Está en la página 1de 230

Ángel Xolocotzi Yáñez La fascinación que despertaba como pensador, su enig-

mática personalidad, así como su vinculación con el


Doctor en filosofía por la Albert-Ludwigs-Universität Ángel Xolocotzi nacionalsocialismo, son las facetas más controvertidas
de Friburgo, actualmente es profesor de la Benemé- luis tamayo de Martin Heidegger, un filósofo que acaparó la aten-
rita Universidad Autónoma de Puebla (México). Ha ción de propios y extraños, no solo de otros filósofos,

ángel xolocotzi y luis tamayo los demonios de heidegger


sido becario del KAAD, DAAD, Fundación Humboldt, sino también de destacados teólogos, científicos, poetas
O’Gorman Grant (Universidad de Columbia) y del
Programa de estancia de doctores y tecnólogos (Uni- Los demonios y artistas. Sin embargo, el misterio que lo rodea ha co-
menzado a aclararse: la fuerza de su radicalidad y lo se-
versidad Complutense de Madrid-Grupo Santander).
Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores de de Heidegger ductor de su persona son muestras de un arrobamiento
erótico al cual Heidegger no supo resistirse.
México (nivel II) y participa en diversos comités cien- El presente libro, apoyado en fuentes inéditas, expo-
tíficos, como el del Heidegger-Jahrbuch. Tiene en su E ros y manía En El maEstro ne las maneras en las que Martin Heidegger fue poseído
haber dos traducciones de Heidegger (Seminarios de dE la s Elva n Egra por sus «demonios». Su obra consistió en un abandonar-
Zollikon y Preguntas fundamentales de la filosofía) así se a Eros de tal forma que la existencia se convirtió para
como seis libros de su autoría. Entre los más recientes él en un constante campo de batalla expresado en cri-
se cuentan Una crónica de ‘Ser y tiempo’ de Martin Prólogo de Franco Volpi sis de diversa magnitud. Quizás estos análisis permitan
Heidegger (2011) y Fundamento y abismo. Aproxima- comprender mejor el «provincianismo» de Heidegger,
ciones al Heidegger tardío (2011). sus continuas infidelidades amorosas e incluso el error
de su vida: la relación con el nacionalsocialismo.
Luis Tamayo Pérez Como señala Franco Volpi en el prólogo, «este de-
leitoso y mordaz libro arroja una sonda en aquel ‘hoyo
Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional Au- negro’ que fue la vida sentimental y emocional de Hei-
tónoma de México, en la actualidad es profesor del degger, y saca a la luz un increíble sinfín de pasiones y
Centro de Investigación y Docencia en Humanidades amores clandestinos, así como el final en una profun-
del Estado de Morelos (México). Es miembro de la da crisis nerviosa. ¿Quién podía sospechar que el pen-
Asociación Filosófica de México, de la Sociedad Ibero- samiento del Ser brotaba de un trasfondo biográfico
americana de Estudios Heideggerianos, del Círculo Psi- atormentado por semejantes complicaciones?».
coanalítico Mexicano, de la Unión de Científicos Com- El valor documental de este estudio se acrecienta
prometidos con la Sociedad y de la Martin Heidegger con las tres entrevistas que incorpora, dos con Her-
Gesellschaft. También es presidente de la Academia de mann Heidegger, hijo del filósofo, y una tercera con
Ciencias Sociales y Humanidades del Estado de More- uno de sus mejores conocedores, el discípulo y amigo
los y coordinador del Grupo de Investigación Ecosofía. Hans-Georg Gadamer.
Entre sus últimas publicaciones se encuentran Del dis-
cipulado en la formación del psicoanalista (2004) y La
locura ecocida (2010).

Franco Volpi (1952-2009)


e d i T o r i A L T r o T T A
Uno de los mayores estudiosos del pensamiento de Hei­
degger y editor de sus obras, entre sus últimas publica- ISBN 978-84-9879-333-8
ciones destacan Enciclopedia de obras de filosofía (2005)
y El nihilismo (2007). En esta misma Editorial es autor
del epílogo a Carl Schmitt: Tierra y mar (2007).
9 788498 793338
Los demonios de Heidegger
Los demonios de Heidegger
Eros y manía en el maestro de la Selva Negra

Ángel Xolocotzi y Luis Tamayo

Prólogo de Franco Volpi

E D I T O R I A L T R O T T A
COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS
Serie Filosofía

© Editorial Trotta, S.A., 2012


Ferraz, 55. 28008 Madrid
Teléfono: 91 543 03 61
Fax: 91 543 14 88
E-mail: editorial@trotta.es
http://www.trotta.es

© Ángel Xolocotzi Yáñez y Luis Tamayo Pérez, 2012

© Herederos de Franco Volpi, para el prólogo, 2012

ISBN (edición digital pdf): 978-84-9879-363-5


Para Marcel y Gabriel.
Para Verónica y Federico.

«El hombre común yerra en la oscuridad,


el filósofo se equivoca a la luz del día».
Nicolás Gómez Dávila
Índice

Prólogo: Ser y corazón: Franco Volpi..................................................... 11

Introducción: Lo extraordinario de lo ordinario. Eros y manía............... 19

Primera Parte
«Debo vivir en Eros».
Heidegger y su experiencia del amor

1. El daimon de la vida de Heidegger..................................................... 29


1.1. Heidegger: pensador único, hombre escindido.............................. 29
1.2. Eros: su demonio acompañante..................................................... 34

2. El primer amor........................................................................................ 43
2.1. De teólogo a matemático y luego filósofo...................................... 43
2.2. El umbral de Eros y de la vida académica....................................... 47

3. «Almita»: la fiel compañera................................................................... 53


3.1. Un inicio pasional en la docencia: la alumna Elfride Petri.............. 53
3.2. Incertidumbre laboral, afianzamiento familiar y vocación filosófica. 57
3.3. La fenomenología husserliana: el futuro filosófico de Heidegger.... 63
3.4. El descubrimiento de la fuerza docente heideggeriana................... 66
3.5. De Privatdozent a Herr Professor.................................................... 70

4. Hannah Arendt: la musa intelectual................................................... 79


4.1. El «pequeño mago de Meßkirch»................................................... 79
4.2. La conformación de Ser y tiempo................................................... 83
4.3. El conflicto de las publicaciones..................................................... 87
4.4. La incómoda pero pasional estancia en Marburgo......................... 91
4.5. La amiga de la esposa: Elisabeth Blochmann............................... 95

9
los demonios de heidegger

5. Retorno a Friburgo: el implacable atosigamiento de Eros. ......... 100


5.1. Friburgo: el terruño académico................................................ 100
5.2. El peligro aristocrático: Margot von Sachsen-Meiningen......... 104
5.3. Los años difíciles..................................................................... 108
5.4. La musa poética: Sophie Dorothee von Podewils..................... 121
5.5. Las visitas a Tubinga: Marielene Putscher................................ 124
5.6. El giro hacia Darmstadt: Dory Vietta....................................... 125
5.7. Los últimos vendavales............................................................ 128
5.8. Observación final..................................................................... 129

Segunda Parte
El accidentado camino a la serenidad

1. Seducción y decepción del nacionalsocialismo............................. 141


1.1. Introducción............................................................................ 141
1.2. Los primeros años: de cómo los problemas cardíacos le permi-
tieron evitar el sacerdocio y la guerra...................................... 143
1.3. La liberación de un sueño de angustia (el Abituriententraum)
gracias al encuentro con su objeto........................................... 145
1.4. El encuentro de Heidegger con Husserl y el decisionismo........ 149
1.5. La fascinación por el nacionalsocialismo y por Hitler: los erro-
res político y filosófico............................................................. 151
1.6. La ruptura con el NSDAP y con Hitler..................................... 156
1.7. Heidegger ante la comisión de depuración: la prohibición docente.. 158

2. De la manía a la serenidad. ............................................................ 164


2.1. El Zusammenbruch de Heidegger de 1945-1946: clave de la apa-
rición del objeto inalcanzable................................................... 164
2.2. La caída en la irresponsabilidad y la salvación de Jaspers......... 166
2.3. El acompañamiento terapéutico de Viktor von Gebsattel......... 170
2.4. De cómo Jean Beaufret y Medard Boss salvaron a Heidegger.. 175
2.5. El objeto muestra su rostro verdadero: la Gelassenheit............ 175
2.6. Heidegger... ¿un nazi? La verdad del nazismo y su guerra espe-
cular contra los judíos.............................................................. 178
2.7. Heidegger en el concierto del pensar: su influencia en la filoso-
fía, la psicoterapia y la ciencia.................................................. 183

Apéndices

1. Ángel Xolocotzi, «Así es la vida». Una conversación con Hermann


Heidegger sobre su padre................................................................... 189
2. Franco Volpi y Antonio Gnoli, Entrevista con Hermann Heidegger... 200
3. Franco Volpi, Entrevista con Hans-Georg Gadamer sobre Heidegger. 207

Glosario de personas.............................................................................. 213


Bibliografía............................................................................................ 227

10
Prólogo
Ser y corazón

Franco Volpi

Nada es más triste que la inteligencia cuando la vida se burla de ella.


Y la vida —lo enseña la historia en abundancia— ama encarnizarse con
la flor y nata de la inteligencia: los filósofos. Parece advertirles que la
frontera entre la sabiduría y la estulticia es móvil, y nunca nadie puede
estar seguro de encontrarse del lado correcto.
Poco sorprende, entonces, la caída del protofilósofo a la que nos toca
asistir ya en los inicios del pensamiento occidental, cuando el sabio Tales,
primer teórico, caminando absorto en la contemplación de la bóveda
celeste, cae en un pozo y suscita la risa de una sirvienta tracia que se
mofa de su torpeza práctica. ¿Por qué la vida, para burlarse de la inteli-
gencia, ama servirse de lo femenino?
Topamos así, desde el principio, con la fatal discordia entre filóso-
fos y mujeres: una querella que atraviesa la historia de la cultura hasta
sedimentarse en lugares comunes que ni la actual ideología de lo políti-
camente correcto ha podido extirpar1.
Sea como fuere: Heidegger es el último poderoso y sorprendente
ejemplo de una larga serie de casos que valdría la pena rastrear bajo
el título rigurosamente alemán de Kritik der erotischen Vernunft, o sea
«Crítica de la razón erótica». Mejor aún: Lob der erotischen Unvernunft,
o sea, «Elogio de la irracionalidad erótica». El «caso» del maestro ale-
mán certifica con fenomenológica evidencia con cuánta soberana habi-

1. Una investigación científica, provista de estadísticas y cuadros, documenta que


los filósofos son casi todos varones (99 %) y la mayoría de ellos prefieren permanecer sol-
teros (70 %): ¿por qué? ¿Datos para tomarlos en serio o en broma? (cf. Riffard, 2004). [Las
referencias abreviadas y las siglas empleadas a lo largo del libro remiten a la Bibliografía
del final].

11
Franco Volpi

lidad Eros puede capturar y enredar en sus caprichos, osadías y locuras


hasta a la mente más sutil, la del más grande filósofo contemporáneo.
En este deleitoso y mordaz libro, Ángel Xolocotzi y Luis Tamayo
arrojan una sonda en aquel «hoyo negro» que fue la vida sentimental y
emocional de Heidegger, y sacan a la luz un increíble sinfín de pasiones
y amores clandestinos así como el final en una profunda crisis nerviosa.
¿Quién podía sospechar que el pensamiento del Ser brotaba de un tras-
fondo biográfico atormentado por semejantes complicaciones?
Se sabía que Heidegger tenía un carisma especial, que era un flautis-
ta mágico, capaz como pocos de fascinar a sus alumnos y alumnas. Un
encantador de serpientes —insinuaban las malas lenguas— muy sensible,
a su vez, al encanto femenino. Eso, sin embargo, fue por mucho tiempo
únicamente un malicioso, impertinente rumor. Hasta que salió a la luz la
torturante historia de amor con su discípula más famosa, Hannah Arendt,­
con quien cruzará numerosas cartas románticas. «La pasión de mi vida»,
confesará el viejo pensador en un dramático cara a cara entre tres, con la
amada y la esposa enfurecida. Un enlace estelar, empezado con citas furti-
vas y encuentros clandestinos («en nuestro banco en el bosque»), entrama-
do de emociones y pensamientos en una mágica sintonía, hasta alcanzar
instantes inmensos pero insoportablemente leves y fugaces. Un encuentro
que, a pesar de los lastimosos subterfugios que él, hombre casado, in-
terpone («si la luz de mi despacho está encendida, puedes venir»), pone
alas a su fantasía creativa y le regala la experiencia de una asombrosa e
incansable productividad: «Los años de Marburgo fueron para mí los más
excitantes, los más intensos, los más ricos en acontecimientos».
Nadie podía imaginar al protagonista supremo de la filosofía del si-
glo xx en el papel de amante divino. Menos aún se podía sospechar que
la inclinación amatoria del más renombrado pensador contemporáneo
fuese tan insaciable y obstinada, y que él, dueño perfecto de su fuerza filo-
sófica, fuese tan esclavo de su intemperancia sexual-erótico-sentimental.
Basándose en una atenta indagación de las cartas de Heidegger a su
esposa (recientemente publicadas por disposición de ella, consumando
así una sutil venganza póstuma en contra del célebre e infiel mari-
do), rastreando varias fuentes, epistolarios inéditos y documentos de
archivo, y haciendo gala de una fina ironía, Xolocotzi y Tamayo abren
una increíble perspectiva sobre la vida privada del maestro alemán,
regalando al lector estupefacto la historia completa —salvo probables
sorpresas— de sus amores, así como la reconstrucción analítica de su
crisis psíquica que lo empujó —según el reconocido heideggerista Otto
Pöggeler, negado por el hijo Hermann Heidegger— hasta rozar la idea
del suicidio.

12
Ser y corazón

Bajo un velo de severa respetabilidad, descubrimos un verdadero


drama existencial. Inimaginable y terrible, como a veces, en su impre-
visibilidad, sabe ser la vida. Las intenciones son las mejores, coherentes
con la comprensión de la existencia elaborada en Ser y tiempo, su gran
obra maestra: el filósofo no quiere someterse a la tiranía de las buenas
maneras, de las costumbres pequeñoburguesas, de las formas más pro-
pias a las que aspiraba una relación normal de esos años. En la teoría,
como en la práctica, busca algo grande, intenso, decisivo. Como si en
cada momento se tratase de vida o de muerte. Como si siempre estuvie-
ra todo en juego.
Elfride aparece muy distinta de la severa e irascible guardiana de la
cotidianidad del pensador, según la habían descrito los biógrafos hasta
ahora. Tampoco se muestra como hecha de cartón piedra. Más bien es
ella el eslabón débil de la relación conyugal. La primera en ceder a las
seducciones de la carne. Tras un par de años de matrimonio, consuma
una sorprendente traición cargada de consecuencias. De las preocupadas
cartas de él se deduce que el segundo hijo, Hermann, es el fruto de una
escapada de Elfride con un viejo amigo. No menos sorprendente y admi-
rable es la estoica liberalidad con que Martin soporta y elabora el maza-
zo, en coherencia con sus teorías filosóficas. Le escribe a ella «no querer
un amor primitivo», sino una relación madura, libre, abierta. Otro en su
lugar habría armado un escándalo, pero él se siente inspirado; por lo de-
más, no se deja rozar por las habladurías. Es en este espíritu como acepta
un hijo ajeno. Y seguirá tratándola como el punto de referencia familiar:
la mujer fuerte, valerosa, aquella a la cual dirigirse en las horas difíciles.
Por más de medio siglo, la inundará de cartas en que la llama «almita
mía» y la cautiva con su típica e insistente búsqueda de autenticidad. Ella,
a pesar del drama y de las inevitables rencillas conyugales, continuará
estando presente en su vida, hasta que la muerte los separe.
Pero Heidegger no es un hombre que esté por encima de las pasio-
nes. Muy pronto reclamará para sí aquel derecho concedido con gene-
rosidad a Elfride. Inesperadamente la situación se invierte. Deshacién-
dose de las últimas rémoras, el filósofo se transforma de manera radical.
En las reiteradas aventuras amorosas —que puntualmente emergen de
las cartas— se muestra cómodo en el inusitado papel de clandestino
galán que le pone los cuernos a la esposa con viciosa frecuencia.
Dadas estas premisas, el matrimonio rechina. Pero, en suma, resiste.
Martin, entre tanto, ha convencido a Elfride de abandonar los estudios
y dedicarse por completo a la familia. Él a menudo está en otras partes,
por compromisos académicos, por conferencias e invitaciones de todo
tipo. Aparentemente le gusta vivir tranquilo, al abrigo de las obligacio-

13
Franco Volpi

nes familiares, y ocuparse de la propia obra. La filosofía continúa siendo


su misión, pero para llevarla a cabo necesita del fuego de la pasión y
de la inspiración, que solo el eterno femenino puede encender. «Si mi
existencia carece de pasión», le escribe a su esposa, «enmudece la voz y
la fuente no fluye». De día, trabaja arrebatadamente; de noche, su cora-
zón late. Se siente agarrado «por una fuerza demoníaca» y sin pudores
ni vergüenza le declara a ella: «Me es necesario vivir en Eros».
El secreto objeto del deseo no era, por supuesto, Elfride. Fue Han-
nah Arendt quien inició al pensador del Ser en los verdaderos placeres
de la carne, en la misma época —elocuente coincidencia— en que él
teorizaba en los seminarios con el teólogo Bultmann sobre la tendencia
congénita de la vida humana a perderse más que a encontrarse. Y, como
se sabe, el apetito viene comiendo.
Sin embargo, las olas de la pasión parecieron estrellarse contra la
rocosa resistencia de Elfride. Más de una vez los vecinos la vieron llorar
porque Martin aún no había regresado a casa. Pero su reacción fue la de
una leona herida, dispuesta a todo para defender el territorio de su fami-
lia. Y no vacila en ponerse en contacto con las rivales. Sea para ahuyen-
tarlas, sea —cuando no logra amedrentarlas— intentando hacerlas sus
aliadas contra el doble juego al que Martin a menudo recurre. Se mezclan
tumultuosamente celos, sospechas, altercados, crisis, peleas, seguidas de
pálidas tentativas de reconciliación.
De las cuidadosas investigaciones de Ángel Xolocotzi resulta una re-
velación de las amantes del filósofo que supera la fantasía más fervorosa.
Aparte del amorío juvenil con Marguerite Weninger, a la que Martin
deja por Elfride, aparece un sinnúmero de relaciones, aventuras, asun-
tos y escarceos amorosos: el largo flirteo sin aparente consumación
con Elisabeth Blochmann; un verdadero vendaval erótico con Margot
von Sachsen-Meiningen al final de la guerra (entre 1944 y 1946); el idi-
lio con la condesa Sophie Dorothee von Podewils; el romance con la ex
alumna Marielene Putscher a mediados de los años cincuenta (que le ins-
pira, entre otras cosas, la breve nota sobre la célebre Madonna Sixtina de
Rafael); la historia con Andrea von Harbou; el devaneo con Dory Vietta,
esposa de un alumno suyo, en los años sesenta, que culmina en el viaje
juntos en coche a Provenza. Y eso no es todo.
La única carta de Elfride hasta ahora publicada testimonia un estado
de ánimo exacerbado, el de una mujer al borde de una crisis nerviosa:

… Sí, tienes tu trabajo, que es el centro de tu vida entera […] por eso no
entenderás cómo yo —por ti— he sido arrojada de mi centro […] «debili-
dad» y «perdonar»; ah, no: así no puede ser. Conozco muy bien tu hazaña y

14
Ser y corazón

la orientación que necesitas, y me he esforzado, aún hoy, por ver lo que te


hace feliz y por verla a ella [Marielene] como quien puede brindártelo. Pero
que todo esto deba ir acompañado no solo de «mentiras», no, sino también
del abuso más inhumano de mi confianza, me llena de desesperación.

Y lo somete a un muy simple experimento mental:


Por favor, intenta imaginar de manera precisa (ya te lo he dicho, pero ya lo
has olvidado) que M., ahora que parece unida a ti por un gran amor y que
habláis en vuestras cartas de corazón a corazón… imagina que te traicionara
con otro y que solo tu desconfianza te revelara su traición. ¿Qué sería de tu
amor por ella? ¿Qué harías? ¿Cómo lo soportarías? ¿Y se supone que yo debo
poder soportarlo, no una vez, sino una y otra vez durante cuatro décadas?
[...] Una y otra vez dices o escribes que estás unido a mí: ¿cuál es el vínculo?
Amor, no es; confianza, tampoco. En otras mujeres esperas encontrar tu «pa-
tria» [Heimat] — ah, Martin — cómo me he puesto — y esta soledad helada.
Pero no quiero escribir nada más; así y todo no escucharías… (H-E, 319).

La previsión de Elfride —que habrá de curarse con el psiquia-


tra Medard Boss tomando incluso psicofármacos— parece exacta. Las
desvaídas excusas de Martin no logran ocultar en lo más mínimo su
reincidente incontinencia sexual-erótico-sentimental. Al igual que una
mariposa nocturna que bate sus alas en torno a una vela. Los que sa-
ben relatan chismes desconcertantes: que acechaba a las novias de sus
alumnos, y que llegó hasta a pedir por carta a una de las cortejadas una
foto desnuda.
Se llega al colmo en abril de 1970. En la ciudad de Augsburgo, don-
de se encuentra con una nueva amante, el ya octogenario Martin es pre-
sa de un infarto que lo deja semiparalizado. Es transportado a Friburgo,
donde Elfride se encargará de cuidarlo. Los pocos años que le quedan
al viejo filósofo, que a duras penas se repondrá, servirán para reparar
aquella relación conyugal largamente sometida a la usura de la traición.
Desde entonces Elfride y Martin no se separarán más.
Al terminar la lectura nos quedamos con la boca abierta. Sin pala-
bras. Pues tan repetidas veces insistió Heidegger sobre su exclusiva con-
centración en un único problema, la cuestión del Ser, que logró difundir
el mito de que su vida, al igual que la biografía de Aristóteles, se podía
resumir en tres palabras: «Nació, trabajó, murió». Ahora, al contrario,
sabemos que detrás del Heidegger especulativo estaba un Heidegger
pasional y mujeriego, y que no fue tan solo la pregunta por el Ser la que
atormentó sus días, y más aún sus noches, sino también otra cuestión:
la pregunta por el Eterno Femenino y su irresistible encanto. Así que,
en vez de simplificarse la vida y complicar su pensamiento, como sería

15
Franco Volpi

menester para un filósofo, Heidegger acabó haciendo lo contrario: se


complicó la vida y simplificó su pensamiento.
Este apasionante libro brinda una contribución original y poderosa
para matizar la biografía de Heidegger, en su esplendor y su miseria.
Frente a la plaga de la escolástica heideggeriana y a la desbordante biblio-
grafía, Xolocotzi y Tamayo no se rinden a la repetición sino que detec-
tan un entramado inédito de vida y filosofía, desentrañando el profundo
arraigo emocional del pensamiento de Heidegger, su sitio en la vida
vivida. Y lo placentero es que, mientras más documentan sus afirmacio-
nes, más otorgan alas a la imaginación.
Sin embargo, no se limitan únicamente a certificar el incontenible
e insaciable apetito erótico de Heidegger, sino que detectan varios de-
talles de la vida del filósofo. Nos restituyen sus jornadas, sus ritmos de
trabajo, sus lecturas, que a veces más que lecturas son acontecimientos:
como las Confesiones de Agustín, La montaña mágica de Thomas Mann
o los poemas de Mallarmé. Nos informan de los altibajos de su carrera
académica, de sus contundentes juicios sobre su maestro Husserl, que ya
en marzo de 1925 le parece «una decepción pues está cansado y envejece
rápida y visiblemente», o sobre su alumno Karl Löwith, «quien evidente-
mente no ha aprendido nada: en 1928 Ser y tiempo era para él una ‘for-
ma disfrazada de teología’; en 1946 ‘ateísmo puro’, y ¿qué será hoy?».
Vemos algunos destellos de felicidad referidos a la construcción de la
cabaña en Todtnauberg, y vemos la oscura y contradictoria ambición que
lo envolvió durante la adhesión al nazismo. Nos enteramos, sin especial
sorpresa, del convencido e impenitente antisemitismo de Elfride.
En suma, la cuidadosa documentación nos restituye a este hombre
—tan único en el pensamiento como común en la biografía— en su
entorno y en toda su compleja humanidad.
Al final, sin embargo, cabe plantear una vexata quaestio: ¿es de ver-
dad importante la vida de un filósofo para entender su pensamiento?
Existe una antigua tradición, iniciada en la escuela de Aristóteles,
que defiende la importancia de aquello que con un término técnico se
llama «doxografía»: la recolección sistemática de opiniones (doxa), noti-
cias y anécdotas, provechosas para contextualizar la doctrina de un pen-
sador. Pináculo de esa tradición fueron las célebres Vidas de los filósofos
de Diógenes Laercio.
Existe, a su vez, otra tradición que rechaza esta idea. Su más célebre
exponente, Hegel, sostenía que la historia de la filosofía no es una «le-
tanía de opiniones», no incluye lo accidental, la Zufälligkeit, sino que,
más bien, sigue una lógica precisa: es la expresión esencial de la dialé-
ctica que, enhebrando figura tras figura, representa el movimiento del

16
Ser y corazón

Espíritu mismo. Igual convicción tenía Heidegger: por eso, como se ha


mencionado, en sus legendarias lecciones sobre Aristóteles resumía la
biografía en un «nació, trabajó, murió».
En un sentido similar, con Michel Foucault, nos atrevemos a propo-
ner lo siguiente: establezcamos un «año sin nombre» en el que todos los
libros se publiquen anónimamente. ¿La razón? Hela aquí:

Si tú, lector, no sabes quiénes somos, no te vendrá la tentación de buscar


los motivos por los cuales se ha escrito aquello que lees. Te permitirá sim-
plemente decir: es verdad, es falso; me gusta, no me gusta.

Ojalá pudiera eso valer también para el «caso» Heidegger.

17
Introducción
Lo extraordinario de lo ordinario:
Eros y manía

«Nosotros, los filósofos, no podemos separar el cuerpo


del alma, como hace el vulgo, y menos todavía podemos
separar el alma de la inteligencia. No somos ranas pen-
santes, no somos máquinas objetivas, ni marcadores con
refrigeradores por entrañas. Parimos con dolor nuestros
pensamientos y maternalmente les damos cuanto hay en
nosotros: sangre, corazón, fogosidad, alegría, tormento,
pasión, conciencia, fatalidad».
Friedrich Nietzsche (KSA 3, 349; La gaya ciencia)

En su crítica a la ética concebida como disciplina, Heidegger señala que


el pensar presocrático hablaba de ethos como estancia o morada del ser
humano. Por ello en la Carta sobre el humanismo remite al fragmen-
to 119 de Heráclito: ethos antropo daimon. De acuerdo con la inter-
pretación de Heidegger, el ethos del ser humano, su estancia, contiene
y preserva el advenimiento del daimon, del dios. Así, el ser humano
en cuanto tal mora en la proximidad del daimon. En apoyo de tal in-
dicación, Heidegger alude a un relato transmitido por Aristóteles «que
guarda relación con la sentencia de Heráclito»:
Se cuenta un dicho que supuestamente le dijo Heráclito a unos forasteros
que querían ir a verlo. Cuando ya estaban llegando a su casa, lo vieron calen-
tándose junto a un horno. Se detuvieron sorprendidos, sobre todo porque él,
al verles dudar, les animó a entrar invitándoles con las siguientes palabras:
«También aquí se hacen presentes los dioses» (HI, 290, trad. mod.).

En el comentario que Heidegger introduce en torno al relato se


hace evidente la situación: los visitantes tenían la expectativa de encon-
trar al pensador en una actitud extraordinaria y rara, que contrastara
con lo habitual. Sin embargo, lo que ven es a un hombre que da la
impresión de ser alguien común y corriente que, al tener frío, se ca-
lienta como todos junto a un horno. Ante esta decepción, que no les

19
los demonios de heidegger

«proporciona materia para entretenidas charlas», optan por retirarse.


El pensador, advirtiendo sus frustradas expectativas, los invita a pasar
diciendo: «También aquí se hacen presentes los dioses».
Este relato contado por Aristóteles y recordado por Heidegger llama
la atención sobre la imagen del pensador que ha atravesado la filosofía
occidental. El filósofo ha sido visto en gran medida como representante
de lo inhabitual, como aquel que rompe los cánones de la cotidianidad a
partir de su labor creativa. Si el filosofar es algo extraordinario, es decir,
algo que se sale de lo ordinario, entonces aquel que filosofa debe estar
marcado de alguna forma por su actividad pensante. Su vida cotidiana
estaría caracterizada también por el ámbito de lo inhabitual. Eso era
precisamente lo que esperaban los forasteros al visitar a Heráclito. Sin
embargo, como narra Aristóteles, se vieron defraudados.
Encontrarse con lo habitual en un filósofo parece ser algo decepcio-
nante. ¿Cómo alguien que piensa lo extra-ordinario puede mostrarse tan
ordinario? ¿Cómo un pensador puede hallarse «presa» del frío buscando
calor junto a un horno? Frecuentemente se deja de lado lo ordinario, lo
humano, del pensador para aislarlo y contemplarlo solo en lo extraor-
dinario de su pensar. Efectivamente lo extra-ordinario, el filosofar, es lo
determinante en la medida en que es eso lo que hace de tal ser humano
un filósofo; sin embargo, no es solo lo extraordinario hacia donde hay
que dirigir la mirada, sino a lo ordinario de la habitualidad, ya que tam-
bién ahí se hacen presentes los dioses.
La estancia del filósofo es determinada por el filosofar como tal,
por lo extra-ordinario; pero esto solo es posible desde el morar mismo
del ser humano indiferenciado, desde lo ordinario. La morada filosófica
que determina al ser humano que filosofa es posible solamente porque
este ya se halla habitualmente, es decir, porque es ser humano. Lo extra-
ordinario del filosofar solo es posible a partir de lo ordinario del habitar,
solo así esto puede ser abierto como un espacio que en su indiferencia
es diferenciado mediante el pensar. El filósofo es un ser humano ordi-
nario que abre esa habitualidad de manera extraordinaria. Solo él des-
cubre que precisamente en lo ordinario se hacen presentes los dioses.
De esa forma, lo extraordinario no puede ser buscado más allá de lo
ordinario, pero tampoco se reduce a ello. Si fuera así, entonces el filó-
sofo no sería un ser humano «más allá de lo ordinario»; su peculiaridad
reside en que al estar en lo ordinario descubre de manera extraordinaria
la presencia de los dioses.
Distinguir acertadamente la relación entre lo ordinario y lo extra-
ordinario no es un trabajo sencillo: por un lado, se tiende a interpretar
lo ordinario como extraordinario, olvidando lo ordinario como tal, o

20
Lo extraordinario de lo ordinario: Eros y manía

bien, por otro lado, se tiende a pensar lo extra-ordinario como mera


determinación de lo ordinario. En un caso nos encontramos con una
mistificación del filósofo que lo convierte en alguien extra-ordinario e
inalcanzable para todo mortal ordinario. Se aprecia al pensador como
un elegido y a la filosofía como un campo privilegiado que poco tiene
que ver con la habitualidad cotidiana. Del otro lado encontramos una
interpretación reduccionista que ve al pensador como un mero vocero
de lo cotidiano. Aquí no se mistifica al filósofo sino que se lo rebaja y se
lo considera un simple representante de trivialidades.
Pensar al filósofo como alguien determinado por el filosofar no pue-
de consistir, creemos, ni en una mistificación ni en una trivialización de
su persona. El filósofo, al ser alguien ordinario tocado por lo extra-ordi-
nario, no abandona la habitualidad, ni la transforma en extra-ordinaria,
sino que presiente el fundamento de lo habitual y lo piensa en su inhabi-
tualidad. El preguntar filosófico no es otra cosa que hacer inhabitual lo
habitual, pero eso no significa abandonar la habitualidad, sino reafirmar-
se en ella.
Por eso, superando la decepción que nos provoca la habitualidad de
un pensador, debemos reconocer en ello el espacio abierto para la pre-
sentación de lo extra-ordinario, para la presencia de los dioses. De esa
forma desmitificamos, pero también evitamos la trivialización del filó-
sofo y lo exponemos como lo que es: un ser humano que en su carácter
ordinario ha correspondido a la experiencia extraordinaria del pensar.
El presente libro busca clarificar la relación entre lo ordinario y lo
extraordinario a partir de la vida y obra de Martin Heidegger. Esta labor
se hace necesaria precisamente porque en él descubrimos visiblemente
elementos que nos llevan a pensar la presencia de los dioses en lo ordi-
nario a partir de la tematización extraordinaria de su pensar. Asimismo,
puede verse sin dificultad que la filosofía de Heidegger ha pasado a ser
quizás la más determinante en la época contemporánea. Su importancia
no se mide solo en los trabajos sobre Heidegger o en las traducciones de
sus obras, sino principalmente en la herencia pensante que ha dejado a
Occidente y a Oriente. Tal huella no se muestra únicamente en seguido-
res heideggerianos, sino en dialogantes críticos, opositores o mediado-
res con otras líneas de pensamiento. Por otra parte, la vida de Heidegger
ha dado pie, desde hace décadas, a desgarradoras confrontaciones, espe-
cialmente en lo concerniente a su participación en el nacionalsocialismo.
No estamos todavía en condiciones de afirmar que Heidegger haya sido
el hombre «más gravemente calumniado», como escribía Medard Boss
(SZ, 13); sin embargo, es un hecho que la publicación de fuentes origi-
nales inéditas incide directamente en la imagen que se tiene del filósofo

21
los demonios de heidegger

de Meßkirch. No solo se derrumban las interpretaciones prejuiciadas,


sino que se descubre que la vida de Heidegger es mucho más compleja
de lo que se pensaba. Ahora lo extraordinario del pensar heideggeriano
se comprenderá a partir de aquella habitualidad dejada de lado y en la
cual también se hacen presentes los dioses.
La mistificación en torno a la figura de Martin Heidegger ha sido,
como ya indicamos, fruto de una tendencia a asimilar lo ordinario como
extraordinario. Todo lo que hizo o dejó de hacer era visto como extra-
ordinario. Su carácter de ser humano se limitaba a la filosofía, y toda
su cotidianidad era pensada en términos filosóficos, lo que irremedia-
blemente condujo a la aniquilación de lo que en su vida había de ordi-
nario. Cada paso dado por Heidegger era ya interpretado como algo
extra-ordinario, incluyendo por supuesto sus estancias en la cabaña de
Todtnauberg y su trato con los campesinos del lugar.
Precisamente esa visión de la provincia heideggeriana fue la que
intensificó el «mito Heidegger» en la medida en que su obra fue vista
como la expresión de una especie de iniciado en las montañas de la Selva
Negra. La calma que proporcionaba Todtnauberg fue percibida como el
elemento determinante en la elaboración de Ser y tiempo. La figura de
Heidegger se consolidó entonces como la del filósofo asocial y reservado
que vivía en su «propio mundo».
Hoy, a más de treinta años de su muerte, el panorama biográfico
y bibliográfico es otro. La publicación de la totalidad de las primeras
lecciones de Friburgo y de sus lecciones en Marburgo ha permitido ver
que Ser y tiempo no es obra de una inspiración en las montañas, sino
de más de doce años de intenso trabajo docente. La obra de 1927 es
fruto de una incansable discusión con filósofos contemporáneos como
Wilhelm Dilthey, Heinrich Rickert y Edmund Husserl, así como de una
cuidadosa y profunda confrontación con la tradición filosófica occi-
dental que va de Aristóteles a Kant (cf. Xolocotzi, 2004). Esa asom-
brosa capacidad de trabajo se mostrará fehacientemente en la publica-
ción completa de los 102 volúmenes que recogerá la Gesamtausgabe
(edición integral) de Heidegger, además de los incontables epistolarios
que mantuvo2.
Parecería entonces que el mito del filósofo que vive para pensar y es-
cribir se confirmaría en este caso. Sin embargo, desde hace algunos años,
la desmitificación del pensador sigue su curso. Nuevas publicaciones de-

2. De acuerdo con la información proporcionada por Hermann Heidegger, la pu-


blicación de la Gesamtausgabe concluirá aproximadamente en 2020.

22
Lo extraordinario de lo ordinario: Eros y manía

rriban los ídolos venerados3. Frente a la imagen del pensador alejado


del mundo nos encontramos al ser humano «de carne y hueso» con sus
sueños, manías y pasiones. No solo su pasión por el trabajo, sino también
por el fútbol y por las mujeres nos muestran una imagen completamente
diferente a la del Heidegger provinciano. El presente trabajo busca obte-
ner una nueva imagen del filósofo de Friburgo, no trivializando su bio-
grafía, sino buscando un acercamiento a lo ordinario en lo extraordinario
de la vida de Martin Heidegger.
¿Qué mejor manera de abordar la relación entre lo ordinario y lo
extraordinario que buscando precisamente «la presencia de los dioses»
en la vida de Heidegger?
En su diálogo Fedro, Platón habla de «manía» para referirse a una
locura exaltada, a aquel estado en el que una persona se encuentra poseí-
da, en estado de delirio o «furor» (244a). El filósofo observa que la manía
es el resultado de la acción de un daimon, es decir, de un ser intermedio
entre los dioses y los hombres, un mediador a través del cual un ser hu-
mano entra en contacto con los dioses, y viceversa. Eros es uno de esos
daimones, que cuando desciende a un hombre lo deja fuera de control
porque habita en él una llamada divina. Como sabemos, Platón diferen-
cia cuatro tipos característicos de manía: el estado del furor erótico del
enamorado, el estado del furor demónico del profeta o la pitonisa, el
estado del poeta inspirado por el numen y el filósofo enamorado de la sa-
biduría o sofía. El profeta, el poeta, el sabio y el enamorado son maníacos
en tanto que un dios habla a través de ellos.
Si tenemos presente el discurso franco de Sócrates en el menciona-
do diálogo, recordaremos que ahí Eros es visto como aquello que rebasa

3. Concretamente nos referimos a las siguientes publicaciones. De la corresponden-


cia de Heidegger ha sido determinante el epistolario con su maestro H. Rickert (cf. H-R),
así como las cartas a su esposa Elfride (cf. H-E). También en 2006 se publicaron algunas
cartas de Heidegger a Sophie Dorothee von Podewils. Asimismo salieron a la luz un conjun-
to de cartas de Heidegger, o dirigidas a él, que datan de los años tempranos (1911-1918).
Entre ellas encontramos cartas de R. Guardini, H. Finke, E. Troeltsch o E. Laslowski diri-
gidas a Heidegger o de este dirigidas a J. Sauer, M. Grabmann, E. Krebs. Este epistolario
así como los primerísimos escritos de Heidegger y las reseñas sobre su tesis de habilitación
constituyen la importante sección de documentos incluida en HJ-1. Otro texto que incluye
documentos tempranos de Heidegger es el aparecido en 2005 y editado por A. Denker y
E. Büchin (cf. HH). Recientemente aparecieron también dos textos importantes que corri-
gen interpretaciones anteriores en torno a la biografía de Heidegger (cf. Grunenberg, 2006;
Martin, 2006). En los últimos años se han publicado también escritos, cartas y recuerdos
de alumnos y colegas de Heidegger, entre ellos de H. Jonas, H.-G. Gadamer, H. Mörchen,
G. Anders, L. Strauss, J. Klein, G. Krüger, K. Löwith, K. Bauch, R. Bultmann y E. Jünger.
Véase también infra, p. 41, nota 22.

23
los demonios de heidegger

los límites de lo establecido, de la cordura, de la sensatez y que, por


ello, provoca la manía. La sensatez (sofrosine) es un actuar coherente,
de acuerdo con las reglas establecidas para la convivencia. La manía, en
cambio, es vista como lo contrario de la sensatez y es considerada como
un mal o una especie de oprobio. Sin embargo, para Platón lo deter-
minante es el carácter de donación que tiene: la manía es un don que
otorgan los dioses. Es un don que desborda lo ordinario y muestra lo
extra-ordinario de lo humano. Ahí, en la posesión divina, encontramos
la posibilidad de descubrir lo propiamente humano.
Será precisamente mediante la manía y el eros como los dioses es-
tarán presentes en la habitualidad de la vida de Heidegger. Solo a partir
de ello se entenderá lo extraordinario del pensador enraizado en lo
ordinario de su cotidianidad.
El lector descubrirá que en este libro no se trata de especular sobre
aspectos brumosos de la vida de Heidegger, sino de investigar de modo
filosófico-historiográfico el eros y la manía que atraviesan la vida del filó-
sofo más influyente del siglo xx. Los resultados que aquí exponemos son
fruto de investigaciones que los autores han llevado a cabo principalmen-
te en la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo en diversas ocasiones.
Parte de lo que aquí se da a conocer se apoya en la investigación directa
en archivos, así como en el acceso a ciertas fuentes hasta el momento
inéditas.
La Primera Parte presenta resultados de una investigación colateral
llevada a cabo por Ángel Xolocotzi Yáñez en el marco de una estancia
posdoctoral bajo los auspicios de la Fundación Alexander von Humboldt,
a la cual agradecemos su inestimable apoyo. Una primera versión de
este texto fue expuesta como conferencia en la Universidad de Padua
por invitación de Franco Volpi. Para su elaboración fue indispensable la
consulta de fuentes en algunos archivos, concretamente en el Universi-
tätsarchiv de la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo. Agradecemos
las amables atenciones del doctor Zahoransky, colaborador de tal archi-
vo. Gran parte de las traducciones fueron revisadas por Gabi Haspel,
a quien agradecemos enfáticamente su apoyo. A Consuelo González le
estamos agradecidos por las finas observaciones y sugerencias con las
que enriqueció el trabajo. A ella, a Olga Lilia Plata, Vanessa Huerta y
Dulce María Avendaño agradecemos también la cuidadosa revisión del
manuscrito.
La Segunda Parte presenta los resultados de la investigación que llevó
a cabo Luis Tamayo también en una estancia posdoctoral en la Albert-
Ludwigs-Universität de Friburgo con apoyo del KAAD en un primer mo-
mento y del DAAD en una segunda oportunidad. La primera versión de

24
Lo extraordinario de lo ordinario: Eros y manía

este texto fue expuesta en la conferencia «Erleuchtung und Dichtung.


Die Rolle des Zusammenbruchs Heideggers 1945-1946 in dem Bau der
Erfahrung des Denkens Heideggers», en el marco del congreso sobre «Hei-
degger y la poesía», organizado por el Heidegger-Forschungsgruppe, el
Centre des Études Heideggeriennes, la Heidegger-Stiftung y la ciudad de
Meßkirch, Alemania, en el castillo de Meßkirch, el 27 de mayo de 2006.
Agradecemos los valiosos comentarios aportados por los doctores Rafael
Capurro, François Fédier, Félix Duque, Arturo Leyte, Ricardo Guerra y
Verónica Peinado.
Agradecemos al Universitätsarchiv Freiburg, Gertrud Heidegger,
Rainer Fink, François Fédier y Silvio Vietta la autorización para la publi-
cación de las fotografías recogidas en este libro.
Cuando estas investigaciones vislumbraron alguna posibilidad de
ser publicadas, el amigo que mostró más interés fue Franco Volpi. De
inmediato aceptó honrar el presente libro con un prólogo de su au-
toría, el cual estaba ya redactado a principios de 2009. Asimismo dio
su autorización para incluir dos entrevistas realizadas por él. Lamen-
tablemente, en abril de ese año murió el querido Franco. Los autores
expresamos por esta vía el profundo dolor que nos causó su pérdida
y reiteramos nuestro agradecimiento por todo el impulso que dio, con
su generosidad característica, para llevar a cabo la presente tarea. Sirva
esta publicación como un homenaje más y una rememoración de aquel
gran amigo y filósofo que fue Franco Volpi.

Ángel Xolocotzi
Luis Tamayo

25
Primera Parte
«Debo vivir en Eros».
Heidegger y su experiencia del amor
1

EL DAIMON DE LA VIDA DE HEIDEGGER

«Estamos tan acostumbrados a la vieja oposición entre ra-


zón y pasión, entre espíritu y vida, que la idea de un pen-
sar apasionado en que el pensar y el estar vivo son una y
la misma cosa nos resulta en cierta medida extraña».
Hannah Arendt (H-A, 174)

1.1. Heidegger: pensador único, hombre escindido

En una anécdota que recuerda Silvio Vietta, Martin Heidegger visitó a


los padres de este en su residencia de Darmstadt. Silvio, que por aquel
entonces era niño y jugaba con una pelota, recuerda que Heidegger,
al verlo, de inmediato se acercó y, jugando con él, le tiró unos balona-
zos. Silvio Vietta quedó impresionado porque sus padres, Egon y Dory
Vietta, le habían transmitido una imagen del filósofo completamente di-
ferente. Para él estaba claro que un «pensador piensa, pero no da balo-
nazos» (Vietta, 1977, 233)1. Esto actualmente ya no sorprende porque
ahora sabemos que Heidegger jugaba al fútbol de pequeño (F. Heideg-
ger, 1969, 58), que admiraba a Franz Beckenbauer y que veía partidos
de fútbol en la casa de sus vecinos2. Sin embargo, recientemente ha
salido a la luz algo todavía más asombroso que su pasión por el fútbol:
su pasión por las mujeres. A partir de la sobria imagen del «pensador
provinciano»3 creíamos, parafraseando a Vietta, que «un pensador pien-
sa, pero no se lía con mujeres».

1. Salvo indicación contraria, las traducciones son de mi autoría (Á. X.).


2. Cf. la entrevista a Hermann Heidegger que llevaron a cabo Antonio Gnoli y
Franco Volpi, publicada en el Badische Zeitung del 30 de agosto de 1996 y recogida ahora
en la presente edición, infra pp. 200-206.
3. Con esto nos referimos evidentemente a la caracterización habermasiana de que
«Gadamer urbanizó la provincia heideggeriana» (cf. Habermas, 1979, 9-31).

29
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

Algunos años después de la muerte de Heidegger en 1976, la rela-


ción de este con Hannah Arendt era algo de lo que ya se hablaba4. Sin
embargo, no será sino hasta 1998 cuando las habladurías se fundamenten
en hechos a raíz de la publicación del epistolario entre ambos (cf. H-A).
No obstante, debido a que esta relación se vistió de importancia intelec-
tual, Heidegger salía bien parado, especialmente si lo comparamos con
la suerte de algunos de sus contemporáneos en cuyo caso las relaciones
eróticas chocaban de frente contra sus propios principios, como sucedía
con Max Weber, o hacían tambalear una sólida raigambre católica, como
en Max Scheler5.
Hans-Georg Gadamer, alumno cercano a Heidegger y muy aprecia-
do por este, confesó lo que sabía en torno a las relaciones de su maestro,
al responder en una entrevista a Franco Volpi si la relación entre Hei-
degger y Arendt era algo conocido:

H.-G. Gadamer: No, en absoluto. Para nosotros fue una sorpresa, pero eso
arroja una luz más humana sobre su personalidad. [...] Heidegger tenía una
gran fantasía pero al mismo tiempo poseía una disciplina de hierro en lo
que respecta al trabajo. Si bien estuvo expuesto a muchas tentaciones, sobre
todo en lo que hace al sexo opuesto, consiguió elaborar una obra filosófica
de extraordinaria envergadura.
F. Volpi: ¿A qué se refiere cuando alude a las relaciones de Heidegger
con el sexo opuesto?
H.-G. Gadamer: A que Hannah Arendt fue solo el comienzo. Es eviden-
te que ella lo hizo feliz, y esa historia es única e irrepetible para Heideg-
ger. Sin embargo, su personalidad carismática tenía para las mujeres una
fascinación especial. Después de la historia con Arendt, es probable que
haya dejado de reprimirse. Circulan muchas historias al respecto, algunas
fundadas6.

4. Desde 1982 sabemos de la relación entre Hannah Arendt y Martin Heidegger


gracias a la biografía de Elisabeth Young-Bruehl (cf. Young-Bruehl, 1982).
5. Max Weber vivió contra su propia moral y sufrió por ello. Tenía su «pareja de
trabajo», Marianne Weber, pero ya en Heidelberg había iniciado relaciones eróticas con
Else Jaffé y posteriormente con la pianista suiza Mina Tobler. Se sabe que al morir, el 14 de
junio de 1920, no solo se encontraba presente Marianne Weber, sino también las otras dos
amantes. Asimismo, es conocida la debilidad de Max Scheler por las mujeres. Testimonio
de ello no son únicamente sus tres matrimonios sino sus múltiples relaciones amorosas.
Precisamente a su partida de Múnich, en 1906, contribuyeron las infidelidades en las que
se vio implicada la esposa de su maestro Rudolf Eucken.
6. F. Volpi, «Entrevista a H.-G. Gadamer sobre Heidegger», recogida en la presente
edición, infra pp. 207-211.

30
EL D A I M O N DE LA V IDA DE HEIDEGGER

A partir de la publicación en 2005 de las cartas de Martin Heidegger


a su esposa Elfride (H-Ea) hallarán fundamento muchas de las historias
que circulaban, y a la vez sorprenderán nuevas dimensiones de la vida
del filósofo que lo mostrarán como humano, demasiado humano. Sin
embargo, veremos que en todo ello no se trata de simples anécdotas
en torno a la intimidad del pensador, sino que el ámbito pasional jugará
un papel central en su trabajo filosófico: «Si mi existencia carece de
pasión —escribe Heidegger a Elfride en 1956— la voz enmudece y la
fuente no brota» (H-E, 318)7.
La publicación del mencionado epistolario dio pie a un diálogo con
Hermann Heidegger en torno a las facetas desconocidas de su padre.
Al admitir que ahora, con la publicación de los epistolarios, no se pue-
de seguir ignorando esta dimensión, Hermann Heidegger habla abierta-
mente sobre las relaciones eróticas de su padre:

Conocí a algunas de las mujeres. Mi padre me decía: «La gente debe dedi-
carse a mi pensar, la vida privada no tiene nada que ver con lo público». Yo
siempre respeté esa postura. Por supuesto que percibí lo que ocurría con
tribulación y preocupación por mi madre; de algunas cosas me he enterado
recientemente. Por ejemplo, un día tocó el timbre una mujer y me dijo: «El
tema Heidegger para mí ya está cerrado. Aquí tiene las cartas». Yo no sabía
quién era ella, pero me dio una gran cantidad de cartas de mi padre dirigi-
das a esa mujer. Las envié al archivo de Marbach y están censuradas hasta el
año 2046. Yo creo que en grandes personajes como Goethe, Picasso, Wag-
ner, Benn, Mann siempre hay tales cosas, quizás pertenece simplemente a
la vida, o precisamente en esos casos quizás es un complemento o impulso
necesario. Y ya que conocí personalmente a un gran número de esas mu-
jeres, debo decir que todas ellas eran extraordinarias, tanto en el aspecto
intelectual como en lo referente al atractivo físico8.

De esta forma, lo que ahora sale a la luz pone en entredicho la au-


tocomprensión de Martin Heidegger: «Mi vida no es en absoluto intere-
sante» (Petzet, 1983, 91)9, solía decir a Heinrich Petzet cuando alguien
mostraba interés en su biografía. Sin embargo, tal actitud será fuente
tanto de serias investigaciones históricas como de narraciones literarias.

7. Las referencias bibliográficas de los epistolarios indicarán la sigla de la corres-


pondencia, las páginas y la fecha de la carta, cuando el contexto así lo exija.
8. Véase el texto completo de la entrevista infra, pp. 189-199. La mujer a la que
se refiere Hermann Heidegger es con toda probabilidad Ingrid Strohschneider-Kohrs,
literata nacida en 1922.
9. La afirmación de Heidegger es la respuesta a los intentos de Paul Hühnerfeld por
obtener mayor información biográfica sobre el filósofo.

31
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

No solo el estrepitoso silencio en torno a su relación con el nacionalsocia-


lismo ha sido pivote de propuestas como las de José Pablo Feinmann con
La sombra de Heidegger (2005), sino que también sus relaciones eróticas
proporcionaron material a Elfriede Jelinek para su Totenauberg (1991).
Asimismo, historiadores consagrados como Hugo Ott (1998 y 1992) o
Bernd Martin (1989) invirtieron grandes esfuerzos en documentar la
complejidad del encantamiento de pensadores como Heidegger por el na-
cionalsocialismo. De ello han surgido algunos híbridos como los trabajos
de Víctor Farías (1987, 1989 y 2009), Emmanuel Faye (2005) y Julio
Quesada (2008), más ajuste de cuentas que investigación científica10, que
sin embargo, y quizás contra la intención de los autores, han difundido
más la figura y la obra de Heidegger. Solo a partir de trabajos bien do-
cumentados como los recientemente publicados por Holger Zaborowski
(2010), Florian Grosser (2011) y Ángel Xolocotzi (2012) se puede evaluar
de modo acertado la relación de Heidegger con el nacionalsocialismo.
Por otra parte, el intento de captar al pensador en toda su magni-
tud ha impulsado la elaboración de biografías, que van desde la fallida
aproximación de Paul Hühnerfeld (1959) hasta el ameno trabajo de
Rüdiger Safranski (1994 y 1997), pasando por los intentos de Georg
Steiner (1978) y los recuerdos personales de Heinrich Petzet (1983), un
«fan de Heidegger», como lo llamó Max Müller11. Sin embargo, hay

10. Víctor Farías se doctoró en Friburgo y, de acuerdo con Ott, pretendió traducir
algunos textos de Heidegger, quien en aquella época vivía aislado y evitaba las presenta-
ciones en público. Cuando Ott inició su investigación sobre Heidegger y publicó algo de
ella, Farías se puso en contacto con él y le solicitó más información. Ott, ignorando el
consejo de su esposa, envió a Farías material inédito. Farías apresuró su publicación (1987)
en Francia para así anticiparse al libro de Ott, que aparecería un año después en Alemania.
El testimonio del propio Farías en torno a su interés por Heidegger lo recogió Rudolf
Augstein, quien llevó a cabo la entrevista del Spiegel con Heidegger en 1966: «Al pedirle
Heidegger [a Farías] que tradujera Sein und Zeit al español, Farías respondió diplomática-
mente: si quiero leer a Platón, aprendo griego. Si quiero leer a Heidegger, aprendo alemán.
Heidegger le alabó por la ‘profundidad’ de esta respuesta. Las lenguas románicas no tienen
la capacidad de penetrar en la esencia de las cosas. Se sintió como sobre un volcán, dice
Farías en la actualidad. Esta división en clases le resultó repugnante. Decidió estudiar el
pasado político de Heidegger» (Augstein, 1993, 56). Conviene señalar que los trabajos de
Farías y Faye se apoyan en consultas directas realizadas en diversos archivos; no es ese el
caso del trabajo de Quesada.
11. La publicación del libro de Petzet irritó al historiador Ott, quien en la carta
del 25 de abril de 1984 dirigida a M. Müller indicó que «la inventiva inaudita del señor
Petzet —armado con la autorización de Martin Heidegger mismo— [...] exige una res-
puesta. Así no se puede tratar la verdad histórica». Max Müller contestó en la carta del 24
de mayo de ese año que «el libro de Petzet es el libro de recuerdos personales de un ‘fan
de Heidegger’. En eso se halla su valor y su límite» (UAF E 3/588).

32
EL D A I M O N DE LA V IDA DE HEIDEGGER

trabajos en marcha que documentarán de modo preciso la vida y obra


de Heidegger en su complejidad12.
Ante los modos usuales de enfrentar la biografía heideggeriana, nues-
tra propuesta se dirige a desentrañar los móviles determinantes del ex-
cepcional pensar heideggeriano. Ello, como veremos, cuestiona la pre-
tensión de que el desinterés en la vida del pensador permite apreciarlo
en su justo carácter. Aunque penetremos en terrenos escabrosos de su
personalidad, no se trata aquí de llevar a cabo una evaluación psicológi-
ca, sino de meditar más bien sobre los impulsos fácticos para su pensar.
Tematizar tales asuntos significará para algunos bajar a Heidegger de un
pedestal en el que «idealmente» ha sido colocado. La radicalidad de la
filosofía heideggeriana obliga constantemente a derribar ídolos, y quizás
debamos comenzar por destruir la imagen romántica y provinciana del
pensador puro alejado de los asuntos humanos. Al contrario: la filosofía
heideg­geriana hunde sus raíces en lo profundamente humano. Ya que
esto debe ser mostrado y no inventado, lo que aquí se expone se sus-
tenta en una investigación suficientemente documentada13. Eso justifica
el pesado aparato crítico que acompaña a este trabajo, y que con ello se
diferencia claramente de una novela, aunque a veces lo parezca.
Frente al mito de la tranquilidad provinciana que se atribuía a la
vida de Heidegger, ahora se manifiesta una amalgama de elementos que
descubren al pensador como alguien terriblemente atormentado y es-
cindido. Ya algunos de sus alumnos y amigos habían detectado la com-
plejidad y grandeza que se escondía en la sencillez de aquel hombre de
baja estatura. Georg Picht, alumno y posteriormente colega, resumió su
diagnóstico en torno a Heidegger de la siguiente forma:

La conciencia de estar comprometido con la misión del pensar, su claridad


monumental y una grandiosa estrategia del espíritu convivían con una inde-
fensión, una vulnerabilidad y blandura que repentinamente se podían trans-
formar en el ardid abismal y en la desconfianza siempre alerta del campesino.
Las heridas que la vida le infligió no cerraron nunca. Entendí su comporta-
miento, en algunas ocasiones injustificado, con estudiantes, colegas o incluso
amigos como la reacción de defensa de un hombre que incesantemente se

12. Concretamente me refiero a la «Crónica de Heidegger» en la que trabajo (Xolocotzi


2011a y 2012) y a la biografía de Heidegger que prepara Alfred Denker (planeada para 2016).
13. La consulta de algunas fuentes inéditas se llevó a cabo en diversos archivos: Univer-
sitätsarchiv de la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo (UAF), Erzbischöfliches Archiv de
la Diócesis de Friburgo (EAF), Universitätsarchiv de la Eberhard-Karls-Universität de Tubinga
(UAT). Asimismo fueron necesarias conversaciones con algunos de los testigos vivientes de la
biografía heideggeriana: Hermann Heidegger, Gertrud Heidegger, Susanne Fink (viuda de
Eugen Fink), Silvio Vietta y Hugo Ott, a quienes agradezco su apertura y disponibilidad.

33
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

siente amenazado tanto externa como internamente. Ante todo estaba ame-
nazado por aquello que él mismo tenía que pensar (Picht, 1977, 203).

Eugen Fink señalará por ello que Heidegger «… puede ser aprehen-
dido ‘cercana pero difícilmente’» (Fink, 1977, 38). Tal dificultad solo po-
demos entenderla a partir de lo que determinó a Heidegger como ser
humano. Esto, como muestran su vida y la percepción de sí mismo, no
fue otra cosa que el pensar: «sin el pensamiento me es imposible existir»,
escribirá a Elfride en 1944 (H-E, 232). La descomunal obra de Heidegger,
tanto la ya publicada como la póstuma14, indica que la vida del filósofo
solo se entiende respecto de este carácter de estar poseída por el pensar.
A ello quizás se refería Fink al señalar que el camino del pensar de Hei-
degger posee un carácter demoníaco (Fink, 1977, 37). Efectivamente, no
se trata de una subjetividad con la voluntad de filosofar, no se trata de
una profesión académica, sino de una posesión divina involuntaria y, en
cierto sentido, anónima: «Incurriendo en muchos extravíos, atravesando
muchos abismos, por medio de muchos descuidos y olvidos, pero, al mis-
mo tiempo, a través de un buscar y de un liberar, ha ido el camino de mi
pensar que cuanto más propiamente se halla en lo que le es propio tanto
menos me pertenece a mí o a nadie» (H-E, 256).

1.2. Eros: su demonio acompañante

La presente investigación no intenta solo llevar a cabo una indagación


biográfica de Heidegger, sino que subordina este objetivo a la aprehen-
sión de ciertos ecos de su pensar que mediante la biografía pueden ser
mejor captados en su radicalidad. Se trata concretamente de entender, a
partir de Heidegger mismo, un pilar de su filosofía: que el pensar no es
neutral, sino afectivo (cf. Xolocotzi, 2007).
Ya en su obra capital de 1927, Ser y tiempo (SuZ, Syt)15, Heidegger
parte de la experiencia filosófica de Occidente que ha visto al ser huma-

14. Hasta el momento se han publicado ya dos terceras partes de los 102 volúmenes
programados en la Gesamtausgabe. Sin embargo, en ella no estará «todo» Heidegger, ya
que hay múltiples protocolos y apuntes de coloquios o seminarios que, por faltar el
manuscrito del propio Heidegger, no se incluyen en tal edición. Un ejemplo reciente es
la publicación, fuera de la Gesamtausgabe, de las «ejercitaciones para principiantes» que
Heidegger impartió en el semestre de invierno de 1936-1937 en torno a las Cartas sobre
la educación estética del hombre de Schiller (cf. SB).
15. En 1951 José Gaos llevó a cabo en México una de las primeras traducciones del
texto (Syt-G). Tal versión formó a generaciones de estudiantes interesados en Heidegger

34
EL D A I M O N DE LA V IDA DE HEIDEGGER

no fundamentalmente como animal racional. Lo radical de la propues-


ta heideggeriana se halla de entrada en el descubrimiento del carácter
ontológico propio del ser humano que Heidegger nombra Dasein16.
Con este término nuestro autor busca expresar el hecho de que «es pro-
pio de este ente el que con y por su ser este se encuentre abierto para él
mismo» (Syt, 32 s.; cursivas mías). Esto significa que lo que determina
el ser del ser humano no es un núcleo a la manera del yo, alma, razón,
etc., como lo ha pretendido la tradición occidental, sino que lo caracte-
rístico de este ente es que le va su ser por y con su ser (cf. Leyte, 2005).
Por un lado, lo que le va al Dasein es abierto por su ser y, por otro, el
modo en el que le va es precisamente con su ser. Aquello que le va al
Dasein por su ser es abierto en la comprensión de ser, y el «con su ser»
es el modo como la comprensión de ser está arrojada y es abierta me-
diante la disposición afectiva.
La comprensión no tiene en primer lugar una connotación intelec-
tual, sino que se refiere más bien a una capacidad, a un poder. Com-
prender algo remite a un saber que no es teórico, sino a un «saber»
que en su realización nos hace capaces de algo. Así, cuando decimos que
sabemos nadar, esto no significa que conocemos las técnicas y la historia
de la natación o las medidas de la piscina; más bien significa que somos
capaces de nadar y que con ello evitamos ahogarnos. Comprender en
este sentido consiste en poder hacer frente a algo, en estar a tono con
aquello que viene al encuentro. Pensado a partir del ser del Dasein, el
comprender no es otra cosa que el poder-ser del Dasein; es decir, el estar
siendo del Dasein es abierto al proyectar este su poder-ser, sus posibili-
dades de ser. De esta forma, un primer modo de abrirse el ser del Dasein
es precisamente al abrirse su ser como posibilidades.
Ahora bien, al proyectar, al abrir posibilidades en la comprensión, le
acompaña siempre el otro modo de apertura enfatizado por Heidegger:
la disposición afectiva. Esta, al señalar «cómo uno está y cómo a uno
le va» (Syt, 154), concierne al Dasein de tal modo que muestra cómo
son abiertas las posibilidades del comprender. La afectividad que ya

y determinó la expansión del pensar heideggeriano en Iberoamérica. Pese a los méritos de


tal trabajo, se hizo necesaria una versión actualizada del texto. Tal empresa la llevó a cabo
Jorge E. Rivera, quien después de treinta años de trabajo publicó en 1997 su traducción
(Syt) (Trotta, Madrid, 22009).
16. A pesar de que el término escogido por Heidegger, Dasein, es sinónimo de «exis-
tencia» en lenguaje común, es decir, sirve para señalar lo que hay, en Ser y tiempo nuestro
autor enfatiza el carácter de apertura con el que puede ser entendido el Da (ahí) que lo
integra. No se trata de un mero «estar ahí» espacial, como indicaría una traducción literal,
sino de un estar ahí abierto.

35
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

siempre determina todo nuestro habitar en el mundo indica que las


posibilidades de ser abiertas en la comprensión no son posibilidades neu-
trales, sino templadas, afectivas. Los estados de ánimo o temples de la
disposición afectiva indican de esa forma la vulnerabilidad de nuestro
ser en el mundo, ya que ellos expresan el carácter abyecto o arrojado de
toda comprensión de posibilidades proyectadas al existir.
Si las posibilidades del ser en el mundo son de entrada posibilidades
afectivas, entonces todo comportamiento del ser humano estará teñido
de un estado de ánimo. Así, si la filosofía es entendida propiamente
como comportamiento humano, entonces en el fondo no puede tratarse
de una dimensión neutral y sobria, como se ha querido ver a partir del
predominio teórico al aprehender al ser humano como animal racional,
sino que se halla por principio atravesada afectivamente.
Heidegger ha señalado esto a partir de estados de ánimo o temples fun-
damentales como la angustia o el aburrimiento17. Dichos análisis no se ago-
tan en el carácter afectivo de la filosofía, sino que la abren de modo enfático
en su fundamento. No solo el origen mismo de la filosofía es afectivo18, sino
que toda realización de la misma está determinada por los temples.
El carácter afectivo que recubre toda posibilidad humana ya lo había
detectado un pensador como Platón al enfatizar en sus diálogos elemen-
tos determinantes que intervienen en el pensar. La filosofía, tal como
Platón muestra en diálogos como Fedro y Banquete, no es asunto de una
ocurrencia propia, sino de un estar abandonado a merced de un demo-
nio: Eros. El entusiasmo de la posesión en el que se da el pensar indica
que este no es un asunto neutral, sino afectivo. Sin embargo, pertenece
a la determinación misma de la filosofía haberse olvidado de su origen.
Por ello, el carácter erótico del filosofar, tal como lo destacó Platón, no
se alcanzó a ver en la tradición occidental o fue más bien considerado
como un elemento ajeno a la misma.

17. Es de sobra conocido el tratamiento que acerca de la angustia lleva a cabo Hei-
degger en Ser y tiempo y en su lección inaugural de 1929 «¿Qué es metafísica?». Sin
embargo, en diversos cursos encontramos referencias importantes a otros temples como
el aburrimiento. Respecto de este último véase el curso del semestre de invierno de 1929-
1930 (cf. CFM).
18. Platón en el Teeteto y Aristóteles en la Metafísica se refieren a este origen. Platón
dice: «... experimentar eso que llamamos el asombro es muy característico del filósofo.
Este y no otro es el origen de la filosofía» (155d). Aristóteles por su parte indica: «En efec-
to, mediante el asombro los hombres, tanto ahora como antes, comenzaron a filosofar»
(982b). Heidegger lleva a cabo un tratamiento detallado del asombro, en cuanto el temple
con el que se originó la filosofía, en sus lecciones del semestre de invierno de 1937-1938
(cf. PFF; especialmente el capítulo V).

36
EL D A I M O N DE LA V IDA DE HEIDEGGER

La relación entre la vida y el filosofar en Heidegger, como veremos,


revive en el fondo este matiz erótico señalado por Platón, ya que lo que
está en juego es un demoníaco estar poseído que hace posible el des-
pliegue del pensar. No se trata, pues, de un pensar puro que parte de sí
mismo, sino de un dejarse poseer, en donde el transcurrir de la posesión
va, muy platónicamente, de lo sensible a lo espiritual; así lo reconocerá
el mismo Heidegger ya en 1931: «Es a mí a quien toca llevar a cabo lo
esencial, pero no dejo de necesitar de lo externo» (H-E, 184).
De este modo, y vista en su peculiaridad, la vida de Heidegger es
un campo de batalla en donde el pensar despliega afectivamente sus po-
deres. En este sentido, despreciar de entrada todo contenido biográfico
sería quizás una actitud apresurada que no da espacio a la dignificación
del ámbito en donde se ejecuta afectivamente la posesión del pensar. Si
pretendemos dignificar la biografía respecto de su obra, entonces nues-
tro acercamiento a la vida de Heidegger abandona cualquier tentativa
panfletaria, «ávida de novedades», para tematizar el lugar de despliegue
del pensar heideggeriano; lo que conducirá irremediablemente a la con-
sideración del demonio que acompañó su camino. Así, la obra creativa
de Heidegger se enraizó en una vida poseída por el pensar, lo cual, como
veremos, no transcurre en una aceptación incondicional, sino incluso a
través de una lucha en contra de sus propias aspiraciones: «En verdad,
el trabajo no es más que la manera en la que me dispongo para lo que
adviene —indica Heidegger a Elfride en 1936—, que es casi aterrador
por momentos; constituye un fluir al que apenas puedo sustraerme y
todo el tiempo no debo hacer más que aferrarme» (H-E, 202).
De esta forma, la mirada al entramado de trabajo y pensar nos con-
firma el hecho de que el «afluir casi siniestro» que propició una obra
como la de Heidegger, no podía haber sido indiferente a la biografía del
filósofo. Ya alumnos y amigos como Max Müller habían detectado lo
peculiar de tal «fluir»:
Siempre tuvo dificultades consigo mismo. Ningún hombre podría haber pen-
sado de modo tan profundo sobre determinados fenómenos humanos sin
haber experimentado estas dificultades en su propio interior. El oriundo de
Meßkirch y el profesor, por ejemplo, luego el librepensador y el hombre reli-
giosamente enraizado: tales oposiciones caracterizan ejemplarmente algunas
de las «escisiones» de su naturaleza (H-M, 139; cursivas mías).

Los documentos epistolares dan testimonio de que nuestro autor no


era ingenuo a este respecto, sino que ya muy joven detectó la fuerza de
Eros y se ciñó, aunque batallando, a la posesión de lo extraordinario.
Por ello encontramos, como veremos, a lo largo de su vida enfrenta-

37
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

mientos desgarradores que muestran la fuerza desmesurada de los com-


bates. Así lo señala Heidegger a Elfride en 1950:

Lo segundo, inseparable de mi amor por ti y de mi pensar, aunque de mane-


ra diferente, es difícil de decir. Lo llamo Eros, el más antiguo de los dioses
según la palabra de Parménides. […] Los aletazos de este dios me rozan
cuando doy un paso esencial en mi pensar y me aventuro por caminos
inexplorados. Me rozan acaso, más inquietantes e intensos, cuando lo lar-
gamente intuido debe ser llevado al ámbito de lo decible y cuando lo dicho
debe ser dejado en soledad durante mucho tiempo. Corresponder com-
pletamente a eso y no obstante preservar lo nuestro, seguir su vuelo y aun
así regresar bien, realizar ambas cosas sabiéndolas igualmente esenciales y
apropiadas, es en esto en lo que fracaso con demasiada facilidad, deslizán-
dome en la mera sensualidad o intentando, por medio del mero trabajo,
forzar aquello que no puede ser obtenido por la fuerza (H-E, 271).

Será especialmente en este sentido en el que la biografía de Hei-


degger cobre un lugar preponderante. Su vida deja de ser insignificante
para ser tematizada ahora como aquel espacio en donde las batallas y
fracasos de Eros impulsan o retrasan las posibilidades mismas del pen-
sar. Así, la oscilación entre lo ordinario y extraordinario en la vida del
filósofo será mucho más determinante de lo que se creía. Heidegger
resumirá de la siguiente forma la necesidad erótica que exige su pen-
sar: «Pero mi temperamento es menos unívoco que el tuyo —escribe a
Elfride en 1954—; y soy incapaz de demostrarte mediante argumentos
que debo vivir en Eros — para alcanzar al menos una forma primitiva
de lo creativo, que siento como lo último y lo aún no liberado en mí»
(H-E, 309, cursivas mías).
Acercarnos a esa fuerza de Eros que interviene de modo determi-
nante en el filosofar de Martin Heidegger será el objetivo de la presente
investigación. Evidentemente, para ello nos apoyaremos en una amplia
documentación biográfica tomada principalmente de epistolarios y de
fuentes directas consultadas en archivos. Con ello pretendemos obte-
ner un primer encuentro con los móviles «fácticos» del filósofo que ha
dejado mayor huella y herencia en la filosofía contemporánea19. Como

19. Sin Heidegger no sería pensable el existencialismo de J.-P. Sartre ni la decons-


trucción derridiana. El posmodernismo de R. Rorty, el pensamiento débil de G. Vattimo,
el postestructuralismo de M. Foucault y el pensamiento de la otredad de E. Levinas se-
rían imposibles sin las bases que proporcionó Heidegger. Asimismo, la hermenéutica
contemporánea de corte gadameriano o ricoeuriano serían difícilmente concebibles sin
esta propuesta. Y qué decir de la llamada rehabilitación de la filosofía práctica tal como
la plantean H. Arendt, M. Riedel o F. Volpi: todos ellos toman como punto de partida

38
EL D A I M O N DE LA V IDA DE HEIDEGGER

ya indicamos, no se tratará de un diagnóstico psicológico, sino de un


acercamiento filosófico-historiográfico al pensador que, como ya había
señalado Fink, solo puede ser aprehendido, «a pesar de su cercanía, difí-
cilmente» (Fink, 1977, 38).
Alumnos de Heidegger como Hermann Mörchen lamentan que el
maestro haya sido tan «parco» en información autobiográfica (Mör-
chen, 2006, 300). Eso conducirá a la formación de una imagen de Hei-
degger que puede resumirse en el epíteto con que se le calificaba de oí-
das: «el pensador sin biografía»20. Tanto Hannah Arendt como Hermann
Mörchen, Walter Jens y otros, al referirse a la vida de Heidegger siempre
recordaban lo que este frecuentemente mencionaba al inicio de sus lec-
ciones sobre Aristóteles, a saber, que Aristóteles fue un hombre que «na-
ció, trabajó y murió» (H-A, 174; Jens, 1977, 153; Mörchen, 2006, 300).
Eso mismo se creía poder decir de Heidegger. Sin embargo esto es, como
se ve ahora más claramente, un «mito».
La elección de llevar a cabo un trabajo documentado a partir de
los epistolarios y testimonios, tanto escritos como orales, en torno a la
vida de Heidegger se justifica por el objetivo mismo de la investigación:
no se trata de esclarecer el camino entre el nacimiento y la muerte de

la renovada lectura que el joven Heidegger llevó a cabo de Aristóteles. Asimismo, la


crítica social de inspiración marxista planteada por H. Marcuse toma de manera cen-
tral elementos heideggerianos. Actualmente trabajos en torno a la llamada filosofía de
la técnica como la desarrollan W. Schirmacher, C. Mitcham, H. L. Dreyfus y el pensar
ético-ecológico de H.-M. Schönherr-Mann hunden sus raíces en la filosofía de Heidegger.
Pero también el espectro del pensar heideggeriano ha envuelto y dado impulsos a otras
disciplinas. No solo uno de los teólogos más importantes de la Iglesia católica en el si-
glo xx, K. Rahner, se apoya en Heidegger, sino también las aportaciones teológicamente
decisivas de J.-B. Lotz, M. Müller, G. Siewerth y B. Welte. La teología evangélica no se
queda atrás en la medida en que R. Bultmann enriqueció su trabajo a partir de los diálogos
con Heidegger en Marburgo. Las contribuciones en el ámbito de la psiquiatría por parte
de L. Binswanger y M. Boss tienen su punto de partida en la crítica heideggeriana a la
clínica basada en la subjetividad. Asimismo la renovación psicoanalítica llevada a cabo por
J. Lacan y H. Löwental ha sido posible mediante los impulsos provenientes de la radical
crítica heideggeriana. Los diálogos científicos entre Heidegger y físicos como C. F. von
Weizsäcker y W. Heisenberg condujeron también a una visión crítica de la ciencia. No solo
esta se benefició de la propuesta heideggeriana, sino que el arte descubrió algo excepcio-
nal en tal radicalidad. De ese modo es comprensible que poetas como R. Char, P. Celan,
P. Huchel, G. Eich y A. Wosnessenski; literatos como E. Jünger y E. Staiger; escultores
como E. Chillida y H. Kock, o pintores como G. Braque buscaran acercarse a Martin
Heidegger. (La crónica de la vida de Heidegger actualmente en elaboración mostrará la
diversidad de relaciones que mantuvo).
20. Ya un alumno japonés de Heidegger, E. Kawahara, recordaba en un texto publi-
cado con ocasión de la muerte de Heidegger en 1976 que durante su estancia en Friburgo
Heidegger era visto como «un hombre sin biografía» (Kawahara, 1976).

