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Y TEORÍA CRÍTICA
POLÍTICA Y SOCIEDAD
3
TEORÍA FEMINISTA
Y TEORÍA CRÍTICA
Ensayos sobre la política de género
en las sociedades de capitalismo tardío
Edición a (argo de
SEYLA BENHABIB y DRUCILLA CORNELL
199 O
Título original: F1111iniJ111 as Criliq111. Eu~s OII the Politia ,f Gmder in 1..Ate-Capitalist Sotietin
IMPRESO EN ESPAÑA
PRINTED IN SPAIN
84-7822-996-5
I.S.8.N.:
DEPÓSlm LEGAi~ V. l. 726 - 1990
ARTES GRAFICAS SoLER, S. A. - LA ÜLIVERETA, 28 - 46018 VALENCIA - 1990
ÍNDICE
Pág.
Autoras/es . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Introducción: Más allá de la la política de género
Seyla Btnhabib y Druci/la Come// . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
1. Feminismo y Marx: integración de parentesco y economía
Unda Nicho/son . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
2. ¿Qué tiene de crítica la teoría crítica? Habermas y la cuestión del
género
Nanry Fraser . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
3. Imparcialidad y lo cívico público. Algunas implicaciones de las
críticas feministas a la teoría moral y política
Iris Marion Y OMng . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
4. El otro generalizado y el otro concreto: la controversia Kohlberg-
Gilligan y la teoría feminista
Seyla Bmhabib . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
S. Mujeres, éxito y sociedad civil. Sumisión o subversión del principio
de logro
Maria Marlells . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
6. Michel Foucault y el poder del discurso feminista
Isaac D. Balb#s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
7. Variaciones sobre sexo y género. Beauvoir, Wittig y Foucault
]11dith B11tler . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
8. Feminismo, negatividad, intersubjetividad
Druci/la Come// y Ada111 Th11rsch1lle/l.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213
AUTORAS/ES
1 Véase Sandra Harcling y Merrill Hintikka, eds., Disr01Jering Reality, Feminist Persperti-
8 Cf. también Linda J. Nicholson, Gender and History, The Umits of Social Theory in the
Age of the Family (Nueva York: Columbia University Press, 1986).
MAS ALLA DE LA POLITICA DE GÉNERO 15
11 Véase Charles Taylor, Philosophy and the H111nan Samas, Philosophical Papers, vol. 2:
Philosophy and the H11111an Scienas (Cambridge Gran Bretatla: Cambridge University Press,
1985), parte 11; Roberto Unger, Kll011Jledge and Politics (New Yorle Toe Free Press, 1975);
Alasclair Maclntyre, After Virt111 (Notre Dame: University of Notre Dame Press, 1981 );
Michael Walzer, Sphem of ]11stia: A D,jena of Pl11ralis111 and &¡11ality (Nueva York: Basic
Books, 1983); Michael J. Sandel, Uheralism and the Umils of ]11slia (Cambridge, Gran
Bretaña: Cambridge University Press, 1982).
24 SEYLA BENHABIB Y DRUCILLA CORNELL
Linda Nicholson
1. MARX Y LA PRODUCCIÓN
1 Karl Marx y Friedrich Engels, Tht Gtrman ldtology (Moscú: Progress Publishers,
1968), 41.
2 Jürgen Habermas ha hecho una objeción similar a la obra de Marx. Habermas
observa que mientras que Marx afirma que sí incorpora el aspecto de la interacción
simbólica, entendido dentro del concepto de "relaciones de producción", dentro de su
teoría, este aspecto es eliminado en última instancia dentro del marco referencial de
Marx. Esta cuestión replica a la crítica de las feministas de que en ambos casos Marx es
citado por tener una ambigüedad en su concepto de "producción". En los problemas que
Habermas sei'lala hay cierta ambigüedad en la inclusión realizada por Marx dentro de
"producción" bien sea de "las fuerzas y relaciones de producción" o bien, más
estrechamente, únicamente de "las fuerzas de producción". En los problemas que sei'lalan
las feministas hay una ambigüedad relativa a cuáles serían las "fuerzas de producción"
que podría incluir. En todos los casos, esa ambigüedad es posible por pasar de un
significado de "producción" más amplio a otro más restringido. Para la crítica de
Habermas véase Kn0111kdge and H11111an Interest, tr. Jeremy Shapiro (Boston: Beacon Press,
1972; Cambridge, Gran Bretai'la: Polity Press, 19), 25-63. [Hay versión castellana,
Conod111imto t Interés, Tauros, Madrid, 1982.]
32 LINDA NICHOLSON
J Karl Marx, A Contrib11tion to the Critiq11e of Politi,al Etonomy, ed. e intr. de Maurice
Dobb (Nueva York: lnternational Publishers, 1920), 20-2 t.
FEMINISMO Y MARX 33
4 l\larshall Sahlins, C11/t11re a11d Pradital Reaso11 (Chicago: University of Chicago Press,
1976), 212.
FEMINISMO Y MARX 35
~ Karl Polanyi, Tht Grtal Tra11sformatio11 (Boston: Beacon Press, 1957), 60. [Hay
trad.: La gran lra11sformatió11, La Piqueta, Madrid, 1989.]
6 ]bid., 66.
7 Como argumenta Polanyi, la ausencia de cierta regulación no significa la ausencia
de toda regulación. Afirma, por el contrario, que mercados y regulaciones crecen juntos.
8 Polanyi, Tht Grtal Tra11sformalio11, 20.
FEMINISMO Y MARX 37
9 !bid., 71.
10 Idem.
38 LINDA NICHOLSON
11 Ibid., 57.
FEMINISMO Y MARX 39
13 !bid., 102 y 11 t.
14 !bid., 105.
15 Karl Marx, Tht POl!trl.J tf Philosoph_y (Nueva Yorle: Intemational Publishers, 1963),
180.
42 LINDA NICHOLSON
4. MARXISMO Y FEMINISMO
parentesco al mercado. Véase, por ejemplo, Friedrich Engels, The origin ,f the Family,
Prívate Property and tht State, ed. e intrd. de Eleanor Burke Lcacock (Nueva York:
International Publishers, t 972), 72-73.
17 O'Brien, "Rcproducing Marxist Man", t 14.
FEMINISMO Y MARX 45
Tareas tradicionales de las mujeres tales como parir y criar niños, cuidar
a los enfermos, limpiar, cocinar, etc. caen dentro de la categoría del
trabajo en la misma medida que la tarea de hacer objetos en una fábrica.
Utilizar la categoría de producción o trabajo para designar únicamente la
tarea de hacer objetos materiales concretos en una fábrica moderna ha
sido una de las tragedias innecesarias de la teoría marxiana. 19
S. CONCLUSIÓN
22 Georg Lukács, History and C/ass Consci011Sness, tr. Rodney Livingstone (Cambridge,
Mass.: MIT Press, 1971), y Habermas, KJI0111iedge and H11man lnterest, 42.
48 LINDA NICHOLSON
Nancy Fraser
1 Karl Marx, "Letter to A. Ruge, September 1843", en Karl Marx: E.ar/y Writings,
tr. Rodney Livingstone y Gregor Benton (Nueva York: Vintage Books, 1975), 209.
50 NANCY FRASER
2 Nancy Fraser, 1986. Se trata de una versión revisada de un artículo que apareció
en New German Critique, 35 (primavera/verano 1985), 97-131. Agradezco a John
Brenkman, Thomas McCarthy, Carole Pateman y Martin Schwab sus críticas y comenta-
rios tan útiles; y al Stanford Humanities Center, su ayuda financiera.
3 Jürgen Habermas, The Theory of Co11111111nicative Action (Boston: Beacon Press, 1984;
Cambridge, Gran Bretat'la: Polity Press, 19), vol. 1: Reason and the <ionalization of Society,
tr. Thomas MacCarthy. Jürgen Habermas, Theorie des ko11111111nikativen Handelns, 1981
(Frankfurt am Main: Surhkamp Verlag), vol. 11: Zur Kritik der fanktionalistischen Vemunft.
[Hay traducción castellana, Teoría de la acción comunicativa, tr. Manuel Jiménez, Madrid,
Taurus, 1987-1988.] He consultado las siguientes traducciones inglesas de algunas partes
de la Theorie des ko11111111nikativen Handelns, vol. 11: Habermas "New Social Movements"
(extraído del cap. VIII, sección 3), tr. Te/os, 49 (1981), 33-37; "Marx and the Thesis of
Inner Colonization" (extraído del cap. VIII, sección 2, 522-547), tr. Christia Hildebrand
y Barbara Correll, inédito; "Tendencies of Jurisdification" (extraído del cap. VIII, sección
2), inédito.
Otros textos de Habermas: Legitimation Crisis (Boston: Beacon Press, 1975; Cambrid-
ge, Gran Bretai\a: Polity Press, 19) [hay traducción castellana, Crisis de legitimación del
capitalismo tardío, Buenos Aires, Amorrortu, 1975]; "lntroduction", en Jürgen Habermas,
ed., Observations on "The Spiritual Situation of the Age": Contemporary German Perspectives, tr.
Andrew Buchwalter (Cambridge, Massachusetts: MIT Press, 1984; Cambridge, Gran
Bretai\a: Polity Press, 19); "A Reply ro My Critics", en David Held y John B.
Thompson, eds., Habermas: Critica/ Debates (Cambridge, Massachusetts: MIT Press, 1982;
Cambridge, Gran Bretat'la: Polity Press, 19).
También he consultado dos supervisiones muy útiles de este material en inglés:
"Translator's Introduction", de Thomas MacCarthy, en Habermas, Theory of Co11111111nicative
Action, vol. I, v-xxxvii; "Rationality and Social Rationalisation: An Assessment of
Habermas Theory of Communicative Action", de John B. Thompson, Sociology, 17, 2
( 1983), 278-294.
¿QUÉ TIENE DE CRÍTICA LA TEORÍA CRÍTICA? 51
5 Habermas, Therorie des /eommunikativen Handelns, vol. 11, 2140 217, 348-349;
Legitimation Crisis, 8-9; "A Reply to My critics", 268, 278-279; MacCarthy, "Translator's
lntroduction", xxv-xxvii; Thompson, "Rationality", 285.
6 Habermas, Theorie des /eommunikativen Handelns, vol. 11, 208; "A reply to My
Critics", 223-225; MacCarthy, "Translator's Introduction", xxiv-xxv.
¿QUÉ TIENE DE CRÍTICA LA TEORÍA CRÍTICA? 53
9 Habermas, Theory rf Comm11nicative Action, vol. I, 85, 87-88, 101, 342, 357-360;
Theorie des komm11nikativen Handelns, vol. 11, 179; Legitima/ion Crisis 4-5; "A Reply to My
Critics", 234, 237, 264-265; MacCarthy, "Translator's Introduction", ix, xxix-xxx. Al
presentar la distinción entre contexto de acción integrado en el sistema y contexto de
acción socialmente integrado, me apoyo en la terminología de Crisis de Legitimación y
modifico la terminología de la Teoría de la Acción Com11nicativa. O más bien estoy
seleccionando uno de los diversos usos de la última obra. En ella Habermas habla a
menudo de "acción comunicativa" para lo que yo he denominado "acción socialmente
integrada". Y esto da lugar a confusiones. Pues Habermas también utiliza esta expresión
en otro sentido más fuerte, a saber, para referirse a acciones en las que la coordinación
ocurre únicamente por consenso explícito, logrado dialógicamente (véase más adelante
en esta misma parte). Con el fin de evitar repetir la equivocación de Habermas sobre la
"acción comunicativa", he adoptado la siguiente terminología: reservo el término "acción
lograda comunicativamente" para las acciones coordinadas por el consenso explícito,
reflexivo y logrado dialógicamente. Contrasto esta acción, en primera instancia, con la
"acción asegurada normativamente" o acciones coordinadas por consenso tácito, prerre-
flexivo, dado de antemano (véase más adelante, en esta misma parte). Considero que las
acciones "logradas comunicativamente" y "aseguradas normativamente", así definidas,
son subespecies de lo que denomino aquí "acción integrada socialmente" o acciones
coordinadas por cualquier forma de consenso normado. Esta última categoría a su vez
56 NANCY FRASER
komm,milutiven Handelns, vol. 11, 256, 266; MacCarthy, "Translator's Introduction", xxx.
