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¿POR QUÉ OBLIGAN

LOS CONTRATOS?
JUSTIFICACIÓN NORMATIVA
DE LA OBLIGATORIEDAD
DEL VÍNCULO CONTRACTUAL

ESTEBAN PEREIRA FREDES


Excurso:
Autonomía y teoría de la imprevisión

La implementación de la propuesta de justificación normativa articulada


en esta investigación fue sistemáticamente asociada a la pregunta sobre por
qué un vínculo contractual, genéricamente concebido, obliga a las partes a
observar las prestaciones pactadas. Se sugirió una respuesta en términos de
la autonomía de los agentes, en atención a la identidad y estructura interna
del derecho privado. En distintas ocasiones, se recurrió a la teoría de la
imprevisión como un problema que transparentaba la admisión de consi-
deraciones sustantivas en el ámbito contractual, no obstante la primacía de
razones formales que constituyen su imagen tradicional. De igual modo,
podemos utilizar la teoría de la imprevisión para reinterpretar su aplicación
en los contratos, a partir de exigencias relativas a la autonomía personal de
los contratantes en sus planes de vida libremente concebidos. La revisión
judicial de los contratos constituye un espacio donde la autonomía juega
un desempeño práctico significativo222.

Ya hemos indicado que las razones de forma son relevantes porque son
decididas por el órgano que se encuentra en una posición más favorecida
para determinar qué reglas jurídicas van en el interés de todos. El artículo
1545 del Código Civil es una imagen evidente de aquello. La imparcialidad
de la regla contractual que asimila metafóricamente todos los contratos
con la regulación legal, procura garantizar el efecto vinculante de toda

222 Una estrategia distinta para justificar la pertinencia de la revisión judicial en el derecho
chileno de los contratos, proponiendo el reemplazo de la teoría clásica del contrato y su fuer-
za obligatoria, por el solidarismo contractual y la teoría relacional del contrato, en Accatino
Scagliotti (2015), pp. 35-56.
126 Esteban Pereira Fredes

relación contractual, en la medida que su formulación se haya ajustado a


los términos legales. El diseño formal adoptado por el legislador para el
artículo 1545 se justifica por la relevancia del ideal de la imparcialidad en
la obligatoriedad del régimen contractual.

Sin embargo, desde un punto de vista valorativo adversarial, esta razón


que puede ser válidamente admitida para justificar la dictación de la regla
contractual, pudiere enfrentarse a algunas dificultades cuando corresponde
la aplicación de dicha regla, es decir, de imponer que toda clase de vínculo
contractual posea estipulaciones, cuyo cumplimiento sea necesariamente
incondicionado. La celebrada imparcialidad en el origen de la regla jurídica,
deviene en una excesiva rigidez al momento de su aplicación. Esta consi-
deración le corresponde al juez, y bajo el desempeño de su adjudicación,
sin intentar disfrazarse de activista, podría suponer que la aplicación del
artículo 1545 del Código Civil, no debe implicar un razonamiento mera-
mente formalista, porque si bien la regla proporcionada por Bello debe ser
aplicada, también debe ser adecuadamente aplicada223.

En la discusión sobre la teoría de la imprevisión suelen encontrarse


alegaciones sobre las tensiones producidas entre, por un lado, la impor-
tancia de la imparcialidad de la fuerza obligatoria del contrato y, por otro,
las exigencias sobre justicia correctiva a las cuales ceden los distintos
vínculos contractuales. Después de todo, incluso un partidario de la apli-
cación tajante de la regla contractual indicaría que la imparcialidad de su
aplicación convive con ciertos casos particulares de carácter excepcional,
en que no pareciere recomendarse la fuerza obligatoria. De modo que el
artículo 1545 del texto legal, debiera ser aplicado aun cuando ocasionare
situaciones injustas en nuestras prácticas contractuales, como lo sería pro-
vocar la ruina de alguno de los contratantes. No ha ocurrido lo mismo con
la consideración del valor de la autonomía de los agentes, para determinar
la procedencia de la revisión judicial de un contrato legalmente celebra-
do, por la ocurrencia de imprevistos que hacen excesivamente oneroso el
cumplimiento de las prestaciones originales.