39
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

Martin Heidegger, describiendo las etapas de su trabajo y tematizando


correspondencias con las «etapas» de su filosofía, sino que la presente
propuesta se limita a ser un ensayo tematizador de móviles que des-
empeñan un papel determinante en el pensar heideggeriano. Para esta
tarea los epistolarios ocupan un lugar central precisamente porque en
ellos nuestro filósofo dio indicaciones con respecto a sí, a su obra y a
sus contemporáneos de un modo que desborda las formas tradicionales
de la academia. A pesar de que la propuesta heideggeriana busca superar
la escisión entre pensar y sentir, y muestra ya desde Ser y tiempo, como
hemos anticipado, que todo pensar es afectivo, en las cartas esto se deja
ver de manera transparente. Podemos decir que ahí, literalmente, Hei-
degger no solo dice lo que piensa, sino lo que siente. Sus cartas muestran
enfáticamente el ámbito afectivo de su pensar. Ya en 1917 lo expresaba
así a su amada Elfride: «¿Por qué una carta tuya sigue obrando con tanta
fuerza en mí y, en cierto modo, libera algo en mi alma? […] Las cartas
son una forma de comunidad anímica y espiritual — descolorida y, sin
embargo, libre, ilimitada» (H-E, 70).
No obstante, esta perspectiva parece ser matizada por Heidegger
veinte años más tarde al hacer algunas observaciones en torno al camino
recorrido por él e indicar que respecto al mismo no cabría darle impor-
tancia a «ninguna colección de cartas y cosas semejantes, que solo sirven
a la curiosidad y comodidad de eludir la tarea del pensar de las ‘cosas’»
(ME, 355). Efectivamente, las cartas corren el peligro de ser vistas como
mera curiosidad cuando se huye de los asuntos que deben ser pensados.
Sin embargo, en ese caso ocurre una confusión en torno a las tareas:
las cartas no pueden ser un sustituto del pensar. Aunque los epistolarios
pueden efectivamente alumbrar el pensar, el terreno para tal guía lo ha-
llamos preponderantemente en la obra de los autores. Querer entender
la filosofía de Hegel o la poesía de Hölderlin con la mera lectura de sus
cartas es una empresa limitada. Las cartas pueden dar indicaciones en
torno a los motivos, rupturas, atajos o direcciones que toma la obra, o,
como ya señalamos, también pueden coadyuvar a descubrir la dimen-
sión afectiva del pensar, pero no pueden disculparnos del pensar o
poetizar mismos, no pueden sustituir la lectura de la Fenomenología
del espíritu o de la elegía «Pan y vino».
La actitud de Heidegger respecto de los epistolarios se enmarca en
su conflicto en torno a las publicaciones21. Así como él mantenía un ape-
gado respeto a lo plasmado en manuscritos y protocolos, así también

21. Cf. infra el apartado 4.3.

40
EL D A I M O N DE LA V IDA DE HEIDEGGER

desconfiaba de las publicaciones. La difícil aceptación de la publicación


de la Gesamtausgabe (la edición de su obra completa), gracias al esfuer-
zo de Hermann Heidegger, contrasta, como veremos, con el empeño en
la transcripción y conservación de sus manuscritos. Esta ambivalencia
hace comprensible el hecho de que aunque Heidegger haya condenado
frecuentemente la colección de cartas, en 1974 incluso aceptará que se
publique una parte de las mismas en la Gesamtausgabe (cf. ME, 362)22.
Ya que nuestra meta se ciñe a la búsqueda de la difícil cercanía del
pensador de Friburgo, los epistolarios proporcionarán un apoyo firme
y fiable23. No se trata, pues, de agotar con ello los cambios, atajos o
retrocesos en su filosofía. Simplemente queremos enfatizar la necesidad
de Eros para el avance en las diversas direcciones en las que se movió su
pensar. Ya en otros trabajos nos hemos acercado a los rumbos que toma
su camino (cf. Xolocotzi, 2004; 2005; 2007; 2008a; 2011a), ahora el
objetivo se limita a tomar en consideración la fuerza del móvil para tal
andar. Esto, conviene enfatizar, no sustituye o dispensa del trabajo en
torno a los rumbos del camino, sino que pretende contribuir a la elu-
cidación de la complicada relación vida-obra del pensador. Ya Octavio
Paz acertó en cuanto a esta relación: «La paradoja de las relaciones en-
tre vida y obra consiste en que son realidades complementarias solo en
un sentido: podemos leer los poemas de Baudelaire sin conocer ningún
detalle de su biografía; no podemos estudiar su vida si ignoramos que
fue el autor de Les Fleurs de mal» (Paz, 1978, 191). En este sentido, nos
acercamos al autor de Ser y tiempo a partir del saber de que su camino

22. A pesar de que en la Gesamtausgabe solo se incluirán dos volúmenes con una
selección de cartas de Heidegger, a cargo de Alfred Denker, ya se ha publicado de modo se-
parado un importante número de epistolarios: con Hannah Arendt, Karl Jaspers, Elisabeth
Blochmann, Bernhard Welte, Max Müller, Heinrich Rickert, Imma von Bodmershof������
����������������
, Lud-
wig von Ficker, Erhart Kästner, Sophie Dorothee von Podewils (parcialmente), Engelbert
Krebs, Joseph Sauer, Hans-Georg Gadamer (parcialmente), Julius Stenzel, Max Kommerell,
Ernst Jünger, Rudolf Bultmann y Kurt Bauch. Se hallan en proceso de edición otros con
Karl Löwith, Hans-Georg Gadamer, Fritz Heidegger, Otto Pöggeler. Asimismo, en 2010 se
inició la publicación de la Briefausgabe de Martin Heidegger por parte de la editorial Alber.
El primer volumen de tal edición lo constituye el epistolario entre Martin Heidegger y Kurt
Bauch. Alfred Denker, principal promotor de tal edición, ha señalado que Heidegger man-
tuvo contacto epistolar con aproximadamente doscientos interlocutores a través de diez mil
cartas. Entre los intercambios epistolares que se publicarán en su totalidad o parcialmente
se encuentran los mantenidos con Ludwig Binswanger, Gerhard Krüger, Eugen Fink, Walter
Bröcker, Ernst Tugendhat, Hildegard Feick, Andrea von Harbou, Käte Victorius, Helene
Weiß, Emil Staiger, Jean Beaufret, René Char, etcétera.
23. El respaldo documental que proporcionan los epistolarios y los recuerdos de
algunos alumnos cercanos a Heidegger, así como la consulta directa en archivos, coadyu-
vará a corregir algunos datos publicados en las actuales biografías de Heidegger.

41
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

tomó los rumbos plasmados en su obra; sabiendo eso queremos ahora


tematizar el talante en el que se mantuvo al andar. Podemos anticipar
que este no consistió en una neutralidad contemplativa, sino en el cons-
tante atosigamiento por parte de Eros. Su pasión por las mujeres y por
la docencia, el encantamiento con el que envolvía a sus oyentes, las ator-
mentadas relaciones con protectores, maestros y amigos suyos, así como
las desgarradoras crisis psicosomáticas, dan señales de tal impulso.
A continuación abordaremos esto tomando como hilo conductor las
fuerzas creativas destapadas por su primer amor (Gretel), por su amada
Elfride, por su pasión de Marburgo (Hannah Arendt) y posteriormente
por algunas de sus amantes. No se trata de un catálogo de los «amoríos
de Heidegger», sino de ejemplificaciones, que han podido ser docu-
mentadas, en torno a los impulsos eróticos para el pensar heideg­geriano.
A lo largo del recorrido se dejará ver tanto el encanto que proyectaba
el «pequeño mago de Meßkirch»24 como el modo en que fue confor-
mándose su taller de trabajo pensante. Asimismo haremos cierto acer-
camiento a la conflictiva relación de amor-odio que Heidegger sostuvo
con su maestro Edmund Husserl. La relación amor-odio entre Martin
Heidegger y Karl Jaspers será tratada con detalle en la segunda parte de
este libro, a cargo de Luis Tamayo.

24. De acuerdo con Löwith así llamaban a Heidegger en Marburgo (Löwith, 1986, 42).
La información que proporcionaremos en torno a los alumnos de Heidegger busca a su vez
documentar las historias que circulan sobre las personas que asistieron a sus cursos. Véase
también infra el «Glosario de personas», pp. 213-226.

42
2

EL PRIMER AMOR

«Yo ya he perdido la práctica de considerar a Martin


como un genio absoluto y paulatinamente aprendo a ver
lo realmente grande en él con la limitación y restricción
natural y humana».
Fritz Heidegger1

2.1. De teólogo a matemático y luego filósofo

Es un hecho que los estudios del joven Heidegger solo fueron posibles
gracias al auspicio de la Iglesia católica2. La estricta educación católica
por parte de los padres y la esperanza de ver en el hijo a un futuro
sacerdote determinó el camino académico de Martin Heidegger3. No so-
lamente el bachillerato, sino su formación universitaria se debe a una
serie de becas que Ott ha registrado con detalle en sus investigaciones
en torno al origen católico de Heidegger. En este marco, los cambios
de Meßkirch a Constanza en 1903 y de ahí a Friburgo en 1906 los ex-
plica Ott mediante las diversas opciones de beca a las que podía optar
el estudiante4. Sin embargo, la imagen del joven Heidegger divulgada

1. Carta de Fritz Heidegger a Franz Karl Huber (Zimmerman, 2005, 163).


2. Esto ya lo ha investigado a fondo Hugo Ott.
3. De acuerdo con lo que narra Gadamer, el padre de Heidegger hablaba de filo-
sofía con este: «Considero que en Heidegger había realmente la preocupación de un niño
educado en la fe católica de modo muy estricto, y que seguramente él tuvo que reprimir
muchas dudas en esta educación católica. Mientras tanto he sabido que el padre de Heideg-
ger hablaba en sus caminatas mucho de filosofía con su hijo. Durante mucho tiempo no lo
supe. Nunca me lo contó» (Gadamer y Vietta, 2002, 35). Sin embargo, esto contrasta con
el carácter callado del padre al que se refiere Fritz Heidegger en la carta con motivo del
octogésimo aniversario de su hermano Martin: «Nuestro padre fue un padre muy callado»
(F. Heidegger, 1969, 62).
4. De acuerdo con Ott, Heidegger se traslada a Friburgo porque estaba en las me-
jores condiciones para recibir la beca que otorgaba la fundación creada por el oriundo de
Meßkirch Christoph Eliner. Entre los requisitos para optar a esta beca se encontraba el

43
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

por décadas, en primer lugar gracias a la investigación de Ott, ahora es


puesta en cuestión parcialmente a partir de la publicación de epistola-
rios y confesiones personales por parte de la familia Heidegger, como
es el caso del hijo Hermann y de la nieta Gertrud5. La información
reciente da elementos para acceder a una imagen transformada del fi-
lósofo de Meßkirch: ahora encontramos a un Heidegger pasional. Así,
la información historiográfica de Hugo Ott, y lo retomado por otros
como Rüdiger Safranski, se hacen merecedores de una revisión6. Este es
el caso del traslado de Heidegger de Constanza a Friburgo. De acuerdo
con Ott esto se debió a motivos económicos y en su libro señala que «las
suposiciones según las cuales el joven Heidegger fue presa de una crisis
espiritual y por eso pareció conveniente trasladarlo de lugar no tienen
fundamento alguno» (Ott, 1992, 64). Hermann Heidegger señala que
el motivo determinante no fue una crisis espiritual ni motivos económi-
cos, sino el hecho de que ya ahí, siendo seminarista, «Heidegger tenía
una relación amorosa»7.
Heidegger concluye el bachillerato en el Berthold-Gymnasium de
Friburgo. Después de su frustrada experiencia de dos semanas con la
Compañía de Jesús8, cursará estudios de teología del semestre de in-

de ser originario de Meßkirch y buscar un doctorado en teología, esto último concreta-


mente en la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo, de la que Eliner había sido rector
(cf. Ott, 1984; 1992, 64).
5. El documento más relevante lo constituye sin duda alguna la publicación de las
cartas de Martin Heidegger a su novia y posteriormente esposa Elfride. A raíz de este docu-
mento tuve conversaciones tanto con Hermann Heidegger, publicadas en la ya mencionada
entrevista, como con la editora de las cartas, Gertrud Heidegger. La conversación con esta
tuvo lugar en la Casa Heidegger de Zähringen el 1 de octubre de 2007 con la condición de
no publicarse. Asimismo he mantenido diversos diálogos con Hugo Ott, que me ha detalla-
do algunas de sus investigaciones.
6. Algunas aseveraciones a las que aquí haré referencia no aparecieron en ninguna
de las versiones publicadas de la entrevista por petición expresa de Hermann Heidegger.
7. Así consta en la parte no publicada de la mencionada entrevista.
8. De acuerdo con la información proporcionada por el alumno jesuita de Hei-
degger, Johannes Baptist Lotz, en el libro del noviciado en Feldkirch/Tisis consta que
Heidegger estuvo del 30 de septiembre de 1909 al 13 de octubre (Lotz, 1977, 155; cf.
Ott, 1992, 66). La relación entre Heidegger y los jesuitas es digna de mención. Por un
lado, nuestro filósofo será en ocasiones sumamente crítico en torno al carácter liberal de la
Compañía de Jesús y, por otro, extremadamente atractivo para algunos de sus miembros
(Rahner, Lotz, Huidobro, Sepich, Naber, Richardson, etc.). Cabe recordar lo que escribe
Heidegger a Elisabeth Blochmann el 22 de junio de 1932: «El comunismo es, entre otras
cosas, quizás horrible, pero una cosa clara; el jesuitismo es, perdone usted, diabólico»
(H-B, 52). En este sentido, la famosa caracterización que hace Löwith al indicar que Hei-
degger era «jesuita por educación» quizás simplifica demasiado esta complicada relación.

44
EL PRIMER AMOR

vierno de 1909-1910 al semestre de verano de 1911 en la Universidad


de Friburgo. Al final de ese semestre ocurre la primera crisis conocida
en su vida (Ott, 1992, 76)9, lo que obliga al joven estudiante a aban-
donar la teología e incluso a reposar en su tierra natal por prescripción
médica10. Del semestre de invierno de 1911-1912 al semestre de verano
de 1913 Heidegger estará inscrito en la Facultad de Ciencias Naturales
y Matemáticas11. En un currículum redactado en 1913 con motivo de
la tesis doctoral nuestro autor hace un recuento de su incipiente camino
académico: «En los primeros semestres asistí a lecciones de teología y
filosofía, desde 1911 ante todo filosofía, matemáticas y ciencias natura-
les, en el último semestre también historia» (GA 16, 32).
El cambio de teología a matemáticas puede parecer extraño. Sin em-
bargo, en esas primeras autorreflexiones Heidegger intenta justificar aca-
démicamente esa decisión a partir de lo determinante que será su futuro
protector: Edmund Husserl. Ya desde la publicación del recuento biográ-
fico «Mi camino en la fenomenología» en 1963, sabíamos que Heidegger
había tenido presente la obra de Husserl desde su ingreso en la universi-
dad: «Así es como desde el primer semestre estuvieron en mi pupitre los
dos volúmenes de las Investigaciones lógicas de Husserl, que pertenecían
a la biblioteca de la universidad» (Tys, 95). Lo recordado en 1963 fue
plasmado ya en 1915 en el currículum preparado para los trámites de ha-
bilitación, donde Heidegger señala nuevamente el papel que jugó Husserl
en sus estudios teológicos: «Junto a la Suma Menor de santo Tomás de
Aquino y obras aisladas de san Buenaventura, las Investigaciones lógicas
de Edmund Husserl fueron determinantes para mi desarrollo científico»
(GA 16, 37 s.). Y ese interés por las Investigaciones lógicas condujo a
Heidegger a obras previas de Husserl: «La obra anterior del mismo autor,
Filosofía de la aritmética, me hizo ver las matemáticas a una luz comple-
tamente nueva». Esta es la referencia académico-biográfica de Heidegger
mismo que encontramos para entender su interés, aparentemente extraño,
por las matemáticas y el cambio a la Facultad de Ciencias. Sin embargo, la
publicación reciente de sus primerísimos textos deja ver a la vez una «ten-

9. Los padecimientos nerviosos de Heidegger se extenderán, en esa etapa juvenil,


por lo menos hasta que conoce a Elfride en 1915, quien lo cuidará y se preocupará de su
bienestar.
10. Por una carta de Heidegger a su esposa Elfride del 26 de enero de 1922 sabemos
que esa crisis de 1911 consistió en semanas de insomnio y de merma en las capacidades
intelectuales (cf. H-E, 132).
11. Esta información la proporcionó por primera vez Bernhard Casper en su artículo
«Martin Heidegger und die Theologische Fakultät Freiburg 1909-1923» (Casper, 1980).

45
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

dencia apologética»12 heredada de su época de bachillerato. La defensa


de la fe católica contra los ataques de la modernidad puede hacer com-
prensible también su inmersión en el conocimiento científico de modo
tal que por ese medio pudiese adquirir armas para defender la fe y atacar
todo aquello que contradijera al dogma (cf. Denker, 2004). Sea como
fuere, Heidegger dejó de asistir a cursos de historia de la iglesia y teología
moral y asistió a lecciones sobre cálculo diferencial y análisis algebraico13.
Será precisamente en esos últimos semestres, inscrito en la Facultad de
Ciencias, en donde este intensifique su interés por la filosofía y asista a los
seminarios de los filósofos Arthur Schneider y Heinrich Rickert, y en el
último semestre (1913) a los del historiador Heinrich Finke.
En esos años Heidegger no se centra únicamente en su tesis de doc-
torado, sino que también publica algunas reseñas, con apoyo de Joseph
Sauer14, en la revista Literarische Rundschau für das katholische Deutsch-
land. Sauer había sido profesor de Heidegger en sus semestres teológicos
y posteriormente jugará un papel importante en los hechos del rectorado.
Así como Finke y Rickert, Sauer descubre la enorme capacidad de Hei-
degger y lo anima a publicar en la revista que dirigía.
Durante aquellos años de formación, Friburgo era un foco de atrac-
ción para jóvenes teólogos. Romano Guardini coincidirá con Heideg-
ger en la universidad entre 1912 y 1915, año en que se doctora bajo la
tutela de Engelbert Krebs con una tesis sobre san Buenaventura. Guar-
dini redactará posteriormente parte de sus memorias. Así recuerda su
estancia en Friburgo:

12. Así caracteriza Ernst Laslowski, amigo de Heidegger, en una carta del 20 de abril
de 1911, la dirección que toma este (HJ-1, 28-30). Las primeras publicaciones apologéti-
cas a las que nos referimos son especialmente sus reseñas del libro de Johannes Jörgensen
Lebenslüge und Lebenswahrheit y del libro de Friedrich Wilhelm Foerster Autorität und
Freiheit (cf. GA 16 y HH).
13. Para una lista completa de los cursos y seminarios a los que Heidegger asistió
tanto en la Facultad de Teología como en la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas
(cf. Casper, 1980, 535-538; HJ-1, 13-17).
14. Joseph Sauer (1872-1949), fue profesor de patrología, arqueología cristiana e
historia del arte en Friburgo (desde 1916). Rector de dicha universidad en diversas oca-
siones. En 1933 fue nombrado prelado papal. Sabemos que Sauer desempeñó un papel
importante en la biografía de Heidegger. No solo lo promueve en 1912-1914, sino que
posteriormente «convencerá» a Heidegger, de acuerdo con la información que este trans-
mite en Hechos y reflexiones (cf. SPI), para que acepte el rectorado. Sin embargo, esto ha
sido puesto en duda por H. Ott, quien basándose en el diario de Sauer ha descubierto que
el nombramiento de Heidegger no fue un asunto de la fuerza retórica de Sauer, el cual
fue rector antes de Heidegger y Möllendorff, sino que se trataba más bien de un proyecto
institucional de la universidad misma (cf. Ott, 1992, 153 ss.).

46
EL PRIMER AMOR

Mientras tanto había llegado el momento de mi permiso y fui a Friburgo en


la primavera de 1912. Ahí encontré el Collegium Sapientiae [...] en donde
aquellos que al finalizar sus estudios querían seguir trabajando, vivían en
una comunidad libre. [...] Entonces estaba nuevamente en la universidad y
debía permanecer ahí hasta el verano de 1915. Fue una bonita época. Trabajo
científico, relaciones personales estimulantes y la clarificación de la propia
voluntad espiritual se enredan en mi recuerdo con la imagen de la bella ciu-
dad, ahora destruida (Guardini, 1984, 24 s.)15.

2.2. El umbral de Eros y de la vida académica

El 26 de julio de 1913 Heidegger se doctora summa cum laude en filo-


sofía bajo la dirección de Schneider con el trabajo La doctrina del juicio
en el psicologismo (cf. GA 1). En otoño de ese año ocurren dos sucesos
importantes en la vida del joven Heidegger: se enamora de Marguerite
Weninger y su Doktorvater Schneider deja Friburgo para aceptar una cá-
tedra en Estrasburgo. Con su partida se abrirá, como veremos, la prime-
ra esperanza laboral de Heidegger en el ámbito universitario.
Marguerite Weninger, llamada Margret o Gretel, provenía de una fa-
milia católica de Estrasburgo y Heidegger la conoció a través del herma-
no de esta, un estudiante de Friburgo. Ernst Laslowski, el amigo que ha-
bía tomado parte en las decisiones del joven Heidegger ya desde 191116,
ahora también en 1913 «desaconsejaba» al joven enamorado:

Queridísimo Mart [Martin], tu tarea y misión es tremendamente grande.


No desearías perder la fuerza para llevar eso a cabo. Todos los días incluyo
esta petición en mi oración. Ahora me gustaría volver al comentario final
de tu penúltima carta. Se trata de la querida Margret y me ha preocupado
mucho [...]. Entenderás por qué quería escribirte después de tu primera es-
tancia en Estrasburgo, visitas frecuentes quizás no serían buenas. Queridísi-
mo Mart, no me tomarás a mal que diga esto, pero es solo la preocupación
en la que me han sumido aquellas líneas de tu carta en donde hablas de la
pasión de Gretel (HJ-1, 39 s.).

Ahora bien, mientras el joven doctor Heidegger mantenía su rela-


ción con Gretel, a la vez se acrecentaba su interés por la filosofía y en

15. Guardini ya había estudiado un semestre de teología en Friburgo en 1906 y


ahora regresaba para el doctorado. Sus memorias fueron redactadas entre 1943 y 1945.
16. En la carta del 20 de abril de 1911 Laslowski participa en las decisiones de
Heidegger y expone las ventajas y desventajas de los tres caminos posibles: filosofía, ma-
temáticas o teología (cf. HJ-1, 28 s.).

47
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

cierta medida por la historia. Su currículum muestra que entre 1913


y 1915 Heidegger asistió a múltiples lecciones y seminarios de Rickert
así como a algunos cursos de Finke17. Serán estos dos los que desem-
peñarán un papel determinante en el avance del camino académico de
Heidegger.
Nada más concluir su doctorado en julio de 1913, el historiador
Finke, quien había detectado ya el potencial intelectual del joven doctor,
le propone a Heidegger prepararse para el examen de estado (Staats-
exam) que le permitiría ejercer la docencia a nivel medio superior. Sin
embargo su Doktorvater Schneider, antes de partir a Estrasburgo, le su-
giere escribir una tesis de habilitación para mantenerse en el ámbito
estrictamente universitario.
El conflicto se resolverá mediante la intervención de un tercero: el
clérigo Engelbert Krebs, quien sustituirá a Schneider provisionalmente
en la cátedra II de Filosofía, reservada para el ámbito de filosofía cristia-
na, pero tradicionalmente no ejercida por sacerdotes. Heidegger había
conocido a Krebs el 8 de octubre de 1912 cuando este dictó su confe-
rencia «Crítica del conocimiento y conocimiento de Dios»; posterior-
mente, en una estancia en Roma, Krebs coincidirá con Ernst Laslows-
ki18, quien naturalmente le hablará de su amigo Heidegger. Finalmente
en julio de 1913 Heidegger visita a Krebs y a partir de ahí comenzará
una amistad determinante para ambos.
Romano Guardini, quien se doctora con Krebs en 1915 después de
un fallido intento con Carl Braig, recuerda en sus memorias la imagen
que se tenía de aquel: «Yo estaba completamente desesperado y simple-
mente no sabía qué hacer. Luego un conocido me recomendó ir con
el entonces profesor asociado Engelbert Krebs, quien era visto como
alguien inteligente y dispuesto a ayudar, y a quien se le atribuía una gran
naturalidad espiritual» (Guardini, 1984, 26).
Heidegger, que venía de la teología y las matemáticas, tenía poca
formación en la historia de la filosofía, aunque una «aguda cabeza» para
los problemas filosóficos. A partir de su tesis doctoral y, probablemente,
de su participación en los seminarios, será visto por sus protectores
Finke y Rickert como un «filósofo sistemático». La amistad con Krebs
desplegará por un lado esas capacidades en el descubrimiento de pro-

17. El listado completo se puede consultar en HJ-1, 16 s.


18. Cf. la carta desde Roma de Laslowski a Heidegger del 23 de octubre de 1912:
«Le hablé de ti [a Krebs] y le dije que le visitarás» (H-J 1, pp. 34 s.). Krebs mismo recuerda
que Heidegger había asistido a una conferencia de él antes de partir a Roma. Tanto los
«Diarios» como las «Anotaciones» de Krebs se hallan en UAF C 126.

48
EL PRIMER AMOR

blemas y a la vez influirá en su transformación hacia el ámbito histórico


de la filosofía, lo cual se concretará ya en su tesis de habilitación. Krebs
mismo anota en esa época el tipo de intercambio intelectual que había
en la relación con Heidegger:

Desde hace diez días estoy encargado provisionalmente del curso de filoso-
fía. Bajo la influencia de Heidegger he estudiado principalmente a Husserl,
así como el pequeño trabajo de Heidegger publicado en Literarische Rund-
schau en 1912 y los Fundamentos de Geyser, y converso con él [Heidegger]
en el seminario de filosofía para obtener una mayor claridad sobre los pro-
blemas. Le expongo lo que diré en la lección y discuto lo leído con él. Me
ayuda más de lo que quizás él mismo advierte19.

Ya que el puesto de Krebs era provisional, la Facultad de Filosofía


inicia el proceso de sustitución en la cátedra vacante con la partida de
Schneider. De acuerdo con las anotaciones y el diario de Krebs, en un
primer momento parecía que él mismo podría ser un fuerte candidato.
Sin embargo, muy pronto se dejará ver que no era deseado para ocupar
tal plaza, quizás en parte por ser sacerdote. Asimismo, otros candidatos
como Max Ettlinger de Múnich y Joseph Geyser de Münster no tenían
sólidas cartas de presentación. En esas circunstancias Finke pondrá la
mirada en el joven doctor Heidegger y ya en otoño de 1913 cambia
de opinión en torno a la propuesta del examen de estado y más bien
lo anima a habilitarse con un trabajo sobre historia de la filosofía. La
anotación completa de Krebs dice así:

¡Finke parece dar un giro! Hoy poco después de las cinco me visitó el
doctor Heidegger y me dijo que Finke habló con él y le dijo: «Usted debe
escribir un trabajo sobre historia de la filosofía. Venga conmigo al semina-
rio. Entonces se refirió a la ocupación de la cátedra y señaló que lo más
seguro o por lo menos lo probable es que el doctor Ettlinger no ocupe la
cátedra, ya que es dudoso si él, con sus predisposiciones en torno a Martin
Deutinger, será capaz de escribir algo, y también es dudoso que Rickert ten-
ga interés en un trabajo sobre M. Deutinger. Sobre Geyser, Rickert habló en
forma muy despectiva: Natorp le había escrito en torno al libro de Geyser
Fundamentos de la lógica y de la teoría del conocimiento que un libro así
no debe leerse, y Husserl le escribió que es una compilación insignificante,
algunas cosas las aprendió Geyser con Husserl. Entonces siga adelante de
tal modo que usted lleve a cabo un trabajo de historia de la filosofía». [...]
Si ahora Finke quiere llevar a Heidegger a la cátedra, después de que en

19. Legado Krebs, Notizen, «Heidegger», en UAF C 126/2. Anotación del 7 de no-
viembre de 1913.

49
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

verano le había recomendado presentar el examen de estado de las materias


filosóficas, me parece bien20.

En otra anotación de Krebs queda claramente enfatizada la oferta


de Finke y las posibilidades que se le abrían al joven Heidegger: «Hoy
por la tarde vino [Heidegger] a verme entre cinco y seis y me contó que
Finke le empuja a habilitarse con un trabajo sobre historia de la filoso-
fía y que ha hablado con él de una manera que no deja lugar a dudas de
que, a la vista de la cátedra vacante, Heidegger tiene que apresurarse
en poder estar pronto disponible para ser Privatdozent»21.
Heidegger tomará en serio la oferta y se apresurará a escribir una
tesis de habilitación. Sin embargo en 1913 inicia el proyecto con un tra-
bajo todavía en el ámbito de las matemáticas, como lo manifiesta Krebs
en una anotación de noviembre de ese año:

Desde hace días he hablado con Heidegger en varias ocasiones respecto a


que él debería escribir un trabajo sobre historia de la filosofía como tesis
de habilitación. Le sugerí trabajar sobre un tratado lógico del maestro Die-
trich [...]. Siempre me respondió que el tema seguramente le interesaría,
pero que teme que no salga algo bueno en poco tiempo, y que por el con-
trario espera con seguridad algo bueno de su trabajo lógico-matemático
[...]. Trabaja «Sobre la esencia lógica del concepto de número» y se siente
enteramente familiarizado con este trabajo porque domina por completo
las matemáticas avanzadas...22.

La sugerencia de Krebs en cuanto al tema no repercute en Hei-


degger, ya que en una anotación de Krebs de principios de 1914
consta que Heidegger trabajaba todavía en una tesis en el ámbito
lógico-matemático: «No está claro [...] si se habilita con un trabajo his-
tórico o lógico; este último se desarrolla bien, al primero no quiere
atreverse...»23.
No será hasta la primavera de 1914 cuando Heidegger se atreva a
escribir una tesis sobre historia de la filosofía. De acuerdo con las inves-
tigaciones de Ott, el hecho de que la tesis haya sido sobre Duns Escoto

20. Legado Krebs, Notizen, «Philosophische Professur», en UAF C 126/2-3. Anota-


ción del 14 de noviembre de 1913.
21. Legado Krebs, Notizen, «Heidegger», en UAF C  126/2. Anotación del 14 de
noviembre de 1913.
22. Legado Krebs, Notizen, «Heidegger», en UAF C 126/2. Anotación del 7 de no-
viembre de 1913. Cf. también Wolzogen, 2004.
23. Legado Krebs, Notizen, «Philosophische Professur», en UAF C 126/2-3. Anota-
ción del 2 de enero de 1914.

50
EL PRIMER AMOR

descansa en un aspecto estrictamente financiero, ya que la beca que


tuvo Heidegger de 1913 a 1916, la beca de la Fundación Schaezler,
se otorgaba para trabajar en el ámbito de la filosofía tomista (cf.
Ott, 1986; 1992, 90 ss.). Sin embargo, me parece que lo determinan-
te en este hecho no fue tanto la temática concreta de la tesis, sino su
ingreso en el ámbito histórico de la filosofía; así lo percibió el mismo
Heidegger en el currículum redactado en 1915 para acompañar el pro-
ceso de habilitación:

El estudio de Fichte y Hegel, la intensa ocupación con el libro de Rickert


Límites de la formación de conceptos en las ciencias de la naturaleza y las
investigaciones de Dilthey, sin olvidar las lecciones y prácticas de seminario
con el señor consejero Finke, trajeron como consecuencia que mi repulsión
por la historia, alimentada por mi predilección por las matemáticas, se de-
rrumbara por completo. Me di cuenta de que la filosofía no puede orientar-
se unilateralmente ni según las matemáticas y las ciencias de la naturaleza ni
según la historia, pero que esta última, en su calidad de historia del espíritu,
puede enriquecer incomparablemente más a los filósofos. Este incipiente,
pero creciente interés histórico, me facilitó la ocupación con la filosofía
medieval, absolutamente necesario para un profundo conocimiento de la
escolástica (GA 16, 39).

Asimismo, el epistolario con Rickert deja ver que este mismo con-
tribuyó en gran medida a la delimitación y dirección de la tesis, e inclu-
so a que fuera precisamente sobre Escoto. Así lo señala en una carta a
Rickert de la primavera de 1914 (H-R, 17). En esos meses Heidegger se
dedica intensamente a tal tarea, de modo que en julio le indica a Rickert
que quizás al final del semestre estival le informará sobre los avances de
sus «trabajos sobre la escolástica» (H-R, 19; 3.7.1914). Sin embargo, en
agosto se alista como voluntario para el servicio militar, aunque como
indica a Rickert en la carta del 3 de noviembre, es licenciado en octubre
a causa de sus dolencias cardiacas (H-R, 20). En esa misma carta señala
que desde finales de julio ya había concluido tres capítulos de su tesis de
habilitación sobre Escoto (H-R, 21). Finalmente en 1915 presentará el
trabajo La doctrina de las categorías y el significado en Duns Escoto, que
bajo la dirección de Rickert será aceptado como tesis de habilitación por
parte de la Facultad de Filosofía. Ahora solo faltaba ocupar la anhelada
cátedra vacante.
Si bien el ámbito académico marchaba viento en popa, no ocurría
así en la esfera personal. A pesar de que la relación con Gretel se ha-
bía formalizado a principios de 1914, esta enfermará de tuberculosis y
permanecerá largo tiempo internada en Davos, Suiza. Debido a esto el

51
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

compromiso se rompe en otoño de 191524. De acuerdo con el celoso


amigo de Heidegger, Laslowski, tal ruptura significó la mejor decisión
para la filosofía:

¿Entendiste bien a Gretel? ¿No sería que quizás debido a una profunda
comprensión de tu esencia y tu tarea ella no quería ser un obstáculo? Solo
pregunto, eso no lo sé [...]. Pero presentía que tendrías que hacerlo. Yo veía
cómo crecías día a día, cómo te elevabas muy por encima de la esfera en la
que solo pueden medrar el «amor» y la «dicha»; desde hace mucho sabía que
si quieres acercarte un poco a tu meta tendrás que seguir caminos —digo
bien, «tendrás»— en los que el «amor» solo puede morirse de frío. Y si hu-
biera sido demasiado tarde, entonces no se habría llegado a esta dolorosa
ruptura, pero te esperaría a ti y a Gretel un pesado sacrificio el resto de la
vida. Pues Gretel hubiera sufrido por tu «profesión» y, ya que eres demasia-
do sensible y bueno, para soportar el sufrimiento del otro hubieras tenido
que sepultar lentamente, debido al amor, los ideales últimos y más elevados.
Y tu fuerza decaería cada vez más y eso hubiera sido tu muerte espiritual,
una desgracia terrible para ti y tu profesión. Todo dolor pasa y el tiempo
cura todas las heridas (HJ-1, 50 s.; 21.11.1915).

24. De acuerdo con Ott esto ocurre concretamente en noviembre de 1915 (Ott,
1992, 100). Tal como lo muestran las cartas a Elfride, tiempo después Heidegger man-
tendrá contacto con Marguerite y su futuro esposo, el señor Magirus. En 1931 llevarán
a cabo varios viajes en velero y en 1934 el hijo mayor de los Heidegger, Jörg, vivirá con
la familia Magirus mientras estudia en la Waldorfschule en Stuttgart (cf. H-E, 172 y 187).

52
3

«ALMITA»: LA FIEL COMPAÑERA

«Todo lo que el ser humano hace, ya sea de acción o pa-


labra ya sea de otra forma, tiene que surgir de todas las
fuerzas unidas: todo lo aislado es cuestionable».
Goethe

3.1. Un inicio pasional en la docencia: la alumna Elfride Petri

Efectivamente, las heridas de Martin sanaron pronto, ya que será un


mes después, en diciembre de 1915, cuando este se enamore nuevamen-
te, ahora de Thea Elfride Petri, joven de 22 años que llega a la Universi-
dad de Friburgo, después de haber concluido su bachillerato en Kassel,
para estudiar economía política. Se inscribe en el semestre de invierno
de 1915-1916 en unas prácticas de seminario sobre los Prolegómenos de
Kant y en una lección que dirigía el joven Privatdozent de 26 años Mar-
tin Heidegger.
El proceso de habilitación de Heidegger había concluido el 27 de
julio de 1915 con la lección inaugural «El concepto de tiempo en la
ciencia histórica». La publicación de la tesis ocurrirá en 1916, ya con el
apoyo de Elfride y con un capítulo añadido en el cual propone algunas
tareas que determinarán sus inquietudes filosóficas subsecuentes1. Aho-
ra bien, unas semanas después de concluir el proceso de habilitación es

1. En el último capítulo de la tesis Heidegger resume tres tareas respecto al pro-


blema de lo categorial. La primera, «la limitación de los diversos ámbitos del objeto en
las regiones categorialmente irreducibles unas a otras», sería la tarea fundamental que
cumplió la tesis de habilitación concluida. Sin embargo, programáticamente quedan dos
tareas pendientes: una, «la localización del problema de las categorías en el problema del
juicio y del sujeto» y otra, la interpretación de la historia como «… un elemento determi-
nante para el problema de las categorías». Y estas tareas son las que consideramos clave en
el rumbo que tomó el camino filosófico posterior del joven Heidegger. Para un detallado
análisis cf. Xolocotzi, 2007; espec. la introducción.

53
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

reclutado y requerido cerca de Müllheim, el 16 de agosto de 1915. Unos


días después Heidegger le escribe a Krebs indicándole que no le molesta
el trabajo, pero sí le preocupa su estado de salud: «El servicio no está mal,
solo que tengo serias molestias cardiacas, de modo que no aguanto mu-
cho, si no quiero arruinarme por completo» (HJ-1, 62; 26.8.1915). Un
mes después ingresará en el hospital militar de Müllheim en donde per-
manece hasta principios de noviembre2, ya que en octubre le informa a
Krebs sobre la autorización de su traslado al servicio postal en Friburgo y
confirma su inicio docente en la universidad: «Con seguridad daré la lec-
ción e impartiré el seminario junto con usted» (HJ-1, 66; 31.10.1915)3.
En el semestre de invierno de 1915-1916 Heidegger inicia su carre-
ra docente con cursos de filosofía a los que fundamentalmente asistían
teólogos. El impulso para llevar a cabo tales actividades lo obtuvo evi-
dentemente de Heinrich Finke y de Engelbert Krebs. Este último había
redactado por solicitud de Rickert un dictamen sobre la tesis de habi-
litación de Heidegger (cf. HJ-1, 68 s.), de modo que no le quedaba
duda sobre la extraordinaria capacidad del joven docente y lo impulsa
dándole su primera oportunidad en la academia. De esta forma, el joven
Privatdozent Heidegger inicia su labor con cursos y seminarios dirigidos
especialmente a los teólogos.
En 1957 Bernhard Welte tendrá algunos diálogos con Heinrich
Ochsner y los conservará bajo el título «Apuntes de mis diálogos sobre
Heidegger con Heinrich Ochsner»4. Algunos de estos apuntes esbozan
este primer momento docente de Heidegger:

Él, Ochsner, leyó junto con Heidegger en 1915 el libro de Lask sobre el
juicio. En aquella época Heidegger entendía ya la alétheia como a-létheia.
Ya en aquel entonces tenía la formulación «el mundo mundea» y añadía: en
sentido transitivo; ya en aquella época había desechado la teoría significa-
tiva del lenguaje y con ello la idea (esto ante todo contra Rickert) de que el
juicio solo es la forma significativa determinante del lenguaje. Ya en aquella
época lo que más le ocupaba era el sentido del «es». Ambos señalamos que
estas son demasiadas cosas de las que se habla solo mucho después en la
obra publicada de Heidegger. Él permaneció en sus inicios y después solo
profundizó en ellos.

2. La reciente publicación de las cartas a Krebs y otros documentos corrigen ciertos


datos expuestos en las primeras investigaciones de H. Ott, por ejemplo la información
que proporciona en Ott, 1992, 94.
3. Sobre la relación Heidegger-Krebs en 1915 y, en especial, la conformación del
inicio de la carrera docente de Heidegger cf. Ott, 1993.
4. En cierta forma estos apuntes fueron incluidos en el texto con el que Welte par-
ticipó en el homenaje a Ochsner (cf. Welte, 1981).

54
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

Ochsner contó en la caminata: ya en los años 1915-1917, antes de su lla-


mamiento a filas en la guerra, Heidegger expresó en el seminario sobre Lotze
que impartió en aquella época: verdad no es adaequatio, es más originaria:
mostrarse, presencia (UAF E 8/573; diálogos del 21.9.1957 y 9.11.1957).

La relación de Martin Heidegger con Elfride Petri se inicia pues como


una relación entre maestro y alumna. De acuerdo con la información de
la nieta de Heidegger, Gertrud, Elfride visita a Martin en su casa debi-
do a la preparación de una exposición, Referat (H-E, 44). El encuentro
de Elfride con Martin fue por un lado de una alumna impresionada por
la capacidad del joven docente y a la vez el encuentro entre una señorita
que provenía de una familia de un alto oficial prusiano y un joven provin-
ciano de origen conservador y humilde. Asimismo, Elfride encuentra a un
joven enfermo y cansado. Precisamente por sus achaques cardíacos Hei-
degger había sido trasladado, en la Primera Guerra Mundial, de Müllheim­
a un puesto de control de correos en Friburgo. Como ya vimos, solo
así fue posible el inicio de su carrera docente. Pese a su «frágil» esta-
do de salud, Heidegger estaba entregado por completo a la preparación
de sus clases, de modo que trabajaba en exceso y dormía poco. Si a eso
le sumamos el consumo de alcohol y tabaco, la imagen del Heidegger de
aquellos años causaba preocupación5. Elfride se interesa de inmediato
por sus condiciones tanto de salud como de trabajo y, como testimonia el
epistolario, asume la tarea de cuidarlo. Las preocupaciones de Elfride se
dejan ver ya en la primera carta que Heidegger le dirige el 9 de diciem-
bre de 1915: «Si estoy algo agotado, me repondré dentro de poco ya
que puedo alegrarme de manera inesperada…» (H-E, 39). Esa alegría
tenía que ver precisamente con la relación que había comenzado con su
alumna, a quien desde ese momento nombrará «almita» (Seelchen)6.
Quizás el sentido de tal nombre se explique a partir del poema «A
mi almita...» que Heidegger compone un día después de la primera
carta:

Y emergen pensamientos desde el silencio,


como el repique proveniente del pueblo oculto en la montaña...
y el alma liberada de la tierra busca una patria propia

5. Cf. la carta del 4 de febrero de 1916; para esa fecha Heidegger ya había dejado
el tabaco y el alcohol: «Desde que ya no fumo ni tomo alcohol me siento completamente
bien» (GA 81, 11).
6. Considero que en este caso Seelchen debe traducirse literalmente como «Almi-
ta», y no solo como «alma mía», para así expresar el nivel de familiaridad que Heidegger
buscaba plasmar con el término. Tal expresión es actualmente inusual en alemán.

55
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

donde no hay fronteras, ni retorno de tiempos pasados, donde no hay día


de excursión...
y como en la lluvia de violines tocados hasta el cansancio
muere el anhelo, y todo deseo es pesado en el embate de las olas...
y se hunde — solo el alma quiere inclinarse al alma como desde antaño al
día del amor —7.

La preocupación de Elfride por la salud de Martin se manifiesta en


las respuestas de Heidegger a lo largo de las primeras cartas: «Debería
descansar, no, no puedo, quisiera abrir enteramente mi simple vida ante
ti y, descansando en tu corazón, narrártela» (H-E, 41; 13.12.1915). Ya
en ese primer semestre como docente Heidegger experimenta la fuerza
creativa de Eros desde su relación con Elfride:

... anoche trabajé hasta casi la una — en un problema enteramente nuevo que,
de improviso, me cruzó por la mente — sentí de repente fuerzas ocultas cre-
ciendo en mí y me hallé en una disposición creadora que no conocía desde el
inicio de la guerra — y que estuve siempre esperando, y ahora, de pronto, la
fuerza primordial de la creación llega como una revelación. Sabes, alma mía,
aquel cuyo espíritu es abarcado por esta fuerza experimenta algo indecible,
tal vez la única analogía pertinente sea la felicidad de una madre. ¿Y quién
ha convocado a esta fuerza creativa? Tú, alma mía… (H-E, 45; 16.12.1915).

Elfride no es para Heidegger solo una fuente de inspiración, sino


aquella musa que posibilita la liberación de su poder creativo. Esa dicha
que experimenta en su relación va pues más allá de una mera «pulsión
ciega», y a principios del siguiente año Heidegger caracteriza este amor
como la «elevación del espíritu». En esas primeras cartas se deja ver la
experiencia erótica que de modo platónico se eleva afectivamente desde
la sensibilidad: «… te estremeces con la plenitud de lo vivido — tan in-
tensamente que parecería un grito de dolor — lo bueno en sí se hunde
y te ilumina desde la profundidad de tus ojos — tu maravilloso cuerpo
tiembla en belleza», hasta lo profundamente espiritual que en aquella
época Heidegger identifica todavía con un ámbito religioso: «... ¿no
adivinas que solo el eterno, personalísimo espíritu de Dios, en su abso-

7. GA 81, 9: «Meinem Seelchen... / Und Gedanken aus der Stille steigen, / wie aus
dem bergverborgnen Dorfe her / der Stundenschlag... // und die erdgelöste Seele sucht ein
eigen / Land, wo keine Grenzen, keiner Zeiten Wiederkehr, das ohne Wandertag... / und
wie im Schauer müdgespielter Geigen / stirbt der Wunsch, und jede Lust wird schwer im
Wellenschlag... / und sinkt — nur Seele will sich neigen / zu Seele wie aus Ewigkeiten her
/ zum Liebestag — / Freiburg i.Br. 10.XII.15 Martin».

56
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

luta plenitud, puede ser nuestro fin y final, y el de nuestra existencia?»


(H-E, 48-49; 1.1.1916).
Como muestra el inicio de la relación, Elfride va más allá de ser el
móvil erótico para el incipiente pensar heideggeriano, ya que además de
preocuparse por su estado físico lo ayuda de manera específica leyendo y
«corrigiendo» sus textos. Al agradecerle su apoyo por la revisión del ma-
nuscrito de la tesis de habilitación, Heidegger le asigna a Elfride un papel
central: «Serás a lo largo de mi vida la asistente amada y comprensiva,
con una sensibilidad sutil para estas cosas» (H-E, 66; 27.9.1916).
Precisamente al revisar la tesis de habilitación y después de varios
meses de haber iniciado la relación con Elfride, así como dos semestres
de actividad docente, Heidegger hace un recuento de su situación: en la
tesis de habilitación todo estaba «aún demasiado confuso y carecía de
los medios conceptuales y de una agudeza plena». Por ello no podía
penetrar en los asuntos importantes, pero algo cambió: «Ahora —señala
Heidegger— tengo el coraje de hacerlo, gracias a ti [Elfride] y a los dos
primeros semestres de mi actividad docente» (H-E, 66).
También en ese año, 1916, se decide finalmente que la cátedra II de
Filosofía cristiana, vacante desde la partida de Schneider a Estrasburgo,
fuese ocupada por el profesor de Münster Joseph Geyser, de quien Hus-
serl, Natorp, Rickert y Heidegger tenían una mala impresión8:

Lo encontré hoy [a Geyser] —escribe Heidegger a Elfride el 11 de octubre


de 1916—, tiene la apariencia de un chino, enormemente presumido, furio-
samente superficial. Cosideraba a Windelb[and]-Rickert un desvarío, a Hus-
serl en absoluto original [...] en resumen, un pedante obtuso… (H-E, 68-69)9.

3.2. Incertidumbre laboral, afianzamiento familiar y vocación filosófica

No haber obtenido la cátedra fue un duro golpe para Heidegger en térmi-


nos de desarrollo profesional y de seguridad económica. Era una espe-
ranza que había iniciado en 1913. Será tal el golpe que incluso lo lleva
a pensar en la posibilidad de mudarse a Heidelberg o Tubinga, como se
lo hace saber a Rickert. Sin embargo, se mantendrá fiel a su vocación fi-

8. En la carta del 12 de octubre de 1913 Husserl le escribe a Natorp sobre la lec-


tura de una obra de Geyser y señala la desagradable impresión que le causó (BW-5, 175).
Cf. también lo ya señalado en las anotaciones de Krebs al respecto.
9. En la carta con motivo del octogésimo aniversario de Martin, Fritz revela que
en 1911 Heidegger había logrado leer en un solo día una obra de Geyser (F. Heideg-
ger, 1969, 60).

57
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

losófica y no cederá a las presiones burocráticas externas, como expresa


en una carta dirigida a Rickert: «Nunca he tenido la ambición de perte-
necer a los ‘filósofos’ que escriben tratados y hacen de los caballos pen-
santes precisamente el objeto de su ‘ciencia’» (H-R, 39; 27.1.1917)10.
Por lo menos desde 1916 Elfride venía insistiendo en la boda. En
una carta del 6 de abril de 1916 Heidegger le había pedido paciencia
(H-E, 59). Él quería asegurar una estabilidad laboral que finalmente no
ocurre al haber ocupado Geyser la anhelada cátedra. Pese a ello, Hei-
degger acuerda casarse en 1917. La última carta antes de la boda con-
cluye con las siguientes palabras: «Dios nos guarde, esto es, nos conser-
ve en esta vocación —en la fidelidad a nosotros mismos, al empeño de
nuestro patente y ardiente amor y a nuestra risueña alegría» (H-E, 72).
Ante esta importante decisión, el antiguo amigo de Heidegger,
Laslowski, interviene nuevamente y no oculta sus celos:

Queridísimo Martin, ojalá pudiera estar a tu lado en estos momentos. No


sé por qué pero no puedo alegrarme del todo por lo que me ha escrito la
señorita Petri. ¡Ojalá me equivoque! Pero te ruego que tengas cuidado.
Espera al menos hasta que volvamos a vernos. De verdad te digo que estoy
muy preocupado por ti, precisamente en lo que respecta a un asunto tan
importante. Supongo que me comprendes y que comprendes mi ruego de
que no te precipites en tomar una decisión (HJ-1, 54 s.; 28.1.1917).

Pese a los ruegos de un «enamorado» Laslowski, Heidegger procede


a casarse con Elfride. Sabemos que las diferencias confesionales entre
ambos son fuertes: ella es protestante (evangélica luterana) y él es cató-
lico. Sin embargo, el 20 de marzo de 1917 se casan por lo civil y un día
después el amigo y protector de Heidegger, Engelbert Krebs, los casa
por la Iglesia católica en la capilla universitaria de la catedral. A la boda
no asistieron ninguno de los padres de los contrayentes; como testigo
participó el antiguo amigo de Heidegger, Heinrich Ochsner11. El apunte

10. La referencia a los «caballos pensantes» probablemente sea una reminiscencia de


una de las primeras conferencias del doctor Heidegger en su tierra natal. Ahora sabemos
que en agosto de 1913, es decir, unas semanas después de haber obtenido el grado de
doctor, Heidegger pronunció una conferencia en Meßkirch sobre «caballos pensantes»
(cf. HH, 130).
11. Ochsner mantendrá contacto con la pareja y posteriormente estará al tanto de
los acontecimientos en la vida de Heidegger, como el rectorado y sus crisis de 1944-1946.
Incluso en 1946 visitará a Heidegger en Badenweiler. En diversas ocasiones Ochsner se-
ñala también cómo le va al matrimonio Heidegger, por ejemplo el 20 de octubre de 1917
escribe en una carta: «... los Heidegger ya están acomodados. La casa se convirtió en un
hogar encantador para ambos, que delata su sentido artístico» (Ochwadt, 1981, 93).

58
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

de Krebs en sus anotaciones dice: «Matrimonio de guerra, sin órgano ni


vestido de novia, sin corona ni velo, sin coches ni caballos, sin banquete
ni invitados, únicamente con la bendición escrita de los padres de am-
bos, que no estaban presentes»12.
Ahora también sabemos que el 25 de marzo el pastor Lieber, padre
de la amiga de Elfride, Friedel Lieber, «les da la bendición» por parte de
la Iglesia protestante en Wiesbaden, con la presencia de la madre y los fa-
miliares de Elfride, quienes participan en la fiesta. Estos acontecimientos
señalan los conflictos en los que se halla Heidegger: por un lado siente la
responsabilidad de no defraudar a su conservadora familia de Meßkirch
y mantenerse en el anhelo de un puesto en la universidad de tradición
católica como es Friburgo, y, por otro lado, debe ceder al interés de El-
fride y su familia de tener una celebración en la Iglesia protestante. Des-
pués de décadas de elucubraciones en torno al matrimonio eclesiástico
de Heidegger, si fue boda católica o protestante, hoy sabemos que el
único matrimonio eclesiástico que tuvo lugar fue el que se llevó a cabo
en la Iglesia católica. Heidegger, como antiguo estudiante de teología,
sabía que una boda protestante significaba la excomunión por parte de
la Iglesia católica y con ello probablemente el fin de sus aspiraciones
académicas en la Universidad de Friburgo. Por ello la celebración en la
iglesia de Wiesbaden solo tenía el carácter de una «bendición» y no de un
matrimonio, como consta, de acuerdo a la información proporcionada
por Gertrud Heidegger, en el libro de registros13.
Lo importante que era el asunto «confesional» para las perspectivas
laborales en aquel momento, se deja ver en la correspondencia que man-
tienen Paul Natorp y Edmund Husserl. En una carta del 7 de octubre
de 1917 Natorp escribe a Husserl solicitándole información sobre el
joven Heidegger, ya que tanto Natorp como Jaensch planeaban propo-
ner a Heidegger para una cátedra en el ámbito de historia de la filosofía
medieval en la Universidad de Marburgo, de tradición protestante. Na-
torp pide a Husserl su juicio en torno a la personalidad y a la capaci-
dad científica y docente del joven Heidegger, también pide información
sobre si es cierta su «estrechez confesional». Husserl responde al día

12. Legado Krebs, Notizen, «Heidegger», en UAF C 126/2.


13. Hermann Heidegger se equivoca al señalar que «cinco días después del matrimo-
nio católico en la catedral de Friburgo, la pareja contrajo matrimonio evangélico en la Lu-
ther-Kirche de Wiesbaden» (H. Heidegger, 1997, 183; cursivas mías). Que en Wiesbaden
se trató solo de una bendición y no de matrimonio me lo confirmó Gertrud Heidegger en
el diálogo que tuvimos en la Casa Heidegger de Zähringen el 1 de octubre de 2007. Esto
ya lo había anunciado J. Storck en sus anotaciones al epistolario Heidegger-Blochmann
(H-B, 148, nota 24).

59
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

siguiente: empieza señalando que por los quehaceres debidos a la gue-


rra no ha tenido mayor oportunidad de conocer de cerca a Heidegger.
Pero ya que se halla bajo la tutela de Finke, Husserl ve como evidente su
ligazón confesional, católica, aunque destaca también el hecho de estar
casado con una protestante. Después de haber hablado sobre la tesis de
habilitación de Heidegger y sobre lo problemático de sus lecciones al
no estar orientadas simplemente en términos históricos, sino buscar una
fundamentación sistemática, Husserl concluye su carta con el siguiente
juicio: «En la filosofía rickertiana, con la cual comenzó como alumno de
Rickert, ya no está satisfecho y busca discutir de manera profunda con la
filosofía fenomenológica. Eso lo hace, como parece, de modo serio y con
fundamentación» (BW-5, 132). Finalmente Heidegger quedó en tercer
lugar en la lista de propuestas, después de Kuntzte y Wundt, como lo
señala Natorp en la siguiente carta del 15 de octubre de ese año.
Una década después, Heidegger hablará retrospectivamente en tor-
no a su actitud religiosa. A partir de una carta de Walter-Franz Schirmer
en donde este sugería que Heidegger era «institucionalmete» católico,
pero internamente protestante, Heidegger escribirá a Elfride: «Se lo
he confirmado sin demora...» (H-E, 166; 1.2.1928)14. Hermann Hei-
degger aceptó en nuestro diálogo esta autointerpretación de su padre:
«Cuando él estaba en Meßkirch, de visita con sus parientes, asistía a la
iglesia católica; sabía que para ellos eso era importante y no quería des-
ilusionarlos. Abiertamente nunca habló mal de la Iglesia católica, sino
que se separó de ella interiormente» (véase infra, pp. 194 s.).
Muchos años después, Max Müller resumirá la actitud de Heideg-
ger en torno a su ambigua relación con el catolicismo. En una carta a
Hans Hübner, Müller indica lo siguiente:

Heidegger nunca se libró de la teología y precisamente esto lo condujo


con frecuencia a atacarla. En la primera misa de su sobrino Heinrich Hei-
degger, quien actualmente es decano católico en Waldshut, le obsequió a
este un cáliz de oro y enfatizó cómo le tranquilizaba el hecho de que al-
guien de la familia hubiera tomado a su cargo el servicio en los altares, lo
que de acuerdo con el deseo de su madre él mismo debió haber hecho, pero
no habría podido hacer. También su apego a Beuron, incluso en los años en
los que él pensó que debía rechazar la Iglesia católica, habla a favor de que

14. En una carta de Max Müller de 1947, este hace referencia a una confesión de
Heidegger: «En un diálogo de hace varias semanas me señaló que él muy bien hubiese
seguido siendo católico si la dogmática de la Iglesia no hubiese sido echada a perder por
el filosofar de los jesuitas, sino que hubiese pronunciado su auténtica palabra dogmático-
religiosa» (Bösl, 1998, 366).

60
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

nunca llevó a cabo esta separación y de que el deseo no cumplido de su ma-


dre, de verlo en el altar, lo abrumó con ciertos complejos de culpa hasta su
muerte. Su relación con el cristianismo, con todas sus consecuencias ecle-
siásticas, nunca se aclaró por completo para él mismo y fue hasta su muerte
una carga psíquica. De ahí también su último deseo de tener un entierro
eclesiástico, lo que también ocurrió en su momento en Meßkirch15.

Desde el semestre de verano de 1917 y hasta finales de 1918 Hei-


degger no imparte lecciones ni seminarios16, ya que, por un lado, la cá-
tedra II de Filosofía había sido ocupada por Geyser en el semestre de
verano de 1917 y, por otro lado, es llamado a principios de 1918 al ser-
vicio militar: en febrero17 es requerido en el cuartel, aunque duerme en
su casa, y a partir del 11 de marzo realiza ejercicios militares en Heuberg.
Entre marzo y julio el tiempo pasa entre Heuberg y Friburgo. Durante
julio y agosto estará en Berlín en cursos de meteorología; no obstante,
se da tiempo para asistir a algunas sesiones de los seminarios del teólogo
Deissmann y de Carl Stumpf18. Entre agosto y noviembre fue enviado al
frente oeste y regresará a Friburgo después del 11 de noviembre, donde
lo espera Elfride embarazada. Sin embargo, a lo largo de esos meses Hei-
degger prepara uno de los cursos que impartirá en 1919 sobre la esen-
cia de la universidad y del estudio académico19, así como un manuscrito
sobre los fundamentos filosóficos de la mística medieval20.

15. Carta de Max Müller a Hans Hübner del 18 de enero de 1994, en UAF E
3/202.
16. Sin embargo, de acuerdo con la información derivada de las cartas de Ochsner,
sabemos que Heidegger se mantenía en 1917 plenamente en el ámbito académico. En
una carta de Ochsner a una amiga, el 2 de agosto de 1917, este señala que Heidegger
había sostenido una sesión sobre el problema de lo religioso en Schleiermacher, y unos
días después, el 5 de agosto, indica en otra carta: «Es una lástima que no haya podido
usted escuchar las explicaciones de Heidegger sobre el problema de lo religioso. Toda la
semana he estado impresionado. Pero quizás alguna vez leeremos juntos el segundo de los
Discursos sobre la religión de Schleiermacher. Contiene lo más esencial de la explicación
de Heidegger» (Ochwadt, 1981, 92).
17. De acuerdo con la información de Gertrud Heidegger. Alfred Denker habla más
bien del 17 de enero (Denker, 2004, 120).
18. Cf. las cartas a E. Blochmann del 20 de julio, 2, 6 y 7 de noviembre de 1918
(H-B, 8-12). Cf. el resumen que ofrece Denker, 2004, 97 ss.
19. De acuerdo con UAF Q-A B 17/66, este curso se llevó a cabo en el semestre de
verano de 1919 y contó con la participación de 47 estudiantes, entre ellos Afra Geiger y
Oskar Becker. Fue publicado por primera vez en 1987 en el volumen 56/57 de GA. La
publicación se llevó a cabo con base en el manuscrito de Becker (incompleto), ya que se
perdió el texto original de Heidegger. El anuncio del escrito lo hace Heidegger en la carta
a Blochmann del 7 de noviembre de 1918 (H-B, 12).
20. Publicado actualmente en GA 60.

61
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

En una carta dirigida a Elfride en junio de 1918 con motivo del


cumpleaños de esta, Heidegger confirma lo determinante de Eros para
el encuentro consigo mismo: «El ‘tú’ de tu alma amorosa me atrapó. La
vivencia del estar atrapado ha sido el inicio del resurgimiento de mi yo
mismo más propio». Y en esa misma carta añade de forma contundente:
«La experiencia fundamental del amor vivo y de la confianza verdadera
desplegó y elevó mi ser. Tuvo efectos creativos en el siguiente sentido:
los modos de comportamiento del trabajo interno, los cuales en un prin-
cipio solo reclamaban y anhelaban la originariedad del alma, encontra-
ron el centro y se pusieron en marcha desde el origen»21.
A pesar de no haber impartido cursos en esos dos años, estos fue-
ron determinantes para su camino filosófico, así lo señala a su protector
Krebs en la famosa carta de principios de 1919. En esos dos años él se
esforzó en «una aclaración de principios de su posición filosófica», y
eso lo condujo a concluir lo siguiente: «Es difícil vivir como filósofo, la
autenticidad interna frente a sí mismo y con referencia a aquellos para
los que uno debe ser maestro, exige sacrificio, renuncias y luchas que
siempre serán ajenas al obrero científico» (HJ-1, 67; 9.1.1919). Más
adelante, en septiembre de ese mismo año, Heidegger confesará a Elfri-
de otra exigencia de su condición: «La vocación por una tarea atemporal
impone necesariamente una condena a la soledad…» (H-E, 112).
La situación de Heidegger no era sencilla: por un lado, se mantenía
en el dictum expresado a su amada Elfride en 1916 de «vivir una filoso-
fía vital» (H-E, 56) y, por otra parte, requería asegurar su pertenencia a
la universidad. La experiencia docente en aquellos tres semestres (de in-
vierno de 1915-1916, de verano de 1916 y de invierno de 1916-1917)
había conducido a una certeza vocacional para la filosofía que no logró
concordar del todo con las exigencias académicas de la universidad. Eso
se deja ver en lo registrado por Krebs en sus Anotaciones en torno a la
lección de Heidegger del semestre de invierno de 1916-1917, a saber,
que tuvo «poca comprensión de parte de los teólogos» porque «posee
una terminología difícil y un modo de expresión demasiado complicado
para principiantes»22. Sin embargo, esta incomprensión es interpretada
por Heidegger en 1922 como fruto del conflicto que detectó entre la

21. GA 81, 16. Publicado también en HJ-1, 77 s. Es interesante señalar que esta car-
ta fue vista por Elfride como el modelo de carta que Heidegger dirigía a sus amantes, así
lo anotó en el reverso de una trascripción de esta carta adjuntada a una carta no enviada
que data del 28 de junio de 1956. La anotación de Elfride reza: «De una carta de Martin
de 1918, modelo para todas sus cartas de amor a sus muchas ‘amantes’» (H-E, 316).
22. Legado Krebs, Notizen, «Heidegger», en UAF C 126/2.

62
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

filosofía y el sistema del catolicismo, como expresa en su currículum:


«Ya desde el inicio de la labor docente tuve claro que una verdadera
investigación científica, libre de cualquier reserva y ligazón oculta, no
es compatible con el punto de vista de la fe católica. [...] A los teólogos
les prohibieron mis lecciones» (GA 16, 43).

3.3. La fenomenología husserliana: el futuro filosófico de Heidegger

Es sabido que Edmund Husserl llega a Friburgo en 1916 y a partir


del 1 de abril sustituye a Heinrich Rickert en la cátedra. Rickert había
recomendado a Heidegger, quien a su vez estaba familiarizado con la
fenomenología husserliana, como ya indicamos, desde el inicio de sus
estudios teológicos. Por una carta de Heidegger a Rickert, sabemos que
aquel ya había estado en contacto epistolar con Husserl por lo menos
desde 1914. En la mencionada carta, Heidegger informa a Rickert so-
bre las respuestas que recibió de Husserl, entre las cuales se halla el dato
de que supuestamente Husserl se había decidido a escribir el tercer vo-
lumen de las Investigaciones lógicas (H-R, 19; 3.7.1914)23. Será quizás
esa respuesta de Husserl a Heidegger lo que pudo haber animado a este
último a emprender nuevamente una revisión de la propuesta fenome-
nológica husserliana; por lo menos así se lo hace saber a Krebs en la
carta del 19 de julio de 1914 en donde señala su intención de sacrificar
las vacaciones para dedicarse a la lectura de la fenomenología husserlia-
na y así evitar interpretaciones parciales24. De este modo, encontramos
varios acercamientos de Heidegger a la fenomenología husserliana en-
tre 1911 y 1916 que culminan en diferencias precisas expresadas por lo
menos desde 1917, tal como lo muestra una carta a Elfride:

El que haya llegado a Husserl es apenas un episodio de un proceso, que en


gran medida me acoge desde la oscuridad y que se aleja en la oscuridad.
Este invierno dije que poner límites del conocimiento es contradictorio,
más bien el conocimiento debe ser llevado a la mayor profundidad posible.
[…] No puedo admitir la fen[omenología] de Husserl como definitiva, aun-

23. Lamentablemente las mencionadas cartas entre Heidegger y Husserl no se con-


servaron.
24. La cita completa dice: «Debo sacrificar mis vacaciones ya que la fenomenología de
Husserl me hace trabajar mucho en sus últimas partes y no quiero que se me haga el reproche
de haber comprendido mal como les ha ocurrido recientemente a Messer y Cohn» (HJ-
1, 61). Husserl hace en Ideas I una crítica a las interpretaciones de Messer y Cohn: quizás
sea a eso a lo que se refiere Heidegger (cf. Husserl, Hua III/1, 177).

63
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

que se aproxima a la filosofía, porque es demasiado limitada y sin sangre


en el inicio tanto como en el propósito, y porque no es dable absoluti-
zar semejante posición. […] Hegel escribió, al comienzo de su filosofar,
la conocida disertación Diferencia del sistema de filosofía de Fichte y de
Schelling. Hoy no es posible sustraerse a la inexorable necesidad de una
confrontación análoga, siendo que el estado del problema es enteramente
otro y complejo: diferencia entre la fenomenología y la filosofía de los valo-
res. Y sin duda como crítica de los principios, que será positiva y superará
los momentos, desde su fundamento, no en posiciones parciales (H-E, 74-
75; Pentecostés de 1917)25.

Después de esos años de inactividad docente pero de obtención de


una base filosófica sólida, Heidegger retomará sus cursos y seminarios,
pero ahora ya no en el marco de la cátedra II, de Filosofía cristiana, sino
en el marco de la cátedra I, cuyo titular era precisamente Husserl. Será
este quien envíe el 7 de enero de 1919 un escrito al Ministerio de Cul-
tura solicitando una plaza de asistente para Heidegger. La justificación
de Husserl para tal petición reza:

Mediante la plaza solicitada para el doctor Heidegger se haría frente también


al peligro de que su valiosa fuerza científica [...] fuese paralizada y finalmente
se perdiera para la universidad. Pero lo grandes que son las expectativas
que se deben poner en él, se deja ver en el hecho de que meramente sobre la
base de su primer libro sobre la doctrina de las categorías y el significado en
Duns Escoto fue propuesto por la Universidad de Marburgo para la cátedra
extraordinaria presupuestada en filosofía que llegó a estar vacante en 1916
(UAF B 24/1277).

El 21 de enero de 1919 nace Jörg, el primer hijo de Heidegger. Al


mismo tiempo es nombrado asistente de Husserl26 y retoma sus cursos

25. La confrontación entre la fenomenología y el neokantismo ya se la había antici-


pado Heidegger a M. Grabmann a principios de ese mismo año: «Pero antes [de trabajar en
el ámbito de la escolástica y mística medievales] —escribe Heidegger a Grabmann el 7 de
enero de 1917— quisiera alcanzar seguridad en los problemas sistemáticos, lo que se diri-
ge a una discusión con la filosofía del valor y la fenomenología desde adentro» (HJ-1, 74).
26. Esto es literal, ya que la aceptación de la plaza de asistente ocurrió precisamente
el 21 de enero de 1919. Sin embargo, a pesar de que Husserl había solicitado un sueldo
de 1.200 marcos anuales para su asistente, Heidegger no obtendrá sueldo en esa plaza sino
hasta el otoño de 1920. Mientras tanto la familia vivirá con el sueldo que Heidegger ob-
tenía de sus lecciones. De acuerdo con lo que contó Susanne Fink en nuestra conversación
del 16 de noviembre de 2007, el pago a los asistentes será un logro del nacionalsocialismo.
El cambio de la situación financiera en el ámbito docente contribuyó indudablemente a ver
en tal movimiento político una esperanza. Eso le ocurrió tanto a Heidegger como al padre
de Susanne Fink y a muchos otros que iniciaban su carrera docente.

64
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

como Privatdozent. El inicio de 1919 no solo está marcado por la es-


peranza laboral que le otorga la plaza de asistente y por la alegría del
nacimiento de Jörg, sino también por la ruptura con el «sistema del
catolicismo». Sabemos esto por la ya citada carta a Krebs: «El estudio
de la teoría del conocimiento, llegando hasta la teoría del conocimien-
to histórico, ha hecho que, ahora, el sistema del catolicismo me resulte
problemático e inaceptable, aunque no así el cristianismo ni la metafísi-
ca, entendiendo esta última en una nueva acepción»27.
Esta ruptura no revela solamente el paso de la cátedra II a la cátedra I,
o la influencia confesional de su esposa Elfride, sino que se halla en el
centro de los combates personales de Heidegger en torno a su proceden-
cia. En una visión retrospectiva redactada en 1937-1938 lo interpreta así:
«Y quien quisiera desconocer que en todo este camino hasta el presente
calladamente se hallaba la confrontación con el cristianismo — una con-
frontación que no era ni es ‘problema’ alguno tomado al paso, sino salva-
guarda de la más propia procedencia —de la casa paterna, de la patria y
de la juventud— y a la vez dolorosa separación de ello» (ME, 346)28. Su
combate no trata de «cuestiones de dogmática y artículos de fe», sino que
lo que estaba en juego gira «en torno a una pregunta, si el Dios está ante

27. Legado Krebs, Notizen, «Heidegger», en UAF C 126/2. Carta del 9 de enero
de 1919. La carta la publicó por primera vez Bernhard Casper en 1980 (Casper, 1980, 541),
posteriormente la publicó Ott (1992, 117 s.) y actualmente está publicada en HJ-1, 67 s.
Esta ruptura significó a la vez un cambio fundamental en la relación amistosa con Krebs,
a pesar de encuentros posteriores como el que registra Krebs en su diario el 3 de sep-
tiembre de 1923, cuando Heidegger y él tomaron una botella de vino con motivo de la
partida de Heidegger a Marburgo. El anuncio de que el sistema del catolicismo se le hacía
insostenible en cierta forma no sorprende a Krebs, como prueba una anotación en su diario
con fecha 23 de diciembre de 1918 en donde escribe: «Por la tarde vino la señora Heideg-
ger para darme la dolorosa noticia de que su esposo y ella no podían bautizar bajo el rito
católico al niño que esperan, ya que con estudio y oración han llegado a la fe, sin dogmas,
en un dios personal, pero no a la fe católica...» (Legado Krebs, Notizen, «Heidegger»,
en UAF C 126/2). La versión de Ott en su libro difiere de la aquí citada (Martin Heideg-
ger, 120). Ahora sabemos también que la abuela llevó a bautizar a Jörg por el rito católico
el 13 de agosto de 1920, probablemente en presencia de Martin Heidegger y a escondidas
de Elfride. El padrino fue el tío Fritz (cf. HH, 133). Esta información la confirmó Gertrud
Heidegger, hija mayor de Jörg, en nuestra conversación.
28. Pero la separación será dolorosa también para su madre, quien todavía en el le-
cho de muerte sufría por el «alejamiento» del catolicismo por parte de su hijo. En la carta
del 5 de febrero de 1927 a Elfride así lo hace saber Heidegger: «... ella siempre cree que es
responsable de mí [...]. Mi madre estaba muy seria, incluso casi dura, y su esencia genuina
estaba como oculta. ‘Ya no puedo orar por ti, me dijo, porque ahora debo encargarme de
mí’. Debo cargar con eso y mi filosofía no debe estar solamente en el papel. [...] Esta vez
siento todavía más fuertemente que nunca que ya nada me une al mundo de aquí; lo que
recibí de la casa paterna y de la patria pasó a formar parte del trabajo» (H-E, 147).

65
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

nosotros en huida o no y si nosotros mismos experimentamos esto aún


verdaderamente, es decir, como creadores».
No se trata pues de oportunismo, sino de una crítica madura e histó-
rica al catolicismo. Ya Heidegger anunciaba esto a Elfride por lo menos
desde 1918: «Toda mi indecisión anterior, mi hipocresía y casuística no
son más que la consecuencia obligada de mi educación hipercatólica, con
la que —por otra parte— siempre me propuse romper, aunque sin
contar con los medios para hacerlo. […] la cuestión radica en la íntima
ausencia de libertad del sistema católico, en su despotismo de la concien-
cia que se presenta como piedad» (H-E, 94-95; 4.9.1918).

