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¿En clases no?

|| Borrador 2016 by JamWalker


Category: Romance
Genre: amor, comedia, comediaromantica, drama, profesor,
profesoryalumna, romance, románticas, universidad
Language: Español
Status: Completed
Published: 2017-05-08
Updated: 2022-04-12
Packaged: 2022-04-17 09:08:18
Chapters: 50
Words: 138,113
Publisher: www.wattpad.com
Summary: Tras su ruptura amorosa, Rachel Lombardo se verá
involucrada en rumores que la llevarán a conocer a Mark Harvet, un
hombre inteligente y encantador. ¿El único problema? Es su
profesor. Pero la atracción entre ellos se propagará como el fuego e
iniciarán una relación donde sus sentimientos deberán mantenerse
en privado, porque... En Clases No. Sinopsis referente a reseña de
"L de Lectora" NOTA: Este es un borrador de la historia, por lo que
es probable que te encuentres con uno u otro error. COMEDIA
ROMÁNTICA + DRAMA ************** Ranking #84 En ROMANCE
10/06/2017 Ranking #69 En ROMANCE 22/06/2017 Ranking #8 en
ROMANCE 01/06/2018 🚫 Obra registrada - Todos los derechos
reservados. 🚫NO se aceptan copias, NI adaptaciones.
Language: Español
Read Count: 14,305,484
IMPORTANTE
Hola. Antes que nada, me encantaría saber ¿Cómo es que
llegaron aquí/ a esta historia?

Historia de humor romance y drama.


Publicada el 07 de Mayo del 2017.

Les recuerdo que esto es un borrador de la historia.

Aclaración: Esta es una relación vainilla entre profesor y alumna.


¿Hay escenas +18? Sí, las hay.
Pero no es libro/relato erótico. Tengan en cuenta eso a lo largo de la
lectura, por favor💙.

IMPORTANTE: Además, aclarar que, aunque en los capítulos se


den ciertas situaciones de manera rápida, el tiempo dentro de la
historia no es el mismo, es decir, que pasen dos capítulos no
significa que pasen dos días (algo obvio lo sé, pero parece que hay
personas que no lo entienden😊) por lo que es conveniente que no
ignoren palabras como " después de semanas" "durante días"
etc... Por lo explicado anteriormente, sí, se podría considerar un
"instalove" pese a que, insisto, dentro del tiempo de la historia las
situaciones no son "instantáneas"
Si este tipo de historia no es de tu agrado, desde ya, te
aconsejo dejarla, seguro que hay muchas historias en la plataforma
que se adapten a ti y a tus ideas (estas son LAS MÍAS) y evita
dejar quejas o críticas de lo que ya se habló en este apartado y
decidiste ignorar.

Nota: Nada de esto hubiese sido igual sin la ayuda de


AnothxrDrxamxr que con su paciencia, entrega y talento me ayudó a
crear las portadas de mis historias. ¡Las amo! Son tal como las
imaginé. Estoy totalmente agradecida y encantada.
Derechos de autor ©

Derechos de autor © 2020 Jam Walker.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede


ser utilizada, reproducida, ni distribuida en cualquier formato
impreso u electrónico, sin autorización, excepto que se trate de citas
breves incluidas en reseñas, criticas o recomendaciones.

Esta es una novela de ficción, nombres, personajes, localidades y


situaciones son producto de la imaginación del autor o son usados
de forma ficticia, cualquier parecido con personas, situaciones o
eventos reales es pura coincidencia.

Nota: Aclaro esto porque he estado teniendo algunos


inconvenientes con el plagio de esta historia, donde no solo han
copiado algún que otro párrafo si no que también han hecho
adaptaciones sin mi autorización. Afortunadamente ya esto está
solucionado y por favor, si han visto alguna copia/adaptación de mis
historias no duden en avisarme.

Siempre agradecida por su apoyo y cariño, queridos extraños♥.

————————————————————
TRAILER
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora
para visualizarlo.]

LINK: https://youtu.be/GsVrlyBHfcU

ADVERTENCIA ⚠: Cuidado con los spoilers de los comentarios.

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Grupo de facebook: Lectores de Jam Walker💕🐹
BOOKTRAILER - NUEVA VERSIÓN
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora
para visualizarlo.]

Hola queridos extraños💙.


Pasaba por aquí para compartir con ustedes este maravilloso trailer
que han hecho un grupo de lectoras (@enclasesnowattpad), el cual
subí a mi canal de YouTube.
Lo amo, gracias por su paciencia y esfuerzo.
También quería agradecerles a todos ustedes por el apoyo, cariño
que siempre le dan a mis historias.
No puedo creer que estamos a punto de llegar a los 8 Millones de
lecturas.
Muchas gracias por tanto, me llena de emoción pensar cuánto ha
pasado desde que decidí publicar mi primera historia.
Amo cada comentario, detalle que me hacen, amo que sean ustedes
mis compañeros de viaje en esta aventura en la que "solo publicaría
mis emociones y pensamientos" y se convirtieron en tres libros
(próximamente en 4 libros 📖💙)
Gracias por encontrarme,

Los quiere,
Jam Walker.

Redes sociales:
Instagram, Twitter y TikTok: @jamwalkerxoxo 💙
1. Su rostro

Rachel Lombardo:

Sus manos recorren cada curva de mi piel. Me besa y por un


instante me abandono en él, en su boca que con vehemencia
reclama la mía. Poco a poco, el inocente beso que empezó como un
gesto simple de despedida, antes de bajarme del coche e ir a mi
clase, se vuelve más profundo e íntimo.

—Jack, debo irme, es tarde —hablo nerviosa al sentirlo perder el


control, él acaricia uno de mis muslos, lo aprieta con fuerza,
mientras jadea en mi boca. Por Dios... Estamos en el
estacionamiento de la universidad—. Jack, para. Alguien puede
vernos.

—No asistas. Vamos a mi casa —pide.

Es el primer día de clases, no puedo faltar —termino por colocar mi


mano en su pecho, alejándolo.

—Rach, maldita sea —gruñe.

En su tono de voz noto que está tan molesto como excitado, lo veo
reacomodarse en su asiento, llevarse las manos al cabello y halar
de este, respira un par de veces antes de fijar su mirada llena de
frustración en mí.

¿De verdad no te importa cursar esa materia sin mí?, qué


egoísta eres —rebosando todo límite de cinismo e hipocresía, trae
de vuelta el tema por el que hemos discutido las últimas semanas.
—¿Egoísta? Jackson, no es mi culpa que desaparecieras el día de
las inscripciones y olvidaras matricularte en el curso principal.
Tampoco es mi culpa que ahora tengas que ver un curso intensivo
asignado por la universidad.

—Se trata de eso, ¿no? —con un tono más severo que el anterior,
expresa su enojo—, tu venganza porque me fui un día —hace
énfasis en las dos últimas palabras—, fuera de la ciudad, porque
necesitaba estar solo, descansar de las jodidas exigencias de mi
padre y la estúpida universidad.

—¿Venganza? ¿Pero de qué me estás hablando? ¡Entendí tus


razones! —Le recuerdo—. Ahora tú entiende las mías del por qué
no puedo anular mi cupo para ir a un curso intensivo contigo.
Afectará mis demás materias, lo sabes.

—¿Y cómo se supone que pasaré cálculo integral si estamos en


cursos diferentes? —su reproche lleno de descaro hace que mi boca
se abra.

Lo comprendo; qué estúpida he sido. Su insistencia porque me


cambie al curso alternativo con él, no se trata de una petición
amorosa, mucho menos romántica, como lo hizo creer días atrás.
No me va a extrañar a mí, extrañará la facilidad con la que, como los
semestres anteriores, ha pasado sus materias sin tomar un solo
apunte.

—Estudiando —hablo molesta, Jackson junta sus cejas, mirándome


como si estuviese diciendo una locura.

—¿Qué dices, Rachel? Sabes que los entrenamientos con el equipo


de lacrosse ni siquiera me dan tiempo de estudiar.

—De acuerdo, Jackson —mi respuesta le toma por sorpresa—,


anularé el cupo que logré conseguir después de una lucha de dos
horas con la ineficiente página de la universidad —hago una pausa,
tomando el aire necesario que me ayude a continuar hablando de
forma pacífica, me inscribiré en el curso intensivo que no me
permitirá ver las materias completas y nos atrasaremos un
semestre. ¿Eso es lo que quieres oír? ¿Es lo que me estás
pidiendo?

—Yo lo haría por ti —contesta con un bufido.

—¡Yo no te pediría que lo hicieras!, de hecho, no lo permitiría —


respondo, esforzándome por controlar mis expresiones y no hacer
evidente la decepción que siento—. Debo irme a clases. Gracias por
traerme.

—Haz lo que se te de la gana, Rachel —diciendo eso, quita el


seguro de la puerta del coche.

Mi corazón se detiene en mi pecho por unos instantes.

¿Qué nos pasó? ¿En qué momento ese amor inocente e


incondicional que nos declaramos hace seis años se convirtió en
esto? En una relación decorada con rosas marchitas y actitudes
espinadas.

Jackson me observa con la expectativa rondando en sus intensos


ojos azules, lo conozco, sé lo que hay detrás de esa mirada. Él
espera que acceda a su petición, pero no puedo hacerlo, y aunque
titubeo unos segundos, decido salir del coche,

Marcharme... Sin ver atrás,

Sin imaginar que esta decisión cambiaría por completo el rumbo de


mi vida.
—No puede ser, no puede ser. Llegaré tarde a la primera clase —en
un acto desesperado presiono una y otra vez los botones del
elevador, mientras vuelvo a mirar el reloj en mi muñeca—. Siete y
cinco de la mañana, ¡Santa calamidad andante!

—Señorita, el elevador estará disponible en quince minutos —el


conserje de la facultad de matemáticas aparece para arrebatarme
las pocas esperanzas que me quedan; por más que presione mil
botones, el ascensor no llegará—. Debido a que su uso durante las
vacaciones fue mínimo, y hace unos minutos era una locura, las
autoridades decidieron ponerlo en revisión un momento —amable,
el señor explica—, yo les dije a los de mantenimiento, no todos
llegarán puntual a su clase, es la sexta persona a la que le tocará
subir las escaleras.

Avergonzada lo miro. "Sí, él tiene razón. ¿Rachel, no podías dejar la


maravillosa discusión con Jackson para después?" Regaña la
vocecilla de mi cabeza, esa parte de mí que ama el sarcasmo, es
imprudente y sobre todo sincera. Hay momentos —como ahora—
que deseo desaparecerla.

Si sube las escaleras de prisa, es probable que no llegue tan tarde,


la mayoría de docentes dejan entrar a la clase diez minutos
después. ¿A qué piso va? ¿A que cátedra? —vuelve a hablar el
conserje.

—Al sexto piso, a la clase del Señor —hago una breve pausa
buscando en mi móvil el nombre del profesor—, Harvet.

—Uy —dice, observándome compasivo.

—¿Qué sucede?

—Hubiese empezado por ahí. Olvide lo que dije, no se esfuerce en


vano —estoy segura que es mi expresión de horror que lo obliga a
continuar—, el profesor Harvet no deja pasar a nadie a su clase
después de las siete.
—Ay no —vuelvo a observar la hora que esta vez tiene un minuto
más—, debo intentarlo por lo menos.

—¿Sabe volar? —pregunta con tal calma y buen humor que


empiezo a desesperarme.

—¿No..?

—Entonces corra, ¡ya, ya!

E inmediatamente, como si de una orden se tratara, hago lo que me


dice, me echo a correr, tan deprisa que me impresiona la rapidez
con la que llego a mitad del cuarto piso, donde mi cuerpo me pide a
gritos un descanso. Me falta el aire, me sobran las ganas de
regresar a casa y dormir las horas que no pude hacerlo esta
mañana.

—Tu puedes, Rachel —me animo, arrastrando los pies, escalón por
escalón. En el leve descanso que tomo aprovecho para ver de
nuevo la hora. Siete y ocho de la mañana—, puedo lograrlo, puedo
hacerlo.

Dando un último respiro y atando mi cabello en una coleta, continúo


el camino hasta llegar al ultimo piso de la facultad, me toma varios
respiros profundos y pasos más hasta llegar al curso que indica el
documento en mi móvil.

—¿Alguien desea pasar a resolver el ejercicio?

Habla un hombre de traje impecable que se encuentra de pie


encorvando su espalda contra la pizarra, me sorprendo al ver lo
joven que es o al menos eso muestra su perfil, ¿Es un remplazo o
quizá un alumno jugando al profesor? No. Rápidamente descarto
aquella idea, su mirada recorre el salón de clases y a los
estudiantes que se miran unos a otros sin tener idea de qué hacer.
Observo los ejercicios y siento desmayar, jamás he sido buena con
las materias de números.
¡Carajo! Apenas han pasado nueve minutos exactos de la clase y él
ya ha aterrorizado a mis compañeros. Ladeo la cabeza, obteniendo
una mejor visión de su rostro que, aunque luce armonioso, es su
mirada entornada la que le da un aspecto completamente adusto.
"Ay, no. El conserje tenía razón. Este hombre no me dejará entrar"
De repente los nervios me invaden y se me acaba de un tirón la
valentía con la que subí las escaleras. "¿Y si mejor me voy?" "No
no, debo intentarlo" "Por favor que me deje entrar, por favor..."

—¿Puedo ayudarle en algo, señorita? —Pregunta y mis plegarias


se ven interrumpidas al ver el par de ojos tan verdes como la
esmeralda que me observan.

—Es... Esta —balbuceo, rápidamente aclaro mi garganta


recobrando la cordura—. ¿La clase del señor Harvet?

Un pequeño mechón castaño se desliza a un costado de su frente,


desordenando ligeramente el perfecto estilo tupé de su peinado,
distrayéndome por completo me pregunto si el cabello del hombre
frente a mí es tan suave como parece.

—Lo es —dice.

—¿Qué?

Mierda. ¿Lee la mente?

Reacciono con celeridad recordando el verdadero sentido de su


respuesta.

Soy alumna de esta clase —explico, él me mira inexpresivo, sin


embargo, deposita toda su atención en mí, tanto que empiezo a
sentir los latidos de mi corazón en los oídos, creo que me voy a
desmayar. Mis nervios se disparan y a causa de estos, como
siempre pasa, empiezo a hablar de prisa—. El ascensor no
funcionaba, pero tampoco voy a mentir porque si llegué cinco
minutos tarde, por eso tuve que subir las escaleras corriendo y me
tomó tres minutos llegar hasta aquí, aunque probablemente si no
hubiese descansado habría sido menos tiempo y...

—Respire —pide, y por fortuna logra hacer que me calle—. ¿Subió


en tres minutos todas esas escaleras?

—Sí.

—Vaya... Después de todo, sus compañeras no la conocen muy


bien —creo que lo escucho comentar, no estoy segura.

—¿Perdone?

—Eh. Le decía que no hay excusa para llegar tarde, sin embargo...

—¿Puedo pasar?

—Puede, pero que sea la primera y última vez que llega tarde a mí
clase.

Su rostro es ilegible, por lo que antes de que pueda arrepentirse,


entro al aula. La sensación de que todos me observan me provoca
incomodidad. ¡No puede ser! Detengo el paso, soltando un suspiro
agotador al ver a mis antiguas y por lo visto aún compañeras de
clases; Monique y Crisna.

—¿Sucede algo señorita...?

Al escuchar el tono casual con el que habla el señor Harvet detrás


de mí, volteo a verlo. Dios. Me sigue impresionando lo joven que es.

—Lombardo —respondo—. No pasa nada, disculpe.

Aquellas mujeres son una pesadilla, ambas se miran y sueltan


carcajadas exhibiendo sin reparos sus intenciones de confirmar lo
descomunal que será la clase. "Así que no logró convencerla" Las
escucho murmurar, y haciendo un esfuerzo las ignoro, tomo asiento,
empezando a copiar los ejercicios de la pizarra.
—Como decía, deberían saberlo perfectamente, por algo han
pasado el curso y están aquí. Ése trabajo se puede resolver en
cinco minutos, para el que sabe.

—¿Y para los que no sabemos? —hablo sarcástica. Me toma un


milisegundo darme cuenta que no solo lo pensé. ¡Lo dije en voz alta!

—El que no sabe, probablemente, señorita Lombardo. Le tomará


más que unas horas, o tal vez todo lo que queda del año.

La respuesta señor Harvet hace que Monique y Crisna estallen a


carcajadas. ¿No son las mismas que al pedir que resuelvan los
ejercicios en la pizarra estaban aterrorizadas? ¡Genial!
Ignorándolas por completo, el profesor continua con la clase y mal
humorada, hago lo mismo.

—Es tan jodidamente sexy, míralo... Necesito clases particulares —


murmura Crisna observando al señor Harvet quién se encuentra
escribiendo en la pizarra.

—Es guapísimo, han hecho una gran inversión al contratarlo —


replica Monique.

—Quiero que usen ésa fórmula y me entreguen una hoja —anuncia


el profesor mientras señala a la pizarra, donde hay tantos escritos
que me confunden aún más.

Con aires de malicia él esboza una sonrisa al escuchar a mis


compañeros abuchear. Aquel gesto lo hace lucir más joven, más
alegre. Mi mente empieza a darle la razón a Monique, la apariencia
física del señor Harvet es alucinante, una tez inmaculadamente
blanca que hace juego con su cabello y ojos claros e
indiscutiblemente es aficionado al ejercicio y... ¡Basta Rachel! ¿Qué
haces? Dejo de analizarlo y me concentro en lo realmente
necesario, ¡La clase!

—¿Solo le entregamos la hoja? —Interrumpo al profesor,


preguntando. Por culpa de las riendas sueltas que le di a mis
pensamientos no logré escuchar todas las indicaciones de la tarea.

—¿Algo más que desee entregar, señorita? —Insinúa lo que hace


que mis compañeros suelten carcajadas incontrolables, miro al
señor Harvet incomoda por su comentario y él me brinda una
sonrisa pesarosa, claramente arrepentido.

—¡Ya, silencio! —Ordena mientras juguetea con el marcador—, La


hoja con la respuesta de los ejercicios que están escritos en la
pizarra, alumna Lombardo.

Responde evitando mirarme, en su rostro ya no hay rastro de


comodidad, la manera en la que tensa su mandíbula lo expresa. «Sí
señor Harvet, este no es el lugar para hacer comentarios que
contengan dobles sentidos, porque mis compañeros universitarios
que en realidad parecen de Kinder no dudarán en celebrarlo a lo
alto» Reprocha sarcástica la voz en mi cabeza.

La incomodidad del profesor y la mía rodea el ambiente por lo que


resta de la clase y el silencio le acompaña. Todos nos dedicamos a
realizar los ejercicios indicados, y al terminarlos, me siento aliviada
de poder marcharme a casa. Animada por aquel pensamiento me
levanto, caminando hacia el escritorio del profesor para entregarle la
tarea.

—Gracias —digo al ver que él toma la hoja en sus manos.

—¿Gracias? —Me mira desde su asiento, parece ofendido.

—Por la clase —aclaro extrañada.

Entiendo que la situación ha provocado que mis palabras sean mal


interpretadas, ¿He sonado irónica al expresar mi gratitud por la
clase?

—¿De nada? —Añade confuso.


—Bien —aclaro mi garganta, indicándole de manera torpe que
regresaría a mi asiento, me urge recoger mis pertenencias y huir de
la incómoda situación.

—¿Le importaría esperar? Tengo que hablar con usted.

—¿Hablar sobre qué?

—¿Puede esperar? —Dice exasperado.

No.

—Está bien.

Malhumorada regreso a mi asiento, sin duda no ha sido la mejor


semana. «Y apenas estamos lunes, querida» Recalca mi
subconsciente siempre sarcástica, aunque tiene razón, la semana
apenas empieza, es evidente que la discusión con Jackson afectó
mi estado de ánimo.

—El profesor es mío, yo me lo quedaré. ¡Qué te quede claro! —


Monique me aleja de mis pensamientos, Se pone de pie ¿Enojada?,
entrega su hoja y se marcha añadiendo— Es broma, hermosa,
besitos.

Sin dar paso a replica, ella se marcha. ¿Pero qué le sucede?


¿Bromeaba? A juzgar por su tono más bien parecía una amenaza.
Dios... Es que jamás he comprendido la manera en la que actúan
Monique y su amiga, y ahora mismo no estoy de ánimos para
entenderlas, ¿Cómo puede formar una guerra por alguien a quien
recién conoce? Y que claramente no está interesado en ser
agasajado.
***

—¿Me ha escuchado, señorita Lombardo?

La autoridad y firmeza de aquella voz altera mis terminaciones


nerviosas, logrando alejarme del trance en el que me encuentro,
observo el aula de clases que ahora está completamente vacía y ver
al señor Harvet serio, mirándome con fijeza a unos centímetros de
mí, es... Intimidante. ¿Por qué estoy temblando?

Relájate Rachel. Con una falsa seguridad decido levantarme, mi


estatura pequeña frente a su aproximado metro noventa no ayuda a
que la confianza que planeaba en la situación dure mucho.

—Eh... Debo irme, tenga un buen día —hablo rápidamente.

Me apresuro a salir, extrañado el señor Harvet me sigue con su


mirada, he de parecer una completa rara. "Lo eres, campeona, lo
eres" Se burla la voz en mi cabeza.

—Señorita Lombardo, mi comentario ha estado fuera de lugar, no


imaginé que se mal interpretara a tal punto, aunque veo que no
aceptará mis disculpas, he considerado necesario dárselas.

¿A qué se refiere?

—¿De qué me habla, señor Harvet? ¿Qué disculpas?

—Las que le he pedido hace un momento, es por eso que le he


dicho que esperara.

De pronto el mal humor con el que he lidiado toda la mañana


desaparece, su aspecto avergonzado deja en evidencia lo sincero
que está siendo.

—Disculpas aceptadas —respondo en un tono cálido y firme, que


me sorprende tanto como al señor Harvet, quien deja escapar de
sus labios una sonrisa genuina y... Mierda, mierda. ¿Por qué estoy
mirándole la boca? Con rapidez, centro mis ojos en los suyos. ¡Mala
idea! El profesor me observa atento logrando que los nervios ganen
una nueva batalla a la cordura—. Yo, eh. Debo tarde. No, quiero
decir; Debo irme, se me hace tarde.

—Bien, tenga buen día.


—Igualmente, adiós.

Salgo apresurada de mi salón de clases, soltando el aire que sin


darme cuenta estaba reteniendo, mi molesto móvil suena y es un
mensaje de Amy, mi mejor amiga.

Mejor Amiga:
*¿Qué más desea entregar, señorita Lombardo?
Dime que le respondiste; ¡Todo lo que usted quiera, Mr. Harvet! *

El recuerdo del profesor Harvet viene a mi cabeza, ¿Cómo es


posible que Amy se haya enterado? Ella tiene clases la facultad
siguiente, muy lejos de mi curso. Empiezo a escribir una respuesta a
su mensaje.

—¡Hey, pequeña! —Las manos de Jackson me abrazan por detrás.

Inmediatamente guardo el móvil, girando sobre mis pies para


encontrarme con los ojos de mi novio.

—Jack, ¿Qué haces aquí?

—Ah, Rachel. Por lo menos finge que te alegras de verme —


resopla, disparando nuevamente mi mal humor. Realmente empiezo
a odiar su actitud, él jamás ha actuado de tal manera—. Amor, lo
siento... Es solo que te extrañé. Nunca hemos estado en cursos
diferentes, es difícil para mí.

—También te extrañé —suspiro, accediendo a dejar la tensión entre


nosotros.

—Lo sé, y por eso tengo buenas noticias —comenta enérgico—,


Existe la posibilidad de estar juntos en el mismo curso. Y ya sé lo
que puedas estar pensando pero no... Prometo estudiar, me basta tu
compañía.

—¿En serio? —entusiasmada lo abrazo, es una gran oportunidad


para él, para ambos. Finalmente terminaremos con el tema de las
materias— Me alegra mucho... Pero, ¿Cómo es posible?

—Mi padre llamó al director y dijo que me darían cupo en tu curso.

—¡Qué buena noticia, Jack!

—Aún no es oficial, tengo que hablar con el profesor, es el único que


puede aceptar el cupo. ¿Qué tal es, crees que acepte?

—Esperemos que sí —replico no muy convencida.

—Por supuesto que será un sí. Y debemos celebrar, ¿no crees? —


me mira sonriente, estoy a punto de aceptar su propuesta, sin
embargo, una llamada entrante de mi móvil me interrumpe, miro la
pantalla comprobando el contacto. Es Amy—. Dame acá eso.

—No, espera —intento quitarle el teléfono, pero Jackson lo apaga y


guarda en su bolsillo—. Jack, puede ser algo importante, dámelo.

—Es Amy, es evidente que será por alguna payasada que llama, ya
sabes, es Amy —repite, recalcando sobre el humor constante de mi
mejor amiga—. Hablas con ella luego, ¿nos vamos ya?

Espera. Ese es Harvet, ¿no? Tengo que platicar con él —efusivo,


vuelve a hablar.

Giro hacia donde Jackson señala y efectivamente es el profesor


Harvet. Joder... ¿Por qué me siento tan nerviosa e incómoda?

Con sutileza el profesor camina en nuestra dirección, el traje negro


que lleva se adecúa a la expresión oscura de su rostro, sonríe con
aires de suficiencia al ver como las alumnas lo observan con
descaro y sin pudor. Finalmente nuestras miradas se cruzan, su
ceño se frunce al ver a mi lado.

Jackson.

—Hey, señor Harvet, soy Jackson Kozlov. ¿Puedo hablar con usted?
Con arrogancia, mi novio se dirige al profesor, está seguro que le
darán el cupo, aunque a mí me parece lo contrario, al verlo
detenerse frente a nosotros... Hay algo en su mirada adusta e
intensa. ¿Posibilidades de qué lo acepte en su clase? ¡Ninguna!

—Por supuesto —responde, acentuando la tensión en su rostro.


¿Qué estará pensando? ¡Oh, Dios! ¿No creerá que se trata de su
broma en clases o algo parecido?

—Jackson quiere pedirle un cupo para estar en su curso —aclaro.

—¿Es usted alumna de mi clase? Su rostro me suena.

¡Que mi rostro le suena! ¿En serio?

¿Tiene amnesia? Hace unos segundos me estaba pidiendo


disculpas. ¡Dory!

—Sí, señor —respondo fastidiada. No es necesario que se haga el


interesante.

—Ya veo. Sobre los cupos, lo siento. Por el momento no estoy


aceptando solicitudes.

—Por favor señor Harvet. La verdad es que somos novios y


queremos ir juntos a clases, usted entiende.

Observo a Jackson obviando mi mirada de desaprobación...


Seguramente al profesor es lo último que le importa escuchar. El
señor Harvet me mira expectante mientras sus cejas se juntan,
realmente parece estudiarme por primera vez.

—Señor Kozlov, Envíele un oficio a mi secretaria solicitando un


cupo, con sus razones académicas, sus motivos personales no me
interesan. Hasta luego.

Sin esperar respuesta se marcha, Jackson se ha quedado flipando


por la situación.
—Es un ogro —comenta Jackson malhumorado.

Rio, sí que lo es.


2. El número
Miro las pequeñas hojas de los árboles caer, el viento golpea con
suavidad mi rostro mientras disfruto la bonita vista del mirador de la
ciudad, Jack ha ido a comprar helados y por primera vez, desde que
salimos de la universidad, mi cuerpo se relaja. Quizá, acceder a salir
con él no fue una buena idea, la tensión entre nosotros parece
aumentar cada vez más. Es evidente que sigue de mal humor
porque el señor Harvet no aprobó su petición para que se una a la
clase.

Sentada sobre la delgada manta en el suelo, suspiro abrazando mis


rodillas.

—¿Te fue bien en tu primer día de clases con Harvet? —Pregunta


mi novio al regresar y sentarse a mi lado.

No me había percatado de su llegada. Con una sonrisa nostálgica lo


recibo, él me enseña los dos grandes vasos de helado de chocolate
que ha traído y agradeciéndole tomo uno.

—Es maravillosa esta vista —comento, haciéndole saber que


aprecio su invitación a mi lugar favorito de la ciudad, es tranquilo y
lleno de vida.

Jackson me mira sorprendido por mi repentino cambio de tema,


por un segundo pienso que va a protestar sin embargo no lo hace.
En su lugar, sus ojos dejan mi rostro y caen a mis pechos,
acostumbrada a su actitud cambiante lo miro sonreír entretanto
toma nuestros vasos de helado, dejándolos lejos del pequeño manto
en el que nos encontramos sentados.

—Preciosa —dice con ternura—, no tienes idea lo mucho que te


quiero.
Un brillo de determinación asoma sus ojos, me acerco a él
abrazándolo.
Finalmente el chico que conozco desde mis catorce años está de
vuelta, relajado y dulce, levanta lentamente su mano llevándola a mi
espalda.

—Y yo a ti, Jack.

Jackson sonríe complacido, busca mi boca y me besa con pasión.


«Mi hermosa Rach, te quiero, de verdad lo hago» Dice y la euforia
con la que habla enciende todo en mi. Sus manos me acarician los
hombros, la espalda, cintura y muslos, emito una pequeña protesta
ante lo irracional que estamos siendo.
«Jack, en cualquier momento puede llegar alguien» Le recuerdo y a
él parece no importarle. Su cuerpo pronto está encima del mío
aplastándome, se mueve entre mis piernas siguiendo el ritmo en la
que su boca devora mi cuello. Me quejo al sentir como las pequeñas
piedrillas debajo de la manta se clavan en mi espalda.

—No aquí —digo colocando mi mano en la de Jackson que vaga por


mis piernas.

— Rachel —se suelta de mi agarre, apretando sus caderas en las


mías lo que provoca que un chillido se escape de mi garganta, sentir
el frío y duro suelo en mi espalda no estaba siendo del todo
agradable, tratando de no pensar sigo el beso desesperado de
Jackson—. Me estoy cansando de ti.

Su sincera confesión me entristece de la misma manera que me


enoja.

—Podría llegar cualquier persona —Repito. Lamento rechazarlo,


aunque quisiera, soy incapaz de olvidar el lugar en el que nos
encontramos, además de la protesta de dolor que hace mi espalda.

Su bufido anula mi voz, no duda en vociferar lo aburrida que soy y


antes de reincorporarse maldice. Respiro, lenta y profundamente.
«No... Esto no está bien. No estamos bien» Termino por aceptarlo y
duele; Lo quiero, sé que él me quiere a mí, pero no podemos seguir
así, vamos a terminar lastimándonos y joder, el pensamiento, me
horroriza.
Decido guardar silencio mientras lo observo tomar nuestros helados
que están a casi derretirse.

—¿No te ha gustado? —Jack habla, más que una pregunta parece


una afirmación. Lo miro fastidiada por su tono—. ¿Qué? Ni siquiera
lo has probado, que molesta eres.

¿Pero de que va? Ni siquiera hemos tenido tiempo.

—¿Quieres parar, Jackson? —exhalo la decepción que resuena a


través de mi cuerpo por su comportamiento—. No sé qué te pasa,
pero basta.

Ni siquiera me gusta el chocolate, y en estos seis años de


relación él aún no lo recuerda, genial, sin embargo trato de ser
paciente.

—No me has contado cómo fue tu primer clase con Harvet —


menciona molesto—. ¡Ah! Ojalá despidiesen a ese imbécil engreído.

—Llegué tarde pero bien, me permitió entrar a la clase.

— ¿Bien? ¿Así que los comentarios fuera de lugar te parecen bien?

Pregunta en tono brusco.

— ¿De qué hablas? —Desconcertada lo miro, sus facciones lucen


tensas y la esquina de su boca se levanta arqueando una mueca, el
enojo de Jackson bulle por la superficie

— De ese, tu profesor queriendo ligar contigo. ¡Increíble que no me


lo hayas contado!

— No te he contado nada porque no ha pasado nada.

— Por supuesto.
De pronto, su reclamo me lleva a pensar que el comentario del
profesor no solo llegó a oídos de mi mejor amiga, también a él. Y su
tan desmerecedora confianza me ofende.

— ¿Algo que debería saber, Jackson?

— No, Rachel. ¿Algo que yo debería saber?

—¡No, porque no ha pasado nada! —respondo frustrada.


Finalmente él termina por arrebatarme la poca paciencia que me
queda.

— Ahora entiendo por qué no aceptó mi solicitud. Les arruino todo.

¿Nos arruina todo? ¡Santa Vaca! Sin poder evitarlo me rio, de mi


boca sale una sonrisa cansada.

— Jackson, ¿Es broma, no?

— ¿Me estoy riendo? —Pregunta, en un tono que parece estar lleno


de reproches, no está procurando esforzarse por mantener la calma.

Lo miro incrédula y sobre todo esperanzada por encontrar una pizca


de arrepentimiento en sus acciones o palabras. Nada.

—Regrésame el móvil, me voy a casa —de forma brusca hace lo


que le pido.

—Nuestra relación es esto, por tu culpa, Rachel —reprocha


Jackson.

—Paso de discutir. Me quiero ir de aquí —le informo poniéndome de


pie, él se queda sentado, mirando hacia al frente.
«Pues vete y si es con el imbécil ese que tienes como profesor
adelante, me da igual» Dice y es suficiente para mí.

Ahora todo me queda claro, está celoso del profesor Harvet.


Y este preciso instante no me importa lo que piense e indignada por
su falta de confianza decido marcharme.
La necesidad de estar sola me obliga a caminar varias cuadras
hasta llegar a casa y en mi habitación es donde la situación me
supera, lágrimas ruedan por mis mejillas. Lloro, por nuestros años
juntos, recordando al muchacho del que me enamoré y que ahora
parece no existir. Quiero aceptarlo de una vez, sin embargo, el
sonido de un mensaje de Jackson llega, dejando abierta una mínima
posibilidad de recuperar lo que éramos.

Amor:

"¿Rachel, eres el amor de mi vida, pero eres una niña mimada y yo


necesito una mujer"

"Perdón por no tener el valor de decirlo"

"No puedo seguir así, quiero tiempo para saber lo que quiero,
perdón"

Mis ojos se llenan de lágrimas sin derramar, lágrimas que intento


contener y que me nublan la vista. Ni siquiera puedo creer que
Jackson esté terminando con lo nuestro de esta forma y con
aquellas palabras, haciéndome sentir insuficiente para él.
Dolida, suelto el móvil y me siento en la cama, abrazando mis
rodillas, convenciéndome por varios minutos de que alejarnos es lo
mejor.

—Hola. ¿Hay alguien aquí? —el llamado de Amy desde el salón me


aleja de la miseria en la que me encuentro. Limpio mis lagrimas al
sentir sus pasos cerca de la habitación—. ¿Rach. Estás aquí? La
puerta de afuera estaba abierta, ¿puedo entrar?

—Sí Am, pasa —le digo e inmediatamente ella entra.

— Es un jodido zascandil —se acerca, dándome un abrazo—. Yo


creí que Jackson era un buen chico. Llevaban tantos años...
¿Cómo lo supo?

Callo, prefiero no decir nada al respecto, tampoco deseo


aumentar el evidente enojo de mi mejor amiga, soy consciente que
ahora está asesinando mentalmente a Jackson.

—¿En estos años no signifiqué nada para él? —sollozo, Amy me


abraza con fuerza. Su gesto me reconforta. Respiro profundamente,
tratando de calmarme—, ¿Cómo es que te enteraste? Ha sido
reciente.

No lo entiendo.

—¿Reciente? Rach, esas fotos están circulando desde las siete. De


verdad, no puedo creer que te haya terminado por esa chica que
apenas conoce. ¡Es un cabronazo!

¿Qué chica?, El oxígeno se ha ido de mi cuerpo.

No estoy segura de querer saber... La presión que siento en el


pecho aumenta y el dolor parece querer atravesarme el alma, me
invade una sensación de decepción.

— Oh, Dios... Rach, ¿Él no te ha dicho nada? ¿No viste los


mensajes que te envié?

—No, no pude, cuando salí de clases me encontré con Jackson y él


me quitó el móv... —Guardo silencio. Eso es. Él sabía que Amy me
lo contaría.

— Su foto en Facebook, Instagram, twitter. Con la chica de


intercambio.

Amy se apresura a buscar en su móvil y colocarlo frente a mí, en la


pantalla se muestra una imagen de Jackson y una rubia besándose.
La foto tiene algún tiempo publicada y no lo entiendo. Jamás me
llegó una notificación de su nueva publicación, pero eso no es lo
único que me sorprende, la descripción de la foto es la que termina
de llamar mi atención;

"Tú, la persona con la que quiero despertar todos los días de mi


vida"

Y hace unas semanas era a mí a quien quería ver despertar junto a


él, todos los días de su vida.

¡¡Imbécil!! Falso.

—Me terminó por otra y ni siquiera tuvo el valor de decírmelo —


sonrió con ironía—. Lo del señor Harvet, era una excusa.

— ¿Qué pasa con el profesor de cálculo?

—Jackson estaba molesto por el comentario que hizo el profesor —


comento y mi sonrisa llena de sarcasmo e incredulidad crece al
recordarlo.

— No puedo creer que el cínico te ha reclamado .

—¿Qué he estado haciendo, Am? —consumida por la rabia, seco


mis lágrimas—, ¿Cómo he permitido que me hiciera sentir que no
era suficiente para él? ¿cómo no pude darme cuenta que me
engañaba?

Él quería que pasáramos la tarde juntos. ¿Qué buscaba, sexo de


despedida?
Cierro los ojos. «No más lágrimas Rachel, no vale la pena» Me
repito en mi mente.
¡SOY UNA IDIOTA! Aferrándome a la imagen del hombre dulce y
amoroso con el que salí seis estúpidos años, él ya no existe... Al
igual que lo nuestro, desapareció.

—Tú eres suficiente, Rachel Lombardo. Es él quien no te merece.


¿Lo entiendes? —Amy me habla con su tono firme, asiento,
musitando una pequeña sonrisa, es muy raro verla tan seria—.
Olvidemos a ese imbécil y mejor hablemos del papucho Mark.

— ¿Mark?

— El señor Harvet, amiga.

— Ni yo sabía su nombre, y que es mi profesor.

— Fue novio de la hijastra de mi padre.

— Ya... ¿Mishell? —Amy asiente con fastidio.

— Sí, no entiendo como la soportó. Suertuda la víbora esa —rio por


el comentario— ¿Viste lo joven que es? Marica, ese hombre está de
puta madre.

— Es lo primero que pensé —Amy me da una mirada perversa—,


hablo de lo joven que es, ¡Amy!

— Tiene veintiséis años si no me equivoco, imagina, debe ser un


listillo.

— ¿Veintiséis? —Pregunto sorprendida. Incluso es más joven de lo


que pensaba.

— Sí, y tú tienes 20 años, bien pueden disfrutar —ríe y yo hago una


mueca—, sacarse de la cabeza a Jackson con el bombón de Harvet,
¡Es perfecto!

—Am, ¿es que no lo ves? El señor Harvet ni siquiera tiene nada que
ver aquí. Ese idiota solo lo utilizó como excusa para terminarme.

—Lo sé, pero no es mala la idea de que te saques de la cabeza a


ese imbécil, con este papucho —Dice emocionada.

Estoy apunto de contradecirla, pero pronto mi amiga me interrumpe,


empezando a pronunciar números, la observo sin entender.
— ¿Adivina de quién es ese número? —Me enseña su móvil con
diversión—. Del profesor más guapo de la Facultad.

— Mark Harvet.

Pienso, mientras contemplo y leo en alto el nombre del contacto,


"ni si quiera lo pienses, Rachel Lombardo" Advierte una vocecilla
igual a la mía, la cual apoyo al instante, no debo dejarme llevar por
mi sentimiento de decepción, nadie debe jugar con el corazón de
otra persona porque acaban de romperles el suyo, eso no te haría
sentir mejor, solo igual al traidor.

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____

Marica: Muletilla tanto en femenino como masculino o simplemente


un trato de confianza. [Sinónimo; Amiga, pana]
3. La llamada
—Te acabo de enviar su número para que lo guardes —informa mi
amiga, conozco sus intenciones y no pasará. ¡No voy a registrar el
contacto del señor Harvet y mucho menos escribirle! Vuelvo a negar
con la cabeza—. Oh sí, claro que lo harás, Rach.

Menciona, centrando su atención a mi móvil que se encuentra en el


suelo, debí soltarlo cuando recibí el mensaje de Jackson.
Levantándose de la cama, lo toma. «Solo lo guardaré, quizás un día
tengas dudas sobre una tarea y te sirva» Aclara divertida y me
encojo de hombros, mientras ella teclea en mi móvil unos segundos
y después lo deja en el aire, con la pantalla hacia al frente para que
vea el contacto.

«Papucho Harvet»
Leo la identificación con la que ha colocado al profesor de cálculo.
Sonrío negando nuevamente con la cabeza. Es Amy, no puedo
esperar menos de ella.

—¿Segura que no lo quieres llamar? —Pregunta divertida, volviendo


el móvil hacia su rostro. Sé que no lo llamaría sin mi aprobación,
pero igual, decido saltar de la cama y arrebatarle el celular. Amy ríe,
empezando una fingida lucha en la que coloco más presión ante mi
esmero por quitárselo y logro hacerlo—, estoy bromeando, Rach.
Aunque sigo pensando que es buena idea.

Sonrío de nuevo ante su locura y en un gesto afectuoso se acerca


más para rodearme efusivamente con sus brazos. Suspiro
agradecida por tenerla a mi lado, no sé qué estuviese haciendo
ahora sin su compañía. «Construyendo mares en todos los desiertos
del mundo, con tus lágrimas» Reniego en mi mente. Y
probablemente sí, de no ser por Amy ni siquiera me hubiese
enterado de la razón por la que Jackson me terminó. Seguiría
pensando que su enojo se debía al comentario del señor Harvet.
—Gracias Am —menciono nostálgica. Ella se aleja un poco para
verme.

—¿Me agradeces por darte el número del ardiente Mark? —El tono
coqueto e insinuante en el que pregunta me hace entornar los ojos
— Vamos, tienes que aceptar que está como quiere. Incluso mejor
que Jackson.

—¡Amy Martins! —desapruebo lo que dice, mucho más ante la


mención de mi ex, su nombre es lo último que deseo escuchar.

—Acéptalo, Rachel Lombardo —insiste risueña.

—Si, de acuerdo, el profesor Harvet es guapo —decido contestar


con sinceridad, aunque no es el momento más oportuno, sé que
Amy no parará hasta que lo admita. Y es la verdad, pero es solo
eso: Una cara bonita. Ni siquiera lo conozco, no puedo opinar más
allá que de su físico y eso no dice nada. He visto muchas personas
que por fuera son hermosas y por dentro dan terror. La mirada
acusadora de Amy me distrae de mis pensamientos, evidentemente
ella espera algo más en mi respuesta—. Oh, espera: El profesor
está follable. Es un papucho que ha sido tallado por el mismo
Vincent Van Golden o como se llame.

Pronuncio algunos de los cumplidos que mi amiga suele usar para


describir a sus personajes literarios favoritos.

—¡Exacto! —exclama sonriente y orgullosa. Niego con la cabeza,


uniéndome a su risa. Una que inmediatamente se borra al bajar la
mirada a mi mano—. Mierda, Rach...

Extrañada por su repentino cambio de humor, sigo la dirección de


sus ojos, hasta encontrarme con mi mano y el móvil que sostengo.
Ver la pantalla encendida, mostrando su actividad actual, me hace
entender la actitud alarmada de Amy.

«Llamada con: Papucho Harvet»


Joder. No no. Impaciente, intento terminar la llamada de algunos
minutos ya, sin embargo, el temblor y torpeza en mis manos torpes
no ayudan a mi lucha por colgar. Amy susurra que puede que el
señor Harvet ni siquiera esté en la línea, igualmente consternada
que yo, me anima a comprobarlo.

—Hola —aclaro mi garganta, llevándome el móvil a la oreja. Amy se


acerca para escuchar—. Eh, ¿Hay alguien ahí?

—Señorita Lombardo...

¡A la mierda!

Escuchar la voz grave y profunda del señor Harvet del otro lado de
la línea, disparan mis nervios y hace que Amy se aleje, llevándose
las manos a la boca, callando su impresión.

—Eh, yo. Señor —¡Mierda, Rachel! ¡Articula una jodida frase bien!
Me riñe la voz de mi cabeza—. Tengo que colgar.

—De acuerdo. Y señorita Lombardo... —Él se apresura a responder,


impidiendo que termine la llamada—. Es van Gogh.

—¿Disculpe? —Pregunto aturdida y avergonzada sin poder


comprenderlo.

—El pintor. Es Vincent Willem van Gogh, no Golden —replica,


arrebatándome la pizca de tranquilidad que me queda.

Contengo el aliento. El hombre no solo escuchó mi apellido, también


los ordinarios halagos emitidos de mi parte. Lo que me deja en un
estado de nerviosismo insuperable. Siendo incapaz de decir nada, le
cuelgo. ¿A caso a cada ser humano se le asigna un jodido día
adverso? ¿Y este es el mío que no me he enterado? Joder...

Amy hace gestos con sus manos, hablándome, pero lo único que
escucho es la presión de mi corazón, acelerando cada sentido de mi
cuerpo.
—Lo ha escuchado, ¿verdad? —finalmente logro entender lo que
dice. Asiento sin poder creerlo—. Mierda. Rach, lo siento, de verdad,
yo no...

—Lo sé, Am —la tranquilizo al verla titubear con nervios, sé que no


lo ha hecho a posta—. Lo sé.

—Rach, si piensas mudarte de planeta, prométeme que me llevarás


contigo. ¿Ok? —Su broma me hace sonreír.

—Por supuesto que te llevaría, ¿Dime como Joey puede vivir sin su
Chandler? —digo abrazándola, siento en su gesto aun el lamento
por la llamada—, tranquila. Olvidemos esto, seguro mañana el señor
Harvet ni lo recordará.

«Borrón y pendejadas nuevas, ¿no?» La molesta voz en mi cabeza


se burla, pero tiene razón. Borrar de mi mente la vergonzosa
situación es lo mejor. Si no lo recuerdo, no pasó.

Y con aquel pensamiento logro mejorar mi estado de ánimo, Amy


continúa a mi lado, con ella las horas se pasan volando, las penas y
desgracias desaparecen... Agradezco tanto tenerla conmigo.
Sin embargo, el momento de la despedida llega.
Al menos me hace feliz pensar que en este semestre coincidimos en
la materia de inglés y la puedo ver en clases los próximos días.

—Te amo, llámame si me necesitas —enérgica, Amy se despide—.


Y lo lamento otra vez, Rach.

En su marcha Amy logra traer de vuelta el tema e intento evitarlo


buscando actividades que me mantengan alejada de la vergüenza
que siento al imaginar lo que él señor Harvet debe estar pensando
de mi. «El profesor está follable» repite aquella vocecilla de mi
cabeza. Ay no... ¿Es un buen día para morir?
«Basta, Rachel» Me riño, obligándome a soltar todos los males.

Horas más tardes recibo mensajes de mamá, donde compruebo que


no podrá llegar a casa, su turno en el hospital se extendió... Sé que
ella ama lo que hace, de hecho, puedo jurar que es la enfermera
más alegre y entregada a su trabajo, pero no termino por
acostumbrarme a sus horarios nocturnos, me impiden verla por
mucho tiempo

Invadida por la nostalgia, termino de realizar mi rutina y voy a la


cama, el cansancio por el extraño día que he tenido termina por
alojarse en mi cuerpo, provocando que caiga en un sueño plácido y
profundo.
***

—Rach, cielo —una voz dulce y reconocida resuena en mi oído. Es


mamá—. Tu alarma está sonando. Supongo tienes clases temprano.

—¿Acabas de llegar? —Pregunto al abrir mis ojos y verla con su


uniforme, ella sonríe asintiendo—. Prometo que apenas termine mi
carrera dejarás de trabajar.

Hablo mientras me incorporo en la cama y la abrazo. Lamento tener


que desistir de mis empleos en temporadas de clases, pero es difícil
que alguien acceda a mis horarios dispersos de la universidad.

—Por supuesto que sí, mi niña —me abraza con fuerza,


haciéndome sentir su gran amor—. Cuando termines tu carrera,
aceptaré mínimo doce viajes por año. No menos. Pero por ahora
tienes que concentrarte en tus estudios, así que, levántate
dormilona o llegarás tarde.

—Así será —sonrío, dándole un último abrazo—. Descansa, querida


extraña.

Menciono el apodo que solemos decirnos cuando no nos


vemos por algunas horas. Mamá asiente brindándome una sonrisa
cansada. Es otra de las razones por las que no me gustan sus
turnos en la noche, apenas tiene cinco a cuatro horas en el día para
poder dormir.
Recordando el motivo por el que lucho en terminar lo más rápido
mis estudios —Karla Lombardo, mi extraña—. Me levanto de la
cama animada y al comprobar la hora en mi reloj veo que estoy a
tiempo, por lo que, con calma, me ducho y arreglo. Salir de casa
cuando mamá hace turnos en la noche es un reto, puedo tomarme
hasta diez minutos para no hacer ruido e interrumpir su ligero sueño
y hoy no es la excepción.

Con el tiempo justo y el tráfico a mi favor llego al aula de clases,


donde todos están sentados en sus lugares, gruño al ver que mis
compañeros han seguido el orden de la clase pasada, respecto a
sus asientos. «Nuevamente, una clase de maravilla junto a Monique
y Crisna» Reniego aceptando que me encuentro en la misma fila
que ellas.

—Buenos días, permiso —saludo al entrar al aula, donde pocos


compañeros y el profesor murmuran una respuesta.

El solo hecho de escuchar la voz del señor Harvet me pone


nerviosa, intento mantener la mejor postura posible, logrando llegar
a mi asiento sin demostrar la habilidad que tengo para hacer el
ridículo cuando estoy nerviosa.

Ignorar a mis compañeras no es tan difícil, el tema principal de mi


mente ahora es la vergonzosa llamada con el profesor. Curiosa
levanto la cabeza e inspecciono al señor Harvet, está en su
escritorio concentrado en la pantalla de su laptop «Seguro ya ni lo
recuerda» Intento animarme.

Regresando mi atención a la clase, saco de mi bolso los materiales


a usar, mientras escucho como el profesor empieza a mencionar la
lista de alumnos por orden alfabético, alegando que es un método
acertado para conocernos e ir identificando nuestros apellidos.

—Castillo Vincent —continúa el señor Harvet avanzando la lista.


Escuchar aquel nombre y de su boca, ¡Otra vez! Me arrebata la
calma e inmediatamente las manos me tiemblan, provocando que la
calculadora que sostengo se resbale por mis dedos y caiga de
sorpresa en la mesa. Aunque el impacto no es tan fuerte, es
suficientemente audible para atraer la atención de todos.

¡Maldición! ¿Qué mal yo he hecho para recibir estas cosas? Medito


sobre mis desgracias.

—¿Todo bien, señorita Lombardo? —El profesor habla y cuando


busco su mirada, me intriga ver la manera en la que sus ojos verdes
me analizan con intriga y cierta diversión.

—Si, eh, es solo que...

—Es tonta por naturaleza —me interrumpe Monique, provocando


que todos rían. Qué infantil.

—¡Silencio! ¿Señorita Anderson, Le parece bien el burlarse de su


compañera de esa manera? —El señor Harvet observa a Monique
con el ceño fruncido. Ella rápidamente niega con la cabeza—.
Cerelli Laura.

Con evidente mal humor el profesor continúa con la lista de


asistencia. Me mantengo inmóvil sin hacer nada más que esperar la
mención de mi nombre y cuando pasa, ni siquiera me atrevo a
mirarlo, y el resto de la clase mantengo la misma postura.

—Espero hoy también hayan aprendido que copiar ejercicios y


fórmulas en sus cuadernos sin antes reflexionarlas es una pérdida
de tiempo —el señor Harvet comenta, después de una larga y
exhaustiva explicación de la clase—. Les pasaré los archivos
utilizados a sus correos.

Mis compañeros empiezan a quejarse e incluso yo tengo ganas de


hacerlo. ¿No pudo mencionarlo al inicio de la clase?
—Bien. Si prefieren copiar y pegar en sus cuadernos, en lugar de
atender, así se hará —solo basta su comentario para que la clase
deje de murmurar—. Tengan buen día. Pueden retirarse.

Aquellas dos últimas palabras me saben a gloria. Poder salir del


curso ha sido lo que más he deseado desde que llegué. Sin
embargo el debate en mi cabeza por disculparme me persigue.
Tomando mis pertenencias camino hasta la salida, pasando por el
escritorio del señor Harvet, quien está de pie.

—¿Señorita Lombardo? —Pregunta al ver que lo observo.

—Yo... Eh. Quería hablar con ust...

—Señor Harvet, me ha quedado una duda en este ejercicio —de


pronto, tan molesta como siempre, Monique se acerca al profesor,
quien junto a Crisna se colocan delante de mi cuerpo.

Reprimiendo un bufido por sus actitudes infantiles, decido


marcharme. Quizás lo mejor es no mencionar el tema.
Probablemente es una señal para evitar comentar otra estupidez
que me avergüence aún más.
4. Un rumor

Mark Harvet:

El fluido tráfico de la ciudad, el camino a casa de Ildet, nada de eso


logra distraerme de mis pensamientos, aquellos que empiezan y
terminan con unos preciosos ojos marrones que no dejan de
torturarme. Su incomodidad estos días en mi clase, me inquieta.
¿Es por el comentario tan fuera de lugar que hice el primer día?
¿Esa también es la razón por la que el director de la Universidad me
citó? ¿Pero, por qué nos reuniríamos en su casa a tratar temas
laborales?

—Steven, querido —la esposa de Ildet me recibe en la puerta, mis


cejas se juntan ante la confusión de su saludo. Ni si quiera puedo
corregirla porque la efusiva mujer continúa hablando—. Adelante, tu
hermano y Wens te están esperando.

¿Steven aquí?
Mierda. De pronto lo entiendo. Ildet me ha citado aquí por la
renovación del contrato de las subvenciones generosas que, como
cada semestre, mi familia le hace a su universidad. Los nervios que
me han acompañado durante toda la mañana desaparecen. Me
alegra que la señorita Lombardo no esté involucrada en la reunión
con el director. No deseo problemas.
—Gracias —digo siguiendo el camino hacia el despacho donde
inmediatamente soy recibido.

—Steven que bueno que llegas temprano —Ildet saluda poniéndose


de pie, mientras Steven me da la espalda. Lo conozco
perfectamente para saber que está sonriendo y celebrando su chiste
personal.

—Soy Mark —gruño e Ildet entorna sus ojos.

—¿En serio Steven Harvet? ¿Algún día dejaras de bromear con


eso?

—¿Qué fin tendría ser gemelos y no confundir a la gente? —


Responde mi hermano girando hacia mí, con una sonrisa reluciente.
Tal como lo imaginé.

—Bueno, empecemos —Ildet decide dejar la lucha con Steven, y no


lo culpo. Es una pérdida de tiempo—. Mark, toma asiento. Ahora
traigo el balance general del periodo anterior.

La vehemencia del director por renovar el contrato se demuestra en


cada acción que realiza, casi corriendo él va hasta la esquina de su
despacho, empezando a hurgar en una de las carpetas de anillas en
su repisa.

—Hola, papucho —saluda mi hermano con burla cuando me siento


a su lado.

—Joder. No puedes comentar nada de eso aquí —susurro alterado,


observo a mi costado comprobando que Ildet no ha escuchado nada
—. Te conté sobre ella para que me riñeras, no para que te diviertas.

Repruebo su falta de madurez. Hablarle sobre Rachel, incluida la


llamada inesperada que me hizo, no fue una buena idea.

—¿Por qué te regañaría? Al contrario, me enorgulleces —su


confesión termina por sacarme de mis casillas. Vuelvo mi mirada
hacia él, sin poder creerlo—. ¿Qué? Por primera vez te has dejado
llevar ante una mujer que te gusta.

—¡No me gusta! —aclaro entre dientes—. Por Dios, Steven. Es mi


alumna... No es ético.

—Claro que te gusta, hermano.

—¿Gustarle? ¿Quién? —La voz curiosa de Ildet me pone los


nervios de punta ante mi creciente frustración por lo indiscreto que
es mi gemelo.

—Su alumna —la respuesta espontánea y simple de Steven es lo


último que escucho antes de empezar a toser. Entre risas Ildet
comenta lo bromista que siempre es mi hermano y lo incapaz que yo
sería de fijarme en una estudiante—. Por supuesto, Wens. Solo mira
como se ha puesto de imaginárselo.

«No es ético» Añade esas tres palabras con burla en un intento de


imitarme. Haciendo el mayor esfuerzo por controlarme, me remuevo
incomodo del asiento animando a dejar el tema y continuar con la
reunión. Lo que está claro es que no volvería a contarle a Steven
sobre Rachel o cualquier mujer que se cruce por mi vida. No se
toma nada en serio. En lugar de reírse debería decirme que no está
bien sentirme así de extraño con mi alumna, una que apenas vi y en
segundos puso mi corazón en marcha.

No... No puedo hacer esto. Debo de renunciar, por mí, mi profesión


y por ella. Evidentemente es incapaz de prestar atención a mi clase
por la incomodidad que yo mismo provoqué. Y yo... Tampoco puedo
seguir. No es correcto, además. ¡Tiene novio!

Torturándome y sin poder concentrarme del todo, asiento a cada


punto que Steven menciona de la renovación del contrato, mi
importuno gemelo y abogado, de vez en cuando sonríe,
seguramente imaginando mis pensamientos.
—Cláusula tres —sigue Steven—. Financiamiento de becas para
garantizar oportunidades equitativas y diversas en la universidad de
Wens Ildet.

Las demás condiciones del uso de las subvenciones propuestas por


mi familia son igualmente mencionadas, todo se rige al
mantenimiento de áreas e infraestructuras de la institución, aportes
e investigaciones.

—Por supuesto, que acepto las condiciones —Apenas se da a


conocer la última cláusula Ildet se aferra al contrato, firmándolo con
esmero—. Como siempre el dinero será usado correctamente.

No hay necesidad de más, la reunión finaliza y la tensión acumulada


durante el tiempo transcurrido sigue ahí. Despidiéndonos,
inmediatamente salimos de aquella casa.

—Conozco esa cara —habla sarcástico mi hermano—. Es la misma


que pongo cuando estoy enojado. Qué casualidad.

—No es un chiste, Steven —murmuro dirigiéndome a mi coche—.


Le has dicho a Ildet que me gusta una alumna.

—Pero ni se lo ha creído, Mark —replica, caminando a mi lado—.


Obviamente él lo tomó como broma. Y es verdad. ¿No has dicho
que no te gusta esta chica... Ruchel?

—Es Rachel —corrijo—. Rachel Lombardo.

—Menos mal no te gusta porque hasta el color de sus ojos seguro


recordarías —con una sonrisa de satisfacción, palmea mi hombro al
tiempo que sigue el camino hacia el asiento del copiloto. Lo ha
hecho a propósito—. Mi coche está en el taller. Gracias por ofrecerte
a llevarme, papucho.

«Son marrones con reflejos ámbar» La reflexión en las


profundidades de mi mente sobre los ojos de mi alumna me
paralizan.
Mierda.

Sí. Me gusta.

Y no, no está bien. Joder, Harvet, ¿qué estás haciendo? ¿Cómo es


que has memorizado su rostro más de lo que alguna vez recordaste
el apellido de un alumno? No puedo. No quiero sentirme así;
Culpable. Medito llegando hasta el coche donde mi gemelo me
espera.

El tema de Rachel es olvidado, afortunadamente Steven habla sobre


lo pronto que se comprará una moto y aunque no tengo idea de
marcas o modelos intento seguir la conversación.

En un semáforo en rojo aprovecho para observar la notificación en


mi móvil, por alguna extraña razón, espero que el número que hace
dos días era totalmente desconocido para mí —y ahora lo tengo
registrado como: RL—. Aparezca en mi pantalla, pero me
decepciona que no sea así.

Profesor Caleb:
«Harvet. Se me acaba de presentar un asunto familiar. Estoy
tomando una prueba de conocimiento en mi clase. No puedo dejar a
los expertos en copia solos. Se que odias las clases vespertinas,
pero necesito que me cubras»

Eso es. Caleb , colega, especialista en matemáticas, puede


ayudarme.

«Vale. Estoy en camino»

Respondo, tomando la oportunidad de que Caleb me deba un favor


para poder cobrarlo pronto. Él podría ser mi remplazo hasta que
Ildet asigne un nuevo profesor en la materia de cálculo.
«Joder. Harvet, ¿es lo que quieres? No eres un adolescente
hormonal incapaz de controlarse» De caminoal bufete de Steven,
que afortunadamente queda unas calles antes de la universidad,
medito sobre la situación. Ya no se trata de mí, si no de la alumna
Lombardo, de lo incómoda que se ve y no la culpo. Los rumores que
han creado los últimos días sobre nosotros son desagradables.

—Gracias, hermanito. Nos vemos luego. Pórtate mal —Steven se


despide apenas llegamos a su destino. Sonrío , acostumbrado a
lidiar con su humor inoportuno.

Un poco más relajado, conduzco en dirección a la universidad. Me


toma aproximadamente quince minutos llegar hasta el curso de
Caleb. Él al verme suspira aliviado.

—Gracias a Dios, Harvet —dice saliendo por completo del curso, no


pasa ni un segundo que murmullos se escuchan desde adentro—.
Debo irme ya. Por cierto, lo único que pueden tener en sus asientos,
es un bolígrafo y calculadora

Indica antes de marcharse.

—Silencio. Al primero que habla le retiro la hoja —advierto al entrar


en el curso. Me quedo a varios pasos frente al pizarrón, donde
obtengo una mejor visión de todos los alumnos y a sus movimientos.

Entre una de las filas puedo reconocer a la persona que


intensamente me mira, como si deseara desaparecerme. ¿No es el
novio de la alumna Lombardo? ¿Tan rápido se resignó a no ser
aceptado en mi clase?

Cruzándome de brazos, resto la importancia de aquella persona y


me centro nuevamente en los alumnos que en total silencio rinden
su prueba. Hay algunos que a primera vista saben lo que hacen,
apenas levantan su cabeza y muy pocas veces los tomo en cuenta.
Otros, a los que tengo que observar con mayor detenimiento, hacen
amagos hasta de contar con los dedos. Y aunque realmente me
hace gracia, mantengo mi postura firme.

—Dejen las hoja sobre su mesa y retírense —informo apenas


observo que los cuarenta y cinco minutos estipulados por Caleb
pasan. La escala de los asientos son lo suficientemente buenos
para poder asegurarme que cada uno cumpla con la orden. Y en
silencio hacen lo que les pido.

«¿Ese no es el profesor que sale con la novia de Jack?»


«Pobre, que lo traicionen así»
«He escuchado que el profesor y ella se hacen comentarios
indecentes en clases»
«Sí, eso es lo que Jackson dijo»

Murmullos que alcanzo a entender me distraen, busco en la multitud


que se dirige hasta la puerta, localizando de donde salen aquellas
sartas de mentiras y estupideces.

Nuevamente mi mirada se encuentra con Jackson. El fingido


cordero que hace unos días me estaba pidiendo un cupo a mi clase
de la manera más pacífica y ahora con una sonrisa irónica dibujada
en sus labios me mira.

—Así es, amigos. ¿Cómo puedo tolerar yo estas cosas?

Confirmando las mentiras que dicen sus compañeros, el bastardo


acompañado de la multitud, abandona el salón de clases. ¿Cómo es
posible que no defienda a su novia e incluso alimente los rumores?
5. El rumor real

Rachel Lombardo:

Aún sigo pensando en cómo puede cambiar todo en unas


semanas...

Da igual que sea lunes, martes o viernes, en cualquier momento


debo aceptarlo; Mi relación con Jackson se terminó y de la manera
más desagradable. Recostada en la cama, mirando el techo,
reflexiono, y una ráfaga de suspiros se hacen presentes en mi
habitación.

—Debes aceptar la ineludible y cruda realidad, Rachel —me digo.

¡Esto es un asco!

Hace unos días estaba tranquila, feliz, disfrutando de mi propio


cuento de hadas y hoy, hoy soy el cuento en la boca de otros. ¿El
señor Harvet y yo liándonos? ¿Quién ha sido capaz de crear tan
absurdos rumores que, además, aparecen con detalles extras cada
día? No he prestado mucha importancia a aquellos chismes, hasta
que escuché el más retorcido;

"Jackson ha dejado a Rachel porque ella se ha liado con el


profesor de cálculo, a quien han despedido"

Sonrío sin ganas y el enojo que circula en mis venas, es remplazado


por la culpa. ¿Hay algo de cierto en esos rumores? ¿Han despedido
al señor Harvet por un tema en el que nos involucra?
No, no es posible. Aún si fuese real, en nuestra constitución no es
un delito las relaciones entre dos personas con edad de prestar
consentimiento. No tendrían justificación para despedirlo. ¿O sí?
Joder, no. Eso sería injusto. ¿Debería escribirle al profesor y
averiguarlo de una vez?

Entonces, cómo una respuesta divina a mi pregunta, el móvil


empieza a sonar, es un mensaje de Amy.

Mejor Amiga.
"Chama, ¡Hazlo ya!"

"Venga, envía esa tarea de inglés"

Sonrío por la coincidencia del mensaje, oportunamente Amy


siempre está presente en mis decisiones.
Me dirijo a la bandeja de mensajes, y le envío la tarea de inglés para
comparar las respuestas. Menos mal, en aquella clase no solo me
inscribí con Jackson, también con mi mejor amiga. Distrayéndome
de mis pensamientos y algo más decidida, voy hasta el contacto del
profesor.

Para; Sr. Harvet.

"Profesor, soy la alumna Lombardo. ¿Está bien?"

Al cabo de unos segundos obtengo una respuesta.

Sr. Harvet:

"¿La alumna Lombardo...? ¿La qué pidió disculpas por la broma?"

El mensaje ostentoso del profesor me hace reír. ¿Yo me disculpé


con él? ¿Se está haciendo el interesante de nuevo o realmente no
recuerda? Aunque esperaba una respuesta tipo: «Su apellido me
suena» Tampoco pensé que no solo olvidaría mi rostro o apellido,
también la situación. ¡Dory! Definitivamente.
Para; Sr. Harvet.
"La alumna Lombardo, quien aceptó sus disculpas"

Le doy un breve recordatorio de lo que realmente sucedió, su


respuesta nuevamente es inmediata, lo cual, por alguna razón me
alegra.

Sr. Harvet:
"Así es, señorita Lombardo. Solo me aseguraba que fuese usted.
¿La puedo ayudar en algo?"

