Dejo la copa
vacía en la barra y me recuesto un segundo contra el muro que hay justo al
lado. Las gotas de sudor recorren mi frente. Cierro los ojos un instante para
disfrutar de la bonita sensación del silencio mental que me proporciona mi
estado de embriaguez.
Nada de preocupaciones. Cero pensamientos autodestructivos. Solo si-
lencio. Un silencio perfecto que se interrumpe por la vibración de mi
teléfono. Suspiro, ya sé quién es antes de siquiera mirarlo.

Nathan: Buenas noches, cumpleañera. Te quiero.

Bloqueo la pantalla, sintiéndome culpable por una milésima de segundo.


Él no sabe que estoy aquí, y tampoco le parecería bien. Realmente no me ape-
tece tener otra discusión después de la de ayer, o la de antes de ayer, o la de
casi cada día.
Lexie deja de enrollarse con el tipo que ha estado flirteando con ella toda
la noche y se acerca a mí.
—Está buenísimo, ¿verdad? —me pregunta, esperando que reafirme lo

7
obvio—. Trabaja en un estudio de tatuajes, ya sabes que los artistas son mi
debilidad.
Miro por encima de su hombro, su ligue está hablando ahora con otro
chico. Uno muy atractivo que me devuelve la mirada. La intensidad con la
que me observa me hace sonrojar y me siento obligada a apartar la vista.
—Creo que su amigo está interesado en ti —susurra Lexie en mi oído con
una risita.
Lo miro de reojo, continúa con la vista clavada en mí. Trago con ner-
viosismo y le doy la espalda para no sentir esa intensidad que parece rodearlo.
Lex se acerca a la barra y, tras llamar la atención del camarero, ordena dos
chupitos de tequila. No debería, pero sigo bebiendo. Lamo la sal que esparzo
en el dorso de mi mano, trago rápidamente el líquido que abrasa mi garganta
y muerdo con fuerza el trozo de limón. Mi mejor amiga deja su vaso con tanta
fuerza sobre la barra que me sorprende que el cristal resista.
—¿Sabes que deberías hacer?
Nunca sale nada bueno de la boca de Lex tras esa pregunta.
—No sé si quiero saber la respuesta —contesto con burla.
Mira de reojo al amigo atractivo de su ligue.
—Deberías enrollarte con él —propone con una sonrisa desafiante.
No puedo evitar reírme hasta que me doy cuenta de que no bromea.
—Sabes que no puedo hacerlo.
Inconscientemente acaricio mi dedo, notando la ausencia de mi anillo.
—No, no deberías hacerlo, pero por poder, puedes hacer lo que te plazca.
Y deberías, por una vez en tu vida. Sé mala, Julliet. Deja esa fachada de
complacer a todo el mundo.
El desafío brillante en sus ojos despierta mi curiosidad; la sola idea
provoca que las pulsaciones de mi corazón golpeen contra mi pecho a un
ritmo incontrolable.
¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Es realmente algo tan malo? Aparte
de que me rechace, me sienta humillada, y engañe a mi prometido.
Al caminar noto como la música retumba en el suelo. Una renovada y
extraña energía me guía, acercándome a él.
Cuando estoy lo suficientemente cerca, veo que sus brazos están cubiertos
por tatuajes, son demasiado bizarros, creo que podría intentar pasar horas
mirándolos para descubrir que son, sin éxito.
—¿Quieres bailar? —la pregunta se escapa de mis labios de forma
repentina. Es mejor de ese modo, si me hubiera detenido a pensar que decirle,
seguramente no hubiera sido capaz de hablar con alguien como él.
—No bailo con nadie.
Es tajante, el tono de su voz es grave y vibra por todo mi cuerpo. Sus ojos

8
son de un color azul tan increíble que quedo fascinada.
—No me importa, baila conmigo. —Mi determinación me resulta tan
refrescante… Las palabras que acabo de pronunciar no parecen mías.
Le tiendo la mano.
Pensándolo bien, nunca me acercaría a un desconocido de un bar para
bailar con él. Por un segundo, pienso que me rechazará nuevamente, pero
para mi sorpresa, acepta mi mano. Jamás he creído que estas cosas pudieran
suceder de verdad, sin embargo, cuando su piel roza la mía, una corriente
agradable fluye entre nosotros.
Mis labios se curvan en una sonrisa victoriosa. Llegamos al medio de la
pista y dejo que mi cuerpo conecte con la música, le doy la espalda, balance-
ando mis caderas, me da la sensación de que estoy haciendo algo espontáneo
y eso me gusta.
Entonces me doy cuenta de que algo me gusta. Increíble.
—¿Y bien? ¿Cuál es tu nombre, pequeña mandona? —susurra en mi oído.
—¿Qué importa eso? —Sonrío mientras sus manos agarran mi cintura.
Me obliga a girar mi cuerpo, presionando su mano en la parte inferior de
mi espalda, para así acercarme a su pecho, dejándome sin aliento en el pro-
ceso.
—Tienes unos ojos increíbles —murmura en un susurro que me hace
tragar con fuerza.
—¿Esa es tu línea? —Levanto una ceja con burla, intentando mostrar
indiferencia.
—Yo no necesito líneas —responde con arrogancia.
Todo en él invita a actuar sin razonamiento. A pecar, a portarse mal sin
pensar en las consecuencias…Y en estos momentos deseo tanto probar sus
labios. Es lo único en lo que puedo pensar. Me tienen completamente
hipnotizada.
«¿Cómo será besar a alguien más? No… ¿Cómo será besarlo a él?»
Como si mi cuerpo actuara independientemente mis brazos se alzan,
rodeando su cuello con seguridad, y me pongo de puntillas. Su mirada recae
en mis labios y mi lengua los humedece porque se secan de golpe. Una
explosión de sensaciones estalla en mi vientre y la impaciencia altera mi
respiración. Sin poder esperar ni un segundo más sus labios se encuentran
con los míos y su beso reconstruye mi mundo por completo.
Lo que ignoraba o desconocía se vuelve algo nuevo y tentador.
Besar a alguien nunca ha sido esto.
Su lengua roza la mía suavemente y mis manos tiran de él para acercarlo
todo lo posible. Necesito más, necesito mucho más. Necesito todo lo que
pueda darme. Se separa unos milímetros y mi corazón late desbocado.

9
—¿Quieres pasar un buen rato? —propone, colocando un mechón de mi
pelo detrás de mi oreja. Su pulgar baja, recorriendo mi mandíbula.
Cada gesto que hace altera mi mundo.
—Quiero olvidarme de todo —confieso, mirándolo fijamente—. ¿Crees
que puedes ayudarme?
—Puedo hacer mucho más que eso.
Cuando lame su labio superior, mis piernas se debilitan. Sus dedos se
cierran alrededor de mi muñeca y tira de mí, guiándome entre la multitud.
—Espera, tengo que avisar a mi amiga.
Busco con mis ojos a Lexie entre la multitud. Está parloteando
alegremente con el camarero. O coqueteando, más bien. Llego hasta ella y le
toco el hombro, llamando su atención.
—¿Cómo ha ido? —Sus cejas suben y bajan, la discreción no es lo suyo.
—Me voy con él —murmuro todavía alterada por el beso—. ¿Pedirás un
Uber para volver?
Sacude la cabeza y parpadea con confusión.
—Espera, ¿qué?
—Me voy del local con él —le repito.
—Julliet, no conoces a este tipo. No puedes irte así, sin más —refunfuña,
cruzándose de brazos.
—Tú eres la que me ha dicho que haga lo que me plazca. ¿Y debo
recordarte a cuantas casas de desconocidos has ido?
—Sí, claro. Un rollo o incluso un rapidito en el baño si las cosas subían
de nivel, no que te fueras con un completo desconocido. ¿Y si es un mal
polvo? ¿O un asesino en serie? Además, mañana es tu primer día de clase,
querías volver antes de las tres a casa… —parlotea sin cesar—, y yo siempre
te compartía mi ubicación a tiempo real.
«¿Ese es el orden de sus preocupaciones?»
—¿Hay algún problema? —pregunta el chico atractivo, apareciendo de la
nada, haciendo que ambas nos sobresaltemos.
—¿Cuáles son tus intenciones con mi mejor amiga? —demanda ella con
exigencia, activando su modo mamá gallina.
El desconocido atractivo me mira de reojo.
—Lo que sea que ella quiera.
«Solo quiero sus manos por todo mi cuerpo».
Lexie alterna su mirada entre nosotros varias veces, hasta que suelta un
suspiro de rendición. Saca su teléfono y nos apunta con el.
—Sonríe y di «prisión».
El flash nos ciega a ambos brevemente.
—Lex, ¿qué diablos estás haciendo? —pregunto sintiéndome comple-

10
tamente mortificada.
—Recopilando pruebas. Así, si mañana no tengo señales de vida por tu
parte, podré reportar a tu secuestrador —expresa, cómo si fuera la cosa más
normal del mundo.
Esta es una de las cosas que más la caracteriza y amo de ella. Lo única que
llega a ser. Aunque en estos momentos solo quiera asesinarla lentamente. Voy
a pedirle disculpas al chico, pero me doy cuenta de que una pequeña sonrisa
ocupa su cara.
«Dios, realmente es demasiado atractivo».
—Contendré mis ganas. —Le sigue la corriente.
—Bien. —Asiente Lexie. Me da un abrazo rápido y susurra en mi
oído—: Envíame la ubicación y mensajes todo el tiempo, sobre todo
cuando llegues a casa. Y haz que se ponga un condón o mándalo a la
mierda
—Avísame cuando llegues a casa tú también —le recuerdo.

No puedo culpar al alcohol de mis acciones. A pesar de mi ligera falta de


coordinación, soy un noventa y nueve por ciento consciente de que estoy
subida en la parte trasera de una moto de un desconocido que pretende
llevarme a su piso para follarme. ¿Cuántas personas habrán hecho esto a lo
largo de su juventud? No es normal para mí, es la primera vez que hago algo
así y estoy tremendamente nerviosa.
La velocidad de la moto me marea un poco, pero el viento frío contra mi
cuerpo ayuda con la sensación de náuseas que me provoca.
El tipo aparca su moto en una zona en la que no me he atrevido nunca a
poner un pie sola. Conozco que lugares devo evitar en mi ciudad, y este
definitivamente es uno de ellos. «¿En serio vive en esta zona?» me pregunto
mientras lo escaneo de arriba abajo y me muerdo el labio. Tatuajes, un cigarro
que cuelga de su boca, chaqueta de cuero... «Sí, parece un estereotipo andante
en toda regla».
Las calles están sucias, como si el servicio municipal de limpieza tampoco
tuviera el valor de pasar por esta zona. Los grafitis con mensajes poco
educativos cubren cada pared. La iluminación es terrible porque las farolas
están apagadas, a excepción de una que no deja de parpadear. Además, se
aspira un aroma a marihuana tan intenso que pienso que con tan solo dos
inhalaciones podría colocarme.
Pasamos por una esquina en la que hay un grupo de chicos jóvenes

11
bebiendo de una botella que comparten. Son terriblemente ruidosos teniendo
en cuenta lo tarde que es. No me gusta la forma en la que me desvisten con
sus ojos. Cuando dos de ellos se ponen a silbar y a decirme soeces mi cuerpo
se pega al del desconocido de forma instintiva. El pánico y la adrenalina me
invaden, pero el desconocido los mira y ellos se callan de golpe. Es irónico
que me sienta a salvo con un hombre del cual no sé ni su nombre.
Subimos en silencio a su apartamento y antes de abrir la puerta se queda
frente a ella, pensativo.
«¿Qué pasa? ¿No quiere que entre? ¿Se arrepiente?»
—Mira... —comenta—, solo quiero dejarlo todo claro. Quiero follarte,
nada más —admite con honestidad.
No espero este arrebato de sinceridad previo a un polvo. Me pilla tan des-
prevenida que no puedo evitar echarme a reír. No esperaba otra cosa por su
parte. «¿Pensaba que quería más?» Su cara refleja confusión al verme
aguantándome el vientre de la risa.
—¿Y bien? —pregunta un poco molesto.
—Sí, sí, tranquilo —respondo, limpiando las lágrimas que se han esca-
pado de mis ojos.
En cuanto cierra la puerta de su casa me horrorizo, el tipo es realmente
desordenado. No me da tiempo a mirar mucho más porque me empuja
contra la pared, cogiendo mis dos piernas para que rodee su cintura con ellas.
No puedo evitar gemir cuando se presiona con fuerza y lo siento justo ahí.
Agarrándome al alza, me lleva hasta su habitación y me deja en la cama,
empieza a quitarme los zapatos y yo me incorporo y le quito la camiseta con
desesperación. Parece una especie de competición por ver quién le quita la
ropa al otro antes.
Y entonces me doy cuenta de la emoción que me recorre: el deseo.
Pensaba que era algo que conocía, pero estaba tan equivocada. Este deseo
es totalmente nuevo para mí, lo que esta persona es capaz de provocar en mi
cuerpo me hace volar la cabeza por completo.
Cuando se queda desnudo admiro su cuerpo entre las sombras.
Hay algo en su forma de mirarme que me hace sentir una conexión. No
es una conexión cálida, pero sí profunda. Es como si ambos estuviéramos
igual de vacíos. Es hermosamente oscuro. Un magnetismo le rodea, y es
como en el club, de algún modo, necesito seguir acercándome a él.
Su boca recorre mi cuello, el roce de sus dientes contra mi piel envía ondas
de placer por todo mi cuerpo.
Nunca me había sentido así, tan viva, tan consciente de todo y a la vez,
tan sumergida en el placer.
Muerdo mi labio cuando sus dedos se enganchan en el elástico de mi ropa

12
interior. Alzo las caderas para que pueda deshacerse de ella.
Las dudas se plantean unos segundos en mi cabeza: ¿debería hacerle algo?
¿Decir algo? ¿Dónde tiene los condones? Pero todo se queda callado cuando
sus dedos encuentran ese punto entre mis piernas que hace que los dedos de
mis pies se encojan.
Estoy embriagada en el éxtasis, sobre todo cuando introduce lentamente
un par de dedos en mi interior. Se deslizan con tanta facilidad que debería
resultar humillante. En cambio, solo quiero más y más.
Cuando se desliza para buscar algo en el cajón, siento el peso de su cuerpo
sobre el mío. Su erección se clava con fuerza en mi abdomen y me pregunto
cómo será notarla en mi interior.
Agarra mi rodilla y la flexiona, haciendo espacio entre mis piernas. Tras
desenrollar el condón a lo largo de su longitud, presiona en mi centro,
deslizándose arriba y abajo, creando una fricción maravillosa que me hace
alzar las caderas en su búsqueda.
Su mano se cierne sobre mi cuello al mismo tiempo que se introduce con
fuerza. Mi boca suelta entre una especie de alarido y gemido. Es dolo-
rosamente placentero y me cuesta varios segundos adaptarme a su tamaño.
Coloca mi pierna sobre su hombro y me embiste con más profundidad. Mete
su pulgar en mi boca, haciéndome sentir obscena, mientras mi lengua lo rodea
para humedecerlo. Luego lo saca para dirigirlo directamente entre mis
piernas, realizando círculos a una velocidad que me arranca mi primer
orgasmo. Es indescriptible la sensación de mis músculos contrayéndose a su
alrededor mientras él continúa entrando y saliendo.
Mis ojos se encuentran con los suyos, su mirada es indescifrable y al
mismo tiempo me mantiene atrapada y eso me abruma. Antes de que pueda
decir nada, pone sus manos en mi cadera y me coloca boca abajo.
Nunca lo he hecho de este modo, siempre he pensado que al no ver a la
otra persona me sentiría demasiado expuesta y nerviosa. Acaricia mis nalgas
y luego las palmea con fuerza. Me sorprende que el placer de esas palmadas
sea más intenso que el dolor, y también me sonroja la idea. Lo hace de nuevo
y Dios, solo puedo sentir placer y más placer, tanto que me hace ir en busca
de mi segundo orgasmo.
Una de sus manos se clava en mi cintura, la otra se enrosca en mi pelo,
agarrando un mechón fuerza y tirando de el al mismo tiempo que vuelve a
enterrarse profundamente.
Muerdo mi labio con tanta fuerza que degusto el sabor metálico de la
sangre en mi boca. Es tan sucio, incorrecto, y está tan mal… Sin embargo,
no creo recordar haber estado nunca tan excitada como ahora.
Sus manos buscan mis pechos, los agarra con tanta violencia que me eleva

13
de la cama, pegando mi espalda contra su pecho, su respiración irregular en
mi oreja me hace jadear. Hace que me corra de nuevo antes de acabar él y
separarse de mí.
Cuando sale de mi interior estoy sin aliento y mi cuerpo ruega una tregua
temporal.
Tira el preservativo y se enciende un cigarro, odio el olor a tabaco, pero
no digo nada, no es mi lugar, y no pienso quedarme aquí, tal y como hemos
acordado. Busco mi ropa con la misma rapidez con la que me visto. El
desconocido mantiene la mirada perdida en la ventana mientras continúa
fumando. No tienen ningún reparo en continuar desnudo, es tan apuesto que
resulta molesto.
—¿Quieres uno? —pregunta cuando va a coger otro cigarrillo.
Niego firmemente.
—Ya sabes dónde está la puerta, entonces —indica.
Ni siquiera le doy una última mirada, simplemente me voy sin mirar atrás.
Me noto más despejada, como si el alcohol que quedaba en mi sistema
fuera un recuerdo vago. Intento contener el sentimiento de culpa horrible
que empieza a invadirme. Acabo de hacer algo horrible.
Espero en el interior del portal hasta que el Uber llega a recogerme, le
escribo varios mensajes tranquilizadores a Lexie.
El silencio me espera en casa. Lo normal sería que alguien de mi edad
entrara a hurtadillas a estas horas, en mi caso no tengo a nadie que despertar.
Tiro mis llaves sobre el mueble del recibidor, y estas se caen al suelo. No me
molesto en recogerlas. Me libero de los tacones y suspiro placenteramente al
sentir el suelo plano contra mis pies.
El reloj marca las cinco de la madrugada. En dos horas debo empezará a
sonar mi alarma para preapararme e ir a clase.
Me arrastro hasta la ducha. El agua se lleva el sudor y el olor a sexo que
impregna mi cuerpo. Me noto entumecida y temo caer del agotamiento en
cualquier momento y quedarme inconsciente.
Cierro el grifo y mis manos buscan a tientas la toalla que hay colgada
afuera. Tras envolverme con ella y salir de la ducha, resbalo por el suelo
mojado y mi cara se golpea contra el mármol frío de la ducha. Un quejido
brota de mis labios en el impacto. Miro mi reflejo en el espejo, en busca de
alguna herida abierta, pero solo veo cómo se empieza a enrojecer la parte
superior de mi pómulo derecho. «Estupendo».
Me dejo caer en la cama sin molestarme en secar mi pelo o vestirme, y
cierro los ojos. Como es habitual, me cuesta conciliar el sueño, y mi cerebro
parece recrearse en los peores momentos de mi vida.

14
2.NIGHTMARE
No sé cuánto tiempo lleva sonando la alarma, pero definitivamente no es
la primera vez que suena. Mis ojos parecen estar pegados, mi pelo sigue
húmedo y tengo los dedos de los pies congelados.
Estiro la mano para apagar el teléfono, no lo alcanzo bien y acabo escu-
chando cómo se cae al suelo debido a mi pereza. El sonido del golpe me hace
saltar de la cama. No me sobra el dinero para comprar otro teléfono nuevo,
así que rezo una breve oración antes de girarlo, esperando que siga intacto.
Por suerte, solo ha sido afectado el protector de pantalla. Suspiro, aliviada, y
es entonces cuando me fijo en la hora.
«Mierda, ya debería estar en clase».
Empiezo a ir de un lado a otro como una desquiciada, me visto con lo
primero que pillo del armario, lo que me hace llevar calcetines de diferentes
colores y seguramente un atuendo de mierda. No tengo ganas ni de mirarme
en el espejo.
«¿Qué se supone que debo llevar el primer día de universidad?» Echo en
mi bolso el portátil, un par de barritas de cereales y frutas, y una botella de
agua. Tengo una resaca horrible y la luz del día solo parece intensificar mi
malestar.
Me subo al coche y arranco el motor del coche, brevemente me cuestiono
si, entre los nervios y las pocas horas que han pasado desde que bebí, estoy
en condiciones para conducir. Lo bueno es que el trayecto en coche no me
toma mucho tiempo. Cuando bajo del vehículo, me apresuro corriendo de
un lado a otro por los largos pasillos del edificio. Miro la hora de nuevo y
muerdo mis uñas frente a la puerta, debatiéndome si entrar o no. Según mi
planificación, las dos primeras horas son Historia del Derecho y ya llevan una
hora de clase. Si abro la puerta me puedo encontrar con dos situaciones: tal
vez están haciendo un descanso antes de la siguiente hora de clase, o tal vez
el profesor no da descansos y está impartiendo la clase.
Mi mano tiembla ligeramente mientras empujo la puerta. Una voz
masculina grave resuena por los altavoces del aula. Intento no mirar a nadie
porque me siento mortificada al sentir decenas de ojos mirándome.
El profesor se queda en silencio y se acerca a la puerta.
—¿Puedo ayudarla en algo, señorita…? —pregunta con una dureza que
me hace tragar con fuerza.
Mis mejillas se sonrojan y estoy tan intimidada que no soy capaz de mirar-
lo a la cara.
—Collins —respondo por lo bajo—. Yo… Venía a su clase, señor.

15
—¿Y ha decidido saltarse la primera hora porque ya tenía los
conocimientos adquiridos?
Ahora está demasiado cerca y mi nivel de abrumación va en aumento.
—Lo siento mucho, señor, no volverá a pasar —me disculpo mientras
muerdo mi labio inferior.
—Por supuesto que no. No permito que ningún alumno interrumpa mis
clases una vez han comenzado. Así que escúcheme con atención, Srta.
Collins, una vez suene el timbre, no aceptaré que ninguno de ustedes entre a
mi clase. No me importa si es día de examen, de presentación o de clase.
Pueden quedarse fuera y estudiar el temario perdido en la biblioteca.
Levanto la mirada y me quedo sin aliento.
«Joder».
Debe rondar los treinta y pocos y parece más un modelo que un profesor.
Su cabello es rubio ceniza y lo lleva perfectamente peinado. Tiene una
mandíbula fuerte y unos ojos verdes grisáceos. Lleva un traje que tiene pinta
de costar más que mi vida, y aunque no le queda precisamente estrecho, se
puede vislumbrar un cuerpo atlético debajo.
«¿Desde cuándo existen los profesores que están buenísimos?».
—Otra cosa que no tolero en esta clase son las gafas de sol. Haga el favor
de quitárselas, esto no es la playa —añade, ligeramente irritado.
Cuando obedezco y nuestros ojos conectan, me da la sensación de que
tenemos un pequeño momento. Él parece sorprendido por algo y luego
desvía la mirada.
—Es el primer día, haré una excepción y podrá pasar, pero queda
advertida —aclara su garganta—. Eso va también para el resto de ustedes.
Se aparta, dejándome pasar y prácticamente corro hacia el primer asiento
que veo libre. Miro mi planificación y veo que el nombre del profesor caliente
es Sr. Andrew Henderson. Hasta su nombre me parece atractivo.
Él habla y habla, y yo solo puedo fantasear con la idea de recorrer su
pecho con mis manos mientras… «Un momento, nunca he tenido este tipo
de fantasías con nadie. ¿Qué me está pasando?»
Mis mejillas se calientan y me obligo a tomar apuntes sin mirarlo. Tal vez
lo de anoche me ha afectado más de lo que pensaba. Nunca había sentido esa
clase de placer y mi cuerpo anhela otra dosis.
El Sr. Henderson no para de soltar términos que desconozco, por lo que
intento escribirlos todos para más tarde hacer una investigación por mi
cuenta. Cuando suena el timbre, se escuchan varios suspiros de agradeci-
miento que hacen eco en el aula. Miro la pila de papeles que estoy escribiendo
y veo decenas de párrafos marcados. Quiero llorar viendo la cantidad de
trabajo que me llevará tener los apuntes decentes.

16
«¿Es el momento de dejar la carrera?»
Meto todo en mi bolsa y me pongo en pie. La gente empieza a cuchichear
y hablar tranquilamente. Estoy a punto de llegar a la puerta cuando la voz del
Sr. Henderson me frena.
—Srta. Collins, me gustaría tener unas palabras con usted.
Mis ojos se cierran y me giro lentamente. No quiero otro discurso, pero
obligo a mis pies a arrastrarse hasta su mesa. Él permanece centrado en sus
papeles unos segundos y luego levanta la vista por encima de mi hombro,
mirando cómo el último alumno que quedaba en la clase sale del aula. Trago
con nervios. De repente, el hecho de estar a solas con él me impone
muchísimo.
—No es la primera vez que se matricula en esta asignatura —afirma
mientras levanta una de sus hojas.
—No, señor.
—¿La reprobó? Llevo aquí tres años y no recuerdo haberla visto antes.
—Yo… No llegué a presentarme. Me he tomado un tiempo de… des-
canso —le explico haciendo unas pausas que seguramente me hacen ver
como una tonta.
—¿Tiene algún problema del que quiera hablar conmigo, Srta. Collins?
Lo miro con confusión, notando la profundidad con la que me devuelve
la mirada.
«¿A qué se refiere?»
—Creo que no le entiendo…
Se pone en pie y su mano toca brevemente mi mejilla con delicadeza. Me
quedo congelada un segundo por el atrevimiento. Mis ojos se abren con
asombro e instintivamente me aparto. Él también parece sorprendido por sus
actos.
—Disculpe —carraspea—. No pretendía incomodarla, Srta. Collins. Que-
ría decirle que, aunque sea su profesor…
«¡Oh, Dios mío! ¿Se está declarando?»
—…sepa que también tiene mi apoyo. Puede contar conmigo si tiene
cualquier problema.
—¿Por qué sigue diciendo eso?
—Ese parece un golpe serio —entrecierra los ojos.
—¿Un golpe?
Mi mano toca el mismo que él y jadeo de dolor. No recordaba que me ha-
bía golpeado en el baño.
—Eso ha sido un accidente.
Me mira con escepticismo cuando pronuncio la palabra «accidente».
—Nadie me ha hecho daño, me he caído en el baño y me he golpeado la

17
cara —le aclaro.
—¿Está segura de eso? —continúa.
—Le agradezco su preocupación Sr. Henderson, pero de verdad que solo
ha sido un accidente.
Asiente, inseguro.
—Está bien.
Me marcho del aula, abrumada por la intensidad del primer encuentro con
mi primer profesor. Espero que el resto no se tome tan en serio mi apariencia,
no soporto tener que dar explicaciones de nada. Suficiente tengo con Nathan.
Para mi suerte, las siguientes clases transcurren sin incidencias, aunque mi
mente no para de reproducir la forma en la que el Sr. Henderson me ha dicho
«ese parece un golpe serio», demasiado implicado.
Cuando vuelvo a casa, saco mi portátil y empiezo un trabajo exhaustivo
de búsqueda de información para complementar las anotaciones de clase.
Estoy completamente concentrada hasta que un mensaje hace vibrar mi telé-
fono y me saca de mi burbuja.

Nathan: ¿Sobreviviendo al primer día? Mañana vuelvo, estoy


deseando verte.

Sus palabras revuelven mi estómago. Intento escribir varias veces una


respuesta y mis dedos tiemblan cada vez que tecleo algo.
Le he engañado. Le he sido infiel.
«¿Cómo he podido hacerle eso? ¿Y por qué ni siquiera me siento tan
culpable como seguramente debería?»
Inconscientemente, le doy vueltas a la alianza que rodea mi dedo anular.
Pese a estar en mi mano, lo siento como si me rodeara el cuello, presio-
nándolo hasta el punto de necesitar desesperadamente inhalar un poco de
aire. Cada día que pasa, le odio un poco más. También me odio un poco más
a mí en el proceso, por no ser capaz de acabar con esta mentira.
Dejo de intentar dar vueltas a esas preguntas para las que no tengo
respuesta cuando entra la llamada de Lexie. Antes de contestar, sé lo quiere:
sacarme cada detalle de lo que sucedió anoche.
—Entonces, ¿ahora qué? ¿Vas a dejar a Nathan? —me pregunta, feliz con
la idea.
No es un secreto que ella no soporta a Nathan, y debe ser una de las pocas
personas en el mundo, porque él tiene un carisma tan sorprendente que es
capaz de engatusar a cualquier persona.
—Sabes que no puedo dejarlo.
Escucho como suspira a través de la línea telefónica.

18
—Julliet… No puedes vivir a base de compromisos de tu pasado.
—No es eso.
—¿Entonces vas a seguir adelante con esto? ¿Vas a poner una fecha para
la boda, hacer los preparativos, meterte en ese vestido que sientes que es un
mono presidiario y unir tu vida a la de alguien que no amas?
La idea me aterroriza, de repente el anillo se siente mil veces más pesado
en mi mano.
—¿Por qué me dices estas cosas? —Intento contener mis emociones.
—Porque soy tu amiga, y necesitas alguien que te diga las cosas tal y como
son.
—Él me quiere, y es lo que ellos querían.
—No les debes nada, es tu vida.
—No quiero seguir teniendo esta conversación, Lex. Tengo muchas cosas
que hacer, hablamos luego.
Corto rápidamente la llamada.
La ansiedad y el vacío en mi pecho crecen, consumiéndome poco a poco.
En estos instantes lo único que quiero es meterme en la cama y no salir de
allí. Sin fuerzas ni ganas de nada, miro fijamente el techo, preguntándome si
alguna vez podré librarme de este sentimiento. Pienso en todas las
conversaciones que he mantenido con mis psiquiatras y terapeutas. Ellos me
han asegurado siempre que con el tiempo las heridas sanan, pero ya han
pasado tres años.
«¿Cuánto tiempo?»
Porque en mi caso no siento que estén sanando, creo que solo se hacen
más grandes.

Las pesadillas me despiertan en mitad de la noche, y después de eso es


imposible que vuelva a conciliar el sueño. Doy vueltas en la cama, intentando
no pensar en lo real que se sentían.
La oscuridad absoluta me aterra, acelera mis pulsaciones y mi cabeza
empieza a imaginar que algo terrible va a suceder y no voy a ser capaz de
verlo. Salgo de la cama. Lo único capaz de relajarme ahora mismo es un baño
caliente. Ni siquiera sé cuánto dinero gasto en la factura de agua cada mes,
pero es más de lo que debería.
Solo hay una bañera en la casa, y está en la habitación de ellos. Cada vez
que mis pies cruzan su puerta, siento un escalofrío. Nathan quiere que venda
la casa, es demasiado grande para mí sola y alberga demasiados recuerdos

19
desagradables, pero soy incapaz.
Me despojo de mi ropa y me sumerjo bajo el agua caliente. Es lo más pare-
cido a un momento de paz que puedo encontrar dentro del caos que siento
que me envuelve constantemente. Cuando mis sentidos se encuentran bajo
el agua, el mundo parece tan lejano en esos instantes que nada importa.
Pierdo por completo la noción del tiempo, solo salgo cuando mis pulmones
queman, rogando nuevamente por algo de oxígeno.
El agua pasa de estar caliente a tibia, mis dedos se arrugan por la cantidad
de tiempo que llevo sumergida, y decido salir. Tras envolver mi cuerpo en la
toalla, me quedo sentada mirando fijamente un punto concreto de la pared.
Mi teléfono vibra, desplazándose unos centímetros sobre la superficie de
mármol del mueble del baño.

NoReply: Valora tu viaje con nosotros.

Es un mensaje automático de Uber con los datos del trayecto de anoche.


Miro con curiosidad la ubicación y no sé por qué busco la distancia que hay
entre mi casa y su apartamento.
Aprieto mis piernas, recordando la sensación de tenerlo en mi interior. Mi
respiración se acelera. Deseo. Eso es, otra vez. Lo deseo tanto que muerdo
mi labio inferior hasta sentir la sangre en mi lengua.
El nudo de la toalla se va aflojando hasta que cae. Me agacho para
recogerla y al levantarme, observo mi cuerpo desnudo en el espejo. Mi pelo
castaño llega casi hasta mi cintura cuando está mojado. Siempre lo he llevado
largo. Mis ojos azules son lo más característico y expresivo de mi rostro, pero
me devuelven una mirada apagada. Observo el resto de mi cuerpo. Sé que
luzco bien, pero no puedo evitar escuchar la voz de mi madre en mi cabeza,
disconforme con mi peso. Le doy la espalda a mi reflejo. Es una estupidez.
Estoy en un peso normal, rozando un peso inferior al normal. No debería
escucharla.
Estos últimos años he subido algunos kilos, sí, he pasado de los cincuenta
a los cincuenta y cinco, y me he mantenido en ese peso. Ya no sigo la dieta
estricta que me obligaba a comer, y Lexie me hizo probar el chocolate, del
cual disfruto de vez en cuando. Aunque a veces la escucho cuando como y
lo odio. Es una tontería sentirme de este modo. Es absurdo. Pero su presencia
continúa muchas veces presente en mi cabeza, odio darle ese poder a alguien
que ni siquiera sigue en mi vida.
Aprovecho que no puedo dormir para abrir mi ordenador portátil y
revisar las ofertas de trabajo. Me inscribo en varias de ellas, aunque una en
particular destaca por encima del resto, y lo que la hace tan atractiva es el

20
salario. Nunca había visto una remuneración tan alta por un simple trabajo
de bartender.
Cuando ya no quedan más ofertas por consultar en la ciudad, abro el mo-
do incógnito y busco algo que nunca he buscado: porno. Siento que estoy
haciendo algo malo al abrir la página. Mi aventura nocturna de ayer ha des-
pertado mi insaciable curiosidad. Una que desconocía, y eso suele ser
peligroso.
Mis ojos se abren de par en par al ver la página inicial llena de videos. Hay
demasiada variedad, cosas que ni sabía qué se podían hacer. Y, «¿por qué me
resulta tan interesante los que tienen contenido lésbico?»
Algunos videos me parecen forzados y extraños, pero hay otros que
despiertan mi deseo. Sin pensarlo, mi mano se desliza por la cinturilla de mis
pantalones cortos. Los labios del hombre del video recorren el cuerpo de la
mujer, e imagino que se trata del desconocido de anoche conmigo.
No sé qué estoy haciendo, simplemente me dejo llevar instintivamente
por lo que se siente bien. Y por primera vez en veintiún años, me
autocomplazco hasta que mis ojos, exhaustos, se cierran.

Al día siguiente, no cometo el mismo error y llego veinte minutos antes a


la clase del Sr. Henderson. La puerta está entreabierta, así que me cuelo en
el interior del aula. No espero encontrarlo allí, ni mucho menos casi arrollarlo
por delante. Lleva algún tipo de colonia que lo envuelve, haciéndolo más
irresistible.
—Disculpe —le digo, mirando al suelo fijamente.
—Tome asiento, Srta. Collins —resopla.
Aprovecho para elegir sitio en primera fila, así estoy más cerca del
proyector y puedo ver mejor.
Prepara el equipo informático, pero parece que tiene ciertas dificultades.
—Creo que es su cable —carraspeo, aclarando mi garganta.
—El cable está bien, debe tratarse de mi ordenador. ¿Podría dejarme el
suyo un momento para comprobar si funciona?
—Claro.
Hay algo, como un aura extraña a su alrededor, tan exigente, tan deman-
dante…
Nuestras manos se rozan cuando le entrego el portátil, y muerdo mi labio
inferior. Él lo coloca sobre su escritorio y abre la tapa. No le pide contraseña
ya que no tengo ninguna. Nathan puede ser un poco obsesivo a veces, por lo

21
que evitar problemas de esta manera resulta conveniente. Para mi gracia
divina, al Sr. Henderson le aparece en pantalla lo último que estuve mirando
anoche. El maldito vídeo porno.
Podría fingir que esto es una página de esas molestas de publicidad, si no
fuera porque el vídeo está medio reproducido. Debí haberme quedado dor-
mida mientras experimentaba más de la cuenta, y en algún momento
simplemente bajaría la tapa sin preocuparme por cerrar la pestaña.
Durante unos segundos, ambos miramos la imagen congelada. La chica
tiene las manos atadas detrás de su espalda, mientras el tipo la nalguea y
manosea a su antojo. Toda la sangre de mi cuerpo se concentra en mis
mejillas.
—¿Esto es alguna especie de broma sin gracia, Srta. Collins? —me
pregunta frunciendo el ceño.
Bajo la tapa de golpe y le quito el ordenador, negando rápidamente.
—No sé cómo estaba eso ahí. —Suelto una risa nerviosa.
Sus cejas se alzan y, a continuación, me mira con escepticismo, hacién-
dome tragar con fuerza.
—Mejor iré a secretaría. Vuelvo enseguida.
«Ya has pagado la matrícula del curso, no puedes abandonar ahora. Has
pagado la matrícula, simplemente no lo mires a la cara nunca más». Intento
consolarme, repitiendo eso varias veces en mi cabeza.
Poco a poco, llegan más alumnos, y decido cambiar mi ubicación a la parte
más alejada del aula, para evitar el contacto visual con el Sr. Henderson.
Tres horas después, siento que mi cerebro se ha fundido.
—Me gustaría que leyeran el tema cinco y seis para mañana y respondieran
las preguntas on-line que he preparado para ustedes, cualquier duda que
tengan la pueden compartir por el foro que he habilitado, si es algo más
específico y nadie puede resolverlo pueden pedir cita conmigo —comenta el
Sr. Henderson mientras apaga el proyector.
La chica rubia que está sentada a mi lado se inclina hacia mí.
—Sin duda le pediría una cita al Sr. Profesor Sexy —susurra por lo bajo.
Me río cuando mueve las cejas de arriba a abajo de forma sugerente, tal
vez demasiado alto, ya que atraigo la mirada del Sr. Henderson.
—¿Algo divertido que quiera compartir con el resto de la clase, Srta.
Collins? —pregunta entrecerrando sus ojos.
Niego con la cabeza y el timbre suena. La expresión salvada por la
campana cobra sentido para mí.
—Es tan caliente la manera en la que te dice señorita, me dan ganas de
ponerme a cantar la canción esa de Shawn Mendes, ya sabes —parlotea la
chica que se sentaba a mi lado—, I love it when you call me señorita… —continúa

22
ella.
Mi indiferencia hace que frunza el ceño.
—¿Has vivido debajo de una piedra?
—En un psiquiátrico —contesto con honestidad.
—Interesante. Soy Taylor. —Extiende su mano, ofreciéndomela para que
la estreche.
Normalmente no digo eso, ni la gente reacciona así.
—Julliet.
No ha terminado la mañana y Taylor ya se autoproclama mi amiga. La
verdad es que demasiado divertida para no seguirle el juego y se siente bien
tener alguien más con quién hablar.

23
3.THE FEEL GOOD DRAG
Cuando doclo la esquina de mi calle, veo su coche estacionado frente a
mi casa. Mis manos aprietan con más fuerza el volante. Aparco justo detrás
de su coche y oculto mi rostro entre mis manos mientras cuento varias
respiraciones. Siento como si mi corazón fuera a salirse del pecho en cual-
quier momento. Unos golpes en el cristal de la ventanilla me sobresaltan.
Giro la cabeza y ahí está él, con una gran sonrisa, tan apuesto como siempre.
«¿Debería decírselo? Soy una persona horrible, lo confiese o no, el resultado
es el mismo».
Rodea el coche y llega hasta a mi lado; antes de darme cuenta, ya ha abierto
la puerta y ha cogido mi cara entre sus manos para plantar un beso rápido en
mis labios. Suelto un quejido al sentir su mano en mi pómulo magullado y
Nathan, al percartarse, se aparta.
—¿Qué te ha pasado? —pregunta, sorprendido.
—Un pequeño accidente en el baño —comento, bajando del coche y
caminando hacia el interior de la casa.
—Debes tener más cuidado para no estropear ese rostro tan perfecto…
No sé si eso suena romántico en su cabeza, pero en la mía parece un
reproche como los que ella solía decirme. Evito rodar los ojos, iniciar una
pelea por uno de sus típicos comentarios solo me dará dolor de cabeza.
Me meto en mi papel, ese que he perfeccionado durante años, y le
pregunto cómo ha ido el viaje. Él y su padre siempre van a la ciudad el
segundo fin de semana de septiembre, cada año. No tengo claro qué hacen
ni por qué es tan importante que sea ese fin de semana. Eso le ha hecho
perderse varios de mis cumpleaños. «No es que me queje, prefería pasarlo
con Lex».
—Ha ido estupendo. Y tú, ¿al final saliste con Alexandra?
Finge que no la odia; por lo menos es más discreto que Lexie profanando
su odio por él.
—Sí, salimos por ahí —confieso rascando mi nuca.
—¿Saliste? ¿Fuiste de fiesta el día anterior a empezar el curso? Eso no es
nada responsable, Julliet.
A veces pienso seriamente que el espíritu de mi madre vive atrapado en
su cuerpo.
—Era mi cumpleaños, Nathan. ¿Querías que me quedara encerrada en
casa?
—Podrías haber esperado al fin de semana siguiente y así celebrarlo
conmigo.

24
Mi frente se frunce, a estas alturas ya es imposible que pueda evitar ocultar
mi indignación.
—Podrías no haberte ido y haber estado aquí.
—¿Quieres discutir sobre eso ahora? Sabes la importancia de este viaje, y
solo ocurre una vez al año.
Me río sin ganas.
—Sí, bueno, no es como si cumpliera años todos los días yo tampoco.
Niega con fastidio.
—Vamos a dejarlo estar, te he echado de menos y no quiero que se
estropee. —Coge mis manos entre las suyas, sonriente, hasta que detecta la
ausencia de algo—. ¿Dónde está el anillo?
Lo pregunta calmadamente, pero puedo ver en sus ojos cómo intenta
esconder la ira.
—No quería que me lo robaran, me lo quité por si acaso.
Y no es una excusa. Cada vez que salgo por la noche con esa piedra tan
grande, siento que soy una diana ambulante para los ladrones. Es demasiado
valioso, y me hace sentir insegura.
—¿Así que te lo quitas para salir de fiesta? ¿Qué se supone que debo
pensar de eso? ¿Qué imagen crees que me das de ti?
Abro la boca para responder; no obstante, cuando recuerdo lo que hice,
la cierro de golpe.
Él suelta un largo resoplido. Al final cada uno se centra en sus quehaceres.
Él está redactando no sé qué informe, y yo repasando el temario que han
impartido hoy en clases.
—¿Te apetece pedir algo de cenar? —ofrece mientras da vueltas a su
teléfono.
—Claro, pide lo que quieras.
Tiene la costumbre de andar de un lado a otro cada vez que realiza una
llamada, así que me sobresalto cuando sus labios recorren mi cuello, creyendo
que no estaba aquí.
—No sabes cuánto te he echado de menos —murmura.
Con Nathan me siento en piloto automático. Al principio pensaba que era
normal, que mi falta de experiencia me hacía sentir de ese modo. Luego lo
relacionaba con la tristeza y la apatía del accidente. Ahora, después de haber
sentido placer real, sé que no soy yo.
Me quita la ropa y me dejo hacer. Tal vez esta vez será diferente, pero no
lo es. ¿Cómo puede estar una persona literalmente dentro de ti y al mismo
tiempo la sientes a miles de kilómetros de distancia? Mis pensamientos
repiten lo mismo de siempre: Que esto es aburrido. Mecánico. Lo único que
deseo es que termine de una vez. ¿Se da cuenta de que estoy odiando cada

25
minuto de esto? ¿Le da igual o simplemente está tan concentrado en su
propio mundo que ni se percata de lo que siento?
Lo que más revuelve mi estómago en todo esto es mi actitud: ¿Por qué
no soy capaz de decirle que pare?
—Eres tan hermosa —susurra contra mis labios.
Nathan toma mi rostro entre sus manos y aparta los mechones que cubre
mi cara,
—Sabes cuánto te amo, ¿verdad? —me recuerda.
Trago el nudo en mi garganta y asiento. «¿Lo sé?» Sonríe antes de
presionar sus labios contra los míos. Cierro mis ojos e intento, realmente lo
intento, sentir algo. Sin éxito.
Cuando se corre en mi interior, siento el alivio de saber que ha terminado.
A los pocos meses de empezar a salir, me sugirió tomar las píldoras
anticonceptivas, y desde entonces siempre he estado en control de natalidad.
La simple idea de tener un hijo me aterra.

Durante la cena, saca el tema que tanto odio: los preparativos de la boda.
Al final, siempre termina igual. Discutimos porque le digo que es muy pronto,
y él me presiona porque ya hace unos años que estamos comprometidos.
Tiene razón, sin embargo, no me siento lista.
Cuando Nathan se marcha un solo pensamiento me ronda: necesito verlo
de nuevo.
Voy a las búsquedas recientes de mi Google Maps y selecciono la ruta.
Definitivamente, lo que estoy haciendo está mal. Es una locura, es
desesperado… Pero lo necesito. Mi cuerpo me lo ruega.
Aparco el coche delante del edificio. Es un barrio peligroso. No debería
estar aquí; no es sensato, pero ahora mismo mi sensatez parece estar nublada
por el deseo. Así que bajo decida y me acerco apresudaramente al edificio.
Miro los diferentes timbres, no sé a cuál debería llamar, no recuerdo donde
vivía. Masajeo mis sienes y suspiro. Es tarde y ni siquiera sé si este tipo estará
acompañado ya. Me siento tan estúpida.
—¿Qué haces aquí? —pregunta el desconocido. Cuando me giro para
mirarlo suelta el humo de su boca en mi dirección.
Mi respiración se altera y me encuentro cautivada por su mirada azulada.
Muerdo mi labio; su mano se extiende hacia mi cara y libera el labio que estoy
apretando con mis dientes. Mi boca se seca y el fuego empieza a recorrer mis
venas.

26
—¿Has venido a verme? —Una sonrisa arrogante adorna su cara.
Me sonrojo porque en voz alta la idea suena aún más desesperada.
—No me gusta repetir —comenta antes de que pueda responder, dándole
otra calada a su cigarrillo.
El sentimiento de humillación va creciendo exponencialmente.
—Y no deberías venir por aquí sola, no es muy inteligente de tu parte —
añade. Su tono de advertencia es firme y frío, igual que su actitud.
Mis piernas tiemblan, sin el alcohol recorriendo mi sistema no me siento
tan atrevida estando cerca de él. Me doy la vuelta sin decir nada y tanteo las
llaves de mi coche en mi bolsillo trasero.
—Espera. —Su mano agarra mi brazo, deteniéndome. Tira el cigarro al
suelo y lo pisa con fuerza. Se pasa la mano por la barbilla y me mira con
intensidad—. Ya que has venido hasta aquí, no desperdicies el viaje.
Mi corazón empieza a latir con más fuerza. Debería mandarlo a la mierda,
pero a quién quiero engañar, necesito más de él.
—¿No decías que no repetías? — Muerdo mi lengua cuando reflexiono
las palabras que acabo de soltar. Su sonrisa se ensancha; es tan pecaminosa y
prometedora que podría hacer que cualquier persona hiciera lo que él
quisiera.
—Pareces el tipo de persona por el que vale hacer una excepción, nena.
Trago con fuerza; tiene un aura peligrosa y carismática al mismo tiempo.
No puedo explicar bien el efecto que causa en mí. Extiende su mano y la cojo
sin pensar. El diamante de mi anillo reluce en mi mano; es imposible que pase
desapercibido.
—Esto no estaba aquí ayer.
—¿Importa?
—Lo único que me importa es la cantidad de ropa que llevas ahora
mismo.
La temperatura sube unos grados, o al menos me da esa sensación. Me
calienta simplemente el hecho de pensar lo que vamos a hacer.
Se mueve con rapidez e intento seguir su paso. Parece desesperado por
llegar a su piso y la idea me gusta. Las puertas del ascensor se cierran y sin
contener las ganas, tiro de su camiseta para besarlo. Su lengua lame mi labio
inferior y gimo en su boca. Presiona su cuerpo contra el mío, estamos
jadeando cuando las puertas se abren. Mis labios están hinchados y estoy
completamente excitada, tanto que no necesito ningún tipo de atención
previa.
Abre la puerta de su piso, y antes de darme cuenta de nada ya estoy dentro,
contra la pared. Su boca está por todas partes. Tiro mi cabeza hacia atrás
golpeándome la parte posterior con el cemento. Es tan placentero todo que

27
ni me molesta el golpe. Su mano tira con fuerza mi blusa y todos los botones
se rompen, saltando por el suelo. Me vuelve loca lo salvaje que es. Baja mi
sujetador liberando mis pechos y se lanza a chupar, morder y tirar de mis
pezones. Mis manos se enredan en su pelo, mis gemidos son cada vez más
audibles.
Siento su erección presionando contra mi vientre, muevo mis caderas para
crear un poco de fricción. Desabrocha mis pantalones y los baja quedando
arrodillado delante de mí. Pese a ser él que está a mis pies, me hace sentir
intimidada con su mirada. Coge mi pierna y tira del pantalón, repite la misma
acción con la otra. Una sonrisa maliciosa se desliza por su boca y mi corazón
amenaza con salirse del pecho, siento el aire caliente de su boca contra mi
zona más íntima. Aspira con fuerza haciéndome sonrojar en todos lados.
Jadeo cuando noto que aparta mi ropa interior. Su boca encuentra mi
clítoris y empieza a besar y tirar de él con sus labios, mis ojos se ponen en
blanco y disfruto cada segundo de esto.
Es una sensación a la que me podría volver adicta sin problemas.
Un dedo recorre mi entrada mientras sigue con las caricias de su lengua,
lo desliza dentro y gimo con fuerza.
—Joder, estás tan mojada —murmura alejándose un segundo. Protesto y
se ríe por lo bajo.
—¿Quieres correrte en mi boca? —pregunta, sus labios brillan con mi
excitación.
Nadie me había hablado de ese modo nunca y me fascina lo mucho que
me gusta.
Asiento, pero él no parece conforme con mi respuesta.
—Quiero escucharte. —Me provoca.
La vergüenza se apodera de mí.
—Quiero correrme en tu boca —le contesto con timidez.
Sonríe, triunfante y el fuego aparece en su mirada.
Sigue trabajando con su boca haciendo que mis caderas se muevan
involuntariamente, añade otro dedo en mi interior y siento como me
contraigo a su alrededor. Mi orgasmo está cada vez más cerca, mis ojos se
cierran, así que me centro únicamente en el nudo que se concentra en la parte
inferior de mi vientre. Exploto en mil pedazos en su boca, mis dedos se
curvan y mi cabeza se nubla. Mi pecho se mueve de forma agitada y cuando
abro los ojos veo que prácticamente se está arrancando su propia ropa. Saca
un condón y lo desenvuelve alrededor de su erección.
Tira de una de mis piernas y rodeo su cintura con ella. Se mete de una
estocada en mi interior y gime cuando está completamente dentro. Suspiro
placenteramente. Mis uñas se clavan en su espalda, muevo mis caderas,

28
alentándolo para que siga. Se retira un poco y se introduce con más fuerza,
coge mi otra pierna y estoy totalmente agarrada a él, sus caderas se mueven
con rapidez y profundidad, dejándome sin aliento con cada embestida.
—Coloca tus brazos alrededor de mi cuello —ordena.
Le hago caso, sus manos me cogen del trasero y me empieza a caminar
por la casa, no vamos muy lejos, se sienta en el sofá conmigo todavía dentro.
Me quedo encima de él, cuando le miro fijamente a los ojos trago con fuerza.
No he hecho esto antes.
—Es tu turno, muéstrame cómo te mueves —susurra en mi oído,
provocando que se me erice la piel.
Sus manos acarician mi espalda y muevo mis caderas, probando, se siente
bien estar tan llena, cada vez que bajo la fricción de mi intimidad con su
cuerpo envía oleadas placenteras por mi columna, me encanta. Su mano baja
y aprieta con rudeza mi trasero.
Bajo mi cabeza, lo beso profundamente mientras sigo ondeando, mi
cuerpo, sube y baja, descubriendo el ritmo que ambos necesitamos. Nuestras
lenguas se buscan de forma obscena y debo concentrarme en moverme más
rápido, un espasmo recorre su cuerpo mientras se deja llevar en mi interior,
no puedo contenerlo más, y me corro de nuevo.
Me levanto y busco mi ropa por el suelo. Me meto en ella con rapidez y
cojo la blusa del suelo. Suspiro al verla ya, que no quedan botones para poder
cerrarla. Intento hacer un nudo con los extremos, pero queda demasiado
provocadora para salir a la calle.
—Coge esto —me dice, mientras extiende la camiseta que llevaba.
Me quito la blusa y deslizo su camiseta por mi cuerpo. Me queda
larguísima y huele a tabaco y a él.
—Gracias… —Todavía no sé su nombre.
«Dios, ¿en qué me convierte eso?»
—Kaden —contesta.
—Gracias, Kaden. —Me siento tan tímida de repente.
Levanta una de sus cejas.
—Creo que es justo que yo también conozca tu nombre.
—Julliet.
—Julliet —repite, no sé cómo logra hacerlo sonar sensual.
Estiro mis brazos, sintiéndome incómoda. No sé qué hacer a conti-
nuación, así que decido seguir el ejemplo de la última vez que estuve aquí.
Cuando tengo la mano en el pomo de la puerta, sus manos se clavan en mi
cintura.
—¿Te vas sin despedirte?
Me giro sorprendida. Esperaba indiferencia por su parte, no interés. Su

29
cambio de actitud me desconcierta.
—¿Adiós? —pregunto, sintiéndome estúpida.
Una sonrisa curva sus labios.
—¡Oh! ¿Quieres dejarme tan poco satisfecho?
Utiliza un tono de voz teatral, casi en un susurro, bastante sexy. El
reconocimiento de esa línea me asombra. Mi abuela era una fanática de
Shakespeare.
—¿Acabas de citar a Romeo? —Mi boca cuelga, boquiabierta.
«El infierno debe acabar de congelarse».
Su sonrisa se ensancha aún más.
—Parece que sí, Julliet.
—¿Esto es alguna especie de broma por mi nombre?
Porque precisamente me llamo así por culpa de mi difunta abuela y su
aficción por esa historia, aunque por querer hacerlo especial añadiero una “l”
innecesaria, y estoy entre un “Juliette” francés y un “Juliet” americano. Lo
que me lleva a continuos errores en los que nadie sabe escribir mi nombre.
—¿Siempre preguntas cosas obvias? —pregunta, entre irritado y
divertido. Increíble que pueda mezclar ambas emociones.
Sonrío por lo extraña que me parece la situación, y se siente tan bien
sonreír de verdad.
—Parece que sí, Kaden —lo imito.
Me retira un mechón de pelo y lo coloca detrás de mi oreja. Inclina su
cabeza y besa ese punto de mi cuello que me hace estremecer.
Se aparta, la mirada de satisfacción y arrogancia que tiene en sus ojos me
resulta sumamente atractiva.
—No vuelvas a venir por aquí sola. Dame tu teléfono, voy a guardar mi
número.
«¿En qué momento ha pasado la cosa de “no repito con nadie” a “voy a
guardar mi número”?»
Lo desbloqueo y automáticamente se lo entrego. Él teclea con rapidez y,
cuando me lo devuelve, sigo sintiendo esa corriente cada vez que nuestras
manos se rozan.
Bajo la mirada hacia la pantalla, confundida por el nombre que ha
guardado.
—¿Taylor? —pregunto en voz alta.
—Es mi segundo nombre… uno que casi nadie sabe y prefiero que siga
así.
—¿Por qué lo has puesto en mi teléfono, entonces?
—Porque Taylor es un nombre con el que no tienes que dar explicaciones
si las cosas se ponen extrañas con tu prometido.

30
Llevo mi mano a mi cabeza; esta da vueltas intentando procesar todo lo
que dice.
—Nunca he dicho que quiera seguir haciendo esto —le digo.
—No necesitas decirlo, tu cuerpo habla por ti.
Mi respiración se altera levemente.
—Pensaba que tú no repetías.
—Contigo es diferente.
—¿Diferente?
Se inclina hacia mí y su rostro queda a centímetros del mío.
—Estás comprometida, no quieres tener una relación conmigo más allá
de lo sexual, ¿estoy en lo cierto?
Lo reflexiono unos segundos y asiento.
—Entonces estoy bien con eso, puedes usarme tanto como quieras.
—¿Taylor?
—Si él pregunta, solo le tienes que decir que soy una amiga tuya de la
universidad. No tengo foto de perfil. Tu amiga dijo la otra noche algo de
clases. ¿Vas a la universidad?
Asiento nuevamente.
—Soy una nueva amiga de la universidad, con la que tienes trabajos,
muchos trabajos. —Su sonrisa deslumbrante aparece de nuevo.
«No sería una mentira del todo. ¿Es el destino que haya conocido a una
Taylor en la universidad?»
Se inclina de nuevo y nuestros labios están a punto de tocarse. Me quedo
sin aliento, esperando a que me bese.
—Te acompaño hasta tu coche —murmura y se separa de mí.
—No es necesario —recalco.
Saca un cigarro y lo enciende.
—Lo sé.
Lo sigo y permanecemos en silencio todo el tiempo hasta que llego a mi
coche. Cuando me giro para despedirme, sus labios se estampan con los míos.
Jadeo con sorpresa, pero respondo con rapidez. Nos separamos y la lujuria
que pinta su mirada aumenta mi pulso.
—Eso es una despedida. Estaré pendiente del teléfono, tú solo dime dónde
y cuándo.
Trago con fuerza y mis dedos acarician mis labios hinchados. Me guiña
un ojo y creo que podría desfallecer de lo atractivo que es.
—Julliet… Que el sueño se aposente en tus ojos y la paz en tu corazón. —La calidez
con la que habla me deja fascinada.
—¿Me vas a estar citando todo el tiempo a Romeo por mi nombre?
—Esperaré tu mensaje —contesta, obviando mi pregunta.

31
Entro en el coche y al arrancar, lo observo de reojo por el espejo. No es
posible que ya esté deseando verlo de nuevo.

32
4.OVERWHELMED
—No puedo creer que él vaya a asumir estas clases —me susurra Taylor
en voz baja—. ¡Dios ha escuchado mis plegarias!
Sin embargo, yo no me siento tan feliz por la noticia. La Sra. Hood ha
abandonado el curso a tan solo tres semanas de haber empezado, lo que
significa que el Sr. Henderson ha asumido las clases de Derecho Penal I. Esto
se traduce en que ahora lo veré más horas de las que ya lo hacía.
Honestamente, él es el mejor profesor que tenemos. Puede que sea exigente
y serio, pero explica las cosas de manera muy clara. Aunque todavía me
resulta incómodo mirarlo a la cara, al menos mis oídos son funcionales para
tomar apuntes.
—La Sra. Hood no nos había enviado ni un solo trabajo, estoy segura de
que después de esta clase ya tendremos tarea para la próxima semana —
murmuro mientras paso mis manos por mi pelo.

Nathan: ¿Nos vemos esta noche?

He estado evitando con éxito durante varios días, por lo que mi sumi-
nistro de excusas está en mínimos y mi creatividad para inventar nuevas está
en su punto más bajo. Tas un largo suspiro, le respondo que sí.
He estado engañándolo en varias ocasiones. Una vez leí que práctica-
mente el cincuenta por ciento de la población es infiel a su pareja o lo será en
algún momento, pero nunca había considerado que sería capaz de contribuir
a esa estadística.
Kaden se ha convertido en mi nueva adicción. El deseo que despierta en
mí nubla mi juicio, y lo único que siento son ansias de más. Me hace sentir
bien, y experimentaba esa sensación desde… Ni siquiera puedo recordar
cúando fue la última vez.
Nos encontramos prácticamente a diario: en su estudio, en mi casa, en la
biblioteca, incluso en la parte trasera de su coche. Creía que después de
acostarnos varias veces, uno de los dos se cansaría, tal vez ambos, sin
embargo, parece que está surgiendo el efecto contrario.

Taylor: ¿Nos vemos esta noche?

Siento cómo mi estómago se contrae al leer el mensaje. Por supuesto,


deseo ver a Kaden esta noche, pero acabo de confirmarle a Nathan. La
culpabilidad me…

33
—La culpabilidad, Srta. Collins.
Sacudo la cabeza confundida y, al alzar la mirada, me encuentro los ojos
escudriñadores del Sr. Henderson. Sus manos están en mi pupitre. Observo
cómo las venas se marcan en sus brazos e intento no pensar en lo actractivo
que es eso.
—¿Qué?
—Parece muy atenta a su teléfono. Asumo que es porque conoce los
elementos de la culpabilidad según Frank.
Muerdo el interior de mi boca, percibiendo que el Sr. Henderson está
realmente molesto.
—La imputabilidad, el dolo o la imprudencia y la configuración de las
circunstancias en que tuvo lugar la acción delictiva —respondo en voz baja,
sin poder evitar cierta tensión en mi cuerpo ante su mirada desafiante.
Él mantiene su posición, con las manos apoyadas en mi pupitre, y
continúa hablando con voz firme.
—Por suerte, su respuesta es correcta. Sin embargo, eso no justifica su
comportamiento. Puede que a otros profesores les resulte indiferente lo que
hagan durante sus clases, yo solo pido una cosa cuando cruzan esa puerta:
atención. Si no tienen interés en aprender y escuchar, sería preferible que se
ahorrasen la asistencia y no vinieran aquí a calentar el sillón.
Me siento como una niña de cinco años a la que están reprendiendo,
aunque sé que tiene toda la razón. Conocía la respuesta porque repasé el
temario que se iba a tratar hoy ayer por la noche. Al preparar mis clases, siento
que tengo un enfoque más relajado, pero eso no justifica la falta de respeto.
—Disculpe, Sr. Henderson. No volverá a suceder —aseguro,
esforzándome por sonar convincente.
—Esto no es la escuela secundaria. Están aquí porque lo han decidido.
Aprovechen el tiempo y el dinero que están invertido —concluye antes de
alejarse y dirigirse a su escritorio.
Apago el teléfono y lo guardo en mi bolsa, sintiéndome avergonzada.
Cuando termina la clase, Taylor y yo nos dirigimos al comedor para comer y
aprovechar el tiempo repasando conceptos o adelantando trabajos.
—Parece que te tiene en el punto de mira. No he visto que reprenda a
nadie más por no prestar atención —comenta Taylor dejando caer la bandeja
en la mesa—. Es una tontería.
—Creo que me odia —reflexiono.
—El odio puede ser muy apasionante —dice, lamiéndose los labios de
forma lasciva.
—Sí, claro. La pasión del suspenso. —Resoplo con sarcasmo.
Taylor se ríe y niega con la cabeza. Después de comer, me lleva a su

34
residencia para buscar el cargador de su portátil.
—¿Has visto los carteles? En unas semanas van a hacer la fiesta para
novatos —me pregunta.
—Están por todos lados —asiento.
—Vamos a ir, ¿verdad? —pregunta Taylor con entusiasmo.
—No soy muy fan de las fiestas —respondo haciendo una mueca.
—Es nuestra primera fiesta universitaria, no podemos perdérnosla —
insiste Taylor.
La residencia de Taylor parece muy tranquila.
«Tal vez sería bueno que yo viviera en un sitio así», pienso.
Taylor intenta abrir la puerta, pero está bloqueada.
—Qué raro, mi compañera a esta hora suele estar… —comenta mientras
busca las llaves en su bolso.
Al abrir la puerta, lo primero que notamos son dos cuerpos desnudos
moviéndose al unísono, mientras los gemidos de la chica retumban por toda
la habitación.
—¡Jenn, joder! ¡Deja un puto calcetín blanco en el pomo o algo la próxima
vez! —grita Taylor, tapándose los ojos con sus manos.
La chica, Jenn, está moviéndose encima del hombre. Él la sostiene con
sus brazos fuertes tatuados, los cuales me resultan muy familiares.
—¿Kaden? —jadeo cuando los identifico.
Él inclina la cabeza y me mira con asombro, reconociéndome al instante.
Abro la boca. Soy plenamente consciente de que no tengo ningún derecho
sobre nada, y que lo que yo hago es muchísimo peor, pero verlo con otra
persona me provoca una especie de celos irracionales. Celos reales y crudos
que envenenan mi sistema. Me siento traicionada, por muy hipócrita que sea
por mi parte. Su mirada permanece impasible y la realidad me golpea de lleno.
«Me estoy encaprichando de él».
Es un hecho, después de solo unos encuentros sexuales ya siento celos al
ver que está haciendo lo que quiere con su vida privada, y eso que lo que haga
es algo totalmente lícito. Soy oficialmente patética.
Taylor continúa con los ojos tapados y va tanteando hasta encontrar el
cable tirado por el suelo, y salimos de allí tan rápido como hemos entrado.
—¿Lo conoces? —me pregunta Taylor con interés.
—No mucho —admito, sintiendo cómo el estómago me da vueltas al
rememorar la imagen.
Decido que lo mejor es dejar de responder sus mensajes por dos razones.
En primer lugar, me cabrea el solo pensar en él. Y, en segundo lugar, espero
que al hacerlo, pueda superar lo que sea que estuviera empezando a sentir por
él.

35
—Mañana tengo una entrevista —le anuncio a Lexie.
Ella está tumbada en mi cama, jugando a lanzar mi pelota antiestrés por
los aires.
—¿Cumple tus requisitos?
—Sí. Trabajo de noche, los viernes, sábados y domingos. No estoy segura
de qué ponerme para la entrevista, ¿algo informal o más formal?
—Toda tu ropa parece sacada del armario de mi tía abuela Doris, no tienes
nada decente —se burla.
Le lanzo uno de los primeros cojines que alcanzo, dándole de lleno en su
cara.
—Eres de gran ayuda, Lex —replico con sarcasmo, rodando los ojos.
—¿En qué club es? ¿Me conseguirás bebidas gratis?
—Mala, creo que es nuevo. Nunca había oído hablar de ese sitio.
—¿Esa no es una palabra en español? Quizá sea un club latino o algo así.
Tiro varias prendas sobre la cama, convirtiendo mi habitación en un
desastre que seguramente me dará pereza ordenar más tarde.
—No lo sé, pero el sueldo es bastante bueno.
Lexie levanta una de las prendas y la mira con desagrado.
—Deberías quemar todo esto e ir de compras urgentemente. Me ofrezco
como tributo para seleccionar tu nuevo vestuario.
Todo lo que tengo es ropa aprobada por mi madre. Era una de las muchas
cosas que solía criticarme, y la verdad es que hasta ahora me ha ido bien. Las
pocas veces que he intentado ponerme algo más ajustado o corto, he acabado
discutiendo con Nathan.
—No está mal lo que tengo, es cómodo.
—Es aburrido, Juls, y tú no eres aburrida —resopla—. Por cierto, ¿cómo
va la cosa con Don Tatuajes? ¿Seguís follando?
Rasco mi nuca con incomodidad.
—Lex… —suspiro.
—¿Qué? Solo tengo curiosidad.
—No, solo quieres empezar de nuevo con la campaña “rompe tu
compromiso”.
Una sonrisa se dibuja en su rostro.
—Eso también —admite —. Es que no entiendo cómo puedes estar con
alguien como él.
—Necesito que me apoyes, no que estés todo el día comiéndome la

36
cabeza con el mismo tema.
—Te molesta porque sabes que tengo razón.
—Él me conviene, encajamos.
O al menos eso es lo que he estado escuchado la mayor parte de mi vida.
—¿Entonces por qué le engañas?
Mordisqueo mis uñas con nerviosismo. La culpa vuelve a aparecer.
—No volverá a suceder. Ha sido… algo pasajero.
No podemos continuar con la discusión porque suena el timbre.
—¿Es el Que-No-Debe-Ser-Nombrado?
Ruedo los ojos y asiento. Lex se pone de pie de un salto.
—Bien, me largo.
Cuando se cruzan en la entrada, Lexie no puede evitar lanzarle una mirada
de desprecio, mientras que Nathan la saluda educadamente. Son como el
perro y el gato.
Él me saluda con un beso rápido y nos instalamos en el salón. Una de las
cosas buenas de Nathan es que, aunque a veces siento que quiere pasar
demasiado tiempo juntos, la mayor parte de este está centrado en sus cosas.
Casi siempre trae su ordenador portátil y pasa horas trabajando.
—He estado mirando la disponibilidad de locales. A finales de junio
tienen hueco en el lugar en el que se casaron nuestros padres. ¿Qué te parece?
—pregunta Nathan de repente.
Estaba tan centrada en mi trabajo de clase que no me he dado cuenta de
la cantidad de rato que ha pasado desde que ha llegado.
¿Qué me parece? La idea de planificar cualquier cosa relacionada con la
boda me produce un nudo en el estómago.
—No sé Nathan. Tal vez deberíamos esperar a que termine la carrera.
Tengo veintiún años, podríamos…
Él se pasa las manos por el pelo mientras inspira con profundidad.
—No. Ya he tenido suficiente con este tema. Lo hemos estado retrasando
durante demasiado tiempo. Nos casaremos este año, venderás la casa y nos
mudaremos juntos al centro. Fin de la discusión.
Mi ceño se frunce por el tono decidido que utiliza.
—No puedes tomar una decisión así por mí.
—¿Cómo planeas financiar el resto de tu carrera? —se jacta—. Tu padre
estipuló que solo podrías acceder a las acciones de la empresa una vez
estuvieras casada.
Nunca he hablado de eso con él, el hecho de que lo sepa hace que lo mire
con recelo.
—¿Cómo…?
—Julliet, no puedes seguir viviendo de esta manera. Gastaste casi todo el

37
dinero del seguro de vida de tus padres en el ingreso de Matt y luego en tu
estancia en el psiquiátrico.
Me cruzo de brazos con indignación.
—¿En qué momento has pasado de ser mi novio a mi gestor financiero?
—Prometido —sisea entre dientes, corrigiéndome.
—Voy a trabajar.
—No puedes trabajar y estudiar al mismo tiempo. No lograrás terminar
la carrera, suspenderás y tendrás que pagar más por los créditos de una
segunda matrícula —me adivierte.
—¿Esta es tu forma de apoyarme? —le reprocho.
Su expresión se suaviza.
—Perdona, cariño. Solo quiero ayudarte, por eso creo que lo mejor es que
te concentres en los estudios. Cuando te gradúes, podremos trabajar juntos
en la empresa de nuestros padres. ¿No puedes ver lo perfecto que sería?
«No, no lo veo».
—Tengo que seguir estudiando, tengo proyectos que entregar.
—Julliet… —suspira, con cansancio.
Pero hago oídos sordos y subo a mi habitación, mi único refugio.

Llego a mi entrevista un cuarto de hora antes para ubicarme en la zona.


El local está bastante apartado de la ciudad, quedando en las afueras, en una
zona industrial poco concurrida.
Las letras “Mala” están escritas en blanco con simplicidad sobre un fondo
negro. Las puertas son completamente opacas y me impiden ver el interior
del local. Pego mi cara al cristal, intentando ver algo con mis manos haciendo
sombra.
—¿Julliet Collins? —pregunta una voz armoniosa que se acerca.
Me giro para buscar con la mirada a la persona que me está hablando. No
puedo evitar sonrojarme al pensar que me ha encontrado husmeando a través
del cristal.
—¿Sí?
—Me lo imaginaba. —Sonríe y me extiende la mano—. Me llamo Agnes
Myers, te he citado para la entrevista de las seis.
Estrecho su mano, sin evitar notar lo elegante y sofisticada que luce. Es
atractiva, probablemente ronda los cuarenta años. Su cabello tiene un tono
caoba y está recogido en un refinado moño.
—Encantada.

38
—Lo mismo digo —articula con amabilidad—. ¿Estás preparada?
Asiento, aunque el nudo en mi estómago no está de acuerdo.
—Por favor, acompáñame por aquí —solicita mientras se gira. Rodeamos
el edificio y entramos por una puerta lateral. El repique de sus tacones es lo
único que se escucha, provocando que mis nervios aumenten aún más.
—He de admitir que tienes un rostro muy hermoso, eso siempre funciona
de cara al público.
Me sonrojo por sus palabras.
—Gracias —me limito a responder, sintiéndome extrañamente
avergonzada.
El pasillo tras la puerta es bastante largo. Los tonos blancos de las paredes
le dan al lugar una apariencia luminosa y pulcra, aunque la temperatura es tan
baja que siento cómo mi piel se eriza.
Agnes acerca una tarjeta magnética a un sensor, haciendo que una de las
puertas se abra de forma automática. Entramos en un despacho con una
decoración minimalista, y ella me señala una de las sillas para que tome
asiento.
—He visto que tienes experiencia en el sector —comenta, rompiendo el
hielo.
—Sí. He estado trabajando este verano en diferentes locales.
—Eso está muy bien. Asumo que tienes los conocimientos necesarios
para preparar todo tipo de cócteles y bebidas.
—Sí, aprendí muchas cosas en mi último trabajo.
Ella se coloca unas gafas y ojea el currículum que tiene impreso en la mesa.
—Supongo que te interesa trabajar el fin de semana porque eres
estudiante, ¿no?
—Es justo el motivo por el que únicamente estoy interesada en trabajar
esos días y en ese horario.
Ella sonríe y cruza los dedos de sus manos mientras me observa
detenidamente. El resto de las preguntas son bastantes convencionales, nada
fuera de lo común en comparación con otras entrevistas que he tenido.
—Estoy bastante interesada en contratarte. Encajas perfectamente en el
perfil de nuestro staff. Aunque he de admitir que también tengo curiosidad
sobre algo. Según veo, has estado haciendo danza casi toda tu vida, ¿no
estarías más interesada en formar parte del cuerpo de baile?
Me remuevo incómoda en el asiento.
—No, ya no bailo —admito.
Cruza sus manos y apoya su cara entre ellas.
—Una pena. No cualquiera forma parte de la escuela de danza de Katrina.
Debes ser realmente talentosa. —Sostiene mi mirada, estudiando mis

39
reacciones.
—Eso es parte de mi pasado. —Intento que no se note lo incómoda que
me pone hablar de ello.
Deja a un lado mi currículum, junto a una pila enorme de papeles.
—Tengo que informarte de algo más. No sé si estás al tanto, pero esto es
un club swinger.
—¿De natación?
No tiene sentido para mí.
Agnes estalla en una risa sonora, como si le hubieran contado un chiste.
Cuando ve mi rostro confuso, se detiene, y me mira con escepticismo.
—Oh… —Entrecierra sus ojos con compresión—. Tal vez eres muy
joven para esto —suspira—. Es un club de intercambio de parejas, lo que se
conoce como “swinger”. También tenemos otras temáticas.
«¿Intercambio? ¿A qué se refiere?» Proceso sus palabras y abro la boca,
sorprendida, cuando se me enciende la bombilla en mi cabeza.
—Está claro que eres demasiado joven —afirma.
Sacudo la cabeza, intentando recomponerme. El salario aquí es demasiado
bueno, ahora entiendo por qué.
—No, yo…
Una sonrisa amable aparece en su rostro.
—No te preocupes, Julliet.
—De verdad que estoy interesada en trabajar aquí, Sra. Myers. —Muerdo
mi labio con indecisión.
Ella arquea una ceja y golpea su dedo en su barbilla, pensativa.
—Levántate —ordena.
Me pongo en pie, mi cabeza se llena de pensamientos.
«¿Un local de intercambio? ¿La gente aquí tiene sexo? ¿Cómo…? ¿Sexo
en directo? » La idea en sí me hace sentir incómoda. Intento convencerme de
que no es muy diferente a un video porno…excepto que es en vivo.
—Pruébate uno de estos, necesito saber tus medidas para el vestuario —
demanda la Sra. Myers, mientras se dirige a un armario empotrado y empieza
a buscar algo —. Necesito saber tus medidas para el vestuario.
Trago con fuerza al mirar la prenda que sostiene. ¿De verdad espera que
me ponga eso?
—Este es el estilo de ropa que hacemos que lleven nuestras camareras,
¿te ves capaz? —Suena un reto su pregunta.
—Cla-claro… —respondo, sintiendo cómo me sudan las palmas de las
manos.
—Genial, pruébatelo —dice, pasándome el vestido.
Lo cojo con las manos temblorosas. Ella hace un gesto con la cabeza,

40
señalándome el baño que hay dentro de la sala. Asiento y trato de caminar
con la cabeza en alto.
Una vez dentro del cubículo, el pánico me invade. ¿Cómo voy a hacer
esto? No soy una persona tan liberal y abierta de mente… Nathan no
aprobará esto. Pero esa última idea me hace mirar el vestido con más
determinación.
Reemplazo mi ropa por una pieza negra de látex. Es tan ajustada que
parece una segunda capa de piel, y los movimientos me limitan. Me pregunto
cómo diablos voy a poder servir copas de este modo, o incluso agacharme.
Coloco la ropa en mi bolso y salgo del baño. Agnes sonríe cuando me ve
y asiente con aprobación.
—Te queda divino —afirma—. Esto puede que sea de lo más modesto
que tenemos. Normalmente colaboramos con una empresa de lencería
erótica que…
Unos golpes en la puerta interrumpen el discurso de la Sra. Myers. Ambas
dirigimos nuestra atención a la persona que está abriendo la puerta.
—Agnes, los preparativos para la apertura del viernes… —La voz ronca
de la persona que entra cesa cuando fija su mirada en mí. Mi boca se abre al
reconocer al hombre que tengo delante.
—¿Srta. Collins? —El Sr. Henderson suena completamente perplejo.

41
5.DON’T CALL ME ANGEL
Observo, cómo, por un segundo, la mirada del Sr. Andrew se desliza sobre
mí escote. Siento calor en todas partes, y doy un traspié al caminar hacia atrás.
Enseguida, sus brazos me rodean, sujetándome con firmeza para evitar que
caiga al suelo. Alzo la mirada y veo la intensidad con la que sus ojos verdes
grisáceos me atraviesan.
Solo hay espacio para dos pensamientos en mi cabeza; «¿Por qué mi
profesor de derecho está en un club swinger? Y, de verdad, ¿por qué tiene
que ser tan atractivo?» Parpadeo un par de veces, pensando que son
imaginaciones mías. Pero no, sigue aquí, en carne y hueso.
—No puedes estar aquí —masculla entre dientes mientras me incorpora.
Agnes pone una mano en mi hombro y se encara al Sr. Andrews.
—Drew, es perfecta, justo lo que buscábamos.
Él resopla y evita mirarme a toda costa. Sigo sin entender qué hace él aquí.
—Es mi alumna —gruñe por lo bajo—. No puedes contratarla.
Ella salta su mirada entre nosotros.
—¿En serio? —se ríe—. Qué interesante.
—No es apropiado.
Agnes sonríe descaradamente.
—Ya sabe tu pequeño secreto, ¿qué más da? Además, la contratación del
personal va bajo mi cargo, por algo me designaste como directora, y ella me
gusta.
«¿Él es el jefe? ¿Y qué secreto? ¿Él hace estas cosas? Joder, joder, joder».
Andrew me señala con el dedo y me tenso.
—Tienes prohibido decir cualquier palabra sobre todo esto, ¿queda claro?
Asiento mientras trago con fuerza.
—Verbalízalo —ordena.
«¿Es extraño que me excite lo mandón que es?»
—Que-queda claro, Sr. Henderson —tartamudeo.
La risa de Agnes resuena en la sala.
—Sin duda, material de sumisa —asegura por lo bajo.
Andrew le lanza una mirada de advertencia, pero eso solo le provoca más
diversión a Agnes.
«¿Sumisa? ¿Qué me estoy perdiendo?»
Mi parte sensata me grita que corra y huya de allí, sin embargo, tengo
atrofiada la sensatez desde hace mucho tiempo.
—Enséñale todas las normas —ladra Andrew—. Supongo que nunca has
estado en un club como este, ¿no?

42
La pregunta va dirigida a mí, y muevo mi cabeza frenéticamente negando
lo evidente.
Él suspira y vuelve a mirar a Agnes.
—¿Cuáles son tus planes para ella? No la pondrás en la zona de
espectáculo, ¿verdad? —Sus hombros se tensan con la última pregunta.
—Tranquilo, planeo que sirva copas. Sala uno y dos, respira.
El Sr. Henderson se relaja visiblemente.
—Bien.
Sin decir nada más, nos ignora por completo, se gira y se marcha sin decir
una palabra.
—Ven conmigo, voy a mostrarte todo esto —demanda la Sra. Myers
mientras camina hacia a la puerta.
Bajo la mirada hacia la ropa que llevo puesta y frunzo los labios en una
mueca de incomodidad.
—Puedes dejártelo puesto, así te vas acostumbrando —comenta ella,
adivinando el hilo de mis pensamientos, sin mirarme.
Intento seguir sus pasos, pero el maldito vestido de látex dificulta mis
movimientos.
El pasillo tiene varias oficinas y vestuarios. Desde el exterior no parecía
tan amplio.
Finalmente, llegamos a la imponente puerta del final de pasillo, de un
metal macizo. Agnes introduce un código de seguridad y se abre
automáticamente.
—Bienvenida al mundo del placer.
Siento cómo mis músculos se tensan, no estoy segura de si estoy
preparada para ver lo que sea que haya detrás de esas puertas.
—Si vieras tu rostro en este momento, ¿qué esperabas? ¿Un hombre
colgado del techo envuelto en látex? —pregunta Agnes, riéndose.
«Más o menos». Arrugo mi nariz y permanezco en silencio.
—El local aún no ha abierto. Hay varios como este por todo el país, y
seguimos la misma estructura y normas en todos ellos.
La sala en la que estamos tiene dos niveles. En uno de ellos, hay varios
sofás. Está iluminado por decenas de luces fluorescentes azules que se
reflejan en el suelo. La barra de bebidas está en el nivel inferior y todas las
paredes están cubiertas por paneles luminosos.
Realmente, parece un club cualquiera, tal vez uno lujoso, pero no hay nada
escandaloso.
—Esta es la sala uno, podríamos llamarla la sala de los principiantes o la
sala de aquellos que toman algo previo a la acción. Antes de acceder a esta
sala, los clientes pasan por el vestíbulo donde se encuentra la administración.

43
Todos nuestros clientes deben estar registrados en nuestro sistema para
poder acceder a nuestras instalaciones. Se les asigna una pulsera personal que
indica sus límites y preferencias.
Cruzamos unas puertas automáticas que nos llevan a otra sala. Los sillones
y sofás de esta sala son más amplios, probablemente puedan acomodar a
varias personas. No puedo evitar notar que prácticamente en todas partes hay
gavetas llenas de preservativos.
—La sala dos. Seguramente es en la que más trabajarás. Aquí realizamos
temáticas cada día, por lo que verás decoraciones, disfraces y dinámicas…
interesantes. —Sonríe.
La pista no es tan amplia como la de la sala uno, pero aun así hay bastante
espacio para bailar. Las luces son variadas, no hay una sola que predomine.
La sala tres parece más una sala digna de un club de striptease prestigioso,
con todas las barras y las jaulas. También puedo divisar pequeños reservados.
Los tubos metálicos me recuerdan a las clases de pole dance que tomé a
escondidas. Mis manos pican, deseosas de comprobar si todavía puedo
mantenerme en equilibrio en una de esas barras.
—Nuestro cuerpo de baile no realiza desnudos, aunque algunas de las
prendas de vestuario que utilizamos son más atrevidas que la propia
desnudez. —Me señala una puerta que permanece cerrada—. La sala cuatro,
por el momento, la mantendremos cerrada. Por aquí se puede acceder a la
planta inferior.
Descendemos a una especie de planta subterránea que sigue la misma
temática de luces que las escaleras. Todo está oscuro, únicamente iluminado
por un intenso color azul. Sigo asombrada por lo grande que es el local. Hay
un largo pasillo lleno de habitaciones con camas, todas separadas por paredes
de cristal con cortinas.
—Así deciden si la gente mira o no —explica.
Mi estómago se encoge cada vez más.
«No estoy preparada para esto. Esto es una locura. ¿Por qué no he salido
corriendo ya?»
Continúa dándome un tour por todo el recinto: el vestuario de los clientes,
saunas, una piscina, un jardín privado… Siento que mi corazón va a salirse
del pecho cuando subimos a la planta superior. Está divida en lo que
denomina “Cuarto oscuro” y “Glory Hole”. Mi boca se seca mientras ella
explica lo que se hace en cada una de ellas. Me siento tentada de coger una
biblia para empezar a bendecir el lugar, y eso que no soy creyente.
Cuando regresamos a su despacho, Agnes se sienta encima de su
escritorio, cruza las piernas y me lanza una mirada divertida.
—Déjame adivinar… — Se pasa las manos por la barbilla—. Piensas que

44
todo esto es para pervertidos sexuales que tienen algún problema en la cabeza
o algún trauma, y no entiendes cómo puedes sentirte cómoda aquí y por qué
no te has ido todavía.
Trago con fuerza y paso las manos por mis muslos, intentando controlar
el temblor nervioso.
—Es comprensible que lo pienses. La sociedad ha hecho grandes
esfuerzos por imponer prejuicios y tabués en tono al sexo. Pero permíteme
explicarte lo que realmente es este lugar. —Se agacha y su mirada felina me
observa con intensidad—. ¿Alguna vez has tenido fantasías que no has sido
capaz de expresar en voz alta por miedo a lo que dirán o pensarán los demás?
¿Te has sentido reprimida?
Sus palabras envían escalofríos por mi cuerpo, mi corazón golpea con
fuerza en mi pecho.
—En Mala, la gente se libera de todos esos convencionalismos,
expresando sin inhibiciones sus verdaderos deseos con el único objetivo de
buscar el placer. —Sonríe.
Hace una pausa y se pone en pie.
—Siempre desde el respeto y la educación, por supuesto. A diferencia de
lo que se cree, las parejas que acuden aquí fortalecen su unión y confianza.
No hay nada más gratificante que compartir con tu pareja tus fantasías más
secretas.
Mi cerebro intenta procesar todo lo que dice. Suena tentador, tan
atractivo… Y al mismo tiempo ¿me siento culpable?, ¿avergonzada?
Una amplia sonrisa muestra sus dientes.
—Tal vez observes alguna escena subida de tono, pero la verdadera
acción se encuentra fuera de la sala uno, dos y tres. No tengo intención de
reubicarte.
Coge una tarjeta y me la entrega, en ella están sus datos de contacto
escritos con la misma fuente que el nombre del local.
—Reflexiónalo con tu almohada y dame una respuesta mañana por la
mañana a este número.
Guardo la tarjeta y me levanto, me doy cuenta de que he estado en silencio
mucho rato, aún me siento bastante conmocionada.
—Si lo deseas, ya puedes cambiarte de ropa.
Asiento y me meto en el baño con rapidez, me quito la ropa y mis
pulmones son libres para respirar de nuevo. Tras vestirme, salgo del baño. La
Sra. Myers está sentada frente a su ordenador, tecleando. Levanta la vista y
me mira.
—Estaré pendiente de mi teléfono para saber su respuesta.
—Gracias, Sra. Myers.

45
Me muevo rápidamente hacia la salida y echo un vistazo para ver si vuelvo
a ver al Sr. Henderson. Por suerte, no lo localizo en ningún lado.
Una vez estoy en el interior de mi coche, apoyo la cabeza contra el volante.
Miles de imágenes subidas de tono recorren mis pensamientos. Después de
ver todas esas salas y saber lo que se hace allí… ¿Sería capaz de hacer como
si nada y trabajar ahí?
Llego a casa y me meto directamente en la ducha, me quedo debajo del
agua más tiempo del normal, reflexionando.
«¿Qué estoy haciendo con mi vida?»
Me recuesto sobre las frías baldas de la pared mientras noto cómo el agua
recorre mi cuerpo.
Hago un balance de las otras ofertas de trabajo y sueldos que he visto…
No, nada se compara con lo que ganaría en Mala, y tengo curiosidad por el
lugar. Cojo una toalla, me seco las manos y agarro mi teléfono para escribirle
una respuesta a la Sra. Myers.

Yo: Estaré encantada de trabajar con ustedes. ¿Cuándo empiezo?

Taylor está hablando de algo relacionado con la clase, pero tengo la mente
a la deriva de mis pensamientos. El club abrirá mañana y esa es mi principal
distracción desde que acepté la oferta de trabajo.
—Así que definitivamente voy a suspender los parciales —Alcanzo a
escuchar.
Miro a Taylor y asiento de forma automática.
—No has escuchado nada de lo que he dicho, ¿verdad? —suspira.
—Perdona, mañana empiezo a trabajar en un lugar nuevo y estoy un
poco… ansiosa.
—Oh, supongo que también estaría nerviosa. Odio empezar en sitios
nuevos. ¿De qué es el trabajo?
Mis mejillas se ponen automáticamente rojas.
—Camarera en un local nocturno.
—¿Por qué te sonrojas? Ni que fueras a servir las copas desnudas. —Se
ríe.
«Bueno, más o menos…»
—No, claro… —Me rio, siguiéndole la corriente.
—Por cierto, ¿has notado lo raro que estaba hoy el Sr. Henderson? No
paraba de lanzarte miradas extrañas.
—¿Eh? No, no me he dado cuenta.
—Desde el primer día no te quita el ojo de encima, qué envidia.

46
No creo que sea algo bueno, estoy casi segura de que me odia.
Caminamos juntas hasta la biblioteca, tenemos un trabajo individual de
historia que debemos subir al Moodle antes del próximo miércoles.
—Oye —susurra—. ¿Crees que el profesor sexy aceptaría sexo a cambio
de aprobados? O sin aprobados, no me importa.
Me rio por lo bajo mientras niego la cabeza, apuesto a que le alteraría
muchísimo la propuesta de Taylor. Alguien nos manda callar, y volvemos
nuestra atención a nuestros apuntes. Seguimos trabajando hasta que nuestros
estómagos gruñen por la necesidad de alimentos y vamos a la cafetería.

Taylor: ¿No quieres que nos veamos más? Déjate de evasivas y sé


clara.

Yo: No.

Más clara no puedo ser. Me dedico a mover la comida con mi tenedor de


un lado del plato al otro. Echo de menos acostarme con Kaden, pero me
asusta la forma en la que me sentí por verlo con otra. Además, en algún
momento tenía que ponerle fin a esto. No puedo hacerle daño a Nathan.

Taylor: ¿Es por lo del otro día? ¿Te recuerdo quién está
prometida?

Trago con fuerza y aparto la bandeja, echándola a un lado.


—¿No vas a comer más? —pregunta Taylor, saltando la mirada entre mi
plato y yo.
—Tengo el estómago cerrado.
Es increíble cómo en unas cuantas semanas, Kaden ha logrado hacerme
sentir más que cualquier otra persona en toda mi vida, y eso que apenas sé
nada de él. Tal vez lo estoy idealizando todo demasiado en mi cabeza.

Yo: Es mejor dejarlo aquí.

Los siguientes mensajes me llegan todos al mismo tiempo.

Nathan: ¿Sigues enfadada? Ya tienes una edad para estos


numeritos.

Lex: ¿Peli esta noche?

47
Taylor: ¿Dejar el qué exactamente?

Yo: De acostarnos.

Nathan: ¿Qué estás diciendo?

«Mierda, el mensaje que quería enviarle a Kaden se lo he enviado por error


a Nathan. Joder».

Yo: Ha sido el modo automático del teclado, no estoy enfadada.


Hablamos luego.

Borro el chat con Kaden y le contesto a Lex. Ella es lo único bueno que
tengo, por mucho que me fastidie todo el tiempo.

Creo que estoy empezando a sentir la evolución de los nervios. No estoy


nerviosa, hace muchos kilómetros pasé el pueblo de los nervios. Ahora estoy
en un terreno desconocido y nuevo para mí, en el que tengo náuseas todo el
rato.
Cojo aire varias veces antes de entrar por la misma puerta por la que entré
con la Sra. Myers. Esta vez, una persona de seguridad me pide mi
identificación, revisa mi nombre en su lista y me permite pasar. Camino con
paso vacilante. Todavía estoy a tiempo de irme. Niego con la cabeza y voy
mirando las puertas.
«Vestuario tres, tengo que encontrar el vestuario tres».
Una puerta se abre y mis ojos se amplían. De allí sale un tipo con una
especie de tanga de cuero negro. Su pecho está cubierto únicamente por unas
cintas con hebillas.
Cuando se da cuenta de que lo estoy mirando, me sonríe y yo tengo el
impulso de salir corriendo. Detrás de él aparece una mujer vestida con un
corsé negro, un pequeño tanga, ligas, tacones muy altos y… Un látigo, un
látigo real.
«Padre nuestro que está en los cielos, santificado sea tu…»
«Deja el discursito religioso, ni siquiera eres creyente».
Abro y cierro mi boca varias veces, pero las palabras parecen haberse

48
quedado atascadas en mi garganta.
—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta la mujer, las comisuras de sus
labios se elevan formando una sonrisa.
—Yo-yo… Bus-buscaba… —farfullo mientras mis ojos se desplazan al
suelo. No puedo seguir mirándola, con ese corsé puedo ver hasta sus pecados.
Escucho el resonar de las agujas de sus tacones contra el suelo y de
repente los tengo en mi punto de visión. Sus manos levantan mi cara con
firmeza, haciéndome tragar con fuerza.
—¿Qué hace un corderito como tú por aquí? —inquiere, mientras me
escanea con sus ojos.
No soy capaz de mirarla fijamente, hay algo en su forma de mirar que me
pone los pelos de punta. Parece tan… ¿mandona?, ¿firme? No sé cuál es la
palabra exacta para describirla. Su mano se desliza por mi mejilla, coge un
mechón de mi pelo y lo enrolla en su dedo.
«Virgen santísima».
—Dom, déjala —ordena una voz detrás de ella.
Mis ojos se levantan y siento que se me corta la respiración cuando veo al
Sr. Henderson en traje. La mujer suelta mi pelo y afronta al Sr. Henderson.
—¿Cuándo aprenderás que no acepto órdenes de nadie, querido Drew?
—le contesta.
El Sr. Henderson sonríe y veo la complicidad que tienen. ¿Serán amantes?
Me cuesta imaginar al Sr. Henderson con alguien tan… explosivo.
—Srta. Collins, sígame —dice, ignorando la pregunta de la mujer.
Agacho la cabeza mientras paso por el lado de la mujer látigo y el hombre
con poca ropa.
—Uhm… Qué obediente. —Escucho a mis espaldas.
Mis piernas empiezan a temblar, definitivamente no estoy preparada para
esto. Sigo al Sr. Henderson hasta una puerta que tiene el número tres.
—Este es el vestuario de los camareros, su vestuario a partir de ahora—
explica mientras abre la puerta. Observo diferentes figuras masculinas y
femeninas cambiándose de ropa.
—¿Es mixto?
Obviamente sí, es una de esas preguntas estúpidas que tras hacerlas te
sientes aún todavía más tonta.
Cruza sus brazos y se recuesta en la pared, me mira levantando una ceja.
—Sabe en qué tipo de club trabaja, ¿cierto?
—S-sí.
Rueda sus ojos y suspira.
—¿Por qué ha aceptado el puesto? Es más que evidente que no se siente
cómoda.

49
—El sueldo es muy bueno… —respondo aclarándome la garganta—.
¿Usted…? ¿Usted no quiere que esté aquí?
—No quiero que me complique las cosas —se limita a contestar de forma
tajante. Aunque no es una respuesta que me sirva.
—¿Qué puedo complicarle yo? —Mi tono de confusión parece irritarlo.
El Sr. Henderson sostiene mi mirada y luego niega con la cabeza.
—Cámbiese —ordena chasqueando su lengua.
«Uff… ese tono».
Entro al vestuario, algunas personas me miran con curiosidad mientras
voy en busca de mi taquilla. Todas tienen el nombre en la puerta.
—¿Julliet? ¿Julliet Collins? —pregunta un chico joven sin camisa.
«Hola, abdominales».
Cuando levanto la mirada, mis ojos se abren de par en par al ver su rostro.
—Devan —murmuro sorprendida cuando el nombre aparece en mis
recuerdos.
El chico rubio me sonríe. Han pasado algunos años, está un poco más
tonificado y se le ve algo más maduro, pero sin duda es él.
—¿Trabajas aquí?
—¿Tú trabajas aquí? —Parece tan perplejo como yo.
La última vez que lo vi fue cuando desconectaron a mi hermano. ¿Qué
hace aquí? ¿No es enfermero?
—Trabajo aquí algunas noches. ¿Cómo…? ¿Cómo has estado?
Hago un repaso mental de estos dos últimos años, pero parece un video
musical cutre emo de dos mil diez. Me encojo de hombros, esa es mi mejor
respuesta.
—Esta es tu taquilla. —Señala, observo que la que me está señalando está
justo al lado de la suya.
«Vaya, esto se siente como volver al instituto, pero una versión extraña
perversa cutre y sexual».
Arrastro mis pies hacia su lado e intento no mirar su cuerpo semidesnudo.
Dentro de la taquilla cuelga un conjunto y reposan un par de tacones con
mucha plataforma. Con suerte, podré aguantar toda la noche con ellos sin
querer cortarme las piernas.
Saco el conjunto compuesto por un body blanco demasiado atrevido,
unas medias altas blancas con ligas, un halo y unas alas. Las alas están muy
logradas, toco las suaves plumas blancas con mis dedos. Son una fantasía.
—Parece que seremos compañeros en la sala dos esta noche. —Sonríe
Devan mientras se coloca unos cuernos rojos en la cabeza.
«Ángeles y demonios, qué original».
—Sí, eso cr… —Mis palabras quedan interrumpidas cuando se baja su

50
ropa interior y la reemplaza por un bóxer corto de cuero rojo.
«Bueno, definitivamente esa parte de él no la conocía».
—¿Te pasa algo? —Apoya un brazo en la taquilla de forma casual, el gesto
hace que resalten sus músculos.
—Tu cola…
Sus ojos brillan con diversión al escuchar mi respuesta.
—¿Sí…?
Muerdo mi labio, mierda, no estoy hablando de sus atributos masculinos.
—La cola de, eh…Esto… la cola del bóxer se ha quedado atrapada.
Sí, su bóxer rojo tiene colgando una cola de diablo en la parte trasera y al
subírselo se ha quedado atrapada.
—¿Quieres sacarla tú?
Jadeo por su descaro y él se ríe de mi reacción.
—Es broma, Ángel. —Guiña un ojo mientras libera la cola.
La del disfraz.
«Dios, no estoy hecha para este trabajo».
Aprieto el conjunto en mis manos y me dirijo al baño del vestuario. No
me siento cómoda desnudándome frente a tanta gente desconocida.
Una vez termino de colocarme el liguero, me acerco al espejo. Sin duda
alguna, no parezco un ángel en absoluto. Más bien parezco sacada del
catálogo de fantasías sexuales del infierno. Nunca había llevado algo tan
sugerente. Doy varias vueltas frente al espejo.
«Sí, definitivamente voy a ir al infierno por usar esto. ¿Y cómo pretenden
que sirva copas así?»
Regreso a la taquilla para dejar mis cosas, y varias personas me siguen con
la mirada. Devan silba cuando me ve.
—Podrías desfilar por la pasarela de Victoria’s Secret sin problema. —
Asiente con aprobación. Me sonrojo por su cumplido y por la mirada que me
dedica, recorriendo cada parte de mi cuerpo.
—Devan, Julliet, Nell, Braxton, ¿podéis venir conmigo? —indica la Sra.
Myers mientras se asoma por la puerta.
Miro a las dos personas que se unen con nosotros, una chica disfrazada
de demonio y un chico vestido de ángel. Seguimos los pasos de la Sra. Myers
y cuando llegamos a la sala dos no parece la misma que vi la última vez. Está
perfectamente decorada, una parte sigue la temática del infierno y otra la del
cielo. No sé cuánto deben pagar los socios del club, pero esta gente realmente
invierte en decoración.
—Ella es Julliet, chicos —dice mientras me señala con la cabeza—. Es
nueva, así que quiero que la ayudéis en todo lo que podáis.
Mi mirada salta entre ellos.

51
—¿No somos todos nuevos? —pregunto confundida.
—Solo tú. Nosotros trabajamos juntos en el antiguo club. Este se ha
abierto porque el otro se estaba quedando pequeño para la cantidad de
clientes que teníamos —explica Devan.
—¿Recuerdas las normas? — La Sra. Myers focaliza su atención en mí.
Asiento y me sonríe.
—Bien, si necesitáis cualquier cosa, ya sabéis donde encontrarme.
—¿Dónde? —pregunto, titubeando cuando ella se marcha
—En la sala de la tortura —responde la chica disfrazada de demonio.
Un escalofrío recorre mi espalda al pensar en esa sala: la cruz, las cuerdas,
la jaula…
El otro chico se acerca a mí y me mira con interés.
—Yo soy Braxton —se presenta, tendiéndome su mano.
—Encantada —respondo tímidamente.
—Y yo Nell —añade la chica, uniéndose.
Le sonrío educadamente y asiento.
—¿Has estado en algún club así antes? —pregunta ella con tono amistoso.
No parece entrometida, por la forma en qué lo dice, parece simplemente
querer mostrarse amigable.
—No, nunca. —Limpio el sudor de mis manos en mis muslos.
—Recuerdo que yo estaba muerta de nervios el primer día que entré en
Mala. Aunque claro, en mi caso era diferente. Iba como cliente. —Se ríe.
La miro con interés. Entonces ella practica este tipo de relaciones.
Relaciones de intercambio. Me pregunto cuánta gente del personal de Mala
realiza este tipo de prácticas sexuales. ¿Será algo habitual?
—¿Y cómo fue? —la pregunta se escapa de mis labios inconscientemente,
pero no parece molestarle.
—Bastante excitante, aunque el primer día no hice mucho, poco a poco
te vas soltando más.
Mi cabeza es un hervidero de preguntas ahora, sobre todo teniendo en
cuenta lo dispuesta que parece Nell a hablar del tema.
—¿Y fuiste con tu pareja o…?
Ella sonríe y Braxton le pasa el brazo por la cintura.
—Sí. —Él besa su mejilla. «Oh, están juntos»—, le encanta compartirme
con otras mujeres. —Guiña su ojo de forma coqueta.
—Muy bien. No corrompas a nuestro angelito antes de tiempo —le
interrumpe Devan, cogiéndome de los hombros y alejándome de ellos.
—¿Qué pasa? —le digo molesta, cuando llegamos a la barra.
—Estaba a un segundo de lanzarse a tu yugular, ¿quieres enrollarte con
Nell?

52
—¿Qué? Las normas dicen que en el horario de trabajo no se puede…
No se puede… —Me sonrojo.
Se empieza a reír a carcajadas.
—Sí, como si alguien cumpliera esas normas.
Lo miro boquiabierta, no puede estar diciéndolo en serio.
—La Sra. Myers dijo que…
—La Sra. Myers es la primera que se salta la norma. Obviamente tiene
que decir que está prohibido. No puedes tener sexo mientras te están
pagando por trabajar, eso difumina la línea entre trabajar para ganar dinero y
tener sexo para ganar dinero, pueden tener problemas legales si llega a oídos
superiores.
—¿Entonces los trabajadores de aquí…?
—Todo el tiempo, de todas las formas, con todo el mundo.
Abro y cierro la boca varias veces, procesando la información.
—¿Entre vosotros o con los clientes?
Se encoge de hombros.
—Depende del día. Obviamente debemos seguir trabajando y propor-
cionar un servicio, así que debemos cubrirnos las espaldas.
—¿Me estás diciendo que en cualquier momento te largarás para…eso y
me dejarás sola?
Devan sonríe cuando utilizo la palabra “eso” para describir lo que sea que
tenga planeado hacer.
—Eso, sin duda, es algo muy probable. Aunque, como es tu primer día y
debes estar cerca de mí, tal vez sea considerado.
La música estalla en los altavoces y mis ojos se dirigen a la cabina del DJ.
Desde donde estoy, no puedo apreciarlo. Por su postura, puedo ver lo
concentrado que está.
—Bueno, atiéndeme, que no tenemos toda la noche, los clientes
empezarán a entrar en cualquier momento —me indica Devan mientras tira
de mi brazo.
Me explica que él y yo nos quedaremos atendiendo aquí, detrás de la barra
preparando las bebidas, Braxton y Nell servirán a los clientes que estén
sentados. Señala dónde está todo y me enseña el funcionamiento de la caja
registradora. La pantalla táctil tiene todos los nombres de las bebidas que se
pueden servir, así que no me parece nada complicado. El local en el que
estuve trabajando en verano tenía un funcionamiento similar.
—Como ya sabes, no se toleran puntos excesivos de embriaguez en el
local. Tres copas es el máximo. Las marcamos en la pulsera.
Asiento mientras repaso mentalmente mi esquema de algunas de las
normas más sencillas.

53
• Nada de drogas.
• Nada de prostitución.
• Tres bebidas por cliente.
• No es no.
• El uso de preservativo es obligatorio para aquellos clientes
que no hayan aportado resultados de ETS recientes.

—No estés nerviosa, Ángel. Nadie te va a obligar a nada —comenta


mientras mueve las cosas de un lado a otro.
Lo ayudo con lo que está haciendo, al cabo de un cuarto de hora
aproximadamente, empiezan a entrar los primeros clientes.

54
6.RUDE BOY
Una pareja de chicas levanta la mano, llamando mi atención, y me dirijo
hacia ellas.
—Buenas noches, ¿qué os pongo? —Les ofrezco con una sonrisa
educada.
Una de ellas suelta una risita por lo bajo.
—Intenta evitar esa palabra si no quieres escuchar barbaridades, Ángel —
me aconseja Devan a mis espaldas mientras prepara un par de gin-tonics.
Desliza las bebidas por la barra y las deja delante de la pareja de mujeres que
intentaba atender.
—Hacía tiempo que no os veía por aquí, señoritas —les dice con encanto.
—No queríamos perdernos la gran inauguración —responde una de ellas
con una sonrisa coqueta—. Hemos estado haciendo muchos viajes.
—Seguro que tenéis miles de historias que quiero escuchar —contesta
Devan con un guiño.
—Oh, te encantará saber nuestra experiencia en Venecia —ronronea una
mientras da un sorbo a su bebida.
—Sí, allí el carnaval fue una locura erótica —añade entre risas la otra
chica.
Muerdo mi labio cuando en mi cabeza aparece la imagen de cuerpos
desnudos cubiertos únicamente con máscaras venecianas mientras se
magrean unos a otros.
Terminan sus bebidas y se van de la mano. Observo que no se quedan en
la sala dos y trago al pensar adónde pueden estar dirigiéndose.
—Siempre se toman un gin-tonic antes de pasar a la acción —explica
Devan limpiando la barra.
—Pareces conocer muy bien a los clientes.
—Tengo don de gentes, sí. —Levanta una ceja con arrogancia.
Coloco las copas vacías en su sitio. Han entrado varias parejas y algunas
mujeres, pero no todo el mundo se acerca a la barra. Algunas personas se
sientan en los diferentes sofás esperando ser atendidos por nuestros
compañeros, y otras simplemente bailan.
La música me resulta sumamente sensual, el DJ sí que sabe cómo crear
un ambiente morboso y tenso.
Hasta ahora no veo nada realmente perturbador. Es cierto que hay parejas
que se toquetean un poco, pero no es nada que no haya visto en cualquier
local normal. Además, la gente está bien vestida o en su mayoría vestida. A
diferencia de lo que imaginaba.

55
Antes de que me dé cuenta, ya llevamos varias horas atendiendo y estamos
en el clímax de la noche. Devan sabe lo que se hace, tiene a la gente comiendo
de la palma de su mano: todo el mundo lo adora.
Me voy fijando en los colores de las pulseras que llevan nuestros clientes,
cada color indica hasta dónde está dispuesta a jugar esa persona. Me sonrojo
cada vez que veo a alguien con la pulsera roja, estos son los que se conocen
como parejas full.
Identifico la canción que suena ahora, “Rude Boy” de Rihanna. A mi lado,
Devan resopla, y es entonces cuando veo que Nell deja de servir y se sube a
la barra en la que estamos.
Comienza a bailar de forma seductora y todos se quedan fascinados por
sus movimientos.
—Es la canción de Nell —me dice Devan.
Me quedo maravillada viendo cómo se mueve Nell, es realmente sexy.
Tiene mucha confianza en sus movimientos, algo esencial a la hora de bailar
y te hace lucir doblemente atractivo. Se agacha y me estira su mano con una
mirada perversa.
—Es el momento de correr o jugar, Ángel —susurra Devan en mi oído.
La gente nos mira animada. Trago con dificultad cuando tira de mi brazo
para que suba junto a ella.
«Genial, un demonio corrompiendo a un ángel. ¿Puede ser más cliché la
fantasía?»
Restriega su trasero contra mi entrepierna mientras se inclina hacia
adelante. La imagen que obtengo de su culo desde aquí arriba es bastante
excitante; el látex rojo deja muy poco a la imaginación ya que forma un
perfecto triángulo.
Se gira, subiendo lentamente al mismo tiempo que pasa sus manos por
mis piernas, mi cadera y mi vientre, hasta colocar sus brazos alrededor de mi
cuello.

I like the way you touch me there.

Coloca mi mano en su cintura.

I like the way you pull my hair.

Agarra mi pelo y tira suavemente hacia atrás exponiendo mi cuello.

Baby, if I don't feel it.

56
Pasa sus manos por el contorno de mis pechos y las baja hasta agarrar mi
cintura, apretando los dedos con fuerza.

I ain’t faking, no no.


I like when you tell me kiss it here.

Sus labios recorren mi cuello con suavidad.

I like when you tell me move it there.

Su boca sigue subiendo hasta mi mandíbula, y cuando llega a la comisura


de mis labios, se detiene y sonríe. Mi boca está completamente seca y siento
que hace rato que he dejado de respirar. Luego, se da la vuelta para continuar
bailando como si no hubiera pasado nada.
«Bueno, creo que las mujeres también me excitan».
La gente aplaude cuando la canción termina, y Nell se gira para guiñarme
un ojo. Todo el mundo vuelve a lo suyo, pero mis piernas todavía tiemblan
mientras intento bajar de la barra.
—Esa carita de inocencia y despertar sexual que ponías, Ángel. —Devan
asiente, haciendo un gesto de aprobación.
Lo ignoro. Observo al tipo que se sienta en el taburete más alejado de la
barra, casi al extremo, y voy automáticamente hacia allí, con el objetivo de
distraerme de todo lo que acaba de pasar.
—¿Qué puedo servirle? —pregunto con una gran sonrisa que se congela
al observar el rostro del Sr. Henderson.
—¿Cómo le está yendo en su primera noche, Srta. Collins? —responde
mientras desliza una mirada rápida por mi cuerpo.
—Bien, señor.
Devan nos mira desde el otro lado de la barra con curiosidad.
—Perfecto. Sólo quería asegurarme.
—¿Quiere que le sirva un trago? —pregunto acomodando mis brazos
sobre la barra, lo hago inconscientemente, hasta que me doy cuenta de que
parece que quiera darle un vistazo de mi escote. Se esfuerza por sosternerme
la mirada, pero la tensión es evidente en su expresión.
—Estoy bien, gracias.
Asiento y me dirijo a otro cliente. Me siento observada por él todo el
tiempo, y eso, no sé por qué, me excita.
Cuando disminuye el volumen de faena, Devan me coloca una copa frente
a mí.
—Toma, ya que parece que no vamos a tener un orgasmo esta noche, al

57
menos te lo daré en formato bebible.
Miro la crema batida que hay en la bebida y arrugo la nariz, no parece
apetecible. Cojo la copa entre mis dedos y la olisqueo.
—Sabes lo que es, ¿verdad? —se burla con una sonrisa malvada.
«¿Dónde está el chico serio que conocí en el hospital?»
—No tengo fe en tus habilidades —le provoco.
—Puedo darte miles de referencias —contesta con arrogancia.
Me rio y le doy un sorbo, la verdad es que no sabe tan mal como parece.
—Te está gustando —susurra con un brillo perverso en sus ojos.
—No te lo crees tanto, no es el mejor de mi vida tampoco.
Se ríe y prepara otra copa, me la pasa y lo miro con cara de interrogante.
—¿Me estás intentando emborrachar?
—Este no es para ti. Braxton y Nell están ocupados. ¿Puedes llevar esto
a la zona de reservados mientras acabo de atender aquí?
Asiento y la cojo, tengo estudiada la distribución de zonas de la sala uno
y dos, así que voy sin problema hasta el sitio indicado.
Mi estómago se encoge cuando llego hasta las dos parejas que están ahí,
la mujer está haciéndole una mamada a uno de los hombres y la otra está
masturbando al otro tipo.
Dejo las copas e intento mantener la cara de póker, el hombre al que le
están haciendo la mamada me sonríe y me coge del brazo.
—Ha sido muy excitante verte con Nelly, ¿eres nueva, cielo?
Me incómoda ligeramente por la mirada que me da.
—Sí, es mi primera noche —contesto.
—¿Te gusta trabajar aquí? —pregunta mientras enredada su puño en la
cabeza de la mujer con fuerza para hacerla subir y bajar más rápido por su
erección.
Me siento un poco violenta por estar recibiendo su atención de este modo
mientras hace… Eso.
—Su-supongo. —Me pongo cada vez más nerviosa.
Sus ojos se cierran y tira la cabeza para atrás.
Me remuevo inquieta en el lugar.
—¿Te gustaría unirte guapa? —Entrecierra los ojos, perdido en el éxtasis.
Niego con la cabeza, la adrenalina se dispara por mi cuerpo. Doy un paso
atrás, pero me vuelve a coger del brazo.
—¿Estás segura? Me encantaría correrme en esa boca tan angelical.
«Asqueroso».
Abro mi boca por su desfachatez, la palma de mi mano pica por las ganas
que tengo de soltarle un guantazo.
—No, gracias.

58
Sus dedos recorren mi brazo ahora y me retuerzo para liberarme de su
agarre. Sé que lo que está haciendo está prohibido, no solo porque soy
trabajadora sino porque está prohibido insistir después de este modo después
de una negativa.
—Te divertirás.
Una figura masculina aparece entre las sombras y mi corazón se detiene.
—Voy a tener que pedirle que se vaya por las buenas, aunque admito que
estaré encantado de hacerlo por las malas —gruñe esa voz capaz de hacerme
erizar la piel.
El hombre me suelta y pone cara de fastidio.
—No estoy haciendo nada malo —responde a la defensiva.
La pareja y la mujer que están con él se mueven con rapidez y recogen sus
cosas. Kaden los escolta hasta la salida y dejo salir todo el aire que estaba
conteniendo.
«¿Kaden trabaja aquí?» Mi pecho sube y baja con rapidez y las palmas de
mis manos empiezan a sudar.
Me muevo de forma automática hasta la barra. Las cosas se han relajado
un poco más y Devan está recostado mientras me mira con el ceño fruncido.
—¿Estás bien, Julliet? Iba a avisar a seguridad, pero ha aparecido Kaden.
Quiero contestar, pero estoy demasiado perpleja.
—¿Quieres tomarte un descanso? —Pone su mano sobre mi hombro.
Sacudo la cabeza y me recompongo.
—Estoy bien.
—¿Estás segura?
—Sí, solo… me ha sorprendido… — Niego la cabeza—, estoy bien —
repito.
Kaden vuelve tras echar a las dos parejas y observo cómo mantiene un
ojo en mí todo el tiempo.
—¿No es el tipo más caliente que has visto? Aparte de mí, por supuesto
—murmura Devan cuando me ve mirando de reojo a Kaden.
—No está mal. —Me encojo de hombros.
—¿Mal? Menudo eufemismo, ese hombre es la clara personificación del
pecado.
Levanto una ceja mientras observo como mira con lujuria a Kaden. Oh…
—¿Por qué esa mirada de sorpresa?
Me sonrojo y niego con la cabeza. Uhm… Devan con otro hombre suena
sexy. Es oficial, ya soy cien por cien pervertida. «¿Dónde se recoge el
diploma?»
—¿Te pone cachonda imaginarme con otros tíos? —pregunta con una
sonrisa lasciva.

59
—Devan, ¿no te estás tomando muchas confianzas con alguien que
prácticamente no conoces?
—Oh, pero tú y yo somos almas gemelas, el destino nos une de nuevo.
—Mueve su mano—. Amor prohibido, un demonio, un ángel y todo eso…
Mi misión es corromperte.
Ruedo los ojos mientras él sigue haciendo el teatro. Cojo una botella de
agua y le doy un buen sorbo estoy completamente deshidratada por tanto
ajetreo.
—Y hablando de amores prohibidos… ¿Te follas al jefe?
Escupo el agua que estaba bebiendo en su pecho y me mira divertido.
—A algunas personas les molestaría que les escupieran, pero ha sido
bastante sexy. —Lame sus labios.
Empiezo a pensar que le pone caliente hasta la esquina de una mesa.
—¿Y bien? —pregunta impaciente.
—¿Qué-que? Por-por supuesto que no. —Se ponen rojas hasta las puntas
de mis orejas.
—¿No? —Suena ligeramente decepcionado.
—No, no y no. Es mi profesor.
Rápidamente cierro la boca, no sé si debería haber dicho eso. Sus ojos se
abren con asombro y rápidamente una sonrisa se desliza por su rostro.
—Jefe y profesor. Doblemente morboso.
—Estás enfermo. —Pongo los ojos en blanco.
—No, yo disfruto de los placeres de la vida. Los que están enfermos son
los que se reprimen.
Desvío la mirada y el rubor aparece de nuevo.
—Para tu suerte me tienes aquí —añade.
—¿Te estás insinuando? —No puedo evitar soltar una pequeña risa por
su confianza.
Sonríe y coloca sus brazos a cada lado de la barra dejándome atrapada en
medio de ellos.
—No sé, ¿me estoy insinuando? —pregunta mientras se inclina peligro-
samente a mi rostro.
Devan es atractivo, sí, como casi todos los trabajadores de aquí. Empiezo
a pensar que es algo que tiene muy calculado la Sra. Myers.
—Eres un maldito coqueto. —Resoplo poniendo la mano en su pecho y
dándole un leve empujón.
Se aparta con una sonrisa en la cara.
—Tic tac, es cuestión de tiempo. —Guiña un ojo.
Una garganta se aclara y alzamos la vista, Kaden nos mira con rostro
inexpresivo.

60
—¿Puedo hacer algo por ti? —Devan mueve sus cejas de forma suge-
rente.
—Quiero una botella de agua —responde con sequedad.
—¿Solo eso? Tengo más cosas que ofrecer. —Sonríe.
Kaden hace una mueca de disgusto y toma la botella en sus manos.
—Algún día tienes que probar lo que es capaz de darte un hombre Kaden,
entre nosotros sabemos...
Este niega con la cabeza y se marcha sin mirarnos.
—Vamos, no puedes ser inmune a sus encantos —me dice.
«Si tú supieras…»
—No es mi estilo.
«Alerta mentirosa, repito, alerta mentirosa».
—¿Y yo soy tu estilo, Ángel?
—¿Por qué no le sigues coqueteando a Kaden? —respondo molesta.
—Porque está lejos.
Suspiro y acabo de guardar todo lo que falta, los últimos clientes se fueron
hace media hora.
—No me puedo creer que me vaya a casa sin haber hecho más que…
Trabajar —dice horrorizado—. Espero que mañana sea diferente.
Estiro mis brazos, me siento muerta del cansancio.
Los tacones de la Sra. Myers resuenan por la sala, me doy cuenta de que
tiene el pelo revuelto y las mejillas sonrojadas.
—¿Todo bien chicos? —pregunta, su voz suena entrecortada.
—No tan bien como te ha ido a ti, Agnes —contesta Devan con una
sonrisa burlona.
Nelly se ríe por lo bajo y lo disimula con una tos. La Sra. Myers encarna
una ceja y cruza los brazos.
—Quería decir, todo en orden, Sra. Myers —rectifica poniéndose firme.
—Genial, sois libres, cambios, mañana a la misma hora.
Cuando me dispongo a salir de la sala dos para ir al vestuario la Sra. Myers
llama mi atención.
—¿Ha sido tan horrible como imaginabas?
Sacudo la cabeza, en el único momento realmente violento de la noche
Kaden ha venido rápidamente.
Kaden.
¿Qué hace aquí?
—Drew me ha comentado que Nelly te ha hecho subir a la barra, ¿has
estado incómoda?
«Más bien caliente y sorprendida. Espera, ¿el profesor caliente ha hablado
de mí con ella? Interesante…»

61
Niego y ella sonríe con satisfacción.
—Tienes potencial cariño, no te censures y disfruta un poco —comenta
mientras me aguanta la puerta que lleva al pasillo de los vestuarios.
—Gracias, Sra. Myers.
Cuando llego al vestuario casi todos ya se han vestido, la gente está
realmente exhausta y deseando irse a casa.
—Oye Ángel, danos tu número de teléfono que te añadiremos al grupo
de WhatsApp de Trabajadores de Mala.
Se lo doy y rápidamente recibo la notificación de que he sido añadida a
un grupo nuevo.
—No estaréis enviando todo el día contenido obsceno, ¿no?
—Ya nos conoces tan bien —responde con orgullo.
Suspiro y me quito el halo y las alas. Observo la mirada fija de Devan en
cada uno de mis movimientos.
—¿Te vas a volver a escapar al baño?
—Si ya estás vestido, ¿Por qué no te vas? ¿No estabas tan cansado?
Se sienta en el banco que tenemos delante de las taquillas y pone los
brazos detrás de su cabeza.
—Quiero ver el espectáculo.
Le doy una mirada fulminante.
—Vamos, tú me has visto desnudo, es un trato justo.
Sonrío y me pongo justo delante de él. Desabrocho la parte de atrás y
muevo un tirante lentamente, veo como su nuez de adán sube y baja al tragar
con fuerza. Deslizo el otro tirante y sus pupilas se dilatan.
Aguanto las copas del body con mis manos y las bajo solo un poco. Su
boca está entreabierta. Giro mis talones, cojo mi ropa y me escabullo
rápidamente al baño dejándolo frustrado.
—Eres tan mala, Ángel, ¿no te han enseñado que no se juega con el
diablo? —dice detrás de la puerta del baño.
Me rio mientras me visto, cuando salgo veo que tiene un puchero en su
cara. Paso por su lado y lo escucho refunfuñar mientras cojo mis cosas.
—¿Necesitas que te acerque a casa? —pregunta mientras salimos por el
largo pasillo.
—No es necesario he venido en mi co… —Mi boca se abre con asombro
cuando veo al tipo del tanga y la mujer del látigo.
El hombre tiene el cuerpo lleno de borrones escritos con pintalabios, lleva
palabras muy obscenas y denigrantes escritas por todos lados. Lo que más
me horroriza son las marcas de su espalda y nalgas, están completamente
magulladas con grandes verdugones, sin embargo, luce una gran sonrisa en
su rostro.

62
«Auch, eso tiene que doler horrores».
Devan me mira de soslayo y se ríe al ver mi expresión.
—Es tan refrescante tenerte por aquí.
—Buenas noches, Dom —le dice Devan a la mujer cuando pasamos por
su lado. Ella entrecierra sus ojos y fija su mirada en mí, sus labios se curvan
con perversión.
—Buenas noches —contesta.
—¿Qué clase de nombre es Dom? —pregunto por lo bajo mientras
salimos.
Él me miro con incredulidad y luego suelta grandes carcajadas.
—Su nombre no es Dom. —Se ríe—. Dom es la abreviatura de
dominante, Winter es una domina.
—¿Ella le ha hecho eso al tipo? —No puedo evitar sentir curiosidad al
respecto.
—Seguramente entre ella y la Sra. Myers —contesta.
Jadeo con su respuesta, ¿la Sra. Myers golpeando a ese hombre…?
—Cambia esa cara, J es sumiso y lo habrá disfrutado. Deberías ver
mañana un rato el espectáculo en directo.
Abro mis ojos, horrorizada con la idea, no creo que ver a dos mujeres
golpeando a un hombre me guste en absoluto.
—Yo-yo no-no —tartamudeo por los nervios de pensar en estar allí.
—¿Qué?
Voy a soltar algún comentario ingenioso cuando veo a Kaden cerca de mi
coche. Mi corazón como de costumbre empieza la maratón. Está fumando
un cigarro y haciendo caso omiso de una mujer que le habla muy animada y
le toca el pecho.
Ahí están de nuevo, los malditos celos. ¿Por qué no puedo controlarlo?
No tiene sentido. No lo conozco ni me importa lo suficiente como para sentir
celos. Es una respuesta tan visceral que me sobrecoge.
Alza una ceja cuando me ve y sus ojos se posan en Devan, tira el cigarro
al suelo y lo aplasta con el pie.
Devan se ríe por lo bajo mirándolos.
—No sé cómo Chelsea no se rinde con Kaden, es tan persistente —
comenta.
—¿Rendirse?
—Kaden se la folló hace unos meses, desde entonces ella le ha perseguido
todo el tiempo. Todos sabemos que es una pérdida de tiempo, Kaden tiene
una norma muy estricta de no meter el pico en el mismo hoyo dos veces.
Muerdo mi labio inferior.
«Curioso. Mi hoyo estaba destrozado por la insistencia de su pico»

63
—Vaya norma más estúpida —respondo.
—Estoy de acuerdo contigo, Ángel, aunque si con un polvo puede
idiotizar a Chelsea no me imagino que haría con más de uno.
—Ese es mi coche. —Le señaló a Devan—. Nos vemos mañana —me
despido.
—¿Y mi beso de despedida? —dice haciendo nuevamente un puchero.
Niego con la cabeza divertida y me acerco hasta el coche, mis piernas
tiemblan un poco cuando paso por el lado de Kaden.
Éste me coge del brazo y me obliga a encararlo.
—¿Estás bien?
Asiento, porque he perdido la capacidad de hablar por unos segundos.
Me suelta y tengo la necesidad de que me siga tocando, mi cuerpo anhela su
contacto con desesperación.
—Bien —se limita a responder.
Me confunde y eso me estresa. Subo a mi coche con prisa para perderlo
de vista antes de cometer cualquier estupidez, observo su mirada por el
retrovisor lateral y muerdo mi labio.
Empieza a amanecer en el exterior y el sueño comienza a filtrarse en mi
cuerpo, no me doy cuenta de la moto que va detrás de mi coche hasta que
aparco delante de casa.
De repente vuelvo a estar más despierta que nunca, conozco esa moto.
He estado sobre esa moto. Doy un fuerte golpe a la puerta de mi coche
cuando lo cierro y me giro molesta hacia Kaden.
—¿Qué es lo que quieres? —gruño.
—Creo que ya sabes la respuesta a esa pregunta. —Recorre mi cuerpo
con su mirada.
Me giro ignorando las sensaciones que me provoca y voy hasta la puerta,
no puedo lidiar con él porque sé que seguiré cayendo. Mi cuerpo está
totalmente desconectado de lo racional cuando se trata de hacerlo con
Kaden.
Escucho sus pasos detrás de mí.
Intento abrir la puerta, pero apoya un brazo contra ella y siento su aliento
en mi cuello.
—Me deseas tanto como yo. —Su voz ronca eriza mi piel—. No sabes lo
mucho que me he tenido que contener para no follarte en ese pequeño disfraz
de ángel.
Trago con fuerza e intento apartar su brazo con el mío. Su boca baja hasta
mi cuello y mis piernas tiemblan.
—Ve… te —le intento decir, pero mi cerebro parece estar haciendo la
maleta para irse de vacaciones un rato.

64
—Solo voy a ir a un lado nena, y es dentro tuyo —gruñe mordisqueando
mi hombro.
Mi cabeza se inclina hacia atrás. El placer que me provocan sus labios y
sus pequeños mordiscos es delirante. Su mano se enrosca en mi cintura, mi
boca suelta un gemido de dolor cuando aprieta con fuerza, seguramente me
está marcando de nuevo. Cuando se percata de ello, afloja el agarre,
deslizando con suavidad sus dedos.
—O abres la puerta o te follaré aquí mismo —susurra unas octavas más
bajo de lo normal.
Mi interior se contrae ante su tono exigente, y mi mano tiembla mientras
giro las llaves.

65
7.PRISONER
Hay una palabra perfecta para resumir la fiereza de nuestros actos:
primitivo.
El deseo que rodea la atmósfera está cargado de una intensidad tan
envolvente que me veo ahogada en ella.
Sus manos dominan la situación, empujando, estirando y agarrando sin
ningún tipo de contención. Me giro para encararlo y me pierdo en esa mirada
que he estado intentando por todos los medios borrar de mi cabeza. Es
automático, en el momento exacto en que nuestras miradas conectan, su boca
cae en busca de la mía. Me besa como si mis labios fueran santos de su
devoción y cuando su lengua roza la mía siento un agradable calor en la parte
inferior de mi vientre.
Mis manos tiran frenéticamente de su camiseta, cuando logro quitársela,
recorro su cuerpo. Imita mi gesto, despojándome de mi camiseta y sostén,
que se unen a la pila de ropa que estamos construyendo en el suelo.
Ni siquiera hemos pasado del recibidor. La expectación y la necesidad es
superior a la de buscar una superficie plana.
Su boca crea su propio recorrido, empezando por mi mandíbula, deja
pequeños mordiscos al mismo tiempo que sus dedos se clavan alrededor de
mi cuello, estiro la cabeza hacia atrás, baja la mano y agarra uno de mis pechos
con fuerza. Mis ojos lo buscan, observo sus pupilas dilatadas por la
excitación. Pellizca el pezón con suavidad provocando que mi espalda se
curve en respuesta.
Sus labios humedecen mi otro pecho, su lengua contra mi pezón provoca
que mis ojos se cierren.
—¿Qué voy a hacer contigo, Julliet? —pregunta bajando lentamente mis
pantalones.
«Tengo un par de ideas».
Mi cuerpo tiembla por la anticipación y suelto un jadeo cuando su mano
se cuela dentro de mi ropa interior.
—Dime, ¿alguien más es capaz de hacerte sentir así?
No comprendo su pregunta, pero estoy segura de que ahora mismo no
podría entender nada. Mi mente se ha quedado absorta por el placer.
—Responde —ordena.
Muerdo mi labio cuando su dedo empieza a hacer círculos en una lenta
tortura.
—No —confieso en un gemido.
—No puedes imaginarte lo mucho que te deseo —murmura bajando su

66
boca por mi vientre.
Los músculos de mis piernas se contraen y mi estómago se encoge.
Lo necesito, lo necesito con urgencia.
Rasga mi ropa interior y coge mi pie para colocarlo sobre su hombro.
Percibo la calidez de su aliento en mi entrepierna, jadeo cuando noto su
lengua ahí, con sus labios humedece y tira mientras que sus dedos crean un
lento vaivén en mi interior.
Mis caderas se mueven y con su mano libre las detiene con firmeza, miro
hacia abajo, cuando nuestros ojos se encuentran siento como estalla una
corriente por todo mi cuerpo.
Lame sus labios brillantes por mi excitación mientras sonríe, es tan
caliente. Mueve mis manos hasta su pantalón, los bajo llevándome también
su ropa interior mientras él se quita los zapatos con una habilidad
sorprendente.
Quedo arrodillada a la altura de su erección y mi boca se seca, desde tan
cerca puedo apreciar lo grande que es. Coloco mi mano a su alrededor, es
suave y dura al mismo tiempo, empiezo a moverla de arriba a abajo, sus ojos
se cierran cuando se endurece todavía más. De forma impulsiva la meto en
mi boca y Kaden gruñe por lo bajo, mi lengua hace círculos alrededor de la
punta mientras subo y bajo por su longitud. Agarra mi cabeza con su mano
y aparta los mechones que me tapan la cara, sus ojos están crispados por el
deseo. Su respiración se acelera y me aparta, lo miro con confusión.
—Quiero correrme follando esto —dice palmeando entre mis piernas.
Mi interior se contrae con la idea, se agacha y rebusca un condón en sus
pantalones. Rompe el plástico con rapidez y lo hace rodar por su erección.
Me guía hasta la escalera y me hace subir un par de escalones.
—Inclínate hacia adelante —exige.
Mi cuerpo, totalmente embaucado por sus peticiones, obedece. Mi trasero
queda elevado a la altura de su cintura, recorre su mano por mi espalda
haciendo que me estremezca y llega hasta mis nalgas, las agarra con fuerza a
la vez que se mete en mi interior de golpe. Muerdo el interior de mi boca, mis
ojos se quedan en blanco. Es profundamente placentero. Embiste con fuerza,
haciendo que mis dedos se curven, mis piernas tiemblan mientras se
construye un nuevo orgasmo en mi sistema.
Es demandante en cada movimiento, como si me reclamara de algún
modo. Una gota de sudor rueda por mi frente, mi mano rodea con fuerza la
barandilla de la escalera. Mis gemidos son cada vez más altos, una de las
manos con las que agarra mi cintura se mueve y sube hasta apretar mi pecho
con rudeza. Cuando alcanzo el clímax, su dureza palpita en mi interior,
corriéndose segundos después, sale y siento el vacío que deja. Me incorporo

67
y me giro avergonzada, no entiendo cómo es capaz de hacerme perder la
cabeza de este modo.
—No puedes seguir haciendo esto —murmuro cuando mi cerebro vuelve
a funcionar.
—Pues siento decepcionarte, nena, no tengo intención de parar.

Cada molécula de mi cuerpo está completamente dolorida, ese es el


primer pensamiento que cruza mi mente cuando despierto. Estiro mis brazos
y estos chocan con algo duro.
Me incorporo de golpe, mis ojos se posan en la figura masculina acostada
a mi lado. Kaden se remueve a mi lado y suspira, sus ojos siguen cerrados,
parece casi angelical estando dormido.
Miles de escenarios obscenos invaden mi cabeza, antes de llegar a mi
habitación lo hicimos dos veces más, y una vez entramos en mi cuarto perdí
la cuenta. No sé ni en qué momento nos hemos quedado dormidos, pero sin
duda debe haber sido por el exhaustivo ejercicio físico.
«Para no repetir nunca me ha dejado completamente destrozada».
Salgo de la cama con cuidado y voy hasta el baño de mi habitación, mi
vejiga se siente como si fuera a estallar en cualquier momento.
Tengo que cerrar los labios con fuerza para no gemir de dolor al caminar,
es como si hubiera pasado un camión por el interior de mi vagina.
Aprovecho para ducharme, mis ojos se cierran y suspiro placenteramente,
el agua caliente contra mi piel es sinónimo del cielo. A mi alrededor todo se
empieza a cubrir de vapor. Enjabono cada parte de mi cuerpo y es cuando
veo los chupetones por mi pecho.
«Maldito Kaden. ¿Cómo no me di cuenta de eso y cómo se supone que
voy a cubrirlos?»
Me envuelvo en una toalla y al salir del baño veo el hueco vacío en la cama
que antes ocupaba Kaden. Es mejor así.
Coloco una camiseta larga por mi cuerpo, cojo mi teléfono y lo
desbloqueo, Devan me ha enviado varios mensajes divertidos.
Es tan extraño hablar de nuevo con él, recuerdo que, en mi peor
momento, cuando pasó lo de Matt, era el único que se esforzaba por hacerme
sentir acogida en el hospital, y eso que él simplemente era un estudiante de
prácticas. Después de aquello pensé que nunca más lo vería, por lo menos no
en una situación como la de anoche.

68
Nathan: Estoy de camino. Comemos juntos.

Casi tiro el teléfono cuando leo el mensaje. Unos sudores empiezan a


recorrerme la espalda y miro a mi alrededor con nerviosismo.
¿Por qué viene ahora? ¿Así? ¿sin avisar con antelación? No es nada típico
de él. Recorro la casa de arriba abajo, revisando que no haya nada sospechoso
que pueda delatar lo que he estado haciendo con Kaden hace unas horas.
Me coloco una sudadera y me miro en el espejo, por suerte, las marcas
quedan bien tapadas. Es lo más presentable posible que puedo estar en el
breve tiempo que tengo.
El timbre suena y bajo a toda velocidad. No puedo evitar sentir que en
cualquier momento mi corazón se saldrá por la boca.
Abro la puerta y Nathan está ahí plantado, con dos bolsas de comida
precocinada. Se inclina y besa mi frente.
—¿Qué tal la primera noche de trabajo? ¿Estás muy cansada?
Me sorprende un poco su actitud, pensaba que volvería a montar una
escena por lo de no centrarme exclusivamente en los estudios.
—Bien, fueron muy amables conmigo. —Mi tono es automático y
monótono.
Nathan olisquea a su alrededor y me mira con ojos interrogadores.
—¿Has fumado?
—¿Qué? No, claro que no. Sabes que no soporto el tabaco.
—Huele a tabaco aquí —continúa husmeando.
Casi soy capaz de sentir el pulso latiendo en mi cuello. Los recuerdos de
Kaden aquí mismo, horas atrás, invaden mi mente.
«¿Huele a tabaco?» Yo no noto nada, tal vez me estoy familiarizando con
ese olor más de lo que creo.
—Trabajé en un local, Nate, la gente fuma. Debo ser yo.
—Tú hueles a champú —replica automáticamente.
—¿Podemos comer ya? Me muero de hambre —intento disuadirlo.
No sé cómo logro que deje el tema, pero me acompaña a la cocina y nos
sentamos en la pequeña isla. Intento prestar atención a todo lo que me
explica, pero es tan aburrido. Nathan trabaja con su padre desde el año
pasado. La compañía la fundaron nuestros padres y dedicaron toda su vida a
que fuera uno de los bufetes más prestigiosos de la ciudad. Aunque eso
conlleva que el padre de Nathan viaje por todo el estado, llevando casos
importantes. Asumo que a la larga hará lo mismo cuando lo releve.
La pantalla de mi teléfono no para de iluminarse por la recepción de
mensajes entrantes, y no soy la única que lo nota.
—¿Quién es Devan y por qué no te deja en paz? —El tono acusatorio

69
que emplea me incomoda, no quiero que esto se convierta en una de sus
discusiones.
—Es alguien del trabajo.
—¿Te está molestando? ¿Quieres que le diga algo?
—Devan fue enfermero de Matt. Solo nos estamos poniendo al día.
Sus ojos se entrecierran con un reconocimiento instantáneo.
—¿Aquel baboso rubio que siempre estaba pendiente de ti? Lo que faltaba
—refunfuña.
—¿Qué?
—Así que ahora no solo tendrás menos tiempo para mí, porque has
decidido trabajar, pese a mis consejos, si no que encima tengo que soportar
que un tío con el que trabajas te vaya detrás todo el tiempo. Y, ¿por qué está
ahí de todos modos? ¿Lo han echado del hospital? No me fío de esa persona.
Me quedo perpleja ante su arrebato de celos, nunca sé qué decir cuando
se pone de este modo. Nathan no es una persona especialmente violenta, se
ha criado con unos padres muy similares a los míos, entiendo que a veces la
presión del perfeccionismo puede llevarte a actuar de un modo irracional. No
es algo habitual, pero sí que me ha hecho sentir mal algunas veces cuando he
tenido la atención de alguien del sexo contrario.
—Me cae bien, eso es todo —le aclaro.
—Yo también te caía bien antes de que empezáramos a salir. —Se cruza
de brazos.
No doy crédito a sus palabras.
—Tal vez es por culpa del trabajo —continúa—, ¿también te obligan a
mostrar tu vientre como en el local ese de mierda de verano?
Me encojo un poco en mi lugar, si le dijera algo de Mala perdería la cabeza.
En la discoteca en la que trabajé en verano llevábamos un top corto, cosa que
agradecí, porque entre el calor y el constante movimiento…
—No, no muestro mi vientre.
«Muestro mucho más».
—Esos sitios solo sexualizan al personal, y luego, ¿tengo que dormir
tranquilo sabiendo que tienes ochenta babosos pendientes de cómo te
mueves?
—Ya está, Nathan —le ruego con un resoplido.
—Es que es increíble, parece que ni me entiendes. A veces eres un poco
egoísta, Julliet. Si ahora una mujer me estuviera enviando decenas de
mensajes y atendiera el teléfono, ¿no te molestaría?
Antes de que pueda responder el timbre suena. Nathan murmura algo
inteligible por lo bajo y arrastra su silla, pese a que no es su casa se toma la
libertad de ir él a abrir.

70
Seguramente es Lex, ya que olvidó que habíamos quedado y ahora se
presenta con un nuevo plan. Siempre lo hace, es terriblemente despistada.
Estoy segura de que en cuanto vea a Nathan se evaporará, como por arte de
magia.
—¿Y tú quién eres? —gruñe Nathan.
El tono de desaprobación que emplea me pone alerta, y rápidamente voy
hacia la puerta. Allí está Kaden, con la mejor cara de póker de la historia.
¿Qué hace aquí? Creo que me voy a desmayar en cualquier momento.
Me da un vistazo rápido y vuelve su atención a Nathan.
—Buscaba a Meredith. Creo que me he confundido de puerta.
—En este vecindario no hay ninguna Meredith —replica Nathan a la
defensiva.
Trago con fuerza.
—Me habré confundido de vecindario entonces.
Se da la vuelta sin mirarnos y se marcha tan tranquilo. Cuando Nathan se
gira detecto un poco de fuego en su mirada.
—Apestaba a tabaco.
—Mucha gente fuma, Nathan —intento sonar obvia, pero veo una clara
mirada calculadora en sus ojos que me paraliza un poco.
—Parecía un delincuente, ¿y si hubiera intentado algo? ¿Ves como no
deberías vivir aquí sola? No sé cómo hacértelo ver ya.
«Si no estuvieras aquí le hubiera dejado hacer lo que quisiera».
—Estás exagerando.
Nathan pone los ojos en blanco, pero por suerte se calla. No sé cómo
estoy manejando todo esto, creo que en cualquier momento estallaré y no
podré ocultarle la verdad.
Volvemos a la cocina y soy incapaz de terminar mi plato, recoge todo y
mientras aprovecho para estirarme en el sofá. Tengo miedo de que quiera
acercarse a mí y descubra las marcas de mi cuerpo. No tengo excusa creíble
para ellas.
Nathan se arremanga, mostrando sus antebrazos, siempre he pensado que
son bonitos. Quita mis pies del sofá para poder sentarse, cuando noto que va
a escalar sobre mi cuerpo carraspeo y me aparto.
—Perdona, me duele mucho la cabeza y solo quiero dormir.
—¿Quieres uno de mis analgésicos? Llevo alguno en mi maletín.
Él tiene fuertes migrañas, y aparte de su medicación también toma alguna
pastilla para el dolor que le ayuda a contrarrestarlo. Alguna vez, cuando he
tenido dolor de cabeza me la ha ofrecido y la verdad es que funcionan de
maravilla, desafortunadamente van con receta y sólo él dispone de ellas.
Desaparece unos instantes y aprovecho para masajear mi sien, no me

71
duele la cabeza, me duele todo el maldito cuerpo. Kaden es inhumano.
Cuando Nathan vuelve me extiende la pastilla blanca redondeada y un
vaso de agua, a los pocos minutos de tomarla me noto más somnolienta y
relajada, poco a poco cierro los ojos. Él besa mi frente y creo que murmura
algo sobre descansar.
Al despertar siento que he dormido por una vida entera, la habitación está
oscura y estoy sola.

72
8. LOSING MY RELIGION
—Ángel —canturrea alegremente Devan cuando me ve—. ¿Me has
echado de menos? Pero qué preguntas más tontas que hago... claro que sí —
se responde a sí mismo.
Me rio negando la cabeza.
—¿Preparada para una segunda noche?
Voy a responder que sí cuando exclamo un grito ahogado al sacar las
prendas del interior de la taquilla. La cruz me impacta un poco.
—Empiezo a pensar que la Sra. Myers tiene una perversión extraña con
la religión —murmuro con disgusto mientras toco la tela con mis manos,
intenta simular un disfraz de monja... nada religiosa.
—Oh, hacía mucho tiempo que no teníamos el confesionario sexual. Me
encanta.
—¿Quiero saber qué es eso? —pregunto haciendo una mueca.
—¿Sabes lo que es un confesionario?
—Claro —respondo.
—Vale, pues Agnes habrá puesto varios habitáculos en la sala, solo que
ahí no se confiesan pecados, se confiesan... fantasías, fantasías prohibidas.
Me estremezco con la imagen.
—Las cosas se calentarán un poco más en la sala dos esta noche Ángel,
pero siempre puedes venir a rezar conmigo. Yo te daré la absolución. —Su
mirada lujuriosa dice todo lo contrario.
—¿Por qué me da que tu absolución es más una propuesta indecente que
no una religiosa?
Guiña un ojo, es evidente que le divierte provocarme.
Me coloco el traje en el baño, la tela es transparente y oscura. Por lo menos
oculta un poco los chupetones. Aun así, es muy revelador, el cuero refuerza
las zonas más íntimas formando una cruz. Coloco el velo en mi cabeza, hay
más tela en el velo que en el traje que llevo. Al mirarme en el espejo siento
vergüenza, parezco la fantasía sexual de un cura perverso.
Estoy segura de que, si existe un dios, acaba de meterme en la lista del
infierno solo por llevar esta ropa.
Cuando salgo observo como Devan tiene colocado su versión perversa
de traje de cura, es similar al mío, aunque el suyo es más corto.
—Perdóname padre porque he pecado... —murmura cuando me ve.
Me rio y guardo mis cosas en la taquilla.
Agnes viene a buscarnos como la noche anterior, esta vez no están ni Nell
ni Braxton.

73
—Ellos trabajan de lunes a viernes —me comenta Devan cuando me ve
buscándolos con la mirada. Es increíble la facilidad que tiene para leerme.
Como es sábado me explican que es el día que más clientes tenemos, por
lo que somos seis camareros trabajando en la sala dos en lugar de cuatro.
Vienen con nosotros dos curas y dos monjas. Me explican que ellos trabajan
siempre exclusivamente los sábados como refuerzo en la sala dos, se
presentan como Chelsea, la chica que anoche iba detrás de Kaden, Halsey,
Ryan y Jules.
Noto que no tengo simpatía hacía Chelsea y sé exactamente por qué.
—Vamos —dice Devan tirando de mi brazo y arrastrándome hasta un
cubículo.
La verdad es que una vez más la decoración vuelve a estar muy lograda,
cuando me empuja dentro Devan corre la cortina y se frota las manos.
Mis ojos reparan en la cubeta llena de condones. Sí, dudo que esto sea
algo que haya en un confesionario.
Devan me mira con una sonrisa perversa y coloca sus brazos contra la
pared, dejándome en medio.
—¿Que-que haces? —tartamudeo, nerviosa.
—Voy a confesarte mis pecados... —Acerca su cara lentamente.
Dejo de respirar y trago con fuerza.
—Tengo pensamientos impuros contigo, Ángel —susurra en mi oído.
—Devan... —murmuro por lo bajo.
Su mirada se fija en mis labios entreabiertos.
Maldito coqueto. ¿No podría ser un poco menos atractivo?
—Julliet... —susurra ahora con seriedad mientras sus labios prácticamente
rozan los míos.
La cortina se abre de golpe haciendo un ruido que nos separa. Devan
mueve la cabeza con fastidio para ver de quién se trata.
Kaden tiene una mirada indiferente en su rostro, mi corazón está
haciendo arritmias por la situación.
—La Sra. Myers os está buscando —informa con sencillez antes de irse.
«Qué oportuna».
Salimos apresurados y vamos junto a Agnes. Ella espera sentada en uno
de los taburetes de la barra, están todos allí menos nosotros. Mis mejillas se
sonrojan, pero nadie dice nada.
—Muy bien chicos, como sabéis hoy tenemos una de nuestras
fiestas...religiosas, tendréis que hacer turnos en los confesionarios para
escuchar las fantasías de nuestros clientes —continúa explicando—. Hoy no
estaré en la sala BDSM, si me necesitáis deberéis subir al pasillo francés. Que
tengáis una buena noche. —Sonríe antes de marcharse.

74
—Podemos estar una hora cada uno en el confesionario, ¿quién empieza?
—pregunta Jules.
—¿Qué es eso de que debemos estar una hora cada uno? —digo
frunciendo el ceño.
—La cabina número uno siempre la ocupa un empleado, los clientes allí
simplemente expresan en voz alta algunas de sus fantasías. Las otras cabinas
son para clientes-clientes únicamente, y ahí es donde algunas parejas también
aprovechan para hacer intercambios... —explica Halsey.
—¿Entonces tengo que estar una hora sentada escuchando las fantasías
sexuales de la gente? —pregunto horrorizada.
—No es la gran cosa. —Chelsea se encoge de hombros.
No estoy preparada para eso, ¿simplemente tengo que escuchar?
En dos horas me toca estar en el confesionario, Devan me lanza miradas
coquetas todo el tiempo y mi cabeza da vueltas. Creo que entre Kaden y este
trabajo me estoy pervirtiendo demasiado.
Oh sí...
Me muevo hasta una nueva mesa ocupada y trago con fuerza cuando veo
que se trata del Sr. Henderson junto con otro hombre.
—Buenas noches, ¿qué puedo servirles? —pregunto con una sonrisa que
tiembla en mis labios.
—Un whisky, por favor —contesta en tono amable la persona que
acompaña al Sr. Henderson.
—Lo mismo para mí —responde Andrew sin mirarme.
Apunto el pedido y me muevo rápido hasta la barra.
—Vaya está aquí el Sr. Evans —murmura Chelsea.
—¿Está aquí? —pregunta Jules estirando el cuello buscando a alguien.
—¿Quién? —pregunto con curiosidad.
—El Sr. Evans, el que está junto al Sr. Henderson, es un socio de Mala.
Coloco los vasos en la bandeja y vuelvo hacia ellos, me siento más
intimidada que antes con esa nueva información.
—Muchas gracias, preciosa —dice el Sr. Evans cuando coloco los vasos
en la mesa. No suena baboso, solo educado.
El Sr. Henderson tiene los puños apretados y no me dirige la mirada en
ningún momento.
«¿Estará molesto por algo?»
Esquivo a algunas parejas bailando y me muevo por todos lados
recogiendo copas y sirviéndolas. El tiempo transcurre de forma rápida debido
a la cantidad de trabajo, al cabo de un rato tengo a Jules buscándome porque
es mi turno de entrar al confesionario.
—Pero ¿qué tengo qué hacer? —le pregunto nerviosa mientras nos

75
acercábamos al maldito cubículo.
—Nada, solo escuchar. Es un espacio para desahogarse no para que
mantengas conversaciones con ellos, algunas personas sí que siguen el juego,
pero puedes limitarte a decir lo típico que se dice en los confesionarios.
Lo miro horrorizada.
—¿Y qué se dice?
—El cliente empezará diciendo "Ave maría purísima" y tú tienes que
responder "Sin pecado concebido".
—¿Y no se enfadan nuestros clientes religiosos?
Jules niega con la cabeza.
—Es roleplay Julliet, la gente lo entiende. Ah, cuando acaben de confesar
tienes que decir "Yo te absuelvo de tus pecados".
—No sé si sería mejor que me lo apunte en la mano o…
—Son dos frases —se ríe Jules.
Mis manos tiemblan mientras Chelsea sale del confesionario, se está
limpiando la boca con el dorso de su mano. Detrás de ella sale uno de
nuestros clientes. «Vaya, vaya...»
Me giro asustada a Jules.
—¿Seguro que es solo hablar?
—Seguro, tú puedes invitar a la gente si estás dispuesta a algo más, pero
las normas están claras. Si los clientes quieren jugar tienen a su disposición
los otros cubículos.
—Vale... —muerdo mi labio.
Entro en el cubículo y cierro la cortina, mi respiración está acelerada por
los nervios. El olor a almizcle característico del sexo impregna el reducido
espacio.
Escucho el ruido de alguien sentándose al otro lado.
—Ave maría purísima —dice una voz ronca.
—Sin pecado concebido —respondo con voz temblorosa.
—Quería confesar una de mis fantasías más secretas, mi mujer está aquí
conmigo... está relacionada con ella.
—Prosiga. —Siento como mi estómago se encoge por los nervios.
—Fantaseo desde hace tiempo con una situación muy concreta... Llego a
casa de trabajar y mi mujer está en el salón desnuda. Está a cuatro patas
siendo follada por todos sus agujeros, está disfrutando, sintiendo como todas
esas pollas la llenan con fuerza. Uno de ellos se da cuenta de que estoy allí y
me ata a una silla obligándome a mirar cómo la toman una y otra vez, como
se corren en su boca, en su cara, en sus tetas...
Su voz se va volviendo más grave a medida que narra su fantasía. Escucho
a su lado como la mujer jadea.

76
—Cuando terminan de llenarla de leche la obligan a chuparme la polla
mientras sigo atado.
La mujer que está con él gime. ¿Qué estarán haciendo? La imagen descrita
se reproduce en mi cabeza de forma muy descriptiva.
Aclaro mi garganta.
—Yo te absuelvo de tus pecados —murmuro sintiendo calor en todas
partes.
—Muchas gracias —responde el hombre.
Escucho movimientos y una nueva voz llena el silencio.
—Ave maría purísima. —La voz grave del hombre suena familiar.
—Sin pecado concebido.
—Necesito confesar mi última fantasía... Hay una mujer que me está
volviendo loco, cierro los ojos y veo su dulce rostro... Es una tentación... pero
no puedo acercarme a ella...
La cortina se abre de golpe y una figura masculina tapa mi boca evitando
que grite.
Alzo la mirada y los ojos azules de Kaden me abrasan.
—No puedo aguantar más —gruñe en mi oído.
Sus labios chocan con fuerza contra los míos y su mano se mueve
directamente a mi entrepierna. Desabrocha con habilidad los ganchos del
body y desliza sus dedos por mi humedad.
—Sin embargo, eso no me impide fantasear todo el tiempo, me levanto
tan duro pensando en ella... Solo deseo tomarla con fuerza para ver si eso
ayuda a sacarla de mi cabeza —continúa la voz que está al otro lado.
Kaden mete sus dedos en mi entrada empapada y esparce la humedad por
fuera, empieza a realizar círculos en ese punto exacto y mis ojos se quedan
en blanco del placer que me produce. Mueve mi mano hasta su entrepierna y
me insta a moverla. Noto lo duro que se va poniendo bajo la palma de mi
mano.
—Mi última fantasía consiste en que estamos en clase, ella lleva una falda
corta y no tiene ropa interior debajo. Se sienta justo delante de la silla que
queda enfrente de mi escritorio. Cuando empiezo a dar clases abre sus piernas
con descaro para que me dé cuenta de que de ello.
El relato del desconocido y las manos de Kaden me están quitando toda
la cordura que me quedaba. Gimo con fuerza, pero eso no molesta a la
persona que sigue explicando su fantasía.
Escucho el sonido de la cremallera bajando y la voz del desconocido suena
cada vez más grave.
—Ella se toca discretamente mientras muerde su labio, su mirada no se
aparta de la mía mientras yo sigo explicando el temario, me pongo tan duro

77
que tengo que sentarme en mi escritorio para esconder la erección a toda la
clase. Ella sonríe cuando se da cuenta del efecto que provoca en mí —
continúa explicando.
El relato me transporta a la clase del Sr. Henderson y me imagino
haciendo exactamente lo que está describiendo este hombre.
Bajo la cremallera de Kaden loca de placer y su erección se sacude en mi
mano. Muevo mi mano por su suave firmeza y contiene un gemido. Se sienta
en la banqueta y me pone en su regazo. Mis caderas se mueven a lo largo de
su erección, humedeciéndola con mis fluidos. Me arranca el velo de la cabeza
y lo tira al suelo, tira de mi pelo con fuerza exponiendo mi cuello y aprovecha
para morderlo y lamerlo con desesperación, mis caderas se balancean con
más rapidez.
La fricción de su dureza contra mi centro me acerca al orgasmo, loca por
aumentar las sensaciones guío su erección en mi interior, introduciéndola
lentamente.
Se siente tan bien, ¿cómo puede ser cada vez mejor?
Su boca se abre y jadea, aprieto mis labios contra los suyos y nuestras
lenguas se encuentran en un lento baile sensual. Sus manos agarran mi
trasero, agarrándome mientras me mueve por lo largo de su longitud.
—Cierra los ojos y entreabre su boca mientras se corre en silencio, tengo
que contener el impulso de saltar sobre ella y embestirla ahí mismo delante
de toda la puta clase.
Bajo y subo, moliendo la erección de Kaden, creo que estoy tan mojada
que mis fluidos lo empapan.
—Cuando termina la clase ella no se levanta, permanece en su asiento
hasta que sale el último alumno. Es entonces cuando se pone en pie. Camina
hasta mi escritorio y se sienta sobre él. Abre de nuevo sus piernas
proporcionando una imagen en primer plano. Me susurra que a qué estoy
esperando para follarla y no puedo reprimirme más…
Mis ojos se cierran cuando Kaden empieza a realizar círculos con sus
dedos de nuevo en esa zona.
—Me bajo el pantalón y la follo con fuerza en la mesa de mi escritorio.
Ni siquiera nos importa que la puerta pueda abrirse, solo necesito tomarla
una y otra vez hasta que me corro encima de su coño. Ella desliza los dedos
y recoge mi corrida, con una mirada traviesa se lleva el dedo a la boca.
Siento como me contraigo alrededor de Kaden dejándome llevar por mi
orgasmo, él me sacude un par de veces más hasta que noto como un líquido
caliente en mi interior.
¿Un líquido caliente?
—Kaden, el condón —gruño en su oído sacándolo de mi interior, noto

78
como me recorre el muslo la humedad de nuestras excitaciones mezcladas.
Nunca nos habíamos olvidado de eso, y lo habíamos hecho muchas veces
hasta ahora.
Sus ojos se oscurecen y se frota la sien con sus manos.
—Joder, nunca me había pasado esto —murmura—. ¿Necesitarás la
pastilla del día de después?
—Eso no es lo que me preocupa, tomo la píldora. ¿Estás limpio? —
pregunto en voz baja recolocándome la ropa.
Me doy cuenta de que el desconocido del otro lado lleva cerca de un
minuto en silencio.
—Yo te absuelvo de tus pecados. —Sentencio para que pueda marcharse.
Escucho como se levanta y se marcha. Recojo el velo del suelo y lo coloco
nuevamente en mi cabeza.
—Nunca había follado sin condón Julliet, y suelo realizar revisiones
mensuales, así que sí, estoy limpio. ¿Tú?
—Sí, también llevo un control con mi especialista...
—Bien —susurra aliviado.
Se pone en pie y mete a su amigo en el pantalón. Tiene el pelo todo
revuelto por mi culpa.
Luce lo suficientemente atractivo para que vuelva a follármelo.
—Ave maría purísima —dice una voz femenina.
—Sin pecado concebido —respondo agitada por el efecto post orgasmo.
Kaden besa mis labios.
—Quedamos en la salida, todavía no he terminado contigo, nena —
murmura en mi oído antes de salir del cubículo.
Me siento en el banco intentando controlar los latidos de mi corazón.
Llegan unas cuantas confesiones más pero mi cabeza permanece nublada
por los efectos post orgasmo. Cuando Devan corre la cortina me sobresalto.
Sus ojos brillan con diversión.
—¿Es tu turno? —pregunto poniendo en pie interrumpiéndolo.
—Sí, ¿te lo has pasado bien?
Cierro los ojos. «Más bien ha sido una tortura placentera».
—Divertido no sería la palabra.
Le dejo pasar y se sienta en la banqueta, pasa sus brazos por detrás de su
cabeza, recostándose de forma casual.
—¿Quieres confesarme algo, Ángel?
—No, tengo que volver al trabajo —aclaro mi garganta mientras salgo de
ahí con rapidez.
Me centro nuevamente en intentar hacer mi trabajo correctamente, las
escenas subidas de tono están allá donde mire. Observo que la mesa del Sr.

79
Evans y el Sr. Henderson están vacías, recojo los vasos y los llevo hasta la
barra. Veo las espaldas de Kaden de cara a la barra.
—¿Puedo ofrecerte algo? —le pregunto poniéndome detrás.
—Si me haces esa pregunta de nuevo nena te pondré encima de mí
hombro y te arrastraré a cualquier rincón para follarte de nuevo —responde
con fuego en su mirada.
Me deja muda, mi boca se seca y tengo que pasar la lengua por mis labios
para humedecerlos. Sus ojos se clavan en ellos.
—¿Me estás tentando? —pregunta en un gruñido bajo.
Sacudo la cabeza.
Sonríe y mi estómago se encoge, es demasiado atractivo.
—¿Me puedes dar una botella de agua por favor, nena?
Me derrite un poco, es tan serio con todo el mundo siempre que me
sorprende a veces.
Le doy la botella y me guiña un ojo antes de marcharse.
—Oye, ¿qué ha confesado el Sr. Henderson? —pregunta Halsey acercán-
dose hasta mi lado.
—¿Qué? —le respondo con confusión.
—Ha entrado al confesionario mientras estabas dentro, él nunca participa
en ninguna actividad ni nada. Nos hemos quedado muy sorprendidos.
¿El Sr. Henderson ha entrado al confesionario? De golpe me viene a la
cabeza la voz que me resultaba familiar, el relato de la alumna.
Santa virgen.
—Julliet, este tío está preguntando por ti —reclama Chelsea con fastidio
señalando a Nathan.
Voy palideciendo poco a poco, no sé ni por dónde empezar, no había
querido decirle donde trabajo por si se presentaba, no entiendo cómo ha
descubierto el lugar. ¿Cuánto tiempo lleva aquí? ¿Me habrá visto con Kaden?
—Espero que tengas una buena explicación para esto —me señala con su
dedo, su rostro está rojo de la ira.
—Nathan…
Me coge del brazo con fuerza y tira de mí.
—Me haces daño —le reclamo por lo bajo—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo?
—Quería darte una sorpresa buscándote en el trabajo, aunque desde luego
la sorpresa me la he llevado yo. Qué vergüenza, ¿Desde cuándo vendes tu
cuerpo? Vas a renunciar a este trabajo ahora mismo.
Algunas personas nos miran, y él sigue alejándome de la sala.
—¿Qué? No, no puedes decirme qué hacer, Nathan.
—Claro que sí, si te vieras ahora mismo —suspira—. ¿Dónde está tu jefe?
El Sr. Henderson coloca su mano sobre el hombre de Nathan,

80
deteniéndolo.
—Aquí mismo. ¿Puedo ayudarle en algo? —Parece mucho más cabreado
de lo habitual.
—Ella deja el trabajo.
—No, no es cierto. —Le doy una mirada suplicante.
—Pero ¿te has vuelto loca? ¿Tú estás viendo como luces ahora mismo?
—se mofa Nathan con incredulidad.
—Nathan, no pasa nada, no…
—¿Por qué no suelta a Julliet y se tranquiliza?
—No me diga qué hacer con mi prometida.
Andrew abre los ojos con asombro por el término que emplea Nathan
para referirse a mí.
—Independientemente de la relación que mantenga con ella, no tiene
ningún derecho a decidir sobre su vida. —Se aclara la garganta el Sr.
Henderson.
Nathan lo mira desafiante, como si sintiera que su orgullo está siendo
afectado de algún modo.
—Creo que es mejor que me dé su opinión cuando se la pida.
—Nate, no voy a dejar este trabajo, y no vuelvas a hacer un numerito así
—le digo retirando su mano de mi brazo.
—Claro que lo harás.
—No.
—Julliet, esto no es un tema discutible. ¿Qué clase de persona que se
aprecie se humilla de este modo? Me avergüenzas ahora mismo.
Mis mejillas se tiñen, que me hable de este modo delante de alguien más
me afecta el doble.
—¿Sabes que voy a dejar? —le pregunto sacando la misma rebeldía que
hace unos años me atreví a mostrar—, nuestro compromiso. Nuestra relación
y, a ti.
El Sr. Henderson aprieta los labios, en sus ojos se vislumbra un reflejo de
diversión.
—No puedes estar hablando en serio —Nathan niega la cabeza.
—Si me disculpas, he de volver al trabajo.
Mis piernas tiemblan y mi corazón late a mil por hora.
No puedo creer lo que acabo de hacer.

81
9. AGAIN
Sin duda este debe haber sido el fin de semana más intenso de mi vida.
Cuando llego a casa todavía estoy procesando todo lo que ha pasado en las
últimas cuarenta y ocho horas.
Mi móvil está saturado de mensajes, y como no tengo ganas de pensar,
hablar o cualquier otra acción que no sea meterme en la cama. Tiro el
pequeño aparato electrónico y me envuelvo en mi edredón. No hago nada,
me limito simplemente a respirar, y eso ya me resulta extenuante.
«¿Debería estar arrepentida? ¿Debería estar llorando y haciendo un drama
porque acabo de terminar mi relación con Nathan? Seguramente sería lo más
normal, al final, he compartido una parte de mi vida con él, años, mucho
tiempo, pero… no siento nada de eso, solo indiferencia. ¿Cómo iba a casarme
con él si ni tan solo soy capaz de llorar por haber terminado la relación?
¿Dónde está el dolor? ¿Dónde está el sufrimiento del que todo mundo habla
cuando termina una relación tan larga?»
Pese a que tengo clase mañana no me molesto en poner la alarma, lo único
que quiero es dormir el máximo tiempo posible. En algún punto del día suena
el timbre y me veo obligada a salir de la cama. No necesito echar un vistazo
en el espejo para saber que tengo un aspecto horrible.
—¿Julliet Collins? Una entrega para usted. —El repartidor me mira con
impaciencia.
Recojo la cesta vacilante, ¿qué es esto? No he pedido nada. Miro la tarjeta
que acompaña el regalo.

No debí actuar de ese modo. Perdona, cariño.


-N

Hago una bolita con la tarjeta y la tiro a la basura. Hay flores, bombones
y un estúpido y ridículo peluche de osito. Nunca me han gustado estas cosas.
—Eh, perdona, ¿tienes novia o algo? —le pregunto al repartidor antes de
que se marche.
—¿Qué?
—Toma, dáselo a ella, o a tu madre, hermana, prima, lo que sea.
—Pero…
—Muchas gracias, que tengas buen día. —Y cierro la puerta.

82
Debería comer, ducharme, hacer algo productivo, en su lugar vuelvo a la
cama. «¿Tal vez sí estoy triste por lo de Nathan? No, creo que no es eso».
El martes sí que voy a clase, enciendo mi teléfono el rato que tarda el
profesor en aparecer y miro los mensajes.

Nathan: Deberíamos hablar. Sé que no lo decías en serio.


Nathan: ¿Has apagado el teléfono? No te están llegando los
mensajes.

Nathan: Julliet, no seas infantil, hablemos las cosas como adultos.

Nathan: Parecías una maldita prostituta vestida de ese modo. ¿No


crees que tengo derecho a reaccionar de ese modo viendo como
vestías?

Este mensaje ha sido eliminado.

Nathan: ¿Así que ese es el modo en el qué pretendes pagarte la


carrera? ¿Sirviendo copas con ropa de puta? ¿O TE OBLIGAN A
ALGO MÁS?

Este mensaje ha sido eliminado.

Nathan: No puedes dejar una relación de tanto tiempo por una


discusión de cinco minutos en la que obviamente me voy a cabrear si
me ocultas algo cómo eso.

Nathan: ¿Piensas responder en algún momento?

Nathan: Estás siendo una zorra egoísta.

Este mensaje ha sido eliminado.

Nathan: Perdona por el último mensaje. Es que no entiendo lo


que está pasando, cariño.

Nathan: ¿Te ha gustado el regalo?

Nathan: Te echo de menos.

83
Nathan: Tú sabrás lo que estás haciendo, luego no vengas
llorando arrepentida.

Este mensaje ha sido eliminado.

Nathan: Si no quieres hablar por aquí, tendré que ir a tu casa para


que lo hagamos cara a cara.

Le envío un mensaje aclarándole que no hay nada que hablar y procedo a


bloquearlo. Seguidamente le cuento todo a Lexie, la cual se emociona y
empieza a enviarme miles de stickers de muñecos bailando.
—¿Y cómo ha ido tu fin de semana? —me pregunta Taylor mientras
golpea el bolígrafo contra la mesa con impaciencia.
«¿Mi fin de semana? No sabría ni por dónde empezar».
—Bien —me limito a decir mientras muerdo mi labio.
—¿Y el trabajo nuevo? Seguro que no era para tanto, ¿no?
Me atraganto con mi propia saliva y empiezo a toser con violencia. Taylor
me golpea la espalda y me mira con una ceja alzada.
—No, no ha sido para tanto. —Creo que hasta mi alma se sonroja
pensando en el club Mala.
—¿Ves que bien? Tal vez podría ir algún día, ¿ponen buena música?
La puerta se abre de golpe liberándome de responder a Taylor. El Sr.
Henderson entra hecho una furia y deja caer su maletín en el escritorio ante
de dirigirse a nosotros.
—Les pido disculpas por mi impuntualidad, he tenido unos
inconvenientes personales durante el camino —explica pasándose la mano
por su pelo.
La clase se queda sumida en completo silencio, notamos que el Sr.
Henderson no está de humor para que nadie se atreva ni a suspirar. Nuestro
querido profesor da tanto temario en tres horas que siento que mi cabeza va
a estallar por procesamiento excesivo de datos. Cuando suena el timbre varios
alumnos suspiran aliviados.
Al llegar a casa estoy decidida a ponerme el pijama y no volver a salir de
la cama hasta que vuelven a llamar a mi puerta.
—¡Champagne de celebración! —exclama alegremente Lexie cuando abro
la puerta.
—¿Esto es necesario?
La espuma de la botella se desliza con rapidez, manchando parte del suelo
de la entrada.
—Itinerario de la tarde: emborracharnos, comida chatarra tamaño grande

84
y luego películas cutres de terror.
—¿No tienes que ir a trabajar? —La persigo hasta la cocina, ella ya se
encuentra rellenando dos copas de cristal.
—He pedido un asunto personal, Juls, estamos ante un gran momento.
Pongo los ojos en blanco, pero tomo la copa que me ofrece. Alza la suya,
esperando que brinde por ella.
—Por tu libertad, dulce y deliciosa libertad.
Es ridículo, pero la quiero, así que choco mi copa con la suya para
contentarla.
—Detalles. ¿Te montó un drama? ¿Lloró? —pregunta emocionada
mientras deja su copa sobre la isla de la cocina.
—Lex… —suspiro.
—¿Qué? Nathan es idiota, Juls, puede esconderse muy bien de cara al
público, pero es un idiota.
—¿Por qué te cae tan mal?
—Te trataba horrible, además es un misógino de mierda. Se creía tu
dueño, diciéndote siempre hasta como debías respirar. —Hace que sienta un
escalofrío recordando los mensajes.
—Pero tú… le odiabas incluso antes de que te lo presentara, ¿por qué?
—¿Instinto anti imbéciles? Compartí clases con él, era un capullo. —Se
encoge de hombros—. Lo que sea, voy pidiendo la comida, tú busca las
películas en Netflix.
Supongo que viviré con la duda, cuando Lex no quiere decir algo no lo
dice y ya.
Nos quedamos dormidas ambas en mi sofá en la tercera película, después
de atiborrarnos a alcohol y McDonald’s. Me sorprende que aguantemos
tanto, lo único que nos despierta es el timbre. Estoy pensando seriamente en
desconectarlo.
—¿Quién es? —pregunta adormilada Lex, debajo suyo hay un poco de
baba en mi cojín. Adorable.
—Todavía no he desarrollado mis poderes de vidente —contesto.
Vuelve a sonar.
—Ve a abrir. —Se acomoda de nuevo, tapándose con la manta.
Estiro mis brazos, desperezándome y recojo mi horrible mata de pelo
revuelto en un moño.
—¿Sí?
Nadie responde, por lo que uso la mirilla, pero no logro ver bien. El
timbre suena de nuevo.
—¿Hola? —Me siento estúpida diciéndolo en voz alta.
Abro de golpe y veo a Kaden ahí plantado, como siempre, su presencia

85
causa estragos en mi sistema nervioso.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto cruzándome de brazos.
Él inspecciona por encima de mi hombro.
—¿Estás sola? —murmura por lo bajo.
—No.
Su ceño se frunce.
—Estoy con una amiga —explico carraspeando.
No entiendo por qué siento la necesidad de aclarárselo. Coloca su mano
en el marco de mi puerta, haciendo que su brazo se vea deliciosamente tenso.
—Creo que el otro día se quedó mi cartera por aquí —explica.
—¿Qué?
—Por eso vine más tarde, no la encuentro en ningún lado.
—No he visto nada… ¿Por qué no me enviaste un mensaje?
Se cruza de brazos, luciendo ligeramente molesto.
—Lo hice, no sé porque motivo no te llegan.
Saco el teléfono del bolsillo trasero de mis pantalones y lo miro, no tengo
ningún mensaje suyo nuevo. Le muestro la pantalla de nuestro último chat
para que pueda verlo con sus ojos. Sus cejas se alzan con sorpresa y busca su
teléfono para enseñármelo.
—¿Cómo es posible?
Efectivamente están ahí. Lo que me resulta de lo más extraño.
—¿Por qué tardas tanto? —pregunta Lex con un gran bostezo mientras
se acerca a la puerta—. Oh, ah.
Salta la mirada entre nosotros con una sonrisa de entendimiento.
—Bueno creo que se me está haciendo tarde de todos modos, me
marcharé ya.
Coge su bolso del perchero y me da un abrazo rápido.
—Llévalo a la luna por mí —susurra en mi oído.
Kaden vuelve a dirigir su atención en mí, balanceo mi peso de un pie a
otro, incómoda por no saber cómo actuar en su presencia.
—Esto… ¿quieres pasar?
Me aparto a un lado y entra.
—Mira, si no quieres seguir con esto lo dices, no es necesario que borres
los mensajes y me ignores —suena muy irritado.
—No he borrado nada —le aseguro.
—Da igual, solo déjame buscar mis cosas antes de que llegue tu
prometido.
Muerdo mi labio.
—Ya no es mi prometido.
—¿Qué? ¿Lo has dejado por mí?

86
La expresión de su cara cambia por completo, su brazo se extiende,
bloqueando mi paso. Tengo que obligarme a respirar con normalidad cada
vez que lo tengo así de cerca, revoluciona mis hormonas.
—No seas arrogante.
—¿Lo soy?
—Las cosas no iban bien antes de que tú aparecieras.
—Entonces admites que soy el detonante. —Una sonrisa de
autosuficiencia en su rostro logra ponerme de mal humor.
—Eres incorregible. Puedes buscar tu cartera, pero yo no he visto nada.
Voy a girarme para subir las escaleras, pero me detiene, suelta el coletero
que mantenía mi pelo recogido y pasa los dedos por el.
—Ahora mismo tengo cosas más importantes que hacer.
Tira de el, exponiendo mi cuello, y lo siguiente que noto es su boca
recorriéndolo, despertando cada molécula de mi cuerpo, que ahora ruega por
más.

Kaden no encuentra su cartera, pero si aprovecha el viaje regalándome


unos cuantos orgasmos. Duerme conmigo, pero a la mañana siguiente ya no
está y como no dice nada más, actúo con indiferencia. Por la tarde viene de
nuevo a mi casa, esta vez ni siquiera nos molestamos en hablar y subimos
directamente a mi habitación.
Pienso que será así entre nosotros, sexo, dormir, desaparecer y repetir,
pero a la mañana siguiente, tras salir de la ducha y bajar, lo veo en mi cocina.
Me muevo sigilosa por el lugar, preguntándome si tal vez sigo soñando.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunto.
¿Por qué no te has marchado? ¿Qué haces en mi cocina? ¿Por qué me
agrada la idea de que estés aquí?
—El desayuno. —Señala la sartén que hay en el fuego.
—No me refiero a eso.
Kaden remueve lo que está cocinando y espero a que diga algo, seguro
que tarda menos de un minuto en responder, pero a mí la sensación de espera
se me hace eterna.
—Es la segunda noche seguida que paso en tu casa.
Mi corazón se acelera cuando noto la seriedad de sus palabras. Suspiro y
paso las manos por mi pelo todavía húmedo.
—¿Qué quieres de mí?
Se acerca hasta que nuestros rostros permanecen a escasos milímetros,

87
tan cerca que puedo sentir el calor de su aliento en mi cara.
—¿Te crees que eres la única que está confusa con todo esto? ¿Qué
quieres tú de mí, Julliet? Empiezo a pensar que estamos en el mismo punto.
—Sus ojos se oscurecen.
—He preguntado primero.
—Responde, Julliet.
—Yo... no quiero nada. —Muerdo el interior de mi boca.
Es cierto, pero cuando lo tengo cerca mi cuerpo no opina lo mismo.
—Sé sincera conmigo —insiste, inconforme con mi respuesta.
—¿Quieres sinceridad? Sinceramente no puedo dejar de desearte y me
siento estúpida por ello. No te conozco, no me gusta tu actitud, no me gusta
tu indiferencia y no me gusta sentirme usada.
Porque el vacío que llega tras el sexo me consume.
Ladea la cabeza con interés.
—¿Quién usa a quién aquí?
Aprieto los labios. Lo peor es que tiene razón, yo hago exactamente lo
mismo.
—¿Entonces qué? ¿Detenemos esto? —digo señalándonos.
—Ambos disfrutamos, no veo porque tendríamos que parar.
—Y eso es todo, ¿no?
—¿Es que quieres algo más?
—No, acabo de salir de un compromiso. Lo último que quiero es
meterme en otro.
—Si las cosas van a seguir así deberíamos poner unos límites —reflexiona.
Empiezo a sacar los platos para mantenerme ocupada y librarme de su
intensa mirada.
—Suena bien.
—Nade enamoramientos, si las cosas se ponen extrañas esto se acaba.
Asiento, de acuerdo con ese punto.
—No hace falta deshacerse el uno del otro justo después de acostarnos,
podemos pasar un rato después sin hacer un drama al respecto.
—Vale. —Pasa las manos por su barbilla—. Nada de celos. No somos
exclusivos, siéntete libre de hacer lo que te plazca, yo haré lo mismo.
«¿Oyes eso cerebro? Nada de celos».
—Sinceridad, sin eso nada de lo otro funcionará.
Estira su mano, como si estuviéramos cerrando algún tipo de negocio.
Empezamos a comer y en cuanto mi lengua prueba la comida gimo.
—Vale, no hay forma que no me enamore de ti si cocinas así, Kaden —
bromeo, mis ojos se cierran, disfrutando de algo recién hecho.
El sonido de su risa es tan poco frecuente que acelera mi corazón.

88
—Tengo otros talentos fuera de la cama, Julliet.
—¿Sí? ¿Cómo cuáles?
—Dibujar, tengo un par de estudios de tatuajes.
Es entonces cuando recuerdo algo que dijo Lexi la noche que los
conocimos sobre el tipo con el que se enrolló.
—¿Y también trabajas en el club?
—Algunas veces.
—¿Y el resto del tiempo estás en los estudios de tatuajes? Me cuesta verte
como a un chico de negocios —me burlo llevándome el tenedor a la boca.
Prometo que la cocina de Kaden es tan buena que me hace querer
encadenarlo a mi cocina. Nunca había disfrutado tanto comiendo.
—¿Por qué? —alza una ceja con interés.
—No sé…te veo muy joven y...
—¿Cuántos años crees que tengo? —El brillo de sus ojos me deja sin
aliento.
Es algo que nunca me había planteado. Lo miro con atención, intrigada
por el reto de acertar su edad.
—¿Veinticinco? —tanteo.
Tiene un aspecto joven, por lo que dudo que tenga muchos más años que
yo. Kaden niega la cabeza.
Golpeo mi barbilla con mis dedos.
—Más de veintiséis es imposible... —murmuro.
—¿Lo es?
—Vale, me rindo. ¿Cuántos años tienes?
—Veintinueve.
—¿Eres tan viejo? —digo boquiabierta.
—¿Viejo? —Una sonrisa asoma la comisura de sus labios—. ¿Cuántos
años tienes tú?
Decido gastarle una pequeña broma.
—La noche que nos conocimos era mi decimoctavo cumpleaños.
Abre sus ojos de par en par y se atraganta. Vale, tal vez no ha sido una
buena idea la bromita. Golpeo su espalda y le paso el vaso de agua.
—Es broma Kaden, tengo veintiuno.
—Te crees muy graciosa, ¿eh? —pregunta limpiándose la boca con la
servilleta.
—Solo quería observar tu reacción —me burlo—. Pero ahora sé que no
debo bromear con alguien de una edad tan avanzada, puede ser perjudicial
para su salud.
—¿Edad avanzada? —Se inclina hasta la altura de mi oído—. ¿Mi
rendimiento de hace unas horas te parecía de alguien de edad avanzada?

89
Contengo el aliento, su voz provoca que mi interior se derrita.
—No lo recuerdo bien. —Finjo.
—Bueno, supongo que tendré una noche ocupada recordándotelo. —
Sentencia con seriedad. Sus ojos azulados hipnotizan.
La conversación no se detiene ahí, nunca hubiera pensado que hablar con
él podría ser tan divertido.

Mi vida parece concentrarse en Kaden el resto de las semanas, y aunque


no quiera, me preocupa la cantidad de tiempo que invierto al día pensando
en él. No entiendo este encaprichamiento tan fuerte que me he dado. ¿Es por
el sexo que tenemos? ¿Estoy tan fascinada por eso? Un día me viene a buscar
después de clase, y ese hecho me tiene estúpidamente ilusionada.
—¿Quieres que vayamos a mi casa? —pregunta subiéndose las mangas de
su cazadora.
Hago una mueca de disgusto.
—¿Qué pasa?
—Verás...tu barrio...y tu casa... —intento explicarle.
—He dicho casa, no apartamento.
Lo miro con completa confusión.
—No vivo en el apartamento, lo tengo alquilado para cosas...puntuales.
Los polvos de una vez.
—¿Quién en su sano juicio tiene un apartamento para follar? —Señalo,
incrédula.
—Es más fácil así, suele evitar qué vuelvan. Aunque no funcionó en tu
caso.
—Estás loco. —Niego la cabeza.
—Te prometo que te gustará, ¿quieres? —pregunta extendiendo su mano.
Asiento y tomo su mano, intento ignorar la corriente que me invade
cuando nuestros cuerpos se tocan. Vamos hacía su moto y me da el casco
que hay dentro del asiento, se sienta y palmea el asiento, invitándome a subir.
Paso la pierna y rodeo con mis brazos su cintura, apoyando la cabeza en su
espalda.
«Esto no debería sentirse así de bien. Nada de enamoramientos, nada de
enamoramientos».
El viaje me hace tener la mente en blanco, escucho el sonido del mar,
debe de haber alguna playa cerca, nunca había estado por esta
zona. Aparcamos delante de una casa impresionante que queda bastante

90
alejada del resto de hogares que he visto. Es una zona muy íntima y se puede
apreciar la playa tras la casa.
Abro la boca.
¿Kaden es rico? ¿Cómo puede vivir aquí?»
Se ríe al ver mi expresión y se pasa la mano por el pelo.
—Te había dicho que te gustaría —murmura por lo bajo.
—¿Cómo vives aquí? ¿Eres narco o algo?
—Esta era la casa de mi padre —explica cambiando un poco la expresión
de su cara.
Parece un tema que no vamos a tocar.
—Increíble —confieso.
Tras cruzar la puerta ya tengo su boca recorriendo mi cuello.
—No sabes lo mucho que te deseo, Julliet. —Su voz suena más ronca de
lo normal.
Levanto la mirada para mirarlo fijamente.
—Demuéstramelo —susurro.

No me había dado cuenta en la trayectoria a su dormitorio, pero su casa


está llena de estanterías repletas de libros. Kaden me observa mirándolos.
—Eran de mi madre, por lo visto era una lectora empedernida —aclara.
—¿Era? —Hago todos mis esfuerzos por no preguntar, pero mi
curiosidad siempre me supera.
Asiente evitando mi mirada, otro tema que parece que no vamos a poder
tocar.
—¿Y los has leído? —pregunto asombrada pasando mis dedos por los
lomos de los libros.
—Sí —murmura.
—¿Todos?
—Sí, es una buena forma de mirar el mundo con sus ojos.
Mi corazón da un vuelco con sus palabras. Lo miro de reojo mientras coge
uno de los libros.
Así que a Kaden le gusta leer, no deja de sorprenderme. Yo leo algo de
tanto en tanto, pero no soy una gran aficionada. Al menos no a este nivel. Me
extiende el libro que tiene en las manos.
—En dos palabras se resumiría entonces mi futuro: muerte e infierno;
porque la vida, si la perdiera a ella, sería un infierno.
El aire escapa de mis pulmones mientras lo escucho.

91
—Es una buena frase. ¿Es de Cumbres Borrascosas? —pregunto leyendo
el título del libro que me ha entregado.
—Sí, era su favorito.
—Nunca lo he leído.
—Puedo prestártelo, si quieres. —Inclina la cabeza y se cruza de brazos.
—Está bien —contesto.
—Cuídalo bien, o me veré obligado a castigarte.
Su amenaza suena más tentadora que intimidante.
Como se hace tarde y no tiene nada para cocinar vamos a comer fuera. Es
la primera vez que hacemos algo así, pero tampoco es para tanto, ¿no?
Muchos amigos comen fuera.
No es que estemos sobrepasando ningún límite, la gente come, no pasa
nada. Es normal.
—¿Puedes pedir la bebida por mí? Necesito ir un segundo al baño.
Kaden levanta su mirada de la carta.
—Claro, ¿Cola zero sin hielo, pero con limón?
Me deja un poco asombrada porque justo iba a decirle que quería.
—Sí, gracias.
Cuando salgo del baño me entretengo mirando mi móvil, tengo varios
mensajes y empiezo a estar muy cansada, aunque bloqueé a Nathan, él
continuamente me habla desde otros números. Estoy tan distraída con la
mirada en la pantalla del teléfono que choco con alguien, cayendo al suelo.
—Perdona, ¿estás bien? —le pregunto.
La chica sacude la cabeza, su melena rubia es impresionante.
—No ha sido nada —contesta ella—. ¿Tú estás bien?
Hay algo extraño en la forma que tiene de mirarme, sus ojos marrones
son tan oscuros que parecen casi negros. Asiento lentamente.
—Creo que no podemos decir lo mismo de tu teléfono —añade
extendiéndome el teléfono.
Tiene la pantalla completamente destrozada y parpadea. Lo que faltaba.
—Puede que sea algo bueno, la tecnología puede llegar a ser algo
peligrosa, ¿no? —Se ríe.
¿De qué va esta tía? No entiendo nada.

92
10. BROKEN HOME
El viernes a última hora estoy deseando que termine la semana, cuando la
campana suena voy hacia la mesa del Sr. Henderson, ayer le envié unas
preguntas por el foro y me dijo que me las aclararía después de clase. No lo
he visto por el club en las últimas semanas, desde el confesionario. Estoy
empezando a pensar que fue algo que imaginé.
Su forma de comunicarse conmigo es tan plana como a cualquier
estudiante, no lo hace incómodo, lo mantiene profesional todo el tiempo.
Cuando termina de aclararme las dudas camino a grandes zancadas hasta la
salida, desesperada por abandonar el aula. Las luces empiezan a parpadear,
llevan así todo el día, cuando se apagan por completo miro extrañada a mi
alrededor.
Pongo mi mano en el tirador de la puerta y esta no cede. La sacudo y nada.
Está bloqueada.
El Sr. Henderson llega hasta mi lado y su cercanía eriza mi piel.
—¿Qué sucede? —Su mano roza la mía cuando yo la aparto.
Mueve la manilla de forma enérgica y esta continúa bloqueada. Saca su
tarjeta de profesorado para acercarla al sensor.
—Está bloqueada. Se ha ido la luz del todo —declara con un suspiro.
—¿Qué tiene que ver eso con la puerta? —pregunto haciendo un mohín.
—Las puertas van conectadas a la corriente por un sistema de seguridad,
se desbloquean con la tarjeta, pero hasta que no vuelva la luz no podré abrirla.
Esta tiene que ser la peor broma del universo.
—¿Bueno y no se puede llamar a nadie para que nos saquen de aquí?
—Aunque pudiera llamar a alguien no podrían hacer nada hasta que
vuelva la luz, no creo que tarden mucho en solucionarlo, ya ha pasado esto
anteriormente.
Empiezo a caminar de un lado a otro con impaciencia, reparo en las
ventanas que hay al final del aula y me muevo hasta allí.
Me asomo y valoro la distancia, sí, seguramente acabaría rompiéndome
alguna extremidad.
—¿La idea de estar encerrada conmigo es tan horrible que se está
planteando saltar? —pregunta Andrew cruzándose de brazos.
—No me gusta estar encerrada —respondo—. No es por usted.
—Mírelo por el lado bueno, por lo menos no se ha quedado colgando en
un ascensor.
La sola idea me pone los pelos de punta. Qué miedo.
—¿Bueno no decía que esto se solucionaba rápido? Deben de haber

93
pasado ya quince minutos por lo menos, ¿no?
Extiende su muñeca y mira el reloj.
—Cuatro para ser exactos.
Resoplo y continúo moviéndome de un lado a otro.
—Su nerviosismo es contagioso —comenta mientras me sigue con la
mirada.
—Bueno no creo que pueda relajarme—farfullo.
Noto un nudo en el estómago y tengo los nervios a flor de piel. Estar a
solas con el Sr. Henderson me pone demasiado inquieta.
—¿Quiere hacer el favor de sentarse? Va a acabar haciendo un agujero en
el suelo.
—Bueno tal vez así logremos salir de aquí.
—Veo que el dramatismo es algo que lleva en la sangre.
Me rio sarcásticamente y sigo paseando frenéticamente por el aula. El Sr.
Henderson se apoya contra su escritorio y me mira de brazos cruzados. Los
minutos siguen pasando y siento que me voy a volver loca, necesito
distraerme.
—¿Por qué ha llegado tarde hoy también? —le pregunto.
—¿Qué le hace pensar que voy a hablar de mi vida privada con usted? —
replica.
—¿Es siempre tan antipático? —Las palabras salen de mi boca antes de
pensarlas.
Aprieta los labios.
—¿Es usted siempre tan entrometida?
—Sí, es uno de mis múltiples defectos. He supuesto que preferiría que le
preguntara eso y no el por qué decidió abrir una serie de clubs liberales por
todo el país.
—¿Conoce el refrán la curiosidad mató al gato?
—¿Insinúa que me va a matar por unas preguntas?
Una sonrisa asoma la comisura de sus labios y mi corazón se salta un
latido.
—¿Por qué no me dice usted porque dejó la carrera hace tres años?
—Miau —contesto de forma infantil.
—Si se cree ingeniosa permítame decirle que no lo es.
—¿Quién es el entrometido ahora?
—Soy su profesor, mis motivos son legítimos.
—Como abogado creo que está haciendo un uso inadecuado del término
legitimidad.
Muestra su perfecta dentadura en una nueva sonrisa.
—Hagamos una cosa, si usted me responde a la pregunta yo le responderé

94
a una de sus entrometidas preguntas.
Levanto mi ceja curiosa por su oferta.
—¿A la que yo quiera?
Entrecierra sus ojos y asiente.
Cojo aire y lo expulso con fuerza.
—El día que empecé la universidad mis padres fallecieron en un accidente
de coche. Mi hermano pequeño iba detrás y quedó muy grave, estuve
diariamente con él durante los siguientes meses. Estudiar se sentía... algo que
podía esperar.
Su rostro se va poniendo serio a medida que asimila mis palabras. Nunca
hablo de esto con tanta facilidad, y menos con desconocidos. Empiezo a
subir y bajar las escaleras del anfiteatro, no puedo quedarme quieta, necesito
estar en constante movimiento para ir liberando el nerviosismo que me
recorre.
—Yo... lo siento, Srta. Collins.
El Sr. Henderson hace un ademán de acercarse, pero alzo mi brazo para
detenerlo.
—Estoy bien —digo sorbiendo la nariz y limpiando las lágrimas que
amenazan con derramarse por mis mejillas en cualquier momento.
Pensar en Matt me pone demasiado sensible.
—Srta. Collins debería estar qui…
Muevo mis pies por las escaleras con más rapidez, con tanta rapidez que
piso antes de alcanzar el escalón y resbalo escaleras abajo. Unos brazos
amortiguan la caída y jadeo acelerada. La adrenalina se dispara por mi cuerpo.
—Joder Julliet, ¿estás bien? —gruñe mientras noto sus brazos
rodeándome.
Intento ponerme en pie y separarme de él, pero el tobillo me da una
punzada de dolor al apoyarlo.
—¿Te lo has torcido? —pregunta el Sr. Henderson viéndome como hago
una mueca de dolor.
—Eso creo.
Me siento en uno de los pupitres y alzo el pie.
—Déjame ver —indica colocando sus manos en mi tobillo.
Asiento y sube un poco mi pantalón, descuerda mí deportiva y el gesto de
repente se siente demasiado íntimo. ¿Qué está pasando? Me quita el calcetín
y ambos miramos mi pie, la zona lateral se está torneando de rojo.
—Tiene pinta de esguince —farfulla—. ¿Duele mucho? —Presiona sus
dedos.
—Un poco. —Admito, aguantándome tanto como puedo.
Su mano descansa de forma inocente en mi muslo, pero yo me siento muy

95
consciente del acto.
—Esto... —carraspeo fijando mi mirada en su mano, él se percata de la
dirección de mi mirada y retira la mano con rapidez pidiendo disculpas.
Una sonrisa real se desliza por su boca.
—Bueno, ahora es tu turno.
Muerdo mi labio, ya no me siento tan valiente para hacérsela.
—¿Y bien? —insiste.
Levanto mi mirada y trago con fuerza.
—¿Cuál de sus alumnas le hace perder la cabeza?
Su boca se abre, ligeramente asombrado.
—Srta. Collins...
—Cumpla con su parte del trato, Sr. Henderson.
Se humedece los labios y se inclina un poco, dejo de respirar al sentir su
cercanía.
—A veces es mejor vivir en la ignorancia —murmura cerca de mis labios.
Tengo el pulso tan alterado que es como si acabara de correr una maldita
maratón.
—Pero como ya le he dicho una de mis debilidades es ser demasiado
curiosa... —susurro, hipnotizada por el momento.
—¿Cambiaría algo que se lo dijera? —Inclina su cabeza hacia un lado.
Entonces sí es real. Lo acaba de admitir.
—No lo sé, ¿lo haría? —demando.
—No. —Asegura, desviando la mirada.
El Sr. Henderson se aparta y la decepción se instala en mi cuerpo.
Me coloco de nuevo el calcetín y el zapato, bajo del pupitre apoyando el
pie bueno y cojeo un poco por el lugar. Las luces empiezan a parpadear de
nuevo. Somos libres.
Los murmullos son cada vez más audibles en los pasillos, la gente que
debía estar encerrada en otras aulas está saliendo con desesperación de las
clases.
—¿Quiere que la acompañe o avise a alguien? —pregunta el Sr.
Henderson sin dirigirme la mirada mientras guarda las cosas de su escritorio
en su maletín.
Intento caminar como puedo, pero los pinchazos me hacen jadear de
dolor.
—No, ya me las apañaré de algún modo...
—Srta. Collins, no tengo clases por el resto del día, usted no puede
conducir, puedo acercarla a que le hagan una revisión. La universidad tiene
seguro médico para los estudiantes y esto ha sucedido dentro del recinto
universitario.

96
—Bueno, está bien...
Coge mi brazo y lo pasa por el suyo, haciendo que mi peso quede
repartido en él.
Caminamos lentamente hasta su coche, algunos alumnos nos miran
descaradamente mientras cuchichean.

El Sr. Henderson me abre la puerta del coche y me ayuda a subir,


realmente no es para tanto, pero él insiste. Lo miro de reojo sentarse en el
otro asiento, revisa los espejos y pone su cinturón de seguridad.
—Puede poner la radio si quiere —murmura mientras mantiene la mirada
fija en la carretera.
Alargo la mano y enciendo el estéreo del coche, voy pasando de emisora
por la pantalla hasta que mis oídos reconocen una canción. Nos quedamos
en silencio y por mi cabeza siguen pasando miles de preguntas inapropiadas,
mi cerebro escoge una al azar para formular en voz alta.
—¿Está metido en todo eso del BDSM?
El coche se sacude por el frenazo brusco que da cuando nos acercamos a
un semáforo en rojo.
—¡¿Cree que este es el mejor momento para hacer preguntas de esa
índole?!
Me encojo en mi asiento.
—Disculpe —digo mordiendo mi lengua.
Sacude la cabeza y resopla.
—Está claro que usted es un caso aparte —resopla—. Por favor, no me
vuelva a formular preguntas de carácter sexual nunca más.
—¿Por qué? ¿Le hace pensar en situaciones comprometidas...conmigo?
—Inhalo, conteniendo el aire en mis pulmones.
Su mandíbula se tensa.
—Su curiosidad no conoce límites.
—¿Sabe que evitando responder a mis preguntas me da idea de las
respuestas?
Eso es, hazlo sudar.
—Respuestas que usted asume, yo no estoy confirmando ni desmintiendo
nada.
—La Sra. Myers sí que está metida en ese mundo, ¿no? Y usted es cercano
a la Sra. Myers...
Pone sus ojos en blanco.
—Por mucho que insista, ese es un tema que no voy a tocar con usted.
—¿Y qué va a tocar conmigo? —pregunto, divertida por la situación.
No sé de donde está saliendo tanta valentía, pero me gusta.

