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En un laberinto

sombrío

Lilith Cohen

© 2015
Esta historia contiene algunos diálogos que podrían incomodar a
los católicos devotos y creyentes en general.

Los pasajes de la Biblia aquí citados pertenecen a la traducción


"Reina - Valera 1960"

Tanto los nombres de los personajes y lugares mencionados en


esta obra son producto de la imaginación de la autora, cualquier
similitud con sitios y personas existentes en la vida real es mera
coincidencia.
Agradecimientos y dedicatorias

Para mi mejor amiga Rebe quien desde que comencé a escribir ha


estado pendiente de mis historias, ella siempre es la primera en
leerlas y darles el visto bueno antes de que las dé a conocer al
resto del público.
"Un misterio existe sólo para resolverse. Si nadie lo
resuelve, la verdad muere con los que conocen la
realidad."
Introducción

Mi nombre es Olga y acabo de cumplir quince años, cualquiera


diría que la vida de una adolescente de mi edad es estupenda y la
mía lo era, hasta hace poco tiempo. Todo cambió cuando mis
padres decidieron enviarme a otra escuela, el problema no era el
colegio donde estaba estudiando, al contrario, era un instituto
privado con un nivel educativo bastante bueno.

La razón por la que me sacaron de ahí fue porque querían


castigarme y con justa razón, mi forma de ser había dado un giro
de 360 grados desde que comencé a salir con Raúl quien era el
chico rebelde del salón y por lo tanto fue una mala influencia para
mí. En el poco tiempo que anduve con él mis calificaciones se
fueron de picada: de ser la alumna más aplicada del salón pasé a
ser la más irresponsable.

En casa dejé de ser la niña obediente que escuchaba los sermones


de sus papás con la cabeza agachada sin rezongar, dejé de
quedarme callada para empezar a discutir con ellos a punta de
groserías. No voy a decir que me enorgullezco de haberme
comportado así, incluso yo estaba sorprendida de lo lejos que
había llegado haciendo cosas que antes ni siquiera me hubieran
pasado por la cabeza, como volver a casa hasta las tres de la
mañana cayéndome de borracha, escaparme de las clases e
incluso consumir drogas.

Un día mientras estaba en la escuela mi mamá encontró un churro


en uno de los cajones de mi cuarto y como era de esperarse se
puso furiosa y le contó todo a mi papá. En cuanto volví a casa me
acomodaron la más grande reganiñza de mi vida, yo por
supuesto lloré, pedí perdón, les prometí que ya no saldría con
Raúl y volvería a ser como antes.

Por el momento me habían castigado quitándome mi laptop, mi


celular y mi dinero de la semana, pero parece que eso no fue
suficiente y decidieron que lo mejor sería encerrarme en el
Colegio de la Inmaculada Concepción el cual es un internado de
religiosas que tiene fama de ser muy estricto con la educación y
muy severo a la hora de castigar la indisciplina.

Por supuesto yo les pedí que no lo hicieran, que me llevaran a un


grupo de apoyo, a ver un terapeuta, un psicólogo o lo que fuera
pero que no me internaran en ese lugar; sin embargo mis súplicas
fueron en vano. Ese mismo día hablaron por teléfono con la
directora del internado y les dijo que me recibiría el domingo por
la tarde para que el lunes a primera hora ya estuviera tomando
clases. Así que no me quedó otra alternativa, tenía que estudiar
ahí me gustara o no.
Capítulo I

En todo el tiempo que hicimos de camino en el coche rumbo al


internado no pronuncié ni una sola palabra, lo cual le sorprendió
a papá, tanto que hasta disminuyó la velocidad para poder
echarme un vistazo por el espejo retrovisor - ¿Por qué estás tan
callada? - sólo suspiré profundamente como respuesta - Sé que
no estás contenta por nuestra decisión pero sólo buscamos lo
mejor para ti. En tu nueva escuela aprenderás a comportarte y
serás una mujer de bien el día de mañana - me dijo mientras
continuaba manejando con mucha cautela pues la intensa lluvia
del otoño no había dado tregua desde que habíamos salido de la
casa. Parecía que el dichoso colegio se encontraba hasta el quinto
infierno, no tenía idea de cuánto tiempo faltaba para llegar y ya
comenzaba a perder la paciencia.

Me daba cuenta que viajar en auto era de lo más aburrido que


podía existir en este mundo, sin embargo cuando era niña solía
divertirme asomando mi cabeza por la ventana para contemplar
el paisaje ¿Por qué será que en la infancia los viajes por carretera
parecen de lo más divertidos y excitantes? Tal vez porque en esas
épocas aquellos viajes en familia se realizaban por otras
circunstancias mucho más emocionantes que las de ahora o a lo
mejor porque siempre iba acompañada de Tammy y se nos
pasaba el tiempo cantando la canción de los elefantes.

Tammy fue mi primer amiga, no me acuerdo exactamente cómo


era físicamente, de los pocos recuerdos de ella que aún quedan
claros en mi mente fue cuando un día la encontré dentro de mi
clóset echa un ovillo y en cuanto me vio se asustó y me dijo que
había elegido ese lugar para esconderse de todo aquello que le
causaba temor, yo la tranquilicé y le dije que podía quedarse ahí
todo el tiempo que quisiera.

Sólo cuando mis papás estaban conmigo Tammy se iba sin dar
explicaciones y cuando ellos se marchaban volvía otra vez al
cuarto a jugar. No quería que ellos la vieran y me decía "los
adultos me dan mucho miedo porque son malos y castigan a los
niños" a pesar de eso un día decidí contarle a mi mamá sobre ella
y no le dio demasiada importancia, sólo me sonrió y dijo que era
normal que los niños de mi edad tuvieran amigos imaginarios y
más aún cuando no tienen hermanos ni otros chicos cerca para
jugar.

Pero después cuando entré al jardín de niños, a pesar de que ya


podía tener amigos de verdad con quienes convivir, yo seguía
hablando con Tammy. Entonces mis papás se empezaron a
inquietar por mi comportamiento y me dijeron: "ya estás yendo al
kínder, ahí hay muchas niñas para que juegues, no es necesario
que sigas inventándote a esa amiga" y me di cuenta que a ellos
no les gustaba Tammy y se lo tuve que decir, ella con tristeza me
dijo "está bien, lo comprendo" y poco a poco dejó de buscarme
hasta que ya nunca más volvió.
No entiendo cómo es que después de tantos años me volvían
todos estos recuerdos superfluos de mi niñez, pero al menos pude
animarme un poco. El sonido de las gotas que chocaban contra el
auto era tan monótono que comenzó a relajarme, cerré los ojos,
recargué mi cabeza en la ventanilla y empecé a tararear
mentalmente: "Un elefante se columpiaba sobre la tela de una araña,
como veía que resistía fue a llamar a otro elefante..."

En ese momento me encontraba tan tranquila, hasta que mi


corazón se sobresaltó al escuchar otra voz que canturreaba con un
tono que se me hacía bastante familiar "...dos elefantes se
columpiaban sobre la tela de una araña, como veían que resistía fueron a
llamar a otro elefante..." ¡Era la voz de Tammy! Sabía
perfectamente que era ella porque nosotras acostumbrábamos
turnarnos para entonar esa canción, yo empezaba con la primera
parte, luego ella continuaba con los dos elefantes, después yo
cantaba otra vez y así sucesivamente.

Me quedé ahí estática como si hubiera entrado en una especie de


trance y volví a escuchar su voz que me decía: "Olga ¿Se te olvidó
la parte que sigue?" No me quedaba ninguna duda, Tammy estaba
ahí en el auto conmigo e intenté abrir la boca para decir algo pero
no pude, estaba totalmente paralizada y no logré articular ni una
palabra.

Tammy no hacía otra cosa más que llamar mi nombre, su voz se


escuchaba cada vez más desesperada e insistente "¡Olga, Olga,
Olga!" de repente sentí una mano que me tocaba el hombro y
comenzaba a zarandearme con fuerza - ¡Olga, despierta! Ya
estamos por llegar - abrí los ojos y me di cuenta que no era mi
amiga quien me hablaba sino mi mamá.

Todo había sido un sueño nada más, pero yo lo había sentido tan
real que para cerciorarme de que así había sido volteé a ver a mi
alrededor, afuera seguía lloviendo y ya no íbamos en la carretera
sino por un amplio camino de tierra en medio de un bosque lleno
de árboles frondosos. Esta clase de paisajes siempre me han
parecido perturbadores, me aterraría la idea de perderme entre su
espesura ya que en cualquier momento podría toparme con un
animal salvaje, un chaneque o cualquier criatura malévola de las
que se dice que viven en estos lugares deshabitados; en fin, mi
imaginación estaba trabajando horas extra.

No parecía que hubiera algún internado ni nada por el estilo entre


tanta arboleda, hasta que apareció la altísima barda de piedra que
rodeaba el colegio la cual estaba toda cubierta de hiedra, tan alta
era que me pareció una antigua fortaleza como las de los castillos
medievales.

Papá disminuyó la velocidad y el auto se fue aproximando a la


entrada en donde a pesar de la intensa lluvia aguardaba un señor
de edad considerable que iba cubierto con un impermeable verde
militar y unas botas de plástico. El hombre se acercó para
averiguar quiénes éramos y mamá bajó el vidrio para explicarle -
Venimos a traer a nuestra hija, la madre superiora quedó de
recibirla hoy - el portero sólo asintió con la cabeza y nos abrió
lentamente el portón de hierro que estaba custodiado por un par
de horrorosas gárgolas de piedra que me hicieron estremecer
todo el cuerpo "¡Son sólo unas tontas esculturas!" me dije a mí
misma avergonzada por haber sentido un terror tan infundado al
verlas.

En cuanto pudimos ingresar observé detenidamente el internado,


era una construcción antigua de estilo gótico y estaba un poco
descuidada lo cual le daba un aspecto bastante siniestro. De todo
lo que pude observar hubo algo en particular que me llamó
mucho la atención: una imponente torre erguida sobre el ala
oeste.

Mi papá tuvo que dar casi toda la vuelta por el patio para poder
estacionar el coche justo enfrente de la puerta principal pues nos
habíamos olvidado de traer el paraguas y queríamos empaparnos
lo menos posible. A pesar de la intensa lluvia pude observar el
jardín principal que no era precisamente muy hermoso pero se
notaba que al menos le daban buen mantenimiento y en el medio
había una gran fuente que con el diluvio que caía en ese momento
no necesitaba estar en funcionamiento - Bueno, finalmente hemos
llegado - dijo mi papá mientras apagaba el motor.

De nuevo me invadió una sensación extraña que no sabría como


describir exactamente, sentía como si alguien me estuviera
vigilando de cerca y me quedé totalmente inmóvil por varios
minutos. Cuando por fin me recuperé del shock giré mi cabeza
hacia todas direcciones mientras mi mamá me observaba
preocupada - Olga ¿Te sientes bien? ¡Estás pálida! - No es nada,
sólo estoy un poco mareada - contesté ya estando otra vez en mis
cinco sentidos. Salimos rápidamente del carro a ponernos bajo
techo.

Al bajar noté que del otro lado del jardín había una mujer de edad
avanzada que llevaba un impermeable amarillo y que acarreaba
cubetas donde había juntado toda el agua que resbalaba de los
techos. En cuanto nos vio dejó los cubos de agua en el suelo y
caminó lo más rápido que pudo hacia nosotros. Cuando nos dio
alcance preguntó con la voz jadeante - ¿Buscan a la hermana
Guillermina? - Así es - respondió mi papá - ¿Podría avisarle que..?
-

No pudo terminar de formular la pregunta cuando se escuchó un


rechinido de esos que te ponen los pelos de punta, eran las
gruesas puertas de madera que se abrían y de ellas salió una
monja vieja y prepotente, miró a la señora con cara de muy pocos
amigos y vociferó - ¡Antonia, vuelva enseguida a sus labores! - Sí,
hermana - le respondió con la voz entrecortada por los nervios y
ella volvió a gritarle - ¡Rápido! ¿Qué espera? - Se me encogió el
estómago al escuchar a esa religiosa gritarle de ese modo a esa
pobre mujer, no me parecía que hubiera ningún motivo para
reprenderla.

Cuando la monja se tranquilizó un poco se volvió hacia nosotros -


Ustedes deben ser la familia Delgadillo ¿Verdad? - Así es - le
contestó mi papá - Yo soy la hermana Ramona. La reverenda los
espera en su oficina, vengan por aquí si son tan gentiles - dicho
esto nos hizo señas para que la siguiéramos y nos condujo por un
largo y lúgubre pasillo que yo no podía dejar de observar, por
donde girara mi cabeza podía ver montones de cuadros con
imágenes de santos los cuales tenían una mirada penetrante como
si fueran jueces implacables a punto de condenar a alguien a la
pena capital.
Percibí un ligero olor a humedad que comenzaba a marearme de
verdad, decidí que lo mejor sería caminar mirando hacia el frente.
Cuando llegamos a la oficina de la madre superiora, la hermana
Ramona llamó a la puerta - Permiso, ha llegado la nueva alumna
con sus padres - Hágalos pasar enseguida - nos abrieron la
puerta, entramos y ahí sentada en su despacho estaba la
directora, que al igual que la otra era una mujer anciana pero con
mucha energía, alta, rolliza de mirada dura e intimidante.

Se levantó inmediatamente de su lugar para estrecharnos la


mano, después de eso nos permitió tomar asiento y nos
acomodamos en los enormes e incómodos sillones que había ahí
frente a su escritorio; yo quedé justo enfrente de ella y sentí como
su fría mirada me escudriñaba de pies a cabeza - Así que tú eres
Olga - yo sólo me limité a asentir con la cabeza porque por lo que
veía esas monjas se encolerizaban fácilmente y no quería que me
reprendieran a pocos minutos de mi llegada.

