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Desenredando Romanos 9:

La Soberanía de Dios en el Destino de los Hombres


Por Claudio René González Ramírez

Consideraciones Preliminares:
- Romanos 9 toma el tema de los “escogidos de Dios”, de “los que conforme a Su
propósito son llamados”, de “los que antes conoció, [que] también [] predestinó” del
capítulo anterior (Romanos 8:28-30,33), a fin de explicar quiénes son, quién los elige y en
base a qué los elige, así como la relación de estos con Israel, y responder por qué tienen
todas estas bendiciones nombradas allí.
- Pablo expone su posición haciendo exégesis de pasajes del Antiguo Testamento, de
manera que no es una doctrina nueva o novedosa, sino anclada en la Palabra de Dios
desde la antigua dispensación.
- Si bien podemos deducir de manera bastante explícita el asunto de la elección y la
reprobación, el tema principal del capítulo es en realidad la Soberanía de Dios. A veces
hacemos énfasis en el aspecto soteriológico del pasaje, pero en realidad el énfasis de Pablo
es en el aspecto teológico, cosa que queda clara en su respuesta a la última objeción (vs.
19 en adelante). Se enfatiza no solo la voluntad soberana y libre de Dios, sino Su obrar en
consecuencia.
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Romanos 9:1-29
1 Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo,
2 que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. 3 Porque deseara yo mismo ser
anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según
la carne; 4 que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la
promulgación de la ley, el culto y las promesas; 5 de quienes son los patriarcas, y de los
cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los
siglos. Amén.
6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son
israelitas, 7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será
llamada descendencia. 8 Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios,
sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. 9 Porque
la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. 10 Y no
solo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre 11 (pues
no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios
conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), 12 se le dijo:
El mayor servirá al menor. 13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.
14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. 15 Pues a
Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que
yo me compadezca. 16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios
que tiene misericordia. 17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he
levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la
tierra. 18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer,
endurece.
19 Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? 20
Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro
al que lo formó: Por qué me has hecho así? 21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el
barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? 22 ¿Y qué,
si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los
vasos de ira preparados para destrucción, 23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria,
las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, 24
a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no solo de los judíos, sino también de
los gentiles? 25 Como también en Oseas dice:
Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo,
Y a la no amada, amada.
26 Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío,
Allí serán llamados hijos del Dios viviente.
27 También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la
arena del mar, tan solo el remanente será salvo; 28 porque el Señor ejecutará su
sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud. 29 Y como antes dijo Isaías:
Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia,
Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes.