97
—Su brazo, para acompañarla hasta el centro sanitario.
Mis labios se curvan hacía abajo con decepción.
—Es aburrido, Sr. Henderson.
—Y usted curiosa y demasiado atrevida...
Aparca delante del hospital y baja con rapidez para ayudarme, la verdad
es que considero que es un gesto adorable, aunque nada en él parezca
adorable.
Nos acercamos hasta la recepción y el Sr. Henderson se encarga de todo,
para mi suerte, porque no tengo ni idea de cómo funciona el seguro médico
de la universidad.
Paso por el triaje y me toman las constantes y apuntan porque estoy aquí.
Por lo visto hay muchos pacientes en el servicio de urgencias, por lo que
vamos a estar un buen rato hasta que me atienda un especialista. Miro
aburrida mi alrededor, el Sr. Henderson está concentrado mirando su
teléfono. Recuerdo que llevo algo en mi bolsa y lo saco: el ejemplar de
Cumbres Borrascosas que me prestó Kaden.
Dentro del libro hay un marcapáginas muy bonito, pintado con acuarelas.
Me sumerjo en la lectura y olvido el mundo exterior, estoy tan concentrada
que no me percato de que me está llamando el Sr. Henderson hasta que toca
mi hombro.
—¿Qué? —pregunto distraída.
—El marcapáginas, ¿de dónde lo has sacado? —Su ceño se frunce
mientras lo mira.
—Mmm... me lo han prestado.
—¿Quién? —demanda.
—Un amigo.
¿A qué viene el interrogatorio?
—¿Qué amigo? —insiste.
—¿Por qué es tan importante? —pregunto confundida.
—¿Qué amigo, Julliet?
—Sr. Henderson no entiendo la importancia de...
Julliet Collins acuda al box tres, Julliet Collins acuda al box tres.
Me levanto y cojeo hasta la consulta dejando al Sr. Henderson con esa
expresión seria aterradora en el rostro.
—Buenas tardes Sra. Collins, soy la Dra. Stryder, por favor, siéntese. —
Indica la doctora señalándome la camilla.
—Buenas tardes.
Mira algo en su ordenador y empieza a teclear en el.
—Así que se ha resbalado y torcido el tobillo hace unas horas, ¿no? —
pregunta y asiento—. Quítese el calzado y la ropa que lo cubre.

98
Acato sus órdenes y ella se acerca hasta mí. Se coloca los guantes, se
agacha y empieza a mover mi tobillo a su antojo.
Mi cara se crispa en dolor según el gesto que realiza.
—Parece un esguince de primer grado, ¿le duele mucho al caminar?
—Bastante —contesto.
—¿Pero si está así en reposo le duele?
Lo valoro unos segundos, no, en reposo no me molesta en absoluto.
—No.
—Bien, la radiografía no muestra nada preocupante, pase ahora por el
box uno que allí se encargarán de ponerle una venda elástica. Seguramente
en menos de una semana ya no le moleste. De todas formas, le recomiendo
abstenerse de actividades físicas. Mantenga elevado su pie cuando esté
sentada o acostada y aplique hielo o algo frío. También le voy a recetar
analgésicos y antiinflamatorios.
Se quita los guantes y vuelve a su ordenador, teclea con rapidez y empieza
a imprimir documentos.
—Si viera que su dolor empeora no dudo en presentarse de nuevo al
servicio de urgencias.
—Muchas gracias —respondo cogiendo los papeles.
El Sr. Henderson está fuera esperándome con mi bolsa y sus cosas en las
manos.
—¿Y bien? —pregunta mirando mi pie.
—No es nada, solo un esguince cutre, la semana que viene ya podré correr
libremente por los prados. Tengo que ir al box uno para que me venden el
pie —explico señalando la puerta del final del pasillo.
—¿La doctora te ha dicho lo qué tienes que hacer?
—Colocar el pie en alto, frío, nada de actividades físicas y tomar
medicamentos, papi.
El Sr. Henderson pone los ojos en blanco ante el término que se escapa
de mis labios de forma sarcástica. Yo me siento parcialmente mortificada
porque en mi cabeza sólo lo pensaba antes de soltarlo.
Volvemos a la recepción y pido la cita para dentro de una semana. El Sr.
Henderson se mantiene pensativo todo el tiempo. Volvemos hacía su coche
y me pregunta la dirección de mi casa. Se la doy y la introduce en el GPS que
hay en el vehículo.
Cuando para delante de la puerta de mi casa se voltea y me mira.
—Tenga cuidado, Srta. Collins —advierte.
—Sí, aunque me temo que ser patosa está en mi lista de defectos.
—No me refería a eso —murmura en voz baja.
—De acuerdo —contesto, confusa—. Muchas gracias.

99
El Sr. Henderson simplemente asiente.
Entro a casa y le envio un mensaje a Lexie explicándole que ahora soy
coja, temporalmente. Abro el chat con Kaden, pese a tener mi número nuevo
sé que sabe que soy yo. No entiendo por qué no está respondiendo. Se ha
pasado toda la semana ignorándome. ¿Por qué? ¿Qué se supone que le he
hecho? ¿No íbamos a ser sinceros? No entiendo nada. Desde que vio a la
chica aquella en el restaurante ha estado distante, y no quiero verme como
una desesperada enviándole miles de mensajes.
Lo único bueno de haber perdido mi antiguo teléfono es que Nathan no
conoce el nuevo, y por ese lado he estado más tranquila.
Esa misma tarde Lex viene a hacerme compañía.
—Le dije que podía meterse su opinión por el culo y… tierra a Julliet,
¿estás escuchando algo de lo que estoy diciendo? —Lex me tira a la cara la
bolsa de nubes de golosina que acaba de coger del estante del supermercado.
—Sí, ¿qué? No, perdona.
—¿Qué te pasa? Últimamente, estás más despistada de lo normal.
—No me pasa nada.
Lex me mira con suspicacia.
—¿Sabes que una de las cosas de ser tu mejor amiga es que sé cuándo
estás mintiendo?
Me reacomodo en el sofá, poniendo más cojines debajo de mi pie, para
así distraerme y no tener que mirarla directamente.
—Vale, pues no me apetece hablar de eso —zanjo.
—¿Es por el tipo del bar?
—No.
Porque iría contra los límites estar así por eso, ¿no? Así que
definitivamente no. No es por Kaden. No es porque no sepa nada de él. No
es porque no esté respondiendo a mis mensajes. No es porque quiera tener
sexo increíble con él. No. Definitivamente no es por Kaden.
—Vamos, lleva semanas dándome esquinazos por él —me presiona.
No detecto el rencor en sus palabras, pero me hace reflexionar sobre
todos los planes pospuestos por quedar con él. Seguramente he sido una
amiga de mierda.
—¿Estás enfadada?
Una de las cosas buenas de nuestra relación es que nunca andamos con
rodeos, a no ser que no nos apetezca hablar de algo. Sé que Lexie me dirá la
verdad siempre.
—No, me alegra que por una vez inviertas tiempo en hacer cosas que te
gustan, ¿ha pasado algo?
—No.

100
—Juls…
—No, en serio, simplemente no responde a mis mensajes —enfatizo el
simplemente, para que no suene como la mayor cosa.
—¿Y le has preguntado?
—No, no quiero hacer el ridículo.
—¿Desde cuándo mantener una conversación es hacer el ridículo?
—Desde que parezco desesperada.
—No es desesperación Juls, estás en tu derecho de saber si ya no os vais
a ver más o qué está pasando.
—¿Podemos dejarlo estar? ¿Por favor? —ruego intentando zanjar el tema
de una vez.
Lex asiente, sé que puedo hablar con ella de cualquier cosa, pero ahora
mismo solo quiero olvidarme de quién parece que me tiene olvidada

101
11. I HATE U, I LOVE U
Al cuarto día del esguince ya me siento mucho mejor, Devan ha estado
siendo muy atento al respecto preguntándome. No como por ejemplo Kaden,
del cual no sé nada desde hace casi dos semanas ya.
Cada mensaje que intercambiamos me hace sentir más cercana a Devan,
aunque no para de flirtear cada tres palabras. Pero creo que es parte de su
encanto. Hemos empezado a hacer videollamadas, la primera vez fue extraño,
pero ahora se ha vuelto parte de la rutina y me gusta.
El sábado trabajamos juntos en la sala dos, no puedo negar que me
encanta su coqueteo constante, y lo que es aún más divertido; llevarle la
contraria.
—¿Estás rechazándome para que me resultes más atrayente? Funciona.
—¿Qué pasa? ¿Acaso nunca te han rechazado? —respondo cruzándome
de brazos.
—¿Has visto este cuerpo y esta cara? Claro que no, Ángel.
—Bueno, siento ser la que rompa tu buena racha…
—¿Entonces te niegas a ti misma las cosas que quieres? —pregunta con
una sonrisa burlona.
—¿Cómo te tienes tanta estima? Esa afirmación es bastante arrogante.
Se encoge de hombros.
—Es difícil no tenerla con espejos cerca.
No puedo evitar echarme a reír.
Trabajar en Mala es como vivir en una realidad alternativa, cada noche
aprendo algo y se añaden nuevas fantasías a mi lista. Nunca hubiera
imaginado que pudiera estar tan interesada en el sexo, de hecho, nunca me
había llamado la atención especialmente, hasta Kaden.
Miro de reojo y observo como una pareja habla muy animada con Devan.
La mujer estira el brazo y acaricia el pecho de Devan, él le guiña un ojo. El
hombre murmura algo y Devan asiente, lo siguiente que veo es como se
marchan los tres de la sala.
No sé qué me posee en ese momento para hacer lo que hago, pero los
sigo. Le digo a Halsey estoy de vuelta en unos minutos y ella asiente con una
sonrisa.
Me muevo con rapidez hasta la puerta por la que han salido y los observo
al final del pasillo, bajan las escaleras iluminadas que conducen a las
habitaciones.
Tengo la piel erizada y mi pecho se mueve agitadamente por mi
respiración alterada.

102
Guardo las distancias y veo como entran en una habitación. Me acerco
con discreción y reparo en que hay otras personas fuera mirando. Me cuelo
entre ellas y quedo escondida entre la multitud, intentando ver qué es lo que
está pasando al otro lado del cristal.
El hombre está sentado en la cama y su mujer se encuentra en su regazo,
dándole la espalda y mirando a Devan con atención. El hombre le baja los
tirantes del vestido dejando a la vista sus pechos. Devan se inclina y mete uno
en su boca mientras agarra el otro con su mano, la mujer tira su cabeza hacia
atrás cerrando los ojos.
Continúa su asalto al otro pecho y mueve sus manos por sus muslos,
subiendo lentamente hasta encontrar el elástico de su ropa interior, tras
quitársela se las pasa al hombre, el cual hace una bola con ella y la introduce
en la boca de la mujer. Devan le quita el vestido y la mujer se queda desnuda
entre ambos, cuando se arrodilla mete su cabeza entre sus piernas y besa sus
muslos lentamente en sentido ascendente, ella mueve las caderas, pero Devan
la agarra con fuerza para mantenerla quieta mientras la devora.
Algunas de las personas que están a mi lado se han empezado a tocar
observando lo que hacen esos tres.
Cuando la mujer se corre, Devan se aparta y se quita el disfraz. El hombre
también se deshace de su ropa y se pone a cuatro sobre la cama.
Mi boca se abre cuando veo como la mujer comienza a besarle el trasero,
lo agarra con sus manos abriéndolo bien y mete su lengua en el centro. Devan
se mueve y queda justo frente al hombre, el cual coge la erección de Devan y
se la lleva a la boca. Devan le agarra del cuero cabelludo y mueve sus caderas
dentro y fuera.
Nunca había visto algo tan morboso en mi vida.
La mujer se separa y se abre de piernas en la cama, el hombre libera la
erección de Devan de su boca y se voltea para mirar a su mujer, la agarra de
los muslos y tira de ella hasta que la embiste con fuerza. Devan permanece
detrás del hombre, agarra un bote de lo que parece ser lubricante y lo reparte
por su longitud.
Mi cerebro sufre un cortocircuito cuando Devan dirige su erección al
trasero del hombre. Y así, tan simple, los tres están haciéndolo a la vez.
Devan gira su cara hacia dónde estamos y sonríe cuando se da cuenta de
que estoy ahí, eso me devuelve a la realidad y obligo a mis pies a reaccionar
para salir de ahí, practicante subo corriendo hasta la sala dos.
¿Qué acabo de ver?
Siento mis mejillas acaloradas y creo que necesito meterme en una piscina
llena de hielos para borrar el calentón que me ha dado observar lo que acabo
de pasar ahí abajo.

103
—Julliet, ¿puedes echarme una mano? Jules se ha marchado un momento
—me dice Halsey, estirando su brazo.
Me pongo a su lado y vamos preparando los cócteles y colocándolos en
las bandejas.
—¿Devan está abajo? —pregunta sonriente.
—Sí.
Creo que mis mejillas siguen permanentemente rojas, recordando la
imagen de esos tres.
—A nuestros clientes les encanta ver a Devan en acción, pero quién los
culpa, ese hombre sabe realmente lo que se hace.
—Ajá —respondo mordiendo el interior de mi boca.
—Ya te irás acostumbrando —se ríe.
Al cabo de media hora aparece Devan con una sonrisa de lado a lado.
—¿Por qué te has ido, Ángel? Te has perdido la mejor parte —se burla.
Siento toda la sangre concentrándose en mi cara y me cuesta pensar con
claridad.
—Yo-yo no…
—Oh. —Alza una ceja, divertido—. ¿No me irás a negar que has ido a
espiarme? ¿Sabes? Tu lado voyeur me pone muchísimo.
—No soy…yo solo…
Se cruza de brazos e inclina la cabeza.
—Solo tenía curiosidad —termino la frase.
Inclina su cabeza quedando a la altura de mi oído.
—Cuando quieras probar esa curiosidad aquí me tienes —susurra
haciendo que trague con fuerza.
Alguien se aclara la garganta y nos volteamos para ver de quién se trata.
—¿Es que aquí solo estoy trabajando yo o qué? —protesta Chelsea con
voz irritante.
—Cierra el pico, Chels —le responde Devan.
Ella resopla y coge las bandejas.
Acabamos nuestro turno, exhaustos, estoy tan cansada de ir de un lado a
otro con tacones que siento que si me cortaran las piernas ahora me harían
un favor.
Cuando se van los últimos clientes, la Sra. Myers viene a ver cómo
estamos, intento obviar el hecho de que parece tener algo pegajoso en
diferentes partes de su cuerpo.
Al salir de Mala es normal ver a algunos empleados fumando y hablando,
pero la sorpresa de encontrarme a Kaden fuera me hace frenar en seco.
Anoche no trabajó y la semana pasada yo no vine, por lo que verlo ahí,
sabiendo que me ha estado ignorando después de nuestra última comida, es

104
mucho que procesar.
¿Por qué me importa en primer lugar? Debería superarlo de una vez.
No quiero pasar por su lado, pero parece que siempre tiene la fijación de
fumar cerca de mi coche, por lo que me resulta inevitable.
Mi vista permanece clavada en el suelo todo el tiempo, no quiero mirarlo,
me atonta cuando me pierdo en sus ojos azulados.
—¿Podemos hablar? —me pregunta.
Es insensato que el simple hecho de escuchar su voz produzca estragos
en mi interior.
No respondo, simplemente me dedico a entrar en el interior de mi
vehículo y arrancar lo más rápido posible.
Cuando aparco en casa y veo por el retrovisor la moto de Kaden me da la
sensación de que estoy viviendo un Déjà vu. Aunque esta vez no lo afronto
y entro directamente a mi casa en un tiempo récord.
Espero que capte la indirecta, pero cuando ya llama por tercera vez a mi
timbre me veo obligada a abrir la puerta.
—¿Qué quieres Kaden? —pregunto aborrecida.
—Verte.
—Bueno, misión cumplida, ya me has visto —replico cerrando la puerta.
El timbre suena de nuevo. Mi cabeza me dice que no lo haga, pero mis
manos van por libre y abren de nuevo. Su ceja está levantada y parece
contener una sonrisa.
¿Se piensa que estoy jugando?
—Y hablar —añade.
—Hubiera estado bien que hubieras pensado lo mismo cuando te mandé
el mensaje, hace dos semanas.
—Habíamos acordado no ser exclusivos, que yo recuerde.
—¿Qué tú recuerdes? —me burlo con una risa sarcástica—. ¿Y recuerdas
el resto de las normas? ¿La sinceridad? Porque me parece que la sinceridad
entre nosotros brilla por su ausencia, Kaden.
—¿Puedo pasar? ¿Y lo hablamos?
Quiero gritarle que no y que se vaya a la mierda, pero me aparto a un lado
para dejarlo entrar al interior de mi casa. En la que estamos solos. La
combinación de esas cosas ya sé cómo suele acabar.
—Soy toda oídos.
Se pasa las manos por el pelo y suspira.
—¿Por qué estás tan enfadada?
—No sé, será que soy una persona irracional —respondo con sarcasmo.
—Yo solo…necesitaba espacio para pensar —dice recostándose contra
la pared.

105
—¿Y escribir eso en un mensaje de texto era tan difícil? —resoplo.
Intento controlar el reproche que hierve por mis venas.
—No podía escribirte un mensaje.
—¿Por qué no? Tienes dos manos funcionales, ¿no?
—Porque no sabía qué decirte sin quedar como un completo imbécil.
—Bueno, siento decírtelo, pero me pareces un completo imbécil.
—Mira, desde el primer momento he estado haciendo todo mal… —
suspira—. Nunca debí volverme a acostar contigo. —Entrecierra sus ojos.
Me cruzo de brazos, creo que de mis ojos empiezan a saltar chispas.
—No lo estás mejorando, ahora me pareces un completo capullo.
—No…no es eso. Yo…
—¿Por qué no te largas antes de que me arrepienta de haberte dejado
entrar?
Estira su brazo y me toca la cara, me aparto cabreada. No quiero que me
toque porque mi cuerpo reacciona a su tacto y me traiciona.
—No lo entiendes Julliet, las normas en mi vida son muy importantes…y
parece que contigo me las salto todas.
Permanezco callada, pero mi corazón late tan rápido que creo que puedo
escucharlo.
—Me he follado a muchas mujeres estas semanas —confiesa—, ¿Y sabes
que es lo peor de todo? Que no podía evitar pensar en ti mientras estaba con
ellas.
¿En serio? ¿Por qué sus palabras tienen tanto efecto en mí? Las estúpidas
mariposas revolotean por mi estómago, y esa debe ser una de las peores
declaraciones de la historia, si es que es una declaración como tal.
—¿Sabes por qué es importante seguir las normas? Para no joder tu
cabeza. No debería haber roto mi norma principal contigo Julliet porque
ahora no te saco de mi cabeza, da igual con quien folle, ellas no son tú.
«Le llaman Romeo».
—No sé a qué punto quieres llegar diciéndome todo esto… —murmuro.
—Solo estoy siendo transparente contigo, e intento cumplir la norma de
la sinceridad.
—Vale.
—¿Vale? —dice confundido.
—Sí, vale, me parece estupendo que seas sincero.
Me mira como si me acabara de salir un tercer ojo en medio de la frente.
—¿Qué? —pregunta, perplejo.
—¿Qué de qué, Kaden?
—Supongo que esperaba más palabras por tu parte después de todo lo
que he dicho.

106
—Bueno, no tengo ganas de pensar en ello. Nos conocemos desde hace
muy poco tiempo y no entiendo nuestra relación, básicamente no te entiendo
a ti.
—Si te consuela yo tampoco me entiendo.
—Ahora soy yo la que necesita reflexionar. —Masajeo mi sien—. Así que,
si ya has terminado, te pido por favor que te vayas.
Me mira con el rostro lleno de confusión.
—¿Me estás echando?
—Mira…es que…no quiero estar jugando al ratón y al gato contigo, deja
que piense lo que has dicho y ya te diré algo —digo apartando mi mirada de
la suya.
—Solo dime algo ahora.
Espero expectante y noto como se acerca y coge mi cara entre sus manos.
—¿Me has echado de menos? —susurra.
Sí.
—Kaden… —Mi boca se seca.
—¿Has estado pensando en mí? —insiste.
Que sí.
—¿Por qué cada vez que cierro los ojos apareces en mi mente, Julliet?
Su cara se inclina quedando a centímetros de distancia de la mía. Mi boca
se entreabre y mi mente empieza a quedarse en blanco.
«¡La estamos perdiendo, soldado!»
—¿Qué me estás haciendo? —pregunta antes de juntar sus labios con los
míos.
«Y eso es todo, adiós cordura y sensatez. Fue bonito sentiros unos
minutos en mi cuerpo».
Rodeo mis brazos en su cuello y mis pies se alzan buscando su boca con
desesperación.
Es un tipo de adicción insana. No puedo hacer ni pensar otra cosa que no
sea estar con él. Lo quiero, aunque no quiera. Lo deseo, aunque no me
convenga.
Su mano baja por mi cintura y clava sus dedos en mis caderas. Lo beso
como si mi vida dependiera de ello. Me agarra de los muslos y tira de mí
haciendo que enrolle mis piernas alrededor de su cintura. Siento como mi
espalda choca con la pared y jadeo cuando noto como tira de mi lóbulo con
sus dientes. Su boca continúa un camino de besos húmedos por mi cuello y
mis ojos se quedan en blanco.
En estos momentos vivo exclusivamente para sentir los besos y las
caricias de Kaden.
Ni siquiera soy consciente de cómo llegamos a mi cama.

107
—Kaden. —Jadeo sin aliento—. Por favor, estoy demasiado caliente…
Necesito…
Lleva un rato besándome. Me ha quitado toda la ropa menos mis
bragas. Está jugando conmigo. Pasea sus dedos por encima de la humedad
formada en mi ropa interior. A veces, las retira e introduce un dedo, otras,
me acaricia en círculos volviéndome completamente loca de necesidad. Se
aparta con una sonrisa traviesa llena de promesas.
—¿Demasiado caliente? —pregunta con tono burlón.
Mis caderas se mueven, pero las ignora.
—Kaden…
—Habrá que enfriarte de algún modo.
—¿Qué? —Soy incapaz de pensar, solo necesito correrme. Siento mi
cuerpo al límite por la desesperación—. ¿Dónde vas?
Coge su cinturón y me mira con lujuria.
—¿Que-que estás haciendo?
—Shhh —murmura mientras amarra mis manos juntas con su cinturón.
Lo miro confusa y enfadada por dejarme en una tortura eterna—. Bienvenida
al bondage, Julliet
«Hola, papi Grey»
—Kaden. —Mi tono de voz suena cada vez más frustrado.
Se ríe y alza mis brazos, pasa la cuerda sobrante del cinturón por el poste
de mi cama y hace un nudo dejándome atada.
Me retuerzo buscando su contacto.
Coge mi antifaz de la mesita y lo sopesa en sus manos. ¿Qué hace? Eso
es para dormir. O…
Me lo coloca y no veo nada, no puedo explicar por qué eso me calienta
más cada segundo que pasa.
—Espera aquí —ordena plantando un dulce beso en la punta de mi nariz.
«Cómo si pudiera ir a otro sitio».
Aunque no me vea lo estoy mirando furiosa. Escucho como se aleja,
dejándome ahí.
«¿Es una broma? Oh, Dios mío, voy a matarlo. Lo voy a matar, voy a
librarme como sea de su agarre y lo estrangularé con su maldito cinturón».
Escucho pasos por la casa y las imágenes de lo sangrienta que será su
muerte en mis manos aparecen en mi cabeza.
«Bueno, primero lo follaré antes de matarlo».
Pasa un minuto y me estoy volviendo loca, ni siquiera puedo tocarme y
estoy tan necesitada.
Escucho como se acerca y yo retuerzo las piernas, desesperado por sentir
contacto.

108
—¿Alguien ha dicho que estaba muy caliente? —se burla.
—Kaden, por favor —le ruego.
Coge mi cara entre sus manos y abro mi boca cuando se acerca. Jadeo al
sentir algo helado en sus labios, es un maldito cubito de hielo. Sus labios
mojados por el hielo derritiéndose chocan con los míos, el contraste de
nuestras bocas calientes con el hielo congelado es confuso y sexy.
Mi lengua se encuentra con el bloque helado y el frío me atraviesa, se va
deshaciendo y jadeo cuando noto su lengua junto a la mía. Se aleja y protesto,
el no ver nada me mantiene constantemente expectante. Pasea el hielo por
mi mandíbula, continúa bajando por mi cuello y me estremezco, lo mueve a
lo largo de mi clavícula dibujando una línea invisible que va dejando gotitas
de agua.
Mis pezones están tan erectos que podría cortar el cristal con ellos, sigue
bajando y gimo cuando hace círculos con el hielo sobre el montículo de mi
pecho, los realiza alrededor de la areola del pezón hasta que deja caer el hielo
justo en miedo.
Grito de placer por el contraste de sensaciones y me siento mareada. Mis
manos luchan desesperadas por liberarse y poder tocarlo.
Realiza la misma acción con el otro pecho y gimo.
El hielo acaba quedando en un trozo muy diminuto. Mueve su mano y lo
escucho tanteando algo en la mesita, descubro que es otro hielo cuando lo
deja caer en mi esternón. Lo pasea justo por el centro de mis pechos hasta
mi vientre, cuando llega a mi cadera lo mueve de lado a lado y mis piernas se
retuercen.
—Kaden, por Dios… —lloriqueo.
Se ríe en voz baja y mi instinto asesino reaparece de nuevo. Deja descansar
el hielo en mi ombligo y me baja el elástico de las bragas. Alzo mis caderas
para ayudarle a quitármelas.
Noto cómo recupera el hielo y lo baja, lo va deslizando por el interior de
mi muslo muy lentamente. Cuando lo coloca en el centro de mis piernas
exclamo un grito ahogado. Lo presiona y lo mueve contra la zona llena de
terminaciones nerviosas y mis caderas se retuercen, el frío es tan intenso que
siento ardor. Muevo mi cabeza contra la almohada y mis piernas se tensan.
Baja el hielo un poco dejando un reguero de agua y lo introduce un poco
en mi interior.
—¡Kaden! —gimo.
—Solo cumplo tus peticiones nena. Tenías mucho calor, ¿no?
«Maldito Kaden».
Mi espalda se arquea mientras sigue jugando con el hielo en mi
entrepierna, el contraste de sensaciones me está volviendo completamente

109
loca.
—No sabes lo excitante que es verte así —murmura con esa voz ronca
tan sexy que tiene.
—Kaden, por favor…por favor —ruego moviendo mis caderas.
—¿Por favor qué? —Estoy segura de que está diciendo eso con esa
estúpida sonrisa arrogante que amo.
«Esto… que amo no, que me gusta. Sí, me gusta, me encanta».
—Por favor, fóllame ya. —Estoy tan necesitada que no me importa decir
lo que sea. Y eso es exactamente lo que él quiere oír.
—Uhm, no puedo negarte una petición así.
El sonido de la cremallera de su pantalón bajando hace que casi me corra
y llore de alegría.
Abre bien mis piernas, se coloca en medio y noto como frota su erección
contra mí, mis caderas se levantan buscándolo, pero sigue con su lenta
tortura.
—Kaden, por favor…—Algún día me vengaré dulcemente de esto.
Coloca la punta en la entrada y poco a poco se mete en mi interior. Lo
hace tan lentamente que puedo notar cada centímetro de placer que me
da. Suspiro del gozo de tenerlo completamente enterrado, balancea sus
caderas hacia atrás y vuelve a entrar con más fuerza. Me muevo para
encontrarlo a medio camino y empezamos a movernos de forma coordinada.
—Quiero verte, por favor —le pido.
Su mano arranca el antifaz y sus ojos azulados hacen que se contraiga el
estómago.
Creo que es la primera vez que follamos de este modo, de repente se siente
mucho más íntimo. Acaricia mis muslos con sus manos y los enrolla en sus
caderas, lo noto más profundo todavía de este modo. La sangre apenas circula
por mis brazos, pero no podría importarme menos.
Sigue entrando y saliendo, cada vez con más intensidad. La humedad del
cubito ya ha desaparecido del todo y solo hay calor. La piel con piel con él
me hace perder la cordura. Se siente tan bien. Es tan bueno. Es imposible no
volverse adicta al sexo con Kaden. Este hombre está diseñado para hacer
perder la cabeza a cualquiera.
Mi cuerpo se tensa a medida que me acerco, siento la presión en la parte
baja de mi vientre y gimo con fuerza mientras me corro a su alrededor.
—No cierres los ojos —ordena mientras me dejo llevar.
Admiro su aguante, sobre todo porque hace que se construya un nuevo
orgasmo en mi sistema.
—Esta vez conmigo, Julliet. Acaba conmigo.
Su mano baja por mi cuerpo y me masturba hasta llevarme al límite, se

110
deja ir en mi interior mientras yo me contraigo a su alrededor, mantiene todo
el tiempo su mirada en la mía y me resulta muy sensual.
Se deja caer y me besa con fuerza. Nuestras lenguas se rozan, atrapa mi
labio inferior con sus dientes y tira de él. Me ha convertido en el monstruo
de los gemidos, es estar en sus brazos y todo lo que puedo hacer es gemir y
gemir.
Desata mis brazos y siento alivio cuando los puedo bajar de nuevo, es casi
como un tercer orgasmo.
Acaricia mis muñecas y las besa. Me derrito mirándolo más de lo que se
ha derretido el maldito cubito de hielo.
—¿Todo bien?
Asiento mientras mi respiración se normaliza.
—Genial, porque no hemos acabado todavía… —Tira de mí hacia
adelante y me quedo sentada entre sus piernas.
Este hombre me va a matar de placer. «Y no hay quejas al respecto,
señoría».

111
12. SO FAR AWAY
Cuando despierto son más de las cinco de la tarde, tanto ejercicio me hace
dormir como un bebé, tengo sueños tan profundos que no dan lugar a que
tenga pesadillas, y eso es un gran alivio.
Bajo a la cocina y Kaden está ahí de nuevo, cocinando algo. No puedo
enfadarme con él cuando me alimenta después de darme muchos orgasmos.
—Por favor, dime que llevas algo de ropa interior debajo de eso. —Sus
ojos se entrecierran señalando mi camiseta. Es la suya, la que se quedó aquí,
me gusta lo grande y cómoda que es.
—¿Por qué no lo descubres por ti mismo? —contesto con una sonrisa
pícara.
Apaga el fuego y da dos grandes zancadas hasta llegar donde estoy. Me
coge del trasero obligándome a enrollar las piernas a su alrededor, camina
cargándome y me deja encima de la encimera.
—¿Qué estás haciendo? ¿No vamos a comer?
Se agacha y pone su cara en la altura de mi entrepierna.
—Eso es justo lo que voy a hacer ahora, nena.
Esa, amigos, es la lengua más habilidosa que existe en la Tierra.
—¿Así que ya no quieres reflexionar? ¿Me has perdonado? —se burla
conteniendo una sonrisa triunfadora después de hacer que me corra con su
boca.
Te han perdonado los orgasmos.
Ruedo mis ojos y cruzo los brazos.
—No hagas que me lo piense mejor.
Necesito que deje de sonreír porque eso me hace sentir cosas extrañas y
no me apetece tener ninguno de esos sentimientos. Nos sentamos
tranquilamente en la mesa y comemos en silencio. Algo me ronda la cabeza
desde hace dos semanas y no puedo evitar soltar la siguiente pregunta.
—¿De qué conoces al Sr. Henderson?
Kaden no responde al momento, se toma el tiempo de coger su vaso de
agua y beber lentamente, cuando lo deja sobre la mesa limpia las comisuras
de su boca con la servilleta y me mira.
—Es el dueño de Mala.
—Sí, pero… —muerdo mi labio.
—¿Qué?
—Parecía muy interesado en el marcapáginas de tu libro.
—¿Por qué ha visto el libro? —Sus hombros se tensan.
—Estaba leyéndolo y lo vio.

112
—¿Qué relación tienes con Andrew? —Su ceño se frunce mientras realiza
la pregunta.
—Es mi profesor.
—¿Andrew es tu profesor? ¿Estudias Derecho?
Así que sabe más cosas de él aparte de que es nuestro jefe.
—Sí. Lo conoces de algo más que ser solo el dueño del local, ¿cierto?
—Algo así… —murmura.
—¿De qué lo conoces?
Coge aire y suspira.
—Crecimos juntos.
Jadeo con asombro y mis ojos se abren de par en par. No se parecen para
nada, ¿son hermanos o algo? No puede ser.
—¿Qué? ¿Como…? ¿Qué? —pregunto como una estúpida.
—No es la gran cosa. —Se encoge de hombros.
—¿Por qué habéis crecido juntos? ¿Sois familia?
—No quiero hablar del tema.
Es realmente escandaloso lo mucho que me siento atraída por él teniendo
en cuenta lo poco que sé sobre él.
—¿Y de qué quieres hablar? —intento preguntar, sonando lo más amable
posible.
Kaden aparta su plato deslizándolo por la mesa y se pone en pie.
—De nada, será mejor que me marche.
Y está de vuelta su capa de frialdad, esa que mantiene todo el tiempo con
todo el mundo, es difícil verlo actuar de otro modo, excepto cuando hay sexo
involucrado de por miedo o ganas de el.
No digo nada más, pese a que me gustaría que las cosas no terminaran así
de nuevo después del rato que hemos pasado juntos, pensaba que tras la
charla que mantuvimos de la sinceridad, las normas y todo el rollo la cosa
cambiaría, pero ambos somos demasiado reservados con nuestra vida
privada, así que es dar un paso adelante y tres atrás.
Cuando escucho el golpe de la puerta cerrándose la soledad me abraza de
nuevo, subo mis rodillas sobre la silla y las rodeo con mis brazos,
descansando mi cabeza entre ellas.
¿Alguna vez terminará esta sensación? La culpabilidad me ahoga, me
habla, desearía tanto ser capaz de callarla.
Quiero intentar distraerme, mantener mi mente ocupada con algo, pero
no tengo fuerzas en estos instantes, por lo que arrastro a mi cama y me meto
bajo el edredón, esperando simplemente a que suene de nuevo la alarma para
ir a trabajar.

113
Lo veo en Mala esa noche, pero no nos decimos nada, pasan los días y no
le escribo, él tampoco. ¿Será así siempre? ¿Se habrá acabado de una vez por
todas nuestros encuentros fortuitos? No me gusta pensar en Kaden, pero lo
hago más de lo que alguna vez admitiría. También utilizo su camiseta, aunque
la he lavado tantas veces que no huele a él.
Nathan ha empezado a enviar mensajes por correo electrónico, sí, correo
electrónico. Por lo que he descubierto que se puede bloquear por mail.
Algunas veces pienso que debería hablar con él, cerrar de una vez por todas
el ciclo, pero cada vez que recuerdo la forma en la que me habló en Mala me
siento humillada y dolida. No quiero eso de nuevo, ni que intente hacerme
cambiar de idea.
Ir a clase ayuda a distraerme de ese tipo de pensamientos, cuanto peor me
siento más estudio, y desde luego eso da sus frutos cuando empiezo a ver mis
primeras calificaciones.
Falta una semana para la estúpida fiesta de novatos y Taylor no para de
insistir en que vayamos, quizás eso me vendrá bien, bailar, beber… quizás
conocer a alguien.
Después de una mañana tortuosa de presentaciones vuelvo a casa, no me
apetece hacer nada hoy porque se acerca la fecha que más odio del año y eso
me está pasando factura mentalmente.
Cuando cierro la puerta con llave y me giro me quedo helada ante lo que
veo. Todo está decorado con pétalos por el suelo y velas, una canción em-
pieza a sonar y Nathan aparece con un ramo de rosas.
—Feliz aniversario, cariño —murmura con una sonrisa despampanante.
Creo que mi estómago se gira en mi cavidad abdominal. Parpadeo un par
de veces, esperando que la imagen ante mí desaparezca.
—Nathan… ¿Cómo has entrado? ¿Qué haces aquí?
Su ceño se frunce, como si eso no fuera lo que esperaba escuchar.
—Es nuestro aniversario, Julliet, ¿cómo iba a olvidarlo?
Actúa como siempre, como si nada hubiera sucedido. Lo hace tan bien
que por un segundo dudo de si todo lo que pasó, en realidad pasó. Lo dejé.
—No es nuestro nada, terminamos.
El cuerpo de Nathan se ve visiblemente más tenso, es demasiada violenta
la situación y estoy deseando que se marche.
—Yo soy el que te tendría que dejar viendo la forma en la que te rebajas
como una zorra —masculla resentido.
«Zorra. Me ha llamado zorra a la cara. Lo de los mensajes fue bastante

114
incómodo, pero esto es tan directo…» Estoy tan impactada que ni siquiera
puedo enfadarme ahora mismo.
—Márchate —susurro en un ruido apenas audible.
—Julliet —suspira—. Sabes que te quiero y solo quiero lo mejor para ti.
Da un paso hacia adelante y yo instintivamente me muevo hasta sentir la
puerta en mi espalda. Trago con fuerza cuando pasa su mano por mi mejilla.
—Nathan hemos terminado.
Sus labios recorren mi cuello suavemente y yo lo aparto con firmeza.
—Acabarás volviendo conmigo —promete.
—Largo —insisto.
Busco el pomo de la puerta y lo giro, abriendo con mi cuerpo, le hago un
gesto con la cabeza, y Nathan se marcha.
Cuando entro de nuevo me aseguro de echar todos los pestillos varias
veces, golpeo el marco de la puerta con rabia y me dejo caer al suelo, me llevo
las manos a la cabeza, intentando asimilar lo que acaba de pasar. Al ponerme
en pie de nuevo lo primero que hago es buscar un cerrajero de urgencia y
luego me dedico a recoger su romántica y escalofriante sorpresa.
Ni la llamada más tarde de Devan consigue distraerme.

Hoy es su cumpleaños. O lo sería. Cuando despierto después de haber


logrado dormir un par de horas me quedo en la cama. No tengo energía para
salir de aquí. Rebusco en mi galería nuestra última foto juntos y me dedico a
llorar mientras la miro. El vídeo de su último cumpleaños me destruye en mil
pedazos. Permanezco echa un ovillo viéndolo una y otra vez.
No le temo a la muerte, lo que me aterra es este dolor constante.
Eran tan joven, Matt era tan joven, y tan bueno. Recuerdo la ilusión
cuando lo sostuve por primera vez en mis brazos. Un hermano era justo lo
que necesitaba esta casa porque el amor de nuestros padres era insuficiente.
Por lo menos nos teníamos el uno al otro. Me hacía reír, tenía un ingenio
sorprendente para su edad.
Lo desconecté. Yo firmé el papel. Yo firmé su muerte. Deslizar el
bolígrafo por el papel se sentía como clavármelo en la piel. Semanas después
llegó su primer no cumpleaños y yo no podía más. Su muerte se sentía como
la mía propia. Nada tenía sentido, de hecho, me cuesta mucho encontrar
algún tipo de sentido hoy en día. Así que lo hice. Intenté quitarme mi propia
vida. Sin éxito, por supuesto, Nathan tras ver que no contestaba llamó a los
servicios de emergencia. Todavía deseo que no lo hubiera hecho. Lo único

115
bueno de aquello, si es que se le puede llamar así, fue conocer a Lex.
Lex me sonaba de vista, al igual que Nathan. Era una alumna de último
año cuando yo entré al instituto, pero nunca habíamos hablado. Hasta que
nos vimos obligadas a ser compañeras en el psiquiátrico. Ella estaba allí por
lo mismo, aunque nunca he tenido el valor de preguntarle por qué lo hizo.
De hecho, esa es la pregunta más estúpida del mundo porque todos sabemos
la respuesta. Cuando llegas a ese nivel de dolor y desesperación sólo quieres
terminarlo. Poner algo de paz en tu caótica mente, que repite una y otra vez
mensajes destructivos. Solo quieres silencio.
El dolor por Matt es desgarrador, tengo el pitido de su máquina de
ventilación grabado a fuego, en bucle, no puedo parar de escucharlo. Me tapo
los oídos con todas mis fuerzas, aunque es tonto porque obviamente no está
sonando nada.
Tal vez, si no hubiera disgustado a mi padre de ese modo nada de esto
habría sucedido. Al final siempre será mi culpa, yo me rebelé, yo discutí, yo
les dije palabras horribles…
Mi teléfono no para de sonar, cuando miro la pantalla veo mensajes de
Lexie, está abajo desde hace veinte minutos. No quiero bajar, pero tampoco
quiero dejarla allí plantada. Lavo mi cara y me coloco una sudadera.
Cuando le abro la puerta me tira en sus brazos. No me dice nada, solo me
abraza. No puedo hablar yo tampoco, así que se limita a seguirme hasta mi
cuarto, se mete en la cama conmigo y el simple contacto de su cuerpo me
reconforta por el resto del día.

Había encontrado algo de esperanza en la desesperanza, esta era mi salida, por fin.
La cuerda que rodeaba mi estómago se encontraba perfectamente camuflada por mi
camisón, solo tenía una oportunidad, debía hacerlo bien.
Localizé el punto ciego de la cámara, era perfecto, bajé la cuerda por mi cuerpo, la tomé
entre mis manos y estiré, comprobando la resistencia.
Me había tomado varias noches trenzarla, nunca pensé que una sábana con un hilo
suelto podría resultar tan útil en este infierno. Solo tuve que empezar a estirar y trenzar,
estirar y trenzar, así repetidamente.
Tiré la cuerda hecha de retales de sábanas sobre la estructura de la farola, me pregunté
si alguna vez se habían dado cuenta de lo perfecta que era.
Hice varios nudos, asegurándome de que estaba bien atada, trepé por la farola y rodeé
mi cuello con el extremo de cuerda que colgaba.
Se sentía como el collar de la muerte.
—Hacen un conteo rutinario cada cinco minutos por las cámaras. No te dará tiempo.
Su voz era dulce, pero sus palabras sonaban demasiado retorcidas, bajé la mirada y
por un segundo creí estar viendo un ángel.

116
Su pelo rubio brillaba con intensidad por el reflejo de la luz solar, todo en ella parecía
frágil y delicado, su piel era tan blanca como los vendajes que cubrían sus brazos.
—¿Qué? —Es la primera palabra que digo en meses.
—Llegarán pronto, no vas a lograrlo.
El tiempo de recreo en el parque del recinto duraba veinte minutos, todavía tenía mucho
tiempo.
—No es cierto —repliqué.
Solo tenía que soltarme y dejarme caer para terminar con todo, pero la presencia de esta
chica me perturbaba.
—¿Eres stripper o algo? Tu agarre a la barra es increíble —me preguntó.
—Estás loca —resoplé.
—Bueno, amiga, yo no soy la que tiene una cuerda alrededor del cuello.
—Márchate —le ordené.
—¿Crees que te romperás el cuello o simplemente te quedarás sin aire? Pueden ser
ambas —su pregunta sonaba llena de curiosidad.
Mi cuello dolía mientras tragaba, no quería pensar en ello, sabía qué no iba a ser
agradable, pero...
—Tranquila, perderás la consciencia por la restricción de flujo sanguíneo arterial.
Tampoco te tienes que preocupar.
—¿Por qué sigues aquí? —mis manos empezaban a temblar mientras continuaba
aferrada a la barra metálica.
Ella giró la cabeza, mirando por encima de su hombro.
—Se acerca alguien —murmuró.
Resoplé con fastidio, no me iba a dar tiempo, el pánico a que me descubrieran me hizo
actuar de forma impulsiva, antes de sentir mi cuerpo colgar unos brazos rodearon mis
piernas, manteniéndome en alza.
—¿Por qué haces esto? ¡Suéltame! —intenté patalear.
Alguien vestido de blanco se dio cuenta y corrió hacía nosotras mientras gritaba
pidiendo ayuda.
Miré con rabia a la chica rubia.
—Te odio —le gruñí.
—¿Sí? Tú a mí me has caído bien —sonaba tan casual que me volvía loca—. Soy
Lexie, por cierto.

Las manos de Lex acarician mi pelo, me relaja. No sé si sabe que ha


salvado mi vida en más de una ocasión. Mantengo mis ojos cerrados todo el
tiempo, concentrándome únicamente en sus manos. Nunca se había
preocupado nadie por mí así.

117
118
13. THAT BITCH
Solo me permito estar realmente mal unos días, porque cuando caigo en
ese bucle, cuanto más tiempo paso en el fondo, más me cuesta salir de ahí,
así que estoy deseosa por salir a la estúpida fiesta de novatos.
Llamo a Lex porque no tengo nada que ponerme y ella me trae varias
cosas antes de irse a trabajar, ojalá pudiera venir conmigo a la fiesta.
Me preparo algo de cenar y hago un despliegue de mis vestidos sobre mi
cama, justo en ese momento Devan inicia una videollamada.
—Mi radar me dice que estabas pensando en mí, ¿estoy en lo cierto? —
La forma en la arquea su ceja le da un aspecto aún más coqueto.
—Claro Devan, siempre estoy pensando en ti —me burlo, he empezado
a seguirle el rollo porque es más divertido así.
—¿Qué estaba haciendo mi Ángel travieso?
Él, al otro lado de la pantalla, está cenando en su piso perfectamente
organizado. Rompe todos los estereotipos de piso de soltero desordenado.
Me mira con curiosidad mientras absorbe ruidosamente sus fideos chinos, es
increíble que hasta haciendo algo tan simple sigue siendo tan atractivo.
—Elección de vestuario, Taylor me arrastra a una estúpida fiesta
universitaria.
—Oh, cómo echo de menos esas fiestas. La gente del mundo sanitario es
bastante fogosa, supongo que aplican demasiado el carpe diem, la muerte nos
rodea, vive ahora. Ya sabes, totalmente mi tipo de gente.
En mi mente visualizo a Devan tal y como lo conocí, rodeado de muchas
personas, apuesto todo a que siempre ha sido el alma de la fiesta.
—Podrías venir, así no tendría que estar toda la noche echándote de
menos —sugiero, bromeando.
—Me encanta que ya admitas abiertamente tu profundo amor por mí.
Pásame la dirección.
—No hablaba en serio, no puedes colarte en la fiesta, es solo para gente
de la facultad de derecho.
—Pero nadie lo sabrá, será nuestro secretito —me guiña un ojo.
—¿Y si alguien te hace alguna broma relacionada con el mundo legal y no
la entiendes? Sabrían que no eres uno de los nuestros.
—Estoy preparado, escucha —carraspea—. ¿Cuál es el colmo de un
abogado?
—Nunca me han gustado este tipo de chistes.
—¿Cuál es el colmo de un abogado? —insiste.
Como me temo que dejará el tema hasta que haga la dichosa pregunta,

119
cumplo sus deseos.
—¿Cuál? —no puedo evitar poner los ojos en blanco.
—Que se le caiga la muela del juicio.
La sonrisa que emplea tras terminar la oración es completamente
adorable, parece la de alguien que está orgullosa contando el primer chiste de
su vida entera.
—Te echarán a patadas —sentencio.
—Eso es imposible, la gente me ama, Ángel. Bueno, enséñame las
opciones con las que me vas a seducir esta noche.
Selecciono la cámara trasera y justo enfoco los vestidos.
—Esto va a ser una tortura, apuesto a que todos te quedan de muerte.
¿Por qué no mejor nos montamos una fiesta privada tú y yo?
Me río y vuelvo a poner la cámara interna.
—Porque debo ir a la fiesta, se lo he prometido a Taylor.
—Oh… así que voy a poder conocer a la famosa Taylor. —Se frota las
manos.
—Mantén tus manos lejos de mi amiga —le advierto.
—No te pongas celosa, tú eres mi alma gemela y mi amor eterno, no lo
olvides.
—Sí, sí, pero mantente alejado de ella. Es mucho más inocente que tú, no
quiero que la perviertas con tu…
—Las inocentes son las más traviesas, como tú.
Ruedo los ojos y continuamos hablando, le paso la ubicación en cuanto
cortamos la llamada y me explica que no sabe a qué hora se pasará porque
antes tiene que asegurarse de no sé qué en el hospital.
Me aliso el pelo y utilizo un labial rojo que combina con el color del
vestido. Me miro en el espejo desde diferentes ángulos, tal vez es demasiado
atrevido, quizá no debería… No, no tiene nada de malo, necesito dejar de
lado el ojo crítico de mi madre.
Antes de que pueda arrepentirme cojo las llaves del coche y conduzco
hasta la residencia de Taylor, de camino a su habitación escucho varios
silbidos que hacen que mis mejillas se pongan tan rojas como el vestido.
—¡Estás increíble, Juls! —exclama Taylor boquiabierta.
Como no se me da bien lidiar con los cumplidos, sonrío con incomodidad
y asiento.
—Siempre usas ropa tan simple que…vaya…—Continúa boquiabierta.
—¿Qué tienes en mente para esta noche? —Intento cambiar de tema.
Señala dos pilas enormes de ropa que hay encima de su cama.
—¿Todo eso son tus opciones?
—¿Por qué crees que te necesitaba dos horas antes aquí?

120
Empieza a probarse diferentes conjuntos y prácticamente me hace un
pase de modelo exclusivo.
—Vale no necesito ver nada más, este —aseguro dando mi aprobación a
un vestido negro con toda la espalda descubierta.
—¿Tú crees? —pregunta dando una vuelta delante de su espejo.
—Totalmente.
Le ondulo el pelo con las tenacillas mientras habla entusiasmada de la
fiesta. Cuando llega la hora estoy un poco nerviosa, también es mi primera
fiesta universitaria y no sé qué esperar.
Llegamos a la fraternidad y me sorprende encontrarme a bastante gente
borracha, es demasiado pronto para el nivel de embriaguez que llevan
algunos.
La música está tan alta que mantener una conversación es imposible a no
ser que grites al oído de tu acompañante.
—Como vea a alguien jugando a la botella o a verdad o atrevimiento me
largo —grito en la oreja de Taylor.
Ella se ríe y niega la cabeza con diversión.
Nos servimos nosotras mismas un trago y de algún modo eso me
tranquiliza.
—No pierdas de vista la copa —le advierto.
Alza los pulgares como gesto afirmativo y nos arrastramos hasta la zona
en la que está bailando la gente.
La verdad es que no está tan mal como pensaba, cuando el alcohol
empieza a hacer efecto por mi sistema nervioso me siento más relajada. Bailo
pegada a Taylor hasta que ambas estamos sudando, hay mucha gente en todos
lados y empieza a hacer bastante calor.
—¿Quieres tomar un poco de aire fresco? —me grita al oído.
Asiento, la multitud ha ido creciendo exponencialmente durante la noche
y tantos cuerpos apretados en la zona de baile generan mucho calor. Así que
respirar un poco de aire del exterior es algo que totalmente necesito.
Las expectativas de lo que me iba a encontrar en mi primera fiesta
universitaria quedan muy alejadas de la realidad, supongo que mi concepto
de fiesta universitaria está demasiado influenciado por películas americanas
de comedia que no tienen nada con esto o la realidad. Excepto por la parte
de beber chupitos de los ombligos de la gente. Asqueroso.
No puedo evitar fijarme en que aquí hay gente que no he visto antes por
la facultad, y además parecen mayores.
Fuera del edificio todavía se escucha la música, en el exterior algunas
parejas fuman y otras se enrollan. Hay gente enrollándose por todas partes, y
cuando digo por todas partes es incluso en los sitios más remotos y extraños.

121
—¿No te da la sensación de que hay mucha gente que no es de clase? —
le pregunto a Taylor cuando salimos.
—Claro, a la fiesta de los novatos vienen antiguas generaciones graduadas
también.
¿Generaciones graduadas? Mi cabeza empieza a dar vueltas.
No, no, no, no hay forma de que Nathan esté aquí, ¿no?
Miro a mi alrededor de manera obsesiva y no lo veo por ningún lado, él
nunca ha sido de ir a muchas fiestas y dudo que estando ahora con todo el
trabajo que tiene se dé el lujo de ir a una fiesta universitaria entre semana.
Unos compañeros de clase se acercan a hablar con nosotras, Taylor parece
interesada en uno de ellos así que intento mantener mi postura, aunque no
me siento nada cómoda con la mirada que me dirige el otro tipo. Miro de
reojo mi teléfono varias veces, es más tarde de lo que pensaba, supongo que
el alcohol distorsiona mi percepción del tiempo. Continúo bebiendo para
calmar mis nervios hasta que las ganas de orinar me pasan factura por la
cantidad de líquido que he ingerido, como Taylor continúa coqueteando le
digo que voy un momento al baño de arriba.
Me tambaleo ligeramente descoordinada por el lugar hasta que lo localizo.
Está completamente vacío para mi suerte. La puerta del cubículo no tiene
pestillo, así que tengo que ser creativa en aguantarla mientras mantengo el
equilibrio de apuntar en cuclillas y no mearme encima.
Al salir me miro en el espejo mientras limpio mis manos, para estar sudada
y borracha todavía conservo un aspecto más o menos decente. Aplico agua
en mi rostro varias veces.
Unas manos me rodean la cintura y mi corazón se para. Mis ojos se
encuentran con él en el reflejo del cristal.
—¿Me has echado de menos, cariño? —susurra Nathan de forma lenta,
está borracho.
Creo que he visto a Nathan borracho en contadas ocasiones de mi vida,
y nunca me ha gustado el modo baboso en el que actúa.
—Su-suéltame —contesto, nerviosa, intentando empujar sus manos
fuera.
—¿Por qué? Esto es lo que te gusta, ¿no? He escuchado por ahí que
también te follas a uno de tus profesores —suelta una risa amarga.
—Qué me dejes —ordeno dándole un ligero empujón.
—¿Te gusta así, Julliet? ¿Qué trate como a una puta cualquiera? ¿Era eso
lo que faltaba en nuestra relación?
Nunca me había tratado de esta forma. ¿Esto es mi culpa? Esa amargura
y ese desprecio…
Sacudo mi cabeza y lo empujo de nuevo cuando vuelve a rodearme con

122
sus brazos, agacha su cabeza, su aliento en mi cuello me estremece, su cuerpo
presiona el mío, las frías baldosas de la pared congelan mi piel.
—Te crees muy especial, ¿verdad?
—Nathan…—advierto—. Suéltame.
—¿Cualquiera te puede follar menos yo?
—Por favor. —Odio tener que suplicarle.
—Vuelve conmigo Julliet, yo soy el único estúpido que va a amarte. Nadie
puede hacerlo, pero es tú culpa, ¿quién amaría a alguien que está muerto por
dentro? Solo eres una cara bonita, y un cuerpo follable. Ellos no te querrán,
solo te desearán. Yo soy el único.
Sus palabras me afectan más de lo que desearía, dejándome paralizada.
Repitiéndose en bucle en mi cabeza. ¿Estoy muerta por dentro? Creo que me
he sentido así muchas veces. ¿Tiene razón?
Su mano se cuela por debajo de la falda del vestido, su respiración pesada
en mi cuello me provoca náuseas. Me voltea y pega mi cara contra la pared
agarrándome con fuerza del pelo, levanta la parte inferior de mi vestido y
muerdo el interior de mi boca cuando escucho como baja su cremallera.
—No hagas esto, por favor —sollozo al sentir que no puedo controlar la
situación.
—Yo sé que quieres —jadea, en un tono lascivo.
Cierro los ojos e imagino que no estoy aquí, que esto no es real. Qué solo
es una pesadilla, he tenido pesadillas como estas, en cualquier momento
despertaré y nada habrá sucedido. Estaré en casa, en mi cama.
De repente se separa bruscamente de mí y respiro de nuevo, cuando me
giro Nathan está en el suelo, su mano cubre su nariz sangrante. Yo tiemblo
recolocando mi ropa.
—¡Aléjate de ella! —escupe Devan con furia.
Es real. Lo que estaba pasando era real. O lo que iba a pasar. Devan alza
la vista hasta mí y su expresión cambia por completo.
—Vamos a salir de aquí, Ángel —susurra envolviéndome en sus brazos.
Fuera la gente continúa bailando como si nada. Porque es una fiesta. Esto
es un lugar para divertirse, por supuesto que van a estar bailando. Bailar está
bien, a mí me gustaba bailar. Lo amaba, lo único que realmente he amado
con todo lo que soy. Empiezo a temblar y no soy capaz de hacer que pare.
¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué me da la sensación de que me cuesta
respirar? No puedo más. No puedo más. No puedo más. No puedo más. No
puedo más.
—¿Juls, estás bien? ¿Qué ha pasado? —pregunta Taylor con nerviosismo
cuando pasamos por su lado.
¿Tengo que hablar de ello? No puedo simplemente hacer como si nada,

123
suena mucho mejor esa opción.
—Me encargo yo de ella, ¿tienes con quién volver? —demanda Devan.
Parece recelosa, por lo que me veo obligada a asentir, para que entienda
que está bien que me marche con él, Taylor se queda con el ceño fruncido.
—Sí.
Devan me lleva todo el camino, me da la sensación de que soy una
marioneta ahora mismo.
Cuando subimos a su coche rodeo mis piernas desnudas con mis brazos.
—Vamos a comisaría —dice en voz baja.
La idea de tener que explicarlo me hace sentir enferma, por lo que niego
la cabeza.
—Lo que ha hecho…
—Llévame a tu casa, por favor —susurro.
Devan dice algo de shock, pero apenas soy capaz de escuchar cualquier
cosa. Me siento absorta, con la mente en blanco, como si alguien me hubiera
quitado la capacidad de pensar o razonar. Y así pasa el tiempo, cada segundo,
cada minuto, sin que pueda ser consciente de nada. Es raro y al mismo tiempo
me hace estar calmada, creo.
Lo siguiente que soy capaz de procesar es que estoy en un lugar extraño
y a la vez familiar. Nunca he estado aquí, pero reconozco perfectamente lo
que veo. Las videollamadas diarias con Devan han logrado eso, por lo que
pese a no haber pisado nunca su salón, sé dónde está todo.
Cuando los recuerdos se evocan en mi mente de forma violenta y
repetitiva me asqueo de mí misma. La sensación de su cuerpo presionada
junto al mío, el aire luchando por entrar en mis pulmones, su mano
explorando mi cuerpo por debajo de mi vestido, el sonido de la cremallera
que parece una canción en repetición.
—¿Puedo darme una ducha? —pregunto, en voz baja.
—Necesito que me confirmes algo antes, ¿él ha llegado a…?
Niego con la cabeza frenéticamente. Devan me llama Ángel a mí, pero
estoy empezando a pensar que él es el ángel. Faltaba tan poco para…
—Puedes ducharte —acaricia mi pelo.
Su cariño me abruma. Me acompaña hasta su baño y prepara dos toallas
junto con un poco de ropa suya limpia.
—¿Puedes quedarte? —solicito mordiendo mi labio tembloroso con
fuerza—Por favor.
Devan asiente y se gira para darme la espalda.
Me quito la ropa como si quemara y miro mi cuerpo, luce completamente
igual entonces, ¿por qué me siento diferente? ¿Por qué siento que no es mío?
¿Cómo ha pasado esto?

124
Observo una pequeña marca que me debe haber hecho él y entonces es
cuando empiezo a llorar. Las lágrimas no corren solo por mis mejillas, se
deslizan por mi cuello y continúan bajando.
Me meto debajo del agua caliente y froto mi cuerpo con fuerza, intento
borrar la sensación de sus manos en mi cuerpo. Quiero recuperarlo. Froto y
froto cada vez con más insistencia. Mi llanto ahora es audible y el aire apena
entra en mis pulmones. Caigo de rodillas en la ducha, con las manos
convertidas en puños por la ira.
¿Es mi culpa? ¿He creado un monstruo?
—Ne-necesito… —digo entre sollozos.
—¿Qué? ¿Qué necesitas? —responde Devan con angustia.
—Borrarlo, quiero borrarlo de mi piel. —Continúo frotándome con
fuerza, mi piel empieza a enrojecerse por la fuerza.
—¿Puedo darme la vuelta?
—Sí.
Se gira y cuando me mira sus ojos se abren.
—Para Julliet, te vas a hacer daño —dice mientras inspecciona mi cuerpo
con su mirada.
—Tengo-tengo que borrarlo.
Hace una mueca y veo la tristeza en sus ojos. No quiero su lástima, no
quiero que nadie me mire así nunca. Jamás. No pueden mirarme con pena.
—Vamos a salir de la ducha, ¿vale? —pregunta acercándome una toalla
grande.
Se estira y moja su brazo mientras cierra el grifo, mi piel escuece. Coloca
la toalla por mis hombros y me cubre con ella, cojo su brazo para mantener
el equilibrio mientras salgo de la ducha.
Me quedo inmóvil con la mirada perdida. ¿Cómo ha podido pasar esto?
¿Por qué? Nathan no es así, él no es así.
Devan enciende el secador, me peina y seca el pelo mientras yo sigo en
mi mundo.
—Vístete, no quiero que te enfermes.
Dejo caer la toalla de golpe y Devan aparta la mirada. Seguro que le causo
repulsión, me sigo sintiendo sucia. Me muevo de forma automática y paso su
camiseta por mi cuerpo, me llega hasta las rodillas, pero aun así me coloco su
bóxer.
Caminamos hasta su habitación, destapa las sábanas y me indica que me
estire.
—Dormiré en el sofá, si necesitas cualquier cosa pídemela.
Le cojo del brazo impidiendo que se mueva.
—No, duerme conmigo.

125
Devan curva sus labios formando una mueca.
—Ángel… —Suena cansado.
—Por favor —susurro.
—Está bien, deja que me cambie —murmura, liberándose de mi agarre.
Coge la ropa que hay encima de su cómoda y desaparece un par de
minutos. Cuando vuele lo veo vestido con una camiseta y unos pantalones
cortos. Sé que no duerme así y que solo lo hace por mí. Se estira en la cama,
mi cuerpo lo busca de forma instintiva y me recuesto en su pecho. Cierra los
ojos y traga con fuerza.
—Intenta descansar —dice contra mi pelo.
El calor que emana su cuerpo me reconforta, Devan es tan bueno que
siento ganas de llorar de nuevo. Su mano acaricia mi espalda de forma
inocente y me relajo contra su cuerpo.
Estoy tan cansada que no tardo en caer dormida, sin embargo, no
descanso, en mis sueños aparece Nathan y continua lo que no ha podido
acabar en el baño. Grito para que alguien lo pare, pero no viene nadie. Unos
brazos me sacuden con fuerza y mi cara está empapada en lágrimas. Estoy
desorientada mirando mi alrededor hasta que veo la cara de Devan.
—Me mata verte así —admite, su rostro está crispado de dolor.
Envuelvo mis brazos en su cuello y lloro contra su cuello. Él me susurra
palabras tranquilizadoras mientras acaricia mi pelo y mi espalda.
Me aparto y limpio mis mejillas con las palmas de mis manos, y tan
retorcido como puede parecer lo que hago a continuación lo hago de todas
formas.
Mis labios se mueven desesperados contra los de Devan, el cual se queda
helado y completamente en shock, cuando asimila lo que está pasando me
aparta con amabilidad.
—No hagas esto, Julliet —susurra frunciendo sus labios.
Niego con la cabeza y hago un ademán de acercarme de nuevo. No puedo
explicar lo mucho que necesito que sea él la última persona que me toque y
me desee. Necesito que sea él, porque si no es él es…y no puede ser…
—Por favor, Devan —ruego, acercándome de nuevo—. Bórralo.
Necesito que lo borres.

126
14. TEETH
Niega con firmeza y en sus ojos veo la lucha interna en la que se está
debatiendo.
—Devan… —murmuro haciendo una mueca.
—Esto es lo último que necesitas —contempla.
—No, es lo único que necesito, que lo borres, que seas tú el que… por
favor.
Mi corazón se encoge cuando vuelve a negar con la cabeza, me siento
encima de su regazo, él se tensa bajo mi cuerpo con sorpresa.
—Te necesito —suplico, apoyando mi frente contra la suya.
—Esto no está bien —dice apretando sus labios con fuerza.
—Necesito que dejes de lado tu moralidad y lo que crees que es o no
correcto, por favor.
Sus labios besan mis mejillas llevándose las lágrimas que ruedan por ellas.
Cojo su cara entre mis manos y uno de nuevo nuestras bocas, sus labios
me responden esta vez y mi cara se calienta. Es suave y delicado, nada que
ver con lo que había visto de él en Mala.
Mi lengua busca tentativa la suya y gruñe por lo bajo cuando se rozan
lentamente.
—No es bueno para ti, Julliet.
—Sí —replico, quitándome su camiseta y quedando desnuda de cintura
para arriba. Mi piel blanca contrasta con la noche y traga con fuerza cuando
sus ojos se deslizan una milésima de segundo hacia abajo.
—¿No querías verme desnuda, Devan? —digo deshaciéndome también
del bóxer.
—Así no. —Veo su mirada torturada.
Está mal, pero necesito esto. Lo necesito.
Cojo sus manos y las pongo encima de mis pechos, sigo sentada encima
de él, por lo que noto el movimiento que empieza a haber por debajo de su
ropa interior. Cierra los ojos y traga con fuerza.
—Necesito que me hagas sentir bien —susurro en su oído.
Cuando los vuelve a abrir noto el fuego de su mirada, me acaricia con
delicadeza, pero me besa con avidez.
Tiro de su camiseta y levanta los brazos para que pueda quitársela, aprieto
mi cuerpo contra el suyo sintiendo su piel bajo mi cuerpo, me estremezco
placenteramente cuando sus dedos recorren mi columna. Sus besos bajan por
mi cuello y continúan por mi clavícula.
—Eres preciosa, Ángel —murmura contra mi cuerpo.

127
Sus palabras alteran los latidos de mi corazón.
Mis manos se enredan en su sedoso pelo y estiran un poco de él. Mis
caderas se mueven lentamente contra la erección que se está formando
debajo de ellas. Me coge de la cintura frenando mis movimientos.
—No creo que pueda hacer esto —dice con culpabilidad.
—No me hagas rogar —farfullo entrecerrando mis ojos.
Su autocontrol se esfuma y baja sus manos hasta apretar mi trasero, me
mece encima de su regazo y gimo al notar su excitación. Su boca baja y lame
mi pezón, lo atrapa entre sus labios, abro la boca exclamando un grito
ahogado. Sus labios prestan atención a mi otro pecho mientras sus manos
acarician mi espalda.
Me recuesta con suavidad y me observa.
—Eres lo más hermoso que he visto nunca —su voz suena ligeramente
ronca.
Mi pecho sube y baja con rapidez, la mirada que me está dando calienta
mi pecho. Me hace sentir querida y deseada. Es todo lo que necesitaba.
Se inclina buscando mi boca de nuevo y la acepto con gusto. Gimo
cuando noto como sus dedos acarician la piel desnuda de mi vientre. Se
separa y continua un reguero de besos en dirección descendente. Mis ojos se
cierran cuando noto su respiración entre mis piernas, me las abre con
delicadeza y coloca su cara entre ellas.
—Mírame todo el tiempo, si quieres que hagamos esto no apartes la
mirada de mí ni un segundo —demanda con lujuria en sus ojos.
Cuando su lengua recorre mi centro lucho por no cerrar los ojos, me toma
toda la fuerza de voluntad del mundo no hacerlo, pero es excitante ver cómo
me da placer con su boca mientras su mirada sigue conectada a la mía.
Atrapo mi labio inferior con mis dientes, mis caderas se mueven solas.
Devan hace maravillas con su lengua, succiona, lame y tira haciendo que todo
me dé vueltas. Un espasmo me indica lo cerca que estoy de dejarme ir.
Introduce un par de dedos en mi interior, la excitación se concentra en lo
bajo de mi vientre, mi espalda se arquea y me corro en su boca en un grito
sofocado.
Devan se aparta y lame sus labios mientras continúa mirándome.
—Creo que acabas de arruinarme para el resto de las mujeres, Ángel.
Sus palabras sonrojan mis mejillas, ha conseguido despejar mi mente y
únicamente soy capaz de concentrarme en él. En nosotros.
Lo miro y levanto una ceja, no sé a qué espera.
—¿Qué? —pregunta, intrigado.
Desvío la mirada hasta su prominente erección.
—No me culpes, no es algo que pueda controlar.

128
—Lo sé, y no entiendo qué estás esperando.
El reconocimiento alcanza su mirada y niega la cabeza.
—No, yo no voy a hacerlo —dice haciendo una mueca.
—“¿Vas a negarte a ti mismo las cosas que quieres?” —Utilizo su frase.
—Creo que vamos a necesitar terapia ambos si seguimos con esto, no
entiendes cuán jodido…
—Lo que necesito Devan es que me hagas olvidar hasta mi nombre. —
Le pido mientras me incorporo y rodeo mis brazos alrededor de su cintura.
Me planta un beso en la cabeza y acaricia mi mejilla.
—Si quieres hacer esto, hazlo tú —murmura mientras sigue pasando su
mano por mi cara con suavidad.
—¿Qué? —Inclino mi cabeza con confusión.
Devan se separa y se sienta en la cama, recuesta su espalda contra la pared
dejando caer sus brazos en ambos lados.
—Que no voy a hacer nada, si lo quieres lo vas a tomar por ti misma.
Voluntariamente y consciente de lo que estás haciendo en todo momento.
Su mano tantea la mesita de noche y abre el cajón, saca un plástico y lo
deja encima.
—¿Quieres que yo…? —pregunto mordiendo mi labio.
Asiente con firmeza.
Si se piensa que así voy a parar está muy equivocado. Cojo el plástico con
mis manos y bajo su bóxer.
Traga con dificultad y sus ojos se oscurecen cuando ruedo el condón por
su longitud.
Paso las piernas por encima de él y me quedo sentada justo encima de su
erección, sus manos automáticamente sujetan mi cintura.
—Ángel… —Su mirada torturada aparece de nuevo.
Se calla cuando lo introduzco lentamente en mi interior, sus ojos se cierran
y su cabeza se choca con el cabezal cuando la inclina hacia atrás. Balanceo
mis caderas de arriba a abajo, me envuelve con sus brazos y observo cómo
se está conteniendo para no moverse.
Bajo mis labios junto a los suyos y me besa apasionadamente mientras
sigo entrando y saliendo. Dibuja figuras aleatorias en mi espalda con las
yemas de sus dedos, haciéndome estremecer por su toque.
—¿Me deseas, Devan?
—Cada segundo de mi vida —murmura.
Mis manos se enredan en su pelo y tiro de él, exponiendo su cuello, lamo
una pequeña parte antes de succionar con fuerza la zona. Jadea y lo noto más
duro en mi interior, me aparto observando la pequeña marca roja que
empieza a colorear su cuello.

129
Cojo sus manos y las llevo hacía mis pechos de nuevo, los aprieta y pasa
sus pulgares por mi pezón erecto.
No puede contener su mirada fascinada y eso me calienta todavía más.
Me muevo con más rapidez, las gotas de sudor de mi frente empiezan a
resbalar por mi cara, noto a Devan a punto de estallar.
—Acaba conmigo —me pide mientras me besa con desesperación.
Son como las palabras mágicas para el punto culmine de mi excitación,
mis músculos internos se contraen a su alrededor mientras siento como se
deja ir. Desacelero mis movimientos y descanso mi frente contra la suya,
nuestras respiraciones se entremezclan.
—Estaba equivocado, no eres un ángel, eres…una diosa —susurra con la
voz agitada.
Le sonrío y acaricio su cara con las yemas de mis dedos. Planto un suave
beso en sus labios y me aparto. Devan se mueve y se deshace del condón.
Vuelve a la cama y se estira, me agarra recostando mi cabeza encima de él y
entrelaza nuestras piernas, escucho su corazón latir con rapidez debajo de mi
oído.
—Eres increíble —murmura mientras sigo notando sus caricias en mi
espalda. Cierro los ojos concentrándome el golpeteo de su pecho y me dejo
llevar en la deriva del sueño.
Cuando despierto el lado que ocupaba Devan está vacío, miro a mi
alrededor y no lo veo por ningún lado, pero si escucho ruidos en el
apartamento.
Me coloco su camiseta y camino descalza por la superficie fría del suelo,
Devan está de espaldas batiendo huevos en un cuenco.
Carraspeo y se da la vuelta, cuando me mira una sonrisa se desliza por su
cara.
—Hola. ¿Tienes hambre?
Asiento y camino hasta los taburetes que hay en la isla de su cocina.
—Tengo que trabajar en el hospital en un par de horas, ¿quieres que te
acerque a casa antes? —pregunta mientras echa la mezcla de huevos batidos
en la sartén.
—¿Me puedes acercar al campus? Allí tengo mi coche aparcado…
—Lo que quieras.
Mordisqueo mis uñas con nerviosismo, los recuerdos de anoche asaltan
mis pensamientos. Prácticamente obligué a Devan a acostarse conmigo.
—No te he dado las gracias…por sacarme de la fiesta.
—No quiero que me des las gracias, quiero que lo denuncies —su rostro
se vuelve serio de nuevo.
—No puedo denunciarlo.

130
—Claro que sí, yo fui testigo y…
—Es mi ex prometido —admito interrumpiendo su discurso.
—Como si es el maldito papa de Roma, es un imbécil abusador que
merece pagar una condena, eso es lo que es. —Su mandíbula se aprieta con
rabia.
—Su padre es de los mejores abogados del país, nunca ha perdido un caso
en toda su carrera… Y él no llegó a… —Soy incapaz de decir la palabra.
—No, no intentes restarle importancia porque la tiene, Julliet.
—No quiero seguir hablando de esto, ¿puedes no sacar el tema de nuevo,
por favor? —le pido haciendo una mueca.
Aprieta sus labios y asiente.
—Pero si en cualquier momento quieres tomar medidas, estaré a tu lado,
siempre.
Devan me lleva al campus y decido coger el coche e ir directamente a casa.
No estoy de humor para ver a nadie.
Me siento insegura y desprotegida estando sola en casa. ¿Y si se le ocurre
a Nathan venir en algún momento? Tiemblo solo de pensar en esa idea.
¿Cómo he podido llegar a este punto? Sus palabras resuenan en mi cabeza y
siento ganas de vomitar. Cojo los apuntes y me estiro en mi cama, intentando
mantener mi cerebro ocupado.
Mi teléfono vibra notificándome que ha entrado un nuevo mensaje.

Devan: No sabía que eras de las que dejan marcas Ángel. Algunas
ancianitas del hospital están escandalizadas por el chupetón de mi
cuello.

Yo: La verdad es que nunca había hecho una...

Devan: Ya sé que soy especial para ti, pero me gusta que me lo


recuerdes.

Una sonrisa aparece en mis labios mientras miro su mensaje, me gusta


que me siga tratando del mismo modo.
Me levanto y al dejar todos los apuntes encima del escritorio algo se cae
encima del pie haciendo que de mis labios se escape un quejido.
Miro hacia abajo y observo que se trata del libro de Kaden, debería
terminarlo, la verdad es que me estaba gustando...pero leerlo me hace pensar
en él. Y no quiero pensar en él. Quiero borrarlo de mi cabeza junto con sus
estúpidas normas y a sus secretismos.
Acaricio la portada, el marcapáginas resalta por fuera. ¿Por qué le

131
interesaría tanto al Sr. Henderson? Me inquieta no entender nada.
Intento realizar algunos ejercicios, pero la inquietud me puede y acabo
realizando búsquedas sobre denuncias de agresión sexual.
La bandeja de entrada de mi correo electrónico me indica que tenga un
nuevo mensaje evaluativo y lo abro.

Si no quieres que tu amiguito acabe en la cárcel por agresión, más


te vale cerrar la puta boca.

Apenas termino de leerlo desaparece. No puede ser. Recargo una y otra


vez la página, lo busco en elementos eliminados, en spam… Nada.
«¿Ha sido una imaginación? ¿Me he vuelto paranoica?» El mensaje solo
podía referirse a Devan, entiendo. «¿No es demasiado extraño recibirlo justo
después de mis búsquedas?» Niego y cierro la tapa del portátil de golpe,
empujándolo lejos de mí.
Tal vez necesito caminar un rato y despejarme, enfundo mis pies con los
zapatos deportivos y bajo las escaleras, justo cuando estoy en el último
peldaño veo algo rojo que capta mi atención. Me agacho y lo atrapo entre los
dedos, la suavidad del pétalo envía escalofríos por mi columna. ¿Es de la
sorpresa de Nathan o ha vuelto a estar aquí? Trago con fuerza al pensar que
en cualquier momento pueda volver, que está enfadado, que quizás y lo más
probable es que él sea el de la amenaza. Quiere que me calle porque sabe que
lo ha hecho es… Me estremezco incapaz de pensarlo. De repente la nueva
cerradura ya no es suficiente, no me siento segura. No me siento segura en
mi propia casa.

Yo: ¿Puedo ir a tu apartamento?

No espero la respuesta, salgo a toda prisa. «¿Estoy siendo una paranoica?


¿O es el nudo en mi estómago que me impide pensar con claridad?»
Piso el acelerador, no puedo evitar estar mirando todo el tiempo los
retrovisores, permanezco más centrada en lo que sucede detrás que en lo que
tengo delante. Tal vez esa es una bonita metáfora para la gente que permanece
aferrada a su pasado, se pierde lo que sucede justo en sus narices, como yo,
teniendo que frenar bruscamente para evitar atropellar a un tipo que me mira
como si me quisiera asesinar.
Bajo la ventanilla y me disculpo muerta del remordimiento, el tipo
masculla algo y niega la cabeza, molesto. Intento continuar el trayecto, pero
estoy demasiado tensa, mis nudillos se marcan demasiado por la fuerza que

132
ejerzo cogiendo el volante.
Aparco delante del edificio de Lex, estoy guardando mi teléfono en el
bolso cuando recibo un nuevo mail. Del mismo remitente anterior. Trago
con fuerza mientras pulso abrir.
Las imágenes que veo me hacen soltar el móvil de golpe.
Son Nathan y Lexie.
Follando.
La fecha de la fotografía es de hace un par de meses. Cuando soy capaz
de volver a mirar el teléfono ya no está, ha vuelto a desaparecer.
«¿Nathan y Lexie? ¿Por qué me envía esto? ¿Por qué ahora? Me estoy
volviendo loca, ¿es eso?»
Al bajar de mi coche noto como la bilis sube por mi garganta y tengo que
agacharme para vomitar.
Mis pies se mueven de forma automática hacia el departamento de Lexi,
necesito respuestas, aunque no sé si quiero saber la verdad de todo esto. Me
niego a creer que lo que acabo de ver es cierto, pero ¿cómo podría no serlo?
Es una evidencia, no es un simple palabrerío. Llamo al timbre de su aparta-
mento y me responde su compañera de piso, la cual suena confundida por
mi visita.
Al subir me abre la puerta y me explica que Lexie tiene compañía, todavía
no ha respondido mi mensaje, ¿está con él? ¿Está ahora mismo con él? Tengo
sentimientos encontrados, necesito abrir la puerta y confirmar si está con él
o no, pero al mismo tiempo no quiero verlo. No quiero ver a Nathan. Es
como cuando hay un accidente justo delante de tus ojos, no quieres ver una
tragedia como esa, pero tu lado morboso te impide apartar la vista.
Ignoro a Melanie y paso por su lado, abro la puerta de golpe y allí están
Lexie con alguien que no he visto en mi vida.
—¡Juls! —protesta tapándose.
Sacudo la cabeza y cierro de nuevo la puerta. Me paso las manos por el
pelo con desesperación. ¿Qué estoy haciendo?
Al cabo de un minuto, Lex sale vestida con su bata de satén.
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
No puedo parar de verlos, era tan claro en la imagen. Era Lex, con
Nathan. Lex y Nathan. Juntos.
—¿Cómo has podido? —Es lo único que se me ocurre decirle.
—No te sigo, ¿qué está pasando? —Se cruza de brazos.
—Lo he visto Lex, lo he visto.
Me coge del brazo y me obliga a sentarme con ella en el sofá, tirando de
mí.
—¿Qué es lo que se supone que has visto y qué tengo que saber yo sin

133
que me lo digas?
—¿Todo este tiempo has estado fingiendo que lo odiabas solo para
engañarme?
—¿De quién hablas? ¿Engañarte de qué? —Niega con confusión.
—Tú y Nathan.
Decir su nombre cuesta más de lo que imaginaba.
—¿Qué?
—Lo habéis estado haciendo a mis espaldas, ¿por eso quería que lo
dejara?, ¿por eso tu campaña de odio contra él? ¿Lo querías para ti?
Sus ojos se abren con asombro, está completamente perpleja.
—¿Te has drogado?, ¿estás teniendo alucinaciones? ¿Qué coño dices,
Juls?
Me río sarcásticamente mientras niego la cabeza.
—No intentes hacer como que soy yo la loca aquí. Me han enviado las
fotos, lo he visto con mis propios ojos.
—¿Qué has visto?
—¡A ti follando con Nathan, joder! ¡Para de hacerte la sorprendida!
Nunca había estado así de enfadada con nadie, pero realmente lo que más
me molestaba es que Nathan intentará hacerle daño a Lexie del mismo modo
que había hecho conmigo.
—No me puedo creer lo que estás diciendo.
—Yo tampoco me lo podía creer.
—Primero nunca te haría algo así, pensaba que me conocías. Y segundo,
odio ese tipo, no me acercaría a él ni en mil años.
Sus palabras parecen sinceras, y esta es la primera vez que me cuestiono
lo que está diciendo, no soporto sentirme de este modo.
—Ojalá pudiera creerte.
—Vete de aquí, Julliet.
Hay una mezcla de enfado y decepción en su mirada, se sienten como un
puñal. Me levanto y sin mirarla a ella ni a nada me concentro en salir de ahí
lo antes posible.

134
15. RIVER
Soy consciente de que debería manejar todo esto de alguna manera
racional, sin embargo, conduzco y conduzco hasta llegar a este lugar en el que
definitivamente no debo estar.
Miro a través de la ventanilla de mi coche, preguntándome si está en casa.
Mi cabeza me grita que de media vuelta, pero mis pies deciden bajar y caminar
hasta su puerta.
Llamo al timbre y reparto el peso de mi cuerpo entre mis pies, que se
balancean con impaciencia mientras espero a que abra la puerta.
Pasan los minutos y no contesta. Quizás debería llamarle por teléfono.
Cuando estoy a punto de desistir y dar media vuelta, Kaden abre la puerta,
parece sorprendido por mi visita, tiene el cuerpo cubierto de pintura, su
pecho descubierto tiene diferentes tonos azulados, incluso sus jeans están
llenos de manchas.
—Julliet, ¿qué haces aquí?
No respondo verbalmente, me abalanzo sobre él, rodeando mis brazos
alrededor de su cuello para tirar de el y poder besarlo.
Puede que cualquier otro quisiera más explicaciones, Kaden no, esto es
suficiente, así nos entendemos, por lo que sujeta mi cintura mientras
caminamos hacia el interior de su casa.
Odio pensar. Sus besos, su fiereza, su necesidad bloquean mi mente. Me
convierte en alguien que únicamente es capaz de sentir, y solo siento placer
en sus brazos. Es perfecto. Solo me concentro en sus labios, en su cuerpo,
en lo bien que responde el mío a todo lo que hace.
Cualquier sitio es bueno cuando estás desesperada, así que no pasamos de
su recibidor, y después de todo lo que hacemos acabo cubierta yo también de
pintura.
—Puedes usar mi ducha. —Me indica, encendiéndose un cigarro.
No quiero volver a mi realidad, por lo menos estando en casa de Kaden
puedo fingir.
Antes de llegar a su baño encuentro la puerta abierta de su galería, hay
millones de bocetos esparcidos por todos lados.
No puedo evitar acercarme y coger uno con mis manos, es increíblemente
talentoso.
Esto es una invasión de su intimidad personal, pero no parece molestarse
cuando se recuesta contra el marco de la puerta y me mira.
—¿Los has hecho tú? —pregunto cogiendo otro.
—Sí, son para el estudio.

135
Imagino a decenas de personas ojeando estos dibujos y diciendo cuál
deciden tener en su piel. En cierto modo llevan a Kaden para siempre con
ellos y esa idea hace volar mi mente.
—Debe ser una locura, saber que una de tus creaciones permanece en la
piel de alguien por siempre.
—Siempre que no se lo borre.
Uno capta mi atención, un pájaro volando, es bastante hermoso.
Libertad.
—Me encanta… —murmuro cogiendo el boceto.
Kaden se acerca para coger el dibujo que estoy mirando.
—Podría hacértelo.
—¿Sí? ¿Dónde sería un buen lugar para tenerlo? —pregunto mordiendo
mi labio.
Su dedo sube lentamente por mi espalda erizando mi piel.
—Aquí —recorre mis omoplatos, y se detiene en la parte posterior de mi
brazo—, o aquí.
—¿Duele? —trago.
—El dolor es subjetivo.
Su cercanía nubla mi mente y me cuesta pensar en cualquier cosa que no
sea en su cuerpo.
—Házmelo —le pido.

El plástico se adhiere perfectamente a mi nuevo tatuaje, no puedo parar


de mirarlo, extrañada por el dibujo que ahora cubre mi muñeca. Deslizo mis
dedos por encima, la tinta sobrante crea una capa por encima de cada trazo.
Estoy fascinada por cómo consigue hacer de algo tan ordinario una verdadera
obra de arte.
—¿Cuánto te debo?
Kaden recoge todos los artilugios que ha utilizado, supongo que no es tan
extraño que un tatuador tenga su propio material en casa.
—Quédate a cenar.
—¿Qué?
¿He escuchado bien?
—Ese es el pago.
—¿Qué me coma tu comida?
—Tu compañía —expresa ladeando la cabeza.
No sé cómo sentirme al respecto con esa petición, así que intento

136
mostrarme indiferente y simplemente asiento. Me ofrezco a ayudarle, pero
realmente nunca se me ha dado del todo bien la cocina, por lo que creo que
soy más un estorbo que no una ayuda.
Es inevitable que le mire todo el tiempo, el magnetismo de Kaden es
surrealista, cualquier cosa que hace, por muy común que resulte, es
hipnotizadora. Por ejemplo, la forma en la que se tensa su bíceps cada vez
que corta hortalizas en la tabla, o como lame la cuchara probando el punto
de sal de la salsa.
—¿Entonces…? —comienzo a formular—, ¿Tú y el Sr. Henderson…?
Nunca he sido buena sacando temas de conversación de la nada.
Su frente se arruga cuando digo su nombre.
—¿Ya hemos vuelto a eso? —suspira.
Tengo miedo de que vuelva a marcharse y otra vez se distancie, pero al
mismo tiempo quiero conocer más de él.
—¿Qué pasa? ¿Te llevas mal con él o algo?
Se encoge de hombros.
—A veces eres un hombre de pocas palabras —resoplo.
—Y tú una mujer demasiado curiosa, ¿te lo han dicho alguna vez?
Sí, el Sr. Henderson.
—Mi curiosidad está totalmente justificada —refunfuño.
—Muy bien, pero podré vetarte algunas preguntas.
Se sienta a mi lado y empezamos a comer.
—Está bien. —Curvo mis labios—. ¿Pero a qué te refieres con eso de que
crecisteis juntos?
Bebe agua exagerando el tiempo, alargando la intriga. Cuando baja el vaso
siento el impulso de lamer sus labios mojados. Como si leyera mi mente pasa
su lengua por ellos enviando pensamientos obscenos a mi cerebro.
—Pues significa que crecimos en un mismo espacio cerrado.
Es un listillo.
—¿Pero por qué? ¿Sois parientes?
Físicamente no se parecen en nada.
—Su madre y mi padre se casaron cuando yo tenía unos cinco años.
—Oh… ¿ya no están casados?
La sonrisa ladeada de Kaden muestra de todo menos diversión.
—Seguro que eres de las que piensa que el amor es para siempre, ¿no?
Es mi turno para encogerme de hombros. Me gustaría pensar que sí, que
una persona puede corresponderse para siempre, pero pensándolo bien no
conozco a ninguna pareja así.
Kaden mastica lentamente, parece indeciso sobre algo. Como si tuviera
que sopesar tranquilamente.

137
—La madre de Andrew está muerta —confiesa.
Mis ojos se amplían y me arrepiento de estar indagando tanto.
—Oh, lo siento, debió ser muy difícil para tu padre y para vosotros. —
Asumo.
Se ríe amargamente y su rostro cambia por completo.
—No lo creo, fue mi padre el que la mató.
Jadeo y mi cubierto cae al suelo.
—Yo….
No sé qué decir, ¿qué se dice ante estas situaciones?
—No hace falta que digas nada, Julliet.
Muerdo mi labio y Kaden automáticamente lo libera, parece que tiene la
costumbre de hacer eso cada vez que me ve mordiéndolo.
—Entiendes ahora que puede haber ciertos temas de los que no me
apetece hablar, ¿verdad? —murmura.
Asiento tragando con fuerza, me remuevo incómoda en el asiento y por
primera vez en mi vida me arrepiento de ser una fuente insaciable de
curiosidad.
Que tu padre haya asesinado a alguien… ¿Qué traumas deja eso? ¿Cómo
vives con esa información el resto de tu vida? El Sr. Henderson debía odiar
al padre de Kaden… ¿lo odiaría a él también?
—¿Por qué estudias derecho? —pregunta Kaden cambiando de tema por
completo.
Cosa que agradezco, aunque el tema al que se ha movido no es
precisamente idóneo.
—Mi padre era abogado…siempre quiso que siguiera el negocio. Igual
que mi madre.
Kaden abre los ojos cuando utilizo el pasado para referirme a él.
—¿Y tú? —pregunta con astucia antes de llevarse el tenedor a la boca.
—¿Yo?
Asiente expectante.
La discusión con ellos sobre mi futuro aparece en mi cabeza haciéndome
sentir culpable.
—¿Por qué piensas que querría estudiar otra cosa? Derecho es una carrera
bastante…
Aburrida.
—Porque hablas de lo que ellos querían, no de lo que tú quieres.
—Solo pensaban en mi bienestar, estudiar otra cosa habría sido un
capricho pasajero.
—Eso suena a un buen lavado de cerebro. Vamos, ¿qué te gusta, Juls?
Paso mi mano por mi pelo de forma reiterada.

138
—La danza, amaba bailar —se denota nostalgia en mi voz.
Kaden inclina la cabeza.
—¿Ellos no lo aprobaban?
—Como hobby sí, pero no como un futuro que pague cuentas.
—Es una pena lo infravaloradas que están las artes cuando toda nuestra
sociedad se cimenta sobre ellas.
Sus palabras remueven algo en mi interior.
—¿Qué relación tienes tú con Andrew? —suelta de golpe.
—¿Qué? ¿A… a qué te refieres?
—Fue al confesionario, habló de una alumna, ¿eres tú esa alumna, Julliet?
¿Mantienes una relación con tu profesor?
La simple idea hace que entren calores en diferentes partes del cuerpo.
Creo que es una de las cosas más absurdas que he escuchado.
—Claro que no, es mi profesor, nada más.
Su ceño se frunce, como si sopesara la credibilidad de mis palabras, pero
rápidamente salta a otra cosa, y suspiro, aliviada, no tiene sentido, pero estaba
bastante tensa.
Seguimos lanzándonos preguntas, algunas son bastante triviales mientras
que otras son intensas. Cuando pasamos por el salón no puedo evitar mirar
fuera, la playa de noche me resulta atrayente.
—¿Te importa si doy un paseo? —pregunto.
No tengo nada de sueño.
—Te acompaño.
Kaden coge las llaves y cierra la puerta trasera activando una alarma.
Camino, descalza, cuando piso la arena fría hundo más mis pies,
enterrándolos y disfrutando de la sensación. La luna se refleja en el mar, es
una imagen hermosa y cautivadora. El sonido de las olas rompiendo me
resulta extremadamente tranquilizador.
Continúo caminando hasta llegar a la orilla, cuando el agua choca con mis
pies me sorprende lo cálida que está. Muevo mis dedos, observándolos
aparecer y desaparecer bajo el agua.
—Como me gustaría vivir en un lugar como este —suspiro.
—A mi madre le encantaba el mar —dice Kaden con la mirada perdida.
—¿Tu madre? ¿Tu madre biológica?
Kaden asiente y mete sus manos en sus bolsillos.
—¿Y qué pasó con ella?
—Murió dándome a luz.
—Lo siento, Kaden.
No tiene a nadie, no ha tenido a nadie. Tantas carencias emocionales…
¿Por qué es tan injusta la vida? Todo el mundo debería tener la calidez y el

139
amor de un hogar estructurado y saludable. No es que lo haya tenido yo
tampoco. Tenía a los padres perfectos ante los ojos de la sociedad, de puertas
para dentro eran fríos, distantes, exigentes, manipuladores… Nada que eche
en falta. Lo único bueno que hicieron fue a Matt.
Trago el nudo que se forma en mi garganta, pensando en lo horrible que
soy por tener este tipo de pensamientos.
Kaden coloca su brazo por encima de mis hombros y me acerca a él,
entierro mi cara en su cuello y parece el lugar perfecto, justo donde debería
estar. «¿Qué me estás haciendo Kaden?»

Me despierto notando la excitación de Kaden pegada contra mi trasero,


creo que esta podría ser una buena forma de despertar diariamente.
Me muevo para provocarlo un poco y escucho una especie de quejido
gemido. Me río por lo bajo y en un rápido movimiento Kaden me tiene
atrapada bajo sus brazos.
—¿Te hace gracia jugar conmigo? —Suena serio, aunque sus ojos brillan
con diversión.
Aprieto mis labios conteniendo una sonrisa y niego la cabeza.
—Así que ahora eres una pequeña mentirosa.
Su boca baja hacia uno de mis pechos y tira de mi pezón se endurece al
instante. Continúa torturando mis pechos hasta que cierro mis ojos absor-
biendo el placer que me da.
Alguien jadea y mis ojos se abren por completo, en la puerta hay un
hombre que nos mira boquiabierto. El mismo que se enrolló con Lexie
cuando conocí a Kaden.
Me ruborizo y Kaden estira la sabána, tapándome.
—Fiesta privada y no invitas.
—Alec tienes cinco segundos para salir de aquí si no quieres que patee tu
trasero —Kaden le amenaza en un gruñido.
Alec sonríe y desaparece rápidamente mientras farfulla algo por lo bajo.
—Perdona —se disculpa Kaden incorporándose.
—¿Cómo ha entrado aquí? —pregunto incorporándome.
—Tiene llaves de la casa y se presenta sin avisar cuando le da la gana —
suspira.
Observo con decepción como se pone la ropa y me levanto para hacer lo
mismo. Miro la hora, todavía me da tiempo de llegar a clase.
Cuando caminamos hacia la cocina Alec está sentado, desayunando

140
tranquilamente. Me mira con diversión mientras bebe su café.
—¿Así que tú eres la nueva amiga de Kaden? La cual por cierto no me
había mencionado —dice lo último con reproche hacía Kaden.
Me siento tímida mientras asiento.
—¿Recuérdame en que estúpido momento de mi vida te di una llave de
mi casa? —masculla Kaden entrecerrando sus ojos.
—Una de esas veces en las que me abrazabas borracho y me decías que
me querías —contesta Alec, riéndose.
—Lección aprendida, el alcohol no trae nada bueno.
Esta faceta de Kaden me gusta, y odio que me guste.
—Yo soy Alec, la única persona de la tierra que aguanta al subnormal este
—se presenta, haciendo un gesto con su cabeza hacia Kaden—. ¿Entonces
cómo has engañado a nuestro querido Kaden súper estricto con sus estúpidas
normas?
—¿Qué? —sueno confundida.
—Kaden nunca trae una chica a su casa, y estabais a punto de follar así
que...
Kaden le da una colleja y Alec protesta.
—¿Por qué no te largas ya? —le dice Kaden cabreado.
—Venía a por los bocetos —contesta Alec frotando el lugar que ha
golpeado Kaden.
Kaden coge la pila de bocetos y los coloca en una carpeta, se la entrega a
Alec y se cruza de brazos.
—Listo, adiós.
Alec se bebe de golpe el café y hace una mueca.
—Me aburro. Tenemos una conversación pendiente. —Se gira y me
sonríe—. Ha sido un placer, Julliet.
Observamos en silencio como Alec se marcha. Yo no soy capaz de decirle
nada, sigo pensando en las palabras de Alec.
La alarma de mi teléfono suena avisándome de que debo despertarme
para ir a clase. La apago y curvo mis labios en una mueca.
—Yo me voy a clase.
—Nos vemos esta noche —afirma.
No me da lugar a rechazar o aceptar su… ni siquiera es una propuesta,
Kaden desaparece por el pasillo y yo cojo mi bolso y salgo de allí.
La universidad queda exactamente a treinta y tres minutos de casa de
Kaden, aun así, llego justo cuando suena la campana. En cuanto Taylor me
ve viene corriendo a mi lado.
—¡Julliet! Estaba tan preocupada... ¿Estás bien? Ayer no viniste y…
Asiento, intentando no pensar demasiado en ello.

141
—Ese tipo... ¡Lo siento tanto, Juls! —se lamenta.
—No es tu culpa.
Ella niega con la cabeza y parece al borde de las lágrimas.
—Él preguntó por ti, yo le dije que habías ido al baño...pensaba que erais
amigos... tenía una foto contigo en su teléfono, de verdad no sabes lo mucho
que lo siento.
Pongo una mano sobre su hombro.
—Taylor sigue sin ser culpa tuya —aseguro—. Todo está bien, ¿vale?
«Porque no ha pasado nada. No ha pasado nada. No ha pasado nada».
El timbre suena y nos separamos escuchando como la puerta se cierra de
golpe, el Sr. Henderson tiene aspecto de estar de mal humor. Para variar.
—Examen sorpresa. —Es lo único que dice.
«¿Examen sorpresa? ¡Si en una semana tenemos el parcial! ¿Es legal en la
universidad hacer esto incluso?»
Toda la clase resopla y empieza a protestar.
—Si alguien no quiere hacerlo es libre de irse, esto os ayudará a estudiar
con tiempo para los exámenes.
Empieza a ofrecer diferentes pilas de folio a las personas que se
encuentran en primera fila para que vayan cogiendo un modelo y pasen para
atrás el resto. Cuando el dichoso examen llega a mis manos empiezo a rezar
por saber las respuestas. He estado estudiando con tiempo, pero no sé si
estoy lo suficientemente preparada. Me centro en la hoja, y tras revisar las
preguntas estoy segura de que al menos aprobaré, así que me pongo a ello y
pierdo la noción del tiempo.
El timbre suena, avisando de que la hora ha terminado y siento un nudo
en el estómago al darme cuenta de que todavía me queda casi la mitad de las
preguntas por responder. Hay varios suspiros generales y lamentos.
—Este examen que habéis hecho hoy no sirve. No puntúa para nota.
Espero que esto os haga espabilar porque el tiempo es limitado y tenéis que
empezar a entender que los exámenes de la universidad no son fáciles. Pensad
en ello como motivación para seguir estudiando.
«Este hombre quiere matarnos a todos». Varias personas se alegran de la
noticia y suspiran con alivio.
Cuando dejo mi examen en la mesa evito mantener el contacto con el Sr.
Henderson. No sé por qué la pregunta de Kaden se repite en mi cabeza. Lo
peor es que me muero por conocer la respuesta.

142
16. DON’T YOU KNOW
Los nervios me asaltan cuando estoy cerca de casa. Miro de forma
impulsiva a mi alrededor y me quedo más tranquila cuando no observo rastro
de Nathan por ningún lado.
Dejo todas mis cosas en la entrada y me preparo algo de cenar pese a que
no tengo nada de hambre. Cuando estoy comiendo siento calambres en mi
vientre, me encojo de dolor, había olvidado lo maravilloso que es ser mujer
mensualmente.
Después de ir al baño voy directa a por las braguitas deprimentes de mi
cajón y me tiro dramáticamente en la cama odiando tener ovarios.
Pongo el teléfono a cargar, pero tiene tan poca batería que no puedo
encenderlo.
Cojo el portátil y bajo hasta el salón, enciendo el televisor para escuchar
ruido de fondo y no sentirme tan sola.
El timbre me saca de mis estudios, la adrenalina se dispara por mi sistema
porque no espero visita y miro discretamente por la ventana. Me tranquilizo
al ver que se trata de Kaden y voy a abrir la puerta.
Sus hombros tensos se relajan cuando me ve, pero su rostro se endurece.
—No tienes la costumbre de preguntar nunca quién hay detrás, ¿no? —
Es lo primero que dice con tono desaprobatorio.
—Sabía que eras tú, he mirado por la ventana.
—¿Y si no hubiera sido yo?
—¿A qué te refieres?
Él solo se limita a negar la cabeza.
—¿Quieres... entrar? —pregunto.
Kaden asiente y me hago a un lado para que pase.
—¿Estabas estudiando?
—Tengo el primer examen en una semana.
Tal vez debería explicarle que tengo mi periodo y no me pienso acostarme
con él en estas condiciones, pero al mismo tiempo no quiero que se marche
ya. Todavía no se ha abalanzado sobre mí, ni yo sobre él, debe ser la primera
vez que tenemos un encuentro tan… tranquilo.
Nos sentamos en el sofá, la mano de Kaden dibuja círculos alrededor de
mi rodilla, mis ojos reparan un momento en el reloj colgado de la pared y me
levanto de golpe.
—¿Qué sucede?
—Necesito hacer una llamada —explico practicante corriendo por las
escaleras hacia mi habitación.

143
Enciendo el teléfono que ya está completamente cargado y empiezan a
llegar las notificaciones, una de ellas es la videollamada perdida de Devan
hace dos minutos. Le doy al botón de llamar y al primer timbre Devan me
cuelga. Miro confusa el teléfono y veo que entra una solicitud de
videollamada.
—¿No creerías que me iba a conformar sólo con tu voz, Ángel? —me
dice un Devan sonriente sin camiseta.
Comestible.
—Esto... estoy un poco ocupada —murmuro.
—Dos días seguidos rechazándome. —Hace un puchero.
—No te estoy rechazando —resoplo.
Deja el móvil en la mesa y estira los brazos mientras bosteza.
—¿Entonces podemos tener nuestra videollamada tranquila de siempre?
—Bueno...hay alguien en mi casa...
—¿Es la misma persona con la que estabas ayer? —pregunta, interesado.
—Uhm...sí.
Se pasa las manos por la barbilla con una sonrisa perversa.
—Interesante. Sabes que espero los detalles jugosos, ¿no?
Mi frente se arruga y niego con la cabeza.
—Es solo un amigo.
—¿Y qué haces con ese amigo? —su sonrisa se ensancha.
—Yo... —Me ruborizo pensando en todo lo que hago con él.
—¿Es así de bueno? No sé si estoy celoso de él o de ti...
Se escuchan unos golpes en la puerta y Kaden se asoma.
—El teléfono está sonando —me informa con el teléfono inalámbrico de
la casa en la mano.
Devan exclama un grito ahogado al otro lado de la pantalla y se queda
boquiabierto.
—¿Ese es Kaden? —pregunta, incrédulo.
Kaden frunce el ceño y su mirada salta entre mi teléfono y yo.
—Voy —le respondo. Miro a Devan y hago una mueca—. Hablamos más
tarde.
—No, no, ni se te ocurra dejarme así...—advierte mientras finalizo la
llamada.
Extiendo la mano y descuelgo el teléfono que me está ofreciendo Kaden.
—¿Sí? —contesto.
No se escucha nada al otro lado de línea, miro el identificador de llamadas,
pero no se ve nada, es una llamada oculta.
—¿Sí? —repito de nuevo.
Nada, sin embargo, tampoco cuelgan. Me empieza a dar muy mala espina

144
y termino yo la llamada.
—¿Todo bien?
No, nada está bien, no entiendo lo que está pasando.
—Sí —miento.
Kaden coge mi cara con sus dedos y me obliga a mirarlo, cuando lo hace
de ese modo parece como si quisiera mirar a través de mí. Me hace sentir
desnuda de un modo completamente diferente. Su pulgar acaricia mi mejilla,
y ese gesto no sé por qué me rompe. Mis ojos se inundan y para evitar
derramar una lágrima delante de él, cierro los ojos y me pongo de puntillas,
buscando su boca con la mía.
Me devuelve el beso con entusiasmo. Sus manos se enroscan en mi cintura
y cuando nuestras lenguas se rozan gimo en su boca. Por extraño que suene
es como si todo volviera a estar en su lugar. Sus dedos acarician mi piel por
debajo de mi camiseta, cuando se mueven hacia el sur un calambre me agua
la fiesta, lo aparto frustrada.
—¿Qué pasa? —pregunta Kaden jadeando.
—Uhm... no puedo hacer eso. —Alzo mis cejas e intento recuperar un
poco de aire.
—¿Por qué no?
—Estoy en esa época del mes... —Suelto indirectamente.
—No me molesta —aclara.
Un soldado de verdad no tiene miedo de manchar su...
—Bueno, pero a mí sí, me hace sentir incómoda. —Arrugo la nariz.
Intenta ocultar la decepción de su rostro mientras reacomoda sus
pantalones.
—Está bien.
Hago una mueca.
—¿Quieres irte? —no puedo evitar preguntar, angustiada.
—¿Quieres que me vaya? —Sus cejas se alzan.
Mi corazón aletea con fuerza en mi pecho.
—No. Entonces...
—¿Entonces? —Una sonrisa aparece en sus labios.
—¿Qué quieres hacer?
Levanta una ceja y lame su labio inferior.
—Creo que sabes muy bien lo que quiero hacer.
Aprieto mis labios.
—Sabiendo que eso no lo vamos a hacer —aclaro.
—No sé, ¿qué hacen los amigos?
Follar normalmente no, amigo Kaden.
—¿Quieres que...? ¿Quieres que veamos una película?

145
—¿Una película? —repite como si no entendiera el término.
—Sí, eso que se suele proyectar en los cines, pero que puedes disfrutar
también desde la comodidad de tu casa —me burlo.
—¿Eso es lo que hacen los amigos?
—Entre otras cosas, ¿qué sueles hacer con Alec?
—Bebemos cerveza. —Se encoge de hombros.
—¿Y ya está?
—Hablamos de trabajo, vamos de fiesta...pero principalmente nos
emborrachamos. Es difícil soportar a Alec sobrio.
—¿Se te ocurre algo mejor? —pregunto ladeando mi cabeza.
La sonrisa seductora de Kaden vuelve a aparecer en su rostro.
—Sí.
—Kaden... —suspiro.
—Podría hacerte cambiar de opinión con facilidad —asegura
conteniendo una sonrisa.
—Pero no lo harás —le advierto.
Pone los ojos en blanco y acaba accediendo a ver una película. Me coloco
mi pijama y Kaden se queda en su ropa interior. Cosa que agradezco y a la
vez no.
«Maldita tentación. Maldito Kaden».
Ponernos de acuerdo para elegir lo que vamos a ver se convierte en una
misión imposible; Kaden no quiere ver películas de comedia y yo no quiero
ver películas de acción. Al final acabamos eligiendo una de las de Destino
final cuando coincidimos en que es una de nuestras favoritas.
Activo la alarma y nos acostamos en mi cama, enciendo el televisor y
Kaden se coloca detrás de mí dejando descansar su brazo en mi cintura. Me
distrae sentir su aliento en mi cuello y apenas presto atención a la película.
Sus dedos dibujan figuras aleatorias en mi vientre y tengo calor por todas
partes. Cuando la película está llegando al final me giro para ver a Kaden, él
cual hace rato ha parado de tocarme, sus ojos están cerrados y respira con
suavidad. Le aparto un mechón de la frente y me quedo ensimismada
mirándolo.
Apago el televisor y me acomodo a su lado.
—Julliet —murmura con los ojos todavía cerrados.
Paso la mano por delante de su cara y veo que sigue durmiendo. ¿Está
soñando conmigo?

146
Me despierto aturdida por la sensación de estar siendo aplastada, la alarma
suena con insistencia y tanteo mi brazo por la mesita para poder apagarla.
Kaden, que está medio encima de mí gruñe y se mueve, dejándome
respirar de nuevo.
—¿Qué es ese ruido del infierno? —murmura metiendo la cabeza debajo
de la almohada.
—Mi alarma —respondo con la voz rasposa.
—Ese es el peor tono de alarma que he escuchado en mi vida, Juls —
gruñe—. Ese tono debe hacerte empezar el día de mal humor.

Tengo como tono de alarma un sonido estridente que me recuerda a algo


que sonaría si evacuaran una central, es el único tono que consigue
despertarme cuando estoy profundamente dormida. Me río porque es cierto,
suelo estar de muy mal humor por las mañanas cuando me despierto con esa
alarma.
Kaden se incorpora y mira el reloj suspirando.
—Solo son las seis Juls, ¿pretendes matarme de sueño? Esta amistad va a
durar poco si no duermo las horas imprescindibles.
—Tengo que repasar antes de ir a clase.
—Está bien... —Se frota los ojos con las manos y bosteza.
Voy hasta el baño y me preparo en tiempo récord, cuando salgo Kaden
ya está completamente vestido y tiene el ceño fruncido mientras mira su
teléfono.
Bajamos a la cocina y desayunamos juntos entre burlas y bromas.
—Tengo que irme... —explica
—¿Esta noche tu casa o la mía?
Muerdo mi labio tras hacerle la pregunta, tengo miedo de su rechazo, pero
me asusta aún más el estar sola de nuevo. Con su presencia soy capaz de
olvidar todo.
—¿Quieres que durmamos juntos de nuevo?
Asiento, tragando con fuerza.
—Estaré aquí a la misma ahora que anoche. —Se agacha para plantar un
rápido beso en mis labios. Cuando se aparta parece confundido y se esfuma
rápidamente dejándome estupefacta.
Mi teléfono está saturado por mensajes de Devan, me rio mientras los leo
y decido enviarle un Sticker que solo consigue hacerle enfadar por mi evasiva.

147
Taylor: ¿Te puedo llevar a un sitio esta noche?

Yo: ¿A dónde?

Taylor: Ponte un vestido. Te recojo a las ocho.

En mi cabeza se reproduce su orden y exhalo. Este hombre es capaz de


calentarme a distancia.

Yo: ¿Es imprescindible que me ponga uno?

Taylor: No. Es solo una excusa para observar esas piernas de


infarto, nena.

La anticipación me recorre y me siento entusiasmada.


Es el único día de la semana que no tengo clase con el Sr. Henderson, por
lo que no me veo obligada a estar frustrada durante la mañana.
Mientras comemos en la cafetería Taylor me explica los detalles de cómo
evoluciona su relación con el chico de clase, el cual, para mi desgracia, se
llama Nathan. Nunca imaginé que sería capaz de odiar un simple nombre,
pero cada vez que lo escucho se me ponen los pelos de punta.
—Mañana iremos unos cuantos, al cine, ¿te apetece venir? —me pregunta
mientras dejamos nuestras bandejas.
—Mañana... —Lo pienso unos instantes—, mañana es viernes, ¿no?
Tengo que trabajar.
—Podríamos pasarnos por allí después del cine —comenta alegremente.
El pánico me invade y miro mi teléfono con impulsividad.
—No sé, queda un poco lejos —me rio con nerviosismo.
Creo que me libro cuando Nathan decide sentarse a nuestro lado, Taylor
enfoca toda su atención en él y no puedo estar más agradecida por ello.
Todavía tengo demasiados prejuicios como para admitir abiertamente en qué
tipo de club trabajo.
Esa misma tarde cuando llego a casa estoy deseando que llegue la hora,
no paro de mirar inconscientemente el reloj todo el tiempo.
Decido llamar a Devan antes de tiempo, para que no pase como estos
últimos días.
—¿Kaden? ¿En serio, Ángel? ¿Kaden? —repite boquiabierto.
En ese momento recuerdo como finalizó nuestra charla de ayer.
—Pero ¿cómo...? —Se empieza a reír—. "No está mal" —Se burla
imitando mi tono de voz—. Qué engañado me tenías.

148
—Él...
—¿Repite contigo? —pregunta alzando la ceja con interés.
Asiento, sintiéndome nerviosa.
—Bueno, entiendo que tú seas la excepción de su regla.
Sus palabras aceleran los latidos de mi corazón. Maldito coqueto.
—Cuando quieras un trío aquí me tienes —Ofrece con seguridad.
—¡Devan! —exclamo ampliando mis ojos.
—¿Qué? —pregunta inocentemente.
—No voy a hacer un...un...
Ni puedo decirlo en voz alta.
—Te queda tanto recorrido en tu vida sexual —niega con la cabeza—,
pero tranquila, yo seré tu gurú sexual. ¿Los miércoles te va bien?
Lo dice con tanta seriedad mirando el calendario colgado en su pared que
no puedo evitar echarme a reír.
—Estás loco.
—Y volvemos a la dichosa palabra, que los locos son los que se mueren
por probar y son incapaces siquiera de expresarlo en voz alta.
—¿Hablas de mí? —Alzo una ceja cruzándome de brazos.
—Si te das por aludida, sí. —Se encoge de hombros.
—Yo no...
—¿No? —Una sonrisa arrogante aparece en sus labios—. ¿Nunca has
fantaseado con tener a dos personas recorriendo tu cuerpo? Dos personas
centrándose únicamente en ti. Solo para ti.
Mi aliento se queda atascado en mi garganta imaginando la escena.
Devan se acerca a la cámara y trago con dificultad.
—Si una persona puede hacerte perder la cabeza imagina lo que pueden
llegar a hacerte dos.
Mi boca se seca de golpe.
—Y dime, Ángel —Sus ojos brillan con perversidad—. ¿Quién de los dos
la tiene más grande?
Me atraganto con mi propia saliva.
—¿La arrogancia? —pregunto, sabiendo que no se refiere para nada a
eso—. No sabría decirte.
Me froto la sien con mis manos y no puedo evitar pensar en lo mucho
que me gustaría satisfacer mi curiosidad morbosa.
¿Qué me está pasando? Yo nunca he sido tan...tan...pervertida.
Sí lo eras, me tenías en la sombra.
—¿Y estáis saliendo en secreto o algo?
—Somos amigos—recalco.
—Pero Kaden no tiene amigas, todo el mundo lo sabe—frota sus manos

149
con interés.
—Bueno tampoco se acostaba con la misma persona y mira.
—Estoy tan celoso —resopla—, de él y de ti.
Me río viéndolo fruncir los labios.
—¿Entonces no sabes a dónde te lleva? —pregunta mientras se prepara
la cena.
—No, solo me ha dicho que me ponga un vestido.
—Eso es que quiere follarte en un sitio público —explica tranquilamente.
—¡Devan! —jadeo.
—¿Qué? Los vestidos son de fácil acceso, todo el mundo lo sabe.
Niego con la cabeza.
—No nos vamos a acostar.
Todavía estoy con mi período, así que no es una opción.
—Acostar —repite imitando mi voz con diversión.
Lo fulmino con la mirada al otro lado de la pantalla.
—Está claro que vienes de una relación con falta de… —sus palabras se
quedan en el aire y aprieta los labios con fuerza—. Perdona, Julliet, no estaba
pensando...
Sacudo la cabeza restándole importancia.
—No importa.
—Julliet.
Se me hace tan raro que me llame así, me he dado cuenta de que solo lo
hace cuando está serio o arrepentido.
—De verdad Devan, déjalo —le aseguro.
Intento amenizar la conversación y Devan me acaba ayudando con mi
selección de vestuario.
Una parte de mí quiere vestirse de cualquier forma solo por llevarle la
contraria a Kaden, mientras que otra se muere por ver su reacción al verme
con el vestido de volantes que he escogido.
Como llevo ropa interior muy ligera decido probar la copa menstrual por
primera vez. Después de varios tutoriales de Youtube consigo colocar la
maldita copa.
Me echo un vistazo rápido en el espejo, mis mejillas están sonrojadas y mi
pelo cae en ondas por haber estado llevando una trenza gran parte del día. El
vestido que utilizo es negro y se ajusta hasta mi cintura, luego cae en volantes
hasta mi rodilla.
Estoy colocándome los tacones bajos cuando el timbre suena, faltan dos
minutos para que sean las ocho.
Miro por la mirilla y hablo en voz alta al otro lado de la puerta a propósito.
—¿Quién es? —pregunto conteniendo una sonrisa, por lo que me dijo

150
ayer.
—Soy Kaden.
—¿Kaden? ¿Qué Kaden? —me hago la tonta.
—Julliet...
Abro la puerta y se queda con la frase en la boca, sus ojos me escanean de
arriba a abajo calentando cada parte de mi cuerpo. Hago lo mismo con él,
lleva una camisa arremangada con los primeros botones desabrochados
mostrando una parte de su pecho, algo que lo hace lucir realmente sexy.
Prácticamente estamos babeando en silencio el uno con el otro.
—Estás...—Empieza a decir pasando las manos por su pelo—. No sé si
quiero salir contigo o meterte dentro de casa y hacerte gemir mi nombre toda
la noche.
La segunda opción, gracias.
—¿A dónde vamos? —pregunto sacudiendo mis estúpidos pensamientos.
Extiende su mano y la cojo automáticamente.
—Es una sorpresa —contesta con una sonrisa.
—¿Y no lo puedo saber?
—¿Sabes lo que implica la palabra sorpresa? —se burla.
—Es que me tienes intrigada... —suspiro.
Se ríe mientras nos acercamos a su moto, cuando se sube me mira
esperando a que haga lo mismo. Paso la pierna y me coloco rápidamente tras
él, me da el casco y me despido mentalmente de mi peinado perfecto. Cuando
arranca no puedo evitar enroscar mis manos en su cintura, el viento hace
ondear los laterales de mi vestido, por lo menos es lo suficientemente largo y
estoy lo suficientemente pegada a Kaden como para no enseñar nada.
Apoyo mi cabeza en su espalda y cierro los ojos. Cuando estoy junto a él
me estoy sintiendo más viva que en los últimos tres años, y me aterra estar
demasiado arraigada a este sentimiento.
Cada vez que para en un semáforo acaricia mis rodillas que lo abrazan con
fuerza. Al cabo de aproximadamente veinte minutos, aparca delante de un
local con un cartel luminoso, me ayuda a bajar y pierdo el equilibrio con los
tacones, pero me agarra fuertemente contra su pecho y mis ojos se deslizan
a su boca. Estoy muriéndome por besarlo, aun así, no lo hago. Una cosa es
besarse cuando vamos a hacerlo, y otra es besarse por que sí. Lo segundo es
más romántico y de parejas, cosa que evidentemente no somos.
Nos acercamos a la puerta y puedo escuchar la música desde aquí, Kaden
saluda a un tipo muy tatuado de seguridad que permite que pasemos.
—No sé qué estilo de música bailabas...pero he pensado que esto podría
gustarte —murmura en mi oreja mientras nos adentramos en el local.
Varias parejas bailan juntas en medio de la pista al ritmo de la música en

151
directo. La música latina siempre ha sido una de mis debilidades en el baile,
me parece muy sensual.
¿Cómo pretende que no me enamore de él si hace cosas como esta?
—Pensaba que no bailabas —murmuro fascinada observando cómo la
gente disfruta dejándose llevar.
¿En serio? ¿Qué tal un “gracias”? Me regaño mentalmente.
—Sí. —Se ríe—. Ya ha quedado bastante claro que contigo hago cosas
que no suelo hacer.
Vale, vamos a fingir que no me altera esa declaración.
Caminamos de la mano hasta la barra y Kaden me pregunta si quiero
tomar algo, niego con la cabeza y me percato de que no se pide ninguna
bebida alcohólica.
Mis pies se mueven impacientes deseando ir a la pista. Kaden bebe
tranquilamente su refresco mientras me mira. Cuando termina me vuelve a
coger de la mano y nos movemos entre el gentío.
Coloca una de sus manos en mi cintura y yo la pongo sobre su hombro,
balanceo mis caderas con una gran sonrisa en mi cara mientras damos vueltas.
Me hace girar sobre mí misma y pega mi espalda contra su cuerpo mientras
bajo lentamente. Sus manos aprietan mis caderas y la temperatura sube varios
grados.
Una vez más me sorprende lo bien que baila, nadie debería acaparar tantas
cualidades.
Echaba tanto de menos bailar algo que no fuera música electrónica de los
locales a los que me llevaba Lexie.
Estira mi cuerpo recostando mi peso en su mano, dejándome a
centímetros del suelo, su mirada está clavada en mis labios y mi respiración
está agitada.
Sonríe poniéndome en pie y me hace girar de nuevo, continuamos
bailando canción tras canción hasta que ambos estamos exhaustos y sudando.
Pega su cuerpo contra el mío y tira del lóbulo de mi oreja con sus labios
haciéndome estremecer.
No sé cuál de los dos está más deseoso de arrancarle la ropa al otro.
—Creo que necesito...un poco de agua —le digo con la boca seca.
Kaden asiente y vamos de la mano hasta la barra, no sé si él es consciente
de ello, pero muchas mujeres lo siguen con la mirada.
Pide agua fría para mí y se sienta en el taburete manteniéndome entre sus
piernas.
Mi corazón hace horas que late desbocado, este hombre es peligroso para
mi salud cardíaca.
El camarero me abre una botella de agua y sirve un poco en un vaso, lo

152
bebo como si mi vida dependiera de ello y por la rapidez con la que lo hago
el frío daña mi garganta.
—¿Está fría? —pregunta Kaden conteniendo una sonrisa.
—Sí —murmuro llevándome una mano al cuello.
—A ver... —pide.
Le extiendo mi vaso, pero él lo ignora tomando mi cara entre sus manos,
se lame su labio inferior antes de besarme con devoción.
El contraste de mi lengua fría en su boca es terriblemente placentero,
tanto que creo que gimo.
—Sí, está bastante fría —asegura separándose con una gran sonrisa.
Lo único que deseo en estos momentos es llevarlo a cualquier sitio,
subirme el vestido y dejarle tomarme con fuerza.
—Deberíamos ir volviendo, mañana trabajamos los dos en el club—
murmura.
Asiento.
—Muchas gracias por esto, Kaden —le digo mientras salimos del local.
—Lo he disfrutado más de lo que esperaba. —Sus ojos brillan—. Y no
deberías dejar de bailar nunca, Juls.
Érase una vez, unas bonitas normas que no servían para nada...
Nos subimos a su moto y no puedo parar de pensar en lo bien que se
sentía bailar en sus brazos. Antes de que me dé cuenta ya estamos enfrente
de mi casa. El camino de vuelta se me ha hecho mucho más ameno, aunque
he estado muy distraída reviviendo la sensación de tener su cuerpo pegado al
mío.
Entramos y me aseguro de echar la llave cuando cierro. Kaden me
comenta que tiene sed de coger una botella de agua y le digo que se sirva el
mismo. Le aviso de que me voy a meter en la ducha y él asiente distraído
mirando su teléfono.
Cuando llego al baño me despojo de mi ropa y me siento el retrete para
quitarme la copa menstrual, quitarla es un drama más serio que colocarla,
pero por suerte consigo hacerlo antes de que requiera otro video tutorial.
La limpio y me voy a la ducha. El agua caliente contra mi cuerpo pegajoso
es como si me devolvieran a la vida. Mis músculos lo agradecen y suspiro.
Enjabono mi cabeza y cierro los ojos, canturreo una canción del local por lo
bajo sorprendiéndome a mí misma, no recuerdo la última vez que había
cantado.
La puerta se abre de golpe haciendo que me sobresalte.
—Saber que estás aquí desnuda me está volviendo loco —murmura
Kaden arrancándose su ropa para seguidamente meterse en la ducha
conmigo.

153
—Kaden, no...
Estoy avergonzada por seguir sangrando, Kaden me obliga a mirarlo.
—No tienes que ser tímida conmigo.
Baja su boca pegando sus labios contra los míos con frenesí y sus manos
se enredan en mi pelo mojado. Gimo cuando presiona su húmedo cuerpo
contra el mío, el agua cae sobre nuestras pieles resbaladizas haciendo que me
excite de sobremanera. Por unos instantes soy capaz de olvidar que estoy con
mi maldita menstruación.
—Kaden... —jadeo cuando se separa y ataca con su boca mi cuello,
continúa bajando hasta mis pechos. Cuando mete uno de mis pezones en su
boca mi espalda se arquea y mis manos agarran su pelo con fuerza.
—Quieres esto, ¿verdad? —murmura contra mi pecho.
A tomar por culo la timidez y mi período, lo necesito con urgencia.
—Sí —gimo cuando estira del pezón con sus dientes.
Me coge con fuerza por los muslos haciendo que enrosque mis piernas en
su cintura, mi espalda se golpea contra las baldosas mojadas de la ducha.
Kaden frota su erección contra mi centro haciéndome perder la cabeza.
—Necesito... —susurro incapaz de poder pensar con claridad.
—¿Qué necesitas?
Se burla de mí haciendo un ademán de entrar, se retira y vuelve a
restregarse contra mí. La situación es un tanto obscena y admito que me
encanta. Sus manos agarran con fuerza mi trasero aguantando parte de mi
peso, los músculos de su brazo se marcan más por el gesto y la forma en la
que luce es capaz de provocar desmayos, seguramente.
—No me hagas rogar —protesto en un quejido mientras muevo mi
cadera.
Sonríe con perversión antes de meterse de una sola estacada, mi cabeza
se golpea y ni siquiera me importa en estos momentos.
Se desliza hacía fuera lentamente para volver a embestirme rápido y fuerte,
y ahí empieza su dulce tortura que me lleva a la perdición.
Clavo mis uñas en su hombro mientras intento mantener mis piernas
enroscadas a su alrededor. Después de toda la tensión sexual ambos estamos
mucho más cerca que otras veces, lo noto cada vez más necesitado y se mueve
con urgencia llevándome al frenesís.
Busca mis labios con los suyos y me besa con avidez, cuando nuestras
lenguas se enroscan siento que mi interior se derrite. La presión que se
construye en la parte baja de mi vientre estalla y me contraigo
placenteramente a su alrededor.
Kaden no tarda en seguirme y se tensa en mis brazos mientras se descarga
dentro de mí, su boca está ligeramente abierta y sus ojos están entrecerrados,

154
es la imagen más sensual del planeta tierra.
—Juls... —gime dejando caer su frente contra la mía.
Voy a necesitar que alguien me enseñe como se supera el sexo con Kaden,
o mi vida estará arruinada para siempre.

155
17. S&M
Miro por décima vez mi teléfono, esperando un mensaje de Lexie.
Ninguna de las dos parece estar dispuesta a dar el primer paso y cada día que
pasa la echo de menos.
No he recibido ningún otro mensaje extraño, lo que en parte me
tranquiliza, además la presencia constante de Kaden me hace sentir algo más
segura. Ocupa tanto mis pensamientos que apenas queda espacio para pensar
en… «Es una tontería, ni siquiera pasó nada realmente. No tiene sentido darle
más importancia».
Cuando llega la noche del viernes estoy impaciente por ver a Devan. Al
entrar al vestuario, veo que ya está completamente vestido con la ropa
temática, aunque completamente vestido sería un eufemismo, ya que apenas
lleva ropa que le recubra ese maravilloso cuerpo.
—¿Has sido una buena chica o voy a tener que llevarte al calabozo? —
dice Devan moviendo en círculos las esposas.
Esta debe ser la temática de la sala dos hoy: policías y presidiarios. Me
pregunto cuál de los dos me tocará a mí. Abro la taquilla y veo un vestido
negro simple. Mi ceja se enarca mientras saco la tela, confundida. No parece
nada temático.
—No. ¿Y tu disfraz? —pregunta Devan arrugando la frente.
—Solo tengo esto —contesto examinando la prenda que cuelga en mi
mano.
—Joder, Ángel. —Hace una mueca, decepcionado—. Esa es la ropa que
llevan las camareras de la sala uno.
«¿La sala uno?» La decepción se instala en mi sistema. «¿No voy a trabajar
junto a Devan esta noche?» Me empiezo a quitar la ropa para ponerme el
aburrido vestido negro y veo como Devan aparta la mirada.
«Interesante».
—¿Qué pasa, Dev? ¿Tanta insistencia con querer verme sin ropa y ahora
apartas la mirada? —le pregunto con burla acercándome a él.
Traga con dificultad, parece nervioso. Devan nervioso debe ser algo único
en la vida.
—Yo...joder... —murmura, está haciendo un esfuerzo por mantener sus
ojos en mi cara. Ignorando mi cuerpo cubierto únicamente por mi ropa
interior. Mis manos van a mí espalda para desabrochar mi sujetador.
—Creo que necesito ayuda, ¿me echas una mano? —Le tiento con una
sonrisa traviesa.
—No es necesario que te quites el sujetador para llevar ese vestido. —Su

156
voz suena torturada.
—¿Qué pasa? —Me rio—. Si me has visto con mucho menos.
—Precisamente por eso. Me vienen imágenes a la cabeza y... joder.
Camina hacia atrás, hasta que choca y se sienta en el banquillo que hay
frente a nuestras taquillas. Me siento justo encima de su regazo y sus manos
automáticamente sostienen la parte inferior de mi espalda.
—¿Qué estás haciendo, Ángel? —Sus ojos están completamente abiertos.
—Jugando con el diablo —respondo en su oído mientras me contoneo
lentamente sobre su regazo.
Cierra los ojos y sus dedos se clavan con más fuerza en mi espalda. Siento
cómo se endurece y sonrío. Golpean la puerta del vestuario y acto seguido se
abre. Todo el mundo mira al Sr. Henderson y cuando él repara en nosotros
salto fuera del regazo de Devan. Sus ojos escanean mi cuerpo semidesnudo
rápidamente antes de apartar la mirada.
—La Sra. Myers no podrá venir hoy —explica en voz alta—. Algunos
trabajaréis en distintos espacios esta noche. Si necesitáis cualquier cosa o
tenéis algún problema podéis recurrir a mí, estaré en la sala BDSM.
Varias personas cuchichean por lo bajo y otras asienten. El Sr. Henderson
impone muchísimo.
Devan se levanta y suspira.
—Eres demasiado mala para ser un ángel, Ángel —dice haciendo una
mueca.
Le saco la lengua de forma infantil y se agacha, coge mi cara y saca su
lengua para lamer la mía que todavía sigue fuera de mi boca. Doy un respingo,
sorprendida y se ríe.
—Eso es por provocarme.
Coloco el vestido por mi cabeza y lo dejo caer por mi cuerpo.
—Es una mierda que estamos separados, seguro que lo ha hecho a
propósito, ¿has visto cómo te miraba?
—¿Eh?
—Que Andrew se muere por entrar en tus bragas, lo que es sorprendente
teniendo en cuenta que los rumores dicen que no se ha follado a nadie desde
que su esposa muri...
—¡Devan! —Una chica vestida de presidiaria sexy se acerca alegremente
a nosotros—. ¡Volvemos a trabajar juntos!
—Qué bien —le contesta con tono aburrido entrecerrando sus ojos.
—¡Oh, vamos! ¡No seas así! —le riñe, empujándolo cariñosamente.
—Rachel, ¿por qué no te vas por donde has vuelto? —suspira.
—¿Quién es la nueva? —pregunta, ignorando lo que ha dicho y dirigiendo
su mirada en mí.

157
No sé por qué, pero no me cae bien, tal vez sea porque está claro que a
Devan le disgusta. Y porque va a trabajar con él en vez de poder hacerlo yo.
—Rachel no empieces.
—Me demonizas más de lo que merezco —le dice Rachel a Devan.
—No lo suficiente.
—Yo soy Rachel, ¿y tú eres? —Me vuelve a mirar.
—Julliet —murmuro intentando poner cara de póker para que no vea que
ya me desagrada.
—¿Tú eres Julliet? —pregunta abriendo sus ojos con sorpresa.
—Sí... —respondo extrañada.
—¡Es la hora chicos! —murmura Nell acercándose a nosotros vestida de
policía—. Oh, hola Julliet. ¿Estás en la sala uno esta semana? —pregunta.
Nell grita el nombre de alguien, a los pocos segundos un chico vestido
completamente de negro viene hacía nosotros.
—Este es Kurt —me dice Nell—. Él siempre está en la sala uno, estaréis
juntos esta noche.
—Kurt ella es Julliet. —Se gira hacia el chico en cuestión—. La chica
nueva.
Miro a Kurt, y me siento un poco intimidada. Es bastante alto y tiene
tatuajes hasta en los tatuajes.
—Hola —le digo con timidez.
—Encantado, Julliet. —La sonrisa que me dirige lo hace lucir menos
intimidante.
Devan se agacha y siento su aliento en mi oído.
—Si te gusta Kurt, está dispuesto a jugar a tres bandas —susurra en voz
baja.
Trago con fuerza y algunas personas nos miran con curiosidad.
Alguien vuelve a comentar el tema de la hora y nos movemos todos hasta
nuestros respectivos puestos de trabajo. Pasamos por la sala dos y observo
que hay diferentes celdas y una mesa de interrogatorio.
«Y me voy a perder todo esto, vaya».
La sala uno es como un local cualquiera, no tiene nada especial ni
llamativo. Kurt habla conmigo todo el tiempo, es muy agradable. Las palabras
de Devan se repiten en mi cabeza y no puedo evitar pensar en estar con ellos
dos. ¿Qué me pasa?
El tipo de clientes de esta sala es muy diferente al que me estaba
acostumbrando, la gente aquí actúa de forma más recatada, y todos llevan
ropa normal.
—Julliet, ¿sabes dónde está la sala BDSM? —me pregunta Kurt.
—Sí.

158
—Genial, necesito que le lleves el mechero a Dom, la Sra. Myers me
comentó ayer que no quedaban y como hoy no ha venido no lo habrá
repuesto.
—¿Quieres que vaya yo a la sala?
—¿Te incomoda ir?
—No, claro que no —miento.
—Estupendo. —Me extiende el mechero y lo aprieto con fuerza en la
palma de mi mano.
—Uhm...ahora vengo —murmuro poniendo un poco nerviosa.
Para ir hacía la sala BDSM tengo que pasar por la sala dos, allí el ambiente
está mucho más subido de tono y siento calor en todas partes observando
algunas escenas. Me doy cuenta de que Devan no está ni tampoco Rachel,
únicamente están atendiendo Nell y Braxton que cuando me ven sonríen.
Continúo mi camino hasta la sala de la tortura, tras cruzar la sala dos ver
a gente completamente desnuda me hace sentir fuera de lugar con mi ropa
puesta.
Subo por las escaleras y cuando llego al pasillo estoy temblando, mi mano
se queda en el pomo unos segundos hasta que decido abrir la puerta. Dentro
hay varias parejas vestidas con mucho látex y cuero mirando el escenario
central, en él hay una mujer completamente desnuda que está atada en una
estructura con forma de X. Sus ojos permanecen tapados por una venda y su
boca está abierta en puro éxtasis.
Dom sonríe mientras coloca unas pinzas en los pezones de la mujer. A su
lado el Sr. Henderson camina con una fusta en la mano, en sus pantalones se
marca algo que no debe ser de este mundo. «Virgen santísima, ¿cómo puede
tener eso entre las piernas?»
Dom estira la cuerda metálica que conecta ambas pinzas y la mujer grita
retorciéndose en sus amarres. Dom se aparta y el Sr. Henderson se coloca
delante de la mujer, le coloca la fusta delante de sus labios y ella la besa.
El Sr. Henderson separa la fusta de su boca y comienza a recorrerle el
cuerpo en sentido descendente. La pasea por su cuello, baja por la clavícula,
continua por el centro de sus pechos y se detiene en su vientre. La
respiración de la mujer está completamente agitada, creo que intenta
controlarse, pero su pecho sube y baja con rapidez. Una sonrisita aparece en
los labios del Sr. Henderson al mismo tiempo que continúa bajando la fusta,
una vez está entre sus piernas golpea con un rápido movimiento.
«Vale, si Kaden es papi Grey el Sr. Henderson es Grey supremo».
Dios, eso tiene que doler. Observo como retuerce los pies y muerde su
labio con fuerza, como si estuviera conteniendo un grito.
—Esa ha sido la primera, ¿cuántas quieres? —le pregunta el Sr.

159
Henderson con esa voz grave que me hace temblar.
—Las que usted desee, Amo —responde entre dientes la mujer.
El Sr. Henderson acaricia su cara con una mano mientras que con la otra
la vuelve a fustigar.
—Eres una perra muy obediente. —En su voz hay un ligero atisbo de
aprobación.
—¿Cuántas debería darle, Dom? —le responde girándose hacía ella.
Dom lame sus labios y se acerca para estirar de nuevo la cuerda que
conecta con las pinzas enganchadas a los pezones de la mujer.
—No sé... Dejemos que alguien más decida... —Sus ojos escanean la sala
y cuando reparan en mí tengo ganas de desaparecer del universo.
Se acerca lentamente con una sonrisa de satisfacción.
—¿Cuántas veces crees que deberíamos fustigarla, corderito? —me
pregunta directamente.
Los hombros del Sr. Henderson se tensan y gira la cabeza bruscamente
mirándome.
«Oh, oh».
Sus ojos se oscurecen en cuanto me ve y su mano se aprieta con más
fuerza alrededor del mango de la fusta.
—Yo... —Mi boca está seca y me remuevo incómoda cuando siento que
todos los ojos de la sala están puestos en mí.
—Dinos corderito, ¿qué número de golpes le tiene que dar el Sr.
Henderson a nuestra perrita?
Todo el mundo espera expectante a que diga un número. «¿En qué
momento me he metido en este lío? Qué la golpee hasta que se corra. ¿Se
puede correr alguien a base de golpes?»
—Di un número, o te tendré que poner a ti en la cruz por desobediente
—su voz suena seductora, pero esta mujer parece muy peligrosa.
Trago con fuerza y suelto el primer número que pasa por mi cabeza.
—Trece —murmuro por lo bajo.
—¿Has oído, Drew? La tienes que fustigar trece veces.
El Sr. Henderson aprieta la mandíbula y aparta su mirada de la mía.
—Trece, quiero que las cuentes en voz alta y que le des las gracias a la
Srta. Collins por cada una de ellas. ¿Lo has entendido?
Mi cabeza da vueltas, procesando la información, verlo allí de este modo
me hace desearlo todavía más.
—Sí, Amo.
—Bien.
Y empieza a golpearla con la fusta, casi siempre es entre sus piernas, pero
también recibe golpes en sus pechos, en su vientre, en sus muslos.

160
La voz de la mujer suena al borde del llanto a partir del séptimo golpe.
—Ocho, gracias Srta. Collins —masculla retorciéndose.
Mi corazón se encoge cada vez que dice mi nombre. Cuando terminan
veo como se sonroja su piel.
—¿Quieres darle un beso de agradecimiento a nuestro corderito, perra?
—le pregunta Dom quitándole los amarres.
—Sí, Ama.
—Acércate —me ordena de forma tajante Dom.
Mis pies parecen pegados al suelo.
«¿Quéeeee?»
—Venga corderito, no tenemos toda la noche —dice con burla.
Me muevo de forma automática, no quiero averiguar lo que puede hacer
conmigo si no la obedezco.
—Bésala y muéstrale que tan agradecida estás con ella. —Dom la empuja
a mis brazos, la chica continúa con los ojos tapados, así que choca conmigo.
Nunca he besado a una mujer. ¿Qué está pasando aquí?
La mujer pone sus manos en mi cintura y sube lentamente, me coge de la
cara como si estuviera estudiando mi ubicación exacta y se inclina. Sus labios
acarician suavemente los míos, confundiéndome. Se aparta unos centímetros
para volver a besarme con más fuerza, su lengua invade mi boca buscando la
mía, haciéndome gemir.
—Suficiente —concluye el Sr. Henderson aclarándose la garganta.
La mujer se separa de golpe y permanece completamente quieta.
«Vale, me ha gustado. Me ha gustado el beso de una mujer».
Parpadeo, perpleja, mientras siento las miradas de Dom y el Sr.
Henderson clavadas en mí.
—¿Necesitas algo? —pregunta el Sr. Henderson con la mandíbula todavía
apretada.
«A ti, en mi cama».
De repente recuerdo por qué estoy aquí y estiro la mano mostrando el
inocente mechero. Debe ser lo único inocente de esta sala.
—Estupendo —contesta Dom con una sonrisa mientras coge el mechero
de mi mano.
—Vuelve a tu puesto de trabajo —masculla el Sr. Henderson por lo bajo.
Asiento varias veces y me marcho lo más rápido posible, no quiero saber
que van a hacer con ese mechero.
Cuando cierro la puerta de la sala de la tortura me recuesto contra el
pasillo intentando controlar mi respiración. Me paso las manos por el pelo de
forma reiterada, no puedo dejar de pensar en lo que acabo de ver.
La puerta se abre a mi lado y me congelo en mi sitio, el Sr. Henderson

161
tiene una mirada furiosa en su rostro.
—¿Qué te he ordenado, Julliet? —gruñe por lo bajo.
Me pongo recta y murmuro una disculpa. Coge mi brazo y me empuja
contra la pared, manteniéndome presa entre sus brazos.
—Tú querías saber, ¿verdad? No podías dejar de curiosear. —Suspira—.
Sabía que era una mala decisión que trabajaras aquí.
Quiero hacer una broma tonta con la palabra «mala», pero por su mirada
definitivamente no parece el momento oportuno. No entiendo la mitad de
las cosas que está diciendo, solo soy capaz de centrarme en esos maravillosos
labios carnosos que están tan cerca de los míos.
—Disculpe Sr.… —empiezo a decir, pero me interrumpe.
—¿Por qué tienes que ser mi maldita alumna? —Su pregunta suena más
bien a un lamento que pronuncia en un gruñido —. ¿Por qué?
—Yo... —Y me vuelve a interrumpir, pero esta vez lo hace chocando sus
labios contra los míos.

162
18. NIGHTMARE
El shock del momento hace que tarde unos segundos en reaccionar, la
boca del Sr. Henderson se mueve sobre la mía con fuerza, dejándome sin
aliento. Cuando mi cerebro parece funcionar de nuevo alzo mis brazos,
enredándolos en su pelo para atraerlo lo más cerca posible. Su lengua saquea
mi boca, reclamándome, conquistándola como si le perteneciera. Su cuerpo
me presiona contra la pared y lo noto por todas partes.
Nos besamos hasta quedarnos sin aire, al separarse ambos estamos
jadeando.
—Sr. Henderson... —mi voz suena ronca por la excitación.
Cierra sus ojos, como si mirarme fuera demasiado y golpea la pared con
la mano abierta que tiene apoyada contra ella. Me sobresalto asustada y veo
como en su rostro aparecen arrugas de frustración.
—Vuelva a su puesto —ordena. Continúa rehusando mi mirada.
«No profesor. Continúe con la lección».
Mis piernas están temblando mientras hago mi camino de vuelta.
Camino, ajena a la realidad, mi cabeza continúa en un estado de confusión
extremo. Es como si hubiera tenido dos de mis respuestas de golpe; sí el Sr.
Henderson está metido en el mundo del BDSM, y sí, me desea. ¿Pero estaría
dispuesta a dejarme azotar o lo que sea que haga?
Pienso en las veces que Kaden me ha palmeado o atado y lo mucho que
he disfrutado de ello, es innegable que el sexo rudo me gusta, pero de ahí a
lo que estaba haciendo el Sr. Henderson hay un mundo.
Unos brazos tiran de mí y me encuentro a un Devan sonriente
mirándome. Ni siquiera soy consciente de que he llegado a la sala dos ya.
—¿Por qué parece que vienes de algún lugar que te ha traumado, Ángel?
¿Estás explorando los lugares secretos de Mala sin mí?
¿Por qué tiene que ser él también tan atractivo con esa estúpida sonrisa
de coqueto?
—Yo...
«He besado a mi profesor y dueño del lugar en el que trabajo. Ah, y a una
mujer. Además, me ha gustado.».
—Tengo que volver a la sala uno.
Devan frunce el ceño y me suelta.
—¿Seguro que estás bien? —Inclina su cabeza. Su tono suena ahora
menos burlón.
Asiento y continúo caminando. El resto de la noche pasa de forma rápida,
tal vez lo siento así porque permanezco en mi mundo interior pensando

163
demasiado en ese beso.
—¿Entonces te apuntarás? —pregunta Kurt, mientras limpia la barra.
Sé que me ha estado explicando algo, pero no he sido capaz de prestarle
atención.
—¿Eh? —contesto, confundida.
Kurt se ríe y guarda el trapo.
—¿Que si te apetece venir a la acampada del mes que viene?
—¿Una acampada?
—Algunos trabajadores hacemos una acampada anual el único fin de
semana que Mala cierra. Devan siempre viene. —Sonríe.
¿Está usando a Devan para que acepte?
—¿Y qué? —pregunto enarcando una ceja.
—Bueno, no sé, está muy encaprichado contigo pensaba que vosotros...
—Nos llevábamos muy bien, pero Devan se lleva muy bien con todo el
mundo.
—Contigo es diferente.
«¿Conmigo es diferente? No lo creo, ese hombre es coqueto hasta con las
plantas». Apagamos las luces y cuando pasamos por la sala dos todos están
recogiendo también.
—¡Vamos, Devan! ¿No me lo vas a decir? —le dice Rachel estirando de
su brazo.
—Que no. No seas pesada.
—Necesito saber quién es la persona que ha conseguido marcar al señor
nada de marcas en mi cuerpo. —Se burla.
—¿Por qué? —le dice, aburrido.
—¿Era hombre o mujer? —Continúa interrogándolo.
Kurt los saluda y Devan repara en mi presencia con rapidez.
—Ángel. —Sonríe ampliamente.
Rachel me mira arrugando su frente.
—¿Ángel? —repite Rachel—. ¿No te llamabas Julliet?
Devan la ignora y viene hasta mi lado. No puedo evitar sentirme
incómoda por lo que acabo de escuchar, ¿he molestado a Devan al hacerle
un chupetón?
Kaden aparece por otro lado cerrando las puertas, justo al mismo tiempo
que entra el Sr. Henderson. Mis ojos saltan entre todos ellos y me empiezo a
sentir débil, como si el cuerpo me pesara mucho más de lo normal. Incluso
coger aire parece costar el doble, me agarro a la barra, intentando
mantenerme firme. Tengo ganas de vomitar, pero se me pasa rápido cuando
todo se oscurece.
—¿No deberíamos avisar a una ambulancia? —el tono del Sr. Henderson

164
suena exigente.
—Ha pasado menos de un minuto y está recobrando la consciencia —le
dice Devan.
Abro mis ojos y veo que Devan me está manteniendo las piernas alzadas
contra su pecho. Estoy recostada en el suelo y varias personas me rodean.
«Ignoremos el hecho de que tengo el vestido subido por la gravedad y que
todo el mundo está viendo mi ropa interior, porque muchos de aquí me han
visto en lencería mucho más atrevida que mi inocente tanga».
—Antes de asustarnos avísanos, Ángel —me dice Devan con una sonrisa
torcida—. ¿Puedes seguir esta luz?
Utiliza la linterna de un teléfono y la mueve de un lado a otro, le hago
caso, a pesar de quedarme medio ciega en el proceso.
—Bien, aprieta mis manos con fuerza.
Me coge de las manos e intento ejercer toda la presión posible.
—¿Cómo te llamas?
—¿Qué?
¿Qué clase de pregunta es esa?
—Julliet Collins.
—¿Sabes qué día es hoy?
—Dev, claro que lo sé. ¿Qué ha pasado?
Estoy demasiado confusa, y los ojos de tantas personas mirándome me
incomodan.
—Te has desplomado. Pareces deshidratada. ¿Cuándo ha sido la última
vez que has bebido hoy? —pregunta enarcando una ceja.
Intento pensar en ello y no lo puedo recordar.
—Uhmm, ¿ayer?
El agua fría. El beso. Kaden.
—¿Cómo pasas un maldito día sin beber nada?
—¿No bebes agua desde el local de anoche? —Kaden lo dice con desa-
probación, haciendo que todo el mundo lo mire como si le hubiera crecido
otra cabeza.
—Eh... sí —respondo. La sangre ahora se concentra en mi cara.
—¿Seguro que no debemos avisar a una ambulancia? —insiste el Sr.
Henderson.
—Sr. Henderson he lidiado con esto muchas veces, sé lo que hago —le
contesta Devan.
—Bien... pues...haga caso de las indicaciones de Devan, Srta. Collins —
murmura antes de marcharse.
—¿Srta. Collins? ¿Por qué todo el mundo la llama de una forma distinta?
—Aquí no hay nada que ver, podéis ir desfilando —ordena Devan a la

165
gente que me rodea.
Algunos obedecen y se marchan, pero Kaden continúa a mi lado.
—Puedo encargarme de ella —le asegura Devan a Kaden—, voy a tenerla
así diez minutos más.
Kaden lo ignora y se cuela detrás de la barra, me pregunto qué está
haciendo hasta que lo veo con una botella en la mano. Cuando Devan lo ve,
asiente con aprobación.
—Incorpora su cabeza un poco, no queremos que se broncoaspire ahora
—le indica Devan.
Kaden coloca mi cabeza en su regazo e intenta darme agua.
—Sabéis que no estoy paralítica, ¿cierto? —murmuro mirándolos.
—Quieta —me reprende Devan.
Kaden acaricia mi mejilla y me vuelve a acercar la botella, a Devan parece
que se le van a salir los ojos de las órbitas observándolo.
Se crea un extraño silencio lleno de miradas.
—¿Falta mucho? —protesto, incómoda al cabo de unos minutos.
—Cuatro minutos más, quejica —me responde Devan.
Suspiro y dirijo mi vista a Kaden, el cual está mirándome fijamente. Mis
mejillas se sonrojan por la intensidad con la que me mira siempre, como si
estuviera pensando en escenas muy concretas.
—Puedes ir al vestuario si quieres, estoy bien.
—No tengo prisa por irme. Nos vamos juntos, ¿no te acuerdas? —dice
lo último levantando la mirada hacía Devan.
Una sonrisa se extiende por el rostro de Devan.
—No hace falta que marques territorio Kaden, si haces disfrutar a mi
Ángel estoy más que feliz de compartirla.
Se dan cuenta de que estoy ahí, ¿no?
—Yo no estoy marcan... —responde Kaden.
—¿No? —Le interrumpe Devan, con una amplía sonrisa.
Las manos de Devan que están en mis tobillos empiezan a ascender
lentamente por mis piernas bajo la mirada escrutadora de Kaden. Cuando
llegan al interior de mi muslo he dejado de respirar, continúa su lento ascenso
y Kaden se mueve para detenerlo.
—¿A qué juegas? —masculla con una mirada de frialdad.
—A muchas cosas, pero ahora solo estoy probando mi punto —contesta
Devan
—Ella puede hacer lo que quiera con quién quiera, pero no delante de mis
narices.
—¿Por qué? ¿Te pone... celoso?
«Creo que Devan quiere morir o algo».

166
—Ella no es mía para ponerme celoso.
«Tiene razón, no somos exclusivos».
—Pero, aun así, no puedes evitar sentirte de ese modo, ¿verdad?
—¿Hola? —los interrumpo, recordándoles que sigo presente.
Ambos me miran.
—Yo de verdad que estoy muy bien eh, mejor me voy levantando —digo
ligeramente molesta.
—Haz caso al pervertido —indica Kaden cogiéndome de los hombros
para que no me levante.
—¿Pervertido? —se ríe Devan—. Debería demostrártelo. Cuando quie-
ras, con Julliet.
La frente de Kaden se arruga.
—No voy a hacer un trío, ni contigo ni con nadie —resopla.
Vamos a fingir que eso no me entristece profundamente.
—Oh, ya veo, tu ego no permite ver cómo otra persona le da placer...es
una pena, porque es una de las fantasías de nuestra Julliet, ¿cierto?
Estoy a punto de combustionar o asesinar a Devan. Una de las dos.
—Devan... —advierto.
—No pasa nada Ángel, conozco a mucha más gente dispuesta a jugar. Es
una pena porque Kaden es muy atractivo, pero...
—Devan, cállate. Estoy bien, dejadme en paz —digo levantándome y
dejándolos confusos mientras me apresuro a entrar en los vestuarios.
Me visto rápido ignorando todo y a todos. Estoy huyendo por el largo
pasillo cuando me encuentro a Dom, trago con fuerza al ver su intimidatoria
mirada.
—¿Te has divertido observando corderito?
—Me llamo Julliet —le digo con mi renovada valentía.
Una sonrisa se desliza por sus labios.
—Para mí eres corderito, Julliet, porque eres un inocente animalito en
este lugar lleno de lobos dispuestos a saltarte a la yugular en cualquier
momento.
Su mano se estira y hace un ademán de tocar mi mejilla.
—No soy ningún corderito —refunfuño apartándome y saliendo a toda
prisa.
No sé si es porque sigo con mis cambios hormonales del período o qué,
pero de repente tengo ganas de mandar a la mierda a todo el mundo.
Me estoy subiendo en mi coche cuando alguien llama mi atención.
—¿Te vas? —pregunta Kaden desconcertado.
—Me apetece estar sola.
—Pero…

167
Lo dejo con la palabra en la boca y arranco el coche. Estoy confusa y
cabreada. No entiendo a Kaden, no entiendo al Sr. Henderson y no entiendo
a Devan. No, a quién realmente no entiendo es a mí misma. ¿Cómo puede
ser que todos ellos me despierten tantas emociones? ¿Qué quieren de mí?
¿Qué quiero de ellos?
Tal vez debería olvidarme de los hombres por un tiempo, total, el beso
con esa mujer no ha estado mal. Uno de los contras de trabajar de noche es
volver a casa, el sueño cada vez es más intenso, varios coches me tienen que
pitar en diferentes semáforos porque me estoy quedando adormilada al
volante.
Por suerte llego de una pieza, voy dando portazos por todos lados hasta
que me tiro en la cama con la ropa puesta. Cierro los ojos y me dejo llevar
por el cansancio.

—Esto es lo que querías, ¿no? —me pregunta el Sr. Henderson.


¿Qué?
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy desnuda atada en la x. Muevo mis
manos, pero están agarradas en cada extremo.
—¿Qué voy a hacer con usted, Srta. Collins? No ha sido una alumna muy ejemplar
provocándome de ese modo... —acaricia la fusta que tiene en sus manos y trago con fuerza.
—Sr. Henderson, no...
Él sonríe con perversión.
—No soy el Sr. Henderson, soy tu Amo.
Niego con la cabeza confundida.
—Yo...
—Déjame darle el primer azote a mí, al fin y al cabo, debo castigarla por haber
marcado mi cuello —reclama Devan.
Mis ojos se fijan en él, me devuelve la mirada, en sus ojos brilla la perversión.
—No, si alguien debe castigarla soy yo —murmura Kaden—. Después de todo me
está haciendo romper las normas.
Mis pupilas se dilatan y me cuesta respirar.
—Aunque ya sabes que yo soy más de palmadas, ¿cierto, nena? Devan colócala en el
potro y ponle la mordaza —le ordena Kaden a Devan.
Mi cabeza da vueltas y miro asustada a Devan cuando me suelta las manos.
—Devan yo no...
—Shhh, te lo vas a pasar muy bien, Ángel —asegura frotando mis muñecas.
Me suelta los pies y seguidamente las manos. Me empuja y me quedo bocabajo de
cintura para arriba sobre una superficie lisa, mis pechos están presionados contra la fría
madera y mi trasero queda visiblemente expuesto para ellos.
El Sr. Henderson amarra mis manos por encima de mi cabeza, al mismo tiempo

168
alguien abre mis piernas ampliamente. Estoy mortificada y caliente, no sabría decir cuál de
las dos más.
Varias manos se deslizan por mi cuerpo y muerdo mi labio con fuerza conteniendo un
gemido.
—Prácticamente gotea de lo húmeda que está —dice Kaden fascinado mientras recorre
con su dedo mi entrada.
Intento voltearme para mirarlos, pero la posición en la que estoy no me lo permite.
Devan se acerca y mete una bola en mi boca, intento murmurar algo, pero no me presta
atención y continúa atando la mordaza en mi cabeza.
—Puedes gritar tanto como quieras, aunque... te va a ser un poco difícil. —Se ríe.
Mi corazón late desbocado y las palmas de mis manos empiezan a sudar.
Una mano acaricia mi trasero, reconozco esa mano, ha estado palmeando mi trasero
con anterioridad. Simultáneamente siento unos dedos realizando círculos en el punto
sensible que se encuentra entre mis piernas. Mis gemidos quedan amortiguados por la
mordaza y cada vez tengo más calor y más calor. Noto como algo ligero y suave se pasea
por mi columna, es... ¿una pluma? No podría confirmarlo, pero se siente como una. Mi
espalda se curva, pero el movimiento queda frustrado por los amarres. Todo son caricias
gentiles hasta que siento la primera palmada. Mi trasero pica y tengo ganas de frotar el
lugar que han golpeado. La mano que acaricia mi clítoris queda reemplazada por algo
redondo que me presiona, vibra y estallo en mil pedazos. Las oleadas del orgasmo me
envuelven una y otra vez.
Continúan mi tortura, no me dejan recuperar, la vibración continúa ahí mientras me
golpean cada vez con más fuerza, en algún momento la mano pasa a ser la fusta y joder, si
pensaba que la mano dolía la fusta le da mil vueltas.
Me pierdo entre el dolor y el placer, mi cuerpo no está preparado para asimilar tantas
sensaciones. No sé cuántas veces me corro, torturan mi cuerpo una y otra vez.
—Devan, acércame la rueda de Wartenberg.
¿Qué es eso? Dios, no sé si quiero saberlo.
La vibración entre mis piernas se detiene y las caricias de mi espalda también, por unos
instantes lo único que siento son los golpes de la fusta que se intercalan con unos dedos que
penetran mi entrada entre golpe y golpe.
Las caricias de mi espalda con lo que creo que son la pluma son reemplazadas por algo
que pincha y me hace gritar de dolor. La presión que ejerce es suave, pero aun así es
tremendamente dolorosa.
El aire en mis pulmones queda atascado cuando siento como me embisten con fuerza,
mi trasero está tan adolorido que cada arremetida es como si me estuvieran golpeando de
nuevo. Mis ojos se llenan de lágrimas y lo peor de todo es que, aunque una parte de mí
quiere que paren, la otra parte está disfrutando como nunca.
Los pinchos de mi espalda cesan y unos labios realizan el mismo recorrido que había
hecho el aparato ese del diablo.

169
El Sr. Henderson se coloca delante de mí y me desata la mordaza, observo como un
hilo de saliva queda conectado a la bola. Una de sus manos me coge con fuerza del pelo
mientras que con la otra se baja la bragueta del pantalón mostrando su prominente erección.
—Ya sabe lo que tiene que hacer, Srta. Collins. —Sus ojos se oscurecen mientras se
acerca a mi boca.
No hay forma de que semejante tamaño entre en mi boca. Saco la lengua y lamo desde
el tronco hasta la punta. El Sr. Henderson gime y se mete en mi boca de golpe.
—Esperad... nadie tiene más motivos que yo para castigar a esta zorra —murmura
una voz que congela mi sangre. Mis ojos se deslizan hacia la derecha y mi cuerpo empieza
a temblar.
De repente estoy completamente sola con Nathan.
—¿Qué pasa, cariño? —pregunta mientras baja la cremallera de su pantalón.
La mordaza ha vuelto mágicamente en mi boca y no puedo gritar.
—Venga, que con la zorra que eres lo vas a disfrutar —asegura.
Cuando lo noto en mi entrada empiezo a llorar desconsoladamente, entra en mi interior
con fuerza y se siente como si me estuvieran rompiendo desde dentro.
Grito a través de la mordaza.

Me despierto de golpe y noto la cara húmeda, me limpio las mejillas e


intento respirar con normalidad.
Busco mi teléfono y le escribo un mensaje a la persona que más necesito
ver ahora. Me meto en la ducha intentando olvidar la horrible sensación de
mi pesadilla. Lo único bueno en estos momentos es que ya no estoy con mi
maldito período. Las pastillas hacen que me dure tres días, benditas
anticonceptivos.
Acabo de ducharme y me visto con rapidez, el timbre suena cuando estoy
poniéndome la camiseta. Bajo las escaleras con las piernas todavía un poco
temblorosas, miro por la mirilla de la puerta y suelto el aire que estaba
conteniendo.
Abro la puerta y unos ojos amables me miran con preocupación.
—¿Qué sucede, Ángel?
—Creo que... creo que voy a denunciar a Nathan.

170
19. 34+35
No importa lo poco que haya podido dormir, Devan está plantado delante
de mí con cara de perplejidad, seguida de sorpresa y luego de aprobación.
Todo esto en apenas segundos.
Al momento me arrepiento, porque no estoy segura de poder hacer esto
y ver en su rostro esa facción de júbilo por mis palabras me enferma. He
dicho creo, no lo tengo claro. No sé si podré porque ni siquiera sé qué decir
sobre aquello. Debería hacerlo sola, pero me veo incapaz, y tenerlo a mi lado
me alivia. Devan es como un escudo frente a mí que me protege de todo.
—Ya te dije que estaría a tu lado en esto —asegura.
No he podido olvidar sus palabras en ningún momento, pero la forma en
que me pronuncia esa oración me hace ver que no solo me apoya en esto, y
ya me ha demostrado en el pasado su compasión y ayuda.
—¿Quieres pasar? —pregunto con la voz temblorosa por el nerviosismo
de la situación.
Observo cómo mira su alrededor con curiosidad, Devan nunca ha estado
en mi casa.
—¿Quieres tomar algo o..? —ofrezco.
—Antes de nada, dime, por favor, que has bebido o comido algo desde la
última vez que nos vimos.
Muerdo mi labio, no he hecho ninguna de esas cosas y niego con la cabeza
un poco avergonzada. Sobre todo, después del drama de la pérdida de
consciencia.
—¿Voy a tener que ponerte un niñero? —Frunce el ceño—. Bueno,
guíame a tu cocina que te prepararé algún exquisito manjar.
Pone su brazo en forma de jarra para que me agarre a él y lo hago
encantada. Lo llevo hasta allí y Devan se mueve libremente por mi cocina
como si estuviera en su propia casa. Curiosea lo que hay en los armarios y va
cogiendo diversos ingredientes y utensilios.
—¿Cómo eres tan bueno en esto? —Me asombra ver la desenvoltura y
maestría que tiene a la hora de preparar cosas complejas con ingredientes tan
simples.
Debemos tener más o menos la misma edad y yo soy un desastre en la
cocina.
Papi Grey tiene competencia culinaria.
—Llevo gran parte de mi vida haciéndolo.
—Gran parte de mi vida...—resoplo, imitándolo—. No eres tan viejo,
Devan.

171
En cierto modo me alegra que se haya desviado del tema de porqué está
aquí, necesito este rodeo antes de seguir abordando la situación principal.
—No —Se ríe—, pero he tenido que cocinar para mí mismo práctica-
mente desde siempre.
—¿Por qué? ¿Tus padres no estaban en casa?
—Exactamente. —La sonrisa no abandona su rostro en ningún mo-
mento.
—¿Viajaban mucho?
«Modo curiosidad activado».
—No tengo ni idea.
Lo miro más confundida que antes, sus respuestas solo me plantean más
preguntas.
—Por suerte o por desgracia, no los conozco. He pasado mucho tiempo
viviendo por mi cuenta —explica.
De repente me siento un poco incómoda por haber sacado a relucir un
tema tan delicado. «¿Cómo pueden haberle abandonado? ¿Con quién ha
vivido? ¿Habrá tenido más de una familia? ¿Y la familia de sus padres
biológicos no pudieron cuidarlo?» Las preguntas no paran de revolotear por
mis pensamientos. Lo que más me preocupa, es el amor que debe haber
recibido. Quizás tenemos más en común de lo que creo, pero él es siempre
tan… ¿optimista? ¿Cómo es posible?
—No te comas la cabeza ahora con esa información, no pasa nada, soy
una persona feliz. —Sus ojos se entrecierran con diversión.
«¿Cómo puede hablar sobre ello tan alegremente? Se supone que crecer
sin padres debe dejar algún tipo de carencia o trauma, ¿no?»
—Es muy curioso siempre ver esa cara en la gente, ¿por qué tengo que
estar triste por personas que no lo están por mí? —continúa.
—¿Cómo sabes que no están tristes? ¿Sabes algo al respecto?
—Lo suficiente para saber que no debo preocuparme por personas que
no se preocupan por mí.
Sostengo su mirada unos segundos tan largos que se sienten minutos,
parece sincero con sus palabras. Y eso, sumado a la forma en que lo dice me
dan un nuevo punto de vista sobre mis propios padres. ¿Por qué me he
sentido culpable por ellos todo este tiempo? No me querían. Me daban un
techo y comida, sí. Pero era una obligación. No había amor, más bien todo
lo contrario. ¿Por qué en el pasado me había esforzado tanto en buscar la
aprobación de ellos cuando nunca había existido un mínimo cariño o aprecio
por parte de esas personas?
Devan chasca sus dedos delante de mis ojos, devolviéndome a la realidad.
—¿Dónde estabas?

172
—¿Cómo puedes ser así de feliz si no te han querido?
Las palabras escapan de mis labios de forma inconsciente. No quiero que
suene hiriente la pregunta, pero una vez más, él no parece ofendido.
—El amor no solo te lo da una familia. Lo puedes encontrar en muchos
lados y en diferentes personas, y con ese amor es con el que me quedo. No
te negaré que las malas experiencias te curten, pero el amor te humaniza.
—¿Y si nunca has recibido amor? —Mis labios tiemblan.
No quería preguntarlo, porque sueno patética, pero realmente me siento
así. Inconscientemente, las palabras de Nathan resuenan en mi cabeza.

Yo soy el único estúpido que va a amarte. Nadie puede hacerlo, pero es


tú culpa, ¿Quién amaría a alguien que está muerto por dentro? Solo eres
una cara bonita y un cuerpo follable.

Solo eres una cara bonita y un cuerpo follable.

Nadie puede hacerlo, es tú culpa.

Muerta por dentro.

Cara bonita y cuerpo follable, nadie me va a querer, nadie me quiere,


nadie me ha querido.

El aire empieza a escasear en mis pulmones y me cuesta respirar cada vez


más. Ni siquiera me percato de que una lágrima escapa de mis ojos hasta que
Devan se inclina para limpiarla con el dorso de su mano.
—Eso me suena a ver el vaso medio vacío, Ángel, todos en algún
momento de nuestra vida hemos recibido amor, de alguna forma u otra. Yo
mismo te quiero.
Trago el nudo que se estaba formando en mi garganta y lo examino. Sus
ojos azules son tan diferentes a los de Kaden. Es como mirar el mar en
tempestad y el mar en calma. Pienso en Devan dándome placer, no parecía
solo un cuerpo follable para él, no por la forma en la que me miraba. «¿Y si
Nathan se equivoca?» Sacudo la cabeza, de todas formas, no quiero a Devan
de ese modo, es diferente.
—Y lo más importante: tu felicidad no puede depender de nadie más.
Puedes compartirla, claro, y eso será más grato, pero el amor más importante
que debe preocuparte es el que tienes por ti misma, porque eres la única
persona que siempre va a estar ahí para ti. Quiérete, Julliet. Quiérete más de
lo que nadie podrá llegar a quererte nunca y por muchos baches que

173
encuentres en el camino siempre te tendrás a ti misma para superarlo.
Ojalá fuera tan fácil. Ojalá pudiera borrar todas las palabras que han
contaminado mis creencias sobre la percepción que tengo de mí misma. No
le contesto a eso, pese a que piense que es un buen discurso, tal vez funcione
en su mundo, en el mío es una utopía.
—Entonces... con respecto a la denuncia... —tantea el tema mientras me
sirve el plato de comida.
—Quiero hacerlo... —muerdo mi labio—, pero...tengo miedo.
Se sienta a mi lado mientras empiezo a comer.
—Es normal que tengas miedo.
—No, no lo entiendes. —Dejo caer el tenedor en el plato con fuerza—.
Nathan me amenazó con… —Desvío la mirada, realmente no sé si ha sido
él quién me ha amenazado.
—¿Lo has vuelto a ver? —Su tono de voz se altera.
—No. No sé si fue él, recibí un correo que decía que no denunciara.
Pienso en el mensaje que mágicamente desapareció después de abrirlo.

Si no quieres que tu amiguito acabe en la cárcel por agresión, más te vale


cerrar la puta boca.

«¿Devan podría acabar en prisión por mi culpa?» Apuesto a que Nathan


ya tiene algo asegurado para que no haga nada. Omito la parte que le
concierne porque estoy segura de que me dirá que por él no pasa nada y que
siga adelante con la denuncia.
—¿Entonces?
—No sabes la influencia que tiene su padre y no quiero que nada de esto
te salpique.
—No es en mí en quién debes pensar ahora. —Asegura poniendo una de
sus manos en mi hombro.
—Voy a tener que buscar un buen abogado... —suspiro.
—¿Conoces a alguno?
—Sí, pero trabajan para el padre de Nathan y no serviría.
—Espera, tengo entendido que el Sr. Henderson es abogado, ¿no?
Mis orejas se ponen rojas recordando mi último momento a solas con el
Sr. Henderson.
—Sí, pero...
—Estoy seguro de que si se lo dices te echará una mano.
—No lo tengo tan claro.
Rememoro su rostro de frustración y me muevo incómoda en el asiento.
—Seguro que sí —responde—. Y oye, sobre lo de esta madrugada no

174
quería dar a entender que...
—Lo sé, he exagerado, lo siento —murmuro por lo bajo.
Me acaricia la mejilla y noto como me sonrojo bajo la palma de su mano.
Termino de comer mientras me explica una historia muy extraña de algo
que le sucedió estando de guardia en urgencias.
Cuando acabo llevo todo al fregadero y empiezo a limpiarlo, declino la
oferta de Devan a ayudarme puesto que él se ha encargado de cocinar todo.
—Kurt me ha hablado de una acampada... —le empiezo a decir.
Devan se ríe.
—¿Te ha dicho que vengas? No sé si estás preparada para eso, Ángel, una
acampada con el personal de Mala suele terminar en orgía.
Jadeo y mis ojos se amplían.
—¿Es-es una broma?
—Nunca bromeo con el sexo, es un tema sagrado en mi vida —me
contesta formando una sonrisa ladeada.
—Creo que tienes un concepto distorsionado de las cosas sagradas —me
rio, mis manos tiemblan ligeramente mientras continúo enjabonando los
utensilios de la cocina.
—Puedes venir —asegura—, pero no creo que estés lista para ello. Aun-
que ya sabes que estoy encantado de corromperte.
De repente, la temperatura de la habitación sube unos grados. Devan y
sus insinuaciones constantes es algo a lo que no crea que pueda acostum-
brarme nunca sin que me afecte. Suelto de golpe la cuchara que tengo en mi
mano y se crea una fuente que moja todo, incluyendo mi camiseta, que queda
completamente empapada.
—¡Mierda! —gruño cerrando el grifo con rapidez.
Devan está conteniendo la risa mientras observa cómo me peleo con el
desastre que se ha formado.
—No es gracioso —mascullo despegando la camiseta que ahora se
adhiere a mi cuerpo.
—No. —Se lame el labio superior—. En realidad, es bastante excitante.
Sus ojos se oscurecen clavando su mirada en mi pecho.
—Siempre he sido un gran admirador de los concursos de camisetas
mojadas, Ángel —dice acercándose peligrosamente a mí.
Me muevo instintivamente hacia atrás y sonríe.
—¿Dónde está toda la valentía de los vestuarios? —pregunta alzando una
ceja.
¿Cómo se respiraba?
—Ehh...yo... —Choco suavemente contra la encimera.
—Ya sabes, al diablo no hay que tentarlo. —Su sonrisa traviesa hace

175
muchas promesas silenciosas.
Muerdo mi labio inferior y su sonrisa se ensancha.
—¿Dónde queda la indiferencia del vestuario? —le demando cuando me
encierra con sus brazos.
No sé si está jugando conmigo o no, pero mi cuerpo reacciona al suyo de
forma inevitable.
—Nunca he sido indiferente con respecto a ti —asegura inclinando su
cabeza.
Clava sus ojos en los míos y trago con fuerza.
—Pero... somos amigos —murmuro.
—Y no quiero estropear nuestra amistad, te tengo mucho aprecio.
Mi pecho sube y baja con rapidez cuando noto su mirada en mis labios
entreabiertos.
—Entonces... —susurro.
—Entonces sería mejor que no nos volvamos a acostar —susurra él
también, burlándose del término que empleo.
Porque ya ha pasado. Y fue increíble pese a las circunstancias, ¿será igual
de increíble si lo hiciéramos de nuevo?
Asiento, tengo la boca completamente seca.
—¿Estás de acuerdo conmigo? —pregunta acercándose cada vez más y
más.
Está tan cerca que noto su aliento caliente contra mi cara.
—Sí —respondo en voz baja.
—Estupendo.
No sé cuál de los dos hace el primer movimiento, tal vez es simultáneo,
la cuestión es que nuestros labios chocan con desesperación mezclándose en
un beso intenso y cargado de deseo.
Mis dedos se clavan en su nuca, acercándolo, su lengua se enreda con la
mía y mi cabeza empieza a dar vueltas.
La excitación se construye en mi interior, Devan atrapa mi labio inferior
con sus dientes y lo muerde. Su mano se cuela por debajo de mi camiseta
mojada, subiendo lentamente, cuando pasa por el contorno de mis pechos,
gimo en su boca. Se aparta un poco y me sonríe perversamente mientras tira
de mi camiseta para quitármela. Sus ojos recorren la piel expuesta y mi cuerpo
responde calentándose en todas partes.
Se agacha un poco y noto como su boca va plantando besos húmedos en
mi cuello, mis ojos se cierran y solo soy capaz de sentir. En ese momento
solo existo con la finalidad de notar la suavidad de su boca contra mi piel. La
boca de Devan continúa bajando, realizando un trazado de besos aleatorios
a lo largo de mi clavícula, haciendo que mi aliento se quede atascado en mi

176
garganta.
Coloca sus manos sobre mis pechos y los expone bajando el sujetador de
un tirón, mi respiración se vuelve superficial cuando su boca rodea uno de
mis pezones, lo humedece y estira de él con sus dientes.
Mis caderas se mueven de forma involuntaria, buscando la fricción, mis
manos se enredan en su pelo mientras su boca continua con la dulce
tortura. Mueve su mano por mi espalda y desengancha con habilidad mi
sujetador que cae al suelo uniéndose junto a mi camiseta.
Tiro de su camiseta y se incorpora para facilitar el trabajo. Paso mis manos
por su torso y muerdo mi labio.
Benditos abdominales.
Cuando llego a la cinturilla de su pantalón sus ojos se entrecierran.
—Enséñame tu habitación —exige con la voz ronca por la excitación
atrapando mis manos con las suyas.
Caminamos entre besos hasta mi cuarto, cuando llegamos no tarda en
empujarme contra la cama. Lleva las manos hasta mis pantalones y se deshace
de ellos junto a mi ropa interior en un solo movimiento.
Se separa un poco y venera mi desnudez con sus ojos. Que se tome unos
segundos para mirarme no me hace sentir vergüenza como pensaba, al
contrario, me hace sentir deseada y poderosa.
—Este cuerpo está hecho para pecar —murmura con deseo.
Se sube a la cama y pasea sus dedos por mi vientre, continúa dibujando
una línea invisible hasta mi cuello. Con su dedo índice recorre mis labios y
tira levemente de mi boca para introducirlo en mi boca. Lo succiono bajo su
atenta mirada, cuando está satisfecho lo saca lentamente y lo vuelve a pasear
por el centro de mis pechos, esta vez va hacia abajo.
Mis ojos se cierran cuando noto como acaricia el punto que se encuentra
entre mis piernas. Introduce un dedo en mi interior mientras continúa con
sus caricias con su pulgar.
—Devan —gimo su nombre cuando acelera sus movimientos.
—Necesito ver de nuevo como te corres en mis manos.
Muerdo mi labio con fuerza cuando siento una espiral de deseo que me
hace estallar alrededor de sus dedos.
—Eres lo más sexy que he visto en mi vida, y créeme que he visto muchas
cosas —asegura con una sonrisa ladeada.
Estoy en el séptimo cielo, tan ajena a lo que pasa en la tierra que tardo un
rato en procesar que está lamiendo sus dedos. Esos dedos. Los que tenía en
mi interior.
Se ríe cuando mi ceño fruncido.
—Es mi recompensa, ¿no? —pregunta inocentemente—. Aunque creo

177
que no he tenido suficiente.
Hace un ademán de agachar su cara a la altura de mi entrepierna y lo paro.
—Espera —le pido.
—¿Qué? —pregunta alzando una ceja.
—Quiero... Uhm...
—¿Qué quieres Ángel? —Sonríe interesado.
—Quiero devolverte el favor...
Una mirada perversa aparece en su rostro.
—¿De algún modo en concreto?
Una idea cruza mis pensamientos y la suelto sin tapujos.
—Con mi boca.
Sus ojos se amplían y traga con fuerza.
—Joder.
Una sonrisa victoriosa se desliza por mis labios, me gusta alterarlo. Se
incorpora y en cuestión de segundos se deshace de toda la ropa que le
quedaba.
Observo su erguida erección y humedezco mis labios. Envuelvo mi mano
alrededor de su erección y la muevo de arriba abajo, lentamente. Cierra los
ojos y gruñe por lo bajo.
Me inclino hasta que mi cara queda a la altura de su longitud, abro mi boca
introduciendo lentamente la punta, su mano se enreda en mi pelo y sé que se
está conteniendo para no moverse.
Cuando lo noto contra mi garganta intento contener una arcada, necesito
practicar más y voy moviendo mi cabeza de arriba a abajo, una y otra vez.
Siento cómo se va endureciendo cada vez más.
—Espera Ángel, vamos a hacer esto a mi manera —dice apartándose de
golpe.
Se acuesta en la cama tirando de mí para recostarme encima de él.
—Colócate sobre mi cara —ordena.
—¿Qué?
¿He escuchado bien?
—¿Sabes qué número va entre el sesenta y ocho y el setenta? —pregunta.
Sus ojos brillan con perversidad y diversión.
Me sonrojo y asiento.
—Pues venga. —Exige, palmeando suavemente mi trasero.
Me siento tímida y vulnerable, nunca he hecho eso, pero dejo a un lado
esos sentimientos y cumplo su petición. Quiero experimentar todo lo que me
proponga.
Cojo aire y me armo de valentía colocando mi entrepierna en su cara, sus
brazos recorren mis muslos lentamente antes de incorporar su cara y besar la

178
zona que reclama su atención. Estoy sentada en la cara de Devan. Dios.
Noto su lengua en todas partes mientras lo introduzco en mi boca y tengo
que esforzarme en concentrarme para no morderlo. Cuesta mucho seguir el
mismo ritmo de antes, pero ambos nos damos placer el uno al otro de forma
simultánea y la situación me produce tal morbo que en pocos minutos me
corro en su boca. Se nota que sabe lo que hace
Devan me aparta con delicadeza y levanto mi cabeza para mirarlo. Él
todavía no se ha corrido.
—Dime, por favor, que tienes condones.
Muevo mi mano hacia la mesita de noche y abro el primer cajón, saco uno
lanzándolo sobre la cama.
Devan lo coge y lo rompe con una rapidez que seguramente rompe algún
récord mundial, observo como lo hace rodar a lo largo de su longitud y eso
vuelve a calentarme.
—Ponte a cuatro —demanda.
La cosa va de números y aunque nunca he sido fanática de las
matemáticas, él me hace amarlas.
Lo obedezco, su mano acaricia mi espalda que baja hasta agarrar mi
trasero con fuerza.
Su erección presiona mi entrada y lo siguiente que noto es como se mete
de golpe. Me aferro con fuerza a las sábanas, arrugándolas bajo mis manos,
mis gritos de excitación van aumentando a medida que sus empujes se
convierten en algo primitivo, la cama choca con la pared y me pregunto solo
una milésima segunda si me estoy quedando sin pared, como tampoco me
importa sigo disfrutando y mi cuerpo se rinde al placer que ofrece embestida
tras embestida.
Siento una oleada de euforia cuando me dejo ir y Devan no tarda en
seguirme. Se recuesta sobre mi espalda y noto su aliento en mi
columna. Poco a poco nuestras respiraciones vuelven a la normalidad y sale
de mi interior. Lo miro con una sonrisa complacida y me devuelve la sonrisa.
El timbre de casa suena haciendo explotar mi burbuja de felicidad post
orgásmica.
El timbre suena con insistencia y suspiro.
Me coloco una camiseta con rapidez y deslizo por mis piernas los
primeros pantalones que encuentro. A mi lado, Devan se deshace del condón
y se incorpora, buscando la ropa con la que ha subido.
—¿Esperas a alguien?
—No.
—Voy contigo entonces. —Frunce el ceño.
Bajamos descalzos hasta la puerta. Cuando me pongo de puntillas para

179
observar por la mirilla, mi corazón empieza a latir con fuerza.
El timbre suena de nuevo, sobresaltándome. Mi mano tiembla mientras
quito el pestillo.
—Sr. Henderson, ¿qué hace aquí? —pregunto sorprendida.
Su mirada repara en Devan antes de dirigirse a mí.
—¿Podemos hablar en privado?
—No es necesario.
Parece sorprendido porque no haya aceptado su petición, aprieta su
mandíbula y asiente.
—Solo quería comunicarle que está despedida.

180
20. MY OH MY
No sabría decir quién de los dos está más conmocionado, si Devan o yo.
Creo que todavía sigo medio disfuncional, mis conexiones neuronales todavía
siguen procesando los orgasmos y no entienden las palabras del Sr.
Henderson.
—¿Qué? —contestamos Devan y yo al mismo tiempo.
—Insisto, ¿puedo hablar a solas con usted?
Nunca había visto al Sr. Henderson tan tenso e incómodo.
—¿Sr. Henderson está ebrio? No puede echar a Julliet —farfulla Devan.
El Sr. Henderson arruga su frente y mira a Devan.
—No creo que se encuentre en la posición de decirme lo que puedo o no
hacer, Sr. Keen.
—Como jefe de los camareros exijo que se replantee su decisión, Julliet
es buena trabajando y...
—No existe tal cargo como el que acaba de mencionar —Entrecierra los
ojos—; y una vez más, le recomiendo que se abstenga de darme una opinión
que no le he pedido.
Devan se cruza de brazos y refunfuña por lo bajo.
—¿Por qué...? —dejo la pregunta suspendida en el aire.
—Me gustaría hablar con usted. En privado, por favor.
Hasta ha utilizado la palabra por favor, pensaba que no entraba dentro de
su vocabulario. Me vuelvo hacia Devan y asiento, él resopla y pone los ojos
en blanco.
—Devan. —Suspiro.
—Sabes que esto se considera despido improcedente, ¿verdad? No tiene
motivos para… Está bien. —Gruñe mientras da media vuelta y sube hacia
mi habitación.
—¿Quiere pasar? —ofrezco.
—Aquí estoy bien, gracias.
—Sr. Henderson si es por lo que sucedió anoche yo no le he contado a
nadie nada.
—Precisamente por eso no debe volver allí, no puedo... —Se pasa la
mano por su pelo con desesperación—. Ya es complicado verla en clase
como para tener que estar soportando... Simplemente necesito limitar mis
encuentros con usted. Le haré una carta de recomendación, puede trabajar
en cualquier otro de nuestros locales, pero no en este. Incluso hay otro que
le queda más cerca de casa, y no es Swinger.
—Pero las condiciones y el salario no serán iguales.

181
«Y Devan y Kaden no están allí. Ni él. Es tonto que quiera verlos». Las
palabras de Nathan vuelven a resonar en mi cabeza y me cruzo de brazos.
Sintiéndome cada vez más pequeña.
Cierra sus ojos y coge aire.
—Srta. Collins, lo he intentado. Créame que lo he intentado. —Abre sus
ojos y parece abrasarme con ellos. El fuego de su mirada es sobreacogedor
—. Pero no puedo hacerlo. Usted… altera mi sentido común y pone en riesgo
mi puesto de trabajo.
Muerdo mi labio y agacho la cabeza.
—¿Yo?
—Lo siento, pero no puedo tenerla allí también. Le ingresarán en la
cuenta corriente un mes más completo y el finiquito.
Abro mi boca sorprendida y niego con la cabeza.
—Sr. Henderson...
—Lo siento —murmura antes de darse media vuelta y marcharse.
Ni tan solo me ha dejado hablar. «Maldito profesor caliente».
Subo las escaleras y cuando abro la puerta de mi habitación veo a Devan
recostado en mi cama tranquilamente con el libro de Kaden en sus manos.
—No te tomaba por alguien que leyera literatura clásica. —Ojea el libro
por encima—. ¿Este marcapáginas lo has pintado tú? Es bastante alucinante.
—Es de... —empiezo a explicar, pero me callo de golpe.
—¿De...? —continúa mi oración con intriga—. ¿De quién?
—Uhm... Kaden.
—Vale, eso me sorprende más todavía. ¿Entonces los párrafos
subrayados están subrayados por él? ¿O es que os mandáis indirectas
románticas y cursis de este modo? —Una sonrisa burlona aparece en sus
labios.
—Creo que lo hizo su madre, no estoy segura.
Devan sacude la cabeza y deja el libro en mi mesita de noche.
—Bueno, el tema importante, ¿has conseguido hacer cambiar de opinión
al Sr. Henderson? —dice incorporándose de golpe.
—Apenas he podido hablar, simplemente me ha soltado el discurso y ha
huido.
—¿Pero a que viene de forma tan repentina echarte? No entiendo nada
—Niega confundido.
Desvío la mirada y me planteo por unos segundos si debo decir las
palabras que digo a continuación.
—Bueno... anoche me besó.
—¿Qué qué? —pregunta, boquiabierto.
Rasco mi cuello con incomodidad mientras balanceo el peso de mi cuerpo

182
de una pierna a otra.
—Que me besó. Bueno, nos besamos.
Una sonrisa perversa se desliza por la boca de Devan.
—Oh, Ángel, ¿empiezas a hacerme competencia en mi vida sexual?
—Solo... solo nos besamos. —Aseguro con rapidez negando la cabeza.
—Tal vez si te lo tiras te contrata de nuevo —sugiere, encogiéndose de
hombros.
—¡Devan!
—¿Qué? Es obvio que la atracción es mutua.
—No me voy a acostar con nadie por un puesto de trabajo.
—¿Ni siquiera por uno que te permita trabajar conmigo? —Hace un
puchero.
—Devan —resoplo.
—¿Qué? Tampoco es como si no fuerais a disfrutarlo.
Ruedo mis ojos y niego con la cabeza.
—Es mi profesor.
—¿Y qué?
—Pues que el campus tiene normas muy estrictas con respecto a las
relaciones entre profesores y alumnos, si se enteraran podrían echarlo. O a
mí, o a ambos, y está claro que no quiere ni verme.
—Dinero y trabajo no es que le falte.
—No va a sacrificar su puesto por un polvo, Dev.
—Pero es un polvo contigo, vale totalmente la pena. Puedo darle
referencias si quieres —asegura.
Inclino mi cabeza, divertida por sus palabras.
—Tendré que buscar un nuevo trabajo —murmuro tirándome sobre la
cama.
—O... —sugiere con un tono que promete algo malo.
—¿O?
—O podemos iniciar la misión "Julliet recupera su puesto en Mala siendo
mala"—me dice con una sonrisa perversa.
—¿Ese nombre se te ha ocurrido a ti solito? —digo con burla.
—Es brillante, lo sé.
—Bueno, ¿y en qué consiste tu maravilloso plan?
—Vamos a buscar algo decente en tu armario Ángel. Esta noche no irás
a Mala como empleada. Irás como clienta.

183
Me estoy arrepintiendo de hacerle caso a Devan antes incluso de entrar al
local. Fuera hay varias parejas y algunas me resultan levemente familiares por
haberles servido copas.
Cojo aire y cruzo las puertas de Mala por un sitio diferente al que no estoy
acostumbrada. Uno de los chicos de seguridad me sonríe y me dirijo al
mostrador. Como he sido empleada del local ya tienen una ficha con mis
datos personales y los resultados de mis últimos análisis.
Keane, el chico que está en la recepción me hace escoger una pulsera y
me entrega una pila de documentos.

Pulsera verde: Recomendada para principiantes, con esta pulsera


indicas que quieres observar, pero puedes cambiar de parecer y
unirte al juego.

Pulsera amarilla: Recomendada para aquellas personas que


desean participar en encuentros sexuales que excluyen la penetración
vaginal.

Pulsera azul: Recomendada para parejas que desean añadir una


tercera persona en sus encuentros sexuales / También recomendada
para individuos que quieren ser la tercera persona.

Pulsera roja: Recomendada para las personas/parejas que


permiten todo tipo de encuentro. Nada queda excluido.

Estoy tentada de coger la pulsera azul, pero me acobardo en el último


momento y escojo la verde. Keane me sonríe mientras pasa la pulsera por un
aparato extraño que tiene una luz roja y me la entrega.
—Tu pulsera está vinculada a la taquilla trece del vestuario femenino —
me explica.

El uso de teléfonos móviles está completamente prohibido en todas


las salas a excepción de la sala uno.

Está prohibido el consumo de estupefacientes o substancias


psicotrópicas a excepción de bebidas alcohólicas.

El consumo de bebidas alcohólicas queda limitado a un máximo de


tres consumiciones por cliente.

184
Está prohibida toda relación directa o indirecta relacionada con la
prostitución.

El uso de preservativos es obligatorio para todos nuestros usuarios


a excepción de los encuentros entre parejas que hayan certificado su
estado de salud.

Es obligatorio seguir las medidas de higiene.

Los usuarios deben ser respetuosos y discretos.

El código de vestimenta queda sujeto al código de vestimenta de


cada sala.

En la piscina y el jacuzzi está prohibido mantener relaciones


sexuales.

Continúo leyendo las normas mientras siento como mi pulso se acelera.


Esto es real, estoy entrando en Mala como clienta. ¿Por qué he hecho caso
a ese demonio coqueto? Trago con fuerza mientras firmo la hoja en la que
me comprometo a cumplir las normas y entrego el documento a Keane.
—Que disfrutes la noche —me dice con una sonrisa amable.
Mis piernas tiemblan mientras empiezo a bajar las escaleras que llevan
camino al vestuario de clientes. Dejo mis cosas en la taquilla que me han
asignado y miro las duchas, las mujeres se pasean desnudas sin ningún tipo
de pudor, algo que admiro.
Me encierro en el primer baño que veo y me llevo las manos a la cabeza
mientras respiro de forma agitada. ¿Qué estoy haciendo?
Al principio me sentía atraída por la idea de venir como clienta, pero ahora
no estoy segura de ser tan valiente. Cuento mis respiraciones un par de veces
antes de armarme de valor y salir.
Miro mi reflejo en el espejo, llevo unos pantalones elásticos muy cortos
de color negro y en la parte superior llevo un top, también negro, que cubre
muy poca piel.
Ni siquiera sabía que tenía ropa tan atrevida hasta que Devan ha revuelto
mi armario, sin duda es algo que en conjunto jamás habría utilizado. Era de
cuando bailaba, utilizarlo me ha traído muchos recuerdos… Me queda un
poco más estrecho porque he subido de peso y la zona del pecho se nota más
ajustada, lo que hace que resalte de una forma más obscena.
Me paso un poco de agua fría por la nuca y me echo un último vistazo

185
antes de salir del vestuario. No me había dado cuenta de la cantidad de
carteles de señalización que hay por todo el local, por lo que no se me dificulta
localizar la sala dos.
—Y aquí está mi Ángel. —Me sonríe Devan cuando me acerco a la barra.
Él va vestido de demonio como en mi primera noche de trabajo. Chelsea
está en el otro extremo preparando cócteles, y Jules y Halsey están sirviendo
las bebidas.
—Devan no sé si esto es una buena idea... —Muerdo mi labio.
—Solo estás nerviosa porque todo esto es nuevo para ti.
—No estoy segura de que esto vaya a funcionar. —Reflexiono, haciendo
una mueca.
—El Sr. Henderson no quiere que estés aquí como empleada, pero no
puede prohibirte la entrada como clienta si no rompes ninguna de las
normas.
—Pero...
—No tienes que hacer nada que no quieras, simplemente déjate llevar y
disfruta.
Eso, ponte la pulserita roja y déjate de tonterías.
—No sé si...
—El problema es que piensas demasiado las cosas, intenta apagar esa
cabecita tuya llena de prejuicios y bebe esto, anda.
Me extiende una copa.
—¿No será otro de tus orgasmos? —adivino, cogiendo el cóctel.
—No, ya te he dado demasiados de esos hoy. —Se burla con una sonrisa
victoriosa.
Creo que hasta mis orejas se sonrojan.
Me llevo la copa a los labios y le doy un pequeño sorbo, es algo afrutado
y dulce, y la verdad es que está delicioso.
—¿Qué es? —pregunto intrigada.
—El cóctel Ángel, una nueva creación. Cosecha propia.
Me siento halagada y avergonzada por el nombre, pero continúo
bebiendo.
—Por cierto, la Sra. Myers se ha enfadado bastante con el Sr. Henderson,
los gritos de la discusión se escuchaban desde los vestuarios. La tenemos de
nuestro lado —explica, divertido, alzando ambos pulgares.
—¿Sabes dónde está él?
—Como la Sra. Myers está aquí, estará en la sala tres, tal y como hemos
hablado.
Bueno, por lo menos me libraré de ver como azota a una mujer. No sé si
podría estar en esa situación de nuevo, ni sé por qué me imagino en esa cruz.

186
Ese sueño me ha afectado más de lo que pensaba.
Me termino la bebida que me ha preparado Devan mientras analizo mi
alrededor, trabajando aquí no me sentía como me siento ahora. Tengo la
sensación de que soy un objetivo para la mayoría de las parejas que clavan su
mirada en mí.
—Bueno, deséame suerte —le digo extendiendo la copa vacía de regreso
a Devan.
—Acaba con él —responde, guiñándome un ojo.
Camino con decisión hasta la sala tres, cuando abro las puertas observo
un ambiente muy diferente al de la sala dos.
En los escenarios hay diferentes situaciones: en algunos hay stripers bai-
lando sensualmente alrededor de la barra, mientras que en otros hay personas
bailando en pareja de una forma muy erótica. Siento calor observando las
imágenes que se reproducen a pocos metros de mí y lamo mis labios
completamente secos. Una mano se enrosca en mi brazo y tira de el, me giro,
asustada, para ver la cara de la persona que me está agarrando.
—¿Juls? ¿Qué está pasando? He escuchado que te han despedido, ¿Es
cierto? —murmura Kaden con el ceño fruncido mientras me mira de arriba
a abajo.
—Kaden... —Suelto el aire que estaba conteniendo—, me has asustado.
—¿Es cierto que te han despedido? —pregunta de nuevo.
—Sí —murmuro agachando la cabeza.
—¿Por qué? ¿Y qué haces aquí?
En ese momento repara en la pulsera verde de mi muñeca y el
entendimiento llega a sus ojos.
—Oh —contesta, apretando los labios.
Aparto su agarre y lo miro con incomodidad.
—Yo...
—Sí, ya veo. Bueno, no quiero interrumpirte —farfulla volviendo a poner
ese rostro de indiferencia que odio.
—Kaden...
—Que tengas una buena noche, Julliet.
Voy a tener que imprimir las normas y dárselas por escrito.
Sacudo la cabeza ignorando los sentimientos que despierta en mí y me
muevo por la sala buscando al Sr. Henderson.
Cuando lo veo sonrío y me siento justo en el sillón que queda enfrente.
Está manteniendo una conversación con otro hombre mientras ambos beben
cada uno su copa. Él no repara en mi presencia, pero su acompañante sí, el
cual me mira y me sonríe con descaro. El Sr. Henderson se da cuenta de ello
y busca con la mirada a quién le sonríe.

187
Cuando me ve sus hombros se tensan visiblemente.
—Hola, Andrew —intento sonar lo más casual posible mientras cruzo
mis piernas.
Sus fosas nasales se ensanchan y observo cómo sus manos se cierran
formando puños.
—¿Qué diablos hace aquí?
El acompañante mira al Sr. Henderson cómo si le acabara de salir otra
cabeza.
—Disfrutar de sus instalaciones —comento lamiendo mi labio superior
mientras me inclino un poco para que resalte mi escote.
—Creía que le había dejado claro que no quería verla aquí.
Sonrío y entrecierro mis ojos.
—Oh, pero no estoy trabajando, así que no tiene poder sobre mí ahora,
¿no?
Sacude la cabeza con enfado.
—Soy el dueño del maldito local, tengo reservado el derecho de admisión.
Descruzo las piernas y subo la mano por mi muslo lentamente. Sus ojos
se distraen un segundo en mis acciones y sonrío victoriosa.
—Pero si no estoy incumpliendo ninguna norma, señor —digo con ino-
cencia.
El baile que está realizando la stripper que tenemos delante en el escenario
termina y una mujer se acerca hablando por un micro.
—Y llega uno de nuestros momentos favoritos de la noche. ¿Algún o
alguna valiente que quiera venir a probar la barra? —pregunta la mujer.
Antes de pensar en lo que estoy haciendo, mi mano ya está alzada y el Sr.
Henderson está mascullando algo por lo bajo.
—¡Estupendo! Sube por el lateral del escenario.
Me levanto y doy dos pasos hasta el Sr. Henderson, me inclino a la altura
de su oído y veo como traga con fuerza.
—Tú decides cómo me tienes aquí, si como empleada o como
clienta, Andrew —susurro.
No sé de donde está saliendo tanta valentía, tal vez el cóctel de Devan era
mágico. Espero que no le haya puesto alguna droga. «No, Dev no haría eso.
Es Andrew, saca ese lado de mí. Me tienta a retarlo».
Camino hacia el escenario, intentando mantenerme firme en mi decisión.
—¿Cómo te llamas, querida? —me pregunta la mujer que está en el
escenario.
—Julliet. —Sonrío.
—Muy bien, Julliet, ¿has probado el pole dance alguna vez?
—Alguna vez —murmuro divertida.