3.4. El descubrimiento de la fuerza docente heideggeriana

El primer curso de posguerra llevó por título «La idea de la filosofía y


el problema de la concepción del mundo». Al finalizar ese curso Hei-
degger había encontrado ya el hilo conductor que guiará gran parte de
su camino filosófico posterior, lo que se deja ver en una carta dirigida a
Elisabeth Husserl, hija del filósofo:

Nuestra vida debe regresar de la extensión en múltiples objetividades a la


fuente originaria de la creciente configuración […]. Solo la vida supera la
vida — no asuntos y cosas — tampoco «valores y normas» logificadas —
solo la vida, la propia vida que eleva o frena, configura o desfigura, penetra
o aquieta la propia vida del «tú» cercano y del acompañante en una vida
propia y entra en un «otro» vivo29.

Unos días después, a principios de mayo, Heidegger evalúa su esta-


tus académico en una carta a Elisabeth Blochmann, amiga de Elfride:

Mi propio trabajo es muy denso, de principios y concreto: problemas


fundamentales de la metódica fenomenológica, liberación de los últimos
residuos de los puntos de vista aprendidos — un constante internarse nue-
vamente en los orígenes genuinos, trabajos previos para la fenomenología
de la conciencia religiosa — un riguroso estar orientado a la eficiencia aca-
démica intensa y cualitativamente de alto nivel, un aprender constante en
compañía de Husserl (H-B, 16).

Ahora bien, al ser Heidegger asistente de Husserl y aprender de él en


su compañía, la cercanía académica con el maestro habría sido la conse-

29. Aut-Aut 223-224 (1988), 8. También fue publicada en Telos 77 (otoño de 1988).
Carta del 24 de abril de 1919.

66
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

cuencia esperada. Sin embargo, Heidegger mantiene una lucha incluso


con aquel del que aprende. Este esquema de «aprender combatiendo»
fue la misma actitud que Husserl tuvo con su maestro Franz Brentano,
ya que en una carta del 11 y 15 de octubre de 1904 dirigida a este le
señala, refiriéndose a los estímulos recibidos de él, que «uno depende de
aquello que uno combate» (BW-1, 22). Así, en 1919 Heidegger seguirá,
en la compañía de Husserl, combatiéndolo. A mediados de agosto de ese
año visita al maestro en Bernau y posteriormente en Constanza. Desde
ahí Heidegger señala a Elfride lo siguiente:

Quisiera escribir con todo detalle sobre mi trabajo. En cierto sentido ya lo


has comprendido, dado que durante las últimas semanas me he ocupado a
fondo de esta pregunta — ante todo H[usserl] no constituye un obstáculo
directo para lo nuevo ni afecta mi independencia — para mí la filosofía
científica va más allá de H. Como has dicho una vez con razón, me siento
seguro y veo horizontes más amplios y problemas que lo sobrepasan. Pero
a los 30 años uno no está maduro aún y suele excederse, aunque solo lo
haga privatim. En este sentido Husserl constituye un buen precepto regula-
dor [Regulativ] contra esa tendencia, a pesar de sus inequívocos síntomas
de vejez. Con todo, he decidido trabajar con él, en primer lugar porque
en la ciencia lo personal solo se manifiesta en el más objetivo abandono
a la cosa y a su forma, y además porque, desde el punto de vista práctico,
que mi nombre aparezca junto al de Husserl en una portada significa algo,
tanto para el estrecho círculo de la Universidad de Friburgo como para la
literatura científica en general. No temo por la constancia y la seguridad de mi
propio desarrollo; esas fuerzas trabajan y crecen de manera asombrosamente
inconsciente. Mis problemas con la fenomenología religiosa se van aclarando
según pasan los meses, preparo mis clases de forma tal que logro mantener
una estrecha relación con esos problemas y tomar así de ellos los ejemplos
concretos (H-E, 110-111; cursivas mías).

Que el «episodio» Husserl se haya convertido en un elemento «re-


gulador» y práctico no será impedimento, sino quizás motivación, para
el continuado acercamiento a la fenomenología que Heidegger lleva-
rá a cabo en su segunda lección como Privatdozent en el marco de la
cátedra I de Filosofía. De su lección «Fenomenología y filosofía tras-
cendental del valor» Heidegger concluye «que la fenomenología debe
llegar a ser filosófica, no debe terminar en una especialización con un
horizonte estrecho de problemas», tal como lo indica en una carta a
Rickert. Ahí mismo señalará ya algunas diferencias centrales respecto
de Husserl, quien «está orientado hacia la ciencia natural matemática»,
mientras que Heidegger buscará «asentarse en la vida misma, viva e his-
tórica, es decir, en la experiencia fáctica del entorno» (H-R, 47 s.).

67
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

El año 1919 es determinante para el pensar de Heidegger precisa-


mente porque concreta los presentimientos en su lectura de los contem-
poráneos como Rickert y Husserl. Sin embargo, esto, como hemos vis-
to, no es algo académicamente neutral, sino que depende del constante
impulso proveniente de Eros en la relación con Elfride. Así se lo hace
saber en septiembre de ese año:

La fuerza primordial de la vida sobrepasa al conocimiento en profundidad


y plenitud […]. Estoy feliz de mi crecimiento. Se desarrolla a partir de una
profunda armonía contigo, seguro, constante, orientado con certeza a las
tareas últimas, radicales. Solo en el radicalismo echa raíces lo grande (H-
E, 116).

El énfasis en las diferencias con Husserl, lo retomará Heidegger a


principios de 1920 en otra carta a Elfride:

Nos encaminamos hacia una posesión verdadera, simple y elemental de la


vida, hacia la creación de un nuevo estilo que no sigue programas sino los
impulsos que crecen en nuestra intimidad. Esto mismo es lo que me separa
abismalmente de Husserl; debo encontrar la forma —solo para mante-
nernos materialmente— de permanecer a su lado sin caer en conflictos
violentos, eludiendo la acentuación de nuestras diferencias. Aquí arriba,
la distancia espacial me permite tomar distancia, también internamente,
para observar mi situación. Otra vez tengo que darte la razón: hace meses
que vislumbraste que no debo entregarme tanto a los jóvenes, simplemente
porque la filosofía no debe y no puede ser demostrada. Quienes perseveran
y son originales se mantienen firmes por sí mismos. Nosotros mismos no
fuimos conducidos así por ningún tutor, como lo sugiere Husserl. La seño-
ra Szilasi me ha dicho lo mismo ayer; ha notado desde la primera semana
el contraste que existe entre Husserl y yo: se horroriza tanto con la ética
matemática de Husserl cuanto se maravilla de cómo me ocupo de nuestro
pequeño (H-E, 117-118; cursivas mías).

Un mes después, Heidegger destacará nuevamente su actitud en tor-


no a la vida académica: «Me siento tan libre y creativo que he llegado
ahora a una posición clara frente a Husserl: solo me falta obtener una
cátedra. Entonces podré crear plenamente y tú podrás respirar algo más
aliviada» (H-E, 118). En esa misma carta expresa sus reflexiones en torno
a la relación con Elfride: «Veo cada vez con mayor claridad que nuestro
matrimonio está lleno de riquezas y de fuerzas —siempre lo creí y con-
fié en eso—, aunque tal vez le falte el amor, del que no pude hacerme
una correcta representación. Pero todas las cosas tienen su límite» (H-
E, 119).

68
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

Es significativo constatar que en las fechas en las que Heidegger se


sentía liberado y en cierta medida alejado de Husserl, este por su lado
veía en Heidegger a un auténtico discípulo; así se lo hace saber a Natorp
en febrero de 1920:

En los últimos dos años él [Heidegger] ha sido mi colaborador más valio-


so, tengo de él como docente y como pensador las mejores impresiones
y pongo en él toda mi esperanza. Sus prácticas de seminario tienen tanta
asistencia como las mías, y él sabe cómo atrapar tanto a principiantes como
a avanzados. También sus muy famosas lecciones, perfectas en la forma y
sin embargo profundas, tienen mucha asistencia (alrededor de cien oyen-
tes). Con la energía más grande se ha iniciado en la fenomenología y tien-
de, en general, a la fundamentación más segura para su pensar filosófico
(BW-5, 140; 11.2.1920).

La «energía» a la que refiere Husserl se deja ver en el intenso trabajo


del docente Heidegger, quien en el semestre de invierno de 1919-1920
había impartido la lección «Problemas fundamentales de la fenomeno-
logía». En el siguiente semestre nuestro autor dictará su lección «Feno-
menología de la intuición y de la expresión».
En esos meses se presenta otra posibilidad de ocupar una cátedra
en Marburgo. Natorp informa a Husserl en marzo de 1920 de que en la
lista de propuestas han colocado a Heidegger en tercer lugar, después
de Nicolai Hartmann y Hermann Leser (cf. BW-5, 141; 21.3.1920).
El 20 de agosto de 1920 nace el segundo hijo, Hermann. A partir de
la publicación del epistolario de Martin Heidegger a su esposa Elfride
en 2005 sabemos que Hermann no es hijo biológico de Heidegger. Así
lo confiesa Hermann en el epílogo añadido a las cartas:

Nací en 1920 como hijo legítimo de Martin y Elfride Heidegger. Cuando


tenía apenas catorce años, mi madre me dijo que mi padre biológico era el
doctor Friedel Caesar, mi padrino y amigo de juventud de mi madre, quien
murió en 1946. En ese momento mi madre me hizo prometer que no habla-
ría con nadie al respecto mientras ella viviera, con excepción de mi futura
esposa. He mantenido la promesa (H-E, 383).

Como narra Hermann Heidegger en la entrevista mencionada, la


selección de las cartas por parte de su sobrina Gertrud y las anotacio-
nes añadidas dejaban dudas sobre la paternidad de Martin. Esto se
pone de manifiesto en la carta de Martin a Elfride del 1 de septiembre
de 1919, en donde él sabe que Friedel Caesar, amigo de juventud de
Elfride, sigue enamorado de ella: «Hace tiempo que sé que Friedel te

69
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

ama...» (H-E, 111)30. Será precisamente en esos meses cuando Elfride


quede embarazada de ese amigo31.
En la conversación sostenida con Hermann Heidegger, este relató
brevemente lo que su madre le había dado a conocer al respecto: Elfride
había adquirido entradas para un concierto al que Martin en principio
planeaba asistir. Sin embargo, ese día Martin prefirió quedarse a trabajar.
Elfride, triste y molesta, decidió ir sola, pero se encontró con Friedel,
quien trabajaba como médico en la clínica de la Universidad de Friburgo.
Friedel, enamorado como estaba de Elfride, pudo consolarla solícitame-
ne. No obstante ella confesó la infidelidad a su esposo. Ambos aceptaron
que el padre biológico fuera el padrino de bautizo del niño32.
A pesar de lo «civilizado» de la solución, Heidegger deja entrever en
las cartas su inquietud en torno al nacimiento de Hermann: «¿Y qué tal
es el hombrecito? Estoy muy curioso...», escribe a Elfride desde Meß-
kirch el 23 de agosto de 1920 (H-E, 127).
Ahora bien, Martin Heidegger mantendrá este suceso como una
especie de «arma secreta», de modo que cuando en 1956 Elfride le eche
en cara otra de sus infidelidades, Heidegger le recordará: «Confiar es la
fuerza de decir sí a lo encubierto y a aquello que dejamos en su oculta-
miento, como no dicho. Así fue, en su momento, mi sí — cuando me
dijiste lo de Hermann» (H-E, 316).

3.5. De Privatdozent a Herr Professor

Entre 1920 y 1923 Heidegger consolida lo que muchos ya habían an-


ticipado: ser la gran promesa filosófica de Alemania. Sus cursos en Fri-
burgo tienen cada vez más asistentes y ahí comienza el desfile de figuras
determinantes en la constelación filosófica del siglo xx. En el semestre de
invierno de 1920-1921 sostiene la lección «Introducción a la fenomeno-
logía de la religión». Al siguiente semestre Heidegger ofrece su lección
«San Agustín y el neoplatonismo» así como un seminario sobre De anima
de Aristóteles.
Para medir el impacto que tenían las lecciones y seminarios de Hei-
degger conviene detenernos en la apreciación retrospectiva que lleva a

30. El nombre completo es Friedrich Caesar, pero es llamado «Friedel».


31. Se trata de un amigo médico de Elfride; pero no de su médico, como errónea-
mente informan Barbara Cassin y Alain Badiou en su prólogo a la edición francesa de las
cartas, incluido en la versión castellana (H-E, 23).
32. Así lo señala el mismo Hermann Heidegger (cf. H-E, 382).

70
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

cabo Hans Jonas al haber tomado parte en el seminario de Heidegger


en 1921:

Así es que fui a Friburgo y era estudiante de Husserl, lo que no quería decir
otra cosa que el hecho de asistir a su curso. Como estudiante de primer semes-
tre no se me permitía la asistencia a su seminario. En su lugar debía asistir a un
preseminario. Este era dirigido por un profesor asistente llamado Martin Hei-
degger. Y si uno piensa que el seminario de Husserl hubiera sido para mí dema-
siado avanzado y que el seminario de Heidegger sería lo correcto para princi-
piantes, debo decir que Husserl no estaba enterado. Pues Heidegger era desde
el principio, esa fue mi primera impresión, mucho más difícil que Husserl […].
Para seguir a Heidegger se requería algo completamente diferente. Uno tenía
de inmediato la impresión, aun sin entender nada, de que aquí se trataba de
algo nuevo, de abrir nuevas perspectivas y trabajar nuevos medios lingüísticos.
Yo sé que en ese semestre, sin haber entendido mucho, estaba comple-
tamente convencido de que se hallaba en obra un filosofar importante y
esencial. Ahí estaba un hombre que pensaba frente a los estudiantes, que
no leía lo pensado, como sucedía con Husserl, sino que ejecutaba el acto
del pensar mismo en presencia de sus estudiantes. Y eso conmovía, por
ejemplo, señalo algo puramente superficial: sucedía frecuentemente que él
no estaba con el rostro hacia el auditorio, sino que veía de lado, hacia la
ventana, o propiamente veía dentro de sí y pensaba en voz alta. Uno sentía
que asistía al acto inicial de un pensar, descubrir y abrir completamente
original, propio y nuevo. Y él era a la vez un pedagogo ejemplar. Todavía
recuerdo, se trataba del De anima de Aristóteles [semestre estival de 1921].
Yo creo que no fuimos más allá de los primeros tres o cuatro capítulos de
todo el libro. Pero como ahí se interpretó línea por línea —por supuesto en
aquel entonces era obvio que el texto se leía en griego— no se aflojaba el
paso hasta que uno había penetrado en los aposentos más internos del pen-
sar y ver aristotélicos. Y a veces sucedía —por cierto eso es algo de Heideg-
ger que me ha quedado para toda la vida— que alguien decía algo y para
ello usaba jerga filosófica. Entonces decía Heidegger: «Demasiado erudito,
demasiado erudito, por favor exprese eso de forma menos docta». Él quería
liberarse de la petrificada e impregnada terminología técnica del filosofar,
para llegar a los fenómenos originarios. Quería que uno viese de manera
simple las cosas, lo que no significa de manera fácil, ya que para él las inte-
lecciones simples se hallaban en lo profundo y no en la superficie. Era una
experiencia pedagógica de primerísimo nivel (Jonas, 2004, 415 s.).

En el semestre de invierno de 1921-1922 el maestro sostiene el cur-


so «Interpretaciones fenomenológicas sobre Aristóteles. Introducción a la
investigación fenomenológica». También tiene un seminario para princi-
piantes sobre el segundo volumen de las Investigaciones lógicas de Husserl.
A esas alturas Heidegger ya reconoce sus logros y el alcance de sus
capacidades, de modo que a principios de 1922 le escribe a su esposa

71
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

Elfride: «He alcanzado gran seguridad, en verdad ya no tengo nada


que aprender de los filósofos contemporáneos; me resta solo medir mis
fuerzas con los que juzgo los filósofos más decisivos de la historia» (H-
E, 133). Mientras tanto Husserl sigue apoyando incondicionalmente a
su asistente y al surgir nuevas posibilidades para una plaza no duda en
recomendarlo a Natorp; así sucede en ese mismo año, 1922:

Sus capacidades receptivas son mínimas, es lo más contrario a un acomo-


daticio. Una personalidad totalmente original, girando en torno a sí mismo
y buscando la manera fundada propiamente y creando dedicadamente. Su
forma de ver, de trabajar fenomenológicamente y el campo mismo de sus
intereses — nada de eso está tomado simplemente de mí, sino que [está]
arraigado en su propia originalidad […]. Él habla sobre aquello que la inves-
tigación profunda prospectiva y fenomenológica de las ciencias del espíritu
le enseña […]. Para su desarrollo quizás sería de gran importancia que se
fuera a Marburgo [...]. Para mí y para los estudios fenomenológicos de Fri-
burgo su partida sería una pérdida insustituible (BW-5, 150 s.; 1.2.1922)33.

33. En 1927 Husserl expresa esto de otra forma: «Lamentablemente yo no deter-


miné su formación filosófica, obviamente ya tenía un carácter propio cuando estudió mis
escritos» (BW-3, 234; carta a R. Ingarden del 19.11.1927). Los epistolarios muestran que
la relación entre Heidegger y Husserl comenzó a enfriarse por motivos académicos. Las
versiones que indican que el distanciamiento tiene una base antisemita por parte de Hei-
degger se ven actualmente refutadas mediante documentos fiables. Desde un principio,
Heidegger en cierta medida estuvo distante de Husserl, pero este no alcanzó a divisar la
profundidad de las diferencias entre ambos y lo hará solo después de la publicación de Ser
y tiempo, tratado que, de acuerdo con Heidegger, fue escrito contra Husserl (H-J, 58).
Sin embargo, como sabemos, Husserl no leerá el tratado de inmediato, sino que lo hará
después de percatarse de diferencias importantes con su antiguo alumno a partir del tra-
bajo conjunto en la redacción del famoso artículo «Fenomenología» para la Enciclopedia
Británica. Así lo señala Husserl en una carta a R. Ingarden en 1927: «El nuevo artículo de
la Enciclopedia Británica me ha costado mucho esfuerzo, principalmente porque examiné
a fondo, desde el origen, una vez más mi rumbo principal y de esta consideración extraje
el hecho de que Heidegger, como debo ahora creer, no entendió este rumbo y, con ello,
todo el sentido del método de la reducción fenomenológica» (BW-3, 232). Ya hacia el 19
de noviembre de ese mismo año, Husserl evalúa la relación con Heidegger hasta ese mo-
mento: «Heidegger llegó a ser un amigo cercano y yo soy uno de sus admiradores, tanto
que ahora debo lamentar que su obra (y también sus lecciones) tanto en el método como
en el contenido aparezcan como algo esencialmente diferente de mis obras y lecciones»
(BW-3, 234). Unos años después, Husserl confirmará a Ingarden su distanciamiento de
Heidegger: «He llegado a la conclusión de que no puedo integrar la obra [de Heidegger]
en el marco de mi fenomenología, desgraciadamente también debo rechazarla por com-
pleto en sentido metódico y en lo esencial también en sentido temático» (BW-3, 254). Sin
embargo, eso no impide tomarse en serio la confrontación con planteamientos como los
de Heidegger, y así se lo hace saber a Ingarden el 19 de abril de 1931: «Tengo que hablar
sobre fenomenología y antropología (Sociedad Kant) en Berlín el 10 de junio, en Halle y
en Fráncfort, y debo leer con detalle a mis antípodas Scheler y Heidegger» (BW-3, 273 s.).

72
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

Será en ese año cuando Elfride haga a su esposo un regalo que im-
pulsará de modo determinante el pensar de este: la cabaña (Hütte) de
Todtnauberg. A pesar de las precariedades, Elfride consigue un adelanto
de su herencia y proyecta lo que se convertirá en el símbolo del hacer
filosófico de su esposo34.
En el semestre de verano de 1922 Heidegger inicia en sentido es-
tricto su curso sobre Aristóteles, el cual ahora lleva por título «Interpre-
taciones fenomenológicas sobre tratados escogidos de Aristóteles sobre
ontología y lógica», así como la continuación de su seminario sobre las
Investigaciones lógicas.
Contamos con los recuerdos de Leo Strauss en torno a su visita al
curso de Heidegger:

Recuerdo la impresión que me causó cuando lo escuché por primera vez


como Privatdozent en 1922. En aquel tiempo yo estaba especialmente im-
presionado, como muchos de mis contemporáneos en Alemania, por Max
Weber: por su intransigente devoción a la honestidad intelectual, por su pa-
sión devota a la idea de ciencia, una devoción combinada con una profunda
antinaturalidad en torno a la importancia de la ciencia. Al partir de Friburgo,
donde Heidegger enseñaba en aquella época, hacia el norte, vi en Fráncfort

Ese mismo año Husserl resumirá a A. Pfänder su actitud respecto a Heidegger: «También
he de mencionar que yo ya estaba suficientemente advertido de que la fenomenología de
Heidegger era algo completamente diferente a la mía» (BW-2, 182). Y más adelante será con-
tundente: «He llegado a la triste conclusión de que filosóficamente no tengo nada que ver
con esta sagacidad heideggeriana, con esta genial acientificidad; de que la crítica pública y
secreta de Heidegger se basa en un craso malentendido; de que él está en vías de formación
de una filosofía sistemática y yo siempre consagré mi vida a hacer imposible para siempre
precisamente ese tipo de filosofía» (BW-2, 184). Al asumir Heidegger el rectorado de la uni-
versidad en 1933, Husserl manifestará a D. Mahnke su decepción en la carta del 4 de mayo
de ese año: «... Sin embargo la amistad personal se mantuvo con algunos de estos alumnos, a
pesar de que yo no podía aceptar su filosofar, así como ellos mi filosofía, la cual ciertamente
nunca alcanzaron a comprender. Pero con otros debí tener las experiencias personales más
turbias, en los últimos tiempos y de modo más grave con Heidegger: del modo más grave
porque tuve confianza no solo en su capacidad, sino en su carácter. El cierre más hermoso
de esta supuesta amistad anímica filosófica fue su ingreso en el partido nacionalsocialista,
efectuado públicamente el 1 de mayo. Fue precedido por la ruptura de su trato conmigo
(y eso ya poco después de su llamamiento) como también por su antisemitismo, cada vez
más expreso en los últimos años — también respecto de su grupo de entusiastas jóvenes
judíos y en la facultad. Superar eso ha sido un difícil trámite...» (BW-3, 492 s.).
34. De acuerdo con Gertrud Heidegger, la idea de la cabaña se le ocurre a Elfride a
partir de un fin de semana en que el matrimonio Heidegger fue a esquiar a Todtnauberg
(H-E, 122). Sabemos que la cabaña será el verdadero taller para el pensar heideggeriano,
además de un santuario intelectual consagrado con la visita de multitud de personalidades
que marcaron el siglo xx.

73
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

del Meno a Franz Rosenzweig cuyo nombre siempre será recordado cuando
se discuta competentemente sobre existencialismo, y le hablé de Heidegger.
Le dije que, comparado con Heidegger, Weber me parecía un «huérfano»
en lo que respecta a la precisión, honradez intelectual y capacidad. Nunca
había visto yo tanta seriedad, profundidad y concentración en la interpre-
tación de textos filosóficos. Escuché las interpretaciones de Heidegger de
ciertos pasajes de Aristóteles y tiempo después escuché a Werner Jaeger
interpretar los mismos pasajes en Berlín. La caridad me obliga a limitar mi
comparación señalando que no había comparación (Strauss, 1989, 27 s.).

Precisamente esos cursos sobre Aristóteles serán los que le abrirán


las puertas al joven Heidegger, ya que su fama se había extendido como
«pólvora de un rey oculto», como posteriormente señalará Hannah
Arendt. Heidegger mismo reconocerá muchos años después que en esas
lecciones se hallaba ya el germen de Ser y tiempo:

Aunque los años de Marburgo hayan sido determinantes para la elabora-


ción de Ser y tiempo —escribe Heidegger a Gadamer el 3 de septiembre
de 1960— la genuina pregunta por el ser la traje ya de mis varios años de
confrontaciones con Aristóteles en la primera época en la universidad
[de Friburgo] (H-Ga, 38).

Para tener una idea de lo que significaron esas primeras lecciones,


podemos recordar lo que señaló Karl Löwith en un currículum redac-
tado en 1959:

La intensidad palpable y el calado impenetrable del impulso espiritual de


Heidegger hacía empalidecer a todo lo demás y nos hacía ver como ex-
traña la creencia ingenua de Husserl en un método filosófico definitivo.
Estos primeros años de estudio en Friburgo de 1919 a 1922 fueron una
época inigualablemente rica y fructífera. Todo eso de lo que todavía hoy en
día vive espiritualmente mi generación fue engendrado en aquel entonces,
no a pesar de, sino porque todo estaba bajo el signo de la descomposición
y pretendía una renovación crítica (Löwith, 1986, 147).

Al parecer, algunos alumnos que habían participado en las leccio-


nes de Heidegger, como Bruno Strauss (cf. BW-5, 161), informaban en
Marburgo sobre la magia de Heidegger35. A partir de ello, Natorp pide

35. Sin embargo, de acuerdo con Gadamer, el primer informante en Marburgo fue
Heinrich Ochsner, el viejo amigo de Heidegger. Gadamer lo indica de la siguiente manera
en un escrito enviado para el texto de homenaje a Ochsner: «Él [Ochsner] se me grabó
tanto porque fue para mí una especie de primer mensajero de Friburgo que me contaba
cosas impresionantes de Heidegger. Debe de haber sido en 1920-1921 cuando él informó

74
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

a Heidegger algún escrito de su autoría. Solo así se siente presionado


y redacta en tres semanas una introducción a Aristóteles que enviará a
Marburgo y a Gotinga para concursar por una plaza de profesor ex-
traordinario36. La introducción, después conocida y publicada en 1989
como «Informe Natorp», no solo posibilitará su llamamiento a Marbur-
go, sino que además surtirá efecto en lectores como el joven Gadamer,
en quien el texto, facilitado por Natorp, actuó como una «descarga
eléctrica» (Gadamer, 1977b, 212)37.
Sin embargo, Heidegger expresa su sentir en torno a todo el proce-
dimiento y en una carta a Jaspers indica lo siguiente:

Natorp escribe que, en todo caso, estoy en la lista en un puesto de privilegio


junto a otros tres. Sin duda es el famoso segundo lugar. Kroner [...] ocupará
indudablemente la primera plaza [...]. Debo experimentar la vergüenza que
será para mí ese orden [...]. Este ir de un lugar a otro, estas medias expec-
tativas, la adulación servil, etc., le ponen a uno en una situación horrible
aunque se proponga no preocuparse de ello (H-J, 29; 19.11.1922).

que Heidegger había dicho en una lección ‘mundea’ [es weltet]. [...] Eso a mis ojos prue-
ba que el jovencísimo Heidegger en aquella época ya no pensaba de modo trascendental
en absoluto. Con ello la época de Ser y tiempo se relativiza en cierta medida» (Gada­
mer, 1981, 230). Esto cobrará relevancia para la interpretación del «giro» (Kehre) en el
camino filosófico heideggeriano, ya que Gadamer interpreta tal «giro» como un «retorno»
a los primeros planteamientos y, de ese modo, tiende a desdeñar la ontología fundamental
de la manera en que fue plasmada en Ser y tiempo. Es lo que indica en varios escritos:
«Así, en la conversación de 1924, el ‘giro’ ya estaba presente. También lo estaba ya, estoy
convencido de ello, en la primera afirmación que escuché de Heidegger en mi vida. Un
joven estudiante, que había vuelto de Friburgo a Marburgo, contó con gran entusiasmo
que un joven profesor había dicho desde su tarima: ‘mundea’. También esto fue el giro
antes del giro» (Gadamer, 2002, 283); «La historia enseña, como veo con una claridad
cada vez mayor en las últimas décadas, que el llamado ‘giro’ de Heidegger en realidad
solo era el retorno a su auténtica intención, que ya había anticipado a veces en su íntima
confrontación juvenil con Husserl. Me acuerdo una y otra vez de que ya en 1920 el joven
Heidegger usó la expresión ‘mundea’» (Gadamer, 2002, 303).
36. Todo esto lo indica Heidegger en la carta a Jaspers del 19 de noviembre de 1922:
«Cuando volví por aquí, Husserl me esperaba con la noticia de que se tenía conocimiento
en Marburgo de mi curso sobre Aristóteles, etc. Natorp deseaba una orientación concreta
sobre el trabajo que tengo planeado. Me he sentado durante tres semanas para resumirlo
y he escrito una ‘introducción’; luego he dictado todo (sesenta páginas) y he enviado, por
intermedio de Husserl, un ejemplar a Marburgo y otro a Gotinga» (H-J, 29).
37. En la carta del 9 de noviembre de 1922 Natorp indica a Husserl la reacción que
ha generado el escrito de Heidegger: «Hay un fuerte interés por parte de los colegas en
la originalidad de su proceder. Yo leí el manuscrito varias veces y con un interés cada vez
mayor» (BW-5, 163).

75
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

Algunos días después Heidegger reafirma su pesimismo en una carta


a Löwith:

Como usted bien sabe, Gotinga ya no es una perspectiva para mí. Geiger
[Moritz] está en primer lugar; él es mayor y ha escrito más. Cuando haya
esperado tanto y también imprimido tantas cuartillas, quizás también seré
aceptado, por lástima, en algún lugar. [...] En Marburgo se habla también de
mí. Natorp, quien tiene la introducción y la traducción, está «conmovido»
y considera que eso va mucho más allá de lo que hoy día puede producir un
profesor ordinario en Alemania. Evidentemente el viejo [Husserl] ahora está
orgulloso. Pero esas son habladurías platónicas; cuando se trate el asunto me
colocarán en segundo lugar, en primer lugar colocarán a Kroner, «es mayor
y ha escrito más». Para mí tal propuesta en ese orden no es ni un honor ni un
éxito, sino la vergüenza más penosa que me puede ocurrir. En tal ausencia de
espíritu crítico, el entusiasmo de Natorp no significa nada para mí38.

En el semestre de invierno de 1922-1923 Heidegger imparte sola-


mente dos seminarios: uno para principiantes sobre las Ideas I de Hus-
serl y otro sobre la Física de Aristóteles. Al final de ese semestre y des-
pués de haber llevado a cabo una renovada revisión de la fenomenología
husserliana en los últimos seminarios, Heidegger escribe a Löwith el 2
de febrero de 1923 su juicio en torno a Husserl: «En la última sesión del
seminario abiertamente quemé las Ideas y las destruí de tal modo que
puedo decir que los fundamentos esenciales para todo se hallan ahí lim-
piamente puestos de relieve. Si ahora desde aquí veo en retrospectiva las
Investigaciones lógicas, llego a la convicción de que Husserl nunca fue
filósofo, ni un segundo de su vida. Cada vez es más ridículo».
Al iniciar 1923 se complica la situación laboral de Heidegger ya que
por un lado estaba por concluir la plaza de asistente en Friburgo y por
otro lado no había respuesta ni de Marburgo ni de Gotinga. Si a ello
sumamos la actitud distante en torno a Edmund Husserl, pero a la vez la
necesidad de mostrarse como «su asistente», descubrimos entonces la es-
cisión anímica de Heidegger en esos momentos. En la carta del 8 de mayo
de 1923 dirigida a su alumno Löwith se deja ver esto claramente:

Aunque mi «ontología» todavía resbala, sin embargo mejora visiblemente.


En ello se dan los golpes contundentes contra la fenomenología, ahora
estoy por completo parado sobre mí mismo. Seriamente estoy pensando si

38. Las cartas a Löwith se encuentran en proceso de publicación por parte de Klaus
Stich­weh. Sin embargo hemos tenido acceso a algunas de ellas redactadas entre 1922 y 1924.
Extractos de estas cartas ya habían sido publicadas en diversos lugares (cf. Kusch, 1989 y
Pöggeler, 1989).

76
« ALMITA » : LA F IEL COMPA Ñ ERA

no debería mejor retirar mi Aristóteles. No habrá éxito con los «llamamien-


tos». Y una vez que haya publicado, se acabarán las perspectivas. Quizás el
viejo advierta en verdad que le estoy retorciendo el cuello, y entonces se
acabará la expectativa de la sucesión.

La ontología a la que refiere Heidegger es a su curso «Ontología.


Hermenéutica de la facticidad» del semestre de verano de 1923. Asimis-
mo, tiene un seminario para principiantes.
Nuevamente es significativo contrastar lo que Heidegger decía de
Husserl en privado y en público. Mientras que a Löwith le escribe que
le «está retorciendo» el cuello al viejo, en la introducción a su lección
de ese semestre escribirá la muy difundida frase de que «Husserl le puso
los ojos» (OHF, 21). Estas metáforas anatómicas dejan ver el grado de
complejidad de la relación de Heidegger con su protector.
Ya para 1923 la fama del Privatdozent Heidegger se había extendi-
do de tal modo que se hablaba de él como del filósofo del momento, así
lo describe Gehard Nebel en su autobiografía:

Por medio de este hombre [un tal Elkan] [...] supe que Husserl ya estaba
pasado; él estaba, como dicen los snobs, out, en su lugar había llegado un
Privatdozent de nombre Martin Heidegger, quien entre los estudiantes de
filosofía era visto como el hombre del momento, tanto es así que casi no
tenían otro tema. La magia, transmitida por otros, me encantó antes de que
lo viera y escuchara. [...] Un aula llena no solo con estudiantes sino con
doctorados; no era casualidad que aquí se reunía casi todo lo que posterior-
mente tendrá nombre en la filosofía alemana. Entró un hombre pequeño
bronceado y corpulento que tenía un pliegue de ira en toda la frente, que se
presentaba de inmediato con la primera palabra como un carácter angular
y agresivo, como un pensador singular e inconfundible, dispuesto a retos,
alejado de toda sutileza cuidadosa, que se burlaba violentamente del espíri-
tu de la época, de la fraseología de moda (Nebel, 2003, 51 s.).

Heidegger se mantiene firme en sus convicciones pese a la indeter-


minada situación laboral, así se lo había hecho saber a Elfride ese mismo
año: «Lo único decisivo para mí es la íntima convicción de mi tarea, la
dicha serena de nuestro hogar, junto a ti y a los niños, y la calma ideal
para trabajar. Me las arreglaré aunque no soplen vientos favorables»
(H-E, 139; 27.3.1923). Antes de Pascua se deja ver nuevamente su ac-
titud en torno al proceso del nombramiento, tan cuestionado por él:

Trabajo el día entero y espero que todos esos chismes sobre el nombramien-
to terminen de una vez. Todo lo conjeturado, lo tratado, lo intrigado — es
asqueroso; que yo paso por ser el fenomenólogo en Berlín no es más que

77
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

una frase — y tiene tanto valor como si yo le dijera a alguien en cuán alta
estima lo tengo y al mismo tiempo lo escupiera a la cara. […] Es suficiente
con que podamos arreglarnos con los niños; en cuanto a lo demás, tengo co-
sas más importantes que hacer que aspirar a una gran carrera o algo por el
estilo (H-E, 140-141).

78
4

HANNAH ARENDT: LA MUSA INTELECTUAL

«Habría que preguntarse si todo gran amor no es en el


fondo una lucha...».
Martin Heidegger (IF, 342)1

4.1. El «pequeño mago de Meßkirch»

Finalmente, el 18 de junio de 1923 Heidegger recibe la aceptación de


Marburgo como profesor extraordinario (H-J, 32; 19.6.1923). Husserl
estaba convencido hasta tal grado del camino fenomenológico de su
alumno Heidegger que será quizás en ese periodo cuando comenzará
a divulgar la frase de que la fenomenología eran él y Heidegger (cf.
Cairns, 1976, 9). Esto se hace patente si consideramos el hecho de que
ya en 1923 Husserl lo veía como posible sucesor en la cátedra de
Friburgo. En una carta a su esposa, Heidegger relata las intenciones
de Husserl después de haber recibido la propuesta de Marburgo. En
la carta del 8 de julio de 1923 Heidegger escribe: «Estuve en lo de Hus-
serl el sábado, él se queda y quiere que sea su sucesor más tarde; pero
no debe correrse la voz — de lo contrario fracasarían sus negociaciones
en Karlsruhe — así que la consigna es ‘se irá’» (H-E, 141). Pese a esta
favorable perspectiva, el amor-odio de Heidegger hacia Husserl se hace
sentir en una carta dirigida a Jaspers en ese mismo mes:

Usted sabe que Husserl ha sido propuesto para Berlín2; se comporta peor
que un Privatdozent que cambiaría su felicidad por un puesto de titular.
Lo que ocurre está envuelto en penumbras: ante todo se ve que el praeceptor
Germaniae — Husserl está totalmente fuera de quicio (si es que alguna vez

1. Agradezco a Consuelo González esta referencia.


2. Llamamiento que finalmente rechazó. Esa situación se le planteará posterior-
mente a Heidegger (en 1930 y 1933) y a Fink (1957). Los tres fenomenólogos rechazaron
irse a Berlín y prefirieron quedarse en el provinciano Friburgo.

79
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

no lo estuvo, lo que es cada vez más discutible en los últimos tiempos) — va


de aquí para allá diciendo trivialidades, lo que da mucha pena. Vive de su
misión de «fundador de la fenomenología», nadie sabe lo que es — quien está
aquí un semestre sabe lo que pasa... (H-J, 35; 14.7.1923).

En octubre de 1923 Heidegger se muda a Marburgo, posterior-


mente lo acompañarán Elfride y los niños. Desde Friburgo lo siguen 16
alumnos, así lo indica en una carta a Jaspers: «... vendría conmigo una
tropa de choque de dieciséis personas, entre las que habría además de
los inevitables simpatizantes, algunas totalmente serias y decididas»
(H-J, 34; 14.7.1923). Entre estas últimas quizás Heidegger piense en
Hans-Georg Gadamer, Karl Löwith, Walther Marseille, Walter Bröc-
ker, quienes, a excepción de Gadamer, lo seguían desde varios semes-
tres atrás. Después se integrarán viejos alumnos de Friburgo como
Günther Stern, Siegfried Landshut, Gerhard Nebel, Hans Jonas (cf.
Gadamer, 1977, 111 s.) y Hans Reiner3; llegarán nuevos como Hans-
Walter Löwald, Jakob Klein, Hermann Mörchen, Ernst Grumach, Elli
Bondi, Grete Weiß, Käte Oltmanns, casada posteriormente con Walther
Bröcker, Ernst Fuchs y Elisabeth Krumsiek con quien Heidegger man-
tendrá también una relación amorosa4.
Ampliando la conocida expresión de Hannah Arendt, la fama de
Heidegger como «rey oculto» se había esparcido no solo en Alemania,
sino que se extendía paulatinamente a otras latitudes. Entre las curiosi-
dades que encontramos en torno a la recepción de la filosofía heidegge-
riana se hallan dos principalmente. Por un lado resalta el hecho, como
anota Nebel, de que Heidegger atrajera a un gran número de judíos y
judías, lo que no concordaba con los estándares de las tendencias judías
de formación más bien culta (cf. Nebel, 2003, 65). Pese al carácter poco
cosmopolita y más bien provinciano de Heidegger, su agudeza y radica-
lidad atraían a las mentes más brillantes entre los estudiantes de aquel
momento, muchos de ellos judíos5, como reconoce el mismo Heidegger
en una carta a Elfride: «los mejores son — judíos» (H-E, 167).

3. Reiner estará en Marburgo nuevamente con Heidegger en el semestre de verano


de 1927.
4. Es lo que se desprende de la carta de Heidegger a Elfride del 17 de agosto
de 1931, donde responde a los reproches de infidelidad que le hace ella: «Desde su carta
no le he vuelto a escribir ni la he visto» (H-E, 169).
5. Entre los alumnos judíos de Heidegger posteriormente renombrados se encuen-
tran: Hannah Arendt, Hans Jonas, Karl Löwith, Siegfried Landshut, Hans Löwental,
Günther Stern [Anders], Jakob Klein, Herbert Marcuse, Ernst Grumach, Fritz Kaufmann,
Werner Brock.

80
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

Por otra parte, también es significativo que los primeros en darlo a


conocer fuera del mundo germano sean alumnos japoneses como Ha-
jime Tanabe y Shuzo Kuki6. H. Tanabe publicará el primer texto hasta
ahora conocido sobre la radicalidad de la fenomenología heideggeria-
na y sus diferencias con los planteamientos husserlianos7. S. Kuki, que
apoyaba enormemente a Heidegger al pagarle clases particulares, será
quien en 1926 por primera vez le hable a Jean-Paul Sartre de Heideg-
ger8. Este será tan atractivo intelectualmente para la nobleza japonesa
que le ofrecen en 1924 la posibilidad de irse por tres años a Japón
(cf. H-J, 40; 18.6.1924).
A pesar del renombre que ya rodeaba al joven docente, Heideg-
ger ve todavía necesario abrirse espacio en Marburgo recurriendo a
métodos poco convencionales como el hecho de impartir su lección
de 7 a 8 de la mañana para que los estudiantes tuviesen que decidir
entre el madrugador Heidegger o el noctámbulo Nicolai Hartmann

6. Los primeros alumnos japoneses de Heidegger que se conocen son, como ya


se mencionó, T. Yamanouchi y H. Tanabe, quienes asistieron a cursos de Husserl y Hei-
degger en Friburgo. El interés se multiplicará de tal forma que a partir de ahí comenzará
un desfile de estudiantes japoneses que obligó a Husserl a nombrar en 1923 a Heinrich
Ochsner «profesor de apoyo» para los alumnos orientales y en 1930 a Eugen Fink para
asesorarlos. En 1930 Fink organizará los famosos «seminarios para japoneses» en los que
participaron, entre otros, Mayumi Haga, Goichi Miyake, Tomoo Osaka y Jihei Usui. La so-
lidez de su interés y trabajo en la fenomenología se mostrará posteriormente al consolidar-
se la Escuela Fenomenológica de Kyoto, especialmente con Hajime Tanabe, Keiji Nishitani
y Koichi Tsujimura. Es también significativo el hecho de que las primeras traducciones de
textos de Heidegger se hicieron al japonés e incluso Ser y tiempo tiene la peculiaridad
de contar con siete traducciones en ese idioma.
7. H. Tanabe, «El nuevo giro en la fenomenología. La fenomenología de la vida
de Heidegger», publicado en la revista Shiso en octubre de 1924 (cf. Tanabe, 1989).
Tanabe señalará posteriormente que el camino en la filosofía propiamente lo aprendió
gracias a Martin Heidegger y que «en este sentido él es [su] maestro auténtico...» (Tana-
be, 1959, 94).
8. Kuki estuvo en Europa de 1921 a 1929. En 1922-1923 estuvo oficialmente con
Rickert en Heidelberg, aunque Kuki ya tenía contacto epistolar con Heidegger desde el 15 de
agosto de 1924. De 1925 a 1927 estuvo en París, siendo su maestro particular Jean-Paul
Sartre, en aquel tiempo estudiante de la École Normale. Kuki estuvo nuevamente con
Heidegger en Marburgo y asistió a sus cursos en el semestre de invierno de 1927-1928 y
en el semestre de verano de 1928. Heidegger también le dio ahí clases particulares. Sabe-
mos que Heidegger inmortalizó al conde Kuki en el texto «De una conversación acerca
del lenguaje», publicado en De camino al habla. Sin embargo, ahí Heidegger deja entrever
el tamiz que quizás tuvieron las clases particulares en la medida en que Kuki insistía en «la
cuestión de si para los asiáticos orientales es necesario y está justificado seguir el sistema
conceptual europeo». La relación con el conde Kuki y con el movimiento japonés heideg­
geriano está bien documentada en Buchner, 1989. Cf. también Nishida y Ohashi, 1990.
Para la relación de Kuki con Sartre puede consultarse Light, 1987.

81
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

(Gada­mer, 1977b, 21 s.)9. Este había recibido bien a Heidegger a tal


grado que en su primera carta desde Marburgo, Heidegger le cuenta a
Elfride «creo que me llevaré bien con él» (H-E, 143). No obstante, las
opiniones heredadas en torno a la relación Heidegger-Hartmann pa-
recen ser otras. Los estudiantes en cierta medida se sentían obligados
a elegir entre uno u otro y tomar posición, de modo que la facultad
daba la apariencia de un campo de batalla; eso lo sabía Silvio Vietta y
lo comenta al dialogar con Gadamer: «Los heideggerianos irrumpían
en los seminarios de Hartmann como ‘grupos de choque’ estudian-
tiles, eso era belicoso» (Gadamer y Vietta, 2002, 59). Hartmann se
resignará y en 1925 parte a Colonia para tomar la cátedra que Max
Scheler dejaba vacante10.
Gerhard Nebel en sus memorias señala que este ambiente belicoso
no era solo entre Heidegger y Hartmann, sino que también participaba
el filólogo Paul Friedländer, quien entró en combate al anunciar su curso
a la misma hora que el de Heidegger (cf. Nebel, 2003, 62 s.). Evidente-
mente los alumnos preferían las extasiantes sesiones con Heidegger. El
modo de encantar que tenía «el pequeño mago de Meßkirch» lo revela
en la carta del 14 de julio de 1923 dirigida a Jaspers:

... dejo al mundo sus libros y sus quehaceres literarios y voy a buscar a los
jóvenes; «voy a buscarlos», es decir, los tomo con fuerza, de modo que
toda la semana están «bajo presión»; algunos no lo aguantan — el modo
más simple de selección —, otros necesitan dos, tres semestres hasta que
comprenden por qué no les permito ninguna indolencia, ninguna superfi-
cialidad, ningún hablar por hablar, ninguna frase grandilocuente — sobre
todo, «fenomenológica» — (H-J, 35).

Como sabemos, Gadamer será una de tantas víctimas del «encanto


heideggeriano». Por un lado fue un fiel testigo de la magia de las lecciones
y seminarios: «Cuando Heidegger enseñaba uno veía las cosas enfrente,

9. De acuerdo con lo que cuenta Gadamer, después de la sesión de Heidegger


varios alumnos iban a desayunar a casa de Bröcker. Entre los asistentes a esos «desayunos
aristotélicos» se cuentan, además de Bröcker y Gadamer, Löwith, Marseille, Klein y Krü-
ger (Gadamer, 1977b, 35). En alguna ocasión, al final de un semestre, invitaron a Heideg-
ger, y Gadamer narra que este se moría de risa por las imitaciones que hacían: Gadamer
imitaba a Natorp y Krüger a Hartmann (cf. Gadamer, 1977a, 112).
10. Un detallado análisis de estos hechos los expone Bern Martin (2006). Este texto
es importante porque con base en las fuentes corrige errores publicados tanto por Ott
como por Safranski en sus respectivas biografías. Un error que se corrige es la fecha que
proporciona Safranski en torno a la relación de Heidegger con Hannah Arendt, pues
Safranski se adelanta un año.

82
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

como si fueran aprehensibles corporalmente» (Gadamer, 1977b, 213).


Sin embargo, también padeció el rigor del maestro: «Heidegger era tre-
mendamente riguroso. Mediante este rigor incluso me llevó a decir ‘!Ah!
Con que no es suficiente con mi filosofía’. Y así llegué a ser filólogo
clásico...» (Gadamer y Vietta, 2002, 55).

4.2. La conformación de Ser y tiempo

Con la llegada a Marburgo se inicia también la historia puntual del sur-


gimiento de la obra que hará época: Ser y tiempo. En esos años Paul
Kluckhohn y Erich Rothacker acababan de fundar la revista Deutsche
Vierteljahresschrift für Literaturwissenschaft und Geistesgeschichte. Hei-
degger se pone en contacto con Rothacker con la intención de publicar
un artículo sobre el contenido de las cartas entre Dilthey y el conde Yorck
von Wartenburg que se habían publicado en 1923. Así lo señala Heideg-
ger al inicio del manuscrito completo, publicado por primera vez en el
marco de la Gesamtausgabe en 2004: «El motivo de la comunicación
provisional de la siguiente investigación sobre el tiempo lo proporcio-
na la publicación del epistolario entre Wilhelm Dilthey y el conde Paul
Yorck v. Wartenburg. El presente tratado pretende hacer más enfática la
comprensión de este epistolario» (GA 64, 3).
Así, el 15 de diciembre de 1923 Heidegger escribe a Rothacker:

Me he enterado de que pronto aparecerán las cartas de Dilthey. Si usted lo


considera adecuado me gustaría, una vez publicadas, comentar algo funda-
mental sobre el trabajo diltheyano en su revista. Yo considero que la actual
moda sobre Dilthey se empeña precisamente en renunciar a lo fundamen-
tal de su trabajo (H-Roth, 200).

Heidegger recibe el texto solicitado y responde en otra carta lo si-


guiente:

Le agradezco por hacerme llegar el Epistolario Dilthey-Yorck. Recibí el ejem-


plar en Navidad y de entrada lo leí de un tirón. Las cosas son demasiado
importantes para una simple nota. Y cuando le pedí el ejemplar estaba yo
ya decidido a aprovechar esta oportunidad para un comentario de princi-
pio sobre Dilthey (H-Roth, 202; 4.1.1924).

Más adelante en la misma carta señala ya sus claras intenciones


con respecto al tratado propuesto y confirma parte de su trabajo an-
terior:

83
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

Me sorprendió la superioridad del conde Yorck en todas las preguntas fi-


losóficas fundamentales; siguiendo su instinto él iba adelantado a su época
en medio siglo. La dirección en la que ostensiblemente atosiga a Dilthey
es aquella que yo expuse en mi presentación sobre Dilthey en mis clases,
con la anotación de que Dilthey nunca llegó a ello. Sin embargo a Yorck le
faltan también las posibilidades conceptuales y los caminos para adquirir-
las. Anotaciones en el sentido de cómo «filosofar es pensar histórico» son
más instintivas, pero requieren de la transparencia adecuada — y justo ahí
comienzan las dificultades (H-Roth, 203).

A lo largo de 1924 Heidegger se dedicó a redactar el texto pro-


metido. Una parte fue expuesta en la conferencia de Marburgo del 25
de julio de 1924 «El concepto de tiempo», lo cual parece haber con-
firmado a Heidegger la acertada dirección en su trabajo, ya que la
conferencia tuvo una excelente acogida, así lo hace saber Heidegger
a Elfride: «Por lo que he sabido y por lo que me dicen Bultmann y
v. Rohden, mi conferencia ha causado gran impresión, especialmen-
te entre quienes hasta ahora se han mantenido distantes de mí» (H-
E, 149; 2.8.1924).
Ahora bien, como muestra el manuscrito completo, el texto para la
publicación sería más amplio que el texto de la conferencia. En una carta
de septiembre a Rothacker podemos leer que ya para esas fechas Heideg-
ger contemplaba una posible entrega: «Con seguridad recibirá usted mi
tratado a finales de octubre. Título: El concepto de tiempo (Anotación
al epistolario Dilthey-Yorck). He entresacado del epistolario la pregunta
central de la ‘historicidad’ y busco hacerla comprensible mediante una
investigación objetiva. Esta puede tener solamente carácter sistemático-
histórico» (H-Roth, 207; 21.9.1924).
De acuerdo con las cartas y las objeciones de Rothacker, el trata-
do resultó ser demasiado amplio para la publicación en la revista, por lo
que este le pide a Heidegger que lo reduzca. Heidegger le responde en
noviembre: «No me queda claro cómo debo hacerlo más corto […]. Si
no tengo la libre posibilidad de publicar el artículo tal como pude en
la última corrección, entonces me veré obligado a retirarlo» (H-Roth,
218; 18.11.1924). En una carta a Löwith de diciembre de 1924 Hei-
degger expresa la resolución anunciada: «Mi Tiempo era para Rothacker
demasiado extenso, aparecerá, un poco más ampliado, en el Jahrbuch.
La impresión comienza a finales de enero» (H-Roth, 220; 17.12.1924).
Como sabemos tal publicación nunca se llevó a cabo. En su lugar apareció
en abril de 1927 Ser y tiempo en el volumen VIII del Jahrbuch für Philo-
sophie und phänomenologische Forschung fundado por Husserl. Por una
carta dirigida a Jaspers sabemos que la redacción final del tratado la ini-

84
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

ció Heidegger en abril de 192611: «He comenzado el 1 de abril la impre-


sión de mi tratado Ser y tiempo. Abarcará unos treinta y cuatro pliegos»
(H-J, 51). Con «impresión» Heidegger se refiere a la composición de
galeradas, ya que los primeros borradores, según el mismo Heidegger, se
remontan al año 1923 (cf. CH, 87; von Herrmann, 1994, 13). La carta a
Jaspers indica también el cálculo de la extensión planeada del escrito: 34
pliegos, los cuales, según von Herrmann, habrían sido 544 páginas (von
Herrmann, 1997, 30). La «primera mitad» publicada en 1927 contiene
casi 28 pliegos, es decir, 438 páginas. Tres meses después de la última
carta citada, Heidegger escribe: «Mi impresión ha avanzado bien hasta
final de junio. Después el trabajo del semestre me sobrepasó pues me he
encargado de todo lo relativo a los exámenes. A comienzos de junio la
facultad ha dirigido al Ministerio dos ejemplares de mi trabajo en im-
presión definitiva y ha subrayado que mantiene su propuesta» (H-J, 54).
El 4 de octubre de 1926 Heidegger señala: «En mitad del semestre
de verano detuve la impresión y, al volver al trabajo, después de un
breve reposo me puse a la tarea de reescribirlo. El trabajo se ha hecho
mayor de lo que yo pensé, de modo que ahora tengo que dividirlo en
veinticinco pliegos. Debo entregar lo que queda del primer volumen
antes del primero de noviembre» (H-J, 67).
Por lo que podemos ver el trabajo fue más amplio de lo planea-
do: en abril Heidegger calculaba su extensión en 34 pliegos, pero en
octubre tenía la sospecha de que el trabajo constaría de aproximada-
mente 50 pliegos, es decir 800 páginas, por eso pensó dividirlo en dos
partes de 25 pliegos cada una. La primera parte tendría 28 pliegos y es
la parte publicada de Ser y tiempo con dos secciones: «Etapa prepara-
toria del análisis fundamental del Dasein» y «Dasein y temporeidad».
A lo que Heidegger se refería con «lo que queda» en la última cita es
a la tercera sección de la primera parte de Tiempo y ser y a la segunda
y tercera partes.
No obstante, cabe preguntar por qué nunca se publicó expresamen-
te eso que faltó en el texto de 1927. Como respuesta de Heidegger al
respecto se pueden tomar dos citas de textos posteriores. En la lección
de 1941 Heidegger introduce la siguiente observación:

11. Es lo que se desprende de la carta de Heidegger a Jaspers del 24 de abril de 1926


(H-J, 51). De acuerdo con la información de Biemel, la redacción de Ser y tiempo no se
llevó a cabo, como frecuentemente se cree, en la Hütte (cabaña), sino en un cuarto al-
quilado al granjero Brender, conocido de Heidegger. Esto ocurrió así porque en la Hütte
Heidegger no lograba la concentración necesaria debido a los juegos de sus dos hijos
pequeños: Jörg, de cuatro años, y Hermann, de tres. Al respecto, cf. Biemel, 1977, 13.

85
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

Pues la tercera sección «Tiempo y ser» de la primera parte se mostró du-


rante la impresión como insuficiente. (La decisión de la interrupción fue
tomada en los últimos días de diciembre de 1926 durante una estancia en
Heidelberg en casa de K. Jaspers, en donde a partir de discusiones acalora-
das y amistosas en torno a los pliegos de corrección de Ser y tiempo quedó
claro para mí que lo hasta ese momento trabajado de esta importante sec-
ción tenía que haber resultado incomprensible…). (GA 49, 39 s.).

El otro pasaje es la famosa cita de la Carta sobre el humanismo


de 1946: «Dicha sección [‘Tiempo y ser’] no se dio a la imprenta porque
el pensar no fue capaz de expresar ese giro con un decir de suficiente
alcance ni tampoco consiguió superar esa dificultad con ayuda del len-
guaje de la metafísica» (HI, 270).
Si bien puede quedar aclarado el motivo de la insuficiencia de tal
sección, lo que ha quedado abierto en la discusión es si de alguna manera
fue reelaborada y publicada por Heidegger. Un alumno de Heidegger,
Walter Schulz, difundió desde hace décadas la versión de que tal sec-
ción fue plasmada en Kant y el problema de la metafísica. Tal afirmación
se funda en una conversación de Schulz con Heidegger, en donde supues-
tamente este dijo que «la gente espera la segunda parte de Ser y tiempo,
no conocen el libro sobre Kant» (Fresco, 1989, 37). Sin embargo, Hei-
degger mismo afirmó en diversas ocasiones que tal sección fue reelabo-
rada y expuesta en la lección de verano de 1927 Los problemas funda-
mentales de la fenomenología, así lo indica al inicio de la publicación,
con la que por cierto arrancó la Gesamtausgabe de Heidegger en 1975,
y así lo señala en una visión retrospectiva redactada en 1937-1938:

Pero la sección verdaderamente «sistemática» sobre tiempo y ser quedó en


la primera realización insuficiente y circunstancias externas (el incremento
del almanaque) impidieron a la vez felizmente la publicación de esta parte,
con respecto a la cual de todos modos, conociendo su insuficiencia, no
había ninguna gran confianza. El intento se aniquiló, pero de inmediato
en un camino más histórico se produjo un nuevo comienzo en el curso del
semestre de verano 1927 (ME, 345)12.

Sin embargo, en los medios académicos también circuló durante un


tiempo el rumor de que Heidegger estaba escribiendo el segundo volu-
men de Ser y tiempo; así lo señala en una carta a Bultmann del 14 de
noviembre de 1931:

12. Algunos como Jean Grondin no aceptan la idea de la destrucción del manuscrito
y siguen esperando que algún día aparezca el original de la parte no publicada (cf. Gron-
din, 1991).

86
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

Los propios intentos, y precisamente en medio de esta época sin fondo, llega-
rán a ser más insignificantes de lo que ya son. Mientras tanto me oculto bajo
el sello de aquel «que escribe el segundo volumen». Tras este título puedo ha-
cer aquello de lo que tengo ganas, es decir, necesidad interna (H-Bult, 171 s.).

Y un año después, en una carta a E. Blochmann, lo dice así: «Se


piensa y dice que escribo Ser y tiempo II. Y está bien» (H-B, 54).
De cualquier forma, el trajín académico lo obliga a publicar para
así poder optar a la plaza de profesor ordinario vacante que había de-
jado Nicolai Hartmann con su partida a Köln. Para ello, la facultad
había propuesto a Heidegger unico loco, pero el ministerio exigía algu-
na publicación (Tys, 100 s.). Será en abril de 1927 cuando aparezca Ser
y tiempo, y a partir del 19 de octubre de ese año Heidegger adquiera la
categoría de profesor ordinario.

4.3. El conflicto de las publicaciones

La actitud de Heidegger en torno a las publicaciones es ambivalente.


Parece que no escribía para publicar, y que siempre era despiadadamen-
te exigente consigo mismo. Ya en 1920 así lo indicaba a Elfride: «Pero
ahora estoy decidido a ir hasta el final, mis próximas publicaciones de-
ben contener algo sólido, decisivo, total» (H-E, 121). No obstante, esta
exigencia fue mermada en parte debido a la presión institucional que
obligaba a publicar. Posteriormente ya no se opondrá a las publicacio-
nes, sino que hallará muchas veces en su preparación un alivio y reco-
nocimiento del camino andado, lo que se hará patente especialmente en
los años de la prohibición docente.
Sin embargo, al inicio de su camino queda claro que no se había
propuesto escribir un libro. Pese a ello, Ser y tiempo cumplió en gran
parte con sus exigencias: fue algo decisivo, conclusivo y acentuado.
Muchos años después, en De camino al habla, Heidegger pone en boca
del japonés la tematización del silencio que reinó en torno a las publi-
caciones en el inicio de su camino, especialmente hasta Ser y tiempo:
«Sería por eso que mantuvo silencio a lo largo de doce años» (CH, 84).
Sin embargo, ese silencio manifiesto en la falta de publicaciones era
muestra no solo de la exigencia señalada, sino que —así lo indica en la
carta a Jaspers del 27 de junio de 1922— a la vez incluía un serio respeto en
torno al objeto del filosofar.

Y cuando se la tome plenamente en serio [a la filosofía] teniendo constan-


temente viva ante la vista la cuestión de la explicación del sentido de ser de

87
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

la vida como el objeto que nosotros somos, y partiendo para ello de todo
trato y de toda ocupación —todo trajín como preocupación en el más amplio
sentido—, entonces, por respeto íntimo ante el objeto al que se le da vueltas
filosofando, se verá preservado por sí mismo de expresarse solo para ser pu-
blicado (H-J, 24 s.).

La toma de postura respecto a las publicaciones será una discusión


constante en la vida de Heidegger. Por ello, la decisión de publicar una
Gesamtausgabe se halla en el claroscuro de sus convicciones filosóficas.
Ya que por un lado no escribió para publicar, pero a la vez reconocía lo
inigualable de su pensar, de modo que se preocupó profundamente por
sus manuscritos e incluso pidió ayuda a su hermano Fritz para la tras-
cripción de los mismos13.
Heidegger había reconocido ya lo determinante de su pensar para
una radical transformación de Occidente. Por ello eso no debía caer en
el olvido, sino ser aprehendido en su magnitud en algún momento. Sin
embargo, no queda claro cuándo hubiese sido el momento apropiado
para una acertada recepción de tal pensar. Él mismo preparaba sus ma-
nuscritos para un posterior acceso y publicación, pero a la vez recha-
zaba eso en un futuro cercano. La publicación de la Gesamtausgabe es
una clara muestra de tal conflicto, ya que en marzo de 1972 Heidegger
escribe a H. Arendt: «No consigo imaginarme con una edición de las
obras completas; preferiría sustraerme a este clasicismo» (H-A, 212)14.
Sin embargo, dos años más tarde leemos en otra carta lo siguiente:
«Entretanto te habrás enterado seguramente de que me he decidido a
emprender una edición de las obras completas o, para ser más preciso,
a apuntar las directrices para ella» (H-A, 232). Entre ambas cartas se
consolida la decisión de publicar, lo cual se logra gracias a la interven-
ción de Hermann Heidegger15.

13. De acuerdo con la información que proporciona Gertrud Heidegger, ya en 1920


Fritz mecanografió algunos escritos de su hermano Martin (H-E, 127). Como sabemos,
posteriormente Fritz será indispensable en esta labor. En torno a la relación entre los
hermanos se puede consultar Zimmermann, 2005.
14. Asimismo, W. Biemel ya había comunicado la actitud de Heidegger acerca de
las publicaciones, archivos y obras: «Heidegger, por cierto, no quería que el legado fuese
administrado en la forma de un archivo accesible a todos los investigadores interesados,
como era el caso del Archivo Husserl, sino que solo pocas personas debían tener acceso
a él, especialmente las que tuviesen relación con el trabajo de edición. Originalmente
también él pretendía —como ya lo dije— dar a publicar solo unos pocos textos, pues creía
que el momento para ello todavía no era el apropiado» (Biemel, 1977, 18).
15. Así lo describe este en nuestra conversación, véase infra, p. 198. Esto queda
confirmado por la editorial Klostermann (cf. Klostermann, 2000, 27 ss.). La historia de la

88
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

Como ya han cuestionado algunos alumnos y estudiosos de Hei-


degger, la publicación de la Gesamtausgabe como una «edición de úl-
tima mano» contrasta con la importancia que Heidegger daba a las
ediciones de los autores que trabajaba. Sin embargo, la colocación de
la obra como camino (Wege nicht Werke) para el pensar y la magnitud
de los textos hace comprensible la necesidad de una edición diseñada de
tal forma16. Frente a cierta resignación que revistió la decisión de pu-
blicar gran parte de sus manuscritos, Heidegger se reservó el derecho

Gesamtausgabe es también una historia de rupturas. De acuerdo con Hermann Heideg-


ger, este recibió de su padre en 1973 la indicación de hacerse cargo de la edición, como
quedará registrado oficialmente en diciembre de 1975. La publicación de la Gesamtaus-
gabe se inició en 1975 con el vol. 24, Problemas fundamentales de la filosofía, editado por
F.-W. von Herrmann; el siguiente volumen fue Lógica. La pregunta por la verdad (GA 21),
editado por W. Biemel en 1976. Martin Heidegger aprobó ambos tomos. Sin embargo, los
volúmenes que siguieron estuvieron repletos de errores tanto en la transcripción como en
la edición misma. Hermann Heidegger, en su epílogo al vol. 16 (p. 834), señala que eso
se debió al imprimatur otorgado por su anciana madre Elfride en esos años. La polémica
crece cuando todo esto sale a la luz, inicialmente en informaciones periodísticas, como la
carta que envió H. Buchner al Frankfurter Allgemeine Zeitung el 25 de octubre de 1978.
Ahí Buchner, antiguo alumno de Heidegger, critica ferozmente la publicación llamándola
una «edición miserable». En una carta del 28 de octubre de ese año Elfride le escribe a
Buchner: «Su crítica a la edición integral es inadmisible de todo punto. No agrede a los
editores o a la casa editorial, sino exclusivamente a Martin Heidegger, quien determinó
todo de esa forma. Si se siente usted superior a las indicaciones de él, eso es asunto de
usted» (UAF E 3/595).
16. La configuración de la Gesamtausgabe es indudablemente fruto del trabajo
del asistente de Heidegger en aquel entonces, Friedrich-Wilhelm von Herrmann. Así
describió este su participación en el diseño de la edición en un diálogo que mantuvimos
en 2003: «En el semestre de invierno de 1966-1967 Heidegger y Eugen Fink impar-
tieron juntos el seminario sobre Heráclito. [...] Yo estaba encargado de protocolizar
ese seminario palabra por palabra. [...] Y de ahí se publicó un libro. Esa fue entonces
la primera vez que trabajé para Heidegger. Y luego otra vez en 1967 cuando publicó la
recopilación Hitos. Hasta entonces los textos compilados en Hitos habían sido publica-
dos como textos sueltos, Heidegger los juntó y me pidió que le ayudara a corregirlos,
de tal manera que ya tenía pruebas de mi trabajo, por lo que en 1971 me preguntó si
me gustaría ayudarlo como su asistente personal. [...] La tercera gran tarea empezó en
otoño de 1973, cuando Heidegger decidió inesperadamente publicar la edición inte-
gral. A partir del otoño de 1973 y hasta su muerte, en mayo de 1976, trabajamos cada
semana en la planificación y en el ajuste de la edición integral. En un primer momento
mi tarea consistía en ordenar una gran parte de los manuscritos. Después desarrollamos
un prospecto para la edición integral, ordenando los manuscritos con las respectivas
secciones y volúmenes. La edición integral tiene en total cuatro secciones. Heidegger me
daba mucha libertad en eso. Pensaba que en tal caso habría que hacer las cosas de tal o
cual manera, se lo proponía y él estaba completamente de acuerdo; era un trabajo muy
agradable. También redactaba las normas para los editores de los volúmenes después de
discutirlas con Heidegger» (Xolocotzi, 2003, 38 s.).

89
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

de darle un carácter determinado a su edición, carácter por cierto muy


cuestionado por los críticos17. Una de esas indicaciones consiste en el
orden de aparición de los escritos. Esa indicación no solo fue lo que ubi-
có la publicación de los Aportes a la filosofía. Acerca del evento (segunda
obra central) al concluirse la edición de los escritos en torno a la ontolo-
gía fundamental, sino que también deja para el final de la Gesamtausga-
be la publicación del núcleo de todo el pensar heideggeriano plasmado en
los míticos «Cuadernos negros»18.

17. Por ejemplo el hecho de que la «edición de última mano», tal como la diseñó
Heidegger, no debe contener ni índices de términos o de autores ni introducciones por
parte de los editores o traductores.
18. El principal editor de la Gesamtausgabe, F.-W. von Herrmann, indica de la si-
guiente forma la importancia de los «Cuadernos negros»: «Cosa aparte son los volúme-
nes 94-102 de la 4.ª sección. Esos volúmenes contienen los así denominados ‘Cuader-
nos negros’ y ‘Cuadernos de trabajo’, como los llamaba Heidegger. Empiezan con el
año 1931, es decir, justamente al inicio del pensamiento de la historia del ser y termi-
nan en el año de su muerte. Esos ‘Cuadernos negros’ acompañan todo su camino des-
de 1931 hasta 1976. En este sentido forman un manuscrito abundante y temporalmente
contextualizado pese a ser apuntes que nuevamente se iniciaban, cada semana, cada
mes, cada año. Los ‘Cuadernos negros’ tienen diferentes títulos: un grupo se llama
‘Reflexiones’ (GA 94: Überlegungen II-V; GA 95: Überlegungen VII-XI; GA 96: Überle-
gungen XII-XV), otro grupo se llama ‘Anotaciones’ (GA 97: Anmerkungen II-V; GA 98:
Anmerkungen VI-IX), otro grupo tiene el título ‘Cuatro cuadernos’ (GA 99: Vier Hefte y
Vier Hefte II), otro más Vigiliae (GA 100: Vigiliae I, II), y otro se llama ‘Señas’ (GA 101:
Winke I, II), y el último grupo se llama ‘Apuntes provisionales’ (GA 102: Vorläufiges
I-IV). En total son nueve volúmenes, que sí serán bastante gruesos; pues cada volumen
consta de aproximadamente cuatrocientas páginas, tal vez alguno hasta de quinientas
páginas. Con eso nos espera algo determinante para las obras de Heidegger. [...] lo que
aquí hay es una mayor densidad de su pensar […] respecto al lenguaje de lo que pensó
y escribió en el transcurso de décadas. No es solamente una forma estilística diferente,
ahí menciona muchas cosas que tal como las escribió no las escribirá en ninguno de los
otros ensayos, ni siquiera en los grandes. De ahí que estos nueve volúmenes sean de mu-
cha importancia. Solo cuando sean publicados y uno se los haya apropiado leyéndolos
y reflexionando sobre ellos, es cuando se tendrá una imagen final del pensador Martin
Heidegger. Aunque ciertamente estos nueve volúmenes de los ‘Cuadernos negros’ no
cambiarán radicalmente la imagen que tenemos de él, sin embargo, nos darán una nue-
va perspectiva. Claro que también hay simples apuntes en estos ‘Cuadernos negros’,
comentarios críticos acerca de publicaciones de libros, etc. Falta mencionar que estos
‘Cuadernos negros’ están escritos de manera cuidadosa; todo está escrito en limpio, no
son apuntes tomados de manera rápida. Existen miles de hojas de apuntes rápidos y por
eso difíciles de descifrar. En el caso de los ‘Cuadernos negros’ no es así, están escritos en
limpio y la mayor parte con buena caligrafía» (Xolocotzi, 2003, 41 s.).

90
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

4.4. La incómoda pero pasional estancia en Marburgo

A pesar de la tranquilidad, seguridad y renombre de que ahora goza-


ba Heidegger, su demonio reposó poco, ya que a principios de 1928
este vuelve a la carga: «Pasada la ‘tensión’ de la publicación había teni-
do un momento de calma — pero ya veo que ha terminado y el demo-
nio vuelve a atormentarme y a oprimirme de manera inquietante» (H-E
164; 21.1.1928, cursivas mías).
La estancia en Marburgo, la cual años más tarde Heidegger conside-
rará como «lo más fructífero de toda [su] actividad académica» (H-M-W,
33; 11.11.1950), se inicia con buenas expectativas: «La cuidad es en-
cantadora […]. Tengo la sensación de que podré trabajar bien aquí…»
(H-E, 143 s.). A pesar de que este presentimiento se cumplirá, la uni-
versidad y especialmente sus estudiantes serán un constante motivo
de queja por parte de Heidegger: «Por fuera se está estupendamente
—escribe a Jaspers el 18 de julio de 1924—, en la universidad no pasa
nada, se dormita, la media es de lo más mediocre, ninguna motivación,
ningún estímulo» (H-J, 41). Algunos meses después lleva a cabo otra
evaluación en una carta a Löwith del 6 de noviembre de 1924:

Frecuentemente pienso en los años en Friburgo. Efectivamente fue una


«casualidad» extraña que en el semestre estival de 1919 se haya reunido
un círculo determinado de personas. Ahora [en Marburgo] todo se juega
en lo «más objetivo» y más ahistórico [...]. Aquí todo está ajustado de-
masiado al ámbito de exámenes — en Friburgo teníamos ante nosotros
campo libre. Y todos arriesgamos algo y teníamos una idea para ello; aquí
se quieren oír «verdades». Yo mismo vivo todavía por completo del ritmo
de la época friburguense...

Sin embargo, el encanto inicial de la ciudad también se va perdiendo


con los años. Así, en 1926 Heidegger escribe a Jaspers: «En Marburgo
nos mudamos al final del semestre a una vivienda más agradable y salu-
bre, lo que me hará más llevadera la estancia en esta brumosa ciudad»
(H-J, 55; 4.10.1926)19. Dos meses después evaluará su estancia al decir-
le que «... la nueva vivienda es espléndida. La universidad, aburrida. Los
estudiantes probos, sin especial empuje» (H-J, 56). Y en 1928, a raíz del
consejo solicitado por Jaspers, Heidegger resume lapidariamente: «No

19. La mudanza de principios de agosto de 1926 a la que se refiere Heidegger es


de la casa situada en Schwanallee 21 a la situada en Barfüssertor 15, ahora con un gran
jardín.

91
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

le puedo decir nada a favor de Marburgo. No he estado a gusto ni una


sola hora» (H-J, 1928, 78)20.
Quizás lo que le hará llevadera su estancia en Marburgo será la co-
nocida relación amorosa que mantendrá con su alumna Hannah Arendt.
Esta había sido atraída por la fama del joven profesor y después de
haber conseguido el material para el bachillerato en Berlín y haber pre-
sentado el examen final (Abitur) en Königsberg, lugar en donde había
crecido aunque había nacido en Hannover, se dirige en el semestre de
invierno de 1924-1925 a Marburgo para estudiar filosofía, teología y
filología clásica. El nombre de Heidegger llegó a oídos de Hannah a
través de su amigo de Königsberg, Ernst Grumach, quien estudiaba en
Marburgo y había tenido ya la experiencia heideggeriana.
Benno von Wiese recuerda a Hannah Arendt a partir de su estancia
en Heidelberg: «No era ni ‘guapa’ ni ‘bonita’ [...]. Lo que más llamaba
la atención en ella era la fuerza sugestiva que salía de sus ojos. Uno se
sumergía en ellos y era de temer que no pudiera subir de nuevo a la super-
ficie. Sabía escuchar con atención y a la vez hacer formulaciones con un
entendimiento preciso, que no tenía nada de femenino [...]. Su pasión
genuina era el pensar» (von Wiese, 1982, 88 s.).
Hermann Mörchen, quien la conoció en Marburgo, narra cómo,
en el comedor estudiantil, a veces incluso en las mesas próximas enmu-
decían las conversaciones cuando Hannah tomaba la palabra. Sencilla-
mente, había que escucharla. Pero, de acuerdo con von Wiese, al escu-
charla había cierta incomodidad porque tenía una voluntad de dominar
que hacía que los hombres intelectuales se sintieran inferiores a ella.
De la misma forma en que Elfride había despertado las fuerzas crea-
tivas de Heidegger en 1915, ahora este encontraba en Hannah el nuevo
móvil de su creatividad. Así lo señala en otra carta de 1925: «Lo demo-
níaco me ha alcanzado. El quieto orar de tus manos queridas y tu frente
luminosa lo guardaron en femenina transfiguración. Nunca me había
ocurrido algo así» (H-A, 16; 27.2.1925, cursivas mías).
Como muestra el epistolario publicado en 1998, el daimon que aho-
ra poseía a Heidegger animaba su trabajo a partir de la relación con la
«chica de la lejanía» como la nombraba, o «la chica de verde» como
la llamaban sus compañeros de Marburgo (cf. Gadamer, 1977a, 111).
Ya casi para finalizar el semestre de invierno de 1924-1925 co-
mienza la relación amorosa entre el maestro de 36 años y la alumna

20. Evidentemente eso contrasta con lo que cuenta al respecto un alumno de Hei-
degger, Hermann Mörchen: «Los años en Marburgo, decía Heidegger algunas veces, fue-
ron los más felices» (Mörchen, 2006, 264).

