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DE QUÉ HABLAMOS

Y NO HABLAMOS
CUANDO HABLAMOS DEL “HOMBRE”

30 AÑOS DE CRÍTICA Y ALTERNATIVAS AL


PENSAMIENTO ANDROCÉNTRICO

Amparo Moreno Sardà

1
A todas las personas que me han ofrecido la posibilidad de
dialogar sobre estos problemas a lo largo de estos treinta años, y
especialmente a las que han colaborado directamente a
enriquecerlas con sus investigaciones de doctorado, porque este
recorrido hubiera sido imposible si no hubiera compartido
inquietudes y exploraciones.

2
INDICE

PRÓLOGO, Mireia Bofill

PRESENTACIÓN. Del rompecabezas del Arquetipo Viril al humanismo


plural

1. PRIMERAS SOSPECHAS

La problemática de la mujer en una enseñanza democrática

Por una historia total no-androcéntrica

Sheila Rowbotham: historiografía feminista y historia

Huellas de mujer en el pasado. Reflexiones en torno y a partir del


androcentrismo en “la historia”

2. EL ROMPECABEZAS DEL ARQUETIPO VIRIL

Bloque 1: La crítica al Arquertipo Viril y el orden androcéntrico del saber


académico

El arquetipo viril y el orden androcéntrico del discurso

La realidad imaginaria del arquetipo viril y el universo mental androcéntrico

La realidad imaginaria de las divisiones sociales. Una aproximación no


androcéntrica

Lenguaje e Historia: el discurso histórico, institución y medio de


comunicación

La reproducción generacional de la voluntad de dominar el mundo

Bloque 2: La mediación del Arquetipo Viril en la prensa

“Realidad histórica” y “realidad informativa”. La re-producción de la realidad


social a través de la prensa

Prensa de sucesos y modelos de comportamiento: la mediación del


arquetipo viril

El modelo femenino, cómplice del modelo patriarcal

3
Comunicación y géneros: un diagnóstico sobre el mundo contemporáneo

Bloque 3: Virilidad y feminidad: más allá del género

2.10. El Arquetipo Viril y el yo cognoscente del saber

2.11. La subjetividad oculta de la objetividad o la esquizofrenia académica

2.12 Violencia, virilidad y feminidad

3. ALTERNATIVAS EX-CÉNTRICAS, PLURALES, INTERACTIVAS Y


COOPERATIVAS

3.1. En torno a la comprensión histórica de la cultura de masas.

3.2. La prensa de masas, fuente documental para la historia contemporánea.


Los años 50 en EL CASO, Semanario de Sucesos

3.3. Otra visión del mundo contemporáneo. De las historias familiares a la


cultura de masas.

3.4. Comprender la globalidad desde la proximidad. Aportaciones no-


androcéntricas a la construcción de un humanismo plural.

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PRESENTACIÓN

DEL ROMPECABEZAS DEL ARQUETIPO VIRIL AL HUMANISMO PLURAL

¿De quién hablamos cuando hablamos del hombre? ¿Hablamos de mujeres y


hombres como tú y como yo, como nosotras, vosotros, ellas y ellos?
¿Hablamos del conjunto de seres humanos? ¿O las mujeres estamos
excluidas, y en ese caso se generaliza olvidando la realidad específica de
la mitad de la humanidad?

Me planteé esta pregunta por primera vez en voz alta y por escrito en 1977,
hace treinta años, la mitad de los sesenta que cumplí hace unos meses. Ya
había muerto Franco pero todavía no se había aprobado la Constitución. Aquel
año publiqué también mi primer libro, Mujeres en lucha, unos “apuntes para
una historia de la rebelión feminista bajo el franquismo” con los que me
proponía ordenar una serie de informaciones que había recopilado sobre la
situación del movimiento feminista y sus antecedentes bajo la dictadura, como
base de discusión sobre las distintas tendencias que se perfilaban en el nuevo
marco democrático. Me preocupaban especialmente las relaciones entre el
feminismo y las opciones políticas de la izquierda, a las que correspondía
modificar la situación a la que nos había condenado la derecha:

El Movimiento Feminista ha conquistado ya en la actualidad una


presencia pública y un peso específico en todo el Estado español, a
pesar de todo y a pesar de todos. A pesar del franquismo, que ha puesto
todos los medios a su alcance para subyugar a las mujeres y acallar sus
voces de protesta. Y a pesar, también, de quienes se han opuesto al
franquismo, la oposición política y sindical en pleno, que en lo que
respecta a la mujer (más de la mitad de la población) se ha limitado a
reproducir los intereses y la ideología de la clase dominante (1).

Me inquietaba la contradicción entre unos planteamientos políticos que se


proponían transformar la sociedad para hacerla más justa, y unas prácticas que
en lo que respecta a las mujeres - pero no sólo - reproducían y perpetuaban el
sistema que criticaban. Expuse esta inquietud en un artículo que publiqué en
1977 en la revista Nous Horitzons, que abre esta recopilación de artículos,
ponencias y conferencias que permiten seguir el itinerario intelectual que he
realizado desde entonces.

Las nuevas posibilidades que se abrieron en la transición no resolvieron estas


contradicciones sino que, en cierto modo, las agudizaron, en la medida en que
lo que diferencia una dictadura de una democracia es el reconocimiento de los
derechos básicos al conjunto de la población, y la crisis económica colaboró en
los últimos setenta y primeros ochenta a acentuar las diferencias entre grupos

5
sociales cuyas condiciones se hacían cada vez más precarias y hasta
marginales, y grupos que accedían a niveles de consumo más y más
desmesurados.

¿Cuál era el origen de esta contradicción entre los propósitos políticos teóricos,
y las prácticas? ¿Por qué a pesar de los análisis críticos se reproducía la
ideología más conservadora en lo que respecta a las mujeres? La respuesta a
esta pregunta tenía que permitir resolver este problema. A esta tarea me he
dedicado desde hace 30 años.

La sospecha de que las mujeres no somos tenidas en cuenta cuando se habla


del “hombre” de “los hombres”, o de cualquier masculino presuntamente
generalizador de lo humano, me hizo ver la importancia de la pregunta que da
título a este libro y me ha acompañado desde entonces, aunque he modificado
los términos a medida que he ido encontrando respuestas.

Es evidente que el concepto de lo humano constituye la clave de cualquier


explicación sobre los problemas que nos afectan a los seres humanos: la pieza
fundamental del rompecabezas que nos ha de ayudar a comprender el mundo
para poder transformarlo y hacerlo más justo; el ingrediente decisivo del que
dependen las soluciones políticas que adoptamos.

Por entonces creía que podía afirmar que “hombre soy y nada humano me es
ajeno”, y estaba convencida de que las explicaciones académicas y políticas
tenían en cuenta al conjunto de la población. Pero a medida que en mi vida
profesional tropezaba con discriminaciones que me afectaban por ser mujer, y
tomaba conciencia de mi experiencia específica como mujer, empecé a dudar
de que en las explicaciones sobre los problemas sociales, económicos,
políticos..., en definitiva, que atañen a los seres humanos, se tuviera en cuenta
también las condiciones que nos afectaban específicamente a las mujeres. Así
fue como me pregunté si el concepto “hombre” abarcaba al conjunto de
mujeres y hombres, y si los masculinos presuntamente genéricos tenían en
cuenta o no a las mujeres, o si sólo hacían referencia a una parte de la
población, a los hombres... o a una parte de los hombres...

Como profesora de Historia de la Comunicación en la Facultad de Ciencias de


la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, necesitaba revisar
la teoría de la Historia para incorporar las aportaciones de la Teoría de la
Comunicación y de cualquier disciplina que pudiera hacer aportaciones, y me
pregunté también si el hombre al que se considera protagonista de la historia
se refiere realmente al conjunto de mujeres y hombres, o sólo a los hombres...
o a algunos hombres...

En mi formación universitaria había pasado de una historia épica de reyes y


personajes destacados, a una “historia social” basada en el análisis marxista,
que propugnaba explicar el pasado del conjunto de la sociedad para
comprender la sociedad y transformarla. Una historia vinculada al compromiso
político. El hombre que aparece como protagonista de la historia era la pieza
clave de esta nueva “historia social”, “total”, “global”. Pero las aportaciones de
las primeras investigadoras feministas permitían comprobar que ese “hombre”

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no generalizaba al conjunto de seres humanos. Aquí podían radicar las
dificultades para resolver los problemas con que tropezaba para formular la
Historia de la Comunicación, y las insuficiencias y las contradicciones que se
ponían de manifiesto en las teorías, las prácticas políticas e incluso la ética en
aquellos años de la transición democrática.

Así lo expuse en dos artículos que publiqué en la revista de historia L’Avenç, en


febrero y abril de 1981. Y en el verano de aquel año, recién nacido mi segundo
hijo, me formulé la hipótesis del Arquetipo Viril que me obligó a aparcar la Tesis
Doctoral que debía concluir para no perecer ante las exigencias académicas.
Las circunstancias favorecieron que pudiera redefinirla y presentarla tres años
después, y proseguir la aventura que presento en las tres partes en las que he
organizado este libro, que conducen de las primeras sospechas sobre el
concepto “hombre”, a la validación de la hipótesis del arquetipo viril, y a las
alternativas que se derivan de esta crítica, que coinciden con las posibilidades
que ofrece hoy Internet para elaborar un humanismo plural, y con la necesidad
de renovación del pensamiento académico, la información de actualidad y la
democracia.

En la Primera Parte, presento cuatro textos que publiqué entre 1977 y 1982 en
los que expongo las primeras sospechas de que el concepto hombre, y los
masculinos que presuntamente universalizan lo humano, no corresponden al
conjunto de la población, mujeres y hombres de diferentes edades y
condiciones sociales, ya que excluyen a las mujeres. El análisis de estos
masculinos me permitió concluir que ni siquiera corresponden a la mitad de la
población, sino a una parte: los varones adultos de clases y pueblos que
imponen su hegemonía, y para ello, se definen superiores a base de definir
inferiores a otras y otros mujeres y hombres.

De ahí la hipótesis del Arquetipo Viril que me planteé en el verano de 1981: el


concepto “hombre” corresponde a un modelo imaginario que se habría
construido en el principio de los tiempos para representar a unos seres
humanos como si fueran superiores a otras y otros, y legitimar, así, un sistema
de valores anti-humano. Se trata de un juego simbólico de “el mundo al revés”,
creado para el reconocimiento interno de los miembros de un colectivo que,
para definirse superiores, se proclaman descendientes legítimos de varones, y
niegan la evidencia de que nacemos de mujer afirmando que la cultura humana
es producto viril.

No resultaba fácil validar esta hipótesis en un mundo académico que lo asume


como el dogma conceptual que marca, en términos de Foucault, el orden del
discurso. Esta fue la tarea de la Tesis Doctoral que defendí en 1984 y
posteriormente desarrollé en otras investigaciones. Para ello, apliqué una
metodología muy sencilla, cuya dificultad radica en que obliga a llevar la crítica
a la autocrítica de los propios hábitos de pensamiento asumidos en el proceso
de instrucción para acceder a los colectivos profesionales adultos: los ejercicios
de lectura crítica no-androcéntrica. Y ya lo advirtió Aristóteles: es más difícil
olvidar lo aprendido que aprender por primera ves.

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Los 12 textos que componen la Segunda Parte, publicados entre 1985 y 1997,
permiten seguir este proceso, como un juego de desmontar y volver a montar
este rompecabezas del arquetipo viril.

Los 5 primeros textos, agrupados en el Bloque 1, publicados entre 1985 y


1991, ofrecen de forma sintética la crítica al Arquertipo Viril y otras claves
conceptuales que marcan el orden androcéntrico del saber académico. En los
tres primeros expongo de forma resumida los distintos aspectos que traté en la
Tesis Doctoral, a partir de comparar La Política de Aristóteles con lo que
explican de esta obra diecisiete obras de Historia del Pensamiento de amplio
uso en la Universidad, análisis comparado que me permitió advertir que el
discurso académico actual es, además de androcéntrico, opaco, ya que
encubre este punto de vista como si fuera natural y superior, como modelo de
lo humano objetivo (2). En el cuarto, hago un resumen de las conclusiones a
las que llegué al aplicar la lectura no androcéntrica a textos de historia de
amplio uso en el Bachillerato, que ofrecen un compendio del discurso histórico
de la Historia Universal y de España, investigación que realicé en 1985 (3). El
análisis atento de estos manuales me permitió detectar el sustrato mítico de la
racionalidad viril que posteriormente he podido constatar en numerosas
lecturas. En el quinto, examino cómo se reproduce este modelo y el sistema de
valores que asume como natural el dominio de unos seres humanos por otros,
y cómo se difunde a través de propuestas aparentemente innovadoras de
diseño curricular.

Los 4 documentos que componen el Bloque 2, publicados entre 1986 y 1997,


plantean la mediación del arquetipo viril propio del pensamiento ilustrado en los
modelos de comportamiento reproducidos en los medios de comunicación. El
análisis de la prensa permite concluir que existe un desajuste entre en enfoque
académico, y el enfoque de la mirada informativa, más amplio, que abarca una
mayor diversidad de mujeres y hombres; y entre la matriz racional iluminista
que gobierna los textos académicos y de la información de actualidad, y la
matriz simbólico dramática propia de los medios de comunicación más
masivos. Estas diferentes características permite comprender las dificultades
para comprender los medios de comunicación desde una perspectiva
académica que no cuestione el androcentrismo

Finalmente, en los 3 artículos del Bloque 3, publicados entre 1989 y 1996,


examino cómo el sistema de valores propio del arquetipo viril y del universo
mental androcéntrico, anti-humano, asumido como “yo cognoscente” de la
racionalidad académica, afecta también a las mujeres que hemos accedido a la
universidad y por tanto puede repercutir en las propuestas que hacemos si sólo
cuestionamos el “género”. Esta persistencia impide la autocrítica y dificulta salir
del círculo cerrado para elaborar otras explicaciones más acordes con las
necesidades de unas sociedades en las que convivimos hoy una ciudadanía
muy plural.

Gracias a este recorrido crítico-autocrítico, he podido formular otros


paradigmas a partir de los cuales he construido otras explicaciones no-
androcéntricas, si se quiere, ex-céntricas, plurales, interactivas y cooperativas.
En la Tercera Parte, compuesta por 4 documentos publicados desde 1989,

8
expongo las experiencias didácticas que he desarrollado desde el curso 1987-
88 hasta la actualidad junto con el equipo que dirijo en la Universidad
Autónoma de Barcelona, en el marco de formular una Historia de la
Comunicación no-androcéntrica. El objetivo fundamental de estas propuestas
ha sido hacer visibles y reconocer como protagonistas activos a otras y otros
mujeres y hombres de distintas edades y condiciones sociales, que actúan en
diferentes espacios sociales, privados, públicos y marginales, y establecen
redes de relaciones personales y sociales en las localidades donde viven y de
alcance más amplio, utilizando los medios de transporte y de comunicación.
Las historias de vida y los propios medios de comunicación de masas
constituyen las fuentes que facilitan elaborar estas nuevas explicaciones.

En la elaboración de estas propuestas podemos distinguir dos fases:


empezamos utilizando las posibilidades de los medios de comunicación
audiovisuales, y desde 1998, estamos experimentando las posibilidades que
ofrece Internet.

Este recorrido me ha permitido concluir que la crítica al orden androcéntrico al


discurso académico, y no sólo al “género”, resulta imprescindible para la
renovación que ha de abordar hoy el pensamiento académico de las
Humanidades, las Ciencias Sociales y los medios de comunicación, por
diversas razones:

Porque facilita reemplazar el paradigma androcéntrico, vertical, unidireccional y


fragmentado en disciplinas y secciones, que impera en el pensamiento
académico de las humanidades y las ciencias sociales, y en los medios de
comunicación considerados “serios”, por un nuevo paradigma no-androcéntrico,
horizontal, plural, cooperativo y en red, que facilita y reclama hoy la tecnología
digital de registro y tratamiento de la comunicación, la información y el
conocimiento, e Internet.

Porque concuerda con los objetivos que reclama la construcción del Espacio
Europeo de la Educación Superior, que seguramente encuentra tantas
resistencias debido a la persistencia de los pre-juicios androcéntricas que
vician un pensamiento ilustrado de baja calidad humana, además de
anquilosado y obsoleto.

Porque permite formular un humanismo plural mediante la cooperación entre


mujeres y hombres de diferentes edades y condiciones sociales que formamos
la actual “aldea global”.

Y por último aunque no menos importante, porque la participación en la


construcción de un nuevo conocimiento plural, interactivo y cooperativo, y en
nuevas formas de información de actualidad, constituye una base
imprescindible para una participación política que renueve la democracia desde
las instancias locales, próximas, y a nivel supralocal.

Amparo Moreno Sardà


Tortosa, 1 de octubre de 2007

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Notas:

(1) (1977), MORENO SARDÀ, A., Mujeres en lucha. El movimiento feminista en


España. Barcelona, Anagrama, p. 15.

(2) Ver MORENO SARDÀ, A. (1988), La otra “Política” de Aristóteles. Cultura


de masas y divulgación del Arquetipo Viril, Icaria, Barcelona.

(3) Ver MORENO SARDÀ, A. (1986), El Arquetipo Viril protagonista de la


Historia. Ejercicios de lectura no-androcéntrica. LaSal, edicions de les dones,
Barcelona.

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1.
PRIMERAS SOSPECHAS

11
1.1. La problemática de la mujer en una enseñanza democrática

Hasta ahora, las alternativas “democráticas” que se han elaborado en el campo


de la enseñanza — como en todos los otros campos — han olvidado
sistemáticamente la problemática específica de la mujer. Cuando la voz de las
feministas ha empezado a imponerse denunciando esta grave deficiencia —
fundamentalmente a partir de las I Jornadas Catalanas de la Mujer —
de vez en cuando se han recogido algunas de las reivindicaciones más
elementales, aunque de una forma superficial. Por eso es necesario denunciar
todas estas alternativas llamadas “democráticas” como injustas,
antidemocráticas y, en gran parte, reaccionarias. Y eso por dos razones
fundamentales: en el mejor de los casos, sólo hacen referencia a lo que se
llama “la problemática general” es decir, en principio, la problemática de menos
de la mitad de la población, ya que se olvida la realidad de las mujeres (el 52 %
de los habitantes del Estado español); pero además - y esto es todavía más
inquietante —, se han elaborado a partir de los esquemas y valores patriarcales
imperantes y por tanto se mantienen al servicio de la perpetuación de unas
estructuras y de una ideología que permiten y fomentan la explotación y la
dominación de unas personas sobre otras.
¿Cómo solucionar esta deficiencia, este olvido? Es suficiente agregar a estas
alternativas, a estos proyectos, las reivindicaciones que han señalado las
feministas, de la forma simplista y mecánica como se ha hecho últimamente,
cuando se ha hecho —coeducación, eliminación de las “enseñanzas del
hogar”...? — Creo que no. Es más: creo que tratar de resolverlo así pone de
manifiesto que no se ha entendido nada de la problemática de la mujer y del
papel que la opresión de la mujer juega en el seno de una sociedad opresora.
Si se quiere llegar a un auténtico planteamiento democrático de la enseñanza,
es decir, que tenga en cuenta la problemática de la mujer, es necesario partir
de un análisis de la realidad de la mujer: del papel que la sociedad le impone
como reproductora barata — a nivel prácticamente de esclavitud — de la
especie y de la fuerza de trabajo, como a madre-y-esposa que ha de orientar
su vida a dar hijos legítimos al hombre, es decir, como ser referido y supeditado
al hombre y dependiente de él.
Y esto nos conduce inmediatamente a descubrir el papel asignado al hombre,
ser productivo, ser por excelencia, que, aunque mayoritariamente sea
explotado y dominado por una minoría, puede, en su hogar, jugar el papel de
dominador i explotador. Es necesario, pues, comprender la división social del
trabajo en razón del sexo, que se fundamenta en el seno de la familia, y el


Verano 1977, La problemàtica de la dona en un ensenyament democràtic, Nous Horitzonts,
Suplemento nº 1, Extra Ensenyament, Mexico DF, p. 27-33

12
papel de la familia como pieza clave de este sistema autoritario y clasista,
patriarcal y capitalista.
A partir de aquí se tiene que analizar la función que la escuela — como uno de
los aparatos ideológicos fundamentales del sistema — juega en la reproducción
de los roles masculino y femenino, de los roles, en definitiva, de dominadores y
dominados. El sistema educativo no solo discrimina a la mujer ofreciéndole
menos posibilidades que al hombre, y posibilidades que la sitúa en inferioridad
de condiciones para participar activamente en la sociedad; esta discriminación,
esta subordinación de la mujer va orientada precisamente a modelarla como
ser referido, supeditado y dependiente del hombre, a domesticarla; y, además,
a hacer que si la mujer un día quiere sublevarse contra el papel que le ha sido
impuesto, la educación recibida (inferior nivel de instrucción, imagen
subvalorada de si misma, visión cerrada y atemorizada del mundo...) dificulte
su lucha para su liberación.
Así, un planteamiento auténticamente democrático de la enseñanza tiene que
tener en cuenta que las condiciones materiales y la ideología imperante (que se
transmite también a través de la familia, los medios de comunicación, la moral,
las costumbres...) tratan de conformar a la mujer de forma pertinaz, desde su
nacimiento, en este papel de ser referido y sometido a otro. Por tanto, habrá
que prever mecanismos correctivos del rol femenino impuesto y fomentar en
las mujeres posibilidades para que puedan descubrirse como personas
autónomas; todo esto sin olvidar, como es lógico, la gran contradicción que
conlleva con todo el sistema socioeconómico, político e ideológico vigente.

Por una enseñanza no “igualitaria” entre el niño y la niña


La falta de un análisis serio de la problemática de la mujer, y sin embargo la
necesidad de hablar de ello ante las exigencias de un movimiento feminista
cada vez más amplio y fortalecido, lleva a menudo a adoptar soluciones
erróneas. Con demasiada frecuencia se cree que las discriminaciones que
sufren las mujeres en la enseñanza se podrían resolver con una educación
«igualitaria» entre el niño y la niña, y por educación «igualitaria se entiende que
la niña reciba el mismo tipo de educación que hoy recibe el niño y que la ley
diga que puede acceder a los mismos niveles de instrucción que el hombre.
Creo que este planteamiento, además de simplista y a menudo meramente
oportunista, olvida totalmente la realidad de la mujer – y del hombre - y está
muy lejos de ser progresista.
Si el rol masculino, en una sociedad patriarcal y capitalista como la nuestra, es
el rol del dominador, del más fuerte, del más potente, del ser competitivo por
excelencia, querer educar la mujer de acuerdo con estos valores, tratar de
«igualarla al hombre», no nos sitúa, ni mucho menos, en el camino de una
sociedad liberadora ni para la mujer ni para el hombre. Una educación
pretendidamente «igualitaria sólo puede servir para esconder los problemas de
fondo y por tanto, al no solucionar nada, podría incluso reforzar la idea de que
la división social del trabajo por razón de sexo, el antagonismo existente entre
los papeles asignados a las mujeres y a los hombres, son el fruto de
peculiaridades naturales de cada sexo.

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Un planteamiento progresista, que pretenda sentar las bases de una educación
liberadora, no solo tiene que cuestionar – y tratar de corregir - el rol de ser
inferior y sometido que la sociedad impone a la mujer, sino también el rol de
dominador que atribuye al hombre. Tiene que revisar los valores ”femeninos” y
“masculinos” que se transmiten a unos y otros, empezando por la función que
cumple esta misma compartimentación entre lo “femenino” y lo “masculino”,
esta escisión y deformación de valores positivos y negativos.

Algunas medidas urgentes


Sólo partiendo de esta perspectiva global — que hemos resumido mucho aquí
y sobre la cual se debería profundizar mucho más — podemos plantearnos
correctamente algunas de les medidas más urgentes que conviene introducir
en la enseñanza para que vaya perdiendo su carácter sexista, autoritario y
clasista.
1. Es necesario implantar la enseñanza gratuita y obligatoria (sobre todo
obligatorio por parte del Estado) a partir de los cero años. Las actuales
guarderías, jardines de infancia y centros preescolares tienen que perder su
carácter de lugar de recogida de criaturas «porqué la madre tiene que
trabajar»; se tienen que concebir como lugares de socialización de las
relaciones entre los niños, donde se fomente no tanto el aprendizaje de
cuestiones elementales para tener acceso a un primer nivel de instrucción, sino
el desarrollo de las posibilidades personales del individuo (sensibilidad, placer,
comunicación con los otros seres a todos los niveles y sin competitividades,
etc.). Es imprescindible también que estos centros estén orientados por
profesionales hombres y mujeres: la situación actual, en que la mayoría son
mujeres (y a menudo sin ninguna preparación), además de discriminatoria
contra la mujer en el terreno laboral, fomenta en los niños la imagen de que son
las mujeres las encargadas de atender a los niños, mientras que los hombres
ocupan lugares de más responsabilidad social (directores de los centros,
médicos, psicólogos, etc.). Las guarderías tienen que poner las bases no solo
de la colectivización de una parte del trabajo doméstico (cuidado de los niños
asignada a las mujeres) sino, además, de unas nuevas relaciones
interpersonales que no se fundamenten en los sentimientos de propiedad
privada ni sobre las cosas ni tampoco sobre las personas; de una afectividad
más colectiva, abierta y liberadora.
Por otra parte, es necesario luchar para que el profesorado sea mixto en todos
los niveles de la enseñanza y esto pasa no solo por una revalorización social y
económica del trabajo de los profesionales de la enseñanza, sino también por
comprender que es un elemento clave para una enseñanza no sexista.
2. La cuestión de las enseñanzas del hogar que la «Ley General de
Educación» señala como obligatorias para las niñas, se tiene que revisar a
fondo. Creo que no es suficiente que estas asignaturas dejen de ser
obligatorias para las niñas, ni tampoco que se tengan que eliminar totalmente
de la escuela. Si hace falta preparar a los niños y las niñas en la escuela para
que sepan vivir autónomamente, y si creemos que hay una serie de
necesidades elementales que no tienen que cargarse encima de las mujeres
(hacer la comida, atender la casa...), como sea que si las niñas no aprendan
las labores del hogar en la escuela las aprenderán en la familia, un

14
planteamiento de la enseñanza que quiera abolir la opresión de la mujer tiene
que corregir estos condicionantes sociales. Así, pues, las enseñanzas del
hogar — reducidas a lo razonable, por supuesto — las tienen que aprender,
como materia obligatoria, niños y niñas; de lo contrario, siempre los padres
podrían pensar que la escuela “feminiza” a sus hijos y podrían actuar en contra
de la escuela. Es necesario también incidir en la mentalidad de los padres
señalando que la mujer no tiene por qué ser la esclava del hombre, y que el
hombre tiene que saber solucionarse sus problemas más elementales de la
vida cotidiana.
3. Otro aspecto discriminatorio de la actual enseñanza es el de las llamadas
«profesiones femeninas». La mujer, además de la selectividad que pueda
padecer por razón de su clase social, sufre también una selección por razón de
su sexo. Tiene la mitad de posibilidades que el hombre de acceder a la
Universidad. Y la mayoría están orientadas hacia profesiones llamadas
femeninas (las peor remuneradas, de menos responsabilidad social, de
subordinación, etc.). Es evidente que esto depende, en primer lugar, de un
sistema educativo orientado fundamentalmente a reproducir la fuerza de
trabajo de acuerdo con las necesidades productivas del sistema. Y que luchar
contra las “profesiones femeninas” en un sistema capitalista es totalmente
contradictorio con los intereses de este sistema y con las posibilidades
laborales que después ofrecerá a las mujeres. Del mismo modo, si la exigencia
de una enseñanza unitaria y polivalente en todos los niveles es elemental
desde una perspectiva de clase, lo es todavía más si se tiene en cuenta la
opresión de la mujer. La separación entre Formación Profesional y BUP,
además de clasista, es profundamente discriminatoria contra la mujer que,
poco a poco, se va parcelando y orientando a los lugares de trabajo que la
sociedad le permite ocupar, según sus necesidades de una mano de obra
barata y fácilmente controlable, marginal. La lucha contra las profesiones
«femeninas» pasa, pues, inevitablemente, por la lucha por una enseñanza
unitaria y polivalente y que no esté sólo al servicio de crear seres productivos
según las necesidades económicas del sistema.
4. Hemos hablado antes de la necesidad de que el profesorado sea mixto a
todos los niveles de la enseñanza. Últimamente ya se acepta la necesidad de
imponer la coeducación a todos los niveles. Pero creo que hace mucha falta
clarificar el concepto de coeducación, que no puede reducirse ni a una
enseñanza mixta ni a una enseñanza igualitaria. Ya he habado al principio de
los graves errores de estas concepciones. La coeducación no solo tiene que
cuestionar los valores «femeninos» y «masculinos» y la escisión entre lo
«femenino» y lo «masculino», sino que tiene que concretarse en medidas
correctivas que cuestionen sus valores impuestos por la sociedad como
«positivos» (productivos) y «negativos» (no productivos o no valorados en
términos de productividad); y tiene que fomentar en niños y niñas todos los
valores de la persona, sin escisiones: tan nefasto es, por ejemplo, fomentar en
las niñas una sensiblería que las hace dependientes del hombre, como en los
niños la represión de la sensibilidad y el derecho a ser débil.
La coeducación entendida así conlleva también la revisión de los textos
escolares, no solo de las imágenes que ofrecen sobre la mujer y el hombre,
sino también otros aspectos, como los ejemplos gramaticales que se utilizan
para que los niños aprendan el lenguaje, la orientación de los libros de historia

15
que sólo presentan como positivo lo que han hecho los hombres y cuando
aparece la imagen de una mujer, o es como un hombre, o es su mujer
abnegada (madre, esposa, hija...). Hace falta replantear, también, los juegos,
la gimnasia, los deportes, que fomentan un desarrollo físico diferente para los
niños y para las niñas. Etcétera.
5. Últimamente preocupa mucho, parece, la cuestión de la educación sexual,
pero en general creo que se ha enfocado erróneamente. Es evidente que se ha
dado un paso, por ejemplo, explicando la reproducción entre los mamíferos y
hasta entre las personas, en lugar de limitarla a los guisantes y las rosas (como
aprendí yo hace 15 años las leyes de Mendel). Pero, por otra parte, una
educación sexual planteada como enseñanza o asignatura especial mantiene
la idea de que la sexualidad es una cosa rara. Y, además, una educación
sexual que se mantenga al nivel de la reproducción no es, ni de mucho,
liberadora. La mayoría de los libros que hacen referencia a este tema, se
quedan en cómo se reproduce la especie, de dónde vienen los niños. Y la
sexualidad se tiene que presentar como un derecho a disfrutar del propio
cuerpo, con uno mismo y con los otros, dejando en libertad los sentimientos y
la afectividad, las posibilidades de comunicación entre las personas. Por tanto,
una educación sexual liberadora ha de abarcar desde el derecho al placer y la
comunicación interpersonal, y, en consecuencia, no sólo no puede centrarse en
la procreación, sino que tendrá que aclarar que la heterosexualidad se funda
como única forma aceptada socialmente por el hecho de poner la sexualidad al
servicio de la reproducción, y que la represión de la homosexualidad está
también en función de esta concepción. Tendrá, también, que enseñar a las
chicas no solo a controlar su cuerpo para diferenciar cuando quieren hacer el
amor y cuando quieren tener un hijo, sino a conocer y apreciar su propio
cuerpo como fuente de placer y de realización personal. Sin duda, tendrá que
profundizar más en la sexualidad masculina y deshacer el mito del hombre
“activo” y “potente” y la mujer “pasiva” y sólo sensible si el hombre sabe como
hacerlo.
6. Finalmente, hay un par de cuestiones fundamentales en una enseñanza
discriminatoria contra la mujer, como es la actual, y que se tiene que resolver
urgentemente: el analfabetismo y el “reciclaje”. El nivel de analfabetismo entre
las mujeres, por ejemplo en Barcelona, es el triple que entre los hombres.
Además, aunque muchas mujeres no son consideradas como analfabetas, en
la medida en que se cierran en el hogar, a hacer de esposas y madres, se van
convirtiendo en tales o van disminuyendo las posibilidades a las que tuvieron
acceso de jóvenes. Cuando las mujeres ya han criado los hijos y quieren volver
a tener una vida activa — o piensan hacerlo para romper con un matrimonio
que les angustia — se encuentran con su retroceso personal, además de la
falta de experiencia para enfrentarse al mundo y la falta de posibilidades
laborales que la sociedad les ofrece. Es necesario abordar esta problemática
que afecta muchas mujeres, para que tengan un mínimo de posibilidades de
encontrar medios para su liberación.
He nombrado algunos aspectos fundamentales, elementales. Es evidente que
hay muchos otros. Pero el espacio no permite alargarse más. Y además, hoy
por hoy es necesario profundizar mucho más, con estudios rigurosos y
discusiones colectivas, en todos estos problemas esbozados.

16
1.2. Por una historia total no androcéntrica

“Si el “problema de las mujeres” es tan ocioso es porque la


arrogancia masculina lo ha convertido en una “querella” y cuando
la gente se querella no razona bien“.
(Simone de Beauvoir.- El segundo sexo)

Cualquier estudiante que llegue a la Universidad ha tenido la posibilidad de


identificar la Revolución Francesa con los ideales de “libertad, igualdad y
fraternidad” y con un factor muy decisivo para la Historia de la Humanidad, la
“Declaración de los Derechos del Hombre”; pero se puede obtener el título de
licenciado en Historia desconociendo que todas estas formulaciones sólo
hacen referencia a los hombres (1) y que las mujeres quedan excluidas de
estos avances políticos: estos principios y estos derechos, por los cuales
lucharon mujeres y hombres, beneficiaron sólo los hombres, aunque los libros
de Historia los hayan presentado siempre como conquistas universales,
jugando con la confusión ideológica entre el término “hombre”, referido al
género humano, y el mismo término como sustantivo que designa
específicamente los machos de la especie humana. Se ha silenciado así lo que
afecta a las mujeres en este acontecimiento histórico, su reacción frente a la
injusticia cometida y la actuación de los hombres de su época en todo este
asunto.
Lo mismo sucede con otros fenómenos históricos importantes. Así, mientras es
fácil conocer los procesos políticos que ha seguido cada país, para conseguir lo
que se llama impropiamente el “sufragio universal”, y el clasismo que
condicionó este proceso, resulta bastante difícil descubrir, en primer lugar, que
esta “universalidad” es falsa, porque sólo hacía referencia a los hombres, y,
después, conocer las dificultades que se tuvieron que superar para llegar al
reconocimiento del auténtico sufragio universal, del derecho de voto para
todos, sin discriminación, no solo de clase social, sino también de sexo.
Estos dos ejemplos – entre otros que podría poner - desvelan que el discurso
histórico ha silenciado sistemáticamente la participación que han tenido las
mujeres y los aspectos que hacen referencia específica a ellas; silencio-
ignorancia que permite a muchos historiadores replicar que si la Historia habla
fundamentalmente de los hombres, es porqué han sido ellos los principales
sujetos activos, mientras que las mujeres más bien hemos aceptado
históricamente el rol de sujetos pasivos (ellos han hecho la Historia, nosotras la


(Febrero 1981), Per una història total no-androcèntrica, L’Avenç, Revista d’Història nº 35, p. 6-
7

17
hemos padecida con resignación). Esta ignorancia interesada deviene silencio
que justifica la perpetuación de los intereses machistas y del conocimiento
androcéntrico de la realidad histórico-social y, en consecuencia, de nuestra
realidad. Evidentemente, hace falta superar esta ignorancia.
El problema de la Historia que se ha escrito hasta ahora, en lo que respecta al
tema de que hablamos, no se limita sólo al olvido sistemático, a la eliminación
de aquellas páginas que podrían y tendrían que recoger la participación de las
mujeres en los acontecimientos que hoy se atribuyen sólo a los hombres. La
visión androcéntrica ha permitido que hasta ahora el análisis de la realidad
histórica se haya realizado a partir del punto de vista restringido e interesado
de los hombres, perspectiva que condiciona que se hayan considerado
significativos históricamente unos determinados acontecimientos o fenómenos:
aquellos en los que – por razones históricas que haría falta esclarecer - los
hombres han participado mayoritariamente como protagonistas principales o
exclusivos, fundamentalmente todo aquello relacionado con el “ámbito público”.
En consecuencia, se ha menospreciado e ignorado todo aquello que las
mujeres hemos realizado exclusiva o mayoritariamente a lo largo del tiempo:
reproducción de los seres humanos, producción de los bienes de consumo
familiar y, en general, todo aquello que se considera específico del “ámbito
privado”, como queriendo situar nuestra participación en la historia en el terreno
puramente biológico, al margen de la cultura. Así pues, tampoco se ha
prestado atención a las relaciones entre mujeres y hombres, a la división social
entre sexos y su articulación con otras divisiones sociales (clases,
nacionalidades, etc.). Creo que por esto quedan por resolver problemas tan
importantes hoy como la dialéctica histórica entre Naturaleza y Cultura, las
relaciones entre aquello que se considera “privado” y aquello que se considera
“público” (por ejemplo, el análisis histórico de la “vida cotidiana”), las raíces
profundas de la jerarquización social, del poder desde cada uno de nosotros
hasta la cima más alta, la familia como pieza clave del Estado (recordemos
aquello de “familia, municipio y sindicato”) y otros.
Una crítica que quiera superar esta división histórica parcial androcéntrica tiene
que ir más allá de proponer una historia sectorial de las mujeres que se añada
a la actual historia sectorial de los hombres; se impone, pues, una revisión
profunda hacia una auténtica historia total que tenga en cuenta cómo se ha
organizado históricamente la relación entre los seres humanos – mujeres y
hombres - y qué consecuencias ha tenido este ordenamiento en la
reglamentación del resto de las relaciones sociales.
Esto supone revisar los fundamentos teóricos a partir de los cuales se han
elaborado los proyectos actuales de una deseada “Historia total”. Si en el
análisis de una formación social partimos de la base que “en la producción
social de su vida los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción ...” (2), y de que el
concepto de modo de producción es el instrumento teórico que nos permite
abordar la totalidad social, y olvidamos olímpicamente, en cambio, que para la
producción social de la vida existe un nivel básico de relaciones entre los seres
humanos, las relaciones entre los sexos (las cuales han sido reguladas
históricamente para establecer las reglamentaciones fundamentales de las
relaciones sociales: pensamos en las campañas de la Iglesia actualmente), no
caeremos solo en una visión parcial androcéntrica de la historia, sino que el

18
economicismo tantas veces denunciado será inevitable. Si, como consecuencia
de estas bases teóricas, se considera que “los dos grandes tipos de división de
la Humanidad” son “las clases sociales” y “los pueblos, estados, naciones,
etnias, etc.”(3) y se pasa por alto la división sexual y sus plasmaciones
institucionales e ideológicas, no sólo resulta imposible una Historia
auténticamente total que abarque la realidad de mujeres y hombres, sino que ni
tan solo es posible comprender profundamente la realidad histórica de los
hombres, porqué esta sólo puede explicarse plenamente a partir del
conocimiento de cómo éstos se han relacionado con las mujeres y cómo, por
ejemplo, se han reproducido a lo largo del tiempo como seres humanos (4).
Hay, pues, razones, científicas que exigen esta crítica. Pero más allá de estas
razones, o mejor, para fundamentarlas, las mujeres tenemos la necesidad
imperiosa de una Historia que nos permita encontrar nuestras señas de
identidad. Faltas del conocimiento de nuestro legado histórico, ¿cómo
podremos clarificar qué nos interesa conservar y cómo, y qué queremos
cambiar de lo que nos quieren hacer creer que somos y podemos ser?
Así, la clarificación del actual debate del movimiento feminista alrededor de lo
que se llama “feminismo de la diferencia” depende en buena medida de este
conocimiento histórico.
Sólo podremos hablar de Historia total o global cuando elaboramos una
Historia no androcéntrica que nos sirva a mujeres y hombres para recuperarnos
poco a poco como seres humanos, liberados de los profundos condicionantes
que nuestra realidad nos impone, como personas plenas de capacidad
humana; una Historia-herramienta indispensable para la transformación radical
de nosotros mismos y, por tanto, de nuestra sociedad.

Notas

(1) Cuando utilizo la palabra “hombre” me refiero exclusivamente a los seres


humanos del género masculino. Para referirme a mujeres y hombres en
general hablaré de ”seres humanos”.
(2) MARX, K.- Prólogo de la Contribución de la crítica de la Economía Política.
(3) VILAR, P.- Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Hay que señalar
que cualquier historiador marxista parte de las mismas bases. Y que los
marxistas están de acuerdo con esta perspectiva androcéntrica.
(4) Podríamos decir que “el problema de la mujer”, en la reflexión histórica
actual, es más bien, o también, el problema del hombre frente su propia
historia: parece que éste no quiere afrontar a fondo su historia.

19
1.3. Sheila Rowbotham: historiografía feminista y historia

El movimiento obrero ¿ha traicionado históricamente la causa de la liberación


de las mujeres? Las organizaciones del proletariado, con su práctica y con sus
formulaciones teóricas, ¿han colaborado en la perpetuación del orden patriarcal
y, por tanto, de los fundamentos sociales primordiales de todo sistema de
explotación y dominación entre los seres humanos? Hasta ahora, no había
osado formular estas preguntes así; como si sólo fueran legítimas al revés,
buscando siempre los peligros y las debilidades “políticas” del feminismo. Pero
al leer las aportaciones de Sheila Rowbotham y de otras historiadoras
feministas, los interrogantes se alteran; y una descubre la necesidad urgente
de formular nuevas preguntas al pasado no esclerotizadas por el anquilosado
análisis androcéntrico academicista y político. Y no es que la Rowbotham, por
ejemplo, plantee estas dudas y estas reflexiones así. Es que, a medida que nos
damos cuenta, con ella, de que las mujeres, a lo largo del tiempo (de la
Historia, en mayúscula) no hemos sido los seres pasivos y resignados que el
discurso histórico (la historia) nos ha hecho creer, a medida que vamos
recuperando nuestras señas de identidad histórica y una nueva imagen de lo
que ha sido la actuación de los hombres en la Historia, encontramos nuevo
sentido a nuestras actuales inquietudes, razones fundamentadas en nuestras
dudas escondidas, nueva fuerza para plantear cuestiones que no habíamos
visto claras pero no nos habíamos atrevido a traducir en palabras.
No hace falta que me esfuerce en explicar en estas páginas la importancia
política del secuestro de la memoria histórica para mantener subyugado a
cualquier grupo social; la necesidad vital, por tanto, de incluir la recuperación
de la propia Historia en la lucha política. Las mujeres somos cada día más
conscientes de esto, y el trabajo de un grupo de historiadoras feministas es
fundamental para que el movimiento de liberación de la mujer tome plena
conciencia de su capacidad de intervención y de sus enfoques.
Entre estas historiadoras, hay que destacar el trabajo de Sheila Rowbotham,
militante socialista y del movimiento feminista inglés. En los años 1972- 1973,
la Rowbotham publicó sus obras principales: Feminismo y Revolución (1),
Mundo de hombre, conciencia de mujer (2) y La mujer ignorada por la historia
(3). Las dos primeras fueron traducidas al castellano en 1978 y 1977, y la
tercera ha aparecido ahora hace poco en castellano, en una edición hispano-
colombiana, todas en la colección Tribuna Feminista de la editorial Debate. A lo
largo de estas obras, Sheila Rowbotham ha pasado de un análisis histórico
general de las relaciones entre los “movimientos revolucionarios”, a las luchas


(Abril 1981), Sheila Rowbotham: historiografia feminista i història, L’Avenç, Revista d’Història
nº 37, p. 69-71

20
de las mujeres - para utilizar la terminología convencional, pese a su partidismo
-, y a la investigación más pormenorizada de este fenómeno histórico en la
Inglaterra capitalista (que es lo que hace en su último libro traducido, La mujer
ignorada por la historia). A partir del descubrimiento de la importancia
fundamental de las relaciones conflictivas entre “feminismo” y “revolución” a lo
largo del tiempo, y especialmente en los siglos XIX y XX, la autora se dedicó a
profundizar en personajes históricos olvidados hasta ahora y que ponen de
manifiesto la importancia de este conflicto: personajes femeninos, como Stella
Brown (4), y también masculinos, como Edward Carpenter y Havelock Ellis (5).
Estos trabajos de Sheila Rowbotham, siempre nacidos como panfletos-
instrumentos de intervención política, nos dan una visión muy diferente de la
que teníamos de los siglos XVI al XX, especialmente de los dos últimos; una
visión en la cual las mujeres ya no nos sentimos las eternas inexistentes, y en
la que descubrimos nuevos problemas en el seno del movimiento obrero y de la
historia.
Descubrimos, por ejemplo, que la implantación del sistema capitalista se hizo
arrebatando los hombres a las mujeres muchos puestos de trabajo que éstas
habían ocupado tradicionalmente, y de los que fueron excluidas incluso
totalmente. Vale la pena recoger una larga cita de la autora. Comienza
explicando que a lo largo de los siglos XVI y XVII “la competencia entre los
hombres se intensificó. Gradualmente las mujeres fueron expulsadas de los
trabajos más rentables. El trabajo femenino quedó asociado con sueldos bajos.
Esto no fue un proceso único y definitivo, sino que continuó a lo largo del siglo
XVIII y se extendió a principios del XIX” (...) “En la década de 1630, por
ejemplo, los jóvenes impresores protestaron contra la presencia de las mujeres
en los trabajos de imprenta no especializados, y virtualmente lograron
excluirlas para mediados del siglo XVII. Dejó de ser frecuente que la mujer y las
hijas del maestro impresor ayudaran a éste en su trabajo. Pero había grandes
variaciones entre las diferentes localidades y los diferentes trabajos. En la
segunda mitad del siglo XVII, por ejemplo, aún quedaban unas pocas mujeres
carpinteros. En el comercio de la lana, las mujeres mantuvieron una posición
fuerte, aunque para el siglo XVII ya no estaban empleadas en todas las
secciones, dedicándose sólo a la cardada e hilado que realizaban en su casa,
mientras que los hombres se ocupaban de la selección y la tintura. A medida
que se aplicaban nuevas regulaciones en contra de la mujer, la apelación a las
tradiciones fue perdiendo fuerza. En el año 1639, Mary Arnold fue encarcelada
por haber seguido fabricando cerveza a pesar de una orden de los fabricantes
cerveceros de Westminster. Las mujeres fueron excluidas del trabajo de
fabricación de cerveza hacia finales de ese siglo”.
“Estos cambios en las industrias vinieron acompañados por la transformación
de los oficios artesanales y las tradiciones populares en cuanto a trabajo y
ciencia profesionales. A finales del siglo XVII había aún mujeres cirujanos, pero
a las curanderas se les asociaba cada vez más con la brujería y la práctica de
las artes mágicas. A medida que la medicina se convertía en una ciencia, los
requisitos para el ingreso en el aprendizaje de la misma excluyeron a las
mujeres, quedando la profesión reservada para los hijos de las familias que
pudieran permitirse tal instrucción. Las mujeres fueron relegadas a último lugar.
La partería, rama de la medicina que desempeñaban únicamente las mujeres,
fue acaparada por el médico hombre cuando las que daban a luz eran mujeres

21
ricas. La partera sólo se ocupaba de las pobres. Cuando las parteras
protestaron, adujeron su experiencia frente a la abstracta teoría de los
hombres. Pero en el nuevo mundo, la ciencia suponía un control de las ideas
que proporcionaba poder. La experiencia, por sí sola, no era suficientemente
valorada”. (6)
Como vemos, el mito de que las mujeres se incorporan hoy al mundo del
trabajo “productivo”, aparece una vez más sin ninguna consistencia. Y frente a
este conflicto entre el trabajo masculino y femenino desde los inicios del
capitalismo, nos preguntamos si esta “intensificación de la competencia entre
los hombres”, que llevó a la marginación de las mujeres en los trabajos menos
remunerados, tiene que ver con la transformación de la organización militar que
hasta entonces parece que había ocupado prioritariamente la vida de los
hombres. Las investigaciones sobre la implantación del modo de producción
capitalista y de la “protoindustrialización” tendrían que tenerlo en cuenta.
Continuando las investigaciones de Sheila Rowbotham descubrimos, también,
que tal como vio Engels - lleno de sorpresa - en sus primeros y decisivos viajes
a Inglaterra en 1842 y 1844, la revolución industrial hizo tambalear
profundamente el orden patriarcal hasta entonces incuestionado, reduciendo a
cualquier ser humano a fuerza de trabajo sometida a las leyes del mercado.
Con palabras de Engels: “La maquinaria desplaza cada vez más el trabajo del
obrero adulto de sexo masculino (...) En muchos casos, el trabajo de la mujer
no sólo disuelve por completo la familia sino que la pone boca abajo. La mujer
alimenta a la familia, mientras que el marido se queda en la casa, cuida a los
niños, barre las habitaciones y cocina. Este caso se da con muchísima
frecuencia; en Manchester solamente, sería posible reunir varios centenares de
hombres condenados a las tareas domésticas. Es de imaginarse la justa
indignación que suscita entre los obreros esta efectiva castración (...) Esta
situación priva al hombre de su virilidad y a la mujer de su feminidad (...)”(7)
Frente esta situación el movimiento obrero, en vez de luchar contra la
discriminación salarial que padecían las mujeres, poco a poco “conquistó” para
los hombres del proletariado el derecho a que su salario les permitiera
mantener mujer e hijos (su “proletaria” particular, como dijo Flora Tristán, en los
años en que Marx y Engels fueron a trabajar en París; su parcela de propiedad
privada); el movimiento obrero, haciendo suya esta idea nacida a mediados del
siglo XVII (8) consolidó así, en su seno, el nuevo concepto burgués de
paternidad que había reformulado también un nuevo concepto de maternidad,
que Rousseau había defendido para las mujeres de los burgueses a finales del
siglo XVIII, y que hoy se presenta como a “natural”, disimulando su historicidad.
La familia permanecía pieza clave del “nuevo” orden social. Y Freud se
encargaría de que las mujeres del siglo XX vivieran la maternidad con
angustioso sentido de culpabilidad (9).
Estos ejemplos ponen de manifiesto que una historia que haga referencia al
hombre “genérico” es una historia clara androcéntrica, que ni tan sólo permite
una comprensión plena de la realidad histórica de los seres humanos de sexo
masculino y menos todavía de la Humanidad global.
Pero además, la condescendencia con que, hasta no hace demasiado,
aceptábamos que Marx no tuviera en cuenta de una manera específica la
problemática de la mujer, porque “las condiciones objetivas de su tiempo” no

22
daban para más (y, en todo caso Engels ya cubrió el expediente... cuarenta
años después de aquellos primeros viajes a Inglaterra y después de la muerte
de Marx (10), se vuelve exigencia ineludible de revisar a fondo el pensamiento
del siglo XIX que nos ha llegado, sus modelos de análisis y sus consecuencias
políticas. Empiezan a entreverse las razones para las cuales el discurso
histórico de la izquierda ha ignorado sistemáticamente a la mujer, y un aspecto
fundamental de les luchas revolucionarias de los últimos tiempos: el conflicto
entre las reivindicaciones “de clase” y los planteamientos para la liberación de
la mujer, hay que aclarar, para la destrucción de las relaciones de dominación
del hombre sobre la mujer, relación alienante para los seres humanos de uno y
otro sexo.
Verdaderamente, el discurso histórico ha sido elaborado hasta ahora partiendo
del presupuesto dogmático de que la contradicción social principal es la
contradicción de clase, mientras que la opresión de sexo (¿se puede hablar de
explotación?, nos han hecho dudar...) es sólo una contradicción secundaria,
presupuesto que los trabajos de Sheila Rowbotham nos descubren
sospechosos de intereses machistas; la consecuencia política de este discurso
androcéntrico llevaba directamente a la conclusión que el feminismo sólo
puede ser revolucionario si participa, en primer lugar, en la lucha
“revolucionaria general” y si tiene en cuenta, en todo momento, el orden de
prioridades a atender. El reaccionarismo del movimiento obrero no tenía nada
que ver con su posición frente “el problema de la mujer”... Pero todo feminismo
que no tuviera asumidas estas premisas se tornaba sospechoso de burgués-y-
por-tanto-reaccionario, argumento no por simplista menos eficaz para
capitalizar las energías de las mujeres y descalificar y no atender todo aquello
que planteaba el feminismo calificado como “radical”.
Aunque Sheila Rowbotham se mantiene fundamentalmente fiel a la línea del
feminismo socialista tal como se entiende hoy, a lo largo de sus reflexiones de
estos últimos diez años vamos descubriendo en ella una postura cada vez más
crítica respecto a la izquierda. Así, su última obra, que debería ser traducida
pronto (11) supone ya una más plena confianza en las aportaciones que el
feminismo puede hacer, está haciendo, para la transformación radical de la
sociedad, un decidido cuestionamiento del orden de prioridades establecido por
la izquierda, sus formas organizativas y sus propuestas. No es extraño que
Beyond the fragments (en el que participan otras feministas de reconocida
militancia en diferentes tendencias de la izquierda inglesa) haya provocado una
fuerte polémica.
Es evidente que la recuperación de nuestra Historia nos permite a las mujeres
comprender con más profundidad nuestro presente, reorientar nuestro
compromiso político (quiero decir, político con sentido pleno: político feminista).
Y esta nueva experiencia reclama revisar los interrogantes que hacemos al
pasado, y las bases teóricas a partir de las cuales sólo son posibles las
preguntas androcéntricas, hoy – quizás afortunadamente - esclerotizadas.
El problema grave que el actual conocimiento histórico tiene para las mujeres y
también para los hombres - para cualquier ser humano -, como decía hace
poco en un artículo en que propugnaba una historia plenamente total (12), es
que el discurso histórico dominante, tanto el de la derecha como el de la
izquierda, se mantiene en una reducida y cerrada visión androcéntrica,
ignorando sin ningún pudor las aportaciones de la historiografía feminista de

23
estos últimos años. Las mujeres necesitamos quizás con más urgencia
recuperar nuestro pasado, nuestra identidad de seres históricos, y la revisión
de la historia que se ha escrito hasta ahora exige esfuerzos enormes en
trabajos parciales; (13) pero no podemos aceptar la trampa de la
sectorialización y la marginalización en que el discurso histórico dominante
quiere hacer caer estos trabajos. El discurso histórico de izquierdas, por su
parte, sólo demostrará una auténtica voluntad revolucionaria si admite revisar
presupuestos fundamentales no por más consolidados menos dudosos, y si
trata de hacer una historia auténticamente total. No hacerlo significa ignorancia
histórica consciente para no cuestionar los privilegios (14) que una sociedad
machista da a aquellos que la conserven contribuyendo, de hecho, a la
reproducción de unas estructuras patriarcales y de una ideología androcéntrica.
Es cerrar los ojos al hecho de que bajo el “problema de la mujer” se esconde
un auténtico problema de los hombres.

Notas

(1) Feminismo y Revolución. Debate. Tribuna Feminista Madrid, 1978. Título


original. «Women, Resistence and Revolution». (1972)
(2) Mundo de hombre, conciencia de mujer. Debate. Tribuna Feminista. Madrid,
1977. Título original; Women’s Consciusness, Man’s World, (1973)
(3) La mujer ignorada por la historia. Debate. Pluma. Tribuna Feminista.
Bogota, 1980. Título original; «Hidden from History: 300 Years of Women’s
Oppression and the Figh Against it” (1973)
(4) Stella Brown. Socialist Feminist. (1978). Esta obra no ha sido traducida.
(5) Rowbotham, Sheila y Weeks, Jeffrey; Dos pioneros de la liberación sexual;
Edward Carpenter y Havelock Ellis. Homosexualidad, feminismo y socialismo.
Anagrama. Barcelona. 1978. Título original; «Socialism and the New Life: The
Personal and Sexual Politics of Ewuard Carpenter. (1977)
(6) La mujer ignorada por la historia. p.l0-11. Los subrayados son míos.
(7) Engels, F.; La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845). OME.
Crítica, Barcelona, 1978. Vol. VI, p. 394-398. Los subrayados son míos.
(8) La mujer ignorada por la historia. p.11.
(9) Para profundizar en la historicidad del concepto de maternidad, ver:
Badinter, Elisabeth. L’amour non plus. Histoire de l’amour maternel. XVII-XX
siècle. Flammarion. París. 1980.
(10) Engels, F: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Esta
obra, publicada al 1884, es esgrimida para demostrar que el marxismo tuvo en
cuenta, desde el principio, el “problema de la mujer”.
(11) Wainwright. Hillary; Rowbotham, Sheila, Segal, Lynne.; Beyond the
Fragments. Feminism and the making of Socialism (1979). En el extra no. 11 de
El Viejo Topo aparece un fragmento del articulo de Sh. Rowbotham, The
women’s movement and organising for socialism, bajo el título “Notas sobre
feminismo y organización”.

24
(12) Moreno Sardà, Amparo; Por una historia total no androcéntrica. L ‘Avenç n.
35, febrero 1981.
(13) Por sus repercusiones políticas hoy, y por justicia histórica, se debería
revisar pronto, con unas investigaciones rigurosas, la imagen que tenemos del
feminismo en Catalunya y en España como movimiento que fue
“mayoritariamente burgués”. También, las relaciones entre feminismo y
movimiento obrero.
(14) En el extra no. 11 de El Viejo Topo aparece un fragmento del artículo de
Sh. Rowbotam, The women’s movement and organising for socialism, bajo el
título “Notas sobre feminismo y organización”.

25
1.4. Huellas de mujer en el pasado.
Reflexiones en torno y a partir del androcentrismo en “la historia”

En torno al androcentrismo en la historia


En el origen y a lo largo de los tiempos la humanidad se ha perpetuado nacida
de mujer. Mujeres y hombres iniciamos nuestra existencia en las entrañas de
una mujer.
“En el Principio fue el Padre”
Zeus, progenitor cerebral de Atenea,
virgen fundadora de la polis.
Yahvé, modelador de Adán primer padre,
y de Eva nacida de una costilla de Adán.
En el inicio EL Cazador, homo faber-homo sapiens,
progenitores todos del homo tecno-lógicus.
La realidad ha sido violentada para sustituirla por un supuesto imaginario que
legitima la apropiación por parte de los hombres de las mujeres y sus criaturas.
El orden social andro—céntrico,
Nuestra forma habitual de explicar el pasado, lógica y hasta científica, “la
historia”, ignora estos datos elementales de la vida humana y silencia así este
decir-contra-la-mujer sobre el que se fundamenta y desarrolla nuestra actual
vida social androcéntrica. Nuestro sistema de creencias se basa en esta
Contra—Dicción Primordial, en este Dogma Conceptual que nos impide prestar
atención a las certidumbres más elementales. La “Historia” refleja, reproduce y
legitima la actual hegemonía androcéntrica.
No me ha sido fácil llegar a esta conclusión.
Los dogmas asumidos desde la infancia se anclan en las profundidades de
nuestra forma de percibir, actuar y hablar. Son difícilmente cuestionados. La
dogmática impide dudar de las creencias que impone: se constituye y sustenta
precisamente como sistema de creencias. Ponerla en crisis e intentar
desenmascararla supone arriesgarnos a tener que prescindir de ortopedias con
las que nos hemos habituado a vivir. Este es el sentido profundo, etimológico
de ortopedia: educación correcta de la infancia (2). La dogmática se configura
como sistema de creencias que incorporamos a nuestra forma de vivir, y


(1982) En Sexismo en la Ciencia, ponencias presentadas al seminario sobre “Androcentrismo
en la Ciencia” organizado por el Grupo de Estudios de la Mujer del Departamento de Sociología
de la Facultad de Ciencias Económicas y el ICE de la UAB. P. 167-217.

26
ponerla en crisis conduce a perder las muletas sobre las que nos sustentarnos,
nos sitúa al borde de nuestros personales hondos pánicos.
Llevo varios días intentando ordenar en unas páginas las conclusiones
felizmente inconclusas a que he llegado en mi excursión a través, en torno y a
partir del androcentrismo en “la historia”, en mi incursión por los márgenes
negados, no-andro- céntricos. ¿Seré capaz de expresaros los senderos
marginales que he recorrido, las veredas ignotas por las que me voy perdiendo
para acceder a perspectivas no-androcéntricas? Ardua tarea cuando, en mi
progresivo tratar de recuperar un punto de vista de mujer no confundida con
dogmas androcéntricos, tantas sospechas no han sido conceptualizadas y
quizás ni falta que hace; cuando tantas sensaciones fluyen en mi interior
escapando una y otra vez de los márgenes de las palabras, escabulléndose de
las normas de la lengua, resistiéndose a someterse a las reglas discursivas
universitariamente pertinentes. Y acaso fuera mejor, no sé, ni intentar siquiera
reducirlas a las exigencias del Verbo.
Sé que lo más vital y feliz de mis pesquisas, cuanto me va ayudando a vivirme
más a gusto y quisiera contagiaros para nuestro mejor disfrute, lo que con más
claridad intuyo como no androcéntrico porque me hace sentir renovado placer
de ser mujer, se perderá en este traducir mis reflexiones al orden lógico sobre
el que se erige el pensamiento universitario, científico. “El seminario pretende
ser un encuentro sistemático y riguroso”, advierte un folleto que, líneas más
arriba, defiende la cientifidad frente a los “presupuestos” ideológicos. Pero... la
forma de percibir, modelar, definir, reglamentar la vida humana andro-
céntricamente ¿no ha generado los presupuestos ideológicos patriarcales, los
dogmas conceptuales primordiales que subyacen y fundamentan el
pensamiento científico, empezando por la fe en la Razón?
Ando buscando la palabra justa que abra paso a mi exposición en torno al
androcentrismo en “la historia” y Silvia, amiga de complicidades innombrables,
me ofrece una página de El País, jueves 22 de abril de 1982; resalta ante mi un
titular que preside las tres columnas centrales de la página:
Tuñón de Lara: “Los historiadores no nos hemos ocupado
suficientemente de la mujer”
Un texto destaca en negrita el contexto en que el profesor pronunció la frase:
“Los historiadores hemos estado preocupados, en general en la
coyuntura historiográfica que hemos vivido, por las clases dominadas,
por el movimiento obrero, por los explotados y, dentro de ello, nos han
llamado la atención mujeres pioneras como Belén Sárraga, Margarita
Nelken o Concepción Arenal. Pero reconozcamos que no nos hemos
ocupado suficientemente de la mujer”, dijo Manuel Tuñón de Lara en las
Jornadas sobre “La mujer y la Historia”, que se clausuraron ayer en la
Universidad Autónoma de Madrid”.
Un fragmento del texto retiene mi atención:
“Por una parte, la feminista Paloma González abogó porque sea el
movimiento feminista el que reinterprete la historia de las mujeres, con la
ayuda de historiadores y técnicos; por otra parte, la réplica inmediata del
moderador, que, “a trueque de parecer descortés, pese a que ya se ha
abolido eso del machismo o no machismo’, Salió en defensa de la

27
profesionalidad. “Seamos serios”, dijo Tuñón de Lara, “unámonos y
dialoguemos, porque estamos en la Universidad y hemos consagrado
nuestra vida a la historia como ciencia…”
El diálogo entre “la feminista” y “el historiador” (… que ya se ha abolido eso del
machismo o no machismo…) me trae el recuerdo de otro que mantuve con una
alumna mía al inicio del curso l978-1979: “Tu programa es tan machista como
todos los de esta casa”, me increpó. Y yo, que me consideraba feminista, me
hallé de repente frente a frente conmigo misma, diciéndome lo que le dijo “el
historiador” a “la feminista”, replicándome como “feminista”, luego como
”historiador” contraargumentándome a mi misma ora desde allí, ora desde aquí,
desazonada de tamaña escisión. Me dí de bruces conmigo misma, mujer que
durante muchos años se forjó “historiador”. Las prioridades de la competencia
académica no me habían dejado ni tiempo para recapacitar sobre el hecho de
que “los historiadores no nos hemos ocupado suficientemente de la mujer’,
para atender a un olvido que tan hondamente me afectaba.
Así fue como empecé a enfrentarme con lo que hoy denomino el
androcentrismo en “la historia” (3)
¿Se trata simplemente de un descuido, un olvido que con tiempo y cooperación
universitaria subsanaremos? Me dediqué, primero, a seguir el rastro de
mujeres “pioneras’: estas avanzadas en territorio “público’ no podían ser genios
aislados sino voceadoras de inquietudes compartidas con otras mujeres. Así
era. Flora Tristán condensaba el tremendo conflicto entre lo que hoy
delimitamos como “feminismo” y “revolución proletaria”, presente ya en su
tiempo y el hecho de que sobre el pedestal de “la historia” se alcen Marx o
Bakunin permite escamotear ese conflicto en provecho de la hegemonía
androcéntrica. ¿Cómo clarificar la articulación histórica entre el ámbito de “lo
privado”, en el que se produce la apropiación de las mujeres y sus criaturas por
parte de los hombres - también ya por parte del proletario -, y el ámbito de “lo
público”, en el que se producen las disputas por la reglamentación de la vida
social de la Patria? Al seguir el rastro descubrí que “los historiadores”, al
despreocupamos de la mujer, eludíamos decididamente cómo se habían
configurado en nuestro pasado las relaciones sociales “privadas/públicas”; el
conflicto profundo entre lo que sentimos y el papel social que debemos
representar como personas (“máscara de actor”)
Empecé a percatarme de que el hábito de generalizar como “humano” cuanto
se refiere específicamente al hombre y, a menudo, cuanto desde nuestro
presente se le quiere atribuir sin más discusión, el haber creído fielmente que
cuanto se decía de “el hombre” me atañía como “humano”, me había impedido
escuchar el enorme silencio que “los historiadores” hemos vertido sobre las
mujeres.
Se imponía, por ejemplo, explicitar que cuando se hablaba de Declaración de
los Derechos del Hombre proclamada por la Revolución Francesa, se
escamoteaba la reivindicación de las mujeres de explicitar los derechos de la
mujer. Que cuando se decía que tal país o tal otro había conseguido el
“sufragio universal” se ocultaba el hecho de que las mujeres habían quedado
excluidas, hasta varios años después, de esta conquista la: “universalidad” del
sufragio generaliza, también, a partir de los hombres adultos. Había que
investigar, desde una nueva perspectiva no-androcéntrica por descubrir, el

28
proceso de la revolución industrial como reformulación “pública” de la
producción de bienes de subsistencia, hasta entonces responsabilidad de
ámbitos domésticos, “privados”: el proceso de penetración del orden público en
la vida personal que hoy vivimos constantemente. (4)
Volví a leer detenidamente libros que para mí habían sido fundamentales,
haciendo ahora lo que di en llamar ejercicios de lectura no—androcéntrica,
interesándome por si se estaba hablando del hombre, de la mujer, de mujeres y
hombres… Sólo entre las líneas y en los márgenes no escritos de lo escrito
empecé a vislumbrar nuestras huellas, mi identidad como mujer, rastro de
negaciones. Me sorprendía haber pasado por alto tantas veces textos como
éste de E. H. Carr sobre las relaciones entre “Historia, Ciencia y Moralidad”:
“La relación entre la Historia y la moral es más compleja y las
discusiones en torno a ella han sufrido en el pasado de varias
ambigüedades. Es prácticamente innecesario decir en la actualidad que
el historiador no tiene por qué formular juicios morales acerca de la vida
privada de los personajes de su narración (…) Se dice que Stalin fue
cruel y desalmado con su segunda mujer; pero en mi calidad de
historiador de los asuntos soviéticos, no me afecta mucho. Ello no quiere
decir que la moralidad privada carezca de importancia, ni que la historia
de la moral no sea parte legítima de la historia. Pero el historiador no se
detiene en pronunciar juicios morales acerca de las vidas privadas de
individuos que desfilan por sus páginas. Tiene otras cosas que hacer”.
(Carr, E.H. “ Qué es la historia? p.101-102)
¡De qué distinta manera se había enfrentado Alexandra Kollontai con el
conflicto vida personal/vida pública, ética/política en el proceso revolucionario
ruso, tan bien expresado en su novela “La bolchevique enamorada”! Si las
condiciones materiales de existencia generan la conciencia que nos hacemos
de mí - de mi entorno -, ¿no podemos hallar en la práctica vital personal las
contradicciones que se expresan en la actuación política?
¿“Historiador” o “historiadora”?... ¿“profesor” o “profesora”?, me preguntaba a
mi misma. Y al plantear a mis alumnas y alumnos en cursos posteriores mi
propuesta de reflexionar sobre cómo se había configurado históricamente el
orden patriarcal, a costa de qué opciones negadas (por ejemplo, la caza de
brujas) para privilegiar qué otras opciones (el racionalismo científico…, la
Ginecología como conocimiento lógico de la mujer reducida a aparato
reproductor); al debatir el conflicto que el arquetipo de la virilidad genera en
mujeres y hombres que nos resistimos, a pesar de todo, a asumirlo, mi propio
vivirme como mujer estaba constantemente en juego. De “la coyuntura
historiográfica” que los historiadores hemos vivido iba pasando a las
estructuras profundas y de larga duración sobre las que se sustenta.
Aún a riesgo de resultar académicamente impertinente, preciso es que
mencione que estas reflexiones no—androcéntricas me han llevado a nuevas
prácticas, a vivirme más satisfactoriamente como mujer y así capaz de
pronunciar interrogantes hasta entonces ahogados. Se derrumbó la
compartimentación entre “el historiador” y “la feminista” y entre el sujeto que
investiga y “la mujer” objeto en todo caso marginal de estudio. Y en estas
estaba cuando mi cuerpo empezó a convertirse de nuevo en carne de mi carne.
Mujer fecunda, grávida, ¿cómo podía seguir aceptando la in-significancia

29
histórica del hecho de que la humanidad nace y se perpetúa a través de las
mujeres?
“Nacida de mujer”, esta es la clave que me daba Adrianne Rich. Y en “El no de
las niñas” de Martha Moia descubrí los rastros de formas de vida humana que
aceptaban sin complejos reconocerse nacidas de mujer: en los ratos en que mi
hijo recién nacido dormía me sumergía en las páginas de su “feminario
antropológico”, y me descubrí a mi misma celebrando mi tránsito de “licenciada
asexuada” a mujer que reflexiona sobre nuestro pasado; así tomé plena
conciencia del sin-sentido de la lucha de sexos, así fui elaborando estas
reflexiones, acaso monstruo de la eterna sin-razón femenina.
En los libros de “historia’, en “la historia” académica, incluida la que se reclama
científica, las mujeres no existimos. De sus páginas aprendimos a deducir que
la cultura humana es obra de varones a imagen y semejanza de los dioses y
conceptos que idearon para imponer su hegemonía; a teorizar sobre nuestro
pasado y presente a partir del principio de que “en la producción social de su
vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción ...”, y a marginar, así,
una vez más al olvido, la articulación entre las imprescindibles relaciones para
la re producción de la especie, la obtención de bienes para subsistir, y el
control hegemónico de la vida social. A asimilar con fe ciega que la aportación
de las mujeres a nuestra existencia humana resulta históricamente in-
significante. Las mujeres somos, según “la historia”, in-significantes, diríase in-
existentes a no ser por alguna referencia aislada a algunas cuyo papel directo o
solapado en asuntos protagonizados por los hombres no es posible silenciar.
En “la historia” que aprendí en el colegio, en el instituto, en la universidad, en
“la historia” que durante muchos años expliqué en las aulas, las huellas
dejadas por las mujeres han sido sistemáticamente olvidadas, ignoradas,
silenciadas, negadas y, con ellas, las huellas de la dominación violenta que los
hombres (¿qué hombres?) han impuesto sobre las mujeres y sus criaturas
mujeres y hombres.
No se trata sólo de un olvido. Se trata de un negar para poder afirmar.
Negativizar la importancia de que nacemos de mujer permite guardar silencio
sobre cómo y para qué los hombres (¿qué hombres?) se han venido
apropiando de las mujeres y sus criaturas y afirmar, ya sin discusión posible, la
hegemonía viril, la paternidad coercitiva. La afirmación del orden social
patriarcal, androcéntrico, brota y se desarrolla contra-la-mujer, contra-diciendo
cuanto aproxima a mujeres y hombres, cuanto pudiera aproximar a las mujeres
y sus criaturas mujeres y hombres. Lo femenino es negativizado, relegado a lo
in-significante, a lo in-existente para definir como significativo y existente ese
“sentido verdadero” de las palabras que nos desvela su etimología.
El arquetipo viril (arkhos, en griego, significa “yo soy el primero”, “yo ordeno”)
define desde su base el Orden Primordial al contra-poner, como valor positivo,
la capacidad de agresión fratricida de los hombres adultos, frente a la debilidad
del “segundo sexo”. El arquetipo viril genera la creencia en un ineludible
“instinto de muerte”, en la vocación de muerte fratricida consustancial a nuestra
forma de vivir… De este Dogma Primordial se derivan los restantes
presupuestos ideológicos que subyacen al Orden social androcéntrico tal como
lo expresa el pensamiento científico y “la historia”.

30
Atraída hacia las márgenes negadas “más allá” de las fortificaciones andro-
céntricas, me aventuro por ellas y me pierdo deleitándome en percibir con piel
renovada de mujer parajes antaño gratificadores.
He llegado a la conclusión de que las mujeres nos hallamos hoy en conflicto
con nosotras mismas por asumir o acaso no—asumir ese arquetipo viril,
sumergidas en la tendencia de nuestra vida social que nos conduce a una
‘unisexualidad’ a la medida de la virilidad, autómatas atomizados en una
sociedad que explotar sus recursos de forma nuclear, atómicamente. ¿Acaso
no he reivindicado yo, con Simone de Beauvoir, la capacidad de la mujer para
asumir todo lo que comporta la trascendencia frente a la inmanencia?
“La peor maldición que pesa sobre la mujer es estar excluida de esas
expediciones guerreras: el hombre se eleva sobre el animal al arriesgar
la vida, no al darla: por eso la humanidad acuerda superioridad al sexo
que mata y no al que engendra”,
dijo Simone de Beauvoir en “El segundo sexo”.
Probada hoy ya la capacidad de las mujeres para arriesgar la vida para matar,
desde la agresividad interpersonal hasta las conflagraciones mundiales, desde
mi misma hasta “la dama de hierro”, me permito dudar de que la mujer, Eros
generador y regenerador de Vida, deba asimilar al fin la vocación de muerte
fratricida y participar en la carrera autodestructora a que conduce la
trascendencia viril, androcéntrica. Si la humanidad se ha perpetuado, a pesar
de tantas guerras, a través de tantas agresiones, si sobrevivimos día a día a
mujeres y hombres es, sin duda, por que nuestro Eros se resiste a
transmutarse definitivamente en Tanatos, no porque ese “instinto de muerte”
nos acompañe desde la entrañas maternas.
Me siento humana en la medida en que soy más capaz de sumergirme
placenteramente en el constante reproducir la Vida y evitar la agresión, en el
cuidarme y disfrutar de los demás entregada a disfrutarnos, Eros que crece con
la práctica vital y se expande a través de criaturas de mi carne y de
cualesquiera otros in-finitos y variados frutos del Amor..
De esta manera he llegado a la conclusión de que Androcentrismo hace
referencia a un punto de vista desde el que se percibe, se demarca y se ordena
el entorno; torreón desde el que se ve y se vigila, se define y se enuncia, se
reglamenta y controla la vida interna del colectivo humano en función de las
relaciones que se plantea establecer con otros situados “más allá’ de su
territorio. Andro-centrismo hace referencia al lugar donde se sitúa el hombre
adulto blanco con voluntad de extender su hegemonía “más allá” de su
territorio, del territorio que necesita para sobrevivir equilibradamente; al punto
de vista que, en consecuencia, adopta para la explotación de los recursos
humanos y naturales de los que se apropia por la fuerza, para legitimarse y
perpetuarse en el centro reglamentador de la vida social. Andro-centrismo hace
referencia, así, a la vocación de muerte fratricida que constituye uno de los ejes
sobre los que se ha desarrollado la Cultura Occidental, sucesivos ensayos para
poder dominar el máximo territorio con la mayor economía de recursos, en el
menor tiempo.
La alternativa a la perspectiva andro-céntrica no la definiría como gineco-
céntrica. Mejor permanecer en los márgenes de lo negado, acabar de una vez

31
por todas con los centros hegemónicos. La alternativa acaso sea empezar a
valorar positivamente cuanto se nos aparece negativizado. Partir de una
perspectiva no androcéntrica, situarnos en el punto de vista de las mujeres y
sus criaturas mujeres y hombres que no quieren participar en la aventura
fratricida.
Desbrozado el significado de androcentrismo podemos percatamos ya de las
confusiones andro-céntricas que enmascara la palabra Historia.
Historia hace referencia a tres significados que se entremezclan y que conviene
diferenciar:
- la historia como lo que sucedió en el pasado, a lo que me referiré
escribiendo Historia, con mayúscula.
- la historia como una forma, entre otras, de reflexionar sobre le pasado,
explicación lógica de la Historia, forma de ordenar discursivamente,
espacio temporal y causalmente cuanto se considera significativo
históricamente. Al referirme a esta forma hoy hegemónica de explicar el
pasado, hablaré, como he venido haciendo, de “la historia”,
entrecomillada y con minúsculas, o bien del discurso histórico, término
que resulta más clarificador que historiografía o historia sin más
precisiones.
- la historia como un período de nuestro pasado, que se diferencia de la
pre-historia, concepto clave para la clasificación androcéntrica de
nuestro pasado que conduce a valorar positivamente la utilización de un
instrumento claramente patriarcal como la escritura, negativamente la
falta de rastros escritos. Los tiempos conceptualizados como históricos -
por hablar con más precisión - expresan la hegemonía del orden
androcéntrico, legitiman su triunfo a partir de un determinado momento
de nuestro pasado. La génesis y consolidación de la hegemonía viril y
los conflictos a partir de los que se ha ido imponiendo, permanecen, así,
diluidos en la in-significancia “histórica” de las mujeres.
La palabra historia permite confundir lo que sucedió en el casado, con lo que
los historiadores explicamos hoy sobre el pasado, y con los valores propios de
los tiempos conceptualizados como históricos, tiempos en los que la
hegemonía patriarcal se impone a partir de una serie de formulaciones
imaginarias andro—céntricas. De esta forma, la palabra de los historiadores se
erige como traducción verídica de lo que sucedió, de lo positivizado para
perpetuar la hegemonía viril, para implantar el orden social andro-céntrico. El
confusionismo androcéntrico en torno a la palabra historia legitima al historiador
como poseedor de “la verdad histórica”, definidor de lo significativo
históricamente y, así, de lo históricamente in-significante.
Las claves conceptuales habituales entre historiadores reflejan su
androcentrismo. Se afirma así el Orden Primordial, arquetípico: “En el Principio
fue el Padre...”
Todo lo que se refiere a los hombres adultos que han venido imponiendo su
hegemonía sobre territorios cada vez más amplios, sobre la Tierra, constituye
“lo significativo históricamente”. La mujer queda relegada a lo “in-significante
históricamente” y, así al reino de la Naturaleza sobre la que triunfa la Cultura
Occidental. En sentido estricto, la mujer y sus criaturas mujeres y hombres que

32
no comparten la voluntad de imponerse hegemónicamente sobre más territorio
del que necesitan para sobrevivir ecológicamente. “La historia” refleja,
reproduce y legitima así la actual hegemonía andro-etno-céntrica: explica la
genealogía del actual conflicto por dominar y hasta destruir el máximo territorio
con la mayor economía de recursos, en el mínimo tiempo, y canta, así, la
epopeya de la razón del Poder condensada, hoy, en el poder de la Razón.
Esto exige clarificar algunos conceptos más: si la Historia es cuanto ha
acontecido en el pasado, y el discurso histórico o ”historia” constituye el
conjunto de explicaciones verbales sobre el pasado, el legado histórico aparece
en el compendio de plasmaciones que una sociedad reconoce como fruto de su
pasado, mientras que la memoria histórica hace referencia a la herencia
cultural de una sociedad asumida inconscientemente y sobre la que se
configura el legado reconocido conscientemente y, uno de esos legados, el
conjunto de explicaciones verbales orales o escritas, el discurso histórico. Es
decir: es preciso clarificar la relación entre las explicaciones sobre nuestro
pasado, el conjunto de elementos materiales o mentales que reconocemos
generados en el pasado, y el conglomerado de residuos simbólicos que bullen
en nuestra inconsciente y que afloran en nuestros gestos y, con especial
fuerza, en los sueños.
Desde esta perspectiva, ¿cuál ha sido la aportación de las mujeres a la génesis
de nuestra realidad actual, y cómo se plasma esta aportación en la memoria
histórica que bulle en el inconsciente colectivo asumido personalmente; en el
legado histórico que configura la ordenación del territorio, rutas, calles y
edificaciones, monumentos, museos, en la propia lengua y numerología que
utilizamos, en diversos objetos de que nos servimos; en las explicaciones sobre
el pasado?
Para poder responder a este gran interrogante, es preciso desenmascarar,
primero, el andro-etno-centrismo en la “historia”, empezando por revisar las
suposiciones o hipótesis de partida de la “historia” y también los dogmas
primordiales, arquetípicos, que condicionan nuestra forma de enfrentarnos a
nuestro pasado, nuestra reflexión histórica (5).
Hay que empezar, así, reconociendo, que el andro-etno-centrismo que vicia
todo discurso que se proclame científico, incluido el discurso histórico, restringe
nuestra capacidad de comprensión polidimensional de nuestra vida, limita
nuestra percepción de la realidad - de nuestra propia existencia. Implica
problemas epistomológicos fundamentales:
— desde el propio lenguaje: lo femenino tiene valoraciones negativas referidas
a lo masculino que se erige, así, como opción valorada positivamente; hoy,
para afirmar lo femenino como positivo, hay que recurrir a negar lo valorado
positivamente: hablar, por ejemplo, de reflexión no—androcéntrica frente al
sentido peyorativo que pudiera suscitar calificarla de femenina o maternal y la
deformación que supondría definirla como gineco— céntrica. (6)
— hasta el aparato epistemológico o normas de conocimiento imaginario
abstracto categorial de que nos dotamos para analizar la realidad. La opción
que en este momento me ha resultado válida consiste en operar contrastando
constantemente los diversos niveles articulados de nuestro conocimiento:
vivencial / imaginario simbólico / categorial.

33
Las limitaciones que impone el andro-etno-centrismo resultan de mayor
trascendencia de la que podría sospecharse a primera vista. ¿Cómo romper
este cerco que se siente en las resonancias últimas de cada palabra que hay
que utilizar, en las imposiciones de la linealidad de la escritura que sólo admite
como existente lo legible...?
Es esta una tarea que nos interesa a mujeres y hombres que no deseamos
seguir perpetuando el arquetipo de la virilidad, que nos resistimos a
identificamos con el “instinto de muerte”, que no queremos transmutar nuestro
Eros en Tanatos: vocación de muerte fratricida.

Reflexionar sobre el pasado para comprender nuestro vivir.


Reflexiono sobre el pasado para comprender mi vida, nuestra vida social.
Husmeo el pasado buscando el rastro de nuestras huellas de mujer, de las
relaciones entre mujeres y hombres para percibir los fundamentos sobre los
que se ha ido conformando el entramado cultural de nuestra actual vida social,
tratando de clarificar los ejes fundamentales y los elementos que, derivados de
estos ejes primordiales, desarrollándolos, han ido configurando, a lo largo de
los tiempos, la trama que sustenta y ordena nuestra vida humana aquí y ahora.
La tremenda complejidad de nuestra actual vida social hace difícil clarificar las
estructuras fundamentales sobre las que se sustentan elementos más
coyunturales. El pensamiento científico es tan complejo como la propia vida
social que quiere explicar y explotar racionalmente, nuclearmente ya, y se
pierde así en parcelas atomizadas cada vez más diminutas de nuestra
existencia. Las distintas ciencias y subciencias, disciplinas y tendencias
teóricas, generadas en torno a distintos aspectos sociales, objetos de estudio,
desde distintos puntos de vista teóricos, dificultan y sin duda impiden recuperar
la unicidad del objeto de estudio que nos inquieta: nuestra vivencia humana. El
pensamiento científico hace estallar nuestra compleja existencia actual en mil
fragmentos de difícil ensamblaje. Pero, además, identifica nuestra actual forma
de vida social con “lo humano” y “lo civilizado”: escamotea la historicidad de
nuestra realidad actual.
Historicidad de nuestra compleja vida social quiere decir, en primer lugar, que
nuestra forma de vida es una determinada opción de existencia humana. Una
determinada opción: conjunto de opciones tomadas por quienes nos
precedieron, de elementos desarrollados a expensas de otros elementos
marginados, de otras opciones negadas; conjunto de opciones y negaciones
que podemos modificar. Somos humanos tal como nos vivimos aquí y ahora de
acuerdo con lo que nuestra colectividad ha conformado como humano a lo
largo de nuestro pasado. Otros colectivos humanos han tomado otras
opciones, han seguido otros caminos, han elaborado otras posibilidades
humanas y, así, pospuesto también otras. El presentismo de las distintas
ciencias, al analizar nuestra forma de vida actual como si siempre hubiera sido
así, como si no pudiera ser de otra manera, identificándolo con “lo civilizado”, el
peldaño más elevado al que todo ser humano puede y debe aspirar a acceder,
trata de perpetuar muestra actual forma de vida, de re-producir y transmitir las
estructuras fundamentales de la Cultura Occidental que hoy se erige,
conflictivamente, con voluntad de expandir su hegemonía sobre la Tierra.

34
Reflexiono sobre el pasado para rastrear los ejes fundamentales y las
derivaciones que constituyen la red sobre la que se erige nuestra cultura. Para
evitar la fragmentización y el presentismo que el pensamiento científico opera
sobre nuestra vida al reflejarnos imágenes atomizadas y planas de nuestra
compleja y diversa existencia aquí y ahora. En la reflexión histórica busco
recomponer la unicidad de lo que me preocupa, del objeto del estudio, nuestra
vida social —mi vida—, con el deseo de percibir la profundidad esférica de un
hoy producto de presentes ya vividos, fruto del pasado, y la orientación que
sigue un presente que día a día transforma mañanas en hoy y ayer. El presente
no es sino el futuro in—mediato que en el vivir cada día deviene pasado. Vivir
es modelar a cada instante las condiciones de vida pasadas de días venideros.
Reflexionar sobre cuanto fue presente y hoy es pasado en el que se generó
nuestro presente a partir del cual cotidianeamente transformamos el mañana
en ayer nos permite, también, recuperar la dinamicidad histórica de nuestra
vida: asumir nuestra responsabilidad directa como seres que modelamos
nuestra vida social en el vivirnos momento a momento.
Esto es cuanto puede aportar la reflexión sobre el pasado a la comprensión de
nuestra realidad actual, más allá de las ortodoxias de “la historia”, de “la
ciencia” y de la “historia” como “ciencia”.
Reflexionar sobre el pasado ordenando lógicamente, espaciotemporal y
causalmente cuanto nos parece significativo para comprender el presente, a
esto se le llama reflexionar ‘históricamente”. Es esta una forma, entre otras, de
reflexionar sobre el pasado que, al definirla como “historia” genera la gran
confusión andro—céntrica de que hablé antes. Todas las sociedades humanas
elaboran explicaciones de su pasado. Conviene recordar que ‘los mitos”
constituyen otra forma de hablar del pasado para explicar el presente.
Nuestra actual forma de vida es el fruto de nuestra Historia, de nuestro pasado.
Otras sociedades tienen sus propias Historias, su peculiar pasado y, en sentido
estricto, no existen sociedades sin Historia. Cada sociedad tiene su pasado y lo
explica según las formas de vida presentes que trata de explicar: las
explicaciones míticas y las explicaciones históricas son dos formas particulares
de abordar reflexivamente el pasado. Mitos e “historia” nos dan, así, pistas para
comprender nuestra existencia actual. Estas formas de explicar lo que sucedió
no pueden identificarse con lo que realmente sucedió, conviene tener clara esta
distinción, Y también, que ambas explicaciones parten de presupuestos
androcéntricos: legitiman el orden androcéntrico.
Se interroga al pasado a partir de un presente y por tanto las respuestas
suscitadas por los interrogantes abiertos en ese presente llevan el sello del
presente en que se han formulado. Nuestra tradición cultural nos indica que en
algún presente que hoy ya es pasado se planteó desarrollar y luego dar validez
prioritaria a las explicaciones lógicas, “históricas”, sobre las explicaciones
míticas. La valoración de la historiografía sobre la mitología para el
conocimiento de la génesis de nuestro presente es una manifestación de una
de las opciones culturales realizadas por nuestros antepasados: la opción del
Logos frente al Mito precedente. El pensamiento científico es, también, hijo de
esta opción. Una ordenación lógica de la vida social actual; las explicaciones
míticas han sido progresivamente subvaloradas y relegadas a la jurisdicción de
“lo mistérico” delimitado a partir de entonces teo—lógicamente. El periodo de
nuestro pasado conceptualizado por los historiadores como Renacimiento

35
expresa la puerta abierta hacia la culminación de ese largo proceso en el que
desde la Grecia clásica, se forjó la privilegiación del Logos sobre el Mitos.
Mitos y explicaciones históricas son, pues, dos formas de reflexionar sobre el
pasado, dos grandes pistas a recorrer para comprender nuestro presente. En
las explicaciones “históricas” la aportación de las mujeres a nuestra
confrontación cultural no es considerada significativa: las mujeres, para la
historiografía andro-etno-céntrica, somos in—significantes, por ello, in—
existentes. Las explicaciones míticas recogen la participación de las mujeres,
pero en el mito lo femenino constituye cuanto se niega para poder delimitar,
posivitizándolo, lo masculino, lo viril. En el paso del Mitos al Logos la mujer deja
de ser lo negado imprescindible para poder afirmar lo viril, para convertirse en
lo in-significante que permite valorar como significativo y correcto ya sólo lo
afirmado; lo afirmado se traduce por el ser, lo existente, lo negado por el no-
ser, lo in—existente. En los orígenes de Gea..., “en el principio el Padre”, Zeus,
Yavhé, o El Cazador.
Conviene prestar atención a una tercera fuente de datos sobre nuestro pasado,
acaso la fuente principal: el presente. El presente que vivimos ha sido
generado en la sucesión de presentes que ya son pasado. Nuestra forma de
percibir, nombrar, modelar y reglamentar nuestra vida social constituye, así, la
fuente de primera mano para abrir interrogantes sobre su génesis, para
reflexionar sobre nuestro pasado. Imposible ya la escisión entre presente y
pasado, entre el sujeto y el objeto, entre quien reflexiona y sus reflexiones,
pues, en definitiva, nos interesa clarificar la articulación entre nuestra vida
personal/ colectiva, entre práctica vital y teoría, entre ética y política.

Somos humanas y humanos de acuerdo con lo que nuestra tradición


cultural ha configurado como humano.
Resulta ahora imprescindible empezar a clarificar la comunicación humana
desde las cuestiones más elementales: desde cómo vivimos nuestras
relaciones conmigo—contigo—con nosotras y vosotros con ellos—con nuestro
entorno social—natural—cósmico. Nuestra capacidad genética de
comunicación resulta modelada y remodelada culturalmente de acuerdo con la
normativa que el grupo social en el que nacemos—vivimos ha modelado
históricamente: vale decir, Filogenéticamente, histórico—culturalmente. Lo cual
implica que si es fruto de la actividad cultural humana, puede ser también
transformada por ella.
Habrá que atender a las peculiaridades de la comunicación humana: la
capacidad de expresión colectiva y por tanto de transmisión de experiencias, la
precariedad de la infancia humana, la plasticidad de nuestras posibilidades
vivenciales. Habrá que rastrear, desde una perspectiva no—andro— etno—
céntrica, el proceso de aprendizaje humano desde la concepción en las
entrañas maternas, proceso imprescindible dada la precariedad genética de las
criaturas humanas, y que supone ir asimilando y reformulando, en el continuo
vivir, los distintos códigos y normas que están en la base de los lenguajes
simbo-lógicos que utilizamos para comunicarnos, que mediatizan nuestras
relaciones comunicativas conmigo / con el entorno. Habrá que plantearse, de
este modo, el proceso comunicativo humano en su totalidad, sensación —
percepción / memoria — atención / formas de pensamientos y lenguajes; y

36
cuestiones como la relación entre la comunicación clasificada hoy como
“sensorial” y la clasificada como “extrasensorial”: la relación entre lo que,
gracias a la fragmentación que la ciencia opera sobre la realidad, no nos queda
más remedio que denominar como comunicación intra—extra—sensorial—
psico—somática. La articulación entre memoria individual y memoria colectiva.
En nuestro vivir desde las entrañas maternas, en nuestro proceso de
aprendizaje humano desde la más tierna infancia y a lo largo de toda nuestra
vida, vamos asimilando y reformulando las peculariedades de la existencia
humana configuradas en el pasado de nuestra sociedad. Nuestra memoria
personal se modela en relación con el entorno culturizado históricamente:
desde que nacemos, asimilamos gestos y palabras de quienes nos rodean y,
así, las bases de los lenguajes simbólicos y lógicos mediante los que nos
relacionamos; asimilamos también, el orden cultural que moldea el entorno,
dimensiones, volúmenes , luminosidades y colores, texturas, olores, sonidos y
silencios los diferentes gestos que nos exigen los diferentes objetos, las
palabras que definen ese mundo objetual cultural. Así, nuestra memoria
personal se va incrementando, se conforma y remodela constantemente en el
aprendizaje y utilización de la simbo—logía generada a lo largo de nuestro
pasado, en el asimilar la memoria histórica del colectivo humano en el que
devenimos humanos.
El constante proceso de aprendizaje humano que constituye el vivir, supone la
constante interacción entre yo y el en torno, el constante intercambio de
sensaciones a partir de las cuales nos habituamos a sentir, a elaborar
pensamientos y a expresar nuestra personal forma de vivirnos y vivir en
relación con nuestro medio ambiente culturizado.
Nuestra forma de percibirnos y percibir el mundo, nuestra forma de expresar
reacciones que nos suscita el entorno, nuestra forma de actuar sobre él
responden a la conformación histórico—cultural del ambiente, a partir de la cual
re-accionamos y actuamos sobre ese mismo ambiente modificándolo en alguna
medida.
Resulta así, que la dinámica social es el resultado del conjunto de vivencias
personales cotidianas, y expresa el conjunto de respuestas personales /
colectivas a una vida social modelada en el pasado y que remodelamos en
nuestro continuo vivir. La vida social es el fruto colectivo de acciones y
reacciones personales enraizadas en la peculiar asimilación individual de la
memoria histórica colectiva. Podríamos decir: la SOCIOGENESÍS, en su
dinamicicidad global, es el resultado de la ONTOGENESIS FILOGENE TICA: lo
personal, la base de lo colectivo presente; el presente, fruto del ya no presente,
de lo vivido en el pasado, y base del todavía no presente, futuro. El presente
vivido por cada persona resulta mediatizado y, aquí y ahora, doblegado por las
formulaciones históricas sobre la vida social: nuestras relaciones conmigo-
contigo-con el entorno humano-natural cósmico, se nos muestran penetradas y
gobernadas profundamente por la normativa cultural generada
filogenéticamente, histórico-culturalmente. De aquí surge la relación entre
Comunicación/Conocimiento/Cultura y Orden Social: las bases del
comportamiento personal colectivo. Esto debe ayudar a distinguir también entre
Conocimiento para vivir satisfactoriamente y Saber—Poder (Foucault), entre
Cultura Oculta y Cultura Manifiesta (Hall), entre inconsciente y consciente
cultural (Freud, Jung, Fromm, ...).