- Yo soy la hermana Guillermina y estoy al frente de este plantel


educativo - volviéndose hacia mis papás agregó - tengo entendido
que traen a esta jovencita aquí porque quieren corregir su mala
conducta - mi papá fue el primero en responderle - Así es
hermana, mi esposa y yo decidimos traer a nuestra hija a este
colegio porque necesita una buena disciplina, comenzó a juntarse
con un muchacho que no fue buena influencia para ella y no
queremos que el día de mañana sea una persona de mal actuar. -

- Comprendo perfectamente, no se preocupen señores, en este


colegio hemos corregido a muchas muchachitas descarriadas y las
llevamos por el buen camino. Su hija está en buenas manos y
haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarle. - Pues
se lo agradeceríamos mucho hermana - contestó mamá haciendo
un esfuerzo por no llorar mientras yo seguía callada con la cabeza
agachada hasta que papá me dirijió la palabra - Bueno Olga,
tenemos que despedirnos por ahora - Sí, lo sé - respondí
mientras los abrazaba fuertemente sin poder evitar soltar las
lágrimas como si nunca más en la vida fuera a volver a verlos, mi
llanto fue tan fuerte que al final ellos tampoco pudieron
contenerse.

- ¿Me prometes que te portarás bien y serás una buena


estudiante? - preguntó papá al mismo tiempo que me daba un
beso en la frente y solamente puede decir que sí cuando
realmente lo que quería era gritar: "¡Por favor, no me dejen aquí!
¡No me gusta este lugar! ¡No me agradan las monjas! ¡Quiero
regresar a casa!" - Confíamos en ti, hija - fue lo último que me dijo
mamá antes de salir con mi papá de vuelta a casa.

Me hubiera quedado ahí toda la vida quieta como una estatua sin
pronunciar ni una palabra de no haber sido por la enérgica voz de
la hermana Guillermina que me hizo volver a la realidad - ¡Basta
ya de lloriqueo! - Sí, hermana - le contesté al mismo tiempo que
sacaba un pañuelo que siempre llevaba en el bolsillo de mi abrigo
y me sequé las lágrimas lo más rápido que pude. - Bien señorita,
ahora que vas a formar parte de las alumnas de esta prestigiosa
institución quiero hacerte saber cuáles son las reglas que tendrás
que obedecer mientras estés aquí:

- De lunes a viernes la campana suena a las seis de la madrugada


en punto, a esa hora todas deben de levantarse para asearse,
vestirse y bajar al comedor a desayunar.

- De siete a ocho se lleva a cabo una lectura diaria de las Sagradas


Escrituras en el salón de clases antes de empezar el día.

- Todas las alumnas deben asistir siempre puntuales a las clases.

- Los domingos tienen que acudir a misa en la capilla a las diez de


la mañana sin un minuto de retraso.

- Está terminantemente prohibido poseer teléfonos celulares, CDs,


libros, revistas, fotografías o cualquier otro material que no sea de
utilidad para los estudios.

- Se debe guardar absoluto silencio en el aula de clases, la


biblioteca, la capilla y en los pasillos.

- La hora de dormir es a las nueve y media de la noche, después


de esa hora deben de estar todas las luces apagadas y todo en
completa quietud, absolutamente nadie debe andar deambulando
fuera de los dormitorios.

- Está prohibido hacer y recibir llamadas telefónicas entre semana


a menos que se trate de una emergencia.

- Únicamente es permitido llamar a los padres o tutores los fines


de semana.

- El último domingo del mes es el único día en que las alumnas


pueden salir del colegio con la autorización de las hermanas y de
sus propios padres ¿Te ha quedado claro?

- Perfectamente - contesté con la voz temblorosa y la cabeza


agachada en señal de obediencia y sumisión - De acuerdo, ahora
la hermana Ramona te llevará a tu habitación, haz el favor de
acompañarla. - y como por arte de magia apareció en la puerta y
me miró con la misma expresión rígida que cuando reprendió a la
señora Antonia en la entrada - ¡Anda, vamos! -

La profesa me tomó de la mano con aspereza y me llevó casi a


rastras hacia las habitaciones del internado. Doblábamos a diestra
y siniestra por los oscuros corredores donde a pesar de la poca
iluminación pude distinguir los grotescos cuadros que adornaban
las paredes, tan terribles me parecieron que me atrevería a decir
que ni siquiera las pinturas de la galería secreta de Henri
Beauchamp pudieran ser más espeluznantes que esos. Todas las
pinturas eran alusivas al infierno y la ira de Dios: la Tierra
inundada durante el diluvio universal, la lluvia de fuego sobre
Sodoma y Gomorra, la Tierra destruida en el Apocalipsis y Dios
juzgando a los pecadores desde su trono en el juicio final.

Lo que más me turbó de todo lo que vi fue un mural donde estaba


representado el lago de fuego con todas las almas perdidas
quemándose en medio de las llamas; quise pasar de largo y no
prestarle atención pero fue inútil, sobre todo a uno de los
condenados al que le salían montones de asquerosos gusanos por
las orejas, narices, boca y las cuencas de los ojos y en la parte
inferior estaba escrito el siguiente versículo: "Donde el gusano de
ellos no muere y el fuego nunca se apaga. - San Marcos 9:48"

Un terrible escalofrío invadió todo mi cuerpo y se me revolvió el


estómago, me dieron ganas de vomitar pero tuve que
aguantarme. Después de ver eso me quedó más claro que el
agua que mi estancia en ese lugar no iba a ser nada agradable.
Capítulo II

La hermana aminoró un poco el paso para hacerme subir por las


estrechas escaleras que conducían a los dormitorios. Caminamos
por todo el largo pasillo hasta que me hizo detenerme en la
última puerta. De su bolsillo sacó un llavero donde tenía un
montón de llaves antiguas, de esas que medían casi medio metro
de largo, y las revolvió mientras refunfuñaba algo entre dientes
hasta encontrar la que buscaba y abrió la cerradura con un poco
de esfuerzo, empujó la puerta y ésta emitió un leve rechinido -
¡Entra! - me ordenó con voz autoritaria mientras yo avanzaba a
paso lento - ¡Vamos! ¿Qué esperas? - volvió a vociferar al ver que
no me apresuraba y entonces reaccioné.

Mi habitación era bastante espaciosa, en el centro había una cama


individual, delante de ésta se encontraba un armario pequeño, a
la derecha un escritorio viejo con varios cajones y estantes para
poner libros y enfrente había una gran ventana desde la cual se
veían el montón de árboles que poblaban la parte trasera del
colegio y también se alcanzaba a divisar lo alto de la torre.

La monja se dirigió a abrir las gruesas y pesadas cortinas que


cubrían la ventana para que así al menos pudiera entrar un poco
de luz, luego se volvió hacia donde yo estaba - Ahora debes
cambiarte y ponerte el uniforme, en el ropero tal vez encuentres
alguno que te quede. Esperaré afuera mientras te cambias y
después bajarás conmigo a la biblioteca. - me ordenó con el
mismo tono pedante- ¿Debo usar desde ahorita el uniforme?
¡Pero si todavía no empiezo a tomar clases! - ¡Son las reglas del
colegio! Todas las estudiantes deben andar siempre uniformadas
¡Más vale que lo vayas entendiendo! - me gritó mientras salía de
la habitación.

En cuanto me dejó sola abrí el armario y allí encontré varios


uniformes colgados que olían un poco a guardado, me los fui
probando hasta encontrar uno que me quedaba como guante,
aunque el modelo no me agradaba mucho que digamos: era un
vestido color azul marino de mangas largas y cuello de tortuga,
de largo me llegaba un poco abajo de la rodilla, en la cintura tenía
una cinta blanca que debía atarme formando un moño enorme
como el que usa Minnie Mouse en la cabeza. En la parte superior
tenía una pechera blanca con encaje de seda en la orilla, también
un liston del mismo tono de azul del vestido que debía
amarrarme en el cuello formando un pequeño moño.

Para rematar debía de ponerme unas mallas blancas de nylon


súper incómodas y unos zapatos negros acharolados con correa,
me vi en el espejo antes de salir y agradecí profundamente que
ninguna de las amigas de mi vieja escuela pudiera verme en ese
momento porque la palabra "ridiculez" no bastaba para describir
el modo exacto en que me veía, parecía la mucama de una
mansión victoriana en lugar de una colegiala. En cuanto abrí la
puerta la hermana me tomó bruscamente el brazo como era su
costumbre y me jaló - ¡Anda más aprisa que no tenemos todo el
tiempo! - Como usted ordene - le respondí al mismo tiempo que
me hacía caminar a paso de gacela por el corredor, para mi buena
suerte no volvimos a pasar por el pasillo del mural siniestro.

Estuvimos caminando durante varios minutos para llegar al


dichoso lugar. Al entrar pasamos a través de los numerosos
libreros que había en ese sitio, que aunque también era sombrío
como el resto del internado, al menos el delicioso aroma a libros
viejos lo hacía menos escabroso. Todo estaba en tan completa
tranquilidad que nuestras pisadas resonaban por todo el
ambiente y daba la impresión de que no había ni una sola alma
hasta que llegamos a la zona de las mesas de lectura donde
solamente tres alumnas estaban sentadas murmurando entre
ellas. Apenas nos vieron llegar inmediatamente guardaron
silencio y se levantaron de sus asientos para saludar.

- Buenas tardes, hermana Ramona - dijeron al unísono mientras


hacían una pequeña reverencia de manera armoniosa. Ella no
respondió el saludo y sólo les preguntó de manera déspota -
¿Dónde está la hermana Genoveva? - Cuando una de ellas iba a
responderle se escucharon desde el fondo unos pasos
apresurados que venían en nuestra dirección, era otra religiosa
quien supuse sería la antes mencionada.

- ¡Ay, por favor! Le ruego que me disculpe. Estaba allá al fondo


acomodando y desempolvando algunos libros; pero como puede
ver todo marcha estupendamente, las señoritas están haciendo
sus deberes tranquilamente y ... - ¡Silencio! Sus explicaciones
salen sobrando, bien sabe que su obligación aquí es mantener el
orden, por esta vez no voy a reportarla con la madre superiora
porque tengo muchas cosas más importantes en que ocuparme -
volteando a ver a las muchachas que seguían ahí de pie agregó -
Sólo he venido a presentarles a una nueva compañera, se llama
Olga Delgadillo. A partir de mañana se integrará a su grupo y
necesita ponerse al tanto con sus estudios, así que les voy a pedir
que le ayuden a repasar. -

- Por supuesto - respondió la otra hermana con un nerviosismo


más que evidente - Bien, la dejo a su cargo. Con permiso -
¡Propio! - contestaron las muchachas otra vez con perfecta
unanimidad. En cuanto el sonido de los pasos de la neurótica se
fue alejando todas volvieron a sentarse - ¿Qué tal Olga? Yo soy
la hermana Genoveva - Mucho gusto - le respondí mientras le
daba la mano. Esta profesa si bien ya no estaba en la primavera de
la vida era mucho más joven que las otras dos y su carácter más
accesible. - Chicas, yo debo seguir con lo mío, por favor ayuden a
Olga y les suplico que no hablen en voz alta o tendremos serios
problemas ¿De acuerdo? - Todas asintieron con la cabeza.

Una de las muchachas que tenía el tipo de ser la que siempre


acostumbraba hablar por todas se presentó - Hola, yo me llamo
Imelda y estoy aquí desde que comencé la secundaria -
volteando a ver a las otras añadió - esta es Malena, también está
aquí desde el primer grado y ella es Estrella, es un amor de
persona aunque para que logres sacarle más de una palabra está
en ruso. - Pues mucho gusto en conocerlas, yo soy Olga - Ven,
siéntate - sugirió señalando una de las sillas vacías para que me
acomodara - Y cuéntanos ¿Por qué te trajeron aquí? - ¿Por qué me
trajeron? - Así es, debe haber algún motivo. Seamos honestas,
ninguna adolescente hoy en día viene por voluntad propia a un
internado católico, mucho menos a uno tan mocho y estricto
como éste. Por ejemplo en nuestro grupo sólo hay diez
estudiantes y bueno, ahorita once contándote a ti. -

- Pues tienes toda la razón - contesté carraspeando un poco - Mis


papás fueron los que decidieron por mí, ya saben, para meterme
en cintura - Todas se voltearon a ver como diciéndose "era más
que obvio" y Malena no se quiso quedar con la duda de cuál
había sido el motivo exacto por el que me habían traído - ¿Pues
qué hiciste? ¿Te expulsaron de tu otra escuela? - No, nada de eso -
¿Y entonces? - Pues, es que tenía un novio y... - Hmm, ya me
imagino... - interrumpió Imelda en tono morboso - Eh, no
exactamente - le dije al mismo tiempo que me sonrojaba.

- Lo que pasó fue que me metí con el chico rebelde del salón, ya
saben; el típico que se emborracha, se va de pinta y fuma mota de
vez en cuando y pues como dice el dicho "el que con lobos anda a
aullar se enseña" - ¡Oh ya! Te pegó sus mañas - exclamó Malena -
Así es, pero nunca pasaba de que me regañaran y castigaran, pero
el día en que me encontraron un churro en mi cuarto, esa fue la
gota que derramó el vaso. -

Al escuchar eso Imelda y Malena abrieron la boca por la


impresión que les causó - ¡¿Te las tronabas?! - Estrella, que no
había pronunciado palabra alguna en todo el rato, les reclamó -
¡Shhh! No griten que las van a oír las hermanas - ¡Bah, esas perras
infames! Ahorita deben de estar entretenidas con un vibrador
entre las piernas teniendo una "experiencia religiosa" - contestó
Imelda al mismo tiempo que ponía los pies sobre la mesa
tomando una actitud fresca y despreocupada mientras el resto
tratábamos de contener una carcajada estruendosa que para
fortuna nuestra se nos atoró en la garganta.

- ¡Te pasas Ime! - le dijo Malena con una risilla maliciosa - Tú


sabes que a mí esas brujas me tienen sin cuidado - ¡Hazte la
valiente ahora! Pero bien que no te atreverías a decirles eso en su
cara por miedo a que te vayan a acomodar unos buenos latigazos
- Pero si ya me han azotado varias veces y mírame - respondió
mientras doblaba los brazos como un fisicoculturista al presumir
sus músculos.

