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LA EVALUACION PSICÓLOGICA INFANTO JUVENIL. ÁMBITOS DE


APLICACIÓN

Dra. Norma Contini. 2016


Cátedra Evaluación y Diagn. Psic. Infanto Juvenil y Servicio de Evaluación
Psicológica de Niños y Adolescentes (CUAP). Secretaría de Extensión UNT.

Las tareas de evaluación psicológica infanto juvenil se proponen describir,


comprender y en lo posible explicar y predecir el comportamiento del sujeto. En el
caso de niños y adolescentes –por los que se consulta - se toma como unidad de
análisis la familia en la cual están insertos. Este paso es fundamental a fin de poder
planificar y llevar a cabo intervenciones. (Fernández Ballesteros, 1990; Ávila
Espada, 1992; Forns, 1993; Contini, 2011; Korchin y Schuldberg, 1992; Maganto,
1995; Sendin, 2000; González Barrón y Montoya Castilla, 2015)
La evaluación psicológica se ha consolidado como una tarea específica del
psicólogo y tiene diversos ámbitos de aplicación, que se fueron definiendo en la
medida que se desarrollaron nuevas teorías e instrumentos. Se fue especificando
su accionar según los ciclos vitales (niñez, adolescencia, adultos) y conforme a
campos de aplicación. En el caso de infancia y adolescencia, los campos relevantes
han sido: Clínico, del Desarrollo, Jurídico-Forense y Educacional.
El objetivo de este trabajo es conceptualizar la evaluación Psicológica Infanto
juvenil en los campos Clínico, de la Psicología del Desarrollo y Jurídico-Forense,
tanto como analizar sus características y alcances. La evaluación psicológica en el
campo educacional ha sido abordada en otro trabajo (véase Lacunza y Gronda,
2015).

EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Y DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA


EN DICHO CAMPO
La evaluación psicológica tanto en adultos como en infancia encuentra sus
orígenes en el campo de la psicología clínica. Como bien señala Sendin (2000), más
allá de los diversos modelos existentes, hay consenso acerca de que el proceso
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diagnóstico incluye siempre la observación directa del sujeto evaluado. Se dirá al


mismo tiempo que dicha observación se acompaña de la capacidad del psicólogo
para escuchar el discurso del consultante. A partir de esa capacidad de observar y
escuchar, aquél va generando inferencias e integrando la información que recibe.
Puede afirmarse así, que la esencia del enfoque clínico se centra en la observación
y en la escucha. La evaluación psicológica ha estado y continúa estando muy
vinculada a este enfoque clínico. Sendin considera que, sin ser idénticos, se los
emplea casi siempre como sinónimos.
Esas dos funciones – observar y escuchar – han sido muy jerarquizadas y, al menos
en los ámbitos académicos de Argentina, aún continúa abierta la discusión acerca
de si el enfoque clínico está presente en todos los ámbitos de aplicación de la
evaluación.
Hacia fines del siglo XIX se produjo un marcado movimiento científico que
determinó el nacimiento de la Psicología clínica. Hubo así un creciente interés por
explicar diversos trastornos mentales, con lo cual la observación sistemática se
complementó con inferencias que se formulaban a partir de los datos que se iban
recogiendo.
Por un lado se fueron desarrollando diversas teorías que daban explicación
a las observaciones, y se buscaron constructos para denominar las inferencias que
el psicólogo hacía en el caso particular. Así es como surgieron los sistemas de
clasificación diagnóstica de los trastornos (DSM y CIE), profundamente vinculados
al ámbito de la Psicología Clínica.
Diversos autores, tales como Sendin, Maganto o Rodríguez Sacristán,
coinciden en que algunos hitos para el surgimiento de la Psicología Clínica fue la
creación del laboratorio de Binet (1905), la fundación de la primera clínica
psicológica para niños en la Universidad de Pensilvania por Witmer (1895); los
trabajos de Freud (1895) y los de Pavlov, aunque la traducción de este último al
inglés se produjo recién en 1927.En 1930 Leo Kanner abre la primera clínica
psiquiátrica en una unidad pediátrica en la Universidad J. Hopkins y Lauretta Bender
dirigió la primera unidad infantil en el hospital psiquiátrico Nueva York Bellevue
Hospital (Shoeps y González Barrón, 2015).
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¿QUÉ SE ENTIENDE POR ENFOQUE CLINICO?