37
Así, vivimos como vivimos porque en nuestro vivir desde que nacimos, hemos
asimilado las pautas propias de la vida humana generadas en el pasado de
nuestra sociedad. De acuerdo con tales pautas se fue modelando el mundo y
se le fue dando nombre. La materia modelada en objetos, nombrada, requiere
de nuestro cuerpo gestos definidos, actos que expresamos con verbos. Gestos
y palabras aprendidos desde que nacimos en el adecuarnos al mundo objetual
tal como se modeló en nuestro pasado, mediatizan nuestra percepción,
canalizan nuestra expresión, orientan nuestras re acciones: nuestra forma de
sentirnos vivientes humanos y, de ahí, nuestro volver a hacer y decir gestos y
palabras ejecutados y definidas por quienes nos precedieron.
Nuestra memoria personal enraizada en la memoria histórica, genera nuestra
expresión inconsciente / consciente (comunicación no—verbal / verbal) y el
conflicto entre ambas formas de reacción ante el entorno, de expresión, de
acción. Durante la vigilia, nuestra memoria inconsciente se expresa
simbólicamente en los gestos, nuestro cuerpo moldeado simbólicamente,
mientras que nuestra memoria consciente reordena en la medida que puede
nuestro inconsciente a fin de que nos comportemos de acuerdo con las normas
pertinentes de cada situación espacio—temporal. No importa lo que se siente
sino lo que se diga, aunque contra—diga lo que se siente. Durante el sueño
nos replegamos sobre nosotras mismas y entonces nuestra memoria
inconsciente bulle entremezclando memoria personal y memoria histórica
colectiva en elaboraciones simbólicas. El lenguaje simbólico funciona a partir
de asociación y condensación de polisensaciones afectivas / des—afectivas. La
palabra, el verbo, el logos, define y delimita la vida ordenándola espacio—
temporal y causalmente. El inconsciente simbólico fluye, también en distintas
expresiones artísticas y hoy, en una sociedad que exige cotidianamente un
gran esfuerzo automatizado, la cultura de masas constituye una fábrica de
ensoñaciones enajenadas que refuerza nuestras respuestas pertinentes en las
diversas situaciones espacio—temporales en que nos encontramos.
Así, pues, reflexiono sobre el pasado para comprender nuestro presente, mi
vida, para clarificar la intersección entre memoria personal y memoria histórica
colectiva. Busco los rastros de cómo se ha moldeado el mundo, como ha sido
nombrado y qué acciones más o menos ritualizadas exige de nuestro cuerpo
orgánico, para comprender cómo, desde nuestro nacimiento, asimilamos una
forma de percibir, reflexionar y actuar a partir de la cual volvemos a actuar y
reificamos, de alguna forma, nuestro entorno en el cotidiano vivir.
Cada sociedad ha generado, en la sucesión de presentes que devienen
pasado, unas determinadas formas de relacionarse los seres humanos entre sí
y con su entorno, unas determinadas formas de moldear la naturaleza, de
nombrarla, unos determinados gestos exigidos para que se cumpla el fin para
el que se moldeó la materia.
En mis reflexiones no—androcéntricas sobre nuestro pasado he llegado a la
conclusión de que para comprender de qué forma un colectivo humano ha
ordenado las relaciones entre los seres humanos que lo constituyen y con su
entorno, hay que atender a la articulación que se produce en ese colectivo
entre las relaciones comunicativas intragrupales —reproducción de nuevas
criaturas y obtención de bienes para su sustento— y las relaciones
comunicativas extragrupales que surgen del control del territorio que el grupo

38
ocupa. Tendré que aclarar el economicismo que no puede disimularse en la
terminología que en ese momento estoy utilizando.
El hecho de que en algunos momentos de nuestro pasado se hayan producido
opciones histórico—culturales que han conducido a la hegemonía de quienes
tratan de dominar el máximo espacio en el mínimo tiempo (con la mayor
economía de recursos) , me ha llevado a interrogarme por esa cadena de
opciones que han conducido a la actual hegemonía de la Cultura Occidental
sobre la Tierra.
Dado que la Historia se nos nuestra como el proceso de enfrentamientos
sociales por controlar y hasta destruir el máximo espacio en el menor tiempo,
podemos formular la hipótesis de que en la medida en que el control territorial
del grupo se extendió más allá del espacio que necesitaba para sobrevivir
ecológicamente, la logística de la expansión territorial fratricida necesitó
penetrar las relaciones comunicativas intratribales para someter tanto la
reproducción de nuevas criaturas como la obtención de bienes a las
necesidades de la expansión territorial. El papel de las “Sociedades de
hombres” cazadores guerreros de que nos hablan los antropólogos respecto a
las consideradas “sociedades primitivas” actuales, resulta revelador para
comprender el proceso de hominización (hegemonía del hombre) a través de la
Gran Caza de fines del Paleolítico. El paso, podríamos decir, de la
humanización a la hominización, puesto que el lenguaje no nos permite ser
más explícitas.
Esto tiene enormes consecuencias a nivel metodológico pues descubrimos
que, en la medida en que se ha impuesto coercitivamente la voluntad de
controlar fratricidamente más espacio del necesario para la subsistencia
ecológica del grupo, tal voluntad expansiva, y las formulaciones imaginarias
que tal voluntad genera para llevar a cabo la expansión (formulaciones de la
logística expansiva, estrategias imaginarias que pueden condensarse
simbológicamente), han penetrado y reformulado las bases de la comunicación
intragrupal: las relaciones comunicativas para la “reproducción de la especie” y
la producción de bienes. Es la realidad histórico—cultural androcéntrica la que
me fuerza, pues, a utilizar una terminología impregnada de economicismo.
El equilibrio ecológico Originario entre conservación de la especie y espacio
ocupado, fue roto definitivamente -en la Cultura Occidental— hace unos 5.000
años con la implantación del Patriarcado (de corte indoeuropeo): con él se
imponen las exigencias de la logística expansiva que conduce a que
actualmente la .producción de bienes esté orientada por la industria bélica
punta, capaz de destruir el máximo espacio en el mínimo tiempo. Para ello fue
necesario reformular las relaciones comunicativas intragrupales - centradas
hasta entonces, a partir de las mujeres, en la conservación ecológica de la
especie - en torno a los principios imaginarios justificadores de la expansión
territorial, andro—céntricos. Así se fue generando la normativa histórico-
cultural, filogenética, que gobierna hoy nuestras relaciones comunicativas.
Este modelo de análisis - como todo modelo de análisis - es reduccionista:
modelo para acercarme a la comprensión de un problema, no puede abarcarlo
en su diversidad; quía que no tiene que implicar dictadura del modelo sobre la
realidad siempre irreductible a modelo alguno. De todas maneras, de la
aplicación de este modelo de análisis surge la comprensión de la relación que

39
guarda, en cada ser humano y en los colectivos, la visión que se tiene del
propio ser humano (antropovisión), del colectivo social (sociovisión) y de las
relaciones con el universo cósmico (cosmovisión). Habría que añadir también la
visión que tenemos del CAOS. Y también, plantear que, a lo largo de nuestro
pasado, parece que la antropovisión y la cosmovisión han sido reformuladas de
acuerdo con las necesidades de la sociovisión que se ha erigido
hegemónicamente.
¿De dónde surge esta antropo-socio-cosmovisión? Sin duda, de las
condiciones materiales de existencia, como bien planteó Marx. Habrá que
avanzar en la clarificación de conceptos a fin de avanzar en la clarificación
sobre el funcionamiento de la Ideología o, quizás mejor, la idolo-gía.
Podría hablarse, por ejemplo, de circuitos comunicativos, que permite analizar
los distintos procesos de circulación comunicativa atendiendo a las divisiones
sociales, a las condiciones vitales de existencia y expectativas de vida que
genera la articulación de las divisiones sociales en cada persona. Se
considerarán circuitos horizontales a los que interconectan seres afectados por
las mismas divisiones sociales y, así, semejantes condiciones materiales de
vida; verticales, a los que se generan desde las condiciones de vida
hegemónicas sobre las sometidas; y acaso también puede hablarse de
circuitos oblicuos, de cruces diversos, en la medida en que las divisiones
sociales articuladas a partir del sexo — la edad — la territorialidad (de las que
se derivan las restantes) se entremezclan en cada persona.
De ahí que sin duda resulta más operativo hablar, tal como lo plantea Regine
Robin en “Histoire et Lingüistique”, de Formaciones Ideológicas que se
constituyen en el seno de cada sociedad, que de Ideología en general; tales
Formaciones Ideológicas entran en conflicto en el momento en que una o
varias trata de erigirse hegemónicamente sobre otras que no tienen voluntad
de hegemonía, que resisten desde los márgenes; en el momento en que un
proyecto político hegemónico o proyectos con voluntad de hegemonía tratan de
imponer unas condiciones materiales de vida. Se considera, pues, Formación
Ideológica al conjunto de formulaciones culturales que corresponden a un
conjunto de formas de vida.
Acaso la mayor utilidad de este concepto consista, no sólo en romper el
monolitismo de ‘Ideología’, sino también en dar paso a la comprensión de un
tipo particular de formulación cultural, las Formaciones Discursivas, conjunto de
elaboraciones verbales que tratan de dar coherencia a una determinada
Formación Ideológica, entrando en juego con otra serie de elementos
ideológicos no discursivos que constituyen lo que podríamos llamar
Formaciones No Discursivas, Extradiscursivas, o elementos diversos que
constituyen la Comunicación No Verbal (kinésica, proxémica, ordenación
urbana, mundo objetual ...).
De hecho, está claro que nos comunicamos mediante palabras.., inmersas en
un cúmulo de otras señales diversas que emitimos—recibimos: la
“comunicación no verbal”, ‘la comunicación verbal”, “la parapsicología” deben
clarificar sus relaciones. Se plantea aquí la hegemonía de la razón verbal,
discursiva, hoy, …y el menosprecio del sentimiento: el conflicto entre lo que
sentimos y lo que razonamos y clasificamos; y, también, la hegemonía de la
vigilia consciente sobre el sueño, y hasta la estandarización de las

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ensoñaciones a partir de la cultura de masas y el consumo que apelan a
nuestro inconsciente/consciente poniendo en juego memoria/legado y discurso
histórico. La normativa histórico—cultural, filogenética, que reglamenta
profundamente nuestras relaciones comunicativas, a la que he calificado de
abismos del miedo, se presenta como el conjunto de barreras de lo clasificado
que da seguridad: que nos permite controlar las diversas situaciones
comunicativas espacio—temporales en que nos hallamos en los distintos
momentos, y estas situaciones son tan múltiples, diversas y precisas, en una
sociedad masiva, que parece que nuestro cerebro se defiende de tantas y tan
constantes exigencias precisas dejando aflorar nuestra memoria por
compuertas angostas, suministrándonos, así, respuestas clasificatorias y
automáticas que nos impiden vivir la riqueza polidimensional de nuestra propia
vida / de la vida de quienes nos rodean.
Estas hipótesis, ramillete de suposiciones, son el fruto de reflexiones no—
androcéntricos sobre nuestro pasado tratando de rastrear nuestras huellas de
mujer en el pasado para comprender la génesis histórica de las actuales
relaciones conflictivas entre mujeres y hombres, a partir de las que asumimos
la esencia de las relaciones de dominación, esencia del Poder que no se sitúa
ya sólo fuera de nosotras y vosotros, sino en la profundidad de nuestra vida. Se
han ido configurando en diversos intentos de lectura no—androcéntrica del
presente a la luz del pasado y, a la vez, han reorientado nuevas lecturas del
pasado buscando rutas que me permitieran clarificar nuestra vida presente.
Resulta, pues, imprescindible revisar “la historia” y los mitos más allá de lo
afirmado andro—céntricamente, realizar una excursión a través de nuestro
pasado a partir de la Contra-Dicción Primordial que afirma “En el Principio fue
el Padre” para negativizar la realidad vital indiscutible de que la Humanidad
nace y se perpetúa nacida de mujer.

Sospechas que se vislumbran en una reflexión histórica a partir de las


mujeres y sus criaturas mujeres y hombres.
“Todos los ídolos inventados por el hombre, por terroríficos que hayan
sido, de hecho dependen de él y, por eso, podrá destruirlos”
Simone de Beauvoir: El segundo sexo
En el Origen y a lo largo de los tiempos la humanidad se ha perpetuado nacida
de mujer. Mujeres y hombres iniciamos nuestra existencia de-en-tre las
entrañas de una mujer.
En el Origen la Mujer. En los inicios del proceso de humanización, la gente se
sabía nacida de mujer, hermanas de hermanos, hermanos de madres de
mujeres y hombres, y quizás ni necesitaban siquiera explicitarlo. Hoy, aunque
nos consta haber nacido de mujer, nos re—conocemos descendientes de
linajes paternos, hijos e hijas de varón, hijos de padres hijos de padres,
mujeres de hombres. Así, en algún momento de nuestro pasado, mujeres y
hombres que nos precedieron dejaron de conocerse nacidas de mujer y se
dijeron descendientes de linajes paternos. Habrá que estudiar la génesis
histórica de esta Contra—Dicción Primordial, este imaginario decir—contra el
conocimiento Originario vivencial, y sus consecuencias en nuestra vida.

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En el Origen la mujer atenta a su ciclo reproductor de Vida, conoció los ciclos
de la reproducción de la naturaleza, de la vegetación de los animales, de la
vida humana; atenta a la precariedad de la infancia humana y a la conservación
de la vida de las criaturas, elaboró y modeló útiles para la mejor utilización de
los alimentos, para las necesidades vitales. Hoy, las mujeres enajenamos el
conocimiento de nosotras mismas en ginecó—logos, especialistas científicos
en aparato reproductor femenino. A partir de algún momento de nuestro
pasado, el conocimiento Originario de la reproducción y conservación de la
Vida se fue traduciendo en el actual conocimiento científico de las leyes de la
explotación de los recursos humanos y naturales. Reflexiono sobre el pasado
para rastrear este proceso de transmutación, traducción = traición del
Conocimiento femenino Originario para la perpetuación de la Vida humana, en
el actual Saber-Poder tecno-lógico para la explotación de los seres humanos y
la naturaleza conceptualizados como “recursos económicos”.
Los historiadores suelen distinguir, al hablar de nuestro pasado, entre “Pre—
historia” e “Historia”: los tiempos considerados por ellos como “históricos”, que
suponen no más del 0’4% de existencia de algunas sociedades humanas,
corresponden a sociedades de las que hemos heredado las estructuras
patriarcales básicas, arquetípicas, de nuestra Cultura Occidental; los tiempos
postergados como ‘Pre-históricos” suponen más del 99’6% del pasado de esta
Cultura —otras Culturas han seguido otras opciones en otros tiempos
históricos— y guardan la clave del conflicto generado por los hombres adultos
de las tribus que han impuesto hegemónicamente su vocación de dominación
expansiva. (7). Así, esta clasificación de los historiadores conduce a que la
inmensa mayoría de nuestro pasado, y también la Historia de otras sociedades
que siguieron otras opciones y todavía no se han doblegado a las exigencias
de la Cultura Occidental, se explique a la medida andro-etno-céntrica de los
últimos cinco milenios de vida social tal como se ha ido imponiendo,
coercitivamente, en algunas zonas de la Tierra, cunas de la Cultura Occidental.
El discurso histórico andro-etno-céntrico, “la historia”, afirma hoy que nuestros
orígenes se remontan al paso del “homo faber” al “homo sapiens” de modo que
El Cazador —y, luego el Pastor Nómada— se convierten en los primeros
padres legítimos del actual “homo tecnológicus”. Legitima, así, el triunfo de
Zeus, primer tecnó-logo: hábil para operar lógicamente, cerebro engendrador
de una virgen sin intervención de mujer… El triunfo de Yahvé, Todo—Saber y
Todo—Poder, Verbo que da nombre al mundo, eterno - que está fuera del
“tiempo histórico” puesto que es él quien funda el Patriarcado -; y de Jesucristo,
semen divino que pasa sin dejar huella por las entrañas de una mujer ideal
para fundar ya la Era Cristiana. Canta así, hoy ya, el triunfo de El Cazador que
sobrevive gracias a su agresividad, a su “instinto de muerte”, vocación de
muerte fratricida, gracias a su capacidad para sacrificar su Eros en el altar
productivista de Tanatos, libido reprimida para generar “cultura” (Freud).
Una revisión no—androcéntrica de nuestro pasado, una reflexión histórica que
parte de las relaciones entre las mujeres y sus criaturas mujeres y hombres, no
puede aceptar las bases conceptuales que distinguen entre “Paleolítico”,
“Mesolítico” y “Neolítico” que da paso a la “Edad de Hierro” ya en plena
“Historia”, clasificación elaborada para cantar la genealogía del triunfo del
Patriarcado. Desde una perspectiva no-androcéntrica, deberemos interrogarnos
sobre la transformación de la vida social a partir de que el reconocimiento de

42
haber nacido de mujer fuera suplantado por formulaciones imaginarias que
sitúan, en el centro reglamentador de la vida social, al hombre adulto que se
impone coercitivamente sobre un amplio territorio. Esta suplantación no se
produjo de una vez por todas en un momento del pasado, sino poco a poco, a
costa de muchas represiones, remodelando distintos aspectos de la vida social.
Y acaso sólo la Ingeniería Genética consiga algún día hacer olvidar totalmente
que la humanidad nace de mujer.
Así, una reflexión no—androcéntrica sobre nuestro pasado deberá interrogarse
por el proceso histórico que ha conducido a que la humanidad (Occidental, en
este caso) dejase de conocerse nacida de mujer y pasara a decirse
públicamente descendiente y obra de hombre, heredera de sangre, linajes y
herencias paternas. Por la configuración de “sistemas de parentesco” y de la
“paternidad” como institución cultural androcéntrica primordial, arquetípica, que
exige la redefinición patriarcal de la maternidad: estas cuestiones se revelan
como la clave para la comprensión de la génesis y consolidación de la
ordenación coercitiva de las relaciones comunicativas humanas bajo el
Patriarcado.
Desde esta nueva perspectiva, deberemos interrogar al pasado por tres
grandes etapas:
- Los orígenes matrilineales de las sociedades humanas
- El conflicto generado por imponer el reconocimiento patrilocal frente a la
organización matrilineal originaria.
- La consolidación de la hegemonía patrilocal o Patriarcado andro-etno-
céntrico.
A partir de los datos que nos suministran etólogos y antropólogos podemos
formular las siguientes sospechas, o si se prefiere hipótesis, que resultan más
convincentes que las que están en la base de la “historia” hoy hegemónica:
En las sociedades pre-humanas, en las que la conservación de la especie está
garantizada genéticamente, el colectivo de hembras “elige” a alguno o algunos
machos especialmente vigorosos (sementales calificados por los etólogos
como “supernumerarios”) para perpetuar la especie. Los rituales de galanteo
expresan el enfrentamiento entre algunos machos —no todos— por demostrar
ante las hembras su mayor vigor físico. Los restantes machos (calificados de
“numerarios”) ocupan las márgenes del grupo y se dedican a defender el
territorio, a explorar sus márgenes y buscar nuevas posibilidades: cuando los
bienes del territorio ocupado se agotan, ellos orientan al grupo hacia nuevos
territorios. La conservación de la especie queda garantizada puesto que las
hembras y sus criaturas así como los sementales que han elegido, ocupan el
centro protegido por los machos jóvenes e ingeniosos que acechan los peligros
y defienden al grupo de esos peligros. A estas conclusiones he llegado tras la
lectura no—androcéntrica de “El paradigma perdido, el paraíso olvidado” de
Edgard Morin, y de “Sociedad contra natura” de Serge Moscovici, por ejemplo.
En la figura no. 1 he tratado de reflejar esta organización.
El proceso de humanización supuso la disminución del control genético para la
supervivencia de la especie, a favor de la capacidad consciente colectiva para
efectuar tal tarea. En ese momento la importancia de esos machos sementales,
todo vigor físico, debió perder importancia. El desarrollo de la capacidad

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consciente de las mujeres para la reproducción y conservación de la especie, y
de la capacidad de los machos que con nuevo ingenio podían preservar mejor
el territorio que el grupo necesitaba para sobrevivir, hizo innecesaria la
existencia de unos sementales. Acaso el mito de “el asesinato primordial del
padre” surge en este momento en que mujeres y hombres menosprecian la
importancia del puro vigor físico y se afanan en utilizar sus nuevas
posibilidades ingeniosas. En la figura no 2 represento lo que supongo debieron
ser las sociedades humanas originarias, sociedades en las que la gente se
sabía nacida de mujer, madres de hermanas y hermanos, hermanos de
mujeres madres de mujeres y hombres, que establecen relaciones ecológicas
en sus relaciones intratribales y con su entorno: sociedades que podemos
calificar de “promíscuas”, a pesar de las connotaciones peyorativas que hoy,
habituados a reprimir el Eros en Tanatos productivista, asociamos a este
término.
Existe en estas sociedades un equilibrio entre el conocimiento de las mujeres
para la reproducción y conservación de la especie, y el conocimiento de los
hombres para la defensa del territorio que el grupo necesita para sobrevivir. A
estas sociedades se les suele calificar peyorativamente de “depredatorias”, al
azar de las fuerzas de la naturaleza.

*********** FIGURA N 1 Sociedades pre-humanas.

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FIGURA N2 i FIGURA N3 ***********************

La antropología nos permite suponer que en algún momento de nuestro pasado


estas sociedades “promiscuas” entraron en conflicto interno, en la medida en
que se configuraron en su seno las “sociedades de hombres”, cazadores
guerreros que se dijeron hermanos de hermanos, nacidos de entre ellos: se
situaron en el centro ordenador de la vida social y se adjudicaron la
responsabilidad sobre las hijas e hijos de sus hermanas. Se configuraron en
“nosotros” y, para diferenciarse de “las otras” (mujeres y criaturas mujeres y
hombres no—adultos), idearon expresiones secretas, gestos, palabras y
objetos (ritos, mitos y objetos simbólicos) mediante los que renegaban saberse
nacidos del útero materno y se decían nacidos de entre los hombres: este es el
sentido de los rituales de iniciación a que son sometidos los hombres en el
paso a la adultez, cuyas resonancias hallamos todavía hoy, por ejemplo, en el
servicio militar. Las pistas para esta suposición o hipótesis las he hallado, sobre
todo, en “El no de las niñas” de Marta I. Moia, y en las obras de Ruth Benedict,
Margaret Mead y otros textos. En la figura nº 3 represento estas sociedades en
las que ya se ha configurado, en el centro, las “sociedades de hombres”. De
ellas surgirá el conflicto generado por imponer el reconocimiento de
pertenencia a los hombres, al “nosotros”, frente a la organización originaria
matrilineal: la génesis de lo que en sentido estricto debemos considerar
“sistema de parentesco” (8).

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La importancia de estas “sociedades de hombres”, cazadores guerreros, se
incrementa cuando éstos deciden dominar más territorio del que necesitan para
sobrevivir equilibradamente con el entorno: entonces deberán medirse con
otras tribus, tengan o no sociedades de hombres configuradas. Se imponen
aquellas “sociedades de hombres” que hayan desarrollado una mayor pericia
en la logística expansiva, en la conquista del ’más allá’, territorio de la muerte
fratricida. Si hasta entonces el re-conocerse nacidos de entre los hombres sólo
tenía importancia entre los propios “nosotros”, cuando una determinada
“sociedad de hombres” se impone sobre otras tribus sometiéndolas, la relación
de los seres humanos del nuevo territorio configurado con los hombres que lo
dominan hegemónicamente, resulta decisiva. El conocimiento del origen
materno, matrilineal, es definitivamente subvalorado en beneficio de la
valoración de estar bajo la responsabilidad de los hombres adultos que
controlan hegemónicamente el territorio: se positiviza el pertenecer a la estirpe
de los varones de la tribu que se impone hegemónicamente sobre el territorio.
Estos, para perpetuar y si es posible ampliar su hegemonía, redefinen las
relaciones comunicativas intratribales y extratribales, en la medida en que
necesitan más criaturas masculinas que un día serán hombres adultos, para el
control expansivo del territorio, y que viven a expensas de los bienes
producidos por “las otras y los otros”. Los códigos patriarcales que inician los
considerados “tiempos históricos” por “la historia”, reflejan ya la implantación de
la sobrevaloración de la pertenencia patri-local y la valoración negativa y
menosprecio de los orígenes maternos. Estos códigos reglamentan ya cómo
deben repartirse entre los hombres adultos de la tribu o tribus que se imponen
hegemónicamente, las mujeres y sus criaturas de su propio tribu, y también,
cómo se distribuyen los territorios ocupados, mujeres y hombres y recursos, a
fin de que los que controlan coercitivamente el espacio, puedan dedicarse
exclusivamente a ese control, parásitos que viven a expensas de los
excedentes humanos y alimenticios que exigen de “las otras y los otros” (9).
Los hombres adultos que dominan hegemónicamente más territorio del que
necesitan para sobrevivir configuran, así, el arquetipo andro-etno-céntrico:
generan la división social arquetípica, primordial, que se deriva del sexo-la
edad-el origen patrilocal y delimitan el centro, el espacio social en el que
actúan; de esta división se derivan las restantes (clases... nacionalidades...).
En la figura nº 4 represento lo que supuso la consolidación de la hegemonía
patrilocal o Patriarcado.
Desde esta nueva perspectiva, la clasificación habitual de los historiadores
quedaría reformulada de la siguiente manera:
1. los orígenes matrilineales, que corresponderían con el llamado “Paleolítico
de la Cultura Occidental” pues hay que tener en cuenta que hoy todavía
algunas sociedades funcionan aceptando sin complejos conocerse nacidas de
mujer.
2. el conflicto generado por imponer el reconocimiento patrilocal frente a la
organización matrilineal originaria que, en el pasado de la Cultura Occidental,
podemos situarlo en el largo periodo conceptualizado por “la historia” como
“mesolítico” y “Primera Revolución Neolítica”: aproximadamente unos siete u
ocho mil años de confrontación entre sociedades de distintas opciones en las
zonas cunas de la Cultura Occidental. (10)

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3. la consolidación de la hegemonía patrilocal o implantación coercitiva del
Patriarcado andro-etno-céntrico que, en el pasado de nuestra Cultura, no
parece contar con más de cinco milenios de existencia conflictiva.

************** FIGURA N. 4 ****************************

La reflexión sobre los orígenes matrilineales debería plantearse clarificar, más


allá de la terminología de “la historia” que busca la genealogía de la talla de las
armas de El Cazador, por la génesis de la comunicación humana:
comunicación consciente que se puede expresar colectivamente. No se trata
tanto de buscar “el Paraíso Perdido”, mito androcéntrico, sino de clarificar cómo
debió ser el tránsito de las formas comunicativas animales a formas
comunicativas humanas con su diversidad.
Aquí podríamos plantear las posibles diferencias entre el conocimiento que van
adquiriendo las mujeres a partir de vivirse como seres fecundadores de Vida y
atentas a la precariedad de la infancia humana, y el conocimiento adquirido por
los hombres a partir de su ocupación principal, la defensa del territorio. De aquí
surge profundizar en la Magia Originaria todavía no transmutada en Hechicería.
Los restos de simbología de le fecundidad (Gran Madre Originaria
representada por las Venus de fines del Paleolítico) y de simbología fálica
(bastones de mando), pueden permitir rastrear los primeros conflictos
planteados por los hombres adultos que decidieron renegar de reconocerse
nacidos, podríamos decir, del rosa del útero materno y se dijeron nacidos del

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azul del cielo, de entre los hombres. A pesar de su androcentrismo
etnocéntrico, la antropología nos suministra datos para sospechar la existencia
de aquellas sociedades matrilineales originarias promíscuas.
La revisión no-androcéntrica de los datos que los arqueólogos nos suministran
sobre el “Mesolítico” y la “Primera Revolución Neolítica” hasta los calificados
como “tiempos históricos” (objetos de identificación personal, cultos funerarios
del “más allá” de la muerte fratricida), plantean la génesis de la simbología
falocrática que surge contradiciendo la simbología de la fecundidad femenina
originaria. Siete u ocho milenios en los que habrá que rastrear el conflicto entre
sociedades expansivas centradas en La Gran Caza y El Pastoreo Nómada, y
sociedades que mejoran su forma de vida ecológica mediante la horticultura, la
domesticación de animales y la manipulación de los productos de la naturaleza.
Parece evidente que El Cazador no pudo descubrir la horticultura, y sin duda el
Pastoreo Nómada supone ya la traducción a formas expansivas de la
domesticación ecológica de animales. Aquí se inicia el conflicto entre lo que
hoy se ha denominado la Inmanencia y la Transcendencia (en terminología de
Simone de Beauvoir) , entre conservación ecológica de la especie y
organizaciones sociales con voluntad expansiva espaciotemporal.
Conflicto complejo: frente a la expansión de La Gran Caza, la domesticación de
animales y el inicio del cultivo de la tierra, la elaboración de tejidos y cerámica.
Pero la versión expansiva de la domesticación de animales frente a la
imposible devastadora Gran Caza, da lugar al Pastoreo Nómada, que también
va esquilmando la tierra. Y, acaso, frente a la guerra fratricida, los inicios del
‘intercambio de regalos’ entre tribus que prefieren los relaciones armónicas con
otras tribus, intercambio que se traducirá andro-etno-céntricamente en
comercio de mujeres o bienes.
En este periodo se debió gestar lo que acertadamente denomina Ruth Benedict
“El Dogma Conceptual” Primordial: los hombres adultos, constituidos en
sociedades de hombres que imponen su hegemonía viviendo parasitariamente
de “las otras y los otros”, imponen por la fuerza la importancia de los rituales de
iniciación mediante los que las criaturas masculinas al llegar a la “adultez”, son
separadas del ámbito de las mujeres de modo que se reconozcan
descendientes de entre “nosotros”: descendientes del Orden Cósmico
Primordial, Reificadores de ese orden, perpetuadores de su orden coercitivo.
Aquí surge el primer nivel normativo filogenético que gobierna hoy nuestras
relaciones comunicativas, el que surge de la división social generada por los
hombres adultos con voluntad expansiva que se autoerigen en “nosotros”,
primera persona acaso todavía colectiva, para diferenciarse y hacerse
obedecer por “las otras”. La división social según el sexo, la edad y el origen
local (patrilocal). Las ideas arquetípicas de Cosmos contrapuesto a Caos
originario que tan bien explica Mircea Eliade en “Lo sagrado y lo profano”.
Los sistemas de parentesco expresan la normativa primordial coercitiva para la
supeditación de la conservación de la especie a los intereses de la logística
expansiva fratricida: supeditación de la comunicación vivencial (“promiscua”) a
las exigencias de la represión del Eros que debe ser contenido para poder
utilizarlo productivamente, puntualmente, en las expediciones de conquista del
“más allá”, territorio de la muerte fratricida. Mitos, ritos y objetos de las
sociedades de hombres constituyen las primeras formulaciones imaginarias de

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unos seres humanos que repudian conocerse nacidos de mujer y explican sus
orígenes, los reifican ritualmente, los imponen mediante objetos simbólicos,
para hacer reconocer que el Orden Cósmico Primordial surgió de entre los
hombres adultos. El Orden Cósmico Primordial se configura frente a la
comunicación y el conocimiento vivenciales matrilineales, reformulando los
Orígenes en Caos Originario contra el que surgió el Cosmos Primordial.
Todavía Caos / Cosmos existen simbióticamente o simbológicamente unidos: el
hechicero no es más que el traductor a los términos imaginarios secretos,
esotéricos, de las sociedades de hombres, de lo conocido vivencialmente en la
relación sensual y empírica con el entorno. Traductor: traidor. Inventa
expresiones nuevas que enmascaran las usuales: sólo eso.
Aquí habría que plantearse la cuestión del posible “matriarcado” concepto
hecho a la medida del patriarcado para legitimarse. No creo que hayan existido
sociedades en las que la mujer haya impuesto el arquetipo de “la madre”
coercitivamente sobre sus criaturas mujeres y hombres. Arquetipo, del griego
arkhós, hace referencia al que impone un orden: el orden matrilineal no
necesita imponerse; la institución de la paternidad sí que constituye la primera
formulación imaginaria que permite a los hombres adultos con voluntad de
hegemonía fratricida, apropiarse de las mujeres y sus criaturas mujeres y
hombres del propio territorio o de un territorio sometido. Aquí deberíamos
plantearnos la posibilidad de que el conflicto generado por el Orden Primordial
Patrilocal contra la Maternidad Originaria fuese tan profundo, que diera lugar a
sociedades separadas de mujeres con sus criaturas dedicadas al progresivo
descubrimiento de las reglas de la reproducción de la naturaleza, y sociedades
de hombres cazadores guerreros o de pastores nómadas guerreros que debían
acercarse ocasionalmente a los poblados matrilineales para expoliarlos y
finalmente someterlos. En esta línea resultan significativas la leyenda de la
sociedad toba-pilagá que nos relata Marta Moia en “El no de las niñas”
(capítulo 17) y otras leyendas recogidas de la tradición sumeria sobre la diosa
Ignana, así como los mitos de la Gran Madre Originaria, Gea ..., Demeter... o
Diana.
La hegemonía Patriarcal es el resultado, según mis sospechas (o hipótesis) de
la implantación del hombre adulto con voluntad expansiva como primer
arquetipo andro-etno—céntrico. Su pone el sometimiento de poblados
hortícolas matrilineales por parte de los Pastores Nómadas que acaban
asentándose en esos territorios, sometiéndolos y viviendo parasitariarnente de
las gentes que dominan. El Conocimiento Originario femenino de la
conservación de la especie (horticultura, domesticación amistosa de animales,
cerámica, tejido, intercambios amistosos de productos) fue reformulado por los
Pastores Nómadas de acuerdo con las elaboraciones imaginarias que les
habían servido de guía para desplazarse expansivamente por amplias
extensiones territoriales que iban esquilmando. Los Pastores Nómadas no
inventan la agricultura, la ganadería, las manufacturas: traducen, simplemente,
a sus formulaciones esotérico—astrológicas los principios de la reproducción
de la naturaleza que constituían el Conocimiento Femenino Originario. Este
Conocimiento para sobrevivir ecológicamente resulta transmutado en
formulaciones imaginarias para la explotación extensiva de los recursos. Así se
configuran los Grandes Imperios Hidráulicos ordenados en torno al Arquetipo
Andro-etno-céntrico: los arios / los dis-aurios.

49
Desde estas sospechas, los cinco mil años de Patriarcado en algunas zonas de
la Tierra, cunas de la Cultura Occidental, han supuesto el constante esfuerzo
por arrebatar a las mujeres el Conocimiento Originario para traducirlo en
Saber—Poder que permitiera controlar el mayor espacio posible con la mejor
economía de recursos: la progresiva penetración y ordenación de la vida
humana para someterla a los principios de la logística expansiva. No en vano,
la historia de la economía de los recursos humanos suele subdividirse en tres
fases: ética, hasta el siglo XV de la Era Cristiana; administrativo mercantilista, y
científica. La historia de la economía debería tener en cuenta esta primera
forma de economía: la economía del Eros, de la energía humana, la ética como
fundamento de la reglamentación espaciotemporal de la vida social.
A lo largo de estos cinco mil años escasos de expansión del Patriarcado de
corte indoeuropeo por territorios cada vez más amplios de la Tierra,
deberíamos rastrear los tres niveles fundamentales de la Economía de los
recursos humanos y naturales. El primer nivel, la economía del Eros que
implica reprimirlo y transmutarlo en Tanatos a fin de que los seres humanos
produzcamos más de lo que necesitamos para sobrevivir y generemos, así,
excedentes para que vivan parasitariamente quienes se dedican al control
expansivo del territorio: la represión “sexual” es el fundamento del Trabajo. El
segundo nivel, la economía de la vida social, del orden político institucional,
que supedita la vida privada a los intereses públicos de los paterfamilias que
negocian entre ellos, según el patrimonio de que disponen, cómo perpetuar y a
ser posible ampliar su expansión hegemónica. El tercer nivel, la economía del
sistema de creencias, las estrategias simbo-lógicas para que los seres
humanos asumamos, ya no sólo por la coerción sino también por la persuasión,
los intereses hegemónicos androetnocéntricos. Estos tres niveles se han ido
desarrollando y complejificando articuladamente a lo largo del Patriarcado en
aras de un productivismo que permitiera, mediante la división social del trabajo,
sucesivas oleadas expansivas.
En el momento actual de mis reflexiones distingo, en estos cinco milenios
escasos de Patriarcado (de Economía Patriarcal) las siguientes fases:
1. El Patriarcado Tribal Teocrático: los Antiguos Imperios Hidráulicos que
surgen de la llamada “Segunda Revolución Neolítica” (transmutación de la
horticultura en agricultura...), supone que los hombres adultos de las tribus
nómadas hegemónicas se sedentarizan y establecen las normas arquetípicas
por medio de las cuales se distribuyen los recursos humanos y naturales que
someten, a fin de obtener bienes excedentes que permitan mantener - con
creces - las necesidades de los especialistas en el control territorial. Estos
especialistas (guerreros, sacerdotes y funcionarios) viven parasitariamente y
desarrollan un sistema de control territorial complejo. Para ello se distribuyen
las funciones entre los especialistas en el Cosmos—Más Allá (sacerdotes), y
en el aquí y ahora (funcionarios y guerreros).
Es entonces cuando la paternidad se consolida como institución coercitiva
arquetípica justificada imaginariamente. La paternidad redefine, además,
patriarcalmente la maternidad. La familia patriarcal se constituye en
fundamento del Estado: Economía: oikós = casa territorio; nemo = yo
distribuyo, yo administro. Lo político - todavía íntimamente vinculado a lo
religioso - se configura como la forma de administrar los recursos del territorio:
institucionalización de la explotación de los recursos humanos y naturales.

50
No creo que preocupase mucho entonces unir, en el mismo hombre, propiedad
sobre las criaturas que reconoce de su estirpe y deseo de saberse progenitor
de estas criaturas engendradas por su o sus mujeres. Más bien parece que se
cooptaban para transmitir sus posesiones. Ni siquiera hoy la paternidad supone
que el hombre reconoce cuantas criaturas haya engendrado con mujer, sino
sólo aquellas que quiere reconocer como propias. No obstante, en estos
primeros Códigos Patriarcales se condena el adulterio de la mujer: esta
reglamentación cruel de la vida de las mujeres significa la gran resistencia de
nuestras antepasadas a someterse a la normativa del parentesco, a la
economía del Eros impuesta por los patriarcas.
Se impone estudiar el mito de la insaciable sensualidad femenina, que ha
servido de argumento legitimador del Orden Patriarcal. Lo que es cierto es que
la organización social de estos Imperios, parte de un centro reglamentador de
la vida social, constituido por los hombres adultos de las tribus hegemónicas,
que desplaza a los márgenes, como la piedra al caer en el estanque, a ‘las
otras” y “los otros”: mujeres y criaturas de sus propias tribus, mujeres y
criaturas mujeres y hombres de las tribus sometidas, articulándose ya una serie
de divisiones sociales que se generan a partir de la división arquetípica (sexo—
edad—territorialidad...casta-clase—nacionalidad…). A partir de afirmar el
arquetipo viril racial.
Podemos situar en este periodo la configuración del segundo nivel de
complejidad de la normativa cultural que condiciona nuestras relaciones
comunicativas: la ordenación cronológica del espacio. Las rutas de los
Pastores Nómadas están en la base de las vías de comunicación del espacio
Indoeuropeo: el tiempo empieza a configurarse ya como la manera de
contabilizar el esfuerzo que se requiere para desplazarse por el territorio
sometido, según la tecnología de que se dispone en cada momento histórico.
También es en este momento cuando se sientan las bases del tercer nivel de
complejificación de la normativa cultural filogenética: la ciudad constituye el
centro desde el que se domina el territorio sometido y, así, el orden burocrático
urbano (en estos imperios, teocrático) se impone sobre la vida social través de
dos elementos fundamentales para el control de los excedentes: la contabilidad
y la escritura desarrolladas, todavía como saberes secretos, en palacios y
templos. Palacios y templos suponen ya una primera división de las
formulaciones imaginarias para la explotación de los recursos: de los discursos
político y religioso, si bien todavía se hallan muy unidos.
2. El Patriarcado Familiar Burocrático constituye una nueva fase y una
reformulación de lo político como forma de explotar los recursos del territorio.
La configuración primero de la ciudad-estado y luego de la cives (polis y urbs)
constituyen nuevos centros para la ordenación expansiva del territorio, Habrá
que estudiar aquí qué supuso la Edad del Hierro para que la logística
expansiva se dotara de nuevas bases imaginarias, conceptuales (11). La
mitología de los Pastores Nómadas será reformulada por la mitología de los
Herreros. La escritura alfabética supone un paso decisivo en la economía del
sistema de creencias, de formulaciones arquetípicas. El Desarrollo del
Comercio y, en consecuencia, la progresiva monetarización del valor de la vida
y los recursos naturales, es también un nuevo elemento decisivo en el
desarrollo de la economía de los bienes.

51
Se reconoce a la Gran Madre Originaria en Gea…, pero en el centro del Olimpo
se sitúa ya Zeus, primer tecnólogo, progenitor cerebral de una virgen,
legitimador del orden ontológico. El desarrollo lógico del orden político exigirá
reformular la cosmovisión, el orden religioso.
Ya en Grecia, pero sobre todo en Roma (la Urbs) se empieza a configurar la
diferenciación institucional entre lo privado y lo público desde nuevas bases: la
patria hace referencia a los asuntos colectivos de los pater familiae, mientras
que el patrimonium, territorio privado de cada pater familiae, está constituido
por mujeres y criaturas, esclavas y esclavos, tierras y bienes, frutos del botín
de guerra. Hablar del Patriarcado Familiar parece más clarificador que referirse
a la Época Clásica grecorromana o al Modo de Producción Esclavista: familia
viene de famulus, en general todo cuanto pertenece al patrimonium y, en
particular, esclavo. Y, frente al patrimonium, el matrimonium es la institución
por medio de la cual las mujeres son entregadas por sus padres al hombre u
hombres a los que han de dar hijos, a los que harán padres. Vir-go hace
referencia a la mujer que debe ser entregada al varón, vir; y matrona es aquella
que procrea y amamanta criaturas para el hombre al que pertenece por su
matrimonio. Las mujeres quedan clasificadas también en privadas y públicas;
según como deciden repartírselas entre los hombres (12).
Decía Demóstenes: “Tenemos esposas para tener hijos, prostitutas para el
placer de los sentidos y hetairas para el placer de los espíritus”. En Roma,
parece que la distinción es ya más clara entre mujeres privadas y públicas: las
primeras destinadas a o reproducción de la especie y a la producción
doméstica de bienes, junto con esclavas y esclavos; las segundas,
mayoritariamente esclavas, a los desahogos de los varones reprimidos para
lograr la magnífica expansión del Imperio Romano. Acaso sin estas mujeres
dedicadas a contrarrestar la represión de la líbido viril, la crueldad de los
ejércitos romanos no hubiera tenido límites. El hecho es que ya la mujer es
reducida a cuerpo, cuerpo para la procreación o para el placer. Al menos eso
pretendían: todavía hoy no se ha logrado.
Abordar la Cultura Clásica supone pulsar nuestras palabras para hallar las
resonancias simbólicas profundas de su etimología o sentido correcto que
desarrollaron los filósofos. Afinar nuestro olfato al analizar las instituciones de
nuestra sociedad basadas en el derecho romano no en vano retomado por
Napoleón. Atender, en fin, a nuestra forma de vida urbana, civilizada (cives),
nuestro comportamiento urbano cuyas bases se remodelan también en esta
etapa del Patriarcado. Porque Roma es, fundamentalmente, la Urbs, lo urbano,
frente al Pagus, el campo, todavía vinculado a las tradiciones de la fecundidad
de la Gran Madre (Gea o Diana). La ciudad: centro de administración
burocrática del espacio imperial. Lo civilizado, el mundo cultural del Cives,
imperio constituido como malla anudada por ciudades, entrelazada por nuevas
rutas que desarrollan las trazadas por los Pastores nómadas y por los
Herreros.
Y para este nuevo orden urbano, burocrático, hay que sustituir la vivencia del
tiempo cíclico - que tan bien debió conocer la mujer y que le permitió conocer
las normas de la reproducción de la Vida -, por una ordenación cronológica
abstracta. Cesar impone el calendario astrológico solar que hoy ordena nuestra
vida. La comunicación vivencial queda así supeditada a la 1ógica del tiempo
burocrático, cronológico. Las relaciones sociales supeditadas a las normas de

52
la Retórica, base del discurso jurídico-político. En fin, el conocimiento viril,
escindido entre cerebro y falo, se impone penetrando el conocimiento
femenino: el hombre trágicamente dividido entre Apolo y Dionisos.
Aquí podemos situar la aparición del cuarto nivel de complejificación de la
normativa cultural que gobierna nuestras relaciones comunicativas: la
supeditación del conocimiento y la comunicación vivencial a las exigencias de
las formulaciones públicas conceptuales, delimitables y cuantificables,
formulaciones imaginarias que permiten el desarrollo de un amplio sistema
simbo-lógico para la explotación de los recursos humanos y naturales. El papel
de la moneda resultará, especialmente cuando su utilización se masifique,
fundamental. También aquí se sientan las bases de un quinto nivel: la
supeditación de lo personal, convertido en privado de cada pater familiae, a las
exigencias del orden público, supeditación que la Revolución Industrial llevará a
sus últimas consecuencias que hoy vivimos.
3. La “Caida del Imperio Romano de Occidente’ supone el crac de la burocracia
imperial romana. Las bases teocráticas del Patriarcado Familiar resultaban
insuficientes con el gran desarrollo de la reglamentación lógica del orden social.
El cristianismo aportará bases teocráticas nuevas: teo-lógicas. Yahvé ya
no es un dios con querellas familiares: es el Verbo Eterno (que queda fuera del
orden cronológico histórico) y la Teo-logia cristiana recogerá tanto las bases
onto—lógicas legadas por Grecia, como las bases burocrático—urbanas
generadas para la expansión imperial romana. No en vano, San Agustín
centrará sus reflexiones en torno a la ciudad divina.
Esta cosmología monoteísta parte de que el primer padre, Adán, es una
criatura de arcilla modelada por el Verbo; Eva, un apéndice de Adán, culpable
del Pecado Original. El Verbo se hará carne humana por la intervención del
Verbo—Espíritu en las entrañas de una Virgen, seno materno reducido ya a
estancia pasajera e in-significante. Todo parece como si se quisiera acabar ya
con la sacralización originaria de la fecundidad femenina.
La crisis del patriarcado Familiar trata de superarse por dos vías:
- la vida social se ordena a partir de las nuevas “relaciones personales” entre
los hombres. Esta es la base de los ejércitos medievales que darán pié a la
hegemonía de unos señores sobre otros y al “primun inter pares’, monarca que
busca su legitimidad en Roma, y que se apoya en una cadena de relaciones
personales entre caballeros.
- la coherencia ideológica de la Iglesia de Roma que aparece como primera
multifeudal cuya sede metropolitana se sitúa en la Urbs, Roma. Continuadora
de la burocracia imperial del antiguo Imperio Romano de Occidente, elabora
teo-lógicamente nuevas bases cosmo—lógicas que legitiman la vida social
feudal.
El mundo feudal conlleva, sin embargo, una nueva valoración de la vida rural y,
por tanto, pagana, sensual. Las tradiciones mitológicas paganas perduran a
pesar de las conversiones al cristianismo de señores y vasallos feudales. La
mujer del campo conserva el conocimiento de las Reglas, su ciclo, ciclo lunar,
base de la horticultura. Y, acaso a ella se deban los avances del paso de la
agricultura extensiva a la intensiva, nuevas roturaciones, nuevos métodos para
conservar la fecundidad de la tierra... pues está claro ya que la agricultura no

53
depende sólo de las semillas como hasta entonces se había proclamado: ni la
tierra ni la mujer son receptáculos pasivos en los que la semilla o el semen
germinan ante la pasividad femenina. Hay que tener en cuenta que la mayoría
de los hombres debieron estar ocupados, en este periodo, en los servicios de la
guerra, no solamente en las batallas o en sus ejercicios preparatorios, sino
también en el trabajo de elaboración y cuidado de los armamentos y de todas
las necesidades que suponía el avituallamiento para las razzias y expediciones
diversas de saqueo.
La configuración urbana irá adquiriendo progresivamente más peso en la vida
feudal con el renacer de la vida monetaria. Los seminarios (de etimología
común a semen y semilla) y las Universidades se aplican a dotar de nuevas
bases lógicas al orden social con sus nuevas necesidades. De las
Universidades saldrán los especialistas en las bases conceptuales de la lógica
cósmica - teólogos -, los especialistas en la lógica social - juristas -, y, al
fin también, los especialistas en la lógica aplicada al conocimiento del cuerpo
humana - los médicos -. Se persigue a las mujeres - y algunos hombres que no
se doblegan al conocimiento androcéntrico - : “poseídas por el demonio” -
símbolo del Caos Originario, el mal, las tinieblas del “más allá” - se declara a
cuantas no aceptan ser poseídas privadamente por un varón, a cuantas no
sometan su conocimiento vivencial a las normas del saber - poder a que se
está dotando de nuevas bases lógicas y que además, por otra parte, se
empieza a extender a todos los hombres de la sociedad.
La reformulación del concepto de “hombre” renacentista supone dotar de
nuevas bases de solidaridad masculina a la Cultura Occidental a punto de
lanzarse a la conquista del espacio de Ultra—mar: a partir de ahora, todo
hombre empieza a tener derecho a poseer una mujer: el fin de la servidumbre y
las reivindicaciones, posteriormente, del proletariado podrían revisarse desde
esta perspectiva, desde esta necesidad de reformular sobre nuevas bases la
solidaridad entre los varones para ampliar el centro hegemónico andro-etno-
céntrico y, así, la capacidad de expansión.
La caza de brujas, como terreno sobre el que se ensañan otras confrontaciones
político-religiosas (Reforma y Contrarreforma, crisis de la alianza entre el Trono
y el Altar) , supone arrebatar a las mujeres, a lo largo de varios siglos de
persecuciones sangrientas, el conocimiento de sí mismas para que lo enajenen
en los médicos y, después, en los especialistas en aparato reproductor
femenino, gine-cólogos. Vale la pena recordar que las primeras normas que
dicta Sancho el Mayor de Navarra sobre la persecución de la brujería condena
explícitamente las relaciones incestuosas de las mujeres con sus criaturas
hombres. (13)
4. Los tiempos conceptualizados por los historiadores como Renacimiento que
abre la puerta a la Edad Moderna y Contemporánea y sientan las bases de la
Revolución burguesa industrial, sientan las bases de lo que podríamos
denominar el Patriarcado Tecnocrático nacional primero, multinacional hoy.
La represión de la “líbido” resulta imprescindible para generar “cultura”: se trata
de arrebatar a mujeres y hombres la confianza en nuestro conocimiento
vivencial a fin de que demos respuestas lógico—automáticas a las demandas
de las nuevas necesidades expansivas. En el siglo XVIII el conocimiento
vivencial será desmenuzado en “sensorialidad”, “sensualidad’, “sensibilidad
artística”, “sexualidad”... y “sentimiento”. Se sientan así, las bases de la

54
deificación de la Razón andro-etnoocéntrica que excluye, cuanto no ha lo grado
traducir a sus leyes, como Superstición despreciable (figura nº 5)
La Revolución Industrial supone, además, penetrar el ámbito de “lo privado” por
parte del “orden público”: o mejor, sacar del dominio privado la producción de
bienes y racionalizarlo monetariamente: nuestras aspiraciones dependen de las
leyes del mercado, lo que somos queda transmutado en la cotización de
nuestra fuerza de trabajo, lo que deseamos, en lo que podemos adquirir según
esta valoración abstracta de lo que somos.
El Patriarcado Tecnocrático, que se inicia con la Primera Revolución Industrial
y se consolida hoy con la Segunda Revolución Cibernética, es revelador en su
terminología:
— Antropología o “ciencia del hombre”, se refiere, etimológicamente, al
conocimiento lógico del hombre que domina el territorio, el hombre en
constante movimiento espacial, cuyas referencias arquetípicas se remontan a
Hermes.
- Ginecología o ciencia médico-somática que estudia el aparato reproductor
femenino, significa, etimológicamente, conocimiento lógico de la mujer. Tal
conocimiento nos reduce a mero aparato “somático’. Freud vendrá a completar
el panorama hablando de la histeria como enfermedad psíquica de la mujer
inadaptada, enfermedad del útero expresada psíquicamente.
El Patriarcado Tecnocrático Multinacional supone la confrontación entre la
opción “oriental” y “occidental” de la cristiandad por dominar (y si es preciso
destruir) el máximo espacio en el mínimo tiempo. La Ingeniería Genética acaso
permita una sociedad unisexual a la medida de la virilidad (andro-etno-
céntrica). Aquí y ahora, convertidos en microordenadores automatizados
conectados a las redes de los macroordenadores sociales (Cosmos reducido a
Ordenador Electrónico) (microcosmos humano reducido a dato, terminal de
datos) , nuestra comunicación con migo—con mi entorno humano— natural-
cósmico, se nucleariza, atomiza, automatiza.
El problema de la identidad tanto de mujeres como de hombres que nos
resistimos a asumir el arquetipo de la virilidad, resulta hoy crucial.
¿Masculinizar lo femenino o feminizar lo masculino? ¿Feminismo de la
diferencia o feminismo de la igualdad?. La familia nuclear, nuclearizada hoy en
criaturas mujeres y hombres solos. “El mercado de la soledad humana”, de
Miriam Dethuil, autómatas atomizados en un esfuerzo por reformular la
solidaridad interna andro-etno-céntrica a la conquista del espacio.

***************FIGURA n.5 ****************

55
Aquí podemos situar el sexto nivel de complejidad de la normativa filogenética:
hegemonía de la razón, automática ya, menosprecio del sentimiento. La
mediatización del conocimiento vivencial por el orden lógico se expresa
claramente en la pornografía que reduce el Eros a genitalidad mecanicista
impregnada de Tánatos: lo apolíneo reducido a sensibilidad artística, lo
dionisiaco genitalizado en sexualidad perversa. El problema de las
perversiones plantea de lleno la transmutación del Eros en Tánatos
productivicista, siempre insatisfecho y, por tanto, angustiosamente insaciable.
El placer de vivir reducido a orgasmo fa1ocrático.
También aquí podemos situar el séptimo nivel de complejificación de la
normativa histórico cultural que condiciona nuestras relaciones comunicativas:
la automatización atomizada de nuestra vida nuclearizada, nuclear, que nos
lleva a graves conflictos comunicativos conmigo-contigo-con nosotras y
vosotros-con ellos. La informatización de la sociedad se plantea como el gran
frente civil de la batalla de la nuclearización de la vida de una sociedad
autom—atómica, desde las relaciones interpersonales hasta las
conflagraciones por la hegemonía del Patriarcado Tecnocrático Multinacional.

Notas

(1) La idea fundamental del Dogma Conceptual Primordial me la suministró el


artículo de Ruth Benedict, Continuidad y discontinuidad en el condicionamiento
cultural, publicado en Horowitz, Historia y elementos de la Sociología del
Conocimiento, Eudeba. Buenos Aires 1962.
(2) Ortopedia: Maria Moliné, en su Diccionario de uso español la define como
“arte de corregir o de evitar deformaciones del cuerpo humano y de construir
aparatos para ello”. El Breve Diccionario Etimológico de la lengua castellana,
de Joan Corominas, nos clarifica el significado profundo etimológico, el “sentido
verdadero” del término: ‘orto’, primer elemento de compuestos tomado del
griego Orthós ‘recto’, ‘derecho’, ‘justo’ Ortodoxo (. ..) Ortografía (...) Ortopedia,
s.XIX, con griego paideia, educación’ (derivado de país, ‘niño’); Ortopédico,
Ortopedista.
(3) Quizás debería aclarar también que, dedicada a impartir Historia de la
Comunicación Social en la Facultad de Ciencias de la Información de la UAB,
me interesaba estudiar la génesis histórica de nuestra actual problemática
comunicativa privada / pública.
(4) Estos problemas los planteé en dos artículos que publiqué en L’Avenç: Per
una història total no androcèntrica, (nº 35, febrero de 1981), y Sheila
Rowbotham: historiografia feminista i història, (nº 37, abril de 1981).
(5) Los análisis centrados en la contradicción de las clases sociales, se
quedaron en una perspectiva etno—céntrica que dificultaba la comprensión del
imperialismo y los movimientos de emancipación popular. Esta perspectiva se
está revisando hoy (Samir Amin, Chesneaux…) pero sin profundizar en la raíz
de la articulación profunda, arquetípica andro-etno-céntrica. De ello resultan
críticas parciales y en definitiva partidistas, andro-etno-céntricas.

56
(6) La ponencia de Mar Fontcuberta para este Seminario es clarificadora al
respecto. Entre otras cosas nos dice: “La escritura de mujer, en lo esencial,
está fuertemente entretegida de fibras carnales”.
(7) Estos datos porcentuales los suministra así, André Leroi-Gourham en La
Prehistoria, Labor, Col. Nueva Clio.
(8) La ponencia que Marta Moia presenta en estas Jornadas resulta
significativa: “El parentesco a través de las mujeres, de realidad a
epifenómeno”.
(9) Así hay que entender la relación entre patriarcado y propiedad privada de
las mujeres y sus criaturas, y otros bienes obtenidos como botín de guerra: la
herencia patrimonial.
(10) Estudios sobre lo se ha dado en llamar el matriarcalismo vasco - y que
quizás fuera más correcto conceptualizar como matrilinealidad originaria -
plantean que el conflicto por la implantación de la hegemonía patrilocal andro-
etno-céntrica, se halla todavía vivo hoy entre algunos pueblos como el vasco.
Este conflicto puede rastrearse en las costumbres y en la propia lengua de este
pueblo tal como lo están haciendo investigadores como Barandiaran,
Bornemann, Ortiz-Oses…
(11) Simone de Beauvoir, en El segundo sexo, plantea ya la relación entre
metalurgia y conocimiento conceptual.
(12) Estos datos me los suministró Manuel Romero Bernardo en un trabajo de
curso (1978—79) sobre Comunicación y vida cotidiana en Roma.
(13) Angel Gari Lacruz lo recoge en su Tesis Doctoral sobre Brujería e
Inquisición en Aragón (Universidad de Zaragoza, inédita), y en algunas
publicaciones monográficas sobre el tema.

57
2.
EL ROMPECABEZAS
DEL ARQUETIPO VIRIL

58
Bloque 1:
La crítica al Arquertipo Viril
y el orden androcéntrico
del saber académico

59
2.1. El Arquetipo Viril y el orden androcéntrico del discurso

“No es más fácil reformar un gobierno que crearlo, lo mismo que


es más difícil olvidar lo aprendido que aprender por primera vez.”
Aristóteles.- La Política

El titulo de la Tesis, “Las raíces históricas de la problemática actual de la


Comunicación Social”, indica la preocupación de la que partí inicialmente:
rastrear históricamente la génesis de las estructuras familiares, económicas,
políticas, tecnológicas e ideológicas que gobiernan las relaciones
comunicativas humanas (es decir, las relaciones sociales entendidas como
procesos comunicativos). El subtitulo, “Elementos para una Historia de la
Comunicación Social No—Androcéntrica”, precisa que la pretensión inicial se
ha quedado en empezar por abordar algunos elementos clave para poder
realizar esta reflexión histórica, como reflexión crítica.
De ahí que el cuerpo central de la Tesis esté dedicado al primero y más
fundamental de estos elementos a mostrar que el concepto hombre, o los
masculinos presuntamente generalizadores de lo humano, ocultan en realidad
un modelo humano particular, parcial y partidista un arquetipo viril, pieza clave
de la que se deriva el orden androcéntrico del discurso académico.
A simple vista, este título puede hacer pensar en un texto feminista, en el
sentido restringido en que suele entenderse este término. Pero el título
pretende precisamente poner el acento en la virilidad, en el universo mental—
discursivo que se deriva de haber asimilado como “natural—superior—humano”
el arquetipo viril, universo del que se desprenden las claves del discurso
histórico, del discurso lógico—científico. Es decir, frente a algunas propuestas
realizadas entre quienes atienden a la “historia de la mujer”, aquí se propone
estudiar la necesidad de clarificar el sujeto histórico productor y protagonista
del discurso histórico, y se analiza quién es ese hombre que aparece como
protagonista de la historia (cabe puntualizar: del discurso histórico).
Hemos aprendido que todo lo que se dice del hombre nos atañe, por ser
humanas y humanos. Pero no nos hemos parado a pensar qué se dice de ese


(XII-1985), Resumen de la Tesis Doctoral dirigida por D. Emili GIRALT i RAVENTOS, que con
el título “Las raíces históricas de la problemática actual de la Comunicación Social. Elementos
para una Historia de la Comunicación Social No-Androcéntrica”, leída en la Facultad de Historia
de la Universidad de Barcelona en septiembre de 1984, Premio Clara Campoamor del Instituto
de la Mujer del Ministerio de Cultura. Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne, nº 1-2. P.
117-121. CNRS. Un resumen más amplio de la Tesis puede verse en MORENO SARDÀ, A.
(1988), La otra política de Aristóteles. Cultura de masas y divulgación del arquetipo viril, Icaria,
Barcelona.

60
hombre, presunto generalizador de lo humano. Esta es la indagación que se
realiza con esta Tesis.
Se abre la Tesis con una Primera Parte en la que se delimita así el problema
que se va a estudiar: “Aproximación al problema del androcentrismo en el
discurso histórico”. Para ello, en primer lugar, se distingue entre los distintos
significados de dos términos que suelen utilizarse como sinónimos, sexismo y
androcentrismo; y tras definir el problema como androcentrismo, se pasa a
formular dos puntos de partida no-androcéntricos, a valorar en su justa medida,
como datos históricamente significativos, dos evidencias: la humanidad está
constituida por mujeres y hombres de distintas condiciones espaciotemporales
(diversidad que, en principio, no tiene por qué implicar jerarquización), y la
humanidad nace y se perpetua nacida de mujer.
La valoración de estas dos evidencias como datos históricamente significativos
permite un nuevo acercamiento a la lectura de los textos que sirve para ir
mostrando ya no sólo el orden androcéntrico del discurso aristotélico, sino
además, la opacidad androcéntrica que encubre hoy el discurso histórico. A
esto dedico la Segunda parte de la Tesis, que constituye el cuerpo central y
más amplio: aplico la que he dado en llamar lectura crítica no-androcéntrica en
primer lugar a La Política de Aristóteles y, a continuación, a diecisiete obras de
Historia del Pensamiento (2), de amplia utilización en la Universidad, en las que
se explican las líneas base de esta obra clave de la Cultura Occidental, lo que
me permite mostrar lo que pretendo. Esta lectura crítica no-androcéntrica
consiste básicamente en una lectura atenta y crítica, una lectura en la que se
parte de un ejercicio de autocrítica de los propios hábitos mentales:
empezamos prestando atención a las referencias a mujer y, al mismo tiempo, a
clarificar si los masculinos presuntamente genéricos funcionan como
masculinos, o como genéricos, y así, a rastrear qué sistema de valores
humanos particulares se generalizan como lo humano.
Para realizar la lectura crítica de La Política de ARISTOTELES he tomado en
consideración varias ediciones en castellano, griego-castellano y griego-francés
(3), pues he constatado que las traducciones adolecen también de opacidad
androcéntrica, y en lugar de traducir fielmente, traicionan el texto original en
diversos matices, en especial al traducir indistintamente anzropos y aner, -dros
como hombre.
Poco a poco se va mostrando el orden androcéntrico del discurso aristotélico, y
las claves conceptuales que le permiten legitimar al varón adulto de raza griega
(aner, -dros) en el centro hegemónico de la vida social, como modelo de lo
“natural-superior-humano” y ser destinado a la actividad del mando (arkhos).
Se muestra, también, que el discurso aristotélico se articula interrelacionando
constantemente negaciones / afirmaciones: es decir, la afirmación del arquetipo
viril griego, como modelo “natural-superior-humano”, se configura, en
Aristóteles mediante referencias constantes a otras y otros mujeres y hombres
que define pasiva y negativamente (arkhomenos, seres destinados a ser
mandados); y el universo humano negativizado para poder afirmar la
superioridad de la virilidad racial no es sólo el de las mujeres, en general, sino
el de un amplio conjunto de mujeres y hombres que constituyen la mayoría de
la población: mujeres y criaturas de sangre griega mujeres y hombres de
diversas condiciones no-griegas, bárbaras y bárbaros a quienes, según el

61
filósofo, los varones adultos griegos, dada su “naturaleza teológica” (fysis—
telos—logos) tienen derecho a mandar.
El texto de La Política de Aristóteles aparece, al leerlo atenta y críticamente,
cargado de una gran riqueza de sugerencias para una mejor aprehensión de
nuestros conflictos presentes. En la lectura que realizo, rastreo aspectos claves
del pensamiento actual, como la articulación entre las divisiones sociales y su
relación con los modelos de comportamiento (arquetípico / prototípicos); la
fijación de las divisiones sociales a partir de la estructuración del territorio y de
la división del espacio social en espacios privatizados y espacios públicos,
propios del colectivo viril hegemónico; la configuración de este centro
hegemónico público como espacio social de un colectivo viril que orienta su
vida, y la del conjunto de mujeres y hombres que constituye el colectivo social,
en aras de la expansión territorial; un colectivo guiado por ese “naturalismo”
que considera que la guerra es legítima “para someter a quienes, destinados a
ser mandados se niegan a someterse”, como dice el filósofo. Aristóteles
identifica los conflictos políticos con las confrontaciones que se dan en el seno
de ese colectivo viril griego (“el poder es el premio del combate”), en el que
confluye la ordenación de dos aspectos clave del sistema jerárquico social
político: el orden social interno y las relaciones exteriores orientadas por la
“voluntad expansiva”. Así, la lectura crítica de La Política permite descubrir la
necesidad de articular, en la reflexión la sociedad, los dos aspectos
fundamentales de ese orden interno: la reproducción de nuevas criaturas a
“imagen y semejanza” del varón, y la obtención, producción y acumulación de
bienes, aspectos interrelacionados entre sí precisamente por las repercusiones
entre ese orden interno y los proyectos exteriores expansivos.
De este modo, la lectura crítica de La Política de Aristóteles no sólo ayuda a
desvelar el modelo de análisis androcéntrico que fragua el filósofo, con sus
claves conceptuales y su ordenación estructural básica, sino que, en la medida
en que el modelo aristotélico constituye un legado fundamental en nuestra
cultura, su re-visión crítica abre además nuestras perspectivas habituales en
los análisis socio-históricos: no sólo por el hecho de tomar en consideración el
tratamiento que la mujer recibe en esta obra, sino porque éste es el detonante
que nos conduce a otros aspectos de la vida social habitualmente
menospreciados por el discurso académico, considerados “in—significantes” o
“no—significativos”, para legitimar los que se consideran “significativos”.
Los resultados de esta lectura crítica de La Política de Aristóteles se comparan
a continuación, con le lectura crítica de textos sobre esta obra que aparecen en
libros de Historia del Pensamiento. Fácilmente destaca el hecho de que,
mientras el filósofo expone con transparencia el orden androcéntrico de su
discurso, todos los autores lo asumen pero lo ocultan opacamente, como
modelo “natural superior humano”. Todos ellos adolecen de una lectura parcial
y partidista, de una visión simplificadora y reduccionista que les lleva a
identificar como humano cuanto Aristóteles dice sólo de los varones adultos
griegos, generalizando lo particular como universal humano por haber asumido
como “natural” ese “naturalismo teleológico” con que Aristóteles argumentaba
su explicación. Esa generalización de lo particular se debe a que los autores no
suelen tomar en consideración la importancia que le dio el filósofo a todo
cuanto escribió sobre mujeres y hombres “destinados a ser mandados”; no
parecen percibir si quiera el papel que cumple, en el orden del discurso

62
androcéntrico, la valoración negativa y pasiva de la mayoría de mujeres y
hombres como medio imprescindible para poder definir positivamente la
actividad del varón adulto griego, “destinado a mandar” (arkhon). Se diría que
se hubieran renunciado a leer una parte importante de la obra, compuesta por
trozos de textos intercalados a lo largo de la obra; como si sistemáticamente
hubieran hecho saltar su vista sobre cuantos fragmentos desarrollan la visión
negativa de la mayoría de mujeres y hombres, para atender sólo a la
conclusión que afirma la hegemonía viril, que identifican con el modelo “natural-
superior-humano”. Esto les permite operar con el modelo viril - claramente
definido en Aristóteles - como modelo genérico humano (lo cual, además, es
antiaristotélico), y el naturalismo que otorgan a este modelo “humano conlleva
pre-suponer también el naturalismo del universo mental androcéntrico propio
de ese arquetipo viril. Naturalismo del orden social jerárquico de la polis, del
sistema de apropiación privatizada por parte de los varones griegos de un
conjunto de bienes naturales y seres humanos, que sirve de base para los
proyectos expansivos del colectivo viril y, así, de la guerra como instrumento
“natural” de ese orden social. Naturalismo, también, de conceptos clave como
“familia”, “economía”, “política”..., cuyo significado actual proyectan hacia la
polis griega eludiendo, así, comprender las transformaciones históricas que han
experimentado las realidades a que se refieren tales conceptos y, en
consecuencia, haciendo como si las formas sociales a que se refieren tal como
se dan en la actualidad, fueran eternas e inmutables. En definitiva, legitimando
el presente como lo “natural-superior-humano” a que ineludiblemente debe
aspirar todo colectivo social humano.
Así, la comparación entre La Política de Aristóteles y lo que los libros de
Historia del Pensamiento dicen de esta obra, permite mostrar no sólo las
estructuras clave del discurso androcéntrico sino, además, la opacidad con que
este discurso se formula hoy; opacidad que dificulta comprender la vida social
humana en toda su diversidad y complejidad porque sólo atiende a lo que
puede vislumbrarse desde el centro hegemónico reglamentador de la vida
social; visión que margina, como in-significantes, aspectos fundamentales de la
existencia humana, aspectos clave para la comprensión de la capacidad de
supervivencia humana pasada y presente.
La asimilación del arquetipo viril como modelo “natural-superior-humano”, nos
impide percibir las falacias sobre las que se estructura el discurso
androcéntrico hegemónico, a la vez que cierra nuestra reflexión en un callejón
sin salida: de ahí la necesidad de una atenta y pausada lectura crítica, cuyo
objetivo se convierte en definitiva en un ejercicio de autocrítica del universo
mental asimilado, inconsciente / conscientemente, como “natural-superior-
humano” al que aspirar personal / colectivamente.
De ahí que haya destacado, para introducir en el texto, la advertencia de
Aristóteles sobre la mayor dificultad que entraña “olvidar lo aprendido que
aprender por primera vez”.
Esta conclusión, a la que conduce la lectura de la Segunda Parte de la Tesis,
permite pasar a formular, en la Tercera Parte, los “Elementos para una Historia
de la Comunicación Social No-Androcéntrica”, que se exponen de forma
sucinta, ya que su desarrollo es objeto de otros trabajos de investigación que
sigo realizando.

63
Notas

(1) “Andro—centrismo hace referencia a la adopción de un punto de vista


central, que se afirma hegemónicamente relegando a las márgenes de lo no—
significativo o insignificante, de lo negado, cuanto considera im—pertinente
para valorar como superior la perspectiva obtenida. Este punto de vista, que
resulta así valorado positivamente, sería propio no ya del hombre en general,
de todos y cualquier ser humano de sexo masculino, sino de aquellos hombres
que se sitúan en el centro hegemónico de la vida social, se autodefinen a sí
mismos como superiores y, para perpetuar su hegemonía, se imponen sobre
otras y otros mujeres y hombres mediante la coerción y la persuasión /
disuasión. “El hombre hecho” de que nos habla la palabra griega aner, —dros,
se refiere no a cualquier hombre de cualquier condición o edad, sino a aquellos
que han asimilado los valores propios de la virilidad y que imponen su
hegemonía.
“Así entendido, el concepto androcentrismo permite clarificar varios puntos. Por
una parte, deja la puerta abierta para la indagación del sujeto histórico que, en
cada sociedad, haya detentado ese punto de vista hegemónico y, así, a
precisar, también, qué mujeres y qué hombres, qué otros aspectos humanos
diversos, han resultado marginados al ámbito de lo no significativo o
insignificante. Por otra parte, hablar de androcentrismo ayuda a situar el
problema que nos preocupa en el marco más amplio y complejo de las
relaciones de poder: deja abierta la posibilidad de indagar la articulación entre
distintos niveles de hegemonía central, y a no sólo relacionados con el sexo,
sino también con la edad, la raza, la clase, la nacionalidad, etc. Además,
permite marcar las necesarias distancias respecto a los supuestos biologistas
que tratan de legitimar el actual orden social atribuyéndolo a las hormonas
masculinas la refutación del fatalismo biologista deberá ir acompañada de una
cuidada indagación sobre el papel de la cultura en la configuración de los
papeles de comportamiento, y esta indagación, en nuestra sociedad, debe
realizarse desde un punto de vista histórico. La palabra androcentrismo abre,
también, un interrogante sobre el proceso de asimilación del modelo de
comportamiento viril hegemónico, modelo que en al actualidad apela ya no sólo
a los hombres, sino también a las mujeres”. (Definición de androcentrismo
expuesta en la Tesis Doctoral, “Las raíces históricas de la problemática actual
de la comunicación social”, vol. 1. p. 16-17).
2. Obras de Historia del Pensamiento analizadas:
ABBAGNANO, N., Historia de la Filosofía. Barcelona. Montaner y Simon, 1973
(2a).— AUBENQUE, P., Aristóteles y el Liceo, en La Filosofía Griega, Vol. II de
Historia de la Filosofía, bajo la dirección de B. PARAIN, Siglo XXI, Madrid, 1980
(8a).— BERNHARDT, J., Aristóteles, en Historia de la Filosofía, Ideas,
Doctrinas, dirigida por F. CHATELET, Vol. 1. Madrid. 1976.— CAPELLE, E.,
Historia de la Filosofía Griega, Madrid, Gredos, 1972.— COPLESTON. F.,
Historia de la Filosofía, Barcelona, Ariel, 1969.— CHEVALIER. J., Historia del
Pensamiento, Madrid, Aguilar, 1968 (2a).- FRAILE, O., Historia de la Filosofía,
Madrid, B.A.C., 1965 (2a).— GINER, S., Historia del pensamiento social,
Barcelona, Ariel, 1975 (2a).— HELLER, A., Aristóteles y el mundo antiguo,

64
Barcelona, Península, 1983.— JAEGER, W., Aristóteles. Bases para la historia
de su desarrollo intelectual, Madrid, F.C.E., 1983 (1ª reimpresión en España).
3. Ediciones de La Política de ARISTOTELES, utilizadas para la Lectura Crítica
No—Androcéntrica: La Política, traducción de P. DE AZCARATE. Madrid,
Espasa Calpe, 1982 (15a).- Politique, Edición bilingüe griega-francesa de J.
AUBONNET, Les Belles Lettres, Paris, Vol. 1, 1968; Vol. II, 1971; Vol. III. 1973;
Vol. IV (prox. aparición).- Política, Edición bilingüe griega-castellana y
traducción de J. MARIAS y M. ARAUJO. Introducción de J. MARIAS. Madrid,
Instituto de Estudios Políticos, 1970, reimpresión de la edici6n de 1951.— La
Política, Edición de C. GARCIA GUAL y A. PEREZ JIMENEZ. Madrid, Editora
Nacional, 1981 (2a).— Obras, Traducción, estudio preliminar y notas de F. de
P. SAMARANCH, Madrid, Aguilar. 1982.

65
2.2. La realidad imaginaria del arquetipo viril y el universo mental
androcéntrico

“No es más fácil reformar un gobierno que crearlo, lo mismo que


es más difícil olvidar lo aprendido que aprender por primera vez”
Aristóteles, La Política
“Las cosas no por no decirlas dejan de existir, y todo lo que existe
se adivina”
Benjamin Constant, Adolphe
Las dificultades que presenta actualmente el pensamiento lógico-científico para
formular un conocimiento comprensivo de nuestra diversa, compleja e injusta
vida social, y la relación que guardan con un pensamiento político cuya
incapacidad para mejorarla aflora con nitidez en las contradicciones entre lo
que predica y lo que realiza, me indujeron a plantearme si tales formas de
explicar el mundo - tales discursos - no se hallaban viciados de raíz, de modo
que conducen una y otra vez a dar nueva racionalidad a un sistema
originariamente injusto y, así, a círculos viciosos que nos impiden percatamos
de errores fundamentales y fundamentadores, quizá de algún error que pudiera
definirse como primigenio.
Tras rastrear distintos indicios, atendiendo siempre a la articulación entre
práctica y teoría, ética y política, en definitiva, entre cómo vivimos y cómo
hemos aprendido a justificar con palabras los pánicos que gobiernan nuestras
actuaciones, empecé a notar que tales dificultades comprensivas remitían
insistentemente a un concepto clave en toda explicación acerca de la
existencia humana: el concepto hombre, que hemos aprendido a identificar con
lo humano, ya que — aunque, en mi caso mujer — “hombre soy y nada
humano me es ajeno”.
A esta sospecha di en definirla hipótesis del arquetipo viril, según la cual, en
nuestro paso por el sistema educativo, hemos aprendido a identificar como
humano un modelo particular y partidista de existencia humana
correspondiente a lo que podemos identificar como un arquetipo viril. Un
modelo históricamente atribuido a varones adultos de raza y clase dominantes,
fraguado por quienes, para ubicarse y legitimarse en el centro reglamentador
de la vida social - en el centro hegemónico -, se definen a sí mismos
positivamente a base de definir negativamente cuantas actitudes y actuaciones
humanas no participan de esa voluntad de poder, de esa actividad que cabe


(1988), Actas del II Encuentro Hispanomexicano de Filosofía Moral y Política, celebrado en
setiembre de 1986. Instituto de Filosofía, CSIC, Madrid, 1988), p. 456-466

66
considerar anti-hunana en la medida en que trata de imponerse sobre otras y
otros mujeres y hombres.
No se trata, pues, sólo de una conceptualización de lo humano a la medida de
los seres humanos de sexo masculino, por tanto, de carácter sexista, sino que
condensa en sí diversas divisiones sociales que afectan al sexo y a la edad, a
la raza y a la clase social..., y que por tanto parece más correcto definir como
andro—céntrico, término que tiene la ventaja de relacionar divisiones sociales y
centro hegemónico o espacio centrado desde el que se reglamenta la vida
social.
La identificación de este modelo particular de existencia humana con su
correspondiente universo mental y sistema de valores con lo humano
generalizable a cualquier ser humano, no sólo nos induce al error de confundir
lo particular con lo universal, sino que, además — lo que es más grave —,
restringe nuestra capacidad comprensiva y nos impide considerar también
humano cuanto resulta valorado negativamente y hasta excluido en el universo
mental propio del Arquetipo Viril.
Quiero aprovechar esta invitación a participar en este Encuentro sobre
Filosofía, Moral y Política para proponeros iniciar un debate en torno a ese
hombre que hemos aprendido a identificar con el yo consciente del saber
racional, con el que hemos aprendido a identificarnos en tanto en cuanto
partícipes de tal saber, y que considero vicia de raíz tanto el discurso lógico—
científico como el discurso político y el informativo.
Con esta intención, expondré concisamente, a continuación, los rasgos básicos
de la construcción imaginaria de ese arquetipo viril, su universo mental y
sistema de valores, tal como aparecen definidos en La Política de Aristóteles.
El análisis comparativo entre lo que expone el filósofo en esta obra, y lo que de
ella dicen diecisiete libros de Historia del Pensamiento de amplio uso en la
Universidad, me permitirá apuntar después hacia el proceso de materialización
de esa construcción imaginaria, y plantear el problema de cómo un modelo
imaginario de comportamiento se transmuta en real en la medida en que
algunos seres humanos hemos sufrido un ritual iniciático que nos conduce a
actuar “a su imagen y semejanza” y así a representarlo y hasta a encarnarlo.
Todo ello me permitirá esbozar, para concluir, algunos interrogantes que se
han derivado de mi indagación, y que apuntan hacia la existencia de un
sustrato simbólico sobre el que parece erigirse el saber abstracto conceptual, y
a la posible relación entre “lo que debe ser” / “lo que no debe ser”, entre “lo que
es” / “lo que no es”.

1.- El arquetipo viril aristotélico y el universo mental androcéntrico.


La realización de una lectura crítica no—androcéntrica de La Política de
Aristóteles (1), me llevó a concluir que el texto se articula en torno a un sistema
de clasificación social que aparece condensada en la siguiente frase del
filósofo:
“Para hacer grandes cosas es preciso ser tan superior como lo es el
hombre a la mujer, el padre a los hijos y el amo a los esclavos”
Notemos varias cosas a partir de esta cita:

67
1.- En este texto, hombre no puede generalizarse a todos los seres humanos,
ni siquiera a todo los hombres: los no-adultos y los no-griegos, bárbaros a los
que — según el filósofo — los griegos tienen derecho a esclavizar, tampoco
están incluidos en el concepto hombre: se trata de un varón adulto griego (en el
original, aner—dros), un esposo-padre-amo de esclavos.
2.- Mujer... ¿Qué piensa Aristóteles de las hijas? ¿Y de las esclavas?... Aquí
sólo se habla de la mujer adulta griega, esposa—madre de hijos que se han de
convertir en varones adultos griegos. Esta mujer tampoco puede identificarme,
pues, con cualquier mujer. Así, según explica el filósofo,
“entre los bárbaros macho y hembra están en la mimas línea, y la razón
es muy clara; la naturaleza no ha creado entre ellos un ser destinado a
mandar”.
3.- La definición de superioridad (arkhos, el que manda, el ser activo) del varón
adulto griego, es posible en la medida en que define inferiores (arkhomenos,
que significa los son mandados, seres pasivos en relación a la actividad del
varón) a “la mujer”, “el hijo”, “los esclavos”. La contraposición arkhos /
arkhomenos permite legitimar un orden social jerárquico, al construir
conceptualmente lo que se quiere afirmar por medio de valoraciones negativas;
es decir, la construcción imaginaria del arquetipo viril requiere elaborar
prototipos negativos que afectan, de forma articulada, a las variables sexo-
edad-raza-clase... Este orden social jerárquico aparece, además, matizado:
“Se manda a la mujer y a los hijos como a seres igualmente libres pero
sometidos, sin embargo, a una autoridad diferente, que es republicana
respecto a la primera y monárquica respecto a los segundos”,
mientras que la autoridad respecto a mujeres y hembras no—griegos
esclavizados es definida como despótica, ya que estos seres humanos son
considerados instrumentos vivos (de ahí que hable de machos y hembras,
según hemos visto).
4.- Las relaciones entre estos colectivos a los que se refiere el filósofo para
establecer el lugar propio del varón adulto griego, constituyen, junto con la
propiedad de los bienes, la oikonomia, el orden doméstico o ámbito privado
patrimonio de cada varón adulto griego, esposo-padre-amo de esclavos.
Mientras que la politike, el ámbito público, constituye el espacio propio del
colectivo viril, del conjunto de varones adultos griegos; espacio en el que
negocian, según sus patrimonios, los proyectos expansivos y el reparto del
botín (“el poder es el premio del combate”) que permite seguir incrementando
los patrimonios. En consecuencia, este sistema de clasificación social
jerarquizado y basado en la apropiación privatizada de los bienes naturales y
de otros seres humanos nos ofrece un sistema articulado de divisiones sociales
que atiende a las variables sexo-edad-raza-clase..., sistema de clasificación
social que se materializa y consolida a partir de la división del espacio social en
espacios privados/públicos tal como podemos ver en la siguiente figura:

68
Espacio público: política:
relaciones entre varones,
REY
alternancia en el poder.
MAGISTRADOS

VARON VARON VARON

hijos hijos hijos

mujeres mujeres mujeres

esclavos esclavos esclavos

artesanos, comerciantes, asalariados


bárbaros
Espacio privado:
economía: relaciones entre «el que manda» / «quienes son mandados»

5.- Aristóteles argumenta que la superioridad del varón adulto griego es


producto de la naturaleza (fysis). Pero, a la vez, forja su propia concepción de
naturaleza:
“La naturaleza de una cosa es su fin (telos), aquello a lo que se llega una
vez alcanza su pleno desarrollo.., así, el niño tiene que llegar a ser
varón” (por ello lo define como a-telos, el que todavía no ha alcanzado
su fin).
Esta idea de naturaleza la establece según logos, facultad que, para nuestro
filósofo, sólo se da completa en los varones adultos griegos. Nos hallamos,
pues, ante un modelo imaginario de clasificación social que se legitima
mediante un entramado conceptual formulado para legitimarlo como natural es
decir, mediante un naturalismo teleológico cuyo alcance no escapaba a este
padre de la Filosofía:
“La guerra es un medio natural y justo para someter a todos aquellos
seres que, destinados a ser mandados, se niegan a someterse...”
Ciertamente, si creemos con él que los varones adultos griegos son superiores
a otras mujeres y hombres, podemos aceptar la trampa conceptual que nos

69
tiende para consolidar nuestra creencia. Pero no nos lo creemos: lo
consideramos un modelo imaginario de clasificación social que arroja luz sobre
nuestro presente, por cuanto parece haberse impuesto, aún con
modificaciones, a través del pasado de nuestra cultura, por medio de la
coerción (guerra exterior e interior o paz) y de la persuasión/disuasión (saber).
Conviene hacer notar que donde las traducciones hablan de hombre el original
habla a veces de anthropos y otras de aner, -dros, término éste reservado a los
varones adultos griegos que al integrarse en el ejército pasaban a formar parte,
también, del colectivo viril político, es decir, pasaban a ser ciudadanos (polites)
o politikos, según les correspondiese o no ejercer el poder entre ellos. También
cabe destacar que donde la traducción dice obedecer, la versión original utiliza
la forma pasiva del mandar y dice quien es mandado, que no es lo mismo que
quien obedece: el que manda, el que se define destinado a mandar, requiere
de la existencia del que es mandado o mandada, lo que no quiere decir que
tales personas le obedezcan. Precisamente, a Aristóteles le preocupaba la
resistencia de mujeres y hombres a una forma de vida social tan perfecta como
la conceptualizaba. De ahí la especial atención que prestó a la re-producción
de los miembros del colectivo viril griego: dado que tres cosas pueden
colaborar a crear varones perfectos -nos dice-, “la naturaleza, el hábito y la
razón”, el político deberá controlar las uniones entre hombres y mujeres griegos
para garantizar “la robustez corporal” y, también, reglamentará la educación,
empezando por los hábitos corporales que se adquieren en la primera infancia.
De ahí que forjase, así mismo, la abstracción conceptual varón perfecto o
modélico (aner agazos), como modelo idealizado al que debía tender el hombre
adulto de sangre griega para ejercer el poder.
El texto de Aristóteles se muestra, pues, no sólo sexista y clasista, sino
producto de pre—supuestos que articulan un punto de vista racista-clasista-
adulto-sexista, todo lo cual se condensa en el concepto androcentrismo: como
puede notarse, el clasismo aparece como producto de la hegemonía de unos
pueblos sobre otros, y el racismo como la división social más tajante, mientras
que sexo y edad afectan sólo en el seno del colectivo humano definido
racialmente como superior. Quiero así, advertir sobre el empobrecimiento en
que podemos incurrir en nuestras reflexiones si — como sucede en las obras
de Historia del Pensamiento que analizaré a continuación — identificamos
como humano “todo lo que se dice del hombre” sin más matizaciones; o
también, si sólo atendemos a alguna o algunas de las divisiones sociales, si,
por ejemplo, sólo nos preocupamos del sexismo, parcialidad que puede
conducirnos a incurrir en defectos similares a los que criticamos, en
perspectivas que pudiéramos calificar como ginecocentricas, no menos
legitimadoras del orden hegemónico que el androcentrismo. Y es que, como
también dijo Aristóteles, “es más difícil olvidar lo aprendido que aprender por
primera vez”.

2.- Opacidad androcéntrica del discurso actual


Hemos visto, pues, que el texto aristotélico es claramente androcéntrico. Sin
embargo, si analizamos ahora detenidamente lo que dicen de La Política de
Aristóteles diecisiete obras de amplia utilización en la Universidad, que se
supone ponen al alcance de estudiantes y estudiosos obra tan decisiva (2),

70
tendremos que hablar de opacidad androcentrica del discurso, en la medida en
que no sólo se sitúa el Arquetipo Viril en el centro del universo mental—
discursivo, sino que, además, se oculta tal centralidad al generalizar como
humano cuanto en el filósofo corresponde, exclusiva y excluyentemente, a los
varones adultos griegos, a los que se sitúa en el centro reglamentador de la
vida social.
Así, de las diecisiete obras analizadas, en cinco (Bernhard, Capelle, Copleston,
Martinez Marzoa y Mondolfo) no se utiliza nunca la palabra mujer para explicar
el pensamiento político del filósofo. Las referencias a mujer son marginales a
este pensamiento en Agnes Héller. Y las referencias a mujer que aparecen en
las once obras restantes pueden clasificarse así: Abbagnano y Touchard sólo
la mencionan al tratar de la crítica de Aristóteles a la comunidad de mujeres
defendida por Platón, y sólo en las nueve restantes se expone la idea
aristotélica de que el hombre es superior a la mujer, si bien este pre-juicio
recibe desigual atención, de modo que sólo Fraile, Russell, Sabine y Jaeger se
detienen a explicar las relaciones entre mujeres y hombres griegos, según el
filósofo.
Es decir: lo que en Aristóteles aparece como un dato significativo de su
pensamiento, un dato imprescindible — aunque sea valorado negativamente —
para poder afirmar la superioridad del varón adulto griego que ejerce el poder,
constituye, para una tercera parte de los autores y autora analizados, un dato
no significativo del que pueden prescindir por completo, de modo que no
necesitan utilizar la palabra mujer en ningún momento para hablar del
pensamiento del filósofo. Para el resto, la relación jerárquica entre el hombre y
la mujer de sangre griega, que el filósofo define como natural (aunque también
nos advierte que la lengua griega carece de palabra para referirse a esta
relación), es algo más o menos in-significante para la comprensión del
pensamiento aristotélico.
En definitiva, mientras en La Política la afirmación de la superioridad del varón
adulto griego se deriva de cadenas de negaciones, pero las negaciones existen
y se habla de ellas para poder formular la afirmación, en el discurso histórico—
filosófico actual la afirmación se generaliza eludiendo las negaciones de las
que se desprende.
Ahora bien: al seguir el rastro de la exclusión y negación de la mujer, podemos
rastrear, también, las restantes exclusiones y negaciones que, articuladas,
permiten afirmar al que ejerce el poder como ser superior. Así, si de un primer
nivel de lectura crítica pasamos a un segundo nivel, tratando de clarificar la
relación entre lo incluido / lo excluido de la obra aristotélica en las obras
analizadas, podemos concluir:
1.— El pensamiento político aristotélico parte de un sistema de clasificación
social jerárquico y complejo, en el que las divisiones sociales aparecen
relacionadas con la apropiación privatizada del espacio social por parte de los
varones adultos griegos, que lo ordenan en espacios privados / públicos Este
modelo resulta legitimado a partir del entramado conceptual básico fysis / telos
/ logos. Sin embargo, en los textos analizados tal modelo aparece:
- simplificado, pero no para su mejor comprensión, sino porque se elude hacer
mención al conjunto de mujeres y hombres, al conjunto de relaciones sociales;

71
- desprovisto del orden jerárquico que lo ordena: la mayoría de los autores
eluden mencionar la estructura jerárquica fundamental que establece el
filósofo, acaso porque la consideran “natural”;
— ningún autor o autora plantea la articulación entre divisiones sociales,
apropiación privatizada del espacio social y ordenación privada/p de la vida
social, de modo que se elude la profunda articulación entre oikonomia y
politike, entre el ámbito doméstico y la actividad política;
- existe, por parte de los autores, una asimilación dogmática del naturalismo
teleológico de que se sirve Aristóteles para legitimar su modelo imaginario de
clasificación social y su correspondiente sistema de valores.
2.- De este modo, lo humano resulta así identificado con lo que no es sino una
forma particular, histórica, de existencia humana a la que consideran
acríticamente “natural-superior”. Se idealiza la realidad de los varones adultos
griegos, fenómeno éste en el que no incurre el filósofo que distingue
perfectamente entre “lo relativo” y “lo absoluto”, entre el ciudadano real y el
varón modélico, perfecto. Esta asimilación acrítica tiene importantes
repercusiones, entre otras cosas porque el pensamiento académico actual, que
se autodefine lógico-científico, pre-supone una actitud que se proclama no-
subjetiva, “objetiva”. Sin embargo, desde este punto de vista parcial, asimilado
dogmáticamente, se define “lo significativo” y, así también, “lo in-significante”,
resultando ser “lo significativo” de cuanto explica Aristóteles lo que hace
referencia a una parte del colectivo habitante de la polis, cuyo objetivo es
imponerse sobre otras y otros mujeres y hombres para poder no sólo vivir sino
vivir bien. Este es el modelo humano que, en el proceso educativo, asimilamos
como yo consciente del saber racional.
3.- Esta falacia conduce también a eludir el análisis de los conflictos que el
orden androcéntrico de la vida social genera. No se explica claramente ni el
carácter minoritario del colectivo interesado en la perpetuación de la polis - los
conflictos que surgen en su seno -, ni su relación con la mayoría de la
población: no se habla del contexto humano que permite la vida y reproducción
del colectivo viril hegemónico (relación entre el nosotros viril y otras y otros);
tampoco, de las razones de los conflictos que se generan en el seno del
colectivo viril. De modo que, aunque lo que merece más atención en estos
tratadistas de la obra de Aristóteles son los conflictos políticos, es decir, las
querellas que se producen entre los VARONES ADULTOS GRIEGOS por
participar en el ejercicio del poder, ninguno pone de relieve la relación entre
apropiación de seres humanos, ordenación privatizada del espacio social,
participación en el poder y lucha por incidir en las estrategias expansivas y en
el reparto de los botines adquiridos (que redunda en los patrimonios
acumulados). Tampoco se toma en consideración la relación entre las
transformaciones del colectivo viril y la expansión territorial. Y no se hace
ninguna mención a la división por edades entre los varones, cuestión que el
filósofo menciona para explicar las modificaciones en las distintas formas de
gobierno.
4.- En definitiva, se toma la parte por el todo y, además, se presenta esta visión
parcial como genérica y universal. Este es el aspecto fundamental de la
opacidad androcéntrica del discurso actual: no ya sólo no toma en
consideración a la mujer, a otras y otros mujeres y hombres que constituyen

72
elementos imprescindibles para la existencia social humana aunque no
participen en el ejercicio del poder, sino que se presenta el sistema de valores
de una minoría —que se autodefine superior para imponerse sobre la
mayoría—, como algo “natural-superior-humano”.
En consecuencia, el análisis de la vida social resulta empobrecido en el
discurso actual. Ya no presta atención, como hace Aristóteles, al conjunto de
mujeres y hombres y a las peculiaridades que les atribuye en función del fin
que les establece, sino sólo —de ahí la opacidad androcéntrica — a la minoría
que se impone sobre la mayoría. Ya no atiende, así, a la relación que guarda la
voluntad de hegemonía de ese colectivo viril, con la reglamentación de la
reproducción de la especie, la obtención de bienes, y la voluntad de expandir
su poder, sino que los conflictos políticos quedan reducidos a querellas
retóricas y teóricas, con lo que no se consigue ni imaginar soluciones viables a
los problemas que se derivan de la ordenación androcéntrica de la vida social.
De este modo, el rasgo fundamental de la autodefinición de superioridad viril, la
voluntad de hegemonía sobre otras / otros mujeres y hombres, aparece como
rasgo “natural-superior-humano”. La no voluntad de poder, la no autodefinición
como superior, todo cuanto puede permitir rastrear unas relaciones humanas
no jerárquicas y acaso sólo así no conflictivas, queda excluido de “lo natural-
superior-humano”, marginado como insignificante o sencillamente silenciado.

