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Alguna vez Jorge Bucay escribió que “los cuentos ayudan a dormir a los niños y

también sirven para despertar a los adultos”. La frase podría funcionar como
epígrafe de la obra de Carlos Bustos si tenemos en cuenta algunos matices; si bien
es cierto que hay cuentos entrañables que son para niños, no podríamos relegar el
género a considerarlo infantil.

Tenemos que ir con cuidado o podríamos caer en la trampa de pensar que la


diferencia entre los cuentos infantiles con los adultos, además de los temas que
tratan, estaría en que en los segundos existe una renuncia al ejercicio imaginativo y
a todo lo que tenga que ver con lo fantástico. Bustos y toda una tradición literaria,
que además conoció muy bien, no estarían de acuerdo, para ellos la fantasía es un
asunto serio.

La pregunta ineludible es: ¿Qué es la fantasía? Para tratar de responder podemos


revisarlos conceptos e ideas con las que ha sido emparentada. La primera relación
de la fantasía la encontramos, según la red, con algo relativo a lo infantil; lo cual, ya
hemos dicho, es problemático.

¿Por qué se relaciona obsesivamente a la fantasía con lo infantil y se le destierra en


los adultos? Quizá porque en los niños la imaginación es inquieta, aún no ha sido
gobernada ni mutilada; pero querer infantilizarla es atentar contra ella, es
considerarla como algo anterior e inferior a la razón, que supuestamente sería más
madura y sensata. Esta idea nos puede llevar a seguir indagando, ¿qué sería lo
contrario de la fantasía? ¿La realidad? Posterguemos un poco este asunto.

Para Aristóteles, la fantasía es una facultad del alma que tiene que ver con la
sensación, pero también con el entendimiento. El filósofo la piensa en relación con la
capacidad que tenemos para formar imágenes que se quedan guardadas en la
memoria y que se pueden evocar como vestigios presentes de algo ausente, como
reminiscencias o fantasmas. Hay que notar la raíz que comparte la palabra
“fantasía” con “fantasma”.

En “Fantásmica”, Bustos escribe que en la obra “deambulan como espectros todas


las pesadillas que poblaron mi bestiario de miedos infantiles”, imágenes que
surgieron en otro tiempo, en situaciones concretas que quizás hasta fueron
olvidadas, pero que de alguna forma siguieron presentes en las obsesiones del
escritor.

El Psicoanálisis ha trabajado también la cuestión. Freud desarrolló toda una teoría


donde la fantasía es un mecanismo psíquico del sujeto que lo protege de aquellos
deseos oscuros, impensables e inconfesables, y que de alguna manera le aseguran
el principio del placer, sin tener que transgredir el principio de realidad; explica que
“las fantasías son cumplimientos de deseos engendrados por la privación y
añoranza y llevan, con razón, el nombre de sueños diurnos”.

La cuestión de la fantasía, podemos ver, no es un tema sencillo; grandes autores lo


han abordado trabajado desde su complejidad y abordado con la seriedad debida.
Desde esa línea, Bustos recurre a la fantasía en la literatura no como la negación de
lo real sino como una manera de cuestionar, queriendo mostrar que las cosas son
más complejas de lo que pueden parecer a simple vista.

¿Qué busca despertar en nosotros con sus textos? Un temor recurrente que se
esconde en el centro del pensamiento más racional, la develación de que hay
misterios para los que no existen explicaciones posibles; nos muestra el núcleo de la
realidad donde no gobierna la lógica.
El supuesto mundo ordenado y con sentido se revela insostenible y construido por
nosotros, los adultos, quienes desde un deseo desesperado buscamos aliviar la
angustia que nos genera el que existan cosas y hechos que escapen a nuestro
entendimiento.

Bustos confirma que la diferencia entre el niño y el adulto es la negación; el adulto


piensa que ya no tiene temores y ese es, precisamente, el trabajo de nuestro escritor,
mostrar que ahí han estado siempre, ocultos y latentes hasta en nuestros motivos y
acciones: de maneras muy serias, rigurosas y científicas hemos buscamos producir
electricidad porque aún nos aterra aquello que se esconde en la noche.

El niño está despierto a la verdad en tanto que reconoce sus miedos, mientras que
el adulto se duerme en la negación; pero en los sueños uno no puede mentir, ni lograr
tampoco consolarse, ahí el adulto se reconoce niño.

Carlos Bustos sabe entonces que una manera de despertar a la verdad es irse a
dormir con miedo…

Irving Jesús Hernández Carbajal es autor de “La naturaleza del rinoceronte” y “Sol
ulterior”.

DATO:

Sociedad Fantásmica: es un homenaje al escritor Carlos Bustos (1968-2016)

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