¿Asegurarse de que sea yo? Me identifiqué en el primer mensaje


¿Por qué él creería que alguien se haría pasar por mí? Que extraño.
Ignorándolo tecleo una respuesta.

"Quería disculparme, por el rumor en el que nos han


involucrado"

Sr. Harvet:
"No es necesario. El que debería pedir disculpas es su novio, y a
usted"

¡A la mierda! ¿Por qué dice que Jackson se debería disculpar


conmigo? ¿Hasta él se ha enterado de los fabulosos cuernos que
llevo en mi cabeza? Me levanto de un salto, sentándome en la cama
con el ceño fruncido al ver lo profesional que se es para el cotilleo
en la universidad de Wens Ildet, vuelve a llegar una notificación.

Sr. Harvet:
"No me pida disculpa, lamento haber causado problemas con mi
comentario"

Decido no abrir el mensaje, porque sinceramente no sé qué


responder. Ya estoy lo suficiente confundida y avergonzada para
seguir con la conversación. Dejando atrás el móvil, vuelvo a
centrarme en mi película favorita de los ochentas, que se está
proyectando en mi lapto.
—Pero eres idiota, hombre —hablo a mi computador con furia al ver
las escenas de la película—, te importa más la sociedad que la
chica que te gusta.

—¿Rach, con quién hablas? —Mi madre entra a mi habitación.

El uniforme blanco de enfermera que lleva resalta su piel bronceada


y el color marrón de sus ojos. A sus treinta y seis años, mamá luce
como si apenas cursara los treinta, aún más con la coleta en su
cabello.

—Veía una película —la miro pausando el vídeo—. ¿Otra vez turno
por la noche? Creo que tu jefa está abusando de los turnos, mamá.
Y antes de que la defiendas. Lo sé. Entiendo que debes regirte a
sus órdenes. Pero puedes adelantar tus vacaciones. Seguro yo
encontraré un trabajo que se ajuste a mi horario de clas...

—Soy tu madre, Rach, lo único que deseo que hagas es estudiar,


este es mi momento de apoyarte, cuando ya seas profesional te
tocará y créeme, seré muy costosa —bromea—, te quiero, extraña.

Con el argumento que siempre usa cuando hablamos del tema, ella
me interrumpe. Niego con la cabeza, consciente de que no cambiará
de opinión.

—Te amo, mami —me regocijo en sus brazos.

—Yo a ti, cariño. ¿estarás bien? Puedo pedir permiso en el trabajo.

Sé muy bien que está preocupada por mi ruptura con Jackson, me


niego rotundamente, ya he tenido suficiente tiempo perdido con él,
no habrá más.

Convenzo a mamá de mi buen estado de ánimo, ella finalmente lo


acepta marchándose.

Vuelvo a reproducir la película. Y lo que empezó como un simple


recordatorio de mis escenas favoritas, termina con una maratón de
toda la saga, la cual ni siquiera veo por completo, el sueño y la
pereza empiezan a alojarse en mí. Es el primer día después de
varias semanas que no sufro de insomnio. Cerrando los ojos decido
obedecer las exigencias de mi cuerpo por dormir.

***

El sonido rítmico y constante de la alarma me despierta, abro mis


ojos con vagancia asesinando mentalmente aquel artefacto que no
para de emitir el más molesto ruido, pienso en acurrucarme
nuevamente a mi almohada, pero sé que en esa pizca de deseo hay
una terrible consecuencia: Llegaría tarde a clases. Levantándome
con desgano, realizo mi rutina por las mañanas.

Me toma aproximadamente veinte minutos en alistarme y quince


minutos más en llegar a la universidad.

—Buenos días —saludo al entrar al curso.

—Llegó la que faltaba —Monique ríe guiñándome un ojo— ¿Rach,


linda, sabes cuándo regresará el profesor Harvet?

Su tono sarcástico hace que los compañeros rompan en


escandalosas carcajadas.

—¿Debería haber informado mi regreso a su compañera? Siendo


así, la próxima vez lo haré. Buenos días.

Una voz firme habla a mi espalda, la reconozco al instante. Monique


con rapidez voltea y su rostro palidece.
Observamos al profesor Harvet avanzar hacia adelante de nosotras,
ahora tengo una mejor visión sobre él. Tiene el rostro tenso, es
evidente que está enojado. «Tomen sus lugares, la clase ha
empezado» Dice y en cuestión de segundos, todos obedecemos.
Su presencia nos deja sorprendidos, oficialmente ha regresado y por
alguna razón mis nervios también están de vuelta.
—Ya han tenido muchas vacaciones. Saquen una hoja en blanco,
vamos a tomar una pequeña prueba. Señorita Anderson, usted
realizará la prueba en la pizarra, así ayudará a sus compañeros.

Monique está apunto de desmayar y para ser sincera también me


sentiría igual.

—Por favor Señor Harvet, una prueba no, el reemplazo que dejó ni
siquiera nos ha enseñado nada —sus ojos se han puesto rojos, es
una muy buena actriz o realmente llorará.

—Señorita Lombardo, usted será mi ayudante. Ahora sí, Monique,


podrá preguntar por mí a su compañera, le informaré todo a ella
respecto a la clase.

La mirada del profesor esta fija en mí, al igual que la de todo el


curso, ¿Por qué lo hace? En serio, ¿No le molesta e incomoda la
situación? Porque a mí sí. Claramente todo es falso pero sus
acciones no ayudan.

—Y si alguno de ustedes tiene algo que opinar, que lo haga ahora.


Porque eso es lo que importa; las opiniones que se hacen a la cara,
si no es así... No es de cuidado —añade enojado—. Bien, alumna
Lombardo, ¿podría decirme en qué han trabajado estas semanas?

—El señor Hans no nos ha enseñado sobre la materia, profesor


Harvet—soy sincera. Por un momento llegué a pensar que no
estaba en clases de cálculo.

—Lo sé. Hans es profesor de historia, no esperaba menos. ¿He


dicho que han tenido vacaciones?

"¿Cuántas plegarias hicieron para que el profesor Caleb no haya


podido ser mi remplazo?" Añade sonriendo, y ahí está de nuevo, el
profesor del primer día, bromista.

—Gracias, alumna —habla en tono formal mientras saca varias


hojas de su maletín—. La prueba queda para la próxima clase y
antes de que festejen; En estas hojas hay cincuenta ejercicios de
temas que ya hemos estudiado, avancen los que puedan ahora y el
martes aclaramos las dudas que tengan.

Con desgano, todos empezamos a tomar fotos a la tarea, solo me


basta con ver los enunciados para que una desmedida jaqueca
domine mi cabeza.

Afortunadamente logro avanzar la mitad de los ejercicios, gracias a


mi compañero de alado. De vez en cuando él me explica algún paso
que no entienda del todo. Me pregunto si Monique y Crista llevando
horas en el escritorio del profesor habrán hecho algo más productivo
que coquetearle.

Mi respiración se cierra y mi corazón se detienen cuando los ojos


del señor Harvet se encuentran con los míos. Mierda. Regresando la
vista al cuaderno, lo evito. Es que ni siquiera entiendo como este
hombre puede lograr que me ponga nerviosa con tan solo mirarme.

—Bien. Espero hayan avanzado los ejercicios —lo escucho decir—.


Pueden retirarse. Tengan un buen día.

Aliviada empiezo a guardar mis pertenencias en la mochila. La


pantalla encendida de mi móvil me llama la atención y mucho más al
ver la notificación. Mensaje de Sr. harvet: «Me gustaría hablar con
usted. Por favor. Quédese un momento»

Levanto mi mirada hacia el profesor, donde ya mis compañeras lo


han dejado solo. Él sigue en su escritorio, observándome. Los
nervios que de nuevo sacuden mi estómago me impiden teclear en
el móvil una respuesta. O siquiera moverme. «Vamos, Rachel, no
eres una adolescente a punto de ser regañada. Cálmate» Apenas
mis compañeros se marchan me levanto caminando hacia el
escritorio, poniéndose de pie él me analiza expectante.

—Gracias por esperar, Rachel —comenta—. Pese a que no es una


buena idea. Bueno. Eh, quiero decir, por los rumores, se puede mal
interpretar.
El señor Harvet titubea y es difícil pensar que un hombre tan seguro
como él se ha puesto nervioso, seguramente son ideas mías.

—Lamento eso...

—¿Por qué lo hace? —Pregunta desconcertado— Usted es una


chica inteligente. No entiendo cómo puede disculparse por rumores
que no creó. ¿Lo hace por su novio? ¿Está intentando justificarlo?

—¿Jackson? No. Él no tiene nada que...

—Señorita Lombardo —con su mandíbula tensa se calla por unos


segundos—, no deseo conocer los motivos por los que su novio
empezó estos rumores. Solo pare de disculparse por él.

Joder... ¿Mi novio?

—¿Jackson ha inventado los rumores sobre usted y yo? ¿Por qué


está tan seguro de eso?

Los latidos acelerados de mi corazón me golpean el pecho y un


escalofrío intenso recorre mi cuerpo. No. No es posible, por mucho
que Jackson se haya comportado como un imbécil en nuestra
relación. No sería capaz de dañarme de esa manera.

—¿No lo sabía? —Su aspecto de gruñón cambia, él me mira con


sutileza. Dios. Menuda estúpida debo parecer.

—Debo irme.

—No, ¡Espere! —él se pasa los dedos por su cabello en señal de


frustración—. Lamento que se haya enterado así, yo... Creí que con
sus disculpas intentaba justificarlo.

—¿Por qué está tan seguro que fue mi ex?

—Lo escuché hablar con sus compañeros —mientras explica, las


lágrimas que he estado conteniendo inundan mis ojos.
—Rachel. Por favor no llore —su voz grave suena como un susurro
delicado—. No quise que...

—No se preocupe, era mejor saberlo, así que gracias —suspiro,


intentando mantener la calma. Ninguno dice nada por unos minutos.

—El rumor real... Debería ser que su ex novio es un idiota.

Su comentario hace que sonría irónica, ¿idiota? Es poco para lo que


Jackson Kozlov merece.

—El rumor real debería ser que el profesor de cálculo no es tan


ogro.

El señor Harvet suelta una pequeña carcajada, y sin dudarlo, me


uno a su buen humor, que siendo sincera si me sorprende. No es
tan gruñón, al menos fuera de clases no.

—¿Eso dicen? —Él finge sorpresa.

—No, pero debería ser el rumor real.

Asiente, haciendo ostentación de su elegante caminar y confianza,


da un paso hacia mí, había olvidado los nervios que tenía al inicio
de la conversación, los cuales ahora son más intensos, a pesar de
que estamos a una distancia normal.

—El rumor real debería ser que —su expresión divertida cambia por
una postura seria—, usted me gusta, señorita Lombardo.

Oh, Dios...

Siento como los colores suben a mis mejillas, observo al señor


Harvet esperando ver en su rostro un indicador de que ha sido una
broma, no es así, algo atraviesa fugazmente su expresión, ¿Nervios,
nuevamente?

—Parece sorprendida —demanda.


—Lo estoy.

¡Más que sorprendida! Esto no es correcto...

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6. ¿En clases no?
Con una energía palpable, Amy detiene el coche, al escuchar el
inicio de mi relato sobre el día de ayer con el profesor Harvet. Aún
no puedo creer que ella ha sido capaz de madrugar y venir a
buscarme tan temprano para saber todos los detalles, antes de que
me vaya a clases.

—¡No me jodas, Rach! —El grito de Amy refleja su emoción— ¿Y


qué le dijiste cuando confesó que le gustabas? Cuéntamelo todo.

—Le pregunté si había tenido un hámster.

Confieso, sintiendo nuevamente como la vergüenza se siembra en


mi estómago. Aún recuerdo la expresión del señor Harvet al
escuchar mi pregunta... No sé qué pasó por mi mente en ese
momento. Mientras yo siento mis mejillas arder, Amy se esfuerza
por no reírse, pero la avalancha de carcajadas que retiene solo hace
que esta tome más fuerza.

—Rach, ¿De verdad, un hámster?

Ella es incapaz de formular su pregunta y desconcierto sin parar de


reír. E incluso los ojos se le llenan de lágrimas, por la diversión.
Aunque la situación sigue estando presente en mi cabeza, las
carcajadas contagiosas de Amy me invitan a unirme a su ataque de
risa.

—Sí. ¿Un hámster te imaginas? Quise que me tragara la tierra


cuando me di cuenta de lo que preguntaba. Sí le gustaba, creo que
ya no.

—¿Pero él que te respondió? —Interroga, no sin antes tomar una


bocanada de aire para calmarse.

—Que no había tenido uno, pero hubieses visto su cara... Era de


"¿A qué viene eso? Loca" —cubro con las manos mi rostro,
muriendo de vergüenza.

—Eso fue antes o después de decirle que también te gusta—sin


poder creer lo que dice la miro— Porque te gusta, ¿verdad?

Hay un incontable momento de silencio, sé que mi amiga necesita


una respuesta y yo no estoy segura de tenerla.

—Después de ver la estupidez que dije, me fui... Y no me gusta.

—Vamos, ahora repítelo hasta que tú lo creas y yo lo acepte —dice


en tono insistente—, Mark está muy bien y te ha dicho que le
gustas, Rach. ¿Necesitas una bendición? Marica, yo te la doy.

Pese a que su comentario trasmite constante diversión, sé que


habla en serio. Y escuchar aquellas palabras en voz alta, es aún
peor. Aunque existen cualidades de él que pueden llamarme la
atención —como la manera tan elocuente con la que habla, su
inteligencia o físico—. No deja de ser mi profesor.

—El solo hecho de planteármelo ya es un GRAN problema. Esto no


está bien, Am.

Debo admitir también que sigo queriendo a Jackson.

—Un gran y guapo problema —señala Amy, tiene razón—. Vamos,


Rach, ambos son adultos lo de "No es correcto, no está bien"
Déjaselo a mi abuela.

—No sé qué pensar.

Todo es un conflicto, entiendo que la vida da vueltas, pero a mí me


está usando como su pelota.

—Es por Jackson ¿verdad? —Cuestiona.No hay necesidad de


contestarle. Ella conoce la respuesta—, deberías pasar página
Rach, darte la oportunidad de conocer a Mark. Y con esto no te
estoy diciendo que Harvet valga cien por ciento la pena, pero como
decía mi abuela...
—Oh, aquí vamos —rompo a carcajadas, Amy siempre sale con los
dichos de su abuela.

— Calla, no me interrumpas, Rach, como decía... El dicho de mi


abuela "Sarna con gusto no pica"

—Sarna con gusto, ¿qué...?

—No pica, amiga. Quiero decir que un desastre con ése bombón no
es tan desastroso.

—¡Amy!

Finjo estar escandalizada y horrorizada.

—Amy mis cojones, Rach. Irás a clases y le comes la boca —


bromea o eso creo—. Le comerás la boca por las dos.

—Como disfrutas este drama, ¿No?

—La verdad es que sí, pero aquí la que va a disfrutar más eres TÚ.

Con la convicción de sus palabras Amy asegura. Retomando el


camino a la universidad, ella conduce, sin parar de comentar lo
impresionada que se encuentra con Mark, aunque resalta que no ha
tratado mucho con él, no imaginaba que fuese tan directo y claro
con sus ideas. Es algo que a mí también me asombra.

—Gracias por traerme —apenas nos acercamos al edificio de mi


facultad, agradezco a mi amiga. Hablar con ella ha sido bueno.

—De nada, madrugar valió la pena —expresa con satisfacción—.


Me he enterado de los importantes avances con el papucho.

Entre risas, niego con la cabeza y antes de que salga con alguna
otra ocurrencia, me despido de ella. Avanzo a la facultad,
decidiendo tomar las escaleras, aún tengo suficiente tiempo para
llegar.
—Señorita Lombardo —con voz profunda y asombrada el profesor
me recibe al entrar al aula.

Contengo la respiración al verlo.


Es temprano y el salón de clases vacío lo confirma. El señor Harvet
está sentado en su escritorio y no estoy segura si es el tono con el
que habla o la forma en la que sus ojos esmeraldas se encuentran
con los míos, pero algo —todo— de mi calma se evapora.

—Buenos días —lo saludo al entrar completamente al curso, mi


pulso acelerado se detiene cuando el profesor Harvet se pone de
pie.

—Buenos días Rachel, no esperé verla hoy...

—¿No? —Pregunto curiosa y el niega. Seguramente después de mi


comentario del hámster habrá creído que me estaría mudando a
Alaska. Aunque ganas no me faltaron.

—Rachel, es la segunda vez que me tendré que disculpar con usted


—habla y sé inmediatamente lo que dirá—, no ha sido correcta ni
moralmente ética mi manera de actuar, incluso yo estoy sorprendido
de haberlo dicho —una leve sensación de arrepentimiento parece
consumirlo—, no haber sido prudente ha sido un error.

—No sé qué decir.

—Lo que dije aquella vez es cierto —hace una pausa poniéndome
aún más nerviosa—, pero lamento haberla hecho sentir incomoda,
es por ello que me disculpo.

Buscando en su mirada la verdad de las palabras que pronuncia,


por primera vez me permito observarlo, sus ojos verdes, lucen más
claros ahora, son preciosos, como los demás rasgos de su rostro.

—Más que incomodarme, me sorprendió —apartando mi vista de él,


respondo.
—Es una chica guapa, inteligente y educada. ¿Por qué le
sorprende?

—Es un profesor —hablo con sinceridad, me arrepiento al segundo


al ver su cara de decepción, asiente dándome la razón.

—Y lamentablemente uno que se ha dejado llevar por la situación —


no se esfuerza demasiado por parecer confiado, usualmente
siempre lo es—, señorita Lombardo ha logrado que olvide mis
códigos profesionales y eso sí que me sorprende.

—No lo entiendo. Es decir, está rodeado de mujeres, tantas como yo


—¿por qué él se fijaría en mí?

—Dudo eso, en todo caso a mí me gusta solo usted. Listo —sonríe


mirándome con veracidad—. Vaya a sentarse. Sus compañeros no
tardan en llegar.

Joder.
Su confianza me intimida, aunque no puedo negar que la manera
segura con la que habla resulta fascinante.

—Sí, señor —respondo sonriendo por su tono serio.

—Y Rachel —me llama—, de verdad lamento haberte hecho sentir


incomoda, no puedo y para ser sincero, no quiero rectificar lo que he
dicho, si lo deseas... Puedes verme como un amigo.

—Un amigo al que le gusto —sintiéndome cómoda bromeo con él,


parece sorprenderle.

—Así es, mucho —responde en el mismo tono que yo.

Ante la reafirmación de sus sentimientos, nerviosa, contengo la


respiración.

—¿Cómo puede ser tan seguro? —reflexiono y al ver su sonrisa


jovial, entiendo que no solo pensé la pregunta.
—Tengo veintiséis años, Rachel... Creo que he vivido lo suficiente
para saber lo quiero y lo que no —sonríe nuevamente—, lo que me
gusta y lo que no.

«Quiero una mujer, no una niña» «Necesito tiempo para saber lo


que quiero» Las palabras de Jackson regresan a mí. ¿Que irónico,
no? Y mi ex exigiendo una mujer cuando él es un niño que no sabe
lo que quiere.

Voces aproximándose al curso interrumpen de manera gloriosa mis


pensamientos y el momento, el señor Harvet me sonríe, ni siquiera
parece importarle la presencia de mis compañeros, yo al contrario,
completamente nerviosa giro, dirigiéndome a mi asiento.

La clase empieza y a medida que Mark avanza con la explicación de


los temas del día, mis pensamientos también lo hacen. La manera
tan hábil con la que habla, lo inteligente que es, continúa siendo las
cualidades que más llaman mi atención. Y aunque parezca absurdo
no dejo de compararlo con mi ex. ¿Si a la final resulta siendo un
farsante igual que Jackson?
No descarto la idea, aunque tampoco la alimento.

Al terminar las explicaciones en la pizarra y con ello la clase,


Monique aprovecha para acorralar al profesor, pidiéndole ayuda
sobre los ejercicios recién explicados; De vez en cuando, ella
aprovecha para tocarlo, puedo sentir la incomodidad en el rostro del
señor Harvet. Decido tomar mis pertenencias e ir a mis siguientes
materias.
Mi enojo con Jackson aumenta al escuchar a varios de sus amigos
murmurando sobre mi supuesta relación con Mark, aunque mi ira se
va tan pronto como viene, al reflexionar que los rumores ahora no
son del todo falsos.
***

Después de cuatro horas de clases, la tortura termina, soy feliz al


llegar a casa y almorzar la comida que mamá afortunadamente dejó
para mí.
*Sr. Harvet, te envió un estado*

El sonido de una notificación llega y estoy a punto de atragantarme,


al ver el contenido del dichoso estado; Hay una foto del profesor
Harvet, específicamente una selfie, luce una chaqueta de cuero
negra, sus ojos se ven mucho más claros en la foto, pero lo que
llama mi atención es la expresión claramente fingida de seriedad y
el encabezado;

"Soy un aburrido sin remedio, tengo que aceptarlo"

El estado termina y con una sonrisa en el rostro, le contesto:

"Aceptarlo es bueno" Intento reproducirlo nuevamente, pero sale


que no está disponible, obtengo una respuesta rápida de su parte.

Sr. Harvet.
"Ha sido mi hermano, lamento que viera eso"

"Señorita Lombardo, ¿Está insinuando que soy aburrido?"

Para: Sr. Harvet.


"No... Solo apoyaba su comentario de aceptar las cosas"

Sr. Harvet.
Entiendo. ¿Cómo está, Rachel? Yo estoy almorzando con mi
hermano.

Para: Sr. Harvet.


No lo interrumpo más, Sr. Harvet.

Sr. Harvet.
Puedo hacer ambas cosas, señorita Lombardo, o en todo caso, ya
me contará mi hermano qué tal le fue con el almuerzo.

Al leer su mensaje siento una electricidad en mi estómago. ¿Está


diciendo que prefiere hablar conmigo?
Con una sonrisita en los labios sigo la conversación con él y esta se
extiende por varias horas, lo que es extraño es que no me sienta
incómoda. Hablamos sobre sus gustos y los míos; Es amante de la
lectura, juegos de baloncesto, películas clásicas, la cocina. Aunque
en lo último discrepamos, en lo demás coincidimos.

Sr. Harvet.
"Sé que no lo he vuelto a mencionar pero ¿Sería igual de incorrecto
decir por mensaje lo mucho que me gusta?"

"Aunque sea fan de los Lakers"

Una risa nerviosa se me escapa ante sus nuevos mensajes.


«Tómalo con calma, Rach, nada de comentarios incoherentes y sin
sentidos»

Para: Sr. Harvet.


"¿Entonces dos más tres son cuatro?"

Sr. Harvet.
"No... Dos más tres, serían cinco hámsteres, señorita Lombardo"

Por unos segundos me rio ante la manera divertida que hace el


conteo, aunque haya error en su suma o eso creo hasta que
observo detenidamente la pantalla.

¡A la mierda! Vuelvo a leer el mensaje que envié, quería parecer


bromista al cambiar de tema, pero la torpeza me ha ganado.

Para: Sr. Harvet.


"No no, quise decir 2+2"

Sr. Harvet.
"Señorita Lombardo, ¿debo acostumbrarme a sus comentarios
elocuentes o usted a mis confesiones?"
Podríaculpar a mis complicadas materias por el cansancio que llevo
estas semanas, pero no sería del todo justo. Mis conversaciones
hasta tarde con el señor Harvet son la razón principal por la que,
como los días anteriores, me encuentro soñolienta, dirigiéndome a
mi salón de clases.
Es tan extraño pasar horas escribiéndonos por mensajes y
encontrarnos aquí, fingiendo no conocernos.

—Buenos días —exclamo al entrar.

—Buenos días, Rachel —el profesor es el único que responde e


inmediatamente me fijo que el aula está vacía, él sigue mi mirada
antes de volver a hablar—. Creo que debería sentarse ahí —
sonriente señala las últimas filas—. Aunque realmente querría decir
aquí.

Esta vez se refiere al primer asiento, cerca de su escritorio, estallo a


carcajadas por la combinación de su tono coqueto e inocente.

—Que indeciso, señor Harvet.

—Lo hago por mi bien, señorita Lombardo —poniéndose de pie, se


acerca tanto que puedo oler el delicioso perfume que tiene, su
mirada está fija en mis labios y por un segundo pienso que me
besará pero no lo hace, se aleja—. Estoy a punto de besarla, pero
no lo haré. En clases no.

—¿En clases no? —Replico, me sorprende de lo seguro que es.


¿Por qué pensaría que yo dejaría que lo haga?

—No lo mal interpretes, Rachel —repite y la manera tan delicada en


la que sus labios pronuncian mi nombre, provoca que los latidos de
mi corazón se aceleren—. Jamás te besaría sin tu consentimiento y
aunque lo permitieras, no podría, aquí no... Donde seguramente
seremos interrumpidos por las mismas personas que se encargarán
de crear rumores que puedan afectar tu imag...
—Buenos días, permiso —me sobresalto al escuchar a uno de mis
compañeros entrar, interrumpiendo a Mark, que luce tan sereno.
¿Cómo es que él logra mantenerse calmado, aún en esta situación?

—Buenos días —respondemos al unísono.

Intimidad por la situación decido ir a mi asiento, el profesor Harvet


que espera en su escritorio, de vez en cuando me mira; es el
culpable de que los latidos de mi corazón se aceleren y la
respiración se me corte. Sí, hemos conversado horas por mensajes,
pero admirar la picardía y seguridad en sus ojos —no solo en sus
palabras—, remueve todo en mí.
Poco a poco el aula se llena. Tan pronto como el reloj marca las
siete con quince minutos, la clase inicia, para mi es imposible
prestar atención a los ejercicios que él explica, sin embargo lo miro
atenta, recordando cada línea de nuestro chat.

—¿Hoy no dejará tarea, profesor? —La matada del curso recuerda


a Mark quien sonríe al escuchar a mis compañeros abuchearla.

—Venga, chicos. Dejen a su compañera en paz. Y no Susan, no les


dejaré tareas. No he terminado de calificar las anteriores. Pueden
salir.

Enérgicos, poco a poco los alumnos salen del curso, yo empiezo a


guardar mis apuntes, pero la llamada entrante de un número
desconocido en mi móvil me impide continuar.

—¿Rachel? —la mujer detrás de la línea habla.

—¿Sí?

—Soy la enfermera Rose del hospital central GQ, lamento informarle


que su madre ha sido hospitalizada.

La angustia se dispara a través de mi pecho y la respiración lenta de


mis pulmones me asfixia.
—Por favor, dígame que ella está bien.

—Está siendo atendida. Pero Rachel, debería venir al hospital.

Las piernas me tiemblan, todo a mi alrededor da vuelta, ver a Mark


acercarse preocupado, comentando lo pálida que estoy, me regresa
de mi estado de pánico.

—Señorita Lombardo, ¿se encuentra bien? —El señor Harvet se


arrodilla, quedándose a la altura del asiento donde me encuentro.
Fija sus ojos en mí—. ¿Que sucede. Puedo ayudarte en algo?

Terminando la llamada, le informo al profesor la situación e


inmediatamente él se ofrece llevarme al hospital, y sin importarme lo
que se pueda decir en los pasillos, acepto. Lo más importante ahora
es mi madre.

—Todo va a estar bien, tranquila.

El camino hasta su coche parece una eternidad, mi mente se


mantiene en blanco hasta cuando llegamos al hospital que lágrima
tras lágrima ruedan por mis mejillas.

—¿Familiares de la señora Karla Lombardo?

—Soy la hija ¿Cómo se encuentra ella? —Pregunto al doctor.

—Ahora está estable.

—¿Qué sucedió? ¿Puedo verla?

—Sufrió un infarto —Dios—.Puedes pero tendrás que esperar a que


la enfermera te lo indique. Solo tú, Rachel. Y no te preocupes la
enfermera Karla es una mujer fuerte, estará bien.

Brindándome una sonrisa acogedora, el doctor se marcha e ignoro


el hecho de que me ha llamado por mi nombre, no es del todo
extraño, aunque no lo conozco, mi madre trabaja aquí.
Mark y yo nos miramos, el alma me ha vuelto al cuerpo al escuchar
que mamá está bien.

—¿Estás más tranquila? —Pregunta llevando su mano hasta mi


rostro, sus nudillos son sorprendentemente cálidos y dulces al rozar
la línea de mis mejillas.

—Si... Gracias por traerme.

—No hay de que, ¿Un amigo, lo recuerdas?

—Lo sé —asiento, observándolo fijamente a los ojos, aunque su


acción tierna de limpiar mis lágrimas se detiene, continúa
sujetándome el rostro. La mirada del señor Harvet desciende hasta
mis labios, provocando que la respiración se me corte.

—¿Necesitas algo? —cuestiona alejándose—, ¿Agua, un té?

—No, gracias Mark.

Lo único que deseo es ver a mi madre, asegurarme de que esté


bien.

—Es la primera vez que me llamas por mi nombre —distrayéndome


de mis pensamientos él comenta.

—Lo siento.

—No te disculpes... Me gusta, lo prefiero así.

—Ídem —mi subconsciente santurrona se está dando golpes en la


cabeza al oírme.

«Es tú profesor, Rachel» Continúa repitiendo aquella vocecita y en


este instante no me importa. La ignoro, permitiéndome observar por
primera vez más allá que eso, observar al hombre seguro y
empático que no se ha pensado dos veces para ayudarme.
Ni siquiera sé que hubiese hecho sin él ahí. Lo agradezco,
agradezco que esté a mi lado ahora, logrando con su apoyo alejar
un poco mis miedos. Dios... Imaginar que sin piedad la vida podría
arrebatarme de mi lado a la persona que más amo en este mundo,
duele.

—Todo está bien —llevando una de sus manos a mi cabeza, me


acaricia el cabello. Lágrimas inundan mis ojos, y a medida que estas
fluyen, la presión en mi pecho disminuye, haciéndome sentir un
poco mejor—. Pronto podrás ver a tu madre y estoy seguro que no
le gustará ver que has llorado.

Tiene razón.

—Ella odiaría verme así —sollozo.

—Lo sé Rachel. Es la segunda vez que te veo llorar y para ser


sincero, también lo odio. No sé qué hacer para que te sientas mejor.

—Lo estás haciendo, Mark. Y tienes razón, pronto la veré, no está


bien que me vea así —tomo una bocanada de aire, intentando
calmarme.

Pasan varios minutos en los que nos mantenemos en silencio, hasta


que logro alejar los malos pensamientos de mi cabeza.

—Eres una mujer tan especial, Rachel —comenta él, mirándome


con fijeza—. Solo mírate. Intentando ser fuerte por tu madre. Me
haces sentir orgulloso de mi atracción hacia ti. Me gusta... Tú me
gustas.

—Y tú a mí, Mark —aclaro.

Me sorprende mi espontánea confesión, aunque sé que la termino


jodiendo comentando lo extraño que es sentirme atraída por una
persona que apenas conozco.

—El tiempo es insignificante Rachel, hemos vivido lo necesario para


saber apreciarlo, incluso en cuestiones sentimentales. Me alegra
saber que te gusto, sería un poco incómodo si no fuese así —sonríe
—. Me gustaría poder conocerte más, va en serio, ahora dime.
¿Qué deseas tú?

—También me gustaría conocerte mejor, pero...

—Soy tu profesor —termina por mí—, lo sé Rachel, y me encontré


en ese mismo dilema porque siempre me pareció incorrecto salir
con una alumna.

—¿Y que lo hizo cambiar de opinión?

«Tú» responde mirándome, de esa manera tan propia de él.


Confiado y relajado. Mis nervios regresan, esta vez con más fuerza.

—Te propongo algo —no sé qué cara he puesto pero Mark se echa
a reír—, Rachel, déjame terminar. Propongo que olvides que soy un
profesor, tú profesor, al menos fuera de clases.

—Una genial propuesta.

Digo con diversión al escucharlo, él lo hace ver tan fácil. Pero olvidar
que es mi profesor no es tan simple.

______________________________________________________

GLOSARIO:
"Sarna con gusto no pica"

- La sarna, según nuestra amiga la Real Academia de la Lengua


Española, es una afección cutánea contagiosa provocada por un
ácaro o arador... Y bien, aunque no hace falta que nadie tenga ese
problema en la piel para que usemos esta expresión.

Dentro de la expresión, la sarna hace referencia a cualquier molestia


de la vida en la que se puede encontrar un beneficio o afinidad,
porque una molestia si nos resulta placentera, deja de ser una
molestia.
Fuente: Expresionesyrefranes.
7. El trato

—Todo está bien, cariño —la voz dulce y calmada de mamá,


tranquiliza mis nervios. Verla en aquella cama de hospital,
somnolienta por los efectos de los medicamentos aplicados, es más
difícil de lo que imaginé.

—¿Cómo te sientes, mami?

—Bien. Con sueño —responde en casi un susurro, manteniendo sus


ojos cerrados.

—Se debe a los efectos de los medicamentos. Será mejor que


descanse —recomienda Katty, la enfermera y amiga de mamá que
se encuentra en la habitación. Asiento, acercando mis labios a la
frente de mi madre.

—Te amo, extraña —susurro dejando un silencioso beso—. Eres mi


vida.

—Tranquila Rach, Karla es una mujer fuerte, estará bien —Katty


comenta acompañándome a la salida de la habitación—. La
mantendremos en observación hasta mañana, será mejor que vayas
a casa —me niego a su sugerencia—, y prepares todo para esta
noche, estaba segura que querías pasar aquí con ella.

—Tienes razón. Iré por algunas cosas a casa. No tardaré —informo


—. Por favor, cuídala.

—Así será, Rach.

Agradeciendo la firme promesa de Katty salgo de la habitación.


Mark apenas me ve se pone de pie y algo más animada le comento
sobre mamá, aun en su estado soñoliento, verla me hizo bien.
—Me alegra que tú madre esté mejor, Rachel. ¿Y tú? —él me mira,
da un paso más hacia mí, llevando su mano hacia mi rostro,
acariciándome la mejilla. En su gesto proclama empatía y una
ternura que no parece propia del hombre serio que he estado
acostumbrada a ver en clases—, ¿más tranquila?

Asiento centrando mi atención en sus admirables ojos verdes,


ambos guardamos silencio y ante la tensión que se propaga tan
rápido entre nosotros, por primera vez me fijo en la cercanía en la
que nos encontramos y mis nervios se disparan.

—Mark —susurro, tan bajo, que parece una súplica.

La proximidad en la que estamos no solo empieza a alterarme a mí,


también a él. Puedo escuchar su respiración pesada, y me inquieta.
Ver a un hombre tan seguro como Mark nervioso, me brinda un poco
de equilibrio en la situación.

—Quiero besarte —susurra, provocando que los latidos de mi


corazón se aceleren. Puedo sentirlo golpeteando en mi pecho.

—Hazlo —demando. Y solo basta esa única palabra para que se


destruya el pequeño espacio que queda entre nosotros, acercando
su rostro al mío, Mark se inclina para besarme. Un beso suave y
agradable.

Por un instante el tiempo se detiene, la posesión de él sobre mi


boca es dulce, pero apasionada, provocando que nuestras
respiraciones se entremezclen y cuando el cálido beso se
profundiza me exige deleitarme en la boca que algunas veces he
observado, en los labios húmedos y calientes que están contra los
míos.

El predecible deseo con el que nuestros cuerpos empiezan a


reaccionar, envían señales de que debemos parar. Colocando mi
mano sobre el pecho de Mark, lo animo a terminar con la cercanía
que yo soy incapaz de dejar.
"¿Y has tenido un Hámster?" Musita en mi boca.

Aún en la lucha por mantener su tono íntegro y casquivano él


comenta, inmediatamente me alejo soltando una pequeña risa.

—Me gusta la manera en la que me desordenas la vida, Rachel —


añade, intentando controlar su respiración y mi corazón da un
vuelco.

—A mí también me gusta, Mark —concuerdo—. Es solo que... Aún


es un poco difícil aceptar la situación.

—También ha sido complicado para mí, Rachel, cuando trataba de


ignorar el hecho de que me gustaba una alumna, sin embargo,
somos personas adultas, formemos nuestros propios pensamientos
sobre lo bueno y lo malo —su gesto, la manera firme, correcta y
dulce con la que habla hace casi desmayarme—. Pero por favor,
que esto —nos señala a ambos con su mano—, nosotros, sea lo
primero en la lista de cosas buenas. Porque lo es.

—Rachel —los pasos del doctor acercándose nos interrumpe.


Giramos hacia él quien no tarda en informar el buen estado en el
que se encuentra mamá actualmente—. No sé si te informaron, pero
la mantendremos en observación hasta mañana.

—Sí, la enfermera Katty me lo ha comentado —menciono y él lleva


una de sus manos a mi hombro, dejando una pequeña caricia, que
me hace remover sorprendida por su descarada acción.

«Gracias» Le digo.

—De nada, Karla y tú, pueden contar conmigo para lo que necesiten
—sus palabras agregan más tensión al ambiente—. Ella habla tanto
de ti aquí, que es un placer por fin conocerte

—Igualmente —respondo incómoda.


—Nos vemos luego —dice sonriente. Su expresión relajada cambia
al observar por primera vez a mi lado—. Permiso.

Sin decir más, se aleja.

—Te coqueteaba —suelta Mark.

Me encojo de hombros, él no tarda en sonreír mientras niega con su


cabeza. Ofreciéndose a llevarme a casa.

—Gracias, pero ya has hecho suficiente —respondo de inmediato—.


Llevamos casi cinco horas aquí, no quiero quitarte más tiempo,
seguro tienes muchas cosas que hacer.

—Lo único importante que tengo que hacer ahora es llevarte a tu


casa. ¿Por favor?

Sin más protestas accedo. En el camino al estacionamiento estoy


perdida, no recuerdo su coche, por lo que me limito a seguirlo. Mi
boca se abre al ver que nos encontramos frente a un auto sucio y
maltratado, ¿Este coche es de él?

—Es maravilloso, ¿no?

— No.

Y antes de que pueda evitarlo ya he respondido. Es que, si la


imprudencia fuese premiada, ahora mismo recibiría el más grande
de los trofeos «Y con el mismo he de golpearte» Me riñe la vocecita
de mi cabeza. No pretendía sonar grosera ni mucho menos
interesada en el aspecto de un coche. Pero a decir verdad, me ha
pillado por sorpresa.

Mi madre suele decir que mientras algo esté limpio y ordenado


siempre lucirá bien. Y es lo qué pasa con el vehículo, no es que sea
feo, es el mal cuidado que tiene. Y me sorprende porque Mark no
parece ser un hombre despreocupado por su aspecto o en el de su
entorno en general. Vagando en mis pensamientos la risa de Mark
no tarda en interrumpirme. ¿Está tomándome el pelo?

—Discúlpame, no quise parecer grosera —aclaro apenada.

—No voy a disculparte, si has ofendido a la pequeña Mur.

Responde divertido, entrando en el juego de ver con horror al


coche. Me confunde.

—Le has puesto hasta nombre a la pobre.

—Es broma. Este desastre de coche es de mi hermano, él se llevó


el mío. ¿No lo notaste antes?

—No —hablo aún avergonzada—. De verdad, lamento mi


comentario. Puede ser algo familiar y yo aquí haciendo ese tipo de
comentarios.

«Aunque ¿quién cuidaría así algo familiar, que desea conservar?»


Reflexiono. Al escuchar la risa de Mark me muerdo la lengua. ¡He
pensado en voz alta!
¡Ya cállate, Rachel! Vuelvo a regañar la espesa insolencia en la que
se halla danzando mi subconsciente.

—Un comentario acertado, opino igual. Aunque deberías conocer a


mi hermano y su manera de amar, te sorprendería —añade
divertido mientras abre la puerta del coche y antes de entrar le
agradezco. Mark no tarda en rodear el vehículo y reunirse conmigo

—¿De verdad se llama Mur?

Asiente, buscando entre papeles, me da una pequeña nota.

#Hermanito, Mur ya te extraña, te la presto un rato.


Por cierto, no puedo andar sin coche, me llevaré el tuyo, no te
preocupes. Soy un buen hermano.
Lo sé. Gracias.
-Steven#
—Que considerado es Steven—digo entre risas.

—No sabes cuánto.

Comenta con gracia, aún en su tono divertido puedo notar el orgullo


con el que habla de su hermano. Es notable lo apegado que son.

Durante el camino a mi casa, indico a Mark las calles que debe


tomar, aprovecho también a enviar mensajes a Amy sobre lo
sucedido con mamá, ella no tarda en responder, informando que
vendrá a casa pronto.

—Rachel, no has comido nada. Mientras te organizas puedo ir a


comprar algo para que almuerces —habla cuando estaciona el
coche frente a mi casa—. Solo dime que te apetece.

—Mark, de verdad —llevo mi mano sobre la de el—. Ya has hecho


suficiente. Por favor, no quiero sentir que abuso de tu ayuda.

—Al menos prométeme que comerás algo antes de ir al hospital —


pronuncia su petición con ternura.

¿Este hombre es real? Me pregunto sin poder creer como hace que
en cada palabra, gesto o caricia de su parte por muy pequeña que
sea, me haga sentir especial.
Llevando mi mano a su mejilla, lo estudio, buscando la respuesta a
mi pregunta. Es real. Se siente real.

Acercándose Mark sonríe, y en un simple movimiento, hace que


nuestros labios se encuentren. Seguramente los latidos de mi
corazón deben oírse, incluso por encima del ruido de la calle.

«Ve con calma, Rachel» Medita la vocecita en mi cabeza, ella, más


que cualquiera, conoce mis sentimientos. Reconoce el temor que
me consume; no quiero sentirme traicionada otra vez y él, Mark
Harvet, tiene el aspecto de ser o un bonito para siempre, o la peor
desilusión amorosa...

...Una que sin duda, besa de maravilla.

El estrépito sonido de un golpe arruina toda la magia que el beso de


Mark estaba construyendo, sobresaltándome me alejo, investigando
de donde provino el golpe.

—Baja del puto coche, Rachel —la voz que enseguida reconozco,
me ordena.

Jackson.

Está a centímetros de la puerta del copiloto, continúa exigiendo ser


obedecido entre gritos e insultos. Mark enseguida se baja del coche,
sin vacilar rodea la parte delantera del mismo, llegando hasta mi ex.
Las piernas me tiemblan, sin embargo, es la misma adrenalina que
me impulsa a salir del auto.

—Rachel —mencionan los dos hombres frente a mí. Pero es


Jackson quien se acerca primero intentando acorralarme con sus
manos.

Retrocedo mientras Mark detiene a Jackson, sujetándolo del brazo.

—Ella no quiere que la toques —enfatiza él, provocando que


Jackson empiece a reír y a forcejear por soltarse—. No te atrevas.

—Cállate la puta boca —brama Jackson centrando su atención en


Mark nuevamente, lo empuja, y el cuerpo de Mark se balanceé
hacia un lado, logrando que mi ex pierda por unos segundos el
equilibrio—. Es mi novia. Aquí el que no tiene derecho de tocarla
eres tú, cabrón.

—No soy tu jodida novia —replico, sintiendo la rabia y la decepción


salir por mis poros, acercándome, me quedo a lado de Mark.
—Así que resulta que es verdad lo que dicen... TÚ Y ESTE —grita
mi ex novio.

—Lo que deseas se cumple.

Con un tono sarcástico, Mark habla a Jackson. Sorprendida, dirijo la


mirada hacia el hombre a mi lado y sólo encuentro rabia contenida
en sus facciones, sin embargo, sus ojos al encontrarse con los míos
pronto se suavizan, él luce avergonzado, como si de alguna manera
intentara disculparse conmigo por el comentario.

—Cállate imbécil, seguro que esta te va a dejar por el primero que


se le pase enfrente, como me lo hizo a mí.

—¿Qué dices? —sus palabras descaradas me desconciertan.

—El que se calla aquí eres tú —demanda Mark, cabreado—. Aquí


todos sabemos la realidad de la situación y si hubiese sido cierto, no
la culpo...

—Esto lo sabrá toda la universidad. Y tú —me asesina con la mirada


—. Este tío encontrará otra que le guste más, y te dejará.

—Otra que le gusta más —sonrío irónica—, Jackson, referirte a las


personas como si fuesen un juguete que desechar tan fácilmente,
son cosas de niños y el señor Harvet.... Es un hombre.

Dejándome llevar por la rabia comento palabras similares a las que


él dijo en nuestra ruptura. Mi ex tensa la mandíbula, mirándome
indignado, sonrío, ¡Que bien se siente!

—Lo van a pagar —amenaza Jackson mirándonos con rabia por


varios minutos, pero no se acerca o dice nada hasta que la diversión
en su rostro vuelve—. Muy pronto.

Haciendo hincapié de sus últimas palabras, da media vuelta,


caminando en sentido contrario a nosotros.
—Mark, lo siento, sé que esto te traerá problemas, porque Jackson
lo contará a todos.

—No te preocupes, aún si lo cuenta, no me van a despedir —sus


manos toman mi cintura, la tensión es inevitable—. Es el trato para
que regresara a dar clases.

—¿Qué trato?

—Al escuchar a tu ex y a sus compañeros creando y alimentando


chismes, pensé que lo mejor sería renunciar, no quería problemas,
ni que estuvieras incómoda en la clase —explica—. Cuando lo hice,
tuve que explicarle los motivos al director, el origen de los rumores y
todo eso...

—¿Pensabas renunciar? Por eso no asististe a clases.

—Sí. Pero Ildet no aceptó mi renuncia y para ser sincero, tampoco


quería irme —me mira fijamente—. Me aseguró que no creería en
rumores, ni mucho menos permitiría que tuviésemos problemas por
ellos. Siempre y cuando me mantuviese lejos de ti, al menos en él
aula de clases.

—Espera —lo interrumpo enérgica— ¿Al menos en el aula de


clases? ¿Estás diciendo que él me ofreció a ti porque te quedaras?

—No específicamente, Rachel.

—Oh, ya. Le faltó decir, específicamente —enfatizo con ironía la


última palabra—, que mientras te quedes en su universidad puedes
salir conmigo. ¿Qué piensa que soy? ¿Un premio consuelo? ¡Vaya
director tan sacrificado tenemos en Wens Ildet!

—No te enojes. Has preguntado y no quiero mentirte, no me gustan


los secretos.

—No estoy enojada contigo Mark, pero el trato de Ildet parece más
un ofrecimiento —eso es lo que me molesta.
—Lamento que te sientas de esta manera, Rachel. Yo acepté el
trato, esperando que los rumores no nos ocasionarían problemas a
ninguno de los dos. Nunca esperé salir contigo y mucho menos me
importa la aprobación de Ildet. Evidentemente él solo intentaba
convencerme de que me quedara.

—En clases no —murmuro sarcástica.

—Sí, Rachel. En clases no, no podré besarte o abrazarte, pero se


trata de nosotros no de Ildet —habla exasperado—. No deseo
exponerte a malos comentarios. Entiende que, aunque en clases no
podremos expresar nuestros sentimientos, en mi corazón nada
cambia. Dentro o fuera de clases, sigue latiendo al mismo ritmo por
ti.

—Mark, no juegues conmigo —pido. Esta vez sin reproches o


ironías. Realmente, no quiero salir lastimada—. Has que esto valga
la pena, por favor.

Tomando mi mano, él asiente, sonriéndome con ternura.

—Valdrá más que la pena, alumna Lombardo, confíe en mí.


8. ¿Un hijo?
—¿Cómo te sientes hoy? —Pregunto a mamá.

Su recuperación en estas tres semanas ha sido favorable, me


alegra que esté en casa tomando un descanso del trabajo.

—Bien, cariño. Renovada y muy mimada —ella esboza una sonrisa


radiante mientras me observa de arriba abajo—. ¿Cómo estás tú?
¿Cómo sigues por la ruptura con Jackson?

—Me alegra mami, es bueno que finalmente accedieras a tomarte


días libres en el trabajo —contagiada por su buen humor, sonrío—.
Bien. Sin duda, terminar fue lo mejor.

Aunque deseaba que las cosas con Jackson no hubiesen acabado


como lo hicieron, ya era tarde. Ambos nos dejamos consumir por la
costumbre, confundiéndola con amor.

—Cuando se cierra una puerta, otra se abre —sus risueños ojos


café, reflejan complicidad.

—Tienes razón, extraña —no tiene idea cuánto, ella asiente


entusiasmada.

—¿Conociste a Andrés? —Frunzo el ceño sin tener menor idea de


quién es Andrés— El doctor que me atendió, es un amigo, quería
que se conocieran, no en estas circunstancias pero vale. ¿Verdad
que es guapo?

¡Ahora lo entiendo! La puerta a la que mamá se refiere se llama


Andrés, su compañero de trabajo.

—Estoy conociendo a alguien...

Suelto y enseguida la boca de mamá se abre ante la sorpresa de mi


confesión. Sé que ella debía pensar que no superaría la ruptura por
semanas o meses, incluso yo misma lo creía. Pero por alguna
razón, la vida se estaba encargando de demostrarme, que las cosas
suceden cuando menos lo esperamos.

—No lo sabía amor, y yo haciendo de cupido —demanda, siempre le


cuento todo a ella y esta vez no hemos tenido la oportunidad de
hablar.

—Es reciente. Ahora debo irme a clases —y antes de que haga más
preguntas decido despedirme con un abrazo—. Te amo.

Y a pesar que deseo contarle todo a mamá es mejor esperar,


conocer un poco a Mark y tomar la decisión de presentarlo o no a mi
madre.

Despidiéndome de mi abuela con un beso casto en su frente, salgo


de casa para llegar a tiempo a clases de cálculo.
Saber que es ella quien cuida a mamá mientras estoy en clases, me
tranquiliza, y el buen estado de ánimo que tengo, ayuda a que el
camino a la universidad sea corto, aunque este no dura más que un
santiamén; mi felicidad se borra apenas llego al curso de cálculo.
Monique y Crisna me reciben susurrando con soberbia mientras me
miran como si hubiesen descubierto el mejor invento de la historia.

—¡Pero miren a quién tenemos aquí! —Exclama Monique, dirigiendo


la atención de los pocos alumnos que están en el salón hacia mí—
Querida, ¿sabías qué hay alguien malo que anda diciendo cosas de
ti?

—Es cierto, yo también escuché esos rumores —uno de mis


compañeros añade, uniéndose a la conversación.

—¿Cómo se atreven a pensar que Mark podría siquiera fijarse en


alguien como ella? —Dice Monique causando que los espectadores
suelten risas de burla.

—Pues parece que hay alguien que sí que se lo cree —replico al


evidente enojo de Monique. No he planeado el tono sarcástico en mi
voz, pero disfruto al verlas morderse la lengua por unos segundos.

Los murmullos descarados de las personas en el lugar, hablando


como si yo no estuviese presente, hacen que me arrepienta de
haber caído en las garras de mis compañeras. No merecen la pena.

— Pues no te hagas ilusiones querida, Mark me escogerá a mí,


como todos los hombres. ¿Cierto Crisna?

—Obvio, Monique —su amiga chilla, dándole la respuesta que


evidentemente ella exige—. Deberías empezar hoy.

—Por supuesto que sí. Hoy será una clase muy interesante y
después aún más —insinúa.

Ofrecida. ¡Qué novedad! ¿Debería temer de ellas? Lo único que


causan en mí, es risa.

—Estás en todo el derecho de hacer lo que te apetezca, Monique —


hablo, caminando hasta mi asiento.

—Y así será querida, no te he pedido permiso.

Grita enfurecida, enmarcando la mirada oscura sobre sus cejas


negras. Ignorándola pienso sobre lo que ha dicho. ¿Mark cedería
ante los coqueteos de Monique? Si es así, bien por ellos. No es que
desconfíe de él, de hecho, es una persona que en poco tiempo ha
demostrado ser muy sincero. Pero creo que él tiene el carácter
suficiente para hacerse cargo de sus acciones, y si pasa algo con
Monique... El que se pierde de estar conmigo es él, ¿no?

—Buenos días —la voz inquisitiva de Mark cesa mis pensamientos y


los murmullos del lugar, levanto la vista hacía él, quien recorre con
la mirada a todos, hasta detenerse en mí. Frunce el ceño e
inmediatamente hago un leve gesto con la cabeza, negando. Sé que
puede percibir la tensión en el ambiente—. Eh, bien. Empecemos.
Mark se instala en su escritorio y dando por iniciada la clase
empieza la introducción de un ejercicio nuevo. Él no lo sabe, pero es
la señal perfecta para Monique, quien no duda en poner en práctica
sus tácticas de coqueteos.

—¿Podría explicarme nuevamente? Es que no lo entendí —dice


Monique con voz dulce llamando la atención de Mark, mientras
envuelve mechones de su cabello en el dedo— ¿Puedo ir a su
escritorio?

Retengo el aire de mis pulmones, enojada conmigo porque debería


concentrarme en la clase, no en los celos que envían punzadas a mi
estómago.

—Puede —la voz de Mark es ligera como la seda, él solo hace su


trabajo, pero no puedo evitar sentirme asqueada por Monique.

Sonriéndome, mi compañera se levanta del asiento y camina hacia


el profesor. Él, optando una postura educada e igual de serena, le
explica con paciencia el dichoso ejercicio, de vez en cuando ella
aprovecha para tocarlo, posando su mano en el hombro de Mark.

«Mierda, Rachel. Concéntrate en aprender el ejercicio» Riñe la voz


en mi cabeza cuando me encuentro estudiando cada paso que
Monique da.

—Aun no estoy segura de entenderlo...

Veinte minutos después menciona ella, tocándolo con más descaro


y la expresión molesta de Mark me indica que finalmente se ha
percatado de las intenciones de mi compañera.

—Puedo explicárselo pero no entenderlo por usted, realizará sola el


siguiente ejercicio en la pizarra explicándole a sus compañeros. Así
entenderá.

Al escuchar a Mark dejo escapar una sonrisa de orgullo. No sé si es


su expresión mal humorada, o la manera en la que envía una clara
señal de desinterés a Monique, pero luce precioso.

— Pero Mr. Harvet, aún no creo poder hacerlo sola... —Dice ella
acercándose más a él y colocando a gran vista su escote dejando
ver sus pechos, pero ¿Qué cojones?

—¡Regrese a su lugar! No sé qué clase de juego es este, pero que


les quede claro que soy su profesor, no un compañero más.
¿Entendido? Puedo tener la misma edad de algunos de ustedes,
pero no se equivoquen.

Toda la clase escucha atenta al ver a Mark enojado, hay un tipo


diferente de furia esta vez en él. Luce completamente ofendido, por
otro lado, Monique se ha puesto roja, cada parte de su rostro
expresa vergüenza. Una que no parecía tener.

—Solo era una broma, profesor, relájese —las palabras de Monique


hacen que la expresión de Mark se tense.

—Soy su profesor, no su amigo con quien puede bromear —habla


enojado—, ¿entendido?

—¿Solo Rachel puede hacerle bromas? —Susurra José un amigo


barrabás de Monique, parece que Mark ha escuchado.

—Ni usted, ni la señorita Lombardo, nadie en este curso. Y al


próximo que haga un comentario al respecto, no se moleste en
volver las próximas clases. Considérenlo un consejo.

Habla en tono colérico, mientras yo empiezo a sentirme cohibida por


ser parte de una discusión que solo se trataba de Monique y sus
límites al coquetear descaradamente.

La próxima hora la tensión continúa por lo que nadie se atreve a


hablar o a preguntar algo y cuando la clase termina, con caras
largas todos salen del curso, Mark regresa a su escritorio. Me da
curiosidad ver que Monique niega a irse, guardando mis
pertenencias con lentitud, sigo cada paso de mi compañera.
—Quería pedir disculpas, señor —se acerca a él—, es que no
puedo disimular cuando alguien me gusta.

Mark se pone de pie apunto de protestar, pero antes de que pueda


hacerlo, ella se ha abalanzado a su boca, besándolo, amedrantada
observo la patética escena.

Mierda.
Mi sorpresa por la acción de Monique se extingue y es sustituida por
horror. Y es el mismo horror que veo en los ojos de Mark cuando la
aleja incrédulo de él.

—Sé que le gusto y no lo culpo soy la más guapa.

—Debería preocuparse de ser más inteligente que bonita —dice


mirándola con enfado—, y estudiar más de lo que se dedica a
coquetearme. Espero quede claro.

Con una risa que parece más un chillido, Monique se cruza de


brazos girando hasta mí.

—¿Y esa le gusta? Increíble —comenta e indignada por ser


nuevamente parte de un reclamo, me pongo de pie apunto de
protestar sin embargo, Mark interrumpe.

—Mi vida personal señorita Anderson, no le incumbe —replica Mark


—. Esta conversación ha terminado, al igual que la clase. Puede
retirarse.

A zancadas, Monique obedece, saliendo del aula. Mark dirige su


mirada hacia mí, «Lamento que hayas pasado por esto» Dice.

—No es tu culpa... Jackson cumplió con su palabra, habló a todos


de lo que vio —reflexiono—. Creo que de alguna u otra manera
Monique intentaba averiguar que tan cierto es.

—Lo sé... Ven —extendiendo su mano, me invita a acercarme y


dando unos cuantos pasos hacia él, acepto—. Estas situaciones
serán las primeras de muchas Rachel, por favor, dime que puedes
con esto.

—Puedo —aseguro—. No te voy a negar que me molesta, pero no


me afectan estas niñerías.

Mark lleva nuestras manos entrelazadas a la parte baja de su


espalda, uniendo nuestros cuerpos. Pronto el miedo se apodera de
mi cabeza, no temo de él, sino de la situación, solo de pensar que
alguien podría entrar y vernos me aterra; Él no deja de ser mi
profesor y yo su alumna.

Mi temor aumenta al verlo acercarse hasta dejar su boca a escasos


centímetros de la mía. Convirtiendo el miedo en el más dulce deseo,
pero sus labios toman el rumbo hasta mi frente donde deja un casto
beso.

—Mereces más que un beso a escondidas, sentir algo más


significativo que miedo —como si adivinara mi desconcierto, habla
—. Deseo que cada vez que estemos así —sus dedos dan suaves
caricias a mi espalda—, estés relajada, capaz de disfrutar de
nosotros.

Siento mi corazón acelerarse ante sus palabras; siempre tan


acertadas.
Hay tantas cosas que deseo responder, sin embargo, los murmullos
que empiezan a ser más audibles, nos obligan a terminar con el
momento.
Y entonces, con esmerada calma, manteniendo una distancia
prudente, salimos del curso, dirigiéndonos al estacionamiento,
donde el lujoso coche negro en el que nos detenemos llama mi
atención. Inmediatamente sonrío pensando en Mur, el carro de su
hermano. Divertida volteo hacia Mark, pero me inquieta ver la
tensión en su rostro.

—Rachel —habla nervioso o eso parece—. ¿Te importaría


acompañarme a mi departamento?
— ¿A tu departamento?

Lo interrumpo sin tener la mínima intención de ocultar mi sorpresa.

—No seas mal pensada, venga. Tengo algo para ti, y no podría traer
aquí ello.

Su invitación me pone nerviosa, sin embargo acepto, aunque intento


mantener mis oscuros pensamientos lejos, ellos se niegan a
abandonarme. Nunca he estado en un lugar a solas con otro
hombre que no sea mi ex y empiezo a sentirme incómoda, aún más
con el silencio que se forma en el camino a su casa y el cual se
rompe cuando saludamos al portero.

— Gracias, Julián —habla finalmente entrando al estacionamiento.

— ¿Qué imaginas que es? —pregunta mientras nos dirigimos a su


departamento.

—¿Unas clases gratis? —Bromeo sin tener la menor idea de qué


podría ser.

—No por el momento —ríe.

Su actitud relajada de ahora, me intriga más. Ansiosa, lo sigo hasta


el ascensor, donde Mark marca el piso seis. Estoy ansiosa por
conocer la sorpresa que tiene para mi.

—No debiste molestarte, pero gracias por invitarme —le digo, el


niega con la cabeza.

—Gracias por aceptar venir, Rachel —centrándome en su voz dulce


lo miro, él no duda en acercarse y acunar mi rostro en sus manos.
Son sus labios lo que logran captar mi atención.

«Ha sido una tortura no poder besarte antes» Susurra y el aire se


carga de electricidad, cierro los ojos cuando el anhelado beso, llega.
No puedo hacer nada más que ceder... Se apodera de mi boca
como si le perteneciese, ansiaba este beso tanto como Mark, el
sonido de las puertas del ascensor nos interrumpen. Tras ignorarla
unos segundos, a regañadientes nos alejamos.

—Buenos días, señor Harvet —entra una señora algo mayor, ¿Hace
cuánto ha estado aquí? ¿Nos habrá visto?—. Señorita...

Su tono acusatorio confirma mi pregunta.

—Hola —saludo apartando la mirada, siguiendo mi camino fuera del


ascensor. Mark me sigue.

—Buenos días, señora Benson —tranquilo sale del ascensor, la


señora asiente y entra en su lugar. Desesperada busco una
explicación a su honrosa calma, mientras que mis piernas reclaman
aquella bonanza.

—Es mi vecina, una señora agradable —informa.

—Ya veo —digo aún avergonzada por la escena brindada. Sin


embargo, olvido el tema apenas entramos a su departamento—.
Estoy ansiosa por ver mi sorpresa.

—Tan guapa como impaciente, señorita Lombardo. Un momento.

Él desaparece del salón, observo encantada cada rincón de su


departamento, es alucinante, los colores, lo bien que huele y sobre
todo lo ordenado que está.

—Aquí está —regresa, entregándome una caja blanca con listones


rosa.

—Muchas gracias —hablo mientras acepto el regalo y caminando


hasta el sofá—, no debiste molestarte.

Desato los listones de la caja... ¡A LA MIERDA! Lanzo la caja al


sofá, saltando hacia uno más grande.
— ¡Un hámster!

Chillo horrorizada.

—¿Estás bien? —Mark me mira sin comprender e inmediatamente


camina hasta el hámster y lo toma en sus manos, parece
desconcertado. Deseo explicarle pero, las palabras no salen de mi
boca. Ahogo un grito, al observar al hámster.

— Yo, yo, lo siento es que no puedo evitarlo —Mark acaricia al


animal acercándose a mí, rápidamente me alejo—. Es que míralo es
tan peludo.

Explico con pánico.

—¿No te gustan? —Niego repetidas veces con la cabeza— Creí


que sí, por tu pregunta... Y broma con los... Ya entiendo —sigue
acariciando a la bola de pelos—. Lo lamento, lo devolveré.

Me siento culpable, pero no puedo. La musofobia es algo que tengo


desde pequeña. Mencionar un hámster cuando Mark confesó que le
gustaba era parte de una técnica de alejar los nervios pensando en
algo que me quitaba la calma más que nada.

—Gracias, puedo aceptarlo —murmullo con recelo—, dame acá.

Me armo de valor convenciéndome de que no es un roedor. Mark no


parece muy seguro y a decir verdad yo tampoco lo estoy.

—No tienes que...

— Sí, dame —interrumpo, me ofrece al animal, mis dedos rozan su


pelaje haciendo que grite—. No, no, espera. Déjame respirar.

Mark se echa a reír y yo siento que voy a desmayarme. «¡Vamos no


seas niña, Rach!
Piensa que no son roedores, aunque sean subfamilia de ellos»
Intento animarme.
—Mejor lo devolveré y nuevamente, disculpa —lo lleva fuera del
salón y yo sigo a Mark.

Mark coloca al hámster en una pequeña casa, adecuada para el,


luce tierno y feliz.

—No, discúlpame tú a mí —aclaro, él sonríe.

—Vale, ya está... —Comenta mientras se queda a unos centímetros


de mí, observándome apenado e inseguro de si acercarse o no. En
su lugar voy hasta él y dejo un fugaz beso en sus labios.

—Gracias. Nunca me habían regalado algo así —bromeo, él ríe


haciendo una mueca.

—Te creo —musita rodeándome la cintura—. Y Rachel, no te


sientas obligada a quedártelo.

—Mark, aprecio tu regalo —lo digo con sinceridad—. Y me lo


quedaré.

—Puede quedarse aquí hasta que te acostumbres a él y así —


apoyo la cabeza contra su pecho, disfrutando la sensación de sus
brazos a mi alrededor—... Podrías venir aquí. Visitarnos...

La manera divertida con la que habla me anima a seguir su juego.

— Oh, Mark, no uses a nuestro hijo para tus beneficios.

Comento divertida por la situación, él ríe y no me basta solo con


escucharlo, quiero verlo, por lo que alzo la cabeza para mirarle el
rostro; Los ojos se le cierran al reír. Dios.
Es guapísimo.

—Solo ha sido un comentario, querida. Estaba pensando en el bien


del niño.

El tono paternal y familiar con el que habla provoca que suelte


carcajadas. Su esmero por sorprenderme, hacerme reír o hacerme
sentir especial, es algo realmente empieza a gustarme.
9. El malo

—¿Cómo quieres llamarle?

La pregunta que durante toda la semana me he hecho, es formulada


esta vez por Mark. Escoger un nombre para el hámster que me
regaló ha sido difícil, mucho más difícil que intentar adaptarme a
ella, aunque es la segunda vez que la veo, apenas entré al
departamento de Mark, el valor que había recaudado desde hace
días se volatilizó.

—No lo sé, quería un nombre representativo —algo que me


recuerde a Mark... Haciendo una breve pausa medito sobre los
nombres que mi mente empieza a recrear por milésima vez—. ¡Eso
es!

Dejándome llevar por la emoción hablo enérgica. «Dory» Le digo.

—¿Cómo el pez? —Pregunta con intriga.

—Como tú y tu época Dory —él junta las cejas al mismo tiempo que
intenta ocultar una sonrisa—. ¿Es usted alumna de mi clase? Su
rostro me suena.

Citando sus palabras y exagerando mi tono de voz, le explico. La


risa que emite y la alegría que provoca el sonido, es contagiosa.

—En mi defensa señorita Lombardo, diré que intentaba ocultar lo


atraído que me sentí por usted, desde el primer momento en el que
la vi —removiéndose del sofá, toma mi mano.

—La discreción no duró mucho, señor Harvet —suelto, esbozando


una sonrisa—. Y pensar que ahora estamos aquí... ¡Qué locura!
—¿Te arrepientes? —Su curiosidad es familiar. Es la misma
pregunta que me he hecho. ¿Se arrepentirá Mark de todo lo que ha
sucedido hasta ahora? Aunque exista aquel extraño trato con el
director, es evidente que su imagen está siendo perjudicada—. Es
decir, salir de una relación de seis años, verte involucrada en
rumores con nuevas historias cada día, no debe ser fácil.