Al escuchar eso no pude evitar preocuparme y con la voz


temblorosa les pregunté - ¿¿Las han golpeado con un látigo?? -
Las dos se voltearon a ver entre ellas y luego a Estrella que sólo se
limitó a agachar la cabeza y al final sólo Imelda me respondió
mirándome fijamente a los ojos - La verdad es que eso no es nada
comparado con otros castigos, los hay peores, mucho peores.
Auschwitz era un parque de diversiones comparado con este
internado. Una vez en segundo año una de las compañeras no se
terminó la comida de su plato y le ordenaron comérselo todo, ella
volvió el estómago y la obligaron a ingerir su vómito ahí delante
de todas. -

Con eso bastó para que me pusiera aún más temerosa de lo que
ya estaba - Eh, creo que prefiero no saber más. - Como quieras -
replicó mientras se encogía de hombros.- Es que, bueno, se dice
cada cosa de los colegios religiosos que ya no sé ni que pensar. Y
vaya que este sitio en sí ya es un horror. - ¡Pues préparate! - me
dijo mientras se me acercaba de modo acechante - En este
instituto hay muchas cosas que dan miedo a parte de las
religiosas, por ejemplo: Doña Antonia, la señora que se encarga
de la limpieza y el mantenimiento. -

- ¿En serio? ¿Por qué? A ella la conocí apenas entrando, la verdad


me dio mucha lástima, a su edad y trabajando tan duro y esas
malditas insensibles que la tratan con la punta del zapato. -

- Pues ellas dicen que la señora está mal de la cabeza, a veces


cuando anda por aquí trapeando se nos queda viendo con una
mirada bastante inquietante que te enchina todo el cuero, pero la
verdad yo no sabría decirte qué es lo que realmente le pasa
porque nunca he hablado con ella. -

- Mejor dicho... - la corrigió Malena - Ninguna de nosotras ha


cruzado más de dos palabras con ella, las viejas no nos lo
permiten y cuando hemos querido hacerlo se ponen más
energúmenas de lo que ya son. -

- Perdón, pero a mí no me parece que otra cosa pueda ser más


escabrosa a parte de las reverendas y las pinturas del infierno. -
¿Quieres que te lo diga? - cuestionó Imelda en tono desafiante -
¡Anda dime! - repliqué con osadía - ¿Qué puede ser peor? - Pues
los... ¡Faaantaaasmaaas! - exclamó mientras engrosaba la voz
como los presentadores de las series televisivas de terror y hacía
ademanes extraños con las manos.

Enmudecí sin saber que argumentar al respecto, nunca me he


considerado una persona crédula pero tampoco soy cerrada con
respecto al mundo de lo sobrenatural. El escuchar a mi
compañera decir que ahí en el colegio había espíritus me hizo
reflexionar que tal vez fuera esa la razón por la que tuve la
sensación de que alguien me observaba cuando recién llegué.
Pensé en comentarlo en ese momento pero Estrella, a quien se le
notaba a leguas la intranquilidad, tomó la palabra.

- Oigan, en serio. Déjense de parloteo que nos van a castigar. -


Imelda sólo le sobó la cabeza - Tú tranquila que... - Shhh ahí viene
la hermana Genoveva - les susurró Malena mientras todas
tomaban de nuevo sus libros y cuadernos para hacerle creer que
habíamos estado estudiando todo ese tiempo.- Muchachas dense
prisa por favor, ya es hora de cerrar la biblioteca y ya saben que si
me retraso tendré problemas con la hermana Guillermina - Pierda
cuidado, ya estábamos terminando - la tranquilizó Estrella
mientras Malena me ponía su libreta en las manos - Te la presto
para que sigas repasando en tu cuarto. Mañana tenemos la lectura
de la Biblia a primera hora, vamos a empezar con la primera
epístola a los Corintios. -

Salimos de la biblioteca y nos dirigimos en silencio a nuestros


respectivos dormitorios. En cuanto entré lo primero que hice fue
dirigirme al escritorio y sacar de mi maleta uno de mis cuadernos
nuevos para ponerme a hacer lo que supuestamente debí haber
hecho en lugar de andar echando la plática con las compañeras.

Traté de concentrarme en mi tarea y no distraerme, les había


jurado a mis papás que mis notas volverían a subir y no quería
faltar a mi promesa. No me di cuenta de cuánto tiempo estuve ahí
sentada hasta que escuché un golpeteo insistente en mi puerta y
me levanté a ver quién llamaba, abrí la puerta y me encontré a la
hermana Ramona ahí parada mirándome con el ceño fruncido -
¿Acaso tienes idea de la hora que es? - me puso tan angustiada
que solamente me limité a encogerme de hombros sin saber que
contestarle hasta que me salieron las palabras de la boca - Lo
siento mucho, no tuve tiempo ni de estar pendiente de la hora,
cuando me había dado cuenta ya había oscurecido. -

- ¡Son veinte para las diez! Ya pasó la hora de apagar las luces
¿Qué andabas haciendo? ¡Debería darte vergüenza! No llevas ni
veinticuatro horas aquí y ya estás desobedeciendo las reglas. -
Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para morderme la
lengua y no gritarle que era una exagerada, apenas habían pasado
diez miserables minutos después de la media hora y venía hecha
una fiera a reprenderme como si hubiera cometido el peor de los
crímenes.

- De verdad, discúlpeme. Estaba leyendo la Biblia, como mañana


tenemos que... - Mira jovencita, sólo por ser tu primer día en el
colegio no te impondré el castigo que te mereces, pero si te voy a
ordenar que en cuanto cierre la puerta inmediatamente apagues
la luz y te acuestes. - Después de que prácticamente me azotara la
puerta en las narices, corrí a apagar la lámpara del escritorio, me
puse mi pijama y me metí en la cama a pesar de que no tenía ni
una pizca de sueño.

Me puse a dar tumbos para tratar de encontrar una posición


adecuada para dormir ya que soy de las personas que no pueden
conciliar el sueño fácilmente en una cama ajena a la suya. Tenía
que descansar lo más que me fuera posible porque con el frío que
hacía se me iban a pegar las sábanas y sería todo un martirio tener
que levantarme por la madrugada.
Pero por más intentos que hacía no podía pegar los ojos, a donde
quiera que volteaba sólo percibía la oscuridad que envolvía toda
la habitación. Afuera seguía lloviendo, la temperatura había
descendido mucho y me acomodé en posición fetal para
calentarme un poco, cerré los ojos y me puse a pensar; pensé en
mis padres, en Raúl, en las monjas iracundas, en mis compañeras
y hasta en Tammy.

Me entraron unas inmensas ganas de llorar y me puse a hablar


conmigo misma - Tammy, como quisiera que estuvieras aquí
conmigo justo ahora que me siento tan sola ¿Recuerdas cuándo
cantábamos "Un elefante se columpiaba"? - De repente comencé a
tener la sensación de que mi cuerpo giraba como si estuviera
atrapada en medio de un remolino, sentía mucho frío y me puse a
tararear mentalmente: "un elefante se columpiaba sobre la tela de una
araña, como veía que resistía... resistía, dos elefantes, un elefante, se
columpiaban, la tela de una araña..."

Empecé a divagar en la letra de la canción lo cual significaba que


por fin me estaba arrullando y comencé a soñar cosas sin sentido.
Hubiera dormido como un bebé de no ser porque de repente
escuché unos sollozos desgarradores. Abrí los ojos para
cerciorarme de que aquello sólo había sido parte de mi sueño,
pero no, aquellos llantos se oían clarísimos. Se me puso la carne
de gallina y por mi mente comenzaron a formularse miles de
hipótesis - ¿Pero quién llorará de esa manera? ¿Acaso será alguna
de las alumnas que estarán castigando? - me invadió un terrible
pánico al imaginarme lo peor.

Algo me decía que debía salir de mi habitación para averiguar de


dónde provenían esos lamentos, pero decidí no hacerlo por miedo
a que me fuera a sorprender alguna de las hermanas, ya había
recibido bastantes reprimendas y lo menos que quería era
meterme en más problemas. No me quedó otra opción que
echarme la almohada sobre la cabeza para no seguir escuchando
esos sonidos que me estaban helando la sangre, volví a canturrear
la canción de los elefantes hasta que logré quedarme
profundamente dormida.
Capítulo III

El sonido estrepitoso de la campana me hizo saber que ya era


hora de levantarse, pero la temperatura helada del amanecer
prácticamente me incitaba a permanecer debajo de las cálidas
cobijas, tuve que dominar mi voluntad, armarme de valor para
poder salir de la cama y poner mis pies sobre el piso frío. Abrí las
cortinas y escudriñé fugazmente el exterior, por el momento la
lluvia había cesado a pesar de que el cielo aún estaba tapizado de
nubes grises, una gruesa capa de niebla cubría todos los árboles y
solamente alcanzaba a sobresalir la punta de la misteriosa torre.

Por mi parte hubiera permanecido toda la mañana engarrotada


frente a la ventana pero no podía darme el lujo de perder el
tiempo, debía dirigirme inmediatamente hacia el cuarto de baño
el cual se ubicaba justo delante de mi puerta. Al entrar me
encontré con Imelda, Malena y Estrella que también iban a darse
un baño, después que nos dimos los buenos días nos metimos
inmediatamente a duchar ya que afuera había otras compañeras
esperando turno y debíamos ser consideradas.

Abrí la llave del agua caliente y ésta apenas se encontraba tibia lo


cual provocó que todos los dientes me castañetearan, mientras me
iba enjabonando todo el cuerpo pensaba en aquellos
espeluznantes llantos que no lograba expulsar de mi mente.
Imelda se lavaba en la regadera de al lado y como el muro
divisorio dejaba asomar nuestras cabezas me preguntó
preocupada - ¿Te sucede algo? No tienes buen aspecto - Eh no, no
me pasa nada. Es sólo que no pude dormir bien anoche - ¡Ay
amiga! Pues si no estás acostumbrada a acostarte temprano en
este colegio vas a tener que hacerlo aunque no quieras porque con
la jornada habitual que tenemos después del desayuno está para
enfermar a cualquiera. - Sí, creo que será mejor que vaya
cambiando mis hábitos - no me pareció prudente platicarle ahí de
la verdadera razón por la que me encontraba inquieta.

En ese instante entró la hermana Ramona más furiosa que un toro


de lidia - ¿Qué se piensan estar ahí todo el día? ¡Apúrense!
¡Vístanse y bajen enseguida! - ¡Ya vamos! - replicó Imelda
tratando de no sonar agresiva y en cuanto la monja salió le aventó
el jabón tras cerrar la puerta - ¡Bruja del demonio! - ¡Síguele Ime!
Que te dan a dar como mínimo veinte varazos y nada más por
puro gusto - le advirtió Malena que ya había terminado de
asearse y se ponía el uniforme a toda prisa - Mira nada más
porque es el último año que estaré en este colegio de mierda trato
de aguantarme, que si no ya le hubiera partido su ... - ¡Ya,
contrólate! Inhala, exhala, cuenta hasta diez... - y luego se dirigió
a mí - Olga, es en serio. Ten mucho cuidado de no hacer enfadar a
las viejas, sobre todo a la hermana Fidelina que ya la conocerás
ahorita en la lectura de la Palabra; esa no es como la hermana
Ramona que nada más ladra pero no muerde, ella sí es de armas
tomar. -

La verdad es que en ese instante las religiosas eran las que menos
me importaban, lo que quería era hablar respecto al tenebroso
acontecimiento, alguna de las chicas tenía que haberse dado
cuenta también. Mientras nos dirigíamos por el pasillo les susurré
lo más quedito que pude - Oigan, hay algo muy importante que
quiero platicarles - las tres se volvieron hacia mí y me observaron
ansiosas y Malena sólo me hizo una seña para que me callara -
¡Chst! tenemos prohibido murmurar en el corredor ¿lo sabes
verdad? Después de la comida tenemos nuestra hora libre y nos
podrás contar todo lo que quieras. -

Nos dimos prisa para poder llegar al comedor a tiempo a


desayunar. Al igual que el resto del internado este sitio también
era lúgubre, el ambiente era más gélido que los dos polos
terrestres juntos y para variar en sus paredes también había
pinturas perturbadoras, en una de ellas estaba representada con
pelos y señales la historia del profeta Eliseo y los niños devorados
por los osos, algo bastante vomitivo para un espacio dispuesto
para consumir alimentos, pero en fin, supongo que las hermanas
lo habrán decidido a propósito para que ninguna de las alumnas
se atreva a burlarse de ellas.

Como era de esperarse, las religiosas estaban sentadas en la mejor


mesa y mientras a ellas les servían café caliente, pan recién
horneado con mantequilla, mermelada, huevos estrellados con
tocino y fruta; a nosotras las estudiantes tan sólo nos dieron un
plato de cereal, una rebanada de pan tostado y un vaso pequeño
con jugo de naranja; lo cual me pareció de lo más injusto ya que
con la colegiatura que estaban pagando nuestros padres era para
que mínimo recibiéramos un desayuno igual de sustancioso.

La hermana Guillermina nos ordenó que nos pusiéramos de pie


para bendecir los alimentos y todo el mundo guardó silencio
absoluto mientras ella dirigía la oración. Cuando terminó todas
nos dispusimos a comer, como la ración de cereal que me habían
proporcionado era tan raquítica me quedé con hambre, me
hubiera gustado pedir que me sirvieran otra porción pero no lo
hice por miedo a que me fueran a tratar como a Oliver Twist.

Al terminar de desayunar me dirigí con el resto de las chicas a


nuestro respectivo salón de clases, las cuales debo decir que me
parecieron de lo más tediosas y monótonas, sobre todo por el
hecho de que no se nos permitía hablar ni siquiera en voz baja. En
mi escuela anterior los profesores nos llamaban la atención si
gritábamos o hacíamos algo que realmente fuera digno de ser
señalado pero en este colegio prácticamente te reprendían hasta
por respirar.