92
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

de 1821. Hans Jonas, amigo y confidente de Hannah, narra la escena


del inicio de la relación, tal como se la describió Hannah:

Tuvo lugar la hora de consulta; afuera ya comenzaba a anochecer y en el


cuarto se expandía cierta oscuridad pues él no había encendido ninguna
luz. Cuando ya había concluido la conversación y Hannah se levanta para
despedirse y Heidegger la acompaña hacia la puerta ocurrió algo inespera-
do. En palabras de Hannah: ‘De repente cayó de rodillas frente a mí. Me
incliné, y él, desde su posición arrodillada, estrechó los brazos arriba hacia
mí, y tomé su cabeza en mis manos; me besó, lo besé (Jonas, 2003, 114).

Así, la relación se había iniciado y en la primera carta de Heidegger,


fechada el 10 de febrero de 1925, este prescribía los términos del trato
entre ambos: «Todo entre nosotros debe ser sencillo, claro y puro»22. Sin
embargo, poco tiempo después de iniciado el idilio, los amantes se sepa-
ran: Hannah visitará a sus familiares en Königsberg y Heidegger pasará
el periodo intersemestral en Todtnauberg. Desde ahí habla de «nuestra
tempestad» y recuerda aquel primer encuentro en la hora de consulta:

Cuando brama la tempestad alrededor de la cabaña, pienso en «nuestra tem-


pestad» — o voy por el sendero tranquilo que rodea el Lahn — o me tomo
un descanso soñado con la imagen de la joven que, con un impermeable y un
sombrero encasquetado sobre los ojos grandes y quietos, entró por primera
vez en mi despacho y que, pudorosa y reservada, respondió con parquedad
a todas las preguntas — y entonces traslado la imagen al último día del
semestre — y solo entonces sé que la vida es historia (H-A, 19; 21.3.1925).

El profesor Heidegger y su alumna Arendt entrarán en un juego de


claves y citas tan bien cuidadas que la misma Elfride se enterará de esta
relación pocas horas antes del reencuentro con Hannah Arendt en 1950.
Las visitas eran planeadas de tal modo que los compañeros de Hannah
tampoco debían enterarse. Como ejemplo de tal cuidado podemos se-
ñalar las indicaciones que Heidegger le da a Arendt para sus encuen-

21. Aquí también corregimos el dato equivocado que proporciona Safranski al decir
que la relación se inicia en febrero de 1924; más bien fue en febrero de 1925.
22. Desde 1982 sabemos de la relación entre Hannah y Martin gracias a la biografía
de Elisabeth Young-Bruehl Hannah Arendt: For Love of the World. Sin embargo, para esta
biografía la autora no tuvo acceso a las cartas entre Hannah y Martin; lo tendrá posterior-
mente Elzbieta Ettinger, que en 1995 publicará su libro Hannah Arendt-Martin Heidegger.
Actualmente contamos con la descripción más completa de todos estos acontecimientos a
partir del libro de Antonia Grunenberg, Hannah Arendt und Martin Heidegger. Asimismo,
en 1999 Catherine Clément publicó esta historia en forma de novela: Martin et Hannah.
Roman (Calmann-Lévy, París).

93
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

tros después de las conferencias que este dictó en Kassel, a mediados de


abril de 1925: «Sea como fuere, me despediré después de mi conferencia
—como hago ahora cada día— de los conocidos y anfitriones y me dirigi-
ré al tranvía de la línea 1 a Wilhelmshöhe, última parada — y a lo mejor
tú viajas —discretamente— en el siguiente convoy. Luego te acompañaré
de vuelta» (H-A, 22).
El epistolario entre los amantes deja ver que el semestre de verano
de 1925 fue idílico. Heidegger mismo lo reconoce en la carta del 2 de
agosto: «Ha sido un semestre maravilloso y me pongo a trabajar con
gran ímpetu en lo mío. Tú tienes parte en ello. Y mis montañas han
de proporcionarme calma, silencio y energía para que todo resulte tal
como lo llevo dentro» (H-A, 42).
Al finalizar el semestre, Heidegger se refugia nuevamente en Todt­
nauberg y ella viaja a Königsberg. Las expectativas para el siguiente
curso parecen buenas y, por el epistolario, sabemos que Heidegger ase-
soraba a su alumna tanto en términos académicos como en otros ámbi-
tos, por ejemplo en lo concerniente a esquiar.
Sin embargo, la situación se complicará debido a las exigencias de
publicación para Heidegger. Como ya señalamos, la cátedra de Hart-
mann quedaba libre y el Ministerio pedía que Heidegger tuviese alguna
publicación sólida para poder optar a ese puesto. Ahora que conoce-
mos el camino hacia Ser y tiempo así como la concentración que Hei-
degger dedicaba para preparar las lecciones, la frecuencia y el cuidado
de la relación con Hannah tuvo que verse afectada. Eso consta en la
carta del 10 de enero de 1926, donde la respuesta del maestro hace
manifiestos los reclamos de su amante: «Te he olvidado — no por
indiferencia ni porque se hubieran inmiscuido ciertas circunstancias
externas, sino porque debía olvidarte y te olvidaré cada vez que tome
el camino del trabajo último y concentrado. No es cosa de días u ho-
ras, sino un proceso que se prepara durante semanas y meses y luego
remite» (H-A, 51).
Es muy probable que por eso Hannah tome la decisión de irse de
Marburgo y estudiar con Jaspers en Heidelberg. En este respecto no si-
gue la recomendación de Heidegger, quien insistía en que se fuera a Fri-
burgo con Husserl. Quizás para corresponder a los deseos del amado,
estará solo un semestre en Friburgo, en el invierno de 1927-1928. Des-
pués regresará a Heidelberg en donde se doctora con Jaspers en 1928.
No es difícil descubrir que el tema de la tesis de doctorado, El con-
cepto de amor en san Agustín, fue inspirado por Heidegger mismo. Este
le había escrito en la carta del 13 de mayo de 1925:

94
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

Te doy las gracias por tus cartas — por haberme acogido en tu amor — que-
ridísima. ¿Sabes qué es lo más difícil que al ser humano le está dado cargar?
Para todo lo demás hay caminos, ayuda, límites y comprensión — solo
aquí todo significa: estar en el amor = estar empujado a la existencia más
propia. Amo significa volo, ut sis, dice san Agustín en un momento: te amo
— quiero que seas lo que eres (H-A, 31).

A pesar de que Hannah se muda a Heidelberg en el semestre de


verano de 1926 para estudiar y doctorarse con Jaspers, la relación se
mantiene hasta la primavera de 1928. Todavía a principios de ese año
se anuncia por parte de Heidegger el deseo de verla: «Jaspers me in-
vitó para el mes de abril, y ya tiemblo de alegría pensando en verte»
(H-A, 59); sin embargo, como sabemos, cambiará de opinión y no la
verá: «El hecho de que ahora no vengas — creo haber entendido» (H-A,
61), le escribe Hannah el 22 de abril.
La ruptura está teñida, por lo menos de parte de Hannah, de una
profunda huella:

Lo que quiero decirte ahora no es más que una descripción au fond abso-
lutamente escueta de la situación. Te amo como el primer día — lo sabes,
y siempre lo he sabido, incluso antes de este reencuentro. El camino que
me enseñaste es más largo y arduo de lo que pensaba. Exige toda una larga
vida [...]. Siempre doy lo que se me exige, y el propio camino no es más
que la tarea que me impone nuestro amor. Perdería mi derecho a la vida si
perdiera mi amor por ti... (H-A, 61).

La carta de ruptura del 22 de abril concluye enfáticamente con una


cita de Elisabeth Barret Browning: «Y si Dios lo da, te amaré mejor tras la
muerte» (H-A, 61 s.)23. El arduo camino señalado será inolvidable y efec-
tivamente determinante para Hannah. Sin embargo, todavía en una carta
de 1929 le solicitaba pasar al ámbito de lo inolvidable, como ella lo haría
con él: «Por eso me acerco hoy a ti con la seguridad de siempre y la soli-
citud de siempre: no me olvides y no olvides hasta qué punto y con qué
profundidad sé que nuestro amor es la bendición de mi vida» (H-A, 62).

4.5. La amiga de la esposa: Elisabeth Blochmann

Así como en 1915 Heidegger se recupera rápidamente de su ruptu-


ra con Gretel e inicia su relación con Elfride, en 1928 Heidegger se

23. La cita proviene del número 43 de Sonnets from the Portuguese.

95
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

restablece de la ruptura con Hannah y halla en la vieja amiga Elisabeth


Blochmann, o en exalumnas como Elisabeth Krumsiek24, alguien en quien
apoyarse. Incluso en 1928 le escribe a Blochmann la misma cita de san
Agustin sobre el amor: volo, ut sis, quiero que seas lo que eres (H-
B, 23), que años antes, en 1925, había escrito a Hannah.
Como se puede ver por referencias anteriores, Heidegger tenía con-
tacto epistolar con Elisabeth Blochmann desde 1918. Sin embargo, las
cartas posteriores a 1926 muestran mucha mayor confianza de Heidegger
con la amiga de su esposa. Elisabeth Blochmann fue compañera de Elfride
en Wiesbaden en 1913-1914, posteriormente tiene estancias en Weimar,
Jena, Estrasburgo, Marburgo y Gotinga. Entre sus profesores se cuentan
Georg Simmel, Paul Natorp, Georg Misch, Karl Brandi y Hermann Nohl.
Será precisamente con Karl Brandi con quien se doctore en 1923 en Go-
tinga. En 1928 fue nombrada profesora ordinaria en la Academia Peda-
gógica en Halle, sin embargo por su origen judío fue suspendida en 1933,
y en 1934 emigra a Inglaterra de donde regresa a Alemania en 1952 y
acepta una cátedra como profesora en Marburgo25. Por lo que hemos visto,
Heidegger entraba fácilmente en contacto con las amigas de su esposa,
como es el caso de Elisabeth Blochmann y Gertrud Mondorf. Aunque
la correspondencia entre Martin y Elisabeth se extiende hasta 1969, las
cartas entre el verano de 1919 y el verano de 1926 se dan por perdidas.
Aunque el epistolario entre Martin Heidegger y Elisabeth Blochmann
no revela una fuerza erótica como la expresada a Elfride o a Hannah, sin
embargo, deja ver la inquietud afectiva de Heidegger. Un claro ejemplo
lo encontramos en 1931 cuando Elfride se encontraba visitando a sus
familiares en Wiesbaden y Heidegger se había quedado en Friburgo. En

24. El nombre de casada de Elisabeth Krumsiek será Elisabeth Gerber.


25. El hecho de que Elfride haya conservado la amistad con Elisabeth es para algunos,
como Gadamer, una prueba de que la mujer de Heidegger no era antisemita, sino que su
posición se debía estrictamente al apego a una posición política determinada (cf. Gadamer
y Vietta, 2002, 61). Sin embargo, la información de primera mano de Gertrud Heidegger
confirma las tendencias antisemitas y nacionalsocialistas de su abuela. Hay por lo menos
dos relatos en torno al carácter antisemita de Elfride Heidegger. Uno es la descripción del
alumno judío de Heidegger Günther Stern [Anders]: «… ella [Elfride Heidegger] no tenía la
menor idea de cuál es el aspecto de los judíos [...] mientras subíamos la montaña comenzó
a hablar del nacionalsocialismo y de si yo no quería incorporarme a ese movimiento. Yo le
respondí: míreme usted bien y reconocerá que pertenezco a esos que quieren ustedes ex-
cluir» (Anders, 1987, 24 s.). Gadamer narra un hecho parecido, pero en torno al asistente
judío de Heidegger en 1933: Werner Brock. En una comida Elfride Heidegger habló en
tono antisemita y Brock le dijo: «Debo decirle que soy judío». Elfride se asombró, pero si-
guió la conversación. Heidegger dijo inmediatamente: «Eso no cambia nada entre nosotros»
(Gadamer y Vietta, 2002, 61).

96
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

esos días lleva a cabo «tres bonitos días de caminata festivos y enrique-
cedores» con Elisabeth, los cuales —escribe Heidegger a Blochmann
el 31 de agosto de 1931— «ahora me devolverán todo en el ‘recuerdo’.
Y entonces usted misma estará siempre en ello» (H-B, 42). Todavía en
esa carta Heidegger lamenta no haberla visto nuevamente en esos días:
«Estoy muy triste por el hecho de que no pude verla una vez más...»26.
Quizás sea por eso por lo que Elisabeth le envía en marzo de 1932 un
«regalo». De acuerdo con el editor de las cartas, entre los libros que le
envía como regalo se halla el de José Ortega y Gasset sobre el amor
(H-B, 146)27.
En esos años la relación con Elfride será tensa debido a las relacio-
nes de Heidegger con otras mujeres, como la mencionada exalumna de
Heidegger en Marburgo, Elisabeth Krumsiek. Ante ello Heidegger es-
cribe a Elfride el 17 de agosto de 1931 lo siguiente: «Sé muy bien que te
pertenezco y que solo tú puedes ayudarme a edificar mi vida. Me resulta
difícil aprender a ser estricto conmigo mismo y a cargar realmente con
lo pesado en vez de olvidarlo; sé que ahora solo depende de mi obrar,
del trabajo cotidiano en mí mismo. Será tu corazón el que juzgue si hago
avances o no: ya te he prometido demasiado» (H-E, 180).
Es sabido que Heidegger aceptará el rectorado de la Universidad de
Friburgo en 1933 bajo el gobierno nacionalsocialista. Elisabeth Bloch-
mann asistirá a la toma de posesión y describirá a Nohl sus impresiones:

Una mezcla peculiar reinaba en el aula con los talares medievales, el uni-
forme de gala y los estandartes de las corporaciones y junto a ellos el gris
y negro de la gente del SA y del SS. El pequeño M. [Martin], vestido de
terciopelo rojo, era en su palidez casi algo conmovedor. Su discurso fue
muy bonito, un discurso filosófico [...]. El final: todo lo grande está bajo la
tormenta [...], en verdad M. H. [Martin Heidegger], y tan serio que uno se
lo agradeció (Becker, 2003, 71; 29.5.1933).

Como ya señalamos, a causa de su ascendencia judía, Elisabeth Bloch-


mann teme por su situación laboral debido al decreto del 7 de abril
de 1933, en donde es suspendida de su labor docente en la Academia
Pedagógica de Halle. Precisamente porque teme ser despedida, pide el

26. El 17 de agosto Elisabeth Blochmann había llamado a Heidegger por teléfono


desde Neustadt en la Selva Negra, pero él se encontraba en el taller del señor Vanoli.
Posteriormente Heidegger la llamó y planearon hacer una caminata en los siguientes días.
Esto se desprende de la carta de Heidegger a Elfride del 17 de agosto de 1931 (H-E, 172).
27. También conviene recordar que Elisabeth Blochmann acompañó a Heidegger en
una estancia en Beuron en 1929.

97
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

apoyo de su amigo rector Martin Heidegger. El epistolario muestra,


empero, el poco éxito de Heidegger en las negociaciones con Alfred
Bäumler. Eso se aprecia en las cartas de Blochmann a Nohl:

Por cierto no es (¿o no solo?) una debilidad de la amistad, sino también y


ante todo en sus cosas un fracaso en el momento en el que se debe allanar
valientemente un camino recto a través del mundo exterior [...] uno puede
entristecerse por ello. [...] Por la amistad entre Ma. [Martin] y yo hubiese
sido ya muy necesario un diálogo a fondo. Pero él tenía miedo, eso me
quedaba claro. Sin embargo sobre eso no hay que escribir [...]. Por el mo-
mento tampoco es grave el fracaso con B. mismo, sino el modo no sincero
de la comunicación (Becker, 2003, 71; 14-15.6.1933).

Todavía en septiembre de 1933 espera apoyo del amigo: «… usted


sabe lo importante que es para mí y que mi esperanza última y única
es todavía su ayuda» (H-B, 71). Una semana después le especifica que
lo que requiere es una carta de recomendación para el nuevo «director
del ministerio» por parte del rector Heidegger. Sin embargo, Heidegger
responde que «lo más doloroso» para él es que ya no puede ayudar
(H-B, 73). Pese a ello, Heidegger manda la referida carta, aunque con
poco éxito, ya que para el 24 de septiembre Elisabeth había recibido el
aviso de su destitución y comienza a pensar en la emigración. Sin em-
bargo, ya que Blochmann había solicitado también una carta de apoyo a
Georg Misch, en una misiva a Nohl hace visible su enojo con el tipo de
ayuda dada por Heidegger al comparar la carta de este con la de Misch:
«Encuentro conmovedora la carta de recomendación de Misch, escrita
realmente de modo tan afectuoso [...] por el contrario esta carta de
M. H. — ¡válgame Dios! [...] Este tonto M. H.; ¡ahora se supone que
usted sería el culpable de mi destitución! — simplemente para que él no
tenga que decir lo que dejó escapar. Qué bien que no lo tengo aquí y
que no puedo ser tan directa» (Becker, 2003, 72; 17.10.1933).
Finalmente, al no tener expectativas de permanecer en Alemania,
recurre una vez más a Heidegger para solicitar un escrito de apoyo
en su traslado a Inglaterra: «Lo que necesito de usted es un dictamen
sobre aquello que usted piensa en torno a mí de modo personal e in-
telectual…» (H-B, 77). La carta del 28 de octubre deja ver, empero, lo
doloroso de la situación para Blochmann: «¿Qué hay de las ‘otras posi-
bilidades’ que usted todavía espera, si incluso la Cruz Roja en Alemania
no puede contratar a alguien como yo? […] Gente como nosotros no
pertenece a ningún lugar, ya que la pertenencia más intrínseca se toma
por nada. Y por ello uno debe irse al extranjero y ahí pedir asilo — sin
importar lo grande que sea el dolor» (H-B, 78).

98
HANNAH ARENDT : LA MUSA INTELECTUAL

En enero de 1934 Elisabeth Blochmann emigra a Inglaterra.


Pese a la ayuda «poco comprometida» que presta Heidegger a Bloch-
mann, esta lo perdonará, o por lo menos eso se deja entrever en una
carta que le dirige a Heidegger con motivo del octogésimo aniversario
del filósofo en 1969: «Siempre tuve conciencia de tu fidelidad amisto-
sa que jamás me decepcionó» (H-B, 118).

99
5

RETORNO A FRIBURGO:
EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

«Res severa verum gaudium».


Séneca

5.1. Friburgo: el terruño académico

Como sabemos, en 1928 Heidegger acepta el nombramiento en Fribur-


go para suceder a su maestro Husserl en la cátedra. Este mismo impulsó
la sucesión y todavía el 26 de diciembre de ese año le informa a Rickert
de lo siguiente:

Gracias a su originalidad filosófica, gracias a su aptitud docente comple-


tamente peculiar fue él [Heidegger] el hombre preciso. No hay nadie en
Alemania que atraiga de esa manera los corazones de la juventud. Y hay
en ello una personalidad pura, completamente abnegada, y enteramente
entregada a los grandes asuntos. Estoy ansioso por saber cómo seguirá de-
sarrollándose, ojalá que conserve el gran estilo del ascenso que yo espero
(BW-5, 187)1.

Al retornar a Friburgo, y después de haberse elevado al pódium fi-


losófico internacional con Ser y tiempo, Heidegger ocupará el centro de
atención. El desfile de futuras personalidades que visitarán sus aulas se
intensifica. Sus clases conservan un estilo cada vez más inolvidable. Uno
de los que se integra a esa experiencia es Eugen Fink, quien ya era asis-
tente de Husserl y se doctora con este en 1929. Al felicitar a Heidegger

1. En un diálogo con Max Müller en 1934, Husserl señaló lo siguiente: «Él [Hei-
degger] es efectivamente el más dotado de aquellos que han pertenecido a mi círculo.
Durante mucho tiempo pensé en Alexander Pfänder como mi sucesor en Friburgo, pero la
profundidad y originalidad de Heidegger indudablemente lo superaron. Y entonces tuve
que darle preferencia» (Legado Max Müller, en UAF E 3/757).

100
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

con motivo de su octogésimo aniversario en 1969, Fink recuerda con


cierto detalle el estilo docente de Heidegger:

Sus lecciones no se agotaban nunca en transmitir conocimiento, en expandir


doctos saberes, en presentar teorías. Él siempre enseñó el filosofar, el pre-
guntar atrevido. A veces escandalizaba a los estudiantes y prohibía cualquier
habla apresurada y comprensión aparente. [...] De esas sesiones de Heidegger
los estudiantes salían atónitos, emocionados, inspirados, habían tenido un
resplandor, un encantamiento, un suceso carismático. Eso se incrementaba
todavía más en el seminario de Heidegger. Aquí el maestro era estricto, impla-
cable contra evasivas. Y sin embargo era justo y solícito, por ejemplo cuando
con paciencia y sólida dirección, de una opinión «tonta» sacaba una pregunta
con sentido. Heidegger era un maestro socrático, obligaba a los participantes
del seminario al ver, escuchar y leer más trabajoso — a ver los fenómenos, a
escuchar las remisiones de las cosas al ser, a leer los textos de la gran tradi-
ción. En tal «obligar» nos parecía él como sumergido en el fuego y cubierto
de hielo — él era el maestro porque en ello seguía siendo el que más aprendía,
preguntaba, buscaba y sabía (Fink, 1977, 40 s.).

Y el Eros heideggeriano se mueve en el aula. No solo Elfride y Han-


nah son las víctimas de lo demoníaco de tal poder, sino que, como se-
ñalaremos, Eros se desplegará en otras musas. Su retorno a Friburgo lo
inaugura con la lección «Introducción a la filosofía» en el semestre de
invierno de 1928-1929, en donde hallamos alumnos como Emmanuel
Levinas, Eugen Fink, Max Müller, Xavier Zubiri, Käte Oltmanns, Do-
mingo Carvallo y Carlos Astrada2.
Emmanuel Levinas describe unos años más tarde, en 1931, su expe-
riencia en Friburgo y el impacto que causaba Martin Heidegger:

Llegué a Friburgo justo en el momento en que el maestro [Husserl] acababa


de abandonar su enseñanza regular para consagrarse a la publicación de
sus numerosos manuscritos. Tuve el placer de asistir a las conferencias que
aún impartía de cuando en cuando, en auditorios siempre abarrotados. Su
cátedra pasó a Martin Heidegger, su discípulo más original, cuyo nombre
es ahora la gloria de Alemania. Su enseñanza y sus obras, de una potencia
intelectual excepcional, son la mejor prueba de la fecundidad del méto-
do fenomenológico. Ya un éxito considerable manifiesta su extraordinario

2. Para divisar el ambiente académico de ese semestre podemos mencionar que


Husserl daba un curso sobre fenomenología de la empatía y que Fritz Kaufmann impartía
lecciones sobre fenomenología de la existencia social. Encontramos cursos de otros do-
centes que ya habían desempeñado un papel central en el camino de Heidegger o lo harán
posteriormente: Finke, Friedländer, Lampe, Bauch, Sauer, Krebs, Grassi, Cohn, Ritter,
Honecker, Ebbinghaus.

101
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

prestigio: para asegurarme una plaza en su curso de las cinco de la tarde,


en una de las salas más grandes de la Universidad, debía guardarla desde
las diez de la mañana, a más tardar. En su seminario, reservado a los pri-
vilegiados, todas las naciones estaban representadas, la mayoría, por pro-
fesores de importantes universidades: Estados Unidos, Argentina, Japón,
Inglaterra, Hungría, España, Italia, Rusia, incluso Australia. Al encontrar-
me con esta brillante asamblea, comprendí de inmediato al estudiante alemán
con el que coincidí en el tren rápido de Berlín-Basilea que nos llevaba a
Friburgo. Al preguntarle por su destino final, me respondió sin pestañear:
«Voy a estudiar con el filósofo más grande del mundo» (Levinas, 2003, 15)3.

Otro alumno de Heidegger, Walter Biemel, recuerda también su ex-


periencia posterior con el maestro, en el ámbito docente:

En este seminario4 Heidegger no presuponía nada de conocimientos filosó-


ficos, pero esperaba que los estudiantes estuviesen dispuestos a emprender
el intento de filosofar. Los ponía a pensar. Si planteaba una pregunta y
nadie tenía el valor de dar una respuesta, entonces pasaba la mirada por el
aula y reconocía por la expresión del rostro de los estudiantes quién tenía
algo que decir — se dirigía a él e iniciaba un diálogo socrático, lo conducía
de tal modo que él mismo tenía que encontrar la respuesta. Cuando alguien
salía con una sabiduría que había leído en alguna parte, haciendo alarde
de palabras aparentemente cultas, Heidegger se apretaba la barbilla y con
una sonrisa de pícaro exclamaba: «Eso es demasiado difícil para mí, no lo
comprendo, ¿me lo podría explicar con sus propias palabras?». Cuando,
por otro lado, alguien que había leído algo de Heidegger intentaba citarlo,
y se sentía especialmente orgulloso de su respuesta, entonces recibía una
respuesta casi brusca: «Todavía sé lo que escribí, quiero saber lo que usted
tiene que decir sobre esto» (Biemel, 1977, 2).

Sabemos que la vida académica de Heidegger se centraba fundamen-


talmente en la preparación de sus lecciones. Prácticamente de manera
ininterrumpida se puede seguir su labor docente. Sin embargo, hay algu-
nos acontecimientos que en la disciplina laboral del maestro muestran
nuevamente la irrupción de Eros. Por un lado tenemos una supuesta
crisis alrededor de 1937 y los sucesos eróticos que, acompañados del
final de la Segunda Guerra Mundial, marcarán una especial constelación
en la vida de Heidegger. Veamos lo primero.
En el semestre de invierno de 1936-1937 Heidegger ofrece su pri-
mer seminario sobre Nietzsche: «La voluntad de poder como arte», así

3. El original en francés se publicó por primera vez en 1931.


4. Biemel se refiere al seminario sobre la Fenomenología del espíritu de Hegel que
Heidegger impartió en verano de 1942.

102
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

como un seminario sobre las cartas de Schiller en torno a la educación


estética del hombre5. Para el semestre de verano de 1937 Heidegger
continúa con Nietzsche: «La posición fundamental nietzscheana en el
pensar occidental: el eterno retorno de lo mismo». Al finalizar ese se-
mestre Heidegger caerá en una nueva crisis, así lo reconoce en la carta
dirigida a Elfride desde Todtnauberg el 2 de julio de 1937: «Y si ahora,
como parece, debo atravesar de nuevo una crisis espiritual de una in-
tensidad tal que se extiende hasta mi cuerpo, también en esto serás la
ayuda más grande y apacible, aun cuando no te adentres en la filosofía»
(H-E, 205). Sin embargo, los móviles de tal crisis no quedan claros.
Desde hace algunos años Otto Pöggeler ha interpretado esto a partir de
la intensa confrontación de Heidegger con Nietzsche y el nihilismo, que
incluso lo habría llevado a un intento de suicidio:

Desde 1937-1938 Heidegger vio más detalladamente que el propio Nietz-


sche no había experimentado la profundidad del movimiento del nihilismo.
Aquella no fue una tesis discutida en una filosofía académica, sino más bien
un saldar cuentas con los propios caminos errados tanto religiosos como
políticos. De ese modo Heidegger se hundió en una crisis (similar a la que
tuvo cuando dejó el estudio de la teología o más tarde en el proceso de
desnazificación), a causa de la cual cayó enfermo en casa, incluso buscó la
muerte (Pöggeler, 2002, 14).

Una de las pruebas que algunos indican para confirmar la tesis de


Pöggeler es un escrito publicado en el volumen 66 de la GA, Medita-
ción, bajo el título «Anexo a deseo y voluntad (sobre la conservación de
lo intentado)». Tal escrito tiene en efecto una forma peculiar: por una
parte valora lo escrito hasta ese momento y por otra parte da indica-
ciones de qué hacer con todo ello. Quizás por ello algunos lo han visto
como una especie de testamento.
Sin embargo, en la señalada carta hay elementos para afirmar que la
crisis tiene más bien un fundamento erótico, ya que Heidegger después
de felicitar a Elfride por su cumpleaños, reconoce el dolor que le ha
causado y se propone con «el resto que queda de él, hacer todo bien y
agradecer[le] cada día por [su] bondad y amor». Esta línea interpretati-
va la confirmó Hermann Heidegger en nuestra conversación:

En esos años estaba yo a punto de concluir el bachillerato, es decir, vivía


todavía en casa de mis padres. Por entonces, lamentablemente debo decirlo
así, mi padre tenía relaciones amorosas, pero ninguna idea de suicidio. Lo

5. Publicado en 2005 sobre la base de los apuntes de este último (cf. SB).

103
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

cierto es que en la discusión con Nietzsche mi padre llevó a cabo un trabajo


intelectual muy duro, lo cual le exigió mucho esfuerzo y le causó nueva-
mente problemas cardíacos a finales de los años treinta. Eso es cierto, pero
de suicidio ni hablar, todo menos eso (véase infra, p. 195)6.

5.2. El peligro aristocrático: Margot von Sachsen-Meiningen

Una de las preocupaciones centrales de Heidegger en esos momentos será


su pensar plasmado en los manuscritos. Por ello a partir del 11 de no-
viembre de ese año firmará un contrato para alquilar la torre del jardín del
Castillo de Meßkirch con la intención de guardar ahí sus escritos y a la vez
poder seguir trabajando en esos momentos de turbulencia (cf. HH, 145).
Como muestran las cartas, el trabajo de remodelación avanza muy len-
tamente, así es que Heidegger piensa en otras posibilidades como la de
enterrar los manuscritos (cf. H-E, 239-240; 2.2.1945). Sin embargo, El-
fride le hace ver lo peligroso de tal opción. Finalmente, para abril de 1945
Heidegger encuentra un oasis de dicha al abrirse la posibilidad de que sus
manuscritos acompañaran a los de Hölderlin, los cuales estaban alber-
gados en una caverna a la orilla del Danubio (cf. H-E, 245; 15.4.1945).
Por la preocupación de sus manuscritos, Heidegger estará en la re-
gión de Meßkirch desde su salida de la milicia popular en diciembre
de 1944 y hasta junio de 1945. En una carta al rector del 16 de diciem-
bre de 1944 Heidegger solicita licencia para tal estancia:

Su excelencia:
Le pido licencia para mantenerme en mi lugar de origen Meßkirch hasta
el restablecimiento de la actividad académica de la Facultad de Filosofía en
Hegau, adonde es fácil llegar desde aquí.
Después ser llamado a la milicia popular mandé traer aquí todos los ma-
nuscritos que requiero para la actividad docente en este semestre. La nueva
situación en la región alta del Rin hace necesario que los manuscritos, los
cuales comprenden el trabajo de casi dos décadas y contienen en cada parte
investigaciones inéditas, sean ahora albergados finalmente de modo que se
eviten en lo posible los peligros más evidentes. Una posibilidad única para tal
aseguramiento se halla en Constanza. Como consecuencia del agotamiento
de las semanas pasadas, en este estado de salud avanzo solo lentamente en
la ejecución del aseguramiento, especialmente porque me faltan asistentes
adecuados y mi hermano, quien vive aquí y por lo general administra mis
manuscritos, está completamente ocupado debido a su trabajo.

6. En una conversación informal, Gertrud Heidegger me confirmó que no hay in-


sinuaciones o constataciones de intentos suicidas en las cartas de su abuelo.

104
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

En la esencia del trabajo filosófico yace el hecho de que sus productos


dan la apariencia de estar ligados muy íntimamente con la persona que
los trabaja y no se dejan objetivar como los establecimientos y trabajos de
investigación de un instituto de ciencias naturales o de medicina. Pero en
realidad mis trabajos no pertenecen a mi persona, sino que están al servi-
cio del futuro alemán y a él pertenecen. Su aseguramiento debe exigir un
cuidado adecuado. Por ese motivo le pido a su excelencia la autorización
para utilizar el tiempo que queda, hasta el restablecimiento de la actividad
académica en el nuevo lugar, en albergar los manuscritos.
¡Heil Hitler!
Heidegger (UAF B 3/522)..

En esos meses, alejado de Elfride, sufre un fuerte atosigamiento por


parte de Eros. Desde finales de 1944 Heidegger le anuncia nuevamente a
Elfride sus problemas de insomnio (H-E, 234; 30.12.1944), los cuales se
intensifican hasta tal punto que el 2 de febrero Heidegger le escribe: «Has-
ta ahora no he querido escribirte al respecto porque creía que se trataba de
un agotamiento pasajero, pero el insomnio persiste, al igual que algunos
ligeros desmayos y dolores de cabeza, y extrañas depresiones» (H-E, 240).
Después de haber visitado al médico, Heidegger debería haber descan-
sado, pero él mismo reconoce que «no pued[e] permanecer inactivo en
esa situación». Esta recaída quedó constatada por el dictamen médico,
albergado en el archivo de la Universidad de Friburgo, que elaboró el pro-
fesor Kurt Ziegler el 8 de febrero de 1945. El diagnóstico fue el siguiente:

Por este medio certifico que el profesor doctor Heidegger se halla en tra-
tamiento debido a molestias estenocardíacas, las cuales desde diciembre
de 1944 están asociadas a molestias en torno a la regulación de la presión
arterial, a síntomas que van desde mareos hasta desfallecimientos, cansan-
cio general e insomnio, así como alteraciones en el discurrir de las ideas.
Debido especialmente a los dolorosos accesos cardíacos le he aconsejado
mantener la mayor calma posible junto con un tratamiento medicado. Bajo
las actuales condiciones de vida esto solo es posible, en la medida urgente-
mente requerida, fuera de Friburgo7.

En la carta que acompaña al certificado médico, dirigida al de-


cano de la Facultad de Filosofía, profesor Schuchardt, Ziegler añade
que «... el señor Heidegger por el momento no estará en condiciones
de impartir un seminario sin que se dañe o agudice su estado» (UAF
B 3/522).

7. El manuscrito original se encuentra en UAF B 3/522, mientras que en UAF


B 24/1277 se halla una trascripción a máquina.

105
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

A partir de estos hechos, el Ministerio de Cultura otorgó a Hei-


degger una licencia laboral a partir del 24 de marzo en los siguientes
términos: «Con base en el presente certificado médico del 8 de febrero
de 1945, se reconoce que el profesor Heidegger por enfermedad está
impedido laboralmente por la duración de tres meses y se le otorga la au-
torización para alejarse de su lugar de trabajo. El 15 de mayo de 1945
se espera la presentación de otro certificado médico» (UAF B 24/1277).
Sin embargo, al recibir esta autorización, la salud de Heidegger ya había
mejorado, por lo menos así lo hace saber a Elfride el 11 de marzo: «Con
todo, he superado la depresión; siento que mis fuerzas no han tocado a
su fin…» (H-E, 243)8.
El periodo de licencia lo aprovechará para plasmar la fuerza erótica
que lo atosigaba. Será en esos meses cuando descubra una forma de
decir que se acerque a lo simple buscado por lo menos ya desde 1931:
los diálogos9. Así lo indica a Elfride en marzo de 1945:

Aunque desde un punto de vista físico mis fuerzas siguen siendo lábiles, he
alcanzado estos últimos días un impulso extraordinario, ante el cual podría
olvidarme por completo de comer y de dormir. De improviso he hallado
una forma del decir que no hubiera nunca osado por el riesgo de una seme-
janza externa con los diálogos platónicos. Estoy escribiendo un «diálogo»
— en verdad poseo la «inspiración» — así es como debo llamarla, para
escribir varios. El decir que poetiza y el que piensa han alcanzado así una
unidad originaria, y todo fluye ligero y libre (H-E, 243; 23.5.1945).

Aunque Heidegger ubique la fuerza para tales diálogos en el re-


cuerdo de sus dos hijos desaparecidos, de hecho presos en Rusia, eso
constituirá solamente la inspiración temática, ya que el verdadero móvil

8. De acuerdo con Ochsner, Heidegger organizaba en esos meses una actividad


académica sobre Pascal, así consta en la carta a Tecklenborg del domingo después de la
Pascua de 1945: «Heidegger quiere iniciar un grupo de trabajo sobre Pascal: Esprit de
géométrie et de finesse, al que me ha invitado, en caso de que el gobierno lo apruebe»
(Ochwadt, 1981, 126).
9. Actualmente publicados en GA 77. Con la documentación epistolar se puede aho-
ra rastrear la paulatina transformación del decir heideggeriano. Un primer testimonio es
la carta a Elfride del 19 de octubre de 1930, desde Beuron: «Esta vez se trata de un ajuste
de cuentas con todo lo anterior y de un nuevo despertar en dirección a lo futuro» (H-E,
166). Nuevamente desde Beuron Heidegger escribe el 11 de octubre de 1931: «Ahora
siento cada vez una paulatina transformación que incluso se extiende hasta en el modo
de trabajar, preguntar y decir» (H-E, 173). Ya para el 19 de marzo de 1933 Heidegger
afirmará lo siguiente: «Creo haber encontrado solo ahora la forma intelectual más propia,
y sobre los grandes asuntos uno debe callar el mayor tiempo posible» (H-E, 186).

106
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

lo hallamos, como había venido ocurriendo, en una figura erótica que


en ese tiempo se llama Margot von Sachsen-Meiningen.
La musa de turno había nacido en 1911 y estuvo casada con el prín-
cipe Bernhard von Sachsen-Meiningen del 23 de abril de 1931 al 10 de
junio de 1947, fecha en que se divorcian10. Margot fue alumna de Hei-
degger por lo menos en ocho lecciones y ejercicios entre 1941 y 1943;
entre estos cursos se encuentran: Conceptos fundamentales, dos lecciones
sobre Hölderlin y una lección sobre Heráclito, así como ejercicios para
estudiantes avanzados sobre Hegel y Aristóteles. En las listas de alum-
nos inscritos en los cursos de Heidegger que se conservan en el archi-
vo de la Universidad de Friburgo (Quästurakten) aparece Margot junto
con otros dos nombres que ahora son familiares: Marielene Putscher y
Andrea von Harbor. Heidegger mantendrá relaciones con ellas en dife-
rentes momentos: con Margot en 1944-1946, con Marielene alrededor
de 1955, y la relación con Andrea será descubierta por Elfride en 1958.
A partir del contacto entre maestro y alumna, la relación de Hei-
degger con Margot se estrechará en los años siguientes de tal modo que
Heidegger será su huésped ya en agosto de 1944, cuando este tenga
permiso de la universidad para viajar a Meßkirch y Constanza debido
al cuidado de sus manuscritos11. Por motivos de la guerra, Margot von
Sachsen-Meiningen vivía en la casa forestal del conde Douglas, junto a
las ruinas del castillo de Hausen, en el valle alto del Danubio.
Precisamente los insomnios y depresiones de esos meses los vivirá
Heidegger en diversas estancias en casa de su exalumna12. El hecho de
que permanezca por lo menos seis meses alejado de Friburgo se debe,
más allá de la prescripción médica, a las condiciones azarosas en el valle
alto del Danubio. Por un lado, como ya señalamos, la preocupación por
su pensar plasmado en sus manuscritos lo obligaba a permanecer cerca
de la casa paterna, en Meßkirch. No lejos de ahí, en Hausen, a doce
kilómetros de Meßkirch, se hospeda el móvil erótico de su pensar en
aquel entonces, Margot. Entre ambos lugares se halla el refugio cons-
tante de su espiritualidad, el monasterio benedictino de Beuron, a doce

10. No es aventurado suponer que una de las causas del divorcio haya sido la re-
lación de Margot con Heidegger. El hecho de que Heidegger haya tenido que «decidir»
entre Elfride y Margot es indicativo de la intensidad de la relación. Posteriormente Hei-
degger mantendrá otra apasionada relación con Dory Vietta que acabará también en el
divorcio de esta. Cf. infra 5.6.
11. Autorización del rectorado con fecha 25 de julio de 1944 (UAF B 24/1277).
12. Las cartas a Elfride muestran que hubo varias visitas a Hausen y no solo una como
enfatizan Zimmerman o Safranski. Cf. Zimmermann, 2005, 33, cuya referencia difiere de
la proporcionada por Safranski, 1994, 372.

107
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

kilómetros de Meßkirch y a ocho de Hausen, y cerca de ahí el castillo


Wildenstein, a cuatro kilómetros y medio de Beuron y a diez de Meß-
kirch, albergará a partir de abril de 1945 a la Facultad de Filosofía de la
Universidad de Friburgo. Quizás los viajes entre estos lugares pudieron
haber pretendido unir simbólicamente lo que en su vida se mantuvo en
constante beligerancia: su pensar (manuscritos en Meßkirch), sus pasio-
nes (Margot en Hausen), su religiosidad (el monasterio benedictino de
Beuron) y la academia (castillo Wildenstein).
Para el 1 de mayo de 1945 el decano Schuchardt constatará la situa-
ción de Heidegger:

Por este medio se hace constar que el señor profesor doctor Martin Heideg-
ger se encontraba desde mediados de diciembre en Meßkirch para llevar
a cabo trabajos científicos. Desde mediados de marzo está asignado labo-
ralmente al castillo Wildenstein cerca de Beuron (valle del Danubio) para
llevar a cabo cursos para candidatos a examen y realizar los exámenes.
Incluso ahora se encuentra en el castillo Wildenstein con la mayor parte de
la Facultad de Filosofía de la Universidad de Friburgo (UAF B 3/522).

5.3. Los años difíciles

Ya en abril de ese año Heidegger había presentido la posibilidad de ver-


se impedido en su labor docente, así lo hace saber a Elfride: «Aunque
el porvenir se presente oscuro y sombrío, confío en que habrá posibili-
dades de obrar aun cuando me sea prohibida la docencia en el futuro»
(H-E, 245; 17.4.1945). Sabemos que efectivamente así sucederá a lo
largo de varios años, por lo menos en el ámbito universitario, pero tal
ausencia docente no será debida a su estado de salud, sino a la prohibi-
ción expresada a finales de 1946.
Antes de iniciar el proceso desnazificador por parte de la comisión
depuradora, Heidegger se halla todavía en recuperación ya en Friburgo.
El 20 de julio así se lo hace saber a Rudolf Stadelmann, junto con la
confirmación de los sucesos recientes: «Por el momento debo cuidar-
me algunos días y por ello le escribo acostado. Extraño [...]. El pasado
medio año estuve en la tierra natal y de vez en cuando en la cercanía
próxima y emocionante del lugar de descendencia paterna en el valle
alto del Danubio bajo el castillo Wildenstein...» (GA 16, 370).
Sin embargo, aunque repose en cama, su situación laboral y personal
se complica: su casa ocupada, los hijos desaparecidos en Rusia (aunque
después se sabrá que ya estaban cautivos), los problemas con Elfride debi-
do a su relación con Margot, y por si esto no bastara, se inicia el trabajo

108
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

de la comisión depuradora en torno al «caso Heidegger» por haber sido


rector de la Universidad de Friburgo en 1933-1934 bajo el régimen nacio-
nalsocialista13. Todo esto condujo a un colapso que tuvo lugar a finales de
ese año14. Si es fiable la información de Petzet que indica que el colapso
tuvo lugar en la universidad después de una reunión con la comisión de-
puradora (Petzet, 1983, 52), entonces probablemente la fecha de tal suce-
so sea el 11 de diciembre de 1945, ya que en el Archivo de la Uni­versidad
de Friburgo se encuentra la invitación a tal reunión enviada a Heidegger
el 6 de diciembre: «En nombre del comité de depuración de la universidad
le invito a una sesión el martes 11 de diciembre a las 8 de la mañana en el
despacho del rector» (UAF B 3/522).
Todavía el 15 de diciembre Heidegger se dirigirá al presidente de
la comisión depuradora, C. von Dietze, para aclarar algunos hechos en
torno a su participación nacionalsocialista en 1933-1934 y concluye la
carta con las siguientes confesiones y peticiones:

Cometí muchos errores en lo técnico y personal de la administración uni-


versitaria. Pero nunca entregué el espíritu y la esencia de la ciencia y de la
universidad al partido, sino que intenté la renovación de la universitas.
Debo dejar pues la decisión a la Universidad de Friburgo sobre si debo
pertenecer o no a ella todavía en alguna forma de trabajo. Solo le pido
a la universidad la protección de mi trabajo filosófico, que se extiende a
treinta años, del cual por cierto creo que algún día tendrá todavía algo
que decir a Occidente y al mundo.
Compartiendo el destino general y espiritual, y preocupado por la suer-
te de nuestros hijos desaparecidos en Rusia, mis fuerzas se hallan de todos
modos en una condición que quizás apenas alcanzará todavía para concluir

13. Se ha escrito mucho al respecto. En la segunda parte del presente libro Luis Tama-
yo retomará este tema. Sin embargo, podemos señalar dos indicios de la temprana ruptura
de Heidegger con el nacionalsocialismo. Uno es el testimonio de Gerhard Ritter en la carta
que dirige a Jaspers el 28 de enero de 1946: «Considero mi obligación poner en su
conocimiento [...] que Heidegger no tiene una personalidad fuerte. Quizás tampoco es
necesariamente sincero, de cualquier forma es ‘ambiguo’ en el sentido de los ‘vivos’ de la
Selva Negra. [...] Quisiera añadir también que él —y de esto tengo conocimiento muy pre-
ciso y consistente (siempre pertenecimos ambos al mismo círculo filosófico—, desde el 30
de junio de 1934 fue calladamente un opositor enconado del nazismo y también perdió por
completo la fe en Hitler, quien lo condujo en 1933 a su fatal error» (Ritter, 1984, 409).
El otro testimonio aparecerá cuando se publiquen los «Cuadernos negros» de Heidegger,
así lo indicó Hermann Heidegger en nuestra conversación: «El error político de mi padre
en primavera de 1933 es indiscutible. Pero la aceptación de que se había equivocado está
registrada en uno de los ‘Cuadernos negros’ con fecha de abril de 1934. Eso saldrá a la luz
cuando se publiquen estos ‘Cuadernos negros’».
14. Hugo Ott, tanto en su libro como en la correspondencia con Max Müller, señala
que él no cree en lo que informa Petzet (Ott, 1992, 333).

109
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

una parte de las cosas en las que más empeño tengo de cara al futuro de la
filosofía (GA 16, 414 s.).

Ante esta crisis, Heidegger buscará a su antiguo protector Conrad


Gröber, para esa época ya arzobispo de Friburgo, a través del secretario
particular de este, Bernhard Welte. En una carta a Welte del 29 de di-
ciembre Heidegger le pide una cita «para visitar a su excelencia, sin mo-
lestar» (H-M-W, 83). Tal visita tendrá la finalidad de buscar apoyo ante
el colapso. El resultado será la reserva de un lugar en la clínica Haus-
baden en Badenweiler, dirigida por el psiquiatra Viktor von Gebsattel y
auspiciada por la Fundación Caritas, en la cual Gröber, como arzobispo
de Friburgo, tenía influencia directa. Solo así se puede entender que
Heidegger haya obtenido un lugar para terapia en esos momentos difí-
ciles al final de la guerra.
Gröber, quien no solo era paisano de Heidegger, sino que lo había
impulsado desde sus estudios de bachillerato e incluso le había insinua-
do, de acuerdo con el mismo Heidegger, la pregunta guía de su camino
filosófico, la pregunta por el ser15, ahora nuevamente desempeñaba un

15. Por información del mismo Heidegger sabemos que un primer acceso a cierta
problemática ontológica se lo debe a Aristóteles mediante la lectura de la tesis doctoral
de Franz Brentano De la multiplicidad de significados del ente según Aristóteles, la cual
a su vez fue un regalo de su protector y paisano Conrad Gröber. En la lección inaugural
de su entrada a la Academia de las Ciencias de Heidelberg señala esto de la siguiente for-
ma: «... en el año 1907 un amigo paternal de mi pueblo, el futuro arzobispo de Friburgo
de Brisgovia, doctor Conrad Gröber, me puso en la mano la tesis doctoral de Franz
Brentano De la multiplicidad de significados del ente según Aristóteles (1862) [...]. La
pregunta por lo simple de lo múltiple del ser, que en aquel entonces nació de manera to-
davía oscura, tambaleándose y desamparada, seguía siendo a través de muchos vuelcos,
caminos errados y perplejidades, el motivo incesante para el tratado Ser y tiempo que se
publicó dos décadas después» (ACH, 611). En la carta de Heidegger al jesuita William
Richardson, que constituyó el prólogo del texto de este último Heidegger, Through Phe-
nomenology to Thought (1963), Heidegger indica nuevamente este hecho: «En Bren-
tano usted mienta el hecho de que el primer escrito filosófico que yo he trabajado una
y otra vez desde 1907 fue la tesis doctoral de Franz Brentano [...] Brentano pone en la
portadilla de su escrito la frase de Aristóteles: to on legetai polachos. Yo traduzco: El
ente se hace manifiesto (a saber: en lo que respecta a su ser) de manera plural. En esta
frase se oculta la cuestión determinante de mi pensamiento: ¿Cuál es la determinación
simple y unitaria del ser que atraviesa y domina todas sus múltiples significaciones?»
(H-Richard, 13). En Mi camino en la fenomenología vuelve a señalar lo determinante
que fue el regalo de Gröber: «Por bastantes indicaciones de revistas filosóficas yo me
había enterado de que el modo de pensar de Husserl estaba influido por Franz Brentano,
cuya disertación de 1862 De la multiplicidad de significados del ente según Aristóteles
había sido guía y criterio de mis torpes primeros intentos de penetrar en la filosofía. De
un modo bastante impreciso me movía la reflexión siguiente: si el ente viene dicho con

110
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

papel determinante. Sabemos que ante la precaria situación de Heideg-


ger, el obispo lo apoyará no solo «moralmente» sino de manera activa,
tal es el caso de sus recomendaciones ante el gobierno de ocupación. En
la carta del 2 de enero de 1946 del Abbé Virrion, colaborador en el
ámbito de enseñanza en el gobierno militar francés, dirigida a Conrad
Gröber se deja ver la intercesión que el obispo llevaba a cabo, así como
la dificultad del caso:

Su manuscrito todavía no ha llegado. Quizás todavía no ha sido transferido


aquí [Baden-Baden] desde Friburgo. Tan pronto llegue me encargaré de ello.
El coronel, encargado de los asuntos de la universidad, está de vacaciones
por el momento. En cuanto regrese hablaré con él sobre el caso Heidecker
[Heidegger]. Pero será difícil volver a admitir a Heidecker en la universidad
si el rector vota en contra. En todo caso, yo haré todo lo que pueda, puesto
que usted me recomienda a esta persona16.

Hugo Ott considera, erróneamente, que el «manuscrito» que se


menciona es un informe detallado que se perdió del «caso Heidegger»17.
La verdad es que nunca existió tal informe, sino que más bien se trata
de un descuido interpretativo en la lectura de Ott. El manuscrito del
que se habla no se refiere a Heidegger sino a un nuevo libro que Gröber
pensaba publicar, como consta en la carta del 1 de diciembre de 1945:
«Tendría aún una petición: he concluido un manuscrito sobre la pasión
de Cristo y me gustaría hacerlo llegar a la editorial Herder, si se pusiera
papel a disposición para este objetivo» (EAF Nb 8/67).
Ahora bien, a pesar de que Heidegger contaba ya con el apoyo e in-
tercesión de Gröber para obtener un lugar en Hausbaden, no será sino
hasta mediados de febrero de 1946 cuando Heidegger inicie su estancia
de recuperación debido quizás a los procesos de la comisión depurado-
ra, la cual debía enviar su resolución al senado de la universidad para
su aprobación. La reunión del senado universitario tuvo lugar el 19 de
enero y en el protocolo de tal sesión consta que se acordó aprobar por
unanimidad la propuesta de la comisión depuradora de jubilar a Hei-
degger sin permitirle ejercer su cátedra:

muchos significados, ¿cuál será entonces el significado fundamental y conductor? ¿Qué


quiere decir ser?» (Tys, 95).
16. Legado Gröber, en EAF Nb 8/67.
17. Cf. Ott, 1992, 355: «Gröber estaba interesado en que su informe llegara cuanto
antes a la instancia central de Baden-Baden [...]. El informe del arzobispo no ha llegado
hasta nosotros, pero se puede deducir su tono positivo...».

111
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

Extracto del protocolo de la junta del senado del 19 de enero de 1946:


En el orden del día se encuentra la depuración política del profesor doctor
Heidegger. Por petición del rector, el presidente del comité de depuración
política, el señor profesor doctor von Dietze, informa sobre el dictamen
final del comité de depuración y lo da a conocer mediante su lectura. Asi-
mismo es leída una carta del señor profesor Jaspers, de Heidelberg, quien
intervino en el asunto de Heidegger por petición del señor profesor doctor
Oehlkers. El senado acuerda por unanimidad la jubilación de Heidegger,
propuesta por el comité de depuración, con la denegación de autorización
para la docencia. Para llevar a cabo esta resolución, la universidad solicitará
al gobierno militar la reintegración de Heidegger. [...] El senado pide al rec-
tor informar al señor Heidegger que por parte de la universidad se espera
de él discreción en los actos públicos (UAF B 34/31).

Por ese motivo Heidegger será requerido en la oficina del rector


el 23 de enero a las 11 (UAF B 3/522). Ese mismo día informa en una
carta a Rudolf Stadelmann sobre el resultado de la conversación con el
rector: «Hoy me informó el rector (oralmente, según el acuerdo expre-
so del senado) que el senado aprobó mi solicitud de jubilación enviada
el 8 de octubre de 1945, no obstante bajo ‘denegación de la actividad
docente en tiempo indeterminado’» (GA 16, 419).
Después de estar al tanto de tal veredicto, Heidegger hará una estan-
cia de recuperación bajo el cuidado de Viktor von Gebsattel en Badenwei-
ler de mediados de febrero a mediados de mayo de 1946. Fueron tres
meses y no tres semanas, como erróneamente señaló Petzet (1983, 52)18.
Esto lo sabemos actualmente no solo por las cartas de Heidegger envia-
das en ese tiempo19 sino principalmente debido al certificado médico que
von Gebsattel redactó el 1 de marzo de 1950 y que se halla en el Archivo
de la Universidad de Friburgo:
El señor profesor doctor Martin Heidegger estuvo bajo mi tratamiento
tres meses en 1946 en el sanatorio Schloß Hausbaden en Badenweiler.
Una debilidad del músculo cardíaco hizo necesaria su estancia en la clí-
nica. A pesar de que su estado mejoró en el transcurso del tratamiento, él
se mantuvo permanentemente bajo mi tratamiento, necesario debido a la
persistente debilidad cardiaca, hasta el 1 de marzo de 1950, con interrup-
ciones. Hasta el día de hoy padece de debilidad muscular cardiaca. Esto
conlleva una fuerte disminución de su capacidad laboral. Por ello, desde
el punto de vista médico, en su actual estado de salud no está completa-

18. Al respecto cf. la segunda parte de este libro a cargo de Luis Tamayo.
19. Cf. las cartas del 17 de febrero, 15 de marzo y 8 de mayo de Heidegger a su
esposa Elfride enviadas desde Badenweiler (H-E, 240-250) y la carta de Heidegger a
Bernhard Welte también enviada desde ahí el 12 de mayo de 1946 (H-M-W, 83).

112
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

mente a la altura de todas las obligaciones de un profesor ordinario en la


universidad.
Dr. Freiherr [barón] von Gebsattel
Neuropsiquiatra (UAF B 24/1277)20.

El 8 de marzo de 1946 el arzobispo Gröber informará al jesuita Leiber


sobre el estado terapéutico de Heidegger, así como de su actitud hacia él:

El filósofo Martin Heidegger, mi antiguo alumno y paisano, ha sido jubilado


sin derecho a dar sus lecciones. En estos momentos se encuentra en Haus
Baden, en Badenweiler, y va volviendo en sí, según me contó ayer el profe-
sor Gebsattel. Para mí fue un gran consuelo que al comienzo de su desgracia
viniera conmigo y se condujera de manera verdaderamente edificante. Le
dije la verdad y él la recibió entre lágrimas. No corto las relaciones con él
porque albergo la esperanza de que se produzca un giro espiritual de su
parte (EAF Nb 8/54).

El colapso de Heidegger21, que de acuerdo con Max Müller, cerca-


no al maestro en esos años, fue su «crisis anímica más profunda» (Mü-
ller, 1994, 175)22, es interpretado por el hijo de Heidegger, Hermann, es-
pecialmente a partir de problemas derivados de sus relaciones amorosas:

De lo que no se habla, y ahora lo veo claramente, es de que también en


esos momentos las amantes desempeñaron un papel importante en la vida
de Martin Heidegger. Y el matrimonio con Elfride nuevamente estaba en
crisis. En aquella época mi madre tuvo que hablar con él de manera muy
firme y clara, para que él diera definitivamente por terminada una relación.
Ese fue el detonante para el colapso, como unos lo llaman, o el altercado,
como lo llaman otros (véase infra, pp. 195-196).

La estancia en Badenweiler serenó al demonio atosigante de Hei-


degger y condujo a este a tomar decisiones tanto personales como aca-

20. Este certificado médico fue anexado a la solicitud que Heidegger envía el 3 de
marzo de 1950 al Ministerio de Cultura para solicitar una pensión completa en lugar de la
jubilación, la cual ya había sido aprobada por el senado universitario pero no se podía llevar
a cabo por complicaciones legales en torno a la edad de Heidegger. Para apoyar tal solici-
tud, el rector Tellenbach sugiere la redacción de la última frase del certificado, tal como lo
muestran sendas cartas enviadas a Heidegger y a Viktor von Gebsattel con fecha 7 de marzo
de 1950 (UAF B 3/522).
21. Cf. al respecto Tamayo, 2001.
22. Müller estaba enterado de ello porque será precisamente en esa clínica en donde,
por invitación de von Gebsattel, pasará su «luna de miel» a finales de 1946. Al hablar Müller
de la crisis de Heidegger indica que eso fue el «año anterior», es decir, a finales de 1945.

113
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

démicas. Así, después de un mes de estancia en la clínica, Heidegger


escribe a Elfride, en tono firme, lo siguiente:

Solo me resulta claro que de ninguna manera viviré con M[argot]. Aunque
me decida por Meßkirch, o por mi patria chica, en cualquier caso deseo
que tú estés allí conmigo. También estoy seguro de que debo alejarme por
completo del ambiente universitario para que mi pensamiento y mi obra
creciente conserven su estilo claro y su fundamento. […] Con mi ruptura
con la universidad se ha roto también mi relación con la ciudad y con todo
lo demás (H-E, 252-253; 15.3.1946).

La posibilidad que Heidegger contempla de alejarse de Friburgo y


retornar a la tierra natal evidentemente enfrenta el peligro de la cercanía
de Margot, quien al vivir en Hausen se hallaba solo a doce kilómetros
de Meßkirch. Por ello Heidegger anticipa a Elfride en la misma carta: «Y
luego, la relación de M[argot] con Meßkirch debería aclararse y tomar
una forma que permita que todo se resuelva bien» (H-E, 253).
Como muestran los epistolarios, desde sus años de estudiante Heideg­
ger fue sumamente sensible a los vendavales demoníacos. Al no poder
disimular su estado afectivo, las diversas crisis por las que atravesó
fueron transparentes para sus amigos y alumnos. No es este el lugar
para confirmar o rechazar las interpretaciones de Hugo Ott en torno
al sustrato religioso de Heidegger, sin embargo hay testimonios que
señalan que en los momentos de crisis Heidegger hallaba en la religión
un punto de anclaje. Max Müller hace un diagnóstico del Heidegger
de esos años de crisis en una carta a A. Naber del 2 de febrero de 1947:
«Heidegger es un hombre terriblemente profundo pero internamente
atormentado y desgarrado que no puede arrancarse el anzuelo de dios
que le fue lanzado en el bautizo y en una educación sumamente piado-
sa, aunque este anzuelo frecuentemente se muestra como un tormento,
debería quitárselo...» (Bösl, 1998, 369).
Por su parte, otro alumno de Heidegger, Jan Patoka, narra en una
carta del 30 de septiembre de 1947 dirigida a R. Campbell lo que sa-
bía sobre Heidegger a partir de la información transmitida por Eugen
Fink: «De acuerdo con lo que dice Fink, [Heidegger] se burla de la
mayoría de sus visitantes al contarles historias que suenan fantásticas,
por ejemplo que en los últimos tiempos ha pasado por terribles crisis
internas, a las cuales está expuesta su naturaleza demoníaca. Imagínese
que en este verano lo han visto ir a misa con frecuencia y cantar con la
comunidad...» (Fink y Patoka, 1999, 53, cursivas mías).
Al parecer su estancia en Badenweiler hace surgir algunos efectos
inmediatos, por ejemplo el enfriamiento de la relación con Margot, ya

114
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

que antes de partir de ahí escribe el 8 de mayo a Elfride que desde hace
semanas no sabe nada de Margot (H-E, 258).
La herencia de Heidegger a Margot no la plasmó en una vida de
trabajo filosófico, pero sí en ocurrencias como el famoso texto sobre el
carnaval leído en 1954, el cual imita genialmente el «estilo» del maestro.
El escrito dice así23:

Lo que abarca lo abarcable es la noche. Abarca pernoctando. Tomándolo


así, el barril anochece en la noche. Su esencia es estar abarcado en la noche.
¿Qué abarca? ¿Qué anochece? Casi anochece la existencia. Campa pernoc-
tando en esta ofuscación a causa del barril, de modo que lo abarcable, en su
estar abarcado por la noche, custodia la comparecencia del barril. La noche es
el barril del ser. El hombre es el guardián del barril. Esta es su constitución.
Pero lo que abarca del barril es el vacío. Ni el barril abarca el vacío ni el
vacío abarca el barril, sino que ellos se juntan alternativamente en lo que
ambos pueden abarcar. Pero en el manifestarse el barril en cuanto tal queda
ausente el barril mismo. Tiene su permanencia en la noche. La noche des-
borda el barril con su permanencia. Desde el verter de este chorro campa
el Martes de Carnaval. Es inconcebible24.

Ahora bien, como ya se anunciaba, el proceso de depuración con-


dujo a la prohibición de enseñanza. Aunque la decisión final había sido
tomada ya el 28 de diciembre de 1946, Heidegger recibe el aviso oficial
que envía el Ministerio de Cultura el 11 de marzo de 1947 con la categó-
rica sentencia: «Prohibición docente; ninguna función en la universidad»
(UAF B 24/1277). Esta fue la «mejor solución» encontrada por parte de
la universidad y del ministerio para arreglárselas con el pasado de su
filósofo más importante. Tal resolución se desprendía de la propuesta

23. El texto, atribuido durante mucho tiempo a Fritz Heidegger, apareció en el


periódico con el título «Fastnacht in der Existentialphilosophie». En la presentación se
señala que fue escrito por el profesor doctor Maxim Feldweger y leído en el Auditorium
Maximum de la universidad con el título «Fastnacht im denkerischen Denken»; un ejem-
plar del escrito se encuentra en UAF B 3/522: «Das Fassende des Faßbaren ist die Nacht.
Sie faßt, indem sie übernachtet. So gefaßt, nachtet das Faß in der Nacht. Sein Wesen ist
die Gefaßtheit in der Nacht. Was faßt? Was nachtet? Das Dasein nachtet fast. Übernächtig
west es in dieser Umnachtung durch das Faß, so zwar, daß das Faßbare im Gefaßwer-
den durch die Nacht das Anwesen des Fasses hüttet. Die Nacht ist das Faß des Seins. Der
Mensch ist der Wächter des Fasses. Dies ist seine Verfassung. Das Fassende des Fasses aber
ist die Leere. Nicht das Faß faßt die Leere und nicht die Leere das Faß, sie fügen einander
wechselweise in ihr Faßbares. Im Erscheinen des Fasses als solchem aber bleibt das Faß
selbs aus. Es hat sein Bleibendes in der Nacht. Die Nacht übergießt das Faß mit seinem
Bleiben. Aus dem Geschenk dieses Gusses west die Fastnacht. Es ist unfaßbar».
24. Traducción de Alberto Ciria publicada en Zimmermann, 2007, 43 s.

115
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

hecha por Karl Jaspers en la carta que le dirige a Oehlkers el 22 de di-


ciembre de 1945 y que como ya mencionamos fue leída en la reunión
del senado en enero de 1946. La propuesta concreta de Jaspers consistía
en: «a) Asignación de una pensión personal para Heidegger con el fin de
que prosiga su trabajo filosófico y la elaboración de su obra justificada
por su producción reconocida y por la previsión de lo que todavía pue-
de seguir. b) Suspensión del cargo de profesor durante algunos años...»
(UAF B 34/31).
Como muestran los documentos conservados en los archivos, en
parte ya publicados, queda claro que Heidegger era un problema para
la universidad, y como reconoce el rector Tellenbach en 1949, era el
caso más difícil que tenían (UAF B 24/1277). La mejor solución se llevó
a cabo a partir de acuerdos y negociaciones entre las diversas partes,
aunque Heidegger siempre mantendrá la idea de que a lo largo de todo
el proceso hubo intrigas en su contra25. Por ello se convence de que lo
mejor para él era alejarse del ambiente universitario: «No me queda
otro camino más que deshacerme por completo de la atmósfera univer-
sitaria y atenerme a mi asunto» (H-E, 264)26.
A partir de tal prohibición Heidegger tendrá que mantenerse al mar-
gen de toda actividad académica en la universidad. Solo en 1950 le será
abierta nuevamente tal posibilidad al ser pensionado el 1 de abril. Sin
embargo, como ya ha mostrado en detalle la investigación de Ott, no
todo ocurrió sin roces ni obstáculos. Con el apoyo de sus viejos alumnos
Max Müller y Eugen Fink, Heidegger logrará reincorporarse a la vida
académica. Precisamente será en Todtnauberg en el coloquio «Sentido y
ejecución del estudio académico», organizado por Müller en el marco
del Studium Generale de la universidad, cuando Heidegger retome su
actividad académica con la conferencia «Realidad, ilusión y posibilidad
de la universidad», leída el 8 de julio de 1950, probablemente ante
unos cincuenta estudiantes. Esto se deduce de la carta de Müller al rector
Oehlkers del 5 de julio de 1950. En esa misma carta Müller señala que

25. Heidegger no era el único que pensaba de esa forma. M. Müller se refiere a un
«grupo» en la Facultad de Filosofía que se oponía a Heidegger, así lo señala en la carta a
H. Ott del 24 de mayo de 1984: «Todavía hoy me avergüenzo de la Facultad, de cómo
un grupo grande, poderoso y cerrado en ella y otra vez supo, en el momento decisivo,
retrasar o impedir una solución positiva y rápida del caso ‘Martin Heidegger’. Ambas
cosas me han sido confirmadas con frecuencia en forma oral tanto por Leo Wohleb como
por el lado francés, en donde frecuentemente intervino el grupo» (UAF E 3/588).
26. Esta formulación de 1949 estaba ya pensada desde 1946 y, de acuerdo con Hei-
degger, también fue apoyada por Gebsattel, cf. carta a Elfride del 17 de febrero de 1946
(H-E, 248).

116
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

Heidegger ya había sido invitado al seminario de Wilhelm Szilasi, quien


sustituyó a Heidegger en la cátedra esos años (UAF B 24/1277).
En un documento fechado el 7 de julio de 1950, el Ministerio de Cul-
tura confirma a Heidegger el inicio de su pensión a partir del 1 de abril
de ese año, y a la vez le autoriza a dar clases (UAF B 24/1277). Sin em-
bargo, el hecho de no haber sido jubilado directamente, sino primero
pensionado, será visto por Heidegger y algunos allegados a él como
«intrigas de la universidad», aunque la justificación de tal procedimien-
to remita a un obstáculo legal por parte del Ministerio de Hacienda.
La confrontación con la universidad llegará a tal grado que la familia
Krohn, que Heidegger frecuentaba en su casa de Badenweiler ya des-
de 1948, entrará en un conflicto legal con la Universidad de Friburgo
en 1950. La universidad acusó al editor Krohn de haber divulgado un
escrito difamatorio contra la universidad en donde habría afirmado
que esta promovía intrigas contra Heidegger27, quien en la carta del 15
de julio dirigida al rector Oehlkers señala que él no tenía noticia de tal
acción por parte de Krohn (GA 16, 457). De cualquier forma, los tiem-
pos propuestos se cumplen y Heidegger será jubilado a partir del 1 de
octubre de 1951, después de haber cumplido 62 años el 26 de septiem-
bre. En ese invierno de 1951-1952, como se sabe, Heidegger impartirá
su curso «¿Qué significa pensar?» con la asistencia de 438 alumnos
inscritos (UAF B 17/923).
Heidegger sobrevivió a esos tiempos difíciles por dos motivos cen-
trales: la amistad y la apertura de foros extrauniversitarios. Lo impor-
tante que era para él la amistad lo deja ver en una carta a Jaspers del 17
de abril de 1924 en donde le indica que «... en tanto que hombre, que
está siempre ocupado en la lucha, la amistad es la suprema posibilidad
que se puede ofrecer a otro» (H-J, 39). Esa «suprema posibilidad» la
encontrará Heidegger en esos años de lucha anímica en las personas de
Jean Beaufret y Medard Boss28. Ambos serán sus más fieles amigos de ahí

27. Hay una carta del rectorado dirigida a Krohn el 8 de julio de 1950 en donde se
le pide retractarse de su afirmación. Krohn acude a abogados y hay cartas entre estos y el
rectorado del 17, 21 y 28 de julio. Los abogados niegan la existencia de tal carta difama-
toria por parte de Krohn (cf. UAF B 24/1277).
28. De acuerdo con los epistolarios, Beaufret entra en contacto con Heidegger a
finales de 1945. Precisamente cuando Heidegger se halla en recuperación en Badenweiler,
este escribe a su esposa Elfride sobre la posible visita de Beaufret incluso ahí en la clínica.
Cf. carta del 4 de marzo a Elfride (H-E, 142 s.). Sin embargo la primera visita tendrá lugar
en septiembre de 1946 en la Hütte de Heidegger. Por su parte, la relación epistolar entre
Medard Boss y Heidegger se inicia en 1947 y el primer encuentro tendrá lugar también
en la Hütte en 1949.

117
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

en adelante29. Gracias a Beaufret, Heidegger será reintroducido en Fran-


cia, y a través de Boss Heidegger expandirá su inquietud de llevar la
filosofía más allá de las aulas y las bibliotecas. Esto último tendrá lugar
en la década de los seminarios que se celebraron en la casa de Boss en
Zollikon de 1959 a 1969 (cf. SZ).
La necesidad de la cátedra llevó a Heidegger en 1950 a organizar
«ejercicios» en su casa con un aforo de 16 participantes. Tal proyecto lo
da a conocer a Max Müller en agosto: «Cuando usted estuvo aquí con el
señor Fink yo tenía la idea de no volver a tener ninguna actividad docen-
te. En atención a los alumnos he decidido ahora tener un ejercicio priva-
tissime, pero de ninguna manera cursos» (H-M-W, 32). Ya en noviembre
esto se lleva a cabo: «Le pido, igual que a los demás colegas, que me envíe
uno o dos de sus alumnos, a ser posible de los primeros semestres, que
considere aptos para participar en mis ejercicios» (H-M-W, 32). Al pare-
cer la propuesta será un éxito, ya que unos días después Heidegger indica
que «lamentablemente ya se rebasó el número, pues por motivos de es-
pacio tampoco puedo aceptar a más de 16 participantes. [...] Todo esto
es un experimento. Si funciona, entonces quisiera intentar en verano el
diálogo deseado por usted para los más antiguos» (H-M-W, 33). A finales
de año Heidegger reitera su experiencia docente a la vieja amiga Elisa-
beth Blochmann: «Este invierno imparto privatissime en nuestra casa un
‘ejercicio de lectura’ con jóvenes estudiantes. Es un experimento porque
he perdido el contacto constante y casi ya no lo puedo obtener, pues bajo
las condiciones actuales no puedo dar ninguna clase» (H-B, 100).
Asimismo se inició en esos años la reunión quincenal de la Graeca,
la cual fue un foro de estudio propuesto por Eugen Fink y Max Müller
en 1948 y en donde, además de Heidegger, participaban Karl Büchner
y Hermann Gundert (filólogos clásicos), Erik Wolf (jurista), Johannes
Lohmann (lingüista), Herbert Nesselhauf (historiador) y Hans-Herwig
Schuchhardt (arqueólogo). Se reunían de manera alternada cada 14 días
en alguna casa de los participantes. En una carta a Klaus Bernath, Max
Müller describe la experiencia de la Graeca:

Se iniciaba con la interpretación de un texto, los primeros fueron de Tucí-


dides. De él leímos el primer libro de La guerra del Peloponeso, la llamada
Arqueología, y luego toda la expedición siciliana. Otros textos fueron La
carta séptima de Platón, luego Solón y también algunos fragmentos de Ho-
mero. Se fundó en 1948 o 1949 [...]. Al parecer cuando partí a Múnich

29. Conviene aclarar que en la entrevista con Hermann Heidegger, este señaló que
la amistad entre Heidegger y Boss se rompió en algún momento (véase infra Apéndice I).

118
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

en 1960 se desintegró poco tiempo después [...]. Para Heidegger la Graeca


era muy importante. Cuando tenía lugar en mi casa, él venía por lo regular
una hora antes para enterarse de los acontecimientos en la universidad, de
la cual estaba bastante aislado. La curiosidad era una propiedad bastante
dominante en él. [...] Cuando era mi turno, me preparaba con frecuencia
para esa noche a lo largo de tres semanas. El mismo Heidegger, cuando le
tocaba interpretar, con frecuencia era arrinconado, especialmente, como
era de esperarse, por los dos filólogos clásicos; de modo que finalmente se
negó a hacerse cargo él mismo de interpretaciones, pero pidió con insisten-
cia estar presente en todas las reuniones y él mismo seguir invitando. [...]
Schuchhardt salió porque la solicitud que hizo de incluir al profesor Szilasi
en la Graeca fue rechazada de modo unánime, a petición de Heidegger
(UAF E 3/200; 19.12.1989).