188
He practicado todo tipo de bailes, pero este era uno de mis favoritos y lo
practicaba a escondidas de mis padres.
—Muéstranos que sabes hacer.
Me quito los zapatos y los empujo al otro extremo, camino de puntillas,
mirando fijamente al Sr. Henderson, el cual no despega sus ojos de los míos.
Se trata de un juego de seducción, y me siento lista para ganar.
Las luces se atenúan y la música se intensifica creando el clima perfecto.
Coloco mis manos en la barra, puedo notar lo fría que se sienten bajo ellas y
mi cuerpo conecta con los recuerdos a través de los sentidos.
Doy una vuelta lentamente mientras mi cuerpo se contorsiona formando
una curva perfecta en mi espalda.
Soy consciente de que cada vez hay más miradas puestas en mí, pero sigo
centrándome exclusivamente en el Sr. Henderson.
Cuando vuelvo a dar una vuelta me impulso quedando a varios palmos
del suelo. Inclino mi cuerpo hacia un lado, y quedo sujeta a la barra
simplemente agarrada por una mano y mis piernas entrelazadas. Me encanta
la sensación de estar medio suspendida en el aire, pero necesito más retos.
Subo lo máximo posible, algo arriesgado teniendo en cuenta que llevo
mucho tiempo sin practicar, pero la adrenalina junto a la música me hace
sentir tan viva que no puedo evitarlo. Y entonces me dejo caer suavemente,
quedando boca abajo. Mis pulmones se mueven sutilmente, y muerdo mis
labios mientras observo al público desde otra perspectiva.
Mis piernas son lo único que impiden que ahora mismo me caiga, y mi
sangre empieza a concentrarse en sentido descendiente, acumulándose en mi
cabeza por la gravedad.
Con las manos, agarro nuevamente la barra y abro por completo mis
piernas en el aire, girando mi cuerpo en un voltereta.
Mi cabeza da vueltas un segundos, y me encanta la sensación de completo
control sobre mi cuerpo. El dominio y precisión que estoy teniendo me hace
sentir poderosa.
Cruzando de nuevo las piernas doy varias vueltas, hasta que mi cuerpo se
desliza hacia abajo poco a poco, coloco las manos en el suelo, desenredo las
piernas y recuesto mi espalda. Me doy la vuelta y gateo por el suelo hasta
acercarme al final del escenario, me pongo sobre mis rodillas mientras
continúo bailando sensualmente. Paseo las manos lentamente desde el
contorno de mis pechos hasta mis rodillas, las abro, giro el cuello lentamente
y lo agacho, mirando hacia abajo, al mismo tiempo que finaliza la canción.
Varias personas se ponen en pie, y me aplauden con energía. En el
momento en que despego mis ojos del Sr. Henderson, veo que Kaden se ha
acercado y me mira, parece haber cierta fascinación que me sorprende.

189
—¿Habéis visto eso? —pregunta la chica del micro—, vamos a tener que
comentarle a nuestro jefe que te incluya en el repertorio de actuaciones.
¿Estáis de acuerdo conmigo?
«Con trabajar como camarera me conformo, gracias».
Varias personas exclaman afirmaciones y silban con aprobación. En ese
momento reparo en lo que acabo de hacer y siento como el color rojo de mis
mejillas se intensifica.
—Bueno, Julliet, ha sido un placer verte bailar. ¿Más voluntarios?
Recojo mis zapatos y me los coloco antes de bajar. Vuelvo al mismo sitio
en el que estaba y veo que el Sr. Henderson ya no está. Camino por la sala,
buscándolo, y cuando lo encuentro mi corazón se salta un latido.
Está hablando con Kaden en voz baja, parece que están manteniendo una
conversación muy privada, por lo que doy un paso hacia atrás, pero tropiezo
con algo que me hace caer de culo al suelo. De repente, ambos clavan sus
ojos en mí y me olvido de respirar.
Kaden y Andrew se acercan y me extienden sus manos de forma
simultánea, cuando se percatan de ello se miran el uno al otro y parecen saltar
chispas en sus miradas. Me levanto ignorando la ayuda que intentan
proporcionarme y me sacudo el trasero con la mano.
—¿Estás bien? —pregunta Kaden apartando la mirada del Sr. Henderson.
«Me duele el trasero, ¿lo acaricias un poco a ver si se pasa?»
—No ha sido nada —respondo, porque es totalmente cierto. Lo único
que ha salido herido ha sido mi sentido de la vergüenza. Nada nuevo.
—¿Seguro? —pregunta el Sr. Henderson.
Asiento, mordiéndome el labio, y Kaden contiene una sonrisa al darse
cuenta. El ambiente se vuelve más incómodo a medida que pasan los segun-
dos. «Propón un trío».
—Bueno... uhm... Con qué hermanastros, ¿eh?
«Por favor, dime que no acabas decir eso. Me mudo de cabeza, adiós».
El Sr. Henderson da un respingo y mira de reojo a Kaden.
—¿Qué le has dicho? —sisea entre dientes.
La mandíbula de Kaden se aprieta.
—No te alteres —murmura Kaden por lo bajo.
—Kaden —le advierte el Sr. Henderson.
—Andrew —le imita en tono burlón Kaden.
«Julliet. ¿Qué? ¿Nadie dice mi nombre?»
—Bueno... yo, tengo que… cosas qué hacer, sí. Esas cosas… Adiós —les
digo intentando escabullir de allí lo antes posible.
«Nota para el futuro: No quedarme a solas con Kaden y el Sr. Henderson».
Camino hasta la sala dos y me decepciono al no ver a Devan allí. Me

190
acerco hasta Halsey y me responde con una sonrisa perversa que Devan
está muy ocupado.
Estoy tentada de sentarme en la barra, y pedir una consumición, pero la
persona que está atendiendo es Chelsea y no sé por qué me da la sensación
de que antes de darme la copa, escupirá en ella. Paseo de un lado a otro sin
saber muy bien qué hacer, debería seguir torturando al Sr. Henderson como
se había acordado en el plan inicial, pero por hoy no creo que tenga más
fuerza. Tal vez mi mejor opción sea volver a casa o no sé.
Alguien golpea mi hombro llamando mi atención y me giro para ver a una
pareja de unos treinta y largos o cuarenta años bastante atractiva mirándome.
—Disculpa, te hemos visto en la sala tres y no hemos podido evitar
sentirnos atraídos por ti, sabemos que tienes la pulsera verde, pero tal vez
podríamos hacerte cambiar de opinión —me dice la mujer con una gran
sonrisa.
Mi corazón empieza a latir con fuerza en mi pecho.
—Esto… muchas gracias, pero no...
Entienden mi mensaje con rapidez y asienten con una sonrisa cordial
antes de marcharse. Suspiro y miro a mi alrededor, realmente no sé qué estoy
haciendo aquí.
«¿Tiene sentido intentar recuperar un trabajo como este?»
Creo que el sexo está afectando demasiado a mi vida y no sé si es
bueno. ¿Me estaré convirtiendo en una ninfómana sin darme cuenta? De
repente, ese pensamiento me golpea con fuerza. ¿Y si es así? Últimamente
solo pienso en sexo y soy insaciable al respecto.
Estoy a punto de marcharme cuando veo que Devan vuelve a su puesto
de trabajo.
—¿Qué haces aquí, Ángel? ¿El Sr. Henderson no estaba en la sala tres?
—me pregunta extrañado.
—Eh... sí.
—¿Y has hablado con él?
—Un poco.
—¿Y?
—También he bailado.
Sus ojos se amplían y abre un poco la boca, ligeramente sorprendido.
—¿En el escenario?
Asiento, notando como mis mejillas se tiñen al recordarlo. Una cosa era
bailar danza clásica o ballet, pero nunca había hecho pole dance delante de
tanta gente. Sin embargo, ha estado bien.
Se lleva una mano a la cabeza y suspira.
—¿Cómo me he perdido eso? —se lamenta por lo bajo—. Bueno, ¿te ha

191
dicho algo?
—Creo que está un poco enfadado.
Quizá utilizar el término poco, es un eufemismo, porque está claro que
he logrado cabrearlo, pero bien.
—Genial, veremos cuanto tiempo aguanta. —Se frota las manos con
malicia—. ¿Qué vas a hacer ahora?
—Estaba pensando en volver a casa.
—Con todas las posibilidades que tienes aquí.
—He tenido suficiente sexo por hoy.
—Oh, sí. Lo recuerdo muy bien —dice orgulloso de sí mismo—.
¿Hablamos mañana entonces?
Asiento y me sonríe.
—Descansa, Ángel.
—Que tengáis una buena noche.
Otra pareja intenta persuadirme para que me una a ellos, rechazo la
invitación y de nuevo me sorprende lo poco violento y lo respetuosa que es
la gente con respecto a este tema.
Estoy pasando por el largo pasillo que conduce a las escaleras para bajar
al vestuario, mi cuerpo se siente un poco cansado por el desgaste de energía
por lo que decido coger el ascensor.
Mientras se están cerrando las puertas aparece una mano que bloquea el
cierre, lo siguiente que veo es al Sr. Henderson mirándome y susurrando algo
por lo bajo. Intenta hacer un ademán de salir del pequeño espacio en el que
estamos, pero ya es demasiado tarde. Las puertas se cierran. El ascensor
empieza su descenso y el ambiente se vuelve tenso entre nosotros.
—No sé a qué está jugando Srta. Collins, pero no me gusta.
—Contráteme de nuevo.
—Las cosas no se solucionan de ese modo.
—Tampoco echándome del modo en el que lo ha hecho.
«Jaque mate».
Miro las puertas del ascensor con impaciencia, ¿cuánto tarda esto en bajar?
Creo que el Sr. Henderson piensa lo mismo que yo porque estira el brazo
y pica de nuevo a la planta inferior. La lucecita roja que indica que la planta
ha sido marcada no se enciende, el Sr. Henderson presiona de nuevo y nada.
De repente el ascensor se detiene bruscamente haciendo un ruido extraño,
la luz del cubículo parpadea hasta que se apaga y queda reemplazada por una
pequeña luz que apenas ilumina nada.
Me llevo la mano al pecho asustada y mi respiración se empieza a alterar.
—¿Qué-que está pasando?—pregunto nerviosa.
—No puede ser verdad—repone en un siseo.

192
El Sr. Henderson empieza a picar a diferentes botones y ninguno
responde.
—¡No puede ser verdad!—repite con enfado golpeando el panel de
control.
El destino debe estar poniéndonos a prueba o algo, ¿de verdad me he
vuelto a quedar atrapada con él?

193
21. S.E.X
Creo que este es un buen momento para recordar porque no me gustan
los ascensores. Me vienen flashbacks de una vez en el que estuve atrapada
por dos horas en el psiquiátrico y empiezo a ponerme nerviosa. Muy nerviosa.
Estaban trasladándome de planta, atada, y se fue la luz. Mi pie golpea
impacientemente de forma repetitiva.
—¿No puede picar a la alarma de emergencia? —sugiero sintiendo como
se dispara la adrenalina por mi cuerpo.
Odio relacionar cosas con mi estancia en el psiquiátrico, me hacen sentir
físicamente enferma.
—No funciona nada —dice exasperado mientras continúa aporreando los
diferentes botones.
Siento como si empezara a faltar aire en el pequeño espacio en el que
estamos y mi respiración se acelera junto a mis nervios.
—Relájese —masculla el Sr. Henderson.
—¿Cómo…? ¿Cómo vamos a salir de aquí? —Sé que sueno bastante
histérica.
El Sr. Henderson me da una mirada de obviedad.
—Alguien se dará cuenta, no se ponga nerviosa.
—¿No tiene un teléfono para que podamos llamar y agilizar las cosas?
—¿Tengo cara de tenerlo? —contesta sarcásticamente—. ¿Cree que
estaría peleándome con el ascensor si lo tuviera?
Rápidamente, se da cuenta del tono en el que me está hablando y se
disculpa.
—Lo siento. Es solo… esto no puede ser cierto —suspira pasándose la
mano por el pelo con fuerza—-. Usted no lleva el teléfono encima, ¿verdad?
—pregunta conociendo la respuesta.
—No está permitido para los clientes, así que no.
Noto como mis latidos se aceleran bajo la mano que tengo en mi pecho,
es como si en cualquier momento el corazón se me fuera a salir del pecho.
El Sr. Henderson me mira y entrecierra sus ojos con preocupación.
—¿Está bien?
—Creo que... ¿no falta aire aquí?
—Hay un sistema independiente de ventilación en el techo, en ningún
momento le va a faltar el aire.
—¿Y por qué me da la sensación de que nos estamos ahogando?
—Porque me temo que está teniendo un ataque de pánico, siéntese en el
suelo.

194
«¿Un ataque de pánico? No, simplemente creo que como no hay aire y
vamos a morir en cualquier momento».
—Yo no...
—Hágame caso por una vez en su vida, por favor —insiste.
Deslizo mi espalda por la pared hasta que noto como mi trasero choca
con el suelo. El Sr. Henderson se arrodilla y se coloca delante de mí.
«No hay aire, me ha mentido, vamos a morir, vamos a morir aquí, en un
ascensor». Por lo menos, no estoy sujeta de pies y manos a una silla. Dios,
necesito borrar esas imágenes de mi cabeza.
—Srta. Collins, necesito que se relaje, inspire lentamente, muy lenta-
mente. Cierre los ojos, le ayudará a concentrarse.
No quiero cerrar los ojos, eso no me ayudará para nada.
—No puedo cerrar los ojos. —Mi labio inferior tiembla.
—Está bien, pues míreme a mí.
Tiene sus manos apoyadas en mis rodillas, lo que no ayuda para nada a
que me relaje.
Acato sus indicaciones y lo miro, fijamente, respiro lentamente, notando
como se hincha mi pecho y suelto el aire poco a poco. Repito este proceso
varias veces y progresivamente mis latidos empiezan a disminuir el ritmo.
Detrás de toda esa fachada de frustración, enfado o lo que sea, hay tal ama-
bilidad que me choca. De repente, el momento es demasiado íntimo. Me
atrevería a decir que más íntimo que el beso incluso.
—Muy bien, eso es —susurra el Sr. Henderson.
Muerdo mi labio inferior y sus ojos bajan automáticamente a mi boca.
—¿Se encuentra mejor? —su voz suena más ronca que de costumbre.
—Sí, muchas gracias.
Empiezo a alterarme, pero por una situación completamente diferente.
Suelta las manos que tiene en mis rodillas y se sienta recostando su espalda
en la pared, esta vez él cierra sus ojos y apoya la cabeza contra la pared. Como
si no quisiera mirarme más.
Pasan los minutos y permanecemos en silencio. Es algo peligroso para mí,
porque cuando estoy incómoda empiezo a hacer preguntas indiscretas, sobre
todo cuando quiero mantener mi cabeza en otro lado, es eso o subirme a su
regazo, y la segunda opción seguro que le gusta menos que la primera.
—¿Entonces se alteró tanto por el libro porque sabía que era de Kaden?
—le digo mordisqueando mis uñas.
El Sr. Henderson resopla.
—Su insaciable curiosidad es exasperante.
—Fue usted el que se mostró tan interesado en el libro, estoy en mi
derecho de preguntar.

195
—¿Qué tanto conoce a Kaden? —Cambia de tema.
«Anatómicamente, podría hacerte dibujos muy específicos».
—Uhm... somos amigos —digo pensando en la respuesta que ha estado
dando él hasta ahora.
El Sr. Henderson se ríe de forma sarcástica.
—Kaden no tiene amigas.
—Tal vez yo soy la excepción.
—No, ustedes dos deben estar manteniendo algún otro tipo de relación.
Cosa que no le conviene.
—¿Por qué no?
—Porque no conoce a Kaden.
—Él me ha explicado cosas —contesto a la defensiva.
—Lo sé, estoy bastante sorprendido al respecto.
—Me dijo que su madre...
—¿También le ha explicado eso? —jadea boquiabierto.
Asiento y me mira como si fuera un enigma indescifrable.
—El padre de Kaden era un capullo —dice entre dientes, sus palabras
están teñidas de odio.
—¿Era? —no puedo evitar preguntar.
—Murió en prisión, cosa que no me entristece en absoluto —responde
con una seriedad estremecedora.
Trago con fuerza antes de seguir con mi interrogatorio fuera de lugar.
—¿Por asesinar a su madre?
—Entre otras cosas.
—¿Usted...usted culpa a Kaden por ello?
—Claro que no, él no es responsable de las acciones de otra persona.
—¿Entonces se llevan bien?
—Nos toleramos... a veces. Después de todo crecimos juntos, es lo más
cercano a un hermano para mí, por eso sé de lo que hablo cuando digo que
le conviene mantenerse alejada de él.
—¿Por qué se anda con tantos rodeos? Me lanza advertencias, pero no
me explica los motivos, así no puedo tomar en serio sus consejos.
—Kaden es...complejo.
«Y sexy. Complejamente sexy».
Se vuelve a formar un silencio y miro mis manos como si fueran algo
interesante, el Sr. Henderson me va lanzando miradas, como yo voy haciendo
lo mismo nuestros ojos se encuentran varias veces.
De repente, recuerdo algo bastante importante.
—¿Sr. Henderson. usted sigue ejerciendo como abogado?
—¿Ya vuelvo a ser el Sr. Henderson?

196
Asiento notando como mis mejillas se sonrojan.
—A veces. Me gusta ser profesor, y eso ocupa mucha parte de mi tiempo
junto al club —me explica.
—¿Entonces si alguien lo quisiera contratar declinaría el caso?
—Dependería del caso, yo por ejemplo estoy especializado en violencia
doméstica. ¿Por qué?
—¿Sus honorarios son muy elevados?
—¿A qué viene el interrogatorio Srta. Collins?
—Uhm... tengo una amiga que... —Rasco mi cuello con incomodidad—,
está planteando denunciar a su ex-novio.
—¿Por qué motivo?
Cojo aire con fuerza, es más fácil hablar de ello si finjo que no soy yo.
—Agresión sexual.
—Puede darle mi correo y que se ponga en contacto conmigo —
murmura.
—Eh, sí, se lo comentaré...muchas gracias.
Estiro las piernas y recuesto la cabeza en la pared.
—¿Cree que estaremos aquí mucho rato? —le pregunto.
—Espero que no, la verdad. —Se genera un pequeño silencio—. Dígame
algo, ¿cuánto va a durar el numerito de la tortura de acudir a Mala como
clienta?
—Depende de usted.
—¿Por qué tiene tanto interés en trabajar aquí? ¿Es por el camarero?
«Y por Kaden. Y por usted. Y por el morbo».
—Me gusta este trabajo.
—Eso no responde a mi pregunta.
—Devan es una parte importante de la ecuación, sí.
—¿Y no puede conformarse con verlo fuera del trabajo como por lo visto
ya estaba haciendo?
Sacudo la cabeza, me hace gracia la última parte de su pregunta.
—Ya le he dicho que él no es el único motivo.
—¿Entonces planea bailar en la sala tres hasta que la contrate de nuevo?
—Entre otras cosas —digo conteniendo una sonrisa pensando en las
ideas que había propuesto Devan.
El Sr. Henderson suspira y recuesta su cabeza en sus manos.
—Está bien, puede volver a su puesto original, pero por favor, no vuelva
a bailar.
—¿Por qué? ¿No le ha gustado?
Levanta la cabeza y me mira fijamente, con tanta intensidad que me quedo
atrapada en su mirada.

197
—Lo que no me gusta es lo mucho que me ha gustado, Srta. Collins.
Cuando quiera le enseño mis otros movimientos.
El aliento se queda atascado en mi garganta y siento mariposas en el
estómago, me muevo hasta quedar justo delante de él.
—¿Si le atraigo porque no hace nada al respecto? —pregunto con valentía,
aunque por dentro esté temblando.
—La lista de motivos es demasiado larga —carraspea.
—Es una pena...—suspiro.
—¿Por qué? —traga con fuerza.
—Porque usted me vuelve loca también —susurro en su oído.
La tensión en el ambiente cada vez es más palpable, estiro el brazo para
tocarle la cara y detiene mi movimiento apretando con fuerza su mano
alrededor de mi brazo.
—No lo haga —advierte, su voz suena una octava más baja de lo normal.
Me zafo de su agarre y me pongo de rodillas, encerrándolo en mis brazos
como hizo él la noche anterior.
—¿Que no haga qué, Andrew?
Ya he recuperado mi puesto de trabajo y tal vez con esto lo estoy tirando
todo por tierra, pero mis prioridades han cambiado por completo.
Inclino mi cabeza hasta quedar a pocos centímetros de distancia. Muevo
mis piernas lentamente dejándolas a cada lado de las suyas, su respiración
empieza a alterarse al igual que la mía, pero no me detiene en ningún
momento y me siento poderosa. Me dejo caer en su regazo y cierra los ojos
de forma automática.
—No quieres que baile más en la barra, pero ¿qué te parecería un baile de
regazo?
Creo que el Sr. Henderson saca mi lado más travieso, más que Kaden o
Devan incluso. Hay algo en desafiarlo que me vuelve completamente loca.
—No sabes dónde te estás metiendo, Julliet —dice todavía con los ojos
cerrados, está tan tenso que puedo sentirlo en el aire.
—¿No? Enséñamelo entonces, profesor —contesto cerrando la distancia
entre nuestros labios.
Tres segundos. Ese es el tiempo que le toma al Sr. Henderson devolverme
el beso con pasión. Es como si se hubiera desatado una guerra entre nuestros
cuerpos, sus manos me recorren por todas partes, las mías hacen exactamente
lo mismo.
Le quito frenéticamente los botones de la camisa y me deleito recorriendo
su torso bien trabajado.
«Virgen santísima, ¿dónde estaban escondidos estos abdominales?»
Cuando se separa ambos estamos sin aliento. Por un segundo, creo que

198
va a volver a alejarme, pero para mi suerte está lejos de echarse para atrás.
Andrew dirige sus manos a mi trasero y se pone en pie cargándome con él,
me empuja contra la pared y aprovecho para enrollar mis piernas alrededor
de su cintura, la sesión de besos se intensifica y mi cabeza se nubla.
Mis caderas empiezan a balancearse y siento lo excitado que está. Mi pulso
va tan rápido que noto los latidos de mi corazón resonando en mi
cabeza. Estoy jadeando cuando se aparta.
Andrew besa la curva de mi cuello lentamente, gimo y cierro mis ojos
cuando me da un mordisco cerca de la clavícula, estaba siendo tan delicado
que el contraste me descoloca y me excita. Hundo mi mano en su pelo
cuando vuelve a atacar mi boca con sus labios, su lengua busca la mía para
profundizar el beso. Es casi como si nunca terminara.
Sus manos van desde mi cintura hasta el contorno de mi pecho, sus dedos
buscan el cierre del top y con habilidad se deshace de el dejándolo caer al
suelo. Me quedo desnuda de cintura para arriba y sus ojos calientan cada parte
de mi piel.
La fricción constante de mi entrepierna contra su dureza me tiene
completamente húmeda, necesito desesperadamente sentirlo dentro. Deslizo
las piernas hacia abajo y me pongo en pie, Andrew me mira expectante por
mi próximo movimiento y sus ojos se entrecierran cuando me planto de
rodillas.
«Oremos».
Desabrocho su cinturón seguidamente del botón de su pantalón, bajo mi
mano, noto su gran y preocupante tamaño, Andrew me mira desafiante,
como si no creyera que fuera a hacer lo que hago a continuación: le bajo el
pantalón llevándome su ropa interior.
Delante de mí se alza su gran erección, la cual, aunque intento disimularlo,
me intimida bastante. Es la primera vez que veo una sonrisa arrogante en el
rostro de Andrew y para qué negarlo, tiene todo el derecho del mundo a
tenerla.
Envuelvo mi mano a su alrededor y humedezco mis labios bajo su atenta
mirada, lo tomo lentamente en mi boca mientras clavo mi mano libre en la
parte trasera de su muslo.
Succiono con fuerza de forma reiterada y su mano se enreda en mi pelo,
acompañando mis movimientos. Se inclina un poco hacia adelante y desliza
su mano libre acariciando mi cuello, continúa bajando hasta mi pecho,
pellizca el pezón con sus dedos y exclamo un grito que queda amortiguado
por tener la boca... ocupada.
Repite la misma acción en mi otro pecho y me retuerzo, alterna, caricias
con pellizcos, nunca sé cuándo habrá dolor o placer, y es una sensación

199
maravillosa. Andrew me empuja levemente saliendo de mi boca y me coge
del brazo para ponerme en pie, su mano se hunde en mi cuello mientras busca
con desesperación sus labios con los míos.
Mientras nos besamos, desabrocha mi pantalón e introduce la mano
dentro, explora con sus dedos mi interior y me acaricia desatando un frenesí
de excitación y haciéndome llegar al orgasmo en vergonzosamente segundos.
Bajo mis pantalones y mi ropa interior y salgo de ella echándola a un lado.
Me quedo completamente desnuda excepto por mis zapatos.
—Estás en control de natalidad, ¿verdad? —pregunta.
—Sí.
Me presiona contra la pared y apenas puedo respirar de lo juntos que
estamos, noto su erección contra mi vientre y mi interior se derrite un poco
más con anticipación.
Acaricia mi pierna y la enredada alrededor de su cintura mientras la
aguanta.
—¿Quieres hacer esto, Julliet? Estoy limpio, pero no llevo condones
encima.
—Sí, por favor —mi voz suena a suplica, porque en este momento lo
necesito con todo mi ser.
Mueve su longitud a través de mis pliegues haciendo que al aire se quede
atascado en mis pulmones y se empieza a introducir en mi interior
lentamente, pese a lo lubricada que estoy es demasiado grande y siento un
poco de molestia.
Andrew se queda quieto dejando que me adapte a su tamaño y cuando
clavo las uñas con fuerza en su hombro entiende que ya puede moverse, con
cada embestida mi espalda se golpea contra la pared, el sonido de nuestros
cuerpos chocando y mis gemidos es lo único que resuena en el pequeño
cubículo. Ya ni me importa que estemos en el ascensor. Es como si no
existiera nada más que este momento.
Mis ojos se cierran a medida que me acerco de nuevo a otro orgasmo,
arrastro mis uñas por su espalda, marcándolo, Andrew gruñe por lo bajo.
Mi respiración es superficial, estoy demasiado cerca, la presión se
construye en mi interior y estallo a su alrededor en mil pedazos.
Me ha enviado al cielo de un orgasmo. Estoy flotando fuera de mí, pero
él continúa, lejos de correrse. Sale de mi interior y me voltea, apoyo mi frente
contra la pared a la vez que mis manos, y me toma desde atrás. Agarra con
fuerza mi cadera mientras sigue embistiendo con un salvajismo sorprendente.
Mi boca está entreabierta, disfrutando de la plenitud que me proporciona.
Cuando noto que está cerca, desliza una de sus manos por delante,
acariciando mi clítoris con maestría. Hace que me corra de nuevo y

200
tremendamente excitante sentir como se deja ir encima de mi trasero.
Oficialmente, me acabo de follar a mi profesor/jefe. Más bien ha sido, al
contrario. No puede ser malo algo que te hace sentir así de bien.
Me giro y el Sr. Henderson se está subiendo los pantalones, cuando se los
abrocha saca un pañuelo de su bolsillo y procede a limpiar amablemente su
corrida de mi cuerpo.
—¿Deberíamos hablar de lo que acaba de pasar? —pregunta con la voz
todavía alterada por nuestras respiraciones aceleradas.
—No es necesario, creo que era algo que debíamos sacar de nuestro
sistema, ¿no?
—Sí.
Hace una bola con el papel y la guarda de nuevo en su bolsillo. Coge su
camisa del suelo y se la coloca cerrando los botones con lentitud.
Me agacho para recoger mi ropa y deslizo mi ropa interior y mis
pantalones por mis piernas.
Me entra el pánico cuando las luces se encienden y las puertas empiezan
a abrirse, continúo desnuda de cintura para arriba por lo que me tapo con
mis manos y el top. Al otro lado de la puerta está Kaden con una llave en la
mano, mirándonos.
El Sr. Henderson se coloca delante de mí y aprovecho para acabar de
recolocar mi top. Kaden sacude la cabeza, como si se estuviera
recomponiendo de la imagen que está presenciando.
—No he podido abrir antes —murmura entre dientes.
—Está bien —contesta el Sr. Henderson.
—Yo...continuaré por las escaleras...adiós —digo nerviosa.
Paso por el lado de Kaden con rapidez y prácticamente corro escaleras
abajo.
Cuando llego al vestuario mi cabeza da vueltas por la cantidad de
pensamientos que me invaden. Cojo una de las toallas que proporciona el
club y decido meterme en las duchas.
Descubro que son abiertas y ofrecen cero intimidades, pero tiene sentido
teniendo en cuenta el club en el que estoy. Por lo menos no hay nadie, creo
que debe ser cerca de la hora del cierre. Voy hasta el final de las duchas y abro
el grifo, hay jabones en todos los estantes, cojo un poco y empiezo a
enjabonarme mientras el agua cae sobre mi cuerpo.
Escucho risitas y me giro para ver de dónde vienen, dos mujeres desnudas
se han unido a las duchas y están tonteando de forma descarada.
Una empuja a la otra contra la pared y seguidamente la besa, el agua cae
sobre ellas creando una imagen muy excitante. Se besan mientras se
manosean la una a la otra.

201
Una de ellas se separa y empieza a besarla por todas partes, se agacha y le
abre las piernas ampliamente, coloca su cara entre ellas y continúa su sesión
de besos en esa zona. La otra mujer está disfrutando sin lugar a duda, tiene
sus manos en el pelo de la otra chica mientras balancea sus caderas. Sacudo
la cabeza y aparto la mirada, intento concentrarme en aclarar mi pelo, pero
los gemidos cada vez son más audibles y no puedo evitar volver a mirar.
La chica que está recibiendo el oral de su vida abre los ojos y gira su
cabeza, mirándome.
Me pongo rojo y aparto la mirada. Dios, parezco toda una voyeur.
—¿Quieres unirte? —pregunta con la voz crispada por el deseo.
Entiendo que se refiere a mí, porque no hay nadie más.
Que considera es la gente del club.
Cojo la toalla y me envuelvo en ella.
—No, muchas gracias —respondo nerviosa.
—¿Seguro? Te gustaba lo que veías
—Eh... estoy bien —aseguro pasando rápidamente por allí y yendo hacia
mi taquilla.
Me seco a una velocidad que supera las leyes de la física y me lanzo a mi
ropa, en cuestión de segundo estoy completamente vestida y salgo del
vestuario como si me persiguiera el mismísimo diablo.
Camino de vuelta a la recepción y dejo la pulsera. Salgo y noto de golpe
el contraste de temperaturas, mi pelo, todavía húmedo por la ducha, hace que
aumente mi sensación de frío.
Rebusco las llaves de mi coche y cuando levanto la mirada se me caen al
suelo.
Me agacho, temblando, para recogerlas. Siento un escalofrío mientras
miro lo que le han hecho a mi coche. Tiene las ruedas pinchadas, el parabrisas
está destrozado y la palabra ZORRA está escrita en las puertas laterales.
Obviamente, no es algo casual, parece totalmente intencionado, como si
la persona que lo hubiera hecho supiera que ese es mi vehículo.

202
22. NO BODY, NO CRIME
La primera persona que viene a mi cabeza es Nathan, y me estremezco
solo de pensar en él cerca de aquí. O de mí en general.
Cojo el móvil con manos temblorosas y busco el número de la grúa entre
mis contactos.
Realmente no sé qué hacer, dudo entre avisar a la policía, realmente no
puedo demostrar nada. No hay culpables, ni sospechosos. Una mano se posa
en mi hombro y me congelo.
—¿Ese es tu coche? —La voz de Kaden me tranquiliza de golpe.
Me doy la vuelta para mirarlo y veo su ceño fruncido.
—O lo que queda de el —murmuro intentando contener las lágrimas de
impotencia.
—¿Quién...? —Tira el cigarrillo que tenía en la boca y cierra los puños
con fuerza—. ¿El capullo de tu ex?
Admito que el tono que utiliza me pone los pelos de punta.
—¿Por qué crees que ha sido él?
—Lo he pillado merodeando fuera de Mala un par de veces, creí haberle
dejado claro que no volviera por aquí.
«¿Qué? ¿Nathan había estado por aquí y Kaden se había encarado con él?»
—¿Por qué no me habías dicho nada?
—¿Por qué querías que te preocupara? Lo tengo controlado.
Miro mi coche destrozado y pienso en los mensajes extraños.
—No estoy tan segura.
—Voy a llamar a la policía —Me avisa sacando su teléfono.
—¡No! —lo interrumpo apresuradamente—. Yo me encargaré de esto.
Lo último que quiero es tener algún encaramiento con él o algo. No estoy
preparada. No después de esto. No cuando ni siquiera sé si es el autor de
esto. No cuando solo pensar estar frente a él me hace querer desaparecer.
Agacho la mirada.
—Yo solo… ¿me puedes acercar a casa?
Después de todo, no sé si hago bien pidiéndole que me lleve a casa. Tal
vez debería pedírselo a Devan cuando acabe su turno.
—Claro —asegura con rapidez—, vamos.
—¿No tienes que volver al trabajo?
—Por hoy no.
Le doy una mirada extraña, pero le sigo hasta su moto y cuando me pasa
el casco siento que el ambiente está ligeramente tenso entre nosotros. Cuando
arranca moto me subo en la parte trasera y me agarro a los laterales, pero él

203
coge mis manos y me obliga a rodear su cintura con ellas. Suspiro, dejando
salir el aire que estoy conteniendo y apoyo mi cabeza en su espalda.
Cierro los ojos, mi cuerpo tiembla ligeramente, no por el frío, si no por el
miedo que me infunda Nathan.
«¿Hasta dónde está dispuesto a llegar? ¿Ni siquiera lo he denunciado y ya
está destrozando mi coche? Eso asumiendo que haya sido él, pero si no ha
sido él... ¿quién más podría haber hecho algo así?»
Zorra. No es un mensaje al azar.
Aprieto con más fuerza mis brazos alrededor de Kaden y él acaricia
suavemente mi rodilla mientras esperamos en un semáforo.
Cuando abro mis ojos me doy cuenta de que este no es el camino que
conduce a mi casa.
—¡¿Qué estás haciendo?! ¡Por aquí no es! —le grito a través del casco para
que pueda oírme.
—¡Lo sé! —responde.
Miro a mi alrededor y caigo en cuenta de que me está llevando a su casa.
«Maldito Kaden que hace lo que le da la gana».
Cuando llegamos me bajo de un salto de la moto, perdiendo el equilibrio.
No me como el suelo de milagro, y porque Kaden extiende su brazo para
sostenerme.
—Esta no es mi casa, Kaden —resoplo, irguiéndome.
—Créeme que lo sé.
Me cruzo de brazos.
—¿Y no puedes llevarme a casa? —pregunto, ligeramente indignada.
Parece divertirle mi reacción, lo que hace que me cabree un poquito más.
—No —dice con una sonrisa.
—Genial, pues pediré un Uber que me saldrá carísimo porque vives en el
culo del mundo —digo rebuscando mi teléfono en el bolso.
—No vas a pedir un Uber, te quedas conmigo.
—No.
—Sí.
—No.
—Sí.
—No.
—Sí.
—¿Piensas estar así todo el rato?
—Tú dirás.
—Kaden, debo ir a casa, no creo que dormir contigo.
—¿Quién ha hablado de dormir?
—Pediré un Uber —aseguro, sacando mi teléfono.

204
Kaden da dos zancadas y se agacha cogiéndome por las piernas y colo-
cándome encima de su hombro.
«Hola, trasero sexy».
—¿Qué haces? —pregunto colgada bocabajo.
—Raptarte —responde palmeando suavemente mi trasero.
—Kaden, no tiene gracia.
Siento como la gravedad actúa concentrando toda la sangre en mi cabeza.
—Yo me lo estoy pasando muy bien —admite.
Me lleva hasta su casa y una vez dentro me suelta en el suelo.
—El secuestro es ilegal, ¿lo sabes?
—Una condena más, una menos…—responde mostrando sus dientes en
su estúpida sonrisa encantadora—, ¿Por qué estás tan enfadada?
—¿En serio lo preguntas? —me cruzo de brazos de nuevo.
—"¿Ella puede hacer lo que quiera con quién quiera, pero no delante de
mis narices?"—le imito—. Por no hablar de todos los numeritos de celos
posteriores. ¿Qué pasa con las normas Kaden? ¿Ya no existen y no me he
enterado?
No sé porque le reclamo nada cuando soy la primera que siente celos.
—Tal vez deberíamos replantearlas.
¿Qué diablos significa eso? Mi corazón empieza a bombear con más
rapidez.
—¿Ya no puedo acostarme con quién quiera?
—Sí, pero intenta no restregármelo en la cara.
—¿Por qué? ¿Devan tenía razón? ¿Crees que nadie más aparte de ti puede
darme placer? Ah, pero eso no se aplica a la inversa, ¿cierto?
—¿Me has visto con cualquier mujer?
—No, pero...
Alza sus cejas como diciendo que ha ganado el discurso.
—¿Entonces “nada de celos, no somos exclusivos, si me gusta o te gusta
alguien siéntete libre de hacer, al igual que yo, lo que te plazca" se convierte
en puedes acostarte con quién quieras, pero con discreción? —pregunto.
—Sí.
Su afirmación suena falsa, como si tampoco estuviera de acuerdo con la
idea. ¿Qué es lo que tanto le molesta?
—Kaden...tu...
—¿Qué?
—No estarás rompiendo la primera norma, ¿no?
Me mira sorprendido por unos segundos y luego niega con la cabeza.
—No, claro que no —aclara su garganta.
—Bien —respondo pasándome la mano por el pelo.

205
—Pero ¿te tienes que tirar a Andrew? —dice haciendo una mueca.
—Yo...
—Puede ser cualquier persona. Cualquier persona, Juls, pero no Andrew.
—¿Por qué no?
—Porque es como mi hermano, no lo hagas.
—Ha sido cosa de una vez.
«Creo».
—¿Segura?
«No».
—Sí.
—De acuerdo. ¿Quieres tomar algo?
—Sinceramente, estoy tan cansada que solo tengo ganas de dormir,
Kaden.
—Acuéstate en mi cama entonces, puedes coger algo de mi armario.
—¿No vienes?—pregunto inclinando la cabeza.
—Esperaré a que te duermas, no creo que pueda mantener las manos
quietas en una cama en la que sé que estás despierta.
Trago con fuerza antes sus palabras y asiento. Le tengo ganas, y me tiene
ganas, pero el orgullo ahora mismo es superior.
—Descansa, Julliet.
—Buenas noches, Kaden.

Unas sacudidas me sacan de la horrible pesadilla, me incorporo de golpe


observando mi alrededor. Mi pecho sube y baja con rapidez, noto mi frente
pegajosa por el sudor y mis mejillas están inundadas por lágrimas.
Estoy desconcertada, me cuesta varios segundos darme cuenta de que
estoy en la habitación de Kaden, él está a mi lado, mirándome intensamente,
su frente tiene pequeñas arrugas de preocupación.
—¿Qué diablos estaban soñando, Julliet? —pregunta con la voz medio
adormilada.
—Yo...no lo recuerdo.
Tengo una mala sensación, no sé qué he soñado, pero sé que no era
agradable.
—Estabas gritando y llorando —sus hombros están completamente
tensos.
Recojo mi pelo con una mano para sentir un poco de aire fresco en mi
nuca.

206
—Bueno, pues ya no lo recuerdo.
—¿Estás segura? —pregunta entrecerrando sus ojos.
—Sí.
Kaden suspira y se recuesta de nuevo. Lo miro de reojo y veo que tiene la
mirada clavada en el techo.
—¿Me tienes miedo, Julliet?
Sus palabras me sorprenden por completo.
—¿Qué? —pregunto confusa.
Gira su cara y me mira fijamente.
—Estabas gritándome que no lo hiciera.
Me remuevo incómoda y salgo de la cama.
—No. No te tengo miedo. Y ya te he dicho que no sé qué he soñado —
contesto haciendo una mueca.
—Julliet...
—Déjalo estar Kaden...necesito...necesito lavarme la cara —me excuso
caminando descalza hacía su baño.
Miro mi reflejo en el espejo, mis ojos están enrojecidos y tengo ojeras por
la falta de sueño. No duermo bien desde… Ni recuerdo cuando.
Abro el grifo y me paso agua varias veces por la cara, no quiero pensar en
lo que estaba soñando. No quiero que me afecte tanto el tema. Es una
tontería. Ni siquiera llegó a pasar nada. Nunca me había sentido tan
vulnerable e indefensa en mi vida.
Me seco la cara y las manos y vuelvo a la habitación de Kaden, él sigue
recostado, pero no se ha vuelto a dormir.
Camino hasta el otro extremo de la cama y me acuesto a una distancia
prudencial, Kaden estira el brazo y me acerca a su lado, pasa su brazo por mi
cintura y enredada una de sus piernas con las mías. Me tenso unos segundos
y luego me relajo en sus brazos, nos quedamos en silencio y poco a poco
volvemos a dormirnos. Esta vez no tengo ninguna pesadilla.
La intensa y calurosa luz que se filtra por la ventana es lo que me hace
despertar esta vez.
Observo a Kaden, tiene los ojos cerrados y su cara transmite una paz que
cuesta apreciar usualmente en su rostro. Me tiene completamente presa de su
cuerpo, visto desde fuera nunca lo habría tomado por alguien que abraza
durmiendo, es tan tierno que me da hasta risa verlo así.
—¿Te estás burlando de mí? —pregunta con los ojos todavía cerrados.
Me tenso al ser pillada y muerdo mi labio inferior.
Cuando abre sus ojos su mirada se desvía rápidamente a mi labio.
—Nueva norma, ese labio solo puedo morderlo yo, cada vez que te vea
haciéndolo, te follaré hasta que lo recuerdes —gruñe apretando sus dedos en

207
mi cintura.
Te echaba de menos, Papi Grey.
Sus palabras causan un efecto agradable en algunas zonas concretas de mi
cuerpo.
—¿Qué?
Kaden se estira y me besa con fuerza. Antes de separarse atrapa mi labio
inferior con sus dientes y estira de el.
Acaricia mi cara con las yemas de su dedo y procede a bajar, dibujando
una línea invisible en mi cuello, se inclina y su lengua hace el mismo recorrido
que acaba de hacer su dedo.
Me estremezco placenteramente y me muevo, buscando la sensación de
estar más cerca de él. Kaden me coge de la cintura con sus manos y en rápido
movimiento me voltea sentándome encima suyo. Nuestras caderas quedan
íntimamente unidas, lo único que las separa es nuestra ropa interior.
Quiere que tome el control, y para qué negarlo, me apetece tomarlo un
rato, no nos lleva mucho tiempo alcanzar el clímax.
—Esta sí que es una buena forma de empezar el día —asegura girando su
cabeza hacía mí con una sonrisa de autosuficiencia—. ¿Tienes hambre?
Es tan malditamente encantador que molesta a la vista.
—Un poco —admito, la actividad física con Kaden siempre me tiene
hambrienta.
—Iré a preparar algo de comer entonces, ¿quieres darte una ducha?
Puedes coger mi ropa —me dice mientras se pone en pie.
Recorro con mis ojos su cuerpo desnudo.
No es justo que alguien luzca así de bien.
—¿Disfrutando de las vistas? —me pregunta con una sonrisa arrogante
sacándome de mi ensoñación.
—No te lo tengas tan creído—resoplo mintiendo.
Me pongo de pie yo también y camino, desnuda, por su cuarto.
Cuando llego hasta el baño de su habitación me paro en el marco de la
puerta y me giro, veo que tiene su mirada pegada en mi trasero, levanto una
ceja y se encoge de hombros.
—Yo sí que disfruto de las vistas. —Sonríe.
Inclino mi cabeza a un lado y le devuelvo la sonrisa.
—¿No quieres unirte a la ducha? —le pregunto.
—Creo que nunca podré rechazar esa propuesta —responde siguiéndome
hasta el baño.

208
—¿Por qué no fumas dentro de tu casa? —le pregunto cuando entra de
nuevo, llevo cinco minutos mirando a través de la gran cristalera como fuma
en el exterior.
Estoy sentada en su sofá con un libro en mi regazo. Nuestra maratón de
sexo ha culminado después de comer, donde Kaden ha decidido que yo era
su postre. Este es el primer momento del día en que no estamos
arrancándonos la ropa.
—Porque sé que te molesta el olor —responde con sencillez.
—¿Eh?
—Cada vez que me ves con un cigarro en la boca arrugas un poco la nariz.
Malditamente observador.
—No me importa —miento.
Una sonrisa ladeada aparece en la boca de Kaden.
—Mentir no es una de tus cualidades, nena.
Me cruzo de brazos, ligeramente indignada por su actitud de «te conozco
tan bien».
—¿Y cuáles son mis cualidades? —pregunto, retándolo.
Su ceja se alza con diversión.
—¿Quieres que te las numere?
Asiento.
—Tienes un gran sentido del humor —me dice sonriente—, tus ojos son
lo más increíble del mundo, te mueves con una seguridad que te hace ver
muy sexy y confiada, tu rostro inocente es capaz de hacer perder la cabeza a
cualquier persona. La palabra hermosa se queda corta contigo, nena.
He dejado de respirar hace unos segundos, no parece estar bromeando.
—Y nunca he visto a nadie bailar como tú, el mundo debería poder
disfrutar del arte que creas con tu cuerpo —termina.
Sus palabras me conmocionan.
—Kaden...
Se inclina y coloca sus brazos a mi alrededor.
—No rompería mi norma principal por nadie Juls, pero...tu belleza sedujo
mis ojos —enfatiza.
Sonrío.
—Sin duda estás hecho todo un Romeo —bromeo empujando su pecho.
—Hasta ahora nunca había tenido a mi propia Julieta.
Alerta roja.
—Estoy segura de que usar frases literarias de los romances más clásicos
de la historia te ha conseguido muchos polvos.
Kaden sonríe con arrogancia.

209
—Como ya te dije la noche que te conocí nunca he necesitado líneas,
nena.
Tira de mi sentándome en su regazo, acaricia mi cintura por debajo de su
camiseta y continúa ascendiendo por mi espalda, me agacho y busco sus
labios con los míos.
Nos fundimos en un beso lento que altera mi pulso.
—Ding, dong —comenta una voz tras carraspear.
Me tenso en el regazo de Kaden y él suspira.
—Por lo menos esta vez estáis vestidos —dice Alec divertido.
Está ahí plantado con un pastel en las manos.
Me aparto del regazo de Kaden y estiro la camiseta, cubriendo mis muslos.
—¿Qué haces aquí Alec? —resopla con fastidio.
—Voy a ignorar tu tono y fingir que no me duele que te olvides de nuestra
cita porque Amy debe estar a punto de llegar.
Kaden se levanta de golpe.
«¿Amy? ¿Quién es Amy? ¿No era que Kaden no tenía más amigas?» Ahí
están los celos de nuevo.
—¡Joder! Lo había olvidado...
—No se lo digas a ella, la destrozarías. Por lo menos tendrás su regalo,
¿no? —pregunta dejando el pastel sobre la barra de la cocina.
—Sí —responde desapareciendo por el pasillo.
Alec me mira y alza una ceja.
—Así que la causa de su amnesia debes ser tú, ¿no? —asume con una gran
sonrisa.
—Yo no...
Alec se ríe.
—No sé qué estás haciendo con él, pero nunca lo había visto así de... —
Se calla cuando escuchamos los pasos de Kaden de nuevo.
Aparece con la bolsa de una tienda de zapatos muy cara.
—Espero que sean del color que quería —murmura Kaden dejando la
bolsa sobre la encimera.
El timbre suena y Alec se marcha para encargarse de abrir la puerta.
—¿Es la fiesta de alguien? —pregunto.
—Es el cumpleaños de Amy.
—¿Quién es Amy?
Kaden me mira con arrogancia.
—¿Por qué suenas celosa?
—No estoy celosa —me cruzo de brazos.
—Amy es la hermana pequeña de Alec —aclara con diversión.
«¿Pequeña? ¿Qué tan pequeña? Esa tienda de zapatos es para adultos, no

210
tienen zapatos de niña».
—Creo que debería irme a casa, pediré un Uber.
Camino hasta su cuarto y escucho los pasos de Kaden detrás de mí. Me
visto con rapidez, Kaden tiene los brazos cruzados y está recostado contra el
marco de su puerta mientras me mira.
—No hace falta que te vayas, Juls.
Estoy segura de que a esa tal Amy que no me conoce de nada le encantaría
tenerme en su cumpleaños, sí.
—Sí, tengo que acabar unos trabajos de la universidad y preparar el
examen de...
—Puedes quedarte.
—Kaden, me tengo que ir.
—No quiero que te vayas.
Levanto la mirada y nuestros ojos se encuentran, estoy desconcertada,
ilusionada, confusa, y siento tantas cosas a la vez que me aterra.
—Me lo he pasado muy bien hoy, pero debo volver a casa.
Kaden me mira, es como si mirara a través de mi alma. No me gusta. Me
siento expuesta y vulnerable, no quiero que vea lo que sea que muestro.
Suspira y asiente.
—Está bien, puedes llevarte mi coche si quieres, no hace falta que pidas
un Uber.
—¿Qué?
—Yo casi siempre utilizo la moto, y tu necesitas un transporte de forma
temporal, ¿no? No me importa que te lo lleves, tengo otro en el garaje.
—Kaden, ¿me estás ofreciendo tu coche?
Una sonrisa ladeada aparece en su boca.
—Eso parece.
—¿No te parece un poco alocado?
—Sé dónde vives, siempre podría arreglar cuentas contigo. —Sonríe con
diversión.
—Uhm...es muy amable por tu parte, pero no puedo aceptar tu oferta.
—¿Por qué no?
—Porque es demasiado.
—Bueno necesitas ir a la universidad y moverte por la ciudad, ¿no? —
pregunta evidenciando mi situación.
Sopeso mis opciones. Sí, no tener transporte va a ser una mierda.
—Los amigos se hacen favores, ¿no? —continúa insistiendo.
Esta vez, cuando dice la palabra amigos, suena muy diferente.
—Kaden...
—Si no te vas a quedar, al menos llévate el coche, Juls, necesito saber que

211
tienes transporte si lo necesitas, y mantén tu teléfono cargado y contigo todo
el tiempo, después de lo de anoche no me gusta la idea de que estés sola.
A mí tampoco.
—¿Algo más? —le digo con una sonrisa temblorosa.
—Avísame si pasa cualquier cosa. —Su rostro se vuelve serio ahora.
Caminamos hasta la entrada y allí veo a la tal Amy. Es guapísima, como
Alec. Solo necesito un segundo para saber que está totalmente colada por
Kaden. Su rostro pasa de la completa felicidad a la absoluta repulsión cuando
me ve.
—¿Quién es esta y qué hace aquí? —pregunta disgustada.
—¡Amy! —exclama Alec.
—Su nombre es Julliet, Amy —resopla Kaden enarcando una ceja.
—Perdón, ¿qué hace Julliet aquí? —suena más que molesta.
—Yo ya me iba. Ehm...feliz cumpleaños —murmuro pasando rápido por
la puerta.
Kaden me coge del brazo, impidiendo que me vaya.
—Te dejabas las llaves —dice colocando las llaves en la palma de mi
mano.
—¿Le dejas tu coche? —pregunta Alec boquiabierto.
—Kaden...
—Ya hemos hablado de esto Juls.
—Está bien —suspiro.
—Cualquier cosa me llamas, lo digo enserio.
—Gracias.
—Adiós, Juls.
—Adiós, Kaden. —Miro por encima de su hombro los rostros
asombrados de Alec y Amy—. Adiós.
Localizo el coche de Kaden y entro, su olor está por todos lados y me
encanta. Recoloco los espejos y el asiento a mi altura y arranco. La música
suena en cuanto se enciende el coche, asustándome, muevo la mano y la
aflojo un poco, pero no la apago.
Estoy disfrutando del trayecto de vuelta hasta que pienso en mi coche
destrozado. Kaden consigue que me olvide de todo, pero ahora que no estoy
distraída con él es inevitable que piense en todo.
Cuando paro en el semáforo la luz del atardecer es tan intensa que me
molesta a los ojos, busco en la guantera a ver si tiene unas gafas de sol y algo
se cae. Los coches que están esperando detrás de mí empiezan a pitar y me
veo obligada a continuar. Al cabo de un rato aparco delante de mi casa y me
agacho para buscar lo que he tirado.
Miro la fotografía que tengo en mis manos y algo en mi interior se encoge.

212
Un Kaden mucho más joven tiene los brazos alrededor de la cintura de
una chica guapísima que le está besando la mejilla. ¿Una antigua novia?
Es un rostro familiar, demasiado familiar.
Es la chica del restaurante, con la que choqué cuando se estropeó mi
teléfono. Después de eso Kaden no me habló durante semanas. No puede
ser coincidencia. La meto en la guantera como si quemara en mis manos,
sacudo la cabeza y salgo del coche.
Cuando entro en casa me da la sensación de que algo extraño sucede.
Camino hasta el comedor y mi corazón late con fuerza cuando veo cristales
por todos lados, hay una piedra que parece ser la causante de haber roto el
cristal del comedor. Me pongo frenética a medida que me acerco.
Me agacho y cojo el papel que envuelve la piedra. Mis ojos leen las
palabras que están escritas en la hoja.

"Nadie creerá a una zorra como tú".

213
23. EARNED IT
Es un simple papel arrugado, pero en mis manos lo siento como si pesara
toneladas. El mensaje está escrito a ordenador, por lo que no puedo
identificar la caligrafía, una parte de mí, grita que esto es obra de Nathan,
pero una vez más no sé cómo demostrarlo. Es como si tuviera varias partes
de un rompecabezas que no puedo probar ni unir.
Mi teléfono empieza a sonar y me sobresalto.
Camino con cautela hasta mi bolso y mis manos sacan el pequeño aparato
electrónico con temor, el aviso de que tengo una videollamada entrante de
Devan me tranquiliza, en parte.
Cuando deslizo y acepto la llamada veo a un Devan muy sonriente al otro
lado de la pantalla, su rostro cambia cuando me ve y frunce el ceño.
—¿Qué pasa, Julliet?
Si Devan me está llamando por mi nombre es que debo tener una
expresión horrible en la cara.
—Yo... —digo mordiendo mi labio.
—¿Qué sucede? —pregunta, su tono denota inquietud.
Giro la cámara del teléfono y le enseño el papel junto al estropicio
formado.
—Dime, por favor, que ya has llamado a la policía. ¿Estás sola? ¿Voy hacia
allí? ¿Hay alguien contigo?
—Devan...
Giro de nuevo la cámara y veo su rostro teñido por la preocupación.
—Julliet, por favor.
—¿Si llamo a la policía que les digo?
Tengo miedo. Ya no solo por mí, la amenaza del correo iba dirigida a
Devan también, no quiero que nada de esto le involucre a él. Es tan bueno.
No merece nada de esto.
—¿Qué algún psicópata está dejándote mensajes escalofriantes
rompiendo tu ventana? —dice con obviedad—. Y que probablemente sea tu
ex, el cuál abu…
Se calla a mitad de la oración cuando las lágrimas empiezan a rodar por
mis mejillas.
—Al menos fotografíalo, Julliet. Haz fotos de todo y envíamelas para que
tengamos las pruebas los dos. Y sal de ahí ya, por favor.
—Está bien.
—¿Estabas en casa cuando ha pasado? ¿Entiendes que eso podría haberte
golpeado? —Suena más frustrado a medida que habla y me siento mal por él.

214
—No, acabo de llegar. No sé cuándo ha sido —explico limpiándome el
rostro con el dorsal de la mano.
—No duermas ahí. Y deberías instalar una alarma o algo. Tengo turno de
noche en el hospital, pero puedes dormir en mi apartamento si quieres.
Ahora mismo tengo la opción de llamar a Kaden e ir a su casa o ir al
apartamento vacío de Devan. Una parte de mí se muere por ir con Kaden,
pero no sé si todavía estará con sus amigos.
—Te está saliendo humo de la cabeza, ¿a qué le das tantas vueltas?
Las palabras de Kaden recordándome que lo avisará si sucedía cualquier
cosa resuenan en mi cabeza.
«¿Debería decírselo?»
—Kaden me ha ofrecido ir a su casa antes.
—Bueno, si las opciones son estar con Kaden o quedarte en mi triste
apartamento vacío tengo muy claro que vas a escoger.
—Lo llamaré... a ver si le parece bien.
—Envíame un mensaje cuando sepas algo, para quedarme más tranquilo.
Asiento y terminamos la llamada.
Busco entre contactos el número de Kaden y al llamar voy directa al
buzón de voz tras el primer timbre. «¿Me ha colgado?»
Pruebo de nuevo y decido que si no responde iré a casa de Devan.
Un timbre, dos timbres, tres...
—¿Qué quieres? —me responde con fastidio la voz de Amy.
De fondo escucho a un borracho Kaden cantando 4 minutes de Madonna
a dueto con, lo que asumo, un Alec borracho también.
—Hola... —Muerdo mi labio con inseguridad—. Soy Julliet, quería...
—Lo sé, tiene tu número guardado. —Me interrumpe en un gruñido.
—Me gustaría hablar con Kaden, por favor.
—¿No has estropeado mi cumpleaños suficiente, ya? Déjanos tranquilos
que por aquí nos lo estamos pasa... —Su voz se corta y escucho como discute
brevemente con Kaden.
—¿Juls? —pregunta Kaden borracho.
Creo que se ha ido a otra habitación porque ya no escucho el ruido de
fondo.
—Disculpa Kaden, no quería molestar... —Me arrepiento de llamar tras
la conversación con Amy.
—Tú nunca molestas, Juls —dice arrastrando las palabras.
—No, no, disculpa...
—¿Quieres venir?—pregunta, esperanzado—. Quiero verte bailar de
nuevo, tenemos música y yo quiero verte bailar de nuevo. Tú eres...cuando
bailas... quiero verte bailar de nuevo. ¿Estoy diciendo eso mucho? Es que

215
quiero verte bailar de nuevo.
Me rio por lo bajo. Kaden borracho es bastante adorable.
—Me encanta escucharte reír —murmura.
Mi corazón se acelera con sus palabras y por unos segundos, olvido todas
mis preocupaciones.
—Si estáis todavía en la fiesta de Amy no creo que deba ir.
—Quieres venir, ¿verdad? Por eso me llamabas. —Casi puedo ver su
sonrisa arrogante a distancia—. Oh... espera, ¿ha pasado algo? —Pese a que
sigue borracho se detecta un atisbo de alteración en su tono de voz.
No sé qué me impulsa a mentirle, pero después de lo de anoche no quiero
que se preocupe más. No quiero tener a todo el mundo preocupado.
—No, solo quería verte.
Kaden suspira con alivio.
—Yo también soy adicto a ti, nena. —Se ríe.
—No he dicho que sea adicta a ti —me burlo con una risita.
«Pero lo soy».
—Después de follar cinco veces hoy o… ¿han sido seis? Si quieres verme
de nuevo es que eres totalmente adicta a mí —dice con orgullo.
—¿Cuánto has bebido, Kaden?
—Lo suficiente para hacer duetos con Alec de canciones de los ochenta,
pero no lo bastante como para no acordarme mañana. ¿Entonces vienes ya?
—pregunta ligeramente ansioso.
—Sí, cogeré las cosas para la universidad y voy para allí.
—Estupendo, maravilloso, genial.
Kaden borracho es un Kaden totalmente diferente.
—Estaré allí en media hora —comento mordiendo mi labio.
—¿Te estás mordiendo el labio? —pregunta con un medio gruñido.
—No —miento.
—No me mientas Juls, creí que había dejado claro que ese labio solo lo
puedo morder yo.
—Supongo que tendrás que hacer algo al respecto, ¿no? —pregunto con
voz traviesa.
Kaden gruñe y mi interior se contrae con anticipación.
—Apuesta ese lindo trasero a que haré algo al respecto—promete—Nos
vemos, nena.
—Adiós, Kaden.
Cuelgo el teléfono y suspiro. Kaden tiene la capacidad de hacerme olvidar
todo. Da igual que mi vida se esté derrumbando a mi alrededor, estar con él
es todo lo que necesito.
«Es una vía de escape. Mi vía de escape».

216
Subo a mi cuarto y me deshago de toda la ropa que llevo, cojo algo del
armario para ir mañana directa a la universidad y la falda colgada en la percha
parece burlarse de mí. Mañana veré al Sr. Henderson. Sacudo la cabeza
librándome de los pensamientos fantasiosos que la invaden y meto varias
cosas en mi bolsa.
Cuando bajo al piso inferior busco una lámina metálica. Mi padre siempre
había tenido varias para cuando había lluvias torrenciales, de ese modo se
aseguraba de que no se filtrara agua.
Hago varias fotos del desastre y se las mando a Devan, le informo de que
pasaré la noche con Kaden. Encajo la lámina en la ventana y la aseguro con
clips laterales. Nunca me había sentido así de insegura en mi propia casa, y es
una mierda, la verdad.
Cuando me meto en el coche de Kaden siento el impulso de mirar de
nuevo la foto, mi vena curiosa y entrometida es un monstruo insaciable de
cotilleo. Intento luchar contra ella, pero me acaba ganando y saco de nuevo
la fotografía de la guantera, la analizo detalladamente y no me gusta lo que
me hace sentir.
Kaden debe tener unos diez años menos en la foto, y la chica parece
rondar su edad. Su cara está seria, parece que la expresión sea forzada, sin
embargo, la chica que besa su mejilla rebosa felicidad. Kaden tiene los brazos
alrededor de su cintura y ella está entremedio de sus piernas.
El fondo de la fotografía me resulta ligeramente familiar, lo observo un
rato hasta que me doy cuenta de que es mi universidad. ¿Kaden ha estudiado
allí también?
Meto de nuevo la fotografía donde estaba e intento dejarle de dar vueltas
al asunto.
«¿Esa chica era su novia? Parecen pareja en la foto... ¿qué pasó con ella?
¿La seguirá viendo? ¿Por qué guarda la foto?»
Estoy tan sumergida en mis pensamientos que el trayecto a casa de Kaden
se me hace corto.
Pico a su puerta nerviosa, la sensación de ver a Amy me produce
malestar. Para mi suerte, cuando Kaden abre la puerta, observo que no hay
signos de que sigan allí.
—Hola, nena —sonríe. Sí, definitivamente huele a vodka.
—¿Estás solo?
—Afirmativo —dice tirando de mi brazo mientras con la otra mano cierra
la puerta.
Me coge de la cara y me besa de una forma que hace que mis rodillas
tiemblen.
Cuando se separa tengo la cara roja y respiro de forma acelerada.

217
—¿Entonces vas a bailar para mí? —pregunta con una sonrisa traviesa—
. Estoy pensando seriamente en poner una barra para que puedas practicar,
además sería una excusa perfecta para que vinieras más.
Empiezo a pensar que los efectos del alcohol hacen que no tenga filtro a
la hora de hablar. Me rio y empujo suavemente su pecho.
—¿Quién dice que practicaría aquí? Siempre puedo bailar en el club, ¿no?
Traga con fuerza y su mirada se ensombrece.
—Joder... estuviste... necesito ver eso de nuevo.
—Tú dame una copa, y yo a cambio bailaré para ti, un trato justo, ¿no?
Kaden asiente, y rápidamente me prepara lo que sea, ni me importa, solo
quiero olvidarme de todo con el alcohol, estar con él y perderme en su
cuerpo. Una sonrisa victoriosa se desliza por mis labios cuando termino de
un trago la bebida.
—Pues esta es tu noche de suerte —le digo cogiéndole del brazo.
Lo guío hasta su habitación y una vez estamos allí lo empujo contra su
cama.
Kaden me mira como si fuera un maldito premio de lotería mientras se
incorpora clavando los codos en su cama.
Busco en mi teléfono una canción que va perfecta para el
momento, Earned It de The Weeknd. La pongo en modo bucle mientras
agradezco mentalmente que Lexie me hiciera ver la película de Cincuenta
sombras de Grey con ella porque de otro modo no tendría canción sexy de
baile.
Lexie.
Por un segundo todo se arruina de nuevo, sigo sin saber nada de ella y el
nudo en mi estómago tira, sobre todo después de lo que está pasando. Tengo
que hablar con ella.
—¿Pasa algo, Juls?
Sacudo la cabeza, volviendo al presente. Kaden me mira expectante. No
es momento de pensar en nada, es momento de olvidarse de todo.
Dejo la bolsa y el teléfono encima de la cómoda y me giro para mirar a
Kaden.
El bulto de su entrepierna empieza a hacerse visible y muerdo mi labio
deliberadamente.
Coloco un pie sobre mi otro talón y tiro del zapato, repito la misma acción
con el otro pie y me quedo descalza.
Empiezo a bailar lentamente al compás de la música y Kaden me mira
como si estuviera hipnotizado. Llevo las manos al dobladillo de mi camiseta
y la subo lentamente, me giro y lo escucho gemir por lo bajo.
Tiro de la camiseta y la dejo caer al suelo. Llevo un corsé negro que nunca

218
me había puesto en la vida, Lexie decidió regalármelo, pero hasta ahora no
había querido utilizarlo.
Cuando me doy la vuelta de nuevo, Kaden abre ampliamente sus ojos y
me devora con ellos. Mis pechos quedan completamente realzados por el
corsé y prácticamente están fuera.
Me llevo las manos desde la cadera hasta la curva de mis pechos, con la
yema de mis dedos acaricio la carne que queda expuesta de mis pechos y
Kaden traga con fuerza.
Bajo las manos a mis pantalones mientras continúo con mi baile,
desabrocho el botón y bajo la cremallera, hago un ademán de bajarlos, pero
simplemente los deslizo un poco.
Deshago la cola que ata mi pelo y este cae en ondas por mi espalda, muevo
mi cuello en un lento círculo mientras entrecierro mis ojos.
Me doy la vuelta de nuevo y me inclino hacia adelante mientras bajo mis
pantalones. Kaden tiene una imagen en primera plana de mi trasero
únicamente tapado por un pequeño tanga negro.
—Joder... me estás matando —murmura.
Sonrío con autosuficiencia y me enderezo de nuevo. Bailo hasta que la
canción termina, cuando acaba y vuelve a sonar camino hasta la cama, me
pongo de rodillas y me subo a su regazo.
Me froto contra él mientras continúo bailando sobre su regazo. Sus manos
se mueven hasta los corchetes de mi corsé y las paro.
—Shhh, el baile no ha terminado.
Lo torturo un poco más hasta que mi humedad empieza a filtrarse por mi
ropa interior.
Llega un punto en que no puede más y agarra las mejillas expuestas de mi
trasero con fuerza mientras yo continúo moliéndolo.
—Necesito estar dentro de ti —murmura perdido en el deseo.
Me levanta un poco las caderas y se baja de un tirón el pantalón llevándose
la ropa interior con él. La urgencia del momento es palpable y no se molesta
ni en quitar mi ropa interior, simplemente la desliza a un lado mientras guía
mis caderas hacia abajo.
—Kaden —gimo cuando lo tengo completamente dentro.
—Muévete, nena —ordena, sus manos buscan y tiran del corsé, liberando
mis pechos.
Subo y bajo al mismo tiempo que hago círculos con mis caderas, la
sensación es tan placentera que me abruma.
Hundo mis manos en su pelo mientras me inclino para besar su boca con
desesperación, nuestros labios chocan con fuerza haciéndome temblar de
satisfacción.

219
Sus manos juegan con mis pezones y amasa mis pechos, mis ojos se
cierran, disfrutando de la sensación que me proporciona.
Me muevo cada vez más rápido, la ropa interior empiezo a molestarme,
pero el momento hace que sea incapaz de hacer otra cosa que no sea montar
a Kaden.
Él se da cuenta y baja sus manos, escucho un crujido y lo miro con
asombro.
—¿Acabas de romper mi tanga? —pregunto boquiabierta.
—Te compraré uno nuevo —asegura mientras su mano se mueve a ese
punto que me vuelve loca.
Empieza a acariciarme y mi cabeza da vueltas. La tensión se acumula en
mi cuerpo y mi respiración se vuelve superficial a medida que me acerco al
orgasmo.
—Si continúas haciendo eso no voy a aguantar mucho —protesto
sintiendo al límite.
—Yo también estoy cerca...ese baile ha sido...joder —gruñe—, acaba
conmigo, nena.
Lo miro y noto lo pulsátil que se siente en mi interior, mis dedos se clavan
en su espalda y me estremezco a su alrededor mientras me dejo ir. Kaden
mueve las caderas hacia arriba, vaciándose en mi interior.
Choco mi frente contra la suya, continuamos íntimamente unidos
mientras recuperamos el aliento. Me besa con suavidad, algo que no ha hecho
casi nunca hasta ahora. Siento mariposas en el estómago cuando acaricia con
su pulgar mi mejilla.
Me aparto y me muevo, sacándolo de mi interior.
—Me has dejado sin ropa interior para mañana.
—Siempre puedes llevarte uno de mis bóxers.
—Al final acabarás teniendo más ropa en mi casa que en la tuya.
Kaden se ríe mientras se incorpora y busco algo en su armario.
Me tira una de sus camisetas, me quito el corsé y la paso por mi cabeza,
quedando únicamente vestida con su camiseta.
Se coloca su ropa interior y vuelve a la cama.
Apaga la luz y pasa su brazo por mi cintura.
—¿Sigues borracho? —pregunto por lo bajo.
—No. ¿Y tú? Has bebido demasiado rápido.
Me rio y me giro para mirarlo. Tiene los ojos abiertos y nuestras miradas
se encuentran.
—Kaden... —empiezo a decir, pero me callo.
—¿Qué?
—No, nada.

220
—¿Qué quiere saber la curiosa Juls, ahora? —dice con burla.
—¿Cómo que la curiosa Juls?
—Eres una chismosa, has utilizado tu tono de voy a hacer una pregunta
indiscreta.
Frunzo mi frente y abro la boca indignada.
—No soy una chismosa.
—Sí, lo eres —se ríe.
—Qué no.
—¿No? ¿Entonces que ibas a decir?
—Te iba a decir buenas noches —miento dándome la vuelta.
—Ajá —murmura cogiéndome del brazo y colocándome debajo de él —
Va, pregúntame lo que quieras saber, te responderé con sinceridad.
Kaden espera pacientemente.
—¿Alguna vez has salido con alguien? —Quiero alimentar al monstruo.
Sus ojos se abren con asombro.
—¿Era eso lo que querías saber?
Asiento.
—No, no he salido con nadie.
Planteo mi pregunta de otro modo, tal vez no llegó a salir con esa chica,
pero si tenía sentimientos por ella.
—¿Y alguna vez te has enamorado?
Kaden sonríe y mi corazón deja de latir unos segundos. Se mueve,
librándome de sus brazos, y se sienta recostando su espalda contra el cabezal
de la cama.
—No, no creo que eso sea algo real —murmura por lo bajo.
—Estamos hablando de un sentimiento Kaden, no de Santa Claus...—
resoplo.
—Mira, reconozco que puedes encariñarte de alguien y la lujuria puede
llegar a ser una emoción intensa, pero de ahí al amor que te hace perder la
cabeza por la otra persona, el amor que se describe en los libros, no creo que
eso sea real.
—No me lo puedo creer. ¿Entonces nunca le has dicho a nadie que le
quieres? —pregunto recostándome sobre mi codo mientras lo miro.
—No —contesta con sencillez.
Entonces o me está mintiendo o nunca le dijo a la chica de la foto que la
quería.
Me despierto antes de que suene la alarma, Kaden continúa dormido por
lo que me aparto cuidadosamente de su lado.
Es muy temprano, quiero aprovechar para ir a ver a Lex antes de ir a la
universidad, me muevo de forma sigilosa por la casa de Kaden y le dejo una

221
nota de agradecimiento antes de marcharme.
No creo que mandarle un mensaje sea lo más adecuado, no después de
como dejamos las cosas. Ella entra a trabajar a las diez, así que estará en casa
si no ha pasado la noche en casa de algún tipo. Suele llevarlos a su casa, así
que dudo mucho no encontrarla allí.
Lo que definitivamente no me espero es la ambulancia que hay plantada
delante de su edificio. Me empiezo a alterar, pero no significa nada, no tiene
que ser por ella. Hasta que veo a la Sra. Coleman hecha un mar de lágrimas.
—¿Julliet?
—¿Sra. Coleman? ¿Qué? ¿Qué ha pasado?
Se tapa la boca, conteniendo los sollozos, y me empiezo a marear. No
puede pasarle nada a Lex, no, a ella no. Por favor, a Lex no.
—Lo ha vuelto a hacer—dice con la voz entrecortada.
Es entonces cuando la veo. La bajan dos sanitarios en una camilla, está
demasiado pálida y hay sangre por todos lados. Demasiada sangre. Y luce tan
pálida que parece que esté…
Me caigo de rodillas al suelo, rota por el dolor. Ella no haría esto de nuevo.
Estaba bien. No. A ella también no, no puedo perderla.
—Lex —susurro.
Es tonto, porque sé que ni puede oírme. Veo como la suben a la
ambulancia y se la llevan. Es como si reviviera mi propia ida. Pero de forma
externa, lo siguiente que hago es subirme al coche y perseguir a esa
ambulancia como si mi vida dependiera de ello.

222
24. MEET YOU IN HELL
Sé que Lexie no lo haría. Teníamos un pacto. Ambas salíamos de ahí, de
ningún modo volveríamos ahí sabiendo como nos trataron. Si el infierno
existía en la tierra, era en ese psiquiátrico, lo único que lo hizo llevadero fue
la presencia de la otra, sin Lex me hubiera acabado volviendo loca.
Seguramente seguiría internada. No tiene ningún sentido.
Es cierto que no sé nada de ella desde hace un par de meses. Nunca
habíamos estado tanto tiempo sin hablar, pero sé que Lex nunca se intentaría
suicidar de nuevo.
Las lágrimas no paran de empañar mis ojos y me dificultan la vista por la
carretera, es un milagro que no tenga un accidente de camino al hospital.
Mi cuerpo tiembla mientras cruzo las puertas de ese edificio que detesto
con todo mi ser.
La última vez que estuve aquí fue cuando desconectaron a Matt, por lo
que se hace muy duro volver a pisar este suelo.
Pico al botón del ascensor con insistencia y contengo las ganas de llorar.
Un par de enfermeras se suben al ascensor y cuchichean algo tras mirarme.
Siento como si se me fuera a salir el corazón del pecho mientras intento
localizar la sala de espera.
Me encuentro a la Sra. Coleman es un manojo lleno de nervios y lágrimas.
—¿Sra. Coleman? —mi voz suena temblorosa.
Ella alza la vista y se limpia las lágrimas derramadas de su mejilla.
—Oh, cielo...
Me acerco y se pone en pie, cuando estoy a poca distancia me envuelve
en un abrazo.
A diferencia de mi madre, la Sra. Coleman ha sido lo más parecido a
una figura materna que he conocido. Quizá un poco sobreprotectora, pero
mejor eso a pasar por completo de tu hija. Los padres de Lex están
divorciados, así que cuando llega el Sr. Rhimes, incluso en una situación como
esta, el ambiente se vuelve un poco incómodo.
—¿Qué se sabe? —le pregunta con dureza.
Él no parece tan afectado como la Sra. Coleman. Y a mí no me cae bien.
Es de la junta del psiquiátrico Heaven Care. Mejor conocido como Hell Care.
—La han suturado. Le están pasando varias transfusiones. Había perdido
mucha sangre. — Apenas logro entender lo que dice entre tanta histeria.
En parte, me alegro de que haya sido él quién lo pregunte, porque no me
atrevía a hacerlo, ni estaba segura de querer conocer la respuesta.
—¿Dónde está el psiquiatra de guardia? ¿Has hablado con él?

223
—Ni siquiera está despierta, Abel. No sabemos por qué ha pasado.
El padre de Lex me mira de ojo con recelo.
—Sí, porque nunca debió salir tan pronto de allí.
Sus palabras parecen un ataque directo hacia mí, pero no tiene ningún
sentido, los psiquiatras de Heaven son una mierda, si te dan el alta es casi el
equivalente a que te toque la lotería. Intentan retenerte el mayor tiempo
posible para inflarse los bolsillos de dinero, así que cuando nos dieron el alta
a ambas es porque realmente ya no podían aferrarse a nada, y es porque la
una a la otra nos dábamos las suficientes esperanzas como para intentar darle
un nuevo sentido a algo. Al menos con la presencia de la otra.
¿Esto era mi culpa? ¿Por haber discutido y acusado a Lex de ese modo?
El nudo de mi estómago hace que tenga náuseas.
La situación me hace sentir abrumada, despierta tantas emociones en mí
que desearía ser capaz de poder no sentir nada. Odio este hospital con todo
mi ser. Y aunque una parte de mí no lo quiera reconocer no solo odio estar
aquí por Matt, sí que he vuelto a estar aquí después de que lo desconectaran.
Justo cuando intenté quitarme mi propia vida, pero esa agonía, el trauma, me
mantiene la mente bloqueada.
Todavía puedo recordar perfectamente las sujeciones en mis brazos, en
mis piernas. Inmovilizándome por completo. Anulando mi libertad y
capacidad de decisión, dejándolo todo en manos de Nathan. El que decidió
meterme en ese infierno.
—¿Los familiares de la paciente Alexandra Rhimes? —pregunta alguien
vestido de blanco.
Tanto el padre de Lex como su madre se ponen en pie. Creo que llevo
mucho rato divagando en mis propios pensamientos. Dios, soy una amiga
terrible.
Quiero ir y escuchar lo que sea que le estén diciendo, pero sé que no es lo
más conveniente, y que la Sra. Coleman me dirá lo que me tenga que decir
cuando lo sea.
Mordisqueo mis uñas con desesperación, miro al techo, a mis alrededores,
intento controlar mi respiración porque sé que si sigo así acabaré necesitando
depender de esa maldita pastilla que odio para calmarme.
—Está bien, Julliet, está estable —me informa la madre de Lex, quién
tiene nuevas lágrimas recorriendo su rostro, seguramente de alivio. Me abraza
de nuevo, y se me parte el alma sintiendo sus sollozos en mi hombro.
Este amor tan incondicional por su hija, amor verdadero. Agradezco al
universo, a los sanitarios, y cada cosa que haya influido en que Lex esté bien,
pero por una milésima de segundo siento una punzada de celos. Nunca he
tenido esto y nunca lo tendré, y al momento me siento culpable por estar

224
pensado siquiera en esto.
¿Cómo puedo ser tan egoísta en una situación como esta?
Lex está bien, es lo único que importa. Lex, nada más.
—Julliet… tengo que hacerte una pregunta, y quiero, por favor, que seas
honesta. ¿Alexandra estaba tomando drogas? No te conviene ocultármelo, es
por su bienestar.
—¿Qué? —contesto, perpleja.
La Sra. Coleman me estudia con su mirada.
—En la analítica ha dado positivo en varias drogas.
—Lex no…
Hace meses que no hablo con ella, ¿y si había empezado a consumir
drogas? No, ella no haría eso. Aunque también la creía incapaz de acostarse
con Nathan. De repente, siento como si la imagen que tengo de Lexie en mi
cabeza se desdibujara por completo y el rostro de una desconocida ocupara
su lugar.
—No sé qué es lo que ha pasado, Sra. Coleman, pero nunca he visto a
Lex consumir drogas, nunca ha estado a favor de eso, las detesta.
Acaricia su hombro con su mano, preocupada.
—Lo sé, esa no es mi Lex. No entiendo nada, Julliet. Antes de ayer
hablamos, todo estaba bien, acababan de ascenderla, estaba tan contenta.
La noticia me encoge el corazón, me he estado perdiendo cosas por culpa
de él, está arruinando mi vida, y creo que no es desde ahora.
Mantienen a Lexie ligeramente sedada. Me dejan verla unos segundos, ha
recuperado un poco su tonalidad. Sus vendajes recubriendo sus brazos me
teletransportan a la imagen que tenía de ella cuando la conocí. Esto no me
cuadra en absoluto.
La suben a la planta de psiquiatría y la Sra. Coleman se queda con ella,
prácticamente me obliga a marcharme a casa y descansar. Quiero estar ahí
cuando despierte, pero solo puede quedarse una persona y obviamente es su
madre la que se queda, ella me asegura que me avisará en cuanto despierte.

Tengo que conducir hasta mi casa porque vienen a ponerme un sistema


de alarma. No sé si servirá de algo, y es algo costoso y mensual, pero por lo
menos graba y alerta a la policía ante cualquier situación de peligro.
Cuando llego al rellano de mi casa, a los pies de la puerta encuentro un
ramo de rosas negras. Trago con fuerza y miro a mis alrededores. Me agacho
lentamente y cuando lo recojo leo la nota que acompaña a las flores.

225
La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.
-Jorge Luis Borges

Espero que se recupere pronto, cariño.

Es el mismo tipo de letra, hago trizas la nota y la destrozo con toda mi


rabia las flores, machacándolas con furia hasta que mis dedos sangran por las
espinas que me clavo. El odio invade cada molécula de mí ser, y lo que antes
era miedo ahora es pura ira, venganza e imprudencia.
Me meto de nuevo en el coche de Kaden y empiezo a conducir con un
destino fijo en mi cabeza. Sé que no debería estar haciendo esto, pero no me
importa, ella es lo único que importa, mis manos escuecen y arden sobre el
volante. Seguramente se me infecten a este paso.
Cuando llego al centro el portero me saluda extrañado, pero me permite
pasar, ni siquiera se molesta en llamarlo, como si tuviera instrucciones de
dejarme entrar.
Marco la combinación en el ascensor, sigue siendo la misma. Nuestra
maldita fecha. Subo directa a su apartamento.
Es entonces cuando la sensatez me golpea, yo misma estoy yendo a la
boca del lobo. ¿Qué diablos está mal conmigo? ¿Cómo he llegado a este
punto? Veo mis manos y recuerdo su nota.
Ha sido él.
Ha sido él.
Las puertas se abren y me abalanzo dentro con el propósito de, ni siquiera
lo sé. Estoy tan cegada por la rabia que no sé qué hago aquí.
—¿Julliet? —El tono de sorpresa de Nathan es perfectamente fingido y
eso me repatea el estómago.
Con mis manos adoloridas lo empujo con toda la fuerza que tengo y lo
cojo por el cuello de su camisa.
—¡¿Qué coño le has hecho a Lexie?!
—¿De qué estás hablando? ¿Estás bien? —Continúa diciendo, con ese
irritante tono de perplejidad.
—¡¿Qué es lo que quieres de mí?! ¡¿Por qué le haces esto a Lexie?!
—No sé de qué estás hablando, Julliet. Te pido que te relajes, por favor.
Le cruzo la cara de un guantazo, dejándole parte de mi sangre en su rostro
impoluto. Una mini sonrisa aparece en sus labios, que rápidamente disimula.
—¿Qué está pasando aquí? —Nos interrumpe una voz femenina.
Me giro, asustada, y veo a una mujer vestida con un uniforme de policía.
Vuelvo a mirar a Nathan. ¿Tenía esto planeado?

226
—Allison, tranquila…
Ella lleva su mano directamente a sus esposas.
—Para estar tranquila necesito una explicación.
—Es mi ex. Ya se iba, seguramente no se ha tomado su medicación hoy.
No pasa nada, todos cometemos errores a veces.
—Acaba de agredirte y colarse en tu piso, Nate —Me mira con recelo.
—Tiene antecedentes psiquiátricos, amor —le aclara—. No voy a
presentar cargos. Tranquila, Julliet —me dice.
«¿Amor? ¿Está saliendo con una policía? ¿Qué no va a presentar cargos?
¿Yo soy la mala aquí? ¿YO? »
Estoy tan aturdida por la información, no solo tiene una testigo, es una
maldita policía. Si esto se tratará de una partida de ajedrez, Nathan ha hecho
jaque mate antes de que empezáramos a jugar.
Me siento físicamente enferma.
—¿Deberíamos llamar a una ambulancia? —le pregunta.
—No, Julliet ya ha estado en el hospital hoy, problemas con la
medicación.
No ha sido por eso, sabe que he estado en el hospital. Dios mío. Me va a volver
loca. Tengo la tentación de coger el arma que reposa en la cintura de la tal
Allison y volarle allí mismo los sesos.
—Será mejor que te marches por donde has venido. —Me presiona la
mujer cogiendo del brazo. Cuando ve mis manos frunce el ceño, con
desconcierto.
No puede ser real nada de esto, ¿en qué momento? Es como si estuviera
mirando directamente a los ojos del mismísimo diablo. ¿Y yo he estado
comprometida con este hombre?
Antes de que se cierren las puertas del ascensor lo escucho.
—Espero que se recupere pronto —le dice Nathan a Allison.
Son exactamente las mismas palabras de la nota. Las mismas.
Golpeo con rabia las puertas del ascensor y me agarro del cuero cabelludo
con frustración. Es como si me estuviera ahogando en mi propio vaso de
agua y no pudiera hacer nada más que ahogarme y ahogarme.
«¿Qué será lo siguiente? ¿Eso es lo que me tengo que preguntar a partir
de ahora? ¿Así es como tengo que vivir? ¿Preguntándome qué será lo
siguiente?»
Tengo que hacer algo. Por lo que después de acudir a un centro sanitario
para que curen mis manos, redacto un correo pidiendo ayuda al único
abogado que creo que podría ayudarme.
Esa noche duermo con un cuchillo debajo de la almohada, Kaden piensa
que estoy en casa de Devan cosa que no le ha hecho mucha gracia, creo. Y

227
Devan piensa que estoy en casa de Kaden. Pero la verdad es que necesito
estar sola.
Mi cabeza empieza a torturarme con pensamientos que intento ignorar.
Y lo intento, y sigo intentándolo hasta que la frustración de esforzarme tanto
me lleva al borde de la angustia y acabo llorando porque sé lo que haré a
continuación para bloquear la rabia y el vacío que me consumen.
Hacía tanto tiempo que no lo hacía que pensaba que lo tenía totalmente
controlado, y volverlo a hacer me hace sentir débil, pero es lo único que
necesito.
Empieza siendo una pequeña línea en una zona que no será visible para
nadie. Sin embargo, el dolor no es suficiente y esa pequeña línea rápidamente
se vuelve otra aún mayor, y otra, y otra, y solo veo sangre alrededor de la
primera inocente línea.
Los pensamientos de ir a una zona donde haya más irrigación me
controlan y mi corazón late desbocado, porque ahí es cuando tengo miedo
de todo. De hasta dónde estoy llevando esto. Tiemblo mientras tiro lo que
tengo entre las manos hacía el otro extremo de la habitación. Es ahora cuando
parece que vuelvo a la realidad, y el escozor de las heridas hacen que mi piel
arda.

A la mañana siguiente recibo la llamada que estaba esperando, y cuando


veo a Lex despierta mi mundo vuelve a estar medio estabilizado. La Sra.
Coleman nos deja algo de privacidad, cosa que agradezco infinitamente. Me
remuevo con incomodidad sentada a los pies de su cama. El dolor de las heri-
das son un infierno que hoy me está pasando factura.
—Yo...estoy tan confundida, tengo lagunas. Los médicos me dicen que,
aunque recordara algo, mi criterio no tendría validez por las drogas. —
Resopla mientras se limpia con el dorso de la mano las lágrimas de su
mejilla—. No recuerdo haber tomado drogas, Juls —me dice asustada.
La abrazo con fuerza, y me doy cuenta de lo mucho que la echaba de
menos. «¿Cómo había dejado que alguien como él nos separará cuando Lex
me había devuelto a la vida? Cuando ella es cómo una hermana para mí».
—Todo saldrá bien, ¿vale? Averiguaremos qué ha pasado y se hará
justicia, Lex. Te lo prometo.
—Me van a llevar de nuevo allí, ¿verdad? Yo no me he hecho esto, Juls.
No quiero volver, ahí. —Llora en mis brazos, y a mí se parte el alma porque
no puedo prometerle nada.

228
—Te quiero, Lex. Lo siento tanto.
—Y yo a ti, tonta. No vuelvas a alejarte de mí, ¿vale?
Asiento contra su cuello. Las dos somos un mar de lágrimas.
—Por cierto, ¿qué diablos te has hecho en las manos?
Un escalofrío me recorre la espalda.
—Me caí en un matorral de rosas.
Eso hace que Lex deje de llorar y me mire con curiosidad.
—Tu vida es un meme, a veces.
Y la situación se vuelve a la inversa y empezamos a reír como
desquiciadas. No quiero contarle la verdad, y no quiero interrumpir el único
momento en el que parece que se debe estar riendo desde que ingresó.
—Oye, ¿tú no tienes clase hoy? —Comenta al cabo de un rato con la
mirada perdida en el televisor.
Me giro y miro lo que está viendo, en las noticias aparece la hora en la
parte superior derecha.
—¡Joder, joder! —grito mientras busco frenéticamente la bolsa—.
Perdona Lex, ¡hablamos luego!
Recuerdo lo estricto que es el Sr. Henderson con la puntualidad y salgo
corriendo.
Conduzco a toda velocidad y corro por el campus, la clase de hoy es muy
importante porque es un repaso pre-examen.
Estoy corriendo por el pasillo cuando el timbre suena, mierda, estoy fuera.
Suspiro y recuesto mi cabeza en la puerta.
—Puede entrar —murmura la voz grave del Sr. Henderson detrás de mí.
Me giro lentamente y lo veo ahí, no soy la única que llega tarde. Cuando
le miro a los ojos los recuerdos invaden mi mente.
—Si no entra antes de que lo haga yo, no la dejaré pasar —aclara.
Sacudo la cabeza y me meto rápidamente en el aula, Taylor ha dejado un
sitio libre a su lado por lo que me siento directamente allí.
El Sr. Henderson entra pocos segundos después de mí, lo que levanta
cuchicheos en el aula.
Por lo menos ahora son ciertos.
Andrew deja caer su maletín sonoramente en el escritorio y mira a la clase
en general antes de voltearse a la pizarra y empezar a escribir algo.

La injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en


todas partes.

Todos nos quedamos en silencio mirándome fijamente las palabras de la


pizarra.

229
—¿Alguno de ustedes sabe de quién es esta célebre cita? —pregunta en
general.
—Martin Luther King —responde alguien.
El Sr. Henderson asiente y se coloca delante de su escritorio, apoyándose
parcialmente en el, mientras se cruza de brazos.
—Exacto —confirma—. Hoy haremos algo inusual, tienen diez minutos
para redactar qué entienden por concepto de injusticia.
Diez minutos se quedan cortos para desahogarme sobre todo lo que
considero injusto en tanto en el sistema judicial: cómo en lo que se aplica a
nivel mundial, cómo en lo que hacemos vista gorda porque sucede en otros
países o continentes, religiones, razas, sexos. Mi mano duele cuando se agota
el tiempo.
Cuando terminamos se sienta detrás de su escritorio y conecta el temario
para iniciar el repaso. Me doy cuenta de que se esfuerza por no mirarme en
ningún momento.
Después del repaso mi cabeza se siente al borde del colapso de
información, estoy bajando las escaleras cuando el Sr. Henderson me
interrumpe.
—¿Srta. Collins?
—¿Sí? —me giro para mirarle. No me está mirando, sigue concentrado
en la pantalla de su ordenador.
—El mensaje de su amiga, gracias por darle mi correo. No era necesario
que contactara a través de usted. Si son temas confidenciales prefiero tratarlos
directamente con ella. Me gustaría acordar una cita con ella.
En el correo no le especifiqué que era yo.
—Se lo comentaré.
—Gracias, estaré pendiente.
La tensión es tan intensa que se puede cortar con un cuchillo.
—Gracias por esto, Sr. Henderson.
—Puede marcharse ya, tiene mucho que estudiar para el examen.
Asiento, aunque no me esté mirando y muevo con rapidez hasta la puerta.
Taylor está fuera esperándome. Nos dirigimos a la siguiente clase, pero mi
mente permanece el resto del día distraída en pensar cómo narices le digo al
Sr. Henderson que todo el tiempo le he estado hablando de mí misma.

Cuando a llego a casa todo está exactamente en su lugar. Suspiro, aliviada


y empiezo a estudiar. Lex está bien, todo va bien. Mi teléfono me notifica que

230
tengo un mensaje nuevo y me sobresalto.

Taylor: Espero que tengas algún modo de compensar la triste nota


que dejaste el otro día.

«Kaden. Mi vía de escape».

Yo: Te veías demasiado dormido para que te despertara, además,


agradece que no escucharás mi alarma.

Taylor: Entonces... ¿qué te parece compensarme esta noche el


abandono?

Debería estudiar, pero sé muy bien que si rechazo la petición de Kaden


estaré pensando en él todo el rato y tampoco podré concentrarme.

Yo: Claro... ¿Nos vemos en mi ca

Borro el mensaje y lo escribo de nuevo. Todavía tengo el cristal reparado


con la lámina, hasta mañana no lo arreglan, no quiero darle explicaciones.

Yo: Claro, ¿en tu casa a las nueve?

Taylor: Prepararé la cena, no te molestes en traer ropa interior.

Sus palabras son suficientes para hacerme perder la cabeza lo que queda
de tarde. Estoy demasiado ansiosa por ver a Kaden esta noche. Es mágico,
hace olvidar todas mis preocupaciones.
«Las cicatrices…»
No quiero que las vea. No había pensado en eso. Normalmente al
hacérmelas en la parte superior del muslo nadie las veía. Con Nathan no tenía
relaciones cuando me autolesionaba durante un tiempo, hasta que eran
imperceptibles. Y si era verano y no podía más, me cortaba en la parte inferior
del pecho, pero ahora… ¿qué iba a hacer?
Cuando me videollama Devan me doy cuenta lo cansado que luce, no
entiendo cómo aguanta el ritmo de vida que lleva trabajando tanto.
—¿Por qué no dejas Mala? —le pregunto, aunque no quiero que lo haga.
—Lo estuve pensando un tiempo, pero no puedo, es demasiado divertido
para dejarlo. Además, me perdería los sexys trajes que te hace llevar Agnes.
Ruedo los ojos.

231
—Estoy seguro de que de podrías vivir sin ello.
—No lo tengo tan claro. ¿Por cierto te han instalado la alarma ya?
—Sí.
—¿Entonces no quieres venir a dormir conmigo esta noche? —Levanta
sus cejas de forma sugerente.
Curvo mis labios en una mueca.
—En realidad, ya tengo planes...
Devan entrecierra los ojos.
—Dile a Kaden que compartir es vivir.
—¿Cómo sabes que son con él?
—Porque estás poniendo esa cara fantasiosa que pones siempre antes de
verlo. Por cierto, ¿qué hay entre vosotros dos?
—Somos amigos —le digo, encogiéndome de hombros.
—Sí, y yo soy el gobernante del Universo —resopla—. Ángel, amigos
somos tú y yo. No Kaden y tú.
—Somos amigos —insisto.
—¿Amigos es la nueva forma de decir que estáis locos el uno por el otro?
—Devan…
—¿Qué? Es bastante obvio desde donde yo lo veo.
—Kaden es Kaden, no está loco por mí.
—Es difícil no estar loco por ti.
—No quiero salir con nadie, y estoy segura de que Kaden tampoco.
—No, si por mi mucho mejor —guiña un ojo.
—Eres un maldito coqueto, Dev.
—Ese es mi segundo nombre, sí.
Empiezo a bajar las escaleras mientras continúo hablando con Devan.
—Bueno, ten una buena noche. —Enfatiza la palabra «buena».
—Igualmente.
—¿Y puedes gr...?
—No, no voy a grabar mis encuentros sexuales con Kaden —resoplo
rodando los ojos.
—Le quitas lo divertido a la vida —refunfuña.
—Adiós, Dev.
Conduzco el coche de Kaden hasta su casa, mi corazón late desbocado
todo el tiempo. Kaden tiene razón, soy adicta a él, o más bien soy adicta al
sexo con él. ¿O sólo al sexo? Cuando tengo sexo ni siquiera pienso en Na…
Sacudo la cabeza. No, no es momento de pensar en él.
Mi mano se mueve de forma impaciente contra el volante. Llego puntual
a su casa y él no tarda ni cinco segundos en abrirme la puerta. Su mirada me
recorre de arriba a abajo y ya me siento lista para pasar directa al dormitorio.

232
—Estás.... muy follable. —Las palabras suenan obscenas y calientes en su
boca.
Sonrío con picardía. Llevo un vestido y he cumplido al pie de la letra su
petición. Su vista se clava en mi pecho y mis pezones se endurecen por la
atención. Dios, me tiene realmente necesitada. Cuando repara en mis manos
su rostro cambia.
—¿Qué te ha pasado?
—Una mala caída sobre el asfalto. —Miento con habilidad. No quiero
pensar en ello.
—Tendré que encargarme únicamente de ti esta noche, entonces. ¿Tienes
hambre? —pregunta sonriente.
—Claro —respondo entrando a su casa.
Lo miro mientras nos sentamos en la mesa. Le doy un sorbo a la copa de
vino, cuando la dejo en la mesa lamo mis labios lentamente y su mirada se
pierde en ellos.
La anticipación es más notable cada vez, todavía no hemos acabado el
plato cuando Kaden empieza la cuenta atrás de cuánto tardamos en
arrancarnos la ropa el uno al otro.
—Y dime, Juls... ¿que llevas debajo de ese vestido?
Estira la mano y acaricia mi rodilla de forma inocente.
—Para que decírtelo... ¿si puedes descubrirlo por tu cuenta?
Sus ojos se oscurecen y siento como recorre las yemas de sus dedos por
el interior de mi muslo, sube lentamente, muy lentamente.
Mi boca se seca y poco a poco me pongo taquicardia.
Cuando su dedo encuentra mi piel desnuda muerdo el tenedor con más
fuerza de lo normal.
—Creo que no tengo más hambre de comida —susurra.
Mi respiración se agita a medida que sus dedos juegan conmigo, me
acaricia, se retira, introduce un dedo en mi humedad y vuelve a acariciarme.
Me está volviendo loca.
—Yo tampoco. —Mi voz suena entrecortada.
Kaden se pone en pie y extiende su mano para que la coja.
—Tengo una sorpresa para ti.
Le miro intrigada, caminamos hasta su habitación mientras contengo las
ganas de quitarle la ropa y follarlo en medio del pasillo.
—¿Que sorp...?
Mis palabras quedan interrumpidas por el contacto de sus labios en mi
cuello, inclino la cabeza hacía atrás mientras miso ojos se cierran.
Sus manos se mueven hasta el cierre de mi vestido y va bajando la
cremallera, a medida que va dejando un trozo de piel expuesta lo va cubriendo

233
en suaves besos que me erizan la piel.
El vestido se desliza por mis caderas y cae al suelo. Acaricia mi cuerpo
desde atrás y gimo cuando juega con mis pezones.
—Quiero volver a atarte —susurra en mi oído.
«Quiero que me ates y hagas lo que quieras».
Trago con fuerza y asiento.
Kaden enrosca su mano en mi cuello y aprieta un poco mientras se pega
a mí. Siento su dureza contra mi trasero y la sensación es tan placentera y
provocadora que mi cabeza empieza a dar vueltas.
—No te imaginas lo mucho que te deseo, nena —murmura apretando sus
manos haciendo que la cantidad de aire que entra en mis pulmones
disminuya.
Cuando me libera, me empuja sobre la cama. Lo miro expectante y veo
como saca de un cajón un par de esposas, parecen nuevas.
—Las he comprado pensando en ti —murmura con una sonrisa.
Mi interior se contrae y muerdo mi labio. Kaden se inclina y atrapa mi
labio con sus dientes, tira de él y gimo.
—Solo yo —me recuerda.
Me acaricia las muñecas antes de amarrarme con las esposas de cuero,
estira mi brazo atándolo a uno de los postes de la cama y repite la misma
acción con el otro.
—¿Vas a portarte bien o tengo que atarte las piernas también?
«Joder. Ha hecho que no sepa hablar de lo caliente que estoy».
—Vamos a asegurarnos, por si acaso —murmura, divertido, cogiéndome
por los tobillos.
El aire se queda atascado en mis pulmones bajo su atenta mirada, estoy
completamente expuesta para él.
—¿Qué es esto?
Con la yema de sus dedos recorre el cuadrado de venda adhesiva que tapa
la herida. La he limitado al máximo posible para tapar la zona justa y
necesaria, y me había olvidado por completo de ella. El dolor había pasado a
un segundo plano.
—Me clavé unos cristales al recogerlos. —Miento de nuevo. —No es
nada.
Kaden me mira con el ceño fruncido, analizando mis palabras, y
mantengo una sonrisa despreocupada en mi rostro. Mi libido decae por
momentos. Necesito que siga con lo que estaba haciendo.
—Kaden, por favor, hazme sentir bien —le ruego.
Parece que las súplicas son suficientes para que ignore la situación y vuelve
a centrarse en lo que estaba haciendo inicialmente.

234
—Bien, Julliet, es momento de sentir, por lo que no te hace falta ver nada
—asegura colocando un pañuelo alrededor de mis ojos—. Solo vas a sentir
placer, pero si es demasiado simplemente di que pare.
Los dedos de mis pies se enroscan y creo que si sigue hablando de ese
modo no hará falta ni que me toque para correrme.
—Primero notarás un calor intenso y luego una vibración.
«¿Qué?»
Algo líquido cae sobre el punto exacto que hay entre mis piernas y mis
caderas se mueven.
Kaden se inclina y me besa, estoy tan concentrada en su boca que no me
doy cuenta hasta que empiezo a notar un calor abrasador ahí.
«Jó-de-me».
El calor se reemplaza rápidamente por una vibración, ¿cómo es posible...?
La sensación es tan intensa que mis caderas se empiezan a mover solas.
—¿Te gusta? —pregunta Kaden en mi oído en un susurro.
—Sí —jadeo.
—Te voy a follar mientras sientes la vibración —me explica.
Escucho como se deshace de su ropa y lo espero impaciente mientras
retuerzo mis piernas sujetas. Siento su erección contra mi entrada, como hace
siempre me tortura un poco antes de introducirse, levanto mis caderas, pero
él sigue provocándome.
—Kaden, por favor... —suplico.
—Me gusta demasiado oírte rogar, nena.
—Te necesito —lloriqueo.
—¿Qué necesitas? —escucho su tono de burla, que activa mi instinto
asesino.
—Fóllame de una maldita vez —exijo.
Escucho una risita por lo bajo, que queda reemplazada por el gemido de
ambos, mis manos se sacuden en las esposas y mi espalda se arquea.
Golpea con fuerza en mi interior y se sumerge por completo. La vibración
continúa constante en mi clítoris, cuando empieza a descender Kaden deja
caer de nuevo un poco de ese líquido de diablo.
Sus manos se clavan en mi trasero mientras sigue embistiéndome con
fuerza. Estoy rendida al paraíso de las sensaciones y no quiero salir de aquí
nunca más.
Me besa profundamente y siento como mi excitación se eleva a medida
que se mueve con más rapidez y dureza. Mis piernas se tensan y me dejo ir a
su alrededor mientras sigue follándome con fuerza, tal y como hace siempre.
Deja caer su frente contra la mía y siento como se tensa llegando al clímax.
Apenas puedo respirar con el peso del cuerpo de Kaden encima, pero no me

235
importa, me encanta sentir su respiración agitada Kaden contra mi cara. Se
estira y me libera una de mis manos, planta un beso en la zona en la que
estaba la esposa y hace lo mismo con todas mis extremidades.
Cuando se recuesta a mi lado y me sonríe tengo que forzarme por recordar
las normas, porque creo que cada vez me resultan más difíciles de cumplir.
Después de repetir varias veces, caemos exhaustos en un profundo sueño,
son las ganas de hacer pis lo que me despiertan en medio de la noche.
Cuando termino voy a la cocina a por un vaso de agua, mientras dejo el
vado veo de reojo la pantalla del portátil de Kaden abierta. Me llama la
atención que tenga todo abierto, sobre todo el correo personal, y el último es
el que más me alerta.

Asunto: Anulación contrato alquiler apartamento.

236
25. CORALINE
«¿Contrato de alquiler? ¿Del apartamento? No, no, no, no. Kaden sigue
manteniendo su estilo de vida, ¿no? Ese correo no habla de su piso para las
folladas casuales, ¿verdad?»
La idea me aterra y confunde, sacudo la cabeza y vuelvo a la habitación
de Kaden, él continúa profundamente dormido, su brazo está extendido en
la zona en la que estaba acostada.
Me siento sigilosamente en la cama y me tenso cuando escucho como
Kaden murmura algo.
—Bonnie, no lo hagas.
«¿Bonnie? ¿Quién es Bonnie?»
—Bonn, no.
Lo miro con el ceño fruncido mientras se gira. Tiene su cara delante de
mí ahora y por su frente arrugada parece estar teniendo una pesadilla.
Me recuesto lo más alejada posible, para así evitar tocarlo y no despertarlo.
Su frente se relaja y suspira.
—Juls.
Mi corazón se salta un latido cuando escucho como me llama y contengo
el aliento. Sigue dormido. No lo he despertado. ¿Habrá notado mi presencia?
Es tan extraño.
—Te quiero —susurra en un leve murmullo.
Mis ojos se abren de par en par y me incorporo de golpe. ¿Acabo de
escuchar bien? Siento pánico y euforia.
Solo es un sueño. Solo es un sueño.
Ni siquiera sé si hablaba de mí, tal vez se refería a Bonnie.
Tengo que irme de aquí. Tanteo el suelo buscando mi vestido y mis
zapatos, cuando me los coloco me pongo en pie mi tobillo se tuerce y caigo
al suelo en un ruido sordo.
La respiración tranquila de Kaden se interrumpe y cuando levanto la
mirada veo que me observa fijamente.
—¿Te vas? —pregunta, desconcertado por el sueño.
—Sí...yo...olvidaba algo que... —empiezo a decir nerviosa.
—Es tarde, o demasiado pronto, Juls, déjalo para mañana y quédate.
—No...es importante que...sí, hablamos otro día, ¿eh? —Mi voz suena
alterada.
—¿Qué pasa, Julliet?
—Nada, no pasa nada, gracias por la cena. Adiós.
—Espera...

237
No escucho nada más porque prácticamente estoy corriendo fuera de su
casa. Me siento bastante mal utilizando su coche para salir de ahí, pero ahora
mismo no tengo opciones.
Conduzco de vuelta a mi casa, mi pulso late tan rápido que siento las
palpitaciones de este en mi cabeza. Estoy doblando la esquina de mi calle
cuando veo un coche muy familiar aparcado justo frente a mi casa. Me
congelo por completo y freno bruscamente.
«¿Es el coche de Nathan? No puede ser, no puede ser, no puede ser».
Mi respiración se acelera y la adrenalina se dispara por mi cuerpo. Doy
marcha atrás y sigo conduciendo sin detenerme.
Antes de pensar a dónde estoy yendo me doy cuenta de que he llegado al
apartamento de Devan. No quiero molestarlo, pero pensándolo bien él
querría que lo hiciera.
Pico a su apartamento y espero recostando mi cabeza en la puerta.
—¿Quién es? —contesta la voz adormilada de Devan a través del
interfono.
—Soy Julliet... esto... disculpa por la hora, pero...
—¿Estás bien? Sube. —Suena más despierto de golpe.
Mis piernas tiemblan mientras subo las escaleras, la idea de ir desnuda
bajo el vestido ya no me gusta tanto.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Devan en cuanto me ve, va sin camiseta
y lleva únicamente unos pantalones cortos deportivos que apuesto que acaba
de ponerse rápidamente.
—Perdona... —empiezo a disculparme, estoy demasiado alterada.
Entramos y me echa una manta por encima, quizá cree que tengo frío
porque no paro de temblar, pero no es por frío.
—Me estás preocupando, ¿ha pasado algo con Kaden?—dice
recostándose contra la pared y cruzándose de brazos—. ¿Tus manos?
Sacudo la cabeza.
—¿Julliet?
—¿Puedo quedarme aquí?
—Siempre que quieras, pero dime, por favor, por qué estás así.
—Creo que Nathan iba a mí casa —suelto mirando fijamente al suelo.
—¡¿Qué?!
—No lo he visto bien, pero su coche. —Sacudo la cabeza—. Creo que su
coche estaba aparcado frente a mí casa y… ¿por qué no para? ¿Por qué no
me deja tranquila? Tal vez, si no lo denuncio, dejará de...
Me llevo una mano al esternón, mis latidos están muy descontrolados.
—¿No para? ¿Qué más ha hecho? Y seguramente eso es lo que quiere,
meterte miedo para que no lo hagas —masculla enfadado—. Esa no es la

238
solución, Julliet.
Aunque no quiera, le explico lo de los extraños correos, mi coche. Le digo
sobre Lex, quién es y lo que ha pasado con ella. Las rosas, el confrontamiento
con Nathan. Que está saliendo con una policía, todas las cosas raras que me
están sucediendo.
Devan se mueve de un lado a otro, desesperado.
—Deberías hablar con el Sr. Henderson lo antes posible y pedir una orden
de alejamiento. Esto hace mucho tiempo que ha ido demasiado lejos —
dictamina mientras pone sus manos en mis hombros.
Levanto la mirada y observo la calidez y la amabilidad de sus ojos. El
miedo infunda cada fibra de mi ser, en mi cabeza no paro de imaginar
posibles escenarios. ¿Y si hubiera dormido en mi casa esta noche? ¿Y si
hubiera burlado el sistema de seguridad y hubiera entrado en mi casa? ¿Qué
iba a hacer conmigo? Me siento tan estúpidamente indefensa y débil.
—Hablaré con él mañana —le aseguro.
—Ven aquí —dice tirando de mí y envolviéndome en sus brazos.
Dejo descansar mi cabeza contra su pecho y envuelvo mis brazos
alrededor de su cintura. Los abrazos de Devan parecen sanadores. Mi cuerpo
se va relajando y la presión que siento disminuye un poco.
Acaricia mi pelo y seguidamente noto sus labios en el, acaba de besar mi
cabeza.
—Vamos, tienes que dormir algo —murmura.
Levanto la mirada y acaricia mi mejilla con su pulgar, por un segundo, me
da la sensación de que va a besarme, pero claramente son imaginaciones mías.
—Te dejaré algo de ropa para no duermas...en.…ya sabes —señala el
vestido que llevo puesto.
Vamos a su habitación y saca de su armario un pantalón corto de deporte
y una camiseta.
—Gracias, Devan, te pido disculpas de nuevo por...
—Si me dices que es por venir aquí, o interrumpirme o cualquier otra
tontería te daré unas palmaditas, ¿vale?
Asiento y extiendo mi brazo para coger la ropa que ha sacado para mí,
camino hasta su baño y me cambio allí. Tengo que hacer varios nudos para
que no se me caiga el pantalón deportivo, cuando me coloco su camiseta me
doy cuenta de que tengo varios chupetones nuevos.
Pensar en Kaden me altera de una forma muy diferente, sobre todo
después de lo que ha pasado antes de irme. No puedo seguir con esto, tengo
que frenarlo de raíz. No necesito tener sentimientos por otra persona ahora.
Debo terminar lo que sea que tengamos y alejarme de él.
Cuando camino de vuelta a la habitación de Devan observo que él no está

239
ahí, miro a mis alrededores extrañada y salgo de la habitación, buscándolo.
—¿Devan? —pregunto en voz alta.
Una mano se levanta desde el sofá.
—Estoy aquí.
Camino hasta su lado y lo miro, mi ceño se frunce cuando veo que ha
cogido una almohada y está recostado en su sofá.
—¿Qué estás haciendo?
Devan entrecierra los ojos mientras me mira.
—Intento dormir —contesta bostezando.
—¿Aquí?
—Sí.
Resoplo mientras ruedo mis ojos.
—Devan vuelve a tu cama, podemos dormir juntos.
Devan se da la vuelta dándome la espalda.
—No hace falta —murmura—; estoy bien aquí.
—Devan, si no vuelves a tu cama me marcho.
Se incorpora y me mira.
—¿Me estás chantajeando?
—Sí —afirmo cruzándome de brazos.
Baja las piernas del sofá al suelo y se pone en mi pie mientras niega la
cabeza.
—Está bien —resopla.
Le sigo hasta su cuarto y nos acostamos en la cama, me quedo mirando el
techo en silencio, reflexionando.
Devan apoya su cabeza en su codo y me mira con interés.
—¿Por qué no te has quedado con Kaden?
Escuchar su nombre provoca que se me encoja el estómago.
—Es complicado... —suspiro al cabo de un rato.
—¿Ha pasado algo?
—No exactamente.
—Él te gusta mucho, ¿verdad?
De repente parece que estoy en un interrogatorio, no es tan divertido
cuando no soy yo la que hace las preguntas entrometidas.
—¿Qué? No, bueno, no... no sé. Aunque fuera así, no importaría.
—¿Por qué no?
Porque tengo miedo de lo que me hace sentir.
—Acabo de salir de una relación muy larga que actualmente me está persi-
guiendo. No es nada sensato meterme ahora en más dramas sentimentales,
¿no crees?
Devan inclina su cabeza.

240
—Creo que esas cosas no se pueden elegir.
—Y tú, ¿qué? ¿No te gusta nadie?
Intento desviar el tema. Devan me sonríe, con esa sonrisa tan encantadora
que tiene.
—A mí me gusta mucha gente.
—Ya sabes a qué me refiero.
—No estoy enamorado de nadie, si es a lo que te refieres.
—¿Y has tenido alguna relación seria alguna vez?
Devan hace mueca, es un tema del que nunca hemos hablado pese a lo
mucho que hemos hablado.
—Sí.
—¿Y qué pasó?
—Que terminó.
Gracias, capitán obvio.
—¿Ella hizo algo que...?
—Ellos —me corrige.
¿Ellos?
—¿Estuviste en una relación con más de una persona?
—Estuve saliendo un año con dos personas.
Lo miro intrigada.
—¿A la vez?
Asiente.
—¿Y ellos lo sabían?
Frunce el ceño, como si le indignara mi pregunta.
—Claro que sí, Ángel, ¿por quién me tomas?
—¿Y luego?
—Que querían que eligiera, y no elegí a ninguno.
—¿Pero ellos estaban juntos también?
—No. Luego se toleraron, creo que incluso se llegaron a gustar hasta
cierto punto, pero se volvieron posesivos. Considero que el amor tiene que
ser libre, así que la relación estaba condenada desde el principio, porque ellos
no entienden ese concepto.
Me quedo en silencio pensando en sus palabras. Amor libre. Esa idea
parece una utopía en mi cabeza.
—¿Puedo preguntarte algo? —le digo.
—¿No lo haces siempre?
—¿Cuándo supiste que te gustaban los chicos también?
—¿También? —Se ríe—. A mí me atraen las personas. Las etiquetas son
el problema de todo, sin ellas no habría nada a lo que odiar, ni debatir, ni
cuestionar.

241
—¿Y lo has sabido siempre?
—Sí. No comparto las imposiciones que tenemos en nuestra sociedad,
son demasiados restrictivas y limitantes.
—Eres una persona muy interesante, Devan. —En realidad es algo que
pienso para mí misma, pero acabo diciendo en voz alta.
—Gracias, tú también lo eres.
El silencio inunda la habitación y poco a poco me voy durmiendo, la
conversación de Devan ha servido para mantenerme distraída un rato, pero
cuando caigo en mis sueños las pesadillas con Nathan me persiguen de
nuevo.
Cuando me despierto estoy sudando en los brazos de Devan.
—No soporto verte así —murmura con una mueca de disgusto.
Mi corazón va a mil y la falta de aire aparece de nuevo.
—Son solo pesadillas... —digo en voz alta para intentar quitarle hierro al
asunto.
—¿Las tienes frecuentemente? —pregunta frunciendo el ceño.
Me encojo de hombros.
—Tu subconsciente te está gritando.
Se aparta un poco y aprovecho para escaparme de sus brazos y ponerme
en pie.
—No sé qué hacer, no puedo controlarlo —suspiro, pasando las manos
por mi pelo.
—¿Y si pides ayuda a un profesional? Tal vez hablar de ello te ayude.
—He tenido suficientes loqueros en mi vida, y ya sé lo que me van a decir.
O lo que me recetarían.
—¿Qué? —pregunta Devan arrugando la frente.
Cojo aire con fuerza y lo miro.
—Estuve internada en un psiquiátrico hace más de un año, después de la
muerte de Matt yo...entré en un sitio muy oscuro del que no podía salir.
Devan se acerca hasta mi lado.
—Allí conocí a Lex —continúo explicándole—, ella fue vital en mi
proceso de recuperación, ambas lo fuimos la una con la otra.
Pensar de nuevo en Lex, en Nathan y en toda la situación me produce
malestar. El rostro de Devan permanece completamente serio, es tan raro
verlo así.
—Julliet, ¿te intentaste suicidar?
Es la primera persona que me lo pregunta sin rodeos, clara y directamente.
Aprieto los dientes con fuerza y la mano que tengo cogiendo mi otro brazo
ejerce un poco más de presión.
Asiento incapaz de mirarle. Me avergüenzo de mí misma. Reconocerlo

242
me hace sentir culpable y débil.
Se queda en silencio y me obligo a ver qué cara está poniendo,
normalmente la gente se incomoda cuando se habla de este tema.
Devan tiene la mirada perdida.
—Debería haber insistido más —murmura.
—¿Insistido? —pregunto perdida.
—Cuando desconectaron a Matt le dije a la enfermera referente de duelo
que debíamos proporcionarte ayuda, que no estabas bien. Ella dijo que era
normal que no debía preocuparme tanto, pero debería haber insistido... yo te
veía a diario, sabía que no...
—Devan ni se te ocurra culparte de ello —le corto—, es la cosa más
estúpida que he escuchado en mi vida.
—Pero tú…
Lo último que necesito es que se eche sobre sus hombros mis errores del
pasado.
—No, Devan, no.
Se pasa la mano por el pelo y suspira.
—Por eso no creo que me ayude, no tengo mucha fe en los psicólogos y
los psiquiatras —le explico
—Tal vez no has encontrado unos con los que estés lo suficientemente
cómoda. Por desgracia la sanidad no siempre funciona como debería —
murmura frustrado.
—Puede, pero no me gustan, me recuerdan a los meses en los que estuve
ingresada y fue horrible. Ese lugar era horrible Devan, tan horrible que quise
matarme de nuevo allí.
—¿Y si lo enfocamos de otra forma?
—¿Cómo?
—Piensa en tu ex un segundo... ¿cuándo piensan en él como te hace
sentir?
Cumplo su petición y cuando me imagino la cara de Nathan me siento
pequeña, débil, impotente.
—Indefensa —murmuro.
—¿Y si te apuntas a clases de defensa personal? Tal vez reforzar ese
sentimiento te haga sentir menos vulnerable.
Lo considero unos instantes, la idea no suena tan mal.
—Sí, quizá.
—Creo que conozco a la persona perfecta que podría ayudarte.

243
Devan acompaña a la mañana siguiente a mí casa para recoger un par de
cosas, más bien hago la maleta y volvemos a su apartamento. Me ha
convencido de que pase un par de semanas con él hasta que pueda presentar
la orden de alejamiento.
Le he escrito un correo al Sr. Henderson explicándole absolutamente
todo, no sé qué es exactamente lo que le he dicho porque parte del correo ha
sido entre lágrimas y apenas podía ver la pantalla, era todo un borrón
nubloso.
Los nervios me matan, no sé qué va a responder al mensaje.
—¿Entonces te ha vuelto a contratar? —pregunta Devan mientras me
pasa el plato de comida—. Qué poco ha durado nuestro plan.
¿Debería decírselo? Creo que con Devan no tengo ningún secreto.
—No solo eso...también...ehm...nos acostamos.
Devan se atraganta con la comida y se empieza a autopalmear su esternón.
—Esas cosas no se dicen así, sin más —me reprende cuando se recupera.
Aprieto mis labios.
—Sí, no sé si fue una idea muy buena.
—¿Lo disfrutaste? —pregunta enarcando una ceja.
Me sonrojo mientras asiento.
—¿Lo disfrutó?
—Eso creo —murmuro mordiendo mi labio inferior.
—¿Entonces qué tiene de malo?
—Estoy segura de no es ético tirarte a tu profesor barra jefe barra posible
abogado.
Se van añadiendo cargos a la lista.
—Mientras nadie lo sepa. —Sonríe con perversión.
—Bueno...—suspiro.
—¿Qué?
—Kaden lo sabe, nos pilló uhm...
—¿Os pilló follando? —me interrumpe exaltado.
—No exactamente, fue después.
—Qué considerado. —Se ríe—. Oh, espera... ¡No puede ser!
—¿El qué?
—¡El Sr. Henderson ha follado!
—Lo sé, estaba ahí. ¿Y?
No entiendo su asombro.
—¿Cómo que "y", Ángel? ¿No lo ves? El Sr. Henderson tiene fama de no
follarse a nadie, no desde que murió su esposa.
—¿Estaba casado?

244
Es joven. Viudo tan joven. Qué duro.
—Sí, su esposa falleció en un accidente automovilístico, fue horrible. Dejó
de venir al club y se le veía muy decaído. Por lo visto, ella estaba embarazada
cuando pasó lo del accidente... Pensábamos que no se recompondría, pero
con la apertura del local empezamos a verlo de nuevo.
Es mucha información para procesar de golpe, me viene un flashback del
momento en el que le expliqué al Sr. Henderson lo de la muerte de mis
padres, parecía entenderme muy bien, ahora tiene sentido.
—Creo que le gustas más de lo que pensaba al Sr. Hernderson —
reflexiona Devan en voz alta.
—¿Qué? —Me rio por lo absurdo que suena—. Ni siquiera me conoce.
—No hace falta conocerte para caer rendido a tus pies, Ángel.
Pongo los ojos en blanco y continúo comiendo, pensando en la vida del
Sr. Henderson.
Mi móvil vibra y lo cojo con desesperación, no es un mensaje del Sr.
Henderson, es un mensaje de Kaden.

Taylor: ¿Vamos a hablar en algún momento de porque huiste de


ese modo anoche?

Trago con fuerza. No quiero, estoy muy confundida para hablar con él
ahora.
Otro mensaje llega y suspiro.
Cuando veo que es del Sr. Henderson mi corazón empieza a latir con
fuerza, las palmas me sudan mientras abro el correo.

De: Andrew Henderson


Asunto: Reunión
Para: Julliet Collins

Buenas tardes Srta. Collins,


Me gustaría reunirme con usted en la siguiente dirección que le
adjunto. Confírmeme si le va bien vernos hoy a las 06.00 p.m
Un cordial saludo.

Rápidamente respondo a su correo, aceptando su propuesta, busco la


ubicación que ha enviado en mí teléfono y veo que se trata de un domicilio
particular.
¿Es su casa?

245
26. OLD SCARS/FUTURE HEARTS
Antes de mi reunión con el Sr. Henderson me paso por el hospital para
visitar a Lexie, una parte de mí quiere explicarle todo, pero la sensatez me
dice que es lo último que necesita ahora.
No me gusta que la tengan tan restringida y limitada cuando nos ha
asegurado que ella no se ha hecho daño, pero nadie la cree, yo sí. Las drogas
en su analítica hacen que pierda credibilidad. Salió de fiesta para celebrar su
ascenso, no recuerda nada más.
Cuando entro solo está la Sra. Coleman, cosa que agradezco, el Sr. Rhimes
me pone de los nervios.
—Mamá, ¿puedes traerme comida de verdad de la cafetería? La comida
de esta mañana ha sido una basura. Si tengo que sobrevivir a base de eso me
estrangulo con el cable de timbrar a enfermería.
—¡Lex! —Le reprende su madre.
Ella siempre sigue con su humor negro. Incluso en esta situación, yo
también la miro con los ojos abiertos, no me sorprende porque sé que no lo
dice enserio, pero el lenguaje…
—Por favor. —Se aclara la garganta.
La Sra. Coleman niega con la cabeza y suspira, pero se pone en pie, coge
su bolso, y sale de la habitación indicándonos que en un rato vuelve.
—Tengo que decirte algo, Juls —me dice Lex completamente seria.
Creo que jamás la he visto así de seria.
—¿Qué pasa Lex?
Me está asustando.
—Dices que viste unas fotos, necesito ver esas fotos. —Sus manos rodean
mi muñeca con fuerza.
Por un segundo estoy desconcertada, intentando descifrar sobre qué
narices me está hablando. Parece tan alterada que me preocupa más eso que
lo que me está diciendo.
—¿Qué fotos, Lex?
—Creo que me estoy volviendo loca, Juls, pero si tú lo viste. —Sacude la
cabeza—. No tocaría a ese imbécil ni con un palo, pero no paro de tener estas
pesadillas y parecen tan reales…
Habla de Nathan. Pesadillas. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que
ella también tenga pesadillas? No serán las mismas que tengo yo, ¿no?
—No las tengo, me las envió un correo extraño que se borró tras abrirlo.
Lex entrecierra los ojos.
—¿Qué dices?

246
—Lex, no me importa lo que pasará con él.
Intento ocultar mis emociones por todo lo que está sucediendo.
—Si esas fotografías eran reales, si mis pesadillas no son solo sueños, yo
no era consciente, Juls —Se empieza a alterar.
Nunca pondría en duda su palabra, pero es que además después de lo que
intentó hacer conmigo en la fiesta. Me falta el aire.
—Tienes que denunciarlo, Lex.
—No. —niega con firmeza—No sé nada, son solo pesadillas, ¿no? No
puede ser verdad.
—Él… ha intentado, hoy me reuniré con un abogado, hubo una fiesta y
se sobrepasó, un amigo lo detuvo a tiempo.
—No, Juls, no. Dime que nada de esto es real.
Ojalá pudiera.
Mira al techo fijamente, sin ninguna expresión en su rostro.
—¿Lex?
—No podía detener las pesadillas, pero no tenían rostro, eran tan vívidas,
tan terribles, cada noche. No quería dormir, intentaba mantenerme despierta
siempre, y cuando no pude más fue cuando lo hice —dice mirando sus
brazos—. Pero esta vez no. Y las lagunas, los resultados de la analítica, lo que
me estás diciendo… Ojalá no supiera nada de eso. Quiero borrarlo todo de
mi cabeza. Quiero que desaparezca.
Suena tan vacía, como si la acabaran de romper por completo. Las
lágrimas ruedan por mis mejillas.
—Tienes que denunciarlo conmigo, Lex, dos denuncias cobrarán más
peso. —Cojo su mano.
—No le puedes contar esto a nadie, Julliet. Hasta tú dudaste de mí. No
quiero tener que verlo nunca.
—Pero…
—Márchate.
—Lex…
—Már-cha-te —enfatiza.
Quiero decir algo más, pero la puerta se abre, y tengo que recomponerme,
limpio mi cara con discreción. La Sra. Coleman aparece con varias cosas que
le gustan a Lexie, y un ramo de rosas negras.
Mi corazón deja de latir por un segundo.
—¿De dónde ha sacado eso? —señalo el ramo de rosas.
—Las habían dejado en la recepción para Lexie, todo un detalle,
conociendo sus gustos.
Trago con fuerza.
—¿El remitente?

247
—La administrativa dice que las han traído de la floristería y que eran
parte de un viejo amigo, ¿por qué tanta importancia, Julliet? —se ríe la Sra.
Coleman.
Miro de soslayo a Lex, ella continúa mirando sus brazos.
—No, por na…
—Llama a papá, que hagan el traslado hoy mismo —me interrumpe Lex.
Tanto la Sra. Coleman como yo nos giramos para mirarla. ¿El traslado?
No estará hablando en serio. Después de esa declaración la Sra. Coleman me
mira a mí, como si yo tuviera algo que ver con esa decisión.
—¿Por qué dices eso, cielo? ¿Qué pasa?
Deja todo sobre la mesa auxiliar y se sienta a los pies de la cama.
—Tengo que recuperarme, como la última vez, aquí ya no harán nada por
mí distinto allí.
Mentira. Las primeras semanas la aíslan por completo, de todo, y lo sabe.
—Lex. —Le doy una mirada suplicante.
—¿Estás segura, Alexandra? Anoche discutí con tu padre casi dos horas
porque no querías ingresar.
—Es lo mejor para mí, ambos lo queréis. Es lo más sensato.
—Lexie —repito.
—Adiós, Julliet.
Suena a una despedida permanente. Ni siquiera me mira. Es como si me
clavaran cientos de agujas por todo el cuerpo, su frialdad me duele, pero no
más que la reciente revelación y su estado de dolor. El hecho de que quiera
ingresar es un claro indicio de lo mal que está, lo sé.
No puedo evitar sentir animadversión por las malditas rosas negras, ojalá
pudiera clavárselas por los ojos al capullo de…
—Sra. Coleman… —Suspiro. No sé ni qué decirle.
—Lo siento, Juls, es lo mejor para Lex.
—Pero no allí. —Hago una mueca.
No puede entenderle, a fin de cuentas, su exesposo es parte de la junta
directiva, le sale a cuenta tener a Lexie allí.
—Ya hablaremos, ¿vale?
Nunca me he sentido tan impotente en mi vida. ¿Por qué querría hacerle
daño a Lex de este modo? ¿Cómo puede ser alguien tan cruel? ¿Tan
miserable?
Creo que estoy teniendo un ataque de pánico cuando abandono el
hospital, no consigo respirar bien y la sensación de ahogo me tiene bloqueada.
Recuesto mi cabeza en el volante de Kaden e intento centrarme en mis
respiraciones. Cuando siento que no puedo más golpeo con fuerza el volante,
tanto que reavivo el dolor de haber machacado un ramo lleno de espinas.

248
—¡Joder!
Es capaz de hacerme daño incluso a distancia.
Lo odio, lo odio, lo odio tantísimo que no cabe en mí tanto sentimiento.
Quiero matarlo. Quiero matarlo por haber arruinado la mente de Lex de ese
modo, quiero matarlo por estar jodiendo mi vida de esta forma. ¿Por qué
siento que para él todo parece un puto juego?
Miro la hora y me doy cuenta de que como no espabile llegaré tarde a mi
cita con el Sr. Henderson, y desde luego, después de lo que acaba de decirme
Lex tengo que llevar como sea a Nathan a los tribunales.
La casa del Sr. Henderson queda aún más alejada que la de Kaden, no
entiendo porque viven tan a las afueras, hasta que veo una verja de lo que
debe ser lo más parecido a casi un recinto de alguien famoso. ¿Cuánto dinero
debe ganar el Sr. Henderson como para tener todo esto? Decir que me he
quedado impresionada es poco.
Supongo que, si eres propietario de varios clubs exclusivos por todo el
país, un exitoso catedrático de universidad y abogado de renombre tienes algo
de dinero, sí.
Tengo que llamar a una especie de timbre muy extraño que tiene una
cámara que enfoca justo a mi cara. Me contesta alguien que definitivamente
no es el Sr. Henderson, por lo que debe tener empleados trabajando en su
hogar.
—Soy Julliet Collins, tengo una reunión con el Sr. Henderson a las seis
—digo sintiéndome intimidada.
La verja se empieza a abrir de forma automática y conduzco por el interior
de la finca, hay amplios jardines verdes y una gran fuente de agua, es todo
muy lujoso.
Cuando bajo del coche veo que el Sr. Henderson está en la puerta de su
casa con las manos metidas en los bolsillos. Tiene los primeros botones de
su camisa desabrochados y las mangas arremangadas, luce un poco más
casual de lo que estoy acostumbrada. Está tan atractivo que me deja sin
aliento unos segundos.
—Ese coche no es suyo, ¿estoy en lo cierto? —noto suspicacia en su voz.
Ni un hola.
Me dedico simplemente a asentir.
—Ya veo que no está haciendo caso de mis advertencias, ahora conduce
su vehículo.
Sabe que es de Kaden, vaya.
—Están reparando el mío.
El Sr. Henderson aprieta la mandíbula, parece sumamente cabreado. Se
hace a un lado para que pase y cuando entre lo sigo hasta un estudio.

249
Se sienta en su escritorio y me señala la silla de enfrente, me da la
sensación de que estamos en la universidad.
—¿Me mintió, Srta. Collins?
Muerdo mi labio.
—No quería decirle que era yo, sé que fue una estupidez, pero...
—No hablo de eso —Me interrumpe levantando la mano—, el golpe que
tenía en la cara el primer día de clase, ¿se lo hizo él? ¿Su ex-prometido?
—No, él nunca me había puesto la mano encima.
—Necesito que sea honesta conmigo si quiere que lleve su caso.
—Lo estoy siendo —le aseguro con rapidez.
El Sr. Henderson repiquetea un bolígrafo sobre la mesa mientras me
escudriña con su mirada.
—Está bien, la creo. Háblame de la relación que mantenía con su ex-
prometido, no omita detalles, quiero que me explique todo lo que pueda y
recuerde.
—¿Eso significa que va a tomar mi caso?
Que tome el caso y a ti también.
No es momento de pensar estas cosas.
Aburrida.
—Por supuesto —afirma sin dudar ni un segundo.
Suelto el aire que estaba conteniendo y me relajo en la silla.
El Sr. Henderson se inclina buscando algo en su escritorio, cierra un cajón
y coloca una grabadora encima de la mesa.
—Si le parece bien, procederemos a grabar las sesiones, quiero dejar
constancia de todas y cada una de las palabras que declare para estudiarlas
más tarde, me ayudan a montar la defensa.
—Me parece bien, ¿entonces nos veremos de nuevo?
—Esto va para largo, Srta. Collins. Me gustaría que realizáramos mínimo
una sesión o dos por semana, quiero que me informe de todo, por muy
insignificante que a usted le parezca. Será muy exhaustivo y probablemente
en algunos momentos sea incómodo o desagradable. Pasar por algo así… Me
gustaría que se planteara la opción de realizar terapia, si es que no la está
haciendo ya.
¿Le ha poseído el espíritu de Devan?
—No tengo problema con hacer más de una sesión, estoy lista.
Omito lo último que ha dicho, y entiende mi mensaje alto y claro.
—Está bien, por ahora.
Intento evitar poner los ojos en blanco. El Sr. Henderson coloca los codos
en el escritorio y entrelaza sus dedos. No deja de estudiar mis movimientos
ni un solo segundo, como si analizara también mi lenguaje corporal.

250
—¿Cuándo inició su relación con el Sr. Campbell?
—En el instituto, yo era una estudiante de primer año y Nathan era de
último curso.
—¿Era la primera vez que lo conocía?
Esto ya lo sabe, le he explicado muchas cosas en el correo, pero entiendo
que quiere tener toda la información en las grabaciones.
—No, lo conozco de toda la vida, nuestros padres estudiaron juntos en la
universidad y fueron amigos toda la vida. Lo veía en todas las fiestas y
cumpleaños cada año.
—¿Eran amigos? ¿Qué tipo de relación tenían?
—Nos llevábamos bien pero tampoco éramos amigos, supongo que, por
la diferencia de edad, no sé, nunca se interesó mucho por mí, hasta el
instituto.
—¿Fue él quien inició la relación?
—Sí, me pidió salir la segunda semana de curso.
—¿Y usted aceptó?
—Sí, era un como un sueño adolescente hecho realidad, Nathan era el
más popular del instituto, todo el mundo lo adoraba. Me sentía muy halagada.
—¿Y sus padres? ¿Cómo se tomaron la noticia? ¿Se alegraron?
Resoplo.
—Por supuesto, nuestras madres planeaban nuestra boda desde el día en
que nací. Siempre me hablaban de lo genial que era Nathan por esto y por lo
otro.
El Sr. Henderson apunta algo en su cuaderno.
—¿Entonces, cree que de algún modo se sentía condicionada a establecer
una relación con él? ¿Tal vez quería complacer a sus padres? ¿O por
popularidad?
Lo pienso unos segundos.
—No voy a negar que todo eso quizá fuera un factor determinante a la
hora de empezar una relación con él, pero no fue solo eso, él me gustaba. Era
muy atractivo, atento y encantador.
El Sr. Henderson entrecierra los ojos.
—¿Y fue siempre así? ¿Hasta el último día en que mantuvieron la relación?
Asiento.
—Necesito que verbalice sus respuestas Srta. Collins.
Sacudo la cabeza y me disculpo.
—Sí, siempre fue así.
—¿Nunca detectó conductas controladoras o posesivas? ¿Alguna vez le
presionó a hacer algo que usted no quisiera?
Me quedo en silencio. Ya hemos llegado a la parte incómoda demasiado

251
pronto. ¿Cómo hablo de ello?
—No lo sé.
No quiero reconocer lo tonta que he sido.
—Piénselo bien, Srta. Collins.
—Bueno... no le gustaba algún tipo de ropa que tenía.
—¿Se lo dijo explícitamente alguna vez?
—Sí, decía que no me hacía falta vestir de forma provocadora, que ya
tenía pareja.
Los dedos del Sr. Henderson se clavan con más fuerza en sus manos.
—¿La controlaba?
—Le gustaba saber dónde estaba, decía que quería saber que estaba bien
en todo momento.
Estúpida ciega.
Entrecierra sus ojos con mi respuesta.
—Volvamos al punto inicial, háblame del inicio de su relación. ¿Cómo
fue? ¿A dónde la llevó?
—Fuimos a ver un partido de béisbol, es un gran aficionado a ese deporte.
—¿De qué hablaron? ¿Se divirtió aquella noche?
—No lo recuerdo muy bien, estaba un poco nerviosa.
—¿En algún momento la hizo sentir incómoda?
—No, fue muy caballeroso.
—¿Y tras esa primera cita iniciaron su relación?
—Sí. Mis padres estaban eufóricos, no me pusieron toque de queda para
verlo, tenía libertad absoluta con él.
—¿La coaccionaban para que estuviera con él?
No me gusta la forma en la que está reconduciendo las preguntas, quiero
dejar a mis padres al margen.
—No lo creo, simplemente sabían que él me hacía feliz.
—¿La hacía feliz?
—Claro.
Sí, ¿no?
—¿Está segura de eso, Srta. Collins?
¿No sonaba segura? Tenía dieciséis años, yo qué sé. Solo quería bailar, me
importaba una mierda todo lo demás, solo quería encajar.
—Bueno, no era feliz todo el tiempo, es imposible estarlo, como cualquier
pareja tuvimos nuestras discusiones y altibajos.
—¿Cuándo tuvieron la primera discusión? ¿Lo recuerda?
Lo pienso y cuanto más lo pienso, peor me siento.
—La primera semana.
—¿La primera semana de la relación?

252
Me remuevo incómoda en el asiento.
—Sí.
—¿Por qué discutieron?
Desvío la mirada, se siente muy privado hablar de esto.
—Porque no quería acostarme con él, yo era virgen y no me sentía
preparada.
—¿La presionó entonces?
—No, fue una pequeña discusión, se disculpó y dijo que esperaría lo que
hiciera falta, que merecía la pena esperar por mí. Me regaló flores, fue muy
atento después de aquello.
En ese momento recuerdo que pensé que era algo súper romántico, ahora
la idea me está dando náuseas.
—¿Y lo hizo? ¿Esperó?
—Sí.
—¿No insistió en otra ocasión?
Suspiro.
—Bueno, él tenía dieciocho años, al final es normal que un chico de su
edad quiera tener sexo con su novia, ¿no?
¿Acabo de decir eso? ¿Qué diablos está mal conmigo?
—Estamos hablando de usted Srta. Collins, si usted no quería mantener
relaciones sexuales con él debía tenerlo muy claro y no insistir de nuevo.
Me encojo en mi asiento, cada vez me siento más estúpida.
—Bueno, no fue agresivo ni nada, se molestaba un poco y ya.
—¿Cómo fue su primera vez? ¿Cómo eran las relaciones sexuales que
mantenía con él?
Abro mi boca con asombro.
—¿Tenemos que hablar de esto? —pregunto, sintiéndome mortificada.
—Cualquier pequeño detalle de su relación puede ser crucial para el caso.
Mordisqueo mis uñas con nerviosismo.
—Pues... nos acostamos por primera vez a los tres meses de iniciar la
relación.
—Usted tenía dieciséis años y él dieciocho, ¿cierto?
—Sí. Era la fiesta de uno de sus amigos, acababan de ganar un partido de
béisbol y me invitó a ir con él.
—¿En esa fiesta eran todos mayores de edad?
—No, aunque recuerdo que yo era de las más pequeñas. Casi todos eran
de último año.
—¿Qué pasó en aquella fiesta? ¿Bebió?
—Claro, era una fiesta —respondo, como si fuera lo más lógico del
mundo.

253
El Sr. Henderson entrecierra los ojos.
—¿Qué bebió?
—No lo recuerdo, me lo dio Nathan, era la primera vez que bebía.
—¿Entonces no tiene recuerdos claros de su primera vez?
—Bueno... —Mis pies se mueven golpeando el suelo de forma repetitiva.
La mandíbula del Sr. Henderson se aprieta visiblemente.
—¿Y a raíz de ahí empezaron a mantener una relación física?
—Sí.
—¿Le obligaba a hacer cosas que le hacían sentir incómoda durante sus
encuentros sexuales? ¿La presionaba a tenerlos?
Suena tan profesional todo el tiempo, me cuesta creer que es el mismo
tipo que estuvo azotando a la mujer esa.
—No, eran muy... —Mis mejillas se tiñen de rojo—, nuestras relaciones
sexuales eran muy básicas.
«Muy aburridas. No placenteras».
—¿Puede ser más específica cuando dice que eran básicas?
«Pues que no tenía ni idea de lo bueno Grey Supremo».
—Me refiero a que siempre era lo mismo, solo le gustaba una posición,
siempre quería estar ehm... arriba, decía que le gustaba mirarme a la cara
cuando...
Muerdo mi labio, se siente demasiado mortificante hablar de esto.
—¿Cuándo qué?
—Cuando se corría —contesto, apartando la mirada.
—¿Entonces se podría decir que siempre la sometía en la cama?
«Quiero cavar un agujero en la tierra meterme dentro, y no salir de allí
nunca más».
—Bueno, supongo...
El Sr. Henderson alza las cejas.
—¿La obligó alguna vez a hacer algo que no quisiera durante su relación?
—Referente a nuestra vida sexual, no.
—¿En algún otro ámbito sí?
—No le gustaba que bailara, él también quería que estudiara derecho,
cuando tuve la gran discusión con mis padres antes del accidente él se puso
del lado de ellos.
Una alarma empieza a sonar interrumpiéndonos. El Sr. Henderson
extiende la mano y apaga la grabadora.
—Se ha acabado el tiempo Srta. Collins, me gustaría tener otra reunión
con usted esta semana. ¿Tiene preferencia por algún día en concreto? ¿El
viernes le iría bien?
—¿Antes de ir a Mala?

254
Aprieta los labios, y asiente.
—Sí, me va bien—respondo.
—Estupendo.
Sale por una puerta diferente esta vez, lo sigo y me quedo boquiabierta
cuando veo la zona exterior, tiene una maldita piscina infinita. Infinita. Como
en los hoteles lujosos.
—¡Es increíble! —exclamo, asombrada acercándome.
—Srta. Collins tenga cuidado, hay un desnivel en...
Caigo al agua y de repente me doy cuenta de que es mucho más profunda
de lo que parece. Intento mover los brazos como puedo, pero, buena
bailarina, terrible nadadora.
Trago un poco de agua y toso mientras me continúo hundiendo, debo
estar haciendo el ridículo de forma profesional.
Escucho un fuerte sonido y el agua se ondea a mi alrededor con más
intensidad, de repente, siento unos fuertes brazos rodeándome. Toso de
nuevo e intento meter un poco de aire en mis pulmones.
—¿No sabe nadar? —me pregunta confuso mientras me lleva al borde la
piscina.
Las gotitas caen por su frente y me cuesta concentrarme en la pregunta
que me acaba de hacer.
—No muy bien —respondo.
En ese momento soy consciente de la cercanía de nuestros cuerpos, mis
piernas se han enroscado alrededor de su cintura cuando me ha cogido entre
sus brazos y empiezo a notar un calor interno muy agradable.
Muerdo mi labio y los latidos de mi corazón empiezan a alterarse.
—¿Se encuentra bien? —pregunta con esa voz grave que derrite mi
interior.
—Sí —murmuro. No puedo evitar mirar sus labios, parecen estar
llamándome.
—Julliet, no mires de ese modo —suplica por lo bajo.
—¿Por qué? —pregunto cautivada por la tensión del momento.
Sus ojos se deslizan a mis labios y su mirada se oscurece.
—Porque... —Estrella sus labios contra los míos y me deshago en sus
brazos.
Mis brazos rodean su cuello y profundizo el beso, nuestros labios están
mojados por el agua y se deslizan con facilidad y fiereza.
Cuando nuestras lenguas se rozan gimo en su boca y me aparta de golpe.
Sus manos se colocan en mi cintura y me alza sentándome en el borde de
la piscina. Se impulsa y cuando sale prácticamente babeo, la camiseta blanca
se pega totalmente a su cuerpo y puedo vislumbrar la obra de arte que hay

255
debajo. Sacude la cabeza, esparciendo gotitas de agua por todos lados y creo
que en cualquier momento me voy a desmayar por el efecto que causa en mí.
«¿Dónde están las cámaras con efecto lento cuando hacen falta?»
Está completamente tenso, todo él, sus pantalones también.
—¿Quiere que le preste algo de ropa seca y coloque lo que lleva en la
secadora?
Rehúsa mi mirada y eso me vuelve loca.
—Sí.
Empiezo a dirigir mis manos al final de mi blusa, pero detiene mis manos.
—No se desnude, le daré ropa y se puede cambiar en el baño.
—No es nada que no haya visto antes, profesor.

256
27. DANGEROUS WOMAN
Niega y entra al interior de la casa, resoplo y lo sigo. Necesitaba esta
distracción, lo necesito a él. Sobre todo, después de lo intensa que ha sido la
conversación.
Vamos dejando un camino de huellas por toda la casa hasta una de las
habitaciones de la planta superior, esta casa es demasiado grande. Creo que
si no lo siguiera me podría perder con facilidad.
Cuando estamos dentro de una de las infinitas habitaciones abre una
puerta corrediza, y detrás se descubre un vestidor, de repente la fantasía de
montármelo con él ahí dentro cobra vida en mi cabeza.
El Sr. Henderson saca una camisa y me la lanza, como si me sacara a
propósito de esa fantasía, siempre tan oportuno mi querido profesor.
—Mis pantalones no le servirán, pero la camiseta es lo suficientemente
larga para cubrirla.
Asiento mientras muerdo mi labio.
—En el armario del baño encontrará toallas, séquese y deme su ropa
mojada para poder ponerla en la secadora.
Es tan mandón.
—¿El baño?
Me señala una puerta de las que hay en la habitación y me dirijo hacia ella.
Su baño es tan increíble como el resto de la casa. Tiene un maldito jacuzzi.
¿Quién es tan rico para tener un jacuzzi en el baño de la habitación? El lujo
no deja de asombrarme.
Quitarme los jeans mojados es un trabajo arduo por lo mojados que están,
una vez lo logro doblo toda la ropa húmeda en una pila y me seco con una
de las toallas. Me coloco la camisa del Sr. Henderson y efectivamente me llega
hasta las rodillas.
Cuando salgo y lo veo tengo que parpadear un par de veces, se está
colocando una camisa seca por su torso desnudo y ya se ha cambiado de
pantalones. Humedezco mis labios que se han quedado completamente secos
por la imagen y camino hasta él.
—Aquí está —digo mostrándole mi ropa mojada.
—Venga conmigo.
«Donde quiera, Grey supremo».
Bajamos la escalera y caminamos por la enorme casa, no sé si esto se
considera mansión, ¿a partir de cuantos metros cuadrados es una mansión?
Creo que para esta casa hace falta un mapa, así que sí debe entrar en la
condición de mansión.

257
Entramos al cuarto de la lavandería y cuando coge mi ropa nuestras
manos se rozan inocentemente.
—En un rato estará lista —comenta agachándose para colocar el interior
de la secadora.
Disfruto unos segundos de la vista que me ofrece y cuando se incorpora
desvío la mirada rápidamente.
—¿Y se le ocurre algo que podamos hacer para matar el tiempo? —
murmuro con un tono seductor mientras me acerco lentamente.
—Srta. Collins.
—No, llámame Julliet, Andrew —le pido mientras desabrocho los
primeros botones de su camisa.
—Para —ordena claramente.
—¿Por qué? —pregunto inclinando mi cabeza —¿Te da miedo no poder
controlarte cómo en el pasillo de Mala? ¿O cómo en la piscina? —Sus ojos
se van oscureciendo—. ¿O cómo en el ascensor?
Sonrío diciendo lo último, sé todo lo que está pensando, porque es justo
lo mismo en lo que yo estoy pensando.
—¿Por qué haces esto? —suena torturado, pero no puede apartar la
mirada de los botones que continúo desabrochando.
—Porque no puedo evitar desearte —le recuerdo.
Cuando estoy delante de él veo como traga con fuerza. Acaricio su brazo
con mis dedos y cuando llego hasta su mano la cojo y la guío hasta uno de
mis pechos expuestos.
Gruñe por lo bajo y lo siguiente que noto es como me alza con sus brazos
haciéndome rodear su cintura con mis piernas. Nos besamos de forma
frenética y siento fuego por todas partes. Eso es lo que provoca en mí, el
deseo es tan intenso que quema mi piel, como si prendiera fuego a cada
molécula que me compone. Es tan abrasador, como Andrew trajera el
infierno directo a la tierra en sus labios.
Me coloca encima de la lavadora y sus manos hacen saltar los pocos
botones que quedaban atados de la camisa. Sus ojos recorren cada centímetro
de mi piel y el aliento se queda atascado en mi garganta.
—Eres mi perdición —susurra por lo bajo antes de volver a besarme con
intensidad.
Mis manos se mueven por su pecho y me voy deshaciendo de su ropa.
Tiro de su camiseta y me deleito de la sensación de recorrer su torso con la
yema de mis dedos.
Se aparta y continúa el recorrido de besos en sentido descendente.
Acaricia mi piel con sus labios, haciéndome estremecer. Es tan placentero
que cierro mis ojos.

258
Cuando siento su aliento en el interior de mis muslos abro los ojos de
golpe, su mirada se alza y se mantiene clavada en la mía mientras me besa por
todas partes. Su lengua claramente experimentada me hace gemir
audiblemente.
Uno de sus largos dedos se introduce en mi interior y mis caderas se
mueven, la secadora se sacude con fuerza debajo de mí.
El Sr. Henderson continúa besándome ahí, y mi cadera se mueve contra
su boca de forma descarada. Me agarro a los extremos de la lavadora y
muerdo mi labio con fuerza mientras me dejo ir, notando como
prácticamente bebe de mí.
Cuando se incorpora lame sus labios brillantes y me mira con deseo. Mis
manos tiran de la cinturilla de su pantalón, le quito el botón y en un rápido
movimiento le bajo la cremallera y lo bajo de un tirón, no lleva ropa interior,
su erección se alza firme y la rodeo con mi mano.
Me mira expectante, como si esperara a que yo realizara el siguiente
movimiento, paso una por su trasero y lo empujo, acercándolo, lo introduzco
en mi interior y gimo por la sensación de plenitud que me proporciona. Es
demasiado abrumador adaptarse a Andrew, coge mi mentón y me obliga a
mantener nuestras miradas unidas.
Sus manos acarician mi espalda y cuando bajan agarra mi culo con fuerza,
apretando con una fuerza que me hace jadear.
Empieza a moverse y mi cabeza se inclina hacia atrás, es increíble. Él es
increíble.
Me vuelve loca, en el sentido más placentero de la cordura. Mis uñas se
arrastran por su espalda, y nos movemos de forma violenta y apasionada. No
sé cuánto rato estamos así, pero su aguante es desesperante, creo que me va
a matar a orgasmos, estoy casi por rogarle clemencia cuando sale de mi
interior y noto la calidez de su corrida sobre mi muslo. Miro con curiosidad
el líquido viscoso que se adhiere a mi piel, y con un dedo, por pura curiosidad,
recojo un poco y me lo llevo a los labios.
Los ojos de Andrew se oscurecen mientras me observan y seguidamente
procede a besarme sin ningún tipo de pudor, es uno de los besos más
calientes que me han dado en toda mi vida.
Cuando se separa recoge la camiseta que ha destrozado y me limpia con
ella. Tan considerado.
—Tu ropa ya está seca —murmura, su voz suena un poco entrecortada.
Me bajo de la secadora y me quedo en pie, empiezo a vestirme con mi
ropa, la cual está bastante caliente, ¿su lavadora también tiene la función de
secadora? De verdad, ¿cuántos lujos tiene este hombre? Andrew también se
coloca sus pantalones.

259
—¿Entonces el viernes a la misma hora que hoy? —intento sonar lo más
casual posible.
—Sí.
—Julliet…
—Perfecto. Hasta el viernes, ya sé dónde está la puerta —le respondo
saliendo rápidamente de allí.
Cuando estoy llegando a la salida uno de los cuadros que hay en la entrada
llama mi atención, en el sale la chica de la foto de la guantera de Kaden
apoyada en el pecho de Kaden, a su lado hay otra pareja, es una versión más
joven del Sr. Henderson junto a una chica. De fondo aparece el campus,
parecen fotos del mismo día que la foto que tiene Kaden, o al menos llevan
la misma ropa.
Mis piernas todavía tiemblan mientras me subo al coche solo de pensar
en lo que acabo de hacer. ¿Por qué no puedo controlarme cerca de Andrew?
¿Es solo realmente cerca de Andrew? ¿Qué tiene que me hace actuar de ese
modo? La culpa ocupa todos mis pensamientos de nuevo y odio tanto esa
sensación.
Estoy conduciendo de vuelta al piso de Devan cuando mi móvil empieza
a sonar, pongo la opción de manos libres y atiendo la llamada de Kaden con
un nudo en el estómago. Recordando lo único que me pidió y que no he
cumplido.
—¿Sí?
—¿Qué pasa, Julliet? —por su tono de voz suena ligeramente irritado.
—¿Qué pasa de qué?
—¿Por qué me estás evitando?
—No te estoy evitando —miento.
Kaden se ríe de forma sarcástica.
—¿Así que ya no somos sinceros el uno con el otro? Pensaba que era
parte del trato.
Es mi turno de reírme con sarcasmo.
—¿Ahora te interesan las normas, Kaden? Debe ser la primera vez.
—¿A qué te refieres? —inquiere.
—No creo que debamos hablar esto por teléfono —murmuro.
—Ven a mí casa entonces y lo hablamos. O voy yo a la tuya.
—¡No! Yo... no estoy en mi casa —respondo intentando ocultar el
nerviosismo de mi voz.
—Bueno, ¿a qué hora llegas, entonces?
Muerdo mi labio con fuerza.
—No me estoy quedando en mi casa, Kaden —confieso.
Se forma un silencio que se prolonga varios segundos, se sienten como

260
una eternidad para mí.
La sombra de una figura repentina en la carretera me hace dar un
volantazo y pierdo el control del coche varios segundos mientras este da
vueltas. Las ruedas chirrían con fuerza cuando intento enderezar el volante,
mi cabeza da vueltas y mi cuerpo tiembla por la adrenalina del momento.
—¡¿Julliet?! —pregunta Kaden completamente alterado.
Mi pecho sube y baja con rapidez, estoy hiperventilando.
—¡¿Julliet?! ¡¿Estás bien?! —insiste con preocupación.
—E-estoy bien —digo sacudiendo la cabeza.
—¿Estás conduciendo mientras hablas conmigo?
—Sí, pero estás en manos libres...
—¿Qué ha pasado?
—Creo que...creo que había algo en la carretera. ¿Un animal, quizás?
—¿Un animal? —pregunta, extrañado—. ¿Estás en las afueras de la
ciudad?
—Sí.
Mierda. ¿Sabrá donde vive el Sr. Henderson?
—Me gustaría verte ahora, Julliet.
—No puedo Kaden, mañana tengo examen y...
—Solo un rato, no te quedes a dormir si no quieres.
¿Lo que se traduce en que me quede el tiempo de follar o qué?
—Debo repasar para el temar...
—Por favor, quiero verte.
Aprieto los dedos con fuerza en el volante y tengo un debate mental.
—¿Te va bien si estoy allí en veinte minutos? —pregunto mascullando.
—Sí, por supuesto.
—Bien, nos vemos entonces.
—Hasta ahora.
Cuando la llamada se acaba tengo ganas de gritar.
¿Qué estoy haciendo? ¿Qué está mal conmigo?
No creo que sea lo más sensato verlo después de haber estado con el Sr.
Henderson, sin embargo, estoy conduciendo hasta su casa.
Mi cabeza está llena de pensamientos obscenos, de culpa, de vergüenza,
de miedo, de preocupación, de tantas cosas que quiero buscar el botón de
apagar. Al mismo tiempo, mi cerebro recrea las dos palabras que dijo Kaden
dormido. Lo que en parte me atemoriza. Quiero huir de todo.
Incluso de mí misma.
Cuando aparco delante de su casa se siente como si fuera mi última
oportunidad de dar media vuelta y alejarme de él.
Bajo del coche y cierro la puerta con más fuerza de la necesaria.

261
¿Qué debo hacer?
La angustia de volver a pensar en todo me tiene llamando a la puerta de
Kaden, ojalá tuviera más fuerza de voluntad. Él aparece al cabo de pocos
segundos, para mi tortura personal va vestido únicamente con un pantalón
corto de ejercicio y tiene una toalla al rededor del cuello.
—Pensaba que tardarías más en llegar, iba a meterme en la ducha ahora
—comenta secándose con la toalla el sudor de la frente—. Pasa.
Me siento incómoda por varias razones, una de ellas es porque acabo de
estar con su hermanastro. En todos los contextos de la palabra.
—¿Me vas a decir ya qué demonios te pasa? —exige recostándose sobre
la pared.
—Es sobre las normas. —Mordisqueo mis uñas con nerviosismo.
—Creí que eso estaba aclarado ya.
—¿Estás seguro de eso?
—¿Por qué me hablas en clave todo el tiempo?
—No te hablo en clave es que...
—Es que, ¿qué? No te andes con rodeos Julliet, sé clara.
—¿Sigues utilizando tu apartamento de...ya sabes? —pregunto sacando el
tema.
—¿Mi apartamento de ya sé? —repite sin entender nada.
—Sí, donde nos acostamos las primeras veces...
—¿Realmente quieres hablar de esto?
Asiento.
—Sí, lo sigo utilizando —responde con indiferencia.
—¿Entonces no vas a dejar el alquiler?
Su ceño se frunce con mi pregunta.
—No, ¿qué te hace pensar eso?
«Vale, ¿cómo se lo explico sin parecer una acosadora?»
—Entonces sigues manteniendo activa tu vida...ehm...sexual aparte de mí,
¿no?
—¿Por qué iba a dejarla exactamente? No es como si tú tampoco hubieras
dejado de hacerlo.
No sé si su respuesta me molesta o me alivia. Estoy tan confundida ahora
mismo. Pienso en las frases bonitas que me ha dicho, y en esos pequeños
momentos que me han hecho dudar. En esas dos palabras saliendo de su
boca. Era solo un sueño.
—Está bien.
—¿Era eso lo que te molestaba? ¿Te pensabas que eres exclusiva para mí?
Mis labios se curvan en una mueca. ¿Por qué duele la forma en la que lo
dice?

262
—No, yo... —miento. Sí, por unas horas había llegado a creer que había
cambiado—. Solo me da la sensación de que a veces me tratas de forma, no
sé.
—Eres especial para mí, Juls, pero eso no cambia nada.
Su respuesta me hace sentir emociones tan contradictorias que quiero
tirarme de los pelos.
—Todo aclarado entonces.
Veo la decepción en sus ojos.
—¿Seguro? —pregunta siguiéndome por su casa.
—Sí.
—¿Por qué me da la sensación de que eso no es todo? —pregunta,
entrecerrando sus ojos con astucia.
Me encojo de hombros haciéndome la indiferente.
—Juls —insiste.
«Vale, no puedo más, él quiere saber y me está presionando».
—¿Quién es Bonnie? —pregunto mirándolo fijamente.
Se congela unos instantes, parece ausente.
—¿Dónde has escuchado ese nombre? —pregunta un poco tenso.
—Lo dijiste dormido.
Kaden se pasa la mano por el pelo y camina hacia su cuarto, ignorándome
por completo.
—¿Kaden?
Cuando se gira para mirarme tiene esa cara de ignorancia que tanto me
molesta.
—No vuelvas a preguntarme sobre ella.
—¿Por qué?
—Porque no es algo que te incumba —dice con frialdad.
Lo dice de un modo que me hace más daño del que me gustaría admitir.
—Pero...
—No, Julliet, ¿queda claro?
—Como el agua —resoplo, molesta por su actitud.
—Estupendo.
—Genial, pues ya me voy.
—¿Qué? —pregunta, confundido.
—Que me voy, adiós.
Su frente se arruga, como si no entendiera mi actitud.
—Puedes quedarte, ya lo hemos hablado otras veces, pensaba que ya no
huíamos.
—Me has aclarado todas las dudas que tenía y tengo que estudiar, así que
adiós, Kaden.

263
Todas las que has querido responder.
Empiezo a caminar dando zancadas hasta su puerta, pero su brazo me
atrapa y me impide salir.
—Espera —demanda.
—¿Qué?
—¿Sabes algo de tu coche?
—Mañana lo tendrán listo, no te preocupes, si lo necesitas puedo
devolvértelo ya.
—No lo decía por eso. No hagas esto, Julliet —responde.
—¿Hacer el qué?
—No te enfades conmigo.
—No estoy enfadada.
—No tiene sentido que lo hagas, tú tampoco me lo explicas todo —
señala.
—Que no estoy enfadada —repito.
Me suelta y lo miro, se libra una batalla de miradas entre nosotros, donde
ninguno cede a explicar ni a confesar nada.
—Está bien, adiós —murmura, sin creerme.
—Adiós.
Se siente más fría esta despedida que la de la primera noche que nos
acostamos, y eso que ni me acompañó a la puerta.
Cuando me subo a su maldito coche dejo caer mi cabeza dramáticamente
en el volante.
¿Qué me pasa con Kaden? ¿Por qué parece todo tan complicado cuando
debería ser bastante sencillo? Solo sexo, ¿no?
Conduzco distraída en mis pensamientos, creo vislumbrar la figura de
Nathan caminando por la calle, lo miro un milisegundo y me doy cuenta de
que no es él, solo es alguien que se le parece, cuando vuelvo a mirar a la
carretera freno bruscamente, el tipo al que casi atropello parece estar asesi-
nándome con la mirada. Le pido mil disculpas. No sé dónde tengo la cabeza.

Cuando llego al apartamento de Devan ya ha preparado la cena. Me doy


una ducha rápida antes de unirme a él para cenar. Me espera y juntos vemos
un capítulo al azar de Friends. Ambos amamos la serie. Aunque tenemos un
debate intenso sobre si es mejor Cómo conocí a vuestra madre o Friends.
—Y cuéntame, ¿cómo ha ido la reunión con nuestro dominante favorito?
Me sonrojo pensando en lo que hemos hecho encima de su lavadora.

264
—¡Te lo has follado! —exclama señalándome con el dedo.
—¿Qué?
—Mi Ángel es un diablillo encubierto —dice divertido.
—Yo...
—No lo irás a negar, ¿no?
—Devan, no...
El timbre de su apartamento suena y lo miro extrañada. Devan se queda
pensativo unos segundos y hace una mueca.
—Mierda, con todo el tema de que te mudaras aquí no me he acordado
de decirle a Sam que no viniera.
—¿Sam?
—Sí, es una amiga que viene los miércoles a… —Una sonrisa perversa
aparece en sus labios—, jugar al Twister. Hoy viene sola, algunos días
acompañada.
—No tienes que cancelar nada, Devan, no cambies lo que sea que hagas
normalmente por mí.
—Solo quiero que no te sientas incómoda, este es tu hogar provisional —
Me dice con ese tono de calidez que me encanta de él.
—No me sentiré incómoda.
—¿Estás segura? Aunque siempre puedes unirte a nosotros.
—¿Qué?
—Que puedes jugar con nosotros.
—¿Al Twister?
Devan me guiña un ojo.
—Y a lo que quieras. —Su tono promete muchas más cosas en silencio.
Debería estudiar, pero tengo el examen realmente preparado, no me
apetece, quiero desconectar de todo y creo que estoy dispuesta a jugar a lo
que sea que me ofrezca Devan esta noche.

265
28. LOST THE GAME
La verdad es que cuando Devan ha dicho por primera vez Sam, la fantasía
del trío en mi cabeza ha durado unos tres segundos, hasta que ha mencionado
que es una amiga. Pero una vez más, ¿qué tendría de malo? Es cierto que
únicamente me lo había imaginado con dos chicos porque Dev me lo planteó
así, pero no puedo negar la parte de mí que también siente atracción por las
mujeres. No sé si es algo que ha pasado a raíz de Mala, o ya me pasaba y tal
vez lo reprimía. Siempre había estado tan centrada en encajar, en ser lo que
esperaba que fueran que algo así, como el cuestionarme mi orientación
sexual, hubiera sido una sentencia firme en mi familia.
Pero ahora, ¿qué importa? Puedo hacer lo que quiera, puedo ser quién
quiera. Acaricio mi muñeca, repasando las líneas del tatuaje que me hizo
Kaden.
Devan abre la puerta y tras ella aparece una chica de piel morena y pelo
oscuro. Debe tener más o menos nuestra edad, o lo aparenta.
—Devan —le dice sonriente dándole dos besos en cada mejilla. Cuando
alza la vista y me ve su sonrisa se ensancha—. Hola—me dice.
Mi piel se eriza solo de escucharla, tiene uno de esos tonos de voz
electrizantes, cautivadores, con un acento que no logro encajar. ¿Español,
quizá? Tengo curiosidad.
Me pongo en pie con un poco de nerviosismo y me acerco a ellos.
—Hola —le respondo con una sonrisa educada.
—Ella es Julliet, Sam —me presenta Devan—; Julliet, esta es Sam, Sam
es una ex-trabajadora de Mala.
Sam se acerca y me da dos besos, me quedo un poco sorprendida por la
confianza que tiene a la hora de saludarme.
—Encantada de conocerte, Julliet.
—I-igualmente —tartamudeo un poco sintiéndome intimidada.
Devan deja caer su brazo en mis hombros de forma casual.
—Estará viviendo conmigo una temporada —le explica Devan.
—Qué bien. ¿Tú también trabajas en Mala? —me pregunta Sam.
—Sí, llevo un tiempo trabajando allí los fines de semana.
—¿Te gusta? Es un lugar curioso, ¿verdad?
Su voz es tan increíble.
Asiento mientras muerdo mi labio.
—Bueno, ¿entonces Julliet jugará con nosotros esta noche? —pregunta
dejando sus cosas en la entrada.
—Dependerá de ella —le responde Dev mirando de reojo.

266
Van directos a la cocina y Devan saca de un armario una botella de alcohol
y pequeños vasitos de chupitos.
—¿A qué jugáis? —pregunto con curiosidad clavando mis codos en la isla
de la cocina.
Se me hace extraño dos adultos jugando a Twister una noche de un
miércoles.
—Normalmente al Strip Twister —responde Sam con una sonrisa
divertida—. ¿Has jugado alguna vez?
Vale, la parte de Strip era algo importante, ahora entiendo la sonrisa
traviesa de Devan. El cuál me mira curioso levantando una ceja, evaluando
mi reacción.
—Al Twister sí, pero siempre con, ehm...ropa —contesto, sonrojándome.
—¿A qué nuestra versión suena mucho más entretenida? —Las palabras
de Sam son provocadoras.
En mi cabeza empiezo a desarrollar la imagen y mi respiración se vuelve
un poco más superficial. ¿Cómo se puede pervertir un juego tan inocente?
Son trabajadores de Mala, todo es posible.
—Su-supongo —digo con una risita nerviosa.
—¿Nos dejas un segundo, Sammy? —pregunta Devan tirando de mi
brazo.
—Claro —responde ella sirviéndose un trago.
Me encierra en el baño junto a él y mi cabeza da vueltas.
—Ángel, no tienes que hacer nada que no te apetezca, no pasa nada, de
verdad —asegura.
Veo la sinceridad en sus ojos. Siempre tiene en cuenta mis pensamientos,
mis necesidades, mi todo, no soy un cuerpo follable solo para él, no lo soy,
no, no lo soy. Él se equivoca. Creo que se equivoca.
O tal vez Devan no quiere que participe, tal vez mi inexperiencia le aburra.
Al final, ¿por qué iba a querer estar con alguien vacío?
—¿No quieres que juegue con vosotros? —intento no sonar insegura.
Dev niega con confusión.
—No es eso, Julliet, solo no quiero que te veas obligada a nada. Quiero
que hagas lo que tú quieras.
—Me apetece jugar con vosotros.
—¿Eres consciente de en qué suele terminar nuestro juego?
—Sexo —respondo con sencillez, aunque la palabra se queda grande en
mi cabeza. Nunca he hecho un trío. Ni he estado con una mujer.
«Ay, Dios».
—¿Y aun así quieres jugar? —se asegura, insistiendo de nuevo.
«¿Quiero hacerlo? Sí. Creo que debería dejar de comerme la cabeza por

267
todo y probar lo que realmente me apetece».
—Sí.
Los ojos de Devan se ensanchan y traga con dificultad.
—Está bien, igualmente, en cualquier momento puedes irte a la
habitación, no te preocupes, si no estás cómoda simplemente te vas. Y si
quieres que Sam y yo nos vayamos a su apart...
—Devan —le pongo una mano en el hombro interrumpiéndolo—, deja
de preocuparte, estoy bien.
—Está bien.
Cuando salimos del baño Sam ha estirado el plástico del Twister en el
suelo del comedor y está bebiendo de su vasito tranquilamente.
—¿Todo bien? —quiere saber ella con un tono amable.
—Sí —contesto metiendo mis manos en los bolsillos del pantalón
mientras me balanceo intentando controlar los nervios.
Hay algo en Sam, tal vez sea la mezcla de evidente seguridad que tiene en
sí misma junto a su tono de voz. A parte de que es guapísima. Y ese acento.
Voy hasta la mesita y me sirvo un pequeño trago. Y luego otro, y otro.
Mañana tengo el examen semestral con el Sr. Henderson, ¿qué diablos estoy
haciendo?
«¿No me he divertido suficiente hasta ahora? ¿Hoy? ¿Qué está tan mal
conmigo? ¿De verdad? ¿Después de lo que he hecho hoy con Andrew por
qué estoy aquí? ¿Por qué no puedo parar?»
El alcohol quema mi garganta y arrugo mi nariz.
Devan se quita los zapatos y me doy cuenta en ese momento de que Sam
ya va descalza, imito el gesto y me deshago de los míos.
—¿Has hablado con Kurt? —le dice Devan a Sam mientras se sienta en
el sofá con la tabla del Twister en su regazo.
—No—resopla Sam.
—¿Cuándo vais a arreglar las cosas?
Intento no parecer asombrada con la conversación que estás
manteniendo, pero mi parte chismosa quiere saberlo todo.
—Cuando deje de ser un imbécil.
¿Un imbécil? ¿Kurt? A mí me pareció un tipo bastante encantador. Quizá
no es el mismo Kurt.
—Vamos Sammy, tienes que entender que Kurt...
—No me apetece hablar de él esta noche, D.
La mirada de Sam se enfoca en mí.
—Y dime Julliet, ¿alguna vez has estado con una mujer? —inquiere sin
rodeos.
Me atraganto con mi bebida y Devan estira su mano para palmear mi

268
espalda.
—Eh...yo...no —respondo mordiendo mi labio inferior.
Sam inclina la cabeza con diversión.
—¿Y a qué te dedicas? ¿Trabajas solo en Mala?
Cambia de tema, no sé si porque piensa que me ha incomodado o algo
por mi patética forma de responder. Devan me mira mientras bebe de su
vaso.
—Estudio Derecho.
—¿A qué no sabes quién es su profesor? —sonríe Devan de forma
provocativa hacia Sam.
—¡No fastidies! ¿Tienes al Sr. Henderson?
Lo he tenido entre las piernas si esa es la pregunta, sí.
—Sí —respondo con un poco de timidez.
—Qué envidia. —Suspira—. Estudiaría esa carrera solo por él.
Devan se ríe con descaro mientras bebe. Y le doy una mirada de reojo.
—¿Y tú en qué trabajas ahora?
— Soy azafata de vuelo, viajo mucho a nivel estatal —explica. Una sonrisa
perversa dibuja los labios de Sam—; aunque también trabajo en una línea
erótica, pero es por pura diversión.
Podría decir que me sorprende, pero con su tono de voz lo entiendo
totalmente. Es tan seductor. Puedo imaginarla perfectamente respondiendo
llamadas.
—Ugh, no soportaría el dolor constante de oídos —murmuro.
—¿Qué? No, es bastante divertido y excitante. —Se ríe.
—Eh, no, me refiero a los aviones —aclaro.
—Barotrauma —me dice Devan.
—¿Eh?
—Lo que dices se llama barotrauma, es el daño producido por la
diferencia de presiones.
—¿No te encanta cuando habla con su jerga médica? —me dice Sam con
una sonrisa.
Es sexy.
—A ella le gusto todo el tiempo —responde Devan.
Sam desvía su mirada entre nosotros con curiosidad.
—Bueno, ¿vamos a jugar? —siento sus ojos clavados en mí, me giro hacia
Devan quién también parece expectante por mi reacción.
—Claro —respondo antes de llevarme el vaso de nuevo a la boca.
Le doy un trago y siento como el coraje líquido se empieza a instalar por
mi sistema.
—¿Conoces las normas, Ángel?

269
—¿Del Strip Twister?
Asiente.
—Supongo que consiste en quitarse una prenda de ropa cada vez que caes
al suelo, ¿no?
Asumo.
—Y cada vez que alguien tiene que ir al color amarillo —añade Sam.
Supongo que no se andan con tonterías a la hora de desnudarse.
—¿Quién empieza? —pregunto.
—Los nuevos siempre son los primeros —contesta Sam.
—Bien.
Devan gira la ruleta y mis ojos se clavan en la aguja, cuando está a punto
de parar siento el nerviosismo por lo cerca que está del amarillo, mi suerte
hace que siga hasta el azul.
—Mano derecha al azul, Ángel.
Me pongo en pie y camino hasta la lona de plástico, me inclino y coloco
mi mano en el círculo azul.
Devan gira de nuevo y mira sonriente a Sam.
—Pie derecho en amarillo, Samy.
Sam sonríe y se incorpora, se quita la camiseta sin pudor y coloca su pie
en el círculo amarillo.
Si levanto la vista tengo una visión muy clara desde abajo de su sostén,
tiene un tatuaje que rodea el contorno inferior de ambos pechos. Es bastante
sexy.
—¿Te gusta? —me pregunta Sam.
Me sonrojo y asiento.
—¿Quieres hacerte uno? El tatuador que me lo hizo trabaja en Mala
también, podrías decirle que te lo hiciera.
—¿Hablas de Kaden? —le pregunto.
—¿Lo conoces?
Devan se empieza a reír y lo disimula con una tos.
—Sí —contesto. —Me hizo este. —Le muestro el interior de mi muñeca.
—Es bastante bueno en lo que hace. —Su frase connota un doble sentido
muy claro.
Lo sé de primera mano.
—Pie izquierdo en azul —comenta Devan en voz alta poniéndose a mi
lado, cuando coloca su pie en uno de los círculos tengo su entrepierna a la
altura de mi cara, muerdo mi labio recordando cosas.
Devan gira y me mira.
—Pie izquierdo en rojo, Ángel.
Paso mi pierna entre las piernas de Devan hasta el círculo rojo mientras

270
continúo manteniendo mi mano en el círculo azul.
—Pie izquierdo en azul, Sam —le indica.
Sam se queda abierta de piernas mientras nos mira.
—Mano derecha en amarillo. —Sonríe Devan, quitándose la camiseta.
Me pierdo unos segundos en esos maravillosos abdominales, él se inclina
pasando su cuerpo por encima de mí para estirar la mano hasta el círculo
amarillo. Empezamos a estar bastante enredados y es complicado aguantar.
Devan intenta mantener el equilibro mientras hace girar la ruleta.
—Mano izquierda en el amarillo, Ángel.
Es decir, que me toca quitarme algo.
Muerdo mi labio pensativo, ¿qué me quito?
Me incorporo un momento y quito mi sujetador bajo la blusa, lo paso por
una manga y luego lo estiro por la otra. La sonrisa de Devan va de lado a
lado.
Vuelvo a la posición en la que estaba, intentando colocar mi mano
izquierda en el círculo amarillo, pero es bastante difícil. Devan gira de nuevo
y le indica a Sam lo que tiene que hacer, cuando es su turno tiene que mover
el pie de una forma tan complicada que no puedo mantener el equilibrio y
caigo al suelo.
—Toca pagar con prenda.
Devan tiene la ventaja de que lleva calcetines, Sam y yo vamos descalzas,
por lo que la siguiente prenda que me quito son los pantalones, quedando
únicamente vestida con la blusa y mi tanga.
Dos prendas. ¿Cómo me pueden quedar solo dos prendas? No puedo
caerme de nuevo.
—Esta es la mejor partida de mi vida —asegura Devan con tono habitual
de coquetería mientras recorre mis piernas desnudas con sus ojos.
—Demonio coqueto.
En las siguientes rondas me esfuerzo por mantenerme en pie y no caigo
en el color amarillo en ningún turno, ya es parte de mi espíritu competitivo.
Para mi suerte, son ellos los que van perdiendo ropa a medida que pasan los
turnos.
Devan cae una vez al suelo y otras dos le toca el color amarillo, por lo que
está vestido únicamente con sus bóxers.
Sam cae en el amarillo y se deshace de sus pantalones.
La temperatura de la habitación va subiendo varios grados a medida que
nuestra ropa va cayendo al suelo, mi corazón late desbocado por la excitación
y la adrenalina del momento.
Nunca podré jugar al Twister de nuevo sin que aparezcan imágenes
perversas en mi cabeza.

271
He acabado con la cabeza entre las piernas de Sam, estoy en una posición
bastante complicada y mis brazos empiezan a estar cansados.
—Pie izquierdo en amarillo, Ángel.
Mierda.
Bueno, la vida es una.
Me levanto y me quito la blusa, quedándome prácticamente desnuda
delante de ellos. Me coloco en la posición que toca y el brazo de Devan cruza
mi torso, rozando uno de mis pechos. Es tan morbosa la situación, quizá el
alcohol también ayuda un poco a ello. Mis pezones están completamente
erectos.
Aguantamos un par de rondas más sin que a nadie le toque quitarse nada,
no quiero ser la primera en quedar completamente desnuda, pero Devan y yo
somos los que vamos más desaventajados.
—Pie derecho en el amarillo, Sam.
Sam se levanta y se quita con facilidad su sujetador. Tiene unos pechos
bonitos, completamente llenos y firmes, uno de sus pezones queda
atravesado por un piercing y me pregunto cómo se sentirá tener un piercing
ahí.
¿Hasta cuándo vamos a seguir jugando a esto? Quiero pasar a la acción de
verdad. Con Sam. Me siento tan atraída por ella que no tiene sentido.
Espero que Devan me indique que tengo que hacer, pero no dice nada,
levanto la vista de nuevo y observo que está besándose con Sam.
Trago con fuerza mirándolos, supongo que es hora de cambiar de juego.
Cuando se separan me mira, estoy igual de nerviosa que excitada.
Es decir, mucho de ambas.
Devan me extiende una mano y la tomo con inseguridad.
¿Estoy segura de querer hacer esto?
Cualquier duda que tengo queda acallada con los labios de Devan.
Acaricia mis mejillas con las yemas de sus dedos y cuando me separo de él
veo el deseo reflejado en sus ojos.
—Si quieres hacer esto...solo déjate llevar, Ángel —susurra en mi oído, a
continuación, tira de mi lóbulo con sus dientes.
Siento las manos suaves de Sam abrazar mi cintura desde atrás, su pecho
contra mi espalda, soy capaz de notar hasta el frío metal de su piercing, desliza
sus dedos por mis costillas y hace una línea invisible por el contorno de mis
pechos.
Mi piel se eriza y me falta el aliento, la situación nubla mi mente por
completo. Aparta mi pelo y sus labios recorren mi cuello, mordisquea
ligeramente y gimo en la boca de Devan.
Devan se separa y lame sus labios, su bóxer parece a punto de reventar,

272
lleva la mitad de la partida excitado, aunque estoy segura de que la humedad
que se filtra por mi ropa interior es igual de notable.
Me giro y quedo atrapada por la mirada felina de Sam, coge mi cara entre
sus manos y se inclina quedando a pocos centímetros de mí.
—¿Quieres jugar con nosotros a más cosas, Julliet? —propone con ese
tono tan seductor.
—Sí —murmuro completamente hechizada.
Acorta la distancia que nos separa y me besa, me sorprende lo mucho que
me gusta, y la química que hay instantánea. Los besos de las mujeres son tan
deliciosos, tan suaves y dulces. Sus pechos se presionan junto a los míos y mi
excitación aumenta considerablemente.
Hay cuatro manos recorriendo mi cuerpo, lo que me vuelve loca de placer.
Una de las manos me acaricia por encima de mi ropa interior y mi interior
se contrae con anticipación.
—¿Qué quieres que hagamos contigo, Ángel? —pregunta Devan, su voz
suena ronca por la excitación.
No lo sé, las posibilidades son tantas que no soy capaz de pensar en ellas
con claridad.
Me separo de Sam y muerdo mi labio.
—No lo sé —les respondo.
Sam me sonríe y tira de mi mano, se sienta en el sofá y me quedo de pie
delante de ella.
—Quítale el tanga, Devan —le ordena Sam.
Siento besos por el centro de mi columna, van desciendo lentamente por
mi espalda hasta donde termina.
Devan engancha sus dedos en el elástico de mi ropa interior y la baja
lentamente dejándome desnuda por completo.
Sam me recorre con la mirada y se lame los labios de forma seductora.
—Eres una preciosidad, Julliet —me dice ella.
Muerdo mi labio y la miro, se está acariciando los pechos, el metal de su
pezón derecho llama mi atención de nuevo.
—¿Quieres probarlo? —pregunta con una sonrisa coqueta.
No sé qué me impulsa a asentir con la cabeza, pero lo hago. Me arrodillo
en el suelo, quedando entre sus piernas e inclino mi cabeza para atrapar su
pecho con mi boca.
El metal está frío, el conjunto de su carne con la pequeña pieza es curioso,
estiro de él con mis labios y Sam gime con fuerza. Noto la erección de Devan
presionada junto a mi espalda, cuando levanto la mirada veo que se están
besando de forma desenfrenada.
Me pone muchísimo verlos, es como si todas las sensaciones se hubieran

273
intensificado y multiplicado.
Levanto mi mano y acaricio su otro pecho, jugando con su pezón entre
mis dedos, lo siento lleno en mi mano y es entonces cuando aprieto con la
fuerza que me gusta. Libero su pecho de mis labios, Sam y Devan se separan.
Saco valentía de algún lugar desconocido y muevo mis manos hasta el elástico
de la ropa interior de Sam, ella levanta las caderas y me ayuda a bajarla.
Está perfectamente depilada, como yo, lamo mis labios y empiezo a
besarla por el interior de su muslo. No pienso en nada más que en el morbo
del momento, aunque no sepa lo que estoy haciendo.
—Déjame hacerte sentir bien, Julliet —me pide Sam extendiendo su
mano. La tomo y tira de mí poniéndome en pie, ella también se levanta, me
empuja sobre el sofá y caigo pone sus manos en mis muslos, abriéndolos
ampliamente.
Sonríe perversamente antes de inclinarse y besar el punto de mis
terminaciones nerviosas, mis ojos se cierran y mi cabeza se inclina hacia atrás
de forma automática.
Este es el mejor oral de mi vida, y me lo está dando una mujer. Mis
caderas se mueven, Sam coge mis muslos para impedir que me mueva
mientras sigue devorándome con su boca.
Levanto la mirada y veo como Devan nos mira con deseo mientras se
masturba. Se agacha a la altura de mi oído.
—No sabes lo mucho que me pone verte disfrutar —susurra.
Muerdo mis labios con fuerza y clavo los dedos en el sofá, no puedo
contener mis gemidos.
—Joder —murmuro sintiendo como se tensa mi cuerpo.
Muerde con suavidad y eso es suficiente para hacerme llegar al cielo del
orgasmo.
Cuando miro a Sam veo que se acerca a mí, sus labios brillan y sé por qué.
—Eres deliciosa, ¿quieres probarte?
Antes de que pueda responderle me está besando con pasión, pruebo mi
excitación en su boca cuando nuestras lenguas se entrelazan.
Se separa y me sonríe. No me siento incómoda ni nerviosa, me encanta
la sensación de estar con ellos. Observo que Devan ha desparecido, escucho
unos pasos y cuando se acerca de nuevo tira un par de preservativos encima
del sofá.
—Ahora déjame ver cómo le das a placer a Devan, me encanta mirar —
me pide Sam.
Devan inclina su cabeza y me mira con una sonrisa, le indico con el dedo
que se acerque y se planta delante de mí, me inclino y rodeo con mi mano su
erección, levanto la mirada y no separo mis ojos de los suyos mientras lo

274
introduzco en mi boca.
—Joder, Ángel —murmura torturado entrecerrando sus ojos.
Empiezo a succionar con fuerza acompañando los movimientos con mi
mano, aparto mis ojos y desvío la mirada unos segundos, observo como Sam
nos mira mientras se acaricia.
Devan empuja suavemente mis hombros y sale de mi boca. Mis manos
tantean por el sofá y cuando encuentro el paquete de aluminio lo rompo con
mis dedos. Saco el preservativo y lo hago rodar por su longitud.
Muerdo mi labio, estoy indecisa por qué hacer a continuación, Devan
acaricia mi cara y me besa. Sus dientes tiran de mi labio inferior y por una
milésima de segundo Kaden aparece en mi mente. Sam se levanta del sofá y
viene hasta nuestro lado, tumba a Devan en el sofá y él sonríe mientras cae.
—Elige —me exige Sam al oído.
¿Qué elija? Oh
Oh.
Me acerco y me coloco encima del regazo de Devan, siento su dureza
presionada con fuerza contra mi centro.
Sus ojos se entrecierran mientras guío su erección en mi interior, me
entierro lentamente mientras suspiro.
Sam se acerca y se sienta encima de la cara de Devan, mueve sus caderas
mientras él la devora. Me muevo montando a Devan mientras los miro, la
fricción de mis movimientos contra mi clítoris es demasiado placentera.
Sam se inclina y mete uno de mis pechos en su boca. Gimo con fuerza
mientras muerdo mi labio, me muevo con más rapidez sobre Devan, cada
vez está más duro y palpitante.
Sam levanta la cabeza y me coge por el cuello, acercándome a ella para
besarme con fuerza.
Nuestras lenguas se enredan y mi interior se contrae en espasmos
repetidos alrededor de Devan. No tardo en notar como él se deja ir también.
Cuando salgo observo a Sam, está moviendo sus caderas frenéticamente
sobre Devan, sus gemidos van aumentando hasta que estalla en mil pedazos.
Es increíble como tenía dudas y todas han quedado en nada, y pasamos
la noche sin tapujos, sin complejos, simplemente rendidos a disfrutar del
placer que pueden llegar a proporcionarnos nuestros cuerpos cuando hay
confianza y diversión.

275
29. MOTHER’S DAUGHTER
Cuando despierto, mi cuerpo parece rogarme una semana de abstinencia
para poder recomponerse, seguramente debería hacerle caso.
Estiro mis brazos y observo que sigo desnuda, a mi lado Devan y Sam
continúan durmiendo plácidamente, intento moverme sigilosamente para no
despertarlos.
Me meto en el baño y me ducho versión exprés, quiero llegar a la
universidad lo antes posible para dar un último repaso al temario antes del
examen. Salgo en un santiamén y rodeo mi cuerpo en una de las toallas que
traje de mi casa, está bien eso de tener mis propias cosas y no tener que estar
utilizando lo de Devan todo el rato. Me sentía culpable por tener que hacer
uso de sus cosas. Cuando vuelvo a la habitación veo que Devan ya no está
ahí, pero Sam sigue dormida, por lo que busco algo de ropa en mi bolsa
intentando no hacer ruido.
Apago la alarma de mi teléfono antes de que suene y voy a la cocina a
prepararme un poco de café. Me siento encima de la isla y repaso los
conceptos claves del examen mientras bebo de la taza. Devan aparece por el
salón rascándose la cabeza, se ha puesto unos pantalones cortos, por lo que
puedo disfrutar de sus maravillosos abdominales de reojo mientras continúo
bebiendo de mi taza.
—Buenos días, Ángel —dice en un gran bostezo.
—Buenos días —sonrío.
—¿Cómo te sientes?
—Nerviosa, el Sr. Henderson hace exámenes rompe cabezas.
Devan se ríe y se siente a mi lado, mirándome fijamente como si quisiera
leer a través de mí.
—Decía cómo te sientes después de lo que pasó anoche.
Muerdo mi labio por los recuerdos, Devan sigue esperando una respuesta
por lo que me encojo de hombros.
—Bien.
—Lo disfrutaste mucho, ¿verdad?
Ese énfasis en mucho me sonroja, pero asiento.
—Me alegro, puedes volverte miembro de nuestras partidas de Twister
siempre que quieras —me asegura.
Sonrío y llevo de nuevo la taza a mis labios para darle un sorbo.
—¿Estás ocupada está tarde? —me pregunta.
—No más de lo usual, ¿por?
—Ayer hablé con la persona que creo que puede ayudarte con el tema de

276
defensa personal, me dijo que podías pasarte por su clase a las siete, si quieres
puedo llevarte.
—¿Crees que debo empezar ya?
Me sorprende lo rápido que ha movido los hilos.
—Creo que necesitas sentirte segura contigo misma lo antes posible,
Ángel.
Quiero abrazarlo.
—Está bien, ¿trabajas hoy?
—Sí, tengo turno de noche.
Lo que se traduce en que estaré sola en su apartamento.
—Pero si quieres puedo intentar cambiar el turno.
Sacudo la cabeza con rapidez.
—No, no, no quiero que cambies tu vida por mi Devan, mucho estás
haciendo. Por cierto, todavía no hemos concretado cuánto quieres que te
pague por...
Devan se lleva las manos a las orejas y se levanta ignorándome.
—Si vas a volver a hablar de que quieres pagar un alquiler o algo así no
pienso escucharte, Ángel.
—Devan... —Hago una mueca.
—No—niega mientras continúa tapando sus orejas.
Resoplo y voy hasta el fregadero para limpiar la taza.
—Mucha suerte en el examen —Me dice alzando ambos pulgares—.
¿Preparo comida para ti también o te quedarás de nuevo en la cafetería de la
universidad?
—Cogeré algo de la cafetería.
Quiero pasarme por el hospital, ver si todavía sigue Lex allí, por si queda
alguna oportunidad de conseguir que vuelva a hablar conmigo.
—¿Has puesto mi número como marcación rápida?
—Sí, señor. ¿Te empiezo a llamar Andrew?
—Sé que tienes un fetiche con él, pero me dolería que utilizaras el nombre
de otro—finge con dramatismo llevándose una mano al pecho.
Le saco la lengua de forma infantil.
—Genial, que tengas un buen día, Ángel.
Me acerco a su lado y me pongo de puntillas para besarle la mejilla.
—Gracias por todo Devan, y dile a Sam que fue un placer conocerla.
Devan se ríe y asiente.
—¿En el sentido literal de la palabra?
Ruedo mis ojos mientras niego la cabeza. No tiene remedio. Es un
demonio coqueto y siempre lo será.
Cojo mi bolsa y salgo a toda prisa del apartamento, he quedado con Taylor

277
para hacernos preguntas. Conduzco hasta la universidad sumergida
mentalmente en el temario del examen. Apenas está empezando a amanecer
cuando aparco.
Hay un silencio sepulcral en el campus, se nota que todavía no han
empezado las clases. Camino por los pasillos vacíos hasta quedar delante de
la puerta de la clase del Sr. Henderson.
Cuando llego me sorprende verla abierta, en principio, todas las aulas
permanecen cerradas hasta que no se acerca la hora de la clase, básicamente
porque las abren los profesores con sus tarjetas magnéticas.
Asomo la cabeza y veo que en el interior está Andrew escribiendo algo en
la pizarra.
—Buenos días —murmuro tras carraspear.
Las espaldas del Sr. Henderson se tensan y se gira para mirarme.
—¿Srta. Collins? ¿Qué hace aquí tan temprano? Quedan más de dos horas
para el examen.
—He quedado con Taylor para repasar el temario, señor.
Se me hace tan raro jugar al rol de profesor-alumna, en todo lo que puedo
pensar es en Andrew dándome con fuerza encima de su lavadora, es el último
recuerdo que tengo de él.
—Son unas alumnas muy aplicadas.
Bueno, anoche no estuve muy aplicada que digamos.
—Dígame que no será muy difícil el examen...
—Estoy segura de que usted podrá con el. —Aparece una pequeña
sonrisa ladeada como de orgullo.
Mi corazón se acelera con ese pequeño gesto. Siempre es tan serio.
—¿Se le ocurre alguna forma de subir nota? —pregunto coqueta pasando
la mano por el escote de mi blusa.
—Srta. Collins... —Su tono desaprobatorio me divierte.
—Era broma, señor.
«O no».
El Sr. Henderson niega.
—Nos vemos en un rato, Sr. Henderson —le digo girándome sobre mis
pies y caminando al exterior del aula.
Taylor está recostada contra la ventana y tiene la mirada perdida en su
teléfono.
—¿La clase está abierta? —pregunta extrañada.
—El Sr. Henderson está dentro apuntando códigos en la pizarra.
—Joder, creo que nunca he estado más nerviosa en toda mi vida.
Me doy cuenta de que a lo largo de su clavícula y su cuello empiezan a
colorearse varias zonas.

278
—¿Estás bien? —Señalo las rojeces que colorean su piel.
—Sí, me pasa cuando estoy ultra nerviosa —explica pasándose la mano.
—Estoy segura de que lo bordarás Tay. Hasta ahora has aprobado todo.
—Es el final del semestre, si la cago en este, tendré que ir a recuperación.
—No vas a suspender.
No somos las únicas personas de primero que han llegado antes para
repasar, la biblioteca se llena de alumnos poco a poco. Taylor y yo nos
sentamos y nos concentramos en los miles de apuntes que esparcimos a lo
largo de la mesa.
—Este examen va a acabar conmigo —resopla por lo bajo.
Me rio y sacudo la cabeza, estoy segura de que lo aprobará con buena
nota. Después de leer lo más importante, sacamos las tarjetas con casos
hipotéticos. También tenemos ejemplos de preguntas y nos las hacemos entre
nosotras en voz baja. No fallamos ni una.
Cuando se acerca la hora caminamos hasta el aula, el bullicio del pasillo
denota el nerviosismo generalizado de los alumnos.
El Sr. Henderson se coloca delante de la puerta con una lista en la mano
y todo el mundo se calla de golpe.
—Los iré llamando por orden alfabética, como siempre, deberán sentarse
en ese mismo orden, ocupen las primeras filas y así sucesivamente dejando
dos espacios libres. Verán que hay diversos códigos anotados en la pizarra,
deben anotar en la hoja de examen el código que coincida con el modelo que
tengan. Buena suerte —explica en voz alta.
Empieza a llamarnos uno a uno, se siente como si nos estuvieran
llamando para la horca.
Cuando me dejo caer en el pupitre, golpeteo mi pierna con nerviosismo
contra el suelo hasta que el último alumno se sienta y el Sr. Henderson cierra
la puerta detrás de él.
—Pueden empezar —sentencia.
Giramos la hoja del examen y se empiezan a escuchar resoplidos. Miro el
modelo de examen y anoto el código correspondiente a la pizarra.
Para mi sorpresa me parece realmente fácil, respondo a todo sin vacilar y
acabo antes de que termine el tiempo de realización de examen. Repaso las
respuestas que he contestado y me pongo en pie, siendo de las primeras, lo
que me hace preguntarme si tal vez lo tengo todo mal y por eso he acabado
tan rápido.
Cuando dejo el examen encima de la mesa del Sr. Henderson él echa un
vistazo rápido, lo que me incomoda, levanta la vista y me analiza.
—¿Le ha ido bien, Srta. Collins? —me pregunta mientras firmo la hoja de
asistencia.