Como es ampliamente conocido, la palabra clínico, proviene del griego (cline:
cama) y fue empleado en el campo de la Medicina para aludir a la posición del
médico, quien estudiaba al paciente que yacía en su lecho de enfermo. Esto tuvo
dos derivaciones: por un lado se enfocaban síntomas y patología y, por otro, se
estudiaba cada sujeto en concreto, en su singularidad, con el objetivo de arribar a
un diagnóstico que habilitara al médico a llevar posteriormente a cabo un
tratamiento. En línea con este modelo, la Psicología clínica se preocupó, como bien
afirma Maganto (1995) por los comportamientos “desviados” (pág. 40), es decir
psicopatológicos. Se interesó por las causas de dicha patología, y se centró más
en la personalidad que en la cognición.
Korchin y Schuldberg (1992) señalan que el modelo dominante en evaluación
clínica se configuró a partir de la convergencia de dos vertientes, la psicométrica
y la psicoanalítica, como resultado de lo cual el psicólogo pasó a ocupar el centro
de la escena de la evaluación y no los test. El rol del psicólogo se tornó esencial,
pues debía interpretar las preguntas del consultante –en caso de niños y
adolescentes, las preguntas de la familia – y a partir de lo cual seleccionaría las
técnicas a emplear. La integración de la información que había recogido otorgaba
también un lugar relevante al psicólogo. Estamos haciendo referencia al uso del
juicio clínico. La tarea del Psicólogo clínico, al igual que la del evaluador en este
ámbito suele ser solitario (Sendín, 2000). Agrega Sendin “En el contexto clínico se
deben tomar decisiones, formular inferencias y emitir juicios de probabilidad, al
tiempo que se trabaja con amplios márgenes de incertidumbre” (pág. 25).
Pero no existe consenso al respecto, pues hay quienes sostienen como
válida esta posición, y otros la descalifican, al argumentar que no es científico
depender de la subjetividad del evaluador. Quienes están afiliados a esta última
posición argumentan que una mejor evaluación y predicción del caso se puede
lograr con la correcta interpretación de puntuaciones objetivas de los tests (Korchin
y Schuldberg, 1992).
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En síntesis, el enfoque clínico se ha propuesto lograr un diagnóstico para


llevar a cabo una intervención. Una certera reflexión de Sendin (2000) afirma que
desde esta perspectiva la actuación del clínico tuvo casi siempre prioridad por sobre
la sistematización teórica. Se otorgó mucha importancia a la habilidad para conducir
el caso y mucho menos a la sistematización metodológica. Esta desvinculación
entre la aplicación práctica al caso y la reflexión sistemática sobre el mismo afectó
el desarrollo de este campo. Teoría y práctica, en Psicología, debieran ser una
unidad indisoluble.

EL ENFOQUE CLINICO EN EVALUACIÓN PSICOLÓGICA INFANTO JUVENIL


Con el progresivo desarrollo de teorías, a lo largo del siglo XX puede
afirmarse que el concepto de clínica se transformó y hoy no solo hace referencia
al sujeto enfermo, que yace en la cama, sino que toma en consideración también
los aspectos saludables y las fortalezas del sujeto por un lado y, por otro, asume
como unidad de análisis no al sujeto sino a un grupo: la familia. Quizá los modelos
ecológico (Bronfenbrenner, 1987) y Sistémico (Watzlawick, Beavin, y Jackson,
1989; Minuchin, 1998) hayan aportado generosamente a este enfoque. De todos
modos, lo que resalta hoy es la presencia de numerosas teorías parciales
desconectadas que hacen obstáculo a la hora de formular diagnósticos (Sendin,
2000).