Ahora bien, además de los «ejercicios» en su casa y la Graeca, la


apertura de foros extrauniversitarios en los años de prohibición docente
colocó nuevamente a Heidegger en el papel de maestro. Entre los prin-
cipales foros en donde Heidegger intervino públicamente se encuentra
el Club de Bremen con la colaboración de Heinrich Petzet, la casa de
reposo terapéutico Bühlerhöhe bajo la dirección del médico Gerhard
Stroomann y la Academia Bávara de las Bellas Artes bajo la presiden-
cia de Emil Pretorius y la secretaría general del conde Clemens von
Podewils.
A Bremen ya había ido en 1930 por invitación de Petzet, quien asistió
a lecciones de Heidegger del semestre de invierno de 1928-1929 al se-
mestre de invierno de 1929-1930. En 1930 lo invita por primera vez a
Bremen y Heidegger da ahí la conferencia «De la esencia de la verdad»30.
La relación con Petzet se mantiene a lo largo de esos años y será en di-
ciembre de 1949 cuando Heidegger encuentre ahí nuevamente un foro
de reconocimiento. De esa forma su participación en Bremen romperá
varios años de silencio y constituirá su primera aparición pública. Esto
se llevará a cabo con la serie de conferencias «Un vistazo en aquello
que es», que Heidegger impartió el 1 de diciembre de 194931. Se trata
de la primera lectura pública de sus cuatro conferencias «La cosa» [Das
Ding], «El con-ducto» [Das Ge-Stell], «El peligro» [Die Gefahr] y «El

30. La conferencia «De la esencia de la verdad» fue leída por primera vez en Bremen
el 8 de octubre de 1930, posteriormente en Marburgo y el 11 de diciembre en Friburgo.
En la «procedencia de los textos» del volumen 9 de su Gesamtausgabe, Hitos, Heidegger
señala que también la conferencia fue leída en Dresde en el verano de 1932. La primera
edición en la editorial Klostermann es de 1943.
31. De acuerdo con la información que proporciona Petzet (1983), acuden incluso
algunas alumnas de Heidegger como Agnes Thiermann, Hannah Hille e Ingeborg Böttger.

119
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

giro» [Die Kehre], que posteriormente serán pronunciadas en otros fo-


ros aunque en forma modificada32.
El siguiente foro de participación pública será la casa de descanso
terapéutico Bühlerhöhe, cerca de Baden-Baden, en la región norte de la
Selva Negra. Su director Gerhard Stroomann organizó de julio de 1949
a abril de 1954 las «veladas de los miércoles», a las que asistieron, ade-
más de Heidegger, Carl Orff, Kurt Bauch, Emil Pretorius y Beda Alle-
man, entre otros. Stroomann describe la participación de Heidegger en
Bühlerhöhe de la siguiente forma:

Quitando las discusiones, Martin Heidegger dio cuatro conferencias en


Bühlerhöhe — y en cada ocasión surgía en nosotros la emoción enteramen-
te excepcional con la que se abordaba su lección, con la que se abordaba su
aparición en el atril; como no ocurre con ninguno de los contemporáneos...
Pero quién puede cerrarse la fuerza eclosiva de su pensar y saber, fuerza
que se hace patente en cada palabra creando algo nuevo: el hecho de que
todavía hay fuentes no descubiertas. ¡Cuánto tenemos que agradecerle en
nuestras veladas de los miércoles! (Stroomann, 1960, 207).

Hay un escrito del 20 de septiembre de 1951 en donde Stroomann


anuncia para el 6 de octubre la participación de Heidegger con la con-
ferencia «... poéticamente habita el hombre...» [... dichterisch wohnet
der Mensch...], así como un diálogo con el filósofo a la mañana siguien-
te33. El escrito hace un recuento de las contribuciones de Heidegger en
Bühlerhöhe:

Nuestros esfuerzos no son las conferencias y actividades. En nuestras «ve-


ladas de los miércoles» intentamos servir al espíritu en una época caótica
y profundamente en peligro [...]. A nadie estamos tan agradecidos como
a Martin Heidegger: cuando después de un largo silencio pronunció sus
cuatro conferencias epocales «Vistazo en lo que es» el 25 y 26 de marzo de
1950 en la casa de reposo terapéutico Bühlerhöhe; el 7 y 8 de octubre
de 1950 dedicó su conferencia «El lenguaje» a la memoria de Max Kom-

32. La primera conferencia, con una ligera adición complementaria, fue leída poste-
riormente en Múnich el 6 de junio de 1950 con el título «Sobre la cosa» («Über das Ding»).
Partes de la segunda conferencia («Das Ge-Stell») sirvieron de base para la conferencia «La
pregunta por la técnica», leída el 18 de noviembre de 1953 también en Múnich. En 1954 se pu-
blicaron tanto «La cosa» como «La pregunta por la técnica» en el volumen Conferencias y
artículos. La conferencia «El giro» («Die Kehre») se publicó en 1962 en Die Technik und die
Kehre. La conferencia «El peligro» («Die Gefahr») permaneció inédita hasta 1994, cuando
se publicó el volumen 79 de GA, que contiene las versiones originales del ciclo mencionado.
33. Tal escrito fue un anuncio de la participación de Heidegger enviado a posibles in-
vitados, entre ellos Ludwig Binswanger, en cuyo legado encontré el texto aquí citado (UAT).

120
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

merell; el 24 y 25 de marzo de 1951, en el debate sobre la conferencia del


profesor Bauch en torno a Picasso para los artistas, no forzó un diálogo
sobre el arte, y tomó posición de principio en torno a la medicina psicoso-
mática el 7 y 8 de julio de 1951 (UAT 443/13)34.

5.4. La musa poética: Sophie Dorothee von Podewils

En esos años Heidegger conoce a la poeta y escritora Sophie Dorothee


von Podewils35, nacida en 1909 y fallecida en 1979, quien había estu-
diado pintura y diseño en Bruselas y París. En 1932 contrae matrimonio
con el conde Clemens von Podewils, quien de 1949 a 1975 fue el secre-
tario general de la Academia Bávara de las Bellas Artes. La pareja von
Podewils estaba muy interesada en Heidegger, así es que lo invitaron a
dar una conferencia en 1950. Al recibir la invitación, Heidegger aceptó
con gusto, ya que, de acuerdo con Petzet, quería aprovechar la oportu-
nidad de ver a viejos amigos como era el caso de Romano Guardini36,
quien por cierto en 1949 había escrito una carta a favor de Heidegger
junto con otros intelectuales como Werner Heisenberg, Nicolai Hart-
mann, Karl Jaspers, Emil Staiger y Raimond Bayer para que se le retirara
a Heidegger la prohibición docente y se procediera a su pensión. Des-
pués de haber aceptado asistir a Múnich hubo un malentendido que
obligó a Sophie Dorothee a ir personalmente a Friburgo para convencer
a Heidegger de su participación. Finalmente, este irá a Múnich y leerá
el 6 de junio de 1950 su conferencia «La cosa»37. Quizás haya sido
ese malentendido el que produjo un acercamiento entre Martin y Sophie
Dorothee, de tal modo que en los siguientes años Heidegger frecuen-

34. En GA 16 se publicó también un escrito con el que Heidegger participó en la


discusión en Bühlerhöhe el 24 de febrero de 1951(GA 16, 470).
35. Fue ensayista, traductora y poeta; algunas de sus obras son: Die Geflügelte Or-
chidee (1941), Wanderschaft (1948), Schattengang (1982).
36. Ya Ott y otros han destacado el hecho de que Heidegger recordaba a Guardini
desde sus estudios en Friburgo de 1912 a 1915. De hecho en 1946, Heidegger y algunos
importantes miembros de la Universidad de Friburgo insistirán en que Guardini ocupe
una cátedra. Con la prohibición docente en el «caso Heidegger», el vicerrector F. Büch-
ner sugiere que Guardini ocupe la cátedra que quedaría suspendida. Ante tal insistencia,
Guardini escribe a Büchner el 4 de septiembre de 1946: «Ser llamado como sucesor de
Heidegger, sería un gran honor, aunque no digno de mí. [...] Para suceder a Heidegger
se requiere más de lo que yo soy capaz» (UAF E 3/588).
37. Esta se publicará en 1951 en el anuario que inicia Clemens von Podewils, Ges-
talt und Gedanke. Heidegger publicará posteriormente ahí otros textos, por ejemplo su
conferencia «El habla» en 1959.

121
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

tará Múnich: en enero de 1952 incluso en dos ocasiones, primero con


motivo de la preparación del coloquio de la Academia y después para
grabar en la radio una conferencia sobre Georg Trakl; también en 1952
se transmite en la radio bávara su conferencia «¿Qué significa pensar?»;
en 1953 realiza varios viajes a Múnich, digna de mención es la estan-
cia en julio-agosto debido a la preparación del coloquio de la Academia,
en donde lee su conferencia «Ciencia y meditación»; ya en el coloquio
mismo, cuyo tema era «Las artes en la época técnica», Heidegger leerá
el 18 de noviembre su conferencia epocal «La pregunta por la técnica».
En ese histórico encuentro participan también Romano Guardini, Wer-
ner Heisenberg, Emil Preetorius, Friedrich-Georg Jünger, Walter Riezler
y Manfred Schröter. Entre los oyentes se encontraban Ernst Jünger, José
Ortega y Gasset y Hans Carossa.
Ya a principios de 1952 Elfride presentía que Martin tenía una re-
lación sentimental con Sophie Dorothee. Heidegger responderá a esos
presentimientos de la siguiente forma: «Todo está muy tranquilo y en
calma — y tu sueño te engaña. El espíritu de Artemisa reina de manera
tan pura y con tanta fuerza que yo mismo estoy agradecido y lleno de
alegría de poder decírtelo» (H-E, 280).
Las visitas no se limitarán a Múnich sino que se extenderán a otras
sedes de los Podewils como son Altreute y Haarsee. La relación erótica
con Sophie Dorothee se desprende, como hemos visto, del impulso re-
querido para el pensar, por lo menos así se lo hace saber Heidegger a El-
fride: «El estímulo esencial me lo dan personas que —sin ser filósofos—
son ellas mismas creadoras» (H-E, 287; 3.11.1952, trad. modificada).
Recientemente se publicaron cuatro cartas de Martin a Sophie Do-
rothee, las cuales datan de junio de 1950 a diciembre de 1952. Ya en la
primera carta Heidegger expresa sus deseos intelectuales y al referirse al
tratado sobre la libertad humana de Schelling escribe: «Desde que con-
versamos pienso frecuentemente en qué hermoso sería leer el tratado
mencionado con una oyente tan atenta y sin embargo tan adelantada y a
la vez reservada» (H-SDvP, 43). El contenido de las cartas no delata más;
sin embargo parece que se hace más íntima la manera de invocarla en
cada carta, mientras que en 1950 Sophie Dorothee es llamada «amiga»,
en la carta de marzo del 52 será llamada «condesa» y un mes después «So-
phie» para al final del año escribir simplemente su inicial. Asimismo en
la primera carta Heidegger se despide con su nombre completo, después
solo escribirá «Martin» para en la última carta escribir solo su inicial.
Es importante tener en cuenta que después del colapso de 1945-
1946 Heidegger seguirá padeciendo recaídas en diversos momentos. De
acuerdo con el certificado médico de Viktor von Gebsattel, Heidegger

122
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

estuvo en tratamiento, con interrupciones, hasta el 1 de marzo de 1950,


fecha en que es elaborado el informe (UAF B 24/1277). Sin embargo, las
crisis continuaron y Petzet registra que una de ellas ocurrió en Icking,
cerca de Bremen, el 10 de junio de 1950, después de que Heidegger re-
pitió su conferencia «La cosa» (Petzet, 1983, 80)38. También la preocu-
pación por sus manuscritos será una constante fuente de posibles crisis.
A finales de 1952 y principios de 1953, la configuración mundial lo
pone nuevamente alerta: «La cuestión de los manuscritos me preocupa
de nuevo, e incluso más que en 1938» (H-E, 288; 12.11.1952)39.
Asimismo, a principios de 1953 Heidegger hablará abiertamente
con Elfride en torno a su relación con Sophie Dorothee: «Me alegra que
todo esté claro — pero al mismo tiempo me siento abatido y triste por
haberte procurado otra vez semejante dolor. […] Lo que he intentado ob-
sequiar a S[ophie] D[orothee] no te quita nada y nunca he querido ofen-
der lo nuestro, y menos aún abandonarlo» (H-E, 290). Y en las siguien-
tes cartas quedará claro que la relación se decanta en una amistad: «Y
mi ‘enamoramiento’ ha encontrado ahora de manera clara y distinta la
justa medida de una amistad afectuosa» (H-E, 293). Tal amistad será
a los ojos de Heidegger una especie de terapia para Sophie Dorothee,
así lo indica a Elfride en otoño de 1953 al recordar un diálogo en el
valle alto del Danubio:

Una vez mientras caminábamos en silencio hacia el castillo de Bronnen [en


el valle del Danubio], la conversación derivó hacia el destino de Dorle [pri-
mera esposa de Jörg Heidegger, a quien se le diagnosticó esquizofrenia]. S.
D. me ha dado a entender que a veces el temor de que algo semejante pu-
diera ocurrirle se apodera de ella, que solo mi cercanía la salva del peligro
de la postración (H-E, 300; 1.11.1953).

Estas relaciones erótico-amistosas son, como ya hemos visto a lo


largo del presente trabajo, un impulso para el pensar, lo cual no es un
«desgarramiento — el presente permanece y orienta la obra que se es-
pera de mí [de Heidegger]» (H-E, 304); por ello Heidegger insistirá en
que el encuentro con Sophie Dorothee «es de otro tipo». A pesar de eso,
la tensión con Elfride es tal que al parecer hubo un acuerdo de limitar
o concluir la relación con Sophie Dorothee, ya que en otra visita de

38. De acuerdo con Petzet, el médico que asistió a Heidegger los tranquilizó seña-
lando que lo que requería el paciente era completo reposo. Después de un día de absoluto
cansancio, Heidegger se recuperó y retornó a Friburgo el 13 de junio. Esta información
es fiable porque quedó registrada en el libro de visitas de Petzet.
39. Esa misma inquietud la expresa en la carta del 5 de marzo del año siguiente.

123
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

Heidegger a Múnich, este le indica a Elfride que hablará con Sophie Do-
rothee en los términos en los que lo acordaron (H-E, 307).

5.5. Las visitas a Tubinga: Marielene Putscher

Quizás ese diálogo dio por concluida la relación con Sophie Dorothee;
sin embargo al requerir Heidegger el impulso erótico, el filósofo ya se
encontraba envuelto en otras llamas, de tal modo que en 1955 sale a la
luz un nuevo vendaval de Eros, ahora en torno a su exalumna Mariele-
ne Putscher. Como señalamos, esta estudió con Heidegger entre 1941
y 1943. En aquella época Marielene era estudiante de medicina; sin em-
bargo su cercanía al arte la había llevado, al concluir el bachillerato, a
tener una formación como escultora en la Escuela de Altos Estudios Artís-
ticos de Bremen. Había nacido en 1919 y falleció en 1997; desde 1974 fue
profesora de historia de la medicina en Colonia (Bergdolt, 1998, 47 s.).
Sin embargo, al parecer los cursos y ejercicios de Heidegger a los que
asistió motivaron la dirección de sus investigaciones y publicaciones,
las cuales buscaban un acercamiento del ámbito teorético-científico a las
humanidades, especialmente al arte. Esto refleja ya de entrada algunos
títulos de sus publicaciones como Die fünf Sinne. Beiträge zur mensch-
lichen Wahrnehmung (1987) [Los cinco sentidos. Contribuciones a la
percepción humana] y Pneuma, spiritus, Geist (1973). No hay que ol-
vidar tampoco que en 1955 Heidegger redactó su breve escrito «Sobre
la Madonna Sixtina» que apareció en el texto de Marielene Raphaels
sixtinische Madonna [La Madonna Sixtina de Rafael], publicado en ese
mismo año (cf. Putscher, 1955, 174 s.)40.
Frente a los reproches de Elfride, Heidegger no solo le recordará la
infidelidad de esta en 1919 al señalarle que en aquella época aceptó cuan-
do le contó lo de Hermann, sino que intentará nuevamente marcar la di-
ferencia en torno a ese «otro amor»: «Y que haya nacido espontáneamente
en ti una especie de afinidad electiva con M. me reasegura sobre el hecho
de que mi amor por ti, irremplazable y persistente, puede incluir mi amor
por M., que obedece a una determinación distinta» (H-E, 316).
Sin embargo, Heidegger reconoce la problemática en la que lo mete
su atosigante demonio y la posible «solución» de los dos tipos diferentes
de amor; así, ante las tristes cartas de Elfride, comenta:

40. El texto de Heidegger fue publicado posteriormente en Aus der Erfahrung des
Denkens [Desde la experiencia del pensar], GA 13.

124
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

No quiero escribir palabras de las que desconfíes. Pero me esfuerzo por des-
hacerme del demonio; acaso no tengas más que la palabra «debilidad» para
lo que me ocurre. Incluso en este caso entiendo tu veredicto — y te ruego
solo, aún ahora, después de tanto tiempo en vano, que me des tiempo. Si
mi existencia carece de pasión la voz enmudece y la fuente no brota. […]
Pero te digo esto solo para decirte que reflexiono sobre mí […]. Y que ya
no oculto nada (H-E, 318; 23.6.1956, cursivas mías).

Como sucedió con Sophie Dorothee, Heidegger intenta resolver la


relación con Marielene en una amistad, esa es la intención en noviem-
bre de 1956: «Si vuelvo a ver a M[arielene] te lo diré abiertamente — y
así podré seguir adelante y resolverlo todo en el sentido de la amistad»
(H-E, 323; 1.11.1956). Al parecer se cumplió el propósito y Heidegger
dio por concluida la relación con Marielene después de su encuentro
del 10-11 de noviembre, ya que la carta-informe de Heidegger a Elfride
señala: «Han sido horas graves y el enorme sacrificio que significó para ti
[Elfride] se ha convertido en lo salvador» (H-E, 323; 12.11.1956).

5.6. El giro hacia Darmstadt: Dory Vietta

Sin embargo, la historia se repite. Ahora la sede ya no será Múnich


con Sophie Dorothee o Tubinga con Marielene, sino Darmstadt con
Dory Vietta, la cual será el nuevo impulso erótico para el pensar hei-
deggeriano de 1956 a 195941.
Egon Vietta, quien había estudiado jurisprudencia en Berlín, así
como historia del arte, de la literatura y filosofía, estará en Friburgo a
partir de 1924 (cf. Ohl, 1969; S. Vietta, 2007). Ahí inicia su labor de
ensayista y en 1931 entra en contacto epistolar con Heidegger. Des-
pués de conflictos laborales durante el nacionalsocialismo, debido prin-
cipalmente a sus convicciones democráticas en política, decide trabajar
como escritor independiente y en esa época publica un texto sobre la
filosofía de Heidegger (cf. E. Vietta, 1950). Posteriormente conoce a
Rudolf Sellner, y ambos se proponen emplear sus fuerzas para lograr
una renovación del teatro alemán en esos momentos de reconstruc-
ción cultural. Por ese motivo Vietta se muda a Darmstadt en donde
inicia proyectos como los famosos «Diálogos de Darmstadt», entre cu-
yos participantes se cuentan, además de Heidegger, Theodor W. Ador-

41. Gran parte de la información de este apartado fue confirmada en el diálogo que
sostuve con el profesor Silvio Vietta, hijo de Egon y Dory, en Heidelberg el 29 de enero
de 2008.

125
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

no y José Ortega y Gasset42. El 5 de agosto de 1951 Heidegger leerá su


conferencia «Construir, habitar, pensar» en el marco de los menciona-
dos «Diálogos» cuyo tema en esa ocasión fue «El hombre y el espacio».
A partir de esta fecha Heidegger frecuentará a Egon Vietta y a su bella
esposa. Dory, cuyo nombre de soltera era Dorothea Feldhaus, era la
segunda esposa de Egon, quien le transmitió el culto por el filósofo de
Friburgo43. En el libro de visitas de la familia Vietta están registradas
varias estancias de Heidegger entre 1953 y 1957. Silvio Vietta recuerda
que en su niñez se vivía en su casa una especial devoción por el filósofo
de Friburgo. Sus padres veneraban a Heidegger como a un santo o un
mesías. En un diálogo reciente lo narró así:
¡Viene Heidegger! Y mi madre siempre me apartaba y me advertía [...] me de-
cía «va a venir el señor Heidegger, por favor, él se fija mucho en el lenguaje...»
y ahí debía ser yo especialmente respetuoso. «No emplees por favor esa
jerga de la calle» era la consigna [...] y él llegó e incluso me trajo un libro de
regalo, yo le dije: «Eso es macanudo, señor Heidegger». Heidegger preguntó
entonces a mi madre: «¿Qué ha dicho?» — «Oh —respondió ella— piensa
que el regalo es muy bonito» (Porombka, 2006, 4 s.).

Probablemente desde 1956 Heidegger inicia la relación amorosa con


Dory Vietta. De acuerdo con el hijo de esta, 1957 fue el clímax de la re-
lación, especialmente en septiembre cuando Dory conduce a Heidegger a
Aix-en-Provence. Heidegger regresará ahí posteriormente y el 20 de mar-
zo de 1958 leerá su conferencia «Hegel y los griegos». El ambiente de esa
tierra y quizás alguna remembranza de la estancia anterior convertirán la
introducción a la conferencia en una confesión de amor:

¿Por qué hablo aquí en Aix-en-Provence?


Amo la suavidad de esta tierra y sus pueblos.
Amo la dureza de sus montañas.
Amo la armonía de ambos.
Amo Aix, Bibemus, la montaña Sainte-Victoire.
Aquí encontré el camino de Paul Cézanne, el cual de principio a fin
corresponde en cierta forma a mi propio camino del pensar.
Amo esta tierra con sus costas porque ahí se anuncia la cercanía de Grecia.
Amo todo esto porque estoy convencido de que no hay obra esencial del
espíritu que no tenga sus raíces en un arraigo originario (GA 16, 551)44.

42. De acuerdo con lo que comenta Silvio Vietta, fue en casa de los Vietta donde
Adorno pronunció su famosa frase en torno a Heidegger: «con este voy a acabar».
43. Del matrimonio anterior de Egon Vietta con Anna Maria Winter nació Rainer
Vietta, actual administrador del Legado Vietta en Darmstadt.
44. Es importante señalar que en el viaje de 1958 Elfride acompañará a Heidegger.

126
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

Los recuerdos de la «armonía» vivida no solo con la tierra sino con Dory
en Aix-en-Provence harán que Heidegger obsequie a la amada no solamente
sus publicaciones con dedicatorias como «por los felices días»45, sino que
también le facilite manuscritos y que se dé un intenso intercambio epistolar
entre ambos. Precisamente la relación sale a la luz cuando Elfride descubre
una carta pasional de Dory sobre el escritorio de Heidegger46. La situación
llega al punto de que Dory y Egon se separan a mediados de 195847.
Ya que Dory no había tenido una formación filosófica, ella misma se
esforzará por llevar a cabo una comprensión del filosofar heideggeria-
no, tal como lo muestran sus cuadernos de apuntes sobre términos clave
de Heidegger. Asimismo, Dory Vietta, junto con Fritz Heidegger, será
«experta» en la difícil letra manuscrita del filósofo. Todo esto confirma
entonces la imagen de Dory descrita por H. Petzet: «... una mujer suma-
mente intelectual y apasionada, abogaba casi de forma más intensa que
su esposo por el filósofo al que veneraba entusiastamente, y no permitía
nada en contra de él» (Petzet, 1983, 109).
En 1958 seguirán las visitas de Heidegger a Darmstadt para impartir
seminarios privatissime o para trabajar en la trascripción de sus manus-
critos, en donde también colaboraba la asistente de Heidegger, Hilde-
gard Feick48. Heidegger mantendrá la relación erótica y de trabajo con
Dory Vietta después de la separación de esta de su esposo y la visitará
en Chiemsee y en Grünwald. Ya para junio de 1959 Heidegger promete
nuevamente a Elfride resolver la situación: «Aclaré las cosas con V[ietta].
Pero llevará tiempo» (H-E, 337). Lamentablemente ya no contará con ese
tiempo porque a Dory Vietta se le encontró un tumor cerebral que la con-
dujo a la muerte en julio de ese mismo año. Heidegger asistió a su funeral,
en el que un emotivo abrazo expresó sus condolencias a Silvio Vietta.
Seis meses después murió Egon Vietta en un estado de frustración: sin
haber logrado la renovación espiritual que esperaba de Alemania después
de la guerra y al final con la pérdida de la amistad de su mentor intelectual
Martin Heidegger49.

45. Así consta en los ejemplares en posesión de Silvio Vietta.


46. De acuerdo con la información personal que proporciona Silvio Vietta.
47. Pese a esta inevitable situación, Egon Vietta sigue aprendiendo del maestro y
todavía el 18 de mayo de 1958 participa, junto con Max Müller y Alfredo Guzzoni, entre
otros, en el coloquio de Heidegger «El arte y el pensar».
48. En enero de 1958 Heidegger impartirá un seminario sobre Platón en el que partici-
pa no solo Dory, sino también Hildegard Feick y Silvio Vietta. Posteriormente el 21 de abril
estará nuevamente en Darmstadt (cf. H-E, 329).
49. El desencanto de Vietta por el desarrollo cultural de Alemania después de la guerra
se deja ver en su libro publicado en 1955 Katastrophe oder Wende des deutschen Theaters.

127
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

5.7. Los últimos vendavales

Alrededor de 1958 Elfride descubre que Martin ha mantenido otra re-


lación con una exalumna. En esa época se trata de Andrea von Harbou,
neuróloga, quien en 1941 había participado en el curso Conceptos fun-
damentales y en el círculo de trabajo en torno a ese curso. Por la carta
del 28 de abril de 1958 que Martin escribe a Elfride podemos ver que
este mantenía contacto epistolar con Andrea y que se sentía «asediado»
por su exalumna, de quien dice que «es una persona difícil y sus cartas
son apasionadas...». Quizás por ello Heidegger, al no escribirle a lo lar-
go de un año, intentará «vivir concentrado en el trabajo y deshacer[se]
de las relaciones que pertenecen al pasado» (H-E, 330 s.).
Todavía en 1970, cuando Heidegger contaba 81 años, seguirá siendo
atosigado por sus demonios. En abril viaja a Múnich para pronunciar su
conferencia «La pregunta por el destino del arte» en la Academia Bávara
de las Bellas Artes, probablemente con la acostumbrada visita a Sophie
Dorothee. En el viaje de regreso sufrirá una ligera embolia (cf. H-E, 381).
Estará internado en Augsburgo y Elfride irá ahí para estar a su lado y
llevar a cabo las diligencias para su traslado a Friburgo. Elfride describe
la situación a Susanne Fink en la carta del 14 de abril de 1970: «Estoy en
Augsburgo, adonde fui llamada el sábado pasado porque en el viaje de
Múnich a Meßkirch mi esposo sufrió una leve embolia y fue traído aquí al
hospital. Ya está mucho mejor». Y en otra misiva dos días después señala:

Sorprendentemente mi esposo está muy bien; todas las secuelas de la em-


bolia han desaparecido casi por completo. Le pide a usted no comentar
absolutamente nada del incidente en Augsburgo con su esposo. Yo viajo pa-
sado mañana, sábado, de regreso y la llamaré de inmediato. Una semana
después podré, con toda probabilidad, llevar a mi esposo en ambulancia a
Friburgo50.

El 25 de junio de 1970 Elfride escribe a la familia Wolf: «Mi esposo


se ha recuperado por completo; todas las secuelas de la embolia han desa­
parecido. Pero evidentemente ahora debe vivir de forma más prudente
que hasta este momento»51.
Efectivamente, Heidegger será más prudente de ahí en adelante. De
hecho, en esos años ya no se separará de Elfride y esta, de acuerdo con
las confesiones hechas a su nieta Gertrud, considerará esos años como

50. Ambas cartas se encuentran en el Legado Fink en UAF E 15/511 (cursivas mías).
51. Legado Wolf en UAF C 130/399. Esa misma idea escribe Elfride a Hannah Arendt
en las cartas del 16 de mayo y 2 de julio de 1970.

128
RETORNO A F RIBURGO : EL IMPLACABLE ATOSIGAMIENTO DE EROS

los más felices en la relación con Martin Heidegger. Quizás por ello «la
fiel compañera»52 Elfride dormirá todavía una noche más con Martin,
cuando este ya había fallecido el 26 de mayo de 1976 (H-E, 382)53.
Después de la muerte de Heidegger, Max Müller, quien impulsará
decididamente la difusión de la obra heideggeriana, especialmente me-
diante la publicación de la Gesamtausgabe y la fundación de la Sociedad-
Heidegger (Martin-Heidegger-Gesellschaft), resume al editor Neske lo
que aquí hemos intentado esbozar en torno a la figura de Martin Hei-
degger:

Quizás yo fui el único que lloró frente al féretro en la funeraria en Meßkirch,


yo lo estimé (y él a mí) en su unidad de grandeza y miseria, de profundidad
e inseguridad, de consecuencia y de discrepancia nunca resuelta. Era valiente
y a la vez cobarde; quería fidelidad y frecuentemente era infiel. Captó la
situación de 1933 más profundamente y de modo más brillante que la ma-
yoría de los contemporáneos y sin embargo decidió equivocadamente. En el
esquema del pensar actual esto es inconcebible (UAF E 3/196; 17.2.1977).

5.8. Observación final

Todo lo tratado hasta aquí descubre a un nuevo Heidegger: al Hei-


degger asediado por los vendavales de Eros. Las referencias que hemos

52. Así la llama Heidegger en la dedicatoria de la Gesamtausgabe.


53. Una descripción fiel del funeral la lleva a cabo Bernhard Welte en la carta que
dirige a Jan Aler el 30 de agosto de 1976: «El funeral se llevó a cabo aproximadamente
de la siguiente forma: en primer lugar, el sobrino clérigo de Heidegger, el señor Heinrich
Heidegger, dio una bendición en la pequeña capilla del cementerio, en donde se conserva-
ba el féretro. Después yo leí mi alocución, también se transmitió fuera de la capilla. En se-
guida nuevamente el clérigo Heinrich Heidegger leyó el texto del Sermón de la montaña
con las ocho bienaventuranzas y añadió la cita: ‘Quien busca, encuentra y a quien toca se
le abrirá’. Posteriormente se rezó el salmo ‘De profundis’. Entonces el féretro fue llevado
a la tumba y ahí nuevamente el clérigo Heinrich Heidegger bendijo y cantó un himno.
Para finalizar, el hijo de Heidegger, Hermann Heidegger, leyó los versos de Hölderlin.
Estos los había escogido Heidegger mismo, como me dijeron, aproximadamente catorce
días antes de su muerte. Por lo demás, fue un funeral silencioso, no se dio a conocer la
hora, y por ello solo hubo una limitada participación. Además de los familiares, se vio a
Jean Beaufret, a Werner Marx, quien ahora asumirá la cátedra de Heidegger, Friedrich von
Herrmann, quien tiene el mérito de llevar adelante la Gesamtausgabe y Walter Schulz de
Tubinga» (UAF E 8). Conviene destacar que, de acuerdo con la voluntad de Heidegger, la
intervención de su sobrino clérigo debía limitarse a leer en la tumba el Padrenuestro en
latín. La liturgia organizada por Heinrich Heidegger hizo que Elfride se molestara terri-
blemente por no haberse cumplido el último deseo de su esposo. Esto lo confirman tanto
Hermann Heidegger (H. Heidegger, 1997, 192) como Gertrud Heidegger (oralmente).

129
«Debo vivir en Eros». Heidegger y su experiencia del amor

mostrado no se agotan en una descripción biográfica, como indicamos


al inicio, sino que proporcionan algunos elementos para comprender
la posesión y el móvil erótico del pensar heideggeriano. Como hemos
visto, la vida de Heidegger fue un constante campo de batalla en don-
de Eros desplegó sus fuerzas. Las frecuentes rupturas y crisis que van
desde dolencias psicosomáticas y agotamientos hasta desgarradores co-
lapsos los encontramos en una vida dedicada a la filosofía, la cual se
despliega desde sus conflictos iniciales con el origen católico hasta sus
luchas en torno al reconocimiento de su gran error en relación con el
nacionalsocialismo. La intensidad de la vida de Heidegger, a la que
aquí nos hemos aproximado, contrasta con la imagen que él siempre
quiso dar de sí y que de alguna manera dejó en herencia: el pensador
provinciano que contempla el Ser alejado del ajetreo de la urbe. Sin
embargo, ahora accedemos a un pensador de «carne y hueso» que hace
ver la filosofía no como una labor de eruditos inspirados, sino como un
asunto en donde la vida misma está en juego. Los móviles del filosofar
tienen como punto de partida en Heidegger lo externo para, desde ahí,
elevarse platónicamente a las alturas de la simplicidad de lo que puede
ser pensado. Sin embargo, el recorrido no fluye sin incidentes, sino que
este puede ser una tormenta cuyos efectos son vividos corporalmente.
Así, Heidegger soportará los ataques de Eros y logrará plasmar lo que
ahora poco a poco descubrimos en la fuerza de tal pensar. Mirar así
su vida no dispensa del enfrentamiento con su filosofía; sin embargo,
puede ayudar a entender mejor el terreno en el que esta floreció. Qui-
zás así se comprenda también aquello que alguna vez observó Hannah
Arendt al indicar que en el caso de Heidegger se da «la idea de un pensar
apasionado en el que el pensar y el estar vivo son una y la misma cosa»
(H-A, 174). Acercarnos a una dilucidación más clara de esto ha sido el
objetivo de nuestro intento.
Heidegger, como han señalado muchos de sus alumnos, quería ser
recordado como Aristóteles, como aquel que nació, trabajó y murió; sin
embargo, después de habernos aproximado al «mito Heidegger» ahora
quizás debamos agregar: Martin Heidegger fue aquel que nació, traba-
jó, amó y murió.

130
Martin Heidegger y Jean Beaufret. © F. Fédier.

Estudio de Heidegger en Rötebuck 47,


Friburgo d.Br.-Zähringen. © Ángel Xolocotzi.

131
Cabaña de Heidegger en Todtnauberg. © Ángel Xolocotzi.

Heidegger con miembros de su seminario alrededor de 1928.


© Universitätsarchiv Freiburg.

132
Martin Heidegger esquiando. Martin Heidegger y Gerhard Stroomann.
© Universitätsarchiv Freiburg. © Universitätsarchiv Freiburg.

Dory Vietta. © Silvio Vietta. Tumba de Heidegger en Meßkirch.


© Ángel Xolocotzi.

133
Elfride, Jörg y Hermann Heidegger
en noviembre de 1920.
© Gertrud Heidegger. Familia Heidegger en el verano de 1924.
© Gertrud Heidegger.

Familia Heidegger en 1928. © Gertrud Heidegger.

134
Martin Heidegger y Eugen Fink en el 60 aniversario de este. © Rainer Fink.

Martin Heidegger y Barbara Cassin.


Martin Heidegger en Francia.
© F. Fédier.
© F. Fédier.

135
Castillo Wildenstein. Valle Alto del Danubio.
© Ángel Xolocotzi. © Ángel Xolocotzi.

Friburgo de Brisgovia.
© Ángel Xolocotzi.

Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo.
© Ángel Xolocotzi.

136
Familia Heidegger en el invierno de 1949-1950.
© Gertrud Heidegger.

Martin Heidegger (y niña).


© F. Fédier, Soixante-deux photographies de Martin
Heidegger, cit., p. 45.

Martin Heidegger con campesinas de Todtnauberg.


© Universitätsarchiv Freiburg.

137
Martin Heidegger como rector en 1933.
© Universitätsarchiv Freiburg.

Martin Heidegger, Max Müller y Bernhard Welte en Meßkirch.


© Universitätsarchiv Freiburg.

Jan Patoka, Edmund Husserl y Eugen Fink.


© Universitätsarchiv Freiburg.

138
Segunda Parte
El accidentado camino a la serenidad
1

seducción y decepción
del nacionalsocialismo

1.1. Introducción

«… en las investigaciones apareció suficientemente claro


que Martin Heidegger era el hombre más gravemente ca-
lumniado que hasta entonces había encontrado; que estaba
enredado en un tejido de mentiras de muchos de sus cole-
gas. […] Solo seguía siendo enigmático por qué Heidegger
no se defendió públicamente contra las difamaciones».
Medard Boss (Prólogo a Heidegger, SZ, 13)

En este estudio dirigiré la mirada a la persona de Heidegger pues, como


indica Proust1, la vida es inseparable de la obra. En el caso de Martin
Heidegger ello es tan evidente que ha sido su error político (y el filosófi-
co subyacente) el que impidió y continúa impidiendo a una buena parte
de la intelligentsia del mundo (la que sufrió o condenó la conducta de

1. Marcel Proust es quien, a nuestro modo de ver, discurre mejor y más largamente
sobre este asunto. En su Contra Sainte-Beuve (Tusquets, Barcelona, 2005) se opone al mé-
todo de la crítica literaria de Sainte-Beuve (que consideraba que para conocer en su tota-
lidad la obra de un autor era menester conocer su vida, su correspondencia y entrevistar
a sus contemporáneos, lo cual, según Proust, minimizaba los aspectos fundamentales), y
propone que, dado que un autor no es el hombre que aparece en sociedad sino uno más
profundo, para hacerlo accesible es menester la búsqueda en sí mismo, el azar, la casuali-
dad o la «memoria involuntaria» (y nosotros podríamos añadir: la luminosa locura). En su
estudio, Proust critica la capacidad del método de Sainte-Beuve para comprender cabal-
mente a un autor, pero para proponer otro que sí alcance al hombre profundo. Es decir,
Proust muestra la pobreza del método de Sainte-Beuve pero de ninguna manera pretende
negar el indefectible vínculo entre un autor y su obra.

141
El accidentado camino a la serenidad

los nazis) acercarse a su filosofía y, por tanto, a la importante crítica


y al avanzado pensamiento presentes en ella. Pues Heidegger fue un
pensador que se ciñó a pensar el ser y ello lo condujo a los derroteros
de la verdad, el tiempo, el Ereignis2, el lenguaje, la técnica y el cálculo,
configurando un filosofar que trascendió a su época y que apenas ahora
empieza verdaderamente a comprenderse.
Desgraciadamente, su camino no se realizó sin escollos. Involucrarse
en los grandes problemas de la Alemania de su tiempo lo condujo, como
indicamos, a participar en los primeros años del nazismo (su «error po-
lítico») y, derivado de ello, a un «colapso físico y mental» que ocasionó
su internamiento en la clínica Schloß Haus Baden bajo el tratamiento
de Viktor Emil von Gebsattel. Asimismo, el vínculo de Heidegger con
el nazismo ha conducido a algunos (Farías, Lilla y Faye3) a cuestionar el
valor de su filosofía y a afirmar, incluso, que es sospechoso de nazismo
todo aquel que pretenda estudiar a Heidegger4.
Heidegger pagó muy caro el vínculo que estableció con el nazismo
entre 1933 y 1935. El colapso (Zusammenbruch) físico y mental que
sufrió desde fines de 1945 hasta bien entrado 1946, así como la prohibi-
ción docente (Lehrverbot) a la que fue condenado (1945-1950), estuvie-
ron a punto de acabar incluso con su vida5.
Afortunadamente, Heidegger sobrevivió a los ataques que provenían
de diversos frentes. Como hace pocos años mostraron los autores de
Heidegger à plus forte raison6, había suficiente riqueza en el pensamien-
to del sabio de Meßkirch para superar dicha ofensiva. Y fueron los más
importantes filósofos del siglo xx los primeros en darse cuenta de su
valía. Al respecto escribió Günter Figal, actual presidente de la Martin
Heidegger Gesellschaft:

... la filosofía de este siglo sería algo muy distinto sin Heidegger. Sin sus
aportaciones no hubiesen existido ni el existencialismo de Jean-Paul Sartre
ni la ética de Emmanuel Levinas; Hans-Georg Gadamer, sin Heidegger,

2. Véase infra, p. 146, nota 22.


3. Farías, 1998; Lilla, 2001; Faye, 2005. Entre los estudios de menor entidad es
menester citar el de Givsan, 1998 y Quesada, 2008.
4. Pues compartiría, por tanto, su pensamiento «autoritario», «antisemita» y «anti-
democrático», cf. Farías, 1998, 31.
5. Véase infra, p. 162, nota 53.
6. Este extraordinario libro (véase infra nota 10), escrito por los más importantes
heideggerianos franceses (François Fédier, François Dastur, Henri Cretella y Pascal Da-
vid, entre otros) y que, ante la actitud temerosa de Gallimard, debió ser publicado en la
editorial Fayard, realiza un recuento cuidadoso de los errores y malas interpretaciones
presentes en el libro de Emmanuel Faye antes citado.

142
seducción y decepción del nacionalsocialismo

no habría desarrollado su hermenéutica filosófica; Michel Foucault, sin la


provocación de Heidegger, hubiese escrito de otra manera; y el descons-
tructivismo de Jacques Derrida, sin la discusión con Heidegger, no habría
surgido7.

Heidegger hizo escuela, y la luminosa locura8 que lo habitó no dejó


de sembrar sus frutos en su pensamiento y en la filosofía de su tiempo,
conduciéndolo, hacia el final de su vida, a la serenidad (Gelassenheit)9.

1.2. Los primeros años: de cómo los problemas cardíacos


le permitieron evitar el sacerdocio y la guerra10

En los albores de su vida, Heidegger era un joven de inteligencia ex-


traordinaria y con un enorme afán de notoriedad. Proveniente de una
familia de escasos recursos11, sus padres debieron tramitar el apoyo de
la Iglesia católica para ayudar al talentoso Martin. De este modo, Hei-
degger entró en el «sistema del catolicismo». Con apoyo eclesiástico
acudió al instituto en Constanza así como en Friburgo y, al terminar, se
incorporó a la Facultad de Teología de la Universidad de Friburgo de
Brisgovia.

7. Figal, 1992, 7. Todas las traducciones del alemán, francés o inglés son responsa-
bilidad nuestra salvo cuando se indique lo contrario.
8. Véase infra, p. 163, nota 56.
9. Es halagador encontrar que el reciente y magnífico estudio de Holger Zaborowski
«Eine Frage von Irre und Schuld?» Martin Heidegger und der Nationalsozialismus (Fischer,
Fráncfort d.M., 2010, 647 ss.) comparte, en lo esencial, aunque no sin cuestionarlo antes,
la tesis central de este trabajo: que después de 1945 Heidegger se puso en camino hacia la
serenidad.
10. Para la elaboración de este apartado se revisaron diversas fuentes, desde biogra-
fías hasta estudios de la obra del filósofo: Heidegger, «Vita», en GA 16; Biemel, 1991;
Hühnerfeld, 1959; Safranski, 1994 y 1997; Petzet, 1983; Volpi, 1984; Ott, 1988; Fé-
dier, 1988; Pöggeler, 1990; Towarnicki, 1993 y 1999; Hermann Heidegger, 1995;
Lütkehaus, 1999; Duque, 1991; Farías, 1998; Ettinger, 1996; Martínez Marzoa, 1999;
Lilla, 2001; Denker y Zaborowski, 2004; Faye, 2005; Leyte, 2005; F. Fédier, M. Amato,
F. Dastur, H. Cretella, P. David, 2006; Escalante, 2007; Guerra y Yáñez, 2009; Xoloco-
tzi, 2009b, 2011a y 2012; Zaborowski, 2010; Grosser, 2011.
11. El padre de Heidegger era tonelero y sacristán de la iglesia de San Martín en
Meßkirch; murió en 1924. Su madre era suaba y poseía un carácter abierto y soñador.
Cuando murió, en 1927, su hijo Martin dejó un ejemplar de su entonces recientemente
publicado Sein und Zeit en su lecho de muerte. Su hermano Fritz era tartamudo y, por su
inteligencia y vivacidad, muy famoso en Meßkirch. Narra Rüdiger Safranski en Un maes-
tro de Alemania, que Fritz era tan popular que cuando Heidegger era ya mundialmente
famoso, se lo conocía solo como «el hermano de Fritz».

143
El accidentado camino a la serenidad

En el año 1911, sin embargo, debió decidir entre continuar bajo la


tutela de la iglesia y hacerse sacerdote, o estudiar ciencias de la natu-
raleza y del espíritu. Luego de cierta vacilación, en la cual «el corazón
se opuso a los planes de la cabeza»12 (pues una serie de problemas car-
díacos ocasionaron que se separase primero de la Compañía de Jesús y
después de los teólogos de Friburgo), Heidegger optó por abandonar el
«sistema de catolicismo», aunque no la fe. Al respecto escribió:
Ya desde el inicio de la labor docente tuve claro que una verdadera inves-
tigación científica, libre de cualquier reserva y ligazón oculta, no es posible
si se mantiene realmente el punto de vista de la fe católica. Esta llegó a ser
insostenible para mí a través de la dedicación ininterrumpida al cristianis-
mo primitivo en el sentido de la moderna escuela histórica de la religión. A
los teólogos les prohibieron mis lecciones (GA 16, 43).

El abandono del «sistema del catolicismo» dejó a Heidegger desampa-


rado13. Los síntomas cardíacos, reconocidos por el filósofo como psico-
somáticos14, que padeció a partir de entonces15 fueron el precio pagado
por su libertad. Heidegger se casará en 1917 con Elfride Petri por la Igle-
sia pero no bautizará a sus hijos16. Su posición respecto al vínculo entre la

12. R. Safranski se permite interpretar de esta manera los problemas cardíacos


que ocasionaron que Heidegger, según él, fuese rechazado como jesuita en Tisis y, des-
pués, que fuese considerado inapto para la formación sacerdotal en Friburgo (������� Safran-
ski, 1997, 39). En este caso, así como en las citas siguientes de este libro, me guiaré por
la versión castellana de R. Gabás.
13. Max Müller, uno de los más cercanos discípulos del filósofo y pieza clave, junto
con Eugen Fink, en la revocación de la prohibición de enseñanza de Heidegger (véase infra,
apartado 7), sostuvo, en una carta a A. Naber (2 de febrero de 1947) que Heidegger era un
hombre «internamente desgarrado» a causa de la imposibilidad para arrancarse «el anzuelo
de Dios». Véanse también supra, pp. 60 s., las notas 14 y 15 del estudio de Ángel Xolocotzi
incluido en este libro.
14. En la carta a Elfride del 2 de julio de 1937, Heidegger expresa, con ocasión de
la renovación de dichos síntomas: «si, como parece, debo pasar ahora por una crisis inte-
lectual, cuya intensidad se extiende hasta lo somático» (H-E, 195).
15. Fueron múltiples las cardiopatías más o menos psicosomáticas que padeció Heideg-
ger a lo largo de su vida: en 1911 una lo obliga a abandonar los estudios de teología y des-
pués le permite evitar ser enviado al frente de guerra; a fines de los años treinta ocurre otra
derivada de un intenso trabajo con la obra de Nietzsche (o de una no menos intensa relación
extramarital); en los primeros meses de 1945 sufre otra ocasionada, según el estudio de Án-
gel Xolocotzi, por otro «atosigamiento de Eros» (Margot von Sachsen-Meiningen); a fines
de ese mismo año ocurre el Zusammenbruch, que estudiaremos de manera detallada más
adelante (capítulo 2) y posteriormente otras más pequeñas crisis, referidas por su cardiólogo
(el doctor Kurt Ziegler) y su psiquiatra (el doctor V.-E. von Gebsattel) ocurridas hasta 1950.
16. O solo a su hijo Jörg, pero lo hizo la madre de Heidegger y a escondidas de Elfri-
de. Véase supra, p. 65, la nota 27.

144
seducción y decepción del nacionalsocialismo

filosofía y la fe era clara: era menester mantenerlas en campos separados.


En sus años como profesor en Marburgo afirmará: «Honramos a la teolo-
gía en tanto callamos acerca de ella» (Safranski, 1997, 167). En 1927, a la
vez que sostiene que la fe, respecto a la filosofía, era «el enemigo mortal»
(Safranski, 1997, 178), no se opone a la teología heideggeriana de Rudolf
Bultmann17. Al declinar su vida se le verá con frecuencia en la iglesia y
utilizará el monasterio de Beuron como refugio.
Al inicio de la Primera Guerra Mundial será alistado, pero nueva-
mente los problemas cardíacos lo alejarán de la guerra. Solo al final de la
misma será, inicialmente, reclutado en la censura postal y, posteriormen-
te, en el servicio meteorológico (Safranski, 1997, 115 s.). Esa experiencia
no dejó de aportarle enseñanzas: por haber conocido la manera como un
gobierno vigila la correspondencia de sus ciudadanos, Heidegger sabía
hasta qué punto podía ser persecutoria una nación en tiempos de gue-
rra. Es muy probable que la tan cuestionada precaución de Heidegger
respecto al partido nazi (no dejar de pagar sus cuotas al partido a pesar
de cuestionar decididamente los principios del mismo en su seminario)
haya derivado de lo aprendido en dicha experiencia.
Fue en esos años cuando ocurrió un acontecimiento de capital im-
portancia, el cual determinó la elección de su carrera y abrió, para el pos-
terior filósofo, el objeto (el ser) que, a partir de entonces, orientaría su
pensar, un acontecimiento denominado por Heidegger «el sueño del
examen final de bachillerato (Abituriententraum)».

1.3. La liberación de un sueño de angustia (el Abituriententraum)


gracias al encuentro con su objeto

«Pensar es constreñirse a un único pensamiento, el cual


permanece, como una estrella, en el cielo del mundo»18.
Martin Heidegger (GA 13, 76)

En una carta fechada el 2 de agosto de 1952, en la que, tras felicitar a


Medard Boss (un psiquiatra suizo profundamente interesado en su obra
y en cuyo domicilio se desarrolló una buena parte de los Seminarios de

17. Rudolf Karl Bultmann (Wiefelstede, 1884-Marburgo, 1976), importante teó-


logo evangélico que desarrolló un método histórico-crítico para la interpretación de los
evangelios bíblicos derivado de la ontología heideggeriana.
18. «Denken ist die Einschränkung auf einen Gedanken, der einst wie ein Stern am
Himmel der Welt stehen bleibt».

145
El accidentado camino a la serenidad

Zollikon de Heidegger19) por la aparición de su último libro Der Traum


und seine Auslegung (El sueño y su interpretación), el filósofo hace re-
ferencia a un sueño de su juventud, el —así es como lo denomina Hei-
degger— Abituriententraum (el sueño del examen final de bachillerato)
(SZ, 327 s.).
En este sueño, Heidegger se encuentra en el Gymnasium20 y presen-
ta su examen final —la Abiturientenprüfung— ante el mismo grupo de
profesores que lo examinó en su juventud21. Este sueño se presentó du-
rante muchos años de la vida del filósofo hasta que un buen día dejó de
ocurrir (Safranski, 1997, 466). ¿Qué fue lo que pasó? En una nota a pie
de página, Boss indica que Heidegger se liberó de dicho sueño «cuando
en el pensamiento despierto pudo experimentar el Ser a la luz del acae-
cer (Ereignis22) (als er im wachen Denken Sein im Lichte des Ereignisses
zu erfahren vermochte)» (SZ 328), lo cual significó para Heidegger el
alcance de su «madurez» (Reife)23.
Reitero: el Abituriententraum desapareció cuando Heidegger pudo
«experimentar el Ser a la luz del Ereignis». ¿Qué tipo de experiencia fue
esa y por qué permitió que Heidegger se liberase de dicho sueño?
Podemos apreciar que dicho sueño presenta un solo cuadro: un exa-
minado ante un grupo de catedráticos —Professoren— y una muy presu-
mible sensación: la angustia ante el juicio.

19. Medard Boss (St. Gallen, 1904-Zúrich, 1990) estudió medicina. De 1928 a 1933
estudió psicoanálisis en Zúrich, Londres y Berlín, y desde 1939 fue médico jefe de la clí-
nica psiquiátrica de la Universidad de Zúrich. Años después (el 14 de diciembre de 1971),
fundará en la capital suiza el Daseinanalytisches Institut für Psychoterapie und Psychoso-
matik dirigido a su muerte por Gion Condrau y actualmente por Valeria Gamper. Véanse
infra apartados 2.4 y 2.7.
20. Así se denomina en Alemania lo que en nuestro país equivale a la enseñanza
media (Secundaria y Bachillerato).
21. Alfred Denker (2004, 99), en su estudio sobre los años de formación de Martin
Heidegger («Heidegger Lebens- und Denkweg 1909-1919») señala que el futuro filósofo
recibió su certificado de examen (Abiturzeugnis) el 13 de julio de 1909 de manos del
doctor E. Weber.
22. Ereignis: acaecer, acontecimiento apropiador o, como propone Félix Duque, «acon-
tecimiento propicio» que hace que algo «esté claramente en su lugar», cf. su introducción a
El camino del pensar de Martin Heidegger de Otto Pöggeler (1993, 47). En Identidad y dife-
rencia, Heidegger nos proporciona la etimología del término: Ereignis proviene de er-äugnen
(asir con la mirada) y er-eignen (apropiar). Por ello una traducción posible sería «apropiarse
de algo con la vista» (ID, 85). Como puede apreciarse, el sentido que a Heidegger le interesa
resaltar es el de la apropiación, para él lo que acontece en el Ereignis es una apropiación.
23. Reife significa madurez, pero también hace referencia al examen final del bachi-
llerato alemán (Reifeprüfung).

146
seducción y decepción del nacionalsocialismo

Este sueño es, por tanto, el de alguien sometido al juicio de sus pa-
dres o superiores, a los cuales él supone saber, poder; esos sustitutos
paternos omnipotentes descritos por Katharina Rutschky en su Schwarze
Pädagogik (Pedagogía negra) (Rutschky, 1977).
El Abituriententraum es un sueño de angustia, la cual descubre
—como bien indica Heidegger en ¿Qué es metafísica?— la nada:

Que la angustia descubre la nada lo confirma el hombre mismo inmedia-


tamente después de que ha pasado. En la luminosa visión que emana del
recuerdo vivo nos vemos forzados a declarar: aquello de y aquello por... lo
que nos hemos angustiado era, realmente, nada. En efecto, la nada misma,
en cuanto tal, estaba allí (QM, 47).

En la angustia se patentiza y se oculta la nada. Es como el muro


erigido ante el abismo, al tiempo que lo oculta a la mirada lo presenta
(pues sin el abismo el muro carecería de sentido). El Abituriententraum
es el sueño de un creyente. Los jueces son dioses. Heidegger se encuen-
tra ante un juicio final anticipado en el cual sus majestades lo evalúan
haciéndole patente su carencia. Asimismo, es un sueño que se deja atrás
al alcanzar la «madurez», como indica Boss. El rito de paso en este
caso consistió, indica Heidegger, en una experiencia filosófica: «cuando
pude experimentar el Ser (Sein) a la luz del acaecer (Ereignis)».
Estudiemos con cuidado la frase «experimentar el Ser». Eso no es
una cosa cualquiera. Porque experimentar el Ser no es algo que ocurra
en la vida cotidiana, en la cual se experimentan entes. Experimentar el
ser, indica Heidegger en sus Beiträge zur Philosophie, requiere de un sal-
to al abismo, una ruptura (Zerkluftung) (GA 65, 8). Esa experiencia im-
plica, necesariamente, la puesta en suspenso de la vida cotidiana, impli-
ca sumergirse en un espacio topológico que no es el de la denominada
«topología de la esfera», la cual concibe el mundo como compuesto por
campos estancos (adentro versus afuera), separados. Requiere pasar a
otra vivencia en la que el mundo no está «más allá», sino donde todo se
conjuga y se copertenece, donde el mundo se revela como apertura —y
resistencia—, donde el Dasein se reconoce In-der-Welt-sein y Mitsein24,
pues el mundo y los otros le son constitutivos. El mundo es idéntico y a

24. José Gaos traduce la fórmula heideggeriana In-der-Welt-sein como «ser-en-el-mun-


do» y el vocablo Mitsein como «ser con otros». La voz alemana Dasein, en el empleo que
Heidegger hace de ella, no es de traducción sencilla. J. Gaos, en su versión de Ser y tiempo
la traduce como «ser ahí». J. E. Rivera opta por no traducirla, lo cual me parece mejor. Hei-
degger, al respecto, indica que el Dasein «lo somos cada vez nosotros mismos», el Dasein no
es sino el sujeto «ontológicamente bien entendido» (Heidegger, Syt, 63, 132).

147
El accidentado camino a la serenidad

la vez diferente al Dasein. O como expresa Heidegger en sus Problemas


fundamentales de la fenomenología: «El Dasein no tiene exterioridad, y
esta es la razón por la cual es igualmente absurdo hablar, al respecto, de
interioridad» (GA 58f, 92).
Un símil de esto sería la experiencia de una hormiga que recorrie-
se longitudinalmente una banda de Moebius. La hormiga constataría a
cada instante que dicha banda posee dos lados, y a la vez, al finalizar
el recorrido, no podría sino reconocer, perpleja, que tiene tan solo un
lado. François Fédier, en su Regarder voir, nos ofrece otra metáfora de
esa experiencia con su tesis de la «conservación del ojo de la noche»
durante el día:
La oscuridad es visible por sí misma, en la misma medida en que en su
visibilidad se encuentra obnubilada por todo lo que en ella se encuentra.
En la noche yo no veo los árboles, las rocas, las flores. La luz, al contrario,
escapa a la vista: uno solo ve aquello que está bajo la luz. Para ver la luz
se requiere del ojo de la noche, conservar el ojo de la noche, mirar (Fé-
dier, 1995, 358).

Revisemos ahora la segunda parte de la frase. Ya nos dijo Heidegger


que se trataba de experimentar el Ser, pero añade: «a la luz del Ereig-
nis». Desde mi punto de vista la inclusión del Ereignis obliga a incorpo-
rar la temporalidad propia a la experiencia.
Un acaecer, un acontecimiento propicio —Ereignis— es, necesa-
riamente, temporal. La experimentación del Ser no es una experiencia
atemporal, es una experiencia histórica, la cual implica, como deja muy
claro Heidegger en la última parte de Sein und Zeit, la finitud del Dasein.
Finitud presente en el Dasein como «ser para la muerte», y que, contra-
riamente a lo que el sentido común supone, es lo único que permite al
Dasein entregarse a su proyecto, es decir, empezar a vivir.
Es por todo esto por lo que podemos afirmar que, con este sueño,
Heidegger se liberó atándose (Syt, § 78), es decir, entregándose a su
tradición heredada elegida libremente, a eso que él, en Ser y tiempo,
denominó su «destino individual» (Schicksal): abocarse a la pregunta
por el sentido del ser.
A partir de ese sueño, y de la experiencia filosófica que le permitió
resolverlo, Heidegger pudo localizar su objeto: el ser a la luz del Ereig-
nis, el Ser en tanto vida fáctica, cognoscible y definible.
Como puede apreciarse, Heidegger pretendía en 1927 hacer acce-
sible el Ser mediante el conocimiento, y eso era novedoso. A partir de
aquellos años Heidegger no consideró ya válida la restricción aristoté-
lica para encaminarse a la dilucidación racional del ser. Recordemos

148
seducción y decepción del nacionalsocialismo

que para el Estagirita, en la medida en que la definición de la definición


implicaba «el género próximo y la diferencia específica», el ser, por su
naturaleza, no podía sino estar excluido. Al respecto constata Heideg-
ger: «Se dice: el concepto de ‘ser’ es el más universal y vacío. Como tal,
opone resistencia a todo intento de definición» (Syt, 23).
Según Heidegger, esa tesis aristotélica generó el olvido del ser en la
medida en que, por indefinible, el ser también fue considerado impen-
sable, inasequible.
En 1927, sin embargo, Heidegger postuló, contra Aristóteles y contra
el que había sido su maestro —Edmund Husserl— (Marion, 2006, 23),
que el ser era alcanzable en la medida en que la definición de la defi-
nición aristotélica era válida… pero solo para los entes, no para el ser
mismo. Por esa razón, escribió en el último parágrafo de su libro: «... la
exhibición de la constitución del ser del Dasein sigue siendo tan solo un
camino. La meta es la elaboración de la pregunta por el ser en general»
(Syt, 448).
Para Heidegger, en aquellos años, la cuestión del ser en general
era abordable y consideraba que el ser mismo era alcanzable mediante
una reflexión específica. En los años treinta intentará alcanzarlo median-
te la revisión cuidadosa de la obra de Platón y, posteriormente, de la
de Hegel. Esa búsqueda lo condujo a una posición peculiar: el deci-
sionismo.

1.4. El encuentro de Heidegger con Husserl y el decisionismo

Desde los años veinte, y a partir de la filosofía aristotélica de Franz


Brentano25, Heidegger aborda la obra de Husserl y queda encantado;
hará de las Investigaciones lógicas del filósofo judío un «libro de culto
personal» (Safranski, 1997, 51). Algunos años después se incorporará
a su círculo y ahí trabará amistad con Karl Jaspers, entonces catedráti-
co en Heidelberg. En 1927, a pesar de haberse distanciado filosófica-
mente de Husserl26, le dedicará Sein und Zeit.
A partir de aquellos años, Heidegger no entenderá el objeto de su
filosofar como una cosa dada, sino que, tal y como sostiene Ángel Xo-

25. F. Volpi, «Brentanos Interpretation der aristotelischen Seinslehre und ihr Ein-
����
fluss auf Heidegger», en Denker y Zaborowski, 2004, 226-242.
26. Separación que era ya clara en 1923 (aunque desde 1917 Heidegger manifestó
discordancias respecto al pensamiento de su maestro). Cf. supra el apartado 3.3 del es-
tudio de Ángel Xolocotzi incluido en este volumen y, en particular, la carta a K. Löwith
del 2 de febrero de 1923. Cf. Xolocotzi, 2011a.

149
El accidentado camino a la serenidad

locotzi en su estudio Fenomenología de la vida fáctica, su objeto «[era]


la pregunta por el ser en su pertenencia a la esencia del hombre en tanto
que Dasein o vida fáctica» (Xolocotzi, 2004, 22).
Ello es así porque, como nos indica el mismo Xolocotzi, el pensar
heideggeriano deriva de una toma de distancia de la filosofía reflexi-
va husserliana (Xolocotzi, 2004, 27 s.), lo cual le llevó a problematizar,
a partir de lo planteado en Sein und Zeit, la pregunta por el ser a la luz
del Ereignis. Pero lo hizo de una manera que no agradó a Husserl. La
ontología fundamental expuesta por Heidegger en Sein und Zeit, una
vez que Husserl la estudió con cuidado, solo recibió una acre crítica de
su parte. Y Husserl no se equivocaba: Sein und Zeit era el inicio de la
separación de Heidegger respecto a su pensamiento. Desde entonces
Husserl ya no podía considerar a Heidegger como el más importante
de sus seguidores.
En 1923 Heidegger es nombrado catedrático en Marburgo y muy
rápidamente es reconocida su valía. En 1928 es llamado a Friburgo
como sucesor en la cátedra de Husserl.
La filosofía de Heidegger de esos años ha sido denominada un «de-
cisionismo» (GA 38, 70 ss.): «Haz lo que quieras, pero decide por ti
mismo y no permitas que nadie te sustraiga ni la decisión ni la respon-
sabilidad concomitante». Esa filosofía del compromiso y del Ereignis,
derivada de los planteamientos del decisionismo teológico de Friedrich
Gogarten (Faye, 2005, 20)27, conducirá a un decisionismo vacío. Narra
Löwith que por ello los alumnos de Heidegger, al final de su enseñan-
za, bromeaban diciendo: «Estoy decidido, pero no sé a qué» (Löwith,
1986, 29).
Esa vacuidad de la decisión permitía que se pudiese decidir de múl-
tiples maneras y, desde mi punto de vista, ello posee un gran valor,
aunque Heidegger en esa época no lo considerara así. Años más tarde
escribirá que en Sein und Zeit aspiraba a una «experiencia del ser»
(Safranski, 1997, 424) y que ello lo condujo al error político (politi­
sche Irre).
En aquel entonces la decisión vacía que posibilita el proyecto propio
no era, para el filósofo, suficiente. Heidegger, en esos años, pretendía
que el ser era alcanzable y fue el encuentro con los nacionalsocialistas
lo que le creó la ilusión de haberlo alcanzado.

27. Como bien indica Jorge Alemán en su estudio «Derivas del discurso capitalista»
(2003, 12 ss.), el «decisionismo» había estado ligado a los postulados de «la derecha»
hasta que Sartre y Heidegger lo reincorporaron al pensamiento universal.

150
seducción y decepción del nacionalsocialismo

1.5. La fascinación por el nacionalsocialismo y por Hitler:


los errores político y filosófico

«… la pregunta por el sentido del ser, con la que comienza


la obra filosófica de Heidegger, también es una pregunta
política».
Arturo Leyte (2005, 329)28

El 28 de marzo de 1930 el recién nombrado ministro prusiano de cul-


tura, Adolf Grimme, rectifica el nombramiento del ministro anterior
—Becker—, quien pretendía que Ernst Cassirer ocupara la cátedra de
filosofía más importante de Alemania, y propone para tal puesto a Hei-
degger.
Heidegger rechazó la invitación. No se consideraba preparado para
la tarea pues pensaba que aún no había arribado a la verdadera filosofía,
que su filosofía «aún no era dueña de su tiempo» (Safranski, 1997, 252).
Era menester, para Heidegger, una filosofía con líneas de acción más
claras, donde el lugar del filósofo fuese el del que «despierta». Por ello el
paso a la política era inevitable. Heidegger optó por la política a causa
«del deber filosófico de contribuir a la historia». Safranski resume la
posición de Heidegger en aquellos años de la siguiente manera:
Quería ser el heraldo de una epifanía histórico-política y a la vez
filosófica. Llegará un tiempo digno de la filosofía, y llegará una filo-
sofía dueña del tiempo. Y entonces, de alguna manera, él estará ahí
participando en la partida, bien como escudero, bien como caballero.
Hay que estar despierto para no desperdiciar el instante en el que puede
y debe hacerse filosófica la política y política la filosofía (Safranski,
1997, 266 s.).
La formación conservadora de Heidegger lo acercó a los nacionalistas,
preocupados por la pobreza y la sumisión al Tratado de Versalles asumido
por la República de Weimar y para quienes el comunismo representaba la
gran amenaza. En 1932 consideró el nacionalsocialismo como el lugar de
implantación de su filosofía y, como muchos alemanes, lo abrazó en tanto
«esperanza para Alemania» (Safranski, 1997, 270).
Además, desde el punto de vista de su filosofar, Hitler donó a Heideg-
ger el elemento que le faltaba, el «a qué» decidirse. Con la aportación de
Hitler, su filosofía ya no estaba vacía. Y al aceptar Heidegger tal dona-

28. Asimismo, Peter Sloterdijk sostuvo, en una conferencia pronunciada en Estras-


burgo en 2004, que solo puede legítimamente hablarse de «política de Heidegger» al
referirse a lo que ocurre al Dasein cuando se percata de su historicidad en tanto «ser-para-
la-muerte» (cf. Sloterdijk, 2006, 43).

151
El accidentado camino a la serenidad

ción se convirtió en ideólogo, en ideólogo de un nacionalsocialismo pe-


culiar. En su estudio La guarda del espíritu. Acerca del «nacional-socialis-
mo» de Heidegger, Félix Duque deja muy claro que el nacionalsocialismo
del sabio de Meßkirch no era el mismo que el de los ideólogos cercanos
a Hitler, pues la doctrina racial, por ejemplo, estaba totalmente excluida
del nacionalsocialismo heideggeriano (Duque, 1991, 97-102).
Sin embargo, considerar que su objeto fue alcanzado gracias a Hitler
sí constituye un problema filosófico mayor. Al respecto sostiene Arturo
Leyte:

Sorprendentemente Heidegger [en los primeros años de la Alemania nacio-


nalsocialista] no fue kantiano y hasta pudo confundir la figura misma de la
finitud (del Dasein, del ser), nunca identificable con un ente, con un hecho
cualquiera —el nacionalsocialismo en su conjunto—, como si este hecho con-
tingente y finito pudiera confundirse siquiera en algún momento con aquella
finitud (aquel «entre») que se resiste a aparecer como tal (Leyte, 2005, 322).

Y tal confusión filosófica, como veremos, ocasionó el «error políti-


co» de Heidegger.
En el año 1933, Wilhelm von Möllendorff, quien había sido elegido
en un Consejo Universitario previo como el siguiente rector de la Albert-
Ludwigs-Universität de Friburgo, ante la circunstancia de que Adolf Hitler,
con el apoyo del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP, por
sus siglas en alemán), había asumido el poder, se encuentra en la im-
posibilidad de asumir el cargo —por ser miembro del partido socialde-
mócrata— y pide a Heidegger que lo sustituya (Safranski, 1997, 283 ss.).
Según afirma Heidegger, en primera instancia, dudó en aceptar la
propuesta29 y von Möllendorff debió, el 15 de abril de 1933, asumir el
cargo. Pero solo pudo mantenerse en él cinco días. Un grupo de pro-
fesores nacionalsocialistas le exigió la renuncia. El 20 de abril de 1933
en asamblea extraordinaria y con el voto casi unánime de los profeso-
res30, Heidegger fue elegido Rector de la Albert-Ludwigs-Universität31.
En ese momento no formaba parte del NSDAP ni tampoco del grupo
de profesores nazis, aunque ya simpatizaba con el nacionalsocialismo.

29. «Spiegel-Gespräch mit Martin Heidegger» (entrevista de 23 de septiembre de


1966), GA 16, 653 s.
30. De los 56 profesores que asistieron a la sesión plenaria —13 ya habían sido
expulsados por ser judíos y 24 no estuvieron presentes—, 53 votaron a favor de él, hubo
un solo voto en contra y dos abstenciones.
31. Oficialmente el rectorado de Heidegger duró del 21 de abril de 1933 al 27 de
abril de 1934 (aunque él había entregado su renuncia dos meses antes).

152
seducción y decepción del nacionalsocialismo

Heidegger fue una especie de «rector de compromiso» (es decir, que por
su neutralidad lo apoyaron todas las fracciones involucradas) y por ello
obtuvo una aceptación casi unánime.
Una vez que asumió el cargo se entregó plenamente al mismo. Asu-
mió la responsabilidad de transformar la Universidad y estableció un
reglamento «militar» en la misma, promoviendo el voto por el NSDAP y
participando en varios actos nacionalsocialistas. En su discurso de recto-
rado, «La autoafirmación de la Universidad alemana», analizó la esencia
de la universidad, hurgando en los orígenes griegos de la filosofía, con
el fin de vincularlos con su proyecto de universidad nacionalsocialista.
Para Heidegger, la revolución nacionalsocialista fue «el intento de dar
a luz una estrella en un mundo sin Dios» (Safranski, 1997, 276 s.). El
discurso de rectorado exigía una reforma cultural y compartía con el
nazismo algunas cuestiones centrales (el Führerprinzip —principio de
caudillaje—, el Kampfbund für deutsche Kultur —la asociación en pro
de la cultura alemana—, entre otras), pero no todas, particularmente
no las referentes al racismo, aunque de ello trataremos más adelante32.
En 1933, Heidegger estaba fascinado por la revolución nacionalso-
cialista y encantaba a otros. Organizó un «Campamento de la ciencia»
(Wissenschaftslager) en Todtnauberg y no dejó de unir su filosofía con
la ideología nacionalsocialista. Es en esos años, pero solo en ellos, en
los que no se muestra errada la tesis de Faye33: desde 1933 y hasta 1935,
Heidegger introdujo algunos elementos del nacionalsocialismo en su
filosofía, su objeto, el ser, lo unió al programa nazi y por tal razón llegó
a afirmar: «La patria es el ser mismo»34.
Eso lo hizo acercarse a muchos de los ideólogos del nazismo, e in-
cluso a asumir algunas de sus tesis, de las cuales se irá desprendiendo
poco a poco en los años siguientes.
En septiembre de 1933 Heidegger es llamado por segunda vez a Ber-
lín. Rechazó de nuevo la invitación. Decidió permanecer en la provincia

32. Entre las cuestiones excluidas están: el principio de «sangre y suelo» (Blut und Bo-
den), la «higiene racial» (Rassenhygienie) y el «movimiento eugenésico» (eugenische Bewe-
gung). Cf. Wulf, 1989, 15 ss.
33. Pero solo en lo planteado por Heidegger en esos años (1933-1935), no en toda su
filosofía como pretenden Faye (2005) y, décadas antes, Theodor Adorno (1964). La crítica de
Adorno es, además, tal como lo mostró en 1967 Beda Allemann, bastante miope: «La jerga
[se refiere al lenguaje nazi denunciado por Adorno en su Jargon der Eigentlichkeit] la utilizan,
conscientemente o no, no solo el discípulo de Heidegger Otto von Below sino también Martin
Buber, Jaspers, Husserl, Rilke, Gundlof, el representante de la ‘teología dialéctica’ y los exis-
tencialistas franceses» (B. Allemann, «Heidegger und die Politik», en Pöggeler, 1994, 250 s.).
34. «Das Vaterland ist das Seyn selbst» (cf. GA 39,121).

153
El accidentado camino a la serenidad

dado que quería revolucionar, según los principios nacionalsocialistas


de la disciplina y el compromiso, la Universidad de Friburgo. Según
Safranski, los profesores y demás miembros de la comunidad acadé-
mica no soportaban sus iniciativas. Cuando el decano de la Facultad
de Derecho, Erik Wolf, intentó poner en práctica las propuestas heideg­
gerianas, la comunidad académica de su facultad lo rechazó, ante lo
cual no le quedó otro camino que presentar a Heidegger su renuncia y,
en consecuencia, este tuvo que apoyarlo plenamente contra los demás
profesores.
Sin embargo, Heidegger no fue nunca un nacionalsocialista auténti-
co. Su formación en el ámbito del pensar le impedía la obediencia total
a Hitler que exigía el NSDAP. Era tan evidente que Hitler y Heidegger
apuntaban a objetivos distintos que cuando —gracias a la victoria en el
referéndum del 12 de noviembre de 1933 que le confería plenos pode-
res— Hitler consideró la revolución nacionalsocialista terminada, para
Heidegger esta aún no había comenzado. En una conferencia dictada en
Tubinga, el 30 de noviembre de 1933, Heidegger se opuso frontalmente a
ese decreto de Hitler al afirmar: «No solo no ha terminado la revolución
en la universidad alemana, sino que ni siquiera ha empezado» (Safran-
ski, 1997, 318).
Esas declaraciones no fueron bien vistas y el filósofo encontraría cada
vez más resistencias. A consecuencia de ello Heidegger no durará ni un
año en el rectorado. Se atrevió a renunciar. Al respecto recuerda su hijo
Hermann: «En toda Alemania ni un solo rector nombrado tuvo el cora-
je, luego de aproximadamente medio año, de dimitir del puesto y de su
protesta. Solo Heidegger se atrevió a ello»35.
Desde mi punto de vista la razón central de tal dimisión no consiste
solamente, como dijo Heidegger a Petzet, en su negativa a excluir a
von Möllendorff y a Wolf de la comunidad académica de la universi-
dad —como exigía el NSDAP— ni tampoco, como interpreta Safranski,
porque no fue bien vista su crítica al catolicismo, sino porque, como
queda indicado, su nacionalsocialismo apuntaba a un lugar distinto al
de los ideólogos nazis. Su ruptura, sin embargo, no fue completa. Du-
rante 1935 y 1936 mantuvo vínculos con el NSDAP (se propuso para
organizar, sin éxito, una Academia de Profesores de Derecho en Berlín).
Según Faye y Safranski, en abril de 1936 aún creía que, si perseveraba, su
filosofía finalmente se impondría y conseguiría influir en el movimiento

35. Cf. H. Heidegger, «Hugo Ott hat Hausverbot im Deutschen Literaturarchiv»


(Hugo Ott tiene prohibida la entrada en el Archivo de Literatura Alemana), Badische Zei-
tung, 5 de septiembre de 1996.