3.- En torno al sustrato mítico-simbólico del saber viril


He mostrado hasta ahora los rasgos básicos mediante los que Aristóteles
construyó el sistema de clasificación social imaginario que permite definir
superior al Arquetipo Viril, su universo mental y sistema de valores, y el
entramado conceptual mediante el que pretende justificar tal sistema como
“natural”. Y, también, la “opacidad” con que el pensamiento del filósofo aparece
expuesto en textos actuales del discurso histórico—filosófico que dicen
explicarlo, opacidad fruto de identificar el Arquetipo Viril aristotélico con “lo
natural—superior—humano” y de generalizarlos como humano, fruto, pues, de
creer acríticamante— o dogmáticamente en el “naturalismo teleológico” tal
como lo definió Aristóteles.
Esto me lleva a apuntar algunas observaciones que creo se derivan de todo lo
expuesto y considero merecerían un debate más amplio.
1°. La crítica que he formulado no se limita a los autores y autora analizados,
sino que ha surgido de una constante autocrítica de mis propios hábitos de
pensamiento, en la que he procurado siempre clarificar la relación entre tales
pensamientos y las actuaciones que los acompañaban o no acompañaban; de
una autocrítica que, en la medida en que me ha permitido nuevas prácticas, ha
requerido también nuevas palabras que expresasen muchos aspectos de
nuestra existencia humana que, aún viviéndolos, había aprendido a olvidar, a
considerar académicamente in—significantes. Por tanto, en ningún memento
pretendo atribuir a otros estudiosos o estudiosas una especial miopía como si
me fuera ajena.
2°. Esta miopía compartida, que permite que consideremos un discurso opaco
y restrictivo, parcial y partidista, como si se tratara de una explicación
transparente y amplia, genérica y “objetiva” en tanto en cuanto no contaminada

73
de intereses particulares, se debe, como hemos visto, a que nos identificamos
con este Arquetipo Viril y lo identificamos como humano. Es decir, se debe a
haber experimentado un ritual iniciático por medio del cual hemos aprendido a
identificamos con el yo consciente del saber lógico—científico, su universo
mental y sistema de valores. Un yo consciente históricamente construido y re-
producido con los rasgos básicos del Arquetipo Viril, es decir: que se afirma
negando, que para definirse superior necesita definir inferiores a otras y otros;
un yo consciente que nos conduce, por tanto, no sólo a creernos superiores (o
al menos aspirantes a tal superioridad), sino también a creer inferiores a
quienes no se ajustan a sus pre-supuestos y exigencias (a creernos inferiores
en la medida en que nos resistimos a supeditamos a tal superioridad, por tanto,
a considerar inferiores a cuantas mujeres y hombres se resisten).
3º. De este modo, la construcción imaginaria del Arquetipo Viril, su universo
mental y sistema de valores, se materializa no sólo porque construye el
pensamiento mediante el que se modela el espacio y así la vida social sino
también porque se encama en seres humanos concretos, en la medida en que
nos persuade de que debemos adaptamos a sus propósitos / nos disuade de
que cuanto no se ajuste a tales propósitos sólo es digno de ser considerado
inferior, insignificante y hasta in-existente. Esta persuasión disuasoria está en
la base del con-senso o sentir común de cuantos participamos en su universo
mental y sistema de valores por haber pasado por el ritual iniciático-escolar, y
repercute, así, en nuestras actuaciones, podemos decir, se somatiza.
4º. De todo lo dicho podernos notar que el Saber Viril presuntamente racional,
lógico-científico, parece apoyarse en un sustrato mítico—simbólico profundo,
un sustrato que aparece muy claro en Aristóteles, que para construir sus
afirmaciones se refiere siempre a las negaciones en las que se apoya; y que,
sin embargo, este sustrato aparece encubierto y opaco en el discurso
histórico—filosófico actual, en el que lo valorado negativamente por el filósofo
resulta considerado “in—significante” y hasta excluido, silenciado, mientras que
lo que Aristóteles definió positivamente, aparece como “lo que es”. Diríase,
pues, que el saber viril lógico-científico opera sobre un sustrato de pensamiento
mítico-simbólico, reduciendo el campo de atención y redefiniéndolo, de modo
que lo que simbólicamente define como “lo que no debe ser” / ”lo que debe
ser”, se reduce a “lo que no es” / “LO QUE ES”, hasta el punto de excluir las
negaciones de las que se desprenden las afirmaciones; hasta el punto de eludir
re-considerar si acaso entre lo que ha sido definido simbólicamente como “lo
que no debe ser” no existen elementos imprescindibles para no incurrir en
identificar siempre “lo que debe ser” con “lo que es”.

Notas

(1) La explicación de los puntos de partida y metodología propios de la lectura


crítica no-androcéntrica puede verse en MORENO SARDA, Amparo (1986), El
Arquetipo Viril, protagonista de “la historia”. Ejercicios de lectura no—
androcéntrica, LaSal, Edicions de les dones, Barcelona. Lo que voy a exponer
a continuación es un breve resumen de mi Tesis Doctoral sobre Las raíces
históricas de la problemática actual de la comunicación social. Elementos para
una Historia de la Comunicación Social No—Androcéntrica, leída en la Facultad

74
de Historia de la Universidad de Barcelona en setiembre de 1984, un resumen
de la cual está publicado en (1988), La otra Política de Aristóteles, Icaria,
Barcelona. Para la lectura crítica de La Política de Aristóteles, tal como la
expondré aquí, me basé en las siguientes ediciones: La Política, trad. P. de
Azcarate, Espasa Calpe, Madrid, 1962; Politique, ed. griego—francés y trad. J.
Audnet, las Belles Lettres, Paris, V.I, 1968, V.II, 1971, V.III, 1973; Política, ed.
griego—castellano y trad. J. Marias y M. Araujo, Instituto de Estudios Políticos,
Madrid, 1970; La Política, ed. y trad. de C. Garcia Gual y A. Perez Jiménez,
Editora Nacional, Madrid, 1981 (2ª); Obras, Trad. de F. de P. Samaranch,
Aguilar, Madrid, 1982.
(2) Los libros de Historia del Pensamiento analizados son: Abbagnano, N.,
Historia de la Filosofía, Montaner y Simon, Barcelona, 1973 (2ª); Aubenque, P.,
Aristóteles y el Liceo, en La Filosofía Griega, V. II de Historia de la Filosofía,
dirigida por B. Parain, Siglo XXI, Madrid, 1980 (8ª); Bernhardt, J., Aristóteles en
Historia de la Filosofía, Ideas, Doctrinas, dirigida por F. Chatelet, V. I. Madrid,
1976; Capelle, W., Historia de la Filosofía griega, Gredos, Madrid, 1972;
Copleston, F., Historia de la filosofía, Ariel. Barcelona 1982; Chevalier, J.
Historia del pensamiento, Aguilar, Madrid, 1968 (2ª); Fraile, G., Historia de la
Filosofía, B.A.C., Madrid, 1965 (2ª); Marias, J., Historia de la Filosofía, Rev. de
Occidente, Madrid, 1970; Martinez Marzoa, F., Historia de la Filosofía, Istmo,
Madrid, 1973; Mondolfo, R., El pensamiento antiguo. Historia de la Filosofía
Greco—Romana, Losada, Buenos Aires, 1964 (5ª); Russell, B., Historia social
de la Filosofía, Edicions 62, Barcelona, 1967; Giner, S., Historia del
pensamiento social, Ariel, Barcelona, 1975 (2ª); Sabine, G. H., Historia de la
Teoría Política, F.C.E., Madrid, 1982; Touchard, J., Historia de las ideas
políticas, Tecnos, Madrid, 1977; Truyol y Serra, A., Historia de la Filosofía del
Derecho y del Estado, Alianza, Madrid, 1978 (6ª); Jaeger, W., Aristóteles.
Bases para la historia de su desarrollo intelectual, F.C.E., Madrid, 1983; Heller,
A., Aristóteles y el mundo antiguo, Península, Barcelona, 1983.

75
2.3. La realidad imaginaria de las divisiones sociales: Una aproximación
no-androcéntrica
— El otro día leí en un libro — añadió Andrés burlonamente —
que un viajero cuenta que en un remoto país los naturales le
aseguraron que ellos no eran hombres, sino loros de cara roja.
¿Usted cree que hay que afirmar las ideas hasta que uno se vea
las plumas y la cola?
— Sí; creyendo en algo más útil y grande que ser un loro, hay que
afirmar con fuerza. Para llegar a dar a los hombres una regla
común, una disciplina, una organización, se necesita fe, una
ilusión, algo que, aunque sea una mentira salida de nosotros
mismos, parezca una verdad llegada de fuera...
Pío Baroja, El árbol de la ciencia
Se aprende a mandar obedeciendo.
Aristóteles, Política
Una de las nociones fundamentales en cualquier análisis de la vida social es la
que se refiere a las relaciones existentes entre los diversos subgrupos que
constituyen una colectividad, es decir, la que se utiliza para examinar las
divisiones sociales.
No es difícil llegar a un acuerdo respecto a la existencia de divisiones sociales,
ya que éstas son patentes en las distintas condiciones de vida de los diversos
grupos que componen nuestro colectivo social. Las discrepancias surgen
cuando nos planteamos la naturaleza de tales divisiones: si se consideran
naturales — consustanciales a la existencia humana — o históricas — producto
de actuaciones humanas y por tanto modificables también por la acción
humana —, y también, al tratar de cuáles son estas divisiones sociales, qué
relaciones existen entre ellas y qué repercusiones tienen en la vida social,
cuestiones que dependen del lugar que se les atribuye en el análisis de la
sociedad: según el análisis marxista, la división social en clases constituye el
antagonismo fundamental, entendiendo la clase social en relación con los
bienes de producción; los análisis feministas ponen el acento en la división
social en razón del sexo, y desde mediados de los setenta matizan entre los
rasgos biológicos y los géneros o modelos atribuidos según un sistema sexista;
otros trabajos atienden al etnocentrismo y, aunque es mucho menos frecuente,
en otras ocasiones se habla también de la división social según la edad.


(1991) En LUNA, L. G. (comp.): Mujeres y sociedad. Nuevos enfoques teóricos y
metodológicos. Conferencia impartida el 28 – 2 - 1990 en el Curso Nuevos Enfoques Teóricos y
Metodológicos del Programa de Doctorado Mujeres y Sociedad, dirigido por Lola Luna.
Seminario Interdisciplinar Mujeres y Sociedad, Universidad de Barcelona, Barcelona, pp. 87 –
99

76
El planteamiento que voy a exponer aquí parte de la sospecha de que la
principal dificultad con que tropezamos en las explicaciones lógico-científicas
para comprender las divisiones sociales, estriba en el propio yo cognoscente
con que se elaboran estas explicaciones: en la noción de lo humano con que
hemos aprendido a pensar racionalmente y que hemos asumido en tanto que
profesionales de esa forma de pensamiento. Porque ese yo cognoscente
parece ser parte interesada en el problema, que al encubrirlo encubre sus
propios intereses. Ésta pudiera ser la razón por la que incluso en textos en los
que se adoptan posturas críticas respecto a alguna o algunas divisiones
sociales, con frecuencia se elude considerar otras que resultan así
naturalizadas, o se mantiene algún grado de credulidad respecto al carácter
natural de alguna manifestación de las divisiones sociales. De ahí tantos textos
que han clamado contra el clasismo desde posturas sexistas y etnocéntricas,
tantos textos feministas que asumen posturas adultas, clasistas y
etnocéntricas, tantos y tantos textos que incurren en la adultez...
Y es que el yo cognoscente del pensamiento lógico-científico, en la medida en
que se afirma como superior, como poseedor del conocimiento, a base de
menospreciar e identificar como ignorantes aquellas otras formas de
conocimiento que no se ajustan a sus reglas de juego, asume un sistema
imaginario de clasificación social que parece estar en la raíz de las divisiones
sociales. Un sistema que habría sido formulado por quienes, precisamente
porque ningún ser humano puede considerarse superior a otro, para definirse
superiores y atribuirse las tareas que definen como superiores, necesitan
definir inferiores a otros y otras mujeres y hombres a quienes atribuyen
aquellas actividades que consideran inferiores.
La validez de esta sospecha, y sus repercusiones en el pensamiento que se
proclama racional, puede comprobarse mediante una lectura comparada entre
La Política de Aristóteles y veinte libros de Historia del Pensamiento, de amplio
uso en la Universidad, que explican — ya veremos cómo — esta obra capital
de nuestra cultura (1). Este análisis nos permite advertir, en primer lugar, los
rasgos básicos de una explicación claramente androcéntrica, que es la que
elaboró el filósofo griego, y su manifestación en el discurso académico actual,
que aparece teñido de un androcentrismo opaco que encubre los prejuicios de
que se parte y, en consecuencia, empaña y restringe nuestra capacidad
cognitiva. Pero, además, al ayudarnos a clarificar los intereses y los rasgos de
esos textos, nos permite vislumbrar un modelo de explicación de la vida social
que diríase elaborado para ordenarla (un decir para orientar el hacer, no en
vano Aristóteles habla del logos arkhitektos), que parece estar en la base de la
organización de nuestra vida social tal como se ha fraguado a lo largo del
pasado, aun cuando habrá que indagar las transformaciones históricas que ha
experimentado hasta el presente.

1. Un sistema imaginario de clasificación social, jerárquico y complejo


Si realizamos una lectura crítica no-androcéntrica de la Política de Aristóteles
(2), y la comparamos con lo que las obras de Historia del Pensamiento dicen
de esta obra (si nos fijamos en lo que dicen de la mujer y del hombre), lo
primero que notaremos es que el filósofo se refiere a las mujeres en repetidas
ocasiones, cosa que no sucede en los textos académicos actuales.

77
Una frase suya condensa lo que pensaba de los diversos seres humanos:
Para hacer grandes cosas es preciso ser tan superior como lo es el
hombre a la mujer, el padre a los hijos y el amo a los esclavos.
En esta frase podemos ver que la superioridad que Aristóteles atribuye al varón
adulto griego (aner, -dros) no es un simple esquema sexista: ésta es una de las
variables que, en relación con otras, generan un sistema de clasificación social
complejo y cuyo fin es establecer relaciones jerarquizadas.
Sin embargo, en los textos académicos actuales, apenas se utiliza la palabra
mujer para explicar el pensamiento político de Aristóteles. De las 20 obras
analizadas, en seis no se utiliza nunca la palabra mujer, y las referencias son
marginales al pensamiento político del filósofo en la exposición de Agnes
Heller; por tanto, un tercio de los autores y autora analizados ignoran los
prejuicios del filósofo respecto a las mujeres. De los trece autores restantes,
sólo once lo exponen de algún modo, aunque sólo encontramos una
explicación más detallada del alcance de este planteamiento en Fraile,
Mosterin y Reale.
En consecuencia, diríase que la mayoría de autores y la autora están tan de
acuerdo con los prejuicios aristotélicos que repiten su creencia de que la
jerarquía entre hombres y mujeres es natural sin siquiera molestarse en
examinar los argumentos que el filósofo sí se sintió obligado a construir para
pronunciarla.
Este reverencialismo ante los prejuicios del padre no se limita a los de carácter
sexista. Y así, un autor como Reale, que habla explícitamente de los prejuicios
sexistas y esclavistas de Aristóteles, olvida referirse en términos análogos a la
jerarquía paterno-filial, quizá porque piensa, como Truyol y Serra, que el
filósofo estima que el hombre es por naturaleza superior a la mujer y, como es
lógico, lo es el padre con respecto al hijo. Mayor atención merecen los
esclavos, acaso porque la esclavitud se relaciona con la división social en
clases, relación que lleva a que este tema en ocasiones se realce con exceso.
Aunque hay autores que tampoco necesitan referirse a la consideración que la
esclavitud tiene en el pensamiento político de Aristóteles para elaborar su
exposición sobre la Política, mientras que otros minimizan el naturalismo que
Aristóteles atribuye al derecho de los griegos a esclavizar a los bárbaros, sea
alegando que la defensa de la esclavitud por parte del filósofo es un «accidente
histórico», sea eludiendo la identidad entre bárbaros y esclavos y justificando,
así también, su racismo; en fin, en otras ocasiones se hipervalora el tema,
como sucede con Agnes Heller que, además de no comprender la identidad
que establece Aristóteles entre clasismo y racismo, justifica el racismo del
filósofo porque considera que al defender la «raza» helénica (defendió) las
tradiciones humanistas de Grecia que remiten al pasado democrático de la
polis (ya que), el mundo nuevo no debe comportar la pérdida de las nobles
tradiciones de los antiguos.
Todo esto resulta decisivo para clarificar quién es ese hombre que en la
Política, y en el discurso académico actual, aparece definido como superior y
destinado por la naturaleza a ejercer el poder, ser humano con el que se
identifica el yo cognoscente productor de tales textos.

78
En consecuencia, mientras Aristóteles adopta una postura androcéntrica clara,
ni las traducciones ni los autores y autora estudiados advierten la opacidad
androcéntrica del discurso académico actual en que incurren, debido al
confusionismo y la ambigüedad que genera la presunción gramatical de la
palabra hombre: ciertamente, mientras en el texto de Aristóteles la afirmación
de la superioridad del varón adulto griego se deriva de cadenas de negaciones,
pero los seres humanos a los que se valora negativamente existen y se habla
de ellas y ellos para poder construir la definición positiva, en el discurso
académico actual se generaliza lo viril (ese yo sexista, adulto, racista y clasista)
hasta identificarlo con lo humano y se elude mencionar a las restantes criaturas
mujeres y hombres, así como las negaciones de las que se desprende la
afirmación de la superioridad, con una actitud tan crédula que ya ni siquiera se
percibe cuanto de humano palpita más acá y más allá de semejante
abstracción.
Esta credulidad, causa y consecuencia al mismo tiempo del menosprecio de lo
femenino y la identificación con el arquetipo viril, está en la base de la opacidad
androcéntrica de la racionalidad pública y conduce, como hemos podido notar,
a una visión restringida e interesada de la existencia social, a unas
explicaciones que excluyen aspectos importantes de la existencia humana y
que, sin embargo, se legitiman como objetivas y verídicas.
Ciertamente, la asimilación incuestionada de este modelo habrá de
relacionarse con transformaciones históricas en la organización social que, al
conservar rasgos simbólicos primigenios, delatan que aquel modelo que
Aristóteles atribuía a unas minorías hoy se ha divulgado. Habrá que pensar
cómo y por qué.

2. Centro hegemónico y divisiones sociales: “oikonomia” y “politike”


Hemos concluido ya que el sistema de clasificación social que expone el
filósofo es un sistema complejo, en el que los prejuicios sexistas se articulan
con otros que se refieren a la edad, a la raza y a lo que solemos denominar
como la clase social. Conviene notar también que no se trata sólo de un
sistema que establece una división social del trabajo: las relaciones entre
mujeres y hombres de distintas condiciones son concebidas por el filósofo
como relaciones jerarquizadas entre quienes, según él, por naturaleza mandan
(arkos) y quienes también por naturaleza están destinadas y destinados a ser
mandados (arkhomenos, forma pasiva del verbo que suele traducirse por
obedecer, noción más crédula con el poder). Es decir, se trata de un sistema
imaginario de clasificación social jerárquico y complejo que consta de una
cúspide central, en la que se ubica quien lo enuncia, y unos márgenes que se
ordenan, como estratos jerarquizados, concéntricamente.
Este sistema imaginario de clasificación social, en tanto en cuanto pensamiento
vinculado al ejercicio del poder (conocer para dominar: logos arkhitektos),
opera como pensamiento co-activo, esto es, se materializa mediante la
ordenación coercitiva de las relaciones sociales y la persuasión de que tales
relaciones no pueden ser sino tal como quedan formuladas en tal sistema, por
tanto, la disuasión de que pueda actuarse de otra forma.

79
La materialidad coactiva se ejerce en primer lugar por medio de la apropiación
de los recursos naturales y humanos de la colectividad, lo que implica
transformar la Tierra en patrimonios de una minoría que la explota en su propio
beneficio, para lo cual fija los fines de la patria. Aristóteles explica esta
reglamentación de la tierra entendida como espacio social controlado
patrimonialmente. El espacio en el que cada uno de los miembros del colectivo
viril se apropia privadamente constituye la oikonomia o patrimonio doméstico.
El espacio que los varones adultos griegos se reservan para debatir sus
querellas, como consecuencia del reparto del botín, es el espacio de la politike.
En consecuencia, el sistema imaginario de clasificación social se materializa en
la organización y división del espacio colectivo en espacios privados y públicos:
unos constituyen los patrimonios privados de cada varón, otros los escenarios
de las actuaciones del colectivo viril o patrimonio público.
En las figuras nº 1 y 2 se representa esquemáticamente esta relación entre el
sistema de clasificación social y la organización privada/pública de las
divisiones sociales: el sistema de apropiación patrimonial privada aparece
entrelazado con el sistema político y con las divisiones sociales, de modo que
la finalidad del colectivo humano no sea ya la obtención de los bienes
necesarios para la supervivencia, sino, además, la producción de bienes
excedentes, humanos y naturales, para que una parte del colectivo pueda
reproducirse parasitariamente y ocuparse de planificar y realizar la expansión
territorial. Los espacios privados permiten a cada varón poder usar los bienes
que otras y otros producen y, así, no sólo vivir sino vivir bien; el espacio público
constituye el lugar de encuentro de los varones que negocian entre sí las
estrategias a seguir en la expansión territorial y en el reparto del botín que la
expansión reporta, y aparece como si de un escenario de la representación
simbólica del poder se tratara.
El filósofo es consciente de que el papel que adjudica a mujeres y hombres de
distintas condiciones encuentra dificultades en la práctica y genera conflictos,
porque no se doblegan al papel que se les asigna. ¿Cómo amortiguar estas
tensiones? Aristóteles formula dos tipos de soluciones: una se refiere al
comportamiento de los individuos, otra a la organización institucional de la vida
social. Veamos en primer lugar la que afecta al comportamiento de los seres
humanos, al papel que las distintas mujeres y hombres deben jugar.

3. Escenarios y modelos de comportamiento


Ciertamente, la lectura de la Política de Aristóteles nos permite advertir que
este sistema imaginario de clasificación social se materializa también en la
medida en que persuade/disuade, es decir, en la medida en que los modelos
de comportamiento que de él se derivan son asimilados mediante la
socialización de las criaturas y encarnados por seres humanos concretos, lo
que le lleva a hablar de los procedimientos por medio de los cuales
el legislador podrá formar casi como le plazca los cuerpos de los niños
tan pronto como son engendrados.
Y es que, si bien las divisiones sociales se plasman en la ordenación
privada/pública del espacio social, el sistema sólo se torna operativo en la
medida en que es asimilado por personas concretas que lo ejecutan: por tanto,

80
el sistema imaginario de clasificación social se torna real en la medida en que
se encarna en seres humanos que adecuan sus actuaciones a las de los
prototipos de comporta miento que de él se derivan.
Ahora bien, lo que preocupa al filósofo es el comportamiento de los varones
adultos griegos, puesto que de ellos depende que las restantes mujeres y
hombres cumplan, a su vez, los papeles asignados. De ahí su cuidado en
esbozar el aner agathos, la idea absoluta de ciudadano que ha de servir para
que los ciudadanos concretos cotejen en qué medida se acercan o distancian
de ese modelo, de esa abstracción modélica y modelizadora. Así, dedica parte
del libro III y los libros IV y a establecer las condiciones naturales y humanas
que pueden hacer posible la conformación física y psíquica de los varones
griegos, desde su concepción en el seno materno.
De ahí que, según Aristóteles
si es un deber del legislador asegurar la robustez corporal desde el
principio a los ciudadanos que ha de formar, su primer cuidado debe
tener por objeto los matrimonios de los padres y las condiciones relativas
al tiempo y a los individuos que se requiere para contraerlos;
porque
tres cosas pueden hacer al hombre bueno y virtuoso: la naturaleza, el
hábito y la razón.
El control de las mujeres se efectúa por tanto para garantizar la cantidad y
cualidades de aquellas criaturas que han de llegar a ser varones adultos
griegos, tema al que dedica la última parte del libro IV, mientras que el libro V,
incompleto, trata del proceso de aprendizaje que tienen que seguir los niños
griegos a fin de adecuarse al modelo viril: gimnasia, música, gramática y dibujo.
Por tanto, de la lectura del texto aristotélico podemos concluir que las
divisiones sociales se consolidan no sólo mediante la ordenación social que
implica la apropiación y distribución del territorio, incluidos los bienes materiales
y humanos, sino también mediante el establecimiento de modelos de
comportamiento y en especial mediante la asimilación del modelo por
excelencia, el arquetipo viril, por parte de quienes se han de convertir en
miembros del colectivo viril hegemónico. De este modo, Aristóteles nos
conduce a notar la importancia de los modelos para materializar ese conjunto
de divisiones sociales derivadas de un sistema imaginario de clasificación
social jerárquico y complejo.
Ahora bien, al leer los diversos textos del discurso académico que
presuntamente explican la Política de Aristóteles, notamos que este sistema de
clasificación social jerárquico y complejo aparece simplificado, desprovisto de
su carácter jerárquico como si fuera natural, y desvinculado de la ordenación
privada/pública del espacio social. Tampoco se señala el carácter imaginario de
las divisiones sociales jerarquizadas, como si se considerasen naturales, ni se
tiene en cuenta el papel del proceso educativo en la asimilación de los modelos
de comportamiento que de ellas se derivan. Tampoco se plantea en ninguno de
los textos la articulación entre estas divisiones sociales y la ordenación privada
/ pública del espacio social. Esto se debe a que se presta una atención
prioritaria a cuanto actualmente corresponde al ámbito público y se
menosprecia cuanto es propio del ámbito privado, al mismo tiempo que tal

81
visión restringida, considerada objetiva, se proyecta sobre el pasado, lo que
dificulta en tender las transformaciones históricas que han conducido a la
situación actual.
Así, mientras el sujeto productor de la Política se autodefine como varón adulto
griego, y elabora su reflexión dirigiéndose a otros varones adultos griegos, los
sujetos productores del discurso académico (no importa ya las características
físicas que tengan, sea de sexo, raza, etc.), se consideran a sí mismos
estudiosos objetivos, y sin embargo, como podemos comprobar, parten —
partimos— de asimilar el arquetipo viril corno natural, sin percibir ya cuanto de
plenamente humano hay más acá y más allá de ese particular modelo. Lo
asimilan —podemos decir, lo asimilamos— dogmáticamente, incluida Agnes
Heller, claro exponente de que el arquetipo viril es un modelo imaginario de
comportamiento que puede ser asimilado y encarnado por cualquier ser
humano, hombre o mujer de condiciones diversas.
Por tanto, tendremos que clarificar el proceso histórico —colectivo y también
personal— que ha hecho posible que lo asumamos más inconsciente que
conscientemente: que ha propiciado que lo identifiquemos con el yo
cognoscente del saber académico y nos identifiquemos con él... creyendo que
se trata de un yo objetivo.

4. Conflictos sociales y expansión territorial


La comprensión de este proceso histórico resulta sin embargo entorpecida por
la opacidad androcéntrica del discurso académico, en especial por la que
afecta al discurso histórico — cuyos rasgos he analizado en El Arquetipo Viril,
protagonista de la historia (3) —, que empaña y restringe nuestra capacidad
cognitiva y la orienta hacia la justificación inconsciente del orden social, como si
los conflictos que de tal orden social se derivan fuesen ineludibles y perennes.
Por el contrario, aunque Aristóteles justifica el sistema social de la polis como
natural, es consciente de los conflictos que este sistema genera y de las
dificultades que encuentra para implantarse, ya que las diversas mujeres y
hombres se resisten a aceptarlo.
Ahora bien, mientras que en La Política las resistencias a esta forma de vida se
dan tanto en el orden doméstico o privado como en el orden público, en las
relaciones en el seno del colectivo viril, en el discurso académico se asume
hasta tal punto ese naturalismo de la vida política que los diversos conflictos
que genera aparecen como consustanciales a la existencia humana, como si
su implantación no tropezara con las más diversas resistencias. Por tanto, la
explicación académica actual resulta mucho más crédula y respetuosa con el
poder, y excluye considerar el potencial de quienes no participan del poder.
Además, la privilegiación de cuanto corresponde actualmente al ámbito público
(podemos decir, ese carácter publicocéntrico que adopta el androcentrismo)
conduce a reducir el amplio conjunto de relaciones sociales privadas / públicas,
tratadas en La Política, a cuanto estrictamente sólo puede considerarse
relacionado con los con fictos políticos, esto es, con los que se producen entre
los miembros del colectivo viril: y así, al confundir lo político con lo social, se
generaliza lo particular y se elude considerar todo lo que no corresponde a este

82
ámbito particular, en consecuencia se restringe la visión de la vida social a los
escenarios públicos tradicionales.
En este sentido, la lectura crítica no-androcéntrica nos ayuda a ampliar nuestra
capacidad cognitiva y a abrirla hasta tomar en consideración aspectos de la
vida social habitualmente excluidos del discurso académico. De ahí que esta
lectura de la Política de Aristóteles nos permita incluir elementos de la vida
social que enriquecen nuestro conocimiento.
Hemos visto que en la Política se habla de que la vida social se organiza en
torno a la oikonomia y la politike. La oikonomía o patrimonio doméstico,
aparece como el espacio en el que cada varón se apropia privadamente de un
conjunto de mujeres y hombres de distintas condiciones y de un conjunto de
bienes que le permiten no sólo vivir sino vivir bien; el espacio en el que se
producen los bienes que este varón se considera con derecho a usar para
disponer a de tiempo de ocio y dedicarse a la vida política. Mientras que la
politike constituye la actividad por medio de la cual el conjunto de varones que
poseen patrimonialmente el territorio negocian entre sí las próximas fases
expansivas.
Porque la polis ha sufrido una serie de transformaciones como resultado del
incremento del número de ciudadanos o de los aspirantes a ciudadanía, debido
a que
si nuestros antepasados se sometieron a reyes sería quizás porque
entonces era muy difícil encontrar varones eminentes, sobre todo en
Estados tan pequeños como los de aquel tiempo (...) Más tarde, el
crecimiento de los Estados no permitió adoptar otra forma de gobierno
que la democracia.
Aristóteles relaciona, pues, esta ampliación del cuerpo político con la extensión
del dominio territorial de la polis. Y este incremento del número de varones
ciudadanos-políticos, con la organización y el armamento militar:
Las primeras politeias que sucedieron en Grecia a los reinados se
formaron sólo de los guerreros que llevaban armas. En su origen, todos
los miembros del gobierno eran caballeros; porque la caballería
constituía entonces toda la fuerza de los ejércitos y aseguraba la victoria
en los combates (...) Pero a medida que los Estados se extendieron y
que la infantería tuvo más importancia, el número de los hombres que
gozaba de los derechos políticos aumentó en igual proporción (...)
Esta ampliación del colectivo viril se deriva unas veces de la modificación de la
división social por edades y el reparto del poder entre los hijos; otras, de la
concesión del derecho de ciudadanía a hombres que no son hijos de padre y
madre griegos, sino sólo uno de los progenitores o incluso de ninguno. En
cualquier caso Aristóteles, consciente de las tensiones producidas por la
ampliación del colectivo de ciudadanos como consecuencia de la expansión
territorial, busca una fórmula para definir la mejor forma de gobierno en sentido
absoluto, pero teniendo en cuenta esa realidad; de ahí que proponga que la
clase media equilibre los conflictos entre los dos grupos extremos (los ricos y
los pobres) que se han generado por el desigual reparto de los bienes.
Hay en esta fórmula que propone Aristóteles como una búsqueda de nuevas
formas de solidaridad o cohesión interna entre los miembros del colectivo viril,

83
que se habría roto como consecuencia del incremento de guerreros-
ciudadanos y que es preciso reformular para amortigular la conflictividad. De
ahí seguramente esa preocupación por el excesivo belicismo de algunos
Estados y su advertencia de que un dominio demasiado amplio no es
recomendable porque resulta difícilmente controlable.
Pero el realismo de Aristóteles no se queda siquiera en proponer esta forma de
gobierno, la mejor teniendo en cuenta la realidad histórica, es decir, la
expansión territorial, el consiguiente incremento del colectivo viril y los
conflictos generados por el reparto privado de los beneficios del poder. Dedica
el libro VIII a analizar minuciosamente las causas que provocan la caída de los
gobiernos, para poder establecer los métodos para evitar todas estas
tensiones, las formas de conservar el poder cualquiera que sea la forma que
éste adopte. Y concluye que, en cualquier caso, lo importante es educar a los
varones griegos para el correcto cumplimiento del papel que según su sistema
les corresponde.

5. Opacidad androcéntrica de la razón pública actual


Esta explicación aristotélica acerca de la organización institucional de la vida
social, en la que se parte de la institución que regula el espacio privado y la
vida doméstica de cada varón (oikonomia) para poder explicar las relaciones
que se dan en el colectivo viril (politike), y en la que se advierte la importancia
de la expansión territorial en la transformación histórica de la vida de la polis,
aparece tamizada en el discurso académico actual de acuerdo con lo que éste
considera significativo y menosprecia como insignificante.
La atención privilegiada a cuanto hoy corresponde al ámbito público y el
menosprecio de cuanto hoy corresponde a la familia o ámbito privado, así
como el naturalismo que se atribuye a la expansión territorial, genera un
publicocentrismo ahistórico, que idealiza y atribuye carácter inmutable a las
instituciones históricas: la familia, tal como se ha configurado hasta nuestros
días, y los propósitos de dominio expansivo, resultan sacralizados.., sin que se
diga explícitamente.
Y esta visión ahistórica y publicocéntrica no determina sólo lo que el discurso
académico excluye, sino también el tratamiento que recibe lo que incluye: cómo
aborda lo que es el objeto privilegiado de su atención, el funcionamiento de las
relaciones que se dan en el seno del colectivo viril hegemónico (politike).
Porque también la visión de lo público resulta empobrecida, al aparecer
desprovista, por una parte, de ese sustrato institucional privado, sin el que no
sería posible el vivir bien de los miembros del colectivo viril y su derecho a usar
los bienes que otras y otros producen; y además, al considerarse naturales e
ineludibles los propósitos expansivos que orientan la actividad básica de este
colectivo viril, y que repercuten en sus disputas acerca del reparto privado de
los beneficios que el botín reporta. Aparece, pues, desprovista de sus
relaciones con estos aspectos de la vida social y de la dinámica conflictiva que
pudiera estar en la base de las transformaciones históricas.
De ahí que, para comprender las transformaciones históricas que se han
operado en este modelo político hasta nuestros días, hayamos de considerar
las relaciones entre acumulación patrimonial de bienes desde el disfrute

84
doméstico y privado, participación en el poder político y lucha por incidir en las
estrategias expansivas que pueden repercutir en el incremento y disfrute
doméstico de tales bienes, elementos que Aristóteles sí consideró en su
análisis del desarrollo histórico de la polis, desde las primeras familias y sus
alianzas en forma de monarquías hasta la configuración de las democracias de
las ciudades-estado.
Porque al asumir la autodefinición de la superioridad viril —la voluntad de
hegemonía sobre otras y otros mujeres y hombres y la correspondiente
creencia en la superioridad, como algo natural—, se toma la parte por el todo y
se identifica esta reflexión parcial como universal y objetiva, hasta el punto de
ignorar ya la no voluntad de poder, la no pretensión de superioridad, es decir,
todo cuanto puede permitir rastrear unas relaciones humanas no jerárquicas y
acaso sólo así no conflictivas.
De ahí que la comprensión del problema de las divisiones sociales nos exija,
ante todo, modificar ese yo cognoscente con el que hemos aprendido a pensar
racionalmente, para poder re-pensarnos y re-conocer el sistema de valores y
consiguiente universo mental- conceptual del logos: hacer saltar las
restricciones de lo racional y pasar al territorio que hemos aprendido a
menospreciar y hasta temer como irracional, y transitar desde el consciente al
inconsciente y hasta el universo simbólico que nos conduce a traducir lo que
sen timos de acuerdo con tabúes que afectan a nuestros profundos pánicos.
Por eso mi propuesta, a la vez que juega con elementos habituales, los
trastoca y resitúa en un nuevo marco en el que lo que sentimos constituye la
base de cómo hemos aprendido a racionalizar lo que hemos aprendido que
debemos sentir. Y es que, si bien es cierto que esta forma de explicar la vida
social se ha materializado institucional y arquitectónicamente y se ha
encarnado en las diversas personas, no es menos cierto que si las
explicaciones académicas no concuerdan hoy con lo que vivimos, es porque se
adopta una actitud tan crédula y respetuosa con el poder, que se ignora esa
capacidad de resistencia que hace posible que todavía podamos sospechar.

Notas

(1) Ver Moreno Sardà, Amparo (1988), La otra «Política» de Aristóteles,


Barcelona, Icaria. Para la lectura que he realizado de La Política de Aristóteles
me he basado en las siguientes ediciones en castellano: La Política, trad. P. de
Azcarate, Espasa Calpe, Madrid, 1962; Política, trad. J. Marias y M. Araujo,
Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1970; La Política, ed. y trad. de C.
Garcia Gual y A. Perez Jiménez, Editora Nacional, Madrid, 1981 (2ª); Obras,
trad. de F. de P. Samaranch, Aguilar, Madrid, 1982; y la edición griego-francés
Politique, trad. J. Aubonet, Les Belles Lettres, Paris, V. I, 1968, V. II, 1971, V.
III, 1973.
Las obras de Historia del Pensamiento analizadas son: Abbagnano, N., Historia
de la Filosofía, Montaner y Simon, Barcelona, 1973 (2ª); Aubenque, P.,
Aristóteles y el Liceo, en La Filosofía Griega, V. II de Historia de la Filosofía,
dirigida por B. Parain, Siglo XXI, Madrid, 1980 (8ª); Bernhardt, J., Aristóteles en
Historia de la Filosofía, Ideas, Doctrinas, dirigida por F. Chatelet, V. I. Madrid,

85
1976; Capelle, W., Historia de la Filosofía griega, Gredos, Madrid, 1972;
Copleston, F., Historia de la filosofía, Ariel. Barcelona 1982; Chevalier, J.
Historia del pensamiento, Aguilar, Madrid, 1968 (2ª); Fraile, G., Historia de la
Filosofía, B.A.C., Madrid, 1965 (2ª); Marias, J., Historia de la Filosofía, Rev. de
Occidente, Madrid, 1970; Martinez Marzoa, F., Historia de la Filosofía, Istmo,
Madrid, 1973; Mondolfo, R., El pensamiento antiguo. Historia de la Filosofía
Greco—Romana, Losada, Buenos Aires, 1964 (5ª); Russell, B., Historia social
de la Filosofía, Edicions 62, Barcelona, 1967; Giner, S., Historia del
pensamiento social, Ariel, Barcelona, 1975 (2ª); Sabine, G. H., Historia de la
Teoría Política, F.C.E., Madrid, 1982; Touchard, J., Historia de las ideas
políticas, Tecnos, Madrid, 1977; Truyol y Serra, A., Historia de la Filosofía del
Derecho y del Estado, Alianza, Madrid, 1978 (6ª); Jaeger, W., Aristóteles.
Bases para la historia de su desarrollo intelectual, F.C.E., Madrid, 1983; Heller,
A., Aristóteles y el mundo antiguo, Península, Barcelona, 1983.
(2) La metodología de estas lecturas se explica en MORENO SARDA, A.
(1986), El Arquetipo Viril, protagonista de la historia. Ejercicios de lectura no-
androcéntrica, Barcelona, La Sal.
(3) Ibid.

86
2.4. Lenguaje e historia: el discurso histórico, institución y medio de
comunicación social

Las reflexiones que voy a exponer acerca de las relaciones entre lenguaje e
historia son producto de mi dedicación, desde hace algunos años, a formular
una Historia de la Comunicación Social adecuada a las exigencias de las
Facultades de Ciencias de la Información; que atienda, por tanto, a cuestiones
que han de resolver hoy tanto el estudio de la Historia como el de la
Comunicación y la Cultura de Masas. Han surgido, pues, en el marco del
estudio de la génesis histórica de la organización actual de la comunicación
social o, en otros términos, de las transformaciones históricas de la vida social
considerada ésta como conjunto de relaciones comunicativas establecidas por
los seres humanos entre sí y con su entorno, relaciones diversas y multiformes,
articuladas actualmente de forma compleja.
Estas indagaciones partieron de tratar de comprender el desarrollo histórico de
los medios de comunicación de masas (prensa, radio, cine, televisión, …) en el
marco de la organización social de las restantes relaciones comunicativas (1), y
me llevaron a considerar el propio quehacer historiográfico, “la historia”
académica o — como prefiero definirla —, el discurso histórico, como
institución y medio de comunicación social relacionado con lo que podemos
designar como “transmisión diacrónica de información” (2).
Por tanto, voy a centrar la atención en el instrumental lingüístico mediante el
que explicamos la génesis histórica de nuestra vida social, en las palabras que
utilizamos para explicar nuestro pasado, en los juegos de interrelaciones que
solemos establecer entre ellas en la construcción del conjunto de textos que
constituyen el discurso histórico; parafraseando a Foucault (3), en el orden del
discurso. La clarificación de la estructura de este orden discursivo nos
conducirá a notar su relación con el orden social, lo que nos dará pie para
profundizar en el papel que el discurso histórico juega como medium
comunicativo vinculado a una institución ubicada en un orden institucional.
Esta reflexión me parece fundamental, ya que sospecho que las dificultades
con que tropezamos hoy para articular un conocimiento del presente capaz de
transformar la vida social en formas de vida humanas - y tanto si este
conocimiento adopta una formulación científica como política -, guarda relación
con las dificultades con que nos hallamos para formular explicaciones
comprensivas del pasado que mejoren ese mismo conocimiento de presente.


(1-V-1986) Conferencia pronunciada en el Curso sobre Las(s) otra(s) historia(s). Una reflexión
sobre los métodos y los temas de la investigación histórica, organizado por el Departamento de
Historia del Centro Asociado de la UNED de Bergara y el ICE de la Universidad del País Vasco.
Publicado (1987) en La(s) otra(s) Historia(s). Una reflexión sobre los métodos y los temas de la
investigación histórica. Año I, nº 1, VII 1987, UNED de Bergara (Guipúzcoa), P. 127-146.

87
Es más: me atrevo a decir — y expondré aquí las razones en las que me baso
— que esta forma de explicación del pasado definida como discurso histórico,
ha sido construida históricamente no ya para generar un conocimiento del
presente que permita desarrollar formas de vida más humanas, sino que
constituye, en sus estructuras básicas, una forma de saber legitimador e
instrumento del poder, orientada a re-producir formas de vida que pueden
calificarse de anti-humanas en la medida en que establecen el dominio de unos
seres humanos sobre otros.

1. Historia como pasado e historia como discurso


La primera cuestión que cabe puntualizar al abordar así las relaciones entre
lenguaje e historia, es el significado de la misma palabra historia.
Utilizamos el concepto historia tanto para referirnos al pasado, a lo que
sucedió, como para referirnos a una forma — entre otras — de explicar el
pasado, una forma que cabe definir como discurso histórico para ubicarla en su
íntima relación con el desarrollo del pensamiento lógico-científico desde los
inicios del logos en la Grecia clásica. Además, la palabra historia suele
utilizarse también para calificar determinadas formas de vida social humanas
como superiores a otras a las que, en contraposición, se define como pre-
históricas.
De este modo, la utilización del término historia, sin precisar a cuál de estos
tres significados se hace referencia, conduce a identificar la palabra del
historiador con lo que sucedió, y a valorar superiores las formas de vida que los
historiadores han definido como históricas, es decir, aquellas en las que se ha
desarrollado una organización social jerarquizada que, para imponerse sobre
territorios amplios y de forma permanente, ha requerido la sistematización de
formas de contabilidad y escritura.
Pero el problema principal que nos plantea la palabra historia — tal como suele
ser utilizada por los profesionales legitimados para construir “la historia” o
discurso histórico — no es sólo su polisemia; el principal problema se deriva de
la ambigüedad con que se utiliza este concepto y que facilita la confusión de
sus distintos significados, de modo que se pueda creer que sólo lo incluido en
el discurso histórico ha de considerarse históricamente significativo, mientras
que lo excluido, lo valora do como in-significante para “la historia”, se llega a
considerar históricamente in-existente (en la medida en que no existe en el
discurso), falaz creencia que anida especialmente entre los profesionales
revalidados institucional y pública mente como historiadores.

2. El Arquetipo Viril y el orden androcéntrico del discurso histórico:


claves conceptuales, orden textual y cronología.
Pero la ambigüedad conceptual de “la historia”, es decir, de esta forma de
conocimiento del pasado que se autoproclama científica, por tanto que se
define rigurosa y estricta, no afecta sólo a esta palabra clave, que sirve para
definirla como actividad cognoscitiva. Podemos detectar esa ambigüedad
también en otras claves conceptuales básicas: por ejemplo, en ese hombre que

88
aparece como sujeto o protagonista de la historia, que se presenta como
identificable con cualquier ser humano, genérico, universal.
Mi preocupación por la exclusión de las mujeres del discurso histórico, y el
contraste entre esta exclusión y la consideración de que sin duda hemos
existido históricamente, aunque apenas aparezcan rastros de nuestra historia
— de nuestro pasado — en los textos que constituyen el discurso histórico; la
consideración, también de que nuestra existencia histórica puede haber sido
más significativa de lo que la han valorado los historiadores — no en vano, la
humanidad nace de mujer —, me condujo a interrogarme por ese hombre que
aparece como sujeto de la historia y con el que había aprendido a identificarme
como si de cualquier ser humano se tratase, por aquello de que, aun siendo
mujer, “hombre soy y nada humano me es ajeno”.
Esta indagación me llevó a concluir, en el verano de 1981, la sospecha — o
hipótesis — de que este hombre no corresponde a cualquier ser humano, mujer
u hombre de cualquier condición, sino a lo que podemos llamar El Arquetipo
Viril.
Es decir: la lectura atenta y crítica de diversos textos, fijándome bien en lo que
en ellos se dice de mujeres y hombres, la que posteriormente denominé
“lectura crítica no-androcéntrica” (4), me permitió notar que, por regla general -
aunque no se explicite casi nunca -, los masculinos presuntamente genéricos
no se refieren al conjunto de miembros de un colectivo social (romanos,
franceses, catalanes, griegos, españoles...), o al conjunto de seres humanos,
mujeres y hombres diversas y diversos, sino a los miembros de unos colectivos
humanos bien delimitados, que constituyen lo que podemos definir como
colectivo viril hegemónico y configuran el centro hegemónico desde el que se
reglamenta la vida social.
Los miembros de este colectivo humano, para incorporarse a los espacios
sociales desde los que se ejerce el poder, para constituirse en centro
hegemónico, y para legitimarse en él y legitimarlo, se autodefinen superiores a
base de definir inferiores otras opciones de existencia humana que no implican
voluntad de poder. Producen y re-producen, así, un juego de definiciones
positivas/negativas, de afirmaciones que niegan, que está en la base de un
sistema de clasificación social jerárquico, un sistema de clasificación social
imaginario (5) que les permite, en primer lugar, autoconvencerse de su falaz
superioridad y dotarse de cohesión interna, de un con-senso o sentir común; y
que, además, tratan de imponer a otras y otros mujeres y hombres por me dio
de la coerción y de la persuasión disuasoria.
La demostración científica de esta hipótesis del Arquetipo Viril la desarrollé en
mi Tesis Doctoral (6), y en la investigación que realicé posteriormente en torno
al discurso histórico tal como aparece en manuales e historia de BUP, trabajo
publicado bajo el título El Arquetipo Viril, protagonista de “la historia”. Ejercicios
de lectura no-androcéntrica (7).
La demostración de que el masculino presuntamente genérico encubre un
modelo particular y partidista de existencia humana, un ARQUETIPO VIRIL, se
basó —tal como la desarrollé en mi Tesis Doctoral— en una lectura crítica no-
androcéntrica de La Política de Aristóteles, contrastada con la lectura también
crítica de lo que acerca de esta obra explican diecisiete libros de Historia del
Pensamiento de amplio uso en la Universidad (8). Conclusión fundamental:

89
mientras el texto aristotélico resulta nítidamente androcéntrico, es decir,
construido para definir como superiores a los varones adultos griegos (9), el
actual discurso resulta opaco ya que generaliza como humano cuanto en la
obra aristotélica sólo se predica de los varones adultos griegos, es decir, que
tergiversa y enmascara lo que dice explicar.
La lectura atenta y crítica de La Política de Aristóteles pone de manifiesto que
el texto se articula para legitimar un sistema de clasificación social jerárquico y
complejo que aparece resumido en la siguiente frase del filósofo:
“Para hacer grandes cosas es preciso ser tan superior como lo es el
hombre a la mujer, el padre a los hijos y el amo a los esclavos”.
Aristóteles, en La Política, se propone legitimar este sistema de clasificación
social jerárquico formulando la articulación entre tres conceptos claves: fysis
(naturaleza), telos (finalidad) y logos (“razón” en tanto que palabra pública). “La
naturaleza de una cosa es su fin”, nos dice; y el fin se establece de acuerdo
con el logos, que determina “lo justo” y por tanto “lo in-justo”; un logos que,
según él, sólo es completo precisamente en ese varón adulto griego al que ha
definido superior y destinado a mandar (en la voz activa del verbo) a base de
definir inferiores y destinados a ser mandados (en la voz pasiva del verbo) a
otras y otros mujeres y hombres; un logos mediante el que se define, así,
natural-superior una opción particular de existencia humana que implica
voluntad de poder de unos seres humanos sobre otros, por tanto, un orden
social anti-humano.
Así, pues, Aristóteles, para legitimar un sistema de clasificación social — y
legitimarse a sí mismo como enunciador de ese sistema — por medio del cual
define superior al varón adulto de raza blanca — apelando, por tanto, a un
sistema de divisiones sociales articuladas que hacen referencia a raza-clase-
sexo-edad —, construye un entramado conceptual que está en la base de lo
que hoy conocemos como “naturalismo teleológico”.
Pero los libros de Historia del Pensamiento analizados — textos del discurso
histórico-filosófico actual —, en lugar de exponer el pensamiento aristotélico
con la transparencia con que su autor lo formuló, encubren los rasgos que lo
caracterizan a base de presentar como generalizable lo que en La Política sólo
se predica de los varones adultos griegos, y de eludir hacer referencia a las
negaciones sobre las que se construyen las afirmaciones aristotélicas, como si
éstas careciesen de significado.
Es decir: el sujeto cognoscente del discurso histórico-filosófico actual asume el
“naturalismo teleológico” aristotélico como natural, cree en él como si de un
dogma se tratara, se identifica con ese “varón adulto griego” (no importa que el
sujeto cognoscente sea mujer u hombre), en definitiva, asimila como natural el
sistema de clasificación social que de él se desprende y su sistema de
valores..., y lo generaliza como si de lo humano se tratase. De ahí que
tengamos que hablar de opacidad androcentrica del discurso actual, opacidad
androcéntrica que podemos notar también en las distintas versiones actuales
de otros discursos que se han desprendido históricamente del logos, el
discurso lógico-científico y en el discurso político.

90
Esta opacidad del orden del discurso histórico actual es la que he podido
desmenuzar al analizarlo tal como tal como aparece condensado en manuales
de historia de amplio uso en bachillerato (10).
El análisis de estos textos me ha permitido notar las escasas referencias a
mujer (1%) frente a las numerosísimas referencias masculinas (99%), y
demostrar que unas y otras resultan enormemente significativas si afinamos
nuestras antenas comprensivas e indagamos a qué seres humanos se refieren,
tomando en consideración la articulación de diversas divisiones sociales,
articulación que permite captar el término androcentrismo.
Así, las referencias a mujer son relativamente numerosas en el tema que el
manual dedica a “las culturas de los pueblos africanos” (seis de las veinticinco
referencias a mujer que aparecen en todo el manual), y en el que trata de “la
civilización islámica” (dos): en ambos, el sexismo aparece articulado con el
etnocentrismo, pues se menciona a la mujer en buena parte como elemento en
el que se apoyan argumentos en los que se relaciona tal valoración negativa
con idéntica valoración de sus sistemas de parentesco. Esta relativa
abundancia de referencias a mujer cuando se habla de otras culturas (once de
las veinticinco) contrasta con las que aparecen en los dedicados a explicar el
pasado de la Civilización Europea Occidental (catorce), de las que cinco son
nombres propios de mujeres individualizadas y que, por su posición social
respecto al Saber o el Poder, se hallan homologadas a los varones adultos
blancos de las clases dominantes; curiosamente, en estos temas no se dice
nada del proceso histórico de implantación del sistema de parentesco
imperante en la Civilización Europea Occidental, sistema patrimonial
monogámico que, por contraste con las valoraciones negativas que merecen
“los otros” aparece, en consecuencia, como “natural” como si se hallase fuera
de los productos culturales y las transformaciones históricas, como si de una
institución inmutable, eterna e incuestionable se tratara.
Esta relación entre sexismo-etnocentrismo-clasismo... que confluye en el
término androcentrismo se nota también en las abundantes referencias
masculinas.
Por una parte, los temas dedicados a las culturas consideradas superiores
contienen una mayor cantidad de masculinos; pero, además, estos masculinos
generalizan lo humano en menor proporción que los que aparecen en las
páginas dedicadas a las culturas a las que se definen como inferiores. Así,
mientras que sólo 1,6 de cada 10 masculinos que aparecen en los temas que
tratan de la Civilización Europea Occidental pueden considerarse genéricos en
sentido estricto, en las páginas dedicadas a “América precolombina”, 5,6 de
cada 10 masculinos generalizan lo humano, y en las dedicadas a “las culturas
de los pueblos africanos”, 4,7 de cada 10 masculinos funcionan como
genéricos. Dicho de otra forma, en las páginas dedicadas a la historia de la
Civilización Europea Occidental, 8 de cada 10 masculinos se refieren
exclusivamente a miembros de los colectivos viriles hegemónicos, mientras que
en las dedicadas a las culturas consideradas inferiores, sólo 3,6 de cada 10
masculinos son viriles.
Esta virilización del discurso histórico que centra su atención en nuestro
pasado histórico, guarda relación con los nombres propios masculinos
(recordemos, también, los 5 nombres propios de mujer) con los que se

91
ejemplifica quién es ese hombre que es considerado protagonista de la historia:
el 84% corresponde a los temas dedicados al pasado de la Civilización
Europea Occidental, y sólo el 15,4% a los que tratan de otras culturas,
destacando el hecho de que no aparece ninguno en las páginas que se refieren
a “América precolombina”, y sólo 1 en las que tratan de las culturas africanas,
“uno de los grandes poetas africanos, el político senegalés Leopoldo Senghor”
(subrayado mío).
De este modo, la lectura crítica no-androcéntrica nos va conduciendo, poco a
poco, a clarificar la ambigüedad de los masculinos con los que presuntamente
se generaliza lo humano; y nos ayuda a des-cubrir que esta presunción permite
privilegiar una forma particular y partidista de actuación humana y presentarla
como generalizable y universal, utilizarla como parámetro evaluador de... “lo
natural-superior humano”.
Esta operación, por medio de la cual lo particular se generaliza y se utiliza para
evaluar el conjunto diverso de actuaciones y actitudes humanas, se apoya
también en la ambigüedad con que se utilizan otras claves conceptuales, que
valoran positivamente las actividades, el universo mental y el sistema de
valores propio del Arquetipo Viril y lo presentan como generalizador y
generalizable... frente a otras formas de vida, otros sistemas de valores, otros
universos mentales que aparecen definidos negativamente (y cuya sola
mención, aunque sea negativa, nos ha de llevar a considerar existentes y
concluir que los definidos positivamente no son universales y eternos).
Se trata, en primer lugar, de la palabra civilización, que aparece como sinónimo
de cultura, con lo que se oculta la particularidad histórica de las formas
civilizadas producto de la hegemonía de las ciudades sobre amplios territorios,
de la hegemonía de la vida urbana sobre la vida rural. Hablar indistintamente
de civilización o cultura implica excluir que las formas culturales no-civilizadas
(no urbanas) sean consideradas en pie de igualdad con las formas de
comportamiento urbanas, implica establecer como parámetro de cultura las
formas de organización social en las que existe una hegemonía urbana; por
tanto, atribuir carácter natural y universal a las culturas que han dado lugar a
civilizaciones, lo cual no sólo no es cierto sino además ahistórico.
Este naturalismo y esta privilegiación de la civilización aparecen reforzados por
otros términos. Así, se habla también indistintamente de vida social, u
organización social, y de organización política. De nuevo se excluye, así,
explicar la particularidad histórica de la organización política, y se excluye,
también, considerar en igualdad de condiciones las formas de vida social que
no han configurado Estados; se atribuye, pues, también carácter natural y
universal a esta forma de organización social jerarquizada que impera en
nuestra cultura, que la Civilización Europea Occidental ha impuesto a otras
sociedades.
También la palabra economía induce a la misma operación androcéntrica en la
que hay que resaltar la visión etnocéntrica: se establece que la obtención de
bienes conlleva explotación de los recursos naturales, esto es lo que se define
como economía; se deduce así que toda sociedad requiere una economía —
por tanto, una explotación de recursos —. Ahora bien, dado que no todas las
sociedades han adoptado esta particular forma de relación con el entorno
natural, el manual se refiere a las formas de obtener bienes que no implican

92
explotación de la naturaleza (a propósito de África), o a otras formas de
relacionarse con el medio ambiente (a propósito de Asia), como formas
vinculadas a la... religión. Este salto sorprendente entre dos conceptos para
referirse a una misma tarea, la obtención de bienes para el sustento, nos
plantea la necesidad de indagar en torno al sustrato religioso que subyace a
nuestra economía, o bien a restringir la palabra economía a aquellas formas de
vida social que se han propuesto explotar los recursos naturales.
Este confusionismo conceptual culmina cuando la palabra cultura aparece ya
no como un término genérico y generalizador de la forma de vida civilizada,
sino restringida a un conjunto de actividades sociales. Un conjunto de
actividades que acaso se caracterizan por no ser ni política, ni economía:
modos de pensar... religión, arte, moral, ciencia... Así vemos cómo se pasa de
la palabra cultura, entendida en su sentido más amplio, como el conjunto de
productos humanos, a una particular versión cultural, la civilización, y, de aquí,
a unos aspectos particulares de la vida social que según cómo se definen como
economía, según como se consideran religión, y otras actividades culturales.
Aparece así claramente el carácter confuso y ambiguo de una serie de
conceptos clave, que constituyen el andamiaje básico a partir del que se
construye el discurso histórico. Este andamiaje aparece reforzado por el orden
textual, que no es el mismo cuando se habla de la Civilización Europea
Occidental y cuando se trata de otras culturas. En el primer caso, se sigue un
esquema que va desde la base material y la economía pasando por las formas
políticas y hasta llegar a esas manifestaciones culturales definidas como
Religión, Arte, Ciencia, etc. Sin embargo, este orden textual no se respeta en
los pocos temas en que se habla de otras culturas. Curiosamente, suele darse
preponderancia a los rasgos religiosos, que son tratados en primer lugar, como
rasgos definidores, mientras las formas económicas y políticas aparecen
entremezcladas con las religiosas y artísticas, sin que se sepa ya por qué lo
que en unas sociedades es religión en otras es economía y viceversa. Es más,
mientras la definición de otras opciones culturales por su religión aparece como
un argumento para valorarlas negativamente, se excluye explicitar la valoración
privilegiada que merece el cristianismo, más específicamente, definir la
Civilización Europea Occidental como Cristiandad Europea Occidental, pues la
religión aparece en los temas que tratan de la Civilización Occidental muy en
último lugar, infravalorado, pero, implícitamente, incuestionado; y, en contraste
con el tratamiento negativo que reciben otras religiones, el cristianismo resulta
considerado religión verdadera.
Pero el recurso fundamental utilizado para la construcción del discurso histórico
es la cronología, de acuerdo con la cual se establece el orden textual global del
discurso. Basta leer el índice del manual para descubrir la desigual distribución
textual entre las distintas culturas, que repercute en la desigual atención
evolutivo-cronológica: el estudio de la Civilización Occidental es más minucioso
y sigue paso a paso un orden cronológico, mientras que el estudio de las otras
culturas aparece ubicado al hilo de la explicación de la evolución histórica de la
Civilización Occidental, de su expansión territorial, y, a menudo, presenta saltos
temporales y hasta contradicciones cronológicas. La Civilización Occidental
aparece en constante transformación histórica, guiada no sólo por un como
ineludible progreso marcado por la misma acumulación numérica anual sino
también por una sistemática expansión territorial y por transformaciones

93
notables en la organización social in terna y en la conciencia de sus miembros,
lo que — se dice — ha provocado aceleraciones históricas o revoluciones,
mutaciones, lo cual se valora positivamente. Por el contrario, las restantes
culturas son calificadas a menudo como “aisladas y sin cambios”, “in mutables”
o “inmóviles”, como culturas ancladas en estadios ya superados por la
Civilización Occidental, lo cual como puede notarse hemos aprendido a
valorarlo negativamente; y son los términos propios de la cronología los que
sirven para establecer el nivel de desarrollo alcanzado por las distintas culturas,
algunas de las cuales son calificadas, significativamente, como “prehistóricas” o
“neolíticas”, siempre con sentido peyorativo.
Ciertamente, la cronología no es sólo un sistema métrico abstracto que permite
la datación de los hechos, la ordenación de los acontecimientos del pasado /
presente, un sistema métrico aséptico e inocente, sino que, en la medida en
que guarda relación con un sistema de valores según el cual las formas de vida
sociales más simples —identificadas como propias de tiempos pasados, más
primitivos — son consideradas inferiores, y las más complejas — más
modernas — superiores, permite clasificar las distintas opciones de existencia
humana en inferiores / superiores; centra su atención en la sucesión causal y
espacio-temporal de las opciones de existencia humana consideradas
superiores, y se sirve de las restantes como de simples referencias que
permiten resaltar lo considerado superior.
De este modo, la cronología, eje que estructura el discurso histórico, resulta ser
el parámetro mediante el que, precisamente, se establece el sentido del
discurso, mediante el que se ordenan los conceptos definitorios dándoles un
sentido explicativo, la armazón sobre la que se ordena el conjunto de
referencias incluidas en el discurso histórico, ordenándolas positiva /
negativamente. Todo cuanto no aparece reseñado cronológicamente, todo
cuanto no es considerado digno de ser rememorado cronológicamente, resulta
definido como históricamente in-significante, por tanto, diríase que no sucedió
en la medida en que resulta in existente para el discurso histórico. La
cronología aparece, así, como un sistema métrico jerárquico y jerarquizador de
los distintos aconteceres de la vida social.
Así se fragua un relato genealógico-heroico de las batallas que se han tenido
que librar ante “lo inferior” para llevar a cabo una progresiva expansión
territorial en aras de una imaginaria “civilización universal”, proyección
idealizada del presente hacia el futuro, finalidad teleológica que se sitúa
siempre “más allá” del presente.

3. El discurso histórico, institución y medio de comunicación social


Las indagaciones en torno al orden androcéntrico del discurso histórico nos han
permitido traspasar la opacidad bajo la que ese orden se encubre en la
actualidad, y des-cubrir que tal discurso constituye una forma — entre otras —
de explicar el pasado, una versión parcial y partidista acerca de la génesis
histórica de nuestra vida social, que se desprende de unos parámetros
mentales, de unas estructuras de pensamiento propias de quienes desean
autolegitimarse en el ejercicio del poder.

94
Esta estructura mental parte de un elemento básico, ese hombre que aparece
como protagonista de la historia, ese hombre que aprendemos a pre-suponer
identificable con cualquier ser humano y que, como hemos visto, encubre un
arquetipo viril, una conceptualización de lo humano propia de quienes
participan de una voluntad de poder, a la que corresponde un sistema de
valores y un universo mental-conceptual correlativo.
Esta estructura de pensamiento resulta, al mismo tiempo, producida por, y
productora de un yo cognoscente, el yo consciente del saber vinculado al
poder. Aquí descubrimos el papel que juega el discurso histórico como
producto institucional y medio de comunicación social: dada su ubicación entre
las materias impartidas en el sistema escolar, permite transmitir, entre las
jóvenes generaciones, la versión legitimada como verídica acerca de cuál ha
sido el legado histórico de las generaciones que nos precedieron y que hay que
conservar; pero al mismo tiempo, sirve para que los colectivos adultos, en la
medida en que ya han asimilado tal versión como verídica, participen así que
una memoria histórica y una común visión de lo humano, compartan un con-
senso que les dota de cohesión interna.
Sin embargo, esta dimensión adulta del discurso histórico, resulta ser uno de
los aspectos más encubiertos o, lo que es lo mismo, asimilado in-
conscientemente. Así, de las distintas divisiones sociales que confluyen en el
término androcentrismo, hemos podido notar — con mayor o menor dificultad
— la articulación sexo/raza/clase, pero hemos tomado en menor consideración
de la que sin duda fuera conveniente, la relación entre adul tos y no-adultos.
Ciertamente, nuestra mentalidad crítica y aún autocrítica se resiste
habitualmente a claudicar de nuestra adultez, a superar nuestra visión adulto-
céntrica.
Lo que sí es cierto es que este orden androcéntrico del discurso histórico se
halla en crisis, crisis que afecta incluso a la discriminación entre los
habitualmente incluido/excluido en el discurso histórico, a la relación entre lo
que habitualmente se ha considerado significativo / in-significante. Una prueba
es el propio título de este Curso en torno a La(s) Otra(s) Historia(s), que
expresa claramente una réplica a la que se considera la historia por
antonomasia, versión institucionalmente revalidada como verídica y verificable
— científica — acerca de lo que sucedió.
Ahora bien, a pesar de la profunda crisis — que afecta incluso a su credibilidad
— que sacude hoy a esta historia, y aún gracias al cada vez más amplio
desarrollo de otras historias que cuestionan su valoración hegemónica, cabe
seguir hablando de un discurso histórico hegemónico, no sólo porque se trata
de la versión revalidada institucionalmente, sino sobre todo porque lastra las
más variadas búsquedas no ya de otras historias, sino incluso de otras
explicaciones acerca del presente.
Piénsese, si no, hasta qué punto el orden androcéntrico del discurso histórico
del que hemos expuesto brevemente sus rasgos básicos, sus claves
conceptuales y su orden textual-cronológico, esta estructura de pensamiento
de lo que podemos denominar mentalidad historicista, actúa como auténtico
medium en diversas explicaciones del presente, ya se trate de explicaciones de
carácter lógico-científico (así, las Ciencias Sociales, alimentan sus análisis del
presente en pre-supuestos históricos, aunque eludan referirse explícitamente a

95
ellos); ya de explicaciones políticas (en el discurso político el uso de
argumentos históricos es muy habitual), o de esa forma de conocimiento
polimorfa a la que llamamos información, producto de los “medios de
comunicación de masas”, de la “cultura de masas” (y que se nutre de discurso
histórico tanto para definir las noticias a la medida de los hechos históricos,
como para formular por su propia cuenta explicaciones históricas diversas, a
través del cine, de la publicidad...).
En fin, es posible que la crisis de la historia requiera hoy ya no sólo formular
otra(s) historia(s), sino ante todo indagar una cuestión previa: cuál deba ser la
nueva conciencia histórica que todas estas explicaciones del presente
requieren para ser capaces de transformar nuestra vida social en formas más
humanas.

NOTAS
(1) Este planteamiento, que fue esbozado por M. Vázquez Montalbán en una
serie de artículos publicados los años 1973-74 en la revista Comunicación XXI
y editados actualmente por Alianza Ed. bajo el título Historia y Comunicación
Social, ha sido desarrollado no sólo en la Facultad de Ciencias de la
Información de la Universidad Autónoma de Barcelona — de la que Vázquez
Montalbán fue profesor en 1975 — sino también en las de Bilbao y Madrid.
(2) La necesaria relación entre La Historia y las Ciencias Sociales, siguiendo el
camino que esbozaba Fernand Braudel, permite hacer con fluir también las
aportaciones de la Semiótica y la Antropología Cultural con los de la Teoría de
la Información y la Cibernética, hasta llegar a re- plantearnos el estudio de la
vida social entendida desde el común denominador de la información, es decir,
como procesos comunicativos. Esto requiere atender a la articulación entre
circulación diacrónica y circulación sincrónica de información, tal como apunta
Lotman, en Lotman, Y. M. y E. De Tartu, Semiótica de la Cultura, Madrid,
Cátedra, 1979.
(3) FOUCAULT, M., El orden del discurso. Barcelona. Tusquets, 1980.
(4) Ver Moreno Sarda, A., El Arquetipo Viril, protagonista de “la historia”.
Ejercicios de lectura no-androcéntrica, Barcelona, LaSal, edicions de les dones,
1986.
(5) Los análisis de Duby, G., en Historia social e ideología de las sociedades y
otros ensayos sobre la Historia, Barcelona, Anagrama, 1976, me hicieron ver el
orden social jerárquico que se desprende de un sistema imaginario de
clasificación social.
(6) Moreno Sarda, A. Las raíces históricas de la problemática actual de la
comunicación social. Elementos para una Historia de la Comunicación Social
No—Androcéntrica, Tesis de Doctorado, Facultad de Historia de la Universidad
de Barcelona, 1984.
(7) Ver op. cit. en nota 4.
(8) Ver Moreno Sardà, Amparo (1988), La otra «Política» de Aristóteles,
Barcelona, Icaria. Para la lectura que he realizado de La Política de Aristóteles
me he basado en las siguientes ediciones en castellano: La Política, trad. P. de

96
Azcarate, Espasa Calpe, Madrid, 1962; Política, trad. J. Marias y M. Araujo,
Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1970; La Política, ed. y trad. de C.
Garcia Gual y A. Perez Jiménez, Editora Nacional, Madrid, 1981 (2ª); Obras,
trad. de F. de P. Samaranch, Aguilar, Madrid, 1982; y la edición griego-francés
Politique, trad. J. Aubonet, Les Belles Lettres, Paris, V. I, 1968, V. II, 1971, V.
III, 1973.
Las obras de Historia del Pensamiento analizadas son: Abbagnano, N., Historia
de la Filosofía, Montaner y Simon, Barcelona, 1973 (2ª); Aubenque, P.,
Aristóteles y el Liceo, en La Filosofía Griega, V. II de Historia de la Filosofía,
dirigida por B. Parain, Siglo XXI, Madrid, 1980 (8ª); Bernhardt, J., Aristóteles en
Historia de la Filosofía, Ideas, Doctrinas, dirigida por F. Chatelet, V. I. Madrid,
1976; Capelle, W., Historia de la Filosofía griega, Gredos, Madrid, 1972;
Copleston, F., Historia de la filosofía, Ariel. Barcelona 1982; Chevalier, J.
Historia del pensamiento, Aguilar, Madrid, 1968 (2ª); Fraile, G., Historia de la
Filosofía, B.A.C., Madrid, 1965 (2ª); Marias, J., Historia de la Filosofía, Rev. de
Occidente, Madrid, 1970; Martinez Marzoa, F., Historia de la Filosofía, Istmo,
Madrid, 1973; Mondolfo, R., El pensamiento antiguo. Historia de la Filosofía
Greco—Romana, Losada, Buenos Aires, 1964 (5ª); Russell, B., Historia social
de la Filosofía, Edicions 62, Barcelona, 1967; Giner, S., Historia del
pensamiento social, Ariel, Barcelona, 1975 (2ª); Sabine, G. H., Historia de la
Teoría Política, F.C.E., Madrid, 1982; Touchard, J., Historia de las ideas
políticas, Tecnos, Madrid, 1977; Truyol y Serra, A., Historia de la Filosofía del
Derecho y del Estado, Alianza, Madrid, 1978 (6ª); Jaeger, W., Aristóteles.
Bases para la historia de su desarrollo intelectual, F.C.E., Madrid, 1983; Heller,
A., Aristóteles y el mundo antiguo, Península, Barcelona, 1983.
(9) La palabra andro-centrismo se deriva precisamente del término griego aner,
-dros, que hace referencia al ser de sexo masculino, al hombre, por oposición a
la mujer, y por oposición a los dioses: al hombre de una determinada edad (que
no es niño, ni adolescente, ni anciano), de un determinado status (marido) y de
unas determinadas cualidades (honor, valentía...) viriles. En sentido estricto es
el “hombre hecho” que forma parte del ejército. Es decir, no se trata de
cualquier ser humano de sexo masculino, sino del que ha asimilado un
conjunto de valores viriles, en el sentido latino en el que se habla de vir. La
palabra andro-centrismo está compuesta por un segundo término que hace
referencia a un situarse en el centro, que genera una perspectiva centra lista
(ver El Arquetipo Viril, protagonista de “la historia”, op. cit. Nota (4).
(10) Por razones económicas, el análisis tuvo que reducirse al texto
(excluyendo, pues, ilustraciones y pies de ilustración) de dos manuales de
primer y tercer curso de BUP de la editorial con mayor audiencia, Vicens Vives:
Balanza, M., Benejam, O., Llorens, M., Ortega, R., y Roig, J., Iberica. Geografía
e Historia de España y de los Países Hispánicos, y Fernandez, A., Llorens, M.,
Ortega, R., Y Roig, J., Occidente. Historia de las Civilizaciones y del Arte. Aquí
resumo los resultados del análisis de esta segunda obra.

97
2.5. La reproducción generacional de la voluntad de dominar el mundo

“A mí, de las guerras, no me sorprende el número de los


muertos, lo que me asombra es la enorme cantidad de
vivos que quedan para contarlas”.
Alejo Carpentier, La consagración de la Primavera.
“En el largo camino…, ningún deseo consciente puede
reemplazar el instinto de vida”.
Carl Jung, Últimos pensamientos.

1. Sospechas en torno a la democratización del saber alfabético


Una de las transformaciones más notables experimentadas a lo largo de los
siglos XIX y XX es la que ha afectado a la relación entre personas analfabetas
y personas alfabetizadas, hasta el punto que recientemente se ha llegado a
afirmar que la división social fundamental en la actualidad es la que resulta de
las distintas posibilidades de acceso a la información,
Ciertamente, el conocimiento de las reglas de lectura y escritura fue, primero,
patrimonio de las minorías dirigentes religiosas (recordemos que Carlomagno,
considerado primer emperador de la Cristiandad europea occidental, era
analfabeto); posteriormente, también de los funcionarios laicos y los
mercaderes, padres fundacionales de a aristocracia, el funcionariado y la
burguesía; y, a lo largo de las dos últimas centurias, se ha difundido entre
sectores de la población cada vez más amplios, de modo que en la actualidad
se afirma que las personas analfabetas constituyen la minoría y la inmensa
mayoría de la población sabe leer y escribir.
Sin embargo, si queremos evitar incurrir en graves errores, hay que matizar
esta afirmación.
En primer lugar, hay que ubicarla en las coordenadas socio-históricas a las que
corresponde, y relacionarla con el proceso histórico de configuración y difusión
del sistema de conocimiento al que se refiere, a su alcance en el espacio y en
el tiempo.
Así, cabe notar que la ampliación del radio de influencia del saber alfabético ha
sido un proceso conflictivo, que no ha afectado, y no afecta, a toda la población
por igual: desde la resistencia de la Iglesia de Roma, durante mucho tiempo, a
aceptar que cualquiera de sus fieles pudiera leer la Biblia, menos aún leerla


(1990) Conferencia pronunciada en la XV Escola d’Estiu del Pais Valencià, celebrada en
Castellón, Valencia y Elche, publicada (1991) en Escola popular, Pedagogía crítica i Renovació
Pedagògica. XV Escola d’Estiu del País Valencià. Materials per al Debat. P. 7-22

98
según su libre albedrío (uno de los motivos de ruptura con quienes recibieron el
nombre de protestantes), hasta las modernas reivindicaciones estudiantiles en
contra de la selectividad, el acceso de sectores de población cada vez más
amplios a una forma de conocimiento propia de las minorías que se ocupan del
ejercicio del poder, ha tenido que vencer, una y otra vez, la resistencia de estas
minorías a compartir con otros sectores de población lo que consideran
exclusivo.
Además, hay que analizar esta transformación social atendiendo ya no sólo a
las actuales zonas centrales de la Cristiandad europea occidental, sino
teniendo en cuenta también el proceso histórico, mediante el cual estas zonas
centrales se han configurado y delimitado como tales, en relación con unos
propósitos expansivos (recordemos: “Creced y multiplicaos y dominad la
tierra”). Porque el dominio de territorios cada vez más amplios con la mayor
economía de recursos - en el menor tiempo - exige incrementar
constantemente el número de quienes se dedican a imponer y perpetuar ese
dominio (guerreros y sacerdotes, funcionarios y mercaderes y otros seres
humanos que hacen posible que estos colectivos se dediquen a semejantes
menesteres y se benefician de ello en mayor o menor medida), por tanto
conduce a la ampliación de esas zonas centrales desde las que se ejerce el
poder.
No en vano, las minorías y las mayorías lo son siempre respecto a un colectivo
social más amplio; la inversión de la relación entre minorías y mayorías
alfabetizadas se ha producido en las zonas centrales de la civilización
occidental, en la medida en que ésta se ha expansionado y ha impuesto su
hegemonía sobre territorios más amplios, es decir, sobre otras mayorías; en fin,
la afirmación de que la mayoría de la población ha accedido al saber alfabético
sólo es correcta si decimos explícitamente que nos referimos al sistema de
escritura propio de la cristiandad europea occidental, y si restringimos nuestra
mirada a la población ubicada en los espacios sociales centrales.
Ahora bien, si adoptamos una perspectiva abierta a las coordenadas espacio-
temporales en las que se ha producido esta transformación, el acceso de
sectores cada vez más amplios de la población al saber propio de las minorías
que se ocupan del ejercicio del poder se nos aparece como un fenómeno al
mismo tiempo irrefrenable y conflictivo.
Irrefrenable, en la medida en que uno de los objetivos fundamentales y
fundamentadores — y acaso la razón de su existencia — de estas minorías
consiste en la constante y cada vez más sistemática expansión territorial, que
exige incrementar el número y calificación de quienes se dedican a perpetuarla
y ampliarla.
Conflictivo, porque, no obstante, este incremento tropieza constantemente con
la resistencia de las minorías a compartir los que considera sus privilegios, esto
es, con el temor a ampliar el número de quienes participan en el reparto del
botín, con el pánico a disminuir sus beneficios. Pero esta resistencia es vana,
va que la consolidación del dominio expansivo en el espacio — su perduración
en los nuevos espacios ocupados y explotados de forma cada vez más
sistemática, más económica — y en el tiempo — su pervivencia a través de las
sucesivas generaciones —, requiere incrementar el número de quienes se
ocupan de esta tarea: dejar de ser minoría y transformarse en una nueva

99
mayoría minoritaria para operar sobre un radio de acción más amplio, que sitúa
nuevos colectivos sociales bajo su hegemonía y, en consecuencia establece
nuevas demarcaciones entre minorías y mayorías.
Este enfoque ayuda a comprender por qué la divulgación del saber alfabético
se ha producido de forma discriminatoria y ha afectado de forma distinta a los
diferentes colectivos sociales. Y, además, que esta transformación en la
organización social y en la distribución social del conocimiento ha afectado,
también, al propio sistema de conocimiento orientado al dominio expansivo, a
ese saber vinculado al ejercicio del poder.
Ciertamente, la divulgación del saber alfabético no ha afectado a toda la
población por igual, sino de forma discriminatoria. Así, puede notarse la
estrecha relación entre los distintos grupos sociales — que responden a la
articulación de las distintas divisiones sociales —, y las diferentes posibilidades
de acceso a un sistema de conocimiento que se ofrece, a su vez, ordenado en
niveles jerarquizados (primario, formación profesional, secundario.., superior),
al mismo tiempo que este sistema discriminatorio repercute en las posibilidades
de disfrutar de unas u otras condiciones de vida. Porque si bien las distintas
condiciones de vida, según la cuna en la que se nace (esto es, según el
espacio patrimonial: según la raza y la clase) y según el sexo y la edad,
repercuten en las diversas posibilidades de acceso al saber alfabético, éste, a
su vez, influye también en las distintas posibilidades de participación y disfrute
del botín que la expansión reporta. Quizás por ello la discriminación cuantitativa
de mujeres y hombres de distintas condiciones en los distintos niveles de
instrucción aparece reforzada con frecuencia por una discriminación de los
diversos colectivos y centros escolares segregados, que ofrecen posibilidades
de instrucción diferenciadas según raza, clase social, sexo.., y según edad; y
esta organización permite que se impartan conocimientos diferenciados,
orientados a dotar de cohesión interna a cada uno de los grupos sociales,
según el papel que se les atribuye en el mundo adulto.
Pero, además, estas transformaciones en la organización y distribución social
del conocimiento han incidido en el propio saber. Ya que el conocimiento de
espacios sociales más amplios y diversos, y los propósitos de explotarlos de
forma cada vez más pormenorizada y, por tanto de establecer en ellos normas
de actuación estandarizadas cada vez más minuciosas, requiere incrementar el
universo simbólico a través del cual se definen, clasifican y reglamentan las
relaciones en tales espacios; de modo que el sistema simbólico que expresa
ese conocimiento para dominar el mundo se torna cada vez más vasto y
complejo, hasta que resulta imprescindible desarrollar procedimientos de
economía simbólica que faciliten su operatividad. Esta puede ser la razón por la
cual la divulgación del conocimiento alfabético se ha producido a la vez que la
configuración de la cultura de masas y la informatización de la sociedad, que
aparecen hoy como las nuevas formas de redefinir el sistema de valores y el
universo mental de esas nuevas mayorías minoritarias organizadas, a su vez,
jerárquicamente y de forma compleja, en esta fase de la conquista de la Tierra
desde el espacio extraterrestre.
Este es el marco en el que creemos hay que examinar las transformaciones
históricas recientes que nos inducen a afirmar que el sistema escolar se ha
democratizado y se ha tornado más igualitario.

100
Y en esta dinámica básica, a medida que una cantidad ya considerable de
mujeres hemos accedido a los niveles superiores del saber alfabético y la
información, en la segunda mitad del siglo XX, nos hemos empezado a plantear
hasta qué punto ese saber se halla viciado al haber sido elaborado en las
centurias anteriores exclusivamente por varones. Esta preocupación ha dado
lugar a numerosos trabajos feministas, que se han ocupado de estudiar la
realidad pasada y presente de las mujeres, a fin de subsanar el silencio que los
textos del saber académico suelen guardar, en sus distintas ramas y versiones,
acerca de la realidad que afecta al menos a la mitad de la población. Se ha
hablado, así, del sexismo del saber académico.
Sin embargo, dado que el saber académico no olvida sólo a las mujeres, ni
siquiera a todas las mujeres por igual, cabe preguntarse no sólo por lo que
excluye y silencia, sino, en primer lugar, por lo que incluye, y por lo que
considera significativo: por ese hombre que aparece como protagonista de la
historia, sujeto agente de la vida social pasada y presente, por ese hombre que
hemos aprendido a identificar con lo humano, en sentido genérico y universal, y
que obviamente condiciona todas nuestras explicaciones sobre la existencia
humana.
Esta manera de plantearnos el problema nos permite considerar el sexismo en
relación con otros ingredientes que articulan un orden social jerárquico y
centralizado; en consecuencia, hablar de androcentrismo (1).
La palabra androcentrismo está compuesta por un primer término griego, aner,
andros, que hace referencia al ser de sexo masculino, al hombre por oposición
a la mujer, y por oposición a los dioses: al hombre de una determinada edad
(es decir, que no es niño, ni adolescente, ni anciano), de un determinado status
(marido) y de unas determinadas cualidades (honor, valentía...) consideradas
viriles. En sentido estricto, al hombre hecho que forma parte del ejército. Por
tanto, no se refiere a cualquier ser humano de sexo masculino, sino al que ha
asimilado un conjunto de valores viriles en el sentido latino en que se habla de
VIR, y en el que todavía se les dice a los jóvenes: “irás a la mili y te harás un
hombre”. La palabra androcentrismo está compuesta, además, por un segundo
término que hace referencia a un situarse en el centro, esto es, en una porción
del espacio social desde la que se reglamenta jerárquicamente la vida del
colectivo; un situarse en el centro del que, en consecuencia, se deriva una
perspectiva centralista, en la que confluye un racismo clasista y un sexismo
adulto.
En el próximo apartado, el análisis de textos académicos correspondientes a
distintos niveles y producidos en diferentes momentos, nos permitirá descubrir
cómo se construye esa particular forma de conocimiento y explicación del
mundo y, así, cómo en nuestro paso por el sistema escolar hasta acceder a la
adultez llegamos a identificamos, a golpe de exámenes (ya se sabe, la letra
con sangre entra) con esa noción de lo humano y a asumir su sistema de
valores y consiguiente universo mental androcéntrico, de forma que
supeditemos nuestros pensamientos y actuaciones a esa voluntad de dominio
expansivo.
No obstante, el hecho de que este sistema explicativo tropiece con tantas
dificultades para implantarse, y la capacidad crítica con que todavía podemos
examinarlo críticamente a pesar de haberlo repetido en tantos exámenes curso

101
tras curso, nos ayuda a demostrar también que el modelo humano que
podemos transmitir y trasmitimos en la escuela es mucho más rico,
contradictorio y humano de lo que los textos académicos pueden hacernos
creer. Nos alienta, pues, a delatar el carácter anti-humano de esa forma de
conocimiento orientada por la voluntad del dominio expansivo, así como a
indagar nuevas perspectivas más humanas, que podemos definir como no-
androcéntricas.

2. La escuela: la re-producción generacional de la voluntad de dominar el


mundo
La crítica al discurso académico, procurando no restringir el análisis al sexismo,
sino atender también a la articulación entre las diversas divisiones sociales y la
organización social jerarquizada, me permitió notar que, aunque no suelen
explicitarse, los masculinos presuntamente genéricos no se refieren al conjunto
de miembros del colectivo social (así, romanos, catalanes, franceses,
españoles...), al conjunto de seres humanos, mujeres hombres diversas y
diversos, ni siquiera a los hombres, sino sólo a los miembros de Unos
colectivos humanos bien delimitados, que constituyen lo que podemos designar
como colectivos viriles hegemónicos: me llevó a concluir la sospecha o
hipótesis de que ese hombre que aparece como protagonista de la historia y,
en consecuencia, como sujeto del discurso de las restantes ciencias sociales,
no corresponde a cualquier ser humano, mujer u hombre de cualquier
condición, sino a lo que podemos definir como un arquetipo viril.
Diríase que se trata de unos colectivos que se han ubicado históricamente en
esa porción del espacio social que ha sido delimitada y construida
simbólicamente (arquitectónica, institucional, ritual y mitológicamente) como
centro, y desde el que se ocupan de reglamentar la vida social, en aras de
unos propósitos de dominio expansivo. Los miembros de esos colectivos viriles,
para incorporarse a esos espacios sociales desde los que se ejerce el poder,
para integrase como miembros del centro hegemónico y para legitimarse en él
y legitimarlo, se autodefinen como superiores.., a base de definir como
inferiores otras opciones de existencia humana que no implican voluntad de
dominar el mundo: producen y reproducen un sistemático juego de definiciones
positivas-negativas, de afirmaciones que niegan. Y, mediante este juego,
construyen un sistema imaginarlo de clasificación social, de carácter jerárquico,
que les permite, en primer lugar, autoconvencerse de su falaz superioridad -
dotarse de cohesión interna, de un consenso o sentir común -; y, además,
tratar de imponer esta convicción a otras y otros hombres y mujeres por medio
de la coerción y de la persuasión disuasoria.
En definitiva, concluí que en nuestro paso por el sistema educativo
aprendemos a conceptualizar lo humano de acuerdo con un sistema de valores
propio de una opción particular de existencia humana, que asumimos
dogmáticamente a base de creerla objetivo y racional, y que nos impide tomar
en consideración conscientemente aquellas aspiraciones y actitudes que no se
ajustan o que pudieran cuestionar este modelo.
El sistema educativo aparece así como el ritual iniciático a que debemos
someternos hoy mujeres y hombres que hemos de acceder a un centro
hegemónico amplio y diverso, complejo, estructurado a su vez en estratos

102
concéntricos jerarquizados y compuesto, en sus distintos niveles, por esa
tercera parte de la humanidad que se vanagloria de participar de la sociedad
del despilfarro aun a expensas de los dos tercios de la sociedad que pasan
hambre, gracias a haber desarrollado una formidable capacidad de
autodestrucción.
Pero esto es precisamente lo que parece encubrir este saber formulado por y
para el ejercicio del poder: tamiza y hasta bloquea nuestra capacidad de
pensamiento, y orienta nuestro decir/no-decir hacia o que debemos hacer/no-
hacer...
Aquí radica el papel del sistema escolar como médium, como institución que
mediatiza las relaciones comunicativas interpersonales y colectivas: transmite,
entre las jóvenes generaciones, la versión legitimada como verídica acerca del
legado histórico de las generaciones predecesoras que hay que conservar; y, al
mismo tiempo, sirve para que los ya adultos, en la medida en que hemos
asimilado tal versión como verídica, participemos así de una visión común de lo
humano, que nos dote de cohesión interna y consenso. Sin embargo, o acaso
por ello, esta dimensión adulta de la palabra publica resulta ser uno de los
aspectos más encubiertos o, lo que es lo mismo, asimilado de forma más
inconsciente.
Veamos a continuación, cómo se plasma esta visión del mundo en textos
académicos elaborados hasta los años 80, y qué modificaciones ha adoptado
recientemente en un texto elaborado para la reforma de las Enseñanzas
Medias.

2.1 El Arquetipo Viril, protagonista y sujeto consciente en el discurso de


las ciencias sociales
El análisis de textos académicos, correspondientes a distintos niveles y
editados en distintos años, puede ayudarnos a descubrir cómo se construye
esa forma de conocimiento y explicación del mundo que hemos definido como
androcéntrica, y cómo llegamos a asumir ese arquetipo viril como noción de lo
humano, cómo llegamos a identificamos con su sistema de valores y
correspondiente universo mental.
Los resultados de un estudio realizado bajo la dirección y coordinación de Nuria
Garrete, por Pilar Careaga, Viqui Frias, Carmen Jimenez, Emma Lorenzo y
Yolanda Rebollo, sobre sexo y edad de los personajes que aparecen en 36
manuales de las áreas de lenguajes y ciencias sociales, publicados entre 1976
y 1983 por 14 editoriales y difundidos en todo el territorio del Estado español,
nos permite llegar a unas primeras conclusiones (2).
Se advierte una mayor presencia de personajes masculinos (74,4 %), pero
también de personajes adultos (67,5 %) y, sobre todo, de personajes
masculinos adultos, que constituyen más de la mitad del total de los personajes
(52,6 %).
Sin embargo, así como en las ilustraciones se ofrece un mayor equilibrio entre
los personajes masculinos y femeninos, y entre los personajes no-adultos y
adultos, en los textos y los manuales de ciencias sociales existe un mayor

103
desequilibrio entre lo que se ve y lo que se dice, entre las escenas que se
representan icónicamente y las argumentaciones verbales, alfabético-
conceptuales.
Este dimorfismo entre las ilustraciones — que representan escenificaciones de
la vida social y apelan al pensamiento sensorio contrato y simbólico —, y los
textos — que condensan el pensamiento abstracto categorial, conceptual — en
los manuales de EGB, persiste en le actualidad, a pesar de que en las
ediciones publicadas a lo largo de la década de los 80 puede notarse una
tendencia a aminorar el sexismo.
Así, según un estudio publicado por Pilar Heras y Trias (8) entre manuales de
EGB publicados entre 1982-84 y 1987-88, se ha incrementado el número total
de ilustraciones en los manuales de todos los ciclos, y en aquellas ilustraciones
en las que aparecen figuras humanas; al mismo tiempo, ha aumentado la
presencia femenina, tanto individualmente como en grupo, de forma que en los
libros del ciclo inicial publicados en 1987-88 existe un equilibrio entre figuras
masculinas y femeninas, y esta tendencia se advierte también en los manuales
de ciclo medio y con menor intensidad, en los del ciclo superior, quizás porque
en éstos el desequilibrio era mayor (mientras en 1982-84 el 75 % de los
personajes eran masculinos, en 1987-88 éstos se redujeron al 60 % y los
personajes femeninos aumentaron hasta el 40 %). Esta tendencia a equilibrar
el número de personajes masculinos y femeninos se ha producido sobre todo
entre los que aparecen individualmente (en los manuales de ciclo superior,
todavía el 72 % de las figuras humanas individuales son masculinas, y sólo el
28 % son femeninas).
Sin embargo, este equilibrio progresivo entre los personajes masculinos y
femeninos que se observa en las ilustraciones, no se da en los textos, en los
que persiste una preponderancia de los masculinos, con variaciones mínimas.
Esto indica que mientras se produce una mayor adecuación entre los mensajes
icónicos y las transformaciones sociales, en los mensajes alfabéticos o
expresiones argumentales persisten unos prejuicios cada vez más distantes de
la realidad que viven alumnas y alumnos. En consecuencia, cada vez está más
alejados no sólo lo que los manuales explican y lo que alumnos y alumnas
viven, sino también, lo que se ve y lo que se dice en los mismos manuales. No
debe de sorprendernos, pues, que quienes tienen que estudiarlos manifiesten
tanto rechazo ante unas palabras tan distantes de lo que viven.
El sexismo de estos manuales es, pues, evidente. Pero no lo es menos la
adultez. Y aunque estas estudiosas no han considerado como variable
significativa la clase o estatus social (y ya se sabe, el planteamiento — sexista
— del problema condiciona su solución), Pilar Careaga advierte que estos
manuales “trasmiten un modelo cultural de clase media urbana con todos
aquellos valores que le son propios”. Y Pilar Heras puntualiza que se trata de
un modelo urbano y de las zonas céntricas de la ciudad, ya que los suburbios
no aparecen prácticamente nunca.
Este repertorio de personajes se reduce en los manuales que se utilizan en
BUP, y, todavía más, en los que se utilizan en la Universidad, a base de
identificar a los varones adultos que se ocupan del ejercicio del poder y del
saber, con el concepto de lo humano, en sentido genérico y universal.

