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De la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

La Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano data del 28 de


agosto de 1789. En esta declaración el pueblo francés constituido en
asamblea reclama sus derechos y plantea un nuevo orden de gobierno sin
ninguna pretensión de verdad y con el fin de conseguir una convivencia
pacífica. Estas son las pretensiones de la Declaración promovidas para
derrocar la monarquía absoluta.
Para tratar de exponer los principios en que se basan los fundamentos de la
Declaración debemos detenernos a analizar cuáles son las corrientes
filosóficas que participan en la redacción de dicho tratado. En primer lugar
veremos que puntos de partida comparten los distintos pensadores cuya
filosofía política fundamenta la Declaración. Veremos después el peso y la
influencia de cada uno de estos y finalmente cuáles son las consecuencias
que se derivan de las leyes y derechos promulgados. Para realizar este
análisis nos ocuparemos en las teorías de Justiniano( Instituciones), Thomas
Hobbes(Leviatán), John Locke(Ensayo sobre el Gobierno Civil) y Jean
Jacques Rousseau (El contrato Social).

La revolución Francesa supone como todo el mundo sabe uno de los cambios
políticos más importantes de la historia. Se trata de poner fin a la
monarquía absoluta y fundar un nuevo sistema más igualitario. El objetivo de
acabar con el poder despótico del monarca absoluto es uno de los puntos que
tienen en común todos los artífices de la Declaración. Para tratar de
establecer el nuevo orden los filósofos se remontan al hipotético estado
natural con el fin de desentrañar como deben ser los fundamentos en los
que se base el nuevo Estado.

En el estado primitivo o de naturaleza el hombre conserva una libertad


natural y una situación de igualdad con respecto a los demás hombres. Los
hombres nacen libres e iguales. Este principio tan básico y fundamental,
esta idea de la naturaleza igualitaria y libre del hombre en su estado
primitivo es contemplada ya desde antiguo. Así Justiniano ya recoge en sus
Instituciones estos derechos naturales del hombre. “El derecho natural es
el que la naturaleza enseñó a todos los animales.” Esto es, un derecho común
e igualitario. Por su parte Rousseau también reconoce en el estado de
naturaleza la igualdad y la libertad del hombre si bien no como derechos, ya
que no se puede hablar de derechos si no es dentro de un Estado, sino en
cuanto a condiciones naturales del hombre. Locke basándose en las teorías
de Hooker que concibe al hombre en su estado natural con las mismas

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libertades y derechos que los demás también señala está condición de
libertad e igualdad en un estado natural en el que él piensa que los hombres
se guían por la ley natural, que es la ley de la razón, y en la naturaleza
bondadosa del hombre. Esta idealización, podríamos decir, del estado
natural sirve únicamente para establecer la igualdad y la libertad propias de
cada individuo como derechos incondicionales del hombre. Obviamente en el
estado natural no todo es tan idílico como parece según estos
planteamientos. Así se distingue también un estado de guerra entre los
hombres debido a la ausencia de un poder autoritario común, la reparación
de este estado de guerra primitivo es el que conducirá a la creación de un
Estado civil. El estado de guerra es aceptado por todos los pensadores si
bien Hobbes resulta más radical en esta postura. Para Hobbes las
condiciones de igualdad y libertad que se presuponen en el estado de
naturaleza no son tales. Hobbes no hace ninguna distinción como Locke
entre el estado natural y el estado de guerra. Para él ambos estados son el
mismo. La situación de armonía y cordialidad no se da nunca ya que la
fuerza o las distintas pasiones que actúan sobre los hombres rompen esa
igualdad que es por tanto en una idea teórica, ideal pero que no resulta en la
práctica. Según Locke aquel que no se rige por la razón actúa contra
naturaleza y por tanto produce los daños que de los que Hobbes habla. Esta
argumentación un tanto pobre es un intento de salvar los derechos de
igualdad y libertad por parte de la corriente liberal. Hobbes mantiene que la
guerra de todos contra todos, la lucha por la supervivencia y la dominación
son las condiciones naturales del hombre.