Respecto al contraste entre aplicación y aplicación adecuada de reglas jurídicas, véase


223

Atria Lemaitre, Fernando (2004). “Jurisdicción e independencia judicial: el poder judicial


como poder nulo”. Revista de Estudios de la Justicia, Nº 5, pp. 119-141.
¿Por qué obligan los contratos? 127

Nuestra jurisprudencia se ha mostrado tradicionalmente incluso más


reacia que la dogmática civil a aceptar la procedencia de la teoría de la
imprevisión. Mas, existe una resolución judicial de la Ilustrísima Corte de
Apelaciones de Santiago de 14 de noviembre de 2006, que podría contribuir
a reconstruir el razonamiento judicial a la luz de las observaciones sobre la
autonomía como ideal regulativo de las relaciones contractuales libremente
asumidas por los contratantes. Esta resolución judicial versó sobre los autos
promovidos entre Guillermo Larraín Vial con Servicio de Vivienda y Urba-
nización de la Región Metropolitana224. El Serviu Metropolitano le exigió
a un contratista particular el cumplimento de requisitos y prestaciones no
previstas al momento de convenir su vínculo contractual, significándole
una cuantiosa pérdida económica al contratante privado225. Frente a esta
hipótesis, la Corte optó por declarar explícitamente la procedencia de la
teoría de la imprevisión. Así queda de manifiesto en el considerando décimo
séptimo de la resolución, según el cual tal situación “[…] deberá ser revi-
sada mediante la aplicación de la Teoría de la Imprevisión, procedimiento
que no implica tocar en un ápice el contrato existente entre las partes sino
que tan solo precisar y afirmar su existencia, pero restableciendo su real
sentido y alcance”.

Lo relevante de esta decisión, además se introducir de forma expresa


en las prácticas contractuales una institución elaborada por la dogmática
civil, es que la correcta identificación del diagnóstico y formulación de la
decisión por parte de la judicatura se realizó por consideraciones parcial-
mente erróneas y abiertamente incompletas. La sentencia de la Corte de
Apelaciones se basó en tres órdenes de justificaciones. En primer lugar,
sirvieron como razones justificativas las reglas de responsabilidad civil
contractual establecidas en los artículos 1558 y 1547 del Código Civil,
bajo los cuales el deudor solo debe responder de los daños imprevistos
cuando su incumplimiento corresponda a una actuación dolosa y no cuando

224 Corte de Apelaciones de Santiago, “Larraín Vial con Servicio de Vivienda y Urbani-
zación de la Región Metropolitana”, 14 de noviembre de 2006 (recurso de apelación), Rol
Nº 6812-2001.
225 Un análisis acerca de esta resolución judicial puede revisarse en Alcalde Rodríguez,
Enrique (2007). “Corte de Apelaciones de Santiago y Teoría de la Imprevisión. Un hito fun-
damental en la evolución de nuestra justicia ordinaria”. Revista Chilena de Derecho, Vol. 34,
Nº 2, pp. 361-372.
128 Esteban Pereira Fredes

incumple negligentemente y, además, que en los contratos de beneficio re-


cíproco el deudor responde de culpa leve, de modo que no se puede exigir
al deudor un estándar de cuidado más exigente que aquel establecido por
la legislación226.