104
Ciertamente, si comparamos ahora los resultados de estas investigaciones con
los que obtuve yo misma a partir de una lectura crítica, no-androcéntrica de
manuales de Historia de BUP (4), y de textos de Historia del Pensamiento de
amplio uso en la Universidad (5), podremos concluir que el sexismo es uno de
los ingredientes del predominio viril, un ingrediente profundamente articulado
con la adultez y con el etnocentrismo clasista, puesto que este hombre que
aparece como protagonista y sujeto agente de la vida social no puede
identificarse con cualquier ser humano, ni siquiera con cualquier hombre, sino
tan sólo con un varón adulto de raza y clase dominante.
Así, en los textos de los manuales de Historia de BUP analizados, las
referencias a mujer disminuyen notablemente (17 % de tas referencias a seres
humanos en el texto de Ibérica, 1% en Occidente), y, en consecuencia, se
produce un considerable incremento de las referencias masculinas,
especialmente en el texto que expone el discurso de la Historia Universal (99%
en Occidente, 98, 3% en Ibérica). Pero, además, si examinamos
detenidamente todas estas referencias masculinas, advertimos que sólo una
pequeña parte pueden considerarse genéricas (17% en Ibérica, 21,6% en
Occidente), mientras que más de dos tercios del total de referencias a senas
humanos se refieren a varones adultos que se ocupan del ejercicio del poder o
del saber (79,9 % en Ibérica, 75,6 en Occidente), y que participan del sistema
de valores propio del Arquetipo Viril y de su voluntad de dominio expansivo.
Ciertamente, la lectura atenta de las referencias a mujer y las referencias
masculinas, nos permite advertir una estrecha relación entre etnocentrismo
clasista y sexismo adulto, y lo que podemos definir como público-centrismo: las
referencias a mujer aparecen en expresiones que conducen a valorar
negativamente el sistema de parentesco de otras culturas, y esta valoración
negativa refuerza la valoración positiva del sistema (matrimonial—patrimonial)
cristiano, peno sin que esto se explique explícitamente ni, menos aún, se
mencionen sus peculiaridades.
Además, la mayoría de las referencias masculinas corresponden a los temas
que tratan del desarrollo histórico de la cristiandad europea occidental (80,4 %),
mientras que en los temas que se refieren a otras culturas aparece un menor
número de referencias masculinas, destacando el porcentaje ínfimo que
encontramos en las páginas que tratan de la «América precolombina» (1%) y
de las «culturas de los pueblos africanos», (2,1%).
Esta mayor masculinización de los textos que tratan de la cristiandad europea
occidental no se debe a una mayor utilización de masculinos genéricos; por el
contrario, los masculinos generalizaban lo humano en menor proporción
cuando se habla de nuestra cultura, pues en este caso se dedica una mayor
atención a los varones que participan en el ejercicio del poder o del saber,
mientras que encontramos una menor proporción de masculinos viriles y una
mayor proporción de masculinos genéricos en las páginas que se tratan de
otras culturas.
La progresiva masculinización y virilización de los textos académicos, que
advertimos al comparar manuales utilizados para la instrucción primaria y
secundaria, culmina en las obras que se utilizan en la Universidad. La noción
restringida, particular y partidista de lo humano (correspondiente al Arquetipo
Viril) aparece utilizada aquí ya como concepto de lo humano, en sentido

105
genérico y universal. El problema es que el nivel de abstracción y el uso
generalizado de este concepto, dificultan percibir sus rasgos particulares, los
encubren hasta desdibujarlos.
Precisamente, esta opacidad conceptual dificulta demostrar la validez y el
alcance de esta sospecha. No obstante, la lectura comparada entre La Política
de Aristóteles, y lo que de este texto dicen 20 libros de Historia del
Pensamiento, de amplio uso en los medios universitarios y de autores de
reconocido prestigio (obras especializadas sobre Aristóteles, como las de W.
Jaeger, Agnes Heller, G. Reale o el volumen que le dedica J. Mosterin en su
Historia de la Filosofía; obras de Historia del Pensamiento Político y Social,
como las de Salvador Giner, G. Sabine, J. Touchard) y A. Truyol y Serra; obras
de Historia del análisis económico, como la de J. Schumpeter; y obras de
Historia de la Filosofía de autores diversos como N. Abbagnano, P. Aubenque,
J. Berhnardt, W. Capelle, F.Copleston, J. Chevalier, G. Fraile, J. Marías, F.
Martínez Marzoa, R. Mondolfo, y B. Rusell) permite clarificar los rasgos de esta
noción de lo humano y calibrar el alcance de este problema (6).
Y es que mientras Aristóteles habla de los diferentes grupos sociales que
pueblan su sistema imaginario de clasificación social (criaturas, mujeres y
hombres griegos y de otros pueblos), en los textos académicos actuales se
opera con la ambigüedad que genera la presunción gramatical de que la
palabra hombre, o el masculino, generalizan lo humano, y se absolutiza lo que
el filósofo atribuye sólo al varón adulto griego a base de menospreciar hasta
relegar al silencio e ignorar todo cuanto no participa del sistema de valores y el
universo mental de este varón.
Esta credulidad en ese Arquetipo Viril valorado positivamente, que conlleva la
ignorancia hasta el silencio de lo valorado negativamente, está en la base de lo
que podemos calificar como opacidad androcéntrica de la racionalidad pública
en sus distintas manifestaciones (académica, política, informativa...), opacidad
que permite que unas explicaciones de las que se excluyen los aspectos
fundamentales de la existencia social, estén legitimadas institucionalmente
como verificables y verídicas, como expresión de un conocimiento objetivo, a
pesar de su parcialidad y partidismo, y sin que se confiese explícitamente que
se realiza tal opción.
En definitiva, mientras el texto aristotélico pone de manifiesto de forma clara
como confluye en el Arquetipo Viril el etnocentrismo clasista y el sexismo
adulto, y su repercusión en la ordenación privada/pública de la vida social, los
textos del saber académico actual generalizan lo que Aristóteles sólo atribuye a
los varones adultos griegos, en tanto que ciudadanos políticos: en
consecuencia, sólo prestan atención a cuanto pueden identificar con las
actuaciones públicas.., tal como funcionan en la actualidad. Al mismo tiempo
generalizan como humano el sistema de valores y el universo mental propio de
esos varones, a los que se considera que tienen derecho a vivir bien y
ocuparse de la actividad pública, y, así, a la vez que presentan la expansión
territorial como una actividad natural y congénita a la existencia humana,
guardan silencio sobre las repercusiones de esta actividad expansiva en los
patrimonios privados y en las transformaciones sociales internas. La
legitimación de lo humano a la medida del Arquetipo Viril, implica legitimar esa
aspiración a vivir bien propia de quienes actuamos en los escenarios públicos
del centro hegemónico, pero sin confesar explícitamente que se adopta

106
semejante opción, ni las repercusiones que tiene en las relaciones
interpersonales y colectivas.
El androcentrismo adopta, así, un carácter público-céntrico, que permite
proclamar el derecho etnocéntrico a vivir bien: ese derecho propio,
actualmente, de esa tercera parte de la humanidad que disfrutamos de la
sociedad del despilfarro, a expensas de los dos tercios de seres humanos que
se encuentran marginados en los distintos sustratos de las bolsas de miseria
que se hallan diseminadas por la tierra.
Empezamos a comprender, así, esa estrecha relación entre sexismo y
etnocentrismo que advertíamos en los manuales de historia de BUP, a
propósito de la relación entre mujer y sistemas de parentesco valorados
negativamente en otras culturas, así como el silencio que se guarda sobre los
rasgos propios del sistema de parentesco Cristiano, patrimonial y monogámico,
que, resulta, así, in-cuestionado.
Si realizamos ahora una lectura crítica fijándonos ya en la relación entre lo que
en los textos se valora positiva/negativamente, y lo que se incluye/se excluye,
veremos que esta operación por medio de la cual lo viril aparece identificado
como si de lo genérico humano se tratara, afecta también a otros conceptos
clave, que aparecen definidos a la medida legitimizadora de esa minoría
descendiente de la cristiandad europea occidental que se considera con
derecho a dominar el mundo (a cristianizarlo, a civilizarlo, a modernizarlo).
De ahí que la valoración privilegiada de esta opción histórica de existencia
humana, aparezca relacionada con determinadas actuaciones y actitudes que
implican considerar natural tanto la organización jerarquizada de las relaciones
entre los seres humanos, como la expansión territorial, el dominio de unos
seres humanos por otros, por tanto, la guerra. En este marco se entiende la
ambigüedad con que se utilizan términos como civilización, cultura, economía,
sociedad, política, religión...: formas particulares de organización social, que se
han ido imponiendo conflictivamente a lo largo del tiempo entre los fundadores
y descendientes de la cristiandad europea occidental, que ésta ha impuesto a
otros colectivos humanos sirviéndose de la guerra, el genocidio y la
expoliación, aparecen como naturales y eternas, como si no correspondiera
precisamente a la reflexión histórica clarificar su génesis y su proceso de
implantación.
Notemos que se trata de conceptos clave, con los que se delimita la vida social
en diversos objetos de estudio de los que se derivan las explicaciones de las
distintas Ciencias Sociales, y que, por tanto, están en la base de la visión
fragmentaria y ahistórica de nuestra vida social que nos proporcionan las
Ciencias Sociales.

2.2. Una versión blanda: el Diseño Curricular Base del Área de Geografía,
Historia y Ciencias Sociales de la Educación Secundaria Obligatoria
(ESO), propuesto por el Ministerio de Educación y Ciencia
En la Introducción a este Diseño Curricular se dice que entre los ejes
actitudinales que orientan la selección y organización de los contenidos del
área, se encuentra la tolerancia y la solidaridad. Y se considera esta actitud:

107
una de las actitudes más claramente relacionadas con el área de
Geografía, Historia y Ciencias Sociales. En ella se incluyen la
tolerancia intelectual y cultural; la valoración de las ideas, opiniones y
creencias de otras personas y sociedades, tanto del presente como
del pasado; la relativización de los logros y valores de nuestra cultura
occidental; la valoración y defensa del pluralismo democrático; la
responsabilidad en la resolución de los problemas colectivos y en la
consecución de la paz mundial. El desarrollo de esta actitud debe
completarse con el fomento de la solidaridad humana, en particular
con las personas, grupos y pueblos que padecen discriminación u
opresión por cualquier motivo: edad, sexo, religión, cultura, raza,
opinión política, desigualdad económica, etc. (p. 286)
Más adelante, a propósito de las Orientaciones Didácticas y para la Evaluación,
se habla de:
algunos temas de reciente incorporación en el currículo, como la
educación para la igualdad entre los sexos, la educación para la paz,
la educación ambiental, la educación para la salud, la educación para
el consumidor, etc..., que de alguna manera están presentes a lo
largo de toda el área. (p. 357)
Estos y otros párrafos similares pueden hacernos creer que esta propuesta
ministerial no sólo ha erradicado el sexismo, sino también los restantes
aspectos que confluyen en el androcentrismo que, como hemos visto, afectaba
a los manuales escolares de esta área. Sin embargo, una lectura crítica no
andro-céntrica nos permite advertir que no es así.

2.2.1. Primer nivel:


a) Referencias a mujer: un sexismo con tono lastimero
En las 88 páginas de que consta este D. C. B. hemos encontrado una sola vez
la palabra Mujer (“Todas las disciplinas mencionadas tienen en común algunos
rasgos destacados. Por una parte, estudian la vida de los hombres y mujeres
en sociedad …” p. 274), y tres veces la palabra Alumnas (se habla de
“alumnos y alumnas” una vez en la p. 348 y 2 veces en p. 360).
No obstante, a estas cuatro referencias pueden añadirse otras nueve, en las
que, si bien no se habla explícitamente de las mujeres, sí se hace referencia a
ellas, ya que se habla de la discriminación en razón del sexo.
De las dos referencias que aparecen en la Introducción. La primera, en la frase
ya citada en la que se dice que “todas las disciplinas mencionadas... estudian
la vida de los hombres y mujeres en sociedad....” (p. 274). La segunda, cuando
se explica en qué consiste el eje actitudinal de tolerancia y solidaridad, esto es,
en el párrafo citado al principio en el que se habla de “el fomento de la
solidaridad humana, en particular con las personas, grupos y pueblos que
padecen discriminación u opresión por cualquier motivo: edad, sexo, religión,
cultura, raza, opinión política, desigualdad económica, etc.” (p. 286), frase que,
al hablar de “solidaridad..,con las personas...que padecen”, delata a quien la ha
construido como alguien que no padece tales discriminaciones.

108
El planteamiento de esta segunda referencia de la Introducción repercute en
las siete referencias que encontramos en III. Bloques de contenido: sólo dos
aparecen en los apartados dedicados a Hechos, conceptos y principios (7), y
las cinco restantes en Actitudes, valores y normas. De éstas, cuatro en relación
con Tolerancia y solidaridad (8), y una en relación con Rigor crítico y curiosidad
científica (9).
Estas referencias nos hacen pensar que la “sensibilidad para cuestionarse y
analizar…” no va más allá del rechazo de las desigualdades y las
discriminaciones. No conduce a abordar hechos en los que las mujeres
aparezcan como actoras y protagonistas. Por el contrario, la relativa insistencia
en la discriminación puede llegar a proporcionar una imagen negativa y
lastimera de las personas de las que se habla.
Finalmente, las cuatro referencias que aparecen en IV. Orientaciones
didácticas y para la evaluación, ponen de manifiesto la escasa sensibilidad de
quienes han elaborado el texto: las tres ocasiones en las que se habla de los
alumnos y alumnas, frente a las 113 en que sólo se usan términos masculinos,
demuestran la insuficiencia de esa reciente incorporación de “el tema de la
educación para la igualdad de los sexos”, de que se habla en la cita apuntada
al principio.

b) Referencias a criaturas
Además de ese tratamiento discriminatorio de las personas en razón del sexo,
encontramos también la discriminación en razón de la edad, quizás la más sutil
de todas las discriminaciones, la que solemos advertir menos por ser aquella
que nos hemos habituado a considerar más natural.., desde nuestra
perspectiva adulta, pero que remite al grado de adultez de un texto.
He de confesar que yo misma, a pesar de que me propuse tomar nota de las
referencias a mujeres y a criaturas, anoté las primeras... y olvidé las referencias
a criaturas. Y no me di cuenta de este olvido hasta que llegué al apartado IV
dedicado a las Orientaciones didácticas y para la evaluación. Por esta razón,
mi análisis de las referencias a criaturas será, de momento, parcial.
Ciertamente, en algunas de las referencias a mujer citadas antes aparecen
también referencias a criaturas: de 7 ocasiones en las que se habla de
discriminación en razón del sexo, en 5 se habla también de la discriminación en
razón de la edad, y en 2 se elude; además, en una se habla de las
“transformaciones familiares (la familia como unidad de consumo, nuevos roles
masculinos y femeninos y de los jóvenes)...”, y en otra de la “formación del
alumno como ciudadano”, ocasiones ambas en las que se usan términos
masculinos, como puede notarse.
Un análisis detenido de las referencias a criaturas en estas páginas, permite
advertir que mientras que sólo en 3 ocasiones se habla de “los alumnos y
alumnas”, 55 veces se habla de “los alumnos”, 43 de “el alumno”, 3 de “sus
alumnos”, 6 de “los adolescentes”, 2 de “jóvenes”, y 1 de “el adolescente” (10).
Este predominio de los términos masculinos culmina cuando, al hablar de
Sociedades históricas y culturas diversas, a propósito de la “comprensión
empática”, se pone el siguiente “ejemplo didáctico”: “imagina que eres un
soldado de Napoleón, describe en tu diario la jornada del 2 de Mayo de 1808”.

109
Un análisis cualitativo del tipo de acciones o calificaciones que se asocian con
las criaturas no adultas, indica que, de 50 referencias registradas en 6 páginas,
frente a 2 valoraciones positivas encontramos 13 valoraciones negativas (es
decir, casi 1/3 de las valoraciones son negativas), y frente a 8 referencias en
las que aparecen como seres activos, en 27 aparecen como seres pasivos o
receptores de la acción educativa (por tanto, en poco más del 50% de las
referencias a las criaturas no adultas, éstas son consideradas corno seres
pasivos). En ningún caso aparece ninguna referencia femenina, o sea, que
siempre se utilizan términos masculinos. En definitiva, sólo un 20% de las
expresiones dedicadas a las criaturas no adultas son positivas y sobre todo
activas. Algunas frases expresan de forma clara el carácter adultocéntrico de
este texto (11).

c) Noción de lo humano: ¿Quién es el hombre que aparece corno


protagonista de la vida social? ¿Quién es el yo cognoscente productor
del texto?
Estos datos, y el análisis de frases de las que puede deducirse quién es el yo
cognoscente que ha producido este texto, nos permiten clarificar esa noción de
lo humano, a la vez que sujeto cognoscente y objeto de conocimiento, que
orientan este Diseño Curricular.
De los 12 párrafos que nos lo aclaran, 6 (esto es, el 50%) nos remiten a un
sujeto que, en la medida en que habla de “solidaridad con individuos y grupos
desfavorecidos, marginados y oprimidos en nuestra sociedad” , de “solidaridad
con personas grupos y pueblos que padecen discriminación u opresión por
razón de edad, sexo, religión, cultura, raza, opinión política, desigualdad
económica..., solidaridad con sociedades y grupos sociales desfavorecidos...,
solidaridad con personas que padecen enfermedades asociadas al alcoholismo
y la drogodependencia..., solidaridad con personas socialmente
desfavorecidas, en particular las que se encuentran sin trabajo”, todas estas
expresiones se refieren a un sujeto cognoscente productor del texto que no es
desfavorecido (o si se prefiere es favorecido), no-marginado, no-oprimido, que
no forma parte de pueblos y grupos humanos pobres y explotados, que no
padece discriminación ni opresión por los distintos motivos indicados, que
tampoco padece de falta de alimentos y escasez de recursos, ni de
enfermedades asociadas al alcoholismo ni la drogodependencia, y que
tampoco se encuentra sin trabajo. Se trata, pues, de ese varón adulto de clase
media y del centro urbano que encontramos en los manuales.
Este ser, tan exento de problemas como humanitario y generoso, contrasta con
ese adolescente del que se habla en el texto y al que se atribuyen posturas
egocéntricas y dogmáticas.
En fin, la lectura del apartado dedicado a Atención a la diversidad de los
alumnos, indica que el sujeto productor del texto sólo parece preocupado por el
distinto grado de «destreza de lectura y escritura» adquirido por las y los
estudiantes, quizás porque cree que «las diferencias en el rendimiento escolar
de los alumnos en estas edades provienen muy a menudo de sus motivaciones
e intereses diversos». En ningún momento considera que la «atención
adecuada a la diversidad de intereses, motivaciones y capacidades de los
alumnos, y el tratamiento de la diversidad en grupos-clase heterogéneos»,

110
requieran tomar en consideración esos diversos factores de los que se derivan
las discriminaciones de que se habla en otras ocasiones, ni las diferentes
condiciones de partida relacionadas con el disfrute o no de bienes
patrimoniales y los distintos niveles que éstos pueden adoptar. De modo que la
ignorancia de estos factores convierte las diferencias entre los alumnos en una
mera aceptación de las injusticias derivadas de un sistema social injusto.

d) Lo personal / lo colectivo, lo privado / lo público


Si examinamos ahora las referencias a lo personal/lo colectivo, vida cotidiana y
doméstica, familia, matrimonio, patrimonio, propiedad privada..., para evaluar el
tratamiento que recibe lo privado y lo público, y calibrar hasta qué punto existe
una valoración privilegiada y una atención preferente hacia cuanto corresponde
a los escenarios públicos, llegamos a las siguientes conclusiones:
En las páginas de Introducción, no encontramos ninguna referencia a estos
ítems. De las 21 referencias contabilizadas en III, Bloques de Contenido, no
aparece ninguna en los bloques 1 (El medio natural y su conservación), 2 (La
población y sus recursos), 3 (Las actividades económicas y los recursos
naturales), 4 (Hacia una sociedad terciaria) y 5 (Las ciudades), de donde se
deduce que en este Diseño Curricular Base se considera que el tratamiento de
la población y las variaciones demográficas pueden realizarse sin hablar de
matrimonio, familia, sistema de parentesco...; y que puede hablarse de la
organización del espacio y las relaciones entre los seres humanos y su entorno
sin mencionar los sistemas de apropiación individualizado o colectivo del
territorio. Tampoco aparece ninguna en los bloques 8 (Sociedades y culturas
diversas) y 12 (Arte y cultura actuales). En los restantes bloques, las
referencias se distribuyen de la siguiente manera: 9 en Hechos, conceptos y
principios (12), 7 referencias las encontramos en Procedimientos, siempre a
propósito de la Casualidad múltiple (13), y finalmente, encontramos 5
referencias en Actitudes, valores y normas, 2 a propósito del rigor crítico y
curiosidad científica, otras 2 a propósito de tolerancia y solidaridad y 1 en
valoración y conservación del patrimonio (14).
Así, en el apartado en que se registran los Hechos, conceptos y principios,
aparecen 9 referencias, de las cuales sólo 2 tratan de las transformaciones
históricas de la organización familiar: la primera, en el bloque que trata de la
Prehistoria, y la segunda en el que trata de los Desequilibrios y conflictos en el
mundo contemporáneo, sin que pueda saberse qué ha pasado con esta
institución básica de la vida social en el largo período intermedio. En 5
ocasiones se habla de “la vida cotidiana” (en los bloques que tratan de las
primeras civilizaciones históricas, la sociedad medieval, la sociedad de la
época moderna, la transformación liberal y la época contemporánea), y otras 2
de las “intervenciones individuales significativas”, ambas en el bloque que trata
de la época contemporánea.
En relación con el eje de procedimientos y concretamente con la causalidad
múltiple, encontramos 7 referencias de las cuates 3 hablan de “identificación y
distinción… entre las circunstancias causales y los motivos personales que
intervienen en determinados hechos históricos” (en los bloques 6, 7 y 9); otras
2 hablan de “categorización... de los distintos factores causales — personales y
colectivos — que confluyen en un hecho histórico prestando especial atención

111
al marco estructural de la sociedad en que éste se produce” (en los bloques 6 y
7); y de las otras 2 de “acciones… de personas pertenecientes a sociedades y
épocas pasadas”, y de “ideas, intenciones y acciones de las personas
implicadas...”.
En fin, de las 5 referencias que aparecen en relación con el eje de actitudes,
valores y normas, 3 proponen valorar las intenciones y esfuerzos personales; 1
propone valorar los principios e instituciones democráticas en las diferentes
esferas de la vida cotidiana; y al fin nos encontramos con la primera y última,
con la única referencia a la propiedad, concretamente a “las injusticias que
pueden derivarse de las desigualdades en la propiedad económica” (p. 234, ser
nota 14).
Advertimos, pues, cierta atención por la “vida cotidiana” e incluso por las
“transformaciones familiares”, así como una preocupación porque se tengan en
cuenta y se valoren las motivaciones, intenciones y aportaciones personales,
todo lo cual supone una innovación en relación con numerosos textos
académicos que sólo consideran cuanto acontece en los escenarios públicos.
Sin embargo, la atención por lo personal, sin tener en cuenta el carácter
histórico-colectivo de lo personal, puede incurrir fácilmente en la exaltación de
las individualidades. Y, también, que la atención por la vida cotidiana y las
transformaciones familiares, sin tener en cuenta las diferencias que se derivan
de la posesión o no de bienes patrimoniales, esto es, sin relacionarlo con el
sistema patrimonial/matrimonial, puede quedarse en meras divagaciones
anecdóticas que no ayuden a una mejor comprensión de la vida social
personal/colectiva pasada y presente.

d) Tratamiento que recibe lo privado / lo público, la expansión territorial y


el proceso histórico de implantación del actual sistema trasnacional
Todas estas observaciones nos permiten concluir que nos hallamos ante un
sujeto cognoscente que se autoafirma como adulto y cuya atención preferente
y valoración positiva se centra entre aquellos a quienes considera sus iguales,
aunque procura no dejar de mirar – conmiserativamente - a quienes - no se
explica por qué razones - se encuentran en situaciones desfavorecidas,
marginadas, oprimidas... Un ser que no se considera responsable de la
desigual distribución de los bienes, que aparece sacralizada por un sistema
patrimonial-matrimonial que diríase eterno, incuestionable e innombrable. Un
ser, pues, que ignora la relación entre la injusta vida social - que tanto le apena
- y ese sistema de apropiación y disfrute privado de bienes que sin embargo le
ha favorecido (recordemos que sólo en una ocasión habla de “las injusticias
que puedan derivarse de las desigualdades en la propiedad económica”, y que
apenas se atiende a las transformaciones históricas de la familia, de modo que
la atención hacia la “vida cotidiana” adopta un tono idealista).
En consecuencia, hallamos aquí la versión blanda de aquel Arquetipo Viril, yo
consciente que restringe su atención al ámbito público y asume como natural el
sistema de valores que se rige en él: esa voluntad de dominio expansivo que
está en la base de esas relaciones públicas (políticas y mercantiles) entre
quienes se distribuyen patrimonialmente el mundo y se querellan por incidir en
las nuevas estrategias expansivas y, así, en el próximo reparto del botín.

112
Pero esta restricción de la mirada al ámbito público y a las demarcaciones de
los Estados nacionales, que facilita que se considere natural la expansión
territorial, conduce a ignorar esas transformaciones fundamentales que se han
producido a lo largo del siglo XX y que han dado lugar a que se halla
entretejido una trama de negocios de alcance trasnacional que conecta los
espacios domésticos a la trama de negocios trasnacional: un sistema que
conecta, así, las aspiraciones y ensoñaciones más íntimas con las expectativas
y proyectos financieros que rigen en el gran mercado en que se ha convertido
la Tierra y hasta el espacio extraterrestre.
Estos problemas repercuten en los planteamientos que se hacen en este
D.C.B. respecto al eje temático que trata de El mundo actual.
a) Si examinamos, en primer lugar, los enunciados de los cuatro bloques
que componen este eje podemos notar que el orden temático que se
propone adolece de esa atención privilegiada hacia el espacio público
y ese naturalismo atribuido a la expansión territorial que conduce hasta
la ignorancia de las consecuencias que reporta. Este orden temático
orienta nuestra atención desde “los grandes problemas que preocupan
a nuestro mundo, tanto a nivel nacional como internacional”, en
especial los “desequilibrios económicos”, los “conflictos políticos” y los
“problemas propios de las sociedades postindustriales” en el bloque
11, al “arte y la cultura del siglo XX”, y “aspectos muy presentes en la
vida cotidiana del alumno (cine, video, música, diseño, comic, etc.)”, en
el bloque 12, a los “procesos de producción, distribución y consumo,
organización y sistema económico, estructura social, el mundo del
trabajo y sus conflictos”, en el bloque 13, para concluir con un bloque
cuyo “objeto principal” es la “formación del alumno como ciudadano”,
para lo cual se le propone estudiar “las instituciones y principios
característicos de la organización política democrática”.
Tanto este orden temático, como los contenidos de cada bloque, nos
permiten concluir que esta propuesta adolece de ese punto de vista
que restringe su atención al ámbito público - y en especial al ámbito
público de carácter político y correspondiente a los marcos estatales -;
y, al mismo tiempo, menosprecia tanto las transformaciones que se
han producido en los ámbitos domésticos y privados, y en el sistema
matrimonial-patrimonial sobre el que se asienta la sociedad (hablar de
las transformaciones familiares “la familia como unidad de consumo,
nuevos roles masculinos y femeninos y de los jóvenes”), a propósito de
los “focos de tensión y nuevos roles en las sociedades
postindustriales”, en el bloque 11, resulta demasiado simplificador); y
menosprecia, también, las transformaciones que han convertido las
relaciones internacionales en interrelaciones articuladas en una tupida
trama de alcance trasnacional (el bloque 14 resulta significativo de
este punto de vista excesivamente atento a unas demarcaciones
estatales que, a lo largo del siglo XX, la aviación, la radio y la
televisión, los satélites (le comunicación..., amén de los intereses
financieros que potencian estas tecnologías, han dejado obsoletas)
b) Que esta visión del mundo actual, que podemos calificar de publico-
céntrica (y aún de urbano—céntrica) adolece también de
etnocentrismo eurocéntrico: aquellas sociedades contemporáneas que

113
no sobrepasan el marco del Estado español y de la Europa Occidental,
quedan relegadas al eje temático que trata de las “Sociedades
históricas culturas diversas”, y, así, relacionadas con un pasado
nuestro inferior que nuestra “sociedad postindustrial” ya ha superado.
Esta visión puede detectarse también al leer atentamente las últimas
páginas de este D.C.B., en las que se exponen las Orientaciones
didácticas y para la evaluación, específicas par este eje temático (pág,
.357—361),

2.2.2. Referencias a Medios de Comunicación de Masas: (Prensa, Radio,


Cine, Televisión, Discos, Publicidad Comercial, Agencias de Noticias,
Cómics...)
La noción de “información”, referida unas veces al propio sistema académico y
otras a lo que conocemos como los medios de comunicación de masas,
reciben una mayor atención de la que hemos podido encontrar en numerosos
textos especializados de Historia Contemporánea, No en vano, entre “los ejes
de procedimientos y actitudes que facilitan la selección y organización de los
contenidos del área de Geografía, Historia y Ciencias Sociales” se menciona el
“tratamiento de la información” (15).
De ahí que, aunque hemos prescindido de anotar numerosas referencias a
información que no guardaban relación con los medios de comunicación de
masas, hemos anotado 21 ocasiones en que se abordaba de alguna forma este
fenómeno tan característico del siglo XX. Sin embargo, sólo en 4 ocasiones se
habla de los medios de comunicación de masas como fenómeno histórico
social, y en las 17 restantes se tratan estos medios como instrumentos
transmisores de información que deben ser utilizados con una actitud crítica
que no se propone para el tratamiento de la información académica tradicional.
En consecuencia, el conocimiento del mundo contemporáneo adolece de esta
escasa consideración de este fenómeno, aunque hay que reconocer que
numerosos libros de Historia Contemporánea especializados adolecen de una
mayor ignorancia de estas instituciones tan fundamentales a lo largo del siglo
XX y hasta nuestros días. De hecho, el reconocimiento de su importancia en
nuestra sociedad conduce a considerarlos como instrumentos didácticos a
utilizar, aunque se dude de su validez como no se duda de los textos escritos, y
en ocasiones, diríase que se les tiene en cuenta tan sólo como un instrumental
secundario y para dar un tinte más atractivo al sistema escolar especialmente
entre los estudiantes más aventajados.
Así, al hablar de los “materiales y recursos didácticos” se dice que los libros de
texto y otros materiales escritos seguirán teniendo un papel preeminente,
aunque deberán combinarse con otros, como la prensa escrita, cuyo empleo
“debe ser un instrumento habitual del aula” y cuya lectura ha de llegar a ser un
hábito entre los alumnos; y se dice también que los materiales audiovisuales
“han de ocupar un lugar creciente”, dada su presencia creciente en nuestra
vida cotidiana, si bien se valora la utilidad pedagógica de estos materiales “por
su especial idoneidad para alumnos menos motivados por las tareas escolares
o con relativas dificultades ante determinadas tareas (...) Con todo, conviene
señalar que la utilización de documentos audiovisuales no garantiza en

114
principio un mejor aprendizaje por parte de los alumnos. De hecho, ello puede
reforzar actitudes pasivas en la clase por parte de los alumnos”, reproche que
en ningún momento se hace de los textos escritos. En esta misma línea,
mientras se dice que “debe ser un objetivo del área el enseñar a ‘leer’ estos
documentos”, en ninguna ocasión se habla de que los textos escritos requieran
un ejercicio de “lectura” con el mismo énfasis (16).
Estos problemas se advierten especialmente cuando se explica e contenido del
eje temático dedicado a El mundo actual (ver nota 19): “(...) La prensa, la radio,
la televisión, preferentemente, pero también el cine, el video, los distintos
medios de publicidad, determinadas redes de bases de datos, etc., son los
instrumentos por excelencia para conocer nuestro mundo de hoy”, y “su
presencia en a clase debe llegar a ser algo habitual y permanente”, no en vano
“estas formas periodísticas de obtención y presentación de resultados facilitan,
además la proyección personal de los alumnos y se aproximan a un estilo y
forma de hacer las cosas que suele ejercer un gran atractivo entre los alumnos
en estas edades” (p 359-360).
El análisis detenido de estos planteamientos nos permite comprender que
resulta muy difícil no sólo que pueda superarse el sexismo en el discurso
académico, sino, en definitiva, que alumnas y alumnos, profesoras y
profesores, podamos re-conocernos como partícipes de esa sociedad de
consumo transnacional con la que no obstante nos identificamos mediante
música e imágenes difundidas a través de los medios de comunicación de
masas. Dificultan, en fin, que podamos comprender el mundo en que vivimos.

3. Y sin embargo… ¿que modelo humano transmitimos a pesar de la


escuela...?
No hace mucho propuse, como titulo de una charla mía, Qué modelo humano
transmite la escuela. Y alguien corrigió: Qué modelo humano transmitimos a
pesar de la escuela. Agradecí esa corrección, que considero imprescindible
hacer. Porque el discurso androcéntrico, al identificar lo que explica con lo que
sucedió y sucede, nos encierra en un fatalismo tal que bloquea nuestra
capacidad para imaginar otras explicaciones …que se ajusten mejor a esas
vivencias en las que la voluntad del domino resulta contrarrestada por esa otra
voluntad de entendimiento gracias a la cual, a pesar de tantas y tantas guerras
de que nos hablan los libros de historia, todavía podemos asombrarnos de la
enorme cantidad de gente que sobrevivimos para contarlo; esas vivencias en
las que ninguna creencia consigue ahogar nuestro instinto de vida y nuestra
voluntad de entendimiento.
Y quizás sea ese el modelo humano que logramos transmitir…, aún encubierto
en expresiones androcéntricas… y a pesar de la escuela.

115
Bloque 2:
La mediación del Arquetipo Viril en la prensa

116
2.6. “Realidad histórica” y “realidad informativa”. La re-producción de la
realidad social a través de la prensa

«No es más fácil reformar un gobierno que crearlo de nuevo, de la


misma manera que es más difícil olvidar lo aprendido que aprender por
primera vez.»
Aristóteles, La Política
«Las estructuras mentales constituyen prisiones de larga duración.»
Fernand Braudel, La Historia y las Ciencias Sociales

1. En torno a las relaciones entre historia y prensa, hecho histórico y


noticia
Las relaciones que podemos vislumbrar entre Historia y Prensa, conceptos que
enuncian al tema de este Encuentro, son muy diversas.
Podemos plantearnos historificar la prensa, es decir considerar la prensa como
objeto a estudiar históricamente. Pero también podemos utilizar la prensa como
fuente para el estudio histórico de otros fenómenos sociales en los que el
periódico comparte el protagonismo con otras fuentes. La organización
especializada del saber académico conduce con excesiva frecuencia a que el
historiador que utiliza la prensa como fuente no tome en consideración los
problemas que plantea el estudio histórico de la prensa, o también, a que el
estudioso de la Historia de la Prensa no tenga en cuenta como merece el papel
de la prensa como fuente historiográfica.
Como consecuencia de esta disociación, puede llegar a confundirse lo que
sucedió, con lo que el periódico dice acerca de lo que sucedió, de modo que lo
que el periódico dice se convierte en el núcleo básico de lo que, a su vez, el
historiador dice acerca de lo que sucedió. La fuente mediatiza, así, la
elaboración de la versión que el historiador elabora acerca del pasado, y la falta
de crítica a la fuente revela la carencia de crítica a la propia tarea del
historiador. De ahí la necesidad de avanzar en el estudio de la Historia de la
Prensa que, en el marco de una reflexión histórica en torno a la comunicación
social, permita clarificar la relación entre la realidad social pasada y presente y


(X-1985), ponencia presentada en el I Encuentro de Historia de la Prensa, organizado por la
Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad del País Vasco, celebradas en Bilbao,
publicada (1986) en GARITAONANDIA, C. (ed.), La prensa en los siglos XIX y XX.
Metodología, ideología e información. Aspectos económicos y tecnológicos. Actas del I
Encuentro de Historia de la prensa dirigido por Manuel Muñón de Lara, Servicio Editorial de la
Universidad del País Vasco. P. 145-163

117
dos versiones acerca de esta realidad social: «la realidad histórica», de la que
los historiadores ofrecen una versión discursiva, y «la realidad informativa»,
construida cotidianamente por los periodistas y otros profesionales de los
medios de comunicación social.
De ahí que el estudio de la prensa como objeto del conocimiento histórico, no
deba olvidar el papel que ésta cumple como fuente historiográfica; y esta
aportación que debe realizar la Historia de la Prensa resulta imprescindible
para una correcta utilización de la prensa como fuente historiográfica.
Este doble carácter de la prensa va más allá del marco académico: tiene
importantes repercusiones sociales, a la vez que seguramente es fruto de las
transformaciones sociales experimentadas por el Centro Hegemónico desde el
que se reglamenta de la vida social, de acuerdo con la expansión territorial que
ha caracterizado el pasado y presente de los colectivos humanos que
constituye la Cultura Cristiana Europea Occidental (1).
Así, cotidianamente, la prensa establece la agenda de lo que sucede en el
tiempo más próximo al que llamamos presente: del cúmulo de aconteceres que
el conjunto de miembros del colectivo humano vivimos cotidianamente o
realidad social entendida globalmente, la prensa selecciona algunos y los trata
de manera que los convierte en noticias o informaciones, en hechos
destacados, de los cuales, con el tiempo al menos una parte, se convertirán en
hechos históricos. De este modo, la prensa, al construir diariamente la
«realidad informativa», construye también la materia prima de lo que con el
paso del tiempo se considerará «realidad histórica». No en vano, hay
periodistas que consideran que ellos se ocupan de la historia viva,
contraponiendo su actividad a la de los historiadores que, según tal esquema,
atenderíamos a la historia muerta. Esta opinión es compartida por numerosas
personas que esperan hallar en la prensa claves para la comprensión del
presente que la historiografía no les suministra o, en todo caso, suministrará
dentro de unos años (2).
Pero, si la noticia de hoy está en la base de lo que haya de ser considera do
hecho histórico, mañana, también la definición de qué sea o no un hecho
histórico — es decir, lo que los historiadores como colectivo institucional han
definido como tal — ha influido e influye en el establecimiento de lo que los
periodistas consideran materia prima noticiable. Así, las actuaciones de los
jefes de Estado y restantes miembros de las, instituciones que configuran el
Centro Hegemónico desde el que se reglamenta de la vida social, en sus
diversos estratos y modalidades, constituyen material noticiable por excelencia,
convirtiéndose en noticias que invaden los periódicos desde las primeras
páginas. Tales noticias son, pues, al mismo tiempo, hechos históricos
prototípicos con los que se ha ido construyendo el discurso histórico. Esto
quiere decir que la construcción social de lo que se considera «realidad
histórica» aparece, a su vez, si no directamente como fuente, si al menos como
base o parámetro de pensamiento que condiciona la construcción de la
«realidad informativa».
Es en esta relación en la que quiero centrar mi atención en esta ponencia.
Empezaré por clarificar más detenidamente términos fundamentales, como
realidad social, «realidad informativa» y «realidad histórica». Tras algunas
consideraciones teóricas acerca de la construcción de «la realidad histórica» y

118
los rasgos androcéntricos que la caracterizan, la lectura crítica de un ejemplar
de un periódico me servirá de base para profundizar en la reproducción de la
realidad social a través de la prensa y, así, en el papel que ésta puede jugar
hoy a la hora de interrogar al pasado acerca de nuestro presente, aportación
fundamental de la reflexión histórica a la comprensión de la vida social.

2. Algunas premisas
2.1. Realidad social vivida, «realidad informativa» y «realidad histórica»
Mis investigaciones en torno a la Historia de la Prensa de Sucesos me
condujeron a formular, en 1979 (3), algunas conclusiones en torno a los
problemas fundamentales de la Historia de la Prensa, atendiendo al marco
global de la comunicación social, que hoy sigo considerando válidas en líneas
generales. Señalaba entonces dos vías complementarias de indagación:
1) Historificar las publicaciones en el marco más amplio de la comunicación
social, para poder evaluar el grado de eficacia que tuvieron en la difusión de
propuestas ideológicas.
2) Elaborar una metodología que permita conocer tales propuestas ideológicas
vertidas en las publicaciones, es decir: a) qué han dicho esas publicaciones, en
qué aspectos de la realidad social han centrado su atención y, por tanto, han
habituado a sus lectores a atender prioritariamente, y b) cómo lo han dicho, es
decir qué tratamientos han dado a los distintos aspectos de la realidad social
que han destacado. En definitiva, qué hábitos de pensamiento han generado
entre quienes las han leído.
Entendía yo entonces por realidad social lo mismo que entiendo ahora: el
conjunto múltiple y diverso de vivencias experimentadas por los miembros del
colectivo social, personal y colectivamente, vivencias que abarcan cómo
sentimos pensamos-actuamos, vivencias comunicativas todas ellas que se
traducen en diversas manifestaciones culturales (4).
Pero sólo recientemente, y atendiendo a las aportaciones de la sociología del
conocimiento y de la Historia de las Religiones, tal como la formula Mircea
Eliade (5), he considerado pertinente definir como «realidad informativa» el
conjunto de propuestas ideológicas vertidas por las publicaciones y que hacen
de la prensa instrumento generador de pautas de lectura de la realidad social y
de estereotipos de comportamiento relacionados con las divisiones sociales,
problema clave que se me planeó al estudiar la prensa de sucesos.
Por razones diversas que no vienen al caso, en un momento dado dejé al
margen mi investigación sobre la Historia de la Prensa y pasé a adentrarme en
las aportaciones que la historia y otras ciencias sociales podían hacer a la
elaboración de una Historia de la Comunicación Social, como marco
comprensivo que permitiera ubicar correctamente los distintos fenómenos
comunicativos pasados y presentes.
Como consecuencia, llegué a la conclusión de que la Historia académica, lo
que prefiero llamar el discurso histórico, al igual que la prensa, genera también
parámetros de ordenación del pensamiento mediante los que aprendemos a
considerar significativos determinados aspectos de la realidad social vivida y,
en consecuencia, a considerar otros como in-significantes o no-significativos y

119
a establecer entre ellos determinado orden. El discurso histórico aparece así,
también, como una versión acerca de la realidad social pasada que, junto con
el legado y la memoria histórica, constituyen lo que podemos definir como
«realidad histórica».
Se trata además de una versión parcial y partidista que obedece a lo que he
llamado el orden androcéntrico del discurso histórico, orden que a menudo se
presenta opaco como consecuencia de presentar su visión parcial como
genérica y universal, lo que permite encubrir y legitimar, desde su raíz, el orden
social mediante el que se reglamenta la vida social desde el Centro
Hegemónico (6).
Expondré luego las consecuencias de la crítica al androcentrismo en el
discurso histórico. Interesa insistir ahora en el hecho de que, tanto la «realidad
informativa» como la «realidad histórica» vertida en el discurso histórico,
constituyen dos versiones acerca de la realidad social vivida que, junto con
otras versiones y otros productos culturales, forman parte y constituyen esa
realidad vivida cotidianamente.
Es importante considerarlas como versiones y distinguirlas de lo vivido en el
pasado-presente, ya que, con frecuencia, se presentan como reflejo verídico de
lo vivido, conduciéndonos a confundir la explicación con lo vivido, es más,
llevándonos incluso a creer que sólo podemos vivir cuanto es susceptible de
ser explicado de acuerdo con sus normas.
Como tales versiones, una y otra se construyen a partir de dos mecanismos
fundamentales:
— primero, seleccionando entre los diversos aspectos de la vida social, lo que
consideran significativo de lo que consideran no-significativo; es decir, a partir
de lo definido como significativo (o cargado de significado); por tanto, también
de lo definido como in-significante (que no tiene valor significativo para el fin
que se proponen);
— segundo, estableciendo un orden relacional, un sentido, entre lo significativo
/ lo in-significante, y entre los elementos que se incluyen como significativos.
Este sistema de relaciones se basa en un orden jerárquico que va de lo
valorado más o menos positiva o negativamente a lo excluido.
La valoración privilegiada de que gozan una y otra versiones (especialmente
entre los profesionales que las producen), guarda relación con el hecho de que
ambas son elaboradas por colectivos institucionales legitimados para tal fin, por
tanto, vinculados con el Centro Hegemónico desde el que se reglamenta de la
vida social. Se diría, pues, que son elaboradas para incidir en la vida social y
con- formarla, es decir como pensamiento activo (co-activo = disuasor /
persuasor).
Así, la polisemia de la palabra historia conduce a la confusión a que me refiero.
por una parte, la palabra historia se refiere tanto a lo que sucedió en el pasado,
como a lo que los historiadores, como colectivo legitimado para tal fin,
explicamos acerca de lo que sucedió, a pesar de que son dos cosas distintas.
La confusión entre estos dos significados permite que la palabra de los
historiadores se erija en expresión verídica de lo que sucedió, condicionando
cualquier otra reflexión acerca de cómo se ha fraguado al presente en la
sucesión de otros presentes definidos ya como pasado.

120
Además, la palabra historia se utiliza también para calificar determinadas
formas de vida social frente a otras que resultan definidas como prehistóricas:
las formas de vida social que han requerido la utilización de la escritura se
constituyen así en parámetro mediante el que se mide y valoran aquellas
opciones histórico-culturales que no se han dotado de este medio. La polisemia
de este concepto encubre un sistema de valores que hegemoniza la
contabilidad y la escritura, instrumentos clave del control civilizado de la vida
social.
Es a este sistema de valores privilegiado por el discurso histórico al que me
refiero cuando hablo de orden androcéntrico del discurso histórico.
Expondré, a continuación, de forma resumida, los rasgos básicos del discurso
histórico androcéntrico y, tras señalar algunos elementos clave mediante los
que se produce y reproduce la vida social, la lectura de un ejemplar de un
periódico me permitirá concluir algunos rasgos comunes y diferenciales entre la
«realidad histórica» y la «realidad informativa».

2.2. El arquetipo viril y el orden androcéntrico del discurso histórico


Conviene empezar estableciendo que no hay que confundir androcentrismo
con sexismo, como suele hacerse. La hegemonía en razón del sexo es sólo
una de las variables que constituyen la hegemonía androcéntrica; una variable
que se articula con otras que se refieren a otras divisiones sociales (sexo /
edad / raza / clase...) y que operan interrelacionadas al confluir en cada ser
humano.
Andro-centrismo hace referencia a la adopción de un punto de vista central
propio de quienes se sitúan en el Centro Hegemónico desde el que se
reglamenta de la vida social de mujeres y hombres de diversas condiciones.
Punto de vista central que, para legitimarse como superior, se define
positivamente a base de definir negativamente todo cuanto se considera im-
pertinente para valorar como superior la perspectiva obtenida desde el Centro
Hegemónico.
Este punto de vista es propio, pues, no de cualquier ser humano, ni si quiera de
cualquier ser humano de sexo masculino, sino de aquellos que se sitúan en la
torre de control social desde la que se obtiene una visión vigilante; de un
modelo adoptado por los miembros del colectivo humano que lo adopta
precisamente para situarse en ese Centro Hegemónico. Se trata de ese modelo
de masculinidad al que se refiere la palabra griega aner, -dros, que
correspondía a varón adulto griego que, al formar parte del ejército, pasaba a
ser miembro del colectivo político; un modelo que corresponde, pues, a un
varón adulto miembro de una raza que se considera con derecho a dominar a
otras y otros mujeres y hombres a quienes esclaviza, en consecuencia, que
constituye también la clase hegemónica. En definitiva, ese modelo humano
particular y partidista que podemos definir como arquetipo viril: el hombre que
aparece como protagonista de la historia, según el discurso histórico, no es
cualquier ser humano, sino un arquetipo viril (7). Ya veremos cómo este
arquetipo viril es considerado también el protagonista de esa «historia»
presente que re-produce la prensa cotidianamente.

121
Puesto que se trata de un modelo humano relacionado con una determina da
actitud respecto a otros seres humanos, mujeres y hombres de diversas
condiciones, conlleva un sistema de valores, un universo mental que se
contrapone a la aspiración humana a vivir armónica y placenteramente, es
decir un sistema de valores que contra-dice, que dice en contra de esa
aspiración humana, con el fin de transmutar la energía humana de acuerdo con
los fines que se propone. En este sentido, un modelo anti-humano. Su rasgo
básico es presentar como natural e ineludible la supeditación de la
potencialidad humana para reproducir la vida armónicamente (Eros) a los
proyectos de dominación fratricida, a la capacidad de matar para dominar a
otras y otros mujeres y hombres (Tanatos) (8). Este decir en contra de estas
aspiraciones humanas armónicas y gozosas llega incluso a negar la existencia
de la propia aspiración, al excluirla de sus explicaciones, presentándonos, así,
como consustancial a la existencia humana el sistema cultural hegemónico que
reglamenta las relaciones inter-humanas como querellas fratricidas («instinto
de muerte» fratricida).
Dado que los seres humanos somos de una gran diversidad, y que esto no
implica que seamos superiores o inferiores, ya que, en todo caso, tal
calificación depende de la finalidad para la que la utilicemos, podemos advertir
que se trata de un modelo humano fraguado precisamente para la
autoconvicción de quienes, de alguna manera, participan en el ejercicio del
poder, para que, en la medida en que lo idealicen y encarnen, ejerzan el poder.
Y, como tal modelo, puede ser asimilado y ejercido por cualquier ser humano,
mujer u hombre de cualquier condición.
El orden androcéntrico del discurso lógico-científico expresa ese universo, esa
versión única imaginaria propia del arquetipo viril. Estos son sus rasgos
básicos:
1) Un sistema imaginario de clasificación social, jerárquico y complejo, que
genera un sistema imaginario de papeles de comportamiento interrelacionados
con las divisiones sociales. Este modelo aparece claramente definido en La
Política de Aristóteles:
«Para hacer grandes cosas, es preciso ser tan superior a sus
semejantes como lo es el hombre a la mujer, el padre a los hijos y el
dueño a los esclavos» (9).
2) Este sistema imaginario de clasificación social, en tanto en cuanto
pensamiento vinculado al ejercicio del poder, opera como pensamiento co-
activo y, por tanto, se materializa mediante la ordenación coercitiva de las
relaciones sociales y la persuasión de que tales relaciones no pueden ser sino
tal como quedan formuladas en tal sistema, por tanto, la disuasión de que no
pueden funcionar de otra forma.

La materialidad coactiva se ejerce, en primer lugar, por medio de la apropiación


de los recursos naturales y humanos de la colectividad humana, lo que implica
transformar la tierra en patrimonios de una minoría que la explota en su propio
beneficio, para lo que fija los fines de la Patria. También Aristóteles explica
claramente esta reglamentación de la tierra entendida como espacio social
controlado patrimonialmente. El espacio en el que cada uno de los miembros

122
del Colectivo Viril Hegemónico se apropia privadamente constituye la
oikonomia o patrimonio en latín. El espacio que se reservan para debatir sus
querellas, como consecuencia del reparto del botín, es el espacio de la politike,
desde el que se define, en latín, la Patria. Así, pues, el sistema imaginario de
divisiones sociales conlleva la primera división del espacio social en publico y
privados.
Pero, además, se materializa también en la medida en que persuade / disuade,
es decir en la medida en que los modelos de comportamiento que establece
son encarnados por seres humanos concretos, son asimilados mediante la
socialización de las criaturas humanas (control de la procreación, educación de
los hábitos corporales y de las formas de pensamiento y expresión).
3) Este modelo imaginario co-activo mediante el que se reglamentan las
relaciones comunicativas interhumanas y con el entorno natural, se fraguó
inicialmente en expresiones simbólicas de carácter arquitectónico, ritual y
mítico-religioso, definiendo lo que debe ser / lo que no debe ser, y en la medida
en que las formas de explotación se hicieron más sistemáticas, se fraguó
conceptualmente, es decir se argumentó dónde-cuándo-por qué-para qué-
cómo lo que debe ser debe ser; argumentación que excluye atender a la
relación entre lo que debe ser/lo que no debe ser. De ahí la opacidad del
discurso lógico-científico (andro-logo-centrico), argumental, al eludir considerar
significativo cuanto ha sido definido previamente como lo que no debe ser. De
ahí la opacidad androcéntrica del discurso lógico-científico actual: el sistema
simbológico androcéntrico fragua conceptualmente el arquetipo viril, por tanto,
los restantes modelos prototípicos que se derivan de lo que el Arquetipo valora
negativamente. Sin embargo, el discurso lógico-científico actual presenta el
modelo viril como humano y su sistema de valores particular y partidista se
encubre como natural y universal.
Así, pues, el orden androcéntrico del discurso histórico (10) presenta este
sistema imaginario de clasificación jerárquico y complejo de organizar la vida
social a la medida de los miembros del Centro Hegemónico, como natural,
ineludible y universal: cosmos frente a caos amenazante, cultura frente a
naturaleza indómita, espíritu frente a carne concupiscente o materia,
humanidad frente a animalidad.
Y el principal problema que hoy nos plantea su divulgación masiva, su difusión
entre grandes cantidades de población a través de la cultura de masas, ya no
es sólo que nos conduce a creer que la guerra es consustancial a la existencia
humana; que la expansión territorial es no sólo ineludible, sino además,
deseable; que la jerarquía y los conflictos interhumanos que genera entre
quienes poseen y quienes son desposeídas y desposeídos, están inscritos
genéticamente, o que obedecen a razones teológicas o teleológicas.
El principal problema hoy es que estas creencias nos dificultan que
consideremos, en nuestras reflexiones, como significativo para la existencia
humana, todo aquello que para afirmarse ha definido como in-significante: nos
dificulta así valorar en su justa medida lo negado, así como considerar lo
afirmado como una contra-dicción imaginaria primigenia que se deriva de la
construcción de lo negado, y que esta afirmación se construye para legitimar el
poder. Nos impide, así, creer algo que de una forma u otra vivimos: que los
seres humanos aspiramos a vivir armónicamente cada cual consigo, con los de

123
más y con su entorno natural, consigo como parte de la naturaleza
humanizada. Las aspiraciones humanas más solidariamente humanas son
hasta tal punto menospreciadas y consideradas in-significantes por el discurso
androcéntrico que, en la medida en que nos habituamos, en la adultez, a
«recordar razonando» (1l), a restringir nuestros pensamientos de acuerdo con
las normas del raciocinio definidas androcéntricamente, excluimos valorar
como significativo todo aquello que, no obstante, vivimos y nos permite
sobrevivir cotidianamente, palpitar con el palpitar humano. Esta convicción se
desprende del propio lenguaje: las palabras (el verbo, el logos, la palabra
pública) han sido fraguadas a la medida de ese sistema de valores.
Nos hallamos, pues, de nuevo, ante la relación entre cómo vivimos y cómo
pensamos acerca de lo que vivimos: entre realidad social vivida y versiones
acerca de la realidad social.
Pero para comprender el papel de este sistema imaginario tal como se vierte
en el discurso histórico y su relación con «la realidad informativa» es preciso
atender a otros elementos mediante los que se construye la realidad social y
que también ha sido y son utilizados para fraguarla en el pasado y en el
presente, de acuerdo con los intereses del Centro Hegemónico como «realidad
histórica».

2.3. Elementos básicos mediante los que se construye la realidad social:


modelación de la materia, gastos, palabras e ideología
Hemos visto la importancia que cobra la definición de lo significativo / lo in-
significante, este proceso de discriminación de entre los diversos aspectos de
la realidad social. Veamos ahora cómo se ha fraguado y se fragua esta realidad
social humana a la medida de los intereses del Centro Hegemónico, con el fin
de ubicar en este marco el papel de las versiones discursivas, textuales y
audiovisuales, junto con los restantes elementos mediante los que se construye
la realidad social. Esto nos permitirá una nueva aproximación a la prensa y
otros medios de comunicación de masas que no operan sólo mediante
palabras, sino también mediante imágenes y sonidos ritmados.
Tres son, a mi entender, estos elementos básicos.
En primer lugar, la modelación del mundo material y su transformación en
espacios ordenados para determinados fines y en objetos que constituyen lo
que podemos llamar «legado histórico».
En segundo lugar, esta modelación del mundo material requiere ejecutar
determinados gestos encaminados a que, por ejemplo, la arcilla in-forme
adquiera determinada forma para convertirla en objeto, al mismo tiempo que la
materia transformada en objeto exige determinados gestos para su uso (ritmos
corporales o ritos).
En tercer lugar, recordar el fin para el que el mundo material fue modelado en
formas concretas, requiere que le demos nombre, conjunto de palabras
mediante las que rememoramos personal y colectivamente tanto los fines para
los que la materia fue modelada como la sucesión de ritmos gestuales
necesarios tanto para la re-producción del mundo material como para su uso
(aquí habría que incluir, me parece, la melodía).

124
Hay que añadir un cuarto elemento que impregna los otros tres: la idea o
imagen mental mediante la que nos representamos figurativamente la acción
global que orienta así la actividad rítmico-gestual y melódico-verbal, orientada
hacia alguna finalidad. Esta idea se halla en la base de todo ideograma, de
toda ideologia (12).
Mundo objetual-espacial, ritmos gestuales y palabras aparecen orientados,
pues, por ideas que condensan los fines de acuerdo con los que se dictaminan
las relaciones que todo colectivo humano establece en su seno y con su
entorno y con otros colectivos humanos.
En aquellos colectivos humanos, cuyas relaciones comunicativas han sido
reglamentadas desde un Centro Hegemónico, este conjunto de operaciones,
orientadas de acuerdo con los fines que proyectan los miembros del Centro
Hegemónico, han sido definidas como “reales” en sentido fuerte, es decir como
cargadas de significado: significativas. Las actuaciones humanas que no se
adecuan a tales fines son consideradas no-significativas por los miembros del
Centro Hegemónico(13).
Desde esta perspectiva, comprendemos mejor que el discurso histórico
androcéntrico constituye sólo uno de los elementos de la «realidad histórica»,
es decir de la fragua del presente en la sucesión de pasados. La explicación
del pasado, desde la perspectiva que se obtiene desde el Centro Hegemónico,
legitima la ordenación material del espacio social como legado histórico,
expresión material de la ordenación de las relaciones sociales que, al exigir de
nuestros cuerpos determinados ritmos gestuales adaptativos, pauta así una
memoria inconsciente, de carácter simbólico, que resulta reforzada por las
argumentaciones propias del discurso histórico. Todo ello constituye la
memoria histórica que asimilamos cada criatura humana desde que nacemos y
tenemos que adaptarnos a ese medio natural-culturizado como «realidad
histórica».
Es en este marco en el que hay que situar pues el papel que juega la
transmisión del discurso histórico a través del sistema educativo: permite que
cada nueva generación de criaturas ubicadas en los distintos estratos
concéntricos jerarquizados a su vez, que constituyen hoy los espacios sociales
comprendidos en el Centro Hegemónico, asimilen la versión propia de quienes
les precedieron en tales espacios sociales institucionales. El sistema educativo
constituye, así, el eslabón que nos permite comprender la transmisión
diacrónica de la memoria histórica androcéntrica; y esta memoria configura lo
que la sociología del conocimiento define como «acervo social de
conocimiento», base del «acervo de conocimiento» con que los profesionales
institucionalmente legitimados para fraguar cotidianamente «la realidad
informativa» distinguen entre lo que consideran noticia y lo que consideran no-
noticia.

3. La re-producción de la realidad social a través de la prensa: espacio


social y espacio periodístico. Aproximación hipológica
Este conjunto de reflexiones en tomo a los elementos básicos a partir de los
que se ha venido construyendo históricamente la realidad social, fruto de la
crítica-autocrítica al orden androcéntrico del discurso histórico, pueden permitir

125
nuevas lecturas del periódico. El espacio informativo, en el caso de la prensa el
espacio material de un periódico, es decir el periódico material que compramos
en el quiosco, con sus zonas impresas y sus zonas no-impresas, se nos
aparece como una representación cartográfica del espacio en el que se
desarrolla la vida social del colectivo, en el que se comunican e in-forman quien
lo produce y quien lo asume.
Desde esta perspectiva, todo periódico es el fruto de enfocar y resaltar distintos
escenarios de la vida social, ya se trata de los escenarios de las actuaciones
públicas o de aquellos espacios reservados a las relaciones interpersonales o
«privados» (l4). Tales escenarios aparecen, además, ocupados por personajes,
por actores que se ajustan a unos papeles y guiones preestablecidos de
acuerdo con las condiciones espacio-temporales. La lectura cotidiana del
periódico nos lleva, así, a rememorar los comportamientos considerados
pertinentes socialmente en las distintas coordenadas espacio-temporales y, en
consecuencia, cuanto debamos considerar im-pertinente: las ornamentaciones
simbólicas de los escenarios y los personajes, los gestos y las palabras. La re-
presentación imaginaria de la realidad social que se nos ofrece a través de la
«realidad informativa» revierte, así, en el comportamiento personal-colectivo.
La lectura atenta de un ejemplar de un periódico puede ayudarnos a percibir
qué escenarios merecen atención prioritaria para lo que podemos llamar la
mirada informativa, por tanto, qué personajes y qué actuaciones son
considerados significativos y cuáles son marginados o incluso excluidos.
Para ilustrar lo que quiero decir, me basaré en un ejemplar de LA
VANGUARDIA correspondiente al miércoles 16 de octubre de 1985. Propongo
realizar esta lectura en tres niveles:

Primer nivel: escenarios y personajes


En el centro de la primera página, una foto del presidente del Gobierno del
Estado español, pertinentemente vestido y peinado, con un expresión
característica en su rostro y en su mano, actuando en el Parlamento. Al lado,
otra foto que reúne la imagen de los dos personajes principales del partido de
la oposición al Gobierno, la del jefe de la oposición y la del que suele aparecer
como su «delfín». Los tres personajes son un claro ejemplo de la versión
actualizada del arquetipo viril, ese hombre que aparece como sujeto agente de
la historia. Nos hallamos, pues, ante una escena típica del espacio social
construido arquitectónica e institucionalmente como prototipo de escenario
publico político legitimado, de ámbito estatal, en un sistema democrático: el
Parlamento. El titular condensa la actuación: «Dos oratorias frente a frente»
(15).
En la parte inferior, un pie de foto recorre toda la primera página: «Un
magistrado italiano entra en la prisión para interrogar a los terroristas palestinos
(grabado de la izquierda), cuyas fotografías han sido difundidas por la televisión
norteamericana ABC». Sobre el mismo, la foto del magistrado en acción y la de
los cuatro hombres definidos como «terroristas», la foto policial difundida
televisivamente simboliza amenaza. He aquí, pues, unos personajes ubicados
en el escenario público político internacional en el que la acción no legitimada
queda compensada por la acción legitimadora.

126
La parte superior de la página, entre la cabecera del periódico y la noticia
central, reúne tres titulares recuadrados sin ninguna foto: «Gorbachov quiere
doblar el potencial económico soviético» (escenario público político -
económico internacional legitimado); «Polémica sobre el traslado de la Mostra
de Vins» (escenario público mercantil de ámbito «provincial» (16); «Franco
Modigliani obtuvo el Premio Nobel de Economía» (escenario público del saber
lógico - científico-económico internacional).
Hallamos ya en esta primera página tanto personajes que encarnan el
arquetipo viril como los escenarios fundamentales del Centro Hegemónico
desde el que se reglamenta la vida social: tres de carácter político; uno de
carácter mercantil; y otro relacionado con el saber, si bien las actuaciones
mercantiles merecen atención en tres de ellos; cinco escenarios de distinta
incidencia: internacional (tres), estatal (uno) y «provincial» (uno).
Sólo aparecen, pues, escenarios públicos, mayoritariamente de carácter
político y de incidencia internacional. Pensemos en los acontecimientos que los
historiadores suelen definir como hechos históricos.

Si ojeamos el periódico, notaremos que éstos son los escenarios enfocados


prioritariamente en la construcción impresa de la «realidad informativa»: tras
algunas páginas introductorias en las que continúan noticias enunciadas en la
primera y se incluyen artículos de opinión y cartas de los lectores, siguen las
páginas de «Internacional», «España» y «Cataluña», concluyendo el primer
cuadernillo con la sección titulada «Sociedad». El segundo se abre con
«Deportes»: atrae nuestra atención la foto de otro personaje que podemos
identificar también como versión actualizada del arquetipo viril: «Con 33 años,
en lo más alto del podio del Tour.» En las páginas siguientes, más «Deportes»
y, a continuación, «Espectáculos», «Cultura», «Economía», «Día a día», «El
tiempo» y «Pasatiempos». Cierra el ejemplar la contraportada con los
programas de «Radio» y «Televisión».
Por entre todas las páginas se va intercalando la publicidad.

Segundo nivel: esbozo de una tipología del espacio informativo


Hemos podido notar ya que el HOMBRE que aparece como PROTAGONISTA
DE LA HISTORIA, según el discurso histórico androcéntrico, el ARQUETIPO
VIRIL, recibe atención prioritaria: es el héroe de «la realidad informativa». La
lectura atenta de esta escenificación de la vida social nos permite, pues,
esbozar una tipología de las informaciones, atendiendo a los escenarios a los
que se dirige la mirada informativa, de modo que podamos usarla para
aproximarnos a un análisis cuantitativo que nos muestre las prioridades de «la
realidad informativa».
La tabla y gráfico adjuntos presentan los resultados del análisis cuantitativo del
ejemplar estudiado, y ofrecen el esbozo de esa tipología. Distingo, por una
parte, entre los escenarios en los que los personajes actúan en tanto que
actores públicos, y los espacios en los que se producen relaciones
interpersonales, y, por otra, entre los distintos ámbitos de incidencia de tales
escenarios, de los más cercanos a los más lejanos. He incluido la publicidad

127
como actividad propia de los escenarios públicos mercantiles y financieros por
considerar que actúa como escapara te que publicita y canta las excelencias de
una vida social regulada mercantilmente, monetarizada. El análisis de distintas
publicaciones de carácter variado podría requerir subdividir esta tipología. Es
más, un análisis más detallado que el que he realizado debería distinguir entre
los escenarios internacionales vinculados al Centro Hegemónico, y aquéllos
que corresponden a los países considerados del «tercer mundo», es decir que
constituyen el territorio marginal del que extrae sus beneficios actualmente esa
tercera parte de la humanidad que integra la «sociedad del despilfarro», que
vive bien, en expresión de Aristóteles, es decir, que vive a expensas de
quienes están «endeudados».
esta distinción es fundamental para percibir el etno-centrismo que vicia de raíz
el discurso andro-céntrico.
Los resultados del análisis cuantitativo (ver tabla 1 y gráfico 1) permiten
descubrir la atención prioritaria que presta la mirada informativa a los
escenarios en los que se realizan las transacciones mercantiles y financieras
(55,5 % del total de la superficie impresa); siguen, en importancia, los
escenarios de las actuaciones políticas (20,6 %) y, en tercer lugar, aquéllos en
los que se escenifica la vida social como espectáculo lúdico o artístico (10,7
%). Esta mirada informativa atiende, en menor medida, a los escenarios del
saber mítico-religioso y lógico-científico (5,4 %) y apenas presta atención a las
relaciones interpersonales (1 % del papel impreso).

128
Tabla 1: Distribución del % del total del espacio impreso informativo y
publicitario que expresa el orden de prioridades establecido por la mirada
informativa, en su percepción de la realidad social, para construir la
«realidad informativa»
Escenarios públicos - actores públicos
Escenarios
de las
Escena Escena Escena Escena Otros
Espacio
rios rios rios rios
s TOTAL
actuaciones
del Mercan del del ocio de las
sociales poder til- saber actuaci
político financie ones
ros inter.-
Ámbitos person
de ales
incidencia

Personal 9,9 1,8 11,7


Local 1,1 7,7 0,9 4,6 1,8 16,1
«Provincial» 3,0 4,8 0,7 0,3 8,8
Estatal 8,1 9,8 1,8 0,9 20,6
Internaciona 8,4 23,3 2,0 3,1 36,8
l 5,0 1,0 6,0
Varios

TOTAL 20,6 55,5 5,4 10,7 6,8 1,0 100,0


TIPOLOGIA DEL ESPACIO SOCIAL RE-PRESENTADO COMO ESPACIO
PERIODISTICO
Resultados del análisis hemerográfico cuantitativo de LA VANGUARDIA de
martes 16 de octubre de 1985
Porcentajes sobre cm2.

Distribución del espacio periodístico total


1. Espacio periodístico impreso (informaciones emitidas: «realidad informativa»
total):
1.1. Espacio administrativo (signos de identidad de la institución emisora): 0,5
% del espacio total.

129
1.2. Espacio informativo y publicitario (aspectos de la vida social impresos
como «realidad informativa»): 77,9 % del espacio total.
2. Espacio periodístico no-impreso: márgenes en blanco que conectan con
los aspectos de la vida social in-significantes para la «realidad informativa» de
la institución emisora: 22,1 % del espacio total.

La distinción entre los ámbitos de incidencia sobre los que repercuten las
actuaciones de los protagonistas de los distintos escenarios no siempre es fácil
por sus sustanciales interrelaciones. Los datos cuantitativos nos hablan del
predominio de una mirada que contempla y vigila la vida social a muy larga
distancia (36,8 % del espacio impreso informativo que se refiere al ámbito
internacional).

130
Ciertamente, las relaciones mercantiles de ámbito internacional reciben una
atención privilegiada, ya se trate de actuaciones de alcance inter y
transnacional (23,3 %), o de actuaciones interpersonales mercantilizadas (9,9
%). Es decir: los anuncios de las grandes corporaciones multinacionales y los
anuncios por palabras, que cifran las relaciones interpersonales monetarizadas,
nos hablan de la atención prestada por la mirada informativa a la regulación
mercantil de la vida social (55,5 %), muy superior a la que merecen las
actuaciones políticas (20,6 %) y las restantes actividades que en total ocupan
menos de una cuarta parte de «la realidad informativa».
Notemos, pues, cierta diferencia entre los resultados del primer nivel de análisis
y los que obtenemos gracias al análisis cuantitativo del espacio informativo.
Ello nos lleva a reflexionar acerca del primer nivel de lectura: si el periódico es
el producto de una determinada mirada sobre la realidad social tal como la
vivimos, nuestra primera lectura, empezando por la primera página, es también
resultado de una determinada mirada sobre el periódico, sin duda relacionada
con el hecho de habernos aproximado a él como si de un libro se tratara y
dejándonos llevar por lo que aparenta presentar de forma destacada. Así,
nuestra ojeada libresca (bibliófila, en definitiva, andro-logo-centrica, propia de
los miembros del saber lógico-científico) ha sido corregida por los resultados
del análisis cuantitativo (que, no hay que olvidarlo, constituye la versión más
reciente de ese saber). ¿Es posible ensayar otras lecturas diferentes del
periódico?

Tercer nivel: de lo incluido a lo excluido y del orden textual de la «realidad


informativa».
Tanto en el primer nivel de lectura, como en el segundo, hemos aceptado el
orden de prioridades que el propio periódico establece, sea la prioridad en
página, sea la mayor cantidad de papel impreso que nos habla del soporte
financiero que permite que se produzca ese fragmento de “la realidad
informativa”. Sin embargo, los ejercicios de lectura crítica no-androcéntrica, o
ex-céntrica, que nos han permitido descubrir el orden androcéntrico del
discurso histórico, nos han exigido una constante autocrítica de nuestros
hábitos mentales y nos han ayudado a poner al descubierto, siguiendo las
reflexiones de Michel Foucault (17), la enorme carga significativa de lo
considerado secundario o in-significante y hasta de lo excluido para poder
captar las dimensiones del realce que se pretende dar a lo incluido y valorado
positivamente. Y al estirar del hilo de lo negado, hemos podido percibir la
relación entre la realidad social vivida y las versiones socialmente valoradas
como verídicas.
De ahí que proponga ahora un tercer nivel de lectura que nos ayude a poner de
relieve esas relaciones entre lo que el periódico incluye como «realidad
informativa» y lo que excluye o define como in-significante informativamente.
Enunciar someramente el ingente y diverso cúmulo de vivencias in-significantes
para la «realidad informativa», es decir que no tienen cabida en el periódico,
constituye una sana tarea, aunque sólo sea para no caer en la tentación — que
el periódico nos ofrece cada día — de creer ingenuamente que lo que sucede
no es solamente lo que el periódico dice que sucede. La eficacia del periódico
como «médium» — como mediatizador de la vida social —— consiste

131
precisamente en su capacidad de persuadirnos de que la mayoría de las cosas
que vivimos cotidianamente no son dignas de ser transformadas en «realidad
informativa»; son, pues, in-significantes. Que sean insignificantes para la
construcción de la «realidad informativa» no quiere decir que lo sean
realmente, ni para la vida social colectiva ni menos aún para la vida personal e
interpersonal. A menudo lo más insignificante es lo humanamente más
gratificante.
De hecho, si ensayamos otra lectura menos libresca y confiada del periódico,
podemos descubrir que éste no olvida la importancia de lo que vivimos
cotidianamente, aunque opere reduciéndolo a «unidad informativa» y, por
tanto, estereotipándolo a la medida del sistema de valores del Centro
Hegemónico.
Así, si leemos el periódico al revés, de la última a la primera página,
descubrimos, en primer lugar, la cartelera de radio y televisión, esos medios
que permiten que mujeres y hombres conecten, tras sus jornadas laborales o
de paro obligatorio, con otros seres humanos situados a grandes distancias
fraguadas por la reglamentación espacio-temporal de la vida social. Tras la
agenda, que suministra notas de interés para los miembros de esos «mercados
de la soledad humana» de la sociedad urbana (18), hallamos esas páginas
repletas de pequeños anuncios donde mujeres y hombres compran y venden el
imprescindible calor huma no para sobrevivir en forma de servicios
mercantilizados:
«Se busca perro boxer atigrado... Pertenece a un niño. Se gratificará
bien...»;
«Si lo que tú buscas es un buen masaje y algo más atendido por dos
bellas señoritas, no dudes en llamarnos...»;
«Ágata, una escapada maravillosa de amor y fantasía, part...»;
«Particular presta dinero en horas...»;
«Compro joyas, oro, plata y papeletas de empeño...».
A continuación, las páginas que constituyen la sección de «Economía», con
esas noticias redactadas en un lenguaje especialmente esotérico, propio de los
especialistas en especular mercantil-financieramente sobre las necesidades
humanas. Luego, la representación dramática y lúdica de las relaciones
sociales.
Si pasamos ya al primer cuadernillo, descubrimos que, si bien la primera
página lo que llamaba nuestra atención era lo referido a las actuaciones
públicas de carácter político, la última y penúltima y otras muchas están
ocupadas totalmente por grandes anuncios de empresas multinacionales
relacionadas con el control financiero y tecnocrático de la vida social: la IBM
(«Pídale a su jefe aumento de máquina. Demuéstrele a su jefe que se toma el
trabajo muy en serio. Que desea obtener el mejor resultado... Empiece por
hablarle del inmediato beneficio que él va a obtener; mayor prestigio ante sus
clientes. No todos los jefes tienen secretarias que utilicen una máquina
electrónica IBM..»), la SIEMENS, la LUFTHANSA, «Hágase un hombre
RICO...»

132
Toda la grandeza y la miseria de nuestra vida social aparece estereotipada y
monetarizada en estos escaparates que constituyen los anuncios, en esta
exhibición de las aspiraciones humanas más profundas y hasta legítimas que
son transmutadas en productos susceptibles de compra y venta. Se diría que
no hay nada, ni la tristeza de un niño por un perro extraviado, ni el deseo de
caricias cálidas, ni la aspiración a hacer el trabajo menos penoso o la ilusión
por conocer otras tierras, que pueda escapar a los rigores del mercado.
Los personajes que aparecen actuando en los escenarios públicos,
encarnaciones actuales del arquetipo viril, nos hablan de quienes pueden
acceder a las ofertas que el mercado hace, por tanto, de los comportamientos
que debemos considerar «superiores» y pertinentes si aspiramos a disfrutar de
sus beneficios. Del lado de acá de la vida social, las caricias compradas y ese
«hombre casado y con hijos» que fallece «a causa del SIDA» o ese otro
detenido «por abusos sexuales a una menor», de quienes nos hablan los
anuncios por palabras y los sucesos, nos ofrecen las imágenes prototípicas
negativas de la existencia humana, esa imagen mercantilizada y dolorosa de
las relaciones interpersonales.

4. Algunas conclusiones: rasgos comunes y diferencia les entre «realidad


histórica» y «realidad informativa»
Tanto la «realidad histórica», tal como se vierte en el discurso histórico, como
la «realidad informativa», que nos ofrece la prensa, constituyen dos versiones
acerca de la realidad social pasada y presente relacionadas con determinadas
formas de mirarla que implican dos enfoques distintos, pero que tienen en
común su vinculación con el Centro Hegemónico desde el que se reglamenta la
vida social. Ambas, también, comparten la consideración de que lo significativo
es prioritariamente aquello que realizan quienes se ajustan al arquetipo viril; por
tanto, las actuaciones propias de los escenarios públicos realizadas por
personajes en tanto que actores públicos. Ciertamente, los escenarios públicos
podrían utilizarse y se utilizan para otro tipo de relaciones, pero esto no se
considera significativo; por ejemplo, no se habla de quienes cotidianamente
mantienen esos escenarios limpios, practicables.
Esta perspectiva común nos habla de que el colectivo institucional productor de
«realidad informativa» ha asimilado la definición de que sea o no HECHO
histórico y lo relaciona con que sea o no noticia: ello forma parte de la «realidad
histórica» en la que se desenvuelve la vida social, más concreta mente del
«acervo social del conocimiento» y del «acervo del conocimiento» del
periodista y del lector de periódicos. Pero el periódico amplía el campo
perceptivo del discurso histórico, por ejemplo, mediante la inclusión de la
publicidad que canta las excelencias de la mercantilización de la vida social.
También lo amplía incorporando noticias que hablan de relaciones
interpersonales; pero, en este caso, ya lo hemos visto, suele dar o bien una
versión negativa y dramática mente dolorosa de tales relaciones, o bien una
visión idealizada de cómo las viven los miembros del Centro Hegemónico
presentados como ídolos estrellas. Prensa de sucesos y prensa del corazón, y
también prensa pornográfica, fraguan, así, la sentimentalidad de lo que debe
ser, dónde-cuándo-por qué-para qué-cómo debe ser lo que está definido que

133
debe ser. Y estos aspectos de la prensa, como fuente historiográfica, suelen
quedar olvidados por los historiadores que se sirven de ella (19).
Esta ampliación del campo perceptivo de la mirada informativa guarda relación
con la ampliación que ha experimentado el Centro Hegemónico en los últimos
cien años. La cultura de masas divulga, entre «las masas» de los territorios
definidos como Centro Hegemónico, los parámetros del saber mítico-religioso y
lógico-científico; y al mismo tiempo, los redefine (ver nota 1).
Es esta transformación del Centro Hegemónico y de los conflictos que genera,
así como las resistencias con que tropieza, lo que debe orientarlas preguntas
que hoy debemos formular al pasado par comprender el presente. Y en esta
tarea, la prensa y restantes medios de comunicación de masas, comprendidos
a la vez como objeto de estudio y como fuente en la que se alimenta nuestra
reflexión, resultan de gran interés.
Pero para que la fuente hable y el objeto se clarifique es preciso que quien
reflexiona e interroga no se limite a repetir las preguntas que tradicionalmente
han formulado los historiadores. La Historia de la prensa exige, pues, una
autocrítica de los hábitos mentales de los historiadores. Y, a la vez, una
aproximación más crítica a la fragua del presente en la sucesión de presentes
pasados, puede y debe aportar una nueva visión acerca del papel que pueden
jugar la prensa y los restantes medios de comunicación social al re-producir la
realidad social.

Notas
(1) Cómo se ha producido la transformación del Centro Hegemónico,
atendiendo a la relación entre la organización de las relaciones comunicativas
intragrupales y los proyectos expansivos, es uno de los aspectos clave que
debe clarificar la Historia de la Comunicación Social (no-androcéntrica). Sobre
esta dinámica he reflexionado en El arquetipo de la virilidad:
hegemonía/dependencia y conflictos de la identidad cultural personal /
colectiva, Quaderns d’Història de la Comunicació Social, n.° 3. Bellaterra, 1984.
(2) Esta actitud puede guardar relación con la necesidad actual de que el
discurso histórico revise los interrogantes que formula al pasado.
(3) A. MORENO SARDÀ: Problemas metodológicos de la Historia de la Prensa:
aplicación de la informática al análisis de las publicaciones. Ponencia
presentada al Seminario sobre «Metodología de la Historia de la Prensa
Española». Universidad de Pau, 1979. En VVAA, Metodología de la Historia de
la Prensa Española. Siglo XXI. Madrid. 1982.
(4) Entiendo por cultura todo producto humano. Esta conceptualización permite
matizar distintas formas culturales.
(5) Respecto a las aportaciones de la sociología del conocimiento al análisis de
la «realidad informativa», ver G. Tuchman, La producción de la noticia. Estudio
sobre la construcción de la realidad. Gustavo Gil. Barcelona, l983; T. A. Van
Dijk, Estructuras textuales de las noticias de prensa. Análisis n. 7/8, 1983; M.
De Fontcuberta y T. Velázquez, La interpretación de la noticia periodística.
Modelo de análisis. Comunicación presentada al Encuentro de Metodología de
Análisis de la Prensa. Madrid, 1985. Para la comprensión de la definición de lo

134
real como lo cargado de significado, inicialmente de carácter sagrado, mítico-
religioso, me ha ayudado la lectura de diversas obras de Mircea Eliade, en
especial Lo sagrado y lo profano, Labor. Barcelona, 1979 (3.a).
(6) La demostración de todo lo que aquí expongo acerca del orden
androcéntrico del discurso histórico puede verse en mi tesis doctoral, Las
raíces históricas de la problemática actual de la comunicación social.
Elementos para una Historia de la Comunicación Social no-androcéntrica,
Facultad de Historia de la Universidad de Barcelona, 1984; y en Varones,
mujeres y hombres en los libros de Historia de BUP. Ejercicios de lectura ex-
céntrica, Quaderns d’História de la Comunicació Social, n.° 4. Bellaterra, 1985-
86.
(7) El principal problema de la opacidad androcéntrica del discurso histórico
reside en la ambigüedad del uso del masculino supuestamente genérico. Mi
análisis de manuales de Historia de BUP me con dujo a concluir que «sólo el
21.600 de los masculinos que aparecen en OCCIDENTE, y el 1700 de los que
aparecen en IBERICA podemos considerar que se refieren a conjuntos de
mujeres y hombres, mientras que el 75,60o y el 79,9 % respectivamente.., se
refieren a los miembros de los colectivos viriles hegemónicos». Además, los
masculinos generalizan lo humano en menor proporción cuando se habla de
culturas a las que se considera superiores, que cuando se trata de aquéllas a
las que se considera inferiores. Ver Varones, mujeres y hombres..» ibid.. págs.
45 y ss.
(8) El saber androcéntrico asocia indisolublemente EROS a TANATOS,
asociación que legitima lo que prefiero llamar «muerte fratricida», para
distinguirla de la muerte natural.
(9) El esquema básico de este sistema imaginario, tal como aparece en La
Política de Aristóteles, puede resumirse así:
Espacio público: POLITIKE.
relaciones entre varones, alternancia en el
poder.

REY

MAGISTRADOS

VARON VARON VARON

hijos hijos hijos

mujeres mujeres mujeres

esclavos esclavos esclavos

no-griegos-bárbaros (esclavizados)
Espacio privado: OIKONOMIA
Relaciones entre «el que manda» / «quienes son mandados»

135
Ver A. MORENO SARDA. Las raíces históricas …., íbid.
(l0) «cronología y discurso histórico se hallan profundamente interrelacionados
ya desde los inicios del logos en la Grecia clásica, de tal modo que la
cronología, clave diferenciadora entre las explicaciones míticas y las
explicaciones historiográficas, constituye, posiblemente, una aportación
fundamental del discurso histórico a la fragua del logos, en la medida en que le
dota de un utillaje que articula la ordenación finalista del pasado hacia el
presente y el futuro idealizado, de las formas simples a las complejas, como
diría Aristóteles y actualmente insiste el discurso histórico», A. MORENO
SARDA, Varones, mujeres y hombres..., ibid. pág. 56.
(11) «L. S. Vigotsky... decía con absoluto fundamento que, si el niño pequeño
razona recordando, el adolescente recuerda razonando», advierte A. R. LURIA
en Los procesos cognitivos. Análisis socio-histórico, Fontanella. Barcelona.
1980, pág. 32. Este proceso se opera en las criaturas alfabetizadas e indica
desde una perspectiva no-androcéntrica (por tanto, no-logocéntrica) que las
personas alfabetizadas, en la adultez, sólo rememoramos conscientemente
aquello que hemos aprendido a racionalizar; el resto constituye la memoria
inconsciente, fraguada simbólicamente.
(12) De ahí la prohibición religiosa de la idolatría y también la creación de
ídolos por la cultura de masas.
(13) Para clarificar esto, ver M. Eliade, Lo sagrado..., ibid. Hay que tener en
cuenta, sin embargo, que el autor parte de pre-supuestos mítico-religiosos
androcéntricos y que su distinción entre lo sagrado y lo profano puede inducir a
confusión.
(14) No debe confundirse lo personal con lo privado. Lo privado implica
apropiación y, sin duda, la actual confusión entre ambos términos se debe al
acceso del proletariado urbano al sistema patrimonial a partir del sueldo y
consecuente participación política.
(15) El funcionamiento de la democracia habría que analizarlo en el marco de
la expansión territorial que requiere ampliar más y más el Centro Hegemónico
desde el que se reglamenta de la vida social. Así lo ve Aristóteles, que advierte
que «el crecimiento de los Estados no permitió adoptar otra forma de gobierno
que la democracia», La Política, Libro III.
(16) He optado por este término, que etimológicamente habla de «pro-vincere»
= «territorio para el que vence», ante la enorme confusión verbal existente hoy
por los planteamientos nacionales patrimoniales, androcéntricos.
(17) Especialmente M. Foucault. El orden del discurso, Tusquets, Barcelona,
1980 (2ª). El problema de Foucault es que se queda atrapado dramáticamente
en una perspectiva andro-logo-centrica.
(18) La expresión me parece afortunada y es de Myriam Duteil, El mercado de
la soledad humana. Hontanares. Barcelona, 1980.
(19) Conviene no olvidar que también la «realidad informativa» reduce el
campo perceptivo respecto a la realidad social vivida. G. TUCHMAN, en La
producción de la noticia, suministra datos de interés acerca del nivel de
institucionalización que esa mirada informativa ha alcanzado en los medios de
comunicación de masas en Estados Unidos. Este proceso se ha vivido en el

136
Estado español en los últimos l0 años. El periodista ha pasado de ser «un
hombre de la calle», que pasaba gran cantidad de su tiempo en la calle, a
trabajar en edificios aislados a menudo en las afueras de las ciudades,
construidos como centros burocráticos y herméticamente defendidos del
exterior y conectados a redes informativas internacionales. Esto guarda
relación con el proceso de formalización del lenguaje informativo en «Libros de
estilo».

137
2.7. Prensa de sucesos y modelos de comportamiento. La mediación del
arquetipo viril

1. Elementos de la crónica de sucesos


“ULTIMA HORA. CRIMEN EN MADRID — Ya en máquinas la presente
edición, llega a nuestra Redacción la noticia de que doña Virtudes
Martínez Gómez , de cuarenta y seis años, ha sido encontrada muerta
en su domicilio, calle de Torres Miranda, nº 20, primero A, en
circunstancias que permiten abrigar la sospecha de intervención de
mano criminal (...) La falta absoluta de información oficial dificulta las
gestiones que están llevando a cabo nuestros redactores, pero es
probable que en alguna de nuestras próximas ediciones nos sea posible
ampliar considerablemente esta primera noticia” (1).
En esta pequeña nota, aparecida como noticia de última hora en una
contraportada de EL CASO, semanario de sucesos, encontramos los
elementos básicos con los que se construye una parte importante de los
relatos propios de la prensa de sucesos.
En primer lugar, los elementos en torno a los que se ordena una crónica de
sucesos:
— el autor, sujeto agente de la ruptura de alguna forma de normalidad social
cotidiana y que, por tanto, merece ser condenado. En principio, el autor recibe
un tratamiento peyorativo.
— la víctima, sujeto paciente y sufriente de esa ruptura de la normalidad.
Simboliza los intereses de la sociedad que debe defenderse de cualquier
“mano criminal”. Por ello, se suele hablar de ella en tono meliorativo y con
respeto.
— la norma social, que, al ser alterada, provoca desgracias personales,
desgracias que la gente sufre en sus vidas. Norma vinculada a principios que
se supone fundamentales y fundamentadotes de la vida social y acordados por
la colectividad.
— la autoridad, representantes del poder ejecutivo o judicial o de otros grupos
sociales investidos de diversos tipos de autoridad (así, médicos, sacerdotes...).
Los miembros del poder ejecutivo (policía gubernativa, Guardia Civil...), son la
autoridad por excelencia en la prensa de sucesos: investigan el caso,


(1986), comunicación presentada en el Seminario de Investigaciones Semióticas, organizado
por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Autónoma de Barcelona,
celebrado en Cerdanyola del Vallès. Publicado (1986), en Estudios Semióticos. Sociosemiótica
de la Comunicación, nº 9, p. 129-149

138
persiguen al autor para darle su merecido castigo y, así, disuadir a cualquier
otro potencial autor de un delito, para que ningún crimen quede impune,
siempre al servicio de que se cumplan las normas sociales.
— el periodista, productor directo del mensaje, amigo confidencial del lector,
presto a su abnegada misión de informarnos de lo que sucede a nuestro
alrededor para que vayamos preparados por la vida; profesional objetivo y
humano, aunque tenga que enfrentarse con la autoridad para esclarecer la
verdad, el periodista establece una relación de complicidad con el lector y,
mediante un discurso emotivo (2), le conduce a través del relato hasta
desembocar en una moraleja y/o en una condena.
Además, estos elementos aparecen interrelacionados. Esta interrelación se
ordena, por una parte, en torno a la norma, y, por otra, en torno al binomio
autor / víctima, a partir del esquema maniqueo básico autor - / víctima +:
A - : autor, simbolización del mal, valoración negativa.
V + : víctima, simbolización del bien, valoración positiva.
Sin embargo, este esquema básico [A - / V +], mediante el cual la prensa de
sucesos construye modelos de comportamiento que define cono loables o
condenables socialmente, no se mantiene siempre: con frecuencia,
experimenta alteraciones que pueden llegar, incluso, a invertirlo, a presentar a
la víctima peyorativamente y a justificar en alguna medida la actuación del
autor de la trasgresión de la norma.
Y estas alteraciones no parecen corresponder sólo, o de forma fundamental,
con el tipo de norma transgredida, lo que podríamos considerar relacionado
con la mayor o menor importancia concedida a determinadas normativas
sociales. La lectura atenta de la prensa de sucesos me llevó a notar que en
este juego de alteraciones del esquema maniqueo básico existe una cierta
coherencia, que depende de que confluyan, en cada uno de los personajes,
una serie de rasgos referidos a un conjunto de divisiones sociales que afectan
al sexo, a la edad, a la raza, al status y la clase social, etc. (3). El problema de
la coherencia con que se articulan distintas divisiones sociales me condujo,
finalmente, a concluir que todas ellas se desprenden, de forma articulada, de
un sistema de clasificación social complejo generado a partir de definir
positivamente lo que he dado en llamar el arquetipo viril, definición positiva que
resulta de una serie de definiciones negativas que afectan al sexo, a la edad, a
la raza y clase social, etc. (4), como expondré más adelante.
Veremos, primero, tres ejemplos de crónicas de sucesos que nos permitirán
notar las alteraciones experimentadas por el esquema maniqueo básico [A - / V
+] y atender a los argumentos utilizados por los periodistas para dar distintas
valoraciones positivas o negativas a los distintos personajes, así como la
relación existente entre estos argumentos y las distintas divisiones sociales. En
los tres casos, la norma alterada es la misma: en todos ellos se trata de
homicidios, por tanto, del derecho a la vida de las personas. Pero en cada uno
de ellos, el distinto tratamiento de autor / víctima pone de manifiesto la distinta
valoración que de este derecho, o de la alteración de esta norma, se hace
según concurran en los personajes diversos rasgos relacionados con las
distintas divisiones sociales.

139
El análisis de estos tres casos nos permitirá notar algunas constantes en las
alteraciones producidas en el esquema maniqueo básico [A - / V +], por tanto,
mecanismos importantes de la creación de modelos de comportamiento en la
prensa de sucesos. A estas constantes me referiré, finalmente, explicando su
relación con el arquetipo viril.

