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Mirc, A.; Martínez, A (2021). Niñez y salvajismo. Marie-Angélique : solo problemas para
ofrecer. EN: M. Martínez y A. E. Mirc (Coords.). Hacia una deconstrucción de la Psicología
Evolutiva: Aportes teórico-políticos. La Plata : Universidad Nacional de La Plata ; EDULP.
(Libros de cátedra. Sociales). En Memoria Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/libros/pm.4736/pm.4736.pdf
FACULTAD DE
HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
HACIA UNA DECONSTRUCCIÓN
DE LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA
APORTES TEÓRICO-POLÍTICOS
Ariel Martínez
Andrea Elizabeth Mirc
(coordinadorxs)
Quisiéramos finalizar el recorrido propuesto reconstruyendo una sugerente historia 33. Se tra-
ta de un hecho ocurrido durante el siglo XVIII que tiene como protagonista a una ‘niña salvaje’.
Aunque aparentemente desconectado con nuestros intereses respecto a examinar de forma
crítica los supuestos epistemológicos y los vectores de poder implicados en la constitución y
consolidación de la Psicología Evolutiva como disciplina, debiéramos prestarle atención. Como
es sabido, los casos de niños salvajes han ejercido una fuerte atracción en la imaginación po-
pular durante algún tiempo, desde relatos sensacionalistas hasta documentales y trabajos aca-
démicos. Aún hoy en día continúan intactos los intentos de dilucidar lo que estos casos dicen
sobre ideas tales como ‘lo salvaje’, ‘la niñez’, ‘la naturaleza’ y ‘la crianza’. En cualquier caso, los
propios niños fueron en gran medida el pretexto para un análisis de los intercambios intelectua-
les que se arremolinaban a su alrededor.
En septiembre de 1731 una niña de aspecto salvaje fue hallada cerca de Châlons-en-
Champagne (Francia). Envuelta en pieles de animales, sucia, inarticulada y apasionadamente
carnívora, la niña mostró un estado ‘primitivo’ que desafió y amenazó la primacía de una cultura
que se enorgullecía de la racionalidad y la vida refinada y ordenada. La niña salvaje fue vista
por primera vez una tarde robando manzanas en un árbol de un huerto cerca del pueblo de
Songi. Tenía los pies descalzos y solo llevaba trapos y pieles cubriendo su pequeño cuerpo
ennegrecido. Estaba armada con un palo corto. Los aldeanos soltaron sobre ella un perro al
que mató de un solo golpe antes de escalar un árbol y balancearse, de rama en rama, de re-
greso al bosque. Esta aparición se propagó rápidamente a través de la región y finalmente
captó la atención de escritores y científicos de toda Europa.
Al ordenarse su captura, fue una mujer del pueblo quien tuvo éxito al tentarla desde un
árbol con un cubo de agua y una anguila. Así, la niña fue capturada y bautizada como Marie -
Angélique, aunque fue conocida como ‘la niña salvaje de Champagne’ y asignada a un grupo
de católicas para su reconstitución física a través de la socialización femenina practicada en
la Francia del siglo XVIII. Narra la literatura al respecto que los princ ipios rectores de la pe-
33
Para esta reconstrucción hemos utilizado aportes de Adriana Benzaquèn (2006), Alan Bewell (1983), Wayne Dennis
(1951), Julia Douthwaite (2002) y Rae Yan (2017).
cluyen celebratoriamente su éxito como mujer civilizada debido a su obediencia y control corpo-
ral, así como a su devoción religiosa.
Antes de ser recluida en el convento, la niña fue apresada en una granja provincial donde
era expuesta ante visitantes. Los primeros relatos del avistamiento de la niña salvaje fueron
publicados en los periódicos. Su exotismo capturó la imaginación de varios escritores. Algu-
nos afirmaban que procedía de Noruega, otros argumentaron que su origen se ubicaba en
las Islas Antillas de América, pues un caballero que estuvo allí mostró a la niña una raíz de
mandioca y, al verla, lloró de alegría mientras la devoró con gran apetito. Como fuere Marie -
Angélique fue entendida como una extranjera exótica. Especialistas de la época, al verla, se
interesaron por su ‘balbuceo’ y, desde allí, concluyeron su aptitud para la socialización. La
línea entre lo humano y lo animal es fluctuante en las narraciones de la época. Existe n am-
plios registros sobre el deseo de capitalizar el aspecto semibestial de la niña salvaje al sub-
rayar su valor como fenómeno cultural o espectáculo —una especie de muestra de zoológico
exótica. Lo primero que se detectó fue sus excentricidades físicas: su aborrecimiento a ser
tocada, su velocidad al correr, sus ojos temblorosos y su capacidad de cazar y pescar con
sus manos desnudas. Su repertorio de hábitos y trucos ‘salvajes’ se utilizó para sorprender y
entretener a observadores letrados.