A pesar de que Locke postula la igualdad de derechos y libertades en el


estado natural deberá reconocer que ésta no se da siempre y que el intento
por mantener esta igualdad es lo que lleva a los hombres a constituir el
Estado. Como hemos dicho Locke distingue entre el estado natural y el
estado de guerra. El estado natural la igualdad entre los hombres es un
hecho, dado que estos se guían por el principio natural de la razón actuando
de manera que nadie causa daño a otro pues la ley natural les hace
considerarse iguales y nadie daña a su semejante. El estado de guerra es
aquel en el que los hombres se guían por sus intereses y no por la razón
provocando el enfrentamiento y el uso de la fuerza como medios de
dominación. El Estado nace para anular este enfrentamiento y reunir a los
hombres bajo una sola autoridad. Hobbes no hace tal distinción entre el
estado de naturaleza y el estado de guerra, pues para él son el mismo, pero
coincide con Locke, aunque este hace un rodeo mayor para terminar
asumiendo lo mismo, que el Estado se constituye para poner fin a las

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continuas desigualdades y enfrentamientos que los hombres mantienen
cuando están libres de toda autoridad.

Hemos dicho que el estado de guerra es la causa por la que los hombres se
deciden a formar una sociedad y a regirse por las leyes de un Estado. La
creación del Estado es por tanto un tránsito del estado de naturaleza al
civil producido por el estado de guerra. Quién ostentará el poder, quién
fundamentará las leyes y cuáles serán los derechos y deberes que tendrán
los hombres son las cuestiones que se debaten a la hora de redactar la
Declaración. Podríamos decir que existen al menos tres en los que todos los
autores coinciden al establecer el Estado. Estos son; la división de poderes
(ejecutivo, judicial y legislativo), el monopolio de la violencia por parte de la
autoridad legitimada y el derecho de resistencia a la opresión.

Los restantes puntos de la Declaración son convenios no aceptados


unánimemente por todos pero no hemos de olvidar que el fin al que se aspira
es al de la convivencia pacífica y no al de la comunidad de ideas. Por tanto
las diferencias que surgen a partir de las distintas consideraciones del
hombre están supeditadas al bien común y a la paz objetivos prioritarios de
la Declaración. No obstante veremos más tarde cómo afectan estas
diferencias a la claridad de los derechos y deberes promulgados.

Artículos

El primer artículo presenta dos puntos diferentes, dos aspectos que


distinguen el concepto de libertad según las circunstancias en las que el
hombre se encuentre. La primera hace referencia al estado natural del
hombre, a la situación natural del hombre que se señala con ese “los
hombres nacen... .” Vemos con claridad la intención de presentar, de
legitimar y de proteger los derechos de libertad e igualdad de los hombres
como naturales e inviolables a pesar del paso del estado de naturaleza al
estado civil.

La idea que recoge este segundo punto es la de que las distinciones sociales
sólo se consideran legítimas dentro de la autoridad de un Estado constituido
y no fuera de él ya sea en el estado de natural o de guerra. Estas
distinciones son producidas por la propiedad. Se considera que estas
desigualdades son respetables siempre que éstas estén encaminadas al bien
común. Este bien común es el que pondremos en entredicho más adelante.

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En el artículo dos se recoge también una de las posturas del pensamiento
liberal. En el primer punto se refiere a la finalidad de la constitución del
Estado. El Estado debe procurar el bienestar de todos aquellos que se
encuentren bajo su protección. El fin no es otro que el de preservar los
derechos fundamentales del hombre. Los derechos que se consideran
propios de cada individuo y que el Estado debe procurar mantener son los
siguientes: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la
opresión. La libertad es definida en el artículo cuarto por lo que será
después cuando nos detendremos en el análisis de este derecho.

Para hablar del derecho de propiedad debemos decir que se trata de un


derecho adquirido fuera de la condición social, es un derecho anterior a
todo pacto entre ciudadanos. Es un derecho natural para Locke como lo son
la igualdad y la libertad, propios del hombre desde que nace. Estos derechos
naturales deben ser admitidos incondicionalmente entre los derechos de las
leyes del Estado. Pero según Rousseau en el estado de naturaleza el hombre
no tiene ningún derecho, los derechos del hombre se crean al entrar a
formar parte de un Estado, al convertirse en ciudadano. De ahí la doble
presentación en la declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano.
La libertad y la igualdad son en el estado de naturaleza condiciones
naturales del hombre, sólo son derechos cuando el hombre firma el Contrato
Social. Según Rousseau la propiedad privada no es un derecho del ciudadano
y mucho menos en el estado de naturaleza donde es un engaño. Este
problema lo vemos al fijarnos en el artículo tercero donde se remarca
expresamente la soberanía de la nación frente a la de cualquier individuo o
corporación. El interés general debe primar por encima de cualquier
particular, cualquier interés privado incluida la propiedad. Para Rousseau la
voluntad general, el consenso de la mayoría está por encima de la propiedad
privada. Este es uno de los problemas fundamentales de la Declaración.