—No lo es —hablo con sinceridad—. Y por eso quizás he llegado a


desear que las cosas sucedieran de otra manera. ¿Pero
arrepentimiento? No es lo que siento ahora, no contigo.

Si bien, la manera en la que mi relación con Jackson terminó fue


lamentable, y los rumores incómodos, son cosas que pasaron,
incluso antes de que Mark y yo decidiéramos acercarnos.
Haciendo acopio de toda mi valentía, decido devolverle la pregunta.
Aunque no es agradable pensar que podría obtener una respuesta
diferente a la mía, es justo saberlo.

—¿De qué podría arrepentirme, señorita Lombardo? —Su mano


deja de sostener la mía para dirigirse a mi rostro— ¿De ver de cerca
los preciosos ojos marrones que rondaron en mi cabeza por días?
¿Poder acariciarte?

El suave tacto de sus nudillos sobre mis mejillas, se mezclan con las
palabras dulces que pronuncia. «¿Besarte?» Añade, mientras
inclina levemente su cabeza y me besa. Un beso lento y dedicado,
como si deseara que lo grabara a fuego en mi memoria.

—No hay nada de lo que pueda arrepentirme si se trata de ti, Rachel


—alejando su boca de la mía, confiesa él en un tono pausado pero
intenso—. Me gustas, demasiado.

Y el beso que apenas se había detenido, vuelve a empezar, pero


esta vez con más fervor que antes, perdiéndome en los labios
suaves y llenos de Mark, recibo el camino que sus manos siguen de
mi espalda hasta la cintura. La dedicación de aquellas caricias sobre
la fina tela de mi vestido, envían rayos de deseo a todo mi cuerpo, el
cual lentamente cae sobre el sofá.
Sentir a Mark sobre mí, provoca que los nervios se me escabullan
por la mente. «Rachel, detente». Ordena la vocecita de mi cabeza.
Sin embargo, mi cuerpo se niega a obedecer, arqueándose debajo
del ardiente hombre que deja de besarme la boca y sigue la línea de
mi mandíbula, provocando que todo el deseo contenido se apodere
del momento, a una velocidad vertiginosa.

—Rachel —un gruñido profundo se escapa de su garganta, ante la


cercanía de su cuerpo al ras del mío, que me invitan a perderme en
él y en la manera en que nuestros cuerpos parecen encajar a la
perfección.

Rodeo mis piernas en su cintura, continúa besándome mientras


mueve sus caderas contra las mías, las diversas sensaciones que
causa en mí no me dejan pensar. No quiero seguir, pero tampoco
quiero parar.

—Debo ir a clases, llegaré tarde —hablo tan bajo que casi parece
un susurro, estoy rogando porque él sea más razonable que yo, y
termine con la dulce tortura en la que nuestros cuerpos se
encuentran.

—Si —es la única respuesta de su parte y ni siquiera soy capaz de


darle mucha importancia a lo que dice.

Estoy perdiéndome en sus caricias, encontrándome en su piel.

—Mark —suelto un suspiro al sentirlo moviendo sus caderas contra


mi, provocando un roce glorioso entre su sexo y el mío, aún por
encima de nuestras ropas.

Sus movimientos junto a sus besos son embriagadores, y la


excitación creciente de él entre mis piernas es un lujurioso regalo
para mi cuerpo. Dejándome llevar, enredo los dedos en el cabello de
Mark halando un poco de el, pero inmediatamente me detengo al
recordar inoportunamente las quejas que Jackson tenía ante aquel
gesto. «Lo siento» Me disculpo.
—Eso es, Rachel —su voz es grave y agitada—, no reprimas tus
emociones por favor, quiero escucharte, sentirte disfrutar de esto
como yo lo estoy haciendo. Me gustas tanto.

—Y tú a mí, Mark —respondo jadeante. Su boca vuelve a


encontrarse con la mía, uniendo nuestros labios con un gemido, y
esta vez sin detenerse, se mueve, frotando su duro miembro,
aprisionado en los pantalones, contra mí. «Oh, Dios... ¡Sí!» Exhalo
un gemido ardoroso que soy incapaz de reprimir.

—No quiero que pienses que te he traído a mi departamento para


esto, aunque no puedo negarte que estoy muriéndome por tenerte.

Dice, el tono bajo y caliente de su voz me hace estremecer. Fijando


con fuerza mis manos en su cabello, disfruto la sensación de mi
cuerpo apretándose contra su excitación, al tiempo en el que sus
manos suben por mis muslos, acariciándome con anhelo. Encontrar
las palabras adecuadas para describir lo que me hace sentir este
hombre, es imposible. No hay nada con lo que pueda comparar.

La interrupción del timbre, paraliza nuestros cuerpos por un


milisegundo, sintiendo el claro golpeteo de mi corazón, suelto el aire
que sin darme cuenta estaba reteniendo.

—Oportunamente —susurro con la respiración entre cortada. El


rostro tenso y rojo de Mark busca el mío, me pregunto si mi aspecto
luce igual que el de él, evidentemente está excitado.

—Quien sea que esté detrás de esas puerta, lo despediré pronto —


informa, sonrío por la frustración de sus palabras.

El timbre vuelve a sonar y una queja llena de frustración sale desde


las profundidades de la garganta de Mark, reincorporando su cuerpo
en el sofá, se sienta e imito su acción.
La pregunta sobre mi aspecto enseguida es confirmada cuando él
lleva su mano a mi cabello, acariciándolo como si de alguna manera
intentara arreglarlo. Mis ojos se abren de sobremanera ante el
pánico que me causa la idea de que quien sea la persona detrás de
la puerta, se dará cuenta de lo que estaba pasando.

—Luces preciosa —con la voz menos tensa que antes comenta, la


sonrisa que apenas empezaba a aparecer en su rostro se borra
cuando el timbre vuelve a sonar—. Será mejor que atienda. ¿Estás
de acuerdo?

Asiento, acomodándome de nuevo en el sofá, y arreglando de


manera exagerada mi vestido. Por el contrario, Mark se pone de pie
con calma, lo veo reajustarse el cinturón. Prestando atención a su
dedicada acción, logro entender.

Mierda.

Desviando mi mirada lejos del bulto en sus pantalones, continúo


reprendiéndome, definitivamente no hay manera de ocultar lo que
estaba pasando. El sonido insistente del timbre vuelve y observo a
Mark molesto caminar hasta la puerta.

—¿Quién es? —su tono brusco hace que me sobresalte.

— Soy yo... ¿Qué vienes a buscar? —rio por el comentario de la voz


masculina detrás de la puerta, Mark gira sus ojos—. A ti.

—No te preocupes, es mi hermano —me dice, como si esperase


que eso me calme, pero lo único que logra es horrorizarme aún
más. ¡Es su jodido hermano! Maldición. Y nos verá así. ¿Cómo se
supone que no me preocupe?

Sin más, Mark abre a medias la puerta e inmediatamente lo escucho


dirigirse a su hermano.

—Steven. Ahora no —murmura.

—También me alegro de verte, hermanito —sin ser invitado él entra


y mi boca forma una o, al ver la versión rebelde de Mark aparecer
tras la puerta.
¡Son gemelos!

La tensión de mis nervios desaparece ante la sorpresa que me


causa la noticia del hermano de Mark, quien con una sonrisa
genuina se aproxima hasta mí.

—Espero no equivocarme, pero ¿tú debes ser Rachel? —Cuestiona


Steven e inmediatamente asiento, poniéndome de pie, él se acerca
dejando un fugaz beso en mi mejilla— Es un placer conocerte.

La manera familiar con la que habla me intriga. ¿Mark le ha hablado


de mí a su hermano?

—Igualmente, encantada de conocerte.

Mark no tarda en reunirse con nosotros, colocando su mano en mi


cintura me observa. Sintiéndome más nerviosa por su acción, me
disculpo por tener que marcharme. La hora de mi clase se aproxima
y por alguna razón me alegra tener una excusa para salir del
departamento.

—No te preocupes —comenta Steven—. Ya habrá tiempo de


conocernos mejor.

Asiento, rogando que la próxima vez que lo vea, la situación sea


menos incómoda. La actitud espontánea del hombre trae recuerdos
a mi cabeza: La nota del coche llamado Mur, el estado que Mark dijo
que era su hermano... No mentía, era Steven.

Alejándome de mis pensamientos, escucho a Mark informarle a su


hermano que iría a dejarme a la universidad y ya regresaría, aunque
quiero protestar en ese momento decido no hacerlo.
Despidiéndonos de Steven, salimos del departamento.

—Mark... Pueden verme llegar en tu coche, mejor iré en taxi —


informo apenas nos encontramos en el pasillo—. Tampoco quiero
que hagas esperar a tu hermano.
Además, está el hecho que deseo pensar y evidentemente estando
Mark cerca, eso es imposible, no soy muy racional. Joder, es que
aún no puedo creer que si no fuese por Steven, nosotros...

—Está bien —acercándonos al ascensor él entra conmigo y


extrañada lo miro—. Te acompañaré a tomar el taxi.

Sé que negarme desatará una pequeña discusión, por lo que, sin


protestas, accedo. Las imágenes de lo ocurrido en el sofá de su
departamento vuelven a mi mente, por el espejo, puedo observar
mis mejillas enrojecerse.

—No sabía que tenías un hermano gemelo —intentando cambiar el


rumbo de mis pensamientos, decido hablar a Mark de su hermano
—. Debe ser genial. Es decir, eh, ver a alguien idéntico a ti. Aunque
se parecen muchísimo hay algo que los diferencia mucho. Tus ojos
son un poco más oscuros... Y mierda, ¿Qué pensará él al verme en
tu departamento así?

Hablo y hablo, tan rápido que yo misma empiezo a darme golpes


mentales por lo poco entendible que son mis palabras. Mark sonríe,
mirándome a través del espejo. Más que diversión en sus ojos hay
ternura.

—Respira, Rachel —dejando de ver al espejo, se posiciona frente a


mí, con la mano apoyada en la pared, finalmente logra que me calle
—. Y tranquila, no hacíamos nada diferente a lo que harían dos
personas que se gustan. Y tú me encantas. Así...

—¿Torpe? —Interrumpo, preguntando.

—Iba a decir, tan genuina y natural —dando un pequeño beso en mi


mejilla, se sitúa a mi lado, tomando mi mano.

El sonido del elevador llegando al primer piso, es anunciado,


saliendo del ascensor Mark pide al portero un taxi y él no tarda en
llamarlo e informar que pronto llegaría.
—Gracias, Julián —dice Mark, arrastrándonos hasta la salida del
edificio—. ¿Más tranquila?

Cuestiona entre risas.

—¿Se está burlando de mi, Señor Harvet?

—Jamás lo haría, señorita Lombardo.

—Empiezo a pensar que usted señor Harvet es el gemelo malo.

—¿El gemelo malo?

—Siempre hay un gemelo bueno y malo, en las novelas.

—¿Soy el bueno o el malo? —Pregunta con diversión.

—Eso lo pregunto yo, señor Harvet.

Estoy segura que él está apunto de formular una respuesta


ingeniosa, pero el taxi que esperábamos, finalmente llega,
estacionándose cerca de nosotros.
Mark abre la puerta del asiento trasero para mí, y antes de entrar, él
hala de mi cintura, posando su boca sobre la mía, me besa. Un beso
de despedida tierno o eso parece hasta que toma mi labio inferior y
lo muerde, haciendo que ahogue un chillido.

—Soy el malo.

Murmura, mientras lo veo alejarse y curvar sus labios de forma


arrogante en una sonrisa, pronto entiendo a lo que se refiere. Ha
entrado en el juego de preguntas sobre el gemelo bueno y el malo.

—Marica, no me jodas. ¿En serio?


Aun estando en la clase de inglés, Amy es incapaz de controlar su
sorpresa, por la discreta información que le doy sobre el gemelo de
Mark.

—¿No lo sabías?

—No. Pero Rach, tienes que decidir algo importante —susurra seria
e intrigada le escucho.

—¿Sobre qué?

—O me presentas a Steven, y cumplimos con nuestra fantasía;


Mejores amigas saliendo con gemelos —juntas sus manos en señal
de súplica, no sé qué haría sin esta mujer— Ó, yo sé que esta idea
te va mejor, pero no seas egoísta —trato de prepararme para lo que
sea que dirá—, harás un trío. Imagina —suspira—, venga Rach,
está bien, no te culpo.

—Lo pensaré —hago mi mayor esfuerzo por no reírme de sus


ocurrencias.

—Me sorprende que siquiera te lo pienses, Rach —su boca está


abierta—. Disfruta el trío.

Su pronta carcajada hace que toda la clase nos mire.

—¡Amy! —miro escandalizada al profesor—, disculpe señor Yort.

—Lo siento profesor, continúe —descaradamente Amy anima al


profesor a seguir con la clase, reprimiendo una risa, él obedece.

—Que amable señorita Martins, gracias.

En silencio continuamos la clase y la tensión nuevamente me


invade, no es necesario verlo, para saber que los ojos de Jackson
están fijos en mí. Puedo sentirlo.

Tener que ver ciertas clases con él, es molesto. Y no puedo dejar de
pensar en cómo a medida que el tiempo pasa me siento más
incómoda con Jackson cerca y menos incómoda con Mark. No es
justo ni adecuado comparar, pero la manera en la que él me hace
sentir, es completamente diferente y me gusta.

—Al fin —la pronta celebración de Amy me aleja de mis


pensamientos. Me fijo que su emoción se debe a que la clase ha
terminado. Tomando nuestras pertenencias, salimos del salón—.
Ahora sí, cuéntame todo. Por que estoy segura que no solo fuiste al
departamento del papucho Harvet a visitar a la rata.

Las maldiciones que provienen detrás de nosotras, interrumpen a


Amy, ambas giramos para enfrentar al hombre que nos sigue.

—Vaya vaya. Y pensé que eras mi amiga —la acusa Jackson.

— Y yo que pensé que eras un hombre —Amy imita el tono cínico


de él—. Bueno lo eres, uno GILIPOLLAS.

Jackson empieza con su irritante e insistencia por hablar conmigo,


me niego, no quiero dramas aquí ni en otro lugar. De su boca salen
palabras de amor, un amor tan falso como fundado en el cinismo.

—No tenemos nada de qué hablar —aseguro.

—Por favor... Te amo

Lo empujo al ver sus intenciones de tocarme.

—Te dije que no —hablo frustrada—. Y no me hables de amor. Ni


siquiera sabes el significado de esa palabra, Jackson, no dañas a
quien amas.

—¿Y tú crees que el profesor lo sabe? Qué estúpida.

—No te importa —gritamos Amy y yo.

Frustrada e igualmente indignada, camino junto a mi amiga lejos de


Jackson, quien evidentemente nos sigue el paso.
—No me dejes hablando solo. Maldita sea, Rachel —grita—.
Detente.

—Qué maravilla ver que el puñal que clavaste a Rach, solo era una
flecha de cupido para ella y para Mark —Grita Amy deteniendo su
paso, enfrentándose a mi ex—. Bien hecho Jacksi. Ya te dimos tus
reconocimientos de cupido. Ahora déjanos en paz.

Jackson ignora a Amy y se centra en mí.

—Admite que estás con ese cabrón por despecho.

La ira que se instala en mi pecho por su cinismo, me hace estallar.


Cualquier tipo de cordura que estaba reteniendo, se evapora.

—¿Sabes lo único que vale la pena admitir? —digo acercándome a


él— Que estoy agradecida, agradecida porque tus estúpidos
rumores, me llevaron a conocer a una persona maravillosa, me
llevaron a conocer a....

—No te atrevas a decirlo, Rachel —amenaza entre dientes, percibo


descaro en sus palabras al interrumpirme con tal indignación.

—Exacto, solo eso —grito al hombre frente a mí.

Ni siquiera hace falta mencionar el nombre de Mark y en parte lo


agradezco, no quiero exponernos, no más de lo que ya hemos
hecho. Con la furia impregnada en el rostro, Jackson me mira con
desprecio, antes de dar media vuelta y marcharse.
10. Ambos...
—¿Algo que me quieras contar, hija? —La pregunta acusatoria de
mamá dispara mis nervios—. No sé... Quizás sobre el hombre que
te acompañó en el hospital, que según mis compañeras del trabajo,
es guapísimo.

Bebo un sorbo de agua, ocultando mi nerviosismo. Estar sentada


frente a mamá, mirándome fijamente a los ojos, hace que mi apetito
desaparezca.

—No solo es guapo también inteligente —aclaro mientras decido


dejar la comida del almuerzo a un lado y responder a su pregunta—.
Educado, amable...

—Y te gusta, mucho —interrumpe ella.

—Sí —admito avergonzada. Siento como si por primera vez le digo


a mi madre que me gusta alguien—. Se llama Mark Harvet.

—¿Es un compañero de clases? Tengo que conocerlo, aunque con


lo que has dicho ya me agrada.

Trago grueso. Ni siquiera se imagina...

—Es de la universidad, sí —siento que voy a desmayar por la


confesión—. Pero...

—Los peros, nunca faltan —bromea.

—No sé si vayas a aprobar esto.

Su postura bromista cambia por una expresión dura, es muy raro


verla así y enseguida empiezo a reír con nerviosismo.

—¿El qué, Rachel?


—Es... No es, quiero decir, no es un compañero de clases —siento
arcadas, el frío de mi cuerpo es cada vez más fuerte—. Es mi
profesor.

Admitir en voz alta que salgo con mi profesor y frente a mi madre


hace que todo suene aún peor.

—¿Es broma? —ríe histérica.

—No...

No hay respuesta de su parte por varios minutos, solamente un


silencio lleno de suspenso.

—Quiero saber dos cosas, Rachel. Primero, ¿Qué edad tiene Mark?

Formula su pregunta en tono firme, lo cual me asusta.

—Veintiséis años.

—Vale, por lo menos no es un anciano —suelta el aire, haciendo


que ría, ya me extrañaba tanta seriedad—. Bien, la próxima
pregunta es importante, más que para mí duda es por la tuya.
¿Crees que merece la pena? No hablo de que sea un profesor, que
si bien no me agrada la idea y que puedas estar involucrada en
chismes, hablo de... Si realmente crees que funcionará, dejando
atrás su título, no quiero que sufras.

No tengo una respuesta específica a su pregunta, aunque la verdad


me gustaría averiguarlo.

—Espero que sí merezca la pena, extraña.

—Eres una chica inteligente mi cielo, me gustaría darte un consejo


que resulte lo mejor para ti, pero lo que puedo decir, es que tienes la
decisión en tus manos y lo que decidas, te apoyaré.

Contarle a mamá sobre Mark, se siente bien. Lamentablemente el


momento de confesión termina apenas el timbre de la puerta suena
y mientras mi madre va a abrir, yo aprovecho para revisar el celular,
esperando tener un mensaje de Mark, pero no hay nada. Sin
embargo, una avalancha de notificaciones de Amy, me intrigan.

Mejor amiga
"Rach... Debes ver esto"

Concentrándome en los dos últimos mensajes de mi amiga, decido


abrir la foto adjunta que envió. Es una captura, una conversación en
algún grupo de la universidad que no reconozco.

«Si Jackson le dio una segunda oportunidad a su ex, Rachel


Lombardo ¿Por qué el profesor Conell no puede darme una
segunda oportunidad de presentarle la tarea»

La sangre empieza a zumbar en mis oídos con vigor. No sé si es por


la burla de aquel mensaje, el equivocado contenido, el jodido rumor
sobre mí que han creado, nuevamente... O simplemente todo.

¿Cómo se atreven a mencionar mi nombre como si me conocieran o


entendieran la situación? ¿Jackson darme una oportunidad? ¡Y una
mierda! Él no es la víctima en esta situación, pero nuevamente lo
pintan como tal.

—Rach, hay alguien esperando hablar contigo —guardando mi


móvil con rapidez miro incógnita a mamá—. Es Jackson.

—Ese imbécil —hablo entre dientes. Estoy segura que fue él. Con lo
bien que se le da el cotilleo no lo dudo—. Gracias extraña, iré a ver
qué quiere.

Aunque intento ocultar mi mal humor, sé que mamá puede notarlo.


Dándome un abrazo ella me anima. Y con más calma, camino hasta
la puerta, reuniéndome con Jackson.

Molesta y cansada lo miro.


«No hay nada» Medito en mi mente, todos los bonitos momentos
que podría recordar de nuestra relación, por increíble que parezca,
han desaparecido completamente. Él se ha encargado de borrarlos.

—Fuiste tú, ¿verdad? —Interrogo apenas lo veo —. Tú creaste


estos rumores de que hemos regresado.

Él asiente con tal cinismo que aún sigo riñéndome por


sorprenderme.

— Me mata, Rach —sus palabras son apagadas, hace una pausa


para respirar— Ver que soy el perdedor.

Observo al chico que solía idolatrar y que ahora no reconozco. Ni


siquiera puedo creer en sus palabras y eso me duele. ¿Alguna vez
fue sincero conmigo?

—No te entiendo Jackson. ¿Qué ganas haciendo esto? —contengo


el aliento al sentir mi voz temblar. No quiero llorar, no frente a él—.
Me dejaste por otra. Tú a mí. ¿Y te victimizas ante todos?
Dejándome como si yo te haya fallado.

—Amor —se acerca con rapidez, tomando mi mano—. No fue para


tanto.

Retrocedo, pero él se acerca más, rodeando mi cuerpo con sus


brazos. Y llora, sollozos que por un momento deseo creer, pero no
puedo. Incrédula lo alejo y enseguida veo su rostro sufrido
envolverse en una máscara de descaro. Sonríe con ironía, hablando
sobre lo exagerada que soy al no perdonarlo.

—Basta de tanto cinismo. Vete —pido, clamando por paciencia.

—No puedo aceptar que ahora estés con él —su tono dulce y
arrepentido se torna frío—, no lo aceptaré.

Dejando su amenaza fija en el aire, se marcha. ¿A que ha venido?


¿Qué pretende?
Ni siquiera vale la pena enojarme y enojar a mamá con el tema de
Jackson, sonrío incrédula; A ella nunca le gustó del todo, ahora me
doy cuenta que tenía razón.
Regresando a la cocina, evito hablar sobre mi ex, en su lugar
céntranos la conversación en su estado de salud y buen ánimo.

Número desconocido:
"Ese imbécil té dejará muy pronto y aquí estaré yo, mi amor.
Esperando.

El amor de tu vida, Jack"

La notificación que llega, hace que mi pantalla muestre una vista


previa del reciente mensaje. E ignorándolo por completo vuelvo a la
conversación con mamá, aunque estoy segura que ella puede notar
la tensión en mí.

—Rach. ¿Sabes? Me gustaría conocer a Mark —suelta de repente,


cambiando de tema.

—Claro que sí, mamá —lanzándome a sus brazos agradezco por la


disposición que pone en conocer al hombre con el que salgo—. Se
lo comentaré.

Pese a que no quiero que Mark se sienta presionado, deseo


presentarlo a mamá, como lo que es, un amigo... Es importante para
ella, entonces lo es para mí. Sintiéndome emocionada, decido
escribirle a Mark. Es raro no saber de él por tantas horas.

Para: ❤🐹
"Hey... Hola"

Envío el mensaje, ver que no recibe el texto me intriga. Desde que


lo conozco sé que él no suele llevar el móvil sin batería o internet.
¿Y si los nuevos rumores han llegado a él y tienen algo que ver con
su ausencia?

—¿Qué sucede, hija? —pregunta mamá.


—Nada —olvidando mis preocupaciones, sonrío mirándola con tanto
amor y admiración—, gracias por apoyarme en todo, incluso en esto
que parece una locura.

—Nada me gustaría más que encuentres a un hombre bueno, que


cuide de ti y sobre todo te ame.

El comentario que hace viene cargado de emociones, juraría que en


sus ojos hay una pizca de nostalgia. Sumergiéndonos en un
significativo abrazo, nos despedimos. Su jornada laboral no tarda en
empezar y antes de que se le haga tarde, ella se marcha.

Ordenar nuestro paso por la cocina, me toma más tiempo del que
usualmente lo hace, de vez en cuando observo mi móvil, pero el
estado del mensaje a Mark continúa siendo el mismo: Enviado - No
recibido.

—¿Y si le pasó algo? —medito en voz alta— No, no. Seguro debe
estar ocupado.

Tres horas después aquel pensamiento ya no es del todo


tranquilizador. La idea de visitar a Mark ha sido aceptada y
rechazada por mí, las mismas veces durante las últimas horas.
Aunque finalmente decido arreglarme e ir a su departamento. En el
camino emito súplicas porque no resulte incómoda mi visita. ¿Y si él
no está? Es decir, es sábado. Quizás decidió salir con alguien y es
la razón por la que no puede atender el móvil.

Demonios.
Tales ideas me crean más dudas. Y para cuando decido que lo
mejor es regresar a casa, el taxi que tomé se estaciona frente al
edificio de Mark, donde el portero alegremente me abre la puerta del
coche e invita a ingresar al lugar.
¿No debería exigirme una identificación o algo parecido?
Confundida y siendo un manojo de nervios me dirijo al ascensor que
me llevaría al departamento de Mark.
Cuando toco el timbre y la puerta se abre, mi respiración se detiene
por un segundo.

—Cariñito mío —dice Mark sonriente lo cual me extraña, observo


sus gestos.

El aspecto rebelde y bromista que tiene me confunde. No es hasta


que atentamente observo sus ojos que lo entiendo.

— Steven...

—¡Me encanta esta chica! Dame esos cinco —alza su mano frente a
mí, aun apenada por el enérgico comentario que hace, accedo a
chocar su palma contra la mía, no puedo dejar de sonreír ante la
versión relajada y extrovertida de Mark. Me agrada—. Llegas en un
buen momento, cuñada.

¿Llegar en un buen momento? ¿Cuñada? No sé qué parte de sus


palabras me alteran más, pero lo hace.

— Tío Steven, Camilo no quiere jugar conmigo.

Una pequeña de aproximadamente cuatro años aparece y Steven la


carga en sus brazos. ¿Tío? ¿Es posible que Mark... Sea padre? La
simple formulación de aquellas preguntas en mi mente me deja
perpleja.

—Melissa solo quiere jugar cosas de niñas, tío —acusa el niño


desde lejos.

¡Dos sobrinos de Steven! ¿Dos hijos de Mark? Carajo. Permanezco


inmóvil tratando de comprender la situación.

—Yo, creo que mejor me voy —informo sin saber que más hacer.
Steven inmediatamente niega con la cabeza.

—Chicos. ¿Ven que asustan a Rachel? —dice riñendo a sus


sobrinos—. Venga Rach, pasa.
Posando la mano en mi hombro, Steven me invita a pasar. Ver a
camilo corretear por el salón y a una mujer rubia regañándolo, me
altera. ¿Y si los niños son hijos de ella y de Mark? Presa por el
pánico lucho por ser razonable. Respiro hondo, tratando de templar
mis nervios.

—Romina, ella es Rachel —informa Steven, dejando a la pequeña


que insiste por bajarse en el suelo—. Nuestra cuñada.

La osada presentación de Steven hace que sonría, y caiga en la


cuenta que la mujer frente a mí es hermana de los gemelos.

Suelto un suspiro de alivio, sintiendo mi cuerpo relajarse. Conocer a


un miembro más de la familia de Mark, no resulta tan incómodo,
cuando mi sorpresa se sigue centrando en los niños.

—Que bueno es conocerte, Rachel —dice Romina e


inmediatamente le devuelvo el comentario—. Me alegra que el
cabezotas de mi hermano haya decidido invitarte a nuestra reunión
familiar.

Niego incómoda, ¿cómo les explico que no estoy aquí porque Mark
me invitó? Joder. ¿Es que puede haber algo peor que esto?

—Hijos ¿Comerán ahora o esperaremos a su padre? —Como si la


vida intentara darme una respuesta, observo a la mujer mayor y
elegante que, con alegría sale de la cocina y se une a nosotros.

—Ay no —susurro para mí.

— Tu suegra —interrumpe Steven, le brindo una sonrisa de


agradecimiento.

Aún en medio de la situación tan extraña, él es capaz de hacerme


sonreír. Tan cómodo y despreocupado me presenta a los miembros
de su familia.
—Oh... ¿Tú eres Rachel? —En tono familiar la señora habla,
estrechándome entre sus brazos. No sé cómo soy capaz de
mantenerme en pie, pero lo hago. Con mis mejillas ardiendo asiento
a su pregunta— Soy Eleanor, cariño. Qué bueno que Mark te haya
invitado.

Forzando una sonrisa, la miro. Si supiera que la invitación me la he


hecho yo sola... Quiero salir huyendo, aclarar que no debería estar
aquí, conociendo a la familia de Mark y mucho menos sin él.

—Mucho gusto señora, por cierto, yo... —intento buscar la manera


adecuada de despedirme, pero la pelea que empiezan los pequeños
en el salón, llama la atención de todos.

—Hijos, basta —Romina se acerca a ellos—. Asustarán a la novia


del tío Mark.

«La novia de Mark» Mierda. No... ¡La he jodido al venir aquí así!

—Cariño —Eleanor toma mis manos, que están sudorosas y frías—.


Que sepas, que Mark nos ha hablado maravillas de ti.

Mi corazón vuelve a latir con rapidez y la vida parece resurgir entre


los muertos. Saber que Mark le ha hablado de mí a su familia,
disminuye la culpa que siento al aparecer así de improvisto en su
departamento.

—Es un gusto conocerla, señora...

—Eleanor, llámame solo Eleanor, cariño —pide con dulzura al


mismo tiempo que me ofrece algo para beber. Rápidamente me
niego.

—Ella lo que quiere es ir con el ogro —interrumpe Steven


acercándose—. Vamos Rach, yo te llevo.

Steven ofrece y alejándome del salón, me guía en dirección a la


habitación de Mark, mientras musito disculpas con Eleanor y
Romina.

—Steven, gracias por tu amabilidad, pero no debería estar aquí —


comento frustrada mientras detengo el paso y lo miro—. Mark, ni
siquiera sabía que yo vendría. Y esto es muy incómodo.

Conocer a su familia así. Es extraño.

—Lo sé —me da la razón. Lo que por algún motivo me estresa aún


más—. Por la expresión de sorpresa en tu cara, lo deduje.

—No debí venir sin avisar —susurro y él sonríe—. Pero Mark no


respondía mis mensajes, pensé que algo había pasado...

—Lo mejor que hiciste fue venir —agradezco el tono amable con el
que habla en su intento de animarme—. Sin duda, eres la única
persona que podría quitar el mal humor que lleva. Ve. Habla con él
sobre esos mal intencionados rumores.

—¿Rumores? ¿Él lo sabe? —Abro mi boca. Steven asiente.

—Ya lo sabes, solo hablar —insinúa divertido mientras extiende su


mano, señalando la puerta de la habitación de Mark.

Dejándome sola y desconcertada, él se aleja. Me toma unos


segundos reflexionar que Mark se ha enterado de los rumores y
siento decepción al pensar que ha creído en ellos.

Con el corazón desembocado toco la puerta y esta no tarda en


abrirse. Estaba preparada para ver a Mark, pero lo que no tenía
previsto es verlo con solo una toalla colgando de su cintura. Me
quedo inmóvil observando la manera en la que su musculoso torso
es revelado por la ausencia de su ropa.

—¿Rachel? —Habla y observo como contrae su mandíbula.

—Mark —el tono de reproche en mi voz, me delata. Todavía pienso


en lo que dijo Steven—. Antes que nada, lamento venir aquí sin
avisar. No pensé que estaría tu familia...
—No te preocupes por eso.

Su actitud seria me resulta intimidante. Deseo preguntarle tanto...


Desmentir los rumores que andan circulando y sobre todo, decirle
que me gustó su familia, pero no puedo hacerlo. En su lugar,
permito que el silencio se aloje entre nosotros.

Retrocediendo, él abre más la puerta, invitándome a entrar. En unos


cuantos pasos que doy, estoy dentro. Y escuchar el crujido de la
puerta cerrándose hace que mi respiración se vuelva pesada.

—Estás enojado —empiezo, girando hacia él.

—No lo estoy, ya no.

Su sinceridad hace que el alma vuelva a mi cuerpo, por lo menos


está siendo honesto, endurezco mi corazón y siento que los nervios
se me agudizan.

—Mark —cruzo los brazos sobre mi pecho, observándolo molesta y


la intensidad con la que él me devuelve la mirada, me envían
señales de que no es una buena idea mirarlo, por lo que dejo de
hacerlo—. No lo entiendo. Me parece increíble que precisamente tú
creas en rumores.

Suelto y destellos de amargura invaden mi voz.

—No creo en rumores, Rachel —menciona distante. Enseguida lo


veo desplazarse por la habitación. Alejo mi vista de él, nuevamente.
En este momento lo que menos deseo es ver su ridículamente bien
trabajado cuerpo—. Pero hay cosas que son evidentes.

Regresando con el móvil en la mano, lo veo teclear un par de


segundos antes de entregarme su celular. No me sorprende ver las
capturas de los rumores que yo ya había visto, lo que me
impresiona es ver el mensaje de un número desconocido, y la foto
adjunta de Jackson y yo abrazándonos. Es de hoy. Incluso hasta la
fecha de la foto está enviada.
«Ella me ha elegido a mí. Ha preferido rescatar seis años de
relación, que seguir con una aventura. ¿Y sabes qué? No la culpo
por dudar un momento. Porque tú y yo no somos del todo diferentes.
Ambos la hemos hecho parte de rumores. Y a ambos nos da igual
su jodida reputación»

Intento descifrar el juego de palabras de Jackson, pero con la


tensión de tener a Mark cerca es imposible.

—¿Sabes que es lo peor de todo esto? —El tono de mi voz es de


furia contenida—. Que tú le creas.

El sentimiento de decepción en mi pecho me invade, sin poder


mirarlo a la cara o seguir esta conversación, decido caminar hasta la
puerta.

—Rachel —lo escucho pronunciar mi nombre, niego, decidida a salir


de su habitación, pero la presión en mi muñeca me impide a seguir.
Dirijo la mirada a mi mano, donde Mark me sostiene—. No creo en
rumores, pero hay algo en lo que él tiene razón...

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11. ilegal
—Él tiene razón. He sido egoísta contigo, Rachel. Permití rumores
sobre ti, esperando que puedas afrontarlos, así sin más. No hice
nada —Mark está frustrado y el sentimiento de melancolía se instala
en mí.

Ahora entiendo el mensaje de Jackson. Él pretendía ahondar en las


profundidades de los pensamientos de Mark. Haciéndolo sentir
culpable, comparándolo con él. Y lo ha conseguido.

—Mark —levanto mi mirada—. Jackson inventó los rumores. Tú no.


Él se ha empeñado en dañar mi imagen. Tú no. Esa es la gran
diferencia.

Transformo mi enojo de antes en palabras gentiles. Ver a un hombre


tan seguro caer en el sucio juego de palabras de Jackson me
amilana. ¿Siempre ha sido así? ¿Manipulador, cínico, mentiroso,
entre otras cosas? La idea de haber estado con una persona con
tales adjetivos, no deja de aterrorizarme. ¿Fui tan ciega al no darme
cuenta de cómo es Jackson realmente? ¿Cuántas veces me manejó
a su antojo, me mintió o manipuló? O peor aún ¿Cuántas veces yo
cedí ante eso? Siento mi cabeza doler ante aquellos pensamientos.

—Tampoco hice nada para evitarlo —replica.

Reconociendo en él, los demonios que también me atormentan,


regreso la posición de mi cuerpo frente al suyo. Mark me suelta.

—¿Qué podías hacer? —Interrogo acercándome a él—. La situación


es lo que es. Pero sentir que estar cerca nos empieza a
atormentar...

—Jamás pienses que tu cercanía me atormenta, al contrario —


aclara—. Me calmas. Incluso ahora que no lo merezco... Que por un
momento te hice pensar que creía en rumores sobre ti.
Voy a protestar, pero sentir su mano posarse en mi mejilla,
acariciándome, me hace callar. «Creo en ti, Rachel. No en ellos»
Veo su boca acercarse a la mía, no me resisto, sin protestas recibo
su beso con movimientos aterciopelados, que me embriagan.

«No esperaré que puedas soportar chismes que te involucren,


porque no tienes que tolerar estas cosas y tampoco quiero que lo
hagas. No es justo para ti» Dice entre besos.

—Desataré una guerra cuando salga otro rumor —bromeo, en mi


intento de disminuir la tensión entre nosotros. Mark hecha su cabeza
hacia atrás, observándome fijamente.

—Desatáremos, cariño, desataremos —corrige en el mismo tono


divertido con el que yo he hablado, pero su seriedad enseguida
vuelve—. Hablo en serio, Rachel, no permitiré más chismes de
pasillos. Aunque tengamos que involucrar a terceros.

«Cariño» Es lo único que mi mente retiene y repite, con una sonrisa


de deleite, recibo sus palabras. Pese a que siempre he visto un
hombre dulce en Mark, la manera en la que ahora habla y se
preocupa por mí, hace que el pulso me tiemble o el mismo corazón.

—¿Qué? —Pregunta y me doy cuenta que se debe a la manera tan


fija en la que no puedo dejar de mirarlo. Niego sonriente—. Siento
mi actitud de antes. No pude dejar de sentirme molesto conmigo.
Por eso deseaba pensar las cosas bien, antes de hablar contigo.

—Y yo llegué aquí, sin avisar —digo, sintiéndome avergonzada al


recordar las presentaciones en la que Steven me involucró—. Lo
siento.

—Me gusta que estés aquí —con suave gracia y agilidad, desliza su
cálida mano a mi cintura, rodeándome con su brazo.

Sentir la piel desnuda de su torso, provoca una sofocante calidez


que me inunda en el abdomen y se propaga en mi corazón,
acelerando los latidos del mismo.
«Mucho» Continúa hablando y mi respiración agitada es lo único
que se escucha en la habitación. Últimamente estar en un lugar a
solas con Mark significaba tener que lidiar con la notable tensión
sexual entre nosotros. Es como si después del acercamiento tan
intimo que tuvimos hace semanas en el sofá de su departamento,
se haya desatado una atracción magnética e irrompible entre los
dos.

—Mark... —¡Joder! El tono lento y excitado de mi voz no ayuda a


disminuir la tensión.

—Quiero besarte —su petición es más una advertencia y entiendo la


razón, él no habla de cualquier beso, se refiere a esos besos con
sabor a cielo e infierno; alma y fuego.

Sin esperar más, su boca vuelve a tomar la mía y la pasión es la


que se adueña de nuestro beso, las tentativas caricias en las que
nos sumergimos, hacen que las piernas me tiemblen. Enredo una de
mis manos en su cuello, en busca de una mejor estabilidad.

—Tu familia está afuera —en un susurro muy bajo le recuerdo. Mark
asiente, sin dejar de besarme. La mano que antes estaba en mi
mejilla, va hasta mi mandíbula profundizando nuestro beso, mientras
que la otra se dirige a mi trasero, acercándonos tanto que puedo
sentir su erección frotarse en la parte baja de mi estómago.

El pronto sonido de la puerta interrumpe nuestro inadecuado


encuentro. Horrorizada me alejo.

—Hijo, lamento interrumpir, pero tu padre ya llegó —sin abrir la


puerta o volver a tocarla Eleanor informa, elevando la voz.

—Está bien, madre —Mark responde con tranquilidad, lo miro


escandalizada.

—¿Solo, está bien madre? —pregunto histérica—. Tenemos que ir


con ellos, han de pensar que soy una mal educada.
«Lo eres» Me regaña la voz en mi cabeza y por primera vez le doy
la razón.

—En un momento iremos con ustedes —vuelve a responder Mark,


esta vez con diversión ante mi insistencia.

— Sí, eh.. Estamos, revisando unos papeles —añado sin pensar.

Es que menuda mentirosa has de parecer, una muy mala. Me


riñe cabreada mi subconsciente y no la culpo, también quiero
golpearme ahora mismo. Miro a Mark quien tiene el ceño fruncido
tratando de ocultar su risa, disimuladamente toco su brazo para que
diga algo y me salve de quedar como una idiota, deja escapar su
risa detrás de una tos.

—Sí, madre —su voz es inestable, como si en cualquier momento


vaya a reír, gracias a Dios no lo hace, se vuelve serio y prosigue—,
papeles de la universidad, ya sabes.

¿¡Universidad!? No, joder.

—No se preocupen. Los esperamos en el salón —comenta Eleanor.

Al oír un absoluto silencio Mark me mira soltando una carcajada,


su buen humor basta para que empiece a sentirme tan relajada
como él.

— Hey, tranquila —se aproxima a mí, abrazándome—, no era


necesario aclarar nada, pero sigamos hablando de la universidad.

—Por lo menos espero parecer tu asistente —Y no su alumna.


Reniego.

— Saben que eres mi alumna.

—¿Qué?

—Cariño —vuelve a pegarse a mi cuerpo—. Olvídalo, disfruta.


Dejando clara su intención de retomar en lo que estábamos, me
besa y una parte de mí, una muy obstinada, quiere seguir, aceptar
su juego. Tomando mis labios, él se mueve con perfecta
sincronización en mi boca.

Da unos cuantos pasos hacia adelante y no hago más que seguir su


ritmo, retrocediendo hasta que noto que mi espalda golpea
ligeramente la pared, justo muy cerca de la puerta.

—No está bien —murmuro. No con su familia esperándonos.

—Solo serán unos besos —me estremezco por la intensidad de su


tono que interrumpe mis pensamientos.

Obedeciendo a sus palabras, disfruto, disfruto el placer que me


provoca sentir su boca dejar la mía para darle atención a mi cuello.
Inclina más su cuerpo, tomando mi muslo y llevándolo a la altura de
su cintura. Ahogo un gemido al darme cuenta que estamos
sumergiéndonos a un punto de no retorno. Mark se pega más a mí y
la necesidad por él crece con la fricción de su erección entre mis
piernas.

El roce de nuestros cuerpos es parte de una maravillosa tormenta


de sensualidad, mi cuerpo me exige por más, y sin algún pudor, me
dejo llevar, moviendo mis caderas hacia él, una y otra vez, causando
que ambos soltemos leves gruñidos.

—Si haces eso será imposible mantenerme en mi palabra.

—Lo siento...

—Créeme que yo más, cariño —musita una sonrisa—. Voy por una
ducha e iremos con mi familia.

Asiento, entendiendo las razones de su segunda ducha. Sin duda,


no es el único que la necesita.
Sintiéndome extrañamente frustrada y avergonzada me siento en la
cama, mientras observo a Mark desplazarse hasta su guardarropa y
tomar varias prendas de ahí. Ver las evidentes emociones que la
toalla no logra ocultar, me pone más nerviosa de lo que ya estoy.
Decido centrar la mirada en algún punto fijo de la habitación, antes
de que entre al baño lo escucho reír.

Aproximadamente diez minutos después logro volver a la calma, es


un verdadero esfuerzo, tomando en cuenta que a pocos centímetros
de mí, Mark estaba duchándose.
Apenas él regresa a la habitación, medito en cómo su imagen
semidesnudo es igual de buena a su aspecto actual. Lleva una
camisa celeste casual que resalta cada parte de su cuerpo,
combinando además con sus vaqueros negros. Luce relajado y
fresco.

—¿Lista? —Pregunta ofreciéndome su mano, yo la acepto,


poniéndome de pie.

—Sí —respondo no muy segura.

—Antes de presentarte a mi familia tengo algo que preguntarte.

La seriedad con la que habla me intriga. Me pregunto si puede


tratarse del tema «novia» En el que Steven nos metió. ¿Es posible
que quiera formalizar lo nuestro...?

— ¿Te gustaría ser mi asistente? —Dice interrumpiendo mis


pensamientos—. Pago bien, eh.

—¿Tu asistente? —pregunto entre aquellas dos palabras con la


decepción y la prudencia que la situación merece—. ¿Era eso?

La risa que su rostro intenta reprimir finalmente se revela. Lo que


me asegura que bromea.

—Espera, era algo mucho más importante que eso —tomando mi


mano, empieza hablar—. Rachel, no sé si es correcto para ti, pero lo
es para mí... Lo ha sido desde el primer momento en el que supe
que me gustabas. No lo sé. Tu manera tan genuina de ser, la luz
que traes a mi vida, me gusta y quiero más de esto, de ti y de
nosotros.

—También lo quiero, Mark —le aseguro.

— Quiero que conozcas a mi familia y permitirme planear mi futuro


contigo. Es por eso que hoy quiero preguntar: ¿Señorita Lombardo,
acepta usted ser mi novia?

Acompaña sus palabras con una dulce sonrisa, estoy


completamente feliz por su declaración, él me estrecha entre sus
brazos, como si desease absorber mi alma.

—Acepto. Quiero ser su novia, señor Harvet —hablo en el mismo


tono dulce que él—, deseo lo mismo que tú.

—Me encantas, Rachel —dice con fervor.

Inclinando mi cabeza hacia atrás, busco su boca, envolviéndonos en


un beso delicado, tierno y dulce, pero los recuerdos de antes,
vuelven a mi mente, haciendo mis mejillas arder, nuevamente, por lo
que inmediatamente termino nuestro beso.

—Tú familia nos está esperando —más que para él, me lo recuerdo
a mí. Joder, el tono de mi voz me delata. ¿Cómo un pequeño
acercamiento entre los dos puede estremecerme con tanta
intensidad?

—Lo sé y será mejor ir con ellos ya —me da un último beso en los


labios antes de dirigir su boca a mi oído y susurrar—. O terminaré
dándole razón a mis deseos; la cordura no encaja aquí, no cuando
sabe todo lo que quiero hacerte.

Contengo la respiración. Olvidando cómo llevar aire a mis pulmones.


Mi piel arde, aún cuando Mark se aleja y con un tono relajado, me
pregunta:
«¿Nos vamos, señorita Lombardo?»

—Familia, esta hermosa mujer es mi novia, Rachel Lombardo.

Al llegar al salón donde todos están reunidos, mis nervios se


disparan, mucho más al escuchar a Mark presentarme.

—Ya iba a irme —dice un señor levantándose del sofá, estoy segura
que es el padre de Mark, el parecido es evidente.

—Ethan, cariño, nadie te preguntó si ya te ibas —regaña Eleanor al


padre de Mark entre dientes y enseguida vuelve a mirarnos—. Sí,
amor, ya la conocimos, es una chica encantadora.

Envolviéndonos en un cálido abrazo ella nos habla de lo feliz que


está, Romina y Steven no dudan en apoyar su comentario, por otro
lado, el padre de Mark, continúa con su expresión seria. Evitando la
incomodidad los gemelos Harvet y Eleanor nos invitan a esperar
mientras ellos ordenan la mesa.

—Ya regreso —susurra Mark, dando un beso en mi mejilla.

—Yo también ya te extraño, cariñito mío —bromea Steven,


ganando que Mark lo asesine con la mirada.

Haciendo que el ambiente se torne más cómodo, nos reímos al


escucharlo. Esperar junto a Romina es algo que agradezco, ella me
hace preguntas sobre mi vida, logrando que nuestra conversación
fluya, mientras el señor Ethan no menciona ninguna palabra. Su
interés por conocerme es evidente: Ninguno.

No dejo de sentirme incómoda ante la actitud del padre de Mark, ni


siquiera Romina es capaz de romper el silencio que se forma por
diez minutos, por lo que sin mencionar una sola palabras vamos
hasta la mesa, esperando a los demás.
—Rach, mi vida —Aparece Steven con la misma ropa que Mark;
Vaqueros negro, camisa celeste...

Es donde puedo percatarme mejor de las diferencias entre ellos, no


solo son sus ojos, la manera en la que hablan son distintas también.
Además, que sus motes son incluso más cariñosos.

— Hola, Steven. ¿Y Mark? —Pone los ojos en blanco al ver que lo


he pillado.

— Steven, que te he dicho sobre querer confundir a las personas,


siempre —Lo reprende Eleanor, desaprobando la broma.

— Es divertido —se justifica.

—Desde pequeño lo hace, nunca dejará de hacerlo, madre —Mark


comenta entrando a la cocina, en sus manos tiene dos botellas de
vino, me rio al ver que la única tarea de Steven fue cambiarse de
ropa—, lo siento.

Se disculpa apenas deja las bebidas en la mesa y se sienta a mi


lado. Por alguna razón parece que no hablamos de Steven si no de
su padre.

—No te preocupes, estoy bien —le aseguro.

— Así que, Renata. ¿Ese es tu nombre, cierto? —El padre de Mark


llama mi atención, haciendo que me renueva incomoda de la silla.

— Rachel Lombardo, padre —corrige Mark.

— Hablo con ella —responde a mi novio sin dejar de mirarme—. Así


que estudias, ¿En la universidad que trabaja, mi hijo?

Atentos, todos escuchan al señor Ethan, como si esperarán que


diga algo más en cualquier momento.

—Sí, señor —pronuncio intimidada por la situación.


— Y tú eres su alumna —afirma—. ¿Eso es legal?

— Ilegal debería ser tu comentario, papá.

Gruñe Mark, malhumorado. Evidentemente está cabreado. Y joder...


Esto es más incómodo de lo que podría imaginar.
12. La razón 🔞

Con el singular fin de semana que tuve, recreándose en mi cabeza


camino por los pasillos de la universidad en dirección al curso de mi
clase con Mark.

Pensar que la reunión con su familia resultó ser más incómoda de lo


que imaginaba. Por supuesto, el mal rato no se debía al encanto y
buen humor de Steven, la amabilidad de Romina o la empatía de
Eleanor... Ellos fueron lo mejor de aquella tarde del sábado. ¿Pero
el señor Ethan?

Solo de recordarlo me vuelve a incomodar, entendía que no me


aceptara. Sin embargo, su actitud fue grosera y afortunadamente la
reunión no duró más de quince minutos.

Aunque fue un mal momento, todo eso se borró el día siguiente,


cuando Mark nos visitó a mi madre y a mí en casa. La comodidad en
la que mi extraña nos hizo sentir, fue cautivadora y me enorgullecía.
Ella dejó cualquier prejuicio de lado y tal cómo lo mencionó «Elegía
mi felicidad sobre cualquier cosa»

—Rachel Lombardo —escuchar mi nombre ser pronunciado con


rudeza me aleja de mis pensamientos, giro en busca de la voz que
no reconozco—. ¿Se ha realizado exámenes médicos?
¿Principalmente en su órgano auditivo?

Pregunta irónico el hombre que tengo frente a mí. El director Ildet.

—¿Disculpe?

—Llevo llamándola un buen rato, ¿no escuchaba o no deseaba


escuchar? —explica con mal humor—. Qué bueno que la veo.
Acompáñeme a mi oficina, debo hablar con usted.
—Tengo clases —informo y su expresión amarga se agudiza.

—Su clase es con el profesor Harvet ¿no? —pregunta con la actitud


sorna de siempre—. No creo que haya ningún problema.

Comenta, ordenándome que lo siga. La insinuación de su


comentario me perturba. Sin embargo, armándome de valor, decido
seguirlo hasta su oficina.

— Bien, señorita Lombardo.

Nuevamente una pizca de acusación relampaguea en el tono del


director.

— ¿Sí?

—No creo en un rumor ¿Sabe? —dice sentándose en la silla de su


escritorio—, ni en dos, ni en tres... Pero múltiples rumores y una
foto, no se pueden negar.

¿Foto? Mi cuerpo queda petrificado, y un aura emanan en mí al ver


la pantalla del móvil que el director me muestra, contengo la
respiración al ver la imagen de Mark y yo besándonos en el coche.
Aunque la imagen no es del todo clara, se puede identificar
perfectamente nuestros rostros. A juzgar por la ropa, eso fue cuando
regresaba del hospital, después de ver a Mamá, justo antes de que
Jackson nos interrumpiera. Mierda... ¡Fue él! Por supuesto.

— No es el profesor Harvet —digo firme y él resopla.

—Señorita Lombardo —eleva la voz, sorprendiéndome— ¿Tengo


cara de estúpido?

—Director Ildet —mi pronta interrupción parece molestarlo aún más.

— Hice un trato con el profesor para que se quede, me sería muy


difícil contratar un buen profesor en este tiempo, entre otras cosas...
Y señorita, el trato no tiene validez para usted.
Aunque me indigna su comentario, lo que menos deseo es
confesarme ante este señor, contándole sobre mi relación con Mark.
Por lo que él nombre de Steven es lo primero que pasa por mi
mente.

— Es el hermano gemelo del profesor —hablo rápidamente—. Mire,


es el coche de Steven. ¿Usted ha visto el coche que conduce el
señor Harvet?

Desviando el tema comento, él asiente, sonriendo.

—Me gustan los coches negros —menciona—. Yo tenía uno


parecido, el año pasado. Mi esposa lo chocó.

Contándome su anécdota no dejo de mirarlo horrorizada. ¿Se lo ha


creído o me está tomando el pelo? El director vuelve al tema de la
foto mencionando que no podía creer que saliera con Steven.

— Steven siempre metiendo en problemas a Mark —ríe. Habla


como si lo conociera muy bien—. Así que sale con Steven, dígame...

¡Por piedad! ¿Es que acaso este señor seguirá? ¿Y si pregunta algo
de lo que ya no pueda tener escapatoria? No, no puedo dejar que
siga su interrogatorio.

— ¿De qué trato hablaba? —hablo cautelosa e inocente

Cambio de tema y este parece tocar fibras sensibles, y fingiendo


confusión, el director niega.

—No quiero que se haga tarde para su clase —dando por terminada
la conversación se pone de pie, haciendo señas para que me
marche—. Y que esto quede entre nosotros, alumna Lombardo.

Asintiendo salgo de su oficina. Claramente él evitó mi interrogatorio


al igual que yo sus posibles preguntas, sin duda, los dedos que
tenemos que nos cuenten son exactamente iguales.
❤🐹. 7:13 Am.
"Señorita Lombardo, ¿No asistirá a clases? No olvide que por faltas
también se pierde una materia, y estaría encantado de volver a ser
su profesor.
PD: Así es, estoy bromeando. Aunque por favor. No quisiera que
tuvieras problemas por eso.
PD2: Espero todo esté bien"

Mientras subo las escaleras del edificio donde tengo clases, leo el
mensaje que Mark envió y a causa de mi fabulosa reunión con el
señor Ildet no me había percatado.

Para:❤🐹. 7:19.
"Lo siento. Estaba hablando con el director. Ya estoy de camino al
curso"

Evidentemente no obtengo respuesta de su parte, es probable que


la clase ya haya iniciado, por lo que apresuro el paso, llegando a mi
destino.

—Buenos días —saludo al llegar al curso. El profesor que está en


su escritorio eleva la mirada hacia mí, sus facciones son duras a
excepción de sus ojos esmeraldas que brillan—. Disculpe, señor
Harvet. ¿Puedo pasar?

—Buen día, señorita Lombardo. Adelante —Responde Mark, su


tono es tan formal y cortés como siempre. La seriedad con la que
habla me sorprende, yo apenas puedo mirarlo sin sonreír.

—Llegas tarde tortuga otra vez —Crisna empieza a cantar mientras


tomo asiento—. Mañana llegaré una hora tarde.

Susurra a la clase con diversión, Mark parece haberla escuchado


por lo que fija su atención en ella.

— La señorita Lombardo, ha pedido permiso para ir a hablar con el


director, de lo contrario no estaría aquí. Nadie entra tarde a mi clase,
¿queda claro?
— Seguro —resopla Monique haciendo cabrear a Mark. Es que
vaya talento tiene ella para hacer eso—. La regla para todos menos
para...

Dejando en el aire mi nombre, ella delata en su tono límpido, su


esmero por ridiculizarme.

— ¿Desean ir a hablar con el director?—Pregunta el profesor con


una clara advertencia.

— No, perdone —Responde Monique.

La clase empieza y atenta observo a Mark. Luce cansado y un poco


demacrado, me pregunto si se siente bien. Pese a su aspecto,
admiro la pasión con la que hace su trabajo, él dedicadamente
explica nuevos ejercicios, me siento feliz y emocionada al ver que le
entiendo perfectamente.

—¿Alguien desea resolver los ejercicios? —El profesor pregunta


apenas su explicación termina y escribe tres ejercicios en la pizarra.

Decidida, alzo mi mano, llamando la atención de Mark, él asiente y


no dudo en caminar hasta él.

— Señorita Lombardo, todo suyo —aunque no expresa algún


sentimiento en el rostro, es delatado por el tono de su voz que
refleja diversión y ternura—... El marcador.

Sonrío por la intención de sus palabras. Aquel comentario hace que


mariposas revoloteen en mi vientre e intento controlarlas, aceptando
el marcador, resuelvo el primer ejercicio.

— Bien, Rachel —noto el orgullo en su voz.

Regreso a mi lugar, emocionada por el punto obtenido. Me siento


bien, pese a los comentarios sobre mi relación con Mark, me alegra
demostrar que no espero obtener beneficios, ni mucho menos.
— Compañera —alguien toca mi hombro. Me giro para comprobar
quién es— ¿Podría explicarme, por favor?

—Seguro —empiezo a aclarar las dudas que él tiene y parece


entender, lo que me alegra.

— Ha estado muy fácil, gracias Rachel —me siento culpable por no


saber su nombre, su rostro que había estado relajado se torna frío
—. Yo no creo en los rumores, pareces muy honesta y amable.

Me tenso, entendiendo que se refiere a lo mío con Mark, mi boca


refleja una sonrisa de culpa en respuesta, el chico habla sobre su
problema al asistir a clases, al parecer su abuela no se encuentra
muy bien de salud. Con nervios, pide intercambiar números, para
poder ayudarnos con la clase. Accediendo, apunto mi número en su
móvil y él hace lo mismo con el mío.

«Theo Blaker» Es así como se llama, pienso al ver su contacto


registrado.

La sensación de una mirada intensa recorre mi cuerpo, miro a Mark


con ojos lacerantes y confusos. Regreso mi atención a la clase que
después de varios minutos termina, animados todos se marchan.

— Adiós, Rach —en un gesto de sorpresa, Theo me abraza con


afecto y gratitud antes de irse.

—Eh, vale —me despido de él, un poco intimidad por su acción.

Como siempre, guardo mis pertenencias con lentitud, esperando


que todos se marchen, lo que me desconcierta es ver que Mark no
me mira, su precioso perfil está inclinado hacia abajo observando
unas hojas en el escritorio.

—Mark —una vez todos se han ido, me acerco a su escritorio.

— Rachel —responde formal. Frunzo el ceño al ver que continúa


distante, vuelvo a observar a mi alrededor verificando que no hay
nadie y muero por informárselo, pero no lo hago— ¿El director te ha
llamado?

—¿Te pasa algo? —Pregunto intrigada por su aspecto molesto y


cansado.

— No —responde simple—. ¿Por qué te ha llamado Ildet?

—¿Es por Theo?

—¿Por qué piensas que es por él?

— Es la única razón que encuentro —lo miro fijamente a los ojos


mientras cruzo mis brazos sobre mi pecho—. Tonta, por cierto.

Mark deja de mirarme, espero por unos segundos alguna respuesta,


pero no hay nada. Dejándome llevar por el enojo ante su actitud,
decido salir del curso y marcharme.

Estoy flameando por dentro mientras la sensación apremiante de


enojo aumenta por los grandes y resplandecientes rayos del sol, que
hacen que mi piel se ponga levemente roja y pensar que debo
caminar unas cuadras más para tomar el bus, me agrada menos.
Justo ahora echo de menos el coche de mi madre, pero es su
comodidad o la mía; Siempre preferiré que sea ella que lo use la
mayor parte del tiempo.

Aproximándome a mi parada, el sonido de un claxon detrás de mí


hace que detenga el paso, de reojo puedo ver el coche de Mark y
por supuesto su voz llamándome lo confirma. Hago caso omiso y
continúo caminando, «Por favor», lo escucho decir, finalmente me
detengo, mirándolo.

—Rachel, deja que te lleve a casa, me gustaría aclarar las cosas.


Además, el sol está algo intenso...

— Por lo que veo no solo el sol —Replico.


Mark suelta una pequeña risita y me desconcierta al ver su humor
cambiante.

—Un comentario muy acertado —menciona esbozando una sonrisa


—. Por favor, hablemos. Sube al coche.

No tengo intenciones de aceptar su petición, sin embargo, al


recordar que estamos cerca de la universidad acepto, lo he estado
conociendo lo suficientemente bien para saber que no se dará por
vencido.

—Te escucho —le digo acomodándome en el asiento.

—Rachel, no estaba molesto, ni mucho menos celoso de Blaker —lo


miro esperando algo más que esa respuesta—, bueno, quizás un
poco celoso... Otro ha podido abrazarte y yo no, cuando deseaba
hacerlo, no me justifico, pero me sentí frustrado por la situación.
Verte en clases y tener que disimular cada vez es más difícil.

Su mirada es sincera, sé que sus palabras lo son, comprendo lo que


ha dicho, el sentimiento me es familiar.

—Lo entiendo, pero yo no tengo la culpa. Y no estoy dispuesta a


aceptar que te cierres y no me digas nada. No es justo.

—Estoy de acuerdo, lo siento —entrelazando los dedos en mi


cabello, me acerca a él, siento su aliento cálido y mentolado por la
cercanía de nuestros rostros.

En un pequeño giro mis labios rozan los suyos, tomando el control


de mi boca, Mark me besa tierno y delicado como si pidiera
disculpas una y otra vez en cada movimiento. Pero el buen
momento debe terminar, pese a que los vidrios de su coche son
polarizados me perturba pensar que puedan vernos.

—¿Te apetece ir al departamento? —Una sonrisa cómplice se dibuja


en su boca—, a visitar a Dory.
Su aclaración me hace reír, uniéndome a su buen humor asiento,
aunque quiero ver a Dory, no es la única razón por la que acepto ir
con él, su aspecto fatigado y pálido sigue desconcertándome,
pensar que maneje solo hasta su departamento no es buena idea.

—¿Mark, seguro estás bien?

—Sí, solo estoy un poco cansado —afirma dedicándose a conducir


—, no he dormido mucho últimamente, sigo preparando las pruebas
para la semana de exámenes.

Lo entiendo, si para nosotros son días llenos de estrés no quiero


imaginar para los profesores, con tantas actividades a realizar.

—Quizás por eso Ildet fue tan estresante hoy —reflexiono con
diversión, haciéndole un resumen a Mark sobre mi extraña charla
con él.

—¿Y se ha creído que era Steven? —Pregunta con la vista fija a la


carretera— Vaya.

—Creo que sí, aunque lamento haber mencionado a tu hermano. No


quería que se enteraran de lo nuestro.

—Está bien, no te preocupes... Ildet es un cretino, ¿Cómo se le


ocurre llamarte por esa foto?

—¿Él conoce a Steven? —enseguida cambio de tema al ver que su


enojo aparece.

— Fue su profesor en el instituto y nuestras familias se conocen.

—Entiendo. Con razón dijo que Steven siempre te mete en


problemas. Eres el gemelo bueno, eh.

— Solo a veces, cariño —sonríe.

«Cariño» Mi humor termina por mejorar ante su mote tierno. Ahora


ambos estamos relajados, disfrutando lo que queda del camino a su
casa.

Llegando al piso donde el departamento de Mark se encuentra, me


sorprende ver que su actitud seria y distante regresa
sorpresivamente.

— ¡Hey! —Exclama una rubia saliendo de uno de los departamentos


por los que cruzamos— Al fin te veo.

Ella se acerca a nosotros, saludando a mi novio dándole un abrazo


con innecesaria devoción. Es una mujer joven, guapa y
evidentemente se le sueltan las bragas por Mark.

— ¿Qué tal? —Responde él apenas terminan su abrazo—. Por


cierto, ella es Rachel —la rubia me brinda una sonrisa oculta tras
una mueca, le devuelvo el gesto—. Rachel, ella es Danna.

Rachel, su novia. ¿Quizás?, ¿se le olvidó mencionar ese pequeño


detalle? Forzando una sonrisa saludo a la mujer, ella me ignora.

— Estoy ansiosa por que me visites, tengo mis nuevos examen de


lógica, te encantarán —acaricia su antebrazo. ¡Quita esas manos
encima de él! Quisiera gritarle—. Hablamos luego, adiós —da un
beso en su mejilla— Adiós, Raquel, un gusto.

¿Raquel? ¡Raquel mis huevos!

El corazón me late furiosamente en el pecho, al mismo tiempo que


aparece un cosquilleo en mi estómago mientras miro como
desaparece la mujer de nuestras vistas. «Ella es Rachel» De la
manera más inmadura mi subconsciente imita con fastidio a Mark.
¿Quién es esta mujer y por qué él no ha mencionado que soy su
novia?

—Danna fue compañera de la universidad.

Incrédula lo miro. El tiempo de presentación terminó hace un


momento.
—Y ahora vienes a decir que somos para ti.

Ahora soy yo la que está tensa e igualmente confundida.


Caminando hasta llegar a la puerta de su departamento, espero qué
el la abra y sin más entro. Dejándolo atrás.

— Espera —Mark me abraza desde atrás y con éxito me suelto de


su agarre.

— Esa mujer muere por ti. Y que no la hayas detenido cuando te


tocaba, me molesta. Has presentado a tú novia como una simple
conocida frente a una mujer a la que le gustas. ¡ME MOLESTA AÚN
MÁS! ¿Cómo debería sentirme al respecto?

—Es hermana del profesor de historia. Intentaba no exponernos.


Cariño, esta mañana tú misma me has repetido que no deseas que
ninguna autoridad o alguien de la universidad se entere de lo
nuestro.

— Excusa para todo, Mark.

— Rachel, no tengo porqué poner excusas, estoy dando una


explicación —su rostro se ha vuelto serio, es la segunda pelea en
menos de dos horas, estoy agotada—. Te he presentado a mi
familia, personas que realmente me interesan. ¿Eso no te dice lo
mucho que me importas?

Cuestiona repentinamente molesto y casi frustrado. Optando por


calmarme voy hasta el sofá, Mark imita mi acción sentándose frente
a mí. Pasan varios minutos... Muchos, en los que ninguno dice
nada.

— Yo siento no poder darte la relación que mereces, Rachel. Me


gustaría mencionar a todos que eres mi chica —hace una pausa—,
realmente me gustaría.

Levantando la mirada hacia él, está más pálido que antes.


—¿Estás bien? —Poniéndome de pie, me acerco.

—No si discutimos —expresa juntando sus cejas.

Ver sus ojos dilatarse y pequeñas muestras de sudor en su frente,


me obligan a tocarlo, comprobando su temperatura.

—Mark, estás caliente —comento y el sonríe.

—Sí... Por ti —bromea, niego con la cabeza, aún preocupada.

—¿Desde cuando estás así?