Como una atracción de carnaval, la niña salvaje fue integrada a un mercado de curiosidades
junto a otras extrañezas exhibidas en ciudades europeas durante el siglo XVIII: la albina negra,
el enano patagónico, el infibulado brasileño, el hotentote monorquídeo, la serpiente de casca-
bel, los camaleones, los cocodrilos y los sapos surinameses. Marie-Angélique era provocada
por un dispositivo montado para una exhibición que arrojaba la prueba visual de su desenfreno
—promovido bajo demanda de los espectadores. Los observadores ‘civilizados’ sintieron sor-
presa y conmoción al presenciar los hábitos ‘salvajes’ de Marie-Angélique, especialmente sus
preferencias alimentarias: ella comía carne cruda y bebía agua de un cubo. Los registros sobre
la forma en que se alimenta comparan a Marie-Angélique con ‘una vaca lamiendo en cuatro
patas’. También se relata el asombro, el asco y los sentimientos de horror de los observadores
cuando, durante el espectáculo de su exhibición, le arrojaban una liebre para comprobar su
alimentación a base de carne cruda. Marie-Angélique devoraba en un instante liebres y pollos
sin quitarle las entrañas.
La atracción de la niña salvaje sorprendía al perturbar las normas de la fisicalidad femenina
y el comportamiento cortés en una sociedad europea que se enorgullecía de la limpieza y los
modales refinados. La preferencia de la niña salvaje por la carne cruda violaba un tabú alimen-
tario equivalente a violar los límites entre lo humano y lo animal. La domesticación era un impe-
rativo moral, pues tales transgresiones amenazaban con desgarrar el orden social y revelar
escénicamente los impulsos más bajos del hombre. Finalmente, su exitosa reeducación como
una recatada mujer francesa demostró el triunfo del orden sobre el caos. Al mismo tiempo ates-
tiguaba una yuxtaposición imposible de ser erradicada en los sentidos adjudicados entre bes-
tialidad indómita y feminidad socializada.
Después de varios lavados, la piel de la niña se volvió blanca. Sus enormes pulgares y sus
largas y duras uñas eran una fuente de asombro, al igual que sus agudos y penetrantes gritos.
Escapó varias veces y sorprendió a los aldeanos con su impermeabilidad al frío. Para evitar
esto, se concluyó que la clave para la supervivencia de Marie-Angélique era el encierro en el
Hospital General de Châlons. Y así se hizo. Allí alojaban y alimentaban a los niños pobres has-
ta los quince años. Si bien en la granja era conocida entre los aldeanos más próximos como ‘la
bestia del pastor’, en adelante se la llamó Marie-Angélique Memmie Le Blanc. Su predilección
por la escalada de árboles y la natación, como su afición por las ranas crudas y la sangre de
conejo, cesó de inmediato. Fue obligada a comer alimentos civilizados. Poco tiempo después
del cambio alimenticio perdió sus dientes —que junto con sus uñas se conservaron como cu-
riosidades para ser expuestas en diferentes circuitos. A esto siguieron consecuencias más
graves: su salud se vio debilitada por la dieta cocida y el estilo de vida sedentario en el Hopital
(y más tarde en los conventos en Chalons y París) y sufrió daños permanentes. Bajo el cuidado
de las monjas, sin embargo, Marie-Angélique fue gradualmente ‘humanizada’: aprendió el idio-
ma francés y el dogma católico junto con la costura y las tareas domésticas. Una vez que tuvo
la fluidez suficiente para responder preguntas, fue posible reconstruir parte de su pasado. Apa-
rentemente había estado vagando por el campo de Champenois en compañía de otra niña
salvaje, cazando peces, ranas, conejos y refugiándose en los árboles. Se comunicaban me-
diante gestos, gruñidos y silbatos. Después de una disputa la niña hirió a su compañera. Esta-
ba escapando para valerse por sí misma cuando fue descubierta en el huerto.
La superiora del hospital fue quien crió a la niña salvaje. Señala que es un acto moral inte-
rrumpir las primeras estrofas del hombre primitivo que resuenan en ella —una encarnación
de ancestros lejanos de los europeos contemporáneos y un triste ejemplo de lo que seríamos
sin educación y sociedad. La superiora afirmó que su educación fue eficaz porque sab ía bor-
dar muy bien. También aprendió la religión cristiana a tal punto que deseó ser bautizada. El
pasado incivilizado de la niña salvaje fue entendido como un defecto moral, un vestigio del
pecado original. Esto justificó métodos para remediar el salvajismo que incluía la instrucción
religiosa y la rigurosa disciplina y, de ser necesario, el castigo físico. Tal como señalan los
registros, sólo se puede controlar la propensión natural del hombre a la violencia y mantener
la sociedad en orden a través de medidas punitivas y tácticas represivas. La lucha espiritual
de cualquiera que se disponga a abandonar el pecado era análogo el tormento físico del sal-
vaje carnívoro rehabilitado. El salvaje civilizado dio cuenta de la lucha entre los impulsos
instintivos y las obligaciones sociales.