En segundo lugar, la interdicción del enriquecimiento injustificado en


que habría incurrido el Serviu Metropolitano al obtener ganancias adqui-
ridas mediante la exigencia de prestaciones no previstas por las partes al
momento del nacimiento del vínculo contractual227. El enriquecimiento de
una de las partes del contrato, en virtud del consecuencial empobrecimiento
de la empresa contratista, constituye una justificación que legitima la inter-
vención del órgano jurisdiccional para revisar el contrato mediante la teoría

“Décimo: Que para el efecto señalado, cabe recordar el artículo 1558 del Código
226

Civil, norma que dispone que si no se puede imputar dolo al deudor, solo es responsable de
los perjuicios que se previeron o pudieron preverse al tiempo del contrato. De esta manera,
siendo inseparables los conceptos de cumplimiento con prestación de lo que se debe, por
una parte, y por la otra, perjuicios con incumplimiento, es dable concluir que solo habrá
incumplimiento cuando no se realiza la prestación estipulada a la fecha del contrato y no
habrá incumplimiento porque no habrá obligación, cuando no se ejecuta cualquiera otra
prestación que deba realizarse por encima de lo previsto, y por ende acordado, en la fecha
antes señalada. Décimo primero: Que, además, se refuerza el razonamiento anterior con
lo que dispone el artículo 1547 del Código Civil que en su parte pertinente establece que
“El deudor” es responsable de la leve (culpa), en los contratos que se hacen para beneficio
recíproco. Si se relacionan ambas normas, es decir artículo 1558 y 1547 del Código Civil,
es fácil concluir que en el caso de autos fue el día 2 de agosto de 1996 el momento, en que
junto con nacer el contrato, las partes del mismo supieron con exactitud el alcance de sus
prestaciones y el grado de responsabilidad que asumían para el evento de su incumplimiento
o dicho de otra manera, supieron qué “diligencia” se necesitará para el cumplimiento de
la obligación. Tratándose en la especie de un acto jurídico bilateral que reporta beneficio
para ambas partes, era el cuidado de un buen padre de familia el que debían emplear estas
y, como resulta evidente, ese comportamiento es el único que se les puede exigir”.
“Décimo séptimo: Que, así planteadas las cosas, el exigirle a Constructora Concreta
227

S.A. asumir los mayores gastos que implicaron la obra, es someterla a realizar una prestación
no prevista, es decir, ‘no debida’ que se encuentra fuera de la relación contractual vigente
desde 1997, lo que le ha significado una cuantiosa pérdida, a diferencia del Servicio de Vi-
vienda y Urbanización de la Región Metropolitana, que se ha visto enriquecida injustamente,
situación que deberá ser revisada mediante la aplicación de la Teoría de la Imprevisión,
procedimiento que no implica tocar en un ápice el contrato existente entre las partes sino
que tan solo precisar y afirmar su existencia, pero restableciendo su real sentido y alcance”.
¿Por qué obligan los contratos? 129

de la imprevisión. Esta última se ocuparía de restituir el desplazamiento


patrimonial que indebidamente percibió la institución.

En tercer lugar, el órgano jurisdiccional recurre a la institución del abuso


del derecho228. Para la Corte, el carácter oneroso conmutativo del contra-
to en cuestión, también provee de argumentos para justificar la revisión
judicial del vínculo contractual. La peculiaridad de dicho contrato reside
en la equivalencia de las prestaciones, y ello corresponde a un elemento
de la naturaleza del mismo, siendo necesaria la intervención judicial para
restablecer la equivalencia, cuando circunstancias sobrevinientes configuren
prestaciones en demasía onerosas de cumplir para una de las partes. De lo
contrario, se permitiría un ejercicio abusivo de los derechos contractuales
establecidos a favor del Serviu Metropolitano en el marco del contrato.

En nuestra dogmática civil, autores como Jorge López Santa María han
organizado los argumentos que propician la teoría de la imprevisión, según la
pertinencia que a su juicio tendría cada una de las distintas observaciones229.
Bajo su óptica, serían argumentos satisfactorios para justificar la procedencia
de la teoría de la imprevisión la buena fe, las reglas sobre responsabilidad
contractual y el método de la libre investigación científica. A su vez, podrían
considerarse como argumentos fundados de una forma menos aceptable, la
cláusula rebus sic stantibus, el enriquecimiento injustificado y, finalmente,
el abuso del derecho. Como se podrá apreciar, la resolución judicial de la
Corte de Apelaciones de Santiago justifica la racionalidad de su decisión
en dos argumentos considerados doctrinalmente como deficientes, junto a
la alegación de las reglas de responsabilidad civil contractual, que es esti-
mado como un argumento más adecuado para sostener la operatividad de
la revisión judicial de los contratos, no obstante los términos del artículo
1545 del Código Civil.