Durante la clase de álgebra se me quebró la punta de mi lápiz y le


pedí a una de mis compañeras de al lado que me prestara su
sacapuntas, cosa que hice prácticamente moviendo solamente los
labios procurando ser lo más silenciosa posible y la hermana que
tenía el oído de un tísico ni tarda ni perezosa volteó a regañarme -
¡Señorita Delgadillo, guarde silencio! ¡No hable mientras estoy
dando la clase! - yo traté de controlarla y hacerle ver que no era
para tanto - Sólo quería que me prestara algo nada más - haber
explicado eso no la calmó en nada sino todo lo contrario - Tal vez
todavía no lo comprenda por ser nueva, pero aquí está
absolutamente prohibido andar murmurando. -

Decidí que lo mejor era no objetar nada aunque no por falta de


ganas, la verdad es que nunca en mi vida había estado en una
escuela donde el silencio fuera una tremenda obsesión como lo
era allí, tanto que me era imposible creer que tendríamos un
tiempo disponible para poder hablar como me había dicho
Malena, pero efectivamente así fue.

En cuanto terminamos la comida salimos las cuatro a caminar por


los jardines aprovechando que las aguas se habían tomado un
pequeño descanso, anduvimos hasta alejarnos bastante del
colegio, un poco más y podríamos adentrarnos en medio de la
espesa arboleda que se percibía desde mi ventana. - Bueno Olga,
te presentamos nuestro escondite secreto - me dijo Imelda
mientras me hacía señas para que me acercara a un viejo pozo
que estaba cubierto con una enorme piedra.

- Aquí venimos cuando queremos apartarnos del resto; ahora sí,


cuéntanos lo que nos querías decir mientras estábamos en las
regaderas - me ordenó Imelda - Está bien - le contesté hecha un
manojo de nervios - ¡Oye, relájate! - me aconsejó Malena - En
serio, aquí nadie nos escucha. - de todos modos eché un vistazo
por los alrededores para cerciorarme de que efectivamente no
hubiera moros en la costa - Es que... ¿pero si alguna de las monjas
viene a buscarnos? -

Imelda me tomó por los hombros y me sacudió con fuerza - Yo


te echo aguas si una de las brujas viene, pero ya suelta la sopa y
no nos tengas con ansias. Tomé aire al igual que un nadador
antes de zambullirse en la piscina - Verán, anoche escuché algo
horrible - las tres se voltearon a ver entre ellas pasmadas, nadie
dijo nada hasta que Malena se atrevió a preguntar - ¿Y qué fue
exactamente lo que oíste? - A alguien que gemía - A Imelda se le
iluminó el rostro y sonrió de manera perniciosa - Tal vez era
alguna de las viejas que se masturbaba - dijo mientras ella y
Malena se echaban a reír y Estrella sólo les lanzó una mirada
reprobatoria.

Traté de mostrar la mayor seriedad posible para que ellas dejaran


de tomarlo a la ligera - Fuera de broma, ayer claramente escuché a
alguien que lloraba desconsoladamente ¿Ninguna de ustedes
escuchó nada? - por un momento se quedaron pensativas e
Imelda fue la primera en responder - La verdad es que yo tengo el
sueño pesado, una vez que me meto a acostar caigo rendida y no
me doy cuenta de nada hasta que la mugrosa campana me
despierta - Malena también me dio su versión - Yo igual, basta
con tumbarme sobre la cama y enseguida comienzo a roncar
como lirón. Por lo tanto no me percato de nada de lo que acontece
a mi alrededor. -

Me quedé ahí en silencio esperando a que Estrella dijera algo pero


por lo visto hacer que esa muchacha pronunciara palabra alguna
era prácticamente imposible, ella sólo permaneció con la cabeza
gacha, me dio la impresión de que fue para evitar mirarme a los
ojos. Su actitud me parecía bastante sospechosa, tal vez ella sabía
de lo que estaba hablando pero prefería no decir nada, traté de
ignorarla y me dirigí hacia las otras - En serio, créanme. Aquello
que oí no me deja de dar vueltas por la cabeza, era tan escabroso
que por un momento pensé que no era algo de este mundo sino
de ultratumba. -

Imelda me observó con los ojos abiertos como platos y meneó


negativamente la cabeza - ¿Sabes? Creo que te tomaste muy en
serio lo que te dije ayer, eso de que aquí había fantasmas. Sólo era
una novatada, te lo dije nada más para asustarte un poco. Nada
de lo que te platiqué es cierto, ni siquiera eso de que te latiguean y
obligan a comer tu vómito, todo fue un chiste para divertirnos un
poco. - Me di la vuelta para reflexionar, tal vez Imelda tenía razón
y todo aquello había sido tan sólo un producto de mi mente
perturbada pero aún así yo seguía albergando mis dudas. - Tal
vez sólo fue una pesadilla - comentó Malena tratando de
minimizar el asunto. - Sí, tal vez... - repliqué solamente para
hacerles creer que eso ya no tenía importancia - De todos modos
tenía que hablarlo con ustedes, no hubiera podido guardarme
esto para mí sola.-

- Es totalmente comprensible que te hayas asustado, de por sí el


aspecto de este internado es bastante tétrico y además ten en
cuenta que es una construcción de hace más de tres siglos y en
lugares tan antiguos como este suele haber sonidos guardados de
hace varios años y en el silencio de la noche pueden llegar a
percibirse, todos esos elementos deben de haber confundido a tu
subconsciente. - únicamente me limité a asentir con la cabeza y
resolví dejar todo aquello por la paz.

- ¡Cállense que viene alguien! - nos advirtió Estrella algo exaltada


mientras nosotras nos quedamos quietas y en silencio ya que
alcanzamos a percibir unos pasos apresurados que venían en
dirección a nosotras. Al principio pensamos que se trataba de
alguna de las hermanas y nos asustamos hasta que Malena nos
tranquilizó - Sólo es Don Gilberto - y volviéndose a mí me explicó
- Es el marido de Doña Antonia -se trataba nada más y nada
menos que del anciano que había aguardado en el portón a mi
llegada al colegio, ya sin el impermeable pude notar que a pesar
de ser un hombre de edad considerable aún tenía fuerzas para
realizar trabajos pesados, aunque al igual que en la mirada de su
esposa, se reflejaba todo el cansancio acumulado a lo largo de los
años.

Él se fue acercando lentamente y cuando estuvo a pocos pasos de


distancia nos preguntó bastante alterado - Jovencitas ¿Qué andan
haciendo por aquí en lo apartado? - Nada, en especial - atinó a
responder Imelda - Tan sólo platicábamos - Pues será mejor que
vuelvan si no quieren meterse en problemas, además pronto se
desatará otro aguacero. - nos replicó mientras señalaba el cielo
tormentoso - Sí, tiene toda la razón, será mejor que nos vayamos -
contestó Estrella al mismo tiempo que nos hacía señas para que
camináramos y abandonáramos ese sitio.

Comenzamos a andar de regreso a paso lento pues no teníamos


ninguna prisa ya que aún no terminaba nuestro tiempo de
descanso cuando me volvió a invadir aquella sensación atroz de
que alguien me observaba a mis espaldas, me detuve en seco y
volví mi cabeza por todos ángulos pero no pude ver a nadie a
parte de nosotras cuatro. El resto de las chicas se percató de que
algo no andaba bien conmigo pero preferí negarlo pues no quería
que me tomaran por una paranoica demente.

La lluvia se desató otra vez tal como el señor Gilberto lo había


predicho. En cuanto terminaron las últimas clases decidí ir a la
biblioteca a buscar información que pudiera explicar de manera
lógica aquello que había pasado. Decidí empezar buscando
algunos libros para obtener un poco de información acerca de los
fenómenos acústicos pero encontré muy pocos; la mayoría de los
libros que tenían allí guardados eran referentes a temas religiosos.

En los pocos libros de física que pude hojear no había nada que
me fuera de utilidad, solamente se hablaba vagamente sobre el
efecto Doppler, la absorción, difracción, radiación y el eco. En ese
momento hubiera deseado tener mi laptop para hacer búsquedas
más profundas en la web pero no me la traje porque de todos
modos la madre superiora me la hubiera confiscado.

Volví a poner los libros que había tomado en su sitio y me dirigí


hacia la hermana Genoveva - Disculpe hermana ¿por casualidad
tienen alguna computadora con acceso a Internet aquí? - ella sólo
me miró sorprendida - ¿Computadoras aquí dices? ¡Para nada! En
este colegio la tecnología no es muy bien recibida como ya te
habrás dado cuenta - me respondió amablemente - Sí, es verdad -
¿Era algo urgente para una tarea? Si quieres puedo ayudarte a
buscar la información que necesitas - No se apure, era tan sólo
una consulta sin importancia - decidí que era mejor no platicar
con ella de eso y opté por retirarme porque de tanto tiempo que
estuve ahí ocupada ya estaba apunto de oscurecer y debía volver
enseguida a mi dormitorio.

Apenas tuve tiempo de concluir con las tareas pendientes, en


cuanto puse mis cosas en orden inmediatamente apagué la luz
pues en tan sólo cinco minutos darían las nueve y media y no
quería retrasarme. Todavía no tenía ganas de irme a acostar pero
debía hacerlo para acostumbrarme poco a poco a los horarios
inflexibles del colegio y el despertar dejara de ser una tortura.
Mientras me sacaba el uniforme y me ponía la pijama me percaté
nuevamente de aquellos horripilantes lamentos, sólo que esta vez
el sonido era más difuso como una especie de vaivén.

No podía creer que aquel episodio terrorífico se estuviera


repitiendo de nuevo como un deja vú, sentí un hormigueo por
todo el cuerpo y al intentar desplazarme sentí como si estuviera
caminando sobre un montón de vidrios rotos, con esfuerzos
llegué a la cama y me senté en la orilla mientras me abrazaba para
desentumirme. Mi piel se erizó y comencé a tiritar por el frío que
sentía, deshice la cama y acto seguido me sepulté debajo las
mantas.

El llanto se hizo cada vez más persistente pero lo que me


horrorizó aún más fue que entre los sollozos pude percibir un
pavoroso y agudo grito que se difuminó entre la oscuridad,
después todo quedó en un silencio total y no se escuchó nada
aparte de mi respiración agitada. Empecé a hablar conmigo
misma en voz baja para tranquilizarme - Cálmate Olga, no pasa
nada, no pasa nada, todo está en tu mente, todo está en tu mente,
no te asustes, no te asustes... - decidí que lo mejor era acostarme
de una vez y hacer como si nada hubiera acontecido.

Habría pasado apenas una media hora de todo lo anteriormente


mencionado cuando logré entrar en estado de somnolencia y los
párpados se me cerraban de lo pesados que estaban y en ese
preciso instante reparé en que había una presencia espectral ahí
en mi habitación, aunque no pude verla percibí que estaba justo
ahí al lado de mi cama, quise gritar pero no pude hacerlo, estaba
completamente inmovilizada y entré en pánico.
Lo único que logré hacer fue rogar para que lo que fuera que
estuviese ahí acechándome no me hiciera daño alguno y se
largara de inmediato y al cabo de un minuto advertí que por fin
se había marchado, mi cuerpo había recuperado la movilidad y
me tranquilicé aunque me daba la impresión que el corazón me
iba a saltar del pecho de lo fuerte que latía.

¿Qué rayos era todo eso? ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Acaso sólo
estaba alucinando? ¿Era parte de la realidad o solamente una
pesadilla de mal gusto? No quise alterarme más de lo que ya
estaba y mejor opté por hacer otra vez lo único que podía sosegar
temporalmente mis temores y angustias: dormir profundamente.
Capítulo IV

Me encontraba caminando sin rumbo fijo por el patio del colegio


tratando de ubicar la procedencia de esa voz afligida que me
llamaba - ¡Olga, Olga! - pero lo único que atiné fue caminar en
círculos mientras todo daba vueltas a mi alrededor, terminé
cayendo al suelo por la desesperación mientras esa misteriosa
joven continuaba gritándome en ese tono que se me hacía
bastante conocido pero aún así no lograba descifrar de quién se
trataba - ¿Tammy? ¿Eres tú? - grité tan fuerte hasta que mi
garganta se lastimó y la única respuesta que obtuve fue una
orden - ¡Levántate Olga, vamos levántate! - no fue sino hasta
escuchar un golpeteo persistente en la puerta que comprendí que
sólo había estado soñando y que siempre había permanecido
dentro de mi recámara recostada sobre la cama.

Con la modorra que apenas se estaba esfumando logré consultar


la hora en mi reloj de pulsera - ¡Maldición! ¡Son las 6:21! ¿Cómo
pude quedarme dormida? - abrí el armario para sacar mi
uniforme y una toalla para dirigirme inmediatamente a bañar
mientras afuera seguían golpeando insistentemente a mi puerta -
¡Olga! ¿Ya estás despierta? - ¡Sí, ya voy! - Al abrir me encontré con
Imelda que aún no se metía a la ducha - ¡Por Dios, mujer! Hace
horas que estoy tocando para que te levantes ¿Qué no oíste la
campana? -
- La verdad no, estaba soñando y no me di cuenta de nada, lo
siento mucho - Pues será mejor que te apresures si no quieres que
la hermana Ramona te castigue - me dijo al mismo tiempo que me
jalaba para conducirme a las duchas porque aún me hallaba
amodorrada y no podía caminar aprisa. Una vez que nos metimos
a las regaderas Imelda me observó detenidamente - Bueno ¿qué
pasa contigo? - ¿Conmigo? - Sí, a ti te pasa algo, se te nota en los
ojos, te ves muy agotada - Es que... te va a parecer una locura
pero, anoche lo volví a escuchar... -

Ella sólo permaneció callada mientras me observaba fijamente -


¿¿Es en serio??

- Sí, sólo que fue aún más espantoso que la otra noche, esta vez
pude escuchar sus gritos de dolor y...

- Todo eso que me cuentas me parece increíble

- Sí, sé que lo es, pero ¡Te juro que es real!

- ¿Y si es tan real como dices por qué nadie más que tú lo percibe?

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Que la verdad Olga, creo que todo eso es pura fantasía tuya.

- Imelda, créeme que me gustaría que así fuera, sólo una fantasía,
una invención mía, pero no lo es ¡Te aseguro que no!