En lo referente a la seguridad Locke explica como en el estado de


naturaleza todo hombre tiene derecho a castigar los daños que sufre. Este
derecho individual que el hombre tiene por naturaleza queda suspendido
cuando entra a formar parte de una sociedad. El hombre renuncia a su
derecho de castigar para otorgar al Estado el poder de juzgar, castigar y
emplear la fuerza. No será él sino el Estado quien ahora se encargue de
velar por su seguridad. La formación del Estado tiene entre sus finalidades
la de proteger con mayor fuerza y eficacia la vida y los bienes de sus
ciudadanos rigiéndose por las leyes establecidas según consenso.

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La resistencia a la opresión es otro de los derechos fundamentales del
hombre. Una vez se ha entrado en la comunidad el individuo se somete
únicamente a las leyes que a acordado por mayoría. Si el uso del poder que
los ciudadanos han otorgado a las autoridades no se ejerce para el bien
común sino para los intereses de algunos particulares se vulneran los
derechos del ciudadano y éste está legitimado a oponerse a las injusticias
que le oprimen a pesar de que éstas vengan de aquellos que deben guardar la
ley. Cuando los gobernantes oprimen al pueblo y buscan el interés propio, el
ciudadano tiene derecho a rebelarse. De este modo se trata de prevenir los
abusos de poder que puedan darse como los que se dan en la monarquía
absoluta.

El artículo cuarto habla de los límites de la libertad en el Estado y la


relación con las leyes. Al entrar en sociedad el hombre renuncia a ciertas
libertades, como el derecho de castigar, que hemos visto antes, para
beneficiarse de otras ventajas de las que antes carecía. Las leyes del
Estado delimitan la libertad individual del ciudadano, “la libertad consiste en
poder hacer todo lo que no dañe al otro.” Vemos como esta idea de libertad
es compatible con el derecho a la propiedad que defendía Locke, dado que la
ley es el único límite que el ciudadano pone a su libertad y puesto que esta
no se inmiscuye en la propiedad privada, el hombre puede hacer con sus
posesiones el uso que quiera.

En el artículo cinco vemos como la ley no puede castigar más que aquello que
resulte perjudicial al individuo, a los demás ciudadanos. La ley debe
asegurar el bienestar del pueblo y castigar al que provoque daños. Nunca
puede la ley inmiscuirse en los asuntos privados de cada ciudadano, “ lo que
no está prohibido por ley no puede ser impedido”. Lo que se trata de
garantizar aquí es el derecho a la vida privada del ciudadano, a procurar la
libertad individual sin entrar en conflicto con los deberes que la ley
prescribe a los ciudadanos. El ciudadano debe cumplir las leyes que ha
aceptado para formar parte del Estado pero estas no deben restringir su
libertad individual al margen de la vida pública. Esta libertad individual en el
ámbito privado, es uno de los derechos fundamentales de la corriente del
pensamiento liberal abanderada por Locke. Vemos de nuevo ese choque con
la postura de Rousseau; “la ley (voluntad general) no puede prohibir...”. Las
dictaduras fascistas y comunistas del siglo XX anulan este principio.

En el artículo seis, que está en consonancia con el artículo tercero y el


pensamiento de Rousseau, vemos la tensión de la que hablábamos en el
artículo anterior: “La ley es la expresión de la voluntad general”. Es el

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pueblo el que establece sus propias leyes, es la voluntad de la mayoría la que
se establece como norma, la que marca sus deberes y sus derechos. El
carácter burgués de la Revolución hace que más que los intereses de la
mayoría se defiendan ante todo los propietarios. El fin de la monarquía
absoluta supone la subida al poder del comerciante, del burgués. Se
considera también en este artículo la igualdad entre los ciudadanos ante la
ley.