279
Le miro fijamente al responder.
—Eso creo, señor.
—Me alegra escucharlo.
¿Es ironía o algo? ¿Lo he hecho todo mal? Estoy bastante segura de que
sé lo que he respondido.
Salgo de la clase, al ser día de examen final no tenemos ninguna asignatura
más, por lo que tengo el resto del día libre. Me siento como si me hubiera
quitado un enorme peso de encima, cojo mi teléfono y veo que tengo un
mensaje de Devan.

Devan: ¿Cómo ha ido el examen?

Yo: Sorprendentemente bien... lo que no sé si es malo o bueno.

Le escribo un mensaje de texto a Taylor diciéndole que no me espere para


comer y que iré directamente a ver a una amiga.
Paso por la cafetería y cojo un bocadillo, me pongo en la cola y escucho
cuchicheos a mi alrededor.
—Ella es la que se está tirando al Sr. Henderson —murmura una voz por
lo bajo.
—Ya hay que ser zorra para follarse a un profesor a cambio de aprobados
—responde otra voz.
Ahí está de nuevo la palabra. La misma que utiliza él. Intento controlar el
temblor de mi mano que aguanta la bandeja.
Me giro hacia ellos, cabreada, angustiada y triste, pero finjo una sonrisa.
—Qué bonito día para ser gilipollas, ¿verdad?
Siento un nudo en el estómago por la miniconfrontación, pero estoy
cansada de que insinúen de que todo lo que estoy consiguiendo
académicamente sea a cambio de sexo. Sobre todo, por la cantidad de horas
que paso con Taylor repasando, preparando temario extra, revisando todo lo
que no entiendo, preguntado todo, haciendo los ejercicios una y otra vez…
Se quedan boquiabiertos mientras me doy la vuelta.
No me quedo en la cafetería, lo último que me apetece es seguir
escuchando rumores a mi alrededor. ¿De verdad no ven como me paso
decenas de horas con la cabeza metida entre libros ahí mismo decenas de
veces? Tal vez deberían hacer lo mismo, en vez de perder el tiempo
criticándome.
Me como medio bocadillo apoyada contra el coche de Kaden. Guardo el
resto en mi bolso y me subo al coche. Conducir su coche me hace pensar en
él y la conversación que tuvimos ayer.

280
¿Debería hablar de nuevo con él?
Sacudo la cabeza. Bloqueo el teléfono y lo guardo en mi bolsa.

No debería estar de nuevo. Me dejó claro que no quería verme de nuevo,


la culpa me carcome, y seguramente ni esté aquí, pero siento que debo
comprobar con mis propios ojos que ya no está.
Mis pies se mueven de forma automática por el recinto hasta la habitación
de Lexie. Sigue ahí, porque escucho sus gritos, los cuales me ponen en alerta,
ya que se oyen desde afuera de la habitación.
—¡Suéltame! ¡Para! ¡Para! —La voz de Lexie suena aterrada.
Abro la puerta con rapidez y escaneo la situación que se desarrolla delante
de mis ojos, lista para enfrentarme a lo que sea. Lexie se mueve
frenéticamente de un lado a otro mientras la Sra. Coleman y una enfermera
intentan contenerla.
—¡Déjame! ¡Suelta!
—Lexie, tranquilízate, por favor. —Le pide la enfermera.
Su mirada parece perdida, como si no estuviera aquí. Como si no
entendiera nada de lo que está pasando.
—¡Nathan, para! —grita mientras empieza a dar manotazos al aire.
Me congelo en mi sitio, ¿acaba de decir Nathan?
Entra otra enfermera en la habitación con una jeringa en la mano, la
destapa y se la clava a Lex. Ella grita alterada intentando librarse del agarre,
hasta que poco a poco va tranquilizándose.
Entre ambas enfermeras la cogen y la recuestan en su cama.
—¿Qué ha pasado? —le pregunto a la Sra. Coleman.
Ella me mira con preocupación, luce bastante nerviosa.
—Se ha puesto a gritar de repente, no lo sabemos, llevaba un buen rato
histérica y no reaccionaba.
Mi frente se arruga mientras la miro y las náuseas suben por mi garganta.
—Los de la ambulancia no tardarán en venir para hacer el traslado. Se la
llevarán con sujeciones, no podemos arriesgarnos a que vuelva a tener otro
brote como este —comenta una de las enfermeras.
La Sra. Coleman asiente y se coloca junto a Lexie, le acaricia el pelo
mientras la mira, intentando contener las lágrimas.
—Julliet —murmura la Sra. Coleman.
—¿Sí?
—¿Tu novio no se llama Nathan?

281
—Sí, bueno, ya no estoy con él.
La Sra. Coleman no aparta la mirada de Lexie en ningún momento.
—A mí Lexie nunca le gustó, me decía que te manipulaba.
—No le gustaba, no.
—¿Tú sabes qué es lo que le pasa?
Miro las facciones relajadas de Lex. No puedo hablar por ella, no cuando
ni siquiera yo he sido capaz hasta ahora de, bueno ni siquiera he sido capaz
de denunciarlo, como voy a decirle a la Sra. Coleman… ¿por qué es tan
complejo todo?
—Me gustaría poder ayudarla, Sra. Coleman, pero Lexie ahora mismo no
quiere mi ayuda.
—¿Crees que…? ¿Crees que ella se lo hizo de nuevo? ¿Qué es lo que he
hecho mal, Julliet? ¿Cómo no he podido ayudar a mi pequeña?
Es tan doloroso ver su sufrimiento que me cuesta contener las lágrimas.
—Sra. Coleman esto no es su culpa, ni culpa de Lex, en estos casos no
tiene sentido buscar responsables, ¿me oye? No sirve para nada.
Y si alguien tiene la culpa de todo esto tengo claro quién es.
Me hierve la sangre con tanta rabia, pero al mismo tiempo siento tanto
temor. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar? ¿Con qué recursos cuenta? Me
siento tan pequeña y estúpida.
—¿La llevan a Heaven Care?
En ese momento la Sra. Coleman me mira.
—Ella misma lo pidió, Julliet.
No quiero que esté allí de nuevo. ¿Hasta ese punto hemos llegado? ¿Así
de trastocada la está dejando?
Le odio. Ojalá pudiera hacer que se tragara cada estúpida rosa negra y
sintiera todo el dolor de Lex, todo el miedo que me está infundado.
—No quiero que la aíslen —reconozco en voz alta—-. Los métodos que
utilizan allí… son demasiado ortodoxos, Sra. Coleman, sé que es el centro
más cercano, pero no es el mejor, ni tiene buenos profesionales.
Ella lo sabe también. Lex le ha dicho muchas veces lo mal que estuvo, por
eso también defendió su postura y se enfrentó con su exmarido.
—No puedo contra ellos dos. Yo tampoco entiendo por qué lo ha pedido,
pero ahora necesita ayuda, y esto escapa de mis manos.
Tengo tanto contenido en mi interior que siento como si estuviera
embriagada de emociones. Niego y me acerco a Lex, descansa de una forma
tan tranquila, ver esa expresión de relajación en su rostro me hace desear que
durará.
Intento contener las lágrimas y me agacho para besar su frente.
—Te sacaré de ahí cuando meta a ese desgraciado en prisión —le digo en

282
un susurro apenas perceptible, para que su madre no pueda oírme y salgo de
la habitación antes de que me derrumbe.
Me encierro en el primer baño que veo y lloro. Por ella, por mí, por todo.
No solo le ha hecho daño a la persona que más quiero, también me la ha
quitado de mi vida. Y es en este mismo hospital, solo albergo recuerdos de
mierda.

Conduzco hasta el departamento de Devan, una parte de mí necesita más


que nunca esas clases de defensa personal.
Cuando abro la puerta con la llave que me ha dado lo encuentro sentado
en el sofá, está sumergido en un libro de algo sanitario.
—Hola, Dev.
—Me alegro de que ya estés en casa. —Se pasa las manos por la barbilla—
. ¿Has visto qué bien suena eso?
Quiero intentar decirle algo o al menos responder, pero su mirada
expectante me pone sensible y me echo a llorar de nuevo. Me siento ridícula
y me llevo las manos a la cara para ocultar lo tonta que debo parecer.
—Eh, ¿Qué pasa, Julliet?
Niego, incapaz de formular una palabra.
De repente estoy envuelta en sus brazos, manchando su camiseta con mis
lágrimas, y él se dedica a acariciar mi pelo una y otra vez.
—Estoy aquí contigo, para ti —me dice con amabilidad.
Cuando me tranquilizo nos sentamos en el sofá y le cuento todo lo que le
puedo contar, omitiendo la parte que Lex quiere que omita.
—Sí que he escuchado algunas cosas del personal de Heaven Care —
reconoce.
—Lo viví en primera persona, Dev, no había medicación suficiente para
dejarme tan drogada y no saber que nos trataban como una mierda.
Acaricia su barbilla, como si estuviera planeando algo.
—Puede que esto suene como una locura.
Lo miro con confusión, seguro que es una locura.
—Sé que andan cortos de personal, podría pedir una excedencia de mi
puesto actual y trabajar para ellos, quizá tuviera acceso a la planta y podría
vigilar a tu amiga.
—Devan no vas a cambiar de trabajo solo para vigilar a mi amiga. De
verdad, tienes que poner límites con tu amabilidad o sobreprotección lo que
sea que estás haciendo.

283
Solo sonríe.
—Les vendrá bien tener un trabajador decente en ese lugar.
—Dev, no.
—¿Sabes que no puedes decidir sobre mis decisiones?
—Deberías pedir una interconsulta con ellos en vez de trabajar ahí,
porque no es normal.
—¿Quieres ponerte algo de ropa deportiva? —dice mientras señala mi
atuendo—. Al final llegaremos tarde.
Especialista en salirse con la suya y cambiarme de tema.
—Sí, estoy lista en cinco minutos, pero no queda aquí la cosa.
Voy hasta su cuarto y rebusco en una de las bolsas de ropa, me desvisto
con rapidez y me coloco unos leggins y una camiseta de manga corta.
Devan pica a la puerta mientras estoy atando mis deportivas.
—¿Te queda mucho, Ángel?
—Ya estoy —contesto poniéndome en pie.
Cuando abre la puerta me mira de arriba a abajo.
—¿Cómo puedes lucir tan caliente con cualquier cosa?
—Creo que simplemente me miras con buenos ojos.
Devan sacude la cabeza.
—Eres tú, nunca había visto a nadie tan... no sé, es como hipnotizante
mirarte —explica.
Me sonrojo con su cumplido y caminamos hasta la puerta.
—¿Entonces de qué conoces a alguien que entrena en defensa personal?
¿Es un cliente de Mala o algo?
—No, era el guardaespaldas de una paciente que estuvo en el hospital
hace algún tiempo.
—¿Y te hiciste su amigo?
—No exactamente...
—¡¿Te enrollaste con él?! —pregunto emocionada por el chisme.
Devan se ríe.
—No, por mucho que me guste la idea.
—¿Entonces?
—Él tiene alguna historia con alguien que fue abusada sexualmente —
Aprieta sus labios—. Creo que le afectó, al cabo de un año cuando dejó de
trabajar como guardaespaldas vino al hospital y nos dio su tarjeta, abrió un
gimnasio de defensa personal.
—¿Crees que lo hizo por aquella persona?
—Estoy seguro de que fue por eso, tiene pinta de tipo duro, pero lo vi
hablando con la chica que cuidaba y es un trozo de pan. También es muy
sexy, y por desgracia hetero. Tal vez podrías follártelo en mi honor.

284
—Devan —le digo escandalizada.
—No, no te hagas la inocente conmigo. No después de lo de anoche.
Me saca todos los colores.
El gimnasio no queda muy lejos del departamento de Devan, vamos
andando, es un local bien cuidado y bastante moderno.
—Tenemos una cita con Pierson a las ocho —informa Devan al chico
que está en la recepción.
—¿A nombre de quién?
—Julliet Collins.
El chico de recepción me da una llave.
—Es para tu taquilla —me informa—. Puedes utilizar las instalaciones
para asearte tras la clase.
No he cogido ropa de recambio, pero es interesante saber que me podré
duchar aquí.
—Muchas gracias.
Devan me acompaña y lo miro extrañada.
—¿No tengo que pagar nada? ¿Registrarme? ¿Algo?
—Es una clase de prueba, si te gusta tendrás que inscribirte.
—Bien.
Caminamos por el largo pasillo, hay varias máquinas y sacos de boxeo
para ejercitarse dentro del local.
Esto debe ser carísimo, no sé si voy a poder permitírmelo. Todavía ni
siquiera he hablado de cuanto voy a tener que pagarle al Sr. Henderson. Las
cuentas en mi cabeza empiezan a estar ajustadas.
Cuando llegamos hasta la sala del final observo que está recubierta de una
especie de gomaespuma.
Una figura masculina grande nos da la espalda, está peleando con una
chica, ella realiza un movimiento con la pierna que logra tumbar al hombre.
Me quedo boquiabierta mientras los miro, espero ser capaz de hacer eso
algún día.
—Y pensabas que nunca podrías tumbarme, Brit —le dice el tipo riendo
mientras se incorpora de un salto.
—Muchas gracias por la clase, Blake —responde la chica con una sonrisa.
Blake inclina la cabeza mientras le devuelve la sonrisa.
La chica camina hasta nuestro lado mientras Blake va hacia la esquina y
coge su botella de agua.
—Pierson —Devan su atención.
Blake se gira y lo mira, camina hasta nosotros y cuando me ve sonríe.
—Tú debes ser la amiga de este peligro de aquí —me dice.
—Soy totalmente inofensivo —salta Devan a la defensiva.

285
—Blake Pierson. —Extiende su mano.
Cuando la tomo mi mano se siente muy pequeña en la suya.
—Julliet Collins.

286
30. ME MYSELF & I
Después de esto voy a necesitar que alguien camine por mí, porque creo
que esa misión va a ser imposible llevarla a cabo por mi cuenta.
Tengo agujetas solo de pensar en las agujetas que me van a salir mañana.
Me levanto del suelo, intentando no pensar en la cantidad de veces que
he hecho eso ya y fulmino con la mirada a Blake de forma disimulada
—Tienes buena flexibilidad, pero te recomendaría mejorar tu resistencia
física —me aconseja.
Bueno, se podría decir que mi cuerpo últimamente está agotado por el
exceso de actividad física.
Me paso la mano por la frente llevándome el sudor e intento recuperar un
poco de aire.
—¿Estás seguro de que esto sirve para defenderme o solo intentas
matarme de forma tortuosa?
Los labios de Blake se aprietan un poco, conteniendo una sonrisa que veo
reflejada en el brillo de sus ojos.
—Eres más fuerte de lo que crees, simplemente necesitas un poco de
ejercicio para mejorar tu aguante.
Coloco ambas manos en mi rodilla y me inclino para tomar una bocanada
de aire, necesito descansar un poco.
No debería haber dejado el baile, antes sí que estaba en forma. Extraño
correr cada mañana, bailar cada día. Dios, hacía tanto tiempo que no pensaba
eso. Cuando Kaden me llevó a bailar, cuando bailé delante de todos en Mala,
todos esos sentimientos resurgieron a flote. Los había intentado mantener
tan enterrados que no sabía cuánto lo necesitaba. Y quiero más, mucho más,
porque nunca me había conformado con un tipo de baile, mi cuerpo siempre
me había pedido experimentar todo tipo de danzas.
—La clase ha terminado.
Esas palabras suenan como música para mis oídos.
—Muchas gracias.
Levanta una ceja con suspicacia.
—¿Me das las gracias porque ha acabado o por la lección?
—¿Puede ser por ambas?
Blake se ríe por mi respuesta.
—Fuera te darán toda la información por si deseas continuar con las
lecciones.
—¿Podré tumbarte del mismo modo que lo ha hecho la chica de antes?
—Dependerá de ti. —Me reta.

287
—Sería interesante poder hacerlo, teniendo en cuenta la cantidad de veces
que me has tenido en el suelo hoy.
—Puedes tomártelo como una motivación personal.
Caminamos fuera de la sala y Blake apaga las luces por donde vamos
pasando.
—Diría que ha sido un placer, pero mentiría —murmuro.
Eso lo hace reír de nuevo, genial, no sabía que mi desgracia causara tanta
diversión.
—Que tengas una buena noche, Collins.
—La tendré, estoy tan cansada que apuesto a que no tardaré cinco
segundos en dormirme.
Se despide y observo ese trasero bien hecho caminar escaleras arriba.
¿Mala qué me has hecho?
Cojo mis cosas y voy hacia el mostrador. El chico me informa que podría
entrenar con Blake dos veces por semana a esta hora, tengo total libertad para
utilizar las instalaciones el resto del tiempo.
Cuando le pregunto el precio cruzo los dedos para que sea algo asequible,
me dice la tarifa y vuelvo a preguntar porque me sorprende su respuesta.
—No puede ser... —murmuro por lo bajo.
—Ese es el precio —asegura el chico—. ¿Deseas inscribirte entonces?
Parece algo impaciente, es normal, es tarde, y supongo que desea irse a
casa.
¿Pero y qué gana Blake poniendo precios tan bajos? Apenas debe sacar
un mínimo de beneficio para mantener el lugar.
—Sí, por supuesto.
Me extiende los formularios y los empiezo a completar con rapidez.
—Muchas gracias —le digo devolviéndoselos.
Me sonríe educadamente mientras los escanea e introduce en el sistema y
me despido.
Cuando salgo del recinto ya ha anochecido y las calles están iluminadas
por las farolas, se me hace extraño caminar tarde sin mi vehículo, pero
realmente no estoy lejos del apartamento de Devan. Camino, distraída,
mirando mi teléfono.

Devan: Espero que haya ido bien la clase, han sobrado fajitas esta
mañana, puedes cenar eso si quieres. No me quemes la cocina.

Sonrío mirando su mensaje, Devan parece una madre preocupada a veces.


Al girar la esquina observo a un tipo pidiendo ayuda y me quedo congelada,
preocupada por lo que veo delante de mí. Todo transcurre en fracciones de

288
segundos, un tipo golpea a otro con fuerza, se lleva algo y sale corriendo. No
hago nada durante esos segundos, no persigo al hombre que huye ni ayudo
al que está agonizando en el suelo. Cuando vuelvo en mí me acerco al tipo
del suelo mientras marco el número de emergencias, este se retuerce de dolor
en el suelo. ¿Y si es alguien peligroso también? Tengo miedo, pero no puedo
ignorarlo si necesita mi ayuda.
—¿Estás bien? —le digo, arrodillándome a su lado.
Pregunta estúpida, obviamente.
Él aguanta su abdomen con fuerza, joder, no ha sido un golpe, lo han
apuñalado, empiezo a sentir pánico, viendo la sangre.
—El anillo —murmura en un jadeo de dolor.
—¿Qué?
Responden al otro lado de la línea de emergencias y les informo de lo que
acabo de presenciar y de que este tipo necesita asistencia sanitaria urgente.
—El anillo —me repite, angustiado.
—¿Qué anillo? —miro a mi alrededor.
Sigue aguantándose el abdomen, jadeando, cada vez está más pálido.
Junto mis manos y presiono la herida que no para de sangrar, por puro
instinto. Cuando lo hago suelta un quejido, pero tengo que hacer que pare de
sangrar de algún modo.
—Me estaba siguiendo desde que he salido de la joyería, iba... —Tose un
poco de sangre y me salpica en el cuerpo, joder, esto no debe ser nada
bueno—, iba a pedirle matrimonio a mi novio esta noche.
Parece mucho más afectado por eso que por el hecho de que, joder, parece
que se está muriendo en mis brazos, ¿dónde está la maldita ambulancia?
La sangre empapa mis manos, ¿cómo puede estar perdiendo tanta sangre?
—El anillo. —Su voz suena más débil ahora.
No.
—¿Cómo te llamas?
No puedo hacer que pierda la consciencia, eso no debe ser bueno.
—Jake.
—Jake la ambulancia está de camino, ¿vale? No puedes dormirte ahora.
Dime, ¿cómo se llama tu novio?
Eso hace que sonría un poco a través de su dolor.
—Cameron. Cam.
—Muy bien, vas a mantenerte despierto por Cam, ¿vale? Piensa en Cam.
Jake vuelve a toser y a gemir de dolor. Se me hace eterna la espera y me
siento impotente por no saber qué hacer.
—No me va a perdonar —susurra entrecortadamente cerrando
lentamente sus ojos.

289
—¿Jake? No, no, no.
No sé porqué estoy tan sentimental, pero entre lo de Lex y esto me supera
todo últimamente y no puedo evitar notar como algunas lágrimas silenciosas
ruedan por mi rostro.
Cuando las sirenas suenan cada vez más cerca son como música para mi
alma, y rezo para que este desconocido pueda encontrarse con Cam y todo
salga bien. No quiero más muertes, no quiero más dolor ni más sufrimiento,
ni siquiera, aunque no sea mío. Simplemente no puedo con más.
—Necesitaremos que atestigüe en la oficina, Sra. Collins —me dice una
de las oficiales.
—Uhm...claro.
Voy a comisaría con ellas e intento dar la versión de los hechos lo más
detallado posible, intento recordar al hombre atacante pero apenas puedo
recordar sus facciones. Creo que estoy en estado de shock, todavía tengo la
sangre de Jake por todo mi cuerpo. Ojalá pudiera saber cómo está.
Cuando levanto la mirada observo el reloj de la comisaría, me doy cuenta
de que es bastante tarde.
—¿Quiere un café? —ofrece la oficial.
Es bastante joven, pero mantiene un aire profesional todo el tiempo.
—Estoy bien, gracias. —Rechazo amablemente.
—Unas preguntas más, firmas y podrá marcharse a casa —me contesta
su compañero.
Es como si mi cabeza fuera a estallar, estoy agotada, tanto mi cuerpo
como mi mente se sienten exhaustos.
—Muchas gracias por la ayuda que nos ha proporcionado, Srta. Collins
—me dice la oficial mientras me acompaña a la salida.
—Espero que puedan atraparlo —murmuro.
Levanto la mirada y observo los amables ojos de la oficial que ha estado
conmigo todo el rato, ¿debería presentar la denuncia de Nathan ahora? ¿Es
este el mejor momento? Tal vez debería acabar de aclarar el caso con el Sr.
Henderson y presentar la denuncia, pero…
—Hola, cariño.
Esa voz.
Mi mundo se detiene por completo.
Si estuviera viendo un reloj ahora mismo podría asegurar que las agujas se
han parado por completo. El terror se empieza a instalar en mi sistema.
—Nate —responde alegremente la nueva pareja de Nathan—. Déjame
cinco minutos y estoy contigo, me tengo que cambiar.
Soy incapaz de darme la vuelta y mirarlo.
—¿Quería algo más, Sra. Collins? —me dice amablemente la oficial.

290
Sé que tengo que responder, pero estoy demasiado asustada para hablar.
En mi cabeza estoy reviviendo una y otra la sensación de ser presionada
contra la pared del baño. Las amenazas, las flores, su coche, Lex. Todo.
—¿Se encuentra bien? —pregunta poniendo la mano en mi hombro
sacándome de mi ensoñación.
—Sí, sí...yo...gracias...esto...buenas noches —contesto con la mirada fija
en el suelo, me muevo rápidamente fuera conteniendo el aliento.
Tengo la necesidad de correr y huir de allí, cuando noto el aire de la calle
contra mi cara respiro de nuevo.
«¿Esta es su táctica? ¿Ir en serio con una agente de policía para que no me
crean si lo denuncio? No puede ser, no puede ser, no puede ser. Es como si
todo diera vueltas».
Salgo sin mirar atrás, casi voy corriendo hasta el apartamento de Devan.
Meto la llave frenéticamente en la cerradura y cierro la puerta con fuerza
asegurándome de echar todos los seguros.
Me resbalo por la puerta y caigo al suelo enterrando mi cara en mis
rodillas.
No hay forma de que consiga nada, no conseguiré nada denunciándolo.
Ni siquiera tengo pruebas de nada que lo relacionen a él directamente. Lo que
le he prometido a Lex… Es nada. Palabras vacías.
Los siguientes minutos de mi vida transcurren sin que sea consciente de
ellos, cuando miro lo que tengo en mis manos es cuando recupero el sentido
común.
No puedo hacer esto de nuevo.
Necesito distraerme, si no lo hago acabaré haciendo algo de lo que me
arrepentiré.
Cojo mi teléfono y mis manos tiemblan mientras busco entre los
contactos.
Un timbre, dos timbres, tres timbres, cuatro...
—¿Juls?
—¿Puedo ir a tu casa? —Mi voz suena completamente desesperada.
—Claro...no estoy allí, pero tardaré poco, ¿paso a por ti?
—No, nos vemos allí directamente.
—¿Estás bien? —me pregunta, hay un ligero atisbo de preocupación en
su tono de voz.
—No —contesto con sinceridad.
Hay un silencio breve que queda interrumpido por la siguiente pregunta
de Kaden.
—¿Seguro que no quieres que vaya a buscarte?
—Nos vemos en un rato —contesto antes de colgar el teléfono.

291
Quiero hacerlo de nuevo. Sé que no es la solución a nada, soy plenamente
consciente de ello, pero no me impide desearlo. Sin embargo, todavía son tan
recientes que tengo miedo de perder el control ahora. No puedo coger nada
afilado.
Cuando bajo a la calle miro frenéticamente mi alrededor, estoy paranoica.
Me meto en el coche de Kaden y cierro la puerta con fuerza antes de echar
el seguro y bloquear las puertas.
La música suena y estiro la mano para apagarla. Conduzco hasta la casa
de Kaden intentando mantener en blanco mi mente, es muy difícil porque no
dejan de llegar imágenes explícitas. De esas que no tenía desde hacía mucho
tiempo. Al menos no tan explícitas.
Las luces de la casa de Kaden están apagadas, llamo a la puerta, pero siento
que todavía no está aquí. Me muevo de un lado a otro, necesito dejar de
pensar.
Escucho la moto de Kaden y miro como aparca delante de su casa.
Cuando se baja y se quita el casco me olvido de todo. La realidad de esa idea
me golpea con fuerza: Kaden hace qué me olvide de todo.
—¿Juls? —pregunta Kaden mientras se acerca. Cuando me escanea con
su mirada sus ojos se abren de par en par—. ¡¿Estás herida?! —Suena alterado
mientras me agarra los hombros.
Miro hacia abajo y me doy cuenta de que todavía estoy cubierta de sangre.
La angustia me impide hablar.
—¿Julliet?
—No es mía —Susurro—. Han atacado a un hombre, yo estaba allí. No
me ha pasado nada.
Es como si estuviera en piloto automático, no sé bien ni lo que estoy
diciendo. Miro a Kaden con confusión, él me coge en sus brazos y me lleva
hasta su baño. Se agacha y abre el grifo de la bañera.
Sus manos tiran del dobladillo de mi camiseta deportiva, levanto mis
brazos para facilitar la tarea. Se arrodilla y descuerda mis zapatos deportivos,
los quita y lleva sus manos a mi cintura, baja mis leggins junto a mi ropa
interior y me quedo completamente desnuda. Cierra el grifo y me alienta a
entrar dentro de la bañera.
Me limpia pasando el jabón por mi cuerpo. Estoy tan confundida, ¿por
qué no me está follando? Las lágrimas ruedan silenciosamente por mi cara.
No quiero amabilidad. Quiero dolor.

Solo eres una cara bonita, y un cuerpo follable. No te querrán, solo te desearán. Las
palabras se repiten en mi cabeza. Eso es lo que seré para todos.

292
¿Por qué haces esto Kaden? ¿Por qué? No es como se supone que debería
ser entre nosotros. No. No es así.
—¿Qué puedo hacer por ti, Julliet? —murmura mientras me ayuda a salir
de la bañera.
—Yo...quiero... quiero dejar de pensar...necesito... ¿puedes distraerme? —
levanto la mirada y me pierdo en el color azulado de sus ojos.
«Quiero dejar de pensar en hacerme daño. Calla esas voces».
Es la misma pregunta que le hice la noche que nos conocimos.
—¿Cómo?
Me pongo de puntillas y busco sus labios con los míos, su pregunta tiene
respuesta con mi beso. Parece entender lo que necesito. Sus manos recorren
suavemente mi cintura y descansan en la parte inferior de mi espalda.
—Julliet —murmura separándose unos segundos.
—Es lo que necesito —susurro por lo bajo.
«Solo sexo».
«Solo sexo».
Necesito repetirlo, todo el tiempo mientras me folla.

Despierto apartando lentamente a Kaden y salgo de la cama, cojo una de


sus camisetas y la paso por mi cuerpo desnudo, voy a su baño y después
busco mi teléfono en la pila de ropa del suelo. No está aquí.
Camino por el pasillo y miro a mi alrededor, cuando llego al salón observo
que está encima de la isla de la cocina. No recuerdo ni haberlo cogido ni
haberlo dejado ahí, todo está tan confuso en mi cabeza.
Cuando lo enciendo veo que tengo algunos mensajes y llamadas perdidas
de Devan.
No le avisé, y después de todo lo de Nathan… Qué inconsciente.
Le devuelvo la llamada a Devan y no tarda en contestar el teléfono.
—¡¿Julliet?! —suena histérico.
—Devan, estoy bien, estoy en casa de Kaden...
—¿Estás bien? —repite.
—Sí.
Suspira aliviado al otro lado de la línea.
—¿Entonces por qué hay sangre en la entrada, Julliet?
Mierda, seguramente manché la moqueta del suelo con mi ropa
ensangrentada.
—Luego te lo explicaré, estoy bien, ayer atacaron a alguien delante de

293
mí…pero estoy bien, la sangre no es mía. Lo siento.
Hace una pausa de unos segundos.
—La próxima vez déjame una nota o envíame un mensaje de texto, por
favor. Al menos, hasta que tengas la orden de alejamiento.
—Lo sé, no lo pensé, lo siento, Dev.
—No pasa nada, Ángel, lo importante es que estás bien.
—Iré a tu casa después de recoger el coche del taller.
—No es mi casa, es nuestra, temporalmente es tuya también.
—Devan que viva allí temporalmente no la hace mi casa.
—Yo creo que sí —replica con tenacidad.
Sacudo la cabeza, Devan es capaz de hacer desaparecer la tensión de
cualquier situación con facilidad.
—Nos vemos más tarde.
—Adiós, Ángel.
Cuando cuelgo me giro y veo la figura de Kaden en la entrada del salón,
está analizándome con su mirada.
—¿Vives con el camarero? —pregunta entrecerrando sus ojos. Parece
realmente molesto con la idea.
Trago con fuerza antes de responder.
—Temporalmente.
—¿Por qué?
Balanceo mi peso de una pierna a otra.
—No me apetece hablar de ello, Kaden.
—¿Es por tu ex? ¿Ha hecho algo más aparte de destrozar tu coche?
Me tenso en el lugar.
—No sé si lo del coche lo hizo él...
Kaden camina hasta mi lado y levanta mi cara.
—Quiero que hables conmigo Julliet, quiero que confíes en mí.
No sé cómo hacerlo.
—Han estado pasando...cosas.
Kaden frunce el ceño.
—¿Qué cosas, Juls?
Desvío la mirada y contengo el aliento.
Muchas cosas.
¿Debería explicárselas? ¿De qué sirve que él las sepa? Sacudo la cabeza.
No necesito que nadie más lastime a Nathan, eso solo le cabrearía más y
pondría a más personas en peligro.
Devan ya está siendo amenazado por Nathan, no sé qué recursos tiene,
pero no me gustaría que lo condenarán por agresión. No quiero que Kaden
se sume a la ecuación.

294
—Nada, porque tampoco puedo probar nada... —murmuro por lo bajo.
—¿Qué ha pasado, Juls? —insiste.
Aprieto mis labios con fuerza.
—No sé cómo...no sé por dónde empezar a...
—Ven conmigo —Tira de mi mano y me guía de nuevo a su dormitorio.
Lo miro indecisa, no sé cuáles son sus intenciones.
—Ponte esto —me indica tirándome un pantalón corto suyo.
Observo cómo se coloca él también un pantalón y una camiseta. Cuando
deslizo su pantalón por mis piernas y lo ato con fuerza lo miro expectante.
—Vamos—ordena extendiendo su mano. La tomo sin vacilar y me dejo
guiar, abre la puerta corrediza del salón y salimos. El sonido de las olas
rompiendo en la orilla se escucha desde aquí. Kaden empieza a bajar las
escaleras y lo imito, mis pies descalzos pisan la arena caliente por el sol.
Caminamos en silencio hasta la orilla, lo miro de reojo, pero no me
devuelve la mirada en ningún momento, parece absorto en sus propios
pensamientos. Cuando estamos cerca del agua se sienta , apoya en sus manos
y fija la mirada en el mar. Hago lo mismo, es tranquilizador ver el agua en
continuo movimiento. La ligera brisa marina remueve mi pelo.
—Siempre me ha servido venir aquí para aclarar mis ideas —me comenta
todavía con la mirada perdida.
—Me hubiera gustado tener un lugar así de cerca de mi casa.
Kaden se ríe por lo bajo de forma sarcástica.
—Si el precio a pagar era vivir en esa casa créeme que no te hubiera
gustado.
Giro mi cabeza y observo cómo sus facciones se han endurecido.
—¿No te gusta tú casa?
—Me gusta, lo que no me gusta son los recuerdos que tengo de ella.
—¿Entonces por qué no la vendes?
Irónico que yo haga esta pregunta cuando me encuentro en el mismo
dilema.
—Porque la diseñó mi madre.
—¿Tu madre biológica?
Kaden asiente.
—¿Era arquitecta?
—Eso tengo entendido.
—Aun así, si alberga malos recuerdos, empezar en otro lado podría ser
bueno, ¿no?
—No podría hacerlo... además siempre puedo intentar crear nuevos
recuerdos, ¿no? Últimamente tengo unos cuantos buenos—comenta girando
la cabeza, su sonrisa ladeada hace que mi corazón se salte un latido.

295
—¿Entonces crecisteis aquí? ¿Tú y..?
—¿Andrew? —termina la oración por mí.
Asiento.
—Sí —responde.
Me cuesta mucho imaginarlos de ese modo, es como si no encajaran.
El agua brilla por el reflejo del sol, es hipnotizante en cierto modo.
Entiendo que Kaden venga aquí, el ambiente es capaz de despejar tu mente.
—¿Qué cosas han estado pasando últimamente? —me pregunta al cabo
de unos minutos.
Doblego mis rodillas y las rodeo con mis brazos.
Soy incapaz de mirar a Kaden.
—Fui a una fiesta... Nathan, mi ex… Él también estaba allí y quería... Él
quería... Pero yo no...
Mis ojos pican, las palmas de mis manos se sienten sudorosas.
—Yo no quería —continuo.
Es como si no fuera capaz de pronunciar las palabras en voz alta.
—¿Qué no querías, Juls? —pone una de sus manos en mis tensos
hombros.
—No quería... Tener... —Cojo aire con fuerza—; yo no quería tener sexo
con él.
Muerdo mis labios con tanta fuerza que noto la sangre en mi boca. La
mano que tiene Kaden amablemente en mi hombro aprieta con más fuerza.
—¿Te presionó? —Su voz es completamente gélida ahora.
Abrazo con más fuerza mis rodillas, llevándolas a mi pecho.
—Devan lo apartó.
No estoy segura de que deba estar contándole esto. ¿Qué bien le hace
saberlo?
—¿Dónde vive tu exnovio? —Suena amenazante.
—Kaden, no.
—Nada de Kaden, Juls. Espera, no lo has denunciado, ¿verdad? Por eso
ha estado merodeando por las afueras de Mala, ¿te está acosando?
Inclino la cabeza hacia un lado y hago una mueca.
—Estoy pensando en denunciarlo, el Sr. Henderson será mi abogado y...
—¿Por eso estabas en su casa el otro día? ¿Por qué será el abogado del
caso?
—¿Cómo sabes que he estado en su casa? —pregunto girando mi cara
para mirarlo.
—Vive en las afueras y dijiste que estabas por ahí.
No me gusta como sobre analiza tanto las cosas.
—Sí, es por eso.

296
—Un momento. ¿Ha hecho algo más el gilipollas ese? ¿Por eso vives con
el camarero?
—Kaden —suspiro.
—¿Qué más ha hecho Julliet?
Mi corazón martillea con fuerza en mi pecho.
—Realmente no sé si ha sido él, pero... A parte del coche, rompieron un
cristal de la casa y me dejaron un mensaje.
—¿Qué decía? ¿Así es como te cortaste?
Mierda.
—Ehh, sí. La nota decía qué nadie creería a una zorra como yo... Y el otro
día... Cuando me fui de aquí en medio de la noche... Uhm... Creo que…No
lo pude ver bien, pero creo que su coche estaba aparcado frente a mi casa.
Omito lo de los extraños correos porque no es nada tangible. Y lo de las
rosas, porque tienen relación con Lex y ella me hizo prometerle que no dijera
nada. Me siento tan frustrada e impotente.
—Vas a traer tus cosas y venir conmigo.
—Kaden no tienes que...
—Sí —me interrumpe—; aquí estarás a salvo conmigo. Aunque también
voy a encargarme de dejarle claro a ese subnormal…
—¡Basta! Ni se te ocurra hacerle nada, Kaden. No quiero que te amenace
a ti también.
La ceja de Kaden se alza.
—¿Te preocupas por mí?
¿Eso es lo único que le ha interesado de la frase? Ignoro su pregunta y me
centro en lo verdaderamente importante.
—No lo conoces, su padre es uno de los mejores abogados del país.
—Andrew también lo es.
—Prométeme que no le harás nada, eso solo jugará en nuestra contra si
llega a juicio.
—Julliet.
—Prométemelo, Kaden —insisto mirándolo fijamente a los ojos.
Su mandíbula se aprieta, pero asiente.
—Gracias —le contesto.
Kaden estira sus brazos y se pone en pie.
—¿Entonces vamos a traer tus cosas?
—¿Mis cosas? —repito, no entiendo su pregunta.
—Sí, para que te mudes aquí.
Sacudo la cabeza.
—No me voy a mudar aquí, Kaden.
—Claro que sí, si alguien puede protegerte de esa basura, soy yo.

297
—Estoy bien con Devan.
Kaden rueda los ojos.
—Sí, estoy segura de que el camarero podrá defenderte —resopla con
sarcasmo.
Me pongo en pie y lo miro, ligeramente irritada por su actitud.
—Me da seguridad, que es lo que más necesito.
—¿Y no crees que yo pueda dártela?
—No lo sé, Kaden, pero conozco a Devan... Y realmente lo conozco
mejor que a ti.
«Eso es completamente cierto, sé mucho más de Devan que de Kaden.
Me siento segura a su lado. Puedo confiar plenamente en él».
—Tú eres de las personas que más me conocen —contesta.
—Kaden, prácticamente no sé nada de ti.
—Puedes preguntarme.
—¿Para qué evites mis preguntas?
—No saques ese tema de nuevo —su frente se arruga.
Habla del tema Bonnie, cuanto menos quiere hablar de ella, más
curiosidad tengo.
—No he dicho nada.
—No, pero hablabas de eso al decir que evito tus preguntas, ahórrate la
psicología inversa conmigo no funcionará.
—Aunque me lo explicaras da igual, estoy viviendo con Devan ahora.
Sus labios se aprietan con fuerza.
—¿Por qué tienes que ser tan testaruda? ¿No ves que simplemente quiero
que estés a salvo?
Me cruzo de brazos, su insistencia está empezando a cabrearme.
—¿Estás hablando de mi seguridad o es que te molesta que esté
quedándome con Devan?
—¿Si estás tan segura con él porque viniste anoche a mi casa? —pregunta
arqueando una ceja—. ¿Y cómo te permitió que salieras en medio de la
noche?
Trago con fuerza.
—En primer lugar, no es mi dueño, no tiene por qué permitirme nada, y
en segundo lugar vine aquí porque...
—¿Por qué?
Porque sentía que me estaba hundiendo, y tú eres capaz de mantenerme
a flote.
—Devan trabaja algunas noches, quería estar con alguien.
—¿Así que soy tu plato de consolación?
Me paso las manos por el pelo, me frustra tanto su actitud.

298
—No he dicho eso, Kaden.
—¿Entonces por qué no vienes conmigo? Está claro que si él trabaja
algunas noches no va a poder defenderte.
—No va a pasar nada porque me quede sola en su apartamento.
Kaden se mueve rápidamente y me atrapa en sus brazos dejándome
inmóvil. No puedo ver su cara, me tiene de espaldas. Puedo sentir su respira-
ción contra mi cuello.
—¿Cómo puedes defenderte por tu cuenta? Intenta escapar.
Me remuevo, pero me tiene bloqueada. Ojalá en la clase de ayer hubiera
aprendido este movimiento de escape.
—Suéltame —le exijo.
—Eso es lo que le dirás al capullo de tu ex, ¿crees que te hará caso? —
susurra en mi oído. Me estremezco por el miedo y la impotencia de imaginar
la situación. Es como si volviera al baño de nuevo, siento la misma inde-
fensión. No quiero pensar en eso.
«No quiero. No, por favor».
—Kaden, suéltame. —Mi voz tiembla.
Libera mis brazos y abrazo mi cuerpo con ellos.
—Solo te estaba demostrando mi punto. —Señala.
—Pues no ha tenido gracia —mascullo.
—Créeme que nada de esto me divierte. —Entrecierra sus ojos.
Me sacudo la arena del pantalón y doy media vuelta.
—¿A dónde vas?
—Qué te importa —murmullo por lo bajo.
—Julliet. —Me coge del brazo.
Me giro y lo miro enfadada.
—Me voy a casa de Devan, Kaden.
—No tiene sentido que te enfades.
—¿No? ¿Quieres que me ría porque me inmovilices o prefieres que te dé
las gracias? —respondo con sarcasmo.
—¿Crees que me gusta llegar a ese extremo? Solo quería demostrarte que
no estás segura, Juls. No eres fuerte. No quieres quedarte conmigo y no me
dejas aclarar las cosas con tu ex. ¿Qué se supone que debo hacer? No quiero
que te pase nada.
Apuesto que su «aclarar las cosas» implica que Nathan acabe ingresado en
el hospital.
—Nathan no sabe nada de Devan. Ni siquiera sabe donde vive, así que
no pasa nada.
—Es cuestión de tiempo. Si ya te sigue a Mala, vete tú a saber.
Muerdo el interior de mi boca, tenía sospechas de ello, pero esperaba

299
equivocarme.
—Al menos, prométeme que te quedarás las noches que estés sola aquí.
—Me pide.
—Lo pensaré.
—Puedes llevarte mi ropa —murmura Kaden detrás de mí.
—Te la devolveré esta noche.
—No hace falta, Juls.
Cojo la llave de su coche y se la doy en la mano, él la mira y luego me mira
a mí.
—Hoy me devuelven el coche del taller, ya no lo necesitaré. Muchas
gracias —le explico.
—Necesitas el coche para irte de aquí.
—No, voy a pedir un...
Kaden resopla.
—Ya te acerco con mi moto.
Niego con la cabeza.
—No es necesario —contesto con rapidez.
Kaden hace oídos sordos y desaparece por el pasillo, no tarda ni veinte
segundos en aparecer con los zapatos puestos.
—Vamos —exige cogiendo las llaves de su moto.
—Kaden no quiero que me lleves, no hace fa...
—Bueno, pero yo quiero llevarte, así que vamos —me interrumpe.
—Qué voy a pedir un Ub...
No me deja acabar la oración y me coge por los muslos tirándome a su
hombro.
—¿En serio? —resoplo.
—Te secuestro de nuevo, pero esta vez para devolverte.
—Estupendo —contesto poniendo los ojos en blanco.
—No te quejes tanto —gruñe palmeando mi trasero.
Camina conmigo en sus brazos hasta su moto, me devuelve al suelo y lo
fulmino con la mirada.
Kaden aprieta mis mofletes con una mano y se inclina para juntar sus
labios con los míos.
Por unos segundos me quedo totalmente desconcertada.
—¿Qué? —pregunto cuando se separa sin saber qué decir exactamente.
—¿A qué ya no estás enfadada? —dice alzando una ceja con diversión.
—Empiezo a pensar que estás mal de la cabeza.
—Tú me haces actuar de ese modo, nena.
Me cruzo de brazos.
—Es lo más bonito que me has dicho hasta ahora —me burlo.

300
—¿Ahora quieres que te diga cosas bonitas? —pregunta sonriendo.
—No, yo...
—Tienes unos ojos increíbles —murmura inclinando su cabeza y mirando
fijamente.
Intento contener mi sonrisa, pero fallo, eso es lo que me dijo la noche que
lo conocí.
—¿Esa es tu línea? —repito siguiéndole el juego.
Tal vez ambos estamos mal de la cabeza.
—Cariño, yo no necesito líneas.
Inclino la cabeza.
—¿Cuándo viene la parte en la que me dices que no te gusta repetir? —lo
provoco.
—Cuando vienes rogando por más —responde con una sonrisa de burla.
Muerdo mi labio y Kaden se inclina para liberarlo. Lo acaricia con las
yemas de sus dedos y contengo la respiración.
—¿Nos vamos? —pregunta separándose de golpe.
Asiento, confundido.

—Me tendrás que guiar, porque no tengo ni idea de donde vive el


camarero.
—¿Por qué lo llamas camarero todo el tiempo? Su nombre es Devan, y es
más cosas aparte de camarero, por ejemplo, también es enfermero.
Kaden rueda los ojos.
—¿Y tú por qué lo defiendes tanto?
—Me gusta, por lo que no me agrada que lo menosprecies con esa actitud
—crítico, señalándolo.
Pone los ojos en blanco.
—Está bien, pues me tendrás que guiar hasta el apartamento del camarero
barra enfermero.
Debe ser alérgico a decir su nombre.
Niego y me subo a la parte trasera de su moto tras colocarme el casco.
Cuando arranca intento apoyarme en los laterales de la moto, pero Kaden,
como siempre, me obliga a rodearle la cintura.
Voy diciéndole a Kaden por donde ir, cuando llega al apartamento de
Devan me bajo de un salto.
—¿Quieres que te acerque al taller?
Niego.
—¿Estás segura?
—Sí.
—¿Te pensarás lo de pasar las noches que estés sola en mi casa? Estoy

301
segura de que al camarero enfermero le parecerá bien, ¿a que sí?
Lo pienso unos segundos, conociendo a Devan sí, me tirará a los brazos
de Kaden y me hará bromas sobre la suerte que tengo.
—Lo pensaré —le repito de nuevo.
Kaden asiente y mueve la cabeza despidiéndose de mí.
—Nos vemos esta noche, nena.
—Hasta luego, Kaden.

302
31. LOST IN THE FIRE
El resto del día pasa de forma más o menos tranquila en comparación al
anterior. Devan me hace mil preguntas sobre lo que sucedió. Le cuento que
Kaden se ha ofrecido a que me quede con él las noches en que Devan
trabaje. Por supuesto, a él le parece buena idea, pero puntualizando que
siempre que a mí me lo parezca.
Recojo mi coche del taller, aunque no tenga los siniestros no puedo evitar
pensar en ellos.
Cuando se acerca la hora de ir a casa del Sr. Henderson estoy demasiado
nerviosa. No me apetece hablar de Nathan, es lo último que quiero hacer, ni
mucho menos quiero estar explicando la relación que teníamos. Cada
pregunta de Andrew me hace sentir estúpida, está claro que en mi mente todo
estaba mucho más distorsionado, ¿por qué no escuché a Lexie antes?
Conduzco desde el taller hasta la casa del Sr. Henderson. Verlo en la
puerta, expectante, incrementa mi nerviosismo.
El ambiente es distinto en su casa, o su mansión, pese a que sigue teniendo
ese rol de autoridad sobre mí, lo veo más cercano. Y no, por favor, no pienses
más en cuartos de lavandería. Cuando me siento de nuevo en su despacho
decido que lo voy a soltar sin más, sin rodeos.
—Sr. Henderson, antes de nada, me gustaría decirle que anoche vi a
Nathan y...
—¿Cómo qué lo viste? —me interrumpe. Suena completamente enfadado
pese a que mantiene la compostura.
—Fue algo casual, no es que quisiera verlo —le aclaro.
—¿Le hizo o le dijo algo? ¿Había algún testigo?
—No, no me dijo nada... Yo uhm... Estaba en comisaría porque presencié
un robo con agresión... Y cuando me estaba marchando él entró... Mantiene
una relación con una agente de policía.
El Sr. Henderson resopla y se pasa la mano por su pelo.
—No me gusta nada las cartas a las que juega su expareja, Srta. Collins.
Sí, yo tampoco creo que sea casualidad que justo ahora salga con alguien
que trabaja en el departamento de policía.
—Le recuerdo que nuestras conversaciones serán grabadas, Srta. Collins.
Asiento.
No llevamos ni diez minutos cuando alguien llama a la puerta.
—Disculpe, Sr. Henderson —empieza a decir un tipo que tiene pinta de
trabajar aquí—, la Sra. Bonnie Lee está en la puerta y pregunta por usted.
¿Bonnie? ¿Cómo la Bonnie de Kaden?

303
—Eso no es posible —murmura el Sr. Henderson abriendo sus ojos por
completo.
—Quiere verlo —continúa diciendo el hombre.
Andrew se pone en pie, parece completamente perplejo.
Siento la necesidad de averiguar si es ella, y por qué es un tema tabú para
Kaden.
—¿Me disculpa un momento, Srta. Collins? —me pregunta el Sr.
Henderson. Sacudo la cabeza, no me importa, pero quiero saber—; estaré de
vuelta enseguida.
Es lo último que dice, dejándome sola en la habitación.
Miro mis manos y suspiro, ¿debería quedarme o debería ir?
No sé si tendré otra oportunidad como esta y mi lado insaciable de
curiosidad se muere por cruzar esa puerta con la mayor discreción posible,
echar un vistazo y escuchar todo lo posible.
Espero un par de minutos, mi pie repiquetea con fuerza, impaciente, trago
con fuerza y me pongo en pie, camino sigilosamente y abro la puerta con
sumo cuidado para no hacer ruido, no es que sea importante, dudo que a la
distancia que estoy el Sr. Henderson me escuche, de todas formas, prefiero
ser prudencial.
Camino pisando el suelo con suavidad, cuando llego al final del pasillo me
asomo ligeramente.
Veo las espaldas tensas del Sr. Henderson desde donde estoy, masculla
algo por lo bajo, intento concentrarme para ver si escucho algo de lo que
dice.
—Deberías marcharte, Bonnie —suena a una advertencia.
No puedo ver bien a la chica, el cuerpo del Sr. Henderson me bloquea la
vista.
—Hoy era su cumpleaños Andrew, solo quería pasar un rato contigo.
—No deberías estar no en esta ciudad.
—No me he acercado a su casa —salta a la defensiva la voz femenina.
Me muevo un poco para ver si alcanzo a verla desde otro ángulo, se
vislumbra parcialmente su silueta.
Me agarro a la esquina de la pared y me estiro un poco más, solo un poco
más.
Caigo al suelo en un ruido sordo, el Sr. Henderson se gira y me mira.
La curiosidad se paga cara. Como el dolor de culo que me acabo de llevar.
Soy completamente capaz de ver a la chica ahora, es la misma que la de la
foto de la guantera de Kaden y la foto del Sr. Henderson. Ha envejecido unos
años, pero sin duda es ella. Y la del restaurante.
Me atraviesa con la mirada, es un poco escalofriante.

304
—Srta. Collins... —empieza a murmurar con desaprobación—; enseguida
estaré con usted.
—Yo, esto… Buscaba el baño. —Acabo soltando la primera excusa que
pasa por mi cabeza.
—Está en la otra dirección —responde entrecerrando los ojos.
Me pongo en pie de un salto y asiento.
—Gracias —giro en dirección contraria.
Antes de girar del todo sigo mirando a Bonnie, hay algo en ella que me
pone los pelos de punta. Camino por el pasillo y me encierro en el primer
baño que veo.
¿Por qué no debería estar Bonnie en la ciudad? ¿No se supone que son
amigos? En la foto lo parecen. Sin embargo, el tono que ha utilizado Andrew
con Bonnie es de todo menos amigable. Las preguntas continúan invadiendo
mis pensamientos.
Hasta ahora lo único que sé es lo siguiente:

1. Bonnie debe haber sido alguien significante en la vida de Kaden.


2. Kaden no quiere ni que la mencione, pero conserva una fotografía de
ella.
3. El Sr. Henderson parece conocerla, y no tiene pinta de mantener
ninguna relación con ella.

Vale, básicamente no sé nada y cuanto más sé más confuso es todo.


Vuelvo al despacho del Sr. Henderson y me siento en mi silla. Al cabo de
pocos minutos, aparece él por la puerta.
—¿Quién es ella?
El Sr. Henderson camina hacia su escritorio, se sienta en silencio y coge
la grabadora, la apaga y me mira con interés.
—¿Por qué quiere saberlo?
—Kaden no quiere hablar de ella y...
—¿Y cree que puede sonsacarme la información a mí? ¿No piensa que
eso es un poco entrometido?
Desvío la mirada.
—Sí, no voy a negárselo, solo me pregunto porque Kaden dice su nombre
en sueños.
La mandíbula del Sr. Henderson se cierra de golpe.
—¿En sueños? ¿Duermes con Kaden?
Suena tan desconcertado que me está tratando de nuevo de tú en vez de
usted. Analizo la frase y me doy cuenta de que prácticamente acabo de
decírselo.

305
—Uhm... —empiezo a murmurar.
—Julliet, sé que no debo meterme en esto, pero creo que deberías conocer
bien a Kaden antes de involucrarte tanto con él. De verdad, empieza a tomar
en cuenta mi consejo.
—¿Por qué?
—Porque no te conviene.
Resoplo con indignación.
—¿Ahora sabes lo que me conviene? —pregunto entrecerrando los ojos.
El Sr. Henderson sacude la cabeza.
—Créeme que todo esto te lo digo para evitar que salgas herida.
—¿Bonnie es la ex novia de Kaden? —pregunto sin rodeos ignorando lo
último que me ha dicho.
El Sr. Henderson se inclina hacia atrás recostando su espalda en la silla.
—Yo no la llamaría exactamente su exnovia —contesta, para mi asombro.
—¿Y que la llamarías?
—Su examante.
Una chica con la que repetía. Me pregunto si es a partir de ella cuando
decidió poner esa estúpida regla de no acostarse de nuevo con la misma chica.
—¿Y qué pasó entre ellos? ¿Por qué le has dicho que no debería estar en
la ciudad?
El Sr. Henderson pasa sus dedos por sus barbillas, parece pensativo, como
si se estuviera replanteándose decir las palabras que dice a continuación.
—Bonnie puede llegar a ser... intensa. Ellos juntos eran demasiado
explosivos. Hay temas legales de por medio que obviamente no voy a hablar
con usted.
Bonnie tiene un rostro bastante inocente, pero es cierto que el modo en
el que me ha mirado era capaz de helarme la sangre.
—Entonces...
—No vamos a seguir hablando de ello, Julliet. Será mejor que prosigamos
con la reunión.
Yo quiero seguir hablando sobre Bonnie, no sobre el imbécil de Nathan.
—En el correo mencionaste algo sobre tu vehículo, pero no he recibido
las fotos de cómo quedó el coche —me comenta mientras mira su ordenador.
—Es qué... No le hice ninguna fotografía.
Andrew frota sus sienes y suspira. Ese suspiro es un claro ¿en serio?
—Intenta fotografiarlo todo siempre Julliet, nos será útil.
—Pero es que realmente no sé si fue Nathan, ni tengo forma de
demostrarlo...
—¿Dónde fue?
—Fuera del local Mala.

306
—Podríamos revisar las cámaras de seguridad, a ver si enfoca el ángulo.
Le diré a Agnes que me envíe una copia de la noche en que sucedió.
¿Hay cámaras enfocando la entrada? ¿Por qué se lo tiene que decir a la
Sra. Myers? ¿No va a ir él hoy al local?
—¿No irás a Mala esta noche?
—No, hoy no iré.
¿Por qué no? Siento el impulso de preguntarle, pero no me da la sensación
de que vaya a responder.
Andrew enciende la grabadora de nuevo y me hace varias preguntas sobre
mi relación con Nathan, intento responder con el mayor detalle posible.
—¿Entonces fue usted la que terminó la relación?
Estaba ahí, lo sabe.
—Sí.
—¿Puede explicarme qué motivos le impulsaron a tomar esa decisión?
¿Fue repentino? ¿Cuándo se planteó por primera vez acabar la relación?
Muerdo mi labio mientras pienso la respuesta.
—La primera vez que lo pensé fue mientras estuve en el psiquiátrico.
La cara del Sr. Henderson cambia por completo, estira la mano y apaga la
grabadora.
—Eso no me lo había comentado, Srta. Collins.
—Se lo estoy explicando ahora.
—¿Podría decirme el diagnóstico que la llevo a estar internada en un
psiquiátrico? ¿Cuánto tiempo estuvo? ¿Cuándo le dieron el alta?
—Intento de autolisis, depresión severa… Estuve medio año ingresada y
me dieron de alta hace más de un año.
El Sr. Henderson suspira y pasa sus manos por su cara.
—¿Qué pasó en el psiquiátrico?
No tengo mucho que decir al respecto, es una experiencia de mierda que
no recomiendo a nadie. La alarma de mi teléfono empieza a sonar. La apago,
es tarde, tengo que irme ya para poder llegar a tiempo al trabajo.
—Disculpe Sr. Henderson yo… tengo que marcharme ya.
—Por supuesto —responde poniéndose en pie.
Cojo mis cosas y camino hacia la puerta, escucho los pasos del Sr.
Henderson detrás de mí.
—Yo… Gracias, Sr. Henderson.
Él asiente.
—Si le parece bien podemos reunirnos de nuevo el lunes.
—Por supuesto. Adiós, Sr. Henderson.
—¿Srta. Collins? —me pregunta cuando estoy marchándome.
—¿Sí?

307
—Revise el correo del campus virtual y enhorabuena, es la primera vez
que un alumno mío saca una nota tan perfecta en el examen más difícil.
Levanto una ceja, me cuesta unos segundos procesar lo que acaba de
decir. Cuando me doy cuenta busco frenéticamente el móvil y entro en la
página del campus virtual.
Por el grupo de WhatsApp de la universidad todo el mundo está hablando
de las notas. Mis dedos tiemblan mientras introduzco mi usuario. Mi corazón
late desbocado mientras carga el listado, no tiene sentido que esté tan
nerviosa porque el Sr. Henderson me ha dejado claro que tengo una buena
nota, aun así, no puedo evitar sentirme ansiosa.
Mis ojos recorren todas las numeraciones, cuando encuentro mi
identificador y veo la nota que aparece al lado mi boca se abre con asombro.
Un diez. Un maldito diez. No puedo creerlo.
Exclamo y doy un pequeño salto de alegría, el Sr. Henderson que continúa
mirándome desde su puerta se ríe viendo mi expresión. Estoy eufórica, no
esperaba que me fuera tan bien el primer examen de la carrera. Le escribo un
mensaje a Devan diciéndoselo.
Levanto la mano y me despido alegremente de Andrew. Antes de entrar
en mi coche lo miro por última vez, me doy cuenta de que en ningún
momento aparta su mirada de mí.

—¿Entonces ha ido bien la reunión con el Sr. Henderson? —pregunta


Devan levantado las cejas sugestivamente.
Hemos cenado juntos y estoy conduciendo camino al local, ahora vamos
en un solo coche.
—No ha sido así —resoplo mientras miro el semáforo rojo.
—Vaya, ¿no te ha enseñado su sótano?
—¿Su sótano? ¿Por qué suena tan escalofriante eso?
Devan se ríe.
—Una vez escuchamos a la Sra. Myers hablar del sótano del Sr.
Henderson, por lo visto es una versión extrema de la sala BDSM de Mala.
Mis pelos se ponen de punta solo de imaginarlo.
Devan se ríe de nuevo.
—¿No te llama la atención ese mundo, Ángel?
—Yo... —muerdo mi labio—. No sé, supongo que me intimida un poco.
Los recuerdos del sueño que tuve con los tres se deslizan en mis
pensamientos y me sonrojo recordándolo.

308
—A mí nunca me ha acabado de gustar, reconozco que el bondage puede
ser sexy pero el dolor, darlo o recibirlo... no me produce ningún tipo de
placer.
—Oh.
—¿Por qué ese "oh" ha sonado tan decepcionado? —Puedo identificar la
diversión en su tono de voz.
—No, no estoy decepcionada —suelto una risita nerviosa.
—¿Querías que te diera unos azotes?
Sí, junto a Papi Grey y Grey supremo.
—No, claro que no.
Cuando bajamos del coche caminamos juntos hasta el vestuario.
Devan saca su disfraz de bombero de la taquilla y sonríe perversamente
en mi dirección.
—¿Conoces algún fuego que pueda apagar con mi manguera, Ángel? —
pregunta guiñándome un ojo.
Me rio mientras sacudo la cabeza. Abro mi taquilla para ver cómo es mi
disfraz, pero me decepciono al encontrar el vestido negro de la sala uno.
—Esto empieza a ser aburrido —protesta Devan cuando lo ve.
Me deshago de mi ropa rápidamente y coloco el vestido por mi cuerpo a
regañadientes.
—Que tengas una buena noche, Ángel —me dice Devan inclinando la
cabeza para besar mi mejilla cuando salimos del vestuario—. Escápate un
rato luego para verme.
Empiezo a tomar el desvío para ir directa a la sala uno cuando la voz de
la Sra. Myers me interrumpe.
—Julliet —exclama apresurándose a mi lado.
—Sra. Myers, ¿puedo hacer algo por usted?
—Quería comentarte una cosa, ¿puedes venir a mi despacho unos
minutos?
¿Me despedirá? ¿Qué quiere? ¿Es por eso por lo que no ha venido Andrew
hoy?
Asiento y la sigo hasta su despacho, por el camino me encuentro con Dom
y contengo el aliento mientras paso por su lado.
—Puedes tomar asiento —indica señalando la silla que hay frente a su
mesa.
Me siento y cruzo las piernas, esperando pacientemente lo que sea que
tenga que decir.
—En primer lugar, quería disculparme por la forma en que Drew te
despidió, normalmente no es así de impulsivo y no actuó correctamente.
Tenía pensado llamarte para informarte de que te incorporaras de nuevo,

309
pero ya he visto que conseguiste de nuevo tu puesto. —Sus labios se curvan
diciendo lo último.
Asiento mientras me remuevo en la silla. La Sra. Myers se levanta y se
coloca delante de mí, se apoya en el escritorio y me inspecciona con la mirada.
—Realmente no quiero que estés en la sala uno, mañana estarás de nuevo
en la sala dos. Por cierto, he escuchado que causaste furor en la sala tres,
bailando.
Muerdo mi labio recordando el bailecito que hice para llamar la atención
del Sr. Henderson.
—Aunque Drew quiera impedirlo, me gustaría que bailaras, tal vez al
principio podrías hacerlo solo los viernes. ¿Qué te parece eso? El sueldo es
un poco más alto y son menos horas.
¿Más dinero por trabajar menos y bailando?
—¿Y los sábados continuaría como camarera? —pregunto.
Agnes asiente.
—Aunque podríamos ir viendo cómo te desenvuelves, si estás cómoda y
te gusta tal vez podrías hacer las dos noches.
—No creo que al Sr. Henderson le guste la idea, me dijo que no bailara
de nuevo.
La Sra. Myers se encoge de hombros.
—Aunque él sea el dueño, quién dirige este club soy yo, ya me las arreglaré
con él, no te preocupes por eso.
Lo sopeso unos segundos.
—Entonces, supongo que sí, me gustaría hacerlo.
Froto las palmas de mis manos en mis rodillas para contener el
nerviosismo.
—Me gustaría verte esta noche, a las doce ve al vestuario seis, preparé tu
atuendo, encontrarás una taquilla con tu nombre como en el vestuario tres.
Solamente me apetece ver un baile, cuando estés cambiada me buscas en la
sala BDSM.
—De acuerdo, Sra. Myers.
Ella sonríe ampliamente.
—Estupendo entonces. Oh, ya lo olvidaba —dice palmeando su frente—
. Andrew me ha pedido una copia de una grabación, ya se la he enviado, pero
me ha explicado que el coche que destrozaron es el tuyo. He pensado que tal
vez te gustaría ver quién aparece en la grabación.
Trago con fuerza y asiento.
Agnes se coloca detrás de su escritorio y empieza a teclear algo en su
ordenador. Mi corazón late con más fuerza a medida que van pasando los
segundos.

310
—Aquí —comenta girando la pantalla de su ordenador—. El ángulo
apunta justo a tu coche, si lo hubieras aparcado un poco más arriba no habría
quedado registrado por la cámara.
Las palmas de mis manos sudan mientras observo atentamente las
imágenes, cuando una figura entra en el plano mi boca se abre con asombro.
La persona que aparece en la pantalla va completamente vestida de negro
y con una capucha, pero al girarse se puede apreciar su rostro. Y no es
Nathan el que destroza mi coche, es Bonnie.
Una parte de mí tenía claro que era Nathan el que lo había hecho, sin
embargo, el que mis ojos los desmientan es totalmente desconcertante.
¿Por qué hace esto? Ni siquiera me conoce. Siento un escalofrío que
recorre mi columna vertebral mientras observo cómo se ensaña con mi
vehículo. ¿Es por Kaden? ¿Ellos siguen teniendo algo?
—Espero que te sea de ayuda —comenta la Sra. Myers girando de nuevo
su pantalla.
Estoy demasiado conmocionada para decir nada, creo que asiento y me
muevo automáticamente.
—¡No olvides buscarme cuando tengas tu vestuario puesto! —me
recuerda Agnes cuando estoy saliendo por su puerta.
—Julliet, ¿no estás con nosotros esta noche tampoco? —pregunta Nell
cuando estoy atravesando la sala dos.
Algunos clientes ya han empezado a llegar, me doy cuenta de que Devan
tiene una mini manguera y moja a algunas personas aleatoriamente mientras
se ríe de forma traviesa.
—No —respondo, todavía tengo la cabeza en otro lado.
Me dice algo más pero no puedo prestarle atención, tengo grabada a fuego
la mirada de Bonnie en mi mente.
Recorro la sala dos y cuando llego a la uno me centro en trabajar para
distraerme. Trabajar con Kurt es bastante sencillo, atendemos a todos los
clientes y voy mirando el reloj para ser consciente de la hora.
Cuando son las doce menos cuarto informo a Kurt y empiezo a dirigirme
al vestuario seis, al pasar por la sala dos Devan llama mi atención.
—¿Vienes a verme, Ángel? —pregunta con una sonrisa socarrona en el
rostro.
—En realidad iba al vestuario seis —comento apartando un mechón que
se ha escapado de mi coleta.
—¿Seis? —repite Devan con confusión.
—La Sra. Myers me ha pedido que baile esta noche.
Los ojos de Devan se iluminan.
—Eso tengo que verlo.

311
—¿No estáis muy liados para escaquearte? —miro a mi alrededor, la sala
dos está bastante a tope.
—Ya me perdí el último baile, no voy a perderme este también —
responde haciendo una mueca. Parece un niño pequeño al que le están
negando un caramelo.
—Bueno, estaré en la sala tres en veinte minutos.
—Allí estaré —dice guiñando un ojo.
Me muevo con rapidez, voy fijándome en los números de las puertas
atentamente.
Cuando localizo el vestuario entro y busco la taquilla, la distribución del
interior es muy similar a la del vestuario de camareros. Leo los nombres que
están delante de las taquillas y cuando veo el mío mi pulso se acelera.
Una cosa es bailar para provocar al Sr. Henderson, pero esto...
Últimamente ni me reconozco, la Julliet de hace unos meses nunca hubiera
hecho algo así, aunque... Tal vez me he estado conteniendo todo el tiempo y
ahora empiezo a ser la verdadera yo. Una persona que se va deshaciendo de
los prejuicios y disfruta de la sensualidad y el erotismo de la vida.
Cojo el conjunto que ha dejado la Sra. Myer y lo reemplazo por el vestido
que llevaba para la sala uno.
La parte superior está compuesta por un top negro con piedrecitas
brillantes, la parte inferior es una especie de braga alta negra que tiene la
misma temática que el top, desde la parte trasera hasta los laterales la cubre
otra tela creando un efecto de falda abierta.
Sin contar el vestido sencillo de la sala uno esta debe ser una de las prendas
que más me cubre hasta ahora.
Deslizo mis pies en los altos tacones y rehago mi peinado. Coloco el
vestido de la sala uno dentro de la taquilla y la cierro.
Antes de salir del vestuario repaso mi atuendo en el espejo, la verdad es
que me da un aire seductor. Me muevo por el local para ir a buscar a la Sra.
Myers, tengo un poco de respeto a la sala BDSM, pero por suerte, sé que el
Sr. Henderson no está ahí esta noche.
Abro la puerta, vacilante, y escaneo la sala para buscar a la Sra. Myers.
Jadeo cuando me doy cuenta de que hay una mujer colgando en medio de
la sala, está atada por unas cuerdas y nudos muy complejos que recorren todo
su cuerpo, quedando completamente inmovilizada y suspendida en el aire.
La cuerda parece presionar con fuerza cada parte de su cuerpo, me
estremezco imaginando lo doloroso que debe ser.
Agnes se percata de mi presencia y se excusa, de repente todo el mundo
se gira para mirarme y me siento intimidada, por suerte, en pocos segundos
la Sra. Myers llega a mi lado y salimos de allí.

312
—Te queda estupendo el traje —dice con aprobación.
—¿Seguro que no me estaré metiendo en un lío con el Sr. Henderson por
esto?
—Tranquila, de eso ya me encargaré yo. Por cierto, me tienes que decir
un nombre artístico, todas nuestras bailarinas tienen uno.
Lo pienso unos instantes y digo lo primero que me pasa por la cabeza, la
Sra. Myers sonríe al escucharlo.
—Ahora está Celeste bailando, serás la siguiente, bailarás dos canciones,
el DJ dará pie a que subas al escenario. Voy a informarle de que ya estás lista.
Me coloco en el lateral del escenario y empiezo a fijarme en la gente,
observo que Kaden está en esta sala y trago con fuerza al mirarlo, él todavía
no se ha dado cuenta de que estoy aquí. Quiero hablarle de Bonnie. Necesito
respuestas.
Continúo mirando y mis ojos se abren con asombro cuando identifico a
uno de los tipos que está sentado delante del escenario.
Blake sacude la cabeza y parece ligeramente incómodo mientras uno de
los hombres que va con él bromea y le golpea el hombro juguetonamente.
—Muchos tuvisteis el placer de deleitaros con los maravillosos
movimientos de una de nuestras camareras, a petición popular esta noche ha
vuelto esta noche para seduciros a todos con sus movimientos. Recibid con
un aplauso a Ángel en el escenario.
Ángel es el nombre artístico que he decidido utilizar, estoy segura de que
a Devan le va a encantar.
Camino con firmeza y seguridad mientras me subo al escenario. La
seguridad en la actitud de una bailarina es la clave para que los movimientos
queden más fluidos, no importa el estilo de baile.
No puedo evitar mirar a Blake de reojo, cuando se percata de mi presencia
su boca se abre ligeramente.
Esto no es un club de striptease, por lo que no me tengo que desnudar en
ningún momento, simplemente debo bailar, aunque en una barra de dance
pole.
Mis tacones repiquetean contra el suelo en cada paso que doy, me muevo
contoneando las caderas seductoramente hasta llegar a la barra.
Acaricio con la yema de mis dedos el metal frío de la barra, los paseo de
arriba a abajo y procedo a rodearla con fuerza, es casi sugerente. Doy una
simplemente vuelta y me separo para comenzar a bailar al compás de la
música.
Hago un círculo con la cabeza en un movimiento sensual mientras
entrecierro mis ojos, tiro mi cabello hacia atrás con mi mano y aprovecho el
movimiento para recorrer con lentitud la curvatura de mi cuello, continúo

313
bajando por el contorno de mi pecho y acaricio mi vientre desnudo.
Me volteo y engancho una pierna alrededor de la barra, es difícil
mantenerse suspendida en el aire únicamente por una pierna mientras das
vueltas, en ningún momento aparto la mirada del público. Dejo que mis
piernas soporten el peso de mi cuerpo un poco más y arqueo mi espalda para
quedar boca abajo, la fuerza de la gravedad ejerce su efecto, bajo una mano
hasta que toco el suelo y repito el movimiento con la otra. Siento todos los
ojos de la sala mirándome, aunque estoy absorta y concentrada en realizar los
movimientos a la perfección me distraigo unos segundos mirando a Kaden y
Devan, el cual acaba de entrar.
Estos parecen completamente maravillados.
Desengancho mis piernas de la barra y las abro por completo en el aire,
aguantándome únicamente por mis manos apoyadas en el suelo, vuelvo a
enroscar mis piernas en la barra y las subo para poder incorporarme, este es
uno de los pasos que siempre me ha costado más, pero pese a la falta de
entrenamiento lo consigo realizar con precisión.
Son tantas piruetas, vueltas, movimientos de resistencia que requieren
sensualidad que se convierten en mi reto personal.
Me siento poderosa, como si fuera capaz de cautivar a cualquier persona
de la sala con mis movimientos. En estos momentos el tiempo se ha detenido
y solo existe la música, despierta tantas emociones en mi interior que estoy
extasiada.
Antes de que me dé cuenta, la segunda canción ya ha terminado y el
público aplaude con entusiasmo.
Hago una pequeña reverencia y bajo del escenario, al final de las escaleras
ya está Devan esperándome.
—¿Por qué no había visto eso antes? —pregunta estirando su mano para
ayudarme a bajar el último escalón.
Sonrío mientras inclino mi cabeza a un lado.
—¿Te ha gustado?
—Eso sería quedarse corto, y ya sabes que no es mi caso —responde
juguetón.
Siempre consigue hacer que me sonroje.
—¿Algún día dejarás de ser un demonio coqueto?
—Cuando dejes de ser mi Ángel. —Guiña su ojo.
—¿Has visto que Blake está aquí? —digo cambiando de tema.
—¿Qué? ¿Blake? ¿Pierson? ¿Cómo Blake Pierson?
Asiento.
—Creo que aparte de a ti, no he podido ser capaz de mirar otra cosa,
Ángel.

314
Giro mi cabeza y lo busco con mi mirada.
—Ahí está —señalo discretamente con mi cabeza los asientos que hay
frente al escenario.
—Oh, ya lo veo, pues vamos a saludar, ¿no?
—¿Qué? —murmuro confusa mientras Devan empieza a empujarme por
los hombros para llevarme junto a Blake.
—Pierson, ¿qué ven mis ojos?
Blake se pone en pie y nos mira.
—¿Trabajáis aquí? —suena completamente perplejo.
—Sí —responde Devan alegremente, rodea sus brazos en mi cintura y me
abraza desde atrás—. ¿Has disfrutado del baile? Ángel es capaz de levantar
pasiones, ¿verdad?
Y no es lo único, por lo que veo.
—Bailas muy bien, Julliet —carraspea—, la... flexibilidad puede serte útil
en las próximas clases —Comenta rascando su cuello.
—Gracias —respondo mirando mis pies.
—¿Cómo has conseguido entrar? En Mala solo entran parejas y mujeres
—le pregunta Devan.
—Un excompañero es amigo de la directora del local y quería venir aquí
a tomar algo —explica Blake inclinando la cabeza hacia uno de los tipos que
estaba sentado junto a él.
—Este es el último lugar del mundo en el que te imaginaba —responde
Devan, riendo.
—Pues ahora que lo pienso este sitio encaja totalmente contigo —replica
Blake.
—Exacto, Mala es mi segunda casa —dice Devan con orgullo.
La Sra. Myers viene hasta nuestro lado.
—¿Tú no deberías estar en la sala dos? —le reprende Agnes a Devan.
—Me he perdido Sra. Myers, todavía no me he adaptado al nuevo local—
se excusa él poniendo una mirada inocente en el rostro.
—Vuelve a tu sitio, Devan —le ordena.
—Sí, señora. —Hace un saludo militar.
Uno de los acompañantes de Blake se levanta y se acerca hasta la Sra.
Myers, se saludan con dos besos.
—¿Estáis pasando una buena noche? —pregunta Agnes.
—Sí, tienes unas bailarinas muy buenas —responde lo último dirigiendo
su mirada hacia mí.
—Ángel es nuestra nueva incorporación, aunque por el momento solo
actuará los viernes—explica la Sra. Myers—. Puedes volver a la sala uno
Julliet, antes de irte ven a mi despacho.

315
Asiento y me despido de ellos.
Camino de vuelta al vestuario seis para cambiarme, estoy desabrochando
la parte superior cuando siento unas manos en mi cuerpo.
Me tenso y me giro asustada para ver de quién se trata.
La intensa mirada azulada de los ojos de Kaden me quema, derritiendo
hasta la última molécula de mi cuerpo.
Presiona su cuerpo contra el mío y siento como mi espalda choca con las
taquillas. Inclina su cabeza y me besa con tal fuerza que me deja sin aliento.
Sus manos acarician mi cintura y continúa bajando hasta mis caderas,
cuando llegan a mis muslos los coge para que rodee su cintura con ellos. Mis
ojos se cierran cuando siento su boca recorriendo mi cuello, mordisquea el
punto de mi oreja que me vuelve loca y gimo.
—¿Por qué no puedo dejar de desearte, Juls? —pregunta recostando su
frente junto a la mía.
Las mariposas en mi estómago aparecen, pero las ignoro con todos mis
esfuerzos.
Una de sus manos dibuja una línea debajo de mi clavícula, cuando llega al
centro baja continuando la línea invisible entre el medio de mis pechos.
Desliza la mano hacia la derecha para agarrar mi pecho, cuando sus dedos
pellizcan mi pezón mis ojos se cierran.
—No cierres los ojos, Juls, quiero ver esa mirada que pongo en tu cara
todo el tiempo —exige con la voz ronca por la excitación.
Hago un esfuerzo por cumplir su petición y me pierdo en el deseo de su
mirada.
Baja mis piernas al suelo y se coloca de rodillas delante de mí, no hay nada
más sexy que él mirándome como si fuera todo lo que necesita.
Coloca sus manos en mis caderas y baja lentamente la parte inferior de mi
traje. Mi boca se seca y mi lengua lame mis labios, humedeciéndolos.
Kaden separa un poco más mis piernas y coloca su cara entre ellas, cuando
noto su lengua en mi centro mis pies se curvan por el placer que me está
proporcionando.
Mi mano se enreda en su pelo y mis caderas se mueven al compás de su
talentosa boca. El hecho de que me obligue a mantenerle la mirada me vuelve
loca.
Se pone en pie y mis manos desabrochan frenéticamente sus pantalones,
necesito sentirlo con desesperación. Levanta una de mis piernas y la sujeta en
el aire mientras se agacha levemente para deslizarse en mi interior. El sonido
de nuestros cuerpos moviéndose con frenesí me excita de sobremanera.
Puedo ver una sombra en la puerta, eso me pone nerviosa pero también
aumenta el morbo de la situación, estoy a punto de decir algo cuando me doy

316
cuenta de quién es la persona que está en la puerta. Mi pulso se altera todavía
más.
Devan.
Saber que Kaden me está follando mientras él nos mira me excita el doble.
Fantaseo con la idea de que se una a nuestra fiesta privada, pero sé que
Kaden no se lo permitiría. Hace el ademán de irse, pero niego discretamente
con la cabeza, quiero que nos vea, y sé que él quiere vernos.

317
32. MY DEMONS
Devan se va sigilosamente. Y yo vuelvo a la realidad después de la neblina
sexual que nos rodea. Es muy fácil olvidar todo cuando mi cerebro se apaga
y mi cuerpo cede y se entrega por completo a Kaden, pero tras la realidad de
todo lo que sucede entre nosotros vuelve la desconfianza. Veo a Bonnie
ensañándose con mi coche de nuevo en las camáras de seguridad. Escucho a
Kaden murmurar su nombre en sueños. Estaba en el restaurante auquel día,
seguramente no era casualidad, ¿no?
Así que mientras él se deshace del Kaden yo aprovecho para vestirme con
rapidez y huir de allí.
—¿Qué te pasa ahora? —Pone su brazo en la taquilla, impidiéndome el
paso.
Levanto la mirada, es tan complicado mantener mi vista clavada en la suya,
porque parece ver a través de mis demonios, y tengo tantos que me asusta lo
que pueda encontrar.
—Nada.
Entrecierra sus ojos.
—Así que seguimos con la desconfianza.
—¿Quieres confianza? —Resoplo—. Dime quién es Bonnie, y qué clase
de relación tienes con ella.
Kaden baja el brazo, sus ojos se oscurecen cada vez que pronuncio ese
nombre.
—Largo.
—No, vas a tener que hablarme de ella —digo con firmeza—. Porque
resulta que tu querido secretito fue la que me destrozó el coche.
—¿Qué?
Ahora sí que lo he pillado con la guardia baja.
—Las cámaras de Mala lo registraron, Kaden, lo he visto con mis propios
ojos. Si ella y tú tenéis algo y…
—No es lo que crees.
—No sé qué piensas que es lo que creo porque claramente no sé nada,
pero ella tiene que ser alguien importante para ti si guardas su foto, dices su
nombre en sueños y destroza mi coche sin conocerme.
—Espera, ¿qué? ¿Qué foto?
—No quiero jugar a lo que sea que estás jugando.
—Bonnie no lo ha hecho, ella no sería tan tonta como para que la pillaran,
ella sabría que hay cámaras, si saliera en ellas sería solo porque… ¡Joder! —
Golpea la taquilla con fuerza.

318
—¿Me vas a explicar algo de todo esto o tengo que jugar a los detectives?
—Mantente alejada de ella, yo me encargaré.
—Pero…
Me deja con la palabra en la boca, marchándose de nuevo. No es justo.
Yo le he explicado cosas de Nathan, pensaba que habíamos avanzado algo,
incluso después de su numerito estúpido de demostrarme lo indefensa que
se supone que soy.
¿Por qué soy tan tonta de encapricharme de los más imbéciles?
Cuerpo, tú y yo estamos en guerra, no más Kaden.
Volvemos a nuestros respectivos puestos de trabajo y continúo
trabajando como si nada.
El trabajo de la sala uno no es tan pesado como en la sala dos, también se
debe a que hay muchos menos clientes en esta sala, aquí solo entran las
personas curiosas que no están del todo seguras de querer continuar
cruzando puertas en el local.
Recogemos y voy con rapidez al vestuario para ir directa al despacho de
la Sra. Myers, tal y como me había pedido.
Cuando Devan está entrando yo ya estoy vestida con mi ropa.
—¿Tienes prisa?
—La Sra. Myers me ha pedido que fuera a hablar con ella antes de irme,
¿me esperas fuera?
Devan asiente y me despido en general de la gente que está entrando en
el vestuario.
Llamo a la puerta del despacho de la Sra. Myers y espero una respuesta,
como no dice nada insisto de nuevo.
Nada. Empiezo a empujar la puerta suavemente y mis ojos se abren de
par en par cuando ven lo que hay al otro lado de la puerta.
Dom está besando con tal salvajismo a la Sra. Myers que ni se percatan
de mi presencia.
Voy a cerrar la puerta de nuevo, pero al hacerlo suena y ambas se giran
para mirarme.
—Julliet, perdona —se disculpa la Sra. Myers sin aliento.
Dom sonríe con perversidad.
—Yo... no quería interrumpir —me excuso desviando la mirada.
—No tengo problema con tener público, corderito.
Agnes sacude la cabeza.
—Nos vemos luego, Winter —le dice a Sra. Myers a Dom.
Ella entrecierra los ojos con aburrimiento.
Cuando pasa por mi lado para salir se me ponen los pelos de punta.
—Buenas noches, corderito —murmura por lo bajo con diversión.

319
La Sra. Myers se recoloca la blusa y se sienta en su silla, me señala la silla
y tomo asiento.
—Bueno, me ha encantado el número de esta noche —empieza.
—Gracias, Sra. Myers.
—Entonces había pensado que los viernes podrías bailar en el número
principal y luego tener unas cuantas canciones individuales, también tenemos
un espacio para bailes privados, pero no sé si eso te interesaría. Es más
íntimo. No sé si eso te gustaría. Es más sensual al estar con el cliente o la
pareja.
—¿Bailes privados?
—Sí, hay algunos reservados en la sala tres que se utilizan para bailes
privados, la bailarina se lleva el sesenta por ciento de los beneficios.
—¿Se pagan aparte?
—Exacto, los bailes privados son de quince minutos y son cien dólares.
Mi boca se abre con asombro.
¿Quién paga tal cantidad de dinero por quince minutos?
—Yo... lo pensaré, muchas gracias.
¿Qué estás pensando? Es mucho dinero extra.
—Dame una respuesta la próxima semana. Ah, y recuerda que mañana
estarás en la sala dos.
Asiento.
—Eso es todo Julliet, que descanses.
Me pongo en pie y me despido de ella. Cuando salgo Devan ya está allí
esperándome.
—¿Ha ido bien?
—Sí, la Sra. Myers quiere que los viernes baile y los sábados esté en la sala
dos.
Busco inconscientemente a Kaden, está fumando en un extremo y una
chica que no había visto antes habla con él animadamente, parece distraído,
como si no estuviera escuchando nada de lo que le dice.
Cuando sus ojos conectan con los míos, mi pulso se acelera.
—¿Vamos a la farmacia, Ángel?
—Sí —contesto mientras miro a Kaden.
No pierdo detalle de como desvía la mirada y le dice algo a la chica que
está con él. Mi corazón se detiene unos segundos cuando observo cómo se
marchan juntos. Así que nada de restregar nuestros ligues delante del otro,
¿no?
—¿Estás bien? —Devan me saca de mi trance.
Sacudo la cabeza y asiento.
—¿Eso qué significa? —Suena sumamente confundido.

320
—Estoy bien, vamos. —Me apresuro a entrar en mi coche.
Cuando Devan se sienta a mi lado su rostro cambia por completo.
—¿Qué es esto? —pregunta levantando unas fotografías.
Me inclino hacia su lado y tomo las fotografías que tiene en la mano, en
ellas salgo yo, tengo la cara tachada en todas ellas.
Siento escalofríos mientras las miro, son recientes, de las últimas semanas.
Fotos mías en la universidad, en la cafetería, entrando a mi casa, en la portería
de Devan, entrando en mi coche, fotos con Kaden.
Tengo ganas de vomitar, mi estómago está completamente revuelto.
—¿Quién está tan enfermo? —Suena completamente disgustado.
—No lo sé.
—¿Tu ex? —Su mandíbula se aprieta.
—Mi ex... o Bonnie, ya no lo sé. —Suspiro, enterrando mi cara en mis
manos.
—¿Bonnie? ¿Quién es Bonnie?
—La ex de Kaden, no sé qué pasó entre ellos, pero ella fue la que me
destrozó el coche.
—¿Qué?
—Lo he visto en los videos de seguridad de Mala.
—Julliet, las fotos, lo de tu casa, lo del coche, todo esto es demasiado. —
Suena terriblemente preocupado.
Cojo aire con fuerza.
—¿Y qué puedo hacer?
—¿Reportarlo de una vez a la policía? Me da igual quién sea, denuncia
algo ya, por favor.
Mis manos se aprietan con más fuerza entorno al volante.
—Lo hablaré con el Sr. Henderson y tomaré una decisión.
Volvemos a su apartamento en silencio, los ánimos están más decaídos
que nunca. Cuando entramos al apartamento me meto directamente en la
ducha, quiero llorar todo el tiempo últimamente, y normalmente me costaba
tanto, es como si hubiera acumulado todas las lágrimas de estos años y ahora
a la mínima las soltara. Devan entra a los pocos minutos en el pequeño
cubículo y me abraza.
No hay nada sexual en sus actos, simplemente intenta reconfortarme.
¿Por qué es tan bueno conmigo?
No me lo merezco.
¿Como he tenido tanta suerte de conocer a alguien como él?
Todo el mundo debería tener a alguien como Devan en su vida.
Cuando nos acostamos en su cama lleva mi cabeza a mi pecho, acaricia
mi pelo hasta que me quedo dormida.

321
¿Quién amaría a alguien que está muerto por dentro? Solo eres una cara
bonita, y un cuerpo follable. No te querrán, solo te desearán.

«Devan no es así. Te equivocas, Nathan».

Duermo poco, estoy inquieta por varias cosas, una de ellas es Lexie, otra
es Nathan, Bonnie, Kaden, mi cabeza es como una espiral de preocupaciones
que no me da tregua. Intento no despertar a Devan, pero cuando me separo
de su pecho se despierta.
—¿A dónde vas? —pregunta con voz adormilada—. No has dormido
nada.
—Necesito…
Una vida nueva.
Devan se incorpora bostezando.
—Ángel, vuelve a la cama.
—No tengo sueño, avanzaré unos trabajos del próximo semestre.
—Julliet.
La habitación de Dev está oscura porque mantiene las cortinas cerradas
para que podamos dormir durante el día, pero el comedor me ciega con la
luz del día por unos segundos. Miro a mi alrededor, sintiéndome una invasora
del espacio personal de Devan.
¿Qué hago aquí? ¿Hasta qué punto de mi vida he llegado para estar aquí,
aprovechándome de la hospitalidad de Devan?
Me siento en el sofá, rodeando mis rodillas con mis brazos, y apoyo mi
cabeza.
¿Qué estará haciendo Lex ahora? Seguro que la tienen tan drogada que no
sabe ni su propio nombre. Cierro los ojos, recordando todo lo que era estar
ahí. Odio que todo se esté desvariando tanto. Me gustaría rebobinar el
tiempo. Quizá si no me hubiera ido con Kaden esa noche nada de esto
hubiera pasado, seguiría con Nathan, pero Lex estaría bien, ¿no?
Al final es mi culpa, cada acción que he tomado ha sido como una pieza
de dominó derrumbando toda una serie de fichas perfectamente colocadas
una tras otra.
Incluso desde antes, si ese día no le hubiera dicho nada a mis padres, si
hubiera sido más madura y sensata quizá él no habría tenido ese ataque al
corazón que le hizo perder el control del coche. Miro mis manos,

322
irónicamente hace unos días las tenía manchadas de sangre, ahora no, pero
las sigo viendo como tal. La sangre de mis padres, la de mi hermano, y la del
coche contra el que chocó mi padre. Una mujer.
He escuchado miles de veces que la culpa no sirve de nada, pero sé que
en el fondo mis psiquiatras y mis psicólogos piensan que es mi culpa. Solo
tenía que estar callada, si hubiera estado callada seguramente nada de aquello
hubiera pasado. Y lo peor de todo, lo que me convierte en una verdadera
mala persona es… No me permito pensarlo.
Estoy apretando con tanta fuerza mis manos alrededor de mis piernas que
me he arañado a mí misma hasta el punto de hacerme sangre, ni siquiera me
estaba dando cuenta de ello.
El dolor es tan relativo.
Recuerdo como empezó el sentimiento: cuando tenía toda esa energía en
mi interior y no sabía cómo canalizarla, lo que hacía, era cortarme en la misma
zona donde ahora tengo las cicatrices ya casi curadas de hace unas semanas.
Sentía, de algún modo, que esa era mi manera de tener control sobre algo y
despejar mi mente. Porque el dolor llenaba todos mis pensamientos y además
yo decidía cuanto. No mi madre, no mi padre, no Nathan. Nadie. Solo yo.
Los pensamientos vuelven y tengo tantas ganas de coger la cuchilla de
afeitar del baño, quitar la hoja y hundirla en mi piel. Solo un poco, para dejar
salir algo de dolor con más dolor.
Pero están tan bien ahora mismo las cicatrices. No quiero tener que dar
nuevas explicaciones.
No debo hacerlo.
Quiero hacerlo.
Pero no debo hacerlo.
Cuando camino hacia el baño mi mente está opacada por ese simple
pensamiento. En realidad, es más una batalla, un discurso interno entre si
debo o no debo hacerlo.
Es parecido al sexo, no me deja pensar en nada más, y eso está bien.
Prefiero no pensar en nada más.
Alcanzo la cuchilla de la ducha y cuando la tengo en mis manos la miro
fijamente, antes de desmontarla veo mi reflejo unos instantes en el espejo.
Odio lo que veo.
Odio odiarme.
¿Por qué hago esto?
Dos golpes en la puerta hacen que se caiga la cuchilla de las manos, por
el sobresalto.
—Me estoy meando, Ángel, ¿te queda mucho?
Guardo rápidamente la cuchilla en su sitio, sintiéndome culpable, cómo

323
si me hubiera pillado, y me paso agua por mi rostro.
¿Qué estoy haciendo?
—Ya salgo.
Pongo cara de póker al salir, Devan no se da cuenta y suspiro aliviada. Era
un error, no pasa nada, no he hecho nada, está todo bien, está todo bajo
control.
Voy a mi segunda distracción, la universidad. Paso todo el día centrada en
mis apuntes, preguntas, ejercicios, incluso investigo por mi cuenta temario de
otros cursos.
Miro mi teléfono, no he hablado con Kaden desde el vestuario y no tengo
ningún mensaje suyo.
Le escribo a la Sra. Coleman, me dice que Lexie está instalada y está bien,
pero ese bien no sé qué tan real puede ser.
Cuando se hace de noche Dev y yo salimos de nuevo hacia Mala,
inconscientemente lo primero que hago es buscar con la mirada a Kaden, no
lo veo por ningún lado.
Vamos a nuestro vestuario y sacamos los disfraces, al verlo mi mente
vuela directamente a la fantasía del Sr. Henderson. ¿En serio?
Devan lleva una corbata y unos pantalones largos, creo que hasta ahora
es el disfraz que más lo cubre.
Cuando acabo de colocarme el mini trozo de tela que pretender ser una
falda de cuadros siento como mis mejillas se enrojecen, he llevado cosas
bastantes atrevidas aquí, pero este traje me da especialmente vergüenza. La
falda es tan corta que enseño parte de mi trasero gracias al pequeño tanga que
he de llevar y la camisa blanca corta se ata en mis pechos, haciendo que luzcan
tan juntos que resulta obsceno. Dos coletas. Esto es humillante.
—¿Quieres que te suba alguna nota, Ángel? Creo que conozco algunos
trabajos extras que podrías hacer —se burla Devan subiendo sus gafas falsas.
—Creo que la Sra. Myers está quemando todos los clichés posibles.
¿Profesor alumna?
Devan se ríe.
—Créeme, yo lo estoy disfrutando —asegura recorriéndome con su
mirada.
Soy inmune ya a sus descaros.
Cuando llegamos a la sala dos me coloco detrás de la barra, por lo visto,
hay un chupito especial esta noche que incluye un azote con una regla, cada
vez que lo pide un cliente me pongo nerviosa.
—Ya veo que no te gusta sacar tu lado dominante —se burla Devan.
—¿Quieres que te azote a ti? —le provoco palmeando la regla contra mi
mano.

324
Devan me da la espalda y sonrío, si se piensa que no lo voy a hacer lo lleva
claro. Acerco la regla a su trasero y lo palmeo suavemente, aunque es suave
da un respingo y se gira sorprendido.
—Estás perdiendo puntos en el cielo siendo mala, Ángel.
—Me quedaré en el infierno contigo, entonces —me excuso
encogiéndome de hombros.
Alguien carraspea su garganta y nos giramos para mirarlo.
El Sr. Henderson parece completamente descolocado cuando me ve.
—¿Qué hace en esta sala, Srta. Collins? —pregunta con los ojos
desorbitados.
Doy una vuelta sobre mí misma y sonrío con picardía.
—Soy una colegiala que sirve copas, señor —explico.
Se pasa la mano por la cabeza y suspira.
—Voy a matar a Agnes —masculla por lo bajo mientras se voltea.
Devan me mira con una sonrisa en la cara.
—¿No vas a impedirlo? —me reta.
—¿Yo?
Asiente.
—Pero...
—Ve.
Una idea cruza mi mente y salgo disparada detrás del Sr. Henderson, lo
alcanzo antes de que suba las escaleras y lo cojo del brazo.
Él se gira sorprendido y me mira con desconcierto.
—¿Qué está haciendo? —pregunta.
No respondo y me limito a empujarlo, se deja llevar y tiró de él por el
pasillo hasta que veo su despacho.
Busco la llave en el bolsillo de su chaqueta y sonrío cuando me doy cuenta
de cómo contiene la respiración.
—Srta. Collins...
Me pongo de puntillas y le pongo un dedo en los labios para callarlo. Con
mi otra mano abro su despacho y lo empujo dentro.
—Siéntate —ordeno.
El Sr. Henderson parece en trance por unos segundos, temo que no vaya
a hacerme caso y me dé una reprimenda, pero se deja caer en la silla mientras
me mira expectante.
Desabrocho el nudo de mi blusa y esta se abre revelando mis pechos
desnudos, traga con fuerza, pero no despega sus ojos de los míos.
No sé qué tiene Andrew que siempre me empuja al límite, haciendo que
deje mi timidez de lado.
—Cuénteme profesor, ¿cómo era su fantasía? —susurro sentándome

325
encima de su escritorio.
Abro mis piernas ampliamente y acaricio con las yemas de mis dedos mi
muslo lentamente.
—Julliet.
Muevo el hilo que cubre mi intimidad y deslizo mis dedos por mi centro.
No aguanta la tentación y desvía su mirada por mi cuerpo, sus ojos se
oscurecen cuando observa lo que estoy haciendo.
—¿Qué iba a continuación? —pregunto con la voz entrecortada.
Parece torturado, abre la boca para decir algo, pero la puerta abriéndose
de golpe nos interrumpe.
No me da tiempo de recolocar mi ropa, la mirada furiosa de Kaden se
clava en nosotros.
En un mundo perfecto Kaden se hubiera unido a lo que estaba por pasar.
Sin embargo, su mirada no indica ningún indicio de que vaya a hacerlo.
El ambiente está tan tenso que apenas soy capaz de moverme para, bueno,
taparme, al menos cubrir mis pechos. No es cómo que ninguno de los dos
no los haya visto antes, pero se siente fuera de lugar estar semidesnuda
mientras se batalla una guerra de miradas silenciosas.
Intento pensar cualquier cosa que pueda decir para aligerar la tensión, sin
embargo, todas las ocurrencias que pasan por mi cabeza suenan estúpidas.
Qué novedad.
Ignoro el tono sarcástico de mi subconsciente y miro a Andrew.
Su mandíbula está apretada y sus manos se han convertido en puños.
—No recuerdo haberte dado permiso para entrar, Kaden —masculla el
Sr. Henderson poniéndose en pie.
Una sonrisa sarcástica cubre los labios de Kaden.
—¿Solo tiene permiso tu alumna? —Pronuncia las palabras como si le
dieran repulsión—. ¿Qué opinará el colegio de abogados sobre lo que estoy
presenciando? ¿O la universidad? ¿Dónde están tus putos principios,
Andrew?
Anudo con fuerza la camisa y me bajo del escritorio.
—Kaden... —murmuro, pero él aparta su mirada, como si no soportara
verme.
—Lo prometiste. ¿Alguna vez cumples tu maldita palabra, Juls? —La
amargura de su voz se siente como una patada en el estómago.
—Dije que había sido cosa de una vez, pero...
—Pero no has podido controlarlo, ¿no? No puedes hacer esto, Julliet —
me ordena.
—¿Quién te crees que eres para decirle lo que puede o no puede hacer?
—Señala el Sr. Henderson moviéndose hasta mi lado, cuando pone una de

326
sus grandes manos en mi hombro Kaden parece al borde de estallar.
—Suéltala —le ordena con furia.
—No eres su dueño, ella es libre de tomar sus propias decisiones.
—Y mientras te involucren a ti todo bien, ¿no? Anne estaría tan
decepcionada de la mierda de persona en la que te estás convirtiendo —
Escupe con veneno—. ¿ No puedes respetar su memoria un puto día
después?
—Será mejor que cierres la boca. —Se encara.
Muevo mi cabeza de un lado a otro, parece que esté siguiendo un partido
de tenis.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de qué diga algo que la asuste?
El Sr. Henderson parece furioso, aun así, luce mucho más calmado que
Kaden.
—Vete antes de que tome consecuencias.
Kaden se cruza de brazos mientras lo reta con la mirada.
—¿Se lo has dicho ya? —pregunta con una sonrisa burlona.
¿Decirle el qué a quién?
—Kaden, cállate —demanda el Sr. Henderson.
—Así que no lo sabe, ¿no? —le provoca.
—¿Saber el qué? —pregunto en voz alta.
—Es tan retorcido Thomas, incluso para ti —le dice Kaden a Andrew.
¿Thomas? ¿Ese es el segundo nombre del Sr. Henderson?
—Una palabra más y rompo el acuerdo —le advierte Andrew.
Kaden se encoge de hombros, como si no le importara y me mira con esa
expresión vacía que me gusta tan poco en él.
—Antes de seguir follándote a tu profesor, nena, te aconsejo que escarbes
un poco más en su pasado. Es un poco retorcido que a tu amante se le ponga
dura con la hijita del hombre que se cargó a su esposa.
Mi mundo se detiene unos segundos.
¿Qué? ¿He escuchado bien?
—No fue así y lo sabes —gruñe Andrew.
—Es verdad, tú también tuviste la culpa, ser un esposo infiel no ayudó.
—Fue un accidente, Julliet, no le hagas caso.
—¿Qué? —murmuro perdida.
—Tu querido padre estrelló su coche con el de Anne, su esposa,
matándola a ella y al hijo de… ¿De quién era ese crío, Andrew?
La sonrisa macabra de Kaden consigue que se lleve un buen puñetazo por
parte de Andrew, cuando Kaden va a devolvérselo me interpongo entre ellos.
—Vete —le ordeno tragando con fuerza.
Miro al Sr. Henderson con miles de dudas, él continúa con la mirada fija

327
en Kaden.
¿Como saben ellos...? A Andrew le expliqué lo del accidente, pero con
Kaden nunca había hablado de ello, ¿no? ¿No?
El accidente fue mi culpa, mi padre sufrió un infarto por mi culpa. Todos
ellos murieron por mi estúpido arrebato. Pero saber que ahora Andrew
también perdió a… ¿de cuántas muertes soy responsable? ¿De cuánto
sufrimiento soy responsable?
—Julliet —dice el Sr. Henderson extendiendo su brazo para tocarme.
—Será mejor que me marche.
Salgo corriendo de allí y me encierro en el baño del vestuario. Entierro mi
cara en mis rodillas y me desahogo. Me siento tan miserable. Dios, necesito
tanto hacerme daño.
No sé cuánto rato paso aquí, pierdo la noción del tiempo. Me pongo en
pie sintiendo mi trasero entumecido y me lavo la cara, cuando veo mi reflejo
en el espejo me cuesta reconocerme.
Vuelvo a la sala dos, todos están recogiendo ya.
¿Tanto rato he estado en el baño?
—¿Así que es cierto que el Sr. Henderson tarda mucho en.…? —Devan
deja de hablar en cuanto ve mi cara—. ¿Estás bien, Julliet?
—Sí, solo... tengo ganas de ir a casa.
—¿Ha pasado algo?
Sacudo la cabeza.
Estira de mi brazo y me entierra en uno de sus abrazos reparadores.
Apoyo mi cabeza en su pecho y cierro los ojos.
—Puedes contarme lo que quieras, lo sabes, ¿verdad? —murmura en mi
oído.
Asiento y besa mi frente.
—Vamos —dice tirando de mí para ir hacia los vestuarios.
Algunos de los camareros de Mala reparan en lo tenso que está el
ambiente y no dicen nada.
—¿Entonces...vas a venir? —le pregunta Halsey a Devan.
—Me voy a casa —contesta él cerrando la taquilla y viniendo a mi lado.
—Pero...
—Me apuntaré a la próxima chicos, estoy un poco cansado y quiero ir a
casa.
Paso la blusa por mi cabeza y lo miro con curiosidad.
—¿A dónde vas?
—A casa, contigo.
—Devan.
—Déjalo estar.

328
Salimos del local en silencio, no intenta presionarme para hablar en
ningún momento, lo miro de reojo varias veces, parece tan sereno todo el
tiempo.
Por suerte, no me cruzo de nuevo ni con Kaden ni con el Sr. Henderson.

A la mañana siguiente me desahogo con Devan, es mejor eso a ensañarme


conmigo misma, él me escucha prestando suma atención a cada una de mis
palabras.
—Supongo que no te lo dijo para no hacerte más daño —me dice
suspirando.
—Aun así... es como si...no sé...
—Si algo he aprendido estos años en el hospital es que los accidentes son
accidentes, buscar culpables no sirve de nada. La vida le puede cambiar en un
segundo a cualquier persona.
Lo miro en silencio, Devan habla tan serio que no parece él mismo.
Enciendo mi teléfono y lo miro distraída mientras intento comer algo,
aunque apenas puedo, tengo el estómago cerrado. En mi móvil veo dos
llamadas perdidas de Kaden y varios mensajes suyos, una parte de mí quiere
leerlos, pero resisto la tentación, estoy demasiado cabreada con él.
El tiempo transcurre de forma pausada, los segundos se sienten como
horas y cada vez que miro el reloj parece que no avanza.
Cuando voy a la ducha paso un largo tiempo mirando de nuevo mi
cuchilla. ¿Por qué tengo estos pensamientos de nuevo? Los odio tanto.
—¿Te has colado por el desagüe, Ángel? —pregunta Devan golpeando la
puerta del baño.
Llevo tanto aquí que he vuelto a perder la noción del tiempo.
—Ya acabo —respondo aclarando el champú de mi cabeza.
—¿Puedo pensar mal?
—¿No lo haces siempre? —me burlo.
—Venga, que quiero ducharme yo también.
—¿Y por qué no entras? —le reto.
El sexo me vendría bien. Es mejor que el dolor.
No tarda ni una milésima de segundo en abrir la puerta.
—¿Estoy soñando?
Me río mientras cierro el grifo y estiro la mano para alcanzar la toalla.
Cuando no la localizo asomo la cabeza.
Devan tiene mi toalla en sus manos.

329
—¿Buscas esto?—pregunta con una sonrisa traviesa.
Deslizo la cortina y salgo sin pudor ninguno, Devan me ha visto
demasiadas veces desnuda para que me importe.
—Mierda —murmura cuando me ve, está tan distraído mirándome que
se le cae la toalla.
—¿Qué pasa? —pregunto cogiendo la toalla del suelo.
Cierra los ojos con fuerza y masculla algo por lo bajo.
—¿Te gusta jugar conmigo verdad, Ángel? —pregunta cuando abre de
nuevo los ojos.
—Me encanta jugar contigo —aseguro poniéndome de puntillas para
estar más cerca de él.
Sus ojos se deslizan a mis labios y noto la anticipación en mi estómago.
Veo como se mueven su nuez de adán cuando traga con fuerza.
Siento su respiración caliente contra mi cara, parece que hemos entrado
en un trance del que no somos capaces de salir.
—¿No ibas a ducharte? —pregunto en un susurro.
—Creo que prefiero sudar un poco antes —murmura en respuesta.
—Bueno, creo que puedo ayudarte con eso.
Acorto la distancia que nos separa y nos fundimos en un beso apasionado.
Una de sus manos se hunde en mi pelo húmedo, la otra se pasea por la curva
de mi espalda, cuando llega al final aprieta mi trasero con fuerza y gimo en
su boca. Me levanta en brazos y rodeo mis piernas a su alrededor, continúa
besándome de camino a su cama, me deja caer en ella, extiende mis piernas
ampliamente y se deshace de su ropa con rapidez.
Estoy totalmente expuesta bajo su mirada, la cual me recorre con puro
deseo.
—Voy a besar cada parte de ti, Ángel.
Y no es una promesa en vano, se inclina y recorre con sus labios cada
centímetro de mi cuerpo.
—Devan. —Gimo, cerrando mis ojos cuando me besa entre las piernas.
Introduce un dedo en mi interior, estoy tan mojada que lo hace sin
esfuerzo alguno, cuando mete el segundo mis caderas se mueven, necesito
más. Los saca y continúa bajando, me tenso cuando lo noto contra mi entrada
trasera.
Devan se da cuenta y me mira.
—Te gustará —asegura.
Muerdo mi labio con fuerza y asiento, confío en él y el morbo del
momento me hace sentir valiente y curiosa. Continúa devorándome con su
boca mientras su dedo explora mi otro agujero con mi propia lubricación. Se
siente extraño, pero increíblemente placentero.

330
Muerdo mi labio con fuerza mientras me corro en su boca. Devan se
separa y acaricia mis muslos con sus manos, se coloca entre mis piernas y se
acerca para besarme de nuevo, la presión de su erección contra mi centro me
lleva al borde de la desesperación.
Estiro la mano y abro torpemente el cajón de su mesita de noche, cuando
localizo el pequeño paquete de aluminio lo rompo.
Me muevo quedando encima de él y ruedo el condón por su longitud.
Observa cada uno de mis movimientos con atención. Levanto las caderas y
me hundo lentamente, cuando lo tomo por completo suspiramos.
Se siente tan bien.
Empiezo a moverme en un lento vaivén.
—Inclínate hacia atrás —murmura. Sus ojos están oscurecidos por el
deseo.
Estiro mi espalda agarrándome a sus tobillos, su mano se mueve y acaricia
mi vientre, continúa bajando hasta que atrapa mi clítoris con sus dedos,
realiza círculos, llevándome al éxtasis del placer.
—Te sientes como el puto cielo —gruñe.
Me muevo con más rapidez, en esta posición siento como golpea algo en
mi interior que se siente terriblemente placentero. Entre eso y sus caricias no
tardo en llegar a un nuevo orgasmo, pero es diferente al resto, es como si…
joder, ¿acabo de mearme encima?
Devan empuja sus caderas desde abajo y noto como su cuerpo se tensa
antes de dejarse ir.
—¿Ha sido tu primer squirt? —Sonríe
—¿Era eso? —Muerdo mi labio.
—Me siento halagado —alardea.
Me recuesto a su lado y lo miro.
—Me gusta nuestra amistad, Ángel.
Mi frente se une contra la suya.
—A mí también.

331
33. I KISSED A GIRL
He ignorado los mensajes de Kaden exitosamente, solo llevo dos días sin
verlo, aun así, mi parte masoquista ansía estar con él.
Como hice ayer, nada más entrar en la clase del Sr. Henderson clavo mi
vista en el suelo, todavía me cuesta procesar lo del accidente de mis padres y
su esposa.
En teoría esta tarde teníamos una reunión para seguir hablando de la
denuncia contra Nathan, en la práctica pasar tiempo a solas con él no es algo
que esté en mis planes.
Devan tiene razón, incluso las propias palabras del Sr. Henderson de la
conversación que mantuvimos en el ascensor resuenan en mi cabeza.
Él no es responsable de las acciones de otra persona.
Eso es lo que me respondió cuando le pregunté si culpaba a Kaden por el
asesinato de su madre a manos del padre de Kaden.
Como dice Devan, un accidente es un accidente. Pero me siento... no lo
sé exactamente, es una mezcla de decepción, culpabilidad y desconfianza...un
conjunto de todas ellas.
Taylor susurra algo en mi oído sobre lo especialmente caliente que está el
Sr. Henderson hoy e inconscientemente alzo la mirada, al hacerlo nuestras
miradas se encuentran y trago con fuerza, la tensión es tan palpable que me
marea ligeramente.
Muerdo mi labio y desvío la mirada, no vuelvo a mirarlo en las siguientes
horas. Cuando suena el timbre estiro mis brazos, descargándome de estar
sentada en la misma postura tanto rato, guardo todo en mi bolsa y bajo las
escaleras.
—Srta. Collins, me gustaría tener unas palabras con usted.
Miro el reloj imaginario de mi muñeca y hago una mueca.
—¿Es necesario? Llego tarde a mi siguiente clase —refunfuño.
El Sr. Henderson resopla.
—Esta era la última clase de la mañana.
Pillada.
—Yo hablaba de mi...clase de...de macramé.
¿Eso es lo mejor que se te ha ocurrido? ¿Macramé?
—Estoy seguro de que su próxima clase ficticia puede esperar un par de
minutos.
Me veo obligada a mirarlo de nuevo y no me gusta. No me gusta porque
él me gusta, y ahora mismo no me gusta que me guste.
Maldito profesor caliente con esa mandíbula perfecta y ese torso increíble.

332
¿Por qué tiene que ser tan atractivo? En serio, debería ser un requisito que
los profesores fueran feos, distraen al personal y no es productivo para los
estudiantes hormonales.
—Quería hablar sobre la reunión de esta tarde —murmura mientras apila
papeles.
Empiezo a pensar que hace eso solo para hacerse el interesante.
—Sí...sobre eso...uhm...no podré ir —respondo rascándome la nuca.
—Srta. Collins. —Suspira con desaprobación.
—Es que la clase de...esto...macramé me mantendrá ocupada.
—No haga esto, Srta. Collins.
—Lo siento Sr. Henderson, pero no podré ir esta tarde.
Empiezo a girarme porque soy incapaz de seguir con esta situación.
—Julliet —masculla haciendo que mi mano se detenga en el pomo de la
puerta.
—Adiós, Sr. Henderson —murmuro cerrando la puerta con fuerza detrás
de mí.
Taylor está esperándome en la biblioteca, repasamos por encima el
temario de hoy y empezamos a trabajar en el proyecto de Técnicas de trabajo
y comunicación, estamos emparejadas con otra persona que nunca viene a
clase, pero que por lo menos contacta con nosotras telemáticamente y nos
envía su parte del trabajo.
Acabamos parte del trabajo en la cafetería mientras comemos, una vez
más escucho cuchicheos a mi alrededor, por lo visto que el Sr. Henderson
me pida quedarme después de clase no ayuda con los cotilleos del campus.
—Entonces... ¿Has escuchado sobre la fiesta de mañana? —me pregunta
Taylor jugueteando con el tenedor en su plato.
—¿Otra fiesta?
—Fiesta de disfraces, para celebrar que se acaba el primer semestre.
—No soy muy fan de los disfraces —murmuro antes de llevar la cuchara
a mi boca.
—Vamos, será divertido, mi madre trabaja en una tienda de disfraces y he
pensado que estaría bien que fuéramos de la misma temática —comenta.
Ruedo mis ojos con disimulo.
—Mira, aquí está mi propuesta. —Extiende su móvil.
Miro detenidamente la imagen, en ella salen dos chicas, una disfrazada de
ángel y otra de demonio.
—¿Cuál quieres llevar tú? —pregunto con curiosidad.
—Si no te importa me gustaría ser el demonio, el rojo es mi color.
Intento no poner los ojos en blanco, parece que la temática de Ángel me
persigue incluso fuera de Mala.

333
—Venga, Juls, será divertido.
Los recuerdos de la última fiesta universitaria a la que acudí erizan mi piel.
No quiero que eso me cohíba, quiero poder ser capaz de ir a las fiestas sin
temerlas.
—Está bien. —Acepto.
Taylor aplaude con entusiasmo, es tan fácil hacerla feliz. Tras terminar de
comer me obliga a ir hasta la tienda, nos probamos el disfraz y la madre de
Taylor insiste en que no es necesario que pague nada por el disfraz, me
despido de ella y conduzco hasta el departamento de Devan.
Cuando entro al departamento mi boca se abre con asombro, Devan va
en delantal y guantes, parece haber sacado todo de los armarios y está
haciendo limpieza profunda, no es exactamente lo que esperaba encontrarme.
Parece realmente frustrado limpiando.
—Hola —murmuro dejando las llaves en la entrada.
Devan se gira y me mira, cuando me ve su ceño se relaja un poco, pero
sigue completamente tenso.
—Buenas tardes, Ángel.
—¿Día de limpieza? —pregunto acercándome hasta su lado.
—Estoy un poco estresado, cuando me estreso limpio.
—Está bien, Monica Geller. ¿Quieres explicarme por qué estás estresado?
—¿Qué es eso? —pregunta señalando el disfraz tapado que he dejado
sobre el sofá.
—Oh, un disfraz, Taylor me arrastra a la fiesta universitaria final del
semestre. ¿Tienes turno de noche mañana?
—Sí, sobre eso…No.
—¿Quieres venir entonces?
—Donde haya una fiesta en la que estés tú, allí estoy yo —dice
señalándose así mismo—, por cierto, ¿de qué vas disfrazada?
Me muerdo el labio, ocultando mi sonrisa.
—Lo verás mañana.
—¿Me vas a dejar con la intriga?
—Sí.
Hace una mueca.
—Bueno, ¿me vas a decir por qué estás estresado?—le pregunto
sentándome sobre la encimera.
Se pasa una mano por el pelo y suspira, permanece callado un par de
minutos, estoy a punto de decirle que no hace falta que diga nada cuando por
fin habla.
—Es por Heaven Care.
—¿Qué?

334
Empieza a colocar las cosas limpias dentro de los armarios.
—No quería decírtelo todavía, pero he empezado a trabajar ahí.
—Dev…
—Julliet, me gusta mi trabajo, me gusta cuidar pacientes, no importa el
sitio.
—No es tu especialidad.
—Desde que me gradué he ido probando todos los sectores de la
enfermería, en la carrera hice prácticas en un psiquiátrico. Estoy capacitado.
Me gusta ampliar mis conocimientos.
No puedo evitar poner una mueca, porque claramente le pasa algo por
estar ahí.
—¿Entonces qué es lo que te estresa?
—La terrible gestión del centro, el mal trato a los pacientes, ¿se piensan
que no los escuchan? Los tienen ultra deshumanizados, me dan ganas de
liarme a hostias con todo el personal de ahí. Y no sé si es porque todos son
malos o acaban volviéndose así, y no lo entiendo porque no se libra ni uno.
Dios, ese sitio necesita una inspección sanitaria. Esos pacientes… ¿tú
estuviste ahí? ¿Eran así contigo?
—No quiero hablar de eso.
La mirada de Devan se endurece.
—No puedo ignorar la situación, me sobrepasa. Las burlas, el trato, el
sufrimiento de los pacientes, la angustia...
Es tan real, tan humano. Viéndolo así siento el impulso de abrazarlo con
fuerza y decirle que todo estará bien, sea o no verdad. Así que lo hago, como
hace él conmigo cuando lo necesito.
—Toda esa gente no podría tener más suerte de que tú seas quien los
cuide —murmuro.
Una sonrisa triste cubre sus labios, nunca había visto a Devan de este
modo.
Me gusta este vínculo de confianza que tenemos, es como si pudiéramos
hablar de cualquier cosa entre nosotros. Continuamos abrazados un par de
minutos más y cuando se separa le ayudo a guardar todas las cosas que ha
estado limpiando.
—¿No tenías reunión con el Sr. Henderson hoy?
—Sí.
—¿Y por qué continúas estando aquí?
—No voy a ir.
Devan deja lo que está haciendo y me mira, su ceño está levemente
fruncido.
—Ángel no puedes dejar el caso de lado, no después de todo lo que te

335
está pasando.
—No lo voy a dejar de lado —Muerdo mi labio—, pero no puedo verlo,
de momento ya tengo suficiente con tener que verlo en clase.
Él suspira.
Mi móvil vibra notificándome que tengo la entrada de un correo, cuando
veo que se trata de un correo del Sr. Henderson me exaspero.
«Hablando del rey de roma...»

De: Andrew Henderson


Asunto: Reunión
Para: Julliet Collins

Buenas tardes Srta. Collins,


Confío en que simplemente esté llegando tarde a la reunión.
Un cordial saludo.

Lo vuelvo a marcar como no leído y lo ignoro.


Cuando se acerca la hora de ir a clases de defensa personal me cambio de
ropa, necesito acercarme de nuevo a casa y coger más ropa deportiva,
teniendo en cuenta que mi último conjunto quedó hecho un desastre, no
tengo muchos más conjuntos.
Cuelgo la ropa de deporte en mi hombro y me despido de Devan.
Llego diez minutos antes de lo previsto a la clase, por lo que me quedo
fuera de la sala mirando como entrena a otra chica.
La chica esquiva uno de los ataques de Blake dando una vuelta en el aire
y mi boca se abre con asombro.
—¿Has visto eso? Bastante guay para una mamá, ¿eh? —pregunta la mujer
apartando su pelo rubio de la cara.
Blake parece igual de sorprendido que yo.
—Estoy realmente impresionado, Alissa, sobre todo porque yo no te he
enseñado ese movimiento.
Ella se ríe y sacude la cabeza.
—Marcus me ha estado enseñando algunas cosas.
—¿Entonces por qué te has apuntado aquí? —pregunta alzando una ceja
con curiosidad mientras se agacha para coger su botella de agua.
—Te echaba de menos —responde con sencillez mientras se encoge de
hombros.
Blake desvía la mirada.
Interesante...

336
—Qué puntual —dice Blake con aprobación cuando entro.
Me gusta que no sea incómodo después de nuestro encuentro en Mala.
—Estaba ansiosa por otra clase que haga que me duela hasta el simple
hecho de parpadear.
Blake sonríe, pero dura poco porque de seguida empezamos haciendo un
poco de calentamiento, cuando terminamos de calentar me siento lista para
morir, me da la sensación de que un pulmón quiere escapar de mi pecho.
—Vamos, Julliet, solo han sido un par de vueltas —me recuerda mientras
intento hacer algo de tiempo bebiendo más rato de lo normal mi botella de
agua.
Intento con todo mi ser no lanzarle una mirada asesina, por qué sé que en
el fondo esto lo hace para ayudarme. Me explica un par de movimientos
defensivos, me cuesta mucho concentrarme cuando la explicación la realiza
tocando mi cuerpo. No soy inmune a sus encantos, y tendría que ser ilegal
que tu entrenador personal parezca recién sacado de una película de
Hollywood.
Tiene que ser ex militar o algo, ese cuerpo y su forma de moverse lo delata.
—Vale, ahora voy a atacarte y quiero que intentes aplicar los movimientos
que te he enseñado. ¿Me has entendido?
Asiento e intento concentrarme.
Nos miramos mientras caminamos formando un círculo, está a la acecha
para pillarme desprevenida. Cuando se lanza intento bloquearle, pero algo no
logra funcionar del todo porque acabo tumbada en el suelo con el peso de su
cuerpo encima.
—Inténtalo de nuevo, está vez céntrate en bloquearme con el codo
primero.
Repetimos el movimiento y termino de nuevo en el suelo, sus manos
permanecen firmes alrededor de mis muñecas y eso me gusta más de lo que
sería capaz de admitir en voz alta.
Concéntrate.
—Una vez más —murmura, mientras me mantiene tumbada en el suelo,
su rostro está a unos centímetros del mío.
Me pongo de pie, estoy sin aliento y completamente exhausta. Vuelve a
atacarme y el resultado es el mismo, empiezo a sentirme frustrada.
—Es normal, llevas pocas clases. Concéntrate, imagínate que estás
esquivando a una persona a la que odias —intenta animarme.
Esa motivación es justo la que necesitaba para que la siguiente vez
funcione exitosamente.
—Eso ha estado muy bien, Julliet —me felicita.
—Muchas gracias, Blake.

337
—¿Nos vemos el jueves? —pregunta secándose el sudor de la frente con
su toalla.
Asiento.
—Estupendo, que descanses.
—Igualmente —contesto mordiendo mi labio inferior.
Después de ducharme vuelvo a paso ligero al departamento de Devan, él
ya ha preparado la cena y me está esperando. De nuevo, ignoro los mensajes
de Kaden, borrándolos directamente. Cuando terminamos Dev y yo de cenar
nos recostamos en el sofá y ponemos un capítulo de Friends al azar, coloca
uno de sus brazos por mi hombro llevándome a su pecho.
En esos momentos, pese a todo lo que está sucediendo a mi alrededor,
me siento segura y en parte feliz a su lado. Y me temo que una gran parte de
mi felicidad se debe a él.

—Bueno, estoy listo para ver ese disfraz —murmura Devan frotándose
las manos.
—Me cambiaré en la residencia de Taylor, quiere que nos arreglemos
juntas.
Devan resopla.
—Me arruinas la diversión, Ángel.
—¿No es más divertido llevarse la sorpresa de verme con el disfraz puesto
en la fiesta?
—Creo que mi concepto de diversión te incluye sin ese disfraz, realmente,
sin ningún tipo de ropa. —Guiña su ojo de forma coqueta.
El teléfono de Devan empieza a sonar y lo busca para contestar.
—Samy —responde alegremente—; ¿Has visto mi mensaje?
¿Sam? ¿Esa Sam? ¿La misma Sam del Twister?
Mi corazón late con fuerza en mi pecho cuando pienso en la amiga de
Devan, recuerdo que me dijo que quedaba con ella los miércoles y hoy es
miércoles.
—Exacto, ¿podemos dejarlo para la semana que viene? —dice Devan por
teléfono.
Me acerco a Devan y le hago señales con la mano para indicarle que quiero
hablar con él.
—Un segundo —Tapa la parte inferior con su mano—. ¿Qué pasa?
—¿Por qué no le dices a Sam que venga a la fiesta?
—¿Estás segura?
Asiento y Devan sonríe ampliamente.

338
—Por lo visto, alguien está deseando verte —utiliza un tono burlón—.
¿Te apetece venir a una fiesta universitaria esta noche?
Devan alza un pulgar indicándome con gesto afirmativo que vendrá.
Estupendo.
Continúan hablando un rato y me alegra ver lo bien que se llevan, está
claro que Devan tiene una facilidad innata para llevarse bien con la gente.
Empiezo a lanzar mi maquillaje en la bolsa, preservativos, pañuelos, llaves,
cargador del teléfono, pastillas anticonceptivas...sí, creo que ya lo llevo todo.
Cojo el disfraz que permanece completamente tapado y camino hasta
Devan, él está recostado en el sofá mirando TikToks.
—¿Ya te vas?
—Sí, Taylor y yo iremos a las diez, ¿nos vemos allí directamente?
Devan asiente, me agacho y beso su mejilla.
—Nos vemos luego —murmuro.
—Estoy deseando ver ese disfraz.
Sonrío y me despido de él moviendo mi mano.
Bajo las escaleras y abro la puerta de la calle, mi sonrisa se congela cuando
veo a Kaden, parecía a punto de llamar al departamento de Devan.
Sus ojos se abren con asombro cuando se percata de mi presencia.
—Julliet...
—¿Qué...qué haces aquí? —pregunto entrecerrando los ojos.
Las ojeras de sus ojos son bastante notables, luce bastante cansado y
alrededor de su pómulo hay un feo moretón.
—¿Estás bien? —Mi mano se mueve automáticamente para acariciarlo,
cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo la retiro con rapidez.
—Estoy bien, no respondes a mis mensajes y quería verte.
Me cruzo de brazos, aguantando el disfraz con fuerza contra mi cuerpo.
—No me apetece hablar contigo —contesto.
—¿No crees que quién debería estar enfadado soy yo?
Su pregunta aumenta mi nivel de indignación.
—¿Y eso por qué exactamente?
—¿Qué tal por lo que estaba a punto de pasar en Mala? ¿O ya lo has
olvidado?
—Créeme que no voy a poder olvidarlo tan fácilmente —Resoplo—. No
me puedo creer que no me lo dijeras antes. Ni que reaccionaras así.
—Se supone que era Andrew quién te lo tenía que decir, al igual que se
supone que no debías follártelo.
Sacudo mi cabeza, no pienso aguantar de nuevo esta conversación.
Lo ignoro y empiezo a ir directa a mi coche.
—Juls, espera —dice tirando de mi brazo.

339
—No, Kaden, déjame en paz.
—Mira, sé que no debería actuar de este modo, pero entiéndeme, estamos
hablando de mi hermanastro.
Muerdo mi labio con fuerza, Kaden estira la mano, pero me aparto para
que no me toque.
—Tal vez sea mejor que dejemos de vernos —susurro.
Kaden da un paso hacia atrás, como si mis palabras le hubieran
impactado.
—¿Eso quieres?
Asiento ignorando lo que realmente deseo.
—Está bien —responde con una frialdad que cala en mis huesos.
Entro en mi coche sin dirigirle de nuevo la mirada, sé que si no lo hago
voy a arrepentirme de todo lo que acabo de decir. Conduzco rápidamente
hasta la residencia de Taylor, el encuentro con Kaden mantiene mis
pensamientos muy ocupados.
Cuando pico a la puerta del cuarto de Taylor me abre su compañera, la tal
Jenn, la misma que encontré follando con Kaden hace meses.
Qué bonita es la capacidad del cerebro de recordar detalladamente ciertas
cosas.
—Taylor ha salido unos minutos a la ducha, pero me ha dicho que
vendrías. Puedes pasar —indica apartándose a un lado para que entre.
Que bien, esto no es nada incómodo.
—Así que, ¿estudias Derecho tú también? —me pregunta sentándose en
su escritorio.
Tiene un arsenal de maquillaje desplegado.
—Sí —contesto dejando el disfraz junto al de Taylor.
—Yo estoy en tercero de Literatura —me explica mientras pega unas tiras
de papel en su cara.
—Oh —murmuro sin saber que responder.
Por el rabillo del ojo veo como coge unas tijeras y corta la costra de papel
que ha pegado en su cara.
No sé qué diablos está haciendo, pero tampoco quiero preguntar.
Taylor entra en la habitación, solo lleva una toalla alrededor de su cuerpo.
—Hola, Juls, pensaba que no ibas a ser tan puntual.
Deja caer la toalla libremente y aparto la mirada, me sorprende la
confianza que tiene con su cuerpo y la desnudez, encajaría en Mala
perfectamente. Cuando vuelvo a mirarla ya va con un chándal casual.
—¿Qué te harás tú en el pelo? —dice mientras enciende las planchas.
—No sé, había pensado dejarlo liso o hacerme una cola, llevo el halo así
que tampoco creo que deba hacer nada especial.

340
Taylor asiente.
—Tal vez podríamos llevarlo las dos lis... ¿Qué diablos te estás haciendo
en la cara, Jenn?
Ella se gira y nos mira, varias tiras de papel rajado cruzan su rostro.
—Son las garras del lobo feroz, he aprendido en un tutorial de Youtube
como hacer mis propias heridas —comenta orgullosa.
—Oh, espero que luzcan mejor de lo que lo hacen ahora —se ríe Taylor.
—Espera y verás. Lo probé el otro día y quedó fantástico.
Y tiene razón, cuando termina de taparlas con el maquillaje se aplica
sangre falsa y el resultado es bastante asombroso.
—Increíble —murmuro mientras aliso el pelo de Taylor.
—Vale, quedan bastante bien —reconoce Taylor con aprobación.
Jenn sonríe con autosuficiencia.
Acabamos de arreglarnos al mismo tiempo, la verdad es que en el rato que
he estado con Jenn me he dado cuenta de que es una chica bastante agradable.
Incluso se ha ofrecido a ayudarnos con el maquillaje. Nos miramos las tres
en el espejo, contentas con el resultado.
Mi vestido blanco es ceñido en la parte superior, tiene un escote en forma
de corazón y a partir de la cintura cae hasta las rodillas. La verdad es que para
ser un disfraz de Halloween no es tan obsceno como la mayoría. Taylor tiene
un vestido exactamente igual que el mío, pero de color rojo, sus alas rojas son
puntiagudas, las mías blancas tienen un acabado redondeando.
Jenn va disfrazada de caperucita roja, la cual ha tenido un encuentro
salvaje con el lobo feroz, incluso ha puesto en uno de sus ojos una lentilla
roja.
Cuando salimos de la habitación solo pasa un único pensamiento por mi
cabeza: espero que esta fiesta acabe mejor que la última.

—Una de mis fantasías es hacértelo vestida así, Ángel —murmura la voz


de Devan en mi oído, me sobresalto sorprendida y me giro para mirarlo.
Está vestido de presidiario con un mono naranja, lo lleva abierto hasta la
cintura y puedo deleitarme viendo esos maravillosos abdominales que tiene.
A su lado está Sam, la cual va vestida de caperucita roja, al igual que Jenn.
—No sabía que habíais llegado ya —digo con una amplia sonrisa—.
Taylor, Jenn... Estos son Devan y Sam.
—¿Sois estudiantes? —pregunta Jenn mientras los saluda estrechando sus
manos.

341
Devan y Sam se miran entre ellos y sonríen.
—No, somos unos infiltrados —contesta Devan con una sonrisa
perversa.
—Estás muy guapa, Julliet —me halaga Sam tras dirigirme una lenta
mirada por mi cuerpo.
Muerdo mi labio, la tensión que siento con esta mujer me tiene mal.
—Tú también.
—¿Crees que encontraré a mi lobo feroz esta noche? Aunque no me
importaría que fuera una loba, o un ángel. —Su voz sigue siendo tan
seductora como recordaba.
Devan sonríe mientras se lleva el vaso de plástico a los labios y Jenn y
Taylor giran su cabeza para mirarme con sorpresa.
Una risita nerviosa se escapa de mis labios.
—¡Taylor, ahí estás! —exclama el Nathan de nuestra clase.
Es un buen chico, pero que se llame igual que mi ex prometido es algo
que me hace generarle rechazo.
—Hola, Nate —sonríe ella mientras se pone de puntillas para besarlo en
la mejilla.
Nos quedamos charlando un rato todos, no paro de notar las miradas que
me lanza Sam.
—¿Te apetece beber algo? —me pregunta Sam extendiendo su mano.
Asiento mientras la cojo, pero Devan me detiene.
—Me sentiría más tranquilo sabiendo que no te vas a separar de ninguno
de los dos esta noche —murmura en mi oído.
—No tengo intención de hacerlo.
—Bien, os espero aquí entonces. Por cierto, ¿Jenn está soltera?
—Eres un maldito demonio coqueto, descúbrelo por ti mismo. —Me rio
empujando su pecho.
Sam estira de mi brazo y me conduce a través del gentío, llegamos hasta
la zona de las bebidas y nos servimos una copa.
—Me lo pasé muy bien contigo la noche del Twister, Julliet —me dice
antes de dar un largo trago a su bebida.
—Sí, yo también.
—¿Te apetece bailar? Devan me ha dicho que eres muy buena bailando.
—Claro. —Sonrío.
Nos movemos hasta la otra sala donde está todo el mundo bailando, las
luces tenues, la música a todo volumen y el torrente de alcohol en mi sangre
hacen que desconecte de todo.
Necesitaba esto.
Sam estira su brazo y lo coloca en mi cintura, bailamos coordinadamente

342
mientras nos reímos, apenas soy capaz de entender lo que me dice por lo alta
que está la música, pero no importa.
Cuando una canción más lenta suena pegamos nuestros cuerpos más
juntos, una gota de sudor rueda por mi frente, estamos tan cerca que puedo
notar su respiración contra mi cara. Estira su mano y aparta uno de los
mechones que se ha escapado de la diadema, colocándolo detrás de mi oreja.
Se inclina y me susurra al oído.
—Normalmente me atraen más los hombres que las mujeres, pero tú me
resultas irresistible.
Cuando se aparta me doy cuenta de que su mirada está clavada en mis
labios entreabiertos, cierro mis ojos cuando veo que se acerca, expectante por
sentir esa dulce boca contra la mía.
Presiona sus labios contra los míos, son tan suaves... Soy capaz de probar
su brillo de labios, es afrutado y delicioso. Se separa unos centímetros y
nuestras respiraciones se entremezclan.
—No sé si podré esperar toda la noche a probarte de nuevo, ¿te gustaría
eso?
Asiento, perdida en el morbo del momento y Sam sonríe perversamente.
Me da la sensación de que alguien tiene la mirada clavada en mí, miro a
mi alrededor, pero no veo nada extraño. Sacudo la cabeza y vuelvo a prestar
atención a Sam, continuamos bailando pegadas la una a la otra canción tras
canción. Al cabo de un rato se acerca Devan a nuestro lado y baila con
nosotras, me lo paso tan bien con ellos que me olvido de todo por completo.
—¿Dónde está Taylor? —le pegunto a Devan al oído para que me
escuche.
—Se ha ido con el tal Nate ese, parecían a punto de querer arrancarse la
ropa el uno al otro.
Sam se va un momento a por más bebidas y yo siento mi vejiga a punto
de estallar.
—Necesito ir a hacer pis —le grito a Devan.
—Te acompaño —me responde.
Me doy cuenta como varias personas nos miran con interés, está claro que
Devan es un acaparador de miradas. No puedo culparlo, es muy atractivo.
—¿Vas a sostener mi mano mientras hago pis o qué? —le pregunto riendo
mientras me balanceo ligeramente.
Él se ríe y sacude la cabeza.
—Si es lo que quieres, pero no pensaba que tendrías fetiches tan raros,
Ángel —responde con burla.
Empujo su pecho mientras me rio, una parte de mi empieza a pensar que
tal vez estoy bebiendo demasiado.

343
—No lo quiero, así que sal del baño.
—No, te espero aquí.
—Pero...pero me escucharás hacer pis —suena terriblemente tonto pero
mi lado borracho está empezando a dominarme.
—¿Crees que será la primera vez? Vivimos juntos.
Sacudo la cabeza y eso me hace tambalearme de nuevo.
—Vale, creo que no hay más copas para ti —murmura Devan mientras
me atrapa en sus brazos.
—Estoy bien —aseguro incorporándome por mi cuenta.
—No lo tengo muy claro...
—Que sí —respondo tozudamente encerrándome en el cubículo—
¿Puedes cantar o algo? Me incomoda saber que me estás escuchando.
Escucho como se ríe y de repente empieza a cantar una canción que no
conozco, hago pis tranquilamente y mi vejiga me lo agradece. Cuando salgo
lo veo recostado contra el lavamanos, tiene los brazos cruzados por delante
de su pecho y continúa canturreando.
—Estás especialmente hermosa esta noche. —Su sonrisa se ve reflejada
en esos bonitos ojos azules.
—Tú estás... —Muerdo mi labio, solo hay una palabra que me ha cruzado
la cabeza toda la noche cada vez que he mirado a Devan—. Sexy.
Paso por su lado y empiezo a lavar mis manos, Devan se coloca detrás de
mí pegando sus manos en mi cintura.
—¿Cumplirás mi fantasía, Ángel? —susurra en mi oído antes de
mordisquearlo en el punto que sabe que me vuelve loca.
Cierro los ojos por lo bien que se siente, sus labios acarician la curva de
mi cuello y de repente me paralizo.
—Su-suéltame —le pido en un murmullo.
Devan se separa de mí de golpe y me mira extrañado.
—¿Qué pasa, Ángel?
Es el mismo baño. Fue aquí.
—Aquí no —murmuro desesperada.
El reconocimiento llega a sus ojos y toma mi mano para sacarnos de allí
lo antes posible.
Los recuerdos se han sentido como una jarra de fría de agua y me siento
mucho más despejada, buscamos por la sala a Sam.
Nos acercamos a ella y mi boca se abre cuando veo a Kaden delante de
ella, él se agacha y la besa con fuerza.
—¿Ese es Kaden? —pregunta Devan tan sorprendido como yo.
—Sí —respondo en un sonido apenas audible.
—¿Dónde habíais ido chicos? —dice Sam detrás nuestro.

344
Un segundo, entonces no es Sam la chica que se está dando el lote con
Kaden. Ellos se giran levemente y me percato de que es Jenn. Espera, Jenn
ya se ha acostado con Kaden antes, lo he visto con mis propios ojos. ¿Por
qué la vuelve a besar?
Porque ya no debo ser la única con la que repite.

345
34. BAD KIND OF BUTTERFLIES
Cuando se separan Kaden levanta la mirada y la clava en mí.
Su mensaje me llega alto y claro; Lo único que me había diferenciado hasta
ahora de sus otros polvos era que conmigo sí repetía, y con ese acto acaba de
demostrarme que ya no es así.
No sé si se trata de un juego, pero no me puede importar menos, sigo
cabreada con él por los numeritos que ha estado montando últimamente.
Repítelo hasta que te lo creas.
No me importa en absoluto, a ver si Bonnie me deja en paz de una vez.
—¿Queréis continuar la fiesta en otro sitio? —sugiere Sam.
Devan asiente y ambos me miran, esperando una respuesta por mi parte.
—Sí —murmuro ignorado intentando ignorar la sensación que me
provoca Kaden.
Sam estira su mano y la tomo sin vacilar, me conduce hacia la salida, Dev
nos sigue por detrás. Ninguno de los tres está lo suficientemente sobrio para
conducir, por lo que pedimos un Uber. Cuando llega nos sentamos los tres
juntos en la parte trasera, y yo quedo en medio de ellos.
Las manos de Devan y Sam descansan en mis rodillas, trago con fuerza
cuando noto como los dedos de Sam trazan líneas por el interior de mi muslo,
mis manos arrugan el dobladillo de mi vestido, con nerviosismo. Devan se
inclina y besa mi mandíbula, continúa bajando, succiona con fuerza ese punto
de mi cuello que sabe que me encanta y me deja sin aliento.
Si estamos ofendiendo al conductor con nuestra conducta promiscua no
hace ningún ademán de parecer disgustado.
Cuando los dedos de Sam se acercan sin discreción a mi centro aprieto
los muslos, Devan lo nota y me obliga a separar ligeramente las piernas.
Muerdo mi labio con fuerza para no gemir cuando siento como Sam retira
mi ropa interior y me acaricia.
Uno de sus dedos presiona en mi entrada, la cual ya está preparada para
todo lo que tenga en mente, lo saca, y me avergüenzo cuando veo cómo lo
pasa por sus labios lentamente, como si estuviera echándose un brillo de
labios y no mis fluidos corporales. Mi boca se seca mientras miro como lo
hace, es tan sucio y obsceno que me enciende el doble. Devan se inclina,
pasando por delante de mí y devora la boca de Sam, cuando se separa coge
mi cara entre sus manos y me besa, haciendo que pruebe mi excitación de sus
labios.
Respiro profundamente cuando noto como la mano de Devan también
se cuela bajo mi vestido, empieza a realizar círculos alrededor de mi clítoris y

346
mis ojos se cierran.
—¿Te excita ser mala en público, Ángel? —susurra en mi oído.
Asiento.
—¿Crees que a Sam también le gusta? ¿Quieres averiguarlo? —Me reta
con su propuesta indecente.
Abro mis ojos y miro a Devan, el desafío en sus ojos me impulsa a colocar
mi mano en la rodilla de Sam, ella sonríe cuando ve como ascendiendo por
su cremosa piel.
Me quedo boquiabierta cuando mis dedos se encuentran con su piel
desnuda, descubriendo que no lleva ropa interior. Está húmeda, tanto como
yo, esparzo esa humedad y la acaricio, como ha hecho conmigo. Ella retuerce
las caderas y sonrío victoriosa.
—Déjame probar —solicita Devan.
Saco mis dedos lentamente, dejando un rastro de humedad a lo largo de
su muslo y Devan se agacha para meter mi dedo en su boca, observo como
lo succiona con fuerza y mi interior se contrae. Es tan sexy verlo hacer eso.
El conductor del Uber carraspea la garganta y levanto la mirada
avergonzada, Sam y Devan parecen divertidos.
—Ya hemos llegado —murmura el conductor, su cara está completa-
mente roja.
—Que tenga una buena noche —contesta Devan alegremente mientras
abre la puerta y se baja.
—I-igualmente —le responde el hombre sin dejar de mirarnos, parece
completamente afectado.
Sam se ríe y sale del vehículo, me ofrece su mano y me ayuda a salir,
cuando pongo mis pies en tierra firme me tira a sus brazos y me besa
apasionadamente. Nuestras lenguas se enredan, como si tuvieran su propio y
húmedo baile privado.
Mi pecho sube y baja con rapidez cuando rompe el beso. Subimos las
escaleras entre risas, estoy completamente embriagada por el alcohol y el
deseo. Siento una conexión pulsátil tan grande entre nosotros que me
asombra.
En cuanto la puerta se cierra la ropa empieza a caer, esta vez nos dirigimos
directamente al dormitorio de Devan, dejando un camino de pocas piezas de
ropa hasta el. Sam empuja a Devan y este cae sobre la cama, se sube y gatea
sobre el hasta quedar a la altura de la entrepierna de Devan, por la erección
que tiene puedo decir que él está tan excitado como nosotras.
—Es hora de jugar un poco con él, ¿no crees, Julliet? —murmura Sam
como una sonrisa traviesa.
Me acerco hasta ellos y observo en primer plano como se lleva la erección

347
de Devan a su boca, lo succiona con tanta intensidad que puedo ver como
sus pómulos se hunden. La libera de su boca y desliza la mano por ella,
extendiendo su saliva.
Muerdo mi labio inferior, deseando tenerlo en mi boca yo también.
Como si pudiera leer mis pensamientos, Sam la mueve en mi dirección,
ofreciéndomela.
Me agacho y paso mi lengua por toda su longitud antes de meterla en la
boca, muevo mi cabeza, sacándola y metiéndola una y otra vez. Sam la
reclama de nuevo y la compartimos, nuestras lenguas se encuentran en algún
punto de las lamidas y Devan nos mira entrecerrando los ojos y gimiendo
mientras tira la cabeza hacia atrás. Cada vez está más dura y palpitante, parece
a punto de estallar en cualquier momento.
—Joder —murmura cuando lo rodeo con mi lengua.
Los fluidos cálidos contra la parte posterior de mi garganta me toman
desprevenida, trago y lo libero de mi boca.
Cuando levanto mi mirada veo que está completamente ido de placer.
—¿He muerto y estoy en el cielo? —dice en un suspiro.
Me rio y sacudo la cabeza.
—Creo, entonces, que simplemente soy la persona más afortunada del
mundo.
Sam y yo nos miramos y sonreímos. Devan tira de Sam, recostándola
sobre la cama.
—Es tu turno, Samy —murmura abriendo sus piernas ampliamente.
Él se coloca entre ellas y empieza a besarla con devoción.
—Ven aquí, Julliet —me ordena Sam golpeando sus labios con su dedo.
Me acerco para besarla, pero sacude la cabeza.
—No son esos labios los que me apetece probar. —Observo cómo sus
ojos se oscurecen y mi interior se contrae.
Paso mi pierna por encima de su cuerpo y ella palmea mi trasero.
Podríamos añadirla como Mami Grey a la ecuación, mandona.
—Date la vuelta, quiero que veas a Devan —su voz suena más alterada,
está claro que lo que le hace Devan la está llevando al borde.
Me giro, dejando mi intimidad sobre su cara, cuando sus labios atrapan
mi clítoris no puedo evitar gemir con fuerza, Devan levanta la vista y me mira
le sigue dando un oral a Sam.
Mis caderas se mueven, pero Sam agarra mis muslos para mantenerme
quieta.
Su lengua recorre mis pliegues antes de introducirse en mi interior, me
estremezco. Es experta en torturar placenteramente. Me fijo en como las
piernas de Sam se tensan y durante unos segundos deja de comerme. El

348
gemido que brota de sus labios retumba contra mi muslo, uf, es tan caliente.
Devan se separa de ella, vuelve a estar empalmado. A los pocos segundos
noto uno de los dedos de Sam introduciéndose en mi interior, continúa
haciendo maravillas con su boca mientras me penetra con sus dedos. No
tardo ni medio minuto en correrme.
Es todo tan placentero con ellos, tan intenso. Hay demasiados estímulos
por todos lados.
Me declaro fan de los tríos. ¿Cómo serán entonces las orgías?
—¿Alguna vez te han follado por aquí, Julliet? —pregunta acercando uno
de sus húmedos dedos en mi entrada trasera.
—No. —Jadeo sintiendo como lo introduce lentamente.
Aunque Dev ha estado tanteando el terreno.
—¿Te gustaría probarlo? Devan me vuelve loca cuando folla mi culo, es
el mejor dando anales.
La transparencia de su confesión hace que el aliento se quede atascado en
mi garganta. No tienen ningún tipo de tabúes a la hora de hablar de sexo.
—Yo... —Gimo cuando noto como introduce un segundo dedo.
Devan me mira con curiosidad mientras hace rodar un preservativo a lo
largo de su longitud, se levanta y busca algo en su cajón.
Trago con fuerza cuando veo que se trata de un bote de lubricante.
Sam libera mis piernas y se coloca en cuatro sobre la cama, Devan acaricia
su espalda lentamente y Sam cierra los ojos, suspirando.
Devan abre el bote de lubricante y suelta una buena cantidad sobre el
trasero de Sam, lo esparce con detenimiento.
Muerdo mi labio cuando veo cómo se introduce lentamente en su interior,
agarrando con fuerza sus nalgas. Sam jadea y coge las sábanas, formando un
puño con ellas. Devan sale y la embiste con más ímpetu, la imagen es tan
erótica que me excito viéndolos.
Me gustaría ser Sam en estos momentos para saber qué está sintiendo.
Una de las manos de Devan se desliza y agarra la cintura de Sam.
—¿Te gusta mirar, Ángel?
Asiento mientras humedezco mis labios con mi lengua.
—Enséñame cuánto te excita, déjanos ver cómo te masturbas para
nosotros.
Sam gira la cabeza y me mira con interés, me siento completamente
observada mientras abro mis piernas para ellos y empiezo a tocar todo mi
cuerpo. Pellizco uno de mis pezones mientras mi otra mano se desliza por mi
vientre, cuando mis dedos rozan el punto sensible que se encuentran en mis
piernas arqueo la espalda.
Este es el mejor porno en directo de mi vida.

349
Los gemidos de Sam son cada vez más audibles y me quedo boquiabierta
cuando veo como le sale un reguero de líquido transparente a propulsión.
Devan sale de su interior y tira el preservativo para colocarse otro.
—Es tu turno, Ángel.
Me coloco en la misma posición que estaba Sam. Planta un suave beso en
el centro de mi espalda que eriza mi piel.
—Todavía estás demasiado estrecha para que te folle por atrás. Te haría
daño si te lo hiciera ahora, así que lo haremos como siempre—murmura en
mi oído.
Siento como su erección presiona contra mi entrada y procede a deslizarse
con facilidad. A la vez que vuelve a embestirme, introduce uno de sus dedos
en mi trasero. La sensación de plenitud es tan increíble que hace volar mi
cabeza. Embiste con fuerza y profundidad, con una rapidez que hace vibrar
todo mi cuerpo. Es tan bueno que me faltan adjetivos para describirlo.
Sam se acerca y acaricia mi mejilla antes de inclinarse y besar mis labios,
siento como una corriente eléctrica me recorre y me hace estallar en mil
pedazos. Devan continúa con sus arremetidas un par de minutos más antes
de correrse en mi interior.
Menudo aguante tiene el demonio coqueto.
Caemos rendidos en la cama, nuestros cuerpos completamente desnudos
quedan enredados mientras descansamos.

Ir a clase después de una fiesta como la de anoche no es una muy buena


idea, la asistencia hoy es de las más bajas del curso hasta ahora. Sobre todo,
porque es de las últimas clases y a todo el mundo se la resbala, básicamente.
Mi cabeza duele por la falta de sueño y la resaca, desearía continuar en la
cama con Devan y Sam, pero en su lugar estoy escuchando la voz de la Sra.
Emerson.
—Así que... no me habías hablado de tu amiga Sam. —El tono de Taylor
es totalmente sugerente.
—Sí, es una amiga de Devan principalmente —contesto mordiendo mi
labio.
—Parece que le gustabas demasiado. —Enarca una ceja.
Me rio por lo bajo.
—Ella es bastante increíble.
Taylor sonríe.
—¿Cómo te fue con Nathan? —pregunto.

350
—Oh —Sus mejillas se sonrojan—. Muy muy bien.
—¿Sí?
Asiente para darle más énfasis.
—Me alegro por ti. —Aseguro con una sonrisa.
Cuando el timbre suena la libertad, Taylor y yo nos ponemos en pie y
recogemos nuestras cosas.
Caminamos hasta la clase del Sr. Henderson y empiezo a sentir los nervios
habituales a medida que nos acercamos a la puerta. Para nuestra sorpresa el
Sr. Henderson no está en clase, y eso que él es extremadamente puntual.
Al cabo de quince minutos viene una de las secretarias a notificarnos que
hoy no podrá venir el Sr. Henderson por motivos personales. La curiosidad
me hace preguntarme por qué no habrá venido. ¿Estará bien? ¿Habrá
sucedido algo?
—Creo que el día no podía ir mejor, tengo unas ganas terribles de pasar
el resto del día durmiendo —dice Taylor mientras bosteza.
No tengo correos suyos insistiendo de nuevo en que acuda a las citas para
seguir el proceso legal. Una parte de mí lo necesita, pero estoy demasiado
incómoda sintiéndome responsable de toda la información nueva que sé y
que por lo visto él sabía. Es tan raro todo, como si nuestras vidas ya hubieran
estado conectadas desde hace tiempo.

El viernes transcurre con normalidad, durante la semana no he recibido


más avisos extraños, ni notas amenazantes de ningún tipo, ni fotos mías, por
lo que me siento un poco más tranquila.
Mi cuerpo, sin embargo, se siente completamente adolorido, la clase de la
noche anterior con Blake me ha dejado destrozada y esta noche tengo que
bailar en Mala.
Accedí a los bailes privados, era mucho dinero como declinar la oferta, y
no incluyen desnudos, así que realmente no será muy diferente a bailar para
el resto de la sala tres. Solo… más íntimo.
—¿Qué horario tienes hoy, Ángel?
—Supongo que dependerá de los bailes privados.
Devan hace un puchero.
—Yo quiero uno de esos.
—Ya te haré uno en casa —contesto guiñándole un ojo.
Él sonríe ampliamente, contento con mi respuesta.
—Voy a estar esperándolo —asegura.

351
Cuando bajamos del coche me tenso, ¿y si veo al Sr. Henderson?
Que pena que Grey Supremo sea el dueño del local, ¿no?
El sarcasmo de mi subconsciente me hace poner los ojos en blanco, por
lo menos Kaden no estará aquí, después de la discusión con Andrew ya no
trabaja aquí.
—Tienes que ir al vestuario seis —me explica Devan—, nos separan
Ángel —farfulla con exagerada tristeza—. Tendré que hacerme bailarín o
algo yo también.
—Te iré a ver un rato si quieres.
—Prefiero ir a verte yo a ti.
Me encojo de hombros.
—Como quieras, nos vemos luego.
—Hasta luego.
Conozco a pocas bailarinas de Mala, cuando entro al vestuario muchas se
están cambiando y cuchichean alegremente.
—¿Haces clases de baile, Ángel? —me pregunta Celeste.
Supongo que entre ellas se llaman por el nombre artístico.
—Antes, llevaba unos años sin bailar.
—Oh, eso explica porque eres tan buena.
Me hacen varias preguntas y recibo halagos de todas ellas. No sé dónde
meterme, porque el tema de los halagos no lo llevo muy bien, no cuando toda
la vida he estado escuchando críticas, me cuesta mucho asimilarlos y no sé
qué responder.
Caminamos hasta la sala tres y observo como poco a poco se va llenando,
algunos de los clientes me resultan familiares, pero no veo a nadie conocido
entre la multitud. Esta noche no participo en el número conjunto porque no
he podido ensañar con ellas, pero al igual que la semana pasada tengo mis
propias canciones individuales.
Me siento tan bien moviendo mi cuerpo al compás de la música, es
liberador en cierto modo.
Antes era mi forma artística de refugiarme de todo. De expresarme a
través de cada movimiento. De hablar con mi cuerpo y dejar la mente en
blanco para únicamente centrarme en el ahora, en la música acompañando
cada pirueta.
Cuando termino de bailar la sala se llena de aplausos. Ni siquiera estaba
prestando atención al público, me había perdido en la sensación del baile. La
magia de bailar.
La Sra. Myers me espera abajo del escenario.
—Eso ha sido fantástico, Julliet —me felicita mientras me tiende una
botella de agua.

352
—Muchas gracias, Sra. Myers.
—Chrisa es la persona que se encarga de gestionar el tema de los bailes
privados, si alguien contrata tus servicios te lo notificará ella. En principio
cada bailarina tiene su propio reservado, Chrisa te ha asignado el número tres.
—De acuerdo —digo asintiendo con la cabeza.
—Que tengas una buena noche Julliet, cualquier cosa ya sabes dónde
encontrarme —farfulla antes de desaparecer de la sala.
Devan llega al cabo de un rato y hace una mueca cuando me ve.
—¿Me lo he perdido? —pregunta con un lamento.
Asiento intentando reprimir una sonrisa.
—¿Ángel? Han contratado tus servicios —murmura una mujer que se
acerca a mi lado.
Devan levanta la ceja con curiosidad.
De repente siento nervios en el estómago, nunca he bailado para nadie de
ese modo.
Mentira, le hiciste un striptease a Papi Grey.
Bueno, sí, pero no se trata de hacer un striptease aquí.
—¿Tú eres Chrisa? —pregunto.
—Sí, perdona, no me he presentado —dice palmeando su frente—. Me
encargo de gestionar los bailes privados.
—Sí, sí, la Sra. Myers me lo ha comentado. ¿Uhm tengo que ir ya?
—Sí, el cliente está esperando en el reservado. El equipo de música está
en la entrada, simplemente tienes que presionar play, puedes cambiar de
canción si quieres.
—De acuerdo.
Me giro a Devan y le susurro.
—Deséame suerte.
—Suerte es lo que tiene la persona para la que bailes —murmura—. Lo
harás bien, Ángel.
Sonrío y empiezo a buscar los reservados, camino por delante y cuando
localizo el número tres entro. Siento como si se me fuera a salir el corazón
del pecho en cualquier momento.
Cuando cierro la puerta detrás de mí miro a la persona que está sentada
en el sofá.
Es Kaden.
No esperaba encontrármelo, por lo que mi boca se abre con asombro y
se me dificulta controlar mi reacción de indiferencia.
Su mirada desafiante me llega hasta el alma, sus ojos gritan tantas cosas
en silencio que me abruma. Le da un largo trago a la bebida que tiene en la
mano y la deja en la mesita.

353
No me mires así, Papi Grey.
—¿Qué haces aquí? —Estoy completamente tensa.
Aprieta los labios, como si estuviera conteniendo una sonrisa, parece que
le gusta que me sienta afectada por su presencia.
—¿Vas a bailar de una vez? —responde manteniendo su máscara de
frialdad.
—¿Qué pretendes exactamente, Kaden? —Le presiono, cruzándome de
brazos.
—No he pagado para escucharte hablar.
Frunzo mi ceño y cuento mentalmente hasta diez para no mandarlo a la
mierda.
Bien, dos puedes jugar a este juego.
Sacudo la cabeza y enciendo el estéreo.
Elijo la misma canción con la que le hice el striptease, que se joda.
Cierro los ojos unos segundos y cuando los abro empiezo a contonear
mis caderas al compás de la música. Su mirada no se despega de la mía en
ningún momento, intento ignorar la sensación de mariposas que aflora en mi
estómago, hundiéndolas, y me centro en bailar.
Deslizo mis manos desde el inicio de mis muslos hasta mis rodillas
lentamente mientras me voy agachando hasta el suelo, cuando mis rodillas se
clavan en el suelo giro la cabeza y paso las manos desde la curvatura de mi
cuello hasta el contorno de mis pechos.
Me pongo de pie y le doy la espalda, tambaleo mis caderas de un lado a
otro, cuando la canción se acerca al coro me muevo lentamente hasta quedar
delante de él, coloco una rodilla en el sofá mientras apoyo ambos manos a
cada lado suyo, dejándolo en medio, cuando paso la otra pierna por encima
de su regazo veo como traga con dificultad.
No parece tan indiferente ahora. Contengo una sonrisa.
Tenerlo tan cerca me afecta, tiro la cola que sujeta mi pelo y sacudo la
cabeza, me balanceo encima de su regazo y muerdo mi labio deliberadamente.
Sus ojos se oscurecen enviando escalofríos por mi columna.
Puedo notar cuánto me desea a través de sus pantalones y eso me hace
perder la cabeza. Es posible que nunca llegue a entender del todo a Kaden,
pero hay algo que nunca podré negar, y es que nuestros cuerpos se entienden
a la perfección.
Pone sus manos en mi cintura, sentir sus dedos contra mi piel desnuda
despierta demasiadas emociones, y estoy en guerra con mi cuerpo.
No más Kaden.
—No está permitido tocar a las bailarinas. —Le recuerdo, en un pequeño
murmuro.

354
Los labios de Kaden se curvan hacia arriba.
—¿Y qué harás? —me provoca con burla mientras dibuja figuras
aleatorias en mi piel expuesta.
Pongo mis manos sobre las suyas e ignorando la corriente que me sacude,
se las aparto.
Continúo bailando sobre su regazo, cada vez me cuesta más estar
centrada, no paran de venirme flashbacks a la cabeza de cuando baile sobre
su regazo en su cama antes de acostarnos.
Mis dedos aprietan con fuerza el acolchado del sofá, mi corazón golpea
con tanta fuerza en mi pecho que creo que puede escucharse.
En un movimiento rápido coloca su mano en mi nuca y me tira contra él,
sus labios rozan mi oído.
—¿Me deseas tanto como lo hago yo? —pregunta en un susurro seductor.
Humedezco mis labios y niego con la cabeza.
¿Pero qué tenemos aquí? Si es la prima perdida de Pinocho, aunque en
vez de crecerte la nariz haces que a Kaden le crezca la...
Suficiente.
—No me mientas, Juls —murmura tirando del lóbulo de mi oreja con sus
dientes.
No puedo hacerlo, no debo hacerlo.
Hazlo, hazlo, hazlo.
Su nariz roza la curva de mi cuello y me estremezco cuando su boca
recorre suavemente mi cuello, mis ojos se entrecierran y por unos segundos
no pienso en nada, simplemente disfruto de la succión de sus labios en mi
cuello. Un gemido escapa de mi boca y suenan las alarmas en mi cabeza,
coloco mis manos en su pecho y me separo de él poniéndome de pie en un
salto.
Me mira con intensidad mientras doy un paso atrás, manteniendo una
distancia prudencial.
Alarga la mano y coge su copa.
—No me gusta jugar al ratón y al gato, nena —murmura llevándose la
bebida a los labios.
—Te dije que era mejor dejar de vernos.
—En realidad, las palabras exactas fueron "Tal vez sea mejor dejar de
vernos", tal vez es un adverbio dubitativo, no afirma nada.
Maldito listillo.
—Quedaba implícito.
Se pone en pie y retrocedo otro paso.
—No lo hacía. —Se acerca.
—Sí. —Retrocedo.

355
—No —continúa acercándose.
—Sí —respondo sintiendo la pared contra mi espalda.
—No. —Sus labios están a escasos centímetros de los míos.
—Lo que sea que hubiera entre nosotros se ha acabado —le digo en un
susurro.
Sus ojos se clavan en los míos y olvido como se respira por unos
segundos.
—Te equivocas, solo acaba de empezar —asegura antes de separarse y
marcharse del reservado.
Me quedo allí, hiperventilando y confusa.

—¿Y qué dijo? —pregunta Devan mientras devora su plato, acabamos de


salir de Mala, pero en vez de ir directamente al apartamento y dormir hemos
parado en una cafetería para saciar el hueco sin fondo que tiene en el
estómago.
—Qué solo acaba de empezar. —Alzo mis dedos haciendo comillas en el
aire para enfatizar sus palabras.
Devan echa la cabeza para atrás y se ríe.
—Está claro que Kaden te ama con locura y quiere que seas la madre de
sus futuros mini Kadens.
Abro mis ojos, escandalizada.
—¿Te has pinchado accidentalmente la medicación de un paciente,
Devan?
—Vamos, aquí yo soy el narrador objetivo, lo veo bastante claro. —Se
señala.
Ruedo mis ojos y jugueteo con el tenedor en mi plato.
—Kaden no me quiere, él mismo me dijo que ni siquiera cree en el amor.
Devan sonríe mostrando sus dientes.
—Bueno, si él piensa eso, mejor para mí.
—¿Qué? ¿Por qué? —digo alzando una ceja.
—Porque así tú y yo podemos tener pequeños angelitos —contesta
inclinando su cabeza mientras guiña un ojo.
Me rio y sacudo la cabeza.
—Maldito coqueto —le riño.
—¿Y cuándo vas a reunirte con el Sr. Henderson? —pregunta desviando
el tema.
—No lo sé —digo soltando un largo suspiro.

356
—Mira, indiferentemente de lo que pase entre vosotros debes continuar
con la denuncia, tú seguridad es lo primero.
Aprieto mis labios, sé que debo hacerlo y tiene razón, sin embargo, no me
siento preparada para afrontar a Andrew.
—Hablaré con él —le digo—, por cierto, después de dormir me gustaría
pasar por casa a recoger algunas cosas más.
—Claro, voy contigo.
—Devan, no hace falta que me acompañes a todos lados.
—¿Blake te ha enseñado a hacer alguna clave mortal, ya?
Sacudo la cabeza.
—Pues entonces te acompaño.

Hemos pasado la mayor parte del sábado durmiendo, cuando nos


levantamos Devan cumple con su palabra y me acompaña a mi casa. Quizá
debería buscar una agencia, ponerla en venta, y mirar algo para mí, conseguir
dinero extra y no ir tan apurada.
Confieso que no me da tanto miedo estar en mi casa sabiendo que Devan
está a mi lado, aunque al mismo tiempo no me gusta sentir que dependo de
nadie.
Cuando entramos en el interior de esa casa que se siente tan poco familiar
para mí ya, miro a mi alrededor, todo, completamente todo, está lleno de
papeles. Cojo uno, son papeles con imágenes, se me cae el mundo cuando
me doy cuenta de lo que presencian mis ojos.
Son capturas de vídeos.
Capturas de vídeos míos haciéndolo con Kaden en mi cuarto. En mi
cocina. En la entrada.
Capturas de vídeos míos haciéndolo con Devan en mi cuarto.
Capturas de vídeos míos haciéndolo con Nathan en el salón.
Capturas de imágenes de mí besando a Sam en la fiesta de disfraces.
¿Crees qué alguien creerá a una zorra como tú?
Las palabras aparecen como pie de foto en cada hoja.
—Por favor, por favor, deja que llame a la policía ahora mismo —ruega,
Devan recogiendo los papeles esparcidos por el salón.
Mis ojos empiezan a empañarse de la impotencia.
—¿Para decirles qué exactamente? ¿Qué soy una zorra? —pregunto
sintiendo como me tiembla la voz.
—No eres una zorra, y ese tipo tiene cámaras en tu casa Julliet, ha cruzado

357
todas las líneas que existen.
—No hay forma de que pueda hacer nada Devan, ¿no lo ves? Tiene
vídeos. Nadie me creería en un juicio con estos vídeos —farfullo, pasándome
las manos por el pelo de forma frenética.
Hace una mueca y se acerca a mi lado.
—No puedo hacer nada, ningún jurado me creerá si ve estos vídeos —
susurro con la mirada perdida.
—Yo fui testigo, Julliet.
—¿Tú? —me rio sarcásticamente levantando uno de los papeles en el que
salimos los dos—. ¿Crees que creerán tu palabra? Pensarán que te tengo
comprado con sexo.
—Esta prueba también lo inculpa a él, ese hombre está obsesionado
contigo.
Sacudo la cabeza, estoy perdida, no hay forma de gane un supuesto juicio
contra él. Lo sabe.
Lex, te he fallado.
—He perdido antes de empezar siquiera la partida.
—Julliet...
Empiezo a hacer un ovillo de los papeles y Devan ayuda, subimos a mi
habitación y empiezo a echar cosas de mi armario a la bolsa de deporte,
cabreada.
El libro de Kaden parece burlarse de mí desde mi escritorio, ¿y ahora
cómo se lo devuelvo?
Solo de pensar en volver a verlo mi ritmo cardíaco se altera. En todos los
escenarios posibles que se desarrollan en mi imaginación ninguno termina
con mi integridad intacta.
Tal vez debería enviárselo por correo postal. ¿Se sigue haciendo eso?
—Julliet, no sé si es el mejor momento, pero deberíamos buscar las
cámaras —propone Devan mientras cierro la bolsa deportiva.
La idea de saber que he tenido cámaras en mi casa me repulsa, ha sido
Nathan, esto no puede ser cosa de Bonnie. Va veinte pasos por delante de
mí. Aunque también se ha expuesto a sí mismo en las fotos, ¿por qué?
—Según la posición de las imágenes deberían estar por aquí... —murmura
Devan acercándose a mi cómoda.
Me acerco a su lado y la miro, me da la sensación de que falta algo.
—Ya no están —mascullo cuando me doy cuenta.
—¿Qué?
—Tenía dos marcos de fotos, debían estar ahí las cámaras.
—¿Estás segura?
—No, pero es mucha coincidencia que los dos marcos que estaban

358
situados en la posición que se grababa hayan desaparecido.
Devan aprieta los puños y murmura algo por lo bajo.
—¿Lo ves? No tengo nada en su contra, será mi palabra contra la suya y
además él tiene pruebas de mis...ehm...y nadie me creerá, ningún jurado me
tendrá en cuenta viendo esos vídeos —murmuro sintiendo el pesar de mis
propias palabras.
—No lo dejes ganar, Julliet.
—Ya lo ha hecho.
—No, se está esforzando por hacer que le tengas miedo, eso es que no
debe tener tan claro que pueda ganarte.
—Paciente ex-psiquiátrica con conductas promiscuas que denuncia a un
tipo con un curriculum impecable, matrícula de honor, padre con renombre
en el mundo legal, incluso él se está haciendo nombre en la corte, el chiste se
cuenta solo —digo con tono sarcástico.
—Tienes que seguir con esto, no te olvides de que yo soy un testigo, lo
presencié.
—Desacreditará tu testimonio, tiene un vídeo nuestro, Devan.
Parece tan frustrado como yo.
—¿Y el resto de los que estaban en la fiesta?
—Alguno de ellos solo vieron como le dabas una paliza a Nathan. Eso
podría ir en tu contra.
Recuerdo de nuevo la amenaza de Nathan.
—Julliet...
—No tiene sentido que siga con esto, será una pérdida de tiempo.
Devan golpea la cómoda y me sobresalto.
—¡Maldita sea, Julliet, reacciona de una vez!
Me llevo la mano al esternón, sintiendo los latidos acelerados de mi
corazón.
—¿Qué más hace falta para que lo denuncies? ¿Qué más tiene que
hacerte? ¿No crees que ya es suficiente? —pregunta intentando controlar su
tono de voz.
Está tan enfadado como cuando se encontró a Nathan presionándome en
el baño.
Aprieto mis labios con fuerza, sintiendo su decepción.
—Lo siento, no quería ponerme de ese modo —suspira, pasándose una
mano por el pelo—. No sé cómo ayudarte, la impotencia me come por dentro
sabiendo que...
Trago con fuerza y doy un paso hacia él.
—Devan... aunque lo hiciera, aunque el caso llegara a juicio, las
probabilidades son...

359
—Solo te pido que no te rindas, que no le dejes ganar, porque los dos
sabemos lo que hubiera pasado si no llego a detenerlo.
Un escalofrío recorre mi columna y la bilis sube por mi garganta, en mis
sueños todavía me persigue la sensación de su cuerpo presionado contra el
mío y sus manos por debajo de mi vestido.
Mis puños se cierran con fuerza y muerdo mi labio inferior, el cual
empieza a temblar levemente.
—Tienes razón —murmuro por lo bajo—. Voy a… voy a enviarle un
mensaje al Sr. Henderson y lo haré.
Devan pasa su mano por mi espalda, acariciándola.
—No estarás sola en esto, Ángel.

360
35. I DID SOMETHING BAD
El Sr. Henderson responde a mi correo a los pocos minutos de que se lo
envíe, me indica que, si lo deseo, puedo ir a su casa para reunirnos ya y
oficializar la denuncia para presentarla en comisaría.
Mientras conduzco camino a su casa intento dejar de lado todos los
sentimientos que me provoca, ahora mismo no me debe importar nada más
que oficializar la denuncia. Mis manos están tan tensas alrededor del volante
que me cuesta conducir.
Cuando llego suelto todo el aire que contengo, a diferencia de las otras
veces, el Sr. Henderson no me espera fuera frente a la puerta, lo hace alguien
de su personal.
—Srta. Collins, ¿qué hace aquí? El Sr. Henderson se encuentra
indispuesto en estos momentos —me comenta uno de sus trabajadores.
—Pero si me ha dicho que viniera... —digo confundida.
—Dave, déjala pasar, le he dicho que viniera —comenta la voz de Andrew
a lo lejos del pasillo.
Dave se aparta, permitiendo que acceda y cuando veo al Sr. Henderson
mi boca se abre con asombro. Parece que se aguanta las costillas por el dolor,
y lleva algunas vendas por ciertas partes de su cuerpo.
—¿Qué... qué le ha pasado?
Ahora no me importa nada más que él, ¿Qué es esto? ¿Por qué me afecta
tanto verlo así?
—Eso no es importante, acompáñeme a mi despacho, por favor.
Camina como si le doliera hasta el último músculo de su cuerpo, mi
corazón se encoge ante la imagen que tengo delante.
—Sr. Henderson, no sabía que estaba...Puedo venir en otro momento.
—No —responde rápidamente mientras se deja caer en su silla.
—Pero si apenas puede sostenerse.
—¿Está preocupado por mí, Srta. Collins? —su rostro permanece
impasible.
—Yo no...bueno, no...
—Estoy bien, procedamos a formalizar la denuncia.
—Hay algo que debe saber.
Levanta una ceja con curiosidad.
—Hoy he ido a mi casa y… bueno, todo estaba cubierto por unos papales.
—¿Papeles? —pregunta inclinándose más cerca de mí.
Asiento.
—¿Qué ponía en esos papeles?

361
—Bueno, eran principalmente imágenes de vídeos...vídeos de...
—¿De qué?
Siento como mis mejillas se calientan.
—Vídeos míos manteniendo relaciones sexuales.
El Sr. Henderson me mira con incredulidad.
—Con Kaden, Devan y Nathan —específico. Decir su nombre me
repulsa—. También besando a una chica en una fiesta, Sam.
—¿Se graba manteniendo relaciones sexuales con ellos?
Mi cara se pone más roja mientras sacudo con fuerza.
—No, no. Nathan debía tener cámaras en mi salón y dormitorio, y no
sé… yo no lo sabía, no sé cómo no me había dado cuenta de ello. He
intentado mirar las cámaras de seguridad, pero debió quitarlas antes de que
instalaran el sistema.
—¿Crees que es obra su exprometido todo esto?
Asiento de nuevo.
—No es que quiera...pero debería ver esos papeles.
Saco unos cuantos de mi bolso y los extiendo sobre su escritorio. El Sr.
Henderson estira la mano para coger uno y su cara se crispa de dolor.
—Sr. Henderson de verdad que podemos dejarlo para otro día...
Levanta su mano, desestimando mis palabras. Observo como mira
atentamente las diferentes imágenes de la mesa. Me muero de vergüenza por
lo explícita y clara que son las imágenes, una cosa es mantener relaciones con
él, y otra es que me vea de este modo.
—Quiere desacreditar su palabra ante la corte —murmura apilando los
papeles.
—Sí, eso es lo que he deducido. No tengo nada que hacer, ¿verdad?
Hace una mueca y sacude la cabeza.
—No diga eso.
—Siendo objetivos...sabe que un jurado sin pruebas no creerá mis
palabras. Y más después de ver eso. Mi único testigo aparece en esos vídeos.
—Yo la creo.
Me pierdo unos segundos en la firmeza de su mirada hasta que aclara su
garganta.
—Bien, empecemos a redactar la noche de los sucesos —murmura
desviando su mirada a su ordenador.
Explico lo que pasó el día de la fiesta lo más detallado posible. Puedo ver
como su mandíbula se aprieta a medida que narro lo sucedido. Cuando
termino de hablar el Sr. Henderson coloca su mano sobre la mía.
—Lo que está haciendo es muy valiente, y estoy orgulloso de usted, Srta.
Collins.

362
Muerdo el interior de mi boca mientras asiento. Firmo los documentos
que ha impreso y procede a escanearlos para enviarlos. Siento como si me
estuvieran quitando un peso de encima a la vez que añaden otro más pesado.
—Sobre lo que dijo Kaden creo que le debo una explicación —me dice.
—No quiero escucharla. —Rechazo, sintiendo como mis hombros se
tensan.
—Srta. Collins, debe poder confiar en mí, necesito sincerarme con usted.
—¿Y por qué ahora? ¿Solo porque Kaden lo ha sacado a la luz?
Suspira desviando la mirada.
—Tiene razón, le pido disculpas por no haberle dicho nada antes,
realmente no estaba seguro al principio.
—Me ha hecho sentir como una estúpida sabiendo que usted sabía todo
este tiempo quién era. Que mi padre había sido el que…
—Entiendo su punto de vista, aunque ¿hubiera cambiado algo?
—¿Qué?—pregunto sacudiendo la cabeza.
—Cree que, si se lo hubiera dicho, ¿hubiera cambiado algo?
—No...
—No podemos deshacernos del pasado, Srta. Collins.
Muerdo mi labio inferior mientras sacudo la cabeza.
—Aquel día perdimos mucho ambos —Pasa la mano por su barbilla—,
sin embargo, no había nada que se pudiera hacer para evitarlo, no podemos
controlar el azar. Siento que haya pasado por esto, Srta. Collins.
Me quedo en silencio sin saber qué decir.
—Necesito que confíe en mí, prometo que no habrá más secretos entre
nosotros —me asegura.
—Está bien —contesto.
—¿Continuaremos con las reuniones? Debemos prepararnos para el
posible juicio.
—Sí.
—Si queremos que esto funcione necesito que se controle, no ponga a
prueba mi autocontrol, se lo pido por favor. Esto debe ser estrictamente
profesional, también quiero disculparme por mi conducta, de los dos yo soy
el más adulto y no he actuado como tal.
Humedezco mis labios cuando las imágenes vienen a mi cabeza y niego.
—No ha sido su culpa, Sr. Henderson.
—Esto es todo por hoy.
Me pongo de pie y recojo mi bolso.
—Por cierto, sobre el vídeo del coche... —empiezo a comentarle.
—¿Sí?
—¿Debería demandar a Bonnie por ello?

363
—¿Bonnie? —repite el Sr. Henderson desconcertado.
—Sí, el vídeo de las cámaras de seguridad. ¿No lo ha visto?
—No —dice, sus hombros están completamente tensos.
—La Sra. Myers me dijo que se lo había enviado —respondo extrañada.
El Sr. Henderson empieza a teclear algo.
—No he recibido ningún correo suyo... ¿Está segura de que era Bonnie la
que aparecía en el vídeo
—Sí.
—Vaya con cuidado con ella, no se fíe de su palabra.
—Pero ¿por qué?
—Supongo que porque la vio con Kaden en más de una ocasión.
—¿Ella quiere a Kaden? ¿Es por eso? ¿Celos?
Hace una mueca.
—Diría más bien que quiere arruinarle la vida.
Siento como los nervios afloran en mi estómago.
—¿Por eso Kaden le puso la orden de alejamiento?
El Sr. Henderson me mira como si entendiera mis palabras. Cuando dijo
que había temas legales de por medio es lo primero que me vino a la cabeza,
teniendo en cuenta las actitudes de Bonnie. Me la estoy jugando para ver si
suelta prenda.
—¿Qué? No fue Kaden quién la puso, fue Bonnie.
¿Entonces Kaden tiene una orden de alejamiento? No puede ser.
—Pero...pero usted me dijo que ella era peligrosa.
—Una cosa no quita la otra.
—No entiendo nada.
—Lo único que debe saber es que no debe confiar en ella.
—Pero, si le aprobaron la orden de alejamiento a Bonnie significa que
tenía pruebas para inculpar a Kaden de algo.
El Sr. Henderson aprieta la mandíbula.
—No puedo hablarle de eso, desconozco toda la versión de los hechos.
—¿Cree...cree que Kaden le hizo daño? ¿Es peligroso?
—Creo que ambos se lo hicieron. Le acompaño a la puerta, Srta. Collins.
No sé por qué se toma tantas molestias, es más que evidente que está
demasiado adolorido.
—¿Sr. Henderson no debería ir al hospital? ¿Qué le ha pasado? ¿Ha
sido...ha sido Kaden?
—¿Por qué piensa eso?
—Él también estaba golpeado, aunque...no tanto.
—¿Lo sigues viendo? —inquiere frunciendo el ceño.
—No, yo, bueno, tampoco es que deba darle explicaciones de ello.

364
Su mandíbula se marca.
—Que tenga una buena noche, Srta. Collins.
—Igualmente.

Cuando entro al local de Mala voy directa a los vestuarios, Devan está allí
ya con la ropa temática, parece ligeramente alterado mientras tiene el teléfono
en su oreja.
—Si que has llegado pronto —le digo cuando me acerco a su lado.
Se sobresalta cuando escucha mi voz y me mira.
—¿Tienes el teléfono en silencio? Te estaba intentando llamar.
—Sí, lo he puesto en silencio antes de entrar a la reunión del Sr.
Henderson. ¿Qué pasa?
Hace una mueca y me extiende su móvil.
—Los vídeos, están por todas tus redes, como si los hubieras colgado tú.
—¿Qué? —Mis manos tiemblan mientras bajo la mirada a la pequeña
pantalla.
Efectivamente, ahí estoy yo.
Son vídeos cortos, de veinte segundos cada uno. Hay varios colgados:
vídeos míos teniendo sexo con Kaden, Devan, Nathan, enrollándome con
Sam.
Estoy muy acabada. Llevan subidos una hora, es decir, ha dado tiempo
suficiente para que ya circulen por todos lados. Los comentarios despectivos
hacen que tenga ganas de vomitar, mis manos tiemblan mientras intento
buscar el apartado de eliminar. Estoy tan bloqueada que ni sé hacerlo.
—Yo no-yo no he subido esto. —Mi voz suena completamente alterada.
—Ya lo imagino, pero alguien tiene acceso a tu cuenta porque los vídeos
aparecen subidos desde ahí. Te recomiendo cambiar tus claves de acceso
después de borrarlos.
—Dios, esto no puede ser real, no puede ser real —suspiro pasándome
las manos por el pelo con fuerza—. ¡¿Cómo mierda se borra esto?! —grito,
frustrada, golpeando la pantalla del teléfono.
—Dámelo. —Devan me quita el teléfono de las manos.
Miro a mi alrededor y en la mirada de nuestros compañeros veo pesar.
Todo el mundo está callado.
Lo deben de haber visto ellos también, seguramente a estas alturas no
queda nadie en toda la ciudad que no haya visto los malditos vídeos.
—Ya está, y he activado la función de que nadie pueda poner comentarios
en tus fotografías.

365
Tengo ganas de meterme bajo tierra y no salir nunca de allí.
—Debería borrar mis redes. Tengo decenas de mensajes directos... —Y
no son nada agradables.
—Ignóralos, en unos días todo el mundo se habrá olvidado.
—Si no conoces un modo de avanzar el tiempo hasta que hayan pasado
esos días no me sirve ese consejo ahora mismo.
—Intenta no pensar en ello, céntrate en el trabajo ahora y desconecta un
poco, ¿vale?
Lo miro haciendo una mueca, siento como si mi vida estuviera arruinada
para siempre.
«Esos vídeos... ¿Por qué me grababa? ¿Por qué? ¿Para qué? Lo odio, lo
odio tanto. Estoy tan segura de que ha sido él».
—Todo el mundo practica sexo —me recuerda Devan.
—Sí, pero no hay vídeos de todo el mundo haciéndolo con diferentes
personas en sus redes sociales.
Me desvisto y me coloco el disfraz por mi cuerpo, me siento
completamente desanimada y agobiada.
—Voy a prohibirte que pienses en ellos esta noche, ¿no ves que tanta
preocupación no sirve para nada? —Señala mientras inclina su cabeza hacia
mí.
—¿Cómo quieres que me olvide? Esto me va a arruinar cualquier
posibilidad de tener un futuro laboral, esos vídeos...
—Se me ocurre algo para distraerte —susurra agachando su cabeza y
atrapando mis labios con los suyos.
Su boca se mueve con fuerza sobre la mía, enviando un calor que recorre
todo mi cuerpo. Por unos segundos ha logrado conseguir su objetivo y me
he olvidado de todo, pero la realidad me golpea de nuevo cuando caminamos
hacia la sala dos.
Tampoco es que pueda estar besándome todo el rato.
«¿Por qué no?»
Nadie del club me dice nada, y sé que muchos de ellos han visto los vídeos
porque me siguen en redes sociales.
Tal vez no sea para tanto...
Imagino los cotilleos de la universidad y resoplo.
—¿Qué pasa, Ángel?
—No quiero ir el lunes a clase —murmuro haciendo una mueca mientras
preparo los cócteles.
Solo quedan dos semanas para que termine el primer semestre. Pero son
dos semanas.
Devan suspira.

366
—No has hecho nada que no haya hecho otra persona.
—¿Has visto los mensajes?
Eran humillantes, degradantes y ofensivos.
—La gente se olvidará de esto enseguida.
Aprieto mis labios, no me siento tan optimista al respecto.
Deslizo las copas por la barra y fuerzo una sonrisa para los clientes.
Casi todo el mundo va disfrazado, o al menos en su mayor parte, porque
hay más piel expuesta que tela.
Cojo unas copas vacías y me agacho para colocarlas en una de las cestas
de plástico.
—¿Julliet? —pregunta una voz familiar.
Cuando me levanto me asombro por ver a Jenn ahí plantada.
¿Qué hace aquí?
—Jenn...hola —respondo confusa.
—No sabía que trabajabas aquí —contesta con una sonrisa incómoda.
—Sí, ¿es la primera vez que vienes?
Ella asiente.
—¿Qué puedo servirte? —Le ofrezco cordialmente.
—Yo quiero un Bloody Mary...y Kaden quería...
Me tenso al escuchar su nombre.
¿Kaden?
¿Ha venido con ella?
Jenn se gira y busca a alguien con la mirada.
—¿Qué era lo que querías? —le pregunta Jenn a Kaden mientras camina
lentamente hacia nosotras.
—¿Qué?
—¿Qué te apetece tomar? —repite Jenn.
La mirada de Kaden se clava en mí, robando mi aliento. Es tan intenso
que siento como si todo nuestro alrededor se difuminara.
—Julliet sabe lo que quiero —murmura mientras curva hacia arriba sus
labios.
Trago con fuerza y saco la botella de Bourbon, lleno el vaso ignorando la
sensación que me provoca y se lo extiendo.

Mueve la mano con rapidez para que nuestros dedos se rocen


deliberadamente. La tensión está por todas partes, lista para hacerme estallar
en cualquier momento.
—No era esto, pero gracias, Juls. —Su voz suena un poco más ronca, lo
que no es nada bueno para mi estabilidad mental.

367
Muerdo mi labio inferior mientras observo cómo se van bien juntitos
hasta uno de los rincones de la sala.
Chelsea parece asesinar con la mirada a la pobre Jenn, la cual parece ajena
a todo y feliz en su burbuja mientras parlotea con Kaden. Me siento mal por
ella, porque Kaden no para de buscarme con la mirada, y no me gusta pensar
que la está utilizando.
—Kaden no deja de sorprenderme. ¿Estás bien? —me pregunta Devan
—¿Eh?
Mueve su cabeza señalándolos.
Me encojo de hombros, indicando que no me importa, pero es mentira.
Aunque no lo quiera admitir y me cueste siquiera pensarlo, una pequeña
parte de mí siente celos, de nuevo, quiere estar ahí tomando algo de forma
despreocupada con Kaden mientras él pasea sus largos dedos por mis muslos
al igual que está haciendo con Jenn.
No, no después de cómo se está comportando.
Desecho ese pensamiento y continúo intentando centrarme en no mezclar
bebidas que no debo.
—¿Quieres darle un poco de su propia medicina? —me pregunta Devan
con una sonrisa maliciosa.
—No tengo doce años para estar jugando a juegos de celos, y tampoco
creo que le importara.
—Estoy seguro de que le cabrearía, ¿no quieres ver a Kaden enfadado?
Me pone mucho esa faceta suya.
Levanto mi ceja.
—A ti te pone todo.
Devan pasa sus manos por la barbilla, dubitativo.
—Todo no, aunque todo sobre Kaden sí.
Hago una mueca.
—Vamos Ángel, no pongas esa cara, ya sabes que tú eres mi persona
favorita en el mundo. La que más me pone. —Guiña su ojo.
—Me siento realmente halagada —respondo con ironía.
Una de las parejas habituales con las que juega Devan llega y le digo que
puede ausentarse sin problema, al principio se muestra un poco reacio, pero
Devan es Devan, y la tentación y la perversión le pueden.
Mi lado masoquista mira de reojo como Kaden se enrolla con Jenn, la
verdad es que no lo entiendo. ¿Qué hace aquí? ¿No decía que no le gustaba
compartir? ¿Qué espera hacer con Jenn aquí entonces?

368
Mi estado de ánimo es mucho peor el domingo, no he llegado a
levantarme de la cama en ningún momento. Los vídeos, aunque fueran
borrados, han acabado en centenas de teléfonos, los han enviados también
por el grupo que tenemos de la facultad, en el que cual estoy incluida.
Los mensajes posteriores al envío de los vídeos revuelven mi estómago,
no entiendo el odio y la crueldad de la gente. Propuestas indecentes, stickers,
gifs, de todo. Quiero no salir nunca de esta cama. Es tan humillante.
Paso el día debajo de la manta, intentando esconderme del mundo en
general, lo único que he hecho ha sido escribir a la Sra. Coleman para
preguntarle por Lex, sigue diciendo que está bien. Lo dudo. Seguro que la
Sra. Coleman también ha visto los vídeos, como todo el maldito mundo. Los
malditos vídeos han acabado en diferentes páginas adultas, ahora soy la actriz
porno amateur favorita de muchas personas.
Maravilloso. Me aguarda un futuro prometedor.
Después de eso, he tenido que apagar el teléfono, la cantidad de mensajes
que estaba recibiendo de forma privada por todos lados me estaba
abrumando. Era asqueroso.
—Ángel... —murmura Devan colocando su mano encima de la colcha
para sacudirme un poco.
Me mantengo callada, no me apetece hablar, no me apetece hacer nada.
Muevo las rodillas más cerca de mi pecho.
—Come algo, por favor, o bebe un poco de agua, aunque sea.
Se me parte el alma escuchando lo preocupado que suena, hago un
esfuerzo por sacar la cabeza de debajo de la colcha y lo miro.
Tiene el ceño fruncido, creo que estoy haciendo envejecer a Devan por
estrés.
—Tengo que ir a trabajar, pero no quiero dejarte sola. He llamado a
alguien —explica.
¿A alguien? ¿A quién?
Las alarmas en mi cabeza se activan y me incorporo un poco más.
—Sabía que eso llamaría tu atención, tienes curiosidad, ¿verdad? —Una
lenta sonrisa se desliza por sus labios.
Muerdo el interior de mi boca mientras lo miro, espero y espero.
—¿No me lo vas a decir? —murmuro, mi voz suena rasposa por pasar
tanto rato sin hablar.
El brillo de la mirada de Devan indica una clara satisfacción.
—Estoy dispuesto a negociar, pero tendrás que beber un poco de agua y
comer algo.
Hago una mueca.

369
—¿Esto es chantaje?
—Llámalo como quieras, lo estoy haciendo por las buenas, recuerda que
soy enfermero y puedo ponerte una sonda que conecte tu nariz a tu estómago
para meterte nutrientes, y créeme, eso no es agradable.
Arrugo la nariz mientras tomo la pequeña botella que me ofrece.
—Eso es —dice con aprobación mientras observa como la bebo.
Al cabo de media hora mi vejiga me obliga a salir de la cama, me paseo en
modo zombie hasta al baño, cuando salgo me doy cuenta de que Devan está
comiendo.
Ha dejado otro plato preparado para mí, el muy listillo ha cocinado mi
pasta favorita. Carbonara.
—Uhm...está deliciosa —murmura con exageración mientras frota sus
benditos abdominales.
Muerdo mi labio inferior mirando el plato, la verdad es que tiene muy
buena pinta.
Camino hasta su lado y me siento. Mira fijamente como cojo el tenedor y
le doy un bocado a los espaguetis.
—Mi siguiente opción era colocar un ventilador que enviara el aroma a la
habitación, me alegro de que no haya tenido que llegar a ese extremo —
explica enrollando la pasta en su tenedor.
—Perdóname, sé que mi actitud es una mierda, pero simplemente no...
—Lo sé, no pasa nada, Ángel, lo entiendo. De todas formas, estoy segura
de que alguien será capaz de ponerte de mejor humor.
—Lo dudo.
Devan sonríe.
Cuando terminamos recojo los platos y los lavo para mantenerme
distraída.
El timbre suena y me sobresalto. Devan va hasta la puerta, cuando
escucho la voz de Sam noto como mis latidos se aceleran.
—¿Alguien ha pedido una canguro sexy a domicilio? —Ese tono seductor
que altera mi cabeza.
Seco mis manos en el paño y me giro para verla, luce increíblemente
espectacular.
—No era necesario, no soy la mejor compañía ahora mismo.
—Eso es algo que puedo cambiar.
Devan coge sus cosas y me mira.
—Volveré cuando termine mi turno, portaos tan mal como yo lo haría.
Cualquier cosa me llamas, y tranquila, intentaré colarme en la planta de Lexie
para echarle un vistazo.
Asiento, agradecida.