2. AUTOR/VÍCTIMA: divisiones sociales y modelos de comportamiento


1) Recordemos algunas frases de aquella noticia de “Ultima Hora” reproducida
al principio de este trabajo:
“ …. doña Virtudes Martínez Gómez, de cuarenta y seis años, (...)
encontrada muerta (...por) intervención de mano criminal”.
Aquí, el esquema básico, autor simbolización del mal / la víctima simbolización
del bien, aparece claramente expuesto.
Pero en el ejemplar correspondiente a la semana siguiente, el mismo
semanario dedica amplia información al crimen e invierte el esquema.
Ocupando casi toda la portada, destaca, en rojo y en grandes tipos, “Virtudes”,
precedido por un titular en negro, caja baja y subrayado, “Aclarado el crimen de
Madrid”. Virtudes — sigue diciendo otro titular — “fue muerta por este joven”.
La foto de la mujer llena el cuarto de página inferior izquierdo; en el cuarto
inferior derecho, ese “fue muerta por este joven”, destaca la fotografía del autor
del crimen (que ocupa un espacio menor que el de la víctima, y sin recuadrar) y
un pequeño texto explicativo:
“Virtudes, ahora cincuentona, debió ser una guapa mujer en tiempos aún
no lejanos. Gustaba de enseñar esta fotografía, que solía regalar a
personas de su amistad. Y ha ido a morir a manos de este joven, José
Antonio, que por su edad (veintitrés años) podía ser su hijo, en su propio
dormitorio. El drama se desarrolló en un primer piso de la madrileña calle
de Torres Miranda, 20, que Virtudes, mujer de vida alegre y tristísimo
final, estrenó hace catorce años. El autor del hecho se entregó
voluntariamente a las autoridades” (5).
Notemos el cambio que se ha producido en el tratamiento de la víctima y en el
del autor:
La víctima, por obra y gracia de cierta lógica peyorativa que deberemos
desentrañar, ha perdido el “doña” que precedía y honraba su nombre en la
primera información, se ha convertido en “cincuentona” que “debió ser una
guapa mujer”, y ha devenido “mujer de vida alegre y tristísimo final”.
El autor ha sido descubierto. No conocemos todavía su identidad exacta, pero
aquella “mano criminal” ha resultado ser “este joven, José Antonio, que por su
edad (veintitrés años) podía ser su hijo”; joven, pues, indefenso frente a la
experiencia de su víctima y, además, dispuesto, en última instancia, a acatar
las normas sociales y a someterse a ellas con todas sus consecuencias: “el
autor del hecho se entregó voluntariamente a las autoridades”.
Ella, “ha ido a morir a manos de este joven”. El “drama” se desarrolló en el
dormitorio de ella (“en su propio dormitorio”). El “crimen” del primer titular se ha
suavizado en “hecho”. El esquema maniqueo básico [A - / V +] que aparecía

140
nítido en aquella “Última Hora”, ha sido alterado. La víctima ha perdido
consideración. El autor ha ganado respeto. Es mas, casi se justifica el
desenlace del “drama” de esta “mujer de vida alegre y tristísimo final”.
Por las mismas fechas, la otra revista especializada de sucesos, POR QUÉ,
resumía así sus Informaciones:
“Madrid: una mujer asesinada en un piso. Apareció con tres cuchilladas
en el vientre y un cordón metálico atado al cuello, La casa estaba
completamente revuelta y había restos de sangre en teléfono, camas y
otros lugares”,
anunciaban los titulares de la primera semana en el interior de la publicación
(6). Y, a la semana siguiente,
“Detenido el homicida de Virtudes Martínez. Una hermana de la víctima
nos cuenta detalles de la familia”.
El pie de foto de una de las ilustraciones destaca:
“La hermana de Virtudes Martínez, que aparece con el autor de la
información, cuenta detalles poco edificantes de la familia que las trajo al
mundo. Todos los hermanos, seis en total, están separados, debido a la
madre que los abandonó de pequeños” (7)
Todas estas citas ilustran parcialmente la razón de la alteración producida en el
esquema maniqueo básico [A - / V +], alteraciones que quedan mejor
clarificadas mediante la lectura de los respectivos reportajes. Algunos párrafos
significativos nos permitirán profundizar en el funcionamiento del relato de
sucesos. Según EL CASO.
“Virtudes Martínez Gómez (ya nunca recuperará el “doña”) (...) se sintió
en su juventud atraída por la vida fácil de la capital de España, espejuelo
muchas veces engañoso y no pocas con trágico colofón no previsto por
las chicas de los pueblos, que creen, unas felices y otras no tanto en su
ignorancia, que en la capital del Reino proliferan los montes totalmente
sembrados de orégano... Y no es así”.
Sólo algún detalle salva a esta víctima convertida en símbolo del mal en esta
crónica de sucesos:
“Virtudes había dicho (...) que pensaba trasladarse a su pueblo para
visitar a su señora madre ya muy ancianita. Virtudes, que en opinión de
las muchas personas que la conocieron era una excelente persona,
amable, simpática, correcta y educada, debía ser también una
sentimental. Muchas veces el hábito no hace al monje y viceversa. Tal
era el caso de Virtudes, que algo sabía de eso de que la mujer del
César, además de ser honrada, tiene que parecerlo. Y ella, en su casa,
en su barrio, en sus horas libres de preocupaciones mayores, supo
conquistarse el afecto y simpatía de los vecinos del barrio...”
El periodista recoge testimonios para apoyar su exposición: “Sería lo que ella
quisiera, pero, además, era una excelente persona” que “nunca dio que hablar”.
Al fin y al cabo es la víctima, personificación, por tanto de la sociedad.
Esta descripción de la víctima aparece resumida en los titulares que encabezan
la página 3, primera del reportaje:

141
“Madrid. El crimen del barrio de las Delicias. Trágico final de una vida
alegre. Virtudes Martínez (50 años) recibió varias puñaladas y fue
estrangulada con el cordón de una estufa eléctrica”.
Los titulares de las páginas 4 y 5 se refieren al autor:
“El autor del crimen de las Delicias se entregó espontáneamente. Tiene
23 años, es un excelente muchacho y mató a Virtudes en un momento
de ofuscación”.
En la última página dedicada al reportaje, la 5, aparecen las razones del
tratamiento meliorativo concedido al autor:
“El hecho (...) no ha quedado impune. Más aún, ha sido el propio autor
del desafuero quien, según nos dicen, advertido por algunos amigos
sensatos y prudentes, le aconsejaron - y esto es siempre circunstancia
atenuante — que se presentara voluntariamente a la autoridad. Y así lo
hizo. Hemos indagado sobre la personalidad de este muchacho
obteniendo la plena seguridad de que pertenece a una familia de
conducta intachable, que goza de generales simpatías e innúmeras
amistades, no sólo entre sus vecinos de la calle del Cardenal Cisneros,
3, sino entre distintas familias madrileñas”
Sigue un largo y detallado relato sobre la ejemplar familia:
“...Todos coinciden en su extrañeza del hecho cometido por José
Antonio. Y tienen, sin excepción, sentidas palabras de conmiseración
hacia una familia honorable en todos los aspectos, a la que nos hubiera
gustado mucho ahorrar la publicación de los apellidos de este auténtico
“garbanzo negro” pero ya no es posible por haberse hecho público este
detalle.
“Garbanzo negro” de una “familia honorable”, pero “excelente muchacho”,
según reza el titular.
POR QUÉ, en los reportajes publicados en aquellas dos semanas
consecutivas, recogía básicamente el tipo de datos ya indicado antes, y hacía
hincapié en uno nuevo:
“La historia no puede ser más triste y más dura. Toda una familia
separada por culpa de una madre, que los abandonó de pequeños. Se
han criado sin el verdadero hogar, sin cariño”.
Es decir: en la búsqueda de una explicación psicológica del “drama” se atribuye
el origen de la “vida alegre” de la víctima (por tanto, del fatal desenlace) al
abandono por parte de su madre, cuando era niña. “La señora madre ya muy
ancianita” de EL CASO, se convierte en POR QUÉ en una “madre” que
“abandonó (a sus hijos) de pequeños” y sobre la que recae, en definitiva, “la
culpa” de este hecho. El papel de la familia y, en ella, de la madre como pilar
fundamental del orden social, queda subrayado en POR QUÉ. La falta de un
“verdadero hogar, sin cariño”, de Virtudes, la víctima, contrasta con la
“conducta intachable” de la “familia honorable de José Antonio”, “un excelente
muchacho” del cual POR QUÉ resalta su comportamiento como hijo de familia:
“José Antonio Martín Montero, estudiante de ingeniero, estaba
cumpliendo el servicio militar, y según la portera de su domicilio, siempre

142
había sido un muchacho estupendo, se pasaba las horas estudiando en
casa y por las noches siempre regresaba pronto, antes de las diez”.
Como puede verse por este ejemplo, el esquema maniqueo básico [A - / V +]
queda trastocado atendiendo a diferentes variables sociales que concurren en
los personajes:
sexo — hombre
AUTOR (+) edad — 23 años (inexperiencia)
status, clase, origen social... — estudiante, hijo de “familia
honorable” de Madrid.

sexo — mujer
edad — adulta (experiencia)
VÍCTIMA (-) status, clase, origen social... — prostituta, emigrante del campo a
la ciudad, abandonada por su madre en su infancia.

A primera vista, se diría que la alteración del esquema maniqueo básico [A - / V


+] se debe a la clase social relacionada por el origen familiar del autor, y, sin
duda, esta variable influye; sin embargo no podemos olvidar que el sexo de la
víctima, su clase y origen social y las distintas edades de ambos, son utilizados
como elementos a partir de los que se elabora su tratamiento peyorativo, y que
hacen pensar en ella como responsable del homicidio. Clase y origen social de
la víctima resultan definitivos para la valoración de su profesión como
prostituta, es decir, como mujer “de vida alegre y tristísimo final”. Tampoco
podemos olvidar la confluencia de elementos negativos ya no sólo en la víctima
sino también en su madre.

II) Veamos ahora otro suceso. En un ejemplar de POR QUÉ de la misma época
(8) encontramos una crónica con el siguiente titular:
“Cuando los hijos pagan por las faltas de sus padres.”
El periodista busca el móvil del homicidio al que se refiere el suceso, y
concluye así:
“¿Por qué Mateo Blanco asesinó a su hijastra? No le cegó la radiante
juventud de la muchacha ni jamás sintió deseos carnales, la mató por un
motivo totalmente des concertante, inesperado, demencial.
- “La maté por borrar el pecado de mi mujer”
“Esa fue la explicación que dio a su brutal acción”.
“Resulta que la mujer de Mateo Blanco tuvo en su juventud, cuando era
soltera y por demás no conocía a Mateo (...) a Maria Luisa, la cual fue
ingresada en un colegio de Logroño, pero Mateo - afirma él - cada vez
que veía una foto de la chica le recordaba el pecado de su esposa y
celoso de que se pudiera saber aquella falta creyó que la única forma de
borrarla era eliminando a la chica. Por eso la hizo venir desde Logroño, y

143
la presentó al barrio como sobrina, mientras maduraba en su mente la
forma de deshacerse de ella. Desgraciadamente llevó a cabo sus planes
y así una chiquilla en la flor de su juventud, halló la muerte en un país
extraño y a manos de un hombre que aparentaba idolatrarla.
Incongruencias de la vida: la hija pagó con la vida una falta de su
madre”.
Aquí termina un texto en el que importa más condenar “una falta” de una
“madre” que un homicidio que parece premeditado y consumado.
También en este ejemplo, el esquema maniqueo básico [A - / V +] ha quedado
trastocado, hasta tal punto que quien aparece como culpable es la madre de la
víctima, culpa que casi viene a justificar un homicidio al parecer premeditado.
El tratamiento justificativo del autor del homicidio aparece relacionado no tanto
con el tratamiento de la víctima, sino con la condena que merece la madre de
la víctima. El sexo aparece, pues, como variable decisiva vinculado, además, a
la maternidad.

III) El tercer suceso lo encontramos en una portada de EL CASO (9), que nos
presenta a una víctima cuyas variables socio lógicas son similares a las de
Virtudes, la mujer de “vida alegre y tristísimo final” de que hemos hablado
antes, si bien en este caso se trata de un hombre emigrante del campo a la
ciudad.
“Madrid: Víctima del crimen de Vallecas. MUERTO A PALOS”,
reza el titular. Debajo, una gran fotografía de la víctima apoyada por el
siguiente texto:
“Don Joaquín Pérez Mena, que prestaba servicios como peón en una
factoría de derivados del cemento en términos del pueblo de Vallecas,
fue víctima de una incalificable agresión, cuyo autor, ya localizado, se
supone era el padre de un niño al que el señor Pérez Mena había
sorprendido momentos antes robando leña junto a la puerta de la
fábrica. Lesionado traicioneramente a garrotazos por la espalda cuando
se encontraba agachado, sólo pudo ver cómo huía su agresor. La herida
abierta en la cabeza pareció que en principio no tenía una mayor
importancia, pero tras de una larga y penosa odisea, el infortunado señor
dejó de existir horas más tarde en el Hospital de la Beneficencia,
dejando viuda, tres hijos y tres nietos”.
En las mismas fechas, POR QUÉ (10) resumía así su información sobre este
mismo suceso. Titulares:
“Madrid. Un hombre muerto a palos por un gitano. Le atacó por prohibir
coger leña de la obra que custodiaba”.
Las ilustraciones hacen referencia a la víctima, sus familiares, el domicilio y una
al
“lugar del suceso. Al fondo, chabolas de gitanos”.
Como es habitual en EL CASO, el gran suceso de portada se desarrolla en un
amplio reportaje en las páginas 2, 4 y 5... Los titulares de las tres páginas que
se dedican a este suceso son los siguientes:

144
“Madrid. Crimen en una ‘factoría’ de Vallecas. Le mataron por la espalda,
golpeándole con una estaca”.
“Crimen en Vallecas. Parecía una herida sin importancia, pero la víctima
falleció a las pocas horas”.
“Crimen en Vallecas. El homicida (se cree que es un gitano) aún no ha
sido detenido”.
Sobre el autor sólo existen sospechas, simples conjeturas que, sin embargo,
quedan encubiertas por las contradicciones de los titulares y el texto
definitivamente acusadores:
“(...) han logrado identificar al autor de la muerte de don Joaquín. Y
sabemos también que, localizado el individuo y domicilio, al presentarse
la policía para proceder a su detención, la casa estaba vacía... Esto nos
hace suponer, por la manera masiva de escurrir el bulto de las
responsabilidades, que el autor del crimen sea posiblemente un gitano
(....)
“El cobarde individuo que mató por matar, sin otra causa justificada que
su increíble furor y su demostrada cobardía”.
La discriminación racial surge en estas páginas con toda su crudeza, a pesar
de que en la “larga y penosa odisea” de la que se habla en los titulares de
portada (recorrido por instituciones sanitarias que no dieron importancia a la
herida, búsqueda de certificado médico para denunciar la agresión la propia
víctima en un puesto de la Guardia Civil),
“…el agredido prestó declaración (...) confirmando que no podía
asegurar si era payo o cale (..,)”
Recordemos el tratamiento del autor del homicidio del barrio de las Delicias. Al
periodista le “hubiera gustado mucho ahorrar la publicación de los apellidos” de
aquel “excelente muchacho” que “mató en un momento de ofuscación”. En este
otro caso, el mismo periodista concluye así su reportaje:
“…Pero creemos que no habrá ninguna circunstancia atenuante que
permita estimar “recuperable” a quien tan vilmente mató, por la espalda,
a una persona que no le había hecho nada”.
Es evidente, pues, que las diferentes variables sociológicas que confluyen en
cada uno de estos dos autores (especialmente clase y origen social, y raza)
repercuten en tan distinto tratamiento. Que un autor de un crimen lo sea
realmente o sólo por suposiciones, puede tener importancia para una crítica
ética de la prensa (en cualquier caso, ninguno de los dos autores han sido
juzgados y sentenciados); pero lo que aquí queremos resaltar ahora es el papel
que algunas variables sociales juegan en la creación de modelos de
comportamiento.
Notemos que las variables sociológicas del suceso que ahora nos ocupa son
similares a las de Virtudes. Pero existe una diferencia entre ambos, el sexo,
que condiciona la trayectoria vital— laboral de ambos, su status profesional y
laboral. En este “crimen de Vallecas” se habla de la víctima como de “don
Joaquín Pérez Mena”, o del “señor Pérez Mena”, “un pobre obrero” que
“prestaba servicio como peón en la importante factoría (...)”, y que “al cabo de

145
diez años de trabajo continuado”, un día “fue muerto alevosamente por un
individuo a cuyo hijo sorprendió robando leña a la puerta de la fábrica”.
“ … Don Joaquín Pérez Mena, nacido hace cincuenta y seis años en un
pueblecito de la provincia de Cáceres, hace unos quince años que
residía, con su familia, en una modesta vivienda de la vallecana colonia
de Palomares, concretamente en la casa número 39 de la calle Varea.
Como tantos y tantos trabajadores agrícolas, creyó que Madrid le ofrecía
mejores horizontes con miras a poder sacar adelante a su esposa e
hijos: dos hembras y un varón, de los cuales las dos primeras, en el
correr del tiempo, ya contrajeron matrimonio y dieron a don Joaquín y a
su esposa, doña Isabel García, tres nietecillos que vinieron a alegrar sus
días”.
Recordemos:
“Virtudes (.. .) se sintió en su juventud atraída por la vida fácil de la
capital de España (...)
“Don Joaquín Pérez Mena (...) creyó que Madrid le ofrecía mejores
horizontes con miras a poder sacar adelante a su esposa e hijos”.
Diferencias, pues, de que la emigración del campo a la ciudad sea
protagonizada por una mujer o por un hombre, que guardan relación con el
hecho de que una se dedique a la prostitución y el otro se haya convertido en
un padre de familia.
En este último suceso, el esquema maniqueo básico [A - / V +], resulta
reforzado, dadas las condiciones que concurren en la víctima y las que se
atribuyen al autor, condiciones que guardan relación con las divisiones sociales
a que nos hemos referido antes: pero en este caso, en que existe igualdad
entre autor y víctima en cuanto al sexo y la clase social, el acento se pone
sobre la raza y el status social, resaltándose la supuesta condición gitana del
autor y la condición de padre de familia y trabajador fiel a la empresa de la
víctima.

3. La mediación del Arquetipo Viril


La lectura atenta de estos tres relatos nos ha permitido notar que la prensa de
sucesos construye modelos de comportamiento o estereotipos sociales a partir
del tratamiento que concede al binomio autor / víctima. Y que la construcción
de estos modelos no depende sólo del esquema maniqueo básico [A - / V +],
sino que este esquema puede experimentar alteraciones hasta resultar
invertido de modo que la víctima aparezca como culpable y el autor reciba un
tratamiento meliorativo que incluso puede llegar a justificar el hecho de que
haya transgredido la norma. También hemos podido notar que las variaciones
experimentadas por el esquema maniqueo básico muestran una cierta
coherencia que aparece relacionada con la confluencia, en autor y víctima, de
una serie de rasgos referidos a las distintas divisiones sociales que afectan al
sexo, a la edad, al origen, la clase y el estatus social, a la raza...
Clarificar a qué respondía esta coherencia me condujo a profundizar en el
problema de las divisiones sociales, y su relación con los modelos de
comportamiento o estereotipos sociales, construidos por los medios de

146
comunicación de masas. Todo ello me llevó a formular, finalmente, lo que he
dado en llamar la hipótesis del Arquetipo Viril (ver notas 3 y 4).
Esta hipótesis parte de la base de que las divisiones sociales, que afectan a las
distintas valoraciones más o menos positivas o negativas, atribuidas a los
distintos seres humanos, no son consustanciales a la existencia humana —
como con frecuencia se presupone implícitamente — sino más bien
antihumanas, en la medida en que permiten justificar que unos seres humanos
vivan a expensas de otros.
Tales divisiones sociales aparecen, así, como producto de un sistema
imaginario de clasificación social que se ha ido imponiendo y transformando a
lo largo del pasado, orientado a establecer un orden social jerarquizado que
garantiza y justifica la apropiación y disfrute del espacio social (en sentido
amplio, de los bienes naturales y hasta humanos) por parte de una minoría
que, en consecuencia, vive a expensas del resto, parasitariamente.
Este sistema de clasificación social, si bien resulta muy complejo en nuestra
sociedad, se desprende de la articulación de distintas divisiones sociales
básicas, fruto de valorar positivamente de terminados rasgos para lo cual se
valoran negativamente otros que aparecen, así, contrapuestos; los rasgos
definidos positivamente se condensan en el Arquetipo Viril, resultado de una
voluntad de dominio expansivo sobre otras y otros mujeres y hombres, y
aparecen básicamente en esta frase clave de La Política de Aristóteles:
“Para hacer grandes obras es preciso ser tan superior como lo es el
hombre a la mujer, el padre a los hijos y el amo a los esclavos”.
Lo masculino se valora, pues, positivamente a base de valorar negativamente
lo femenino; lo adulto se ensalza a base de negativizar lo no—adulto; aquel
que se apropia de otros seres humanos — y que se considera con derecho a
hacerlo, para lo cual se define de raza superior — resulta también definido
positivamente a base de definir negativamente, como esclavos, o seres
inferiores, a quienes no participan de tal voluntad.
De estos rasgos básicos de este sistema imaginario de clasificación social se
han derivado históricamente otros, hasta adquirir los diversos grados de
complejidad que ha logrado en la actualidad.
Al mismo tiempo, este sistema imaginario de clasificación social se materializa
por una parte, mediante la apropiación, distribución y ordenación del espacio
social y sus recursos y, además, a partir de la asimilación por parte de los
seres huma nos concretos, de los modelos de comportamiento atribuidos por
tal sistema a los distintos espacios sociales, asimilación desde la más tierna
infancia y da carácter psicosomático, en la que la familia, la escuela y los
medios de comunicación de masas juegan un papel decisivo.
De este modo, por medio de la persuasión disuasoria, por medio del consenso,
este sistema de valoraciones positivas que niegan, garantiza el orden impuesto
por la minoría que se autodefine superior, legitima el orden impuesto
coercitivamente, da carta de naturalidad a las leyes que garantizan la
apropiación privatizada del espacio y los bienes colectivos, de unos seres
humanos sobre otros; lo justifica, en definitiva, puesto que lo presenta como
consustancial a la existencia humana, natural.

147
Así, pues, tal como he mostrado en trabajos anteriores ya mencionados, este
sistema de clasificación social complejo lo asimilamos en nuestro proceso
educativo, proceso de asimilación personal de la memoria histórico—colectiva,
especialmente en nuestro paso por el sistema escolar, de forma que llegamos
a considerarlo NATURAL: llegamos a creer, así que el Arquetipo Viril, el varón
adulto con voluntad de dominio expansivo, constituye el modelo “natural—
superior” y, por tanto, a valorar negativamente los prototipos negativos que se
desprenden de la valoración negativa de los rasgos que no se ajustan al
modelo valorado como superior.
La asimilación naturalista de este sistema de clasificación social — que forma
parte, por tanto, de lo que se ha dado en llamar el “acervo social de
conocimiento” (12) — hace que cuando el o la profesional de la prensa
elaboran su relato, su crónica de sucesos, lo apliquen a los distintos
personajes; de forma que, a su vez, quien lee tal crónica, pueda aceptar tal
sistema de creencias; de forma que, en definitiva, se reproduzca una y otra vez
y se divulgue masivamente tal sistema, se refuerce, en consecuencia, el orden
social a que se refiere. A ese fenómeno me refiero cuando hablo de la
mediacion del arquetipo viril.
Ciertamente, si nos fijamos en los rasgos que confluyen en autor y víctima, en
los tres sucesos analizados, y atendemos al sistema de clasificación social
complejo que se desprende del Arquetipo Viril, podremos descubrir la
existencia de dos niveles de coherencia textual:
— el primer nivel, se deriva del esquema maniqueo básico [A - / V +]
— el segundo nivel, es el resultado de la mediación del Arquetipo Viril.
Ambos niveles funcionan interrelacionados, si bien, tal como hemos podido
notar en la lectura detenida de los tres sucesos, y se refleja en los esquemas
que expongo a continuación, el segundo nivel opera con tal fuerza que puede
conducir a modificar el esquema maniqueo básico derivado de la defensa del
sistema de normas sociales, y hasta llegar a invertirlo tal como hemos visto en
los dos primeros sucesos; o bien puede reforzar el esquema maniqueo tal
como sucede en el tercer suceso.
También podemos notar que los rasgos definidos positivamente por el
Arquetipo Viril, o los rasgos propios de los prototipos definidos negativamente
para afirmar la superioridad del Arquetipo Viril (masculino positivo / femenino
negativo; adulto positivo / no—adulto negativo; raza blanca positivo / otras
razas negativo; origen, clase, status social hegemónicos positivo / no
hegemónicos negativo...), no siempre cumple la misma función. Así, mientras la
adultez constituye en principio un rasgo que permite definir positivamente al
Arquetipo Viril, un rasgo meliorativo, puede utilizarse como rasgo peyorativo —
como sucede en algunos de los sucesos analizados—, si bien en otras muchas
ocasiones la no—adultez, el hecho de ser joven, se utiliza como rasgo
peyorativo (“. . .jóvenes melenudos y drogadictos atracaron...”).
Esto quiere decir que, si bien parece correcta la hipótesis expuesta en este
trabajo, según la cual en la construcción de estereotipos de comportamiento en
la prensa guarda relación con la mediación del arquetipo viril, habrá que
estudiar atenta mente las distintas variaciones que presenta, cómo se articulan
los dos niveles de coherencia textual a que nos hemos referido y a qué

148
obedecen las variaciones que pueden notarse en los modelos de
comportamiento construidos por la prensa.
Así, en el primer suceso el autor del homicidio reúne en sí casi todos los rasgos
definidos positivamente por el Arquetipo Viril (sexo masculino, hijo de familia
madrileña acomodada...) excepto la edad pero su no—adultez sirve
precisamente para argumentar a su favor y en contra de la víctima, para
concluir que ésta le indujo, pobre inexperto, a transgredir la norma. A su vez, la
víctima reúne casi todos los rasgos definidos negativamente para afirmar los
rasgos del Arquetipo Viril: se trata de una mujer de origen rural, emigrante a la
ciudad y cuyo medio de vida o status social es la prostitución. Como hemos
visto, el hecho de que sea adulta, se utiliza en contra suya. La valoración
negativa de la víctima sirve de base a las argumentaciones justificadoras del
autor. Pero, además, tal valoración repercute incluso en la madre de la víctima
como si se quisiera acentuar así los rasgos negativos en razón del sexo y su
relación con el status social de madre (valoración negativa de madre: madre
que abandona hijos..., prostituta experta frente a joven inexperto...)
El autor del homicidio del segundo suceso también reúne algunos de los rasgos
positivos del Arquetipo Viril: es un hombre adulto, que aparece como celoso
guardián de su status social de esposo—padre, si bien es de clase baja y
emigrante. Estos rasgos se relacionan con el tratamiento peyorativo que se
otorga no ya a la víctima sino, de nuevo, a la madre de la víctima (recordemos
el titular, “los hijos pagan los pecados de los padres”, es decir, de la madre),
que reúne todos los rasgos negativos que se derivan de la valoración positiva
del Arquetipo Viril.
Finalmente, en el tercer suceso autor y víctima reúnen casi tantos rasgos
positivos cono rasgos negativos del Arquetipo Viril. Ambos son de sexo
masculino y de clase baja, pero se diferencian por la raza que el periodista
atribuye al autor. Este rasgo racial sirve de base para cargar de tintes
peyorativos al supuesto autor y sus familiares, al mismo tiempo que para
resaltar el status social de la víctima como padre de familia y trabajador fiel de
una empresa, para reforzar la valoración positiva de la víctima.
Notemos, también, que sexo y status social son los dos rasgos que diferencian
a las VÍCTIMAS del primer y tercer suceso, y que sirven de base para
argumentar peyorativamente en el caso de la mujer, y meliorativamente en el
caso del hombre, ambos emigrantes, ella prostituta y él trabajador fiel de una
empresa. Ambos rasgos resultan acentuados para elaborar el contraste autor /
víctima, resaltándose en el caso de “Virtudes” la edad y la clase social del
homicida (para disculparlo) y, en el caso de “don Joaquín” la raza atribuida al
homicida, lo que se relaciona con su actuación paterna (para condenarlo).
Ciertamente, las divisiones sociales que afectan al sexo, a la edad, al origen, la
clase y el status social y a la raza, aparecen articuladas entre sí, pudiéndose
notar la importancia de las variables sexo / status social / clase / origen / edad,
entre personas de la misma raza, y el papel decisivo que se atribuye a la raza
para argumentar peyorativamente.
Podemos concluir, pues, que el sistema maniqueo básico [A - / V +] no opera
sólo en relación a la norma social transgredida; en la medida en que la prensa
de sucesos se refiere a actuaciones concretas de seres humanos concretos,
cuya relación con las normas sociales dependen, a la vez, de una serie de

149
divisiones sociales; en la medida, pues, en que confluyen, en autor o víctima,
alguno o algunos de los rasgos definidos positivamente por el Arquetipo Viril, o
alguno o algunos de los rasgos definidos negativamente por los prototipos
derivados de la definición positiva del Arquetipo Viril, el tratamiento de autor o
víctima resulta afectado, reforzado o modificado hasta incluso llegar a invertir el
esquema maniqueo básico [A - / V +].

NOTAS
(1) EL CASO, nº 1068, Madrid, 21 de octubre de 1972, contraportada.
(2) Utilizo el término en el sentido que le da Roman Jacobson, en Ensayos de
lingüística general, Seix Barral, Barcelona, 1975, — 353 y ss.
(3) A estas conclusiones llegué tras la investigación realizada para mi Tesis de
Licenciatura (Historia de la prensa de sucesos en España. Aproximación
a una metodología científica para el estudio de la Historia de la Prensa,
Facultad de Historia de la Universidad de Barcelona, 1975), que me
condujo a proseguir investigando diversos problemas entre los que el de
las divisiones sociales y su relación con los modelos de comportamiento
resultó fundamental, tal como apunté en Problemas metodológicos de la
Historia de la Prensa: aplicación de la Informática al análisis de las
publicaciones, ponencia presentada al Seminario sobre Metodología de
la Historia de la Prensa Española, celebrado en la Universidad de Pau,
noviembre de 1979 (en VVAA, Metodología de la Historia de la Prensa
Española, Madrid, siglo XXI, 1982).
(4) La hipótesis del Arquetipo Viril la formulé, primero, en dos ponencias
elaboradas en 1982 (Huellas de mujer en el pasado..., incluida en esta
recopilación, y El Arquetipo de la Virilidad. Hegemonía/dependencia y
conflictos de la identidad cultural personal/colectiva); y la he desarrollado
y demostrado posteriormente en mi Tesis Doctoral (Las raíces históricas
de la problemática actual de la comunicación social. Elementos para una
Historia de la Comunicación Social No—Androcéntrica, Universidad de
Barcelona, 1984), y en El Arquetipo Viril, protagonista de la historia”.
Ejercicios de Lectura No—Androcéntrica, La Sal, Edicions de les Dones,
Barcelona, 1986.
(5) EL CASO, nº 1069, Madrid, 28 de octubre de 1972. Portada.
(6) POR QUÉ, nº 631, Barcelona, 28 de octubre de 1972, p. 10.
(7) POR QUÉ, nº 632, Barcelona, 4 de noviembre de 1972, p. 9
(8) POR QUÉ, nº 628, Barcelona, 4 de octubre de 1972. Anunciado en portada
mediante titular sin ilustración ni texto: “El crimen de Montpellier”.
Reportaje en p. 9, titulares, “Cuando los hijos pagan por las faltas de los
padres...”, “En Montpellier unos celos absurdos motivaron el asesinato
de Maria Luisa Ortega”.
(9) EL CASO, no 1073, Madrid, 25 de noviembre de 1972.
(10) POR QUÉ, no 635, Barcelona, 25 de noviembre de 1972.
(11) El papel de la mediación del Arquetipo Viril en la construcción de “la
realidad informativa” lo esbocé en “Realidad histórica” y “realidad

150
informativa”: la reproducción de la realidad social a través de la prensa,
ponencia presentada al I Encuentro de Historia de la Prensa celebrado
en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad del País
Vasco, en octubre de 1985, incluida en esta recopilación.
(12) Sobre la relación entre memoria histórico—colectiva y memoria personal
en el “acervo social de conocimiento”, y la importancia de su estudio
para el análisis de los medios de comunicación de masas, ver la Tesis
de Licenciatura de Mª. D. Montero Sánchez, leída en 1984 en la
Facultad de Ciencias de la Información de la UAB, Conocimiento y
comunicación de masas: ideologías, sentido común y construcción social
de la realidad (perspectivas de la sociología del conocimiento y la
sociosemiótica). Ver también Tuchman, G. La producción de la noticia,
Gustavo Gili, Barcelona, 1978.

151
2.8. El modelo femenino, cómplice del modelo patriarcal

El título de mi intervención sólo se ajusta a lo que quiero exponer si hago


algunas matizaciones ya que, tal como aparece, no es más que la respuesta
inmediata ante el interrogante que enmarca este ciclo de conferencias, «El
modelo femenino, ¿una alternativa al modelo patriarcal?». Y este interrogante
parte de algunos supuestos implícitos con los que no estoy de acuerdo, que
condicionaron mi respuesta:
— Se supone que «el modelo patriarcal» es el que corresponde a los hombres,
a los machos del colectivo humano, y que «el modelo femenino» es el que
corresponde a las mujeres, a las hembras: por tanto, se identifica rasgos
biológicos y modelos derivados de las divisiones sociales, lo que conduce a un
biologismo que elude considerar las transformaciones histórico—culturales de
los rasgos biológicos.
— Se supone que un solo modelo, en singular, afecta respectivamente a uno u
otro grupo de población cuya diferencia estriba exclusivamente en los rasgos
biológicos de carácter sexual.
— Se supone un antagonismo tal que sólo cabe pensar en que uno, «el modelo
femenino», pueda ser una alternativa al otro, «el modelo patriarcal».
Tres pre-supuestos o pre—juicios que considero falaces por las siguientes
razones.
En primer lugar, el patriarcado, más que un modelo propio de un grupo de
población constituye una forma de organización social compleja que afecta a
los miembros de un colectivo social no sólo en razón del sexo, sino también de
la edad y del origen familiar, que marca las posibilidades de disfrute de bienes
o, si se prefiere, la clase social, y que hace que la procedencia étnica merezca
también distinta consideración social según las clases sociales.
Esta forma de organización social afecta a los miembros de un colectivo en la
medida en que se estructura de acuerdo con un sistema de clasificación social
que genera un repertorio de modelos de comportamiento diverso y complejo.
Este repertorio está compuesto por modelos femeninos y masculinos, en plural,
porque no hay sólo uno de cada sino varios, ya que la división en razón de
sexo confluye, en cada persona con las restantes divisiones sociales que
hacen referencia al origen familiar, étnico y de clase, a la edad y a otras
variables sociales cuya importancia depende de las distintas circunstancias
espaciotemporales en que se encuentran las personas.


(1996) En Inés Calero y Mª Dolores Fernández de la Torre (ed.), El modelo femenino ¿una
alternativa al modelo patriarcal?, Málaga, Atenea, p. 137-152

152
Precisamente este repertorio de modelos de comportamiento afecta a los seres
humanos que componen un colectivo, en la medida en que definen las
actuaciones que han de representar de acuerdo con lo que se considera
socialmente pertinente o im-pertinente en los distintos marcos espacio-
temporales o escenarios de la vida social, ya sean escenarios públicos,
escenarios privados y, también, escenarios marginales por los que transitan
quienes no poseen bienes.
Aquí radica el que considero el antagonismo fundamental en las relaciones
sociales: en poseer o no poseer bienes, en distintos niveles. El antagonismo
que se deriva de que un colectivo de mujeres y hombres se apropien de los
bienes y, en consecuencia, priven a otras y otros, mujeres y hombres, de poder
disfrutar incluso de los recursos imprescindibles para su subsistencia. De este
primer antagonismo se derivan otros, ya que, para que un colectivo humano se
imponga sobre otro, para que un grupo de mujeres y hombres pueda realizar
esta actividad que podemos definir como anti—humana, es imprescindible que
se autoimponga también internamente un sistema de relaciones anti—
humanas, antagónicas, en función del sexo («el hombre conquista, la mujer
conserva», advertía Aristóteles) y de la edad (a fin de que las criaturas de las
siguientes generaciones adopten y perpetúen este sistema propuesto por el
colectivo adulto).
Pero aquí radica también la posibilidad de que ese antagonismo implique algún
grado de complementariedad y complicidad entre mujeres y hombres que
poseen bienes, y mujeres y hombres que no poseen bienes: en la medida en
que comparten el objetivo de conservar los bienes, o de conseguirlos como
mejor se pueda, y de que las relaciones antagónicas en razón del sexo y la
edad puedan redefinirse y convenirse en relaciones de complicidad.
Otro tanto puede suceder entre quienes poseen y quienes no poseen bienes,
en circunstancias históricas en que exista la posibilidad de que los miembros
del segundo grupo puedan acceder a ellos. Estas circunstancias dependerán
de que el conjunto social amplíe su dominio sobre territorios y grupos de
población más extensos: para poder ampliar ese dominio etnocéntrico es
preciso incrementar el grupo de personas que se encargan de la conquista y
ocupación permanente, y esta ampliación obliga a aumentar el número de
miembros que participan en el reparto del botín, lo que conduce a redefinir
unas relaciones antagónicas en complementarias, y a establecer relaciones de
complicidad.
Este planteamiento nos permite comprender, en primer lugar, los acuerdos que
pueden darse entre personas que en principio desempeñan papeles
contrapuestos: el consenso y la cohesión social que puede existir en una
sociedad estructurada no obstante a partir de relaciones antagónicas. Pero,
además, nos obliga a matizar conceptualmente esos antagonismos y a tener en
cuenta que en cada persona confluyen de forma articulada, y que las
condiciones históricas y personales pueden acentuar unos u otros
antagonismos, o incitar a unos acuerdos u otros.
En fin, conviene recordar que este sistema complejo de divisiones sociales
antagónicas puede sobrellevarse no sólo por las razones mencionadas, sino
ante todo, porque, gracias a nuestra capacidad y aspiración humana al
entendimiento, todos estos modelos resultan matizados al escenificarlos o

153
actualizarlos cada ser humano concreto. Al fin y al cabo, sólo se trata de
modelos que orientan papeles que representamos... contradictoriamente: de
ahí que no estén fijados de una vez para siempre, de ahí su transformación
histórica constante.
De acuerdo con estas matizaciones, sería más adecuado haber titulado mi
intervención «Antagonismos y complicidades entre los modelos femeninos y
masculinos en el sistema patriarcal».
Un análisis de modelos femeninos y masculinos en la prensa nos ayudará a
clarificar este planteamiento teórico, en la medida en que veamos cómo se
concreta.

Los personajes de la prensa, entre la realidad y los estereotipos


Pero antes habrá que aclarar algunos conceptos que guardan relación con la
metodología que aplicaremos a este análisis de la prensa.
Conviene empezar recordando algo que es obvio: que una cosa es la realidad y
otra muy distinta lo que los periódicos explican acerca de la realidad. Por tanto,
que hay que tener cuidado en no confundir lo que explican los periódicos con lo
que sucede. Y, si nos referimos a los personajes que aparecen en la prensa,
que una cosa son esos personajes, construidos como estereotipos sociales, y
otra los seres humanos a que se refieren esos personajes.
Además, es preciso tener en cuenta el procedimiento mediante el que se
construye cualquier explicación de la realidad, cualquier versión acerca de lo
que sucede o sucedió y, por tanto también, la prensa.
Pensemos en las informaciones que encontramos en las distintas
publicaciones. En todos los casos, el procedimiento seguido para su
elaboración es doble.
En primer lugar, se seleccionan aquellos aspectos de la realidad que se
consideran significativos y se relegan al silencio aquellos que se consideran
insignificantes. Concretamente, se focaliza la atención sobre ciertos personajes
que realizan determinadas actuaciones en determinados escenarios, y se elude
atender a otros personajes que realizan otras actuaciones en otros escenarios.
Así, la prensa femenina y del corazón enfoca preferentemente a mujeres que
actúan en escenarios privados, mientras que la prensa llamada «de
información general» suele centrar la atención en varones adultos que actúan
en los escenarios públicos.
Además, se tratan los aspectos seleccionados de forma que bien se apela a lo
que sentimos, bien se apela a lo que argumentamos o racionalizamos. En
líneas generales, las informaciones que enfocan personajes que actúan en
escenarios privados, o en situaciones marginales o no, que ponen de
manifiesto los conflictos por la posesión o no de bienes, se construyen de
forma que apelan a lo que sentimos.
Mientras que aquellas informaciones que enfocan a los personajes que actúan
en los escenarios públicos suelen construirse apelando a lo que argumentamos
y racionalizamos.

154
De estas consideraciones se deriva la metodología que podemos aplicar para
analizar en qué consisten las distintas versiones de la realidad que
encontramos no sólo en los periódicos, sino también en los textos académicos,
en una película, una novela, un ensayo, etc. Se trata, básicamente, de clarificar
sobre qué personajes, actuaciones y escenarios se centra o se desvía la
atención, y qué tratamiento se hace de esos personajes y ese fragmento de la
realidad social, bien apelando a lo que sentimos o a lo que racionalizamos.

Sentimientos privados, razones públicas


Basaré mi análisis en un corpus de publicaciones reducido, pero suficiente,
para examinar algunas manifestaciones del sistema patriarcal en la actualidad,
y las relaciones de antagonismo y complicidad que coexisten en su seno. Se
trata de algunos ejemplos de tres revistas del corazón, una de televisión y una
de «información general» publicadas a mediados de septiembre de 1994:
¡HOLA!, n 2651, 22 de septiembre de 1994
LECTURAS, n 2216, 23 de septiembre de 1994
SEMANA, n 2894, 21 de septiembre de 1994
NUEVO CLAN, n 397, 17 — 23 de septiembre de 1994
TRIBUNA DE ACTUALIDAD, n 334, 12 – 18 de septiembre de 1994
Transcribiré primero lo que cada una de estas publicaciones destaca en sus
portadas mediante fotografías y titulares:
¡HOLA!
- CARMEN MARTINEZ-BORDIU, EN ROMA CON ROBERTO
FEDERICI. Entrevista exclusiva tras conocerse la noticia de su
separación. «A Roberto le conocí hace casi veinticinco años en Madrid y
volvimos a encontrarnos el año pasado en Córcega».
- LUIS ALFONSO DE BORBON, PADRINO DE CONSTANZA DE
HABSBURGO EN SU BODA CON EL PRÍNCIPE FRANCISCO JOSÉ
AUERSPERG-TRAUTSON. Fue la prometida de su padre, el duque de
Cádiz.
— En una ceremonia de las mil y una noches se casó la hija menor del
Rey de Marruecos.
— Boda de Ana Anguita, la que fuera popular niña del dúo «Enrique y
Ana».
Sin fotografías:
— Se casó Raquel Revuelta, «Mis España 1989».
— Entrevistas exclusivas con Sofía Loren y Brigitte Bardot al cumplir
sesenta años.

LECTURAS
- LA NUEVA VIDA DE CARMEN ROSSI. Ya separada de su segundo
marido. Vive en Italia con su nuevo amor. Deja a su hija con su ex

155
marido. Montará una pizzería en Roma. «Resulta muy triste una
situación así a mis 63 años». Primeras declaraciones de Jean Marie
Rossi.
— Las últimas fotos de ALBERTO CLOSAS (72 años) en la puerta de la
clínica.
— ROCIO JURADO se casará en la Catedral de Sevilla el día 28 de
octubre.
— LA BODA DE ANA ANGUITA (de «Enrique y Ana») A LOS 24 ANOS.

SEMANA
— CARMEN ORDÓÑEZ Y SU NOVIO en la boda de la hija menor del
rey Hassan de Marruecos. Fastuoso acontecimiento en Fez.
— Se ha casado Constanza de Habsburgo, quien fue prometida del
duque de Cádiz. Luis Alfonso de Borbón, testigo.
— Sonia Martínez contó su vida a SEMANA antes de morir (cap. 1).

NUEVO CLAN
— SALE A LA LUZ LA TERRIBLE INFANCIA DE TOM CRUISE.
— SONIA MARTÍNEZ HA MUERTO.
Sin fotografías:
— Sexo a tope en TV con Elena Ochoa e Isabel Gemio.
— Háztelo tú misma. Cosméticos naturales a base de frutas.

TRIBUNA de actualidad
— COMIENZA LA VENGANZA DE MARIO CONDE. El exbanquero tiene
confidentes en el gobierno. Los trapos sucios del «Sistema».
Sin fotografías:
— Cómo nos engañan los políticos con ejemplos de otros países.
— Ha llegado el Wonderbra. El sujetador milagroso hace furor en
España.
— Adiós a las filipinas y dominicanas. Vuelven las chachas españolas de
toda la vida.
Estas portadas resaltan mediante titulares y fotografías, un total de 9 noticias
en las que encontramos personajes variados: en 5, las protagonistas
principales son mujeres (Carmen Martínez—Bordiu, la hija del Rey de
Marruecos, Ana Anguita, Rocío Jurado y Sonia Martínez; podría añadirse
Carmina Ordóñez que aunque no protagonizó el acto que se reseña fue
destacada como tal por uno de los semanarios); en 3, otros tantos hombres
(Alberto Closas, Tom Cruise y Mario Conde); y en una, comparten el

156
protagonismo un hombre (Luis Alfonso de Borbón) y una mujer (Constanza de
Habsburgo).
Por tanto, estas publicaciones llaman la atención sobre mujeres y hombres de
distintas condiciones, si bien predominan las mujeres debido al tipo de
publicaciones que hemos seleccionado. Unas y otros tienen distintas
condiciones sociales relacionadas con la familia de origen, por tanto, con el
patrimonio de que disfrutan, procedente de la familia o obtenido con su propio
esfuerzo, y reciben una valoración positiva o negativa que aparece relacionada
con la conservación o no de ese patrimonio.
Respecto a las actuaciones y escenarios en que se destaca a estos
personajes, de las 5 informaciones en que aparecen mujeres como
protagonistas, 4 lo hacen en relación con el matrimonio y 1 con la muerte en
condiciones dramáticas; también la noticia en la que comparten el
protagonismo un hombre y una mujer se refiere a un matrimonio; y de los 3
hombres protagonistas en estas portadas se destaca, de uno, una infancia
terrible; de otro, su enfermedad y muerte; y del tercero, su actitud de venganza
ante actuaciones políticas. Por tanto, nos hallamos ante 5 casos que tratan de
relaciones amorosas en las que se mezclan sentimientos y posesión de bienes,
destacándose en uno de los casos el haber pasado de una situación de éxito a
otra de dificultades económicas; 2 de enfermedad y muerte, de las cuales en
una se acentúa el dramatismo por no haber conservado el patrimonio al que
accedió mediante la fama; 1 caso en que se resalta el contraste entre una
infancia terrible y el éxito actual también vinculado al disfrute de patrimonio; y
otro caso que destaca la venganza como forma de participar en el debate
político.
Estas actuaciones corresponden con los escenarios en que se mueven estos
personajes: dado el tipo de publicaciones seleccionado, la mayoría se mueve
en escenarios privados, cuyas características indican los distintos niveles de
posesión o no de bienes vinculados a relaciones sentimentales y alianzas
matrimoniales y patrimoniales, mientras que Mario Conde en este caso aparece
como actor de los escenarios públicos, si bien su actitud de venganza guarda
relación con el patrimonio que ha acumulado y está en discusión. No obstante,
el hecho de aparecer en las portadas de estos periódicos pone de manifiesto
de qué forma los medios de comunicación de masas transforman los
escenarios y actuaciones privados en públicos.
En este marco podemos examinar ahora a qué se debe la notoriedad pública
de estos personajes y el carácter histórico (tanto en las historias personales
como colectivas) de los estereotipos o modelos sociales que representan.
Para ello, analizaremos detenidamente primero cada una de las 9 noticias
destacadas mediante fotografías y titulares; y después, las restantes noticias
seleccionadas en estas portadas.
En la primera noticia se habla de las relaciones sentimentales mantenidas por
Carmen Martínez-Bordiu, nieta del dictador Francisco Franco, en las que
aparecen directamente implicados dos hombres: su actual marido, del que
ahora se separa, y su «nuevo amor». ¡HOLA!, se refiere a ella como Carmen
Martínez-Bordiu, ofrece una entrevista en exclusiva con ella y realza al nuevo
«partenaire» con el que aparece del brazo en la fotografía, Roberto Federici;
sin embargo LECTURAS, que la llama Carmen Rossi, la enfoca sola, la sitúa

157
viviendo en Italia y dispuesta a montar una pizzería y dice que deja a su hija en
París con el padre, la imagen del cual también aparece en una fotografía
recuadrada declarando que «resulta muy triste una situación así a mis 63
años». La notoriedad de este personaje central se deriva de su condición de
nieta, por tanto, de su origen familiar. El modelo de mujer que representa no se
ajusta a las pautas tradicionales de esposa y madre que el dictador impuso con
especial rigor, sino a una versión modernizada.
En la segunda noticia se centra la atención en el hijo que la protagonista de la
noticia anterior tuvo con su primer marido: asiste a la boda de la que fuera
prometida de su padre con otro hombre. El titular de ¡HOLA! sitúa como
protagonista principal de este acontecimiento a Luis Alfonso de Borbón, que
merece tratamiento preferente no sólo porque, como sucede con los restantes
personajes de esta noticia, son miembros de familias reales (Habsburgos y
Borbones), sino también por ser hijo de la nieta del dictador. LECTURAS no lo
destaca en portada. Y SEMANA le dedica algo más de un cuarto de una
portada en la que el protagonismo se reparte con la que realmente protagoniza
el acontecimiento. También aquí la notoriedad se deriva del origen familiar que
es, por línea paterna, también aristocrático. El papel que representa este
personaje no se sale del modelo tradicional de hijo respetuoso, en la medida en
que asiste al matrimonio de la que fuera novia de su padre con otro hombre, si
bien puede admitirse dentro de los cánones más conservadores.
La tercera noticia se refiere a otro caso de relaciones sentimentales que se
plasman en una alianza matrimonial: el de la hija de un monarca, el rey de
Marruecos. En la portada de ¡HOLA!, la joven aparece como protagonista, si
bien su fotografía queda desplazada a la izquierda de la parte inferior de la
página en beneficio de Ana Anguita, que ocupa el extremo de la derecha. Esta
noticia tampoco aparece en la portada de LECTURAS, mientras que SEMANA
le dedica la mitad derecha, si bien en este espacio la hija del rey aparece en
segundo término y se destaca a otra mujer, Carmina Ordoñez, la que fuera la
primera esposa del torero Paquirri e hija de otro famoso torero, que asistió al
acto con su nuevo novio. La notoriedad derivada del origen familiar se acentúa
en el caso de esta mujer por haber estado casada con otro torero muerto en el
ruedo. El modelo que representa tampoco obedece a los estrictos rasgos
tradicionales sino a los más modernos propios de una sociedad que admite el
divorcio y la formación de nuevas parejas.
Otro caso de relaciones sentimentales que se traducen en una alianza
matrimonial es el que aparece en la cuarta noticia, aunque esta vez se trata de
una mujer, Ana Anguita, cuya notoriedad no se debe al hecho de pertenecer a
ninguna familia ilustre, sino a su propio trabajo siendo todavía niña, a su
actividad como miembro del conjunto «Enrique y Ana». ¡HOLA! le atribuye una
valoración algo superior a la de la hija del rey de Marruecos, y algo semejante
hace LECTURAS. El papel que representa, y por el que aparece en la
publicación es el tradicional.
En la quinta noticia encontramos otro caso de relaciones sentimentales que
anuncian una alianza matrimonial. Esta vez también se trata de una mujer cuya
notoriedad se debe a su propio esfuerzo como cantante, Rocío Jurado. Sólo
LECTURAS la destaca en la parte inferior de la portada. Esta protagonista
también aparece en un papel tradicional.

158
La sexta noticia se refiere al segundo hombre que aparece como protagonista
en este corpus, Alberto Closas, cuya notoriedad también está relacionada con
su trabajo como actor y que aparece ahora por la enfermedad que le ha
ocasionado la muerte. Sólo LECTURAS lo destaca en portada. El modelo que
se representa entra en los cánones tradicionales.
En la séptima noticia de nuevo la protagonista es una mujer, Sonia Martínez,
que alcanzó notoriedad también por su esfuerzo personal, como presentadora
de televisión, pero que aparece ahora por haber sufrido también una
enfermedad que le ha llevado a la muerte, si bien, a diferencia de Alberto
Closas, se trata de una enfermedad que se relaciona con el proceso de
degradación seguido en su vida. Además de SEMANA, que anuncia en portada
una serie en la que Sonia explica su vida, también la destaca en la primera
página NUEVO CLAN. Este modelo de mujer puede considerarse dentro de los
cánones tradicionales, en la medida en que se trata de la víctima de sus
propias transgresiones sociales.
La octava noticia la protagoniza otro hombre, Tom Cruise, del que NUEVO
CLAN, la única revista que lo destaca en portada, resalta su «terrible
infancia...» en contraste con su éxito actual: modelo típico de hombre
triunfador.
Finalmente, la novena noticia es la que encontramos en la única revista de
«información general» de esta muestra y tiene como protagonista al cuarto
hombre, Mario Conde, del que se destacan su condición de ex banquero, sus
relaciones con confidentes del gobierno y su decisión de vengarse. También
podemos identificar este personaje con el modelo tradicional de varón que
entra en el juego de las querellas públicas, y no tiene reparo en utilizar las
armas que tiene a mano para vengarse.
Así, de las 9 noticias destacadas en portada mediante fotografía y titulares,
cinco hablan de relaciones sentimentales que están en la base de alianzas
matrimoniales, 2 de enfermedades y muerte, 1 del contraste entre sufrimientos
en la infancia y éxitos en la vida adulta, y 1 de relaciones conflictivas en la vida
pública entre un protagonista del mundo financiero y políticos. Por tanto, todas
ella hablan de sentimientos, si bien en 8 estos sentimientos se manifiestan en
las relaciones privadas, y en la novena el sentimiento de venganza se plantea
en las relaciones públicas. Pero en todos los casos estos sentimientos guardan
relación con los bienes patrimoniales, incluso en el caso del ex banquero cuya
actuación pública se deriva de los problemas que algunas decisiones políticas
han generado en su patrimonio. La diferencia estriba en que en algunos casos
se disfruta de patrimonios, mientras en otros se ha pasado de disfrutar a tener
dificultades.
Esta diferencia no sólo marca los sentimientos, sino que además sirve para
acentuar la felicidad (y el tratamiento positivo) o el sufrimiento (y el tratamiento
negativo) de las personas: la línea divisoria más tajante está, pues, no tanto
entre personajes masculinos y femeninos, sino entre quienes disfrutan de
bienes patrimoniales (casi todos los que aparecen) y quienes no (Sonia
Martínez y en cierto modo Ana Anguita).
La manifestación más clara de esta línea divisoria la encontramos en uno de
los titulares sin fotografía de la revista TRIBUNA: «Adiós a las filipinas Y
dominicanas. Vuelven las chachas españolas de toda la vida». Es evidente que

159
las condiciones de vida de estas filipinas nada tienen que ver con las de otra
filipina habitual de las páginas de estas revistas, Isabel Presley, cuyas
relaciones sentimentales le han llevado a establecer sucesivas alianzas
matrimoniales, la más reciente con el que fuera ministro de Hacienda.

Carácter histórico de los modelos femeninos


Una vez realizado este análisis de modelos femeninos y masculinos, y
pensando en el tema de debate propuesto para este ciclo de conferencias,
podemos plantearnos la siguiente pregunta: ¿A qué «modelo femenino» nos
referimos cuando lo pensamos como posible alternativa al «modelo
masculino»?
Ciertamente, estos periódicos hablan no de un solo modelo femenino, sino de
varios: el de aquellas mujeres cuya notoriedad se deriva de pertenecer a
familias con amplios patrimonios, algunas aristocráticas (la hija del rey de
Marruecos, Constanza de Habsburgo), otras aristocratizadas (Carmen
Martínez-Bordiu), otras simplemente famosas (Carmina Ordóñez); el de
aquellas mujeres que disfrutan de patrimonio por haberlo conseguido gracias a
su esfuerzo (Rocío jurado); el de aquellas que, habiéndolo conseguido también
con su esfuerzo, lo han perdido y se encuentran en situaciones difíciles, sea
por las circunstancias sociales (Ana Anguita está en paro), sea por haber
tomado decisiones que le han conducido a la degradación y a la muerte (Sonia
Martínez); en fin, el de otras mujeres que, por carecer de patrimonio o tenerlo
insuficiente, se ven obligadas a emigrar y trabajar en el servicio doméstico
(filipinas, dominicanas, españolas), mujeres a las que sólo se menciona con
términos genéricos, sin nombres propios.
Así mismo hablan de varios modelos masculinos representados por hombres
cuya notoriedad se deriva también de pertenecer a familias con amplios
patrimonios y aristocráticas (Luis Alfonso de Borbón), o bien por haber
conseguido mayor o menor volumen de bienes gracias a sus esfuerzos como
actores (Alberto Closas, Tom Cruise) o como financieros (Mario Conde).
La diferencia entre unos y otros personajes, y entre éstos y los restantes con
los que aparecen relacionados en estas noticias, no puede calificarse de
antagónica en función sólo de la diferenciación sexual. Por el contrario, si
existe algún antagonismo entre este conjunto de personajes, es el que se da
entre las empleadas en el servicio doméstico, y el resto de mujeres y hombres
que se benefician de su trabajo, en la vida cotidiana, gracias a los salarios más
bajos que permite el mercado. Porque, si «vuelven las chachas españolas», es
debido a que han tenido que aceptar precios más bajos, ante la crisis
económica y la competencia que encontraban en aquellas otras mujeres
dispuestas a desplazarse de sus países de origen y franquear las fronteras que
hiciera falta para trabajar, aún por salarios todavía inferiores.
En definitiva, las relaciones antagónicas que se dan entre este grupo de
personajes no están en función sólo del sexo, sino también y especialmente del
nivel patrimonial; y se dan en el seno del espacio privado, doméstico. Y este
antagonismo pervive gracias a las complicidades entre mujeres y hombres que
disfrutan de los bienes patrimoniales.

160
Reflexión final
Es, pues, el etnocentrismo clasista más que el sexismo el antagonismo
fundamental en nuestra sociedad. En consecuencia, la alternativa a la situación
actual del sistema patriarcal no hay que buscarla en el reemplazo de unos
modelos masculinos por otros femeninos, sino en el reemplazo de los modelos
masculinos y femeninos propios de los colectivos dominantes, por otros
modelos de mujeres y hombres con mayor predisposición a acabar o al menos
aminorar los antagonismos de carácter etnocéntrico y clasista.

161
2.9. Comunicación y “géneros”: un diagnóstico sobre el mundo
contemporáneo

Abordar las relaciones entre comunicación Y géneros requiere empezar


haciendo algunas puntualizaciones:
En primer lugar, cuando hablamos hoy de comunicación solemos pensar en los
medios de comunicación de masas; sin embargo, hay que recordar que estos
medios se insertan en nuestra vida junto con otros elementos comunicativos
que también afectan a nuestros hábitos, a nuestras formas de conocer y
representarnos el mundo, a nuestras formas de expresión y de relaciones
interpersonales y colectivas: no son los únicos factores en juego, sino que
interactúan con otros en esa actividad más amplia y diversa que podemos
definir como comunicación.
Además, hay que hablar de géneros, en plural. Ante todo, porque no existe un
sólo modelo de género sino al menos dos, va que los modelos construidos para
implantar la división social en razón del sexo son duales, como lo son todos los
modelos que operan para jerarquizar las relaciones sociales: modelos cuyo
propósito es definir negativamente para poder afirmar. Pero además, dado que
esta división no es la única que define nuestras relaciones sociales y nuestras
formas de comunicación, con modelos duales, positivos / negativos, sino que
se articula con otras divisiones que nos afectan según la edad y según
formemos parte o no de los colectivos que se han apropiado de los recursos de
la Tierra (razas, clases sociales...), los modelos de género no son sólo dos,
sino que se diversifican a medida que se cruzan con los modelos duales que
corresponden a las restantes divisiones sociales.
Por tanto, abordaremos el papel de los medios de comunicación teniendo en
cuenta que no son los únicos responsables de la reproducción de los modelos
de comportamiento relacionados con la división social según el sexo; tramando
de situar, pues, los modelos de género que se represen tan en los medios en el
marco más amplio del conjunto de las relaciones sociales.
Desde esta perspectiva, consideramos que los medios de comunicación han
venido registrando, de formas distintas, las transformaciones diversas que se
han producido en diversos ámbitos de la vida social a lo largo del siglo XX, y,
más concretamente, los cambios que se han producido en las relaciones entre
los géneros, cambios en los que las mujeres hemos sido protagonistas junto a
los hombres. De ahí que puedan ser considerados como material documental
que proporcionan una perspectiva más amplia, diversa y compleja sobre el


(1997) Conferencia impartida en la I Universitat d’Estiu de les Illes, publicado (1998) en Actes
de la I Universitat d’Estiu d’Estudis de Gènere: identitat de dona, Universitat de les Illes
Balears, Palma 1998, p. 135-140.

162
mundo contemporáneo que la visión que habitualmente obtenemos a través de
los textos académicos, cuyo orden androcéntrico restringe la atención a los
varones adultos de los colectivos dominantes que actúan en los escenarios
públicos (1).
Presencia de las mujeres en los medios
Ciertamente, las mujeres estamos presentes en los medios de comunicación
de masas. A diferencia de lo que sucede en los textos que circulan por las
aulas de la escuelas, los institutos y las universidades, en los que las mujeres
apenas existimos o sólo aparecemos ocasionalmente, a menudo con
valoraciones negativas o encubiertas en categorías abstractas y datos
estadísticos; en contraste con estos textos que conservan y transmiten
generacionalmente en las aulas el discurso de la racionalidad pública,
científica, ilustrada, en los periódicos y las revistas, en los programas de radio y
de televisión, en las películas, las canciones y las vallas publicitarias, las
mujeres sí aparecemos representadas.
Sin embargo, en algunas reflexiones e investigaciones sobre el tratamiento de
las mujeres en los medios de comunicación, especialmente si se han realizado
desde determinados planteamientos feministas, la valoración que se suele
hacer es más bien negativa.
Así, en una investigación realizada a principios de los años 80 sobre el umbral
de presencia de las mujeres en prensa diaria “de elite” (EL PAIS, ABC, LA
VANGUARDIA) y “popular” (EL PERIODICO, DIARIO 16), Concha Fagoaga y
Petra Secanella llegaban a la conclusión de que las expectativas ofrecidas por
los medios al describir y evaluar actividades de la mujer eran distorsionadoras,
ya que los diarios presentan un mundo de imágenes masculinas que reafirma
que los periódicos están hechos por varones para los varones. Atribuían los
bajos porcentajes de referencias a mujeres en la prensa escrita al hecho real
de que las mujeres no están presentes en la agenda de acontecimientos
previsibles, no son portavoces de organismos burocráticos (gobierno,
instituciones públicas o privadas), no son fuente de información tradicional, y
tampoco han sido consideradas como audiencia. Y concluían que esta
situación restringía la posibilidad de que las nuevas generaciones de mujeres
encontrasen en la prensa diaria referencias suficientes para sus objetos vitales
y profesionales (2).
Años después, en 1990, las mismas autoras, a partir de una muestra recogida
en canales de televisión de transmisión internacional vía satélite, afirmaban la
persistencia de estos datos: sólo un 8 % de las mujeres aparece en la pantalla
cuando se analizan los programas informativos de TVE, CNN, 3Sat, RAI1, TV5,
decían; y concluían:
Las mujeres no existen salvo en el continuum de la presentación de
programas – mujeres y presentadoras periodistas- y, por supuesto, en
los seriales y la publicidad. De un total de 22 horas - las 2 restantes eran
bloques publicitarios y autopromoción de las programaciones y ambas
unidades no se han medido -, las mujeres mantienen una presencia en
pantalla de 5 horas, lo que equivale a una cuarta parte del tiempo total
(3).

163
A conclusiones similares llegaba recientemente Vicente Baca Lagos, al hacer
un balance de las investigaciones realizadas en España sobre la imagen de la
mujer en los medios de comunicación:
La inercia de los modelos tradicionales pesa sobre los medios de
comunicación que se ajustan tardíamente a los nuevos roles adoptados
por las mujeres. Y esta influencia negativa solo es compensada por las
intervenciones benéficas de las instituciones que promueven la igualdad
de la mujer, si bien la publicidad también contribuye a modernizar la
imagen de la mujer para atender a las nuevas necesidades de la mujer
derivadas de sus recientes roles sociales, como es el caso de la mujer
ejecutiva. (4).
Conviene, sin embargo, tener cuidado con estas conclusiones, así como con la
selección y el tratamiento de los datos en que se basan.

Restricciones del enfoque académico


Notemos que los resultados obtenidos por FAGOAGA y SECANELLA, a partir
del análisis específico de prensa diaria y programas informativos de televisión,
se toman como base para generalizar sobre el conjunto de los medios de
comunicación de masas un predominio de imágenes masculinas. Y advirtamos
que esta generalización sobre el conjunto de los medios, a partir de lo que
corresponde sólo a una parte reducida de ellos, obedece al enfoque preferente
de las propias investigadoras, que les lleva a seleccionar un corpus en el que,
precisamente, se da esa atención prioritaria hacia los varones, y a
menospreciar el resto de la programación televisiva u otras publicaciones,
como las revistas del corazón, que se dirigen mayoritariamente a las mujeres, o
la publicidad. Por tanto, una valoración más rigurosa de los datos obtenidos en
estas investigaciones sólo permite concluir que las mujeres están poco
representadas en unos medios y unos productos en los que... se enfoca
perfectamente a los hombres.
Ahora bien, esta atención preferente que prestan éstas y otras investigaciones
a este tipo de productos, en los que los hombres son los principales
protagonistas, no responde a las peculiaridades de los medios de
comunicación de masas. Si tenemos en cuenta la totalidad y diversidad de
estos medios, la prensa llamada ‘de información general’ y los programas
informativos de televisión, no son nada más que una parte, y una parte
reducida de los mismos, que se dirigen a una porción reducida de la audiencia.
En este sentido, son escasamente significativos. Si se les atribuye tanta
importancia es porque se atribuye también a sus lectores, así como a los
fenómenos sociales de los que se tratan estos periódicos y estos programas
con los que estos receptores se identifican. Pero esta valoración preferente no
es propia de los medios de comunicación de masas que también se dirigen, y
de forma amplia, a otros grupos sociales de mujeres y hombres de distintas
condiciones, y que por tanto también enfocan otros aspectos diversos de la
realidad social que atañen e interesan a esa mayor diversidad de población.
En realidad, esta atención de este tipo de investigaciones responde al enfoque
y las pautas de pensamiento propias del mundo académico, que atribuye el
protagonismo social a los varones adultos que actúan en las cúspides de las

164
instituciones públicas, y menosprecian cuanto acontece más allá de estos
escenarios (5). Por tanto, la mayor o menor presencia de mujeres en aquellos
periódicos, a los que se suele definir “de información general”, solamente pone
de manifiesto cómo tratan esos medios de comunicación no ya a las mujeres
en general, sino a aquellas que participan en las instituciones públicas y en la
medida en que adoptan ese rol: a aquellas que, a lo largo del siglo XX han
cuestionado que las cúspides de estas instituciones y escenarios públicos
fueran ocupados exclusivamente por varones y que, con su incorporación, han
roto su monopolio.
Sin embargo, éste no es el único cambio social que ha sido protagonizado por
las mujeres a lo largo de esta centuria, y que ponen de manifiesto los medios
de comunicación de masas. Una mirada sobre estos diversos medios, abierta
al conjunto de población, mujeres y hombres de distintas edades y condiciones
sociales que conectan con ellos, permite descubrir que han registrado, además,
otras transformaciones sociales, y que han registrado también de distintas
formas que hay que aclarar el papel que las mujeres han desempeñado en
estos otros cambios.

Más allá del ámbito público


Así, según los resultados de la investigación dirigida por Manuel Martín Serrano
sobre los contenidos de la publicidad y los programas cara al público en las
cadenas de televisión que se captaban en Madrid, desde el verano de 1992
hasta el verano de 1993 (6), no existen diferencias significativas entre los
personajes masculinos y femeninos que aparecen en televisión, aunque se
observa una mayor presencia de hombres en los programas (53 %) y de
mujeres en los spots publicitarios (52 %). Ahora bien, en aquellos programas
en los que se tratan de cuestiones intemporales, se recurre más a las mujeres,
mientras que se llama a más hombres para tratar temas de actualidad; y, si
bien, la mayoría de mujeres invitadas a los estudios de televisión lo son para
participar en concursos, mientras que los hombres son invitados
preferentemente a los programas temáticos, dos terceras partes de los temas
que se tratan en los programas no son de actualidad y a ellos se invita a más
mujeres que hombres. En la publicidad, en esta investigación no se advierten
diferencias según la clase de producto que se anuncia o la calidad del mismo.
Estos y otros datos llevan a concluir a este equipo que la televisión está
especializada en tratar las cuestiones de la reproducción social, que atañen al
ámbito privado y a la vida cotidiana, más que las de la producción social,
propias del ámbito público; y las interacciones sociales (relaciones amorosas,
familiares, amistosas, con sus problemas y gratificaciones, avenencias y
desavenencias), de las que se ocupa una cuarta parte de los programas y la
mitad de los spots publicitarios.
Es, por tanto, de las transformaciones sociales que se han producido en estos
terrenos, situados más allá – o, visto desde otra óptica, más acá - del ámbito
público, de lo que hablan preferentemente los medios de comunicación de
masas. Y al hacerlo, tienen en cuenta el papel que en ellas han desempeñado
las mujeres. Esto es lo que se desprende también claramente de la
investigación realizada por Cristina Peña Marin y Mercedes de la Peña sobre la

165
publicidad emitida por la primera cadena de TVE durante una semana de 1990
(del lunes 14 al domingo 20 de mayo) (7).
En comparación con la publicidad de años anteriores, observan las autoras, ha
mejorado el aspecto del ama de casa a la vez que ha disminuido su presencia.
El ama de casa, dicen, sigue siendo la más “real” de las mujeres que aparecen
en la publicidad, pero ahora ya no lo hace como una mujer mayor, descuidada
y hasta fea: ahora el ama de casa, cuando aparece, ya no renuncia a resultar
atractiva, si bien nunca emana erotismo. La belleza y la seducción
corresponden a un nuevo tipo de mujer que ya no aparece en el centro del
hogar sino fuera, realizando tareas como ejecutiva en alguna empresa, capaz
por tanto de conseguir por sí misma los medios económicos para acceder al
paraíso del consumo que ofrece la publicidad.
Otras investigaciones realizadas sobre la publicidad en periodos anteriores de
esta misma centuria complementan nuestro conocimiento de los cambios
decisivos que se han producido tanto en los modelos de mujer, como en las
actividades y las relaciones en el seno del hogar (8). Permiten seguir el rastro,
por ejemplo, de la transformación de las tareas de los anuncios publicados en
la prensa de las primeras décadas del siglo, hasta las amas de casa de los
años 50 y 60 que tenían que aprender a familiarizarse con las nuevas
tecnologías electrodomésticas y a estas otras más modernas de nuestros días,
más cuidadas o casi inexistentes, que ya no son las únicas responsables de la
alimentación e incluso de la limpieza de los miembros de la familia. Y también
nos ayudan a seguir la transformación de esas otras mujeres que se mueven
fuera del hogar, desde las deportistas de las primeras décadas del siglo hasta
las ejecutivas de nuestros días.
Junto a este cambio en los modelos femeninos y en las actividades
domésticas, la publicidad de los años 90 registra también otros, que han
afectado al modelo masculino: la ternura, que tradicionalmente sólo se atribuía
a las mujeres, aparece ahora como una cualidad que puede hacer más
atractivos a unos hombres, a la vez, más preocupados por esa sensualidad que
proporcionan las colonias y los objetos de ornamentación personal.
Pero esta belleza y esta armonía, que se representa en la publicidad, tampoco
podemos identificarla con el conjunto de la población. La publicidad se dirige y
representa a un colectivo restringido de mujeres y hombres que poseen los
medios suficientes para poder adquirir esos bienes de los que se puede
disfrutar en el paraíso del consumo. Y son esas mujeres y hombres que
integran ese colectivo quienes aparecen deificados en los spots, con esas
connotaciones de belleza, felicidad, salud y armonía que se reflejan en sus
cuerpos y sus rostros.
Diríase que los rasgos corporales estilizados, la belleza y la armonía, distingue
a quienes poseen los recursos económicos que les permiten disfrutar de los
bienes de consumo: mujeres y hombres adultos y no adultos, preferentemente
jóvenes, de raza blanca y, en el caso de las mujeres, de cabellos rubios; en
consecuencia, implícitamente se está diciendo que no poseer otros rasgos
físicos simboliza a quienes carecen de esos recursos y, por tanto, quedan fuera
del paraíso del consumo.
Así, pues, si adoptamos una mirada más amplia y menos supeditada a los
prejuicios académicos androcéntricos, podemos no sólo reconocer algo

166
evidente, que las mujeres estamos presentes en los medios de comunicación
de masas, sino además, examinar qué mujeres y qué hombres están o no
presentes en qué medios, y cómo, y a qué cambios sociales hacen referencia:
qué transformaciones históricas aparecen documentadas, de alguna forma, en
los medios de comunicación de masas.

Un diagnóstico sobre el mundo contemporáneo


Esta consideración de los medios como fuente historiográfica que no se refiere
sólo a la vida política, sino que abarca el conjunto de relaciones sociales,
permite utilizar los medios de comunicación como material documental para el
estudio del conjunto transformaciones diversas que se han producido en el
mundo contemporáneo desde una perspectiva pluridisciplinar, y para realizar
un diagnóstico que nos permita tratar los graves problemas que le aquejan.
Todos los cambios que han afectado tanto a la economía doméstica como al
mercado de trabajo y la producción de bienes y han conducido a la actual
globalización planetaria, afectando a las instituciones políticas, financieras y
culturales, a las prácticas cotidianas, la higiene y la salud, las formas de
vestirse y comportarse, así como a la estética y el sistema de valores, y que
han afectado al conjunto de relaciones entre mujeres y hombres, pueden
rastrearse y clarificarse utilizando los medios de comunicación como un fuente
documental que proporciona una perspectiva más amplia, diversa y compleja
que la visión habitual en los textos académicos que se ciñen a la racionalidad
ilustrada.
Ello exige, no obstante, tal como hemos visto, abandonar la visión más
reduccionista del sistema de pensamiento académico androcéntrico y ampliar
nuestra perspectiva al conjunto de relaciones sociales que, de formas diversas,
son enfocadas por los medios de comunicación de masas.

Notas
(1) Sobre el orden androcéntrico del discurso ilustrado ver MORENO SARDÀ,
A., (1986), El Arquetipo viril protagonista de la historia, LaSal, Barcelona; y
(1988) La otra Política de Aristóteles, Icaria, Barcelona.
(2) FAGOAGA, C. y SECANELLA, P. M. (1984), Umbrales de presencia de la
mujer en la prensa española, Instituto de la Mujer, Madrid.
(3) FAGOAGA, C. y SECANELLA, P. M. (1990), La presencia de las mujeres
en los medios de comunicación, en PEÑA MARIN, C. y otros, La mujer en la
publicidad, Instituto de la Mujer, Madrid.
(4) BACA LAGOS, V., (1995), El análisis de las Representaciones Sociales en
los Géneros y los Estudios de la Mujer en España, en MARTIN SERRANO, M.
y E. y BACA LAGOS, V., Las mujeres y la publicidad. Nosotras y vosotros
según nos ve la televisión, Instituto de la Mujer, Madrid.
(5) Sobre la visión restringida de los textos del discurso académico a los
varones adultos que actúan en los escenarios públicos, ver MORENO SARDÀ,
A. (1986), El arquetipo Viril protagonista de la Historia, LaSal, Edicions de les
Dones, Barcelona y (1988), La otra Política de Aristóteles, Icaria, Barcelona.

167
(6) Ver MARTIN SERRANO, M. y otros (1995), Las mujeres y la publicidad.
Nosotras y Vosotros según nos ve la televisión, Instituto de la Mujer, Madrid.
(7) PEÑA MARIN, C. y otros (1990), La mujer en la publicidad, Instituto de la
Mujer, Madrid.
(8) Ver especialmente FEMINARI DEL DEPARTAMENT DE PERIODISME DE
LA UAB (1990), Prensa para mujeres o el discurso de lo privado: el caso del
grupo HYMSA, Actas del II Encuentro de Historia de la Prensa, Universidad del
País Vasco, Bilbao; y SOPEÑA i NUALART, A., La publicitat com a font
documental per a la Història Contemporània. El Hogar y la Moda, 1913-1931.

168
Bloque 3:
Virilidad y feminidad:
más allá del género

169
2.10. El arquetipo viril y el yo consciente del saber

La cuestión que propongo debatir es: ¿es inocuo el saber académico? El título
de mi comunicación indica que mi respuesta es negativa. El saber académico
no es inocuo: influye decisivamente en quienes lo hemos asimilado y, por tanto,
también en quienes experimentan las actuaciones de quienes lo hemos
asimilado, en nuestras relaciones interpersonales, en el funcionamiento de la
vida social.
Es probable que estemos de acuerdo en esto. El desacuerdo — el debate —
empieza al indicar cada cual cómo creemos que influye esa forma de
conocimiento.
Pero antes de iniciarlo exponiendo mi postura, quiero explicar que estos
interrogantes me empezaron a asaltar no cuando era estudiante, sino en el
largo y doloroso proceso de incorporarme a la Universidad como miembro del
cuerpo profesoral: a raíz de los problemas que me planteaba la docencia, y en
relación con la elaboración de mi Tesis Doctoral y el cumplimiento de otros
requisitos indispensables — menos explícitos, pero no menos ineludibles —
para acceder a una plaza en propiedad, especialmente ante las normas que
regulan las relaciones ínter- personales en el medio universitario y según las
cuales puedes disfrutar de un menor o mayor margen de actuación, desde el
elemental derecho a la existencia.

De la vivencia académica
Creo que muchas de las que estamos aquí, no sé si todas, hemos vivido de
una forma similar, aunque con matices diversos, esta experiencia;
probablemente es esta vivencia académica lo que nos mueve a reunirnos. Por
mi parte, durante varios años demasiado dolorosos me ha asaltado una duda:
¿profesor o profesora? Primero, sin siquiera confesármela, mediante
reacciones compulsivas que me justificaba en aras del rigor académico; luego,
no pudiendo contener ya más la desazón, abiertamente y hasta con una
insistencia tan obsesiva que la única respuesta parecía ser la huida; hasta que,
acaso para conjurar tanta angustia, llegué a las conclusiones que expondré
después, quién sabe si monstruo de la sinrazón femenina.


(1988) Comunicación presentada a las VII Jornadas de Investigación Interdisciplinaria sobre
Mujer y Hombres en la formación del pensamiento Occidental, organizadas por la Universidad
Autónoma de Madrid, celebradas en Madrid, publicada en VVAA (1989), Actas de las VII
Jornadas de Investigación Interdisciplinaria: Mujeres y hombres en la formación del
pensamiento occidental. Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, Vol. I, pp. 13 – 23

170
He aquí la parte de la historia de mi investigación que resulta impertinente
académicamente: ese conjunto de vivencias con las que palpitamos día a día y
que, sin embargo, hemos tenido que aprender a reprimir y a menospreciar, a
considerar insignificante.
Ciertamente, el saber académico no es inocuo. Y no sólo porque afecta a las
relaciones interpersonales y al funcionamiento de la vida social. Estas
repercusiones no son sino resultado de que, en primera instancia, nos afecta a
quienes lo practicamos, a quienes somos profesionales de — o profesamos en
— ese saber.
Ante todo, porqué nos habitúa a acallar todo aquello que no nos permite
nombrar; culminación de ese proceso propio del aprendizaje escolar según el
cual pasamos de «razonar recordando» a «recordar razonando», a no recordar
– conscientemente - sino cuanto hemos aprendido a ordenar racionalmente.
Nos conduce a enmascarar de silencio precisamente esos aspectos de nuestra
existencia humana que más nos duelen, y también, cuánto nos hace gozar.
Nos acostumbra a ignorar — conscientemente — cuantas vivencias están en el
origen de nuestras indagaciones, de modo que ya sólo tomemos en
consideración — conscientemente — aspectos cada vez más especializados y
parcelados según la porción de espacio académico en que nos movemos área
de conocimiento, departamento, disciplina académica, especialidad, corriente
teórica, grupúsculo…).
Es precisamente esa vivencia la que me ha conducido a concluir que el saber
académico constituye un decir en contra de la capacidad de comunicación y
entendimiento humanos; que transmuta el potencial de comunicación armónica
y conocimiento, en fórmulas adecuadas a un saber orientado al dominio
expansivo; por tanto, en fórmulas comunicativas y cognitivas contra-dictorias y
anti-humanas, en la medida que justifican que unos seres humanos vivan a
expensas de otros; fórmulas impregnadas por lo que cabe definir como
voluntad de muerte fratricida. De ahí precisamente que lo vivamos tan
contradictoriamente y con tanta desazón.

Del olvido de la mujer y otros olvidos


Fue una alumna mía, un inicio de curso, la que al advertirme de que mi
programa era «tan machista como todos los de esta casa», hizo saltar mis
resistencias y me obligó a plantearme cómo había podido olvidarme de la
existencia de las mujeres — por tanto, de mi propia existencia — en el pasado
y presente de nuestra vida social; cómo había podido incurrir en semejante
olvido si, además, hacía años que yo participaba en el movimiento feminista,
incluso había publicado un libro en el que reunía unos apuntes para una
historia de la rebelión de las mujeres bajo el franquismo (1).
Y ya no pude eludir por más tiempo clarificar qué relación guardaba lo que
construía teóricamente, como profesional del saber académico, con lo que
vivía; al fin y al cabo, también en mi reflexión sobre el movimiento feminista
había buscado captar la relación entre unas formulaciones políticas que se
proclamaban revolucionarias, es decir, con voluntad de transformar la vida
social desde su raíz, y unas prácticas que negaban tales propósitos hasta
hablar con el lenguaje más conservador.

171
Así fue como, en aquellos años de transición de los setenta a los ochenta, y
ante el espectáculo de cómo quienes habíamos sido jóvenes de la generación
del 68 accedíamos a las instancias de poder en sus diversos niveles — cómo
traspasábamos decididamente el umbral de la adultez —, la conciencia de la
exclusión de la mujer del discurso académico me con dujo a relacionar la
dicotomía que nuestra cultura establece entre lo masculino / lo femenino, con
otras dicotomías que nos conducen a una conciencia escindida entre lo
personal / lo colectivo, lo privado / lo público, práctica / teoría, ética / política...
lo que vivimos y sentimos / lo que argumentamos racionalmente.
Es decir, no podía desvincular la reflexión acerca del silencio que el saber
académico ha guardado sobre la existencia de las mujeres, del desconcierto
que me producía la vida política y profesional de aquellos años: de aquella
sensación que definieron como «desencanto» quienes quedaron encantados y
encantadas con la situación que propiciaban. No podía ni quería desvincularla
ya de mi experiencia global y diversa, de esa vivencia en la que la actividad
académica y la actividad política no son sino dos parcelas concretas.
Dicho ya en términos académicos: al partir del análisis marxista de la historia,
al compartir, pues, ese desideratum de avanzar hacia una «historia total», en la
línea expuesta por Pierre Vilar y otros historiadores, y al trabajar en la
elaboración de una Historia de la Comunicación Social, necesité clarificar no
sólo el silencio que el discurso histórico guarda sobre las mujeres, sino también
la relación que existe entre la división social en clases, la división social en
sexos y otras divisiones sociales que se refieren, por ejemplo, a la raza
(etnocentrismo) y a la edad (adultez). Por tanto, atender a la articulación de las
divisiones sociales que permite que se erija un orden socia / jerarquizado,
patriarcal, que hace posible que unas minorías vivan a expensas de la mayoría
de la población. Unas minorías que no están compuestas sólo por hombres,
sino también por mujeres, y de la que en alguna medida formamos parte; no en
vano somos funcionarias y funcionarios de un Estado ubicado en esa tercera
parte de la humanidad que disfruta de «la sociedad de consumo» a expensas
de esa mayoría, de esas dos terceras partes de la humanidad que constituyen
lo que se define como «países endeudados» y no disponen de los recursos
imprescindibles para su subsistencia.
Esta me parece una cuestión central, ya que la profunda crisis del pensamiento
político, concretamente del que consideramos «progresista» o «de izquierdas»,
ha llevado, en los últimos años, a marginar cada vez más la atención prestada
a la división en clases, a silenciar progresivamente este importante aspecto de
la vida social al hablar cada vez menos del clasismo, aún cuando este aspecto
de nuestra vida social constituye la clave argumental que justifica la existencia
de esas organizaciones políticas que se autolegitiman de «izquierdas». Y esta
actitud se ha podido notar no sólo entre los y las miembros de estas
organizaciones, sino también entre un sector de mujeres que se venían
ubicando en el movimiento feminista como partidarias de la «doble militancia»,
precisamente por considerar esa doble división, en razón del sexo y de la clase
social, que afecta a nuestra sociedad.
Esta reducción del análisis feminista al sexismo o al género, expresa un
empobrecimiento de los planteamientos que se han dejado contagiar por un
pensamiento político que, ante la propia incapacidad para mejorar la vida
social, en lugar de reflexionar profunda y autocríticamente sobre las propias

172
incapacidades y condicionantes, ha optado por eludir nombrar los problemas
que no sabe resolver, como si al conjuro del silencio éstos fueran a
desaparecer, acaso porque el discurso político sólo considera existente la
realidad que es capaz de nombrar políticamente.
Ciertamente, las distintas actitudes político-feministas son el resulta do de — a
la vez que repercuten en — los análisis científico-académicos de la vida social,
y todo ello guarda relación con la adopción de determinados puntos de vista,
por tanto con la ubicación en el espacio social. Y es esta situación en el
espacio social la que conduce a adoptar determinadas formas de conocimiento
que implican determinados métodos (o itinerarios), incluso el uso de los
distintos conceptos que utilizamos para definir la vida social que estudiamos.
De ahí que al estirar del hilo de la exclusión de las mujeres del discurso
académico no podamos ni queramos ya eludir acercarnos también a la
comprensión de nuestra ubicación en la vida social y, así, a otros olvidos que
advertimos en los saberes públicos, académico y político de los que somos
profesionales, so pena de incurrir en una explicación que no resuelva otras
muchas insuficiencias cada vez más notorias, no menos sexista que la que
criticamos, aunque de signo contrario, y que, una vez más, enmascare la
desazón que nos produce la contradicción entre lo que vivimos y todo aquello
sobre lo que teorizamos aunque no conozcamos por nuestra experiencia
directa.

Del saber académico como instrumento del poder


En este marco de incertidumbres, el análisis de la exclusión de las mujeres de
los textos del discurso académico me condujo a interrogarme por el hombre
que aparece como sujeto agente de la historia, protagonista privilegiado de la
vida social según estos textos y modelo humano correspondiente al yo
consciente que los produce.
En consecuencia, mi atención fue desplazándose hacia la clarificación de quién
es ese hombre que hemos aprendido a identificar con lo humano: a realizar lo
que dí en llamar ejercicios de lectura crítica no androcéntrica. Estos ejercicios
me permitieron concluir que se trata de un modelo humano que no corresponde
a lo humano, en sentido universal, ni siquiera a un genérico identificable con los
machos de la especie humana, sino a un modelo imaginario vinculado con un
sistema de valores y consecuente universo mental, y definido (construido)
históricamente en términos racistas / clasistas / adultos / sexistas, un modelo
que se autoidentifica (que ha sido creado para la autoidentificación) con una
voluntad de dominio expansivo (podemos decir, voluntad de muerte fratricida) y
al que definí como un Arquetipo Viril. De la identificación con ese modelo como
yo consciente del saber se deriva ya no sólo el orden androcéntrico del
discurso académico, sino, además, actualmente, esa opacidad androcéntrica
que nos conduce a operar con ese sistema explicativo sin ser conscientes de
sus reglas, aunque doblegando nuestros pensamientos y nuestras palabras a
sus exigencias.
He expuesto en otras ocasiones los rasgos que caracterizan ese modelo
humano, así como el alcance que tiene en nuestras explicaciones del pasado y
del presente, y, también, la metodología de esas lecturas no-androcéntricas

173
para que quien lo desee pueda comprobar lo que planteo (2), por lo que no me
extenderé aquí en estas cuestiones.
Quiero tomar hoy como pre-texto para mi exposición textos fundamentales del
discurso feminista: esas palabras de El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir
que, si en un tiempo de nuestra vida nos proporcionaron pautas y elementos
sin los que no hubiéramos podido reivindicarnos y re-conocernos como
«iguales» a «los hombres» — como no inferiores a ellos —, sin los que ni
siquiera podría hablar hoy aquí, con el tiempo, ante las contradicciones entre
cómo vivimos y aspiramos a vivir y los círculos viciosos teóricos en que
incurrimos, en ese viaje de ida y vuelta hacia nosotras mismas, hacia mí
misma, siempre he necesitado repensar, y en los que he encontrado, una y otra
vez, material sugerente para la reflexión (3).
Simone de Beauvoir nos ayuda a des-cubrir que todo el sistema categorial
correspondiente al discurso legitimador de nuestro sistema social jerárquico se
articula a partir de una base simbólica elemental: a partir del uno que define al
otro negativamente. Pero en lugar de traspasar con su crítica ese velo
simbólico, lo asume hasta otorgarle validez universal.
Así, ya en la introducción de su obra establece que «la categoría del otro es tan
original como la conciencia misma», y que «la alteridad es una categoría
fundamental del pensamiento humano».
Ninguna colectividad se define nunca como una si no coloca
inmediatamente a lo otro enfrente de sí (...). El sujeto no se plantea si no
es bajo forma de oposición, pues pretende afirmarse como lo esencial y
constituir al otro en inesencial, en objeto.
Y elabora su reflexión a partir de esta estructura mental propia de quien
«pretende afirmarse como lo esencial», utilizando este sistema categorial
construido bajo el signo del enfrentamiento y la oposición hasta «constituir al
otro en inesencial, en objeto». En consecuencia, ya sea porque para poder
identificarse con quienes se han definido a sí mismos como uno — como yo
positivo negativizador —, no puede sino aceptar la correspondiente definición
negativa de la mujer; o bien, porque su valoración negativa de la mujer - ¿de sí
misma como hembra? - le arroja a identificarse con el yo definido
positivamente, el caso es que identifica el sistema simbólico-categorial, con «la
conciencia» y «el pensamiento humano» propios del saber viril, y somete sus
reflexiones a sus normas con tal fe, que en lugar de ponerlo en tela de juicio, lo
revaloriza y consolida.
Basta con que nos detengamos en las primeras páginas de la Segunda Parte
de la obra, dedicada a la Historia, para hallar claramente expuestos tanto los
prejuicios con los que comulga, como las consecuencias que ello tiene en la
defensa del sistema de valores propio del Arquetipo Viril.
Comienza insistiendo en que «cuando se enfrentan dos categorías humanas,
cada una quiere imponer su sabiduría a la otra». Y a continuación se plantea si
«en el período que precede al de la agricultura (...) la musculatura de la mujer y
su aparato respiratorio no estaban tan desarrollados como en el hombre».
Pregunta un tanto vana, ya que a partir de aquí, Simone de Beauvoir se dedica
a definir negativamente las posibilidades de actuación de las mujeres en
aquella época — ¿espejo sobre el que proyecta su imaginería respecto a las

174
otras mujeres? — y en términos propios de los argumentos más antifeministas
y viriles.
En todo caso, y por robustas que fuesen entonces las mujeres, las
servidumbres de la reproducción representaban para ellas una terrible
desventaja en la lucha que debían sostener contra un mundo hostil (...).
El embarazo, el parto y la menstruación disminuían su capacidad de
trabajo y las condenaban a largos períodos de impotencia; para
defenderse contra los enemigos y para asegurar su sustento y el de su
progenie necesitaban la protección de los guerreros y el producto de la
caza y la pesca, a las que se dedicaban los machos...
Esta construcción textual, en la que todas las referencias a las mujeres
aparecen en expresiones negativas («servidumbres de la reproducción»,
«terrible desventaja», «disminuían», «las condenaban», «impotencia»,
«necesitaban»), mientras que las referencias a los hombres, a los machos de la
especie humana, merecen expresiones positivas («se dedicaban»), se reitera a
lo largo de El Segundo Sexo y pone de manifiesto la valoración negativa que
nuestra capacidad reproductora merece a la filósofa.
Así, aunque a continuación del párrafo anterior la autora afirma que «la mujer
era necesaria para la perpetuación de la especie», inmediata mente añade:
Pero lo hacía con demasiada abundancia, y era el hombre quien
aseguraba el equilibrio entre la reproducción y la producción. Así, la
mujer, no tenía ni siquiera el privilegio de mantener la vida frente al
macho creador (...).
Es, pues, esta valoración negativa del potencial reproductor de la mujer,
contrapunto simbólico indispensable para definir positivamente al «macho
creador», es este sistema de valores viril, lo que Simone de Beauvoir asume. Y
para alimentar su credulidad, lo generaliza como «humano», no dejando ya
siquiera resquicio alguno a la duda. Es más, al hilo de sus argumentaciones
biologistas hilvana otros argumentos ya decididamente ideológicos, es decir,
propios de las representaciones imaginarias que asocia a las diferencias
biológicas. Los párrafos siguientes no tienen desperdicio:
(...) Hay hembras animales que logran con la maternidad una autonomía
completa: ¿por qué la mujer no ha logrado transformarla en un pedestal?
(...). La razón es que la humanidad no es una simple especie natural que
busca mantenerse como especie, pues su plan no es el estancamiento
sino que tiende a superarse.
(...) La mujer que engendraba, pues, no conocía el orgullo de la
creación, se sentía juguete pasivo de fuerzas ocultas, y el doloroso
trance del parto era un accidente inútil o inoportuno. Posteriormente se
dio mayor valor al niño. Pero de todas maneras, engendrar y criar no son
actividades, sino funciones naturales; ningún proyecto le es referido, y
por eso la mujer no encuentra en ello el motivo de una afirmación
altanera de su existencia y sufre pasivamente su destino biológico (...).
El caso del hombre es radicalmente distinto; él no alimenta a la
colectividad, a la manera de las abejas obreras, por medio de un simple
proceso vital, sino por actos que transcienden su condición animal. El

175
homo faber es un inventor desde los orígenes del tiempo (...) para
apropiarse de las riquezas del mundo se anexa al mismo mundo (...).
(...) Su actividad tiene otra dimensión, que le da su suprema dignidad,
pero a menudo es peligrosa. Si la sangre no fuese más que un alimento
no tendría mayor valor que la leche, pero el cazador no es un carnicero,
pues corre peligro en su lucha contra los animales salvajes. El guerrero
pone un juego su propia vida para aumentar el prestigio de la horda, del
clan al cual pertenece. Y de este modo prueba brillantemente que la vida
no es el valor supremo para el hombre, sino que debe servir a fines más
importantes que ella misma. Le peor maldición que pesa sobre la mujer
es estar excluida de esas expediciones guerreras: el hombre se eleva
sobre el animal al arriesgar la vida, no al darla: por eso la humanidad
acuerda superioridad al sexo que mata y no al que engendra.
¿De qué humanidad, de qué mujer y de qué hombre habla Simone de
Beauvoir? Ciertamente, de la mujer con la que ella rechaza identificarse y del
hombre con el que, aún siendo mujer, aspira a identificarse. «Tenemos aquí la
llave de todo el misterio», concluye.
Ella encuentra en su ser la confirmación de las pretensiones masculinas
(...). Su desgracia es haber sido consagrada biológicamente a repetir la
vida, cuando a sus ojos, la vida no lleva en sí sus razones de ser, y esas
razones son más importantes que la vida misma.
En definitiva, Simone de Beauvoir se identifica como mujer que reivindica «ser
reconocida como existente al mismo título que los hombres, y no someter la
existencia a la vida, el hombre a la animalidad», porque deplora que «en la
maternidad la mujer permanezca adherida a su cuerpo, como el animal». Y
sobre este telón de fondo escenifica su identificación con el hombre guerrero,
con ese hombre que autolegitima su voluntad de poder expansivo
representando simbólicamente su actuación como un «arriesgar la vida»...,
«para aumentar el prestigio de la horda, del clan», expresiones que no
desmerecerían en cualquier discurso del más puro belicismo viril.
Habla, pues, de mujeres y hombres, según son definidos en el sistema
simbólico-categorial académico producido por un yo consciente que asume el
Arquetipo Viril, pero centrando su atención — y la nuestra — en el rasgo
sexista de ese sistema de clasificación que, como ya he advertido, opera
articulado con el racismo clasista y la aduldez. Identifica el sistema de valores
propio de quienes ejercen el poder, con el predominio de los hombres, en
general, como si lo único que hiciera criticable el sistema fuera su carácter
sexista, y sin proponerse clarificar la confluencia de divisiones sociales que
apelan a diversas variables. En consecuencia, diríamos que su atención al
sexismo le sirve de excusa para justificar un travestismo viril que le permite
ligitimarse a sí misma como miembro de esa «humanidad» que «otorga
superioridad al sexo que mata y no al que engendra».
Pero, como ya he señalado al principio, todo esto se deriva de la credibilidad
que otorga al sistema simbólico-categorial propio de un discurso legitimador de
nuestro orden social jerárquico. Aunque también podríamos pensar que, a la
inversa, otorga credibilidad a este sistema de pensamiento porque se identifica
con un yo consciente que se quiere definir superior, con un yo consciente que

176
se define en la cúspide de la organización social y para ello define, en
consecuencia conceptualiza, un orden social jerárquico.