Los artículos siete, ocho y nueve hablan sobre puntos fundamentales del
derecho jurídico. Se presentan las bases de la legislación; la obediencia a las
leyes acordadas, la presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo y el
monopolio de la violencia. En el artículo doce se establece también la
necesidad de una fuerza pública para garantizar los derechos del ciudadano.
La legitimación del derecho al uso de la fuerza por parte del Estado se
justifica como solución para evitar el estado de guerra sin juez ni arbitro.
Este último punto, común en todos los pensadores que hemos trabajado,
puede volverse negativo según las prioridades de la ley como veremos más
adelante.

En los artículos diez y once se recogen la libertad de culto y de


pensamiento, la libertad de expresión y de religión. Estas libertades son
concedidas puesto que la unificación de criterios y costumbres resulta
imposible y por tanto se permite esta diversidad siempre que no dañe el
orden establecido y el (siempre incierto)interés común. Estos artículos
están respaldados por el artículo quince donde se reconoce el derecho de
todo ciudadano a reclamar la administración y el funcionamiento de los
asuntos públicos, el derecho a expresar la queja y a intervenir en la opinión
pública. Estos derechos se complementan también con el de resistencia a la
opresión.

Los artículos trece y catorce hablan del deber de contribuir a la


administración pública para el correcto funcionamiento de sus tareas. La
contribución debe ser común y repartida según las posibilidades de cada
uno. Vemos como estas cláusulas deberían acabar con las desigualdades que
la propiedad produce dentro de la sociedad. Pero suele ocurrir que aquellos
que contribuyen más suelen pedir más, más protección, más seguridad, más
privilegios, manteniéndose así las desigualdades sociales e incluso
aumentándolas.

En el artículo dieciséis se explícita la necesidad de la separación de


poderes para garantizar el buen funcionamiento del Estado. Se trata de

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impedir el abuso de poder y que sea el mismo órgano el que dicte las leyes y
tenga el derecho de usar la fuerza.

El último artículo de la Declaración vemos como se añade de manera clara y


explícita el derecho “inviolable y sagrado” de la propiedad privada. Es una
confirmación y una acentuación clara del derecho de propiedad que hemos
visto anteriormente. La ley debe quedar al margen del uso que se dé a los
bienes particulares, a no ser en una situación excepcional. Podemos observar
con claridad como todos estos artículos tienen en común unos principios
perfectamente definidos que las ideas del liberalismo filosófico y social han
logrado asentar en las leyes fundamentales que deben regir el gobierno de
los hombres.

Valoraciones

Como ya hemos visto, a la hora de entrar a formar parte del Estado los
hombres renuncian a unos derechos o libertades a favor de obtener una
protección y otra serie de derechos. Así mismo el Estado pone sus propias
reglas a los hombres, esto es deberes, si quieren beneficiarse del orden
constituido. Hemos tratado de analizar cuáles son esos deberes y derechos
y ahora pasaremos a ver cuáles son una vez instituidos, las consecuencias
que de ellos se derivan.

Decíamos al principio que uno de los puntos en común de todos los filósofos
era el de dar el monopolio de la violencia al Estado. Es en principio razonable
que no exista dentro de un Estado más de una fuerza legítima dado que en
caso contrario nos encontraríamos en un estado natural o de guerra según la
perspectiva en que se mire y no habría Estado. Hemos visto al analizar la
Declaración que una de las prioridades de esta redacción es la mantener y
proteger la propiedad privada. Locke establece esta condición, la protección
de la propiedad individual, como uno de los motivos de la creación del
Estado. Las leyes no pueden inmiscuirse en el reparto de propiedades. No en
vano una de las finalidades de la constitución del Estado es la de proteger la
propiedad del individuo. La propiedad es privada, el Estado debe procurara
con sus leyes que cada uno pueda disfrutar de sus bienes privados sin temor
a perderlos. El uso que se haga de la propiedad individual sólo atañe al
ciudadano el Estado no puede disponer de ella. Según Locke el individuo
establece un pacto con el Estado en el cual el ciudadano pasa a formar parte
del Estado y se compromete a regirse por sus leyes, a cambio el Estado
deberá proteger las tierras y posesiones del ciudadano. La única
circunstancia en la que el Estado puede apropiarse de un bien particular es

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aquella en la que el individuo reniega de la herencia y rompe el pacto que
había convenido con la sociedad. Al apartarse del Estado las propiedades del
particular pasan a formar parte de éste dado que las tierras están dentro
del territorio estatal.