11 En "Complexity and Democracy, or the Seducements of Systems Theory", Nn,,
12 Aquí vuelvo a seguir a MacCarthy, ibid. Argumenta que en las burocracias del
estado administrativo modernas, los dirigentes a menudo tienen que tratar consensual-
mente con sus subordinados. Esto parece ocurrir igualmente en las organizaciones
corporativas.
58 NANCY FRASER
sobre los regalos en Out/ine of Theory and Practia, tr. Richard Nice (Nueva York:
Cambridge University Press, 1977). Al recuperar la dimensión del tiempo, Bourdieu
revisa sustancialmente la explicación clásica de Marcel Mauss en The Gtft: Fo1"111s and
Functions of Ex,hange in Ar,haic 5odeties, tr. Ian Cunnison (Nueva York: W. W. Norton,
196 7). Para una discusión de algunos trabajos revisionistas recientes sobre antropología
económico-cultural, véase Arjun Appadurai, "Commodities and the Politics of Value", en
Arjun Appadurai, ed., The Soda/ Lije of Things: Commodities in Cultural Perspective (Nueva
York: Cambridge University, p. 1986).
14 Habermas, Theorie des kommunikativen Hande/ns, vol. 11, 348-349; MacCarthy,
"Translator's Introduction", xxvi-xxvii. Los términos "pragmático-contextual" y "tipos
naturales" son míos, no de Habermas.
15 Habermas, Theory of Co111111uni,ative Action, vol. I, 94-95, 101; Theorie des kofllmunilu-
tivm Hande/ns, vol. 11, 348-349; "A Reply to my Critics", 227, 237, 266-8. Legitimation
Crisis, 10; McCarthy, 'Translator's lntroduction', xxvi-xxvii. Los términos "diferencias
absolutas" y "diferencia de grado" son míos, no de Habermas.
¿QUÉ TIENE DE CRITICA LA TEORÍA CRÍTICA? 59
16 Theory ojC011111111nicative Adion, vol. I, 72, 341-342, 359-360; Theorie des /eo11111111nika-
tiven Handelns, vol. 11, 179; "A Reply to My Critics", 268, 279-280; Legitima/ion Crisis,
20-21; MacCarthy, "Translator's Introduction", xxviii-xxix; Thompson, "Rationality",
285, 287. Debemos observar que en la Teoría de la Acción Co11111nicativa Habermas
contrasta sistema y mundo de la vida en dos sentidos distintos. Por una parte, los
contrasta en tanto que dos diferentes perspectivas metodológicas sobre el estudio de las
sociedades. La perspectiva del sistema es objetivadora y "extemalista", mientras que
la perspectiva del mundo de la vida es hermenéutica e "intemalista". En principio, ambas
pueden ser aplicadas al estudio de cualquier conjunto de fenómenos societales. Habermas
argumenta que, por sí solas, ninguna es adecuada. Por lo que intenta desarrollar una
metodología que combine a ambas. Por la otra, también contrasta sistema y mundo de
la vida de otro modo, a saber como dos tipos de institución diferentes. Aquí me interesa
este segundo contraste entre sistema y mundo de la vida. En este capítulo no trato al
primero de forma explícita. Soy favorable a la intención metodológica general de
60 NANCY FRASER
Ahora bien, ¿cuáles son las intuiciones críticas y los puntos débiles
de este modelo? Prestemos atención en primer lugar a la cuestión de su
adecuación empírica. Y centrémonos, por ahora, en el contraste entre "la
esfera privada del mundo de la vida" y el sistema económico (oficial).
Consideremos que este aspecto de la división categorial de Habermas
entre instituciones del sistema y del mundo de la vida es un espejo
fidedigno de la separación institucional entre familia y economía oficial,
el hogar y el puesto de trabajo pagado, de las sociedades capitalistas,
dominadas por el varón. De este modo, prima facie está conectado con la
realidad social empírica. Pero consideremos, también, que la caracteriza-
ción de la familia como un dominio de la reproducción simbólica
socialmente integrada y del puesto de trabajo pagado, por otra parte,
como un dominio de la reproducción material integrada en el sistema
tiende a exagerar las diferencias y ocultar las similitudes entre ambos.
Por ejemplo, distrae la atención del hecho de que el hogar, al igual que
el puesto de trabajo, es un lugar de trabajo, aunque el trabajo no sea
remunerado y a menudo no sea ni reconocido. Igualmente, no hace
visible el hecho de que en el puesto de trabajo pagado, como en el hogar,
a las mujeres se les asignan, de hecho se las mete en ese gueto,
ocupaciones distintivamente femeninas, orientadas al servicio y a menu-
do sexualizadas. Por último, no logra focalizar el hecho de que en ambas
esferas las mujeres están subordinadas a los hombres.
Aún más, esta caracterización presenta a la familia nuclear encabeza-
da por el varón, qua orden institucional socialmente integrado del
mundo de la vida moderno, como si sólo mantuviera una relación
extrínseca y accidental con el dinero y el poder. Se considera que estos
media son definitivos en las interacciones de la economía oficial y la
administración del estado pero que sólo son incidentales en las interac-
17 Véase, por ejemplo, los ensayos de Barrie Thome y Marilyn Yalom, eds., Rrthin/eing the
Ft1111i!J: So,,,, Fmnnist Q,lutims (Nueva Yorlc y Londres: Longman, 1982). También, Michele
Barren y Mary Mclntosh, The Anti-Social Fami!J (Londres: Verso, 1982).
18 Habermas, Theory of C01111111111i,aJi11e Adion, vol I, 85-86, 88-90, 101, 104-105;
Theorie des lu1111111111i/eativm Handelns, vol. II, 179; MacCarthy, "Translator's lntrocluction",
ix, xxx. Al presentar la distinción entre acción asegurada nonnativamente y acción
lograda comunicativamente estoy modificando, o más bien estabilizando, el uso variable
de la Teoría de la A,tión C011111nitaJiva. Véase la nota 9, más arriba.
62 NANCY FRASER
19 Pamela Fishman, "Interaction: Toe Work Women Do", Social Problems 25; 4
( 1978), 397-406.
20 Nancy Henley, Body Politics (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall, 1977).
¿QUÉ TIENE DE CRÍTICA LA TEORÍA CRÍTICA? 63
Pero eso está reí'!.ido con las declaraciones de Habermas acerca de que la
complejidad del sistema sólo es una medida entre otras del "progreso". 23
Y más importante todavía, está reí'!.ido con cualquier criterio de justicia
que sea razonable.
¿Qué concluir entonces sobre las implicaciones políticas, normativas
del modelo de Habermas? Si la concepción de la modernización como
desconexión entre las instituciones del sistema y del mundo de la vida
tiene de hecho las implicaciones que acabo de seí'!.alar, entonces es
androcéntrico e ideológico en aspectos importantes.
27 Pateman, ibid., 5,
¿QUÉ TIENE DE CRÍTICA LA TEORIA CRÍTICA? 69
·'º La siguiente discusión del subtexto de género masculino del rol de ciudadano está
sacada en gran medida de Pateman, "Toe Personal and the Political", 10.
.ll Pateman, ibid., 8.
¿QUÉ TIENE DE CRÍTICA LA TEORÍA CRÍTICA? 71
32 Judith Hicks Stiehm, "Toe Protected, the Protector, the Defender", en Judith
Hicks Stiehm, ed., Wo111m and Mm's Wars (Nueva York: Pergamon Press, 1983); y
"Myths Necessary to the Pursuit of War", inédito. Lo que no significa, sin embargo, que
acepte las conclusiones de Stiehm sobre la deseabilidad de una integración completa de
las mujeres en el ejército de los Estados Unidos tal como éste se estructura y desarrolla
en la actualidad.
33 Pateman, "The Personal and the Political", 1O.
72 NANCY FRASER
una parte y la crianza femenina de los hijos y el hogar por otra. También
se sigue que una teoría social crítica de las sociedades capitalistas necesita
categorías que sean sensibles al género. El análisis precedente muestra
que, contrariamente a la comprensión androcéntrica habitual, los concep-
tos relevantes de trabajador, consumidor y salario, de hecho no son
conceptos estrictamente económicos. Antes bien, tienen un subtexto de
género implícito por lo que son conceptos "económico-generizados". De
este modo, este análisis revela lo inadecuado de aquellas teorías críticas
que tratan al género como si fuera algo incidental para la política y para
la economía política. Destaca la necesidad de un marco categorial
crítico-teórico en el que el género, la política y la economía política estén
integrados internamente. 34
Además, una lectura de esos reajustes que sea sensible al género
revela el carácter absolutamente multidireccional del movimiento social y
la influencia causal en el capitalismo clásico. Es decir, revela la inadecua-
ción del supuesto marxista ortodoxo de que toda la influencia causal
significante, o la mayor parte de ésta, pasa de la economía (oficial) a la
familia, y no viceversa. Muestra que la identidad de género estructura el
trabajo asalariado, la administración del estado y la participación política.
Por lo que reivindica la afirmación de Habermas de que en el capitalismo
clásico la economía (oficial) no es todopoderosa sino que, por el
contrario, en cierta medida no insignificante está inscrita dentro de las
normas y significados de la vida cotidiana y está sometida a ella. Sin
duda, Habermas suponía que al hacer esta afirmación decía algo más o
menos positivo. Las normas y significados en los que él pensaba no son
los que yo he discutido. Con todo, el tema sigue siendo válido. Con
todo, queda por ver si también es adecuado para el capitalismo del
bienestar tardío, como yo creo; o si deja de ser adecuado, como afirma
Habermas.
Por último, esta reconstrucción del subtexto de género del modelo
de Habermas tiene implicaciones políticas normativas. Sugiere que una
transformación emancipatoria de las sociedades capitalistas dominadas
rol de Habermas desarrolla categodas en las que el género y la economía política están
integrados internamente, representa una contribución a la superación de la "teoda de
sistemas duales (véase la nota 8, más arriba). También constituye una contribución al
desarrollo de una forma más satisfactoria de unir los enfoques estructural (en el sentido
de objetivante) e interpretativo del estudio de las sociedades que el propuesto por
Habermas. Pues sugiero que la esfera doméstica tiene una dimensión estructural así corno
interpretativa y que las esferas del estado y de la economía oficial tienen una dimensión
estructural así corno interpretativa.
74 NANCY FRASER
35 Habermas, Theorie des /eomm11ni/eativen Handelns, vol. 11; Legitima/ion Crisis, 33-36,
53-55; MacCarthy, "Translator's Introduction", xxxiii.
36 Habermas, Theorie des /eomm11ni/eativm Handelns, vol. 11, 522-524; "Marx", 1-2;
"Tendencies of Juridification", 1-2; Legitima/ion Crisis, 36-37; MacCarthy, "Translator's
lntroduction", xxxiii.
37 Habermas, Theorie des /eomm11ni/eativm H41tdelns, vol. 11, 530-540; "Marx", 9-20;
"Tendencies of Juridification", 12-14; MacCarthy, "Translator's Introduction", xxxiii-
xxxiv.
76 NANCY FRASER
38 Habermas, Theorie des kommunikativen Handelns, vol. 11, 540-547; "Marx", 20-27;
40 Habermas, Theorie des komm,mikotivm Handelns, vol. 11, 581-583; "New Social
41 Habermas, Theorie des komm1mikativen Handelns, vol. 11, 581-583; "New Social
Movements", 33-3 7; Observations, 18-19, 27-28.