Hacia un yo consciente no-androcéntrico


El saber académico influye, pues, decisivamente en quienes, como ella, hemos
experimentado el ritual iniciático propio de quienes forman parte de las
instituciones productoras del Saber vinculado al Poder: hombres y mujeres
alfabetizadas, escolarizadas y hasta universitarias, adiestradas, por tanto, día a
día, año tras año, a pensar y re-pensarnos de acuerdo con las coordenadas
forjadas a la medida de las exigencias de la explotación y administración
pública de los recursos humanos y naturales. Por tanto, hombres y mujeres que
hemos aprendido a privilegiar esta forma de conocimiento, crédulas pues con
ese Saber — a fin de cuentas, ha sido tan duro el camino que tampoco es
cuestión de dudar ahora... —, aunque sospechemos de su validez y cada vez
más dudemos si no se halla orientado, desde su raíz, no hacia el conocimiento
comprensivo al que aspirábamos, sino a un Saber instrumento del dominio
expansivo sobre la tierra, trascendente; no hacia unas relaciones sociales de
entendimiento, sino a perpetuar las querellas provocadas por quienes se
definen superiores o superioras, qué más da. Sospechamos al fin que el
sistema simbólico-categorial tan claramente des-cubierto por Simone de
Beauvoir en El Segundo Sexo, nos fuerza a no tomar en consideración nada
más que cuanto define y de acuerdo con sus normas.
Y en este juego, la crítica no es sino un pre-texto para aventurarnos por la
autocrítica buscando a tientas ya no sólo palabras que se adecuen a expresar
lo que sentimos — al menos, que no nos fuercen a sentir jerárquicamente,
contradictoriamente, excluyentemente, con engreimiento viril —, sino
atendiendo ya también conscientemente a todas esas vivencias que se resisten
a ajustarse a los márgenes definidos por el orden que rige el uso de la palabra
pública. Vivencias al fin también de hembras a nuestros cuerpos adheridas.
Es entonces, desde una nueva perspectiva no-androcéntrica, desde un yo
consciente que se propone recuperar una visión unitaria, global y dinámica de
nuestra propia existencia, es decir, tal como lo vivimos, y al que en términos
académicos habría que definir como vital-histórica-transdiciplinar, desde donde
percibimos ya con nitidez las escisiones cognitivas que dificultan que el Saber
académico y político permitan un conocimiento comprensivo de nuestra vida
social orientado a mejorarla.
En esta tarea, quiero apuntar, para concluir, las que considero repercusiones
fundamentales del saber académico en nuestra capacidad comunicativa-
cognitiva:
a) Conduce a asumir como natural-superior una opción particular de existencia
humana que resulta ser anti-humana y contra-dictoria, esto es, que dice en
contra de la capacidad humana de comunicación y de la voluntad de
entendimiento, de ahí que la vivamos contradictoriamente, con angustia. En el
núcleo central, la orientación de Eros hacia Thanatos, que aprendimos a asumir
y racionalizar con Simone de Beauvoir. Esto implica la consideración naturalista
de la jerarquización social interna (por tanto, de las divisiones sociales) y de la

177
expansión territorial (en sus versiones bélica, política, civil, privada, lógico-
científica...).
b) Conduce también a problemas esenciales del saber académico, a
dificultades básicas que impiden que el saber académico nos permita
aproximarnos a una comprensión de nuestra existencia humana:
1) la falacia objetivista, que nos escinde en sujeto cognoscente / objeto
de conocimiento, y que nos dificulta re-conocer que el yo cognoscente que
asume el Arquetipo Viril es un modelo mito-lógico, esto es, irracional-racional
(racionalizador de una irracionalidad o contra-dicción anti-humana primordial);
2) la fragmentación del objeto de estudio (por tanto también del sujeto
cognoscente, que restringe su atención a un fragmento de la existencia
humana), propia de una voluntad de dominar cada vez más y más
minuciosamente;
3) como consecuencia, un conjunto de escisiones cognitivas que re
percuten en la dificultad de vivirnos globalmente, y que conducen a ver de
forma separatista lo vivido / lo pensado, lo personal / lo colectivo, presente /
pasado / futuro, y otras referidas a las distintas especializaciones del saber.
Por tanto, en esta tarea de recuperar un yo consciente no-androcéntrico, que
no relegue al silencio lo que vivimos y aspiramos a vivir, y que tampoco nos
conduzca al travestismo viril, que nos proporcione una visión unitaria, global y
dinámica de nuestra propia existencia, para comprender lo que vivimos
contradictoriamente, resulta imprescindible resolver éstas escisiones
cognitivas.

Notas
(1) Moreno Sardà, A. (1977), Mujeres en lucha. El movimiento feminista en
España, Barcelona, Anagrama.
(2) Moreno Sarda, A. (1986), El Arquetipo Viril, protagonista de la historia.
Ejercicios de lectura no-androcéntrica, Barcelona, LaSal. Y (1988) La Otra
Política de Aristóteles. Cultura de masas y divulgación del Arquetipo viril,
Barcelona, Icaria.
(3) Ediciones Siglo XX, Buenos Aires, 1968, 2 vols.

178
2.11. La subjetividad oculta de la objetividad o la esquizofrenia
académica

Al pensar estos días en lo que 7me propongo explicaros esta tarde, y en que
muchas de las asistentes seguramente os encontráis en plena batalla con
vuestra Tesis Doctoral, he recordado una mañana luminosa y cálida, poco
después de haber leído yo la mía, hace ya ocho años, en la que me dirigía a
los comedores de la Universidad en Bellaterra, y de pronto noté las plantas de
mis pies como no recordaba desde hacía tiempo. Aquel cosquilleo que subía
por mis piernas en contacto con la tierra me hacía constatar en mi propio
cuerpo la validez de la sospecha - o hipótesis - que había des-cubierto y me
había propuesto explicar en mi Tesis, pero que, a medida que me había
sumergido en su elaboración durante tres largos años, había tenido que reducir
a abstracciones pertinentes académicamente hasta hacerla irreconocible, hasta
casi olvidar todo su alcance. Algo que los griegos expresaron simbólica mente,
de forma clara, hace más de dos mil años, pero que hoy no re-conocemos con
tanta nitidez: que a semejanza de Zeus, varón que engendra de su cerebro sin
intervención de mujer a una virgen que nace armada y es la madre de los
ciudadanos de Atenas, así el logos es alumbrado desde un cerebro que dice en
contra de - o contra-dice - lo que la gente conocemos por nuestra experiencia
vital: que la humanidad nace de mujer fruto de confusiones eróticas entre
mujeres y hombres. De este primer decir en contra de una evidencia vital
parecen derivar las restantes contradicciones en que nos atrapa esa
racionalidad científica a la que atribuimos una capacidad para conocer y
mejorar el mundo en que vivimos que no corresponde con los resultados que
da.
De cómo llegué a estas conclusiones, a partir de qué problemas vividos, de qué
pre-supuestos teóricos y de qué soluciones adoptadas, y de las repercusiones
que puede tener en nuestras tareas académicas y en nuestras vidas, es de lo
que quiero hablar esta tarde para poder compartir todos esos matices que
conectan las teorías con las vivencias y que a menudo he tenido que disimular
en mi vida académica (1).


Planteé por primera vez el problema de la subjetividad oculta de la objetividad y la
esquizofrenia académica, en un artículo publicado con el mismo título en 1989, en la revista
HISTORIA Y FUENTE ORAL, nº 2. Posteriormente, lo abordé de nuevo en el Ciclo Subjetivitats
de Dones, organizado por el Centre d’Investigació Històrica de la Dona, de la Universidad de
Barcelona, el 2-VI-1992, publicado en 1993 en DUODA, Revista d’Estudis Feministes núm. 4,
p. 15-29; y pocos días después, en una conferencia que pronuncié en el II Encuentro
Interdisciplinar de Estudios de la Mujer en Andalucía, celebrado en Málaga los días 25-27-VI de
1992, y se publicó en LÓPEZ BELTRÁN, Mª T. (coord.) (1994), Las mujeres en Andalucía,
Actas del II Encuentro Interdisciplinar de Estudios de la Mujer en Andalucía, Tomo IV. Este es
el texto que aparece en estas páginas.

179
Primeros síntomas de esquizofrenia y primeras pistas:
Si entendemos por esquizofrenia no tanto lo que nos dicen las definiciones
médicas en sentido estricto, sino esa otra acepción más común que nos habla
de disociaciones y escisiones entre lo que vivimos y nuestros pensamientos,
mis primeros síntomas agudos se remontan a aquellos años, allá por la década
de los setenta, en los que, para poder introducirme en el mundo profesional y
político, tenía que comportarme como periodista primero y luego como
profesora de la Universidad, hablar científicamente, políticamente, entrelazar
racionalmente los argumentos feministas...
Al principio la experiencia resultaba atractiva y convincente, al fin y al cabo me
estaba convirtiendo en la mujer emancipada que tanto tiempo había soñado,
rechazando la feminidad que me habían impuesto. Pero a medida que
transcurrió la década, las cada vez más numerosas exigencias profesionales y
políticas - en aquel ambiente en el que el compañerismo antifranquista fue
reemplazado por la más despiadada competitividad, y las actividades públicas
se multiplicaban y empezaban a ofrecer las primeras compensaciones del
ejercicio del poder -, arrebataban cada vez más tiempo a mi vida doméstica,
que había cambiado decisivamente desde que había nacido mi hija; y ambas
facetas empezaron a entrar en conflicto: de tal a tal hora era la periodista que
iba a esta rueda de prensa o aquella entrevista o la profesora que explicaba lo
que tocaba en aquella clase o la feminista comprometida políticamente que
acudía a una reunión o participaba en una mesa redonda o daba una
conferencia o escribía un artículo, siempre con una agenda tan apretada que
solventaba sus necesidades cotidianas cuando podía, arrancando algún rato de
aquí o allí, durmiendo menos, sin apenas un momento de descanso.
De la mezcla de cansancio personal y estupor ante las ambiciones y conflictos
en que degeneraban los mejores propósitos que habíamos defendido desde la
izquierda, y ante un feminismo que engrosaba sus filas con conversas que
instauraban nuevas secciones femeninas en los partidos, las instituciones y los
departamentos universitarios, surgió una profunda desazón que ahondaba
cada vez más el abismo entre aquella que ya no tenía tiempo de saber quien
era, y los diversos personajes que a lo largo del día me tocaba representar.
Porque no advertía sólo en los demás la distancia infinita entre teorías y
prácticas: tropezaba con ella en mi propia vida, cada vez que abría la agenda y
me buscaba tras los distintos personajes que encarnaba, en sus apremios, sus
acciones, sus exigencias, sus palabras tajantes, sus gestos rotundos...
Sin embargo, alumna aplicada y respetuosa con las enseñanzas de mis
profesores, aunque siempre reflexiva sobre cuanto aprendía, no puse en tela
de juicio de forma decisiva el pensamiento racional y científico hasta que,
estando encargada de impartir una Historia del Periodismo en la Facultad de
Ciencias de la Información de la Universidad Autónoma de Barcelona, me
propuse ampliar el campo para poder explicar el proceso histórico de
implantación de la cultura de masas, que es lo mismo que decir las
transformaciones históricas contemporáneas desde la óptica de la
comunicación social.
El hecho de que una alumna me recriminara un día que “mi programa era tan
machista como todos los de esta casa” no pude desvincularlo, pues, de otras

180
cuestiones, como el papel de lo que entonces definía como “aparatos
ideológicos” en la perpetuación del orden social vigente, o la relación existente
entre las distintas divisiones sociales que afectan al sexo, la clase, la raza y la
edad, con los estereotipos de comportamiento que reproducen los medios de
comunicación de masas, o las diferencias y semejanzas entre la racionalidad
del discurso académico y la sentimentalidad alimentada por el sensacionalismo
de los productos más genuinos de la cultura de masas... Y así fui
adentrándome en las raíces de esas contradicciones entre lo que decimos y lo
que hacemos según dónde y cuándo actuamos, más allá y más acá de las
exigencias académicas, hasta poder comprender por qué me afectaban tanto.
Mi preocupación por un feminismo que no se redujera a la problemática de a
mujer, sino abierto a las relaciones con la organización global de nuestra vida
social, favoreció también que, en lugar de tratar de suplir mi olvido y mi
ignorancia con estudios específicos sobre las mujeres, me preguntara por ese
hombre del que hablan los textos académicos y del que había estado hablando
yo hasta entonces, convencida de que me incluía: ese hombre que aparece
como protagonista de la historia y constituye la noción de lo humano en torno a
la que se articulan los textos académicos y políticos. Y al leerlos atentamente
tratando de aclararlo, empecé a notar con cuánta frecuencia presentaban como
consustancial a lo humano una voluntad de ir más allá en el espacio y el tiempo
que en definitiva implica considerar natural el dominio de unos seres humanos
sobre otros e incluso los conflictos fratricidas, aunque, eso sí, siempre
enmascarado y justificado corno fines superiores a alcanzar. Constaté también
que ese era el sistema de valores que rige el comportamiento público, que
alimenta la competitividad y agresividad necesaria para situarse profesional y
políticamente, y que yo había aprendido a poner en práctica más de lo que me
confesaba. Pero, así mismo, me di cuenta de que mis relaciones
interpersonales funcionaban mejor y eran más gratificantes cuando no
respondían a ese sistema de valores, sino que se movían por la aspiración al
entendimiento armónico conmigo y con mi entorno natural y humano, actitud
con frecuencia distorsionada precisamente porque las reglas de juego de la
vida pública, agazapadas entre mis pánicos afectivos y mis argumentos
racionales, me orientaban a adoptar decisiones acordes con aquel sistema de
valores.
Así fue como di en realizar lo que después llamé ejercicios de lectura crítica no-
androcéntrica (2), con una expresión que afirma la opción de valorar
positivamente y considerar significativo todo aquello que había aprendido a
negar y silenciar. Porque fue la decisión de introducir en mis reflexiones
académicas el conocimiento obtenido gracias a esas vivencias armónicas, y la
experiencia de la maternidad como manifestación explícita de esa erótica vital,
lo que me ayudó a constatar que la noción de lo humano habitual en los textos
más diversos del discurso lógico-científico - ese concepto de hombre a partir
del cual articulamos nuestra racionalidad - implica valorar como superior todo
cuanto se orienta hacia la voluntad de dominar el mundo; y que ésta valoración
nos incita a menospreciar como inferior y caótico, a violentar y ahogar, nuestra
aspiración al entendimiento gratuito. Y cuanto más apoyaba mis reflexiones en
actitudes de entendimiento, cuanto más alimentaba en mi práctica vital esta
tendencia y la consideraba significativa para la explicación de nuestra
existencia humana, más insistentemente encontraba esa voluntad de dominio

181
como pre-supuesto que viciaba las reflexiones académicas, políticas e
informativas, empezando por mis propias argumentaciones habituales, y más
me afianzaba en la sospecha de que esa era la clave de todas nuestras
contradicciones.
No obstante, al tener que destinar horas y horas a elaborar estas reflexiones de
forma que fueran aceptadas como Tesis Doctoral, y a buscar argumentos para
afirmar mi sospecha y argumentarla frente a otros - para demostrarla y no
simplemente para mostrarla -, no sólo adaptaba mi discurso a las reglas del
combate científico, sino que yo misma, aún consciente del juego contradictorio
que hacía, dedicaba cada vez menos tiempo a las relaciones interpersonales
más gozosas y relegaba, así, al olvido lo más gratificante de mis indagaciones:
esa vivencia de cuerpo entero enraizado en la tierra que recobré aquella
mañana, recién terminada mi Tesis Doctoral.

La subjetividad oculta de la objetividad


Ciertamente, si leemos atentamente textos diversos que se usan en las aulas,
llevando la crítica hasta la autocrítica de nuestros propios hábitos de
pensamiento, y analizamos de qué seres humanos y de qué actuaciones nos
hablan y cómo, a quiénes y qué se valora positiva o negativamente o se
excluye mencionar, podemos notar que el repertorio que puebla estos textos es
mucho más restringido de lo que hemos aprendido a creer. No hablan de los
diversos seres humanos, ni tampoco de todos los hombres, sino sólo de
aquellos varones adultos de las clases y los países dominantes que ocupan las
cúspides de las instituciones públicas del poder o el saber, mientras que
aquellas otras criaturas mujeres y hombres que no se ajustan a este patrón son
valoradas negativamente, menospreciadas y hasta marginadas al silencio.
Este predominio viril está relacionado con una atención preferente hacia los
personajes y actuaciones propios de los escenarios públicos, así como con el
grado de abstracción de los textos. Porque, bajo la presunción gramatical de
que los masculinos pueden referirse al con junto de mujeres y hombres, se
identifica como concepto de lo humano cuanto en sentido estricto sólo puede
atribuirse al universo mental y al sistema de valores de esos actores públicos
que actúan al ritmo de la voluntad de dominar el mundo. Es decir: se identifica
como natural-superior lo que es propio de esos hombres y hoy también mujeres
que, tras el largo y doloroso ritual iniciático escolar, hemos asumido hasta
encarnarlo ese modelo de comportamiento viril para poder acceder a los
escenarios públicos. Porque al identificar ese modelo viril como si del modelo
humano se tratara, éste actúa como un yo ideal, como patrón de nuestro
pensamiento racional que rige nuestros actos, como yo consciente al que
atribuimos un conocimiento objetivo que, sin embargo, bloquea todos aquellos
otros pensamientos nuestros que hemos aprendido a rechazar al inconsciente
como irracionales.
Esta valoración positiva de este modelo humano particular, que podemos
definir como un arquetipo viril (3), y su tratamiento como si de lo humano se
tratara, se apoya en la utilización ambigua de otros conceptos fundamentales
(civilización, política, economía, cultura, religión...), así como en el orden
valorativo-textual propio de la racionalidad, en “el orden del discurso”, en
términos de Foucault (4). Y con estos ingredientes se construyen textos en los

182
que se consideran superiores aquellas formas de comportamiento y aquellas
actitudes orientadas por esa voluntad de dominar el mundo, a la vez que se
menosprecian aquellas otras actuaciones y actitudes que no se ajustan a
semejantes propósitos. De modo que aprendemos a creer que sólo si
adecuamos nuestro comportamiento personal y colectivo de acuerdo con este
sistema de valores nos convertimos en agentes de la vida social y
protagonistas de la Historia, de lo contrario diríase que simplemente la
padecemos.
He aquí la subjetividad que se oculta tras la máscara de la objetividad de la
racionalidad científica y política.

El sustrato mítico de la racionalidad


La realización de estas lecturas nos acerca, poco a poco, desde lo que los
textos valoran positivamente hasta lo que valoran negativamente incluso
marginan al silencio. Y a medida que rastreamos esas negaciones,
empezamos a ampliar nuestro campo comprensivo hasta des-cubrir que lo que
hemos aprendido a valorar positivamente no es más que una de las
manifestaciones de la existencia humana: una manifestación que - a pesar de
lo que hemos aprendido a creer – cabe considerar anti-humana, ya que define
como superior la voluntad de unos seres humanos de dominar a otros, para lo
cual necesita calificar como inferiores aquellas actuaciones humanas que no
responden a semejantes propósitos.
De este modo vamos pasando de una lectura lineal a otra de carácter
simbólico, jugando con las relaciones que propone el texto buscando las
asociaciones y condensaciones de imágenes que suscita, hasta des-velar las
articulaciones profundas de su sistema de valoraciones positivas que niegan y
de negaciones que permiten afirmar. Y así advertimos que, bajo la linealidad
argumental de esta racionalidad que exalta la prepotencia viril (racista, clasista,
adulta y sexista), subyace una estructura simbólica profunda que articula
negaciones / afirmaciones, un universo simbólico complejo y coherente en el
que una valoración positiva sugiere su inversa valoración negativa y viceversa:
un sistema de valoraciones no explicitado que nos conduce a relacionar in-
conscientemente lo que argumentamos con lo que sentimos y cómo lo
sentimos...
Nos encontramos, pues, ante un sustrato de pensamiento que podemos
considerar de carácter simbólico-religioso, sacral, ya que nos incita a adecuar
lo que sentimos según su dictamen de lo que no debe/lo que debe ser; ese
sustrato simbólico que linda con profundos pánicos y conecta con esa angustia
que retumba en nuestro cuerpo hasta persuadirnos de que debemos ajustar
nuestro comportamiento de acuerdo con lo definido como superior; en
consecuencia nos disuade de que podamos vivir de otras formas so pena de
incurrir en el amenazante caos, e incluso nos convence de que cuanto
hacemos en el tratar de vivir humano de cada día que no se orienta a proyectos
de dominio expansivo, que no pretende imponer ninguna superioridad, sólo es
digno de ser valorado negativamente o silenciado por pudor.
En definitiva, las lecturas críticas no-androcéntricas nos permiten percibir las
argumentaciones racionales como un sistema simbólico que al justificar

183
pormenorizadamente dónde, cuando, cómo, por qué y para qué debe ser... lo
que hemos aprendido a creer que debe ser, se engarzan con ese otro sistema
mítico-religioso de acuerdo con el cual hemos aprendido a ajustar lo que
sentimos a la medida de lo que define simbólicamente que no debe ser / debe
ser. Y es así como estas argumentaciones racionales, al forzarnos a
menospreciar y acallar todo aquello que no nos permiten nombrar, refuerzan
los pánicos sagrados que bloquean inconscientemente nuestro cuerpo hasta
impedirnos reconsiderar si cuanto hemos aprendido a creer que no debe ser, a
valorar negativamente y excluir de nuestros pensamientos, contiene
posibilidades de existencia humana más humanas de las que hoy vivimos y
valoramos...
Por eso, cuando intentamos encontrar alternativas a esta racionalidad sin
salirnos de su propia lógica, o reemplazar el rigor de la razón por el no menor
rigor del pensamiento religioso, a menudo naufragamos en los mismos
dogmas. Porque es inútil hacer ver que lo irracional no existe o no nos afecta y
ahogar nuestros pánicos: sólo perdemos el miedo a algo cuando percibimos al
fin la desproporción entre sus dimensiones tangibles y las que imaginariamente
le otorgábamos. Por tanto, si el aprendizaje de esta mito-logía consigue
escindimos entre lo que sentimos y lo que hemos aprendido a argumentar que
debe ser, y bloquear nuestros gestos hasta restringir nuestra capacidad de
sentir e imaginar otras posibilidades de existencia..., su desaprendizaje
requiere nuevas prácticas que re-vitalicen nuestros cuerpos hasta poder al fin
re-conocer la vida y re-conocernos a flor de piel.

La humanidad nace de mujer


Esta es la falacia que vicia muchos textos que propugnan transformaciones
sociales, incluidos buena parte de textos feminista.
Una relectura crítica no-androcéntrica de El Segundo Sexo de Simone De
Beauvoir (5) - esa obra que un día me había ayudado a reconocerme igual que
los hombres, es decir, no inferior a ellos - me permitió comprender hasta qué
punto aquellas mujeres que hemos pasado el ritual iniciático escolar hemos
asumido también ese arquetipo viril como yo consciente, y cómo nos afecta,
qué repercusiones tiene en nuestra conciencia de mujeres:
La peor maldición que pesa sobre la mujer - concluye la autora - es estar
excluida de esas expediciones guerreras: el hombre se eleva sobre el
animal al arriesgar la vida, no al darla; por eso la humanidad acuerda
superioridad al sexo que mata y no al que engendra.
¿De qué hombre, de qué mujer, de qué humanidad habla la filósofa? De la
mujer con la que rechaza identificarse y de ese hombre con el que aún siendo
mujer se identifica, de esa «humanidad» que «otorga superioridad al sexo que
mata, y no al que engendra», expresión que no desmerecería en cualquier
discurso del más puro belicismo viril. Y es que reivindica
ser reconocida como existente al mismo título que los hombres, y no
someter la existencia a la vida, el hombre a la animalidad», porque
deplora que «en la maternidad la mujer permanezca adherida a su
cuerpo como el animal.

184
Lo que asume y propugna Simone de Beauvoir es, pues, esta valoración
negativa del potencial reproductor de la mujer y hasta la propia carnalidad,
contrapunto simbólico indispensable para definir positiva mente a ese «macho
creador».
Y, para alimentar su credulidad, no duda en afirmar que
la categoría del otro es tan original como la conciencia misma,
y que
la alteridad es una categoría fundamental del pensamiento humano.
Ninguna colectividad se define nunca como una si no coloca
inmediatamente al otro enfrente de sí... El sujeto no se plantea si no es
bajo forma de oposición, pues pretende afirmarse como lo esencial y
constituir al otro en inesencial, en objeto.
Aunque también podemos pensar que, a la inversa, otorga credibilidad a este
sistema simbólico que la atrapa entre la afirmación que niega y la negación
pronunciada para poder afirmar, porque asume ese yo consciente que se
pretende superior al otro para poder legitimarse como miembro del centro de la
organización social, hasta el punto de generalizarlo como humano; para no
dejar ya resquicio alguno a la duda.
Pero ya no podía yo compartir su sistema de valores. Porque, aunque mi
experiencia en el foro público me habían familiarizado con él, mis relaciones
personales y especialmente mi maternidad me suministraban otras pistas,
vivencias al fin también de hembra a mi cuerpo adherida. Y al leer y releer los
textos académicos replicaba satisfecha: la humanidad nace de mujer. Sin que
me tentara siquiera el juego de invertir los términos, desde los pálpitos de mi
cuerpo entreabierto.
Nacida de mujer. He aquí la clave que me proporcionó un día Adrienne Rich
(6). Y en El no de las niñas, de Marthe Moia (7) encontré rastros de formas de
existencia humana que aceptaban re-conocerse nacidas de mujer sin que
ningún dogma enturbiara esta evidencia. Y me descubrí celebrando con ellas
mi tránsito de licenciado a mujer que reflexiona sobre nuestro mundo.
En verdad, nuestro conocimiento vivencial nos dice que nacemos de entrañas
maternas... Pero hemos aprendido a re-conocernos descendientes de varón, a
creer que la cultura humana es producto viril. Y lo peor no es que los textos
proclamen que en el principio fue el Padre, Zeus, Yahve... el Cazador... Lo peor
es que de este modo aprendemos a creer que la voluntad de unos seres
humanos de dominar a otros es natural, consustancial a la existencia humana.
Más aún: esta creencia alimenta el menosprecio por nuestra capacidad y
aspiración humana al entendimiento gratuito, al identificarla como inferior.
No se trata, pues, de un simple travestismo sexista. En la medida en que, como
explica VIGOTSKY, al acceder a la adultez pasamos de «razonar recordando»
a «recordar razonando» (8), esto es, a no recordar ya conscientemente nada
más que lo que hemos aprendido a ordenar racionalmente, asumir el dogma
conceptual del arquetipo viril implica asumir el sistema de valores y el universo
mental propio de esos seres humanos que pretenden dominar a otros; ese
sistema simbólico mito-lógico que traduce nuestra capacidad de entendimiento
en fórmulas propias de quienes se consideran con derecho a dominar el

185
mundo; implica pues adoptar su punto de vista hasta reaccionar gestual y
verbalmente, emocional y racionalmente, de acuerdo con semejantes
propósitos.
Pero el antídoto no es patrimonio de las mujeres, ni está en la maternidad, sin
más matices, al menos no en aquella feminidad y aquella maternidad que me
había angustiado hasta rechazarla e impulsarme a buscar una forma distinta de
ser mujer; porque siempre he sospechado que bajo unos ademanes sumisos y
serviles, aparentemente ingenuos, esconde su complicidad con la prepotencia
viril: que aunque los hombres y las mujeres adultos representan papeles
antagónicos, suelen apoyarse mutuamente y reforzarse frente a las criaturas o
frente a los seres humanos de otras clases, de otros pueblos. Y la vivencia de
la maternidad, ya como madre, me permitía constatar hasta qué punto este
papel está impregnado también de fantasmas animados por la voluntad de
dominio. ¡Cuántas veces me sorprendía a mi misma enarbolando las mismas
amenazas que tanto pánico me habían infundido en la infancia! ¡Y qué
sutilmente se agazapa este modelo de mujer temerosa de que le desborde su
carnalidad, jerárquica y posesiva, etnocéntrica, clasista y adulta, en muchos de
los textos feministas! (9).
No hay que olvidar que, en nuestra cultura, el modelo positivo de mujer está
simbolizado en una madre-virgen que, en palabras de San Agustín (10), no
procrea hijos de la carne, sino hijos de la promesa. Una hembra que se afirma
negándose a identificarse con esas otras a las que califica de cualquiera y que
asume esa maternidad virginal (que suele ser además hipócrita), paradoja
imaginaria y contra-dictoria de nuestros impulsos eróticos, para distinguir entre
hijos legítimos e ilegítimos, entre herederos y desheredados.
No en vano, el tabú del incesto, que bloquea la tendencia a la comunicación y
con-fusión carnal, es el gran cancerbero del sistema jerárquico capaz de
transmutar las relaciones de tú a tú en relaciones adecuadas a los objetivos
posesivos, jerárquicos y expansivos. Y, sin una madre que imponga a sus
criaturas carne de su carne unas distancias jerárquicas y les enseñe a
sacrificar lo que les agrada sentir porque no debe ser, difícilmente
aceptaríamos sacrificar nuestra capacidad erótico-vital y nuestra tendencia al
entendimiento en aras de esa voluntad de dominar el mundo simbolizada como
lo que debe ser, conceptualizada como lo que es: por tanto, a duras penas nos
doblegaríamos a esa ley del padre que dictamina minuciosamente dónde,
cuándo, cómo, por qué y para qué debemos actuar según lo que debe ser.
La asimilación en la primera infancia y en el ámbito familiar y privado de una
sentimentalidad posesiva y jerárquica, aparece como requisito imprescindible
para asumir esa racionalidad adulta que ordena nuestro pensamiento
consciente y rige la vida pública, política y mercantil. Y el sistema patriarcal, tal
como se manifiesta en nuestra cultura, ha simbolizado uno y otro sustrato de
pensamiento en torno a una madre y un padre cuya alianza matrimonial se
orienta a perpetuar el orden patrimonial, fundamento del dominio etnocéntrico y
clasista de la patria, del mundo.
Por eso, al llegar a este punto los fantasmas se multiplican y abren sin piedad
las heridas de nuestra infancia que más nos escuecen. Porque aquí topamos
con los sentimientos que nos hemos habituado a asfixiar, con toda la
irracionalidad en la que se fundamenta nuestra racionalidad y que hemos

186
aprendido a ahogar: con esa sacralidad que al retumbar en nuestras entrañas
conmueve nuestra afectividad primaria hasta provocarnos tanta angustia que
reaccionamos sin querer inmolando nuestros impulsos en aras de lo que debe
ser. No en vano, los dogmas asumidos desde la infancia se anclan en lo más
hondo de nuestra conciencia vivencial. Son difícilmente cuestionables. Porque
la dogmática impide dudar de las creencias que impone: se impone como
sistema de creencias. Y ponerla en crisis e intentar desaprenderla implica
arriesgarnos a prescindir de ortopedias con las que nos hemos habituado a
vivir…, aunque se hayan convertido en hechuras asfixiantes.
Quizás en esto consiste la adultez: en reaccionar al son de los pánicos que
mecieron nuestra infancia.., haciendo ver que no nos afectan, como si ya no
nos doliera doblegarnos a sus exigencias y colaborar en la reproducción
generacional de las injusticias de nuestra sociedad.

Reconciliarnos con las criaturas que en el fondo somos


No se trata, pues, de refugiarse en el reducto privado de la feminidad o en la
máscara de la virilidad adultas. No basta con tratar de suplir con
investigaciones específicas sobre las mujeres o “el género” la ignorancia y el
silencio del saber académico, porque podemos desembocar en un discurso
impregnado por el mismo sistema de valores posesivo, jerárquico y expansivo,
racista, clasista y adulto aunque con cara de mujer.
Hay que abandonarse a esas situaciones en las que, sin saber cómo,
permitimos que alguna criatura nos haga desistir de nuestras actitudes
prepotentes y nos ejercitamos mil veces en desaprender papeles hasta
desvanecer nuestro miedo al ridículo, para resucitar así nuestra conciencia de
que mujeres y hombres no somos más que criaturas nacidas de la confusión
erótica de otras criaturas, y reconciliarnos con nuestro yo erótico-vital y su
visión del mundo. Hay que alimentar las actitudes humanas más solidarias y
generosas, más amistosas y cálidas, tangibles y carnales, para podernos vivir
como esas criaturas que en el fondo somos, ya sin temor a reconocernos y
confundirnos a ras de piel (11).

Notas
(1) Quiero agradecer a Lola G. LUNA su amabilidad por invitarme a participar
en el programa de doctorado que ha dirigido en la Universidad de Barcelona
sobre Dones: gènere i poder, que me ha permitido compartir y debatir todas
estas cuestiones con Isabel ALONSO DAVILA, Ana María ALONSO GUILERA,
Maribel ARAYA SOSA, Angels CANDELA GARCIA, María Teresa CRESPO
ANTON, Núria ESCUDE MASSIP, Elena GARCIA ESCUDERO, Ana Maria
JIMENEZ MUÑOZ, Elena LAURENZI y Elizabeth URIBE PINILLOS.
(2) Ver MORENO SARDA, A., El Arquetipo Viril protagonista de la Historia.
Ejercicios de lectura no androcéntrica. LaSal, Barcelona, 1986.
(3) Sobre las repercusiones que tiene esta noción de lo humano en el
pensamiento académico, y la opacidad con que se presenta hoy, ver MORENO
SARDA, A., La otra “Política” de Aristóteles. Cultura de masas y divulgación del
Arquetipo Viril, Icaria, Barcelona, 1988.

187
(4) Ver especialmente FOUCAULT, M., El orden del discurso y Arqueología del
saber, aunque su actitud no está exenta de prejuicios androcéntricos que le
hacen caer en el determinismo.
(5) DE BEAUVOIR, S., El segundo sexo, Ediciones Siglo XX, Buenos Aires,
1968, 2 vols.
(6) RICH, A., Nacida de mujer. La crisis de la maternidad como institución y
como experiencia, Noguer, Barcelona, 1978.
(7) MOIA, M., El no de las niñas. Feminario antropológico, LaSal, Barcelona,
1981.
(8) Citado por LURIA, A. R., en Los procesos cognitivos. Análisis sociohistórico,
Fontanella, Barcelona, 1980.
(9) Un ejemplo de cómo puede asumirse este modelo de mujer adulta,
etnocéntrica y clasista, desde posiciones feministas críticas con el propio
feminismo, puede verse en la obra del colectivo de la librería de Milán, No
creas tener derechos, publicado en castellano en los Cuadernos Inacabados de
la Editorial Horas y Horas, Madrid, 1991.
(10) SAN AGUSTIN, La Ciudad de Dios.
(11) Este planteamiento, puede encontrarse más desarrollado en MORENO
SARDA, A., Pensar la historia a ras de piel, Ediciones de la Tempestad,
Barcelona, 1991.

188
2.12. Violencia, virilidad y feminidad

Una de las manifestaciones más habituales de la violencia ejercida por unos


seres humanos sobre otros, podemos decir, de la violencia anti-humana, es la
violencia contra las mujeres.
Denunciada públicamente en los últimos años por el movimiento feminista, la
violencia contra las mujeres se ha manifestado a lo largo del tiempo no sólo
dentro de los espacios domésticos; también se ha manifestado, y quizás con
más contundencia, fuera de estos espacios. Recordemos los tratos
habitualmente brutales de los ejércitos contra las mujeres de los pueblos
conquistados, y los tratamientos desconsiderados y a menudo crueles contra
las prostitutas, estas mujeres cuyas relaciones con los hombres no están
reguladas por un contrato matrimonial sino por acuerdos mercantiles más o
menos ocasionales.
Podemos decir, pues, que la violencia contra las mujeres tiene lugar en tres
ámbitos sociales que se pueden reducir a dos grandes demarcaciones:
- en espacios externos al grupo, pero que el grupo se propone conquistar, en
relación con las mujeres de otros colectivos, como una manifestación de un
significado simbólico especial de someterlos;
- y en el seno de un colectivo dentro del cual se dan, a la vez, diferencias
internas según que las relaciones entre las mujeres y los hombres estén
reguladas o no por un contrato matrimonial, un colectivo en el que está
marcada, pues, una diferencia entre las mujeres consideradas legítimas o
ilegítimas.
Primera observación: existen diferencias entre las mujeres. El colectivo de
mujeres no es homogéneo, por tanto, no podemos hablar de las mujeres en
general, todavía menos de la mujer. Si examinamos el conjunto de la sociedad,
podemos decir que el colectivo de mujeres se encuentra afectado por un
sistema de clasificación social según, en primer lugar, pertenezcan al grupo
dominante o a los grupos sobre los que éste quiere ejercer su dominio; y,
además, según delimitaciones internas que tienen que ver con relaciones
reguladas por el contrato matrimonial, o que se sitúan al margen de este
contrato.


Este texto fue presentado en catalán en la III Universitat d’Estiu de la Dona, en junio de 1995,
organizada por el Institut Català de la Dona de la Generalitat de Catalunya. Posteriormente lo
traduje al castellano para incorporarlo al libro editado por C. SEGURA. G. NIELFA (eds.), Entre
la marginación y el desarrollo: Mujeres y hombres en la historia. Homenaje a María Carmen
García Nieto, Madrid. Ediciones del Orto, 1996.

189
Segunda observación: estas diferencias entre las mujeres tienen que ver con
su papel como reproductoras del grupo, mejor aún, con el diferente estatus
atribuido a las criaturas que han de engendrar. Sirve para distinguir entre los
hijos legítimos y «los otros», los hijos ilegítimos, distinción que permite
diferenciar a la vez entre herederos y des-heredados. Este es el objetivo del
contrato matrimonial: garantizar que sólo disfruten de los bienes acumulados
por los miembros de un colectivo, por el conjunto de hombres y mujeres,
aquellas criaturas consideradas descendientes legítimos, herederos; garantizar
también, en consecuencia, que el resto de mujeres, hombres y criaturas
queden excluidas del disfrute de estos bienes.
Estas dos observaciones nos conducen a una primera conclusión: la
violencia anti-humana ejercida contra las mujeres (y podemos añadir ya, y
contra las criaturas, y contra mujeres, hombres y criaturas de otros grupos) ha
de examinarse en el marco de un sistema de relaciones sociales
impregnado por una actividad violenta, anti-humana, que afecta a las
diferentes posibilidades de disfrutar o no de los bienes necesarios para la
supervivencia, ya desde el nacimiento.
Volveremos más adelante sobre este planteamiento.
Ahora vamos a enfocar el problema desde un ángulo diferente del que se
enfoca habitualmente para examinarlo en todas sus dimensiones. Porque
considero que uno de los errores más habituales, cuando se trata de la
violencia contra las mujeres, consiste en centrar la atención en el colectivo
receptor de las acciones violentas, cuando el problema fundamental no son las
víctimas sino, en todo caso, los sujetos activos de estas acciones anti-
humanas, digamos por ahora los hombres que ejercen la violencia contra las
mujeres.
Ellos son, en todo caso, los responsables sociales de este problema. Y sólo
tomándolos en consideración podemos abordar esta problemática desde una
perspectiva amplia en la que podamos analizar el conjunto de las relaciones
sociales conflictivas entre los diferentes colectivos de mujeres y hombres de
diversas condiciones sociales, mujeres y hombres que mantienen relaciones
violentas entre sí que se traducen en un sistema de clasificación complejo, en
el cual el sexo se articula con otros aspectos como la edad y el origen social.

Violencia y virilidad
Cuando desplazamos nuestro punto de vista de las víctimas a los sujetos
activos, cambia completamente nuestra perspectiva, se clarifica y se enriquece
el panorama.
Ante todo nos damos cuenta de que la visión habitual, que nos conduce a
centrar la atención en las mujeres como víctimas que sufren se diría que
pasivamente, no es nada clara si la contrastamos con la imagen
correspondiente de los hombres como verdugos que disfrutan de su actividad
violenta y que son plenamente responsables de lo que hacen. Porque los
comportamientos de las personas, en la realidad, no están tan definidos como
los modelos que los orientan. Ni unas son tan pasivas ni los otros tan activos, ni
unas son tan inocentes ni los otros tan culpables. Si fuera así, hoy no
estaríamos aquí buscando soluciones. Además, estos comportamientos no se

190
producen por igual entre todas las mujeres y todos los hombres, ni tampoco se
han dado siempre, ni de la misma forma.
Este enfoque habitual resulta, pues, además de ahistórico, demasiado
victimista y simplificador de lo que nos sucede a las mujeres que no somos, por
definición, tan pasivas e irresponsables, y a los hombres, que tampoco son, por
definición, tan brutales, conscientes y responsables.
Además, nos conduce a atribuir cierta naturalidad a los comportamientos de
unas y otros, a pesar de que los planteamientos feministas coinciden en poner
de relieve que los comportamientos diferenciados en razón de sexo tienen que
ver con modelos de comportamiento culturales, esto es, construidos
históricamente y asimilados por cada persona a lo largo de su particular
historia, por eso no se habla hoy de sexismo sino de «modelos de género».
Por el contrario, si centramos la atención también en la relación entre violencia
y virilidad, podemos llevar a sus últimas consecuencias este planteamiento
sobre los «modelos de género»: considerar no sólo el modelo femenino, sino
también el viril, y examinarlos en su dualidad antagónica a la vez que
complementaria, en el marco más amplio del conjunto de relaciones sociales.
También podemos abordar así mejor esta problemática, empezando por lo que
constituye su raíz, su fundamento: la estrecha vinculación que nuestra cultura y
otras establecen entre violencia antihumana y virilidad.
Ciertamente, la violencia antihumana es un ingrediente consustancial al modelo
viril tradicional. El aprendizaje de la virilidad requiere aprender un
comportamiento violento, interiorizar actitudes y gestos antihumanos a la vez
que pensamientos que lo justifiquen, expresiones de prepotencia hacia otros
seres humanos.
Pero este aprendizaje tiene dos vertientes: una hacia fuera, hacia los otros
seres humanos, la más visible; y otra hacia adentro, que afecta a las personas
y a los colectivos que la practican, ya que sólo se puede ejercer la violencia
hacia los otros sin conmoverse si se aplica a uno mismo, si se auto-ejerce la
violencia, si nos autoviolentamos. Dicho de otra manera: para poder asumir
esta capacidad de actuación antihumana es imprescindible ejercerla, ante todo,
contra una o uno mismo, contra el propio colectivo y las relaciones en el seno
de ese colectivo.
La prueba más clara de que este comportamiento viril no es natural,
consustancial a los machos de la especie humana, sino que exige un largo
periodo de duro aprendizaje, es la existencia del ejército con todas sus normas.
«Irás a la mili y te harás hombre», se les dice a los jóvenes para que deseen
incorporarse a la disciplina del ejército. Esto quiere decir que «los hombres»,
en este sentido fuerte, no nacen, sino que se hacen — y afortunada mente
también pueden «des-hacerse» —, y que el ejército es la institución social
creadora de «hombres» por excelencia, una de las instituciones sociales
encargadas de la reproducción generacional del comportamiento viril en su
esencia.
El papel del ejército como institución transmisora de la virilidad, como espacio
en el que las criaturas masculinas asimilan el comportamiento violento propio
de la virilidad, clarifica cuál es el objetivo principal del ejercicio de esta violencia
antihumana: el predominio del colectivo del que forma parte este ejército

191
respecto a otros colectivos. Por eso existe una relación tan estrecha entre
violencia antihumana, virilidad y racismo.
La violación de las mujeres de los pueblos conquistados por parte de los
ejércitos de los pueblos que se autoconsideran con derecho a dominar a otros
pueblos, constituye la manifestación más nítida de esta relación: lo vemos en la
guerra de los Balcanes pero también otras muchas veces, en cada guerra.
Pero ¿por qué esta actividad racista culmina cuando se ejerce en contra de las
mujeres? Yo creo que para comprender esta vinculación hay que tener en
cuenta algo que señalábamos antes: que el comportamiento violento
antihumano tiene dos vertientes. Y para poder manifestarse hacia afuera ha de
haberse ejercido en el seno del colectivo social que ejerce esta actividad: sobre
cada individuo y el conjunto de individuos que constituyen el ejército.
Esta es la razón por la cual los colectivos que han practicado históricamente la
conquista de otros colectivos se han jerarquizado internamente, podemos decir,
se han autoviolentado, construyendo modelos de comportamiento contra-
puestos en función del sexo y de la edad, esto es, definiendo relaciones
antagónicas entre mujeres y hombres adultos, y entre este colectivo adulto y
las criaturas no adultas: modelos antagónicos a la vez que complementarios,
ya que el objetivo final de este sistema de relaciones antagónicas, aquello que
hace que los antagonismos sean compensados con complicidades, es el
predominio de todo el conjunto sobre otros colectivos.
Esta es también la razón por la cual el aprendizaje de la virilidad y de la
feminidad es también aprendizaje del comportamiento adulto: la asimilación de
estos modelos por parte de los hombres y las mujeres implica autorrepresión
de aquellos comportamientos y valores identificados socialmente como
femeninos (por parte de los hombres), viriles (por parte de las mujeres) e
infantiles (por parte de unos y otras). Y cuando más intensa y dolorosa es esta
autonegación, más intensa y brutal será también la reacción contra aquellos
seres humanos a los que se considera representantes de los correspondientes
modelos contrapuestos, aquellos que con su comportamiento e incluso por el
simple hecho de existir ponen de manifiesto las posibilidades de estos
comportamientos autorreprimidos, autonegados.
Esto es lo que sucede con las actitudes y movimientos fundamentalistas, ya se
justifiquen apelando al Judaísmo - en nombre del cual se realizan hoy prácticas
que se criticaron a los nazis -, al Cristianismo - cuya jerarquía vinculada a
Roma es más reacia que la militar a incorporar a las mujeres -, al Islam - el
único fundamentalismo que cuestionamos para eludir el que nos afecta -, o a
cualquiera otra expresión mítica, como los discursos nacionalistas: creen que la
supervivencia del colectivo y su predominio respecto a otros depende de esta
pieza fundamental, del colectivo viril por excelencia representado en su
jerarquía religiosa, de la virilidad de los machos del grupo cuya pervivencia
depende también de que se perpetúen los modelos femeninos tradicionales.
Entonces, ¿por qué nos preocupamos tanto de las consecuencias de la
violencia viril que afectan a las mujeres o las criaturas, y olvidamos que la raíz
del problema no se encuentra en las víctimas, sino en los modelos
correspondientes a los sujetos agentes de la violencia? ¿No tendríamos que
denunciar la existencia, en nuestra sociedad, de actividades antihumanas que,

192
además de orientarse hacia los otros, afectan ante todo a los seres humanos
que las ponen en práctica?
Sospecho que esta falta de crítica a la virilidad (a pesar de que cada día oímos
más críticas al ejército e incluso al modelo viril) tiene que ver con una visión del
mundo etnocéntrica que nos conduce no sólo a justificar el dominio de unos
pueblos sobre otros - de nuestro pueblo sobre otros -, sino también a eludir
considerar que los bienes, la riqueza de la que disfrutamos, así como los
conflictos sociales externos e internos por la distribución de esta riqueza,
guarda relación con esta actividad antihumana hacia aquellos colectivos que
han sido desposeídos de sus bienes.
Sospecho que esta es la razón, también, por la que nos preocupa más la
violencia contra las mujeres en el seno de nuestro colectivo, que la violencia
contra las criaturas, mujeres y hombres de otros colectivos a expensas de los
cuales se alimenta nuestro bienestar, nuestro confort, y que preferimos
lamentarnos de la pobreza y eludir enfrentarnos con la ilegitimidad de la
acumulación de riqueza y el despilfarro.
Al fin y al cabo, mujeres y hombres que disfrutamos de los bienes acumulados
mediante la expoliación de otros colectivos, nos debatimos cotidianamente en
una red de relaciones antagónicas a la vez que complementarias, relaciones de
complicidad a pesar de que en otras ocasiones nos hallemos en situaciones
contrapuestas impregnadas de mayores o menores dosis de violencia.
Quizás por ello hablamos más de la violencia entre mujeres y hombres adultos,
que de la que unas y otros, como miembros del colectivo adulto, ejercemos
sobre unas criaturas que queremos aprendan unos modelos que nosotros
hemos aprendido a autoimponernos con dolor.
Esta puede ser la razón también por la que, desde cierto feminismo, se pone el
acento sobre “la violencia de género” y el sufrimiento de las mujeres sin matizar
que éste es muy distinto según las posibilidades de disponer o no de bienes
para sobre vivir y vivir con dignidad. Porque una mirada más crítica sobre el
conjunto de las relaciones sociales nos conduciría no sólo a revisar el modelo
viril que transmitimos a las criaturas, sino también nuestro papel femenino,
nuestras responsabilidades como cómplices del mantenimiento de estas
relaciones, nuestra tarea como reproductoras de varones y hoy también de
mujeres herederas, y aliadas suyas en la reproducción del grupo.
Esto nos lleva a revisar, a continuación, la relación entre violencia y feminidad
desde una perspectiva menos victimista: desde la consideración de que las
mujeres somos tan activas y responsables del funcionamiento social como los
hombres o, si se quiere, tan víctimas y tan pasivas de este funcionamiento
social como pueden serlo también ellos.

Violencia y feminidad
Si el ejercicio de la violencia aparece claramente como un ingrediente
consubstancial a la virilidad, lo que caracteriza el modelo femenino es la
capacidad de compensar en el seno del propio colectivo las tensiones
derivadas de esta actividad antihumana, de ahí que la feminidad esté
contaminada también por esta violencia que afecta a la vida de aquellos

193
colectivos cuya vida se basa en el dominio de otros pueblos. Precisamente
porque la violencia contra los otros requiere practicarla, en primer lugar, contra
el propio colectivo, asumirla personalmente y en las relaciones interpersonales,
es imprescindible generar mecanismos de compensación que eviten la
autodestrucción del grupo.
Por eso, el modelo femenino tradicional es la otra cara del modelo viril, y
ambos sólo pueden entenderse en su dualidad antagónica a la vez que
complementaria. Por eso la feminidad es cómplice de la virilidad y tiene
también manifestaciones violentas aunque se exprese con formas más sutiles.
La diferencia fundamental está en que mientras el modelo viril se caracteriza
por el ejercicio de la violencia hacia afuera, contra los otros pueblos o los otros
grupos sociales antagónicos, el modelo femenino garantiza esta actividad hacia
adentro, lo que implica equilibrar las tensiones internas que genera, perpetuar
el sistema a base de compensar los antagonismos internos.
La institución que garantiza este juego de antagonismos complementarios es el
matrimonio. Los papeles de la madre y del padre son antagónicos a la vez que
complementarios, y ambos garantizan la reproducción generacional de las
criaturas que han de convertirse en madres y padres: es decir, no la
reproducción de hijos «naturales», sino la reproducción de hijos e hijas
«legítimos», herederos y herederas de los patrimonios vinculados mediante
alianzas matrimoniales, Esta es la tarea específica de las madres: garantizar la
distinción entre estos hijos «legítimos» y «los otros», los hijos de «las otras»,
garantizar la reproducción de los varones y de las aliadas de estos varones
para la reproducción del grupo.
De estas madres depende la educación afectiva primaria de las criaturas que
habrán de convertirse en madres y padres. A las madres legítimas les
corresponde la tarea de inculcar a las criaturas, en su memoria afectiva
primaria, las reglas elementales de estas relaciones anti-humanas,
antagónicas, aunque procurando que les resulten soportables.
Y es este juego contradictorio, esta tensión profunda, la que se pone de
manifiesto en el acto que simboliza la violencia contra las mujeres: la violación.
Si la madre impone al hijo carne de su carne, la distancia que éste tiene que
aprender a mantener respecto a las mujeres de su colectivo (recordemos la
simbología madre-virgen), el hijo da salida a las tensiones que le genera esta
norma estableciendo contacto de forma violenta con las mujeres de los pueblos
que conquista o con «las otras» mujeres, con las prostitutas.
Por ello, la violación contra las mujeres del propio colectivo, o las relaciones
violentas también contra las criaturas del propio colectivo, el prototipo de las
cuales es la violación de las hijas por parte de los padres, resulta
especialmente condenable.
Pero también por ello, creo, sólo podremos solucionar estos conflictos si los
situamos en el marco del conjunto de los conflictos sociales: si reducimos los
antagonismos diversos que afectan actualmente al conjunto del colectivo
humano. Ello requiere elaborar no sólo nuevos modelos viriles y femeninos,
sino ante todo, una forma de organización social en la que se reconozca que
todos los seres humanos tenemos derecho a obtener los bienes necesarios

194
para una vida digna: que el saqueo de los recursos naturales y la acumulación
de riqueza por parte de unas minorías es ilegítima.

195
3.
ALTERNATIVAS
EX-CÉNTRICAS,
PLURALES,
Y COOPERATIVAS

196
3.1 En torno a la comprensión histórica de la cultura de masas

1: El orden androcéntrico del saber académico

1.1 Saber académico y cultura de masas


La hipótesis que me propongo exponer en este artículo es que algunos de los
problemas básicos con que tropezamos en el estudio de la cultura de masas se
derivan de las relaciones entre el marco comprensivo en el que realizamos
nuestro estudio - la Universidad - y el fenómeno social que nos proponemos
comprender - las instituciones, los medios y los productos de comunicación de
masas e información -. Más concretamente, de las distintas reglas que pautan
la elaboración del discurso académico, y la producción de los medios de
comunicación de masas.
Establecer este punto de partida, aunque sea como hipótesis cuya validez
habrá que probar, me parece importante entre otras razones porque resulta
difícil captarlo, debido a que la valoración hegemónica que se otorga al saber
lógico-científico (que le otorgamos especialmente quienes somos profesionales
de — o profesamos en — ese saber), suele conducirnos a atribuirle tal
fiabilidad, que tendemos a adecuar los fenómenos sociales que queremos
comprender a sus pautas, antes que a servirnos de él en la medida en que
podemos adecuarlo a lo que queremos explicar. De ahí que nos dediquemos a
examinar, valorar y formalizar la cultura de masas, sin considerar siquiera la
posibilidad de realizar también el camino a la inversa, esto es, aproximarnos al
saber académico interrogándole desde la cultura de masas: analizar qué nos
aporta, pero también qué trabas nos pone para comprender estas formas
culturales tan características de nuestro tiempo.
En consecuencia, las relaciones entre saber académico y cultura de masas se
hallan viciadas. Ante todo, porque el espacio en el que realizamos nuestro
estudio impone una valoración jerárquica según la cual, a la vez que se
autootorga la prerrogativa de veracidad, reduce el fenómeno de la cultura de
masas a mero objeto de estudio. Frente a este postulado, implícito de una
forma u otra en la mayoría de estudios, considero que la cultura de masas
interpela al saber lógico-científico y le exige redefinirse y adecuarse a las
nuevas condiciones históricas. De hecho, en los textos en que se expresan las


Este artículo se publicó en dos partes en la revista Anàlisi. La primera, en el nº 12, de 1989, p.
81-91. La segunda, a pesar de que se escribió al mismo tiempo que la primera, apareció
mucho tiempo después, en el nº 14, de 1992, p. 9-31. En esta edición, para evitar
redundancias, he suprimido algunos párrafos del final de la primera parte y de la introducción
de la segunda parte.

197
tendencias menos dogmáticas del saber académico, podemos advertir esta
incidencia: desde la aplicación de la informática a distintas ramas y tareas,
hasta el interés por lo simbólico y la vida cotidiana, y la utilización de los
medios audiovisuales en la docencia y la investigación.
La adecuación de la forma de conocimiento al fenómeno estudiado es siempre
imprescindible, pero especialmente en este caso en que nos encontramos ante
dos sistemas institucionales — dos «mediums» — de comunicación y
conocimiento, con características propias, algunas comunes pero otras
diferentes y en ocasiones incluso en conflicto; en cualquier caso relacionadas
con las diferentes condiciones históricas en las que han surgido y se han
implantado. Ciertamente, tanto el saber académico como la cultura de masas
son productos de dos sistemas institucionales que se ocupan de construir
explicaciones sobre la existencia humana; dos sistemas institucionales que,
mediante determinados utillajes (materiales y simbólicos), rigen y reglamentan
la producción y distribución social de conocimiento, tanto internamente (es
decir, entre los profesionales de cada uno de ellos), como también hacia los
restantes miembros del colectivo social, y según normas propias relacionadas
con sus respectivas características. Dos sistemas institucionales que, a la vez
que validan o legitiman ciertas actuaciones sociales, reciben también distintos
grados de legitimación como enunciadores de verdad y definidores de lo real.
En consecuencia, inducen a confundir lo que sucede (la realidad vivida) con lo
que explican acerca de lo que sucede... para que suceda así (realidad
simbolizada, conceptual e informativa, para orientar la acción). En definitiva,
pues, dos sistemas productores de saber e investidos, en alguna medida, de
poder.
El tratamiento que merece la cultura de masas por parte del saber académico
recuerda en muchos aspectos al que, desde ese mismo saber, suele merecer
el pensamiento mítico-religioso. En lugar de una actitud igualitaria hacia
distintos sistemas explicativos, fruto de condiciones históricas distintas, y cada
uno con peculiares procedimientos de codificación, se emiten juicios valorativos
que ponen de manifiesto la voluntad de autolegitimación de quien habla. Por
ejemplo, desde el punto de vista de los profesionales del saber lógico-científico
suele hablarse del «paso del mito al logos». Esta expresión sitúa al
pensamiento mítico-religioso en una época pretérita a la que se valora como
inferior, lo que impide considerar que ambas formas de pensamiento coexistan
en la actualidad, y no porque afecten a personas distintas por su nivel cultural:
coexisten en cada persona y en la vida colectiva. Al mismo tiempo, este pre-
juicio, que podemos definir como logocéntrico, a la vez que otorga veracidad —
o credibilidad — al saber académico, dificulta que nos adentremos en un
examen comprensivo de lo que caracteriza a cada uno de estos sistemas
explicativos y, así, que nos planteemos si acaso el pensamiento mítico subyace
y fundamenta el pensamiento lógico-científico, menos aún si éste no es sino la
racionalización del pensamiento mítico-religioso.
Con pre-juicios similares se suele analizar, valorar y formalizar la cultura de
masas desde el saber académico. De ahí que se preste atención preferente a
los productos que resultan más homologables (por ejemplo, la prensa definida
«de información general» y que, en realidad, se ocupa de la información
política y económica, cuyos protagonistas coinciden con los privilegiados por el
saber académico), y se menosprecien otros que, como la publicidad comercial

198
o la radio, se ajustan menos a los esquemas valorativos logocéntricos,
alfabéticos e icónicos.
En fin, si el estudio académico de la cultura de masas considerase la
posibilidad de autocuestionarse qué aporta o qué trabas impone a la
comprensión de estas formas culturales tan características de nuestro tiempo,
probablemente rompería la barrera decisiva que impide una comprensión
satisfactoria.
Por tanto, podemos establecer — aunque sea como hipótesis de partida a
validar — que nos hallamos ante distintos sistemas institucionales de
producción y distribución social de conocimientos, cada uno de ellos con
peculiares formas de seleccionar y tratar los datos, y cuyas características
habrá que clarificar.
En la primera parte de este artículo expondré, mediante algunos ejemplos, los
rasgos comunes y diferenciales entre ambos sistemas, a fin de apuntar nuevas
líneas de investigación, de las que me ocuparé en la segunda parte.

1.2 Menosprecio de la cultura de masas en los textos académicos de


historia contemporánea
Si examinamos el tratamiento que los medios de comunicación de masas e
información, y la cultura de masas en general merecen en los textos del
discurso histórico académico, podremos concluir fácilmente con el profesor
Timoteo Álvarez que
«La historiografía contemporánea encierra una fundamental carencia,
pues ha interpretado y diseccionado la sociedad, sobre todo la
contemporánea, a partir de múltiples variables o vías de penetración —
desde la política a la sociología, la biografía, la economía, la religión, la
psicología incluso —, pero se ha olvidado de una, tal vez decisiva, sobre
todo para el siglo XX: la información. Es realmente difícil comprender
cómo ha podido explicarse la primera guerra mundial, la ascensión y el
triunfo del nazismo, los éxitos y fracasos del bolchevismo, la guerra fría,
etc., sin la más mínima referencia a la información ni a los medios ni a la
propaganda. Siendo así, parece necesaria una completa reinterpretación
de toda la edad contemporánea desde esta perspectiva, incluyendo
como valor fijo la variable información-comunicación-propaganda» (1)
Esta redefinición de nuestra historia contemporánea resulta todavía más
imprescindible si aceptamos el reto de considerar toda actividad humana como
actividad comunicativa / informativa, atendiendo a las aportaciones de la teoría
matemática de la información (2).
Este olvido de un fenómeno tan omnipresente pone en manifiesto el
menosprecio que la cultura de masas merece entre los especialistas en historia
contemporánea. Es cierto que con frecuencia han utilizado la prensa política
como fuente para sus indagaciones sobre una historia que se presenta como
general pero que suele privilegiar las actuaciones político-económicas; y es
cierto también que podemos advertir loables excepciones (3).

199
No obstante, estos trabajos no acaban de repercutir de forma decisiva en esa
visión que tenemos de nuestro tiempo y que hemos asimilado por medio de los
programas y textos académicos, en los distintos niveles.
Pero no es éste el único olvido del discurso histórico académico, ni el único
problema que nos plantea; existen otros muchos aspectos de nuestra vida
social marginados o, en caso de ser atendidos, tratados insuficiente o
tendenciosamente. E incluso podemos hallar dificultades similares en relación
con fenómenos de la vida social a los que el discurso histórico académico
presta atención preferente, es decir, referidos a la vida política.
Así, el conflictivo proceso histórico de ampliación del derecho de voto — uno de
los indicios más significativos del desarrollo de la democracia de masas, por
tanto, de la implantación de la cultura de masas —, suele ser tratado
deficientemente; y no sólo porque con excesiva frecuencia se confunde la
extensión del derecho de voto a los hombres adultos blancos con el «sufragio
universal», y se elude considerar en términos similares el reconocimiento del
mismo derecho a colectivos sociales que fueron excluidos en razón de la raza,
el sexo o la edad, sino también porque rara vez se relaciona esta ampliación
del cuerpo político (podemos decir, de los miembros que integran el centro
hegemónico o espacio desde el que se reglamenta la vida social) con la
expansión territorial (es decir, con el dominio etnocéntrico). Este tratamiento
puede advertirse también en obras de derecho constitucional, sociología, etc.
Esta visión parcial y partidista es indicativa tanto de los aspectos de la vida
social que el discurso histórico privilegia como significativos, cómo de los que
margina como insignificantes: presta atención a lo que afecta no al conjunto de
población implicada, sino a una parte; y, además, al identificar la extensión del
sufragio a los varones adultos con el «sufragio universal», confunde la parte
con el todo, induce a identificar lo particular como universal y genérico.
Por el contrario, la comprensión del proceso de implantación histórica de la
cultura de masas nos exige ampliar esta perspectiva y situarnos del lado de
quienes son excluidas y excluidos del discurso histórico académico; y no sólo
porque las mujeres nos sentimos afectadas, sino porque los productos más
genuinos de la cultura de masas se refieren y se dirigen precisamente a esas
actividades de mujeres y hombres que suelen ser menospreciadas e ignoradas
en los textos sobre la historia contemporánea. En los medios de comunicación
de masas, las actuaciones públicas de los que rigen las instituciones políticas y
económicas constituyen el objeto central de esa prensa que se autoproclama
de «información general» y que los historiadores suelen utilizar como fuente.
Pero además, los más genuinos productos de la comunicación de masas
atienden también, y con especial dedicación, a las actuaciones que se
producen en los espacios privados y hasta íntimos de estos y otros muchos
personajes, mujeres y hombres de distintas condiciones, incluidos los que se
ubican en las márgenes de esa vida social correspondiente al centro
hegemónico, desde la publicidad hasta los folletines, los crímenes, la prensa
del corazón, las películas más diversas, las telenovelas, los concursos
radiofónicos o televisivos, etc.
Un ejemplo más. Podemos encontrarnos con textos del discurso histórico
académico en los que se explica el pasado y el presente de Estados Unidos sin
que se mencione a los indios, como si la conquista del Oeste se hubiera

200
producido en tierra de nadie (se habla incluso de «tierras vírgenes»), mientras
que el cine ofrece un amplio repertorio de películas en las que aparecen las
huellas del genocidio (no entro ahora en el tratamiento del tema). El silencio
que el discurso histórico suele guardar sobre lo privado bloquea nuestra
comprensión histórica tanto de estos productos difundidos por los medios de
comunicación de masas, como del proceso histórico que en ellos se expresa, y
en el que los conflictos derivados de la apropiación patrimonial de «tierras
vírgenes» aparece en la base de «la conquista del Oeste» y el avance de la
frontera estadounidense... hasta nuestros días.
Estos ejemplos nos permiten advertir que la escasa consideración que los
medios de comunicación de masas merecen en los textos de historia
contemporánea guarda relación con el punto de vista desde el que se
construye ese discurso académico: la «mirada del historiador» es más
restringida que la que corresponde a quienes producen la cultura de masas.
Estas observaciones me han conducido a concluir que el hombre que aparece
como sujeto cognoscente, objeto de conocimiento y protagonista del discurso
histórico académico, no puede identificarse con cualquier ser humano, en
sentido genérico y universal, sino tan sólo con un conjunto de varones adultos
que, para legitimarse en el centro hegemónico desde el que se reglamenta la
vida social, se autodefinen de raza superior y, por tanto, con derecho (como
decía Aristóteles) no sólo a vivir, sino a vivir bien, esto es, a vivir a expensas de
otras mujeres y de otros hombres a quienes, en consecuencia, definen
negativamente. Se trata más bien de un conjunto de seres humanos que
asumen este modelo de comportamiento que puede definirse como un
arquetipo viril, y que habría sido construido históricamente, precisamente para
que lo encarnasen quienes forman parte del centro hegemónico. De este sujeto
cognoscente se derivaría lo que podemos calificar como el orden androcéntrico
del discurso académico, orden que regula lo que se valora como significativo /
insignificante y, así, lo que se incluye / excluye, y lo que se valora positiva /
negativamente, expresión del universo mental y el sistema de valores
correspondientes a esa posición social (4).
Sin embargo, en los diversos medios y productos de la cultura de masas
encontramos un repertorio mucho más amplio y diverso: la «mirada
publicitaria», la «mirada informativa»..., el punto de vista correspondiente a los
y las profesionales de la cultura de masas abarca una mayor y más variada
cantidad de gente en una gama más diversa de actividades y expresiones que
nos remiten a un sistema de codificación no sólo alfabético — como en el caso
del saber académico —, sino también audiovisual (5).
De ahí que la comprensión del proceso histórico de implantación de la cultura
de masas exija romper y ampliar los esquemas a que nos ha habituado el
estudio del discurso histórico académico: asumir con claridad y cuestionar ese
punto de vista androcéntrico desde el que se construye y con el que nos hemos
acostumbrado a enfocar la realidad social, y procurar adoptar nuevas
perspectivas que cabe definir como no-androcéntricas.
Pero además, el conocimiento del carácter histórico de la cultura de masas es
imprescindible para llegar a resolver otros diversos problemas que surgen en
las investigaciones sobre el funcionamiento actual de la cultura de masas.
Ante todo, la visión fragmentaria del fenómeno, según la parcelación que cada

201
disciplina opera sobre la realidad social, y que conduce a que se plantee, cada
vez con más insistencia, la necesidad de investigaciones pluri y
transdisciplinares. Y al mismo tiempo, la visión ahistórica que hace posible esa
parcelación, esa consideración troceada y estática de la vida social, visión
ahistórica que favorece no asumir explícitamente la perspectiva histórica de
que se parte, esa perspectiva valorada institucionalmente como válida pero de
escasa validez para esa comprensión global y dinámica de la cultura de masas
que necesitamos.
Esto es lo que propongo examinar a continuación: los problemas que surgen en
las investigaciones sobre el funcionamiento actual de la cultura de masas se
derivan de ese orden androcéntrico del saber académico, que condiciona
nuestra comprensión del fenómeno y, así, la visión que tenemos de su
funcionamiento actual. Estos problemas exigen, por tanto, una nueva
aproximación histórica al proceso de implantación de la cultura de masas, al
mismo tiempo que el conocimiento histórico de la cultura de masas sólo tiene
sentido en la medida en que nos permita comprender el presente.

1.3. Menosprecio y lastre del discurso histórico androcéntrico en las


investigaciones sobre la cultura de masas
En el apartado anterior hemos examinado el menosprecio de los historiadores
hacia un fenómeno tan decisivo desde hace ya más de un siglo, y actualmente
tan omnipresente, y hemos identificado esta actitud como propia de un yo
cognoscente que privilegia las actuaciones de las elites político-económicas, y
que asume el punto de vista, el sistema de valores y el universo mental propios
de lo que hemos definido como un arquetipo viril.
Veremos ahora que este menosprecio coincide con la no mayor atención que
los estudiosos de la cultura de masas acostumbran a prestar al proceso
histórico en el que se ha desarrollado este fenómeno. Y que ambas posturas, a
la vez que se derivan de una visión desquiciada entre pasado y presente (como
si de realidades antagónicas o excluyentes se tratara, como si el pasado no
perviviera en un presente tan dinámico y efímero que incesantemente traspasa
porciones de futuro hacia el pasado, como si las explicaciones del presente no
fundamentasen sus argumentos, aunque sea implícitamente, en pre-supuestos
históricos), confluyen en esa visión fragmentaria y ahistórica que impide
comprender nuestra vida social en su globalidad dinámica.
Nos encontramos ante el conflicto entre la historia y las restantes ciencias
sociales, surgido precisamente a la par que la cultura de masas, en parte
debido al desarrollo de una sociología que cada vez ha dado más la espalda al
pasado y se ha centrado en fragmentos concretos del presente. Ciertamente,
de este defecto no hay que responsabilizar sólo a los estudiosos del presente:
para salir de la actual crisis de credibilidad de la historia es imprescindible que
los historiadores nos propongamos, decididamente, abandonar pre-supuestos
ya obsoletos y clarificar los interrogantes que el presente plantea, de modo que
nuestras aportaciones puedan interesar y repercutir en quienes se especializan
en el estudio de un presente tan diverso y cambiante.
Examinemos algunas de las consecuencias que el menosprecio por la
comprensión histórica tiene en las investigaciones sobre cultura de masas.

202
Para ejemplificar lo que quiero decir, tomaré como pre-texto una obra de amplia
y merecida aceptación, Teorías de la comunicación de masas, de M. de Fleur y
S. Ball-Rokeach (6). Se trata de uno de los pocos textos en que se considera
necesario atender al proceso histórico en el que se ha configurado la cultura de
masas y que, sin embargo, no logra superar las trabas que el orden
androcéntrico del discurso histórico impone.
El texto está organizado en una primera parte, dedicada a la historia de los
medios de comunicación de masas en Estados Unidos, y una segunda parte,
que se ocupa de las teorías desarrolladas en torno a la comunicación de
masas. Notemos ya que esta forma de organizar el texto, lejos de ser peculiar
de De Fleur y S. Ball-Rokeach, responde a esos parámetros fundamentales
que organizan el discurso de las ciencias sociales y nos conducen a la escisión
entre pasado y presente. Pero podemos notar también otros vicios, en los que
autor y autora procuran no incurrir pero que, sin embargo, afectan a su
explicación.
Así, si bien explicitan que prestan atención preferente a Estados Unidos,
restringen su atención al mundo anglosajón y en especial a Estados Unidos,
hasta el punto de que en ocasiones obligan al traductor a añadir notas
complementarias elementales. No obstante, el lastre del etnocentrismo se
manifiesta con más claridad en el constante eludir esa dinámica expansiva
consustancial a las sociedades que han asumido la cultura fraguada por la
cristiandad europea occidental, consustancial, pues, al pasado y presente de
Estados Unidos, consustancial también al desarrollo de unos medios de
comunicación de masas orientados hacia un dominio amplio, hoy transnacional.
Por ejemplo, a propósito de W. R. Hearst no aparece la más mínima referencia
a su papel en la guerra de Cuba, tema clásico de cualquier historia del
periodismo; las agencias informativas, primera manifestación de los tentáculos
transnacionales, son hasta tal punto minimizadas que sólo merecen una
atención muy breve (7); cuando se habla de que los medios de comunicación
de masas responden a las necesidades de un crecimiento del cuerpo social,
nada se dice de las razones de este crecimiento, como si éste fuera ajeno a las
decisiones humanas, y, así, se dice que
«muchas personas vieron la necesidad de conseguir sistemas de
comunicación más veloces y que pudieran alcanzar a públicos más
amplios» (8),
que
«los Estados Unidos eran una sociedad en marcha» en la que «la gente
acababa de instalarse en una frontera del país cuando se abría otra más
allá» (9),
y que
«la expansión de las necesidades de la comunicación» y «la necesidad
humana de un medio de comunicación rápido, a través de grandes
distancias, aumentó sin pausa a medida que la sociedad se hizo más
compleja» (10).

Pero no se analiza a qué obedecen estas «necesidades humanas» que llevan


a la «lucha por vencer la distancia y el tiempo», como si se tratase de un
destino natural, congénito a la especie humana, ineludible: como si tales

203
tendencias expansivas no correspondieran a esas particulares opciones de
comportamiento humano que podemos identificar propias de un arquetipo viril.

En consecuencia, no se indica tampoco la relación entre la expansión territorial,


el incremento de la población y la mayor complejidad de la vida social. Por
tanto, tampoco se apunta que pueda existir relación alguna entre esa
expansión y un incremento de información que exigiría un proceso de
economía simbólica, clave en la que puede entenderse la progresiva
informatización de la sociedad. Finalmente, si bien resulta del mayor interés la
atención que De Fleur y S. Ball-Rokeach prestan a cómo se han financiado los
distintos medios de comunicación de masas en Estados Unidos, y, por tanto, al
papel de la publicidad comercial en el desarrollo de estos medios, esta
actividad central de la cultura de masas aparece insuficientemente tratada, a la
vez que este menosprecio nos remite a las insuficiencias de un análisis
histórico que no permite la articulación entre lo privado (espacio sobre el que la
publicidad incide con especial énfasis) y lo público.
En definitiva, De Fleur y S. Ball-Rokeach, a la hora de examinar históricamente
la implantación de la cultura de masas, privilegian las instituciones y los medios
de comunicación públicos (prensa, cine, radio y televisión, nuevas tecnologías),
al igual que hemos advertido en el discurso histórico académico. Y esta
privilegiación de lo público coincide con una visión etnocéntrica que bloquea
nuestra comprensión acerca de los propósitos expansivos de la cristiandad
europea occidental, marco en el que se inscribe el proceso histórico de
implantación de la cultura de masas y, así, ese doble carácter masivo (es decir,
sistematizador de numerosas y diversificadas actuaciones) y de alcance
transnacional de la cultura de masas (11).
Estos problemas, que se advierten en la explicación histórica que elaboran De
Fleur y S. Ball-Rokeach, afectan a la reflexión teórica que formulan en la
segunda parte de su obra, con rasgos que podemos encontrar en numerosos
textos sobre la cultura de masas, aunque con frecuencia resulta más difícil
percibirlos precisamente porque evitan explicitar la visión histórica de que parte
su análisis del presente.
Así, la misma ordenación de esta segunda parte por capítulos separa lo
personal (capítulo 6: «La naturaleza y consecuencias de la comunicación
humana») de lo colectivo (capítulos 7 a 12), que en buena medida se restringe
al papel de esas instituciones y medios de comunicación públicos cuya
implantación histórica han examinado en la primera parte.
En definitiva, a pesar de que nos encontramos ante un trabajo del mayor
interés, porque, a diferencia de la mayoría de los autores que teorizan sobre la
cultura de masas, De Fleur y S. Ball-Rokeach se preocupan de examinar el
carácter histórico del fenómeno que analizan, y no olvidan (como también es
habitual) que «la comunicación de masas depende de los principios básicos de
la comunicación interpersonal» (12) (eslabón imprescindible para engarzar lo
privado y lo público); a pesar de todo, estas escisiones epistemológicas entre
pasado / presente y entre lo personal / lo colectivo, propias del discurso
académico androcéntrico, repercuten en la estructura del texto que, en
definitiva, pone de manifiesto las dificultades para engarzar los distintos

204
fragmentos, con la fluidez con que pasado y presente operan en nuestras
existencias personal / colectivas, orientando nuestras expectativas de futuro.
Podemos concluir, pues, que estas escisiones epistemológicas conducen, así,
a una primera parte, en la que se realiza una aproximación histórica viciada por
una mirada andro-público-céntrica y una segunda parte condicionada por esta
perspectiva histórica, y en la que no se consigue articular pasado / presente /
futuro personal / colectivo, tal como se da en nuestra existencia cotidiana.

1.4. Algunas conclusiones


Hasta aquí, hemos visto que existen unos desajustes entre las explicaciones
del saber académico y de la cultura de masas, que aparecen en el origen de
las dificultades con que nos encontramos en nuestras investigaciones sobre la
cultura de masas.
Consideramos que estas dificultades se derivan de que nos hallamos ante dos
sistemas cognitivo-expresivos, con peculiares pautas de funcionamiento en
cuanto al yo cognoscente productor de uno y otro, los aspectos y personajes de
la vida social a los que cada uno presta atención, y el tratamiento que cada uno
de ellos da a los datos que selecciona como significativos / in-significantes;
pero, ante todo, de la validez privilegiada que atribuimos al saber lógico-
científico en tanto que profesionales de ese saber, que nos impide considerar
las relaciones entre éste y la cultura de masas en plano de igualdad.
Por el contrario, la cultura de masas exige ampliar y revisar los parámetros que
organizan el saber académico, desde el propio yo cognoscente que lo produce:
adoptar puntos de vistas distintos, que cabe definir como no-androcéntricos.
A continuación expondré concisamente los dos paradigmas que considero
pueden permitir una comprensión histórica — esto es, global y dinámica — de
la cultura de masas, dimensión imprescindible para resolver algunos problemas
teóricos fundamentales (13).

2. Paradigmas para una historia de la comunicación social (no-


androcéntrica)
Quiero resaltar que estos paradigmas se derivan de ese ejercicio de crítica-
autocrítica al orden androcéntrico del saber lógico-científico — que desarrollé
en la primera parte —, que nos ayuda a contrastar lo que vivimos con las
explicaciones que hemos aprendido a elaborar de acuerdo con el yo consciente
propio de ese saber, con su sistema de valores y universo mental. De ahí que,
en sus líneas básicas, aparezcan como la otra cara de aquella crítica (14).
Así, frente a este sistema cognitivo-expresivo androcéntrico, que nos habitúa a
prestar una atención preferente a una parte de las actividades humanas
propias de una parte del colectivo social, y a operar con ello generalizándolo
como si del todo se tratara, propongo ensayar nuevas explicaciones fruto de
modificar ese punto de vista y de ampliar nuestra mirada. Frente al yo
cognoscente que se proclama objetivo y racional, que nos ha habituado a
examinar la vida social y nuestra propia existencia como si de dos objetos
ahistóricos se tratara, fragmentados en numerosos objetos de estudio que

205
diríase apenas guardan relación entre ellos, propongo re-conocer ese otro yo
vivencial, polidimensional, polifónico y contradictorio, en el que confluye lo que
sentimos, soñamos, hacemos y decimos, de modo que podamos tantear
explicaciones que nos permitan traspasar las escisiones episteniológicas
propias del saber lógico-científico, y tomar en consideración pasado y presente
personal y colectivo, práctica y teoría, ética y política, «lo privado» y «lo
público», lo interno y lo externo..., tal como lo experimentamos en el vivir
cotidiano.

2.1. Re-conocer la sida social desde el punto de vista unitario de la


comunicación / información
Ciertamente, la primera objeción que se puede hacer a mi propuesta, desde el
punto de vista académico y hasta desde cualquier punto de vista razonable, es
hasta qué punto es viable. ¿Es posible un conocimiento global de una vida
social tan vasta y compleja como la actual? ¿No nos conducirá a
generalizaciones de escasa utilidad y pretensión desmesurada?
Ante todo, parto de la necesidad vital de adecuar lo que estudiamos y
explicamos en las aulas con lo que vivimos, y de buscar explicaciones más
satisfactorias incluso desde el punto de vista académico.
Pero parto también de la posibilidad de realizar esta tarea: de re-pensar y re-
conocer la existencia humana, en su globalidad dinámica, a partir de la noción
unitaria de comunicación. Ciertamente, en los últimos años han adquirido cada
vez mayor audiencia las teorías que se aproximan al conocimiento de la vida
social atendiendo a la visión unitaria que de ella se puede obtener si se concibe
como un conjunto de procesos comunicativos, teorías que propugnan
aproximaciones pluri, inter o transdisciplinares.
Entre ellas, resultan de especial interés para la historia de la comunicación
social que propongo las que, de una u otra forma, tratan de aplicar a la vida
social las aportaciones de la teoría matemática de la información (desde
Wiener y Shanon, hasta Moles y Edgar Morin), aportaciones que ya tomó en
consideración Fernand Braudel a finales de los años cincuenta a propósito de
un debate con Lévi-Strauss sobre el sistema de parentesco y los fenómenos de
larga duración. También, aquellas otras teorías que ponen el acento sobre las
formas de significación cultural, es decir, la semiótica y la antropología cultural
(así Lotman, que parte del principio de que «la cultura es información»; o
Rossi-Landi, que, siguiendo a Umberto Eco, define la cultura como un «sistema
de sistemas de signos»). O aquellas que - como la teoría formulada por De
Fleur y Ball-Rockeach -, se interesan por una «teoría integrada», en la que
«se explica la comunicación como un proceso biosocial que depende no
sólo de la memoria humana, sino de factores tales corno la percepción,
la interacción simbólica y las convenciones culturales de lenguajes
específicos. Se considera asimismo la manera en que la comunicación
de masas depende de tales procesos básicos» (15).
Teniendo en cuenta estas y otras aportaciones, y también sus limitaciones, la
propuesta que hago parte de la base de la acepción más amplia de
comunicación social: considero la existencia humana, la vida social humana,
como actividad comunicativa, la cultura como producto humano cargado de

206
significados. Este punto de vista unitario (o también podríamos decir monístico)
nos permite contrastar nuestra experiencia vital, global y dinámica con los
distintos aspectos que hemos aprendido a delimitar y clasificar
jerárquicamente. según el sistema categorial con que construimos el saber
académico (lo que vivimos —personal y colectivamente—, con esos conceptos
que definen la existencia humana), teniendo muy presente el carácter histórico
de los fenómenos sociales a que se refieren para poder matizar su alcance y
redefinirlos Y, de este modo, podemos establecer distinciones conceptuales
básicas (por ejemplo entre comunicación social y comunicación de masas,
entre comunicación e información, entre conocimiento y saber...), así como
realizar las oportunas matizaciones acerca de las distintas instituciones, vías y
medios de comunicación social que se han configurado y transformado a lo
largo del pasado hasta producir el complejo sistema que gobierna hoy las
relaciones comunicativas y que afecta tanto a nuestras relaciones
interpersonales como colectivas.
A partir, pues, de considerar que vivir es comunicarse, y que la organización de
la vida social puede entenderse como formas de organizar las relaciones
comunicativas, podemos formular los dos paradigmas que nos permiten una
comprensión histórica de esta cultura de masas propia de nuestro mundo
contemporáneo.
Defino esta propuesta como no-androcéntrica para subrayar que, en ambos
paradigmas, parto de la base de que las formas originarias de las relaciones
comunicativas humanas están guiadas por la voluntad de convivencia armónica
(Eros) y, por tanto, que me propongo indagar la génesis y el proceso histórico
de implantación conflictiva de esas otras formas comunicativas que considero
antihumanas, en la medida en que aparecen impregnadas por una voluntad de
dominio de unos seres humanos sobre otros, que constituye el dogma que el
saber lógico-científico comparte con otras formas de explicar el mundo que
legitiman y sirven para el ejercicio del poder, y que en ese sentido he calificado
de androcéntricas (16). Frente a ese dogma, parto de la sospecha o hipótesis
de que la organización interna de la comunicación social tiene que ver con las
relaciones que se establecen con el entorno, con el medio natural y con otros
colectivos humanos. En consecuencia, en la medida en que un colectivo
orienta su vida social de acuerdo con propósitos de dominio expansivo
(recordemos que en nuestra memoria colectiva resuena el mandato bíblico
«creced y multiplicaos y dominad la tierra»), la logística de la expansión
territorial fratricida exige impregnar y re-formular simbólicamente las relaciones
comunicativas internas — es decir, las relaciones para la reproducción de la
vida y la obtención de bienes —, a fin de supeditarlas y orientarlas de acuerdo
con tales propósitos (transmutación de Eros en Thanatos).
El primer paradigma se ocupa de la capacidad de comunicación humana, y del
carácter histórico de las formas de comunicación, comportamiento y
conocimiento, y se propone comprender cómo en nuestras historias personales
asumimos la memoria colectiva fraguada por las generaciones que nos
precedieron. De este modo, articular pasado y presente personal y colectivo, si
se quiere transmisión diacrónica y sincrónica de información. Todo esto nos
conduce a considerar la dinámica social como producto de la no-asimilación /
asimilación personal de la memoria colectiva, de modo que podemos clarificar
nuestra participación personal y colectiva en la producción y re-producción

207
generacional de la vida social. Este marco nos ayuda a comprender también
cómo en nuestras historias personales hemos aprendido a identificamos con
ese arquetipo viril, yo cognoscente del saber académico, y nos proporciona
pistas para re-conocer ese otro yo mas global, en el que confluye lo que
sentimos y las diferentes formas de pensarlo y expresarlo.
El segundo paradigma se ocupa de examinar cómo se han organizado
históricamente las relaciones sociales entendidas como relaciones
comunicativas, teniendo en cuenta su globalidad y su transformabilidad o
dinamicidad. También aquí el análisis del funcionamiento de nuestra vida social
pasada y presente se realiza desde el rechazo de la perspectiva propia del
centro hegemónico y, por tanto, con el propósito de clarificar el funcionamiento
y alcance de las relaciones comunicativas jerarquizadas y orientadas a un
dominio expansivo, esto es, impregnadas por el dogma de la voluntad de
dominar el mundo.
Este segundo paradigma, al tener en cuenta las repercusiones que la dinámica
expansiva tiene en la organización de las relaciones comunicativas del grupo
que la practica, permite comprender la construcción histórica del ecosistema
comunicativo hasta alcanzar las formas y dimensiones propias de la conquista
de la tierra desde el espacio que caracteriza nuestro mundo contemporáneo, y
que corresponden a unas relaciones sociales en las que una tercera parte de la
población mundial participamos de la sociedad del despilfarro a expensas de
los dos tercios marginados en bolsas de miseria. Podemos entender, así, el
contexto histórico que propicia que hoy numerosos hombres y mujeres
asumamos y re-produzcamos, aun contra-dictoriamente, ese arquetipo viril
como yo consciente de la racionalidad pública.
La confluencia de ambos paradigmas permite ensayar una nueva explicación
del mundo contemporáneo en la que, frente al discurso histórico androcéntrico,
cronológico, lineal y teleológico, que justifica las formas actuales de dominio
expansivo, podamos re-conocer ese proceso de re-producción generacional de
la vida social en el que todas y todos participamos de alguna forma con
nuestras actuaciones cotidianas, al ritmo de la dinámica de la historia colectiva.

2.1.1. Primer paradigma: la dinámica social como producto de la no-


asimilación/asimilación personal de la memoria colectiva
Al re-considerar la vida social desde la noción unitaria de comunicación,
partimos de la base de que lo humano no es algo que podamos definir al
margen del medio ambiente en que se desarrolla la existencia humana (17). Y
los diferentes contextos culturales, con sus formas diversas de expresión de lo
humano, han sido configurados por las sucesivas generaciones. Por tanto,
consideramos la comunicación humana, desde la capacidad individual hasta
las distintas manifestaciones colectivas, así como las formas de
comportamiento y conocimiento, como productos históricos: es decir, que la
memoria colectiva de las opciones rechazadas / adoptadas por generaciones
anteriores ha sido asimilada o no por los nuevos miembros que se incorporan
al colectivo hasta conformar cada memoria personal (18). Planteamos, así, la
interrelación entre pasado y presente personal y colectivo.

208
Examinemos en primer lugar cómo funciona esa capacidad humana de
comunicación, y las distintas fases del proceso comunicativo-cognitivo, tratando
de no incurrir en esa visión andro-logo-céntrica que considera superiores las
formas de comunicación, comportamiento y conocimiento adecuadas a las
normas de la racionalidad pública y nos escinde jerárquicamente en cuerpo y
alma, soma y psique: mejor aún, pensémonos y pensemos la existencia
humana desde cómo la vivimos a ras de piel (19).
Las formas de sentir y sentiros interiormente y en relación con nuestro entorno,
de organizar la memoria acumulada de lo percibido y de orientar nuestra
atención, las formas de resolver problemas, la imaginación, las ensoñaciones y
los sueños, y hasta la valoración que hacemos de nuestra propia existencia, en
definitiva, las formas de organizar nuestros pensamientos y guiar nuestras
expresiones gestuales y verbales, aparecen como producto de las
modificaciones históricas de las formas de vida social que implican
transformaciones culturales del medio ambiente y de las relaciones sociales. Y
si bien podemos considerar que la asimilación personal de la memoria colectiva
se realiza a lo largo del proceso de aprendizaje humano, conviene tener muy
en cuenta que la adecuación de cada criatura a lo que cada colectivo ha
configurado históricamente como humano — el aprendizaje de lo humano,
según cada cultura — no supone sólo una mera asimilación de fórmulas
verbales, sino ante todo un proceso de con-formación en constante inter-acción
con el ecosistema; y un proceso que no se realiza durante un periodo de la vida
y de una vez por todas, sino que nos acompaña a lo largo de toda nuestra
existencia, ya que la vida social no es estática sino dinámica y, además, en el
transcurso de nuestra vida modificamos nuestra relación con el ecosistema por
razones de edad, desplazamientos, movilidades sociales, etc. (20).
Este proceso de con-formación en constante inter-acción con el ecosistema se
produce, no obstante, en distintos niveles o estratos de memoria. El nivel
primario, primero en nuestra historia personal, es el que afecta a nuestra piel y
nuestra carnalidad; en términos académicos, a nuestra psicomotricidad: gestos
por medio de los que nos relacionamos con nuestro entorno y adecuamos lo
que sentimos (lo que deseamos / lo que no deseamos) a lo que, según las
normas que rigen ese entorno, ha sido históricamente codificado como lo que
no debemos / lo que debemos hacer en las diversas condiciones espacio-
temporales. Pero este aprendizaje de los códigos que gobiernan la
sentimentalidad primaria no se realiza sólo por mimetismo o aceptación de
unas normas: la construcción (institucional y arquitectónico-objetual) del eco-
sistema comunicativo, la modelación histórico-cultural del entorno, requiere de
nuestro organismo gestos precisos para usar los espacios y los objetos que
han sido construidos por las generaciones que nos precedieron para cumplir
determinados fines; gestos, también, para reelaborar, renovar y re-producir de
alguna forma el ecosistema: ritos por medio de los cuales reificamos nuestro
ecosistema hasta encarnarlo, según modelos establecidos «in principium» (21),
esto es, en los tiempos primordiales, fundacionales, arquetípicos de nuestra
organización social.
Sobre la base y en relación con esta asimilación corpórea, gestual-ritual, que
afecta a lo que sentimos, aprendemos las palabras que conservan la memoria
de los fines para los que fue ordenado el ecosistema tal como fue ordenado,
así como el sistema argumental que nos recuerda dónde, cuándo, cómo, por

209
qué y para qué... hemos de adecuar lo que sentimos… según lo que debe ser.
Porque, frente a esa visión logocéntrica que considera la razón como algo
superior y diferenciado de los sentimientos y del pensamiento mítico-religioso,
la crítica al orden androcéntrico del discurso académico me ha permitido
concluir que lo que sentimos, y los códigos culturales que rigen lo que
sentimos, constituyen los fundamentos irracionales sobre los que operan los
argumentos racionales (22).
Entorno espacial-objetual, ritmos gestuales y palabras aparecen, así,
orientados por un cuarto elemento que los impregna: la idea o imagen mental
(eidos, ídolos) mediante la que nos re-presentarnos figurativamente (por tanto,
volvemos a hacer presente) la situación global y que condensa los fines de
acuerdo con los que se organizan las relaciones que el colectivo establece en
su seno y con su entorno; por tanto también, las relaciones que se atribuyen a
las diversas personas que componen el colectivo en las diversas circunstancias
espacio-temporales.
La memoria histórico-colectiva se materializa, pues, en el ecosistema
comunicativo construido institucional y arquitectónico-objetualmente y, en
nuestro vivir cotidiano en constante inter-acción con él desde que nacemos, la
encarnamos gestual-verbalmente, convirtiéndonos en un elemento más de ese
legado histórico de quienes nos precedieron. Desde esta óptica, el aprendizaje
de los distintos sistemas explicativos aparece corno un instrumento que, al
organizar nuestros pensamientos para guiar nuestros actos, refuerza la re-
producción generacional de la memoria histórico-colectiva: un decir / no-decir
que gobierna el hacer / no-hacer.
Si aplicamos estas reflexiones a la comprensión del pasado / presente de
nuestra vida social, y partimos de la hipótesis de que en aquellos colectivos
humanos cuyas relaciones comunicativas han sido reglamentadas de acuerdo
con una voluntad de dominio de unos seres humanos sobre otros, este fin ha
tenido que repercutir decisivamente en la vida del grupo que la practica,
podemos empezar a indagar hasta qué punto la logística de la expansión
territorial fratricida se ha plasmado en las formas de comunicación,
conocimiento y comportamiento, colectivas y personales.
Ante todo, la voluntad de dominar el mundo requiere que una parte del
colectivo que la practica se dedique a esa tarea, mientras el resto se encarga
de obtener los medios de subsistencia necesarios para sí y para los guerreros.
Y, en cuanto ese propósito se traduce en dominio efectivo de otros territorios y
de los colectivos humanos que viven en ellos, las relaciones comunicativas en
el seno del nuevo grupo ampliado se transforman de forma radical: se
jerarquizan. Las relaciones del colectivo dominan te con su entorno se traducen
simbólicamente en términos de posesión, y de posesión para un uso que
excluye a quienes han sido desposeídos, de este modo, el racismo que se
deriva de la pretensión de considerarse con derecho a dominar a otros adopta
la forma de dominio clasista. Al mismo tiempo, los especialistas en dominar el
mundo y justificarlo se sitúan en la cúspide de su propio colectivo mediante un
pacto adulto con las mujeres de su sangre (pacto matrimonial) orientado a
controlar la reproducción generacional y a distinguir entre herederos y
desheredados.