- Mira, si lo que quieres es una disculpa por aquella broma que te


jugamos te la doy de buena voluntad, pero por favor deja de
inventar historias ¿quieres?

- No tienes que disculparte, yo no estoy molesta con ustedes, pero


por favor tienen que creerme. Aquí hay alguien que está
sufriendo y llora por las noches, lo he oído claramente.

Imelda cerró bruscamente las llaves, se secó su cara y su cabello y


me miró a los ojos - Dime ¿Por qué estás aquí? - ¿Por qué? - Sí, me
refiero a la razón por la que tus papás te sacaron de tu otra
escuela y te encerraron aquí, es porque te las truenas ¿no? Por sí
no lo sabes, las drogas afectan seriamente a las neuronas. - Sólo
una vez fumé marihuana ¡No era drogadicta! -

Ella no me contestó nada, se vistió lo más rápido que pudo y


abandonó el cuarto de baño. A continuación yo hice lo mismo y
bajé al comedor apenas a tiempo para la oración de gracias por la
comida, las hermanas sólo se limitaron a lanzarme una mirada
para hacerme saber que mi acción les resultaba más que
reprobable.

En cuanto todas acabaron con su desayuno nos dirigimos al salón


donde ya estaba esperando la hermana Fidelina para dar la
lectura diaria. Ayer habíamos terminado con la primera a los
Corintios y hoy teníamos que continuar con la segunda epístola,
Malena empezó a leer los primeros capítulos y la monja le hizo
unas preguntas al respecto. Prácticamente no estaba prestando
atención a lo que decían y la hermana se dio cuenta que no estaba
concentrada y me llamó la atención.

- Señorita Delgadillo, ya que ha estado muy atenta ¿Sería tan


amable de proseguir con la lectura? - por un instante me quedé
absorta pero para mi buena suerte Malena me señaló
disimuladamente el capítulo donde se había quedado, así que
velozmente me levanté con la Biblia en mano - Segunda epístola a
los Corintios, capítulo 4 versículo 13, 14: Pero teniendo el mismo
espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé,
nosotros también creemos, por lo cual también hablamos; sabiendo que el
que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús,
y nos presentará juntamente con vosotros. -

La hermana me ordenó con la mano que me detuviera y me miró


ufanamente como para dejarme en claro que a ella nadie la podía
engañar - Bien, ahora ¿Tendría la gentileza de explicar el contexto
de los pasajes que acaba de leer? - tragué en seco por los nervios y
disimuladamente di una repasada a los versículos - Pues bien...
Aquí se habla de resurrección.

- Ajá ¿Y qué entiende usted por resurrección?

- Pues según la Biblia, es la creencia de que al final de los tiempos


nuestros cuerpos mortales resucitarán y entonces...

- ¡Momento! - me interrumpió bastante indignada - ¿Qué quiere


decir con eso de "según la Biblia"? ¿Acaso está poniendo en tela
de juicio lo que dice la Palabra del Señor? -

- Bueno, la verdad es que no estoy segura...

- ¿De qué no está segura? -

- ...De que es lo que ocurre exactamente con nuestros espíritus


después que morimos, si vamos al cielo, al infierno o se quedan
aquí en la Tierra. -

Esa respuesta bastó para que ella se pusiera aún más encolerizada
pero no había hecho nada más que decirle la verdad de lo que
pensaba al respecto, después de las experiencias que había tenido
allí en el internado estaba casi convencida de que existían las
almas en pena. Todas se quedaron en silencio mientras veían
como la hermana Fidelina me tomaba del brazo y me arrastraba
furiosamente fuera del salón.

- ¡Lo que acaba de decirme es realmente inconcebible en este


colegio! - vociferó mientras me conducía hacia el despacho de la
madre superiora - ¿¿Pero qué hice?? - le reclamé a pesar de que
estaba bastante atemorizada - ¡Ya verá ahorita que la acuse con la
hermana Guillermina! - En cuanto llegamos a la oficina empujó
la puerta como un tornado ocasionando que la reverenda se
levantara ásperamente de su asiento - ¡Pero qué significa esto!
¿Qué no sabe que se debe de llamar a la puerta antes de entrar? -
Dispense usted, hermana; no era mi intención, todo fue por culpa
de esta alumna blasfema y descarada. Aquí se la traigo para que
la castigue. -

Dicho esto me empujó con violencia hacia el frente y de no ser


porque logré amortiguar el golpe con las manos me hubiera
lastimado con el filo del escritorio. La hermana Guillemina me
contempló con los ojos llenos de rabia - ¿Qué es lo que haz
hecho? ¡Habla! - el trueno de su voz me hizo estremecer y sólo
conseguí balbucear palabras sin orden ni sentido lo que provocó
que se irritara aún más - ¡Haga el favor de explicármelo usted! - le
ordenó a gritos a la hermana Fidelina.

- Esta jovencita osó poner en entredicho la veracidad de la Biblia


en mi clase delante del resto de las estudiantes. - Al escuchar su
explicación le brillaron los ojos de cólera y se dirigió hacia mí de
modo amenazante - Infringir el reglamento del colegio es malo,
pero dudar de las Sagradas Escrituras... ¡Eso es una herejía! - gritó
mientras le daba un manotazo al escritorio. - ¡Estás castigada! Te
quedarás encerrada en tu dormitorio el resto de la semana para
que medites todos aquellos malos pensamientos que cruzan por
tu cabeza y recapacites porque este castigo que acabo de
imponerte no es nada comparado con las eternas llamas del
infierno. -

Estaba tan llena de furia que dejé mi nerviosismo a un lado,


apreté los puños y alcé la voz - ¡No es justo! - las dos religiosas se
quedaron boquiabiertas - ¿¿Qué has dicho?? - lo volví a repetir
por si en verdad no les había quedado claro - No es justo que me
castiguen por tener dudas acerca de lo que diga la Biblia o
cualquier otro libro. La Iglesia nos dice que Dios nos dio libre
albedrío para pensar y actuar por nuestra propia cuenta pero
cuando queremos hacer uso de esa libertad nos amenazan con el
fuego eterno. -

- ¡Esta vez fuiste demasiado lejos! Ahora no sólo te quedarás


encerrada sino que el próximo domingo no podrás recibir la visita
de tus padres - ¿Cómo? - Es más, ahora mismo les voy a avisar
por teléfono para que no pierdan su tiempo viajando hasta acá -
tomó un viejo teléfono de disco y comenzó a marcar el número de
mi casa - ¿Señor Delgadillo? Habla la madre superiora para
informarle que su hija ha cometido una falta muy grave y hemos
tenido que castigarla, por lo tanto usted y su esposa no podrán
venir a verla este fin de semana. -

Alcancé a escuchar a papá que le rogaba - En verdad, lamento que


mi hija les haya dado molestias; pero por favor ¿podría
pasármela? Me gustaría decirle algo, ya que no podré hablar con
ella en persona - al oír eso la reverenda hizo una mueca de
disgusto pero accedió - De acuerdo - y me aventó de mala gana la
bocina del teléfono, la tomé y en cuanto escuché la voz de mi
papá me entraron unas horribles ganas de llorar - Hija ¿eres tú? -
Sí, aquí estoy - Realmente estoy decepcionado, nos hiciste una
promesa ¿recuerdas? - Lo sé, pero es que... - Olga, espero que esto
te sirva de lección y trates de reflexionar sobre tu conducta. Ya
hablaremos mejor el mes que viene, hasta pronto. -

En cuanto papá colgó la hermana Guillermina me arrebató el


teléfono y le ordenó a la hermana Fidelina - ¡Llévela a su
habitación! - e ipsofactamente me sacó de allí y nos encaminamos
rumbo a los dormitorios. Antes de cerrar mi puerta me lanzó un
rosario - Tendrás mucho tiempo de sobra para rezar - y con la
misma lo tiré al suelo ya que no pensaba realizar plegarias vanas.

Cuando llegó la hora libre subió la hermana Genoveva a traerme


la comida y aproveché para realizarle un par de preguntas

- Antes de que se retire ¿Podría hablar un momento conmigo?

- Por supuesto

- ¿Usted cree en espíritus?

Ella sólo meneó la cabeza al escuchar mi cuestión - ¿Espíritus


dices? Pues... claro; Dios, los ángeles, arcángeles, querubines y
serafines son seres espirituales.

- No, no es eso a lo que me refería sino más bien a espíritus de


personas que pudieran estar entre nosotros ¿piensa que pueden
existir?

- Bueno, la Biblia en Eclesiastés capítulo nueve versos 5 y 6 dice:


"Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada
saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.
También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más
tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.”

- Por favor, no me interesa lo que dice la Biblia, me interesa saber


lo que piensa usted.

La hermana únicamente enmudeció y se marchó amable pero


cortante a la vez - Bien, tengo que volver a la biblioteca. Subiré
después a traerte la cena. -

En cuanto ella salió de mi habitación me tiré en la cama a analizar


detenidamente toda la situación. No tenía nada definido con
respecto a mis creencias de la vida después de la muerte, nunca
estuve segura de que hubiera un cielo para las almas buenas y un
infierno para las malvadas. Me cabía muy bien la posibilidad de
que hubiera espíritus en la Tierra vagando entre nosotros y estaba
casi convencida de que en el colegio habitaba un fantasma.
Aunque por otro lado, si la Biblia estaba en lo correcto, entonces
los lamentos que escuchaba por las noches no podían
corresponder a un espectro sino a alguien de carne y hueso. Pero
¿Quien podía ser aquella persona que lloraba ¿Acaso una interna,
una monja, la señora Antonia, el viento, la lluvia, un sonido
almacenado? Fuera quien fuere o fuera lo que fuese esperaba no
tener que volver a escucharlo.
Para ocupar mi mente en otras cosas decidí sentarme en el
escritorio y hacer los deberes que me habían encargado hasta que
empezó a oscurecer. Miré mi reloj y eran las 8:20, me asomé por la
ventana, afuera comenzaba a relampaguear, señal de que se
avecinaba una fuerte tormenta eléctrica. Inmediatamente cerré las
cortinas y corrí a esconderme bajo las colchas de mi cama, pues
aún no había superado mi temor infantil a las tempestades. El
temporal arreció, los constantes rayos rasgaban la oscuridad de la
noche, el viento rugía y los potentes truenos hacían retumbar las
paredes y los cristales. Habría permanecido todo el tiempo ahí en
mi refugio de no ser porque la fuerza del aire provocó que mi
ventana se abriera de par en par, tal era su furia que inclusive
consiguió levantar el pesado cortinaje.

Todos los papeles que tenía en mi escritorio comenzaron a


revolotear por todo el cuarto y el agua de la lluvia lo salpicaba
todo. No tuve otro remedio que dejar a un lado mis miedos y
levantarme a cerrar las ventanas, caminé con cautela como un
felino que anda al acecho de una presa, puse ambas palmas de
mis manos en los cristales y los jalé tratando de no volver la
mirada hacia el exterior para no presenciar aquellos imponentes
relámpagos aunque no pude evitarlo, pero lo que vi a
continuación no se comparaba con el terror que me producían las
fuertes tormentas. Fijé por un breve instante mi vista hacia la
cúspide de la torre, más eso bastó para que aquella visión se me
quedara grabada para siempre en la memoria como la más nítida
de las fotografías.

Un rayo seguido de un trueno ensordecedor iluminó por un


instante la pequeña ventana de la torre y ahí pude ver a una
mujer de aspecto fantasmal con las manos apoyadas en los
vidrios. En su cara demacrada había una expresión de pánico que
nunca sabré describir con exactitud, su piel era totalmente pálida
y sus ojos parecían estar completamente sumidos en sus cuencas
y su mirada ¡Oh Dios! Nunca podré olvidarla porque nunca nada
en mi vida me había ocasionado un horror semejante. Me quedé
petrificada y lancé un alarido que debió de haberse escuchado
hasta el más recóndito recoveco del internado.

Mi puerta se abrió de golpe y entró Estrella velozmente con una


veladora en la mano - ¡Tranquila Olga! - me dijo al mismo tiempo
que posaba la vela en el escritorio - la tormenta hizo que se fuera
la luz en todo el colegio - ni siquiera me había dado cuenta del
percance por el shock que acaba de pasar, el cual Estrella desde
luego notó - ¿Qué ocurre? ¡Estás palidísima! - a pesar de mi
respiración agitada le grité mientras la tomaba de los hombros -
¡¡Lo vi!! - ella sólo me observó sorprendida y me cuestionó con
miedo - ¿¿Pero qué fue lo que viste?? - ¡¡Al fantasma!! Las otras
noches tan sólo lo había escuchado, pero ahora lo vi y sé que es
real ¿Lo entiendes, verdad? ¡Existe! ¡El fantasma existe! -

Estrella me observada asustadísima con los ojos desorbitados


mientras meneaba la cabeza negativamente - ¡Claro! Tú también
piensas que estoy loca, al igual que las otras, pero yo sé que no es
así ¡No es así! ¡No soy ninguna loca! - Estrella se zafó de mis
manos y huyó de mi dormitorio dejándome sola y aterrorizada.
Volví a esconderme bajo las sábanas dejando que mis lágrimas
fluyeran mientras me repetía a mi misma - Lo vi, es real, es un
fantasma, está en la torre, es real, es real... -

Al abrir los ojos me di cuenta que ya había amanecido, me había


dormido con el uniforme puesto y entonces consulté la hora:
cuarto para las ocho. Como estaba castigada nadie había venido a
despertarme, me levanté para dirigirme al baño, el único sitio a
donde tenía permitido salir, y me encontré con una nota doblada
en el suelo que alguien debió de haber deslizado por mi puerta.
La tomé, la desdoblé preguntándome de quién sería y la leí:

"Olga:

Hay algo sumamente importante que debo contarte, por favor, ven a mi
habitación a las 10 de la noche, tiene que ser a esa hora exactamente. No
llames a la puerta, pues alguien podría escucharte, solamente abre y
entra, te estaré esperando.