228 “Décimo sexto: Que, no pudiendo calificarse jurídicamente el contrato celebrado


entre las partes sino como oneroso y conmutativo, la equivalencia en las prestaciones resulta
fundamental por cuanto dicha característica es un elemento de la naturaleza de ese tipo de
contrato, esto es, según lo dispone el artículo 1.444 del Código Civil, ‘aquellas cosas que no
siendo esenciales en él se entienden pertenecerle, sin necesidad de una cláusula especial’. De
manera que, al alterarse la equivalencia en las prestaciones, se lesiona el contrato mismo,
situación que permite consecuentemente su revisión”.
229 López Santa María (2010), pp. 253-262.
130 Esteban Pereira Fredes

El tribunal de justicia identifica correctamente el problema del efecto


obligatorio del contrato. Entiende que toda posible alteración de las pres-
taciones ofrece dificultades frente a la comprensión tradicional del pacta
sunt servanda, que promueve la intangibilidad del vínculo contractual,
de modo que obligue a los contratantes tal como obliga la ley a todos los
habitantes de la República. De igual manera, decide acertadamente sobre
la aplicación de la teoría de la imprevisión en nuestro sistema jurídico
privado. Su resolución se basa en la compatibilidad que debiere existir
entre la seguridad jurídica que brinda la imparcialidad de la redacción del
artículo 1545 y la necesaria intervención judicial cuando, por exigencias
de corrección, se procura conservar la situación jurídica a la cual los con-
tratantes convergieron en la formulación del contrato. Veamos lo que al
respecto declaró la Corte:

“Octavo: Que, de esta manera, y de la simple lectura del artículo transcrito,


pareciere emanar en forma definitiva, la inmutabilidad absoluta del contrato,
criterio que esta Corte reconoce como un principio de certeza y seguridad
jurídica, sin embargo, estima que el análisis del tema discutido en autos no
puede abortarse de inmediato, pues la Teoría de la Imprevisión no es, en
ningún caso, un peligro para tal principio, es decir, no es incompatible con
la denominada ‘ley del contrato’, por el contrario, se puede afirmar que ésta
se ve reforzada por cuanto da la posibilidad a los contratantes de conservar
inalterada la situación jurídica que asumieron al vincularse”.

La intuición de la Corte según la cual existe compatibilidad entre la ley


del contrato establecida en el artículo 1545 del Código Civil y la teoría de
la imprevisión, resulta excesivamente interesante de analizar. Si estamos
en lo correcto, la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Santiago considera
que bajo el ámbito contractual nacional, donde también presenciamos una
progresiva proliferación de razones de forma establecidas legislativamente,
aún hay recepción a consideraciones sustantivas. Tales alegaciones permi-
ten una reinterpretación de la presentación meramente formal de las reglas
jurídicas, así como de las instituciones que aquellas consagran.

El contrato obliga de la misma forma que una ley, cuando haya sido
legalmente celebrado, pero no basta solo con un mero examen formalista
sobre esta exigencia. La protección que otorga la fuerza obligatoria a los
contratantes, radica precisamente en resguardar la conservación del esta-
do de cosas, al cual las partes han autónomamente arribado en términos
¿Por qué obligan los contratos? 131

contractuales. De modo que la verificación de circunstancias acaecidas con


posterioridad a la celebración del contrato, y que resultaban imposibles de
prever por las partes en tal momento, supondría una esfera de transgresión
a ese estado de cosas230.