210
Surge, así un sistema imaginario de clasificación social, jerárquico y complejo,
derivado de la definición simbólica de un nosotros que, para legitimarse con
derecho a dominar a otros colectivos humanos y a vivir a expensas de los
bienes que producen, se autocalifican como superiores… a base de calificar
como inferiores a cuantos seres humanos excluyen como los otros. Un
nosotros, pues, que si bien adopta un carácter racista-clasista en relación con
los miembros de otros colectivos, en la medida en que este dominio puede
provocar revanchas y, por tanto, justifica la existencia de los guerreros,
adquiere un carácter adulto y sexista, al considerarse los miembros de ese
colectivo viril dominante detentadores de la jerarquía sobre las mujeres y
criaturas de su propio colectivo. Un nosotros, pues, fruto de someter a las
criaturas a un ritual iniciático para que lleguen a identificarse con ese modelo
de comportamiento y conocimiento que rige en los escenarios públicos y que
hemos definido como un arquetipo viril (23).
Este sistema imaginario de clasificación social sirve para dictaminar las tareas
que deben realizar los distintos grupos del colectivo social a fin de que la vida
del conjunto se oriente de acuerdo con los propósitos expansivos. Constituye,
pues, la primera manifestación de esa particular forma de pensar la vida
colectiva para dominarla: de ese saber androcéntrico propio del ejercicio del
poder. Y se traduce en la distribución y ordenación del espacio social. El
espacio social se convierte en un conjunto de escenarios a los que se
atribuyen, mediante la construcción arquitectónica y la reglamentación
institucional de los gestos, las palabras y los objetos ornamentales
correspondientes a cada porción, determinados comportamientos o papeles
correspondientes a los distintos grupos del colectivo, según un guión que se
sacraliza (que etimológicamente es lo mismo que decir que se jerarquiza)
atribuyéndolo a los ancestros del grupo divinizados y a los tiempos
fundacionales, «ab initio» (24).
En consecuencia, este sistema imaginario de clasificación social se hace real
en la medida en que se materializa en la construcción arquitectónica e
institucional del espacio social, y en la medida en que los modelos de
comportamiento que de él se derivan son re-presentados y encarnados por
personas concretas.
De ahí la fuerza de esa huella que distribuye la tierra entre territorios ocupados
y ordenados (cosmos) y territorios en los que no rige este orden (caos), así
como la intensidad de las reglas de comportamiento que identificamos con los
distintos espacios así simbolizados. De ahí, también, esa división primordial del
espacio social entre una porción construida (institucional y
arquitectónicamente) como centro, o espacio en el que se ubican quienes se
ocupan de reglamentar la vida del colectivo, y los restantes espacios sociales
ocupados por otros y otras mujeres y hombres, y sobre los que se erige ese
centro simbolizado como superior. Porque desde ese centro no sólo se ve y se
vigila el espacio social. Además, se definen positivamente, cargadas de
significado, significativas y reales (en sentido fuerte, como explica ELIADE)
aquellas formas de comunicación, comportamiento y conocimiento propias de
quienes se ubican en él, o adecuadas a sus propósitos..., a base de
menospreciar como inferiores y definir como in-significantes y hasta caóticas
cuantas relaciones comunicativas-cognitivas y actuaciones humanas no se
ajustan a tales propósitos. Y la creencia de que debemos comportarnos de

211
acuerdo con estas fórmulas impulsa nuestros gestos hasta que las hacemos
realidad.
Desde ese centro se vigila y ordena el espacio social, dictaminando las
actuaciones correspondientes a las distintas porciones, los ritmos / ritos a
desarrollar personal y colectivamente: el tiempo. Y desde ese centro se trazan
las vías de comunicación que permiten abarcar los confines del territorio, y se
elaboran los medios técnicos y simbólicos que sirven para recabar y difundir la
información que el centro requiere para su funcionamiento como tal centro de
control social: para explorar las posibilidades que el colectivo social ofrece a fin
de obtener los bienes excedentes para su supervivencia parasitaria y sus
propósitos expansivos; para codificar esa información de acuerdo con sus
objetivos y medios y traducirla a un sistema normativo que oriente la vida
colectiva de acuerdo con sus objetivos; para difundir este sistema normativo y
controlar su cumplimiento; en fin, para explorar nuevas posibilidades
expansivas y orientar el funcionamiento de la vida colectiva en aras de los
objetivos que se vislumbran «mas allá» de los límites conquistados; en
definitiva, para acopiar Información acerca de las relaciones comunicativas que
se dan en el seno del colectivo, y redefinirlas simbólicamente según un sistema
normativo que permite orientar esas relaciones de acuerdo con los objetivos
que se vislumbran «mas allá» (podemos decir, en el «mas allá» de la muerte
fratricida).
De este modo podemos comprender el origen de los sistemas simbólicos
jerárquicos, esto es, que sacralizan el dominio de unos seres sobre otros, que
hemos definido como andro-céntricos y que traducen las relaciones
comunicativas de entendimiento (Eros) en fórmulas jerarquizadas e
informaciones orientadas al dominio expansivo (Thanatos).
Ahora bien, a medida que el dominio de unos seres humanos sobre otros se ha
hecho más extenso y más intenso (proceso sobre el que nos arrojará luz el
segundo paradigma), también se ha tenido que diversificar y ampliar el sistema
simbólico que condensa la memoria de los comportamientos y formas de
conocimiento correspondientes a esta organización social. Porque la ocupación
y dominio de territorios más y más ex tensos requiere que cada vez más gente
realice actividades más diversificadas, y para ello, desarrollar unas tecnologías
que faciliten acceder a espacios cada vez más amplios con la mayor economía
de recursos, en el menor tiempo. Y también, ampliar el sistema simbólico
mediante el que se codifican estos datos que conserva la memoria de la
organización de esa vida colectiva… y la simboliza de acuerdo con esas pautas
jerárquico-expansivas. Hasta que, al llegar a determinados niveles de
ampliación y diversificación y, por tanto, complejidad del sistema simbólico y la
organización social, la operatividad del sistema requiere realizar procesos de
economía simbólica. Esta es la clave que nos permite obtener una nueva visión
de esas transformaciones históricas a las que nos referimos cuando hablamos
del paso del mito al logos, relacionado con el alfabeto, o cuando pensamos en
el actual proceso de informatización de la sociedad y la digitalización de la
información.
Ciertamente, estas modificaciones de la organización de la vida social implican
modificaciones en los procesos de aprendizaje (en los rituales para la
adecuación de las criaturas a las reglas del colectivo adulto), rituales iniciáticos
más prolongados para adaptarse a formas de organización simbólica más

212
minuciosas y complejas... Así podemos entender la divulgación primero del
sistema mítico-religioso cristiano, de la alfabetización y el papel que
actualmente juegan los medios de comunicación de masas y la informatización
de la sociedad en la adaptación personal a las exigencias del ecosistema
comunicativo contemporáneo, en la fase actual de conquista de la tierra desde
el espacio.
Aunque las dimensiones de este artículo no me permiten detenerme más en
estas cuestiones, creo que lo expuesto es suficiente para establecer un marco
teórico desde el cual examinar el papel de las distintas instituciones y medios
de comunicación social que se ocupan tanto de la transmisión diacrónica de la
memoria histórico-colectiva, como de la circulación sincrónica de la
comunicación: familia, religiones, sistema escolar... En este marco podemos
comprender mejor también el papel de unos medios de comunicación de
masas que, al re-producir una y otra vez los diversos modelos de
comportamiento (gestual-verbales) que se consideran pertinentes /
impertinentes en las distintas situaciones espacio-temporales o escenarios
sociales, orientan la re-producción del ecosistema simbólico, incluidas las
personas que al re-producirlo nos re-producimos con él (25).
En fin, todos estos elementos nos ayudan a entender la dinámica social como
producto de la no—asimilación / asimilación personal de la memoria colectiva:
la socio-génesis como resultado de la ontogénesis filogenética. De modo que,
frente a ese discurso histórico androcéntrico, que legitima teleológicamente el
orden imperante mediante un orden textual cronológico-lineal (26), y nos atrapa
en una visión en la que hay que proponerse superar un pasado considerado
inferior hacia futuros siempre superiores, podemos re-conocer ahora nuestra
existencia pasada y presente, personal y colectiva, al ritmo de la re-producción
generacional de la vida social, y por tanto también nuestra participación y
responsabilidad personal en su perpetuación o modificación.
Además, este paradigma, al diluir las escisiones epistemológicas andro-
público-lógo-céntricas que nos fragmentan entre lo material y lo espiritual o
ideológico, lo personal y lo colectivo, pasado, presente y futuro, entre lo que
sentimos y lo que razonamos, lo que hacemos y lo que decimos, ética y
política, práctica y teoría…, permite advertir que la asimilación del universo
mental androcéntrico en nuestro paso por el sistema educativo, no afecta a
todo lo que pensamos, sino que, por el contrario, constituye sólo una forma
particular de organizar nuestros pensamientos que coexiste
contradictoriamente con otras y con esa capacidad de entendimiento que nos
permite sobrevivir a pesar de la simbología tanática; una forma que, no
obstante, no se reduce a meras palabras, sino que supone asimilar hasta
encarnar el comportamiento adecuado a determinada ubicación en el espacio
social (que el segundo paradigma nos ayudará a clarificar), del que se deriva
esa particular visión del mundo y ese conocimiento propio de la voluntad de
dominio expansivo.
En fin, este primer paradigma nos proporciona pistas acerca de ese otro yo,
más global y polifónico, más tangible y a ras de tierra, que nos hemos
habituado menospreciar y hasta ignorar y que, en un juego de palabras para
ensamblar lo que la racionalidad pública nos fuerza a trocear, podemos definir
como vital-histórico- transdisciplinar.

213
2.1.2 Segundo paradigma: un modelo de análisis (no—
androcéntrico) de las relaciones comunicativas. La hipótesis del
arquetipo viril.
Si el primer paradigma nos ha permitido acercarnos a un ser humano cuya
capacidad de comunicación no se reduce a actuar de acuerdo con las normas
de la racionalidad pública, que a la vez que produce el ecosistema se re-
produce con él, y en el que confluye pasado y presente colectivo y personal, en
este segundo paradigma nos proponemos comprender la dinámica que ha
orientado la transformación histórica de nuestra vida social, ese proceso a
través del cual las relaciones comunicativas se han configurado hasta la actual
cultura de masas. De este modo podremos clarificar el lugar que ocupamos en
ella y así, las circunstancias históricas que propician que hayamos asumido,
aunque contra-dictoriamente, ese arquetipo viril.
Recordemos, en primer lugar, que la elaboración de cualquier explicación sobre
la existencia humana exige seleccionar unos datos y establecer las relaciones
que creemos que se dan entre ellos: discriminar lo que consideramos
significativo y, en consecuencia, lo que menospreciamos como in-significante, y
ordenarlo de acuerdo con algún criterio. Esto es lo que diferencia
fundamentalmente un texto literario de otro filosófico, periodístico.., o de una
conversación cotidiana; y también el mecanismo fundamental que, como
hemos visto, conduce a la construcción de un discurso androcéntrico.
Precisamente, el problema principal que plantea consiste en que sólo toma en
consideración como datos históricamente significativos los que hacen
referencia al centro hegemónico, a su funcionamiento interno y a su sistema de
valores; y además, de forma que legitima — como si fuera natural — el orden
que desde tal centro se impone, y excluye considerar todo cuanto forma parte
de nuestra existencia humana y no participa de — o se resiste a — esa
voluntad de dominar el mundo. Por tanto, hay que procurar no incurrir en una
selección parcial y partidista de los datos, operar siempre con los datos
seleccionados y los excluidos con flexibilidad y, en todo caso, ser conscientes
de la diferencia entre lo que sucedió y lo que explicamos, asumiendo nuestra
explicación como una más entre otras posibles, ni más ni menos válida que
otras y siempre abierta a enriquecerse con otras: una explicación sin pretensión
de verdad (27).
Así pues, si queremos adoptar perspectivas que tomen en consideración la
realidad del conjunto de mujeres y hombres de diversas condiciones
espaciotemporales, la primera cuestión que hemos de planteamos es: ¿cuáles
son los aspectos fundamentales de la existencia humana en torno a los que se
organizan las relaciones comunicativas? Y, a continuación: ¿cómo se han
configurado, cuáles son las relaciones que se han establecido entre estos
aspectos en nuestra tradición cultural, hasta conformar la vida social tal como
hoy la vivimos?
El examen crítico de lo incluido / lo excluido, lo valorado positivamente / lo
valorado negativamente en el saber académico, nos ha llevado a considerar
tres aspectos fundamentales en esa tarea de reproducir la vida y re-producimos
generacional mente:
1, la reproducción de la vida humana;

214
2, la obtención de bienes para la pervivencia del colectivo;
y 3, las relaciones que el colectivo mantiene con su entorno, tanto con su
medio ambiente natural como con otros colectivos humanos.
Además, nos ha permitido formular un modelo de análisis que articula estos
diversos aspectos. Podemos considerar, así, que para comprender de qué
manera un colectivo humano ha organizado históricamente las relaciones
comunicativas que se dan en su seno y lo integran con su entorno, es preciso
atender a cómo articula las relaciones que se dan entre éste y su medio
ambiente natural y humano. Dado que el pasado de la cristiandad europea
occidental se nos muestra como el proceso conflictivo por dominar — y si es
preciso destruir — el máximo espacio en el menor tiempo — con la mayor
economía de recursos —, podemos plantear la siguiente hipótesis: en la
medida en que miembros de las generaciones que nos precedieron decidieron
extender su dominio territorial más allá del espacio que necesitaban para su
supervivencia armónica (podemos decir en el «más allá» de la muerte
fratricida), la logística de la expansión territorial exigió re-formular
simbólicamente las relaciones comunicativas para la reproducción de la vida y
la producción de bienes, a fin de supeditarlas y orientarlas de acuerdo con esos
propósitos expansivos.
Ciertamente, la voluntad de dominar más y más territorios ocupados por otros
seres humanos, y de perpetuar ese dominio (la voluntad de expansionarse
«más allá» del espacio y, en el transcurso de las generaciones, «más allá» del
tiempo), requiere representar simbólicamente las relaciones comunicativas por
medio de la cual un conjunto de seres humanos se autodefinen superiores y
con derecho a dominar a otros: la construcción ritual y mítica de un nosotros
que se afirma negando a otras y otros. Y esta primera simbolización de las
relaciones comunicativas que se establece con otros colectivos humanos (y
que podemos calificar como etnocéntricas) repercute en la simbolización de las
relaciones que se dan en el seno de ese colectivo. Porque la expansión
requiere, al mismo tiempo, que una parte del colectivo produzca no sólo los
alimentos que necesita para su supervivencia, sino también para proporcionar
bienes de subsistencia a los especialistas en llevar a cabo, perpetuar y ampliar
la expansión y el dominio territorial; y, además, incrementar el número de
criaturas que se han de convertir en tales especialistas a fin de consolidar e
incrementar ese dominio.
En consecuencia, la expansión territorial repercute en la organización interna
de las relaciones comunicativas del colectivo que la practica,
a) traduciendo simbólicamente las relaciones para la reproducción de la vida en
fórmulas adecuadas a un sistema de parentesco orientado a reproducir e
incrementar los miembros del colectivo adulto dominante (guerreros y mujeres
que procrean guerreros);
b) y traduciendo también simbólicamente las relaciones comunicativas para la
obtención de bienes en fórmulas que generen bienes excedentes y que hagan
posible la supervivencia parasitaria de ese mismo colectivo dominante, tarea
que se atribuye fundamentalmente a los miembros de los colectivos a los que
se ha sometido (generando el antagonismo de clase como producto del
etnocentrismo).

215
Por tanto, desde esta perspectiva no-androcéntrica, la voluntad de dominar el
mundo aparece como el dogma primigenio del sistema simbólico propio del
ejercicio del poder: la primera contra-dicción, el primer decir en contra de la
capacidad y voluntad humana de comunicación armónica, del que se deriva
ese sistema simbólico androcéntrico que reformula las relaciones
comunicativas para la reproducción de la vida y la obtención de bienes a la
medida de la logística expansiva. Este sistema simbólico androcéntrico traduce
la comunicación en información, el conocimiento en saber para el ejercicio del
poder, las formas de comunicación para la reproducción de la vida en sistema
de parentesco para reproducir herederos, las relaciones para la obtención de
bienes en economía, trabajo… negocio, la organización de la vida colectiva en
organización religiosa, política, mercantil ... De ahí la ambigüedad conceptual
propia de la opacidad androcéntrica del saber lógico-científico (28).
Así habría surgido ese sistema imaginario de clasificación social que distribuye
la tierra entre poseedores y desposeídos, herederos y desheredados, y que se
ha plasmado en la organización institucional y arquitectónica del espacio social,
y en los comportamientos que se adjudican a los distintos grupos humanos de
que hemos hablado en el primer paradigma.
De ahí, también, la distribución del territorio ocupado en patrimonios privados y
patrimonios públicos. Porque desde esta perspectiva, los espacios definidos
como privados, lejos de ser lugares inocentes y ajenos a los conflictos sociales,
como algunas voces modernas proclaman (29), aparecen como la porción del
botín atribuida al disfrute individualizado, que permite que una minoría pueda,
como decía Aristóteles, no sólo vivir, sino vivir bien: usar los bienes que otros
producen. Y esos otros espacios construidos como escenarios públicos
aparecen como esa otra porción del botín ocupada no por todo el colectivo,
sino especialmente por ese otro colectivo más restringido, constituido por
quienes se atribuyen la posesión patrimonial del territorio y rigen la patria: el
lugar en el que los miembros del colectivo viril hegemónico negocian entre sí
los sucesivos proyectos expansivos y sus repercusiones en las posibilidades de
ampliar los bienes de que disfrutan en privado y públicamente.
Ahora bien, a medida que el dominio de unos seres humanos sobre otros se ha
hecho más extenso y más intenso, tal como hemos planteado en el primer
paradigma, esta organización primordial de las relaciones comunicativas, así
como el sistema simbólico en el que se condensa, se ha tenido que ampliar y
diversificar.
Hay que tener en cuenta que el botín obtenido de la expansión territorial
repercute tanto en el incremento de la cantidad de bienes de que dispone ese
colectivo — en la riqueza acumulada, de forma individualizada o colectiva,
privada o pública, en consecuencia, en la pobreza —, como también, en el
incremento de la población, como consecuencia de la procreación regulada de
acuerdo con el sistema de parentesco, o por la decisión de incorporar al propio
colectivo a los habitantes de los territorios ocupados en lugar de matarlos. En
con secuencia, en las nuevas relaciones comunicativas que se dan en ese
nuevo colectivo ampliado. Y este incremento de bienes y de población (esta
riqueza) permite pasar a nuevas fases expansivas… una y otra vez, y exige
redefinir constantemente las relaciones comunicativas internas / externas.

216
Porque la voluntad de dominar el mundo constituye al mismo tiempo la razón
de ser mediante la que justifica su existencia el colectivo dominante, y la
amenaza de su supervivencia. No en vano, requiere que se amplíe una y otra
vez, incorporando grupos de población antes excluidos que, a su vez, reclaman
participar en el reparto del botín, acceder a la posesión patrimonial de bienes y,
por tanto, participar también en los debates que se producen en los escenarios
públicos. De ahí unos conflictos sociales cuyo alcance se nos escapa si los
reducimos a querellas públicas que han conducido a que las minorías
dominantes se hayan convertido en nuevas mayorías... minoritarias, al ritmo de
la expansión territorial.
No puedo detenerme aquí a examinar los rasgos básicos que parece haber
adoptado este modelo en nuestra tradición cultural, al ritmo de la dinámica
expansiva. Estos rasgos aparecen expuestos con claridad en La Política de
Aristóteles (30), texto que diríase ha servido para implantar las formas
elementales de la organización social vigente en nuestra tradición cultural
(quizás por eso el filósofo habla del logos arkhitektos).
No obstante, y dado que nos hemos habituado a prestar una atención
preferente a lo público, a menospreciar lo privado, y a considerar natural la
expansión territorial, sin pensar en las interrelaciones entre todos estos
factores, sí quiero insistir en las repercusiones que los propósitos de dominio
expansivo pueden haber tenido en las transformaciones históricas de nuestra
sociedad, en su diversificación y complejidad, a partir de unos rasgos
fundamentales, arquetípicos, entre los que hay que situar ese dogma que
proclama que tales propósitos son naturales e incluso signo de superioridad y
progreso. Porque la expansión territorial, al conducir a incrementar el número
de quienes se dedican a ella, exige incrementar el número de quienes se
consideran con derecho a participar en el reparto del botín; en consecuencia, el
número de quienes participan de la posesión privada de bienes y que, por
tanto, se interesan por incidir en esas negociaciones públicas en las que se
establecen las nuevas estrategias expansivas a seguir en las sucesivas fases...
De ahí que, como ya vio Aristóteles,
«...si nuestros antepasados se sometieron a reyes sería, quizá, porque
entonces era muy difícil encontrar varones eminentes, sobre todo en
Estados tan pequeños como los de aquel tiempo (...). Pero cuando el
Estado tuvo muchos ciudadanos de un mérito igualmente distinguido, no
pudo tolerar se ya el reinado (...). Más tarde, el crecimiento de los
Estados no permitió adoptar otra forma de gobierno que la democracia»
(31).
Y en este proceso de ampliación del centro hegemónico, derivado de la
expansión territorial, no podemos ignorar que, como también advirtió
Aristóteles, «el hombre conquista y la mujer conserva». Por tanto, habrá que
examinar también el papel desempeñado por las mujeres partícipes de la
posesión patrimonial de bienes — o que aspiran disfrutar de ellos — en el
establecimiento de alianzas matrimoniales. Porque lejos de lo que hemos
aprendido a creer, es sin duda desde el disfrute privado, doméstico y cotidiano,
de la posesión de bienes o no y de la voluntad o no de incrementarlos, desde
donde se impulsa, con mayor o menor intensidad, la expansión territorial que
se plasma en los diferentes conflictos y acuerdos políticos y bélicos.

217
Es decir, que frente a esa visión androcéntrica que atribuye el protagonismo de
la historia a los actores públicos, este paradigma nos permite pensar que son
las actuaciones personales y cotidianas de mujeres y hombres, y su traducción
simbólica como privadas, las que impulsan unas u otras formas de actuación
colectiva y su traducción simbólica según la racionalidad pública: las
ambiciones privadas provocan decisiones políticas y orienta las relaciones
exteriores expansivas.
En consecuencia, la voluntad de dominar el mundo aparece al mismo tiempo
como la razón de ser de la existencia de los privilegios de unas minorías que se
imponen sobre la mayoría, y la clave de los conflictos sociales que cuestionan y
atentan contra esos privilegios. No renunciar a ella exige, ineludiblemente, que
el centro se amplíe constantemente. En consecuencia, hay que reformular una
y otra vez las relaciones que se dan tanto entre quienes se ubican en él, como
especialistas en las diferentes actividades propias del control expansivo de la
vida social, como entre éstos y mujeres y hombres que por no participar de esa
voluntad de poder resultan desheredados... (y que, no lo olvidemos,
constituyen la mayoría). Hasta que sus difíciles condiciones de existencia les
conducen a enfrentarse con aquellas minorías y, en la medida en que para
combatir adoptan sus armas, a traducir sus aspiraciones en términos del
universo mental androcéntrico..., a reclamar su participación en los beneficios...
De ahí que cada vez más hombres y mujeres participemos del consenso o
sentir común propio de quienes se re-conocen a sí mismos — o aspiran a ser
re-conocidos — miembros de ese centro hegemónico: de ahí la divulgación del
sistema de valores y universo mental propio del arquetipo viril.
A partir de estas observaciones y si, dando un salto temporal, aplicamos este
modelo a la comprensión del proceso histórico de implantación de la cultura de
masas, podemos pensar que esta forma de vida social que algunos autores
han calificado de «aldea global» o «transnacional», acaso sea el resultado de
un proceso de transformación de formas de vida en las que predominaban
gentes desheredadas ocupadas en actividades rurales, a otras formas de vida
en las que va adquiriendo predominio una población urbana y poseedora de
bienes patrimoniales cada vez más abundante. Este proceso ha afectado, a lo
largo del siglo XX, a grandes contingentes de población que, en su búsqueda
de mejores condiciones de vida, han tenido que adoptar y adaptarse a las
formas de vida urbana, sea porque se han desplazado del campo a la ciudad,
sea también porque la vida rural se ha urbanizado, o porque las ciudades —
centro hegemónico por excelencia — se han expansionado hasta extender su
zona de influencia y se han reorganizando generando la moderna y masiva
vida urbana.
Esta modernización ha implicado modificaciones radicales en la vida cotidiana
y los espacios domésticos, que se han puesto de manifiesto en el acceso a la
posesión patrimonial de bienes por parte de sectores de población antes
desposeídos, que quiere decir, ante todo, acceso a la posesión de al menos
una vivienda que permite disfrutar de cierto nivel de confort electrodoméstico,
en la que se han instalado unos medios de comunicación de masas cuyos
mensajes apelan a las aspiraciones y necesidades más íntimas y las traducen
en recetas de comportamiento y nuevas expectativas que conectan con la
trama de negocios transnacional.

218
Esta dinámica histórica, realizada en el proceso de re-producción generacional
de la vida social, puede detectarse en los itinerarios familiares recorridos por
una parte importante de la población que participa hoy de la sociedad de
consumo; y sitúa a los miembros no adultos de esta aldea transnacional ante la
encrucijada de la integración en esa parte de la humanidad que compone un
sector terciario cada vez más enriquecido, o la marginación en las diversas
bolsas de miseria diseminadas por la tierra.

2.2. Algunas conclusiones para la investigación y la docencia de la


historia de la comunicación
De la confluencia de estos dos paradigmas se deriva un marco teórico que nos
permite aproximarnos a las transformaciones históricas contemporáneas — al
proceso histórico de implantación de la cultura de masas — desde una
perspectiva en la que podemos articular historias personales y colectivas, y
clarificar, así, el papel de unos medios de comunicación de masas que
conectan las aspiraciones y ensoñaciones de grandes contingentes de
población a un sistema neurálgico que expresa la fase mas reciente de la
voluntad de dominio expansivo: la culminación de la conquista de la tierra...
desde el espacio.
Este marco teórico nos ayuda a resolver problemas que surgen tanto en la
explicación histórica del proceso de implantación de la cultura de masas, como
en las investigaciones concretas sobre los distintos medios de comunicación de
masas (32).
Así, teniendo en cuenta estos dos paradigmas, podemos examinar las
transformaciones históricas contemporáneas a partir de cómo se han
experimentado en las historias familiares, planteamiento que hemos aplicado
en la docencia de la historia de la comunicación social desde el curso 1987 y
que ha proporcionado resultados satisfactorios.
A principios de curso se propone examinar las dificultades que presentan los
textos académicos para la comprensión histórica de la cultura de masas,
teniendo en cuenta su doble vertiente masiva (esto es, estandarizadora de
comportamientos de grandes contingentes de población) y transnacional; con
este objetivo, cada estudiante contrasta textos de historia contemporánea y de
historia y teoría de la cultura de masas, ampliamente aceptados en el ambiente
académico, con los relatos de las historias personales de los diversos
miembros de su familia, desde al menos tres generaciones.
Para la realización de las historias familiares se elabora un cuestionario que
sirve para orientar las entrevistas en profundidad, y extraer datos referentes al
conjunto de estudiantes, preservando el anonimato individual.
El cuestionario ha de abordar aspectos diversos: ubicación y movilidad
geográfico-social, que incluye del lugar de nacimiento a los desplazamientos
geográficos y las migraciones por diversas razones, la localización,
dimensiones y equipamientos de los domicilios que se han ido ocupando (agua,
desagües, gas, electricidad, teléfono...); la organización interna del espacio
doméstico, que habla de las relaciones en el interior del grupo familiar; el ritmo
con que se han introducido los diversos objetos que configuran el confort
electrodoméstico y los medios de comunicación de masas (cocina, baño,

219
calentador de agua, frigorífico, plancha, lavadora, lavaplatos... radio, televisión
equipo de sonido.., cámaras fotográficas, de cine, de vídeo...); la disponibilidad
o no de segunda o segundas residencias y su nivel de confort; medios de
automoción (bicicleta, coche, moto...). La ubicación en el espacio y las
movilidades geográfico-sociales, junto con los datos sobre la ocupación laboral
o las rentas de que se dispone, constituyen índices de gran interés para
detectar los niveles de desposesión o posesión patrimonial, así como del status
social alcanzado por cada persona y en relación con la generación precedente.
Índices que, a través de las marcas y cualidades de los diversos objetos, nos
hablan de los ritmos de incorporación a la trama de los distintos peldaños de
los negocios locales-estatales-transnacionales, y del grado de disfrute de lo
que podemos definir como el banquete transnacional.
Estos datos sobre las condiciones de vida y a las formas de obtener los medios
para la subsistencia, permiten establecer puentes entre las transformaciones
domésticas y privadas, las variaciones en el status social, los universos
simbólicos y las actuaciones públicas; los niveles de instrucción escolar, las
creencias y prácticas religiosas, políticas y sindicales, el contacto con la
prensa, el cine, la radio, la televisión..., la ocupación de los tiempos de ocio y la
dedicación a los deportes...
De este modo podemos adentramos, desde una nueva óptica, en las relaciones
entre las condiciones de vida cotidiana y las actividades privadas, el status y
actuaciones públicas, las expectativas de vida codificadas por los universos
religiosos, políticos, informativos, publicitarios, cinematográficos..; y ubicar en
este marco esa serie de acontecimientos de los que hablan preferentemente
los libros de historia, economía, sociología..., teniendo en cuenta las
transformaciones locales, estatales y transnacionales.
Los resultados del conjunto de entrevistas, junto con la utilización de los
medios de comunicación de masas como fuente historiográfica (publicidad,
canciones, películas, seriales radiofónicos y televisivos, informaciones,
moda...), y junto con otras lecturas complementarias, constituye el material
documental que sirve de base para elaborar nuevas explicaciones sobre las
transformaciones históricas contemporáneas, en las que las actividades
político-económicas privilegiadas por el discurso histórico androcéntrico,
aparecen resituadas en ese marco más amplio que permite circular desde los
espacios domésticos y hasta íntimos y, a través de la trama de los negocios
transnacionales, hasta los diversos lugares de la aldea global.
En consecuencia, podemos considerar los diversos productos que han sido
elaborados por los medios de comunicación de masas a lo largo de esta
centuria, la publicidad comercial, impresa, radiofónica y televisiva, las películas,
las canciones, las noticias, los seriales radiofónicos..., como registros de la
memoria colectiva y fuentes historiográficas de enorme riqueza, que nos
ayudan a detectar cómo se ha orquestado la transformación de nuestros
paisajes cotidianos a medida que se han ido poblando de diversos artilugios
electrodomésticos y otros productos que nos identifican como partícipes en la
trama de negocios transnacional. Y la utilización crítica de estas fuentes
fomenta una nueva forma de mirar esos medios tan presentes en nuestra vida
cotidiana actual.

220
La realización de más de 150 historias familiares cada curso ha proporcionado
algunas conclusiones que validan las hipótesis formuladas.
Del conjunto de historias familiares estudiadas podemos extraer un primer dato
significativo. Sólo dos de cada diez abuelas y abuelos nacieron en un medio
urbano, por tanto, la mayoría nació en condiciones de vida rurales y allí fraguó
su sentimentalidad primaria. Menos de una tercera parte de los miembros de
esta generación, ante las difíciles condiciones de vida, decidió buscar mejores
posibilidades en las ciudades facilitando que el resto pudiera permanecer en
sus lugares de nacimiento o localidades similares. Pero estas zonas rurales
ofrecían unas condiciones de vida tan precarias que impulsaron a más de un
tercio de sus hijas e hijos a abandonar también sus tierras de origen y
trasladarse a las ciudades. De modo que, como consecuencia de las opciones
de estas dos generaciones, sólo 1‘5 de cada diez estudiantes han nacido en
medios rurales (y casi en su totalidad en centros sanitarios, fuera de sus
domicilios; podemos decir, pues, en condiciones urbanizadas).
Este dato concreto sobre el origen y movilidad de los miembros de estas tres
generaciones cuya existencia se ha desarrollado a lo largo del siglo XX, nos
conduce a profundizar en las condiciones de vida en que nacieron, nacen o
nacerán las criaturas de cada generación; en las opciones adoptadas y en
consecuencia en los itinerarios vitales seguidos en el transcurso de la infancia
a la adultez; en las formas de situarse ante la vida colectiva en su edad adulta
y, así, en las actuaciones públicas colectivas protagonizadas, una parte de las
cuales son las que suelen recoger los libros de historia; en fin, en las
condiciones de vida que, a su vez, proporcionaron, proporcionan o
proporcionarán a las criaturas que les sucedan, y en las condiciones de que
disponen o dispondrán al llegar a la senectud.
Ciertamente, los datos sobre las condiciones geográficas de nacimiento
guardan relación con los que se refieren a esas condiciones sociales sobre las
mejores o peores posibilidades de supervivencia. Y estas posibilidades
dependen, en primer lugar, de la posesión o no de bienes, de la relación
patrimonial con el entorno o no. Entre las abuelas y abuelos de la gente que ha
realizado estas historias familiares, una tercera parte carecían de bienes:
pertenecían, pues, al grupo de gentes desposeídas; otro tercio poseían algunos
bienes, pero muy escasos, la mayoría de las veces insuficientes para su
sustento; y sólo el tercio restante poseían bienes de tipo medio y hasta de
grandes dimensiones. Estas condiciones de vida aparecen en la base de las
decisiones que marcan los itinerarios vitales y, concretamente, las migraciones.
Y así, la mayoría de ese 20% de abuelas y abuelos nacidos en un medio
urbano, lo hicieron en familias que poseían bienes patrimoniales, aunque los
distintos niveles de partida condicionaron los distintos itinerarios vitales:
grandes patrimonios de carácter tradicional que siguieron un proceso de
desmembración y reducción; otros, también relacionados con formas
tradicionales de vida pero de menores dimensiones y que, gracias a que
quienes los poseen se adecuan a las nuevas condiciones (payeses que pasan
a la industria o la hostelería), mantienen o incrementan el nivel adquirido por
sus antecesores; patrimonios pequeños o medios, fruto de negocios familiares
típicamente urbanos, desarrollados y consolidados según las exigencias de los
tiempos (negocios de máquinas de coser, muebles de oficina, carnes,
electricidad...) y que experimentan un menor o mayor crecimiento.., hasta los

221
límites impuestos por las leyes de un mercado que tiene que adecuarse a las
nuevas reglas de la incipiente red transnacional; en fin, patrimonios
acumulados por generaciones de miembros de la alta burocracia estatal
(judicial, militar...), en los que se forman los nuevos tecnócratas vinculados a
los negocios transnacionales de la electricidad y del teléfono. En consecuencia,
vida urbana remite a bienes patrimoniales de diversas dimensiones,
relacionados con el dinero.
Esta relación patrimonial con el medio se traduce en distintos niveles de confort
doméstico, que. en líneas generales, quiere decir instalación de agua y
desagües así como de fuentes de energía (gas, electricidad...) en el propio
hogar familiar, a medida que tales servicios se instalan en las ciudades; quiere
decir, también, para lo patrimonios elevados que se van expansionando,
servicio doméstico, aunque este empieza a disminuir a la vez que la
introducción de los electrodomésticos simplifica el trabajo de unos hogares que
reducen sus dimensiones; confort doméstico quiere decir también vacaciones,
ocio, deporte.... actividades que durante la primera mitad del presente siglo
quedan restringidas a quienes poseen patrimonios elevados, a las que
posteriormente acceden las mayorías... minoritarias.
Precisamente, los escasos recursos de la mayoría de la población impulsaron
la emigración, en el primer tercio del siglo, de una tercera parte de las abuelas
y abuelos y, tras la guerra civil, de un tercio de madres y padres. Y entre estos
dos grupos encontramos numerosas mujeres cuya primera actividad asalariada
en la ciudad consistió en el servicio doméstico de las familias urbanas
poseedoras de patrimonios. Este servicio doméstico en muchas ocasiones
sirvió de punto de apoyo para la emigración de los restantes miembros de la
familia, y cuya asalarización a lo largo del siglo se ha menospreciado hasta
excluirla de la explicación de la historia contemporánea, a pesar de que
constituyen un indicio decisivo en las transformaciones sociales; un servicio
doméstico que se ha reducido al convertirse muchas de las mujeres ocupadas
en él en amas de casa y madres de unas familias nucleares y con un mayor o
menor nivel de consumo. En estos grupos encontramos, también, a los
hombres ocupados en un peonaje dedicado a la construcción de
infraestructuras urbanas, de alcantarillado, electricidad, transporte urbano...,
que hicieron posible la expansión urbana de los años 20 y 30, y a aquellos
hombres que, tras la guerra civil, con sus horas extraordinarias, impulsaron la
expansión industrial. En fin, advertimos esa transformación social que, a base
de economía doméstica, horas extraordinarias y pagos a plazos, ha conducido,
en el transcurso de tres generaciones, a que las y los estudiantes que llenan
las aulas en las últimas décadas del siglo, dispongan de un confort doméstico,
una segunda y hasta tercera residencia, e incluso unos medios de automoción
propios.
Pero el paso de lo rural a lo urbano no supone sólo desplazarse en el espacio
social, modificar la ubicación espacial-social. Las condiciones de vida guardan
relación con el universo simbólico: con el universo mítico-religioso, y con el
nivel de instrucción alfabética y las formas de acceder a él. Y el paso de lo rural
a lo urbano requiere adecuar la capacidad de comunicación y conocimiento y el
comportamiento al nuevo ecosistema comunicativo: asimilar el universo
simbólico que contiene las reglas de comunicación-conocimiento-
comportamiento que rigen en ese ecosistema. La instrucción alfabética

222
aparece, entonces, como el sistema simbólico que permite, en buena medida,
habituarse a las exigencias de la vida urbana, que codifica nuevas expectativas
de vida y orienta, así, los posibles itinerarios exigidos para acceder a las metas
definidas como superiores. De ahí que vida urbana y participación en el
sistema patrimonial implique, en las primeras décadas del siglo XX,
alfabetización al menos elemental, pero también superior a medida que se
incrementan no sólo los bienes patrimoniales sino ante todo las expectativas de
conservación y ampliación de los mismos; y esta escolarización se encuentra
en manos, mayoritariamente, de órdenes religiosas especializadas en una
educación segregada según clases y entre hombres (a los que se prepara para
la actividad pública) y mujeres (a las que se prepara para administrar los
recursos privados en la vida doméstica).
El acceso a la alfabetización y la escolarización guarda relación, pues, con las
condiciones de nacimiento geográfico-sociales. Así, entre las abuelas y los
abuelos que emigran a la ciudad en las primeras décadas del siglo, en las
ramas familiares catalanas que disfrutan de bienes patrimoniales encontramos
un nivel de escolarización superior; mientras que en las ramas que descienden
de emigrantes de fuera de Cataluña, la escolarización es inferior, dándose
incluso el analfabetismo, especialmente entre las mujeres. También advertimos
en alguna familia una relación entre la disminución del nivel patrimonial y la
disminución del nivel escolar entre la primera y la segunda generación. Y en
todos los casos, un aumento del nivel de instrucción entre la segunda
generación y la tercera, en la que se hallan, en muchos casos, los primeros
miembros de la familia que acceden a estudios universitarios.
Progresivamente, a lo largo del siglo XX, se implantan los medios de
comunicación de masas, instituciones productoras también de ese universo
simbólico propio de la vida urbana y de las relaciones patrimoniales con el
entorno. El lugar de la prensa en las distintas historias personales depende,
obviamente, del nivel de instrucción alfabética; pero también del interés por la
cosa pública, esto es, por los negocios colectivos de quienes quieren conservar
e incrementar sus patrimonios y así, de las expectativas políticas
correspondientes a los distintos propósitos expansivos en liza. De ahí que la
ciudad sea el espacio por excelencia de la prensa, que aparece como el medio
de comunicación de masas noble entre quienes disfrutan de patrimonios
elevados desde principios de siglo. Junto a la prensa, la radio adquiere
importancia como instrumento informativo en los momentos de crisis política,
especialmente durante la II República y la guerra civil. No obstante, la radio,
junto con el cine primero y después la televisión, se impone como medio al
alcance de sectores de población cada vez más amplios gracias a la publicidad
comercial (es decir, gracias a la publicitación de los bienes que se ofrecen y se
adquieren en el mercado), y gracias también a su carácter de distracción-ocio.
Entre las familias con tradición patrimonial advertimos ese papel destacado de
1a prensa, mientras que entre aquellas familias que acceden al sistema
patrimonial o lo incrementan a lo largo de esta centuria, se da una mayor
presencia de los medios audiovisuales más recientes (cine, radio, televisión...).
Esto nos conduce a formular la hipótesis de que los miembros de familias con
bienes patrimoniales elevados a principio de siglo mantienen una relación más
estrecha con la prensa y otras manifestaciones culturales propias de las elites
religiosas e ilustradas, mientras que quienes acceden a lo largo de esta

223
centuria al sistema patrimonial y alimentan expectativas de consolidar y ampliar
un menor o mayor nivel de consumo, mantienen una mayor relación con el
cine, la radio y más adelante la televisión y son, por tanto, quienes impulsan
(producen / consumen) la cultura de masas. Esta hipótesis ha de considerarse
sólo como orientativa de próximas investigaciones.
Por tanto, la menor relación con la prensa se debe, obviamente, a la menor
alfabetización e interés por la vida política, aunque hay que tener en cuenta la
amplia audiencia de la prensa de masas también entre población analfabeta.
La débil presencia de la radio, al menos hasta la guerra civil, se debe también
al bajo nivel adquisitivo de la mayoría de esas familias, al mismo tiempo que
esta escasa exposición a la publicidad comercial, mecenas de la nueva cultura
de masas, guarda relación con un nivel todavía muy bajo de consumo.
Después del conflicto, el cine y la radio forman parte ya el universo mental de la
primera infancia de esas mujeres y hombres que emigran a las ciudades, su
impacto les acompaña en este tránsito de lo rural a lo urbano, y crece,
cuantitativa y cualitativamente, al llegar a la ciudad, hasta disfrutar con sus
ensueños ya en el propio hogar. La televisión, primero en blanco y negro y
luego en color, se considerará un indicio de que han culminado estos itinerarios
vitales. Y todo ello ha favorecido, sin duda, que algunas hijas e hijos sean hoy
estudiantes de esta facultad. Y. si bien se recuerda con especial énfasis la
transmisión televisiva de la llegada del hombre a la luna, no se puede ignorar
que la publicidad comercial (sueños-expectativas...) ofrece un compendio de
pequeñas recetas que permiten adaptarse a las nuevas condiciones de vida: el
recetario del sistema simbólico por excelencia de la moderna sociedad de
consumo.
Este compendio de recetas de comportamiento, transmitido por la radio, el cine,
la televisión, los discos, cassettes y videocassettes, ha facilitado, sin duda, la
adaptación a las nuevas condiciones de vida.., alimentando expectativas vitales
que han impulsado a mujeres y hombres hacia la modificación de sus formas
de comunicación, conocimiento y comportamiento.
Podemos concluir, pues, que la sociedad de masas aparece como resultado de
un conflictivo proceso de redefinición y redistribución del sistema patrimonial
precedente, que se ha ido nuclearizando e incrementando, en cuanto al
número de quienes poseen bienes patrimoniales y también en cuanto a las
dimensiones y cualidades de las posesiones. En este proceso encontramos,
junto a unos itinerarios vitales que nos hablan del acceso a la posesión
patrimonial de bienes y al disfrute del consumo por parte de amplios sectores
de población, hasta entonces excluidos; y junto a itinerarios vitales que ponen
de manifiesto el incremento de estos bienes en otros sectores de población;
otros que indican un recorrido inverso, que conduce a que familias con grandes
patrimonios al iniciarse el siglo, que no han sabido adaptarlos y adaptarse a las
nuevas condiciones, los hayan visto disminuir y hasta en algunos casos
desaparecer; y en fin, otros itinerarios que indican que otros sectores de
población resultan desposeídos de los bienes necesarios para su supervivencia
(aun que este tipo de itinerarios no aparecen entre las historias familiares que
desembocan en las aulas universitarias). Y estas transformaciones en el
sistema patrimonial se han derivado de y, a la vez, han impulsado nuevas
formas de imperialismo que han supuesto la crisis del centro hegemónico
localizado en algunos estados de la Europa occidental, y su reformulación y

224
desplazamiento hacia Estados Unidos, la URSS y Japón: nuevas formas de
imperialismo que, basándose en tramas financieras, tecnológicas e
informativas de alcance masivo y transnacional, han impulsado esa fase más
reciente de la conquista de la tierra..., desde el espacio.
En este conjunto de itinerarios vitales personales que confluyen en esa
situación relativamente homogénea de las aulas universitarias, cada estudiante
puede reconocer — y re-conocerse en — las cadenas de opciones realizadas
por mujeres y hombres de las generaciones que nos precedieron, las
condiciones en que realizaron las opciones y las consecuencias personales y
colectivas que se han derivado de ellas, así como las huellas que han dejado
en las prácticas y las expectativas cotidianas; esas huellas que, cada vez más,
a medida que nos acercamos al presente, hablan de nuestra participación en la
construcción y re-producción expansiva de la aldea transnacional.
De ahí las contradicciones de nuestra adultez.

Notas

(1) TIMOTEO ÁLVAREZ, J., Historia y modelos de la comunicación en el siglo


XX. El nuevo orden informativo, Ariel, Barcelona 1987, p. 8. El diagnóstico de
este autor puede confirmarse en los siguientes libros de amplio uso entre los
estudiante de historia contemporánea: BARRACLOUGH, G., Introducción a la
Historia Contemporánea, Gredos; BRAUDEL, F., Las civilizaciones actuales.
Tectos; CROUZET J. (dir.), Historia de las civilizaciones, Destino;
DUROSELLE, J., Europa, de 1815 hasta nuestros días, Labor; MARTÍNEZ
CARRERAS, Introducción a la Historia Contemporánea, desde 1917, lstmp;
NERÉ, J., Historia contemporánea. Labor; REMOND, R., Introducción a la
historia de nuestro tiempo, Vicens Vives; RENOUVIN, P., Historia de las
relaciones internacionales, Labor, entre otros.
(2) Cabe recordar que en esta línea, Fernand Braudel, ya a finales de los años
cincuenta, advirtió que la articulación entre la historia y las restantes ciencias
sociales podía provenir de considerar las aportaciones de la teoría matemática
de la información, lo que le condujo a examinar los fenómenos de «larga
duración» y, entre ellos, el sistema de parentesco (BRAUDEL, F., La Historia y
las Ciencias Sociales, Alianza, Madrid 1968. Algunos estudiosos, desde
Norbert WIENER (Cibernética i societat, Edicions 62, Barcelona 1965) hasta
Abraham MOLES (Sociodinámica de la cultura, Paidós, Buenos Aires 1978) y
Edgar MORIN (El paradigma perdido: el paraíso olvidado. Ensayo de
bioantropología, Kairós, Barcelona 1978) han hecho aportaciones de gran
interés en esta línea.
(3) Entre nosotros conviene recordar el impulso dado por el profesor Manuel
TUÑÓN DE LARA a estos estudios gracias a la organización de Encuentros de
Historia de la Prensa, celebrados en las Universidades de Pau (1979) y de
Bilbao (1985 y 1987), cuyas actas pueden consultarse en VV. AA. Metodología
de la Historia de la Prensa Española, Siglo XXI, Madrid 1982, y en La prensa
en los siglos XIX y XX, Ed. Universidad del País Vasco, Bilbao 1986.

225
(4) Las características y el alcance del orden androcéntrico del discurso
académico los he examinado en MORENO SARDA, A. (1986), El Arquetipo
Viril, protagonista de la historia. Ejercicios de lectura no-androcéntrica, LaSal,
edicions de les dones, Barcelona; y en (1988) La otra Política de Aristóteles.
Cultura de masas y divulgación del Arquetipo Viril, Icaria, Barcelona, por lo que
no me detendré aquí en este problema. Sí considero oportuno advertir que
diferencio entre sexismo y androcénirismo, término éste que articula racismo
clasista, sexista y adulto, en una perspectiva central, es decir, propia de
quienes se sitúan en el centro hegemónico de la vida social.
(5) Las características y dimensiones de este artículo impiden que nos
adentremos en el problema del lenguaje, a pesar de su importancia. Sobre las
diferencias entre discurso histórico y discurso informativo, puede verse
MORENO SARDA, A., Realidad histórica» y realidad informativa»: la re-
producción de la realidad social a través de la prensa, en VV. AA. La prensa en
los siglos XIX y XX, op. co. Sobre este tema del lenguaje de la prensa de
masas considero de gran interés el trabajo de SUNKEL, G. (1985), Razón y
pasión en la prensa popular. Un estudio sobre cultura popular, cultura de
masas y cultura política, ILET, Santiago de Chile.
(6) DE FLEUR, M. L. y BALL-ROKEACII, S. (1982), Teorías de la
comunicación de masas, Paidós, Barcelona.
(7) Ibíd., p. 63.

(8) Ibíd., p. 40.

(9) Ibíd., p. 85.

(10) Ibíd., p. 102. Todo el párrafo dedicado a «La expansión de las


necesidades de la comunicación» (p. 102-105) es muy significativo en este
sentido.
(11) En MORENO SARDÁ, A., El surgimiento de la prensa de masas, en DE
FONCUBERTA, M. (dir.), Enciclopedia del periodismo, vol III: El periodismo
escrito, pp. 9-37, he tratado de situar el desarrollo de la prensa de masas en el
contexto de esta dinámica expansiva, y sus repercusiones en el doble alcance
masivo y transnacional de la cultura de masas.
(12) DE FLEUR y BALL-ROKEACH, op. cit., p. 159.
(13) Una exposición más detallada de estos dos paradigmas puede verse en
MORENO SARDÀ, A. (1991), Pensarla historia a ras de piel, Ediciones de la
Tempestad, Barcelona.
(14) Una elaboración más detallada del planteamiento que hago aquí puede
verse en MORENO SARDÀ, A. (1991), Pensar la historia a ras de piel,
Ediciones de la Tempestad. Barcelona.
(15) Ver nota 2.
(16) En BELIS. M. (1988). Communication. Des premières signes à la
télématique, Freqüence. París, se parte también de esta noción de información,
pero se adoptan los conceptos y esquemas jerárquicos vigentes en el saber
lógico-científico androcéntrico. Por el contrario, aquí se parte de esta noción

226
unitaria para re-pensar y re-definir los fenómenos sociales teniendo en cuenta
su carácter histórico, y desde una actitud siempre distanciada y crítica con la
jerarquización con que hemos aprendido a pensarlos.
(17) Ver OSTERRIETH, P. (1973), Psicología infantil. De la edad bebé a la
madurez infantil, Madrid, Morata, 3 ed.
(18) Frente a la Biosociología, podemos considerar que todo lo que podamos
descubrir fraguado en el pasado colectivo — perteneciente a la historia —, no
podrá atribuirse a la biología..., si cabe esta “escisión epistemológica”.
Precisamente, el objetivo de la Historia de la Comunicación Social es conocer
el sistema normativo fraguado en el pasado colectivo que rige todavía hoy
nuestras relaciones colectivas.
(19) La versión más moderna de este andro-logo-centrismo es quizás lo que
podemos calificar como encefalocentrismo, en la medida en que privilegia el
cerebro y el sistema nervioso. Ver, por ejemplo. BELIS, M. op.cit.
(20) De especial interés en relación con lo que aquí planteo son el conjunto de
trabajos que componen una Introducción a la Psicología del neurofisiólogo
soviético LURIA, A.R.: Introducción evolucionista a la Psicología, Sensación y
percepción, Atención y memoria, Lenguaje y pensamiento; pero, en especial,
su obra Los procesos cognitivos, análisis sociohistórico; obras publicadas todas
ellas en Barcelona, Fontanella. No obstante, hay que tener en cuenta que Luria
parte también de lo que he definido como una perspectiva andro-logocéntrica.
(21) Para las nociones que remiten a estructuras simbólicas de carácter mítico-
religioso, ver las diversas obras de Mircea Eliade, pero en especial (l979) Lo
sagrado y lo profano, Labor. Barcelona. Para la plasmación del universo
simbológico mítico-religioso en la construcción arquitectónica del espacio, ver
NORBERG-SCHULZ, Chr. (1979), Arquitectura occidental, Gustavo Gili,
Barcelona. Sobre la asimilación corporal del universo simbólico resultan de
interés las diversas obras de André LAPIERRE y Bernard AUCOUTURIER,
especialmente (1984) El cuerpo y el inconsciente en educación y terapia, y
(1985) Simbología del movimiento. Psicomotricidad y educación, ambas en
Ed.Cientifíco-Médica.
(22) Al examinar lo incluido / lo excluido y lo valorado positiva / negativamente
en el discurso que se proclama racional, podemos des-cubrir el sustrato mítico
que subyace a la racionalidad androcéntrica, tal como lo he demostrado en las
obras citadas.
(23) Piénsese tanto en los rituales iniciaticos de las llamadas sociedades
primitivas como en el servicio militar y en la escolarización en nuestra sociedad,
que constituyen fórmulas institucionales para convertir a las criaturas en
adultos adecuados a las reglas de la racionalidad pública, esto es, que asume
el papel del arquetipo viril.
(24) Ver nota 9.
(25) Ver MORENO SARDÀ, A. (1986) “Realidad histórica” y “realidad
informativa”. La re-producción de la realidad social a través de la prensa, en
VVAA, La prensa en los siglos XIX y XX, y (1986) Prensa de sucesos y
modelos de comportamiento: la mediación del Arquetipo Viril. Estudis Semiòtics
n.9, Universitat Autònoma de Barcelona.

227
(26) Ver MORENO SARDÀ, A. (1986), El Arquetipo Viril, protagonista de la
historia, y Pensar a ras de piel, op. cit.
(27) Lo que caracteriza al saber androcéntrico, en tanto que saber vinculado al
ejercicio del poder, no es tanto su parcialidad y partidismo como su pretensión
de verdad y universalidad relacionada con su jerarquización y, por tanto, su
sacralización. Esto permite modelar la realidad social a la medida de cómo se
construye imaginariamente.
(28) Sobre la ambigüedad conceptual en la que incurre el discurso
androcéntrico, ver MORENO SARDÀ, A. (1986), El arquetipo viril..., y (1988),
La otra Política..., op. cit.
(29) Un ejemplo de este tratamiento de lo privado puede verse en BEJAR, H.
(1988). El ámbito íntimo, Privacidad, individualismo y modernidad, Alianza,
Madrid.
(30) Ver MORENO SARDÀ, A. (1988). La otra Política de Aristóteles…, op. cit.
(31) ARISTÓTELES, Política, libro III. Ver MORENO SARDÀ, A. op. cit., p.219-
220.
(32) Ver nota 8.

228
3.2 La prensa de masas, fuente documental para la historia
contemporánea: los años 50 en El Caso, semanario de sucesos 

Si examinamos textos diversos de historia contemporánea y nos interrogamos


por el proceso histórico de implantación de los medios de comunicación de
masas, podemos advertir que este fenómeno, tan omnipresente en nuestra
vida social desde el siglo XIX, no ha merecido demasiada atención por parte de
los historiadores. Este menosprecio por el fenómeno deriva de — y repercute
en — la utilización de estos medios como fuente documental para la historia
contemporánea: en general, sólo se utiliza aquella prensa en la que aparecen
como protagonistas los varones adultos de los colectivos dominantes y en tanto
que actores de los escenarios públicos, mientras que la publicidad que los
financia en buena medida y esas publicaciones en las que aparecen otros
personajes (la prensa de sucesos, la prensa femenina...), así como los
programas de radio y televisión, las canciones, las películas... que no se ciñen
a ese enfoque, han sido menospreciados hasta ignorarlos para explicar la
historia contemporánea (1).
Frente a esta mirada restrictiva, basta con que escuchemos la radio y
contemplemos la televisión, los anuncios publicitarios que invaden nuestro
paisaje cotidiano, el cine o las distintas páginas de los diversos periódicos para
advertir que estos medios enfocan una mayor diversidad de espacios sociales y
personajes, criaturas, mujeres hombres de distintas condiciones sociales que
realizan actuaciones variadas, no sólo públicas, sino también privadas e incluso
íntimas. Por ello, cuando nos proponemos utilizar los medios de comunicación
de masas como fuente documental, hemos de revisar las pautas pensamiento
académico hasta abrirnos a la perspectiva más amplia y diversa que éstos nos
proporcionan (2).
Pero, además, hay que modificar también el sistema de valores que orienta esa
observación, ya que en nuestro paso por el sistema escolar no sólo nos hemos
habituado a leer la realidad que vivimos prestando una atención especial a
unos aspectos y menosprecian e incluso ignorando otros. Nos hemos
habituado también a ordenarlos, a valorarlos racionalmente: hemos aprendido
a infravalorar esas explicaciones definidas como i-rracionales y a atribuirles un
conocimiento menos fiable, incluso a asociarlas a la superstición y la
ignorancia. Y esta actitud nos induce a menospreciar los que acaso sean los
productos más genuinos de la cultura de masas: pelícu1as, canciones,
anuncios, sucesos..., que apelan a lo que sentimos y cómo nos sentimos.
Por tanto, hay que tener en cuenta no sólo los diversos aspectos de la realidad
social que seleccionan las distintas explicaciones. Hay que considerar también


Comunicación presentada a las I Jornades Història de la Premsa. Celebradas el 4-IV-1992 en
Sant Cugat. Publicado en (1994) GAZETA nº 1, Actes de les primeres jornades d’Història de la
Premsa. Societat Catalana de Comunicació, p. 279-288.

229
los diferentes procedimientos que utilizan para organizar y presentar los datos,
y que repercuten en las lecturas que suscitan, unas veces poniendo en juego
ante todo nuestros sentimientos, otras apelando más a nuestra racionalidad.
De este modo podemos «descubrir lo latente detrás de lo aparente, lo visible a
través de lo invisible», tal como indica el historiador francés Marc Ferro a
propósito de las películas. O, de acuerdo con la terminología del estudioso de
la cultura de masas Guillermo Sunkel, podemos advertir la coexistencia de dos
formas de representación simbólica de la realidad que remiten a dos matrices
culturales: «la matriz simbólico-dramática» y «la matriz racional-iluminista».
Estas consideraciones de Sunkel pueden enriquecerse a la luz de las
observaciones de Eric Fromm sobre el lenguaje de los sueños y su relación con
el pensamiento religioso en su obra El lenguaje olvidado. Fromm considera que
este lenguaje simbólico con el que se construyen las explicaciones mítico-
religiosas, los cuentos, la literatura..., funciona por asociación y condensación
de imágenes que apelan a lo que sentimos (3).
En los medios de comunicación de masas coexisten y son redefinidos ambas
matrices simbólicas, si bien algunos medios y en algunos de sus productos
utilizan preferentemente la matriz racional-iluminista, y otros se sirven
predominantemente de la matriz simbólico- dramática. Así, las telenovelas y las
radionovelas, las películas, los sucesos, los anuncios, las canciones, que
dramatizan las relaciones interpersonales privadas y hasta íntimas y nos
evocan los sentimientos contradictorios que vivimos ante las exigencias propias
de las distintas circunstancias, se construyen mediante un lenguaje de carácter
mítico-religioso, simbólico-dramático; mientras que esas noticias que hablan de
las querellas y negociaciones públicas, políticas y económicas, y que son
homologables a los acontecimientos que los historiadores seleccionan como
hechos históricos, se construyen en clave lógico-conceptual, racional-iluminista.
En definitiva, la utilización de los medios de comunicación de masas como
fuente documental requiere re-visar las pautas del pensamiento académico y
ampliar nuestra atención tanto a lo que se dice! no se dice como a la forma en
que se elaboran los datos, sin incurrir en valoraciones jerárquicas. Porque las
premisas teóricas con las que los examinamos condicionan la metodología que
seguimos.

1. La prensa de masas durante la dictadura de Franco: algunas


reflexiones
Este problema condiciona los estudios históricos sobre el franquismo y sobre
los medios de comunicación de masas durante el franquismo.
Ciertamente, la (relativa) diversidad de la prensa de masas durante los años
cuarenta y, sobre todo, a partir de los cincuenta y sesenta contrasta con la
visión que tenemos del período tal como suele valorarse de acuerdo con la
prensa llamada de información general, tan directamente supeditada a la
censura política.
Así, durante los años cincuenta, siendo ministro de Información y Turismo Arias
Salgado y director general de Prensa Juan Aparicio, aparecen los primeros
periódicos de sucesos. En abril de 1952 empezó a publicarse en Valencia Foro
Español. Y un mes después, el 11 de mayo de 1952, Eugenio Suárez sacó a la

230
calle El Caso, el semanario de sucesos de más larga vida y sin duda también
de mayor audiencia. Durante los más de treinta y cinco años de vida de esta
publicación (el último número bajo la tutela de su fundador se publicó en el
verano de 1987), han aparecido otras que han pretendido discutirle el mercado
sin con seguirlo.
Entre 1953 y 1960, la empresa de Joaquín Valdés, Gráficas Espejo, que en los
años cuarenta editó Rutas de España y desde 1951 el semanario Diez Minutos,
publicó Sucesos, una publicación que tuvo dos épocas. La primera, entre 1953
y 1957, con tres períodos: empezó definiéndose Crónica sensacional del mes
(entre enero de 1953 y el número 47, de octubre de 1956); a partir del número
48, de 3 de noviembre, y durante un breve período de ese año 1956, se
convirtió en Crónica gráfica de la semana; por tanto, eliminó el calificativo de
«sensacional» y lo sustituyó por el de «gráfica» y pasó a tener periodicidad
semanal; y finalmente, entre enero y abril de 1957 (no puedo indicar la fecha
exacta) y hasta el número 91, de 25 de setiembre de 1957, volvió a adoptar la
periodicidad mensual y se presentó como Sucesos Mundiales, Semanario
gráfico de bolsillo. La segunda época corresponde a 1960, año en el que
reapareció por voluntad de Eugenio Suárez, como veremos, a partir del 4 de
abril, adoptando de nuevo el título y el slogan que tuvo en 1956, Sucesos.
Crónica gráfica de la semana. Publicó su último número (el 15) el 13 de julio de
ese mismo año.
En 1957 aparece El Farol, según me han informado vinculado a la Editorial
Rivadeneyra, aunque nada se dice de ello en sus páginas. El único dato que
permite relacionarlo con alguna empresa es el anuncio que se repite de
Domingo. Semanario nacional. Una publicación llena de interés que le
recomendamos, seguros de que le deleitará su lectura. En 1958 aparece en
Tánger Suspense (1958). Y el 28 de noviembre de 1960 Enrique Rubio, que
había sido reportero de El Caso, crea en Barcelona Por qué.
Según me explicó Eugenio Suárez, gracias a El Caso creó la cadena de
publicaciones que llevó su nombre: en setiembre de 1955, La Bota, que sólo
publicó trece números; en octubre de 1956, Sábado Gráfico, que se autodefinió
durante los dos primeros años Magazine del hogar y pasó después a ser una
publicación de información general, hasta que desapareció cuando finalizó la
empresa en 1987; en noviembre de 1960, Velocidad. Revista gráfica del motor,
semanario que perduró también hasta el final de la empresa; en agosto de
1961, Cine en 7 Días (1961-1968); en mayo de 1962, Discóbolo (1962-1971); y,
en febrero de 1964, Burladero (1964-1967). Además, Eugenio Suárez promovió
también otros periódicos de sucesos: en 1960, temiendo la competencia que
pudiera hacerle desde Barcelona el hasta entonces reportero de El Caso
Enrique Rubio con Por qué, adquirió Los Sucesos, revista de vida accidentada
creada en 1953 por Joaquín Valdés, como hemos visto; y en marzo de 1972
apoyó la aparición de Crimen y Castigo, publicación impulsada por José María
de Vega, entonces director de El Caso.
Estas publicaciones nos remiten, por tanto, a algunas de las empresas
periodísticas más fuertes que publicaron además otras de gran implantación.
Junto a la de Eugenio Suárez, cabe destacar Gráficas Espejo, de Joaquín
Valdés, editora de Diez Minutos en 1951, tal como he dicho, y que publicó,
entre 1954 y 1962, Marisol. Semanario para mujeres; entre 1954 y 1963, Gran
Mundo; y, entre 1955 y 1966, Noche y Día. Y también hay que considerar la

231
Editorial Rivadeneyra, empresa editora de numerosas y diversas obras
religiosas y, según varias informaciones, propietaria de El Farol.

2. Las cuatro etapas de El Caso (1956-1987)


Durante los treinta y cinco años de vida de El Caso vinculado a su fundador,
Eugenio Suárez, podemos advertir cuatro etapas que corresponden a otros
tantos períodos históricos, si tenemos en cuenta tanto los cambios en el
emplazamiento de la empresa como en la presentación y los contenidos de la
publicación.
1) La primera etapa abarca entre 1952 y 1956. Son los años difíciles, en los
que grandes contingentes de población emigran del campo a las ciudades. El
Caso se autodefine como Semanario de sucesos, y la redacción y la
administración se sitúan primero en la calle del Jordán, número 1, y después en
la del Desengaño, número 12. El Caso consigue implantarse y proporciona
sustanciosos beneficios a su propietario que le permiten crear, en 1956, el
semanario Sábado Gráfico, con el que se inicia su expansión empresarial.
2) Entre 1956 y 1966 se puede situar una segunda etapa. El esfuerzo por
mejorar las condiciones de vida tiene cada vez mayores perspectivas, como se
advierte en la publicidad de cursos por correspondencia. El Caso, que desde
mediados de noviembre había situado su redacción y su administración en la
calle de Sagasta, número 23, coincidiendo con la aparición de Sábado Gráfico,
se consolida ahora como publicación de estos sectores populares.
3) En los últimos años, en especial a partir de la Ley de Prensa de 1966,
parece buscar nuevas posibilidades ya que entre febrero y abril de 1964, a la
vez que acorta la cabecera, elimina de ella el slogan Semanario de sucesos,
que, no obstante, permanece en el recuadro que contiene las señas
administrativas, en la página 2, hasta que es suprimido definitivamente a finales
de 1966. Aquí hay que situar la tercera etapa de El Caso. Son los años de
consolidación de la nueva vida urbana que conecta con las redes del consumo
transnacional. El Caso aparece ahora desprovisto de cualquier slogan y
traslada su sede a la calle de Covarrubias número 1, donde se ubicará hasta el
final.
4) Tras la muerte del dictador y hasta 1987, El Caso vive su última etapa, que
corresponde con el desarrollo de nuevas fronteras de marginación social
derivadas de la incorporación plena a la aldea transnacional. A finales de 1976
adopta el slogan Semanario popular en la cabecera y consta de 24 páginas; en
el número 1292, de 5 de febrero de 1977, se anuncia, en la página 2, «Nuevo,
mayor y mejor formato» y se alarga la cabecera; a partir del número 1300, de 2
de abril del mismo año, se publica la imagen de una chica desnuda en la
penúltima página... En este último período, el semanario introduce constantes
cambios, como si buscara una nueva fórmula acorde con las nuevas
circunstancias; pero no la consigue, porque el 12 de setiembre de 1987 ya no
lo edita la empresa de Eugenio Suárez, sino que aparece el número 1 del que
se califica como El Caso Mundial, editado por Edial en Madrid.
Como ya he explicado, desde el primer número y hasta finales de 1966 (esto
es, durante las dos primeras etapas), El Caso se autodefinió como Semanario
de sucesos. Este slogan, que aparecía en la cabecera y en el recuadro de las

232
señas administrativas, desapareció de la cabecera en 1964, y en 1966 se
prescindió completamente de él.
El rastreo de las informaciones y la publicidad habituales en El Caso y sus
variaciones a lo largo de sus años de vida indican que nos hallamos ante la
crónica de sociedad de los sectores desheredados, de sus resistencias a
adecuarse al orden establecido; pero también de sus adaptaciones, de las
manifestaciones individuales y primarias de este rechazo (homicidios, delitos
contra la propiedad, timos...) y de sus aspiraciones y expectativas, de las
decisiones que adoptan por mejorar sus condiciones de vida, así como de las
dificultades con que tropiezan; en fin, de las formas colectivas, de carácter
sindical y político, de responder y adaptarse al sistema.
La evolución que se advierte en las informaciones y los personajes que los
protagonizan, así como los actos que realizan, resultan muy significativos de
las distintas circunstancias sociales de cada período. Y estos cambios en los
contenidos informativos aparecen relacionados con los que se dan en la
publicidad. De ahí el interés de El Caso como fuente documental para el
conocimiento del largo período en el que se publicó (4).

3. Los años cincuenta en El Caso. Semanario de sucesos


El análisis de los ejemplares publicados en los años cincuenta (entre el 11 de
mayo de 1952, fecha en que aparece el primer número, hasta finales de
diciembre de 1959) nos permite advertir los cambios que se producen en el
tránsito de los años difíciles al período en que los esfuerzos por mejorar las
condiciones de vida tienen cada vez más posibilidades.

a) Las informaciones o las fronteras de la marginalidad


La temática predominante en las páginas de El Caso es la que gira en torno a
los conflictos que se derivan de la propiedad: la mayoría de los crímenes
sangrientos dramatizan conflictos generados por los sentimientos posesivos
entre las personas o por la posesión de bienes. Al principio, la censura dosificó
el número de homicidios que se podía publicar en cada número, y este control
se compensaba con crímenes históricos o que se habían realizado más allá de
nuestras fronteras, con accidentes mortales o con riñas más o menos
sangrientas. Pero a mediados de los cincuenta este control disminuye. Los
robos y los atracos son también noticias habituales en estas páginas. Y se
condenan con especial énfasis cuando la relación entre quien ejecuta el delito y
su víctima implica una jerarquización a la vez que cierta confianza. De ahí la
frecuencia con que aparece la figura de «la criada ladrona»: desde que en el
número 28 (de 16 de noviembre de 1952) se publicó el primer reportaje que
habla de que «un abogado defiende a la criada que le desvalijó el piso», a lo
largo de la década encontramos cada año media docena de casos similares.
Por tanto, las mujeres aparecen en este semanario como protagonistas que no
se someten a los modelos dominantes. Las que emigran a la ciudad y buscan
solucionar su vida mediante el servicio doméstico encuentran en El Caso una
crónica de sociedad que ejemplifica las actitudes que deben evitar para no ser
rechazadas. Las que en ese camino se adentran en la prostitución también

233
suelen aparecer con tintes negativos. Estos tonos se acentúan entre aquellas
que, en lugar de ser víctimas de la violencia masculina, ejercen ellas mismas
alguna forma de violencia, sea contra los hombres o, más aún, contra las
criaturas porque maltratan a sus hijos o porque los abandonan. Incluso ya en
los número 25 y 26, de octubre de 1952, encontramos referencias a lo que no
se define como aborto, sino como «intervención clandestina de útero».
La emigración del campo a la ciudad merece, pues, especial atención en las
páginas de El Caso que, desde su primer número, se preocupó por aleccionar
sobre cómo hay que adaptarse a las reglas urbanas. Así, las frecuentes
noticias sobre los timos sirven para advertir de que no se ha de pretender ser
demasiado listo. Pero también abundan las informaciones que ponen de
manifiesto los problemas de la vivienda con que se encuentran los emigrantes,
problemas que unas veces se traducen en tensiones que estallan en peleas,
agresiones y hasta homicidios; otras, en accidentes mortales debidos al estado
ruinoso de muchas viviendas; o en estafas diversas de pisos.
Junto a estas noticias encontramos otras que ofrecen un amplio repertorio de
accidentes laborales: albañiles muertos al caer de algún andamio, al hundirse
el edificio en construcción o por algún corrimiento de tierras, mineros que
perecen al explotar el grisú, marineros que sucumben como consecuencia de
tempestades... pueblan las páginas de este semanario con una asiduidad que
no tienen en otras publicaciones. Las periódicas inundaciones provocadas por
las lluvias, junto con los accidentes ferroviarios o automovilísticos — cada vez
más abundantes —, completan el paisaje dramático al que ha de enfrentarse la
población en estos años cincuenta.
En El Caso de los años cincuenta encontramos, pues, un panorama menos
idílico que en otras publicaciones, con informaciones que hablan incluso de
supervivientes del maquis, a quienes se llama bandoleros o bandidos, o de
sentencias de muerte y ejecuciones que se dictan y cumplen.

b) La publicidad o la integración social


Pero también encontramos en las páginas de este semanario de sucesos, a
través de la publicidad, diversas propuestas para transformar esas difíciles
condiciones de vida, entre las que destacan fórmulas diversas para mejorar el
aspecto físico y para promoverse profesionalmente.
Entre los primeros, cabe situar un amplio repertorio que va desde «MARLICE,
la crema de afeitar mejor y más rápida», en el número 3, hasta
«CHLORODONT, la gran crema dental alemana»; o la serie de anuncios que
ofrecen a las mujeres soluciones para obtener figuras más esbeltas o
«admirables senos», de las casas Sveltor y Plasto Sein, y a los hombres la
promesa de crecer más o de aumentar su musculosidad.
Pero los más abundantes son los que ofrecen la posibilidad de mejorar la
situación económica y profesional. El primero que encontramos se dirige a los
hombres y nos habla de que la implantación de los modernos medios de
comunicación de masas ofrece nuevas posibilidades laborales. Así, en el
número 31 (de 7 de diciembre de 1952), se propone: «Un buen empleo. Un
trabajo bien pagado! (…) Curso de fotografía por correspondencia. (…)
Academia de Fotografía Hispanoamericana». Le sigue, a principios de marzo

234
de 1953, otro de Escuela Radio Maymó, que se prodigará en este semanario
con cursos de «radio, cine sonoro y televisión».
A partir de 1954 proliferan en cada número anuncios de los principales centros
de enseñanza por correspondencia: desde el número 138, de 26 de diciembre
de 1954, empieza a publicarse «Aprenda Diesel (…) Instituto Americano»; a
partir de octubre de 1955 la CCC anuncia «10 becas semanales para seguir
gratis cualquier curso»; desde principios de 1956 la CEAC anuncia cursos de
albañiles, delineantes, etc.; a finales de 1958, empiezan a anunciarse cursos
de idiomas de la Academia Inter...; y desde octubre de 1959 se publica un
anuncio del Instituto ETAF que proclama: «Yo soy de la Policía Armada. (…)
Usted también puede ingresar».
También a las mujeres se les propone mejorar sus medios de vida. En primer
lugar (el primero lo encontramos el 6 de diciembre de 1953), mediante la aguja
de coger puntos de medias: «Señorita!! (…) ¿Quiere ganar 50 pts. diarias?
Con la aguja mecanizada PERFECTA modelo profesional 1953...» A partir de
octubre de 1955, el Instituto Atenea ofrece cursos de Belleza, Maquillaje y
Estética.
Pero la serie de anuncios más sugerentes es la de la máquina de coser Sigma,
que desde el 19 de abril de 1958 publica un repertorio de consejos para las
amas de casa que culminan proclamando: «Pudiendo tener una Sigma, ¿por
qué conformarse con menos?» Esto anuncios definen el camino que se sigue
del «hágaselo usted misma» de la autarquía, a la sociedad de consumo.
Este camino no hubiera podido recorrerse sin esa transformación económica
que ha democratizado el uso del dinero mediante los pagos a plazos y los
créditos, fenómeno que también encontramos documentado en las páginas de
El Caso en los años cincuenta.
El Caso ilustra, por tanto, de los avatares que acompañaron a tantas mujeres y
hombres en el proceso de movilidades sociales que protagonizaron en la
década de los cincuenta. Movilidad en el espacio, que requiere asimilar las
formas de comportamiento urbanas; y también, movilidad en el estatus social,
que quiere decir rechazar unos modelos de comportamiento precisamente para
asumir otros que se consideran superiores. En esta dinámica resulta
fundamental simbolizar los modelos que se rechazan: en El Caso se
ejemplifican ampliamente mediante la figura de los gitanos. Por el contrario, la
ley y el orden vigente se ejemplifican también, especialmente mediante
alabanzas a la guardia civil, la policía armada, los Jueces y los abogados.
Esta breve aproximación a las páginas de El Caso de los años cincuenta pone
de manifiesto la riqueza de esta fuente documental. Todo depende de la lectura
que hagamos.

Notas
(1) La utilización restrictiva de los medios de comunicación de masas puede
condicionar intentos renovadores, como sucede en una propuesta para la
reforma de las Ciencias Sociales de la Enseñanza Secundaria Obligatoria,
coordinada por la historiadora Pilar Maestro, en la que se parte de la
realización de las historias familiares y se incluye un dossier de prensa: de los

235
208 textos seleccionados, 195 son noticias de información general, 12 anuncios
y 1 texto de propaganda política; de estos 208 textos, 115 se refieren a
acontecimientos políticos y económicos homologables a los hechos históricos
habituales, y sólo en 13 textos aparecen referencias a lo doméstico, que resulta
así casi tan menospreciado como las mujeres, que sólo aparecen en 9 textos.
(2) Sobre las restricciones que impone el orden androcéntrico del discurso
lógico-científico, ver MORENO SARDA, A. (1986), El arquetipo viril
protagonista de la historia, Barcelona, La Sal, y (1988), La otra Política de
Aristóteles, Barcelona, Icaria, 1988. Sobre las repercusiones en los estudios
sobre la cultura de masas, «En torno a la comprensión histórica de la cultura de
masas (1): El orden androcéntrico del saber académico», Anàlisi, Departament
de Periodisme de la Universitat Autònoma de Barcelona, núm 12, 1989,
incluido en esta recopilación.
(3) Marc FERRO, Cine e historia, Barcelona, Gustavo Gili, Guillermo SUNKEL,
Razón y pasión en la prensa popular, Santiago de Chile, ILET; Erich FROMM,
El lenguaje olvidado, Buenos Aires, Ediciones de la Flor. Una propuesta para
comprender la articulación de ambas matrices simbólicas que afectan al
discurso lógico-científico y a la cultura de masas en MORENO SARDÀ, A.
(1991), Pensar la historia a ras de piel, Barcelona, La Tempestad.
(4) Un análisis más completo puede verse en MORENO SARDÀ, A. (1994),
Premsa de sucesos: models de marginació i integració social en els processos
de mobilitat social, ANÀLISI n. 16, p. 35-54; y en MORENO SARDÀ, A. (1998),
La mirada informativa, p. 114-127 (Modelos de integración y marginación social
en El Caso)

236
3.3 Otra visión del mundo contemporáneo: de las historias familiares a la
cultura de masas

1. Historias familiares y cultura de masas. Razones de la propuesta.


Marco teórico
Esta propuesta didáctica, desarrollada, desde el curso 1987-88 en la asignatura
de Historia de la Comunicación Social (hasta ahora troncal de tercer curso en la
Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Autónoma de
Barcelona), se propone innovar tanto el contenido como la didáctica de la
Historia Contemporánea.
El objetivo inicial fue elaborar una Historia de los medios de comunicación de
masas que no se redujera a una mera exposición positivista de datos, sino que
los examinara relacionando el proceso histórico de implantación de la cultura
de masas con las restantes transformaciones sociales.
Pero el análisis de los medios de comunicación de masas como objeto de
estudio como fuente documental me llevó a concluir que las dificultades con
que tropezamos para la comprensión de la organización actual de nuestra vida
social se derivan de la opacidad androcéntrica del discurso académico (1). En
primer lugar, porque se generaliza como concepto de lo humano lo que
corresponde solo a los personajes que actúan en los escenarios públicos, en
las cúspides de las instituciones desde donde se ejerce el poder y el saber
vinculado al poder. Y se menosprecia como insignificante y hasta se silencia
cuanto acontece a las restantes mujeres y hombres que transitan por los
restantes escenarios de la vida social y que, sin embargo, son los personajes
que aparecen como protagonistas de los productos más genuinos de la cultura
de masas (la publicidad comercial que los financia, la prensa de sucesos del
corazón, las películas, la radio o telenovelas...) Pero además, porque, para
legitimar como naturales superiores el sistema de valores de esos personajes
públicos y las formas de organización social propia del ejercicio del poder que
se hallan impregnadas de la voluntad de dominio de uso seres humanos sobre
otros, se elude examinar las repercusiones que este propósito tiene en la vida


En este texto he agrupado dos textos que presenté a las I y II Jornades sobre l’Autònoma i la
Innovació docent, celebradas en 1992 y 1994, publicados en las respectivas Actas. (IV-1992),
Otra visión del mundo contemporáneo: de las historias familiares a la cultura de masas, en
AAVV: L’Autónoma i l’innovació docent, Actes de les I Jornades celebrades a Cerdanyola del
Vallès l’1 i 2 d’abril de 1992. Pub. 1993, Servei de Publicacions de la Universidad Autónoma de
Barcelona, Cerdanyola del Vallès, pp. 67 – 74. Y (VII-1994), Los medios de comunicación de
masas. Otros protagonistas, otras fuentes documentales, otros materiales didácticos para la
historia contemporánea, en Actes de les II Jornades L’Autónoma i l’innovació docent. ICE de la
Universidad Autónoma de Barcelona, Cerdanyola del Vallès, pp. 51 – 56. He eliminado
aquellos párrafos que podían ser reiterativos.

237
social (privada y pública) de lo colectivos que lo practican, una de cuyas
manifestaciones son las instituciones, vías y medios de comunicación, que
facilitan dominar el máximo espacio en el menor tiempo.
Todo ello repercute en una visión de la Historia Contemporánea centrada en
los actores públicos de los estados hegemónicos, y que no suele tener en
cuenta ni las transformaciones que han afectado a la vida doméstica, ni su
relación con esa trama transnacional que se ha entretejido cada vez más tupida
a lo largo del siglo XX, campo en el que operan los medios de comunicación de
masas desde los que nos asomamos hoy a la aldea planetaria.
Por ello, el marco teórico de esta propuesta se deriva de esta crítica. Parte de
considerar la existencia humana desde la noción unitaria de comunicación - por
tanto, la organización de la vida social y la forma de organizar las relaciones
comunicativas (2) -. Y la defino como no-androcéntrica porque examino el
proceso histórico de implantación conflictiva de las formas de organización
social que se orientan a dominar el mundo, partiendo de la base de que la
aspiración humana al entendimiento y las formas originarias de las relaciones
comunicativas están impulsadas por la voluntad de convivencia armónica. De
ahí la hipótesis en torno a la que se articulan los dos paradigmas que la
orientan: en la medida en que un colectivo organiza su vida social de acuerdo
con propósitos de dominio expansivo, la logística de la expansión territorial
fratricida exige definir simbólicamente las relaciones comunicativas internas -
para la reproducción de la vida y la obtención de bienes -, a fin de supeditarlas
y orientarlas de acuerdo con tales propósitos expansivos.
El primer paradigma considera como en nuestras historias personales
asumimos la memoria colectiva fraguada por las generaciones que nos
precedieron: la dinámica social aparece como producto de la no—asimilación /
asimilación personal de la memoria colectiva. Y, así, podemos clarificar nuestra
participación personal y colectiva en la producción y re-producción
generacional de la vida social. El segundo paradigma examina las
transformaciones históricas de las relaciones sociales teniendo en cuenta las
repercusiones de la dinámica expansiva en la vida social, privada y pública.
Ello permite comprender la construcción histórica del ecosistema hasta
alcanzar las formas y dimensiones propias de la conquista de la tierra desde el
espacio que caracteriza nuestro mundo contemporáneo, en el que una tercera
parte de la población mundial participa de la sociedad del despilfarro a
expensas de los dos tercios marginados en situaciones de miseria.
La confluencia de ambos paradigmas permite formular una explicación del
mundo contemporáneo atendiendo al proceso de re-producción generacional
de la vida social en el que participamos con nuestras actuaciones cotidianas, al
ritmo de la dinámica de la historia colectiva; y ubicar en ese mareo el papel de
unos medios de comunicación tic masas que conectan las aspiraciones y
ensoñaciones de grandes contingentes de población a un sistema neurálgico
de alcance transnacional 3.

2. Trabajo a realizar. Metodologías


Como premisa fundamental, se insiste en la distinción entre la realidad social -
lo que sucede - y las explicaciones elaboradas por las diversas disciplinas

238
académicas -los medios de comunicación de masas, etc.-. Se considera que
cualquier explicación se construye enfocando determinados personajes y
aspectos de la realidad social a los que se considera significativos y
menospreciando otros como in-significantes; y que el sistema de valores que
orienta cada explicación repercute no sólo en qué se valora positivamente y
qué se valora negativamente, qué personajes y qué actuaciones se enfocan
preferentemente, se menosprecia hasta el silencio, o incluso se ignora, qué
espacios sociales o escenarios, sino también en cómo se tratan los datos y se
elaboran los diversos textos. Esta pauta se aplica al análisis de las
aportaciones y las limitaciones de los textos académicos, los medios de
comunicación de masas, los relatos de vida, etc. Y también las posibilidades de
construir otras explicaciones.
Tres son las tareas a realizar durante el curso:

2.1. Primera tarea: ejercicios de “des-aprendizaje”


En primer lugar, unos ejercicios de “des-aprendizaje” o lecturas críticas no
androcéntricas (4) de textos de Historia Contemporánea y de Teoría e Historia
de la Cultura de Masas, que sirven de “pre-texto” para “des-cubrir” los
esquemas de pensamiento, con los que se han construido y nos hemos
habituado a pensar nuestra existencia social racionalmente a fin de que
podamos usarlos o modificarlos, en lugar de que nos hagan pensar según
reglas asimiladas inconscientemente. La realización de estas lecturas críticas
es tanto o más necesaria para el profesorado como para las y los estudiantes;
no en vano llevamos años repitiendo las patitas del pensamiento académico, y,
como dijo Aristóteles, “es más difícil olvidar lo aprendido que aprender por
primera vez.”
Tres cuestiones hay que plantearse ante los textos, tomando nota de los datos
en unas fichas.
La primera se refiere a la noción de lo humano con que se construyen: ¿Qué se
dice, de qué hombres, mujeres, criaturas de diversas condiciones y, por tanto,
de qué seres humanos no se habla?
Esto clarifica la segunda cuestión que se refiere al tratamiento que se da tanto
a la organización interna como a las relaciones que el colectivo mantiene con
otros y con su entorno: ¿Qué tratamiento recibe lo que sucede en los espacios
privados y en los públicos? ¿Se enfoca sólo a las cúspides de las instituciones
públicas? ¿Cómo se tratan las relaciones que el colectivo mantiene con el
exterior y las transformaciones de las formas y dimensiones que adopta el
dominio territorial? ¿Se habla de las repercusiones de la expansión territorial en
la organización social interna, privada y pública?
Finalmente, hay que interrogar a los textos por los medios de comunicación de
masas. ¿De qué medios se habla: de qué prensa, de qué cine, de qué
programas de radio y televisión, de la propaganda política, de la publicidad
comercial, de las agencias informativas...? ¿Cuáles se ignoran? ¿Qué
valoración merecen?
Tomar en consideración tanto lo incluido en los textos como lo excluido, y tanto
lo que valoran positivamente como lo que valoran negativamente, ayuda en

239
primer lugar a diferenciar lo que se explica de lo que sucedió o sucede, y, así, a
ampliar nuestro campo de atención al recuperar las piezas del rompecabezas
de nuestra vida social que nos habíamos habituado a menospreciar, a
considerar la articulación de las diversas actividades sociales, desde lo privado
a lo público y hasta las formas que adopta la expansión territorial, así como las
repercusiones que esta expansión tiene en la organización interna y en las
transformaciones históricas de nuestra sociedad.
De este modo podemos formularnos ya preguntas que habitualmente no nos
hacemos e investigar pistas que nos hemos acostumbrado a menospreciar o a
leer de forma despectiva, objetivo de la segunda tarea.

2.2. Segunda tarea: nuevos interrogantes, nuevas fuentes y nuevas


metodologías
Frente al hábito que suele crear el sistema educativo de responder a las
preguntas que formula el profesorado y de responder tal como se espera que
se responda, se propone a las y los estudiantes que se ejerciten en
interrogarse por el mundo que nos rodea, en buscar respuestas sabiendo que
éstas dependen tanto de las preguntas que se hacen como de la indagación
que se realiza, de las fuentes que se utilizan y de la metodología o caminos
que se siguen para resolverlo.
Las dos fuentes fundamentales con que trabajamos son las historias familiares
y los medios de comunicación de masas además de otras fuentes
documentales y bibliográficas.

2.2.1. Las historias familiares


Desde principio de curso se propone que cada estudiante investigue su propia
historia familiar. Se trata de reconstruir los itinerarios vitales de los distintos
miembros de cada familia, de la infancia a la adolescencia, la vida adulta y la
senectud: las condiciones de vida con que se encuentran las criaturas al nacer,
que se plasman en la vida doméstica y dependen de las generaciones
precedentes; las expectativas posibles según esas condiciones de vida y las
aspiraciones que se expresan en los universos imaginarios religiosos,
escolares o de los medios de comunicación de masas; las decisiones que se
adoptan y que conducen a modificar o no en alguna medida las condiciones de
nacimiento, tanto en la vida privada como en la publica, decisiones que
repercuten en las condiciones que se ofrecen a la siguiente generación. El
objetivo es rastrear las variaciones experimentadas, individual y
colectivamente, en el proceso de reproducción generacional de la vida social.
El trabajo se basa en entrevistas con los diversos miembros de las familias,
hasta al menos tres generaciones. Para ello, se debate en el aula un
cuestionario que sirve de orientación para que cada estudiante realice
entrevistas en profundidad, que permiten extraer datos sobre el conjunto de las
familias preservando el anonimato. La selección y formulación de las
preguntas del cuestionario constituye en sí mismo un ejercicio por medio del
cual cada estudiante ha de interrogarse sobre su vida social pasada y presente,

240
no ya en abstracto y a partir de unos conceptos que determinan la pregunta,
sino concretamente desde su experiencia vital. Así, al seguir el rastro de las
transformaciones domésticas (introducción de agua y desagües, electricidad...,
electrodomésticos, radio, televisión...) podemos advertir las huellas de los
negocios transnacionales que han entretejido la construcción histórica de la
aldea planetaria.
Los datos obtenidos han de verse como resultado de las preguntas que se han
hecho, y de como se han hecho. Pero, además, el análisis colectivo del
conjunto de encuestas del aula permite contrastar la riqueza de situaciones
existentes en el grupo y matizar las informaciones que proporcionan otras
fuentes. Este balance ayuda a profundizar en la relación entre las diversas
historias familiares del grupo y las localidades en que se insertan, calibrando
las peculiaridades socioeconómicas o de las distintas zonas según los diversos
niveles, así como del conjunto más o menos homogéneo de población que
confluye en la misma aula del mismo centro escolar, y situando esa muestra de
población en relación con los diversos marcos más amplios de alcance
regional, nacional, estatal y transnacional.
No se trata, pues, de encerrarse en las propias historias familiares, sino de
acercarnos a ellas para valorar mejor la riqueza y dimensiones de las
actuaciones personales, y buscar en ellas las huellas de la historia colectiva y
viceversa.
La linealidad de la cronología, que orienta nuestra visión del pasado hacia
futuros siempre superiores, se curva, se hace más flexible y expresa el proceso
dinámico y contradictorio de reproducción generacional en que participamos
con nuestras actuaciones cotidianas, repitiendo o modificando cuanto hicieron
quienes nos precedieron y el legado que nos dejaron. Y poco a poco
empezamos a re-conocer que la vida colectiva es el producto de las
innumerables y diversas actividades cotidianas de personas concretas; por
tanto, que todas y todos somos responsables del mundo en que vivimos.