¿QUÉ TIENE DE CRÍTICA LA TEORÍA CRITICA? 79
42 Para el sistema del bienestar social en Estados Unidos, véase el análisis de las tasas
principio que las mujeres adquieran medios similares para fines similares
en la política de la vida familiar y personal. Y si es "patológico" que, en
el curso de la consecución de un mejor equilibrio de poder en la vida
familiar y personal, las mujeres devengan clientes de las burocracias
estatales, entonces debe ser por igual "patológico" en principio que, en el
curso de la consecución de un fin similar en el trabajo asalariado,
también los obreros asalariados devengan clientes, lo cual no altera el
hecho de que en realidad se hacen clientes de dos tipos diferentes. Pero
sin duda alguna la verdadera cuestión es que el término "patológico" está
mal empleado aquí en la medida en que presupone el insostenible
supuesto de que existe una asimetría entre la crianza de los hijos y otros
trabajos por lo que respecta a la integración en el sistema.
5. Esto arroja nueva luz también sobre la quinta tesis de Habermas.
Esta tesis establece que el capitalismo del bienestar inaugura una
colonización interna del mundo de la vida por parte de los sistemas.
Depende de tres supuestos. Los dos primeros 'Son los que acabamos de
rechazar, a saber, la interpretación de los tipos naturales de la distinción
entre las actividades de la reproducción simbólica y la reproducción
material y la supuesta virginidad de la esfera doméstica con respecto al
dinero y el poder. El tercer supuesto es que el vector básico del
movimiento en las sociedades del capitalismo tardío pasa de la economía
regulada por el estado al mundo de la vida y no viceversa. Pero el
subtexto de género femenino del rol de cliente contradice este supuesto.
Sugiere que incluso en el capitalismo tardío las normas y significados de
la identidad de género continúan canalizando la influencia del mundo de
la vida en los sistemas. Estas normas continúan estructurando la
economía regulada por el estado, tal y como muestra la persistencia, de
hecho la exacerbación, de la segmentación fuerza-trabajo en función del
sexo. 44 Y estas normas también estructuran la administración del estado,
44 Los datos más recientes de que se dispone sobre los Estados Unidos indican que
46 Esta descripción saca algunos elementos del análisis de Zillah Eisenstein en The
Radical F1111m of Uberal Femini.rm (Boston: Northeastem University Press, 1981), cap. 9.
Lo que sigue guarda ciertas afinidades con la perspectiva de Ernesto Laclau y Chanta)
Mouffe, Hegemony and Sotiali.rt Strategy (Nueva York: Verso, 1985). [Hay versión
castellana: Hegemonía y estrategia soaalista, S. XXI.]
84 NANCY FRASER
CONCLUSIÓN
48 Mi trabajo más reciente intenta construir un marco conceptual para una teoría
crítica socialista-feminista del estado del bienestar que cumpla estas exigencias. Véase,
Fraser, "Women. Welfare"; "Feminism and the Social State"; "Toward a Discourse Ethic
of Solidarity"; y "Social Movements vs. Disciplinary Bureaucracies". Cada uno de estos
ensayos toma mucho de aquellos aspectos del pensamiento de Habermas que considero
positivos y útiles sin ninguna ambigüedad, en especial su concepción del carácter
interpretativo e irreductible sociocultural de las necesidades humanas, y su contrastación
entre procesos dialógicos y monológicos de la interpretación de la necesidad. Por otra
parte, el presente capítulo se centra principalmente en aquellos aspectos del pensamiento
de Habermas que encuentro problemáticos y poco útiles, por lo que no trato ni toda su
obra, ni mis opiniones sobre ella. Se advierte a los lectores, por tanto, que no saquen la
conclusión de que Habermas tiene poco o nada positivo con lo que colaborar para una
teoría crítica socialista-feminista del estado de bienestar. Son instados, en lugar de ello,
a consultar los ensayos citados más arriba para considerar la otra cara de la historia.
3
IMPARCIALIDAD Y LO CÍVICO PÚBLICO
Algunas implicaciones de las críticas feministas
a la teoría moral y política
1 John Keane, "Liberalism Under Siege: Power, Legitimation, and the Fate of
Modem Contract Theory", en P11b/it Lije in Lzt, Capita/is111; del mismo autor (Cambridge,
Gran Bretafla: Cambridge University Press, 1984), 253. Andrew Levine es otro escritor
que encuentra en Rousseau una alternativa emancipatoria al liberalismo. Véase "Beyond
Justice: Rousseau aga.inst Rawls", ]01mra/ ,f Chinese Philosoph_y, 4 (1977), 123-42.
90 IRIS MARION YOUNG
práctica políticas modernas argumentan cada vez más que los ideales del
liberalismo y teoría del contrato, tales como la igualdad formal y la ra-
cionalidad universal están profundamente marcados por el sesgo mascu-
lino acerca de qué significa ser humano y la naturaleza de la socie-
dad. 3 Si la cultura moderna de occidente ha estado completamente do-
minada por el hombre, estos análisis sugieren que hay pocas esperanzas
de que un buen lavado de estos ideales haga posible la inclusión de las
mujeres.
Además, de ningún modo constituyen las mujeres el único grupo que
ha sido excluido de la premisa del liberalismo y el republicanismo
modernos. En el mundo mucha gente que no es blanca se maravilla de
la hybris de un puñado de naciones occidentales que han afirmado la
liberación para la humanidad al mismo tiempo que esclavizaban o sojuz-
gaban a la mayor parte del mundo. Del mismo modo que las feministas
no ven en la dominación del hombre una mera aberración de la política
moderna, muchos otros han llegado a considerar el racismo como algo
asimismo endémico a la modernidad. 4
En este capítulo extraigo las consecuencias de dos ramas de las
últimas respuestas feministas a la teoría moral y política moderna,
entrelazándolas. La parte I se inspira en la crítica que hace Guilligan del
supuesto de que una "ética de los derechos" al estilo kantiano describa el
estadio supremo de desarrollo moral, para las mujeres así como para los
hombres. 5 El trabajo de Guilligan sugiere que la tradición deontológica
"The Genealogy of Racism: 0n thc Undersidc of Discourse", Tht ]011mal, Toe Society for
the Study of Black Philosophy, 1, 1 (invierno-primavera 1984), 42-60.
s Carol Guilligan, In a Diffennt Voia (Harvard: Harvard University Press, 1982).
92 IRIS MARION YOUNG
ver a todas las personas individuales en sus mutuas interrelaciones, al mismo tiempo que
queda fuera de la observación de éstos. Véase Foucault, Discipline and P11nish (Nueva
York: Vintage, 1977). (Hay trad.: Vigilar y castigar. S. XXI, México, 1982.]
7 Bruce Ackerman, Social ]11stia in tht Liberal Sta/e (New Haven: Yale University
Press, 1980).
8 Michael J. Sandel, Liberalism and tht Limits of ]11stia (Cambridge, Gran Bretai\a:
Cambridge University Press, 1982); cf. Seyla Benhabib, "El otro generalizado y el otro
concreto", cap. 4 de este volumen; véase también Theodor Adorno, Negativ, Dialedics
(Nueva York: Continuum, 1973), 238-239.
9 T. Adorno, "lntroduction", en Adorno, Negativ, Dialecti,s. [Hay trad. cast. de J.
la teoría normativa moderna. Véase KII0111ledge (llld Politics (Nueva York: The Free Press,
1974), 133-144.
11 Thomas A. Spragens, Jr., The lr~y of Liberal Reason (Chicago: University of
relación corporalmente sensorial con las cosas, las personas y las situa-
ciones? Porque la imparcialidad sólo puede lograr su unidad expulsando
de la razón al deseo, la afectividad y el cuerpo.
Es típico que la lógica de la identidad genere dicotomía en lugar de
unidad. El movimiento de subsumir a los particulares en una categoría
universal crea una distinción entre dentro y fuera. Dado que cada
entidad o situación particular guarda similitudes al mismo tiempo que
diferencias con respecto a otras entidades y situaciones particulares, y
dado que no son ni completamente idénticas ni absolutamente distintas,
el apremio por recogerlas dentro de una categoría o principio implica
necesariamente que sean expulsadas algunas de las propiedades de estas
entidades o situaciones. Dado que el movimiento totalizante siempre
deja un remanente, el proyecto de reducir los particulares a una unidad
debe fracasar. No satisfecha entonces con admitir la derrota por lo que a
la diferencia respecta, la lógica de la identidad muestra la diferencia en
oposiciones normativas dicotómicas: esencia-accidente, bueno-malo, nor-
mal-desviante. Sin embargo, las dicotomías no son simétricas, sino que
se sitúan dentro de una jerarquía; el primer término designa la unidad
positiva de lo interior, el segundo término, que tiene menos valor,
designa lo exterior sobrante. 14
Para la razón deontológica el movimiento de expulsión que la
dicotomía genera se produce de este modo. Como ya he discutido, se
llega al constructo de un punto de vista imparcial haciendo una abs-
tracción de la particularidad concreta de la persona en situación. Lo
que exige hacer abstracción de la particularidad del ser corpóreo, de sus
necesidades e inclinaciones, y de los sentimientos que se vinculan a la
particularidad experimentada de las cosas y los eventos. La razón
normativa se define como imparcial, y la razón define la unidad del
sujeto moral, tanto en el sentido de conocer los principios universales
de moralidad como en el sentido de qué tienen en común todos los
sujetos morales. Por lo que esta razón queda opuesta al deseo y la
afectividad en tanto que esto es lo que diferencia y particulariza a las
personas. En la sección siguiente discutiré un movimiento similar de
ha sido suprimida; véase Benhabib, "El otro generalizado y el otro concreto"; véase
también Lawrence Bulm, "Kant's and Hegel's Moral Rationalism: A Feminist Perspec-
tive", Ca11adia11 Joumal <f Philosophy, 12 (junio 1982), 287-302.
IMPARCIALIDAD Y LO CIVICO PÚBLICO 99
11 Richard Sennett, The Fa// ,f P11blk Man (Nueva York: Random House, 1974).
19 Véase Marshall Berman, Ali Tbat Is So/id M1/J111110 Air(Nueva York: Simon and
Schuster, 1982).
20 Jürgen Habermas, "Toe Public Sphere: An Encyclopedia Article", N1111 German
Critiq111, 1, 3 (otoi\o 1974), 49-55.
21 Sennett, The Fa// ,f Pllblü Man, cap. 4.
100 IRIS MARION YOUNG
22 Véase Joan Landes, "\X' ornan and the Public Sphere: The Challenge of Feminist
Discourse", artículo presentado como parte del Coloquio del Instituto Bunting, abril,
1983.
2.1 Charles Ellison, "Rousseau's Critique of Codes Speech and Dress in Urban Public
Life: lmplications for His Political Theory", University of Cincinnati, inédito.
IMPARCIALIDAD Y LO CÍVICO PÚBLICO 101
Press, 1969).
102 IRIS MARION YOUNG
27 Para análisis feministas de Hegel, véanse las obras de Okin, Einstein, Elshtain,
Lange y Clark, citadas en la nota 3. Véase también Joel Schwartz, Tht Sex11al Politia of
]1an-ja,q111s R011ss1a11 (Chicago: University of Chicago Press, 1984).
28 Véase Gcnevieve Lloyd, Tht Man of R,ason: "Male" and "F,male" in W,st,rn
Philosophy (Minnapolis: University of Minnesota Press, 1984); Lynd:i. Glennon, Womm
and Dlumsm (Nueva York: Longman, 1979).
29 Nicholson, Gmd,r and History.
104 IRIS MARION YOUNG
32 Jürgen Habermas, The Theo,y of Co11111111nicative Action, vol. 1, Rea.ron and Rationalha-
tion of Sotiety (Boston: Beacon Press, 1983; Cambridge, Gran Bretafla: Polity Press, 19),
19. En la nota al pie de este pasaje Habermas conecta explícitamente este presupuesto a
la tradición de la teoría moral intentando articular el "punto de vista moral" imparcial.
33 Richard Bemstein sugiere que Habermas vacila entre una interpretación trascen-
dental y una interpretación empírica de este proyecto en muchos aspectos. Véase Be_yond
Objeti,,is111 and r,/ali,,is111 (Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 1983), 182-196.