Quienes la han entrevistado afirmaron que Marie-Angélique sintió una notoria afición por
la sangre animal y que vivió en constante amenaza de recaída, la más violenta de sus tenta-
ciones fue beber la sangre de un animal vivo. Afirman que cada vez que veía a un niño sufría
el tormento de ese deseo. A pesar de que su ferocidad fue suavizada, afirman los registros,
conservó vestigios en sus ojos y sus modales: a ella no le gustaba la comida ni la sociedad
del momento, solo se mantenía fiel a los valores por obediencia a Dios. La religión que le
habían enseñado le impedía regresar al bosque. Aunque finalmente dominó el francés, según
los informes, aborrecía las reuniones sociales y detestaba especialmente todo contacto físi-
co. Después de la muerte de un noble benefactor en 1752, Marie-Angélique dejó de recibir
dinero y fue expulsada del convento. Cayó en la indigencia. Dicen los informes que su exis-
tencia cada vez más austera y solitaria en los años posteriores sólo se rompía por visitas
poco frecuentes de buscadores de curiosidades. Murió en la soledad entre los cuarenta y
sesenta años (la fecha es incierta).
Aunque gradualmente fue ‘domesticada’ y ‘reformada’ como una monja católica, la existen-
cia ambigua de la niña salvaje de Champagne en los límites de la civilización fascinó a la inte-
lectualidad europea. Los relatos de la niña ejemplifican la gran variedad de dispositivos concep-
tuales para hablar sobre el salvajismo y la civilización en la Europa del siglo XVIII. También
abarcaron toda una gama de investigaciones pseudocientíficas sobre los orígenes de la huma-
nidad al apelar a ideas de naturaleza subsidiarias a mejorar la sociedad mediante el control de
indeseables fenómenos vinculados con pueblos exóticos y simios antropomórficos. Los disposi-
tivos retóricos y estrategias narrativas utilizadas para capturar a la niña salvaje de Champagne
han sido múltiples. Buscando disipar (o potenciar) los temores arcaicos provocados por esta
transgresión en la sociedad normal. La niña salvaje de Champagne fue recurso utilizado y pro-
ducido por la especulación de los autores del siglo XVIII. Sin dudas vive en la imaginación del
siglo veinte como un Otro enigmático del que no podemos deshacernos y que siempre invita,
pero en última instancia se resiste, a una interpretación definitiva.
¿La curiosidad, las reflexiones, los afectos y las especulaciones en torno a los vínculos en-
tre ‘lo salvaje’ y ‘lo infantil’ han cambiando radicalmente respecto al siglo XVIII? ¿Continúan
operando los anudamientos sexistas, coloniales y racistas entre salvajismo y niñez? ¿Nuestros
marcos teóricos continúan atemorizados por los impulsos de una naturaleza que la cultura debe
domeñar mediante la prescripción de líneas de desarrollo y pautas de socialización? ¿Los
mismos dispositivos semióticos y materiales que producen el exterior temido de ‘lo salvaje’ son
los mismos que producen ‘la niñez normal’ y ‘la adultez civilizada’? ¿Marie-Angélique puede ser
considerada humana? ¿En qué términos? ¿En términos ético-políticos? ¿En términos de cons-
titución psíquica? ¿Marie-Angelique continúa amenazando, desde cada infancia, los marcos
normativos que la civilización impone? ¿Algunas infancias —no alineadas con las zonas geopo-
líticas que concentran el poder económico global— son significadas actualmente desde senti-
dos culturales resonantes con aquellas miradas que contemplaron a Marie-Angélique? Espe-
ramos que el recorrido propuesto, en las páginas de este libro y en este relato, promueva la
reflexión crítica en nuestras aulas.
Referencias
Benzaquen, A. (2006). Encounters with Wild Children: Temptation and Disappointment in the
Study of Human Nature. Montreal: McGill-Queen's University Press.
Bewell, A. (1983). Wordsworth's Primal Scene: Retrospective Tales of Idiots, Wild Children, and
Savages. ELH, 50(2), 321-346.
Dennis, W. (1951). A Further Analysis of Reports of Wild Children. Child Development, 22(2),
153-158.
Douthwaite, J. (2002). The Wild Girl, Natural Man, and the Monster: Dangerous Experiments in
the Age of Enlightenment. University of Chicago Press.
Yan, R. (2017). Dickens's Wild Child: Nurture and Discipline after Peter the Wild Boy. Dickens
Studies Annual, 48, 45-58.
1. Psicología Evolutiva. 2. Psicoanálisis. 3. Infancia. I. Martínez, Ariel, coord. II. Mirc, Andrea
Elizabeth, coord.
CDD 155.7