Estrella"
Capítulo V

El recado de Estrella me había dejado con una enorme intriga y


tendría que quedarme con ella hasta que llegara la hora acordada.
El tiempo de espera se me hizo eterno y para matarlo me puse a
llenar mis cuadernos de garabatos y escritos superfluos, así evité
caer en la desesperación. Al dar las 9:30 apagué inmediatamente
las luces de mi cuarto, sólo que esta vez en lugar de ponerme la
pijama e irme a acostar acomodé las almohadas debajo de las
colchas de tal manera que si una de las religiosas entraba se iría
con la finta de que estaba ahí dormida.

Escuché pisadas en el corredor que venían en dirección a mi


habitación y rápidamente me oculté debajo de la cama mientras la
puerta se abría lentamente, era la hermana Ramona a quien
seguramente había mandado la hermana Guillermina a
cerciorarse de que estuviera ya dormida, con la misma cerró la
puerta y escuché sus pasos alejarse poco a poco, suspiré de alivio
al ver que mi treta había dado resultado y me quedé ahí
esperando un poco más pues todavía faltaban varios minutos.

En cuanto mi reloj marcó las diez me acerqué sigilosamente a la


puerta y giré lentamente el pomo, la empujé lo más lento que
pude para que no emitiera chirrido alguno que pudiera
delatarme. Una vez fuera de mi habitación volteé hacia todas
direcciones para corroborar que no hubiera nadie. El cuarto de
Estrella estaba al lado del baño y sólo tenía que atravesar el
pasillo para llegar, con tres pasos largos y silenciosos logré llegar
a la puerta, giré la manigueta y entré sin tocar; tal como Estrella
me lo había indicado.

El dormitorio estaba completamente a oscuras y opté por


permanecer quieta pues temía tropezar con algo y hacer
escándalo. Noté una sombra se movía - ¿Olga eres tú? - susurró
Estrella tratando de localizarme entre la negrura - Sí, soy yo - en
cuanto me ubicó me tomó de la mano y me condujo al frente del
armario - pensaba que a lo mejor no vendrías - leí tu nota y me
quedé muy intrigada ¿Qué es eso tan importante que tienes que
decirme? - Shh, aquí las paredes tienen oídos, ven - me dijo
bastante preocupada mientras abría las puertas del ropero
cautelosamente y me hacía señas para que me metiera ahí dentro.

Su armario era lo bastante espacioso como para que pudiéramos


entrar las dos, aunque muy cómodas no estábamos

- Antes que nada quiero pedirte una disculpa...

- Pero ¿por qué?

- Porque me porté como una cobarde dejándote sola y asustada,


estuve mal, por favor perdóname.

- Claro que te perdono, pero no era necesario que te disculparas,


creo que más bien soy yo la que debe hacerlo por haberte gritado
ayer, pero es que de verdad estaba aterrada. No tienes idea de
cuánto me ha afectado todo esto, nadie cree una palabra de lo que
digo y a veces siento que en verdad voy a enloquecer.
- De eso precisamente quería hablar contigo, no es justo que estés
sufriendo. Mira, lo que voy a platicarte es algo demasiado
personal, nunca antes se lo había confiado a nadie porque es muy
difícil para mí...

Estrella comenzó a llorar y la rodeé con el brazo para


tranquilizarla

- Cálmate, si no quieres hablar no es necesario que lo hagas,


comprendo perfectamente que...

- No, tengo que decírtelo aquí y ahora.

- Está bien, si insistes.

- Hace aproximadamente diez años mi hermana Sandra estudiaba


en este colegio, en ese entonces yo tenía cinco años y me partía
mucho el corazón verla llorar y sufrir, así tal cual como tú ahora.

- ¡Oh no! ¿Por qué?

- Ella odiaba este internado como no tienes idea, cada vez que
mis papás le hablaban por teléfono y venían a visitarla les pedía
llorando y suplicando de rodillas que la sacaran de aquí, gritaba
que este lugar era horrible y le asustaba.

- ¿Y tus papás que hicieron?

- Nada, total y absolutamente nada. Ellos la regañaban y le decían


que no dijera estupideces, que debía de sentirse afortunada al
tener la oportunidad de estudiar en un colegio tan prestigioso y
Sandra les gritaba que todo eso le importaba una mierda, que no
quería seguir estudiando aquí, lo único que deseaba era que la
cambiaran a otra escuela.

- ¡Oh pobrecita! La comprendo ¡Cuánto debió haber sufrido!

- Si mis padres hubieran hecho un mínimo esfuerzo por


entenderla... - exclamó volviendo a estallar en llanto - No habría
sucedido lo que sucedió...

Me quedé pasmada al oír a Estrella llorar otra vez y volví a


abrazarla.

- Aquello ocurrió un día antes de que terminaran las vacaciones


de Navidad, obviamente Sandra había venido para pasar las
fiestas con nosotros en la casa y volvió a rogar que no la enviaran
de vuelta, esta vez lo hizo con una desesperación terrible, te
conmovía el corazón verla así. Pero en cambio mi mamá la
abofeteó y le gritó que no se comportara como una niña malcriada
y que mejor fuera preparando su maleta porque al siguiente día
iba a regresar sin pero que valiera...

Hizo una pausa para secarse las lágrimas y poder proseguir su


relato

- Sandra subió las escaleras llorando y se encerró en el baño y


pasó bastante tiempo, no recuerdo exactamente pero fueron
varias horas, y al ver que mi hermana no salía mi mamá me
mandó a que averiguara qué le pasaba. Entonces yo subí y al
acercarme a la puerta del baño la llamé varias veces y no
respondió, luego miré hacia abajo y vi que escurría agua por
debajo de la rendija de la puerta. Giré la manigueta y entré, todo
el piso estaba completamente inundado y noté que toda esa agua
provenía de la bañera, entonces descorrí la cortina de plástico y
ahí estaba... muerta!!!!!

Tuve que morderme la mano para evitar que se me escapara un


grito de espanto al escuchar semejante cosa

- ¡Oh, por Dios, no! ¡Qué terrible!

- Aquello fue lo más espantoso que jamás me ha sucedido en la


vida, haber visto a mi hermana inerte con la mirada vacía ahí
dentro de la tina. Y en el espejo sólo dejó unas palabras de
despedida escritas con su lápiz labial: "Perdónenme por favor. Los
quiero mucho."

- No sabes cuánto lo siento. Debió ser horrible para ti y tus papás.

- Sí, fue bastante duro. Todos sufrimos por su pérdida y hasta la


fecha mi mamá siempre se lamenta por no haber hecho algo por
ella, no deja de repetirse que fue culpa suya.-

Estaba tan acongojada por todo lo que acababa de escuchar que


no me atreví a preguntarle a qué venía el hecho de que me
estuviera contando la historia de la muerte de su hermana, pero
Estrella pareció leer mis pensamientos.

- Aunque era pequeña, pude darme cuenta de que este colegio


tenía mucho que ver en el suicidio de Sandra y pude confirmar
mis sospechas cuatro años después. Un día mis papás me habían
dejado sola en la casa y yo aproveché para entrar al cuarto de mi
hermana, el cual había permanecido tal cual como ella lo había
dejado antes de morir que daba la impresión de que iba a volver
en cualquier momento. Me dirigí hacia su cómoda, abrí el primer
cajón y ahí entre su ropa estaba su diario, lo tomé y me puse a
leerlo aunque debo confesar que me sentí culpable por infringir
su intimidad...

- Te entiendo

- Bueno, el caso es que lo leí y ahí relataba todo el horror que le


causaba el internado, lo duras que eran las religiosas y lo mucho
que ansiaba largarse; pero en la última página escribió que era lo
que más le horrorizaba del colegio realmente.

- ¿No me digas qué..?

- Sí, es exactamente lo que supones; se trataba del fantasma que


viste en la torre. Sandra también sabía de su existencia porque
una de sus compañeras le contó de una leyenda que había estado
circulando por el colegio desde hacia ya varios años, acerca de
una alumna llamada Tamara que fue castigada injustamente,
nunca se supieron los motivos exactos pero el caso es que las
hermanas la confinaron en la torre. No se sabe cuánto tiempo
permaneció ahí encerrada, pudieron ser varios días, incluso
meses. Y en una noche Tamara se olvidó de apagar su vela antes
de acostarse y mientras dormía el fuego se salió de control
provocando un dantesco incendio en el que ella murió quemada.

En ese instante todas las piezas del rompecabezas empezaban a


encajar, parecía que ya estaba encontrando la salida de aquel
laberinto en que me encontraba atrapada.

- ¡Ahora comprendo! - exclamé extasiada - Esos lamentos, esos


gritos debieron de haber sido del instante en que moría
consumida por el fuego, ahí encerrada sin poder escapar ni correr
por su vida... ¡Oh Dios! ¡Que forma más horrenda de morir!
¡Pobre Tamara! Tamara ¿Tamara...? ¿¿Tammy??¡Tammy! ¡Sí!
¡Tiene que ser ella! Tamara -Tammy ¡La misma!

Estrella se asustó al oírme decir eso y me preguntó extrañada

- ¿Qué? ¿De quién hablas?

- ¡De Tammy! Ella fue una amiga que tuve cuando era pequeña,
nadie más la veía y podía hablar con ella más que yo. Tammy era
un chica temerosa y huraña y les tenía pavor a los adultos, decía
que eran malos y su más grande miedo era que la castigaran.

- No entiendo ¿Qué tiene que ver tu amiga Tammy con la Tamara


del colegio? No tiene sentido, bueno, no digo que lo del fantasma
tenga mucha coherencia pero...

- Ya sé que parece una locura, pero ahora que lo pienso no lo es


del todo. Cuando crecí me olvidé de Tammy por muchos años
pero luego mientras venía de camino al colegio soñé con ella. Tal
vez fue porque sabía que vendría aquí y podría ayudarla.

- Hmm, puede ser, pero el caso es que tú has sido la única que has
oído y visto a Tamara, cosa que hasta ahora ninguna de las
compañeras ha podido...

- Y tu hermana... supongo que ella también ¿No?

- La verdad es que nunca lo supe con exactitud. Cada vez que le


preguntaba por qué no quería estar en este colegio ella sólo me
decía que era algo que no me podía explicar porque no quería que
me asustara.

- ¡Cielos!

- Cuando crecí y me trajeron a este internado llegué a


convencerme de que realmente Sandra estaba mal de la cabeza.
Nunca vi ningún fantasma ni escuché a ninguna de las
compañeras hablar de la leyenda de Tamara, hasta que tú llegaste
e Imelda te quiso tomar el pelo para asustarte.

- ¡Oh ya entiendo!

- Sí, por eso no me gustaba que ella hablara del fantasma tan a la
ligera cuando eso orilló a mi hermana a quitarse la vida. Y luego
cuando tú nos platicabas horrorizada de los lamentos que
escuchabas por las noches fue como un flashback. Mi hermana
también estaba alterada y nerviosa al igual que tú, pero ayer
cuando entré a tu cuarto y me dijiste que habías visto al espectro
en la torre, eso fue demasiado para mí y no pude más. Tenía que
contarte lo que sabía por miedo a que terminaras como ella.

En ese momento me di cuenta que podía confiar en Estrella, y nos


abrazamos para así poder sosegarnos.

- Lo que me tiene intrigada es ¿Por qué solo a mí y a Sandra? ¿Por


qué el espíritu de Tamara no se manifiesta con nadie más?

- Quizá es porque tú y mi hermana tienen facultades psíquicas.

- Si ese es el caso, entonces tengo que hacer algo al respecto.

- ¿A qué te refieres?

- Si Tamara deja que la vea y escuche es porque quiere algo de mí.


Su alma sigue penando por el colegio porque tiene una cuenta
pendiente que saldar, así no puede descansar en paz y me está
suplicando que le ayude.

- Es posible pero ¿Cómo podríamos saber qué es exactamente lo


que busca de ti?

- Hablando con ella

- ¿¿Cómo??

- Sí, mediante una tabla ouija o algo así.

- ¿Qué dices? Aquí no podrás conseguir nada de eso, las


hermanas te expulsarían por meter objetos diabólicos a este lugar
tan sagrado para ellas.

Me quedé pensativa un momento hasta que me acordé de un


juego que algunas de mis compañeras solían jugar en mi escuela
anterior

- ¡Se me acaba de ocurrir una idea! No estoy segura de que vaya a


dar resultado pero lo podemos intentar.

- ¿Qué cosa?

- Una vez mis amigas me enseñaron una forma de contactar


espíritus y seres de otras dimensiones mediante una hoja de papel
y unas tijeras ¿Tienes algunas que me puedas prestar?

- Seguro - respondió Estrella mientras salía del armario a buscar


en los cajones de su escritorio - Aquí hay una hoja en blanco y las
tijeras que uso en la clase de corte.
- ¡Bien! Ah y también voy a necesitar un lapicero.

Cuando tuve todo el material en la mano tracé una línea en la


hoja para dividirla en dos partes iguales, del lado derecho escribí
con letras mayúsculas "SÍ" y del lado izquierdo "NO" al mismo
tiempo que Estrella me observaba confundida.

- ¿Qué estás haciendo?

- Ahora lo verás, pero para eso tenemos que ir al baño.

- ¿¿Al baño?? ¿Y si nos descubren?

- Es arriesgado, lo sé; pero mis amigas decían que esta actividad


se tiene que llevar a cabo en un baño o de lo contrario no
funciona.

- Está bien, pero salgamos con cuidado. Yo voy primero.

Se dirigió a abrir la puerta lentamente asomando únicamente la


cabeza. Después me envió señales para avisarme que la siguiera,
avanzamos a hurtadillas y en dos patadas estuvimos dentro del
baño.

Nos arrodillamos en el suelo mientras yo extendía la hoja en el


centro y me dispuse a explicarle a Estrella en qué consistía lo que
iba a hacer.

- Mira - le dije al mismo tiempo que desataba el listón de mi


cuello y lo pasaba por ambos ojos de las tijeras y lo amarraba -
Voy a sostener las tijeras en el aire lo más firme que pueda, debo
procurar que la punta quede justo en la línea que divide la hoja.

- Ajá ¿y luego?
- Luego voy a llamar a Tamara y le voy a hacer algunas
preguntas, si su respuesta es afirmativa, las tijeras se moveran
apuntando al lado derecho donde dice "SÍ" y si responde
negativamente se irán al lado izquierdo donde escribí la palabra
"NO" ¿Entiendes?