CARACTERÍSTICAS
En el campo de la infancia y adolescencia se ha pasado de las tareas de
evaluación, entendidas como un fin en sí mismo, a otro periodo en que es
considerada como un proceso también centrado en la intervención clínica (Ávila
Espada, Jiménez Gómez y Rodríguez Sutil, 1992). Lo más relevante de los últimos
30 años es la premisa de despatologizar la infancia y adolescencia. Esto significa
contar con teorías que sostengan el uso de instrumentos fiables que permitan
diferenciar cuándo nos encontramos frente a comportamientos propios del
desarrollo, y cuando adquieren significación psicopatológica. Los progresos teóricos
en Evaluación del Desarrollo y de la Psicopatología del Desarrollo han sido
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centrales para el progreso de este enfoque. Igualmente beneficiosos han sido los
aportes recientes del resurgir de la Psicología Positiva, con los conceptos de
bienestar psicológico, afrontamiento, construcción social de la autoestima,
fortalezas de carácter, emociones positivas, por citar solo algunos (Snyder y López,
2005; Castro Solano, 2010).
Otra característica propia del enfoque clínico - que lo diferenciaría del
enfoque jurídico (Echeburúa, Muñoz y Loinaz, 2011) - es que el consultante tiene
algún grado de empatía con el psicólogo e intención de colaborar en el proceso. Si
bien esto puede ser cierto en adultos, no lo es muchas veces en la infancia. Son los
padres quienes”llevan” al examinado a consulta, o bien es la escuela quien deriva.
En muchas ocasiones se puede constatar que el niño no tiene información del
motivo por el cual está siendo evaluado, o bien no tiene registro de sus problemas,
con lo cual “no sabe” por qué se encuentra en la consulta, y presenta resistencias
a producir. Más allá de que, en ocasiones el mismo niño pone en marcha sistemas
de confrontación de información (“mis mamá no me dijo nada” “no sé qué dijo la
maestra”) que le permitan dilucidar si sus padres afrontan la situación que él
padece, y no la encubren con otro motivo aparente. En el caso de adolecentes el
tema de la colaboración puede complicarse. Acuden a consulta por la dependencia
que aún tienen de los padres, pero muchas veces suelen negar los motivos que
padres y escuela invocan. Las observaciones formuladas para la infancia se pueden
aplicar a adolescentes, a lo que se agrega que en ocasiones el joven no percibe la
tormenta adolescente, sino que es el entorno quien hace una valoración de
comportamientos y síntomas.
En cuanto al informe, se trata de un documento legal y científico que debe
ser muy detallado y fundado, brindando un perfil de fortalezas y debilidades de todas
las áreas de funcionamiento psíquico – y en esto se diferencia sustancialmente de
los ámbitos educacional y forense-. No debe ser un listado de rasgos, sino que
deben estar articulados para ofrecer un perfil del niño/adolescente. Debe estar
respaldado en instrumentos validados y fiables. Esta identificación de fortalezas,
debilidades y jerarquización de comportamientos tomando como eje el motivo de
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consulta, es esencial para la orientación que el Psicólogo debe ofrecer un vez


concluido el proceso. Este método es propio del campo clínico.