370
Cuando se cierra la puerta Sam me escanea de arriba a abajo.
—Nada de lamentos, Julliet, esta es la noche de la diversión.
—Tú también los has visto, ¿verdad?
—Sí, y estás increíble, nuestra foto está para enmarcar, los vídeos muy
excitantes, nada que no hubiera comprobado de primera mano. Él único que
no me gusta es el rubio estirado, parece que folla con un palo en el culo.
Habla de Nathan, no puedo evitar reírme un poco.
Luego recuerdo de nuevo todo lo que he estado recibiendo estos días.
—Los comentarios...
—La sociedad en general es muy hipócrita, ¿sabes cuánta gente se graba
teniendo sexo?
Sacudo la cabeza.
—Yo tampoco, pero debe ser mucha, ¿no? Puedo inventarme una cifra
por ti.
Una risita se escapa de mis labios y me asombro de que consiga hacer reír
tan fácilmente. Puede que Sam sí sea mágica.
—Lo primero que necesitas es una ducha. Venga. —Coge mis hombros
y me empieza a empujar por el salón hasta llegar al baño.
—No tengo ganas de... —protesto.
—Ropa fuera, mientras te duchas voy a preparar unos Fernanditos, te voy
a emborrachar al estilo argentino.
—Sam...
—¡Quiero escuchar el agua de ese grifo corriendo! —exclama mientras
sale del baño.
Me despojo de mi ropa a regañadientes y me meto en la ducha, el agua
también me hace sentir un poquito más nueva.
No me demoro mucho tiempo, algo me dice que Sam puede volver en
cualquier momento y la idea me pone un poco nerviosa.
Envuelvo mi cuerpo en la toalla y camino hasta la habitación de Devan.
—Nada de pijamas, ponte algo sexy. —La voz de Sam me sobresalta,
aguanto la toalla con fuerza para que no se caiga.
—¿Qué? Si no vamos a salir.
—¿Y qué? Un vestuario atrevido siempre sube la moral. Enséñame qué
tienes. —murmura sentándose en una esquina de la cama.
Mi frente se arruga, pero no me atrevo a llevarle la contraria.
Saco mis opciones más decentes y las extiendo sobre la cama.
—Vale, después de ver esto resérvame un día de la semana que viene para
que vayamos de compras, el fondo de tu armario me está deprimiendo.
Le da un sorbo a su bebida oscura.
—Esto no está mal, algunas de mis mejores opciones están en casa —

371
digo a la defensiva levantando mi vestido ajustado negro.
—Decidido, voy a esperar fuera y me vas a modelar estas opciones, así
decidiré cuál es la mejor.
—Sam...
—Nada de «Sam...» —Me imita—, espero fuera. Vamos. Saca tu lado de
modelo de Victoria's Secret.
Sonrío mordiendo mi labio mientras sacudo la cabeza.
No sé porque le estoy siguiendo el juego, pero la verdad es que sí que me
está ayudando a distraerme. Coloco por mis piernas uno de mis mejores
conjuntos de ropa interior y deslizo el primer vestido por mi cuerpo.
Camino hasta fuera y Sam sacude su cabeza.
—No, no, no. No lo estoy sintiendo, pavonéate, quiero ver como esas
caderas se mueven de forma exagerada —indica agitando la mano en mi
dirección
Está sentada en uno de los sillones y con su otra mano aguanta su copa.
—No...
—Mira —se pone en pie dejando la bebida en la mesita y empieza a
caminar de un lado a otro sacudiendo sus caderas—, espera, pondré algo de
música, para entrar en situación.
Coge su teléfono y lo conecta al televisor para reproducir una canción de
Spotify.
—Prueba de nuevo.
Imito sus gestos bajo su atenta mirada, ella aplaude mientras sonríe
ampliamente.
—Estupendo, eso es.
Hago un par de poses imaginando que estoy en una pasarela y me doy la
vuelta, Sam vitorea mientras se ríe.
Llego a mi cuarto y cojo otro conjunto, un top rojo junto a falda de
volantes. Salgo de la habitación de Devan y vuelvo a modelar para Sam, la
situación es bastante cómica y surrealista. Cuando llego hasta ella me pasa mi
copa y le doy un largo sorbo, el alcohol quema mi garganta. La bebida me
hace arrugar la frente y eso le hace gracia a Sam, le devuelvo la copa y sigo
probándome modelitos para ella.
—Este es el último —concluyo.
Ella gira su dedo en el aire, indicándome que me dé la espalda, no tardo
en sentir su aliento en mi cuello.
—Me gusta, pero creo que toda esta ropa no te hace justicia, tu mejor
versión es sin ella —susurra bajando la cremallera de mi vestido lentamente.
Trago con fuerza, mi piel se eriza bajo su tacto.
—Tienes un cuerpo increíble, y una presencia tan seductora sin ni siquiera

372
intentarlo —murmura.
El aliento se queda atascado en mi garganta cuando desliza un tirante por
mi hombro, estoy nerviosa por su próximo movimiento. Desliza el otro
tirante y los baja lentamente, el vestido cae en cascada a mi alrededor.
Me quedo en la ropa interior que he elegido pensando especialmente en
ella.
—Fascinante, eso es lo que eres, Julliet. Una mujer fascinante. —Su voz
es tan increíble que creo que podría correrme simplemente escuchándola.
Me giro para encontrarme con su mirada, en sus ojos se refleja el deseo
que siente por mí creo que ella debe estar viendo exactamente lo mismo.
Coloca un mechón de mi pelo detrás de mi oreja y con su pulgar acaricia mi
mejilla.
—¿Te gusto, Julliet?
Asiento mientras trago de forma audible, una sonrisa aparece en los labios
de Sam.
—Tú también me gustas. —Su mano continúa bajando hasta mi clavícula.
Inclina su cabeza y siento su aliento contra mi oído.
—¿Quieres tener otro tipo de diversión? —propone en un susurro.
Humedezco mis labios con mi lengua, los cuales se han quedado
completamente secos, y asiento.
Sam se quita su vestido en un simple movimiento. Me queda fascinada
admirando su figura, es tan sensual. No me atrevo a llevar las riendas de la
situación, por lo que ella pasa sus manos lentamente desde mi cadera hasta
mi espalda, acariciándola, recorriendo las yemas de sus dedos por mi
columna. Cuando encuentra el gancho de mi sujetador lo desabrocha con un
simple chasquido y este se apila en el suelo, junto al resto de nuestra ropa.
Sonríe antes de que su boca se cierna sobre uno de mis pechos y gimo,
mis manos se agarran a sus hombros mientras observo como su lengua
recorre mi pezón.
Mi boca se entreabre cuando continúa su sesión de besos hacia abajo, besa
mi vientre, lame y sopla, haciendo que mi piel se erice.
—Vamos a la habitación. —Sugiere poniéndose en pie.
—Sí. —Accedo, dándole la mano.
Nos reímos y nos besamos de camino hacia el cuarto de Devan. Cuando
traspasamos la puerta me dejo caer en el colchón desgastado de Devan, Sam
se sube y se queda de rodillas abriendo mis piernas. Se inclina para besar
desde mi rodilla hasta el interior de mi muslo. Lo hace tan lentamente que
muevo mi cadera con impaciencia. Sus manos se dirigen al elástico de mi ropa
interior y me muevo para que pueda deshacerse de ella.
Me quedo completamente desnuda y expuesta, me acaricia ambas rodillas,

373
doblándolas y mientras sube por mis muslos coloca su cara entre mis piernas,
su lengua sabe exactamente dónde moverse y como. Es de lejos la mejor
haciendo eso. Me llevo un dedo a la boca para morderlo porque la sensación
de placer que proporciona es demasiado intensa.
Introduce uno de sus dedos en mi interior en un movimiento rítmico,
mientras continúa devorándome con su boca.
—Sam, voy a… —Muerdo con más fuerza.
—Dámelo Julliet, quiero tu orgasmo en mi boca —murmura, sus palabras
vibran contra mi cuerpo.
Esa voz. Esa voz me tiene mal.
Cierro mis ojos y me dejo ir en su boca, mis músculos se tensan alrededor
de sus dedos, la oleada placentera me sacude una y otra vez dejándome sin
aliento.
Sam se coloca encima de mí, en algún momento se ha despojado de la
ropa que le quedaba y ahora está completamente desnuda. Me besa por todas
partes hasta encontrar mis labios, probar mi excitación en su boca es algo que
siempre vuelve loca a mi lado pervertido.
Sus manos se deslizan por mi cintura.
—Incorpórate, es hora de probar cosas nuevas.
Coloco mis codos en el colchón y la obedezco. Sam pasa su pierna por
debajo de una de las mías, sus manos agarran mi culo y tiran de mí, juntando
nuestros cuerpos, siento como se presiona contra mí. La fricción de nuestras
intimidades juntas me excita demasiado, el morbo me tiene en las nubes,
mueve sus caderas, frotándose e imito el movimiento.
Es diferente, pero me encanta.
Nos miramos y es tan íntimo, puedo sentir su humedad entremez-
clándose con la mía y el deslizamiento cada vez es más fácil. Inclino mi cabeza
y la beso con avidez. Sus labios suaves se mueven con fiereza sobre los míos.
Su boca junto a la mía más la sensación de nuestros cuerpos moviéndose al
unísono me lleva nuevamente a la espiral del deseo, estoy atrapada en ella,
cayendo profundamente al abismo del placer.
Nos deshacemos en los brazos de la otra, explora mi cuerpo hasta el
último milímetro y hago lo mismo con ella. Cuando terminamos caemos
exhaustas en la cama.

Odio los lunes.


Pero este lunes tiene una dosis extra de odio. No quiero ir a clase. No

374
creo que cambiar de universidad a estas alturas sea posible.
¿Un traslado?
Descarto la idea y me mentalizo de que todo va a ir bien. Simplemente
debo hacer como si no hubiera pasa nada.
Camino por el campus con la cabeza agachada, soy incapaz de mirar a la
gente a los ojos porque temo que me voy a encontrar en sus miradas. Juicios.
Los cuchicheos son más notables de lo normal.
—Yo quiero ver si tiene un vídeo con el Sr. Henderson.
—Él no caería tan bajo de grabarse con una simple estudiante —le
responde otra voz.
—Por lo visto engañó a su prometido con uno de esos.
—Sí, pobre chico, sus redes están llenas de comentarios, menuda forma
de burlarse de él. Aunque los otros dos están buenísimos.
—¿Pero está le da a todo o qué? ¿Es bisexual? También se enrolla con
una tía en la fiesta.
—Creo que simplemente es una salida necesitada.
—Es una zorra.
—Una guarra.
—Yo quiero follármela también.
La gente ni se molesta en hablar en voz baja, quieren que los escuche, que
sepa lo que piensan de mí. Me paso la mayor parte de la mañana intentando
hacer oídos sordos pero cada vez es más difícil.
—¡Oye, tú! —grita alguien.
Ignoro a quién sea, no tengo ganas de escuchar a nadie por lo que queda
de año.
—¡Espera! —insiste tocando mi hombro, cuando me giro veo esa sonrisa
lasciva que encoge mi estómago—. He visto tus vídeos y quería preguntarte
algo.
Siento como la sangre se concentra en mi cara.
—¿Cuánto cobras? ¿Haces precio especial por una simple mamada?
Mi puño se cierra con fuerza, y solo puedo fantasear con la idea de
estamparlo en su cara, pero en su lugar, lo escondo tras mi espalda y le doy
una sonrisa fingida.
—No sé, ¿tienes una lupa para que pueda encontrártela?
Varias personas a su alrededor se ríen.
—Zorra —masculla malhumorado.
Al día siguiente los comentarios siguen sin cesan, en su lugar, crecen de
forma exponencial.
Nadie se atreve a encararme después de haber respondido a más de uno,
pero yo quiero meterme debajo de una piedra. No quiero estar aquí, no

375
soporto los comentarios, no puedo con ellos. Ni puedo con los vídeos. No
puedo con que los pongan en mi cara.
Al tercer día me rindo y me quedo en la cama. No pienso ir a la
universidad. He tenido suficiente con dos días.
Lo único bueno es que Andrew me ha confirmado que han abierto una
investigación contra Nathan por mi denuncia.
He cambiado mi número de teléfono porque no paro de recibir mensajes
y llamadas bastante repulsivas. El Sr. Henderson se ha quedado con mi
antigua tarjeta, dice que nos puede ser útil contra la denuncia de Nathan. Ha
movido algunos cables para intentar averiguar desde donde se subieron los
malditos vídeos, pero todavía estamos a la espera de recibir noticias.
—Julliet, no puedes esconderte del mundo para siempre en esta cama—
me dice Dev, el cual me trae el desayuno a la cama—. ¿Y si te acompaño hoy
a la universidad?
Salgo de la colcha y lo miro.
—Sí, aparecer con uno de los protagonistas de los vídeos seguro que acalla
las burlas —contesto con sarcasmo.
—No voy a dejar que unos imbéciles hipócritas te hagan sentir miserable.
Me meto de nuevo debajo de la colcha. Es difícil cuando todo el mundo
te señala diciendo que eres una zorra. Lo peor es que empiezo a creerlo. ¿No
era lo que decía Nathan?

376
36. HURT PEOPLE
El jueves Devan me obliga a salir de la cama, pensaba que tenía algo
planeado, pero cuando veo que aparca en la facultad lo asesino con la mirada.
—No pienso ir —protesto cruzándome de brazos.
—¿Entonces vas a dejar el curso? Te quedan dos días y una semana,
vacaciones y otro semestre. Es tu primer año, Julliet. Estás sacando notas
impecables, no dejes que algo así baje tu media. Sabes que la asistencia cuenta.
—No puedo, Deva, lo digo en serio.
No quiero. Me niego. Ni siquiera puedo entrar en mis redes sociales, he
tenido que inhabilitarlas. No ponerlas en privado, no, inhabilitarlas.
—Hoy será diferente, confía en mí.
—¿Por qué? ¿Has desarrollado poderes mágicos? ¿Has conseguido borrar
la memoria de toda la gente? —pregunto con ironía.
—No, pero a la gente le encantan las cosas gratis —sonríe.
Dejo de mirar por la ventana y me centro en él.
—¿A qué te refieres?
—Tendrás que venir conmigo para descubrirlo.
Resoplo, cruzándome de brazos.
—¿Por qué siempre sabes utilizar mis puntos débiles a tu favor?
—Es para ayudarte. —Alza la mano haciendo el gesto de promesa de niño
scout.
—No quiero hacerlo. Son todos contra mí, es abrumador.
Intento controlar mi voz, no quiero que se quiebre y empezar a llorar, no
me gustaría que me viera llorando por esto, no necesito sentirme tan débil.
—Mira. —Señala a un tipo que pasa cerca del coche, yo me medio
escondo, pero lo observo.
—¿Qué?
—Su camiseta.
Me fijo en la camiseta, Oh Dios, ¿ha hecho camisetas? ¿En serio?
—Estás completamente loco.
Levanta su sudadera y me muestra que lleva una debajo él también. Se
puede leer la frase “Me encantan los tríos”, es un mensaje distinto al que
llevaba el otro tipo.
—¿Qué es todo esto, Dev?
—Es posible que hablara con la Sra. Myers…
Hundo mi cabeza en mis manos.
—Le encantó la idea, también las usaremos para Mala, nos ha dado una
tirada gratuita para regalar en la universidad, publicidad y una forma de

377
quitarte del foco de atención. ¿Cómo van a estar señalándote, llevando
camisetas donde ellos mismos admiten algo sobre lo que te están criticando?
—¿Por qué son unos hipócritas? Además, que alguna persona lleve la
camiseta, no significa nada. ¿Cuántas hay? De verdad, no sé si esto es una
genialidad o una locura.
Sacudo la cabeza.
—Según Sam, casi todos en el campus llevan camisetas, las empezamos a
repartir ayer.
—¿Sam también está metida en esto?
Devan rebusca en la parte trasera y me da una bolsa, dentro de ella hay
varias camisetas de diferentes colores.
Las saco para inspeccionarlas una a una. Los mensajes, por favor, no sé si
abofetearlo o darle un beso.

No puedo contar con mis dos manos con cuánta gente he tenido sexo.
Follar es mejor que estudiar.
Mi fantasía es montármelo con una tía.
Mi fantasía es montármelo con un tío.
Me encantan los tríos.

Me da otra bolsa, está únicamente tiene camisetas de colores lila.


—Estas son especiales, Agnes me dejó hacerlas, no son para el club.

Me han juzgado por cuantos rollos he tenido.


Me han llamado zorra.
Han filtrado vídeos míos íntimos sin mi consentimiento.
Me han amenazado con pasar fotos mías íntimas.
Dije que no, pero no le importó.

—Dev… —Lo miro, a estas alturas las lágrimas ruedan por mis mejillas.
—Hay más chicas de las que crees con estas camisetas, Ángel.
—No puedo —susurro.
Pasa su brazo por mi hombro y me lleva a su pecho para abrazarme.
—Lo que te han hecho es horrible, Julliet, pero eres más fuerte que todo
eso. Demuéstraselo.
—Cuando los miro a la cara, solo me veo a mí misma, todos ellos me han
visto, Devan, desnuda, teniendo sexo. Es tan humillante —le confieso.
Coge la camiseta con la frase “Han filtrado vídeos míos íntimos sin mi
consentimiento”, realmente debería llevar una con todas las frases. Qué triste.
—Hoy estaré contigo, ¿vale? Iré de oyente.

378
—Será peor.
—Póntela, todo irá bien.
Suspiro y me la coloco encima de mi ropa. Llevar la frase es como llevar
una diana roja en el pecho, aunque no hay ninguna diferencia, todo el mundo
sabe sobre los vídeos, aunque piensan que los subí yo.
—Vamos, quiero ver si mis conocimientos de Ley y Orden coinciden con
lo que te enseñan en clase.
Solo Dev es capaz de sacarme media sonrisa en una situación como esta.
Caminamos juntos, no para de explicarme algunas cosas, en lo que más
me centro es en la reciente información que tiene de Lexie.
—Su enfermero es raro, pero creo que puedo camelármelo y conseguir
algo de información, no tengo acceso a la planta en la que está ingresada, pero
he entrado a su historial médico. La tienen bastante drogada, no ha intentado
nada según los registros.
—¿No estás rompiendo todas las normas contándome esto?
—Todas. La privacidad del paciente es algo que hasta ahora había
respetado siempre, pero no me cuadran nada las cosas en ese lugar, me siento
como en Shutter Island o no, más bien como en Asylum.
—Eso no me tranquiliza para nada.
Por los pasillos veo a muchos alumnos usando las camisetas que han
hecho Devan y Sam, es cierto que la gran mayoría la llevan, y me entristece
ver cuantas chicas llevan camisetas lilas.
Han puesto algunas mesas y pilas de camisetas para que las pueda coger
cualquier persona. Se me hunde el corazón por el gesto.
Algunas personas siguen cuchicheando, pero no tantas.
—Gracias por esto.
—La pasta la ha puesto nuestro dominante favorito, yo solo he sido la
mente brillante.
Busco su mano y entrelazo mis dedos con los suyos.
—Te quiero, Dev.
—Y yo a ti, Ángel —contesta de vuelta, por unos segundos me pierdo en
la claridad de sus ojos. Su honestidad es todo lo que necesito.
Cuando nos sentamos en el aula localizo a Taylor, me quedo sorprendida
por ver la camiseta que lleva. “Me han amenazado con pasar fotos mías
íntimas” El mundo me da asco.
Ella también lee mi camiseta y nos abrazamos. Luego alza la vista y repara
en Devan.
—¿Al final te metes en el mundo legal?
—Solo estoy de soporte, como uno de esos perritos de compañía en el
hospital.

379
Taylor se inclina para poder susurrar a mi oído.
—Adorable.
Cuando llevamos varias clases Devan ha estado tonteando con medio
curso, aunque todo el rato pendiente de mí. Capta tanto la atención de la
gente y nadie se molesta en burlarse de mí. Asombroso.
Al terminar las clases Dev se marcha y yo me voy con Taylor a la cafetería
como siempre.
—No me gusta el sustituto de Henderson, ni siquiera es guapo, la
asignatura es una mierda sin él —me dice Taylor haciendo una mueca.
Nos han informado que el Sr. Henderson no impartirá clases por un
tiempo por asuntos personales.
—El temario es el mismo.
—Sí, pero por lo menos antes podía distraerme y fantasear, con el Sr.
Ryan solo fantaseo con colgar una soga alrededor de mi cuello para dejar de
escucharlo.
Me atraganto con mi comida.
—No es tan aburrido... —intento defenderle.
Ella levanta una ceja.
—¿Me lo dices tú? ¿Te recuerdo que te has quedado medio dormida en
tres de las cuatro clases que nos ha dado?
Muerdo mi labio.
—Eso no ha sido porque él sea aburrido, es que últimamente no duermo
muy bien.
—Eso explica esas enormes ojeras, voy a añadir a la lista comprarte un
corrector. ¿Oye y como van las cosas con la chica aquella de la fiesta? ¿Sam?
Siento calor en mi vientre solo de pensar en ella.
—¿Qué pasa con ella? —pregunto.
—No sé, parecía haber mucha química entre vosotras.
—Me gusta, pero no así.
—¿Y el chico? ¿Devan?
Pienso en él y suspiro.
—Demasiado perfecto para involucrarme con él de ese modo.
—¿Y el chico que está con Jenn? Parece que entre vosotros había algo.
—Has utilizado el pasado correctamente.
—Por la forma en que te miraba en la fiesta, no estoy segura de ello.
—Kaden es... —Sacudo la cabeza—, no importa, de todas formas, no
tengo la fuerza de estar en una relación ahora. Me gustan las cosas como
están, ¿sabes? Sin ataduras ni explicaciones.
«Echo de menos a Papi Grey, sobre todo sus ataduras... »
Taylor frunce sus labios.

380
—Dejando de lado mi inexistente vida sentimental, ¿cómo van las cosas
con Nathan? —le pregunto.
Un rubor tiñe las mejillas de Taylor.
—Oh, bien, bastante bien, no somos oficiales ni nada por el estilo, pero
él me gusta, me gusta mucho.
Sonrío ampliamente.
—Me alegra escuchar eso.
El profesor sustituto entra a la cafetería y me llama, todo el mundo se
queda en silencio.
¿Qué quiere?
—Srta. Collins, ¿puede venir un momento? —pregunta tras carraspear su
voz.
Lo miro extrañada y recojo mis cosas, llego hasta su lado y me habla por
lo bajo.
—La rectora del campus la espera en su oficina.
—Pero... ¿ahora?
—Ahora, sí.
El nerviosismo se instala en mi estómago, no sé porque querría verme la
rectora.
Todos me miran con curiosidad, siento sus ojos clavados en mí nunca
mientras abandono la sala. Nunca he tenido que ir a su oficina, por lo que
encontrar el camino me resulta un poco confuso.
La palma de mi mano está sudorosa mientras la cierro en un puño y pico
su puerta.
—Adelante —escucho desde el otro lado.
Abro lentamente, ella está sentada inspeccionando una pila de papeles.
—Srta. Collins, tome asiento. —Noto cierto tono de desdén por su parte.
—¿Quería algo? —Es obvio que sí, sino no estaría aquí, pero no sé de
qué otra forma empezar la conversación.
—Sí, la verdad es que no me iré por las ramas y le seré muy clara. Su
reciente "actividad" en las redes ha salpicado la imagen de nuestro campus, y
como podrá entender no podemos obviar la situación. Ni esta estúpida cam-
paña de camisetas que hace ver la imagen de nuestro centro con una conducta
lasciva.
Abro la boca ligeramente asombrada, parece que me esté acusando de
haber subido los vídeos a propósito.
—Yo no...
Levanta la mano para callarme.
—Me veo en la potestad de sancionarla, las normas de la universidad son
muy firmes al respecto.

381
No puedo creer que me esté diciendo eso. ¿Qué normas?
—¿Cómo...?
—Una sanción no implica la expulsión, pero dos sí, no damos segundas
oportunidades, Srta. Collins, le sugiero que mantenga su incesante vida
privada para usted y sus acompañantes de dormitorio.
Esto tiene que ser una broma. ¿Por qué siento que me está llamando puta
con palabras bonitas?
—¡Yo no subí esos vídeos, ni siquiera sabía la existencia de ellos! —
estallo.
La rectora niega la cabeza, dándome a entender que no le interesa.
—Los vídeos fueron subidos desde su cuenta.
—¡Alguien hackeo mi cuenta!
—Tal vez, si no llevará una vida tan activa, no tendría estos problemas.
Replanteeselo. Y en un futuro piense en las vidas que puede perjudicar, el Sr.
Nathan ha sido uno de nuestros mejores alumnos, es muy triste ver como su
imagen puede verse dañada por su conducta inapropiada.
No doy crédito a sus palabras, estoy tan conmocionada que me quedo
muda.
Arráncale las estúpidas extensiones.
—Espero que se tome en serio mis palabras, Srta. Collins, no me quedará
más remedio que expulsarla si vuelve a comprometer la imagen de nuestro
centro. Puede marcharse.
Puede marcharse usted a la mierda, gracias.
—Creo que se está equivocando —murmuro mientras me pongo en pie.
—¿Me está desafiando? —Levanta la ceja, sorprendida.
—Ni siquiera me ha dejado expresarme.
—No quiero escuchar sus justificaciones absurdas, vuelva a lo que
estuviera haciendo y emplee su tiempo en algo de provecho, y deje el
numerito de víctima y quítese esa estúpida camiseta. Nadie la cree.
Estoy tan indignada que no puedo soportar estar un segundo más con
ella.
Es posible que cuando cierre la puerta lo haga con un poco más de fuerza,
pero ahora mismo tengo ganas de mandar a la mierda a todo el mundo.
Esos malditos vídeos.
Todo va a ir bien.
Camino por el campus con la cabeza agachada, soy incapaz de mirar a la
gente a los ojos porqué temo que me voy a encontrar en sus miradas.
—¡Julliet! —grita alguien a mis espaldas.
Mis pies frenan de golpe.
Esa voz. Esa maldita voz.

382
—¡¿Cómo te atreves a humillarme de ese modo?! —La voz enfadada de
Nathan me paraliza.
Él tira de mi brazo para encararme, su tacto me pone en alerta, soy incapaz
de decir nada, me pilla tan desprevenida, su mirada es fría y calculadora.
Está claramente haciendo una escena, porque ha elegido un lugar
concurrido en el que varias personas curiosas se han parado para mirarnos
con atención.
—¡¿No era suficiente con engañarme como lo hiciste?! ¡¿Ahora también
quieres hundir mi carrera?!
Continúo perpleja y congelada.
—¡Pienso presentar una demanda contra ti por esos vídeos!
Se inclina, manteniendo poca distancia entre nuestros rostros.
—Por cierto, he recibido tu denuncia falsa, que sepas que voy a acabar
contigo, cariño —murmura tan bajo para que solo pueda escucharlo yo—.
Bonita camiseta.
Mis pensamientos están completamente nublados por miedo y odio.
Se marcha a zancadas y yo no puedo más, ya he recibido suficiente.
Volver a los viejos hábitos es tan fácil.

Me limpio la boca y cuando miro mi reflejo en el espejo del pequeño


lavabo de la gasolinera siento una de esas crisis existenciales que me hacen
cuestionármelo todo. Si yo tengo pesadillas por algo que no llegó a suceder,
¿cómo debe sentirse Lexie?
La idea de que quiera quitarse la vida no me parece una locura, debe ser
insoportable recordar la sensación de... Me estremezco solo de imaginarlo.
Estoy cayendo de nuevo, mi mente me está llevando a ese lugar peligroso
en el que no me gusta estar.
Necesito salir de ahí, distraerme, entumecer mis pensamientos de algún
modo. Es imprudente, es una forma de negar la realidad, es inmaduro, pero
es lo que me ayuda y es lo que necesito.
Lo necesito.
Ni siquiera llego al departamento de Devan, sigo bebiendo de otra de las
botellas que he comprado de forma desesperada en el asiento de mi vehículo.
Y a partir de este momento solo tomo malas decisiones, como seguir
conduciendo cada vez más ebria. Algo totalmente peligroso e imprudente.
Por algún milagro del universo llego de una pieza y sin dañar a nadie por
el camino a la mansión del Sr. Henderson. Pico al lujoso timbre y Dave me

383
abre la puerta, aunque no tenga concertada ninguna visita con Andrew hoy.
—Srta. Collins, el Sr. Henderson no tenía concertada una cita con usted
hoy —me dice mientras me tambaleo hacia la puerta.
—Tengo que hablar con él. —Hipo cuando termino de pronunciar la
oración.
Dave me mira con ligera desaprobación, no lo juzgo, el Sr. Henderson ya
está llegando hasta la entrada.
—¿Srta. Collins? —pregunta, sorprendido.
—Quiero matarlo Andrew, quiero matarlo con mis propias manos —
admito mientras intento mantenerme en pie.
El tema del equilibrio y la embriaguez no son muy compatibles.
—¿Está borracha, Srta. Collins? ¿Ha conducido hasta aquí borracha? —
Por su tono de voz, suena completamente cabreado y preocupado.
Levanto la botella de licor que tengo en la mano y le doy un largo trago
delante suyo. Él da una zancada hasta mi lado y me la arrebata.
—Devuélvemela —protesto, alzando mis brazos para recuperarla, él me
esquiva y me tambaleo.
Antes de caer al suelo me sujeta con firmeza por el brazo.
—¿Qué se cree que está haciendo?
—¡Callar las voces! ¡Es la única forma de hacerlas callar! —admito.
Me mira como si estuviera completamente loca, algo lógico, porque lo
que estoy diciendo suena a ingreso psiquiátrico urgente.
—¿De qué voces está hablando?
—Las que quieren acabar con todo, y estoy cansada. No quiero estar ahí
de nuevo.
Las lágrimas fluyen libremente por mis mejillas.
El Sr. Henderson parece no saber qué hacer conmigo. Siento náuseas de
nuevo y me cubro la boca intentando controlarlas.
—¿Srta. Collins va a vom...?
Antes de que acabe la pregunta estoy vomitando sobre parte de mi ropa,
la suya y el suelo. El contenido es líquido, prácticamente estoy devolviendo a
la naturaleza el licor que acabo de beberme.
Andrew arruga la nariz y se coloca a mi lado aguantándome.
—Lo siento —murmuro entre lágrimas—; lo siento, lo siento mucho.
—Ven, necesitas despejarte.
Me lleva hasta uno de sus baños y me quita los zapatos, continúo llorando
sin saber exactamente porqué.
Se quita sus zapatos y entra conmigo en la enorme regadera.
El agua fría moja nuestras ropas.
—No sé cómo ayudarte, Julliet, cada vez me lo pones más difícil —

384
confiesa acariciando mi mejilla con su pulgar.
Muerdo mi labio con fuerza, la ropa húmeda se pega a mi cuerpo como
si se tratara de una segunda capa de piel. Me mira con tanta incertidumbre,
como si no supiera que hacer a continuación, sale de la ducha y me deja allí.
—Voy a traerte algo de ropa seca.
Me quedo allí quieta sintiendo el agua caer sobre mi cuerpo, despeja un
poco mi estado de embriaguez, pero todavía soy incapaz de mantenerme del
todo erguida.
En algún momento paro de llorar, como si ya no me quedaran más
lágrimas, aunque no es así.
El Sr. Henderson entra de nuevo en el baño, ha reemplazado su ropa
mojada y parece recién salido de un catálogo de moda. Deja sobre el mueble
una de sus grandes camisetas y un par de bóxers.
—Vamos, tienes que salir —me indica, ayudándome a salir de la ducha.
Las gotitas forman un charco allí donde estoy pisando, algunos mechones
húmedos de mi pelo se pegan en mi frente, los aparto y empiezo a quitarme
la ropa mojada.
Andrew continúa allí, impasible, mientras me desnudo delante suyo.
Cuando bajo las últimas piezas que cubren mi cuerpo lo miro. ¿No le
importa? Parece completamente ignorante.
Coge una gran toalla y la deja caer sobre mis hombros, envolviéndome
con ella.
—¿Qué ha pasado, Julliet? —pregunta inclinándose para estar a mi altura.
Su tono de voz me pone sensible de nuevo, aprieto mis labios y trago el
nudo que se está formando en mi garganta.
—Nathan... él.... —Me estremezco—. Él...
—¿Lo has vuelto a ver? —Su mandíbula se aprieta con fuerza
—Dice que yo he subido los vídeos, que estoy arruinando su vida. —Una
sonrisa triste cubre mis labios —. Quiero hacerle daño, quiero que sufra —
mascullo.
—Mi objetivo principal ahora es meterlo entre rejas —asegura—, pero
no puedes tomarte la justicia por tu mano.
—En este caso sería lo más justo, sobre todo cuando él va haciendo lo
que quiere saliéndose de rositas.
—¿Ha agredido sexualmente a otra persona?
Asiento, la furia se instala en mi sistema, quemándome.
—¿Y la víctima lo denunciará?
Sacudo la cabeza.
—Ni siquiera quiere hablar de ello. Ya se lo dije.
—¿Quién es?

385
Muerdo mi labio inferior, insegura sobre lo que decir.
—Julliet, puedes confiar en mí.
—No me corresponde a mí decírtelo, ella no quiere hablar.
—Queremos ayudarla.
Lo miro, sus ojos reflejan un poco de desesperación. Seguro que piensa
que tendríamos más oportunidades, pero se equivoca, Lex está internada, el
estigma de nuestra salud mental será lo primero que utilizarán para decir que
nos estamos inventando todo.
—Pero no quiere ayuda.
Parece frustrado con mis palabras.
Dejo caer la toalla, la cabeza todavía me da un poco de vueltas y cuando
extiendo el brazo para coger su camiseta me tambaleo. El Sr. Henderson me
aguanta de nuevo antes de que caiga, sus manos sobre mi cuerpo desnudo
me confunden. Estira el brazo para coger su camiseta y la pasa por mi cabeza,
meto los brazos por las mangas y la camiseta cae cubriendo mi cuerpo.
Alcanza los bóxers y se pone de rodillas delante de mí, coge mi tobillo y
lo levanta del suelo para colocarlo por el agujero de la pierna del bóxer, repite
la misma acción con la otra pierna y desliza lentamente hasta mis rodillas su
ropa interior.
—Súbelos —me ordena.
Me agacho y acabo de colocarlos, él mantiene la vista en otro lado.
—Te dejaré descansar en la habitación de invitados.
Como todavía no camino del todo en línea recta, Andrew pasa su mano
por mi espalda y me ayuda a llegar hasta la habitación de invitados.
—No te vayas —le pido cuando me deja en la cama.
—Julliet...
—Por favor.
Suspira con fuerza, pero cumple mi petición y se recuesta a mi lado boca
arriba.
—Esas voces... ¿las oyes con frecuencia? —pregunta al cabo de unos
minutos.
Me tenso por su pregunta, en mi estado actual estoy en modo sinceridad
absoluta, lo que no es nada bueno.
—No, ya no.
—¿Antes sí?
—Sí, después del accidente y lo de mi hermano...eran constantes—
farfullo.
El Sr. Henderson gira su cabeza y me mira.
—¿Y qué te dicen?
Hago una mueca.

386
—Son pensamientos, ideas de cómo hacer que...que todo termine. Vienen
impulsadas por un sentimiento de vacío, el vacío me ahoga, como si estuviera
cayendo en una espiral infinita de nada absoluta. No puedo con eso. Ese
vacío.
—La depresión es muy seria, Julliet, no puedes recurrir al alcohol cuando
las cosas vayan mal, necesitas ayuda, ayuda de un profesional, alguien que
pueda darte herramientas y tal vez algún tipo de medicación que...
—La medicación es una mierda —lo interrumpo.
No quiero pasar por eso de nuevo.
—La muerte es una mierda —contrapone, utilizando mis palabras.
Me mantengo en silencio, sin saber qué decir ante eso.
Los pensamientos destructivos invaden mi cabeza de nuevo, me
incorporo y me acerco al Sr. Henderson, cuando me siento sobre su regazo
se tensa bajo mi cuerpo.
—¿Qué estás haciendo?
—Decías que querías ayudarme, ¿no? Hazme sentir bien —murmuro
agachándome para buscar mis labios con los suyos.
—No, Julliet —dice firmemente mientras me empuja fuera de su regazo.
—¿No? —repito, confundida.
Kaden me ayuda cuando lo necesito.
—No.
—¿Por qué no? ¿No lo deseas? ¿No me deseas?
—Hay demasiadas razones por las que no, una de ellas sería que sigues
borracha.
—No, ya no estoy borrach...
Las náuseas suben de nuevo por mi garganta y echo a correr al baño que
hay dentro de la habitación. Beber grandes cantidades de alcohol me está
pasando factura.
—Voy a traerte agua —suspira Andrew desde el otro lado del baño.
Cierro los ojos y apoyo mi frente sudorosa contra el inodoro, siento mi
cuerpo demasiado débil.
Al cabo de un rato unos fuertes brazos me transportan de nuevo a la cama,
me tumba e incorpora mi cabeza sobre su regazo.
—Bebe un poco —ordena con su habitual tono autoritario.
—¿Siempre eres tan mandón, Grey supremo?
—¿Cómo me has llamado? —dice desconcertado.
Ups
Cierro los ojos y finjo que no le he escuchado, la cama se hunde a mi lado,
el Sr. Henderson se queda junto a mi todo el tiempo.

387
La resaca es uno de los castigos divinos del señor para no volver a beber.
Quiero meter mi cabeza debajo de las almohadas, todavía siento que estoy en
una montaña rusa de la que no me puedo bajar y la luz me molesta.
Me muevo intentando huir de ella, pero está por todos lados, inundando
la habitación por completo. Abro los ojos lentamente hasta que consigo una
visión clara del lugar, al principio me cuesta reconocer dónde estoy.
El Sr. Henderson no está, pero todo huele a él. Mi ropa está seca y doblada
sobre la cómoda, la reemplazo por lo que llevo.
Empiezo a bajar las escaleras, cuando escucho una voz familiar me
detengo en el lugar.
—¿Está aquí? —pregunta Kaden, suena ansioso.
—¿La estás controlando? —responde Andrew.
—No te pongas así, el camarero me llamó para preguntarme si estaba
conmigo, y visto por lo que ha pasado últimamente es normal que quiera
saber si está aquí.
Devan, mierda, otra vez que no le aviso.
—Sí, está aquí.
—¿Está bien?
—Más o menos.
—¿Ha pasado algo?
—¿Por qué te preocupas tanto por ella?
—No es algo que te incumba.
—Déjala tranquila Kaden, no necesita más problemas en su vida.
—¿Por qué tendría problemas? No he hecho nada —dice a la defensiva.
—Sabes que Bonnie le destrozó su coche. Julliet tiene demasiadas cosas,
no compliques más su vida.
—No la complico.
—¿Sí? ¿Y qué pasará cuando te canses de ella? ¿La desecharás como has
hecho con el resto de las mujeres?
—No, esta vez es diferente.
—Haz el favor de dejar de pensar con la polla y actúa como un ser decente
por una vez en tu vida.
—No eres mejor que yo, apuesto que todavía no le has contado todo.
Y dicho eso se escucha como cierra la puerta con fuerza, lo hace con tal
rabia que me sobresalto, me agarro con fuerza a la barandilla y continúo
bajando las escaleras.
El Sr. Henderson camina en mi dirección, su rostro parece ligeramente

388
irritado, aunque eso cambia cuando se percata de mi presencia y sus facciones
se relajan.
—Buenos días, Srta. Collins.
—Buenos días —murmuro mirando el suelo, estoy bastante avergonzada
por todo lo sucedido el día anterior.
—¿Cómo se encuentra?
Me encojo de hombros como respuesta.
—En la mesa del salón principal podrá encontrar diferentes opciones de
desayuno.
—Muchas gracias, pero me marcharé ya, yo...ehm...siento las molestias
ocasionadas.
—No se vaya sin comer nada, Srta. Collins.
—No tengo hambre, pero agradezco su amabilidad.
—Lleva demasiadas horas sin ingerir ningún tipo de alimento, por favor,
hágame caso una sola vez. Además, me gustaría hablar con usted algunos
temas —añade.
Eso me intriga, no puedo negarlo.
—Está bien —accedo.
—Después de usted. —Me indica, haciendo un gesto con su mano.
—Pero...no sé dónde está ese salón, ¿tiene un mapa del lugar?
Pone los ojos en blanco.
—Sígame.
Nos movemos por la enorme mansión, todavía estoy intrigada por saber
cómo es su famoso sótano.
De repente caigo en algo y palpo mis bolsillos en busca de mi teléfono.
—¿Pasa algo? —pregunta viendo mi cara de histeria.
—Mi teléfono, necesito enviar un mensaje.
—No tenía el teléfono con usted ayer.
¿Estará en el coche?
—¿Puedo hacer una llamada?
—Por supuesto. —Tantea el bolsillo de sus pantalones, y desbloquea su
teléfono—. Aquí tiene.
Miro el teclado, dubitativa.
—¿Por casualidad tiene el número de Devan Keen?
—¿Es con él con quién quiere hablar?
Asiento.
—Hablé con Devan anoche, si es lo que le preocupa.
Mis cejas se alzan con asombro.
—¿Sabe que estoy aquí?
—Sí —Entrecierra sus ojos con astucia—. ¿Estaba escuchando mi

389
conversación con Kaden?
Muerdo mi labio inferior mientras asiento.
—¿Por qué no me sorprende?
—Disculpe —murmuro casi de forma automática.
—No lo siente, no pida disculpas por cosas de las que no se arrepiente,
Srta. Collins.
Tiene razón, no lo siento.
—¿Entonces él sabe que estoy aquí, que estoy bien? —le pregunto.
—¿Lo está? No me lo parecía ayer.
Aprieto mis labios con fuerza.
—Estoy bien, ahora lo estoy, simplemente fue un momento de estrés.
Encima de la mesa del salón parece haber un maldito buffet, el Sr.
Henderson separa una de las sillas de la mesa y me hace un gesto con su
cabeza para que me siente.
Cuando lo hago me acerca a la mesa y se sienta a mi lado.
—¿Un poco de zumo? —pregunta levantando una jarra de cristal.
Asiento y dejo que me sirva un vaso.
—Hay varias cosas que me gustaría comentar con usted, Srta. Collins.
—Soy toda oídos —contesto llevándome el vaso a los labios.
—Voy a trasladar su caso a una persona de confianza.
—¿No lo llevará usted? —pregunto desconcertada.
—No.
—¿Por qué?
El Sr. Henderson suspira y se frota las sienes con sus manos.
—Considero que he cruzado demasiadas líneas con usted, temo no poder
ser neutral y tomar decisiones de forma objetiva.
—¿Es por mi culpa? —No puedo evitar preguntar.
Su boca se tuerce formando una mueca.
—No, debería haber actuado de forma mucho más madura y no haberme
dejado llevar por los impulsos.
—¿Se arrepiente de haberse acostado conmigo?
Lo he vuelto a arruinar, como siempre.
—No, me arrepiento de no haber actuado con cordura y ahora no ser
capaz de defenderla en la corte. Trabajaré junto a la persona que la defienda,
lo asesoraré y llevaremos la investigación y la recopilación de datos juntos,
pero él será quién la represente.
No sé cómo sentirme al respecto, una parte de mí quiere que sea Andrew
quien lleve el juicio, y otra entiende que es demasiado complicado.
—¿Es bueno?
—No la podría dejar en mejores manos —asegura.

390
—De acuerdo.
—Después de lo que vi ayer... —Me tenso esperando sus siguientes
palabras—. Me gustaría que se planteara la opción de realizar algún tipo de
terapia.
Mi corazón martillea con más fuerza en mi pecho.
—No es necesario —contesto, distraída, mientras le doy vueltas a un
panecillo que tengo en las manos.
—Eso no fue lo que me pareció.
—Fue un momento de debilidad, ¿nunca ha tenido uno?
—Sí —admite—. ¿Y sabe cómo mejoré? Acudiendo a un especialista.
—Ya he estado en terapias otras veces, Sr. Henderson, y no sirven para
nada.
—Una sesión, si cree que no podrá ayudarle no la presionaré de nuevo.
—No creo que tenga tiempo.
—Estoy seguro de que puede encontrar un hueco de una hora en su
semana, Srta. Collins.
—Pero...
—¿Puede dejar de poner excusas y aceptar mi propuesta?
Devan también quería que fuera a uno, tal vez debería hacerles caso a
ambos.
—Lo probaré, una vez —acepto.
—Le daré sus datos para que pueda ponerse en contacto. Y con respecto
al tema del alcohol...
—Pensaba que esta conversación iba a ser mucho más interesante —lo
interrumpo.
—Que me vomitara ayer fue muy interesante —responde
sarcásticamente.
Mis mejillas se sonrojan.
—Solo bebí un poco más de la cuenta, no es nada del otro mundo, cada
fin de semana miles de adolescentes lo hacen.
—En primer lugar, usted ya no es una adolescente, y en segundo lugar, sí
es algo del otro mundo, condujo en estado de embriaguez, ¿es consciente de
lo que podría haber pasado?
Me encojo en mi sitio, el Sr. Henderson sí que sabe dar reprimendas.
Será un padre excelente.
—Lo sé, fue irresponsable por mi parte.
—Podría haberse lastimado, o haber hecho daño a alguien más, ¿puede
imaginar lo que es cargar con eso toda su vida?
El accidente de coche de mis padres y su esposa. Y eso que ninguno iba
borracho.

391
—No lo haré de nuevo.
—Espero que su promesa sea cierta.
¿Bueno y cuando viene la parte en la que la ropa sobra?
—Y por último...
—¿Hay algo más por lo que me tenga que reñir? —replico.
Pone los ojos en blanco e ignora mi pregunta.
—¿Existe alguna posibilidad de que la otra víctima denuncie?
Cuando pienso en Lex me tenso.
—No lo sé, pero, aunque lo hiciera...
—¿Qué?
—Su historial médico le restaría credibilidad.
—¿Por qué?
—No puedo hablar de ella, Sr. Henderson, se lo prometí.
—Solo quiero ayudarla, quiero ayudarlas a ambas.
—Lo sé, pero no puedo hacerle esto.
—Intenté hablar con ella de nuevo.
—No es tan fácil...
—No he dicho que lo sea.

392
37. HATEFUCK
Sam tiene vuelos internacionales, por lo que está fuera todos los días, y
no se le ve el pelo.
Devan está haciendo turnos de noche toda la semana, así que cuando
vuelvo a casa me abraza la frialdad de la soledad.
Me siento tan sola. No era algo que me hubiera importado tanto. Siempre
había pensado que podía sobrellevar bien la soledad, pero no estoy tan segura.
No cuando mi cabeza me juega malas pasadas. No cuando se cuelan
pensamientos intrusivos.
Lo peor es que una parte de mí se muere por levantar el teléfono y llamar
a Kaden, aunque no he caído en la tentación ni una sola vez.
Echo de menos el sexo, me he vuelto demasiado adicta para dejarlo de
golpe, autocomplacerme no es suficiente.
Las clases con Blake son cada vez más tensas, anoche cuando tenía su
peso sobre mi cuerpo sentí el impulso de acercar mi boca a la suya y probar
esos labios carnosos.
Necesito cambiarme de ropa después de una buena sesión de autodefensa,
no soy del todo consciente de lo que sucede dentro del apartamento de
Devan hasta que escucho gemidos, muy altos, claramente proceden de la
habitación de Devan. No suena a que esté solo.
Mi ropa está en la habitación.
¿Ahora qué hago?
—¡¿Estás en casa, Ángel?! —exclama desde la habitación.
Se escucha una risita y un siseo.
—¡Sí, perdona... no quería interrumpir! —respondo acercándome a la
puerta cerrada.
—¡Puedes pasar, está todo cubierto!
Mi mano se mueve con indecisión sobre el pomo de la puerta, lo giro
lentamente y fijo mi mirada en el suelo cuando entro al cuarto. No estoy
segura de querer ver lo que sea que esté sucediendo.
—Vamos, Ángel, hay confianza y Justin no es tímido —me dice Devan.
Levanto la mirada y los veo a ambos en su cama, Devan está recostado
de lado y tiene la mano estirada sobre la cintura del tipo que debe ser Justin,
ambos están cubiertos únicamente por la sábana.
—Justin esta es Julliet, mi compañera de piso y la persona más interesante
que podrás llegar a conocer.
Justin me sonríe.
—Encantado.

393
—I-igualmente —contesto mordiendo mi labio inferior.
—Puedes quedarte si quieres —me ofrece Devan con una sonrisa
coqueta.
—. Aunque a Juls no le van las chicas podemos divertirnos todos.
«Sí, ¿por qué no?»
—Tengo ensayo, ¿nos vemos directamente en Mala? —declino, dándoles
la espalda y cambiándome con rapidez.
Aburrida.
—Claro, nos vemos allí.
—Estupendo, que tengáis una buena...ehm...sí...Adiós. —Estoy tan
nerviosa que golpeo mi frente contra el marco de la puerta.
—¿Estás bien? —pregunta Devan poniéndose en pie.
Cuando lo veo en su gloria desnudez aparto la mirada.
—Sí, todo bien. Hasta luego.

Go Fuck Yourself, ese es el tema que bailamos en conjunto todas las


bailarinas de la sala tres. La verdad es que no es un baile demasiado
complicado, pero sí requiere un contacto bastante explícito con otras
bailarinas, lo que acelera mi pulso todo el tiempo. Parezco en celo. Dios.
¿Qué me pasa? Intento dejar la mente en blanco, pero la abstinencia me está
pasando factura, solo pienso en sexo, sexo y más sexo. Y este no es el mejor
lugar para no pensar en sexo, sexo y más sexo. Necesito acostarme con
alguien y sacarlo del sistema.
Cuando terminamos el ensayo voy directa a las duchas, dos de las
bailarinas no paran de tontear entre ellas y no puedo evitar mirarlas de reojo.
—¿Julliet? —me pregunta una de las chicas.
Giro la cabeza en su dirección.
—¿Sí?
—Mira, no quiero que te tomes esto a mal, pero simplemente le he
prometido a mi amiga que te lo comentaría.
—¿Eh? —digo confusa.
—Verás, tengo una amiga que trabaja en la industria pornográfica, han
visto los vídeos que circulan y le gustaría que adicionaras para ella. Ofrecen
una cantidad de dinero bastante...
Me tenso al escuchar sus palabras.
—Esos vídeos se filtraron sin mi autorización—mascullo.
—Pensaba que, como se subieron desde tu cuenta...

394
—No estoy interesada en hacer ese tipo de contenido—mi tono de voz
suena tajante.
—Disculpa, no pensaba que...
—Solo, es algo de lo que no quiero hablar, ¿vale?
Sé que he sido muy borde al respecto, pero Nathan se ha atrevido a
interponer una demanda por atentar contra su intimidad y honor. Así que
ahora estamos jugando a dos bandas. Lo que tiene al Sr. Henderson más
ocupado, el hecho de demostrar que yo no sabía la existencia de esos vídeos
y que yo no los subí. Es más, estaba en su casa cuando se subieron.
—Claro, perdona.
Salimos de las duchas y nos preparamos, el tiempo en el escenario cada
vez se me hace más corto, quiero continuar bailando.
Chrissa llega hasta nosotras y llama mi atención.
—Han contratado un baile privado, Julliet. —Me da el llavero del
reservado.
Abro la puerta de la cabina y me encuentro esa mirada azulada que acelera
mis pulsaciones.
—¿Otra vez aquí? —pregunto levantando una ceja.
Kaden se pasa la mano por el pelo de forma despreocupada pero no dice
nada.
—¿Vas a venir cada semana? —resoplo.
Sus labios se curvan ligeramente hacia arriba.
Sacudo la cabeza y enciendo el estéreo, el vestuario de los bailes privados
es un poco más reservado que el que llevo ahora, pero no es como si Kaden
no me hubiera visto completamente desnuda. Múltiples veces.
—No, me gustaría que bailaras otra canción. La de la última vez.
—¿En serio? —pregunto.
—¿Algún problema?
—No —contesto tragando con fuerza.
Solo quería provocarle, no quiero traer esos recuerdos a mi mente de
nuevo.
—Bien, adelante. —Me anima, inclinándose para coger su bebida.
No puedo evitar recordar esta misma situación en su casa, sus ojos están
cargados de deseo, igual que cuando baile para él.
Le doy la espalda y muevo mis caderas lentamente bajando hasta el suelo,
cuando llego abajo coloco mis manos sobre mis rodillas y curvo la espalda
dejándole mi trasero en primer plano. Su respiración suena cada vez más
agitada, como la mía. Estar en un espacio tan reducido los dos solos es
complicado.
Paso las manos por mis caderas y me giro, sus labios entreabiertos son

395
hipnotizadores, me acerco hasta quedar enfrente suyo y continúo bailando.
Sus manos agarran con fuerza en el filo del sofá, parece estar conteniéndose,
como si estuviera dispuesto a abalanzarse sobre mí en cualquier momento.
Me toma toda mi fuerza de voluntad controlarme cuando me coloco
encima de su regazo, ondeo mi pelo y cierro los ojos mientras nuestras
intimidades se rozan sobre nuestra ropa. Su dureza me humedece. Hace calor,
mucho calor.
Cuando la música termina mi corazón late con tanta fuerza que casi puedo
escucharlo. Sus ojos están clavados en mis labios.
—¿Cuánto tiempo vas a seguir con esto? —Su voz suena ronca, y eso me
pone mala.
—¿Con qué? —respondo con un jadeo.
—Fingiendo que no me deseas.
Nuestras miradas se encuentran y me olvido de cómo se respira.
—No finjo nada —murmuro humedeciendo mi labio inferior.
—¿No? —Se inclina, acercándose cada vez más.
Sacudo ligeramente la cabeza
—Entonces si deslizara mi mano por aquí —dice recorriendo mi muslo
lentamente—, y continuara por aquí… —Ahogo un gemido cuando sus
dedos se acercan peligrosamente a la zona que ruega su atención—, no te
encontraría empapada, ¿no?
Su sonrisa burlona me resulta molesta y excitante al mismo tiempo.
—Aparta la mano —murmullo, mi voz no suena firme en absoluto.
—¿Eso quieres?
No.
—Sí.
Pese a mi petición, continúa moviéndola de forma deliberada, excitán-
dome cada vez más.
—Está bien, no quiero llegar tarde a mi cita. —Sonríe.
Lo miro confundida mientras me aparta de su regazo.
—Buenas noches, Juls.
«¿A qué estás jugando Kaden?»

Devan tiene un sexto sentido o yo estoy siendo demasiado obvia cuando


se esfuerza por mantenerme entretenida toda la tarde. Kaden ocupa la mayor
parte de mis pensamientos, odio eso y odio como me hace sentir. Odio sentir
que en parte sea mi culpa. Mi parte racional me dice que me aleje como estoy

396
haciendo, la irracional solo quiere estar encerrada en su habitación las
veintiacuatro horas. Sobre todo, la que echa de menos el sexo. El nudo en mi
estomágo intenta hacer conjeturas con mi cabeza de que no solo echo de
menos el sexo, pero apago esos pensamientos tan rápido como aparecen.
—¿Sabes qué? Esta tarde haremos algo de repostería, eso sube el ánimo a
cualquiera.
—¿No viene Sam esta noche?
Se supone que ya había terminado con los vuelos internacionales.
—No, se ha ido unas semanas a Argentina, su padre está bastante grave.
—¿Se está muriendo? —Abro mis ojos horrorizada.
Devan asiente y hago una mueca.
«Pobre Sam. Y yo pensando en cosas tan… banales».
Nos quedamos en silencio durante el trayecto hasta el super, al ser un
miércoles por la tarde no está nada abarrotado y podemos caminar libremente
por los pasillos.
—¿Pastel de chocolate? —me pregunta Devan levantando varias tabletas
de chocolate con sus manos. Asiento, y las lanza, dentro de la cesta.
—¿Sabes que el chocolate es un afrodisíaco, Ángel?
—Entonces no deberías comer —le digo con burla.
—¿Por qué no?
—Tu libido ya suele estar por las nubes sin ningún tipo de aliciente.
—Vivir contigo es un aliciente, ¿cómo pretendes que no tenga la libido
alto?
Sonrío y sacudo la cabeza.
Cuando terminamos de seleccionar todos los productos pagamos y
volvemos a su apartamento.
—¿Has cocinado un pastel alguna vez?
Sacudo la cabeza.
—Bien, me alegra ser el primero entonces —dice con tono coqueto—.
Saca el molde que hay en el armario de la izquierda.
Me giro y me pongo de puntillas para intentar alcanzar el molde, está
demasiado alto.
—Pero si no llegas avísame, Ángel —murmura Devan colocándose detrás
de mí, su cuerpo se pega contra el mío mientras se estira para cogerlo.
—¿Estás coqueteándome? —le pregunto cuando noto su nariz en la
curvatura de mi cuello.
—Siempre, ya lo sabes —contesta antes de plantar un dulce beso en la
piel expuesta de mi cuello. Tan pronto como lo hace, se separa, dejándome
ligeramente confundida.
—Bien, separa las yemas y las claras, batimos las claras aparte. Cojo los

397
huevos que hay sobre la encimera e intento acatar su orden sin fracasar en el
intento.
—Tienes que dar un golpe firme, si no tienes más posibilidades de que
caigan cáscaras, mira, así —me explica enseñándome cómo hacerlo.
Devan modo cocinero es equivalente a que se derrita mi ropa interior. Mi
mente empieza a fantasear imaginándolo únicamente vestido con un delantal.
«Sexy».
—¿Estás prestando atención?
—¿Eh? Sí, sí, golpear firmemente.
—Bien, prueba de nuevo —me indica.
Queda más satisfecho con el resultado esta vez.
Se mueve de un lado a otro mezclando y batiendo ingredientes, mantiene
el ceño fruncido por la concentración.
—Pensaba que esto terminaría en una pelea de harina, como en las
películas —le digo mientras me siento encima del taburete.
Devan se ríe.
—¿Eso querías?
—No lo sé, la limpieza posterior me resulta muy poco atractiva.
—Siempre podemos jugar con el chocolate fundido —comenta mientras
coloca la masa dentro del molde.
—Eso ensucia más.
—No si cae sobre tu cuerpo y lo limpio con mi boca.
Mis ojos se abren con asombro, visualizando gráficamente esa imagen en
mi cabeza y el calor se extiende por mi cuerpo.
Devan se ríe por mi reacción.
—Voy a colocar la masa en el horno, ahora vengo.
Estiro mis brazos y fijo mi mirada en mis manos, necesito una buena
sesión de manicura después de haber acabado con mis uñas por el estrés de
pensar en esa persona de ojos azules en quién no quiero estar pensando.
Devan vuelve de nuevo, levanta mis piernas para poder sentarse en el sofá
y las coloca de nuevo dejándolas sobre su regazo.
—¿Cuándo irás a la sesión de psicoterapia? —Como sabe que es un tema
delicado se dedica a dibujar figuras aleatorias en mi muslo, para distraerme.
—Mañana, antes de mi clase de defensa personal.
Asiente con aprobación.
—¿Entonces es hoy cuando tienes reunión con el Sr. Henderson?
—Sí, conoceré a mi nuevo abogado.
Devan suspira como si estuviera en un trance de ensoñación.
—Apuesto a que está buenísimo, la gente que estudia Derecho es como
que tiene un extra de sensualidad.

398
Hago una mueca, pensando en Nathan.
—Hay excepciones, te lo aseguro.
—Bueno, de todas formas, no es como te lo puedas tirar tampoco, a no
ser que quieras tener que volver a cambiar de abogado —añade con una
sonrisa pícara.
—No pensaba hacerlo —respondo rodando mis ojos.
—Ajá.
—Lo digo en serio —farfullo mientras lo golpeo con el cojín.
Levanta sus manos en son de paz.
—Tranquila, si no te juzgo, si estuviera en tu lugar haría lo mismo, a poder
ser con ambos al mismo tiempo.
—Ni siquiera sabes que aspecto tiene. —Lo juzgo.
—Eso lo podemos solucionar rápido, ¿sabes su nombre?
Resoplo.
—No, aunque creo que el Sr. Henderson me mandó un mensaje con sus
datos, pero no…
—Búscalo, ahora tengo curiosidad por saber cómo es.
Ruedo mis ojos, pero le sigo el juego y busco el correo entre mi bandeja
de entrada.
—Su nombre es… Jared Dylan Evans.
—Hoy en día todo el mundo tiene Instagram, confirmemos mi teoría.
Su ceño se frunce mientras se concentra en la pantalla de su móvil, su
boca se abre ampliamente y me incorporo con curiosidad para ver qué está
mirando.
—Este hombre no puede ser real —murmura todavía boquiabierto.
Miro su pantalla y me fijo en la foto que tiene seleccionada, en ella sale un
chico que debe rondar la edad de Kaden, tiene unos ojos verdes increíbles y
el pelo marrón cobrizo.
—Creo que me he enamorado —declara Devan, parece estar babeando
por él, y tiene toda la razón del mundo para hacerlo.
Me río y niego la cabeza.
—¿Crees que cometer algún crimen para contratarlo como abogado es
muy loco?
—¡Devan! —le riño en broma mientras empujo su pecho.
—¿Qué? ¿Lo estás viendo? Es más guapo que Kaden incluso.
—No es más guapo que Kaden.
Devan levanta las cejas y una sonrisa perversa cubre sus labios.
—¿No lo es? —Me provoca.
—Bueno, no sé, no importa. —Me encojo de hombros.
—¿Cuándo admitirás que te derrites por Kaden, Ángel?

399
—¿Qué? No, yo no…
—Sí, ya.
—Eres odioso a veces —le digo levantándome para escapar de esta
conversación.
—No puedes huir de la verdad —se burla.
Voy hasta la cocina y busco una botella de agua en la nevera, cuando cierro
la puerta me sobresalto al ver que Devan está detrás de ella.
¿Es un ninja este hombre o qué?
—¿Lo has vuelto a ver?
—¿A quién? —le digo, aunque ya sé de quién habla. Su vena chismosa es
como la mía. No debería haberle dicho lo del beso.
—A Kaden, la fuente de tus ingresos extras en bailes. —Levanta las cejas
de forma sugerente.
—¿A dónde quieres llegar, Devan?
—Me siento un poco Celestina con vosotros dos, parece que ninguno
quiere dar el paso, pero queréis estar juntos, no entiendo porque no estáis
juntos.
Levanto mis dedos enumerando las razones.
—Porqué conozco muy pocas cosas de él, varias personas, entre ellas él
incluido. Me ha advertido sobre que no me encapriche con él, sus cambios
de humor me vuelven loca, me ha estado ocultando cosas importantes...
—Bueno, visto así parece que simplemente necesitáis una buena charla y
ya está.
—Las cosas no son tan simples.
—No, porque os esforzáis en complicarlas.
—¿Pero tú de qué lado estás? —refunfuño poniendo mis brazos en jarra.
—Del tuyo, por supuesto. —Asiente—. Y del de Kaden —carraspea por
lo bajo.
Pongo los ojos en blanco.
—Vamos, tienes que entender mi shipp, Kaden nunca va detrás de nadie.
Esto debe ser un acontecimiento único en la vida.
—Él no va detrás de mí.
—¿Cuánto tiempo hace que no realizas una revisión de tu vista?
—¿Podemos dejar de hablar de esto?
—No, me hace gracia ver tus reacciones.
—Pues yo prefiero ver lo que eres capaz de hacer con el chocolate.
Sus ojos se amplían.
—Vale, eso me interesa más— admite con esa sonrisa coqueta que tiene
siempre.
—Era broma —murmuro, mi respiración se ha acelerado un poco más.

400
Da un paso y me enjaula con sus brazos en la encimera.
—Ya te he dicho que no se bromea con el sexo, Ángel, es un tema
sagrado.
—Dudo que Dios apruebe tus prácticas. —Me río.
Mis ojos se cierran de forma automática cuando entierra su cara en mi
cuello. Sabe exactamente dónde están todos mis puntos débiles. Conoce mi
cuerpo mejor de lo que lo conozco yo misma. Es increíble.
—¿Entonces estabas bromeando? Llevamos muchos días sin hacerlo,
Ángel —susurra contra mi piel, haciendo que se me erice.
Sí, y se sienten como años. Necesito salir de este período de abstinencia.
Aunque quería esperar a la sesión de terapia, pero esto no lo hago para no
lastimarme, realmente deseo a Devan. ¿Cuándo lo hago por mí misma y no
por no huir? No quiero pensar en eso. Solo quiero pensar en… Un gemido
se escapa de mi garganta cuando sus labios succionan con fuerza el punto
que se encuentra bajo mi oreja.
—Eso no me suena a broma. —Siento su sonrisa contra mi piel—. ¿Me
dejas probar el chocolate en tu piel? Apuesto a que resulta mucho más dulce.
—Su tono seductor me seduce.
Asiento con decisión, se aparta y veo reflejado en sus ojos su deseo por
mí.
Pasa sus manos por mi espalda lentamente hasta llegar a mi trasero, lo
empuja presionándome contra su cuerpo y me derrito un poco más.
—Te he echado de menos —murmura acariciándome bajo mi ropa,
enrollando la tela de mi blusa—. Desabróchatela.
Mis dedos se mueven de forma automática hacia los botones,
desabrochándolos uno a uno bajo su atenta mirada, lentamente para crear
una escena de expectación más seductora. Mi cuerpo ruega por su atención,
estoy en modo automático disfrutando del momento tanto.
—Esto también lo quiero fuera. —Desliza uno de los tirantes de mi
sujetador por mi hombro con suavidad.
Mis manos van a mi espalda y encuentran el cierre, lo suelto y dejo que el
sostén caiga al suelo. Dev se agacha y me coge por los muslos, dejándome
sobre la encimera.
—Espera…igualdad de condiciones —exijo tirando de su camiseta.
Devan sonríe y alza los brazos para que pueda quitársela, paso mis manos
por sus abdominales y lamo mis labios, enrosco mis piernas en su cintura y
lo empujo para que nuestras intimidades conecten, al tenerlo tan cerca su
torso desnudo choca con el mío y me encanta esa sensación. Agacha su
cabeza y me besa. Su lengua acaricia la mía provocando otro gemido por mi
parte, es un maldito buen besador el demonio coqueto.

401
La dureza de sus pantalones cada vez es más notable, me muevo contra
él, desesperada por sentirlo. Rompe el beso y protesto, veo que es para buscar
el cuenco con chocolate y muerdo mi labio, intrigada.
Abre uno de los cajones y saca una cuchara, la sumerge en el recipiente
cogiendo un poco. Acerca la cuchara a mi cara y abro la boca, incluso un
gesto que podría parecer inocente lo convierte en obsceno, cuando la
introduce pruebo el chocolate fundido. Está un poco caliente.
—¿Está bueno?
Asiento mientras observo cómo coge un poco más de chocolate.
—Creo que está mucho mejor aquí. —Frota la cuchara contra uno de mis
pezones y seguidamente se inclina para lamerlo con su boca.
Jadeo y mis dedos se agarran con fuerza al borde de la encimera. Es
maravilloso el contraste de texturas, sensaciones, el calor y la humedad de su
boca, no puedo obtener suficiente de ello.
Mi ropa interior debe encontrarse en llamas ahora mismo.
—¿Debería probar si sabe diferente en el otro? —pregunta pellizcando
mi otro pezón con sus dedos.
Muerdo mi labio ocultando una sonrisa y asiento. Repite la misma acción
con mi otro pecho y me pregunto si es capaz de hacerme llegar al orgasmo
así. Continúa dejando pequeñas cantidades de chocolate por diferentes partes
de mi cuerpo para a continuación limpiarlas con su boca. Cuando se
incorpora deja el cuenco a un lado y pasa su mano por mi nuca, sus manos
se enroscan en mi pelo y me besa.
Su lengua sabe a chocolate y me entretengo en saborearla hasta que
desaparece el sabor.
—¿Sabes en qué otro lugar me gustaría probar el chocolate, Ángel? —
pregunta con ese tono grave por el deseo.
—No —miento.
Porque me hago a la idea.
Devan sonríe.
—Creo que sí lo sabes.
Sacudo la cabeza.
—No es justo, yo también quiero probar el chocolate en ti.
Sus ojos brillan con ligera perversión, coloca la palma de su mano hacia
arriba para que la tome y baje de la encimera.
—Vamos a continuar esto en la habitación entonces.
Sus dedos se enroscan junto a los míos, y con su mano libre coge el cuenco
y la cuchara, me guía a través del salón hacia su habitación. Cuando entramos
deja el cuenco en la mesita y se deshace de la ropa que le queda, imito su
gesto y admiro su desnudez antes de sentir mi espalda rebotando contra su

402
cama. Su erección se alza firme, rogando por atención, muevo la mano por
la mesita y cojo el cuenco.
—Es mi turno —le digo.
Cojo una pequeña cantidad de chocolate y dibujo una línea por el centro
de su abdomen, se me siento en su regazo, torturándolo un poco, y me
inclino, con mi lengua lamo lentamente en sentido ascendente todo el
chocolate que he esparcido.
La erección de Devan se remueve contra mi trasero.
—Eres una provocadora, Ángel.
Hundo mi dedo índice en el chocolate y unto sus labios, me agacho para
besarlos y noto como sonríe mientras lo beso.
La idea de coger yo misma el chocolate me gusta más que con la cuchara
y acabo haciéndolo de nuevo, esta vez le dibujo un corazón encima de su
corazón.
—Qué romántica —se burla.
Muevo mis caderas deliberadamente para acallar sus comentarios y gime.
El contacto piel con piel me vuelve loca, si me alzara un poco podría
introducirlo en mi interior y necesito autocontrol ahora mismo porque mi
turno con el chocolate no ha acabado. Todavía sigue caliente el chocolate,
como nosotros.
Cojo más cantidad y la esparzo alrededor de su tronco.
Fondue de Devan, exquisito.
Devan me mira con atención mientras me lo llevo a mi boca, mi lengua
lo rodea, degustándolo. La mezcla de su salinidad con la dulzura del chocolate
es una combinación perfecta.
Sus ojos se entrecierran y su respiración se vuelve más pesada.
—Joder.
Succiono con fuerza y siento cómo se endurece cada vez más en mi boca.
—Ahora cada vez que coma chocolate pensaré en ti —ronroneo al
separarme mientras lamo mis labios.
—Vale, ahora no podré ver el chocolate sin tener una erección —
murmura cerrando sus ojos.
Extiendo un poco más de chocolate y lo lamo como si se tratara de un
helado.
—Creo que es mi turno —protesta en un jadeo.
—No he acabado todavía.
Sus ojos relucen con perversión.
—Podemos hacerlo de forma simultánea —propone.
Coge la cuchara y se acerca hasta mi intimidad con ella, la restriega contra
mí enviando escalofríos placenteros por mi columna. Se recuesta en la cama

403
y me mira.
—Dame lo que quiero, Ángel —demanda, deseoso.
Me muevo con cautela para no manchar nada, aunque a estas alturas no
parece que le importe mucho, y me coloco sobre su cara, cuando su lengua
me atrapa sus manos se enroscan alrededor de mis muslos, mis ojos se
quedan en blanco por unos segundos.
Sacudo la cabeza, intentando centrarme, y me inclino sobre su cuerpo
para introducir su erección en mi boca de nuevo.
Es difícil realizarle el oral, me distrae continuamente con su habilidosa
técnica.
—Necesito estar dentro de ti, Ángel —murmura separándose.
Muevo mis piernas y él se incorpora, estira la mano buscando un condón
en el cajón de su mesita, rompe el aluminio y lo rueda. Paso una pierna por
su regazo y me siento sobre él, mi mano busca su erección y lo introduzco
lentamente en mi interior, cuando lo tengo profundamente enterrado ambos
suspiramos.
Me impulso lentamente hacia arriba y vuelvo a caer sobre él, sus manos
se clavan en mi cintura siguiendo cada uno de mis movimientos. Se incorpora
levemente e introduce uno de mis pechos en su boca, la fricción constante
de mi clítoris sumada a la sensación de sus labios sobre mis pezones me lleva
a una espiral de deseo. Mis piernas se tensan cuando siento ese agradable
tirón bajo mi vientre, acaricio su cabeza antes de enroscar mis manos en su
pelo y me dejo llevar a su alrededor. Devan me voltea y me coloca sobre mis
rodillas, sus labios acarician mi nuca, planta besos sutiles a lo largo de mi
columna, erizando mi piel.
Me empuja ligeramente hacia adelante y me toma desde atrás, mis manos
forman puños alrededor de las sábanas.
Necesitaba esto.
Me da igual si soy una ninfómana, esto es todo lo que necesito.
Sus manos agarran con firmeza mi cintura mientras bombea en mi
interior.
—Quiero que te corras de nuevo, Ángel, acaríciate.
Sus palabras me enloquecen, y no hay otra cosa que me guste más que me
ordenen cosas en la cama. Mis gemidos son cada vez más audibles a medida
que me acerco a mi segundo clímax.
—Estás cerca, ¿verdad? —pregunta embistiendo con más fuerza.
—Sí —jadeo.
Continúa deslizándose en mi interior con más profundidad y rapidez, mi
corazón late desbocado cuanto más cerca estoy.
Los dedos de mis pies se curvan y me tenso antes de deshacerme de

404
nuevo, Devan termina prácticamente de forma simultánea.
Cuando sale de mi interior aparta el pelo de mi nuca y planta un dulce
beso allí.
—¿Ducha?
—Por favor —contesto, ambos estamos pegajosos y sudorosos.
Después de una rápida ducha Devan y yo nos separamos, él tiene que ir a
trabajar y yo ya llego diez minutos tarde a mi reunión con el Sr. Henderson.
No es que esté sumamente preocupada, la agradable actividad física con
Devan me ha puesto de muy buen humor y no hay nada que pueda
estropearlo ahora.
Dave me abre la puerta y me lleva hasta el despacho del Sr. Henderson,
allí se encuentra junto al Sr. Evans.
—Julliet, te presento al Sr. Evans, trabajó conmigo dos años en el bufete
de abogados, se graduó con honores en una prestigiosa universidad del
estado.
En persona es igual de atractivo que en las fotos, es decir atractivo, muy
atractivo.
¿Por qué conocen a gente tan atractivas estas personas? ¿Solo se mueven
en círculos de guapos o qué?
Jared extiende su mano y la tomo.
—Encantada —murmuro ligeramente fascinada.
Él asiente educadamente en mi dirección.
—Estará presente en algunas de nuestras reuniones, pero no en todas,
Jared trabaja en más casos de forma simultánea —me explica Andrew.
—De acuerdo.
—El Sr. Henderson me ha puesto al tanto de la situación actual y he leído
todos los informes de las reuniones que han tenido.
¿Habrá escuchado las grabaciones también?
El Sr. Evans se mantiene profesional todo el tiempo, dirige gran parte de
la reunión mientras el Sr. Henderson va tomando anotaciones.
Su teléfono suena cuando estamos terminando y baja la mirada un
segundo, su ceño se frunce con preocupación.
—Les pido disculpas, se trata de un tema familiar. —Se excusa,
levantándose de la silla y desapareciendo por la puerta.
¿Casado? Seguramente. Me pregunto quién será la afortunada.
—¿Le gusta? —me pregunta el Sr. Henderson.
—¿Qué?
—¿Si le gusta el Sr. Evans? ¿Le parece una buena opción como abogado?
Ahhhh
—Sí, parece muy implicado.

405
—Es un hombre con buenos valores.
—¿Lo conoce bien?
—Lo suficiente para confiar en él.
—Eso es todo lo que necesito entonces.
—Parece de mejor humor hoy —me dice entrecerrando sus ojos, me
siento inspeccionada por su mirada.
Eso es gracias al demonio coqueto.
—Lo estoy.
Además de la noticia de que no se está cociendo ningún bollo en mi
horno.
Horno…¡Mierda! ¡¿Se estará quemando el departamento de Devan?! No
recuerdo en ningún momento que hayamos apagado el horno. Salto de mi
silla y busco el teléfono con desesperación.

Yo: ¿HAS APAGADO EL HORNO?

Devan: Lo he programado para que se apagara automáticamente,


¿por qué? ¿todo bien?

Suspiro, aliviada.

Yo: Sí, sí, no he dicho nada. ¡Que tengas una buena noche!

Devan: Igualmente

Jared entra de nuevo en el despacho.


—Discúlpenme, tengo a la niña con fiebre y he de marcharme ya —
comunica.
¿También es padre? Adorable.
—No hay problema, espero que se recupere pronto —murmuro.
—Gracias, Srta. Collins. Nos vemos la próxima semana. —Se gira hacia
el Sr. Henderson—. Hablamos mañana, Andrew.
—No te preocupes, encárgate de tu familia primero.
—Gracias, nos vemos pronto.
El Sr. Evans se esfuma rápidamente dejándonos solos al Sr. Henderson y
a mí.
—¿Puedo hacerle una pregunta, Sr. Henderson? —le digo mientras
observo como recoge los informes del caso.
—Ya me la está haciendo.
Pongo mis ojos en blanco.

406
—¿Puedo hacerle dos preguntas más?
Observo como esconde una sonrisa, lo que derrite un poco mi corazón.
—Claro, otra cosa es que quiera darle una respuesta.
Maldito listillo sabelotodo, ¿y si le tiro la grapadora? A veces es
exasperante.
—¿Por qué se ha tomado una excedencia de la universidad?
—Pensaba que ya se lo imaginaba.
Parpadeo expectante.
—Quiero estar cien por cien concentrado en el caso, Srta. Collins.
Mi boca se abre con asombro.
—Pero...pero eso es
—Es lo que debo hacer, no suelo llevar muchos casos al año, cuando lo
hago me gusta estar centrado.
—Pero es excesivo.
Niego, ¿no tiene límites razonables este hombre?
Esta vez sonríe, mostrando sus perfectos dientes.
No, ¿por qué hace eso? Mi corazón, estúpido.
—Es necesario, requiere mucho tiempo prepararse bien, y dando clases
es algo de lo que no dispongo.
—Ni siquiera me deja pagarle por sus servicios... y ahora prescinde del
sueldo de, ¿qué?
Pone los ojos en blanco.
—Esto no se trata de dinero, Srta. Collins. Por si no se ha dado cuenta,
eso no es un problema en mi vida. —Mira el reloj de su muñeca y después
me mira a mí—. Tengo que encargarme de unas cosas del club. Nos vemos
el viernes.
La vida de rico, dueño de clubs sexuales, abogado de casos de abusos y
violencia de género, profesor de derecho. Está claro que el dinero le aburre.
—Muchas gracias, Sr. Henderson, hasta el viernes.

Cuando abro la puerta del departamento de Devan me extraño al no


encontrarla con la llave echada, mis sistemas de alarma se activan cuando
detecto la luz del salón encendida y una figura masculina.
Huir es lo primero que se me pasa por la cabeza, hasta que reconozco
quién está ahí.
—¿Qué-qué haces aquí? —pregunto perpleja.
Kaden se pone rápidamente en pie y da un paso hacia mí.

407
—El camarero me ha dicho que te esperara aquí, que querías hablar
conmigo.
Sacudo la cabeza.
—¿Como has entrado?
—Me ha dicho donde guarda la llave secreta.
—Devan no...
Kaden extiende su móvil, enseñándome los mensajes de texto que ha
intercambiado con Devan.
Busco mi teléfono y veo que tengo un mensaje suyo.

Devan: Podéis comeros entre vosotros, o el pastel.

«Maldita Celestina».

—Kaden yo no... —Mi cerebro trabaja por intentar manifestar en palabras


lo que siento.
—¿No querías hablar conmigo? ¿Esto es algún tipo de broma del
camarero? —Su ceño se frunce.
¿Por qué no puede llamarlo por su nombre ni una sola vez?
—No, él solo...
—¿Qué?
—Él cree que deberíamos hablar, pero esto no es cosa mía —digo
saliendo de mis tacones.
—¿Por qué cree que deberíamos hablar? ¿Hablas de mí con él? —Su
arrogancia me resulta odiosa a la vez que atractiva.
Me encojo de hombros, incapaz de darle una respuesta verbal.
—¿Así que, realmente, no quieres que esté aquí?
—No he dicho eso.
«¿Qué estoy diciendo? Dios, ni yo me entiendo, necesito un cerebro
funcional, pero hay cortocircuitos que claramente se interponen en mis
acciones y mis respuestas».
—Es lo que das a entender entre líneas.
—Kaden, ya sabes lo que pienso.
Cierra sus ojos unos segundos, cuando los abre parece haber fuego en
ellos.
—No sé por qué me sigo molestando contigo —masculla.
Y aquí empieza a arder todo. Una sonrisa sarcástica cubre mis labios.
—No confías en mí Kaden, y yo tampoco confío en ti, así que ¿cuál sería
el punto de todas formas?
Su boca forma una línea recta cuando aprieta sus labios.

408
—El punto es que no quiero estar lejos de ti, te necesito.
«¿Quéeeeee?»
Mis ojos se abren con asombro por su declaración.
—¿Por qué? —pregunto inconscientemente.
—Ojalá lo supiera, porque de ese modo intentaría cortarlo de raíz. No me
gusta pensar en ti constantemente Julliet, no sé qué has hecho con mi mente,
pero no puedo sacarte de mi cabeza.
No puedo con esto, necesito ser más fuerte, mantenerme al margen, pero
si me dice estas cosas no puedo hacerlo. Cada vez que estoy a su lado es como
si se batallara una lucha interior.
—Con el tiempo se pasará —murmuro.
Se acerca, quedando a pocos centímetros de distancia.
—¿Lo hará? ¿El tiempo está funcionando para ti?
—Sí —miento.
—Eres incapaz de mirar a los ojos con firmeza cuando mientes, Juls —
murmura alzando mi barbilla con sus dedos.
Muerdo mi labio inferior y siento su pulgar acariciándolo.
—Solo yo, Julliet, solo yo.
Sacudo la cabeza para salir del trance en el que me tiene y giro la cabeza.
—No puedes hacerme esto, Kaden.
—¿El qué? —La inocencia de su voz es totalmente fingida.
—Confundirme.
—No estoy haciendo nada. —Se excusa.
Me cruzo de brazos.
—¿No? ¿Y lo de venir a los bailes privados?
—Ya sabes que me gusta verte bailar, no puedo evitarlo.
—Puedes ver el número general, no es necesario que tires el dinero en un
reservado.
—No es tirar el dinero, es invertirlo de la mejor forma posible.
Pongo los ojos en blanco.
—¿Qué estamos haciendo, Kaden? ¿Por qué siento que estamos todo el
tiempo teniendo la misma conversación?
Parece que estoy en un eterno déjà vu.
—Porque es lo que hacemos.
—Creo que he intentado ser muy clara las últimas veces que nos hemos
visto.
—Puede, pero ¿sabes cuál es el problema?
Sacudo la cabeza.
—Que no te creo.
—Tal vez es lo que prefieres pensar.

409
Sus labios se curvan, mostrando una perfecta sonrisa.
—Conozco tu cuerpo mejor que nadie, Juls. Sé lo que provoco en el.
Aprieto mis piernas, ignorando el calor que siento en el centro de ellas.
Estira su mano y aparta un mechón de mi pelo, colocándolo detrás de mi
oreja.
—Puedes estar con otros, con otras, lo que sea...pero apuesto que nadie
te hace sentir como yo.
Trago con fuerza.
—Pareces muy seguro de ti mismo —murmuro.
—¿Quieres saber por qué lo sé?
Lo miro, expectante por su respuesta. Inclina su cabeza, dejando sus
labios a la altura de mi oreja.
—Porque nadie más es capaz de proporcionarme el mismo placer que tú
me das. Me has hecho ser adicto a ti, y ahora no puedo simplemente dejarte
ir.
Mi aliento se queda atascado en mi garganta. Es tan seductor, tan tentador,
no sé cómo resistirme. Sus dientes muerden suavemente mi lóbulo, tirando
de el, mis ojos se cierran disfrutando de la sensación.
—Admítelo —demanda continuando por la curva de mi cuello.
Mi cabeza se nubla por completo, me convierte en alguien incapaz de
formular un solo hilo de pensamiento coherente.
—Dilo, Juls.
—Nadie puede hacerme sentir del mismo modo —susurro de forma
automática, como si estuviera bajo su hechizo.
Y tiene razón, desde que empecé a explotar mi sexualidad todas las
personas con las que he estado me han llevado al cielo del placer, sin
embargo, cuando estoy con Kaden todo es más intenso. Es diferente, es tan
confuso lo que me hace sentir.
—Espera —le digo cuando noto su mano desabrochando el botón de mis
pantalones.
—¿Qué?
Aprovecho que se separa unos centímetros para dar un paso atrás.
—No podemos volver a esto.
—Lo estás deseando.
—¿Y luego qué? Estoy cansada, Kaden.
Me mira como si no entendiera a qué me refiero.
—¿Luego qué, de qué, Juls? —pregunta en un suspiro.
—No quiero dramas, ni juegos, ni historias.
—No sé a qué te refieres —dice entrecerrando sus ojos.
—Sí que lo sabes.

410
—No, no lo sé.
—Kaden...
—Ilumíname.
—¿Jenn en la fiesta? ¿Y luego en Mala? ¿Eran simples casualidades?
—¿Jenn? —pregunta con confusión
Resoplo con indignación.
—Vamos, Kaden, no me salgas con eso ahora.
Empiezo a caminar hacia la cocina dando zancadas, abro la puerta del
horno y saco el sabroso pastel de chocolate. Elijo el pastel, Dev.
—No sabía su nombre —dice Kaden entrando en la cocina.
Corto un pequeño trozo y lo llevo a mi boca. Está delicioso. Devan sabe
trabajar el chocolate de todas las formas posibles.
Oh, sí...
Meto mi dedo en mi boca para limpiar los restos de migas de chocolate
que se han quedado impregnados en el.
—¿Así que ni siquiera sabes el nombre de alguien que te llevas a la cama?
—le pregunto.
La hipocresía de saber que no sabía su nombre la primera vez que nos
acostamos resuena en la parte trasera de mi cabeza.
—Sé su nickname, la conocí en una página de relatos.
Mi frente se arruga, ¿de qué está hablando?
—¿Qué?
—¿Estás celosa de ella, Julliet? —La sonrisa de sus labios me cabrea.
Yo sí, pero solo de que los orgasmos se los haya llevado ella y no yo.
—No, claro que no —enfatizo sacudiendo mi cabeza—, solo no quiero
que la utilices.
—¿Y si ella quisiera ser utilizada? Ya sabes, sexo sin ningún tipo de
compromiso, como hacías conmigo.
—Entonces está bien, pero no parecía el caso.
—¿Sabes porque llevé a esa chica a Mala? Porqué escribe relatos eróticos,
quería inspiración y un conocimiento más amplio del mundo Swinger.
—¿Escribe relatos?
—Así es como la conocí —explica acercándose lentamente a mí.
—¿Tú también escribes?
—No, solo leo algunas veces.
—De todas formas, eso de hacerme creer que no repetías con nadie, los
bailes, no sé, Kaden, me da la sensación de que solo juegas conmigo.
—¿Quién dice que he vuelto a acostarme con esa chica?
Parpadeo, pensando en su pregunta.
—La besaste en la fiesta de disfraces.

411
—Ahora mismo suenas bastante celosa.
Quiero borrarle esa sonrisa arrogante de la cara.
—No es por eso —gruño—, es porque me mientes. Me mientes todo el
tiempo o me ocultas información.
—No te mentí, no me acuesto con ninguna chica más de una vez, Julliet,
tú eres mi única excepción.
«Es preocupante que eso me parezca en cierto modo romántico. Lo es».
—Y con respecto a lo de la información respondo a todas tus
entrometidas preguntas, solo hay una cosa de la que no me gusta hablar, ya
lo sabes.
—No me dijiste lo del accidente de mis padres y la esposa de Andrew.
—Porque no me correspondía a mí decírtelo, y en todo caso, la única que
miente aquí eres tú. Me dijiste que no te follarías de nuevo a Andrew.
Paso las manos por mi pelo con frustración.
—¿Vamos a tener esta discusión de nuevo? —le pregunto exasperada.
—¿Por qué él?
—No puedo evitarlo, ¿vale? —estallo—. Me gusta, no puedes elegir quién
te atrae y quién no. ¿Por qué te molesta tanto?
Aprieta los labios con fuerza.
«¿Traumas de la infancia? ¿Celos? ¿le gusta Andrew y lo quiere para él?»
—Hay miles de personas en esta ciudad, ¿y tú tienes que follarte a mi
hermanastro, Julliet?
—No quiero seguir con esta conversación, no llegaremos a ninguna parte.
—¿Entonces cuando no quieres hablar de algo tenemos que dejar de
hablarlo y ya está? ¿Así cómo quieres que confiemos el uno en el otro?
—Tú haces lo mismo, cada vez que he intentado hablar de Bonn. —
Cuando veo su puño marcado con fuerza me callo de golpe.
Kaden abre la boca, parece dispuesto a hablar, pero su móvil nos
interrumpe. Baja la mirada y hace una mueca cuando ve la pantalla de su
teléfono.
—Me tengo que ir —murmura introduciendo su teléfono nuevamente en
su bolsillo trasero.
—Pero...
—Es importante, hablamos otro día.
—Kaden.
—Buenas noches, Julliet.
Deja la pequeña llave del apartamento de Devan sobre la encimera y se
marcha dejándome totalmente confundida. Como siempre. Esto empieza a
ser cansado.

412
Esta mañana he salido a correr.
Blake me asegura que la rapidez siempre puede ser uno de mis mayores
aliados en el momento de huir, por lo tanto, estoy intentando seguir su
consejo para mejorar mi resistencia.
Cuando llego de nuevo al piso de Devan estoy fantaseando con la ducha
fría que muero por darme.
Mi teléfono vibra indicándome que tengo un nuevo mensaje, llevo varios
días hablando con la Sra. Coleman sobre Lex, todavía no podemos visitarla y
la información únicamente se la dan a ella. Aunque no sabe que tengo a Dev
infiltrado.
Escucho como la puerta se abre, Devan debe haber llegado ya a casa.
Cierro el grifo y me envuelvo en la toalla, he olvidado las zapatillas por lo
que voy dejando gotitas de agua allá donde voy. Abro la puerta de la
habitación de Devan y lo encuentro allí desvistiéndose, mis pies resbalan por
culpa del agua y caigo de culo en un ruido sordo.
Devan se mueve automáticamente hasta mi lado para extenderme la mano
y me ayuda a levantarme.
—Para ser una excelente bailarina eres bastante patosa, Ángel.
—Buenos días a ti también —contesto poniendo los ojos en blanco.
—Buenas noches para mí, estoy muerto después del turno de anoche.
¿Comerás aquí hoy? Quiero todos los detalles de cómo fue ayer con ya sabes
quién. —Mueve las cejas de forma sugerente.
—No, y con respecto a lo de ayer no puedo creer que me preparas una
encerrona —suspiro.
—Una encerrona sexual, deberías estar agradeciéndomelo —comenta
dejándose caer sobre la cama.
—No vuelvas a hacerlo —le digo dejando caer la toalla.
Devan se incorpora sobre sus codos.
—¿Qué?
—Si quiero hablar con Kaden lo haré yo misma.
—Pero quieres y no lo haces.
Parece confundido.
—No todo es tan simple, Devan.
—Creí que solo ayudaba...
Ahora suena totalmente arrepentido.
—Agradezco tu intención, pero no lo vuelvas a hacer, por favor.
Su frente se arruga, su boca queda ligeramente curvada hacia abajo.

413
—Disculpa, no quería molestarte —dice con honestidad.
Me sabe mal que se sienta culpable, solo quiero dejarle claro que no me
ha gustado su idea, pero no quiero que se sienta mal por ello.
—No pasa nada, pero en el futuro agradeceré no tener una de tus
"encerronas sexuales" —comento mientras deslizo la ropa interior por mi
cuerpo.
—¿Y si son conmigo? —pregunta ahora cambiando de tono.
Una sonrisa se desliza por mis labios.
—Eso es diferente.
Devan salta de la cama y se pega a mi espalda, noto su aliento en mi nuca.
—Estás irresistible —murmura haciendo que mi piel se erice.
—Tengo que irme —advierto adivinando sus intenciones.
—Podemos ser rápidos.
—¿No estabas tan cansado?
—Nunca lo suficiente para estar contigo —dice sellando sus labios en mi
piel.

414
38. LIE TO ME
Odio a los centros de salud mental.
Odio a los psiquiatras.
Odio a los psicólogos.
Odio todo lo que tenga que ver con ese mundo.
De hecho, tras cruzar el umbral de la consulta del Dr. Ferrara ya empiezo
a notar la ansiedad disipándose por cada fibra de mi cuerpo, es una reacción
que desarrollé después de mis meses en el psiquiátrico.
Doy cada vez pasos más inseguros, le he prometido al Sr. Henderson una
sesión, pero no estoy segura de poder hacerlo, no he entrado en la consulta
y creo que quiero vomitar.
Siempre es igual, por qué estás aquí, sacar trapos sucios del pasado de los
que tengo menos tres ganas de hablar, consejos de mierda que no me ayudan,
sentirme peor porque hablar de todo me hace pensar en cosas que quiero
mantener enterradas. ¿Así que por qué estoy aquí?
—¿Julliet Collins?
Mierda, esa soy yo. ¿Y si no digo nada?
—El Sr. Henderson me ha dado una descripción bien clara de ti, Julliet.
La persona que se acerca debe ser Luca Ferrara, mi posible nuevo
terapeuta. Italiano. Algo mayor que Andrew. Vale, ¿él también es atractivo o
es que estoy perdiendo mi criterio y ya todo el mundo me parece atractivo?
¿Es mi desesperada necesidad de sexo que me nubla el juicio? Límites.
Necesito límites.
—¿Me acompañas? —Su tono de amabilidad y cercanía debe ser de esas
primeras manipulaciones para que baje la guardia.
Le sigo en silencio, todo parece ser tan lujoso, dentro de la consulta de
Luca hay varios títulos, por eso está doctorado. Es impresionante.
Seguramente impresionantemente caro. ¿Cuánto le habrá costado la consulta
a Andrew?
Ni siquiera tomo asiento.
—No quiero estar aquí. —Es lo único que consigo articular.
—Pero aquí estás —recalca, señalando lo obvio.
—No me gustan los terapeutas, Sr. Ferrara.
—Puedes llamarme Luca, Julliet —dice manteniendo su mirada clavada a
la mía.
Tiene un acento ligeramente marcado, cuando pronuncia mi nombre
parece que diga Julliette en su lugar.
Hace un gesto con su mano para que tome asiento, ya estoy aborrecida

415
antes de empezar.
—Cuéntame Julliet, ¿por qué estás aquí? ¿Y por qué no quieres que te
pregunte por qué estás aquí? —Se sienta frente de mí.
Frunzo el ceño, la primera parte de la pregunta me la esperaba, la segunda
no, ¿es tan obvio?
—Algunas personas de mi entorno creen que debería hacer terapia.
—¿Y tú no lo crees?
Me encojo de hombro.
—No te ofendas Luca, pero no tengo mucha fe en esto, he hecho terapia
en dos ocasiones, nunca ha ido bien.
—Como dice el famoso refrán, a la tercera va la vencida, ¿no?
Recuesto mi espalda contra la silla.
—Me temo que no soy tan optimista. Y si esa va a ser tu forma de llevar
la terapia déjame decirte que no le veo futuro a esto.
Luca sonríe.
—¿Entonces por qué has aceptado acudir a esta cita?
—Para decir que por lo menos lo he intentado.
Esto es demasiado extraño, ni siquiera parece que vaya a tomar notas y
siempre toman notas, ¿por qué no lo hace?
—Entonces, ¿vas a intentarlo?
—Estoy aquí, ¿no? —digo a la defensiva.
—Se puede estar en un sitio sin estar realmente presente.
Oh, aquí vamos con las frases místicas, ya las echaba de menos, me la
apuntaré para Lex, ya se estaría riendo. Lex. Pensar en ella es como una
puñalada.
—¿He dicho algo que te incomode? —Indaga.
Trago con fuerza.
—No.
—Esa es la segunda mentira en menos de un minuto, Julliet.
Cruzo los brazos sobre mi pecho y resoplo.
—¿No se supone que tienes que ganarte mi confianza y todo eso? Lo estás
haciendo de pena para tener tantos títulos.
Luca abre uno de sus cajones, sin prestarme atención, coje algo, y antes
de darme cuenta me lo lanza. Es una pequeña pelota antiestrés. Tenía una en
casa. Lex jugaba con ella todo el tiempo.
—Úsala mientras hablas conmigo.
La estrujo con rabia en mis manos, tengo mucha de esa contenida. Ni
siquiera miro ahora a Luca, mirar la maldita pelotita me recuerda a Lex y
como todo se ha ido a la mierda. Por un lado, tengo a Dev en mi vida, Sam
es increíble, me gusta estar cerca de Andrew, incluso hay momentos con

416
Kaden que desajustan mi mundo y sé que son muchos más de lo que admitiré,
pero si tuviera que borrar todo por volver a tener a Lex como siempre, feliz,
no me iría con Kaden, no aceptaría ese trabajo. Seguiría con… no, porque
igualmente le hizo a Lex… ¿por qué?
La pelota acaba con una raya, medio rota, por culpa de la fuerza que ejerzo
con mis uñas, no está rota del todo, si se junta no se puede apreciar que tiene
esa grieta, cualquiera que la viera desde el exterior no sabría que está a punto
de romperse porque aparentemente parece estar intacta. Como yo.
—La he roto —murmuro por lo bajo. Cuando veo como una gota cae
contra mi mano me doy cuenta de que es mía, estoy llorando en silencio.
—No pasa nada, Julliet. Se puede arreglar.
No me gusta sentirme tan débil frente a nadie, mucho menos un
desconocido. Los únicos especialistas que me habían hecho llorar era porque
me habían acusado de cosas horribles, o me habían hecho tratamientos muy
ortodoxos. Luca solo me ha dado una pelota.
—¿De verdad crees que se puede arreglar? —pregunto, tragándome el
nudo que se forma en mi garganta, es tan doloroso.
—Tengo pegamento, aunque tú y yo sepamos que se ha roto, se puede
solucionar, no estará igual, pero seguirá siendo igual de funcional.
Luca sigue mi metáfora, y ahora entiendo los malditos diplomas que
cuelgan en su pared.
—No quiero volver a rendirme —susurro para mí misma.
Decirlo se siente tan cierto, como si la realidad me golpeara de forma
repentina.
—¿Decías algo?
Me siento vulnerable y expuesta, lo odio.
—No puedes ayudarme —declaro.
—¿Y tú?
—¿Yo?
—Tú, Julliet. ¿Puedes ayudarte a ti misma?
Parpadeo varias veces, procesando su pregunta.
—No...
—Yo no puedo darte la solución para todo, pero sí puedo darte
herramientas para gestiones aquello que te genere problemas.
Cojo aire antes de soltar lo que me ha traído aquí en primer lugar, un
punto de partida.
—El Sr. Henderson cree que estoy utilizando el sexo como excusa para
no enfrentarme a los problemas.
—¿Y tú qué opinas sobre eso?
—No soy una ninfómana —digo a la defensiva, aunque él no me lo ha

417
llamado de forma explícita es algo que yo misma pienso y detesto.
Luca me quita la pelota de las manos y se dedica a arreglarla delante de
mí.
—Ese término ya no se aplica hoy en día. En todo caso estaríamos
hablando de hipersexualidad, y eso queda sujeto a debate, puesto que para
unos lo que se considera normal para otros puede ser excesivo o insuficiente.
—¿Entonces?
—Podemos considerarlo como una conducta compulsiva cuando se
transforma en algo difícil de controlar, cuando se utiliza para escapar de
problemas, soledad, depresión, ansiedad, estrés. Es algo que suele empeorar
con el tiempo. ¿Lo consideras tú como tal?
Está definiéndolo a la perfección.
—¿Eso qué significa? ¿No puedo tener sexo cuando me apetezca? —Mis
mejillas se sonrojaron levemente, se siente extraño decir esto.
—Estaría bien aprender a separar. Separar cuando es algo que realmente
deseas a cuando es un método de escape.
Me siento tan perdida, como si estuviera en guerra conmigo misma.
—Dime una cosa, Julliet, ¿qué es lo que te hace más feliz en el mundo?
Ni siquiera tengo que pensar en la respuesta.
—Bailar.
Las comisuras de los labios de Luca se curvan hacia arriba.
—Bailar tiene muchos beneficios psicológicos, es una manera de conectar
con uno mismo, de liberar emociones reprimidas, de mejorar el estado de
ánimo... ¿No podría ser una buena alternativa cuando sientes esa necesidad
de escapar de algo?
Bailar para mí misma, por diversión, por puro placer, suena bien.
—Supongo —admito.
Luca se levanta y coge de su gran estantería lo que parece ser una libreta,
una muy bonita, la verdad. La extiende hacia mí.
—¿Qué?
—Quiero que escribas aquí lo que piensas, cuando tienes esa necesidad
de sentir que quieres escapar de algo, lo que te hace sentir mal. Podemos
trabajar en ello, Julliet. No es necesario que me lo leas, pero es una forma de
aclarar tus pensamientos y saber que lo desencadena.
Cojo la libreta con indecisión, no me veo escribiendo nada.
—Aquí termina nuestra charla.
—¿Ya? —pregunto, sorprendida.
Luca alza una ceja.
—Si te preguntara sobre tu familia, ¿me dirías algo?
Es lo más básico, es como empiezan todas las visitas de terapia, haciendo

418
un maldito árbol genealógico donde sacan los traumas de los traumas de tu
tatarabuelo.
—No, probablemente no —confieso.
—Ya no ha habido más mentiras. Nos vemos la próxima semana,
Julliet—me devuelve la pelota.
—No he dicho que vaya a volver —le digo poniéndome en pie.
—A la misma hora —se limita a contestar.

Le acabo de dedicar dos páginas enteras de odio a Nathan. Ni siquiera


estoy segura de lo que estoy haciendo, pero sé con certeza que se trata de algo
de lo que me voy a arrepentir.
Debería habérselo dicho a Devan o Andrew, pero sé que me habrían
impedido hacer esto. Tengo que intentarlo, Lex no va a confesar, si al menos
consigo presionarlo…
Así que aquí estoy. En la estúpida cita que él ha concertado.
El metre coge mi chaqueta y me lleva hasta la mesa, cuando veo a Nathan
mi cuerpo se tensa por completo.
Puedo hacer esto. Puedo hacerlo.
O puedes coger el cuchillo de la carne y ver como brota la sangre de su
cuello.
Está bebiendo una copa de vino blanco mientras me inspecciona con la
mirada, algo que siempre ha hecho. Casi puedo escuchar sus comentarios en
mi cabeza, al igual que escuchaba los de mi madre.
El maquillaje debería ser un poco más sutil. La blusa abrochada por
encima del escote.
Los pantalones son demasiado ajustados. Los zapatos son muy altos.
—Buenas noches. —Su sonrisa carece de sentimientos, y eso pone mis
pelos de punta—. Toma asiento, cariño.
—No me llames así —siseo entre dientes.
—Vieja costumbre.
Recelosa, aparto la silla para sentarme en ella, lo hago lo más alejada
posible de la mesa.
Nathan levanta la mano y como acto reflejo me aparto aún más, mis
hombros se relajan un poco cuando veo que sólo está llamando al camarero.
—Buenas noches, ¿ya saben lo que quieren? —pregunta educadamente el
metre.
Una cadena perpetua para el susodicho de aquí en frente.
—Mi prometida y yo estamos de celebración y queríamos pasar una noche

419
sin tecnología, ¿le importaría quedarse con nuestros teléfonos hasta el final
de la cena?
Trago con fuerza y mis dedos se aferran alrededor del teléfono, no puede
estar hablando en serio.
—Oh, no puedo quedarme con sus pertenencias personales.
Sí, gracias a Dios.
—Estoy seguro de que podrá hacer una excepción, es una noche especial,
es nuestro aniversario y últimamente estamos muy distraídos, el trabajo, la
universidad —intenta coaccionarlo mientras saca a relucir un billete junto a
su móvil.
—Bueno, puedo hacer una excepción... enhorabuena, por cierto.
Si mi cara es un reflejo de mis emociones, ahora mismo debería estar
asustando al metre.
—Cariño, tú teléfono —insiste Nathan.
—Pero, espero una llamada importante —murmullo protegiéndolo en
mis manos.
Él se ríe y estira la mano, cuando nuestros dedos se rozan me deja sin
respiración.
—Vivimos demasiado pegados a la tecnología —le explica al metre
mientras le extiende mi móvil—, si alguien llama, nos trae el teléfono, por
favor—. Sonríe.
«Adiós plan perfecto».
Cuando se marcha, Nathan me mira con una amplia sonrisa.
—No soy estúpido, cariño.
Lo único que quería era sacarle confesiones y tenerlas grabadas, llevaba el
teléfono en grabación dentro de mi pequeño bolso, ahora estar aquí sentada
se siente una gran pérdida de tiempo y pone a prueba mis instintos asesinos.
—No puedes hacer esto —susurro.
—Hablemos como adultos, por una maldita vez.
Mi puño se cierra automáticamente y lo cubro con mi otra mano,
intentando relajarlo.
Coge la carta, y me ignora por unos minutos.
—¿Qué quieres? —pregunto perdiendo la paciencia.
—Empezaré con un Carpaccio de...
—Sabes que no hablo de eso —lo interrumpo.
Nathan me mira por encima de la carta.
—Te estás volviendo toda una maleducada, ese no es el tipo de educación
que te dieron tus padres.
Odio que constantemente los saque a relucir en cada conversación que
mantenemos.

420
Aprieto mis labios con fuerza.
—Ve al grano, no voy a pasar ni un solo segundo más aquí —prometo.
Me siento muy valiente diciéndoselo, pero cuando sus ojos parecen
oscurecerse un poco me encojo en mi asiento.
Nathan niega con la cabeza con decepción.
—Apenas te reconozco, Julliet.
—Bien, eso significa que estoy haciendo algo bueno.
—¿Estás segura de ello? Pareces...
Arrastro la silla ruidosamente y hago un ademán de ponerme en pie.
—Si eso es todo lo que tienes que decir me marcho.
Nathan deja la carta a un lado y coge un maletín que tiene junto a sus pies,
lo abre y me da un dossier lleno de documentos.
—Esto te interesará.
Informes médicos, radiografías, facturas, partes de lesiones...
—¿Qué es esto? —pregunto conociendo la respuesta.
—¿Cuánto tiempo crees que le caería a Devan Keen por agresión? Con
antecedentes, unos mesecitos en prisión se podría jugar.
¿Antecedentes?
Leo los papeles que tengo en las manos, hurto menor cuando era joven,
seguramente cuando estuvo viviendo con aquella familia horrible que no le
daba ni de comer. Lo arrugo con mis manos.
—¿Qué quieres? ¿Por qué me enseñas todo esto?
—Aún no hemos llegado a la mejor parte. Toma.
Echo un vistazo rápido al borrador de la demanda, la ha redactado él
mismo, soy capaz de detectarlo por la pedantería del tono del escrito.
—Has hecho cosas peores, y pagarás por ello.
Me mira con desconcierto.
—¿Qué se supone que he hecho exactamente?
Que me lo pregunte aumenta mi nivel de cabreo.
—No te hagas el inocente.
—No, explícamelo, no sé de qué estás hablando.
—Tú, en la fiesta, intentaste...casi me...yo no quería y tú...
Me cuesta encontrar las palabras, mis piernas tiemblan mientras el
recuerdo bloquea mi mente.
—Qué bonito será verte declarando.
—Sé exactamente lo que pasó.
—Creo que estabas demasiado bebida y confundes lo que pasó.
Todavía tengo pesadillas sobre ello.
—Esto es lo que pasó: ambos fuimos a una fiesta en la que bebimos. Las
cosas estaban un poco tensas porque acabábamos de cortar, pero tu querías

421
que te lo hiciera en el baño. Todo el mundo conoce tu insaciable y reciente
apetito sexual, pero llegó tu amiguito y se puso celoso, por lo que me empezó
a golpearme de forma injustificada. Y tú, cariño mío, como no puedes admitir
lo zorra que eres me acusas de algo que no es cierto para defenderlo.
Mi boca se abre mientras escucho las estupideces que suelta.
—No fue así.
—¿No?
—Abusaste de mí, me tocaste, ibas a... —No puedo seguir diciendo esas
palabras—, y de no ser por Devan...
Niega.
—No lo creo, ni yo, ni lo hará una corte que conozca tus antecedentes y
tus escándalos sexuales.
—Y a Lexie.
Me cuesta tanto decirlo, tengo su dolor grabado en mi mente.
—¿La loca de tu amiga? ¿No estaba en el mismo psiquiátrico que tú por
imaginar cosas que no son? ¿No es donde está ahora?
Que lo sepa me pone muy nerviosa. Tengo el impulso de alejarme de él y
hacerle daño.
—Yo la creo.
Una sonrisa se desliza por sus labios.
—¿Qué es lo que crees? Que yo sepa ella no me ha acusado de nada.
Arrugo la servilleta de tela que tengo en mis manos cada vez más.
—No te saldrás con la tuya —aseguro.
Pasa sus dedos por su barbilla mientras me estudia con la mirada.
—Vuelve conmigo.
Sacudo la cabeza con incredulidad. ¿He escuchado bien?
—¿Estás loco? —No puedo evitar poner los ojos en blanco.
—Está bien, has tenido tu fase rebelde, después de todo era de esperar,
pero el único capaz de darte aquello que necesitas soy yo.
—¿Y qué es lo que necesito según tú? —Suelto una carcajada amarga.
—Estabilidad.
—Antes me mato a volver contigo.
—Cuidado con tus palabras, mi amor, acuérdate, los antecedentes.
—No pienso volver contigo Nathaniel, nunca.
—Entonces seguiré haciendo de tu vida un infierno, y créeme que acabaré
contigo.
—No quiero escuchar ni una palabra más —digo poniéndome en pie.
—¿Quieres seguir follándote a un exconvicto, entonces?
Me giro para mirarlo.
—Tener antecedentes por hurto siendo adolescente no te convierte en

422
presidiario.
—No hablo de Devan Keen. —Sonríe como si todo esto le divirtiera.
—Déjame en paz, Nathan.
—Cuidado con quién metes en tu cama, o acabarás igual que Bonnie Lee.
Cumpliendo condena con tu amado Kaden. Y medio chiflada, aunque tú ya
lo estás.
Me congelo unos segundos. ¿Cómo sabe todas esas cosas?
—Aquí tienes toda la información, considéralo un regalo, te quiero para
mí de una pieza, así que aléjate de ese maltratador. Nos veremos pronto,
cariño.
Voy en busca del camarero y le exijo que me devuelva mi teléfono.
—¿Sucede algo, señorita?
—¿Puede, simplemente, devolverme mi puto teléfono?
Coge aire, Julliet, el camarero no tiene la culpa.
—¿Cuánto tiempo más va a hacernos esperar? Porque nos marcharemos
a otro sitio. —exige una voz femenina familiar.
Giro mi cabeza, lo que me faltaba: Amy, Alec y Kaden.
«Me tengo que mudar a Alaska».
—Oh, hola Julliet. —Sonríe ampliamente Alec.
—Julliet... —susurra Kaden completamente sorprendido.
Sacudo la cabeza, y vuelvo mi atención al camarero.
—Mi teléfono —insisto.
—Ahora mismo, señora. —murmulla antes de ir a buscarlo.
—¿Qué haces aquí? —exige Kaden envolviendo su mano alrededor de mi
brazo.
—Nada —contesto de forma tajante.
—¿Con quién has venido? —continua.
—Su prometido me ha dicho que le diera esto junto a su teléfono —me
dice el metre, lleva mi chaqueta, mi teléfono y un sobre marrón.
—¿Prometido? —repite Kaden, su tono de voz suena completamente
alterado.
—Gracias —contesto cogiendo todo.
Intento escabullirme, pero Kaden no suelta su agarre.
—Suéltame.
Alec y Amy parecen bastante sorprendidos, de hecho, por la escena que
estamos montando todos lo están.
—Quiero explicaciones, Julliet, y las quiero ahora.
—¿Estás demente? —pregunto con una risa histérica.
Emocionalmente me siento al borde, no necesito esto ahora.
—Julliet...

423
Le doy un ligero codazo en el costado, cortesía de Blake y sus lecciones
de como librarse del agarre de alguien.
—Quiere que la dejes, Kaden —le aconseja Alec.
—Vete a la mierda —le contesta.
Prácticamente voy corriendo hasta mi coche, lo cierro echando el seguro.
—¿Qué hacías con él, Julliet? ¡¿Te has vuelto loca?! —pregunta, enfadado,
golpeando el pobre vidrio de mi ventanilla.
Arranco el motor y lo miro antes de salir de allí. Al poco rato me doy
cuenta por el retrovisor que me sigue con su estúpida moto, mis ojos están
acumulando las lágrimas y la carretera cada vez es más borrosa.
Empiezo a dar vueltas sin sentido por la ciudad, cuando considero que ya
es demasiado peligroso continuar conduciendo aparco en el primer
descampado que veo.
—¿Me vas a estar persiguiendo toda la noche? —le pregunto sumamente
cabreada.
—¿Me vas a dar una maldita explicación?
—¿Te estás escuchando a ti mismo? No te debo nada, Kaden, nada.
Cuando se acerca un poco más su ceño se frunce.
—¿Estás llorando?
—No. —Mi voz tiembla.
Da otro paso hacia mí y noto mi espalda chocando con mi coche, pone
sus brazos a cada lado, encerrándome.
«No debo. No debo».
—Ojalá no te hubiera conocido —murmuro, intentando apartarlo con
mis palabras.
—¿Sí? No podría estar más de acuerdo contigo, porque olvidarte es
jodidamente imposible. —Sus ojos azules se oscurecen.
Estrella sus labios contra los míos y apaga mi mente.
«Lo quiero, aunque no quiera quererlo».
Lo deseo por los motivos incorrectos, hacerlo ahora con Kaden solo es
una forma de distracción, de desconexión, pero me hace sentir tan bien…
Gimo cuando sus labios se presionan contra mi cuello.
Mis ojos se entrecierran mientras succiona, marcándome, siempre tan
posesivo, tan reclamante. Sus manos frías se cuelan por debajo de mi blusa,
estremece mi piel el contraste de temperaturas.
«Lo quiero».
«Pero no debo».
«Pero lo necesito».
«No es cierto».
«Solo una última vez».

424
«No quiero decepcionar a Luca tan pronto».
«Él no tiene por qué enterarse».
—Para —murmuro cuando soy capaz de abrir los ojos.
Me mira con confusión.
—Quieres esto —contesta antes de besarme nuevamente.
Mis labios no colaboran con mis pensamientos.
—No —susurro empujándolo levemente. Quiero arrancarle la camisa, no
apartarlo.
—No entiendo…
—No necesito que lo entiendas Kaden, necesito que te marches —decirlo
cuesta más de lo que imaginaba.
—¿Es por Bonnie?
Mi frente se arruga cuando escucho ese nombre salir por sus labios.
—Es por mí.
—Lo quieres, me quieres, es evidente, no entiendo…—Pasa su mano por
mi cuello y trago.
—Necesito quererme a mí, Kaden. No espero que lo entiendas, solo...
—¿Esto es por algo qué te ha dicho el cabrón de tu ex? —farfulla
golpeando con su otra mano mi pobre coche.
—¿No puedes verlo? Es lo mejor para los dos.
—Voy a partirle la cara de una vez por todas si…
Niego.
—Hay un número limitado de veces que pienso ir tras de ti Julliet —me
advierte.
Las lágrimas siguen fluyendo por mis mejillas. ¿Por qué me entristece
tanto esto?
—Está bien —contesto intentando sonar firme.
Se pasa las manos por el pelo, frustrado.
—¿Bien? ¿Esto te parece bien?
Voy a gastar todas las hojas de la maldita libreta.
—Adiós, Kaden.

Por lo menos la Sra. Myers me deja utilizar la sala de ensayos fuera de


horario y puedo bailar tanto como me plazca, así que aprovecho estos días
para hacerlo, dentro de poco será navidad, tendremos luego los trabajos
iniciales del segundo semestre y no tendré nada de tiempo. Así que paso
muchas horas del día bailando. Me hace no pensar en nada más, y aunque es

425
egoísta por mi parte, necesito esto porque estoy a nada de quebrarme del
todo.
Cuando llega el viernes por la noche tenemos una temática en Mala que
nunca había visto hasta ahora.
—¿Noche de anonimato? —pregunto cubriendo parte de mi cara con el
antifaz.
—Exacto, hoy tanto clientes como trabajadores permaneceremos en el
anonimato —me dice Celeste mientras ata su corpiño.
—¿Entonces tenemos que bailar con esto puesto?
—Sí —se limita a responder.
—Pensaba que las temáticas eran exclusivas en la sala dos.
—Algunas veces aleatoriamente tenemos la noche del anonimato, muchas
parejas se animan a venir de este modo. Por cierto, ¿irás la semana que viene
a la acampada?
¿La acampada? ¿La misma acampada que me propuso Kurt? ¿La que
acaba en orgía? Se me ponen rojo hasta los pelos de la cabeza.
—¿Tú irás?
Una sonrisa se desliza por sus labios.
—Por supuesto.
—Yo... uhm... todavía no lo he decidido, pensaba que solo iban los
camareros.
—La organizan ellos principalmente, pero puede ir cualquier trabajador
de Mala.
—¿Estáis listas? —pregunta la Sra. Myers entrando al vestuario, sé que es
ella por su tono de voz.
Asentimos y nos preparamos para salir, todo el mundo va con máscaras
o antifaces, incluso las personas de seguridad.
Antes de abrir la puerta a la sala tres siento unos brazos alrededor de mi
cintura.
—¿Ángel? —La voz de Devan en mi oído hace que me estremezca.
Me giro y lo miro, su sonrisa vacilona es inconfundible.
—¿Cómo lo has sabido?
—Reconozco tu cuerpo a la perfección, me paso mucho tiempo
admirándolo —contesta encogiéndose de hombros.
—Si sigues halagándome todo el tiempo terminaré con un ego tan grande
como el tuyo —resoplo.
—¿Y qué tiene eso de malo?
Me rio y sacudo la cabeza.
Celeste me llama la atención, en menos de cinco minutos tenemos que
salir todas para el número principal.

426
—Tengo que irme.
—Lo sé. —Hace una mueca—. Echo de menos tenerte por aquí.
En estos momentos me parece tan tierno que siento el impulso de
abrazarlo.
—Mañana estaré aquí —le recuerdo.
Devan asiente.
—Venga, ve y disfruta seduciéndolos a todos con tus movimientos. —
Me empuja cariñosamente.
—¿Quedamos en la salida?
—Sí, que tengas una buena noche, Ángel.
—Igualmente, demonio.
Es extraño no poder identificar a nadie, aunque es cierto que genera un
ambiente mucho más morboso el no saber a quién te estás dirigiendo.
Chrissa nos da pie a subir al escenario y seguimos nuestra típica rutina,
por suerte, tengo bien atado el antifaz y en ningún momento de mi número
individual se cae.
Cuando termino estoy agotada, una de las bailarinas no ha podido venir y
he tenido que hacer más bailes. Estoy bebiendo con desesperación una
botella de agua cuando Chrissa se acerca. No, estoy molida, entre mis bailes,
y los bailes de Mala estoy exhausta.
—Sé que apenas has tenido tiempo para descansar, pero han reservado
un privado para ti.
Los músculos de mi cuerpo protestan, sin embargo, el dinero extra que se
consigue haciendo bailes privados es demasiado bueno.
—Ahora mismo voy.
Hay muchas más personas en la sala tres hoy, por lo que practicante tengo
que ir esquivando a la gente. Abro el reservado y cierro la puerta detrás de
mí. El cliente permanece ligeramente curvado con una copa en sus manos.
Sé quién es nada más verlo.
—¿Por qué no contestas a mis mensajes? ¿Me tienes bloqueado? —
reprocha.
Enciendo el estéreo y evito poner los ojos en blanco.
—¿Por qué iba a bloquearte, Kaden?
—Eso me gustaría saber —dice, llevándose la copa a los labios.
Muevo mis caderas siguiendo el ritmo de la música.
—No tengo ningún mensaje tuyo, ni he ignorado nada —le digo mientras
mis rodillas tocan el suelo.
Paso las manos por mi muslo mientras subo lentamente hacia arriba.
—No mientas, Julliet.
—No miento —le aseguro.

427
—¿Y esto?
Gira la pantalla de su teléfono y me muestra nuestra conversación,
efectivamente hay varios mensajes enviados.
—Cambié de número a raíz de los vídeos, ese contacto ya no existe —
explico.
Se quita la máscara y observo su ceño fruncido.
—Pensaba que después de nuestra última conversación no querías verme.
—Suena completamente vulnerable, algo que me deja bastante impresionada.
—Estoy cansada de los secretos y las mentiras.
Sus manos van automáticamente a mi cintura, como hace siempre que me
coloco sobre su regazo.
—Suenas molesta.
—No me importa lo que hagas, Kaden.
En parte esa afirmación es una gran mentira, sin embargo, actúo bastante
bien.
Sus dedos se hunden con fuerza.
—¿No te importa? ¿No te importo? —repite.
Niego la cabeza.
Mueve sus manos hacia arriba y cierro los ojos cuando pasa por el
contorno de mis pechos.
—Déjame verte —dice tirando del antifaz.
Cuando lo sube me siento más vulnerable, su mirada es tan intensa que
siento que está viendo el interior de mi alma.
—¿No te importo, Julliet?
La canción ha terminado desde un par de minutos, permanecemos
mirándonos el uno al otro mientras estamos en silencio. No tengo claro que
siento por este hombre, estoy tan confundida que es como si mi cabeza fuera
un hervidero de pensamientos.
—Creo que te importo más de lo que te gustaría admitir —murmura con
seguridad.
—O eso es lo que quieres pensar.
Su pulgar acaricia mi mejilla, debería llamarle la atención, pero sé que no
servirá de nada. Se inclina hacia mí, cuando siento su respiración en mi cara
debido a la cercanía dos golpes en la puerta nos interrumpen.
—El tiempo ha acabado —digo saltando fuera de su regazo.
—¿Podemos hablar en algún momento? —me pregunta.
Asiento, porque necesito saber si lo que pone en esos papeles es cierto,
quiero escuchar su versión.
—Adiós, Juls.
Coloco nuevamente mi antifaz e intento calmar mis pulsaciones.

428
—Tienes otro cliente —me dice Chrissa.
Paso las manos por mi falda abierta, alisándola.
—Puede pasar.
Chrissa se hace un lado y a los pocos segundos entra un hombre, su cara
va completamente cubierta por una máscara, pero tiene un gran físico. Cierra
la puerta y pongo una canción.
—¿Listo para el baile? —pregunto de forma educada al cliente.
—Lo estoy, cariño —responde la única persona capaz de congelar mi
sangre.
Nathan.
La adrenalina se dispara por mi sistema, todas las alertas se activan, lista
para salir huyendo de ahí. Sin embargo, parece que alguien ha pegado mis
pies al suelo, no puedo mover ni un solo músculo de mi cuerpo.
—¿Cómo te va? —pregunta tranquilamente mientras le da un sorbo a su
bebida.
Necesito reaccionar, necesito reaccionar.
—Un gran número el de esta noche, por cierto, aunque ya sabes que
nunca me ha gustado que bailes —continúa hablando.
«No me importa lo que te guste, capullo».
—Te hace lucir como una perra en celo, aunque bueno, visto lo que corre
por internet, es lo que eres ahora, ¿no? Gracias a Dios que tus padres no están
vivos para ver la zorra en la que te estás convirtiendo.
Trago con fuerza el nudo que se forma en mi garganta.
No entiendo qué me pasa.
«¿Por qué no puedo moverme? ¿Por qué no puedo decir nada?»
Se acerca lentamente a mí, mi corazón late tan rápido que siento como si
fuera a desfallecer en cualquier momento.
Las minicámaras de seguridad, es ahora o nunca. No lo sabe. Los
reservados son los únicos sitios de Mala que tienen cámaras para que nadie
se sobrepase con las bailarinas. Con audio. Puedo hacerlo.
—Retira la denuncia, zorra. No tienes nada que hacer contra mí, me estás
haciendo perder el tiempo y dañando mi imagen.
Pienso en Lexie y empiezo a temblar con ira.
—¿La violaste? —escupo la palabra con rabia.
Nathan levanta las cejas, sorprendido.
—¿Estás tomando más medicación de la que debes o es que ya empiezas
a tener alucinaciones?
—Lexie.
Una sonrisa macabra adorna su boca.
—¿Qué pasa con la loca de tu amiga?

429
—¿Qué le hiciste? —Mi cuerpo logra moverse, mis manos cogen con
fuerza el cuello de su camisa.
Tengo la insaciable necesidad de hacerle pagar por ella.
—Lo que todas las perras como vosotras queréis.
—Lo hiciste en contra de su voluntad.
—¿Entonces por qué rogaba que no parara de follármela?
Mis puños se arrugan con más fuerza, con tanta fuerza que mis nudillos
se ponen blancos.
—Eres... eres…—No encuentro palabras para describir la repulsión que
me produce.
Sus manos se envuelven alrededor de mis puños, liberando el agarre, con
un rápido movimiento me voltea tumbándome sobre el sofá.
El peso de su cuerpo sobre el mío hace que suba la bilis por mi garganta.
—Suéltame —mascullo con ira.
—Tal vez debería hacer eso de lo que me acusas —murmura con tono
lascivo mientras recorre su mano por el interior de mi muslo.
—Voy a meterte en la cárcel tanto tiempo que ni podrás recordar cómo
luce el exterior —murmuro antes de clavar mi rodilla en su entrepierna.
Aprovecho para rodear mis manos en su cuello y presiono con toda la
rabia que contengo, el aire empieza a abandonar su cuerpo, intenta batallar,
no puedo soltarlo, quiero que pague. Dice algo, pero las palabras en su boca
son incomprensibles.
La puerta se abre y me tenso.
—Disculpad, me dejaba la chaqueta —comenta Kaden de forma casual.
Levanto la cabeza, cuando nuestras miradas se cruzan veo cómo analiza
la situación.
—¿Este capullo se está pasando contigo, Julliet? —pregunta con un tono
tan frío que debe ser capaz de congelar personas.
Aflojo un poco la presión sobre su cuello, lo escucho toser con fuerza y
disfruto cada segundo de ello.
—Lo tengo controlado —murmuro, mi tono de voz suena demasiado
inestable.
—Suéltame, zorra —masculla Nathan mientras se retuerce, su máscara se
mueve revelando su rostro.
—¿Ese es...? —La voz de Kaden suena cada vez más tenebrosa—.
Muévete, Julliet—ordena.
—No —respondo.
—Deja que me encargue de él —pide.
—Esto es cosa mía, Kaden.
Nathan aprovecha mi distracción para tirarme al suelo de un golpe y

430
ponerse en pie, se lleva las manos al cuello mientras me mira con furia.
Kaden da un paso hacia él y Nathan retrocede.
—Cuidado con tu próximo movimiento si no quieres acabar entre rejas
—le advierte.
No debería estar disfrutando tanto de verlo atemorizado.
O tal vez sí.
—Merecerá la pena —asegura Kaden cerrando sus puños.
Me levanto de golpe y me interpongo entre ellos, colocando mis manos
sobre el pecho de Kaden para frenarlo.
—Para, no lo vale, Kaden.
Sus ojos se desvían y cuando me mira veo como vacila.
—Solo un puñetazo, para dejar en paz mi alma —murmura intentándome
convencerme de ello.
Sacudo la cabeza.
—Muy bien, escoria, vete de aquí y reza para no cruzarte conmigo nunca
más —sisea Kaden, advirtiéndolo.
Una sombra cubre la puerta que Kaden ha dejado entreabierta.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Andrew—. Seguridad me ha
alertado, ¿estás bien, Julliet?
Asiento.
Su mirada salta entre todos nosotros.
—¿Intentas regalarnos el caso? No puedo creerme que hayas podido ser
tan estúpido —le dice Andrew a Nathan.
Él se tensa.
—Solo estaba aquí por un baile.
—Estás acosando a Julliet.
—No sabía que era ella.
—Explícale eso a la policía.
—No he hecho nada, por lo que no tengo que dar explicaciones a nadie.
—Voy a por mi teléfono, no dejes que se marche, Kaden.
—¿En serio quieres a la policía por aquí? ¿Qué imagen le dará al club? —
le dice Nathan.
—Ahora mismo no me importa —responde Andrew encogiéndose de
hombros con indiferencia.
Nathan masculla algo por lo bajo.
—¿Por qué iba a hacerte caso? —resopla Kaden.
—Porque quieres ayudar a Julliet, ¿no?
Kaden aprieta los labios con fuerza y no dice nada más.
—Julliet —me llama Andrew moviendo su cabeza para que lo siga.
La mandíbula de Kaden se cierra con brusquedad cuando observa cómo

431
voy junto a Andrew.
—¿De verdad estás bien? —me pregunta Andrew colocando su mano en
la parte inferior de mi espalda.
—Sí. —Sacudo la cabeza, confundida por lo que está pasando—. Eso
creo.
—Voy a llamar a Jared también, creo que nos aprobaran una orden de
alejamiento después de esto.
—Andrew...él tiene razón, no deberías llamar a la policía, el club... —le
digo pensando en las consecuencias de la imagen que daría.
—No voy a discutir sobre esto.
Paso las manos por mi pelo con preocupación, lo último que quiero es
repercutir en la clientela de Mala.
Varias personas nos miran con curiosidad, supongo que es porque ambos
vamos sin cubrir nuestro rostro.
Caminamos hasta su oficina, Andrew reporta la situación a la policía local
y llama a Jared, mientras está al teléfono la Sra. Myers entra y vienen hasta
nosotros.
—¿Qué ha pasado? —pregunta.
No sé cómo resumirle la situación, así que me limito a mirar al Sr.
Henderson esperando que hable él.
—Gracias Evans, te envío la ubicación ahora mismo —murmura Andrew
antes de colgar el teléfono.
—¿Drew? —le pregunta la Sra. Myers a Andrew.
—Alguien ha intentado propasarse con Julliet —explica.
—¡Oh! ¿Estás bien? —pregunta automáticamente la Sra. Myers en mi
dirección.
Asiento.
—He llamado a la policía —le dice Andrew.
—¿A la policía? —repite la Sra. Myers.
—Sí, Agnes, a la policía.
—Pero...
—No quiero escuchar ni una palabra más —responde—. Me voy con
Kaden, no me fío de dejarlo solo. Julliet, será mejor que te quedes aquí hasta
que lleguen los oficiales.
—Voy a ir contigo.
—No.
—Sí.
Cierra los ojos y coge aire con fuerza.
—Te quiero detrás de mí todo el tiempo.
Evito poner los ojos en blanco y asiento.

432
Cuando llegamos de vuelta a la cabina vemos como Nathan pellizca su
nariz, la cual ahora es un reguero de sangre.
—¿Qué has hecho? —gruñe Andrew.
—Evitar que se escapara —responde Kaden encogiéndose de hombros.
—No es cierto, ni siquiera me había movido —protesta Nathan.
—Ah, ¿no? A mí me lo parecía.
—¿Esto es lo que te gusta, Julliet? ¿Gente violenta delictiva? —me dice
Nathan.
—¿Quieres que te muestre qué tan violento puedo llegar a ser? —le
amenaza Kaden.
Nathan se calla de golpe.
Dos personas de seguridad se unen a nosotros.
—Será mejor que te marches ya, Kaden —le sugiere Andrew.
—No voy a dejarla sola con él.
—No está sola.
Parece haber una guerra de miradas entre ellos.
Se marcha sin decir nada más.
Al cabo de un rato llegan los comisarios para tomar declaración y se llevan
a Nathan esposado. Me alegra saber que al menos esta noche la pasará entre
unos barrotes.

433
39. I WANNA BE YOUR SLAVE
En la vida me gusta especialmente ignorar esos momentos incómodos en
los que nadie sabe qué decir y se genera un silencio eterno. Me gusta porque
mi cerebro parece tener cortocircuitos en estas particulares ocasiones y
empiezo a decir las primeras gilipolleces que pasan por mi cabeza sin ningún
tipo de filtro.
Después de la intensidad del último encuentro que tuve al mismo tiempo
con Kaden y el Sr. Henderson pensé que ya no me vería metida entre ellos
dos nunca más.
Y como me gustaría estar metida entre ellos dos. Pero no como estoy
ahora.
Así que, viéndome aquí, el sábado por la tarde, sentada en el despacho de
la mansión del Sr. Henderson junto a Kaden y el propio Sr. Henderson, me
hace tener momentos de conflictos mentales. Andrew nos ha convocado a
los dos para añadir información al caso, pensaba que Kaden se negaría a
venir, pero para mi asombro, y creo que secretamente para el asombro de
Andrew, él ha venido.
—¿Qué tipo de relación mantiene con la Srta. Collins? —le pregunta
Andrew a Kaden manteniendo su tono profesional.
«La pregunta del millón».
—¿Actualmente? —responde él con aire aburrido.
—Sí.
Los ojos de Kaden se desvían un segundo hacia mí y le devuelve la mirada
a Andrew.
—Ninguna.
No sé cómo el Sr. Henderson ha convencido a Kaden de venir hasta aquí,
pero admito que me hubiera gustado escuchar esa conversación.
—¿Y qué tipo de relación tenía con ella?
Kaden se inclina y pasa sus dedos por su barbilla, dubitativo.
—Follábamos, eso es todo.
Trago con fuerza mientras escucho sus palabras. El Sr. Henderson se
aclara la garganta y me mira. Nosotros hemos mantenido una conversación
previa.
—La Srta. Collins no describe de ese modo su relación.
Los dientes de Kaden relucen cuando muestra una amplia sonrisa.
—Estoy intrigado por saber cómo la describe —contesta él con burla.
Por lo menos alguien se divierte con la situación.
—¿Entonces no considera que su relación iba más allá de lo carnal? —

434
insiste Andrew.
«Eso, sácale los trapitos sucios».
Kaden se encoge de hombros.
—Necesito una respuesta más específica, Sr. Kane.
—¿Puedes cortar el rollo formalista? Me da mal rollo que me llames por
mi apellido.
—Lo sé —responde Andrew con un brillo de diversión en sus ojos—,
conteste Kaden.
—Estoy aquí, ¿no? Me importa, me importaba, lo que sea.
Mi corazón está haciendo su propia carrera personal escuchando las
respuestas de Kaden.
—Descríbame lo sucedido la noche de ayer en la que se encontró con el
ex prometido de la Srta. Collins —le demanda Andrew.
—¿Es necesario? ¿No está grabado? —suspira, aborrecido.
—¿Quiere colaborar o no?
Pone los ojos en blanco.
—Él la estaba tocando indebidamente y ella se estaba defendiendo,
cuando entré a buscar mi chaqueta la golpeó, tirándola al suelo.
—¿Pudo ver el momento exacto de la agresión?
—Sí, por eso le rompí la nariz.
—Kaden —Suspira Andrew masajeando su sien—, este es el tipo de
comentarios que no puedes decir sin más si te llaman a testificar.
—¿No se supone que tengo que decir la verdad?
—Intenta filtrar un poco tus respuestas, como sugerencia, eso te evitará
volver a pr...
El Sr. Henderson se calla de forma repentina y aclara su garganta mientras
mira a otro lado.
—Nathan puede demandarte por agresión si se entera de las grabaciones.
—Él había agredido a Julliet, solo la estaba defendiendo.
—Estas son las fotos de cómo quedó el ex prometido de Julliet, aquí no
hay defensa, hay ensañamiento.
Andrew despliega sobre las mesas fotos de Nathan, tiene moratones
aparte de la nariz rota, entre Dev y él al final va a necesitar reconstrucción
plástica.
¿Cómo ha conseguido eso el Sr. Henderson?
—Él no es inocente, se lo merecía. Le había puesto las manos encima a
Julliet... —Su voz empieza a temblar ligeramente por la ira.
—Relájate —le ordena Andrew a Kaden.
Ambos se miran con intensidad y Kaden se pone en pie.
—Necesito un poco de aire —dice, luce completamente tenso.

435
—No tires las cenizas al suelo, pídele a Dave un cenicero —le advierte
Andrew a Kaden mientras este sale del despacho.
La puerta se cierra con violencia y miro al Sr. Henderson.
—¿Sería mejor que no estuviera presente? —le pregunto.
—No, tu presencia es necesaria —asegura.
—¿Por qué?
El Sr. Henderson apoya los codos en el escritorio y entrelaza sus dedos.
—He considerado que era lo más conveniente.
—¿Cree que Kaden puede ser útil como testigo para la defensa?
—¿Sinceramente?
Asiento.
—No, pero necesito estar preparado por si lo llaman a declarar de la parte
contraria y saber todo lo que piensa, he de conocer su punto de vista de la
historia.
A mí también me gustaría conocerlo.
—Entonces... ¿también tendrás que hablar con Devan?
Andrew se recuesta cómodamente en la silla.
—No, ya lo he hecho.
—¿Qué? ¿Cuándo?
—Hace unos días.
Me extraña que no me haya dicho nada Devan, aunque a veces no
coincidimos en casa.
—¿Y cree que su testimonio sí será útil?
El Sr. Henderson suelta un largo suspiro.
—No lo sé, Srta. Collins, me temo que todo el número de los vídeos
pretende desacreditar el testimonio del Sr. Keen. Debemos confiar en la
sinceridad de sus palabras y la credibilidad que tenga sobre el jurado.
Hundo mi cabeza en mis manos.
—Nadie va a creerme, mi reputación está por los suelos —mascullo.
—¿Sabe lo que veo yo cuando miro esos vídeos?
Lo miro y niego.
—Una mujer que disfruta abiertamente de su sexualidad, y eso Srta.
Collins, no tendría que desacreditar su palabra, ni dañar su reputación.
—No tendría —repito sus palabras—, en un mundo perfecto. No en
nuestra sociedad actual.
—Lamentablemente, todavía hay mucho pensamiento retrógrado, sí, pero
eso no tiene que hacerle tirar la toalla.
Me fascina.
Lo odio.
No quiero que me fascine.

436
Deslizo mi mirada por su cuello, el primer botón de su camisa no está
atado, continúo por sus brazos flexionados bien trabajados, parecen querer
romper la camisa que lleva.
Tan comestible. Pasaría su mano por su pecho y continuaría bajando por...
—Deje de mirarme de ese modo, Srta. Collins. —Chasquea Andrew con
su habitual tono autoritario.
—¿De qué modo? —pregunto sacudiendo mi cabeza y saliendo de mi
fantasía.
—Sabe a lo que me refiero, no es necesario que se lo aclare.
—He escuchado por ahí que tiene un sótano peculiar.
¿Acabo de decir eso en voz alta?
Los ojos de Andrew se abren con asombro.
—Julliet.
—¿Allí hace lo que le hacía a aquella mujer en Mala?
Ya que estamos... De perdidos, al río.
—¿Por qué tiene tanto interés en conocer los detalles privados de mi vida
personal?
—Usted conoce los míos, es justo, ¿no?
Casi pone los ojos en blanco.
—Los conozco por otro tipo de interés, si estuviera en mi mano preferiría
no conocerlos, créame. Al menos no esos.
—¿Tiene un potro en el sótano?
Así se podría cumplir el sueño.
—No sea curiosa, no le conviene.
Resoplo.
—¿Siempre me tiene que decir lo que me conviene o lo que no me
conviene?
—Sí, por lo visto ya es costumbre —Sonríe.
Verlo sonreír es tan inusual, que cada vez que lo hace me deslumbra, con
Kaden pasa exactamente lo mismo. Es tan confuso tener este tipo de
sentimientos que no entiendo.
Kaden abre la puerta repentinamente y nos mira.
—¿Terminamos con esto ya? —suena ligeramente irritado.
Andrew asiente y Kaden se aproxima, dejándose caer en la silla.
La tensión en el ambiente entre ellos dos es palpable, se puede cortar con
un cuchillo y estoy deseando que acabe. Él responde a todas las preguntas de
Andrew con condescendencia, como si lo odiara.
—Eso es todo lo que necesitaba saber, gracias por la colaboración, Kaden
—concluye el Sr. Henderson.
Kaden me mira.

437
—¿Necesitas que te acerque a casa?
Necesito un libro que me explique su personalidad.
¿Ahora quiere llevarme a casa?
—La reunión ha finalizado contigo, pero con la Srta. Collins no ha
terminado —responde Andrew.
—¿Entonces ella se queda aquí? ¿Contigo?
El Sr. Henderson levanta una ceja.
—¿Hay algún problema con eso?
—No sé, ¿no hay otro lugar más apropiado para las reuniones?
—¿Que mi despacho de reuniones? No, no lo creo —le responde Andrew
con sarcasmo.
Ninguno dice nada y vuelan miradas entre todos nosotros.
—La siguiente parte de la reunión es privada, necesito que te marches.
Gracias por haber venido.
Kaden no parece nada contento con lo que está diciendo Andrew.
—¿No puedo quedarme? Ella ha estado presente durante mi
interrogatorio.
—Kaden.
Se pone en pie, ahora está enfadado.
—Estás en una posición de poder sobre ella, no te aproveches —le
advierte.
Miro a Kaden perpleja.
—Puedes ahorrarte tus advertencias —le contesta Andrew.
—Dime una cosa, ¿te las follado aquí también? ¿Dónde? ¿Tal vez aquí?
—pregunta dando una patada al sofá que hay en el despacho y desplazándolo
varios metros— ¿O sobre este escritorio, como en Mala?
De todas las facetas que tiene esta es una que llega a asustarme. Parece
completamente cegado por la ira. Hace un ademán de tirar todo, pero el Sr.
Henderson se pone en pie y lo para.
—Vete —le ordena.
—Me das asco, Andrew. No deberías ser su abogado.
—Y no lo soy, y ahora vete Kaden —le repite.
Él me mira con confusión, coge su chaqueta y se marcha sin mirar atrás.
El Sr. Henderson se queda reflexivo unos minutos después de la partida de
Kaden.
—Tiene razón.
—¿Qué?
—No debería estar tan implicado contigo, no después de lo que ha pasado
entre nosotros.
—¿Quieres... quieres abandonar el caso? —pregunto con repentino

438
nerviosismo.
Sacude la cabeza.
—No quiero, pero no está bien. Esto no está bien. —Suspira, frustrado
mientras pasas su mano por su pelo.
—No sirve de nada arrepentirse ahora, Andrew. —Me acerco a su lado.
—No me llames así. —Da un paso atrás.
—Es tu nombre.
—Sí, pero necesito que mantengas cierta distancia. No eres mi amiga, ni
mi amante. Eres mi alumna y mi cliente.
—Y tu empleada. —Añado.
—Exacto.
La corriente entre nosotros fluye en el ambiente, atrayéndome hacia él
como si una fuerza magnética me empujara a sus brazos.
—Será mejor que lo dejemos estar por hoy, así podrás descansar un
poco—concluye, interrumpiendo el momento.
—Pero...
—Márchese Srta. Collins, lo retomaremos mejor mañana.

Mientras conduzco de vuelta al departamento de Devan mi cabeza no deja


de reproducir el ataque de ira de Kaden.
Aparco el coche y cuando salgo y empiezo a caminar me siento observada,
miro a mis alrededores.
—Julliet —la voz femenina de una chica capta mi atención.
Me giro hasta ella y me tenso.
Bonnie.
No me trago su rostro inocente y voz angelical, no después de lo que he
leído sobre ella.
—¿Qué quieres? ¿Me estás siguiendo?
No sé si a estas alturas debería tenerle más miedo a ella que al capullo de
Nathan. Voy a tener que tomar clases extras de defensa personal o, Dios no
lo quiera, y aunque esté en contra de ello, aprender a usar un arma y conseguir
una licencia.
—Quiero hablar contigo. —Se aproxima.
¿Hablar? ¿Conmigo?
—Déjame tranquila antes de que llame a la policía.
Inclina la cabeza a un lado, escalofriantemente tranquila.
—¿Por qué harías eso? Solo quiero hablar.

439
Me cuesta creer que tenga la edad de Kaden, parece tan joven que diría
que tiene mi edad, un rostro impecable y dulce.
—Habla —le digo secamente.
—¿Sabes quién soy?
—La mujer que destrozó mi coche, sí.
Bonnie hace una mueca, terriblemente disgustada.
—No entendiste nada, lo hice para protegerte. —Parece una niña
pequeña molesta.
La miro con incredulidad.
—¿Para protegerme necesitabas destrozar mi coche?
—Quería hacer ver que lo había hecho Kaden, pero no me dio tiempo.
—Se encoge de hombros.
Sacudo la cabeza, no entendiendo nada.
—Lo hice por tu bien, para que te alejarás de él —explica como si fuera
obvio.
No aclara nada, solo me confunde más.
—¿Por qué?
—Porque no es bueno, pero es mío. Estamos hechos el uno para el otro,
así que nadie puede interponerse. No sé quién te crees que eres, pero no le
llegas ni a la suela de los zapatos a Anne.
—¿Kaden te pegó?
Bonnie sonríe y me dan escalofríos.
—Kaden puede ser muy malo si se lo propone, pero es muy divertido
cuando es malo. Él y yo tenemos una conexión especial, una que tú no puedes
romper. Yo sé lo que piensa en todo momento. Y tú no eres Anne. Tenemos
que ayudarla también. —Cuantas más cosas dice, más me arrepiento de ha-
berme parado a escucharla.
—Mira, Bonnie, tengo cosas que hacer, él no me importa, todo tuyo. No
quiero involucrarme más en nada que lo relacione.
Ella parpadea varias veces, como si estuviera procesando mis palabras.
—No me estás diciendo la verdad. Le quieres. —Se acerca y enrosca sus
manos en mis brazos, apretando con fuerza.
—Suéltame —digo intentando sacudirme para liberarme de su agarre.
—Es mío. —Aprieta con más fuerza.
Su mirada está vacía, y cuando nuestros ojos conectan es como mirar el
fondo de un abismo.
Me suelto, empujándola, ya que no me deja.
—Te arrepentirás —me amenaza.
Tengo que hablar con Kaden de esto. O tal vez debería alejarme por
completo de él.

440
Cuando llego al apartamento de Devan me paso el diario de Luca por un
sitio no muy educado y voy directa al armario del alcohol, me han dado la
noche libre, en contra de mi voluntad, por el incidente de ayer. Así que me
sirvo una copa y me repaso el sobre que me dio Nathan.
Aunque quiera escuchar la versión de los hechos desde su punto de vista
hay algo que no puedo negar, y es la reducción de condena de Bonnie por su
diagnóstico. Andrew me ha advertido varias veces sobre Kaden, pero nunca
me ha dicho que sea un maltratador como tal, y estoy segura de que no me
dejaría estar con él si fuera el caso. Ahora, que Bonnie sea agresiva por sus
delirios y eso haya comportado una pelea física entre ellos… O quizá solo lo
medio exculpa porque es su hermanastro. No lo sé.
Hoy estaba realmente enfadado, y sí, puede llegar a ser violento, pero por
su mal genio.
Me leo el caso una y otra vez mientras sigo bebiendo.
Que alguien que seguramente no esté tomando medicación para una
esquizofrenia paranoide me diga que me arrepentiré seguramente me debería
preocupar tanto como el psicópata de mi ex prometido. El cual curiosamente
me ha dado toda esta información.
¿Por qué me la ha dado él y nadie más me ha informado cuando esa mujer
va detrás de mí? Me sirvo otra copa.

Tengo una reunión con el Sr. Henderson en menos de media hora, por lo
que apresuro mi paso hasta mi coche, antes de llegar vislumbro desde la
distancia la pintura que cubre el lateral.
Zorra.
La originalidad nunca muere.
Me pregunto cuántas veces tendrá que sufrir mi pobre coche insultos.
Subo dando un fuerte portazo. Paseo por toda la ciudad con el llamativo
mensaje en el lateral, cuando llego hasta la increíble mansión del Sr.
Henderson es cuando siento un poco de vergüenza.
No quiero que lo vea, sin embargo, es difícil de ocultar, aunque con suerte
no saldrá a recibirme. Aparco en una zona diferente para intentar que no se
vea tanto el coche, cruzo el césped con rapidez, algo que definitivamente no
es una buena decisión porque los aspersores comienzan a bañarme por
completo. Cierro los ojos y salto fuera del césped, el pelo mojado se pega a
mi cuello, la ropa se me ha quedado empapada en cuestión de segundos.
Arrugo la parte inferior de mi blusa escurriendo el agua. Sería mejor dar

441
la vuelta y marcharme de allí.
«¿Por qué siempre me tienen que pasar estas cosas?» El Sr. Henderson
está en la puerta con los brazos cruzados, su mirada me recorre de arriba a
abajo.
—¿Qué estaba haciendo? —Frunce sus labios.
—Es que hoy todavía no me había regado —contesto con sarcasmo.
Andrew sacude la cabeza y se hace a un lado.
—Le traeré algo de ropa seca —murmura desapareciendo escaleras arriba.
Me quedo balanceando mi peso de un pie a otro, miro a mi alrededor, el
cuadro que vi la última vez ya no está.
Me pregunto por qué lo habrá quitado.
Los pasos de Andrew resuenan, aparece con una toalla doblada y ropa.
—Puede cambiarse en el baño —indica.
Es como si estuviera viviendo un deja vú, igual que cuando me caí a su
piscina.
—¿Lavarás mi ropa de nuevo? —pregunto mordiendo mi labio inferior.
Sus ojos parecen hipnotizados en mi boca unos segundos, aclara su
garganta y sacude la cabeza.
—La estaré esperando en el despacho, puede dejar su ropa en el baño, le
diré a uno de mis trabajadores que se encargue de ella.
Hago una mueca, decepcionada, y voy hasta al baño.
Cuando me seco me pongo la ropa de Andrew, huele a él y su olor
provoca algo en mí. Dejo todo doblado encima del mueble y salgo hasta su
despacho. Abro la puerta y lo observo allí tecleando algo en su ordenador.
No es justo que luzca tan caliente, produce estragos en mi mente.
—Tome asiento. —Señala sin apartar la vista de la pantalla.
Muevo la silla de forma sonora y me siento justo enfrente.
—Tengo información sobre la dirección IP desde la que subieron los
vídeos a sus redes sociales —me informa.
Mis manos aprietan con fuerza el filo de su escritorio.
—¿Y bien?
—Está es la dirección a la que está asociada. —Mueve un papel y lo deja
delante de mí.
Bajo la mirada y lo leo, parpadeo y vuelvo a leerlo.
No es posible.
—No puede ser, esta dirección...
—Es de su casa, lo sé.
—Pero yo no, no entiendo como...
—A la hora que se subieron los vídeos usted estaba aquí, conmigo. Algo
que sabíamos y por suerte las cámaras de mi entrada la tienen registrada, pero

442
que además tengamos registros certificados sobre la IP, listo. Este caso, la
demanda de su ex, es una tontería y además una demostración de
allanamiento de morada. Una preocupación menos.
Paso la mano por mi pelo con desesperación.
—Ha sido él, seguro que ha burlado el sistema de seguridad.
—Si pudiéramos probarlo sería algo más que testificar en su contra.
—No veo cómo.
—Me estoy encargando de ello, no se preocupe.
Aprovechamos la reunión para seguir indagando en su habitual ronda de
preguntas sobre mi relación con Nathan, como siempre exige respuestas muy
rigurosas por mi parte, no hay un solo detalle que permita que se me escape.
Cuando terminamos mi cabeza se siente lista para estallar, mentalmente
me tiene exhausta.
Se pone en pie e imito su gesto.
—Seguramente su ropa estará lista —comenta—, iré a por ella.
—Puedo ir con usted —me ofrezco.
No oculto mi necesidad por él, ahora mismo es tan intensa que siento que
puedo ahogarme en ella.
Deseo, deseo, deseo.
No como quiero huir de algo, si no como me muero por sentirlo en mi
interior. Es como si existiera una explosión de feromonas sexuales a nuestro
alrededor.
—No es necesario.
—¿Tiene miedo de que baje hasta allí con usted? —Lo provoco.
Sus labios se aprietan con fuerza.
—No —responde.
—Después de usted entonces. —Muevo mi mano.
Farfulla algo incomprensible por lo bajo y sonrío.
Camina intentando mantener la mayor distancia conmigo posible, por lo
que practicante parece que estemos haciendo una carrera a su lavandería.
Abre la puerta y los recuerdos invaden mis sentidos.
—¿Rememorando algo?—le pregunto.
—A veces me gustaría amordazarla. —Tan rápido como dice eso sacude
la cabeza, como si no creyera lo que acaba de decir.
—Creo que eso también me gustaría. —Trago con fuerza.
Se frota las sienes y suspira, camina hasta la secadora y se inclina para
sacar la ropa. Las vistas me tienen practicante babeando. Me acerco a su lado
y cuando se gira estamos separados por pocos centímetros.
—¿Qué está haciendo, Srta. Collins?
—Ya lo sabes.

443
Dejo de tutearlo, sé que eso lo vuelve loco.
—No puede repetirse lo que sea que esté pensando.
—Pero...
—No hay peros que valgan, Srta. Collins. Ya le he dicho muchas veces lo
inapropiado que es, ¿le tengo que recordar nuevamente que es mi alumna y
que además trabaja para mí?
Muerdo mi labio.
—Pero técnicamente ahora mismo no soy alumna, ya no soy su cliente y
tampoco es mi jefe. Me contrató la Sra. Myers. Además, lo quieres tanto
como yo. —Lo tiento.
—Parece determinada a acabar con mi autocontrol.
Sonrío seductoramente.
—Tu autocontrol quedó fuera de aquel ascensor, Andrew —murmuro
deslizando mi mano por su abdomen bien trabajado.
Su mano se cierra con fuerza alrededor de mi muñeca, deteniéndome.
Parece que ambos hemos dejado de respirar, esperando pacientemente el
próximo movimiento del otro.
—Deje de tentarme.
—Deja de controlarte —susurro poniéndome de puntillas para buscar sus
labios con los míos.
El contacto de su boca junto a la mía es fugaz, apenas perceptible, pero el
simple roce provoca una llamarada que me recorre de arriba a abajo.
No logro entender el deseo desmesurado que siento por él, sin duda es
un hombre muy atractivo, pero es algo más.
Sus manos se colocan de forma amable pero firme en mis hombros.
—Su terquedad puede llegar a ser irritante o admirable —susurra mirando
mis labios.
—Prefiero quedarme con admirable. —Sonrío junto a su boca.
El Sr. Henderson se aparta y niega.
—¿Entonces no vas a enseñarme tu sótano? —pregunto jugando con el
borde de la camisa que llevo puesta.
Me mira con una expresión indescifrable.
—¿Qué espera lograr con eso? —dice apoyando su espalda en la pared y
cruzando sus brazos.
Buena pregunta. Ni yo lo sé.
—Ya sabes que mi curiosidad no tiene límites.
—Sin embargo, no está hecha para ese mundo.
Su afirmación me cabrea. ¿Qué sabrá él? ¿Ahora es adivino?
—¿Y en qué te basas para afirmarlo?
Una sonrisa condescendiente cubre sus labios.

444
—En que temblaba mientras fustigaba a aquella mujer en Mala, le asusta,
y no tiene material para ser sumisa, es desafiante todo el rato, Srta. Collins.
Mi frente se arruga y mi boca se curva, formando una mueca.
—Me estoy empezando a cansar de que asumas cosas por mí.
—Siempre lo hago basándome en los hechos.
Ugh, ¿no puede parar de sonar como un abogado ni un solo minuto?
—Pues te equivocas, pero bueno, siempre puedo encontrar a alguien más
que me enseñe un poco de este mundo. Y quiera enseñarme modales —
añado.
—Seguro que puede. —Asiente, firmemente.
¿Y no le importa? Yo quiero que sea él, no otra persona.
Doy una zancada y cojo la ropa seca que ha dejado sobre la secadora,
empiezo a quitarme su ropa como si quemara.
Se aclara la garganta y me giro para mirarle.
—¿Algún problema? —Resoplo.
—¿No puede hacer eso en la intimidad, en otro lugar?
—Por favor, no es nada que no hayas visto o tocado.
—Me pregunto dónde quedó la chica tímida que se avergonzaba por tener
que cambiarse en un vestuario mixto.
Pongo los ojos en blanco.
—Empezó a trabajar en Mala —contesto acercándome para que tenga
una buena imagen de todo lo que se está perdiendo.
No aparta la mirada de mis ojos, pero observo como traga con dureza.
—Vístase —ordena con ese tono autoritario que hace volar mi cabeza.
—¿O qué? —le reto.
Su mano derecha empieza a temblar levemente y mi sonrisa se ensancha.
La situación tiene mi libido por las nubes, sobre todo cuando me doy
cuenta qué empieza a marcarse la parte delantera de su pantalón.
—Me pregunto qué es lo que pasa por esa cabeza testaruda tuya.
Casi lo tengo donde quiero, ya ni recuerda mantener la distancia a la hora
de hablarme de usted.
—Podría mostrártelo.
—Julliet.
Mi nombre en sus labios suena tan sensual, podría grabarlo y escucharlo
una y otra vez.
—Enséñame que es lo que te gusta, Andrew. Llévame al sótano.
—No puedo —murmura.
—¿No quieres?
—No puedo—repite.
—¿Por qué? Solo mientras no sea tu alumna —le tiento.

445
Suelta un largo suspiro.
—No es tan simple.
—Hazlo simple.
—No.
—¿Me deseas? —pregunto pasando mis dedos por la parte inferior de su
espalda.
La respuesta es más que obvia para ambos, aun así, quiero escucharlo.
—¿Quieres esto? —Deslizo mis dedos por su cinturón, quitando la
hebilla, cuando encuentro el botón de su pantalón cierra los ojos.
Lo deseo tanto como él a mí, es innegable.
—Dímelo —susurro mientras mi mano se desliza por el interior de su
ropa interior.
—Joder, sí.
Contengo una sonrisa cuando lo escucho maldecir, envuelvo mi mano
alrededor de su longitud y empiezo a moverla, Andrew sigue con los ojos
cerrados.
Con la otra mano tiro de su ropa y se la bajo, me arrodillo delante de él
levantando la mirada.
—Abre los ojos, Andrew.
Cuando nuestros ojos conectan saco la lengua y lamo su punta, no deja
de asombrarme lo grande que es.
El deseo en su mirada provoca calor por todo mi cuerpo.
Me separo unos centímetros y humedezco mis labios con mi lengua, sus
puños se cierran con fuerza y lo miro expectante.
—¿Qué quieres que haga? —pregunto.
Su respiración parece ligeramente alterada, al igual que la mía. Deslizo mi
mano una y otra vez, notando como se endurece bajo mi tacto. Hago un
ademán de acercarla a mi boca y me retiro.
—Ordénamelo —le pido.
Quiero demostrarle que sí puedo ser lo que necesita, que quiero estar en
su mundo. Formar parte de él.
—Métetela en tu boca —exige con este tono autoritario que quería
escuchar.
Abro la boca y la introduzco lentamente, cuando la siento contra la parte
posterior de mi garganta intento contener la arcada que intenta impedir que
me ahogue.
—Succiona. —Agarra con firmeza la parte posterior de mi cabeza,
enredando sus dedos en mi pelo, tirando y haciéndome daño.
Hago caso de sus indicaciones y amo cada segundo de ello. Es sucio,
morboso y brusco. No hay nada más que placer al realizar un acto tan carnal

446
y primitivo.
Pese a ser yo la que está hincando las rodillas en el suelo me siento
poderosa.
Cuando llevo un rato mi boca empieza a doler, mantenerla abierta de ese
modo resulta agotador, la saco y observo como un hilo de saliva conecta entre
nosotros, lo limpio con el dorso de mi mano sintiendo cero pudores.
—¿Dónde quieres terminar, Andrew?
—Siéntate sobre la secadora.
Acato su petición y con agilidad me subo encima del electrodoméstico.
—Abre las piernas.
Su mano continúa el trabajo que estaba haciendo con mi boca mientras
me observa, deslizo primero una pierna y luego la otra, quedando abierta por
completo ante él.
—Quiero que te acaricies mientras te follo con mi mano, Julliet. Y quiero
oírte, no te contengas.
Muerdo mi labio inferior mientras pongo mi dedo índice sobre mi clítoris,
estoy tan húmeda que se desliza con facilidad sobre el. Mis caderas se mueven
cuando introduce un par de dedos en mi interior, son largos, no tanto como
el, pero sabe cómo moverlos de forma adecuada.
En la sala solo se escucha nuestra respiración agitada y mis gemidos. No
perdemos detalle de lo que está haciendo el otro.
Verlo autocomplaciéndose es tan erótico, las imágenes se quedan
grabadas en mi mente.
Los dedos de mis pies se curvan, mis piernas se tensan y una descarga me
sacude mientras observo como Andrew se deja llevar.
Su corrida mancha mi vientre y parte de su mano. Con mi dedo recojo
parte de su orgasmo y lo llevo a mi boca bajo su atenta mirada. Saca sus dedos
de mi interior, mi excitación los recubren. Es vergonzoso lo mojados que
están.
—Limpialos —demanda.
Empuja en mi boca y mi lengua se encarga de llevarse mis propios fluidos,
es medio humillante la forma en la tengo que hacerlo y me pone un montón.
—Así de obediente y mojada te quiero siempre —me dice antes de
inclinarse para devorar mi boca. Su lengua reclama la mía, y sé que solo lo
hace para probarme.
Va a darme un paro cardíaco.
—Solo mientras esté de excedencia, Julliet. En cuanto vuelva a clase esto
tiene que terminar de raíz —susurra contra mis labios.
Asiento.
—Vístete y ven conmigo —ordena.

447
Me coloco la ropa con rapidez y lo sigo, debo admitir que estoy bastante
nerviosa. Caminamos por el largo pasillo de fuera que conduce a unas
escaleras que bajan otra planta.
Cuando llegamos al último escalón observo la gran puerta metálica, en mi
cabeza lo imaginaba todo un poco menos moderno.
Andrew coloca su dedo sobre un lector de huella y la puerta se abre de
forma automática.
—Para muchas personas no es un secreto mi estilo de vida sexual, al final
trabajando en Mala todo se sabe y no es algo de lo que me avergüence.
Me quedo en el marco de la puerta vacilando sobre si entrar o no.
—No vamos a hacer nada aquí dentro, Julliet, solo te quiero enseñar
donde quieres meterte —pone sus ojos en blanco.
Parpadeo varias veces, asimilando todo lo que estoy viendo.
La sala de la tortura, como bromeamos en Mala con la sala BDSM. O del
placer.
—Nunca has hecho nada similar, ¿verdad?
Niego con la cabeza.
—Supongo que tendrás muchas dudas.
Asiento.
—Debo reconocer que me gusta tu versión silenciosa. —Sonríe.
Normalmente intentaría replicarlo con algún comentario sarcástico, pero
permanezco muda mirando los extraños objetos y muebles de mi alrededor.
Algo llama mi atención y mis ojos se abren ampliamente.
—¿Eso es...?
—Una jaula, sí.
Mi boca se abre y se cierra repetidamente.
¿Para qué...?
Hay cosas que reconozco por Mala, pero casi todo resulta desconcertante
y nuevo.
Observo fijamente una rueda gigante anclada a la pared que tiene agarres.
Grey supremo ha hecho una buena inversión en esta sala.
—¿Has usado todo esto? —le miro.
—Sí. ¿Qué piensas?
—No estoy segura.
—La comunicación es la base de todo en el BDSM, Julliet.
—Creo que debo procesarlo, además tengo que irme.
—Te acompaño a la puerta.
Salimos de la sala y presiona un botón que cierra la puerta, no sé qué
decirle, ni siquiera estoy segura de que pensar.
—¿Por qué has dejado tu coche tan lejos? —pregunta cuando salimos.

448
«Oh, oh».
—No sé, estaría despistada —Miento rascando mi nuca—. Esto...gracias
por la sesión. Ya nos veremos.
—Julliet, espera.
Estira su mano tocando mi hombro para detenerme.
—No quiero que te sientas presionada a nada, tenlo presente.
—Lo sé.

449
40. DEVIL DOESN’T BARGAIN
No me puedo creer que esté haciendo esto, pero tras ver su mensaje
sumado a todas las dudas en mi cabeza… Necesito esto. Creo. No lo sé.
—¿Te apetece tomar una copa? —pregunta tomando mi chaqueta.
Se siente raro estar aquí después de todo. Después de lo que sé. Después
de todo lo que sea que esté pasando entre nosotros. Las idas y venidas que
me tienen constantemente confusa, una parte de mí no consigue sacarlo de
mi mente.
—Un poco de vino, gracias.
Kaden se inclina para sacar del armario dos copas, descorcha una botella
y la sirve. Tomo la copa con mis manos y mis dedos juegan alrededor del
borde de la copa.
—Habla —me dice antes de darle un buen trago a su copa.
—¿Por qué fuiste a prisión, Kaden? —Sin rodeos, directa al grano.
No me mira, mantiene su vista clavada en el fondo de su copa.
—¿No crees que se condena a gente inocente muchas veces?
—¿Por qué no me lo habías dicho antes? —le presiono.
Extiende su mano en el aire, haciendo como si me saludara.
—Soy Kaden Kane, he estado medio año en prisión, encantado —Suena
teatral—. ¿Conoces a alguien que se presente así? —Resopla.
—No digo que te presentes de ese modo, pero hemos pasado mucho
tiempo juntos después, en algún momento…
—¿En qué momento? ¿Mientras follábamos?
—También hemos hablado muchas veces, yo te expliqué algunas cosas.
—Porque yo te preguntaba, nunca lo has hecho por ti misma. Además, lo
insinué una vez.
Intento recordar en qué momento puede haber dicho algo semejante,
pero soy incapaz de pensar en uno.
—¿Cuándo?
—Te dije que no me importaba una condena más —Se encoge de
hombros.
Mi boca se abre ligeramente.
—¡Pensaba que estabas bromeando! ¡No se pueden decir esas cosas tan a
la ligera si son ciertas! —Me excuso.
—¿Por qué no? ¿Quién lo dice?
—Kaden, la prisión es un tema serio.
—No he dicho lo contrario.
Me exaspera, hablar con él es como toparse contra la misma pared una y

450
otra vez.
—¿Por qué te condenaron seis meses, Kaden?
Lo sé, quiero escucharlo de sus labios. ¿Me dirá la verdad?
—Ah, sí, eso —Le da otro trago hasta vaciar la copa—. Agresión mutua.
—¿Agresión? ¿Seis meses por una pelea?
—Seis meses y una orden de alejamiento.
—¿Y la otra persona?
Tanteo.
—Tres meses, discriminación positiva.
—¿Fue Bonnie? —Me atrevo a preguntarle.
—No quiero hablar de ella, Julliet, esa mujer me ha arruinado demasiadas
cosas como para que le dedique un solo pensamiento.
—Disculpa —digo mordiendo mi labio inferior.
Kaden lo ve y automáticamente lo suelto.
—¿Entonces no fue tu culpa? —lo pruebo.
—Agresión mutua, en parte lo fue.
—Pero ¿qué lo inició?
—Celos, locura, obsesión, tal vez una mezcla de todos ellos.
No me habla de su diagnóstico, no me explica lo peligrosa que es Bonnie,
lo que puede llegar a imaginar si no toma la medicación que obviamente no
toma.
—¿Por tu parte?
Su frente se arruga, como si acabara de decir una estupidez.
—Por su parte —aclara—, pero con el historial de mi padre lo tuvo
bastante fácil en el juicio.
Mi mano se coloca de forma automática sobre su hombro, como gesto de
consolación. Sé que no fue su culpa, se defendió de ella. Le estaba atacando.
Tenía un cuchillo.
—Lo siento.
—No importa, fue hace muchos años ya. Ahora que lo sabes, ¿ves las
cosas de otra manera?
Sacudo la cabeza.
—¿Entonces vas a seguir huyendo de mí?
—No huía de ti por eso, Kaden —murmuro separándome para generar
un poco más de distancia entre nosotros.
—Me gusta estar contigo —admite.
Su confesión me deja muda.
—Y sé que a ti también te gusta.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunto.
—Quiero ver hasta dónde podríamos llegar.

451
—Creo que no te estoy entendiendo...
Da un paso hacia mí y levanta su mano para acariciar mi rostro con el
dorso de su mano.
—Lo haces.
Uno de sus dedos dibuja una línea sobre mi labio inferior.
—No puedo cumplir tus peticiones.
Me refiero a Andrew, y él lo sabe.
—No importa.
—Kaden...
—Mi necesidad por ti es superior, no puedo seguir manteniéndome
alejado. Sin reglas, sin normas, solo tú y yo, Julliet.
Mi cabeza da vueltas y las mariposas en mi estómago revolotean con
fuerza.
—Pero...
—Shhh —susurra inclinándose. Sus labios rozan suavemente los míos—
, sin peros. Sólo dejarse llevar.
Mis ojos se cierran cuando nuestras bocas se encuentran de nuevo.
Dejarse llevar. Me gusta esto. Dejarse llevar puede estar bien.
No sé cuántas veces continuaremos jugando a esto, perseguirnos, alejarlo,
volver a caer.
Por mucho que lo intente no puedo seguir resistiéndome, le he echado de
menos, lo necesito. Quizá tanto como él me necesita. Al final caigo en la
tentación. Mi mayor pecado. Donde todo inició.
Su mano se cuela por debajo de mi blusa, sus dedos por mi piel me dejan
sin aliento. Saca la mano y tira de ella, alzo los brazos para ayudarle. Al mismo
tiempo que cae al suelo ya está quitando mi sujetador, su nariz roza mis
pezones erguidos, a continuación, su boca rodea uno de ellos, sus dientes
tiran con mucha suavidad, provocando que mi espalda se arquee. Entierro
mis uñas en su espalda, arañándolo con fuerza. Es desmesurado, ninguno
controla nada. Se trata todo sobre placer.
Su boca sigue hacia arriba, me besa justo en la comisura de mis labios,
arrancando un gemido de la parte posterior de mi garganta. Desabrocha con
habilidad mis pantalones, coloco mis pies el uno sobre el otro para tirar de
mis zapatos.
Acaricia mi trasero y baja por la parte trasera de mis muslos, coge una de
mis piernas para que le rodee con ella, cuando lo hago hace lo mismo con la
otra y me alza en sus brazos. No puedo decir la cantidad de veces que he
estado así con él, más que con nadie en mi vida. Es tan familiar el sentimiento.
Sus brazos flexionados se marcan, y mi boca se hace agua viéndolos.
Empieza a caminar conmigo en sus brazos mientras continuamos

452
besándonos con necesidad.
Abre la puerta de su habitación con el pie y me deja caer en su cama, se
separa el tiempo preciso para quitarse toda la ropa que lleva puesta. Antes de
que me dé tiempo de recapacitar ya está sobre mí de nuevo.
Tira con brusquedad de mi ropa interior, dejándome completamente
desnuda, se coloca un condón y se instala entre mis piernas, siento su
necesidad contra mi centro. Mis caderas se elevan, buscándolo. Necesito más.
—Míranos, Juls.
Alzo la cabeza y mi mirada se desliza a nuestra unión. Muerdo mi labio
con fuerza mientras observo cómo se introduce lentamente en mi interior.
Empuja con profundidad y noto cómo me llena por completo, agarro las
sábanas de mi alrededor haciendo un puño con ellas.
—Tú y yo. Así es como debe ser. ¿Por qué te sientes como el jodido cielo?
—me pregunta mientras embiste con más fuerza.
Acaricia mi muslo lentamente y tira de mi pierna para colocarla sobre su
hombro, de este modo es tan profundo que duele. Es un buen tipo de dolor,
un dolor al que sin duda podría acostumbrarme para siempre.
El sonido de nuestros cuerpos chocando con violencia aumenta mi
morbo, en estos momentos mi cuerpo queda completamente rendido a
Kaden.
Me acaricia por todas partes mientras me besa, nuestras bocas se mueven
de forma descuidada y distraída, cuando su lengua roza la mía gimo con
fuerza.
Coloca mi otra pierna sobre su hombro, con cada arremetida siento que
me lleva al cielo.
—Quiero sentir como te corres a mi alrededor, Juls. Dámelo.
—Dios. —Gimo cuando aumenta la velocidad.
Estoy demasiado sumergida en el placer para bromear, mis ojos se cierran
cuando siento como una corriente eléctrica cruza mi cuerpo.
Continúa sin detener el ritmo, llevándome a un segundo orgasmo. Baja
mis piernas de sus hombros y me gira para dejarme sobre mis rodillas. Golpea
mi trasero y lo agarra con fuerza al mismo tiempo que se introduce
nuevamente en mí, mis gemidos quedan amortiguados contra su colchón.
Da igual en que posición me tenga, Kaden me vuelve loca de placer en
cada una de ellas. Su mano libre se desliza por delante para acariciar mi
clítoris, lo hace con destreza, provocando que todo mi cuerpo se tense.
Termina al mismo tiempo que me hace llegar, se deja caer a mi lado y me
envuelven en sus brazos. Su cuerpo desnudo presionado contra el mío me
gusta demasiado.
Nos miramos el uno al otro, en uno de esos silencios que dicen más de lo

453
que nosotros diremos.
El sueño poco a poco me va venciendo, mis ojos se entrecierran y
empiezo a estar en ese punto entre el limbo de la realidad y la fantasía de los
sueños.
—Te quiero, Julliet.

Despertar con la cabeza de alguien entre tus piernas es una forma


exquisita de iniciar el día.
—Sam... —Gimo, todavía medio grogui, cuando siento su lengua
haciendo su magia.
El aire de la separación brusca hace que abra los ojos por completo, bajo
la mirada hacia abajo y me encuentro a Kaden con el ceño fruncido.
Ups.
—¿Sam? —repite, suena ligeramente indignado.
Me incorporo sobre mis codos para verlo mejor.
—Perdona, todavía continuaba un poco dormida —me disculpo
mordiendo mi labio inferior.
Kaden suspira y se pone en pie, cubro mi cuerpo desnudo con las sábanas
mientras observo cómo se coloca unos pantalones cortos deportivos.
No dice nada, pero es más que evidente que le ha molestado. A mí
también me hubiera molestado, la verdad.
—Kaden, lo siento, pensaba que...
—Está claro que era lo que pensabas, Julliet —responde
interrumpiéndome.
Sale de la habitación prácticamente dando zancadas, súper cabreado.
Estiro mis extremidades y salgo de su cama, cubro mi cuerpo con la
primera camiseta que veo y voy hasta el salón. Kaden está fuera con un
cigarro en la mano. Las vistas al mar desde este lado de la casa siempre me
dejan sin aliento. Abro la puerta corredera y voy hasta su lado.
—Kaden, de verdad que lo siento, no sé qué más quieres que te diga.
—¿Qué tal mi nombre la próxima vez?
Bueno, sí está pensando en próximas veces, no está todo perdido.
Aprieto mis labios con fuerza, sin saber que responder a eso.
Es de las pocas personas capaz de dejarme sin respuesta.
Suspira y se pasa la mano por el pelo, mientras su cigarrillo cuelga de su
boca.
—Da igual, no debería ponerme así... —dice rápidamente.
Vale, esa actitud es nueva y sorprendente.

454
—Creo que será mejor que marche ya —murmuro.
Da una última calada y hunde lo restante contra el cenicero.
—No, no te vas hasta que hayas gritado mi nombre unas cuantas veces
—advierte.
Y cumple su palabra.
El sexo furioso con Kaden es una de las mejores cosas que he
experimentado.

Cuando llego al apartamento de Devan lo encuentro tumbado en el sofá,


mira tan concentrado su teléfono que ni se percata de que acabo de entrar.
—Buenas tardes, Dev. —Lo saludo alegremente.
Se sobresalta y el móvil le cae sobre la cara.
—Auch —Protesta frotando su frente.
Mis labios se juntan, conteniendo la risa.
Me mira entrecerrando sus ojos y tira de mí para colocarme encima suyo,
una vez lo consigue hace una extraña maniobra que termina conmigo debajo
y él enjaulándome con sus brazos.
—¿Te hace gracia mi sufrimiento, Ángel? —pregunta en tono bromista.
Niego la cabeza rápidamente, intentando fingir seriedad.
—Bien, no quiero llevarme una idea equivocada contigo.
Sonrío cuando siento su boca contra mi cuello.
—Hueles a sexo —murmura separándose—. ¿Ha ido bien, entonces?
—Más o menos.
—¿Habéis hablado? ¿O solo han hablado vuestros cuerpos? —Mueve sus
cejas de forma sugerente.
—No, hemos hablado...
«Entre otras cosas».
—¿Y qué? ¿Ya habéis admitido vuestro profundo amor por el otro?
Pongo los ojos en blanco.
—No es así, Devan.
De repente recuerdo el te quiero, lo que pasa es que no sé si fue real o
producto de mi imaginación.
—¿Qué pasa?
—¿Eh? —pregunto distraída mientras sacudo mi cabeza—, no. Nada.
Me mira con suspicacia, como si intentará leer más allá de lo que muestro.
—¿Y estás bien? Ya sabes, después de lo de Mala. —Su rostro se vuelve
más serio.
Lo pienso unos segundos antes de contestar.

455
—Sí, lo estoy.
—¿De verdad?
Sonrío y hago con él justamente lo mismo que hice con Nathan, cuando
lo tengo totalmente inmovilizado parpadeo mis ojos con inocencia en su
dirección.
—Sé defenderme por mi cuenta.
—¿Está mal que esto me ponga un montón?
—Devan —suspiro.
—¿Entonces las clases de Blake están funcionando?
—Eso parece —le digo orgullosa mientras lo suelto.
—Me alegro, Ángel —responde con una sonrisa honesta—. ¿Y con el
terapeuta cómo fue?
Hago una mueca al recordarlo.
—Bueno, era la primera sesión, deberías darle alguna oportunidad más,
¿no?
—Ya…
Devan frunce el ceño, pero no dice nada más.
—Tengo que ducharme, he quedado con el Sr. Henderson en una hora.
Se pasa una mano por la frente, secando sudor imaginario.
—Qué vida tan agotadora la tuya.
—Es por lo de Mala, bruto. —Le empujo el hombro.
—Oh, vale, ¿entonces no cuento contigo para cenar? ¿Nos vemos
directamente en el club?
—Sí—respondo dándole un cariñoso beso en la mejilla.
—Aunque no me quejo, preferiría ese beso en otro sitio.
Me rio mientras niego la cabeza.
—Kaden me ha dejado exhausta.
—Qué envidia —contesta haciendo una mueca.
Le guiño un ojo y voy hacia su baño. Mientras el agua cae sobre mi cuerpo
me pregunto cuánto tiempo más debería estar aquí, no quiero abusar de la
hospitalidad de Devan quedándome eternamente en su apartamento.
Tardo mucho menos de lo previsto, por lo que decido hacer un poco de
investigación en internet modo incógnito antes de visitar al Sr. Henderson
Empiezo poniendo palabras simples:
BDSM
Lo que me lleva a otras búsquedas:
SSC
RACSA
Relación dominante/sumisa
Palabra-código

456
Sub-space
Mi cabeza da vueltas por la cantidad de información que intenta procesar,
cierro todas las pestañas de golpe y me pongo en pie.
Voy hasta la parte del armario que me ha cedido Devan y miro la ropa
que me queda, empiezo a necesitar hacer una lavadora porque mis opciones
son bastante limitadas.
Los vaqueros los necesito para ir a la biblioteca, así que la otra opción es
escoger entre el vestido negro ajustado o el blanco con volantes, porque de
ninguna forma me pondré la falda para ir a ver al Sr. Henderson.
Al menos, por ahora...
Me siento estúpida dándole tantas vueltas a un trozo de tela, por lo que
estiro la mano y cojo lo primero que alcanzo.
Deslizo el vestido por mi cuerpo y me coloco los zapatos, ni siquiera me
molesto en arreglar mi pelo porqué sé que en Mala me tocará hacerlo.
Devan silva cuando me ve.
—¿A mí me rechazas y para el Sr. profesor/jefe caliente te arreglas? Que
decepción, Ángel —niega la cabeza.
—Tengo que lavar mi ropa, me estoy quedando sin nada —le explico.
—Me gusta este look —Señala—. Siempre llevas ropa de abuela.
—No es cierto —refunfuño.
—Sí lo es, aunque si es tu estilo que le vamos a hacer. —Suspira
teatralmente.
No es que sea mi estilo, es que esa ropa me evitaba confrontaciones con
Nathan. Cuanta menos cantidad de piel quedara expuestas menos miradas
desaprobatorias recibía por su parte.
—Nos vemos en Mala —me dice levantando su mano para despedirse de
mí—. Que vaya bien tu reunión. —Enfatiza la palabra con una sonrisa
perversa.

—¿Srta. Collins? —El desconcierto de su voz es casi insultante. Su mirada


me recorre de arriba a abajo varias veces.
¿Qué le pasa?
En Mala he llevado atuendos mucho peores que este.
—¿Sí? —respondo cruzándome de brazos.
Parpadea y aclara su garganta.
—Esto pase —dice moviéndose a un lado—. El Sr. Evans ha estado aquí
hace un rato, aunque ha tenido que marcharse antes de lo previsto.

457
—¿Se sabe algo?
—Está en libertad provisional hasta la vista, será en un mes. El problema
es que los vídeos son una grabación ilícita y es muy probable que los tiren
para atrás. No los podemos usar como pruebas por muy acusatorios que sean.
Al igual que ellos no podrían usar los suyos, aunque los mencionen durante
el juicio. Creo que podemos jugar sus mismas cartas —Se frota la barbilla,
dubitativo.
—¿A qué se refiere?
No está grabando nada, por lo que me da la sensación de que lo sea que
está hablando es algo que no quiere dejar registrado.
—Filtrar el vídeo de Mala y viralizarlo. Arruinar su reputación.
¿Qué?
—No entiendo a qué se refiere.
—Y a partir de aquí no tiene que entender nada más, Srta. Collins. Estos
recursos solo son para generar dudas en el jurado, aunque aseguren que no
tomarán en cuenta ni sus vídeos ni el de Mala en el fondo si los tendrán en
cuenta. Tenemos que jugar en la misma liga.
—Pero ¿cómo…? Además, eso para Mala será muy mala publicidad.
—De esto usted no necesita saber nada más.
No me gusta la forma en la que lo dice. No me gusta que parezca que vaya
a meterse en problemas por mi culpa.
—No puedo aceptar esto, Andrew.
—No le estoy pidiendo permiso. Y sé lo que hago.
—Entonces si Jared no está, ¿debería irme? El caso lo tenemos que revisar
con él, ¿no?
—Es lo que hemos estado haciendo hasta ahora, Srta. Collins, no soy su
abogado, pero ya le dije que continuaría asesorándola.
—¿Y ahora qué haremos?
—¿Quiere cenar algo?
Declinaría su oferta, pero no aguantaré todo el turno en Mala sin haber
comido nada.
—Sí, gracias.
No sé porque me entusiasma la idea, solo está siendo considerado, como
lo es normalmente.
Pero al mismo tiempo se siente muy íntimo.
De camino a uno de los salones observo a distancia su bonita piscina
infinita, me pregunto si será igual hacerlo en una piscina que hacerlo en la
playa.
Las imágenes de mis piernas enroscadas en la cintura de Kaden se deslizan
por mi mente, la sangre se concentra en mis mejillas y mi respiración se altera

458
ligeramente.
—¿Tiene calor? —pregunta el Sr. Henderson.
Muerdo mi labio inferior y niego rápidamente.
Me indica con la mano que tome asiento, cuando veo que va a sentarse
en el otro extremo me cambio de sitio para quedar a su lado.
—¿Qué está haciendo?
—Voy a cenar —respondo inocentemente.
—Puede cenar desde ese sitio. —Señala la silla en la que estaba.
—Y desde aquí también, ¿no?
Me quito el tacón y estiro mi pierna para acariciar con mi pie su gemelo.
—Nunca deja de sorprenderme, Srta. Collins.
Empieza a cenar como si nada, ignorando mis acercamientos.
—He estado buscando algunas cosas por internet hoy —confieso.
—Ah, ¿sí? —Levanta una de sus cejas mientras se lleva el vaso a sus labios.
—¿Tendré que firmar un contrato?
Se atraganta con el agua y empieza a toser.
—¿En serio quiere hablar de eso ahora?
Miro a mi alrededor, algunos de sus trabajadores pasan de vez en cuando,
pero ninguno nos presta verdadera atención.
—Pensaba que después de ver lo que había en el sótano no sacaría
nuevamente el tema.
—No me asusta.
Lo cual es en parte mentira, pero la curiosidad es mayor que el miedo.
—No acabo de creerla —dice con suspicacia.
—¿Tienes palabra-código? ¿Utilizas metaconsenso?
El Sr. Henderson parpadea perplejo.
—¿Qué ha estado buscando exactamente?
—Oh, ya sabes, un poco de todo en general.
—Internet puede ser un lugar confuso, no todo lo que lee es verídico.
—Lo sé —contesto rodando mis ojos.
—Sí quiere hacer esto Srta. Collins le pediré una lista, una lista bien
detallada con todas sus dudas e inquietudes.
—¿Tengo que escribirla?
—Eso es. Repasaremos punto por punto.
—¿Por qué parece que me estás enviando deberes?
—Porque lo estoy haciendo.
Genial, hasta cuando no es mi profesor continúa siendo mi profesor.
—¿Y una vez traiga esa lista iremos al sótano?
—Una vez responda a tus preguntas valoraremos si estás dispuesta y
preparada para algo así.

459
—La traeré mañana —aseguro rápidamente.
—No hay ninguna prisa.
—Hay que aprovechar el máximo de tiempo posible.
El Sr. Henderson sonríe y me olvido de todo mientras lo observo
maravillada.

Nunca he trabajado en Mala un lunes, pero como estoy en periodo


vacacional de clases y el sábado me dieron el día libre le he pedido a la Sra.
Myers un turno extra.
—¿Así que toca de nuevo el confesionario? —pregunto sacando el disfraz
de la taquilla.
—Una de mis noches favoritas —murmura Devan colgando la cruz
alrededor de su cuello.
—Dios castigará a la Sra. Myers por estas cosas.
Devan se ríe.
—Tú no crees en Dios, Ángel.
—No, pero si finalmente existe voy a ir derechita al infierno por trabajar
aquí.
—Bueno, si te consuela estaremos todos allí, podremos continuar la fiesta
desde abajo—me guiña un ojo.
—Por cierto, Celeste me comentó lo de la acampada.
—¿Celeste irá? No ha confirmado asistencia —pregunta, extrañado.
—¿Eres parte de la gestión?
Asiente.
—¿Tú vendrás?
—Supongo. —Aunque la simple idea hace que suden las palmas de mis
manos.
—¿Sabes quién ha confirmado asistencia? —Una sonrisa malévola cubre
su rostro.
—¿Quién?
—Empieza por K y acaba por Aden, ¿te suena?
Arrugo mi frente.
—Pero si él ya no trabaja en Mala.
—Y nunca se había interesado por estas cosas, está todo el mundo tan
sorprendido que han aceptado que venga, sobre todo algunas mujeres del
club.
Meto mi pelo bajo el velo y lo sujeto con horquillas.

460
Salimos del vestuario y vamos hasta la sala dos.
—No lo entiendo —continúo dándole vueltas.
Devan me mira con esa cara de listillo.
—Ni tú ni nadie, por eso es tan interesante. Aunque tengo mis propias
teorías.
Empezamos a dejarlo todo preparado para cuando lleguen los clientes.
—Tus teorías son siempre las mismas, Dev.
Se lleva una mano al pecho.
—Está taaaaaaan enamorado que vendrá por ti.
—Eso es un tanto perturbador.
Jules se acerca a nosotros.
—¿Podrás ser tú la primera que se encargue del confesionario esta noche,
Julliet?
—Claro, no hay problema.
Devan refunfuña algo antes de que me marche, entrar al pequeño
cubículo me trae recuerdos de Kaden. Parece que no puedo dejar de pensar
en él ni un minuto.
Al cabo de diez minutos llega el primer cliente, la curiosidad por saber
qué fantasías me contarán me mantiene expectante.
Al igual que la última vez, tras cada relato me voy encendiendo más y más.
Mi mano descansa contra mi rodilla, aunque cada vez me siento más tentada
de subirla por mi muslo y terminar con la frustración acumulada.
—Ave maría purísima —La voz masculina del otro lado me hace sonreír.
—Sin pecado concebida—respondo.
—Hace un tiempo confesé una de mis fantasías.
—Sí.
—La situación ha cambiado un poco desde entonces, he caído en la
tentación, más de una vez.
—A veces es difícil resistir nuestros impulsos.
—No puedo dejar de desearla, y me temo que estar con ella sea
perjudicial. Quiero hacer tantas cosas con ella, hay miles de escenarios cruzan
mi mente.
Está indeciso, sin embargo, se está abriendo para mí.
—Hágalas entonces, más tarde le absolveré de sus pecados.
Se escucha silencio y de golpe la puerta de mi cubículo se abre. El Sr.
Henderson entra y la cierra, dejándonos a ambos sin espacio.
—Una de ellas empieza aquí —susurra—, sé que la última vez estuviste
con alguien, y me moría por ser yo la persona que estuviera aquí contigo.
—Pues es tu momento, Andrew. —Me levanto lentamente la falda del
traje de monja.

461
Sus ojos se clavan en mis piernas y observo como traga con fuerza.
—Es hora de devolverte el favor del otro día —dice antes de arrodillarse
ante mí.
Coloca sus grandes manos en mis rodillas y me acaricia antes de arrancar
mi ropa interior, abre ampliamente mis piernas y se coloca entre ellas.
Mis ojos se cierran cuando siento su lengua contra mi centro.
—Ave maría purísima—dice una voz femenina al otro lado del cubículo.
Una nueva clienta.
Andrew levanta la mirada y recuerdo que tengo que hablar.
—Sin pecado concebida —contesto con la voz entrecortada.
—Quería comentarle una de mis fantasías, es bastante recurrente y sé que
está mal, pero no puedo evitar excitarme pensando en ello.
—Adelante, sea libre de explicarla —contengo un jadeo.
—Siempre es igual, estoy volviendo a casa de noche y no hay nadie por la
calle, sin fijarme por donde voy y acabo perdida, terminando por callejones
de los cuales no puedo salir.
Mis manos se agarran con fuerza al cuero cabelludo de Andrew.
—Empiezo a tener miedo, por no saber encontrar la salida, cuando de
repente sale alguien entre las sombras y me presiona contra la pared, lo hace
con tanta fuerza que apenas soy capaz de respirar.
Mi ceño se frunce a medida que escucho la fantasía de esta señora.
—Entonces, en contra de mi voluntad, empieza a desgarrar mi ropa, le
suplico que pare, pero me ignora.
Mis piernas se tensan y mi corazón empieza a golpear con más fuerza,
pero ya no es por la excitación.
—Le digo una y otra vez que no lo haga, pero él continúa.
Es como si me estuviera teletransportando a la noche de la fiesta.
—Su mano se cuela entre mis piernas y escucho como baja la cremallera
de su pantalón.
Andrew ha parado de hacer lo que estaba haciendo, mis ojos empiezan a
picar y me doy cuenta de que estoy a punto de llorar.
—Entonces...
—¡Cállate! —le grito interrumpiendo su discurso.
La mujer que está al otro lado se queda repentinamente en silencio.
Me recoloco la ropa interior, me pongo en pie y estiro el vestido de monja.
—¡¿Qué está mal con usted?! ¡¿Cómo...?! ¡¿Cómo puede fantasear
con eso?!
Salgo enfadada del pequeño espacio y abro la cortina para ver quién está
ahí.
La señora parece completamente avergonzada.

462
—Solo... solo era una fantasía.
—¡Gracias a Dios por ello, porque si no le aseguro que no fantasearía con
algo tan...tan...! —Las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas.
Andrew coloca su brazo en mi espalda y le pide disculpas a la mujer.
—Vamos a mi oficina —me susurra al oído.
Dejo que me guíe hasta allí, la gente nos observa con curiosidad todo el
camino.
Cuando cierra la puerta me desmorono, no puedo quitarme la sensación
de aquella noche.
Y ni siquiera llegó a pasar nada.
No sé entonces lo mal que debe sentirse Lexie, Dios, pobre Lex.
—Tranquila, estás bien, estás segura aquí —me dice mientras pasa su
mano una y otra vez por mi pelo.
—¿Cómo? ¿Cómo puede decir eso? —pregunto mientras sorbo la nariz.
—La verdad es que es una fantasía algo popular entre mujeres, no es
común que se hable de ello porque causa vergüenza y rechazo —explica.
Me paso la mano por el pelo, desesperada.
—Pero eso es horrible.
—Obviamente esas mujeres no quieren experimentar esa situación real
como tal, hay estudios sobre ello, psicológicamente está más relacionado con
despertar un sentimiento de deseo incontrolable en otras personas. Es algo
de role play.
—Es...es enfermizo.
—Las fantasías son solo eso, Julliet.
—¿Lo estás justificando?
—No, no es eso.
—¿Y por qué me dices todo esto? ¿Sabes lo que es...? Su descripción era
como... —Me estremezco solo de pensarlo.
—Lo sé, lo sé —Tira de mí para envolverme en sus brazos.
Estoy tan enfadada, tan disgustada, tan...
—Será mejor que te tomes el resto de la noche libre —Sugiere.
—No.
—Sí. ¿Quieres que le diga a Dave que te acerque en coche?
—Puedo conducir —respondo limpiando con el dorso de mi mano mis
mejillas inundadas.
—No puedes, estás demasiado alterada.
—Sí que puedo.
Andrew suspira.
—Ya te llevo yo a casa.
Cuando salimos el frío me golpea de forma repentina, Andrew me

463
mantiene medio arropada por su cuerpo, ni siquiera me he cambiado.
—¿Qué le ha pasado a tu coche? —pregunta cuando ve todo el lateral
pintado con el bonito calificativo de Zorra.
—He decido tunearlo un poco, para que quede más llamativo, ya sabes
—contesto de forma sarcástica.
Creo que últimamente echo tanto de menos a Lex que se me están
pegando sus contestaciones.
—Julliet —Su ceño se frunce.
—No sé qué ha pasado, lo encontré así el otro día.
Veo como su boca se curva, ni siquiera es algo que me preocupe ahora lo
del estúpido coche.
—Las llaves —me dice mostrando la palma de su mano.
—A casa del Sr. Keen, ¿verdad? —pregunta tras encender el motor.
Asiento, le digo la dirección y conecta el GPS de su teléfono, miro
distraída por la ventana mientras nos mantenemos en silencio.
Las palabras de la mujer están grabadas en mi cabeza, cada vez que las
reproduzco mi ira aumenta. ¿Cómo se atreve a fantasear con algo así? Mi
respiración se empieza a alterar, mis puños están cerrados con tanta fuerza
que tengo los nudillos blancos.
—¿Srta. Collins?
—¿Sí?
—Hemos llegado.
Miro a mi alrededor aturdida, ni siquiera me había dado cuenta hasta
ahora.
—¿Cómo vuelves ahora? —le pregunto.
—Llamaré a Dave, él vendrá a recogerme.
Cuando salimos del coche me devuelve las llaves.
—¿Quieres... esperar arriba? —ofrezco.
—Será mejor que me quede aquí.
Su rostro está completamente serio, y una parte de mí quiere cambiar eso,
ver algo de emoción en él.
—¿Por qué no quieres subir?
—No sé qué intenciones ocultas hay tras su propuesta, Srta. Collins, pero
no creo que sea el mejor momento para averiguarlo.
—Genial, pues que tenga una buena noche —suelto con amargura.
Tú te lo pierdes Grey Supremo.
No soy consciente de que continúo vestida como una fantasía religiosa
hasta que escucho un par de silbidos y comentarios soeces referentes al
vestuario.
Por unos segundos me tenso, se trata de dos tipos jóvenes que están a

464
pocos metros del portal de Devan. Las llaves se me caen al suelo y me pongo
todavía más nerviosa.
—¿Te apetece pasar un buen rato con nosotros? —pregunta uno de ellos,
medio tambaleándose.
—¡Joder! ¿¡No es la de esos vídeos...!? —le dice el otro codeándolo en el
brazo.
Abre la boca con asombro y en sus ojos veo el reconocimiento.
—¡Sí! Está más buena todavía en persona —el tono lascivo de sus
palabras es repulsivo.
Observo una sombra en el suelo y los dos imbéciles se callan de golpe.
—Buenas noches. —El tono de Andrew es hostil—. Estoy un poco
sediento, Srta. Collins, ¿le importa si subo con usted a por un vaso de agua?
Me giro para verle y él se agacha para recoger las llaves que se me han
caído.
—Cla-claro —respondo aturdida.
—Estupendo. —Se gira para mirar a los tipos que continúan ahí
plantados—. ¿Les puedo ayudar en algo? ¿Cómo aconsejarles que se vayan a
la mierda antes de que interponga una demanda por acoso callejero?
Uno de ellos parece que va a decir algo, pero el otro le interrumpe
rápidamente.
—Ya nos íbamos.
—Puedo defenderme sola. —Es lo primero que digo cuando recupero el
sentido común.
—En ningún momento he dicho que no sea capaz de hacerlo, Srta.
Collins.
—Iba a decirles algo, no necesito que vengan a rescatarme.
¿Qué tal un gracias en vez de ponerte a la defensiva?
—No quería ofenderla, simplemente...
—Estoy cansada de parecer la damisela en apuros todo el tiempo, el otro
día pude perfectamente con...
Coge mi cara entre sus manos y me obliga a mirarlo.
—Lo sé, Julliet.
No sé cuántos segundos pasamos perdidos en la mirada del otro, no
puedo apartarme, por lo que es él el primero que se separa.
—¿Entonces vas a subir? —pregunto.
—Hasta que llegue tu compañero, si te parece bien.
Me encojo de hombros, intentando mostrar indiferencia, aunque por
dentro me encante la idea.
Cuando entramos al departamento de Dev se me hace bastante extraño
tener por aquí al Sr. Henderson, es como si no encajara en este espacio,

465
después de verlo en su lujosa mansión esto debe ser igual de grande que uno
de sus baños.
—Puedes dejar la americana en el colgador de la entrada. —Le señalo.
Observo de reojo como se deshace de ella, desabrocha los botones de sus
mangas y las sube, cuando libera el primer botón de su camisa trago con
fuerza.
Y simplemente así lo he olvidado todo, el cabreo, los problemas... todo
ha desaparecido y ha quedado reemplazado por el deseo. Un deseo que sé
que me hará desconectar de todo y únicamente me proporcionará placer.
—¿Quieres tomar una copa? —le ofrezco.
Andrew inclina la cabeza a un lado.
—Será mejor que no.
—Más para mí, entonces.
Me quito el velo y lo doblo, dejándolo sobre la encimera, tiro mi cabeza
hacia adelante y hacia atrás para sacudir mi melena.
Abro los estantes y miro la despensa de licores, cojo la primera botella
que alcanzo sin prestar atención en qué tipo de alcohol es y lo vierto en un
vaso.
El Sr. Henderson está sentado en el sofá del salón, me acerco y me dejo
caer a su lado.
Después de colocar la botella y el vaso en la mesita me giro para quedar
frente a Andrew.
—¿Esto lo tengo que devolver ahora? —pregunto levantando unos
centímetros el dobladillo del traje sexual de monja.
—No es necesario —me asegura poniendo su gran mano sobre la mía,
deteniéndome.
Resoplo mientras pongo los ojos en blanco y cojo nuevamente mi vaso
para darle otro largo trago. El alcohol a temperatura ambiente es realmente
una mierda, pero rápidamente voy consiguiendo notar el cosquilleo en mis
piernas.
—Deja de mirarme así —le gruño.
—Así, ¿cómo, Srta. Collins?
—Con esa mirada desaprobadora. —Señalo su rostro con mi dedo—.
¿No crees que merezco una copa? Acabo de escuchar algo repulsivo a lo que
tendré que enfrentarme en los tribunales. Deme una noche libre.
—Tiene razón.
Parpadeo, sorprendida.
—¿Cómo dices?
—Te mereces una copa, pero —Rasca su nuca—, no me gustaría ver que
esto se convierte en una costumbre.