- Por supuesto

- Bien - respondí suspirando profundamente - Aquí vamos.

Levanté firmemente el listón con las tijeras procurando no


moverlo ni siquiera un milímetro de la línea y lo conseguí a pesar
de que mi pulso siempre ha sido como el de una gelatina a medio
cuajar. Cuando estuve lista comencé a preguntar

- Tamara ¿Estás ahí? -

Las tijeras seguían ahí estáticas, Estrella y yo nos mirábamos la


una a la otra esperando alguna respuesta, pero no hubo nada.

- No se mueve

- Bien, intentaré otra vez... Tamara ¿Quieres hablar conmigo?

Obtuvimos los mismos resultados de la vez pasada, nada se


movía. Comencé a sudar frío por el miedo y los nervios que esa
situación me estaba provocando.

- Creo que sólo estamos perdiendo el tiempo - comentó Estrella


decepcionada.

- Tienes razón, será mejor que lo dejemos...

Me percaté de que no estábamos solas ahí en el baño y no terminé


de articular lo que iba a decir y me invadió un pánico inmenso al
escuchar la voz de una mujer anciana detrás de nosotras - ¿¿Qué
están haciendo ustedes dos aquí?? -
Capítulo VI

Estrella y yo volteábamos a vernos, las dos estábamos aterradas y


pensé para mis adentros - ¡Mierda! Nos ha descubierto una de las
monjas - ¿Qué están haciendo aquí? - volvió a preguntar aquella
mujer, nos giramos lentamente y preparándonos para recibir la
peor reprimenda de nuestras vidas.

Pero para nuestra sorpresa no era ninguna de las religiosas - ¡Ah,


es usted Doña Antonia! - suspiré aliviada - Sí, soy yo¿Pensaban
que era una de las hermanas? Lo que pasa es que tengo tanto
quehacer durante el día y apenas a esta hora me queda tiempo de
venir a asear el cuarto de baño. - Por favor - suplicó Estrella - No
nos vaya a acusar con la directora - ¿Y por qué habría de
acusarlas? ¿Acaso estaban haciendo algo indebido? - no supimos
que contestarle - ¿Trataban de invocar al espíritu de Tamara,
verdad? - preguntó con una voz que irradiaba un poco de
desconfianza.

- Usted lo escuchó todo ¿No? - le respondí aún hecha un manojo


de nervios - Desde luego, pero lo único que puedo decirles es que
no conseguirán hablar con ella... - nos sorprendió oírla decir eso
con toda seguridad y Estrella se acercó a preguntarle - ¿Cómo lo
sabe? - Doña Antonia nos miró extrañada y preocupada al mismo
tiempo - Aquí no podemos hablar de eso, necesitamos ir a un sitio
más privado - ¿Pero a dónde? - la cuestioné - A mi casa - De
acuerdo - asentimos las dos mientras Doña Antonia se asomaba al
corredor y vigilaba que no hubiera nadie - ¡Vengan por aquí! -

Abrió una puerta detrás de la cual había una especie de escalera


de emergencia, al bajar por ahí nos dimos cuenta que conducía a
la parte trasera del colegio. Afuera llovía, soplaba mucho viento y
la temperatura era bastante baja - ¡Vamos! - la señora Antonia nos
indicó que la siguiéramos mientras se adentraba en medio de los
árboles.

Estrella y yo nos abrazamos para no sentir tanto el frío y la


humedad que nos golpeaba todo el cuerpo. Avanzamos
lentamente hacia la arboleda tratando de seguir el paso de la
anciana que a pesar de su avanzada edad se movía rápidamente
mientras que nosotras apenas y podíamos darnos cuenta de por
donde pisábamos ya que las tinieblas de la noche eran tan
profundas que casi podíamos palparlas.

Di un mal paso a causa del suelo lodoso y resbalé, de no ser


porque Estrella me sostuvo con ambas manos me hubiera
acomodado un tremendo golpazo - ¡Sigan caminando! - nos
ordenó Doña Antonia - Ya falta poco. - Me parecía totalmente
imposible que alguien pudiera vivir en medio de un sitio como
ese, pero conforme seguíamos avanzando pude distinguir algo en
medio de la negrura.

Llegamos a un claro donde estaba la casa de Doña Antonia, que


era un jacal pequeño con techo de paja el cual tenía un aspecto
espeluznante, en cuanto la señora abrió la desvencijada puerta
entramos y se nos encogió el corazón al ver las condiciones en
que ella vivía después de tantos años que llevaba matándose
manteniendo limpio el internado.

Nos hizo sentarnos en las sillas de su viejo comedor ya que no


contaba con más muebles; en el centro de la mesa había una olla
que estaba a punto de desbordarse por toda el agua que había
acumulado a causa de una gotera, Doña Antonia la retiró para
poner en su lugar una cubeta de metal vacía y luego se acomodó
en un sitio donde podía vernos de frente a las dos.

- Bueno - dije para romper el hielo - Ya estamos aquí, así que


queremos que nos cuente de una buena vez qué es lo que sabe de
Tamara - De acuerdo - respondió mirándonos alternadamente a
los ojos - En el colegio han circulado diferentes versiones de esa
historia y han terminado por convertirla en leyenda, pero todas
están bastante lejos de describir lo que en realidad ocurrió, pero
yo sí lo sé con exactitud. - tomó un respiro para proseguir - Fue
hace casi cincuenta años, yo llevaba pocos años trabajando aquí
cuando Tamara llegó siendo apenas una niña de pocos días de
nacida...-

- ¿¿Una bebé dice?? - pregunté interrumpiéndola


inconscientemente - Así es, Tamara había quedado huérfana al
poco tiempo de nacer, como no había ningún familiar que
pudiera hacerse cargo de ella, el párroco del pueblo se llevó a la
niña y decidió que lo mejor era traerla aquí para que las religiosas
la cuidaran y educaran, tarea que fue asignada a la hermana
Guillermina. Pasaron varios años, la madre superiora que había
recibido a Tamara murió y la hermana Guillermina quedó a cargo
del colegio, ella siempre le había tenido poca paciencia a la niña,
en su mirada se notaba que no la quería y por eso se la pasaba
regañándola por cualquier tontería, a menudo la castigaba
encerrándola en su cuarto ¡Pobre criatura! Todavía me parece
escucharla gritar desesperadamente pidiendo que la dejaran salir.
-

Las tres nos quedamos pensativas un momento, el silencio era tan


profundo que sólo se escuchaba el golpeteo de la lluvia y el ruido
de las gotas que caían dentro del cubo de agua - Y bueno... -
prosiguió Doña Antonia - Eso no fue lo peor. Cuando Tamara
tenía trece años su comportamiento empezó a cambiar
radicalmente, casi siempre estaba malhumorada, se negaba a
comer y cuando las hermanas le llevaban platos con comida se los
aventaba gritándoles como histérica que se largaran y la dejaran
en paz. -

- ¡Ay no! - exclamamos Estrella y yo al unísono - Debieron de


haberle impuesto con castigo muy fuerte por atreverse a hacer eso
- comenté asustada - Sí, pero la ira de la madre superiora se hizo
incontenible un día en que Tamara estaba encerrada en su cuarto
y empezó a aventar todas las cosas contra las paredes. Las monjas
subieron corriendo a ver que le pasaba y yo también fui con ellas.
Le ordenaron que nos abriera la puerta y ella desobedeció,
entonces tuvieron que abrir con la llave y la encontramos ahí
tirada en el suelo jadeando y bufando como un toro. La hermana
Guillermina le ordenó que se comportara y la chica volvió a gritar
como loca, entonces la hermana la jaló violentamente y le
acomodó dos bofetadas. Tamara se puso todavía más agresiva en
lugar de calmarse y se abalanzó sobre ella y la mordió en el
brazo. El resto de las hermanas y yo nos acercamos a tratar de
quitársela de encima y Tamara nos golpeó a todas con una fuerza
tremenda para ser que era pequeña y menuda. La directora la
miraba horrorizada y vociferó "¡Está poseída por el mismísimo
Satanás!" y pidió que trajeran cuerdas y cadenas para sujetarla.
Después de mucho trabajo lograron amordazarla y atarla de pies
y manos "¡Esta niña es peligrosa! Debemos recluirla y apartarla
del resto o atacará a alguna de las alumnas" gritó la hermana
Ramona "¡Llevémosla a lo alto de la torre!" ordenó la hermana
Guillermina. -

- Entonces ¿Fue por eso que la encerraron ahí? - pregunté


asombrada - Así es - me contestó mientras corrían dos gruesas
lágrimas por sus mejillas - desde ese día Tamara permaneció
siempre allí, de día y de noche, todos los días de la semana, todos
los meses del año. Sin nadie que pudiera ayudarla ni defenderla.
Un día me obligaron a subir a la torre a llevarle su raquítica
porción de comida y ella me miró con ojos suplicantes "¡Por favor!
Sáqueme de este lugar, está lleno de ratones y cucarachas, por las
noches es muy frío y oscuro, me da mucho miedo" yo sólo le
dejé el plato, le dije que lo sentía y con la misma me retiré. -

Doña Antonia estaba tan triste que no quise molestarla, pero tenía
algo muy importante que preguntarle - ¿Y cómo fue... cómo fue
que ella murió? - al oír eso se secó las lágrimas, su expresión se
tornó seria, me dirigió una mirada fría y despegó los labios para
decir algo que nos dejó petrificadas a Estrella y a mí - Tamara no
está muerta - cuando por fin pude recuperar el habla la
cuestioné al respecto - ¿¿Tamara, viva?? ¿Pero cómo puede ser? -
Ese mismo año, durante las vacaciones de verano me enfermé y
tuve que guardar reposo por una semana. Estuve aquí en casa
todo el tiempo sin saber nada de lo que ocurría allá en el
internado y cuando me compuse la reverenda me dijo que había
ocurrido un accidente, que la torre se había incendiado y
Tamara había muerto. -

- Pero ¿Qué le hace suponer que nada de eso fue cierto? - Porque
no hubo servicio fúnebre ni entierro y cuando las alumnas
volvieron a clases se impuso la regla de apagar las luces a las 9:30
entre otras prohibiciones como andar por los pasillos después de
esa hora para así evitar que alguien pudiera ver o escuchar a
Tamara por las noches - Pues esa estrategia conmigo no funcionó
porque la escuché llorar dos veces desde el día que llegué aquí -
¿¿Cómo?? - Sí y no sólo eso, sino que anoche la vi ahí en la torre -
Doña Antonia me miró con los ojos desorbitados - ¿¿La viste, la
viste?? - me preguntó zarandeándome ambos brazos - Sí y me
asusté como nunca antes en mi vida - ¿Y ella? ¿Qué aspecto tenía?
- Uno realmente espantoso, estaba tan pálida y demacrada que
parecía un espectro - ¡Sí! ¡Sí! Sabía que aún estaba viva ¡Siempre
lo supe! No estoy loca, no... no lo estoy... nunca lo estuve... -
murmuró la señora más para ella misma que para nosotras
mientras apretaba las manos ansiosamente.

Su actitud nos hizo estremecer pensando en que ella les había


dado motivos de sobra a las religiosas para pensar que tenía
problemas mentales. Doña Antonia seguía murmurando y
repitiendo que no estaba demente cuando Estrella la hizo volver a
la realidad - Y si usted sabía que Tamara no había muerto ¿Por
qué no hizo nada para ayudarla, eh? - le reclamó con un tono
bastante fuerte lo cual casi le provocó un ataque de nervios - Yo...
yo... no... no podía hacer nada por... por ella - contestó
balbuceando - ¡Debió enfrentarse a las religiosas! No debió
quedarse de brazos cruzados - claro que intenté abogar por
Tamara con la hermana Guillermina pero se negó rotundamente
"Ella es como el endemoniado Gadareno y debe permanecer ahí
adentro" y desde ese día me prohibió estrictamente acercarme a la
torre, me quitó la llave y me gritó que no debía meterme en sus
asuntos porque ella sabía lo que hacía y después del supuesto
incendio le pedí que me dijera dónde estaba la tumba de Tamara
para visitarla y ella no quiso decírmelo. -

Todas volvimos a sentarnos para tratar de tranquilizarnos un


poco, la situación nos estaba sacando de nuestros cabales y
teníamos que conservar la calma para pensar claramente y Doña
Antonia siguió hablando - Les hice muchas preguntas al respecto
y ellas se enfadaron mucho al insinuarles que eran unas
mentirosas. Después empezó a correr el rumor de que el fantasma
de Tamara penaba en el colegio, las hermanas nunca lo
corroboraron ni tampoco lo desmintieron porque al principio les
convenía, pero después decidieron que lo mejor era imponer otra
regla severa: la del silencio. -

Me quedé atónita al escuchar tal cosa - ¿El silencio? - Sí, porque al


prohibir las murmuraciones por los pasillos y las aulas el rumor
se iría haciendo cada vez más pequeño y habría menos
posibilidades de que alguien pudiera descubrir la verdad. No
faltaría alguna curiosa que quisiera acercarse a la torre para ver al
supuesto espíritu de Tamara. - Y hablando de curiosos -
interrumpió Estrella - ¿Por qué no intentó salir del colegio y pedir
ayuda a alguien allá afuera? - No es tan fácil como parece. Este
internado está prácticamente aislado del resto del mundo, el
próximo pueblo está a varios kilómetros de aquí y para llegar
tendría que adentrarme en el peligroso bosque, aún habiendo
logrado llegar sana y salva para hablar con alguien no hubiera
sido garantía de nada ¿A quién le creerían? ¿A la palabra de una
humilde sirvienta? ¿O a la de unas grandes eminencias religiosas?
Además, esto es lo único que tengo, sé que no es mucho pero al
menos tengo un techo donde dormir, para las personas como yo
no es fácil encontrar un trabajo con que ganarse la vida. -

Parecía que no había más que reprocharle hasta que Estrella


volvió a tomar la palabra - ¿Y las alumnas? ¿Por qué no habló con
una de ellas? - Nunca tuve la oportunidad, las hermanas me
traían atareada todo el día y no me permitían acercarme
demasiado a las estudiantes, pero en una ocasión... - no pudo
completar lo que iba a decir porque la puerta de la casa se abrió
de golpe y apareció Don Gilberto quién se sorprendió al vernos
ahí dentro - ¿Qué están haciendo ellas aquí? - preguntó furioso a
su esposa que sólo se limitó a encoger los hombros y hacer señas
con las manos por el miedo - ¡Responde! -

Como Doña Antonia no respondía él se acercó hacia ella y la


sacudió fuertemente - ¡Te hice una maldita pregunta! ¿Qué les
estabas diciendo a estas chicas? ¡Contéstame! - Yo... yo sólo... ellas
sólo querían saber... - contestó temblando - ¿Es sobre Tamara,
verdad? ¡Pero es que nunca lo vas a entender? ¡Tamara está
muerta! ¿Comprendes? ¡Muerta! ¡Deja de inventar historias, por
el amor de Dios! ¿Te acuerdas lo que pasó con aquella muchacha
a la que le contaste eso? ¿Lo recuerdas? ¿Lo recuerdas? - la mujer
se puso pálida mientras lo miraba meneando la cabeza - ¡Fue por
tu culpa! ¡Por tu culpa! - al oír semejantes acusaciones estalló en
llanto y como pudo se liberó de los brazos que la sostenían y salió
huyendo de la choza.