Observaciones
Vs. 1-5: Israel en la carne separado de su Dios
- Pablo expresa su gran dolor por la incredulidad de Israel y su amor sacrificial por su
pueblo (“...deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis
hermanos...” vs. 3, ver Juan 15:13).
- Los privilegios que Dios dio a los Israelitas, que incluyen, entre otras cosas, su
relación con los patriarcas e incluso la promesa del Mesías (vs. 4-5) contrastan con
la incredulidad de estos.
- La grandeza del privilegio del Mesías no radica solamente en que según la carne era
el Cristo, sino en que el Mesías era Dios mismo encarnado (“...Cristo, el cual es
Dios sobre todas las cosas...” vs. 5, ver Juan 1:1-3,18).
Vs. 6-13: El verdadero Israel elegido por Dios
- Debido a la incredulidad del Israel nacional en contraste con sus privilegios, surge la
objeción implícita: Si Dios prometió salvar a Israel, pero Israel se está perdiendo,
entonces ¿Ha fallado la palabra de Dios? (vs. 6).
- La respuesta de Pablo es no, y nos lleva a una distinción esencial: existen dos Israel,
uno de la carne y uno de la promesa (vs. 6-8, ver Romanos 2:28-29; 4:9-12,16-17;
9:24-26; 11:24; Gálatas 3:6-9,29; 4:26-28; Juan 8:39-42). La palabra de Dios,
entonces, no ha fallado porque no estaba dirigida al Israel nacional, sino al Israel de
la promesa, en quienes haya cumplimiento pleno.
- Pablo deduce esto de lo que Dios dijo a Abraham y a Isaac. Abraham tuvo muchos
hijos, pero solo “en Isaac [le fue] llamada descendencia” (vs. 7, ver Génesis
21:12). Y aún en la descendencia de Isaac solo Jacob fue señalado por sobre su
gemelo mayor Esaú (vs. 11-13, ver Génesis 25:23; Malaquías 1:2-3). Ergo, ser un
verdadero israelita nunca estuvo atado a la descendencia natural (Lucas 3:8), sino a
la voluntad de Dios (vs. 16, ver Juan 1:13).
- Dios es libre y soberano en cuanto a determinar quiénes son hijos de la promesa y
quienes no. Los hijos de la promesa son prometidos por Dios a Abraham (“…la
palabra de la promesa es esta: [] Sara tendrá un hijo...” vs. 9, ver Génesis 17:5;
18:10), y nacen por voluntad y poder de Dios (“...la palabra de la promesa es esta:
Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo...”, ver Juan 1:12-13). La iniciativa
humana no tiene nada que ver con esto (ver Génesis 15; 16:1-2, el intento de Sara
de cumplir la promesa en la carne por medio de Agar demuestra que “no depende
del que quiere, ni del que corre”, vs. 16).
- Dios no determina quienes son hijos de la promesa y quienes no en base a obras
previstas, incluyendo la fe en Cristo (que es don de Dios, ver Filipenses 1:29; Juan
6:64-65), sino solo según Su libre y soberana voluntad (“...para que el propósito de
Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que
llama...” vs. 11, ver también vs. 16; Juan 1:13).
Vs. 14-18: La justicia de Dios puesta en duda
- La objeción del vs. 14 solo tiene sentido si ser hijo de la promesa es determinado por
la libre voluntad de Dios, no por las obras del hombre (vs. 11,16). Si la elección fuese
en razón de las obras previstas, la misma sería un acto no libre ni soberano, sino de
justicia referido a lo que el individuo hace, con lo que la objeción pierde todo sentido.
- Pablo parte su argumento desde el axioma Teísta que nos dice que Dios, en razón
de quien Él es como el Supremo Bien y el único Bueno y Justo en esencia
(Deuteronomio 32:3-5; Job 4:17; Mateo 19:27), es la norma normata en términos
de lo que es justo, de manera que lo que Dios considera justo lo es porque Dios así
lo ha determinado. Luego, Dios no es injusto porque Él mismo ha determinado que
es justo para Él “[tener] misericordia del que [Él quiera tener] misericordia”, como
dijo a Moisés (vs. 15, ver Éxodo 33:19). Ergo, tener misericordia es una prerrogativa
exclusivamente Suya, no condicionada en absoluto por lo que el hombre quiera o
haga (vs.16, ver vs. 11,21).
- Hay aquí un conflicto de parámetros: lo que el hombre considera justo en relación al
obrar de Dios, y lo que Dios considera justo para Sí mismo. El hombre no tiene
derecho a normar el obrar de Dios.
- Pablo extiende la libre y soberana voluntad de Dios a aquellos que Dios no considera
hijos de la promesa (esto es, los réprobos, vs. 17, ver Éxodo 9:16), de manera que
Su obrar entre los hombres no solo tiene que ver con aquellos a los que salva, sino
también tiene que ver con aquellos que han sido predestinados para condenación.
Esto es, Dios no solamente tiene misericordia de quien Él quiere tener misericordia,
sino que también endurece a quien Él quiere endurecer (vs. 18). La libre y soberana
voluntad de Dios abarca todas las cosas (Salmo 115:3).
- Tanto tener misericordia como endurecer son actos libres y soberanos de Dios entre
los hombres, cuyo fin es el cumplimiento de Su propósito en el destino de estos para
la gloria de Su Nombre. Faraón fue endurecido por Dios para que desobedezca el
deber impuesto por medio de Moisés, y así no dejar libre al pueblo de Israel; de esta
manera, Dios le castigaría por este pecado derramando las 10 plagas sobre Egipto,
y mostraría Su poder y Su Nombre sería engrandecido (Éxodo 4:21; 7:3; 9:16). La
forma en como Dios hace esto no nos es enseñada aquí, pero por cuanto Dios dijo
que endurecer es parte de Su potestad, y lo dijo tanto a Moisés como a Faraón, a la
luz del axioma de Dios como parámetro de lo que es justo y bueno debemos juzgar
tal acto como justo.