466
—¿Me estás llamando alcohólica? —pregunto a la defensiva.
Sacude la cabeza.
—Es fácil recurrir a este tipo de distracciones —Levanta la botella—, y
antes de que te des cuenta, estás metida hasta el fondo. Salir de ahí es mucho
más complicado que entrar.
—Parece que hablas desde la experiencia.
El Sr. Henderson aprieta sus labios.
—Alguien cercano —murmura.
Muerdo el interior de mi boca, deseando ser capaz de tener filtros que me
hagan no ser tan bocazas.
—Oh. —Es lo único que soy capaz de decir.
—¿Sabes qué? He cambiado de opinión sobre lo de tomar una copa.
¿Dónde tenéis los vasos?
Muevo mi cabeza en dirección a los armarios superiores de la cocina.
—El primer armario de la izquierda.
Voy a coger la botella para servirme otro trago, pero el Sr. Henderson se
adelanta y se sirve.
—¿No tenéis hielos?
Cuando recuerdo lo que hizo Devan con los pocos hielos que nos
quedaban me empiezo a reír.
—Nop —le digo marcando la p con mis labios.
Arruga su nariz cuando baja la vista a su bebida, se encoge de hombros y
la lleva a sus labios.
—Esto es asqueroso.
—Sí, pero funciona.
—¿Crees que me concederán la orden de alejamiento? —pregunto al cabo
de unos minutos.
—Eso espero.
Pienso en todo, mientras el alcohol circula por mi sistema, sintiéndome
estúpida y miserable.
—Nunca pensé que las cosas terminarían de este modo, no sé cómo no
pude darme cuenta de cómo es él realmente.
—Muchas personas ocultan su verdadera naturaleza. El lobo vestido de
inocente cordero. Además, es muy difícil conocer a una persona realmente,
sobre todo a sus demonios. Estos suelen aparecer con el tiempo.
—Sí, pero fueron muchos años, Andrew.
—La mitad de ese tiempo ni siquiera os visitéis mucho, y antes de eso eras
demasiado joven.
—Me siento tan tonta —suspiro pasando las manos por mi pelo.
Pone su mano en mi rodilla.

467
—No deberías, es un manipulador de libro.
—Yo solo… me gustaría que se hiciera justicia, que pagara por lo que le
hizo a Le… —Cierro la boca antes de que se me escape el nombre de Lexie.
Andrew levanta una ceja.
—Puedes hablar conmigo.
—Sobre esto no, se lo prometí. —Hago una mueca.
Él suspira y se tira hacia atrás, pegando su espalda contra el sofá.
—Tengo curiosidad sobre algo...—le digo varios minutos después.
—Qué raro—responde con sarcasmo.
—Es sobre un rumor que he escuchado.
El Sr. Henderson entrecierra los ojos.
—¿Qué ha sido esta vez? Empiezo a pensar que solo habla de mí, Srta.
Collins.
—¿Es cierto que...? —Muerdo mi labio inferior.
—¿Es cierto que...? —repite, alentándome a continuar.
De repente la pregunta se siente demasiado entrometida.
—No, nada. —Bebo otro sorbo, terminando mi segunda copa.
El alcohol ya está haciendo de las suyas en mi sistema.
—Ahora me tienes intrigado.
Soy incapaz de mantenerle la mirada.
—He cambiado de opinión.
Levanta una ceja.
—¿Tan malo es lo que quieres preguntar?
—No es que sea malo...solo...da igual, no he dicho nada.
Andrew suspira.
—Sí, es cierto —contesta antes de terminar su copa.
Mi ceño se frunce.
—Pero si no he dicho nada.
—No, pero sé a qué te refieres. A los trabajadores de Mala les encanta
chismorrear sobre mi vida sexual, o la falta de ella.
—Pero no sabes qué estaba pensando...
—¿Me ibas a preguntar si es cierto que no me he acostado con nadie desde
que mi esposa falleció?
Abro y cierro la boca, sorprendida de que haya acertado.
—Cuanto más tiempo paso contigo más fácil me resultas de leer —dice
con sencillez.
—¿Por qué yo, entonces? —Me acerco subiendo mis rodillas al sofá.
Clava su mirada en mí.
—Porque me cautivas, Julliet.
Mi corazón golpea con fuerza, mis latidos van peligrosamente en

468
aumento.
No puedo contenerme, así que acorto la distancia que nos separa y junto
sus labios con los míos. No hay vacilación, Andrew me devuelve el beso con
la misma pasión que estoy poniendo yo.
Antes de darme cuenta estoy subida a su regazo, mis piernas se enroscan
con fuerza alrededor de su cintura. Sus manos se posan en mi clavícula, bajan
hasta el inicio de mi escote y escucho un crujido, acaba de romper el vestido.
Su boca cubre toda la piel que acaba de exponer, mi cabeza se tira hacia
atrás mientras suspiro placenteramente. Cuando su lengua dibuja una línea y
me hace gemir parece recobrar el sentido común y se separa.
—¿Por qué paras? —protesto.
Puedo notar lo excitado que está, lo quiere tanto como yo.
—Esta noche no. No sería por los motivos correctos. Ya tendremos
tiempo para otras cosas.
No sé por qué toda la calentura se baja de golpe y sus palabras me rompen
en pedazos, no quiero que me trate así. Hundo mi cabeza en su cuello y me
echo a llorar. Dios, es tan humillante como cambia todo en cuestión de
segundos.
Sus manos acarician mi espalda todo el tiempo hasta que me quedo
rendida.
—Descansa —murmura antes de que caiga dormida.

469
41. TOXIC VALENTINE
Cuando me despierto el Sr. Henderson ya no está por ningún lado, y estoy
en la cama con Devan a mi lado, el cual está profundamente dormido.
Me muevo con cuidado para no despertarlo, busco a tientas algo de ropa.
Suspiro mientras coloco un vestido por mi cuerpo, necesito ir a mi casa y
coger más cosas.
Voy de puntillas por el departamento hasta la cocina, tras un rápido
tentempié me coloco los zapatos y salgo de allí.
Volver a casa me tiene bastante paranoica, pero es algo rápido, es por la
mañana, coger ropa y salir. Es extraño que el lugar que he considerado mi
hogar todo el tiempo ya no se sienta así. Lo único que siento son ganas de
salir de allí lo antes posible.
Voy metiendo casi todas mis pertenencias en dos grandes maletas, estoy
tan concentrada en ello que cuando la puerta de mi habitación se cierra de
forma repentina me sobresalto del susto.
Al principio pienso que se ha cerrado por la corriente de aire, pero cuando
veo la ventana cerrada empiezo a preocuparme.
Camino hacia la puerta, mis manos se posan sobre el manillar y tiran, pero
está no cede. De hecho, el manillar empieza a quemar y tengo que apartar la
mano. Golpeo con fuerza la puerta sin conseguir abrirla. Los pasos de fuera
me confirman lo que empiezo a sospechar, alguien me ha encerrado en mi
propio cuarto.
Continúo aporreando la puerta, incluso intento darle algunas patadas,
pero solo consigo hacerme daño.
No debería haber venido aquí, ¿en qué diablos estaba pensando?
El olor a quemado es más notorio y activa mis alteras, el pánico se
apodera de mí. Con dedos temblorosos busco mi teléfono, marco el número
de emergencias, antes de poder darle a llamar mi teléfono me indica una
llamada entrante.
Cuelgo e intento llamar a emergencias, pero de nuevo me salta su número.
—¡Kaden!
—¿Julliet?
—¡La casa! ¡Yo...! ¡Necesito! —ni siquiera soy capaz de crear una oración
con sentido.
—¿Qué pasa? —pregunta, suena ligeramente asustado.
—¡Emergencias!
—¿Estás en tu casa?
—¡Creo que se está quemando! ¡Necesito llamar...! —Las lágrimas de te-

470
rror empiezan a embadurnar mis mejillas.
—¡Julliet! ¡¿Qué está pasando?!
Cuelgo la llamada y contacto con emergencias, apenas soy capaz de darles
explicaciones, me piden que intente buscar vías de salida, pero las ventanas
de mi habitación están bloqueadas también.
Parece todo demasiado bien premeditado. Hace cada vez más y más
calor. Hago caso a las indicaciones que van dándome y arranco las sábanas
de mi cama, hago un ovillo con ellas y las coloco bajo mi puerta. Voy hasta
mi pequeño baño y cojo una toalla, la humedezco y cubro mi nariz y boca
con ella. El humo empieza a hacer que tosa.
Los minutos continúan pasando y cada vez me cuesta más respirar, me
siento en el suelo, lo más cerca posible de la ventana.
En estos momentos me sorprende las ansias que tengo por continuar
manteniéndome con vida, sé que si hubiera sido unos meses atrás no me
hubiera importado que el fuego consumiera hasta mi última célula. Sin
embargo, la situación es muy diferente ahora.
Un golpe en la ventana hace que me sobresalte, me aparto y miro a la
figura que está subida en el tejado.
Kaden me indica con la mano que me aparte, me muevo a un lado y tira
una gran piedra contra la ventana.
Esta hace un agujero en el cristal, Kaden aprovecha ese agujero que se ha
formado para patear el resto de ventana.
Miles de trocitos de cristal vuelan por el interior de mi cuarto, me cubro
el rostro con los brazos, protegiéndome lo máximo posible.
—¡¿Puedes pasar por aquí?! —me pregunta extendiendo su brazo.
Voy rápidamente hasta su lado y tomo su mano, agacho la cabeza e
intento colarme a través de la ventana, los bordes irregulares del cristal arañan
mis extremidades.
Tira de mi cuerpo y me rodea con sus brazos.
—¿Cómo has subido? —pregunto hiperventilando.
—El árbol del vecino —Señala—, vamos.
Camino con pies temblorosos por el borde del tejado, me sorprende que
Kaden haya podido patear mi ventana mientras estaba aquí subido.
Consigue ayudarme a bajar con extremada paciencia, casi beso el suelo de
la calle cuando me baja. Los bomberos llegan a los pocos segundos y
empiezan su trabajo de extinción, es entonces cuando me doy cuenta de algo
bastante obvio: Alguien ha intentado matarme.

471
—Estoy bien —le aseguro por décima vez a Devan.
Él todavía me devuelve la mirada con el ceño fruncido por la
preocupación.
—¿Por qué no has esperado a que me levantara para que te acompañara,
Ángel?
—Que nos hubiésemos quedado ambos encerrados en mi habitación no
hubiera servido de mucho.
—Tal vez, si hubiera estado contigo no...
—¿No has podido ver nada? ¿Algún rostro? —pregunta Andrew, inte-
rrumpiéndolo.
Pongo los ojos en blanco, creo que han perdido la capacidad de
compresión. Parece que todo lo que he dicho hasta ahora, explicar la versión
de los hechos, decir una y otra que no he visto nada y que estoy bien no ha
servido para nada.
—No sé quién ha sido, créeme que lo diría si hubiera visto algo.
—¿Y tú no has podido ver nada? —le pregunta Andrew a Kaden.
Es tan extraño verlos interactuar.
He llamado a Devan tras todo lo sucedido para que no se preocupara, y
él se ha encargado de avisar al Sr. Henderson porque lo creía oportuno para
el caso.
Así que aquí estamos los cuatro. Andrew, Kaden, Devan y yo.
Y no del modo que me gustaría.
—Estaba ocupado salvando su vida. —Se limita a responder.
El Sr. Henderson suspira, en su rostro se puede leer la clara frustración.
—¿Cuándo podré marcharme?—pregunto en voz alta mirando a mi
alrededor.
Estoy empezando a cansarme de las comisarías, de tener que estar
testificando todo el tiempo.
—Solo faltan unas firmas —responde Andrew.
—Tengo ganas de ir a casa.
—Me han llamado para cubrir una baja, no me gustaría que estuvieras sola
hoy... —murmura Devan.
—Puede venir conmigo —dicen de forma simultánea Andrew y Kaden.
Salto la mirada entre ambos.
Devan, que está sentado a mi lado, acerca sus labios a mi oreja.
—Cara, Kaden, cruz, Sr. Henderson —susurra, hay un atisbo de diversión
en sus palabras.
Evito poner los ojos en blanco y niego.
—Quiero irme contigo —le contesto.

472
Se pone una mano en el pecho de forma dramática.
—Me siento halagado de ser el elegido, Ángel, pero estaré más tranquilo
si pasas la noche con alguno de ellos después de lo que ha pasado.
¿Y ahora qué hago?
No es que pueda elegir entre ellos así, sin más, y mucho menos con el
otro delante.
Pues los dos, solucionado.
—Puedes quedarte conmigo —dice el Sr. Henderson aclarando su
garganta.
Kaden mira directamente a Andrew.
—¿Dónde hay palomitas cuando hacen falta? —murmura Devan en mi
oído.
Le golpeo discretamente en el hombro.
—Echaré el pestillo, no necesito irme con nadie, y de cualquier modo
puedo defenderme yo sola —digo en dirección a ellos.
—Ah, ¿sí? No parecías tenerlo todo bajo control hace unas horas, Julliet
—contesta con burla Kaden.
Aprieto mis labios con enfado.
—Tienes razón —miro a Andrew—, me iré contigo.
¿Por qué? Hay más probabilidades de sexo con Papi Grey.
Ojalá supiera cómo callar la estúpida voz de mi conciencia.
En la comisaría tienen el aire acondicionado tan alto que tengo la piel
completamente erizada, froto mis manos por mis hombros, intentando
proporcionar un poco de calor sobre ellos.
—¿Tienes frío? —pregunta Devan cuando se percata de mi gesto.
Muerdo mi labio y asiento.
—Toma. —Devan se quita su sudadera.
—Pero tendrás frío tú —replico.
—No seas terca, Ángel —resopla mientras me coloca a la fuerza.
Deslizo los brazos por las cálidas mangas y voy sintiendo como el
agradable calor me envuelve junto al aroma de Devan.
—¿Sra. Collins? —pregunta uno de los oficiales.
Me pongo en pie y camino hacia él.
—Simplemente debe firmar estos formularios y ya podrá marcharse.
Leo por encima las declaraciones y realizo un garabato al final de las
páginas.
—Nos pondremos en contacto con usted cuando sepamos algo más.
—Gracias.
Me giro y allí están Andrew, Kaden y Devan, esperándome.
Devan da un paso adelante y cuando llega a mi lado coloca su brazo sobre

473
mis hombros.
—Me alegra que estés...
—¿Viva? —termino por él.
Hace una mueca por mis palabras.
—Mantente con uno de ellos dos.
—¿Y si ha sido uno de ellos dos? —bromeo.
—Julliet...
—Deja que bromee con esto, Dev, o acabaré internada de nuevo en el
psiquiátrico.
—¿Estás lista? —pregunta Andrew.
Asiento, Devan besa mi mejilla antes de soltarme.
—¿Cuál de los dos crees que está más celoso ahora? —dice en voz baja
mirando de reojo a los hermanastros—. Apuesto por Kaden.
—¿Qué murmuras, camarero? —le gruñe Kaden.
—Lo sexy que te ves hoy —le guiña un ojo.
Kaden pone los ojos en blanco y lo ignora, dirigiéndose a mí.
—¿Te vas con él?
—Sí.
—Estupendo, adiós entonces —masculla.
—Kaden... —murmuro, pero no me hace caso, pese a que me ha
escuchado con claridad.

—Habitaciones separadas, ¿en serio? —le pregunto a Andrew.


Ya te había dicho que era mejor quedarse con Papi Grey.
—No sé a qué viene ese tono de sorpresa, Srta. Collins.
—Hace unas horas estaba durmiendo en tus brazos, ¿a qué viene esto
ahora, Andrew? —señalo la cama.
Suelta un largo suspiro.
—No creo sea lo mejor dormir en la misma habitación, necesitas
descansar.
Una sonrisa sugerente se desliza por mis labios.
—¿Estás diciendo que no me dejarías descansar? ¿No tenías tanto
autocontrol? —me burlo.
Él hace caso omiso de mis palabras y tira de las sábanas.
—¿Qué? ¿Me vas a arropar y leer un cuento, también? —Ruedo mis ojos
al ver como palmea el lado de la cama.
—¿Eso quieres?

474
Suspiro con frustración.
—Pensaba que me ensañarías… cosas nuevas.
—No creo que sea el mejor momento para mantener relaciones sexuales,
acabas de pasar por algo intenso.
Intenso, el nuevo sinónimo de intento de asesinato.
—Precisamente por eso necesito distracciones —protesto.
—El sexo no soluciona los problemas, Julliet.
—No, pero los mantiene alejados un rato.
Su frente muestra sus usuales arrugas de preocupación.
—Me gustaría que continúes la terapia con el Sr. Ferrara.
—Y a mí me gustaría estar en tu sótano, pero no siempre tenemos lo que
queremos.
—Estoy hablando seriamente.
—¿Qué te hace pensar que yo no?
Sacude su cabeza.
—Es uno de los requisitos que voy a aplicar, no te llevaré al sótano si no
te comprometes a continuar las sesiones.
Lo miro con fastidio.
—Eso es chantaje —mascullo.
—Yo lo veo más como un acuerdo, uno que tiene como finalidad
ayudarte.
—Empiezo a pensar que no haces más que poner impedimentos a
propósito; que si una lista, que si ahora tengo que hacer las sesiones... ¿A qué
viene todo esto?¿A qué tienes miedo?
—No estoy poniendo ningún impedimento a nada, intento actuar de la
forma más racional posible dentro de esta situación bizarra.
—¿Crees que esto es una locura? —Me cruzo de brazos.
—No es que lo crea, es una certeza.
—¿Entonces por qué has accedido?
Se queda en silencio, mientras me mantiene la mirada.
—Porque no puedo seguir resistiéndome.
—¿No? Hasta ahora lo haces de maravilla.
—Si fuera así no habría aceptado todo esto.
—¿Y qué es esto? ¿Dejarme dormir en tu cama en una de tus habitaciones
de huéspedes?
—Julliet —Suspira—, no quiero que utilices el sexo conmigo de esa
forma.
No conozco otra forma.
—Buenas noches, Sr. Henderson.
Sus labios se curvan, formando una mueca.

475
—Buenas noches, Srta. Collins.

Andrew se comporta como un caballero, sinónimo de adorable pero


aburrido. Cuando llego al departamento de Devan me lo encuentro tirado
perezosamente en el sofá.
—Hola, Dev— le digo acercándome a su lado.
Él se incorpora y me mira.
—¿Cómo estás?
Me encojo de hombros.
—Ven aquí. —Estira su mano para envolverme en uno de sus abrazos.
Descanso mi cabeza en su pecho, este es uno de lugares que me hace
sentir más segura.
—¿No deberías estar preparándote para ir a trabajar? —le pregunto.
Noto como se tensa ligeramente.
—¿Qué pasa? —Me separo para mirarle a la cara.
—Me han despedido —responde mientras rasca su nuca con
incomodidad.
—¿Qué? ¿Por qué? —Es mi turno para estar indignada.
Mira hacia otro lado, rehuyéndome.
—No es algo de lo que me apetezca hablar ahora mismo. Y no he podido
saber nada de tu amiga, lo siento.
Parece que estamos en el mismo punto. Me siento tan mal por él, no se
me ocurre un solo motivo por el que hayan podido echar a alguien como
Devan. ¿Están locos? Después de estar aceptando turnos desbaratados todo
el tiempo y esforzarse tanto, y más en un sitio como ese.
—Creo que nos merecemos una noche de desconexión.
—¿A qué te refieres? —Una pequeña arruga aparece en su frente.
—A que esta noche tú y yo salimos.
—¿Quieres ir de fiesta?
—¿Desde cuándo no quieres pasártelo bien? —Me burlo.
—Tienes razón, Ángel. Hoy salimos, así tal vez tenga algo de suerte y te
vea con uno de esos conjuntos de no-abuela que tienes.

El local está hasta los topes, hay tal cantidad de gente que siento que estoy
siendo empujada todo el tiempo.

476
Devan se mantiene bien pegado a mí mientras bailamos, estamos llegando
a ese estado de embriaguez en el que todo nos resulta divertido, así que ambos
estamos riéndonos como locos.
—Podrías hacerte un piercing aquí, Ángel. Se vería muy sexy —dice
acariciando mi vientre expuesto por el corto top.
Me encanta sentir sus manos sobre mi cuerpo.
—Claro. Por qué, ¿no? —Me rio.
—¡Y yo voy a hacerme un tatuaje! Siempre he querido tener uno —
exclama con alegría.
—Te das cuenta de que querer tatuarte estando borracho es una locura,
¿no? —No puedo parar de reír.
Devan alza su copa en el aire y guiña el ojo antes de vaciarla por completo
en su boca.
Imito su gesto y termino mi copa, las dejamos sobre la repisa de la
columna más cercana que tenemos y continuamos bailando.
Pone sus manos en mi cintura, las yemas de sus pulgares acarician mi piel,
cada segundo que pasa estamos un poco más cerca.
Mi corazón late desbocado, necesito más de él. Me pongo de puntillas y
acerco mis labios a su oído.
—¿Alguna vez lo has hecho en unos baños públicos? —pregunto
mordiendo mi labio inferior.
Cuando me aparto veo una sonrisa perversa en su rostro.
—Lo he hecho en todos los sitios que puedas imaginar, Ángel. Aunque
nunca lo he hecho en unos baños públicos contigo.
Sonrío y tomo su mano, me muevo a través de la multitud, tirando de él,
cuando localizo los lavabos al final de la sala humedezco mis labios.
Entramos en la primera cubeta libre, varias personas nos miran con una
mezcla entre descaro y curiosidad.
En cuanto giramos el pestillo de la puerta los labios de Devan están sobre
los míos, moviéndose con desesperación. Su mano se desliza por mi muslo,
provocando que gima.
—Por eso me encantan las faldas —murmura contra mi boca con
fascinación mientras tira de mi ropa interior.
Levanto los pies para que pueda deshacerse de ella, coge el tanga en sus
manos y lo hace ovillo, guardándolo en el bolsillo de su pantalón.
Continúa besándome mientras sus manos exploran mi piel, cuando se
cuelan entre mis piernas tiro de su labio con mis dientes. Estiro mi mano y la
paso por el bulto que se forma en la parte delantera del pantalón. Me acaricia
con destreza, respiro hondo cuando siento uno de sus dedos entrando
lentamente en mi interior.

477
Desabrocho el botón de sus pantalones y bajo la cremallera, bajo su ropa
lo justo y necesario. Rodeo mi mano alrededor de su erección y empiezo a
moverla de arriba a abajo.
—Tengo un condón en la cartera —me dice con la voz ronca.
Busco a tientas en su bolsillo y saco su cartera, cojo el condón y rompo el
envase, cuando lo saco lo hago rodar a lo largo de su longitud.
—Date la vuelta —murmura.
Le doy la espalda, mi frente queda recostada contra la puerta del baño,
sus manos levantan mi falda por encima de mi cintura, coge mis caderas y la
tira hacia atrás para generar un mejor ángulo. Apoya una de sus manos contra
la pared, a la altura de mi cara mientras que con la otra continúa agarrando
mi cadera.
Siento su excitación pegada a mi trasero, se mueve, deslizándose de forma
superficial. Frotando su erección en mi centro, provocándome.
—Devan. —Gimo en protesta.
—¿Sí?
—Fóllame de una vez —le pido.
—Tus deseos son órdenes.
Se coloca en la entrada y poco a poco se va hundiendo, muerdo mi labio
para contener mis gemidos.
Se desliza hacia fuera y me embiste de nuevo, con más fuerza en cada
arremetida.
—Más rápido —prácticamente le ruego.
Me hace caso y empieza a moverse con más rapidez, de forma frenética y
casi desesperada.
Sexo.
Sin dramas.
Sin complicaciones.
Sin celos.
Sin listas.
Sólo sexo.
Por eso me encanta Dev.
Estoy sin aliento, follar borracha es muy divertido, me lleva a un completo
estado de euforia al que soy cien por cien adicta. Cierro los ojos cuando siento
la corriente de electricidad recorrer todo mi cuerpo, mis músculos se contraen
a su alrededor mientras él continúa con el vaivén.
Una gota de sudor recorre mi frente, el pelo se pega a mi nuca y empiezo
a tener mucho calor en este pequeño baño.
Devan sigue un par de minutos más hasta se corre también, recuesta su
frente contra mi espalda y se queda completamente quieto, planta un dulce

478
beso en mi omoplato y sale.
Me giro mientras bajo mi falda y le miro. Está haciendo un nudo con el
preservativo y lo lanza a la papelera que hay detrás suyo.
—Eres increíble, Dev —le digo en un jadeo, mi pecho todavía sube y baja
con rapidez.
—Lo soy. —Sonríe con arrogancia—. ¿Una copa más y salimos de aquí?
—¿Quieres irte a casa ya?
—No, vamos a ir a un estudio.
—¿Mi ropa interior?
Tantea su bolsillo y pone una expresión extraña.
—No la encuentro —murmura mientras mira a nuestro alrededor—. Oh,
oh.
Por lo visto debo haberla tirado al retrete mientras sacaba su cartera del
bolsillo, porque mi tanga está flotando en el agua.
—¿Quieres que intente recuperarlo? —ofrece Devan.
—No —respondo rápidamente—. Sería asqueroso.
—No me desagrada la idea de que vayas sin ropa interior —dice
coquetamente mientras agarra un cachete de mi trasero por debajo de mi
falda.
—Devan —protesto dándole un leve empujón.
—Oh sí, ahora es "Devan"—imita con voz irritante—, pero hace unos
minutos era "Devan" — Y empieza a gemir con descaro.
Me sonrojo y empiezo a reírme.
—Vámonos de aquí.
Devan se encarga de buscar un local de tatuajes que esté abierto a estas
horas de la madrugada, continuamos en la fase borrachos divertidos y vamos
tambaleándonos de un lado a otro mientras soltamos grandes carcajadas por
todo.
Ir sin ropa interior no es tan horrible como imaginaba, es... Fresco.
—Tenemos que girar a la derecha —me dice Devan al mismo tiempo que
hace un ademán de girar a la izquierda.
Estallo en carcajadas y él me mira con diversión.
—Dev, estás tan borracho que no sabes diferenciar tu izquierda de tu
derecha —Señalo.
Parpadea con confusión.
—Es por ahí —Le indico.
—Creo que sé perfectamente los números de mi teléfono.
—¿Qué? —Y empiezo a reírme de nuevo.
—Cero, cuatro, ocho... —Canturrea.
Niego la cabeza y tiro de su brazo, cojo su teléfono para seguir las

479
indicaciones mientras Devan sigue diciendo cosas sin sentido.
Lee el cartel cuando llegamos
—No sé, no me inspira buena confianza el nombre.
—Lo has elegido tú —Abro la puerta.
El sonido vibrante de una aguja en funcionamiento se escucha desde la
entrada, empiezo a sentir un poco de nerviosismo hasta que recuerdo que yo
no voy a hacerme ningún tatuaje. Si ya tengo uno. De Kaden.
Uhm, Kaden, quiero tanto a Kaden.
—¿Un tatuaje? ¿Vas a hacerte un tatuaje, Ángel?
—Tú querías hacerte uno.
—¿Yo? Me gusta la idea, podría hacer un super dragón que escupe fuego,
algo muy llamativo que se pase la puta política de los centros sanitarios por
el...
Nunca había escuchado a Devan hablar de ese modo, parece haber cierto
rencor en sus palabras.
—¿Un dragón? —No puedo parar de reírme, me empieza a doler el
estómago y la comisura de los labios.
—O tu silueta desnuda, no hay nada más...
—¿Puedo ayudaros en algo?—carraspea una voz masculina.
Espera.
Conozco esa voz masculina.
Oh, no.
Oh, sí.
El mejor amigo de Kaden me mira fijamente, parece haber cierto brillo
de diversión en sus ojos cuando me reconoce.
—Uhm, seguro que sí —le contesta Devan con tono coqueto mientras le
guiña un ojo—. Ángel, ¿quieres quitarte la ropa para que este hombre pueda
dibujarte?
No será necesario, Alec ya me ha visto desnuda con Kaden.
—Devan no vas a tatuarte mi silueta desnuda —resoplo.
Hace un pequeño puchero ante mis palabras.
—Bueno, ¿tenéis dibujos de dragones gigantes escupiendo fuego? —
pregunta dirigiéndose a Alec—. Ah, y ella quería un piercing en el ombligo.
—Tenéis algunos modelos en las carpetas de esa mesa —responde
señalando una pequeña mesa frente a unos grandes sofás negros.
—Genial, vamos. —Devan tira de mi mano.
—¿Seguro que quieres hacerte un dragón, Dev? Creo que esto es algo que
deberías decidir sin la borrachera que llevas.
—No estoy taaaaan borracho —asegura mientras se tambalea
ligeramente.

480
Coge una de las carpetas y mira atentamente los dibujos, cuando veo los
bocetos de Kaden mi corazón se encoge un poco. Es tan bueno. Todo un
artista.
—Uhm, tengo que reflexionarlo —murmura recostando su cabeza contra
el sofá.
Cuando veo como sus ojos empiezan a cerrarse le toco el brazo.
—Dev.
No hay reacción por su parte.
—No te irás a quedar dormido, ¿verdad? —Lo zarandeo.
Devan suspira con los ojos cerrados.
—No, no, no. Devan, despierta.
Se cae de lado sin inmutarse, ha entrado en un estado profundo de sueño.
—¿Necesitas ayuda? —Alec parece estar intentando contener la risa.
—¿Puedes empezar a tatuarle aquí mismo a ver si así despierta?
Se rasca la cabeza.
—No creo que eso sea posible.
—¡Devan! —exclamo mientras pellizco su hombro.
Farfulla algo inteligible y se acomoda en el sofá.
—Recuerda ponerte la crema tras el lavado —La voz de Kaden empieza
a escucharse más cercana.
Como es habitual, mi corazón empieza a latir a un ritmo extraño.
¿Por qué hemos tenido que venir a uno de sus estudios?
—Ojalá pudieras ponérmela tú —le contesta una de las dos mujeres de
forma acaramelada.
Kaden pone los ojos en blanco y al levantar la vista se da cuenta de mi
presencia.
—Julliet —murmura, su ceño se frunce con confusión—. Alec, ¿puedes
cobrar a esta señora?
La mujer hace una mueca ofendida ante la palabra señora.
—Claro, el trabajo sucio para mí —farfulla por lo bajo mientras se dirige
hacia ellos.
Kaden llega hasta nosotros y deseo con todas mis fuerzas volverme
invisible, sobre todo al recordar nuestro último encuentro, ese en el que salvó
mi vida y luego yo decidí irme con Andrew en su cara.
—¿Qué hacéis aquí?—pregunta fríamente.
Estiro el dobladillo de mi falda con nerviosismo.
—Devan quería hacerse un tatuaje —respondo riéndome.
Por Dios, que alguien haga que pare de reírme.
—¿Estás borracha?
—Un poco. —Junto mis dedos.

481
Suelta un largo suspiro y mira a Devan, una de sus cejas se alza.
—¿Y este? —Utiliza un tono de menosprecio.
—Hemos salido a tomar algo juntos.
—¿Y decide tomar una siesta en mi sofá?
—Creo que hemos bebido un poquito más de la cuenta.
—¿Así es como se encarga de cuidarte? —resopla mientras estira la mano
para sacudir el hombro de Devan.
—No tiene que cuidarme, yo...
—Puedo cuidar de mí misma. Sí, sí, he escuchado eso antes —termina la
oración por mí—. ¿Y vas a cargar con él de vuelta a vuestro nidito?
¿Está celoso?
—Yo...
—Eso pensaba. —Rueda los ojos—. Espera, creo que puedo ayudarte.
Lo miro sin entender nada, vuelve dentro del estudio, en menos de un
minuto está de vuelta con un vaso de agua en sus manos.
—¿Qué estás...? —Antes de que pueda acabar de preguntarle, vierte el
agua por el rostro de Devan. Este empieza a toser y se remueve incómodo.
—¿Qué diablos? —Sacude la cabeza—. ¿Kaden?—Se frota los ojos.
—Buenas noches, camarero.
—¿Qué está pasando? —me dice Devan totalmente confundido—. ¿Por
qué está él aquí?
—Estamos en su estudio, y te has quedado dormido —explico.
—Todo se mueve...
—No, solo tú —contesta Kaden.
—Creo que debería tumbarme un rato.
—No, no, no te vuelves a dormir aquí —masculla Kaden agarrándolo por
el brazo.
—Si quieres tengo hamburguesas en mi bolsillo —murmura Devan antes
de volver a decir un montón de cosas sin sentido.
—¿Qué habéis estado bebiendo? ¿Seguro que solo era bebida u os habéis
estado drogando? —me pregunta Kaden.
Asiento enérgicamente y luego niego viendo como Devan intenta
acurrucarse cerca de Kaden.
—Será mejor que os marchéis —sugiere Kaden haciendo una mueca.
—Síiip. —Marco la p con mis labios—. Vamos, Dev.
Intento colocar su brazo alrededor de mis hombros para ponerlo en pie y
ambos acabamos en el suelo.
Kaden resopla y estira de mí para ponerme en pie, me tambaleo en sus
brazos y me sujeta fuertemente por la cintura.
Trago con fuerza al darme cuenta de la distancia que nos separa.

482
—Estoy bien —susurro.
Pero no me suelta, simplemente se limita a mirarme fijamente, cuando sus
ojos se deslizan y se clavan en mis labios no puedo evitar morder con fuerza
mi labio inferior.
—Nunca podré quitarte esta costumbre, ¿verdad? —murmura liberando
mi labio.
Niego y una sonrisa cubre su boca.
Kaden se agacha y entre los dos levantamos a Devan.
—Uhm...¿ trío? —farfulla Dev medio adormilado.
—En tus sueños, camarero.
—Uhm...
—¿Te encargas del cierre, Alec? —demanda Kaden girándose hacía él.
Alec levanta los pulgares como gesto afirmativo.
—¿Puedes irte así sin más? —le pregunto a Kaden.
—Soy el dueño, puedo hacer lo que quiera.
Devan se va balanceando mientras tiramos de él, y no es que yo tenga el
mejor equilibrio en estos momentos.
Cuando salimos tanteo el bolsillo de Devan para buscar su teléfono y
pedir un Uber, sin embargo, Kaden no parece tener los mismos planes.
—¿Qué haces? —digo desconcertada al ver cómo nos conduce a su
coche.
—Os llevo a casa.
—No hace falta —aseguro rápidamente.
—Ya lo creo que sí —resopla—. Mira, no está en condiciones de discutir
esto, apenas te mantienes en pie Julliet, y no hablemos del camarero.
Cierro los labios con fuerza, es cierto que poco a poco todo empieza a
dar más vueltas de lo normal, así que mantener la boca cerrada es la decisión
más acertada.
Cuando subo recuesto mi cabeza contra el frío cristal de la ventanilla,
estoy demasiado acalorada y confusa, necesito cerrar los ojos.
—Kaden... —murmuro.
—¿Qué?
—Me importas mucho.
Permanece callado ante mi declaración, abro un poco los ojos y lo miro
de soslayo.
—Y.…yo...no te he dado las gracias por lo del otro día —continúo, mi
cabeza se siente cada vez más pesada y densa—, por salvarme.
—No quiero que me des las gracias —masculla.
No entiendo su repentino tono de frialdad, tal vez cree que no estoy
siendo sincera.

483
—Lo digo en serio.
—Yo también.
Abro y cierro la boca, sin saber bien qué decir.
—¿Es porque me fui con...?
—Mejor no hablemos de eso —contesta, tajante. Sus manos se cierran
con fuerza alrededor del volante.
—Pensaba que no importaba, tú mismo lo dijiste. Sin normas y sin nada.
Me mira unos segundos, me sorprende ver confusión y vulnerabilidad en
su rostro.
—No sé qué es lo que digo cuando estoy contigo, rompes mis esquemas
todo el tiempo, Julliet.
Sacudo la cabeza.
¿Qué pretende diciendo esas cosas?
—¿Entonces ya no piensas lo mismo?
El cinismo se dibuja en su cara.
—No sé qué pensar, es fácil decirlo, pero luego, cuando veo que lo eliges
a él...
—¿Estás celoso?
—No son celos. Me ofende que prefieras irte antes con ese estirado a
estar conmigo.
¿Complejo de inferioridad?
—No entiendo porqué tiene tanta importancia para ti.
—Porque te alejará de mí —admite—, y no quiero perderte.
¿Quién es este y que han hecho con Papi Grey?
Es fácil hablar honestamente cuando no nos miramos directamente a los
ojos.
—Esto no se trata de elegir a nadie, no estoy interesada en tener ningún
tipo de compromiso con ninguno.
¿Para qué elegir si os puedo tener a todos?
—Sé cómo acaba esta historia, ya la he vivido antes.
Mi frente se arruga, estoy totalmente perdida con sus confesiones.
—¿A qué te refieres?
—Hemos llegado. —Frena bruscamente.
No sé cómo sentirme, estoy procesando lentamente todo lo que ha dicho.
Me sorprende ver las debilidades de alguien que es tan arrogante todo el
tiempo. Es como si de repente Kaden fuera más humano.
—Gracias por el paseo —murmuro mientras me ayuda a sacar a Devan
de los asientos traseros. Este permanece felizmente en un estado de
semiinconsciencia.
—¿Quieres...uhm...subir? —Le ofrezco cuando nos acercamos al portal.

484
Después de todo lo que hemos hablado me gustaría seguir continuando
con la conversación.
—No.
—Está bien, gracias de nuevo.

El dolor de cabeza es tan intenso que quiero bañarme en un mar de


analgésicos.
¿Por qué no recuerdo lo horrible que es la resaca y vuelvo a coger
semejantes borracheras?
Me remuevo incómoda, apartándome del brazo que me rodea. Hay luz
por todos lados, y es demasiado intensa y molesta. Cuando logro abrir los
ojos por completo me doy cuenta de que estoy completamente desnuda.
¿Por qué estoy desnuda? ¿Dónde estoy?
Miro a la persona que hay tendida a mi lado y me sorprendo al percatarme
de que no es Devan.
Levanto la sábana un poco para confirmar mi teoría y efectivamente
Kaden también está desnudo.
«¿Cómo es posible que no recuerde nada? No, algo recuerdo, el
club...Devan...el estudio de Kaden...el coche con Kaden. Pero no tiene
sentido, nos llevó a casa. ¿Qué hago en su casa?»
Me muevo sigilosamente fuera de la cama y busco a hurtadillas mi ropa.
—¿Qué hora es? —pregunta con voz rasposa, haciendo que me
sobresalte.
—No lo sé.
¿Dónde están mis cosas? ¿Llevaba algo encima?
Es como si todos los recuerdos se hubieran borrado tras subir al
apartamento de Devan.
—Vuelve a la cama, apenas hemos dormido —suspira.
Siento el cuerpo entumecido y dolorido, eso sumado a su frase cobra
sentido.
Pero no recuerdo nada.
Una especie de angustia se instala en mi pecho, en cierto modo me resulta
asfixiante no recordar haberme acostado con Kaden. Esto se me está yendo
de las manos.
—Tengo que… marcharme —murmuro alterada mientras rebusco algo
con lo que cubrirme.
Kaden suspira y se incorpora.

485
—Tu ropa está esparcida entre la entrada y el pasillo, si es lo que estás
buscando.
—Eh... sí.
Camino, descalza sintiendo el frío suelo contra la planta de mis pies,
mientras recojo mi ropa. No es la misma ropa que llevé al club.
Me cubro el cuerpo con ella rápidamente, solo me falta encontrar algo
que tape mi parte superior. Localizo mi camiseta justo en la entrada, cuando
me incorporo observo mi reflejo en el gran espejo principal que hay. Voy
cubierta de pequeños círculos morados por todo el cuello que se extienden
hacia abajo.
—¿Te apetece comer algo? —pregunta Kaden acercándose a mí.
Va vestido únicamente con unos pantalones de deporte, es entonces
cuando veo que él también está cubierto de chupetones.
¿Se los he hecho yo?
—No, pero... gracias. ¿Sabes dónde están mis cosas? Mi teléfono, las
llaves, la cartera.
—No trajiste nada contigo.
¿Y cómo vuelvo?
—¿Qué pasó anoche exactamente?
—Me llamaste al poco rato de dejarte en el apartamento, ¿no te acuerdas?
No paraste de enviarme mensajes.
Niego con la cabeza.
—Supongo que ibas demasiado bebida. —Reflexiona.
Muerdo mi labio, la idea me perturba un poco.
—¿Lo hicimos?
Me lanza una mirada de obviedad.
—¿Usaste condón? —le pregunto.
—No quisiste.
—Joder, Kaden. No quiero llevarme más sustos. Ya te dije que lo de
hacerlo sin condón se había acabado.
—Bueno, anoche no parecía importarte.
Tengo ganas de golpear mi cabeza contra la pared.
—Ya no estás en Mala, ¿sigues haciéndote controles?
—¿Eh?
—Chequeos médicos, Kaden. ¿Estás limpio?
—No he follado con nadie más.
Su confesión me deja muda.
—¿Qué? —pregunto con una risa nerviosa al cabo de un minuto.
—¿Estás lista? Te acerco a casa —murmura mientras se pone en pie y
desaparece por el pasillo.

486
Lo sigo con paso vacilante.
No preguntes, no preguntes, no preguntes.
—¿Qué es eso de que no has follado con nadie más? —Mi boca funciona
de forma descoordinada con mi cerebro.
—Creo que la compresión de la oración es bastante simple.
—Kaden...
—No le des tanta importancia.
Por primera vez aparto la curiosidad a un lado y decido callarme, no
quiero entrar en arenas movedizas, y seguir hablando de un tema que me
llevará a un callejón sin salida.
Se viste y coge las llaves de su motocicleta.
—Iremos más rápido de este modo. ¿Quieres que nos veamos más tarde?
—No puedo, uhm, tengo la tarde bastante ocupada.
—Podemos cenar juntos.
—Termino mi clase de defensa personal tarde y...
—Ya veo.
—Pero podemos quedar mañana por la tarde —-Ofrezco, sin saber bien
por qué.
Una sonrisa aparece en sus labios tras escuchar mi propuesta.
—No sé si podré, tal vez tenga la tarde bastante ocupada —se burla,
imitándome.

Devan sigue en la cama cuando llego al apartamento, por lo visto, anoche


le dejé un post-it.

Me voy a follar con Kaden, llegaré tarde.

Aunque es un misterio descifrar lo que pone, la letra es bastante confusa,


claramente escrito por alguien con un alto grado de ebriedad.
Arrugo el papel con mis manos y lo lanzo a la papelera.
Busco mi teléfono y lo conecto a la corriente. Deslizo mi dedo entre los
contactos y cuando localizo el número del Sr. Ferrara solicito visita con él
para esta misma tarde.
La angustia empieza a ahogarme lentamente, así que decido mantener mi
mente ocupada preparando una lista de todos los términos del mundo BDSM
que me confunden.
—¿Cuánto bebí anoche? —gruñe Devan acercándose lentamente hacia

487
donde estoy.
Es tan sigiloso que me asusta y tiro el papel donde estaba anotando todo.
—¿Shibari? —pregunta leyendo la última línea que he escrito.
—Trae —le digo arrebatándole el papel de las manos.
—¿Qué es esto, Ángel? —Parece que le divierte.
—Cosas.
Levanta una ceja, intrigado.
—¿Cosas? ¿Relacionadas con nuestro jefecito dominante?
—No estoy autorizada a hablar de ello.
Se ríe negando la cabeza, su rostro cambia de repente y empieza a
olisquear.
—¿Intentas quemar la cocina?
—¿Qué?
Se acerca rápidamente a la olla que tengo en el fuego y lo apaga, es
entonces cuando también lo huelo.
Había olvidado por completo que estaba cocinando.
—Creo que voy a pedir unas pizzas, ¿cuatro quesos para ti?
—Perdona Dev, se me ha ido la cabeza.
—No pasa nada, Ángel, sigue con tus deberes. —Guiña su ojo—. De
todas formas, no eres para nada una buena cocinera.
—Oye —protesto.
—Hablo en base al conocimiento, no sé cómo has sobrevivido sin mis
dotes culinarias hasta ahora.
Ruedo los ojos y camino con mis papeles hasta el salón.
—Iré a la ducha, si llegan las pizzas, ¿te encargas tú?
Levanto mi pulgar, mi boca está ocupada mordisqueando el extremo del
lápiz.
Al cabo de unos quince minutos llaman al timbre, justo Devan sale del
baño con una toalla alrededor de la cintura.
—Ya voy. —Le aviso poniéndome en pie.
Recojo el pedido y nos sentamos tranquilamente a devorar los
carbohidratos.
—¿Qué recuerdas de anoche? —indago.
—Fiesta, sexo alucinante en el baño y ¿te pedí hacernos un tatuaje?
Me rio y le cuento lo que yo recuerdo.
—¿Un dragón que escupe fuego? Nunca dejes que me tatué eso, aunque
la idea de tu silueta desnuda si me gusta —dice coqueto.
Le explico que luego me fui con Kaden, aunque de eso no tengo
recuerdos, supongo que llegué a la misma fase que Dev de borrachera un
poco más tarde.

488
—Espera, ¿dices que no te acuerdas de haberte follado a Kaden?
Sacudo la cabeza.
—¿Y lo hizo contigo estando tan borracha como para que ni lo recuerdes?
—hace una mueca de disgusto.
—Fue cosa mía, mira los mensajes que le mandé anoche. —Le extiendo
mi móvil.
Son todos bastantes insinuantes y explícitos.
—No me importa, él sabía lo que estaba haciendo, tú no.
—No fue así, Dev.
—Está claro que no lo vemos del mismo modo.
Devan cierra la boca, su mandíbula se aprieta con fuerza. El ambiente se
vuelve un poco tenso por lo que decido cambiar de tema.
—Me han enviado también un mensaje los del seguro, por lo del incendio.
—¿Y qué dicen?
—Se harán cargo de reparar los daños, y he estado pensando... Cuando
esté reformada pondré la casa en venta.
—¿La vas a vender?
—Creo que será una buena forma de seguir adelante.
Pone su mano sobre la mía y se inclina para besar mi frente.
—Para cualquier cosa con la que necesites ayuda aquí estoy.
Esa misma tarde, cuando salgo de la consulta del Sr. Ferrara le envío una
foto del justificante de visita al Sr. Henderson.
Espero que cumplas con tu parte, así como estoy haciendo yo.

489
42. MALA VIDA
Devan paseándose sin camisa todo el tiempo por su apartamento es un
regalo para la vista.
—¿Cómo ha ido la mañana, Ángel? —pregunta cuando me ve.
Me encojo de hombros sin ofrecer una respuesta clara, Taylor está
últimamente muy extraña, no responde a ninguno de mis mensajes.
—¿Por qué decidí estudiar una carrera? —resoplo dejándome caer en la
silla. He empezado con los trabajos para la vuelta del curso y ya me estoy
amargando.
Él se acerca a mi lado y besa la parte posterior de mi cabeza.
—Muy buena pregunta, porque teniendo en cuenta como bailas no sé qué
haces estudiando doscientas mil leyes.
—Técnicamente, hay alrededor de unas cien mil en nuestro país.
Devan bosteza de forma exagerada.
—Siguen siendo muchas. ¿Qué pasa con el baile?
—El baile no paga facturas —digo repitiendo el discurso que he
escuchado toda mi vida.
—Eso lo dice la gente frustrada que no cumple sus sueños, Ángel, y tu no
pareces ese tipo de gente.
—No está tan mal, ¿sabes? Algunas cosas son un poco aburridas, pero
otras me están resultando realmente interesantes. Además, no me parece una
mala idea ser capaz de defender a mujeres que... —Muerdo mi labio, todavía
se me resisten algunas palabras.
El entendimiento llega a sus ojos y asiente.
—Lo sé.
Deja un plato de comida delante de mí, Devan me cuida como si estuviera
en un hotel cinco estrellas.
—No deberías mimarme tanto, así conseguirás que nunca me quiera ir de
aquí—murmuro en tono burlón.
—Vaya, has descubierto mi estratégico y brillante plan.
Me rio mientras niego, en cuanto me mude echaré de menos la cocina de
Dev.
Y al demonio coqueto y su increíble capacidad de convertir cosas
normales en perversiones sexuales.
—¿Has hablado con la Sra. Myers?
—Sí, me ha dado más noches, sabe que soy el encanto de Mala.
—Todavía no entiendo que no estás en algún hospital después de Heaven
Care. —Mis labios se curvan con disgusto.

490
—No le des más vueltas, Ángel.
No entiendo por qué no quiere explicármelo, siempre me cuenta cada
minúsculo detalle de su vida, así como presta atención por la mía.
—Pero...
—Estoy bien, hasta entonces Agnes me ha dado más turnos en Mala.
Estaré todas las noches por allí, exceptuando los domingos.
—Devan, si voy a estar viviendo aquí lo más normal es que contribuya
en...
—Lalalala —empieza a decir mientras tapa sus orejas.
Estiro mis manos para separar sus manos de sus orejas y lo miro,
fijamente.
—No, Dev, o pago una parte o me marcharé.
—El dinero no es problema, Mala paga muy bien, ya lo sabes.
—Sé que tienes todavía el préstamo de estudiante, y yo estaré más cómoda
si gasto una parte de mi sueldo en pagar parte de este techo que me estás
dando.
—Ni siquiera tienes tu propio espacio, no tiene sentido que me pagues
nada.
—Devan voy a vender mi casa, no sé cuándo tendré mi nuevo
apartamento, pero hasta entonces si voy a estar aquí tengo que aportar algo,
ya he abusado demasiado de tu hospitalidad.
—¿Esto cuenta como nuestra primera pelea de compañeros de piso? —
pregunta desviando el tema.
—No cambies de tema —le riño.
—Está bien, haré un cálculo aproximado. —Resopla poniendo los ojos
en blanco—. ¿Te apetece hacer algo esta tarde? Sam ya está por la ciudad.
—En realidad... ya tengo planes.
—Ah, ¿sí? —Levanta las cejas de forma sugerente—. ¿Con quién?
—Kaden. —Me rasco el cuello.
Espero una oleada de respuestas insinuantes por su parte, pero para mi
sorpresa, se mantiene en silencio.
—¿Dev? ¿Pasa algo? —Muevo mi mano por delante de su rostro para
llamar su atención.
Sacude la cabeza y me mira.
—No quiero que te haga daño.
—Kaden no...
—Después de lo que hizo no me fío, no me gusta. Es más, considero
que...
—No hizo nada Devan, yo le escribí, no me acuerdo porque yo
bebí...¿Ves todos los "yo" que estoy diciendo?

491
—También veo un "él", sobre todo en la parte en la él se aprovechó.
Ruedo los ojos.
—No fue así.
—¿Te acuerdas para saber que no fue así?
—Eso no significa...
Se cruza de brazos, permaneciendo completamente serio.
—No puedo creer que quieras seguir quedando con él, se está
aprovechando de ti.
—Creo que es más bien lo contrario.
—¿Por qué le defiendes? ¿No puedes verlo?
El ambiente entre nosotros cambia por completo, y se siente muy raro.
—Yo no siento que él se haya aprovechado, ¿acaso no cuenta lo que yo
sienta?
Veo en sus ojos la vacilación.
—Sí, pero las circunstancias...
—No, Dev. —Le corto.
Paree querer decir algo más, pero la decisión de mi mirada le deja claro
que no pienso seguir discutiendo sobre esto. Se levanta de su silla y se marcha
sin decir nada más. Parece como si se acabara de abrir una brecha entre
nosotros. Y es raro. Hasta ahora nunca habíamos discutido así.

Cuando llamo a la puerta de Kaden y lo veo listo para salir me quedo con
cara de estúpida.
—Buenas tardes, Juls.
—¿No habíamos quedado? —Tal vez estoy equivocada.
—Sí, estoy listo para salir.
—¿Salir?
¿Sexo en público, Papi Grey?
—He pensado que podíamos ir por ahí, para variar.
¿Variar el qué exactamente?
—Así que… ¿Qué te apetece hacer? ¿Qué es lo que más deseas? —
pregunta acercando su rostro al mío.
—Yo... quiero ver a Lex.
Ni siquiera sé por qué respondo eso, Kaden parpadea confuso, como si
hubiera esperado otra respuesta por mi parte.
—¿Lex? ¿Tu amiga? ¿Y por qué no vas a verla?
Suspiro.

492
—No se permiten visitas en el área que está ingresada.
—Hasta ahora la has estado visitando, ¿no?
Muerdo mi labio inferior con fuerza.
—La trasladaron al psiquiátrico, y donde está no puede tener visitas...Yo
sólo...quiero ver con mis propios ojos que está bien.
—Bueno, pues ya está decidido, ¿no?
—¿Qué?
—Nuestra cita de hoy, colarnos en el psiquiátrico.
Sacudo la cabeza, no entiendo a qué se refiere.
¿Ha usado la palabra cita?
¿Y la parte de colarnos no es importante?
—¿A qué te refieres?
—Tú —Me señala —, yo —Se señala—: yendo al psiquiátrico. ¿Qué no
entiendes?
—No podemos colarnos.
—¿Por qué no?
—Porque si nos descubren...
—Entonces tendremos que hacer que no descubran, ¿no? —dice con
sencillez.
Lo hace ver todo demasiado fácil, no entiendo qué tienen en mente, y aun
así le sigo con decisión, dispuesta a ver lo que planea.

—Esto nos meterá en un lío. —El nerviosismo me tiene temblando


prácticamente.
Kaden se ríe.
—Esa es mi especialidad, nena.
—No sé cómo estás tan tranquilo, ni siquiera sabes lo que estás haciendo.
—Estoy llevando a mi querida paciente a su habitación —murmura
dándome unas palmaditas suaves en la cabeza mientras que con su otra mano
empuja la silla de ruedas en la que me ha hecho sentarme.
Levanto la mirada y contengo un suspiro, Kaden va vestido como celador,
es otra cosa que añadiré a mi lista de fantasías.
—Las puertas van con pases identificativos, se van a dar cuenta.
Estira una cuerda que tiene alrededor de su cuello, mostrando una tarjeta.
Parece que lo tiene todo muy bien pensado para estar improvisando.
—¿De dónde has sacado eso?
—Lo he... tomado prestado.

493
—¿La otra persona sabe que lo has tomado prestado? —Resoplo.
Kaden sonríe mostrando sus perfectos dientes.
—Es un préstamo sorpresa.
Niego la cabeza.
—Estás loco.
—Bueno, estamos en el lugar indicado entonces.
Kaden se ha colado por el aparcamiento de empleados hasta el vestuario,
en quince minutos ha salido vestido con un traje sanitario de celador, una
bata para mí y una silla de ruedas.
No he querido preguntarle cómo ha obtenido todas esas cosas, pero sin
duda este lugar debe mejorar sus sistemas de seguridad, porque está claro que
se puede colar cualquiera.
—Vale, ¿cómo encontramos a tu amiga?
—El ala restringida está en la cuarta planta, subiendo por esos ascensores
—digo señalando con discreción—, pero solo el personal autorizado puede
abrir las puertas.
—Bueno, esperemos que... —Lee su tarjeta identificativa—, Kevin tenga
acceso.
Nos subimos al ascensor y cuando se están cerrando las puertas alguien
entra con nosotros.
«Oh, oh».
Es una de mis antiguas enfermeras, y me odia, tengo la certeza de que me
odia.
—Julliet —Se sorprende—, no sabía que estabas por aquí otra vez. —
Sonríe falsamente.
Miro hacia adelante como si no la hubiera escuchado.
—¿Julliet?
—Está muy medicada, ya sabes cómo afecta eso—carraspea Kaden.
—Oh, claro. —Asiente, cautivada por Kaden—. ¿Eres nuevo?
—Sí, es mi primera semana por aquí.
Admito que estoy bastante asombrada por la naturalidad que tiene Kaden
a la hora de fingir.
—Oh, qué bien, yo estoy en el ala este, pero esta semana me han enviado
a la décima planta, espero verte por aquí entonces.
Aborrezco tanto a esta mujer que me cuesta contener la cara de
indiferencia.
—Por supuesto. —Le sigue el juego.
Pobre ilusa.
Las puertas se abren y Kaden me empuja fuera.
—Un placer, ehm...

494
—Kevin —contesta Kaden sonriente antes de que se cierren las puertas.
—Bueno, Kevin, ¿y cuál es tu plan, exactamente? Si entro en esta planta
como paciente no podré salir tan fácilmente. Y no llevo pulsera identificativa,
se van a dar cuenta.
Kaden mira a su alrededor, en cuanto localiza un carrito de auxiliar coge
una sábana doblada.
—Uy, cuánto frío tienes, ¿verdad? —Tira la sábana por encima de mi
cuerpo, dejando únicamente mi cabeza descubierta—. Intenta no sacar los
brazos.
Guía mi silla hasta la puerta, justo cuando va a pasar la tarjeta identificativa
por el lector la puerta se abre, un hombre con bata de médico nos mira.
—Buenas tardes.
—Buenas tardes —responde Kaden educadamente moviéndose a un lado
para permitir el paso.
Antes de que se cierren las puertas nos cuela en el interior.
—Bueno, nunca sabremos si Kevin tenía acceso. ¿Y ahora a dónde?
—No lo sé —murmuro mirando a mi alrededor, estar aquí no me trae
buenos recuerdos.
—Pues continuamos improvisando.
Empuja la silla por el salón general, vamos mirando de forma discreta
intentando no levantar sospechas.
—La ventana de la izquierda, en esa esquina —susurro por lo bajo—, es
ella.
O eso creo, porque está de espaldas.
Kaden me acerca y siento la expectación creciendo en mi pecho, me deja
al lado de Lex.
—Diez minutos.
Asiento y acabo de acercarme a Lex.
—Vale, no alucines ni llames la atención —le digo.
Lex ni siquiera se gira para verme, muevo un poco su silla para quedar
frente a ella.
—¿Lex? —Cuando mis ojos se clavan en los suyos me horrorizo. Parece
un cascarón vacío, no hay nada de Lex, es como si su cuerpo estuviera aquí,
pero ella no.
Me llevo las manos a la boca de la sorpresa.
—Lex. —Estiro el brazo para tocar su rodilla.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo...?
—Lex soy yo, Julliet —insisto.
—Eh, ¿qué haces con mi paciente? —pregunta un enfermero acercándose
rápidamente.

495
Lex continúa en completo silencio.
Kaden se acerca a nosotros lentamente.
—¿Qué pasa?
—Creo que tenemos que irnos —susurro.
—¿Y tú quién eres? —pregunta el enfermero con una jeringuilla en la
mano. Mira la placa identificativa de Kaden y frunce el ceño—. Tú no eres
Kevin.
El Impostor ha sido descubierto.
—Sí, claro que sí, soy nuevo —responde Kaden a la defensiva.
Me mira a mí.
—Y tú no eres paciente de esta planta, ¿qué hacéis aquí?
El enfermero empieza a tantear algo en su bolsillo, cuando saca un
pequeño teléfono Kaden tira de mi brazo y empezamos a correr por el lugar.
Se genera caos entre los pacientes, el vernos correr los altera y el ambiente
empieza a animarse.
—¿Qué pasa si nos pillan? —pregunto entre jadeos.
—Será mejor que no lo averigüemos.
Pasa la tarjeta de Kevin por el lector y la puerta no se abre, así que Kaden
le arranca la tarjeta al primer enfermero que ve y salimos de allí, algunos
pacientes empiezan a escaparse junto a nosotros y el caos se generaliza.
Varios celadores empiezan a correr en nuestra dirección y Kaden me guía por
las escaleras de emergencia.
Dejamos atrás una imagen bastante caótica que me hace cuestionarme si
vale la pena haber causado este desastre por ver durante un par de minutos a
Lex. O ni eso.
Sí, vale la pena.
Tenía que volver a verla, aunque no me guste lo que he visto, por lo menos
ahora sé que no está bien. No sé lo que está pasando aquí, pero tengo que
sacarla de aquí.
¿Eso es culpa de Nathan? ¿Qué Lex esté así es por él?
El odio crece en mi pecho, es tan intenso que lo noto en cada fibra de mi
cuerpo.
—Cuanto más rápido vayas menos probabilidades de que nos cojan —
gruñe Kaden por lo bajo.
Acelero mis pasos intentando no morir escaleras abajo y a los pocos
minutos ya estamos en el sótano.
—¿La ropa? —le pregunto.
—No hay tiempo de cambios de vestuarios, Julliet.
—¡Eh! —Se escucha detrás nuestro.
Mierda, mierda, mierda.

496
Nos subimos al coche de forma frenética y Kaden arranca sin que de
tiempo a que nos coloquemos los cinturones de seguridad.
Cuando llegamos a la barrera del aparcamiento, el hombre encargado de
vigilar tiene cara de haberse enterado de nuestra pequeña excursión.
—Bajen de forma calmada del coche —Nos indica levantando las manos.
¿Pero qué le pasa? Ni que fuéramos a dispararle.
—¿Te cabreas mucho si lo dejo inconsciente? —me pregunta Kaden.
—¿Qué?
—Me lo tomaré como un no.
Kaden se baja del coche y se acerca hasta el hombre con agilidad.
—¿¡Kaden que estás haciendo?! —exclamo cuando veo como hace algo
extraño con su cuello, parece que va a matarlo.
En pocos segundos el hombre se desploma cayendo redondo al suelo.
—¿¡Kaden que has hecho?! —Estoy en estado de shock.
—Lo he puesto a dormir un ratito.
—¿Lo has...? ¿Lo has...? —ni siquiera puedo decirlo.
Kaden se cuela en el interior de la caseta de seguridad y activa el
alzamiento de la barrera automática.
—¿Qué? Julliet solo lo he dejado inconsciente, es una técnica muy útil que
aprendí hace unos años.
—Pensaba que eso solo pasaba en las películas, parecía que lo estabas
ahogando.
—Para nada, en menos de un minuto estará consciente de nuevo.
Me llevo las manos a la cabeza, lo que acabamos de hacer es una total y
completa locura.
—¿Estás bien? —pregunta, frunciendo el ceño.
—¿Bien? ¿Cómo voy a estar bien? ¿Comprendes el lío en el que nos
hemos metido?
—No van a poner una denuncia, al fin y al cabo, no hemos hecho nada
grave.
—Dios, mi antigua enfermera me ha reconocido en el ascensor, no les
costará encontrarnos.
—No te preocupes por eso, lo tengo controlado.
—¿Qué tienes controlado? ¿Qué nos metan en la cárcel? Dios...
—Julliet, tranquilízate.
La adrenalina continúa circulando por mi sistema, es imposible que me
tranquilice.
—Y con el procedimiento abierto contra Nathan esto solo manchará mi
imagen...Y tú... ¡Joder Kaden, tienes antecedentes! ¿Si te cogen de nuevo qué
pasa?

497
Kaden frena en el primer desvío que encontramos y me mira.
—¿Puedes calmarte? Si te digo que lo tengo controlado, es porque lo
tengo controlado.
—Esto ha sido una locura, y Lex ni siquiera... Es toda una mierda, no
deberíamos haber ido. —Mi labio inferior empieza a temblar.
No quiero llorar, y mucho menos frente a Kaden.
Pero esa no era Lex, y no es justo que le hayan robado su vida.
—Julliet ¿Por qué has estado ingresada en un psiquiátrico?
Lo miro a través de las lágrimas que se están formando en mis ojos, esto
es algo que he hablado con poca gente, entre ellos Devan y Andrew.
—¿Importa?
—Tú me importas.
Niego la cabeza, confusa por el efecto que me causan sus palabras.
—Un día estaba cansada de todo, y tomé la estúpida decisión de querer
acabar con todo.
—¿Cómo lo hiciste? ¿Qué pasó?
La gente normalmente no es tan directa haciéndome las preguntas, es un
tema que genera bastante incomodidad.
—Muchas pastillas y mucho alcohol. Nathan me encontró y me llevó a
urgencias, estuve cerca, tan cerca que tuvieron que ingresarme en el
psiquiátrico. Allí conocí a Lex.
—¿La amiga de hoy?
Asiento mi cabeza.
—Ella ha sido lo mejor de estos últimos dos años y ahora, por mi culpa...
—¿Por tu culpa? —pregunta frunciendo el ceño.
Sí, por mi culpa. Si no la hubiera conocido seguramente Nathan la habría
violado. No es directamente mi culpa, pero indirectamente se siente de ese
modo.
—Es una larga y compleja historia de la que no hablaré.
—Me gusta esto.
Mi frente se arruga, no entiendo de qué habla.
—Quiero decir, me gusta que me cuentes más cosas, que seas capaz de
abrirte.
Me puedo abrir de otra forma, también.
—¿Podemos ir a tu casa ahora? —le pregunto ignorando lo último que
ha dicho, no sé qué responderle a eso.
—No, te llevaré al apartamento del camarero.
—¿No? —repito, confusa, mientras lo miro.
—No.
—¿Cómo qué no?

498
¿Desde cuándo Kaden rechaza un polvo?
¿Dónde está Papi Grey?
—No puedo Julliet, tengo que... no puedo, ¿vale?
Lo miro, intentando leer lo que no quiere decir entre líneas.
No lo entiendo para nada.
Kaden arranca de nuevo el coche y me lleva hasta el departamento de
Devan.
—Gracias por... —ni siquiera estoy segura de que debo agradecerle.
—Te escribiré para volvernos a ver.

Kaden propone que volvamos a vernos, y tras aceptar alegremente me


vuelve a dejar a dos velas. Simplemente nos limitamos a cenar fuera, sin mi
sesión de sexo salvaje final.
El infierno debe estar congelándose.
Devan y yo apenas coincidimos el resto de los días, al trabajar en Mala
pasa gran parte de la mañana durmiendo y cuando despierta estoy en los
entrenos con Blake, o en las sesiones con el psicoterapeuta. El viernes por la
noche libra, porque es el fin de semana que Mala cierra. Tengo mucha
curiosidad por saber por qué Mala cierra un fin de semana al año.
—Estoy preparando la mochila para mañana, ¿qué debería llevar? —le
pregunto intentando romper el hielo.
—Te recomiendo pantalones cortos, deportivas, gorra...hacemos un rato
de caminata y hay un claro al final del sendero, así que puedes llevar bañador
si quieres.
Voy echando las cosas a mi mochila mientras lo miro.
Sin bromas, sin coqueteos, no parece Devan.
—¿Qué pasa, Dev?
—¿Qué pasa de qué?
—Llevas estos días distante, pensaba que entre nosotros hablábamos las
cosas.
—No pasa nada.
Ni Ángel, es extraño que no me llame así todo el tiempo.
—No me digas que sigues cabreado por lo de Kaden.
Sus labios se aprietan.
—Será mejor que me acueste, mañana nos levantamos temprano.
Odio esto. Odio que no quiera hablar conmigo y actúe de este modo, no
me encaja para nada. ¿Pasará algo más?

499
Me acuesto en el otro lado de la cama, nuestros cuerpos están bastante
juntos, sin embargo, se siente una gran distancia entre nosotros.

Durante el día, cualquiera diría lo pervertidos que pueden llegar a ser en


este grupo.
Tras llegar al campamento, el cual está reservado exclusivamente para
nosotros, nos vamos a hacer senderismo por la zona.
Las cosas con Devan siguen un poco extrañas, y él no se despega del lado
de Sam, parecen hablar de cosas serias todo el tiempo, por lo que no
interrumpo.
Kaden tiene a Rachel y Chelsea detrás todo el tiempo, durante una ocasión
parece querer lanzarlas barranco abajo.
Así que aprovecho el camino para conocer un poco más al resto de mis
compañeros, prácticamente no me separo de Celeste, Braxton y Nell.
—¿Y Halsey y Jules? ¿Vendrán esta noche? —pregunta Nell.
—No, al final se han rajado en el último momento —explica Celeste.
Después de un largo día de caminata la excursión culmina en un pequeño
claro, llevo el bañador, tal y como me indicó Devan, y para mi sorpresa no se
convierte en una fiesta sexual de agua, todo el mundo mantiene su traje de
baño y simplemente nos divertimos un rato en el agua antes de volver al
campamento.
Hay un buen ambiente entre todos, excepto por Chelsea y Rachel, que
parecen cabrear a la gente, más que otra cosa.
Cuando cae la noche, tras una buena cena, nos ponemos todos en círculo.
Tenemos una carpa montada llena de colchones inflables, cojines, mantas,
todo es bastante acogedor.
Me siento entre Celeste y Sam, ellas, por lo que he visto, son bastante
cercanas.
Me pregunto qué tan cercanas son.
Nell coge un vaso y va pasando el resto de la pila para que cada uno
cojamos uno.
—No dejas de trabajar ni hoy, K —se mofa Micaela.
Keane rueda los ojos y niega, va pasando uno por uno haciéndoles elegir
una pulsera, me recuerda a la noche que acudí a Mala como clienta.
—¿Qué eliges esta noche, Julliet? —pregunta con una amplia sonrisa.
—No entiendo que tengo que elegir —le digo extrañada viendo las cintas
de colores que me ofrece.

500
Hay tres colores; lila, azul y rojo.
La muñeca de Keane está adornada con una cinta roja.
—Es para los juegos, lila significa que estás dispuesta a jugar con
cualquiera de nosotros, azul es que solo quieres jugar con mujeres y rojo es
que solo estás dispuesta a jugar con hombres —me explica Celeste.
En otras palabras, ¿quieres follarte hombres, mujeres o ambos?
Estiro el brazo cogiendo la cita lila y la ato alrededor de mi muñeca.
—Buena elección —indica Sam, chocando su muñeca junto a la mía,
nuestras cintas entonan.
Cuando acaba de repartirlas me fijo en cada uno de ellos.
Nell, Sam, Alessia, Kurt, Devan, Levi y Connor llevan una pulsera lila.
Vía libre.
Emily y Margot han optado por coger una cinta azul, es decir, que solo
aceptarán retos o juegos que impliquen a otras mujeres.
Chelsea, Rachel, Celeste y Micaela llevan atadas una cinta roja, y Braxton,
Kaden, Ashton y Adrian han escogido la azul.
Apuesto mi sueldo del mes a que Chelsea se muere por tener un reto con
Kaden, cada vez que he dirigido mi mirada hacia ella la he pillado babeando
por Kaden.
Devan se acerca y saca de las neveras portátiles varias botellas de licor.
—Servíos vosotros mismos el vaso, yo sí que no trabajo esta noche —
dice con burla pasándole una de las botellas a Braxton.
—¿Dev me pasas la sin? —le pide Celeste.
—Buenooo —Resopla con tono bromista—, lo que me pida mi bailarina
favorita. —Le guiña el ojo y acerca la botella, la destapa y rellena el vaso de
plástico.
¿Su bailarina favorita?
—¿No bebes alcohol? —le pregunto, extrañada.
—No, no me gusta.
—Es la rarita del grupo —contesta Alessia pasando un brazo por su
cabeza para revolverle el pelo.
—Lo triste es que se tenga tan normalizado que se tenga que beber
alcohol —señala Celeste.
Lo pienso por unos segundos, nunca lo había visto de ese modo.
—Bien, esta es la única copa que sirvo.
Celeste le lanza un beso y Devan le sonríe en respuesta.
No sabía que se llevaran tan bien, aunque Devan realmente se lleva muy
bien con todo el mundo.
Por eso es el demonio coqueto.
—Vale, yo nunca... —empieza a decir Emily.

501
—¿En serio? ¿El yo nunca? —le pregunto al oído a Sam.
Ella asiente, divertida.
—Espera a saber que no ha hecho esta gente, la lista es muy reducida. —
Se ríe.
—...Yo nunca he dejado que me aten durante el sexo.
«Empezamos fuerte, señores».
Casi todo el mundo bebe, yo incluida, a excepción de unos pocos, entre
ellos Devan y Kaden.
Ahora tengo curiosidad por atar a Papi Grey.
Dicen cosas bastante explícitas, y para mi sorpresa he hecho muchas de
ellas, aunque todas han sido estos últimos meses. Mi vida sexual anterior era
tan aburrida. Dios, no hubiera bebido en toda la noche.
Cuando llega el turno de Kurt me sonríe perversamente.
—Yo nunca he estado en el famoso sótano del Sr. Henderson.
Todos me miran con expectación, vaya grupo de cotillas.
Repiqueo mis uñas contra el vaso de plástico y cojo aire antes de dar un
breve trago.
No me atrevo a saber qué expresión tiene Kaden en su rostro.
—¡Lo sabía! —exclama Nell—. Ahora tienes que explicar la historia
completa, ¿estáis liados?
—¿Y qué pasa con el estúpido juego? —interviene Kaden por primera
vez.
—Kaden tiene razón —dice Sam—. Es mi turno... yo nunca he sido atada
por el Sr. Henderson. —Sonríe mientras me mira.
Realmente todavía no he sido atada por él, así que no bebo. Los del círculo
se miran entre ellos con confusión.
—¿Y qué has hecho en el sótano del Sr. Henderson? ¿Tejer? —resopla
Chelsea, ligeramente interesada por el chisme.
Me encojo de hombros, intentando que den por zanjado el tema.
—Es tu turno, Juls —me indica Celeste.
—Vale...Yo nunca...
Llevo un rato pensando qué diría en mi turno, pero alguna de las pocas
cosas que no he hecho ya se han dicho.
—Yo nunca me he acostado con un cliente de Mala —finalizo la oración.
Todos beben. Literalmente todos.
—Bueno, dadle tiempo. —Se ríe Margot.
—Yo nunca he hecho un striptease —dice Ashton.
Mis ojos van directamente a Kaden y siento como mis mejillas se
calientan, ni siquiera me fijo en quién más bebe.
—Yo nunca me he tirado a más de una persona el mismo día —expone

502
Alessia.
Kaden frunce el ceño mientras ve como bebo de mi copa, esto de tenerlo
enfrente es peligroso.
—Yo nunca... —empieza a decir Devan.
—¿Qué no has hecho Devan? —le provoca Sam entre risas.
La voz de Sam es el sonido más sensual del planeta, no puedo explicar lo
que provoca su risa.
Devan se frota la barbilla, pensativo.
—Yo nunca he fingido un orgasmo —termina de decir.
Es triste que casi todas las chicas bebamos.
Los yo nunca continúan y tengo que rellenar mi vaso. Voy a acabar
alcoholizada antes de que termine la primera ronda a este paso.
Cuando llega el turno de Kaden me siento impaciente por saber qué dirá.
—Yo nunca he dicho te quiero —dice Kaden sin apartar su mirada de la
mía.
—Que poéticos estamos, Kaden —se burla Levi.
—¿Qué clase de alma sin sentimientos no ha dicho un te quiero con
veintinueve años? —niega Sam.
—Kaden —contesta Kurt como si fuera obvio.
—Yo nunca he tenido fantasías sexuales con alguien de mi familia —
anuncia Adrian.
Celeste bebe y todos la miramos boquiabiertos.
—¡Va, chicos! No me creo que nadie más haya tenido alguna fantasía.
—¿Aló, policía? —finge Micaela que llama con su mano.
—¿Con quién diablos fantaseas de tu familia? —exige saber Adrian.
—Tengo un primo que está muy bueno, ¿vale? Si lo vierais también
fantasearíais con él.
—A ver, pasa su Instagram —murmura Devan sacando su teléfono.
—Le van los coños, Dev —asegura Celeste.
Hace una mueca.
—Pues entonces deja que me recree la vista con sus posts.
—No, eres demasiado peligroso.
—Sabes que no podría resistirse a mis encantos —concluye con una
sonrisa encantadora.
El juego continúa y muchos trapos sucios y secretos van saliendo a la luz.
Mi nivel de alcohol en el sistema es tolerable, después de cada borrachera
parezco tener mejor tolerancia al alcohol.
—Yo nunca he participado en un vídeo porno —murmura Chelsea.
Alessia y Connor se guiñan el ojo y beben.
—Julliet, ¿no bebes? —dice con un falso tono de sorpresa Chelsea.

503
Sacudo la cabeza confundida.
—¿Perdón?
—He dicho, yo nunca he participado en un vídeo porno, tú sí que lo has
hecho, ¿no?
Maldita asquerosa.
—No, no lo he hecho.
—Pero yo he visto varios vídeos tuyos.
—Cierra la boca, Chelsea —la interrumpe Kaden.
—¿A qué viene ese tono? —responde a la defensiva—: No he dicho nada
malo, después de todo los vídeos han circulado por tantos lados que han
echado a Devan de su trabajo por ello y ahora no lo contratan en ningún
lado.
Jadeo, sorprendida y miro a Devan, él está mirando a Chelsea como si
quisiera arrancarle la cabeza.
—¿No es eso lo que le decías antes a Sam? —Parpadea con inocencia.
—¿Por qué eres tan bocazas, Chels? —Escupe Devan con rabia.
—¿Es cierto, Dev? ¿Te han echado por mi culpa?
Sus estudios, su pasión por su trabajo, todo se ha esfumado por mi culpa.
—No, no ha sido tu culpa. No permitiré que cargues con la
responsabilidad de esto, Julliet, esos vídeos ni los grabaste tú ni los subiste tú.
—Eso dice... —suspira Rachel con tono malicioso.
De repente siento como si ambas quisieran acabar conmigo.
—Rachel —murmura Nell con tono de advertencia.
—De Rachel nada, desde que ha aparecido esta —me señala mientras se
pone en pie—. Parecéis todos unos cachorritos deseosos de su atención, dais
pena y ya estoy harta.
—Tiene razón. —La apoya Chelsea poniéndose en pie junto a su lado.
—Cortad los celos, que parecéis niñas de doce años peleando por un
chico que pasa de vosotras —interviene Celeste.
—¿Celos? No son celos.
—¿Por qué no das una vuelta y te relajas? —sugiere Emily.
—Está bien, total, esto es aburrimiento con ella aquí. ¿Te vienes, Chels?
Ella asiente con complicidad y vemos como desaparecen.
—Bueno, más alcohol para nosotros —dice Devan alegremente
acercándose más a su pareja para reducir un poco más el círculo en el que
estamos.
—Se ha acabado el Vodka —señala Micaela.
Varias personas empiezan a soltar risitas por lo bajo.
—¿Me he perdido un chiste? —le pregunto a Sam al oído.
—No, cuando terminamos el Vodka, cambiamos de juego.

504
Oh.
Colocan una de las botellas de Vodka vacías en medio del círculo que
formamos.
—¿El juego de la botella? ¿Esto no es para críos? —no puedo evitar
preguntar.
—No nuestra versión —asegura Nelly con una risita.
—Son unos buenos preliminares —me susurra Celeste al oído haciendo
que se me erice la piel—, ahora es cuando empieza la fiesta de verdad.
—El primer giro decide la persona que llevará a cabo la prueba, el
segundo, su víctima. Los retos están escritos de otros años —explica
cogiendo un bote de cristal lleno de papelitos doblados.
«Retos de Mala. Eso suena muy muy peligroso. Y muy muy excitante».
—¿Y si a alguien le toca el sexo que no quiere? —pregunto pensando en
el color de las pulseras
—Pueden volver a girar —responde Kurt.
—¿Y se pueden negar a hacer el reto?
—Sí, pero entonces hay que beber el chupito de la muerte.
—¿Qué es eso?
—Una mezcla asquerosa que no te recomiendo probar —admite entre
risas
—Va, empiezo yo —dice Connor con evidente entusiasmo.
Admito que estoy nerviosa. Pero el alcohol está amortiguando un poco
los nervios. Aunque estoy nerviosa. Bastante nerviosa. ¿Estoy a punto de
participar en una especie de orgía?
—¿Qué puede salir de ese bote? —le susurro al oído a Sam.
—Cualquier cosa, y cuando digo cualquier cosa, me refiero a cualquier
cosa.
Trago audiblemente y miro hipnotizada como la botella gira eligiendo a la
víctima de Connor. Se para justo frente a Alessia y ambos sonríen, empiezo
a pensar que o han sido pareja o algo raro hay entre ellos.
«¿Han hecho un vídeo porno, tú qué crees?»
Micaela le acerca el bote de los retos a Connor y él saca un papelito al
azar.
—Bájale la ropa interior con la boca a tu víctima.
Vale, no es tan, tan explícita como imaginaba.
Es explícita sí, pero por lo menos no va a follársela ahí mismo.
Todavía.
Connor se acerca a Alessia y esta se pone en pie, lleva un vestido ancho
que le llega hasta las rodillas prácticamente. Se arrodilla delante de ella y se
miran con complicidad, acaricia sus muslos lentamente hacia arriba, alzando

505
su vestido, cuando lo tiene por encima de su cintura y se vislumbran sus
pequeñas bragas acerca su boca a su entrepierna.
Muerdo mi labio observando la escena, hay un aire demasiado sensual
entre ellos.
Contengo el aire mientras veo como los dientes de Connor atrapan el
elástico de la ropa interior de Alessia y tira hacia abajo con lentitud.
Al trabajar en Mala hemos acabado viéndonos desnudos prácticamente
todos los presentes, sin embargo, sigue sintiéndose intenso. El vestido cae
tapando lo que Connor estaba revelando y vuelvo a respirar.
Connor vuelve a su sitio y Levi gira la botella, nunca había estado tan
inquieta por saber a qué va a enfocar un objeto inanimado.
La botella deja de dar vueltas y señala a Devan.
—A ver que me haces Levi —le guiña un ojo.
Este, rebusca en el bote y saca uno de los retos.
—Acaríciale el clítoris a tu víctima hasta que se corra. Bueno, eso va a ser
difícil—se ríe.
—Mastúrbale la polla, sirve igual —propone Nell.
—No, tiene que sacar otro papel —interviene Adrian.
—Que decida Dev —dice Celeste.
—Saca otro reto, a ver si hay algo más jugoso.
Levi rebusca y coge otro reto.
—Muerde la oreja de tu víctima. —Lee en voz alta.
—Me tendría que haber quedado con el anterior —suspira Devan con
decepción.
Levi se acerca hasta a Devan y le susurra algo al oído antes de tirar
suavemente de la oreja de Devan.
Bueno, la cosa va bien.
—Es tu turno, Kaden —le dice Levi.
Vale, ¿por qué siento que es el momento de huir?
Kaden mira la botella con recelo.
—Solo tienes que girar la muñeca para que dé vueltas —se burla Connor
observando como Kaden sostiene la botella.
Este le lanza una mirada asesina que parece querer decirle que va a
estrellar la botella contra su cara.
Kaden gira la botella y mi corazón se para cuándo empieza a reducir la
velocidad, está tan cerca de mí, tan cerca...pero para justo a mi lado, en
Celeste.
Has calculado mal por unos centímetros Papi Grey.
Estira el brazo y saca un papel con rapidez, sus gestos parecen indicar que
no está interesado en nada de esto.

506
Mira el papel y luego me mira a mí, su mirada salta a Celeste y vuelve a
leer el dichoso papelito. ¿Qué pone que está tan callado?
—¿Qué es? —pregunta Sam intrigada.
—Una gilipollez, dadme el chupito ese.
Celeste arruga su frente, parece un poco ofendida porque Kaden haya
pasado del reto.
—¿Estás seguro? —le dice Kurt.
—Pásame la botella —le exige.
Kurt coge una botella que contiene un líquido oscuro, Kaden se sirve un
poco en el vaso y lo bebe de golpe.
Su nariz se arruga cuando acaba de tragarlo y su cara es bastante cómica.
¿Qué ponía en el dichoso reto?
El resto continúa jugando y mi mente se queda abstraída por un rato,
parezco presa de la mirada de Kaden, como si intentara decirme algo sin
palabras. Sacudo la cabeza, volviendo a la realidad y me concentro en lo que
está sucediendo a mi alrededor. No sé en qué momento ha pasado, pero
Emily y Margot están haciendo un perfecto sesenta y nueve lésbico. El nivel
de excitación general cada vez es más alto, estoy tan caliente que deseo que
me toque ya ser la víctima de alguien. Braxton gira la botella y el universo
parece escuchar mis plegarias cuando para frente a mí. Siento como mi
interior se contrae, tengo los nervios a flor de piel.
—Lame los pezones de tu víctima.
«¿Sólo eso? Que decepción».
Camina hasta mi lado y siento los ojos de todo el mundo posándose en
nosotros.
—Si no quieres que lo haga no pasa nada, Juls. Eres consciente de ello,
¿verdad? —me dice amablemente.
Me recuerda a Devan, antes de jugar al Twister con Sam.
—No sé a qué estás esperando —contesto con una sonrisa.
Brax sonríe ampliamente y sube sus manos por mi espalda, su aliento
choca con mi cara y mi respiración empieza a alterarse. Saber que todo el
mundo nos está mirando es uno de mis placeres secretos, me excita
demasiado. Sus manos desabrochan con habilidad el cierre y baja mis tirantes,
después de bajarlos prácticamente arranca mi sostén. Levanta mi camiseta,
siento las palmas calientes de sus manos contra mi cuerpo. Cuando revela
mis pechos se agacha a la altura de ellos y mete uno de mis pezones en su
boca, su lengua gira alrededor, humedeciéndolo y humedeciéndome. Se
separa, atrapándolo con sus labios antes de proceder a hacer la misma acción
con mi otro pecho.
—¿Cuánto rato duran los retos? —gruñe Kaden haciendo que Braxton se

507
separe. Me baja la camiseta sin devolverme el sujetador, mis pezones están
completamente erectos y cualquiera puede verlo.
—El tiempo que me dé la gana si no se específica en el papel —le contesta
Braxton con una sonrisa fingida. Kaden pone los ojos en blanco y le da un
trago a su bebida, su mano tiembla contra su rodilla, es algo que hace cuando
quiere fumar.
Nell es la siguiente en jugar, y le toca uno de los retos más atrevidos hasta
ahora, montar durante cinco minutos a su víctima, la cual, para mi irónica
diversión, es Kaden.
—Vamos a ver si las leyendas sobre ti son ciertas, Kay —le dice Nell
seductoramente mientras se acerca.
No quiero ver esto y al mismo tiempo quiero verlo. Se siente como si
fuera a ver un atropello, no quieres mirar, pero al mismo tiempo la curiosidad
te impide apartar los ojos.
—Chicos, espacio de sexo seguro patrocinado por Mala —los interrumpe
Micaela tirándoles un preservativo.
Es entonces cuando observo que custodia un gran bote llevo de diversos
preservativos, decenas de ellos. Nell lo atrapa en el aire y se abanica con él,
miro a Braxton, esperando una reacción de celos por su parte, pero está muy
tranquilo. Sin duda, son una pareja swinger en toda regla, parece inmune a
todo lo que sucede, es más, tiene una sonrisa en la cara mientras mira lo que
hace Nelly. Nell coge la cara de Kaden con sus manos y se agacha, él la
interrumpe.
—¿El reto dice algo de besarse? —le exige.
Nell niega la cabeza.
—No me gustan los besos, limítate al reto.
«Es un gilipollas».
Ella le acaricia la cara con ternura.
—Me pone muchísimo ese rollo de duro que tienes, Kaden.
Se agacha hasta su oreja y le susurra algo al oído, Kaden me mira fijamente
mientras Nell le cuenta algo que ninguno de nosotros alcanza a oír. Frota su
mano por encima de la entrepierna de Kaden
—El tiempo corre —les advierte Sam.
—Y vosotros a este paso no. —Bosteza de forma exagerada Connor.
Nell se baja los pantaloncitos cortos que lleva, diría que me sorprende ver
que no lleva ropa interior, pero realmente no lo hace. Su piel oscura contrasta
con la de Kaden, sus manos juegan con el cierre de su pantalón y la incita a
moverse para poder bajarle la ropa.
—De esto ya me encargo yo —le dice Kaden quitándole el condón de las
manos para colocárselo él mismo.

508
—Tres minutos —comenta alguien en voz alta.
Nell se sienta en el regazo de Kaden y cojo aire cuando observo como
baja lentamente sobre él.
No puedo explicar lo que siento en estos momentos, porque nunca me
he sentido así antes. Es extraño, no identifico ni mis propias emociones. Y
hay que añadir que es un tanto perturbador que mientras Nell lo monta
Kaden no deja de mirarme.
—Tiempo.
Nell vuelve a su lugar como si nada y Margot gira la botella, para delante
de Sam y ambas sonríen. El reto que le toca es hacer que su víctima se corra,
de la forma que quiera, en tres minutos o tendrá castigo, que, por lo visto, el
castigo consiste simplemente en uno de esos chupitos mortales.
—Tranquila, con todo lo que estoy viendo ya estoy demasiado caliente —
le dice Sam.
Margot besa brevemente los labios de Sam, y tas quitarle parte de su ropa,
procede a besar sus otros labios.
—Joder, Margot —murmura con la voz ronca mientras sus caderas se
retuercen.
La respiración de Sam cada vez es más agitada, los segundos pasan con
rapidez, jugando en su contra.
Cuando la alarma del tiempo suena Sam gime con frustración.
—No pares ahora —protesta—, estaba tan cerca. Joder...
Margot se separa, lamiendo el brillo de sus labios.
—Lo siento, Sam. —Le sonríe con malicia.
—Me vengaré como seas mi víctima —le promete, incorporándose.
El reto de Kurt consiste en hacerle durante tres minutos una paja a
Connor, curiosamente con los pies. Algo que no había visto nunca hasta
ahora.
Sam gira la botella y esta para frente a Ashton, las cosas parecen caldearse
cada vez más, sobre todo cuando el reto que les toca es que su víctima se la
folle analmente. La excitación de todos los integrantes masculinos es bastante
evidente, Ashton coge un preservativo y se acerca hasta Sam.
Devan les hace rodar un bote de lubricante, Sam se coloca a cuatro
impaciente por querer terminar lo que Margot ha empezado. He visto a
Devan hacer lo mismo que está haciendo Ashton con Sam ahora, así que ya
no me sorprende ver cómo Sam se corre expulsando fluidos a propulsión.
—Gracias —suspira placenteramente cuando Ashton sale de su interior.
En estos momentos no me importaría que el juego terminara y todo el
mundo se pusiera a follar, es más, estoy deseando que eso pase. Lo necesito,
entre el ambiente y el alcohol mi excitación está por las nubes.

509
Es mi turno, giro la botella con impaciencia y observo cómo se para frente
a Keane, pero él está fuera de juego, así que vuelvo a girar la botella. Cuando
frena frente a Kaden casi no puedo creerlo, mis manos tantean dentro del
bote y saco uno de los papelitos doblados.
—Deja que tu víctima te palmee cinco veces el trasero.
Es en parte humillante, y eso, no sé por qué, me excita todavía más.
Kaden se frota las manos y se acerca a mí.
—Sobre mi regazo, Juls —ordena cuando se sienta.
Tengo especial debilidad por sus órdenes, y tira de mi ropa.
—¿Te gusta esto? Apuesto a que podría deslizarme con facilidad por tu
apretado coño —me susurra al oído.
Sentir la erección de Kaden apretada contra mi vientre mientras se encarga
de quitar mi ropa es demasiado para mi frágil corazón.
—Joder, estás tan mojada... —murmura pasando sus dedos por encima
de mi ropa interior.
La baja y acaricia mis nalgas antes de dar un fuerte golpe, me tenso durante
el impacto de su palma contra mi piel, y me relajo cuando vuelve a
acariciarme. Siento la zona golpeada rápidamente caliente, como si toda mi
sangre se estuviera concentrado en ese punto específico. Golpea de nuevo mi
trasero, con más fuerza, muerdo mi labio conteniendo un gemido. No sé si
es de dolor, de placer, o ambos.
—Tres más —susurra.
Los dedos de mis pies se curvan hacia adentro, mi corazón late tan rápido
que temo que el cualquier momento se salga de mi pecho.
«Pues espérate a estar en el sótano».
Cuando termina de palmear mi trasero lo siento ardiendo, apuesto a que
la palma de su mano debe sentirla del mismo modo. Vuelve a colocarme la
ropa en su lugar y me acaricia superficialmente, me incorporo y lo primero
que noto es la mirada asqueada de Devan.
Los retos continúan, y para mi desilusión, no soy participe de ellos.
Cuando le vuelve a tocar a Kaden descarta de nuevo su papelito, es
entonces cuando vemos que el reto implica follarse a Sam.
—¿Qué pasa? ¿Está demasiado consciente para tu gusto?
Abro mi boca con asombro mirando a Devan. «No acaba de decir lo que
acaba de decir». Mi enfado va incrementando a nivel exponencial, varias
personas miran a Devan sin entender nada. Kaden parpadea con confusión
mientras mira a Devan.
—¿Has dicho algo, camarero?
—Me has escuchado perfectamente.
Kaden me lanza una mirada acusatoria y me encojo en mi lugar.

510
—¿Esa es la imagen que tienes de mí? Fuiste tú la que me pidió que fuera
a buscarte.
—No pienso nada, ¡ya se lo he explicado!
—No la manipules en mis narices —farfulla Devan encarándose a Kaden.
—No sabes de lo que estás hablando, te sugiero que cierres la boca si no
quieres que te calle a golpes —advierte Kaden.
—Sí, todos sabemos lo mucho que te gusta arreglar las cosas con violencia
—resopla.
—¿Qué te pasa? ¿Todo esto son celos? ¿No te gusta que me prefiriera a
mí esa noche? —le provoca Kaden con una sonrisa.
—¿Cuándo te ha preferido? ¿Cuándo decidió venir a vivir conmigo? ¿O
unas horas antes cuando lo hicimos en los baños públicos de la discoteca?
—¿Qué tal si os calláis los dos de una maldita vez? —los interrumpo con
enfado.
Todos siguen la discusión como si fuera un maldito partido de tenis, mi
estómago está encogido del malestar que me están provocando estos dos.
Esto sí que es bajar la lívido rápido.
—¿Sabéis qué? Me largo, no aguanto más tiempo estas estupideces —
masculla Kaden marchándose del lugar.

511
43. HER LIFE
Durante unos largos segundos se forma un silencio sepulcral, soy incapaz
de mirar a nadie y siento la necesidad de hacer algo: ir tras Kaden.
Devan atrapa mi brazo, reteniéndome.
—Julliet, yo... —empieza a decir con arrepentimiento en su mirada.
—Ya has dicho suficiente —lo interrumpo.
Camino rápidamente hasta el aparcamiento, no puedo dejar que Kaden se
marche en ese estado.
—¡Kaden, espera! —exclamo cuando lo veo abriendo la puerta del mismo
coche que me ha dejado cuando lo he necesitado.
Se gira y me observa, parece realmente cabreado.
—¿Qué quieres?
—No te vayas, no así.
—¿Y para qué iba a quedarme? ¿Para ver como otros te follan en mis
narices? —suelta con una risa amarga.
Sus palabras parecen teñidas de veneno.
—¿Entonces por qué has venido en primer lugar? Sabías lo que pasaría
aquí.
—Es una buena pregunta, debo ser más estúpido de lo que pensaba.
—No puedo dejar que te marches, no puedes conducir después de todo
lo que has bebido.
—No pienso quedarme aquí.
Aprieto mis labios con fuerza.
—Pues invierte ese dinero que te gusta tanto desperdiciar en mis bailes
en un transporte que te lleve a casa.
—No me pasará nada, no he bebido tanto.
—Kaden, por favor.
Estoy cabreada con él, al igual que con Devan, el numerito de hace unos
minutos todavía hace que me arda la sangre, pero no puedo permitir que se
marche, al menos no conduciendo.
—Está bien. —Accede con un gruñido.
Saca su teléfono y se distrae en él, cuando levanta la mirada me quedo
absorta en ese color tan hipnotizante.
—Ven conmigo.
Está ahí, la esperanza. Kaden espera que deje todo esto y me marche con
él. Mi corazón golpea con tanta fuerza que siento los latidos resonando en mi
cabeza.
—No puedo —murmuro como respuesta.

512
—¿No puedes o no quieres? Son cosas muy diferentes, Julliet.
Muerdo mi labio inferior con tanta fuerza que siento el sabor metálico de
la sangre en mi boca.
—Quiero estar aquí.
—¿Más de lo que quieres estar conmigo? ¿Los prefieres a ellos? Ambos
sabemos que soy capaz de hacerte sentir mucho más que todo ese grupo de
desesperados —dice dando un paso hacia mí.
Mis labios se curvan, no me gusta que hable así de ellos, ni esta sensación
de estar entre la espada y la pared.
—Pensaba que ibas a dejar de hacerme escoger, Kaden —mascullo
cruzándome de brazos.
—Y yo pensaba que estábamos avanzando.
Mi frente se arruga, la sinceridad impulsada por la embriaguez es
demasiado peligrosa en estos momentos.
—¿Avanzando? ¿Qué intentas decirme?
Por su expresión parece tan perdido como yo.
—Yo... —Suelta un largo suspiro—, joder, déjalo estar. No he dicho nada.
¿Quieres volver a tu estúpida fiestecita para follarte todo lo que se mueve?
Bien.
Se da vuelta y empieza a caminar hacia la carretera, por lo menos no va a
coger el coche.
—Kaden...
Y como es habitual en nuestras discusiones, me ignora, una parte de mí
quiere ir con él, pero otra parte se muere por experimentar, y la curiosidad
siempre es mi debilidad. He venido aquí a disfrutar, no a que me amarguen
la noche. Sacudo la cabeza y doy media vuelta, no soporto esta sensación
visceral que me carcome.
Cuando llego de vuelta al círculo del vicio ni me asombro por lo que están
haciendo, muevo la cabeza de un lado a otro, notando la ausencia de dos
personas.
—¿Y Celeste? —le pregunto a Sam sentándome de nuevo en mi sitio.
¿Celeste? Ambas sabemos que quieres preguntar por el demonio coqueto.
—Se ha ido a la tienda con Devan. Oye, ¿qué ha sido eso? —Pone una de
sus manos en mi rodilla.
—No lo sé.
Devan no es así, así que no entiendo como ha sido capaz de exponerme
de ese modo y enfrentarse a Kaden.
—¿Estás bien? ¿Quieres que vayamos a algún lado a hablar?
Sam es posiblemente mi persona favorita en estos momentos.
—Solo quiero continuar con la fiesta.

513
—¿Estás segura?
—Sí, sí —le aseguro antes de darle un trago a mi bebida— ¿Cuándo
dejamos de jugar a esto?
—¿Quieres jugar a alguna otra cosa, Julliet? —pregunta Braxton con una
amplia sonrisa.
—Sí. —Afirmo cogiendo la cara de Sam y plantando un beso en sus
dulces labios.
Ella ni tan siquiera vacila, su lengua invade mi boca enviando corrientes
de placer a lo largo de mi columna.
Cuando se aparta noto mis labios hinchados, su respiración está
ligeramente alterada, sus manos acarician mi piel por debajo de mi ropa,
subiendo hacia arriba y llevándose el tejido con ella, levanto mis brazos para
que tire de ella. A nuestro alrededor todos empiezan a hacer lo que les
apetece, dejando los retos de lado.
Noto como alguien me aparta el pelo y empieza a besar mi nuca,
sinceramente ni me importa saber de quién se trata, lo único que quiero es
perderme en las sensaciones. Mis ojos se entrecierran mientras observo como
Sam me quita la última prenda de ropa que cubre mi cuerpo, muchos de
nosotros ya estamos completamente desnudos.
Con mi pulgar recorro el contorno del pecho de Sam, siguiendo las líneas
de su tatuaje, lo que me hace pensar en Kaden unos segundos.
—Túmbate—me pide Sam tocando mi hombro suavemente.
Cojo uno de los cojines que hay esparcidos por el lugar y lo coloco bajo
mi cabeza al estirarme. Kurt se auto complace a sí mismo mientras observa
como Sam va dejando un camino de besos hasta mi entrepierna.
Adrian llega a nuestro lado y se coloca detrás de Sam, ella eleva su cintura
para que Adrian pueda quitarle la ropa.
Mis ojos se cierran de forma automática cuando noto el aliento de Sam
contra mi centro, mis piernas se cruzan en su espalda, manteniéndola lo más
cerca posible mientras hace magia con su lengua. Abro mis ojos y me
incorporo sobre mis codos para verla, cuando se percata de que estoy
ensimismada mirándola levanta la vista y me devuelve la mirada. Se separa
unos milímetros y sonríe mientras lame sus labios brillantes. Su cuerpo se
sacude de forma rítmica, y es entonces cuando me doy cuenta de que Adrian
se la está follando desde atrás.
«Joder, todo es demasiado excitante».
Tiro la cabeza hacia atrás, absorbiendo todo el placer que está acumulando
mi cuerpo, cuando giro la cabeza a un lado veo algo que seca mi boca por
completo.
Ashton está sentado con Nell encima, ella se mueve con rapidez sobre él

514
mientras Braxton se la folla por detrás, al mismo tiempo su boca se mantiene
ocupada lamiendo el largo miembro de Levi. Me corro en la boca de Sam
con fuerza sin poder apartar la mirada de Nell, parece totalmente ida y
entregada.
—¿Te gusta lo que ves? —pregunta Kurt con interés mientras continúa
acariciándose a sí mismo. Kurt debe ser la persona con más tatuajes del
planeta, sobre todo viendo que tiene tatuada hasta su...
—Sí —susurro lamiendo mis labios.
—¿Te gustaría ser Nell en estos momentos? —gruñe en voz baja y yo
asiento.
Adrian estira sus manos por la cintura de Sam, avanzando hasta sus
pechos, los presiona con fuerza tirando de ella hacia arriba, Sam apoya las
palmas de sus manos en el suelo para no perder el equilibrio mientras Adrian
continúa embistiéndola salvajemente.
Los gemidos, los jadeos y los gruñidos adornan el silencio de la noche,
allá donde mire veo cuerpos desnudos entregándose al placer y es muy
morboso.
Keane se mantiene de pie mientras que Connor se arrodilla ante él, sube
las manos por sus muslos hasta alcanzar su erección, acto seguido la acerca a
su boca y empieza a succionar de arriba abajo mientras que su mano se pierde
en el trasero de este. Keane gime y empuja la cabeza de Connor con fuerza.
Kurt coge un preservativo y lo hace rodar a lo largo de su longitud, su
mirada es una petición silenciosa en toda regla, me incorporo quedando
arrodillada en el suelo y cuando sin contemplaciones abro mi boca para
tomarlo con profundidad.
El plástico que lo cubre tiene una especie de sabor a plátano de chuche,
mi lengua juega alrededor de su punta cada vez que muevo mi cabeza,
llevándome todo el sabor.
Me tenso unos segundos por la sorpresa de sentir a alguien jugando con
mi entrada trasera, pero me relajo al instante cuando el líquido frío y
resbaladizo recubriéndolo.
—Tengo que admitir que tu culo me vuelve loco—me susurra Braxton al
oído cuando libero mi boca.
Me giro para mirarlo, dándome cuenta de que ya han acabado con Nell,
la cual está entretenida ahora con Margot y Alessia.
Un dedo resbaladizo invade mi entrada y mi aliento se queda atascado en
mi garganta.
—¿Alguna vez te han follado por aquí? —pregunta en voz baja mientras
su dedo continúa dilatándome.
Es una sensación tan extraña y excitante al mismo tiempo, aunque hace

515
una temperatura considerablemente agradable tengo calor. Mucho calor.
Siento que mi piel arde.
—No —murmuro casi en gemido sintiendo como añade otro dedo.
—¿Y te gustaría? ¿Te gustaría que lo hiciera mientras Kurt folla tu coño?
—pregunta extendiendo otro dedo en mi otra entrada, la cual está tan
empapada que casi recorre la parte interna de mi muslo.
Kurt me mira desafiante, esperando una respuesta por mi parte, ¿una
doble penetración? Miro el tamaño de ambos y muerdo mi labio inferior.
Braxton no la tiene tan grande como Kurt, es larga, aunque no tan gruesa...
—Primero tú —le pido con un jadeo cuando noto un tercer dedo.
Nunca pensé que le entregaría mi culo en bandeja a alguien en una orgía,
tenía la clara certeza de que Devan o Andrew lo harían primero.
—Colócate sobre tus codos —me indica con la voz cargada de deseo.
Kurt le pasa un preservativo a Braxton y tras colocárselo se embadurna
con lubricante.
—Tienes que estar relajada —murmura Braxton restregando su erección
mientras que con un dedo acaricia en círculos mi clítoris.
Mi cuerpo parece responder a cada uno de sus estímulos a la perfección,
presiona en mi entrada al mismo tiempo que agarra con fuerza mi cintura, se
introduce lentamente, dejando que me acostumbre a su tamaño. La sensación
de plenitud roza el dolor, pero poco a poco noto como me adapto a su
alrededor.
Un gemido, de una mezcla entre dolor y placer, se escapa de mi boca
cuando se retira y vuelve a entrar. Sus dedos se clavan con más fuerza en
torno a mi cintura a medida que va penetrándome. Y de un momento a otro,
la molestia queda sucumbida únicamente por el placer, mi interior se contrae,
rogando recibir algo de atención también.
—Espera... —le digo jadeante a Braxton.
Este se retira y siento el vacío que produce.
—Recuéstate, Kurt.
Este me sonríe ampliamente mientras me obedece. Gateo sobre él,
colocándome encima de su regazo, cojo su erección y la coloco en mi entrada.
Me giro para mirar a Braxton, quedándome tumbada para facilitarle el acceso.
—Puedes seguir, Braxton —murmuro en voz baja mientras me deslizo
sobre Kurt.
Agarra las mejillas de mi culo y las abre ampliamente mientras vuelve a
introducirse en mi trasero.
Siento tanta presión teniéndolos a ambos en mi interior que me da la
sensación de que me van a romper en cualquier momento, pero es tan
placentero que no me importa.

516
Ambos bombean en mi interior de forma inversa, jugando con mi cabeza
y las sensaciones que me proporcionan. ¿Por qué no había probado esto
antes? Es tan morboso que siento que combustionaré de placer.
Sam se une a nuestra pequeña fiesta particular sentándose sobre la cara de
Kurt para que este la devore. Apoyo mis manos en el suelo y me incorporo
para buscar los labios de Sam, su lengua recorre mi labio inferior antes de
introducirse en mi boca.
Nuestros gemidos quedan amortiguados por la sesión de besos, una de
sus manos acaricia mi cuello y baja hasta amasar uno de mis pechos. Por todo
mi cuerpo me recorre uno de los orgasmos más intensos que he tenido en mi
vida. Kurt aumenta la velocidad de sus embestidas, no dándome tregua.
Sam separa sus labios y coloca dos de sus dedos en el interior de mi boca,
los succiono bajo su atenta mirada y sonríe. Cuando los saca veo lo
relucientes que están por mi saliva, los desliza por mi cuerpo hasta acariciar
con maestría mi clítoris, no tardo ni diez segundos en llegar de nuevo al
orgasmo de ese modo.
Ella sonríe victoriosa y cierra los ojos cuando llega a su propio orgasmo.
Por el sonido de la respiración de Braxton noto que cada vez está más
cerca, su mano se enrosca alrededor de mi nuca y tira de mí hacia atrás,
creando un nuevo punto de fricción entre ambos. Trago con fuerza al notar
como se empala con fuerza, descargándose en el envoltorio de plástico que
lo rodea. Kurt continua un par de embestidas más y sigue a Braxton,
corriéndose en mi interior. Braxton sale de mi interior y salgo del regazo de
Kurt para liberarlo.
Nell viene hasta mi lado y me sonríe perversamente.
—Tú y yo tenemos algo pendiente desde aquel baile.
El recuerdo de mi primera noche trabajando en Mala cruza por mi cabeza,
como Nell me subió al escenario y bailo contra mí, fue la primera vez que
sentí que una mujer era capaz de excitarme.
—Me muero por ver eso —dice Braxton apoyándose sobre sus codos.
Nell se arrodilla y coge mi cara entre sus manos, acaricia mi mejilla y
coloca un mechón de mi pelo detrás de mi oreja antes de besarme con
devoción.
Su lengua sabe a algo familiar, a algo afrutado... sabe a alguno de los
condones de sabores de Mala, una parte de mí se excita sabiendo que yo
también debo tener el mismo gusto.
Sus manos me recorren lentamente desde mi cintura hasta mi trasero, el
cual agarra con ganas. Nos perdemos una en el cuerpo de la otra, Nell tiene
una de esas figuras increíbles que hacen que no puedas apartar la vista. Sus
pechos lucen cremosos y apetecibles, agacho mi cabeza y me llevo uno a la

517
boca degustándolo con ganas. Ella enrosca sus dedos en mi pelo,
empujándome contra su pecho. Mi lengua recorre su pezón y siento cómo se
endurece, me separo y le presto la misma atención a su otro pecho.
Bajo mi mano y la acaricio, imitando sus gestos, noto lo empapada que
está y deslizo lentamente un par de dedos en su interior. Después de tanta
actividad entran a la perfección.
Pasa una de sus piernas entre las mías haciendo que nuestros sexos se
rocen entre ellos, muerdo mi labio cuando empuja su pelvis contra la mía,
creando el punto perfecto de fricción. Se mueve sensualmente contra mí
mientras me dedico a plantar besos húmedos por la curvatura de su cuello.
Sus uñas se clavan en mi espalda y muerdo suavemente su clavícula, mire
a donde mire todo el mundo está perdido en su propio juego de placer.
Esa noche paso por todas las manos posibles, y cuando mis ojos se
empiezan a cerrar por cansancio tengo claro que es una experiencia que no
tendría problema en repetir.

La vuelta al departamento de Devan la realizamos sumergidos en un


incómodo silencio, no se atreve a dirigirme la palabra hasta que entramos en
su piso.
—Julliet… —empieza murmurar con tono de arrepentimiento.
—¿Qué? —pregunto tajante.
—Yo siento mucho lo de anoche, no debería haber dicho... y menos de
ese modo…yo, de verdad que lo siento.
—Bien.
—Julliet…
—Acepto tus disculpas, Devan, pero estoy cabreada, como has dicho no
deberías haber dicho lo que dijiste. Odio que intentes hacerme sentir que lo
pasó fue diferente a lo que sentí. Si lo sé no llego a contarte nada, pensaba
que entre nosotros había la suficiente confianza para...
—Y la hay —me interrumpe.
—¿Entonces por qué no me dijiste el verdadero motivo por el que te
echaron de Heaven Care?
Su mandíbula se aprieta con fuerza.
—Porque no quería que te sintieras culpable.
—¿Y pensabas que no me acabaría enterando?
—Julliet, estás pasando por tantas cosas que lo último que quería era que

518
acarrearas con un problema más.
—Esta noche dormiré fuera.
—¿Dónde...?
—No es algo de lo que me apetezca hablar contigo en estos momentos.
Tiro un par de cosas a mi bolso y salgo de allí rápidamente, las cosas están
demasiado tensas entre Devan y yo y siento que estar en su departamento es
lo último que debería hacer.
Marco el número de Kaden y este comunica, saltando directamente al
buzón de voz. Suspiro y recuesto mi cabeza contra el volante. Asumo que no
quiere saber nada de mí después de la forma en que nos despedimos la última
vez.
Antes de pensar claramente estoy aparcando delante de la impresionante
mansión del Sr. Henderson. Dave tiene órdenes de dejarme pasar siempre
que quiera, así que ni siquiera pierde el tiempo notificando mi llegada a
Andrew.
—El Sr. Henderson está reunido en su sala de reuniones —me explica
Dave abriendo la puerta principal de la casa.
«¿Reunido? ¿Ahora?» Entonces caigo en que debe estar con Jared,
normalmente tienen una reunión los domingos por la tarde.
—Sí, estoy al tanto.
Voy hacia allí y pico a la puerta.
—Espere, Srta. Collins... —me advierte Dave.
Pero ya he abierto la puerta y la imagen que hay al otro lado de ella me
impacta por completo. El bolso de mi hombro se resbala, cayendo al suelo.
Parpadeo varias veces y froto mis ojos, intentando aclarar lo que estoy
viendo.
«Es imposible. No es real. No puede ser real».
La esposa del Sr. Henderson me devuelve la mirada con curiosidad. La
imagen que tengo grabada de su rostro en mi mente no es exactamente igual,
el paso de los años ha creado un aire más adulto y sofisticado en la esposa de
Andrew, pero sin duda alguna es ella.
«¿He empezado a ver muertos? ¿Estoy volviéndome más loca de lo que
estaba? »
—Srta. Collins... —murmura el Sr. Henderson con sorpresa.
Ni siquiera soy capaz de mirarlo, mi vista permanece clavada en la mujer
que se supone que falleció en el accidente de mis padres.
—Tú... —mi voz se queda atascada.
Ella inclina la cabeza ligeramente y siento que está analizándome
detalladamente. Por unos segundos, que se sienten como años, nadie dice
absolutamente nada. Me doy cuenta de que en sus manos sostiene un cheque

519
bancario.
—Julliet, no es lo que crees —me asegura Andrew aclarando su garganta.
Niego la cabeza y lo miro. ¿Cómo puede no ser lo que creo?
—Está viva. —Únicamente lo digo en voz alta para reiterar la locura de
la situación.
—Es la hermana de Anne, Chloe —me aclara él.
«¿Hermana? Es exactamente idéntica».
Resulta un tanto perturbador ver la cara de alguien que imaginas muerto
de forma tan repentina y sin anestesia.
—¿Y tú eres? —pregunta con una voz aterciopelada, todo en ella grita
elegancia.
«¿Yo?»
—Mi clienta —responde rápidamente Andrew por mí.
—¿Desde cuándo tus clientas entran con semejante desfachatez?
Mi frente se arruga tras escuchar sus palabras. Bajo esa inspección detecto
algo más… Desagrado, como si mí mera presencia le irritara por completo.
—No es algo de tu inconveniencia, Chloe.
—Cierto, yo ya tengo lo que quería. —Dobla el cheque y lo coloca en el
interior de su pequeño bolso. —Un placer verte Andrew, como siempre.
Se levanta y cuando está junto a mí, se gira hacia el Sr. Henderson y añade:
Acuérdate de visitar a tu hija al hospital de vez en cuando.
Tras decir eso, se marcha. No sin antes rozarme el hombro al pasar por
mi lado.
—¿A qué debo el placer de tenerla aquí, Srta. Collins?
Sé que espera una respuesta por mi parte, pero todavía estoy en shock
asumiendo la escena que se acaba de producir.
—¿Una hija? ¿La hermana? ¿Qué...? —Miles de dudas quedan en el aire.
Me invita con la mano a que tome asiento y camino de forma automática,
hasta dejarme caer en la silla que hay frente a la suya.
—Todos tenemos nuestros propios demonios, Srta. Collins, y acabas de
ver los míos.
—Su mujer… no entiendo…
—Sí, yo tampoco lo hacía. Anne y Chloe nunca tuvieron una buena
relación, por eso yo ni siquiera supe la existencia de Chloe hasta...
Mi ceño se frunce, esperando su respuesta.
—Hasta que las confundí. Justo como le acaba de pasar a usted, Srta.
Collins.
—Pero... ¿Cómo pudiste confundirlas? Yo no conocía a Anne, pero tú
eras su marido.
No quiero sonar acusatoria, pero parece terriblemente acusatorio el tono

520
que empleo.
—Uno de los pasatiempos favoritos de Chloe era arruinar las relaciones
de su hermana. Me engañó, se hizo pasar por Anne y nosotros...
«Follaron».
—Os acostasteis —termino la frase por él.
El remordimiento tiñe su rostro cuando asiente.
—Y Anne se enteró —voy atando los hilos—, por eso dijo Kaden…
«Dios, dejar a tu esposa y su hermana embarazada».
—Ese día Anne y yo nos enteramos de que Chloe estaba embarazada,
también fue el día que supe que Anne tenía una hermana gemela.
—Pero...
—Anne perdió la cabeza en ese momento, ni siquiera pude explicarle que
no sabía...quiero decir, ella nunca me había hablado de Chloe.
Me quedo en silencio tras su confesión, si yo pensaba que la última
despedida con mis padres había sido jodida, la de Andrew con su esposa no
se quedaba atrás.
—¿Y Chloe tuvo una hija? ¿Tienes una hija… con ella?
Su cuerpo se tensa con mi pregunta.
No me imagino a Andrew siendo un mal padre, uno que ni siquiera va a
visitar a su hija hospitalizada.
—Sí. Al principio vino para pedir dinero y abortar, pero luego cambió de
parecer y nació Abigail. Ella... —Suspira—, está en estado vegetativo. A los
pocos días de nacer cogió una infección muy grave y tuvieron que inducirla
en coma. Los médicos nos han aconsejado miles de veces desconectarla,
porque no hay nada que hacer, pero Chloe se niega.
Se me encoge el corazón imaginando la situación, no imagino lo duro que
debe haber sido para Andrew. Mi mano se ha movido para posarse sobre la
suya, nos miramos fijamente a los ojos y siento el impulso de abrazarlo.
—¿Y tú? ¿Qué es lo que quieres? —le pregunto.
Una sonrisa triste aparece en sus labios.
—No lo sé. No hay nada que hacer, y saber que no puede descansar en
paz me reconcome, pero no puedo hacerle eso a Chloe. No es buena, pero
sé que quiere a Abby, y una parte de ella se alimenta de esperanzas.
—Si tú quieres desconectarla, lo harán.
Si los médicos creen que es la mejor decisión y uno de los progenitores
así lo desea son dos contra una.
—Pero no puedo hacerle eso—reitera.
Pero en el proceso él está sufriendo, lo observo en silencio mirando la
batalla que parece librarse en sus pensamientos.
—Es su cumpleaños, hoy cumple tres años y no… no soy capaz de ir a

521
verla. Cada vez que lo hago... —Una sonrisa triste cubre sus labios— Es
demasiado duro saber que está y no está aquí al mismo tiempo.
Así me sentía con Matt, era más doloroso saber que lo mantenía vivo solo
por mí, era egoísta, pero no podía dejarlo ir.
Aprieto mis dedos sobre su mano.
—Tal vez, podrías hacerle ver a Chloe que...
—Es un tema imposible con ella, se cierra en banda, los médicos lo han
intentado miles de veces.
—¿Y tú?
—Me reprocha que no estoy siendo un buen padre, que me
quiero deshacer de ella —declara con amargura, hace un énfasis especial en
la palabra deshacer, como si le disgustara por completo la idea.
—Pero tú sabes que no es así, ¿verdad?
Sus ojos se entrecierran.
—Cuando te recomendé a Luca supe que podría ayudarme, es un gran
profesional basándome en mi propia experiencia, él me ha ayudado mucho.
Hago una mueca.
—¿Qué? —pregunta viendo mi reacción.
—Es muy… no sé.
—Es normal que no te guste hablar de los temas que te atormentan,
Julliet, pero si no lo haces no podrás avanzar.
Cuando estás tan jodido no hay forma de avanzar.
Retiro mi mano de la suya y recuesto mi espalda en la silla.
—Esta semana has cancelado nuestra reunión —le digo.
Esa reunión que parece estar evitando a toda costa, empiezo a sentir que
solo me está engañando para no dejar la terapia.
—Ir a terapia y pedir un justificante no es ir a terapia.
Mi ceño se frunce.
—¿Y cómo sabes lo que pasa en mis sesiones? ¿Dónde quedó la
confidencialidad?
El Sr. Henderson me escudriña con la mirada.
—Luca no me ha dicho nada.
—¿Entonces por qué estás tan seguro de tus palabras?
—Porque sigues queriendo refugiarte en el sexo a toda costa, Julliet, lo
utilizas como una droga.
—¿Qué tiene eso de malo? —Me cruzo de brazos— ¿Quién tiene que
decirme qué cantidad de sexo puedo tener?
Me da la sensación de que estoy teniendo la misma conversación que tuve
con Luca.
Él resopla.

522
—Puedes tener la cantidad de sexo que quieras, lo que estoy diciendo es
que no puedes escapar de la realidad con orgasmos.
Pues hasta ahora me va bien, Sr. Aburrimiento.
—No estoy en ese punto...
—¿A qué has venido entonces?
—Yo... Eres tú el que dijiste que podríamos estar juntos.
—Lo sé, fui demasiado impulsivo, me dejé llevar por el momento.
No me gusta nada como suena eso.
—¿Te estás echando para atrás?
Su rostro permanece impasible, dándome cero pistas sobre lo que está
pensando.
—¿Vas a dejar que pase el tiempo y luego seguirás rechazándome porque
soy tu alumna?
Me da igual sonar desesperada, necesito saber que se siente estando bajo
el control de Andrew, cada fibra de mi cuerpo lo ruega a gritos.
—Empieza a sacar provecho de tus sesiones, Julliet, tienes tiempo.
—¿Y si busco otro dominante?
No es la primera vez que le dejo caer esto, pero empiezo a estar cansada
de que no siga el juego.
Se inclina hacia adelante, acercando su rostro al mío, estamos tan cerca
que noto el calor de su aliento chocando en mi cara.
—Ambos sabemos que eso no es lo que quieres.
—No sé lo que quiero, dudo mucho que tú lo sepas.
—Cuida tu mente Juls, y cuando lo hagas yo me encargaré de cuidar tu
cuerpo.
Su promesa me hace apretar los muslos.
—Empezaré a creerte con tus actos, tus palabras ya no son suficientes,
profesor.
Una sonrisa se desliza por su boca.
—Soy duro negociando, Srta. Collins.
Niego y me pongo de nuevo en pie.
—¿Hay alguna novedad del caso?
—No, pero estoy más preocupado por el incendio. Nathan tiene una
coartada sólida. Si descartáramos a Nathan, dime Julliet, ¿quién podría querer
quemar tu hogar y hacerte daño en el proceso?
Solo hay otro nombre que cruce mi mente.
—Bonnie.
El Sr. Henderson abre los ojos con sorpresa.
—¿Bonnie? —repite con desconcierto—. No es muy estable, pero dudo
que sea capaz de cometer un homicidio.

523
—Ella me... cuando me alejé de Kaden se acercó y me amenazó, me dijo
que lo quería para él, que me arrepentiría.
Andrew se queda en silencio casi un minuto, sopesando la idea, coge su
teléfono y mira algo.
—Es una de las mayores manipuladoras que he conocido, y eso que estoy
acostumbrado a ver este tipo de personas en los tribunales.
—El coche, la advertencia, siento como si estuviera en su punto de mira.
Dos golpes en la puerta nos interrumpen, Dave, el ayudante del Sr.
Henderson se asoma por la puerta.
—El Sr. Evans ya está aquí —comunica.
Andrew y yo dejamos en el aire la conversación que estábamos
manteniendo, Dave prepara otra silla para Jared y este tras saludar se sienta
junto a Henderson. Como siempre parece que estén preparados para
interrogarme.
—¿Tienes algo nuevo?
—Sí, aunque no sé si le gustará ver esto, Srta. Collins. Esta es su amiga,
¿verdad? —pregunta extendiendo algunas fotos sobre la mesa.
Mi mano tiembla ligeramente cuando cojo una de ellas.
—Taylor... —susurro.
—¿Sabe si tiene algún tipo de relación con su ex prometido?
Parpadeo varias veces, mis dedos recorren la imagen, como si al hacerlo
pudiera asumir lo que estoy viendo.
—No que yo sepa, ella ni le conocía hasta la fiesta de bienvenida.
Taylor está presionada contra una de las paredes de un local, en la foto se
ríe mientras Nathan besa su cuello, pero no es el Nathan de nuestra clase, es
el gilipollas de Nathan.
—Por lo que sabemos el Sr. Nathaniel mantiene una relación formal con
la agente Allison, pero tenemos varias imágenes de él con otras mujeres.
—Pero Taylor no... —sacudo la cabeza—, ella está saliendo con Nathan...
Andrew y Jared me miran con confusión.
—No, no ese Nathan. Hay un alumno en nuestra clase que se llama
Nathan. Tienen un rollo, casi están saliendo. Aunque últimamente actúa raro,
no me contesta los mensajes.
—¿Remordimiento? —me pregunta.
Paso la mano por mi pelo con desesperación, no entiendo nada.
—No, ella no...
—¿Qué tanto conoce a esta chica? ¿Es amiga suya de la universidad? ¿La
conoce de qué...? ¿Unos cuantos meses?
—Sí.
—¿Y puede afirmar con certeza que ella no pueda hacer algo así?

524
—Pero no tiene sentido.
Todo esto me da muy mala espina.
—Es mejor que por el momento no diga nada Srta. Collins, seguiremos
indagando sobre ello, hasta entonces le aconsejo que actúe como si nada.
Cuando terminan de anotar todo en los últimos informes Jared se despide
de nosotros, recojo mis cosas y Andrew me acompaña hasta la puerta.
—Dime algo, ¿no estás llevando tu dedicación del caso a otro nivel?
¿renunciando a tu trabajo? Ni siquiera eres realmente ya mi abogado y.… —
le empiezo a decir.
—Sí —me interrumpe.
—¿Y siempre haces esto con todos tus casos?
—No.
—¿Entonces por qué...?
—Porque me importas, Julliet —admite mirándome fijamente—. Nos
vemos la semana que viene —murmura antes de cerrar la puerta, dejándome
confusa y con la palabra en la boca.

525
44. CANDY
Llevo media hora dando vueltas sin saber exactamente qué hacer, tal vez
debería quedarme simplemente en un motel. Estoy buscando en mi teléfono
diferentes habitaciones cuando entra una llamada con un número que no
tengo guardado.
—¿Sí?
—¿Tengo el presentimiento de que alguien necesita una cama calentita?
—la voz de Sam suena al otro extremo de la línea.
—¿Cómo...? Devan —suspiro.
—Culpable, sí, está algo preocupado, algo nada típico en él —dice con
sarcasmo—Supongo que no habéis hecho las paces.
—No sé. Estoy bastante cabreada con él, la verdad.
—Te entiendo, y pongo a tu disposición mi habitación de invitados. Mi
compañera de piso esta fuera este mes, así que es todo nuestro, bueno, Kurt
está por aquí pululando, pero no nos molestará.
Oigo a alguien protestado de fondo, el cual debe ser Kurt.
—Eres muy amable Sam, pero no hace falta que... —Antes de que pueda
declinar su oferta me interrumpe.
—No quiero seguir escuchándote, te paso la ubicación por WhastApp,
¡nos vemos!
No me atrevo a llevarle la contraria a Sam, así que al cabo de un rato estoy
llamando a su puerta. Me abre vestida únicamente con una larga camisa, y no
puedo evitar que mis pensamientos fantaseen un poco con la idea de pasar la
mano por debajo de la camisa y tirar de ella.
—¿Vas a entrar o a seguir babeando? —coquetea.
Le sonrío y doy un paso hacia adentro, Kurt está sirviendo la cena en lo
que parece la mesa central.
—Buenas noches, Julliet.
—Hola —contesto sonrojándome, la última vez que lo vi estaba haciendo
cosas muy explícitas con él y Braxton.
—Tenemos Hot dog's para cenar —Levanta uno de los platos—, te
gustan las salchichas, ¿verdad?
Muerdo mi labio con el doble sentido de su pregunta y Sam se ríe.
—No incomodes a Julliet, Kurt—le regaña mientras tira de mí, escaleras
arriba.
Me arrastra hasta la habitación que hay casi al final del pasillo.
—Esta es la habitación de invitados, te he puesto sábanas limpias y puedes
quedarte tanto tiempo como quieras. Si quieres darte una ducha o algo

526
siéntete libre de elegir lo que quieras de mi armario, está en la habitación
contigua.
—Muchas gracias, Sam.
—De gracias nada, ya me lo cobraré en otro momento. —Me guiña un
ojo con picardía—. Te dejo sola para que te instales.
Después de cenar, Sam le da un casto beso en los labios a Kurt y me
acompaña a la habitación de invitados.
—¿Así que es oficial? ¿Habéis vuelto? —le pregunto.
—Sí, otra vez, por cuarta vez.
Parpadeo, sorprendida, parece que detrás de eso hay una historia que
necesito escuchar.
Me encanta el chisme.
—¿No sería mejor que durmieras con él, entonces? —insinúo cuando se
estira en la cama junto a mí.
—No, me quedo contigo.
Pasa un brazo por mi cintura, haciéndome sentir acompañada.
—¿Estás segura?
—Sí, ahora a dormir, tengo un vuelo mañana muy temprano. Descansa,
Juls —susurra con dulzura.
—Buenas noches, Sammy.

Mis pies están clavados, siento como si cuerpo estuviera compuesto de hormigón y fuera
completamente imposible moverlo.
—Ayúdame, Juls, por favor —suplica entre sollozos Lexie.
No puedo hacer nada, mi cuerpo no responde a ninguna orden, solo soy capaz de
limitarme a quedarme allí, viendo como Nathan abusa de ella.
—¿Te gusta esto, cariño? —murmura lascivamente Nathan mientras presiona sus
manos por encima de su cabeza.
—Juls, no dejes que lo haga, no dejes que lo haga —repite Lex una y otra vez.
Estoy atrapada, condenada a mirar la escena que se desarrolla ante mis ojos.
—Si lo quieres, todas las zorras como vosotras lo queréis —dice Nathan entre risas
mientras tira de su ropa interior.
No quiero ver esto, quiero gritar con impotencia, pero no puedo hacer nada. No puedo
moverme, no puedo hablar, no puedo ni pestañear.
—También tengo para ti cariño, no te pongas celosa —Nathan relame sus labios,
mirándome.
—Julliet, ayúdame —implora Lex, sus lágrimas descienden por sus mejillas—. ¡No,
por favor, no! —Intenta zafarse mientras Nathan se introduce con violencia en su interior.
Quiero vomitar, no puedo seguir viendo esto, es demasiado.

527
Cuando termina deja a Lex en el suelo, ella ha dejado de llorar y se abraza las piernas
mientras tiembla ligeramente.
Nathan se acerca a mi lado.
—Eso es tu culpa cariño —me susurra al oído señalando a Lex.

Me despierto sintiendo escalofríos, mi pelo se adhiere a la parte posterior


de mi cuello sudada. Mis mejillas están húmedas por las lágrimas que escapan
de mis ojos.
Me abrazo intentando calmar mis respiraciones, no puedo deshacerme de
la sensación de culpabilidad que corre por mis venas.
Tengo una nota de Sam junto a unas llaves en la mesa auxiliar de noche,
me ofrece quedarme con ella hasta que encuentre otro lugar.
No puedo continuar así, no puedo estar viviendo de la hospitalidad de
todo aquel que conozco... Hoy dedicaré mi tiempo libre a buscar un
apartamento, con el dinero del seguro del incendio tengo suficiente para la
fianza de un alquiler, y con la venta de la casa podré ir pagando las cuotas y
cubrir de sobra mis gastos universitarios.
Estoy en ese punto en el que seguramente, por el momento, no me hace
falta trabajar, pero tampoco quiero dejar Mala. Bajo ningún concepto quiero
dejar Mala.
Cuando llego a la cocina me doy cuenta de Kurt está tarareando
alegremente mientras cocina algo en la sartén. Desnudo. En delantal.
Demasiado para mis hormonas alteradas.
—Buenos días bella durmiente, ¿se te ofrece algo para desayunar? —me
ofrece, detecto en su tono de voz segundas intenciones.
—No, gracias, yo eh... ¿puedes darle esto a Sam? —pregunto dejando
sobre la mesa las llaves que me ha dado Sam.
—¿No te quedas?
Niego la cabeza.
—A Sam no le importa, además Stef, su compañera de piso estará fuera
todo el mes.
—Agradezco su propuesta, pero lo mejor será que...
—Deberías quedarte, no solo por ti, le vendrá bien tener a alguien a su
lado, aunque no lo parezca por cómo es, está bastante afectada por lo de su
padre —me interrumpe.
Me quedo callada pensándolo, ni siquiera le he dado el pésame, soy lo
peor.
—¿Seguro que no será una molestia?
—Al contrario.
Muerdo mi labio, debatiendo la situación.

528
—Está bien, tengo que ir a la biblioteca y a por algunas cosas. ¿Estarás tú
por aquí más tarde?
—No, voy y vengo, no vivo con Sam, además estoy casi todas las noches
en Mala.
—Oh, está bien, pues ya nos veremos —sacudo la mano, despidiéndome,
mientras que con la otra mano recupero las llaves.
Conduzco mi llamativo coche por la ciudad, debería borrar la pintada
lateral, pero apenas he tenido tiempo de nada.
Quiero pasar por el apartamento de Devan y recoger algunas de mis cosas,
pero la idea de verlo es demasiado. Tengo un mensaje suyo que no me he
atrevido a abrir, aunque he podido leer una parte desde la barra de
notificaciones. Quiero perdonarlo, pero el cabreo me impide hacerlo.
Intento enviarle algún mensaje normal a Taylor, me sigue ignorando, y
tenemos un trabajo juntas para la vuelta de vacaciones.
Los minutos pasan y me distraigo mirando ofertas de apartamentos cerca
de la universidad.
Me doy cuenta de que a unas mesas de distancia está Nathan, el de nuestra
clase, por lo que aprovecho la oportunidad para acercarme a él.
—Perdona, Nathan. ¿Sabes algo de Taylor? Últimamente no consigo
localizarla.
—No tengo ni idea. Pasa de mí, creo que tiene un lío con otro, supongo
que ya no está interesada —curva sus labios.
Con lo mucho que le gustaba Nathan.
—¿Has hablado con ella?
—La última vez que la vi me ignoró. Si consigues saber tu algo más me lo
dices.
—Ehm, claro.
Salgo de allí debatiéndome si ir a verla es lo correcto, pero querría
preguntarle por Nathan y Jared me ha aconsejado no hacer nada.
Encima no consigo quitarme la horrible sensación de la pesadilla que tuve
anoche, la mirada de Lex, las palabras de Nathan. Me siento culpable.
Después de verla en ese estado en el psiquiátrico la sensación de culpabilidad
es más intensa que nunca. Jamás habría pensado que estaría tan mal.
Mi teléfono vibra, distrayéndome del círculo vicioso de pensamientos
negativos.

Devan: Sé que no tendrás ganas de hablar, solo quiero que sepas


que esta tarde no estaré en el apartamento, por si quieres pasar a
recoger algo... Siento muchísimo la forma en que actué, Ángel, la
última persona a la que me gustaría hacer daño eres tú. Igualmente,

529
aunque las cosas estén así, puedes contar conmigo, cualquier cosa
que necesites sabes dónde estoy.

No sé si es porque estoy más sensible, pero leyendo su mensaje siento


ganas de llorar. Devan ha cuidado tanto de mí estos meses, se ha preocupado
más que nadie y ha estado a mi lado en todo momento.
Estoy redactando una respuesta cuando lo pienso mejor y escribo a
alguien con quién realmente necesito hablar.
Esa persona no tarda ni cinco segundos en contestar diciéndome que
puedo llamar para hablar, así que marco el número y espero con nerviosismo.
—Julliet... —empieza a murmurar la Sra. Coleman.
—Hola, quería hablarle de Lex.
—¿Fuiste a verla? —su pregunta suena completamente acusatoria.
Muerdo mi labio inferior con culpabilidad. Se lo han explicado.
—Yo...
—Dijeron que alguien se infiltró para hablar con ella. ¿Fuiste tú o no?
—Sra. Coleman solo quería...
—¡Es increíble, Julliet! —exclama enfadada—. ¡Si las visitas están
restringidas es por su bien!¡¿Te crees que yo no tengo ganas de verla?!
Me quedo callada ante su reprimenda.
—Es muy egoísta lo que has hecho Julliet, muy egoísta. Si de verdad te
importa Lexie aléjate de ella.
No puedo creerme que me esté pidiendo eso. Lexie es como mi hermana.
—No puede...
—Claro que puedo, es mi hija y sé lo que le conviene. Y tú y tú expareja
no le convenís.
Mi corazón se rompe un poco.
—Sra. Coleman...
—No, Julliet, no perderé a mi niña por tu egoísmo.
—Yo solo quería asegurarme de que estuviera bien y no…
—¿Bien? A raíz de la visita ha intentado hacerlo, otra vez. Te quiero lejos
de ella, Julliet. No me hagas ir por lo legal.
Y cuelga.
El aire abandona mis pulmones unos segundos. ¿Lo ha intentado? ¿Qué?

Eso es tu culpa, cariño.


Eso es tu culpa, cariño.
Eso es tu culpa, cariño.
Eso es tu culpa, cariño.

530
La frase de Nathan se reproduce en bucle en mi cabeza, mi corazón late
con rapidez recordando la pesadilla de anoche. Siento una opresión en el
pecho que dificulta mi respiración, el hormigueo en mis manos es cada vez
más notorio y todo parece dar vueltas.
—¿Estás bien? —pregunta alguien tocando mi hombro.
Me sobresalto, asustada, y me giro para ver quién es. No la conozco.
Tengo una sensación extraña, como si nada de lo que sucediera fuera real.
¿Qué es real y qué no lo es? Es como si mi mundo se empezara a desdibujar.
—¿Quieres sentarte? ¿Quieres que avise a emergencias o…?
Quiero decirle que no es necesario, me recuesto en la pared y cierro los
ojos intentando controlar mi respiración, como me aconsejó el Sr. Henderson
en el ascensor.
—¿Estás bien, cariño? —pregunta una nueva voz.
¿Estoy soñando? ¿Esto es una pesadilla?
Abro mis ojos y lo veo ahí.
—Voy a llamar a la policía —le advierto.
La mujer que parece completamente preocupada ahora está confundida y
alertada.
Nathan se cruza de brazos y esboza una sonrisa, no dice nada, pero veo
como articula con sus labios el nombre de Lexie.

Eso es tu culpa, cariño.


Eso es tu culpa, cariño.

Está jodiendo mi cabeza. Lo sabe. ¿Sabe el intento de suicidio? ¿La


llamada? ¿Por qué está aquí justo ahora? Sus aires victoriosos consiguen que
mi cabreo aumente.
—No, mejor voy a partirte la cara.
No lo reflexiono, simplemente lo necesito, le doy con tanta fuerza en su
pómulo que siento un crujido en mi mano.
Mala decisión. Muy mala decisión.
En la comisura de sus labios se aprecia un poco de sangre, mi puño duele
horrores, la mujer se exalta, asustada. No puedo evitarlo, una vez mis manos
entran en contacto con él necesito seguir soltando mi rabia, y lo golpeo de
nuevo. Una y otra vez.
Él ni se inmuta, se limita a quedarse quieto mientras una sonrisita de
suficiencia le adorna su cara. Como si quisiera esto, como si esperara esto.
Las sirenas me sacan de esta extraña realidad. No soy consciente de que
está pasando hasta que noto las esposas rodeando mis muñecas. Lo miro
confundida, su rostro ensangrentado, mis manos magulladas, los

531
murmullos... ¿qué está pasando?
Veo como gesticula un gracias antes de que me metan en el coche patrulla.
¿Qué acabo de hacer?

—No voy a preguntarte en qué estabas pensando, porque entiendo el por


qué —me dice mi abogado a través de las rejas.
El Sr. Jared Evans luce como si se hubiera pasado toda la noche despierto.
—Tiene un parte de lesiones y una testigo, pero no ha dado a entender
que quiera poner la denuncia, todavía —continúa explicándome.
Mi culo está frío de estar tanto rato sentada en el suelo, me pregunto qué
capacidad de aguante tiene mi copita menstrual, porque de ningún modo he
querido usar el baño de la celda.
El guardia abre ruidosamente la verja y Jared me tiende la mano.
—Gracias —farfullo por primera vez en horas, mi garganta está seca.
—Deberíamos curarte esas manos.
—Estoy bien —aclaro.
Me devuelven mis pertenencias y firmamos no sé qué documentos que en
estos momentos me importan muy poco.
—¿Ahora qué? —pregunto cuando noto el aire del exterior.
—Vamos a casa de Henderson.
Trago con fuerza, no estoy preparada para una reprimenda de Andrew.
Pues yo sí quiero un castigo de Grey supremo.
—¿Es necesario?
La mirada que me da lo dice todo.
—¿Y mi coche? —pregunto subiendo al suyo.
—¿Dónde estaba la última vez?
—En el aparcamiento del campus.
—Pues supongo que ahí seguirá —se limita a contestar mientras enciende
la radio.
Y otra vez me quedo sin transporte propio.
—¿Andrew está muy enfadado? —tanteo.
—¿En la escala del cero al diez? Un once, tal vez.
—Eso me consuela, ¿las puertas del coche están bloqueadas?
—Sí, ¿por qué?
—Para saltar y huir.
Jared frunce el ceño y se echa a reír cuando ve mi rostro.
—No será para tanto, Andrew es la persona más tranquila del mundo. No

532
es capaz ni de pisar una araña.
Lo que dice es tan divertido que me sujeto la barriga de tanto reír.
Está claro que el sexy abogado no sabe nada del sótano de la tortura.
—¿Me estoy perdiendo una broma privada?
—Sí —contesto limpiando las lágrimas que escapan por el rabillo de mis
ojos.
—Que no me vas a explicar...
—De ahí el concepto de privada —replico.
Niega la cabeza con diversión y dirige su concentración a la carretera.
Cuando llegamos el Sr. Henderson espera directamente fuera, y sí, luce
muy enfadado.
Lo que es sexy.
Aunque no es el momento de pensar eso.
Siempre lo es.
—Srta. Collins... —empieza a farfullar.
—¿Ha hecho que el Sr. Evans me traiga solo para darme una reprimenda?
—Yo ya he cumplido con mi parte, aquí tienes el informe—se despide
rápidamente Jared.
Eso, huye tú que puedes.
—Métase dentro —ordena con ese tono exigente que ya empezaba a
echar de menos—. A mi despacho, ahora.
Camino hacia al despacho y veo que el Sr. Henderson ha dejado un
sándwich y un zumo a mi lado. «Enfadado, pero considerado».
—Tome asiento —murmura tecleando con más fuerza de la necesaria.
—Coma —exige empujando la bandeja en mi dirección.
—No tengo hambre.
—¿Cuándo comió por última vez?
«No lo sé, ¿ayer?»
—No lo recuerdo. —Muerdo mi labio.
Su frente se arruga, mi respuesta solo ha conseguido enfadarlo más.
—¿Tengo que meterte la comida a la fuerza ahora?
Me lo imagino metiendo otra cosa a la fuerza y mi interior se encoge.
Cojo el sándwich y le doy un bocado, eso parece tranquilizarlo un poco.
—Eso está mejor.
Trago y le doy un sorbo al zumo para pasar mejor la comida.
—¿No podría llevar un poquito de vodka esto? —bromeo.
Su mirada me da a entender que no le hace ni pizca de gracia la broma y
continúo masticando.
—¿En qué pensabas, Julliet? Sabes perfectamente que esto puede
acarrearte antecedentes penales. —Se cruza de brazos.

533
—No pensaba, me pilló desprevenida...
—¿Y usar la violencia era un buen recurso? Podría usarlo en su contra.
Me encojo en el lugar, no debería haber sido impulsiva, pero necesitaba
hacerlo, Lex...él...
—No diré que lo siento, porque no es así.
—No justifico la violencia, nunca.
Solo cuando es para el placer, ¿no?
—¿Y cuándo pegaste a Kaden? —suelto sin más.
La mandíbula del Sr. Henderson se cierra con fuerza.
—¿Por qué has pegado a Nathan? ¿Ha dicho algo? ¿Cuántos testigos
había?
—Ya tienes el informe de eso. —Me cruzo de brazos.
—Quiero escucharlo de tu boca.
No sé porque eso me suena sexy. Porque todo suena sexy con Grey
supremo.
—Solo tenía un mal día, y él estaba ahí y yo no pensé en las consecuencias.
—¿Qué ha pasado?
—Le di unos cuantos puñetazos.
Sacude la cabeza.
—Quería decir, ¿por qué tuvo un mal día?
Me han culpado de que mi mejor amiga se haya intentado suicidar de
nuevo, y me han prohibido verla. Y he visto al causante de todo esto.
Los lunes son realmente una mierda.
—Que todo lo que hago, por lo visto, sirve para joderlo todo.
—Eso no es muy específico, Srta. Collins.
—¿Por qué quiere que le aburra con mis dramas?
—Si son parte de tu vida me interesan.
Pongo mis codos en la mesa del escritorio y me acerco a él.
—Acabaré pensando que quieres algo más que sexo.
—No quiero sexo, y cuando entiendas la diferencia será cuando podré
llevarte al sótano que tanto ansías.
Coge mis manos entre las suyas y las examina.
—Vamos a curarte eso.
Mis nudillos están destrozados, mañana cuando haga boxeo con Blake
voy a alucinar.
Se pone en pie y arremanga su camisa, tengo especial debilidad por sus
brazos.
—Cuando vuelva quiero que no quede ni un pedazo de ese sándwich —
advierte.
Le hago un saludo militar y pone los ojos en blanco. Estoy a punto de

534
cogerlo cuando mi móvil vibra, lo saco del bolsillo trasero y miro el mensaje
que ha entrado.

Kaden: ¿Puedes venir a mi casa? Te necesito.

Si no hubiera escrito esas últimas palabras seguramente lo hubiera


ignorado, todavía estoy cabreada con él, pero no puedo ignorarlo.
Me recoloco el bolso y salgo de la oficina, el Sr. Henderson justo camina
por el pasillo con un botiquín.
—¿Dónde va, Srta. Collins?
No te gustaría saberlo.
—Me ha surgido algo importante.
—No hemos acabado.
—¿Lo podemos dejar para el miércoles? Es algo realmente importante.
—Vaya con cuidado.
En sus ojos puedo ver la decepción antes de que cierre la puerta.

De todos los escenarios improbables posibles, este es el más surrea-


lista. De verdad, de verdad, empiezo a pensar que debo estar loca.
—¿Querías algo? —pregunta Bonnie envuelta en una de las toallas de
Kaden que he usado alguna vez.
Su piel está completamente mojada, como si hubiera salido con prisas de
la ducha.
Mi capacidad de hablar de nuevo estaría bien, gracias.
—No tengo todo el día, Kaden me espera en la ducha —insiste con una
sonrisa malévola.
¿Y la orden de alejamiento? ¿Y las advertencias sobre él? ¿Qué diablos
hace en su casa? ¿Se está riendo en mi cara por lo del campamento? ¿Es una
especie de venganza o algo?
Me cierra la puerta en las narices y tardo por lo menos un minuto en
recomponerme. Doy media vuelta, dispuesta a marcharme lo antes posible,
no sé qué se traman estos dos, pero nada me cuadra.
Mientras espero mi transporte de vuelta me doy cuenta de que la moto de
Kaden no está frente a su casa, lo que es muy extraño. Miro de nuevo el
mensaje que me ha enviado Kaden.

Este mensaje fue eliminado.

535
«¿Eliminado?¿Qué clase de broma de mal gusto es esta?»

Yo: ¿De qué coño vas?

Bloqueo el teléfono de nuevo y lo arrojo dentro del bolso, estoy tentada


de volver y montar una escena, pero no, no debo meterme en esto.
Cuando abro la puerta del apartamento de Sam ella está allí, sentada en el
salón, vestida con algo más caliente que el sol.
Se trata de un pequeño vestido negro de lencería, con una transparencia
que me permite apreciar los tatuajes que rodean sus senos y los pequeños
metales que chocan con la tela. Se lleva un dedo a los labios, indicándome
que no haga ruido, me muevo sigilosamente y al acercarme observo que tiene
el teléfono pegado a la oreja.
—¿Y qué te gustaría hacer con eso? —pregunta con ese tono seductor
que sacude mi interior.
¿Con quién está hablando? ¿Kurt? Tal vez... ¿Devan?
—Muy, muy húmeda.
Trago con fuerza y la miro intrigada.
Sam se ríe, no sé qué le habrá contestado la otra persona, pero apuesto a
que está debe estar hipnotizado con ese sonido, al igual que yo. Estoy a punto
de retirarme, veo un poco inquisitivo estar aquí, aunque a ella no parezca
importarle. Cuando ve como camino hacia atrás para dar media vuelta, aleja
el teléfono, tapando la parte inferior con la mano.
—¿Quieres unirte? —me ofrece con una amplia sonrisa.
—¿Qué estás haciendo exactamente? —muerdo mi labio con fuerza.
—Trabajando, si te apetece unirte podemos compartir ganancias —dice
guiñando su ojo.
En ese preciso instante es cuando recuerdo el trabajo extra de Sam, la
línea erótica.
Virgen santísima.
—Puedes cambiarte si quieres y utilizar algo de mi primer cajón, es más
fácil si te preguntan qué llevas puesto.
—Yo...no sé... —murmuro indecisa.
—Es divertido, si no puedes quedarte por aquí, no me molestas.
Lo sopeso unos segundos, mi corazón late más rápido ante la idea de
mantener conversaciones calientes con Sam y gente desconocida.
—¿Cuánto tiempo estarás? Necesito una ducha.
—Todo el que quiera —humedece sus labios.
Parpadeo y sacudo la cabeza, Sam es demasiado sensual para la poca

536
estabilidad mental que me queda. Si es que me queda algo.
—Bajo en diez minutos.
Subo rápidamente las escaleras y me deshago de mi ropa con rapidez,
cuando estoy dentro de la ducha y el agua caliente entra en contacto con las
heridas en nudillos protesto, ni las recordaba.
Me ducho en tiempo récord y envuelvo mi cuerpo desnudo en una gran
toalla, camino de puntillas hasta la cómoda de Sam. Al abrir su cajón se me
corta la respiración. Pensaba que en Mala estarían los trajes y la lencería más
atrevida que vería nunca, pero parece que Sam les hace competencia.
Mis dedos recorren las piezas de ropa interior, con indecisión, no sé qué
utilizar, y se siente extraño que me deje su ropa, aunque hemos compartido
cosas más íntimas. En la parte trasera del cajón hay una pequeña bata blanca
transparente de encaje, demasiado atrevido ponérsela sin nada debajo... Y eso
es justo lo que hago.
No me atrevo a ver mi reflejo en el espejo, porque sé que eso me echará
para atrás.
Noto el temblor de mis piernas, pero lo ignoro, es Sam, todo lo que ella
me ofrezca va a estar bien.
Cuando me ve su boca se abre ligeramente. Acaricio mi brazo y doy un
paso vacilante hacia adelante.
—Estás...
Sonrió tímidamente sentándome frente a ella sobre mis rodillas.
—¿Cómo lo hacemos? —pregunto, mi voz suena ronca por la excitación
que me provoca la morbosa situación.
—No le des vueltas, simplemente sígueles la corriente, pagan un dineral
por cada minuto que nos mantienen en línea, algunos apenas aguantan unos
minutos, es divertido.
El teléfono rojo, el cual no es el teléfono privado de Sam, no deja de
sonar.
—¿Estás lista?
Asiento mientras mordisqueo mis uñas y Sam descuelga poniendo la
opción de manos libres.
Porque van a estar muy ocupadas esas manos.
—Buenas noches —contesta Sam con su habitual tono hipnotizador.
—Buenas noches, Candy —responde una voz masculina.
La miro frunciendo el ceño ante el pseudónimo que ha utilizado con ella.
Cojo el papel de la mesita y un bolígrafo.

¿Te conoce?

537
Le pregunto mediante la hoja.

Algunos son habituales.

Me escribe de vuelta.
—Dime, Jason, ¿qué te apetece esta noche? Tengo una amiga aquí a mi
lado que está interesada en ayudarme. ¿Eso te gustaría? —le ofrece Sam.
Escucho como traga audiblemente el hombre.
—Me encantaría. ¿Cómo se llama tu amiga? ¿Me está escuchando ahora?
Sam mueve su cabeza en mi dirección indicándome vía libre.
—Me llamo Ángel —contesto, intentado controlar mi tono de voz.
—Que dulce, y dime Ángel... ¿Qué lleva puesto Candy?
Lamo mi labio inferior mientras observo el atuendo de Sam.
—Es tan atrevido que no deja nada a la imaginación —susurro.
Jason suspira al otro lado de la línea.
—¿Te gusta lo que lleva?
—Me encanta —admito.
—¿Podrías describirlo para mí?
—Lleva un pequeño vestido de lencería negro, es completamente
transparente y un pequeño tanga de encaje a juego.
—Sí que suena interesante.
—¿Qué te gustaría más? ¿Qué juguemos contigo o que lo hagamos entre
nosotras? —le ofrece Sam.
—Vamos a aprovechar la presencia de Ángel, pero me tenéis que detallar
todo lo que hagáis —su voz suena cada vez más alterada.
Sam sonríe ampliamente. Me recuerda un poco al confesionario todo esto.
—¿Qué quieres que hagamos?
—¿Qué lleva puesto Ángel, Candy?
—Una bata blanca de encaje transparente, no me llevará mucho trabajo
dejarla completamente desnuda.
—Tira del cordón de la bata y deja al descubierto sus hombros.
Sam hace exactamente lo que le piden.
—¿Y ahora?
—¿Qué te gustaría hacer a continuación?
—Me gustaría besarla, su piel es irresistible.
—Hazlo, entonces, y mientras lo haces quiero que Ángel me lo narre.
Sam se inclina y desliza su lengua desde la curvatura de mi cuello hasta mi
clavícula, luego succiona con fuerza y gimo.
—No estoy escuchando, Ángel.
Carraspeo aclarando mi voz.

538
—Sa...esto Candy, está succionando mi cuello, antes de eso ha pasado su
lengua, humedeciendo la zona.
—Te gusta cómo se siente, ¿verdad?
Cierro los ojos absorbiendo el placer.
—Me encanta.
—Quítale la bata, Candy.
Tira de ella y esta cae al suelo.
—¿Ángel sabe por qué te llamas así, Candy?
Sam se ríe mientras sacude la cabeza.
—No, ¿quieres que se lo enseñe?
—Muéstraselo.
No me había dado cuenta hasta ahora de la pequeña caja que tiene Sam
junto al sofá, está llena de juguetes sexuales y piruletas de caramelo.
Ella abre una de las piruletas y la introduce en su boca, miro boquiabierta
como la lame y la succiona, Dios, tengo muy buenos recuerdos del
funcionamiento de esa lengua mágica.
—¿Está buena la piruleta? —pregunta Jason.
—Sí —murmura Sam.
—Frótala contra los pezones de Ángel.
Sam la saca de su boca, reluce por la humedad, la acerca a mi pecho y la
mueve en círculos, se siente muy pegajoso.
—¿Lo está haciendo, Ángel?
—Ajá —jadeo.
—Y ahora límpialos con la boca —le ordena.
Sam mete la piruleta en mi boca e inclina su cabeza para meterse mi pecho
en su boca, su lengua rodea mi pezón, sus labios succionan y tiran de el.
—No sabéis lo excitante que es oíros —murmura Jason con la voz
entrecortada.
Cuando termina de atacar mis pechos, los noto mucho más sensibles de
lo normal, mi excitación es tal que noto incomodidad entre mis piernas.
—Tengo curiosidad, ¿quién es capaz de hacer llegar a la otra antes? —
pregunta Jason, suena más a desafío que a pregunta.
—Creo que podría hacer que se corriera en menos de cinco minutos —
contesta Sam con una sonrisa traviesa.
Jason se ríe en el otro extremo.
—El tiempo empieza ya.
Sam recorre con su dedo índice desde mi esternón hasta mi cintura,
pasando por el centro de mis pechos. Continúa bajando y roza ese punto,
haciéndome estremecer, se lleva el pulgar a mis labios y los acaricia antes de
introducirlo en mi boca. Lo succiono y veo como una sonrisa se desliza por

539
su cara, lo saca y vuelve a esa zona llena de terminaciones nerviosas.
Mi cuerpo es gelatina bajo sus caricias, otro de sus dedos se pasea por mi
entrada, recogiendo la humedad que ella misma me está provocando.
—¿Qué está haciendo, Ángel?
Me da vergüenza explicarlo en voz alta.
—Ella... —Jadeo cuando noto como introduce el dedo— me está
tocando...está metiendo un dedo en mi... —vuelvo a gemir al sentir como sale
y entra.
—¿Lo hace bien?
—Dios, sí.
Saca el dedo de mi interior y lo acerca a sus labios, y como ha hecho otras
veces se los contorna como si fuera un labial.
—Está recorriendo sus labios con el dedo que tenía en mi interior... —
explico sin aliento.
Jason gime, estoy segura de que se está tocando mientras nos escucha.
Sam da dos golpecitos en su boca.
—Bésame, Ángel —me reta.
Pasa su mano por detrás de mi nuca, acercando su rostro al mío. Como si
la gravedad me empujara junto mis labios con los suyos. Su lengua se
encuentra con la mía, entrelazándose en un beso cada vez más húmedo.
—¿Sabe bien?
—Deliciosa —admite Sam—, y no he tenido suficiente. Siéntate en el
sofá.
En cuanto mi trasero toca el sofá de Sam ella ya está entre mis piernas,
abriéndolas ampliamente.
—¿Cuánto tiempo llevo? —pregunta Sam
—Dos minutos treinta y dos segundos.
Sam muerde sus labios y empieza a besarme, su lengua recorre mis labios,
se cuela en mi interior, se mueve en círculos alrededor de mi clítoris, y siento
como mi orgasmo se empieza a construir. Tengo una batalla interna entre
cerrar los ojos y disfrutar u observar a Sam devorándome. Cuando
mordisquea jadeo corriéndome en su boca.
Ella se aparta con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
—¿Cuánto ha sido eso?
—Cuatro minutos exactos —murmura Jason con leve asombro.
Intento superar el récord de Sam, pero tardo dos minutos más que ella,
me promete al oído que me ayudará a mejorar mi marca.
Admito que al final de la noche nos sacamos cerca de quinientos dólares,
todo por una cantidad infinita de morbo y orgasmos.

540
45. HELP
Reviso mi teléfono en la sala de espera, no he recibido ningún mensaje
por parte de Kaden, es más, creo que me ha bloqueado, porque ya ni siquiera
puedo ver su estúpida foto de perfil.
Intento llevar el día con la mayor normalidad posible, pero no puedo
evitar pensar en él todo el tiempo.
Me llaman para ir a recoger las pocas cosas que se han salvado del
incendio, las cuales son principalmente de mi dormitorio. Ver que he vuelto
a perderlo todo reabre la herida en mi pecho. Intento no pensar mucho en
ello porque sé que cuando lo hago es devastador.
Mi cabeza me traiciona rememorando todos los momentos estúpidos en
que la he cagado y todo se ha ido a la mierda, y decido callarla tomándome
alguna que otra copa en el primer bar que veo. No pienso en nada, solo actúo
de forma automática. No pienso cuando me acerco al desconocido del final
de la barra. Quizá puede ser como con Kaden aquella primera noche. La
excusa de dejarse llevar revuelve mi estómago. No se siente como otras veces
en la que el placer consume todo lo demás.
Mientras dejo que me folle un extraño en el baño del bar intento
convencerme de que es lo que quiero. Cuando termina y se marcha me siento
más rebajada que un polvo barato, me recoloco la ropa interior y no me
permito llorar. Voy dando tumbos hasta la consulta del italianito, desearía
haber bebido lo suficiente para no acordarme y detener la horrible sensación
que me consume.
«He tocado fondo».
—Luca Ferrara, ¿en Italia qué se bebe? —le pregunto con una sonrisa
falsa mientras me dejo caer en el diván de su consulta.
No se sorprende por mi conducta, me cabrea que no se sorprenda. Sé que
no estamos haciendo avances. No sé qué hago aquí, quiero ayuda, pero al
mismo tiempo no me la merezco. No después de todo el daño que he hecho.
Me merezco todo el dolor. Pagar por ello.
—¿Qué has estado bebiendo tú, Julliet?
Giro mi cabeza y le sonrío.
—Culpable. Ni lo sé, le he dicho al camarero que me sorprendiera, la vida
es más divertida cuando te sorprende y no tienes que tomar decisiones.
No tiene cara de enfado, ni de que vaya a echarme una reprimenda, ni de
nada.
—¿Has estado escribiendo en la libreta estos días?
Estiro mis manos en el aire y las miro fijamente, se tambalean un poco.

541
—No. No tengo nada interesante que escribir.
Mentira.
—¿Cómo llevas el tema del sexo?
Me tenso.
—Bien.
«Mentira».
—¿Sí?
—Por supuesto.
«Mentira».
Luca arrastra su silla. Se acerca a mi lado y me gira la pantalla de su portátil.
—¿Quieres hablar de esto? ¿Cómo te hicieron sentir estos vídeos?
Odio esos vídeos, nunca van a desaparecer. Ni siquiera en lo que se
supone que es mi espacio seguro. ¿Por qué hace esto? Tan poco profesional.
Aparto la mirada.
—Juzgada, mal, como una zorra. Como si no tuviera el control de nada.
—Miro al techo.
—¿Y cuando quieres escapar de tus problemas y decides que quieres tener
relaciones sexuales con alguien sientes que tienes control?
Lo sopeso muy poco porque tengo clara la respuesta.
—Sí, al principio sí. Luego no. —Cojo aire—. Hoy he dejado que alguien
me follara, pero ha sido diferente —confieso, no sé por qué.
—¿Por qué ha sido diferente?
—Porque no lo he disfrutado, no me he sentido bien. —Me llevo las
rodillas a mi pecho—. A veces me siento vacía después del sexo, pero hoy no
me he sentido solo vacía también me he sentido mal.
Mis ojos empiezan a picar.
—¿Has oído hablar alguna vez del trastorno límite de personalidad?
«¿Trastorno? ¿Estoy loca?»
—No.
—Es algo más frecuente de lo que la gente cree, pero poco conocido. Es
una afección mental en la cual la persona tiene patrones prolongados de
emociones inestables. Estas experiencias interiores a menudo comportan
actos impulsivos y relaciones caóticas con otras personas.
«Afección mental, que forma más bonita de disfrazar que estoy
trastocada».
—¿Crees que tengo eso? —le pregunto cerrando los ojos. Estoy
demasiado cansada.
—Voy a hablarte de algunos factores de riesgo, entre ellos se cree que
también puede estar implicada la genética, pero el entorno social también
desempeña un papel importante. Haber crecido en un entorno con la

542
ausencia de los progenitores o uno de estos, o incluso con una comunicación
deficiente, relaciones familiares inestables o permanentemente en situaciones
hostiles, abandono, abuso sexual, físico o emocional.
Intento permanecer impasible ante sus palabras, no hemos hablado de mi
familia ni quiero hablar de ellos.
—¿Y qué pasa con estas personas que tienen eso? ¿Relaciones caóticas?
Mucha gente las tiene —resoplo.
—Consideramos que una persona tiene TLP cuando tiene cinco o más de
los siguientes puntos que te voy a describir:
>Un miedo intenso al abandono o al rechazo, real o imaginario. Que
puede llevar a la persona a realizar medidas extremas para evitar esa
separación.
>Un patrón de relaciones intensas inestables, a veces en esas
relaciones se idealizan mucho a las personas y la persona con TLP se
decepciona rápidamente pensando que no cumple sus estándares o que no
muestra suficiente interés, que no la quiere, paranoias.
>Cambios de identidad o de imagen propia, metas, valores, verse a sí
mismo como malo o como si no existieras.
>Períodos de paranoia relacionada con el estrés y pérdida de contacto con
la realidad, puede durar desde minutos a horas.
>Comportamientos impulsivos y de riesgo, como podría ser la ludopatía,
la conducción imprudente, el sexo inseguro compulsivo, olas de gastos,
atracones alimenticios, abuso de drogas, de alcohol, sabotaje de algo exitoso
o terminar algo positivo.
>Conductas suicidas o autolesiones, a menudo en respuesta al miedo.
>Cambios de humor extremos que puede durar de horas a días, que van
desde felicidad intensa a irritabilidad, vergüenza, ansiedad…
>Sentimientos continuos de vacío.
>Enfado intenso, inadecuado, perder el temperamento con frecuencia,
ser excesivamente sarcástico, amargado o tener peleas físicas.
No quiero seguir escuchando nada más, por suerte Luca para de numerar
estas mierdas.
—¿Y qué pasa si tienes esto? ¿Se complica? ¿Te vuelves loco o estás loco?
—Lo que pasa es que puede dañar muchos aspectos de tu vida, Julliet.
Puede afectar negativamente en tu vida social, en tus relaciones íntimas, en
tus estudios, en la imagen que tienes de ti misma. ¿Sabes las consecuencias
de algunas de estas cosas? Problemas legales, relaciones conflictivas, abusivas,
autolesiones, intentos de suicidio, embarazos no planificados, enfermedades
de transmisión sexual, accidentes automovilísticos, peleas, depresión,
trastornos de conducta alimenticia, trastornos de ansiedad, alcoholismo,

543
drogadicción…
—¿Se cura? ¿Hay medicación? —inquiero.
—Terapia, Julliet. Una en la que hables y no mientas. La gente vive con
ello, mejora, vive una vida plena, todo son conductas que se pueden corregir.
Es más complicado para la gente con TLP, pero no imposible. Incluso si es
necesario por los períodos de vacío o depresivos se puede recurrir a un
tratamiento médico. Lo que no se puede hacer es mirar el final de una botella,
poner en riesgo tu vida y cruzar los dedos conduciendo hasta aquí.
Ahora sí que suena a una reprimenda. Casi parece Andrew.
—¿Quieres que te hable de mis padres? Bien. Están muertos, ¿y sabes que
es lo mejor de todo? Que me alegro de que lo estén. Desee que lo estuvieran.
Murieron, y ni siquiera me puedo arrepentir de ello por lo mucho que los
odio. Ahí lo tienes.
Me pongo en pie y salgo de la consulta.

Por su cara de asombro está claro que lo pillo con la guardia baja, antes
de que ninguno de los dos diga nada nos limitamos a abrazarnos por un largo
rato.
—Estoy jodida, Dev —le digo.
—Todos lo estamos —murmura contra mi cabeza.
—No quiero volver a estar peleada contigo nunca más.
—No lo estés.
—Te he echado de menos— confieso.
—Estaba claro —responde con arrogancia. Me separo para mirarle,
empujándole un poco—. Yo también a ti, Ángel.
—No más secretos.
Vuelvo con Devan, pero solo por unos días porque ya tengo localizado
mi futuro miniapartamento. ¿Qué mierda decía Luca? ¿Qué no puedo estar
sola? Claro que puedo, la soledad no me da miedo. Puedo estar sola, claro
que sí. Lo único que me preocupa es intentar sacar de Lex ahí porque está
claro que están arruinándola más en vez de ayudarla, ver que es lo que planea
Nathan sobre mi agresión hacia él, saber qué diablos pasa con Taylor y no
intentar entrar en ninguno de los juegos de Bonnie.
Todo eso mientras sigo mi vida de clases de defensa, bailes, trabajo,
estudios para la vuelta de vacaciones que cada vez se acortan más.
No me permito pensar en Kaden, pero siento que no puedo cerrar lo que
sea que tuviéramos hasta que no le devuelva su estúpido libro.

544
Sin embargo, me falta algo, coraje.
Maldito Kaden.
—¿Cómo tienes tan pocas cosas? —pregunta Kurt dejando una de las
cajas en mi nuevo miniapartamento.
—¿Eres tonto? —lo riñe Sam golpeando su nuca, se tiene que poner de
puntillas para llegar.
—¿Qué? —protesta Kurt acariciando la zona golpeada.
—Mi casa se quemó hace poco.
Los ojos de Kurt se abren con sorpresa.
—Oh, perdona...
—No importa —muevo la mano restándole importancia al asunto.
Aunque esto me hará escribir de nuevo unas líneas en lo que ahora
llamo el diario de mierdas diarias. Le digo a Luca que no escribo, pero ya
tengo tanto que podría publicar una autobiografía.
—Yo te ayudo a desempacar la caja de lencería sexy, Ángel —bromea
Devan sacándole hierro al asunto rápidamente.
—No existe tal caja.
—Que vayamos de compras dice —comenta Sam guiñando un ojo.
—Acabo de invertir gran parte del dinero en la entrada, no me voy a gastar
lo que queda en lencería cara.
—Tenemos que buscarte un Daddy Sugar entonces, que te la compre él.
Esto que llevo me lo regaló... —Levanta su camisa, enseñándonos un
sujetador precioso con brillantes y transparencia.
Los tres babeamos ante semejante imagen. Devan es el primero en
recomponerse.
—Apuesto a que el Sr. Henderson aplicaría para ello —sugiere.
Siento cosas solo escuchando su nombre.
—¿Ya está todo? —le pregunto a Kurt ignorando el comentario de
Devan.
—Sí, si necesitas ir de compras o algo podemos coger mi furgoneta,
quiero decir, en algún lugar tendrás que dormir.
En el apartamento faltan algunas cosas esenciales, como una cama y agua
caliente.
—He sobornado al de IKEA para que tarde en traer el pedido y así pueda
seguir durmiendo conmigo.
—O conmigo Dev, no acapares —le dice Sam con una sonrisa de
superioridad.
Me siento el caramelito de ambos. Y eso que no he tenido sexo con
ninguno de ellos en todo este tiempo, Luca realmente jode mi mente. Aunque
estos me tienen más caliente que un radiador en invierno.

545
—Esta noche dormiré en mi nuevo saco de dormir, sobre el sofá —aclaro
en voz alta.
Espero bromas por su parte, pero ambos saben que estoy lidiando con
ello en terapia y no me presionan.
Estos días me han servido para pensar, pensar mucho.
¿Echo de menos a Kaden? Sí. Y no saber por qué me mata.
¿Odio a Nathan y una parte de mi quiere asesinarlo? Por supuesto.
¿No puedo olvidar a Andrew, su sótano y mi curiosidad por el mundo
BDSM? Efectivamente.
¿Necesito que Lexie esté bien? Más que nada.
Y eso es básicamente en lo que invierto mis pensamientos.
Le confesé a Luca en la última sesión el motivo por el que había dejado
de tomar los antidepresivos, y me ha coaccionado para empezar a tomar no
sé qué mierda. Estaba algo reacia pero no puedo negar que me hace sentir
relativamente mejor.
Puede que algún día haya tenido que tomarme una copa o dos de vino, lo
tengo permitido. Lanzar un par de cojines por los aires, es algo sobre el
manejo de la ira. Llorar desconsoladamente en la ducha, pero tengo mi
objetivo muy claro: quiero estar bien.
Y esa idea ha eclipsado esos pensamientos negativos. Y eso ya es algo,
según Luca es mucho.
Pedimos comida para llevar, Devan y yo queremos pedir sushi, pero Kurt
y Sam se alían para pedir pizza y acabamos en un duelo estúpido de piedra,
papel o tijera entre ambos equipos.
Y ganan ellos.
Devan se encarga de abrir la puerta y voy a ayudarlo, allí está...Amy. La
hermana de Alec, la misma que estoy cien por cien segura que me odia. ¿Amy
trabaja en una pizzería? Quizá pueda darle el libro a ella para que…
—¡Tú, maldita zorra! —dice ella en cuanto me ve y se lanza para soltarme
una bofetada.
—¡Las pizzas! —protesta Kurt preocupado.
—¡Kurt! —Sam lo regaña.
No le da tiempo a golpearme porque Devan la atrapa con sus brazos.
—¡Es tu culpa, imbécil! ¡Por tu culpa se va! —exclama mientras se
retuerce en los brazos de Devan.
—¿De qué estás hablando?
—Kaden se marcha, eso era lo que querías, ¿verdad? —Y me escupe en
la cara.
Asqueroso.
—Voy a llamar a la empresa en la que trabajas, no sé qué problemas tienes

546
con Julliet, pero ese no es modo de tratar a las personas. —Sale Sam en
defensa.
—Cállate, ¡zorra!
—Suficiente. —Se interpone Devan antes de echarla del apartamento.
—Me va a robar el felpudo, ¿verdad? —Los miro.
—¿Quién era esa? —pregunta Kurt con un pedazo de pizza en la boca.
—La hermana del mejor amigo de Kaden.
—¿De qué te conoce? ¿Se refiere a que se marcha él? —pregunta Sam
mientras reparte la pizza antes de que Kurt se la coma él solo.
—Ojalá lo haga—murmulla Devan por lo bajo.
Evito mirarlo porque no hablamos de Kaden, se ha convertido en un tema
tabú entre nosotros para no crear más conflictos.
—Coincidimos un par de veces cuando...no importa.
Pero sí importa, ahora no puedo dejar de pensar en lo que ha dicho Amy.

Las palmas de mis manos se sienten sudorosas, debería haberle escrito un


mensaje antes de presentarme en su casa. Siempre puedo dejar el libro en el
suelo, tocar el timbre y salir corriendo. Mi brillante plan se ve frustrado
cuando Kaden abre la puerta antes de que llame.
—¿Qué quieres? —Suena aborrecido por mi presencia.
Me da un poco de miedo y me pone caliente a partes iguales.
—Sólo quería devolverte esto —extiendo mi mano mostrando su libro.
—Bien —lo coge y me cierra la puerta en mis narices.
No debería hacerlo, pero me encuentro llamando a su puerta de nuevo.
—¿Qué? —pregunta de nuevo.
Si las miradas follasen, Kaden me estaría dando un buen polvo ahora
mismo.
—¿Te vas?
Que alguien me calle, a poder ser para siempre.
—¿Qué te importa?
Muy buena pregunta.
—Yo... tienes razón, perdona, gracias por el libro.
I-n-c-ó-m-o-d-o.
—¿Te ha gustado?
Ya me he dado media vuelta cuando me pregunta eso.
—No —admito con sinceridad—, pero tiene algunas buenas frases.
Frases en las que me había visto reflejada, incluso pensaba escribir una en

547
mi cuarto de estudio.
—¿Me has echado de menos estas semanas? —pregunta cruzándose de
brazos.
—No se puede echar de menos a alguien que no conoces, Kaden.
Muestra una sonrisa amarga.
—Sí, me voy. Me voy un mes a Tailandia, es algo que quería hacer al
cumplir los treinta.
¿Tailandia? ¿Por qué allí? ¿Con Bonnie? No quiero preguntarle... O sí, la
verdad.
—Que tengas un buen viaje.
—Cuídate, Julliet, de verdad.
—Tu igual.
Quiero marcharme, pero algo me lo impide, la atracción que siento por él
es tan intensa que nubla todo lo demás. Mi cuerpo lo anhela, pero mi sensatez
sabe que no debo caer en la tentación de nuevo.
—Adiós, Kaden.
—Adiós, Julliet.
En esos momentos se siente como una despedida para siempre.

Mi vida últimamente resulta de lo más extrañamente normal. Sin


amenazas, ni atentados contra mi integridad, ni encuentros con mi ex o
Bonnie, me pregunto si esta se habrá ido con Kaden y por eso todo está tan
tranquilo.
Quitando el hecho de que sigo trabajando en Mala. La cual celebra la
navidad con atuendos estúpidamente sexys y poco navideños. Estas últimas
semanas he tenido sexo ocasional, siempre con protección y consciente de lo
que haca y porque lo hacía, pero siento que mi libido no es tan intensa por la
medicación.
Excepto cuando veo al Sr. Henderson.
Ese hombre es capaz de derretir mis hormonas con una sola mirada.
Estoy tomando un batido de frutas y verduras antes de empezar mi rutina
de estiramientos, tengo que aumentar la ingesta de calorías porque entre las
clases de defensa y las horas de baile estoy perdiendo demasiado peso.
Mis pies empiezan a protestar a medida que giro en una perfecta fouetté
en torunant, las puntas maltratan mis dedos que ya habían olvidado la
sensación de sentirse oprimidos.
Cuando la música salta a otra canción empiezo a reírme y dejo de dar

548
vueltas, no entiendo como una canción de Shakira se ha colado en mi lista de
música clásica. Tengo que revisar mi Spotify a la hora de guardar canciones.
Observo en el reflejo del espejo mi risa y por unos instantes no logro
reconocerme, me deshago de las puntas y baila la canción que resuena por
los altavoces del estudio.
Es imposible no mover las caderas al ritmo de Hips don't lie, me encanta
pasar de un extremo a otro, de un estilo de baile a otro completamente
diferente.
—¿Ve algo que le interese, Sr. Henderson? —pregunto escondiendo una
sonrisa cuando lo veo apoyado en el marco de la puerta.
—Usted es un espectáculo digno de admirar, Srta. Collins.
Recojo mi botella y le doy un largo trago, lleva evitando un tema varias
semanas y me siento lista para abordarlo de nuevo, porque ya sé lo que quiere.
Cojo mi teléfono y busco una canción, con las primeras notas de
Downtown sonrío.
—Baila conmigo —le ofrezco.
Levanta una ceja, mi atrevimiento lo desconcierta y lo divierte. Coloca sus
manos en mi cintura y me deja el completo control del baile, siguiendo cada
uno de mis pasos.
—Confianza —murmuro mientras me coge en sus brazos y tira de mí casi
hasta el suelo.
—¿Qué? —pregunta.
—No quieres sexo, quieres que confíe en ti, porque en eso se basa una
relación BDSM, en la confianza.
Me pone nuevamente en pie y me mira con fascinación.
—Solo quedan unas semanas para que inicie el curso, Srta. Collins.
—Tiene muchas cosas que enseñarme hasta entonces.

Mi pecho sube y baja con rapidez, mis pezones se mantienen erguidos, en


parte por el frío de la desnudez, en parte por la excitación de la anticipación.
Desde aquí tengo una perfecta visión del liguero y los tacones que me he
puesto para complacer la normativa de vestuario del Sr. Henderson.
Repaso mentalmente todas las posiciones y órdenes que he estudiado por
mi cuenta, cuando él no me indique nada debo permanecer de pie, recta, con
la cabeza baja y las manos en la espalda, que es justo como estoy ahora. Los
pasos del Sr. Henderson resuenan por todo el lugar, provocando que mi
estómago se encoja, expectativa por lo que sucederá.

549
Recuerdo cada conversación que hemos mantenido antes de llegar hasta
este punto.

—Has hecho muy bien los deberes —me felicitó mirándome por encima del documento
que le había entregado.
Crucé mis piernas para intentar apaciguar el efecto me producía esa mirada.
—¿Cuáles son sus límites? —le pregunté sin rodeos.
Era el primer punto que había marcado en la lista.
—Hay diferentes límites, Srta. Collins: Límites positivos, límites negociables y límites
absolutos.
¿Tenía que ser tan complejo? ¿No podía arrastrarme al sótano y ya está?
—Pero al final... ¿no son todo límites?
—A veces ponemos límites a cosas que creemos que no estamos dispuestos a hacer, pero
solo por desconocimiento, vergüenza, temor a lo desconocido... —Acarició su barbilla
mientras me inspeccionaba—. Estoy seguro qué hace unos meses no se hubiera imaginado
estar aquí, sentada, discutiendo cuáles son sus límites.
Mis mejillas se sonrojaron.
—Está usted en lo cierto, Sr. Henderson, pero aquí me tiene. —Lo provoqué cuando
me recompuse.
Sus ojos se entrecerraron y una sonrisa tiró de sus labios.
—Prosigamos. —Carraspeé antes de que me distrajera con sus encantos. —Sus
límites, Sr. Henderson.
—Menores, animales, muerte, sangre y fuego. —Numeró—. Cualquier de esos temas
es un límite absoluto. ¿Cuáles son los suyos?
—Bien, no tengo experiencia en poder marcar exactamente todos los límites, comparto
los suyos, por supuesto, el resto los iré explorando con usted.
—Entonces si, por ejemplo, quisiera ofrecer su cuerpo a otro dominante...
La idea hizo que mordiera mi labio inferior.
—No tengo problema con ello, Sr. Henderson.
—Es un peligro en potencia, Srta. Collins. —Soltó una pequeña risa—.
Empezaremos por pequeños pasos, y ya veremos cuando podemos subir la intensidad.
—Ahora que lo pienso hay otra cosa que me gustaría añadir, el tema de la humillación,
no sé qué tan cómoda estaría con él, sé que es bastante común en el mundo del BSDM,
puede ser negociable, pero...hay cosas que no...no estoy interesada en probar ni presenciar.
—¿Por ejemplo?
—Nada que incluya urolagnia o coprofilia.
—No es algo que me interese en particular, no hay problema. ¿Límite absoluto,
entonces?
Asentí.
—¿Algo más que quiera añadir, Srta. Collins?

550
La curiosidad me picaba con fuerza.
—¿Usted ha realizado alguna de esas prácticas? Arrugué mi nariz.
—La lluvia dorada no es tan diferente a una eyaculación —contestó con una sonrisa.
—¿Eso es un sí? ¿Le ha meado a alguien? —pregunté ligeramente escandalizada.
—Sus reacciones son realmente entretenidas. Palabra y gesto de seguridad, ¿tiene
preferencia por algo en concreto?
—¿Y cambia de tema?
—Un caballero no revela los detalles.
—Usted no es un caballero, Sr. Henderson.
Me guiñó el ojo y si hubiera tenido algo que parar se me hubiera parado en esos
momentos.
—¿Palabra? —repitió.
—Se la dejo a su libre elección.
—Stop, es la más frecuente, muy fácil de recordar.
—Me parece bien. ¿Cuál será el gesto? ¿Alguna especie de saludo secreto?
Apretó los labios para contener una risa, supongo que la imagen era particularmente
descabellada.
—Le daré una campanilla, cuando quiera que pare simplemente la tendrá que dejar
caer. —Se inclinó acercando su rostro al mío—. Aunque no soy especialmente fanático de
las mordazas, me gusta oír las suplicas, Srta. Collins.
Necesitaba autorociarme con un extintor, Andrew era capaz de calentarme con unas
simples palabras.
—¿Ha traído los resultados médicos?
Asentí, sacando del maletín la hoja.
—¿Y usted?
Andrew abrió un cajón de su escritorio y colocó una hoja sobre la mesa.
—Si alguna vez participará un tercero sepa que siempre me cercioraré de su estado de
salud con anterioridad, Srta. Collins.
—Confío en usted.
—No pretendo tener una relación exclusiva con usted, Srta. Collins, pero quiero que
sepa que no estoy interesado en nadie más, solo quería hacérselo saber, al igual, que tampoco
espero de usted ningún tipo de compromiso, es libre de hacer lo que quiera, aunque estaré
más tranquilo sabiendo que lo hace con responsabilidad.
—Por supuesto. Otra cosa, ¿cómo quiere que me dirija a usted?
—Señor o Sr. Henderson.
—¿Y usted cómo se dirigirá a mí? En el club llamó a aquella mujer...esto...
—¿Perra?
No podía evitar cierto desagrado con ese término.
—Ella quería que la llamásemos así, Srta. Collins. A Sabrina le excita que le hablen
de ese modo. Yo...puedo llamarte Julliet o puedo llamarte esclava, depende de lo satisfecho

551
que me tengas.
No sonaba tan mal como perra, sonaba incluso un poco excitante.
—¿Algo más?
—Sus orgasmos, cuando esté conmigo, son míos.
¿Cómo pretendía que hiciera eso? No era con un botón que se pudiera encender o
apagar.
—¿Hay algo de la lista que no quiera realizar?
Bajó nuevamente la mirada a la hoja que le había dado en primer lugar.
—No, estaré satisfecho de cumplir todo lo que quiere probar.
Tragué con dificultad, imaginándolo.
—¿Tiene alguna normativa? ¿Desea que utilice algo en particular o.…?
—Bueno el uso de ciertos objetos requeriría, para su comodidad, la ausencia de vello
corporal, pero no es algo de lo que debe preocuparse, ¿me equivoco?
Negué la cabeza, hacía mucho que me había hecho láser en prácticamente todos los
sitios posibles.
—En el vestidor que hay junto a la entrada del sótano encontrará el vestuario que
quiero que lleve; Medias de ligas, ligas y tacones.
—¿Medias de ligas, ligas y tacones? —repetí.
— Medias de ligas, ligas y tacones. Nada más.
Me visualicé mentalmente en ello y un rubor se extendió por mi cuello.
—¿Entonces no me hará firmar un contrato?
Una sonrisa se deslizó por esos maravillosos labios.
—¿Prefieres hacerlo por escrito? No veo necesario dejarlo plasmado en un papel, pero
si te sientes más cómoda podemos...
—No, no es necesario, yo...esto...pensaba que era algo obligatorio.
—Te enviaré una copia de la grabación —me aseguró antes de presionar a grabar.
Iba a ser extraño escuchar mi propia voz estableciendo normas y límites sexuales.
—Yo, Julliet Evolet Collins, quien soy sumisa por voluntad propia, en posesión de mis
facultades, consiento, manifiesto y deseo entregarme totalmente a Andrew Thomas
Henderson, quien será mi Amo.
—Por mi parte, Andrew Thomas Henderson, consiento, manifiesto, deseo y pretendo
tomar posesión de mi sumisa, Julliet Evolet Collins. Las decisiones tomadas durante la
grabación pueden ser revocadas o rectificadas en cualquier momento, la relación entre ambas
partes se mantendrá hasta la segunda semana del primer mes del año dos mil diecinueve.
Lamí mis labios cuando dijo la palabra mi sumisa, la idea me hacía apretar los muslos.

—¿Nerviosa, Julliet? —pregunta acercándose a mí.


—No —contesto automáticamente.
—¿No? —repite confuso.
Lo miro desconcertada. ¿Qué espera que le diga?

552
—Uno, nada de mentiras o terminaremos antes de empezar. Dos, esa no
es la forma en que debes dirigirte a tu amo, esclava —demanda.
—Lo siento, señor —me disculpo rápidamente, mordiendo mi labio.
—¿Lo sientes?
—Pronto vas a sentirlo de verdad. ¿Cuál es la palabra?
—Stop, señor.
Sonríe.
—Bien, ¿prometes utilizarla? Sabes que eso no me enfadará, ¿verdad?
—Sí, señor.
—Manos al frente —ordena con firmeza.
Extiendo mis brazos y observo cómo coloca unas sujeciones en mis
muñecas.
—Voy a dejarte suspendida. Estarás totalmente inmóvil y a mi merced.
Me lleva hasta una estructura metálica, ata mis manos por encima de mi
cabeza y abre ampliamente mis piernas atando cada tobillo en las barras
laterales de la estructura.
—¿Estás bien, esclava?
—Sí... señor.
—Por ahora.
Su mano se abre paso entre mis piernas, haciendo que estas reaccionen
intentando moverse.
Se da la vuelta y va hasta la pared para elegir uno de los látigos que hay
colgando, coge uno con muchas tiras de terciopelo. Cuando acerca el látigo a
mi cuerpo se dedica a pasear las tiras con suavidad, provocándome cosquillas.
Me retuerzo e intento contener la risa.
—¿Te hacen gracia los castigos, Julliet?
—No, señor.
—Bien —dice antes de golpear con fuerza mi trasero.
Cada molécula de mi cuerpo se tensa y contengo la respiración.
—Demasiado suave, ¿cierto? —Tira con fuerza de uno de los ligueros,
haciendo que vuelva a mi piel con un chasquido que me provoca un pequeño
grito.
—Cuando te hago una pregunta, debes responder, esclava.
Y vuelve a atizarme con el látigo con fuerza.
—Disculpe, señor.
—¿Es suave?
—No, señor.
—¿No? El látigo apenas duele, Julliet, vamos a mejorar esa resistencia.
Y procede a darme una y otra vez, lo alterna con caricias que a veces
corren desde la parte interna de mis muslos hasta mi sexo. Deja caer el látigo

553
al suelo y pasea su mano, comprobando lo humillantemente excitada que
estoy por su castigo.
Mientras introduce un par de largos dedos en mi interior acaricia con su
pulgar mi clítoris, realizando pequeños círculos con la presión adecuada para
hacerme perder el control.
Cuando siento como aumenta la velocidad la parte inferior de mi vientre
se encoge, el orgasmo se construye a mi alrededor y es imposible detenerlo.
—No te he dado la orden de que te corras, esclava. —Hay cierta diversión
en el tono de su voz.
Me importa una mierda su orden en ese momento, lo único que puedo
hacer es correrme intensamente con sus dedos en mi interior.
—Parece que quieres seguir siendo castigada, ¿es eso?
Mi respiración es pesada y me cuesta pensar con claridad por los efectos
secundarios al orgasmo.
—Tienes mucho que aprender, Julliet, y estoy encantado de enseñarte.
Sus pantalones marcados son la prueba evidente de lo que dice.
—Abre la boca —me ordena.
Cumplo su petición y mete sus dedos en mi boca, cuando noto el sabor
salado de mi excitación me percato que son esos dedos. Me estaba
entrenando en la lavandería.
—Los quiero bien limpios —advierte.
Paso mi lengua concienzudamente, llevándome la prueba de mi
desobediencia. Saca los dedos de mi boca y se inclina para besarme, su lengua
busca con vehemencia la mía, sus manos amasan uno de mis pechos mientras
continúa devorando mi boca.
—Tu sabor es adictivo, esclava —murmura a escasos centímetros de mis
labios. —Pero basta de tentaciones, ha llegado la hora de sentir. ¿Confías en
mí?
—Sí, señor.
—Cierra los ojos.
Obedezco, dejando que el resto de mis sentidos se agudicen.
—Voy a ponerte una venda, no tendrás ninguna mordaza así que si es
demasiado simplemente utiliza la palabra de seguridad, ¿entendido?
—Sí, señor.
—Esto se tratará simplemente de sentir, Julliet.
Escucho un encendedor y mi cuerpo se tensa.
¿Qué diablos va...?
Una gota ardiente se desliza por el contorno de mi pecho, solidificándose
en cuestión de un segundo. Mi exclamación de sorpresa y dolor se convierte
en un jadeo, el calor hace que me retuerza en mis amarres.

554
—¿Estás bien?
Muerdo mi labio con fuerza.
—Puedes hablar, Julliet.
—Estoy bien, señor.
Otra gota, de lo que asumo que es cera de una vela rueda por mi vientre,
haciendo que mi espalda se arquee. Es increíble lo muy excitada que estoy
cada segundo que pasa.
Continúa vertiendo el líquido por trasero y seguidamente me da una fuerte
palmada que me arranca otro grito. Me retuerzo una y otra vez, al mismo
tiempo que mi cuerpo masoquista busca de nuevo el contacto.
—Sopla, Julliet.
Soplo y el olor a humo impregna mis fosas nasales.
—Ahora me vas a decir que es lo que quieres —pregunta acercando sus
labios a mi oído.
Muerde ligeramente y gimo.
—Quiero que me tome, señor.
—Vulgar, Julliet. No quiero florituras.
Muerdo mi labio con mucha fuerza.
—Quiero que me folles.
Destapa mis ojos y coge mi cara con sus manos, obligándome a mirarlo,
pero no me atrevo y mantengo la vista baja.
—Mírame a los ojos y repite lo que acabas de decir correctamente, estoy
seguro de que no quieres otro castigo, ¿verdad?
Mis ojos conectan con los suyos y mi cuerpo se estremece, su mirada es
tan dominante y cautivante como él.
—Quiero que me folles, señor —repito con los labios tan secos que tengo
que pasar mi lengua para humedecerlos.
—Va a ser muy divertido enseñarte a hablarme correctamente, Julliet —
advierte antes de palmear con fuerza mi trasero, este se encoge al momento.
—Lo siento, señor.
Desengancha mis tobillos, pero no libera mis manos.
—Si no te tuviera tantas ganas te enseñaría cuánto más lo puedes sentir
—amenaza mientras escucho la cremallera de sus pantalones.
Libera su gran erección y coge mis piernas para que rodee su cintura con
ellas, cuando lo hago se ensarta en mi interior de un solo golpe. Muerdo su
hombro mientras se desliza hacia fuera, nunca podré acostumbrarme a su
tamaño. Embiste con más fuerza, enterrando sus dedos en mis muslos
mientras empuja una y otra vez.
Dios, necesito correrme de nuevo, me siento dominada por el placer.
—¿Puedo correrme, señor?

555
—Sí, Julliet.
Gimoteo al sentir como entra con más rapidez y mi orgasmo estalla
recorriendo todo mi cuerpo, mis músculos se contraen y mi cuerpo termina
completamente exhausto.
Andrew sale de mi interior y se corre sobre mí, pringando parte de mi
vientre, mi sexo y mi muslo. Su eyaculación rueda en el sentido de la gravedad
por mi cuerpo.
—Ha estado estupenda, Srta. Collins. ¿Se encuentra bien? —pregunta
desatando mis manos.
—Como en el cielo —respondo sin aire mientras acaricio mis muñecas.
—Venga conmigo, se merece un buen baño.
Sonrío encantada, le seguiría hasta el mismo infierno en estos momentos.

556
46. HANDS TO MYSEFL
—¿Cuándo dejarás de hacer trabajos y mierdas de la universidad? Ni
siquiera estás en clases. Echo de menos salir a una buena fiesta —pregunta
Sam mientras hace un puchero.
Empiezo a pensar que ese gesto lo ha copiado a la perfección de Devan.
—Cuando termine la carrera.
—Eres demasiado aplicada —comenta antes de untar un palito de
zanahoria en humus—. ¿Lo has hecho tú?
Asiento con orgullo, últimamente estoy viendo videos en YouTube para
mejorar mi triste repertorio culinario.
—Nada mal, Juls, nada mal.
—¿Alguna novedad del que no debe ser nombrado?
—¿Kurt te ha vuelto a obligar a ver las películas de Harry Potter?
—No sé qué obsesión tiene con esas películas —asiente.
Me rio, no le pega para nada ser tan fanático de Harry Potter.
—No, no hay nada nuevo.
—Mientras más lejos mejor. —Levanta su copa de vino para brindar
conmigo.
Cuando le da un sorbo su rostro se vuelve un poco más serio.
—Por cierto, había algo que quería comentarte...
—¿Qué pasa, Sam?
—Devan no te lo va a decir, por eso creo que si no te lo digo y te acabas
enterando te culparás más tarde —empieza a divagar.
—Me estás asustando.
—Le han ofrecido un trabajo a Devan de enfermero en un hospital
estupendo con un salario genial, oportunidad de crecimiento, incluso puede
elegir especialidad y le imparten clase si quiere…
—Pero eso es genial —la interrumpo con alegría.
—El hospital está en Alemania.
Eso no es tan genial. Mi sonrisa cesa al momento.
—Oh.
—Sí, oh.
—¿Y no ha aceptado?
Sam niega la cabeza.
—Todavía no ha dado una respuesta, no quiere irse, pero es pura mierda,
Dev siempre ha hablado sobre trabajar alguna vez en su vida en el extranjero.
—¿Por qué no acepta entonces?
La idea de que se vaya me marea.

557
—¿No es evidente? —Alza una de sus cejas.
—¿El qué?
—Devan no quiere marcharse por ti, Juls.
Eso es mucho peor.

Una parte de mí, la más egoísta, no quiere preguntarle a Devan. Quiere


fingir que las palabras de Sam nunca han sucedido y continuar como si nada.
Pero eso no es lo que él se merece, y si necesita un empujón para continuar
con su vida estoy dispuesta a dárselo, por mucho que duela.
—Eres justo el regalo de Navidad que había pedido —dice Dev en cuanto
me ve con el estúpido atuendo.
Estoy cubierta únicamente por un lazo grande rojo que tapa las zonas
estratégicas, la Sra. Myers está explotando demasiado la temática navideña.
—¿Puedo quedarme hoy en tu casa? Me gustaría hablar contigo —le
contesto cerrando con más fuerza de lo necesario la taquilla.
—Las palabras "tenemos que hablar" deberían estar prohibidas,
¿pretendes tenerme toda la noche en ascuas? —refunfuña.
Coloco el gorro de Santa Claus en su cabeza y le doy un beso en la mejilla.
—Sólo quiero pasar el rato contigo.
—Eso me gusta más, Ángel. Ahora quita esa cara de seriedad, he sido un
niño bueno y quiero mi regalo.
Le sonrío y niego la cabeza.
—A trabajar.
—Eso va a ser difícil viéndote así —protesta haciendo una mueca que lo
hace lucir adorable.
Al ser épocas festivas hay mucha menos clientela de la habitual, es de
esperar teniendo en cuenta la cantidad de viajes que se hacen en Navidad.
—¿Qué harás el treinta y uno? —me pregunta Dev mientras descansamos
en la barra.
—Lo mismo que hice el veinticinco.
Levanta una ceja, esperando algo más de información por mi parte.
—Trabajos y prepararme el semestre que viene, Dev.
—¡Pero es Navidad! No puedes estar cada festivo encerrada en casa.
—No existe la navidad para los universitarios.
—Ni ixisti li nividid —me imita con burla—. Claro que sí y vamos a ir a
LA FIESTA, no aceptaré un no por respuesta después del abandono del
veinticinco.