Pues bien, ¿por qué la infracción del estado de cosas efectivamente


convenido debiere ser algo indeseado? Porque el valor normativo del efecto
obligatorio del contrato, según se sugirió en el transcurso de esta investi-
gación, descansa en el respeto a la autonomía personal de los contratantes,
desplegada en sus planes personales de vida. Dicho parámetro normativo se
materializa de forma institucional, mediante las reglas secundarias de carác-
ter potestativo que conforman la estructura interna del derecho privado. Si
aquello fuere así, cuando la autonomía de los agentes se encuentra alterada
por situaciones sobrevinientes a las cuales no accedieron los contratantes,
el juez se encuentra autorizado para restablecer la vigencia de los términos
y alcances originalmente pactados.

Solo mediante la revisión de las prestaciones contractuales, se cautela


el sentido justificativo del artículo 1545 del Código Civil. No hay incom-
patibilidad entre la ley del contrato y la teoría de la imprevisión, porque
ambas consideraciones doctrinales pueden interpretárseles en términos de
su compromiso valorativo con la autonomía en las relaciones privadas.
Negarse a la procedencia de la revisión judicial de un contrato, pese a la
satisfacción de los requisitos de procedencia de la teoría de la imprevisión,
devela modalidades institucionales de heteronomía e interrupción de la
vigencia de nuestra autonomía como identidad constituyente del sistema
jurídico privado.

La Ilustrísima Corte de Apelaciones decidió correctamente sobre la


operatividad de la teoría de la imprevisión en este caso. Pero fundamentó

230 De ahí que Karl Larenz haya célebremente denominado a este estado de cosas, que es
presupuesto por parte de los contratantes, como base objetiva del contrato. En sus términos,
“[e]l que concluye un contrato piensa y obra partiendo de una situación dada, que no es preciso
se represente claramente que, tal vez, ni siquiera estaba en condiciones de abarcar, pero cuyos
sedimentos penetran en el contrato en forma de presuposiciones inmanentes”. Larenz, Karl
(2002). Base del negocio jurídico y cumplimiento de los contratos. Fernández Rodríguez, Carlos
(Trad.), Granada, Comares, p. 91.
132 Esteban Pereira Fredes

su resolución en el enriquecimiento injustificado del Serviu Metropolitano,


en circunstancias que dicha institución supone la ausencia de un título que
justifique las ganancias del beneficiado y autoriza la deducción de la acción
in rem verso, una acción judicial de restitución del enriquecimiento y no
de reajuste de los términos contractuales. También argumentó su sentencia
en la doctrina del abuso del derecho, no obstante esta figura doctrinaria,
en principio, daría lugar a responsabilidad civil extracontractual del Serviu
por el ejercicio arbitrario del derecho de carácter patrimonial derivado del
contrato que lo liga con el contratista. A su vez, justificó correctamente su
tesis sobre la procedencia de la revisión judicial en las reglas de responsa-
bilidad civil contractual, prescritas en los artículos 1547 y 1558 del Código
Civil. Si bien, tal apreciación jurisprudencial resulta altamente satisfactoria,
la Corte descuida una esfera fértil para sostener sus intuiciones. Perdió de
vista el potencial teórico de la autonomía.

De acuerdo con los artículos 1547 y 1558 del Código Civil, es necesario
efectuar una distinción entre, por un lado, el cumplimiento con la presta-
ción debida y, por el otro, a los perjuicios derivados del incumplimiento.
En este sentido, el incumplimiento solo tiene lugar en la medida que se
reclame la prestación de lo que debe el deudor y no una prestación que la
exceda. Si lo anterior se asocia con las normas de graduación de la culpa
contractual, tenemos que las partes al momento de contratar sabían que
su nivel de diligencia, propio de los contratos bilaterales, correspondía al
de buen padre de familia. De ahí que únicamente se les pueda exigir tal
estándar de diligencia y no uno que contemple incluso los costos y perjui-
cios que eran imprevisibles, al momento de la celebración del contrato por
las partes. No debemos olvidar que los daños imprevistos están excluidos,
por regla general, de su reparación, porque al resultar imprevisibles para
los contratantes, aquellos no corresponden a su actividad efectivamente
autónoma. Mientras la previsión contractual reguarda la autonomía de los
individuos, la imprevisión es un índice de prestaciones y consecuencias
ajenas a dicha esfera.