—Estoy bien, no te preocupes —articula. El aspecto desmejorado


que ha tenido desde la mañana ahora es más evidente.

Recordando lo que mi madre hacía para bajar la temperatura,


decido tomarlo de la mano y llevarlo a su habitación, mientras le
pido que espere en su cama, tomo unos pañuelos del guardarropa y
me dirijo al baño, humedeciéndolos con agua.

—Esto ayudará —informo colocando el pañuelo en su frente—.


¿Tienes alguna medicina para la fiebre aquí?

—No lo sé, creo —susurra y al volver a comprobar su temperatura


me doy cuenta que esta ha aumentado. Ayudándolo a acostarse en
la cama, ruego porque no sea nada grave lo que tiene.

Hurgando en la mesita de noche a nuestro lado, celebro por lo bajo


al ver que hay varias paracetamol. Rápidamente voy en busca de
agua y consigo que Mark tome la pastilla. La manera tan dulce e
indefensa en la que se ve, despierta en mí un sentimiento
entrañable.

—¿Puedes apagar el aire, por favor?

Al escucharlo lo miro horrorizada, el aire acondicionado se


encuentra en el mismo estado desde que llegamos, apagado. me
pongo de nervios.
—Debemos ir al hospital —mis dedos acarician su cabello
despeinado a la vez que aparto de su frente un díscolo mechón
castaño—. Llamaré a mi madre primero, dime qué sientes, por favor.

—Amor —lo escucho murmurar con solemnidad, evidentemente


está delirando—. Siento amor... Frio.

— Mark —lo llamo y obtengo como respuesta un débil gemido—.


Descansa, estaré aquí.

Llamar a mamá para que me diera indicaciones de como bajar la


fiebre a Mark, fue la mejor solución. Sus instrucciones fueron fáciles
de realizar, excepto la parte de la ducha con agua tibia, esa fue
imposible de cumplir hasta ahora que, Mark ha logrado mantenerse
en pie.

Mientras lo espero sentada en la cama, no dejo de pensar en el


susto que me he llevado. Han pasado un par de horas desde que
llegamos a su departamento y tuvimos la discusión por la fulana,
Danna. La manera en la que rima su nombre y fulana, me hace
sonreír.

—¿Te he dicho que me encanta tu sonrisa? —Saliendo de la


habitación de baño, con tan solo una toalla blanca, envuelta en su
cintura, Mark habla.

—Definitivamente ya estás mejor —sonrío negando con la cabeza,


mientras veo al hombre animado de siempre acercarse y sentarse a
mi lado—, me preocupaste, Mark...

—Lo sé, cariño —tomando mi mano, él habla—. Siento no haberte


presentado como mi novia, entiendo que te haya molestado.

—Me enojó más el hecho de que ella sea tu amiga. Una muy
descarada —digo—, no había necesidad que te tocara de esa
manera.

—No suele actuar así, supongo que...

—Estaba enviándome un mensaje —enojada termino por Mark y él


se encoge de hombros.

—No le des muchas vueltas a eso, Rachel —como si me adivinara


el pensamiento comenta, depositando un beso en mis labios.

Aunque quiero dejar el tema atrás, no puedo evitarlo,


inmaduramente alejo mi boca de la suya, llevando los labios hasta
su cuello —deseando dejar una respuesta para Danna por si Mark
decide ir a ver los estúpidos exámenes de lógica—, succiono de vez
en cuando la piel en aquella zona.

— Rachel —su respiración se hace más profunda—. No es


necesario que hagas eso, soy tuyo.

—Lo siento —hablo avergonzada por la actitud posesiva de antes.


Regresando mi atención a su boca, vuelvo a besarlo.

Las manos de Mark van a mi cintura y me lleva más cerca de él. El


arrepentimiento por dar inicio a un nuevo momento de pasión entre
nosotros, llega enseguida. Aunque lo deseo con la misma intensidad
y desesperación, no dejo de sentir miedo. La extraña manera en la
que despierta en mí un apetito diferente a todo, me descoloca.

—Te deseo, Rachel —comenta.

Ni siquiera soy capaz de hablar, me pierdo en sus caricias y la forma


en la que sus manos toman mis caderas para llevarme hasta el
centro de la cama, donde mi cuerpo cae con él encima de mí.

—Mark —gimo su nombre ante el paso que dan mis piernas a su


cuerpo. Su manera tan hábil de besar, acariciar, moverse, me hacen
desear más.
— Haces que pierda el control de mis sentimientos, agudizándolos
de una manera que podrías abatirme o destruirme —la presión de
su excitación masculina entre mis muslos me sorprende—. Quiero
adorarte Rachel, pero estaré de acuerdo si prefieres esperar.

Nuestras respiraciones pesadas irrumpen en la habitación,


provocando que sienta una oleada de calor que parece derretir mis
huesos tras sus dulces caricias, nuevamente está regalándome un
beso profundo y lleno de erotismo.

— Cariño... Dime que pare, de lo contrario no lo haré —murmura.

— No quiero que pares —admito.

Tal vez luego me sentiré desconcertada o avergonzada pero no


ahora, que me siento viva, enérgica, deseada y protegida. La
delicadeza con la que actúa me hace confiar... Quererlo.

— Cada parte de ti —lame y besa mi cuello, bajando por mi pecho


—. Me encanta.

Las yemas junto a su boca recorren el camino de mi cuello hasta


llegar a mi abdomen, en cada avance Mark no duda en dejar besos
por encima de la fina tela que me cubre y la cual pronto parece
estorbar. Despojándome de la parte superior de mi ropa, él continúa
el camino de besos que dejó antes, esta vez en mi piel. En su gesto
hallo pasión, ganas y sobre todo deseo por más. Ocultándome el
rostro con las manos al ver sus intenciones de quitar mi brasier y
explorar mi cuerpo sin ninguna restricción, siento las mejillas arder.

Las caricias que da a mis pechos con sus manos e intercalando su


boca y lengua en aquellas atenciones que me brinda, me hacen
retorcerme debajo de él. El placer se dispara por mi cuerpo al ver
sus manos bajar hasta la bragueta de mis pantalones.

— ¿Estás segura?
Pregunta casi suplicando por una respuesta positiva, presiono mi
boca contra sus labios, la manera en la que me devuelve el gesto
parece más una caricia que un beso, quita mis vaqueros y bragas
intermediando constantemente su mano entre las prendas y mi
cuerpo, no hay manera de encontrar la fuerza para alejarnos.

Jadeo al ver a Mark quitándose lo único que cubría su cuerpo, la


toalla, puedo observar cada línea de su cuerpo duro y elegante, la
visión de su hombría me deja extasiada, vestido Mark es
fascinantemente sexy, pero ahora, podría ser la perfecta fantasía de
cualquier mujer cobrando vida.

Sus manos bajan hasta mi vientre, me acalora. Joder... Tiemblo al


sentirlo acariciar el centro de mi excitación, en una danza erótica y
deliciosamente tormentosa, gimiendo rítmicamente y sin pudor,
empiezo a mover mi cadera contra él e inmediatamente se detiene.
¿Por qué para? Dejándome impaciente, levanta su cuerpo
levemente inclinándose a la mesita de alado y saca un envoltorio
plateado. Lo rasguña mientras me sonríe. Mark coloca el
preservativo en su miembro que ahora está mucho más erecto que
antes, nuestras lenguas vuelven al sensual baile al juntar nuestros
cuerpos.

Presa de los nervios tiemblo, sé que él puede notarlo.

— ¿Quieres que pare?

—No.

Mark me mira e inmediatamente niego con mi cabeza, aunque lo he


dudado por un momento, solo me bastan sus ojos para saber que
confío y lo quiero a él.

— Desde que te vi, he imaginado esto. Mierda, Rachel... Me


encantas.

Mis pechos son presionados por su cuerpo, respiro profundamente


al sentir su miembro en mí entrada, instintivamente abro las piernas
para él, causando un cosquilleo por todo mi cuerpo, me abrazo a su
espalda y le muerdo el hombro, lo que hace que gruña y con ímpetu
se deslice dentro de mí. El dolor que atraviesa mis venas hace que
mi cuerpo se vuelva rígido. Ahogo un grito ante la sensación de
molestia.

—¡ERES VIRGEN! —Grita alterado—. JODER. Rachel.

Lo era.

El tono inverso con el que habla no aporta a mis emociones ahora.


Sus ojos me observan conmovidos al ver las lágrimas deslizándose
por mis temblorosas mejillas. La sensación de extrañeza arruina el
epitome de mis emociones, mi cuerpo está inmóvil mientras él
parece desconcertado y arrepentido, para ser sincera también lo
estoy, aunque el dolor que siempre imaginé no es tan grande, estar
rodeada de su calor y el latir en mi interior sigue siendo incómodo.

— ¿Estás bien? MIERDA. Rachel —seca mis lágrimas con su


pulgar, su tono es acusatorio e incluso ofendido—. Dime algo.

Mark abandona mi cuerpo arrancándome un gemido, me siento tan


extraña y el golpeteo de mi corazón se intensifica.

— Lo siento —es lo único que puedo decir.

— No, perdóname tú a mí, cariño... Lo siento —me besa, la


sensación de su boca reclamando con desesperación y
preocupación me hace sentir avergonzada, sin embargo, provoca
que el dolor disminuya, los lamentos por parte de Mark son cada vez
más constantes, apenas mueve sus labios—. Lo lamento.

Me siento más avergonzada que adolorida, aunque la sensación


sigue siendo extraña, el dolor ha mermado.

— Es mi culpa.
— No, no, debí haber preguntado, solo que pensé que... —Suspira
sin ganas de mencionar el nombre de mi ex, lo cual agradezco—
¿Aún duele?

— No mucho. Solo es... atípico —respondo.

— ¿Por qué no lo has mencionado? Pude hacerte daño. Joder,


Rachel, ni si quiera sé cómo sentirme al respecto —frustrado
ahueca su cara en mi clavícula. Respira profundo—. El daño ya está
hecho, por favor, déjame arreglarlo. No quiero que te quedes con
esta opinión del sexo, quiero hacer que tu primera vez sea buena,
deja que te haga el amor. Por favor.

Bajo el efecto del deseo que me provoca su petición y la unión de


nuestros cuerpos, mis propias sensaciones se intensifican. Sus
manos me ahuecan el rostro, tomando posición de mi boca, me
besa, un beso que me acalora.

Estaba tan equivocada al creer que no era posible recuperar el


momento de antes, total y afortunadamente equivocada, con cada
caricia Mark enciende mi piel, respiro hondo al verlo bajar poco a
poco hasta llegar a la cúspide entre mis piernas, estiro la cabeza
hacia atrás cuando siento su aliento caliente en mí.

—Quiero que disfrutes conmigo y para mí, cariño —susurra llevando


su boca a mi carne, me toma sin reservas. Explorándome con la
lengua, paseándose por mi sexo.

Me muerdo el labio inferior intentando callar mis gemidos mientras


abro mas las piernas, entregándome por completo a él.

—Dios... Mark —gimo su nombre, arqueando la espalda, sintiendo


como con su lengua me penetra y tortura. La sensación es tan
buena que me desorienta por completo, quiero alejarlo y al mismo
tiempo acercarlo más a mí.

Jadeante me devora, yo llevo las manos en su cabello, el cuerpo me


tiembla cuando lo siento más cerca, ya no controlo el movimiento de
mis caderas que van y vienen a su encuentro, olvido la vergüenza y
el pudor, tal como lo pide, disfruto de la sensación tan nueva y
buena en la que me sumerge.

—Déjate llevar —me suplica en tono ronco, no sé muy bien a lo que


se refiere, pero olvido todo a mi alrededor cuando vuelve su
atención a mi núcleo, esta vez con sus dedos y lengua, el cuerpo
empieza a temblarme, gimo, me arqueo más, sintiendo el calor de
mi cuerpo que me quema la piel, liberador. Recobro la respiración
justo cuando Mark se levanta, quedándose de rodillas entre mis
piernas y sonriente me mira—, mi obediente, Rachel.

Sus ojos brillan, el corazón me da un vuelco cuando lo observo con


dedicación, todo su cuerpo está rígido y una nueva ola de calor me
invade al imaginar que es por mi... Por nuestro encuentro.

Mark se acerca a mi boca, besándome con necesidad, su


respiración agitada me estremece, vuelvo a sentirme viva y pronto
su cuerpo se posa encima del mío.

—Confío en ti, Mark —le aseguro, me besa hambriento, haciéndome


necesitar más de él—. Lo quiero...

—Dime lo que quieres.

—A ti.

—Y me tienes, Rachel —murmura guiando su glande en mi entrada


—, solo yo, solo a mí.

Jadeo al sentirlo hundiéndose poco a poco en mí, me contraigo y el


gruñido que él deja escapar enciende cada parte de mi ser. La
sensación extraña sigue estando ahí, sin embargo, me preparo para
recibirlo, su cuerpo poco a poco invade el mío humedeciendo cada
vez más mi interior. Empieza a sentirse tan bien, pero me sorprendo
cuando Mark sale de mi.
—Oh. Joder —murmura mordiendo mi labio, volviendo a
penetrarme.

Esta vez sin detenerse entra y sale en mí, su boca ahoga mis
gemidos mientras habla, alternando lo mucho que le gusto y
diversos adjetivos sobre lo hermosa y tierna que soy.

—Te sientes tan bien, Rachel —gruñe.

Él empuja rítmicamente sus caderas contra mí, mientras sus


preciosos ojos verdes me miran con adoración, escucho el obsceno
sonido de nuestros cuerpos uniéndose en un frenesí, la habitación
invadida de gemidos nos hace estallar de placer. Gimo por el éxtasis
y el hormigueo que me atraviesa, nos besamos disfrutando de la
manera en la que nuestros cuerpos están hechos precisamente para
ambos, complementándose a la perfección. El sentimiento que me
llena hace que mis lágrimas de nuevo se desborden, esta vez, a
causa del placer y deseo que se libera en mi interior.

Estar acurrucada entre los brazos de Mark, me hace sentir segura,


y sobre todo querida. No hay palabras, pero si acciones que lo
demuestran.

—Lamento haber hecho que lloraras, me odié por ello, de verdad lo


siento —niego rotundamente, sin duda era mi culpa—. No quise
mencionarlo antes, pero ¿Cómo es posible?

— ¿Qué sea virgen? O bueno, era —asiente, sé que no es obvio


pero tampoco imposible, para ejemplos—. Mi noviazgo con Jackson
empezó a los catorce años, ni siquiera pensábamos en más que
presumir ser grandes, después no lo sé... Me dejaba llevar por el
miedo, jamás me sentí tan segura como tú me haces sentir —hace
una mueca de arrepentimiento—. Créeme ha sido perfecto Mark, no
cambiaría nada, no te preocupes.
—Por lo que sea que me has elegido, lo valoro, Rachel. Y me
aseguraré de que no te arrepientas de esta decisión —dejando un
casto beso en mi frente, habla—. Te quiero.

«Como se quieren a los amigos, cómo un hombre a una mujer,


como dos amante solo se pueden querer. De esa y mil formas, te
quiero, Rachel Lombardo. Conmigo y para mí»

Añade melodioso y dulce. Sin poder reprimir la emoción, sonrío.

—Te volvería a elegir, Mark —me sincero. La confianza y seguridad


que él me ha brindado ha influido mucho en mis decisiones, a decir
verdad, no me imagino a Jackson reaccionando a la situación.
Agitando mi cabeza, decido alejar los pensamientos de mi ex—.
También te quiero.

Con la alegría rebosando en su rostro, Mark me besa, y aunque su


gesto es tierno, la tensión en ambos aumenta, el cosquilleo
electrizante en la parte baja en mi estómago me hace estremecer.
Pese a que la idea es tentativa, aún siento mi cuerpo agotado y un
poco adolorido.

—Descansa —sugiere, como si leyera mis pensamientos—. Ya


regreso, iré a prepararte algo para que comas, ¿de acuerdo?

Dejando un último beso en mi boca, informa. Con su aspecto


desordenado y tan sólo llevando la parte baja de su ropa interior él
sale de la habitación. Sintiéndome maravillada y emocionada, no
dejo de pensar en lo que ha pasado. Sin embargo, el momento de
encantamiento no tarda en ser interrumpido por la avalancha de
mensajes en mi móvil.

Mejor amiga:
"Rach. ¡Urgente! LLÁMAME"

"Rach. ¡Mark no es lo que pensábamos! Por favor. Responde"


¿De qué habla? Con las manos temblorosas, marco el número de
Amy esperando que me destruya el alma.

—Rachel, al fin —Amy responde enseguida.

—Am... Cuéntamelo.

— Rach. La razón por la que Mark sale contigo es....


Detalles y meme

Hola, queridos extraños / Hámsterines 🐹💓


Ya sé, los he dejado con la curiosidad,🙈 pero antes de continuar
deseo informarles lo siguiente:

#1.
Tenemos grupo en facebook "Lectores de Jam Walker💕🐹 "

Además, les dejare mis redes sociales por si aún no nos seguimos.
(Pd: Aquí me falta TikTok @JamWalkerxoxo - que sé qué hay varias
que llegaron por dicha app).

#2:
Deseaba compartir con ustedes esta hermosa ilustración que
AnothxrDrxamxr hizo para mi, la amo demasiado 😍 . Siempre
agradecida con tu talento.
Además de comprartir meme de la historia. Aporte de
@CindyDosPL 😍😄. Muchas gracias, me encantan.
Y decir que estoy totalmente agradecida con el apoyo que le han
dado a mi historia, amo y aprecio cada uno de sus comentarios y
mensajes ❤

Jam Walker,
Xoxo.
13. Encuentros 🔞
— Amy, dilo —suplico.

El suspenso me está matando, cuál sea la verdad, es mejor


saberla de una vez.

—Ya sabes que salgo con Dylan. Me acabo de enterar que es


hermano de una tal Samantha, ex novia de Mark —la demoledora
angustia que siento me obliga mantenerme callada—. Rach, no
estoy asegurándote nada, pero él me comentó que Harvet tiene una
extraña manía y obsesión de salir con mujeres muy parecidas a su
hermana Samantha. Ellos terminaron hace años y parece que Mark
no lo supera —Amy espera a que diga algo, pero solo me concentro
en escucharla—. Samantha, tú, Mishelle, se parecen. Bueno,
Mishelle cambió su aspecto justo antes de que Mark la terminara...

«De eso se trata, Rach... No solo es un prototipo. Según la versión


de ellos, Mark no se enamora de las mujeres con las que sale, si no
de lo que él quiere que sean, de lo que cree e imaginan que son...
Su ex. Samantha. Es tan retorcido esto y averiguaremos la verdad,
pero... Ten cuidado» Amy continúa y me niego a creer en lo que ha
escuchado.

— Coincidencias —susurro con la esperanza que me alberga.

— Ojalá, Rach —dice apenada—. Y lamento tener que decirte esto,


pero no quiero que te lastimen. Aunque Mishelle no es de confianza,
se lo pregunté y por alguna extraña razón decidió mostrarme más
fotos de las mujeres con las que Mark ha salido, y con la versión de
Dylan... Te envié las fotos.

Con una mirada sombría, reviso las fotos que recibí junto a sus
mensajes, al verlas, noto los latidos de mi corazón en los oídos, más
allá de los rasgos comunes de las mujeres de las fotos, las seis son
muy similares y pensar en Mark de una manera tan enferma, me
hiere. Comparándolo con el hombre tan dulce y preocupado de
antes, me niego a aceptarlo.

— Confío en ti, Am —digo—, pero también en Mark, no lo sé...


Quiero creer en él.

— Ha salido con Mishell, ¿Sabes el estado en el que hay que estar


para soportarla? —Habla con diversión, sin embargo su tono es
preocupado—, le he preguntado a mi madrastra y confirmó lo que
Dyl contó, dijo que Mishell un día decidió cambiar su aspecto físico y
Mark la dejó.

Trato de soportar la punzada del dolor que me causa pensar mal de


Mark... El momento que pasamos se propaga en mi cuerpo,
esparciéndose como el fuego, quemándome, al sentir sus caricias
aún marcadas en mí.

—No sé qué pensar, Am.

—Rach, solo ten cuidado ¿vale? He decido contártelo para que


hables con él o si quieres lo averigüemos juntas —aconseja—.
Quería investigar antes de desenmascararlo, pero... Debía decírtelo
y evitar que lo de ustedes avanzara a más... Ya sabes.

Sus palabras dan la última puñalada a mi corazón, una explosión de


decepción en mi pecho amenaza con llenarme los ojos de lágrimas,
«¡Lo han hecho ya! » La escuchó decir con sorpresa.

— Te llamo luego.

Cuelgo, soy incapaz de admitir que me he entregado a un hombre


que apenas creía conocer, dejándome llevar por los sentimientos
que causa la idea, no hago mas que sentarme en la cama,
intentando ordenar mis pensamientos. ¡Joder! Es que no puede ser
verdad.

—Debo hablar con él —medito en voz alta.


«¿Y si te miente? o Peor aún, ¿Qué harás si el hombre al que te has
entregado por completo, admite que mientras te mira, piensa en
otra?» Increpa la voz en mi cabeza.

Pasan varios minutos y sigo sin saber qué hacer o creer. Mientras
más pienso, menos claridad de mis ideas tengo. Decidiendo que lo
mejor es estar sola y pensar, me levanto de la cama, haciendo un
pequeño gesto de dolor al ponerme de pie, recojo mi ropa del suelo
y empiezo a vestirme. El crujido de la puerta al abrirse me
sobresalta. Mark entra a la habitación haciendo que casi caiga sobre
mis pies por el susto.

—Cariño. ¿Qué haces? —Lo ignoro— Rachel, ¿Qué sucede?


¿Estás bien?

Termino de colocar mis zapatos y me alejo al ver que se acerca... Ni


si quiera puedo mirarlo a la cara, duele pensar que lo que Amy dice
sea verdad, me lastima. Ha dicho muchas veces que le gusto por
cómo soy. ¿Mintió? ¿Si le gusto solo por parecerme a su dichosa
ex?

Mierda...
La idea me asquea.

Mark posa una mano en mi espalda haciendo que me queje ante su


caricia. Quisiera preguntarle, que me diga que no es cierto. Pero
ahora no, no puedo.

—No, Mark —me alejo.

— ¿Qué está mal, Rachel? —Pregunta, sus ojos están llenos de


intriga y pánico.

—Todo está mal —murmuro, tratando de salir de la habitación, pero


él toma mi mano, impidiéndolo—. Déjame ir.

—No hasta que me des una explicación.


— Tú eres el que debe una explicación y a ti mismo.

—¿De qué hablas?

—¡De Samantha! —exclamo intentando controlar el tono tormentoso


de mi voz, me sorprendo al ver la expresión fresca y serena que
revolotea a través del rostro de Mark.

— ¿Quién te ha contado sobre ella? No, lo más importante, ¿Qué te


han contado para que estés así?

—Déjame. ¡Joder! Quiero irme —hablo avergonzada y molesta. Sí,


maldita sea, estoy molesta, por la situación, por Mark, por todo.

Aunque deseo confiar en él, el hecho de decepcionarme de nuevo


por alguien que creí diferente, me hace crear aquella coraza llena de
rabia y frustración.

—Está bien, dejaré que te vayas —accede—, pero antes


hablaremos de lo que sucede.

—Ahora no puedo hablar, no quiero...

— Entonces esperamos hasta que quieras, amor.

—No soy tu amor —exclamo dolida, al imaginar que en realidad


Samantha lo es.

— Lo eres y eso no está en discusión.

Sin perder detalle de lo que pasa, va la cama y se sienta dando


golpecitos a un lado para que me siente junto a él.

—Estoy bien aquí —lejos donde puedo pensar con más claridad.

—Te escucho.

— ¿Me parezco a Samantha? Es por eso que te fijaste en mí —La


sola formulación de esa pregunta me lastima, aún más al temer que
su respuesta sea afirmativa.

—Hay rasgos similares, sí —juntas sus cejas, incrédulo—, ¿Pero


fijarme por eso en ti? Por Dios, Rachel...

—Tiene un poco de lógica —admito al vincular la versión de Dylan


con su sincera respuesta.

— No, no la tiene.

— ¿Coincidencia que Mishell y yo nos parezcamos a ella?

Continúo mis preguntas y esta vez, ante la mención de su última ex,


la expresión de sus ojos se endurece.

— Por supuesto, ha sido Mishell. Debí saberlo.

—No sé qué creer —no soy capaz de controlar las profundidades de


mis pensamientos, y es que, ya ni siquiera trata de Mark, si no de mí
y la poca confianza que sin darme cuenta me he tenido este tiempo
—, Dijiste que te gusté desde el primer ¿fue porque te recordé a...?

—Rachel, podrías tener el jodido cabello rosa con verde y aun así
me hubieses encantado —habla con solemnidad, mientras se pone
de pie acercándose e instintivamente retrocedo—. Odio que te
alejes de mí.

—Lo sé y lo lamento —pero sé que apenas se acerque todo dará


igual. Y necesitamos aclarar esto—, de verdad, quiero creer en ti.

—Hazlo, Rachel. Por nosotros, por lo que hemos vivido hasta ahora
—en tono desconcertado menciona. Guardo silencio, deseando que
los demonios que en la oscuridad siguen recordándome la traición
de Jackson, desaparezcan. «Mark no es Jackson» Me repito y mis
pensamientos son alejados apenas veo a Mark caminar por la
habitación en busca de su móvil y acercarse nuevamente —. Mishell
dijo que lo haría.
Ofrece su móvil asegurándose de que lo observe, con recelo miro
la pantalla. Una conversación de un número no agendado en sus
contactos.

Desconocido: Hace un día.


"Sabes que siempre consigo lo que quiero y quiero que con las
personas que salgas te dejen, cómo lo hiciste tú conmigo. Y créeme
que Rachel será muy fácil de alejar"

"Es que ni si quiera puedo entender como tus gustos se deterioraron


tanto, Mark. Por Dios. Rachel es una niña. Tan torpe, mojigata y
falsa como mi hermanastra.
¿Y me decías que querías una relación madura? vaya madurez
fuiste a encontrar"

Trayendo conmigo un sentido de alivio y paz, leo los mensajes que


prueban que Mark no miente, que la única mentirosa es Mishell. Y
no entiendo como lo ha logrado, de qué forma ha podido manipular
la situación a su favor, pero lo hizo, incluso manipuló a Amy. De
pronto el enojo que siento se desborda en mi calma momentánea.

— ¿Por qué terminaste con ella?

— Cambió —me sorprende su confesión, ¿Tenían razón?— Cuando


sus padres se divorciaron ella empezó a tener actitudes cambiantes,
salía a fiestas todos los días, sus amigos nuevos eran muy poco
agradables, ya no quedaba nada de la chica que conocía. Aunque
intenté ayudarla nunca lo quiso.

Mark en su comentario tiene razón en algo, más allá del físico, el


cambio de personalidad de su ex —del que muchas veces Amy y yo
escuchamos a la madre de Mishell quejarse—, Es algo que sin duda
no encajaría con él.

—Mark —digo en tono neutro, él vuelve a acercarse y esta vez no


retrocedo—. No sé qué pensar o decir...
— No digas nada, solo que me crees —se inclina un poco para
quedar a mi altura y abrazar mi cintura—. Y confiarás en mí.

Recibiendo su abrazo, ambos nos quedamos en silencio un par de


minutos. Sentir la calidez con la que me envuelve, me hace recordar
al hombre dulce y dispuesto a cuidarme al que me entregué.

—Lo siento, solo que... No quiero más desilusiones en mi vida —


expresando mis sentimientos, le digo.

—Rachel, todos tememos que nos rompan el corazón, incluso a mí


me da miedo, que veo tanta bondad y luz en tu alma —hay
sinceridad en las palabras de Mark—. Pero siempre he pensado que
donde haya más amor que miedo, es el lugar correcto. Y para mí tú
eres ese lugar. Lo supe desde que te entregaste a mí, sin miedo,
con la confianza viva de que soy el hombre que esperaste durante
veinte años.

—No corazones rotos —sintiéndome sofocada por la intensidad con


la que trae a relucir nuestra unión, decido cambiar el tema, dejando
una promesa impuesta.

—Así es, señorita Lombardo. Y que lo único que se rompa en


nuestra relación, sea la cama —conociendo perfectamente como
hacerle frente a mis excusas por evadir situaciones, Mark habla en
tono juguetón—. Y mucho...

—Vaya, qué romántico señor Harvet —exclamo, fingiendo una


expresión de horror, el asiente.

Sus brazos me rodean con más fuerza, mientras toma mi boca,


en un beso satinado y dulce, pero, de algún modo, también
eléctrico.

El cálido y suave movimiento de su lengua en mi boca hace que mi


cuerpo desee más de él. Desliza los dedos por debajo de mi blusa y
empieza a tirarla hacia arriba.
— ¿Adolorida aún? —Murmura con voz un poco más grave, dejando
a la vista las verdaderas intenciones de su pregunta.

—Siento haber dudado —antes de poder terminar las disculpas que


le debo, Mark reclama mi boca, impidiéndome seguir.

Al principio es un beso suave, pero no tarda en transformarse en


uno apasionado, abro la boca y su lengua me invade.

— Eres mía —Dice mientras me despoja de mi ropa— Y yo soy todo


tuyo. No dudes de esto.

Sus manos vagan por mi cuerpo, haciéndome sentir viva y hago lo


mismo que él, con mis dedos delineo sus hombros, brazos,
abdomen... «Mío» La fascinación con la que repetía aquella frase en
mi mente me gusta, porque así lo siento. Y deseo explorarlo, como
él lo había hecho conmigo. Nerviosa bajo las manos por sus
caderas hasta llegar al bulto que su ropa interior aún cubre. Lo
acaricio, el jadeo gutural que emite me anima a seguir.
«Joder, Rachel» Deja de besarme, doy un corto paso hacia atrás
para observarlo, su boca está levemente abierta y los ojos se le han
oscurecido. Es tan erótico... Todo él.

Un poco más torpe que antes, meto una mano por debajo de su
bóxer y utilizo la otra para bajárselo. Ver la longitud de su miembro
liberarse, me deja en blanco. Ni siquiera había meditado del todo en
las generosas proporciones de su cuerpo, hasta ver cómo mi mano
no es capaz de rodearlo, no por completo. Sacándome de mi
ensoñación, Mark vuelve a tomar mi boca, al mismo tiempo que
siento su propia mano sobre la mía, me guía, con movimientos hacia
atrás y adelante, haciendo que su dureza se deslice entre mis
dedos. Después de unos segundos, Mark aleja su mano, yo sigo
con los movimientos, un poco más firmes y rápidos que antes.

—Eso es —dice jadeante—, sí...

Sonrío, sintiéndome cada vez más segura. Dejándome llevar por el


momento tan intimo, aún masturbándolo beso su cuello, pectorales,
abdomen hasta inclinarme por completo y dejarme caer de rodillas.
Gimo ante los deseos formulados por mi mente al tenerlo tan cerca.

Mark es un hombre con muchas virtudes... En muchos sentidos.


Y lo que resulta más fascinante es tenerlo a mi lado, mostrándome
un mundo muy diferente al que imaginé, pero que sin duda me
gusta.

—Quiero hacerlo —mirándolo con timidez le digo, puedo ver sus


ojos brillar.

—Rachel, toma todo lo que quieras de mí —se inclina para posar su


mano en mi mejilla, acariciándome—, soy tuyo.

Murmura, repitiendo su gesto tierno a mis labios, rozándolos con las


yemas de los dedos, me invita a abrir la boca y obedezco, Mark guía
la punta de su miembro a mí. Gustosa recibo la cima de su virilidad,
lamo, succiono un par de veces, antes de envolverlo con más
profundidad, mientras muevo la mano —tal y como él me había
indicado antes— por la longitud de su pene que no logro alcanzar
con la boca.

Mark hace con sus manos una especie de coleta en mi cabello, lo


miro y veo el fuego en sus ojos. Él empieza a controlar los
movimientos; al principio son lentos y pausados, sin embargo, su
ritmo se vuelve acelerado... más profundo, me embiste varias veces,
hasta que no puedo más, el gemido gutural que se escapa de mi
garganta lo hace detenerse. «¿Estás bien? ¿Estás cómoda?»
Pregunta entre jadeos.
Tras recuperar el aliento, mi respuesta para él es mi intento de
seguir su mismo ritmo, lo tomo una y otra vez, escucharlo maldecir
por lo bajo, gruñir en cada movimiento que hago, me hace pensar
que, después de todo no lo estoy haciendo tan mal. «Me matas,
Rachel» Dice.
Su sabor salado cada vez es más intenso, lo disfruto, me excita,
tanto que... El deseo de llevar mi mano justo ahí, en el lugar que
Mark me había dado tanto placer antes me invade, pero me
contengo, sabiendo que apenas termine, él se dedicaría a mí.
***
No estaba equivocada.
Al cielo, es donde Mark Harvet me llevaba y no pude dejar de
pensar en todo el tiempo que estuve sin él...
Seguido del encuentro, en el que ambos disfrutamos del otro y de la
unión gloriosa de nuestros cuerpos, tomamos una ducha para
después comer. Me encontraba hambrienta, apenas estuvo la
comida, devoré la milanesa de pollo que Mark preparó.

—Gracias, estaba delicioso —le digo mientras él recoge los platos


para lavarlos.

—Un placer, señorita —responde en tono coqueto, besándome


antes de empezar a lavar y limpiar.

Aproveché el momento, para ir por el móvil y escribirle a mamá,


pero es la nueva avalancha de mensajes de Amy lo primero que
llama mi atención y ya no sé si reír o llorar. Tengo miedo.

Mejor amiga:

"¿Hablaste con Mark?"

"Rach, ¿todo bien?"

"¿El papucho además de enfermo es secuestrador?"

"Vale, probablemente aun estés asimilando la noticia. Lo entiendo.


Apenas salga de la jodida reunión en la empresa de mi padre, iré
contigo. Te quiero"

Revisar cada uno de los mensajes de mi amiga me hace reír.


«Asimilando la noticia» Si ella supiera... Se burla la voz en mi
cabeza. Continúo leyendo sus siguientes mensajes, que son unos
minutos más tardes que los anteriores.
"¿Terminaste con Mark? Dime que sí, porque lo estoy viendo con
una rubia ahora mismo"

"¡¡¡Se es tan comiendo la boca!!!"

"Vale, igual lo voy a seguir. 💣 Misión: Darle un par de hostia al


guaperas de Mark,

A bordo👊"

Leyendo varias veces sus mensajes y la hora en los que los envío.
Frunzo el ceño. ¿De qué habla? Pero si Mark ha estado todo este
tiempo conmi...

¡Ay Dios!

¡Steven!

Intentando mantener la calma escribo una rápida respuesta a Amy.

Para: Mejor amiga.


"AMY. ¡MARK ESTÁ CONMIGO! Luego te contaré, pero aborta la
misión.
Al QUE ESTÁS VIENDO ES A STEVEN. EL HERMANO GEMELO"

El móvil de Mark que se encuentra en el mismo lugar que estaba el


mío, empieza a sonar, observando el identificador de llamadas
compruebo que se trata de Steven. Me toma varios segundos
decidir si contestar o no, pero al ver que Mark entra a la habitación
enseguida tomo su llamada.

—Hola, Steven —que bueno saber que sigues con vida.

— Hola cuñada. Para loca —habla alterado. Ay no— ¿Está Mark?


Por favor, comunícame con él. Joder —un golpe detrás del teléfono
hace que me sienta aún peor. Le paso el móvil a Mark, dejándolo en
altavoz.
Sin comprender nada, él lo toma.

—Tío, ¿Con qué clase de gente tú te metes? —Escuchar otro golpe


me pone de nervios, tomo mi móvil y marco a Amy—. Hay una loca
confundiéndome contigo.

—Enfermo, tú eres el único loco —escucho a mi amiga.

— Steven, pásame a Amy, por favor

Opto por pedir al ver que Amy no responde mi llamada y no creo


que lo haga, con lo entretenida que está triturándose a golpes a
Steven.

— Rachel, ¿Conoces a esta loca? Te voy a poner en altavoz porque


después me rompe el móvil —Advierte Steven.

— ¿Qué está pasando? —Pregunta Mark, le hago una señal con la


mano para que espere.

— Amy, amiga, el que está contigo es el gemelo de Mark —digo


finalmente.

— ¿Ves? Loca. Te lo he dicho —acusa mi cuñado a Amy.

— Deja de llamarme loca, Steven o como cojones te llames...


Rachel este idiota se lo ha buscado.

— No me puedo creer que conozcan a este bicho raro —demanda


Steven, ganándose otro golpe de Amy—. Joder. Que te calmes con
los golpes.

No puedo dejar de disculparme con Steven por la confusión.

—No le pidas disculpas, Rach —demanda cabreada Amy—, que


este tipo es un idiota

— Y tú una loca —Steven responde en el mismo tono—. Les hablo


luego... Discúlpate.
Alcanzamos oír junto a la carcajada de Amy antes de que
cuelgue.

—No la dejará en paz hasta que se disculpe —con diversión, Mark


habla de su hermano e inmediatamente niego.

—Amy no lo dejará en paz hasta que él se disculpe —corrijo. Ambos


nos echamos a reír, aunque al instante me siento culpable—. ¿Y si
los llamamos?

—No contestarán, seguro siguen exigiéndose disculpas —comenta


divertido, su buen humor me invita a calmarme.

Esperando tener noticias de ellos, volvemos a la cocina terminando


de limpiarla, aprovecho para escribirle a mamá y apenas estamos
libres vamos a la habitación donde Dory se encuentra. Intentar
tocarla continúa siendo una hazaña, el horror que siento por su
pelaje disminuye un poco, aunque todavía soy incapaz de cargarla.
Sin embargo, amo el momento. Ambos sentados en el suelo, Mark
luce un pantalón deportivo y yo la camisa de aquel mismo conjunto.
Mi novio sostiene a Dory en sus brazos, mientras hablamos de
cualquier tema que se nos cruza por la cabeza.

El sonido del timbre irrumpe entre nosotros, me horrorizo al pensar


que puede ser alguien de su familia. ¡El señor Ethan! No estoy
preparada para volver a verlo.

—Iré a ver quién es y lo despediré pronto, no te preocupes —


acertando a mis pensamientos Mark comenta.

Dejando a Dory en su espaciosa jaula, sale de la habitación. Me


dedico a observar el lugar, lo limpio, ordenado y sobretodo cada
detalle que hay para el bonito hámster. Mi corazón se hincha.

— ¡Y AQUÍ TENEMOS AL OTRO! Vaya, vaya.

¿Esa es Amy? La voz de mi amiga hace que me exalte.


— Es su departamento, ¿Qué esperabas listilla?

¿Steven?
Mark no se expresaría así... ¿Sigue la guerra? Camino hasta el
salón y mis ojos se abren por la sorpresa al ver a Amy sonriente y a
Steven cabreado, sobre todo magullado.

—Pero, ¿Qué te pasó? —Pregunta sorprendido Mark al ver el rostro


completamente rojo de su hermano.

— Pasó ésa loca —Amy va a golpear a Steven pero corro hacia ella,
deteniéndola a tiempo.

— Eso, cuñada, detén al mono, ya no soportaré más de ella —las


palabras de Steven solo provocan más la furia de mi amiga.

¿Mono? Reprimo una risa.

—Vale, fue suficiente —en tono autoritario Mark pide.

—Oh, no no, que me pida perdón —Amy insiste y esta vez es


Steven que se echa a reír.

—Ella ha sido la que me ha empezado a insultar y golpear de la


nada.

— Sí, porque pensé que era él —Señala a Mark fulminándolo con la


mirada, afortunadamente mi profesor ignora la delicada confesión de
mi amiga—. Pero no ha sido por eso, éste me ha besado a la fuerza.

Mark y yo nos miramos sin entender.

— Para que se callara de una jodida vez —Nos informa mi cuñado.

En una hábil respuesta Amy vuelve a forcejarse de mi agarre,


logrando soltarse, acercándose a Steven que rápidamente corre al
otro lado del salón.
— Que macho, eh —ríe, Mark y yo ocultamos la risa. Steven se
acerca a ella y le da un rápido beso. Observamos la escena sin
saber qué hacer.

Steven sonríe mientras indignada Amy lo ve con furia y sé que debo


alejarla lo más rápido posible. Pidiéndole que me acompañe a la
habitación de Mark, ella accede lo cual me tranquiliza.
Entrando a la habitación que está totalmente desordenada, Amy no
hace más que hablar de lo idiota que es Steven, por un lado,
agradezco que su mal humor, le impida reflexionar sobre lo que ha
pasado aquí y mi fabuloso outfit.

— Y pensar que yo quería conocer a eso —grita Amy paseando de


un lado a otro.

—Venga, Am, su encuentro no pudo haber sido tan malo.

—¡No quiero volver a verlo en mi vida —asegura.

—Am. He hablado con Mark de Samantha —cambio repentinamente


de tema para distraerla—. Mishell se lo ha inventado, Mark me
enseñó unos mensajes de ella y sus amenazas sobre esto.

— Chama, esto hay que averiguarlo bien —imita el acento


venezolano haciendo que ría. Amy y su amor por las palabras de
otros países—. Estoy pensando en por qué Dylan mentiría.

—Probablemente es obra de Mishell, es obvio que aún quiere a


Mark...

Amy niega.

— Esa ni se quiere ella, debe estar obsesionada y mientras


averiguamos todo; disfruta, pero ten cuidado. Por cierto
¡Cuéntamelo todo! No creas que no me he dado cuenta del moratón
que tenía Mark, y de lo ordenada —dice la ultima palabra con
sarcasmo—que está la habitación. ¡Huele a sexo!
Su comentario me sonroja, intento balbucear una respuesta
mientras los colores suben a mi rostro, ella se carcajea.

—Amy —la regaño, avergonzada.

—Si Jackson supiera que lo que no hizo en seis años, Mark lo hice
en unos meses, y no solo hablo del sexo, Rach. Mírate, la confianza
que tienes en él —Amy acierta en su comentario, tontamente sonrío
—. ¿Y qué tal?

—Creo que la lectura ya no es mi primer actividad favorita —bromeo


y mi mejor amiga empieza a reír, entendiendo la referencia.

—Vaya, ¿así de bueno ha sido el profesor Harvet en la cama? —


Pregunta y asiento... Muy bueno.
14. Celos

MarkHarvet:

—Creí que los hombres como tú, preferían a las mujeres como yo,
Mark —sin vacilar, Danna comenta y no me extraña. Desde que la vi
entrar al ascensor supe que en cualquier oportunidad ella
mencionaría algo sobre Rachel—... Maduras. De tu edad.

Concluye su glosa.

—Danna. Que Rachel, mi novia —menciono por segunda ocasión—,


luzca joven, no la hace inmadura.

Aunque desapruebe su intromisión, le explico intentando mantener


una conversación cordial.

—¿No? —Resalta la ironía en su respuesta, lo que me molesta.

Apenas habló unos segundos con Rachel. ¿Qué podría opinar de


ella?

El sonido del móvil desvía mi atención, al ver en las notificaciones el


contacto de Rachel. La última vez que hablamos estaba terminando
de comprar algunas decoraciones para la reunión que su madre
tendría hoy por su cumpleaños.

«¡Encontré un disfraz de pez para Dory! Me muero de amor. Mira»


«Foto:📷»
Sonrío, conteniendo una carcajada ante su inesperado mensaje. No
sé si se deba al hecho de que ella intente aceptar al hámster o la
ropa que está seleccionando para Dory, pero me enternece.

—¡Ay, por Dios! —el quejido de Danna me distrae de mis


pensamientos, por un milisegundo pienso en disculparme ante mi
evidente falta de educación por ignorarla, pero su parloteo continúa,
silenciándome—. Definitivamente hay personas que no te
convienen, Mark.

—Danna. No olvides que tú eres mi amiga y la persona de la que


estás hablando es mi novia —enfatizo molesto—. Buenas tardes.

Menciono agradecido porque las puertas del elevador se abran,


anunciando su llegada al primer piso. Un resoplido cargado de
molestia es su respuesta, adelanto mi paso saliendo del ascensor
para tomar la dirección del estacionamiento.

Mientras avanzo aprovecho para llamar a Rachel quien enseguida


responde, su voz dulce detrás de la línea hace que los latidos de mi
corazón se aceleren, brindando una respuesta para el comentario
de Danna «Los hombres como yo...»

Prefieren la felicidad, porque es lo que Rachel trae a mi vida. Su


ternura, alegría, luz e incluso su torpeza cuando se pone nerviosa,
me encanta.

—¿Te he dicho hoy lo mucho que me gustas? —Le pregunto.

Ella suelta una pequeña risita que, sin dudarlo, mi mente no tarda en
recrearla, reconociendo cada facción de su rostro.

—Si, antes de regresar a tu casa para ir a tu cita con Mishell —


responde, aunque su tono es divertido hay destellos de sentimientos
que puedo identificar. Y que entiendo.

— ¿Celosa?
Cuestiono, conociendo la respuesta. Si ella decidiera reunirse con
su ex novio, me causaría un poco de malestar también y agradecía
su madurez al acceder que me viera con Mishell. Quiero pensar que
aún existe en mi ex aquella persona racional, dispuesta a tener una
conversación civilizada y finalmente pueda dejar su afán por
intervenir en mi nueva relación.

—¿Celos? —Suelta un bufido lleno de diversión y obviedad—. ¿Qué


es eso?

—Celos: Sentimiento que experimenta una persona cuando


sospecha, piensa e intuye la posibilidad de un intruso invadiendo su
propiedad: Algo o alguien que desea reservar y no compartirlo.

Menciono esforzándome por dar un concepto acertado de la


palabra.

—¡Oh, era eso! —Exclama con fingida sorpresa— Ah, pues...


Quizás un poco.

—Si no estás de acuerdo, aún puedo negarme —le recuerdo. No he


confirmado a Mishell su plan de reunirnos, por lo que no tendría
inconvenientes en no asistir—. No quiero que te sientas incómoda al
respecto.

—Está bien, Mark —interrumpe—. Aunque sigo pensando que


Mishell no es muy racional, confío en ti y no me opongo a tu diálogo
con ella, de cualquier forma, gracias por preguntarlo.

¿Gracias?
Niego con mi cabeza. ¿Por qué ella me agradece por algo que
evidentemente es importante entre nosotros? Esto, los inventos y
planes de Mishell no solo se tratan de mí, también de nuestra
relación y su opinión es necesaria.

A mi cabeza solo puede llegar un nombre.

Jackson Kozlov...
Aunque al principio me sorprendió la abstinencia de Rachel en su
antigua relación, cada vez puedo comprenderlo mejor.

...Su cretino ex y la poca confianza que generaba en ella, en todos


los aspectos.

Pese a que Rachel es una mujer inteligente, la costumbre en una


relación poco nutritiva, muchas veces nos impide ver con claridad y
ella no ha sido la excepción.

—Estoy deseoso de ver el disfraz para Dory —cambio el tema.

—El disfraz es precioso. No puedo esperar hasta mañana para ver


cómo le luce.

—Quizás podríamos escaparnos un momento después de la reunión


e ir a mi departamento —bromeo sin poder evitar el tono
enfebrecido en mi voz ante la idea—. Por supuesto, todo en
beneficio de Dory.

Mi aclaración no hace más que provocarle pequeñas risas a Rachel.

—Me encantaría, señor Harvet —dice con su seductora alegría—,


digo... Visitar a Dory, claro. Pero ya sabes, es el día libre de mamá,
me gustaría pasar con ella lo que resta de la reunión.

—Está bien, cariño —respondo entendiendo.

Si hay algo que he aprendido es que Rachel ama


incondicionalmente pasar tiempo con su madre. Y puedo
comprenderlo, la señora Karla es una mujer maravillosa y sin
dudarlo una madre excepcional. Lo supe desde el primer momento
que con tanto amor por su hija me recibió en su casa, haciéndome
sentir parte de ellas, de la pequeña e igualmente admirable familia
que son.

—Mark, por cierto... Cuando veas a Mishell, ¿podrías preguntarle


sobre Amy? Es la última persona a la que le preguntaría sobre mi
amiga, pero ya no sé qué pensar.

—¿Aún no sabes de ella?

—No... Y es extraño que en el cumpleaños de mamá no nos visite


—la preocupación de Rachel me parece familiar.

Steven lleva dos días sin dar señales de vida. Lo cual también es
extraño. ¿Había posibilidad de que estuviesen juntos? No, no. Claro
que no. Después de su conflictivo encuentro eso sería imposible.

—Le preguntaré, no te preocupes cariño —insisto y ella suspira.

—Gracias Mark. Se está acercando mi turno para cancelar. Debo


colgar.

Nos despedimos y aunque mi curiosidad por preguntarle a Steven


sobre Amy se ha despertado, decido primero reunirme con mi ex,
antes de llamarlo.
Conduciendo en dirección al restaurante en el que Mishell me citó,
no hago más que pensar lo molesto que aún me siento con ella y
Samantha, por su hermano. ¿Por qué inventar tales cosas para
joder mi relación?

—¡No me lo puedo creer! —La voz efusiva de Mishell me recibe


apenas llego al lugar—. Mark Harvet aquí, qué sorpresa. ¿Te
soltaron la correa un rato?

Su comentario es el primer indicio de que nuestra conversación no


será del todo civilizada.

—Buenas tardes, Mishell —murmuro, sentándome frente a ella.

—Hola, Mark, ¿Cuánto tiempo? —su saludo parece más un


reproche.

—Mishell, seré claro contigo. No quiero que vuelvas a intentar


meterte en mi relación —me apresuro a mencionar la razón por la
que estoy aquí.
—¿Tanto te importa esa niña estúpida? —Pregunta cabreada,
mientras la expresión en su rostro se endurece cada vez más— No
puedo creer que hayas accedido a vernos por esa. ¡He intentado
hablar contigo durante todos estos meses, pero siempre me
ignoraste!

—No teníamos de que hablar.

—¿Y nuestra relación qué? —brama— ¿No era un tema


importante? Ah, pero ¿La jodida niña esa sí?

—Lo nuestro se terminó hace mucho. Es evidente que no se puede


hablar de algo que no existe. Y por favor, para de mencionar a
Rachel en esto.

—¿Por qué dejaría de hablar sobre ella? ¿No es Rachel Lombardo


la razón por la que viniste?

—Sí —comento con sinceridad. Y la respuesta que Mishell buscaba


finalmente llega, tensando su rostro.

—Deseo de todo corazón que esa niña te deje, así, de un momento


a otro, como tú lo hiciste conmigo —puntualiza cada palabra que
sale de su boca—. Y que sufras, tanto que termines cuestionándote
sobre ti mismo, lo que has hecho mal. Ahí quizás me busques y
entiendas.

—No tiene caso continuar esta conversación —levantándome del


asiento, expreso mi arrepentimiento por acceder a reunirme con ella
—. Yo deseo que seas feliz Mishell, sin meterte en mi vida o
relación.

—Solo respóndeme algo. ¿Estás enamorado? —Pregunta de


repente—. Durante todos estos meses he pensado que no habías
tenido una nueva pareja porque al igual que yo, guardabas la
esperanza de regresar y...
—Sí, me estoy enamorando de ella —interrumpo sorprendiéndome
por mi propia respuesta.

Maldita sea.

Aceptar en voz alta los sentimientos tan intensos que empiezo a


tener por mi alumna, hace que todo suene tan trágico. Y lo que es
aún peor, no me siento culpable.

Aunque no sea ético, aunque el tiempo que llevamos no parezca el


más correcto para verificar tales sentimientos, he vivido lo suficiente
para saberlo. Saber que Rachel es la mujer que quiero conmigo, la
manera que pone mi corazón en marcha con solo mirarme o la
forma tan súbita en la que se ha convertido en aire para mí, me lo
confirma.

—¡No puedo creerlo! —histérica Mishell se pone de pie, llamando la


atención de las personas en el restaurante—. ¿Me acosté con el
asqueroso novio de mi hermanastra por nada? ¿Para qué termines
admitiéndome en mi puta cara que quieres a esa niña tonta y que
seguirán juntos como si nada?

Su comentario me toma por sorpresa, con el ceño fruncido la miro


sin poder creer lo que está diciendo.

—Ahora lo entiendo, esa ha sido tu manera de convencer a Dylan


para que dijera todo eso a la amiga de Rachel —reflexiono
asqueado, ¿hasta qué punto podría llegar el capricho de Mishell por
dañar mi relación?

—Mark, lo siento... Sabes que aun te quiero y...

—Mantente alejada, Mishell, por favor.

La forma terriblemente tóxica con la que ella empieza a hablar, me


obliga a terminar con la conversación. Y aún cuando me estoy
alejando del restaurante puedo escuchar los reclamos absurdos de
mi ex. Sintiéndome avergonzado, llego hasta mi coche, confirmando
el comentario de Rachel. No era posible mantener una conversación
racional con Mishell, porque ella no lo es.

Mientras conduzco en el camino me detengo a comprar dos ramos


de peonías, las flores favoritas de Rachel y su madre. Al regresar al
coche decido llamar a Steven, quien no responde después de varias
timbradas.

—Cinco llamadas perdidas. ¿Tanto me extrañas, hermanito?

—No saber nada de ti es un poco extraño —respondo—. ¿Estás


bien?

—Sí, es solo que he tenido mucho trabajo, ya sabes. ¿Tú qué tal?

—Todo bien, bueno... Algo preocupado por Rachel.

—¿Le ha pasado algo?

—No. Pero lleva días triste porque no ha podido hablar con alguien
cercano a ella.

—Pobrecilla, dile que no se preocupe, Amy está bien —se apresura


a decir, pero pronto calla—. Eh... Quiero decir. ¿Qué amiga con la
que no ha hablado?

—Steven, no te dije que se tratara de una amiga —recalco—. Ni de


Amy.

—Lo deduje. Y bueno ¿de quién se trata? —Habla tan rápido que
puedo reconocer sus nervios al mentir.

—Estás con ella —demando y su silencio basta como respuesta.

—No estoy con la delincuen... Con Amy, pero puedo asegurarte que
está bien —su pausada y meditada respuesta me causa intriga—.
Infórmaselo a Rach, para que no se preocupe.

—Pensé que no se llevaban bien —comento curioso por saber.


—Sigo sin tolerarla y mucho más al pensar que por su culpa estuve
a punto de perder a mi cuñada favorita —cambiando ágilmente de
tema explica—. ¿Ya te he dicho que me agrada Rach?

—Rachel y sobre todo su amiga —enfatizo y él bufa—. En realidad,


Amy no tuvo nada que ver con los inventos de Mishell. De hecho,
fue el chico con el que sale. El hermano de Samantha.

—Cuéntame más —realmente interesado Steven exige, le hago un


breve comentario sobre lo que Mishell dijo de Dylan—. Interesante.
Hermano, gracias por la información. Te llamaré luego. Cuídate.
Adiós.

Tan poco descifrable como siempre, Steven se despide, al menos


me siento tranquilo de poder informarle a Rachel que su amiga
estaba bien.

Retomando el camino, conduzco hasta casa de mi novia, no dejo de


sentirme como un adolescente emocionado por ver a la mujer que le
gusta. Me toma aproximadamente treinta minutos en llegar hasta
ella.

—Hola, —dejando un beso en su mejilla la saludo apenas abre la


puerta. Desde afuera puedo ver a varias personas en el salón,
incluida la señora Karla quien no tarda en acercarse, brindándome
una sonrisa acogedora.

—Qué bueno es verte Mark —dice ella.

—Igualmente —digo mientras le entrego uno de los ramos de


peonias a Karla—. Feliz cumpleaños.

—No debiste molestarte hijo, muchas gracias —apreciando el ramo,


ella habla y me siento agradecido por la información que Rachel me
dio sobre el amor de su madre por las peonías—. Iré a colocarlas en
un florero.

Asiento y la veo alejarse, tan animada como siempre.


—Te acabas de ganar su aprobación —comenta Rachel, mientras
con una sonrisa deslumbrante niega con su cabeza al tiempo que
dejo a la vista el otro ramo de peonías que estaba oculto tras mi
cuerpo—. Y la mía. Son hermosas, Mark. Gracias.

—Tú eres hermosa —sin poder controlarlo me acerco a su boca,


besando aquellos dulces labios que extrañaba.

—Y tú maravilloso, Mark —dejando mi boca, Rachel me envuelve el


torso con sus pequeños brazos.

Sentir las miradas curiosas por parte de algunos invitados me hace


sonreír.

—Creo que este día merece una foto de recuerdo —un hombre que
reconozco menciona, llamando la atención de todos—. ¿Dónde está
Karla?

Por supuesto... Es el doctor que atendió a la madre de Rachel.

—Aquí estoy —emocionada Karla aparece, celebrando la idea—.


Andrés tiene razón, una foto para el recuerdo.

—Rach, venga únete a nosotros, junto a tu amigo —vuelve a hablar


el doctor y siento una vergonzosa punzada de celos.

—¿Rach? —Repito entre dientes. Rachel se aleja de mí sonriente,


mientras gira hasta ellos, asintiendo.

—Vamos, amigo —entrelaza mi mano entre la suya habla con


diversión.

Caminamos hasta donde está la multitud reuniéndose, mientras nos


hacemos un espacio entre Karla y nosotros, puedo sentir la mirada
del doctor en la unión de nuestras manos. En un acto retrógrada,
tomo la cintura de Rachel, acercándola a mí. Con una sonrisa hacia
al frente, miro a la cámara que es sostenida por uno de los invitados
en modo selfie.
—Digan Whisky —pide y todos repiten la palabra, excepto Rachel
que en su lugar dice.

«Celos»

Reprimo una carcajada al escucharla susurrar.

—Otra pose —indica el hombre de la foto y todos empiezan a


moverse.

—Celos, ¿Qué es eso? —Bajando mi cabeza, murmuro cerca de su


oído, ella sonríe aun mirando a la cámara.

—Celos, sentimiento que experimenta una persona cuando


sospecha o intuye que un intruso invade su propiedad: Algo o
alguien que desea reservar y no compartir —con perfecta retención
en su memoria comenta en tono bajo—. Lo he aprendido en mis
clases particulares.

Mientras ella susurra el tiempo de fotos termina, todos piden ver las
fotografías, Rachel y yo nos quedamos en el mismo lugar.

—Es una buena descripción a mis pensamientos —admito y ella


sonríe, esta vez mirándome—. Excelente concepto señorita
Lombardo. Siempre me ha encantado el lema del alumno superando
al maestro...

—¿Tengo un diez? —Pregunta llevando su boca sobre la mía.

—Un cien, cariño. Un cien.


15. No hay rosas sin espinas

Cuatro meses después.

Rachel Lombardo:

Descubro entre mis apuntes un pequeño corazón dibujado en las


finas hojas blancas, junto a dos letras que representan las iniciales
de Mark Harvet. El simple recuerdo de su nombre me obliga a
aceptar lo mucho que lo echo de menos.

Estas dos semanas han sido complicadas, el semestre académico


avanza y con ello las actividades. Vernos fuera de clases ha sido
casi imposible, aún más cuando el mes pasado asignaron a Mark
como tutor de tesis de grado.

El sonido de mensajería en mi móvil me aleja de mis pensamientos,


enseguida siento el corazón palpitarme con prisa al ver que se trata
de Mark. Pese a que han pasado cuatro meses desde que
decidimos empezar nuestra relación, no dejo de sentirme como el
primer día, tímida, nerviosa y encantada ante él.

MH💜🐹. 18:00 pm.

"No creo que pueda soportar otro día sin ti, Rachel"

Su mensaje es preciso, lo que me confirma que aún debe estar en la


reunión de directivos. Y tal como lo había hecho en los días y horas
anteriores, aprovechaba cualquier momento para textearme.
"También te extraño, Mark. Mucho"

"¿Puedes esta noche?"

"Podría si alguien no hubiese dejado tantas tareas"

Decido bromear. Prohibiéndome dejarme llevar por la frustración


que siento ante el poco tiempo que hemos tenido para vernos,
debido a sus ocupaciones y las mías.

"A la mierda la tarea, señorita Lombardo"

Responde y comienzo a reír por el contenido de su mensaje, él sin


duda, si que se ha dejado llevar por el sentimiento de frustración.

"Jamás, Sr. Harvet. Esta materia es importante, no quiero


quedar mal con el profesor.
Pd: Estaba bromeando. He terminado todas mis tareas y
practicado para mi prueba"

"Qué aplicada, srta. Lombardo, su profesor estará encantado


con usted. Más de lo que ya está, si eso es posible"

Su respuesta es inmediata. Divertida, continúo con el juego.

"Ojalá. Porque, a decir verdad, a mí me encanta. Se llama Mark


Harvet, tal vez lo conozca y pueda presentármelo"
"Lo conozco. Pero ¿Presentárselo? No creo que sea posible,
dicen que su corazón está ocupado. Al parecer se ha
enamorado"

Me quedo boquiabierta por su mensaje, es tal la sorpresa que estoy


a un tris de restregarme los ojos asegurándome de que he leído
bien, Mark no ha mencionado nunca el hecho de estar enamorado y
pese a que yo he aceptado que lo estoy, tampoco he hablado del
tema.

Las mariposas de mi estómago desenfrenan una fiesta bloqueando


mis pensamientos, ni si quiera sé qué responder. Hay tantas cosas
que quiero decirle, pero mis ideas no se organizan. El móvil vuelve a
sonar.

"¿Te gustaría que cenemos juntos?"

"Si, puedo cocinar para los dos"

Aún perpleja, respondo sin meditar lo que escribo, no es hasta que


llega la confirmación de Mark —por venir a cenar a mi casa apenas
salga de su reunión—, que reflexiono.

«¿Cocinar? Pero, ¿desde cuándo tu relación con las artes culinarias


ha mejorado? Que evapores el agua mientras cocinas no es magia,
campeona. Se le llama cocinar mal al puro estilo de Rachel
Lombardo» La voz de mi cabeza no duda en reprenderme. Aunque
deseo retractarme, no lo hago.

"Estaré esperando.

Pd: TE QUIERO"

"Te quiero más, mucho más"


Dejándome llevar por la avalancha de emociones, dirijo el móvil a mi
pecho, simulando un abrazo. Pensar en ver a Mark, su confesión de
estar enamorado o incluso cocinar para él, me hace ilusión.

—Bendito sea internet y sus tutoriales de aprender a cocinar en un


minuto —celebro al tomar mi laptop y dirigirme a la cocina, exploro
videos de los que pueda guiarme para preparar una pasta.

Mientras busco los ingredientes que necesitaré, escucho atenta


cada indicación, el procedimiento no se ve difícil.
Vamos, qué preparar una pasta a la Carbonara no debe ser tan
complicado.

«Colocamos una olla con abundante agua, un puñado de sal,


mantequilla. Y cuando empiece a hervir añadimos la pasta» Dice el
hombre del video e imito cada paso que da.

Esperar a que la pasta se cocine me da oportunidad a llamar a


mamá para informarle sobre la visita de Mark.

—Se responsable, cielo —el tono serio con el que habla me altera.

—¡Karla Lombardo! —Digo, escandalizada por su comentario.

—Hablo de la cocina Rachel, no incendies nada —con diversión


corrige mis turbios pensamientos. Joder—. Aunque tam...

«En un sartén caliente colocamos aceite, la cebolla para dorarla y


una pizca de sal. Cuando esto tome color se añaden los
champiñones»

—Mantequilla, champiñón para dorarlo, puñado de sal y cebolla —


interrumpo, para evitar que ella termine su frase, enseguida ríe—.
Estoy haciendo pasta. Mark viene a cenar y después se marchará,
mamá.

—Entiendo —menciona riéndose y siento mis mejillas arder—. Nos


veremos en la mañana, extraña. Estaré más tranquila de que
estarás acompañada esta noche.

—Te amo, nos vemos mañana, mami.

—Estaré preparada por si llegan aquí con intoxicación —informa


entre risas.

Y lo que es peor, es que no miente. Por alguna razón, la cocina y yo


no nos llevamos. Aunque mi madre ha intentado enseñarme,
siempre hay algo que falla.

«Como ahora» Señala mi subconsciente, indicándome que es el


momento de revolver lo que con mucho color se cocina en el sartén
y sacarlo antes de que todo se salga de control, vuelvo a
despedirme de mamá y cuelgo concentrándome en terminar la
comida. Para después limpiar la cocina y decidir por tomar una
ducha, dejando atrás la ropa cómoda y vieja de casa, colocándome
un vestido.

Al rededor de quince minutos, estoy lista y dirigiéndome hacia la


puerta emocionada por el hombre que está detrás de ella,
esperándome.

—Hey —Mark saluda enérgico, tono que apenas coincide con su


aspecto cansado, sin embargo, verlo de pie frente a mí, sonriente y
con los ojos brillantes, me hace valorar aún más su visita. Sin poder
contenerme, lo abrazo con fuerza— Me extrañaste, eh.

—Demasiado. ¿Tú a mí?

—Mucho es poco, Rachel —dice y yo solo puedo concentrarme en


el delicioso perfume que lleva, sintonizándose magistralmente con
él; Dulce y elegante—. Me hacía falta sentir tus pequeños brazos,
rodeándome.

«Extraño tu piel, tus gemidos, tu preciosa boca dándome placer»


Continúa, sus últimas palabras las susurra tan bajo que apenas yo
puedo escucharlo.
—Estamos solos —hablo bajo al igual que él, informándole. Mark se
aleja un poco, enfrentando mi mirada.

— ¿Tu madre? —Me da una sonrisa coqueta.

Su curiosidad es intrigante y enseguida comprendo cuando una de


sus manos se curva alrededor de mi nuca, adueñándose de mi
boca. El tiempo que no nos hemos visto, la sensación de vacío es
olvidada y me pierdo en la suavidad de sus labios.

—Rachel —musita. El tono apasionado y ligeramente áspero de su


voz, es excitante—. Si no te tengo ahora, siento que enloqueceré.

Aquella sincera confesión que sale de su tentadora boca, hace que


mi cuerpo se estremezca. Dando pasos hacia adelante, Mark me
hace retroceder. El sonido de la puerta cerrándose apenas es
audible. Nuestra cercanía, empieza a desorientarme y la necesidad
de Mark se envuelve con la mía. No deja de sorprenderme como
logra que me encienda en cada caricia que me da.

—También te necesito —murmuro, coincidiendo con su comentario


anterior.

Mi respuesta parece la aprobación que él necesitaba y sin recelo,


encorva ligeramente su espalda. Quedando a mi altura posa sus
manos en mis muslos y eleva mi cuerpo, logrando que le rodee la
cintura con las piernas.