154
seducción y decepción del nacionalsocialismo

nacionalsocialista (Safranski, 1997, 374; Faye, 2005, 407 ss.). Lo que es


indudable, desde mi punto de vista, es que Heidegger, en aquellos años,
pretendía una transformación profunda de la universidad e influir en el
movimiento nacionalsocialista. Frédéric de Towarnicki narró que en los
años de la posguerra preguntó a Heidegger acerca de su compromiso
con el nacionalsocialismo:

Sin mostrarse de ninguna manera molesto, Heidegger respondió que,


en 1933, aplaudió un despertar nacional del cual esperaba la salida del pue-
blo alemán de la miseria y el caos. Solicitado por sus colegas y elegido por
unanimidad, aceptó el cargo de rector como se acepta una misión e, incluso,
«una carga», con el fin de salvaguardar la independencia de la Universidad
contra toda empresa política y con el objetivo de renovar su separación del
partido y de toda doctrina. Su proyecto de reestructuración despertó la hos-
tilidad general y no fue comprendido, al igual que su discurso de rectorado.
Uno de sus seminarios sobre la ciencia fue saboteado y prohibido. Some-
tido a constricciones administrativas, particularmente luego de los prime-
ros decretos que lo golpearon y tomaron por sorpresa, renunció en febrero
de 1934 comprendiendo que, de permanecer, debería plegarse a muchos
otros compromisos (Towarnicki, 1993, 32).

Heidegger no encontró eco en su deseo de transformar la univer-


sidad y el movimiento nacionalsocialista y ello ocasionó que, poco a
poco, tomara distancia del mismo.
Los años en los que consideró que había alcanzado el ser mediante
la experiencia política, es decir, gracias al encuentro con el nacionalso-
cialismo, habían terminado. Y en los subsiguientes comenzó a criticar,
cada vez más acremente, las tesis hitlerianas. Como recuerda François
Fédier en su ensayo «Hablemos, por favor, de política», en el cur-
so de invierno de 1942-1943 Heidegger sostuvo la enigmática frase:
«los griegos son el pueblo impolítico por excelencia» (GA 54, 142), y
ello simplemente para señalar que la, para él, tan respetable cultura
de la Grecia antigua nada tenía que ver con los nacionalsocialistas,
para quienes «todo estaba determinado políticamente» y para quie-
nes los griegos eran «ejemplos perfectos de nacionalsocialistas» (Fé-
dier, 2001, 20)36.

36. No termino este apartado sin antes recordar, a los interesados en profundizar so-
bre este asunto, que Silvio Vietta, en su estudio La crítica de Heidegger al nacionalsocialis-
mo y a la técnica, hace un recuento pormenorizado de la crítica realizada por Heidegger
al NSDAP y a Hitler desde 1936 y hasta el final de la guerra (Vietta, 1989).

155
El accidentado camino a la serenidad

1.6. La ruptura con el NSDAP y con Hitler

Hacia mediados de 1936, Heidegger ya había roto ideológicamente con


el nacionalsocialismo, lo consideraba una ideología «impropia» y recha-
zaba su concepción del mundo. Tan solo mantenía cierta creencia en
Hitler. Pero ello tampoco duró demasiado. En 1937, en su seminario
sobre Nietzsche, a la vez que aún respetaba algunos principios nacio-
nalsocialistas, ya se permite criticar al nacionalsocialismo y la palabra
del Führer. Ironiza acerca del sentido de la guerra y el de la consigna
«sangre y suelo» (GA 7, 415 s.). En su seminario de 1942 titulado Über-
windung der Metaphysik (Superación de la metafísica), critica abierta-
mente las tesis de Hitler (GA 67, 122 s.)37.
En A la guarda del espíritu, Félix Duque resume la posición de Hei-
degger respecto al nacionalsocialismo en esos años:

Unas controvertidas palabras de Heidegger sostienen ambiguamente que la


interna verdad y grandeza del Movimiento (del nacionalsocialismo) consis-
tiría en la cumplimentación (Vollendung) de la metafísica (GA 40, 208). A
esta conclusión, radicalmente negativa, habría llegado presumiblemente el
propio Heidegger a través de una verdadera vía dolorosa iniciada en 1935,
desplegada entre 1936 y 1938 (los Beiträge zur Philosophie) y cada vez más
perfilada a través del diálogo y lucha con Nietzsche, hasta hacerse franca
y decididamente crítica contra el régimen en los años finales de la guerra
(1942-1944), al hilo de la meditación sobre Parménides y Heráclito (Du-
que, 1991, 86).

Y el mismo Duque refiere un valioso testimonio de Walter Biemel


donde tal filósofo recuerda que Heidegger era de los pocos profesores
que se permitía, aún antes de terminada la guerra, hacer críticas al régi-
men nacionalsocialista: «Por primera vez [entre 1942 y 1944] escuché
de los labios de un catedrático de la Universidad una aguda crítica al
régimen, tildado por él de criminal (verbrecherisch)» (Biemel, 1977, 10,
citado por Duque, 1991, 94).
En abril de 1934, luego de abandonar el rectorado, Heidegger co-
menzó a ser vigilado por la Gestapo. Pero tuvo suerte. Según narra
Heidegger38 (y De Towarnicki lo confirma39), el espía mezclado en su

37. Cf. también GA 69, 223 (donde Heidegger escribe contra la doctrina racial
nazi).
38. El espía arrepentido fue el doctor Hancke. Cf. Heidegger, «Spiegel Gespräch»,
GA 16, 665.
39. En su Martin Heidegger. Souvenirs et Chroniques, refiere, al respecto, F. de Towar-
nicki (1999, 74): «En 1937 un estudiante, espía de la Gestapo, le confió, mientras Hei-

156
seducción y decepción del nacionalsocialismo

seminario se descubrió ante él y le pidió disculpas. Si hubiese realizado


su cometido transmitiendo a sus superiores las agudas críticas del filósofo,
Heidegger habría sido detenido, quizás asesinado. Y actualmente sería
un mártir.
Después de su renuncia al rectorado, el NSDAP ya no ofrece a Hei-
degger el boato de sus actos masivos, y como tampoco existe oposición
política abierta al régimen hitleriano donde poder expresar sus opinio-
nes, la crítica de Heidegger al NSDAP y a Hitler se limita al ámbito de
su seminario. Heidegger, conocedor desde su experiencia en la Primera
Guerra Mundial de la persecución que puede generar un Estado tota-
litario, tampoco se ofrece como héroe: pagará sus cuotas al NSDAP
hasta el final de la guerra. Al respecto escribe Frédéric de Towarnicki
(que formaba parte del ejército francés de ocupación y, posteriormente,
vinculó a Heidegger con la filosofía francesa de la posguerra):

Se le ha acusado [a Heidegger] siempre de que, tras su dimisión del recto-


rado de 1934, continuó pagando sus cuotas al partido (NSDAP). Sin em-
bargo, muchas voces se elevaron, en Alemania, sorprendidas por el candor
de aquellos que simplemente parecían olvidar que, en una dictadura tal,
era simplemente «inimaginable» abandonar la afiliación al partido. Un an-
tiguo estudiante de Friburgo narró que Heidegger lo disuadió seriamente
de adherirse al movimiento poniéndolo en guardia: «No podrá usted salir»
(1999, 37 s.).

En 1944 Heidegger es alistado en la Volkssturm (milicia popular), úl-


tima reacción alemana ante la invasión aliada, pero no entrará en com-
bate. Ese alistamiento no era sino una condena a muerte. En su orden
de alistamiento se informaba de que era considerado por el gobierno
nazi «el profesor menos importante de la Universidad»40. A su regreso,
afortunadamente, la comunidad académica de Friburgo intercederá por
él y, como «misión», se le encomendará poner sus manuscritos a resguar-
do. Entretanto terminó la guerra.
Pocos meses después (el 27 de junio de 1945), y luego de recuperar-
se de una afección cardíaca derivada del conflicto que le generaba la
relación extramarital con la princesa Margot von Sachsen-Meiningen41,
Heidegger presentó su conferencia «Die Armut» (La pobreza) en la casa
forestal del conde Douglas, cerca del castillo Hausen. En ella vuelve a

degger desarrollaba su curso sobre Nietzsche, que se encontraba en un lugar peligroso de


la lista negra».
40. François Fédier, comunicación personal, 10 de diciembre de 1999.
41. Cf. supra el apartado 5.2, p. 104.

157
El accidentado camino a la serenidad

comentar el himno «Der Ister» de Friedrich Hölderlin y, en particular, el


fragmento que reza: «Entre nosotros, todo se concentra sobre lo espiri-
tual, / nos hemos vuelto pobres para llegar a ser ricos»42.
Si bien el tono de esa conferencia es el de la catástrofe —en esos
días las tropas francesas avanzaban sobre Alemania y ocupaban ya Al-
sacia y Friburgo—, de todas formas ya presentaba lo que permitiría al
filósofo superar la catástrofe personal que sufriría (el juicio y con-
dena de la comisión de depuración y el consecuente colapso físico y
mental): la espiritualidad (das Geistige) que transforma la pobreza en
riqueza, esa espiritualidad que estará en la base de su posterior «sere-
nidad» (LP, 94 ss.).

1.7. Heidegger ante la comisión de depuración: la prohibición docente

Cuando terminó la guerra comenzó la revancha de los sometidos. La


comunidad de Friburgo no reconocía en Heidegger sino al rector pro-
nazi de 1933 y, por tal razón, le requisó su casa de esa ciudad (el 9 de
julio de 1945). Cuando se intentó hacer lo mismo con su biblioteca,
Heidegger estalló y exigió al alcalde, el 16 de julio de 1945, un juicio
justo.
A consecuencia de tal petición, Heidegger se presentó, a partir del 23
de julio de 1945, ante una comisión de depuración (responsable de enjui-
ciar a los criminales nazis). Dicha comisión estuvo formada básicamen-
te por miembros del denominado Freiburger Kreis (círculo de Friburgo),
que habían apoyado el atentado del conde von Stauffenberg contra Hit-
ler en 194443 y que, por tal causa, se encontraban encarcelados cuando
los aliados ocuparon Friburgo. Todos formaban parte de la comunidad
académica de la Universidad de dicha ciudad: C. von Dietze, G. Ritter,
A. Lampe, A. Allegier y F. Oehlkers.
Después de una primera entrevista con dicha comisión, Heidegger
se dio cuenta de que la oposición más enconada la presentaba Adolf

42. «Es konzentriert sich bei uns alles aufs Geistige, wir sind arm geworden um reich
zu werden» (LP, 94).
43. El atentado realizado por el conde Claus von Stauffenberg el 20 de julio de 1944
fue el último de una larga serie, en la cual se encuentran (entre los más importantes)
desde el temprano y casi exitoso atentado del carpintero Georg Eisler (8 de noviembre
de 1938), hasta los de Fabian von Schlabrendorff (17 de marzo de 1943), el de Rudolf-
Christof von Gersdorff (21 de marzo de 1943), el de Axel von dem Bursche (noviembre
de 1943), el de Ewald Heinrich von Kleist (11 de marzo de 1944) y el de Eberhard von
Breitenbuch (11 de marzo de 1944).

158
seducción y decepción del nacionalsocialismo

Lampe44, por lo cual le solicitó una entrevista personal. En dicha entre-


vista, Heidegger le expuso las razones por las cuales se incorporó al na-
cionalsocialismo (la pobreza y el desempleo en la República de Weimar,
su creencia de que el NSDAP protegería a Alemania de una revolución
comunista, entre otras)45 pero no reconoció culpa alguna. Eso indignó
a Lampe —quien había sufrido el autoritarismo de Heidegger cuando
era rector— y emitió un dictamen negativo. De todas formas la comi-
sión, inicialmente, no lo tomó en cuenta y emitió un veredicto «suave».
Para Oehlkers46, el portavoz de la comisión, Heidegger era inocente, no
responsable de lo acaecido (veredicto, desde mi punto de vista, mucho
más peligroso pues sustrae a Heidegger la responsabilidad). Al respecto,
F. Oehlkers afirmó: «Nos quedó la idea de que [Heidegger] era un filó-
sofo políticamente ingenuo que no sabía lo que hacía, básicamente un
hombre inofensivo que se metió en un enredo sin quererlo»47.
Para Oehlkers no era Heidegger el nazi sino su mujer:

Ella [Elfride] se había hecho francamente odiosa en su barrio (Friburgo-


Zähringen) cuando, con ocasión de cavar las trincheras en el verano de 1944,
trató brutalmente e intimidó a las mujeres de Zähringen, enviando a las trin-
cheras incluso a las enfermas y a las embarazadas. Pero su comportamiento
no era de la competencia de la comisión (Ott, 1988, 135).

La idea era clara, para Oehlkers: Heidegger, a causa de su falta de


habilidad política, se había dejado arrastrar por la corriente. Por ello la
comisión a su cargo dictaminó: «Heidegger debe ser jubilado de mane-
ra anticipada, pero no debe ser apartado de su cátedra. Debe conservar
su permiso de enseñanza, pero separado de los órganos colegiados» (ci-
tado por Safranski, 1997, 376).

44. Adolf Lampe (Fráncfort d.M., 1897-Reinhausen, 1948), renombrado economis-


ta formado en Fráncfort y Múnich. A partir de 1926 se incorpora a la Albert-Ludwigs-
Universität de Friburgo y en 1944 es apresado por la Gestapo, acusado de colaborar en el
atentado contra Hitler de Claus von Stauffenberg. Es liberado por los aliados al final de
la guerra para incorporarse a la Universidad de Bonn.
45. En una carta a C. von Dietze del 15 de diciembre de 1945, Heidegger añade
el objetivo de velar por la autonomía de la universidad alemana. Cf. «Erläuterung und
Grundsätzliches», GA 16, 409-415.
46. Friedrich Oehlkers (Sievershausen, 1890-Friburgo de Brisgovia, 1971), biólogo
y botánico formado en Friburgo, Gotinga, Múnich y Tubinga. Fundador de la «Escuela
de Botánica de la Selva Negra de Oehlkers». Desde 1932 ocupó la cátedra de su maestro
Friedrich Oltmanns en la Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo en donde llegó a ser
rector y fundador de la Deutsche Forschungsgemeinschaft.
47. Carta a K. Jaspers del 15 de diciembre de 1945, citada por Ott, 1988, 135.

159
El accidentado camino a la serenidad

El senado universitario que, en su gran mayoría, solo conocía al Hei­


degger de 1933-1934, al activista pro NSDAP y pro Hitler y no al
Heidegger crítico de los años posteriores, no aceptó dicho veredicto y
exigió, el 21 de noviembre de 1945, que se revisara. Heidegger notó que
se quería dar un escarmiento con su caso y, siguiendo la propuesta de
Oehlkers, solicitó que se confirmase su probidad moral con el dictamen
de dos miembros respetados de la comunidad alemana, el del arzobispo
Conrad Gröber (quien emitió un dictamen serio que consideraba la tra-
yectoria intelectual del filósofo y lo exculpaba; sin embargo, el mismo
Gröber era cuestionable dado el vínculo probado entre el arzobispo y
los nazis) y el de un académico reconocido y respetado en la Alemania
de la posguerra: Karl Jaspers. Heidegger, quien había seguramente leído
el artículo de Jaspers publicado en Die Wandlung en noviembre de 1945
(donde este proponía «mirar hacia adelante» respecto al periodo «nazi»
de Alemania), esperaba que su antiguo amigo lo apoyara en esa difícil
situación (Safranski, 1997, 417). Pero Jaspers había, entretanto, modifi-
cado su opinión. En un texto que publicó en 1946 (Die Schuldfrage, La
cuestión de la culpa) sostuvo que había intelectuales que una vez termi-
nada la guerra no se consideraban nazis, que incluso se creían antinazis,
pero que habían colaborado con el nazismo entre 1933 y 1934 (la alu-
sión a Heidegger era evidente) y que dichos sujetos debían ser castigados
por tal colaboración (Jaspers, 1986, 167).
En su dictamen Jaspers no solo dijo todo lo que sabía sino que afirmó,
incluso, lo que apenas presumía. Sostuvo, basándose en documentos poco
fiables, que Heidegger, cuando era rector, había utilizado su posición para
dañar a miembros de su comunidad académica (a su ex alumno Eduard
Baumgarten y a Hermann Staudinger) utilizando las estrategias difamato-
rias nazis... y eso hundió al filósofo. Al respecto recuerda Félix Duque: «El
rector [Heidegger] había intentado (10.2.34) —con malas artes, cierta-
mente— descalificar y aún expulsar de la universidad a Hermann Staudin-
ger, químico de reconocido prestigio, acusándolo de pacifista y poco pa-
triota (se refugió en Suiza durante la Gran Guerra)» (Duque, 1991, 108).
Es importante añadir que, con su crítica, Heidegger pudo lasti-
mar muy poco al pacifista e internacionalmente reconocido Staudinger
(quien, incluso, recibió el premio Nobel por sus investigaciones sobre
macromoléculas)48.

48. Hermann Staudinger (Worms, 1881-Friburgo de Brisgovia, 1965), se doctoró en


química en la Universidad de Halle. En 1907 fue nombrado profesor en la Universidad
de Estrasburgo, posteriormente en la Escuela Superior Técnica de Karlsruhe, en la Eid-
genössische Technische Hochschule de Zúrich y, finalmente, en la Albert-Ludwigs-Uni-

160
seducción y decepción del nacionalsocialismo

Respecto a Baumgarten49 la cuestión no es tan clara. Según la ver-


sión de H.-J. Dahms, Heidegger escribió el siguiente informe:

Conozco bien al doctor Baumgarten, su actitud intelectual proviene del


círculo liberal-democrático de Heidelberg que gira en torno a Max Weber.
Durante su estancia aquí él fue todo menos un nacionalsocialista. Después
de que Baumgarten fracasó conmigo volvió, muy animado, a Gotinga a
sus ocupaciones con el también despedido, el judío Fraenkel. Supongo que
Baumgarten ha sido despedido de Gotinga, por lo que cabe concluir de sus
relaciones actuales. Considero entre tanto su incorporación a la SA como
imposible, así como su ingreso al profesorado (Ott, 1988, 183).

La autenticidad de esta carta fue firmemente puesta en cuestión, y


no solo por Heidegger, quien siempre sostuvo que esa carta era calum-
niosa50. La única copia de la que se dispone es la que, supuestamente,
Baumgarten, gracias a una secretaria que lo estimaba, extrajo de los
archivos. Además, si la carta fuese válida, de todas formas no muestra
a un Heidegger que ataca a un profesor judío o a uno protector de los
mismos, sino a un profesor que deseaba incorporarse plenamente al na-
zismo, a las SA51, es decir, al grupo paramilitar, de choque, del NSDAP y
al grupo de profesores nacionalsocialistas (en 1933 Baumgarten escri-
bió Von der Kunst des Kompromisses —Del arte del compromiso—52,
donde sostuvo la importancia de incorporarse al movimiento de la Ale-

versität de Friburgo a partir de 1926. Fue galardonado con el premio Nobel de Química
en 1953.
49. Eduard Baumgarten (Friburgo de Brisgovia, 1896-Fráncfort del Meno, 1982),
filósofo y sociólogo. Fue becario de la Fundación Rockefeller en Estados Unidos y alumno
de Heidegger en Friburgo, ciudad que dejó para encargarse de la cátedra de filosofía ame-
ricana en Gotinga. De 1940 a 1945 fue decano de la Facultad de Filosofía de Albertina.
Desde 1957 y hasta su jubilación (en 1963), se ocupó de la cátedra de sociología en la
Universidad de Mannheim.
50. «Zum Gutachten über Baumgarten», GA 16, 417-418. En esta carta Heidegger
reconoce haber escrito un dictamen negativo sobre Baumgarten pero donde solo refería
cuestiones académicas. Heidegger sostuvo que el texto referido por Baumgarten a Jaspers
(y por este a la comisión de depuración), por la jerga y la ideología racista que utilizaba,
no podía serle atribuido.
51. La SA (Sturmabteilung: División tormenta) fue el grupo de choque del NSDAP.
Fundada en 1921, apoyó la campaña de Hitler y, a causa de su fuerza, cuando este asumió
el poder se convirtió en un aliado difícil de manejar. En junio de 1934, y tomando como
pretexto la homosexualidad del entonces dirigente de la SA, Ernst Röhm, Hitler decapitó y
desmanteló el grupo paramilitar (en la famosa «noche de los cuchillos largos» donde fueron
asesinados 130 cabecillas de dicha organización). Cf. Johnson, 1999, 287 ss. y Friedlän-
der, 1998, 114 ss.
52. Reeditado en 1949 en la editorial Hirzel de Stuttgart.

161
El accidentado camino a la serenidad

mania de entonces). Tampoco está claro a quién se refieren las palabras


«judío Fraenkel (o Fränkel)»53. A mi modo de ver, la carta que Baumgar-
ten y Jaspers atribuyeron a Heidegger solamente pudo haber sido escri-
ta por un nazi muy encumbrado, miembro de las SA y profundamente
racista. Tal no era el caso de Heidegger.
Ante las «pruebas» aportadas por Jaspers, el fallo no se hizo esperar.
El senado universitario dio el veredicto que luego el gobierno de ocupa-
ción francés recrudecería: Heidegger ya no poseía el derecho de enseñar
en las universidades alemanas54, asimismo se le redujo la pensión (des-
de 1946) y luego se le anuló (a partir de 1947). Aunque en el mismo
mayo de 1947 se le renovó55.
A mi juicio, tal y como veremos con detalle en el siguiente aparta-
do, Heidegger mintió por omisión a la comisión de depuración, pues
era innegable que había trabado un vínculo muy cercano con unos nazis
que si bien en 1933 no eran aún asesinos ya molestaban suficientemente
a los judíos. El peritaje de Jaspers obligó a Heidegger a recordar esa
verdad.

53. No está claro quién es ese personaje. Quizás se trata de Ernst Fränkel (Colo-
nia, 1989-Berlín, 1975), el famoso politólogo, fundador del Otto-Suhr-Institut de la Univer-
sidad Libre de Berlín y autor del libro Der Doppelstaat (publicado luego de su emigración a
los Estados Unidos en 1940 y donde denuncia el carácter contradictorio del régimen nazi)
o de otro Ernst Fränkel (Breslavia, 1891-Fráncfort del Meno, 1971), economista y socio-
historiador. A mi juicio es más probable que se trate del segundo, intelectualmente mucho
menos importante pero residente en esa región de Alemania (estudió historia, filosofía y ger-
manística en Heidelberg, Friburgo y Breslavia). Este Fränkel, siendo miembro del Deutsche
Staatspartei en 1933, fue perseguido por los nazis hasta su emigración a Inglaterra en 1939.
54. Ese veredicto era una velada condena a muerte pues, a fines de 1945, Alema-
nia estaba devastada y sometida a los diversos ejércitos de ocupación aliados. Heidegger
contaba ya con 56 años y más de la mitad de ellos los había dedicado exclusivamente a la
docencia e investigación filosóficas. Sus hijos Hermann y Jörg se encontraban en prisiones
de guerra rusas (Hermann fue liberado en 1947 y Jörg solo lo fue en 1949) y su esposa
solo se dedicaba a las labores de la casa. La prohibición de la enseñanza y el retiro de la
pensión concomitante eran, de hecho, una condena a muerte por hambre. Cf. «Anotacio-
nes a las cartas entre Martin Heidegger y Max Müller» (H-M-W, 127).
55. A mediados de 1950, gracias a las gestiones iniciales de Max Müller y Eugen
Fink, y con el nuevo peritaje de Karl Jaspers —quien se había retractado del principio
que lo había conducido a condenar a Heidegger en 1945 (Zaborowski, 2010, 682 s.)—,
de Werner Heisenberg, Raymond Bayer y Romano Guardini, fue reconsiderado el caso de
Heidegger y, como consecuencia, fue perdonado y hecho emérito el 18 de mayo de 1949
(sentencia ratificada por el gobierno francés de ocupación el 16 de julio de 1949). Se le
levantó la prohibición de enseñanza y se reincorporó como catedrático en la Universidad
de Friburgo el 31 de marzo de 1959 (Zaborowski, 2010, 686 s.). En la carta a Max
Müller del 14 de agosto de 1950 Heidegger escribe que fue rehabilitado por el senado
universitario «de la forma más honorable» (H-M-W, 32).

162
seducción y decepción del nacionalsocialismo

Dicho dictamen condujo a Heidegger a una experiencia del orden


de la locura56 que tuvo una importancia peculiar y fue denominada por
él mismo «colapso» (Zusammenbruch).

56. Recordemos cómo define Heidegger, en su estudio sobre la poesía de Trakl


(US, 53), el vocablo «locura» (Wahnsinn): «Locura no significa pensar (Sinnen) lo sin sentido
(Unsinniges). ‘Wahn’ proviene del alto alemán ‘wana’ y significa ‘sin’. El loco piensa (sinnt)
y lo hace como ningún otro. Pero se queda sin el parecer (Sinn) de los otros. Él es de otro
parecer (Sinnes). ‘Sinnan’ significa originalmente: viajar, aspirar a..., seguir una dirección; la
raíz indogermánica ‘sent’ y ‘set’ significa ‘camino’. El solitario [el protagonista de la poesía
de Trakl] es el loco porque está en camino hacia otra parte» (subrayado mío).

163
2

de la manía a la serenidad

2.1. El Zusammenbruch de Heidegger de 1945-1946:


clave de la aparición del objeto inalcanzable1

«Ponerse en camino hacia una estrella, solo eso».


Martin Heidegger (GA 13, 76)

En las entrevistas de Heidegger con H.-W. Petzet se encuentra un frag-


mento donde el propio Heidegger narra un colapso (Zusammenbruch)
físico y mental sufrido por él en 1945-1946, fragmento que otros bió-
grafos repiten o simplemente pasan por alto:

Cuando, en diciembre de 1945, fui tomado, en la facultad, totalmente des-


prevenido por el interrogatorio inquisitorial de las 23 preguntas y a causa de
ello sufrí un colapso, vino el decano de la Facultad de Medicina Beringer (el
cual había comprendido las intenciones y patrañas de los acusadores), y me
condujo a Badenweiler al sanatorio donde trabajaba von Gebsattel. Y ¿qué
hizo él? Subió conmigo las montañas a través del bosque nevado. Aparte de
eso, no hizo nada. Pero me ayudó como hombre. Y al cabo de tres semanas
volví curado (Petzet, 1983, 52).

Analicemos cuidadosamente este fragmento con ayuda de los bió-


grafos2, pues nos permitirá situar un cambio en la posición subjetiva de
Heidegger consecutiva a su colapso.

1. Una primera versión de este apartado fue publicada en mi ensayo «El estilo de
Heidegger» incluido en Duque (ed.), 2008.
2. Véase supra p. 143, nota 10.

164
de la manía a la serenidad

Cuando, en diciembre de 1945 fui tomado, en la facultad, totalmente des-


prevenido por el interrogatorio inquisitorial de las 23 preguntas y a causa
de ello tuve un colapso…

Después de conocer el veredicto de la comisión de depuración, Hei-


degger desfallece. No creía que Jaspers actuaría de esa manera, creía que
lo apoyaría y que, como consecuencia, sería exculpado. Heidegger sabía
que desde 1936 había iniciado su ruptura con el NSDAP, es decir, desde
hacía nueve años no se consideraba, de ninguna manera, un integran-
te del movimiento nacionalsocialista y, si había continuado pagando sus
cuotas al partido, era porque en un totalitarismo de ese tipo hacerlo de
otra manera equivalía a ofrecerse como cordero sacrificial.
El interrogatorio fue inquisitorial. Hubo un exceso. ¿Quién tenía el
derecho de juzgarlo? Heidegger sabía que Adolf Lampe tan solo se esta-
ba vengando. Heidegger, asimismo, sabía que Jaspers, en 1933, también
quería formar parte de la revolución nacionalsocialista (y renovar la Uni-
versidad de Heidelberg) y que si no pudo hacerlo fue porque se había ca-
sado con una mujer judía3. Pero Heidegger también sabía que él mismo,
cuando fue rector en la Universidad de Friburgo, había actuado en pro de
los nazis, que había colaborado con sus ideólogos, que había promovido
el voto a favor de Hitler y que muchas personas, y entre ellas muchos
miembros de su universidad, habían votado por Hitler en el referéndum
de noviembre de 1933 debido a que él, el rector, los invitó a ello. Él
había apoyado, realmente, a los nazis. A unos nazis que, si bien es cierto
que en ese momento aún no eran los asesinos de judíos con los cuales,
en la actualidad, son asociados, ya sometían y excluían injustamente a los
hebreos por el solo hecho de su pertenencia racial. El peritaje «negativo»
de Jaspers obligó a Heidegger a recordar esa verdad.
Continuemos el análisis del fragmento citado por Petzet.

Vino el decano de la Facultad de Medicina Beringer (el cual había com-


prendido las intenciones y patrañas de los acusadores) y me condujo a Ba-
denweiler…

Tras el veredicto condenatorio del senado universitario, la reacción


no se dejó esperar: Heidegger se derrumba en la Universidad misma4 y
el decano de la Facultad de Medicina, Kurt Beringer, lo auxilia. Lo lleva
a Badenweiler a la clínica donde trabajaba Viktor Emil von Gebsattel

3. Véase infra el siguiente apartado.


4. Según colige Ángel Xolocotzi en su estudio incluido en este libro, dicho desva-
necimiento ocurrió el 11 de diciembre de 1945.

165
El accidentado camino a la serenidad

para que sea tratado. Pero el desfallecimiento ya había hablado. Había


ocurrido y estaba dirigido a la universidad misma, aquella que lo enjui-
ciaba, aquella que Heidegger intentó revolucionar. El desfallecimiento
de Heidegger era un acting out que esperaba a su lector. El colapso es-
taba dirigido a un senado universitario que creía que tenía la autoridad
moral para juzgar y que había olvidado que en 1933 «nazi» no quería
decir lo mismo que en 1945, que en 1933 significaba: «nacionalista,
preocupado por el futuro de Alemania, opositor a la República de Wei-
mar, crítico del comunismo soviético y rebelde al Tratado de Versalles»,
y no necesariamente «racista» ni «asesino de judíos».
François Fédier, en su Heidegger, anatomie d’un scandale, recuerda
que en el plebiscito del 12 de noviembre de 1933 prácticamente todo
el pueblo alemán había apoyado a Hitler: «Todo el rencor lentamente
acumulado por el pueblo alemán por la derrota y el Tratado de Versalles
se manifiesta en ese plebiscito; el 96 % de los electores asiste a las urnas y
el 95 % de los mismos aprueba la política de Hitler» (Fédier, 1988, 34).
Pero ese apoyo a Hitler no estaba referido necesariamente a su po-
lítica racial, tal como se verificó en la conducta del pueblo alemán des-
pués de la «Noche de los cristales rotos»:

En un informe del cónsul general de los Estados Unidos de América en Stutt-


gart posterior a la Noche de los cristales rotos (9-10 de noviembre de 1938)
donde la comunidad judía sufrió una de las más terribles violencias desde la
instauración del régimen hitleriano, se puede leer: «Las reacciones de la po-
blación han mostrado una división en los modos de sentir. La enorme mayoría
de los alemanes no judíos, quizás el 80 %, manifestó un completo desacuerdo
con estas violentas manifestaciones antijudías. Muchos bajaban la cabeza de
vergüenza. Por otro lado, cerca del 20 % de la población se mostró satisfecha
con la aplicación de tales medidas radicales» (Fédier, 1988, 35 s.).

El apoyo de Heidegger al NSDAP en 1933 nada tenía que ver con


las políticas raciales de Hitler. Pero eso no lo entendió ni el senado de la
Universidad de Friburgo en aquel entonces ni el gobierno francés de ocu-
pación. Querían dar un ejemplo con el caso de Heidegger y lo hicieron.

2.2. La caída en la irresponsabilidad y la salvación de Jaspers

El filósofo sabía que, en su dictamen a la comisión de depuración que


lo enjuiciaba, Jaspers había dicho la verdad aunque no fuese el indicado
para decirla. Rüdiger Safranski, citando la carta de Jaspers a Heidegger
del 23 de agosto de 1933, refiere que Jaspers aprobaba la introducción

166
de la manía a la serenidad

del principio de caudillaje (Führerprinzip) en la Universidad de �������


Heidel-
berg y «la nueva organización», asimismo que «había preparado él mismo
unas tesis relativas a la reforma de la Universidad» (1997, 295 s.). En la
última visita a Heidegger, Jaspers «le había hablado de ello, con la espe-
ranza de que moviera a las instancias gubernamentales a que contactaran
con él». Jaspers intentó insertarse en el movimiento nacionalsocialista,
pero no pudo hacerlo, pues, como él mismo escribe, «me dicen que yo,
no perteneciendo al partido y estando casado con una judía, a lo sumo
estoy tolerado y no soy acreedor a ninguna confianza» (H-J, 260).
Heidegger sabía la jugada que Jaspers había hecho al condenarlo,
habiendo podido, sin embargo, liberarlo; también sabía que él, por ha-
berse vinculado con los nazis durante el rectorado, no era inocente ni
estaba carente de responsabilidad; por ello, al culparlo, Jaspers hizo un
enorme regalo a Heidegger.
Apenas cabe imaginar qué hubiese sido de su filosofía posterior si
Heidegger hubiese podido sostener la mentira de su «irresponsabilidad»5.
Quizás toda su filosofía se hubiese devaluado a partir de ese momento.
Ante Oehlkers y la comisión de depuración Heidegger se había lanzado
por la pendiente de la «irresponsabilidad». Jaspers lo detuvo y gracias a
eso lo salvó. Y a su filosofía posterior también.
Asimismo, es probable que su recuperación fuese relativamente rá-
pida porque, simplemente, fue obligado a reconocer una verdad. Según
está indicado en el informe de Petzet, apenas tres semanas después de ini-
ciado el tratamiento, Heidegger estuvo en condiciones de abandonar la
clínica de von Gebsattel, lo cual, dicho sea de paso, se contradice con lo
que se encuentra escrito en las cartas de Heidegger a su esposa, a Hannah
Arendt y a Bernhard Welte, pues de ellas se deduce que Heidegger estuvo
internado hasta mediados de mayo de 1946, es decir, no tres semanas
sino casi cinco meses (aunque siendo precisos, como veremos, fueron
solo tres meses), pero revisaremos eso con cuidado más adelante.
Fue Jaspers, asimismo, el primero que reprochó a Heidegger su
silencio respecto a su relación con los nazis en los años treinta. Y, des-
de mi punto de vista, en este caso, el reproche sí es correcto6. Mien-

5. P. Schirowski narra en su libro Naître coupable, naître victime (1987) los devas-
tadores efectos de una mentira lograda. Rudolf (nacido en 1950 en Sudamérica), hijo de
un importante nazi que logró escapar a los juicios, es incapaz de llevar una vida normal.
Sus padres mueren trágicamente y él sufre una existencia desgraciada.
6. A partir de entonces han sido muchos los que han exigido a Heidegger una
disculpa: Marcuse, Adorno, Farías, Faye, Lilla, y solo han encontrado como respuesta el
silencio. Pero ¿qué más pretendían cuando Heidegger ya había sido juzgado y sentenciado
tanto por sus connacionales (la comisión de depuración) como por los extranjeros (el go-

167
El accidentado camino a la serenidad

tras Heidegger viajaba por Italia en 1936 (en una estancia turístico-
académica cuyos pormenores narra de manera epistolar a Jaspers), la
situación de Jaspers empeoraba. Cuando, en 1937, Jaspers fue pen-
sionado (en los hechos se trató de una prohibición docente) a causa
de su vínculo marital con una mujer judía, Heidegger no reaccionó:
ni una carta, ni una palabra, solo silencio. Jaspers, quien se considera-
ba un amigo de Heidegger y con el cual este quería publicar, en 1922,
un «anuario realmente crítico», en el cual solo ellos dos escribiesen,
esperaba seguramente algo más que el silencio. Y el silencio de Hei-
degger produjo el silencio de Jaspers. Jaspers le escribió dos cartas que
nunca envió (12 de octubre de 1942 y 1 de marzo de 1948) en las
cuales, entre otras cuestiones, expresaba su decepción por la conducta
pasiva de su antiguo amigo.
Parece que Heidegger no sabía gran cosa de lo que le sucedía a Jas-
pers, o quizá sabía algo y no quería enterarse de nada más debido a su
fracaso en la gestión de apoyar a Elisabeth Blochmann (como veremos,
ocurrida en el segundo semestre de 1933), cuando él era rector y creía
que podría influir en el movimiento nacionalsocialista.
Recordemos rápidamente tal suceso: E. Blochmann era una amiga
de los Heidegger quien7, debido a ser semijudía, fue constreñida, por
la ley que excluía a los judíos de los puestos públicos, a retirarse de su
empleo (era maestra) a mediados de 1933. Con el objeto de defender-
la, Heidegger acudió a todas las instancias que su puesto de rector le
permitía, pero no pudo hacer nada por ella8. Elisabeth Blochmann de-
bió emigrar a Inglaterra a fines de ese mismo año. Curiosamente, en la
correspondencia Heidegger-Blochmann queda perfectamente claro que
fue ella, desde años antes de que el NSDAP tomase el poder, quien real-
mente admiraba los planteamientos de dicho partido e intentó conven-
cer a Heidegger de ello. E. Blochmann era una semijudía nacionalista y,
por tal razón, apoyaba a Hitler y al NSDAP.
Al terminar la guerra, como ya dijimos, Heidegger fue juzgado y
el dictamen negativo de Jaspers fue clave para el veredicto del senado
universitario y el gobierno francés de ocupación. Pero no terminó ahí la

bierno francés de ocupación)? Dicho silencio, además, poco después, fue reivindicado por
Heidegger mismo como «uno de los gestos fundamentales de su pensar» (GA 16, 421 s.,
citado por Zaborowski, 2010, 674).
7. Quizás fue algo más que una amiga. Cf. el Apartado 4.5 del estudio de Ángel
Xolocotzi incluido en este libro.
8. Cf. H-B, en particular las cartas del 12 de abril, 10 de mayo, 30 de agosto, 23 de
septiembre y 16 de octubre de 1933.

168
de la manía a la serenidad

historia del vínculo Heidegger-Jaspers. En los años cincuenta, una vez


reestablecido Heidegger en su puesto como catedrático, la relación con
Jaspers recomenzó pero nunca se renovó plenamente.
Y aunque Jaspers no quiso volver a tener contacto cercano con Hei-
degger, no pudo, en su fuero interno, separarse de él. Cuando Jaspers
murió, se encontró en su mesa de trabajo un manuscrito titulado Noti-
zen zu Martin Heidegger, en el cual, hacia el final, reconoce que sufría
eso que Jacques Lacan denominó, años después, una frerocité (Haßliebe,
amor-odio) respecto a Heidegger:

Alto en la montaña, en una amplia y rocosa altiplanicie, se encontraban


desde antaño los filósofos de la época [...]. El aire es tan puro que absorbe
todo lo turbio, tan fresco que no deja subir ningún humo, tan claro que
se produce una elevación del pensamiento a los espacios inconmensura-
bles [...]. Allí entablan los filósofos una lucha sorprendente, despiadada.
Están poseídos por fuerzas que combaten entre sí a través de sus pensa-
mientos; los pensamientos humanos combaten entre sí... En nuestros días
parece que ya no puede encontrarse a nadie ahí. Pero a mí me ocurrió
que, buscando en vano en las especulaciones eternas a hombres que las
encontraran importantes, hallara solo a uno y a nadie más. Y este era mi
cortés enemigo. Pues los poderes a los que servíamos eran inconciliables.
Pronto se reveló que no podíamos hablar entre nosotros. La alegría se hizo
dolor, un dolor particularmente desconsolado, como si una posibilidad,
que estaba al alcance de la mano, fuese desperdiciada. Así me fue a mí con
Heidegger. Ahí encuentro las críticas solo por él conocidas, insoportables
sin excepción, que se encuentran en cada estrato. Ahí busco las críticas
que se convierten en la sustancia del pensar mismo; ahí busco la lucha que
rompe la incomunicabilidad de lo incompatible; ahí busco la solidaridad
que aún entre los extraños es posible, si de filosofía se trata. Tal lucha y tal
crítica es quizás imposible. Quisiera, sin embargo, captar algunas sombras
(Jaspers, 1989, 267 s.; Notiz 252).

Las Notizen zu Martin Heidegger son un testimonio fehaciente del


amor-odio de Jaspers respecto a Heidegger. Constituyen un texto que
nos permite afirmar que había otras razones, no precisamente lauda-
bles, aunque sí profundamente humanas, en el veredicto emitido por
Jaspers: desde esta lectura, Jaspers tenía la fantasía de que, denos-
tando a Heidegger, brillaría solo en el firmamento de la filosofía ale-
mana, lo cual, contrariamente a sus anhelos y como todos sabemos,
nunca ocurrió.
Continuemos con la revisión del fragmento citado por Petzet.

169
El accidentado camino a la serenidad

2.3. El acompañamiento terapéutico de Viktor von Gebsattel

«Para cuando los enigmas se agolpan y no se vislumbra sa-


lida, ahí estaba siempre el camino de campo»9.
Martin Heidegger (CC, 17)

Tras el desfallecimiento de Heidegger en la Universidad de Friburgo, el


doctor Beringer lo conduce, como indica Petzet en el fragmento antes
citado,

... al sanatorio donde trabajaba von Gebsattel. ¿Y qué hizo él? Subió conmi-
go las montañas a través del bosque nevado.

En el sanatorio Schloß Haus Baden de Badenweiler, un antiguo


hospital ubicado en las cercanías de las termas romanas, trabajaba Viktor
Emil von Gebsattel10, el cual era un psiquiatra cristiano (en el homenaje
por el 75 aniversario de Viktor von Gebsattel realizado en la Univer-
sidad de Wurzburgo declaró Ludwig Binswanger: «nuestro amigo, y
para decirlo de nuevo con las palabras de Goethe, es un hombre col-
mado de Dios»), un miembro del grupo de Binswanger, el cual aplicaba
una psicoterapia basada en la filosofía de Heidegger y el psicoanálisis
de Freud. Desde 1950 fue profesor en Wurzburgo y se ocupaba de la
fenomenología de la existencia humana y el significado de los estados
psicopatológicos. En su libro Cristianismo y humanismo, analiza de la
siguiente manera la crisis occidental de la posguerra: «... el hombre
moderno ha sido lentamente arrastrado a la autonomía y la desidia. Se
encuentra en una crisis, la cual es, en primer lugar, la crisis del hombre
alemán, una crisis del pensamiento inmanente y de sus consecuencias
humanas» (von Gebsattel, 1947, 171).
Según von Gebsattel el fundamento de esta crisis está en la defor-
mación del mundo medieval:

Así pues, ¿cómo se llega a la deformación del mundo medieval? Las fa-
ses de dicha deformación aparecen claramente ante nuestros ojos: primero
Humanismo, Renacimiento, Reforma; luego Racionalismo, Ilustración y
Clasicismo; posteriormente las figuras del siglo xix: Liberalismo, Positivis-
mo, Materialismo y Nihilismo. Hasta que el Nacionalsocialismo cierra este
largo camino (Gebsattel, 1947, 163).

9. «Wenn die Rätsel einander drängten und kein Ausweg sich bot, half der Feldweg».
10. Múnich, 1883-Bamberg, 1976.

170
de la manía a la serenidad

Y él tiene una propuesta contra la crisis: «... si vuelve el hombre a


Dios se realiza a sí mismo, vuelve a casa, a sus fuentes, y eso lo realiza»
(Gebsattel, 1947, 182). Y por eso predice: «… lo que se está preparando
[en la Alemania de la posguerra], si todos los indicios no mienten, es un
humanismo de corte cristiano» (ibid., 171).
La propuesta psicoterapéutica de von Gebsattel puede ser definida
como humanista, freudoheideggeriana y cristiana.
El tratamiento de von Gebsattel fue sui generis. Heidegger narra
que su terapeuta tan solo lo condujo por los caminos boscosos y ne-
vados de la Selva Negra que circunda Badenweiler. ¿Será de esa expe-
riencia de donde Heidegger deriva la importancia del camino —Weg—
(recordemos sus obras Holzwege y Der Feldweg o el también famoso
«Wege nicht Werke»: caminos, no obras) para el pensar?
En el fragmento de Petzet antes referido, Heidegger evalúa el trata-
miento de von Gebsattel:

Aparte de eso, no hizo nada. Pero me ayudó como hombre.

¿Realmente no hizo nada más von Gebsattel? No lo creo. Acompa-


ñó a Heidegger a través del bosque nevado, a través de esos bellos cami-
nos que atraviesan la Selva Negra. Lo acompañó y calló. ¿Qué otra cosa
podía hacer von Gebsattel ante ese hombre al cual admiraba profun-
damente (no olvidemos que, junto con Binswanger, quería fundar una
psicoterapia basada en el pensamiento de Heidegger y en el de Freud)
sino callar y esperar? La transferencia, al inicio de este tratamiento, era
del terapeuta al paciente y ello no dejó de tener efectos benéficos. A
consecuencia de ello von Gebsattel no lo enjuició sino que lo respetó y
escuchó, es decir, no repitió lo que el senado universitario y la comisión
de depuración hicieron. Von Gebsattel ofreció a Heidegger su presen-
cia, lo cual fue pertinente y suficiente. Y esa compañía proporcionó a
Heidegger la fuerza que requería para superar su estado.
En la carta del 17 de febrero de 1946 de Heidegger a su mujer, el
filósofo agradece a von Gebsattel por su humanidad y espontánea amis-
tad, la cual lo ayudó mucho (H-E, 241). Esa humanidad y amistad eran la
clave de la psicoterapia cristiana de von Gebsattel. En su libro Prolegome-
na einer medizinischen Anthropologie (Prolegómenos a una antropología
médica) von Gebsattel indica:

... el neurótico va al médico con la confianza, la fe y la creciente exigencia de


simpatía, derivada de su necesidad de ayuda. Él encuentra en la persona del
médico el interés y la comprensión que, desde hacía tanto tiempo, echaba de
menos; encuentra en sus humanas convicciones el lugar de descanso donde

171
El accidentado camino a la serenidad

puede ser como es, sin rechazo que temer. Reconoce en el médico la sabia y, en
todo tiempo, paciente escucha; siente que ahí está alguien que ha cancelado la
urgencia de sus asuntos y tareas personales […] que siempre guarda la distan-
cia y que sabe muy bien que las reglas de conducta fundadas por uno mismo
no están apartadas de la legalidad razonada de la vida (Gebsattel, 1954, 271).

Y esa conducta del terapeuta, según Viktor von Gebsattel, no era


ningún engaño:

… el psicoterapeuta, entonces, trata al sufriente no solo a través de medidas


médicas sino, en primer lugar, a través de la imagen que de él se produce en el
alma del enfermo. Por ello no puede ser afirmado, de ninguna manera, que el
efecto curativo del médico, debido a derivar de una imagen del sufriente, está
basado en un factor ilusorio. La imagen que se hace de nosotros la persona-
lidad ajena [el paciente] es en sí misma una realidad (Gebsattel, 1954, 272).

Los temas específicos tratados por el filósofo durante esa cura son
enigmáticos. Quizás Heidegger habló de su equivocada fe en Hitler (de
«sus maravillosas manos»11), de su error narcisista (creerse «el filósofo»
de Alemania y por ello pretender convertirse en el Führer de la Univer-
sidad12), de su error filosófico (creer que había alcanzado «la experiencia
del ser» en el nacionalsocialismo13) o, incluso, del odio hacia algunos
miembros de la comisión de depuración o hacia Jaspers. Respecto a este
último es menester señalar que Heidegger reestableció cierto vínculo con
Jaspers e incluso se disculpó por no haberlo visitado en Heidelberg (no
por el hecho de que su mujer era judía sino por «vergüenza»14). Asimismo
Heidegger, durante décadas, no dijo gran cosa de su vínculo con el nazis-
mo (¿qué más debía decir si ya había sido juzgado y castigado?) y prefería
aquellos estudios sobre su vida que no mencionaban su periodo nazi, lo
cual reiteró en la famosa entrevista realizada por el Spiegel.

Y al cabo de tres semanas volví curado.

11. «¿Cómo puede ser gobernada Alemania por un hombre de tan escasa formación
como Hitler?, pregunta desconcertado Jaspers a Heidegger en ocasión de su última visita
en mayo de 1933. Y Heidegger le responde: ¡La formación es indiferente por completo...,
mire usted solamente sus maravillosas manos!» (Safranski, 1997, 276).
12. Pöggeler sostuvo en su «Den Führer führen?» (¿Dirigir al dirigente?) que el anhelo
de poder de Heidegger no se restringía solamente al ámbito universitario (cf. Pöggeler, 1985).
13. Véase supra, apartado 1.5.
14. El 7 de marzo de 1950 escribió Heidegger a Jaspers: «Desde 1933 no he visitado
su casa, no porque ahí viva una mujer judía, sino simplemente por vergüenza. Desde aquel
entonces no solo no he visitado su casa sino, incluso, la ciudad misma de Heidelberg, la
cual es para mí lo que es, gracias a su amistad» (H-J, 196).

172
de la manía a la serenidad

Ya no existe en la actualidad, en la ciudad de Badenweiler, el Sanato-


rium Schloß Haus Baden donde Heidegger estuvo internado (en su lugar
se encuentra una moderna Reha Klinik, es decir, una clínica de rehabili-
tación) y no fue posible tener acceso a los archivos (si es que aún existen)
del antiguo sanatorio15. No obstante, es posible afirmar, contra lo soste-
nido por Heidegger en la entrevista con Petzet arriba citada, que el víncu-
lo con von Gebsattel no se interrumpió en las primeras semanas de 1946.
En primer lugar debemos recordar el documento elaborado por el
propio von Gebsattel el 1 de marzo de 1950 y archivado en la Uni-
versidad de Friburgo. En tal informe el psicoterapeuta reconoce haber
internado a Heidegger tres meses en el hospital Schloß Haus Baden en
el año 1946 (el tratamiento posterior duró hasta 1950) y afirma que
la causa del tratamiento fue una «debilidad del músculo cardíaco», la
cual le impedía estar a la altura «de todas las obligaciones de un profesor
ordinario de la universidad»16.
Von Gebsattel indica claramente, reitero, que Heidegger estuvo in-
ternado tres meses de 1946 en Schloß Haus Baden bajo su tratamien-
to, es decir, a cargo de un neurólogo (von Gebsattel, Nervenarzt) con
formación psiquiátrica y psicoanalítica, no de un cardiólogo, como el
diagnóstico cardiopatológico referido permitiría suponer.
Por otra parte, existen cartas de Heidegger dirigidas a su esposa El-
fride, a Hannah Arendt y a Bernhard Welte escritas desde Badenweiler
donde el filósofo narra la experiencia de su internamiento. En la carta
de Heidegger a Elfride del 17 de febrero de 1946 escribe:

Te agradezco cordialmente tus queridas cartas: la primera llegó el viernes,


la segunda hoy domingo. […] En esta semana, verdaderamente, he «vege-
tado» (vegetiert); en los primeros días vino el agotamiento, lo cual no tenía
nada de particular, pero yo estaba cansado y sin interés por nada. También
me impresionaba el ambiente de los enfermos (H-E, 240).

Entre numerosas referencias a comentarios de von Gebsattel (que


muestran la transferencia del filósofo a su terapeuta) respecto a su esta-
do, en esa carta Heidegger plantea a su esposa la preocupación por sus
hijos así como sus proyectos futuros.

15. La señora Trautwein, la directora de la nueva clínica en el año 2000, me comentó que
el Sanatorium Schloß Haus Baden, establecido por la Caritas Verband en 1945, fue derruido
en 1981, posteriormente renovado y reabierto en 1988 como la Reha Klinik Hausbaden. Me
informó, asimismo, que en dicho nosocomio no conservaban archivos del antiguo hospital.
16. Agradezco encarecidamente a Ángel Xolocotzi haberme transmitido dicho hallaz-
go. Véase supra pp. 112 s. para el texto del certificado médico.

173
El accidentado camino a la serenidad

Existe, asimismo, una carta del arzobispo C. Gröber al representante


del papa Pío XII, el padre Robert Leiber, escrita el 8 de marzo de 1946,
donde da cuenta de una conversación establecida el día anterior con von
Gebsattel y donde este le informaba del internamiento de Martin Hei-
degger en su clínica y, al final, indicaba:

Para mí fue un gran consuelo que al comienzo de su desgracia viniera con-


migo y se condujera de manera verdaderamente edificante. Le dije la verdad
y él la recibió entre lágrimas. No rompo relaciones con él porque albergo la
esperanza de que se produzca un giro espiritual de su parte17.

Finalmente, en la carta a B. Welte, del 12 de mayo de 1946, Heideg-


ger da cuenta de la terminación de su internamiento: «En los próximos
días me iré de aquí [del Sanatorium Schloß Haus Baden], en donde, en
todo sentido estuve bien y afectuosamente cuidado, para trabajar los
meses siguientes en la Selva Negra» (H-M-W, 84).
Si no hubiese habido interrupciones, ese internamiento habría dura-
do, desde fines de diciembre de 1945 hasta mediados de mayo de 1946, es
decir, no tres semanas sino casi cinco meses18. Aunque es posible también
que no se haya iniciado en diciembre de 1945, como narra Heidegger
a Petzet, sino en enero/febrero de 1946 (pues la resolución del senado
universitario ocurrió el 19 de enero de 1946), como permiten suponer las
cartas de Heidegger a Elfride e indica von Gebsattel, en cuyo caso la dura-
ción del internamiento habría sido de tres meses. Sin embargo, en ningún
caso fue de solo tres semanas como atestiguó Heidegger a Petzet.
Afortunadamente el filósofo se encontró con un buen terapeuta y,
por tanto, el tratamiento fue exitoso. Y Heidegger no dejó de agrade-
cerle por ello. Algunos años después, apareció un artículo de Heidegger
en el volumen 6 (1958-1959) del Jahrbuch für Psychologie und Psy-
chotherapie dedicado a los 75 años de von Gebsattel. Entre los artícu-
los que describen y elogian la obra del psiquiatra, Heidegger publica
«Grundsätze des Denkens». En este volumen se refiere, además, que
no solo Ludwig Binswanger intervino como conferenciante en el Fes-
takt en homenaje a von Gebsattel sino que también lo hizo Heidegger
(E.-W. Strauss, 1958/1959, 303 ss.).

17. EAF, Legado Gröber Nb 8/54, cf. el apartado 5.3 del estudio de Ángel Xolocotzi
incluido en este volumen. Véase también Ott, 1988, 323.
18. El error de von Gebsattel, si es que existe, es comprensible: su carta está fechada
en 1950 y refiere la duración de una estancia realizada en 1946. Pero el de Heidegger no
es tan claro… ¿Se tratará de pudor por haber sido internado en una clínica psiquiátrica?

174
de la manía a la serenidad

2.4. De cómo Jean Beaufret y Medard Boss salvaron a Heidegger

Otro factor importante en la cura de Heidegger fue el apoyo del filóso-


fo francés Jean Beaufret. A fines de 1999 el también filósofo François
Fédier me comentó que, en los años sesenta, su maestro Jean Beaufret
se encontró, en una reunión, con von Gebsattel y el psiquiatra dijo a
Beaufret: «Savez vous que c’est vous qui, après la guerre, avez gueri Hei-
degger?» (¿Sabe que es usted quien, después de la guerra, curó a Heideg-
ger?). Esta frase, que puede resultar enigmática a primera vista, después
de lo que hemos revisado, se revela clara: Beaufret salvó a Heidegger
al reconocerlo como catedrático. Es conocido que, en los años en los
cuales Heidegger tenía prohibido impartir clases en Alemania, fueron
Jean Beaufret y Frédéric de Towarnicki los primeros que distinguieron
a Heidegger como su mentor, lo protegieron y apoyaron. Cuando Hei-
degger ya no podía ser catedrático en Alemania, Beaufret y de Towarnicki
(y poco después F. Fédier y R. Char, entre otros) le mostraron que, para
ellos, aún lo era. De esa manera lo salvaron.
Después del tratamiento con von Gebsattel, Heidegger inicia un pe-
riodo en el cual su pensar se proyecta fuera de Alemania. Francia (donde
Beaufret lo cobija epistolarmente y luego lo invita a participar como
conferenciante en Cerisy-la-Salle y Le Thor) y Suiza (donde Medard Boss
lo invita a dictar sus Zollikoner Seminare) serán los países que, primor-
dialmente, darán asilo a su pensamiento. Y, gracias a ese asilo, su pen-
sar recuperó, ostensiblemente, el hálito de la pregunta que dio origen a
Sein und Zeit. Asimismo su reflexión se hizo más mesurada y recuperó
la humildad: en vez de pretender «alcanzar la estrella» se trata de «po-
nerse en camino hacia una estrella, solo eso» (GA 13, 76). En esos años
escribe que el pensar implica no un forzar a la naturaleza, como hace
la técnica, sino tan solo «permitir que se muestre». Desde tal pensar, el
hombre ya no se arroja temerariamente al abismo sino que únicamente
«tiende puentes» (Safranski, 1997, 492). Y fue el camino de ese pensar el
que lo condujo a la serenidad (Gelassenheit).

2.5. El objeto muestra su rostro verdadero: la Gelassenheit

Para comprender claramente lo que pretendía Heidegger con sus tesis


sobre la serenidad es menester estudiar los orígenes del concepto y, so-
bre todo, de las prácticas relativas al mismo: el quietismo de Molinos y
la mística de Eckhart. En la obra de Heidegger encontramos referencias
precisas a las tesis quietistas y místicas del Maestro Eckhart y no solo

175
El accidentado camino a la serenidad

cuando en su Fenomenología de la vida religiosa (1918-1921)19 estudia


las tesis de san Agustín y otros teólogos, sino cuando, muchos años des-
pués, en 1959, publica su Gelassenheit (Serenidad)20.
Para Heidegger la Gelassenheit se opone abiertamente a la ética vo-
luntarista: «Frente a la hybris de la voluntad de poder, que cree tener el
mundo en su puño, la ética originaria, la del habitar cuidadoso y respe-
tuoso, propone la actitud de la serenidad» (Schirmacher, 1983, 70).
La serenidad (o «dejadez», traducción menos literaria pero más lite-
ral) implica, para Heidegger, una conversión de sí mismo, una renuncia
a la voluntad, a la afirmación de sí, se trata «… de una trans-formación
de la voluntad pro-positiva y legisladora en una no-voluntad acogida en
el ámbito (Gegnet) de lo originario» (Cerezo, 1991, 56).
Actitud que modifica totalmente la manera de encontrarse en el
mundo:

… la serenidad para con las cosas y la apertura al misterio se pertenecen una


a la otra. Nos hacen posible residir en el mundo de un modo muy distinto.
Nos prometen un nuevo suelo y fundamento sobre los que mantenernos y
subsistir, estando en el mundo técnico pero al abrigo de su amenaza (S, 28).

En su estudio De la existencia ética a la ética originaria dice Pedro


Cerezo a este propósito:

Esta nueva actitud [la serenidad] no es de abandono ni de resignación quie-


tista, sino de asunción del mundo desde su dimensión ontológica, desde su
apertura, como mundo del ser. La serenidad no renuncia al mundo ni se
aparta de él sino a la terca voluntad de in-sistencia en lo intramundano,
como la verdad en sí extraviándose y perdiéndose en ello. [Se trata de] un
nuevo ethos de la espera, de la paciencia, la renuncia y la cercanía frente
al ethos del trabajo y la dominación que trasciende de la cultura moderna
(Cerezo, 1991, 57 s.).

Cerezo dirá que la Gelassenheit heideggeriana no es quietista pero


deberá reconocer que el término, que Heidegger toma de Eckhart, tiene
un «aire de familia» con la tesis de Molinos.
Heidegger sabía que esa Gelassenheit no podía conseguirse median-
te el ejercicio y la voluntad. Por tal razón, en su «Debate en torno al

19. GA 60. En castellano el texto se publicó separado, una parte como Estudios de mís-
tica medieval (EMM), y la otra como Introducción a la fenomenología de la religión (IFR).
20. En el «Debate en torno al lugar de la serenidad» incluido en ese volumen, se
refiere directamente a Eckhart, aunque en buena medida para distinguirse de él (S, 40).

176
de la manía a la serenidad

lugar de la serenidad» hace decir al «profesor»: «… no podemos desde


nosotros mismos despertar en nosotros la serenidad»21.
A lo que el «erudito» añade: «… la serenidad se despierta cuando
a nuestro ser le es otorgado el comprometerse (einzulassen) con lo que
no es un querer […] porque la serenidad no pertenece al dominio de la
voluntad (S, 39).
Y Cerezo, abundando en lo sostenido por Heidegger, plantea acerca
de la serenidad:

Es pura gratuidad. Pero esto no descarta la acción de acogida, si el hombre


ha preparado su dis-posición para ser admitido y así queda a la espera de lo
abierto en cuanto tal. La similitud con el lenguaje religioso/teológico de la
recepción de la gracia resulta innegable. La serenidad no es, pues, una virtud
ni el premio a una virtud. Su dimensión ética está en la renuncia a la volun-
tad autoafirmativa del sujeto, que facilita al Dasein la posibilidad de acoger
y corresponder (S, 58).

Como puede apreciarse, en la Gelassenheit heideggeriana encon-


tramos de manera renovada el desinterés, clave del amor puro (Le
Brun, 2002), del Maestro Eckhart. Heidegger sabía que la serenidad no
podía alcanzarse mediante la voluntad terca sino solamente mediante un
colocarse en la posición correcta (el besinnliches Denken —pensar medi-
tativo— [Zaborowski, 2010, 738]) y esperar a que ella arribase... aunque
sin garantía de que ello ocurriese:

… la filosofía no podrá operar ningún cambio inmediato en el actual estado


de cosas del mundo. Esto vale no solo para la filosofía, sino especialmente
para todos los esfuerzos y afanes meramente humanos. Solo un dios puede
aún salvarnos. La única posibilidad de salvación la veo en que preparemos,
con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o
para su ausencia en el ocaso; dicho toscamente, que no «estiremos la pata»,
sino que, si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios
ausente. […] No podemos traerlo con el pensamiento, lo más que podemos
es preparar la disposición para esperarlo22.

Desde mi punto de vista, tras el Zusammenbruch y la cura con von


Gebsattel, quedó Heidegger en la disposición de acoger la serenidad. Y
no dejó de dar cuenta de ello.

21. Pues «no es puesta en obra sino otorgada» (S, 39).


22. Entrevista del Spiegel a Martin Heidegger (SPI). La versión alemana de esos
textos se encuentra en GA 16, 671 s.

177
El accidentado camino a la serenidad

La única posición posible ante la aparición del objeto imposible acae-


cido después del Zusammenbruch —ese objeto definido como inalcan-
zable y solo situable en el horizonte— era la Gelassenheit.

2.6. Heidegger… ¿un nazi? La verdad del nazismo


y su guerra especular contra los judíos

«Los nazis hicieron a los europeos lo que los europeos


habían hecho al resto del mundo».
Ricardo Guerra23

Como hemos indicado, es indudable que Heidegger perteneció al par-


tido nazi pero, reitero, en su caso eso no implicó compartir todos los
principios del mismo. La cuestión del racismo —y en este punto no pue-
do sino estar en desacuerdo con las tesis de Farías, Lilla y Faye— nunca
fue plenamente concebida por Heidegger a la manera nazi. En su Logik
(curso del semestre de verano de 1934 en Friburgo) dio Heidegger su
opinión respecto al racismo tan pregonado por el NSDAP:

«Raza» (Rasse) significa no solo lo racial en el sentido de la sangre y la he-


rencia, de la dependencia de la sangre y del impulso vital, sino que significa
igualmente «lo que posee casta» (rassige). Esta no se encuentra limitada a la
condición corporal sino a lo que nombran (por lo menos los jóvenes) como
«auto de casta» (rassiges Auto). «Lo que posee casta» presenta una categoría
determinada, tiene leyes determinadas, no posee, en primer lugar, la cor-
poralidad de la familia y el género. Racista (rassisch), en su primer sentido,
requiere, con mucho, poseer mucha casta, y, antes bien, puede no poseer
raza (GA 38, 65; cf. también Fédier, 1988, 106 ss.).

Como se puede apreciar, la «raza», para Heidegger, derivaba de


la «casta», de la calidad, y no de la etnia de pertenencia. Por tal razón
es posible encontrar, como lo hace E. Faye, múltiples referencias a «la
raza» en la obra de Heidegger de aquellos años, pero, reiterémoslo cla-
ramente, su «raza» no era la de Hitler y sus ideólogos.
La conducta de Heidegger hacia los profesores y estudiantes judíos
de la universidad ha sido referida, en muchos casos, con evidente mala

23. Ricardo Guerra (1927-2008), que fue uno de los más importantes filósofos de
México (discípulo de José Gaos, Jean Hypolitte y Martin Heidegger), gustaba de repetir
esa frase en sus seminarios del Posgrado en Filosofía de la Universidad Nacional Autóno-
ma de México.

178
de la manía a la serenidad

fe. Varios testimonios muestran que en múltiples casos intercedió por


ellos e incluso consiguió que los mantuvieran en sus cargos. En una
carta de Heidegger a Hannah Arendt fechada en el «invierno de 1932-
1933» lo confirma:

Para aclarar mi actitud frente a los judíos, basten los siguientes hechos: Este
semestre de invierno tengo permiso y por tanto ya comuniqué con tiempo
en el semestre de verano que deseo que me dejen en paz y que no acepto
que me entreguen trabajos ni nada por el estilo. Quien a pesar de ello viene
y debe doctorarse y, además, podrá hacerlo, es un judío. Quien puede venir
a verme mensualmente para informar de un trabajo importante en curso
(que no es ni el proyecto de una tesis ni de una habilitación), es otro judío.
Quien hace unas semanas me envió un extenso trabajo para que lo revisara
con urgencia, es judío. Los dos becarios de la comunidad de asistencia cuyo
nombramiento conseguí en los últimos tres semestres son judíos. Quien re-
cibe a través de mí una beca para Roma, es un judío. Quien quiera llamar a
esto «antisemitismo furibundo», que lo haga (H-A, 64).

Y ello es confirmado no solo en la entrevista al filósofo realizada


por el Spiegel (GA 16, 662), sino también por Hermann Heidegger:
«Los profesores judíos von Hevesy y Tannhauser pudieron, mientras
Heidegger era rector, permanecer en la universidad» (cf. Badische Zei-
tung, 5.9.1996).
También se ha reprochado a Heidegger que cuando murió Husserl
(fue incinerado el 29 de abril de 1938) no asistió a las exequias. Y es
cierto que Heidegger no fue a los funerales de su maestro, pero al res-
pecto se han esgrimido razones no ideológicas. En una entrevista con
Antonio Gnoli y Franco Volpi publicada en el Badische Zeitung (30
de agosto de 1996), Hermann Heidegger afirmó que cuando ocurrió
la muerte de Husserl su padre estaba enfermo, con fiebre y en cama:
«No puedo recordar con absoluta certeza lo que pensaba entonces mi
padre respecto a ese doloroso acontecimiento. Lo que sé, es que estaba
enfermo. El mismo médico que había dado constancia de la muerte de
Husserl le anunció la noticia a mi padre, que estaba en la cama con
fiebre...» (véase infra, p. 205).
Dos meses después de esa entrevista, Hugo Ott señaló, en el mismo
diario, que Heidegger tampoco visitó a su antiguo maestro cuando estaba
enfermo24. Pero eso también tiene una explicación razonable. Desde mi
punto de vista, Ott olvidó que el alejamiento entre Heidegger y Husserl

24. «Der eine fehlte, der nicht hätte fehlen dürfen: Heidegger» (Uno faltó que no
debía haber faltado: Heidegger), en Badische Zeitung, 19 de agosto de 1996.

179
El accidentado camino a la serenidad

se inició en los años veinte y que las razones de la separación no fueron


raciales sino por la desaprobación, por parte de Husserl, de las tesis pre-
sentadas por Heidegger en Sein und Zeit, estudio al cual Husserl deno-
minó peyorativamente, en 1928, una simple «antropología filosófica»25.
De ninguna manera se puede estigmatizar a Heidegger como un ra-
dical del nacionalsocialismo tal y como, en la actualidad, se concibe di-
cho sistema totalitario. Es cierto, como documenta Faye, que Heidegger
se fascinó por Hitler y que incorporó muchas tesis nacionalsocialistas
en su filosofía, pero nunca las asumió todas ni con el compromiso que
los nazis esperaban. Así, por ejemplo, el ministro de cultura de Baden
—el doctor Wacker— consideró, después de que el filósofo presentó
su discurso de aceptación del rectorado de la Universidad de Fribur-
go, que el nacionalsocialismo de Heidegger era un «nacionalsocialismo
privado»26, y por ello no tardó en notar que Heidegger, simplemente,
apuntaba a un objetivo diverso del de Hitler. Cuando los ideólogos na-
zis, finalmente, se dieron cuenta de la verdadera posición de Heidegger,
la crítica no careció de contundencia. El ideólogo nazi Ernst Krieck27
afirmó que Heidegger era ateo y nihilista, un simple oportunista que se
aprovechó del nacionalsocialismo, pues en su filosofía previa, es decir,
en Sein und Zeit, no se decía nada acerca del «pueblo», la «raza» y otros
temas relevantes para el nazismo. La crítica de Erich Jaensch28, basada
en su teoría de los tipos humanos, fue aún más radical; para él, Heideg-
ger no era sino un «esquizofrénico» del tipo «judío talmúdico rabulista»
(Safranski, 1997, 315).
Estas críticas, aunadas a la creciente discrepancia de Heidegger, a
partir de 1934, con los principios del partido nazi y al reconocimiento
de su incapacidad para influir en el movimiento nacionalsocialista, con-
dujeron al alejamiento de Heidegger respecto al NSDAP.
En su libro «Eine Frage von Irre und Schuld?». Martin Heidegger
und der Nationalsozialismus, Hoger Zaborowski concluye que, respec-

25. Véase también supra, pp. 72 s., la nota 33.


26. Véase, al respecto, el análisis que hace Félix Duque del peculiar nacionalsocialis-
mo de Heidegger en «La guarda del espíritu. Acerca del nacional-socialismo de Heideg-
ger» (1991, 97 ss.).
27. Ernst Krieck, en aquellos años rector de la Universidad de Heidelberg y miem-
bro de las SS desde 1934, fue el principal competidor de Alfred Rosenberg como vocero
de la ideología nazi.
28. Erich Rudolph Jaensch (Breslavia, 1883-Marburgo, 1940) estudió psicología en
Breslavia y Gotinga. En 1913 fue nombrado catedrático en la Universidad de Marburgo
donde fundó en 1933 el Instituto de Psicología Antropológica, en el que desarrolló una
teoría de los tipos humanos totalmente acorde con el racismo nazi.

180
de la manía a la serenidad

to al vínculo de Heidegger con el nazismo, solo cabe una palabra: ambi-


valencia (2010, 749). Es indudable que Heidegger apoyó al nacionalso-
cialismo en un periodo de su vida, y dado que, como sabemos, la obra
es inseparable del autor, una parte de la misma es nacionalsocialista29.
Pero un autor cambia, y su obra con él. Por ello considero erróneo
afirmar —como hacen Farías, Faye y Lilla— que toda la filosofía de
Heidegger es nacionalsocialista. Hay también en ella de la más brillante
filosofía y del más puro pensar.
Heidegger pagó caro el apoyo brindado al nacionalsocialismo du-
rante su periodo de rectorado. La persecución que sufrió durante la
posguerra y el colapso subsecuente fueron la consecuencia de dicho
error. Tal colapso, sin embargo, en tanto formación sintomática, consti-
tuyó un texto que era menester descifrar. Por tal razón, y para concluir,
recapitulemos: ¿qué es lo que revela el «episodio nacionalsocialista» de
Heidegger? Desde mi punto de vista esta pregunta se responde, al me-
nos, en tres niveles:
a) Ese episodio revela la locura de una filosofía que cree que puede
dirigir a los dirigentes, una locura narcisística que sufrieron Platón,
Hegel y muchos otros. Revela, asimismo, una filosofía que olvida que
su tarea no radica en dirigir30 sino en reflexionar sobre el mundo y el
hombre: «el búho de Minerva inicia su vuelo al caer el crepúsculo», se-
ñaló Hegel (1980, 36), para dar cuenta de los límites de toda reflexión
filosófica.
b) Dicho episodio revela también la locura del pueblo alemán, el
cual, a causa de los excesos del Tratado de Versalles, cayó en una locura
reivindicatoria que lo llevó a exterminar, inicialmente, al «extraño en
casa», es decir, a los judíos, esa comunidad humana que, en tanto se con-
sideraba «el pueblo elegido», no se mezclaba con los nativos. El pueblo
alemán se unió a Hitler porque este prometió hacer de Alemania una
nación fuerte, no el pueblo pobre y humillado que dejó tras de sí el
Tratado de Versalles, ese tratado que castigó al pueblo alemán y que
lo consideró culpable de una guerra que no inició31, una guerra que,

29. Cf. las conferencias y discursos ubicados bajo la rúbrica «El rectorado» en GA 16.
30. O. Pöggeler, en «Den Führer führen...», cit., estudia esta conducta de Heidegger.
Cf. asimismo IF, 22 s.
31. La Alemania nacionalsocialista fue particularmente clara en su mostración del
carácter especular de las guerras, inicialmente contra los comunistas, a cuya Klassen-
kampf (lucha de clases) opusieron su Rassenkampf (lucha de razas) y después con los
judíos y los otros nacionalismos europeos. Cf. mi estudio «Detener la guerra, no justifi-
carla» (2006).

181
El accidentado camino a la serenidad

como todas las guerras, se había efectuado entre varias naciones y por
intereses diversos32.
c) El episodio nacionalsocialista y el colapso de Heidegger ponen
de manifiesto que el senado universitario y la comisión de depuración
tenían poco derecho de juzgar. Dicho senado había olvidado que, al
comienzo del nacionalsocialismo, «nazi» no quería decir «asesino de
judíos» sino tan solo «nacionalista, contrario al Tratado de Versalles y
anticomunista»; asimismo olvidó que el nazismo era una consecuencia
del desarrollo de Occidente. Como bien indica Derrida:

El nazismo no nació en el desierto. E incluso si, lejos de todo desierto,


hubiese brotado como un hongo en el silencioso bosque europeo, lo ha-
bría hecho a la sombra de árboles enormes, al abrigo de su silencio o su
indiferencia, pero en el mismo suelo. De esos árboles que pueblan en
Europa un inmenso bosque negro [...]. En su taxonomía […] ellos lle-
van el nombre de religiones, filosofías, regímenes políticos, estructuras
económicas, instituciones religiosas o académicas, en resumen, todo eso
que se denomina, confusamente, la cultura o el mundo del espíritu (De-
rrida, 1990, 139).

El juicio a Heidegger, a mi entender, fue una maquinación para


castigar al «nazi» que cada miembro del senado universitario llevaba
en sí… pero sin reconocerlo33.
La ideología de tales jueces, además, al obligar al nacionalismo ale-
mán a borrarse produjo —y produce— el neonazismo ya que, como
bien sabemos, esos movimientos florecen en la oscuridad. Solo se pue-
de dejar atrás la locura nacionalista permitiendo que se desarrolle y
agote por sí misma. En la actualidad un alemán que se diga «naciona-
lista» no puede evitar que el otro lea, en su afirmación, un sospechoso
reconocimiento del nazismo. En la actualidad parece que el nacionalis-
mo alemán solamente puede realizarse en la oscuridad… y eso es muy
peligroso pues favorece la aparición del neonazismo.