Tal conexión entre las disposiciones del Código de Bello admite ser
evaluada a la luz de la justificación normativa de la obligatoriedad de la
relación contractual. ¿Qué valor subyace a tales reglas jurídicas? Ciertamente
es la autonomía de los contratantes. Un agente se encuentra obligado a los
términos que autónomamente ha convenido, porque solo tales estipulaciones
¿Por qué obligan los contratos? 133

son deudoras de su agencia autónoma231. De modo que para extender sus


obligaciones a otras distintas, debemos acudir a una razón justificativa ulte-
rior, como ocurre con el incumplimiento doloso del contrato. Si carecemos
de esta justificación, es necesario respetar el estado de cosas configurado
por el desempeño autónomo del agente.

Asimismo, dado que un contratante articula su contrato según las clasi-


ficaciones y disposiciones ofrecidas por nuestro sistema jurídico privado,
no resulta razonable imputarle un estándar de cuidado diverso de aquel que
es correlativo al tipo de contrato que las partes configuraron. Modificar el
estándar de diligencia debida de una de las partes implica defraudar el valor
normativo de su autonomía personal, porque se obligaría en términos que
exceden a su manifestación agencial. Sería un reflejo de una inaceptable
heteronomía para la legitimidad del artículo 1545 del Código Civil, imponer
a un contratante cumplir prestaciones que aquel no ha autónomamente con-
figurado, o bien exigirle un estándar de cuidado y responsabilidad diversos
a los consagrados por su desenvolvimiento autónomo, en las relaciones
entre los participantes de las prácticas contractuales232.

Según fue indicado, es posible compatibilizar la vigencia de la autonomía


de los agentes en sus vínculos contractuales, con la intervención legislativa
efectuada precisamente para garantizar el efectivo despliegue de la agencia

231 Aquello se desprende de la consideración interpretativa del órgano jurisdiccional sobre


el artículo 1545 del Código Civil. En la segunda parte del considerando décimo establece lo
siguiente: “[…] En efecto, atendido que el artículo 1545 que como ya se dijo consagra el prin-
cipio pacta sunt servanda, el cual si se entiende en su real sentido, obliga a los contratantes a
cumplir la obligación estipulada, por lo que, toma importancia determinar exactamente cuál
fue la obligación asumida”.
232 No es descartable que la apelación a la autonomía también genere rendimientos expli-
cativos en otras instituciones problemáticas del derecho privado. Así, por ejemplo, la doctrina
de los actos propios tradicionalmente se ha diseñado en base a la regla según la cual “nadie
puede venir contra sus propios actos”, interpretando que las pretensiones de las partes no
pueden resultar contradictorias con sus anteriores conductas. Esta lectura afirma que la buena
fe “[…] implica un deber de coherencia del comportamiento que consiste en la necesidad de
observar en el futuro, la conducta que los actos anteriores hacían prever”. Díez-Picazo y Ponce
de León, Luis (1963). La doctrina de los propios actos. Barcelona, Bosch, p. 245. Un terreno
aún no explorado en la dogmática civil es tematizar en qué sentidos el deber de coherencia y
no contradicción en la agencia contractual de los individuos, no constituye sino dimensiones
del respeto a su autonomía personal.
134 Esteban Pereira Fredes

contractual de quienes encuentran obstáculos para ello, dada la frustración


del programa decimonónico de contratación. También puede conciliarse la
fuerza obligatoria del pacta sunt servanda con la revisión judicial de las
prestaciones contractuales. Ambas construcciones responden a la imagen
moderna de la institución contractual, como una forma de resolver pro-
blemas de coordinación entre los agentes, que honre satisfactoriamente la
autonomía de los contratantes. Su óptica de evaluación es común, apuntando
a la funcionalidad que representan para los contratantes.