Quise correr detrás de ella, pero decidí que sería mejor que
estuviera fuera mientras el viejo se aplacaba. Estrella se le acercó
lentamente para tratar de hablarle - Dígame, por favor ¿A quién le
platicó Doña Antonia de Tamara? ¿Qué fue lo que pasó? - y el
anciano tratando de controlar su enojo le respondió - A una
interna que estudió aquí hace algunos años, la pobre chica se
impresionó tanto que ya no quería seguir aquí y se quitó la vida
en su casa durante las vacaciones - mi compañera se quedó
pasmada y con los ojos abiertos como platos - ¡Era Sandra! - Sí,
ella se llamaba Sandra. Pero no entiendo ¿Cómo es que tú lo
sabes? - ¡Ella era mi hermana! - ¿¿Qué cosa?? - exclamó el viejo
totalmente estupefacto, entretanto Estrella se echaba a llorar
desconsoladamente - Lo lamento mucho, en verdad - replicó
quitándose el sombrero en señal de respeto.

Tuve que calmar a Estrella nuevamente y hasta que por fin se


tranquilizó reparé en la ausencia de la anciana- ¿A dónde habrá
ido Doña Antonia? - me pregunté en voz alta - No lo sé, pero
tengo que hablar con ella. Hay muchas cosas que quiero
preguntarle con respecto a mi hermana - ¡Salgamos a buscarla, no
hay tiempo que perder! - le ordené mientras la tomaba por la
muñeca - ¿No nos acompaña Don Gilberto? - Prefiero quedarme
aquí a esperarla, no creo que tarde en regresar - y entonces
salimos nosotras solas de la barraca .

Afuera la lluvia caía a raudales y hacía un frío que calaba los


huesos, nada más dimos unos pasos fuera del techo y nos
empapamos completamente de la cabeza a los pies - ¡Doña
Antonia! - la llamó Estrella, su voz se perdió en medio de la
frondosidad de los árboles sin obtener respuesta alguna - Tal vez
esté en los dormitorios - sugerí - volvamos allá.

Caminamos lo más despacio que pudimos para no resbalarnos


pero sólo dábamos vueltas en círculos sin conseguir salir de ese
bosquecillo y decidimos detenernos - ¡Maldita sea! ¡Estamos
perdidas! - ¿Y ahora qué haremos? - preguntó Estrella bastante
atemorizada - No lo sé, no lo sé - repliqué casi al borde de la
histeria y comencé a andar de nuevo cuando sentí algo extraño
golpear mi frente, alcé la vista para ver de qué se trataba y lo que
vi me erizó la piel por completo, era el cuerpo de Doña Antonia
que colgaba de una cuerda atada a la gruesa rama de un árbol.

Lancé sonoros alaridos por el terror y Estrella se acercó para ver


lo que sucedía y cuando se dio cuenta también se puso a gritar
como loca - ¿Por qué hizo eso señora Antonia? ¿ Por qué? -
sollozó desconsoladamente - ¡Qué cosas más horribles pasan en
este maldito lugar! - comenté asustada mientras me abrazaba a mi
amiga. De repente la oscuridad absoluta se vio interrumpida por
tres luces que venían en dirección hacia nosotras - ¡Alguien viene
para acá! - le susurré a Estrella al oído.
Aquellas luces se iban haciendo cada vez más grandes conforme
se iban acercando y pude distinguir las siluetas de las hermanas
Fidelina, Ramona y Guillermina que movían sus lámparas en
todas direcciones hasta que dieron con nosotras - ¡Aquí están
hermana! - gritó una de ellas. Nos apuntaron al rostro, la luz nos
cegó y nos volteamos. La gruesa voz de la madre superiora
resonó por todo el ambiente - ¿Por qué han desobedecido las
reglas? ¿Qué vinieron a hacer aquí en medio de la noche a lo
apartado? -

No alcanzamos a explicarnos porque la hermana Ramona la


interrumpió - ¡Hermana tiene que ver esto! - dijo señalando el
cadáver que pendía de aquel enorme árbol - ¡Dios Santo! - gritó al
mismo tiempo que se santiguaba - Que el Todopoderoso tenga
piedad de su alma perdida, porque un pecado tan grande como el
atentar contra la vida misma no tiene perdón - me invadió una
rabia enorme al escucharla decir eso que no pude contenerme,
apreté los puños y a pesar de que mis dientes no paraban de
castañetear le grité - ¡¡Cállese maldita vieja estúpida!! -

Todas las miradas se posaron sobre mí, la de Estrella era de


asombro mientras que la de las monjas de el más puro desprecio -
¿Cómo te atreves a hablarme así, descarada? - me reprendió
mientras me lanzaba una cachetada tan fuerte que me hizo caer al
suelo lodoso, me incorporé inmediatamente para seguir
diciéndole sus verdades pues a esas alturas ya nada conseguía
intimidarme - ¡Porque es la verdad! Si hay alguien poseído por el
demonio en este colegio es sin duda alguna usted, respetable y
honorable reverenda - diciéndole aquello último en tono irónico.
La ojos de la hermana Guillermina estaban inyectados de fuego e
ira y me tiró por el cabello y la desafié mirándola fijamente a los
ojos con la misma cólera - ¡Ya no le tengo miedo! ¿Qué es lo que
va a hacer? ¿Eh? ¿Va a encadenarme y encerrarme en la torre
como a Tamara? - ¡Qué insolencia! - vociferó al mismo tiempo que
me acomodaba otro golpe en la mejilla. Al poner la mano sobre
mi bolsillo noté que traía las tijeras que me había prestado Estrella
y las esgrimí a modo de arma - ¡No se me acerque o le va a pesar!
- de momento logré asustarla pero enseguida recuperó el coraje -
¡Aquí nadie se atreve a amenazarme! - y les hizo una señal a las
otras para que corrieran a sujetarme.

Dí un paso hacia atrás mostrándoles la punta de las tijeras - ¡No


se atrevan a tocarme! - volví a amenazarlas y la directora trató de
tomarme por el talle y sin pensarlo dos veces le enterré las tijeras
en el brazo. La hermana soltó un chillido agudo por el dolor y las
otras corrieron a socorrerla.

A partir de ese episodio sólo recuerdo que mi vista empezó a


nublarse y todo me daba vueltas. Escuchaba la voz débil y
asustada de Estrella que me llamaba "¡Olga, Olga! ¿Qué te pasa?"
pero yo no lograba responder, todo era borroso, confuso y
escabroso, comencé a llorar mientras otra voz se metía en mi
subconsciente "Olga, vamos a cantar... un elefante se columpiaba...
como veía que resistía..." todo empezó a girar rápidamente como un
torbellino, mis piernas se volvieron frágiles, me desplomé sobre el
suelo y el ambiente se tornó completamente negro a mi alrededor.

No tuve ni la mínima idea de cuánto tiempo permanecí ahí


tumbada, empecé a soñar incoherencias hasta que de repente se
metieron unas voces conocidas en mi sueño

- En cuanto nos llamaron salimos corriendo de la casa, manejé


toda la noche sin descanso para poder llegar lo más rápido
posible.

- Comprendo señor Delgadillo, en verdad lamentamos tener que


haberle dado esta molestia, pero usted entenderá lo grave que era
la situación.

- Claro, de eso no tengo la menor duda, soy yo quien tiene que


disculparse con usted por el desvarío que tuvo mi hija.

- Afortunadamente la hermana Guillermina no sufrió heridas de


gravedad, bastó con aplicarle una sutura.

- Aún así no me logro explicar por qué Olga actuó de esa manera,
ella nunca fue una persona agresiva.

- No se preocupe, al llegar a la adolescencia a muchas chicas les


suele cambiar el carácter. Además tenga en cuenta que su hija
pasó por un momento difícil, todos esos rumores del supuesto
fantasma en el colegio le afectaron mucho a su pobre mente
trastornada.

- De todos modos, mi mujer y yo no podemos quedarnos


tranquilos. Sabe, cuando mi hija era pequeña se la pasaba
imaginando e inventando cosas disparatadas, que tenía una
amiga imaginaria que sólo ella podía ver y cosas así. En su
momento no le dimos la importancia necesaria y creo que tal vez
eso tiene que ver con su manera de comportarse ahora.
- Pues ahora que hemos expulsado a su hija del colegio debería de
tratar seriamente sus problemas mentales ¿No le parece?

- No hay ninguna necesidad de que me lo sugiera hermana, eso es


exactamente lo que vamos a hacer con ella, buscarle ayuda
profesional. Sinceramente creo que sólo hemos perdido nuestro
tiempo trayéndola aquí. -

En ese momento abrí los ojos y me di cuenta de que estaba


acostada en la cama, a pesar de que aún me daba un poco de
vueltas la cabeza me incorporé y vi a mis papás con la hermana
Ramona en mi habitación y los llamé llorando - ¡Mamá, papá! -
ellos corrieron a abrazarme mientras yo temblaba y les rogaba -
¡Llévenme de aquí, rápido! ¡Por favor! - papá me apretó
fuertemente y me dijo - A eso hemos venido, a llevarte de vuelta a
casa. No llores, estás con nosotros ahora y vamos a ayudarte. -
Epílogo

Han pasado dos meses desde que dejé el colegio. Ahora me


encuentro internada en este hospital psiquiátrico donde he
intentado por todos los medios de que alguien tome en serio todo
lo que les cuento acerca de ese lugar, pero es inútil cada vez que
trato de hablar con alguno de los doctores y enfermeras que
vienen a vigilarme constantemente; ellos sólo me tratan como una
pobre desequilibrada y me miran con compasión, me piden que
me calme y repiten que todo va a estar bien mientras me hacen
tragar pastillas para los nervios o me inyectan sedantes.

Me han hecho todo tipo de evaluaciones y aún no se ponen de


acuerdo en dar un diagnóstico específico. Los escucho a
escondidas cuando hablan con mis papás, al principio pensaban
que tal vez padecía un tipo de esquizofrenia pero luego lo
descartaron, ahorita se decantan por el trastorno delirante crónico
o en el peor de los casos el síndrome del huésped fantasma. Sea lo
que sea que tenga no me interesa, lo único que quiero es salir de
aquí y regresar a mi casa.

La semana pasada fue mi cumpleaños pero no hubo ninguna


fiesta ni nada especial. Mis padres me regalaron este diario donde
decidí dejar mi testimonio por escrito y relatar todas las cosas tal
cual como las recuerdo y que por más que intento no consigo
apartar de mi mente; por las noches tengo pesadillas, veo el rostro
afligido de Tamara y me despierto sudando frío con el corazón
latiéndome fuertemente. Fueron tantas impresiones y
sentimientos encontrados que tuve en tan poco tiempo que mi
vida ya nunca volverá a ser igual, pero para mí eso no es lo peor,
sino quedarme para siempre con la incertidumbre de qué fue
realmente lo que ocurrió en el internado.

¿Ahí en la torre se apareció el espíritu de Tamara? ¿En verdad


murió quemada tal como le contaron a la hermana de Estrella?
Con respecto a Sandra hay cosas que tampoco podrán quedar en
claro como el hecho de que haya decidido suicidarse ¿A qué
grado habrá llegado su horror para tomar una decisión tan
trágica? ¿Alguna vez vio o escuchó a Tamara? ¿Qué le habrá
contado exactamente Doña Antonia? ¡Ah, la pobre señora
Antonia! Ella también optó por quitarse la vida, no podría
juzgarla por eso, con la calidad de vida que llevaba en ese lugar,
sumando su angustia por Tamara quién ella afirmaba que no
había muerto y que seguía encerrada en la torre sufriendo y más
aún el remordimiento por haber causado que Sandra se suicidara.

Lo último que supe fue que Don Gilberto renunció y huyó lejos
de allí, Estrella no quiso volver a hablar del asunto, tal vez por
miedo a que también la tomaran por lunática y no la culpo ¿Qué
persona en su sano juicio creería que esa historia fue real? Todo
eso fue, es y tal vez será para siempre un completo misterio y un
misterio existe solo para resolverse, si nadie lo resuelve, la verdad
muere con los que conocen la realidad. Yo traté de llegar al fondo,
de encontrar la salida, pero lo único que conseguí fue perderme
en un laberinto sombrío.
El género de misterio es uno de mis preferidos y siempre quise
escribir una historia larga de este tipo pero no tenía la menor idea
de cómo empezar hasta ahora que tuve la oportunidad de
hacerlo.

Si tienes algún comentario con respecto a este libro (ya sea


positivo o negativo) me gustaría saberlo para tomarlo en cuenta y
así poder ir mejorando cada día. Espero que hayas disfrutado esta
historia tanto como yo al escribirla, muchas gracias por leerme.

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