34 Habermas, Theo,y of COltlnnmicati,,, Action, vol. 1, 91-93.
35 Seyla Benhabib, "Communicative Ethics and Moral Autonomy", presentado en la
Asociación Filosófica Americana, diciembre, 1982.
108 IRIS MARION YOUNG
41 John Keane, "Elements of Socialist Theory of Public Life", en Keane, P11blir Lije,
169-172.
42 Habermas, Theory of Comm11nicalive Adion, vol. 1, 331.
¿Qué diferencia supone esa teoría del lenguaje para una concepción
de la razón normativa que se base en una teoría de la acción comunicati-
va? A mi entender, las implicaciones de la concepción del lenguaje de
Kristeva son que la comunicación no está motivada únicamente por la
intención de llegar al consenso, a un entendimiento compartido del
mundo, sino también, y más básicamente todavía, por un deseo de amar
y ser amado. Las modulaciones de eros operan en los elementos
semióticos de la comunicación, que cuestionan la identidad del sujeto
en relación consigo mismo, con su pasado y su imaginación y con los
49 Le estoy muy agradecida a David Alexander por todo el tiempo que dedicó y todo
Seyla Benhabib
1. LA CONTROVERSIA KOHLBERG-GILLIGAN
2 The Strurllm of Srientifir Rwo/11/i(Jl/s (Chicago: University of Chicago Press, 2.• ed.,
1970), 52 y ss. [Hay versión castellana: La estrudura de las "1Jol11ri011es rienttfi,as, Fondo de
Cultura Económica, México, 1971.]
3 John_Michael Murphy y Caro! Gilligan, "Moral development in Late Adolescence
and Adulthood: A Critique and Reconstruction of Kohlberg's Theory", Human Dtvelop-
111ent, 23 (1980), 77-104.
EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 121
a) que los datos de base no apoyan las conclusiones sacadas por las
revisionistas;
b) que algunas de las nuevas conclusiones pueden tener cabida
dentro de la teoría antigua;
c) que el paradigma nuevo y el antiguo tienen dominios de objeto
diferentes y que, después de todo, no se dedican a explicar los mismos
fenómenos.
Versus an Ethic of Rights and Justice", en Kurtines y J. L. Gewirtz, eds., Morality. Moral
Behavior and Moral Dtvtlopmmt (Nueva York: John Wiley and Sons, 1984), 355. No está
claro si es cuestión, como sugieren Kohlberg y Nunner-Winkler, de distinguir entre
desarrollo "moral" y desarrollo del "ego", o bien si la teoría moral del desarrollo
cognitivo no presupone un modelo de desarrollo del ego que se enfrenta a variantes más
orientadas psicoanalíticamente. De hecho, para combatir la acusación de "maduracionis-
mo" o "nativismo" en su teoría, que implicada que los estadios morales son datos a priori
de la mente que se despliegan de acuerdo con su propia lógica, sin tener en cuenta la
influencia de la sociedad ni del entorno, Kohlberg argumenta del modo siguiente: "Los
estadios", escribe,
son equilibrios que surgen de la interacción entre el organismo (con sus
tendencias estructurantes) y la estructura del entorno (física o social). Los estadios
morales universales están en función de los rasgos universales de la estructura
social (tales como las instituciones de la ley, la familia, la propiedad) y las
interacciones sociales en las diversas culturas, en tanto que son productos de las
tendencias estructurantes generales del organismo cognoscente. (Kohlberg, "A
Reply to Owen Flanagan", 521.)
De ser esto así, la teoda moral del desarrollo cognitivo también debe presuponer que hay
una dinámica entre el se!f y la estructura social en la que el individuo aprende, adquiere o
internaliza las perspectivas y sanciones del mundo social. Pero el mecanismo de esta
dinámica puede acarrear aprendizaje así como resistencia, internalización así como
proyección y fantasía. r-.;o se trata tanto de si el desarrollo moral y el desarrollo del ego
son distintos -pueden ser distinguidos conceptualmente y sin embargo en la historia del
self están relacionados- cuanto de si el modelo de desarrollo del ego que presupone la
teoría de Kohlberg no es distorsionadamente ,o¡,nitivista en el sentido de que ignora
el rol de los afectos, los mecanismos de resistencia, proyección, fantasía y defensa de los
procesos de socialización.
EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 125
8 Para esta formulación véase Habermas, "Interpretive Social Science vs. Hermeneu-
13 Alasdair Maclntyre, After Virt11e (Notre Dame: University of Notre Dame Press,
1981), 50-51. [Hay trad de Amelia Vakárcel, Tras la 11irt11d, Crítica, Barcelona, 1987.)
130 SEYLA BENHABIB
define lo que "debe" ser como aquello en lo que todos tendrían que estar
racionalmente de acuerdo con el fin de asegurar la paz civil y la
prosperidad (Hobbes, Locke), o bien es derivado el "debe" de la forma
racional de la sola ley moral (Rousseau, Kant). En la medida en que las
bases sociales de cooperación y las demandas de derechos de los
individuos son respetadas, el sujeto burgués autónomo puede definir la
buena vida tal como le dictan su mente y su consciencia.
La transición a la modernidad no sólo privatiza la relación del se!f
con el cosmos y con cuestiones últimas de religión y del ser. Al principio
de la modernidad occidental la concepción de privacidad es tan ampliada
que queda subsumida en ella una esfera íntima doméstico-familiar. Las
relaciones de "parentesco, amistad, amor, sexo", tal como Kohlberg las
entiende, pasan a ser consideradas esferas de la "toma de decisión
personal". Y sin embargo, en el inicio de la teoría moral y política
modernas la naturaleza "personal" de las esferas no significa el reconoci-
miento de la autonomía femenina igual, sino más bien la eliminación de
las relaciones de género de la esfera de la justicia. Mientras que el varón
burgués celebra su transición de la moralidad convencional a la postcon-
vencional, de las reglas de justicia socialmente aceptadas a la generación
de éstas a la luz de los principios del contrato social, la esfera
doméstica permanece en el nivel convencional. La esfera de la justicia
desde Hobbes pasando por Locke y Kant es considerada como el
dominio donde los cabezas de familia varones e independientes hacen
transacciones, mientras que la esfera dqméstico-íntima queda situada más
allá de los límites de la justicia siendo restringida a las necesidades
reproductivas y afectivas del paterfamilias burgués. Agnes Heller, llama a
este dominio "cobijo de las emociones". 14 Todo un dominio de la
actividad humana, a saber la nutrición, la reproducción, el amor y el
cuidado, que en el curso del desarrollo de la sociedad burguesa y
moderna pasa a ser el lote de la mujer, es excluido de consideraciones
políticas y morales, y es relegado al ámbito de la "naturaleza".
A través de una breve genealogía histórica de las teorías del contrato
social quiero examinar la distinción entre justicia y buena vida cuando se
traduce en la escisión entre público y doméstico. Este análisis también
nos permitirá ver el ideal implícito de autonomía apreciado por esta
tradición.
En el inicio de la filosofía moral y política modernas tenemos una
metáfora poderosa: el "estado de naturaleza". En ocasiones se dice que
esta metáfora es un hecho. De este modo, en el Segundo Tratado del
Gobierno Civil, John Locke recuerda a "los dos hombres de la isla desierta,
mencionados por Garcilaso de la Vega... o a un suizo y un indio, en
los bosques de América". 15 En otras ocasiones se reconoce que es una
ficción. De este modo, Kant rechaza los sueños coloristas de sus pre-
decesores y transforma el "estado de naturaleza", convirtiendo un hecho
empírico en un concepto trascendente. El estado de naturaleza viene a
representar la idea de Privatecht, bajo la que son subsumidos el derecho
de propiedad y "los derechos, semejantes a las cosas, de una naturaleza
personal" ( auf dingliche Natur personliche Rechte), que el cabeza de familia
varón ejerce sobre su mujer, sus hijos y sus criados. 16 Únicamente
Thomas Hobbes mezcla hecho y ficción, y en contra de quienes
consideran extraño "que la Naturaleza los disocie de este modo, y haga
a los hombres capaces de hacer invasiones y destruirse unos a otros", 17
pide a todo hombre que no confíe en "esta Inferencia, hecha a partir
de las pasiones", que reflexione por qué, "cuando emprende un viaje, se
arma y busca ir bien acompañado; cuando va a dormir cierra las purtas;
incluso cuando está en su casa cierra sus arcas... ¿No acusa tanto a la
humanidad con sus acciones como yo con mis palabras? (Hobbes, Le-
viathan, 18 7). El estado de naturaleza es el espejo de aquellos primeros
pensadores burgueses en el que ellos y sus sociedades son magnificados,
purificados y reflejados en su verdad original y desnuda. El estado de natu-
raleza es a la vez pesadilla (Hobbes) y utopía (Rousseau). En él, el varón
burgués reconoce sus defectos, temores y ansiedades, así como sus sueños.
El contenido diverso de esta metáfora es menos significativo que
su mensaje simple y profundo: en el principio el hombre estaba solo.
Vuelve a ser Hobbes quien da a este pensamiento su más clara formu-
lación. "Consideremos que los hombres... surgieran ahora de la tierra,
y de repente, como los hongos, llegaran a su madurez plena, sin nin-
gún tipo de compromiso mutuo". 18 Esta visión de los hombres como
hongos es una descripción última de la autonomía. La hembra, la madre
de la que todo individuo ha nacido, ahora es sustituida por la tierra. La
1~ J.-J. Rousseau, "On the Origin and Foundations of Inequality Among Men", en
J.-J-Rousseau, The First and the Sttond DisC011rse, ed. R. D. Masters, tr. Roger D. y Judith
R. Masters (Nueva York: St Martin's Press, 1964), 116.
20 G. W. F. Hegel, Phiinomtnologie des Geistes, 6 ed. Johannes Hoffmeister (Hamburgo:
Felix Meiner, 19 52), Philosophische Bibliothek 1 14, 141; aquí se ha utilizado la
traducción de A. V. Miller (Oxford: Clarendon Press, 1977), 11 l. [Hay traducción
castellana, Fmommo/ogía del espíritu, tr. W. Roces, México, F.C.E., 198 l.]
EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 133
21 Sigmund Freud, Moses and Monotheis111, tr. Katharine Johnes (Nueva York: Vintage,
Random House, 196 7). [Hay traducción castellana, Moisés y la rtligirín monoteísta, tr. L.
Rosenthal, Buenos Aires, Santiago Rueda eds., 1955.] Jean Piaget, The Moral ]11dge111mt of
the Child, tr. Marjorie Gabain (Nueva Yorle: Free Press, 1965). [El mterio moral m el niño,
trad. de Nuria Vida!, Fontanella, Barcelona, 1974.] Cf. el siguiente comentario sobre los
juegos de niftos y niftas: "La observación más superficial basta para mostrar que
mayormente el sentido legal está muchísimo menos desarrollado en las niftas que en los
niftos. No logramos encontrar un solo juego colectivo de niftas en el que hubiera tantas
reglas y, sobre todo, una organización y una codificación de esas reglas tan fina y
consistente como en los juegos examinados anteriormente" (77).
134 SEYLA BENHABIB
Stage of Moral Judgment", en Essays on Moral Development (San Francisco: Harper and
Row, 1981 ), vol. I: The Philosophy ef Moral Development, 194.
25 Aunque todas las formas de reciprocidad implican diversas concepciones de
reversibilidad, estas últimas pueden ser de varios grados: la reciprocidad puede estar
restringida a la reversibilidad de las acciones aunque no a las perspectivas morales, a los
modelos de rol de conducta aunque no a los principios que subyacen a las generaciones
de tales expectativas de conducta. Para Kohlberg, el "velo de la ignorancia" es un
modelo de reversibilidad perfecta, pues elabora el procedimiento de "asunción de rol
ideal" donde el que toma las decisiones "tiene que ponerse sucesivamente en su
imaginación en el lugar de cada uno de los actores y considerar las afirmaciones que
haría cada uno desde su punto de vista" (Kohlberg, "Justice as Reversibility", 199). La
pregunta que yo formulo es: ¿tras el "velo de la ignorancia" existen los "otros" reales o
son éstos indistinguibles del selft
138 SEYLA BENHABIB
la ambición que sea distinta de los se/ves ambiciosos? No logro ver cómo
se puedan adscribir las características individualizadoras a un se!f trans-
cendental que puede tener cualquiera de éstas y ninguna, que puede ser
cualquiera de éstas y ninguna.