ALCANCES Y LIMITES DE LA EVALUACIÓN INFANTO JUVENIL EN EL AMBITO


CLINCO HOY
La evaluación psicológica en el ámbito clínico permite lograr una descripción
del perfil del niño/adolescente y, en lo posible una explicación del cuadro desde el
marco teórico del psicólogo. El punto débil reside en la multiplicidad de modelos
teóricos que se han desarrollado en forma inconexa unos de otros. Falta hoy una
mayor integración de dichos cuerpos teóricos. Otra limitación es que el enfoque
descansa en gran parte en el juico clínico del evaluador. Un atenuante es que hoy
se ha tomado mayor consciencia de los sesgos introducidos por dicho evaluador, lo
cual lo pone a salvo de que tienda a encontrar aquello que busca (Sendin, 2000). El
planteo en la actualidad es combinar dicho juico clínico con otras técnicas de
recopilación de información que atenúe, en parte, dichos sesgos. Los progresos que
han ocurrido en el campo de la estadística - por el avance de la informática- están
permitiendo hacer convergencia entre los resultados de pruebas y la observación
clínica. Como contrapartida, la sobrevaloración de estudios experimentales o cuasi
experimentales, también tiene sus críticos. En tal sentido Sendin afirma que “las
complejas características del objeto de estudio imponen límites a su eficacia, sobre
todo, a la utilidad práctica de sus resultados “(pág.33)
En suma, pareciera que una de las claves es lograr una mayor articulación entre
los datos que provee la información clínica y los que aportan investigaciones
sistemáticas, siendo esencial el puente a tender entre los estudios epidemiológicos
y el enfoque clínico (Sendin, 2000).

EVALUACIÓN PSICOLÓGICA INFANTO JUVENIL EN EL CAMPO DE LA


PSICOLOGIA DEL DESARROLLO
Al mismo tiempo que se desarrollaba la Psicología Clínica, con sesgo
psicoanalítico, apareció el interés por el comportamiento infantil desde la
perspectiva del desarrollo. Ello fue generando conocimientos esenciales para
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articularse con el enfoque clínico en boga. El interés se centró en lograr patrones


normativos de maduración, cognición y variables emocionales que, como bien ha
señalado Maganto (1995) ampliaron la mirada desde la psicopatología a lo esperado
o normal.
La Psicología del Desarrollo hizo foco en las adquisiciones de los primeros
años de vida. Pueden nombrarse figuras señeras, tales como Wallon, Spitz, Gesell,
Bowlby, Binet-Simon, Piaget. Así es como se construyeron a comienzos del siglo
XX las primeras pruebas para evaluar inteligencia (Binet-Simon, 1905), y para
evaluar desarrollo (Gesell, 1952). Los aportes de Gesell han sido invalorables,
puesto que llevó a cabo estudios longitudinales y transversales desde el nacimiento
a la adolescencia empleando cuatro categorías de análisis: conducta motriz, del
lenguaje, adaptativa y personal-social. Sobre esas bases se diseñaron
posteriormente otras escalas de desarrollo infantil, mejor construidas, como las de
Nancy Bayley. Paradojalmente, en Argentina este enfoque fue eliminado de los
programas de estudio de las cátedras de Psicología del Desarrollo por la hegemonía
de casi un solo paradigma, el psicoanalítico. A nivel internacional el interés se fue
ampliando y así surgió en 1936 la primera Escala de Desarrollo Social: Vineland
Maturity Scale (Doll, 1936). A su vez, en la década del ’40 del siglo XX Wechsler
(1949) diseño las Escalas de Inteligencia, refinándose el método de aproximación
al objeto de estudio. Maganto advierte que la denominación de escalas, da cuenta
de la concepción del niño como un sujeto en desarrollo. Coincidimos con Maganto
cuando afirma que hubo un punto de convergencia entre la Psicología Clínica y la
Psicología del Desarrollo, pero no es menos cierto que la disputa entre la postura
clínica y la postura psicométrica estaba abierta y aun hoy lo está. Existen
detractores y defensores de una y otra posición. Estos antagonismos, impregnados
de cierto dogmatismo han demorado el desarrollo del área y creado una fuerte
división entre los psicólogos evaluadores.
En forma contemporánea a estas investigaciones se continuó estudiando las
vinculaciones entre desarrollo /normalidad/ patrones de comportamiento esperables
/ psicopatología que dio lugar a la emergencia de una subdisciplina que se conoce
hoy como Psicopatología del Desarrollo. Sroufe y Rutter (1984) la definen como “el
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estudio de los orígenes y curso de los patrones individuales de la no adaptación del