—Verte en clases y no poder tocarte, ha sido una tortura —comenta,


mientras acuna mis glúteos entre sus manos, apretándome contra
él. Puedo sentir la dureza y rigidez de su miembro—, no tienes idea
cuánto desee desaparecer al jodido mundo y tomarte en mi
escritorio... Tantas veces como quería.

Ante su ardiente confesión, no puedo contener el gemido que brota


de mi garganta. Recordar las veces que también tuve aquellos
pensamientos, hace que la sangre me hierva de lo excitada que me
pone «En mi habitación» Le indico, con la esperanza de que mis
palabras aceleradas, sean entendibles.

Un deseo arrollador, me envuelve de tal manera, que apenas me fijo


cuando Mark nos dirige a la habitación.
Su cuerpo duro y excitado presiona el mío apenas llegamos a la
cama. Mis piernas siguen rodeándolo, él mueve sus caderas contra
mí, permitiendo el roce de nuestros cuerpos, acompañado de un
beso íntimo y caliente.

—Joder, Rachel, lo necesito ya —dice ansioso, mientras su boca


desciende por mi cuello, sentir sus labios es una sensación
agradable. Pero cuando las manos de Mark van hasta mis bragas y
él empieza a acariciarme, la sensación es más que agradable. Es
exquisita—. Dios... Me encanta sentirte tan húmeda y lista para mí,
mi amor.

—Mark —pronuncio su nombre entre súplicas, arqueando mi cuerpo


ante su tacto.

Él sonríe, recorriendo con adoración mi piel, las caricias se vuelven


más dedicadas cuando nuestras ropas empiezan a sobrar y son
alejadas de nosotros. Nos amamos con desesperación, tal como lo
hemos deseado durante estos días, sintiéndonos de nuevo. Con
afán y sin pudor.

***

Después de dos sesiones de sexo y una ducha larga e igualmente


reconfortante, decidimos ir a la cocina, nuestra actividad física
reciente, nos ha dejado hambrientos. Tanto que incluso apenas nos
sentamos en la mesa y sirvo la pasta que preparé, esta no luce tan
desagradable.

—Aquí tienes —digo, entregándole su plato de comida.

— Gracias, amor.
Manifiesta risueño y en un tono tan hogareño que hace que los
colores suban a mis mejillas.

Expectante me siento frente a él, mientras lo observo, está precioso


con su cabello húmedo, luciendo la arrugada camisa blanca de su
traje con los primeros botones desabrochados. Concentrándome en
el bocado de pasta que lleva a su boca, no hace ningún gesto de
desagrado, al contrario, parece que en realidad lo disfruta. Y
mentalmente no dudo de celebrar que la comida no esté mal,
incluso mi estómago lo agradece. Emocionada decido probarla.

— ¡Joder qué asco! —Digo apenas me he llevado un bocado en la


boca.

¿Cómo es posible que él esté comiendo esta pasta y sin hacer


ninguna expresión de desagrado? Está horrible, Mark me extiende
un vaso con agua, al ver la negatividad de mi garganta por aceptar
la comida que además de estar fría y salada, el sabor de los
famosos champiñones dorados es espantoso.

—¿Estás bien?

— ¡Dios! ¿Cómo es que has comido esto?

—No está mal —explica y no se si huir o lanzarme a sus brazos por


lo tierno que es al comer este desastre de comida.

—¿En serio ibas a comerlo? —Pregunto sin poder creerlo.

— Claro, es algo que has hecho para mi y eso me hace feliz.

— Definitivamente no comerás eso —trato de quitar el plato pero lo


impide.

—Cariño, si deseas te puedo preparar algo pero yo terminaré mi


comida.

— No puedo dejar que comas esto...


— Puedes, puedes.

—Mark, lamento este desastre.

—Me ha encantado —por encima de la mesa, extiende su brazo,


tomando mi mano—. Podría acostumbrarme perfectamente a esto.

—¿A la mala comida? —Pregunto sonriendo, aún apenada.

—A verte después de un día cansado y lleno de trabajo, hacer el


amor, ducharnos, cenar, hacer el amor, cualquiera que sea el orden,
pero a esto —con su pulgar me acaricia—. Acostumbrarme a ti,
Rachel, a la mujer de la que estoy enamorado...

—¿Crees que fue mucha sal? —empiezo a hablar, sin poder


controlarlo— ¿O tal vez eran otra clase de champiñones, quizás otra
marca...

«Hablar de comida, mientras Mark te declara su amor, es genial.


Bien hecho, Rachel» Reniega la vocecita en mi cabeza. Y la
carcajada de Mark me saca del trance.

—Ven —con una deslumbrante sonrisa, se pone de pie,


animándome a imitar su acción.

Exigiéndome por dejar mis nervios atrás, me acerco a su boca y lo


beso.

—No sé en qué momento pasó Mark, pero también me enamoré de


ti —confieso—. Y es tan loco... Porque siempre creí que para
enamorarse se necesitaban años, pero gracias a ti he aprendido que
el amor se trata de segundos, con la persona correcta.

—Me encanta sentirte entregada a lo nuestro, Rachel, amo sentirte


mía —expresa rodeándome con su brazo—. Y estoy maravillado.
Cuantas palabras juntas, señorita Lombardo...

Suelto una carcajada ante semejante tono de orgullo exagerado y


divertido con el que habla.
—Lo sé, hasta yo me sorprendo.

—Quizás merece un premio —Insinúa, besándome con


vehemencia.

—¿Sí? —Rio.

—Si y lo tendrá —asegura. Dándome un último beso, se aleja para


empezar a tomar los platos que están en la mesa—. Pero primero
me ocuparé de esto.

Indica, dejando una firme promesa o invitación entre nosotros. Lo


observo desplazarse por la cocina, ordenando y limpiando, aunque
me he ofrecido a ayudarlo, él se ha negado, mencionado lo justo
que era hacerlo solo.

Aprovechamos para hablar de nuestros días e incluso mencionamos


a Steven y Amy, quienes extrañamente parecen cada vez más
cercanos, aunque lo nieguen, alegando que solo se ven por trabajo.

—Listo —dice Mark, tras dejar la cocina reluciente y secar sus


manos. Pienso en lo mucho que me encanta este hombre y
observar sus bonitos ojos verde jade luciendo con un humor
renovado—. Su premio señorita Lombardo.

Comenta divertido acercándose y hay algo sobre la forma en la que


se ve esta noche, que no puedo apartar mis ojos de él.

—¿Mi premio? —pregunto entre risas, pensando que bromea, pero


cuando me carga en sus brazos y regresamos a la habitación,
entiendo que habla en serio—. Mark...

—¿He comentado lo mucho que me gusta mimarte? —Más que una


pregunta parece una reflexión, aún de pie, lleva su mano por debajo
de mi blusa y la desliza hacia arriba, quitándomela.

Mis labios reciben los suyos mientras nos tumbamos sobre la cama,
él dedica cada segundo en recorrer mi cuerpo, nada me ha
preparado para el despliegue de deseo y pasión en el que me
sumerge. En medio de nuestro beso, llevo las manos hasta el botón
de su camisa pero Mark me detiene, tomándome de las muñecas y
dejándolas por encima de mi cabeza.

—Esto se trata de ti, cariño —afirma con una sonrisilla traviesa en


los labios—. Deseo grabarme cada parte de tu cuerpo...

Dice, y tal cómo lo pide, me someto a su afán por recorrerme, con


sus manos y boca, tan bueno e inesperado.

"Señoras y señores con ustedes el profesor Harvet y su alumna


favorita'' Exclamó una voz mirando hacia la entrada de lo que
parecía un salón de clases.

Había una gran multitud rodeando la entrada, ellos celebraban entre


gritos y aplausos, curiosa decidí abrirme paso para presenciar el
evento que con tanto ánimo observaban.

Sentí agobio al escuchar las risas en el fondo, pero de pronto, la


multitud desapreció y me horroricé. Habíamos tres persona en el
lugar que se tornó oscuro. La mujer a lado de Mark, llamó mi
atención. Su apariencia física era muy parecida a la mía; Tez blanca,
cabello castaño, ojos marrones. Con una sonrisa victoriosa ella me
miró antes de tomar el rostro de Mark y clavar sus labios en los de
él. En mi pecho, sentí un dolor que empezó a intensificarse cuando
él cedió a su beso, con vigor.

— ¿Mark, qué haces? —cuestioné desconcertada. Necesitaba una


explicación.
«Tú no eres nadie»
«Pobrecita»
«Ilusa»
«Patética»

Las risas de los espectadores nuevamente aparecieron, no paraban


de emitir comentarios de burla y ofensivos hacia mí.

—Mark —volví a llamarlo. Finalmente mi mirada se cruzó con la


suya y sentí como sus ojos llenos de burla se oscurecieron hasta
quemarme.

—Lo siento Rachel, pero siempre la preferiré a ella... A Samantha —


exclamó y el cinismo en su mirada me estrujó el corazón. No... No
hablaba en serio»

La oscuridad invade el momento. De repente, me despierto


sobresaltada, encontrándome en mi habitación. «Ha sido sólo un
sueño» Reflexiono, ignorando la amarga sensación en mi pecho.

La hora en el reloj de la pared es lo primero que llama mi atención,


me altero al ver que son las seis y veinte de la mañana.

—Mierda, llegaré tarde a clases —exclamo, intentando


reincorporarme, pero me es imposible, escucho un jadeo y miro
hacia mi lado. ¿Mark?

«—Buenas noches, Rachel —su voz dulce fue lo último que


escuché antes de sentir mis párpados caer. Me sentía exhausta,
anhelante por descansar.

—Quédate... Un rato más —le pedí, acurrucándome a él»

La desorientación por la mañana termina, al tiempo que vuelvo a


recordar la pesadilla que tuve. Todo se sintió tan real y tengo ganas
de remecer su cuerpo y exigirle una explicación.
No. No puedo hacer eso. Ha sido solo un mal sueño.

—Mark, despierta —le digo con dulzura.

— No —se queja, abrazándose más a mi cuerpo.

Río ante la situación irónica, donde tengo que despertar a mi


profesor para ir a clases.

— Amor, lamento decirte que eres el profesor y tienes que ir.

«Y tenemos aporte» Añado y son las palabras clave para que Mark
despierte.

—Joder, la prueba —vuelve a quejar llevando la mano a su cabello,


abre rápidamente sus ojos.

— No no, mejor vuelve a dormir—bromeo.

Dedicándome una sonrisa traviesa, asiente, acercando su boca a la


mía, pero lo esquivo.

—Te besaste con otra —justifico mi arrebato.

—¿Yo? —pregunta divertido— ¿Viste a Steven con alguien?

La conclusión apresurada que saca me hace reír.

—Tuve una pesadilla, donde besabas a otra —murmuro molesta y


Mark suelta una carcajada.

—Solo en los peores sueños yo podría elegir otros labios que no


sean los tuyos, Rachel —brindándome una respuesta dulce y típica
de él, me abraza, haciéndome sentir segura—. ¿No es obvio que
soy adicto a ti?

Mueve las caderas en el encuentro de nuestros cuerpos, sentir su


erección me arranca gemidos, los cuales callo, cubriéndome la
boca.
—Joder... Mi madre seguramente ha llegado del hospital —susurro,
explicándole, avergonzada de que ella pueda escucharnos—.
Debemos ir a clases.

Dejando un beso en mi frente, Mark asiente alejándose. Ofrezco que


tome una ducha mientras yo voy a averiguar sobre mamá.

Pensar que debía comentarle a mi madre que Mark si se había


quedado a dormir, hace que las mejillas me ardan. Caminando en
busca de mamá, me dirijo a su habitación, pero el sentimiento de
extrañeza me invade al ver que no está. Su turno terminaba a las
seis de la mañana.

«Extraña... ¿Dónde estás? ¿Estás bien? Por favor, llámame»

Envío el mensaje, esperando varios minutos por una respuesta.

«Estoy bien amor, aún en el hospital. Hubo una emergencia. No


puedo hablar ahora. Te quiero»

Sintiéndome más tranquila, le respondo informándole que nos


veríamos en la tarde.

Los próximos minutos pasan volando, Mark y yo salimos de casa


hacia la universidad, aunque llegar al mismo tiempo que él, con los
mismos tres minutos de retraso ha sido incómodo, agradezco que
apenas se pueda hablar. La prueba empieza tan pronto que no da
tiempo a murmullos.

—Un minuto —habla Mark al transcurrir casi una hora de la prueba


—. No olviden que al culminar el tiempo deberán dejar su hoja
volteada sobre la mesa y salir inmediatamente.

Tal cómo lo ha indicado, seguimos las instrucciones del profesor, mi


emoción aumenta al escuchar en los pasillos varias de las
respuestas de los ejercicios que realizamos, la mayoría coincidían
con mis resultados.
Alejándome por completo de mi curso y edificio, decido enviarle un
mensaje a Mark, recordándole que debía irme, deseaba ver a mamá
y por lo visto él estaría ocupado aclarando algunas dudas de mis
compañeros respecto a la prueba.

—Rach, querida —la voz chillona de Monique se escucha desde


atrás, intento ignorarla pero veo que es tarde cuando la tengo a mi
lado—. ¿Cómo te ha ido en la prueba?

—Bien, Monique, gracias —respondo cortante siguiendo mi camino,


sé que cuál sea sus intenciones por hablarme, no deben ser
buenas.

—Me lo imaginaba —tomando bruscamente mi brazo me detiene.


Enojada la alejo.

—No me toques.

—¿Sacando las garras tan pronto? Dime, ¿Cuánto ha pasado, dos


meses y ya te crees la primera dama por revolcarte con el profesor?

Exclama con ironía.

—Tú lo has dicho Monique —replico enfada por su descarada


acción de reclamo—. Es un profesor, no un presidente que tenga
una primera dama.

Ríe, musitando un molesto chillido.

—Quise decir, dama de compañía —aclara. Niego mi cabeza,


intentando seguir mi camino, pero lo impide—. Chicos, ¿se dieron
cuenta de quién llegó con la misma ropa con la que lo vieron en la
tarde?

Ella pregunta, giro para verificar a quienes se dirige. Crisna y José.

— ¡Déjame adivinar! —Habla José un compañero de clases—


Tienes diez.
— Idiotas —musito, dispuesta a continuar mi camino, doy un paso al
costado pero esta vez es José quien toma mi brazo. Con mucha
más fuerza y rudeza que la de Monique.

— Es bueno saber que ese culo tan bueno que tienes ha servido
para que el señor Harvet llegara tarde y así hemos podido copiar los
ejercicios —su agarre se hace más impetuoso.

— ¡Qué me sueltes! —Grito. José me empuja con fuerza.

— No hay nada de malo en ser una zorra, querida —Dice Monique.

— Acéptalo, Rach. Lo eres y una que aprovecha las oportunidades.


¡Pequeña! Me siento orgulloso de ti.

El comentario de José termina por asquearme. Respiro con fuerza


conteniendo las lágrimas que amenazan con salir. No vale la pena,
no debería sentirme mal por lo que digan. Porque todo es mentira.
Mark y yo apenas hablamos de sus pruebas, y mucho menos
tocamos el tema de las calificaciones. No hay ningún beneficio
académico que yo obtenga por estar con él.

— Calma José, tampoco lo tomes personal —Crisna habla


ganándose la mirada asesina de Monique y José— Digo, nos
meteremos en líos.

— Rachel, tengo bajas calificaciones en Francés —José vuelve a


centrar su atención en mí— ¿Crees que puedas darle un buen polvo
al profesor para que me pase? Te pagaría.

Como puedo me suelto de su agarre y lo empujo, este se queja


maldiciéndome, con una clara amenaza vuelve a acercar, esta vez
su mano se eleva y por instinto, me cubro el rostro con las manos al
ver sus intenciones de golpearme.

—¿Qué demonios haces? —El grito del hombre que identifico me


paraliza.
¿Jackson?

Tras varios golpes e insultos decido observar la escena en la que mi


ex se abalanza sobre José, golpeándolo haciendo que esté caiga al
suelo. Me siento aterrorizada, aún más al ver que las pocas
personas que pasan por el lugar observan con normalidad la
situación.

¿Tan perdido está este mundo? Desde cuando los actos de


violencia se convirtieron en algo normal, ¿en qué momento la mejor
postura hacia la violencia es tomar un móvil y grabar o simplemente
ignorar?

Frente a la impotencia que siento, las lágrimas llegan a mis ojos.

— No te metas con ella, cabrón —Dice dando patadas constantes a


José.

—No, no, para, por favor —camino hasta Jackson, suplicándole y


afortunadamente él obedece, deteniéndose.

— ¿No te da vergüenza, Jack? ¿Defender a esta zorra que te


traicionó? —Monique llama la atención de Jackson, ni siquiera es
capaz de ayudar a su amigo, solo se dedica a lanzar su veneno.

—Vergonzosa será la cara que te dejaré si no te callas y largas de


aquí, Monique —sentencia Jackson.

Crisna está con José, ayudándolo a ponerse de pie mientras entre


gritos Monique se va, amenazando porque borren los videos
filmados.

—Eres patético —José murmura y antes de que Jackson vaya hacia


él, tomo su brazo alejándolo.

Avanzamos unos cuántos pasos y lo suelto. Muerdo mi labio,


sintiéndome ahogada por el mar de lágrimas en el que me estoy
sumergiendo.
—Ven —abrazando mis hombros, él me dirige hasta la entrada del
estacionamiento, no puedo dejar de sentirme incómoda por su
cercanía—. Te llevo a tu casa.

—Gracias por lo que hiciste —comento deteniendo mi paso—. Pero,


prefiero estar sola...

—Es por ese imbécil, ¿verdad? —Cuestiona con enojo—. ¿Cuándo


entenderás que no te conviene? Mírate.

—Jackson, estoy agradecida pero...

—No lo dejarás —interrumpe—. ¡Maldita sea, Rachel! ¿Qué tengo


que hacer para que regreses conmigo? ¿No puedes entender que te
quiero?

—Lo siento. Debo irme —digo, apunto de salir del estacionamiento,


sin embargo él me detiene. Tomándome del brazo que ya está lo
suficientemente lastimado, gracias a José.

— Espera, ¿No piensas agradecerme?

— Ya lo he hecho, gracias —repito, sin embargo, Jackson niega con


su cabeza y el miedo se apodera nuevamente de mí, mucho más al
darme cuenta que el estacionamiento está vacío.

—Rach. Por favor, hablemos.

Él se acerca a mí y retrocedo, Los pasos inseguros que doy hace


que me tropiece y Jackson me sostiene en sus brazos. Sentir su
rostro cerca del mío me causa rechazo.

—Jackson, no... Por favor —chillo al ver su intención de besarme.

Sus manos me sujetan con fuerza, obligándome a aceptar su


cercanía. El hombre que llegó hace unos minutos para defenderme,
se transforma en mi nuevo verdugo, y duele. Duele más porque
viene de él, de la persona en la que confié por tantos años, incluso
ahora, al aceptar que viniéramos hasta aquí.
Ya no tengo fuerzas para luchar, mis ojos se humedecen a causa de
la frustración y cansancio que siento. ¿Merezco esto? ¿Merezco ser
tratada así? ¿Soy la peor persona del mundo solo porque he decido
darme una oportunidad de ser feliz? Cuestiono, sintiéndome
terriblemente mal.

— Por favor, Rach, regresa conmigo —sus labios presionan los


míos, chillo apretando mi boca— Bésame —Exige e intento
empujarlo, pero su fuerza es incomparable con la mía.

— ¡SUÉLTALA! —La voz de Mark hace que Jackson quede atónito,


soltándome.

—Tú —gruñe, centrando su atención en mi novio—. ¿Y dónde


estaba el héroe cuando la maltrataban, quizá con otra alumna?

Aprovecho para acercarme a Mark, él toma mis hombros,


mirándome tenso y con tristeza.

—Es cierto lo que te hicieron —horrorizado, lleva su pulgar a mi


mejilla intentando cercarme las lágrimas.

—Mark, vámonos de aquí, por favor —suplico, no quiero más esto.

El bufido de Jackson no hace más que encender la furia en los ojos


de Mark, sus facciones duras y completamente amargas, me
sorprende.

—¿Tú planeaste esto? —caminando hacia Jackson, Mark le habla


con la tensión y furia aumentándole.

No le da paso a réplica, tomándolo del cuello, Mark lo acorrala, pese


a que la contextura de ambos son similares, la fuerza con la que él
sostiene a Jackson, le impide soltarse.

—No es necesario hacer eso, ella me ama —empujándolo, Jackson


habla—. Y los besos que me estaba dando por agradecimiento,
antes de que llegaras, lo confirma.
Miente en su intento de provocarlo. Mark no duda en acercarse
nuevamente, esta vez sin intenciones de detenerse, lo empuja con
tal furia que Jackson cae al suelo mientras él se le acerca, elevando
su puño dispuesto a golpearlo.

—No, Mark —hablo entre sollozos, logrando llamar su atención, su


puño se queda tan cerca del rostro de Jackson que agradezco que
se haya detenido a tiempo—. Tu no eres como ellos, por favor... No.

Suplico porque no sea parte de esto, del círculo de personas que


piensan la que violencia es ese bálsamo que cura el mundo.

—Desde el primer momento que te vi, creando esos rumores quise


golpearte —espeta Mark, poniéndose de pie—. Pero Rachel tiene
razón. No lo haré. Es más, debería agradecerte porque por ti...

Las palabras de Mark sorprenden a mi ex, quien sin calma se


levanta, acercándose nuevamente.

— ¿Qué? Dilo. Te la follas, pero dime. ¿La haces disfrutar tanto


como yo lo hacía? —Observo escandalizada al escuchar a Jackson.

Me acerco a Mark, tomándolo de la mano.

—No merece la pena —le recuerdo al ver que lucha con sus
oscuras emociones.

— ¿Te pide más como lo hacía conmigo? —Sigue provocando


Jackson.

—No voy a permitir que hables de mí mujer —puntualiza Mark,


haciendo un evidente énfasis en sus dos últimas palabras—, a la
cual nunca le pusiste un jodido dedo encima.

Ante la seguridad con la que Mark habla, la boca de Jackson se


abre.

—¿Rachel? —con sorpresa mi ex habla, en su tono ya no hay furia,


cinismo. Él dirige su mirada hacia mí, con tristeza... Decepción.
—Vete —le pido.

— No puedo creerlo.

Repite una y otra vez mirándome, hay lágrimas en sus ojos,


lágrimas que terminan por desbordarse apenas Mark me abraza de
los hombros, temo porque una nueva pelea se forme, pero
afortunadamente no es así. Jackson decide marcharse, dejándonos
solos.

— Me he enterado de la pelea, lo siento —se gira quedando frente a


mi—. Lamento que pasaras por esto —acortando nuestra distancia,
me abraza fuerte—, y no haber estado ahí para ti.

Su voz suena melancólica y sin poder soportar un minuto más, me


derrumbo pensando en lo injusto que es para los dos esto, porque
sé que a Mark la situación también lo ha superado, lo noto en su
respiración, en su manera de hablar, incluso en el latir acelerado de
su pecho. Nos han robado la calma, una que intentamos recuperar,
aún aquí, dentro del lugar en el que muchas veces nos prometimos
no acercarnos. ¿Pero de qué sirvió?

— Todo está bien —miento.

— No Rachel, joder... Nada está bien —alejándose un poco, me


observa, dedicándose a borrar las lagrimas que brotan de mis ojos
—. No soporto verte así.

— Lo siento —digo pegando mi rostro a su pecho, inútilmente


ocultando la frustración y el enojo que siento.

—No, no es tu culpa Rachel —repite. Su tono herido me invita a


observarlo. Luce afligido—. Es solo que... Te amo, te amo tanto
como odio verte llorar.

Su inesperada confesión no me da tiempo a formular una respuesta,


él me besa despacio, como si lo lastimara hacerlo.
—También te amo, Mark —digo, agradeciendo la calma que me
brinda su cercanía.

— Siento que pases por esto —Vuelve a besarme con la misma


delicadeza que antes—, siento que no hayan rosas sin espinas
amor, pero te amo y estoy dispuesto a quitarlas todas por ti.
16. Cuñada
El momento de intimidad entre Mark y yo, anuncia con terminar.
Aunque nuestra cercanía siempre logra que nos olvidemos de todo
a nuestro al rededor, hoy es diferente. Me siento nerviosa de que
alguien pueda ingresar al estacionamiento y vernos. Mark parece
descifrar mis miedos, por lo que se aleja.

Enseguida mi cuerpo se desmaneja, protestando por el abandono


de su boca en la mía.

—Salgamos de aquí —menciona, mientras lleva su mano a mi


hombro, animándome a seguir el camino hacia su coche.

Mi piel lastimada me da paso para que exhale una queja. Él me


inspecciona buscando la explicación a mi protesta.

—¿Qué sucede?

—Nada —aseguro siguiendo la dirección de su mirada. La piel de mi


bíceps está enrojecida, luciendo terriblemente mal, peor de lo que
se siente.

— ¡Voy a matarlo! —espeta.

Empiezo a reunir las palabras necesarias que me permitan calmar


su enojo, sin embargo, en ese mismo instante se oyen pasos y una
voz brusca mencionando nuestros nombres.

—Profesor Harvet, ¿Qué hace en el estacionamiento con la señorita


Lombardo?

El señor Ildet pregunta, situándose frente a nosotros. Su ceño se


acentúa con más confusión al ver la mano de Mark en mi brazo.

¡Lo que faltaba!


—Ildet —Mark gruñe su nombre, enojado, temo por lo que vaya a
decir. Puedo ver que su paciencia se ha agotado.

—Señor Ildet... El profesor me estaba preguntando si estaba bien —


intervengo, el director arquea una ceja, totalmente incrédulo.

— ¿Qué le ha pasado a su brazo? —Interroga, enseguida lamento


haber despertado su curiosidad despertara.

— José Argent —responde Mark severo. Pero el reflejo adusto de


sus facciones son aún mucho más graves y duras.

— ¿Cómo es posible que él haya hecho eso?

— Lo ha hecho y merece —con discreción mis dedos rozan su


brazo una milésima de segundos rogando su calma, rápidamente
me alejo y puedo oírlo suspirar—... Un castigo.

— No es tan grave —dice el director y Mark lo asesina con la


mirada. ¡Maldición! En algún momento él perderá el control y no lo
culpo.

—Es violencia —contradigo al imbécil que justifica a José.

— Solicito que anulen el cupo al señor Argent —sin rodeos, Mark


demanda. El señor Ildet y yo lo miramos con asombro—. No pienso
aceptarlo en mi clase.

— No lo tome a personal profesor Harvet —inquiere el director.

La sagacidad en el ambiente se evapora. Cada respuesta de Ildet


suena aún más repugnante.

—¿Qué no me lo tome a personal? —Grita Mark. Sus ojos verdes


emiten ráfagas de furia insana, como si estuviesen revolviéndose en
una pavorosa tormenta— ¡Al diablo con lo personal, Ildet! ¿No lo
entiendes? Nadie pone sus sucias manos encima a mi...

La respiración se me detiene.
—Profesor Harvet —susurro. Logrando interrumpir su segura
confesión.

—A mi cuñada —entre dientes, mi novio termina su frase—. Nadie


hace daño a alguien de mi familia.

Sentencia malhumorado.

—Mark. Discutamos esto en privado —insiste el director en su


intento de excluirme de la situación—. No es necesario anular el
cupo a estas alturas del semestre.

— Tiene razón. Lo correcto sería una expulsión. ¿O prefiere una


demanda, director? Estoy seguro que no querría involucrar a la
universidad en asuntos legales. Mi hermano estará más que
encantado de llevar el caso y lo sabe.

—Por favor, no involucremos a Steven en esto. No quiero


problemas.

Exclama el director con irritada impaciencia.

—Ildet, si no haces nada respecto a José, ten por seguro que


Steven estará involucrado. ¿Si no, quién se encargará de terminar el
contrato de patrocinio que tenemos con tu universidad?

—No hará falta eso, Mark —lo interrumpe—. José será expulsado —
el director me mira molesto y ni siquiera se esfuerza en disimular su
enojo hacia mí—. No busque más problemas, alumna Lombardo.

¿Qué no busque más problemas? Recrimino en mi mente aquellas


palabras. Con un ziszás entre ceja y ceja, intento disimular mi furia,
mientras que, en una fingida sonrisa, el director se va. Mark va
detrás de él enfurecido por su comentario, pero lo detengo, tomando
su brazo.

—Vámonos —ruego y aunque no parece estar muy de acuerdo,


accede.
En el camino a casa, ninguno de los dos vuelve a mencionar lo
ocurrido. Mark hace mimos y cumplidos en su intento de evadir el
desagradable momento por el que pasamos, sonrío mostrándome
calmada e impasible al igual que él.

Sin embargo, no dejo de pensar lo injusto que es todo. Como una


sociedad decreta lo bueno sobre lo malo, obligándonos el uso de un
gabán viejo y desgastado al que pese al tiempo, ellos mismos
modifican a su antojo, sin importar cuán grande o pequeño le quede
a otros.

Dejando mis pensamientos atrás, aviso a mi madre que estoy de


camino a casa, su mensaje informando que aún seguía en el
hospital termina por impacientarme. ¿Sus superiores olvidaron el
compromiso que hicieron? No asignar turnos seguidos a mi madre,
a cambio de la reducción de sus vacaciones ante este trato.

—Seguramente tu madre insistió en quedarse con uno de los


pacientes a los que ella misma mencionó les tenía mucho cariño —
Mark comenta en su intento de calmarme y el hecho de que
recuerde las conversaciones que ha tenido con mi madre, me hace
sonreír—. Ya lo sabes, cariño. Las mujeres Lombardo, tercas y
bondadosas.

—¿Una queja y un cumplido, señor Harvet?

—Dos cumplidos, señorita Lombardo —replica risueño.

Su comentario dulce y con una pizca de diversión, termina por


mejorar el ambiente. Al llegar a casa, Mark hace la promesa de
quedarse conmigo hasta que mi madre llegue.

Y aunque he insistido porque no es necesario, agradezco su


terquedad. Las horas de espera transcurren con él a su lado,
nuestro tiempo se resume en besos, caricias y la proyección de una
romántica película, la cual a poco de finalizar es interrumpida por la
llamada entrante del teléfono de mi casa. Con pereza, me levanto
para atender.

— ¿Hola? —respondo descolgando el teléfono, solo puedo oír un


suspiro devastador— ¿Quién habla?

— Dime, ¿Por qué?

— ¿Jackson? —Aunque estoy segura que es él, prefiero


confirmarlo, su voz suena... Extraña.

Apenas escucha el nombre de mi ex, Mark me mira, los músculos


de su rostro se tensan, pero él no comenta nada y lo agradezco, ni
siquiera yo comprendo del todo la situación.

—Éramos nosotros, Rach —dice arrastrando las palabras. ¿Está


borracho?— Nuestros planes, lo que hemos vivido juntos... Todo
parece una basura para ti.

Su acusación me ofende.

— Tu iniciaste esto —lo interrumpo y por alguna razón el nudo de mi


garganta se hace más fuerte. Una pequeñísima parte de mi sigue
preocupándose por él—. Voy a colgar.

Miro a Mark quien sigue sentado en el sofá con los brazos


descansando en su regazo mirando hacia sus pies.

— Me matas, Rach. Yo te esperé, con amor, paciencia —grita—, y tú


me pagas así, acostándote con ese cabrón —llora—, dime que no
es cierto, que lo has hecho por vengarte, para que vea lo imbécil
que he sido. Dime que vamos a volver a nuestra vida, por favor.

—Jackson... —Susurro.

—Rach, amor —continúa hablando—. Por idiota te he perdido.


¿Cómo hago para vivir con eso?
Cierro mis ojos escuchándolo. Me hace daño pensar en lo que
Jackson es capaz de hacer.

—No hay necesidad de seguir lastimándonos, lo nuestro terminó.

— Estuve seis años como un estúpido ¡Yo debí ser el primero! —


Grita entre sollozos— Tenía que serlo. Yo que te amo, por favor no
sigas haciéndome daño.

—¿Es lo único que te importa? —hablo incrédula.

— Te has entregado a un hombre que apenas conoces, no merezco


esto —su tono lastimado se vuelve eufórico—. Salí con esa chica
para que te diera miedo el perderme, pero no para alejarte de mi
vida.

— Hombre —rio irónica—, aplaudo tu idea, maravillosa.

—¿Lo olvidaste? ¿Olvidaste cada maldita vez que me esforcé por


entenderte? Aún cuando yo me agobiaba con tu jodida espera,
siempre elegí que comprenderte. ¿Y me haces esto? No fueron
meses Rachel, ¡seis putos años! —solloza más fuerte—, seis años
en los que me mirabas como ahora lo miras a él.

Su manera de manipularme trasciende en mi alma, haciéndome


sentir culpable.

— Es momento de pasar página —le digo con dolor. Es hora que


continúe su vida. Puedo sentir que está arrepentido por lo que hizo,
pero es tarde—. Lo siento.

— Podría soportar que salieras con él pero saber que has sido suya,
que le has entregado tu corazón, me mata —escucho golpes detrás
del móvil— Soy un idiota.

— Adiós, Jackson.

— Sigo amándote.
Cuelgo.

La incomodidad rodea el ambiente, no sé qué decir a Mark que


sigue sin mirarme. No puedo parar de pensar en lo difícil que es
todo, enfrentarnos a una sociedad llena de prejuicios, al pasado.
Una lágrima recorre mi mejilla.

— ¿Te arrepientes?—Lo miro sin entender— He visto tu cara al


hablar con él.

— ¿De qué hablas? No, es solo...

Callo.

¿Cómo explicarlo? Pese a que me hubiese encantado conocer a


Mark en otras circunstancias, no me arrepiento de nada, sé que lo
quiero como jamás he querido a alguien, ni si quiera a Jackson, pero
no puedo parar de pensar en la llamada, se escuchaba dolido. Para
bien o para mal fue mi primer amor y el hecho de que sufra, me
hace sentir mal.

— No es algo difícil de responder, Rachel.

Por primera vez, una pizca de desconfianza e inmensa decepción se


apodera de su rostro al dirigirse a mí. Pienso en acercarme, pero se
levanta del sofá, haciéndome dudar de la conveniencia de nuestra
cercanía. El sonido de mi móvil esta vez es el que nos interrumpe.
Me altero al ver el contacto en mi pantalla.

"Señora Kozlov - llamando"

Mierda. ¿Le habrá pasado algo a Jackson? Pienso lo peor, miro a


Mark para disculparme, pero él se gira, dándome la espalda. Sin
saber que hacer opto por contestar el móvil que está sobre el sofá.
Sé que Ana no llamaría si no fuese importante.

— ¿Sí? —contesto con nerviosismo.


— Gracias a Dios, respondes. Hija ayúdame por favor. Jackson se
ha encerrado en su habitación y no me responde. Está fuera de
control.

— Señora Kozlov. Acabo de hablar con él, lo voy a llamar, no se


preocupe, está bien.

Cuelgo marcándole a Jackson. «Mark por favor. Un momento» Digo


al escuchar que suspira cabreado. Y entiendo su molestia, pero no
puedo dejar a Ana sola en esto. Después de unas timbradas, mi ex
responde.

— Amor sabía que me llamarías —contesta en casi un susurro.


Puedo escuchar a Ana rogarle que abra la puerta

— ¿Por qué no le abres la puerta a tu madre? Ella está preocupada


por ti —le digo.

— No, yo solo quiero verte a ti, quiero hacerte feliz, pero si tu no


estás prefiero morir —¿Qué? No, no, ¿Qué piensa hacer?

Con dificultad y desesperación evidente, respiro. Escuchar a alguien


desvalorar su vida con tanta seguridad, me impacienta.

— Voy a tu casa —miento. Mark me mira cabreado dando zancadas


a la puerta, no joder. Se me acelera el corazón al ver que se
marcha, no entiende lo que pasa y no he podido explicarle, soy una
idiota—. Jackson ve y dile a Ana que prepare algo de comer para
nosotros, ¿Sí?

Intento convencerlo para que abra la puerta a Ana, apenas Jackson


accede, dejo el teléfono en la mesa, caminando hasta Mark, pero él
me ignora siguiendo su camino.

— Jackson estaba...

— Ya has respondido a mi pregunta, Rachel —me interrumpe—. Y


no te culpo, ¿Cómo podría competir con tu pasado? Con alguien
que me lleva seis años de ventaja.

— ¿Es lo qué crees? —Pregunto ofendida. No tiene que competir


con nadie, creí que estaba claro en eso, ¿por qué pensarlo? Sí, mis
acciones no han sido claras para él, pero no podría permitir que algo
le pasara por mi culpa, no me lo perdonaría.

— Es lo que es.

— Me duele tu desconfianza, Mark.

— Y a mí que prefieras estar con él. Aún con todo lo que te ha


hecho.

— Necesitaba de mi ayuda.

— Y yo de tu respuesta.

—Mark, no es lo que estás pensando —Digo, sin atinar a una


explicación que él esté dispuesto a escuchar. Negando con su
cabeza. Da pasos hacia la puerta, marchándose.

Dejándome sola, desconcertada.

«Qué idiota eres, Rachel. Ve tras él y explícale» Recrimina la


vocecita en mi cabeza. Y lo que dice tiene lógica. Pero si de algo
estoy segura es que él preferiría que no lo hiciese, muy pocas veces
se enoja con tal vigor y cuándo lo hace sé que desea estar solo.
Pensar con claridad.

— ¿Rach, qué pasa? —Oportunamente mamá llega. Entrando a


casa— Tus ojos están rojos e hinchados, ¿Has llorado? —No soy
capaz de responder a su preocupación, lo único que hago es
abrazarme a ella, quien deja las bolsas que lleva en sus manos en
el suelo para devolverme el abrazo—. He visto a Mark irse, también
parecía triste. ¿Se han peleado?

— Sí.
— ¿Quieres contarme? —Asiento y ella toma con una mano las
bolsas y con la otra me hala hacia el sofá—. Cuéntame cielo.

— Siento que hace mucho no hablamos. Te he extrañado.

— Lo sé amor, pero ahora estoy aquí para ti. ¿Qué te tiene así?

Empiezo a contar lo sucedido con José, mi madre se ha vuelto


una completa fiera al escuchar mi relato, afortunadamente consigo
calmarla.

— Y Jackson me defendió —su sorpresa rápidamente cambia por


un gesto comprensivo.

—Bueno. Me alegra que lo haya hecho. Al menos tuvo


consideración por los años que tuvieron juntos y...

—Después me siguió hasta el estacionamiento —nerviosa, la


interrumpo, y mi piel quema al recordar el incidente—. Trató de
besarme a la fuerza.

Las cejas espesas que le caen sobre los ojos reflejan su aspecto
iracundo.

— La obra que hace con las manos la pisotea con los pies —ella da
rienda suelta a su enojo con sus palabras— ¿Te hizo daño? ¿Mark
se ha molestado por eso? Pero no es tu culpa que Jackson haya
querido besarte.

— No se ha enojado por eso, ha sido porque le he dicho a Jackson


por el móvil que iría a su casa.

—¡Rachel Lombardo! ¿Pero tú estás loca? —con indignada energía,


expresa su desconcierto—. Él intentó aprovecharse de tu debilidad
en ese momento ¿y tú has accedido ir a su casa? Definitivamente
no. Te lo prohíbo.

Asiento con la cabeza, comprendiéndola, seguro es lo mismo


que debió pensar Mark, mi corazón duele al saber que debe estar
pasándola mal.

—No, claro que no iría, solo que Ana me llamó porque Jackson
estaba borracho encerrado en su habitación. Se lo dije para que él
se calmara y abriera la puerta a su madre.

Explico mis razones y ella no deja de darle la razón a mi novio.

— Cuando Mark se entere de la verdad te entenderá.

—Hoy me ha dicho que me ama —le comento.

— Me alegro hija, ambos merecen ese amor —me da un estrecho


abrazo—. Lo que no logro entender es por qué Jackson después de
estos meses se siente tan dolido, creí que ya había olvidado todo.

— Se ha enterado que estuve con Mark —decido confesar al borde


de un colapso nervioso, mi madre asiente tranquila, la miro
sorprendida por su reacción.

—Entonces es por su orgullo de macho que se ha descontrolado —


su deducción sincera y sin rodeos hace que mis mejillas ardan, me
quedo inmóvil—. ¿Piensas que no sabía? Hija te conozco
perfectamente, y también es obvio, la confianza que se tienen...

—Lamento no haberlo dicho antes —ella niega.

—Lo has dicho ahora, yo no hubiese tenido el valor de contárselo a


tu abuela, cuando se enteró tu ya estabas en camino —ambas
reímos—. Espero sean responsables, eso sí.

— Madre. Fin del tema —balbuceo con timidez.

— Nada de madre, Rachel hablo muy en serio —hace una pausa,


expectante la observo para ver que va a decir—. Con Jackson
nunca vi que te cuidaras, siempre estuve preocupada por eso, Mark
parece responsable así que...
—¡Por el altísimo! Extraña —la regaño por su impertinencia, simulo
estar consternada—. Yo nunca estuve con Jackson.

—¡Carajo!—su sorpresa y turbación es tal, que permanece un buen


tiempo sin comentar nada más que eso—. Siento la palabra hija. Es
solo que... Ahora entiendo perfectamente, has herido su orgullo
masculino. Estoy sorprendida y encantada.

—Que hambre hace, ¿no? —cambio inmediatamente e tema.

Mi madre ríe, accediendo a olvidar la conversación sobre mi vida


sexual. Nos dedicamos a comer la deliciosa comida que ella ha
traído. Su compañía me hace feliz y mejora mi estado de ánimo.
Aunque las ganas por hablar con Mark no disminuyen, de hecho,
aumentan con el pasar de las horas.

Estoy ansiosa por saber de él que ante la primera notificación en mi


teléfono, mi corazón late frenético al pensar que es él.

Numero desconocido.

"No es tan difícil decidirse, querida. Pero mientras tanto, yo te lo


cuido ;)

Con amor, Mishell"

—¿Decidirme? ¿Con amor Mishell? —Repito una y otra vez el


mensaje sin entender su contenido. Hasta que encuentro la única
razón por la que ella me escribiría. Mark.

Mark Harvet, mi ausente novio.


17. Discutirlo en la cama

MARK HARVET:

En su rostro se manifiesta la angustia por él y los celos se apoderan


de mi cordura ante la conclusión de que a ella aún le importa
Jackson.

«Voy a tu casa» La escucho decirle a su ex. Y no sé si me duele la


cabeza, estómago o el mismo corazón, pero los sentimientos de
celos se mezclan con la decepción que me provocan las decisiones
de Rachel.

¿Después de todo lo que la ha lastimado, ella piensa irse con él?


Incapaz de soportarlo camino hacia la puerta, siento sus pequeños
pasos detrás de mí. Y me basta con recordar sus planes para
continuar mi camino sin ánimos de interponerme entre ellos.

Deseo pensar con claridad y con ella a mi lado, solo puedo


mencionar lo inútil que es competir con alguien que me lleva seis
años de ventaja.

— Me duele tu desconfianza, Mark —me recrimina.

—Y a mí que prefieras estar con él. Aún con todo lo que te ha


hecho.

— Necesitaba de mi ayuda.
Negando con mi cabeza, disfrazo la decepción que siento, porque ni
siquiera es enojo. No dejo de maldecir el poder que evidentemente
aún tiene Jackson sobre Rachel.

— Y yo de tu respuesta.

Concluyo. Saliendo de su casa.

— Mark —el llamado de la señora Lombardo hace que olvide por un


segundo la discusión con Rachel.

— Señora, ¿Cómo está? —Pregunto.

— Bien hijo, ¿Ya te vas? He traído comida Mexicana —alza la bolsa


que lleva en la mano, como puedo le brindo una sonrisa—. Quédate,
traje suficiente para los tres.

— Muchas gracias, pero tengo trabajo que hacer.

Me excuso con ella. Aunque me encantaría acompañarlas y poder


hablar con Rachel, ahora mismo estoy seguro que ninguno de los
dos se sentiría cómodo con la idea.

—No te preocupes hijo, ve con cuidado.

— Adiós señora, que esté bien.

Me sonríe y trato de devolver el gesto antes de marcharme.

Joder.

La situación me frustra. El solo hecho de imaginar a Rachel junto a


su ex, hiela la sangre de mis venas. Subiéndome al coche,
conduzco sin rumbo. Mi departamento es el último lugar al que
deseo ir e irracionalmente un sitio ajeno parece la mejor opción.

«Piedra, papel o tequila» En el camino, me encuentro con un bar, su


nombre termina por llamar mi atención y antes de que las ganas por
ir con Rachel me superen, decido entrar.
—Una botella de whisky —ordeno al mesero mientras me siento en
la barra—. The Macallan.

—¿Problemas de faldas? —Pregunta sirviendo un vaso de whisky.


Lo miro con extrañeza. ¿Le parece normal? ¿Hacer preguntas tan
personales como si nos conociéramos? ¿Escuchar los relatos de las
personas que vienen a beber aquí? Niego con la cabeza. No es mi
caso. En silencio bebo el vaso que sirvió. Vuelvo a solicitar otra copa
y el mesero no duda en hablar nuevamente—. Y falda de las
buenas.

Sonrío irónico, si él supiera.

Me coloca dos vasos más los cuales bebo como si fueran agua, no
estoy acostumbrado a ingerir alcohol, pero hoy realmente mi cuerpo
parece necesitarlo y agradecerlo.

El whisky en lugar de curar mis males, me adentra más a ellos. Y


pese a aquella deducción, no me detengo. Tomo otro vaso
aceptando que más que emborracharme el trago, me marea el
pensamiento de Rachel a solas con su ex.

—Mesero —arrastrando mis palabras, lo llamo—. Este whisky está


defectuoso...

—Señor. ¿Le sabe mal? —Cuestiona el hombre, ofreciendo


cambiarlo por otra marca o sabor e inmediatamente niego con la
cabeza.

—No. Sabe muy bien —aclaro bebiendo otro vaso—. ¡Pero no me


hace olvidarme de ella!

El mesero suelta una larga y destemplada carcajada.

—¿Y usted quiere olvidarla? —Interroga, niego a su pregunta— Por


eso no le funciona.
—Qué poético —exclamo con inmerecida ironía—. Me agradas.
Bebe conmigo.

Perdiendo mi serenidad de ebrio inquebrantable, me opongo a sus


intenciones de negarse, y estirándome para quitarle la botella de
Whisky de sus manos, me adueño de ella, sirviéndole un trago.

—Gracias señor —dice bebiendo—. Mis penas son por dinero no


por mujeres. Bebo otro vaso, escuchando las historias del mesero
—. Por cierto señor, soy Memo, para servirle.

—¡Nemo! —ahogo una carcajada por la ironía—. No te preocupes


por Dory que está bien en casa. La cuidamos.

—Memo, señor —me sirve otro whisky y bebo.

—Eres un pez con suerte Nemo —asiento repetidas veces sin


entender el humor en mis palabras—. Mejor sufrir por dinero que por
mujeres.

El mesero termina de servir el trago, levanto mis pulgares


aprobando su acción.

— Tiene razón señor, aunque el problema del dinero ocasiona todo,


incluso que no tenga problemas de mujeres, porque todas son
interesadas.

— Ella no lo es —muevo mi dedo índice de un lado al otro cerca de


su cara—. Rachel es perfecta.

Nemo sirve dos copas, me da una y él se queda la segunda.

— Entonces tiene suerte —alza el vaso y yo brindo con él, el sonido


de nuestras copas chocándose es exageradamente molesto.

Nemo imita el sonido, lo miro confundido. Qué raro es el pez.

— Sabes Memo o como te llames. He cruzado mi ética profesional y


me he liado con mi alumna.
— Vaya buenorra debió haber estado, para que haga eso.

¿Qué ha dicho? ¡Jodido y degenerado pez!


Con furia, me abalanzo sobre él, tomando el cuello de su camisa.

— Nemo, lo amigos no hablan así de las mujeres de sus amigos —


asiente—. No te voy a mentir —lo suelto acomodándome en mi silla
—. Es preciosa pero Nemo, lo que me gustó de ella es ¿Adivina
qué? Y eh. Cuidado con lo que dices.

— No, no lo sé señor —vocifera nervioso—¿Su sonrisa?

Estallo en carcajadas, asintiendo.

—También, pero ¡No! —Grito la última palabra—. La respuesta


correcta es: Todo, mi querido Nemo. Ella es inteligente, dulce y...

—Está buenísima —vuelve a repetir. Esta vez él mismo tapa su


boca, obligándose a callar—. Quiero decir, es la indicada para una
relación.

Asiento, mientras sirvo otro trago y lo bebo.

—¡Salud por eso! —Exclamo, llenando nuevamente mi vaso.

—¿No cree que ya ha bebido demasiado señor? —el mesero


comenta.

Niego. Solo ha sido uno, dos vasos ¿O tres? Empiezo a contar con
mis dedos.

—¿Cuántos eran? —Pregunto confundido.

—Más de media botella, señor —aclara.

— Vamos Nemo, otro whisky.

—Como usted diga, señor —le doy la botella y sirve otra copa—
¿Por qué no va a buscarla y le da una serenata?
Aconseja.

—Sería una buena idea, pero —hago una pausa dolorosa,


ordenando mis palabras—. Ella se ha ido con su ex novio. Lo
prefiere a él.

— No parece un hombre que se dé por vencido, ánimo compadre.

¿Compa...? ¿Qué?
Rio al escuchar a Nemo, ¿Tiene razón, no me voy a dar por
vencido? Rachel es una mujer por la que vale la pena luchar.

— Compadre —repito su tono—. Prácticamente me ha ignorado por


atender a su ex novio que por cierto es un gilipollas.

Nemo sigue bebiendo y llenando mi copa. Me siento extraño, un


poco mareado y ridículo al pensar que estoy actuando como un
adolescente al que por primera vez le han roto el corazón.

— ¿Mark? ¿Steven? —Ay no, me quejo al escuchar la voz de


Mishell— Por la emoción: Mark.

— Nemo, amigo mío —llamo al mesero.

— Señor...

— La cuenta —saco de mi billetera dinero y lo agito— ¿Sabes qué?


Quédate con el cambio, compadre.

Al levantarme, hago un esfuerzo por mantener el equilibrio que mis


piernas amenazan con perder. Ignoro a aquella fastidiosa mujer con
la que salí. Sin dudarlo, ella otra vez acabaría con mi paciencia, por
lo que decido marcharme, no quiero que le vaya con cotilleos a
Rachel.

— ¿Por qué me ignoras? Mark —un chillido estridente sale de la


garganta de Mishell.
— Adiós amigo —me despido de Nemo con la mano—. Saludaré a
Dory de tu parte.

Azorado por la poca estabilidad que me queda, me arrastro con


esfuerzo a la salida del bar, todo se mueve y llegar a la puerta
parece una misión imposible.

—Hermano —La voz que reconozco, muy parecida a la mía, me


alivia. Aunque no veo a mi gemelo por ningún lado, ruego porque no
haya sido parte de una alucinación— Por aquí —Steven sujeta mis
hombros haciendo que lo mire.

—Estás aquí, hermano. Ven, vamos a tomar unas copas, pero en


otro lugar. Mishell está por aquí.

— Ya has bebido demasiado, Mark —gruñe Steven—. ¿Qué


sucedió? ¿Por qué estás aquí?

— Mark —me llama una voz que me inquieta.

— Amy, mejor amiga —la abrazo— de mi novia.

— Pero sí que ha bebido. Deberías dejar de vigilarme y llevártelo a


casa. Idiota —le habla a mi hermano.

¿Han venido juntos? ¿Ellos no se odiaban?

— Yo me voy solo, ustedes disfruten. Hay amor aquí —celebro para


ellos. Mientras continúo mi camino—. ¿Dónde está mi coche?

—Sus llaves, señor —el empleado del valet parking se dirige a mí,
entregándome las llaves—. Si desea le podemos llamar un taxi.

—No es necesario, deme las llaves a mí, yo lo llevaré —de algún


lugar, Mishell sale, anunciando con descaro su preocupación por mi
estado.

— Ya quisieras —aparece Amy y se las arrebata— Vamos Idiota, tu


manejas. Y sube al ebrio.
Confundido, me despierto. Tardo unos minutos en darme cuenta que
estoy en el sofá de mi casa. Un terrible dolor de cabeza y espalda
me arrancan quejidos.

«Eres un idiota» exclama una fina voz, curioso sigo la dirección de


donde parecen provenir los gritos. Los recuerdos de la noche
anterior empiezan a parecer en mi cabeza. Steven y Amy me
trajeron a casa. ¿Siguen aquí?

«Inmadura» La voz de mi hermano confirma mi pregunta anterior.


Con la visión borrosa y mi sien latiendo, entro a la habitación.

— ¿Qué demonios? —Pregunto sorprendido al ver a Steven y a


Amy, desnudos en mí cama. Steven cubre con la manta a ambos.

¡En mi cama! Inhalo y exhalo.

— Hola —dicen al unísono sonriendo ampliamente.

— Y amanezco en el sofá. Son increíbles.

Indignado, elijo salir de la habitación.

"Tú quisiste dormir en el sofá. Por cierto gracias por la cama"


"Borracho eres más divertido"

Grita Amy sin rodeos.

De regreso al salón, me acerco a la cocina, en busca de un zumo de


naranja. Aunque la bebida refrescante me relaja y disminuye mi
jaqueca, no existe remedio para la sensación de vacío en mi pecho.
Recordar la pelea con Rachel, me obliga a regresar al sofá y tomar
mi móvil. Hay llamadas perdidas de ella, agradezco la esperanza
que eso me da.
Le devuelvo las llamadas, pero me manda al buzón. Intento dos
veces más sin éxito alguno por lo que decido marcar al teléfono de
su casa.

— Hola —la madre de Rachel responde.

— Buenos días señora Lombardo, ¿se encuentra Rachel?

— Eh, si está... No, no está.

La voz de Rachel indicándole a su madre que no quiere hablar, es


audible detrás de la línea.

— Por favor, señora —pido.

— Si deseas hablar con ella, hijo —susurra con complicidad— Será


mejor que sea personalmente.

—Entiendo. Gracias y disculpe por esto.

— De nada Mark, haz lo correcto—me reprime entre risas—. No me


gustaría golpear ese cuerpo tan trabajado que tienes.

— No habrá necesidad de hacerlo —aclara uniéndome a su tono


bromista.

Al colgar el teléfono, me siento más animado. Dejando atrás los


estragos de mi alcoholizada noche, y a los invitados que cómodos
invaden mi cama, decido alistarme para ir a clases.

— Buenos días —Apenas llego al aula, saludo. Me inquieta ver que


el lugar de Rachel está vacío—. Aprovecharé estos minutos para
hablar con ustedes. Por favor, silencio y presten atención.

— Profe, usted siempre tiene toda nuestra atención, ¿Verdad


chicas?

Exclama Monique. Y pese a que es mi alumna, el sentimiento de


rechazo que siento hacia ella, es inevitable.
—Thomas Campbell, poeta escocés decía que comprender que hay
otros puntos de vista es el principio de la sabiduría —hablo, en
busca de algo más que ser escuchado. Me dirijo a ellos con la
esperanza de terminar la cadena de rumores y odio—. Y soy fiel
creyente de que para estar bien con los demás, no necesitamos las
mismas opiniones, pero si el mismo respeto.

«Lo que sucedió ayer, con su compañera, la alumna Lombardo. No


solo es un acto que me indigna, también, decepciona... Sí. Es
decepcionante ver como personas con deseos de formarse
profesionalmente, se olvidan ante todo de ser humanos.
Afortunadamente las autoridades tomaron medidas al respecto —no
oculto la satisfacción que me da informar aquello—. José Argent ha
sido expulsado»

Por algunos instantes, se oyen fuertes murmullos.

«Señores, considero que estoy frente a personas adultas, espero


entiendan que lo ocurrido no es tolerable. Bajo ningún concepto lo
permitiré y mucho menos si es a causa de algo en lo que se me
involucra —todos escuchan atentos a mis palabras frías y afables—.
Además, aclarar que mi vida personal a ninguno de ustedes debe
interesarle. De estar o no, la señorita Lombardo involucrada en ella,
sigue siendo un tema de dos. De Rachel y mío»

El último diálogo de mi discurso detiene mi respiración y con la


incertidumbre semejante a la sorpresa, los alumnos me observan.

Dando por finalizado el tema, inicio la clase. La ausencia de Rachel


sigue inquietándome, por lo que mientras los estudiantes resuelven
los ejercicios planteados, decidir enviarle un mensaje.

RL.🐹
"¿Te encuentras bien? No llegaste a clases... Necesito verte"

Mi jornada termina y continúo esperando una respuesta que no


llega. La culpa por mi resaca y mi situación con Rachel, empieza a
torturarme.
Debí escuchar su explicación. Pero no deseaba conocer por
completo la manipulación de Jackson sobre Rachel. Dudar sobre lo
nuestro, sé que la lastimó y me arrepiento.

«Maldita sea, Mark. ¿Qué has hecho? Esa mujer te ha elegido a ti.
Se ha entregado en cuerpo y alma, lo has sentido, te lo ha
demostrado» Me reprendo una y otra vez.

No... No estoy dispuesto a perderla, pese a lo Neandertal que


suene, Rachel es mi mujer, la protegeré y defenderé como tal.

Sin poder soportar un minuto más de tortura lejos de ella, salgo de


la universidad, dirigiéndome a su casa. Mis ansias por verla,
provocan que el camino sea más largo de lo normal, sin embargo,
me relajo al tocar el timbre y escucha la puerta abrirse.

—Buenos días, Rachel —saludo meditando sobre lo adecuado que


sería acercarme.

— Mark —su tono monótono causa curiosidad en mí. Está enojada,


sin embargo, se hace a un lado dejándome entrar—. Pasa.

—Entiendo que debe haber una explicación de tu visita a Jackson —


digo aceptando su invitación. Al girar sobre mis pies para
observarla, veo que cruza los brazos sobre su pecho—, pero no
sabía cómo controlar los celos que estaba sintiendo. Pensé que lo
mejor era darnos espacio para pensar.

—¿Espacio para pensar? —chista con mal humor— ¿Ir en busca de


Mishell, es tu manera de pensar?

—Por supuesto que no. ¿De qué hablas?

La severa acusación de Rachel me desconcierta. Ella busca entre


su móvil antes de dejar el aparato frente a mí.

—Parece que el que ha ido de visita a su ex es otro —nuevamente


usa aquel tono de reproche.
Hay un mensaje de Mishell, con una clara insinuación de un
encuentro entre ella y yo. Niego con la cabeza, siendo capaz de
reconocer sus pensamientos y posiblemente identificándome con
ellos.

—Rachel. Yo ni siquiera hablé con Mishell —mi mente reproduce


cada palabra que crucé con mi ex—. A esa hora estaba en un bar y
apenas la vi me fui.

— ¿Y cómo es que mágicamente ella sabe de nuestra pelea?

Me encojo de hombros sin tener una jodida idea.

— Debió preguntar al mesero —pienso en voz alta—. Es con el


único que hablé.

— Qué conveniente, ¿No? —sus preciosos ojos color avellana me


acusan.

— Lo sé —acepto sus palabras.

Que le de la razón parece molestarla aún más. No soy capaz de


seguir manteniendo la distancia que nos separa, por lo que me
acerco a ella, llevando mi mano alrededor de su cintura. Su cuerpo
se vuelve rígido, sin embargo, no duda en recibirme.

— Jackson llamó dolido, estaba borracho y sus pensamientos


suicidas me aterrorizaron. No sabía que hacer o decir —explica, su
tono es dulce—. Mark, admitir que no quiero que Jackson se haga
daño, no es arrepentirme de lo nuestro.

—Lo entiendo Rachel. Me cegué ante los celos —me excuso


avergonzado—. Lo siento.

—Yo también lo siento —se abraza a mí—. Lamento no haberte


dado una respuesta en ese momento, pero no pude dejar de pensar
en Ana, aquella mujer que me brindó tantas veces su cariño, sabía
que sufriría si algo llegase a pasarle a su hijo. Incluso yo me sentiría
mal. Por eso le dije que iba a su casa para convencerlo que
atendiera a su madre y no cometiera una locura.

—Siento haberme ido sin escucharte, no quería agobiarte con mis


celos.

Posando mis dedos en su barbilla, la observo, deleitándome en ella,


pegando mis labios a los suyos. Su cálido y fresco aliento envuelven
mi rostro, la necesidad de acariciarla y explorarla hace caza de mí.

—Odio discutir contigo...

—También lo odio, Rachel —Aclaro mientras vuelvo a adueñarme


de su boca.

—Te amo, Mark Harvet, nunca dudes de eso —añade con tal fervor
que sus palabras parecen enviar cargas eléctricas a mi estómago.

—Yo te amo más, mucho más.

Aclaro y una apreciativa sonrisa aparece en la curva de su boca

— ¿Quieres que discutamos de nuevo? —Bromea, mientras pega


sus caderas contra las mías haciendo que muera de deseo por ella.

— Sí y lo discutiremos en la cama, vamos.

🌸🌸🌸🌸🌸🌸
Hola chicas, espero disfruten de los caps, 💞 💜 siempre
agradecida con su apoyo en la novela.

Me encantaría saber; ¿De dónde son y cómo llegaron aquí? 😍😍


😍
18. Sin locura no hay felicidad

RACHEL LOMBARDO:
«Rach, el gemelo idiota, chulo y coleccionista de bragas de los
Harvet, es Steven, no Mark. De eso estamos seguras. Mishell solo
ha querido fastidiarte»

Recuerdo las palabras que Amy mencionó cuando le comenté sobre


lo sucedido con Mishell. La defensa que dio a Mark me sorprendió,
pero la agradecía.

«—Por cierto. Es posible que mi lencería fina de las chicas súper


poderosas, sea parte de una segunda colección. ¡Mis bragas parte
de su segunda maldita colección, Rach! —Exclamó Amy en un
acertijo que no logré descifrar—. ¿Puedes golpearme, por favor?

—¿Por qué debería golpearte? —cuestioné su situación de


desespero y evidente culpa»

Recrear la conversación de hace días con mi mejor amiga, vuelve a


intrigarme. ¿Por qué exigía ser golpeada? Como si haya hecho algo
de lo que necesitaba ser reprendida. Algo de lo que se arrepentía
profundamente y...

¡Por el altísimo!

«El gemelo idiota, chulo y coleccionista de bragas de los Harvet, es


Steven» De pronto aquel comentario regresa a mi mente,
iluminándome.
Las bragas de Amy, parte de una colección... La colección de
Steven de la que ella misma habló. Eso es.

Era lo que Amy deseaba contarme.

—¡Ellos se han acostado! —grito y el cuerpo relajado de Mark,


debajo del mío, se sobresalta. «Una segunda colección» Recuerda
la vocecita de mi cabeza. Por lo que continúo hablando emocionada
— Más de una vez.

—¿De qué hablas, mi amor? Un día de estos me matarás del susto


—Mark comenta mientras me reincorporo del sofá y me siento frente
a él.

—Lo lamento, es solo que me emocioné —explico y él sonríe


intrigado. Como si esperase la explicación de mi arrebato—. Amy y
Steven están juntos.

—Ah, era eso.

Mi confesión no parece sorprenderle. ¿Es posible que Steven se lo


haya mencionado?

—Él te contó sobre Amy. ¡Qué dulce! —comento e inmediatamente


Mark niega.

— No, desagradablemente los he visto.

Con sorpresa miro sus ojos entornados y a la curva de sus labios


expresando fastidio. ¿Los ha visto?

—¡Qué exhibicionistas! ¿Cómo es que no me has contado?

— Lo había olvidado, pensé que Amy lo haría... Ya sabes son cosas


de amigas.

—En realidad me lo mencionó, casi como una metáfora. Es típico de


ella hacerlo cuando quiere confesar algo que le avergüenza.
— Por lo que veo Amy, no te ha dicho que ha disfrutado muy bien de
nuestra cama, eh.

— Espera, ¿Qué?

— Sí, es ahí donde los he visto.

Concluye él, con merecedora indignación, mientras yo niego con la


cabeza. Esa no es exactamente mi sorpresa.

—Has dicho nuestra cama —señalo con una sonrisilla en los labios.

— Nuestra, cariño.

La voz de Mark es cálida y provoca que me derrita por dentro.

— De Steven y Amy también —añado al recordar por qué llegamos


al tema. Mark rueda sus ojos—. No me lo creo. ¿Crees que vayan
en serio? Es decir, seria genial.

—No lo sé, Steven no suele tener relaciones formales. De hecho,


nunca nos ha presentado a las mujeres con las que sale.

—Amy será su primera novia oficial —sentencio con seguridad.

Mark no parece muy convencido a mi deducción, pero no hace


ningún comentario al respecto. Retomamos nuestra atención a la
película que veíamos, hasta que minutos después el sonido de una
llamada al móvil de Mark, nos interrumpe.

—Ildet. Sabes lo poco interesado que estoy en esas actividades —


con voz profunda él habla—. Mucho menos me interesa ser el tutor
de un equipo.

—Mark —detrás de la línea logro escuchar al director—. ¿Qué


excusa se supone que daré a las demás autoridades? ¿Por tercer
año consecutivo enfermarás en la semana de deportes?
¿Semana de deportes? Llevo mis manos a la boca, cubriéndola. Es
mañana. ¿Cómo pude olvidar la típica semana de despedida del
semestre? Aunque bueno, la idea de tener que ir a un lugar junto a
mis compañeros no es de mis planes favoritos.

—La razón que sea está bien —mi novio refunfuña cada vez más
molesto.

—Harvet. A menos que encuentres un remplazo que quiera ser tutor


del curso A de cálculo, no puedo acceder esta vez a que no asistas
—decir que me sorprende el comentario del director, se quedaría
muy corto. Escucharlo mencionar el curso al que nos asignaron en
las actividades como parte de la tutoría de Mark, es fascinante. Él
clava sus ojos en los míos, sonriente—. Y solo se admiten a los
profesores titulares.

—Lástima que las reglas cambiaran —esta vez la voz de Mark es


calmada, e incluso podría decir que suena feliz—. Supongo que
tienes razón Ildet, no se podrá evadir la responsabilidad este año.

Con una sonrisa burlona y placentera a la par, responde.

—Gracias por tu esfuerzo. Se que es un sacrificio para ti por lo poco


que te gustan estas actividades, pero ya lo sabes. Es parte del
cronograma —el director habla alegre e intento reprimir una risa—.
Nos vemos mañana.

Despidiéndose, Mark cuelga el móvil. La idea de ir de viaje junto a


él, empieza a gustarme. Aunque he amado cada momento de
nuestra relación dentro de cuatro paredes, pensar en la libertad de
visitar un lugar donde podamos salir aunque sea por segundos, me
emociona.