2.2.2. Los medios de comunicación de masas, fuentes documentales para


la historia contemporánea
Cuando nos aproximamos a los medios de comunicación de masas buscando
pistas para el conocimiento de las transformaciones históricas
contemporáneas, es preciso tener en cuenta no sólo los diversos aspectos de
la realidad social que seleccionan las distintas explicaciones, sino también los
diferentes procedimientos mediante los que se organizan y presentan los datos,
y que repercuten en las lecturas que suscitan, a veces poniendo en juego ante
todo nuestra sentimentalidad, otras apelando más a nuestra racionalidad. Por
tanto, hemos de procurar no incurrir en esa visión académica que, a la vez que
centra la atención en los escenarios, los personajes y las actuaciones públicos,
valora también como superior cuanto se ajusta a las reglas del pensamiento
racional. Porque esta actitud induce a menospreciar los que acaso sean los
productos más genuinos de la cultura de masas: películas, canciones,
anuncios, sucesos..., que apelan a lo que sentimos y a cómo nos sentimos.
En cuanto a la muestra a analizar, hay que evitar incurrir en valoraciones
jerárquicas: la llamada prensa de información general no proporciona datos

241
más fiables ni más significativos que la prensa dirigida a las mujeres, sino que
cada tipo de periódico y aun cada tipo de información enfoca distintos espacios
y personajes, y ofrece datos sobre distintos aspectos de nuestra existencia. La
publicidad comercial no hay que verla simplemente como una forma de
manipular a la gente para vender más: habla también de cómo los distintos
productos, las distintas innovaciones — en la alimentación, en la higiene, en las
formas de vestir, en los utensilios domésticos y extradomésticos… — se han
ido introduciendo en la vida de la gente, y como negocios, según las
condiciones socioeconómicas, y que expectativas y aspiraciones han
acompañado este proceso. Las fotografías, el cine, las canciones, la radio o
telenovelas proporcionan datos sobre el conjunto de relaciones privadas y
públicas, sobre las condiciones de vida y las aspiraciones y modelos a
adoptar... Tampoco hay que menospreciar los medios de comunicación locales,
ni considerar de mayor entidad las informaciones de los medios de difusión
nacional o internacional. En realidad, los medios de comunicación de masas
nos ofrecen numerosas pistas para conocer las transformaciones históricas
contemporáneas, desde lo más próximo y cotidiano hasta lo más lejano y
abstracto.
En cualquier caso, hay que situar los medios de comunicación en relación con
quien los produce y quien los dirige, y cómo y quién los recibe, para advertir
que se refieren a unos sectores concretos de población que de alguna forma se
identifican con su propuesta.
En cuanto a la metodología, hay que tener en cuenta de qué escenarios,
personajes y actuaciones hablan los distintos medios, sean privados o públicos
y correspondan a unos sectores socioeconómicos u otros; cómo presentan
esos datos: si apelan a las tensiones que vivimos entre lo que no debe y lo que
debe ser, según nuestros sueños y aspiraciones (textos que definen las
fronteras de la marginalidad social y fomentan, así, los procesos de movilidad
social) o si remiten a los argumentos mediante los cuales lo que debe ser se
eleva a la categoría de lo que es y se presenta como la realidad (textos que
fomentan la integración social, el reconocimiento interno y el consenso).
De este modo, no confundiremos lo que explican los medios con lo que
sucedió, pero tampoco lo consideraremos mera fantasía sin conexión con lo
que la gente vive. Por el contrario, podremos advertir que los medios “re-
producen” pautas de comportamiento pertinentes o no según las distintas
condiciones y, así, a la vez que proporcionan recetas para adaptarse a esas
condiciones, muestran la posibilidad de acceder a nuevas situaciones mediante
la adopción de esos comportamientos y para hacer realidad aspiraciones y
sueños. Por tanto, permiten rastrear la amplia movilidad social que hemos
vivido en el último siglo, las condiciones de vida de partida, las expectativas, y
como hemos transformado los comportamientos cotidianos hasta asumir las
nuevas exigencias publicas, no sólo políticas sino también como participes en
el banquete del consumo transnacional, como miembros de la aldea planetaria.

2.2.3. Otras fuentes bibliográficas y documentales


La utilización de las historias familiares y los medios de comunicación de
masas como fuentes documentales para “re-pensar” las transformaciones
históricas contemporáneas no invalida que tengamos en cuenta otras fuentes,

242
de uso mas o menos habitual. Por el contrario, hay que atender a todos los
materiales que puedan completar los datos obtenidos para contrastarlos o
enriquecerlos.

2.3. Tercera tarea: ensayar otras versiones


Los resultados del conjunto de encuestas de la clase, junto con los que
proporcionan los medios de comunicación de masas, y junto con otras lecturas
complementarias constituyen el material documental base para elaborar
nuevas explicaciones sobre las transformaciones históricas contemporáneas.
En estas explicaciones, las actividades político-económicas privilegiadas por el
discurso histórico androcéntrico aparecen resituadas en ese marco más amplio
que nos permite circular desde los espacios domésticos y hasta íntimos y, a
través de la trama de los negocios transnacionales, hasta los diversos
escenarios públicos de la aldea planetaria.
Esta es la fase más atractiva del trabajo y a la vez la más complicada, dadas
las condiciones en que la realizamos. Por ello, hay que hacer un planteamiento
ajustado, so pena de que nos desborde la situación y no podamos llegar a
extraer conclusiones del trabajo realizado. Hay que recordar que el objetivo es
formular nuevas preguntas e hipótesis sobre las transformaciones históricas
contemporáneas que nos permitan percibir, desde lo cotidiano, doméstico y
privado, como nos hemos ido incorporando, en el proceso de reproducción
generacional, a la aldea transnacional a la que nos asomamos desde el
televisor de nuestras casas. Y que no nos interesa tanto incrementar nuestras
informaciones, como dar con claves que nos faciliten “re-conocer”, hacer
inteligible, comprender 5 lo que vivimos. Por tanto, nos proponemos “re-
pensar” las informaciones de que disponemos, advirtiendo que las respuestas
dependen de las preguntas formuladas, buscando la articulación entre lo que
conocemos por nuestra experiencia vital y lo que nos explican los textos
académicos o los medios de comunicación de masas.
Esto ha de facilitar la exposición final de los resultados en algún formato que
permita un debate colectivo; por ejemplo, un mural que sirva de base a mesas
redondas en las que se exponga la visión de la vida social que se ha obtenido
de las distintas generaciones. Por ello se propone organizar la clase, desde
principio de curso, en tres grupos que trabajan respectivamente la generación
de las abuelas y abuelos, la de las madres y padres, y la suya propia. A lo largo
del curso cada uno de estos grupos se reúne periódicamente para repartirse el
trabajo y para valorar los resultados obtenidos.

3. Fases del trabajo a realizar durante el curso


A lo largo del curso la actividad se organiza, en forma de trabajos individuales y
en grupos, en cuatro fases:
1. Presentación de la propuesta y primera aproximación teórica y metodológica.
2. Organización del trabajo individual y colectivo: ejercicios de lectura crítica;
preparación de cuestionarios para realizar las historias familiares; análisis de
medios de comunicación de masas como fuentes documentales.

243
3. Evaluación de los resultados obtenidos y organización de los datos para la
exposición.
4. Otras versiones de la Historia Contemporánea: exposición y debate final.

4. Resultados y posibilidades de esta propuesta didáctica


Este planteamiento despierta gran interés entre el alumnado, ya que permite re
conocer la propia historia familiar en relación con las transformaciones
históricas contemporáneas, y, al mismo tiempo, obtener una visión más rica del
diverso y multiforme contenido de los medios de comunicación de masas en los
que aspira a trabajar como profesional.
También ha tenido buena acogida en grupos de profesorado de enseñanza
primaria y secundaria que busca nuevas posibilidades en el marco de la
Reforma. Las relaciones con este profesorado me han estimulado a elaborarla
de forma que pueda adaptarse a distintos niveles escolares y a distintas
condiciones sociales.
Estas experiencias me han permitido enriquecer mis planteamientos iniciales,
tanto por la utilización de las fuentes orales y de los medios de comunicación
de masas, como por las posibilidades de elaborar otras versiones de la historia
contemporánea, y de poderlas elaborar en formato audiovisual, experiencia de
la que hablo brevemente a continuación.

5. Los medios de comunicación audiovisuales: otros protagonistas, otras


fuentes documentales, otros materiales didácticos para la historia
contemporánea
Exponemos a continuación el documental audiovisual que elaboramos a lo
largo del curso 1992-93 a partir de la experiencia didáctica de trabajar la
implantación histórica de la cultura de masas desde las historias familiares.
Este documental, de una duración de una hora, lo pudimos elaborar gracias a
una ayuda del ICE de la UAB, y a la colaboración de las productoras de Madrid
Trafalgar producciones documentales y Videoreport, que asumieron la mayor
parte del coste. El objetivo de este documental es mostrar las posibilidades de
formular otra visión de la historia contemporánea a partir de los relatos y
rememoración de las propias historias personales y utilizando los medios de
comunicación de masas como material documental que ilustra las
transformaciones sociales que hemos vivido, y como recurso que permite
construir otras explicaciones plurales.
He señalado en otras ocasiones que mi atención no se reduce a incorporar a la
explicación de la historia a las mujeres, o la vida cotidiana, o los medios de
comunicación de masas; sino que lo que me propongo es una visión de la
historia que integre todos estos y otros aspectos que forman parte de nuestra
existencia cotidiana, personal colectiva. Y en esta comunicación quiero mostrar
la posibilidad de realizar esta integración. Para ello transcribo un breve
fragmento del guión de este documental y lo utilizo como base para señalar las
interrelaciones que pueden establecerse entre los cambios vividos en las
historias personales, y los que se han producido en los distintos ámbitos de la
vida colectiva (desde los más próximos a los más vastos de alcance

244
planetario), así como los matices que hay que hacer en las cronologías
oficiales según las distintas condiciones sociales de las personas. También
quiero mostrar ha posibilidad de realizar una aproximación transdisciplinar al
mundo contemporáneo que nos ayude a re-conocer el protagonismo y la
responsabilidad de las diversas mujeres y hombres en la vida colectiva para
comprender mejor el papel que nos corresponde.
Todo ello constituye la base para elaborar una guía didáctica que facilite la
aplicación de esta propuesta a profesorado de distintos niveles educativos. En
esta comunicación hago un ensayo de los aspectos que deberían indicarse en
las fichas que tendrían que formar parte de la guía didáctica que acompañaría
a los materiales audiovisuales.

5.1. Descripción: metodologías y contenido


El fragmento del programa que presento corresponde a uno de los capítulos de
una serie documental cuyo objetivo es abarcar todo el siglo XX.
La visión que se quiere ofrecer a lo largo de esta serie implica dos cambios
decisivos respecto a la historia académica, que se derivan de los dos
paradigmas que he formulado para la Historia de la Comunicación:
3. Se parte de una noción de historia amplia que se identifica con la memoria
colectiva transmitida por las generaciones precedentes asimilada en
distintos grados formas por cada una de las personas que componemos el
colectivo social. Este planteamiento conduce a situar la cronología que
ordena el discurso histórico académico (que se refiere prioritariamente a
actos realizados en los escenarios públicos de los países hegemónicos) en
el marco de otra visión temporal más acorde con las historias personales.
Se consideran tres fases en las historias personales que permiten seguir el
rastro del proceso de reproducción generacional de la vida social:
3.1. la primera infancia, en la que aprendemos las pautas simbólicas que
rigen la sentimentalidad primaria en el marco de las condiciones en las que
nos han nacido que son condiciones prioritariamente domésticas y
familiares pero también extradomésticas:
3.2. la adolescencia, en la que contrastamos esas condiciones de nacimiento
con expectativas y sueños proporcionados por el entorno familiar o
extrafamiliar (religión, escuela, medios de comunicación de masas...);
3.3. y la vida adulta, en la que adoptamos decisiones que nos llevan a
reproducir o modificar las condiciones sociales en que nacimos (tanto el
marco domestico como nuestra ubicación social), y que constituyen las
condiciones de nacimiento con que se encuentra la generación siguiente
(7).
De acuerdo con este planteamiento, las transformaciones históricas del siglo
XX se consideran, en cada capítulo, desde la óptica propia de cada una de
estas fases de la vida y en el proceso del recambio generacional. El capítulo
del que aquí se examina un fragmento corresponde a los años 50 vistos desde
la infancia.

245
2) Se amplía el enfoque de la vida social para abarcar, además de lo público, lo
privado y doméstico y hasta el espacio asignado a quienes se ha desposeído, y
teniendo en cuenta las transformaciones producidas por la dinámica expansiva
a lo largo del siglo XX, esto es, en el marco planetario (8). Este enfoque resulta
imprescindible para comprender el papel desempeñado por los medios de
comunicación de masas como sistema neurálgico y simbólico: unos medios
que nos conectan a la red planetaria desde la sala de nuestras casas y
apelando tanto a nuestros sentimientos como a nuestro pensamiento racional,
argumental. En el fragmento que aquí se examina se verá esta imbricación de
los medios de comunicación de masas.
Las metodologías seguidas guardan estrecha relación con estos
planteamientos.
El núcleo del trabajo lo constituyen las preguntas que formulamos al pasado y.
concretamente, a las personas a las que interrogamos por sus trayectorias
personales. En función de estas preguntas y sus respuestas. para ilustrarlas o
marcar contrastes, buscamos también la documentación que nos ofrecen los
medios de comunicación de masas (fotografías personales o (le archivo,
películas, publicidad comercial, periódicos, música...).
En el documental elaborado se ha entrevistado a 10 personajes. Estos
personajes se han seleccionado procurando respetar la diversidad de
situaciones sociales de la población cuya primera infancia transcurrió en los
años 50 según su edad (nacen entre 1947 y 1955), sexo (5 mujeres y 5
hombres), raza (1 gitano y 9 payas y payos), lengua materna (2 hablan catalán,
uno euskera, otro gallego y 6 castellano), religión (9 fueron bautizados y 1 no lo
fue) e ideología política (1 nació en Francia porque sus padres vivían en el
exilio por razones políticas y el resto advierte distintas posturas políticas en sus
familias de origen), lugar de nacimiento (4 nacen en ciudades y 6 en medios
rurales, de los cuales 3 emigran a grandes ciudades en su primera infancia), y
condiciones socioeconómicas de sus familias de origen (los padres de los 4
que nacen en ciudades trabajan en la industria, en distintos niveles y status
económicos de acuerdo con lo cual una de las madres es ama de casa con
servicio doméstico, otra ama de casa que en alguna ocasión ha de trabajar en
el servicio domestico y las otras dos compaginan en sus casas las tareas del
hogar con la costura para obtener un salario; entre los padres de los 6 que
nacen en medio rural, 1 se dedica a la pesca, otro a la ganadería y los otros 4 a
la agricultura, mientras que las madres, además de trabajar en la casa lo hacen
también en el campo e incluso comercializando los productos que obtienen).
El cuestionario que ha orientado las entrevistas se refiere a las condiciones de
nacimiento y primera infancia de las personas que nos hablan de la
coexistencia de diversas realidades según las condiciones sociales en que ha
nacido cada personaje.
En la búsqueda y selección de medios de comunicación de masas como fuente
documental se han considerado tanto los que pertenecen a los propios
personajes (fotografías familiares, objetos personales...) como los que
pertenecen a archivos privados o públicos. Como puede advertirse, el material
es mucho más abundante y rico de lo que suele considerarse.
La trascripción de un breve fragmento, en el que 6 de los 10 personajes
recuerdan su relación con la radio, permite indicar estas relaciones entre

246
historias personales y colectivas, que se incluirían en la ficha didáctica qué
podría acompañar al material audiovisual de esta propuesta didáctica:
— Sintonía de la SER. Primer plano de Estrella. Imágenes de locutorio de radio
con programa en directo.
ESTRELLA: La radio, la recuerdo cuando llegué a España: tenía yo 8 años. Ahí
sí teníamos radio. Recuerdo que los domingos por la mañana había un
programa que era «Ruede la bola», que era para los adultos, y luego «Ruede la
bolita», que eran canciones infantiles.
— Imágenes de película y fotografías de juegos de niños.
PEDRO: Y yo siempre recuerdo ese comedor lleno de retales, lleno de ropa,
lleno de colores… y sobre todo el olor que tenía aquella tela. Era un olor que
me resultaba desagradable. No sé con qué estaba hecho, pero había cerros y
cerros de ropa, vamos, de piezas. Mi madre los cortaba, los cosía, y así se
pasaban las tardes, el ruido de la máquina y el ruido de la radio.
— Anuncio de máquinas de coser Sigma. Fotografía de mujer cosiendo.
PATXI (traducción del euskera): Telefunken era la marca, este aparato,
recuerdo, no se oía muy bien , se oía mal, allí oíamos hasta el rosario, las
misas, y nosotros las novelas de detectives.
— Anuncio de receptores de radio Telefunken, producido por Movirecord para
salas de cine en color. Anuncio de «La SER en el hogar».
ESTRELLA: ...me acuerdo también de otra canción de esas de la radio...
(canta) «El que tiene piso, tiene colegio y tiene sitio para jugar. Quiero vivir en
Moratalaz. Era cuando se hicieron los pisos de Moratalaz».
— Escena de película en que una familia escucha un serial titulado «Ricos sin
saberlo».
MATILDE: Mi abuelo ya tenía radio en Jauja y escuchábamos La Pirenaica.
Siempre recuerdo a mi abuela gritando: «¡Un día te van a meter en la cárcel!»...
A mi me gustaba muchísimo oír «Matilde, Perico y Periquín» No me lo perdía si
podía...
— Foto de una niña leyendo junto a un receptor de radio.
ESTRELLA: (canta)... Yo soy aquel negrito del África tropical...
— Reproducción de una cartilla de racionamiento ele 1951. Escena de película
en la que el padre exclama que los niños nacen con un pan bajo el brazo.
Anuncio de leche condensada La lechera: ‘¡Que no falte la leche en su hogar!’.
JUANA: Yo oía «yo soy aquel negrito …» y todo eso, pero el Cola Cao yo no
sabía lo que era, porque para nosotros, nuestro desayuno fundamentalmente
era cebada, era lo que nosotros llamábamos el café …

5.2. Algunas conclusiones


Una revisión atenta de este fragmento nos proporciona datos interesantes
sobre el período, raras veces mencionados en los libros de historia habituales
en las aulas universitarias o, si se menciona, de forma demasiado abstracta, y

247
nos permite advertir algunas interrelaciones interesantes entre los relatos de
las historias personales y las transformaciones sociales:
— El espacio doméstico aparece como un lugar en el que, en una misma
época, existen diferentes posibilidades de existencia según las condiciones
sociales, y en el que se producen actividades y cambios significativos.
— La mayoría de las madres de este grupo, contraviniendo las imágenes
tópicas de la época según las cuales las mujeres apenas participaban en el
trabajo asalariado, completan los ingresos familiares por medio de su trabajo
en el campo (incluso comercializando los productos), el servicio doméstico o en
sus casas (mediante la costura). Los anuncios de máquinas de coser proliferan
en la época y constituyen un material documental de gran interés, así como
también — aunque aquí no se han utilizado —, los anuncios de cursos de
costura, corte y confección..., por correspondencia o no.
— En este espacio doméstico, la radio introduce expectativas y recetas de
comportamiento que abren la existencia de la gente a dimensiones más
amplias, y a pesar de unas fronteras y jurisdicciones políticas que en aquel
momento intentan mantenerse aisladas. Como explica Pedro en otro momento,
el dial de la radio te hacía pensar que donde vivías no era todo tu mundo…
sino que había muchas más cosas en el exterior. El anuncio de receptores de
radio Telefunken es ya un claro ejemplo de la introducción de un producto de
consumo de una empresa multinacional que proclama la nueva dimensión
planetaria de la vida social. El anuncio de leche condensada La Lechera, de
Nestlé, es otro ejemplo de la introducción de las empresas de consumo
multinacionales en la vida cotidiana.
A través de los aparatos de radio se introducen en los hogares, junto con la
mentalidad religiosa oficial (Patxi recuerda el rosario, las misas), otras visiones
del mundo (el mismo Patxi cita novelas de detectives: a Estrella, el recuerdo de
la radio le evoca la música y letra de anuncios que hablan de la posibilidad de
acceder a una vivienda propia. con colegio y un sitio para jugar, así como de un
producto alimenticio, el Cola Cao, que Juana — que en la segunda mitad de los
50 pasa su primera infancia en el campo malagueño — nunca había probado.
aunque también lo conocía a través de la radio). La radio transmite incluso
visiones que ponen en cuestión un sistema político que según los historiadores
disponía de una férrea censura para controlar los medios de comunicación de
masas (Matilde recuerda a su abuelo escuchando La Pirenaica, a pesar de las
advertencias de su abuela, “Quita eso. Te van a meter en la cárcel”).

Notas
(1) Véase Moreno Sardà, A 1986. El Arquetipo viril protagonista de la historia.
Ejercicios de lectura no androcéntrica (Barcelona. La Sal). 1988, La otra
Política de Aristóteles. Cultura de masas y divulgación del Arquetipo Viril
(Barcelona: Icaria).
(2) A finales de los años 50, Fernand Braudel ya advirtió que la articulación
entre la Historia y las restantes Ciencias Sociales podía provenir de considerar
las aportaciones de la Teoría de la Información, lo que le condujo a examinar
los fenómenos de “larga duración”. Véase Braudel, F., 1968. La Historia y las
Ciencias Sociales. (Madrid: Alianza). Otros autores han hecho aportaciones en

248
esta línea de gran interés. Véase Wiener, N., 1965. Cibernètica i societat.
(Barcelona: Edicions 62) Moles, A., 1978. Sociodinámica de la cultura. (Buenos
Aires: Paidós) Morin, E., 1978. El paradigma perdido: el paraíso olvidado.
Ensayo de bioantropología. (Barcelona. Kairós). Lotman, Y. M. y Escuela de
Tartu, 1979. Semiótica de la cultura (Madrid: Cátedra). Rossi- Landi, F. y otros,
1973. Semiótica y praxis. (Madrid: A. Redondo). De Fleur, M. L. y Ball-
Rokeach, S., 1982. Teorías de la comunicación de masas. (Barcelona: Paidós
4ª ed.). Una exposición más detallada del planteamiento teórico y de los
paradigmas que aquí expongo concisamente puede verse en MORENO
SARDA, A., 1991. Pensar la historia a ras de piel (Barcelona: Ediciones de la
Tempestad).
(3) Inicialmente apliqué este planteamiento en mis clases a grupos de tercer
curso de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, con unos 120 alumnos, y
más adelante también lo hicieron los profesores Albert Hernández e Isabel
Alonso en otros grupos del mismo curso y numero de alumnos similar. Al
implantarse el nuevo plan de estudios la desarrolle también con estudiantes de
primer curso adaptándola a este nivel y reduciéndola a las exigencias de los
cuatrimestres. En el presente año académico 1992 está previsto trabajarla en el
segundo cuatrimestre con estudiantes de Història de la Comunicació de tercero
de plan nuevo. Además, la he expuesto en cursos impartidos a profesorado de
enseñanza primaria y media y sé que en algunas ocasiones la han aplicado
adaptándola a sus posibilidades. En el marco de esta relación he dirigido las
investigaciones realizadas por profesoras de enseñanza media para las
licencias de estudios concedidas por el Departament d’Ensenyament de la
Generalitat de Catalunya: 1990—1991, Assumpta Sopeña, sobre las
transformaciones en el ámbito doméstico en la Cataluña del siglo XX; 1991-
1992, Isabel Alonso, sobre el cine como fuente documental y material didáctico
para la historia contemporánea, y 1992-1993, sobre cine y literatura como
fuente documental y material didáctico para la historia contemporánea; y 1993-
199s, Encarna Larrey, sobre las relaciones escuela / medios de comunicación
de masas desde la perspectiva de la educación visual y plástica.
4 La metodología de estos ejercicios de lectura crítica se halla expuesta en
MORENO SARDÀ, A., El Arquetipo viril..., op. cit.
5 La principal lección que aprendí de mis profesores de historia es que çesta
ha de servir para comprender el presente, tal como lo expresa el título del libro
de Joan REGLA, Comprendre el mon.

7 Este planteamiento corresponde al que he definido como primer paradigma


de la historia de la comunicación, que puede enunciarse de forma sintética
considerando la dinámica social como producto de la asimilación / no
asimilación personal de la memoria colectiva. Ver Moreno Sardá, A., 1991,
Pensar la historia a ras de piel; y 1992, En torno a... II. Paradigmas para una
historia de la Comunicación Social..., ya citadas.
8 Ver el segundo paradigma, de acuerdo con el cual las transformaciones
sociales internas (privadas y públicas) guardan relación con las dimensiones e
intensidad que alcanza la expansión territorial.

249
3.4. Comprender la globalidad desde la proximidad. Aportaciones no-
androcéntricas a la construcción de un humanismo plural

En una sociedad formada por más de 6.500 millones de mujeres y hombres


que disponen de condiciones de vida muy diversas (1), atravesada por
desigualdades sociales muy acentuadas e interrelacionada por una tupida red
de medios de transporte y comunicación, en la que persisten injusticias
ancestrales y en constante cambio, resulta cada vez más acuciante poder
comprender lo que sucede a nuestro alrededor para identificar el sentido de
nuestras actuaciones personales y colectivas.

Pero la posibilidad de conocer y hacer inteligible la realidad no depende sólo de


la experiencia directa que cada cual vamos adquiriendo desde que nacemos y
quizás antes, a medida que tejemos redes de relaciones con mujeres y
hombres que se encuentran próximas o más o menos distantes en el espacio o
en el tiempo, cuyos ritmos, imágenes, voces y explicaciones nos llegan
directamente o a través de libros u otros medios de comunicación que los
conservan y difunden. La mayor parte de nuestros conocimientos dependen de
los que han acumulado otras personas con las que nos relacionamos
directamente, y de conocimientos elaborados en el pasado y presente por
personas en documentos escritos, gráficos, audiovisuales…

El peso de los conocimientos ajenos, que no adquirimos por propia experiencia


y cuya validez no podemos probar directamente, es cada día mayor. Los
interiorizamos a lo largo de nuestra vida, a medida que nos convertimos en
personas adultas de acuerdo con los cánones de nuestra cultura, a medida que
nos relacionamos con otras personas en el marco de instituciones encargadas
de transmitir informaciones de una generación a otra, en forma de ritos, mitos,
saberes y poderes: las familias, los ejércitos, las iglesias, las escuelas, los
estados con sus instituciones políticas, las universidades, las academias, los
círculos culturales y de ocio, las literaturas, las músicas, las artes escénicas y
plásticas, los periódicos, las películas, etc. Y a menudo utilizamos estos
conocimientos ajenos sin ponerlos en duda, como dogmas incuestionables;
incluso nos aferramos a ellos aunque entren en contradicción flagrante con lo
que nos dice nuestro olfato, nuestro sentido de supervivencia, nuestra
experiencia y nuestras reflexiones más razonables, ¡hasta tal punto les
atribuimos una autoridad y una veracidad!


(2005) Este texto lo presenté en el I Congreso Internacional sobre Comunicación, Información
y Culturas. La Comunicación ante los desafíos del patrimonio y las identidades, Valparaíso,
Chile, del 30 de junio al 2 de julio de 2005, y se publicó en (2005) F@ro, Revista teórica del
Departamento de Ciencias de la Comunicación y de la Información de la Universidad de Playa
Ancha, Chile, nº 4. Lo he reelaborado parcialmente pero no he podido incorporar las
innovaciones en las que estamos trabajando, que consisten fundamentalmente en transformar
la web Paseos por las redes de comunicación desde... (http://masters-oaid.uab.es/passeig) en
una wiki para la construcción cooperativa de conocimiento de humanidades y ciencias sociales,
cambios que, según las previsiones, estarán accesibles a finales de 2007.

250
Muchas mujeres, tras incorporarnos a la actividad académica y política, hemos
experimentado esta desazón de forma especialmente acuciante cuando hemos
constatado que hemos dado por válidas explicaciones en las que no se dice
nada de nosotras, que nos ignoran e incluso que hablan en contra de nosotras.
Y hemos comprobado que estas explicaciones, vinculadas a espacios
históricamente restringidos a colectivos de varones que formaban parte de las
iglesias y del poder político y profesional, de los que las mujeres fuimos
expulsadas y excluidas (2), perviven inmutables, como si pudieran quedar al
margen de los cambios sociales que hemos impulsado.

Un desasosiego semejante se experimenta también en otras situaciones:


pensemos en el “fracaso escolar”, o en el escaso interés que despiertan la
mayoría de las asignaturas teóricas en nuestras facultades, o en las
dificultades para renovar los planes de estudio de humanidades, ciencias
sociales y ciencias de la comunicación; o en el actual “fracaso informativo”
derivado de unos medios de comunicación incapaces de fomentar la
participación y el control democrático para promover una sociedad más justa; o
en los desajustes entre las nuevas posibilidades de las tecnologías digitales y
unos contenidos anclados en convencionalismos...

La Historia de la Comunicación, cuyo objeto es explicar las transformaciones


históricas de las formas de comunicación, información y conocimiento, nos ha
de ayudar a comprender los desajustes entre las formas heredadas de las
generaciones anteriores, y las nuevas formas que hay que construir para
responder a las necesidades derivadas de las transformaciones sociales. De
este modo podremos diagnosticar las causas que provocan la falta de interés
que despiertan especialmente entre las jóvenes generaciones las explicaciones
sobre el funcionamiento de la sociedad que se transmiten en el sistema escolar
y las informaciones “serias” que ofrecen los medios de comunicación de
masas, y adoptar medidas para salvar unas brechas epistemológicas que
afectan no sólo a las chicas y chicos víctimas del “fracaso escolar”, sino
también a las personas adultas, a las madres y padres, al profesorado, a los
profesionales de la información y a los especialistas en ciencias sociales y
humanidades, que no aciertan a dar soluciones a los problemas de nuestra
sociedad.

En los ambientes feministas se relacionan estas brechas epistemológicas con


el “género”; pero la proliferación de estudios específicos sobre las mujeres hoy
por hoy no ha repercutido en una mejor comprensión de las relaciones entre el
conjunto de mujeres y hombres de distintas condiciones. En el sistema escolar
se ha atribuido el problema a la mayor facilidad de la gente joven para utilizar
las nuevas tecnologías de la comunicación y la información y a las dificultades
que tiene la gente más mayor para usarlas; pero la introducción en las aulas de
equipamientos tecnológicos cuanto más nuevos mejor no han conseguido
resolver un problema que, al contrario, se agudiza día a día.

Ciertamente, el desarrollo de nuevas tecnologías de la comunicación y la


información nunca ha sido la causa primera de los cambios sociales, sino la
consecuencia, el resultado de buscar respuesta a nuevas necesidades
derivadas de las transformaciones sociales. En las distintas sociedades y a lo

251
largo de los tiempos, los instrumentos técnicos y simbólicos elaborados para el
registro, la conservación y la reproducción de la información se han construidos
para adecuar la gestión de la comunicación y el conocimiento a los cambios
sociales. Y de la misma manera que el alfabeto en la Grecia clásica, o la
imprenta en la Europa del Renacimiento permitieron generar nuevas formas de
humanismo y de explicar la realidad más acordes con las necesidades de las
respectivas sociedades, así también hoy las tecnologías digitales requieren un
cambio epistemológico que inspire un nuevo humanismo adecuado a las
nuevas realidades sociales.

La Historia de la Comunicación explica también que a menudo los cambios


técnicos se han implantado con más facilidad que los cambios en los
contenidos, debido a las resistencias de los colectivos profesionales que
controlan los saberes vinculados al poder y se reproducen reproduciéndolos
(3). Resulta, por tanto, imprescindible explorar las posibilidades que ofrecen
hoy las tecnologías digitales para formular un nuevo humanismo que permita
re-conocer la pluralidad de experiencias vitales y situaciones culturales que
afectan a mujeres y hombres de distintas edades y condiciones sociales, en las
realidades más próximas de cada localidad en las que transcurre la vida
cotidiana de las personas, y teniendo en cuenta también las interrelaciones con
las sociedades supralocales y la sociedad global utilizando las redes y medios
de transporte y comunicación. Un humanismo plural que sirva de base a
nuevas formas de democracia participativa y de intervención política que
permita construir una sociedad más justa.

Explorar estos cambios en las formas de comunicación, conocimiento y


explicación de la realidad nos ha obligado a revisar la concepción de la
Historia, de la Comunicación y de las disciplinas académicas humanísticas y
sociales para formular una Historia de la Comunicación. Esta tarea nos condujo
a preguntarnos, como hemos explicado a lo largo de esta compilación, por ese
hombre que aparece como sujeto de la historia y concepto de lo humano, y a la
crítica del orden androcéntrico del discurso académico; y de ahí, a proponernos
identificar e incorporar otras y otros protagonistas y fenómenos sociales
habitualmente excluidos o menospreciados como insignificantes, y a formular
nuevos paradigmas que nos han permitido ensayar otras explicaciones sobre el
pasado, el presente y la actualidad.

Expondremos brevemente este recorrido, ya que resulta imprescindible para


comprender los fundamentos de las propuestas didácticas que explicaremos en
la segunda parte, que hemos desarrollado desde mediados de los años
ochenta y se plasman hoy en Internet, una herramienta que facilita formular un
nuevo humanismo plural, ex-céntrico e interactivo.

1. De la Historia de los Medios de Comunicación a la Historia de la


Comunicación

La Historia de la Comunicación es una disciplina relativamente joven que ha de


resolver diversas ambigüedades y contradicciones. En primer lugar, no existe
un acuerdo para designarla como Historia de la Comunicación, Historia de las

252
Comunicaciones, Historia de los Medios de Comunicación, en consecuencia,
para definir su contenido y alcance. Además, tropieza con los condicionantes
de un mundo académico que se debate entre el anquilosamiento propio de una
institución que se perpetúa a base de obligar a que cada generación
reproduzca el saber acumulado, y la renovación ineludible propia de un
pensamiento científico que obliga a explorar soluciones a los nuevos
problemas.

Los condicionantes académicos más evidentes de la Historia de la


Comunicación se derivan de las dos áreas de las que procede y se nutre
fundamentalmente: la Historia, y las investigaciones y teorías sobre los medios
de comunicación de masas.

“Durante gran parte de su vida intelectual inicial, la Historia de la Comunicación


fue la Historia de la Prensa”, advertía W. D. Rowland en los años 90 (4).
Ciertamente, los estudios históricos sobre los medios de comunicación de
masas fueron, junto con los estudios jurídicos, los primeros que se
desarrollaron desde mediados del siglo XIX, coincidiendo con la construcción
de los Estados nacionales y con la implantación de la prensa de masas (5). El
desarrollo del periodismo como profesión y de los centros de formación de
periodistas, hizo que la Historia del Periodismo se formalizara, desde finales del
siglo XIX, como una disciplina académica a la búsqueda de su propio estatuto
científico. En la primera mitad del siglo XX, a medida que se fueron
implantando los medios audiovisuales, se elaboraron las correspondientes
historias del cine, la radio, la televisión... Pero no todos los medios han recibido
la misma consideración por parte de los estudiosos: mientras la prensa escrita,
especialmente la de información política, ha merecido, junto con el cine, una
atención privilegiada, la radio, la industria discográfica, la publicidad comercial
o la televisión han despertado menos interés y a menudo se han centrado en
los aspectos tecnológicos.

El desarrollo de nuevos medios de comunicación de masas fue paralelo al


predominio de unos estudios sociológicos que en la segunda mitad del siglo XX
se han dejado llevar con frecuencia por un pragmatismo inmediato, presentista,
que ha conducido a menospreciar la perspectiva histórica. Paralelamente, los
estudiosos de la Historia Contemporánea se han centrado preferentemente en
los protagonistas y acontecimientos políticos, han utilizado como fuente las
publicaciones que adoptan el mismo enfoque, y han menospreciado los medios
de comunicación más masivos y la publicidad que los financia. Ambas visiones
comparten una mirada preferente a los varones adultos que ocupan los
escenarios centrales del poder a los que identifican como los sujetos agentes
del pasado y el presente; un enfoque que hemos definido como androcéntrico
(6), que se ha anquilosado y se ha distanciado de las transformaciones que se
han producido en las relaciones entre el conjunto de mujeres y hombres de
diferentes edades, procedencias y condiciones sociales, que conforman unas
sociedades cada vez más plurales. De ahí las dificultades para comprender la
relación entre las transformaciones sociales y unos medios de comunicación en
constante cambio.

253
La implantación de la radio, el cine, la televisión como medios de comunicación
de masas en la segunda mitad del siglo XX planteó la necesidad de un enfoque
más amplio y global para comprender el desarrollo de la cultura de masas y sus
relaciones con las transformaciones sociales, económicas, culturales…, tanto
en los ámbitos públicos como privados. En este contexto hay que situar dos
obras publicadas en 1962 que, aun con perspectivas distintas, han sido
decisivas para el desarrollo de la Historia de la Comunicación: La comprensión
de los medios como extensiones del hombre, de Mc Luhan, e Historia y crítica
de la opinión pública, de J. Habermas (7).

Las exigencias de la práctica docente en los centros universitarios de formación


de profesionales de los medios de comunicación coincidieron también con la
necesidad de elaborar explicaciones históricas de conjunto. David Crowley y
Paul Heyer, en el prólogo a una de las obras de referencia de esta disciplina
(8), explican que la falta de materiales de apoyo para la enseñanza de la
Historia de los Medios de Comunicación y la Teoría de la Comunicación les
impulsó a preparar una recopilación de textos. Con el mismo problema nos
encontramos quienes tuvimos que resolver la docencia de estas asignaturas en
las Facultades de Ciencias de la Información que se crearon en España a
principios de los años 70, con el objetivo de incorporar a la Universidad unos
estudios que hasta entonces se realizaban en las Escuelas de Periodismo y a
los que se añadieron los restantes medios de comunicación, la publicidad y las
relaciones públicas. El primer plan de estudios definió unas asignaturas de
Historia de los Medios de Comunicación y de Historia del Periodismo, Universal
y de España, que pronto nos propusimos redefinir en el marco más amplio de
una Historia de la Comunicación (9).

En los años 70 se continuó explorando este enfoque global (10). Y a partir de


los años 80 proliferaron investigaciones e intentos de formular panoramas
generales en los que situar estudios y análisis específicos (11). Se consolidó
así la Historia de la Comunicación como disciplina académica y favoreció la
publicación de obras de autores que hasta entonces no habían manifestado
preocupaciones históricas (12), y de numerosas investigaciones y obras de
síntesis.

En este recorrido se han definido las dos cuestiones clave a las que ha de dar
respuesta la Historia de la Comunicación:
 La primera, qué relaciones existen entre las transformaciones que se han
producido en los medios de comunicación e información, y las relaciones
sociales y la cultura en el sentido más amplio;
 Y la segunda, qué repercusiones tienen los medios de comunicación, como
herramientas técnicas y simbólicas, en las formas y los procesos cognitivos,
de forma inmediata y a largo plazo.

Las dificultades para responder a estas cuestiones nos condujo a diagnosticar


que el problema radicaba en el concepto de lo humano que, lejos de dar cuenta
del conjunto de mujeres y hombres, se restringe a los varones adultos que
ocupan los escenarios de los centros de poder, y asume como superior su
voluntad de dominar a otras y otros, clave del orden androcéntrico del discurso
académico.

254
Resultaba imprescindible, por tanto, de-construir este concepto, como pieza
básica de las explicaciones androcéntricas, para poder incorporar a otras y
otros protagonistas y actuaciones excluidos o menospreciados como
insignificantes y poder formular otras explicaciones.

Este planteamiento nos llevó a formular nuevos paradigmas que permiten dar
cuenta del conjunto diverso de mujeres y hombres de diversas edades y
condiciones que establecen relaciones sociales en espacios locales próximos,
privados, públicos, marginales…, y a través de redes que pueden tener alcance
global y articulan las sociedades contemporáneas. En esta tarea, los medios de
comunicación audiovisuales han resultado de gran utilidad, y especialmente los
medios digitales.

2. La de-construcción del orden androcéntrico del discurso académico,


punto de partida de los paradigmas para una Historia de la
Comunicación no-androcéntrica.

Inicialmente me propuse abordar la relación entre la implantación de los medios


de comunicación, y la transformación de las relaciones sociales, políticas,
económicas, culturales, como marco contextual en el que operan los medios.
Pronto advertí que tropezaba con diversas dificultades. La solución más fácil
consistía en sazonar la historia de los medios de comunicación, normalmente
reducida a aspectos tecnológicos e institucionales, con referencias al contexto
histórico. Sin embargo, los datos que ofrecían los libros de Historia
contemporánea sobre el contexto histórico, así como la bibliografía de unas
Humanidades y Ciencias sociales cada vez más distanciadas, no encajaban
con los interrogantes que plantea la implantación de los medios de
comunicación de masas. Ante todo, porque suelen restringir la atención a los
acontecimientos públicos vinculados con las actuaciones de los varones
adultos que ejercen el poder en los escenarios públicos, mientras que los
medios de comunicación de masas se refieren y se dirigen al conjunto de la
población, y tanto a fenómenos propios de la racionalidad pública como de la
sentimentalidad privada y hasta íntima.

Este enfoque preferente a una parte de la población y de la vida social,


resultado de lo que hemos definido como el orden androcéntrico del
discurso académico (13), dificulta explicar las relaciones entre al conjunto de
mujeres y hombres de diversas edades y condiciones sociales, ya que valora
como superior cuanto se relaciona con los proyectos de dominio expansivo de
los colectivos que ejercen el poder y excluye las aportaciones de las restantes
mujeres y hombres al funcionamiento de la sociedad. En consecuencia, no
permite dar cuenta de numerosas transformaciones que se han operado a lo
largo del siglo XX en los espacios domésticos y privados, en los que
precisamente se han introducido los medios de comunicación de masas y los
bienes de consumo que en ellos se publicitan y los financian; y tampoco, de las
relaciones entre estos cambios y los que se han producido tanto en el sistema
institucional estatal como transnacional, y tanto en las zonas centrales como en
las marginales.

255
El enfoque androcéntrico favorece también que se ensalcen los instrumentos
tecnológicos y simbólicos que se han construido históricamente para el
ejercicio del poder, y alimenta unas visiones que podemos calificar como
tecnolátricas, en las que las tecnologías aparecen como sujetos agentes de los
cambios sociales como si funcionaran al margen de las decisiones de las
personas.

La crítica al orden androcéntrico del pensamiento académico permite ampliar el


enfoque y explorar otras explicaciones para incorporar a otras y otros
protagonistas, especialmente si redefinimos los distintos fenómenos desde el
punto unitario de la comunicación, esto es, considerando que toda actividad
humana e incluso cósmica puede comprenderse como actividad comunicativa.

De esta crítica se derivan dos paradigmas que permiten explicar las


transformaciones históricas de las formas de comunicación y conocimiento
(14).

Frente a unas explicaciones que restringen la atención a los varones adultos de


las clases y los colectivos dominantes, partimos de la base de que todos los
seres humanos, mujeres y hombres de distintas condiciones, participamos de
alguna manera y somos responsables del funcionamiento de la sociedad; y
frente a la valoración de estos varones como modelo de lo natural-superior, que
legitima el sistema de valores orientado al dominio expansivo, podemos
formular un primer paradigma según el cual la expansión territorial repercute
en la organización interna del grupo que la practica, e impulsa la construcción
de instrumentos simbólicos, institucionales y tecnológicos orientados a llevar a
cabo y perpetuar dicha expansión; sin olvidar que la humanidad se ha
perpetuado porque esta voluntad de dominio se ha contrarrestado con otras
actuaciones orientadas a la supervivencia y el entendimiento.

Estas premisas permiten pensar que la transformación de las relaciones


sociales internas, privadas y públicas, guarda relación con las dimensiones y
las formas que ha alcanzado a lo largo de los tiempos la expansión territorial, la
implantación y extensión del dominio sobre otros colectivos humanos, y las
formas de entendimiento. Y en este marco podemos considerar el desarrollo de
las redes y medios de comunicación en su doble papel contradictorio: como
instrumentos desarrollados para ocupar y dominar espacios cada vez mayores
y más distantes en tiempos más reducidos, orientados por esa voluntad de
dominio expansivo que la Cultura Occidental ha potenciado especialmente; y
como medios que favorecen también nuevas relaciones de comunicación entre
más y más grupos y permiten, así, a nuevas formas de convivencia y acuerdos.

Ciertamente, un análisis histórico que tome en consideración esta voluntad de


dominar más espacio en menos tiempo, inscrito en la memoria profunda de
nuestra cultura judeocristiana (recordemos el mandato bíblico creced y
multiplicaos y dominad el mundo), y las dinámicas contradictorias internas /
externas que ha generado a lo largo de los tiempos, permite advertir notables
diferencias entre aquellas sociedades que no se han expansionado, y las que
se han expansionado en distintos grados, en el interior de los continentes, más

256
allá de los ríos, más allá de los mares próximos, más allá de los océanos y por
otros continentes, y a partir del siglo XX por el dominio de la Tierra desde el
espacio. Estas diferencias se manifiestan en los medios simbólicos,
institucionales y tecnológicos de que se han dotado para articular las redes de
comunicación internamente, y en las dimensiones y las formas que han
adoptado las redes que han extendido hacia los otros colectivos, así como en
las tensiones y acuerdos entre grupos sociales situados en los distintos nudos
de la red, en los espacios centrales y periféricos (15).

Además, el cuestionamiento del pensamiento androcéntrico como un repertorio


de acontecimientos públicos explicados de acuerdo con una racionalidad
teleológica, y la consideración de que la Historia de la Comunicación ha de
atender también a los procesos de transmisión de la memoria colectiva a través
de las generaciones, permite adentrarse en un segundo paradigma, a partir
de la noción unitaria del ser humano como ser dotado de una capacidad de
comunicación consigo mismo y con otros seres con los que convive, base del
conocimiento, el comportamiento y las relaciones humanas. Este paradigma
considera la vida social humana como actividad comunicativa de carácter
histórico, esto es, diversa según la historia de las distintas sociedades, y que
experimenta permanencias y cambios según los procesos de aprendizaje y
socialización de los miembros de las distintas generaciones; y se propone
comprender el papel de las instituciones y medios de acopio y representación
simbólica de la realidad en las formas de comunicación, conocimiento y
transmisión de la memoria colectiva, sincrónica y diacrónicamente, en el
proceso de reproducción generacional de la vida social y entre quienes
coexisten en una misma época.

La dinámica social aparece, así, como producto de la asimilación o no


asimilación personal de una memoria colectiva que se conserva a través de lo
que se ha llamado el patrimonio tangible e intangible de cada sociedad, esto
es, en el propio ecosistema tal como ha sido construido a lo largo de los
tiempos, y además, en los sistemas mnemotécnicos icónicos, musicales,
verbales, numéricos y escritos, elaborados para preservar esa memoria
individualmente y más allá del recambio de las generaciones (16).

En definitiva, podemos afirmar con Rowland (17) que acaso la Historia de la


Comunicación sea mucho más central para el conocimiento de la Historia de la
Humanidad de lo que indica una asignatura académica. Y no porque
pretendamos que ocupe ninguna posición predominante sobre otras, sino
porque, el conocimiento de la Historia de la Humanidad desde la noción unitaria
de comunicación que propugnamos constituye hoy la base para el necesario
diálogo interdisciplinar (18) de las Humanidades y las Ciencias Sociales.

Este es el punto de partida de las propuestas didácticas que hemos


desarrollado en los últimos años, que nos han conducido a plantearnos las
posibilidades de Internet para la construcción de un conocimiento integrador,
personal y colectivo, común y experto…, que haga visible la ciudadanía plural
en las distintas localidades que tejen la sociedad red y en sus movilidades
geográficas y sociales.

257
3. Propuestas didácticas para una Historia de la Comunicación ex–
céntrica, plural e interactiva.

En otros documentos de esta recopilación hemos visto que los paradigmas de


la Historia de la Comunicación permiten comprender el papel de los medios de
comunicación en la construcción histórica de redes no sólo tecnológicas sino
ante todo sociales, personales y colectivas, institucionales o no, que, a lo largo
de los tiempos han favorecido, dificultado o impedido la comunicación entre
personas y grupos, los desplazamientos de personas y objetos, y la transmisión
de mensajes entre personas y grupos, sincrónica y diacrónicamente. Para ello,
el análisis de la implantación de las redes de comunicación, de los núcleos que
entrelazan y de su alcance, ha de poner en el centro de la explicación a los
seres humanos.

Si nos centramos en los últimos cien años podemos considerar que los
distintos vínculos establecidos por las personas, utilizando las redes de los
medios de transporte y comunicación, permiten identificar su posición en el
sistema de relaciones sociales, y los cambios que protagonizan a lo largo de su
vida indican tanto cambios personales en el estatus social, como cambios
colectivos en el sistema de relaciones sociales.

Además, estos paradigmas permiten comprender también el papel de los


medios de comunicación como mediums encargados de la reproducción
simbólica de la realidad social, por tanto, de la elaboración del conocimiento,
las formas de comportamiento y la memoria personal y colectiva. En la medida
en que estos medios proporcionan modelos de comportamiento y expectativas
que incitan a identificarse con ellos o a rechazarlos, fomentan y facilitan los
desplazamientos geográficos y en el estatus social. De ahí que el análisis de
los medios de comunicación, de las propuestas de lectura de la realidad social
que hacen cotidianamente los periódicos, la publicidad, el cine, los distintos
programas de radio y televisión..., permita comprender los procesos de
movilidad social y las modificaciones de las relaciones entre los distintos
grupos sociales (19), así como los cambios en los modelos de comportamiento
que favorecen situaciones de integración o marginación social.

De estas consideraciones se derivan las propuestas didácticas en las que


hemos trabajado en los últimos años.

3.1. Otras y otros protagonistas, otras fuentes y otros materiales


didácticos. Historias familiares, medios de comunicación y cultura de
masas:

Como hemos explicado en páginas anteriores, las primeras propuestas las


desarrollamos a partir del curso 1987-1988, con el objetivo de formular una
explicación histórica no-androcéntrica, que permitiera relacionar las
transformaciones sociales, tal como las han vivido las mujeres y hombres de
las distintas generaciones en sus historias personales, con la implantación de
los medios de comunicación y la cultura de masas.

258
Esta experiencia nos permitió ver la riqueza de los propios medios de
comunicación, especialmente de la publicidad, como fuentes documentales y
como instrumentos que han ampliado las redes de relaciones personales.
También pude comprobar el interés que los medios despiertan entre las y los
estudiantes para el conocimiento sobre el pasado y el presente y por tanto
como material didáctico (20).

Además, llegué a la conclusión de que los propios medios, especialmente los


audiovisuales, ofrecen nuevas posibilidades para elaborar explicaciones de la
historia contemporánea no reducidas a los varones adultos que aparecen como
los protagonistas habituales del discurso histórico académico, sino en las que
se hagan visibles otras y otros protagonistas, mujeres y hombres de distintas
edades y condiciones sociales. A la vez, la construcción de un relato
audiovisual requería enfoques más amplios, diversos y plurales, abiertos al
conjunto de la población; y estos relatos se enriquecían con la utilización de los
medios de comunicación como fuente documental. De ahí la preparación de
una serie de televisión titulada Historias, de la que sólo pude realizar un
capítulo piloto (21), en la que se organizaba la explicación de los cambios
vividos por las distintas generaciones del último siglo en tres fases que tienen
que ver con el proceso de socialización y la estructuración de la memoria
personal (22).

3.2. Redes y nudos de comunicación: una propuesta didáctica ex-


céntrica, plural e interactiva.

La asignatura de Historia de la Comunicación en Cataluña, que impartí por


primera vez el curso 1994-1995, me ofreció la oportunidad de plantearme las
posibilidades de Internet para explicar la construcción histórica de la sociedad
red.

La lectura no-androcéntrica de obras de Historia de Cataluña y de Historia de


los medios de comunicación en Cataluña me hicieron advertir que en general,
bajo unas reivindicaciones nacionalistas críticas con el centralismo español,
perviven los mismos prejuicios que alimentan las versiones históricas
androcéntricas más tradicionales y centralistas de la Historia de España o de
cualquier otro estado (23). Era imprescindible situar lo incluido y valorado
positivamente en el marco más amplio de lo excluido y valorado negativamente
en el discurso histórico sobre Cataluña, España, Europa... y tener en cuenta no
sólo lo que hace referencia a los protagonistas que ocupan los escenarios
públicos de la ciudad que constituye hoy el nudo central, Barcelona, sino
también a otras y otros mujeres y hombres cuyas relaciones han transcurrido
en otros espacios y localidades de la trama histórica que constituye hoy
Cataluña.

La implantación de Internet, y la comprensión de la tecnología como fenómeno


histórico e instrumento construido para responder a las nuevas necesidades
sociales, en el marco contradictorio de los propósitos de expansión territorial,
me hizo pensar que la crítica a la visión androcéntrica del discurso académico
que me había conducido a ensayar otras perspectivas no–androcéntricas,

259
coincidía con las posibilidades que ofrecen hoy la digitalización y las redes
telemáticas para articular nuevas explicaciones sobre las múltiples y diversas
relaciones sociales que se extienden más allá de las fronteras de los estados,
interconectando terminales centrales o periféricas.

Es decir, Internet permite adoptar enfoques plurales y excéntricos, distanciados


de los centros y a la vez atentos a su funcionamiento. Más aún, estas
tecnologías demandan formular explicaciones que ya no pueden restringir la
atención al nudo central, sino que han de enfocar los diferentes nudos que
tejen las redes. Y así, permite poner de relieve el papel activo y la importancia
que tiene para la existencia de una red cualquier persona situada en cualquier
nudo, por pequeño que sea y por alejado que se encuentre del centro.

En consecuencia, a partir del curso 1995-1996 propuse que cada estudiante


trabajara la Historia de la Comunicación desde el nudo o ciudad donde vivía
habitualmente; desde los espacios domésticos en los cuales se insertan hoy las
principales terminales de las redes de transporte (aparcamientos de coche y
motos) y de comunicación (radio, televisión, teléfono, Internet...), y desde los
distintos barrios y espacios de la vida cotidiana.

Gracias al asesoramiento y la ayuda de los responsables de las aulas de


Informática de la Facultad, primero, y del Campus Virtual de la UAB, después,
pude resolver los problemas técnicos para que los trabajos de cada estudiante
pudieran relacionarse entre sí y con otros en grupo, y advertir los vínculos entre
las diferentes ciudades a través de les redes de comunicación propias de cada
época. La gran cantidad de alumnos hacía muy laboriosa la coordinación de
esta multiplicidad de historias de la comunicación personales y locales, siempre
abiertas a la Historia de Cataluña, de España, de Europa, del Mundo. De este
modo pude valorar la viabilidad y las dificultades de esta propuesta didáctica a
la que di forma, el curso 1996-1997, en un Quadern d’Història de la
Comunicació que titulé Cap a una Història de la Comunicació a Catalunya, ex-
cèntrica, plural i interactiva (24).

Los mapas hacen visibles las tramas que articulan los colectivos situados en
los distintos nudos distribuidos por el conjunto del territorio, centrales y
periféricos. No era fácil encontrar mapas de comunicaciones del conjunto de
las redes existentes en las diferentes épocas. Las aportaciones de los trabajos
dirigidos por Angel Bahamonde sobre la historia de las comunicaciones en la
España contemporánea, y el apoyo personal de él y otros miembros del esuipo,
fueron de gran ayuda. Con el apoyo del director del Institut Cartogràfic de
Catalunya, Jaume Miranda, y de la directora de la Cartoteca de Catalunya,
Montserrat Galera, así como de otras instituciones que me proporcionaron los
recursos financieros imprescindibles, preparé una exposición cartográfica sobre
Redes de comunicación en Cataluña, pasado, presente y futuro (25), cuyo
catálogo (26) contiene el relato y los mapas que sirvieron de base para
desarrollar una nueva propuesta didáctica en Internet en los años siguientes: la
web Paseos por las redes de comunicación desde... (27), elaborada en 1999
con la ayuda del Campus Virtual de la UAB.

260
3.3. La web Paseos por las redes de comunicación desde...
(https://masters-oaid.uab.es/passeig)

El objetivo de la primera versión de esta web fue organizar materiales diversos


para la docencia de las asignaturas de Historia de la Comunicación,
relacionando diferentes ámbitos geográficos, desde las ciudades consideradas
como nudos de la “sociedad red”, a las tramas históricas supralocales
(Cataluña, España, Europa, Mundo), y elaborar una explicación de la
construcción histórica de la “sociedad red” desde las diferentes localidades de
origen de los estudiantes en el marco más amplio de Cataluña... y del Mundo.

De este modo, nos proponemos utilizar Internet como metáfora y como


herramienta para comprender los cambios que se han producido en las
actividades y las relaciones entre los seres humanos que dan vida a las
localidades, a medida que se han comunicado entre sí y con mujeres y
hombres de otras localidades, y han entretejido instituciones y tramas históricas
que se han expansionado por territorios más y más extensos, utilizando redes
y medios de transporte y de comunicación hasta generar la actual “aldea
planetaria”.
Utilizamos la noción de red de comunicación tanto en su dimensión tecnológica
como antropológica, para explicar las diversas relaciones sociales que están en
la base de los instrumentos y las instituciones generados con determinados
fines, y percibir qué rutas y qué trazados permanecen o se han modificado,
cómo se han desplazado los nudos centrales y periféricos, qué papel han
desempeñado las fronteras como espacios de conflictos y también de
comunicaciones..., a medida que se han tejido tramas más amplias que se han
extendido por entre territorios más y más alejados, hasta generar la actual
“sociedad red” planetaria.
Pretendemos también utilizar Internet como instrumento para abrir el
conocimiento de las sociedades locales a la globalidad y enraizar la visión
global en las particularidades de los habitantes de cada localidad, y para
profundizar en el conocimiento de esta red de redes que expresa y hace
posible la apertura e intercomunicación entre las sociedades actuales.
Para organización de los contenidos de la web, partimos de la hipótesis general
de que la transformación de las redes de comunicación pone de manifiesto y a
la vez genera cambios en los nudos que las entretejen, las localidades donde
vive la población: en las relaciones entre las mujeres y hombres de diversos
orígenes y condiciones sociales que viven en ellas, y mantienen con quienes
viven en otras localidades próximas y lejanas.
Suponemos también que a medida que mujeres y hombres habitantes de unas
localidades, se han vinculado con habitantes de territorios más y más alejados,
y lo han hecho en tiempos cada vez más reducidos, han construido redes y
medios de transporte y de transmisión de mensajes que han facilitado esas
relaciones y han generado tramas más amplias hasta tejer la vasta y compleja
malla que envuelve hoy la Tierra. Y a la inversa, suponemos que la
transformación histórica de las redes de comunicación pone de manifiesto y a
la vez impulsa cambios en las relaciones entre las mujeres y hombres que

261
viven en cada localidad, a medida que multiplican las conexiones con otros
colectivos.
Consideramos, así mismo, que la extensión de las redes guarda relación con la
cantidad y distribución de la población, con las dimensiones de las localidades,
con la construcción de edificios, el trazado de calles y plazas; con las
actividades que realizan y las relaciones sociales que mantienen las personas
en el marco de instituciones familiares, económicas, religiosas, políticas y
culturales que regulan estas relaciones; y con las instituciones y los medios de
transporte y de representación simbólica y transmisión de informaciones.
El Paseo por el pasado y el presente de cada localidad, entendida como
escenario de relaciones de comunicación abierto y conectado con otras
ciudades y tramas históricas más amplias, ha de permitir conocer los cambios
que se han producido y se considera necesario producir en las relaciones
sociales internas de cada localidad. Pero estos cambios locales sólo se
comprenden cabalmente al ampliar el enfoque y, siguiendo las redes de
comunicación, situarlos en las tramas históricas que han conectado entre sí
localidades con las que han mantenido vínculos con fines políticos, religiosos,
económicos, culturales..., mediante instituciones con jurisdicción regional,
estatal, supraestatal... A la vez, los enfoques más amplios proporcionan
perspectivas de conjunto que permiten conocer mejor las dinámicas sociales
internas y las relaciones entre las localidades que tejen tramas de distintas
dimensiones, características y dinámicas.
Queremos probar así que el análisis de la localidad en la que vivimos como un
microcosmos, puede ser el punto de partida para comprender el macrocosmos
de la aldea planetaria; y viceversa, que el macrocosmos vasto y complejo de la
sociedad res que envuelve el planeta sólo puede ser inteligible si percibimos
también los rasgos comunes y particulares de cada localidad, teniendo en
cuenta las comunicaciones que han mantenido a lo largo del tiempo con el
resto de la trama.
La web también ha de facilitar un debate sobre los distintos ritmos que se han
dado en las diferentes localidades y tramas, evitando explicaciones
teleológicas, que supeditan las dinámicas locales a valoraciones de retraso /
avance según las diferencias con las formas de vida que se han implantado en
los espacios centrales, y a las que se suele considerar las más avanzadas.

3.3.1. Estructura de la web:


Inicialmente organizamos la web en las siguientes secciones.
- La Presentación.
- La Guía: breve explicación de la metodología a utilizar por los estudiantes
para realizar sus trabajos sobre las asignaturas en forma de Paseos... por
los nudos y las redes de comunicación, al estilo de los que se recopilan en
El Álbum.
- El Álbum: conjunto de documentos (textos e imágenes) que explican las
transformaciones históricas de diferentes ámbitos geográficos (ciudades y
tramas supralocales, Cataluña… Europa, Mundo) en distintas épocas.
- El Cuaderno: conjunto de carpetas para que los estudiantes pudieran
introducir sus trabajos de grupo. Inicialmente nos planteamos incorporar

262
estos trabajos al Álbum para completar la explicación de la construcción
histórica de las redes de comunicación en Cataluña. Pero las limitaciones
del calendario escolar no permitían realizar trabajos publicables.
- El Lugar de Encuentro: un forum que experimentamos por primera vez el
curso 2000-2001.

En la revisión que hicimos el año 2002 para mejorar el diseño y hacer más ágil
la navegación y la edición de documentos, eliminamos El Cuaderno y el Lugar
de Encuentro, porque el Campus Virtual de la UAB ofrecía diversas
herramientas estándar que facilitaban el trabajo cooperativo, el debate entre
estudiantes y el seguimiento de la docencia. La nueva web, de color azul, se
presentó en la Semana de la Ciencia de 2002, con materiales de dos
localidades: Cerdanyola del Vallès i Rubí.

A lo largo de estos años hemos introducido en el Álbum documentos de texto


en catalán y en castellano, e imágenes, la mayoría procedentes de la
exposición cartográfica que realizamos sobre Redes de comunicación en
Cataluña.... Además, en la decencia de las asignaturas de Historia de la
Comunicación General y de Cataluña hemos desarrollado diferentes
propuestas didácticas relacionadas con la estructura básica de la web, para
que los estudiantes pudieran relacionar les aportaciones personales, con datos
sobre la construcción de redes de comunicación de las localidades donde
viven, y con las explicaciones supralocales.

La introducción de documentos de texto e imágenes por parte del profesorado,


y la utilización de la metodología por parte de los estudiantes, han puesto de
manifiesto los aspectos positivos (validez de la estructura básica de la web
organizada según las coordenadas espacio, tiempo y campos temáticos) y
negativos (el carácter demasiado rígido de esta estructura, y especialmente la
dificultad de elaborar documentos que alteren el orden androcéntrico, vertical y
fragmentado en disciplinas, del discurso académico).

3.3.2. Coordenadas y metodología para la elaboración de los documentos


del Álbum:

El Álbum está concebido como una recopilación de los apuntes


correspondientes a las diferentes asignaturas de Historia de la Comunicación,
organizada de manera que se puedan relacionar las relaciones establecidas
por las personas en diferentes ámbitos geográficos, en una misma época,
sincrónicamente, y a lo largo del tiempo, en la sucesión de generaciones,
diacrónicamente.

Para ello, está organizado en una base de datos tridimensional cuyas


coordenadas son el espacio (los diferentes ámbitos geográficos), el tiempo
(épocas en las que organizamos las explicaciones del pasado al presente), y
unos campos temáticos predefinidos para evitar incurrir en el orden andro-
público-céntrico del discurso académico, y para que se pueda relacionar lo que
se explica de los distintos espacios / tiempos teniendo en cuenta las relaciones

263
que han establecido las personas a través de las redes y medios de transporte
y comunicación.

3.3.2.1. La coordenada espacial. Los ámbitos geográficos: los ámbitos


geográficos pueden ser localidades, o tramas históricas:

a) las localidades

En los paseos a través del espacio podemos partir del enfoque más próximo,
las localidades consideradas como nudos de la red y escenarios en los que las
mujeres y los hombres, en sus itinerarios vitales, tejen redes de comunicación
con otras mujeres y hombres, y abrir el enfoque para abarcar territorios y
tramas históricas más amplias, Cataluña, España, Europa... la Tierra; o
podemos hacer un recorrido a la inversa, y desde el enfoque más amplio que
proporcionan hoy los satélites y la aviación, aproximarnos a la Tierra, Europa u
otro continente, España…, Cataluña…, y detenernos en alguna localidad.
Además, podemos circular de una localidad a otra siguiendo las redes de
comunicación existentes en cada época, y ampliar el enfoque para identificar
las movilidades de la población, de los bienes, de los mensajes.

Pero las redes de comunicación no funcionan separadas de los territorios y los


colectivos humanos que viven en ellos. Responden a necesidades de relación
entre grupos sociales que pueblan territorios más o menos grandes, y son
gestionadas por instituciones o entidades económicas, religiosas, políticas,
culturales... cuyo radio de acción delimitan mediante fronteras.

En consecuencia, comprender las transformaciones de cada localidad y sus


relaciones con otras requiere ampliar el enfoque a tramas más amplias,
regionales, nacionales, estatales y supraestatales, que han sido construidas
históricamente; y el conocimiento de estas tramas se enriquece al tener en
cuenta las peculiaridades de los nudos o ciudades que las entrelazan y las
relaciones que han mantenido las personas que les han dado y les dan vida.

b) las tramas históricas

Ciertamente, mujeres y hombres, recursos y mensajes circulan, con flujos de


distintos ritmos e intensidades, por las redes de transporte y transmisión de
informaciones que generan tramas institucionales más amplias que colaboran a
hacer factible esta circulación, impulsando la construcción de las redes, su
mantenimiento, el orden público imprescindible para que la población las use,
los intereses y objetivos compartidos o consensos... En consecuencia, nuestra
investigación no puede reducirse a cada localidad: ha de ampliarse haciendo
enfoques supralocales. De ahí que insistamos en el objetivo de comprender
cada ciudad abierta a sus conexiones con otras a través de las distintas redes

264
de comunicación que tejen las tramas históricas de Cataluña, España, Europa,
Mundo....

Por tanto, tras la exploración por la localidad como nudo de comunicación,


espacio en el que confluyen redes más amplias, hemos de formular otras
preguntas sobre estas tramas históricas:

Las primeras preguntas nos han de permitir describir el conjunto de nudos y


tramos que componen cada una de las redes que las articulan, definir su
extensión en el espacio, los ritmos temporales y el alcance social: describir sus
características técnicas (fluviales, terrestres, aéreas... impresas...), localizar el
nudo central, donde se sitúan quienes impulsan y gestionan el funcionamiento
de la red, los restantes nudos que ocupan posiciones más o menos periféricas,
los tramos o canales de conexión entre el conjunto de los nudos, y entre
quienes gestionan la red y quienes la utilizan, las vinculaciones con otras
redes...

Conviene tener en cuenta que ningún nudo funciona aislado y que la vitalidad
de los nudos centrales se manifiesta en su capacidad para alimentar redes que
se extienden y entretejen delegaciones que atienden a los usuarios de otros
nudos o localidades que componen la trama. La potencia de los nudos
centrales no se mide, por tanto, por su capacidad para absorber, fagocitar o
eliminar otros nudos a su alrededor: por el contrario, se manifiesta en su
capacidad para dar vida a otros espacios con los que teje una trama más
amplia.

Otras preguntas nos ayudarán a profundizar en los usos de la red, las


necesidades que buscan satisfacer tanto los gestores como los usuarios, y los
medios e instrumentos que hacen posible la satisfacción de esas necesidades.

Todos estos aspectos son fundamentales para conocer el alcance de cada red
y para pasar de las redes a los tejidos sociales, a las mallas históricas y sus
dinámicas internas y externas. Así, redes y medios de transporte y transmisión
de informaciones constituyen instrumentos fundamentales en la construcción
histórica de tramas estatales, que abarcan territorios demarcados en espacios
privados y públicos sobre los cuales se implanta una jurisdicción que impone y
garantiza un determinado orden público, y que se cohesiona mediante una
opinión pública. Y han sido también fundamentales para que las tramas
estatales se hayan entrelazado más allá de las fronteras demarcadas por sus
jurisdicciones, y tanto para los conflictos como para los acuerdos que han
generado estas dinámicas...

También hay que tener en cuenta, siempre, que las redes de transporte y de
comunicación no funcionan aisladas entre sí: al responder a necesidades de
relación entre grupos sociales que viven en distintas localidades, coexisten con

265
otras redes que satisfacen esas mismas u otras necesidades. De ahí que las
nuevas redes se construyan sobre trazados preexistentes formen mallas
complejas que responden al conjunto de las necesidades sociales: caminos,
carreteras, ferrocarriles, puertos e itinerarios marítimos y aéreos, centros de
difusión de mensajes manuscritos o impresos, de sonidos e imágenes
mediante instrumentos ópticos, mecánicos y electrónicos.

La pervivencia de una o más redes de transporte y de transmisión de mensajes


a lo largo de un periodo más o menos dilatado, y los cambios que se introducen
para garantizar esa pervivencia o ampliar el territorio ocupado, pone de
manifiesto la permanencias y los cambios, a lo largo del tiempo, en las
relaciones entre grupos que viven en diversas localidades y que comparten
redes de comunicación porque comparten prácticas y formas de pensar y
expresarse comunes o diferentes, organizadas o no institucionalmente.

Y la coexistencia de tramas gestionadas por distintas instituciones económicas,


religiosas, políticas, culturales..., con radios de acción de distinto alcance,
evidencia que, entre los colectivos humanos, coexisten formas diversas de
comunicación, formas que se extienden más allá de las circunscripciones, las
jurisdicciones y las fronteras que delimitan las distintas instituciones, parten
siempre de cada persona concreta ubicada en lugares específicos en los
distintos momentos de su itinerario vital.

Las redes de transporte y de comunicación indican, por tanto, que las


relaciones sociales no se agotan en los límites de cada localidad o de las
tramas tal como fueron delimitadas en épocas históricas pasadas. Las plazas y
calles de cualquier ciudad se abren a carreteras y autopistas que conectan con
otras del resto de España, Europa..., y que, a través de puertos y aeropuertos,
permiten viajar por toda la Tierra. Cada ciudad y cada trama social sólo puede
comprenderse mediante enfoques más amplios que permiten percibir la
posición que ocupan en tramas más extensas; y cada una de las redes de
comunicación sólo se comprende deteniéndonos en cada una de las ciudades
en las que cuenta con usuarios, ciudades que ya no están aisladas, sino
organizadas mediante instituciones comunes con fines económicos, religiosos,
políticos, culturales..., que impulsan la creación y pervivencia de las redes de
comunicación.

3.3.2.2. La coordenada temporal: cronología y fases de la vida.


Una vez elegido el enfoque espacial, podemos pasear también a través del
tiempo, adentrarnos por los substratos arqueológicos del presente.
Inicialmente, las limitaciones técnicas nos obligaron a organizar la explicación
histórica en 7 épocas, del presente al pasado más próximo o remoto en que se
hicieron los primeros trazados que en buena medida perviven en las actuales
redes de comunicación, y que han tenido en cuenta la geografía.

266
Estas épocas se han definido teniendo en cuenta los paradigmas de la Historia
de la Comunicación que hemos expuesto brevemente al principio. La
consideración de las repercusiones de la expansión territorial en las
transformaciones históricas de las relaciones sociales, permite definir distintos
periodos según las dimensiones y formas que ha alcanzado la expansión
territorial en cada sociedad y ha afectado a las relaciones entre distintas
sociedades y por tanto también a las redes tecnológicas e institucionales.
Desde esta perspectiva, definimos tres grandes períodos en la larga duración
de la Historia de la Comunicación:

Un primer periodo en el que las redes y medios de comunicación se


extendieron más allá de los ríos y de las costas, largo periodo que en las
sociedades de Europa Ocidental se prolongó hasta el siglo XV.

Un segundo periodo en el que las sociedades europeas se extendieron más


allá de los océanos y de otros continentes, desde finales del siglo XV, en los
siglos XVI, XVII y XVIII y especialmente a lo largo del siglo XIX, gracias a la
aplicación del vapor al ferrocarril y la navegación, y de la electricidad a los
cables telegráficos y telefónicos.

Y un tercer periodo, a partir del siglo XX, en el que las redes y medios de
comunicación se extendieron por toda la Tierra y la cubrieron desde más
allá del espacio extraterrestre, primero mediante la aviación y la radio y
después también mediante el radar, la televisión, los satélites y las redes
telemáticas.

Ciertamente, no todos los colectivos humanos han promovido estas formas de


expansión. La posición de los distintos colectivos como nudos en relación con
las redes de comunicación que los vinculan a otros, y la plasmación
arquitectónica de las distintas formas de organización social interna y externa,
depende de las opciones que sus miembros han realizado, sea por decisión
propia, o porque se han visto obligados como respuesta a los que se han
expansionado, a conectarse y entretejer tramas más amplias.

El mayor alcance de la expansión territorial y de las redes de comunicación que


se han construido para ello, implica una ampliación también de las dimensiones
del universo cognitivo compartido, de una forma u otra, por los miembros de
las sociedades que integran las tramas históricas y, en consecuencia, un
incremento de los repertorios simbólicos necesarios para operar con ese
universo cognitivo, y una transformación de las matrices de pensamiento que
estructuran las memorias colectivas y personales, hasta que al llegar a
determinadas dimensiones, se han tenido que realizar procesos de economía
simbólica.

Además, considerar el papel de la transmisión diacrónica de la información en


la perpetuación de la dinámica expansiva, permite comprender el papel de las
instituciones y medios de comunicación en las pervivencias y los cambios
sociales, en el proceso de reproducción generacional de la vida social. De ahí
que hayamos organizado los siglos XX y XXI teniendo en cuenta las distintas
generaciones.

267
Con estos criterios se definieron los períodos en los que se organiza
actualmente la web:

1) Presente y futuro de las redes de comunicación.


2) 1981 al 2000: cuando nacieron las generaciones más jóvenes del siglo XX.
3) 1941 a 1980: cuando nacieron las generaciones intermedias del siglo XX.
4) 1901 a 1940: cuando nacieron las primeras generaciones del siglo XX.
5) El siglo XIX.
6) Los siglos XVI al XVIII.
7) Los siglos XIII al XV.
8) Hasta el siglo XII

3.3.2.3. Los campos temáticos:


Con los objetivos e hipótesis planteados, pasearemos una y otra vez por las
calles y las plazas de la ciudad y nos haremos preguntas sobre el pasado y
presente de las relaciones que mantienen las personas internamente y con
otras localidades, situando los datos que nos proporcionen las fuentes
documentales y la bibliografía general o más especializada de historia local, de
Cataluña, España, Europa... También formularemos estas preguntas a mujeres
y hombres que han vivido el periodo que investigamos, testimonios que pueden
proporcionar recuerdos diversos y documentos fotográficos, escritos,
objetuales… enriquecedores.
Para evitar caer en el orden androcéntrico del discurso académico, restringido
a unos pocos protagonistas, escenarios y actuaciones, y poder ampliar y
diversificar la explicación, consideramos que los documentos se han de
organizar en cuatro campos temáticos:
1) En el primer campo situaremos mapas que permiten hacer visible cómo se
ha formado cada localidad en las distintas fases históricas como un conjunto de
escenarios para la representación de actividades y las relaciones sociales.
Estos mapas son muy útiles para guiar los paseos como por una especie de
arqueología del presente.
Sobre el mapa de cada localidad en cada época histórica, señalaremos las
calles, plazas y edificios y las redes externas con las que conectan y cuyo
alcance sólo se percibe al pasar a los enfoques más abiertos de Cataluña,
España, Europa..., la Tierra. Especial interés merecen los edificios ocupados
por las instituciones vinculadas a centros de poder y a las entidades
encargadas del funcionamiento de medios de transporte y de comunicación.
2) En el segundo campo centramos la atención en la población que da vida a
una ciudad. Se quiere poner el acento en que el objetivo de la Historia es
explicar la existencia humana, y que todos los conceptos y datos sobre las
actuaciones económicas políticas, culturales..., sólo tienen sentido cuando se
relacionan con los seres humanos. Este campo se organiza en otros
subcampos:
 La cantidad de población y la distribución en el espacio social de mujeres y
hombres de diversas edades, condiciones sociales y procedencias, en sus
itinerarios cotidianos.

268
 Las actividades que realiza la población y las relaciones sociales que
establece con distintos fines.
 Las instituciones que organizan formalmente y regulan las relaciones de
comunicación que establecen mujeres y hombres de distintas condiciones,
de acuerdo con los distintos fines.
 También hemos previsto un subcampo para introducir historias de vida de
protagonistas concretos, mujeres y hombres cuyos itinerarios vitales
facilitan un conocimiento más humano del funcionamiento de la vida en
cada localidad, y de los usos de las redes y medios de comunicación.

Esta organización de la explicación del funcionamiento social poniendo en


primer término a la población, a toda la población con su desigual distribución
en el espacio y sus diferentes condiciones de vida, altera el orden
androcéntrico del discurso y obliga a desplazar la atención de los centros de
poder y poner en primer término al conjunto de personas. Además, facilita
relacionar explicaciones personales y colectivas.

3) El tercer campo está destinado a examinar específicamente, mediante textos


e imágenes, las redes de transporte que facilitan los desplazamientos de la
población dentro y fuera de cada localidad, y entre unas localidades y otras:
ríos, costas, plazas, calles por los que se transita caminando o utilizando
distintos medios, estaciones de carruajes y coches, puertos fluviales o
marítimos, aeropuertos.... Distinguimos entre redes y medios terrestres,
fluviales, marítimos, aéreos. Y añadimos las redes de conducción de aguas y
energías porque su suministro ha generado también redes fundamentales para
la existencia de las tramas históricas.
Se considera tanto los medios e infraestructuras técnicas como la organización
de las distintas redes de transporte, que comprende las personas e
instituciones que las organizan y gestionan, y los usuarios y los usos que hacen
de los distintos medios.
Se tienen en cuenta especialmente las peculiaridades de los distintos medios
de transporte, cuya tecnología depende de los recursos geográficos (ríos y
valles que facilitan el paso, costas...), de los propósitos y objetivos que se
marcan las personas y grupos sociales, y de las tecnologías de que se dispone.
Se quiere realzar, así, que las tecnologías responden a determinadas
intenciones y propósitos humanos de organizar las relaciones sociales, y que el
desarrollo de nuevos medios e instrumentos técnicos se deriva de y, a la vez,
impulsa o dificulta nuevas relaciones sociales, nuevas necesidades y nuevos
usos.
4) El cuarto campo está destinado a analizar las instituciones, redes y medios
de comunicación, esto es, de reproducción y difusión de mensajes, que
posibilitan las representaciones simbólicas de las relaciones sociales y los
intercambios de informaciones entre personas y grupos que se encuentran más
o menos distantes, generacionalmente y dentro y fuera de cada localidad.
Distinguimos entre medios de reproducción de mensajes escritos, sonoros y
visuales, según los repertorios simbólicos que reproducen voces y sonidos,
palabras y números escritos, imágenes y señales visuales, o dos o más de

269
estos recursos, repertorios que se ha diversificado a medida que se han
multiplicado las comunicaciones entre más grupos más numerosos situados en
espacios más vastos y que hoy pueden ser tratados conjuntamente de forma
digital.
Estos repertorios simbólicos han variado sólo parcialmente con el desarrollo de
tecnologías que permiten multiplicar la capacidad de reproducción y difusión de
los mensajes: de los medios basados solamente en la energía humana
(pregones, sermones, textos manuscritos, pinturas, esculturas, señales de
humo o de fuego...), a los que utilizan recursos mecánicos (instrumentos de
música, campanas, libros y periódicos impresos, telegrafía óptica...), químicos y
electrónicos (fotografía, cine, telefonía, radiodifusión, televisión, ordenadores,
satélites artificiales). De este modo se han creado a lo largo de los tiempos
distintas organizaciones encargadas de gestionar uno o varios medios de
comunicación: Escritorios, imprentas y editoriales, Noticias y periódicos,
Correos y transporte de mensajes, Señales a distancia y telecomunicaciones:
telégrafo, teléfono, satélites, internet, medios de reproducción de sonidos:
pregoneros, música, empresas fonográficas..., emisoras de radio, medios de
reproducción de imágenes: pintura, cartografía, fotografía cine..., emisoras de
televisión, agencias de noticias, agencias de publicidad comercial
Como en el campo anterior, también en éste tenemos en cuenta la
organización de las redes de comunicación, y los medios técnicos que facilitan
la reproducción simbólica y la difusión de los mensajes, y que comprende las
personas e instituciones que organizan, gestionan y utilizan redes de
reproducción y transmisión de mensajes, con fines estrictamente informativos y
publicitarios.
Estas redes varían según los medios técnicos utilizados para la reproducción
simbólica y difusión de mensajes, y se transforman a medida que lo hacen las
relaciones sociales para adaptarse y responder a las nuevas necesidades y
usos.

4. Herramientas para la participación en la construcción de conocimiento


personal y colectivo: el portal de ciudad soctortosa.cat,
A lo largo del año 2006, en colaboración con el Ayuntamiento de Tortosa, la
Fundación Ciudad de Viladecans, el Ayuntamiento de Rubí, y con la
financiación de la Administración Abierta de Cataluña (AOC), desarrollamos la
primera fase de un prototipo de portal de ciudad para la participación ciudadana
en la construcción de conocimiento personal y colectivo. Puede consultarse en
http://www.soctortosa.cat, si bien todavía está en construcción.
En este portal, que elaboramos en la primera fase para la ciudad de Tortosa,
aplicamos la estructura básica y la conceptualización de la web Paseos..., y a
la vez nos propusimos explorar las nuevas posibilidades de Internet para
mejorarla, hacerla más ágil y desarrollar herramientas para la participación
ciudadana en la construcción del conocimiento colectivo.
El objetivo de este prototipo es desarrollar de forma minuciosa una explicación
sobre el microcosmos local en la que se articulen aportaciones personales con
explicaciones de tipo colectivo elaboradas por profesionales, utilizando textos,
fotografías y todos los recursos audiovisuales. Para ello, nos proponemos

270
georeferenciar las distintas aportaciones sobre mapas digitales organizados en
capas temporales. Se trata, por tanto, de utilizar todas las posibilidades que
ofrece hoy Internet para interrelacionar las aportaciones de las anteriores
experiencias, y construir un conocimiento colectivo polifónico, que haga visibles
las voces de la ciudadanía plural.
Esta experiencia nos obliga a renovar la programación y el diseño de la web
Paseos..., y adaptarla para la experimentación de las nuevas posibilidades de
Internet, de forma que se puedan relacionar fácilmente las aportaciones
personales y colectivas en cada portal local, con conocimientos supralocales.
En consecuencia, el objetivo que nos planteamos en este momento es renovar
la web Paseos por las redes de comunicación desde... para completar el
trabajo realizado hasta ahora, y poder ir más allá de las asignaturas de Historia
de la Comunicación: convertir-la en una wiki para la gestión de documentos en
diversos formatos (de texto, audiovisuales, cartográficos, vídeos,
animaciones...), producidos por personas diversas (expertas en diferentes
disciplinas y no expertas), abierta a la participación ciudadana y al debate
público, que pueda interesar a públicos diversos.
Explorar el pasado y presente de la construcción histórica de los escenarios
urbanos utilizando los mapas facilita identificar a las mujeres y los hombres en
su vida cotidiana, como protagonistas y agentes de la vida social; tener en
cuenta que las personas, con sus formas de comunicación, sus actuaciones,
sus expectativas y sueños, sus decisiones, hacemos la historia día a día, y, por
tanto, pensar el futuro como el legado que vamos a dejar a las generaciones
que nos seguirán. De este modo esperamos contribuir a salvar la brecha
epistemológica entre los conocimientos personales y colectivos, y a
proporcionar herramientas para fomentar la participación ciudadana en la
construcción de un conocimiento que alimente un humanismo plural.
Además, la experiencia de estos años nos permite pensar que estamos en
disposición de generar una herramienta para transformar el paradigma de
producción y difusión de conocimiento vertical y unidireccional, androcéntrico,
de las Humanidades, las Ciencias Sociales y la información de actualidad, en
un nuevo paradigma de producción y difusión horizontal y plural, no-
androcéntrico, cooperativo y en red. Este cambio de paradigma es
imprescindible para que la Universidad no sólo se adapte al Espacio Europeo
de Educación Superior, sino también para que responda a las necesidades de
la sociedad contemporánea.

Notas:

(1) Según la Population Referente Bureau (PRB), la cantidad de habitantes de


la Tierra en el año 2005 era de 6.477 millones de habitantes. El 12 de octubre
del año 1999 se había superado la barrera de los 6.000 millones de habitantes.
Y para el año 2011 o el 2015 se podrían superar los 7.000 millones de
habitantes.

(2) VARELA, Julia (1996), Las universidades cristiano-escolásticas y la


exclusión de las mujeres “burguesas” del campo del saber legítimo, en RADL
PHILIPP, Rita Mª (ed), Mujeres e institución universitaria en Occidente.

271
Conocimiento, investigación y roles de género, Universidad de Santiago de
Compostela.

(3) ELLIOT, J. H. (1970), en El viejo mundo y el nuevo, 1492-1650, Alianza,


Madrid, explica que Europa tardó más de cien años en incorporar plenamente a
su universo mental las nuevas realidades sobre las que impuso su dominio
desde finales del siglo XV. En esta misma línea, FERNÁNDEZ HERMANA, L.
Á. (1998), en En.red.ando, Ediciones B, Grupo Z, Barcelona, recopilación de
los artículos publicados en la revista electrónica que publicaba cada semana
desde 1996, compara el desafío que tiene el periodismo a partir de Internet con
el que tuvieron “los benedictinos y otras órdenes religiosas que durante la Edad
Media montaron el más vasto y prolífico negocio editorial del que tengamos
memoria. Hasta que un tal Juan Gensfleisch, conocido como Gutemberg, les
sacó del libro de la historia y los metió en los museos al inventar la imprenta de
tipos móviles en 1440. Por irónico que parezca, los bellísimos códices murieron
estrangulados por la alfabetización… Hoy volvemos a tener otra vez este tipo
de desafío delante de nuestras narices…”

(4) ROWLAND, W. D., Prefacio a la obra de CROWLEY, David. & HEYER, Paul
(ed.) (1997), La comunicación en la Historia. Tecnología, cultura, sociedad.
Bosch, Barcelona. 1ª edición, 1991, Longman Publishers USA, ampliada en la
segunda edición inglesa de 1995, base de la traducción castellana.

(5) Ver MORENO SARDÀ, A., Prólogo a la edición castellana de la Historia de


la Comunicación dirigida por Raymond WILLIAMS, Barcelona, Bosch, 1992.

(6) La lectura de El orden del discurso, de M. Foucault, me llevó a examinar lo


incluido y lo excluido y lo valorado positiva y negativamente en los textos
académicos. Una lectura comparada de La política de Aristóteles, y de lo que
de esta obra dicen 20 obras de Historia de Pensamiento, me permitió
demostrar, en la Tesis Doctoral que leí en 1984, cómo construyó el filósofo
griego el orden androcéntrico del discurso, hoy opaco en el discurso
académico. Ver la crítica al orden androcéntrico del discurso académico y las
posibilidades que ofrece para formular otras explicaciones en MORENO
SARDA, A. (1988), La otra 'Política' de Aristóteles. Cultura de masas y
divulgación del Arquetipo Viril, Icaria, Barcelona; la aplicación de esta crítica a
manuales de Historia utilizados en el bachillerato, en (1986) El Arquetipo Viril,
protagonista de la historia; y la relación entre este discurso académico
androcéntrico y los medios de comunicación, en (1998), La mirada informativa.

(7) Según Mc Luhan, su obra constituye “una nota a pie de página” de la obra
que Harold INNIS había publicado a principios de los años 50: Empire and
Communications y The Bias of Communication. La obra de Habermas se
inscribe en la tradición marxista de la Escuela de Frankfurt.

(8) CROWLEY, D. y HEYER, P. (1997), La Comunicación en la Historia.


Tecnología, cultura, sociedad, Bosch, Barcelona.

(9) Inicialmente seguimos la orientación que había marcado Manuel VÁZQUEZ


MONTALBÁN en una serie de artículos que publicó entre 1973 y 1974 en la

272
revista Comunicación XXI, que posteriormente agrupó en un libro con el título
Historia y Comunicación Social.

(10) En algunos artículos publicados desde los primeros números en la revista


Journalism History (que apareció en 1975), y en algunas obras, se debatió
sobre el significado que podía tener abordar la Historia de la Comunicación de
una forma global, y sobre los interrogantes que abría. A este enfoque
responden las obras del francés P. Schaeffer (1971-72), Machines à
Communiquer, y la del inglés J. Curran (1977), Mass Communication as a
Social Force in History, preparada para la docencia en la Open University
británica. Y en la línea de investigar más concretamente las relaciones entre
medios de comunicación y las transformaciones sociales, se publicaron
algunas investigaciones realizadas desde distintos campos, que han sido
decisivas, como las de J. Goody (1975), Literacy in Traditional Societies ; W.
Ivins (1975), Imagen impresa y conocimiento; I. de Sola Pool (1977), The Social
impact of the Telephone; A. Marshack (1978), Human Nature; Eisenstein
(1978), The Printing Press as an Agent of Ghange; y otras.

(11) En los años 80 se publicaron diversas obras de carácter general, como el


ensayo de J. D. Stevens y H. D. García (1980), Communication History; la
antología de textos dirigida por R. Williams (1981), Historia de la
Comunicacición, que se tradujo al castellano en 1992; y diversas obras de
carácter general: J. Burke (1985), The Day the Universe Changed; M. Belis
(1988), Communication. Des premières signes a la télématique; W. Schramm
(1988), The Story of Human Communication. Cave Painting to Microchiop; M.
Stephens (1988), A History of News. From the Drum to te Satellite; y en
España, de J. Timoteo Alvarez (1984), Del viejo orden informativo, y (1987),
Historia y modelos de la comunicación en el siglo XX. El nuevo orden
informativo; y de R. Gubern (1987), El simio informatizado. Además, se
publicaron numerosas investigaciones, entre las que podemos resaltar la de J.
Perriault (1981), Mémoires de l’ombre et du son. Une archéologie de l’audio-
visuelle; la de G. Ifrah (1985), Las cifras. Historia de una gran invención; y las
de W. Ong (1982), Orality and Literacy; Czitrom (1982), Media and the
American Mind. From Morse to the McLuhan; S. Kern (1983), The culture of
Time and Space (1880-1918); J. Carey (1989), Communication as Culture; o C.
Marvin (1988), When the Old Tecnologies were News.

(12) Entre otros, P. Flichy (1991), Una historia de la comunicación moderna.


Espacio público y vida privada; y A. Mattelart (1993), La comunicación - mundo.
Historia de las ideas y de las estrategias.

(13) Ver nota 4.

(14) La formulación de estos paradigmas puede verse en los Quaderns


D'Història de la Comunicació que he elaborado a lo largo de los años como
materiales didácticos para mis clases, especialmente en el QHCS n. 5, Historia
General de la Comunicación Social. Criterios académicos, científicos y
didácticos del Programa Docente, reelaboración de la Memoria que presenté
para acceder a la Titularidad, y en el QHCS n. 14 (1993), Programa y apuntes
de Historia General de la Comunicación, reelaboración de la Memoria que

273
presenté para acceder a la Cátedra, en artículos especializados (ver MORENO
SARDA, A. En torno a la comprensión histórica de la cultura de masas, (I) El
orden androcéntrico del discurso histórico, y (II), Paradigmas para una Historia
de la Comunicación Social No-Androcéntrica, artículos publicados en ANÀLISI
n. 12 (1989) y n. 14 (1992)) y en la obra que es un compendio de los
planteamientos teóricos que orientan mi propuesta de Historia de la
Comunicación, Pensar la historia a ras de piel, Ediciones de la Tempestad,
Barcelona 1992.

(15) Las obras de Innis, que abordan las relaciones entre las dimensiones y
orientaciones de los imperios y los medios de comunicación; las de Habermas
y Flichy, que plantea la articulación entre espacios públicos y privados, el
primero en los Estados Modernos europeos y el segundo en el mundo
contemporáneo; así como las de Kern, Czitrom, Carey y otros autores que
examinan los cambios que la implantación de las redes de comunicación
eléctricas han provocado en las dimensiones espacio - temporales de la vida
social, aportan datos de interés para seguir profundizando en este paradigma.

(16) En esta línea inaugurada por Innis y continuada por MacLuhan, que ha
sido impulsada en la Simon Fraser University, diversos autores han hecho
aportaciones de gran interés a este paradigma que se enriquece cuando
relacionamos las transformaciones de los medios de comunicación con los
sustratos de la memoria colectiva de corta, media o larga duración, tal como lo
planteó Braudel, y con los niveles más o menos conscientes de las memorias
personales asimiladas en los procesos personales de socialización.

(17) Prólogo a CROWLEY, op. Cit.

(18) También podemos hablar de in-disciplinar utilizando la terminología de


Felip Gascón.

(19) Sobre los medios de comunicación como mediums, ver MORENO SARDA,
Amparo (1998), La mirada informativa, Bosch, Barcelona.

(20) Un resumen de los resultados de esta experiencia puede verse en la III


Parte de Pensar la historia a ras de piel, op. Cit.
(21) (1992) Historias, Infancias en los años 50, documental audiovisual
elaborado gracias a la colaboración del ICE de la UAB y de las productoras
Videoreport y Trafalgar producciones documentales. En el documento anterior
de esta recopilación analizo un fragmento.

(22) Esta línea de trabajo se ha puesto a prueba y se ha validado en las Tesis


Doctorales de GONZÁLEZ ESCUDERO, Elena (2000), Redes sociales,
comunicación y procesos de movilidad y asentamiento de los emigrantes
magrebís en Alicante (1985-1995), y de MOLINA RODRÍGUEZ-NAVAS, Pedro
(2006), Encontrarse en la historia. Fuentes, protagonistas y espacios:
metodologías para una historia de la comunicación no-androcéntrica, leidas en
el Departamento de Periodismo de la UAB, y en otros trabajos de doctorado e
investigaciones que he dirigido.

274
(23) Ver Quaderns d'Història de la Comunicacio Social n. 16 (1995), Història de
la Comunicació a Catalunya. Apunts i Guía Didàctica, (2ª edición, 3 vols).

(24) Ver Quaderns d'Història de la Comunicacio Social n. 18. En la primera


edición incluí un texto mio y tres trabajos realitzados el curso anterior por tres
estudiantes. Este texto, revisado y ampliado, fue publicado en 1999 con el título
Cap a una Història de la Comunicació a Catalunya, ex-cèntrica, plural i
interactiva, en la colección Documents del Servei de Publicacions de la UAB., y
posteriormente se incorporó a la web Passeig per les xarxes de comunicació...,
de la que hablamos a continuación.

(25) La exposición estuvo abierta al público en la sede del Institut Cartogràfic


de Catalunya, en Barcelona, del 9 de diciembre de 1998 al 24 de enero de
1999.

(26) Cátedra de Historia de la Comunicación de la Universidad Autónoma de


Barcelona (1998), Xarxes de Comunicació a Catalunya, passat, present i futur,
Servei de Publicacions de la UAB, Cerdanyola del Vallès, premi a la millor
edició electrònica universitària 1999, de la Asociación de Editoriales
Universitarias Españolas

(27) En la elaboración de la primera versión de la web participaron activamente


la investigadora Mavi Carrasco y el periodista Miquel Borràs. Los
planteamientos que han servido de base a la construcción de esta web fueron
puestos a prueba en la Tesis Doctoral realizada por Felip Gascón (2003),
Transformaciones sociales, redes y políticas de comunicación en Chile (1967-
2001). Elementos para una ecología política de las comunicaciones,
Departamento de Periodismo de la UAB. También han servido de base para las
Tesinas realizadas por Mavi Carrasco (2004), La ciudad abierta. Materiales
didácticos en red para la comprensión histórica de las dinámicas locales y
globales. Mataró XVI-XVIII; y por Daniel Jiménez (2005), Paseos por las redes
de comunicación desde Rubí. Una propuesta excéntrica, plural e interactiva.
Aportaciones de la Geografía, Departamento de Periodismo de la UAB.

275

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