comportamiento, sea cual fuere la edad de comienzo, sus causas, las
transformaciones en la manifestación de dicho comportamiento y lo complejo del
curso del patrón evolutivo (p. 18). Como bien ha planteado Rodríguez Sacristán et
al (2005) la psicopatología del desarrollo ha tenido el mérito de interconectar
criterios del desarrollo con aportes de la clínica.
A modo de síntesis puede afirmarse que en la infancia la Psicología
Clínica y la Psicología del Desarrollo están fuertemente vinculadas y que, en este
comienzo del siglo XXI se ha producido un acercamiento y una intención compartida
de investigación y práctica, que está generando conocimientos de gran utilidad para
obtener diagnósticos fiables. Sobre todo cuando se concibe a la evaluación
psicológica como una forma de intervención preventiva.

EVALUACIÓN PSICOLÓGICA INFANTO JUVENIL EN EL ÁMBITO JURÍDICO-


FORENSE
La evaluación psicológica en el ámbito forense es muy amplia. En este
trabajo se hará referencia a una subárea referida específicamente a los temas y
problemas más frecuentes en la consulta por niños y adolescentes.
Conceptualmente la Psicología clínica comparte con la Psicología Jurídico-
Forense el objetivo de hacer una valoración de diversas funciones psíquicas del
sujeto, integradas en una estructura de personalidad, en nuestro caso, en
construcción, por tratarse de infancia y adolescencia. Pero la diferencia radica en
que en el campo de la Psicología Jurídica el objeto del pedido, o punto de pericia,
va a dar la dirección a la evaluación (Echeburúa, Muñoz y Loinaz, 2011), y allí se
distancia del enfoque clínico que busca un perfil psicológico detallado del niño/
adolescente. De todos modos cabe la reflexión, que dichos puntos de pericia no
pueden ser estudiados en forma molecular, sino que se integran a esa totalidad que
es la personalidad en sus dimensiones madurativas, cognitivas y emocionales. A su
vez, ese niño está inmerso en un sistema ecológico y cultural, dentro del cual cobran
sentido.
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Por otra parte, en el ámbito jurídico-forense el trastorno psicopatológico tiene


interés en función de las repercusiones jurídicas: por ejemplo, el padre denuncia
que la madre del niño padece de un severa depresión y solicita por ello la tenencia
del pequeño; en cambio en el ámbito clínico dicho trastorno será un eje central de
la intervención, una vez concluida la evaluación (Archer, 2006). A su vez, el abordaje
de la psicopatología en el ámbito jurídico-forense es más descriptivo y funcional que
categorial (Echeburúa, Muñoz y Loinaz, 2011). En cambio en el campo de la
evaluación clínica, puede concluir con una categoría nosológica. De todos modos,
la prudencia en el uso de categoría diagnósticas es una regla de oro para cualquier
ámbito de aplicación.
En términos generales las pruebas psicológicas han surgido en el campo de
la Psicología Clínica y no abundan las investigaciones adecuadas al campo
jurídico.-forense. Un ejemplo de ello es la cada vez más frecuente consulta por un
potencial abuso sexual que haya sufrido un niño. Las pruebas proyectivas gráficas,
tales como los dibujos de la familia, tienen una larga tradición en el campo de la
Psicología y evaluación clínica, pero no hay estudios específicos y fiables que
provean de indicadores que diferencien significativamente entre niños abusados y
no abusados. Otra consulta muy frecuente, derivada del divorcio de los padres y de
las posteriores nuevas configuraciones familiares, es el de daño psíquico –si lo
hubiere – por la permanencia temporal del niño con el nuevo grupo familiar que ha
conformado uno de los progenitores. En el caso de uso de pruebas psicométricas,
han demostrado ser vulnerables a la simulación, ya que muchas veces el sujeto
responde desde la deseabilidad social. Algunas cuentan con escalas para detectar
falseamiento de respuestas, pero aun así han demostrado ser poco fiables. Este
bache metodológico, conduce al psicólogo al empleo de entrevistas y al uso del
juicio clínico, con lo cual puede decirse que la capacidad de observar y escuchar,
tanto como de articular datos, propios del campo clínico, son necesarios en el
campo jurídico. Otra variable que impacta en este campo es que se cuenta con
menos tiempo que en otros campos para realizar una evaluación. Con ello la
exigencia de contar con instrumentos fiables, acompañados de una sólida formación
del psicólogo es mayor que en otros ámbitos.
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Otra característica de la consulta en este ámbito es que el sujeto no acude