558
—¿Sam está detrás de todo esto? —gruño mientras guardo todas las copas
limpias para entretenerme con algo.
—Puedeeee —admite arrastrando la e excesivamente.
—Como me vaya mal el semestre que viene escucharéis mis lamentos
hasta las próximas navidades —advierto.
—Ajá, ¿si suspendes no será por el tiempo que inviertes con nuestro
jefecito dominante? Y eso no va a pasar, no he visto a alguien más cerebrito
que tú —resopla.
Abro la boca y la cierro.
—No debería haberte dicho nada de Andrew.
—Andrew, oh, Andrew. —Se lleva una mano al pecho mientras se dedica
a burlarse de mí.
Lo taladro con la mirada y él se ríe continuando las burlas.
—Azótame Andrew, he sido una mala alumna y no he hecho el ejercicio
cuatro. —Se inclina para marcar su trasero.
—¿Srta. Collins, puedo hablar un momento con usted? —Las palabras de
Henderson nos hacen palidecer de golpe.
—Sr. Henderson, pensaba que no estaría aquí esta noche —dice Dev con
una risa nerviosa al mismo tiempo que se incorpora.
—Es evidente, Sr. Keen —contesta manteniéndose completamente serio.
Oh, oh
—Creo que en la mesa cinco pueden necesitar algo, iré a ver —murmura
Devan escabulléndose con rapidez.
—¿Es tan amable de acompañarme a mi despacho? —solicita.
¿En el lugar de trabajo?
Bueno, es Mala.
—Por-por supuesto.
¿Por qué estoy tan nerviosa de repente?
Lo sigo mientras mis pensamientos van de un lado a otro, Andrew me
tuvo el jueves varias horas en la jaula atada mientras un aparato extraño se
dedicaba a vibrar en mi entrepierna una y otra vez, arrancándome tantos
orgasmos que llegué a pensar que no sería capaz de correrme nunca más.
Un gran día.
—¿Está todo bien? —Cierro la puerta de su despacho. Cuando me giro
veo un paquete envuelto sobre la mesa.
Él asiente, y coge el regalo de la mesa para extendérmelo.
—¿Me está haciendo un regalo? —pregunto, en voz alta, totalmente
desconcertada.
Humedece sus labios y dejo de respirar ese segundo.
—Eso parece.

559
—Pero ¿por qué...?
—Abra el maldito paquete, Srta. Collins.
Sonrío ante su tono exigente y rasgo el papel, la caja desvela con el dibujo
exterior lo que contiene en el interior. Y sin duda parece algo sexual.
—¿Qué es esto exactamente?
—Abra la caja.
—Pensaba que no quería que lo nuestro afectara al trabajo, señor —
farfullo mientras saco el pequeño y ovalado aparato.
—Agnes me ha llamado por unas gestiones y no he podido resistirme.
—¿Y ahora?
Da un paso hacia adelante y acaricia con su pulgar mi labio inferior antes
de meterlo en mi boca. Se siente sucio y morboso lamerle el dedo bajo su
atenta mirada, me quita el juguete de las manos y lo reemplaza por su dedo.
—Lámelo bien, Julliet.
Lo rodeo con la lengua y lo cubro con mis labios.
—Suficiente.
Estira la tira roja que me envuelve y esta cae al suelo dejándome desnuda
ante sus ojos, mis pezones rápidamente reaccionan invitándolo a lo que él
desee. Coloca su mano en mi cuello y tira mi pelo hacia atrás, se inclina,
dirigiendo sus labios a la altura de mi oído.
—Pon tus manos sobre el escritorio e inclínate —ordena en un susurro.
Trago con dificultad mientras hago exactamente lo que me pide, no sé
para qué me ha hecho humedecer el juguete si estoy tremendamente húmeda.
Sus manos suben lentamente por mis muslos, cuando nota el calor de mi
entrepierna separa un poco más mis piernas.
Introduce muy lentamente el juguete en mi interior y jadeo.
—Esta noche servirá exclusivamente usted y ningún otro camarero, Srta.
Collins. ¿Queda claro?
—Sí, señor.
—Bien. —Se inclina y me arrebata un rápido beso—. Vístase y vuelva al
trabajo.
Coloca bien su corbata y me echa un último vistazo antes de marcharse.
Cuando estoy de vuelta en la sala dos lo veo sentado en uno de los sillones,
el juguete invade mi interior, pero tampoco es difícil de soportar.
Camino de un lado a otro juntando bien las piernas, rezando para que la
tira no se escape del lugar y se vea.
—¿El Sr. Henderson ha dicho que vas a atenderlo tú? —me pregunta
Halsey confundida.
—Ahora mismo voy.
Aprovecho que voy hacia allí para pararme antes en la mesa de enfrente,

560
justo cuando estoy dejando las bebidas lo noto, la vibración.
Muerdo mi labio con fuerza y me incorporo de golpe.
—Disfruten de sus bebidas —les digo amablemente a la pareja de
mujeres.
El Sr. Henderson tiene toda su atención en su teléfono móvil.
—¿Puedo tomar su pedido, Sr. Henderson? —intento utilizar toda la
amabilidad posible.
La vibración aumenta y tengo que contener con toda mi fuerza un
gemido.
—¿Está bien, Srta. Collins? —El brillo de diversión en sus ojos reluce
intensamente.
—Estupendamente.
Después de la jaula estoy entrenada para soportar un poco de vibración.
—Hoy en día se pueden encontrar aplicaciones fascinantes, ¿no cree?
El ritmo de la vibración cambia, es totalmente gradual, de una vibración
lenta a una que se vuelve insoportable, entonces para y se reanuda una y otra
vez. Cruzo mis piernas y apoyo mi mano en la cintura.
—Muy fascinantes.
Muerdo mi lengua para evitar gemir en voz alta, intentar mantener la
compostura mientras ese aparato hace su magia es más complicado de lo que
pensaba.
—Si alguien se da cuenta, el castigo será mayor, Julliet —advierte en voz
baja con una sonrisa.
Mi culo se encoge con esa información, recordando los últimos azotes
con la paleta del diablo.
—Tomaré un whisky doble escocés.
—Ahora mismo se lo traigo, señor.
Mi corazón va a mil por hora por culpa de la excitación, camino
rápidamente a la barra y rebusco entre las botellas.
—¿Todo bien, Ángel? ¿Qué quería el Sr. Henderson?
Vierto el contenido de la botella en uno de los vasos de cristal.
—Oh, nada, solo hablar de los turnos del próximo mes.
Se acerca por detrás y coloca sus manos en mi cintura.
—Mientes tan mal —murmura contra mi oído haciendo que me
estremezca.
Un pequeño jadeo se escapa de mis labios cuando la vibración se vuelve
constante. No puedo más, necesito...
Y se detiene abruptamente.
Respiro de forma agitada, estoy segura de que mis mejillas están
sonrojadas porque las siento en llamas. Devan me gira y me examina con

561
curiosidad.
—¿Por qué estás tan cachonda?
—¿Qué? No, yo no estoy... —suelto una risa nerviosa y coloco en la
bandeja la bebida—. Ahora vuelvo.
La vibración se reanuda y maldigo en voz baja.
—Aquí tiene, disfrute de su bebida.
El Sr. Henderson coge el vaso y mientras le da un trago hace una señal
con la mano para que espere. Hace calor, demasiado calor, necesito meterme
en agua fría urgentemente.
No, lo que necesito es correrme desesperadamente.
Miro a un lado y veo a dos mujeres besándose, una de ellas está subida al
regazo de un hombre y mece sus caderas con un ritmo hipnotizante.
Esto no ayuda para nada.
Cierro los ojos un segundo e inspiro con profundidad.
Puedo controlarlo, puedo controlarlo. Aunque me muero por arrastrar al
Sr. Henderson a cualquier lado y montarlo. Aprieto mis dedos alrededor de
la bandeja metálica hasta que mis nudillos se ponen blancos.
—Julliet, mírame —ordena.
No quiero abrir los ojos, es más difícil concentrarse de ese modo, pero no
puedo rechazar su demanda. Trago y abro los ojos, su mirada de diversión
me cabrea y me excita a partes iguales.
—¿Quieres algo? —pregunta recostando su espalda en el sillón.
No puedo evitar fijarme en el bulto que se forma en su entrepierna, me
siento victoriosa.
—¿Quiere algo usted, señor? —Levanto mi ceja con arrogancia.
—Si no me lo pides no lo vas a tener.
La vibración vuelve a ser gradual, torturándome de la forma más
placentera posible.
—¿Eso quiere, señor? —bajo el tono—. Quiere escucharme rogar,
¿verdad? ¿Qué le suplique que me deje correrme?
Su sonrisa se congela y sus ojos se oscurecen con deseo.
—Pero no quiero eso —murmuro—, preferiría bajar la cremallera de sus
pantalones, arrodillarme aquí, delante de cualquiera que pudiera vernos, y
meterme en la boca su gran polla, señor.
Lo he dejado sin palabras.
Yo misma estoy sin palabras de mí misma, ¿acabo de decir en voz alta
gran polla?
La vergüenza para otro momento.
La tensión es tan intensa que me sorprende que no estallen las luces del
lugar.

562
—Vaya a mi oficina, Srta. Collins, ahora.
Pero no me apetece hacerle caso.
—Lo siento, señor, tengo mucho trabajo que atender.
—Julliet —advierte en tono amenazador.
—Estoy segura de que encontrará el castigo adecuado, disculpe.
Y me giro sin mirar atrás.

—Vale, necesito saber dos cosas: una, ¿qué ha pasado con el jefecito
dominante? Dos, ¿de qué querías hablar?
—¿Y si hablamos por la mañana? Estoy exhausta —contesto con un gran
bostezo.
Devan me pasa uno de los pijamas que todavía tengo en su cuarto y me
deshago de mi ropa.
—Mi cabeza no para de darle vueltas, Ángel, me estás matando.
—No exageres —murmullo pasando por su lado.
Cepillo mis dientes y veo el reflejo de Devan en el espejo, mis ojos se
abren alarmados cuando veo que tiene mi diario de mierdas diarias.
—¿Por qué llevas esta libreta a todos lados?
Antes de que pueda interrumpirlo la abre, escupo rápidamente en el
lavamanos y se la arranco de las manos.
—Esto es privado.
—"No quiero que Devan se vaya, le quiero" —recita una de las últimas
cosas que he escrito.
Un rubor se extiende por mis mejillas.
—No deberías leer las cosas de los demás, ¿entiendes el concepto de
privacidad?
Devan niega la cabeza.
—¿Qué está pasando, Julliet?
Oh, oh, ha utilizado mi nombre.
—Sé lo de la oferta de trabajo, Devan.
Se cruza de brazos y asiente.
—¿Y?
—¿Cómo qué "y"? ¡Tienes que aceptar!
—Es un trabajo en Alemania, Julliet, no puedo irme así sin más.
—¿Por qué no? —Es mi turno para cruzarme de brazos.
—Porque no puedo dejarlo todo.

563
—Claro que sí, es el trabajo de tu vida, Dev, no puedes rechazarlo. Y es
en el extranjero, Sam me dijo...
Resopla.
—Claro, todo esto es obra de Sam.
—Tienes que aceptarlo.
—Tú misma has escrito que no quieres que me vaya, Ángel.
Cojo el diario y lo abro de nuevo.
—"Pero es por eso mismo que debe marcharse, porque le quiero, y sé que
es lo que le hará feliz" —le recito leyendo las siguientes líneas.
Menos mal que escribí eso.
—También soy feliz aquí.
Suelto un largo suspiro y me siento en la esquina de su cama.
—Devan es una buena oportunidad, no la dejes pasar.
Se estira a mi lado y clava su mirada en el techo.
—¿Eso quieres? —pregunta al cabo de un rato.
Me muevo hasta su lado y recuesto mi barbilla en su pecho, su mirada se
encuentra con la mía y contengo las ganas de llorar.
—¿Si fuera al revés que querrías tú?
Hace una mueca cuando entiende mi punto y me rodea con sus brazos.
—Te voy a echar mucho de menos, Ángel.
—Y yo, Dev—admito antes de sumergirnos en el silencio.
Las palabras sobran.

Devan se marcha el mismo día que empiezan las clases. La fiesta de año
nuevo va a ser una especie de despedida entre todos, lo que presiento que
será bastante agridulce.
Es la última semana del año y tanto Luca como Blake están de vacaciones,
por lo que tengo algo de tiempo extra.
Tiempo extra que empleo en ayudar a Devan a preparar la mudanza y
conocer más del mundo BDSM.
El Sr. Henderson me ha pedido que coja el abrigo más largo que tenga y
me vista única y exclusivamente con el. No lo veo como un reto ya que el
transporte lo hago en mi coche particular y nadie puede sospechar nada.
Cuando llamo a su puerta no abre Dave, el Sr. Henderson me espera con
una mirada que me pone los pelos de punta.
—¿Has cumplido mi petición, Julliet?
Asiento mientras meto las manos en el bolsillo.

564
—Bien, pues deja que tome tu abrigo.
—¿Aquí, señor? —pregunto intentando ocultar el nerviosismo.
¿Y si alguien de su personal me ve?
—No lo repetiré dos veces, esclava.
Me acaloro y le doy mi abrigo, el frío abraza mi desnudez y siento el
impulso de querer taparme con las manos. Me barre con la mirada y no puedo
evitar sonrojarme, es una tontería porque me ha visto así demasiadas veces.
—Hoy tenemos una compañía muy especial, estoy seguro de que
aprenderás la lección de no desafiarme de nuevo.
¿Compañía?
Virgen santa, si a veces me cuesta manejarlo solo a él...
Me extiende la mano y automáticamente la cojo.
Prácticamente voy pegada a su espalda mientras recorremos su lujosa
mansión hasta mi sótano favorito.
Cuando las puertas se abren me quedo congelada viendo a Dom allí.
Soy muy joven para morir todavía.
Se pone en pie, su látigo se arrastra por el suelo con cada paso que da.
Parece capaz de arrancarme la piel con el.
Va vestida como en el club, corsé negro de piel ajustado, un pequeño
tanga y unos tacones tan altos que me sorprende que pueda caminar con ellos.
—Buenas tardes, corderito, Drew me ha dicho que no has sido una buena
sumisa y que te mereces un doble castigo.
Miro de reojo a Andrew, está desabrochando su camisa.
—Cuando te hablo me miras a mí. —Coge mi cara.
—Disculpa.
—¿Disculpa? —repite con burla—. De rodillas, ahora.
—Dom tiene tanta autoridad como yo, esclava, estoy seguro de que eres
capaz de satisfacernos a ambos. ¿Verdad? —me pregunta Andrew cuando
viene hasta mi lado.
El desafío en su mirada es tan evidente que quiero demostrarle que puedo
con esto.
—Por supuesto, señor.
—¿La palabra, Julliet?
—Stop, señor.
—Bien, úsala si en algún momento te sientes incómoda —me ordena
plantando un beso en mi frente.
Si algo he aprendido, es que yo tengo el poder. Pese a que cumpla cada
una de sus órdenes o me humille soy yo la que está decidiendo
hacerlo. Asiento y me arrodillo ante ellos, Dom chasquea el látigo en el suelo
y me pongo rígida de golpe.

565
—Cuando te dirijas a mí lo harás como si fuera tu ama, Drew ha decidido
compartirte hoy, por lo que eres tan mía como suya.
—Sí, señora.
Da una vuelta a mi alrededor, inspeccionándome.
—Nada de señora, soy ama para ti. Apuesto a que Henderson ha sido
dulce hasta ahora, pero eso se ha acabado corderito, hoy vas a ver un poco
de realidad. Y digo un poco por qué todavía sigues siendo un corderito.
Nunca he estado tan nerviosa como ahora, Dom es aterradoramente
erótica.
—¿Te gusta la pala?
No, la pala del diablo no, es lo más doloroso que he probado hasta ahora.
—No, ama.
—Bien, porque esto no es para tu placer, es para el mío. Ponte a cuatro.
Cojo aire con fuerza, puedo parar esto en cualquier momento, lo odio y
me encanta al mismo tiempo.
Araña mi culo con sus uñas e impacta la pala con fuerza haciendo que de
un respingo.
—¿Cuántos latigazos quisiste que le diera a mi perrita? ¿Trece? ¿Debería
darte las mismas veces a ti, corderito?
No, por Dios, no.
—No, ama, por favor.
—¡Anda! Si sabe decir las cosas por favor, que chica más educada tenemos
aquí —dice antes de golpearme nuevamente.
Dom es experta en humillación, y por lo que sé de ella esto no es nada.
Mis ojos contienen las lágrimas de dolor, pero mi entrepierna cada vez está
más húmeda, todavía no entiendo cómo puedo sentir dos cosas tan contrarias
a la vez.
—Por favor, ama, haré lo que me pida —suplico intentando librarme del
próximo golpe.
—No hay nada que me guste más que unas buenas súplicas. Te tomo la
palabra, corderito, espero que seas muy obediente, de lo contrario duplicaré
el número de golpes que le dimos a la perra.
¿Veintiséis golpes con la pala? Me dejará el culo plano si pasa eso.
Y los moretones no se irán en semanas.
Solo de pensar en sentarme ya duele.
—Vas a gatear hasta Andrew, creo que está un poco desatendido, ¿no
crees?
Asiento y recibo otra vez un golpe en el trasero.
—Perdona, ama. Sí, está desatendido.
Gateo sintiéndome un estúpido animal doméstico y cuando llego hasta

566
donde está sentado el Sr. Henderson me mantengo en la misma posición.
—Sobre tus rodillas, Julliet —demanda él.
—Manos en la espalda, no te harán falta por el momento —exige Dom.
Me llevo las manos atrás y noto como las encadena juntas.
—Bájale los pantalones a Andrew, corderito —me pide Dom con falsa
amabilidad.
Parpadeo un par de veces con confusión, mis manos están atadas a mi
espalda, ¿cómo coño pretende que haga eso?
—¿Algún problema? No tengo todo el día.
—Mis manos, no puedo hacerlo, ama.
—¿No ibas a hacer todo lo que quisiera? Creatividad, corderito, usa esa
boquita condescendiente que tienes en hacer las cosas que se te ordenan.
Acto seguido coge mi pelo con fuerza y entierra mi cara en la entrepierna
de Henderson.
Tengo muy claro que Andrew hasta ahora ha sido demasiado suave
conmigo, y me gusta lo demandante que es Dom conmigo.
Intento desabrochar con la boca el botón de los tejanos de Andrew y con
los dientes atrapo la cremallera y tiro hacia abajo.
La enorme erección de Andrew me dificulta la tarea.
Sin duda me siento como un animal mientras bajo con mi boca su ropa.
Cuando va por la mitad del muslo, Andrew se apiada de mí y me ayuda a
bajarla.
—Chúpamela, esclava —ordena sin ningún tipo de decencia.
El no tener las manos disponibles dificulta un poco la tarea, normalmente
me sirven de sujeción.
—¿Te gusta chupar pollas, corderito? —se mofa Dom mientras se inclina
para mirarme de cerca.
Me siento tan mortificada en estos momentos, y eso me calienta tanto.
Agarra un mechón de mi pelo y me estira la cabeza para que libere el
miembro de Henderson de mi boca, un hilo de saliva se queda colgando en
mi boca.
—Responde.
—Sí, ama.
—Sí, ama, ¿qué? —repite con burla.
—Sí, ama, me gusta chupar pollas —mis mejillas están tan rojas que creo
que toda la sangre se concentra en mi cara.
Se ríe y me suelta de golpe para que siga con mi tarea, Andrew me coge la
cara entre sus manos mientras lamo y succiono.
Pinza mi nariz con sus dedos mientras empuja su cadera con más
profundidad en mi boca y el aire empieza a escasear en mis pulmones, toso

567
alrededor de su miembro y él sale. Tiene una mirada tan intensa en estos
momentos que parece atravesarme con ella.
—¿Hay algo que quieras decir, Julliet?
Me está poniendo a prueba, viendo que tan capaz soy de llevar las cosas,
como si esperara que fuera a utilizar mi palabra de seguridad.
—¿Hay algo que quiera que diga, señor? —me muestro lo más servicial
posible.
Sonríe con aprobación y niega.
Dom me coge del hombro y me pone en pie, pone delante de mi cara una
joya anal.
—Utiliza toda la saliva que tengas, no voy a utilizar más lubricante que tu
boca, corderito.
Cuando dice eso mi trasero se tensa y me entretengo en salivar bien el
objeto metálico, Dom lo saca y lo mete de forma obscena una y otra vez en
la mi boca.
—Tienes una boquita exquisita, corderito. Ahora, ponte de rodillas sobre
Andrew.
Me tengo que lanzar prácticamente a su regazo porque sin manos estoy
bastante incapacitada. Me encanta sentir su erección contra mi vientre y me
muero por notarla en mi interior.
—Una piel maravillosa, me encanta lo rojo que te ha dejado el culo la pala
—murmura con fascinación Dom mientras arrastra de nuevo sus largas uñas.
Jadeo y me remuevo sobre el regazo de Andrew.
Las grandes manos de Andrew se posan en mi trasero y lo abre,
exponiéndolo bien a Dom, que introduce la joya anal sin ningún tipo de
delicadeza.
Mi cuerpo se tensa por completo, duele, pero es soportable, por lo menos
el tamaño del juguete no es lo más grande que he tenido ahí. Cuando la joya
está en mi interior me pone en pie nuevamente.
—Falta algo para estos pezones tan adorables, ¿no crees corderito?
—Sí, ama.
—¿Dónde tienes las pinzas, Andrew?
—Segundo cajón.
Debería aprender a rezar, seguramente me haga falta con esta mujer.
Chasquea las pinzas para darle más terror al asunto mientras se acerca,
para mi suerte son las mismas que usó Andrew la última vez, así que el nivel
de miedo baja una rayita. El dolor es punzante en el momento en que la pinza
aprieta mi pezón, pero luego es soportable.
Dom tira de la cadena que une ambas pinzas y jadeo.
—Perfecto —murmura—. Vuelve a tu lugar, el suelo.

568
Me arrodillo de nuevo y Andrew libera mis manos.
Dom se sienta en el sillón que antes ocupaba Andrew y me mira con una
sonrisa perversa.
—Los tacones son fascinantes, ¿verdad?
Me da un poco de miedo responder a su pregunta.
—Sí, ama.
—Pues venéralos.
¿Qué? ¿Qué?
—¿Estás sorda, corderito?
—No he entendido, ama.
—Que vengas hasta aquí y lamas los tacones, ¿te hago un mapa?
Muerdo mi lengua para no soltar ninguna palabrota y voy hasta su lado.
¿Pretende que chupe sus zapatos?
Parpadeo un par de veces, si no quiero esto solo tengo que decir stop, ya
está, es tan sencillo como eso.
Pero el desafío me puede.
Cojo uno de sus pies, y me dedico a dar lengüetazos por el charol
reluciente de su zapato.
—Vas a poner esto sobre la aguja de uno de ellos y te follaré ese precioso
coño con él.
Dice tirándome un preservativo en la cara.
Esto es demasiado.
Pero me encanta.
Desenrollo el preservativo a lo largo de la aguja de su tacón sin pensar
demasiado en la situación, creo que antes de que me toque me correré.
—Te vas a dar la vuelta y te quedarás a cuatro, mientras te folle con mi
zapato se la chuparás a Andrew hasta que se corra, pero no lo hará en esa
dulce boquita, terminará en el suelo, ¿y sabes que harás con su leche?
No, pero viniendo de ella me puedo imaginar cualquier cosa.
—Vas a lamerla del suelo.
Vale, vale, vale.
Esto ya es un límite.
¿Lo es?
Una parte de mí quiere, y otra se avergüenza demasiado, esto rebasa la
línea de la humillación.
—¿Julliet? —pregunta Andrew, sus ojos intentan descifrarme.
—Por supuesto, ama.
Levanto mi trasero y siento como el tacón que tiene el preservativo puesto
invade mi interior, no es nada, es muy fino y no es largo, por lo que se siente
más como un dedo. Lo realmente extraño es la situación en sí.

569
Andrew se queda de rodillas para que esté a la altura de su masculinidad,
estoy siendo follada por el tacón de Dom mientras lo engullo a él con ansias.
La cadena cuelga entre mis pechos y Andrew tira de ella, provocándome un
gemido.
—Puedes correrte las veces que quieras esta noche, Julliet —me dice
acariciando mi pelo.
Dom saca su zapato y de reojo veo como se coloca un arnés doble.
—Voy a follarte por el culo y el coño a la vez, y quiero que te corras un
par de veces antes de que lo haga Andrew, ¿está claro?
Intento asentir con la boca ocupada y sonríe.
Se coloca detrás de mí y esparce una buena cantidad de lubricante en mi
trasero, se introduce cuidadosamente en mis dos agujeros y empieza con un
ritmo tan suave que me cuesta creer que sea Dom. Acelera el ritmo y el primer
orgasmo me pilla desprevenida.
—Más, corderito, quiero más. —Araña mi trasero.
Mi cabeza sube y baja, cuando llego noto la punta la rodeo con la lengua
y bajo de nuevo por su tronco. Ver la cara de placer de Andrew es una
satisfacción propia que junto a las embestidas de Dom me llevan al segundo
orgasmo en menos de dos minutos.
Noto que el miembro del Sr. Henderson está cada vez más duro en mi
boca, lo que me advierte que está cerca.
Tira de mi cabeza y sacude su erección un par de veces antes de manchar
parte de mi cara y el suelo. Dom sale de mi interior y viene hasta mi lado, me
avergüenza ver mis fluidos vaginales en uno de los penes de plástico.
—Hazlo —murmura.
Pongo ambas manos en el suelo y acerco mi cara, he probado la corrida
de Andrew otras veces, pero hacerlo de este modo se siente tan humillante y
sucio. Saco la lengua y la paso por el suelo, recogiendo la salinidad que ha
esparcido el Sr. Henderson.
—Míranos, Julliet —exige Andrew.
Levanto la mirada y los veo, me siento terriblemente mortificada, pero
valiente y caliente.
Cuando termino Andrew me levanta bruscamente del suelo y libera las
pinzas de mis pezones, la sangre fluye nuevamente y no pierde el tiempo en
llevarse uno a la boca. Dom imita el gesto, mientras él lame y tira con suavidad
Dom mordisquea y estira con rudeza, los noto extremadamente sensibles.
—Has sido una chica muy buena, corderito.
Y se dedican a regalarme un par de orgasmos más mientras me follan
entre los dos.

570
Estoy dormida sobre el pecho de Andrew cuando la vibración de mi
teléfono me despierta.
Un número desconocido y muy extraño aparece como llamada entrante.
¿Quién diablos llama a las cuatro de la madrugada? Otra vez cosas raras
no, por favor.
Me froto los ojos con el puño y me destapo, camino sigilosamente, para
no despertar a Andrew y voy hasta el baño.
¿Y si es Nathan?
El temor se instala en mi cuerpo y con dedos temblorosos acepto la
llamada.
—¿Sí? —contesto conteniendo el aire.
—Julliet.
Es lo único que dice la voz al otro lado de la línea, no necesito que diga
nada más para saber quién es y escuchar su voz me provoca sensaciones
extrañas.
—¿Kaden?
—Te echo de menos —admite sin vacilación, por la entonación parece
embriagado.
—¿Estás borracho?
Se ríe tontamente.
—Siempre pienso que será una buena forma de olvidarte, pero creo que
surge el efecto contrario.
Trago con fuerza y paso las manos por mi pelo.
—Kaden debería colgar.
—¿Por qué?
—Son las cuatro de la madrugada y...
La voz de fondo de Bonnie llamando a Kaden me calla de golpe.
Así que lo que imaginaba es cierto, está allí con ella. No sé cómo sentirme
al respecto.
—No es lo que piensas —aclara rápidamente al teléfono.
—No sabes qué es lo que pienso.
Vuelve a la cama y deja el teléfono.
Mi corazón martillea con más fuerza en mi pecho con la frase de Bonnie.
¿No es lo que pienso?
—¿Julliet todo bien? —La voz profunda de Andrew suena al otro lado de
la puerta y estoy un noventa por ciento segura de que Kaden lo ha escuchado.
—¿Estás con él? —las palabras suenan arrastradas por el odio.

571
Sí, definitivamente lo ha escuchado.
No sé qué contestarle, pero tampoco hace falta que diga nada porque
automáticamente corta la llamada.
Dejo mi teléfono sobre el lavamanos y suspiro.
—¿Julliet? —repite Andrew.
Abro la puerta y nuestras miradas se encuentran. Suelto un largo suspiro
y camino de un lado a otro de la habitación, tengo una mala sensación sobre
esos dos, como si activaran todos los sistemas de alarma.
—Me dijiste que Bonnie podía llegar a ser peligrosa y.… esto puede sonar
extraño, pero tengo miedo de que Kaden pueda estar en peligro.
O solo se han vuelto a liar.
Pero ella parece tan, tan inestable.
Andrew enciende la lámpara de la mesita de noche y se sienta en la cama.
—¿Kaden en peligro? —repite con una risa de incredulidad.
—Kaden está con Bonnie en Tailandia, ella me advirtió que me alejara de
él porque era peligroso, algo que os habéis molestado en hacer todos, y tiene
la orden de alejamiento, no entiendo porqué está con él...Pero ella parece
buscarlo, me amenaza... Y lo sé todo, Andrew, lo de la prisión, lo de la
esquizofrenia, todo —Suelto todo de forma atropellada.
—Julliet, ven, siéntate y coge aire, no te pongas nerviosa.
Me siento cruzando las piernas y él pone una de sus manos en mi rodilla.
—¿Qué es lo que te preocupa? —pregunta con voz calmada.
—Bonnie... ella... no entiendo, ¿si tiene una orden de alejamiento que hace
en Tailandia con Kaden?
Andrew hace una mueca.
—Pese al daño que se han hecho mutuamente, Bonnie parece encontrar
siempre una manera de volver a su vida. Kaden acabó bastante mal la última
vez, me sorprende que la haya dejado entrar en su vida de nuevo, pero puedo
llegar a imaginármelo.
—¿Mal? ¿En qué sentido?
—Conozco a Bonnie y conozco a Kaden, ambos juntos son demasiado...
—Acaricia su barbilla pensando en el término correcto— explosivos. ¿Él te
importa?
—Es complicado —murmuro al cabo de un rato.
Suspiro y me recuesto en la cama, fijo la vista en un punto aleatorio del
techo.
—Deberías dejar de darle vueltas al asunto, ambos son adultos.
Inmaduros, pero adultos.
—Pero está con él —insisto incorporándome de golpe—, y cuando ella
habló conmigo parecía, quiero decir, ¿quién sabotea el coche de alguien que

572
no conoce con la intención de acusar a su ex?
—Bonnie está obsesionado con él, ha sido así desde que se conocieron,
pero como tiene la orden Kaden no puede hacer nada —aclara.
—Tu mujer era su amiga, ¿verdad? —pregunto inconscientemente.
Mi parte racional intenta acuchillar a mi parte curiosa.
—Perdona, no debería haber preguntado eso... —muerdo mi labio.
Andrew me mira con una tranquilidad que me da a entender que no le ha
molestado la pregunta.
—Sí, ellas eran amigas desde el instituto. Bonnie cambió mucho tras
conocer a Kaden, Anne siempre lo dijo e intentó hacérselo ver.
—¿Ella quería que no estuvieran juntos?
—Anne quería que ella estuviera bien, y con Kaden... —Deja la frase en
el aire, porque está claro lo mal que les ha ido.
—¿Qué pasó entre ellas?
—Dejaron de hablar y la perdí de vista, solo la volví a ver en el funeral de
Anne.
Cada vez que dice su nombre se siente demasiado intenso.
—Tienes una foto en la que salís todos.
—Sí, ella nunca quiso quitarla y no sé, supongo que era hora de que le
buscase otro lugar —reflexiona.
Nos quedamos en silencio y Andrew apaga la lamparita, se acerca a mi
lado para que nuestras extremidades queden pegadas, el calor que emana su
cuerpo junto al mío es tan agradable.
—¿Echarás de menos esto? —me atrevo a preguntar irrumpiendo el
silencio.
—Vas a continuar presente en mi vida.
—Sí, pero no de este modo... —Paso mis dedos por su pecho descubierto,
haciendo figuras aleatorias.
—Como te he dicho otras veces, el sexo no lo es todo Julliet —suspira—
, creo que a veces no tengo en cuenta lo joven que eres.
—Lo joven que eres —repito con burla—. Solo nos llevamos, ¿qué? ¿Una
década?
—Cuando naciste, yo ya estaba haciendo cálculo en la escuela.
—No parecía importarte mucho mi edad hace unas horas —le digo de
forma provocadora.
Andrew niega mientras una sonrisa cubre sus labios.
—¿Cómo van las sesiones? —pregunta con repentina curiosidad.
—Creo que es pronto para responder a esa pregunta...
—Te noto diferente —Pasa su mano por mi pelo—. Me gusta el cambio.
Quiero que estés bien.

573
Mi corazón se hincha de orgullo, es reconfortante.
Estoy demasiado desvelada para volverme a dormir, cambio mi posición
varias veces, pero mi cerebro no para de trabajar imaginando que debe estar
pasando entre Bonnie y Kaden.
¿Por qué me importa tanto?
La respiración de Andrew se vuelve uniforme y me giro para mirarlo, no
es la primera vez que dormimos juntos y no debería sentirme tan cómoda a
su lado porque esto se está acabando.
Miro nuevamente el reloj, ya son cerca de las cinco y no logro conciliar el
sueño. Suspiro y salgo de la cama.
Llevo un pijama demasiado revelador para pasear por su mansión, pero
considerando que ayer por la tarde estaba completamente desnuda esto no es
nada.
El diseño interior es increíble, todo es tan luminoso y moderno que no
puedo evitar quedarme ensimismada en cada paso que doy. Voy hasta la
entrada y rebusco en mi bolso, es una tontería lo mucho que últimamente me
estoy aficionando a escribir las cosas en el diario. Lo abrazo contra mi pecho
y camino hasta su oficina para buscar un bolígrafo, sé que no debería estar
invadiendo su intimidad, pero mis intenciones son completamente inocentes
hasta que veo la carpeta con mi nombre en el cajón.
No debo hacerlo...
Pero ahí está mi nombre.
Solo un vistazo rápido, sí.
Es un archivador demasiado grande, enciendo la lámpara del escritorio y
abro la carpeta.
Prácticamente son miles y miles de informes de todas las conversaciones
que hemos mantenido sobre Nathan, tiene mi vida muy bien documentada.
Cuando llego a las entrevistas de los testigos tengo ganas de vomitar, hay
gente que está declarando que entré voluntariamente al baño con Nathan.
Tapo mi boca mientras continúo leyendo.
¿Por qué dicen eso?
Ni siquiera conozco a la mayoría, algunos nombres resultan familiares,
solo Taylor afirma que Nathan le preguntó por mí. Cada hoja que escanean
mis ojos me hace sentir más desesperanzada.
Al final del archivo hay un dosier con el nombre de James, saco todo el
contenido y veo que son fotografías de Nathan de su vida cotidiana, debe ser
el investigador privado.
Tiene una vida nocturna demasiado activa, siempre con diferentes
mujeres... Me da pena contrastar esas imágenes con las fotos que tiene junto
a la oficial Allison.

574
Una de las fotografías me deja desconcertada, Nathan está tomando un
café con alguien que me resulta demasiado familiar. ¿Pero de qué?
Estrujo mi cerebro intentando averiguarlo, lo vi, sí.
¿Un cliente de Mala? No, no es de ahí...
¿Alguien de la universidad? No, tampoco...
¡El enfermero de Lexie!
¿Qué probabilidades hay de que sean amigos? Es una coincidencia
demasiada extraña.
Analizo la foto detalladamente, solo son ellos dos tomando un café, no
hay nada sospechoso a simple vista. Pero no puede ser coincidencia, por eso
sabe tantos detalles de Lex.
Necesito sacarla de allí, ya.
Guardo todo en la carpeta y cuando voy a colocarla de nuevo se cae algo
del interior.
Es un pendrive, lo giro entre mis dedos, ¿serán los audios de todas las
sesiones?
Bueno, ya que he cometido el crimen de cotillear todo, reproducirlo no
hará más daño.
Como desconozco la clave del Sr. Henderson y no soy hacker inicio la
sesión de Invitado.
Invitada a irme a la mierda como me pillen
Introduzco el pen y mordisqueo mis uñas mientras el sistema lo reconoce,
solo me faltan las palomitas. Para mi sorpresa no hay archivos mp3, hay un
único archivo y parece un vídeo.
No debería abrirlo.
Hazlo, está en tu carpeta.
Lo clico y el reproductor de vídeo se inicia, no tiene sonido, parece... ¿Una
cámara de seguridad de un ascensor?
Sacudo la cabeza con confusión, no entiendo para qué quiere...
Oh virgen santa, ahí estoy yo con la ropa que llevé el día que el Sr.
Henderson y yo...
No puede ser.
Sí, definitivamente es.
Avanzo el vídeo y trago con fuerza cuando veo que efectivamente nuestra
primera vez ha quedado muy detallada.
¡¿Cómo se atreve a tener esto?!
Estoy tan indignada, dolida y confusa... Después de todo lo que pasó con
los vídeos que filtraron. ¿Andrew tiene esto?
Arranco el USB con furia y ni me molesto en recoger las cosas, debería
confrontarlo y preguntarle como una persona madura, pero en estos

575
momentos solo quiero mandarlo a tomar por culo. Lo guardo en uno de los
bolsillos de mi abrigo y me largo de allí a toda prisa.

576
47. MARRY YOU
Fui lo bastante inteligente como para dejar mi teléfono en la habitación
de Andrew, así que llevo medio día incomunicada.
Nota mental: cuando huyas de un lugar acuérdate de coger algo tan vital
como tu móvil.
Había quedado con Sam en el centro comercial para ir en búsqueda de
algo decente para utilizar en la fiesta de fin de año.
Por suerte llega puntual, sus ojos me escanean y luego se lanza para
abrazarme. No entiendo nada, pero tampoco me quejo, es Sam.
—¿Por qué no respondes al teléfono? —me dice acusatoriamente—. Nos
tenías a todos preocupados.
—¿Eh?
—Por lo visto el Sr. Henderson ha llamado a Devan, quien a su vez me
ha llamado a mí.
—Ah, puede ser. —Me rasco la nuca con incomodidad.
—¿Puede ser? ¡¿Juls te das cuenta de que teniendo un ex loco no nos
puedes asustar así?!
Sí, ahora me siento definitivamente culpable.
—Es que me marché rápido de la casa de Andrew y no recordé coger...
Cambia rápido el chip.
—¿Qué ha pasado? ¿Está todo bien?
Me encojo de hombros, pero eso claramente no le sirve como respuesta
así que le explico lo del vídeo.
—¿En un ascensor de Mala? Que morboso —suspira.
—¡Sam! —le riño.
—Perdona, sí, definitivamente deberías hablar con él, pero no creo que
debas preocuparte, eso fue hace meses y obviamente no ha hecho nada con
el vídeo. Todos los puntos de Mala, exceptuando las salas y los baños, tienen
cámaras de vigilancia. Tal vez solo quería borrarlo y se le pasó...
—Lo defiendes muy bien —comento alzando una de mis cejas.
—Está claro que el hombre hasta ahora te ha ayudado de todas las formas
posibles, Juls, no desconfíes de él.
Muerdo mi labio, tiene razón.
—Hablaré con él más tarde.
—Y no saques conclusiones precipitadas, deja que se exprese.
Decidimos parar a tomar algo entre compra y compra, Sam se echa un
par de pastillas a la boca y traga, lo que despierta mi curiosidad.
—Todavía tengo un dolor de cabeza terrible, ¿te puedes creer que no

577
recuerdo absolutamente nada de lo que hice anoche?
Me resulta familiar, sí.
—¿Y tus amigas? ¿No ibas a salir de fiesta con unas compañeras de
trabajo?
—Una se enfermó y la otra se rajó en el último momento, pero ya estaba
arreglada, no podía desaprovechar la ocasión.
Niego la cabeza con una sonrisa.
—Solo a ti se te ocurre salir de fiesta sola.
—Fue una mala decisión, me duele todo el cuerpo —protesta mientras se
estira.
Tiramos los vasos de los batidos vacíos a la papelera y continuamos con
la caza del vestido perfecto.
—¿Entonces no vas a decirme donde es la fiesta de fin de año?
Sam se ríe de forma malvada.
—Te va a encantar.
—Devan dice de ir todos en su coche.
—Sí, Kurt pasa esa noche con su familia.
—¿Tú no cenas con ellos? —pregunto mientras me sube la cremallera.
—Su madre me odia con todo su ser, así que prefiero mantener mi
integridad y cenar con Dev, deberías venir tú también, ya sabes que su cocina
es exquisita.
Me giro y miro mi reflejo en el espejo, es un vestido negro ceñido, que
tiene unas tiras muy finas de piedras brillantes.
—¿Te gusta?
—Sí, pero no para fin de año. —Tira de nuevo de la cremallera y voy a la
siguiente opción.
—Este sin duda es muy fin de año —aprueba.
Un vestido completamente dorado sin tirantes que se adapta a mi cuerpo
como una segunda piel.
—¿No es demasiado? —pregunto mirándome en el espejo desde
diferentes ángulos.
—¿Demasiado qué? ¿Sexy y estás maravillosamente estupenda? Sí.
Me rio ante su comentario y decido hacerle caso.
—Tengo unos zapatos que te combinarán de muerte, así que olvídate de
los zapatos —me dice mientras vamos a la caja.
Cuando terminamos es tan tarde que decidimos quedarnos a comer en
uno de los restaurantes del centro comercial.
—¿No notas a Devan muy desanimado? —comento dejando de lado la
carta.
—Vamos, es Devan, a la que pise Alemania y vea la calidad de hombres

578
que hay allí no tendrá tiempo de lamentos.
—Sammy. —Me rio mientras golpeo su hombro.
—Además, ya sabes lo que dicen de los alemanes...
—¿Por qué tendría que saberlo? —Frunzo el ceño.
Levanta un dedo en cada mano y empieza a crear distancia entre ellos. Mi
boca se abre cuando entiendo su mensaje obsceno.
—Eres igual que él —le digo entre risas.
—Sí, y sin duda tendremos que ir a visitarlo para corroborar la
información. —Guiña un ojo.

—¿También me vas a sermonear? —le pregunto a Devan cuando veo su


rostro de enfado tras abrirme la puerta de su departamento.
Intento poner mi cara de perdóname la vida y suspira.
—No, pero solo porque nos queda poco tiempo juntos y no hay
planificación de peleas, de besos, sí. —Tira de mí para juntar sus labios con
los míos.
La temperatura de mi cuerpo sube repentinamente varios grados y solo
soy capaz de pensar en lo bien que se sienten sus manos agarrando mi cadera.
Cuando se separa unos milímetros estoy segura de que necesito una
bombona de oxígeno porque Devan me lo ha robado todo.
—Hola, Ángel. —Sonríe.
Y esta es nuestra amistad, tal vez demasiada extraña para el ideal de
nuestra sociedad, pero nos queremos de este modo.
—Hola, demonio coqueto. —Le sonrío de vuelta.
—He preparado uno de mis pasteles de chocolate —me informa.
—Tú sí que sabes ganarte a una mujer.
—Ajá, uno de mis muchos encantos...
Niego y me quito el abrigo, dejándolo colgado en el perchero de la
entrada.
—¿Qué queda por empacar? —pregunto mientras voy a la cocina,
seducida por el olor del rico pastel.
—Por lo visto, el apartamento que me ponen está equipado con trastos
de cocina y eso, así que realmente nada.
Sí, la oferta de trabajo es tan buena que mientras trabaje en el hospital le
ponen residencia gratuita, y por lo que hemos visto en las fotos es una casa
increíble.
Alemania sabe montárselo bien.

579
Y Devan sabrá montárselo bien.
—¿Entonces qué hago aquí? —No sé si la pregunta suena clara porque
tengo la boca llena de pastel.
—Si te decía que no me quedaba nada que empacar me habrías dicho que
no venías porque ibas a estudiar o hacer alguna mierda universitaria.
Trago rápidamente y limpio mi boca.
—Dev, sabes que tengo que estudiar...
—Solo un ratito. —Hace un puchero—. Podemos ver una película, te
dejaré elegir y todo.
Este hombre debería ser político, es tan convincente y persuasivo todo el
tiempo.
—Está bien —accedo.
Alza un puño al aire, victorioso y pongo los ojos en blanco. A veces parece
tener doce años.
Nos dejamos caer en el sofá y busco algo en la sección de terror, me rio
cuando lo veo protestar por lo bajo porque odia las películas de terror.
—Es que no tienen ningún sentido, sustos repentinos esperables y tramas
exactamente iguales —se queja.
—Esa es la gracia —comento poniendo mis piernas sobre su regazo.
—Que sepas que voy a meterte mano toda la película, porque no va a salir
ningún actor guapo y tengo que aprovechar mi valioso tiempo.
Me rio y llevo mi dedo índice a sus labios para indicarle que se calle.
Aguanta quince minutos de película en silencio.
—Creo que ya no quiero mudarme a una casa, ¿has visto lo escalofriante
que son las mudanzas? —me dice.
—Tal vez tienes un vecino comestible que puede protegerte por las
noches.
—Eso suena mejor, ¿cómo se dice en alemán tienes sal?
Suelto una carcajada y lo miro, es tan condenadamente guapo.
—¿Por qué quieres saber eso ahora?
—Tendré que ir a ver si es comestible con un pretexto, la sal es un clásico.
—Se encoge de hombros inocentemente, aunque su mirada no tiene nada de
inocente.
—Me estás distrayendo —le riño.
Mira hacia adelante y se comporta, cuando llega la música de tensión en
la película me pego más a su cuerpo.
—¿Intentas seducirme? —pregunta un susurro.
El espíritu de la niña sale repentinamente en la pantalla y me sobresalto.
—¿Ves? Si no paras de asustarte. ¿Por qué eres tan masoquista?
Podríamos estar viendo a Channing Tatum sin camiseta.

580
Me rio y vuelvo a sentarme en mi lugar, Devan tira de mi brazo y me lo
impide.
—No, no, ahora te quedas aquí —dice colocándome sobre su regazo de
espaldas a él.
—Dev —protesto, sus dedos se clavan en mi cintura, impidiendo que me
mueva.
—Shhh, tú mira la película —murmura.
Sus dedos apartan mi pelo hacia un lado, dejando al descubierto mi cuello,
que no tarda en cubrir con besos que me hacen cerrar los ojos.
Sus manos masajean mis hombros y suspiro placenteramente.
—Te he echado de menos, Ángel —susurra contra mi nuca.
Ni recuerdo cuándo fue la última vez que nos acostamos, yo sí que le he
echado de menos.
Desabrocha el botón de mi pantalón y una de sus manos se cuela en el
interior, me acaricia por encima de la ropa interior, haciendo que mi corazón
empiece a latir a una velocidad exagerada.
—¿Te está gustando la película? —pregunta con diversión.
—Ajá —contesto en un jadeo.
—Mi parte favorita es esta —me dice justo antes de mover a un lado mi
ropa interior y pasear sus dedos por mi centro—, una película muy buena,
sí—. Y es evidente que no está hablando de la película.
Mi trasero nota la erección que se forma bajo el, eso sumado al
movimiento constante hacen que mi excitación aumente.
—¿Quieres ir a la habitación? —propongo con la voz ronca.
—¿Quieres ir tú? La película está en el mejor momento —se burla.
—¿La película tiene condones aquí?
Se ríe y saca su mano de mis pantalones, mi cuerpo protesta en silencio.
—Siempre matando el romanticismo —murmura entre risas.
El corto camino del salón a su cuarto se convierte en un concurso de
prendas volando por los aires.
Cuando me empuja contra su cama solo queda mi pequeño tanga por
quitar, y Devan se encarga de hacerlo, con sus dientes.
Levanto mis caderas para ayudarlo y se queda allí, entre mis piernas,
plantando suaves besos por el interior de mis muslos.
—Te necesito con urgencia —demando con exigencia.
—¿Sí? —pregunta con una sonrisa traviesa.
Su lengua recorre mi sexo y se entretiene en mi clítoris, lame y succiona,
convirtiéndome en una masilla de hormonas.
—Joder —farfullo cuando siento como mi orgasmo empieza a
construirse.

581
—Sí, eso planeo —me asegura introduciendo dos dedos de golpe en mi
interior.
—¡Devan!
Me agarra con fuerza, inmovilizándome, mientras continúa devorándome.
Sus ojos se clavan en los míos mientras me corro en su boca, cuando se
separa, tanteo desesperadamente el cajón de su mesita y saco un preservativo,
lo rompo y lo hago rodar sobre su erección.
Agarra mis caderas y me da la vuelta, tirando de mí hacia atrás, sus manos
acarician mi espalda de arriba abajo, hasta que llega a mi cuello, el cual agarra
con fuerza mientras se desliza lentamente con profundidad.
Siento centímetro a centímetro como se va introduciendo, estoy tentada
de mover las caderas, pero su otra mano agarra con fuerza una de mis nalgas
impidiendo que me mueva.
Cuando me llena por completo ambos suspiramos, se sale unos
centímetros y empuja con más fuerza, entierro mi cara en la almohada y
muerdo para no gritar de placer.
Sabe moverse tan bien, su cuerpo parece diseñado para matar de gozo,
balanceándose en un tortuoso vaivén. El tiempo se distorsiona y lo único que
existe es el placer, placer y más placer, giro mi cabeza y le miro, su boca está
entreabierta y su mirada se ha vuelto vidriosa.
—Es mi turno —jadeo.
Me sonríe y sale de mí, me coloco de rodillas y lo tumbo en la cama,
cuando subo a su regazo pienso en nuestra primera vez.
Coloco mis brazos sobre sus hombros y agacho mi cabeza para besarlo,
nuestras lenguas se enredan mientras continúo montándolo con rapidez.
Araña mi espalda y gimo en su boca, me muevo con más frenesí, su boca
se separa de mis labios y baja para lamer uno de mis pechos. Tiro mi cabeza
hacia atrás, disfrutando de la sensación, mis pies se curvan, tensándose.
—¿Estás cerca? —pregunta en un murmuro.
Asiento porque he perdido la capacidad del habla y Devan empuja las
caderas desde abajo, llevándome al orgasmo mientras él también se deja llevar
junto a mí.
Recuesto mi frente junto a la suya y cierro los ojos, cuando mi respiración
empieza a calmarse me muevo, sacándolo de mi interior.
Rodea con sus brazos mi cintura, abrazándome al mismo tiempo que
apoya su cabeza entre mis pechos. Lo voy a echar tanto de menos que cada
vez que lo pienso siento como si mi corazón se encogiera un poco.
—No quiero despedirme de ti —murmuro.
—Bien, porque no voy a dejar que lo hagas —asegura.
Recorro con mis dedos su cara, memorizando su perfecto rostro.

582
—Te quiero, Dev.
Una sonrisa triste cubre sus labios.
—Y yo te quiero a ti, Ángel.

Confrontar a las personas no es una de mis cosas favoritas en el mundo,


detesto la sensación que se genera, el nudo en mi estómago, las palmas
sudorosas, los pensamientos entremezclados…
Andrew me espera apoyado en el marco de la puerta, su expresión de cara
de póker no me deja entrever que puede estar pensando.
Seguramente en mandarme a la mierda.
Mi mano, metida en el bolsillo de mi abrigo, aprieta con fuerza el USB.
—Tú teléfono —me dice con un tono completamente neutro mientras
me extiende el aparato electrónico.
—Gracias —respondo, tal vez demasiado brusca.
Se cruza de brazos y siento como me inspecciona minuciosamente.
—Y ahora, ¿vas a pasar y decirme qué hacías husmeando entre mis
pertenencias privadas?
No, creo que es mejor huir.
—Solo buscaba un bolígrafo —intento excusarme, diciendo la pura
verdad.
Entro y cierra la puerta, no tardamos ni diez segundos en encerrarnos en
su despacho, no tengo ganas de tener esta conversación, pero...
—¿Y el bolígrafo estaba en la sesión de mi ordenador personal?
Me cruzo de brazos, intentando controlar la ira que se empieza a desatar
en mi interior.
Odio pensar en Luca en este momento, se supone que las pastillitas
controlan mi mal genio.
—Yo no soy la que tiene un video follando a expensas del conocimiento
de la otra persona. —Mi voz está teñida en veneno.
La voz de Sam diciendo que deje que se exprese se repite en mi cabeza.
—Pensaba que la fase de la confianza la habíamos superado, Julliet.
—¿Confianza? —me jacto con una risa—. ¿Cómo puedo confiar en ti
sabiendo que tienes un vídeo mío sexual del que no sé nada?
Se pasa la mano por el pelo con desesperación mientras coge aire, su
paciencia empieza a flojear.
—Ese vídeo estaba en manos de otra persona, lo recuperé para dañar la
imagen de ninguno de nosotros —me explica.

583
—¿De otra persona?
—Sí, y tienes derecho a estar enfadada, debería habértelo explicado en su
momento. Esto es algo de lo que me tendría que haber deshecho, sin lugar a
duda.
—¿Y por qué no lo hiciste? Esto sucedió hace meses, así que has tenido
tiempo más que suficiente para borrarlo, destruirlo o lo que sea —exijo.
—Porque no lo he podido recuperar hasta hace poco.
—¿Quién lo tenía? —demando.
—¿Qué?
—El vídeo Andrew, ¿quién tenía el puto vídeo?
Muerdo mi lengua, soy consciente de lo mal que estoy hablando, pero es
un tema que está totalmente fuera de mis límites. Los otros vídeos me
afectaron demasiado.
—Alguien que ya no trabaja para mí.
Lo pienso unos segundos y mis puños se cierran, crispados por la ira.
Kaden.
Él nos sacó del ascensor, lo sabía, lo vio con sus propios ojos.
—¿Por qué lo proteges ahora? ¿Se trata de Kaden? Di su nombre alto y
claro.
—Para recuperar el vídeo, digamos, que no he sido... demasiado legal. No
quiero problemas, así que cuanto menos hablamos de quién o cómo, mejor
para ti.
¿Me intenta proteger? ¿Es eso? Sacudo la cabeza con confusión.
—¿No tendrás ninguna copia? ¿O él?
—No.
—Vas a borrarlo, delante de mí —le ordeno extendiéndole el dichoso
USB.
Andrew lo toma e ignoro la corriente de deseo que se despliega cuando
nuestras manos se rozan. Es increíble cómo reacciona mi cuerpo, parece vivir
en otra realidad ajena.
Introduce el dispositivo en el ordenador y lo elimina ante mis ojos, cuando
me lo devuelve lo tiro al suelo y lo piso hasta que siento que cruje varias veces.
No era necesario, pero...
—Bien, y ahora... —Lo cojo del cuello de la camisa y estampo mis labios
con los suyos.
La confusión le toma desprevenido, pero no tarda en seguirme en un
ardiente beso.
—Perdona por haberme ido de ese modo y haber mirado entre tus cosas,
pero no vuelvas a ocultarme algo así —murmuro cuando me separo unos
milímetros.

584
Su mirada salta todo el rato entre mis labios y mis ojos.
—Mis disculpas, Srta. Collins.
Y me derrite.
—Todo hablado entonces, que tengas una buena noche, Andrew. —
Sonrío mientras digo su nombre.
—¿Te marchas? —pregunta, desconcertado.
—Sí, hoy no he podido avanzar nada del próximo semestre.
—Siempre tan aplicada —ordena sonriéndome de vuelta.

Estaba acabando el año demasiado bien sin la presencia del imbécil, así
que cuando abro uno de esos correos que sé que desaparecerá una vez los
abra, decido ser más lista que otras veces y con mi teléfono lo grabo al mismo
tiempo que lo abro desde mi portátil.

Vamos a hablar antes de que no te denuncie por agresión y ese


bonito trasero esté entre rejas unos meses.
Recuerda que el silencio es tu mayor virtud.
Mismo restaurante, misma hora, cariño.

La única razón por la que accedo es porque quedamos en un lugar público,


tengo pruebas sólidas de que utiliza algún sistema de hackeo para
chantajearme a través de mensajes, y de que tiene contacto con el enfermero
de Lexie. Algo que no me gusta para nada. Me dan igual sus amenazas, pero
quiero que deje de lado a Lex y a Taylor.
Es extraño tenerle miedo a alguien y al mismo tiempo querer enfrentarse
a él, sé lo que va a decir así que directamente dejo el teléfono encima de la
mesa.
—¿Sin saludos? Estás perdiendo modales.
—El mínimo tiempo posible, dime lo que sea que quieras y por qué vas
detrás de mis amigas.
El camarero que viene a tomar nota se marcha tras ver la intensidad en la
que nos estamos mirando.
—Esto que tengo aquí —Abre la americana y veo un dispositivo
electrónico—, inhibe cualquier aparato electrónico que tengas, me da igual
que dejes tu teléfono a la vista, así que si tienes un micro escondido en vete
tú a saber dónde no te servirá de nada, cariño.
Miro a Nathan con furia. Me pregunto de dónde saca esas mierdas

585
tecnológicas.
—Estoy tan cansada de ti que te mataría con mis propias manos, Nathan.
No bromeo.
—¿Una agresión y una amenaza de muerte? Esa no es una víctima. —
Sonríe con sarcasmo.
—¿Estás enfadado porque tu demanda de mierda se ha ido por la basura?
—Paseo mi uña por el cuchillo de la mesa.
—No me imaginaba que en ese momento estarías follándote a tu profesor
y habría también un vídeo de como ibas a su casa. Pero bueno, debería
haberlo pensado porque es lo único que sabes hacer ahora, ¿no?
Entrecierro mis ojos, esquivando su pregunta.
—¿Por qué has vuelto a citarme? No somos nada y no quiero hablar
contigo, de hecho, preferiría no tener que verte en toda mi vida. —Lo abordo.
—Deberías habértelo pensado antes de ponerte un tanto agresiva, cariño.
Supongo que todo lo malo se pega, ¿no? Menos mal que ese indeseable está
en otro continente.
Es escalofriantemente aterrador cómo sabe tantas cosas ya no de mi vida,
si no de la gente que me rodea. ¿Hasta dónde quiere llegar con todo esto?
¿Quiere hacer de mi vida un infierno? Él podría ser perfectamente la
mismísima reencarnación del diablo.
—¿Qué hacías con Taylor y por qué quedas con el enfermero de Lexie?
Por unos segundos parece sorprendido, pero luego cruza sus manos sobre
la mesa y me mira. Parece una maldita partida de póker, y ya estoy cansada,
necesito todas las cartas sobre la mesa.
—Cásate conmigo, Julliet.
Si hubiera estado bebiendo algo en ese preciso instante me hubiera
muerto atragantada. Ya no es ni que vuelva con él, directamente que me case,
el día se ha vuelto surrealista por momentos. ¿Será esto otra de mis pesadillas?
¿O es que estoy en un universo paralelo? Tal vez nunca nada de esto ha
pasado. Esta realidad no es real.
—Quizá la cárcel no es lo que necesitas, quizá es una institución mental
lo que te hace fatal para esos delirios. Ni en un millón de años.
Nathan gira su cuello, crujiéndolo.
—Estoy empezando a cansarme de todo esto, Julliet. Hasta cierto punto
era divertido, pero me estás costando más dinero del que quiero gastarme en
una zorra como tú. Así que así están las cosas, te casas conmigo, una vez
casada accedes a las acciones de la empresa de nuestros padres, me das tu
parte, nos divorciamos y nunca volverás a saber nada más de mí.
Nunca volverás a saber nada más de mí, Dios, eso suena tan bien que no
hay nada en este mundo que le ponga precio a eso. ¿Era todo lo que quería

586
este tiempo? ¿Mis acciones de una estúpida empresa que me importa una
mierda? ¿Por eso tenía que joderle la vida a Lex? Diría que sí, correría y me
casaría con él sin mirar atrás. Pero Lex no tendría justicia, yo no tendría
justicia. Y se lo prometí.
—Gracias por decirme que es lo que quieres de mí. —Le sonrío.
Nathan parece satisfecho.
—Nos vemos en los tribunales, y como vea a ese enfermero o a ti cerca
de alguna de mis amigas no responderé con cordura, Nathan. Tienes razón,
puede que la esté perdiendo.
Su cara cambia por completo, como si no esperara nada de eso. ¿De
verdad pensaba que me iba a casar con él después de todo lo que había hecho?
¿Después de lo que me había hecho?
Arrastro la silla con fuerza, llamando la atención de todo el restaurante.
—Te denunciaré por agresión, Julliet, tengo una testigo y un parte.
—Yo no te he intentado violar, cariño. Estaba asustada —le digo,
recogiendo mis cosas.
Está que echa chispas, y seguro que no es una buena decisión.
Le escribo un correo a Andrew contándole todo, incluso lo de los correos
misteriosos que había omitido hasta ahora y lo de mi reunión con Nathan, se
lo digo por correo porque no tengo el valor de hacerlo cara a cara, sé que le
decepcionará. Le suplico que ponga vigilancia a Lex, porque yo ahora tengo
un viaje muy importante que hacer a Las Vegas.

Andrew: Tenemos mucho de lo que hablar cuando vuelva, haré los


arreglos para buscar compradores y desvincularla. Espero que sepa lo
que está haciendo.

Les he mandado un mensaje a Dev, Kurt y Sam para reunirlos en mi


apartamento, tengo las pulsaciones tan aceleradas que creo que me desmayaré
antes de llegar.
Cuando llego intento poner algo de música, me tomo mis pastillas anti
matar a la humanidad y tranquilizarme, pero no puedo calmarme.
—¿Un día de estudio libre durante tus vacaciones a casi nada de volver a
clases? ¿Estás enferma, Ángel? —pregunta Dev cuando le abro la puerta—
¿O es que quieres que juguemos todos al Twister?
Es el primero en llegar. En cuanto ve mi cara crispada por los nervios
cambia por completo esa actitud de flirteo a una mucho más seria.

587
—¿Ha pasado algo?
—Solo quiero hablar con vosotros.
—Me estás asustando, Julliet. ¿Estás bien? No me gusta empezar a
imaginar cosas, ¿estás bien? —repite.
Cojo su mano y estiro de él para sentarlo en mi sofá.
—Estoy bien, ahora cuando lleguen Sam y Kurt os lo explico todo, ¿vale?
—Como no lleguen en cinco minutos me lo tendrás que decir o enrollarte
conmigo porque me estás preocupando.
Solo él consigue sacarme una sonrisa en un momento como este. Por
suerte, o por desgracia, Sam y Kurt no tardan ni dos minutos en llegar, debían
estar juntos esta noche.
—¿A qué viene esta reunión improvisada? ¿Se trata de sexo? —dice Sam
cruzando el umbral de mi puerta después de llamar al timbre, tiene una llave
de casa y entra cuando quiere.
Es exactamente igual que Dev, o es que solo piensan en que es miércoles.
—¿Podéis sentaros un momento, por favor?
Lo hacen, sonrientes, hasta que ven lo raro que está el ambiente. Cojo aire
y suelto todo, que hoy he visto a Nathan, sus planes y que quiero casarme.
Ya.
Se miran entre ellos y se echan a reír.
—Esa ha estado bien, Juls, por un momento he olvidado que es el día de
los inocentes. Tu actuación ha sido de diez. —Sam se limpia las lágrimas de
los ojos de tanto reírse.
¿Es el día de los inocentes?
—No estoy bromeando.
—¿Has quedado con Nathan a solas? —Devan va palideciendo.
—Era en un lugar público, necesitaba saber unas cosas.
—¿Sin hablar con nadie antes? ¿Julliet es que no piensas? —añade ahora
Sam con el ceño fruncido.
Las risas han pasado a miradas de preocupación.
—No me dejaríais ir.
—¡Claro que no! —señala Devan.
Kurt parece no entender ni la mitad de la historia.
—Esa no es la parte importante, lo que necesito es que nos vayamos a las
Vegas y seáis mis testigos de boda —incido.
—Te olvidas de una parte importante, ¿con quién se supone que vas a
casarte? —pregunta Sam todavía impactada por la situación.
¿Con algún imbécil de Las Vegas que quiera ganar algo de dinero con las
acciones de la empresa?
—Conmigo —sentencia Devan.

588
Todos giramos nuestra cara para mirarlo. Si existe una sola persona en la
tierra que lo último que haría sería casarse, ese es Devan.
—¿Qué estás diciendo? —me rio.
—¿Hoy es el día de haber quién dice la locura más grande? —pregunta
Kurt por lo bajo.
—No me importa, ya nos divorciaremos en algún momento.
—Dev, no necesito que hagas esto por mí —le aseguro, cruzándome de
brazos.
—Es una cosa de la lista, ¿no?
Sam y Kurt me miran ahora a mí, sin entender nada. Devan y yo tenemos
una lista de cosas qué hacer antes de morir, una lista incompleta, algo
estúpido que empezamos a hacer a raíz de una película que vimos. Yo apunté
lo de casarme en las Vegas como broma cliché.
—Mi lista, no la tuya.
—¿No quieres casarte conmigo? ¿Me tengo que arrodillar o conseguirte
un gran anillo?
El día se está volviendo surrealista por momentos.
—Eres la persona más en contra del matrimonio sobre la faz de la tierra
—señalo.
—Primera crisis prematrimonial, los nervios de la boda, mi amor.
No puedo evitar reírme.
—No lo dices en serio —le digo.
—Voy a dejar Estados Unidos siendo un hombre casado, en Europa
seguiré estando soltero y entero. Si no lo legalizo allí es como si no hubiera
pasado nada.
Prefiero casarme mil veces con Devan que con un extraño, pero no quiero
involucrarlo en esto.
—No puedo, Dev. ¿Pero podéis acompañarme como esta noche? Sé que
es precipitado, puedo mirar vuelos y pedir la licencia por internet, casarme
mañana por la mañana y volvemos por la tarde. Lo pago yo. Sé que os pido
mucho, y entenderé si no podéis…
Sam me interrumpe.
—¿Estás de broma? ¡Esto es una pasada! Y Juls, trabajo para una de las
compañías aéreas más grandes del estado, esta noche volamos todos en
primera. Quedamos en el aeropuerto en…
Mira su teléfono unos minutos, dejándonos a todos intrigados.
—Una hora. Coged lo imprescindible.

589
Nathan quería casarse conmigo a finales del año que viene, siempre había
pensado que soy demasiado joven para casarme. Soy demasiado joven para
casarme. Pero aquí estoy sentada en avión, dispuesta a cometer una de las
mayores locuras que he hecho en mi vida. Me siento como una película cutre.
Aunque no es nada divertido el motivo por el que lo hago, y siempre he
imaginado a Lex en mi boda, lo que en parte me entristece, aunque esto no
es una boda real.
A mi lado están sentados Dev, Sam y Kurt. Sam no bromeaba con lo de
primera clase, esto de tener una amiga que trabaja en una aerolínea lujosa sin
duda tiene sus ventajas.
Cuando la señal del cinturón se apaga Dev se levanta.
—Voy a por una Coca-Cola, necesito mantenerme despierto, quiero
apostar esta noche, ¿quieres algo? —me pregunta.
—Estoy bien —contesto.
Mentira. Me estoy muriendo por dentro de nervios. Sobre todo, por la
parte de necesito encontrar a alguien esta noche o mañana por la mañana
como muy tarde con quién casarme.
—Jamás pensé que diría esto, pero ¿quieres casarte conmigo, Juls? —me
pregunta Sam.
—¡Oye! —protesta Kurt a su lado.
—Pero ¿qué os pasa a todos? —me rio.
—Es broma, no puedo casarme contigo, quiero a este imbécil celoso de
aquí.
—No me la robes, Julliet Collins. Sé dónde vives —me advierte Kurt.
Adorablemente tonto.
—Voy a por algo de beber con Dev.
Pasar por delante de mí. Tiro la cabeza hacia atrás, no es realmente un
vuelo largo, y tenemos las habitaciones reservadas, yo me quedo con Dev,
Sam y Kurt comparten otra.
Es raro, porque pasan los minutos y ninguno de estos vuelve.
—¿Se lo estarán montando en los baños?
—Los de primera son grandes, si no me han invitado estaré muy ofendido
—dice Kurt, aunque no parece nada molesto.
De repente empieza a sonar una melodía familiar por los altavoces. Oh
no. Voy a matarlo. Espero que no sea lo que creo que sea. Kurt se ríe a mi
lado. Está metido en esto.
Tengo que saltar de este avión antes de que la vergüenza acabe conmigo.
Bruno Mars empieza a reproducirse por todo el avión y la gente mira con
curiosidad, ¿es esto legal si quiera? La gente querrá dormir.

590
Sam y otra asistente de vuelo llegan empujando a Dev, quién está subido
encima de un carrito auxiliar, simulando con una bebida que tiene un
micrófono.

It's a beautiful night / Es una bonita noche. We're looking for


something dumb to do / Estamos buscando alguna tontería que hacer.
Hey baby, I think I want to marry you / Hey baby, creo que quiero
casarme contigo.

¿Dónde estaba la salida de emergencia? Creo que mis mejillas están más
rojas que la estúpida lata de Coca-Cola que sostiene. Aunque he de admitir
que es adorable y no canta mal, no en plan debería presentarse en un
concurso, si no, es agradable. Varías personas están grabando con su móvil.
Por favor, ¿qué es esto? Sam sonríe, es cómplice de todo.

Well I know this little chapel / Bueno, conozco una pequeña capilla.
On the boulevard / En el boulevard. We can go / Podemos ir. No one
will know / Nadie lo sabra. Oh come on girl / Oh, vamos chica.

Escondo mi cara entre mis manos, Devan salta del carrito y se acerca hasta
mi asiento.

Who cares if we're trashed / Qué importa si nos ponen verdes. Got a
pocket full of cash / Tenemos un bolsillo lleno de dinero. We can blow /
Que podemos hacer volar. Shots of Patron / chupitos de Patrón. And it's
on, girl / y está hecho chica.

Don't say no no no no no / No digas no, no, no, no, no. Just say yeah
yeah yeah yeah yeah / solo di sí, sí, sí, sí, sí. And we'll go go go go go /
E iremos, iremos, iremos. If you're ready like I'm ready / Si estás
preparada, como yo estoy preparado.

Debo seguir durmiendo, sí, como desde el año pasado, ¿quizá sigo
ingresada en el psiquiátrico? Todo eso tendría más sentido.

It's a beautiful night / Es una bonita noche. We're looking for


something dumb to do / Estamos buscando alguna tontería que hacer.
Hey baby, I think I want to marry you / Hey baby, creo que quiero
casarme contigo.

591
Is it the look in your eyes, /¿Es la mirada en tus ojos? Or is it this
dancing juice? / ¿ O es como bailas? Who cares baby? / ¿A quién le
importa? I think I want to marry you / Creo que quiero casarme contigo.

—Definitivamente es como bailas —susurra Dev antes de seguir


cantando.

I'll go get a ring / Iré a conseguir un anillo. Let the choir bells sing
like oh / Deja que las campanas del coro canten. So what you want to do?
/ ¿Así que qué quieres hacer? Let's just run, girl / Simplemente vamos a
correr chica. And if we wake up / Y si nos despertamos. And you want to
break up that's cool / Y quieres romper, está bien. No, I won't blame you
/ No te echaré la culpa. It was fun girl / Fue divertido chica.

Me levanta del asiento y me pega a su cuerpo para bailar conmigo, creo


que nos hemos colado entre una especie de Lalaland o High School Musical, no
lo sé, no he visto ninguna, aunque creo que van de eso.
Entiendo su mensaje con esas últimas estrofas, esto lo hace por mí, no
por el matrimonio, solo quiere divertirse y salvar mi pellejo, y supongo que
no quiere que me case con un random.

Don't say no no no no no / No digas no, no, no, no, no. Just say yeah
yeah yeah yeah yeah / solo di sí, sí, sí, sí, sí. And we'll go go go go go /
E iremos, iremos, iremos. If you're ready like I'm ready / Si estás
preparada, como yo estoy preparado.

Inclina mi cuerpo y todo el mundo aplaude, Dios, había olvidado que


estamos bailando en medio de un pasillo de un avión, incluso se ha colado
gente de turista para ver qué está pasando.

Cause it's a beautiful night / Porque es una bonita noche. We're


looking for something dumb to do / Estamos buscando alguna tontería
que hacer. Hey baby, I think I want to marry you / Hey baby, creo que
quiero casarme contigo.

Just say I do / Solo di, sí quiero. Tell me right now baby / Dímelo
ahora mismo, baby. Tell me right now baby, baby / Dímelo ahora mismo,
baby, baby. / Just say I do / Solo di, sí quiero. Tell me right now baby /
Dímelo ahora mismo, baby. Tell me right now baby, baby / Dímelo ahora

592
mismo, baby, baby.

Se pone de rodillas delante de mí, lo he tenido muchas veces así, y siempre


en situaciones muy pervertidas, tengo los ojos medio empañados, arranca la
anilla de su bebida y me la ofrece.

Cause it's a beautiful night / Porque es una bonita noche. We're


looking for something dumb to do / Estamos buscando alguna tontería
que hacer. / Hey baby, I think I want to marry you / Hey baby, creo que
quiero casarme contigo.

—¿Qué me dices, Ángel? Nunca había hecho el ridículo de esta manera y


Sam ha tenido que sobornar al piloto para poner música en el avión.
Todo el mundo está super expectante de mi respuesta. Mi corazón va a
mil por hora.
—Digo que sí, y que estás loco, demonio coqueto.
Me pone la anilla de la bebida en el dedo y todo el mundo aplaude. Sin
duda estoy viviendo en una película cutre americana.

593
48. EXPRESS
Último día del año, no puedo dejar de pensar en la cantidad de cosas que
han sucedido en mi vida estos últimos meses y las ganas que tengo de que
termine el mismo, porque la balanza de sucesos es demasiado para sopesarla.
He puesto una nueva norma en mi cabeza: No pensar más en Kaden.
No después de saber lo del vídeo. Vale, no lo difundió, pero lo tenía.
Todavía recibo mensajes y soy objeto de habladurías, no necesito más
mierdas relacionadas con mi vida sexual.
Hasta ahora he fracasado dos veces, pero una de ellas se debe a que
todavía conservo una de sus camisetas y esta mañana la he cogido sin querer.
Me echo las manos a la cabeza con una ligera desesperación, ¿por qué
diablos sigo pensando en él? ¿Por qué? No tiene sentido. Ni siquiera lo
conozco tan bien, y lo que creo conocer seguramente no sea cierto. ¿Por qué
le echo tanto de menos? ¿Por qué no puedo parar de pensar en él y en
Bonnie?
Debo de estar volviéndome loca.
Decido salir de casa e ir a un sitio que me ofrezca paz mental; el estudio
de Mala.
He preparado una nueva lista de música, hace demasiado tiempo que no
bailo danza oriental y estoy entusiasmada por practicarla de nuevo. Durante
toda mi vida, lo único que me dejaban bailar, oficialmente, era ballet, y lo
amo, pero amo el resto de los estilos de baile. No me gusta cerrarme a nada.
Por lo visto en varios sentidos de mi vida.
Conecto el teléfono al altavoz e inicio la reproducción de la Playlist,
cuando termino de estirar, empiezo a bailar y todo se desvanece. Solo existe
la música, expresándose a través de mi cuerpo con cada movimiento que
realizo. Es tan liberador, tan mágico. Ojalá pudiera estar bailando todo el día.
El tiempo se distorsiona y solo me doy cuenta de que debe ser tarde porque
he terminado una lista que duraba cerca de tres horas. Estoy sin aliento y
bañada en sudor, cojo la toalla que siempre llevo, pasándola por mi frente y
mi nuca.
Voy de camino a los vestuarios cuando me topo con Dom, su mirada me
recorre de arriba abajo y sonríe con una de esas sonrisas escalofriantemente
atractivas.
—¿Trabajando el día de fin de año? El club está cerrado.
Niego la cabeza, despertando su curiosidad.
—Solo estaba bailando.
—Oh, algo he escuchado, parece que eres la nueva estrella de la sala tres.

594
—Uhm... —farfullo sin saber que responder a eso.
Dom suelta una carcajada y no puedo evitar tensarme, esa misma risa la
uso antes de...
—¿Por qué estás tan tensa? El látigo está guardado. —Guiña su ojo.
—No-no, estoy bien —miento.
Le tengo más respeto a esta mujer que a cualquier persona del planeta.
Estira su mano y acaricia mi mejilla con suma delicadeza.
—Que tengas un feliz inicio del año, corderito.
—I-igualemente —contesto.

Cuando Sam me abre la puerta reparo en que allí ya están Devan y Kurt.
Me sonrojo un poco pensando en nuestro último encuentro. A estas alturas
me sorprende que todavía sea capaz de sentir algo de vergüenza por lo que
hago en mi vida privada sexual.
Los saludo a todos apreciando lo guapos que van, ellos están
completamente vestidos y arreglados, pero Sam va en una simple bata, que
hasta con eso está deslumbrante, su pelo está recogido por varios rulos de
plástico y camina con unos calcetines gruesos muy coloridos.
—Me gusta este look festivo, mucho mejor que el vestido rojo —le digo
conteniendo una risa.
—Ha sucedido una tragedia, Juls, no es momento de bromas —contesta
con seriedad.
—¿Qué pasa?
Los chicos parecen demasiado tranquilos para que sea algo grave, estira
de mi brazo y me lleva a toda prisa a su cuarto.
—El vestido ha muerto —anuncia con voz tétrica mientras señala la pieza
roja sobre su cama.
—¿Qué ha pasado?
Lo inspecciono entre mis manos y observo una parte carbonizada y rota.
—Es posible que me haya olvidado de que lo estaba planchando.
—¿Qué? ¿Cómo...? —No puedo evitar reírme viendo su cara de
frustración—¿Cómo se olvida alguien que está planchando?
Sam se encoge de hombros mientras niega la cabeza repetidamente.
—No sé qué me pasa, estoy muy olvidadiza últimamente, Kurt no me
deja ni cocinar.
—Te faltan horas de sueño, Sammy
Se deja caer en la cama de forma dramática mientras farfulla algo

595
incomprensible.
—Vamos, seguro que te sirve algún otro vestido de otros años...
Sam se incorpora rápidamente y me mira con indignación.
—¿Repetir ropa en año nuevo? ¿Y por qué no le declaro al universo que
me parta un rayo al salir de casa?
Mi risa queda interrumpida por su mirada amenazante.
—Si es tan grave para ti, ¿por qué no utilizas mi vestido y yo llevo alguno
tuyo de tus otros años?
—No, no, ese vestido se hizo para que tú lo llevaras.
—Sam, no me importa el vestido, de verdad —insisto.
—No, Juls, te queda estupendamente bien, y nos costó cuatro tiendas
encontrarlo.
Resoplo mientras llevo mis manos al lateral y tiro de la cremallera para
bajar la prenda por mi cuerpo, los ojos de Sam se amplían y se quedan
clavados en mis pechos descubiertos.
—No tenía un sostén sin tirantes —aclaro con un carraspeo.
—Joder, Julliet, eres pura tentación.
Sonrío y le lanzo el vestido.
—Póntelo y deja de comerme con la mirada.
—Es que es imposible. —Las comisuras de sus labios se curvan en una
sonrisa traviesa.
—Vestido. Ya —le ordeno.
—Tanto tiempo con Henderson te pasa factura, mandona —se burla.
Pongo los ojos en blanco y camino hasta su armario, más o menos
tenemos la misma figura, pero soy unos centímetros más alta que Sam.
—¿Qué te parece este? —pregunto cogiendo lo primero que veo.
Cuando me volteo Sam se ha quitado la bata, luce un body rojo muy
sensual que se adapta a cada curva de su cuerpo, voy a decir algo más pero
mi capacidad de hablar queda interrumpida cuando baja de cada uno de los
tirantes y se deshace de el.
Trago con dificultad admirando su desnudez.
Ella sí que es pura tentación.
Su piel olivácea decorada con tinta parece tan suave que resulta tentador
tocarla para comprobarlo. Aunque ya lo haya hecho.
—Mis ojos están aquí. —Señala con dos dedos su cara.
Muerdo mi labio recordando la sensación de su boca sobre mi cuerpo, no
debería pensar en eso ahora.
—Vale, o paras de mirarme así, o vienes aquí y haces algo al respecto —
me advierte poniendo sus brazos sobre sus caderas.
Voy a dar un paso hacia adelante cuando dos golpes en la puerta rompen

596
el encanto.
Kurt asoma la cabeza y me medio escondo con la puerta del armario de
Sam, sí, me ha visto desnuda, sí, incluso me ha follado, recientemente, pero
tampoco me apetece montarme un trío...
¿Qué estás diciendo? Claro que sí.
Sam lo mira con interés y Kurt parece haber sufrido un cortocircuito
mental.
—¿Querías algo? —le pregunta Sam.
Parpadea con asombro, recomponiéndose.
—Sí, me voy ya a casa de mis padres a cenar, sólo quería despedirme.
Ella se acerca a él y se pone de puntillas para darle un beso tan intenso
que empiezo a sentir que estoy viendo porno en directo. Sobre todo, por la
parte en la que Sam continúa completamente desnuda.
Las manos ultra tatuadas de Kurt se deslizan por la espalda de Sam hasta
agarrar una de sus nalgas.
—Nos vemos luego. —Le sonríe Sam separándose de golpe.
—Sí, esto, gracias por la erección, amor. Va a ser una cena estupenda.
Ella baja la mano por su pecho y le aprieta la entrepierna mientras se ríe.
—Un placer.
—Nos vemos luego, Juls —murmura inclinando la cabeza.
Me despido con la mano mientras continúo medio oculta.
—¡Tu esposa se va a enrollar con mi novia, Dev! —oímos decir a Kurt.
Esposa. Todavía me rio cada vez que utilizan esa palabra. La boda más
corta, extraña y seguramente sexual que alguien haya tenido. Tengo guardada
la anilla de la bebida en un lugar muy especial de mi joyero, y Dev y yo
llevamos unos anillos reales baratos que compramos directamente en Las
Vegas, ni siquiera parecen de compromiso, pero nos gustan. Pensaba que se
lo quitaría tras la boda, pero no lo ha hecho y yo tampoco.
—Hombres —Suspira Sam—. Uhm, ¿por qué no coges mejor el negro?
Rebusco nuevamente, tiene como seis vestidos de fiesta negros. La mano
de Sam aparece de la nada y siento su calor en mí espalda.
—Este —murmura rozando mi hombro deliberadamente.
Cuando me giro está demasiado cerca, mi pecho sube y baja con rapidez
por mi respiración acelerada, sus labios se ven tan rojos y apetecibles.
—¿Vamos a llegar tarde? —susurro.
—Sí —me confirma antes de juntar sus labios con los míos.
Su mano se coloca modestamente en mi cintura, empujándome hacia ella,
la sensación de sus pechos rozando los míos es algo que me encanta.
—¿Lo de besaros entre vosotras dentro del armario es alguna especie de
metáfora? —pregunta Devan.

597
Ni siquiera lo hemos escuchado llegar, se sienta en la cama tranquilamente
mientras se come un plátano y nos mira con atención.
—Julliet estaba tentándome.
—Dijo la mujer desnuda —responde Devan dando otro mordisco al
plátano—. Por mí podéis seguir, no soy un marido celoso, no os cortéis.
—No se habla con la boca llena, cerdo —le riñe lanzándole lo primero
que pilla de su armario.
Empiezan a tirarse cosas entre ellos y me aparto escondiéndome de la
batalla sin sentido que han formado.

—¿Mala? ¿En serio? —Abro mis ojos con asombro cuando Devan
detiene el coche.
—El Sr. Henderson nos deja utilizar el local exclusivamente a los
trabajadores y un acompañante por persona en fin de año. Buena fiesta
asegurada y catering de primera.
—¿Estará él aquí? —pregunto con más interés.
—¿Por qué? ¿Quieres doce azotes para empezar el año? —se burla.
—Curiosidad.
—Ajá —responde Sam.
—Sois insoportables —murmuro abriendo la puerta del copiloto.
—Y nos amas —responden al unísono.
La decoración no es perversa como en otras ocasiones, la gente va vestida
con atuendos más decentes de lo que estoy acostumbrada a ver. La sala uno
dispone de aperitivos y refrescos, la sala dos y tres es simplemente música y
alcohol.
—¡No sabía que tú también venías, Ángel! —comenta Celeste animada
cuando me ve—. Hemos preparado un número para medianoche con las
sillas, deberías participar.
—¿Uhm? —pregunto con una mini tostada todavía en mi boca.
—¿Conoces el baile de la canción Express de Burlesque?
Asiento.
—Unas cuantas haremos el número después de medianoche, así que
tienes que bailar.
Miro hacia abajo, con el vestido que llevo es imposible que me ponga a
hacer piruetas sobre una silla.
—En la taquilla tenemos los maillots del último grupal, no tienes excusa
—se adelanta.

598
—Yo quiero verte —dice Devan animado.
—Y yo —añade Sam.
—Está bien —suspiro.
Celeste realiza un mini salto de entusiasmo mientras aplaude y comenta
que va a avisar al resto.
Sam y Dev desaparecen en busca de bebidas, yo estoy tentada, pero las
palabras del psiquiatra me detienen. Con la nueva mediación no debo tomar
alcohol y ya he bebido un poco de vino, que es el máximo que tengo
permitido.
—¿Está teniendo una buena velada, Srta. Collins? ¿O debería cambiarlo a
señora ahora?
Me giro hasta la voz de Andrew y le sonrío. Está espectacular.
—Manténgalo como señorita, por favor. Y sí, el dueño del lugar sabe
cómo montar una fiesta.
—Estoy seguro de que le alegrará escuchar eso.
—¿Sí? Tal vez podría agradecérselo personalmente —lo provoco.
Sus ojos brillan con diversión por mi respuesta, pero no hace ningún gesto
por acercarse, ni lo hará, no aquí.
—Como he dicho otras veces, es usted un peligro, Srta. Collins. Disfrute
de la noche.
—Igualmente, Sr. Henderson.
El ambiente es muy tranquilo, la gente va llegando, entre ellos Jules, que
no pierde el tiempo de venir a hablar un rato conmigo.
—¿Actuarás esta noche? —me pregunta.
—Sí, al final me han liado para bailar.
—Mucha gente participa en el concurso de fin de año, es tradición.
—¿Concurso? ¿Qué? Nadie me ha dicho que fuera un concurso... —
Frunzo el ceño.
—Sí, el premio este año es un oral.
Mis ojos se abren con terror.
—¿Cómo?
Jules se echa a reír al ver mi cara.
—Es broma, deberías ver tu cara en estos momentos —continúa
riéndose—. El premio es una escapada de dos días a un lujoso resort con
todo incluido.
—¿Con spa?
—Con el mejor spa del país. —Asiente.
—Uf, voy a estirar entonces.
Jules niega la cabeza con diversión, Devan y Sam vuelven a mi lado.
—¿Vosotros sabíais lo del concurso? —les pregunto.

599
—Claro, Sam cantará esta noche —responde Devan.
—¿Cantas?
—Como los ángeles, lo tienes difícil, bailarina. —Me provoca.
Mi sentido de la competitividad se activa con esa frase.
—Ya veremos. ¿Tu harás algo, Dev?
—Mi talento es ser guapo, estáis disfrutando del todo el tiempo.
Su autoestima es tan alta que debe llegar a la estratosfera.
Pero razón no le falta.
—¿Y tú, Jules?
—Improvisaré algo, solo por diversión, no tengo oportunidad contra
Sam, ha ganado dos años consecutivos —explica.
Miro a Sam de nuevo, es cierto que su voz es lo más increíble del mundo,
me pregunto cómo suena cantando.
Cuando terminamos con prácticamente toda la comida que vemos, nos
trasladamos a la sala dos, el escenario está preparado para las actuaciones y
no sé porque me pone nerviosa la situación. Bailo con casi todos mis
compañeros y no paro de reír, no recuerdo la última vez que me divertí tanto.
—¿Serás mi beso de medianoche? —pregunta Devan en mi oído.
Asiento
El ambiente está cargado de expectación por la cuenta atrás.
Devan acerca sus labios lentamente y los mantiene a unos milímetros de
distancia, su mano permanece detrás aguantando la parte posterior de mi
cabeza.
—Cuatro.
—Tres —murmuro.
—Dos.
No dejamos que llegue el uno, sus labios se mueven demandantes sobre
los míos, robándome hasta mi último aliento. Me besa hasta que noto los
labios hinchados y los latidos de mi corazón desbocados.
—Feliz año nuevo, esposa.
—Feliz año nuevo, marido mío. —Le sigo el rollo.
—Mmm, posesiva.
—¡Feliz año! —exclama Sam abrazándonos.
Nos pasamos los siguientes diez minutos felicitando a todo el mundo, la
gente va un tanto borracha a estas alturas.
—¿Dónde está tu copa para brindar? —me pregunta Kurt.
—Uhm, esta noche no bebo más —me excuso.
—¡Ángel tenemos que cambiarnos! —dice Celeste tirando de mi brazo.
—¿Ya?
—Salimos en quince minutos.

600
Me fijo que la gente está alrededor del escenario, el cual está iluminado
por varios focos que no paran de moverse.
Cuando llegamos al vestuario me percato de que allí ya están el resto de
las bailarinas.
—No sabía que era un concurso, no quiero hacer que perdáis —les digo
mientras me quito la ropa.
—Eres la mejor, ganaremos seguro —afirma Alessia.
—Ni siquiera estoy segura de sí recuerdo bien el número —farfullo
mordiendo mi labio.
—Vamos, el último baile no hizo falta ni que lo repitiéramos, tras bailarlo
una vez supiste hacer todos los pasos.
—Sí, además cuantas más mejor, es mucho más visual en el escenario —
comenta Margot.
Ella y Alessia ya están completamente vestidas, la verdad es que el maillot
queda perfecto para el número.
Cuando salimos hay sillas sobre el escenario, respiro profundamente y
repito mentalmente los pasos, solo espero no hacer el ridículo.
Las luces se apagan por completo y los focos tenues nos iluminan a cada
una de nosotras, creando un efecto visual que va coordinado con la
música. La voz de Christina Aguilera resuena por todo el lugar, Express es
una canción muy seductora, nos miramos entre nosotras mientras hacemos
chascar nuestros dedos.
Abro mis piernas de golpe cuando se reanuda la parte vocal, pasando mis
manos por los muslos lentamente, levanto la mirada y sonrío. Todo el mundo
está ensimismado mirando cada uno de nuestros movimientos, le guiño un
ojo a Devan y Sam y giro la silla, coloco mis manos y me impulso con los
antebrazos para realizar una acrobacia en el aire, las luces parpadean sobre
nosotras.
Pensaba que no iba a ser capaz, pero mi cuerpo reacciona a la melodía de
forma automática.
Cuando terminamos la gente estalla en aplausos, nos unimos todas y
cogiéndonos de la cintura hacemos una pequeña reverencia de
agradecimiento.
—Ha sido muy divertido, deberíamos añadirlo en el número de los
viernes —comenta Margot cuando volvemos a los vestuarios.
—Sí, definitivamente —respondo con una gran sonrisa.
Como siempre soy la última en cambiarme y le digo al resto de chicas que
no me esperen.
Cierro la taquilla al mismo tiempo que se escucha el estruendo que hace
retumbar el lugar, como si algo hubiera explotado.

601
El ruido ha sido tan fuerte que siento un pitido en mis oídos, todo se
empieza a llenar de polvo y luego llega la oscuridad.
Confusión, pánico, preocupación, miedo, todas esas emociones se
instalan en mi sistema como una bola demoledora que me golpea con fuerza.
No puedo pensar con claridad. Ni respirar con normalidad por la cantidad de
escombros que se levanta en el aire, intento cubrirme con las manos mientras
toso.
¿Qué acaba de suceder?
Miro la oscuridad que me rodea imaginando alguna respuesta posible.
Se escuchan gritos lejanos y mi desesperación crece.
¿Qué está pasando?
Intento dar algún paso, pero todo está demasiado oscuro y hay
demasiados escombros.
—¡Julliet! —grita una voz familiar cerca.
No puedo ver nada.
—¡Julliet! —repite exasperado.
—¡Estoy aquí! —contesto tanteando mi entorno, algunas cosas parecen
haberse desplazado del lugar.
Cada vez toso más, el polvo envuelve todo, piso algo resbaladizo que me
hace tropezar y caer al suelo. Ahogo un quejido e intento ponerme
nuevamente en pie cuando una luz blanca intensa enfoca mi cara.
Automáticamente cierro los ojos, protegiéndolos de la cegadora luz.
—Oh, gracias a Dios que estás bien —farfulla Andrew llegando hasta mi
lado.
Me entierra en su pecho en un abrazo que me deja sin aire.
—¿Tú estás bien? —Tengo la necesidad de tocarlo y asegurarme—.
¿Dónde están los demás? ¿Qué ha pasado?
—Tenemos que salir de aquí, no es seguro.
—Andrew, ¿dónde está Devan? ¿Está bien? ¿Y Sam? ¿Qué pasa con el
resto?
Sus ojos rehúyen mi mirada y empiezo a alterarme pensando en que les
puede haber pasado algo.
—¿Dónde están? —repito con exigencia.
Andrew tira de mí, protegiéndome con su cuerpo, vamos esquivando los
escombros que hay por literalmente todos lados, la zona exterior a Mala, las
oficinas, los vestuarios, está en ruinas. El techo se va derrumbando de forma
aleatoria, parece que estemos esquivando un campo de minas y estoy
acojonada.
—He visto a Sam hace unos minutos, está bien, han salido por la entrada
de clientes. —Andrew tira de mí con rapidez.

602
—¿Y Devan?
Su silencio me produce una angustia asfixiante, siento como mis ojos
pican conteniendo las lágrimas.
—¡¿Y Devan?! —demando
La salida está bloqueada, Andrew impulsa su hombro hacia ella sin éxito.
—No sé dónde está, creo que lo he visto salir después de tu actuación —
murmura insistiendo en abrir la puerta.
—Eso es bueno, ¿no? Estará bien entonces... —suspiro, aliviada.
Se gira unos instantes y la mirada que me ofrece vuelve a tensarme por
completo.
—La explosión ha sido en el local de al lado, Julliet.
Esa frase me rompe por completo.
Andrew le da una fuerte patada a la puerta y en el exterior se presenta un
caos; gente confusa de un lado a otro, sirenas de coches de servicios
autoritarios, una nube de polvo que crea una especie de neblina que hace que
todo sea borroso. Mis ojos recorren la multitud, intentan identificarlo con
una milésima de esperanza, cuando localizo a Sam corro hasta su lado, ella
parece igual de histérica que yo mirando a su alrededor.
—¡Juls! —exclama rodeándome con sus brazos—. Pensaba, pensaba... —
Su voz se rompe en un llanto que nos hace abrazarnos con más fuerza.
—¿Dónde están Devan y Kurt? —le pregunto separándome de ella.
—Kurt quería salir a fumar y Devan lo ha acompañado, nos los veo Julliet,
no los veo por ningún lado. —Suena aterrada.
Cada vez llega más gente, lo que dificulta la tarea de encontrar a alguien,
está hasta la prensa. Por lo visto, el local colindante a Mala ha tenido una
explosión de gas, al ser año nuevo no había nadie dentro. Las tuberías
conectan justo con el pasillo de Mala por lo que se ha venido abajo al explotar,
y el techo ha cedido. Algunas personas con heridas leves están siendo
atendidas por el personal de emergencia sanitaria.
«Devan, Devan, Devan».
—¡Kurt! —grita Sam corriendo a sus brazos.
Se funden en un beso mientras la cara de Sam continúa siendo puras
lágrimas. Me fijo en que Kurt tiene algunas heridas superficiales, nada que
parezca serio.
—¿Dónde está Devan?
Kurt amplia sus ojos cuando me ve, como si no pudiera creerse que esté
aquí.
—Ha ido a buscarte cuando nos hemos dado cuenta de que la zona
afectada era la del personal.
—¿Qué? ¿Cómo? Tengo que volver a por él —murmuro dando media

603
vuelta.
Alguien me coge del brazo, deteniéndome.
—No vas a volver a entrar ahí —declara Sam.
—Suéltame, Sam.
—Tiene razón, Julliet, no puedes hacerlo —dice Kurt.
Devan se está arriesgando por mí, claro que puedo hacerlo.
—No podéis impedírmelo.
—No, pero yo sí —contesta de forma tajante el Sr. Henderson.
—Tengo que ir por él —insisto.
Luce cansado, su ropa está estropeada y no me había percatado de que
tiene algunas heridas en los brazos, como si se hubiera arañado varias veces.
—La comunicación de la sala dos al pasillo está hecha escombros, Julliet,
no voy a dejar que pases por ahí.
—Tú lo has hecho —replico.
—Y no ha sido fácil —asegura.
Niego la cabeza, no quiero escucharlos, quiero estar con Devan.
—No me importa, he de...
—Dejar que los bomberos hagan su trabajo —me interrumpe.
Abrazo mi cuerpo con mis propios brazos, la tensión me tiene
demasiado...todo. Nerviosa, histérica, triste, confusa. Solo necesito verle,
saber que está bien, escuchar la palabra Ángel de su boca. Solo eso.
—Ven aquí —me dice Andrew intentando tranquilizarme mientras pasa
su mano por mi espalda.
Los segundos pasan tan lentamente que se siente como horas.
¿Podría empezar de peor forma el año?
Mi mirada se mantiene clavada en la puerta derribada, deseando verlo.
Está dentro por mí, no debería estar ahí, si le pasara algo no me lo
perdonaría nunca.
Uno de los bomberos grita algo incomprensible y dos personas del equipo
sanitario se acercan corriendo con una camilla.
Mi rostro ya está inundado de lágrimas, apenas puedo distinguir nada.
—¿Qué están diciendo? ¿Qué pasa? —pregunto librándome del agarre.
—No puede acercarse, señorita —me dice autoritariamente uno de los
policías.
—¡Me importa una mierda! ¡Devan! —grito hacia la puerta por la que
hemos salido Andrew y yo.
—El techo se está derrumbando, es muy peligroso, si no se retira voy a
tener que arrestarla por desacato a la autoridad —continúa el policía.
—No se preocupe, me encargo de ella —le aclara Andrew encerrándome
en sus brazos

604
—Está bien ¿Verdad? ¡Tiene que estar bien! —Lloro contra el pecho de
Andrew.
De reojo veo como colocan a alguien en la camilla, es uno de los
bomberos, no es Devan.
Mi angustia crece y crece.
—Ángel —pronuncia esa voz que anhelo escuchar.
¿Es una ilusión?
Me giro y lo veo.
Todo vuelve a estar bien el mundo. No me importa nada más. Él está
aquí.
Andrew me suelta y doy dos pasos hacia él, su cara tiene un corte que
cruza su pómulo izquierdo, sus ojos me dan una mirada de alivio.
—Estás aquí —susurro.
—Y tú también —me dice de vuelta con una gran sonrisa.
Las lágrimas continúan, inclina su cabeza, hasta que nuestras frentes están
pegadas y cierra los ojos. Inhalo con profundidad, respirando su cercanía, en
ese preciso instante me doy cuenta de que la conexión que tenemos es
inexplicable. Sé que no es amistad, sé que no es una relación, sé que le quiero
tanto que mi pecho duele con la idea de perderlo y también sé que esto es
todo lo que siempre tendremos.

—¿Crees que estoy haciendo lo correcto? —suspiro, dejando la pila de


papeles sobre la mesa.
—Bueno, sin duda la junta lo sabe, ergo, lo sabe el padre del Sr. Campbell,
y creo que tener a su ex frustrado puede convertirlo en algo peligroso, sobre
todo basándonos en los hechos. Pero una vez tenemos compradores, ya no
puede querer nada más de usted. Ha frustrado sus planes.
—Estoy preocupada por Lexie. Y en realidad, me siento mal vendiendo
mis acciones a alguien, esa empresa…
—Sí, está blanqueando dinero, por eso he fichado a escoria como ellos.
No tenga remordimientos al respecto, lo venderemos al mismo tipo de
personas basuras.
—Esto es un mierda y pensaba que solo se involucraba en temas legales
de violencia de género, Sr. Henderson.
—Estoy tirando de contactos, Sra. Collins.
—Oh, venga ya, Andrew, corta el rollo de señora, sabes porque me he
casado —me burlo—. ¿Estás celoso? ¿Querías que me casara contigo? —le

605
provoco en broma.
—No estoy celoso, Julliet, ni creo que pueda llegar a estarlo nunca. Los
celos son una reacción humana natural, pero simplemente reflejan la
inseguridad de perder a alguien, y si tú quisieras separarte de mi lado lo
respetaría, por mucho que me doliese el no poder estar contigo.
Bueno, eso va a ser pronto por culpa de nuestro acuerdo, no sé ni porqué
tenemos esta conversación, lo que sea que tuviéramos termina hoy. No
puedo evitar sentir cosas con lo de “por mucho que me doliese el no poder
estar contigo”. ¿Le duele que termine lo nuestro? ¿Saber que ya no podremos
estar juntos como lo hacíamos hasta ahora? ¿Siente esa horrible frustración
que yo siento? No quiero volver a la universidad, no quiero que él vuelva a la
universidad. Quiero seguir provocándolo, aprendiendo, riéndome,
observándolo, despertándome junto a él.
—Todo esto suena al rollo ese de “si lo amas déjalo ir” —resoplo.
Él se ríe por la forma en que menciono la expresión.
—¿Quién está hablando de amor aquí? —Hace que me sonroje¾. Pero
sí, así es, el amor no puede ser una propiedad, para mi es ser libre al lado de
alguien.
Me siento tan pérdida. Le doy vueltas a mi anillo falso, o quizá, lo más
real que tengo en la vida. Aun así, ¿cómo puedo tener sentimientos por
Andrew al mismo tiempo?
—Nos desviamos de lo importante, Lexie.
Andrew mueve su silla giratoria y teclea en su ordenador.
—Tengo a alguien supervisando discretamente los movimientos de las
personas a cargo de Alexandra Rhimes, pero piense que son tres enfermeros
los que están bajo su responsabilidad, la pauta médica es la misma. Solo hay
un enfermero fijo, el del turno de noche, es el que vimos que tiene contacto
con Nathan. Aun así, los registros de medicación se hacen por escrito,
Heaven Care debe ser de los últimos sitios del planeta que utiliza estilos tan
rudimentarios. Los registros son normales, las cámaras que están por todos
lados no muestran nada irregular, incluso la medicación que se utiliza es la
pautada, Julliet.
Niego con firmeza.
—No tiene sentido. Sabes que no tiene sentido y no es casualidad que
Nathan y ese tipo tengan alguna relación y Lex esté así.
Andrew ya ha atado los cabos suficientes para saber que Lex es la otra
víctima de abuso. Pero tengo que protegerla porque ahora mismo no tiene a
nadie.
—No sé cómo sacarla de allí, Srta. Collins —admite.
No es lo que quiero escuchar. Me da igual si tengo que pagar todo el

606
dinero que gane, o si tengo que prenderle fuego al maldito centro. Tengo que
sacarla de allí.
—Si tengo que hacerlo a la fuerza, lo haré.
—Julliet, sé racional, sabes que eso solo te traerá problemas legales.
—¿Y qué hago? ¿Quedarme de brazos cruzados mientras mi mejor amiga
está sufriendo? O… es que… tendrías que haberla visto Andrew.
No quiero llorar. Hoy estoy demasiado sensible. Se va Devan, es mi
último día con Andrew. Siento que pierdo demasiadas cosas de golpe.
—De momento podemos confiar en mi contacto, es mejor que nada, ¿no?
Lo sopeso unos momentos, realmente Nathan ya no tiene nada de lo que
quería de mí.
—Supongo.
—El juicio será algo intenso, Srta. Collins. Tendremos que seguir con
alguna reunión, aunque preferiría que fuera con la presencia del Sr. Evans.
Recuerde que él será su abogado.
No quiere volver a estar a solas conmigo después de hoy.
—Ya sé que lo nuestro termina.
—Teníamos un acuerdo, Julliet. Mañana volverá a ser mi alumna.
Pero hoy no lo soy.
—Lo sé. Yo… tengo que irme, Devan se marcha mañana.
—Que tenga un buen día, Srta. Collins. Ha sido un placer compartir estas
semanas con usted.
No quiero llorar. No puedo decirle nada. Solo soy capaz de asentir.

—Estarán dos meses de reforma, voy a tener que buscarme algo —le digo
a Devan mientras giro la tortilla en el aire, haciendo que todo caiga fuera de
la sartén.
Se ríe con ganas, hasta que ve mi expresión.
—No sé cómo te las apañaras sin mí, debería quedarme —me contesta
acercando el rollo de papel de cocina para limpiar todo el estropicio—. ¿Y
por qué quieres trabajar? ¿No vas a ser como ultra rica en unos días con la
venta de las acciones?
—El otro día lo pude hacer, Sam es testigo —le aseguro—, y no quiero
pensar en ese dinero.
Niega la cabeza con incredulidad.
—¿Pedimos algo?
—Mientras no sea pizza.

607
Vivo con el miedo constante de encontrarme a Amy y que me lance algún
tipo de maldición.
—¿Mexicano?
Mi estómago suena como gesto afirmativo.
—Mucho picante para mí —le pido.
—Ya lo sé. —Me guiña un ojo de forma coqueta.
No me puedo creer que sea nuestra última noche juntos.
Después de la explosión, la cual ha sido noticia de primera plana en todos
los telediarios y periódicos del país, hemos estado pegados cada maldito día.
Una gran explosión, con daños materiales y cero víctimas mortales. La
persona que más daños sufrió había sido un pobre bombero al que le cayó
un trozo de hormigón sobre la pierna.
La gente todavía no se creía que hubiera estado en el vestuario, y yo,
después de ver las fotografías del vestuario, tampoco. La palabra milagro se
quedaba corta, las taquillas se habían llevado la peor parte, librándome de una
muerte segura.
El Sr. Henderson se había puesto manos a la obra el día siguiente,
pidiendo presupuestos, planos, reestructuración. El seguro cubría los costes,
y todos íbamos a mantener nuestro puesto sin ningún problema, lo malo era
que no iba a trabajar en dos meses, ni podía utilizar el estudio.
Entre lo ocupado que estaba por la reforma y lo apegada que estaba a
Devan estos días, no habíamos vuelto a vernos. Si habíamos mantenido
alguna conversación por teléfono, pero nada más. Y mañana empiezan las
clases, lo que es equivalente a que termina nuestro acuerdo.
Pese al sabor agridulce de la situación, esta semana había sido una
montaña rusa de emociones, la mayoría de ellas felices.
Cada vez que no estaba con algo de la universidad estaba con Devan.
—Voy a por los refrescos, ves buscando algo en la tele.
—Sí, ama.
Ruedo los ojos, tanto él como Sam no han dejado de hacerme bromas al
respecto desde que empecé mi relación sumisa con Andrew.
Todavía no tengo televisor en el apartamento, y no es algo que plantee
comprar, con el ordenador portátil puedo ver Netflix, no necesito más.
Devan me hace un hueco en mi pequeño sofá y coge uno de mis pies,
últimamente le ha dado por masajearlos y no tengo quejas al respecto.
—No creo que necesites buscarte algo. Os pagarán el suelo igualmente
estos dos meses y te vendrá bien descansar el fin de semana —comenta con
la vista clavada en el ordenador.
—No quiero tener tiempo libre —refunfuño.
Él se va, Sam estará con viajes largos todo el mes, por lo que apenas pasará

608
por casa, Taylor pasa olímpicamente de mí y ni siquiera puedo preguntar por
Lexie. Ni hacer nada por ella, por lo visto.
La soledad es una de mis viejas enemigas. Sí, Luca, tienes razón. La odio,
la odio tanto que me ahoga. No sé qué diablos haré.
—Para eso existe Tinder. —Levanta las cejas de forma sugerente.
—El día que me instale Tinder se acabará el mundo.
—Tampoco te hace falta, esa carita liga cada vez que ve la luz del sol —
murmura pellizcando una de mis mejillas.
—Te voy a echar de menos —murmuro esforzándome por no echarme
a llorar.
Devan me mira con seriedad.
—Nada de despedidas.
—Tu vuelo sale mañana. —Las palabras duelen.
—Tenemos seis horas de diferencia horaria, te llamaré a las tres del medio
día, aquí serán las nueve, siempre sueles estar en casa a las nueve. Las clases
de Blake terminan a las ocho y media, ¿no?
—Sí. Devan no es necesario que...
—Las videollamadas son sagradas, eso no es un tema negociable, la ropa
en ellas sí. —Sonríe seductoramente.
Mi teléfono empieza a vibrar sin cesar, indicando la llamada de un número
externo.
Como cada noche desde la explosión.
Kaden.
—¿Por qué no lo bloqueas de una vez?
Me encojo de hombros, una parte de mí sigue sin superarlo, supongo.
—Déjame contestar —me dice alargando la mano para arrebatarme el
teléfono.
—No empieces, Dev —le advierto.
Me pone mala cara.
—No lo entiendo.
—No tengamos esta conversación de nuevo, te vas mañana.
Suelta un largo suspiro.
—Tienes razón.
El timbre suena y se levanta de un salto a por nuestra comida, cojo mi
teléfono y voy hasta el baño.
—¿Qué? —contesto lo más fría posible.
Su respiración al otro lado de la línea me desespera.
—Estás bien —afirma, sorprendido.
—Sí—susurro.
—Bien.

609
Y cuelga.
Escuchar de nuevo su voz despierta tantas cosas en mí, quiero devolver
la llamada y seguir hablando con él, pero también quiero lanzar el teléfono
hasta que quede inservible.
—¡La cena! —exclama Devan llamando mi atención.
Meto el teléfono en el bolsillo de mi sudadera y lavo mi cara, abro el
pequeño armario auxiliar y busco las pastillas.
Saco del frasco el comprimido y lo trago, hasta ahora esta mediación es la
que me está dando menos efectos secundarios, aunque lo de no poder tomar
alcohol... Bueno, es algo que todavía me cuesta aceptar.
Devan ha colocado todo en la mesa de café que hay frente al sofá, me
siento a su lado y devoramos la comida en tiempo récord.
—Por cierto, te he conseguido una especie de regalo —menciona.
—¿Uhm?
—En realidad es una tontería —murmura, sus mejillas se sonrojan un
poco y estoy tentada de sacar una fotografía de este evento único.
—¿Qué es? —pregunto con una risa.
Se levanta y desaparece un minuto, cuando vuelve tiene en las manos una
mini bolsa de la joyería del centro.
—Espero que lo de dentro no sea de la bolsa, las joyas no son tonterías—
le riño.
—Tú solo ábrelo.
Desato el nudo y saco la pequeña caja del interior.
—Devan, es una preciosidad —admito fascinada mientras cojo el collar
entre mis manos.
Las pequeñas alas tienen un diseño delicado y sutil.
—Es una forma de mantenerme cerca de tus tetas a distancia —explica.
Golpeo su hombro mientras me rio, solo él dice mierdas como estas en
momentos como este.
—No iba a olvidarte, no tenías que regalarme nada —le aclaro.
—Déjame ayudarte —dice cogiendo el collar, aguanto mi pelo mientras
envuelve mi cuello con el—. Sé que no vas a olvidarme, te voy a molestar
cada día.
—Es muy bonito. Muchas gracias, Dev —murmuro pasando mis dedos
sobre el dije.
—Ya tienes las alas, no permitas que nadie te las corte —demanda
plantando un beso dulce en mi frente.
«No puede irse».
—Te quiero, Dev, mucho.
Sus ojos brillan escuchando las palabras de mis labios.

610
—Y yo a ti, Ángel, siempre.
Nos quedamos un rato recostados juntos después de cenar, pero se siente
insuficiente. Me cuesta asumir que se vaya a ir, y al mismo tiempo me da
pena también estar perdiéndome mi última noche con Andrew, cuando una
idea cruza mi mente.
—Dev, ya sé que no te va mucho el BDSM, pero, si yo estuviera allí, ¿te
atreverías a estar en el sótano de Andrew?
Gira su cabeza y me mira intrigado.
—Siendo nosotros no podíamos tener una despedida normal, ¿no? ¿Qué
tienes en mente?
Sonrío.
—Déjame hacer una llamada.
Me incorporo de un salto del sofá y busco mi teléfono, me voy a mi
habitación, para mantener la conversación privada. Estoy algo nerviosa
mientras lo busco en mis contactos, quizá es demasiado tarde. Además,
mañana tenemos clase a primera hora, ¿son más de las doce? ¿ya ha expirado
nuestro contrato? No pierdo nada por intentarlo, aparte de mi dignidad y eso
ya ha pasado demasiado.
Andrew me coge la llamada al segundo tono.
—¿Estás bien? ¿Sucede algo? —suena preocupado, supongo que porque
son las doce y media de la noche y no es normal llamar a esta hora.
—Me dijiste que cumplirías todas mis fantasías, ¿estarías dispuesto a
dejarme tomar el control una noche?
—No sabes ser dominante, Julliet. —Andrew se ríe a través de la línea
telefónica.
Tengo ganas de poner los ojos en blanco.
—No voy a pegarte con un látigo, solo quiero mandar un poco, e invitar
un tercero.
Se queda en silencio unos segundos.
—Déjame adivinar, ¿el Sr. Keen?
—Es nuestra última noche, para todos. ¿Has estado alguna vez en el lado
sumiso? —tanteo.
—Un buen dominante siempre ha tenido que probar a ser sumiso alguna
vez.
Pretencioso, pero no puedo negar que no lo sea.
—Entonces no lloriquees tanto y cumple mi último requisito —le
provoco.
—No estoy dispuesta a tener relaciones con el Sr. Keen, Julliet.
Chasqueo mi lengua.
—Bien, porque esta noche es para mí, vosotros solo seréis míos para mi

611
satisfacción.
Creo que casi puedo oírlo gruñir por lo bajo.
—Tienes media hora para estar aquí. Enséñame si has aprendido algo
estas semanas. No me decepciones.

612
49. PRAY FOR YOU
—¿Aquí es donde vive? —pregunta Dev boquiabierto cuando aparco el
coche.
—Impresionante, ¿verdad?
—Cásate con él, Julliet.
Lo miro, divertida.
—Uno, tú y yo estamos casados, y dos, sigues en contra del matrimonio
—me rio.
—No en este caso.
—Eres increíble —resoplo.
—Sí, eso ya lo sé, pero no viene al caso.
Pongo los ojos en blanco.
Andrew está vestido y esperándonos en la entrada. Me duele un poco que
esta sea la última vez que entre en esta casa para mantener relaciones con él.
Necesito que sea un cierre, algo memorable.
—Buenas noches —nos saluda a ambos.
Tengo ganas de saltar a sus brazos y besarle, pero he de contenerme.
—Lleva a Devan al sótano, esperadme allí sentados. En nada estaré con
vosotros.
—¿Me abandonas tan rápido, Ángel?
Niego y voy a buscar lo que utilizaré. Andrew me habilitó la huella digital
por lo que tengo mi propio acceso al sótano.
No voy a permitir que noten que estoy nerviosa, puedo manejarlos, solo
necesito confianza en mí misma y mis acciones. Voy a hacerlo.
Decido elegir el mismo vestuario normativo que me hace llevar Andrew
en el sótano, porque me hace sentir expuesta y sensual. Engancho los ligeros
a mis medias y me subo en los tacones, sin embargo, añado una bata de satén
que cierro con un fuerte nudo. Ya decidiré cuando van a ver lo que hay
debajo. Antes de salir de casa he cogido un pintalabios rojo, sé que es uno de
los favoritos de Andrew, aunque no me lo haya expresado con palabras. Me
hace resaltar mis ojos azules. Trago con fuerza mientras me miro en el espejo,
se ven las ligas por debajo de mi bata, me paso la mano por el pelo,
revolviéndolo un poco.
Puedo hacerlo.
Cuando entro ambos están sentados, tal y como había ordenado, Devan
me recorre de arriba abajo con lujuria en su mirada, Andrew está más
expectante.
Me paseo por delante de ellos, con las manos en la espalda.

613
—Esta noche es para mí. Tú porque rompes nuestro acuerdo y tú porque
te vas a otro continente. Voy a ser egoísta, voy a mandaros. El daño colateral
es… que vosotros también vais a disfrutar. No hay palabra de seguridad, si
algo con lo que no estéis cómodos me lo decís, pero no queréis
decepcionarme, ¿verdad?
El Sr. Henderson sonríe ampliamente, como si todo esto le estuviera
divirtiendo demasiado. O Andrew, puede que a Devan no le vayan estás
cosas, pero tus límites los conozco, y no voy a ser tan buena contigo.
—Andrew no quiere jugar contigo, Devan. Pero vamos a marcar una
línea. No te importa que te quite la ropa, ¿verdad? —presiono, alzando una
ceja, con desafío.
—No, Srta. Collins.
Niego con la cabeza.
—¿Esa es forma de dirigirte a tu ama? —Entrecierro mis ojos, me siento
tan poderosa que he olvidado todos los nervios—. ¿Te estás buscando un
castigo, esclavo?
Devan abre los ojos con asombro.
Aunque me encante estar en el lado de sumisa y lo prefiera, reconozco
que esto es muy excitante.
—Perdona, ama.
No hay un atisbo de arrepentimiento, su alma dominante le impide
meterse en el papel.
—Ya lo sentirás. Devan, ropa. —Chasqueo mis dedos, acercándome a
ellos.
Se acerca vacilante a Andrew, y me deleito viendo la imagen de estos dos
hombres que tanto quiero y tanto me ponen. Creo que nunca había visto a
Devan inseguro en nada, Dios era su jefe.
Cojo la silla y me siento delante de ellos, cruzando mis piernas, por un
segundo, ambos se pierden en ellas y tengo que carraspear.
—No me tapes las vistas, demonio. Quítasela desde atrás —le ordeno.
Devan rodea a Andrew y desde atrás empieza a desabrochar botón por
botón, humedezco mis labios viendo cómo se va descubriendo su torso. Es
una escultura perfecta. Puedo ver a Devan concentrado, cuando llega al
último botón tira de las mangas, dejando a Andrew desnudo de cintura para
arriba.
—Arrodíllate. Zapatos y pantalones. De momento déjale la ropa interior.
Mis ojos se cruzan con los de Andrew, así que lentamente lamo mi labio
superior, y veo como su respiración se vuelve un poco más superficial.
Cuando lo deja tal y como lo quiero me pongo en pie y busco las esposas
que ha utilizado conmigo en más de una ocasión. Que divertido es que

614
cambien las tornas.
Araño el pecho de Andrew con la suficiente fuerza como para marcarlo y
lo empujo, para dejarle claro que lo quiero en la cama. Una vez tumbado me
subo su regazo y mezo mi cadera lentamente mientras cojo su brazo y lo
encadeno al cabezal de la cama. Repito la misma acción con el otro. Al no
llevar ropa interior estoy mojando su ropa interior, que es precisamente lo
quiero que note. Muevo mi cabeza, dejando caer mi pelo en un lateral de mi
cara, y me agacho hasta que nuestros labios se rozan.
—Te vas a portar bien, ¿verdad, esclavo?
Mis pezones se rozan contra su pecho a través de la fina tela de mi bata.
—Sí, ama.
—Quizá te recompense entonces. —Beso brevemente sus labios antes de
saltar fuera de su regazo.
—Devan, coloca la silla delante de la cama.
Quiero que quede justo frente a Andrew, que vea todo lo que sucede.
No parecen incómodos ninguno de los dos, más bien impacientes por
asaltarme encima, y me encanta que no puedan hacerlo.
—Me obedecéis a mí —les recuerdo quitándome la bata.
Los ojos de Dev parecen a punto de salir de sus órbitas, y las esposas de
Andrew resuenan un poco.
—Y ahora ven aquí, arrodíllate delante de mí y encárgate de hacer que me
corra en tu boca. Andrew, no apartes la mirada.
Me siento en la silla, abriéndome de piernas ampliamente, ser bailarina
experta tiene ventajas a la hora de la flexibilidad.
Devan no pierde el tiempo y rápidamente acata la orden, deseoso de ello,
mis manos se enredan en su pelo con rudeza y lo empujo con fuerza contra
mi entrepierna, mis ojos se cierran y tengo que contener un gemido cuando
lame.
—¿Te gusta lo que ves, esclavo? —pregunto en un jadeo
Mis manos se mueven lentamente por mis costillas hasta llegar a mis
pechos, imagino que es Andrew el que los está tocando y lo hago con la fuerza
que él utilizaría.
—Me encanta verla disfrutar, ama.
Sonrío, complacida, sobre todo por la tortura en la que parece
encontrarse, dividida entre querer observar, querer mandarme y querer
follarme.
La lengua de Dev realiza círculos alrededor de mi clítoris, lo atrapa, estira,
resopla, sabe combinarlo todo de una forma que me lleva al orgasmo en
cuestión de minutos, haciendo que todo mi cuerpo tiemble.
Me mira desde abajo, como si esperara recibir más indicaciones de mi

615
parte. Recuerdo lo que tenía Dom y me pregunto si seré capaz de hacer lo
mismo.
—Dices que nunca te han atado, Dev. Voy a atarte y follarte.
Devan parece confuso, pero no dice nada, va a por todas con todo lo que
diga. Andrew tiene un arnés doble con vibración, Dom lo utilizó conmigo, y
estoy segura de que a Devan le encantará.
—Quítate la ropa —demando.
—¿El arnés, Andrew?
Me mira con incredulidad, como si me viera incapaz.
—¿Quieres que use la pala y te lo repita? —me cruzo de brazos, mis
pechos quedan realzados por mi desnudez.
—Quinto cajón de la derecha. El lubricante está en el primero.
Sonrío.
Por favor, nunca he hecho esto. ¿Qué diablos hago? Solo finge
naturalidad. Ponerme el arnés es como introducirme un consolador, solo que
debo empujar hacia Dev, lo que se supone que hará fricción y es más
placentero. Además, tiene un aparato lateral que controla la vibración.
Lo cojo todo, intentando que no se note que tiembla un poco mi mano
derecha.
—No tienes problema con esto, ¿verdad?
Le pregunto a Devan, quién parece totalmente fuera de onda. Se limita a
negar, creo que lo he dejado mudo.
—Recuéstate sobre el potro. Voy a atar tus manos a los laterales.
Esto es casi como mi sueño, pero esta vez voy a ser yo quién se lo coja, y
Andrew el que mire.
Amarro sus manos a los anclajes laterales y me pongo el arnés como si
fuera ropa interior, muerdo mi labio con fuerza mientras me introduzco el
dildo, no es tan grande como el que queda frente a mí, es extraño tenerlo, y
más moverme con el puesto.
Los tacones me hacen quedar a la altura perfecta del culo de Devan, y sí,
tiene un culo espectacular, nunca, ni en mil años, me hubiera imaginado en
esta situación. Pero sintiéndome dominante lo ve tan correcto.
—¿Sabes lo que haces, Ángel? —pregunta Dev en un jadeo cuando nota
el lubricante.
Le permito que él me llame así. Mi guerra con los nombres es más con
Andrew que con él.
—¿Lo sabías tú la primera vez que te follaste a alguien?
—Me estás aplastando la polla.
Echo un vistazo desde donde estoy, su cuerpo queda presionado contra
el potro, por lo tanto, su anatomía también, pero tal y como está puede

616
correrse, aunque quizá manchemos un poco el mueble de Andrew…
—¿Te duele?
—Joder, sí —suspira.
—¿Te gusta?
—También.
—Bien —digo empujando en su interior.
Una vez dentro aprieto el botón lateral, y la vibración empieza, mis manos
aguantan la cintura de Devan y cada vez que presiono, el aparato me golpea
a mí también con más fuerza. Tiro la cabeza hacia atrás, perdida por completo
en el éxtasis. Andrew me mira con intensidad. Y mi respiración se vuelve
irregular. Es extrañamente placentero, no me importaría hacer esto con Sam,
sin duda compraría uno para nosotras.
—Joder, Ángel, o aflojas esa mierda o me voy a correr.
—Córrete —le ordeno deslizando mi mano hacia adelante para rodear su
erección y acabar el trabajo.
Noto parte de su orgasmo en mi mano, la vibración sigue provocándome
en mi interior, lo que me hace acabar a mí también.
Desconecto la vibración, salgo del arnés y libero a Devan, quién está
completamente rojo y sudoroso, mmm, tan atractivo.
Dirijo mi mirada a mi otra víctima, esto o ha acabado. Me limpio la mano,
me quito los tacones y me subo de nuevo a la cama. Todavía no le he quitado
las esposas a Andrew. Él me tuvo como cuatro horas en la jaula, eso sí que
fue doloroso. Un ratito esposado sin que circule bien su sangre por los brazos
no es nada.
Le quito lentamente la ropa a Andrew y me coloco dándole la espalda,
sitúo su erección en mi entrada, me dejo caer de golpe y veo como sus pies
se mueven, es tan grande que apuesto que disfruta la sensación de estrechez
de mi canal. Apoyo mis manos en sus muslos y me impulso para salir y volver
a dejarme caer, todo esto bajo la mirada de Devan, el cual va
recomponiéndose y excitándose de nuevo. Acelero mis movimientos, cada
vez que bajo mi clítoris se roza con su cuerpo, poniéndome más caliente,
como siga así me correré antes de lo que tengo planeado. Araño sus muslos
y muerdo mis labios para evitar gemir, se siente tan malditamente bien tenerlo
en mi interior. Pero los quiero a los dos.
Me salgo y escucho un gruñido en protesta de los labios de Andrew, que
me hacen sonreír.
—¿Alguna queja, esclavo?
—No, ama —sisea, conteniéndose.
—Vaya, te he dejado todo mojado. Debería limpiarlo —digo
inocentemente.

617
Traga con fuerza.
Le vuelvo a dar la espalda y me agacho para meterme su polla en mi boca.
Sé que panorámica tiene desde donde está, es casi un sesenta y nueve si me
moviera un poco más, pero esto es para mí, no voy a dárselo, aunque casi
puedo notar el aliento caliente de su cara contra mi sexo.
Cuando lo noto a punto de correrse me detengo.
—Lo de no poder correrse cuando uno quiere es una putada, ¿verdad?
Me giro y le sonrío, el fuego en sus ojos promete que me pondría de vuelta
y media y me daría tantas palmadas que no podría sentarme en un mes. Qué
pena que hoy no mande.
Me acerco para quitarle las esposas, mis pechos quedan a la altura de su
cara y los lame, jadeo cuando noto su lengua alrededor de mi pezón.
—¿Te he dado permiso para hacer eso? —le pregunto cogiendo su cara.
—No, ama.
Le cruzo la cara con un guantazo, y luego nos fundimos en un beso, mi
mano pica tanto como debe escocerle la cara. Dios, no sé qué hago, pero esto
es demasiado excitante y sé que también le ha puesto jodidamente cachondo.
—Ahora me vais a follar entre los dos y quiero que me hagáis correr más
de una vez antes de que lo hagáis vosotros, sed creativos.
Devan se acerca a la cama y planta besos por mi columna, mientras
Andrew se centra en comerme la boca.
Me siento sobre Andrew, y deslizo mi sexo por su erección, quiero
deslizarlo en mi interior con tantas ganas, pero es más divertido ver su cara
crispada de placer, rogando en silencio que lo haga. Cuando no aguanto más
porque como siga así me correré, lo introduzco lentamente. Devan deja caer
el frío lubricante entre las mejillas de mi culo y con su polla lo esparce hasta
que me dilata lo suficiente para irse deslizando lentamente.
Joder.
Tenerlos a ambos es demasiado. Andrew es muy grande y cada vez que
me muevo y él empuja desde abajo siento a Dev invadiéndome. La plenitud
con ellos no es igual que cuando he tenido a Kurt y Dev, o a Braxton y Kurt.
Me van a reventar de placer. Por lo menos será satisfactoriamente doloroso.
—Asfíxiame —le ordeno a Andrew, llevando sus grandes manos a mi
cuello—. Ves parando lo necesario, hasta que me corra.
Aprieta, hasta que el aire amenaza en mi cuerpo, cuando lo nota afloja lo
suficiente para que tome una nueva bocanada, todo eso, sumado a las
embestidas, me llevan al orgasmo.
Devan emplea muy bien sus dos manos, una de ellas la utiliza para
masturbarme mientras continúa follándome desde atrás, y con la otra agarra
uno de mis pechos. Tantas manos por tantos sitios, mi cabeza es una neblina

618
de placer y sensaciones. Lo rodea, lo atrapa y tira de el, volviéndolo
completamente sensible.
—Uhm, joder —protesto.
—¿Te gusta lo que te hacemos, ama? —pregunta Andrew en mi oído,
apretando con más fuerza ahora en mi cuello.
Me ahogo mientras me estoy corriendo de nuevo y me suelta el cuello.
—Sí—jadeo, cuando soy capaz de hablar.
No sé cuál de los dos se corre primero, ni cuantas veces me hacen llegar.
Pero acabamos los tres en la ducha bajo mi petición.
Esto es una despedida en condiciones.

Ver al Sr. Henderson de nuevo en clases es tan extraño, la tensión entre


nosotros no ha desaparecido y me cuesta no perderme en mi mundo de
fantasías cada vez que lo veo.
Me duele ver que Taylor no asiste a las clases, aparte de que pase de mí.
Estoy sentada sola en la cafetería comiendo cuando recibo un mensaje.

Demonio coqueto: Hoy un paciente me ha dicho que quiere


casarse conmigo. Tienes competencia, Ángel.

Yo: ¿Qué les haces para que te digan esas cosas?

Demonio coqueto: Solo soy yo mismo.

Me rio en voz baja, no me puedo creer que haya pasado solo una semana
desde que se fue. El nuevo nombre con el que tengo agendado a Dev me
hace echarle más de menos todavía, pero era mucho peor su sugerencia de
esposo de rebote, porque los recuerdos de Las Vegas los tengo demasiado
bien custodiados. Y siempre será mi demonio coqueto.
Voy hasta la biblioteca y busco un hueco, desde la vuelta de las vacaciones
o llegas de las primeras o estás perdida para encontrar sitio, la época de
exámenes nos afecta a todos por igual.
Intento ignorar todas las miradas de reconocimiento y disgusto que me
dan el resto de los estudiantes, desde los vídeos soy una paria para todo el
mundo. Lo de las camisetas parece ser agua pasada. Las únicas personas que
se atreven a hablarme son tíos que quieren meterse en mis bragas. Intento
que no me afecte, pero es bastante difícil, Luca me ayuda con ello, porque no

619
hay pastillas en el mundo que no te hagan sentir una zorra.
Las semanas de enero continúan y el resumen es universidad, universidad
y más universidad. Aparte de mirar las ofertas a qué desgraciado le vendo mi
parte de la empresa que no quiero.
Reanudo las clases de defensa personal, con tanta danza que había hecho
las últimas semanas, estoy más en forma que nunca.
—¿Alguien ha estado entrenando por su cuenta? Me estás dejando sin
aire, Collins.
—Solo mucho baile, nada de entreno, aunque...
—¿Qué? —Parece realmente interesado.
—No voy a poder hacerlo en un tiempo, me he quedado sin estudio—
hago una mueca.
—La parte superior es un estudio de ballet, si quieres puedo hablar con la
dueña, quizá puedas usarlo —ofrece.
—¿En serio? —Mis ojos se abren con entusiasmo y no sé qué me impulsa
a abrazarlo—. Perdona —me disculpo separándome rápidamente.
Se ríe y mi interior tiembla, al final sí que acabaré descargando el
maldito Tinder.
—No hay quejas al respecto —contesta con una sonrisa coqueta.
«Oh, Dios, ¿está coqueteando? ¿Blake? »
—¿Y crees que aceptará? ¿Conoces mucho a la dueña?
—Demasiado —admite arrugando la nariz.
Mi lado curioso se despierta queriendo saber más del tema.
—Le pagaré lo que sea, realmente necesito un nuevo sitio en el que bailar.
—Más tarde, le envío un mensaje y te digo que me dice, ¿vale?
Asiento, entusiasmada.
—Entonces, ¿te doy mi número de teléfono para que me puedas decir?
Levanta una ceja con sorpresa y tengo que morder mi lengua para no decir
nada más.
—Claro, espera, buscaré mi teléfono.
Grito interiormente sabiendo que voy a tener el teléfono de Blake, aunque
es solo por el estudio, nada de fantasear al respecto, es mi instructor de
defensa personal, solo eso.
Ojalá fuera menos atractivo, eso ayudaría a la causa de no provocarme
fantasías cada vez que tiene su cuerpo sobre el mío.
—Te escribo más tarde —me promete—. Y ahora a la ducha, Collins, te
hace falta.
Me sonrojo y le enseño el dedo del medio.
—Habla por ti.
—Ese dedo se ha ganado veinte minutos de calentamiento el próximo día

620
—dice con una sonrisa malvada.
Sabe que odio correr, maldito.
—Ha sido un calambre —me excuso.
Se ríe con mi respuesta.
—Ten una buena noche.
—Adiós, Blake, gracias por la clase.

—Vale, ¿quién no para de acosarte? —pregunta Devan en un resoplido.


—¿Eso son celos, Sr. MeGustaCompartir? —le provoco.
Me da una sonrisa triste.
—Eres mi esposa, estoy en mi legítimo derecho, además, no es compartir
si ya no puedo tenerte.
Un incómodo silencio se forma entre nosotros.
—¿Quieres hacerme llorar? —le riño intentando mantener la compostura.
Sacude la cabeza, solo han pasado unas cuantas semanas y se está
haciendo difícil.
—Solo... te echo de menos. Más de lo que pensaba.
—Lo sé, me pasa exactamente lo mismo.
— ¿Cuándo vendrás a probar una buena salchicha alemana?
Me rio por el tono descarado que utiliza.
—¿Qué tal si paso allí unas semanas después de que termine el curso?
Puedes ser mi guía turístico.
—Voy a anotarlo en el calendario y empezar la cuenta atrás, un momento
—levanta un dedo con dramatismo que me provoca más carcajadas.
Mi teléfono continúa vibrando por la entrada de mensajes y Devan enarca
la ceja con interés.
—¿Y bien? ¿Quién es mi competencia?
—Estoy hablando con Sam... y Blake —lo último lo digo por lo bajo.
—¿Con quién? No hables entre dientes que no se te entiende.
Carraspeo y digo de nuevo su nombre.
—¿Pierson? —repite con asombro—: Pensaba que no se atrevería.
Mi frente se arruga con esa información y me acerco más a la pantalla para
mirarlo.
—¿Cómo que pensabas que no se atrevería? ¿A qué te refieres?
Devan pone los ojos en blanco.
—Está claro que está coladito por ti.
—Eso piensas tú de todo el mundo, pero las cosas no son así, Dev, no le

621
gusto a medio plantea tierra —aclaro rodando mis ojos.
—No, estoy seguro de que debe ser a un ochenta por ciento del planeta,
y al otro veinte no lo entiendo. —Niega la cabeza.
Entro a mi apartamento y dejo el teléfono sobre el recibidor, me quito la
chaqueta y de repente una música clásica de striptease empieza a sonar.
Devan apoya su cabeza en sus manos y me mira ensimismado.
—¿Esa música la has puesto tú? —pregunto conteniendo una risa.
—Shhh, tú sigue con lo que estabas. —Me anima.
—Esto es apto para todos los públicos, nene —aclaro trasladándome a la
cocina.
—Prefería ver el striptease y no como quemas tu cena —protesta
haciendo un puchero que lo hace lucir irresistible.
—Siempre puedes cortar la llamada. —Le reto.
—No, algo es algo —suspira—. ¿Cómo ha ido el examen de hoy?
Él también está terminando de comer, se siente casi como si cenáramos
juntos a diario.
—No estoy segura —muerdo mi labio—. Es de los primeros del semestre
y tengo la sensación de que he estudiado poco.
—Ya, y luego cuando te pregunte la nota me dirás "al final no me fue tan
mal, he sacado un nueve", odio a ese tipo de personas, Ángel, pero bueno,
siempre hay excepciones, como tú. Ahora que lo pienso, no me desvíes del
tema, ¿qué pasa entre Pierson y tú?
—¿Qué pasa de qué?
—¿Ahora os mensajeáis? ¿Habéis follado? —pregunta relamiéndose uno
de los dedos.
—Eres tan vulgar siempre.
—Podría recitarte unas cuantas vulgaridades que han salido de esa
preciosa boca tuya.
Me sonrojo al recordar unas cuantas y niego la cabeza.
—Solo nos estamos conociendo —aclaro.
—Ajá, hay muchas formas de conocerse. Mi favorita es la que no implica
ningún tipo de ropa.
—Eres incorregible —bufo.
Alguien llama al timbre de Devan y clavo la mirada en la pantalla.
—¿Quién es?
—Mi cita de hoy, habíamos quedado hace diez minutos —explica.
—¿Estás llamándome, teniendo una cita?
—Más o menos.
—¡Devan! Podríamos no haber hablado hoy, con los mensajes de texto
ya es suficiente.

622
—Ya dije que eran sagradas las videollamadas.
—Anda, cuelga y diviértete —le ordeno.
—Sí, ama.
Antes de que pueda decirle algo me lanza un beso y termina la llamada.
Esa noche, me es imposible conciliar el sueño, no paro de dar vueltas en
la cama, tengo miles de pensamientos en mi cabeza que me impiden cerrar
los ojos.
Tal vez, si estuviera muy cansada...
Mi mano recorre superficialmente mi vientre, continúa descendiendo y las
fantasías invaden mi mente, proyectando con tal realidad diferentes
escenarios que noto como empiezo a excitarme. No hay un rostro definido,
solo un cuerpo grande y musculado que me lleva al delirio constantemente.
A veces los brazos están tatuados, otras no, a veces me ordena que haga
cosas, otras me veneran.
Mi respiración se acelera, la tensión de mi cuerpo se concentra en un
punto especifíco. No sé qué me sucede, pero por mucho que insista y fantasee
no puedo alcanzar el orgasmo.
Gruño frustrada contra la almohada y salgo de la cama. Ahora estoy
caliente y parece que no hay forma de poder remediarlo, llevo así desde mi
despedida con Devan y Andrew. No he podido tener relaciones con nadie
más porque no hay nadie más que me excite tanto y tengo claro que no me
voy a acostar con cualquiera. Llevo un mes frustrada. ¿O ya ha pasado más
de un mes? Suspiro, ni siquiera lo sé.

Cuando ya no tienes una reputación que mantener, las decisiones que


tomas pueden ser tan estúpidas que en el momento de tomarlas ni siquiera te
lo parecen.
Dejo la nota doblada sobre la mesa del Sr. Henderson y me siento en
primera fila, justo delante de su escritorio. El aula, a diferencia de otras veces,
no está repleta de alumnos. El motivo de este suceso recae en que esta clase
no es una clase normal, se trata de un repaso previo al examen de su
asignatura y algunos rezagados han decidido no venir.
Varios alumnos protestaron sobre el profesor sustituto de Andrew y él se
ha ofrecido a hacer clases de repaso antes del examen. Aún así, los
desagradecidos no se presentan. Mejor, menos público.
Y aquí estoy yo, con la estúpida falda sin ropa interior bajo ella.
¿Me arrepentiré de ello más tarde? Seguramente, pero ahora no me

623
importa.
Lo único que me importa es ver su rostro al percatarse de que estoy
cumpliendo su fantasía.
Para que negarlo, desde que confesó su fantasía aquella noche, se había
convertido en mía.
El timbre suena y Andrew entra al aula, cerrando la puerta con fuerza
detrás de él.
—Buenos días —murmura en general para toda la clase—, repasaremos
del temario doce al catorce, he resumido los puntos clave en diapositivas que
tenéis disponible en el Moodle, para acceder a ellas tendréis que utilizar un
código que escribiré en la pizarra, intentad tomar nota porque al finalizar la
clase volverán a estar en oculto.
Nos está haciendo una especie de regalo a los alumnos que hemos
decidido acudir presencialmente. Abro el portátil y entro en mi sesión,
mantengo las piernas cruzadas todo el tiempo, mi pie se mueve de un lado al
otro con nerviosismo.
El Sr. Henderson escribe el código en la pizarra y se sienta en su escritorio,
me da una mirada rápida de la que soy plenamente consciente.
Cuando repara en mi falda el fuego es evidente en sus ojos, la tensión se
dispara por mis venas, la necesidad que siento es prácticamente dolorosa.
Le está dando un sorbo a su café cuando despliega la nota, sus ojos se
abren con asombro y empieza a toser cuando se atraganta.
Algunos alumnos contienen la risa, se ha tirado un poco de café sobre su
perfecta camisa blanca.
Dobla la nota y la mete en su bolsillo, muerdo mi labio con culpabilidad,
se me ha ido de las manos y no debe hacerle ninguna gracia. Quiero ocultar
mi cara detrás de la pantalla de mi ordenador y no mirarlo por el resto de la
clase, pero me doy cuenta de que en ningún momento me mira.
Tal vez está muy muy cabreado.
—Tengo que atender una llamada importante, disculpadme un momento
—comunica sacando su teléfono del bolsillo.
Varias personas cuchichean mientras abandona la sala, la verdad es que se
toma literal el momento, porque en un abrir y cerrar de ojos vuelve a entrar
a la clase.
Descubro que no ha ido a realizar ninguna llamada cuando la vibración
me hace apretar los muslos.
Empieza a hablar de términos generales e intento anotar cada palabra que
dice, pero estoy demasiado distraída con el juguete en mi interior.
Me tengo que recolocar en la silla un par de veces y morder mi lengua
para no gemir en medio de la clase.

624
—No hay nada mejor que leer los conceptos en voz alta, ayudan con el
proceso de memorización. Así que estos puntos los leeréis vosotros —Coge
la lista que tiene sobre el escritorio—, porque no empieza... ¿Srta. Collins?
¿Podría leer la diapositiva?
Una sonrisa desafiante adorna su rostro y quiero morirme, ¿quiere que
hable en voz alta mientras eso continúa haciendo su magia?
Los compañeros que tengo a los laterales se giran para mirarme y la sangre
se concentra en mis mejillas.
—No tenemos toda la mañana, Srta. Collins —me presiona.
Se sienta en su escritorio y apoya su cabeza sobre sus dedos entrelazados.
La venganza es una mierda, pero dos pueden jugar al mismo juego.
Descruzo mis piernas y sus ojos se pierden en segundo bajo mi pupitre.
Carraspeo e inspiro con profundidad, tomando todo el aire posible.
—Podría hablarse de Historia Jurídica de juristas y de Historia Jurídica de
historiadores —Mi voz suena demasiado grave—. La primera se escribiría
para obtener datos... e interpretaciones que puedan ser útiles... —La
vibración de mi interior se incrementa y mi respiración la iguala—...para
resolver controversias jurídicas. La segunda trataría
Mis ojos se sienten pesados, estoy tan cerca que me cuesta mantener la
concentración. Las palabras se ven difuminadas y me toma todo en mí
focalizar la mirada en la pantalla.
—...de obtener nuevos datos o interpretaciones para avanzar en el
conocimiento del pasado—. Mis dedos aprietan con fuerza la pequeña mesa
del pupitre—. Tanto una como otra son disciplinas legítimas, pero no
necesariamente coincidentes.
—Srta. Carson, prosiga usted —ordena pasando la diapositiva.
Junto mis piernas con ímpetu, entierro mi cara en mis manos mientras el
orgasmo saquea mi cuerpo, cuando levanto la mirada, la noto vidriosa, veo a
un borroso Sr. Henderson con una sonrisa divertida y la vibración se detiene
abruptamente.
«Gracias a Dios».
Estiro el plisado de la falda, atrayendo de nuevo la mirada de mi querido
profesor.
No sé qué más dicen el resto de los compañeros que leen en voz alta,
estoy todo el rato observándolo a él, consciente de cada uno de sus
movimientos, de sus ojos, de su perfecta boca...
El timbre sacude mi fantasía haciéndome volver a la realidad, mis piernas
todavía se sienten debilitadas por el orgasmo, por lo que permanezco
completamente quieta mientras todo el mundo se apresura a salir.
No tenemos ninguna otra clase, y los alumnos están desesperados por

625
acabar de repasar antes del examen.
Finjo no estar nada alterada y guardo todo muy lentamente en mi mochila,
cuando el último alumno abandona el aula me pongo en pie. La humedad en
mi entrepierna resulta un tanto incómoda con cada paso que doy.
—Cierra la puerta, Julliet —ordena extendiendo su pase acreditativo
electrónico.
Oculto una sonrisa de satisfacción y me acerco a la puerta para pasar la
tarjeta por el lector, cuando escucho el sonido de bloqueo la emoción crece
en mi interior.
—¿Sabes qué se hace con las alumnas que tienen una mala conducta,
Julliet? —pregunta, concentrado en los papeles de su mesa.
—No, señor. —Muerdo mi labio.
—Claro que lo sabes, pero es precisamente lo que quieres, ¿verdad? —
Ladea su cabeza y me mira con intensidad—. Que te castigue —Apoya las
manos en el escritorio mientras se levanta, sus brazos se ven tan tensos.
Doy pasos vacilantes hasta quedarme frente a él.
—Yo solo quería cumplir su fantasía, señor —murmuro lamiendo mis
labios secos.
Estira su mano y acaricia el labio que acabo de humedecer.
—¿Sabes que esta clase por la tarde se utiliza para impartir Arquitectura?
—pregunta.
Niego la cabeza.
—Es un dato interesante para tener en cuenta, mira la cantidad de material
que tienen.
Abre uno de los cajones y arroja un montón de reglas de madera enormes
sobre su mesa, trago con fuerza mientras las miro con atención.
—Elige una —ordena arremangándose los puños de la camisa.
Hay diferentes estilos, me pregunto qué podrá hacer con un semicírculo...
Decido ser clásica y cojo la regla recta de toda la vida del señor.
—Sobre mi regazo, Julliet.
No me da tiempo ni a parpadear cuando ya estoy recostada sobre sus
muslos, mi abdomen se siente presionado y su erección se clava con fuerza
en mi vientre.
Lo necesito con desesperación arremetiendo en mi interior.
Las yemas de sus dedos recorren el límite de la piel que cubre mi falda
lentamente, voy a pedir más cuando sus manos acarician y amasan mi trasero.
Continúa por la parte interna y sus dedos tiran del vibrador remoto,
haciendo que jadee.
—Este juguete es peligroso en tus manos, míralo, todo empapado. ¿Es
por mí?

626
Me pongo roja mientras asiento.
—No creo haberte dicho que estés callada, pero hablarás en susurros, no
quieres que nadie te escuche ahí fuera, ¿verdad?
—No, señor —murmuro.
«Dios, echaba tanto de menos esto».
—Lo guardaré para que no vuelva a ser objeto de tentación, límpialo con
la boca.
Muerdo mi labio con reparo, no es la primera vez que pruebo mi propio
sabor, pero hace tanto tiempo… Aparta el pelo de mi cara mientras lo
presiona contra mis labios, mi lengua lame la viscosidad que lo cubre, cuando
termino lo guarda en su bolsillo.
—Muy bien, ahora déjame probar. —Indica incorporándome para
besarme con vehemencia.
Su lengua se enrosca con la mía arrancándome un gemido que vibra en
nuestras bocas, sus labios están ligeramente hinchados y rojos cuando se
aparta.
«Tan tentadores».
Me vuelve a colocar boca abajo sobre su regazo y levanta mi falda por
completo, exponiendo mi trasero.
La regla de madera impacta con un chasquido al golpear mis nalgas, mi
cuerpo se tensa y cuando me acaricia con la mano me vuelvo a relajar.
Repite esta acción seis veces más, haciéndome contarlas en voz baja. Mis
ojos contienen las lágrimas de dolor, pero se siente tan bien que mis caderas
se elevan inconscientemente pidiendo más.
Cuando se cansa tira la regla y me sienta sobre el borde del escritorio, no
tarda ni cinco segundos en desabrochar mi blusa y tirar de mi sostén.
Baja la cabeza y tira de mi pezón con su boca, lo chupa con fuerza
volviendo completamente sensible y mis manos se enredan en su pelo para
no apartarlo de ahí. Se siente tan bien su boca sobre mi pecho que creo que
podría llegar solo con eso, cuando mi mirada se posa en él y veo su lengua
rodeando mi pezón me quedo sin aire.
Su nariz roza el espacio entre mis pechos, continúa bajando, plantando
besos por todos lados. Sus manos van desde mis rodillas hasta el interior de
mis muslos, abriéndome por completo. Cuando noto su lengua sobre mí no
puedo evitar gemir con fuerza, me agarro con tal intensidad al filo del
escritorio que pierdo la sensibilidad de mis dedos.
Mis piernas lo rodean, impidiendo que nunca más se mueva de allí, su
respiración contra mi sexo me estaba volviendo ansiosa.
—Oh, por favor —suplico con necesidad.
Su pequeña risa hace vibrar mi cuerpo, voy a implorarle cuando noto su

627
lengua contra mis pliegues, recoge toda la humedad y se concentra en mi
clítoris.
Cuando su dedo se cuela en mi interior, saliendo y entrando de forma
rítmica, me tapa la boca con su otra mano, amortiguando el grito que escapa
de mis labios.
Mi segundo orgasmo me golpea con tanta fuerza como el primero,
dejándome fuera de combate unos segundos.
Recuesta mi espalda por completo sobre su escritorio, algunas cosas caen
al suelo, pero no les prestamos la mínima importancia. Desabrocha su
cinturón, se baja la cremallera y me coge de las piernas, empujándome hacia
él al mismo tiempo que me embiste profundamente.
Mis ojos se quedan prácticamente en blanco, su tamaño a primeras
siempre es difícil de asimilar, como si pudiera romperme con facilidad. Se
siente tan bien, es tan increíblemente increíble que me faltarían increíbles en
una oración.
Mi mano agarra en un puño la parte posterior de su camisa, su mirada es
tan penetrante como él mismo y no puedo resistir la tentación de perderme
en sus labios.
Su boca es el cielo, o tal vez el infierno, sea cual sea de las dos, no me
importaría pasar la eternidad allí.
Noto como mi cuerpo se sacude con su movimiento, mis caderas se
levantan para recibirlo cada vez que se entierra por completo. El olor
almizclado de nuestro deseo impregna el ambiente haciéndome perder la
cabeza, eso sumado al ruido de su cuerpo chocando con el mío se convierte
en un escenario totalmente excitante.
—Quiero que te corras al mismo tiempo que yo, Julliet.
Mi mirada se siente pesada mientras asiento con obediencia, aunque estoy
demasiado cerca para prometer nada. La construcción de mi orgasmo se
vuelve insoportable, necesito dejarlo ir, clavo mis uñas profundamente en su
trasero y gruñe por lo bajo.
—Acaba conmigo —ordena con voz grave.
Mis músculos se contraen a su alrededor de forma espasmódica, dejo de
respirar unos segundos mientras lo noto completamente rígido descargando
en mi interior.
Me siento sin fuerzas, como si toda la energía hubiera abandona mi cuerpo
de forma repentina.
Abotono mi camisa y Andrew me da una sonrisa ladeada.
—Es usted adictiva, Srta. Collins.
Me rio tontamente y voy a contestar cuando el sonido del desbloqueo de
la puerta nos tensa a ambos.

628
—Muchas gracias Sra. Howe, estoy seguro de que debe de estar aquí el
carga... —Su frase queda suspendida en el aire cuando tanto la alumna como
la secretaria nos miran boquiabiertos.
Todo el mundo se queda petrificado en el lugar mientras pasan los
segundos.
—Oh, Dios mío —murmura la Sra. Howe tapando su boca.
No sé si la impresión se debe al tamaño de lo que Andrew está guardando
en sus pantalones o a que lo ha pillado conmigo.
Probablemente ambas.
—Sr. Henderson —farfulla escandalizada.
Andrew se mantiene sereno, por lo menos uno de los dos lo hace porque
yo estoy entre reírme histéricamente o llorar.
Espero que ninguna.
Mis manos tiemblan mientras bajo mi falda.
—¿Así es como sacabas las matrículas de honor, zorrita? —Se ríe con
burla la chica.
No sé su nombre, se suele sentar en tercera fila y nunca hemos hablado,
sé que suele estar junto a un par de chicos de clase que han intentado
incitarme a "grabar su propio vídeo conmigo".
—Su comentario es totalmente inadecuado, Srta. Yverson —dice Andrew
con seriedad.
Pero está cabreado. Lo finge, pero sé reconocerlo.
—¿No lo es también follarse alumnas, Sr. Henderson? —le contesta la tal
Yverson fingiendo inocencia, batiendo exageradamente sus pestañas.
Andrew aprieta la mandíbula con fuerza, estamos en un buen lío.
—Sr. Henderson, como comprenderá debo reportar la situación a la
dirección del campus—Carraspea la Sra. Howe con incomodidad.
—Lo entiendo. Yo mismo la acompaño y admitiré lo ocurrido.
—No —lo interrumpo.
—Hablaremos de esto más tarde, Srta. Collins.
—No es lo que parecía, yo le he obligado a... —empiezo a explicar con
nerviosismo.
—Obviamente no hagan caso de ninguna palabra que salga por su boca,
aceptaré toda la responsabilidad de lo sucedido —me corta.
—Andrew, no, no puedes...
Me ignora por completo y se marcha junto con la secretaria.
Ahora es el momento de enloquecer, de pensar en la irresponsabilidad
que acabo de cometer, lo imprudente y estúpido que ha sido.
—Te acabas de cargar la carrera del único profesor que valía la pena,
espero que el polvo te haya valido la pena, zorrita —murmura la chica antes

629
de marcharse.

630
50. CARDIGAN
Llevo tanto tiempo lidiando con la culpa que no es un sentimiento nuevo.
Sin embargo, el ir a clase, no ver a Andrew, escuchar los cuchicheos de
porque no está, las miradas, son demasiado. Los siguientes días soy incapaz
de asistir a clase. Intento hablar con Andrew, pero se limita a decirme que
está intentando solucionarlo y que ya contactará conmigo, por lo que me
hundo más en el sentimiento de culpabilidad.
Me siento tan estúpida por lo que hecho que no soy incapaz de decírselo
a Devan.
—Lo he arruinado todo, una vez más —añado con una risa sarcástica,
dejándome caer en el diván.
—Buenas tardes, Julliet. ¿Qué habíamos dicho sobre manifestar los
pensamientos de forma negativa? —pregunta Luca.
Me levanto de un salto, cuando estoy nerviosa no puedo estar quieta,
necesito caminar. Voy de un lado a otro por el pequeño espacio de su
consulta, mi terapeuta me sigue con la mirada todo el tiempo.
—¿No lo ves? Primero fastidio el trabajo soñado de mi mejor amigo —
Levanto un dedo—, y ahora voy a hacer que despidan a mi profesor y Dios
sabe qué más por habérmelo follado en clase porque soy incapaz de
controlarme.
Luca se levanta y se sienta en mi diván, hace eso siempre que quiere dejar
de lado la sensación de rol terapeuta por lo que suspiro imaginando lo que
me va a decir.
—¿Eso crees? Presta atención a lo que voy a decirte.
Interrumpo mi camino histérico y recuesto mi espalda en la pared, fijando
mi mirada en él.
—Hay una mujer joven que no tiene ningún compromiso con nadie y
manteniendo relaciones sexuales de forma consensuada y protegida.
—Luca, no... —lo interrumpo.
—Déjame explicarte la historia, no pienses en ti, solo escucha la historia
en tercera persona, Julliet.
>>Esta chica ha tenido sexo con diferentes personas, sin su
conocimiento ni su autorización se filtraron unos vídeos explícitos de ella
manteniendo relaciones sexuales con algunas de estas personas. ¿Cuál es el
crimen? ¿Realizar una práctica tan común y antigua como nuestra propia
existencia? No lo sabía, no lo podría haber imaginado, no hizo nada malo y
desde luego no es culpa suya. Alguien quiso hacerle daño, y esa persona es la
única responsable de todo esto.

631
Limpio con mi manga la lágrima solitaria que recorre mi mejilla, tragando
el nudo que se forma en mi garganta.
—Con todo el remordimiento que sientes Julliet, no mereces ponerte más
peso sobre los hombros —añade.
—Pero lo de Andrew...Yo... —No sé ni qué decir.
—¿Acostarte con tu profesor en el aula ha sido una mala decisión? Sí.
Seguramente, no es ético y probablemente haya alguna repercusión al
respecto, pero no fue únicamente tú decisión. Fue cosa de dos. Ambos sois
adultos, e igual de responsables de lo que pasó.
—Soy estúpida —replico—, no debería haberle provocado. Si no lo
hubiera hecho…
—Julliet, en esta consulta tienes prohibido hablar así de ti misma. —Luca
entrecierra los ojos cuando me escucha, se levanta y busca algo en su
escritorio—. Quiero que escribas y leas en voz alta la siguiente oración: "Soy
una persona humana, que, a veces, toma decisiones erróneas, pero todos nos
equivocamos y aprendemos de ello."
Mi frente se arruga.
—¿Cómo si fuera un castigo de escuela?
—Diez veces, y mientras lo escribes lo repites en voz alta.
Le hago caso, sintiendo tonto el ejercicio.

El sábado Blake me invita a un local a tomar algo con él y un par de


amigos suyos, no he sabido cómo interpretar la invitación puesto que no es
realmente una cita si están sus amigos. Cuando llego allí estoy nerviosa, lo de
conocer gente no es lo mío. Acepto porque necesito salir antes de acabar
volviéndome loca de remordimiento, Andrew no me deja ni acercarme a su
casa. Me siento tan mal.
—Julliet, estos son Marcus, Elena y Grayson.
Me siento un poco tímida puesto que ellos deben rondar la edad de
Marcus, es decir al menos unos diez años más, pero rápidamente me integran
en el grupo.
Grayson coquetea como loco todo el tiempo conmigo, lo que provoca
unas miradas interesantes por parte de Blake hacia él.
—Tienes la edad para beber, ¿no? —pregunta Marcus cuando llega con
las bebidas.
Miro con anhelo las bebidas alcohólicas que toman mientras bebo mi
simple refresco.

632
—Sí —aclaro sintiéndome alguien de preescolar—, es solo que no tengo
ganas de tomar ninguna copa hoy.
—¿Y cómo os conocisteis tú y Blake? —pregunta Grayson enfocándolo
con la parte superior de su botellín de cerveza.
—Es mi instructor de defensa personal.
—Y es muy buena, así que cuidado con ella —advierte Blake con una
sonrisa.
Me gusta la confianza que se está desarrollando entre nosotros, en algún
momento de la noche me saca a la pista de baile y ese es mi lugar feliz.
Coge mis brazos para que le rodee el cuello con ellos, cuanto más cerca
están nuestros cuerpos siento la temperatura del lugar subir. Bailamos juntos
tantas canciones que pierdo la noción del tiempo.
Su rostro parece estar cada vez más cerca del mío y siento un nudo en el
estómago.
—¿Crees que estamos cometiendo un error? —pregunto en un susurro
cuando sus labios están a milímetros de los míos.
—Seguramente —afirma asintiendo con convicción antes de besarme.
Está bien, es bueno besando, hay un poco de chispa entre nosotros, pero
no puedo evitar pensar que algo se siente incorrecto.
Algo no, alguien.
Me empujan con fuerza haciéndome tropezar, Blake me sujeta por los
hombros para impedir que me coma el suelo.
—Mi error, no os había visto —se excusa ese tono soberbio tan familiar.
El aire abandona mi cuerpo, no puedo creerme que esté aquí.
—¿Qué tal unas disculpas? Imbécil —le contesta Blake con enfado.
Él me mira fijamente, sacudiendo mi mundo por completo.
—Lo siento, nena —murmura Kaden con una gran sonrisa de lado a lado.
—¿Lo conoces? —pregunta Blake cuando Kaden desaparece entre la
multitud.
—Trabajamos juntos en Mala—explico con los pensamientos
completamente desconectados de todo.
—Parece bastante... ¿estás bien?
—Necesito ir un segundo al baño —me excuso.
¿Estará con Bonnie?
¿Qué hace aquí?
Me siento mareada por la cantidad de sentimientos que me golpean de
forma tan repentinamente. Lavo mi cara varias veces y echo un poco de agua
fría sobre mi nuca.
—¿Estás teniendo una buena noche?
No me atrevo a mirarlo, temo que acabe perdiendo el sentido común por

633
el magnetismo que le rodea. Llevaba demasiado tiempo sin verlo, no estoy
preparada para esto.
—Estaba —aclaro haciendo una bola con el papel que seco mis manos.
—Las cosas siempre se pueden poner mejor.
Su voz, su voz es tan peligrosa. Todo en él invita a pecar. No, no, no. No
quiero que la historia se repita.
—¿Qué quieres, Kaden? ¿La última vez no dijiste que era la última vez
que ibas detrás de mí? —Mi voz suena firme, pero me estoy engañando a mí
misma.
«Lo quiero. Dios mío. Lo quiero».
—Parece que el destino te empuja a mis brazos. —Da un paso hacía mí.
—Más bien el que me estaba empujando eras tú. —Lo encaro.
—Puedes hacerlo mejor que con Don Musculitos, Juls. —Sonríe.
—¿Con quién? ¿Con Bonnie, por ejemplo? —Mis palabras suenan
envenenadas.
No he dicho eso. ¿Sueno celosa? Sí, definitivamente. Creo que saca lo
peor de mí.
La sonrisa superficial se borra rápidamente de su rostro.
—No tienes ni puta idea de lo que estás hablando —masculla con furia.
¿Por qué está tan enfadado de repente? Lo mejor será que me marche de
allí lo antes posible.
—No, no la tengo, y ahora si me disculpas.
Apoya su brazo contra el marco de la puerta interrumpiendo mi paso.
—Aparta —demando.
—Bésame y apartaré la mano. —Su tono provocativo me altera.
Una risa de incredulidad escapa de mis labios. ¿Por qué todo es tan loco
cuando se trata de él? ¿Me habla así y ahora quiere un beso? No tiene sentido.
—Estás completamente loco, no voy a besarte. Te odio, Kaden. —Mis
palabras suenan tan falsas que ni yo me las creo.
—No me odias a mí, te odias a ti por quererme tanto, nena.
De mis ojos saltan chispas y estoy perdida cuando clavo mi mirada en la
suya. Siempre he sentido una extraña conexión cuando nos miramos, porque
ambos, en el fondo, somos iguales. Estamos hundidos y creo que eso nos
conecta de algún modo. No nos merecemos el amor de nadie, o eso
pensamos, y nos refugiamos en el otro.
—Lo único que quiero es que te alejes de mí.
Inclina su cabeza y contengo la respiración.
—¿He escuchado que me acerque? Una sonrisa arrogante adorna ese
rostro demasiado perfecto para ser real.
—No —aclaro empujando su pecho.

634
«Oh, no. Tan duro y terso bajo mi mano. Tocarlo es peligroso».
—Vamos, si tanto me odias no significará nada este beso. Un beso
inocente a cambio de tu libertad.
El concepto inocencia no existe a su alrededor.
—No pienso participar en ninguno de tus juegos —le aclaro.
Levanta una ceja con arrogancia.
—¿Temes lo que pueda desatar? ¿Qué no puedas parar? ¿Qué luego,
inconscientemente, toques tus labios reviviendo lo placentero que ha sido?
—La última pregunta la hace en un susurro que altera por completo mi ritmo
cardíaco.
Me cruzo de brazos, con impaciencia.
—¿De verdad te crees tan memorable? —Ruedo los ojos.
—Tengo toda la noche.
—No quiero tener a tu noviecita usando mi coche de saco de boxeo,
aparta, Kaden.
—No tienes que preocuparte por ella —asegura apretando sus labios en
una línea firme.
—Permíteme que me lo cuestione —resoplo.
Alguien golpea la puerta al otro lado con impaciencia.
—Déjame salir —insisto.
—¿Por qué? Ni siquiera parecías estar pasando un buen rato.
No entiendo porque lo he echado de menos si me saca de quicio.
—¿Me estabas espiando? ¿Qué haces aquí de todas formas?
—Es imposible no mirarte cuando estás en el mismo lugar que yo, Juls.
Sacudo la cabeza, intentando cortar el encantamiento en el que parece
tenerme.
—Estoy cansada Kaden, ¿puedes actuar como alguien de tu edad y
moverte de una vez? Se debe estar formando cola fuera.
Estira la mano y sus dedos acarician la curvatura de mi cuello, cuando deja
su mano contra mi clavícula me pregunto si puede notar lo rápido que late
mi corazón.
—Vas a volver a mí, puedes engañarte todo lo que quieras Julliet, pero
ambos lo sabemos.
Su rostro cada vez está más cerca del mío y quiero apartarme, pero mi
cuerpo permanece clavado en el lugar, como si no pudiera moverme.
Quiero besarlo, quiero besarlo tanto...
Siento su cálida respiración contra mi cara, sus labios entreabiertos son
una invitación tan tentadora.
Solo un beso.
Mis ojos se cierran cuando su boca presiona la mía, el simple roce desata

635
el deseo de cada molécula de mi cuerpo. Lo necesito. Una necesidad física
real que me empuja a envolver mis brazos alrededor de su cuello para atraerlo
con más fuerza. Su espalda choca con la puerta y sus manos están por todas
partes, me siento tan viva como nunca, algo que me recuerda porque me fui
con él por primera vez.
Kaden me dijo un día que nuestros cuerpos estaban hechos para estar
juntos, y en este preciso instante no puedo negar lo evidente y certero que es.
Sus labios son tan demandantes como él, me encanta como su lengua
reclama la mía, sabe exactamente qué hacer para convertirme en masilla en
sus manos. Me deja sin aliento, cuando separo mis labios hinchados de los
suyos veo algo en sus pupilas que no había notado antes y me desconcierta.
—¿Estás drogado? —pregunto confundida.
No responde los primeros segundos y luego se ríe.
—No te pongas de ese modo, a veces pasarlo bien no está mal, ¿sabes?
Mi ceño se frunce por el tono despreocupado que utiliza. ¿A veces?
¿Desde cuándo hace esto?
—No es una broma este tema, Kaden. —Algo aplasta mi pecho.
¿Preocupación?
—No es necesario ponerse así, nena, en las fiestas es normal que la gente
consuma. Relájate.
—¿Qué me relaje? ¿Sabes la mierda que hace eso en tu sistema?
—Claro que lo sé, no tienes que preocuparte, es solo un poco de
diversión.
No sé porque me siento tan decepcionada por su respuesta porque no soy
el mejor ejemplo cuando se trata de enmascarar la mierda que rodea tu vida.
—Ya has tenido tu estúpido beso, ahora aparta.
Retira el brazo y coloco la mano sobre el manillar.
—Ya sabes dónde encontrarme —afirma con una seguridad que me hace
dudar de mí misma.
Cuando vuelvo con Blake siento que todo se ha arruinado, porque solo
hay una persona que ocupa mi mente.
Esa es la primera noche que estoy tentada de ir a buscarlo.

Cuando veo a Jared sentado en la silla mirando unos papeles me quedo


complemente descolocada, pensaba que Andrew quería hablar conmigo, a
solas.
—Buenas tardes, Srta. Collins. —Me saluda Jared cuando cierro la puerta.

636
—Toma asiento, por favor —indica Andrew.
No me gusta nada la expresión de su rostro, la adrenalina se dispara por
mi sistema tensando cada músculo de mi cuerpo. ¿Sabe que Kaden ha vuelto?
¿Me odia? ¿Es por la universidad? ¿He arruinado su vida y por eso no quiere
verme nunca más?
—Antes de nada, vamos a zanjar el tema de la venta. Solo tiene que firmar
los papeles que tiene aquí. Por lo que concierne no habrá nada que la vincule
con la compañía CC, todos los arreglos están hechos. La transferencia se
realizará a su cuenta una vez enviemos el documento. Esta es la cantidad
total.
Cuando bajo la mirada a la cifra mis ojos se amplían. No sé qué voy a
hacer con tanto dinero. Podría empezar por pagar todo lo que está pagando
Andrew por mí, como los servicios de Jared, Luca…
—Está bien.
Al garabatear el documento siento que me he quitado el lastre de Nathan
de encima.
—Estás seguro de que son la misma basura que ellos, ¿verdad?
Quiero cerciorarme de que no involucro a nadie con la basura de la familia
de Nathan. O Nathan en sí. No después de lo que hemos estado
desmantelando. ¿En qué clase de delitos deben estar participando para
manejar tanto dinero en esa empresa? Me extraña que el FBI no esté detrás
de ellos.
—No creo ni que esa empresa aguante muchos más años —asegura
Andrew.
—¿A qué te refieres? ¿Es por lo del blanqueo de capitales? ¿Van detrás de
ellos? —inquiero.
Andrew y Jared se miran entre ellos.
—Los nuevos inversores también están metidos en la misma mierda.
Diría que hacen negocios con ellos, por eso ha sido tan rápida la compra y
han ofrecido tal cantidad de dinero. Tenemos nuestras suposiciones de que
están en el mercado negro de la Dark Web.
Ósea que acabo de aceptar dinero sucio.
—No quiero ese dinero —farfullo, cruzándome de brazos.
—Julliet, también tienen otras empresas, no tienes que pensar que ese
dinero es solo de actos delictivos —añade Jared, rápidamente.
—¿Cómo estáis consiguiendo toda esta información?
Dudo que un detective privado tenga acceso a tantas cosas, y más cosas
tan turbias como estas.
—Tenemos un contacto dentro. Y eso es todo lo máximo que le diremos,
Srta. Collins.

637
—¡¿Qué?! —exclamo—. ¡¿Estáis locos?! ¡¿Cómo sabéis que es de fiar si
está en esos sitios?!
—Relájate, Julliet —me pide Andrew, poniendo su mano sobre la mía.
He echado tanto de menos su contacto que me quedo ensimismada unos
segundos.
—Nuestro contacto es de fiar porque está intentando destruir todo desde
dentro. Pero cuanto menos sepas mejor. Cuando juegas en su terreno tienes
que hacerlo con las mismas cartas.
—Pensaba que usted solo se movía desde la legalidad —le recrimino a
Andrew.
—Si nuestra justicia lo fuera, lo haría.
Niego la cabeza, esto es demasiado para procesar. ¿Y qué se supone que
voy a hacer con un millón de dólares de dinero sucio? Solo imagino ese dinero
manchado de sangre. No quiero ni tocarlo.
—Julliet, ahora viene la parte dolorosa. No quiero ir con rodeos, tienes
todo el derecho a tener la información de la que disponemos así que creo que
es importante que veas esto —murmura Andrew extendiéndome un sobre.
Mis manos tiemblan ligeramente mientras lo vuelco sobre la mesa, las
fotos se esparcen por el escritorio. Mi corazón se salta varios latidos
asimilando las imágenes.
Es Sam.
Sam con Nathan.
Esto tiene que ser una pesadilla.
Una de la que espero despertar pronto.
—Es la Srta. Samantha Acosta, sois amigas, ¿cierto? —pregunta Jared—.
Lo desconocía por completo, Andrew me lo ha notificado hoy, me hubiera
ahorrado mucho tiempo esa información.
En una de las fotos se están besando mientras él toca el interior de sus
muslos.
Quiero arrancarme los ojos, y a él las manos, la cabeza, y cada miembro
de su cuerpo.
Las piezas empiezan a caer en mi cabeza, una tras otra.
Lexie.
Taylor.
Sam.
«Oh, Dios, ese enfermo va a por todas las amigas que tengo». No era una
broma. Cuando Nathan y yo quedamos en el restaurante ya había atacado a
Sam. ¿Por qué?

Seguiré haciendo de tu vida un infierno, y créeme que acabaré contigo.

638
Sus palabras resuenan en mi cabeza, él sabe quiénes son mis amigas. Sabe
cómo hacerme daño de la mejor forma posible. Sam había salido de fiesta,
no recordaba nada, le dolía todo. Me falta el aire.
—¿Quién hace estas fotos? —Me siento mareada, como si en cualquier
momento me fuera a desmayar.
—Tenemos a varios investigadores privados siguiendo a Nathan, los
cambiamos, para no levantar sospechas.
Veo la fecha en el lateral de la imagen y las náuseas suben por mi garganta.
—Sam salió de fiesta a finales de diciembre, me dijo que... me dijo que no
recordaba nada. —Mis ojos se empañan.
—Ellas se van voluntariamente con él, las lleva a un motel y las devuelve
en Uber a sus domicilios —explica Jared.
«¿Ellas? ¿Cómo Taylor?» Me llevo una mano a la boca, la noticia no para
de ser demasiado impactante.
—¿Abusa de ellas? —pregunto, en voz alta, sabiendo la respuesta.
Las palabras de Sam diciendo lo mucho que le dolía el cuerpo se repiten
en mi cabeza.
No puede ser real, no puede ser real. Esto es solo un mal sueño, uno de
esos en los que él me hace sentir culpable.
—No tenemos pruebas específicas de ello, Julliet —aclara Jared
carraspeando la garganta—, creemos que utiliza BDEA.
—¿BDEA? —repito, confundida.
—Es una modificación química de la escopolamina, un tipo de droga,
algo muy caro y relativamente reciente en el mercado negro. Solo conozco
rumores de fiscales que están intentando indagar más sobre el tema, es tan
fácil de camuflar y tan difícil de detectar que es perfecta para el crimen —
explica Jared.
—¿Qué hace esta droga?
—Anula la voluntad de la víctima, haciendo que deje de presentar tanto
resistencia física como psicológica. Literalmente podrías decirle a la persona
que la toma que saltara a las vías del tren y lo haría.
Necesito aire fresco.
—También tenemos entendido que deja secuelas en las
víctimas: reducción de la concentración, ansiedad, pérdida de la capacidad de
atención, amnesia, aislamiento social... No tienen por qué darse todas ellas,
¿te son familiares con tus amigas? —me pregunta Andrew.
No quiero escuchar más, no quiero escuchar nada más de lo que tengan
que decir. Necesito borrar esta última hora de mi vida.
Andrew se levanta, llegando hasta mi lado, se agacha y me mira mientras

639
coloca una de sus manos en mis rodillas.
—Julliet... ¿Es posible que lo haya hecho contigo alguna vez? He estado
revisando las conversaciones, dices que a veces no recordabas, te daba una
medicación para el dolor de cabeza…
Niego la cabeza frenéticamente.
—Es imposible, no, imposible —aseguro mientras mi pecho sube y baja
con rapidez.
—Apenas recuerdas vuestra primera relación sexual —me recuerda.
Suena tan tenso.
—Bebí alcohol, por eso me cuesta recordarlo bien, fue hace muchos años,
seguro que en su momento sí lo recordaba mejor.
Su mirada de incertidumbre me pone enferma.
No quiero ni pensar en ello.
No puedo pensar en ello.
—Tenéis que hablar con ellas, ¿no? —Mi voz se quiebra mientras hago la
pregunta.
—Jared se encargará de ello.
—¿Es posible que recuerden? Si les mostráis las imágenes... —pregunto
con voz temblorosa.
No sé si es mejor vivir en la ignorancia o recordar algo tan horrible y
espantoso.
¿Si me preguntaran si quiero recordar una violación querría saberlo o
preferiría vivir sin conocer ese dato? No puedo con esto, no con todas las
emociones que me asaltan, los recuerdos que se repiten en mi cabeza.
—Lo más probable es que no. Todavía no podemos demostrar que lo esté
haciendo, es solo una suposición, una muy grave, debemos abordar el tema
con delicadeza. Esto ya no sería solo un juicio por abuso, Julliet, y pese a que
tenga relación con lo que te sucedió, esto sería una nueva acusación llevada
por la fiscalía, puede que incluso a nivel federal —continúa diciendo.
No sé en qué momento he empezado a llorar, pero cuando froto la palma
de mi mano contra mi ojo noto la humedad. Desearía ser capaz de controlar
el tiempo, de haber tomado otras decisiones, me arrepiento tanto...
Cuando Jared se marcha Andrew me abraza por un largo rato, no me dice
nada porque no hay nada que pueda decirme para hacerme sentir mejor.
Ni la muerte de Nathan en estos momentos me haría sentir mejor.
Todo esto es mi culpa.

Seguiré haciendo de tu vida un infierno, y créeme que acabaré contigo.

No necesita acercarse a mí para convertir mi vida en un infierno, sabe que

640
haciendo daño a la gente que quiero lo consigue.
—¿Qué ha pasado con la universidad? —pregunto al cabo de un rato.
Acaricia mis mejillas con sus manos, limpiando mi rostro y se separa.
—He presentado mi dimisión.
No me sorprende, de hecho, sabía que esa serían sus palabras, igualmente
duele escucharlo.
—No quiero influenciar de forma negativa en el juicio. Creo que es
momento de que mantengamos ciertas distancias, Julliet, aprovecharé para
evaluar la posibilidad de abrir un nuevo local en Los Ángeles y...
Mi mundo, que ya se está tambaleando, se detiene por completo.
¿Qué? ¿Los Ángeles? ¿En la otra puta punta del estado?
—¿Los Ángeles? ¿En serio? —repito, dolida.
—Llevo un tiempo considerándolo, y tengo que hacer un estudio de
mercado antes de...
Niego la cabeza. No quiero escuchar nada más, no quiero que él se
marche. Él también no.
«Alejo a todo el mundo. Hay algo malo conmigo, no paro de joderle la
vida a los demás. Literalmente. Quién se acerca a mí acaba afectado».
Me llevo las manos a la cabeza con desesperación. ¿Qué está mal
conmigo?
—No te vayas —susurro con desesperación.
—Es mejor que estemos separados, Julliet, estoy actuando de forma
irracional y eso está repercutiendo en tu vida —Hace una mueca—. No
debería haber dejado en primer lugar que pasara nada entre nosotros.
Se arrepiente porque le he jodido la vida. Como a todos. Eso es lo único
que se me da bien. Hacerle daño a la gente. Destruir sus vidas, sus carreras,
sus sueños. Para finalmente apartarlos.
—No —Niego con firmeza—. No digas eso.
Porque si se arrepiente significa que lo que ha pasado entre nosotros, lo
que he sentido...
—Nadie tiene porque saber nada, he hecho un pacto con la rectora para
que no te vuelva a amonestar, podrás retomar tus clases con normalidad y...
Ella me odia y está deseando sacarme de allí, me extraña que me permitan
continuar.
—No es justo que te marches por mi culpa.
—Ya está decidido, continuaré informándome del caso con Jared y lo
ayudaré desde L.A, el club se abrirá el mes que viene y Agnes está al tanto de
que puedes utilizar el estudio bajo tu libre albedrío, le he propuesto que
trabajes ambos días como bailarina, si es lo que quieres.
No quiero escucharlo, simplemente quiero que no se marche, todo lo que

641
me está diciendo me da igual.
¿Por qué se tiene que ir él también? ¿Por qué toda la gente que me importa
se aleja? ¿Se enferma? ¿La encierran? ¿La lastiman? Mueren. ¿Es por qué fui
mala? ¿Es por qué deseé que mis padres murieran y este es mi castigo? ¿Por
eso me merezco todo lo que me pasa? Porque soy una mala persona.
—Es lo mejor para ambos, confía en mí —me asegura, poniendo su mano
en mi rodilla.
Sacudo la cabeza de un lado a otro, no es lo mejor, no puede irse.
No puedo llorar de nuevo.
—No quiero que te vayas —admito egoístamente.
—Lo siento, Julliet, pero tus deseos no afectan a mi decisión final.
Parece tan determinado, ni siquiera sé qué más decir.
Recojo mis cosas, incapaz de mirarle, pensaba que no podía sentirme peor
después de las fotos, pero esto me supera.
Antes de abrir la puerta me giro manteniendo la vista en el suelo. Si lo veo
me vendré abajo.
—Gracias por todo lo que has hecho por mí, de verdad —murmuro con
la voz temblorosa.
—De nada, Srta. Collins.
Mientras abandono el lugar un único pensamiento se repite en mi cabeza.
¿Puede irse todo más a la mierda?
Ojalá no me hubiera preguntado eso, porque al día siguiente recibo la peor
llamada que pueda imaginarme.

Estoy tirada en el suelo de mi apartamento, con las flores negras


machacadas a mis pies, tengo las manos ensangrentadas por haberme clavado
las espinas durante el proceso de destrozarlas.

Lamento la pérdida de tu amiga, sé lo importante que era para ti,


cariño.

Quizá esa nota hubiera servido para algo, pero le he prendido fuego
después de destrozarla y golpear mis nudillos en la pared. Cuando el fuego la
ha consumido he pensado por un momento que no me hubiera importado
carbonizarme yo también. Así dejaría de sentir.
No quiero sentir, sentir es una mierda.
Todo en general es una mierda.

642
Estiro del edredón por encima de mi cabeza, intentando bloquear la luz
del exterior.
«¿Por qué?»
«¿Qué sentido tiene la muerte?»
«¿Por qué debemos tener sentimientos »
«¿De qué sirve querer a alguien para que luego te lo arrebaten de golpe y
sin anestesia?»
«Sin nisiquiera poder despedirse».
«Un día forma parte de tu mundo y al día siguiente ya no está».
«Es tan simple que resulta ridículo».
«Me prometió que tenía a alguien vigilándola y no ha cumplido su
promesa, pero ni siquiera puedo culparlo porque sé que esto es una venganza
personal de Nathan contra mí, no ha sido casualidad que haya sido justo el
día después de la venta de mis acciones. Es su claro mensaje. ¿Será el último?
Ya no tengo nada más. Ha ganado».
«No quiero salir de la cama, no quiero ni moverme».
«Ojalá no pudiera pensar, todo sería mucho más sencillo».
«Ella tendría que seguir aquí, no yo».
«No es justo».
Al día siguiente me arrastro fuera de la cama y me meto en la ducha, ni
siquiera soy capaz de llorar, me siento tan vacía en estos momentos que ni
puedo llorar su pérdida.
«Soy la peor amiga del mundo. ¿Cómo no puedo ni llorarla?»
Estoy tan absorta en la nada que resbalo cayendo con fuerza en el plato
de la ducha, no me importa. Nada importa. El agua continúa fluyendo y
siento que no hay forma de que pueda volver a estar bien.
Creo que al cuarto día llaman a mi puerta, no me molesto en levantarme,
no me molesto en nada porque ya nada importa.
Llevo desconectada del mundo cuatro días, o tal vez, cinco, el tiempo se
siente demasiado relativo, mis ciclos de sueño son extraños por lo que he
perdido la cuenta de los días.
Ya no queda comida en el apartamento, tampoco me preocupa porque
apenas he comido nada estos días. Me pregunto cuanto tiempo tarda alguien
en consumirse por completo, yo ya me siento consumida.
Enciendo el teléfono, ignoro todas las llamadas, todos los mensajes y
realizo una compra online. Creo que mi aspecto asusta al repartidor, pero ¿y
qué?
Coloco todas las botellas sobre la mesa y las miro con atención.
No creo que me hagan sentir mejor, pero por lo menos podré bloquear la
sensación de culpa y odio que siento hacia mí misma. Descansar de eso un

643
rato estaría bien.
«Todo es mi culpa».
«Es mi culpa».
Cuando la botella está medio vacía solo hay calor en mi cuerpo, mi cabeza
se siente pesada, densa, todo es más tranquilo de este modo. Continúo
bebiendo, las cosas siguen sin importar, pero por lo menos ahora me apetece
hacer algo, así que le escribo un mensaje, luego otro y creo que también le
envío mi ubicación.
Me tambaleo hacia la puerta, me gusta la sensación de movimiento que
me envuelve, es graciosa.
Justo me da tiempo a abrir la puerta antes de desplomarme en el suelo, el
dolor de cabeza llega de forma repentina, es tan intenso que siento que va a
estallar. Duele, duele demasiado.
El dolor emocional ha quedado reemplazado por uno físico.
Gritan mi nombre, pero yo solo quiero silencio. Uno que llega.
Dejándome en una calma absoluta.

644
51. LA DI DIE
Siento el cuerpo pesado, mi boca está demasiado seca y odio lo molesta
que es la luz que intenta derretir mis retinas. Muevo la cabeza, intentando
evadirla a toda costa, detecto algo nuevo, el ruidito constante de un pitido.
¿Matt? Me recuerda a Matt.
Los recuerdos poco a poco inundan mis pensamientos.
Lexie.
Taylor.
Sam.
La culpa.
«Todo es mi culpa».
«Es mi culpa».
Los pitidos se incrementan, se escuchan pasos rápidos y ajetreo, órdenes
confusas mezcladas con un caos generalizado, creo que me zarandean de un
lado a otro y seguidamente noto un escozor en el brazo.
La calma llega de nuevo, reinada por la paz y el silencio. Ojalá pudiera ser
así todo el tiempo.

No quiero abrir los ojos, me gustaría estar en paz todo el tiempo, pero mi
cabeza es la que da órdenes, intento adaptarme a la luz y me enfoco en un
punto en concreto que poco a poco va tomando forma.
Quiero apagar la maldita máquina que no para de pitar y me está dando
un dolor de cabeza espantoso. No puedo más con ese sonido, es
insoportable. Intento estirar el brazo, se siente más pesado de la habitual,
logro alcanzar uno de los cables de mi pecho y tiro de el con fuerza.
Para mi pesar el pitido no cesa, al contrario, se convierte en un sonido
mucho más intenso y constante.
A los pocos segundos entran dos personas vestidas de blanco con cara de
espanto, cuando me ven frunciéndole el ceño a la estúpida máquina sus
expresiones se relajan.
El hospital y esta gente me recuerda a Devan y el dolor en mi pecho se
incrementa. Le echo tanto de menos.
—Hola, Julliet, soy Claire, la doctora, ¿sabes porque estás aquí? —
pregunta amablemente aproximándose a mi cama.
Lexie tendría una respuesta ingeniosa y fuera de contexto, diría algo como
para un “retiro espiritual" o "los hoteles cinco estrellas están sobrevalorados".

645
Me reiría, porque siempre ha tenido el mejor sentido del humor.
Permanezco en silencio. Recuerdo alcohol después de las pastillas
antidepresivas, mucho alcohol.
El otro, toquetea la máquina y esta vuelve a pitar de forma intermitente,
conociendo las opciones prefiero quedarme con este ruido.
—Por lo que detectamos en los análisis mezclaste antidepresivos con una
ingesta muy elevada alcohol, ¿te habían explicado lo grave que era eso? —
dice mientras revisa el historial que hay a los pies de mi cama.
Vacilo, antes de asentir.
—He revisado tu historial, me consta que estabas en tratamiento con el
Dr. Ferrara. Hemos conseguido estabilizarte, pero has estado muy cerca de
sufrir daños irreversibles en órganos diana, por suerte, hemos podido revertir
la situación a tiempo, pero solicitaré una interconsulta con el psiquiatra de
guardia para que pueda venir a visitarte más tarde.
—Has tenido mucha de suerte de que tu primo te encontrara —comenta
el que la acompaña.
Así que estos no son loqueros, deben ser internistas o algo así. ¿De
medicina general? Bueno, tampoco me importa.
Espera, ¿ha dicho mi primo? Solo tengo una tía y sé que no tiene hijos.
Además, vive en la otra punta del mundo.
—¿Qué primo? —mi voz suena extraña. Debe ser porque no hablo desde
hace… ni lo sé.
—Un hombre alto, con tatuajes. Él —indica señalando la puerta que
ahora está abierta.
Kaden me observa con detenimiento, su rostro permanece impasible
mientras su mirada se mantiene fija en mí.
—Puedes esperar un segundo fuera, ¿por favor? —le pide Claire a Kaden.
Él no contesta, pero obedece.
—Dice que es tu primo —aclara Claire con desconfianza—. ¿Es así? No
hemos podido encontrar ningún otro teléfono de contacto en tu ficha a parte
del número de tu marido, el Sr. Devan Keen.
—Y el Sr. Keen nos ha insistido en que no es ningún familiar tuyo—dice
el otro.
¿Han avisado a Devan? Instintivamente me llevo la mano al cuello para
tocar el collar, la ausencia de este me hace entrar en pánico.
—¿Y mi collar? —pregunto palpando mi clavícula.
Claire y el tipo se miran entre ellos.
—Tal vez te lo quitaron en la ambulancia o en urgencias.
«No, no, no».
—Necesito el collar —insisto.

646
—Déjame echar un vistazo a tu bolsa de pertenencias —se ofrece.
Saca una bolsa de plástico del armario y rebusca en ella, solo está mi ropa
junto con mis zapatos, no hay nada más.
—Llamaré más tarde a urgencias para preguntar, ¿vale? —me dice con
tono tranquilizador.
Parece que tiene buena intención, pero no me sirve.
Solo necesito mi collar.
—Al tener información contradictoria necesitamos verificar si podemos
permitir que, ehm... su primo pueda visitarla. Así como dar respuesta a las
dudas sobre su estado de salud.
«¿Ha estado preguntando por mí?»
«Qué más da, nada importa».
Esperan pacientemente a que hable con ellos, no tengo ganas de hablar,
no quiero nada.
Me encojo de hombros de nuevo, esperando que capten la indirecta y me
dejen tranquila.
—Está bien, ¿tienes dolor, Julliet? La medicación que te he administrado
es fuerte y puede producirte cefaleas.
—Quiero mi collar. —Es lo único que soy capaz de decir en un débil
murmullo.
Claire me mira como si no supiera como lidiar conmigo, comprensible.
—Preguntaré en el control de urgencias, Gabriel, ¿le explicas donde tiene
el timbre?
Gabriel asiente y la doctora me da una sonrisa amable antes de marcharse.
—Devan me ha estado preguntado por ti todo el tiempo —me comenta
Gabriel mientras da vueltas a un cable alrededor de la barandilla de mi cama.
Me pregunto cuánto tiempo ha sido ese.
—Tengo aquí mi teléfono, por si quieres llamarlo —ofrece.
Niego la cabeza con firmeza y sus labios se curvan en una pequeña mueca.
—Está realmente preocupado —insiste.
¿Lo conoce? Devan conoce a mucha gente de este hospital.
Mi corazón late con más rapidez, no puedo hablar con él, no puedo hablar
con nadie.
—El botón rojo sirve para avisarnos, los amarillos controlan las luces —
indica señalándome el mando que deja colgando junto a mi cama.
Pensaba que después de todo lo que había vivido ya había tocado fondo,
nunca hubiera imaginado que existiera un nuevo infierno para mí.
Gabriel se va, permitiendo que Kaden entre en la habitación.
—No voy a permitir que vuelvas a hacer algo así —señala mientras se
sienta a mi lado.

647
No soy capaz de mirarle, flexiono las piernas, acercando las rodillas a mi
cuerpo para poder rodearlas con mis brazos, recuesto mi cabeza ahí mientras
mantengo la vista clavada en la pared.
—Julliet, ¿qué coño ha pasado para que estés así? ¿Quién te ha hecho
daño? —Suena tan cabreado que mi cuerpo se tensa por el tono que utiliza.
Estoy convencida de que si soltara un nombre ahora se encargaría de ir a
buscar a esa persona y acabaría con ella.
«Lo malo es que no puedo decirlo en voz alta, porque la respuesta es: yo».
«Yo soy la responsable de todo esto».
«Esto es mi culpa».
«Su muerte es mi culpa».
«La echo tanto de menos que duele».
«No es justo que ella no esté ya aquí y yo sí, debería ser al revés».
—Julliet —dice intentando llamar mi atención.
Pone su mano en mi cara, tocando con delicadeza mi rostro, no me
aparto, odio sentir un cosquilleo producido por su tacto.
—No voy a rendirme —asegura.
Las palabras de Nathan resuenan con burla en mi cabeza.

Seguiré haciendo de tu vida un infierno, y créeme que acabaré contigo.

«Lo has conseguido».

Me dan el alta médica al cabo de un par de días, el psiquiatra desaconseja


que me marche a casa, pero la idea de volver al psiquiátrico consigue hacerme
enloquecer y gritar. No puedo ir donde estaba ella.
Kaden en ese momento descubre la raíz del problema y asegura que
cuidara de mí, el Sr. Pastillas no parece muy convencido, pero acaba
accediendo siempre y cuando retome las sesiones con Luca.
No sé ni en qué día vivo, la definición del tiempo se ha vuelto un concepto
extraño en mi cabeza. No hablo con nadie, simplemente obedezco a todo lo
que dicen, es más fácil de ese modo.
Kaden viene constantemente a mi departamento, incluso se ha tomado la
libertad de llevarse la copia de las llaves de Devan.
Entra, me deja comida encima de la mesa y me arrastra hasta la silla
esperando que coma algo, no tengo ni ganas ni fuerza para discutir, así que
mastico un par de bocados hasta que se siente satisfecho.

648
No me gusta la mirada de preocupación que mantiene en el rostro todo
el tiempo, incluso cuando me obliga a tomar una ducha, sé que me sigue
deseando, es tan evidente, pero hasta en esos momentos sigue con el ceño
fruncido lleno de preocupación.
Me habla todo el tiempo, aunque yo no diga nada. Creo que mi estado
permanente de silencio le está volviendo loco. Explica cómo le ha ido el día,
los extraños diseños que le piden los clientes, las discusiones estúpidas que
tiene con Alec, a veces, cuando parece no saber qué más decir, me
lee. Siempre parece esperanzado tras acabar a qué le diga algo, pero mi
expresión corporal habla por mí misma. No me interesa.
No me interesa nada.
Las visitas continúan, me lleva junto a Luca en mis sesiones semanales,
Luca es el único que consigue arrancarme algunas palabras, pero aun así
parece desesperado y sé por qué: Todo el mínimo progreso que hicimos se
ha ido a tomar por culo. No tengo ningún tipo de motivación por absoluta-
mente nada, simplemente me limito a hacer lo que esperan o quieren que
haga.
He perdido el hilo de lo que me está diciendo Luca, así que asiento cuando
parece esperar una respuesta por mi parte. Suelta un largo suspiro y se coloca
frente a su mesa.
—Tu vida no es un juego, Julliet.
—Los juegos son divertidos, mi vida no tiene nada de divertido —
aseguro.
—Háblame de Alexandra Rhimes.
Sabe cómo provocarme, pero nunca consigue derribarme. Los muros que
se han formado a mi alrededor son demasiado estables.
—La echas de menos, ¿verdad?
Aprieto mi mandíbula con fuerza.
—¿Qué crees que te diría si estuviera justo aquí y ahora?
Seguramente alguna tontería sobre lo bueno que está Luca, que por él sí
que haría todas las terapias del mundo y luego me miraría y me diría "día
urgente de spa", por la mierda de aspecto que debo tener.
El nudo en mi garganta duele, espero unos segundos a que pase y
contesto.
—Eso no importa, porque no está, ni estará —replico con rabia
contenida.
—Ella no, pero tú sí, Julliet. Los accidentes, las enfermedades, las
catástrofes se pueden llevar a la gente que amamos, pero está en nuestro
deber continuar por ellos, se lo debemos a todos aquellos que no pueden
hacerlo. ¿No quieres hacer eso por Lexi?¿Por Matt?

649
«¿Accidente? Una puta mierda. ¿Y saca a Matt ahora?»
Lo miro con recelo, impaciente por que termine de una vez la sesión.
—Necesitas llorarla, Julliet, e intentar seguir adelante, no puedes
estancarte —me dice.
—No, Luca, necesito que no esté muerta.

Kaden tiene las llaves de mi apartamento y no se molesta en llamar al


timbre, así que cuando se abre la puerta pienso que es él, hasta que veo a Sam
y me quedo completamente descolocada. La oleada de sentimientos me
golpea. Las fotos. Nathan. ¿Lo sabe ya? ¿Sabe que por mi culpa la han
violado? ¿Sabe que por mi culpa su vida está arruinada? ¿Por haber sido mi
amiga?
—¿Qué ha pasado, Julliet? ¿Qué está pasando? —suena completamente
preocupada, tanto como para saltarse los saludos.
Sabía que se iría un tiempo por viajes largos, supongo que ya ha vuelto.
¿Tanto tiempo ha pasado?
Da un paso hacia adelante para acercarse e instintivamente me alejo.
Luce espectacular, más bronceada de lo habitual, tiene algunas trenzas
pequeñas en su melena morena rizada. Su frente muestra arrugas de
preocupación mientras me mira.
No puedo decir nada, solo me imagino a Nathan haciéndoselo, como en
mis pesadillas. Una y otra vez.
«Es mi culpa».
Me pregunto si habrá hablado ya con Jared, quizá no, ya que está aquí.
Soy incapaz de abrir la boca, pero he de hacerlo. No puede seguir aquí.
¿Y si Nathan se entera de que seguimos siendo amigas? Tiene que largarse.
—Vete —mi voz suena rasposa.
Sacude la cabeza, como si no entendiera mis palabras.
—No pienso marcharme hasta que me expliques porque pareces muerta
en vida —exige cruzándose de brazos.
Sam siempre es muy directa, es una de las cosas que más me gusta de ella.
—Vete —repito.
Estira su mano para rozar mi hombro, su intento de consolarme sumerge
mi estómago en los abismos más profundos de culpabilidad. No puedo dejar
que vuelva a entrar en mi vida, necesita mantenerse fuera, como todo el
mundo.
«Fuera están seguros, están a salvo».
Retiro su mano con brusquedad, casi de un golpe.