Si los se/ves que son epistemológica y metafísicamente anteriores a sus
características individualizadoras, como Rawls los considera, no pueden
ser se/ves humanos; si, por lo tanto, no hay ninguna pluralidad humana
tras el velo de la ignorancia sino únicamente una identidad definicional, esto
tendrá consecuencias para los criterios de reversibilidad y universalizabi-
lidad que según se dice son constituyentes del punto de vista moral. La
identidad definicional lleva a la reversibilidad incompleta, dado que el
requisito principal de la reversibilidad, a saber una distinción coherente
entre tú y yo, el se!f y el otro, en estas circunstancias no se puede
sustentar. Bajo las condiciones del velo de la ignorancia el otro desa-
parece.
Y a no es plausible mantener que semejante punto de vista pueda
universalizar adecuadamente. Kohlberg considera que el velo de la
ignorancia no sólo ejemplifica la reversibilidad sino también la universa-
lizabilidad. Se trata de la idea de que "debemos desear vivir con nuestro
juicio o decisión cuando nosotros comerciamos con otros la situación
que se está juzgando" (Kohlberg, '1ustice as Reversibility", 197). Pero la
pregunta es, ¿qué situación? ¿Las situaciones morales pueden ser indivi-
dualizadas independientemente del conocimiento que tengamos de los
agentes de tales situaciones, de sus historias, actitudes, caracteres y
deseos? ¿puede describir una situación calificándola de arrogancia u
orgullo herido sin saber nada de ti en tanto que otro concreto?
¿Puedo saber cómo distinguir entre un abuso de confianza y un inocuo
desliz sin conocer tu historia ni tu carácter? Al igual que las emociones y
las actitudes morales, las situaciones morales sólo pueden ser individuali-
zadas si son evaluadas a la luz de nuestro conocimiento de la historia de
los agentes que participan de ellas.
Mientras que cualquier procedimiento de universabilidad presupone
que "los casos semejantes deben ser tratados de manera semejante" o que
si yo actuara de tal modo también desearía que, en situación parecida,
todos los demás actuaran como yo, el aspecto más difícil de cualquier
procedimiento de este tipo es saber qué es lo que constituye una
situación "semejante" o qué significaría para otro estar en una situación
semejante a la mía. Para que semejante proceso de razonamiento sea
viable deberá abarcar el punto de vista del otro concreto, ya que las
situaciones, para parafrasear a Stanley Cavell, no se nos dan "como
sobres o jilgueros", listos para ser definidos y descritos, "ni tampoco
142 SEYLA BENHABIB
JO Stanley Cavell, The Claims of ReasOII (Oxford: Oxford University Press, t 982), 265.
JI Una crítica muy sugerente del descuido por parte de Kohlberg de la moralidad
interpersonal ha sido desarrollada por Norma Haan en "Two Moralities in Action
Contexts", 286-305. Haan informa que "la formulación de la moralidad formal parece
aplicarse mejor a tipos especiales de dilemas hipotéticos, gobernados por reglas, la
situación paradigmática de los filósofos durante siglos" (302). En contraste con ello, el
razonamiento interpersonal "surge dentro del contexto de diálogos morales entre agentes
que se esfuerzan por lograr acuerdos equilibrados, basados en los compromisos a que
llegan o en el descubrimiento conjunto de intereses comunes" (303). Para una
descripción más extensa véase también Norma Haan, "An Interactional Morality of
Every Day Life", en Social Srimu as Moral Inq11i,y, 2 t 8-25 l. La concepción de las
"interpretaciones de la necesidad comunicativa", que yo defiendo más adelante, consti-
tuye también un modelo semejante de moralidad interacciona(, pero que, no obstante,
tiene implicaciones para las relaciones instit11ri011ali~adas de justicia o para la moralidad
pública también, cf. nota 5 l.
-12 Cf. E. Tugendaht, "Zur Entwicklung von moralischen Bagründungsstrukturen im
modemen Recht", Archiv fiir Recht 11nd 50'.(ialphilosophie, vol. LXVIII (1980), 1-20.
EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 143
37 Para perspectivas feministas recientes del desarrollo del self, cf. Dorothy Din-
nerstein, The M,,.,,,aid and the Minota11r: Sex11al A"angemmts rf H11man Malaise (Nueva
York: Harper, 1976);Jean Baker Miller, "The Development ofWomen's Sense ofSelf',
artículo publicado por Stone Center for Developmental Services and Studies at W ellesley
College, 1984; Nancy Chodorow, The Reprod11ction rf Mothering (Berkeley: University of
California Press, 1978); Jessica Benjamin, "Authority and the Family Revisited: Or, A
World Without Fathers?", Nn,, G,,.,,,an Critiq11e, 13 (1978), 35-58; Jane Flax, "The
Conflict Between Nurturance and Autonomy in Mother-Daughter Relationships and
Within Feminism", Feminist 5t11dies, 4, 2 Gunio, 1981 ), 171-192; e l. Balbus, Marxism and
Domina/ion (Princeton: Princeton University Press, 1982).
148 SEYLA BENHABIB
tremenda realineación en las sociedades del capitalismo tardío como resultado de una
complicada serie de factores, de los cuales el principal puede que sea el cambio del rol
del estado en esas sociedades al asumir cada vez más tareas que anteriormente estaban
más o menos restringidas a la familia y a las esferas reproductivas, p. e. la educación, el
cuidado de los niños pequeños, el cuidado de la salud, el de los ancianos, y demás.
Además, la reciente legislación sobre el aborto, las mujeres golpeadas y el abuso de los
niños, por nombrar unas cuantas áreas, sugiere que las definiciones legales aceptadas de
estas esferas también han comenzado a cambiar. Estos nuevos desarrollos sociológicos
y legislativos apuntan a la necesidad de volver a pensar en lo fundamental nuestros
conceptos de autonomía moral, psicológica y legal, tarea que hasta el momento ha sido
descuidada por la teoría moral formal-universalista. De ningún modo quiero implicar que
la crítica filosófica expresada en este artículo lleve a un ensombrecimiento de estos
desarrollos o a descuidar el carácter contradictorio y ambivalente que tienen para las
mujeres. Mi análisis precisará complementarse con una teoría social crítica de la
definición y funciones cambiantes de la esfera privada en las sociedades del capitalismo
tardío. Como he desarrollado en otro lugar, estos desarrollos sociales y legales no sólo
llevan a la ampliación de la perspectiva del "otro generalizado", por el sometimiento de
un número de esferas de la vida cada vez mayor a las normas legales, sino que crean el
potencial para el crecimiento de la perspectiva del "otro concreto", es decir una
asociación de amistad y solidaridad en la que se discuten las interpretaciones de las
EL OTRO GENERALIZADO Y EL OTRO CONCRETO 149
necesidades y se crean nuevas necesidades. Considero que estas asociaciones son creadas
por nuevos movimientos sociales como la ecología y el feminismo, en los intersticios de
nuestras sociedades, en parte como respuesta y en parte como consecuencia del
activismo del estado del bienestar en las sociedades del capitalismo tardío; cf. Critique,
Norm, and Utopía, pp. 343-353. Debo mucho a Nancy Fraser por su elaboración de las
consecuencias políticas de mi distinción entre el otro "generalizado" y el otro "concreto"
en el contexto de las paradojas del estado del bienestar moderno en "Feminism and the
Social State" (Salmagundi, abril, 1986). Un extenso análisis histórico y filosófico de la
relación cambiante entre lo público y lo privado nos lo proporciona Linda Nicholson en
su libro, Gender and History: The Umits of a Social Theory in the Age of the Family (Nueva
York: Columbia University Press, 1986).
5
MUJERES, ÉXITO Y SOCIEDAD CIVIL
Sumisión o subversión del principio de logro
Maria Markus
1 No intento dar aquí una visión sistemática del desarrollo de la teoría feminista ni
de sus tendencias principales. El lector interesado en ello podrá guiarse bien con una
serie de publicaciones feministas, p. e. H. Eisenstein, Contemporary Feminist Tho11ght
(Londres: George Allen and Unwin, 1984) -al que debo algunas de las ideas desa-
rrolladas aquí; Z. Eisenstein, The Radical F11t11" !f Liberal Feminism (Nueva Yorlc:
Longman, 1981 ); M. Barren, Women's Oppmsion T oday: Problems in Mandst Feminist
Analysis (Londres: New Left Books, 1980); o J. B. Ehlstain, P11blic Man, Prívate Women
(Princeton: Prlflceton University Press, 1981 ), en especial el cap. S.
152 MARIA MARKUS
2 Véase, por ejemplo, Jean Baker Miller, T0111ard a Nn,, Psychology of Womm (Boston:
Beacon Press, 1976).
3 Este capítulo está basado en un artículo escrito durante un permiso de estudios en
el College Haverford que me proporcionó unas condiciones de trabajo ideales y un buen
entorno con mis colegas.
4 Véase, por ejemplo, R. Kundsin ed., Womm and Suta1: Anatom_y of Achi,vemmt
5 Como el estadio final de evaluación de los resultados de este estudio coincidió con
mi exclusión de la vida académica en Hungría, nunca tuve la oportunidad de publicar un
informe completo. (Hasta el material fue "confiscado" por el Instituto de Sociología de
la Academia Húngara de Gencias.) Sin embargo, se puede encontrar algo más de
información al respecto en mi artículo "Changcs in the Function of Socialization and
Model of the Family", Intemali01111J Rn,in,, ,f So&iology, XI, 3 (diciembre 1975), 204-223.
MUJERES, ÉXITO Y SOCIEDAD CIVIL 155
la conducta de logro tanto para los chicos como para las chicas inicialmen-
te es dirigida a obtener la aprobación social. Con el desarrollo... los
chicos interna/izan los criterios de excelencia, y pasan a confiar en su
propia satisfacción para cumplir estos criterios más que en el refuerzo de
los demás. Se pensaba que los esfuerzos de logro de las chicas seguían
siendo más independientes respecto de las recompensas sociales externas. 6
¿Que si siento que he tenido éxito? Sí, porque el éxito no siempre tiene
que ser medido por cosas, diplomas o dinero. Creo que éxito quiere decir
todo lo que he hecho, superado, realizado, sin que sea espectacular, ni
siquiera remarcable para los demás. Creo que mi vida ha tenido éxito
porque siempre he luchado por algo, y generalmente fui capaz de manejar
todas las situaciones difíciles. (45 años, funcionaria de origen campesino,
casada y con dos hijos.)
O bien:
Considero que mi vida ha tenido éxito y que soy feliz porque vivo en paz
conmigo misma. A través de las situaciones más difíciles y molestas fui
capaz de permanecer fiel a mi sentido de la honestidad, del deber y a mis
principios. Y supongo que también es esto una forma de éxito. (53 años,
profesora de ascendencia judía, casada y con hijos.)
O también:
Puede que estas citas tan inconexas hagan justicia al estudio original
al que sobre todo le interesaba el cambio histórico de la concepción de
éxito entre las mujeres húngaras y que por ello intentó (con algunos
resultados interesantes) elaborar, sobre la base del material obtenido, una
tipología de las experiencias de éxito relacionada histórica y socialmente.
Lo único que me interesa hacer aquí es, sin embargo, ilustrar la "actitud
desinteresada" que se ha mostrado más arriba respecto del reconocimien-
to externo y de los criterios actuales de éxito, que al parecer eran
compartidos por la mayoría de las mujeres.