32. Documentos recientemente descubiertos han establecido que la Primera Guerra


Mundial se inició a causa de la ambición de Inglaterra y Francia por apoderarse del territorio
del frágil Imperio Austrohúngaro de Francisco José I. Habían calculado que tras una corta
contienda (de unos cuantos meses) sería desmembrado tan inestable imperio… hasta que el
Imperio Alemán se incorporó a la guerra y, con su gran poderío militar, ocasionó que un
conflicto que se vislumbraba sencillo se convirtiese en la matanza que constituyó la Gran
Guerra (cf. Benz, 2002, 27 ss.).
33. Tesis confirmada por Zaborowski (2010, 672).

182
de la manía a la serenidad

2.7. Heidegger en el concierto del pensar: su influencia en la filosofía,


la psicoterapia y la ciencia

«… el artista vive solo, el valor absoluto de las cosas que


ve le es ajeno, la escala de valores solo puede hallarse en
él mismo».
Marcel Proust (2005, 45)

No quisiera concluir sin señalar que la obra de Heidegger no solo ha


generado un importante movimiento en el interior del mundo filosófico
actual (en Alemania existen dos importantes sociedades heideggerianas,
la Martin-Heidegger Gesellschaft y el Martin Heidegger-Forschungsgruppe,
en Francia, Suiza, España, Italia, los Estados Unidos, Japón, Bélgica, Ar-
gentina, Colombia Venezuela y México34; también existen grupos de in-
vestigación que anualmente publican numerosos estudios sobre la obra
de Heidegger), sino que la experiencia terapéutica de Heidegger permitió
que su pensar se acercase al de los teóricos de la cura psíquica, varios de
los cuales quedaron fascinados con sus aportaciones.
No es común encontrar un filósofo que influya directamente en las
personas encargadas de tratar la locura. Ni Descartes, ni Kant, ni Hegel
generaron escuelas terapéuticas (aunque, de manera indirecta, podemos
rastrear su influencia en algunas de ellas). Heidegger generó directamen-
te, como sabemos bien, dos: la Daseinsanalytik de Ludwig Binswanger y
el Daseinsanalyse de Medard Boss. Asimismo, ejerció una gran influen-
cia en la obra del psicoanalista Jacques Lacan.
Las razones de tal influencia provienen del pensar de Heidegger. El
pensador de Meßkirch vivió la filosofía y eso produjo en él un cambio
subjetivo, lo cual fue apreciado por los psicoterapeutas. Les hablaba
de la manera como ellos mismos estaban «mordidos» por la locura, lo
cual no dejó de producir los efectos transferenciales correspondien-
tes. Medard Boss, cuya escuela, definitivamente, es la que con mayor
empeño ha construido una psicoterapia con fundamentos heideggeria-
nos, no solo escribió libros en estrecha colaboración con Martin Hei-
degger (su Grundriss der Medizin, 1971), sino que generó, en Suiza,
un verdadero movimiento que vincula la ontología heideggeriana con
la práctica psicoterapéutica. Actualmente el Daseinsanalytisches Insti-
tut tiene centros no solo en Zúrich sino también en Austria, Bélgica
y en varias ciudades del sur de Alemania. Asimismo, Daseinsanalyse,

34. La más reciente es, quizás, la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggeria-


nos (SIEH), fundada en 2008.

183
El accidentado camino a la serenidad

la revista de ese instituto, fundada en 1984, ha publicado más de una


veintena de números.
La influencia del filósofo en la obra de Jacques Lacan no fue menos
importante. La historiadora Elizabeth Roudinesco dedica todo un capí-
tulo de su biografía de Lacan (Roudinesco, 1993) a estudiar el vínculo
Lacan-Heidegger, apartado donde queda perfectamente claro que en di-
cha relación lo que había era una enorme transferencia de Lacan hacia el
filósofo. Recordemos al respecto que en la década de los años cincuenta
y sesenta del siglo pasado son múltiples las referencias a las tesis heideg-
gerianas presentes en los seminarios y escritos de Lacan, el cual traduce
para el primer número de la revista La psychanalyse el ensayo «Logos»
de Heidegger (Lacan, 1956). Tras algunas visitas de Lacan a Friburgo y de
Heidegger a la casa de campo de Lacan (en Guitrancourt), el psicoanalis-
ta realiza una última visita al filósofo, en 1975, cuando este se encontraba
ya muy enfermo, para exponerle su teoría de los nudos. El filósofo res-
pondió de nuevo solo con el silencio (Roudinesco, 1991, 235).
Lacan, tan arrogante con otros, tenía una consideración muy parti-
cular respecto a Heidegger, quien, por cierto, no siempre le correspon-
día: en la ocasión en la que Lacan le envía una carta con un ejemplar de
su tesis doctoral (Lacan, 1984) o de sus Écrits (Lacan, 1966), Heidegger
reenvía los textos a Boss con una nota que dice: der Psychiater bedarf des
Psychiaters (el psiquiatra necesita un psiquiatra) (SZ, 371; 24.4.1967).
El pensamiento del sabio de Meßkirch, en su vinculación con el
de Lacan, ha dado lugar asimismo a una serie de estudios en muchos
lugares del mundo. Jorge Alemán y Sergio Larriera en España, Jean Luc
Nancy, Philippe Lacoue-Labarthe y François Balmès en Francia, Thierry
Simonelli en Luxemburgo, William Richardson en los Estados Unidos,
Norbert Vogt y Franz Denkendinger en Suiza, Héctor López y Nora
Trosman en Argentina y también en México venimos estudiando ese
vínculo desde hace años35.
La ciencia también recibió influencia del pensar de Heidegger, y con
esto no solo me refiero a los vínculos que el pensador estableció con
científicos de la talla de Werner Heisenberg y Victor von Weizsäcker (Xo-
locotzi, 2009, 73 ss.) sino al impacto que tuvieron, en los economistas y
sociólogos, sus tesis sobre el peligro (Gefahr) que representa el mundo
de la técnica y el pensar calculador para la vida humana. Serge Latouche,
el principal representante en nuestros días del movimiento del «decreci-

35. Alemán y Larriera, 1989 y 2001; Alemán, 2000; Nancy y Lacoue-Labarthe, 1973;
Balmès, 1999; Simonelli, 2000; Richardson, 2005; Vogt, 1990; Derendinger, 1990; Ló-
pez, 2004; Tamayo, 1989 y 2001.

184
de la manía a la serenidad

miento», no puede reconocer en Heidegger sino un precursor del mismo


(2004, 69). Al respecto solo citaré la tesis del sabio de Meßkirch sobre lo
que realmente implicaba la, tan alabada entonces, «revolución verde»:
«La agricultura es hoy una industria alimenticia mecanizada, que en
esencia es lo mismo (das Selbe) que la fabricación de cadáveres en las cá-
maras de gas y en los campos de exterminio, lo mismo que el bloqueo y
la hambruna de naciones enteras, lo mismo que la fabricación de bombas
de hidrógeno».
Esta tesis —que se encuentra en la conferencia «Das Ge-stell» (GA 79),
dictada en 1953 aunque no publicada íntegramente hasta 1994—, tan se-
veramente criticada entonces por asemejar la agricultura con el extermi-
nio, se ha revelado exacta. El reciente informe Reducing Environmental
Cancer Risk (2010), elaborado por el President’s Cancer Panel —presidi-
do por los doctores L.-D. Lefall (del Howard University College of Mede-
cine de Washington) y M. Kripke (del Anderson Cancer Center de Hous-
ton)—, ha establecido claramente el efecto cancerígeno de la agricultura
mecanizada y sus herbicidas, pesticidas y fertilizantes inorgánicos, y es una
prueba más del carácter visionario de la crítica heideggeriana al mundo de
la técnica; de su brillante cuestionamiento a ese reino técnico que cubre
de pestilencia y «progreso» al mundo y condena a las generaciones futuras
a vivir en un medioambiente degradado (Tamayo, 2010).
Al final, Heidegger, tal y como soñaba en su juventud, alcanzó la
notoriedad. Aunque no exactamente como él hubiera deseado. Farías,
Lilla y Faye son los representantes de una importante fracción de la
comunidad filosófica mundial que consideró a Heidegger simplemente
como un nazi y, por ende, despreció su filosofía.
El accidentado camino de Heidegger a la Gelassenheit muestra el
indefectible vínculo entre la experiencia filosófica y la terapéutica, eso
que sabían muy bien las escuelas filosóficas de la Antigüedad clásica y que
Jean Allouch recuerda:

... la filosofía así definida [como «una vasta empresa de disipación de ideas
locas»] sacudiéndose la cadena universitaria que la sujeta (no sin efectos
creadores a veces), reanudaría ese prestigioso pasado destacado hace poco
por Pierre Hadot, esos tiempos en los que, realizada en escuelas, perma-
necía indisociada de la preocupación terapéutica, propiamente hablando,
frente a cada uno de sus adeptos (Allouch, 1993, 22).

La experiencia heideggeriana no dejó de reiterar, de la misma manera


que Descartes, Kierkegaard, Russell o Wittgenstein (Scharfstein, 1984)
la tesis que sostiene Husserl en sus Meditaciones cartesianas:

185
El accidentado camino a la serenidad

Todo el que quiera llegar a ser en serio un filósofo tiene que retraerse
sobre sí mismo «una vez en la vida», y tratar de derrocar en su interior to-
das las ciencias válidas para él hasta entonces, y de construirlas de nuevo.
La filosofía —la sabiduría— es una incumbencia totalmente personal del
sujeto filosofante (Husserl, 1986, 38).

Reitero esta idea: todo verdadero filósofo tiene que retraerse sobre
sí al menos «una vez en la vida». Para Heidegger fueron, al menos, dos:
la de su Abituriententraum, que le permitió dejar atrás un sueño de an-
gustia y le reveló el objeto de su filosofar y, décadas después, el Zusam-
menbruch que lo ayudó a concebir su objeto, la pregunta por el sentido
del ser, como lo que verdaderamente es: un objeto inalcanzable.
En la obra de Heidegger encontramos que el objeto al cual él se cons-
triñó, el ser, no tuvo siempre las mismas cualidades, pasó de ser un ob-
jeto considerado alcanzable (en Sein und Zeit) a uno alcanzado (durante
su periodo nacionalsocialista), y solo hacia el final fue reconocido como
un objeto inasequible y solamente situable en el horizonte36.
No termino sin antes reiterar que el Heidegger pensador, ya no filó-
sofo, el Heidegger de la Gelassenheit, es una consecuencia del Zusam-
menbruch. Asimismo, en la obra de este pensador, a pesar del periodo
en el cual se acercó al nazismo, encontramos planteadas, de manera
renovada, cuestiones centrales del pensar humano: el ser, la verdad, la
libertad, el tiempo, la técnica, el pensar y la historia.

36. Cf. el seminario del 8 de septiembre de 1959 dictado por Heidegger en el audi-
torio de la Burghölzli (la clínica psiquiátrica de la Universidad de Zúrich) (SZ, 23).

186
APÉNDICES
1

«ASÍ ES LA VIDA».
UNA CONVERSACIÓN CON HERMANN HEIDEGGER
SOBRE SU PADRE*

Ángel Xolocotzi

En diversas ocasiones ha recordado usted la frase de su padre, Martin


Heidegger, según la cual la gente debería atenerse al pensar de él y no a
su vida privada. Sin embargo, la vida de Heidegger es cuestionada desde
diversos ámbitos. En este sentido, es pertinente un diálogo con alguien
que convivió de cerca con Martin Heidegger.
Ahora bien, en 2005, su sobrina Gertrud Heidegger editó y publicó
las cartas de Martin Heidegger a Elfride Heidegger, la madre de usted (cf.
H-E). El contenido de las cartas trae a la luz novedades de la vida de
su padre. Entre ellas está el hecho de que Hannah Arendt fue una de las
muchas relaciones amorosas que Heidegger mantuvo. Asimismo, en el
epílogo al libro usted confiesa que no es hijo biológico de M. Heidegger.
¿Qué posición tiene usted respecto a esta publicación?
Es un tema difícil. Se sobreentiende que mis padres intercambia-
ron cartas, y también suponía yo que se habían conservado. Mi madre,
ya a edad avanzada, me dijo un día: «Hermann, las cartas que papá
me mandó se las di a Gertrud [ella es su segunda nieta, es decir, la hija
mayor de mi hermano]. Ella puede hacer con las cartas lo que quiera.
Incluso puede venderlas en Estados Unidos si un día necesita dinero».
Esta afirmación de mi madre me sorprendió. Tomé nota, sin comen-

* Versión íntegra en castellano. La entrevista tuvo lugar el 15 de septiembre de 2006


en Attental, cerca de Friburgo. Agradezco al doctor Hermann Heidegger no solo su franque-
za en el diálogo, sino también la revisión del texto. Gran parte de la traducción, así como
una previa revisión de la trascripción, la llevó a cabo Gabi Haspel, a quien agradezco como
siempre su cuidadosa dedicación. Asimismo agradezco a mi amiga y colaboradora Consuelo
González tanto la revisión de la versión parcial aparecida en La Jornada Semanal, de Méxi-
co, el 27 de mayo de 2007 como la revisión de la presente versión. La entrevista íntegra se
publicó en italiano en 2007 (Micromega. Almanacco di filosofia 3 [2007], pp. 72-82).

189
AP É NDICES

tario alguno. Años después mi madre me dijo: «Hermann, tienes que


conocer las cartas para tu trabajo. Pídele las cartas a tu sobrina, por
favor, que haga una copia y que la copia se guarde en Marbach1, en el
legado censurado. Pero tú tienes que conocerlas para tu trabajo». Es lo
que le dije a mi sobrina, pero ella respondió: «No, no te las daré». Se
lo conté a mi madre, y ella, que ya entonces vivía en el Augustinum2,
nos reunió a los dos y en mi presencia le dijo a su nieta: «Gertrud, dale
las cartas a tu tío Hermann. Él tiene que conocerlas. Pero son tuyas». Y
repitió lo que ya conté anteriormente: «Si algún día necesitaras dinero,
puedes vender las cartas». No habíamos salido todavía del recinto del
Augustinum cuando me dijo mi sobrina: «Tío Hermann, puedes hacer
lo que quieras, pero no las tendrás». Entonces me pregunté si debía
molestar con este pleito familiar a mi anciana madre, que ya tenía más
de 90 años. Concluí que sería mejor dejarlo así.

¿Y cómo se enteró de la publicación?


Un día vino el editor Klostermann y me dijo: «Señor Heidegger,
el editor de la biografía de Heidegger, Safranski, me dijo que le pidieron
escribir la introducción a un libro titulado Las cartas de Heidegger a su
esposa»3. Safranski le había preguntado al señor Klostermann si él sabía
algo al respecto, y qué era lo que estaba sucediendo. Y cuando escuchó
que yo como administrador del legado no sabía nada, entonces no es-
cribió esa introducción y rompió el contacto con mi sobrina. Entonces,
una vez enterado del asunto, me dirigí a mi sobrina. Ella había estado ya
en Marbach y en Stuttgart con la editorial Klett, negociando con ellos
y exigiéndoles: «¡Que no se entere mi tío!». Ese es el pleito que tengo
con mi sobrina.
Debo añadir una cosa: en el año 1999 me había enterado de que
mi sobrina estaba transcribiendo a máquina estas cartas del manuscrito.
Entonces le dije: «Gertrud, ¿puedes hacer eso?». Ella tuvo que admitir
que tenía dificultades. Su padre la había ayudado, pero tampoco era
experto en eso, y tenía problemas simplemente para descifrar la letra
manuscrita. Entonces le ofrecí mi ayuda, claro, con la idea de que por
fin iba a poder leer las cartas yo mismo. Ella aceptó mi oferta, pero me

1. Elfride se refiere al Archivo de Literatura Alemana situado en Marbach y donde


está conservado el legado de Heidegger.
2. Se trata de una fundación de inspiración cristiano-evangélica con sede en 21 ciu-
dades de Alemania, entre ellas Friburgo, y que desempeña labores sociales como acoger
ancianos. Elfride pasó ahí la última parte de su vida.
3. Se refiere a Rüdiger Safranski, quien en 1994 publicó la biografía más difundida
de Heidegger: Ein Meister aus Deutschland. Heidegger und seine Zeit (cf. Safranski, 1994).

190
UNA CON V ERSACIÓN CON HERMANN HEIDEGGER SOBRE SU PADRE

propuso un contrato tan terrible que en el primer momento pensé: no


puedo firmar eso.

Pero luego ¿aceptó usted las condiciones?


Finalmente sí lo hice, porque me importaba conocer las cartas. Y en-
tonces, entre los años 2000 y 2003 me llegaron, uno tras otro, diez cajo-
nes de sus transcripciones de las cartas de mi padre a mi madre. En todo
lo escrito, contenido en esos diez cajones —que siempre me dio solo
uno con la condición de firma contra firma—, tuve que hacer 2.900
correcciones, porque mi sobrina leyó mal, descifró mal, entendió mal.
Cuando terminé de leer estas más de mil cartas y concluí el décimo cajón,
le pregunté: «Gertrud, ahora ¿qué quieres hacer con eso?». Ella respon-
dió: «Eso no te importa». Y después ocurrió lo que comenté al principio:
así fue como supe que ella quería publicar las cartas.

¿Usted estuvo de acuerdo con la publicación de las cartas?


No. Pero por otro lado insistí diciéndole: «Gertrud, por lo menos
déjame ayudarte». Entonces acordamos que me iba a dejar ver su ma-
nuscrito antes de que lo mandara a la editorial. Le supliqué que lo hicie-
ra, pues simplemente quería verlo antes. Aunque dijo de antemano que
haría una selección, me percaté de que incluso había intercalado algu-
nos textos de ella. Sin embargo, todavía le dije: «Gertrud, déjame verlo
antes de que vaya a imprenta, para evitar errores». Y luego oí un día que
el manuscrito ya estaba en la editorial sin que yo lo hubiera visto, como
me había asegurado. Después de eso me dio un ataque de herpes zóster
en la cara. Lo primero que me preguntó el médico fue: «¿Tiene usted
alguna inquietud o preocupación?». Le contesté: «Sí, por desgracia».
Entonces dijo: «Eso es la causa de su enfermedad». Como consecuencia
no pude presentarme en público durante semanas y hasta meses.

¿Eso fue en el año 2004?


Sí, y cuando hubo desaparecido el herpes, en primavera del 2005, le
dije a mi sobrina: «Mira Gertrud, vamos a sentarnos como adultos y a
hablar racionalmente sobre lo que sigue ahora. Ven aquí a Attental y si
quieres trae a tu esposo». Sin avisarme, llegó con un abogado. Aunque
yo ya estaba enterado de eso por mi hijo menor, que es abogado y al que
también le pedí estar presente. Entonces los dos abogados se pusieron
a negociar, principalmente, en lo relativo a los derechos de autor. Yo
opinaba que ella no tenía los derechos sobre esas cartas, pero su aboga-
do afirmaba que sí los tenía. Los dos abogados disputaban y no llega-
ban a ningún acuerdo. Al poco tiempo interrumpí la discusión diciendo:

191
AP É NDICES

«Aquí hay dos opiniones enfrentadas. No vamos a seguir con esta dispu-
ta. Solo quiero hacer una pregunta: ¿Podré ver el manuscrito o no?».
Entre tanto sucedió que la editorial dijo a propósito del manuscrito que
había recibido en otoño de 2004 que no podía editarse como estaba.
Había en la editorial una lectora muy competente que redujo el manus-
crito a casi la mitad. Finalmente, acordamos con el abogado que me en-
señarían este manuscrito recortado como tarde el 15 de abril [de 2005].
Pasó el 15 de abril, pasaron el 15 de mayo y también el 15 de junio,
y no ocurrió nada. Entonces llamé a mi sobrina preguntándole: «Gertrud,
¿qué sucede?». Ella contestó: «Acaban de llegarme las primeras pruebas
de imprenta. No todas, solo las primeras». Y yo le dije: «Por favor, mán-
damelas. Dáselas a Detlev» (mi hijo mayor que vive en la calle Fillibach,
es decir, al lado de la calle Rötebuck, donde vive mi sobrina). Y él me hizo
llegar el primer tercio que contenía una selección de cartas que llegaban
hasta el año 1920. Me sorprendió un comentario que mi sobrina había in-
troducido entre las cartas y que decía lo siguiente: «La relación con Elfride
se hace crítica». En la carta inmediatamente anterior Martin Heidegger
hace mención explícita del amigo de juventud de mi madre, el médico
Friedel Caesar: «Hace tiempo que sé que Friedel te ama» (H-E, 111). Gra-
cias a los trabajos de corrección que yo ya había llevado a cabo entre los
años 2000 y 2003, tenía conocimiento de una carta posterior, de 1956, en
donde mi padre Martin Heidegger justifica sus relaciones extramaritales
al escribir: «Así fue, en su momento, mi sí — cuando me dijiste lo de Her-
mann» (H-E, 316). Por ello le pedí a mi sobrina que por lo menos escribie-
ra una nota en donde indicara claramente que Hermann Heidegger es el
hijo biológico de este amigo de juventud de Elfride, Friedel Caesar. Eso se
deduce de estas cartas. Yo no quería que con esta publicación comenzaran
las especulaciones sobre lo que ocurrió o no ocurrió.

Pero en el libro no hay tal nota.


No. Cuando lo planteé, mi sobrina dijo de inmediato que no lo
haría. Y quince minutos después propuso: «Tío Hermann, si quieres,
podrías escribir un epílogo a mi libro». Le di las gracias y le dije: «Ten-
go que pensarlo bien. No te voy a contestar de inmediato, tengo que
meditar sobre eso una o dos noches. Quiero discutirlo con mi esposa y
con mis hijos y luego te contestaré».
Eso fue lo que hice, hablé con mi esposa y mis hijos. Y sobre todo
hablé con familiares de las amantes de mi padre. Por otro lado, un abo-
gado y notario me recomendó permitir que saliera el libro de mi sobrina
y no impedir la publicación mediante una acción legal, ya que eso habría
traído consigo años de proceso con un éxito muy incierto y un pleito

192
UNA CON V ERSACIÓN CON HERMANN HEIDEGGER SOBRE SU PADRE

familiar permanentemente abierto. Desafortunadamente, con las cartas


mi sobrina sacó al público líos amorosos de Martin Heidegger entonces
desconocidos. Sin embargo, el sensacionalismo del otoño de 2005 fue
momentáneo, después de la publicación del libro Mein liebes Seelchen!
la agitación se calmó muy pronto. Los investigadores serios continúan
ocupándose del pensamiento de Martin Heidegger.
No hay duda de que el mal menor fue permitir la publicación del
libro junto con mi epílogo, libro que no tuvo mi aprobación ni en cuan-
to a la selección ni en términos generales, pero me dije: «Así es la vida».

Las cartas publicadas son cartas de su padre a su madre, ¿también


existen cartas de su madre a su padre?
El año pasado [2005] mi sobrina me escribió una carta con motivo
de mi cumpleaños, después de haber recibido mi epílogo. Le había dado
ese epílogo a principios de julio, ella escribió la carta el 10 de agosto, mi
cumpleaños es el 20 de agosto. Primero me agradeció las felicitaciones
que envié con motivo de su cumpleaños, que había sido a principios de
agosto, y luego escribió que también existen cartas de mi madre a Mar-
tin Heidegger, pero que las va a mantener en secreto.

En los albores del siglo xxi se puede valorar con mayor precisión la
importancia que ha tenido Martin Heidegger en la historia de la filosofía.
Al ver la extensión de su «edición integral» (Gesamtausgabe), que abar-
cará 102 volúmenes, uno se pregunta si Heidegger tenía tiempo para su
familia o para los amigos. ¿Cómo conciliaba Heidegger su trabajo con
la vida en familia?
De ninguna forma puedo quejarme de Martin Heidegger como pa-
dre. Para mí siempre fue realmente un padre y tuve una relación de
confianza extremadamente buena con él. En mi niñez la vida era así: él
trabajaba enormemente y mi madre se ocupaba de que hubiera tranqui-
lidad en la casa y no hubiese ruido, por ello no podíamos invitar a otros
niños a casa ni gritar en el jardín, para no distraerlo de su trabajo.
En secundaria tuve algunas dificultades con el latín y el griego;
por eso, después de la cena, subía a su estudio y él me aclaraba algunas
cosas de griego y latín que mis maestros no hacían tan bien; siempre
que mi padre me ayudaba, yo finalmente entendía. También se intere-
saba por lo que hacíamos, por nuestras excursiones con los niños ex-
ploradores y posteriormente por nuestra actividad en las «juventudes
del Führer». Además era muy deportista, de modo que íbamos juntos a
esquiar o a remar. Esos son realmente hermosos recuerdos de los mo-
mentos que pasé con mi padre.

193
AP É NDICES

¿Cuál fue la reacción de Martin Heidegger cuando se enteró de que


usted quería ser oficial?
Por supuesto que le hubiera gustado más verme empezar una carre-
ra académica, aunque seguro que no esperaba que me hiciera filósofo.
Sin embargo, no se opuso a mi decisión como lo hizo mi madre; ella
no quería que me hiciera oficial, porque siendo ella misma hija de ofi-
cial experimentó lo que significaba para la familia cambiar de domicilio
cada dos, tres años, y ser arrancada continuamente de su círculo de ami-
gas. Ella no quería que yo pasara por lo mismo. Pero yo me orientaba
justamente por la imagen de mi abuelo materno, que había sido oficial
y decía: «No mamá, algún día quiero ser como él». Martin Heidegger
no dijo nada en contra.

Desde hace décadas, tanto el hombre Martin Heidegger como su fi-


losofía han sido relacionados con la religión en diversos sentidos. ¿Qué
diría usted de la actitud de Heidegger respecto a la religión? ¿Era él un
hombre religioso?
Sí, ciertamente era un hombre religioso, en primer lugar debido a su
origen y formación, por las influencias recibidas en su juventud y durante
la época de estudiante universitario. Pero la ruptura ocurrió relativamen-
te pronto, cuando tomó su propio camino de pensamiento. La dificultad
en aquel momento consistía en que no podía expresarlo abiertamente,
pues de hacerlo hubiese perdido las becas y apoyos de la Iglesia católica,
y también hubiese decepcionado a sus padres, que eran muy piadosos.
Ya el hecho de haber contraído matrimonio con una mujer evangélica
había sido una catástrofe para ellos. En la boda católica, en la catedral de
Friburgo, no estaban presentes más que la pareja y los testigos, ningún
padre o madre de ninguno de los dos. Cinco días después contrajeron
matrimonio evangélico en Wiesbaden4.

¿Y cómo percibió usted la relación de su padre con la Iglesia católica?


La pareja decidió bautizar a los niños en la Iglesia evangélica y por
ello mi padre fue excomulgado de la Iglesia católica, pero él siguió pa-
gando sus impuestos eclesiásticos hasta su muerte.
Cuando él estaba en Meßkirch, de visita en casa de sus parientes, asis-
tía a la iglesia católica; sabía que para ellos eso era importante y no quería
desilusionarlos. Abiertamente nunca habló mal de la Iglesia católica, sino

4. En la primera parte del presente estudio ya hemos señalado que esta información
es errónea, ya que no se trató de una boda, sino de una «bendición». La única boda regis-
trada es la que tuvo lugar por Iglesia católica en Friburgo.

194
UNA CON V ERSACIÓN CON HERMANN HEIDEGGER SOBRE SU PADRE

que se separó de ella interiormente. Pero el arzobispo Gröber, a quien


siempre respetó, siguió siendo su amigo paternal. También aquí, en la
universidad, tuvo estrechas relaciones amistosas con teólogos; él siempre
dialogaba con ellos, porque entre los teólogos católicos había quien tenía
la disposición de aprovechar la riqueza del pensar de Heidegger.

En las biografías y conversaciones publicadas se habla de diversas cri-


sis de Martin Heidegger. Como detonantes son nombrados especialmente
la ruptura con la teología, la discusión con Nietzsche y la prohibición
docente. La interpretación llega al punto de afirmar que Heidegger pensó
en el suicidio. Como ejemplo de tal interpretación cito a continuación un
texto que Otto Pöggeler publicó en 2002:

Desde 1937 o 1938 Heidegger vio con más detalle que el mismo ������ Nietz-
sche no había experimentado la profundidad del movimiento del nihilismo.
Aquella no fue una tesis discutida en el marco de una filosofía académica,
sino más bien un saldar las cuentas con los propios caminos errados tanto
religiosos como políticos. De ese modo Heidegger se hundió en una crisis
(similar a la que tuvo cuando dejó el estudio de la teología o más tarde en
el proceso de desnazificación), a causa de la cual cayó enfermo en casa, e
incluso buscó la muerte (Pöggeler, 2002, 14).

Cuando leí eso, inmediatamente le dije: «Señor Pöggeler, por favor


deje usted esas afirmaciones, no es verdad». Pero en la celebración del
septuagésimo aniversario del cardenal Lehmann en Maguncia (2006),
Pöggeler dio una conferencia y nuevamente repitió la tesis de que Martin
Heidegger, a finales de los años treinta, expresó su deseo de quitarse la
vida. En la sesión de preguntas me levanté y aseguré que eso era falso. En
los años a los que se refiere Pöggeler, estaba yo a punto de concluir el ba-
chillerato, es decir, vivía todavía en casa de mis padres. Por entonces, la-
mentablemente debo decirlo así, mi padre tenía relaciones amorosas, pero
ninguna idea de suicidio. Lo cierto es que en la discusión con Nietzsche
mi padre llevó a cabo un trabajo intelectual muy duro, lo cual le exigió
mucho esfuerzo y le causó nuevamente problemas cardíacos a finales de
los años treinta. Eso es cierto, pero de suicidio ni hablar, todo menos eso.

Frecuentemente se menciona también una crisis de Heidegger a lo lar-


go del proceso de desnazificación en 1946. ¿Qué ocurrió ahí en realidad?
De lo que no se habla, y ahora lo veo claramente, es de que también
en esos momentos las amantes desempeñaron un papel importante en
la vida de Martin Heidegger. Y el matrimonio con Elfride nuevamente
estaba en crisis. En aquella época mi madre habló con él de manera muy

195
AP É NDICES

firme y clara, para que él diera definitivamente por terminada una re-
lación. Ese fue el detonante para el colapso, como unos lo llaman, o el
altercado, como lo llaman otros.

¿Qué sabía usted de las relaciones de su padre?


Conocí a algunas de las mujeres. Mi padre me decía: «La gente debe
dedicarse a mi pensar, la vida privada no tiene nada que ver con lo pú-
blico». Yo siempre respeté esa postura. Por supuesto que percibí lo que
ocurría con tribulación y preocupación por mi madre; de algunas cosas
me he enterado recientemente. Por ejemplo, un día tocó el timbre una
mujer y me dijo: «El tema Heidegger para mí ya está cerrado. Aquí tiene
las cartas». Yo no sabía quién era ella, pero me dio una gran cantidad de
cartas de mi padre dirigidas a esa mujer. Las envié al archivo de Marbach
y están censuradas hasta el año 2046. Yo creo que en grandes persona-
jes como Goethe, Picasso, Wagner, Benn, Mann siempre hay tales cosas,
quizás pertenece simplemente a la vida, o precisamente en esos casos
quizás es un complemento o impulso necesario. Y ya que conocí per-
sonalmente a un gran número de esas mujeres, debo decir que todas ellas
eran extraordinarias, tanto en el aspecto intelectual como en lo referente
al atractivo físico.

¿Cómo puede describir usted la relación de su padre con los amigos?


De modos muy distintos. Mi padre tuvo muchos buenos amigos; algu-
nas de esas amistades se conservaron durante toda la vida y otras lamen-
tablemente no. Eso tuvo diversas causas. La mayoría de las veces sucedía
que mi padre quedaba profundamente decepcionado de algunos amigos,
ya que ellos hacían cosas a sus espaldas, con las que él no estaba de acuer-
do. Ese fue el caso de Medard Boss.

Pero en los Seminarios de Zollikon (cf. SZ) parece que la amistad


entre Heidegger y Boss es muy profunda.
Sí, pero lamentablemente el señor Boss publicó algo con su nombre
que originalmente había sido escrito por mi padre. Así que mi padre
quiso dar por terminada esa amistad de forma muy reservada, y le escri-
bió una carta a Boss donde le pedía que ya no tuviera contacto alguno
con él, que no le escribiera y que no lo visitara. Solamente si él acepta-
ba esta petición, se mantendría el buen recuerdo de los hermosos días
compartidos. Fue una carta muy noble por parte de mi padre, estuvo
incluida en las pruebas de imprenta de los Seminarios de Zollikon, yo
mismo la vi. Pero cuando salió el libro, ya no aparecía. Con eso, me de-
cepcionó. Para ser honesto, también me decepcionó el señor Boss cuan-

196
UNA CON V ERSACIÓN CON HERMANN HEIDEGGER SOBRE SU PADRE

do dejó a su primera esposa, tan amable y gentil, que conocí y admiré,


para juntarse con otra más joven, que él había conocido recientemente.
Pero así es la vida.

El nombre de Martin Heidegger se asocia una y otra vez al nacio-


nalsocialismo. Circulan múltiples interpretaciones que buscan demos-
trar la lejanía o cercanía de Heidegger con los nazis. ¿Qué puede decir
usted al respecto?
A ese respecto puedo decir algo con gusto. El 29 de julio de 1932,
cuando Hitler estuvo en Friburgo en una actividad proselitista en el
estadio Mösle, asistió mi madre con sus dos hijos. Ahí vi por primera
vez a Hitler. Mi padre no asistió. Dos días después él votó por el par-
tido de los viticultores de Wurtemberg. Seguramente, por influencia de
mi madre, votó en noviembre de 1932 y en 1933 por los nacionalso-
cialistas.
Él no ingresó en el partido el 1 de mayo, como siempre se cree5,
sino el 3 de mayo. La fecha fue retrasada porque el partido había obs-
taculizado su entrada. Ingresó por petición y exigencia del alcalde de
esa época, el doctor Kerber, que a la vez era coordinador regional. Mi
padre hizo eso en la creencia de que podría manejar la universidad de
manera más sencilla si tenía el apoyo del partido. Eso fue un error, es el
error que uno con justicia le reprocha.
Ya como rector en funciones, no solo como rector designado, tuvo
que nombrar a los decanos. Así, el 1 de octubre de 1933 nombró a al-
gunos que no eran nacionalsocialistas, como el decano de la Facultad de
Medicina, el socialdemócrata von Möllendorff, quien un semestre atrás
había sido obligado por los nazis a renunciar al rectorado. Este hecho
muestra claramente que Martin Heidegger no trabajaba aquí con los
nazis, sino que, al contrario, estaba muy distante de ellos.
Cuando a finales de febrero de 1934 fue llamado a Karlsruhe y
se le exigió la dimisión de los decanos Eric Wolf y von Möllendorff,
rechazados por los nazis, él se negó, y como protesta renunció al rec-
torado.
El error político de mi padre en primavera de 1933 es indiscutible.
El reconocimiento de que se había equivocado está registrado en uno de
los «Cuadernos negros» con fecha de abril de 1934. Eso saldrá a la luz
cuando se publiquen estos «Cuadernos negros».

5. Al parecer Hermann Heidegger se refiere a las interpretaciones tanto de Hugo


Ott como de Víctor Farías.

197
AP É NDICES

Según las cartas de Martin Heidegger —por ejemplo a Hannah


Arendt— no se había decidido, en principio, por la publicación de todas
sus obras. ¿Cómo surgió entonces la idea de una edición integral?
Bueno, a partir de los años cincuenta Martin Heidegger me decía:
«Cuando yo muera, lo que tú deberás hacer será sellar todo lo que dejo,
amarrarlo y clausurarlo durante cien años en un archivo. La época to-
davía no está lista para entenderme». Fue un encargo claro para mí, y
yo tenía mis propios planes para mis años de jubilado y para mi vejez.
Luego, en el año 1973 llegó el viejo editor Klostermann, se puso en con-
tacto conmigo sin que mi padre lo supiera y dijo: «Señor Heidegger, hay
que poner en marcha una edición integral, ¿no es así? Su padre se opone.
¿No podría usted hacerlo cambiar de opinión?». Y el editor me expuso
algunos argumentos que me parecieron convincentes.
Viajé de Coblenza —donde vivía en ese entonces— a Friburgo en
septiembre de 1973 y hablé dos días enteros con mi padre sobre esa
propuesta, y finalmente lo convencí de la obra integral con un argumen-
to militar. Le dije: «Querido padre, tú no sabes si pasará sobre Europa
Central una tercera guerra mundial —era el tiempo de la confrontación
Este-Oeste— y si este lugar no quedará como un desierto atómico o si
todo será destruido, o si ni siquiera habrá gente, y si habrá gente que
sepa leer tu letra gótica y también domine el griego... Sin embargo, si tu
obra completa está en todo el mundo en las bibliotecas universitarias,
tal vez haya oportunidad de que sobreviva lo que has escrito durante
toda tu vida y que no haya sido en vano».
En aquel entonces yo estimaba que tres cuartas partes de sus traba-
jos estaban sin publicar. Hoy puedo decir que en realidad aproximada-
mente cinco sextas partes de lo que escribió en limpio estaban inéditas
en el momento de su muerte.
Entonces se puso a reflexionar un poco y luego me dijo: «Pero en-
tonces te voy a pedir que tú te hagas cargo de eso». Yo le contesté: «Pero
padre ¿yo? ¿Por qué? No soy filósofo profesional, no puedo hacerlo. Tú
tienes buenos alumnos». Mencioné a Gadamer, Bröcker y Biemel, porque
ellos eran a los que mejor conocía personalmente. Pero mi padre se em-
pecinó y dijo: «No, quiero que lo hagas tú». Me pregunté entonces qué
debía yo contestar y, al igual que el viejo soldado, con las manos en la
costura del pantalón, le dije: «Sí padre, si así lo quieres, lo haré».

¿Cómo podía usted compatibilizar esa responsabilidad con sus pro-


pios asuntos?
Al principio pensé: después de jubilarme, dedicaré tres días por sema-
na al legado de mi padre y tres días a mis propias cosas. Pero muy pronto

198
UNA CON V ERSACIÓN CON HERMANN HEIDEGGER SOBRE SU PADRE

se mostró que así no iba a funcionar, sino que el trabajo en el legado exi-
gía toda mi energía. Así que dejé a un lado mis asuntos privados. Quería
escribir la historia de mi generación, un libro sobre la historia del pueblo
de Todtnauberg y también quería escribir un libro científico-militar sobre
la defensa alemana de la patria, que no podía escribir mientras era oficial
en activo porque siempre hubiera sido en contra de mi respectivo minis-
tro, ya fuese de la CDU o del SPD. De esa manera, desde mi jubilación
en realidad no me ocupo de otra cosa que del legado de mi padre. Des-
de 1979 trabajo en mi escritorio entre 8 y 10 horas diarias.

¿Cuándo estará terminada la publicación de la edición integral?


Espero poder vivir ese final. Para eso me harán falta un par de años
más. Si logro llegar a la edad de H.-G. Gadamer o de E. Jünger quizás
tenga oportunidad. Sobre todo si me mantengo tan lúcido como ambos.
El avance de la edición depende un poco de cómo trabajen los edi-
tores que trabajan en la preparación de los volúmenes. Actualmente,
hay quince volúmenes en preparación y quince todavía serán asignados.
Depende pues del ritmo del editor. Por ejemplo, hay un profesor que
preparó muy bien un volumen en dos años y en otro volumen traba-
ja desde hace diecinueve años y no puede concluir. Mi padre también
mandó que el concentrado de su filosofía, que él escribió en los llama-
dos «Cuadernos negros», cuadernos de tela encerada, se publique al
final de la edición integral. Estos no serán tan difíciles de publicar ya
que están más o menos en limpio, esos tomos se podrán publicar más
rápido.

Gracias, señor Heidegger, por esta interesante conversación.

199
2

ENTREVISTA CON HERMANN HEIDEGGER*

Franco Volpi y Antonio Gnoli

Hermann Heidegger, ¿cuál es el recuerdo más antiguo que conserva de


su padre?
Es el de cuando mi hermano y yo, de chicos, nos encontrábamos con
nuestro padre en la mesa para el almuerzo y la cena. Eran las únicas oca-
siones en que lo veíamos, por lo ocupado que estaba en estudiar y pensar.
Lo recuerdo como un hombre alegre y afectuoso, diferente a la imagen
convencional del filósofo.

¿De qué hablaban en las comidas?


Seguramente no de filosofía. En la mesa, hablábamos con él como
con los demás miembros de la familia. Se interesaba por el fútbol, el esquí
y por todo lo que hacíamos nosotros y nuestros amigos. Eso no me im-
pidió por supuesto tener más adelante conversaciones filosóficas con él.

¿Cuándo tuvo, exactamente, esas conversaciones con él?


Desde antes de la guerra, ya empecé a ir a algunos de sus cursos en
la universidad. Luego, durante el conflicto, fui herido en el frente ruso
y enviado en convalecencia a Alemania. Fue entonces cuando seguí con
cierta regularidad los seminarios que mi padre dedicaba a Nietzsche.
Todo eso sucedía en los años 1938-1939 y después en 1942-1943.

¿Qué efecto producía en los estudiantes la palabra de Heidegger?


Lo que impresionaba primero es que se entendía todo lo que decía.
Tenía una manera pedagógicamente muy hábil de tratar los temas. Y el

* Realizada el 12 de abril de 1996 y publicada el 30 de agosto de 1996 en Badische


Zeitung.

200
ENTRE V ISTA CON HERMANN HEIDEGGER

efecto era realmente sorprendente, comparado con las dificultades que


se encuentra al leer sus escritos. Creo que era un educador magnífico.

En efecto, los relatos de algunos de sus alumnos, como Löwith, Ga-


damer y Hannah Arendt, transmiten la impresión de que poseía un gran
carisma. En este punto, lo que nos intriga, es esto. Usted participaba de
los cursos de su padre, pero al mismo tiempo sus intereses se sitúan fuera
de la filosofía, y elige una carrera de historiador. ¿Por qué?
Era difícil, creo, poder rivalizar en el terreno filosófico con un hom-
bre de la estatura de mi padre. La confrontación hubiese sido aplastante
para nosotros.

Usted habla en plural...


Es que incluyo a mi hermano Jörg, que en su caso se decidió por la
ingeniería.

¿Cómo reaccionó su padre?


Nos dejó libres para elegir. Luego se interesó por nuestros estudios:
por los problemas de la técnica, en lo que concierne a mi hermano, y los
que atañían a mi oficio de soldado. No vivía encerrado en sus proble-
mas filosóficos. Siempre trató de hacer entrar al mundo en su construc-
ción espiritual. De sus largas conversaciones con los campesinos, por
ejemplo, recibió estímulos esenciales para su pensamiento.

Usted aludió antes al período de la guerra, que terminó con el hun-


dimiento de Alemania. Para su padre, acusado de complicidad con el
nazismo, fue el comienzo de tiempos muy difíciles. Se trata de episodios
muy dramáticos, como ese intento de secuestro de su biblioteca. Solo la
intervención de Jaspers pudo impedir esa medida. ¿Qué recuerdos con-
serva de esa fase tan dolorosa?
Es muy poco lo que puedo decir de todo ese período. Después de la
guerra, yo quedé como prisionero de los rusos alrededor de dos años y
medio. Sé que mi padre se refugió durante meses en la cabaña, porque
la casa de Friburgo había sido requisada por las tropas de ocupación
francesas.

Su padre decía que le había sido retirada la posibilidad de trabajar,


ya que ni siquiera su biblioteca estaba ya a su disposición.
En lo que concierne a la biblioteca, hubo un arduo debate. Debía
ser transferida a Mayencia para formar el eje de una universidad que los
franceses querían fundar allí. Pero eso pudo ser evitado.

201
AP É NDICES

Como puede deducirse de la correspondencia, Heidegger debió de


sentir una gran desilusión al ver que Jaspers no se comprometió ensegui-
da a su favor.
Yo no estaba allí; no puedo por tanto ofrecer mi testimonio. Presu-
mo que quedó decepcionado por la primera apreciación, muy negativa,
que Jaspers redactó sobre él para el mando aliado. En cualquier caso,
esta apreciación ni siquiera le fue comunicada íntegramente.

¿Quiere usted decir que Heidegger nunca tuvo conocimiento del in-
forme que Jaspers redactó sobre él?
Probablemente había visto una parte, pero seguramente no aquella
donde Jaspers se expresa negativamente.

En la copia de ese informe que está en su poder hay un párrafo en el


cual Jaspers dice que Heidegger, junto con Carl Schmitt y Ernst Jünger,
fue mascarón de proa del régimen… ¿Cuáles eran las relaciones entre su
padre y estas dos otras personas?
Con Carl Schmitt tuvo una breve relación en 1933 y luego nada
más. Con Ernst Jünger fue diferente. Mi padre había leído temprana-
mente El trabajador y lo había tomado, junto a otros, como tema de un
seminario privado. Además, en los textos inéditos, hay un conjunto de
escritos de Heidegger sobre Jünger, que serán publicados en el futuro1.

¿Recuerda usted cómo se conocieron Heidegger y Jünger?


No. Pero recuerdo una visita de Jünger a la cabaña de Todtnauberg.
Yo acababa justamente de volver del cautiverio, y dimos juntos un paseo.
De pronto, Jünger se volvió hacia mí y dijo: «De hecho, señor Heidegger,
¿no le parece que este lugar sería ideal para instalar artillería pesada como
protección del fuego enemigo?». Con la guerra era monotemático.

A diferencia de lo que pasó con su padre, hubo menos encarnizamiento


contra Jünger. En su libro Visita a Alemania Hannah Arendt escribe que los
primeros escritos de Jünger ciertamente ejercieron alguna influencia sobre
la inteligencia nazi, pero que Jünger, debido a su personalidad nunca hu-
biera podido formar parte del régimen nazi, ni siquiera en sus comienzos.
Ella más bien lo hubiera incluido junto a aquellos que opusieron resistencia
al nazismo.

1. En 2004 se publicó el vol. 90 de la edición integral que contiene los escritos de


Heidegger sobre Jünger (GA 90) y en 2008 se publicó la correspondencia entre ambos
autores (cf. H-Jün). [Nota de Á. Xolocotzi].

202
ENTRE V ISTA CON HERMANN HEIDEGGER

Una resistencia espiritual, seguramente. Porque cuando se habla de


la resistencia alemana, siempre hay que diferenciar entre la resistencia
activa y la resistencia puramente espiritual. Y como historiador, debo
decir que, también mi padre, sin ninguna duda, opuso al régimen una
resistencia espiritual. No una resistencia activa; la naturaleza de su per-
sonalidad no lo llevaba a eso. Pero no faltan los testigos de esa época
que sostienen que Heidegger, en sus cursos y seminarios, decía cosas
realmente peligrosas.

Cuando dice que la personalidad de su padre no lo inducía a resistir


activamente, ¿quiere usted subrayar que era un hombre dedicado única-
mente al pensamiento? ¿O hay otros motivos?
No era propenso a la acción, y encontraba desagradable todo lo que
es, en definitiva, de orden público.

¿Qué puede decir sobre el famoso discurso que pronunció al ser nom-
brado rector?
Creo que en Alemania muy pocas personas leyeron íntegramente
esa toma de posición. En 1983, cincuenta años después de la toma del
poder por parte de los nacionalsocialistas, el alcalde de Friburgo pro-
nunció un discurso en la universidad en el cual declaró: «Aquí es donde
Martin Heidegger pronunció su demasiado famoso discurso, en el que
glorificaba al nacionalsocialismo». Apenas terminó me acerqué y le pre-
gunté: «Señor alcalde, contésteme con sinceridad, leyó usted ese discur-
so?». Lo vi ruborizarse y tuvo que reconocer que no lo conocía.

Sea como fuere, hay algunas frases, citadas en la biografía de Hugo


Ott, que parecen y llegan a prestarse a confusión y que aludirían a una
glorificación del nazismo.
Son frases que no se encuentran en el discurso del rectorado. Y
además hay algunas cosas que añadir a esos textos, que corrigen la
imagen que los mismos dan de Heidegger. Dicho sea de paso, yo soy
uno de los escasos supervivientes de entre quienes asistieron al discurso
del rectorado.

Usted era, sin embargo, muy joven.


Tenía trece años, y evidentemente no capté el contenido del discur-
so. En esa época, yo era miembro de una organización juvenil, de la que
prontamente me volví uno de sus entusiastas líderes. Eso fue en 1934.
A partir de ese momento, y durante varios años, tuve discusiones con
mis padres; ellos me decían: «Muchacho, todo lo que ves no es tan

203
AP É NDICES

positivo como crees». Gracias a ellos pude rechazar en 1937 entrar en


el partido.

¿Cuál es su visión de conjunto, su juicio sobre aquellos aconteci-


mientos?
El hecho de que mi padre se equivocó en 1933 está fuera de discu-
sión. Durante algunos meses creyó que podría reformar la universidad
con la ayuda de los nacionalsocialistas. No fue el único en equivocarse:
incluso Jaspers, quien después lo condenó, se equivocó también enor-
memente. Poca gente sabe que lo que Jaspers escribió en 1933 es casi
idéntico a lo que mi padre escribía en esa misma época.

Lo que dice de Jaspers es sorprendente.


Existe una carta suya, fechada en agosto de 1935, en la cual expresa
su completa conformidad con el discurso de mi padre. La carta comien-
za con estas palabras: «¡Querido Heidegger! Le doy las gracias por su
discurso del rectorado».

No conocíamos la existencia de esa carta. ¿Fue publicada alguna vez?


Sí, en la correspondencia entre Heidegger y Jaspers. Entre otras co-
sas, siempre en 1933, Jaspers escribió un texto sobre la reforma de la
universidad que fue publicado más adelante por una revista austriaca
desconocida. Se pueden reencontrar allí todas las formulaciones que se
le reprochan a Heidegger.

Durante el nazismo, algunos jerarcas del partido, por ejemplo Ro-


senberg, atacaron a Heidegger, ¿por qué ocurrió esto, en su opinión?
Porque ellos veían claramente que su pensamiento no tenía nada que
ver con los principios del nacionalsocialismo. También lo acusaban de
ser un amigo de los judíos, porque tenía muy tranquilamente relaciones
de amistad con judíos.

Admitirá usted que el problema del antisemitismo es controvertido.


Uno de los maestros de Heidegger era Husserl. Siempre se insistió sobre
el distanciamiento entre ellos, el cual vendría, se dice, del hecho de que
Husserl era judío. Algunos biógrafos hablan del resentimiento de la seño-
ra Husserl hacia su padre por no haber ido a los funerales de su maestro,
porque este era judío. ¿Puede usted decirnos algo sobre esto?
A comienzos de los años treinta, las relaciones con la familia Husserl
eran muy buenas. Recuerdo bien que a menudo íbamos a su casa y que pa-
sábamos allí la noche. La ruptura entre Husserl y Heidegger llegó después

204
ENTRE V ISTA CON HERMANN HEIDEGGER

de que Husserl leyera a fondo Ser y tiempo, cuando se dio cuenta de que
su discípulo preferido no era heredero de su fenomenología, sino un filó-
sofo que avanzaba de manera perfectamente autónoma por su propio ca-
mino. Husserl quedó enormemente decepcionado por esto, hasta el punto
de que ya no tuvieron nada que decirse el uno al otro. Cuando Husserl se
retiró de la enseñanza, dio en Berlín una conferencia en la que criticó du-
ramente a mi padre. Pero todo eso nada tiene que ver con antisemitismo.

¿Cómo recuerda el episodio del funeral?


Yo no puedo recordar con absoluta certeza lo que pensaba entonces
mi padre respecto a ese doloroso acontecimiento. Lo que sé, es que esta-
ba enfermo. El mismo médico que había dado constancia de la muerte de
Husserl le anunció la noticia a mi padre, que estaba en la cama con fiebre...
Hablaba usted de Berlín. Se dice que su padre rechazó su nombra-
miento en Berlín, aunque fuese una importante oportunidad. ¿Por qué?
Era en 1930. El rechazo del nombramiento —a pesar de que le
ofrecieron una remuneración mucho mejor y hasta un domicilio en la
Orangerie de Potsdam— se explica por el hecho de que Berlín no era
su mundo y porque él no habría permanecido igual, siendo él mismo.
Mi padre se sentía en casa en la Selva Negra, en la región del sudoeste
alemán. Por las mismas razones, pero también porque temía que los
nazis ejercieran una vigilancia sobre él, es por lo que rechazó en 1933 el
ofrecimiento de enseñar en Múnich.
Su padre era católico, un católico que, según se dijo, se había con-
vertido al luteranismo. Por otra parte, se pueden interpretar sus escritos
como una forma muy intensa de ateísmo. Sin embargo, en sus últimos
años de vida la cuestión de Dios vuelve imperiosamente, como puede
verse en la famosa fórmula «Solamente un dios es quien puede salvar-
nos». ¿Cuáles fueron sus relaciones con la religión?
Como venía de una familia muy católica, su formación y su educación
habían sido católicas. Pero tempranamente se dio cuenta de que no podía
seguir estando de acuerdo con los dogmas de la Iglesia. Fue una convic-
ción que maduró interiormente, pero que no podía permitirse expresar
públicamente. Un joven de su condición no podía proseguir sus estudios
sin el sostén de la Iglesia. Solamente después de obtener su habilitación,
al volverse profesor en Marburgo, fue cuando Heidegger pudo decir ver-
daderamente lo que pensaba. Pero puedo decir con certeza que nunca fue
ateo. En todo caso, siempre creyó en la presencia de un dios. En cuanto a
lo que se escribió después, que se había vuelto protestante, en esa forma,
no es cierto. Tuvo profundas confrontaciones con Lutero.

205
AP É NDICES

Sin embargo, se escribió que se había convertido en protestante.


Como mi madre pertenecía a la Iglesia evangélica —aunque más ade-
lante se alejó de ella— y nosotros, los hijos, habíamos sido bautizados
según el rito evangélico, se creó la leyenda de un Heidegger convertido
al evangelismo. Pero esto nunca tuvo lugar. Él jamás se desprendió de sus
orígenes. Y cuando alcanzó la vejez, pidió ser enterrado en Meßkirch se-
gún el rito católico. Me dijo sobre eso: «Es donde nací y así corresponde
a la costumbre cuando se muere».

No obstante, su filosofía puede ser leída como una gran especulación


atea...
Su filosofía siempre tuvo como referencia un principio de trascen-
dencia.

¿Cree usted que ese principio se volvió más perentorio en sus últimos
años?
No. Ese interés siempre estuvo presente. Ya de joven hablaba con
mi padre de cuestiones religiosas, de Dios y de lo divino.

Usted ya se refirió antes a los orígenes de Heidegger y al hecho de que


debía pasar por el seminario para poder continuar sus estudios. Imagina-
mos por tanto que sus orígenes eran humildes. ¿Quiénes eran sus padres,
es decir, para usted, sus abuelos?
Efectivamente, se trataba de gente pobre. De mi abuelo prácticamen-
te no tengo recuerdos; murió cuando yo tenía cuatro años. A mi abuela la
recuerdo como una mujer afectuosa y de mentalidad abierta.

Al comienzo habló usted de las conversaciones en la mesa y del he-


cho de que su padre se interesaba por el deporte. Ese sería un aspecto
poco conocido de su vida. ¿Podría añadir algo más?
Hizo mucho deporte siendo joven; fue un buen atleta, especialmente
con los aparatos; jugó al fútbol, hizo remo y sobre todo practicó el esquí.
Le gustaba ver los partidos de fútbol de la selección nacional, y en las
ocasiones importantes, iba a verlos al televisor de un vecino. Era un gran
admirador de Beckenbauer.

Quién sabe si habrá visto el partido Alemania-Italia, durante el cam-


peonato mundial de 1970, partido que terminó con un marcador de 4
a 3 a nuestro favor...
No sabría decirle. Pero si lo vio, no habrá quedado nada encantado
con el resultado.

206
3

ENTREVISTA CON HANS-GEORG GADAMER


sobre HEIDEGGER*

Franco Volpi

El 26 de mayo de 2001 se cumplen veinticinco años de la muerte de


Martin Heidegger, el controvertido filósofo del siglo xx. Nadie mejor
para evocarlo que Hans-Georg Gadamer, uno de los más grandes filó-
sofos vivos. En una nota del 22 de enero de 1939, recogida en sus obras
completas, Heidegger escribe que Gadamer es, junto con Walter Brö- ����
cker, «el único que domina en verdad la filosofía antigua, que constituye
el alfa y el omega de la educación filosófica».

¿Cómo conoció a Heidegger?


En la Universidad de Friburgo. Algunos de mis amigos iban a es-
cucharlo y volvían fascinados por la magia de sus clases. Contaban
que era una manera completamente nueva de hacer hablar a los textos
tradicionales. Así, en el verano de 1923 también yo fui a Friburgo y
quedé muy impresionado. Oírlo interpretar a los griegos, a Platón, a
Aristóteles, y luego a Pablo, a Agustín, al joven Lutero; verlo traba-
jar en sus primeras tentativas de hallar un vocabulario filosófico nuevo
para expresar el sentido de la existencia humana, fue una experiencia
indescriptible. Reinaba la sensación de que estaba naciendo un nuevo
astro en la filosofía alemana.

¿Tuvo algún contacto con él?


Al principio, cuando asistí por primera vez a sus seminarios, mantu-
ve con él una relación académica, de alumno y maestro. Cuando vino a
Marburgo, en cambio, la relación fue mucho más intensa, confidencial,
casi familiar. Entre otras cosas, fue el padrino de bautizo de mi hija.

* Entrevista realizada el 2 de septiembre de 1999 y el 22 de mayo de 2001.

207
AP É NDICES

Si examinamos la lista de participantes de los seminarios de Fri-


burgo, se ven nombres que dejaron una fuerte impronta en la filosofía
contemporánea alemana.
Es verdad. En Friburgo estuvieron Marcuse, Horkheimer, Joachim
Ritter, Hans Jonas. En una ocasión también estuvo Leo Strauss, pero
solo de paso, cuando Heidegger comentó el primer libro de la Metafí-
sica de Aristóteles. También para él, que estudiaba en la mítica Heidel-
�������
berg de Max Weber, fue una experiencia inolvidable. Tan es así, que
me lo recordó cuando volvimos a vernos en París en el año 1933. En
comparación con Heidegger, Weber le parecía un «pobre huerfanito».
Heidegger, en resumen, era sencillamente formidable. Nunca vi un ta-
lento filosófico igual.

Sin embargo, Weber tuvo gran influencia en Heidegger.


Heidegger había seguido su pensamiento con atención y lo respeta-
ba mucho, aunque veía en él al hombre público. En ese sentido, desde
su punto de visto filosófico, lo criticaba. Sin embargo, lo consideraba
más interesante que Heinrich Rickert, del cual, por otra parte, Weber
tomaba buena parte de sus categorías filosóficas.

En aquellos años el verdadero descubrimiento de Heidegger fue Nietz-


sche.
Nietzsche estaba presente en la cultura alemana desde principios de
siglo, a través de las vanguardias artísticas y literarias. También el joven
Heidegger respiró esa atmósfera pero más tarde, hacia la mitad de los años
treinta, empezó a enfrentarse seriamente con los textos nietzscheanos. Ya
existía el libro sobre Nietzsche de Jaspers, de quien Heidegger era amigo,
y también el de Alfred Baeumler, otro amigo de Heidegger. A todos les
resultaba evidente la importancia que tenía Nietzsche en el pensamiento
alemán, y también Heidegger quiso dominarlo. La verdad es que no sé
si lo logró. Su hijo Hermann me contó que Nietzsche lo hacía entrar en
crisis y que en su casa siempre decía: «¡Nietzsche me destruyó!».

No sabía que Heidegger fuera amigo de Baeumler.


Hasta cierto punto. Baeumler, por otra parte, no era ningún tonto.
Escribió un libro nada malo sobre la Crítica de la razón pura de Kant.
Después, sin embargo, Heidegger criticó su interpretación de Nietzsche.
Baeumler, que junto con Ernst Krieck y Alfred Rosenberg, se había con-
vertido en uno de los inspiradores de la política cultural del partido na-
cionalsocialista, reaccionó con hostilidad. También se convirtió en acérri-
mo enemigo mío y trató por todos los medios de obstaculizar mi carrera.

208
ENTRE V ISTA CON HANS - GEORG GADAMER s o b r e HEIDEGGER

Háblenos de Nietzsche...
En aquellos años, en el mundo alemán era prácticamente obligato-
rio abordarlo. No había filósofo, literato o artista que no hubiera pa-
sado en algún momento de su vida por una etapa nietzscheana. Yo soy
uno de los pocos que escaparon a esa fascinación por Nietzsche.

Ernst Jünger era uno de los grandes intérpretes de Nietzsche. ¿Lo


conoció?
Conocí tanto a Ernst como a Friedrich Georg, su hermano. Eran
personas completamente distintas. Ernst era más genial, pero tenía
un carácter más difícil. Friedrich Georg, el poeta, en cambio, era un
romántico. Nos frecuentamos durante un tiempo. Aprecio sobre todo
lo que escribió en el libro La perfección de la técnica. También conocí
personalmente a Ernst. Me daba la impresión de un típico hombre de
formación militar. Tenía una postura rígida y una voz casi metálica,
átona.

¿Cuáles fueron, en su opinión, los motivos por los que Heidegger


ingresó en el partido nacionalsocialista en 1933 y se hizo designar rector
de Friburgo?
Cuando llegó a Marburgo la noticia de que Heidegger había to-
mado partido en favor del nazismo, no podíamos creerlo. ¿Heidegger,
nazi? «¡Imposible!», fue nuestra primera reacción. Era absurdo, un sin-
sentido. Su esperanza de impulsar una renovación de la universidad por
medio del movimiento nacionalsocialista fue de una ingenuidad increí-
ble, sobre todo en el caso de alguien como él, que no tenía idea sobre el
funcionamiento de un aparato burocrático. Recuerdo que, tras asumir
el cargo, en pocas semanas toda la administración universitaria quedó
paralizada. Escrupuloso como era, pretendía ver y controlar personal-
mente todo aquello que firmaba. Y nunca firmaba algo sin leerlo antes.

Karl Löwith, que fue discípulo de Heidegger, escribe cosas terribles


sobre su conducta después de 1933.
En realidad, Heidegger hizo todo lo que pudo por ayudar a Löwith,
pero no era un valiente y, de todos modos, no habría obtenido nada de
los nazis. El destino de Löwith estaba sellado desde el principio. Lo que
terminó con la amistad fue que, en esas circunstancias, cuando Heideg-
ger viaja a Roma en 1936 y, al día siguiente de su conferencia, va a bus-
car a Löwith, no tuvo la delicadeza de quitarse el distintivo del partido.
Para Löwith fue una provocación, y eso precipitó la ruptura.

209
AP É NDICES

Se dijo que Heidegger fue antisemita.


No cabe duda de que Heidegger era temeroso, pero decir que fue
antisemita es una necedad. Cuando se hablaba del tema, Paul Friedländer,
un colaborador de origen judío que había trabajado con él en Marburgo,
decía que para Heidegger el único criterio de selección era la inteligencia,
no los orígenes judíos o arios. Por lo demás, sus numerosos discípulos
judíos —Löwith, Jonas, Hannah Arendt, Günther Anders, Marcuse—, así
como el hecho de que a principios de la década de los años treinta incluso
su asistente, Werner Brock, era judío, constituyen la mejor refutación.

Sin embargo, la poesía que escribió Celan tras su visita a la cabaña


de Todtnauberg, donde vivía el filósofo, alude a que su posición a ese
respecto era elusiva.
No, no creo que la poesía de Celan quiera decir eso. Me parece que
interpretar su relación en esos términos es reduccionista, como si no
hubieran tenido otro tema de discusión que el nacionalsocialismo y el
Holocausto. Seguramente hablaron de otras cosas. Heidegger admiraba
mucho la poesía de Celan. La consideraba arte con mayúsculas, la for-
ma del pensamiento poético que él impulsaba. A Celan, por su parte, le
interesaban los temas filosóficos que abordaba Heidegger. Ambos com-
partían un mismo sentimiento respecto de la importancia de la poesía
en una época de crisis.

¿También rechaza las acusaciones de antisemitismo?


Sí, y la prueba más convincente es su extraordinaria historia de amor
con Hannah Arendt.

¿La relación entre ambos había trascendido?


No, en absoluto. Para nosotros fue una sorpresa, pero eso arroja
una luz más humana sobre su personalidad. También la figura de la mu-
jer de Heidegger se revalorizó. Se la suele considerar una nazi fanática
pero las cosas no son así. El hecho de que Heidegger decidiera quedarse
a su lado significa que, a pesar de todo, Elfride era la mujer indicada
para él, y que su organización doméstica le permitía a él ser lo que era.
Heidegger tenía una gran fantasía pero al mismo tiempo poseía una dis-
ciplina de hierro en lo que respecta al trabajo. Si bien estuvo expuesto
a muchas tentaciones, sobre todo en lo que hace al sexo opuesto, consi-
guió elaborar una obra filosófica de extraordinaria envergadura.

¿A qué se refiere cuando alude a las relaciones de Heidegger con el


sexo opuesto?

210
ENTRE V ISTA CON HANS - GEORG GADAMER s o b r e HEIDEGGER

A que Hannah Arendt fue solo el comienzo. Es evidente que ella lo


hizo feliz, y esa historia es única e irrepetible para Heidegger. Sin embar-
go, su personalidad carismática tenía para las mujeres una fascinación
especial. Después de la historia con Arendt, es probable que haya dejado
de reprimirse. Circulan muchas historias al respecto, algunas fundadas.

¿Cómo vivió Heidegger la posguerra?


Había perdido todo. En todos los sentidos, tanto en lo material como
en lo espiritual. Se hundía en una profunda crisis. El drama fue que, en
realidad, hacía tiempo que se había distanciado de su entusiasmo inicial
por el nazismo, que, por otra parte, criticaba en sus clases. Sin embargo,
como era una persona muy temerosa, no tuvo la valentía de manifestar
abiertamente sus disensiones. Una vez terminada la guerra, se le quería
hacer pasar por nazi a pesar de que no lo era.

¿Su mujer influyó o no tuvo influencia en su adhesión inicial al na-


zismo?
No, es un mito muy extendido pero sin fundamento. Su mujer no
era nazi sino simpatizante del partido güelfo, que tenía representación
en el parlamento prusiano y cuyo programa político se caracterizaba
por su oposición al cesarismo.

Pero se dice que era una mujer muy rígida, que fue ella quien evitó
que su marido asistiera al entierro de Husserl.
Ese es otro episodio que revela la debilidad de Heidegger. Fue una
falta de valentía imperdonable. Estábamos en 1938 y probablemente
Heidegger temió que su asistencia pudiera comprometer su posición
ante el nazismo. Es verdad que él ya no tenía oportunidad de participar
activamente en las decisiones sobre la política cultural del nacionalsocia-
lismo, como tal vez esperaba cuando aceptó el cargo de rector.

Usted muestra el costado humano de Heidegger, pero ¿hubo un dis-


tanciamiento en el terreno filosófico?
Percibí con claridad lo peligrosa que era su elección. Mi reacción fue
evitar todo contacto con él. No lo vi durante cinco años, pero no por
razones morales o porque quisiera manifestarle así mi desacuerdo, sino
porque no quería quedar involucrado. Tal vez su único verdadero acto de
valentía fue renunciar al rectorado. Fue una verdadera provocación a la
jerarquía nacionalsocialista. La opinión pública no comprendió el signifi-
cado de ese gesto. Para él fue el principio de las dificultades. En sus clases,
quienes lo escuchaban advertían que había una clara toma de distancia
respecto del nacionalsocialismo.

211
GLOSARIO DE PERSONAS*

Karl Alpheus (1895-1976). Estudió en Friburgo del semestre de verano de 1921


al semestre de invierno de 1927-1928. El 15 de febrero de 1936 se doctoró bajo
la dirección de Ebbinghaus con una tesis sobre Kant y Scheler. El otro lector
fue Heidegger.

Carlos Astrada nació en Córdoba, Argentina, en 1894. Allí se inició en los estudios
filosóficos que más tarde completó en Alemania bajo el profesorado de Scheler,
Hartmann, Husserl y Heidegger. Pronto regresa a su país natal donde comienza
su labor docente, al mismo tiempo que impulsa la publicación de Cuadernos de
Filosofía. Muere en 1970.

Gerhard Baumann (1920-2006). Reconocido germanista que desempeñará un


papel importante en la biografía de Heidegger al haber organizado el encuentro
de este con Paul Celan en 1967. Cf. Baumann, 1986.

Oskar Becker (1889-1964). Se doctora en 1914 en matemáticas. A partir de 1919


estudiará filosofía e historia del arte en Friburgo, donde se habilita con Husserl el 8
de agosto de 1922 con la tesis Contribuciones a una fundamentación fenomeno-
lógica de la geometría y de sus aplicaciones en la física. De 1923 a 1927 será asis-
tente de Husserl. De 1927 a 1931 será asistente de Heidegger, y en 1928 será
nombrado profesor extraordinario en Friburgo. En 1931 será nombrado pro-
fesor ordinario en Bonn, será pensionado en 1946 por las fuerzas de ocupa-
ción, en 1951 nuevamente se reintegrará a la universidad y se jubilará en 1957.

Heinrich Besseler (1900-1969). Musicólogo internacionalmente conocido, se


doctoró en 1923, se habilitó en 1925 en Friburgo y fue profesor en Heidelberg
a partir de 1928; fue suspendido en 1945 y reincorporado en Jena de 1949
a 1956 y en Leipzig a partir de 1956. Se jubiló en 1965.

* Preparado por Ángel Xolocotzi con la colaboración de Vanessa Huerta.

213
los demonios de heidegger

Elli Bondi, sobrina de Georg Bondi, editor, entre otros, de Stefan George. De
acuerdo con la información que proporciona Nebel, al vislumbrar los proble-
mas que le acarrearía su origen judío, se suicidó antes del predominio nazi
(cf. Nebel, 2003, 67).

Franz-Josef Brecht se doctora en 1922 en Friburgo. A partir de 1932 es Privat-


dozent y a partir de 1941 profesor extraordinario en la Universidad de Heidel-
berg. Entre 1950 y 1967 es profesor en la Universidad de Mannheim.

Margherita von Brentano (1922-1995). El 10 de marzo de 1948 se doctora con


Heiss con la tesis El significado de ‘hen’ en cuanto concepto fundamental de la
metafísica aristotélica. En el currículum añadido a la tesis aclara que el tema
«surgió del trabajo en el seminario filosófico del profesor Heidegger y en otoño
de 1944 [le] fue devuelto para su corrección». Después de trabajar como editora
y redactora en la radio, será, a partir de 1956, asistente de Wilhelm Weischedel
en la Universidad Libre de Berlín y a partir de 1972 profesora. Von Brentano
será la segunda esposa de Jacob Taubes. De acuerdo con algunos testigos, el
matrimonio discutía frecuentemente en público, y Heidegger no faltó nunca
como tema de controversia.

Werner Brock (1901-1974). Estudió medicina y se doctoró en filosofía con Mo-


���
ritz������������������������������������������������������������������������
Geiger en Gotinga, en 1928. En 1931 se habilitó y ese año fue a Fribur-
go para trabajar como asistente de Heidegger. Por su origen judío fue apartado
en 1933 de su actividad docente y en 1934 emigró a Inglaterra. Ahí continuó
su carrera académica, aunque limitada entre 1951 y 1958 debido a la esqui-
zofrenia. En 1958 se incorporó como profesor a la Albert-Ludwigs-Universität
Freiburg y en los últimos años estuvo en la clínica psiquiátrica de Emmendin-
gen, cerca de Friburgo. Heidegger se preocupó siempre por él, ya que en 1933
redacta dos dictámenes para conseguirle una plaza de lector en Cambridge y
el 10 de noviembre de 1950 nuevamente redactará un dictamen apoyando su
reincorporación en Friburgo (cf. UAF B 24/398).

Walter Bröcker (1902-1992). El 23 de noviembre de 1927 se doctora con Hei-


degger en Marburgo summa cum laude con la tesis La crítica del juicio estético
en Kant. Intento de una interpretación y crítica fenomenológicas de la primera
parte de la Crítica del juicio. El 10 de junio de 1935 se habilita con Heidegger
con la tesis Aristóteles, publicada en la editorial Klostermann. Es habilitado como
Privatdozent el 15 de julio de 1937 en Friburgo al tiempo que es asistente de
Heidegger. De 1940 a 1948 será profesor en Rostock y a partir de 1948 lo será en
Kiel, en donde se jubila en 1969. Junto con Gadamer y Krüger, Bröcker será de los
alumnos más apreciados por Heidegger, así lo señala el maestro en el escrito «El
rectorado 1933-1934»: «Es además conocido que mis tres alumnos más capaces,
que descollaron notablemente sobre el nivel medio de su generación filosófica,
fueron largo tiempo postergados porque eran discípulos de Heidegger (Gadamer,
Krüger, Bröcker)» (SPI, 45).

214
GLOSARIO DE PERSONAS

Domingo Carvallo (1897-1965). Estudió en Madrid con Ortega y García Mo-


rente. En 1928 fue a Friburgo para escuchar a Heidegger y a Husserl. De 1930
a 1936 estudió en Madrid y Barcelona. Regresó a Friburgo en 1940 como lector
de español en la universidad, labor en la que estuvo hasta 1944 y posteriormente
a partir de 1949. Finalmente se doctoró en filosofía el 31 de julio de 1958 con
Szilasi y Fink como segundo lector con la tesis Sobre la estructura del ser o la
estructura óntica.

Alexandru Dragomir (1916-2002). Será uno de los filósofos rumanos contempo-


ráneos más importantes. En 1940 comenzó sus estudios doctorales bajo la direc-
ción de Heidegger; sin embargo, la situación política en la que se encontraba su
país en 1945 le impidió continuar con su tesis. En 1942 tradujo a su idioma el
texto ¿Qué es metafísica? en colaboración con su amigo cercano Walter Biemel.

Julius Ebbinghaus (1885-1981). Se doctora en Heidelberg en 1910 y se habilita


en Friburgo en 1921. Será Privatdozent hasta 1926, cuando es nombrado pro-
fesor extraordinario en Friburgo. A partir de 1930 será profesor ordinario en
Rostock; en 1940, en Marburgo, universidad de la que será rector en 1945-1946
y donde se jubilará en 1954.

Marvin Farber (1901-1980). Fue gran difusor de la fenomenología en Estados


Unidos, donde fue profesor de la Universidad de Buffalo. Fundó la revista Philo-
sophy and Phenomenological Research en 1940 de la que fue editor hasta 1980.
Posteriormente defendió a Husserl como el «único fenomenólogo» en contra
de sus «discípulos» y especialmente de Heidegger, del cual en una carta a Hus-
serl del 26 de marzo de 1937 había escrito originalmente: «Las monstruosidades
verbales de Heidegger serían suficiente para excluirlo. Yo creo que tiene una ver-
dadera necesidad por lo oscuro»; esto se halla indicado en el aparato crítico a la
referida carta en E. Husserl (BW-4).