Pienso en mantenerme en silencio hasta que Mark decida


comentarme su llamada, pero la emoción me gana.

—¿Era el director? —Pregunto.


—Seré tutor del curso que les asignaron, de la clase de cálculo —
confirma lo que ya he escuchado—. Nunca había sido tan fácil para
Ildet convencerme.

—Eso es maravilloso —por primera vez parece que el mundo no


está en nuestra contra y resulta conmovedor—. ¿Crees que
podremos escaparnos un momento y salir?

—Ser tutor del equipo en el que estás me mantendrá cerca de ti,


amor, pero también a vista de los demás.

De pronto reflexiona, decayendo su propio ánimo. Desilusionada,


asiento. Él tiene razón. Por un instante me he dejado llevar,
olvidando todo lo que implicaría la decisión de Ildet.

—Llegué a pensar que por primera vez todo estaba a nuestro favor
—suspiro nostálgica.

—Lamento que el primer viaje que tengamos esté lleno de


complicaciones, pero será el primer de muchos. Te lo aseguro,
Rachel.

—Al menos podremos vernos. Y puede que en el camino se nos


ocurra algo —besando su boca musito una viva promesa—. Quizás
un plan loco y arriesgado que nos permita salir del lugar sin que
nadie lo note. Un plan como...

—¿Cómo qué? Que Steven se haga pasar por mí —bromea y yo


asiento.

¡Eso es!
En una sonrisa cómplice, apruebo su comentario. Él niega,
claramente arrepentido de la idea que ha proporcionado.

—No hay persona más ideal para reemplazarte que Steven —


aseguro.

—No, cariño, yo solo bromeaba —afirma desconcertado.


—¡Pero es una gran idea! —Insisto y él se niega nuevamente.

—No, no la es —finaliza y lo miro esperanzada—. Lo siento amor,


pero no será posible.

—Y básicamente, ese es el plan —Mark termina de explicarle a su


hermano la razón por la que lo llamó.

Sonrío, encantada por el hombre sentado a mi lado que me sostiene


la mano, no muy convencido de la locura que está pidiendo a su
hermano, pero lo intenta y con ello, tengo suficiente.

—¿Acompañarlos a su viaje solo para sustituir a mi gemelo por unas


horas? No puedo hacerlo —aclara Steven caminando de un lado al
otro por el salón.

— Vamos cuñado, pero si te encanta hacerte pasar por Mark.

— Si cariño, pero esto es diferente, cuando lo hago es de broma y


esto es muy real, sabes que nos meteremos en problemas, es ilegal.
¿Y qué haremos si nos descubren?

—No nos descubrirán —aseguro y él se cruza de brazos, enarcando


una ceja.

— ¿Por qué simplemente no desisten de ir al viaje con ellos y van


solos?

Decido no comentar nada al respecto y dedicadamente observo con


ojos de desamparo a mi cuñado. Quizás él tenga razón. Lo mejor
será desistir de la locura que en medio de emociones creamos.
Nuestra relación no es del todo libre, aún no y debíamos aceptarlo
de una vez.
— Oh no, venga. Nada de ojos del gato con botas. También lo
aplicaba con mi madre para salirme con la mía. No caeré.

—Lo lamento —digo sin intenciones de mostrarme afligida y


presionar un cambio en su decisión.

— Maldición, ¿Cómo decirte que no? Si me pones esa carita —


suelta Steven.

Y una ternura infinita me invade el alma al escucharlo.

— Te entiendo hermano, yo simplemente no puedo negarme.

Mark concuerda con el comentario de su gemelo, me echo a reír.


¿Así que esa fue la razón por la que él también cambió de opinión
un segundo después de negarse al plan?

—Demonios, somos tan débiles con las mujeres de nuestra familia


—con una falsa indignación Steven habla. Mientras se acerca para
abrazarme—. Lo haré. Pero con una condición. No se lo contarán a
nadie, ni siquiera a Amy.

Él nos hace prometer y a regañadientes acepto. Aunque él alega


que no desea que nadie se entere, puedo intuir qué hay algo detrás
de aquel misterio o alguien específicamente llamada Amy Martins.

—Muchas gracias por hacer esto —digo emocionada a Steven,


abrazándolo—. Bueno. Lo primero será que te aprendas los
nombres de las personas que formarán parte del equipo y puedas
identificar a cada uno.

En la mesa de centro empezamos a armar un escenario para


nuestro plan, organizando todo en dibujos y notas, durante algunas
horas. Steven parece interesado al encontrarse con las fotos de
Monique y Crisna.

—Son lindas —comenta mi cuñado.


—Concéntrate —lo riño, volviendo a señalar sus fotos—. Tienes que
ignorarlas, si ellas dan un paso hacia ti, tú retrocede veinte.

Mi comentario infantil por un momento gira en el silencio, silencio


que Steven no duda en romper con su carcajada.

—Tus deseos más oscuros sobrenadan en las superficies cuando


estás cerca de los Harvet, cuñada —se burla Steven— Y vaya que
peticiones tan intensas tienes mi vida porque Mark, eso en realidad
era para ti.

—Sabe que no hay de qué preocuparse —con su tono seguro y


dulce, Mark aclara mientras acerca sus labios en mi mejilla—. Pero
tiene razón, aunque no las ignorarás por completo, mantén tu
distancia, sobre todo de ellas.

En un tono autoritario Mark habla a su gemelo, él deja escapar


sonrisas sarcásticas y bufidos similares.

— ¿Cómo es que tienes expedientes de todos tus alumnos? —


Steven interroga a Mark, despertando mi propia curiosidad—. ¿No
tendrás el de Amy?

Pregunta mi cuñado al mismo tiempo que yo pido ver el mío.

— Steven, así que con Am, eh —comento con picardía. Él se


encoge de hombros.

—Esa mujer está de manicomio —replica con extraña fascinación.

Mientras Steven y yo nos dedicamos a hablar, Mark aprovecha para


enviar a cada alumno de mi curso, información sobre su tutoría.
Convivir con mis compañeros no suenan tan desastroso si pienso en
el tiempo que pasaré junto al hombre que quiero.

Con las horas transcurriendo y el cansancio insostenible


prestándose entre nosotros, decidimos culminar la reunión.
Aunque estoy agotada, me hace feliz que todo marche a su propio
andar. Incluso la estadía de Dory estaba resuelta, se quedaría con
los sobrinos de Mark. Por lo que antes de continuar el camino a mi
casa, él decide llevarla con ellos.

—La extrañaré —comento a Mark apenas retomamos la dirección


de mi destino—.He empezado a acostumbrarme a verla casi todos
los días.

—Solo será una semana, amor.

—Lo sé —río avergonzada por no poder ocultar mi sentimentalismo


—. Pero se siente como si fuesen meses, es que será extraño pasar
tanto tiempo fuera de casa y sin...

—Sin tú madre —concluye por mí y asiento.

—¡Ahora mismo debes estar pensando que soy una niña mimada!
—Exclamo histérica al darme cuenta que sentimientos de nostalgia
pesan sobre mi alma.

—Me encanta la relación que tienes con tu madre, Rachel, la


comprendo y admiro —comenta y sé que sus palabras son sinceras
—. Y ahora mismo pienso en mi hermana —esta vez él ríe con
ganas, contagiándome su alegría—. Antes de irse a su luna de miel,
lloró y se despidió junto a mis padres por casi una hora.

—¿Tu-tu papá también? —Incrédula pregunto. El señor Ethan no


parece ser un tipo muy sensible, a ninguna situación.

—Él más que nadie —vuelve a reír—. No lo sé, supongo que el


hecho de que su hija menor sea la primera en irse de casa, le tomó
por sorpresa.

—Vaya... Ha tenido corazón —suelto e inmediatamente me llevo las


manos a la boca—. No. Quiero decir... No es que piense que tu
papá no tiene corazón, porque de lo contrario no estaría bien.
¿Quién puede vivir sin uno? Y eh... ¡Ay por favor! ¡Cállame!
Digo sin deseos de dar rienda suelta a mi lengua. El señor Ethan
sigue siendo su padre. No está bien hablar así de él.

—Como ordene, señorita Lombardo —risueño él aprovecha el


semáforo en rojo para acercarse a mi boca y besarme.

Nuestros labios musitan pequeñas risas en medio del beso, pero


apenas la dedicación aumenta, mi respiración se agita y termina por
cortarse al escuchar el claxon de los vehículos detrás de nosotros.

Mierda.
Los coches que se atreven a rebasarnos emiten palabras que
afortunadamente no logramos escuchar y ambos reímos.

En lo poco que queda del camino, hablamos sobre los últimos


detalles de nuestros planes, planes que al llegar a casa no dudo en
comentarle a mi madre.

—Tú y Mark han pasado por situaciones difíciles hija y son


merecedores de una locura como la que han planeado. Merecen
disfrutar, sentirse libres, como nunca tuvieron que dejar de hacerlo.

—Te amo, extraña, gracias por tus consejos y ánimos —llevando


mis labios a su frente, la beso. Amo a esta mujer. Aún cuando todo
parece descabellado, ella me apoya. Me hace sentir capaz.

—Vamos a hacer tu maleta, cariño —sugiere mamá, terminando


nuestro abrazo.

En el camino a mi habitación, ella comenta lo animada que se siente


porque aprovecharía estos días para tomarse un tiempo libre en el
trabajo e ir a casa de mi abuela para visitarla, y en medio de una
línea de tiempo de nuestros momento vividos, organizamos mi ropa.

—Y otro abrigo de repuesto, nunca se sabe qué tan útil puede ser —
dice, agregando un cuarto abrigo a mi maleta. Me rio.

—Bueno, de frío no voy a sufrir —ella niega con seguridad.


—No sufrirás de nada, cariño... No lo olvides, Las Lombardo Evans,
siempre felices como...

Su tono se eleva animándome a terminar la frase que desde


pequeña me repetía y la cual hacía alusión a nuestro apellido.

—Lombrices —exclamo entre risas.

—Cuánto has crecido, Rach —reflexiona de repente—. Parece que


fue ayer que te tenía entre mis brazos. Espera. Eso me recuerda
que tengo que hablar con Mark antes de que se vayan.

—¡Madre! —con las mejillas ardiéndome por su comentario lleno de


humor y doble sentido, la riño y su carcajada es todo lo bueno qué
hay en esta vida.

—Estaba bromea, pero realmente necesito su promesa de que


cuidará de lo más preciado que tengo en la vida.

—Estaré bien, extraña.

—Lo sé, extraña... Estarás bien —me abraza con fuerza. Ella es mi
hogar, mi lugar feliz y la idea de separarme de su lado aunque sea
unos días me pone nostálgica—, venga, a dormir Rach.

Se despide marchándose de la habitación. Dormir no resulta difícil,


los sentimientos tan contradictorios de felicidad y nostalgia que me
abarcan, me agotan y antes de quedarme dormida por completo
envío un mensaje a Mark.

Para: MH. 🐹💜.


"He alistado todo, me iré a dormir. Estoy tan emocionada por
mañana"

MH.🐹💜
"También estamos listos, cariño"
"La locura es la ilusión elevada a la segunda potencia (Henri-
Frédéric Amiel).
Todo esto es una locura, pero debo confesar algo, señorita
Lombardo. Me he vuelto adicto a la felicidad que me brinda la
locura"

Suspiro al ver su mensaje tan acertado.

Para: MH.🐹💜
"Y no hay mejor palabra para describirnos que la locura. Y para ser
sincera también me he vuelto adicta a la felicidad que esta nos
brinda. Adicta a ti"

MH.🐹💜
" Me dejas sin aliento, Rachel. Me encantas.
PD: Descansa o mañana no querrás levantarte, y créeme que sin ti
no estoy dispuesto a irme... Nunca. A ningún lado. Te quiero"

Sonrío, llevándome el móvil al pecho, con la ilusión de sentir cerca a


Mark y resulta reconfortante, mis párpados empiezan a caer,
sintiéndose pesados.

En mi glorioso despertar me siento enérgica e igualmente


emocionada, los minutos trascienden tan rápido que apenas tengo
tiempo para tomar una ducha y arreglarme.

Mark no tarda en llegar por mi y al segundo es mamá quien lo recibe


en la puerta, con un extenso y exigente discurso.

—Cuida de ella —vuelve a repetir mi madre por vigésima vez.

—Cuidaré Rachel, señora Lombardo —Asegura Mark—. Gracias por


su confianza.

—Gracias a ti, hijo —concluye mamá y me acerco a ella para


despedirme con un abrazo, asegurándole que todo estaría bien—.
Diviértete, amor.
—Si necesitas algo no dudes en llamarme, extraña —le recuerdo y
ella asiente—. Te amo.

Dejando atrás los sentimientos de nostalgia, termino por despedirme


de mi madre, al igual que Mark y Steven.

—Nos vemos, suegra —bromea mi cuñado antes de subirse al


coche. Ambas reímos por el contrario mientras Mark niega con su
cabeza, disculpándose con mamá.

El camino a la universidad se hace rápido, antes de llegar Mark


repite a Steven que él se iría en el coche y nosotros en los buses de
la institución.

—Gracias por hacer esto —le vuelvo a decir a mi cuñado.

—De nada, Rach, sabes que te adoro y haría lo que sea por verlos
felices —Steven lleva su palma a mi cabello, revolviéndolo un poco.

—Vale, vale, basta —enseguida, Mark chista con humor, mientras


aleja el brazo de Steven y acaricia mi melena seguramente
desordenada—. Debemos irnos.

Señala, recordándome la hora de salida del autobús y al sellar


nuestra despedida con un beso casto y rápido, decido ser la primera
en hacer presencia en la estación de buses.

—Rach. Hey —con su voz cantarina Theo, unos de mis compañeros


de clases y al único que parezco agradarle, me llama apenas me ve
—. Puedes incluirte en mi fila, si quieres.

Y tal como él ofrece, a medida que la cola avanza, tomamos


nuestros asientos juntos.

—No habíamos tenido oportunidad de hablar, pero Rach, lamento lo


que pasaste —Theo me mira, sus ojos marrones están llenos de
compasión—. Es que no puedo creer que se hayan atrevido a
agredirte. El señor Harvet tiene razón. El respeto es la base
fundamental para todo.

—¿El señor Harvet dijo eso? —Pregunto sin recordar a Mark


mencionándolo en clases.

—El día que faltaste. Tocó el tema con el curso y... Parecía furioso.
Creo que le gustas —su deducción me altera—. Es decir, ¿a quién
no Rach?

—A Monique, Crisna y a todo el curso en general —magistralmente


cambio de tema, soltando risillas que disimulen mi terror ante su
confesión—. Cuéntame de ti.

Continúo mi evasión, aunque sin duda Theo no deja de intrigarme.


Sus justificaciones por inasistencias a las clases, son constantes y
él no tarda en hablarme sobre ello. Al parecer su abuela está
atravesando la última etapa de una enfermedad que poco a poco la
ido consumiendo. Él intenta hablar con energía, pero sus ojos llenos
de lágrimas contenidas lo delatan.

—Todo estará bien, Theo —le animo.

Mi charla con Theo es interrumpida cuando Mark hace su entrada al


bus y los suspiros exagerados de Monique y Crisna provocan que
toda la atención de la gente se centre en él. Quien por un momento
cruza su mirada conmigo y sonríe genuinamente antes de avanzar
al asiento individual, ubicado tres filas delante de nosotros.

El bus se pone en marcha mientras yo me sumerjo en un mar de


emociones y pensamientos al rededor de una hora. Durante el
camino, el informe de mamá de que finalmente está junto a la
abuela, termina por relajarme. Y los mensajes con Mark me
mantienen despierta, a diferencia de la mayoría de mis compañeros
que duermen.

—Por favor, bajen en silencio y completo orden —es lo primero que


Mark dice apenas el autobús se detiene, llegando a su destino—. La
profesora Elena estará esperándolos en la recepción. Reciban las
llaves que les dará y busquen las habitaciones que se les asignaron.

Obedeciendo a las órdenes de Mark, hacemos lo que nos indica. Tal


como él lo mencionó al bajar del bus y llegar a recepción, la
profesora Elena nos entrega una llave individual de las habitaciones,
ordenándonos bajar en diez minutos con nuestro respectivo equipo,
para dar la bienvenida a las autoridades.

—Diez minutos —repite autoritaria—. Si no están aquí en ese


tiempo, se restarán dos puntos a su equipo, por cada miembro que
no esté.

En una carrera de velocidad, todos caminan a su habitación,


incluyéndome y solo basta con el sonido de mi móvil para que el
tiempo se detenga.

MH.🐹💜
"Cariño, mi habitación está frente a la tuya. 280.
Pd: Estoy ansioso por nuestra cita de esta noche. Apenas termine la
actividad Steven vendrá a reemplazarme en la junta de profesores y
podremos irnos"

«Cinco minutos» Desde mi habitación escucho los sonoros gritos de


la señora Elena a través del megáfono, me pregunto si a la mujer le
queda cariño por su garganta, sus chillidos se escuchan hasta este
piso. Sin ánimos de ser reñida me visto con el respectivo uniforme
elegido para mi curso y corro a la playa para reunirme con mis
compañeros. En el tiempo indicado, empieza la actividad. «Solo es
una semana y todo terminará»

Es el inicio. El inicio del fin.


Mark dejaría de ser mi profesor,
y finalmente el único título que tendría es del amor de mi vida.

La presentación de nuestro equipo empieza, exigiéndonos ser


partícipes del único entrenamiento de Voleibol que habrá antes de
los juegos generales con los demás curso y resulta cómico ver a la
esposa del director chistar cada que sus pies se llenan de arena.

Por el contrario yo disfruto del entrenamiento, de ver a Theo y a mí


acercarnos a personas con las que apenas hemos hablado en
clases. Toda riña parece ser olvidada, excepto por Monique y Crisna
que no dejan de lanzar el balón equivocadamente hacia mí.

— Rach, piensa rápido —giro al escuchar a Monique, todo parece


reproducirse de manera rápida, el balón que se acercaba a mí,
finalmente golpea mi cabeza—. Ups.

El mundo parece estar del revés, se ondula peligrosamente hasta


que pierdo el equilibrio y siento mi cuerpo impactar contra el suelo.
Crisna y Monique ocultan su diversión tras falsos lamentos.
Colocándome de pie caminando hacia ellas, dispuesta a olvidarme
de mi paciencia de manera errante.

— ¿Qué diablos te pasa?

Enojada empujo a Monique que retrocede perdiendo el equilibrio y


cayendo al suelo, sin embargo, no se queda atrás e intenta
acercarse a mí con mucha más hazaña, pero nos alejan.

—¿Sacando las garras, Rach? —se burla Crisna—. Vamos,


golpéala frente a todas las autoridades presentes.

Susurra Crisna y por primera vez siento deseos de apoyar un


comentario de ella.

—¿Qué les sucede? —dice Mark enojado, su expresión revela un


destello de furia, que es ocultado inmediatamente.

—Señor Harvet, es Rachel quien me agredió, fuera de la actividad,


todos lo vieron. Es una persona violenta.

¿Disculpa?
—¡Jodida cínica! Haz estado todo el entrenamiento provocándome.
¿Es lo que querías? ¿Quedar como la víctima? Pues te haré el favor
—frustrada dejo que mi enojo se consuma y se disperse como las
llamas del infierno.

— Rachel, basta —los brazos de Mark sujetan mi cintura evitando


mi encuentro con Monique.

— ¡Señoritas! Esto no es un ring de boxeo —de pronto el director


Ildet interviene eufórico y mi cuerpo se tensa al darme cuenta en lo
que me he metido. Mark me suelta con la espera de que mi lado
razonable haya vuelto.

El pecho me late al mismo ritmo acelerado que mi cabeza. Y aunque


Mark intenta mantenerse al margen de la situación, no deja de
mirarme con sus ojos verdes llenos de preocupación.

—Rachel y Monique vuelvan a su habitación —la profesora Elena


ordena malhumorada, desaprobando nuestro comportamiento. Me
siento avergonzada por permitirme caer en los juegos de Monique
—. Señor Ildet, ¿Se debería suspender la actividad?

—¡Por supuesto que sí! —La esposa del director se adelanta a decir
y su esposo apoya la idea.

—Rachel —la voz profunda de Mark llamándome me altera—.


Señorita lombardo, vaya a enfermería.

Asiento disculpándome por mi comportamiento, no debí ceder a los


ataques de Monique y Crisna. Riñéndome regreso a la habitación,
mi cabeza aún duele y no sé si es por el golpe o por el regaño
recargado en el que mi mente aún sigue manteniéndome.

Cuando el timbre de mi habitación suena, pienso que es Mark, pero


al abrir descubro que es uno de los empleados del hotel, en sus
manos sostiene una bandeja ocupada de comida y medicina.
—Muchas gracias —agradezco, aceptando el servicio. Al regresar a
la cama me fijo en la nota que han enviado.

«La reunión se ha adelantado. Iré contigo apenas termine, ya


hablaremos, te amo.
MH»

Sonrío ante las atenciones de Mark y tomando una de las pastillas


para el dolor de cabeza.
Al rededor de media hora hasta que la medicina hace efecto por
completo y mi cuerpo se relaja, invitándome a descansar.

En medio de mi ensoñación siento el colchón hundirse, me veo


embargada por algo parecido a una electricidad galvánica. Un
intenso placer se apodera de mí al sentirme segura mientras los
brazos de Mark me rodean el cuerpo desde atrás...

— ¿Te encuentras bien? —cuestiona.

—Si —susurro avergonzada—. No debí caer en sus juegos.

—Te cansaste —comenta frustrado—. Incluso yo me he cansado.


Todos nos cansamos de las injusticias, porque es lo que hemos
tenido que soportar desde el principio de nuestra relación. Y no ha
estado bien. Son ellos los que deberían mantener en secreto sus
prejuicios, ellos son los que necesitan ocultarse, no nosotros
Rachel, no nuestro amor.

Su voz apacible me hace girar para ver sus preciosos ojos y su boca
brindándome una sonrisa acogedora, ansiosa por los tiernos besos
del hombre a mi lado, me aferro a él. Al unirse nuestros labios todos
los inherentes anhelos se apoderan de nuestra voluntad.

—Te amo, Mark —digo con firmeza.

—Yo más, nena, siempre más —su voz vibrante y sus labios
ardientes me invitan a olvidarme del jodido mundo.
Un mundo que afuera nos reclama, sin dejar de insistir en robarnos
la tranquilidad. Y todo parece una simple metáfora hasta que
sentimos la puerta de la habitación abrirse de golpe.

—Rachel ¿estás bien? —La voz de Theo me sobresalta.


Sorprendidos ante la interrupción, Mark y yo miramos al hombre
pálido que con evidente aflicción nos observa—. Oh, mierda.
19. Una noticia
Los ojos de Theo ya no nos observan, pero continúan abiertos a la
par de su sorpresa. Mark y yo nos reincorporamos de la cama,
dejando atrás nuestra cercanía.

—Lo lamento, no debí entrar de esta manera —con la culpa


mostrándose en sus palabras, mi compañero dice abandonando la
habitación.

Doy pasos hacia al frente, decidida a ir detrás de él, sin embargo,


Mark toma mi muñeca. En ese preciso momento me doy cuenta que
las manos me tiemblan al igual que mis piernas. Respiro profundo.

—Iré a hablar con él —informo y Mark protesta.

—No es necesario, Rachel —insiste.

—Lo es, Mark. Theo ha sido la única persona de la clase que no me


ha juzgado por los rumores, incluso jamás creyó en ellos, quiero
hacerlo.

—De acuerdo —soltando un largo suspiro, acepta mi decisión—.


¿Estarás bien?

—Si. Me sentiré más tranquila al contarle la verdad —comento,


recordando sus palabras sobre dejar de mantener en secreto lo
nuestro como si realmente fuese un delito—. No tardaré.

Informo al tiempo que me acerco a su boca y presiono sus labios


suaves contra los míos. Es un beso fugaz, pero lo suficientemente
significativo para brindarme la seguridad que necesito y mantengo al
salir de la habitación en busca de mi compañero.

—Theo —lo llamo, aliviada al verlo aún en los pasillos. Él sigue la


dirección del elevador, vuelvo a gritar su nombre y finalmente se
detiene.
—No tienes nada que explicarme —se gira y lo miro incógnita—, es
algo que no me incumbe.

Asiento con la cabeza, aprobando su comentario.

—No vengo a darte explicaciones, Theo. Quiero contarte algo —


digo nerviosa e indecisa sobre cómo empezar.

No me salen las palabras, él me estudia, desconcertado. Pasan


unos segundos cuando finalmente decido hablar, sin embargo, el
sonido del elevador llegando, me interrumpe.

—¿Cómo es qué está aquí?—Habla mi compañero cuando las


puertas del ascensor se abren. Su rostro palidece al ver a Steven—.
¿Señor Harvet?

—Señorita Lombardo —saluda formal mi cuñado apenas me ve—,


señor Blaker.

Steven se endereza y da un paso adelante, saliendo del ascensor,


Theo y yo retrocedemos sin dejar de mirarlo.

—¿Cómo es que ahora está aquí? Hace un momento se encontraba


en tu habitación —con el ceño fruncido Theo habla—. Estaban
besándose, ¿lo imaginé todo?

—Ah, señor Blaker ¿se refiere a mi hermano gemelo? —Con su


particular habilidad de hacerse pasar por Mark, Steven habla tan
formal y despreocupado, que incluso yo podría creer cada palabra
que sale de su boca ahora mismo—. Rachel, ¿no le ha comentado
usted a su amigo que es novia de mi hermano? O bueno, ¿al menos
que tengo un gemelo?

—Yo... Eh —balbuceo, sin saber que decir.

—Iré a mi habitación, si necesitan algo —Steven sonríe,


interrumpiéndome—. Busquen a Elena, yo iré a descansar de todo
esto. Me aburre.
Con una postura exageradamente seria, él continúa su imitación a
Mark mientras Theo y yo lo vemos marcharse.

—Rachel, yo lo lamento —dice mi compañero brindándome una


sonrisa llena de alivio como respuesta a la brillante actuación de
Steven—. Llegué a pensar que tú y el profesor —niega con la
cabeza—. Han estado acusándote por una confusión, Rachel
discúlpame, incluso yo he caído en eso.

—Theo, las cosas no son...

—No son lo que parece, lo sé, Rach —me interrumpe—. Y yo lo


lamento, no debí entrar así. Llamé varias veces a la puerta. Pensé
que algo te había pasado. No te vieron por enfermería y el golpe
que te dio Monique... Creí que podrías necesitar ayuda.

—Gracias por preocuparte —me apresuro a decir—, Por cierto, lo


que viste en la habitación...

Y como si de una broma se tratase —como si justo en el momento


en el que decidimos no ocultarnos, la vida insiste en hacerlo— el
móvil de Theo empieza a sonar, desesperándome por no dejarme
continuar. Él frunce el ceño, disculpándose antes de responder a su
llamada.

«No te contaré esto porque piense que deba dar alguna explicación
sobre mi relación, pero te considero un amigo, es decir no somos
muy cercanos, sin embargo, has sido el único que no me ha juzgado
pese a los miles de rumores que han existido y lo agradezco. Quiero
contarte la verdad... Sí, el profesor Harvet y yo tenemos una
relación. Al que viste ahora es su hermano gemelo, él intentaba
ayudarnos a escapar de la situación, pero la realidad es esta»
Mientras Theo se concentra en su llamada, en mi mente recreo las
palabras que diré.

—Esta mañana la vi. Ella estaba bien —alterado empieza a hablar,


distrayéndome de mis pensamientos—. Iré para allá.
Con ademán desesperado, se lleva la mano al cabello, halando de
este.

—¿Estás bien? ¿Sucedió algo? —Pregunto y Theo asiente,


presionando los botones del elevador.

—Es mi abuela —su voz tiembla al formular una respuesta para mí


—. Charlie, estoy en camino. Todo estará bien, te lo prometo
hermana.

«Lo siento Rach, debo irme» Menciona Theo apenas las puertas del
ascensor se abren.

—Llámame si necesitas algo —logro comentar antes de que


abandone por completo el lugar.

Al regresar a mi habitación no puedo dejar de sentirme nostálgica,


hace unas horas Theo me hablaba de su abuela, pude notar su
amor por ella en cada palabra. Mis pensamientos se envuelven en
súplicas, súplicas por él y su abuela.

—¿Sucede algo? —Mark se acerca a mí, sacándome del trance en


el que me encuentro— ¿Le dijiste la verdad a Blaker?

Niego.

—Steven apareció. Le hizo creer a Theo que él eras tú y que yo


estaba saliendo con su gemelo —le informo—. Y ya ni siquiera sé si
ha sido bueno que él llegara para cubrirnos. Tal como lo planeamos.

Las mentiras empiezan a profundizarse y la carga pesa cada día


más.

—Ven —rodeándome la cintura con sus brazos, termina la poca


distancia que queda entre nosotros—. Quiero que sepas que
renunciaré a Wens Ildet —confiesa de repente—. Envié mi solicitud
a otra universidad.
—Mark, no —sorprendida y alterada cuestiono su decisión—. No
tienes por qué renunciar. El próximo semestre ya no serás mi
profesor... Hemos esperado meses, podremos soportar un poco
más.

—Lo sé cariño, sin embargo, elijo esto —una sonrisa dulce se


esparce por su rostro—. A ti, tu tranquilidad que también es la mía.
Porque Rachel, aunque deje de ser tu profesor, seguiría siendo
docente de Wens Ildet, no sé hasta qué punto eso pueda brindarnos
todo lo que deseamos en nuestra relación.

—Mi amor, no tienes que hacerlo —emotiva, lo abrazo pegando mi


mejilla a su pecho, donde puedo oír los latidos desenfrenados de su
corazón—. Tu amas enseñar y que mejor que lo hagas en la mejor
universidad de la ciudad. No puedo permitir que hagas eso.

—Así tenga que dejar de ejercer, te seguiría eligiendo Rachel, una y


otra vez, no dudes de eso.

Sus palabras me dejan sin aliento, como si estas hayan exhalado la


mitad de mi alma.

—Porque te quiero jamás permitiría que eso pase —aseguro. Y


aunque el tema por un instante resulta escalofriante, la seguridad
con la que Mark habla me hace pensar en nuestro futuro, uno que
notablemente estamos dispuestos a perseguir juntos—. Te amo.

—Yo a ti —acerco mi boca a la suya, me pierdo en la sensación de


sus carnosos y suaves labios. Con su mano recorre mi espalda
hasta llegar a mi nuca, donde me sostiene, apretándome más a él
—. Esta noche, usted y yo señorita Lombardo, tenemos una cita. Si
aún te apetece salir, por supuesto.

Añade nervioso, y por primera vez me detengo a meditar en su


actitud, luce inquieto. ¿A qué se debe?
Y antes de empezar con mi interrogatorio, la voz célebre de la
profesora Elena por los pasillos se hace presente.
«Alumnos en la sala de descanso en cinco minutos» Grita y ordena
con mal humor. «Señoritas combate, Anderson y Lombardo para
ustedes también va el anuncio» Mark sonríe y me uno a él.

—Sobre eso —pronto la seriedad se asoma en sus facciones—.


¿Qué tal sigues?

—Bien, mejor.

La señora Elena vuelve a gritar, asegurándose de que todo el hotel


o la ciudad entera la escuche.

—Será mejor que vayas —dice Mark mientras ojea en su móvil—.


Ildet también ha convocado una reunión, en el restaurante del hotel.

Los cambios de última hora, nos extraña, por lo que decidimos


marcharnos, soy la primera en salir. Llegar a la sala de
entretenimiento del hotel y ser recibida por la esposa del director
con alegría, me confunde.

—Y aquí tenemos a la segunda persona que agradecer —irónica


comenta, de la misma forma que sostiene la mano de Monique,
toma la mía, elevándola sobre nuestros hombros—. Gracias a estas
dos chiquitas, las actividades se suspenden.

Le causa satisfacción decirlo y no se esfuerza en ocultarlo. Los


murmullos de protestas de mis compañeros no tardan en aparecer,
al igual que las miradas asesinas que nos dan.

—¿Y ustedes que miran? —indignada, Monique se dirige a todos en


el lugar—. La culpa la tiene la mosca muerta de Rachel. Ella inició
esto.

—Vale, basta —grita con histeria la señora Ildet—. Quien haya


empezado, da igual, al menos ya podré irme de este horrible lugar
—expresa sin tapujos—. Y ese es el comunicado de mi esposo: Se
suspende esta semana de finalización del semestre. Empaquen sus
maletas que en una hora salen los autobuses.
Sin dar más importancia, la mujer desaparece de la habitación,
repitiendo lo contenta que se siente.

—¿Rach, no dirás nada? Claro, ¿ahora no te sientes lo


suficientemente valiente porque no está Mark? —Monique comenta
y a los demás, parece no importarles sus nuevas quejas, por lo que
deciden marcharse, excepto Crisna.

—No caeré en tus provocaciones —demando—. Se lo que intentas.

—Lo único que intento es que te quites el disfraz de mojigata, no te


queda —continúa hablando con la misma ironía de siempre—. Yo sé
que no hay que culparte cari. Pobrecilla, mírala Crisna, su madre ha
hecho lo mejor que ha podido educándola, aunque obvio no ha sido
suficiente.

Por primera vez Monique acierta en sus provocaciones. La sangre


que hierve en mis venas, me obliga a moverme, justo delante de
ella.

—No te atrevas —advierto—. Deja a mi madre fuera de esto.

—¿No le dará pena tener una hija como tú? Rach, tú mami te
mandó a estudiar no ha follarte al profesor —se hecha a reír.

—Mon, ya basta —murmura Crisna y la indignación en el rostro de


Monique resulta intimidante para ella, tanto que la obliga a callar.

—No. Basta esta tipa —gruñe, dirigiéndose nuevamente a mi—.


Que con su cara de santa va creyéndose mejor que todos, incluso
engatusando a Mark. Te advertí que no te acercarás. Pero como la
zorra que tú madre crió tu...

—Te dije que no la mencionaras —conteniendo el aliento, espeto—.


¿Te sientes bien haciendo esto Monique? ¿Juzgando y lastimando a
otros?

—Aw, cariñito... No has visto nada —replica incrédula.


—Siento lástima de ti —reflexiono sin poder creer la verdad en sus
palabras. Seguramente tiene razón, no he visto ni la mitad del daño
que es capaz de hacer.

—¿Lástima tú? ¿De mí? —grita histérica—. Tengo dinero, soy


guapa, la mejor estudiante de la clase, ah, tengo una madre, un
padre —ríe con ganas—. Tengo un padre... Y tantas cosas que tú
apenas puedes conocer.

—¿Y eres feliz? —suelto de repente— Tienes dinero, a tantos


hombres detrás de ti, ¿Eso te hace feliz, Monique? Tus
calificaciones son buenas, tus padres están contigo, pero
¿realmente eres feliz? Porque no te veo sonreír...

—¿Tú qué sabes de felicidad? —cuestiona alterada y veo una


mirada de horror e incredulidad llegarle al rostro.

—No hace falta tenerlo todo para ser feliz, solo lo necesario,
Monique —ella suelta carcajadas frías y calculadas. Entonces
entiendo que no importa lo que diga, la mujer frente a mí no se
rendirá. Continuará con una lucha que ya ni siquiera entiendo si se
debe a Mark, a mí, o a ella misma—. No seguiré con esto. Adiós.

Girando sobre mis pies decido salir de la sala de descanso y cruzar


a recepción donde hay varios de mis compañeros, me relajo unos
segundos, sin embargo, no dura mucho hasta que los gritos y pasos
de Monique, envían un claro aviso. Ella desea continuar
derrochando su veneno. Incluso aquí, en un lugar lleno de personas.

—Estúpida Rachel —grita nuevamente Monique—. Nadie me deja


hablando sola.

No me molesto en detenerme, sigo mi camino hasta el ascensor, el


cual no tarda en abrir sus puertas y revelar la persona que está
dentro.

Mark.
—Pero miren a quién tenemos aquí —perdiendo el control, Monique
se acerca dirigiéndose a él, quien sale del elevador, colocándose de
lado, frente a mí, puedo observar su perfil y ceño fruncirse—.
¿Ahora si te sientes lo suficientemente valiente, Rach?

—¿Monique, te volviste loca? —entre dientes Crisna cuestiona a su


amiga.

—¿Cómo puede preferir a esta niña antes que a mí? —grita


Monique, indignada—. ¿Está mal de la cabeza, señor Harvet?
¿Quién elige a una don nadie por encima de mí, una Anderson?

Mi boca se abre ante la sorpresa que me deja su enfrentamiento


directo con Mark y el poco atisbo de educación que tiene con él.

—Rachel —la voz ronca y áspera con la que Mark pronuncia mi


nombre me sacude por dentro y deja en claro lo molesto que está.
Sin embargo, al extender su mano y mirada en mi dirección, su boca
se curva en una sonrisa genuina.

El corazón me late frenéticamente, ¿Mark me está ofreciendo su


mano aquí, delante de todos?

¡Carajo!

Estamos apunto de confirmar que el rumor creado por mi ex novio,


ahora es real... El profesor Harvet y yo en una relación.

—¿Qué? —Monique no oculta la molestia y desagrado que le


provocan las acciones Mark.

Y sin esperar un segundo más, entrelazo mi mano con la suya. Las


miradas terriblemente profundas de los demás nos contemplan y
aún con las piernas temblándome, logro seguir los pasos de Mark
hacia la salida del hotel.

Al estar afuera ninguno comenta nada, pero tampoco hace falta,


disfrutamos de nuestra cercanía y lo bien que se siente poder
caminar por la calle, tomados de la mano libremente. Sin miedos.

—Cuando te vi por primera vez en la puerta del salón de clases, me


sentí culpable, culpable por fijarme en una alumna y no dejar de
pensar en los preciosos ojos que tenía —unas cuadras después de
nuestra caminata, Mark rompe el silencio cómodo en el que
estábamos y sus palabras dulces se siembran en mi pecho—, Por
mi cabeza jamás pasó que una situación así me atrapara. Pero
sucedió y tú, la mujer que eres, dulce, divertida —el ríe—, con tus
comentarios elocuentes, logró desaparecer toda culpa o negación
que había en mí. Rachel, pronto dejarás de ser mi alumna, pero
seguirás siendo esa mujer que deseo en mi presente y futuro.
Quiero que estés segura de eso.

—Lo estoy Mark —detengo mi paso y él hace lo mismo, me deleito


en la mirada que me brinda—. Jamás he estado tan segura de algo
como lo estoy contigo. Te amo y aunque el destino nos ha reunido
de una manera un poco extraña, me gusta, porque tú estás aquí.

—Y siempre lo estaré —afirma acercando nuestros rostros y sus


labios quedan presionados en mi frente. La manera en la que habla
y me abraza, me hacen sentir segura—. ¿Te parece que nuestra cita
sea en casa? Me encantaría que fuese aquí, pero debemos
regresar, tengo una reunión pendiente con Ildet, sobre la finalización
del contrato y...

—¿Es necesario que renuncies? —Interrumpo conociendo la


respuesta.

—No, pero quiero hacerlo.

Terminando el tema, me coloco ligeramente de puntillas para besar


sus labios, los cuales no dudan en cubrirme la boca y robarme el
aliento.

La caminata junto a él, resulta buena y necesaria, sin embargo, el


momento de regresar al hotel llega.
Me siento agradecida al regresar y ver a Amy en recepción.
—¿Cómo que no puedo subir a las habitaciones porque no soy
parte del equipo hospedado? ¡Qué ladilla! —Amy reclama al
recepcionista—. Los juegos se han terminado, no habrá
competencia por ende puedes dejarme ir a la habitación que te
indiqué.

—Am —llamo la atención de Amy, ella se gira hacia a nosotros con


la mirada fijamente al hombre a mi lado y a su mano que descansa
en mi cintura.

—¿Este es el ridículo de Steven haciéndose pasar por Mark? —


pregunta acercándose malhumorada e inmediatamente niego—.
Joder. ¿De qué me perdí? Los pueden ver...

—Ya te explicaré —aclaro y ella asiente.

—Hola Mark, por cierto, tíñete el cabello, déjate barba o un día de


estos terminarás golpeado por culpa de tu idiota gemelo.

—Buenas tardes, Amy, gracias por el consejo —amablemente él


responde a mi amiga—. Iré a buscar a Steven y recoger mi maleta,
amor... Regresaremos en mi coche.

—Está bien, ¿Am vendrás con nosotros? —Ofrezco a mi amiga y


niega rotundamente. Aunque no vuelve a comentar sobre Steven, sé
que hay algo más que enojo, parece dolida—. Nosotras iremos en
los buses de la universidad.

Informo a Mark y asiente, comprendiendo.

El recepcionista ya no se opone a dejar pasar a Amy, por lo que sin


problemas nos dirigimos a mi habitación. Aprovecho para darle un
corto relato de mi día con Mark.

—Él te ama —asegura—. Y me alegra por ti Rach, porque mereces


un hombre que te quiera siempre, no por ratos como muchos
idiotas. Admiro esa seguridad que tiene.
—Gracias Am. ¿Y cómo va todo con Steven? —la miro curiosa—
Vamos, ya acepta que te gusta y que terminarán saliendo.

—Jamás —el horror y molestia se graba en su rostro—. No sabes lo


que me hizo.

—Vaya que sí lo sé, por cierto, gracias por dejar con traumas a mi
novio—bromeo haciendo que ella vuelva a su humor divertido.

—Sobre eso, lo lamento, no ha estado bien —habla con rapidez—.


Fue solo un juego que ya terminó. Es que es un idiota...

Expresando todas sus molestias con mi cuñado, Amy relata la


manera astuta en la que durante el viaje Steven se acercó a ella,
haciéndose pasar por Mark y al contrario que Amy, me divierto con
su historia.

Tal y como lo planeamos con Mark, al bajarme del bus de la


universidad, me instalo en su departamento esperando a que él
termine su reunión con el director Ildet.

Aprovecho para volver a marcarle a mamá e informarle los cambios


de planes que se han presentado. Niego con la cabeza al ver que su
móvil continúa apagado, esta vez opto por dejarle un mensaje.

—Extraña, sólo quería informarte que ya hemos regresado a la


ciudad. Me gustaría ir con la abuela y contigo, sin embargo, no será
posible. Las clases continuarán con normalidad en la universidad.
No quiero que mis cambios de planes arruinen los tuyos. Estaré
bien. Hablamos cuando puedas. Te amo y extraño mucho, saludos a
la nana.

Sintiéndome agotada, me tumbo sobre el sofá, mientras coloco algo


de música que después de unos minutos, es interrumpida por la
llamada entrante a mi móvil de un número desconocido.
—¿Hola? —respondo.

—Rach —solloza una mujer detrás del móvil. ¿Mi abuela?

—¿Nana? —Contesto con un nudo en la garganta al escucharla


llorar— ¿Abuela eres tú?

—Hija —vuelve a decir entre llanto.

—¿Qué pasa? Nana tranquila ¿Dónde está mamá? Pásamela por


favor, que ella me explique —pido alterada.

La única respuesta que tengo de parte de mi abuela, es un grito


desgarrador que me confirma que se trata de mi madre.

—Por favor, nana. Dime qué todo está bien —sollozo, dejando fluir
el mar de lágrimas que inundan mis ojos—. Ponme al móvil con
mamá, te lo ruego. ¡Pásame con ella!

—Ven, por favor —repite. Desafortunadamente la llamada se corta,


dejándome paralizada.

Controlo mi respiración en una desesperante numeración, «Todo


está bien, Rachel. Mantén la calma» Me repito una y otra vez,
mientras marco al número desde el que mi abuela llamó, pero nadie
atiende.

«Ven» El llanto desesperado de mi abuela me persigue, abriendo


una brecha cada vez más profunda en mi pecho. Las manos me
tiemblan cuando llamo al móvil de Mark y mientras espero su
respuesta, limpio constantemente el largo camino de lágrimas que
marcan mis mejillas, su móvil me envía al buzón. Dejo de insistir al
recibir nuevamente una llamada de mi abuela.

—No me dejan verla, Rach —habla entre sollozos.

—Pero ¿qué pasa? —tomando el dinero y las llaves qué están en mi


maleta, salgo del departamento. Mi abuela solo llora lo que me
angustia aún más—. Por favor nana, intenta calmarte y explicarme
lo que sucede. ¿Dónde están?

—En el centro médico del pueblo —informa, alterándome de


sobremanera.

El dolor que me atraviesa me corta la respiración. Insisto por


mantener la llamada con mi abuela mientras tomo el ascensor para
llegar a la salida del edificio, pero es imposible.

—Señorita Lombardo ¿desea que le pida un taxi? —escucho al


portero llamarme apenas salgo del ascensor, lo ignoro, continuando
mi camino al ver un taxi situándose en la entrada del edificio.

—Por favor, le pago el precio que sea —ruego al conductor porque


desista de la carrera por la que seguramente está aquí y me lleve a
casa. Afortunadamente él accede—. A calle norte y avenida Venpil.

El constante llamado a mi abuela es un total fracaso, ella sigue sin


responder y en ese instante maldigo la necedad que siempre tuvo
por no hacer uso de la tecnología. Pruebo con el móvil de mamá
que a diferencia del de mi nana, me manda directamente a buzón.

—Hola, soy Karla Lombardo, es una lástima que ahora no pueda


atenderte, por favor, deja tu mensaje después del tono —escuchar
la grabación de mamá provoca que mi llanto se intensifique.

El tiempo desaparece en el sentimiento tan jodido de


desesperación, sin saber qué pasa, sin entender la estúpida
situación.

—Señorita, hemos llegado —informa el taxista alejándome del


estado nublado en el que me encuentro—. ¿Está bien? ¿Necesita
ayuda?

—¿Cuánto es? —Pregunto y él niega.

—Tranquila, no se preocupe —afirma—. Espero todo se solucione.


Con lágrimas en mis ojos, agradezco por su gesto... Sin perder más
tiempo decido entrar a casa e ir en busca de las llaves del coche de
mamá. No estoy segura que este estuviese en condiciones de ser
manejado por horas, pero es mi única opción.

—Todo está bien, todo está bien —continúo repitiéndome. Las


manos me tiemblan, siendo un esfuerzo terrible introducir las llaves
al coche—. ¡Maldita sea, Rachel! Maldita sea. Cálmate.

Me regaño al no poder controlar mis movimientos, lo que me ayuda


finalmente a colocar el coche en marcha y a la medida que me alejo
de la ciudad, la carretera se vuelve más sólida, permitiéndome
aumentar la velocidad. Me pierdo en mis pensamientos y en la
manera en la que me exijo detener el llanto que me nubla la vista. El
dolor y la angustia terminan por paralizarme, haciéndome frenar de
golpe el coche. No puedo seguir, el aire de mis pulmones se ha ido.

Me asfixia.

—No, no. Esto no es real. Esto no está sucediendo —desesperada,


cedo ante las infinitas ganas que tengo de desaparecer todo el dolor
que se aloja en mi pecho. Lloro sintiendo como la vida se me va en
segundos. Algo no está bien. Puedo sentirlo—. Extraña, tú no
puedes hacerme esto. No puedes.

«Todo está bien, mi pequeña, todo estará bien» En mi cabeza,


escucho la voz de mamá, su frase típica de consuelo, me ayuda a
alejar las horribles sensaciones en mi cuerpo que me impiden
respirar.

—Por supuesto que todo está bien —hablo conmigo, obligándome a


mantener la calma—. Deja de llorar como una estúpida, Rachel.

Inhalo y exhalo, quitando las lágrimas que ruedan por mis mejillas,
al hacerlo puedo tener una visión menos borrosa del lugar en el que
me encuentro. La carretera está lo suficientemente alejada de la
ciudad, ya no hay tanto ruido de coches, las zonas verdes alrededor
de la carretera están acompañadas de sonidos de animales. De
pronto, el picoteo de una paloma, situada en el parabrisas del coche
termina por ganarse mi atención y una última lágrima cae por mi
rostro apenas esta se marcha.

El móvil vuelve a sonar y observo en la pantalla el mismo número


desconocido del que ha llamado mi abuela e inmediatamente
respondo.

—Nana —hablo con la tranquilidad que el lugar me trasmite—. Ella


está bien, ¿verdad?

—Mi niña —la abuela solloza, borrando cada rastro de mi calma.

—Nana, dile que responda mi llamada —le suplico, mientras un


camino de lágrimas vuelve a aparecer por mis mejillas, ardiendo
sobre mi piel. Cierro mis ojos, intentando ignorar los lamentos detrás
de la línea—. ¡Deja de llorar y dile a mamá que me atienda el jodido
móvil! Nana, por favor... No me hagas esto, díselo.

—Está muerta, Rach. Se ha ido.

Informa y es lo último que escucho. La cabeza no deja de latirme y


las lágrimas en mis ojos cesan.

—Es una broma —murmuro mientras el móvil se desliza por mis


dedos—. ¡Es una maldita mentira!

ELLA NO ME DEJARÍA. No lo haría, extraña. Tú no, nunca... No


me abandonarías.

«Yo siempre estaré para ti» Todas sus palabras, promesas, me


derrotan.

—Me lo prometiste extraña, y tú siempre cumples tus promesas.


¡No, maldita sea! No, por favor —lloriqueo dejando los sentimientos
que insisten en matarme por dentro, se apoderen de mi. Descargo
mi furia en el volante, poco a poco mis manos se marcan,
empezando a sangrar. Y el dolor físico ni siquiera se compara con lo
que siente mi alma—. No me hagas esto, extraña.

Suplico deteniéndome y un llanto desgarrador brota de mi garganta


mientras la noticia sigue retumbando en mi interior, la vastedad del
vacío en el pecho es más profundo. Me ahoga.

Se fue... Y la vida se me va con ella.

Analepsis

—Rachel, por favor amor, eso no es cierto —dijo mi madre a aquella


pequeña de unos siete años—, la madre de Bambi no lo abandonó
amor, solo... Tuvo que...

—¿No lo viste, mami? —Chilló aquella pequeña—, Ella dejó a


Bambi, no lo quiere.

—Amor, mi pequeña, no llores—la niña lloriqueó aún más ante el


consuelo de mi madre—. Ella lo protegió, porque lo ama, prefirió su
dolor antes que el de él.

—Tú nunca, lo harás. Dime que no —rogó la pequeña abrazando a


mi extraña.

Con lágrimas en sus ojos mientras la película rodaba respondió.

—Amor... Yo siempre estaré para ti —sus ojos desolados


consolaban a aquella niña destrozada por aquella escena de la
película—, no llores mi vida, hay algo que debes tener en cuenta.

—No, no quiero—se aferró a sus brazos, incapaz de seguir viendo


la película. Ella apagó aquella horrible escena que había marcado la
vida de ambas. Aquella escena del ADIÓS.
—Bambi tiene que ser valiente, amor, por ambos. Su madre
siempre, siempre estará presente, al igual que yo estaré por siempre
junto a ti.

—¿Me lo prometes? —Preguntó con la ilusión más grande,


aferrándose al cálido abrazo de mamá—, ¿Nunca me dejarás sola?

—Sí, amor, nunca te dejaré sola —dijo y le dolió el pecho al ver a su


pequeña sonreír por una ilusión que le dolería explicar, no era capaz
de explicarle las reglas de la vida, pero era capaz de prometerle que
siempre estaría a su lado, porque sabía que así sería—, siempre
estaré a tu lado.

Fin del: Analepsis

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora


para visualizarlo.]

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Chicas, hola, ¿Cómo están?

Se que algunas me querrán matar, pero... Sólo puedo decir que este
capitulo ha sido MUY difícil para mí escribirlo...

Pensé mucho si poner este capitulo, porque quería darles una


historia color de rosa, pero he tomado la decisión de subirlo, solo
queda decir que lamentablemente la vida es así, no es color de
rosas.

Perdemos personas, momentos, conocemos personas, la vida es


así. Es la triste realidad.

Solo queda decir que, disfrutemos, cada segundo como si fuese el


último, les envío un abrazo enorme.
Con amor.
Jam Walker.
20. Compañías...

NOTA IMPORTANTE ANTES DE CONTINUAR CON LA


LECTURA: Debo aclara que no incentivo el uso o mal uso de
medicamentos mencionados en el capítulo. Por favor, hay que ser
responsables con el tipo de información que adquirimos.
No olviden que no existe mejor amor que el AMOR PROPIO.

Diciembre 07

Todo termina de derrumbarse cuando llego al centro médico del


pueblo, donde el cuerpo de mamá aún es atendido por algún
servicio funerario del lugar.

—¿Qué le hicieron? —Cuestiono alterada al doctor que me recibe


en el pasillo— Ustedes la mataron. Mi madre estaba bien...

—Rach, mi amor, cálmate —pide mi abuela, rodeándome con sus


brazos. Me alejo.

No. No quiero malditos gestos de consuelo. Lo único que quiero y


necesito es una explicación.

—Señorita, la septicemia es un asesino silencioso, se desarrolla


rápidamente y muchas veces no es detectado a tiempo, como el
caso de su madre. Su estado de salud no era bueno —el hombre de
bata blanca, empieza a hablar—. La enfermedad había avanzado y
evidentemente el tratamiento que ella estaba realizando no
funcionó. Por lo que un choque séptico terminó acabando con su
vida.

Niego con la cabeza, sin poder creer lo que dice. ¿Mi madre estaba
realizando un tratamiento? ¿Por qué no me lo contó? ¿Cómo
maldita sea no pude notarlo?
Debí saberlo, con el primer infarto que sufrió, debí deducir que ella
estaba mal, que las razones que dio ante ese hecho no eran ciertas.
Me mintió y yo confiaba ciegamente en sus palabras.

—Necesito verla —ruego al doctor entre sollozos, él asiente,


dirigiéndonos por el pasillo.

Mientras avanzamos siento la mano temblorosa de mi abuela


sostener la mía, entonces entiendo lo que intenta decirme "no estás
sola", pero solo es eso; Un gesto de consuelo de su parte, no es la
realidad. Porque me siento vacía. Vacía al saber que apenas cruce
por aquella puerta, por primera vez no estarán sus brazos cálidos
recibiéndome.

—Adelante —quedándose a un costado de nosotras, el doctor nos


invita a seguir el camino y por un momento dudo. Sin embargo, es
tarde. La puerta de la habitación se abre y puedo observarla desde
afuera, luciendo un vestido blanco que se pierde en su piel pálida.

—Extraña —me acerco a ella apartando a la mujer que está a su


lado. Tomo su rostro entre mis manos mientras lágrimas ruedan
fluidamente por mis mejillas. No. Este no es el rostro de la mujer que
conozco. No hay una sonrisa en sus labios, no es mi madre, no
puede ser ella. Aferrándome a su cuerpo, la abrazo y el vacío en mi
pecho es más profundo, provocándome un dolor tan agudo que
amenaza con postrarme de rodillas—. Abrázame, por favor. Aunque
sea la última vez que lo hagas, lo necesito, te lo ruego. Necesito
grabarme tu abrazo como no lo hice la última vez que nos vimos.
Te fuiste, tú corazón dejó de latir y algo dentro de mí se va contigo
porque mis latidos ahora ya no tiene sentidos, no sin ti, el amor de
mi vida.

Mi madre.
Mi extraña.

—Rach, cariño —la voz de mi abuela es cercana, pronto siento sus


manos rodearme los hombros, intentando alejarme de mamá. Me
remuevo—. Por favor, es mejor que salgamos.

—¡Déjame! —Suplico en un hilo de voz—. Déjame.

No puede pedirme que me aleje de lo único que me mantiene de


pie. «Por favor, despierta» Le suplico una y otra vez. No me escucha
y entonces lo entiendo... Este apenas es el principio, el principio de
una vida sin ella, sin mi madre.

—¿Por qué no me dijiste? Lo hubiésemos logrado juntas —en


medio del dolor le reprocho—. ¿Estás evitando mi sufrimiento
ahora? No, claro que no. ¿Cómo se supone que voy a seguir sin ti?
¡Dímelo!

Mi garganta arroja un grito desgarrador mientras el dolor termina por


consumirme y obligarme a aceptar el afán de mi abuela por alejarme
del cuerpo frío de mamá.

A punto de protestar, callo al sentir como el aire se me va. Me lo


merezco. Merezco esto, sentir el dolor que me arrebata hasta el
aliento. Ella estuvo sufriendo en silencio. ¿Cómo no pude darme
cuenta? ¿Cómo no pude cuidarla como debía? Me enfoqué en mi
maldito mundo. El sentimiento de rabia, y frustración es inevitable.
Me odio. Odio toda esta mierda.
Durante horas el mundo se detiene en mis lamentos y en la
sensación de vacío en mi pecho. Aunque he estado físicamente
cerca de ella, cada minuto que pasa la siento más lejos.

Y cuando llega el momento de su entierro, mis lágrimas se niegan a


salir, podría pensar que se debe a las horas que he pasado llorando,
aunque probablemente es parte de los efectos del tranquilizante que
decidí comprar e ingerir. No debería hacerlo, porque merezco sufrir
—sola y en silencio, tal como ella lo había hecho—, pero los
ataques de pánico que se han presentado en las últimas horas,
robándome el aliento, son insoportable y no quiero preocupar más a
mi abuela. Ya he sido lo suficientemente egoísta antes pensando
solo en mí.

Decirle adiós es terriblemente doloroso. Ver aquella caja que


sostenía la mitad de su cuerpo cerrarse para ser descendida metros
bajo tierra, produce que un torrente de dolor, culpa y angustia se
siembre en mi pecho. Trato de deshacerme de aquellos
sentimientos que se apoderan de mí y que por dentro me torturan,
pero permanezco inmóvil observando la escena.

—Ánimos muchacha, todo estará bien —por milésima vez recibo las
palabras de desconocidos que poco a poco empiezan a abandonar
el cementerio.

Sonrío amargamente. "Qué palabras de mierda" Pienso sin quitar la


vista de encima a los hombres que terminan de ordenar el lugar
donde se encuentra enterrado el cuerpo de mamá.

Continúo cruzada de brazos, incapaz de decir una palabra, los


minutos pasan y al ver que solo quedamos mi abuela y yo en el
lugar, decido acercarme para arrodillarme frente al espacio donde
yace su cuerpo. Finalmente, lágrimas ruedan por mis mejillas, al
darme cuenta de que físicamente ella también me ha dejado. Ya ni
siquiera podré abrazar su cuerpo.

—Odio que me hayas enseñado todo, menos a vivir sin ti —susurro


con lágrimas aun corriendo por mi rostro.
—Mi amor, por favor —dice mi abuela tratando de levantarme del
suelo—, ella ahora estará bien.

—¿Qué estará bien? —rio asqueada—. Por favor nana, tú no, no


digas esas jodidas palabras de consuelo. Ya me las he aprendido de
memoria durante la noche de mierda que pasamos y hoy, en esta
estúpida ceremonia.

—Mi amiga Egna, nos ofreció hospedaje en su hogar y he aceptado,


Rach —ella cambia el tema—. Regresar a nuestra casa nos tomaría
más de media hora y no dejaré que vuelvas a manejar en el estado
en el que estás. Yo... Cuidaré de ti, mi niña, como ella lo...

De pronto calla, y sus palabras calmadas son remplazadas por


sollozos. Me pongo de pie y la abrazo, siento su dolor, porque
también es el mío.

—Perdóname, sé que sufres también —me disculpo y eso no hace


más que hacerla llorar con más fuerza—. No te dejaré sola nana.

—Nos tendremos la una a la otra, mi amor —asegura mientras yo la


abrazo con más fuerza, llorando en sus cálidos y reconfortantes
brazos.

La sensación de temor y falta de oxígeno en mi cuerpo vuelve a


hacerse presente, es abrumador. Ambas estamos a punto de
derrumbarnos por lo que, sin pensarlo demasiado, decidimos salir
del lugar. En el camino ninguna emite alguna palabra hasta que diez
minutos después de llegar a casa de Egna, es ella misma quien
rompe el silencio.

—Les he preparado algo de comer —nos comunica la amiga de mi


abuela apenas nos ve.

—Yo iré a la habitación, no tengo hambre —digo dándole un beso a


ella y a mi abuela—. Muchas gracias por todo, señora.
—No querida, nada que agradecer. Pueden quedarse el tiempo que
deseen. Tu abuela es mi amiga de siempre, además conocí desde
pequeña a tu madre, era una gran persona.

Aquí vamos...

—Gracias —interrumpo, esperando que no siga, quiero estar sola,


no escuchar más lamentos y comprensiones.

—De nada, muchacha —hace una pausa tocando su frente como si


olvidara algo—. Por cierto, eso de ahí —dirijo mi mirada hacia la
dirección que ella señala con su dedo índice... Mi móvil—. Ha
estado sonando, intenté responder, pero nadie hablaba, no estoy
segura si contesté o terminé la llamada, lo siento.

Con la herida reabriéndose en mi pecho, dos frágiles lágrimas me


ruedan por las mejillas al intuir a quienes pertenecen esas llamadas.
Mark y Amy...
¿Cómo podré verlos a la cara y explicarle que en medio de mi
egoísmo abandoné a la mujer que ha dado todo por mí? Que como
la imbécil que soy ni siquiera pude darme cuenta de que ella sufría.

¿Quién querría estar cerca de alguien como yo? Nadie.


Evidentemente terminarán odiándome como ya lo hago yo. No
merezco estar en sus vidas. Tomando el móvil entre mis manos,
decido apagarlo. "Lo siento tanto" Murmuro sin aliento. Me duele
aquella decisión, pero es lo mejor.

En silencio camino hacia la habitación que Egna ha instalado para


mí, no me molesto en encender la luz. Relacionar la oscuridad con
el dolor en mi interior es acertado, combina perfectamente con las
profundidades de mis pensamientos.

Abrazada a mi almohada cierro los ojos. Deseo dormir por un largo


tiempo, y olvidar.... Pero es imposible, en cada segundo una oleada
de recuerdos me invaden.
Hoy el dolor e insomnio son mis únicas compañías, dos
especialistas con afán de cortejarme en esta miseria que otros
llaman vida.
No hay buenos recuerdos o manera de contar ovejas: La culpa, el
dolor e insomnio no se alejan.

Recordar las pastillas que compré la noche anterior parece la


primera y única mejor opción, por lo que decido ir por ellas. Ruego
porque Egna o mi abuela no hayan enviado mi ropa a la lavadora.
Desesperada busco entre las prendas que quité, me siento aliviada
al encontrarlas. Tomo dos pequeñas cápsulas, regresando a la
cama, deseando que los efectos del calmante no tarden en
aparecer.

«—Rachel, amor, ¿Por qué peleaste con tus amiguitos?

Preguntó mi madre a la niña que sonreía con orgullo al haber


golpeado a sus compañeros de escuela.

—Porque ellos me quieren obligar a aceptar que tengo un papá —


dijo entornando los ojos—. Y yo no tengo. No necesito tenerlo.

—Mira mi pequeña...

—Ellos son tontos, no entienden que hay personas que solo tienen
una mamá o un papá —interrumpió la niña—. Yo no quiero tener
uno, yo te tengo a ti —dijo orgullosa la pequeña—, no quiero más.

Mi madre sonrió enternecida al escucharla.

—Así es amor, tú me tienes a mí —cargó a su hija en los brazos


dejando rastros de besos en su cara—. Pero prométeme que no
más peleas.

—Está bien, pero si vuelven...

—No más peleas Rachel, amor, por favor.


La pequeña asintió abrazando a su madre. Se sentía orgullosa
de tenerla, con ella a su lado nada le hacía falta y lo que era mejor
aún, es que siempre estarían juntas o al menos eso pensaba en
medio de su inocencia»

Mis ojos se abren de sobremanera y el recuerdo de mi sueño me


hace sonreír. Mamá siempre se esmeró por llenar el espacio que se
supone la ausencia de mi padre dejó, pero lo que nunca entendió
era que no existían vacíos, con ella siempre tuve suficiente.

Animada, me reincorporo de la cama, quedándome sentada en el


borde, me toma unos segundos caer en cuenta que esta no es mi
habitación. Mi buen humor se va apagando a medida que fluyen los
recuerdos.

—Rachel —entra mi abuela a la habitación cargando en sus manos


una bandeja de comida—. Son las dos de la tarde, cariño tienes que
comer. No he querido llamarte antes.

El solo hecho de pensar en comida hace que me den arcadas.

—Tengo sueño, anoche no pude dormir —miento, no quiero que


insista—, quisiera poder dormir ahora, abuela, luego comeré.

Comprensiva ella asiente mientras se acerca para darme un abrazo,


me siento culpable por decirle mentiras.

—¿Cómo estás, nana? —Le pregunto manteniendo el tono de mi


voz neutro. Ella se encoge de hombros—. Es difícil, pero estaremos
bien, ¿de acuerdo? Llámame si necesitas algo.

Mentiras tras mentiras salen de mi boca. Diciéndole palabras que


odio escuchar, intentando creérmelas yo misma.

—Te llamaré luego para que comas, duerme.


Asiento acomodándome en la cama nuevamente, "Descansa, Rach"
La escucho decir antes de abandonar la habitación. Cubriéndome el
rostro con las manos sollozo. "¿Qué se supone que deba hacer?
¿Seguir mi vida sin ti, extraña?" Cuestiono entre un mar de lágrimas.
"Conozco tu respuesta, mamá, pero ojalá fuese tan fácil como
parece"
Buscando debajo de mi almohada, tomo un nuevo calmante y lo
meto en mi boca, aunque es desagradable ingerirlo de aquella
manera, no todo es malo. Me ayudará a alejarme de esta mierda.
21. El Adiós

Primer mes: Negación.

Enero 07

Los días no son buenos, las noches parecen infinitas, los minutos se
transforman en horas y sigo esperando que aquellos sueños donde
ella aparece, no terminen convirtiéndose en una nueva pesadilla, de
la que siempre pido a gritos despertar.

—Mañana —susurro abrazada a mi almohada—. Mañana será


diferente. Abriré mis ojos y tú estarás aquí.

Repito en mi mente, haciendo de la esperanza mi hogar. Las


pastillas bajo la almohada siguen siendo la mejor opción de calma,
por lo que no dudo en ingerir una y acurrucarme nuevamente entre
mis sabanas.

Segundo mes: Amor propio bajo cero

Febrero 07
"Otro día se ha ido
Aún estoy solo
¿Cómo pudo pasar esto?
Tú no estás aquí conmigo.
Nunca dijiste adiós
Que alguien me diga por qué te tuviste que ir
Y dejar mi mundo tan frío"

La voz melodiosa de Michael Jackson resuena en la habitación y mi


mente traduce al español cada frase de su canción; You are not
alone.