El segundo rasgo comúnmente compartido por el grueso de las
respuestas fue el de la relación de las mujeres con la remuneración de su
empleo. La mayoría de quienes contestaron tenían, en el momento del
estudio, un trabajo fuera del hogar (el 14 por ciento no ganaba dinero, y
el 15 por ciento ya estaba recibiendo la pensión de jubilación). Una
porción bastante alta de los trabajos -más de un tercio- decían que su
trabajo era una parte importante de sus vidas, y un componente
sustantivo de su satisfacción. Los aspectos del trabajo que eran conside-
rados más atractivos diferían, mas -aun cuando se señalaba que el
trabajo era la componente más importante del éxito- lo que mostraban
como algo decisivo para ellas era la experiencia de "dar algo a los
demás", o la satisfacción que se derivaba del trabajo bien hecho, más que
recibir reconocimiento o recompensas. Es decir, aun cuando las mujeres
entraban en la esfera pública de la economía como iguales, en principio,
a sus equivalentes masculinos, para la mayoría de ellas el éxito seguía
definiéndose no por los "criterios" externos de los logros en la carrera, sino
en términos de la experiencia personal interpretada como satisfacción.
158 MARIA MARKUS
8 Este punto queda un poco más elaborado en mi artículo "Changes in the Function
of Socialization", en especial, pág. 217.
9 K. Mannheim, Ers11y in tht S«ioiogy ,f K,,rn,,/edgt (Londres: Routledge and Kegan
Paul, 1952).
160 MARIA MARKUS
11 Claus Offe, l11d11stry a11d I11eq11ality. The A,hievemmt Prinapk in Work a11d Srxial Stat11s
(Nueva York: St Martin's Press, 1977), 42.
12 ()ffe, I11d11stry 011d l11eq11ality, passim.
MUJERES, ÉXITO Y SOCIEDAD CIVIL 163
13 Véase, por ejemplo, R. D. Barron y G. M. Norris, "Sexual Division and the Dual
Labour Market", en D. Leonard Barker y Sheila Allen, eds., Depe,,fkna and &plotation i11
Work and Marriage (Londres: Longman 1976).
14 Véase Kaufman y Richardson, Achievemmt and Womm, 93-106.
15 Citado por Offe, [11d111t,y and [11eq11ality, 60.
164 MARIA MARKUS
16 Glennys Bell, "Women in the Big Money", The B,1/ktin, (21 agosto 1984).
MUJERES, ÉXITO Y SOCIEDAD CIVIL 165
17 "Women at the Bar", Good Wee/emd, The ~dney Moming Heraid Maga~ine (27
octubre 1984), 25.
166 MARIA MARKUS
18 Citado por B. Friedan, The Second Stage (Nueva York: Summit Boolcs, 1981), 33.
[Hay traducción castellana, La s,g11nda jm,, tr. Jesús Pardo, Barcelona, Plaza & Janés,
1983.]
19 C. Pasquinelli, "Beyond the Longcst revolution", PraxiJ lntemational, 4, 2 (julio
1984), 133.
°
2 Friedan, The Seco11d Stage, 27.
MUJERES, ÉXITO Y SOCIEDAD CIVIL 167
21 Para una elaboración más detallada del concepto de sociedad civil moderna, véase
por ejemplo, A. Arato, "Civil Socicty vs. the State", Tekn, 47 (primavera 1981); M.
Markus: "Constitution and Functioning of a Civil Society in Poland", en B. Misztal, ed.,
Poland after Solidarity (New Brunswick: Transaction Books; Rutgers University Press,
1985); A. Arato y J. Cohen, "Social Movements, Civil Society, and the Problem of
Sovcreignty", Praxis Int1mali011al, 4, 3 (octubre 1984).
22 A. Arato y J. Cohen, "Social Movements", 286.
168 MARIA MARKUS
Isaac D. Balbus
t. INTRODUCCIÓN
FOUCAULT FEMINISMO
(Nueva Yorle: Pantheon, 1980), 131; Charles C. Lemert y Garth Gillan, Michel F011&a11lt:
Social Theory and Transgrmion (Nueva York: Columbia University Press, 1982), 90.
2 Foucault, P0111er/Kn0111kdge, 131.
3 H. R. Hays, The Danger011s Sex (Nueva York: G. P. Putnam's Sons, 1964).
4 Dorothy Dinnerstein, The Mer,naid and the Minota11r: Sex11al A"ange111ents and
H11111an Malaise (Nueva York: Harper and Row, 1976); Isaac D. Balbus, Marxis111 and
FOUCAULT Y EL PODER DEL DISCURSO FEMINISTA 171
FOUCAULT FEMINISMO
FOUCAULT FEMINISMO
FOUCAULT FEMINISMO
Totalidad Totalidad
FOUCAULT FEMINISMO
Con este holismo epistemológico con- mujer atrae esa conexión entre nuestra
cede a la vanguardia teórica el privile- relación con la madre y nuestra rela-
gio único de representar el todo para ción con la naturaleza. En suma, la
todos aquellos que, por el momento, si naturaleza se convierte en la Madre
no permanentemente, son incapaces Naturaleza porque la que nutre es la
de verlo, también encierra la presencia madre. Dentro de algunas de las condi-
indispensable de esta vanguardia, si no ciones de la nutrición -a las que me
en la realización, al menos en la transi- refiero con cierto detalle en Marxism
ción a esta forma de sociedad. 12 Por and Domina/ion- la hostilidad que acom-
ambas razones, Foucault condena la pat'la a térmimo de ésta se traduce en
"tiranía de los discursos globalizado- una hostilidad hacia la naturaleza que
res", 13 nos advierte que "el 'todo de la la madre representa. La simbolización
sociedad' es precisamente aquello que de la naturaleza como un otro absoluto
no debe ser considerado si no es para y peligroso que debe ser contenido
ser destruido", e insiste en que el para que no nos destruya se enraíza en
pensador político que se resista al la simbolización inconsciente, de la
totalitarismo debe "rechazar la teoría infancia, de la madre como un otro que
(totalizadora) y cualquier forma de debe ser castigado por haber traiciona-
discurso general". 14 do nuestro amor. Si la dominación de
la naturaleza es la dominación de la
Este repudio de la teoría totalizadora madre, se sigue de ello que una rela-
se extiende al esfuerzo del teórico por ción menos hostil y más cooperativa
considerar una alternativa a la socie- con la naturaleza (no humana) requiere
dad cuya lógica omnicomprensiva in- una relación con la madre menos dolo-
tenta comprender críticamente. El rosa y menos explosiva emocional-
pensamiento utópico meramente susti- mente. Como hemos visto, esto es
tuye una nueva totalidad por la que precisamente lo que posibilitaría la
intenta eliminar, y con ello reproduce paternidad compartida.
todas las tendencias políticas autorita-
rias en cuya erradicación se ha com- La madre es también la "primera, e
prometido ostensiblemente. De ahí la irresistible, adversaria" de la voluntad
fuerte conclusión foucaultiana: "imagi- del niño o la niña, la primera represen-
nar otro sistema es extender nuestra tante de la autoridad con que él o ella
participación en el sistema actual". 15 se enfrentan. 16 De este modo, la rela-
ción con la madre dentro de la familia
La resistencia intelectual a este sistema establece el estadio emocional para
no exige un discurso general sino más nuestras relaciones subsiguientes con
12 !bid., 83.
13 !bid.
14 Foucault, Lang11age, C011nter-Me1110,y, Pradia, 233, 231.
15 !bid., 230.
16 Dinnenrstein, Tht Mermaid (llld tht Minota11r, 166.
FOUCAULT Y EL PODER DEL DISCURSO FEMINISTA 175
FOUCAULT FEMINISMO
FOUCAULT FEMINISMO
Subjetividad Subjetividad
FOUCAULT FEMINISMO
efecto de poder; 27 nos habría hecho chicas y para las mujeres las cuestiones
creer que los mismos complejos de de feminidad o identidad femenina no
poder/conocimiento que producen su- dependen de que logren separarse de
jetos individuales han sido producidos la madre". 31 De este modo, a pesar de
por ellos, haciendo imposible con ello esta separación, la madre sigue siendo
formular siquiera el problema del suje- simbolizada como un otro con quien
to como un objeto a explicar. 28 De este se conecta la chica y del que depende
modo, el geneálogo debe "prescindir el desarrollo de su yo.
del sujeto constituyente... librarse del
sujeto mismo", 29 en favor de un análi- Por lo que es típico que las mujeres
sis de las diversas tecnologías del yo y desarrollen una orientación "relacio-
de los discursos asociados mediante los nal" dentro de la cual los otros no son
que ha sido constituido el sujeto histó- entendidos como una amenaza, sino
ricamente. como algo ese,;icial para la realización
de su identidad. Con palabras de Cho-
Foucault sitúa el psicoanálisis como dorow, llegan a experimentarse como
un, y quizás incluso como el, discurso/ algo "continuo con el mundo de los
tecnología rector del yo en la socie- objetos externo, y relacionado con él"
dad contemporánea. 30 Une los meca- y "emergen con una fuerte ... base para
nismos confesionales que durante tan- experimentar las necesidades del
to tiempo han sido característicos de otro... así como las propias". 32 Lo que
la civilización occidental -procedi- significa que las mujeres están predis-
mientos que incitan a que el individuo puestas inconscientemente para satis-
revele la verdad oculta sobre sí mis- facer las necesidades del otro -para
mo- a un "despliegue de la sexualidad" pasarles poder a los otros más que a
más reciente, posterior al siglo XIX, ejercerlo para las tareas de nutrición
para asegurar que para el sujeto indivi- en general y las de maternidad en
dual la Verdad será su sexualidad. dado particular, tareas de las que, hasta
que el sujeto-que-será inicialmente no ahora, han sido desproporcionalmente
es consciente de la Verdad, y desde responsables.
luego se resiste a ella, su constitución
como sujeto resulta inseparable de su Con el muchacho ocurre algo distinto.
sujeción al poder de un "Gran lntér- Mientras que la identificación primaria
FOUCAULT FEMINISMO
prete", 33 quien se supone que tiene con la madre es la fuente del reconoci-
acceso privilegiado a la Verdad. Y, miento en la niña de que, también ella,
dado que este proceso interpretativo es una "mujer", esta identificación fe-
culmina con la afirmación por parte menina es un obstámlo a superar si el
del sujeto de una identidad sexual no niño quiere hacerse un "hombre". De
ambigua, este proceso "categoriza al este modo, el desarrollo de su "mascu-
individuo, le marca con su individuali- linidad" exige que el niño suprima la
dad, Je vincula a su identidad (y) le feminidad que lleva dentro mediante
impone una ley de la verdad que él el repudio de cualquier vinculación o
debe reconocer y que otros deben identificación con la madre. Para ha-
reconocer en él". El resultado es un cerse un "hombre" debe aprender a
sujeto totalmente subyugado en el do- simbolizar su otro primero y más signi-
ble sentido de estar "sujeto a algún ficativo. como un objeto absolutamen-
otro por el control y la dependencia, y te separado, alienado, con el que no se
estar atado a su identidad por una puede establecer ninguna conexión ni
consciencia del auto-conocimiento". 34 comunicación.
FOUCAULT FEMINISMO
FOUCAULT FEMINISMO
FOUCAULT FEMINISMO
39 Foucault, The Ar,heology <f Kn(l/llkdge, 218. [Hay trad. de Aurelio Garzón,
LA arq11eología del saber, S. XXI, México, 1970.)
40 Lemert y Gillan, Michel FOll'411lt, 90.
184 ISAAC D. BALBUS
;¡ Barry Smart, F011ra11Jt, Marxism and Critiq11, (Londres: Routledge and Keagan Paul,
1983), 76.
FOUCAULT Y EL PODER DEL DISCURSO FEMINISTA 18 7
Judith Butler
1 Simone de Beauvoir, The Second Sex (Nueva York: Vintage Press, 1973), 301.
Algunos fragmentos en los que se discute The Second Sex de Simone de Beauvoir están
tomados del artículo de la autora "Sex and Gender in Beauvoir's Second 5ex", Yak Frmch
St11dies.
194 JUDITH BUTLER
2 Monique Winig, "One is Not Born a Woman", Feminist lss11es, 1, 2. Véase también
"The Category of Sex", Feminist Iss11es, 2, 2.