en forma voluntaria. Su participación está determinada por el papel que ocupa en el
proceso judicial. Un ejemplo de ello sería que un Prof. de Educación Física debe
someterse a una evaluación psicológica, ante la denuncia de la madre de una niña
de 3 1/2 años, que asiste a una guardería en la cual es docente dicho profesor. La
madre verbaliza dichos de la niña referidos a conductas de maltrato y abuso sexual
por parte del docente. Para la Directora del Instituto escolar y para el docente, los
resultados de esta evaluación son vitales. En este contexto, dadas las
consecuencias que puede tener el informe pericial para el sujeto evaluado, puede
aumentar la probabilidad de manipulación de la información. El sujeto puede falsear
las respuestas. De allí es que el Psicólogo debe ser consciente de las limitaciones
de los instrumentos que emplea. Otro problema metodológico es la credibilidad del
testimonio en niños/adolescentes víctimas de abuso sexual. Otro tema frecuente,
en el caso de adolescentes transgresores de la ley es el de la simulación y la
disimulación de síntomas y comportamientos. Asimismo, la valoración de riesgo de
reincidencia o de violencia es muy complejo, en función de las limitaciones de las
pruebas psicológicas ya señaladas (Echeburúa, Muñoz y Loinaz, 2011; Olmedo
Castejón y Dorta González, 2003). Al respecto cabe señalar que las prácticas de
evaluación en el ámbito clínico no están exentas de estos riesgos y complejidades,
pues dependerá de las características psicológicas y psicopatológicas del
niño/adolescente.
De igual modo, son inherentes al campo forense las reiteradas evaluaciones
a las que se ven sometidos los niños/adolescentes, lo cual tiene dos vertientes de
análisis; en primer lugar la dimensión ética de respeto por el niño en su integridad
psíquica y como sujeto de derechos, y en segundo lugar por el efecto de aprendizaje
de situaciones y pruebas que terminan siendo familiares.
Por último, el informe debe responder a la pregunta pericial específica,
debiendo incluirse solo la información relevante vinculada a ese punto pericial. Se
trata de un documento escrito legal – al igual que en el campo de la clínica – y un
medio probatorio (Echeburúa, Muñoz y Loinaz, 2011). Adquiere valor cuando se
logra establecer una articulación entre la problemática jurídica y la evaluación
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psicológica. Por cuanto el informe en el campo jurídico está vinculado a una


demanda judicial, no está asegurado el secreto profesional, que es propio del campo
clínico. El informe debe ser preciso y fundado. Al igual que en el campo de la clínica,
han sido objeto de críticas por su escasa calidad científica y por su ambigüedad.
Propio del campo forense es el riesgo potencial de parcialidad de informes de parte.
La designación de peritos oficiales por sorteo parece ser la vía indicada para salvar
esta duda.
En síntesis, la evaluación psicológica en el ámbito jurídico-forense se
presenta como un área muy sensible cuando se refiere en especial a niños y
adolescentes. Debe ser realizada en un tiempo acotado, debe dar respuesta a los
puntos de pericia, aunque dichos aspectos se inserten en una matriz compleja que
es la personalidad en estructuración.
En cambio comparte con otros ámbitos de aplicación la necesidad de
mejores instrumentos que permitan diagnósticos más fiables sobre hechos ya
ocurridos (abuso, reincidencia de violencia, simulación de situaciones, simulación
de psicopatología, entre otros). Igualmente se necesitan pronósticos más certeros.