Como todo constructo artificial, si el contrato no sirviere para conseguir


los fines que se persiguen por los agentes en su configuración, debiere ser
reemplazado por otra institución, a la cual se le asignará externamente
esta nueva funcionalidad por parte de la intencionalidad colectiva. No hay
observaciones válidas para desprender el efecto vinculante del contrato y la
teoría de la imprevisión de este diagnóstico. El sentido que la obligatoriedad
del contrato posee para los contratantes, según se anotó con anterioridad,
radica en el reforzamiento de sus actuaciones autónomas. Del mismo modo,
la revisión judicial de los términos contractuales puede recurrir a dicha
alegación para justificar su operatividad, restringiendo aquellas esferas
obligacionales que no sean parte del ejercicio autónomo del contratante. De
ahí que no corresponda el abandono de la fuerza obligatoria ni renunciar
dogmáticamente a la teoría de la imprevisión.

Si la fuerza obligatoria del contrato devela una forma institucionalizada


de proteger la autonomía de los contratantes en sus relaciones jurídicas
libremente diseñadas, al producirse circunstancias imprevistas que reper-
cuten en sus obligaciones contractuales, pudiendo ocasionar una pérdida
irremediable para tal contratante, es el amparo de la misma autonomía, el
ideal que justifica la intervención del órgano jurisdiccional para revisar el
contrato y restablecer el acuerdo, según los términos y alcances que res-
ponden efectivamente al despliegue de su autonomía. Como lo analizamos
durante el tercer capítulo, la autonomía es compatible con la intervención
institucional. El sentido que sirve de justificación de la intervención legis-
lativa o judicial está expresado en las alegaciones de autonomía de ciertos
contratantes situados en circunstancias especiales que los desfavorecen.

Respecto de las categorías contractuales, la intervención del legislador


en su consagración buscaba reafirmar el estándar de la autonomía en las
¿Por qué obligan los contratos? 135

relaciones contractuales, suscitadas en contextos socioeconómicos de


asimetría. En relación con la teoría de la imprevisión, la intervención ins-
titucional en resguardo de la autonomía de los contratantes opera por parte
del oficio judicial, porque el juez se encuentra en una mejor posición para
determinar si la regla jurídica establecida por el legislador en beneficio del
interés de todos, es adecuadamente aplicada al caso en concreto. Un vínculo
contractual es judicialmente revisado, porque precisamente su aplicación
infringe las pretensiones de la autonomía personal, que tanto el legislador
como el juez deben cautelar en los contextos de nacimiento y cumplimiento
de las relaciones contractuales.

Si bien la resolución judicial de la Corte de Apelaciones de Santiago se


muestra como llamativamente innovadora al permitir la aplicación de la
teoría de la imprevisión en nuestro régimen contractual, compatibilizándola
con la fuerza obligatoria del contrato, fue inevitablemente conservadora
para explorar el rendimiento justificativo del ideal regulativo de la auto-
nomía en el ámbito contractual. Recurrió a argumentaciones que ofrecen
dificultades bajo el prisma dogmático y, a su vez, segregó el argumento
válidamente esgrimido de su genuino sentido normativo, asociado al valor
de la autonomía en las relaciones de los contratos.

Cuando la Corte nos informa que su decisión de revisar la relación


contractual, “[…] no implica tocar en un ápice el contrato existente
entre las partes sino que tan sólo precisar y afirmar su existencia, pero
restableciendo su real sentido y alcance”, no adhiere sino a la tesis de la
justificación normativa de la obligatoriedad del contrato que inspiró la
presente investigación233. Desde luego, esta consideración de la autonomía
fue desaprovechada por los jueces, pero pudiere forjar los cimientos para
una posterior discusión sobre el decisivo lugar que la autonomía ocupa en
el derecho de los contratos y, en especial, bajo el derecho privado.

233 Considerando décimo séptimo.

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