196 JUDITH BUTLER
·' Véase Thomas W. Busch, "Beyond the Cogito: The Question of thc Continuity of
Sartre's Thought", The Modem Schoolman, LX (marro, 1983).
4 Jean-Paul Sartre, Being and Nothingness: An Eua_y in Phmo111mological Ontology,
traducción de Hazel E. Bames (Nueva York: Philosophical Library, 194 7), 329.
' La defensa realizada por Beauvoir acerca del carácter no cartesiano de la
valoración sobre el cuerpo de Sartre se puede encontrar en "Merleau-Ponty et le
Pseudo-Sartrisme", Les Temps Modtmes, 10, 2 (1955).
h Sartre, Being and Nothingness, 329.
VARIACIONES SOBRE SEXO Y GÉNERO 197
INCARDINACIÓN Y AUTONOMÍA
10 !bid.
204 JUDITH BUTLER
Por una parte Wittig exige una total trascendencia de sexo, pero su
teoría igualmente podría llevar a una conclusión inversa, a la disolución
de las restricciones binarias a través de la proliferación de géneros.
Como la categoría de "sexo" únicamente tiene sentido en términos de
un discurso binario sobre el sexo en el que "hombres" y "mujeres" agotan
las posibilidades de sexo, y se relacionan entre sí como opuestos
complementarios, la categoría de "sexo" siempre es subsumida bajo el
discurso de la heterosexualidad. Por lo que Wittig argumenta que una
lesbiana no es una mujer, porque ser mujer significa estar fijada en una
relación binaria con un hombre. Wittig no argumenta que la lesbiana sea
otro sexo o género, pero afirma que el de lesbiana "es el único concepto
que yo sepa que está más allá de la categoría de sexo". 12 Pero incluso
cuando Wittig describe a la lesbiana en relación con esta oposición
binaria de "hombre" y "mujer", subraya el hecho de que estar más allá de
la oposición sigue siendo un modo de estar relacionada con esa
oposición, desde luego una relación binaria con ello. Con el fin de que
la lesbiana evite ser atrapada en otra oposición binaria, i.e. la oposición
con la heterosexualidad misma, "ser lesbiana" debe convertirse en un
fenómeno cultural múltiple, un género sin esencia unívoca. Si las
oposiciones binarias implican jerarquías, entonces postular una identidad
sexual "más allá" de la cultura promete seguir estableciendo otro par de
oposiciones que, a su vez, sugieren otra disposición jerárquica; la cultura
heterosexual hegemónica se establecerá como el "Otro" para ese sujeto
poscultural, y bien puede ocurrir que una nueva jerarquía sustituya a la
antigua -al menos en la teoría. Además, definir la cultura como
algo que se preocupa necesariamente de la reproducción de las oposicio-
nes binarias es apoyar un supuesto estructuralista que no parece ni válido
ni políticamente beneficioso. Después de todo, si hay que superar las
restricciones binarias en la experiencia, éstas deberán encontrar su
disolución en la creación de nuevas formas culturales. Como dice
Beauvoir, y Wittig debiera saber, fuera de los términos de la cultura no
hay ninguna referencia a la "realidad humana" que tenga significado. El
programa político para superar las restricciones binarias debería preocu-
parse, por tanto, por la innovación cultural más que por mitos de la
trascendencia.
La teoría de Wittig encuentra apoyo en el primer volumen de la
Historia de la sexualidad de Foucault que tiene consecuencias improbables
aunque significativas para la teoría feminista. En su intento de subvertir
la configuración binaria del poder, el modelo jurídico de opresor y
oprimido, Foucault ofrece algunas estrategias para la subversión de la
jerarquía de género. Para Foucault, la organización binaria del poder,
incluida la que está basada en estrictas polaridades de género, se efectúa
mediante la multiplicación de formas de poder productivas y estratégicas.
Por ello, a Foucault ya no le interesa el sueño marcuseano de una
sexualidad sin poder, sino que le preocupa subvertir y disipar los
términos existentes del poder jurídico. En ese sentido, Wittig está
paradójicamente más cerca de la teoría de la emancipación sexual de
Marcuse cuando imagina una identidad sexual y una sexualidad libres de
relaciones de dominación. En efecto, Foucault escribe en el momento de
11 Michael Foucault, The History of Sexuality (Nueva York: Random House, 1980),
vol. I: An lntroduction, traducción de Robert Hurley, 154. [Historia de la Sexualidad, 1.
La voluntad de saber, S. XXI, México, 1977].
VARIACIONE.S SOBRE SEXO Y GÉNERO 207
14 !bid.
IS [bid., 152.
16 Michel Foucault, ed., Her&11line Barl,in, Being the Reant!J Dimwer,d M,moirs ,fa
Nin,t,enth Cent11ry Her,naphrodit,, traducción de Richard McDougall (Nueva York:
Pantheon, 1980). [ H1r&11line Barl,in, llamada Altxina B., trad. Ana Canellas y Antonio
Serrano, Ed. Revolución, Madrid, 1985].
17 Foucault, H1r&11line Barl,in, xiii.
208 JUDITH BUTLER
necesidad social urgente de reprimir el sexo justo a los dos usuales. Por
lo que no es su anatomía, sino el modo en que es "invertida" esa ana-
tomía, lo que causa problemas. Su situación apurada revela en términos
gráficos la urgencia y la estrategia societales por descubrir y definir la
anatomía dentro de términos binarios. Explotar el supuesto binario es
uno de los modos de privar a la hegemonía masculina y a la heterosexua-
lidad compulsiva de sus premisas primarias más atesoradas. Cuando, por
otro lado, se hace de la diferencia sexual binaria una función de la
ontología, entonces las opciones de la identidad sexual son restringidas a
los términos heterosexuales tradicionales; y la heterosexualidad desde
luego es reducida a una versión mítica de sí misma, disfrazando su
multiplicidad potencial tras una presentación unívoca de sí misma.
qué quieren las mujeres, cómo se deja conocer ese placer específico, o
cómo se representa a sí mismo indirectamente en la ruptura del lenguaje
logocéntrico. Este principio de feminidad se busca en el cuerpo de la
mujer, entendido unas veces como la madre preedípica y otras veces de
manera naturalista como un principio panteísta que requiere su propio
tipo de lenguaje para expresarse. En estos casos, el género no está
constituido, sino que es considerado como un aspecto esencial de la vida
del cuerpo, y llegamos muy cerca de la ecuación biología y destino, esa
pugna entre hecho y valor, en cuyo intento de refutación pasó Beauvoir
su vida. En un artículo titulado, "Las mujeres no pueden ser definidas",
Julia Kristeva señala que "la creencia de que 'una es mujer' es casi
tan absurda y oscurantista como la creencia de que 'uno es hombre' ". 19
Kristeva dice "casi tan absurdo" porque existen razones prácticas,
estratégicas para mantener la noción de mujer como una clase sin que
importe su vacío descriptivo como término. Aceptando el argumento de
Wittig de que la "mujer" es una categoría política, Kristeva pasa a
considerar si no podría haber una categoría política útil al respecto. Lo
que nos lleva otra vez a la objeción marxista proferida más arriba, y
Kristeva está dispuesta a desprenderse del término por completo cuando
se agote su eficacia política. Por ello concluye, "debemos usar 'somos
mujeres' como un anuncio o eslogan para nuestras demandas. En un
nivel más profundo, no obstante, una mujer no puede 'ser'; es algo que
ni siquiera pertenece al orden del ser". 20 Las mujeres es, de este modo,
un falso sustantivo y significante unívoco que disfraza e imposibilita una
experiencia de género internamente variada y contradictoria. Y si, por
volver a Beauvoir, las mujeres son un modo tal de llegar a ser que es
detenido prematuramente, como si dijéramos, mediante la imposición
reductiva de una nomenclatura substancializadora, entonces la liberación
de la experiencia internamente compleja de las mujeres, experiencia que
podría hacer del mismo nombre "experiencia de las mujeres" una
significación vacía, bien podría llegar a liberarse y/o precipitarse.
Y la tarea aquí no es simplemente cambiar el lenguaje, sino examinar el
lenguaje en sus supuestos ontológicos, y criticar esos supuestos en sus
consecuencias políticas. En efecto, entender que la mujer existe en el
orden metafísico del ser es entenderla como lo que ya está realizado,
siendo autoidéntica, estática, pero concebirla en el orden metafísico del
llegar a ser es inventar la posibilidad para su experiencia, incluida la
21 Véase Gayle Rubín, "The Traffic in Women: The Political Economy of Sex", en
Rayna R. Reiter, T0111ard an Anthropology rf Women (Nueva York: Monthly Review Press,
1975), 178-92.
8
FEMINISMO, NEGATIVIDAD, INTERSUBJETIVIDAD
1. INTRODUCCIÓN
1 Nos gustaría dar las gracias a Richard J. Bemstein, Frank Michelman, Arkady
Plotnilsky, Barbara Herrenstein Smith, Albrecht Wellmer y Joel Whitebook por sus
incisivas y útiles críticas.
FEMINISMO, NEGATIVIDAD, INTERSUBJETIVIDAD 215
2. FEMINEIDAD
6 Para una interesante discusión de la ceguera de Freud para con sus prejuicios de
género véase Philip Rieff, The Mind of a Moralist (Chicago: University of Chicago Press,
1958), 173-185.
7 La }Ollissana es un gozo extático asociado particularmente por Lacan con la
sexualidad femenina. Podríamos sugerir sus connotaciones definiéndolo como algo tan
puro que no tiene objeto, una satisfacción en el sentido de que es la experiencia de la
disolución total de la división sujeto-objeto.
218 DRUCILLA CORNELL Y ADAM THURSCHWELL
12 Juliet Flower McConnell, "Oedipus Wrecks: Lacan, Stendhal, and the Narrative
Form of the Real", en R. C. Davis ed., LJl'41I and Namlliot1 (Baltimore: Johns Hopkins
Press, 1983), 933.
13 Julia Kristeva, "Women's Time", en N. Keohane, M. Rosaldo y B. Gelpi, eds.,
Feminist Theo,y: A Critiq11t tf ldtolQfJ (Chicago: University of Chicago Press, 1982).
220 DRUCILLA CORNELL Y ADAM THURSCHWELL
exclusión de las mujeres reales del ámbito Simbólico Gunto con la pér-
dida de poder y estatus que a esto acompaña) parezca un hecho
necesario de la vida. La identificación de la "esencia" de la "Mujer" con
una madre idealizada es un ejemplo clásico del privilegio de la concep-
ción "masculina" de la mujer sobre la concepción que ésta tenga de sí
misma. 14
No sorprende entonces que la actitud de Kristeva hacia el aparato
teórico de Lacan sea ambivalente. Por una parte, rechaza la representa-
ción de lo femenino reflejado en los ojos del sujeto masculino. Por la
otra, sugiere que hay algo de "verdad" en la concepción lacaniana de lo
femenino como el Otro excluido del discurso masculino. Para Kristeva
esta concepción tiene una dimensión empírica, así como estructural. Las
mujeres reales, observa ella, han sido ampliamente excluidas del ámbito
del discurso, han "sido excluidas del contrato social-simbólico". Además,
indica que esta exclusión confiere a las mujeres una posición privilegiada
para criticar y subvertir el statu qua En la medida en que las mujeres son
identificadas con la relación de lo Imaginario con la "madre arcaica", se
dice que representan aquello que reprimiría la sumisión a la ley del
discurso público: la reciprocidad humana no mediada, una relación no
antagónica con nuestros cuerpos y con otros -amor. Como tales, las
mujeres son una poderosa fuerza negativa dentro de la sociedad masculi-
na, las representantes de la verdad reprimida que todavía tiene que llegar
a ser. Quizá exprese mejor Julia Kristeva esta ambivalencia con respecto
del paradigma lacaniano en su respuesta a la afirmación de Lacan de que
la Mujer no existe:
16 Julia Kristeva, Desirt in Lznguage: A Semioti, Approa,h to Literaturt and Arl, tr.
Thomas Gara, Alice Jardine y Leon S. Roudiez (Nueva Y orle: Columbia University
Press, 1980), 24.