La cuestión de la propiedad es fundamental dentro de la corriente liberal


burguesa. Es el trabajo lo que establece el valor de las cosas y aquellas
tierras trabajadas o los bienes acumulados a causa del trabajo pertenecen
indiscutiblemente a aquél que trabajó por ellos. El Estado no puede
intervenir en la distribución de estos bienes ya que no le pertenecen, por
tanto la legislación no puede corregir las desigualdades que en lo referente
a las posesiones puedan darse entre sus ciudadanos. La protección y el uso
de los bienes particulares resultan un derecho incuestionable para Locke.

Por su parte Rousseau ve en la propiedad privada el germen de los males


que atañen a los hombres y considera un error y un engaño el hacer legítima
la posesión de tierras individuales. “Estáis perdidos si olvidáis que los frutos
son de todos y la tierra de nadie”. Estas dos posturas se encuentran
claramente enfrentadas, no obstante será el pensamiento liberal de Locke
el que, como hemos visto, sea establecido en la Declaración. No será hasta
un siglo después con la aparición de Marx y su teoría del comunismo cuando
se empiece a replantear la legitimidad de la propiedad privada. Teniendo en
cuenta estas dos ideas podemos entender como se justifican algunos hechos
históricos.

Basándose en el principio de que el trabajo de la tierra da derecho a la


posesión de ésta y que se considera un desaprovechamiento del terreno el
que éste no se cultive, los colonos de América pudieron legitimar el
apropiamiento de las tierras del nuevo continente. Los nativos americanos,
los “indios” eran nómadas y por tanto no cultivaban la tierra. Basándose en
que en este sentido se desaprovechaban los terrenos, los colonos se
adueñan de la tierra trabajándola y construyendo sus casas y ciudades
arrinconando a los nativos dado que estos ya no podían plantar sus tiendas
en unos terrenos que ya no les pertenecían.

De este modo las cláusulas establecidas por el pensamiento liberal han


provocado que las desigualdades que con respecto a la propiedad existían en
el estado de naturaleza persistan ahora también en el Estado civil y que por
tanto el propietario de grandes bienes no sólo los mantenga, sino que
además tenga la seguridad de que la nueva ley los protegerá y no se
entrometerá en el uso que el propietario haga de ellos. De este modo al

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entrar en sociedad el propietario renuncia a su derecho a castigar el daño
que se le haga, acuerda como todos la autoridad unilateral de la fuerza,
reconoce los derechos y las libertades de los demás hombres, pero no
permite y esta es la cláusula de Locke, que nadie interfiera en su fortuna,
es más ahora logra que ésta se halle mucho más protegida. Este es el poder
de la ley. El Estado constituido ahora no ha acabado con las desigualdades
de los hombres como prometía el lema revolucionario de Libertad, Igualdad,
Fraternidad. El derecho del más fuerte única ley vigente en el estado de
naturaleza ha sido cambiado aquí no por una igualdad sino por el derecho del
más poderoso o el más rico. La historia ha demostrado que esta desigualdad
en las posesiones no es meramente un asunto de propiedades sino que
acaban derivando en una desigualdad de derechos.

Hobbes si que hablaba de un poder absoluto y de un soberano que ostenta


el poder que el pueblo le ha dado al igual que el príncipe de Justiniano está
por encima del senado. Es un soberano que tiene todos los derechos y todo
el poder que el pueblo le ha dado para que los proteja y evite la guerra, el
soberano del que habla Hobbes en el Leviatán. Hobbes, que había leído a
Maquiavelo, no propone como diríamos que hacen Locke o Rousseau una
forma de gobierno, sino que más bien explica como funciona un gobierno.
Tal vez el monopolio de la fuerza, del poder, resulte demasiado peligroso
cuando gente con grandes propiedades quieran proteger y aumentar sus
bienes. El principio por el cual el Estado debe proteger la propiedad
individual por ser derecho de cada ciudadano puede arrastrar al Estado
hacia intereses particulares y abandonar el bien común. Incluso puede
llegara a manipularse el bien común. Así entonces en Francia y también
ahora quien tiene mucho que perder, mucho que proteger, se interesa por
los asuntos del Estado, quien poco o nada tiene, ve estas leyes como asuntos
de burgueses que nada les reportan.