650
—No quiero volver a verte, ¿ignorar tus mensajes y llamadas no son lo
suficientemente claro? —pregunto con crueldad—. No quiero saber nada de
ti, Samantha.
Es la primera oración tan larga que pronuncio a alguien que no sea Luca,
da un paso hacia atrás, herida por mis palabras. Bien, así no volverá.
—¿Esto es por lo que me ha dicho tu abogado? Ha hablado conmigo,
Julliet, lo sé todo.
La vergüenza me arrolla, sabe que ha sido por mi culpa.
—No quiero verte, entiéndelo de una vez, es bastante simple —mascullo.
—No tienes por qué hacerte esto, Julliet, soy tu amiga y...
—¡No! ¡No eres nada mío! —Por favor, que le quede claro—. ¿¡Es tan
difícil de entender!? Te odio.
Sus ojos se abren con asombro, y su rostro refleja todo el daño que le
estoy haciendo con mis palabras. Sacude la cabeza y poco a poco va dando
pasos hacia atrás, hasta que finalmente se marcha.
Cuanto más lejos esté mejor. Cierro la puerta con tanta furia que tiemblo,
es la primera vez en mucho tiempo que noto algo tan intenso y no solo el
vacío. La rabia.
Empiezo a gritar con ira, destrozando todo lo que encuentro por mi paso,
hay un extraño placer en liberar este cúmulo de rabia rompiendo las cosas.
La cólera me consume hasta que no queda nada de mí. Me siento cansada,
débil y el llanto arranca de mi garganta con una fuerza que resultada dolorosa.
Me hago un ovillo en el suelo hasta que mis ojos se cierran.
Unos brazos fuertes me cargan en brazos, mis párpados se abren y veo la
mirada azulada de Kaden.
—Asumo que nadie ha entrado en tu apartamento a romperlo todo —me
dice mientras me deja caer en mi cama con suavidad.
Vuelvo a estar despierta, despejada y cabreada con el universo.
—¿Por qué no te largas de una vez por todas? —le pregunto temblando
por la rabia.
Oculta su sorpresa de obtener una respuesta verbal por mi parte.
—Eso ya lo sabes—responde.
—No sé nada.
Coge mi cara entre sus manos, acercando su rostro peligrosamente cerca.
Mi pulso se vuelve loco.
—Por el mismo motivo por el que intentas mantenerme lejos. Porque te
quiero, Julliet —confiesa, sus ojos me cautivan, como han hecho siempre.
—No puedes quererme —susurro, tragando con fuerza.
Nadie puede quererme. Es una locura. Es como entrar en un campo de
minas y saltar alegremente sin mirar a tu alrededor. Es un suicidio. Quererme

651
es un suicidio.
—Eso no es tu decisión, nena —asegura antes de presionar sus labios
junto a los míos.
Me cuesta reaccionar, como si mi cuerpo y mis instintos hubieran estado
dormidos demasiado tiempo.
Cuando tira de mi labio inferior con sus dientes un débil gemido escapa
de mi garganta. El beso se convierte en fuego, un fuego tan ardiente que nos
consume a ambos por completo. Separa sus labios y continúa besando mi
mejilla, la curvatura de mi cuello, el lóbulo de mi oreja.
—Quiero que lo confieses —ordena en voz baja en mi oído.
Mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas en menos de veinticuatro horas.
—Te quiero, Kaden.
No tiene sentido que lo siga negando, no me importa nada, ni las mentiras,
ni los estúpidos trucos, ni los celos. Le quiero. Le quiero desde que
impusimos las estúpidas normas que ninguno de los dos hemos cumplido
nunca.
Siempre ha estado ahí, incluso cuando no hemos estado juntos, incluso
cuando me ha decepcionado o yo a él. Somos dos caras de la misma moneda.
Nunca he entendido por qué, pero no es algo que se pueda decidir, el corazón
quiere lo que quiere.
Sus manos recorren mi cuerpo con gentileza, devolviendo una parte de
mí a la vida. Otra vez. Como la primera noche en que nos conocimos.
Kaden es el único capaz de revivirme. Mi droga es Kaden, y no me voy a
rehabilitar de ello, ni me interesa.

Se esfuerza todo el tiempo por provocar algún tipo de reacción por mi


parte, pone tanto empeño que poco a poco me vuelvo más consciente de
todo. Como si fuera despertando de un sueño, de un sueño horrible.
Aparecen los matices de nuevo. El dolor se mantiene presente y
constante, pero otras emociones algunas veces son capaces de eclipsarlo. Y
así, sin darme cuenta, un día empiezo a mirar el reloj, deseando que esté aquí
conmigo. Empezando una cuenta atrás mental anhelante de su presencia.
Salgo de mi cama por voluntad propia, mantengo mi apartamento
recogido, pero bastante vacío, sobre todo después de mi último arrebato de
ira, rompí muchas cosas cuando vino Sam a verme. Pensar en ella me tienta
a volver de nuevo a mi apartamento y enterrarme debajo del edredón, pero
descarto esa idea de la misma forma que aparece.

652
Borro todos los mensajes de mi teléfono, el cuál vive en constante
silencio, ni tan solo los miro. No puedo afrontarlos, sé lo que pasará si lo
hago. No puedo joderles más la vida.
Tengo una nueva determinación, y eso me da la energía suficiente para
motivarme de nuevo, Quiero encerrar a Nathan. Quiero que pase todo el
tiempo posible en una pequeña prisión que le arrebate la libertad, así como
ha hecho él con ellas.
La adrenalina vibra por mi cuerpo, el deseo de venganza alimenta cada
parte de mí.
Cuando salgo de casa por primera vez por voluntad propia solo hay un
sitio al que se me ocurre ir, estoy demasiado alterada, pero la medicación me
mantiene más o menos a raya.
Mis nudillos golpean con demasiada fuerza la puerta, el nerviosismo y la
culpabilidad intentan tomar el control de mis pensamientos.
Espero con impaciencia mientras el peso de mi cuerpo recae de una pierna
a otra.
Ni siquiera sé si está aquí, tal vez estoy haciendo el ridículo, plantada
frente a su casa. El ruido del seguro de la puerta desbloqueándose me tensa.
—¿Julliet?
Sus ojeras están tan marcadas como las mías, apuesto a que duerme igual
de bien que yo.
—Sra. Coleman... —Mi voz empieza a temblar, pensaba que sería más
firme a la hora de verla.
No hay rencor ni hostilidad en su mirada.
—Ven aquí, cariño —dice tirando de mí para envolver en un abrazo.
Sollozo contra su hombro, su olor me recuerda al de Lexie.
—Lo-lo siento tanto —digo entre lágrimas.
Me disculpo por muchas más cosas de las que soy capaz de decir en voz
alta, pero, sobre todo, por no haber ido al funeral. No sabiendo que era mi
culpa que estuviera allí.
—Tranquila —contesta acariciando mi espalda.
Su consuelo es sincero y siento una extraña calidez en el pecho, cuando
se separa sorbo con fuerza, antes de girarse observo sus ojos enrojecidos,
como si ella estuviera conteniendo las ganas de llorar.
La Sra. Coleman prepara un poco de té negro, mi mirada la sigue por la
cocina.
Estar en su casa se siente extraño, solo he estado un par de veces porque
Lex compartía apartamento con otra persona y casi nunca hemos ido a su
casa.
Una vez me propuso irnos juntas a vivir, me arrepiento tanto ahora de no

653
haberlo hecho. Ojalá pudiera cambiar tantas cosas.
—¿Cómo estás, cielo? —me pregunta educadamente.
Levanto la mirada, incapaz de responder a la pregunta.
—¿Y usted?
—La terapia ayuda —contesta con un suspiro.
La voz de Nathan resuena como un eco en mi cabeza, culpándome, una
y otra vez.
Mi pie empieza a repiquetear contra el suelo de forma compulsiva.
Cuando la vi estaba tan pérdida, me parte el alma tener ese último
recuerdo suyo, me pregunto que pensó, si me reconoció, si mi presencia le
hizo más mal que bien. Es increíble saber que ella ha acabado así teniendo en
cuenta como nos conocimos.
Parpadeo con fuerza volviendo a la realidad, la Sra. Coleman me ha
preguntado algo, mis manos acarician inconscientemente mi cuello desnudo.
Necesito el collar de Devan.
Ya tienes las alas, no permitas que nadie te las corte.
Su recuerdo acelera mis pulsaciones.
—¿Julliet? —repite ella, su ceño está fruncido.
—Perdona, yo...tenía la cabeza en otro lado —me excuso.
—¿Estás descansado algo, cielo? Pareces exhausta.
Mis hombros se encogen como respuesta.
—¿Te gustaría llevarte algo? En su cuarto no hay muchas cosas, casi todo
lo tenía en el apartamento, pero he pensado que tal vez querrías algo.
—Tal vez en otra ocasión —farfullo con rapidez, declinando su
invitación.
No me siento preparada para mirar sus pertenencias, no sé siquiera si
alguna vez lo estaré.
La Sra. Coleman habla de ella todo el tiempo, algunas veces se le escapa
el presente y duele tanto que no aguanto más que veinte minutos allí. Me
excuso con alguna tontería y me marcho, cuando me subo al coche entierro
mi cabeza en el volante mientras los sollozos me dominan.
Lloro con tanta fuerza que mi cabeza duele por la tensión en mi frente y
mis ojos se hinchan, completamente enrojecidos.
«Lo siento tanto Lex, lo siento...»

La visita a la madre de Lexie me devuelve un par de semanas más a la


cama, no me gusta sentirme débil, lo odio.

654
El colchón se hunde a mi lado, es Kaden. Me giro y lo veo con un pequeño
pastel en sus manos, tiene forma de corazón y una pequeña vela.
—¿Qué es esto? —pregunto aclarando mi voz.
—Nos perdimos nuestro primer San Valentín.
Acerca el mini pastel rojo a mi cara.
—Kaden, no tenga ganas de...
—Sopla antes de que tu cama salga en llamas, y preferiría que eso lo
causáramos nosotros, nena.
—Se sopla en los cumpleaños, no en San Valentín —argumento.
—¿Quién dice eso? Podemos poner las normas que queramos. Pide un
deseo.
Ruedo los ojos, pero soplo, deseando que todo el dolor termine, es lo
único que quiero.
Quita la vela y las deja sobre la mesita auxiliar.
La verdad es que luce bastante apetecible, abro mi boca para preguntarle
cómo lo va a cortar y esta se llena por la estampada del pastel en mi rostro.
Mis ojos se cierran automáticamente intentando librarse del pastel de mis
córneas, me cuesta unos segundos procesar la situación.
—¿Acabas de estamparme el pastel?
Estoy dividida entre el enfado y la diversión, lo que me saca con rapidez
de la tristeza, asombrándome.
Coge mi cara entre sus manos y mordisquea mi mejilla, degustando parte
del pastel.
—Estás buenísima —asegura sacándome una estúpida risa.
—Eres tan tonto —le digo
—Si eso te hace reír nena, no me importa.
Mi corazón se salta un latido y siento calor por todas partes. Todavía me
cuesta acostumbrarme a la idea de un nosotros, pero se siente tan bien y
correcto que es imposible no imaginárselo.
—Realmente parecía estar bueno —suspiro.
Su dedo recorre mi cara, quitando el exceso de pastel.
—Pruébalo. —Ofrece, colocando dicho dedo en mis labios entreabiertos.
El gesto se siente morboso mientras lo rodeo con mi lengua. En todo esto
tiempo, ni siquiera sé exactamente cuánto, no hemos hecho nada, más que
unas caricias por su parte completamente aptas para todos los públicos.
Su paciencia es algo que me ha sorprendido, siempre he pensado que lo
que fuera que sintiera por mí era puramente físico.
Retira su dedo de mi boca, sus ojos no ocultan el deseo.
—¿Quieres ducharte?
Asiento y antes de que pueda parpadear me coge en brazos y me lleva

655
hasta la ducha, su camiseta se mancha por el pastel de mi cara.
Cierra la puerta y abre la regadera para que el agua se caliente. Tira de mi
ropa, deshaciéndose de ella como si le molestara.
—Entra —ordena mientras sus manos se deslizan brevemente por mi
cintura.
Las cuatro paredes del cubículo están empañadas por el vaho, asomo mi
cabeza y veo a Kaden recostado en la pared de brazos cruzados, sus ojos
permanecen cerrados.
—¿Y tú? —le pregunto tragando con fuerza.
—¿Yo qué?
—¿No te duchas?
Intento ocultar el nerviosismo que me invade. Sus ojos se abren por
completo y su ceja se alza con interés.
—¿Eso quieres?
No sé porque me siento tan tímida de repente, mis mejillas se sonrojan
mientras asiento y Kaden se quita la ropa en lo que debe ser, sin duda, alguna
especie de tiempo récord.
Su cuerpo musculoso lleno de tatuajes me roba el aliento, quiero recorrer
mi lengua por cada trazo de piel cubierto de tinta.
—Si me miras así, puede haber consecuencias, Juls. —Advierte,
encerrándome entre sus brazos.
Mi espalda siente el frío del mármol, provocando que mis pezones se
yerguen, su mirada recae en ellos y humedece sus labios.
Estoy terriblemente mojada, y no precisamente por el agua que cae sobre
nuestros cuerpos. Hacía tanto tiempo que no sentía esto: el placer es
anestesiante.
Sus manos apartan mi pelo, colocándolo detrás de mis orejas, continúa
recorriendo mis pómulos con lentitud, como si me dibujara con las yemas de
sus dedos, cuando encuentra mis labios mi respiración se acelera.
—Eres tan... joder, Juls, ni siquiera creo que exista una palabra que lo
abarque.
Trago con fuerza, le quiero tanto que la sensación llena mi pecho, como
si no cupiese tanta emoción en el, tanto amor.
—Te quiero —susurro contra sus labios cuando me pongo de puntillas.
Una sonrisa victoriosa se desliza por su boca antes de unir sus labios junto
a los míos.
Cada beso, cada roce, cada caricia me complementa de nuevo, uniendo
todas las piezas rotas que apenas me sostienen.
—Te necesito —jadea cuando recuesta su frente contra la mía.
Asiento con desesperación y me alza con facilidad, empujándome contra

656
la pared. Mis piernas lo rodean, noto la agradable presión de su erección
caliente y dura contra mi vientre.
Mis caderas se balancean, buscando alivio de forma inconsciente.
—Aquí no —murmura, cerrando el grifo y tirando la toalla sobre mi
espalda, va dejando pasos húmedos por el apartamento hasta mi habitación.
No me preocupa que nos podamos resbalar, solo soy capaz de pensar en
su boca sobre la mía, todo el tiempo.
Ojalá todo se detuviera en este instante, viviendo en un estado
permanente de efímera felicidad rodeada del placer más intenso que existe.
Tira la toalla y luego me deja caer, el frío causado por el contraste de
temperaturas queda cubierto por su boca, que besa cada centímetro de mi
piel. Mis manos se pierden en su espalda, no quiero cerrar los ojos, quiero
deleitarme con su presencia.
Toma mi muslo, obligándome a rodear su cintura con ellos, muerdo mi
labio cuando presiona contra mi entrada y sonríe. Se hace de rogar, como
siempre.
—Sin juegos, te necesito —imploro.
Se introduce lentamente, estirándome por completo, mis pies se curvan
cuando lo siento profundamente.
—Te quiero, Juls —susurra en mi oído mientras sale cuidadosamente.
Vuelve a deslizarse con tanta lentitud que siento que voy a morir en
cualquier momento, por lo menos será una muerte placentera.
—Te sientes tan jodidamente apretada— jadea, su respiración se vuelve
dificultosa.
Mis músculos internos parecen escucharlo, contrayéndose a su alrededor.
—Amo cuando haces eso —murmura mordisqueando mi clavícula.
—Kaden, te necesito...
—Me tienes —asegura, mi espalda se arquea cuando atrapa uno de mis
pezones entre sus labios.
Mi cadera se eleva, encontrándolo en cada embestida.
—No, más rápido —gimo.
—Eres un poco codiciosa, pequeña mandona. —Sonríe aumentando la
velocidad.
Los gemidos se vuelven incontrolables, mi cabeza se nubla por completo,
soy fiel creyente de que una de las maravillas del universo es este momento.
Sus dedos se clavan en mi cintura con más fuerza, reclamando mi piel.
—Mío, todo esto es mío, Julliet —gruñe mientras me toma con más
fuerza—. Dilo.
—Sí —suspiro placenteramente.
En estos momentos sería capaz de decir lo que él quisiera.

657
—No, quiero escucharlo —reclama.
Mis ojos se clavan en los suyos, su mirada azulada me ahoga por
completo.
—Tuya —susurro.
Alza mi pierna sobre su hombro, encontrando más profundidad, una
profundidad que roza el dolor. Me encanta esa línea invisible que los
separa. Mi cuerpo se tensa, acercándose al clímax.
—Dame tu orgasmo, nena —Demanda haciéndome estallar.
Un líquido caliente se derrama en mi interior y esa es la balda de realidad
que necesitaba.
Empujo el hombro de Kaden y este me mira desconcertado.
—Joder, Kaden, hace mucho que no tomo las píldoras.
Y entonces otra cosa alerta mis sistemas.
¿Está limpio? ¿Lo hizo con condón con Bonnie?
Salto fuera de sus brazos, sintiendo pánico.
—Relájate, iré a por la pastilla del día de después ahora.
Su esperma se empieza a escurrir por el interior de mi muslo y me pongo
más nerviosa.
—No es solo eso, Kaden.
Se sienta en el borde de la cama, mirando como voy de un lado a otro con
histeria.
—¿Qué pasa?
Mordisqueo mis uñas.
—Bonnie, ¿lo hiciste con ella?
No soy capaz de mirarlo a la cara, su respuesta me dolerá, por muy
hipócrita que sea por mi parte.
—Eh, relájate, ¿vale? —Estira su brazo para atraparme y me acerca a su
cuerpo.
Levanta mi barbilla, obligándome a mirar su rostro.
—No es como crees, no hicimos nada, ella quería que creyeras eso y yo...
—¿Tú qué?
—Solo quería, no sé, ver si provocaba algún tipo de celos en ti.
Mi frente se arruga mientras intenta asimilar sus palabras.
—¿Dónde está? ¿Qué pasó en Tailandia? ¿Te ha dejado en paz de verdad?
Sus facciones se endurecen mientras asiente con convicción.
—No pienso compartirte con ella—le reclamo.
—No me tienes que compartir con nadie, nena.
—¿Entonces sigues limpio? ¿Te has hecho algún control?
Parece un poco ofendido por mi pregunta, pero responde con un tono de
suavidad que me tranquiliza.

658
—No tienes que preocuparte por nada, no lo haría contigo sin condón de
lo contrario.

659
52. INTO YOU
Varias semanas después.

Atrapa mi pie con sus manos, intento retorcerlo para liberarme, pero eso
le motiva a torturarme con más ímpetu.
Tengo sentimientos encontrados cada vez que hace eso.
Odio que me hagan cosquillas, pero amo que me las haga él.
—Su-éltame —le ordeno entre risas.
En esos momentos su mirada hincha mi pecho, todo es cálido y agradable,
me encanta esta sensación.
Le tiro un poco de agua, defendiéndome de su ataque y empieza a toser.
Me muevo quedando encima de él mientras lo inspecciono con
preocupación hasta que veo su estúpida sonrisa.
—Ahora sí que debería ahogarte por asustarme de ese modo —refunfuño
empujando sus hombros hacia abajo.
No ceden ni un milímetro.
Sus manos, resbaladizas por el agua, se cierran alrededor de mi cintura,
empujándome sobre su pecho. Muerdo mi labio cuando mi intimidad entra
en contacto con la suya, me pregunto si alguna vez dejará de ser insaciable,
aunque no tengo quejas al respecto.
Tampoco es que sea mejor que él en ese aspecto.
Sé que estoy en un terreno peligroso, mi corazón se siente frágil e
ilusionado con su simple presencia. Todo es demasiado intenso a su
alrededor.
Kaden atrapa mis labios con sus dientes con fuerza y tira de el al mismo
tiempo que su lengua lo acaricia.
—Mío —gruñe con desaprobación.
Mi respiración se agita levemente y me aparto antes de que vuelva a
tomarme en su lujosa bañera. Todavía tengo adoloridos los músculos
internos y Dios sabe que necesito un poco de descanso.
—Vale, ¿qué preferirías, tener tres piernas o tener tres brazos? —recuesto
mi espalda.
Una sonrisa arrogante cubre sus labios.
Últimamente, nos ha dado por jugar a este juego, las respuestas de Kaden
suelen ser bastante peculiares, y sus argumentos aún más.
—Ya tengo tres piernas —contesta levantando ambas cejas.
Contengo una risa y le salpico un poco más, esparciendo espuma por
todos lados.

660
—Responde —insisto.
Acaricia su barbilla, luciendo pensativo al mismo tiempo que coloca
espuma en su cara, lo que me hace reír un poco.
—Supongo que tener tres brazos, así los podría tener todos ocupados
contigo, nena. —Guiña su ojo—. Vale, mi turno, ¿qué preferirías, no salir
nunca de la ciudad, o salir, pero nunca poder volver?
—La segunda opción —respondo planteármelo.
Su frente se arruga por mi respuesta.
—¿Y yo qué? —pregunta acercando su rostro al mío.
—Podrías venir a visitarme cuando quisieras.
—No te dejaría ir tan fácilmente, Juls. —Su boca recorre mi cuello con
lentitud.
Jadeo sus labios succionan con fuerza, marcándome, como le gusta.
—Kaden... —le advierto con voz temblorosa mientras empujo su pecho
con mi mano.
Se aparta de mala gana y, por unos instantes, me siento mal por rechazarlo.
El ambiente cambia por completo y lo odio.
Me acerco de nuevo a él, rodeando su cuello con mis brazos.
—Solo estoy un poco adolorida, perdona —murmuro plantando besos
por su mandíbula.
Se relaja y me alivio, no me gusta verlo molesto, mucho menos por mi
culpa.
—Perdonada, aunque hay algo que no me canso de escuchar. —Sus
manos recorren mis muslos.
Una risa tonta escapa de mis labios.
—¿Qué pasó con el no creo en el amor y bla bla bla? —me burlo.
—Eso era cuando todavía no te conocía.
Mi corazón se salta un latido con su declaración.
—Te quiero —Le susurro al oído, complaciéndolo.
Su boca reclama la mía con urgencia, tengo miedo de lo que provoca en
mí, de lo que es capaz de hacerme sentir.
Cuando me deja en mi apartamento intento ignorar el vacío que empieza
a consumirme. Es tonto que me entristezca separarme de él unas cuantas
horas. Cierro la puerta y recuesto mi espalda sobre ella, mis piernas tiemblan
ligeramente. Las lágrimas no tardan en aparecer, embadurnando mi cara por
completo. Cuando me falta Kaden está esa sensación tan insoportable, el
anhelo, no puedo pensar en otra cosa, es tan doloroso que se convierte en
una agonía. El vacío me absorbe por completo. Solo hay huecos por todos
lados.
Es muy tarde, pero Kaden tenía que pasar por el estudio un rato, ya que

661
Alec tenía un compromiso.
Es estúpido lo mucho que necesito su presencia, sobre todo por la noche,
cuando me siento tan insegura. Las noches son mi mayor enemigo. Es
cuando todo duele más.
Me quedo sentada en la entrada de mi apartamento hasta que siento
entumecidas mis extremidades, no entiendo por qué me pasa esto y estoy tan
cansada.
Toma toda mi fuerza de voluntad moverme del lugar, a veces la tristeza
me absorbe hasta que me siento consumida, él no se da cuenta de ello. No
quiero que vea esa parte de mí y se asuste. No quiero que vea lo rota que
estoy porque Nathan dijo que nadie sería capaz de amar a alguien que está
muerto por dentro. ¿Se puede amar a alguien muerto por dentro? Me siento
así muchas veces.
Voy hasta mi habitación y me quito la ropa, no soporto ver mi reflejo en
el espejo, mi clavícula y los huesos de mi cadera son mucho más notable por
la pérdida de peso.
Mi madre siempre había tenido un control estricto de mi peso, vigilando
cada cosa que llevaba a mi boca y contando las calorías sobre ello.
La imagen lo era todo, estaría contenta de ver lo delgada que estoy ahora.
Coloco la camiseta sobre mi cabeza y la manga roza la reciente cicatriz de
mi antebrazo, inconscientemente la acaricio. Ha sido un accidente, pero quizá
debería haber ido al médico. Aunque no me gusta. Los hospitales me hacen
pensar en Devan.
Kaden tiene muchas cicatrices también, cubiertas por tatuajes, nunca me
había detenido a apreciarlas con detenimiento hasta que hablamos de ello.
Bonnie es responsable de muchas de ellas. A veces me preocupa que me siga
acechando o que siga acosando a Kaden, pero él tenía razón cuando me dijo
que no preocupara más por ello, Bonnie en todo este tiempo no ha dado
señales de vida.
Abro la mesita de noche y echo un par de pastillas a mi boca, rezando por
no tener pesadillas esta noche también.

Estoy tomando clases a distancia, Kaden me ha insistido más de una vez


en que lo deje estar, piensa que con mi talento en la danza no debería estar
perdiendo el tiempo en Derecho, pero una parte de mí no puede dejarlo. He
trasladado mi expediente a la universidad a distancia, no tiene tan buena
reputación, pero es la que permite no tener que asistir presencialmente a

662
ningún lado, de ese modo también puedo pasar más tiempo con Kaden.
Muchas veces he estado tentada de escribirle a Andrew, decirle que vuelva
a retomar las clases, que ya no estoy ahí, pero soy incapaz. Soy incapaz de
hablar con ninguno de ellos.
Solo hablo con Jared por correo para mantenerme informada del caso: no
hay novedades. Ellos trabajan en la defensa y yo no quiero saber mucho más.
Pensar solo en el nombre de Nathan me produce malestar físico. No ha
vuelto a hacer nada. O eso tengo entendido.
Con el dinero de las acciones me he encargado de pagar todo lo que pagó
Andrew por mí.
Devan ha intentado contactar conmigo por todos los medios posibles, en
una ocasión incluso ha llegado a estar en la ciudad, pero justamente ese fin
de semana no salí de la casa de Kaden.
Me encontré su carta al volver a mi apartamento, cuando Kaden la vio
enloqueció un poco. Fue un accidente. Desde el primer momento acordó que
quería una relación exclusiva conmigo, nada de compartir. Lo entendía, yo
tampoco quería compartirlo a él con nadie. Era mío.
No la llegué a leer completa, sus palabras me entristecían demasiado.
Kaden no lo sabe, pero la guardo bien custodiada bajo la caja de mi armario.
He dejado Mala. Aunque Luca me daba la baja laboral por depresión, los
recuerdos eran demasiados dolorosos, no me iba a reincorporar y no me
atrevía a bailar.
Mi cuerpo anhela bailar, pero una parte de mí se rehúsa a hacerlo, como
si no mereciera la felicidad que me produce.
La culpa es algo que me cuesta demasiado trabajar, a veces miro las redes
de Taylor, sigue sin postear nada. La he visto alguna vez, pero pasa de todo
y de todos. No es la misma.
No me atrevo a afrontarla para intentar mantener una conversación con
ella, al igual que tampoco con Sam.
Lo que les pasó es mi culpa.
Da igual cuantas veces Luca intente convencerme de que no es así, yo sé
que sí, porque si no las hubiera conocido, si no hubieran sido mis amigas,
Nathan no les habría hecho nada.
Otra de las cosas que me genera ansiedad es el sobreseimiento de la
denuncia a Nathan. Jared está intentando recurrir por todos los medios
posibles, tampoco es que tengamos pruebas nuevas. El investigador privado
que contrató el Sr. Henderson no tiene nada nuevo contra él.
Kaden quiere solucionar las cosas de otro modo, sobre todo cuando me
despierto llorando a su lado las noches que pasamos juntos.
Tengo que recordarle más de una vez que no puedo perderlo a él también

663
por ir a prisión. Y más teniendo en cuenta sus antecedentes.
Me descargo el temario online y lo releo una y otra vez, intentando
mantener distraídos mis pensamientos negativos.
He intentado retomar el diario, pero se me hace muy difícil reflejar con
palabras la culpabilidad que siento, como si escribirlo me hiciera cómplice del
delito.
Mi teléfono vibra, notificándome la entrada de un nuevo mensaje.

Kaden♥: Te paso a buscar a las tres, puntualidad o escarmiento.

Muerdo mi labio, fantaseando sobre su idea de escarmiento.


Lo amo tanto.
Me mantiene tan viva en toda esta penumbra.
Me hace tan feliz la mayor parte del tiempo que estoy a su lado.
Ha estado preparándome citas románticas espontáneas, es la primera vez
que siento que estoy en una relación real, con Nathan era todo tan diferente.
Mi favorita hasta ahora ha sido el picnic nocturno en la playa.
Juntos nos complementamos a la perfección, como si todo estuviera
correcto cuando está a mi lado. Tampoco puedo mentirme a mí mima, ni
pensar que todo es maravilloso, los dos acarreamos tantos demonios que
juntos creamos nuestro propio infierno, y esta oscuridad es la que más me
aterra, porque amenaza constantemente todo lo que hemos construido.
No es todo rosa, también hemos tenido alguna discusión. No puedo
soportar la sensación de saber que Amy le ronda cada vez que puede. Los
viernes Alec tiene la costumbre de cenar en su casa, y Amy cada vez que
puede revolotea por allí, coqueteando con él todo el tiempo e intentando
llamar su atención.
La odio.
Y odio más que Kaden no lo corte de una vez, es cierto que no le sigue el
juego, pero también parece darle igual.
De todas formas, nuestras peleas acaban de la mejor forma posible, en
sexo desenfrenado que suele implicar ropa rasgada o apartada, por el frenesí
del momento.
Cuando se acerca la hora me siento llena de energía, me ducho y me visto
con rapidez, bajando las escaleras del apartamento con entusiasmo.
Kaden espera recostado contra la puerta de su coche, me extraña que no
venga en su motocicleta.
Me lanzo a sus brazos, buscando sus labios para darle un saludo en
condiciones.
Sus manos se aprietan alrededor de mi blusa y gruñe contra mi boca

664
cuando intensifico el beso, lo he echado demasiado de menos esta noche y
esta mañana.
—¿Intentas estropear mis planes haciendo que quiera subirte a tu
pequeño apartamento para terminar lo que estás empezando? —murmura sin
aliento en mi oído.
Niego la cabeza con una mirada inocente en el rostro que le saca una
sonrisa.
Acaricia mi mejilla con el dorso de su mano, estremeciéndome por la
dulzura con la que lo hace, baja hasta mi clavícula y aprieta sus dedos sobre
mi cuello, dificultando mi respiración.
—Más tarde ajustaremos cuentas sobre este saludo, Juls.
—¿A dónde vamos? —pregunto con curiosidad.
Debe ser importante para que no me folle ahora.
—Es una sorpresa.
Mi lado curioso odia las sorpresas, tengo la necesidad de saberlo todo. Mi
labio inferior sobresale formando un puchero.
—¿No me lo vas a decir?
Niega con firmeza y resoplo, lo que le divierte.
—Sube al coche, señorita curiosa —ordena mientras palmea suavemente
mi trasero.
La forma en que me llama y la palmada me congela unos instantes,
trayéndome recuerdos de Andrew. No me gusta pensar en él porque no me
gusta sentir que lo echo de menos.
Kaden siempre conduce con la música a todo volumen mientras tararea
por lo bajo, tiene una cara tan fría y dura con toda la humanidad en general
que siempre me causa desconcierto verlo así, relajado, cantando.
El maldito hace todo bien.
El trayecto es largo, salimos de la pequeña ciudad y me pregunto todo el
tiempo a dónde me lleva. Cuando veo que toma el desvío lo miro intrigada,
él sonríe, pero sigue manteniendo el misterio.
Solo he estado dos veces en el centro de Nueva York y es caótico,
conducir por aquí es prácticamente arriesgar tu vida. Mis ojos no pueden
despegarse de la ventana, amo lo bulliciosa que es la ciudad.
Kaden frena delante de un gran edificio que no logro identificar.
—¿Dónde estamos?
Su brazo va hasta la parte trasera, rebusca algo y deja caer en mi regazo
una bolsa pequeña deportiva.
Lo miro a él y a la bolsa, ¿pretende que la abra?
—Adelante —indica moviendo la cabeza.
—¿Para qué quiero esto? —pregunto alzando el pequeño maillot negro.

665
—Para tu audición.
Parpadeo varias veces con incredulidad.
—¿Para mí qué?
—Has escuchado bien, nena, así que mueve ese bonito trasero y baja del
coche.
Mi mente se bloquea con esa información, ¿Cómo que una audición?
—¿Audición? No, no, no —farfullo nerviosa, empiezo a sentir náuseas.
—Sí, sí, sí —repite.
—¿Para qué? No, no puedo, Kaden, no puedo.
Acerca su rostro al mío, manteniendo su mirada a mi altura.
—Sabes qué si te tengo que llevar en brazos, lo haré.
—No estoy preparada para esto, hace mucho tiempo que no practico y ni
siquiera sé de qué trata la audición.
—Hace poco tuve a un cliente que hará un nuevo videoclip.
—¿Un cliente? ¿Le tatuaste?
Asiente mientras saca su teléfono.
—¿Y es cantante? ¿Tatúas a famosos? —Mi boca se abre con asombro.
Un aire arrogante adorna su increíble rostro mientras se encoge de
hombros, como si no fuera la gran cosa.
—¿Conoces a Lil Msk?
Mi frente se arruga, ¿un rapero?
Conozco alguno de sus temas más famosos, precisamente porque una de
sus canciones la bailamos en Mala. Creo recordar incluso que este año ganó
algún premio Billboard y AMA.
—Sí—contesto.
—Es para su videoclip —explica.
No puede ser real.
La repercusión que tienen sus videoclips es de millones de visualizaciones.
No puedo hacer esto.
—Quita esa mirada de pánico del rostro, esto es lo que te gusta, Juls, no
le des la espalda a una oportunidad así.
No me lo merezco.
Sacudo la cabeza, mis piernas empiezan a temblar como anoche.
Pone su mano sobre mi rodilla, calmando los temblores.
—Puedes hacerlo y vas a lograrlo.
—No me lo merezco.
Sus manos alzan mi barbilla.
—Te mereces el mundo entero, Juls.
—Hace mucho que no bailo, no lo haré bien. —Trago con nerviosismo.
—Eres la mejor, nena.

666
La determinación de su mirada me tranquiliza.
Tiene razón. En cuanto demuestro lo que soy capaz de hacer, me cogen
al momento. No me puedo creer que vaya a salir en videoclip como bailarina
principal.
Kaden y yo salimos a festejar por la noche, el ambiente de fiesta en la
ciudad es insuperable. Yo me tomo una copa, y Kaden unas cuantas más, yo
haría lo mismo si no estuviera con la maldita medicación.
Bailamos todo el rato, sus manos no se despegan de mí en todo el tiempo,
reclamándome y ahuyentando cualquier persona que intenta acercarse. Hay
un solo momento en el que me despego de él unos segundos para coger las
copas, el camarero flirtea conmigo rozando mi brazo y el lateral de mi pecho
de forma descarada y Kaden pierde la cabeza.
—Déjalo estar. —Le ruego tirando de su brazo.
Me ignora mientras asesina con la mirada al pobre camarero que parece
estar rezando interiormente.
—Nos va a echar —continúo, insistiendo.
Consigo calmar a la bestia, pero para mi suerte alguien en la pista de baile
me reconoce por los estúpidos videos que, por lo visto, me perseguirán toda
mi puñetera vida. ¿Hasta dónde han llegado los puñeteros vídeos?
Y ahí Kaden sí que pierde los papeles del todo, los comentarios lascivos
del chico y que intente tocarme no le ayudan a su rostro, que rápidamente
queda golpeado por el puño de Kaden.
El tipo va con dos amigos, pero Kaden es muy capaz de encargarse de
ellos, la ansiedad me invade e intento meterme por medio para detenerlo
antes de que acabe cometiendo más locuras y lo arresten.
Recibo uno de los golpes en el rostro, no sé si por su parte o por uno de
los hombres que está peleando por él, pero eso sirve para detenerlo.
Noto en el interior de mi boca la sangre y con el dorso de mi mano limpio
el labio que empieza a sangrar.
—Juls... —murmura con arrepentimiento cogiendo mi cara entre sus
manos.
Miro por encima de su hombro, viendo como el personal de seguridad se
acerca.
—Tenemos que irnos antes de que llamen a la policía —susurro
ignorando el dolor que empiezo a sentir.
Cuando logramos escapar nos metemos en la parte trasera de su coche,
los cristales de este lado están tintados y nadie puede vernos.
Entre el alcohol, los nervios y el dolor estoy demasiado sensible.
—¡¿Qué coño estabas pensando?! —le riño mientras inspecciono la
herida de su ceja, es el único golpe que ha recibido.

667
—¡No podía permitir que te faltara al respeto de ese modo!
Tengo ganas de golpearlo para hacerle entrar en razón, lo que es bastante
irónico. Cojo aire y cuento mentalmente hasta diez para no decir ninguna
estupidez.
—No puedes pelearte con todo el mundo, Kaden.
Pone los ojos en blanco.
—Por ti, sí.
—¡No! —exclamo—. Ni por mí, ni por nadie. No puedes acarrear
ninguna nueva condena, no puedo perderte.
—No vas a perderme —asegura.
La sola idea me provoca ganas de llorar.
Recuesta su frente en la mía y cierra los ojos, hago lo mismo, respirando
su cercanía, sintiendo la calidez de su aliento contra mi cara.
Es extraño describirlo, pero cada vez que hacemos esto es como un
momento de conexión, como si pudiéramos expresarnos sin palabras. Dolor,
frustración, amor, incertidumbre, miedo.
—Te quiero, Juls —susurra.
Es todo lo que necesito.
—Te quiero —contesto de vuelta.
Su boca se acerca a la mía, lo que empieza como un beso lento, doloroso
por el golpe de mi boca, termina en algo frenético. Siempre es así. Nuestros
cuerpos no conocen la tranquilidad.
Me recuesta parcialmente sobre el asiento trasero mientras cuela su cabeza
bajo mi camiseta, mi boca se abre mientras tira de mi sujetador y su lengua se
dedica a jugar con uno de mis pezones. Mis manos buscan algo a lo que
aferrarse y entre el acolchado del asiento mis dedos se topan con algo familiar.
Atrapo el aluminio y cuando observo que está vacío veo rojo.
Golpeo el pecho de Kaden, intentando apartarlo.
El envase del condón no luce antiguo, es más, luce tan nuevo que empiezo
a temblar con ira.
Nosotros no utilizamos condones.
—¡¿Qué mierda es esto, Kaden?! —le reclamo tirándolo a su cara y
empujándolo con rabia.
Permanece calmado, lo que me saca más de mis casillas.
—Eso no es mío, amor —asegura con rapidez.
Odio que utilice esa palabra en estos momentos.
—Mío seguro que no es. —Mis dientes prácticamente castañean de la
rabia que me consume.
—Le dejé el coche a Alec, tal vez echó un polvo en la parte trasera.
—¿Esperas que me crea eso? —El tono de mi voz es tan inestable, no sé

668
si quiero chillar, llorar o acabar de volverme completamente loca.
—Es cierto, ¿no confías en mí? —pregunta completamente ofendido—.
Habla con Alec, entonces.
Niego la cabeza con enfado, no sé qué pensar.
—No puedo creer que desconfíes de mí, después de todo lo que he hecho
por ti —me reprocha.
Tiro de mi camiseta y me aparto lo máximo que puedo de su lado, estoy
confundida y herida.
—Nunca te haría algo así, Juls ¿Por qué estaría con alguien más cuando
te tengo a ti? Nadie sería tan estúpido, tú lo eres todo —continúa.
El nudo en mi garganta me impide hablar, quiero creerlo y al mismo
tiempo, una parte de mí desconfía.
Trago el nudo e intento contener las lágrimas que pican por salir de mis
ojos.
—Eres mío —gruño.
Sueno como él cuando me reclama.
—Tuyo.

Confío en él.
Confío en él.
Me repito a mí misma la frase una y otra vez, cada vez que las dudas
intentan adueñarse de mis pensamientos.
El mensaje que acabo de leer cambia por completo mi estado de ánimo.
Esta es la cuarta noche consecutiva que Kaden tiene que quedarse hasta
tarde trabajando, guardo el móvil de nuevo en mi bolsa, con un nudo en el
estómago.
Rebusco la toalla entre mis cosas, las gotas de sudor ruedan por mi frente,
los ensayos me mantienen exhausta.
¿Quién diría que un simple videoclip pudiera dar tanto trabajo?
—Julliet tienes que ir a la segunda planta para la prueba de vestuario —
me dice alguien del staff.
Es imposible aprenderse el nombre de tanta gente, muchos llevan la
identificación colgando del cuello, pero no logro leer la de este hombre.
—¿No puedo darme una ducha primero?
Estoy bañada en sudor tras varias horas bailando. El tipo me inspecciona
y se encoge de hombros.
—Quince minutos.

669
Recojo todas mis cosas y salgo disparada hacia el vestuario, voy tan
acelerada que choco con una puerta que se está abriendo. Automáticamente,
me llevo la mano a la frente, frotándola para amortiguar el dolor.
—¿Estás bien? —pregunta amablemente una chica joven.
La cabeza me da un par de vueltas.
—Eso creo —contesto.
—Espera tú eres...
Aquí vamos.
¿Cómo es posible que los dichosos videos hayan llegado a todo el planeta
tierra? ¿Alguien no los ha visto?
—La bailarina principal, ¿cierto?
La miro confundida, eso me toma totalmente desprevenida.
—Te vi en la audición, fue increíble, me gustaría llegar a bailar tan bien
como tú.
Los halagos son algo extraño, todavía sigo sin saber reaccionar a ellos.
¿Gracias?
Oh, no es para tanto.
Sí, la verdad es que soy una diosa bailando, me lo suelen decir.
Mis opciones son una mierda, simplemente asiento con la cabeza.
—Soy Anastacia —comenta estirando su mano para que la estreche.
—Como la cantante... —murmuro, tomándola.
Ella se ríe, tiene una risa melódica fascinante, de esas capaces de contagiar
una sonrisa.
—Sí, mi madre es una fanática.
—Yo soy... —En esos momentos pienso en Nathan—, mierda, tengo
mucha prisa, lo siento.
Nada de conocer gente nueva.
Me cuelo dentro del vestuario, dejándola perpleja. Tiro la bolsa al suelo,
desnudándome con rapidez, cuando estoy por entrar a las duchas solo veo
miembros masculinos colgando por todos lados.
Penelandia.
Mis ojos se salen de sus órbitas y automáticamente coloco la toalla sobre
mi cuerpo.
Algunas personas se ríen de mi reacción mientras mi cara pasa por todos
los matices del color rojo.
—¿Te has perdido, bonita? —pregunta uno de ellos.
—Eh, yo, esto, eh...
El poder de la invisibilidad me iría de lujo en estos momentos. Si esto
fuera Mala no habría problema, pero no es Mala.
—No seáis capullos —contesta uno que, gracias a Dios, tiene una toalla

670
alrededor de la cintura—, el vestuario de mujeres es justo el que hay delante
de este.
Asiento repetidamente mientras camino lentamente hacia atrás.
No sé cuánto tiempo he perdido, pero alguien me riñe por tardar tanto en
llegar a la prueba de vestuario. Me empiezan a colocar ropa, me hacen sentir
como si fuera una barbie a la que visten y desvisten.
Noto un pinchazo cerca de mi cintura y me sobresalto.
—Tienes que estar completamente quieta —refunfuña la modista.
—Trata mejor a mi bailarina principal, Audrey—la amonesta otra
persona.
Giro mi cabeza lentamente y ahí está Lil Msk, su piel oscura está cubierta
de tatuajes, me pregunto cuáles de ellos serán obra de Kaden. Tiene algunas
perforaciones en la ceja. Es atractivo, tiene fama de ser todo un mujeriego,
pero claro, éxito, belleza, fama y talento son la combinación ideal para poder
tener a quién quiera.
Se queda allí quieto, comiendo tranquilamente una bolsa de patatas de la
máquina expendedora.
—Disculpa—murmura con falsedad Audrey.
—Así que tú eres la novia de Kaden, ¿no? —me pregunta él.
Asiento sintiéndome intimidada por su presencia.
—Fascinante.
—Callum ves quitándote la parte superior —le ordena otra de las
modistas.
Cuando se deshace de su camiseta aparto la mirada, tiene una cicatriz justo
en el centro de su pecho, una línea recta por encima del esternón.
Audrey acerca un par de alas blancas que me hacen contener la
respiración.
Pensar en Devan duele demasiado.
—¿Qué es esto? ¿Tengo que llevar esto? —pregunto nerviosa.
—A partir de la mitad del videoclip —contesta.
—Luce como un ángel, pero tiene una mirada salvaje que podría matarte
—canturrea Lil Msk—. Tú serás el ángel.
No puede ser verdad, ¿acaso es algún tipo de señal todo esto? ¿O solo una
broma cruel del destino para que piense en él?
Cuando Lil, por lo visto, Callum, termina su prueba de vestuario, vamos
a plató para ensayar una toma juntos. No sé si Kaden sabe que tengo que
hacer algunas escenas algo provocativas con él y besarlo. ¿Lo sabe? No creo
que le haga ninguna gracia. Es actuación, pero a mí no me haría ninguna
gracia verlo besar a otra, aunque fuera su trabajo.
No puedo evitar sentirme mal, como si estuviera engañándole o algo, y lo

671
peor es que una parte de mí recuerda la sensación de no estar atada a nadie,
el no tener ningún tipo de compromiso y poder disfrutar con quién quiera.
Hay cierta química con Callum y es horrible porque no quiero que pase.
Es solo trabajo.
Cuando me quito las alas y vuelvo a casa solo pienso en Devan. A él le
encantaría verme aquí. Las lágrimas empañan la visión por mi carretera y
tengo que parar varias veces antes de llegar a casa. Esos pensamientos
mantienen mi mente ocupada, sobre todo cuando recojo el correo de mi
buzón y encuentro un billete de avión dentro de un sobre con destino a
Alemania.
Me ha enviado un billete para ir a verlo.
Todo parece empujarme a él.

672
53. MOODSWINGS
Durante la mañana siguiente Kaden y yo comemos juntos en mi
apartamento, entre mis clases a distancia, la terapia y los ensayos parece que
no tenemos tanto tiempo como nos gustaría últimamente.
—Es que deberías dejar esa gilipollez de una vez —replica de forma
grosera.
Pongo los ojos en blanco por su tono de desprecio.
—No es una gilipollez.
—En ningún momento has querido estudiar eso, Julliet ¿Por qué
continuas? —Sus ojos se entrecierran—. ¿Es por él? ¿Te hace sentir
conectada a él?
«¿Él? ¿Qué él?»
Sacudo la cabeza, intentando encontrarles sentido a sus palabras.
—No te sigo, Kaden.
—No importa. —Recoge su plato y se levanta de la mesa sin decir nada
más.
—¿Por qué se supone que te has cabreado ahora? —pregunto,
siguiéndole.
Deja las cosas de mala manera, haciendo que el plato repique contra el
metal de mi fregadero.
—Solo no entiendo por qué estudias algo que no te gusta, es tiempo que
podrías emplear de otra forma.
Niego la cabeza, ya hemos discutido sobre esto antes y empiezo a estar
cansada.
—No es así, me gustan algunas asignaturas, son interesantes, estoy
aprendiendo muchas...
Sacude la mano, cortándome.
—Ahórrate el discurso que ni tú misma te crees.
Frunzo el ceño con indignación, su actitud me vuelve loca.
—¿Por qué te molesta tanto?
—Porque pierdes el tiempo.
—¿Te estás escuchando? ¿Desde cuándo decides en qué tengo que
invertir mi tiempo? —Suelto una risa sarcástica.
—No seas melodramática.
—¿Yo? ¿En serio? Claro, yo estoy siendo la melodramática. —Resoplo
con ironía.
Pone los ojos en blanco.
—Mira, para el poco tiempo que tenemos últimamente prefiero no tener

673
que estar discutiendo.
Su tono es cien por cien acusatorio, lo que me desmorona todavía más.
—Tú eres el que está pasando todas las noches fuera, no lo digas como si
solo fuera mi culpa. —Me cruzo de brazos.
No contesta, pasa por mi lado y simplemente abre la nevera, rebuscando
algo. Saca un bote de nata montada, mis ojos se abren ampliamente, él se
encargaba de traer el postre, pero no imaginaba esto.
—No tengo fresas para eso —murmuro tragando con fuerza.
—Entonces tendré que comerlo con otro tipo de acompañamiento. —Su
mirada se ha convertido en la de un cazador a punto de devorar a su presa.
Puede que no entienda nada de lo que sucede entre nosotros muchas
veces, pero está bien. No tenemos que entendernos cuando nuestros cuerpos
lo hacen. Arreglamos las cosas a nuestra manera, y esta es la única qué
conocemos.
Se acerca y cae de rodillas, su mirada me provoca mientras tira de mis
zapatos, sus manos continúan con el cinturón, cuando se deshace de él, baja
mis pantalones de un tirón, llevándose la ropa interior con ellos. Desliza las
manos por mis caderas y continúa subiendo, arrugando mi camiseta.
—Levanta los brazos, Juls —ordena.
Mi cuerpo se convierte en esclavo de sus peticiones, ansío esto. Lo anhelo
con cada fibra de mi ser. Prácticamente, me arranca la camiseta, mis pezones
se mantienen erguidos, expectantes y deseosos de atención.
—Coloca tus manos juntas detrás de tu espalda.
Mi boca se seca, hacía tiempo que no practicaba nada de esto con Kaden,
él fue el primero en atarme durante el sexo.
Siento que ahora me tiene atada en muchos más sentidos.
Utiliza mi propio cinturón para amarrar mis manos con fuerza, estoy
bastante limitada de este modo. Rodea sus brazos en torno a mis muslos y
me eleva, subiéndome sobre la encimera.
—Es la hora del postre, abre la boca.
Hay algo obsceno en su tono de voz que ruboriza cada parte de mi cuerpo,
agita el bote de nata de forma enérgica y apunta a mi boca, trago y paso la
lengua por mis labios.
Kaden presiona su cuerpo junto al mío, su erección se clava con fuerza
en mi vientre, dándome una idea de lo mucho que me desea, un gemido
escapa de mis labios.
—Me toca a mí —susurra trazando una línea desde el hueco de la base de
mi garganta hasta mi ombligo.
Se quita la camiseta y recreo mi mirada con su deslumbrante y firme torso,
como me gustaría ser yo la que pasara la lengua por él. Su boca recoge

674
lentamente toda la nata de mi cuerpo, muerdo mi labio mientras lo observo,
mis músculos internos se contraen con impaciencia.
Dispara una nueva cantidad de nata sobre uno de mis pezones, su lengua
se enrosca alrededor de él, tomándose todo el tiempo del mundo.
Mis manos se retuercen en el amarre, tengo ganas de hundir mis dedos en
su pelo y empujarlo con más fuerza. Me estremezco cuando sus dientes
muerden con suavidad, ojalá todo en la vida fuera esto. Esta sensación. La
sensación que nubla todo y solo deja placer.
Soy tan adicta, pero ¿quién no lo sería después de probarlo?
Su mano, que descansa sobre mi rodilla, empieza a deslizarse por el
interior de mi muslo.
Se incorpora y reclama mi boca, me besa tomando todo de mí mientras
sus dedos realizan un lento vaivén entre mis piernas.
Su boca se abre, empuja su lengua y saboreo la nata.
—Me vuelves tan jodidamente loco, no creo que puedas entender lo
mucho que te deseo —gruñe separándose unos centímetros.
Me encanta este tipo de agresividad, debilita mis defensas por completo.
Saca los dedos de mi interior, veo lo brillantes que están antes de que se los
lleve a la boca.
Kaden se agacha hasta quedar a la altura de mi entrepierna, esparce nata
por todos lados y la recoge, dejando caminos húmedos por mi cuerpo.
—Yo también quiero —jadeo.
Una sonrisa perversa se desliza por sus labios.
—Lo siento, nena, te necesito demasiado.
Baja la cremallera de sus pantalones de un tirón y se desliza con
profundidad dentro de mí. Mi cabeza choca con el mueble de la cocina, pero
el dolor queda amortiguado por el disfrute. Sus caderas se mueven con
rapidez, creando la fricción perfecta que acelera mis pulsaciones hasta un
punto insano. Muerde su labio cuando aumenta la intensidad, sonrío viendo
lo perdido que está en el gozo. Me agarra con tanta fuerza que es extraño la
vez que mi cuerpo no tenga alguna marca suya, pero siempre ha sido así, y
no negaré que amo esas marcas.
Me baja de la encimera y me gira, su mano aferra mi pelo y casi estrella mi
cabeza contra la encimera de la cocina. Cuando se introduce desde atrás, llego
al orgasmo.
Uno de esos orgasmos que hace temblar todo mi cuerpo.
Sus embestidas rebotan contra mis nalgas, arrastra una de sus manos
arañando el centro de mi espalda, lo que me hace gemir con más fuerza.
Palmea mi trasero, y automáticamente siento el escozor, estoy segura de que
su mano se empieza a dibujar en mi piel blanquecina.

675
Agarra mi pelo de nuevo y levanta mi cara para susurrar en mi oído:
—Quiero que te corras de nuevo, Julliet. Acaba conmigo esta vez.
Su mano baja por mi vientre hasta encontrar ese pequeño punto, sabe
tocarme de un modo que me hace llegar con rapidez. Mis caderas lo buscan
en cada arremetida, deseosas del segundo orgasmo. Pellizca suavemente y
estallo a su alrededor, sintiendo como él también se tensa y derrama un
líquido caliente.
Desata mis manos, me doy cuenta en ese instante que casi se me han
adormecido.
Y simplemente así, fingimos que la discusión de antes no ha sucedido.
Queda enterrada como cualquier otra discusión que hayamos tenido hasta
ahora.
Vamos a la ducha, lo que nos lleva a otra ronda rápida.
Mientras seco mi pelo Kaden se marcha para vestirse, estoy adolorida por
la intensidad de nuestro ejercicio físico. Es siempre tan intenso.
No escucho como entra al baño, simplemente arranca el cable del secador
y me gira con fuerza para que lo mire.
—¡¿Qué mierda significa esto?! —exige.
Empuja la pantalla iluminada de mi teléfono en mi cara.
Tengo una notificación de un mensaje de un número no registrado.

Me han contado lo de tu desnudo en el vestuario masculino, tú sí


que sabes entrar a lo grande.
-Anastacia

«¿Cómo tiene mi número?»


—¿Qué haces mirando mi teléfono? —Es lo primero que suelto.
Y eso no le gusta nada. No debería haber empezado por ahí. Kaden dejar
caer mi teléfono con fuerza sobre el mueble del baño.
—¿Qué. Coño. Significa. Ese. Puto. Mensaje. Julliet?
Trago con fuerza, su cara empieza a enrojecerse con ira.
—No es lo que parece, iba con prisas esta mañana y he confundido los
vestuarios —aclaro.
—¿Desde cuándo eres tan tonta que no sabes diferenciar cuál es el puto
vestuario femenino del masculino? —Sus palabras, cargadas con veneno, me
afectan por completo.
«¿Me acaba de llamar tonta?»
—¿Perdona?
—¿O lo has hecho a propósito? Después de saber lo que has hecho con
los de Mala no me sorprendería.

676
Por unos instantes me hace sentir como me hacía sentir él.
Mi mano actúa más rápido que mis pensamientos y se estrella con su
mejilla. Le tiene que haber dolido porque a mí me arde la palma
—Perdona, no quería... —me disculpo al momento.
—¿Sabes? Si yo te hubiera soltado el guantazo sería el malo de la película
—Escupe.
—Kaden...
Niega la cabeza mientras levanta sus manos y sale del baño. Tardo un par
de minutos en recomponerme. Cuando voy a mi cuarto no lo veo por ningún
lado, se ha marchado.

Bajo los puños de mis mangas y me reacomodo en el diván, cada vez estoy
más incómoda en las sesiones. Quizá debería dejarlas. Estoy mejor. No las
necesito.
—¿Cómo va la medicación, Julliet? ¿Sigues la pauta correctamente?
Asiento.
—¿Qué has hecho estos últimos días?
¿Se lo digo?
—Ensayar, voy a salir en un videoclip musical.
Luca parece realmente sorprendido por mi respuesta.
—¿Has vuelto a bailar? ¿Cómo te ha hecho sentir eso?
Estoy harta de esto.
—Bien, supongo.
Pienso en la maldita discusión con Kaden y en los mensajes que nos
llevamos enviando desde hace dos días. Tengo tanto miedo de que las cosas
estén de este modo por un malentendido.
—¿Supones? ¿No has empezado a bailar por voluntad propia? —
interpreta.
Odio que pueda leer tantas cosas a través de mí.
—Kaden pensó que podría con ello, que me lo merecía. Es una buena
oportunidad. Lo he conseguido.
—¿Y tú?
Lo miro de reojo, intentando ver a dónde quiere llegar.
—¿Yo qué, Luca?
—¿Tú te sentías lista para volver a bailar? —Lanza una de sus pelotas
antiestrés en el aire, y me la da.
Trago con fuerza, porque esto siempre me hace pensar en Lexie.

677
—Sabes que me encanta bailar. Me lo paso bien en los ensayos.
—Todavía no eres capaz de perdonarte a ti misma por cosas que no son
tu culpa, Julliet, y te sigues castigando, me cuesta creer que estés haciendo
todo esto.
Aprieto la puta pelota de las narices y se la devuelvo con rabia.
—¿Cómo quieres que me perdone si no son mi culpa? —le digo con
ironía.
—Exacto. Ahora créetelo.
—Eres odioso —resoplo poniéndome en pie.
—Es un placer seguir haciendo progresos, Julliet. El siguiente paso es que
cojas el teléfono y contestes alguna llamada de la gente que te quiere y se
preocupa por ti.
Me levanto y le enseño el dedo del medio. No sé por qué sigo volviendo
a la consulta de este hombre.
—Te voy a subir la dosis de topiramato.
—Vete al infierno.

Miro mi móvil, limpiándome las lágrimas que no paran de correr. Los


mensajes cada vez son más extensos, me da la sensación de que me está
alejando, no sé qué más decirle para disculparme, estoy harta de esta
conversación. Me equivoqué, pero no siento que toda la culpa sea mía y
entramos en un círculo vicioso en el que ninguno de los dos cede.
El orgullo es el peor enemigo en una relación.
No quiero hacerle daño. Ninguno de los dos ha hecho las cosas bien. No
me sentaría bien saber que ha estado desnudo en un vestuario lleno de chicas
desnudas. Pero tampoco miraría su teléfono, o sí… No lo sé. A veces creo
que me estoy convirtiendo en alguien demasiado posesiva con respecto a él.
Pero le pegué, le abofeteé. Tiene razón, hice mal.
¿Así fue Bonnie con él? No quiero ser como ella.
Le echo de menos.
Le necesito.
Necesito que las cosas se solucionen entre nosotros. No puedo estar con
este sentimiento constante que me pone enferma.
Es el cumpleaños de Alec, y Kaden le ha organizado una fiesta en su casa,
yo estoy invitada, estaba, no lo sé. Es raro cuando estamos en este punto de
inflexión. Al final, durante este tiempo, Alec y yo nos hemos vuelto un poco
más cercanos por las cenas en casa de Kaden los viernes.

678
Al contrario que Kaden, Alec tiene bastantes amigos, así que cuando llego
a casa de Kaden el bullicio de la fiesta se escucha desde fuera. Es tan extraño
en una casa en la que suele reinar la calma. Me bajo de mi coche, insegura de
si estoy haciendo lo correcto al entrar ahí. Al final esto no tiene que ver con
nosotros, es el cumpleaños de Alec. Por un segundo me pregunto si en una
realidad alternativa nada malo hubiera pasado, si Lex y Alec hubieran tenido
algo más. Sus personalidades sin duda encajan. Eso sumado a mi pelea con
Kaden me hace sentir más rota de lo que quiero. Odio pensar en Lexie.
Intento tragarme mis lágrimas, bajo mi vestido, y aunque tengo llaves de
la casa de Kaden, llamo a la puerta.
Alguien, que no sé quién es, me abre. Seguramente uno de los muchos
amigos de Alec que no me voy a molestar en recordar los nombres.
Cuando veo a Kaden sentado en el sofá con Amy pegada a su lado, mi
parte posesiva me domina, ella le dice algo al oído y él se ríe antes de llevarse
el botellín de cerveza a sus labios.
Hace rato que no me responde los mensajes, así que no sé si espera verme
aquí.
Estoy tan cabreada y celosa por verlo tan relajado con Amy que en vez de
ir a saludarlo voy en busca de Alec.
—¡Aquí estás! —Me saluda alegremente cuando le doy unos toques en su
hombro—. Kaden me había dicho que no vendrías.
—Feliz cumpleaños —le digo alzándome para darle un abrazo rápido.
—¿Está todo bien?
—Es Kaden, ya se le pasará.
Me encojo de hombros.
—¿Quieres que hable con él? —Sus ojos verdes son más intensos que los
de Andrew, pero muchas veces me hacen pensar en él y no me gusta.
—Quiero que disfrutes de tu cumpleaños —insisto, intentando que no
note mi estado de ánimo, pero Alec sabe que no estoy bien.
—Pues vamos a bailar.
Tira de mí, y no pueda evitar reírme, porque hace esos estúpidos
movimientos de baile extraño solo para hacerme reír. Una parte de mí quiere
ir con Kaden, hablar con él cara a cara y arreglar el estúpido malentendido
del vestuario, el móvil y la bofetada, pero no se siente el momento.
—¿Te apetece beber algo? —me ofrece Alec cuando llevamos un par de
canciones.
Asiento. Una copa es el máximo.
Inconscientemente, cuando va a por las bebidas, vuelvo mi mirada por la
casa, en el sofá ya no están ni Kaden ni Amy y eso enciende un fuego en mis
venas. Por suerte las cristaleras son transparentes y veo que están fuera,

679
fumando. Los dos. Solos.
¿Qué coño hace a solas con ella? Es una cría que no para de tirarle los
trastos, ¿no se da cuenta?
Puede que unos meses atrás no hubiera hecho esto, pero no soy la misma
que hace unos meses, así que me pongo a bailar con algún amigo de Alec,
muy muy pegada.
—¿Cómo te llamas? —me pregunta colocando sus manos en mi cintura.
No quiero sus manos en mi cintura. ¿Por qué bailar con alguien es una
invitación abierta a “tócame”?
No me da tiempo a responderle ni a apartarle las manos porque lo
empujan varios metros lejos de mí.
—¡¿Qué se supone que estás haciendo?!
No sé si la pregunta va hacia mí o al tipo. Alec se interpone entre Kaden
y su amigo. Esto, definitivamente, no es una forma de arreglar las cosas.
Kaden me mira de arriba a abajo.
—¿Qué hacías tú? Yo solo estaba bailando. —Me cruzo de brazos.
—No te acerques a ella —le advierte Kaden al amigo de Alec.
El ambiente de la fiesta está muriendo por segundos, y siento que le estoy
fastidiando el cumpleaños a Alec. No debería haber venido. Ni haberme
puesto a bailar con uno de sus amigos.
Kaden me coge del brazo y me arrastra hasta su habitación. Ejerce tanta
fuerza alrededor de mi hombro que me hace hasta daño, está realmente
cabreado. Una vez dentro, cierra de un portazo y echa el pestillo.
—¿A qué viene todo esto? ¿Ahora te comportas como una niñata?
Quería hacer las paces con él, pero su actitud me cabrea por momentos.
—¿Yo? ¿Te recuerdo cuántas veces has jugado la carta de “vamos a poner
celosa a Julliet”? —resoplo.
Kaden se pasa la mano por el pelo con desesperación.
—¿Qué narices haces aquí, Julliet?
—Alec me cae bien, es su cumpleaños. ¿Qué hacías tú a solas con Amy
fuera? —le reclamo.
Me mira como si estuviera loca.
—En serio, no digas gilipolleces. —Rueda los ojos.
Camino hasta llegar frente a él, levanto mi mirada, los dos estamos
demasiado furiosos.
—Está coladita por ti, dime que no ha intentado nada. Va, dímelo.
—Sabes que solo te quiero a ti, ¡joder! ¿En qué puto idioma te lo tengo
que decir para que lo entiendas?
Trago con fuerza.
—No me lo estás negando, Kaden. ¡¿Por qué no me lo estás negando?!

680
¡¿Qué ha intentado?! —Cuando alzo mis manos atrapa mis muñecas y las
levanta, me gira para dejar mi cuerpo contra la pared.
Se presiona contra mí, la tensión entra la furia y el deseo está por todos
lados.
—Nada, es una cría. No le permitiría nada porque tú eres la única,
entiéndelo —susurra antes de bajar sus labios y buscar los míos.
Se separa unos segundos en busca de aire, me tiene rogando por más.
—No vuelvas a bailar con otro —me ordena mientras baja mi vestido con
rabia.
Estar en una relación con Kaden es como despertar una mañana tras una
tormenta, sabes el desastre que te rodea, el caos, los escombros que han
quedado, pero también está la calma y la paz de saber que ha finalizado. Es
una sensación muy ambigua, porque una parte de mí, quizá la más negativa y
pesimista, siempre está a la espera de una nueva tormenta

—¿Has hecho esto alguna vez? —pregunto atándome los cordones.


—No debe ser tan difícil, ¿no?
Me rio mientras lo miro, con su gorro, la bufanda y los guantes luce
adorable. Tiro de su bufanda para aplastar mis labios con los suyos en un
beso rápido. Pero con Kaden un beso rápido se convierte en algo más
apasionado siempre, cuando noto como sus manos se cuelan en la parte
posterior de mi anorak suelto una carcajada contra su boca y lo empujo.
—Eres insaciable —suspiro.
Inclina su cabeza y me da esa mirada que me quita el aliento.
—Eres preciosa.
—¿Crees que nos meteremos en un lío por esto?
Pongo mis pies dentro de la pista y me equilibro, no patinaba desde…
Lexie. Se lo dije a Kaden una noche que estaba muy triste, que haga esto por
mí es agridulce. Nathan nunca me llevó a patinar, mis padres tampoco. A mí
siempre me había fascinado. Cuando me hice amiga de Lex y salimos del
psiquiátrico de vez en cuando empezamos a hacerlo, ella me enseñó.
—Solo no tienen que pillarnos.
Esa frase es demasiado familiar y la última vez no acabó bien.
Kaden entra a la pista conmigo y se tambalea un poco, intento contener
la risa mordiendo mi labio, tiene que agarrarse al lateral para no comerse el
suelo de bruces.
—Con que no era tan difícil, ¿eh? —levanto mis cejas.

681
Deslizo mis patines por el frío hielo y me muevo con agilidad, siempre he
pensado que debe ser lo más parecido a flotar, doy una vuelta rápida sintiendo
el aire contra mi cara, amando la sensación. Casi puedo recordar la última vez
que hice esto con Lex. No puedo llorar.
En menos de unos segundos vuelvo a estar con Kaden, me mira
fascinado.
—Tienes un don para mover tu cuerpo, Juls.
Sus palabras calientan cada parte de mí y me acerco de nuevo para besarlo.
—Te quiero —susurro—. Gracias por esto. Y ahora, dame tus manos.
—Sabes que debo pesar como el doble que tú, ¿no?
—Solo tienes que mover tus pies, ¿no has patinado nunca por ciudad?
—Lo mío son los dibujos, nena.
—Tienes que estar relajado, ¿vale? Y ahora sigue mis instrucciones.
Me mira tan atentamente que es arrebatador.
—Abre tus piernas a la altura de tu cadera —le indico.
—Así me gusta tenerte. —En sus ojos hay puro fuego.
—¡Kaden! —le riño entre risas.
—Está bien, está bien.
Me hace caso.
—Vale, ahora, flexiona un poco las rodillas —añado.
—Esto podría ser perfectamente un diálogo de cama. O de encimera, o
de sofá. Ya sabes que no me importa dónde —dice mientras me obedece.
—Compórtate.
Sonríe fundiendo un poco mi corazón.
—Los pies mantelos un poco hacia dentro y para moverte lo que tienes
que hacer es deslizarte de lado a lado, ayúdate con las manos para mantener
el equilibrio, no las tengas del todo rectas. Recuerda que esto no es caminar,
es deslizarte, ¿te queda claro?
—¿Qué pasa si me caigo?
—Que te caes, hazte una bola, duele menos, yo me comí el suelo varias
veces la primera vez que patiné, el planchazo duele bastante. Caer de culo no
tanto. ¿Estás listo?
Kaden asiente, pero puedo ver la inseguridad en sus ojos, empieza a
moverse por el hielo y realmente no lo hace tan mal. Se mantiene cerca del
lateral, como todos hacemos por primera vez, por miedo a caernos y tener
algo a lo que aferrarnos.
—Nada mal. —Lo felicito moviéndome por su lado.
Estamos completamente solos en la pista, no es la primera vez que en una
de nuestras citas nos colamos ilegalmente en algún sitio. La sensación de que
nos pillen es aterradora, pero a la vez excitante. Casi como nosotros.

682
Lo miro, tiene esa cara de concentración mirando sus piernas, la misma
que pone cuando está diseñando un boceto nuevo o dibujando en un lienzo.
Acaricio mi muñeca. Su tatuaje, mi tatuaje. Lo llevo en mi piel desde antes de
que estuviéramos juntos. La libertad. Quizá Kaden ha estado bajo mi piel
desde el primer día, por eso nunca he podido dejar de pensar en él.
Sus ojos azules me miran y se cae al suelo, rápidamente llego hasta su lado
y me empuja encima de él, debe de estar congelándose, pero nos fundimos
en un beso que sería capaz de derretir todos los metros de hielo que tenemos
debajo.
Lo quiero tanto.

Normalmente, Jared solo contacta conmigo a través de correos


electrónicos, y realmente con todo el tema del sobreseimiento pensaba que
la cosa estaba pérdida, pero me cita para vernos en su despacho, lo que me
deja realmente sorprendida.
Quizá es para dejar todo ya zanjado.
Acudo a la cita con Jared e intento mantener mi mejor cara posible, no
quiero venirme abajo cuando me diga que todo ha terminado, pero todo eso
se va a tomar por culo cuando veo la presencia de alguien más en el despacho.
Andrew Henderson.
Una tormenta de emociones arrolla mi anterior.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuatro meses? ¿Tal vez un poco más?
Su cabeza está prácticamente rapada, y ese aire sofisticado ha sido
reemplazado por una mirada más dura. Está diferente, como si la energía que
lo envuelve no fuera la misma.
—Srta. Collins —asiente en mi dirección.
¿Eso es todo? ¿Después de todo lo que ha pasado entre nosotros? ¿Un
simple "Srta. Collins"?
Los latidos de mi corazón golpean con más fuerza, seguramente debo de
estar más pálida de lo normal, porque siento como si la sangre hubiera
abandonado mi rostro.
No puedo reaccionar, la conmoción me tiene enmudecida y paralizada.
Andrew mira a Jared y él asiente, una especie de comunicación sin
palabras entre ellos hace que Jared deje la sala.
Verlo aquí empuja todos los recuerdos de los últimos meses de golpe y la
herida de mi pecho que pensaba que estaba cicatrizado se abre y arde con
intensidad, abrasándome. Se levanta y se acerca a mí, su cabeza se inclina

683
levemente para estar a la altura de mi mirada, es tan expresivo, el
remordimiento de su mirada que me atrapa.
—Siento lo de tu amiga, Julliet.
¿Lo siente? ¿Lo siente? ¿Después de decirme que alguien la vigilaría lo
siente?
—¿Qué haces aquí? —mascullo, con rabia.
—El juicio se celebrará en las próximas semanas. Tenemos pruebas
nuevas.
—¿Pruebas nuevas? —repito, confusa.
—Nathan te tenía vigilada, hemos accedido a vídeos tuyos de dos mil
diecisiete.
¿Qué? ¿Dos mil diecisiete? Es cuando intenté suicidarme por primera vez,
¿lo sabía? ¿Por eso llegó tan rápido la ambulancia? Una arcada sube por mi
garganta, mientras un escalofrío me recorre por completo.
¿Por qué ese nivel de control? ¿Por qué ese nivel de obsesión?
La cabeza me da vueltas.
—¿Cómo...? ¿Cómo has conseguido todo eso?
No responde.
—Andrew —insisto.
—Ya sabes que no puedo hablarte de ello.
Sigue tirando de contactos que hacen el trabajo sucio.
—Entonces no será válido para el juicio.
—También hemos arreglado eso.
Me pregunto hasta dónde llega su influencia y poder en los tribunales.
—¿Has tenido acceso a los vídeos? ¿Los has visto?
—En ellos se puede apreciar el día que los colocó y el día que los retiró,
lo tenemos en un punto que no se lo esperará.
No quiero ilusionarme, no quiero sentir ni una pizca de esperanza porque
luego la decepción será mucho mayor.
—¿Te quedarás o te volverás a ir?
No sé por qué le pregunto eso cuando hay cosas más importantes de las
que hablar, como el juicio en sí.
—Después del juicio me iré. Estoy trabajando en la apertura del nuevo
local en LA, es rentable, funcionará.
Me duele. Me confunde que me duela, ¿por qué no puedo superarlo?
—Está bien, ¿puedo preparar las preguntas con Jared?
—Julliet... Entiendo que estés enfadada.
Sacudo la cabeza con firmeza.
—No, no entiendes nada.
No me gusta cómo me mira, como si le importara.

684
—Has estado ignorando mis mensajes y llamadas —me dice.
No suena acusatorio, simplemente es una afirmación veraz.
—Las de todo el mundo, no te sientas especial por ello —resoplo.
—No me gusta que estés con él, no es bueno para ti.
Las marcas recientes de los dedos de Kaden en mi brazo parecen quemar,
inconscientemente me cruzo de brazos.
—¿Cómo sabes...?
—Me mantengo al día de tu vida personal, hasta que termine el juicio es
relevante todo lo que hagas.
—¡¿Entonces por qué no volviste?! ¿Dices que él no es bueno para mí?
¡Él es el único que ha estado para mí! ¡Me quiere! ¡Y yo también le quiero!
—A veces queremos a la gente equivocada —me interrumpe.
Parece que habla por sí mismo y eso me enferma. Me pongo de pie en un
salto mientras una risa sarcástica se escapa de mis labios
—¿Y vienes tú a decírmelo? ¡Vete a la mierda, Andrew!
Paso rápidamente por el pasillo, no me puedo creer que vuelva así sin más
y suelte toda esa mierda.
—¿Julliet? —pregunta Jared con confusión mientras me escabullo con
velocidad por el pasillo.
—Lo dejamos para otro día, ¿Sí?
—El juicio será pronto, deberíamos...
—No puedo, hoy no.

685
54. YOU BROKE ME FIRST
No espero encontrarme a Kaden en los ensayos finales, supongo que al
ser amigo de Callum o mi pareja no lo ha tenido difícil para colarse, pero
puedo ver en su cara que no le hace ninguna gracia la escena en la que me
enrollo con Callum. ¿Debería habérselo dicho? ¿Quizá haber esperado a que
saliera el videoclip y avisarle? Es trabajo, es un videoclip, ¿cuántas bailarinas
se enrollan en los videoclips? Es solo actuación.
Entonces, ¿por qué me hace sentir tan culpable la mirada que me está
dando? No quiero salir de los vestuarios y afrontarlo. Intento ir lo más lenta
posible. Últimamente está todo bien, una discusión más es lo último que
necesito.
Cuando salgo no está.
Estupendo. Esto es mucho peor de lo que esperaba. Intento llamarle al
teléfono y voy directa al buzón de voz. ¿En serio? Resoplo, frustrada, por su
actitud.
Conduzco de vuelta a la ciudad, mi mente está demasiado confusa,
¿debería ir a su casa y hablar con él o dejarle el espacio que parece que quiere
y ya lo hablaremos? Pero ¿qué hay que hablar? Incluso él me llevó a la
estúpida audición.
Al entrar en mi apartamento lo último que espero es encontrármelo allí.
Vaya, parece que no era necesario ir a verlo.
Está bebiendo. No quiero que traiga alcohol a mi casa, se lo he dicho más
de una vez.
—¿Te ha gustado? —Es lo único que se limita a decir.
Cuelgo mi abrigo en el perchero de la entrada y suspiro.
—Kaden, es un puto videoclip, es actuación.
Deja el vaso con demasiada fuerza sobre la encimera, tensándome, está
definitivamente cabreado.
—¿Actuación? Pensaba que bailabas, no que actuabas.
Oh, no. Aquí vamos.
—¿Nunca has visto un videoclip, Kaden? Tú me llevaste a la audición.
—Algo de lo que me arrepiento, desde luego.
Desvío mi mirada porque no aguanto que me haga sentirme culpable.
—Es trabajo.
—¿Entonces no te importaría que me liara con otra en mi trabajo? —Se
ríe con sarcasmo.
Trago con fuerza a medida que se acerca.
—Responde, Julliet —me presiona.

686
A quién quiero engañar, no, no soportaría ver como besa a otra, y más del
modo en que Callum y yo lo hacemos, ni por todo el dinero del mundo. Lo
que me recuerda a que Kaden precisamente no sabe cuánto dinero tengo ni
por qué lo tengo. Sé que eso rompería nuestra relación. No puedo decírselo.
—Me molestaría —admito.
—Bien, renuncia.
Mis ojos se abren con asombro.
—¿Qué? No, no voy a renunciar, Kaden.
—No vas a volver a enrollarte con él, Julliet, conozco a Lil. No lo harás.
Niego.
—Vete —le digo.
—Julliet…
—Largo, Kaden. Te vas a dar órdenes a tu puta madre.
Rápidamente tapo mi boca porque no he pensado antes de hablar. Algo
que me pasa muchas veces cuando estamos en el momento más fuerte de la
conversación. No debería haber dicho eso. Joder, su madre. Soy tan estúpida.
Estrella el vaso que tenía en sus manos contra mi pared, poniéndome los
pelos de punta. Las lágrimas empiezan a rodar por mis ojos.
—Kaden…
—Ya has dicho suficiente —escupe con rabia.

Guardo las esposas en el fondo de mi bolso, esto lo solucionará. Es el


único modo.
Me coloco un vestido ceñido que se aferra a cada curva de mi cuerpo. No
me molesto en llevar ropa interior, le gusta más de este modo y así también
evito perder otra pieza de mi carente cajón. Me imagino su reacción, casi
puedo sentir el fuego de su mirada abrasando mi piel. Me pregunto si
terminaremos haciéndolo en la playa, me encanta hacerlo de noche en el agua.
Introduzco la llave que tengo de su casa y me muevo de forma sigilosa por el
apartamento.
Es demasiado tarde, pero esta noche libra y Alec está en el estudio por lo
que ya debe estar durmiendo, yo no he podido pegar cabeza desde la
discusión, sacar lo de su madre ha sido pasarse demasiado y no me ha
contestado el teléfono.
Podría despertarlo de su forma favorita. Estoy seguro de que le sorpren-
derá. Tras abrir la puerta y colarme sigilosamente la en su dormitorio la
sorpresa me la llevo yo. Mi cuerpo se congela unos instantes.

687
Cuando vuelvo al presente, busco mi teléfono y con manos temblorosas
hago una foto antes de salir corriendo de allí.
Quiero gritar. Quiero golpear algo. No, quiero golpearlo a él y a ella.
Siento tanta rabia. Es una furia que me enloquece por completo,
llevándome a mi próximo destino.
Entro dando un portazo que hace que tiemble el cristal de la puerta.
—¡¿Lo sabías?! —le reclamo.
El cliente que está pagando se aparta asustado.
Le enseño la pantalla de mi teléfono, la cara de Alec cambia por completo.
—¿Qué es esto? —Su cara está completamente pálida mirando la imagen.
Es difícil confundir la imagen.
—Es de hace veinte minutos. Alec, por Dios, te juro que si lo estás
ocultando y defendiendo…
—¿Estás loca? Lo último que querría en mi vida es que mi hermana se
metiera con él, Amy tiene diecisiete años, por Dios, Kaden es mi mejor
amigo, me prometió que nunca…
—¿Qué no se la follaría? ¿Así como me prometió exclusividad? —
Recuerdo algo que me altera por completo—. ¿El condón era tuyo?
—¿El condón? —repite.
—Había un condón en la parte trasera del coche de Kaden, ¿era tuyo?
Alec parpadea varias veces, como si estuviera procesando todo. Niega con
la cabeza y mi última esperanza estalla en mil pedazos.
No sé qué me pasa durante los siguientes minutos, pero acabo con los
brazos de Alec a mi alrededor, intentando tranquilizarme.
Solo hay un objetivo en mi cabeza, la venganza. Quiero hacerle daño, que
sienta la traición, la misma que yo estoy sintiendo.
Sabía que había algo entre ellos. Debería haber confiado en mi instinto.
—¡Lo odio! ¡Lo odio, joder! ¡Maldito mentiroso! —le grito a la nada.
—¡Tienes que parar ya, Julliet!
Miro a mi alrededor, he destrozado un par de cosas de su estudio de
tatuajes.
¿Qué me está pasando? ¿Por qué reacciono de este modo?
—¡No! ¡Quiero que le duela!
—Yo también, pero los muebles no tienen la culpa.
Una revelación aparece ante mí, tenemos un objetivo común, y reacciono
por pura venganza aplastando mi boca sobre la suya. Parece que vuelvo a mi
antigua yo. Alec tarda unos segundos en entender mi punto, una vez lo
comprende puede saborear la sed de venganza en sus labios.
Supongo que a él no le hace ni puta gracia que su mejor amigo, el cual
tiene treinta años, se haya follado a su hermanita de diecisiete. Dios, es

688
repulsivo.
La pasión que nos mueve es muy diferente a cualquier que haya sentido,
es un instinto primitivo mezclado con odio y rabia.
Sé que esto destrozará a Kaden y en estos momentos es exactamente lo
que quiero.
Nos colamos dentro de una de las habitaciones de tatuajes y me sienta
encima de la camilla, las manos de Alec tiran mi vestido hacia arriba mientras
enrosco mis piernas en su cintura.
Una parte de mí siente culpabilidad por disfrutarlo, la otra se regodea
victoriosa en cada momento de desquite.

Me encierro en mi propio mundo, aislada de cualquier estímulo externo.


Noto como si estuviera en piloto automático de nuevo.
La tranquilidad y el silencio tan solo duran medio día.
Kaden entra prácticamente arrollando mi puerta, debe de haber visto el
mensaje que le envié, aunque bueno, no se puede considerar un mensaje una
simple fotografía.
—Largo.
Tengo que cambiar esa cerradura.
—Déjame explicártelo —murmura con desesperación en la mirada.
—No. No quiero escuchar una explicación de como eres un puto infiel y
pederasta.
—¡No fue así! ¡¿Puedes parar de sacar conclusiones precipitadas siempre?!
¡¿No sabes hablar las malditas cosas?! —grita con furia mientras golpea la
pared.
Doy un paso atrás, manteniendo una distancia prudencial.
—La recogí borracha, se vomitó encima y por eso le puse mi ropa, yo
duermo sin camiseta siempre, lo sabes. Eso es todo —explica.
No le creo, no creo una maldita palabra que salga de su boca.
Debería haberlo sabido, soy una estúpida, las lágrimas de impotencia
nublan mi mirada.
—Estaba en tu cama Kaden, en tu casa hay muchas habitaciones y ella
estaba en TU cama.
—¡No pasó nada! —exclama con histeria.
—Oh, claro, ella se durmió y en tu casa no había ninguna otra cama en la
que poder dejarla, por eso, era mejor meterla en tu puta cama, con tu puta
ropa, mientras tú descansabas desnudo a su lado. ¿Puedes imaginar por un

689
solo segundo como sería si la cosa fuera al revés? —Utilizo esas palabras que
tanto le gusta utilizar conmigo—. Mira, si quieres, puedes imaginarlo porque
anoche me follé a Alec en tu estudio.
Solo se escuchan nuestras respiraciones aceleradas.
—No lo has hecho —murmura en un ruido apenas audible.
Trago con fuerza, mis ojos brillan con impotencia.
—Dime que es una broma, Julliet, dime que no te has follado a mi mejor
amigo. —Sus dedos se clavan con fuerza en mi brazo.
No retracto mi palabra, es la verdad.
El nudo que siento se incrementa, ¿cómo hemos llegado a este punto?
—Me has engañado, me has engañado todo este tiempo —susurro,
sintiendo como mi confianza está completamente destruida—. ¿Qué podía
hacer?
—¡Nunca te he engañado, joder!
Mi espalda impacta con fuerza con la pared, me cuesta varios segundos
procesar lo que acaba de suceder. Mi cabeza se golpea en el proceso.
La realidad se convierte en algo desconcertante, ¿acaba de pasar lo que
acaba de pasar?
Solo ha sido un empujón, está enfadado.
Tú también estabas enfadada anoche, por eso te follaste a una de las
personas más importantes de su vida, te lo mereces.
Kaden sigue temblando con ira, tengo miedo de lo siguiente que pueda
pasar.
Da un paso hacia mí y me encojo en el lugar, antes de que pueda coger
aire siquiera se marcha. Cierra la puerta con tanta fuerza que el marco tiembla.

Una de las cosas que odio de este nuevo trabajo es el trayecto, nuestro
pequeño pueblo se mantiene a casi dos horas de la ciudad y odio conducir
tanto tiempo.
«Me engaño».
«Tal vez no».
«No puedo confiar en él».
«Su discurso sonaba convincente».
«Alec dijo que el condón no era suyo».
«Tal vez hay una explicación para eso».
Amy me espera en el portal de mi apartamento, mis músculos se tensan
por completo y se forma un nudo en mi estómago.

690
Eso de que sepa donde vivo no me hace ni pizca de gracia.
No sé por qué parece querer asesinarme con la mirada, teniendo en cuenta
que ella es la que ha estado en la cama de mi novio. Cuando mis ojos hacen
contacto con los suyos, tira el cigarro que tiene en la boca y lo aplasta con el
pie.
Ese gesto parece totalmente copiado de Kaden, no me gusta que pasen
tiempo juntos, la odio tanto. Un odio fomentado por los celos. La emoción
es tan negativa y oscura que saca a relucir ideas extrañas en mi cabeza.
Ideas malas, violentas.
—Lo has jodido de nuevo. ¿No te cansas de arruinar la vida de los demás?
—pregunta cínicamente—. Él solo cuidaba de mí, como ha hecho siempre,
si estaba a su lado en su cama era simplemente para cuidarme y vigilarme,
para no vomitarme o algo por ir pedo, ya había vomitado y estaba
preocupado de que lo hiciera durmiendo. Eres una zorra, no mereces tenerlo.
«¿Y si es verdad? Joder… No, no sé qué pensar».
—¿Has venido hasta aquí solo para decirme eso?
—Te has cargado la relación entre mi hermano y Kaden, mejores amigos,
¿sabes qué es eso? ¿ya estás contenta? ¿Te queda algo que joder? ¿Te queda
alguien a quién joder?
Cojo aire y cuento mentalmente hasta diez.
—Mira, no me conoces suficiente para...—empiezo a decirle.
—Te conoce todo internet. Tu fama te precede, puta.
No sé cuántas veces he escuchado esa palabra desde que se filtraron los
vídeos, he llegado a perder la cuenta. Lo que más me preocupa es sentirme
como tal. Lamentarse no sirve de nada, no deshace acciones.
—Amy, cierra la puñetera boca —gruñe Kaden a mis espaldas.
Me giro lentamente, el nerviosismo se dispara en mi sistema.
No me sorprende encontrarlo con una herida en la ceja, le han dado
puntos recientemente. Quiero saber cómo está Alec, pero obviamente está
fuera de lugar preguntarlo.
No sé qué creer, una retorcida parte de mí se alegra de que esté aquí.
«Le echo de menos».
«Lo necesito».
El ambiente es tan tenso que resulta palpable.
—Pero...—empieza a protestar Amy.
—Márchate—le contesta él, interrumpiéndola.
—Solo quería...—sigue excusándose.
—Ya.
Pasa por mi lado, golpeando intencionadamente su hombro con el mío,
me desestabiliza y pierdo el equilibrio.

691
Kaden estira su brazo y me agarra con fuerza, evitando que caiga al suelo.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto con voz temblorosa.
—Tenemos que hablar.
No me gusta como suenan esas palabras, la intención que puede haber
tras ellas infunde el miedo en mi cabeza.
«No quiero que me deje. La he cagado, pero no puedo imaginarme no
estar a su lado».
Trago con fuerza mientras asiento y subimos en silencio a mi
apartamento.
Cierra dando un portazo que me sobresalta.
—Kaden...
Aparta su mirada con repulsión.
—No puedo ni mirarte sin pensar en ello, joder
—Kaden, lo siento.
—¿Por qué? ¿Por qué no eres capaz de hablar las cosas? ¡No tardaste ni
unas putas horas Julliet, ni unas horas en ir corriendo a follarte a otro! —Hay
tanto odio en sus palabras.
Me odia. El sentimiento de culpa me asalta, nada nuevo. No puedo evitar
echarme a llorar.
—Pensaba...
—¡Eso es lo que más rabia me da! ¡¿Por qué coño dudas?! Creo que te he
demostrado más de una vez que tú eres la única a la que quiero.
—Alec me dijo que el condón no era suyo, estaba enfadada y...
—Le enseñaste la foto, ¡claro que iba a decir que no era suyo! Solo quería
tener su estúpido momento de venganza, como tú.
¿Era eso? ¿Por eso Alec dudó?
Muerdo el interior de mi boca hasta que pruebo la sangre.
—Lo siento.
—Ahórrate tus disculpas, el puto daño está hecho.
Está realmente cabreado, únicamente lo he visto hablar de ese modo
cuando está al límite. Se pasa las manos por el pelo, con frustración, resopla
y golpea con ambas manos la mesa antes de mirarme.
—¿Lo disfrutaste? —reclama.
La vergüenza tiñe mis mejillas, sí, lo hice. Lo peor de todo y esto es algo
que nunca me atreveré a decirle en voz alta, es que eso me hace recordar a
mi vida cuando trabajaba en Mala.
Por mucho que ame a Kaden, quiero separar el sexo del amor y las
relaciones. Quiero seguir experimentando con otras personas, como hacía
antes de formalizar nuestra relación. Extraño explorar mis límites en el
BDSM, desarrollar nuevas fantasías con varias personas a la vez. Kaden

692
nunca querrá eso para nosotros y me siento mal por tener esos pensamientos.
Me siento como lo que todo el mundo piensa de mí. Que soy una zorra.
—Kaden, por favor —suplico.
No quiero hablar de esto.
—¿Utilizó condón?
Doy un paso atrás, y él me sigue, me siento acorralada y no quiero
responder a nada de lo que me está preguntando. Estoy tan incómoda y rota.
—¿Empezaste tú? ¿Fue solo una vez?
No puedo ni ver con claridad por las lágrimas. Suena tan dolido, todo esto
se lo he hecho yo. En ese momento era lo que quería, que sufriera, pero ahora
no. Odio hacerle esto.
—Necesito saberlo, necesito saber cada puto detalle, Juls.
Mis piernas chocan con la altura de la cama y caigo sobre ella de culo.
Kaden alza mi barbilla con sus manos.
—Responde —ordena con rabia.
—Yo...lo siento —susurro.
Sus ojos llamean con ira.
—Mía, joder, m-í-a.
Todo es extraño y confuso.
Rasga mi ropa con furia, me voltea y sujeta con fuerza mi cabeza boca
abajo, apenas puedo respirar, me gusta la asfixia erótica, disfruto de ella, pero
solo cuando puedo ver a la persona que me lo hace. Kaden no puede ver que
casi me está ahogando.
Mi cuerpo parece ajeno a todo, no le importa lo que está pasando entre
nosotros. Lo más extraño de todo es que no entiendo por qué hace esto. Ni
por qué puedo disfrutarlo en una situación como esta.
Mi cabeza, por primera vez, no se nubla en éxtasis. Es extraño. Se siente
mal. Le quiero, me gusta que lo hagamos rudo, ¿por qué no puedo notarlo
como siempre?
Provoca las reacciones habituales en mí; me estremezco, mi respiración
se altera, me hace llegar al orgasmo.
¿Entonces por qué creo que todo está mal? ¿Qué no es momento para
esto?
Las lágrimas mojan la almohada que continúa dificultando que el aire
entre en mis pulmones. Cuando acaba no se marcha, pensaba que lo haría. Se
tumba a mi lado y me da la espalda. Me siento extraña, como si de algún
modo todo fuera distinto ahora.
No entiendo nada.
Repito eso una y otra vez, el sueño no me vence. Estoy exhausta, pero
soy incapaz de dormirme.

693
Miro como su pecho sube y baja con tranquilidad. Le quiero tanto que
quema. Duele.
«Nadie es perfecto, podremos arreglar esto».
«Vale la pena luchar por ello, no debemos rendirnos a la mínima».
Cuando la luz del día baña la habitación me muevo sigilosamente,
quitando el brazo que rodea mi cuerpo con lentitud.
Kaden dormido me transmite un tipo de paz extraña.
Voy de puntillas a la ducha, antes de que caiga la primera gota de agua
sobre mi rostro ya lo noto húmedo.
No entiendo por qué no puedo parar de llorar. El agua caliente no me
relaja, tal vez estoy nerviosa porque hoy es la grabación. Debe ser eso.
Envuelvo mi cuerpo en una toalla y decido no secar mi pelo, así no lo
despertaré.
Para mi sorpresa él está despierto, mi armario está abierto y lo que tiene
entre sus manos me altera.
—¿Me puedes explicar qué diablos es esto? —su voz tiene un falso tono
calmado.
El billete que me ha enviado Devan da vueltas en sus manos. Todo lo
tengo guardado con mis recuerdos de Devan. El anillo, la foto de Las Vegas.
«No, ahora no, no después de lo de Alec».
—No es nada.
—¿Casada, Julliet? ¿Estás puto casada con él? ¿En qué momento me lo
ibas a decir? ¿Y el billete? ¿Te lo ha enviado él? ¿Me ibas a dejar sin decir
nada? ¿Ibas a marcharte con él?
Lo dice en un tono tan calmado que me asusta mucho más que si estuviera
enfadado.
—Kaden, no, no es así... La boda fue falsa, era solo por unos arreglos
judiciales, fue hace tiempo, y el billete me lo ha mandado él, no he hablado
con él en todo este tiempo, no sabía nada…
—Bien, porque vas a divorciarte y no irás a ningún lado —dice rompiendo
por la mitad el billete y la foto.
Me duele, siento como si intentara romper mi relación con Devan. La cual
ya debe estar rota. Por mi culpa.
—¡¿Cómo te atreves?! —exijo recuperando los pedazos.
Atrapa mis muñecas entre sus manos y las mantiene alzadas mientras me
empuja contra la pared.
—¿Le quieres? —Busca la respuesta en mí mirada.
«No, no, no».
«No estamos teniendo esta conversación».
—Solo responde una maldita vez, ¿le quieres sí o no?

694
¿Qué es peor? ¿Vivir en una mentira? ¿O hacerle daño con la verdad?
Siempre voy a querer a Devan, nadie puede llevarse eso, por mucho que
lo ame a él. Aunque le mintiera lo sabría.
—Sí, no como piensas —susurro—, además estoy con...
No termino, el dolor corta mis palabras.
«No entiendo qué ha pasado».
«No, sí lo entiendo, pero prefiero no afrontarlo».
La conmoción y la confusión son mejor que la realidad de lo que ha vuelto
a hacer. Él parpadea varias veces, como si no pudiera creer tampoco lo que
ha hecho.
No le falta tiempo para marcharse. Supongo que tiene mucho que
asimilar. Como yo.

—¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien, cielo? —pregunta la maquilladora


viendo el desastre de mi cara que tiene que tapar.
Lo he intentado cubrir con maquillaje lo mejor posible, pero no es
suficiente.
—Me he resbalado en el baño—comento con una sonrisa de disculpa.
Eso es lo que le dije mi primer día de clase a Andrew. Qué gran ironía
todo.
—La torpeza no ayuda el día de rodaje—suelta una pequeña risita—
Intentaré no hacerte mucho daño cubriendo eso.
—Tranquila—digo mostrando mi mejor cara.
Las alas de mi disfraz se sienten una burla cruel.
A mí me faltan.
Pensaba que este momento sería un antes y un después, estoy grabando
un videoclip, debería estar en las nubes, en su lugar, me da la sensación de
que estoy en el puto infierno.
Kaden aparece en el estudio de grabación cuando estamos terminando,
lleva un gran ramo de rosas entre sus manos.
Son hermosas.
Lil Msk, quiero decir, Callum se acerca sonriente a saludarlo, pero él
mantiene su atención solo en mí.
No puedo ignorar la mirada de fascinación que le dedican las otras
bailarinas. Lo desean. Intentan llamar su atención todo el tiempo. Siempre es
así con él, es demasiado atractivo. Es capaz de atraer toda la atención posible,
pero su frialdad es el escudo que hace que no se lancen a sus brazos tanto

695
como quizá lo harían, para mi suerte.
Cuando estamos en el coche acaricia con gentileza mi pómulo cubierto de
maquillaje.
—Lo siento, amor, he perdido la cabeza pensando que podías dejarme.
Las lágrimas pican en mis ojos, pero no permito que ninguna se derrame.
— ¿Sabes cómo es no? Imagínatelo por un segundo, imagínate la
situación a la inversa, Julliet.
Asiento.
Siempre tengo que imaginarme todo a la inversa.
—Me odio por haberte hecho daño, lo siento muchísimo.
«¿Por qué le sigo queriendo?»
«Está mal, sé que está mal».
¿Entonces por qué no puedo detener esta emoción tan arraigada en mi
pecho? No tiene sentido. Una persona que te ama no sería capaz de hacer
algo así, y tiene mucho menos sentido que después de eso lo siga amando
con tanta intensidad.
Mi garganta duele, porque quiero tragarme el nudo que hace que quiera
salir el llanto.
—Iremos a mi casa y te preparé un baño, tienes que estar cansada. He
comprado un poco de champagne para brindar por tu primer rodaje.
Parece que ya no le importa que me haya enrollado con Callum, ha dolido,
aunque el maquillaje me haya cubierto la cara, él me la tenía que sostener y
yo fingir que no me dolía horrores.
Miro a Kaden mientras conduce.
Si lo vuelve a hacer me marcharé».
Me trata con tanto amor que me confunde, pero lo puedo ver, me quiere,
le quiero.
«No ha sido para tanto».
«La situación es difícil, pero podemos superarlo».
«Yo tampoco soy perfecta. También le pegué una vez».

696
55. THE LONELIEST

—¿Un informe psicológico forense?


—Lo añadiremos al juicio —me explica Jared.
No me gusta responder preguntas exhaustivas de mi relación con Nathan,
ni de lo que pasó en la fiesta, después de tantos meses de preparación y
conversaciones, es algo que he aborrecido por completo. Tengo ganas de
terminar todo esto.
Evito a Andrew a toda costa, me he vuelto experta en evitar a las personas
que me importan, por lo que no resulta un trabajo arduo.
Kaden me ha dado varias sorpresas el resto de los días. Amo cada una de
ellas.
Una vocecita en mi cabeza resuena todo el tiempo, advirtiéndome sobre
él. Intento callarla por todos los medios posibles, sobre todo cuando me
entero de que todavía conserva el piso para sus folladas de una noche.
¿Por qué lo hace? Una parte de mí quiere preguntárselo y otra tiene miedo.
No sé si miedo por la posible discusión, miedo por conocer la respuesta,
miedo por el engaño, miedo porque termine todo…
Quiero fingir que todo sigue bien. Prefiero engañarme a mí misma.
Estamos en su casa, él está distraído en su sala de pintura, me encanta
verlo dibujar y pintar, tiene un don para ello. Observo las curvas de su
espalda, su ceño fruncido, como mordisquea el extremo del pincel decidiendo
el siguiente trazo.
—Iré a preparar algo de cenar —murmuro acercándome por detrás y
plantando un beso en medio de su espalda.
—Está bien, amor, si no quieres podemos pedir algo.
—Me apetece cocinar.
—Que Dios nos bendiga —susurra por lo bajo sacándome una sonrisa.
Cuando estamos bien, estamos tan bien.
No vale la pena comerse la cabeza, solo tengo que vivir el presente. Eso
es.
Busco los ingredientes y me muevo cómodamente por la cocina, utilizo el
sistema sofisticado de electrónica que tiene Kaden para cocinar.
El timbre suena y la imagen de las personas que están en la puerta se
refleja en una pequeña pantalla. ¿La policía?
Seco mis manos en el trapo de la cocina y voy hacia la puerta, algo me
dice que es mejor no abrir, pero mi mano actúa a expensas de mis
pensamientos.

697
—Buenas tardes —respondo.
—Buenas tardes, señorita, buscamos al Sr. Kaden Kane.
Miro un segundo por encima de mi hombro y entrecierro la puerta,
dejando más intimidad, no sé qué me impulsa a mentir.
—No está en casa ahora mismo.
Se miran entre ellos.
—¿Puedo ayudarles en algo? —pregunto.
—Han reportado la desaparición de la Sra. Bonnie Lee. La última vez que
tuvimos noticias de ella se dirigía a Tailandia, en el mismo avión en el que iba
el Sr. Kane en ese momento, hay registros que los sitúan en el mismo
hospedaje. De ese viaje solo nos consta que regresó el Sr. Kane.
¿Desaparición? ¿Por eso no he sabido nada de Bonnie hasta el momento?
¿Está desaparecida?
—Oh.
—El Sr. Kane tenía una orden de alejamiento, necesitamos hacerle unas
preguntas.
No me gusta cómo lo dicen, como si sospecharan de algo.
—Se lo notificaré cuando llegue, que tengan una buena tarde.
Cuando cierro la puerta recuesto mi espalda intentando controlar mi
respiración.
—¿Quién era? —pregunta Kaden con curiosidad acercándose a mí.
Llevo mis manos a su cuello y lo abrazo, girándolo en dirección contraria
a la puerta.
—Solo alguien que vendía galletas.
—Pareces asustada —comenta apartando un mechón de pelo que ha
escapado de mi coleta.
—Los carbohidratos son aterradores. —Una risa nerviosa me traiciona.
Frunce el ceño y lo distraigo con un beso inocente.
—Se quemará la cena —murmuro, separándome unos centímetros de sus
labios.
Vuelve a besarme con más ganas.
—Apagamos la placa y listo —declara.
—Kaden me vas a manchar de pintura... —protesto con una risa mientras
su boca demanda con más insistencia.
—¿Baño entonces? ¿O playa?
—Nos ganaremos una multa por escándalo público a este paso.
El miedo continúa presente, recordándome la conversación con los
oficiales. Es tan complicado intentar aclarar mis pensamientos, ojalá existiera
la forma de poder apagarlos.
—Eso le da un punto extra de morbo. —Mordisquea mi mandíbula.

698
—La verdad es que me tiene que venir el período y tengo calambres —
me excuso apartándolo.
—Está bien —murmura plantando un dulce beso en mi frente.
Continúo preparando la cena, el temblor de mi mano derecha cada vez se
vuelve más difícil de controlar.
Kaden mira distraído su teléfono mientras cenamos.
—¿Va todo bien? —pregunto cuando terminamos.
—Me tengo que pasar un momento por el estudio para solucionar una
cosa.
¿El estudio? Ya. Como no tiene sexo conmigo, lo va a buscar a otro lado.
Intento ocultar mi cara de decepción. Estoy cansada de esa mentira, sigue
teniendo el apartamento de folladas de una noche y está claro que lo usa.
—Está bien, ¿me marcho a casa o... ? La verdad es que es un poco tarde
y me gustaría despertarme contigo —murmuro pasando mis brazos por sus
hombros, recostando mi cabeza en la curvatura de su cuello.
—Quédate, nena, no me importa.
—Iré a la cama entonces, estoy bastante cansada.
—Vale. —Besa mis labios suavemente.
Cuando estás tan acostumbrada a fingir, las reacciones surgen de forma
más natural. Me acuesto en su cama y cierro los ojos, manteniendo una
respiración profunda. El sonido de la puerta me avisa que se ha marchado y
salgo de la cama.
La casa de Kaden es grande y no sé cuánto tiempo tendré, así que me
dedico a las habitaciones que frecuenta poco. Hago fotografías de cómo está
todo para ir dejándolo exactamente como lo encuentro. Recorro cada estante
con frustración, puesto que ni siquiera sé que estoy buscando.
El suelo suena diferente en una de las habitaciones, miro con confusión,
pensando que quizá me he vuelto loca. Vuelvo a pisar y noto de nuevo la
diferencia, la alfombra bajo mis pies llama mi atención, Kaden no suele tener
alfombras en ninguna habitación.
La retiro y repiqueo con el puño, para ir escuchando la diferencia. Retiro
la tapa de suelo falso y saco una caja. Estoy muy nerviosa mientras la abro.
La miro detenidamente, el contenido de su interior me deja perpleja.
No soy experta en drogas, pero estas lo parecen.
Dinero.
Una jodida pistola.
Pasaportes, documentos y más papeleo.
Cuando abro uno de los pasaportes me congelo.
La fotografía sonriente de Bonnie parece devolverme la mirada.
Un teléfono móvil. Intento encenderlo, pero resulta imposible, cuando

699
quito la funda una pequeña fotografía cae al suelo. Es una mini tira de fotos
de Kaden y Bonnie.
No quiero pensar en lo que estoy pensando, pero cada cosa que encuentro
hace que todo resulte más turbio.
Mi miedo va incrementando, sobre todo cuando escucho la puerta de
nuevo. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Guardo todo a la mayor velocidad posible
y me escabullo de la habitación, colándome en el baño. Echo agua fría sobre
mi rostro varias veces, cuando miro mi reflejo en el espejo veo a Kaden detrás
de mí. Lo que provoca que me sobresalte.
—¿Qué haces en este baño? —pregunta con desconfianza.
—¿Qué haces tú apareciendo de ese modo? ¿Quieres infartarme? —
contesto llevándome la mano al pecho.
—No te he visto en la cama, solo te estaba buscando.
—He tenido un mal sueño, eso es todo —miento.
La vocecita que gritaba peligro todo este tiempo ahora parece tener un
megáfono y las sirenas resuenan con fuerza en mi cabeza.
«Tengo que hacerlo. Debo preguntárselo».
«Es peligroso».
«Pero necesito saberlo».
Apoyo mis manos en el tocador y levanto la mirada, viéndolo a través del
cristal del espejo.
—Dime algo, Kaden, ¿dónde está Bonnie?
Me mira como si acabara de perder la poca cordura que me debe de
quedar.
—¿A qué viene eso?
—Llámala y pon el altavoz —insisto.
Su mandíbula se aprieta con fuerza, y mis dedos se agarran con más fuerza
al borde del tocador.
—Llámala —continúo—. ¡¿Por qué no lo haces?! ¡Hazlo, joder! ¡Hazlo y
demuéstrame que me equivoco!
El entendimiento llega a sus facciones y me rompo en mil pedazos. No sé
qué quedaba de mí, pero en estos momentos es nada. Ya no soy nada.
—No es cierto —sollozo—, dime que no es cierto, por favor. Estoy loca,
¿verdad? Solo estoy imaginando cosas.
Una mirada furiosa corta mi respiración.
—¡Iba a hacerte daño! ¡Era ella o tú!
Mis manos tapan mi boca, conteniendo el asombro y los sollozos.
Esperaba que fueran paranoias mías, que lo negara. Esto no puede ser
real. Lo miro con otros ojos, no reconozco a la persona que tengo enfrente.
Es como si la historia se repitiera. Nunca conozco a las personas con las que

700
salgo.
—Tu coche, el incendio, la explosión, ¡todo era obra suya! ¿Te crees que
te llamé de Tailandia por casualidad? Se reía mientras me decía que te quería
muerta ¡No podía permitir que se saliera con la suya! ¡Hasta ahora solo estabas
teniendo suerte! No iba a parar —estalla.
Me giro para tenerlo de frente.
—¿La-la has matado? —Mi voz tiembla.
Las palabras que pronuncio suenan surrealistas, necesito que alguien me
despierte de esta puta pesadilla.
No lo afirma, pero tampoco lo niega, su mirada atormentada parece
querer responder por él. Entonces pienso en todas las veces que lo he visto
drogado desde la vuelta de Tailandia, intentando ocultármelo. ¿Era el remor-
dimiento lo que lo conducía a las drogas? ¿Por eso se tensaba al hablar de
Bonnie?
—No puedo seguir contigo. Hemos terminado, Kaden —decirlo duele,
porque una parte de mí no quiere separarse de él.
—No.
Alza su mano para tocarme, pero doy un paso atrás, alejándome.
—Sí.
—No puedes dejarme —murmura, sus puños se cierran con fuerza.
Mi visión se nubla por las lágrimas.
—No te acerques.
—Julliet, yo te quiero. Lo he hecho por ti, por nosotros.
Lo que faltaba, no necesito añadir más cargos de culpa a mi conciencia.
Otra muerte más, no. Simplemente no puedo.
—Iré a la policía si das un paso más.
—Juls...
—¡No!
Saco de mi ropa interior su propia arma y lo apunto. Kaden se queda
perplejo y quieto. He sentido miedo en su presencia otras veces, pero el temor
de ahora es muy distinto. Un temor tan real que congela mi alma.
Me muevo lentamente, sin bajar el arma, y echo a correr, agarro mi bolso
de la entrada y rebusco las llaves de mi coche, mis manos tiemblan todo el
rato.
Cuando mis pies tocan el suelo de la calle me doy cuenta de que voy
descalza. No me importa, no puedo volver a entrar en esa casa. No puedo.
Es extraño conducir descalza, también lo es no saber a dónde ir, miro
constantemente por el espejo asegurándome de que no me sigue. No tengo
donde ir. Ni siquiera llevo pantalones. Todo es una mierda. Una grandísima
mierda. Miro el depósito de gasolina, tampoco es que me dé para mucho,

701
estoy por las afueras y solo conozco un sitio que quede cerca.
¿Cómo diablos fue la relación entre Kaden y Bonnie? ¿De verdad ella iba
a matarme? ¿La ha matado? No puedo parar de llorar. ¿Mi novio es un puto
asesino? Mis dedos presionan el timbre con insistencia.
—¿Sí?
—Necesito ver al Sr. Henderson —demando con desesperación.
—¿Srta. Collins se da cuenta de lo tarde qué es? —indica Dave a través
del interfono.
—Por favor, es urgente.
La reja automática empieza a moverse, permitiéndome el paso.
Conduzco dentro de su propiedad, aparcando lo más cercano a la puerta.
Andrew me espera en la entrada, lleva los pantalones de pijama únicamente
y me siento mal por despertarlo de ese modo.
—¿Julliet qué pasa? ¿Estás bien? —pregunta con preocupación.
Me lanzo en sus brazos y me envuelve con ellos, mi cuerpo no para de
temblar, soy incapaz de pronunciar una solo palabra.
—Tranquila, estás conmigo, estás a salvo —repite acariciando mi pelo
una y otra vez.
Cuando logra calmarme un poco, le miro, retira las lágrimas de mi cara
con sus pulgares y jadeo, con dolor.
—Necesito irme de aquí, tengo que largarme de aquí, tengo que irme bien
lejos —murmuro.
—Julliet, el juicio es la semana que viene. ¿Qué ha pasado? ¿Quién te ha
hecho eso?
Sacudo la cabeza. Ni siquiera he pensado en la herida de mi cara. ¿Qué
más da eso ahora? Me estoy ahogando con la información que acabo de
recibir.
—Tengo que marcharme.
—¿Qué ha pasado? —repite, preocupado.
No puedo contárselo.
Porque soy tan sumamente estúpida que una parte de mí le sigue
queriendo tanto que tengo ganas de golpear mi cabeza.
—¿Puedo quedarme aquí hasta el juicio, entonces? ¿Por favor?
Tiene a gente de seguridad y no le imagino viniendo hasta aquí.
—Julliet...
—Por favor, luego me marcharé, por favor.
—Claro que puedes, pero... —me señala, estiro mi camiseta cubriendo un
poco la ropa interior que muestro—: ¿No me vas a decir qué ha pasado?
Niego con énfasis. Veo el sufrimiento en su mirada, la desesperación por
querer ayudarme.

702
Es demasiado.
Andrew no me presiona, me deja todo el espacio posible, son los días más
largos de mi vida y creo que los nervios empiezan a afectar mi salud.
Kaden no es uno de los testigos, por suerte, Andrew nunca ha creído que
pueda mantener la compostura, yo tampoco.
Estar en la casa de Andrew despierta muchos recuerdos perversos, pero
a diferencia de los últimos meses de mi vida, no quiero sexo. No quiero nada
más que huir de aquí, no volver a pisar este país nunca más a poder ser.
Paso los días sola en la habitación de invitados de Andrew. He roto y
tirado mi teléfono. No quiero que intente contactar conmigo. También he
limpiado el arma. La miro. ¿Lo habrá hecho con un arma? ¿Con esta arma?
Tiene todas las balas en el cargador. No entiendo nada.
Andrew está preocupado por mí. No hablo con él. No hablo con nadie.
Ni siquiera me pueden hacer el informe psicológico.
Me doy una ducha rápida y cuando salgo, Andrew está en la habitación.
Hasta ahora había tenido completa privacidad, por lo que acaba de ver el
arma. La sostiene en sus manos.
Anudo con fuerza la toalla que cubre mi cuerpo.
—¿Por qué tienes esto, Julliet? —Suena tan preocupado. No suena
receloso, no hay reclamo, ni furia, ni ningún sentimiento al que últimamente
estoy acostumbrada.
—Para protegerme —susurro.
«Es una verdad a medias, al final, me la llevé como escudo».
—¿Es tuya? ¿Es legal?
Veo porque Andrew ha entrado a mi cuarto, o bueno, realmente a su
cuarto, esta casa es suya. Me ha dejado un montón de ropa nueva.
Suelto la toalla y me visto.
—Julliet, habla conmigo.
No puedo. Le doy la espalda y deslizo la ropa por mi cuerpo.
—¿Nathan o Kaden, Julliet?
Mi labio inferior tiembla, porque, aunque a Nathan no lo haya querido, a
Kaden le quiero y no puedo evitar pensar en algunas similitudes con Nathan.
«¿Es mi culpa? ¿Soy yo? ¿Los busco así?»
Me giro, para encararlo.
—¿Por qué te marchaste? —le reclamo.
Se pone en pie y se acerca, quedando frente a mí.
—Era la única forma.
—¿La única forma de qué?
—Querían suspenderte, abrir un expediente, después de eso hubiera sido
difícil tu admisión en cualquier universidad.

703
¿Eso le preocupaba? ¿Mi futuro académico? ¿Era lo que importaba?
Quiero reírme por lo ridículo que me parece todo, pero seguramente acabaré
llorando.
—Yo no te pedí que lo hicieras —susurro.
—No, pero tenía que hacerlo.
Siempre tan correcto, lo odio. Joder, lo odio.
—Te fuiste Andrew, no intentes ahora fingir que te importa mi vida más
allá que este caso judicial. Tú mismo has dicho que te marcharás de nuevo.
Bien. —Le quito el arma de las manos y la guardo de nuevo en mi bolso.

Andrew me espera en la puerta junto con Jared, ambos van en traje.


—¿Estás lista? —pregunta Jared.
—¿Se llega a estar lista para esto alguna vez? —Agacho la mirada.
Lo último que me apetece en el mundo es ver a ese desgraciado.
Andrew coloca una de sus manos en mi hombro y me tenso
inconscientemente por su contacto, al darse cuenta de ello la aparta con
rapidez.
—Irá bien —me dice.
—Solo quiero que todo esto termine —murmuro.
Hay prensa afuera de los tribunales. Los vídeos que han estado filtrando
Jared y Andrew o quién diablos han contratado estos últimos días han sido
demasiado escandalosos y este juicio es demasiado mediático. No sé cómo
Andrew ha tenido el valor de filtrar el privado de Mala, ese en el que Nathan
me asalta, solo la parte importante, no en la que yo casi lo estrangulo.
También se ve como me tira al suelo. Igualmente, es terrible publicidad para
sus locales. A pesar de ello, lo ha hecho, por el juicio.
Odio que haga estas cosas porque ya no sé diferenciar hasta qué punto
hace esto por ganar la vista o por mí, a veces siento que había cosas entre
nosotros, otras no.
Pasamos el control de metales y me tenso, todo se siente demasiado real,
con cada paso que doy, acercándome a esa sala.
No quiero ver a Nathan, no quiero verlo.
Me da la sensación de que soy una marioneta, siendo manejada de un lado
a otro sin saber realmente qué está sucediendo.
No puedo pensar nada con claridad desde que dejé a Kaden. Necesito paz
mental, pero solo obtengo un caos constante.
Tomamos asiento y mantengo la mirada clavada en el suelo, no quiere

704
verle la cara a ese ser repulsivo.
Pese a que estoy finalizando mi primer año de derecho, no entiendo la
mitad de las cosas que suceden. El secretario lee los escritos de acusación y
defensa, mientras mis manos arrugan el final de la falda.
—Nathaniel Campbell. Póngase en pie. Se le informa de su derecho a no
declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable. Si va usted a declarar,
responda a las preguntas del Señor Letrado Jared Evans—ordena el juez.
Hay una cosa en Nathan que siempre le ha hecho destacar, su carisma.
Es capaz de meterse a cualquier persona en el bolsillo, por eso todos
sabíamos que se convertiría en un excelente abogado.
Quiero taparme las orejas de forma infantil para evitar escuchar las
sandeces que suelta.
—Con la venia —dice Jared levantándose de la silla que hay junto a mi
lado.
Se acerca y mira fijamente a Nathan.
—¿Dónde estaba la noche del veintiséis de octubre de dos mil dieciocho
entre las once y las doce de la noche, Sr. Campbell?
Nathan le mira con inocencia fingida.
—En la fiesta de iniciación de la facultad de derecho que se celebra cada
año en el campus norte.
—¿Mantenía una relación sentimental con la Srta. Collins por aquel
entonces?
—No, ella rompió nuestro compromiso unas semanas antes.
—¿Usted sabía que la Srta. Collins se encontraba en esa fiesta?
Nathan salta un solo segundo su mirada entre mí y Jared, y yo me hundo
un poco más en el asiento.
—No lo sabía, ella nunca había sido muy fiestera hasta ese instante y
tampoco hablábamos por aquel entonces. ¿Cómo podía saber que estaba en
esa fiesta?
—Sabe que es una fiesta de iniciación y que la Srta. Collins estudiaba en
esa universidad y era su primer año. Además, preguntó por ella. ¿No es así?
Tenemos la declaración de un testigo que afirma que usted le enseñó una
imagen a una persona de la fiesta, preguntando por la Srta. Collins.
—Sí, quería saber si estaba allí, después de todo pasamos muchos años
juntos, quería intentar mantener la cordialidad entre nosotros.
Jared mira al jurado, Nathan parece tenerlos a todos en su bolsillo.
—¿Dónde le dijeron que estaba?
—Me dijeron que estaba en el baño, por lo visto, había bebido y no le
había sentado bien, quise revisar si se encontraba bien.
—¿Eso le explicaron? Así que después de terminar la relación con su ex

705
prometida, ¿usted va solo a buscarla al baño? Eso no suena muy bien, Sr.
Campbell.
Nathan se acomoda, como si nada de esto le importara.
—Estaba un poco preocupado, con la medicación antidepresiva tomar
alcohol puede ser peligroso.
Jared me da una mirada rápida.
—La Srta. Collins no tomaba antidepresivos por aquel momento, usted
lo sabe, le sentaban mal, dejó de tomarlos cuando le dieron el alta médica.
—Oh, no, no lo sabía —Nathan finge sorpresa, mintiendo.
—¿Entró en el baño femenino en busca de la Srta. Collins?
—Sí, ya le he comentado que velaba por su salud.
—¿Y cómo la encontró?
—Bien, un poco bebida, pero estaba bien.
—Explique con sus palabras que sucedió a continuación.
—Le pregunté si estaba bien, hablamos un poco, ya sabes, temas triviales,
entonces dijo que me echaba de menos, que se arrepentía de haberlo dejado
y me besó.
Quiero reírme por el estúpido cuento que se está inventando y al mismo
tiempo quiero golpearlo con toda la rabia que me apodera.
—La Srta. Collins afirma lo siguiente: La noche del veintiséis de octubre
de dos mil dieciocho, mi clienta, la Srta. Collins, acudió a la fiesta de iniciación
de la facultad de Derecho del campus norte. Se separó un momento de su
grupo de amigos para ir al baño y cuando se lavó la cara unas manos le
rodearon la cintura, cuando levantó la mirada se encontró con usted, Sr.
Campbell, usted le preguntó si le había echado de menos y ella le indicó que
le soltará. En lugar de soltarla, usted se rio y cito “¿Por qué? Esto es lo que
te gusta, ¿no? He escuchado por ahí que también te follas a uno de tus
profesores". La Srta. Collins insistió nuevamente en que la dejará tranquila,
y cito “Te gusta así, ¿Julliet? ¿Que te trate como a una puta cualquiera? ¿Era
eso lo que faltaba en nuestra relación?” entonces la presionó junto a la pared
del baño mientras besaba su cuello, mi clienta le advirtió nuevamente que la
soltara y se negó, le rogó que la soltará y cito “Vuelve conmigo, Julliet, yo soy
el único estúpido que va a amarte. Nadie puede hacerlo, pero es tú culpa,
¿quién amaría a alguien que está muerto por dentro? Solo eres una cara
bonita, y un cuerpo follable. Ellos no te querrán, solo te desearán. Yo soy el
único.”, ella suplicó que parase lo que estaba haciendo cuando empezó a tocar
su sexo de forma ruda sin consentimiento, le apartó la ropa interior y frotó
sus genitales junto a los de ella, al mismo tiempo que magreaba otras zonas
del cuerpo de mi cliente. En ese momento un amigo de la Srta. Collins los
encontró y los separó.

706
Escuchar todo eso se siente demasiado. Es casi como si volviera a estar
allí, tengo ganas de vomitar. La mano de Andrew se posa en mi hombro y
me acaricia levemente. No puedo con esto.
—¿Qué tiene que decir al respecto sobre lo que declara mi clienta, Sr.
Campbell? —La voz de Jared suena firme.
—Esa última parte sí que es cierta, todo lo demás son puras invenciones.
—¿Por qué inventaría algo así, según usted?
—Supongo que debía gustarle ese amigo y luego fingió arrepentirse para
no quedar mal con él o algo, después de todo, sabemos que a los pocos días
mantuvo relaciones sexuales con él, tal vez quería darle otra imagen en ese
momento. Yo qué sé. Al final se ha casado con él, ¿no? Ella fue la que se me
acercó. Quería sexo conmigo, en ningún momento dijo que no. A veces,
éramos un poco rudo, sí, ambos habíamos bebido un poco.
«Puto asqueroso y maldito mentiroso».
—¿Cómo sabe que días después tuvo relaciones sexuales con ese amigo?
¿Y qué se han casado? ¿Ha estado acechando a mi cliente?
—Por los vídeos que subió Julliet a su cuenta de Instagram, aparece la
fecha de grabación.
—Tenemos pruebas válidas sobre quién subió esos vídeos. Vídeos por
los cuales usted mismo denunció a mi clienta por deshonra a su intimidad y
se desestimó el caso. Sabe que ella no los subió, lo sabe tan bien por qué fue
usted mismo el que los subió.
Él salta la mirada a su abogado, que parece perplejo también por unos
segundos mientras revisa los papeles.
—¿Quería repercutir la imagen social de la Srta. Collins? Usted ha
estudiado derecho, sabe que la difusión de esos vídeos sin el consentimiento
de las partes implicadas vulnera la ley Orgánica de protección civil del
derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. Por
eso mismo la denuncio a ella. Sabe que puede comportar una condena penal
—presiona Jared.
Nathan luce confuso unos segundos, se le cae la máscara de perfección
que adorno su estúpido rostro.
—No es de lo que se me acusa en este juicio —reclama Nathan.
—No lo dejaremos pasar, no se preocupe —le asegura Jared.
—¡Protesto, Señoría! —exclama el abogado de Nathan.
—Se admite —contesta el juez.
Jared sonríe como si nada.
—Si admiten no tener en cuenta esos vídeos que se molestaron en subir
para dañar la reputación de mi cliente, espero que no los tengan en cuenta
entonces sobre la decisión del jurado, Señoría —solicita Jared.

707
—Se acepta, el jurado no tendrá presente este último dato para basar su
dictamen final.
—Está bien, dígame una cosa, Sr. Campbell. ¿Ha estado en casa de mi
clienta posteriormente a la ruptura?
—No —responde con seguridad.
—¿Está seguro de eso?
—Sí.
—Sabe que está bajo juramento, ¿verdad, Sr. Campbell? Usted ha
estudiado Derecho, conoce el concepto de estar bajo juramento, ¿cierto?
—Esto es irrelevante —resopla.
—Significa que no puede mentir mientras declara, porque eso sería delito.
¿Ha estado mintiendo hasta ahora?
—No, claro que no.
—¿Me sigue asegurando que no ha ido a casa de mi clienta tras su ruptura?
—presiona Jared—. ¿Mantiene esa misma postura?
—Esto es absurdo.
—Simplemente, responda, sí o no.
—Ya le he dicho que no.
—¿Entonces por qué hay imágenes que sitúan su coche varias veces frente
a la casa de mi clienta tras la ruptura, Sr. Campbell? ¿Tiene alguna explicación
para ello? Debido al incremento de robos en la zona, tanto los vecinos de la
casa de al lado de mi clienta, como los de enfrente, disponían de cámaras de
vigilancia que captaron, no sólo su coche, sino a usted, varias veces, allanando
la propiedad de mi clienta, que, por suerte, no se encontraba en el domicilio
en esos momentos.
Todo el mundo se queda en silencio.
—Página once del anexo —añade Jared, con una sonrisa.
Parece que Jared y Andrew se guardaban más cartas bajo la manga de lo
que parecía.
—Esto no tiene vali... —interrumpe Nathan.
—Han sido peritadas. —Lo corta Jared.
Mentir en un juicio es de las peores cosas que puedes hacer, pero eso no
demuestra nada de lo que pasó en el baño.
Jared continúa acorralándolo y Nathan cada vez parece más nervioso,
aunque se esfuerza mucho por ocultarlo. Saca a relucir lo de correos con
amenazas y el hecho de que Nathan solicitara un baile privado conmigo, pero
eso, como ya sabíamos, no nos lo acreditan para el veredicto.
Intenta excusarse de todas las formas posibles.
—Señoría, no hay más preguntas —finaliza Jared.
Las palmas de mis manos están sudorosas mientras terminan.

708
—Puede sentarse, Sr. Campbell. Que se llame a declarar al primer testigo
—Baja la mirada a uno de los documentos que tiene en la mesa—. Al Sr.
Devan Keen.

709
56. VENGANZA
Dejo de respirar unos instantes y mi corazón empieza a latir desbocado.
¿Está aquí? ¿Está realmente aquí?
Giro mi cabeza y el tiempo parece detenerse mientras la puerta se abre.
Devan entra con decisión, su rostro está tan serio que me cuesta reconocerlo
por un instante. Las emociones me abruman en ese momento.
Toma asiento, su mirada se mantiene clavada en Nathan, una parte de mí
desea que me mire y la otra no porque no sé cómo voy a ser capaz de
afrontarlo después de haberlo ignorado tanto tiempo.
El juez lo mira por encima de sus gafas.
—¿Jura decir la verdad?
—Sí, juro decir la verdad.
—Diga su nombre y apellidos.
—Me llamo Devan Keen.
Me roba el aliento.
—¿Conoce usted al acusado y tiene alguna relación de parentesco, amistad
íntima, enemistad manifiesta, relación laboral con alguno de ellos o tiene
algún interés directo o indirecto en esta causa? —inquiere.
—Lo conocí la noche de los hechos, no es una de mis personas favoritas
realmente, pero estoy aquí para contar la verdad de lo que presencié.
—Sr. Keen, proceda a responder a las preguntas del Señor Letrado
Anthony Bachs.
El abogado de Nathan prácticamente llega a insinuar que tengo comprado
a Devan con sexo para que declare a mi favor. Además, lo pintan de violento
por haber golpeado a Nathan como un arrebato de celos. Tienen los informes
médicos y los usan a su favor.
Devan, la persona menos celosa del planeta tierra.
Utilizamos la misma carta que ellos, este juicio no es para culpar a Devan
por agredir a Nathan, sobre todo teniendo en cuenta que solo me estaba
defendiendo y nunca más se ha vuelto a acercar a él.
Es simplemente increíble la cantidad de sandeces que suelta el abogado
de Nathan.
—No hay más preguntas, Señoría.
Es cierto que el jurado parece haberse tragado todo el discursito que ha
intentado montar el abogado de Nathan.
Jared se levanta de nuevo cuando el juez le ordena interrogar a Devan.
—Sin sacar conclusiones, descríbanos exactamente lo que vio —le pide
Jared a Devan.

710
—Entré al baño porque escuché sollozos desde el otro lado, cuando abrí
la puerta vi al Sr. Campbell a punto de penetrar a la Srta. Collins, la cual se
encontraba llorando y temblando, claramente no había ningún tipo de
consentimiento, ella estaba siendo presionada contra la pared, quedando
completamente inmovilizada.
Su afirmación está cargada de ira, lo que no acaba de ser del todo bueno.
Aun así, creo que está controlando la rabia al recordarlo.
—¿Por qué no fue a denunciar los actos? —pregunta Jared.
—Se lo dije a Julliet, pero estaba asustada. Sabía la influencia que tenía el
padre de Nathan, y ella creía que al no haber habido penetración nadie la
creería, no quería pasar por esto. Estaba demasiado afectada. Soy profesional
de la salud, es algo muy frecuente, la vergüenza de las víctimas de abuso y el
poner en juego su credibilidad ante un tribunal les impide ir a denunciar.
Sobre todo, cuando no hay pruebas tangibles y es la palabra de uno contra
otro.
El abogado de Nathan protesta de nuevo.
Mis ojos se llenan de lágrimas, no solo por eso, sino porque recuerdo que
luego nos acostamos por primera vez. Mi pecho se llena con su presencia,
necesito abrazarlo con fuerza, disculparme por haberlo ignorado. Me siento
tan estúpida.
La vista termina por hoy. Mañana me toca a mí y no me siento lista para
nada.
Jared y Andrew me escoltan hasta la salida, intento evitar a toda costa a la
prensa, esto es bochornoso. ¿No me pueden dejar tranquila? Solo espero que
a Kaden no se le ocurra acercarse.
Aunque creo que Andrew está muy presente sobre eso, porque tiene a
gente de seguridad vigilándonos.
Cuando me subo a su coche dentro hay una persona esperando. Mi
corazón vuelve a detenerse unos instantes.
—Julliet.
No sé cómo acabo envuelta en sus brazos, pero agradecería que el mundo
se detuviera unas horas. Mi cara se amolda perfectamente en su hombro, y
su aroma familiar me hace sentir como en casa. Me aparto unos centímetros
para examinarlo con detenimiento, su pelo ya no es rubio, tiene un extraño
tono blanco que le queda bien.
—Te he echado de menos —murmura besando mi pelo.
Mis ojos se humedecen, parece que ya no sé hacer nada más en esta vida
que llorar. Con el dorso de su mano recoge las lágrimas que se deslizan por
mis mejillas, involuntariamente hago una mueca.
—¿Qué te ha pasado?

711
—¿Qué? —pregunto sin entender su pregunta.
—¿Te has hecho daño?
Debo de haber arruinado mi maquillaje con tanto lloriqueo y debe estar
viendo el golpe. Es curioso pensar que todo lo detonó el billete de avión que
me envió.
—No es nada…
Que merezca hablar la pena ahora que te tengo aquí.
Rebusca algo en su chaqueta
—Parece que alguien ha perdido sus alas.
Mis ojos se abren con reconocimiento.
—¿Cómo...?
—El enfermero que te cuidó durante el ingreso lo encontró pocos días
después de tu alta médica. Intentó llamarte, pero no contestabas. Me contactó
a mí. ¿Sabes? ¿Se lo monta bastante bien haciendo...? —susurra el qué en mi
oído y me pongo roja.
—¡Dev! —le riño golpeando su brazo, haciéndolo reír, lo que a su vez me
hace reír.
Dios, le he echado tanto de menos.
—Le dije que lo guardara hasta que volviera, quería dártelo en persona de
nuevo, ¿puedo?
Asiento y sus manos rodean mi cuello con suavidad, cuando el colgante
vuelve a estar en su sitio siento una calidez agradable en el pecho.
—Gracias —le digo con toda la sinceridad del mundo.
—No las vuelvas a perder.
Andrew da unos golpecitos al cristal de la ventana.
—Me ha dejado subir para hablar contigo, pero como has estado distante
de todo el mundo no sabíamos si realmente querrías hablar.
—¿Dónde te estás quedando? —le pregunto.
—En un hotel cerca de aquí hasta que acabe la vista.
Abro la puerta del coche. Desde mi asiento levanto la mirada y la fijo en
Andrew.
—Me voy con Devan —le aviso.
Andrew parpadea, sorprendido, pero se recompone con rapidez.
—De eso nada. ¿Le tengo que recordar lo que no ha querido hablar
conmigo y guarda en mi casa, Srta. Collins? —Suena mordaz.
Comprensible.
—Sr. Keen, puede venir a mi residencia, si eso es lo que le preocupa a la
Srta. Collins —añade Andrew.
Devan me mira, sí, quiero estar a su lado.
Andrew cierra la puerta y se sienta en la parte del copiloto.

712
—¿A qué venía todo eso?
—No es nada, de verdad, no quiero pensar en nada.
Me acomodo en su pecho y cierro los ojos. Respiro su cercanía, el collar
en mi cuello se siente como un talismán de la suerte.
—Te quiero, Ángel —susurra, acariciando mi pelo.

—No me llevarás al sótano de nuevo, ¿verdad? —pregunta Devan,


cuando cruzamos el umbral de la puerta del Sr. Henderson.
Solo alguien como él, es capaz de hacerme reír después de toda la mierda
que está pasando. Es como un sol brillante tras un huracán que ha arrasado
con todo. Ese es Devan.
—Ni en tus sueños más oscuros.
—Después de ese día pusiste el listón alto, Ángel.
Me fijo en sus manos cuando toma las mías, lleva el anillo. Él sabe que yo
no lo llevo, pero no me dice nada. No me reclama nada. Devan no es así.
A Andrew le ha costado que coma estos días, pero Devan es más
persuasivo y tras cenar nos recostamos en la habitación de invitados.
—¿Qué te ha pasado estos meses, Julliet? ¿Quieres hablar sobre ello?
Está dibujando líneas aleatorias en mi brazo.
—No.
—Está bien. Pero sabes, que, aunque no hablemos, siempre estoy para ti,
¿verdad?
Mis ojos se embadurnan.
—No deberías.
De repente le doy la espalda, porque no soportaría mirarlo.
—Eres mi esposa, estoy obligado —bromea.
—No quiero que te haga daño —susurro.
Devan pone su brazo sobre mi cintura y por un momento me tenso y él
lo nota. Rápidamente lo aparta.
—Nadie va a hacerme daño —me asegura.
Mientras estés en otro continente seguramente no.
—Buenas noches, Dev.
No puedo aguantar más, no quiero irme de la lengua. No quiero que le
pase nada. Sería el blanco perfecto, y no solo de Nathan.
—Descansa, Ángel.
Él se duerme, lo noto cuando escucho su respiración volverse regular.
¿Cuántas veces hemos dormido juntos? Muchísimas. Y todavía me siguen

713
pareciendo pocas. Lo miro, saboreando lo que deben ser las últimas horas a
su lado antes de que se vuelva a ir de mi vida.
Está bien. Así es como debe ser.
Es tan perfecto, tan bueno, tan puro. No me lo merecía de todos modos.
Me levanto lentamente, para no despertarlo, y bajo hasta la cocina. No
espero encontrarme a Andrew allí, ni mucho menos lo espero bebiendo una
copa.
—¿Qué hace aquí, Srta. Collins?
Sus ojos escanean el pijama de satén que llevo, el mismo me compró. Es
una estupidez con la cantidad de dinero que tengo, pero el cabezón tiene más
que yo y no me dejó hacerle una transferencia.
—Tenía sed.
Me sirvo un vaso de agua bajo su atenta mirada
—Dame un motivo para no ir a reventarle la cabeza, Julliet —me pide,
casi como en una súplica.
Cierro los ojos con fuerza y me trago el nudo que empieza a formarse en
mi garganta.
—Porque le quiero y tú no solucionas las cosas con violencia —susurro—
. No espero que lo entiendas, porque ni yo misma lo hago.
Espero que responda algo, al no hacerlo vuelvo a abrir mis ojos, sus
nudillos están más blancos porque rodea su vaso con más fuerza.
—¿Sabes por qué no volví antes? El hospital de Abby estaba en Los
Ángeles.
¿Su hija? ¿Y por qué habla en plural?
—Cuando pierdes a alguien, Julliet, lo último que debes hacer es meterte
en una relación, porque no es real. Y ambos perdimos mucho a la vez. Chloe
aceptó desconectar a Abby poco después de que Lexie… —No lo dice.
Ambos sabemos que no fue un accidente. Me aferro al mármol de la cocina.
—Si hubiera vuelto, tal y como estaba, acercarme a ti… No habría salido
nada bueno de eso.
Andrew tiene la cabeza agachada, no me doy cuenta hasta que la levanta
de que él también está llorando en silencio.
—Lo siento. No quería que pasaras por esto. No quería que te vieras sola.
Pensaba que Luca te ayudaría, había progresado tanto antes de irme.
Cojo aire, antes de responder.
—Todo el mundo me dice que no tengo la culpa de nada, Sr. Henderson.
Usted tampoco la tiene. Siento su pérdida, sé lo difícil que es tomar esa
decisión.

714
Al día siguiente el juicio continúa. El abogado de Nathan le hace
preguntas estúpidas que me hacen ver como la mayor zorra del planeta y a él
como a una pobre víctima inocente, eso eclipsa un poco todo el discurso del
día anterior.
La parte en la que yo golpeo a Nathan fuera de la biblioteca no me hace
quedar muy bien, no es una conducta muy habitual en una víctima de abuso
y eso lo utilizan totalmente en mi contra.
No sabría decir exactamente quién lleva las de ganar, cuando dejan un
tiempo para que el jurado haga sus deliberaciones siento que me va a estallar
la cabeza.
Por muchas conjeturas, acusaciones, pruebas y versiones de los hechos,
al final todo se resume a si hubo abuso o no aquel día. Y es mi palabra contra
la suya. No hay pruebas, y en un juicio cuando no hay pruebas las cosas suelen
ser una mierda.
Esperamos todos con impaciencia. Y cuando el jurado entra de nuevo
trago con fuerza.
—¿Cómo declara el jurado el acusado? —pregunta el juez.
Hacen una breve pausa, en la que no se oye ni un suspiro, es como si
todo el mundo dejara de respirar al mismo tiempo.
—El jurado ha decidido declarar al acusado inocente, Señoría.
—Se levanta la sesión, despejen la sala —declara el juez aporreando su
mazo.
Sabía que no debía ilusionarme, aun así, la resolución duele más de lo que
imaginaba. El brazo del Sr. Henderson rodea mi espalda en un gesto de
consuelo.
—No lo dejaremos aquí, Julliet —me promete.
Quiero decirle que no sirve de nada, pero tengo la garganta cerrada y no
puedo hablar. La mirada de satisfacción en el rostro de Nathan me provoca
náuseas.
La gente está empezando a abandonar la sala cuando entran dos agentes
de policía y una mujer trajeada, una de ellas es Alison, la novia cornuda de
Nathan. Pobre. No sabe la mierda de escoria con la que sale.
—Hola, cariño. —Le sonríe él con una falsedad muy bien actuada, pero
ella se aparta.
La compañera de Alison saca unas esposas y se coloca detrás de Nathan.
—Nathaniel Campbell, queda detenido por violación y agresión sexual
a Julliet Collins, Alexandra Rhimes, Taylor Monroe, Samantha Acosta,

715
Arizona Smith, Charlotte Wilson, Beatrice Jones, Clarise Williams y Nancy
Brown. Por la venta de difusión de contenido sexual snuff. Posesión de
drogas y compraventa de estas. Tiene derecho a guardar silencio. Cualquier
cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia. Tiene
derecho a hablar con un abogado y que el mismo esté presente durante
cualquier interrogatorio. Si no puede pagar un abogado se le asignará uno de
oficio. ¿Le han quedado claro los derechos previamente mencionados?
La conmoción hace que reine el silencio en la sala, la perplejidad se refleja
en cada rostro de los presentes.
No entiendo nada. Bueno, obviamente comprendo el significado de las
palabras que acaba de decir la oficial Allison, pero... No entiendo nada.
¿Ha mencionado mi nombre? ¿Por qué ha mencionado mi nombre? No
llegó a violarme.
Miro a Andrew en busca de respuestas, pero parece tan perdido como yo.
Jared hace lo mismo. Nadie parece saber qué está pasando.
—Es una broma, ¿cariño? —La risa nerviosa de Nathan sacude mi
estómago.
¿Por qué ha dicho mi nombre en la acusación de…?
El crujido de las esposas cerrándose alrededor de las muñecas de Nathan
me saca de mis pensamientos.
—La broma debería ser que tipos como tú se salgan con la suya tanto
tiempo, tus días de libertad han acabado, cariño. —Abre su chaqueta de
policía, y enseña su placa del FBI.
—No sabes de lo que estás hablando —continúa negando.
—¿Te pensabas que tú eras el que tenía todo bajo control? —Se ríe—.
Teniendo una noviecita en la policía no sospecharías del FBI, ¿verdad? No
hay nada más tonto, que un tonto grabándose, cometiendo un delito. Tengo
todos los vídeos, Campbell —interviene—, y tu padre te ha vendido a cambio
de una rebaja en su condena.
El rostro de Nathan palidece, y por primera vez, se borran de su cara la
arrogancia que tanto le caracteriza.
—Andrea, ella es la Srta. Collins —le dice Alison a la mujer trajeada que
le acompaña.
La mujer se aproxima, extendiéndome su mano.
—Soy la fiscal del distrito, Srta. Collins, y no pienso descansar hasta que
ese hombre duerma de forma permanente en una celda. —Se presenta.
—Julliet, deberíamos hablar con Andrea —me comenta Jared.
Asiento, conmocionada por la situación.
Me llevan a una y no estoy preparada para la cantidad de información que
me lanzan. Andrew y Jared no iban desencaminados, Nathan utiliza BDEA

716
para drogar a sus víctimas y abusar de ellas.
—¿Todo este tiempo ha mantenido una relación con Nathan para
detenerlo? ¿Cómo sabías…? —pregunto, intentando entender a Allison.
—Mi apellido real es Brown, mi hermana, Nancy, se suicidó hace un año.
El BDEA es experimental, ha tenido diversas modificaciones y no siempre
afecta igual a las víctimas, ella al principio no lo recordaba, y cuando lo hizo…
En la nota no lo mencionaba explícitamente, pero investigando llegué hasta
él.
Nancy Brown, es el último nombre que ha dicho en la acusación a Nathan.
Me estremezco pensando hasta donde ha tenido que llegar para mantener su
falsa relación con él.
—Hemos conseguido las pruebas audiovisuales, hay muchos vídeos, la
mayoría de ellos son tuyos, Julliet. Hay material de varios años. Centenares
de vídeos —explica la fiscal colocando su mano sobre la mía. No me había
dado cuenta de que estaba temblando.
«¿Vídeos míos? ¿Qué? No recuerdo nada de ello. No recuerdo ninguna
situación de abuso».
—Nathan está involucrado en un foro de la Darkweb llamado Legacy.
Muchos degenerados pagan cantidades indecentes por ver este tipo de
contenido.
Me excuso un momento y voy al baño más cercano, vomito un par de
veces intentando procesar lo que me acaban de decir. Si pensaba que era
horrible que circularan vídeos míos manteniendo relaciones sexuales, esto es
mil veces peor.
Todos se quedan en silencio cuando entro de nuevo a la sala, tomo asiento
sin mirar a nadie en concreto.
—Julliet, sé que esto debe ser muy duro y difícil de sobrellevar... —
comenta Andrea, aunque me pierdo en su discurso. Mi mente está en blanco,
escucho las palabras que me dicen, pero estoy en modo automático.
Mi garganta se cierra cuando entiendo algo sobre lo que quieren que vea
los videos. Es extraño el sentimiento, porque las pruebas están ahí, existen,
pero no las siento reales porque no puedo recordarlas.
Andrew tenía razón. Nathan también lo hizo conmigo. Se lucró con ello.
Sacó dinero con ello. Saber que hay gente que ha pagado para ver cómo me…
eso me pone físicamente enferma.
—No quiero verlos —susurro—. No puedo.
Si existiera la opción de la ignorancia la tomaría, preferiría desconocerlo y
seguir viviendo en la mentira. Ahora solo puedo imaginarlo y lo odio, odio
que sea real.
—Está bien. No tienes por qué verlos —me dice Allison con voz calmada.

717
Me giro para mirar a Andrew.
—Necesito que los veas tú —le pido—. Yo no puedo hacerlo.
Él también parece querer vomitar.
—Julliet...
—Andrew, por favor.
Su mandíbula se aprieta con fuerza, pero asiente.
Salgo de la sala acompañada por Jared, me muevo de un lado a otro
mientras discuten dentro de la sala. Es como si todos los agujeros de mi
pecho se hubieran concentrado en uno grande que intenta absorberme por
completo.
No sé cuánto tiempo están ahí dentro, pero al terminar me entero de que
lo ya sospechábamos; hay un vídeo con Sam, otro con Taylor y algunos con
Lexie. Anteriores a mí. Creo que su odio por Nathan provenía de eso, ellos
eran compañeros de clase antes de que yo fuera al instituto. Lex intentó
suicidarse sin que nadie supiera porqué. Le odio tanto.
La culpa me hunde, porque algo en mí siempre pensará que si no hubieran
sido mis amigas él no se habría acercado a ellas. Al menos no a Taylor y Sam.
Más tarde, aunque quiero, no me volver con Andrew y Devan, tras salir
de la corte voy al cementerio. Me quedo un rato sentada, contemplando la
tumba de Lexie.
Le hablo, aunque seguramente desde fuera luzca como una maldita
lunática, le explico todo.
Esa noche no voy a mi apartamento, ni a casa de Andrew, ni al hotel en
el que se hospeda Devan. Voy a casa de la Sra. Coleman. Sé que lo último
que espera es escuchar algo así, y es horrible, pero le debe justicia a su hija y
toma todo mi coraje explicarle lo que ese monstruo le hizo. Nos hizo.
Me mira con recelo, pero no se enfada conmigo. Llora mucho, como yo.
Tengo esperanzas, y me aferro a ellas como si fueran una pequeña barca
salvavidas en medio de un inmenso océano.
El juicio no se demora ni un día debido a la cantidad de pruebas que hay
contra Nathan, lo condenan a cadena perpetua. Y quiero llorar diciéndole a
Lex que lo hemos conseguido, pero no puedo, tendría que añadirle el cargo
de puto asesino de mierda.
Pensaba que había llegado a mi límite, pero el dolor lo siento multiplicado
por cada nombre que escucho en el juicio.
Solicito poder hablar con Nathan antes de que lo encierren, y algunas
personas me miran como si acabara de crecerme una nueva cabeza en el
hombro. Nos llevan a una sala privada. Él permanece esposado junto a una
guardia todo el tiempo. Tengo que coger aire con todas mis fuerzas para
poder afrontarlo.

718
—Esto acaba conmigo, Nathan. Aquí y ahora, ya no podrás acercarte a
ninguna mujer, tus días de libertad han acabado, tal y como te prometí —le
juro.
Me da una mirada aborrecida, como si no creyera mis palabras.
—Deja el discursito feminista para la mierda de opinión popular —Sonríe
colocando sus manos esposadas sobre la mesa—. Todas queréis lo mismo,
os gusta, lo sé, lo noto mientras follo esos...
Mi puño impacta en su ya maltratada nariz antes de que pueda terminar
la oración. Los nudillos de mi mano duelen por la fuerza del impacto.
La guardia silva mientras mira fijamente el techo y sonrío cuando veo un
hilo de sangre recorre el rostro impoluto de Nathan.
—La vida te devuelve las mierdas que haces antes o después, espero que
el Karma se lo cobre contigo entre esas rejas, a los violadores les dan un trato
especial en prisión —Doy toquecitos con mi dedo en mi labio inferior—.
Sobretodo a aquellos que tienen un padre abogado que ha metido ahí a la
mitad de los presos, ¿no? No pienses que tu padre en sus inicios ganó todos
los casos, y felicidades, vas a ir a la prisión de aquellos que perdió. Seguro que
te esperan con los brazos abiertos.
Sus ojos llamean con ira y me escupe, su saliva está entremezclada con la
sangre provocada por la hemorragia que le he causado con el golpe.
—Siempre serás una zorra Julliet, no niegues a tu naturaleza, eres una
puta, lo sabes tú, lo sé yo, y lo sabe media sociedad.
Intento mantenerme firme en todo momento, pero cuando salgo de allí
me derrumbo. Andrew me aferra en sus brazos todo el tiempo.
—Quería que lo condenaran, era lo que más deseaba, pero no así —
sollozo.

Acaricio el colgante de mi cuello y conduzco, conduzco mucho rato hasta


que llego al único destino en el que siento que debo estar.
Traspaso las puertas, mirando a mi alrededor, la chica de recepción me
dirige una sonrisa amable.
—Bienvenida —me dice.
—Quiero internar voluntariamente —contesto.
Por primera vez en mi vida, sé que estoy haciendo lo correcto.
No es el mismo psiquiátrico en el que estuve, y solicito poder llevar una
parte de la terapia con Luca. Lo cuento todo, hasta lo que he vivido con
Kaden estas últimas semanas. No la parte en la que quizá ha matado a alguien

719
que me estaba intentando matar, porque de eso no tengo evidencias. Ni
quiero más juicios.
Siento que mis opciones eran ingresar aquí o acabar con mi vida de una
vez por todas. La segunda opción no es una opción, se lo debo a Lexi.

720
57. LOVE THE WAY YOU LIE
Diez meses después.

Recibo mi alta médica sin poder creer todo el tiempo que ha transcurrido.
El mundo exterior sigue igual, pero parece diferente. Yo me siento diferente,
como si no fuera la misma persona que entró hace casi un año.
No me miento a mí misma, no es que haya encontrado significados
místicos de la vida. No me paro a oler las flores y miro las nubes del cielo,
maravillada por lo genial que es la naturaleza. Sigo lidiando con mi mierda
interna a diario y sé que, probablemente, toda mi vida será así. Algunos días
es más difícil que otros, sobre todo cuando empieza a caer la noche, no sé
por qué, es cuando más duro me golpean los recuerdos y las malas
sensaciones, aunque ahora tengo muchos más recursos para afrontar todo
eso, no intento ignorarlo o huir de ello. Y esos recursos que no implican la
falta de ropa y el sexo.
Las palabras de Luca me han ayudado mucho.
Después de romperte solo queda volver a construirte, y lo bueno de eso,
es que tú tienes el poder de elegir con qué piezas quieres hacerlo.
Le he dicho que escriba un libro con todas sus frases Mr. Wonderful y
deje de hacer terapias, pero dice que no tiene tanto tiempo libre con pacientes
tan rebeldes como yo.
Admitir en voz alta todo lo que me ha pasado ayuda a verlo de otra
manera. Sobre todo, porque hace que no me culpe por ello. Liberarse de la
culpa o parte de ella es lo que más me ha ayudado, porque todo lo que me
hacía sentir miserable no eran acciones realizadas por mí, eran actos
especialmente hechos para hacerme más daño.
Luca me hace ver que he sido víctima de violencia de género, de reiteradas
violaciones, abusos, juegos mentales de un exnovio perturbado y
obsesionado, de una sociedad que ha cuestionado todo eso por el simple
hecho de tener diferentes parejas sexuales.
Pero odio esa palabra, no quiero tener la palabra víctima colgada al cuello,
no me permito pensar de ese modo, no soy una víctima, soy una
superviviente. Tengo un mundo lleno de posibilidades y la energía para
demostrar que sigo aquí, con más fuerza que nunca.
El viento de la carretera me azota, haciendo que mi pelo se mueva de un
lado a otro con salvajismo, el aire, golpeándome con fuerza, me hace sentir
tan viva.
Le dije a Andrew que me marcharía de esa ciudad, pero tengo muchas

721
cosas que hacer.
La primera de ellas es visitar a Sam.
Ni siquiera sé si continúa viviendo en el mismo lugar, no la he visto desde
el juicio de Nathan y no fui capaz de intercambiar ni una sola palabra con ella
por el sentimiento de culpabilidad.
Llamo a su puerta y lo último que espero ver en este momento es a Devan,
y juraría, por la expresión de sorpresa en su rostro, que él está igual de
conmocionado.
—¿Julliet? —Sigue sin creérselo.
—¿Quién es? —Sam aparece por detrás—. ¿Juls? —Sam sonríe
ampliamente con sonrisa capaz de gobernar una ciudad—. Llegas justo a
tiempo para nuestra partida de Twister de los miércoles —Guiña su ojo.
Me rio cuando tiran de mí y envuelven en un abrazo entre los dos, les
debo muchas disculpas y explicaciones a ambos.
Sam me invita a cenar con ellos. Obviamente, no vamos a jugar a ningún
Twister. Hay cosas más importantes en la vida. Como hablar.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto a Devan—. ¿No habías vuelto a
Alemania después del juicio?
—Después de todo el escándalo, y que se supiera la verdad sobre los
vídeos y Nathan me contactaron para volver a trabajar en Heaven Care, una
vacante como supervisor.
—Eso es genial, Dev—le felicito.
—Los mandé a la mierda —aclara—. Estoy trabajando en el hospital
central, en urgencias como responsable. Sin embargo, tenemos un viaje
pendiente a Alemania, no creas que me he olvidado de eso, puede ser nuestra
luna de miel pendiente.
Me sonrojo con sus palabras. Todavía no nos hemos divorciado.
—Disculpa, nunca llegué a formalizar el divorcio. —Muerdo mi labio
inferior.
—No eres una esposa celosa, no tengo problema. Aunque me has tenido
algo desatendido —suspira—. ¿Cómo has estado? Y lo más importante,
¿cómo estás, Julliet?
Tanto Devan como Sam me miran esperando sinceridad por mi parte.
—Estuve en un centro decente de psiquiatría, me han tratado bien, estoy
mejor. No estoy cien por cien bien. Pero estoy mejor. Os he echado de
menos, siento mucho haberme ido de ese modo —me disculpo.
—El rencor envejece —Sam se da unos toques en sus pómulos—. Así
que cero rencores.
—Nunca podría enfadarme contigo, Ángel.
Niego la cabeza, son tan buenos conmigo. No hacen que la situación sea

722
incómoda en ningún momento, me hacen reír, se siente tan bien estar
acompañada. Sam parece estar realmente bien. Sigue con Kurt. Se la ve feliz.
Me alegro tanto por ella.
—Tengo que volver a mi apartamento, no sé si seguirá en pie a estas
alturas —me excuso cuando empieza a ser tarde.
—Tenías una habitación extra, ¿verdad? Devan está buscando un
apartamento —explica Sam.
—No sé si es lo mejor, ahora que acabas de... —Dev se aclara la gargant.
—Tú me ofreciste un techo, Dev. Eres mi mejor amigo. Siempre tendré
una habitación para ti. Además, seguimos casados, ¿no? —Elevo mi ceja.
Levanta su mano y veo el estúpido y cutre anillo de Las Vegas que me
arranca una sonrisa.

La vida siempre sigue.


Y como lo hace, yo lo hago con ella, sigo adelante. Vivo con Devan en
nuestro apartamento, como en los viejos tiempos. Es diferente, porque el
estilo de vida que llevo es diferente. También él pasa muchas horas fuera de
casa. Ya no trabaja en Mala porque con el cargo que tiene en el hospital pasa
muchas horas allí y cuando no, está haciendo guardias o formándose. Me
llama a mi cerebrito, pero él está en constante crecimiento profesional.
Estudiando, siempre tan aplicado con su trabajo. Es admirable. Convivimos
muy bien juntos.
Retomo mis clases a distancia de Derecho, es algo personal, necesito
terminar esa carrera. Se lo notifico a Andrew, a veces intercambio correos
con él para saber cómo está, le debo muchas cosas, este fin de semana viene
a la ciudad y quizá estoy un poco demasiado emocionada por ello.
Taylor ha vuelto a la universidad y está mejor, por lo que me dice Nathan,
mi antiguo compañero de clase, incluso vuelve a estar activa por redes,
supongo que el saber lo que le pasó a ella le ha ayudado.
Tengo un nuevo empleo, no es que lo necesite, porque en mi cuenta hay
una cantidad indecente de dinero, encima se sumó mucho más por la condena
de la basura de Nathan. Todavía no sé qué hacer con ese dinero.
El trabajo nuevo es solo algo extra para mantenerme un poco más
ocupada, no me gusta tener tiempo libre porque tiendo a sobrepensar
demasiado.
Una parte de mí sabe que podría volver a Mala, pero acepto otro tipo de
trabajo. Profesora de baile de niñas preescolar. Es lo más divertido y adorable

723
que he hecho en mi vida, me lo paso realmente bien, lo hago de forma
voluntaria, así que realmente no sé si se le puede llamar trabajo.
He recibido varias ofertas para trabajar en distintas agencias, desde el
videoclip no se ha detenido el interés de los medios en mí. También ha
influido la morbosa historia que sacó la prensa del juicio de Nathan. No me
siento lista para nada así.
Apago las luces del estudio de baile, después de mis clases me gusta
quedarme un rato bailando hasta que pierdo la noción del tiempo, acabo
cerrando siempre yo el estudio, por lo tarde que se hace. Recojo mi bolsa del
suelo y la misma luz que acabo de apagar se enciende, miro a mi alrededor,
desconcertada.
Mi corazón se detiene cuando reconozco la silueta que se encuentra junto
al interruptor, los ojos de Kaden siguen siendo tan hermosos, que desde la
distancia se pueden apreciar.
—¿Qué estás haciendo, Kaden? —pregunto desorientada.
Pensaba que había desaparecido de la ciudad.
—Estoy recuperando al amor de mi vida.
Trago con fuerza, mi boca seca de golpe.
El amor, o lo que creía que era amor, se extinguió cuando me hicieron
darme cuenta de la realidad que viví a su lado. Él era mi escape, por eso daba
igual todo el daño que me hiciera, la dependencia que sentía por él me cegaba.
Cuando estás viviendo una situación como esa, todo está distorsionado, y
aunque sepas que está mal, no puedes salir de ese círculo.
—Todavía podemos luchar por lo nuestro, podemos irnos a otro lado,
empezar de cero. —Hay tanta esperanza en su voz que siento terror.
—¿Eso quieres? —pregunto con cautela.
—Te he estado esperando mucho tiempo, Juls.
Tengo que jugar muy bien mis cartas porque la persona que creía conocer
no sé quién es realmente. Recuerdo la última vez que lo vi. El arma. El arma
está en mi departamento.
—¿Dónde empezarías de cero? —le pregunto.
«Por Dios».
—Subiría al primer vuelo que encontráramos.
Asiento, como si estuviera convencida con la idea, como todas las locuras
que me gustaba hacer a su lado.
—Para eso necesitaría ir a mi apartamento, allí tengo el pasaporte.
Devan está trabajando, por suerte. Solo espero que suene convincente.
—Dios, Juls, no puedo creer que aceptes. —Se acerca y coge mi cara entre
sus manos.
Las lágrimas ruedan por mis mejillas y tengo que inventarme una excusa

724
para que no se note el miedo que siento.
—Has tardado mucho en venir a por mí, pensaba que no te volvería a ver.
¿Dónde has estado todo este tiempo? —Trago con fuerza.
«Huyendo de la policía, desgraciado. ¿Te piensas que no lo sé?»
—Esperándote.
—No vuelvas a abandonarme —le pido.
Me mira tan fijamente que temo que vea la verdad.
—Tú fuiste la que se marchó —Se empieza a enfadar—, después de lo
que hice por ti…
«Oh no, por aquí no».
—Me asusté, Kaden, no lo entendía. Pero sé que lo hiciste por mí, solo
tenía que procesarlo. Te quiero.
Me pongo de puntillas y uno nuestras bocas en un beso, es extraña la
cercanía con la que responde mi cuerpo, sus manos se enroscan alrededor de
mi cintura y odio que una parte de mí nunca acabe de superar esto. Me rompe.
Después de todo lo que ha hecho.
—También te quiero, nena —susurra contra mi boca—, ahora
largémonos de aquí.
Coge mi bolsa de vestuario y la cuelga en sus hombros, su mano busca la
mía y veo la unión de nuestras manos. Es como cuando me llevó a la audición.
Los recuerdos son extraños y dolorosos.
Subimos a su coche y me siento todo el rato observada por él. Sé que si
sacara mi teléfono y enviara un mensaje lo notaría. Es demasiado arriesgado,
no sé qué hacer y tengo mucho miedo de dar un paso en falso.
—¿Quieres que busque alguna canción y la conecte al sistema de
reproducción del coche? —ofrezco, inocentemente.
—No, está bien así. Y dime, ¿cómo ha ido en el psiquiátrico?
«¿Cómo narices lo sabe?»
—Bien, yo, después del juicio… Lo necesitaba.
Espero que piense que estoy tensa por eso.
—Deberías haberme dejado encargarme de ese hijo de puta, Julliet, no
puedo creerme que te hiciera todo eso.
«¿Y tú? Me violaste dos veces, maldito capullo».
—No quiero hablar de eso —murmuro.
Las lágrimas de terror y pánico ya no se pueden controlar y empiezan a
deslizarse por mi rostro, sorbo, y las limpio rápidamente con el dorso de mi
mano.
—Mierda, nena, no quería recordarte nada malo.
—No pasa nada, sé que no era tu intención —contesto.
Coge mi mano y le da un beso mientras continúa medio pendiente de la

725
carretera. Cuando llegamos a mi apartamento lo miro, esperanzada.
—Si quieres subo un momento y lo cojo, no tardo nada.
—Te acompaño, Juls. Te he echado mucho de menos, amor, no quiero
estar separado de ti ni un segundo.
Intento sonreír a través del miedo que se va incrementando en mi pecho.
—¿Qué preferirías un destino cálido o frío?
Quizá con nuestro juego pueda desviar todo y ocultar mejor mis
emociones. Kaden sonríe, supongo que le ha traído recuerdos. Cuántas veces
nos habremos hecho estas preguntas.
—Cualquiera que esté a tu lado.
Le sonrío, porque eso es lo que haría cualquier persona enamorada.
Subimos a mi apartamento y como esperaba, gracias a Dios, Devan no
está.
—Está en el cajón de mi armario. ¿Cojo algo más? ¿Tarjetas? ¿Una
mochila?
—No necesitas nada más, amor, empezaremos de cero, será toda una
aventura. Una locura de las nuestras. Una grande. La que nos merecemos—
me tira de nuevo a sus brazos y me besa con rudeza.
No quiero que esto siga. Lo intento separar sin que se note que no quiero
esto.
—Voy a buscarlo.
Abro el armario y suspiro, Devan me ha dicho varias veces que me
deshiciera del arma y doy gracias al universo de no haberle hecho caso, con
eso podré huir de él de nuevo. Rebusco entre mis cosas y el pánico me acecha
cuando no encuentro el arma por ningún lado, sé que está aquí, sé que tiene
que estar por aquí.
—¿No encuentras el pasaporte nena, o es que buscas esto?
Me giro lentamente y el corazón se me detiene cuando veo que la tiene él.
«¿Cómo es posible que la tenga él?»
—Tenías una oportunidad, Julliet, tenías la oportunidad de elegir. ¿Para
qué quieres un arma? ¿Para volver a apuntarme con ella? ¡¿Después de todo,
joder?! ¡¿Qué pasa con lo nuestro?! —Este es el Kaden real—. ¿Qué
preferirías, Juls, escaparte conmigo o jodidamente volver a amenazarme con
un arma?
«Esto es todo. Ya no tiene sentido seguir mintiendo. Sabe que no le
quiero. Ha estado aquí antes. En mi apartamento».
—Lo nuestro se acabó —sentencio.
—Y ahora que has salido del maldito loquero, vuelves con tu maridito a
jugar a las casitas —Escupe con rabia—. Eliges al camarero. Como una
familia feliz. Te estaba esperando y tú te mudas con él. ¿Cómo has podido

726
elegirlo a él por encima de lo nuestro?
Niego la cabeza.
—No he elegido a nadie más que a mí misma. Devan es mi amigo, siempre
lo será.
—¿Un amigo al que te follas? ¿Un amigo con el que te casas? No te olvides
de ese dato, nena. —Los celos vibran en su voz.
—No lo entiendes, nunca lo entenderías —suspiro.
—Tú debes estar junto a mí, Julliet, somos perfectos el uno para el otro.
Suena tan convencido que se revuelve mi estómago.
—No, solo nos hacíamos daño —Le intento hacer ver—. ¿No lo
recuerdas?
Se acerca a mi lado y se agacha a mi altura, empiezo a temblar levemente
por su cercanía. Tengo miedo. Mucho miedo.
—No era así, solo tuvimos algunos altibajos. —Acaricia mi mejilla,
llevándose las lágrimas.
—No era amor, Kaden, eso no era amor.
El miedo se instala en mi sistema cuando veo como el arma plateada
apunta en mi dirección, nunca había sido apuntada por una. La vida, mi vida,
esa que he aprendido a querer tanto estos últimos meses, esa que me ha
costado tanto aprender a valorar, se siente tan frágil en estos momentos. A
tan solo un clic.
—No lo hagas, por favor, Kaden, no. No seas como tu padre —le suplico.
Eso le quiebra, no espera escuchar esas palabras de mi boca.
—No es así —Niega—. Yo te quiero.
Su mano tiembla, es la primera vez que lo veo tan vulnerable.
—No se lastima a la gente que quieres —le recuerdo.
—Tú lo haces todo el tiempo, me lo estás haciendo a mí, ahora.
—No nos conviene estar juntos, tú mismo me lo dijiste, al principio, me
dijiste que no me convenía enamorarme de ti —sollozo.
—Pero lo hiciste, ¿lo haces? No me dejes, lo intentaremos de nuevo.
Puede ver la respuesta en toda mi expresión corporal. No hay nada de
amor, solo pánico.
—Si no eres mía, no puedes ser de nadie, Juls —susurra a la altura de mi
oído—. No puedo permitirlo.
Y cuando se aparta lo veo en sus ojos. Es tan claro, como si pudiera leer
cada uno de sus pensamientos.
Esta es su idea de amor.
Una idea intoxicada por la posesividad y los celos.
Y esa idea, cuando aprieta el gatillo que apunta contra mi pecho, acaba
conmigo.

727
Mi cuerpo se desploma, por inercia. Estoy acostumbrada al dolor, pero
este dolor es diferente. La presión en mi pecho es intensa, agacho la mirada
y veo como la sangre tiñe mi camiseta de un color carmesí. Es real. Lo ha
hecho. Noto como si mi cabeza palpitara con tanta fuerza que en cualquier
momento fuera a perder el conocimiento. Mis ojos pesan mientras mantengo
la vista clavada en él. Todo en el exterior se vuelve muy confuso y
desconcertante. Pero en mi cabeza no, mis pensamientos son claros.
Pienso en todas las noticias que he visto en televisión y diarios. En lo
ajeno que siempre he sentido los casos de violencia de género. La cantidad
de veces que he leído Un hombre mata a su “esposa” “novia” “pareja” y ha sido
“una más”. ¿En eso me he convertido? ¿A todo esto se reduce mi vida? ¿Solo
soy otro número? ¿Otro titular? ¿Una más? ¿Esa soy yo?
Tal vez debería haber denunciado aquellas palabras y advertencias,
aquellos golpes… las violaciones. Quizá, entonces, ahora no estaría pensando
en esto. Pero los tal vez, en el presente, no sirven. Tomar otra acción en ese
otro momento, cuando todavía quizá hubiera estado a tiempo, me hubiera
evitado correr el riesgo de ser una más. Otra víctima. Otro simple número que
añadir a la estadística anual que pasara al olvido.
—¡Julliet! —El arrepentimiento de su voz me resulta ambiguo.
Me coge en sus brazos y deja caer el arma, noto su cuerpo más cálido de
lo habitual, pero quizá es porque estoy destemplada.
Sus manos presionan la herida que él mismo ha provocado. Mis ojos cada
vez pesan más y más. Mi mano se mueve a tientas por el suelo, con debilidad.
Cuando alcanzo el arma apunto con la poca fuerza que me queda y disparo.
¿No bromeaba él con tener a su propia Julieta cuando supo mi nombre?
¿No acababan ambos muertos al final de la historia? Se sacrificaban por amor,
o más bien por una estúpida confusión, ya que no podían vivir sin la idea de
no tener al otro. Si en la retorcida cabeza de Kaden él no puede vivir sin
tenerme y por ello debo pagar con mi vida, que asuma que lo arrastraré
conmigo al infierno.
«Aquí tienes a tu propia Julieta, Kaden».

728
EPÍLOGO
DEVAN

El turno de hoy me tiene realmente exhausto, estoy deseando llegar a casa


y dormir todas las horas posibles. No pienso aceptar otra guardia hasta dos
mil veintitrés, por lo menos.
—¿Se han llevado al del cuatro al TAC?
—Estaba en el seis, no he visto a ningún celador —informo.
Debería estar haciendo otras cosas, pero andamos demasiado cortos de
personal, así que me he tenido que poner a ayudar a básicamente todo el
mundo.
—Tenemos que mantenerlo vigilado, el resultado de...
La alarma del monitor empieza a pitar mientras la luz roja parpadea, la
saturación está bajando en picado. Busco la Mónagan en la parte inferior del
carro, la conecto rápidamente a la toma de oxígeno, giro la rueda al máximo
y la coloco sobre la vía aérea del paciente.
—¿Habéis enviado la gaso al laboratorio? —pregunta uno de los
residentes de último año acercándose a mi lado.
—Hace diez minutos —contesto.
—Necesito la radiografía ya. ¿Dónde mierda está el técnico de rayos?
Me encojo de hombros mientras intento concentrarme en cargar toda la
medicación correctamente. Una de las cosas que menos me gusta del servicio
de Urgencias es el estrés. Porque el estrés puede llevarte a cometer un error,
y cuando las cosas son caóticas y rápidas, los errores pueden ser más
habituales.
El residente suspira y saca el teléfono del bolsillo de su bata.
—Voy a llamar al intensivista, adminístrale tres miligramos de cloruro
mórfico.
El walkie hace el ruido de aviso y escucho las palabras que pronuncian a
continuación.
"Tenemos dos ambulancias esperando fuera."
Lo que nos faltaba. Entre el accidente automovilístico, apenas nos las
estamos arreglando con los pacientes que ya tenemos en urgencias.
—¿Todavía hay más víctimas del accidente? —le pregunto a mi
compañera.
Nos estamos colocando la bata de plástico a la mayor velocidad posible.
—No, se trata de una pareja. Herida por arma de fuego, necesitamos
quirófano urgente.

729
Me desconcierta unos segundos.
—¿Ambos? ¿Algún robo o algo?
No le da tiempo a responder mi pregunta, entran la primera camilla y
rápidamente ayudo a trasladar al paciente, cuando bajo la vista veo las esposas
que lo mantienen arrestado a los barrotes metálicos de los laterales, reparo en
su rostro y me congelo un segundo.
—Varón de treinta y un años, herida por arma de fuego en el hipocondrio
derecho, no hay orificio de salida, sin antecedentes médicos, ni alergias
conocidas, presunto sospechoso de ... —El técnico de ambulancia continúa
hablando, veo como su boca se mueve, pero no puedo entender una sola
palabra.
—¿Devan has canalizado otra vía? Hay que administrarle un Ringer —
pregunta una de las doctoras que hay junto a mí.
—¿Quién es el otro paciente? —Mi voz es un murmullo apenas audible.
—Devan, ¡Vía! ¡Constantes! ¡Ya! —me ordenan.
Kaden tiene la mirada vacía, está consciente, pero parece completamente
absorto.
—¿Quién. Es. El. Otro. Paciente? —repito.
Alguien me da la respuesta, con la esperanza de que me calle.
—Mujer de veintitrés años, herida de...
Salgo corriendo.
Cuando estaba en mi primer día de clases me pregunté: "¿Y si un día tengo
que atender a un ser querido...?" Siempre he pensado que sería algo
demasiado impactante, que tal vez no podría reaccionar adecuadamente.
Tampoco me preocupaba porque nunca había desarrollado un vínculo tan
cercano con nadie y no tenía familia. Pero… Mis ojos detallan la extrema
palidez de la chica que está en la camilla, le hacen compresión en la herida de
su pecho que no para de sangrar.
Todo el mundo parece ir de un lado a otro mientras intentan mantenerla
estable. El caos reina en el pequeño box de urgencias.
—¿Brown ha terminado la intervención ya? —pregunta desesperada la
Dra. Clark
—Todavía está con el politraumático —contesta uno de los camilleros.
—Necesita un quirófano, apenas podemos mantenerla estable, debe
haber algún vaso afectado.
—Hay que hacer una reserva al banco de sangre... —interrumpe su
discurso cuando me ve—. ¿Devan qué haces aquí? ¿No estabas en el uno?
—Ángel... —susurro sin poder decir nada más.
Solo puedo verla a ella. Porque es ella. Julliet está aquí, en esta camilla,
luchando por su vida.

730
Escucho un fuerte pitido interno en mi cabeza, los murmullos y las voces
están distorsionadas, es como si intentara escucharlos estando bajo el agua.
No quería descubrir esta sensación. No quería darle respuesta a la
pregunta "¿Y si un día tengo que atender a un ser querido...?" Porque siento
que quiero morir. Me cambiaría por ella si pudiera.
No es justo.
No merece esto después de todo lo que se ha esforzado.
Julliet es una de las personas más luchadoras que he visto, no puede ser
que esté aquí, no puede ser que esté en este estado.
Nunca he sido creyente. He visto a muchos pacientes rezándoles a sus
dioses, y en estos momentos desearía tener uno al que rezarle por ella. Al que
poder hacer promesas a cambio de milagros.
La conmoción es tan intensa que no logro salir del bloqueo que me genera
verla ahí tumbada.
—Su pulso cada vez es más débil, ¡avisad que entramos ya! —exclama
Clark quitando los seguros de la camilla para moverla.
Se la llevan. Se la están llevando.
Sus ojos están cerrados, el collar plateado destella en su cuello, está tan
grave que ni siquiera se lo han quitado. Así de grave.
El shock me mantiene paralizado varios minutos más, cuando logro
recomponerme mis pies me llevan solos.
—¡¿Qué le has hecho?! —reclamo con furia.
Dos personas tiran de mí, alejándome del monstruo que mantiene la
mirada perdida en un punto de la pared. No se atreve a mirarme, parece estar
en shock, sus manos están teñidas de rojo, no sé si se debe a su propia sangre
o a la de ella.
Parece arrepentido, y eso me cabrea demasiado.
—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué lo has hecho?! —le exijo.
—¡Devan, cálmate, es un paciente! —me indica una de las auxiliares que
me retiene.
—¡Es un puto asesino! ¡Eso es lo que es!
Varias personas jadean conmocionadas, nadie me ha visto perder los
papeles jamás.
Kaden mueve la cabeza en mi dirección, cuando nuestras miradas
conectan siento muchas emociones, desprecio, repulsión, rabia, odio.
Pensaba que nunca podría odiar a nadie más de lo que odio al maldito
violador del exnovio de Julliet, pero ahora Kaden lo perpetua. El odio es un
sentimiento demasiado intenso, consume mi sentido común haciéndome
actuar de forma primitiva e irracional.
—Será mejor que te marches de aquí. —No sé ni quién me habla.

731
—¡No! ¡No lo toquéis! ¡No se merece nada de esto! —intento estirar de
una de las vías que le han conectado.
—¡Devan, basta!
No sé qué probabilidades tiene, el pequeño orificio me da una ligera idea,
y deseo con todas mis fuerzas que la bala haya perforado su hígado y se esté
desangrando.
Me sorprende a mí mismo tener este tipo de pensamientos.
Estoy en contra de la pena de muerte, siempre he preservado la vida por
encima de todo. He atendido a muchos delincuentes. Gente que ha hecho
cosas horribles y siempre he separado mi trabajo de mis valores porque eso
es lo que hace un buen profesional de la salud. Velar por la vida.
—Vete de aquí. No te quiero cerca de él —me advierte uno de los
médicos.
Tal vez acabo de ganarme mi despido, en estos momentos no me importa,
solo me importa Julliet. Necesito saber cómo está, pero sé que no me dejarán
entrar al quirófano, así que ocupo mi tiempo en contactar con Andrew.
—Espero que tenga un buen motivo para llamarme tan tarde, Sr. Keen
—contesta Andrew con un gran bostezo.
—Están operando a Julliet, le han disparado.
El silencio reina unos segundos que se sienten eternos.
—Envíame la ubicación. Cogeré un vuelo para allí.
—La policía cree que ha sido Kaden, él también está aquí, herido.
Su respiración se corta y las siguientes palabras suenan cargadas de furia.
—No dejes que salga de ahí.

Cuando estás ansioso por saber algo el tiempo parece ralentizarse, los
segundos se sienten minutos, y los minutos horas.
El reloj se burla de tu impaciencia con cada movimiento que realiza.
Le he escrito un mensaje a Sam, no ha tardado en aparecer con varios
cafés en la mano. Me abraza en cuanto me ve, pero ni así logro aliviar la
sensación que encoge mi pecho.
Kelly me ha prohibido seguir preguntando por Julliet, me ha comentado
que hasta que no termine la intervención no me dirán nada más. La
impotencia me está volviendo loco, no hay nada que pueda hacer y eso me
carcome.
A Kaden también lo están operando, justo en el quirófano contiguo.
La policía ha hablado con nosotros, por lo visto, estaba en búsqueda por

732
la desaparición de otra chica desde hace más de un año, no tienen pruebas de
ese caso, pero con lo que le ha hecho a Julliet la fiscalía ya le está preparando
una condena. Si ella no sale de esta, no habrá ninguna condena que sienta que
le haga justicia. Aunque no sea partidario del ojo por ojo en este caso es lo
único que deseo.
La intervención se alarga un par de horas y cuando sale Kelly mi mundo
se detiene.
—Está estable, pero débil, ha habido algunas complicaciones, la
trasladaremos a la unidad de cuidados intensivos. La bala estaba muy cerca
de la coronaria, ha perdido mucha sangre,
Vuelvo a respirar de nuevo, es como si todo el aire que estaba conteniendo
pudiera expulsarlo de golpe. Sam me abraza con fuerza.
—¿Puedo verla?
—Los horarios de visita de la UCI son muy restringidos y en su estado...
—Por favor, Kelly.
—Está bien, cuando la traslademos te avisaré.
Suspiro aliviado y me dejo caer en la silla, todavía no sé en qué condiciones
está ni que le han hecho, pero tengo la esperanza arraigada a mi pecho.
—Dale un beso de mi parte —me dice Sam besando mi frente.
Asiento.
Al cabo de hora y media la ingresan en la UCI, me visto con los equipos
de protección para entrar. La temperatura es diferente, al igual que las luces,
todo está condicionado para los pacientes.
No puedo evitar observar que hay un guardia frente a uno de los boxes.
Allí debe estar Kaden.
Pensar en eso me hace cerrar los puños con fuerza, pero ahora eso no es
importante, lo único importante es Julliet.
Abro la puerta con delicadeza y la observo. Está cableada por todos lados,
lleva un drenaje torácico, una sonda nasogástrica, varias bombas le perfunden
medicación de forma constante y la herida no está del todo cerrada, hay
demasiada inflamación. Joder. Miro el monitor, hago una mueca observando
sus constantes, está demasiado apurada.
Maldito monstruo.
Cojo el taburete de ruedas y me siento a su lado.
Le aparto uno de los mechones que cruza su cara y acaricio su mejilla, está
destemplada y sudorosa, no me gusta nada verla así.
—¿Me oyes, Ángel? Te quiero. Vas a salir de esta. Tú eres fuerte, me lo
has demostrado siempre.
Su pecho sube y baja con dificultad, tiene demasiado trabajo respiratorio,
lo que no es nada bueno. Beso el dorso de su mano y la aprieto con

733
delicadeza.
—No me vas a dejar viudo tan joven, ¿me oyes, Julliet Collins? No pienso
permitírtelo.
Entrelazo su mano con la mía y recuesto mi cabeza contra ella. Es
desgarrador el miedo que siento el pecho, las lágrimas corren por mi rostro
de forma silenciosa mientras suplico que nada de esto sea real. Que solo sea
una pesadilla. Que esté a mi lado, en la cama, durmiendo sana y salva. Que
cuando despierte Julliet esté a mi lado, sonriente y feliz.
Sabía que había tenido una relación con Kaden y algunas cosas, no todas,
todavía le escarmentaban algunos recuerdos y se abría poco a poco… pero
esto, joder. Si hubiera sabido que este desgraciado estaba aquí, que podía
acercarse a ella…
Miro de nuevo las constantes de Julliet. Necesito que se recupere. No
puedo perderla. A ella no.

ANDREW

Estoy cansado de los hospitales.


Estoy cansado de las malas noticias.
Estoy cansado de que la gente que quiero esté al borde de la muerte.
Nunca debí irme. Podría haber hecho las cosas de otra forma, haberla
protegido de él. Pensaba que estaba desaparecido, la policía lo estaba
buscando por Bonnie. No debería haber bajado la guardia. No. Julliet era la
mujer más maravillosa que había conocido, con ese carisma, con esa sonrisa,
con esa capacidad de provocar, con esa curiosidad insaciable, con ese amor
infinito por los que quería, con esa belleza que quitaba el aliento… Por
supuesto que Kaden iba a volver a por ella, tendría que haber sido más
precavido.
Quería venir este fin de semana, invitarla a cenar, ver como estaba, quizá,
solo quizá tener una oportunidad de hacer las cosas bien esta vez. Ahora
seguramente era demasiado tarde. Devan sonaba demasiado alterado por
teléfono.
Cuando cruzo la sala de urgencias y voy hasta la sala de espera está vacía.
Mi corazón martillea con fuerza en mi pecho. Pensaba que la muerte de Anne
era lo más doloroso que podría vivir, hasta que tuve que desconectar a Abby,
pero esto me está matando ahora mismo.
Saco mi teléfono e intento llamar a Devan, necesito saber más.
No me contesta, lo vuelvo a intentar una y otra vez. En el punto de
información no me dicen nada porque no tengo ningún parentesco con
Julliet. Joder, sí, debería haberme casado yo con ella. Necesito información

734
antes de que se me salga el corazón del pecho.
Devan sale de la UCI con los ojos enrojecidos y no puedo ni mirarlo.
No. No, por favor, no.
—Está estable, por ahora —murmura.
Suena tan roto que me da muy pocas esperanzas. Esto ya lo he vivido
antes.
—¿Puedo verla?
Devan asiente. Arregla las cosas con el personal para que me dejen pasar.
El último recuerdo que tengo en mi mente de Julliet no es muy feliz, pero
sin duda, verla así es devastador.
Su cuerpo está aquí, batallando con todas las máquinas que la ayudan,
aferrándose a la vida. Ella no lo está. Al menos no lo parece.
Toco su cara con delicadeza.
—Tenía una sorpresa para usted, Srta. Collins.
El nudo de mi garganta es demasiado doloroso.
—Te lo iba a decir en la cena de este fin de semana. Quería volver aquí,
no hay nada en Los Ángeles que me retenga. Lo único que quiero, lo único
que amo, está aquí. Estos últimos meses he estado escuchando una canción
que me hace pensar mucho en ti. Undisclosed Desires de Muse. Pienso en ti,
Julliet. Pienso mucho en ti. Me pregunto si la habrás escuchado.
Las enfermeras entran para hacer algo relacionado con alguno de los
tubos de Julliet y tengo que dejarla.
No quiero dejarla.

DEVAN

Ha superado el primer día, la analítica es un cuadro, el riesgo de infección


es alto, pero están dándole de todo y más.
Andrew ha pasado toda la noche fuera conmigo. Ninguno de los dos ha
dormido en no sé cuántas horas. Julliet tiene un poco de color, la fiebre por
lo menos le va bajando con los antipiréticos.
Todavía no ha despertado, pero una enfermera nos ha dicho que se ha
quejado mientras le realizaban un cambio postural, así que tengo esperanzas
en que despierte en cualquier momento. El BIS nos indica que está más
consciente, por lo que no me separo de su lado.
—¿Si te digo cosas pervertidas te despertarás para reñirme, aunque
secretamente lo ames?
La observo atentamente, esperando cualquier gesto.
—Tienes un aspecto horrible, Ángel, creo que necesitas un buen baño y
estaré encantado de dártelo. ¿Quieres eso? ¿Qué sea tu enfermero personal?

735
Mi corazón se salta un latido cuando la pequeña y débil sonrisa que cubre
sus labios afirma que sí me ha escuchado.
—Joder, Julliet, no me ilusiones de ese modo. ¿Me estás escuchando? —
Aprieto su mano con más fuerza alrededor de la mía.
—¿Qué-que ha pasado? —su voz suena rasposa—. Kaden... ¿Dónde…?
Niego la cabeza con asombro. Está despierta. Joder. Está despierta. No
sé si llorar o saltar.
—Lo importante ahora eres tú. ¿Recuerdas qué ha pasado?
No sé si puedo decírselo, y que pregunte por Kaden me da la idea de que
recuerda algo.
—Duele, Devan.
—Lo sé, Ángel, pediré que te aumenten la dosis de mórficos.
Traga con fuerza y sus ojos brillan con lágrimas.
—Te quiero —dice con un largo suspiro.
—Y yo a ti, pero no vuelvas a utilizar ese tono de despedida —le advierto
conteniendo mis ganas de llorar también.
Cierra los ojos, apretando su mano alrededor de la mía.
—Duele —repite.
Llamo al timbre de enfermería y vienen rápidamente. Pido que le suban
la dosis de calmante, aunque sepa que eso me va a dejar a Julliet fuera de
combate. Prefiero que descanse y no tenga dolor a intercambiar unas palabras
con ella.
Miro el color del drenaje y no me gusta nada. Necesito más que nunca
que los antibióticos hagan su trabajo.

ANDREW

Devan no quiere marcharse a casa, pero hemos hecho dos turnos, él ha


tenido la suerte de poder hablar con Julliet, yo no, pero me conformo con
que siga respirando por su cuenta, aunque las analíticas no vayan a mejor
deposito toda mi esperanza en que eso cambie.
—Srta. Collins, ¿no tiene ninguna pregunta condescendiente que
hacerme? En este momento le respondería cualquier cosa —le aseguro
acariciando el único trozo de brazo que no parece tener maltratado por algún
cable o alguna vía.
—¿Es cierto?
Me congelo unos segundos, y levanto mi mirada. Sus ojos azules, los más
bonitos que existen en este planeta, me miran, cansados.
—¿Qué es cierto, Julliet? —intento contener todas las emociones que se
concentran en mi pecho.

736
—¿Aquí está lo que más amas? —Su cabeza se mueve a un lado y
entrecierra los ojos.
Parece que le toma mucho esfuerzo hablarme.
—¿Estabas escuchando? —pregunto, sorprendido.
Mueve un poco su cabeza, intentando asentir.
—Sí, Julliet, es cierto. Quién inventó la frase esa de “si la amas déjalo ir”
se equivocaba por completo, es la mayor estupidez del mundo, mi nuevo
lema es “si la amas no te separes de su lado a no ser que te diga lo contrario”.
Eso le hace sonreír un poco y me gustaría grabar este momento en mi
cabeza porque es tan preciosa.
—Conozco la canción —suspira—, Muse está bien.
No puedo evitar reírme mientras unas lágrimas salen por el rabillo de mis
ojos.
—Algunas veces tiene buen gusto, Srta. Collins.
—¿Sí? Me enamoré de mi profesor de Derecho y lo alejé —susurra, cada
vez más débil.
—Fue un idiota, porque también la amaba.
—Estoy de acuerdo. —Cierra sus ojos.
Me agacho y presiono mis labios en su frente, vuelve a estar muy caliente.
Joder. Llamo al timbre de enfermería y miran la temperatura, sigue subiendo.
La infección no mejora.
Por favor, no puedo perderla, no ahora.

DEVAN

Sabía que no tenía que irme del hospital. Me llaman porque la infección
ha ido a peor y la sepsis empieza a afectar a varios órganos.
Solo puedo escuchar el último te quiero en bucle cada vez que la miro y
mis ojos se empañan, esto no puede estar pasando. Se supone que se iba a
poner bien, se supone que iba a mejorar. No a empeorar. No puede empeorar
porque no puedo vivir en un mundo en el que ella no esté.
La herida que tenía que desinflamarse se infectó, pero también lo hizo el
drenaje torácico. Y yo solo estoy demasiado cabreado por saber todo lo que
significa y conocer tantas cosas del mundo sanitario.
El cuerpo de Julliet está en ebullición, no hay nada que le haga bajar la
fiebre, tocarla quema, pero no puedo despegarme de ella, Andrew también
va entrando. Ambos lo sabemos, pero no queremos asimilarlo.
Si a Kaden no lo hubieran trasladado de hospital lo hubiera desconectado
de todas las máquinas y le hubiera inyectado cloruro de potasio en vena.
—Te quiero, Ángel, muchísimo, por favor.

737
Es demasiado.
Está aguantando demasiado.
No me imagino lo doloroso que debe ser para ella.
—¿Estás sufriendo? —pregunto entre sollozos—. ¿Estás aguantando por
nosotros? No quiero que te duela, Juls.
Lloro a los pies de su cama, viendo los parámetros de las analíticas que le
van haciendo. Tiene un shock séptico.
—Está bien, si no puedes más, está bien —le digo, besando su cara, sus
manos—. Te quiero, Ángel.
Miro el monitor de nuevo, todo está alterado. Toco el timbre de
emergencia, varias personas corren y me apartan, quiero decirles que puedo
ayudar, pero no tiene sentido.
Me cuesta respirar cuando veo en el monitor la asistolia, no hay latido, no
hay vida.
Empieza a realizar soporte vital avanzado.
Odio el tiempo en estos momentos. Ojalá se detuviera, se rebobinara y
pudiera traerla de vuelta. Daría cualquier cosa por eso.
Le hacen el masaje cardíaco, le inyectan toda la medicación posible, la
oxigenan, pero no tiene sentido. Los daños cerebrales a estas alturas son
irreparables. Cuando terminan con ella no es Julliet la que está viva, son las
máquinas las únicas que muestran una falsa ilusión de ello.
—Tenemos su firma, Devan…—escucho la voz de algún médico
intentando explicarme algo que me niego a aceptar—. Sabes que debemos
cumplir con lo que ella quería.
No quería vivir conectada a una máquina. No quería lo mismo por lo que
pasó Matt.
Odio tanto que hablen de ella en pasado. Me obligo a aguantar mientras
desconectan todo.
Declaran la hora de la muerte y caigo de rodillas sobre el suelo. Alguien
me dice que me deja tiempo a solas para que pueda despedirme. Despedirme.
No puedo despedirme.
No soy capaz de ver nada porque mis lágrimas me lo impiden. Aprieto su
mano con fuerza y beso de nuevo el dorso de su palma. Lo beso hasta que el
tacto se empieza a volver frío.
No quiero separarme de ella. No quiero que este momento termine. No
estoy listo para decirle adiós.
Dos auxiliares entran con una camilla, debo llevar demasiado tiempo aquí
con ella. Soltarle la mano es una de las cosas más difíciles que he hecho en
mi vida.
Cuando salgo de la UCI veo a Andrew, tiene los ojos enrojecidos, alguien

738
debe habérselo notificado ya, niego la cabeza y él entiende lo que no me
atrevo a decir en voz alta en estos momentos.
La tristeza me sobrecoge de forma demoledora.
Al día siguiente pregunto por Kaden en el hospital en el que está
ingresado, sigue vivo, pero alguien preguntó por él en la recepción y más
tarde encontraron al guardia que lo custodiaba sedado y Kaden no estaba por
ningún lado. Necesito que pague por lo que ha hecho, y espero no
encontrármelo nunca de frente, porque me tomaré la justicia por mi mano.

Organizamos el funeral de Julliet dos días después.


La sala está bastante llena, trabajadores de Mala, su terapeuta, Andrew,
Sam, Taylor, la madre de Lexie, algunas niñas a las que Julliet les estaba
enseñando danza. Últimamente había ampliado su círculo, y hay caras nuevas
que no logro identificar.
Se escuchan algunos sollozos, Sam aprieta mi mano con fuerza.
Cuando el cura termina el discurso me pongo en pie, no me he preparado
ningún discurso, quería hablar de forma espontánea.
Miro a la multitud y cojo aire.
—Uno nunca está preparado para afrontar la muerte de un ser querido,
no hay forma de mentalizarse de ello, saber que nunca más podremos ver a
esa persona nos entristece y solo queda buscar consuelo en los recuerdos que
has formado a su lado.
Recuerdo muchas cosas de Julliet, la primera vez que la vi llevaba más de
un día sin dormir porque había estado buscando información médica de la
condición que mantenía a su hermano en coma. Ella representaba la perfecta
imagen de la determinación y la esperanza en ese momento. La admiré por
ello. Muchas personas no conocen toda su historia, pero os puedo asegurar
que ha sido una luchadora todo este tiempo, nunca he visto a nadie con esa
fuerza. Julliet no juzgaba, quería lo mejor para todos de forma desinteresada,
ella era...—Mi voz se quiebra en medio del discurso.
Aparto la mirada un segundo, intentando recomponerme.
—Ella es y será una parte de mí, siempre —termino.
Me giro, y deslizo la mano sobre su ataúd cerrado.
—Te quiero, Ángel —le susurro.
Vuelvo a mi sitio, siento que decir esas palabras en voz alta libera un poco
la presión de mi pecho.
El cura continúa hablando de cosas que no me interesan y cuando termina

739
me cuesta levantarme del sitio, sabiendo que una vez me marche de aquí esto
terminará de forma definitiva.
No voy a verla reír de nuevo, no voy a ver como frunce el ceño cuando
está concentrada leyendo sus apuntes desastrosos, o cómo cierra los ojos
cuando le da el primer mordisco al pastel de chocolate que nos gusta cocinar
juntos, o la seguridad con la que baila, o como se deshace bajo mis manos,
como me regaña con mis bromas, aunque le encantan. Era de otro mundo,
un regalo para la visión.

Una mano cae sobre mi hombro y levanto la mirada.


Juraría que Andrew está tan destrozado como yo, me pregunto hasta qué
punto llegaba su amor por ella. Era imposible no querer a Julliet, no
enamorarse de ella, había un magnetismo que la envolvía difícil de ignorar.
—Tenemos que irnos —me dice.
—No sé si puedo.
Andrew suspira y se sienta a mi lado.
—Ella te quería y te admiraba muchísimo —me comenta con la vista al
frente.
—Era recíproco.
—Me decía que el mundo necesitaba más personas como tú.
Una sonrisa triste aparece de forma automática en mi boca, sé lo que está
haciendo Andrew. Es extraño que él me intente consolar.
Nos quedamos en silencio unos minutos.
—También te quería —le aseguro.
—Tardé demasiado —admite en un murmullo.
Su declaración no me sorprende en absoluto, continuamos en silencio, mi
mente está sumergida con sus recuerdos.
Al cabo de media hora se llevan el ataúd de Julliet, la pondrán junto a su
hermano.
Miro a mi alrededor, no queda nadie, estamos completamente solos.
—Es hora de irse.
Asiento, todo es demasiado surrealista.
Cuando llegamos a la salida observo una figura, pensaba que estábamos
solos, pero una mujer espera junto al marco de la puerta.
Miro a Andrew, sus ojos están abiertos con sorpresa.
—Bonnie —jadea en voz baja.
La mujer tira de la visera de su sombrero, en un gesto de saludo, se voltea
y se marcha.
Miro a Andrew con confusión, él parece haber visto un fantasma.

740
—Tengo que marcharme, cuídate —murmura con prisa.
Antes de que me dé tiempo de contestar desaparece.
Los días pasan, el dolor no cesa para nada, simplemente aprendes a vivir
con el.
A veces cuando cierro los ojos puedo imaginarla frente a mí, casi puedo
sentir su aroma envolviéndome y su risa melódica llenando el silencio. Tenía
la mejor risa, una que se reflejaba en sus ojos brillantes, contagiaba alegría.
Hacerla reír para llenar toda la tristeza que la ahogaba era una de mis cosas
favoritas.
Me cuesta hacerme a la idea de que no está, a veces me quedo mirando
nuestra última conversación, con la absurda esperanza de que aparezca en
línea de nuevo y me responda el mensaje.
Es tonto que mire al cielo, pero de vez en cuando lo hago pensando en
ella, mi Ángel.

FIN

741

También podría gustarte