SÍNTESIS
El objetivo de este trabajo ha sido conceptualizar la evaluación psicológica
Infanto Juvenil en los campos Clínico, de la Psicología del Desarrollo y Jurídico-
Forense, tanto como analizar sus características y alcances.
Puede afirmarse que el enorme desarrollo de esta subdisciplina ha permitido
su empleo en diversos ámbitos; las prácticas e investigaciones sistemáticas han
otorgado un particular sesgo a cada ámbito de aplicación. No obstante lo cual,
comparten algunas características.
Como se argumentó, la evaluación psicológica surgió en el ámbito de la
Psicología Clínica y de allí tomó como premisas de oro, la capacidad de observar,
escuchar y realizar progresivas articulaciones de los datos que provee el
consultante. Considero que esas funciones son inherentes al rol del psicólogo,
cualquiera sea el campo en el que opere. Ello no implica confundir ámbito
educacional, forense o clínico. Otra característica que comparten los ámbitos clínico
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y jurídico-forense en infancia y adolescencia es que se necesitan datos normativos


sobre el desarrollo el niño /adolescente que permitan diferenciar comportamientos
esperados, de otros psicopatológicos. Otra característica común es que toman
como unidad de análisis a la familia, inmersa en un contexto ecológico y cultural.
Los estudios de la evaluación psicológica en el campo del desarrollo han producido
un conocimiento de gran utilidad al área. Han colaborado también en la
diferenciación de los llamados universales psicológicos, de otras características
psicológicas propias de un determinado grupo cultural. Así también los ámbitos
clínico, del desarrollo y jurídico-forense comparten la necesidad de refinar
instrumentos que permitan dar respuestas a las preguntas del derivante. Si bien las
pruebas surgieron en campo de la clínica, la problemática de las respuestas
sesgadas, de la simulación, de la deseabilidad social presentes en las pruebas
psicométricas afectan su uso en todos los ámbitos; igualmente se debe superar la
insuficiente confiabilidad y validez de las pruebas proyectivas. Como marco
epistemológico de fondo, sigue vigente la discusión ideográfico versus nomotético,
que es preciso superar, dando lugar a modelos de evaluación más integrados, tanto
en lo teórico como en lo metodológico.
Los ámbitos clínico y jurídico-forense, difieren en quien es el sujeto evaluado
y los derivantes, lo cual genera en el ámbito forense menor empatía e intención de
colaboración con el proceso. No obstante ello, se argumentó en este trabajo, que el
campo de la clínica no está exento de este obstáculo, pues las resistencias, la
negación, la no colaboración y la actitud frente a la evaluación dependen en gran
medida de factores propios de la personalidad en estructuración del
niño/adolescente. Los tiempos más breves con que se cuenta en el campo forense
comparativamente con el campo clínico, constituyen un mayor reto para emprender
la tarea. Al mismo tiempo solo debe informar sobre puntos de pericia solicitados; en
cambio el Psicólogo en el ámbito clínico debe hacer un perfil muy detallado del
niño/adolescente.
Por último, el sensible tema del secreto profesional y confidencialidad, tienen
un tratamiento distinto en ambos campos. Mientras en el ámbito jurídico el secreto
profesional se libera, pero solo ante el juez que solicita el informe, en el campo
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clínico se debe guardar confidencialidad. Pero la práctica muestra que


determinadas situaciones en la consulta, tales como adicciones que marcan un
riesgo elevado de vida para un adolescente, ideaciones suicidas, o intención de
interrupción del embarazo en una adolescente en condiciones de extrema
vulnerabilidad psicológica – por citar algunos temas muy sensibles - sitúa al
Psicólogo evaluador ante una encrucijada; necesitará articular las leyes vigentes,
con su marco teórico, con su propio sistema de valores y con su responsabilidad
como profesional de la salud.

REFERENCIAS
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