Interpretación kantiana de la Declaración

Nos centraremos ahora en la visión del derecho kantiano y en su análisis de


la Declaración. En primer lugar Kant expone el principio natural del derecho:
“Es justa toda acción que por sí, o por su máxima, no es un obstáculo a la
conformidad de la libertad del arbitrio de todos con la libertad de cada uno
según leyes universales”. Bajo esté principio Kant pretende establecer unas
máximas para la convivencia pacífica sin ninguna pretensión de verdad. Como
vemos es este uno de los planteamientos de los que partía la Declaración.
Kant no pretende que las máximas sean morales si no que resulten

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adecuadas para la convivencia. Se trata de leyes positivas como las
redactadas en los artículos diez y once donde no se pretende dar un criterio
de verdad fijo, sino buscar convivencia entre la pluralidad de ideas. Kant
entiende el derecho como una necesidad para la convivencia, el derecho
establece la igualdad y la obligación a un tiempo. El derecho no es una
máxima moral, sino civil y pretende obligar de igual modo que la fuerza
pública que veíamos en el artículo doce.

Distingue Kant al igual que Justiniano el derecho púbilco y el derecho


privado. El derecho privado pertenece al ámbito del estado natural donde la
libertad es ilimitada. En este estado se dan unas leyes domésticas,
familiares diferentes del estado civil. Para marcar la diferencia entre el
estado civil y el natural Kant habla de la ley distributiva. Esta ley se da
dentro del estado civil y es la promulgada por un tribunal arbitrario con
autoridad para juzgar. Esta ley no puede darse en el estado de naturaleza.
Dentro del estado civil la ley es creada por la voluntad general siguiendo las
teorías de Rousseau. La relación entre súbditos y soberano debe ser de
coordinación y no de desigualdad o abuso. El soberano no puede ostentar
como dice Hobbes un poder absoluto aunque haya sido otorgado por el
pueblo, dado que no puede haber una relación jerárquica sin igualitaria. Kant
remarca la importancia del artículo seis donde se promulga la igualdad de
todos los ciudadanos ante la ley.

Como ya hemos dicho la legislación sólo puede correr a manos del pueblo.
Los ciudadanos sólo se someten a las leyes que ellos mismos han aprobado.
Pero Kant distingue entre ciudadanos de primera y segunda clase. A unos los
llama activos a los otros pasivos. El sufragio es censatario y la posibilidad de
voto depende de la renta con lo que vemos un acercamiento importante a la
postura liberal y la defensa de las propiedades privadas.

El derecho de ciudadanía es otro de los puntos que debemos señalar. Las


relaciones entre los hombres van evolucionando desde la familia, a la
relación de pueblos y después a la formación de un Estado. Para formar ese
Estado es imprescindible establecer una constitución, es decir unas leyes
comunes entre los diferentes pueblos asociados. Los que aceptan la
constitución son considerados ciudadanos. La ley presupone la libertad dado
que ha sido aceptada por consentimiento común.

Las relaciones entre ciudades y ciudadanos es otro de los puntos que Kant
trata en su análisis. No existe una legislación que controle las relaciones
entre diferentes Estados por tanto sólo caven dos posibilidades a este

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respecto: o la hostilidad y el estado de guerra entre naciones o la creación
de un orden internacional. Kant propone la posibilidad de una Federación de
Estados para promover las buenas relaciones entre las distintas ciudades y
sus ciudadanos. Estas relaciones entre ciudades y ciudadanos de distintos
Estados se dan siempre dentro del estado civil pues se basan en leyes
diplomáticas y de comercio. El derecho cosmopolita es una derivación de
estas relaciones entre Estados. Se trata de regular la adquisición de
tierras, no es una cuestión moral sino de derecho. En contraposición a las
leyes que predica el pensamiento liberal Kant dice que no se puede hacer un
uso abusivo del terreno ni acaparar grandes extensiones de tierra si esto
perjudica a otro sea cual sea su condición o cultura. Con este derecho
quedaría deslegitimada la apropiación de tierras que se produjo en el nuevo
continente.

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