"Algo susurra en mi oído y dice


"No estás sola
Porque yo estoy aquí contigo"

Suspiro apagando la pequeña radio, esta vez no tengo valor de


escuchar la canción completa. No hoy, que se cumple otro mes de
su partida.

Pese a que los calmantes han sido sustituidos por medicamentos


contra el insomnio, y estos me ayudan por horas a conciliar el
sueño, alejándome del infierno en el que vivo, todo es peor cuando
despierto; La misma pesadilla de siempre. En un pueblo
desconocido, sin mamá.

Quedarme en el lugar en el que ella nació y ha sido sepultada, al


principio fue una decisión difícil, pero debía hacerlo. Desde el
instante que nos enteramos sobre la propiedad en venta cerca del
cementerio, supe lo que debía hacer. Vender su coche y comprar la
casa. Aunque estar aquí no regresaría a mi madre conmigo, al
menos me ayudaba a no derrumbarme por completo... A mantener
la promesa de estar con mi abuela.

—Rach, iré a la iglesia, ¿vienes? —la voz de mi nana frena mis


pensamientos. Ella entra a la pequeña habitación e inmediatamente
niego—. Cariño, llevas dos meses encerrada entre cuatro paredes,
debes salir...
—Estoy bien —repito la misma mentira de siempre,
interrumpiéndola—. No tienes de que preocuparte.

—¿Y si llamamos a Amy o quizás a ese muchacho del que Karla me


habló maravillas? ¿Como es que se llama?

—Mark —pronunciar su nombre me duele, como nunca antes lo


había hecho. Lo necesito, tanto que me lastima. Pero es mejor así,
no puedo depender de la presencia de una persona en mi vida, no
otra vez—. Abuela, ya te lo dije no quiero ver a nadie. Y me
prometiste que no hablaríamos más sobre esto.

—Pero...

—Que te vaya bien en la iglesia, nana —termino el tema, dándole la


espalda y acurrucándome entre las sábanas. Antes de marcharse la
escucho suspirar—. Los extraño tanto... Siento haberlos dejado de
esta manera, pero no puedo hacerlo.

Lo único que merezco es esto, esta vida sumergida en la


soledad y dolor... No a ellos que son personas maravillosas,
llenos de luz... Una luz que seguramente estando a mi lado se
apagará. Como todo a mi alrededor.

Tomando la pequeña pastilla que se encuentra debajo mi almohada


y la ingiero, prometiéndome como el día anterior que sería la última.
Solo necesito escapar de la realidad, una vez más.

Tercer mes: Ira.

O falsa aceptación
Marzo 07

Diferente etapa una misma pesadilla. Tres estúpidos meses. La


miseria y el auto desprecio terminan por consumirme. Intento
reprimir el odio que me tengo, pero cada vez es más difícil ocultarlo.

—Espero te guste —apenas mi abuela llega de la iglesia decido


colocar un plato lleno de pasta en su lugar de la mesa, ella sonríe
agradecida. Sus ojos están rojos e hinchados como cada séptimo
día del mes.

—¿Tú ya comiste, cielo? —Pregunta y asiento con la cabeza—.


¿Segura? Rach, mira lo delgada que estás, el estilo de vida que
llevas no es...

—Sobrevivo, abuela —con el mal humor instalándose en mis


venas, le respondo.

—La vida no se trata de eso, hija —ella empieza con su típico


discurso sobre la jodida vida—. Y tú no estás bien. Nadie puede
estar bien despreciándose a sí misma.

—Nana —respiro hondo—. Estoy bien, lo he aceptado. Ella se fue


y no volverá. Ya está. De eso realmente se trata esta estúpida vida.

—Cariño... Regresemos a la ciudad, o al menos llama a Mark o


Amy, te hará bien—sugiere, yo bufo.

Verlos, llamarlos, ¿Para qué? En algún momento también tendré


que despedirme de ellos. Es parte de esta mierda, ¿no? ¿Entonces,
por qué debería esmerarme en mantener a otros en mi vida? ¿Qué
necesidad tienen las personas de engañarse con los "para
siempre"? No existen, son una farsa y creer en ellos solo terminan
arruinándote.

—Iré a mi habitación —sin ánimos de continuar, le informo.


—Rach, te aíslas del mundo ¿Por qué? ¿Por qué estás castigándote
de esta manera? —Ella gruñe y una pizca de nostalgia se evidencia
en su voz. Solo tengo una respuesta a su pregunta; Porque lo
merezco—. Intento cuidarte, pero luchar por tu vida contra ti, es
difícil.

—Estoy perfectamente. ¿No lo ves? —puntualizo cada palabra.

—Iré al cementerio, ¿Vienes? —Pregunta y yo niego, no quiero.


¿Visitar su tumba cambiaría las cosas? Por supuesto que no. Es
absurdo—. Entiendo amor, prométeme que estarás bien.

—Lo estaré.

—Te quiero —dice levantándose para darme un abrazo.

Por un milisegundo mi cuerpo se encuentra rígido, pero poco a poco


se relaja, siento una lágrima rodar por mis mejillas por primera vez,
después de todo este mes doloroso oculto bajo las sombras de la
rabia y el resentimiento.

En ese instante deseo ser como Dory —río con amargura, al


recordarlo—. Como él, Mark...

—Nana —susurro abrazándola unos segundos más, hay tantas


cosas que quiero decirle, pero simplemente no puedo. Soy una
cobarde—. Cuídate.

Le digo, alejándome para regresar a mi habitación. En este


momento no deseo evitar el dolor, quiero sentirlo y resulta extraño
pensar que lo que antes llamaba felicidad, ahora encaja más con lo
que necesito, dolor.

Buscando entre los cajones, enciendo el móvil desde que llegué del
entierro de mi madre ha estado apagado, tengo cientos de mensajes
de Mark, Amy, Steven e incluso de Jackson. Sin embargo, los
mensajes insistentes de Mark son los únicos que se mantuvieron
hasta el mes pasado. Lastimándome, leo... Los Diez primeros son
preguntas sobre si estoy bien o qué ha pasado. Los siguientes
culpas:

"¿He hecho algo mal? Por favor, habla conmigo, lo


solucionaremos juntos, por favor"

No mi amor, tú no eres el culpable. Soy yo, una cobarde y egoísta


que ni siquiera pudo explicar los motivos por los que he decidido
desaparecer. Vivo en un infierno, una pesadilla que no deja de
repetirse y temo porque jamás pueda salir de aquí, tengo miedo de
arrastrarte a este infierno conmigo y tú no lo mereces, tú eres una
buena persona —susurro estrechando el móvil en mi pecho.

"Rachel, ¡RESPONDE! Solo dime si estás bien. Solo eso,


prometí que siempre estaría para ti, y lo hago. Siempre estaré
para ti. Te amo."

Me tenso al observar sus siguientes mensajes y los de mi mejor


amiga, ya no puedo seguir leyendo, sus palabras me hieren. Ellos
me duelen.

Quisiera llamarlos, me gustaría estar junto a Mark y que él me


asegure que este infierno acabará... Pero no puedo, no debo, el solo
hará lo que todos hacen, prometer y no cumplir, como mi madre, él
solo hará que lo ame, lo ame cada día más y al final me dejará.
Como todos, como ella.

Cuarto mes: Resignación.

Abril 07
Cuatro meses atrás tocaba el cielo junto a los que amo y hoy me
encuentro sola, tocando fondo.

Intentar dejar las pastillas para el insomnio, solo han significado una
cosa: Despertar y estarlo siempre. Una semana difícil, durmiendo
una hora o a veces media hora por día. Pero debo hacerlo. Los
ahorros que quedaron con la venta del coche se acabaron y el
trabajo que he conseguido, necesito mantenerlo.

Levantándome de la cama, busco el uniforme de mesera el cual


odio —podría pasar perfectamente como una mesera de película
porno—. Demasiado corto y estrecho para mi gusto..

Cómo ha pasado las últimas tres semanas, tomó el móvil entre mis
manos, observando su número que ahora lo sé de memoria. He
deseado llamarlo, cada día con más necesidad, pero ¿qué se
supone que le diré? "Hola, hoy desperté aceptando que he sido
estúpida, me dejé cegar por el dolor de la muerte inesperada de mi
madre. Resulta que también he aceptado que necesito volver a tu
vida" Que egoísta de mi parte. La vida no se detuvo conmigo, han
pasado cuatro meses y continúo preguntándome ¿Aún encajaré en
sus vidas? Probablemente no. El miedo nuevamente me gana por lo
que regreso el móvil al inicio de la pantalla.

Antes de salir, me miro por el espejo recogiendo mi cabello en una


coleta, veo el reflejo de la mujer delgada que me mira forzada a
sonreír.

— Abuela, ya me voy —grito al cruzar la puerta de la pequeña casa


en la que ahora vivo.

— Ve con cuidado cielo —la escucho decir desde su habitación.

Sonrío agradecida por la paciencia que ha tenido conmigo, sin ella a


su lado no hubiese conseguido salir del hueco en el que estaba.
Aunque jamás le hablé de los medicamentos que tomaba, estoy
segura que lo intuía, se negaba dejarme sola y ahora lo agradezco.
He sido inmadura, egoísta y cobarde. Pensar que mi madre me
había abandonado era más fácil que aceptar el hecho de no volver a
verla.
Hoy lo entiendo... Entiendo que no ha sido su elección y aunque
recordarla aún duele, es lo único que me queda. Deseo algún día
pensar en ella y ser feliz memorando nuestro tiempo juntas.

Secando las lágrimas que salen sin permiso de mi rostro, avanzo


por la calle, me detengo un momento en el cementerio, como lo he
hecho las últimas semanas antes de ir al trabajo.

— Hola, mami —digo llegando a su tumba—. Te extraño, ¿Sabes?


Necesito hablarte y que tu puedas responderme... Te necesito.

Me arrodillo para poder limpiar los pequeños pétalos que están


cayendo alrededor de la lápida. Trato de respirar para dejar de llorar,
no quiero que mis ojos estén hinchados, mi jefe ha sido claro con el
hecho de mi aspecto en el trabajo.

—Continúo sintiéndome vacía —hablo, como si me escuchara—.


Aunque ya no estás, te pido perdón por haberte decepcionado. Sigo
pensando las veces en las que mientras yo sonreía imaginando un
mundo perfecto, tú sufrías y aún es difícil.

Callo. Las lágrimas ruedan unas tras otras. "Cálmate Rachel. Te


despedirán y necesitamos el dinero" Repito, respirando profundo. Mi
móvil empieza a sonar y por un momento imagino que es él,
escuchar su voz sería maravilloso. Pero lamentablemente al ver la
pantalla compruebo que es mi jefe.

— Señor —digo con nerviosismo.

— Rachel, ¿qué pasa que no vienes? —Me contesta molesto.

— Estoy saliendo para allá, perdone, es que he venido —hago una


pausa, ni si quiera le importa—. He tenido que hacer algo
importante. Por favor en quince minutos llego.
— En diez minutos te quiero aquí —ordena y antes de poder decir
algo ya ha colgado.

Entorno los ojos, mi jefe suele ser un idiota, aunque hay días en los
que su mal humor es aún peor y por lo visto, hoy es de esos días en
lo que ni siquiera soportaría que un empleado lo mire a la cara.

"Te amo, extraña. Volveré luego" Digo poniéndome de pie,


marchándome de ahí, dejando la otra mitad de mi corazón en aquel
lugar.

— A Marktel House, por favor —digo al taxista sonriendo, como


todos los días al decir el nombre del lugar en el que trabajo, otra de
las razones por las que escogí trabajar allí. Me hace recordar a él,
mi amor...

Me las ingenio para entrar por la puerta trasera, mi jefe apenas


me ve, no duda en asesinarme con la mirada.

—He llegado en nueve minutos —informo dejando mis pertenencias


en su lugar.

—Y hemos abierto hace quince minutos —gruñe mal humorado—.


Ve a dejar este pedido, a la mesa cinco y toma la orden de la diez.

Hago lo que me dice, llevo el gran combo de papas con


hamburguesas al grupo de chicas de la mesa cinco.

—Hola. Aquí tienen —dejo el pedido en su lugar y me dirijo hacia la


mesa diez donde está un hombre con una gorra roja de los Lakers
en su cabeza, la contextura de su cuerpo me es familiar—. Buen día
señor, disculpe, en este lugar no se permiten gorras.

El hombre continúa con su cabeza agachada, ignorando mi


comentario sobre su accesorio en la cabeza. «Por favor, puede
quitarse la gorra» Le repito y lo escucho emitir una pequeña risilla.
—Bueno, si me lo dicen ese par de piernas, encantado de obedecer
—menciona e inmediatamente se quita la gorra para mirarme.

Se produce un minuto de silencio por el inesperado encuentro con


aquel hombre.

— Jackson —digo sorprendida, ¿pero qué hace aquí?

—Hola, amor —una sonrisa irónica se dibuja en su rostro—. Cuánto


tiempo.

—No es posible —niego, dando un paso hacia adelante, dispuesta a


marcharme, pero Jackson toma mi muñeca, impidiéndolo.

—Lamento lo de tu madre —dice de repente y mi cuerpo se tensa—.


Aunque no lo creas, la quise.

—¿Cómo es que...?

—Me preguntaba ¿Cómo es que Rachel ha dejado a su estúpido


príncipe azul? —él me interrumpe—. Y si hay algo más que pueda
competir con la maldita obsesión que tenías con ese imbécil, es el
amor que le tenías a tu madre.

—No la menciones —murmuro, soltándome de su agarre—. No los


menciones. Y por favor, vete, debo seguir trabajando.

—Entiendo que quisiste esconderte, aunque me pregunto


¿realmente te escondías de todos? —él sonríe—. Quizás querías
que yo viniera por ti, mi amor.

Deduce y niego, alarmada por su enferma conclusión.

—Rachel, ¿ya tomaste la orden? —mi jefe llega hasta nosotros y


murmura entre dientes.

—Siento distraer a su empleada, señor —Jackson llama la atención


de mi jefe levantándose del asiento—. Pero le estaba comentando a
mi amiga lo interesado que está mi padre, en su restaurante.
—¿Si? —ganándose la sonrisa del día de mi jefe Jackson logra
simpatizar con él, aún más cuando mi ex saca de su bolsillo una
tarjeta de presentación, seguramente de la empresa de su padre.
Entorno los ojos—. Por supuesto. ¿Quiere algo de beber? Venga,
vamos a un lugar más privado.

—Claro —sonríe Jackson—, pero antes quisiera hablar con Rachel,


hace mucho no nos veíamos. No sé si sea posi...

—¡Por supuesto! —animado mi jefe lo interrumpe.

—No —contradigo ganándome su mirada asesina.

—Rach, no seas mal educada con tu amigo, atiéndelo bien —


ordena con disfraz de dulzura mi jefe y siento arcadas, tanto por su
petición como su falsa empatía.

Sin más cuestionamientos se aleja.

—No tengo nada que hablar contigo, Jackson —repito y él sonríe.

—Ocean Bell, es el pueblo en el que mi madre nació, ella ama ese


lugar, Jack deberías conocerlo, es maravilloso —Jackson repite las
palabras que alguna vez le dije—. Después de varios meses lo
deduje. Aquí estarías. No me equivoqué. Tú me lo dijiste y aquí
estoy, como querías.

—Estás loco —frunzo el ceño al pensar que él realmente piensa que


yo estaba aquí esperándolo —. Las cosas no son así.

—Lo son Rachel —él se acerca, acorralándome—. Y aunque admito


que este pueblo es horrible, lo acepto. Estoy dispuesto a quedarme
contigo.

—Basta, no me toques —frustrada lo alejo, pero a Jackson no


parecen importarle mis palabras o las personas que nos miran. Él
vuelve a acercarse, esta vez me toma de la cintura. Retrocedo y al
ver que nadie hace nada por advertirle que no se acerque, elevo mi
mano dándole una cachetada—. Te dije que no me tocaras.

—Rache ¿te volviste loca? —pregunta mi jefe, acercándose


nuevamente junto con otras compañeras de trabajo—. Pide
disculpas a tu amigo.

—Él no es mi amigo —me niego.

— Pues estás despedida —abro la boca por la sorpresa.


Maravilloso, Jackson siempre tratando de arruinarme.

— Pero por favor —hablo y él me corta.

— Nada, vete ahora.

Dice cabreado mi jefe y Jackson ríe, haciendo mohín con su boca.


Sin estar dispuesta a seguir en aquel sitio decido regresar al área de
empleados y tomar mis pertenencias. Dando zancadas salgo por la
puerta trasera.

—Sin trabajo, sin tu amor, amiga, familia —apenas abandono el


lugar, Jackson está esperándome, sus palabras son irónicas,
buscando herirme, recordándome lo obvio—. No tienes nada, Rach.
Solo a mí.

—Desaparece —pido intentando salir del callejón lo más pronto


posible.

—Eso no será posible —escuchó sus pasos detrás de mí—. Ya deja


de hacerte del rogar, ambos sabemos que me quieres aquí.

Detengo el paso, girando hacia él.

—Si hay alguien a quien espero ver aquí, es a Mark, no a ti —


aclaro.

—No otra vez —grita Jackson tomándome del brazo, su fuerza me


asusta. Él me maneja a su antojo, llevando mi cuerpo hasta la
pared, pegándome a ella—. No vuelvas a despreciarme, por ese
tipo.

—Suéltame —chillo, doblado mi cuerpo por el dolor—. ¡Ayuda!

Grito, pero el lugar está vacío.

—Te escondiste en un pueblo del que solo me hablaste a mí.


Porque de habérselos mencionado Amy o el imbécil de Mark
estuviesen aquí. Es obvio que tú deseabas que yo viniera y ahora
no me vas a decir que lo quieres a él —insiste sosteniéndome con
más fuerza. Sus ojos me miran con rabia, vuelvo a forcejear con él,
pero solo logro que me sostenga con su otra mano—. Rach, Rach,
tú provocas que me enoje y te lastime.

Pega su cuerpo al mío, haciéndome sentir asqueada de su cercanía.


Sus manos van hasta mi cabeza mientras desliza los dedos en mi
cabello, sosteniéndome con fuerza. Me obliga a acercar mi boca a la
suya. Aprieto los labios, negándome a besarlo.

—No —sollozo y el ríe alejándose.

—Está bien, te dejaré en paz —informa y no soy capaz de creer en


sus palabras—. Quizás sola unos mesecitos más y al fin
comprenderás que soy lo único que tienes. Volveré pronto.

No creo en sus palabras, pero al menos me alivia verlo alejarse. El


corazón me late frenético, termino por cruzar el callejón que da
hacia la calle y tomo el primer taxi que pasa.

Las manos aún me tiemblan cuando llego a casa.

—Es aquí —digo al taxista, entregándole su dinero. Él asiente


deteniéndose. Extraña me bajo de coche al ver a un hombre
merodear por la puerta de la casa—. ¿Quién es usted?

—Estoy buscando a la señorita Rachel Lombardo —informa él.


Frunzo el ceño indicándole mi nombre—. Esto es para usted.
Me entrega un sobre amarillo, junto con un papel de recibido que
debo firmar. Extrañada, reviso primero los papeles del sobre y mi
respiración se detiene al leer las primeras líneas del papel.

«Citación a lectura de testamento y herencia de Karla Lombardo


Evans. Abril veintisiete, del presente año. Lugar de presentación;
Harvet Bufete»
22. ¿Mi dulce chico?
Abril veintiséis: Aceptación.

Hoy no quiero hacerme la fuerte, hoy quiero llorar hasta sentir que
no me quedan lágrimas, disfrutar de esta cita pesimista conmigo,
con la mujer que apenas reconozco e intentado evitar pastillas tras
pastillas.

Haciendo mi maleta sin prácticamente doblar ninguna prenda, dejo


las lágrimas rodar por mis mejillas libremente, recordando las
palabras de mamá en mis sueños.

"—Tienes que seguir con tu vida, hija —dijo la voz dulce de mi


madre. Negué.

—¿Cómo continuar? Ya no te tengo y tú eras mi vida —insistí.

—Pero te tienes a ti, mi amor, y esa es una razón suficiente para


seguir adelante —ella habló rodeándome con sus brazos, cerré los
ojos disfrutando, se sentía tan real"

Ya no quiero ver el tren pasar y quedarme sola en el andén. Aunque


la decisión de volver a la ciudad y a casa me asusta, necesito
hacerlo.

Como cada día, temo enfrentarme a esta nueva vida, una en la que
ya no está mi madre y tampoco Mark o Amy... He intentado retrasar
mi regreso, pero el momento ha llegado.

—Rach, el taxi está aquí —mi abuela informa entrando a la


habitación. Ella luce animada y eso me hace feliz—. Es hora.

Menciona representando tantos significados en aquellas dos ultimas


palabras. No duda en acercarse y sentarse a mi lado para
abrazarme.
—Estoy bien —asiento con mi cabeza repetidas veces—. Solo...
Tengo miedo, nana. Miedo de regresar a casa y no ser capaz de
acostumbrarme a no verla ahí, donde siempre estuvimos la una para
la otra. De estar en una ciudad donde creí tenerlo todo y ahora
parece que no me queda nada.

—Mi niña... Tienes a Mark, a Amy, a mí, incluso al gemelo del que
estas semanas me has estado hablando —ella musita una risa,
esforzándose por recordar su nombre—. Steven... Si tuviese unos
cuántos años menos, se lo quitaría a Amy.

Bromea ella, sonrío incapaz de imaginar la escena.

—Gracias, nana —sollozo estrechándola en mis brazos—. Por estar


junto a mí.

—De nada, cielo —levantándose de la cama, ella me ayuda a cerrar


mi maleta y juntas salimos de la habitación.

El taxista que nos espera afuera de la casa, nos ayuda con el


equipaje y le agradezco, sigo sintiéndome débil, los pocos minutos
que he dormido durante este último mes me pasan factura cada día.
Pero sigo intentándolo, aunque dormir sin tomar medicación ha sido
imposible.

A unas cuadras, puedo observar el camino que dirige al cementerio


del pueblo, suspiro pensando en lo doloroso que es tener que
despedirme nuevamente de ella.

—Siempre la llevaremos en nuestros corazones —menciona mi


abuela al salir de casa y seguir la dirección de mi mirada—. A donde
quiera que vayamos.

Ella solloza y la abrazo. No paro de preguntarme si algún día dejará


de doler.
Reprimiendo mis ganas por renunciar a todo los planes y quedarme,
decido entrar al coche en compañía de mi abuela. Cuando el taxista
se pone en marcha y avanzamos por la calle del cementerio una
nueva lágrima recorre mi mejilla.

«Querida extraña, perdóname, perdóname si alguna vez hice algo


que no te gustara, si actué de manera incorrecta. Siento no haber
entendido tu muerte y por no ser fuerte como tú lo eras. Te amo —el
nudo de mi garganta hace que mi corazón duela mucho más—.
Karla Lombardo, gracias por ser la mejor madre, gracias por esto.
Porque incluso en tu ausencia estoy sintiendo tu apoyo, no entiendo
cómo es posible que aquella lectura de testamento lleve escrita el
apellido del hombre que amo, pero este es tu llamado de atención
para mí, lo sé" Medito en mi mente, mientras poco a poco nos
alejamos del lugar, en mi pecho se forma una herida incurable que
sangra cada segundo con más intensidad.

Durante las próximas horas de viaje pienso en cómo ha sido posible


que el abogado que mi madre ha elegido, trabaje en el bufete de
Steven.
¿Sabrá mi cuñado algo al respecto? ¿Lo sabrán Mark o Amy?
Preguntas tras otras llenan mi cabeza y empiezo a sentirme
colapsada. ¿Qué haré o diré cuando los vea? ¿Explicarles que el
dolor y la cobardía me mantuvieron lejos de las personas que amo
será suficiente?

Lo que resta del camino a casa me mantengo imaginando


escenarios donde Mark siempre está a mi lado, sin embargo, no
dudo en lo complicado que será nuestro reencuentro, pero guardo
una esperanza firme de que hablaremos y él escuchará mis
razones. Nos hemos enfrentado a una sociedad llena de reglas y
prejuicios, nuestro amor ha sido fuerte desde el primer momento,
podremos con esto. Quizás sea egoísta de mi parte pensar que el
tiempo se detuvo conmigo, que dentro de él nada cambiado y sigue
siendo Mark... Mi Mark.

Al llegar a la ciudad, detengo mis pensamientos, porque empiezo a


creer que enloqueceré, recrear en mi cabeza los momentos con
mamá, mi mejor amiga y Mark, duelen. Los ataques de ansiedad
anuncian con volver, la presión en el pecho es insoportable y
respirar me cuesta cada vez más.

—Iré por materiales de limpieza, cielo —mi abuela rompe con el


silencio que se ha formado apenas entramos a la casa polvosa y
abandonada que solía llamar hogar.

Cuando mi nana vuelve al salón me doy cuenta de que este es su


intento por mantenerse alejada de sus pensamientos, porque es lo
que pasa conmigo. Limpiar la casa me ayuda a relajarme y sin duda,
mejora mi apetito, o bueno, al menos está presente a diferencia de
los días anteriores.

—Cariño, deberíamos descansar, tú cita con el abogado será en la


mañana —aconseja mi nana mientras terminamos nuestra ligera
cena.

—¿Puedes dormir conmigo? —Le pregunto avergonzada por


molestarla, pero me cansé de mentirme, no estaré bien en aquella
cama, despertando con el anhelo de que todo sea como antes.

—Por supuesto que sí, Rach —acepta, dibujando en su rostro una


sonrisa acogedora—. Me ducharé e iré a tu habitación. ¿De
acuerdo?

—Gracias, nana —me acerco y la abrazo, tengo tanto que


agradecerle—. Te amo.

Ella solloza, abrazándome con más fuerza. Conoce perfectamente


mis pensamientos sobre el amor durante estos meses; «Nadie
puede amar a otros si no se ama a si mismo»

—Te amo, hija —responde con su voz entrecortada.

Y antes de que la nostalgia termine llenando el lugar decide ir a la


habitación que era de mamá para ducharse, hago lo mismo que ella.
El baño que tomo, el agua caliente que recorre cada músculo de mi
cuerpo, me relaja. Los pensamientos se mantienen en blanco hasta
que salgo de la ducha y busco ropa entre mi armario. Ver la camisa
gris que alguna vez hurté a Mark, me llena de recuerdos.

"— ¿Qué? —Pregunté entre risas ante el gesto sorprendido de mi


novio al verme con su camisa.

— Señorita Lombardo, usted ha hurtado algo.

Acusó Mark con coquetería.

—Puede que haya tomado sin permiso su camisa, señor Harvet.

Dije inocente mientras él, apoyado en el marco de la puerta de su


habitación, recorría con la mirada mis piernas descubiertas.

—No solo has robado mi corazón, Rachel —se acercó a mí y colocó


sus manos en cada lado de mis caderas, lentamente empezó a
acariciarme—. Me encanta verte con mi camisa pero —continuó
recorriendo mi cuerpo por debajo de la tela—, me gustas más sin
ella.

Sus largos dedos me acarician, siguiendo las curvas de mi cuerpo


como si deseara esculpirlo. Detiene sus movimientos en mis pechos
que enseguida se excitan ante su tacto, me acaricia por encima de
la tela, gimo disfrutando de sus manos hábiles. Me lleva al abismo y
él lo nota, porque con una sonrisa llena de confianza decide parar,
torturándome. Pronto me quita su camisa por encima de la cabeza
«Eres preciosa, Rachel, cada parte de tu cuerpo me fascina» Habló
con la voz ronca y temblé ante su tono.

— Mark —gemí al sentir la boca de mi novio trazar un camino de


besos desde mi cuello hasta mis caderas. Su cuerpo descendía a la
par de sus movimientos. La respiración se me detuvo al verlo
arrodillarse, sus labios recorrieron mis muslos con dedicación, cada
caricia me hacía desear más de él. Otro gemido escapó de mi
garganta al sentirlo juguetear con mis bragas y dejar pequeños
besos sobre la tela.
Sus manos separaron mis piernas, deslizando las bragas por mis
muslos hasta quitármelas, el calor inundó el centro de mi deseo y mi
excitación aumentó tanto que no hice más que emitir súplicas,
anhelando sus atenciones.

Me sentí húmeda al segundo de sentirlo. Disfrutando sus caricias


tan hábiles que desataban tortura, besó cada una de mis piernas,
tomó uno de mis pies obligándome a alzarlo por encima de sus
hombros.

— Siempre lista para mí, amor —verlo acercar su boca a mí, me


provocó una calidez altamente erótica"

— Rachel, cielo.

El llamado de mi abuela interrumpe mis pensamientos, me observo


por el espejo y puedo ver lo rojas que están mis mejillas, respiro, el
pensamiento de Mark ha hecho que una oleada de placer sucumba
mi cuerpo.

— ¿Sí? —Contesto recuperándome de aquel grato recuerdo.

—¿Puedo pasar?

Nerviosa e incómoda termino de vestirme y colocarme la camisa de


Mark. En ese instante le informo a mi abuela que puede seguir.

—¿Eso es una camisa? —Pregunta mi abuela apenas me ve.


Asiento sonriente.

— Sí, nana. Es de Mark.

— Mira lo flaca que estás, muchacha eso te queda tan grande.

Rio.

—Mark es musculoso —aclaro para que no se altere, aunque es en


vano, ella continúa hablando sobre lo delgada que ahora estoy—. El
nuevo corte de cabello que tengo, me hace ver mas delgada.

Le recuerdo, ella niega. Probablemente tenga razón y mi cabello


hasta los hombros no tenga que ver con mi actual peso. Evadiendo
el tema, empiezo a hablar sobre lo ansiosa que estoy por el día de
mañana.

—¿Te reunirás con el abogado o primero irás con Mark? —Ella


pregunta.

—Aunque me encantaría ir con Mark, debo asegurarme que sigue


en el departamento, quizás Steven pueda darme alguna pista —
comento no muy segura—. Así que primero iré al bufete a reunirme
con el señor Muller.

Él cambió de número —o eso parece. Desde la ultimas semanas he


marcado a su móvil, pero todo el tiempo sale apagado—. También
existe la posibilidad que cambiara de domicilio... Ha pasado tanto
tiempo que ni siquiera sé qué creer.

—Todo irá bien, Rach —asegura mi abuela.

—¿Y si yo ya no encajo en su vida? —reflexiono de repente.

—Ese Mark del que tú y Karla me hablaron, no te dejaría fuera de su


vida — ella intenta darme ánimos—. Por cierto, espero conocerlo
pronto.

—Ojalá así sea, nana —menciono esperanzada—. Ojalá.

Invito a la abuela a acomodarse en la cama, mientras yo regreso al


salón por mi equipaje, aunque he intentado luchar contra el
insomnio, hoy no puedo hacerlo. Necesito dormir, realmente lo
necesito. Tomando una pastilla la llevo a mi boca, deseando que los
efectos no tarden en aparecer.
Los rayos del sol naciente se filtran por los extremos de la ventana
de mi habitación, la luz matinal anuncia un día diferente. Animada,
me levanto de la cama sin querer despertar a mi abuela. En silencio
tomo una ducha, deseando que el tiempo pase rápido para poder
ver a Mark.

Eligiendo un vestido negro suelto, me arreglo con rapidez, ni


siquiera lucho con mi cabello castaño que ahora es más rebelde,
insistiendo por mantener los mechones castaños cerca de mi rostro.

Poner un pie fuera de casa anuncia una pronta realidad, el momento


ha llegado. Lo veré y mi corazón late con fuerza. Por un momento
pienso en suspender mi cita con el señor Muller e ir directamente al
departamento de Mark, pero las dudas vuelven a atemorizarme.
¿Qué tanto ha cambiado todo? Y no solo pienso en su número
telefónico o domicilio, también en su corazón...

Es egoísta de mi parte desear que me quiera en su vida, cuando he


sido yo la que se ha marchado así, de repente, pero lo amo y leer el
último mensaje que envió me da esperanzas.

MH. 🐹💜.

"Te amo tanto, no podrías imaginar cuanto. Te esperaré y esperaría


cada segundo de mi vida.

Tuyo siempre,

Mark Harvet"

«No dudes ahora, Rachel» Me repito una y otra vez, intentando


alejar los nervios que me acechan. Tomando el primer taxi que pasa,
le indico la dirección del bufete y una sonrisa nostálgica brota de mí
al reconocer lo mucho que he extrañado a mi amigo, mi compañero
de locuras. ¿Habrá logrado conquistar el corazón de Am? ¡Dios!
Han pasado casi cinco meses, ¿qué he hecho?
El miedo vuelve a ser mi única compañía, las piernas empiezan a
temblarme y mi estado no mejora cuando llego al bufete
aproximadamente a las nueve de la mañana. No hay nadie en
recepción, por lo que decido entrar al ascensor y presionar el
segundo piso del edificio, esperando encontrar a alguien que pueda
guiarme.

—Buenos días, ¿puedo ayudarle en algo?

Una de las secretarias me recibe sonriente, me pone de nervios


su gran sonrisa. ¿No le dolerá la dentadura?

Ahora entiendo a mi jefe y su dilema "Siempre sonriente"

— Hola. Vengo a ver al señor Müller.

— ¿Señorita Lombardo? —Asiento confirmando mi apellido—.


Oficina 365.

—Gracias —respondo en un hilo de voz—. Por cierto, ¿sabe cuál es


la oficina del abogado Har...?

—Señor, buen día —saluda la mujer, interrumpiendo mi pregunta.


Ella agita su mano, mirando a la persona que está detrás de mí.
Inmediatamente giro al escuchar que le devuelve el saludo.

— ¿Rachel? —Steven. Su ceño está fruncido como si hubiese visto


un fantasma— ¿Qué haces aquí?

— Hola —digo, su rostro se vuelve pálido, rápidamente mira hasta la


puerta y yo imito su acción.

— ¿Rachel? —Mi corazón deja de latir al reconocer esa voz. Mark,


He deseado verlo desde que desperté, encontrarlo aquí me deja sin
aliento, nerviosa pero sonriente me giro hacia él. Mi sonrisa se borra
al ver sus facciones tan frías como su tono—. ¿Qué diablos haces
aquí?
Su actitud me toma por sorpresa, es lo que menos había
imaginado... Tampoco esperaba una bienvenida con bombos y
platillos, sin embargo, ansiaba ver a mi chico dulce, no a aquellos
ojos verdes llenos de desprecio hacia mí.

Flaqueo ante la dureza con la que me mira, como si fuese una


completa desconocida. Lo sé, me lo merezco. Lo abandoné sin darle
motivos.
Me odia, puedo sentirlo.

— Mark, deja que te explique.

— No tiene nada que explicarme, señorita Lombardo —habla


indiferente—. Desaparece, como sabes hacerlo.

Sus ojos están rojos parecen estallar en llamas por la furia, me


da una sonrisa que hace que mis adentros se anuden, hay hostilidad
en la forma en que sus labios dibujan su gesto. Da media vuelta
dispuesto a irse y con astucia logro abrazarme a su espalda, el
cuerpo de Mark se tensa, quedándose inmóvil.

— No, espera, por favor —ruego—. Yo te...

— Ya está Rachel —Steven me toma de los brazos y me aleja de


Mark—. No lo intentes créeme, no le hieras más, no te hieras
intentando, lo que sea que piensas hacer, ya es tarde.

Me susurra aquel chico que era mi cómplice, ahora me acusa de


herir a su hermano. ¡No! Nunca he querido hacerlo.

¿Qué has hecho Rachel? Durante estos meses no solo perdiste a tu


madre o a ti, también a Mark... A Steven. Me reprocha la voz en mi
cabeza.

—Mark, perderemos la reservación —entra una mujer acariciando


su brazo. ¡Qué se aleje! Analizo expectante a la intrusa, la he visto
en algún lado. ¿Pero dónde?
— Samantha, ¿Podrías acompañarme a mi oficina? Amy necesitaba
comentarles algo antes de que se marcharan —la sonora voz de
Steven destruye el tenso silencio que se ha formado.

¿Samantha?
Los celos y el dolor me atenazan. Por supuesto, la ex, miro herida a
Mark quien no quita su mirada de asco sobre mí.

— ¿Amy está aquí? —Decido preguntar por mi mejor amiga.

— ¿Conoces a Amy? Ella es un amor —¡UN AMOR! ¿Incluso me ha


robado a mi mejor amiga? Niego con la cabeza, no puedo permitir
que celos enfermizos me acechen.

Puede que ellos ni siquiera sean nada...

— Vamos, Samantha —insiste Steven.

— Ya vuelvo — Le informa a Mark quien asiente sonriente con sus


ojos fijos en mí, la abraza por la cintura y besa su mejilla.

— Espero por ti, cariño —le dice con voz dulce y profunda, cierro
mis ojos al oír las palabras dolorosamente familiar.

Cierro mis ojos con la esperanza de despertar de esta nueva


pesadilla, la presión de mi gesto hace que mis lágrimas rueden con
más ímpetu por mis mejillas. ¿Ellos están saliendo? ¿Mark intenta
ponerme celosa? Abro rápidamente los ojos. Implorando que sea lo
segundo.

— ¿Quieres darme celos con ella, tú ex? —Demando apenas


Samantha se va con Steven. Mark ríe con amargura

— ¿Te crees tan importante para mí? Tal vez antes lo eras, pero
ahora —vuelve a reír de la misma manera—. Ya no existes.

Lo observo dolida, sus palabras me hieren.


Miro al suelo en mi afán de contener las lágrimas. ¿Es real esto?
¿Estoy frente a Mark... Mi Mark? El hombre que observo tiene sus
ojos, boca, cabello, pero es diferente... Está dispuesto a herirme con
sus acciones.

— Mark, para con eso, por favor escúchame —insisto.

Él me mira desafiante, volviendo a sonreír con amargura, sin


embargo, luce triste, cuando frunce el ceño y da un suspiro profundo
pienso que va aceptar hablar sobre lo sucedido.

—No sé cómo pasó, pero no soy capaz de escucharte o mirarte,


Rachel, ni siquiera por lo que alguna vez significaste para mí —dice,
habla en pasado, terminando de destrozarme, llevándose toda
esperanza que vivía en mí—. No quiero volver a verte.

—Mark... Por favor...

— No lo intentes, solo desaparece que eso te sale muy bien —


espeta malhumorado antes de salir del lugar.

Herida por sus palabras, lloro ante tan dantesca situación.

—Ahora yo te amo más —pronuncio aquellas palabras que él solía


repetir. Lágrimas resbalan por mis mejillas y noto como se me corta
la respiración.

Lo he perdido, he perdido al amor de mi vida, y soy la única culpable


de esto, han sido mis decisiones, miedos y egoísmo. ¿Que si encajo
en su vida? Finalmente tengo una respuesta a aquella pregunta y
una dolorosa; No, yo... Ya no significo nada para él. Soy el fantasma
del amor que alguna vez nos juramos y lo único que queda entre
nosotros es este corazón que aún dolido por su rechazo, continúa
latiendo por él.
23. Entender...

07 de diciembre (meses atrás)

Mark Harvet:

—¿Te volviste loco Mark? ¡Maldita sea! Quiero golpearte.

Con tono enfurecido Ildet reprochó mis decisiones, se encontraba


inquieto, caminando de un lugar a otro en su despacho. Permanecí
apacible, sentado en la silla frente a su escritorio con una pierna
cruzada, apoyando el tobillo sobre la rodilla opuesta.

—Ildet, yo acepto que no ha sido ético —hablé con sinceridad—.


Salir con mi alumna no estaba en mis planes. Aunque tampoco voy
a mentirte, no hice mucho para evitarlo.

—Sabes que me da igual que te liaras con Lombardo, ¿Pero


renunciar? ¿querer casarte con ella? —Cuestionó, recordando el
motivo de nuestra reunión— ¿Tomarla de la mano frente a todo el
puto curso? Definitivamente enloqueciste, Harvet.

Él habló rápido e igualmente desesperado. Dejó de caminar y volvió


a sentarse en su silla, respirando profundamente por varios
segundos.

—Ildet, voy aclararte algo, no enloquecí, me enamoré.

—¡Es lo mismo! —Replicó molesto.


—Puede que sí, pero es el tipo de locura que elijo para mi vida.

—Mark, ¿qué me estás contando? Apenas tienes meses de


conocerla. Ni siquiera a esta muchacha, la cerebrito de tu
promoción, ¿Cuál es su nombre? —él chasqueó los dedos, pidiendo
una pista de mi parte, pero lo ignoré—. Bueno, a ella, que fue tu
novia por mucho tiempo, nunca te escuché con planes alocados de
casarte, ¿Y con Lombardo sí?

¿Qué necesidad tenia de mencionar a Samantha en esto? Nuestra


relación se había terminado hace años, ni siquiera tenía caso.

—Ildet, tengo veintiséis años y considero que he vivido lo suficiente


—hice énfasis en mis dos últimas palabras y no solo me refería a mi
vida sentimental—, o al menos lo necesario para saber lo que quiero
y lo que no... Además, vine aquí a presentarte mi renuncia, las
razones que te di fueron como amigo, no estoy pidiéndote
aprobación para comprometerme con mi novia.

—Bueno, cásate si quieres, pero ¿renunciar a todo por una mujer?


—Reprochó nuevamente.

—Me conoces, sabes que haría lo que sea por alguien de mi familia
y sí, eso la incluye a ella —aclaré—. Sin embargo, este no es el
caso, Wens. No estoy renunciando a todo y mucho menos por
Rachel.

Simplemente estoy aceptando los cambios que implican una


relación. Eligiendo lo que me daría tranquilidad junto a la mujer que
quiero.

—No esperes que te felicite, Harvet —demandó y sonreí. Aunque no


me hacía mucha gracia su actitud, me mantuve con buen humor, no
existía nada que pudiese empañar mi felicidad.

Saber que llegaría a casa, donde Rachel me esperaba y finalmente


le entregaría el anillo de promesa que planee darle durante nuestro
viaje, me ilusionaba.

Primer mes: Desesperación

Enero 07

—¿Has vuelto a llamar a su móvil? —Miré con recelo a Amy, por


supuesto que la había llamado, como todos los días—. Vale, no me
mires así. Aún estoy tratando de entenderla.

No dije nada, es lo mismo que hacía yo, entenderla, buscar razones


de su desaparición, ¿Por qué lo había hecho? ¿Dónde estaba?
Seguía preguntándome, con la esperanza de algún momento tener
respuestas.

— Mark, ha pasado un mes, tienes que dejarla ir.

El consejo de mi gemelo hizo que la sangre se helara en mis venas.


¿Cómo me pedía eso?

—Cállate Steven, ella tiene que tener una explicación —musitó Amy
y yo apoyaba su comentario... Algo debió haber pasado.

—Lo sé Martins, y seguiremos averiguando sobre Rach, pero no voy


a permitir que él se estanque de esta manera —Steven habló serio y
Amy bufó malhumorada—. Cada día visitando hospitales, estación
de policías y morgues para averiguar de ella. Entiendan, abandonó
el departamento por decisión propia y de la misma manera pudo
haber decidido alejarse.
—¿Y si no es así? —Cuestionó Amy aún más enojada con Steven.

—El detective lo averiguará —mi hermano respondió encogiéndose


de hombros—. No tú o Mark. Ustedes ya han hecho lo posible por
encontrarla.

— Quiero estar solo.

Pedí, ya estaba cansado de escucharlos discutir, mientras que mi


corazón trataba de mantenerse fuerte por Rachel. Porque sabía que
había una razón. Yo no era él único que sufría, podía sentirlo.

—Llamaré nuevamente a casa de su abuela, por si alguien sabe


algo. Te avisaré cualquier novedad.

Asentí con la cabeza, agradecía lo que hacía Amy, quien también


estaba destrozada por la ausencia de su mejor amiga.

Al quedarme solo en las jodidas cuatro paredes, donde no hacía


más que recordarla, decidí ir por Dory a la habitación siguiente, me
hacía sentir cerca de Rachel, de mi mujer.

—Hey —dije acariciando el pelaje de Dory, mientras mis labios se


curvaban en una sonrisa, recordando las razones por las que había
decidido regalársela a Rachel—, Vamos a esperarla todo lo que sea
necesario, porque la amamos, pequeña.

Suspiré con pesadez.

—¿Hice algo mal, Rachel? ¿Ni siquiera merezco una llamada o


mensaje de tu parte? —Me pregunté una y otra vez—. Has huido...
¿pero de qué? ¿De mí, de lo nuestro?

Negué con la cabeza sintiendo como mis ojos poco a poco iban
llenándose de lágrimas. Decidí regresar a la habitación, el lugar
donde su recuerdo se profundizaba, haciéndome sentir herido y feliz
a la vez. Resultaba una locura, pero así era, aquellos sentimientos
se habían sincronizado perfectamente. Tomando mi móvil busque su
contacto para enviar el mensaje del día.

Para: Amor🐹💜
"Ahora mismo podría decirte/preguntarte tantas cosas, pero sólo me
basta con recordarte que te amo"

Segundo mes: Esperanza.

La esperanza es un sentimiento que solo provoca que los idiotas


como yo vivan de ilusiones, un sentimiento que me ha acompañado
desde que ella se fue y empezaba a odiarlo.
Me estaba destruyendo.

— Mark —Llamó Amy desde la puerta. Cada día visitaba mi


departamento y hablábamos sobre Rachel—. ¿Sabes algo?

Negué decepcionado contándole mi travesía al visitar el pueblo


donde vivía la abuela de Rachel, fue difícil dar con el lugar y las
ilusiones que tenía de verla se desvanecieron, no había rastro de las
mujeres Lombardo. Ni siquiera sus vecinos las habían visto durante
semanas.

No lo entendía, no entendía nada, ¿Por qué ella desaparecería junto


a su madre y a su abuela? La señora Lombardo no apoyaría algo
tan descabellado y mucho menos que su hija dejara sus estudios sin
una razón lógica. Algo andaba mal, muy mal.

Afortunadamente solo quedaba una semana de clases cuando


Rachel se marchó, ni siquiera fui capaz de presentarme a los
exámenes finales, Steven lo hizo por mí y me sentía un completo
cobarde por no afrontar las cosas, pero ¿qué se supone debía
enfrentar? ¿Que ella no estaba bien? ¿Que algo le había pasado?
No era fácil. El sonido del móvil interrumpió mis pensamientos. Un
mensaje del director de la universidad.

—Debo responder —dije a Amy, ella asintió informando que iría a la


cocina por agua.

Wens Ildet.
"Imposible Mark. La alumna Lombardo no ha rendido sus exámenes
y presentado los proyectos finales en ninguna materia, no será
posible acreditarle el semestre. Anularé sus calificaciones"

Me llevé la mano al cabello, deslizándolo entre mis dedos, me sentía


frustrado con las decisiones de Ildet, evidentemente no quería
hacerlo, ayudar a Rachel era de sus últimas prioridades y no podía
permitir que anulara su semestre, ella había luchado. No era justo.
En ningún momento le pedía que le regalara las notas, simplemente
que mantuviera la posibilidad de que en su regreso pudiese culminar
el semestre. Cansado de la situación y discusión de siempre con
Ildet, decidí responderle.

Para: Sr. Ildet.


"Te lo dije, no aceptaré la anulación. Si dices que no puedes
posponerlo, entonces aprueba sus notas directamente. Ildet
suspendes su semestre y retiraré toda la ayuda que mi familia le da
a tu universidad. Y esta petición también incluye a Theo Blaker, si en
algún momento llega a presentarse que mantenga la oportunidad de
culminar el semestre. Conoces la situación en la que él se encuentra
con el fallecimiento de su abuela, no pretendas joderlo también por
tu desprecio a mi mujer"

Aquella referencia neanderthal hacia a Rachel me dolió —era mi


manera de demostrarle a Ildet que pese a que no sabía de su
paradero, seguía cuidando de ella como alguien de mi familia—...
Me dolió porque ya ni siquiera estaba seguro de eso, yo era suyo,
mi corazón continuaba perteneciéndole, ¿Pero qué sucedía con
ella?

Amor 🐹💜.
"Me dejaste Rachel, no hay una llamada, mensaje o explicación de
tu parte y no sé qué pensar. Cariño, ¿dejaste de quererme? Aunque
me dolería aceptaría eso, pero ¿por qué esta tortura? No saber si
estás bien me mata"

Envié últimos mensajes al amor de mi vida. Era el momento de


aceptarlo, seguiría esperándola, pero en silencio, no más mensajes
o llamadas que no tendrían respuestas.

Amor 🐹💜.
"Te amo tanto, no podrías imaginar cuánto. Te esperaré y esperaría
cada segundo de mi vida.

Tuyo siempre,
Mark"

—¿Mark, desayunaste? —Preguntó Amy al regresar de la cocina,


dejando el móvil de lado asentí.

—Desayuné con Romina y mis sobrinos —le comenté, ella hizo un


mohín al recordar las razones por las que me reuniría con mi
hermana.

—Ellos aman a Dory, cuidarán de ella —comentó.

Asentí, fue una decisión difícil, pero debía hacerlo. Dory necesitaba
de cuidados y yo apenas podía conmigo. Mis sobrinos la amaban, al
menos eso me tranquilizaba. Era lo mejor, además... Recordar a
Rachel empezaba a doler cada vez más.
Tercer mes: Amar duele

Alejarla de mis pensamientos era difícil, aunque por mucho tiempo


intenté mantener las esperanzas ya no quedaba nada, empecé a
creer que ella no volvería y aceptar lo que decía Steven parecía lo
más acertado. Rachel se fue, bajo sus propias decisiones, estaba
bien, era lo que quería, estar lejos de aquí, sin nosotros.

Pero, ¿por qué? ¿cómo pudo irse sin dar razones? ¿No podría
siquiera pensar en lo mal que lo pasaríamos? Distrayéndome de mis
pensamientos mi móvil sonó, aproveché el semáforo en rojo para
revisar la notificación. Era Amy regañándome porque ella y Steven
llevaban diez minutos esperando en la cafetería que me citaron,
escribí un mensaje informándole que en un minuto llegaría.

—Media hora tarde, Harvet. ¿Qué pasó con la puntualidad? —Al


entrar al lugar Amy habló tan alto que llamó mi atención y la de
todos en el sitio. A nuestro al rededor se reían por lo escandalosa
que resultaba y ella parecía divertirse con ello—. Los llamo por su
apellido porque no sé quién es mi esposo, pero estoy sentada con
uno igualito así que no es traición.

Bromeó Amy provocando más carcajadas por parte de los


espectadores, los ignoré avanzando hasta ellos.

—Siéntate Steven —exclama mi hermano ganándose un golpe de


Amy—. Pero qué te estaba siguiendo el juego, ¡Loca!

—Ay, pensé que si me había confundido —volvió a bromear ella y


Steven frunció su ceño, en un gesto lleno de indignación.
—Pero si es tan fácil reconocernos —reprochó mi hermano y sonreí
negando con la cabeza.

No era del todo fácil, por eso me sorprendía cada vez que Rachel
nos identificaba. Amaba la manera en la que ella notaba las
pequeñas diferencias en nosotros. Suspiré intentando alejarme de
mis pensamientos.

—Vale, ¿Qué me ha traído aquí? —Pregunté cambiando de tema.

—Bueno, Steven y yo queríamos contarte algo... —empezó con


nerviosismo Amy, y no se necesitaba ser un genio para saber que
ellos al fin aceptarían que se querían. Tal vez lo trataban de ocultar
por mi situación pero, nada me alegraba más que verlos juntos.

—Salen —termino por ella, sonrío al ver sus rostros sorprendidos—.


Venga, es obvio. Y me alegro por ustedes.

Amy tomó mi mano y le di un apretón, inmediatamente Steven


endureció exageradamente las facciones de su rostro.

—Él es Mark, yo soy Steven —recordó mi gemelo y ambos reímos.

Sabia que bromeaba.


Sí, Amy y yo nos habíamos acercado a causa de la ausencia de
Rachel, sin embargo, jamás podría fijarme en la amiga de la mujer
que amaba, mucho menos en la novia de mi hermano.

— ¿Mark? ¿Steven?

Una voz familiar se escuchó a mi espalda, giré para comprobar de


quien se trataba.

—Samantha —dije y me esforcé en contener mi asombro al verla.


¿Ella no estaba viviendo fuera del país?

—Sam —repitió Steven, igual de sorprendido que yo.


—Que gusto verlos —ella avanzó hasta nosotros, en su boca se
dibujaba una sonrisa genuina. Me quedé inmóvil observándola.
Lucia diferente. Su cabello ya no era castaño, tenía un tono negro
que la hacía ver mas pálida y joven. Sus ojos se fijaron rápidamente
en mí—. Mark... Cuánto tiempo.

—Ejem —Amy fingió una tos, llamando nuestra atención—. ¿Tú


eres Samantha la hermana de un imbécil llamado Dylan y ex novia
de...?

Samantha sonrió asintiendo ante la falta de tacto de Amy.

—¿Puedo sentarme con ustedes? —Ella preguntó y un silencio


incómodo reinó en el lugar hasta que decidí asentir.

—Adelante —respondí aún sorprendido por su presencia, ella se


sentó en la silla a mi lado.

—Que diferente está la ciudad —empezó a hablar, dándonos una


invitación a relajarnos—. Llegué hace unos días al país y que grata
sorpresa encontrarlos aquí.

Steven asintió, no perdió oportunidad para presentar a Amy como


novia y pese a que al principio era un encuentro incómodo, poco a
poco todo mejoró. Sin indagar en temas amorosos, formamos una
plática amena, recordando el pasado.

—No volví a visitar la ciudad desde que —Samantha sonrió nerviosa


—. Eh, ya sabes, desde que fui a hacer mi maestría...

Asentí recordando sus palabras pidiéndome que fuese con ella al


país donde haría su maestría, y eso me incomodó aún más. Ildet
tenía razón.
Yo estaba dispuesto a dejar muchas cosas por Rachel, sin embargo
con Samantha, una chica con la que estuve por años, no lo hice.
Quizás era eso. Estaba viviendo algún tipo de Karma.
—¿Y tú hermano? ¿Continúa siendo un capullo? —le preguntó
Amyy se que lo hizo para liberarnos del momento, sin embargo,
Steven la miró molesto, evidentemente estaba celoso y me
sorprendía ver el cambio que Amy causaba en el tipo sereno y
relajado que mi hermano profesaba que era.

— ¿Por qué preguntas por ese gilipollas? —Cuestionó mi gemelo,


Samantha río al escuchar el insulto a su hermano—. Lo siento
Samantha, pero es un imbécil.

Ella asintió dándole la razón.

—Me enteré de lo que hizo —añadió—. Lo siento Mark —Samantha


se dirigió a mí mientras la pareja continuaba discutiendo—. ¿Así que
estás en una relación?

—Sí —respondí sin pensarlo.

Aunque... ¿Realmente lo estaba? A pesar de su ausencia, mi


corazón seguía perteneciéndole, pero ¿para Rachel que significaba
esta distancia?

—Ya veo —murmuró y la decepción en su tono me hizo sentir


paranoico. Seguramente era producto de mi imaginación.

—Tengo que irme —anuncié mientras Steven y Amy se miraban


molestos. No prestaban mucha atención, por lo que me despedí de
Samantha, levantándome de la silla.

—No quería incomodarte —dijo con su tono de voz dulce,


poniéndose de pie. Negué con la cabeza— ¿Alguna vez podríamos
tomar un café?

—Claro.

Mentí, no tenía interés en hacerlo, pero no quería ser descortés.


«Rachel jamás te perdonaría que en su ausencia Samantha
regresara a tu vida, Harvet» Me recordó la voz en mi cabeza y tenía
razón.

Samantha me sonreía mientras buscaba algo en su cartera con


afán. Cuando la vi sacar un bolígrafo y un pequeño papel de notas,
lo entendí.

—Aquí tienes mi número —dijo extendiéndome el papel en el que


había escrito—, me quedaré un tiempo en la ciudad y si algún día te
apetece de verdad ir a tomar un café conmigo, llámame.

¿Tan obvio era?


«Un café con una vieja amiga» Ella volvió a hablar y sonreí
aceptando el papel.

Cuarto mes: Olvidar.

10 de abril

—Que casualidad verte, Harvet —habló Jackson. Sonreí irónico, por


supuesto que era una casualidad encontrarnos en el
estacionamiento de mi residencia—. Me preguntaba si has tenido
noticias de la señora Lombardo.

Fruncí el ceño mirándolo expectante por unos segundos, él sonrió y


tuve deseos de borrarle la estúpida fascinación en su rostro. Sin
embargo, decidí ignorarlo, siguiendo el camino hacia mi coche.

—Por supuesto que no —comentó y escuché sus pasos detrás de


mí—. Digo, pensé que al menos la señora Lombardo te diría las
razones por las que Rachel decidió irse de la ciudad.
Haciendo un esfuerzo tremendo continué ignorándolo.

—Solo vine a decirte que me gusta esta nueva Rachel. Más


apasionada, experimentada y caliente, debo admitir que hiciste un
buen trabajo quitándole lo mojigata —comentó entre risas—. Porque
¿si sabias que ella y yo nos seguimos viendo?

Sintiendo un arrebato de ira por sus palabras, me detuve en seco


para girar hacia él, por un momento llegué a pensar que no iba a ser
capaz de detenerme y mi puño terminaría en su cara. Pero Jackson
pareció leerme el pensamiento por lo que enseguida dejó su hazaña
por seguirme y retrocedió.

Quería hacerlo, deseaba golpearlo y no existía nada que lo


impidiera, ya ni si quiera era profesor de la universidad a la que él
asistía. Sin embargo, no caería en su juego. Jackson solo era un
niño estúpido intentando aprovecharse de la ausencia de Rachel
para jodernos.

—¿Sabes por qué no ha vuelto a darte la cara? —continuó hablando


e intenté ignorarlo. Fue imposible—. Porque ese día, después del
viaje de fin de curso la llamé, ya sabes que se me da bien
manipularla y ella aceptó que nos viéramos. Dicen que donde hubo
fuego cenizas quedan y es cierto... Porque terminamos
acostándonos. ¡Qué buen polvo!

Mentía y sus palabras me asqueaban.


Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de negarme a caer en
sus provocaciones, cegado por la rabia, mi puño impactó en su
mandíbula. Él cayó al suelo. Lo miré desde arriba, quejándose y
riéndose al mismo tiempo.

—¡Cállate la puta boca de una vez! —grité—. ¿No lo entiendes?


Jamás creería en tus palabras.

Retrocedí alejándome de él. No merecía la pena. Jackson se


levantó del suelo mientras escupía hacia un lado, y se limpiaba con
la mano la sangre que empezaba a salir de su boca.
—¿Acaso pensabas que había otra razón? Eres muy estúpido si
crees que ella regresará. Le avergüenza mirarte a la cara y tener
que admitir que disfrutó mientras me la cogía y por supuesto, que
sigue disfrutando... Porque aún nos vemos.

—¿Lo repites para convencerme a mí o convencerte a ti? —grité y


él rio.

—Acéptalo Harvet, nuestra chica con su carita de mosca muerta es


una perra y nos encanta.

—¿Qué has dicho? —Cuestioné enfurecido, acercándome sin


recelo, mi puño se dirigió nuevamente a su rostro, sin embargo, al
instante Jackson se agachó, doblándose. Sentí su cuerpo
abalanzarse sobre el mío, ambos caímos al suelo, entre puños y
patadas nos golpeábamos, una y otra vez. Él intentó hablar, la
simple mención que anunciaba hacer del nombre de la mujer que
amaba, me obligó a girar sobre él—. No vuelvas a hablar de ella.

Desde arriba observé su rostro sonriente y ensangrentado. Mis


nudillos latían, pero el dolor cesó cuando volví a golpearlo, no me
detuve. Disfruté cada vez que mi puño impactaba en su piel.

—Mientras tú estabas buscándola, yo me la follaba —murmuró entre


quejidos—. ¡Dale! Golpéame, ¿porque sabes quien me cuidará
después?

Hice lo que me pidió y sin ninguna intención de parar dejé ráfagas


de golpes en su rostro, mientras lo hacía no paré de pensar en
aquel día, recordé cada detalle. ¿Por qué si dijo que esperaría en mi
departamento se fue así, de repente? ¿Era cierto? ¿Ella cayó de
nuevo en su manipulación?

Los quejidos de Jackson me regresaron a la realidad, él dejó su


intento de alejarme y empezó a cubrirse el rostro con las manos.

—Para. Suéltame —suplicó e inmediatamente me detuve.


Horrorizado me puse de pie, alejándome. Mierda. ¿Qué estaba
haciendo? ¿En qué clase de persona me he convertido? «Vas a
pagarlo» Amenazó Jackson con la voz baja y entrecortada. «Revisa
tu móvil, un regalo de mi parte»

Negué con la cabeza. No merecía la pena. Dejándolo atrás,


retorciéndose en el suelo, decidí marcharme, seguí la dirección a mi
departamento. Mis manos ensangrentadas al igual que la ropa, me
avergonzaban, no era capaz de salir a la calle en tales condiciones.
Esa persona llena de rabia y odio no era yo.

Al tomar el ascensor y presionar los botones, sentí mi mano palpitar.


Dolía, pero ni siquiera se comparaba a lo que mi corazón estaba
sintiendo. No debía creer en la versión de Jackson, no era cierta.
Sin embargo, mientras más lo pensaba, más encajaba con la
realidad. Recordando sus palabras, busqué el móvil en mi bolsillo.

Número desconocido:
"Te lo dije, ella regresaría a mí.
Foto Loop 📸
Seis años jamás competirán con meses. No lo olvides, estimado e
ingenuo profesor"

Observé en la pantalla del móvil el mensaje del desconocido. Había


una imagen adjunta de Rachel junto a Jackson, aunque ella estaba
de perfil —siendo presionada por el cuerpo de aquel imbécil—, con
su cabello corto, lucia más delgada, podía reconocerla. Me extrañó
ver lo diferente que se veía, incluida su ropa... ¿Eso era un
uniforme?
Dejé de inspeccionar el aspecto de aquella mujer y me centré en la
manera que sus labios se presionaban a los de él.

La imagen con movimiento se repitió una y otra vez. Evidentemente


Jackson se estaba asegurando de mostrar que no era un montaje.

¿Qué hiciste, Rachel?


Sin querer observarlos más, lancé el móvil y este impactó en las
paredes del elevador, observé el reflejo frente a mí. Seguía
avergonzándome. He sido un completo imbécil, esperando por
alguien que ni siquiera se ha dignado en dar una explicación de su
ausencia. Más allá de lo que Jackson podía decir, lo que más dolía
era ver como a ella le daba igual todo.

Me alejó de su vida, me brindó su amor para luego arrebatármelo,


sin remordimientos, sin pensar en los días llenos de oscuridad que
tendría al preguntarme, ¿por qué te fuiste? ¿Qué he hecho mal?
¿No soy suficiente para ti?

Se fue, llevándose egoístamente mi corazón y calma con ella.


Tenía que olvidarla, debía hacerlo.

Abril veintiséis

El tiempo no cura, las heridas no sanan, no si se trata de un corazón


a medias, un corazón traicionero que se niega a dejar lo que le
lastima, uno que ama por encima de su dolor.

Pero me obligaba a hacerlo, necesitaba avanzar y seguir adelante.

O al menos intentarlo. Por Steven que luchaba constantemente por


la mejoría de mi estado de ánimo y el de su novia, por Amy que
también hacía su propio esfuerzo, incluso por Samantha.

Que cuando conoció un poco de mi situación, decidió quedarse e


insistir en ayudarme y lo apreciaba.
—Si tú prefieres podemos cancelar la comida —sugiere Samantha
por décima vez, apenada por el cambio de planes—. E ir a tu
reunión con Steven y Amy.

—No creo que lo que me quieran decir tarde demasiado —sonrío


animándola a entrar al ascensor del bufete que nos llevaría a la
repentina reunión con mi gemelo y su novia—. De hecho, prometo
que no tardará y no perderemos la reservación.

Es mi intento de disculparme con ella.


Mientras avanzamos a la oficina de Steven, Samantha me comenta
lo buena que es la comida en el restaurante que reservó.

Sonrío escuchándola, al llegar a nuestro destino llamo a la puerta un


par de veces, pronto el rostro enrojecido y poco animado de mi
gemelo nos recibe invitándonos a entrar.

Amy sonríe forzosamente, lo que me asegura que algo no marcha


del todo bien pero no lo dicen. De hecho ninguno habla hasta que
Steven se disculpa por tener que salir un momento de su oficina e
inmediatamente soy obligado por Amy a ir detrás de mi hermano,
con una excusa extraña y evidente.

—No sabíamos que Samantha vendría —menciona Steven apenas


me reúno con él.

—Quedé en ir a comer con ella —respondo siguiendo sus pasos.


Cruzando el pasillo.

—Luego hablaremos con más calma —sonríe—. Ve a tu cita


tranquilo.

—No es una cita —aclaro y su ceño se frunce.

Entonces me doy cuenta que lo es. Y está mal, no quiero que


Samantha se haga ilusiones de que existiría algo más que una
amistad entre nosotros. Tampoco me sentía preparado para tener
una cita con alguien.
—Joder, tal vez ustedes dos deberían acompañarnos —ofrezco y
Steven ríe.

—En media hora tengo reunión con un cliente y... —intenta explicar
pero algo lo hace cambiar de opinión—. Está bien, te
acompañamos, le pediré a Pratt que me remplace.

Terminamos el fin de aquel pasillo y Steven señala el inicio de un


lugar donde se encuentran más oficinas, me informa que irá por su
colega, estoy apunto de girarme para regresar con Samantha y
Amy, pero el perfil de la mujer con la que Steven empieza a hablar
llama mi atención.

Una sensación subyacente de sorpresa me invade, "estás


alucinando Mark" Me repito observando con detenimiento al tiempo
que avanzo hasta donde se encuentra Steven junto a la mujer
delgada y de cabello corto que me recuerda a...

—¿Rachel? —hablo sin poder creerlo. La sorpresa en mi tono de


voz empieza a crecer, ella voltea, las facciones de su rostro se
tensan al verme—. ¿Qué diablos haces aquí?

Jamás pensé verla en este lugar y aunque quisiera ocultar las


diversas sensaciones que me causa su presencia, no puedo
hacerlo. Y eso no es lo peor, me enoja aceptar que amor es el
sentimiento más fuerte que provoca en mí.

Odio seguir amándola.

— Mark, deja que te explique...

¿Explicarme? Después de tanto tiempo aparece. ¿Qué demonios


piensa?