17 Véase Julia Kristeva, "Motherhood According to Giovanni Bellini", en Desirt in
Lznguage, 237-270. Debemos observar aquí que la Madre Fálica no sólo representa una
relación simbólica con la madre experimentada con bienaventuranza, aparece también
como el monstruo terrorífico que amenaza la frágil autonomía del nino. Para una
discusión de los dos aspectos de la Madre Fálica véase Janine Chasseguet-Smirgel,
"Feminine Guilt and the Oedipus Complex", en Janine Chasseguet-Smirgel, ed., Fema/e
Sexuality (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1970), 112-115.
18 Theodor Adorno, Minima Morali4, tr. E. F. N. Jephcott (Londres: Verso, 1974),
101. [Hay traducción castellana, Minima Moralia. Reflexiones sobrt la 11ida dañada, tr. J.
Chamorro, Madrid, Tauros, 1987.]
19 Irigaray, This Sex Whi,h Is Not One, 26.
222 DRUCILLA CORNELL Y ADAM THURSCHWELL
evitar que haga referencia a algún sistema empírico que seda opaco para
cualquier lenguaje. 20
De ello se sigue que una práctica feminista sólo puede ser negativa,
rei'iida con lo que ya existe de tal modo que podamos decir "no es eso" y
"todavía no es". 22
2º !bid., 15 5- 156.
21 Julia Kristeva, "Woman Can Never Be Defined", en Elaine Marks e Isabelle de
Courtivron, eds., Nn,, Frmch Feminismi (Nueva York: Schocken, 1981), 137.
22 !bid.
2·1 Julia Kristeva, "Oscillation Between Power and Denial", en Marks y Courtivron,
eds., New French Femini1m1, 166.
24 Kristeva, "\X'omen's Time", 49.
FEMINISMO, NEGATIVIDAD, INTERSUBJETIVIDAD 223
este modo pueden superar fas mujeres las dualidades destructivas creadas
en la separación de la madre al relacionarse en tanto que madres ellas
mismas. Con la maternidad pueden las mujeres aprender a relacionarse
con un otro de forma no dominante sin caer en la trampa de abandonar
su propia identidad. Este modo de relación, sugiere ella, confiere a
las mujeres una posición ventajosa en la lucha para darle la vuelta a los
modos de discurso y relaciones sociales que ahora existen. Kristeva no
toma el reconocimiento de una asimetría potencial entre hombres y
mujeres basada en una experiencia fenomenológica del cuerpo diferente
para negarles a los hombres la capacidad de participar en el aspecto
revolucionario de la relación reprimida con la madre. Hay, no obstante,
una tensión en la descripción de Kristeva que ésta no resuelve.
Por último, el discurso que Kristeva hace del cuerpo de la mujer
conduce a una hipostatación de las categorías de género que ella misma
encontraría inadecuadas. En el intento de Kristeva de darle un contenido
determinado a la negatividad femenina existen dos peligros relacionados
entre sí. Los dos proceden de la tendencia a la reificación que hay
implícita en el cambio de niveles que se produce al pasar de la diferencia
femenina a las mujeres empíricas. El primer peligro podría ser caracteri-
zado como "político". Al explicar la ventaja de las mujeres haciendo
referencia a una experiencia de características biológicas -el parto- el
discurso de Kristeva se desliza potencialmente del reconocimiento,
impo·rtante y válido, de la fenomenología única del cuerpo femenino a
una concepción de la maternidad que, de ser llevada a su conclusión,
negaría implícitamente a los hombres (por no mencionar a las mujeres
que eligen no ser madres) la misma oportunidad de compartir el acto
político negativo de crear una nueva vida social. De este modo, a pesar
de que Kristeva es antiseparatista militante, parecería que semejante
fundamentación inmanente de la negatividad femenina presenta el, peli-
gro de un deslizamiento hacia una postura separatista y una afirmación
encubierta de una coyuntura esencialista. Esta conclusión contradice la
noción psicoanalítica de lo femenino como aquello que desbarata la
totalidad masculina desde dentro, no desde fuera. Las feministas influencia-
das por Lacan han reconocido sin duda que afirmar el separatismo como
fin último es volver a caer en la imagen del espejo de la realidad
masculina de la que tenían la esperanza de escapar. Luce ·Irigaray
subraya que el "ginocentrismo estudiado" se vuelve en contra de sus
propias aspiraciones. Tal como ella lo expresa:
el frade marlut. Pero, si su fin es invertir el orden existente -de ser esto
posible- la historia simplemente se repetiría y volvería al falocratismo,
donde no pueden existir ni el sexo de las mujeres, ni su imaginario, ni su
lenguaje. 25
Esta crítica del separatismo como fin último no debe ser tomada
como una crítica al "auto-afecto" femenino considerado como un paso
necesario y estratégico en el intento de abrir un espacio pa:ra el recono-
cimiento de la diferencia femenina dentro de la falsa totalidad masculina
de lo Simbólico.
Y está bien claro que para abrir un espacio para la diferencia feme nin a y
para el auto-afecto femenino, las mujeres han necesitado un lugar "para
que se despierte la conciencia individual y colectiva, relativa a la
opresión específica de las mujeres, un lugar donde pueda ser reconocido
el deseo de las mujeres entre sí''. 27 No obstante, debemos seguir siendo
conscientes del peligro de convertirse en "una utopía de la inversión
histórica, un suel'l.o de reapropiación del poder, particularmente el poder
fálico" 28 que "tampoco dejaría espacio para que el lenguaje de las mujeres
ocupara su lugar". 29 Kristeva no llega a darse cuenta del peligro de que
una hiperconfianza teórica en la "polivocalidad" del cuerpo de la
mujer limite la gran fuerza de su visión de lo negativo. El dilema del
separatismo es inherente a cualquier identificación simple del principio
negativo ("femenino") con las mujeres reales.
Lo que nos lleva a otra dimensión de la dificultad de pasar de la
"Mujer" a las mujeres. La afirmación acrítica de que las mujeres están en
3. NEGATIVIDAD
-' 5 Theodor Adorno, Negative Dialeaics, tr. E. B. Ashton (Nueva Yorle: Continuum
Press, 1973), 19 l. [Hay traducción castellana, Dialiait11 Negativa, Madrid, Taurus, 1986.]
36 Kristeva, "Women can Never be Defined", 138.
37 /bid., 139 .
.lK Julia Kristeva, "Psychoanalysis and the Polis", en W. J. T. Mitchell ed., The Politia
of Interpreta/ion (Chicago: University of Chicago Press, 1984).
FEMINISMO, NEGATIVIDAD, INTERSUBJETIVIDAD 229
39 Julia Kristeva, Revolution in Poetic Language, tr. Margaret Waller (Nueva York:
Columbia University Press, 1984), 111.
40 !bid., 121.
41 No se puede llegar a ello aftadiendo simplemente la negatividad como un "cuarto
término" de la dialéctica. El mismo Hegel reconoció que la estructura de la dialéctica se
podía reconocer como una cuadruplicidad, "según cómo cuente uno". Pero en Hegel "lo
negativo o la diferencia se considera dualidad" por lo que es en el funcionamiento de la
dialéctica:
Esta negatividad es la restauración de la inmediación primera, o simple universali-
dad; para el otro del otro, lo negativo de lo negativo es inmediatamente lo
positivo, lo idéntico, lo universal. Si se insiste en contar los segundo inmediato
es, en el curso del método como un todo, el tercer término de lo primero
inmediato y lo mediado. También es, no obstante, el tercer término de lo
negativo primero o formal y de la negatividad absoluta o lo negativo segundo;
ahora bien, como lo primero negativo ya es el segundo término, el término que se
considera el tercero también puede ser estimado el cuarto y en lugar de como una
triplicidad la forma abstracta se puede tomar como una cuadruplicidad; de este
modo lo negativo o la diferencia es contado como dualidad.
Hegel, Science of Logic, tr. A. V. Miller (Londres: George Allen and Unwin, 1969), vol.
II, 836.
230 DRUCILLA CORNELL Y ADAM THURSCHWELL
Dado que lo que se da en exceso con respedo a la forma -por ejemplo, el sexo
femenino- necesariamente es recha:qido como algo que está detrás o más allá del
sistema que en la adualidad tenga la fae~. "¿La mujer no existe?" A los ojos
de la discursividad. Quedan estos sus restos: Dios y la mujer, "por
ejemplo". Y por consiguiente esa entidad que ha sido dejada sin habla,
pero que es elocuente en su silencio: lo real. so
nes sólo pueden ser relaciones lingüísticas se le puede dar la vuelta -nos
recuerda que nuestras relaciones "preedípicas", también, fueron relacio-
nes mediadas entre un yo y otro yo, y que la fantasía del Imaginario es
precisamente eso -fantasía. Así entendido, no puede haber una ruptura
clara entre un estado preedípico prelingüístico y el supuesto "maduro" de
castración y el lenguaje.
La excomunicación lacaniana entre lo Real y lo Simbólico tiene cierta
ironía. Tiene ecos de la terrorífica represión del Imaginario y la sumisión
a lo paternal que tiene este movimiento. Aunque a Lacan le gustaría
distinguir entre lo Real y lo Imaginario, el que relegue lo Real fuera del
discurso sugiere que no puede separarlos. 52 Con esta autocastración
Lacan no sólo reprime la fantasía utópica de la reciprocidad no mediada
sino también la realidad de nuestro amor real. "El amor es imposible; la
relación sexual, un sinsentido." 53
4. INTERSUBJETIVIDAD
ri: "Si el deseo produce su producto es real. Si el deseo es productivo puede ser
productivo sólo en el mundo real que sólo puede producir realidad... Lo real es el fin
producido, el resultado de la síntesis pasiva del deseo como autoproducción del deseo
inconsciente ... ". Gilles Deleuze y Felix Guattari, Anti-Oedip11s, tr. Robert Hanley, Mark
Selen, Helen Cane (Nueva Yorlc Viking Press, 1982), 26.
52 MacConnell, "Oedipus Wrecks", 910-940.
53 Jacques Lacan, citado por Irigaray en This Sex Which Is Not One, 91.
234 DRUÓLLA CORNELL Y ADAM THURSCHWELL
ss Gayle Rubin, "Toe Traffic in Women: Notes on the Political Economy of Sex",
en Reyna R. Reiter, ed., T 0111ard an Anthropolog, ,f Womm (Nueva Yorle Monthly Review
Press, 1975), 179.
s~ !bid., 200.
FEMINISMO, NEGATIVIDAD, INTERSUBJETIVIDAD 237
62 /bid., 142-143.
63 lbid., 19 1.
240 DRUCILLA CORNELL Y ADAM THURSCHWELL
menudo ha sido pisoteada por los pasos dados por la lógica monológica
de la identidad. Es nuestra esperanza haber mostrado la posibilidad de
otra coreografía. Con Jacques Derrida, sofl.amos con salvar esta posibili-
dad: ¿y si alcanzáramos, y si nos acercáramos (pues no se llega a esto
como si se tratara de una localización determinada) al área de una
relación con el otro en la que el código de las marcas sexuales ya no
fuera discriminador? La relación no sería asexual, lejos de ello, pero sería
sexual de otro modo: más allá de la diferencia binaria que gobierna el
decoro de todos los códigos, más allá de la oposición masculino/fe-
menino, también más allá de la bisexualidad, más allá de la homosexuali-
dad y la heterosexualidad, que vuelven a lo mismo. Como yo suefl.o con
salvar la posibilidad que esta cuestión ofrece, me gustaría creer en la
multiplicidad de las voces marcadas sexualmente. Me gustaría creer en
las masas, ese interminable número de voces mezcladas, ese móvil de
marcas no sexuales cuya coreografía puede llevar, dividir, multiplicar el
cuerpo de cada "individuo", sea éste clasificado como "hombre" o como
"mujer" de acuerdo con los criterios al uso. 67