- Breve off topic: En el vs. 17, Pablo personifica a la Escritura, y nos dice que “la
Escritura dice a Faraón”, identificando lo que Dios habla con lo que la Escritura dice.
Esto nos habla de la ontología de la Biblia, la Palabra de Dios, que no solo debe ser
considerada Palabra de Dios, sino también Dios Hablando. Lo que dice la Biblia, lo
dice Dios. Ergo, cualquier postura que pretenda ponerse de forma equivalente o por
sobre la Escritura en términos de autoridad, infalibilidad y doctrina, comete blasfemia,
porque afrenta la autoridad directa de Dios. La Biblia es la norma normata, norma
sobre toda norma.
Vs. 19-23: Responsabilidad, Soberanía de Dios e insolencia del hombre
- La objeción del vs. 19 debe entenderse por la siguiente idea que emana de los vs.
precedentes: Dios endureció a Faraón para que Faraón desobedeciera la orden de
Dios de dejar libre al pueblo de Israel, y luego Dios le castigó por su desobediencia
dejando caer las plagas sobre Egipto. Si la desobediencia de Faraón estuvo
determinada por la voluntad de Dios expresada en el acto de endurecer, entonces
¿Por qué le hace culpable de pecado (“¿Por qué, pues, inculpa?”), si al final Faraón
simplemente obró en virtud de lo que la irresistible voluntad de Dios determinó de
antemano que sucediese (“...porque ¿quién ha resistido a Su voluntad?”)?
- Así como la objeción del vs. 14 se enfoca en la justicia de la elección de los “hijos
según la promesa”, así mismo esta objeción se enfoca en la reprobación de los
“vasos de ira” (vs. 22), específicamente en la relación entre la ética y la metafísica
de los eventos en cuestión.
- Pablo considera la objeción una afrenta insolente a la libre y soberana voluntad de
Dios, Su potestad de hacer como Él quiera con lo Suyo (vs. 20-21). El hombre es
criatura, y como tal no tiene derecho a cuestionar los propósitos del Creador.
- No hay que confundir el uso que hace Pablo de la analogía del alfarero y la masa con
el uso que hacen de la misma Isaías 64.6-8 y Jeremías 18:3-16. Que usen la misma
analogía no implica misma intención de uso. El énfasis de Pablo es en la potestad y
libertad del alfarero para hacer de la masa como él estime conveniente, y de la
imposibilidad de la masa de reclamar al respecto. El hombre está en las manos de
Dios, y Dios puede hacer del hombre como le plazca (vs. 20-21, ver Proverbios 16:4;
21:1).
- Podemos deducir con seguridad, a la luz de lo expuesto por Pablo, que la
responsabilidad de pecado no presupone autonomía alguna de la voluntad del
hombre en relación al poder de Dios (vs. 19). En otras palabras, aunque la voluntad
del hombre no sea libre del poder de Dios, aun así Dios puede hacerle responsable
de pecado y castigarlo por eso. Como diría Gordon Haddon Clark, el hombre es
responsable precisamente porque no es libre, es decir, su responsabilidad está
relacionada con la Ley de Dios, no con autonomía alguna de la voluntad del hombre
en relación a Dios.
- El fin último de la elección y reprobación de Dios es glorificarse a Sí mismo en la
salvación en Cristo de los “vasos de misericordia” y en la condenación de los “vasos
de ira”, mostrando todo Su glorioso Ser en ambos eventos (vs. 22-23, ver Proverbios
16:4; Colosenses 1:15-20).
- La libre y soberana voluntad de Dios sigue siendo enfatizada, cuando se nos dice que
“los vasos de ira [son] preparados para destrucción” (vs. 22, ver Proverbios
16:4) y que “los vasos de misericordia [los preparó Él mismo] de antemano para
gloria” (vs. 23, ver Efesios 5:25-27). Durante todo el capítulo, el énfasis siempre ha
sido la soberana y libre voluntad de Dios.
Vs. 24-29: la libre y soberana voluntad de Dios abarca a judíos y gentiles
- Pablo extiende todo lo expuesto no solo al pueblo judío, sino también a los gentiles
(vs. 24). Gentiles y judíos son determinados por Dios tanto “vasos de ira” (ejem.
Faraón y Esaú, vs. 13,17) como “vasos de misericordia” (vs. 22-23). Lo anterior se
desprende también, en todo caso, de la idea de que los “hijos según la promesa”
no están atados de forma necesaria a la descendencia natural de éstos con Abraham,
por lo tanto, nunca fue un privilegio exclusivo de Israel según la carne (vs. 8). La
promesa no corre exclusivamente dentro de la descendencia carnal de los patriarcas,
sino también fuera de ella, entre los gentiles (Romanos 4:9-12,16-17; Gálatas 3:6-
9,29).
- Pablo prueba su punto apelando al profeta Oseas, el cuál anunció de antemano que
quienes no eran pueblo, amados e hijos, serían llamados pueblo, amados e hijos de
Dios (vs. 25-26, ver Oseas 1:10; 2:23; Efesios 2:11-22). La Escritura misma nos
informó de antemano que los límites de Israel serían derribados para incluir a los
gentiles. Pablo tiene por costumbre siempre acudir a la norma normata, la Palabra de
Dios, para establecer sus puntos.
- Puesto que el capítulo comienza con un diagnóstico triste del Israel según la carne
(vs. 1-5), es necesario que Pablo nos recuerde que el Dios soberano se guarda para
Sí mismo en Israel según la carne un remanente escogido por Gracia (vs. 27-29, ver
Isaías 1:9; 10:22-23; Romanos 11:1-6). Como es su costumbre, nuevamente apela
a la Escritura para establecer su punto, y lo interesante de esto es que la soberanía
de Dios sigue siendo el énfasis (“Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado
descendencia…” vs 29, ver Isaías 1:9).

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