Eugen Fink (1905-1975). Asistente y asesorado de Husserl, se doctoró con él


en 1929 con la disertación titulada Vergegenwärtigung und Bild. Beiträge zur
Phänomenologie der Unwirklichkeit. A partir del semestre de invierno de ese año
entra en contacto con Heidegger al asistir a dos de sus cursos. Hacia 1933 y bajo
el regimen nacionalsocialista renuncia a su carrera universitaria pero continúa
siendo el asistente privado de Husserl hasta la muerte de este último. Despúes de
la guerra, Fink se habilita en la Universidad de Friburgo con el escrito Die Idee
einer transzendentalen Methodenlehre, y en 1948 es nombrado profesor ordina-
rio de filosofía y pedagogía. En el semestre de invierno de 1966-1967 imparte
junto con Heidegger el legendario seminario sobre Heráclito.

Ernst Fuchs publicará una de las primeras reseñas de Ser y tiempo en la revista
Kirchlichen Anzeiger für Württemberg (cf. Fuchs, 1977, 107).

Gerhard Funke (1914-2006). Escribió una disertación sobre Leibniz y obtuvo su


habilitación con un escrito sobre la filosofía de la Ilustración francesa. Estuvo

215
los demonios de heidegger

presente en el curso del semestre de verano de 1936 titulado «Schelling: De la


esencia de la libertad humana». Fue profesor en Saarbrücken durante un año
(1958-1959), luego pasó a la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia, de
la que llegó a ser rector en 1965. También fue profesor visitante en varios países
como Argentina, Bolivia, India, Japón, Puerto Rico, Estados Unidos y Venezuela.

Hans-Georg Gadamer (1900-2002). En 1922 se doctora en Marburgo con Paul


Natorp con la tesis La esencia del placer de acuerdo con los diálogos platónicos.
En 1928 se habilita con Heidegger con un trabajo sobre el Filebo de Platón que
se publica en 1931 con el título Platos dialektische Ethik. Será profesor en Leipzig
y posteriormente en Heidelberg. Como es sabido, Gadamer es quizás el alumno
directo de Heidegger con mayor influencia en la filosofía contemporánea.

Afra Geiger fue una amiga judía de la esposa de Jaspers, Gertrud; alumna de
Heidegger y Jaspers. Murió en el campo de concentración de Ravensbrück. De
acuerdo con la información que proporciona Löwith, no concluyó sus estudios
y trabajó en un negocio en Berlín; durante el nacionalsocialismo tuvo que huir
a Holanda, allí Geiger ayudó a muchos emigrantes (cf. Löwith, 1986, 59). En la
carta del 22 de enero de 1921 dirigida a Jaspers, Heidegger señala que ella es-
tuvo en su casa y que hablaron sobre la posibilidad de su doctorado. Heidegger
indica que él mismo intervendría hablando con Finke (H-J, 18).

Ernst Grumach será un conocido filólogo clásico y especialista en Goethe. A


pesar de ser judío sobrevivió al periodo nazi en Berlín por estar casado con una
mujer alemana de origen no judío. Fue a través de él como Hannah Arendt supo
de Heidegger.

Hermann Heidegger, hijo de Martin Heidegger, nació en 1920. Estudió historia,


derecho y silvicultura; llegó a ser coronel en el ejército alemán participando en las
dos guerras mundiales como oficial de infantería. Durante los dos años que estuvo
en Friburgo en calidad de convaleciente, visitó los cursos que su padre dicta-
ba en la universidad. De 1948 a 1952 estudio pedagogía, en 1953 se doctoró con
Gerhard Ritter con una disertación sobre Die deutsche Sozialdemokratie und der
nationale Staat. A la muerte de Martin Heidegger (y por decisión de este) se puso
al cuidado de la herencia filosófica de su padre, así como de su respectiva edición.

Wilhelm Hoffmann se doctora con Heidegger, el 4 de julio de 1930, cum laude


con la tesis Interpretación filosófica del escrito agustiniano De arte música. Es
alumno de Heidegger en Marburgo desde el semestre de invierno de 1925-
1926, y en Friburgo estará dos semestres a partir del semestre de verano de 1929.

Max Horkheimer, filósofo y sociólogo alemán nacido en el año de 1895 y


muerto en 1973. Estudió filosofía en diferentes universidades desde 1919 has-
ta 1923. Durante su estancia en Friburgo, que va de 1920 a 1921, asistió a los

216
GLOSARIO DE PERSONAS

cursos de «Introducción a la fenomenología de la religión» y «San Agustín y el


neoplatonismo», así como al seminario sobre De anima de Aristóteles, dictados
por Heidegger. En 1925 y tras presentar la tesis doctoral obtuvo la habilitación
en Fráncfort del Meno, lugar donde fundó junto con Adorno la Escuela de Fránc­
fort, convirtiéndose en uno de sus más importantes representantes.

Fernando Huidobro fue sacerdote jesuita, alumno de Heidegger. En el texto «El


rectorado 1933-1934» Heidegger lo menciona, junto con otros tres alumnos
jesuitas: «A lo largo de una serie de semestres fueron miembros de mi seminario
los padres jesuitas profesores Lotz, Rahner y Huidobro, que estuvieron a menu-
do en nuestra casa. Basta con leer sus escritos para reconocer en el acto el influjo
de mi pensamiento, que tampoco es negado» (SPI, 45).

Hans Jonas (1903-1993). Después del semestre de verano de 1921 parte a Ber-
lín, y regresa a Friburgo cuando Heidegger ya estaba en Marburgo. En el otoño
de 1924 decide seguir a Heidegger, con quien se doctora en 1928 con la tesis El
concepto de gnosis. A partir de 1955 será profesor en la New School for Social
Research de Nueva York.

Fritz Kaufmann (1891-1958). Estudia filosofía en Gotinga con Husserl, con


quien se doctora en Friburgo el 24 de octubre de 1923 summa cum laude con la
tesis La pintura como fenómeno estético. En 1926 se habilita con una tesis sobre
la filosofía del conde Yorck von Wartenburg. Es asistente de Husserl de 1924
a 1935, aunque Privatdozent a partir de 1926. En 1935, por su origen judío, le es
retirada la venia legendi. De 1934 a 1936 trabajará como profesor invitado en la
Escuela de Altos Estudios para la Ciencia del Judaísmo en Berlín. En 1936 emigra
a Estados Unidos, donde trabaja en diversas universidades, entre ellas en Buffalo,
hasta 1958, año de su jubilación y muerte.

Jakob Klein (1899-1978). Fue un renombrado intérprete de Platón que por ser
judío emigró a Estados Unidos y desempeñó su labor filosófica en el St. John’s
College desde 1937 hasta su muerte. Klein ya había estado antes en Marburgo,
donde retornó después de una estancia en Berlín.

Engelbert Krebs (1881-1950). Desde 1919 es profesor de dogmática en la Uni-


versidad de Friburgo. En 1936 fue apartado por los nacionalsocialistas, siendo
rehabilitado en 1945. Krebs jugó un papel importante en el incipiente camino
académico de Heidegger.

Richard Kroner (1884-1974). Se doctoró (1908) y habilitó (1912) en Friburgo en


donde fue Privatdozent desde 1912 y profesor extraordinario a partir de 1919;
entre 1929 y 1935, en Kiel; y posteriormente, en Fráncfort del Meno. En 1935
fue suspendido a causa de su origen judío, por lo que emigró en 1938 a Inglaterra
y en 1941 a Estados Unidos, donde ejerció en diversas universidades. En 1951 fue
profesor huésped en Kiel y se jubiló en 1952.

217
los demonios de heidegger

Gerhard Krüger (1902-1972). Se doctora en Marburgo con Nicolai Hartmann


con la tesis La doctrina kantiana de la afección sensible. En 1929 se habilita con
Heidegger con la tesis Filosofía y moral en la crítica kantiana, publicada en 1931
en la editorial Mohr. Asistía a los cursos de Heidegger en Marburgo ya desde
el semestre de invierno de 1923-1924. En 1946 fue nombrado profesor en Tu-
binga; de 1953 a 1956, en Fráncfort del Meno, y a partir de 1957 ejerció como
profesor en Heidelberg.

Ludwig Landgrebe (1902-1991). El 24 de noviembre de 1927 se doctoró sum-


ma cum laude con Husserl con la tesis La teoría de las ciencias del espíritu de
Wilhelm Dilthey. Fue profesor en Fráncfort del Meno, Kiel y Colonia, y fue
nombrado director del Archivo Husserl. Fue asistente de Husserl y, junto con
Eugen Fink, organizó buena parte del Archivo Husserl en Lovaina.

Siegfried Landshut (1897-1968). Después de haber estudiado economía políti-


ca, filosofía y ciencias sociales, es asistente del ecónomo Eduard Heimann en
Hamburgo. En 1933 emigra, por ser judío, y vive en Egipto, Palestina e Ingla-
terra. A partir de 1951 es profesor de ciencias políticas en Hamburgo. Lands-
hut estudiará con Heidegger dos semestres en Friburgo, posteriormente estará
un semestre con Max Scheler en Colonia y con Karl Jaspers y Alfred Weber
en Heidelberg. En el semestre de invierno de 1923-1924 regresa a Marburgo.
De acuerdo con lo que señala el propio Landshut, su modo de fundamentar
la política quedó marcado por la lectura heideggeriana de Aristóteles. En un
currículum de 1928 escribe acerca de su semestre de Marburgo: «Aquí, los
impulsos obtenidos mediante el estudio de la filosofía griega, especialmente
de los escritos políticos de Aristóteles, fueron los que me llevaron a plan-
teamientos concretamente históricos» (cf. Nicolaysen, 1997, 60; cf. también
Nebel, 2003, 69 s.).

Ernst Laslowski (1889-1961). El 15 de julio de 1920 se doctora con Heinrich


Finke. Husserl es uno de los examinadores en el ámbito de filosofía. El docto-
rado de Laslowski no es muy brillante, ya que, de acuerdo con la información
del Archivo de la Universidad de Friburgo, en la evaluación final obtiene sola-
mente cum laude. A partir de 1923 será director de la casa comunitaria Heim-
garten en Neisse-Neuland; a partir de 1930 trabajará como asesor científico en
el gobierno local en Oppeln; entre 1935 y 1945 será director del Archivo Graf
von Ballenstremschen en Gleiwitz, y de 1946 a 1960 trabajará como director
del Archivo Central y de la Biblioteca de Caritas en Friburgo. A causa de la
Segunda Guerra Mundial la familia Laslowski vivirá con la familia Heidegger
en 1948-1949.

Emmanuel Levinas (1905-1995), fenomenólogo judío. Su filosofía de la relación


con el otro se apoya en gran medida en el pensamiento de Husserl y Heidegger, a
quienes conoce entre 1928 y 1929. En 1932 publicó Martin Heidegger y la onto-

218
GLOSARIO DE PERSONAS

logía: primer estudio sobre el filósofo de Meßkirch en francés. A partir de 1964 se


dedica a la docencia en las Universidades de Poitiers, París-Nanterre y la Sorbona.

Johannes Baptist Lotz (1903-1992). Filósofo jesuita partidario del neotomismo


y de la filosofía existencial católica, se doctora en 1937 con Martin Honecker
con el escrito Das Seiende und das Sein: Grundlegung einer Untersuchung über
Sein und Wert. Fue rector de la Hochschule für Philosophie de Múnich (en tres
ocaciones), así como de la Universidad Gregoriana de Roma.

Hans-Walter Löwald (1906-1993). Estudió en Alemania e Italia, en donde se li-


cenció en medicina y ejerció como psiquiatra. En 1939 emigró a Estados Unidos.
Trabajó en diversas universidades, entre ellas Yale, desde 1955, y a partir de ese
año se formó como psicoanalista, ejerciendo hasta 1989 (cf. Nebel, 2003, 69 s.).

Karl Löwith será, en sentido estricto, el primer alumno importante de Heidegger.


Se doctora en Múnich con Moritz Geiger en 1923 con una tesis sobre Nietzsche
y se habilita con Heidegger en Marburgo en 1928 con la tesis El individuo en
el papel del prójimo. La relación con Heidegger será determinante a lo largo
de su vida: primero verá en él al gran maestro y después lo criticará despia-
dadamente. En una carta a Petzet, Heidegger lamenta las críticas de Löwith
(Petzet, 1983, 98 s.); y en otra carta a E. Blochmann, del 19 de enero de 1954,
incluso dice de Löwith: «Acerca del pensar no tiene la más mínima idea; quizás
lo odia» (H-B, 103).

Herbert Marcuse (1898-1979). A partir del semestre estival de 1919 estudia en


Friburgo historia de la literatura, materia en la que se doctora magna cum laude
el 15 de julio de 1922 con la tesis La novela artística alemana. Como una de las
materias secundarias cursa filosofía, en la que es examinado por Husserl. Des-
pués de una larga estancia en Berlín regresa a Friburgo en 1929 para estudiar
con Heidegger, con quien estará hasta 1932. Sabemos que después se convertirá
en un pilar de la Escuela de Fráncfort.

Vicente Marrero Suárez (1922-2000). Estudió derecho en las islas Canarias y en


Salamanca. De 1941 a 1942 realizó cursos de doctorado en Madrid y de 1943
a 1949 estuvo en Friburgo. Posteriormente regresó a España y llevó a cabo una
importante labor en el ámbito ensayístico y de difusión cultural.

Walther Marseille nace en 1901. Estará con Heidegger en Friburgo durante tres
semestres a partir del semestre de invierno de 1920-1921, después irá a Múnich
dos semestres y regresará a Marburgo para seguir con Heidegger a partir del se-
mestre de invierno de 1923-1924. El 28 de julio de 1926 se doctora con una tesis
crítica en torno a la grafología, cuyo «informador» será Heidegger. En 1926 es-
tudiará en Italia y posteriormente llegará a ser psicoanalista; debido a su origen
judío se estableció en Viena en 1933 y después emigró a Estados Unidos, donde
trabajó en Berkeley y en San Francisco. Fue un riguroso oponente del armamentis-

219
los demonios de heidegger

mo nuclear y por ese motivo estuvo en contacto epistolar con B. Russell y A. Ein­
stein. En el libro Über den Frieden de Einstein se hace mención de Marseille a
partir de las cartas del primero, donde da a conocer que Marseille le envió un plan
de paz titulado «Un camino para el aseguramiento de la paz mundial». A lo largo
de 1948 hay un intenso intercambio epistolar, en el cual queda claro que Einstein
no compartía todas las propuestas de Marseille (cf. Einstein, 1975, 496-499).

Hermann Mörchen (1906-1990). En 1928 se doctoró summa cum laude con


Heidegger en Marburgo con una tesis sobre la Crítica del juicio de Kant.

Simon Moser nace en 1901. El 28 de febrero de 1928 se doctoró en Friburgo


con Heidegger summa cum laude con la tesis Los Summulae en los libros Physi-
corum de Guillermo de Occam. Una comparación crítica de sus conceptos fun-
damentales con la filosofía de Aristóteles. Estuvo con Heidegger en Marburgo
desde el semestre de verano de 1924 y, posteriormente, lo siguió a Friburgo.
Fue docente y profesor en Insbruck desde 1935 y en Karlsruhe a partir de 1952.

Max Müller (1906-1994). Se doctoró con Martin Honecker en 1930, y en 1937


obtuvo su habilitación con un trabajo sobre Tomás de Aquino titulado Realidad y
racionalidad, pero publicado como Ser y espíritu. Heidegger elaboró un dictamen
positivo del trabajo. Durante un tiempo fue profesor de filosofía en el Collegium
Borromaeum de Friburgo, lugar donde más tarde ocuparía el mismo puesto que
su maestro Honecker. En 1960 se muda a la Universidad de Múnich y regresa
en 1972 como profesor honorario de las facultades de filosofía y teología.

Gerhard Nebel (1903-1974). Estudiará con Heidegger en el semestre de vera-


no de 1923 y posteriormente lo seguirá a Marburgo. Se doctora en 1927 en
Heidelberg con un trabajo sobre Plotino. Trabajará como docente en distintos
institutos de bachillerato. Será un prolífico escritor filosófico. Según las conver-
saciones que sostuvo Franco Volpi con Ernst Jünger y con Armin Mohler, Ne-
bel «no era propiamente un genio» pero fue alguien muy cercano a ambos (cf.
Volpi, 2006). Nebel jugará también un papel importante en el proyecto, nunca
realizado, de la revista Pallas, en el cual participarían, además de los hermanos
Jünger, Heidegger, Heisenberg y Nebel. El jefe de redacción había de ser preci-
samente A. Mohler (cf. H-Jün, 245 s.).

Keiji Nishitani (1900-1990). Fue uno de los mas destacados representantes de la


escuela de Kyoto, sucesor de su gran maestro Nishida. Se doctoró en 1924 con
la tesis Lo ideal y lo real en Schelling y Bergson. Heidegger será un importante
guía intelectual para él, junto con Nietzsche y Dostoievski. Además de la gran
familiaridad con el budismo zen, conocía a fondo la filosofía europea.

Ernst Nolte, historiador alemán nacido en 1923, famoso por comenzar la «Dispu-
ta de los historiadores» de 1986-1987.

220
GLOSARIO DE PERSONAS

Heinrich Ochsner (1891-1970). Entre 1912 y 1922 estudia teología y filosofía en


Friburgo y Marburgo. De 1923 a 1933 fue «maestro de apoyo» de docentes ja-
poneses invitados, bajo los auspicios de Husserl. A partir de 1934 es colaborador
en la oficina central de Caritas. Heidegger lo considerará su amigo, pero a la vez
tendrá una clara conciencia de sus limitaciones. En una carta a Elfride del 13 de
septiembre de 1919 Heidegger le indica que Ochsner, hasta entonces, acostum-
bra a «comer del plato ajeno», y que incluso las exposiciones que le presentó, el
mismo Heidegger «se las [ha] servido en bandeja, casi listas» (H-E, 116 s.). Sin
embargo, Heidegger recordará siempre a Ochsner como su «alumno más anti-
guo» e incluso en el coloquio que Heidegger sostuvo en el marco de la conmemo-
ración del 500 aniversario de la Universidad de Friburgo, Ochsner será el único
de los viejos alumnos al que Heidegger se referirá por su nombre. La amistad de
Heidegger con Ochsner tuvo en sus comienzos tal importancia que este último
fue invitado por Martin y Elfride para ser testigo de su boda en 1917.

Käte Oltmanns nace en 1906. En 1935 se doctoró con Heidegger summa cum
laude con la tesis Meister Eckhart, publicada, gracias a un dictamen positivo de
Heidegger, en la editorial Klostermann.

Jan Patoka (1907-1977). En 1933 se encuentra con Heidegger en Friburgo y


asiste a su curso de verano titulado «La pregunta fundamental de la filosofía». Con
el tiempo se convirtió en el más importante representante del movimiento feno-
menológico en Checoslovaquia. Trabajó como docente en la Universidad de Praga
(1937) y en la de Carolina (1968) hasta que fue obligado a jubilarse en 1972.

Elfride Petri fue una de las primeras alumnas de Heidegger en Friburgo con
quien contrajo matrimonio en 1917. Asistió a los cursos de su futuro esposo so-
bre «Kant y la filosofía alemana del siglo xix» e «Historia de la filosofía antigua
y escolástica», así como al seminario sobre «Los Prolegómenos de Kant».

Heinrich Wiegand Petzet, nacido en 1909, estudió historia e historia del arte
además de asistir a algunos de los cursos impartidos por Heidegger. En 1938
se doctora con Walter Elze en Berlín. Colaboró como crítico de arte en diarios
alemanes y suizos. En 1968 fue él quien propició el primer encuentro entre
Heidegger y Eduardo Chillida. Entre sus obras se encuentran Das Bildnis des
Dichters, así como una biografía de Heinrich Vogeler. Posteriormente publicó
sus diálogos y encuentros con Heidegger con el título Auf einen Stern zugehen.
Begegnungen mit Martin Heidegger 1929-1976.

Georg Picht (1913-1982). A partir del semestre de invierno de 1931-1932 es-


tudiará filosofía y asistirá a los cursos de Heidegger hasta el semestre de vera-
no de 1934; posteriormente estudiará en Kiel y Berlín. Se doctora en Friburgo
en 1943 con una tesis sobre los fundamentos de la ética de Panecio. En 1965
será profesor de filosofía de la religión en Heidelberg, jubilándose en 1978. Picht

221
los demonios de heidegger

será uno de los testigos de la resistencia heideggeriana al nacionalsocialismo, ya


que señala que «las lecciones sobre Nietzsche impartidas por Heidegger de 1936
a 1940 en Friburgo son el documento más significativo que conozco de esos años
de la resistencia espiritual contra el nacionalsocialismo» (Picht, 1988, 152).

Karl Rahner (1904-1984) fue uno de los más importantes teólogos modernistas
católicos. Su pensamiento, influido por Tomás de Aquino y por Heidegger, a
su vez fue determinante en la teología católica del siglo xx, como lo prueba su
destacada participación en el concilio Vaticano II.

Hans Reiner (1896-1991). Después de estudiar con Husserl y Heidegger, así


como con Rudolf Otto, se doctora en 1926 con Husserl con la tesis Libertad,
voluntad y actividad, y se habilita en 1931 en Halle, donde será Privatdozent
y profesor extraordinario. Después de la Segunda Guerra Mundial retorna a
Friburgo y ocupa diversos cargos hasta que en 1957 es nombrado profesor
ordinario, jubilándose en 1965. Su labor académica se centró en el tratamiento
de la ética desde una perspectiva fenomenológica.

Gerhard Ritter (1888-1967). Considerado uno de los últimos historiadores par-


tidarios del idealismo alemán y durante algún tiempo simpatizante del nacional-
socialismo; asiste a las lecciones de Heidegger sobre «Preguntas fundamentales
de la filosofía. ‘Problemas’ selectos de ‘lógica’» (1937-1938), «Introducción a
la formación filosófica de conceptos (Nietzsche: De la utilidad y perjuicio de la
historia para la vida)» (1938-1939) y «El himno ‘Andenken’» (1941-1942).

Heinrich Rombach (1923-2004). Inicia estudios de filosofía en 1943 y en 1949


se doctora con una tesis inspirada por Heidegger pero, debido a la prohibición
docente, evaluada por Fink y Müller: Investigaciones filosóficas sobre el origen
y esencia de la pregunta. Será asistente de Max Müller, con quien se habilita
el 12 de noviembre de 1955; ese mismo año es nombrado Privatdozent. A partir
de 1964 será profesor ordinario en la Universidad de Wurzburgo, en donde se
jubila en 1990.

Margot von Sachsen-Meiningen fue la esposa del príncipe Bernhard von Sachsen-
Meiningen durante diecisiete años. Estuvo presente en por lo menos ocho cur-
sos impartidos por Heidegger de 1941 a 1943. En 1944 comienza una relación
amorosa con el maestro que durará hasta 1946.

Joseph Sauer (1872-1949). Profesor de patrología, arqueología cristiana e his-


toria del arte en Friburgo (desde 1916). Rector de la universidad en diversas
ocasiones. En 1933 fue nombrado prelado papal. Sabemos que Sauer desem-
peña un papel importante en la biografía de Heidegger. No solo lo promueve
en 1912-1914, sino que posteriormente «convencerá» a Heidegger, de acuerdo
con la información que este transmite en Hechos y reflexiones, para aceptar
el rectorado. Sin embargo, esto ha sido puesto en duda por Hugo Ott, quien,

222
GLOSARIO DE PERSONAS

basándose en el diario de Sauer, ha descubierto que el nombramiento de Hei-


degger no fue un asunto de la fuerza retórica de Sauer, el cual fue rector antes
de Heidegger y von Möllendorff, sino que se trataba más bien de un proyecto
institucional de la universidad misma (cf. Ott, 1992, 153 ss.).

Fritz Schalk (1902-1980), de origen austriaco. Fue un importante investiga-


dor de filología románica, trabajó en Rostock y Colonia, donde por iniciativa
suya se fundó en 1949 el Instituto Petrarca de la Universidad de Colonia. Des-
de 1935 fue editor de la revista Romanische Forschungen y en 1955 inició la
serie Analecta romanica. Tradujo textos de Ortega al alemán.

Ingeborg Schroth (1911-1998). Se doctoró bajo la asesoría de Kurt Bauch en 1938


con un trabajo sobre historia del arte: El conocimiento e imitación de los griegos
por los maestros berlineses de la época de Goethe. De 1939 a 1975 trabajará en
el Augustinermuseum de Friburgo. Acompañó al matrimonio Heidegger en el
primero de sus viajes a Grecia en 1962.

Gustav Siewerth (1903-1963). Estudia de forma intermitente en Friburgo de


1926 a 1930. Se doctora con Martin Honecker en 1930 con la tesis La metafí-
sica del conocimiento en Tomás de Aquino. En mayo de 1937 se habilita con la
tesis La aprioridad del conocimiento como fundamento unitario de la filosofía
sistemática en Tomás de Aquino. A partir de 1945 será profesor y rector de la
Academia Pedagógica de Aquisgrán y en 1961 será rector fundador de la Escue-
la Normal Superior de Friburgo.

Günther Stern [Anders] (1902-1992). Estudiará con Heidegger y Husserl a par-


tir del semestre de verano de 1921. Se doctora magna cum laude con Husserl
el 18 de julio de 1924 con la tesis El papel de la categoría situacional en las «pro-
posiciones lógicas». Después irá a Marburgo para seguir asistiendo a los cursos
de Heidegger. Ahí conocerá a Hannah Arendt con quien contrae matrimonio
el 26 de septiembre de 1929. Después de fracasar los proyectos de habilitación
con Tillich y Adorno en Fráncfort del Meno, se mudan a Berlín. Trabaja como
periodista en el Berliner Börsen Courier y ahí decide cambiar el apellido Stern
por Anders. En febrero de 1933 huye a París, en 1936 emigra a Estados Unidos
y en 1937 se divorcia de Hannah Arendt.

Leo Strauss (1899-1973). Se doctora en 1921 con Ernst Cassirer en Hambur-


go. En 1922 fue a Friburgo para estudiar con Husserl y Heidegger. De 1925
a 1932 es colaborador de la Academia Judía de Ciencias de Berlín. En 1934 es
becario de la Fundación Rockefeller en París y a la vez inicia sus estudios sobre
Hobbes en Inglaterra. De 1941 a 1948 es profesor de ciencias políticas en la
New School for Social Research de Nueva York. De 1949 a 1968 es profesor
de filosofía política en la Universidad de Chicago. Desde 1969 hasta su muerte
en 1973, Strauss fue académico residente de Saint John, Annapolis, cuyo direc-

223
los demonios de heidegger

tor fue desde los años cincuenta Jakob Klein, gran amigo de Strauss y también
exalumno de Heidegger.

Wolfgang Struve nace en 1917. Estuvo en Friburgo del semestre de invierno


de 1936-1937 al de 1937-1938. Del semestre de verano de 1938 hasta 1939
estudia en Zúrich. Regresa a Friburgo en el semestre de invierno de 1942-1943 y,
de acuerdo con Struve, Heidegger lo anima a doctorarse. El 22 de marzo de 1943
se doctoró con Heidegger summa cum laude con la tesis Lo ilimitado y constante
en la Física de Aristóteles. El 3 de julio de 1948 se habilita con Szilasi, aunque bajo
la inspiración de Heidegger, con la tesis La filosofía moderna como metafísica
de la subjetividad: Interpretaciones en torno a Kierkegaard y Nietzsche. Trabajó
como Privatdozent hasta 1955 cuando fue nombrado profesor extraordinario,
luego ordinario en 1979, jubilándose en 1981.

Wilhelm Szilasi (1889-1966). En 1910 se doctora en Budapest, su ciudad na-


tal, donde será profesor en 1918. Llega a Friburgo el 1 de noviembre de 1919,
donde por invitación y encargo de Husserl imparte cursos y seminarios hasta
el 30 de septiembre de 1920. Posteriormente hará lo mismo por invitación de
Heidegger, del 1 de octubre de 1929 al 31 de marzo de 1933 (7 semestres). A
partir del 1 de octubre de 1947 sustituirá a Heidegger en su cátedra hasta el 26
de diciembre de 1956. En ese año es nombrado finalmente profesor ordinario
y se jubila en 1959. En los currículos guardados en el UAF, Szilasi recuerda que
en el curso de 1919-1920 se hallaba entre sus asistentes Karl Mannheim y que a
sus cursos de principios de los años treinta asistieron entre otros Max Müller,
Wilhelm Weischedel y Georg Picht (UAF B 24/3888 y 3889).

Karl Ulmer (1915-1981). Se habilita con Heidegger en 1944 con la tesis Contri-
bución al reconocimiento de las presuposiciones metafísicas de la técnica moder-
na. Será Privatdozent a partir de 1949 y profesor en Tubinga de 1957 a 1970, y
después de ese año lo será en Viena.

Alberto Wagner de Reyna (1915-2006). Diplomático, abogado, filósofo, histo-


riador y escritor peruano. Fue embajador del Perú ante la Unesco, en Grecia,
Alemania, Colombia, Yugoslavia y Francia. En los años en que visita los cur-
sos de Heidegger, Wagner de Reyna trabajaba en la embajada peruana. Pos-
teriormente será Secretario de la Embajada en Berna y desde ahí ayudará a
Heidegger con víveres durante los momentos difíciles de la Segunda Guerra
Mundial. Ya para 1970 será embajador de Perú en Bonn. En 1939, con 24 años
de edad, escribió el primer texto monográfico sobre Heidegger en castellano:
La ontología fundamental de Heidegger. Su motivo y significación (cf. Wagner
de Reyna, 1939). En una entrevista concedida a los 90 años de edad narra su
estancia con Heidegger: «Fui a Alemania a estudiar filosofía. En 1935 —año de
las Olimpiadas de Berlín— el nazismo se mostraba tolerante, a fin de no perjudi-
car esos juegos: todo eran facilidades, incluso para los judíos. Heidegger era un
hombre arraigado en su terruño, y por ello nacionalista y apegado a su lengua.

224
GLOSARIO DE PERSONAS

Creyó que el nazismo lo ayudaría a realizar su ideal de la ‘universidad alemana’


haciéndolo rector de la Universidad de Friburgo. Su ‘tontería’ fue pensar eso: se
adhirió al partido. En realidad, el nazismo lo instrumentalizó. A los pocos meses
renunció al rectorado, y sus relaciones con las autoridades políticas se hicieron
tirantes. Pero la ‘tontería’, que lamentó después, dejó huella. Heidegger era
un hombre enraizado en su pequeña ciudad, en el gran ducado de Baden, que
vivía idealmente en la Grecia clásica. No tenía la visión de un ‘intelectual’ del
siglo xx. Ni siquiera vislumbró la proyección internacional que podía tener su
pasajera vinculación al nazismo». (Conversación con Rómulo Acurio publicada
en http://huesohumero.perucultural.org.pe/textos/48/4815.doc.).

Wilhelm Weischedel (1905-1975). En 1933 se doctora con Heidegger summa


cum laude con la tesis La esencia de la responsabilidad, publicada, gracias a un
dictamen positivo de Heidegger, en la editorial Klostermann. De 1953 en ade-
lante fue profesor en la Universidad de Berlín. El libro más popular escrito por él
es Los filósofos entre bambalinas. Uno de sus alumnos fue el que posteriormente
sería el último asistente personal de Martin Heidegger (1972-1976) y principal
responsable académico de la Gesamtausgabe: Friedrich-Wilhelm von Herrmann.

Grete Weiß. De acuerdo con la información de Nebel, esta alumna judía pos-
teriormente llegó a ser profesora de filología clásica en Inglaterra (cf. Ne-
bel, 2003, 67).

Helene Weiß fue una alumna judía de Heidegger a lo largo de varios semestres.
A pesar de que Heidegger reconoció en la entrevista del Spiegel que Helene
Weiß era una de sus alumnas «más antiguas y más dotadas», no fue posible que
se doctorara con él. Sin embargo, la deuda con el maestro se deja ver en la tesis
doctoral que presentó en Basilea: Causalidad y azar en la filosofía de Aristóteles,
bajo la asesoría del profesor Schmalenbach en 1942. Al final del prólogo agra-
dece a Heidegger su ayuda y el permiso para consultar sus manuscritos, lo que
menciona el propio Heidegger en la citada entrevista (SPI, 58). Los manuscritos
de Weiß, cuyo administrador es su sobrino Ernst Tugendhat, se hallan bajo el
cuidado de la Universidad de Standford. Weiß estará con Heidegger en su pri-
mera etapa en Friburgo, lo acompañará a Marburgo y posteriormente estará
nuevamente con el maestro en Friburgo.

Bernhard Welte (Meßkirch, 1906-Friburgo, 1983). Como sucedió con otros pen-
sadores católicos de la época tales como Max Müller y Karl Rahner, el trabajo
filosófico de Welte estuvo muy influido por Heidegger, y en su caso particular
también por Jaspers. En 1938 se doctoró con Engelbert Krebs con el escrito ti-
tulado Die postbaptismale Salbung, y en 1946 presenta su tesis de habilitación
titulada Der philosophische Glaube bei Karl Jaspers und die Möglichkeit seiner
Deutung durch die thomistische Philosophie. En 1952 fue profesor en la Albert-
Ludwigs-Universität de Friburgo, y ya en 1954 se cambia a la cátedra de filosofía
de la religión cristiana.

225
los demonios de heidegger

Xavier Zubiri (1898-1983). Filósofo metafísico e historiador de la filosofía, se


doctoró en teología y luego en filosofía con Ensayo de una teoría fenomenológi-
ca del juicio, publicado en 1923. Inicia sus viajes de estudio a Alemania en 1921,
pero no entra en contacto directo con Heidegger hasta el semestre de invierno
de 1928-1929, asistiendo al curso de «Introducción a la filosofía» y al seminario
para estudiantes avanzados «Los principios ontológicos y el problema de las ca-
tegorías». En el semestre de verano de 1929 asiste al curso «El idealismo alemán
(Fichte, Schelling y Hegel)» y al seminario para principiantes sobre idealismo y
realismo. Entre los reconocimietos mas importantes a su persona se encuentran
la Gran Cruz al Mérito de la República Federal de Alemania, el doctorado hono-
ris causa por la Universidad de Deusto y, con Severo Ochoa, el premio Ramón
y Cajal de Investigación.

226
BIBLIOGRAFÍA

1. Obras de Heidegger citadas (siglas)

En alemán

ACH «Antrittsvorlesung in der Heidelberger Akademie der Wissenschaf-


ten»: Wissenschaft und Weltbild 12 (1959), pp. 611 s.
GA 1 Frühe Schriften, Klostermann, Fráncfort d.M., 1978.
GA 6.1 Nietzsche I, Klostermann, Fráncfort d.M., 1996.
GA 6.2 Nietzsche II, Klostermann, Fráncfort d.M., 1997.
GA 7 Vorträge und Aufsätze, Klostermann, Fráncfort d.M., 2000.
GA 13 Aus der Erfahrung des Denkens, Klostermann, Fráncfort d.M.,
1983.
GA 15 Seminare, Klostermann, Fráncfort d.M., 1986.
GA 16 Reden und andere Zeugnisse eines Lebensweges (1910-1976),
Klostermann, Fráncfort d.M., 2000.
GA 27 Einleitung in die Philosophie (1928/1929), Klostermann, Fránc­
fort d.M., 1996.
GA 28 Der deutsche Idealismus (Fichte, Schelling, Hegel) und die phi-
losophische Problemlage der Gegenwart (1929), Klostermann,
Fráncfort d.M., 1997.
GA 29/30 Die Grundbegriffe der Metaphysik. Welt – Endlichkeit – Einsam-
keit (1929/1930), Klostermann, Fráncfort d.M., 1983.
GA 31 Vom Wesen der menschlichen Freiheit. Einleitung in die Philoso-
phie (1930), Klostermann, Fráncfort d.M., 1982.
GA 32 Hegels Phänomenologie des Geistes (1930/1931), Klostermann,
Fráncfort d.M., 1980.
GA 33 Aristoteles, Metaphysik Q 1-3. Von Wesen und Wirklichkeit der
Kraft (1931), Klostermann, Fráncfort d.M., 1981.
GA 34 Vom Wesen der Wahrheit. Zu Platons Höhlengleichnis und Theätet
(1931/1932), Klostermann, Fráncfort d.M., 1988.

227
los demonios de heidegger

GA 35 Der Anfang der abendländischen Philosophie. Auslegung des Anaxi-


mander und Parmenides (1932), Klostermann, Fráncfort d.M.,
2011.
GA 36/37 Sein und Wahrheit. 1. Die Grundfrage der Philosophie (1933); 2.
Vom Wesen der Wahrheit (1933/1934), Klostermann, Fráncfort
d.M., 2001.
GA 38 Logik als die Frage nach dem Wesen der Sprache (1934), ��������
Kloster-
mann, Fráncfort d.M., 1998.
GA 39 Hölderlins Hymnen «Germanien» und «Der Rhein» (1934/1935),
Klostermann, Fráncfort d.M., 1980.
GA 40 Einführung in die Metaphysik (1935), Klostermann, Fráncfort
d.M., 1983.
GA 41 Die Frage nach dem Ding. Zu Kants Lehre von den transzendenta-
len Grundsätzen (1935/1936), Klostermann, Fráncfort d.M., 1984.
GA 42 Schelling: Vom Wesen der menschlichen Freiheit (1809) (1936),
Klostermann, Fráncfort d.M., 1988.
GA 43 Nietszche: Der Wille zur Macht als Kunst (1936/1937), Kloster-
mann, Fráncfort d.M., 1985.
GA 44 Nietzsches metaphysiche Grundstellung im abendländischen Den­
ken: Die ewige Wiederkehr des Gleichen (1937), Klostermann,
Fráncfort d.M., 1986.
GA 45 Grundfragen der Philosophie. Ausgewählte «Probleme» der «Lo-
gik» (1937/1938), Klostermann, Fráncfort d.M., 1984.
GA 46 Nietzsches II. Unzeitgemässe Betrachtung (1938/1939), Kloster-
mann, Fráncfort d.M., 2003.
GA 47 Nietzsches Lehre vom Willen zur Macht als Erkenntnis (1939),
Klostermann, Fráncfort d.M., 1989.
GA 48 Nietzsche: Der europäische Nihilismus (1940), Klostermann,
Fránc­fort d.M., 1986.
GA 49 Die Metaphysik des deutschen Idealismus. Zur erneuten Ausle-
gung von Schelling: Philosophische Untersuchungen über das We-
sen der menschlichen Freiheit und die damit zusammenhängen-
den Gegenstände (1941), Klostermann, Fráncfort d.M., 1991.
GA 50 Nietzsches Metaphysik (1941/1942) / Einleitung in die Philoso-
phie – Denken und Dichten (1944/1945), Klostermann, Fránc-
fort d.M., 1990.
GA 51 Grundbegriffe (1941), Klostermann, Fráncfort d.M., 1981.
GA 52 Hölderlins Hymne «Andenken» (1941/1942), Klostermann, Fránc-
fort d.M., 1982.
GA 53 Hölderlins Hymne «Der Ister» (1942), Klostermann, Fráncfort
d.M., 1984.
GA 54 Parmenides (1942/1943), Klostermann, Fráncfort d.M., 1982.
GA 55 Heraklit. 1. Der Anfang des abendländischen Denkens (1943); 2.
Logik. Heraklits Lehre vom Logos (1944), Klostermann, Fránc­
fort d.M., 1979.

228
BIBLIOGRA F ÍA

GA 56/57 Zur Bestimmung der Philosophie. 1. Die Idee der Philosophie


und das Weltanschauungsproblem (1919); 2. Phänomenolo-
gie und transzendentale Wertphilosophie (1919); 3. Anhang:
Über das Wesen der Universität und des akademischen Studiums
(1919), Klostermann, Fráncfort d.M., 1987.
GA 58 Grundprobleme der Phänomenologie (1919/1920), Klostermann,
Fráncfort d.M., 1992 (GA 58f: Les problèmes fondamentaux de
la phénoménologie, Gallimard, París, 1985).
GA 59 Phänomenologie der Anschauung und des Ausdrucks. Theorie der
philosophischen Begriffsbildung (1920), Klostermann, Fráncfort
d.M., 1993.
GA 60 Phänomenologie des religiösen Lebens. 1. Einleitung in die Phä-
nomenologie der Religion (1920/1921); 2. Augustinus und der
Neuplatonismus (1921); 3. Die philosophischen Grundlagen der
mittelalterlichen Mystik (1918/1919), Klostermann, Fráncfort
d.M., 1995.
GA 61 Phänomenologische Interpretationen zu Aristoteles. Einführung
in die phänomenologische Forschung (1921/1922), Klostermann,
Fráncfort d.M., 1985.
GA 62 Phänomenologische Interpretation ausgewählter Abhandlungen des
Aristoteles zu Ontologie und Logik (1922), Klostermann, Fráncfort
d.M., 2005.
GA 63 Ontologie. Hermeneutik der Faktizität (1923), Klostermann, Fránc­
fort d.M., 1988.
GA 64 Der Begriff der Zeit, Klostermann, Fráncfort d.M., 2004.
GA 65 Beiträge zur Philosophie (Vom Ereignis), Klostermann, Fráncfort
d.M., 1994.
GA 67 Metaphysik und Nihilismus. 1. Überwindung der Metaphysik
(1938/1939); 2. Das Wesen des Nihilismus (1946-1948), Kloster-
mann, Fráncfort d.M., 1999.
GA 69 Die Geschichte des Seyns. 1. Die Geschichte des Seyns (1938-
1940); 2. Koinon. Aus der Geschichte des Seyns (1939), Kloster-
mann, Fráncfort d.M., 1998.
GA 77 Feldweg-Gespräche, Klostermann, Fráncfort d.M., 1995.
GA 79 Bremer und Freiburger Vorträge, Klostermann, Fráncfort d.M.,
1994.
GA 88 Seminare. 1. Die metaphysichen Grundstellungen des abendlän-
dischen Denkens; 2. Einübung in das philosophische Denken,
Klostermann, Fráncfort d.M., 2008.
GA 90 Zu Ernst Jünger, Klostermann, Fráncfort d.M., 2004.
SuZ Sein und Zeit, Niemeyer, Tubinga, 1927.
SB Schillers Briefe über die ästhetische Erziehung des Menschen,
Deutsche Schillergesellschaft, Marbach a.N., 2005.
US Unterwegs zur Sprache, Neske, Stuttgart, 1997.

229
los demonios de heidegger

En español

CC Camino de campo (Der Feldweg), Herder, Barcelona, 2003.


CFM Los conceptos fundamentales de la metafísica. Mundo, soledad,
finitud, trad. Alberto Ciria, Alianza, Madrid, 2007.
CH De camino al habla, trad. Yves Zimmermann, Serbal, Barcelo-
na, 1987.
EMM Estudios de mística medieval, trad. Jacobo Muñoz, Siruela, Ma-
drid, 1997.
HI Hitos, trad. Helena Cortés y Arturo Leyte, Alianza, Madrid, 2000.
ID Identidad y diferencia, trad. Helena Cortés y Arturo Leyte, An-
thropos, Barcelona, 1990.
IF Introducción a la filosofía, trad. Manuel Jiménez Redondo, Cá-
tedra, Madrid, 1999.
IFR Introducción a la fenomenología de la religión, trad. Jorge Usca-
tescu, Siruela, Madrid, 2005.
LOG Lógica. Lecciones de M. Heidegger, ed. y trad. Víctor Farías, An-
thropos, Barcelona, 1991.
LP La pobreza, trad. Irene Agoff, Amorrortu, Buenos Aires/Ma-
drid, 2006.
ME Meditación, trad. Dina V. Picotti, Biblos, Buenos Aires, 2006.
OHF Ontología. Hermenéutica de la facticidad, trad. Jaime Aspiunza,
Alianza, Madrid, 1998.
PFF Preguntas fundamentales de la filosofía. «Problemas» selectos de
«lógica», trad. Ángel Xolocotzi, Comares, Granada, 2008.
QM ¿Qué es metafísica?, trad. Xavier Zubiri, Siglo veinte, Buenos
Aires, 1987.
S Serenidad, trad. Yves Zimmermann, Serbal, Barcelona, 1989.
SPI «Entrevista del Spiegel», en Escritos sobre la universidad alema-
na, trad. Ramón Rodríguez, Tecnos, Madrid, 1989.
Syt Ser y tiempo, trad. Jorge Rivera C., Trotta, Madrid, 22009.
Syt-G El Ser y el Tiempo, trad. José Gaos, FCE, México, 1951.
SZ Seminarios de Zollikon, trad. Á. Xolocotzi, Jitanjáfora, More-
lia, 2007.
Tys Tiempo y ser, trads. Manuel Garrido, José Luis Molinuevo y Fé-
lix Duque, Tecnos, Madrid, 2000.

2. Epistolarios de Heidegger citados (siglas)


H-A Arendt, H. y Heidegger, M., Correspondencia 1925-1975 y otros
documentos de los legados, trad. Adam Kovacsics, Herder, Barce-
lona, 2000.
H-Aa Arendt, H. y Heidegger, M., Briefe (1925-1975), ed. U. Ludz,
Klostermann, Fráncfort d.M., 1998.
H-B Heidegger, M. y Blochmann, E., Briefwechsel 1918-1969, Deut­
sche Schillergesellschaft, Marbach a.N., 1990.

230
BIBLIOGRA F ÍA

H-Bauch Heidegger, M. y Bauch, K., Briefwechsel 1932-1975, Alber, Fri-


burgo d.B., 2010.
H-Bult Heidegger, M. y Bultmann, R., Briefwechsel 1925-1975, Klos-
termann, Fráncfort d.M., 2009.
H-E Heidegger, M., ¡Alma mía! Cartas a su mujer Elfride 1915-1970,
trad. Sebastián Sfriso, Manantial, Buenos Aires, 2008.
H-Ea Heidegger, M., Mein liebes Seelchen! Briefe Martin Heideggers
an seine Frau Elfride, ed. Gertrud Heidegger, Deutsche Verlags-
Anstalt, Múnich, 2005.
H-G Gadamer, H.-G., Sechs Briefe an Martin Heidegger aus der Mar-
burger Zeit, Jahresgabe der Martin-Heidegger-Gesellschaft, 1999.
H-Ga Ausgewählte Briefe Martin Heideggers an Hans-Georg Gadamer,
Jahresgabe der Martin-Heidegger-Gesellschaft, 2005-2006.
H-J Heidegger, M. y Jaspers, K., Correspondencia (1920-1963), trad.
Juan José García Norro, Síntesis, Madrid, 2003.
H-Ja Heidegger, M. y Jaspers, K., Briefwechsel 1920-1963, Piper, Mú-
nich, 1990.
H-Jün Heidegger, M. y Jünger, E., Briefwechsel, Klett-Cotta, Stuttgart,
2008.
H-M Heidegger, M., Briefe an Max Müller und andere Dokumente, Al-
ber, Friburgo d.B., 2003.
H-M-W Heidegger, M., Cartas a Max Müller y Bernhard Welte, trads.
Á. Xolocotzi y C. Gutiérrez, Universidad Iberoamericana, Méxi-
co, 2006.
H-R Heidegger, M. y Rickert, H., Briefe 1912-1933, Klostermann,
Fráncfort d.M., 2002.
H-Richard «Carta al padre William Richardson», trad. Irene Borges-Duarte, en
Anales del Seminario de Historia de la Filosofía 13, Madrid, 1996,
pp. 11-18. La carta ha sido reimpresa en GA 11, pp. 145-152.
H-Roth J. W. Storck y Th. Kisiel, «Martin Heidegger und die Anfänge der
‘Deutschen Vierteljahresschrift für Literaturwissenschaft und Geis-
tesgeschichte’. Eine Dokumentation», en Dilthey-Jahrbuch für Phi-
losophie und Geschichte der Geisteswissenschaften 8 (1992/1993),
pp. 181-225.
H-SDvP Sinn und Form 2006/1.

3. Archivos y legados consultados (siglas)

Badsk Bayerische Akademie der Schönen Künste


Badsk Pod Legado Podewils
EAF Erzbischöfliches Archiv Freiburg
EAF Nb 8/67 Legado Gröber
UAF Universitätsarchiv Freiburg
UAF C 58 Legado Beringer

231
los demonios de heidegger

UAF C 60 Legado Brock


UAF C 67 Legado Sauer
UAF C 76 Legado Finke
UAF C 81 Legado Szilasi
UAF C 126 Legado Krebs
UAF C 130 Legado Wolf
UAF E 3 Legado Müller
UAF E 8 Legado Welte
UAF E 15 Legado Fink
UAT Universitätsarchiv Tübingen
UAT 443/13 Legado Binswanger

4. Otras fuentes primarias y obras frecuentemente citadas (siglas)

BW-1-5 Husserl, E., Briefwechsel, vols. I-V, Kluwer, Dordrecht, 1994.


HH Denker, A. y Büchin, E., Martin Heidegger und seine Heimat,
Klett-Cotta, Stuttgart, 2005.
HJ-1 Denker, A. y Zaborowski, H. (eds.), Heidegger Jahrbuch, vol. 1:
Heidegger und die Anfänge seines Denkens, Alber, Friburgo
d.B., 2004.
Hua III/1 Husserl, E., Ideen zu einer reinen Phänomenologie und phänome-
nologischen Philosophie, Nijhoff, La Haya, 1976.
KSA Nietzsche, F., Kritische Studienausgabe, ed. G. Colli y M. Monti-
nari, de Gruyter, Berlín, 1999.

5. Fuentes secundarias citadas

Adorno, Th. (1964), Jargon der Eigentlichkeit, Suhrkamp, Fráncfort d.M.


Alemán, J. (2000), Lacan en la razón posmoderna, Miguel Gómez, Málaga.
Alemán, J. (2003), Derivas del discurso capitalista, Miguel Gómez, Málaga.
Alemán, J. y Larriera, S. (1989), Lacan Heidegger: un decir menos tonto, CTP,
Madrid.
Alemán, J. y Larriera, S. (2001), El inconsciente: existencia y diferencia sexual,
Síntesis, Madrid.
Allouch, J. (1993), En estos tiempos, EPEELE, México.
Anders, G. (1987), Günther Anders antwortet, Tiamat, Berlín.
Augstein, R. (1993), «Filosofía y política en Heidegger», en Heidegger o el final
de la filosofía, UCM, Madrid.
Balmès, F. (1999), Ce que Lacan dit de l’être, PUF, París.
Baumann, G. (1986), Erinnerungen an Paul Celan, Suhrkamp, Fráncfort d.M.
Baumgarten, E. (1949), Von der Kunst des Kompromisses, Hirzel, Stuttgart.
Becker, E. D. (2003), «Armes Deutschland – Glückliches England. Elisabeth
Blochmann in Oxford 1934 bis 1952»: Exil 23/2.
Allemann, B. (1994), «Heidegger und die Politik», reed. en O. Pöggeler (ed.),
Heidegger. Perspektiven zur Deutung seines Werkes, Weinheim, Beltz, 1994.

232
BIBLIOGRA F ÍA

Benz, W. (2002), Alemania 1815-1945, FFyL, UNAM, México.


Bergdolt, K. (1998), «Marielene Putscher, 1919-1997. Nachruf»: Berichte zur
Wissenschaftsgeschichte 21 (1998), pp. 47 s.
Biemel, W. (1977), «Erinnerungen an Heidegger»: Allgemeine Zeitschrift für
Philosophie 1.
Biemel, W. (1991), Martin Heidegger, Rowohlt, Hamburg.
Bösl, A. (1998), «Heideggers philosophische Entwicklung der letzten Jahre.
Ein Brief Max Müllers aus dem Jahr 1947»: Philosophisches Jahrbuch 105
(1998), pp. 363-370.
Boss, M. (1971), Grundriss der Medizin, Hans Huber, Berna.
Buchner, H. (ed.) (1989), Japan und Heidegger: Gedenkschrift der Stadt Meßkirch
zum hundertsten Geburtstag Martin Heideggers, Thorbecke, Sigmaringen.
Cairns, D. (1976), Conversations with Husserl and Fink, Nijhoff, La Haya.
Casper, B. (1980), «Martin Heidegger und die Theologische Fakultät Freiburg
1909-1923»: Freiburger Diözesan-Archiv 100 (1980), pp. 534-541.
Cerezo, P. (1991), «De la existencia ética a la ética originaria», en F. Duque
(comp.), Heidegger: La voz de tiempos sombríos, Serbal, Barcelona.
Denker, A. (2004), «Heideggers Lebens- und Denkweg 1909-1919», en Heideg-
ger Jahrbuch 1: Heidegger und die Anfänge seines Denkes, pp. 97-122.
Derendinger, F. (1990), «Das Subjekt bei Lacan und Heidegger»: Daseinsanaly-
se 7 (Zúrich), pp. 32-55.
Derrida, J. (1990), Heidegger et la question, Flammarion, París.
Duque, F. (comp.) (1991), Heidegger: La voz de tiempos sombríos, Serbal, Bar-
celona.
Duque, F. (ed.) (2008), Heidegger. Sendas que vienen, Círculo de Bellas Artes/
Universidad Autónoma de Madrid, Madrid.
Einstein, A. (1975), Über den Frieden, Lang, Berna.
Escalante, E. (2007), Heidegger, UAM/Juan Pablos, México.
Ettinger, E. (1995), Hannah Arendt-Martin Heidegger, Piper, Múnich.
Ettinger, E. (1996), Hannah Arendt y Martin Heidegger, Tusquets, Barcelona.
Farías, V. (1987), Heidegger et le nazisme, Verdier, París.
Farías, V. (1998), Heidegger y el nazismo, FCE, México.
Farías, V. (2009), Heidegger y el nazismo, ed. corregida y aumentada, Objeto
Perdido, Mallorca.
Faye, E. (2005), Heidegger et l’introduction du nationalsocialisme dans la phi-
losophie, Albin Michel, París.
Fédier, F. (1966), «Trois attaques contre Heidegger»: Critique. Revue générale
des publications françaises et étrangères 234.
Fédier, F. (1988), Heidegger: anatomie d’un scandale, Robert Lafont, París.
Fédier, F. (1995), Regarder Voir, Les belles lettres/Archimbaud, París.
Fédier, F. (2001), «Hablemos, por favor, de política»: Sileno (Madrid) 11 (di-
ciembre).
Fédier, F. (2006), en colab. con M. Amato, F. Dastur, H. Cretella, P. David et
al., Heidegger à plus forte raison, Fayard, París.
Feinmann, J. P. (2005), La sombra de Heidegger, Seix Barral, Barcelona.
Figal, G. (1992), Heidegger zur Einführung, Junius, Hamburgo.

233
los demonios de heidegger

Fink, E. (1977), «Dank an den Denker», en Dem Andenken Martin Heideggers.


Zum 26. Mai 1976, Klostermann, Fráncfort d.M.
Fink, E. y Patoka, J. (1999), Briefe und Dokumente 1933-1977, Alber, Fribur-
go d.B./Múnich.
Fresco, M. F. (ed.) (1989), Heideggers These vom Ende der Philosophie, Bouvier,
Bonn.
Friedländer, S. (1998), Nazi Germany and the Jews, Harper, Nueva York.
Fuchs, E. (1977), «Aus der Marburger Zeit», en Erinnerung an Martin Heideg-
ger, pp. 105-108.
Gadamer, H.-G. (1977a), «Einzug in Marburg», en Erinnerung an Martin Hei-
degger, pp. 109-113.
Gadamer, H.-G. (1977b), Philosophische Lehrjahre: eine Rückschau, Kloster-
mann, Fráncfort d.M.
Gadamer, H.-G. (1981), «Der erste Botschafter aus Freiburg», en Das Maß des
Verborgenen.
Gadamer, H.-G. (2002), Los caminos de Heidegger, trad. Angela Ackermann,
Herder, Barcelona.
Gadamer, H.-G. y Vietta, S. (2002), Im Gespräch, Fink, Múnich.
Gebsattel, V. F. von (1947), Christentum und Humanismus, Klett, Stuttgart.
Gebsattel, V. F. von (1954), Prolegomena einer Medizinischen Anthropologie,
Springer, Berlín/Gotinga/Heidelberg.
Givsan, H. (1998), Warum Philosophen sich durch den «Fall Heidegger» korrum-
pieren lassen, Königshausen & Neumann, Wurzburgo.
Gómez Dávila, N. (2005), Obra completa, vol. I, ed. Franco Volpi, Villegas,
Bogotá.
Grondin, J. (1991), «Prolegomena to an Understanding of Heidegger’s Turn»:
Graduate Faculty Philosophy Journal 14 (noviembre).
Grosser, F. (2011), Revolution denken. Heidegger und das Politische 1919 bis
1969, C. H. Beck, Múnich.
Grunenberg, A. (2006), Hannah Arendt und Martin Heidegger, Piper, Múnich.
Guardini, R. (1984), Berichte über mein Leben. Autobiographische Aufzeich-
nungen, ed. póstuma de Franz Henrich, Patmos, Düsseldorf.
Guerra, R. y Yáñez, A. (coords.) (2009), Martin Heidegger. Caminos, CRIM/
FfyL, UNAM/CIDHEM, México.
Habermas, J. (1979), «Urbanisierung der Heideggerschen Provinz: Laudatio auf
Hans-Georg Gadamer aus Anlaß der Verleihung des Hegel-Preises der Stadt
Stuttgart», en Das Erbe Hegels, Fráncfort d.M., pp. 9-31.
Hegel, G. W. F. (1980), Filosofía del derecho, Juan Pablos, México.
Heidegger, F. (1969), «Ein Geburtstagbrief», en Martin Heidegger zum 80. Ge-
burtstag von seiner Heimatstadt Meßkirch, Klostermann, Fráncfort d.M.
Heidegger, H. (1995), «Bemerkungen zu Rüdiger Safranskis Buch Ein Meister aus
Deutschland – Heidegger und seine Zeit»: Heidegger Studien 11, Duncker und
Humblot, Berlín.
Heidegger, H. (1997), «Die Wirtschaftshistoriker und die Wahrheit. Notwendi-
ge Bemerkungen zu den Veröffentlichungen Hugo Otts über Martin Hei-
degger»: Heidegger-Studien 13, pp. 177-192.

234
BIBLIOGRA F ÍA

Herrmann, F.-W. von (1994), Wege ins Ereignis, Klostermann, Fráncfort d.M.
Herrmann, F.-W. von (1997), La segunda mitad de Ser y tiempo, Trotta, Ma-
drid.
Hühnerfeld, P. (1959), In Sachen Heidegger: Versuch über ein deutsches Genie,
Hoffmann und Campe, Hamburgo.
Husserl, E. (1986), Meditaciones cartesianas, FCE, México.
Jaspers, K. (1986), «Die Schuldfrage», en Erneuerung der Universität. Reden
und Schriften 1945/46, Lambert Schneider, Heidelberg.
Jaspers, K. (1989), Notizen zu Martin Heidegger, Piper, Múnich/Zúrich.
Jelinek, E. (1991), Totenauberg. Ein Stück, Rowohlt, Hamburgo.
Jens, W. (1977), «Nachruf der Akademie der Künste Berlin», en Erinnerung an
Martin Heidegger, pp. 149-153.
Jonas, H. (2004), Orientierung und Verantwortung. Begegnungen und Ausei-
nandersetzungen mit Hans Jonas, ed. D. Böhler y J. P. Brune, Königshausen
und Neumann, Wurzburgo.
Jonas, H. (2003), Erinnerungen, ed. C. Wiese, Suhrkamp, Fráncfort d.M.
Johnson, E. (1999), Nazi terror, Basic Books, Nueva York.
Kawahara, E. (1976), «Herzliches Beileid»: Riso 517, pp. 131-137. Reed. en Ja-
pan und Heidegger, pp. 195-198.
Kisiel, Th. (1993), The Genesis of Heideggers’s Being and Time, University of
California Press, Los Ángeles.
Kisiel, Th. (2001), «Das Versagen von Sein und Zeit», en Th. Rentsch (ed.),
Martin Heidegger – Sein und Zeit, Akademie-Verlag, Berlín.
Klostermann, V. (ed.) (2000), Vittorio Klostermann. Frankfurt am Main 1930-
2000, Klostermann, Fráncfort d.M.
Kusch, M. (1989), Language as calculus vs. Language as universal medium. A
study in Husserl, Heidegger and Gadamer, Kluwer, Dordrecht.
Lacan, J. (1956), La psychanalyse 1, PUF, París.
Lacan, J. (1966), Écrits, Seuil, París.
Lacan, J. (1984), De la paranoia en sus relaciones con la personalidad, Siglo
XXI, México.
Latouche, S. (2004), La megamachine, La Découverte/MAUSS, París.
Levinas, E. (2003), «Friburgo, Husserl y la fenomenología»: Revista de Filosofía
(Universidad Iberoamericana) 107 (mayo-agosto), pp. 7-15.
Le Brun, J. (2002), Le pur amour de Platon à Lacan, Seuil, París.
Leyte, A. (2005), Heidegger, Alianza, Madrid.
Light, S. (ed.) (1987), Shuzo Kuki and Jean Paul Sartre, Influence and Counter-
Influence in the Early History of Existential Phenomenology, Southern Illi-
nois University Press.
Lilla, M. (2001), The Reckless Mind: Intellectuals in Politics, The New York
Review of Books, New York.
López, H. (2004), Lacan, lector de Heidegger, Letra Viva, Buenos Aires.
Lotz, J.-B. (1977), «Im Gespräch», en Erinnerung an Martin Heidegger, pp. 154-161.
Löwith, K. (1986), Mein Leben in Deutschland vor und nach 1933. Ein Bericht,
Metzler, Stuttgart.

235
los demonios de heidegger

Lütkehaus, L. (1999), H. Arendt-M. Heidegger. Eine Liebe in Deutschland, Basi-


lisken Presse, Marburg/Lahn.
Marion, J.-L. (2006), «De l’apparent à l’inapparent»: Magazine Littéraire (Hors
série 9) (marzo-abril).
Martin, B. (ed.) (1989), Martin Heidegger und das ‘Dritte Reich’, WBG, Darmstadt.
Martin, B. (2006), «Heidegger zwischen Marburg und Freiburg», en Die Phi-
lipps-Universität Marburg. Zwischen Kaiserreich und Nationalsozialismus,
Kassel, pp. 109-122.
Martínez Marzoa, F. (1999), Heidegger y su tiempo, Akal, Madrid.
Mörchen, H. (2006), «Heidegger und die Marburger Theologie», en Denken,
Glauben, Dichten, Deuten, Octopus, Münster.
Müller, M. (1988), «Martin Heidegger. Ein Philosoph und die Politik», en Ant-
wort. Martin Heidegger im Gespräch, pp. 190-220.
Müller, M. (1994), Auseinandersetzung als Versöhnung: ein Gespräch über ein
Leben mit der Philosophie = Polemos kai eirene, ed. W. Vossenkuhl, Aka-
demie-Verlag, Berlín.
Nancy, J.-L. y Lacoue-Labarthe, Ph. (1973), Le titre de la lettre, Galilée, París.
Nebel, G. (2003), «Alles Gefühl ist leiblich»: Ein Stück Autobiographie, ed.
N. Riedel, Deutsche Schillergesellschaft, Marbach.
Neske, G. (ed.) (1977), Erinnerung an Martin Heidegger, Neske, Pfullingen.
Neske, G. (ed.) (1988), Antwort. Martin Heidegger im Gespräch, Neske, Tubinga.
Nicolaysen, R. (1997), Siegfried Landshut. Die Wiederentdeckung der Politik,
Jüdischer Verlag, Fráncfort d.M.
Nishida, K. y Ohashi, R. (1990), Die Philosophie der Kyoto-Schule, Alber, Fri-
burgo d.B./Múnich.
Ochwadt, C. (ed.) (1981), Das Maß des Verborgenen. Heinrich Ochsner 1891-
1970 zum Gedächtnis, Charis-Verlag, Hannover.
Ohl, M. (1969), Egon Vietta – seine Denk- und Erfahrungswelt als ontologische
Vorstellung vom Theather im 20. Jahrhundert. Eine Bearbeitung des Nach­
lasses, Viena.
Ott, H. (1984), «Der junge Martin Heidegger: Gymnasial-Konviktszeit und Stu-
dium»: Freiburger Diözesan-Archiv 104.
Ott, H. (1986), «Der Habilitand Martin Heidegger und das von Schaezler’sche
Stipendium»: Freiburger Diözesan-Archiv 106.
Ott, H. (1988), Martin Heidegger: Unterwegs zu seiner Biographie, Campus,
Fráncfort d.M.
Ott, H. (1992), Martin Heidegger. En camino hacia su biografía, trad. H. Cor-
tés, Alianza, Madrid.
Ott, H. (1993), «Engelbert Krebs und Martin Heidegger 1915»: Freiburger
Diözesan-Archiv 113, pp. 239-248.
Paz, O. (1978), Corriente alterna, Siglo XXI, México.
Petzet, H. W. (1983), Auf einen Stern zugehen. Begegnungen und Gespräche mit
Martin Heidegger 1929-1976, Societäts-Verlag, Fráncfort d.M.
Petzet, H. W. (2007), Encuentros y diálogos con Martin Heidegger 1929-1976,
trad. Lorenzo Langbehn, Katz, Buenos Aires.

236
BIBLIOGRA F ÍA

Picht, G. (1977), «Die Macht des Denkens», en Erinnerung an Martin Heideg-


ger, pp. 197-205.
Picht, G. (1988), Nietzsche, Klett-Cotta, Stuttgart.
Porombka, S. (2006), Die Moderne erzählen. Ein Werkstattgespräch mit Silvio
Vietta, Hildesheim.
Pöggeler, O. (1985), «Den Führer führen? Heidegger und kein Ende»: Philoso-
phische Rundschau 32.
Pöggeler, O. (1990), Der Denkweg Martin Heideggers, Neske, Pfullingen.
Pöggeler, O. (1993), El camino del pensar de Martin Heidegger, Alianza, Madrid.
Pöggeler, O. (2002), Friedrich Nietzsche und Martin Heidegger, Bouvier, Bonn.
Pöggeler, O. (ed.) (1989), Zur philosophischen Aktualität Heideggers, vol. 2,
Klostermann, Fráncfort d.M.
Pöggeler, O. (ed.) (1994), Heidegger. Perspektiven zur Deutung seines Werkes,
Weinheim, Beltz.
President Cancer Panel (2010), Reducing environmental cancer risk.
Proust, M. (2005), Contra Sainte-Beuve, ed. y prólogo de Antonio Marí y Ma-
nel Plá, trad. Javier Albiñana, Tusquets, Barcelona.
Putscher, M. (1955), Raphaels sixtinische Madonna, Hopfer, Tubinga.
Quesada, J. (2008), Heidegger de camino al holocausto, Biblioteca Nueva, Ma-
drid.
Richardson, W.-J. (1963), From Phenomenology to Thought, Nijhoff, La Haya.
Richardson, W.-J. (2005): «On Heidegger to Lacan»: Aqueronta 22 (diciembre),
www.aqueronta.org.
Riffard, P. (2004), Les Philosophes: vie intime, Presses Universitaires de France,
París.
Ritter, G. (1984), Ein politischer Historiker in seinen Briefen, Harald Boldt-
Verlag, Boppard.
Roudinesco, E. (1991), «Vibrant hommage de Jacques Lacan à Martin Heideg-
ger», en Lacan avec les philosophes, Albin Michel, París.
Roudinesco, E. (1993), Lacan, Fayard, París.
Rutschky, K. (1997), Schwarze Pädagogik: Quellen der Naturgeschichte der bür-
gerlichen Erziehung, Ullstein, Fráncfort d.M.
Safranski, R. (1994), Ein Meister aus Deutschland. Heidegger und seine Zeit,
Hanser, Múnich.
Safranski, R. (1997), Un maestro de Alemania. Heidegger y su tiempo, trad.
R. Gabás, Tusquets, Barcelona.
Scharfstein, B.-A. (1984), Los filósofos y sus vidas, Cátedra, Madrid.
Schirmacher, W. (1983), Technik und Gelassenheit, Alber, Friburgo d.B.
Schirowski, P. (1987), Naître coupable, naître victime, Seuil, París.
Schneeberger, G. (1962), Nachlese zu Heidegger: Dokumente zu seinem Leben
und Denken, Berna.
Simonelli, T. (2000), Lacan. La théorie. Essai de critique intérieure, CERF, París.
Sloterdijk, P. (2006), «La politique de Heidegger»: Magazine Littéraire (Hors
série 9) (marzo-abril).
Steiner, G. (1978), Heidegger, Harvester Press, Sussex.

237
los demonios de heidegger

Strauss, E.-W. (1958-1959), «Viktor Freiherrn von Gebsattel zum 75. ��������
Geburts-
tag», en Jahrbuch für Psychologie und Psychotherapie, vol. 6, Alber, Fribur-
go d.B./Múnich.
Strauss, L. (1989), The Rebirth of Classical Political Rationalism (ensayos y cur-
sos de Leo Strauss), selecc. e introd. de Th. L. Pangle, Chicago.
Stroomann, G. (1960), Aus meinem roten Notizbuch, Societäts-Verlag, Fráncfort
d.M.
Tamayo, L. (1989), La temporalidad del psicoanálisis, Universidad de Guada-
lajara, México.
Tamayo, L. (2001), Del síntoma al acto. Reflexiones sobre los fundamentos del
psicoanálisis, UAQ/CIDHEM, México.
Tamayo, L. (2001), «El colapso de Heidegger, 1945-1946»: Me cayó el veinte 3,
Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, México.
Tamayo, L. (2006), «Detener la guerra, no justificarla»: Nómadas 13, Revista
crítica de Ciencias sociales y jurídicas, Universidad Complutense de Madrid.
Tamayo, L. (2010), La locura ecocida, Fontamara, México.
Tanabe, H. (1924), «El nuevo giro en la fenomenología. La fenomenología de la
vida de Heidegger»: Shiso (octubre) (en japonés). En alemán en Japan und
Heidegger, pp. 89-108.
Tanabe, H. (1959), «Todesdialektik», en Martin Heidegger zum siebzigsten Ge-
burtstag. Festschrift, Neske, Pfullingen.
Towarnicki, F. de (1993), À la rencontre de Heidegger: souvenirs d’un messager
de la Fôret-Noire, Gallimard, París.
Towarnicki, F. de (1999), Martin Heidegger. Souvenirs et Chroniques, Payot et
Rivages, París.
Tsujimura, K. (1969), «Martin Heideggers Denken und die japanische Philoso-
phie», en Martin Heidegger. 26 September 1969, ed. de la ciudad de Meßkirch.
Vietta, E. (1950), Die Seinsfrage bei Martin Heidegger, Suttgart.
Vietta, E. (1955), Katastrophe oder Wende des deutschen Theaters, Droste, Düs-
����
seldorf.
Vietta, S. (1977), «Dialog mit den Dingen», en Erinnerung an Martin Heidegger,
pp. 233-237.
Vietta, S. (1989), Heideggers Kritik am Nationalsozialismus und an der Technik,
Max Niemeyer, Tubinga.
Vietta, S. (2007), «Egon Vietta und Gottfried Benn – Kritischer Dialog in schwie-
rigen Zeiten», en Matías Martínez (ed.), Gottfried Benn – Wechselspiele zwi-
schen Biographie und Werk, Wallstein, Gotinga.
Vogt, N. (1990), «Analyse als Weg vom Ich zum Subjekt. Gedanken zu Jacques
Lacan»: Daseinsanalyse 7 (Zúrich), pp. 174-185.
Volpi, F. (1984), Heidegger e Aristotele, Daphne, Padua.
Volpi, F. (2004), «Brentanos Interpretation der aristotelischen Seinslehre und ihr
Einfluß auf Heidegger», en A. Denker y H. Zaborowski (eds.), Heidegger Jahr-
buch 1. Heidegger und die Anfänge seines Denkes, Alber, Friburgo d.B./Múnich.
Volpi, F. y Gnoli, A. (2006), L’ultimo sciamano. Conversazioni su Heidegger,
Bompiani, Milán.

238
BIBLIOGRA F ÍA

Wagner de Reyna, A. (1939), La ontología fundamental de Heidegger. Su motivo


y significación, Losada, Buenos Aires.
Weischedel, W. (1990), Los filósofos entre bambalinas, FCE, México.
Welte, B. (1981), «Der stille große Partner. Erinnerungen an Heinrich Ochsner»,
en Das Maß des Verborgenen, pp. 209-219.
Wiese, B. von (1982), Ich erzähle mein Leben. Erinnerungen, Insel, Fráncfort d.M.
Wolzogen, Ch. Von. (2004), «Gottes Geheimnisse verkosten, bevor sie geschaut
werden. Martin Heidegger und der Theologe Engelbert Krebs», en Heideg-
ger Jahrbuch 1 (HJ-1), pp. 201-213.
Wulf, J. (1989), Kultur im dritten Reich, vol. 1: Presse und Funk, Ullstein, Fránc-
fort/Berlín.
Xolocotzi, Á. (2002), Der Umgang als Zugang. Der hermenutisch-phänomenolo-
gische «Zugang» zum faktischen Leben in den frühen «Freiburger Vorlesun-
gen» Martin Heideggers, Duncker und Humblot, Berlín.
Xolocotzi, Á. (2003), «En torno a Heidegger. Diálogo con Friedrich-Wilhelm
von Herrmann»: Revista de Filosofía (Universidad Iberoamericana) 108
(septiembre-diciembre), pp. 35-44.
Xolocotzi, Á. (2004), Fenomenología de la vida fáctica. Heidegger y su camino
a Ser y tiempo, Plaza y Valdés, México.
Xolocotzi, Á. (2005), «Esencia, fundamento y Ereignis. En torno a la unidad del
camino del pensar de Martin Heidegger»: Éndoxa: Series filosóficas (Ma-
drid) 20, pp. 733-744.
Xolocotzi, Á. (2007), Subjetividad radical y comprensión afectiva. El rompimien-
to de la representación en Rickert, Dilthey, Husserl y Heidegger, Plaza y
Valdés, México.
Xolocotzi, Á. (2008a), «La síntesis fenomeno-lógica. Aspectos metódicos de la
apropiación heideggeriana de la fenomenología de Husserl»: Gregorianum
(Roma) 89/2, pp. 332-346.
Xolocotzi, Á. (2008b), «Las estancias del habitar. La esencia de la técnica y el
carácter ontohistórico del pensar meditativo», en F. Duque (ed.), Heidegger.
Sendas que vienen, vol. 2, Ediciones Pensamiento-UAM, Madrid, pp. 99-128.
Xolocotzi, Á. (2009a), Fenomenología viva, BUAP, Puebla.
Xolocotzi, Á. (2009b), Facetas heideggerianas, Los Libros de Homero, México.
Xolocotzi, Á. (2011a), Una crónica de Ser y tiempo de Martin Heidegger, Ítaca-
BUAP, Puebla.
Xolocotzi, Á. (2011b), Fundamento y abismo. Aproximaciones al Heidegger tardío,
Porrúa-BUAP, México.
Xolocotzi, Á. (en prensa), Heidegger y el nacionalsocialismo. Una crónica (1926-
1936), Plaza y Valdés-BUAP, Madrid.
Young-Bruehl, E. (1982), Hannah Arendt: For Love of the World, Yale Univer-
sity Press, New Haven.
Zaborowski, H. (2010), «Eine Frage von Irre und Schuld?» Martin Heidegger
und der Nationalsozialismus, Fischer, Fráncfort d.M.
Zimmerman, H. D. (2005), Martin und Fritz Heidegger. Philosophie und Fast-
nacht, Beck, Múnich.
Zimmerman, H. D. (2007), Martin y Fritz Heidegger, Herder, Barcelona.

239

También podría gustarte