— No tiene nada que explicarme, señorita Lombardo —finjo


indiferencia—. Desaparece, como sabes hacerlo.
No puedo seguir más, no quiero hacerle saber que aún tiene el
poder de destruirme, que aún me gusta como el maldito primer día
que la vi. Decidido a abandonar el lugar giro en dirección a la puerta,
pero siento sus brazos rodearme la espalda, sus manos tocan mi
abdomen, haciendo que mi cuerpo arda ante su contacto.

Me lástima sentirla tan cerca, como muchas veces rogué volver a


tenerla. Quiero alejarla pero ni si quiera puedo hacerlo. Me quedo
inmóvil.

— No, espera, por favor —Escucho decir desde atrás. Puedo sentir
su corazón palpitar en mi espalda— Yo te...

—Ya está. Rachel —mi hermano la interrumpe, logrando quitármela


de encima.

Steven dice cosas que no puedo entender, me volteo a verlos y ahí


está ella, un poco más delgada, con sus ojos heridos observando a
mi hermano. ¿Qué es lo que le duele? ¿Pensó que podría regresar
cuando se le diera la jodida gana y yo estaría con mis brazos
abiertos, esperándola?

Lo prometí tantas veces, pero esa promesa se rompió cuando


entendí que a ella no le importó alejarme de su vida durante tantos
meses.

— Mark, perderemos la reservación —Samantha entra al lugar


acariciando mi brazo, puedo notar lo cabreada que está Rachel al
verla.

No dejo de observar a aquella mujer que amaba, que amé aún en su


ausencia. Me mira herida y aunque una parte de mí se alegra, otra
parte solo quiere abrazarla, parece indefensa.

— Samantha, ¿Podrías acompañarme a mi oficina? Amy necesitaba


comentarles algo antes de que se marcharan —Steven evita el
momento incómodo.
— ¿Amy está aquí? —Pregunta Rachel con emoción contenida.

—¿Conoces a Amy? Ella es un amor —comenta Samantha con su


tono dulce, sin embargo Rachel la mira con fastidio.

Steven insiste nuevamente y Samantha me mira informando que ya


regresaría. Asiento sonriente sin dejar de mirar a la mujer frente a
mí. Abrazo por la cintura a Samantha, gesto que hace que Rachel
me mire furiosa.

— Espero por ti, cariño —digo en tono dulce.

—¿Quieres darme celos con ella, tú ex? —Demanda Rachel apenas


Samantha y Steven desaparecen.

Y sí... Es lo que quiero, deseo demostrarle que he podido hacerlo,


he seguido con mi vida. Aunque sea una completa mentira.

— ¿Te crees tan importante para mí? Tal vez antes lo eras, pero
ahora —finjo reír—. Ya no existes.

Me mira dolida y odio verla así. Pero la necesito lejos, no quiero


darle el poder de que me haga daño, que me deje nuevamente,
haciéndome sentir una mierda al pensar lo que había hecho mal
para merecer su ausencia.

— Mark, para con eso, por favor escúchame —Insiste.

— No lo intentes, solo desaparece que eso te sale muy bien —


respondo malhumorado antes de salir del lugar.

Había planeado tantas veces verla, gritarle a la cara que la he


superado, que al igual que ella me ha dejado de importar lo que
alguna vez tuvimos. Pero no puedo mentirme de esa manera. La
amo, maldita sea. Y no creo poder dejar de hacerlo.

Si hubiese pedido tiempo para estar sola e incluso si me confesaba


que aún tenía sentimientos por su ex, como el idiota que soy la
hubiese entendido. Pero su mentira, traición y abandono, son cosas
que no le perdono.

No podría...
24. Te quiero a ti, idiota.

Rachel Lombardo:

—¿Te encuentras bien? —El señor Müller vuelve a preguntar


apenas nos instalamos en la oficina. Está sentado detrás de su
escritorio, mirándome con fijeza. "Estoy bien" Repito apartando las
lágrimas que aún resbalan por mis mejillas a causa de mi encuentro
con Mark—. Podemos posponer la reunión si lo deseas.

—No se preocupe —aseguro y él asiente. Por un momento se


concentra en buscar unos papeles dentro de la carpeta encima de
su escritorio, yo aprovecho para tomar aire y calmarme.

—Bien, antes debo informarte que se recibió una solicitud de cambio


de titularidad a uno de los bienes que se encuentran registrados en
la herencia —el abogado empieza a hablar, yo asiento informándole
que vendí el coche de mi madre—. Aunque la señora Lombardo no
hubiese testado legalmente también serias propietaria de los bienes.
Sin embargo, existe un certificado de últimas voluntades y al no
haber aceptado aún la herencia, el titular del coche continúa siendo
tu madre, por lo que no podrás hacer ningún traspaso hasta que
seas oficialmente la propietaria. Es decir que a partir de la
aceptación podrás hacerlo, aunque en el caso de que quieras
repudiar la herencia estás en todo tu derecho.

También menciona lo difícil que fue contactarme, debido a que mi


cambio domiciliario no fue notificado. El señor Müller no deja de leer
artículos tras artículos e indicarme los pasos a seguir en el juicio
sucesorio que se presentará. Además de mencionar los bienes
muebles e inmuebles que mi madre otorgó en el testamento, él
habla sobre objetos personales que ella dejó para mí.

—Se encuentran en el casillero de mi padre, como te comenté al


principio, notario del testamento de tu madre —aclara—. El
apreciaba mucho a la enfermera Lombardo, ¿sabes? Y lamenta no
haberte contactado antes para cumplir con la promesa que le hizo
de hacerte llegar las pertenencias que te dejó... Ha estado un poco
enfermo.

—Lo siento —empatizo con él.

—Que tierna —replica, su mirada intensa me empieza a incomodar


—. Por cierto, antes de que me distraigas más de lo que ya haces,
voy a entregarte las llaves del casillero en el que están las
pertenencias que te dejo tú madre.

Haciendo exactamente lo que dice me extiende un pequeño sobre


blanco con mi nombre escrito en el. Nerviosa lo tomo y el abogado
no deja de sonreírme, ofreciéndose a acompañarme.

Estoy intimidada y deseo irme pronto. Sin embargo, antes de


despedirme me animo a realizarle un pequeño interrogatorio a
causa de las dudas que me persiguen.

—Gracias, Señor Müller. ¿Puedo hacerle una pregunta?

— Lo que desees, Rachel. ¿Puedo llamarte Rachel? —Frunzo el


ceño.

Intentando sosegar mi nerviosismo, hago frente a su mirada, pero


ocurre todo lo contrario a la calma cuando sus ojos marrones
almendrados y redondos intentan acorralarme, sin pudor.
Inmediatamente centro mi atención en el sobre, concentrándome en
lo importante.
—Me ha comentado que su padre es el notario del testamento de mi
madre. ¿Entonces el bufete no tiene nada que ver con el caso? —
Pregunto ignorando su comentario anterior. Para ser sincera me da
igual como me llame.

—No... Como le dije acepté involucrarme en el caso para ayudar a


mi padre, aunque a decir verdad ahora estoy encantado de haberlo
hecho. El bufete no tiene nada que ver con el caso.

Me remuevo incómoda del asiento.

—Por favor, que se mantenga así, no quiero más abogados o


personas involucradas en esto.

Pido, esmerándome por no sonar desesperada, aunque la verdad


ansío que el señor Müller mantenga su palabra, al menos hasta que
tenga oportunidad de hablar con los Harvet y Amy para explicarle
los motivos de mi ausencia.

¿Lo entenderán? ¿Será suficiente aquella razón? ¿Me aceptarán en


sus vidas por ello? ¿Por lástima? Nuevas e inseguridades me
invaden.

— No se preocupe, eso no pasará. Solo he tenido que notificar su


presencia en mi oficina por cuestiones de control del bufete, pero no
es necesario que lo pida, no será así.

Suelto un suspiro lento y aliviado al escucharlo. Tomando el sobre,


le agradezco la atención, pese a que se ha dedicado a coquetearme
en cada oportunidad, no puedo negar que ha sido muy amable y
servicial.

—Rachel, estaremos en contacto —hace una pequeña pausa—.


Para continuar con el proceso.

—Gracias.
Respondo antes de abandonar la oficina, el recuerdo de mi
encuentro con Mark vuelve apenas cruzo los pasillos del edificio
buscando la salida. Duele pensar que lo nuestro ha terminado.

—Rachel —por un momento mi alma canta, rebosante de alegría y


amor al escuchar una voz muy parecida a la de Mark, pero me llevo
una gran decepción apenas volteo. Steven—. ¿Puedes venir
conmigo?

Niego a su invitación, no estoy dispuesta a soportar más


acusaciones, no ahora, que siento estoy apunto de derrumbarme, y
tengo miedo... Miedo de volverme a encontrar con la cobarde que
me ha acompañado estos meses e intento dejar atrás.

—Steven, nunca quise hacerle daño, te juro que...

—Lo sigues amando, lo sé... He podido verlo —me interrumpe.

Ambos callamos, dejo de mirarlo y fijo mis ojos en el suelo, no


quiero llorar. "Puedes con esto, Rachel. Puedes" Me repito con el
nudo en mi garganta asegurándome lo contrario. Steven suspira y
se queda en silencio por un milisegundo, pero luego siento cómo
sus brazos me rodean y con la inmensa tristeza que abarca mi
corazón, un leve sollozo escapa de mis labios.

—Lo siento —digo aferrándome a sus brazos, Lloro en silencio


mientras una de sus manos me acaricia la espalda y la otra se posa
en mi nuca. Siento su abrazo como un consuelo necesario. Uno que
por momentos me invita a alejarme del dolor que reside en mí desde
hace meses.

—Mi dulce Rach —su voz es triste, sollozo y lo abrazo con más
fuerza—, he intentado hacerme el fuerte por ellos, pero... Tuve tanto
miedo de no volver a verte.

—Perdón —lloro. Mi corazón termina de romperse al ser consciente


de todo el daño que les cause a los que quiero.
— Sé que te dolió ver a Samantha y si aceptas un consejo, ten
paciencia Rachel, espera el momento indicado para que hables con
mi hermano.

¿Dolerme ver a Samantha? No tiene idea cuánto. Pero eso no es lo


único que me lastima, la lista de mis penas es larga y cada vez se
añade un enunciado más.

—Eso haré —decido responder.

— ¿Por qué lo hiciste? No quiero juzgarte y confío que has tenido


tus razones, perdóname por antes haberte acusado.

"La vida de mi madre se apagó y quise que la mía también lo


hiciera"
"Vivir en soledad fue entre todas las opciones, la mejor"
Quise confesarle lo que ni siquiera yo me atrevía aceptar hasta
ahora, pero a cambio, solo sollozos y lamentos continuaron saliendo
desde las profundidades de mi garganta.

Steven me abrazó con más fuerza y no pude dejar de observar a las


personas del lugar que con lástima nos veían. ¿Esto es lo único que
obtendré de ellos también, de las personas que quiero? ¿Lástima?
No... No es lo que deseo.

Niego terminando nuestro abrazo, hago un rápido conteo para tomar


aire y lograr calmarme.

— Vamos a mi oficina —sugiere.

—Creo que será mejor irme —comento un poco más calmada que
antes. Sin embargo, no puedo hablar ahora. Sigo siendo una
cobarde.

Steven no dice nada, pero continúa a mi lado, aún cuando entro al


ascensor.

— Estoy saliendo con Amy, ¿Sabes? —Sonríe con ternura.


— Me alegra tanto, Steven —digo sonriente, por lo menos una
buena noticia.

— Ellos te siguen amando.

Sé que se refiere a Mark y a Amy. Ruego porque así sea. Al menos


me hace feliz saber que a mi amigo no lo he perdido del todo, pude
sentirlo en aquel abrazo que me dio.

—Gracias, Steven —menciono insegura si acercarme nuevamente,


él parece adivinarme el pensamiento. Me abraza.

— Si necesitas ayuda, aquí estaré. ¿No hace falta decirlo, verdad?


—Su tono dulce hace que mi corazón se ilumine un poco—. Quiero
a mi hermano y a Amy, ellos te quieren a ti, créeme, te aman. Y por
favor si vas a quedarte, lucha por ellos, pero si volverás a irte...
Perdóname, pero será mejor que no los busques.

Con detenimiento lo miro, en sus palabras no hay maldad, intenta


cuidar de ellos y lo entiendo.

— Gracias por el voto de confianza, Steven.

Totalmente agradecida, deposito un beso en su mejilla, mi voz


refleja dolor, decepción, y no me molesto en ocultarlo.

— Soy Mark, cariño —bromea entre risas, he pasado meses sin ver
a Mark, pero recuerdo todos y cada uno de sus gestos;
perfectamente... Sigue sin engañarme— ¿Sigues teniendo el mismo
número, verdad?

—Sí —asiente—. Gracias por todo, Steven.

— De nada, por favor, has que sienta que estoy haciendo lo


correcto.

Asiento, deseando que así sea. Que ni siquiera yo me arrepienta de


haber regresado.
Saliendo del lugar, tomo un taxi para que me lleve a mi casa.
Aunque deseo ir por las pertenencias de mi madre, hoy no me
siento capaz. El móvil suena alejándome de mis pensamientos.

Cuñado❤SuperMan.
"Cariño, te envío el nuevo número de mi hermano. Lo necesitarás.
👤Papucho Harvet
Confío en ti, Superwoman"

Sonrío no solo al recordar la manera en la que Steven se había


registrado en mis contactos. También por como tenía agendado a
Mark.

Papucho Harvet...

Para: Cuñado❤SuperMan.
"No tengo como agradecerte por tanto,❤"

Tras responder a Steven, decido escribir un mensaje para Mark, no


estoy segura de qué colocar. Escribo y borro constantemente, jamás
fue tan difícil escribirle al amor de mi vida.

Para: Amor🐹💜.
"Hola, yo espero que estés odiándome un poco menos ahora.
Iré a tu departamento a las 11:00. Si hay alguna parte de ti que crea
que merezca la pena escucharme, por favor deja que te vea ahí"

Para: Mejor amiga 👭❤.


"Amy, ¿Podemos vernos? Yo realmente necesito hablar contigo. Te
quiero y he extrañado tanto"

El trayecto a casa es una tortura, todo el resto de la mañana lo es, el


tiempo pasa tan lento que el momento de reunirme con Mark parece
que no llegará. Aunque no haya recibido una respuesta de parte de
él o de Amy, sigo decidida a buscarlos.

Durante el tiempo que espero, le hablo a mi abuela sobre el


testamento de mamá, sin embargo, decido no comentarle mi
encuentro con los Harvet. Es doloroso.
¿Y si Mark me rechaza en su departamento, prohibiendo mi visita?
Las dudas empiezan a torturarme e intento no dejarme amedrentar.

Lucharé por su amor es de lo que estoy segura.

Cuando el reloj marca las diez y media de la mañana decido


ducharme y elegir mi vestimenta. Un vestido negro con falda de
vuelo, de escote redondo y mangas largas, junto con una pequeña
cartera de mano son las opciones más cómodas.

—Estás preciosa, cariño —dice mi nana al verme—. Me alegra que


después de tanto tiempo vayas a ver a Mark.

Sus palabras llenas de emoción me estruja el corazón.

—Gracias nana —respondo a su halago, mientras me acerco y la


abrazo—. Te quiero. Nos vemos luego.

Me despido de ella con la ilusión de que al volver pueda contarle


una mejor versión de mi reencuentro con Mark.

El taxi que tomo poco a poco me acerca a mi destino y mi corazón


se acelera cada vez más con palpitaciones descontroladas. Sin
embargo, al bajarme del coche consigo mantenerme erguida,
caminando a la entrada del edificio donde el portero Julián se
encuentra. ¿Y si Mark le ha dado la orden de que no me deje pasar?
¿Si esa sería una repuesta de su parte?

—Señorita Lombardo —el portero saluda, interrumpiendo mis


pensamientos—, que gusto verla.

— Igualmente, Julian. Eh, voy donde Mark.

Susurro mientras retengo mi respiración, por alguna razón espero


que me niegue la entrada, pero el chasqueo de la puerta al abrirse
me regresa al mundo de fantasía en el que entre Mark y yo aún
existe una posibilidad.
— Pase, señorita.

— Gracias Julian. Y solo Rachel, por favor —Sonrío.

Caminando hasta el ascensor, me siento nerviosa y triste al darme


cuenta el tiempo que ha pasado desde la última vez que estuve
aquí. "Nuestro departamento" "Nuestra cama"Son palabras que
Mark solía decir siempre, pero sé que hoy no es así. Todo ha
cambiado, yo cambié, él también, ¿pero nuestro amor? ¿De verdad
ya no queda rastro de el en Mark?
El sonido del elevador avisando su llegada, me invita a conocer las
respuestas a aquellas preguntas y no estoy muy segura de querer
conocerlas.

Siento desmayar ante los sentimientos que revolotean como un


ciclón en mi interior cuando entro al ascensor y me dirijo a su piso.
Tengo miedo, soy un manojo de nervios y mis pies repentinamente
se sienten más pesados en cada paso que doy hasta la puerta.
Tomo una bocanada de aire antes de tocar el timbre.

Mierda. Mierda.

Ahogo el grito de mi garganta al ver que la puerta inmediatamente


se abre.

— Rachel. ¿Qué haces aquí? —Pregunta Mark con fastidio. ¿No


recibió mi mensaje?

—Insistir —digo.

—Nadie te ha pedido que lo hagas.

—Lo he querido yo —le aclaro—, ¿podemos hablar?

Mi voz es firme y segura, me sorprende, no es como me siento.

—¿Eso hará que me dejes en paz? —Su pregunta me hace


estremecer. Auch, eso duele—. Te escucho.
—¿Eso quieres? Que te deje en paz —dolida le pregunto con mi voz
rota. Decido callarme.

No quiero llorar, no quiero volver a sentirme frágil ante él, pero es


imposible. Me duele su indiferencia. Empuño mi mano
conteniéndome.

— Sí.

Mira hacia un lado, evitando el encuentro con mis ojos, seguramente


dolidos. Debe existir algo en aquel hombre tierno del que me
enamoré y sigo enamorada. Lo sé.

— Bueno, entonces será mejor sentarnos —entro sin ser invitada.


En su departamento todo seguía igual—, porque no te dejaré en
paz. No hasta que me escuches.

—Y eso Rachel, ¿crees que será suficiente? —Dice cerrando la


puerta con rudeza, se gira, observando hacia el salón, donde me
encuentro—. Nada cambiará entre nosotros. Pero si deseas gastar
tus palabras, tiempo y hacerme perder el mío. Adelante.

Ni siquiera le importa conocer las razones por las que desaparecí.


¿Hablarle sobre mi madre en este momento sería correcto? Lo
conozco, o al menos creía conocerlo y por supuesto que las cosas
cambiarían. No sé hasta qué punto pero lo harían. Y no deseo eso.
No quiero combatir su odio con lástima.

—Lamento haberte lastimado de esta manera, Mark —decido evitar


las explicaciones por el momento y disculparme—. Lamento hacerte
perder el tiempo ahora.

—Será mejor que te vayas de mi departamento—habla.

Y quizás sea lo mejor. Aunque muero por darle mis explicaciones,


sentir que usaría la muerte de mi madre para ser escuchada, me
hace miserable. Quiero darle mis motivos, hacerlo desistir de su
idea de que "nada cambiará" Pero no así.
El móvil de Mark suena, interrumpiendo nuestro momento, la tensión
que genera su decisión de prestarle más atención a la llamada que
a mí, aumenta al verlo sonreír.

— Hola. Si cariño. Te veo esta noche —¿Con quién habla?


Enderezo mi cuerpo negándome a perder la calma, pero ¿¡Con
quién demonios habla!?— Hasta luego.

— ¿Samantha? —Pregunto con falsa apacibilidad apenas termina la


llamada.

Quiero gritarle y comentarle lo increíble que me parece que haya


vuelto a su ex en mi ausencia. ¿Pero quién soy yo para reprochar
eso ahora? Respira Rachel, respira.

— Eso no te incumbe.

— "Te esperaré cada día de mi vida" —farfullo citando sus palabras.

Sé que hay parte y parte por lo que reclamar, pero no puedo


controlar los estúpidos celos que hablan por mí.

— ¿Qué esperabas? ¿Qué pasara toda mi jodida vida esperando a


alguien que no lo merecía?

— ¡Eso crees! ¿Qué no lo merezco? —ríe con amargura— Te amo


pero...

— ¿Quién abandona a la persona que ama? —Me interrumpe.

— Nunca te abandoné, porque siempre te llevé conmigo.

— Muy bonitas palabras, Rachel —ironiza.

— Estás siendo un completo idiota, Mark. Tú no eres así.

— No hables como si me conocieras.


— Tienes razón, a este hombre que está aquí no lo conozco, pero
he venido por mi Mark, y no me rendiré.

Doy unos cuantos pasos hacia él. Continúa inmóvil cerca a la


puerta.

— Hazlo, ríndete, sé lo mucho que duele vivir de ilusiones y no se lo


deseo a nadie, ni si quiera...

— Ni si quiera a mí. ¡Dilo! Ni siquiera a la mujer que solías amar.


Mark, yo no puedo cambiar lo que pasó, créeme amaría poder
cambiar muchas cosas.

Respiro profundamente, conteniendo las ganas de llorar,


retroceder el tiempo sería perfecto... Pero no es posible.

— Vete —insiste.

— No me iré.

Aunque por ahora estoy decidida en no hablar sobre la muerte de


mi madre, no me iré hasta que acepte que el hombre que está frente
a mí, no tiene nada que ver con él.

—Vete —ordena desafiante, dando unos cuantos pasos hacia mí—.


No me hagas...

¿Sería capaz de echarme? Sus ojos me observan escépticos, le


devuelvo la mirada desafiante.

—Hazlo —lo reto y me acerco más a él. Quedándonos a unos


centímetros del otro.

— No me obligues.

— Ya debía estar afuera —vuelvo a desafiarlo.

Acorralada por su mirada veo como algo estalla en sus ojos


provocando la dureza de su mandíbula. Posa una de sus manos en
mi brazo "Mark de verdad me va a echar de su departamento"
Pienso al sentirlo sostenerme con fuerza. Sin embargo, su única
acción es arrastrarme hacia él, desapareciendo toda distancia entre
nuestros cuerpos.

— Te odio —musita antes de clavar su boca en la mía, gimo por la


sorpresa.

El calor de su boca contra la mía, deja huellas contundentes de


frustración e ira en mis labios, cuánto extrañaba su boca, aunque
está lleno de rabia puedo sentir la necesidad que tiene de este beso,
tanto como yo lo necesito a él, sus dedos se aferran a mi cabello
haciendo más intenso nuestro encuentro, provocando un placer
inmenso que me da escalofríos en los brazos y en el estómago.

Me toma de la cintura, gira, obligándome a seguir sus pasos hasta la


puerta, donde mi espalda se pega a ella y me quedo atrapada entre
su cuerpo por delante. Nos besamos, desesperados y ansiosos.
Hay pasión en este beso, deseo y sobretodo... Recuerdos.

— Te am...

— Cállate, no lo digas.

Muerde mi labio inferior, grito, me falta el aire pero no puedo dejar


de besar estos labios que tanto añoraba. Su cuerpo se inclina más
hacia mí, me acorrala e impide que haga el más mínimo movimiento
y sin darme tregua, pega sus caderas a las mías. Siento la
excitación de su cuerpo presionarse contra mí. Se mueve, gruñe y
me arranca gemidos.

—Mark... Mi Mark —susurro dejando sus labios y hechando mi


cabeza hacia atrás.

—He dicho que te calles —él lleva su mano a mi cabello, mientras


su boca busca mi cuello, me besa y... "Oh, mierda" Gimo
nuevamente al sentir como muerde mi piel.
¡Joder! Lo quiero y necesito.

—No me hagas call... Ah —vuelve a arrancarme sonidos llenos de


placer al sentir como una de sus manos se desliza por mis pechos,
arqueo la espalda para obtener más de sus caricias.

Mark jadea y suspira al sentir una de mis piernas elevarse sobre su


cadera. Lo siento entre mis muslos y disfruto la sensación que la
cercanía de nuestra intimidad me provoca.

De repente el timbre suena haciendo que ambos nos quedemos


inmóvil. Nuestras respiraciones son pausadas, Joder... Parece que
haya corrido un maratón.

La infinita tortura se vuelve más pesada al separarnos, él retrocede,


lo veo tomar aire mientras desliza su cabello entre los dedos. Está
frustrado y no estoy segura si por lo que estaba sucediendo o por la
interrupción. Decido alejarme de la puerta y caminar hasta el sofá,
me acomodo el vestido que se me ha subido y quito varios
mechones de cabellos que se encuentran en mi rostro. Mark vuelve
a acercarse a la puerta y antes de abrir, me mira, analizando por
unos segundos mi aspecto, asiento, sonriendo al recordar el hombre
que siempre ha cuidado de mí.

Tras mi aprobación el abre la puerta.

— Mark, aquí están los papeles de... —Samantha entra sin ser
invitada. Se queda observándome por unos segundos,
evidentemente sorprendida.

¿Por qué entra así? Vale, también he entrado sin invitación pero él
es MÍ hombre.

Mi lado neanderthal lo reclama.

— Ella ya se va —dice Mark a la intrusa.

¿¡QUE YA ME VOY!? Lo asesino con la mirada.


—Hola —me saluda sonriente Samantha y luego mira a Mark—, no
te preocupes, solo vine a dejarte los papeles. Nos vemos esta
noche. ¿Vale?

Mi corazón duele al escucharla.


Samantha le entrega un sobre amarillo a Mark y sin más se marcha.
¿No hay reclamos de su parte? ¿Por qué no se ha puesto histérica
al verme con él? Lo que estaba pasando aquí es evidente, el cabello
desordenado de Mark, su piel enrojecida y ni siquiera hablar de la
marcada excitación entre sus pantalones.

¿Qué ya me iba? Pues sí. Tomo mi cartera del suelo que sin darme
cuenta solté.

—Idiota. Idiota —susurro.

— No regreses más —dice y yo río con amargura—. No te quiero


aquí.

— No es lo que parecías querer hace unos minutos.

— Eso no significa nada —gruñe—, solo sería sexo —lo miro dolida,
¿Es eso lo que significaría ahora para él?— ¿Qué esperabas al
venir a mi departamento? ¿Qué querías?

"Te quiero a ti, idiota" muero por gritarle pero me abstengo.

— ¿Sabes qué? Tienes razón, no te conozco. Aquel hombre que


siempre me cuidaba no tiene nada que ver con el cabrón que estás
siendo ahora.

— Tú lo mataste cuando te largaste —me mira con dolor.

Es sincero y lo entiendo, he tenido mucho que ver con su cambio.


Soy la única culpable de su desprecio hacia mí. Desaparecí, sin
explicación. No lo culpo por odiarme, sin embargo sigue doliendo. Él
ha dicho que me esperaría, pero, parece que Samantha ya ha
ocupado mi lugar. Aunque no entiendo qué clase de relación lleven,
es obvio que yo no tengo espacio en su vida, ni en su corazón.

— Estas siendo cruel, Mark.

—Dímelo Rachel, admite en mi jodida cara la razón por la que te


fuiste co... —se calla, la rabia lo consume e intenta no dejar que el
enojo le gane, puedo verlo. Y siento tristeza al ver como he sido la
causante de sacar la peor versión de un hombre que era dulce,
maravilloso. De un hombre como Mark—. Habla.

Niego con la cabeza. No puedo mencionarle en este momento a mi


madre. Me siento herida con sus palabras, con sus acciones.
Conmigo misma por hacernos tanto daño.

— Vete, y por favor, no regreses.

Él brama ante mi silencio y me molesta. ¡Estoy molesta con la jodida


vida!

— Te mandé un mensaje, hubieses respondido un estúpido NO y


listo. Evitaríamos esto.

Miento, igual hubiese venido. ¡Soy una puta masoquista! ¿Pero


cómo no luchar por aquel amor que teníamos?

—No he visto ningún mensaje, de haberlo hecho... Habría negado tu


entrada.

Ya no soporto la batalla de quien hiere más, por lo que decido salir


del departamento, mortificada por la situación.

— ¿Le llamo un taxi, señorita? —ofrece Julian apenas me ve.

—Me voy caminando, gracias. Por cierto, Mark está molesto porque
me ha dejado entrar, lamento haberle causado problemas, Julián.

Digo apenada, sin embargo él sonríe, confundiéndome.


— Pero si hace unas horas me dijo que vendría, que la dejara que
pasar.

Confiesa y mi corazón late frenético. Regocijándose en la


esperanza.

— Hasta luego, Julian.

Algo más animada hablo, despidiéndome del portero, me dirijo hacia


la dirección a mi casa y mientras camino, decido enviarle un
mensaje a Mark.

Para: Amor 💜🐹.


"Así que Julian sabía que iría a tu departamento. ¿A qué juegas,
Mark?"

Envié el mensaje, me sorprendo al obtener una respuesta rápida.

Amor💜🐹.
"A fingir que no te amo"

Oh, Mark...

Nota:
Hola chicos, espero disfruten de este capítulo, quiero agradecer por
su apoyo, comentarios, votos y mensajes. Me hace feliz de que
están disfrutando de la historia.
Pd: Dejaré mi Instagram y TikTok: @Jamwalkerxoxo donde
constantemente estoy informando sobre las actualizaciones,
también imágenes, fotos, videos sobre el libro, y mucho más.
Pd2: ¡Feliz año 2021!💕
25. Roma no se construyó en un día

Rachel Lombardo:

— Pero amor, ¿Por qué no le cuentas todo? Por lo que veo aún te
ama.

"O pierden el orgullo, o se perderán ustedes" Mi abuela continúa


opinando sobre mi encuentro con Mark. Y la sola idea de perderlo
me estruja el corazón, sollozo ante el tosco golpear de mis
pensamientos.

—Lo sé, nana —le doy la razón—. Pero, me sentí herida, enojada,
confundida... ¡Débil!, era como si cada palabra que salía de su boca
me aconsejara a no contarle sobre mi madre. No por ahora.

¿Cómo podría hablarle de dolor al hombre que me estaba


rompiendo el corazón? Además...
¿Era correcto? ¿Querer callar sus gritos con mis heridas? Por
supuesto que no lo era.

Muerdo mi labio inferior intentando contenerme, es en vano, mis


ojos se vierten de abundantes lágrimas.

—Rach, ambos están dolidos, han sufrido y necesitan sanar. Lo


superarán, mira que te lo digo yo. Recuerda que más sabe el diablo
por viejo que por diablo...
Mi abuela habla con tanta seguridad y entusiasmo que me arranca
una risa cargada de llanto. Aunque no estoy muy segura de sus
palabras.
Sí, Mark y yo hemos superado muchas cosas en nuestra relación,
pero jamás nos habíamos enfrentado a nosotros mismos y ahí
estaba el detalle... Nos estamos hiriendo intentando ganar nuestra
propia batalla.

—Ojalá, nana —me dirijo al extremo del sofá para estar cerca a mi
abuela y abrazarla—. Así sea...

Ruego por ello. Tengo la esperanza de que lo recuperaré y cuando


eso pase ansío contarle sobre mamá, No antes. No ahora que
piensa que fingir que no me ama es lo mejor.

— Ambos necesitan tiempo... Pero no un tiempo separados, como el


grandullón idiota que nunca me gustó, te pidió—comenta
refiriéndose a mi relación y ruptura con Jackson—. Hablo de un
tiempo juntos, curando sus heridas. Y eso será poco a poco. Total,
recuerda que Roma no se construyó en un día.

Sonrío negando con la cabeza, ojalá sus predicciones de mi relación


con Mark sean tan acertadas como su desaprobación hacia mi ex
novio. Desde el primer momento que conoció a Jackson le disgustó.
Jamás entendí sus razones, pero después de nuestra ruptura lo
comprendí.

—Roma no se construyó en un día —repito abrazándola con más


fuerza, descartando a Jackson como tema de conversación opto por
hablar sobre el anuncio del periódico de esta mañana, una oferta
laboral—. Supongo que el salario no será el mejor, pero hasta que
consiga algo más rentable, está bien.

Le hablo sobre mi entrevista de trabajo a primera hora de la


mañana, ella me anima, contándome sus experiencias laborales y
me siento tranquila escuchándola, sobretodo agradecida porque me
ayuda a alejarme de mis pensamientos durante horas hasta que la
noche cae.
Dando vueltas a la cama me sigo cuestionando la manera en la que
me permití depender de medicamentos para dormir. Antes me
ayudaban a escapar de la realidad y hoy me obligan a quedarme
atada a mis tormentosos pensamientos.

—Rach, despierta —la voz de mi abuela al otro lado de la habitación


me obliga a quejarme mientras tomo una almohada y la coloco en
mi rostro, apenas mis ojos empezaban a cerrarse por el cansancio
—. Se hará tarde para tu entrevista de trabajo.

—Un minuto —respondo sin ganas, dejándome llevar por mi


momento de soñolencia, lo ansío.

«Ring. Ring. Tu oportunidad de dormir venció» Es exactamente en


lo que se convierte el tono de mensaje de mi móvil cuando esté
suena.

A regañadientes tomo el aparato y lo coloco frente a mi rostro,


leyendo la notificación.

"Señorita Lombardo. La entrevista se pospone para el día de


mañana a la misma hora.
Estaré esperando que confirme su asistencia,
Lea.
Biblioteca Central Land"

Sin darle importancia dejo el móvil en algún lugar de la cama y


vuelvo a cerrar los ojos, esta vez acurrucándome a la almohada. Mi
cuerpo se siente frío, me duele la cabeza y como cada mañana es el
cansancio que me desafía a quedarme dormida, aunque sean por
veinte o treinta minutos.

Sintiendo el colchón hundirse levemente, me quejo e


inmediatamente recuerdo que no le comuniqué a mi abuela sobre el
cambio de la reunión laboral.
— La entrevista de trabajo quedó para mañana —informo
soñolienta.

— Es tu día de suerte, tengo un novio que busca secretaría.

Oh mi... ¡Amy!

Me levanto de un salto de la cama, Oh Dios... Las espesas pestañas


bordean mis ojos, me dedico a observarla por un milisegundo,
asegurándome de que su presencia no es producto de mi
imaginación, mi amiga me dedica una leve sonrisa.

— ¡Amy! —Chillo lanzándome a sus brazos.

—Te extrañé tanto.

Asegura entre sollozos a los cuales enseguida me uno.

— Te extrañé mucho —me aferro más a su abrazo.

No tengo noción del tiempo, de lo único que soy consiente es que su


presencia me reconforta. Mis brazos la rodean mientras lágrimas
tras lágrimas nos acompañan en nuestro encuentro. Me aferro a
ella, rogando que esto no sea parte de mi cansancio e imaginación.
Verdaderamente querido insomnio, te odiaré más de lo que ya lo
hago si estás jugando conmigo en este momento.

Siento que las piernas me fallaran, agradezco la iniciativa de Amy


por tomar mi mano y acercarnos hasta la cama.

—Rach, yo... He esperado tanto tiempo para volver verte —suspira


—. Pero tengo miedo, ¿Algo malo pasó? Rach puedes confiar en
mí... Si él te obligó a hacer algo... Lo que sea que haya pasado
puedes decírmelo.

Amy habla tan rápido que no estoy segura de haber escuchado


todas sus palabras.
—Am...Yo no pude —sollozo—. Ella se fue, de esa manera tan
inesperada que sentí que no podía seguir, no debía.

Amy frunce su ceño. —¿Ella? ¿Rach, de qué hablas?

—Mi extraña —el pecho me duele, es tan duro decirlo en voz alta
que me quiebro, mi amiga me mira alarmada—. Murió.

Amy lleva las manos a su boca y empieza a negar con la cabeza.

—Oh mi Dios —Llora abrazándome nuevamente, sus sollozos esta


vez no paran—. Rach, ¿Cómo es que? —Niega con su cabeza—
No, Rach. Ella. No puede ser.

Rompe en llanto abrazándome más fuerte, sé que le duele, Amy


amaba a mi madre. Y aunque soy un mar de lágrimas reúno fuerza
para consolar a mi amiga. Ella llora con un dolor desgarrador que
me hiela el alma.

— Quería estar sola, lo necesitaba.

—Rach, debiste llevarme contigo —habla entre sollozos.

— Debí haber hecho muchas cosas, pero...

Callo. Fui una cobarde.

—Lo siento tanto —me abraza y su consuelo me ayuda a liberarme


de la presión en mi pecho—. Tienes que contárselo ya a Mark.

—Por favor, no quiero que se entere, no por el momento —me mira


sin entender—, merece saberlo y lo contaré, pero quiero hacerlo
cuando finalmente lo haya recuperado, si es que es posible.

Amy inhala y exhala por varios segundos, intenta mantenerse fuerte,


la conozco, sé que le cuesta.

—¿Recuperarlo? Marica, ¿cuándo perdiste a ese hombre? Nunca


—asegura—. Por Dios, Rach. Mark te ama.
— Él ahora está con Samantha...

— Él no está con Samantha —dice casi gritando—. Sí que es


verdad que ella ha regresado a recuperarlo, pero eso no es algo que
Mark sabe, Samantha me lo contó, sin embargo él siempre le ha
dicho que está enamorado de alguien. Es buena persona Rach.

Suspiro, un tanto aliviada y celosa. No dudo de las palabras de Amy.


Aunque me moleste su presencia, ella no se ve una mala persona.

— Parecen llevarse bien.

—Sí, aunque nunca me involucre en sus intenciones de conquistar


a Mark, no voy a mentirte Rach, me agrada, pero espera —alza sus
manos en señal de paz—, yo soy tu mejor amiga y... No podía
meterme en sus asuntos con Mark, pero sí que puedo involucrarme
en la relación de mi mejor amiga y cuñado.

—Gracias Am, yo solo espero poderlo hablar con él, sin gritos,
reproches. Lo extraño tanto...

— Ya verás que así será, por cierto, ¿estabas buscando trabajo?


Steven necesita una secretaria, él te podría dar el puesto, y así lo
tienes vigilado —ríe—, Odio que una desconocida piernas largas,
Miss Universo esté cerca de él.

—Me alegra tanto que estén juntos —confieso con sinceridad, Amy
sonríe.

— Es una piedra en el zapato, pero...

— "Sarna con gusto no pica" —Repito aquellas palabras que ella me


citó cuando hablábamos de mi profesor.

—Exacto —asiente mi amiga, tecleando en su móvil con agilidad—,


listo, ya informé a Steven y por supuesto, aceptó. Solo necesita que
te reúnas hoy a las tres de la tarde con él en el centro comercial. Ya
sabes, para hablar del contrato laboral y esas cosas.
En su estado de nerviosismo Amy no para de hablar y sonrío,
escuchando cada relato que me da de lo sucedido en los últimos
meses. Un dolor punzante en mi pecho me hace dar cuenta lo
ausente que estuve en la vida de las personas que amo.

—Yo siempre estaré aquí contigo, Rach, y Mark —su mirada se


entristece—. Él sufrió mucho, no saber nada de ti le destrozaba, y lo
llevo a creer en las palabras de Jackson. Ese imbécil, por supuesto
que mintió. ¡Por supuesto que tú no regresarías con él!

¿Jackson? ¿Por qué Mark pensaría que yo regresaría con mi ex?

— ¿De qué me hablas, Jackson que tiene que ver en todo esto? —
la interrumpí, confundida por sus palabras.

— Jackson le enseñó una foto a Mark donde ustedes estaban


besándose. Le dijo que ustedes se seguían viendo.

— Ese era su plan—medito al recordar su manera tan ágil de


joderme la vida.

Me siento frustrada e indignada, no puedo creer que Jackson haya


sido capaz de jugar tan sucio. Y no sé qué me enoja más, las
acciones de mi ex o la desconfianza de Mark.

Intentando alejarme de la rabia que siento, le hablo a Amy de mi


único encuentro con Jackson en el pueblo donde mamá fue
enterrada.

—Ahora mismo agradezco que Mark lo haya golpeado —ríe


orgullosa. Frunzo el ceño, mirándola horrorizada.

¿Mark golpeando a Jackson? ¿Hasta ese punto él cayó en el juego


de mi ex ?

— Aunque lo ame, me molesta que creyera que ese era el motivo


por el que me fui, ¿Es el concepto que tiene de mí?
—Rach tienes que entenderlo un poco. Él no sabe todo lo que ahora
yo sé. Jackson jugó con su mente y aunque él se negaba a
aceptarlo, terminó por creerle.

—Nos hemos equivocado tanto —reflexiono sobre mi relación con


Mark.

—Todo lo que está pasando es solo falta de comunicación. Tienes


que contarle las verdaderas razones por las que desapareciste.

—Lo haré, Am —aseguro.

Aunque ahora mismo me sienta molesta con él. No puedo creer que
esté odiándome porque piense que regresé con Jackson. ¡Estúpido
Harvet!
«Y estúpida tú» La vocecita en mi cabeza, después de tanto se
digna a comentar.

Y tiene razón.

Una llamada entrante interrumpe nuestro momento, con desgano


Amy me anima a atender la llamada, informando que debía irse,
dándonos un ultimo abrazo nos despedimos.

—Hola —contesto una vez me encuentro sola en la habitación.

— Señorita Lombardo, ¡Qué honor el mío!

Aquella voz me es familiar.

— Señor Ildet —digo al escuchar al siempre amable y nada irónico


director de la universidad. Me sorprende su llamada.

— Señorita Lombardo, ¿podría usted honrarnos con su presencia en


dirección para así poder platicar sobre los exámenes que le toca
rendir?

¿Examen? ¿De qué me habla?


—Yo creí que mi semestre estaría suspendido —comentó incrédula.

—Sí, es lo que debía hacer —habla entre dientes—. Y no se haga la


sorprendida, es obvio que sabía que Mark no permitiría que
anúlenos su semestre mientras usted andaba de vacaciones—gruñe
molesto—. El otro alumno lo merecía. Usted no.

¿El otro alumno? ¿A quién se refiere?


Hablar con el director siempre era como estar en un juego de
palabras que adivinar y eso no ha cambiado.

—Señor Ildet, antes de rendir el examen me gustaría hablar con


usted —incómoda le respondo, el bufa—. Igual, muchas gracias por
la oportunidad.

— De gracias a su astucia —me interrumpe—. La veo en mi oficina


mañana a las tres. Adiós.

— Val... —Me ha colgado.

Pensar en el hecho de Mark cuidándome de mí, aún en mi ausencia,


me alegra y ayuda a borrar la amarga conversación telefónica con el
director.

En el centro comercial me detengo preguntándome ¿en qué plaza


se encontraría Steven? Al comprobar la hora me doy cuenta que
aún quedan diez minutos para las tres.
Y decido escribir un mensaje a Steven mientras regreso a la salida
del lugar. Bruscamente detengo el paso al sentir mi cuerpo impactar
contra algo.

—Perdone —habla un hombre, retrocediendo. Dejo mi atención en


el móvil y levanto la vista. Me quedo sorprendida al ver su rostro.

—Theo —saludo a mi ex compañero de clases.


—¿Rach? —él abre su boca, en un gesto lleno de sorpresa—. Qué
gusto verte. Ha pasado un tiempo desde la última vez que
hablamos.

—Sí —mucho tiempo.

—¿Estás bien? —Theo habla consternado—. Cuando rendí mi


examen final el director me comentó que tú eras la segunda persona
que no se había presentado, me pareció extraño. ¿Ocurrió algo?

Suspiro, encogiéndome de hombros.

—¿Tú eres el alumno del que habló el señor Ildet? —comento


evadiendo el tema. No quiero hablar sobre los motivos de mi
ausencia. En pocos minutos será mi entrevista con Steven no deseo
que mis ojos estén rojos y más hinchados de lo que ya están.

—Supongo —su tono se vuelve triste—. Sucedieron tantas cosas


que no pude regresar a la universidad.

—¿Tú abuela? —Pregunto al recordar las razones por las que Theo
me había comentado sobre sus inasistencias a clases—. ¿Cómo
sigue?

— Ella murió —dice dejándome helada, joder... Sus ojos se llenan


de lágrimas y entiendo más que nada su dolor.

Él me cuenta como su vida oscureció desde el día que tuvimos el


viaje de fin de curso, la llamada que recibió de su hermana
informándole que su abuela se encontraba mal, había sido el inicio
de todo. El inicio de una vida triste y vacía.
No esperaba las palabras de mi ex compañero y mucho menos que
estas me afectaran tanto. Su abuela murió el mismo día que mí
madre. Mis ojos se llenan de lágrimas y al verme Theo hace una
mueca de dolor. Dejándome llevar por la familiaridad de la situación,
me acerco para abrazarlo, él me estrecha con fuerza.
—Sé que las palabras de mierda que todos dicen no sirven para
nada, pero —me callo—. Lamento mucho tu pérdida.

—Gracias Rach —susurra nostálgico mientras una de sus manos va


hasta mi cabeza y me acaricia el cabello—. Venga, si lloras me temo
que voy a unirme y mi abuela siempre decía que me veía fatal
llorando.

Él bromea y mi corazón se desemboca.

—Vale —respiro intentando no dejarme llevar por la situación.


Termino nuestro abrazo, sin embargo Theo continúa sosteniendo mi
mano.

—Qué dulce eres, Rach —él comenta y siento mis mejillas arder—.
Me alegra haberte encontrado aquí.

Sonrío ante sus palabras, sé que su intención no es incomodarme,


pero empiezo a sentirme nerviosa. Retrocedo alejando mi mano de
la suya, el sonríe un momento, pero su felicidad se borra
inmediatamente al ver sobre mis hombros.

—Buenas tardes —saluda de manera fría una voz que logro


identificar. Mierda. Mierda.

¿Estoy confundiendo la voz de Steven con la de Mark?


Me giro.

Es él.

He estado tan sumergido en mi conmoción con la noticia del


fallecimiento de la abuela de Theo, que por un momento me olvidé
de todo a mi alrededor.

—Buenas tardes —dice Theo incómodo, Mark lo acribilla con la


mirada—. Eh, nosotros... Eh, yo... No pude disculparme con usted
por aquella vez en el viaje entrar a la habitación de esa manera. Lo
siento —Mark no dice nada, por lo que mi ex compañero decide
seguir—. Sé que es el hermano del profesor Harvet y...

—Él es el profesor Harvet —aclaro a Theo.

Evidentemente era el único que no se enteró de la confirmación de


mi romance con Mark.

—Lo siento —me mira incómodo—, eh, yo... Me iré —se acerca a mi
dándome un abrazo—. Lamento si estoy causándote algún
problema con tu cuñado.

Theo susurra tan despacio y entiendo su nerviosismo, incluso yo


empiezo a sentirme acorralada por la mirada de Mark.

—No te preocupes —le digo.

—Espero verte pronto —Theo susurra y yo asiento—. Hasta luego,


señor Harvet.

Mark no articula palabra alguna, Theo decide marcharse y me


quedo haciendo frente a la mirada adusta del hombre frente a mí. Él
no dice nada, por lo que empiezo a desesperarme.

—Harvet, tú y yo tenemos mucho de qué hablar —demando con


molestia al recordar mi conversación con Amy.

Él enarca sus cejas. Luce enfadado, no habla y su silencio empieza


a abrumarme.

— ¿Qué hacías con él? —Pregunta cabreado.


26. Decide.
¿Está celoso?

Su precioso rostro se ensombrece de furia. Yo bajo la mirada,


procurando que no note mis emociones. Estoy feliz. Aunque su
desconfianza no me agrada del todo, ver que él se identifica con los
sentimientos que he estado experimentando por su cercanía con
Samantha, es bueno.

— ¿Sabes qué? Ni si quiera me respondas, no me importa.

Vuelve a su actitud brusca y controlada, me deja tan impresionada


que reprimo el impulso por replicarle. ¿Es una lucha perdida?

—Mark —respiro lento, intentando plantear una tregua entre


nosotros—. Por mensaje has dicho que me amabas.

Cambio el tema. La esquina de su boca se eleva formando una


sonrisa amarga.

—¿Eso te enorgullece? —Brama—. Amarte no significa que acceda


a que vuelvas a lastimarme. Que te quede claro una cosa, lo nuestro
se acabó.

Sus palabras me hieren y el rostro de su ex viene a mi mente.

—Es por Samantha ¿no? —pregunto dolida—. Insistes porque ella


esté en tu vida, dejándome fuera a mí.

—Eso no es asunto tuyo, Rachel. Y no tienes derecho a reprochar


nada, fuiste tú quien decidió marcharse.

—¿Y tú si tienes derecho a reprochar? —Replico con mal humor—.


¿Qué hacía con Theo, Mark? ¿Eso preguntaste? Hablar. Algo que
contigo es imposible.
—Nosotros no tenemos nada de qué hablar, Rachel. Esa es la
diferencia entre tu amigo y yo.

—¿Hasta ese punto te perdí Mark? —Mi voz suena lastimada—.


Que ni siquiera has dejado suelta una pizca de confianza hacia mí.
Sacaste tus propias conclusiones y quieres seguir aferrándote a
ellas, sin darme la oportunidad de explicarte.

Un estremecimiento se desliza por mi cuerpo, agrupándose caliente


y doloroso en mi vientre al darme cuenta que él no hace ningún
esfuerzo por contradecir mis palabras. No, no le importa lo que
tenga por decirle.

—Mark —una voz irritante y terriblemente familiar sale de la nada,


lanzándome a los infiernos—. Ay, pensé que llegaría tarde.

Samantha...

La observo colocarse a un costado de Mark, toca su hombro, en un


gesto cariñoso. Pronto dirige su mirada hacia al frente para
observarme.

—Oh... Hola —dice con una sonrisa de oreja a oreja—. Nos


volvemos a encontrar, creo que sería bueno presentarnos. Yo soy
Sam, mucho gusto... ¿Tú eres?

A pesar del esfuerzo que hago por mantener mi humor neutral, un


pequeño resoplido se escapa de mi garganta.

—Samantha, ella es Rachel —rompiendo el silencio Mark habla.

Siento mis mejillas arder. ¿Ya está? —¿Rachel me importa un


pepino? ¿Rachel ansiosa por querer sacarte los ojos? ¿Novia
ausente?— ¿No? ¿Nada? ¿Solo Rachel desconocida?

—Rachel Lombardo —finalmente digo a Samantha y ella asiente


sonriente.
Continúo meditando sobre su presencia en este lugar. ¿Es una
coincidencia que esté aquí? ¿Han venido juntos? ¡Carajo! Preguntas
y más preguntas son formuladas por mi mente, producto de los
celos.

Un silencio incómodo se forma en el ambiente, Samantha sonríe


mirándonos a ambos una y otra vez. La confusión en su rostro
pronto es evidente.

—Eh... ¿Steven y Amy no han llegado? —inquiere y no sé si es por


curiosidad o por intentar sacarnos de la incomodidad en la que
estamos.

Mark niega, está apunto de hablar, pero su móvil suena llamando su


atención, me extraña cuando el mío también notifica un mensaje.
Decido observar la pantalla.

Hay exactamente dos mensajes de Amy, el primero informa que


Steven no asistirá, porque es Mark a quien han citado.
Confundida observo a Samantha. ¿Y ella es parte del plan? Frunzo
el ceño. Continúo leyendo.

Mejor amiga 👭💜.


"Es hora de que hablen, es lo que necesitan. Por cierto: ¡Estás
contratada! te amo"

No puedo evitar sonreír. Por supuesto, debí imaginar que Amy algo
tramaría. La repentina entrevista de trabajo en el centro comercial
no era el estilo de Steven.

—Steven y Amy no vendrán —dejando su móvil a un lado, Mark


informa a la intrusa.

Samantha hace pucheros y él le da una sonrisa cálida. Odio que le


sonría. De hecho, detesto todo lo que tenga que ver con ellos.

—¿Ha sucedido algo? —ella cuestiona y Mark niega—. Menos mal.


Entonces, llamaré a Brooks y le diré que si iremos.
¿Ir? ¿A dónde?
Inmediatamente me cruzo de brazos, fijando mi mirada en Mark.

—Sí, dame un segundo —le dice él y sonriente Samantha se aleja


de nosotros con el móvil en la oreja—. Tú sabias de este plan
absurdo.

— Basta de suponer, Mark —digo ofendida—. No sabía nada.

Duda de mi palabra y no tiene intenciones de ocultarlo. No me


sorprende su desconfianza.

— Por supuesto —replica irónico.

— Sí, por supuesto que no crees lo que digo, ¿Te llamo a Jackson?
Por lo visto sí que confías en sus palabras.

—Ni a él, ni a ti deseo escucharlos —espeta mucho más mal


humorado que antes.

—Amy me contó lo que Jackson te dijo —hablo con frustración—.


Eres realmente un idiota si piensas que yo regresé con él. Que la
razón de mi desaparición fue Jackson cuando en realidad fue
porque mi...

—Mark —la inesperada voz de Samantha me interrumpe—. Lo


siento, pero el director Brooks nos está esperando ahora —dice,
colándose nuevamente en nuestra pequeña charla de reproches y
confesiones—. ¿Nos vamos?

Ay, pero es un grano en el culo.

«Uno. Dos. Tres. Respira, ten paciencia Rachel» Me animo.

Mark asiente y emito un suspiro cargado de dolor al ver que se


marchará.

— Finalmente habrás elegido.


Murmuro ocultando mi tono resignado tras una tos. Sus ojos me
miran con la misma furia con la que lo ha hecho desde que nos
reencontramos. Sé que le indigna que le ponga ultimátums, pero
esto ya no se trata de mí, si no de ambos. No quiero que nos
lastimemos mas. Y es su decisión ponerle fin a esto.

—Samantha, tengo que hablar con la señorita —menciona y yo


suelto el aire que me encontraba reteniendo—. Lo lamento y dale
mis disculpas a Brooks, por favor. Me reuniré luego con él.

— Oh, ya veo —dice comprensiva. Dios... Tanta bondad no me


cuadra—. ¿Te veo mañana?

— Sí —llevando la mano a su cintura, se acerca y le da un beso en


la mejilla —. Cuídate.

— Fue un gusto verte, Rachel —se despide.

— Igual —digo sin importancia.

Ella se va, dejándonos solos y trato de ocultar la esperanza que


yace en mí.

— Mark, debemos aclarar las cosas —insisto.

— No más de tus mentiras, Rachel, por favor.

— No, por favor te pido yo... Basta.

— ¿Qué quieres de esto, maldita sea?

Él habla bajo, intentando no llamar la atención de las personas que


salen y entran del centro comercial.

— A ti, a ti es lo que quiero.

Me contempla con desprecio y duele.


— Ya me tuviste, y lo único que hiciste fue destrozarme con tu
abandono, con tus mentiras. Aquella mujer de la que me enamoré
no tiene nada que ver con la mentirosa que decía amarme.

—Se acabó —digo firme—. No voy a soportar más tus acusaciones,


sé que cometí un error al irme y me encantaría cambiar eso, pero no
se puede. Tú te dignas en decir que me amas o amabas pero ahí
vas, creyendo a cada persona que te habla mal de mí,
coqueteándole a tu ex en mí cara.

—Rachel, ¿No lo entiendes? Sí, me rendí, pero tú fuiste la única


causante de que lo hiciera. Nadie más que tú y tus mentiras.

— Creí que tu amor era más grande, ¿sabes? —No puedo


morderme la lengua y ocultar mis pensamientos.

Es hiriente ver que no solo le creyó a Jackson, si no que dudó del


amor que sin pensarlo yo le entregué... Su odio y desconfianza es el
nombre de mi dolor.

— Ni siquiera te atrevas a cuestionar mi amor, eres la menos


indicada —ordena con mal humor.

— Lo hago Mark y lo lamento, pero ¿Qué puedo pensar? ¿Me


amas? —Elevo las manos negando con la cabeza— Dices que me
amas y ni si quiera te has dignado a preguntarme la jodida razón a
mí. Le has creído a Jackson, ¿Ese es el amor del que tanto hablas?
Gustoso por herirme, sin embargo yo estoy aquí humillándome,
tratando de soportar tus palabras. Pero esto Mark... Ya es suficiente.

Mis ojos se llenan de lágrimas, pestañeo en mi inútil intento por


desaparecerlas.

—Se terminó —fijo mi mirada en él, escuchando atenta cada


palabra que sale de su boca. Bajo la mirada soportando el aire de
mis pulmones, no quiero que me vea llorar. Es humillante—.
Rachel...
—Tenía la esperanza de recuperarte, ¿Sabes? Pero... —Una vez
más sin aliento, me callo.

¿Cómo decirle que acepto que lo nuestro se terminó sin romperme,


sin ser capaz de soportar el dolor de perder a dos personas
importantes en mi vida? Que estoy dispuesta a dejarlo en paz,
aunque eso me deje a mí destrozada.

Y como la cobarde que soy, ni siquiera logro mantener mi palabra de


no llorar frente a él. Lágrimas ruedan por mis mejillas. Coloco el
antebrazo en mi rostro, ocultando mi estúpido e imparable llanto.

— A pesar de todo lo que ha pasado, me duele verte así —siento


sus brazos rodearme, su acción me toma por sorpresa haciendo que
llore aún más.

Las caricias distantes que me da las siento tan mías que el contacto
de sus manos en mi espalda y cabello me hacen imaginar que nada
ha cambiado, que cuando nuestros cuerpos se alejen de este
abrazo, no sea el momento de decir adiós.

—Solo dime que aún queda algo, aunque sea mínimo —le pido,
acercándome nuevamente a él.

No comenta nada, pero tampoco se aleja.

—Te amo tanto como te odio —menciona mientras me toma de la


cintura.

Inclino levemente mi cabeza hacia atrás para tener una mejor visión
de su rostro, observo directamente sus ojos y él parece incapaz de
sostenerme la mirada, mis nervios se disparan cuando lo veo bajar
su cabeza, y posa su mano sobre mi mejilla, la respiración se me
detiene.

—Aunque no podamos recuperar lo nuestro, te debo una


explicación, Mark... Jackson te mintió —logro articular, sus facciones
se tensan como respuesta. Siento su respiración pesada sobre la
mía. Nuestros rostros están tan cerca que por un segundo pienso
que va a besarme, pero no lo hace. Permanece estático.

El sonido de una llamada entrante anuncia con terminar nuestro


momento, Mark tensa su mandíbula, mirando hacia un lado. A
regañadientes me alejo de él.

—¿Samantha? —Él responde la llamada y oír ese nombre


nuevamente, resulta agobiante— ¿Estás bien? ¿Dónde? Ahora voy.

Sin dar explicaciones, se gira siendo un témpano de hielo


nuevamente.

—Samantha aquí, Samantha allá — murmuro con fastidio.

—No es momento para tus reclamos, Rachel —gruñe, volviéndose


hacia mí—. Samantha ha tenido un accidente, debo irme.

—Joder. ¿Está bien? ¿Puedo ir contigo? —Pregunto alarmada.


Mark asiente y no se a cuál de las dos preguntas que hice, pero
decido ir tras él, siguiéndolo.

Aunque su ex no sea de mis personas favoritas en el mundo, no


deseo nada malo para ella y si con lo poco que aprendí de mamá
puedo ayudar en algo, estaré encantada de hacerlo.

Al cruzar la siguiente calle del centro comercial, nos encontramos


con Samantha, su rostro luce pálido, está sentada en una de las
bancas ubicadas en la acera, llora observando fijamente hacia al
frente. Inmediatamente sigo la dirección de su mirada.

Mierda.

Gimo al ver los coches estrellados unos a otros y a la víctima del


accidente en el suelo, una mujer de aproximadamente treinta años.
Acelero el paso acercándome más a ella.

—No, no la mueva —le digo a uno de los hombres que intenta


ayudar a la señora, varias personas informan que la ambulancia
debe estar en camino por lo que mis nervios disminuyen. Me agacho
hasta la mujer y observo las heridas que tiene en el rostro, aunque
hay pequeños rastros de sangre no parecen tan profundas—.
Tranquila, todo estará bien.

Le aseguro y ella continúa alterada, intentando hablar, y no hace


falta, el motivo de su desesperación es obvia.

—Mami, mami, ven conmigo —oigo gritos de una niña,


inmediatamente elevo mi mirada para ver a una pequeña de
aproximadamente cinco años llorar. Las personas intentan calmarla,
pero ella se rehúsa a ser tocada—. Ven, por favor.

Observa la escena, pero no se atreve a acercarse, tiene miedo y mi


corazón se encoge al verla.

—Por favor, mi hija —dice la señora y suspiro al ver que está


consiente.

—Iré por ella, por favor intente no moverse mientras llega la


ambulancia —le pido.

La mujer que se encuentra tendida en el suelo sonríe, aunque


parece más una mueca. Decido ponerme de pie y caminar hasta la
pequeña.

—¿Quieres ir con mami? —Le pregunto y ella asiente, haciendo un


mohín de tristeza—. Ven, yo te llevo.

Extendiéndole la mano ella la toma dudosa. Aunque al principio no


estoy segura de que sea una buena idea llevarla hasta su madre, es
la pequeña quien termina halando de mí. Al acercarnos veo a la niña
relajarse —probablemente la escena de lejos se veía peor de lo que
parecía—, se agacha hasta su mamá, sonriéndole con tristeza.

—¿Ti dele mucho? —Pregunta y la señora le dedica una sonrisa


cálida—. Mami tiene sangre.
Me dice con sus ojos marrones llenos de lágrimas.

—Si, se ha golpeado un poquito, pero ya vamos a ir al hospital, le


van a lavar la carita y podrán regresar a casa —le comento con
entusiasmo, ella sonríe—. ¿Te parece?

—Si —asiente ella repetidas veces con la cabeza.

Su emoción termina tan pronto el sonido de la ambulancia es cada


vez más cercano y fuerte.

—La muchacha te va a cuidar y llevará al hospital conmigo —le dice


la señora con una voz forzada, ocultando su dolor.

—Tranquila, así será —menciono y antes de que la pequeña se


asuste más de lo que ya está por los paramédicos y policías que
empiezan a llegar, la tomo en mis brazos—. Ya has escuchado a tu
mami, te cuidaré y llevaré al hospital. ¿Vale?

—¿Ahora? —Cuestiona escondiendo su rostro en mi hombro.

—Si, iremos ahora —le respondo mientras me alejo de la multitud,


buscando a Mark en el camino.

Inmediatamente detengo mi paso al reconocer a la mujer que está


de espaldas, aferrándose a Mark. Él le acaricia el cabello, la
consuela y me siento terriblemente celosa.

«No es el momento, Rachel» Mi lado racional me recuerda, pero no


puedo apartar mis ojos de ellos.

Mark eleva su mirada y clava sus ojos en mí. Sintiéndome


acorralada, miro hacia a un lado, fingiendo no percatarme de sus
presencias.

—Rachel —me llama. Estoy tan enojada que decido ignorarlo,


caminando hasta el final de la acera, haciendo señas a todos los
taxis que pasan por el lugar—. ¿Qué haces? Te llevaré al hospital.
—Quédate con ella —sugiero, aunque por mi tono suena más como
un reproche. Maldigo para mis adentros—. Y continúa consolándola.

Termino de cagarla.

¡Maldición Rachel, cállate ya!

—Ella debe ir al hospital también, necesitan revisarla, además, le


tomarán la declaración allá —explica—. Deja de ser tan testaruda y
vamos. No encontrarás un taxi vacío pronto.

—Quiero ir con mi mamá —la pequeña vuelve a quejarse,


obligándome a aceptar que Mark tiene razón.

Samantha se reúne con nosotros tan pronto el policía toma varios


datos de ella. Afortunadamente el coche de Mark no está muy lejos
del lugar del accidente, mis brazos empiezan a doler y la pequeña
se niega a ser cargada por otra persona o a caminar.

Aliviada de llegar al coche, me detengo observando como Mark se


apresura a abrir la puerta del copiloto. Sin embargo, es Samantha
quien con rapidez se sube. Frunzo el ceño mientras me inclino para
abrir la puerta de atrás y subirme.

No quiero molestarme por el hecho de que ella se sienta con


derechos absurdos de ir a lado de Mark, pero lo estoy, la rabia me
consume.

Llegar al hospital, es revivir cada una de mis heridas, los ex


compañeros de mi madre no dejan de preguntarme por ella y tener
que reprimir mis emociones empieza a asfixiarme.

"¿Y la señora Lombardo?"


"¿A dónde se ha ido de viaje?"
"Vaya que está disfrutando de su licencia"
"La extrañamos"

Son las palabras que escucho por parte de las enfermeras y


enfermeros que se acercan al reconocerme. En algunas ocasiones
Mark solo me estudia, esperando una respuesta de mi parte. Pero
no puedo hacerlo.

Solo sigo preguntándome cómo es que mi madre ha ocultado su


enfermedad a todos, incluso a sus compañeros de trabajo. ¿Andrés
el doctor y Katty tampoco sabían? Son con los únicos que no he
hablado y con los que mi madre mayor confianza tenía.

Agobiada decido sentarme en la sala de espera con la pequeña a mi


lado mientras recibimos noticias de su madre, la niña se mantiene
en silencio. No habla y comprendo lo difícil que debe ser para ella
todo esto, aunque Mark intenta distraerla apenas logra sacarle unas
palabras.

Cuando el policía llega para tomar la declaración de Samantha, la


pequeña se pone nerviosa.

—Fue la tontorrona que hizo todo mal —dice de repente—. Mamá y


yo no hicimos nada malo.

—No te preocupes hermosa, el policía sabe que fue mi culpa —


Samantha habla con su voz entre cortada. Llego a sentirme mal por
ella—. Lo lamento mucho.

—Cariño, ¿te gustaría ir por un dulce? —Decido llevar a la niña a la


cafetería para que el policía realice su trabajo tranquilo.

—Voy contigo —ofrece Mark poniéndose de pie al mismo tiempo


que yo.

—Quédate con ella —le respondo tomando la mano de la pequeña


que está emocionada por su dulce—, solo por esta vez, Harvet —
aquellas últimas palabras las digo casi en un susurro y Mark me
mira ocultando una sonrisa o eso creo.

Tomo a la niña de la mano y nos vamos caminando a la cafetería.


Nuevamente una oleada de recuerdos me invaden; Mi primer beso
con Mark, mis cortas visitas a mi madre cuando trabajaba aquí.
Niego con la cabeza, tratando de alejar la nostalgia que me causan
mis pensamientos.

—¿Te gustan mucho los dulces? —Le pregunto a la niña y ella


asiente emocionada, luce más cómoda y relajada—. Por cierto, creo
que no me he presentado. Me llamo Rachel.

— Yo me llamo, Karla Aragón Spina y tengo cinco años —dice la


pequeña en tono dulce, me muero de amor. ¡Karla! Que
coincidencia tan bonita, mi corazón se hincha de regocijo.

Al llegar a la cafetería, ella elige los dulces que desea, su emoción


también es la mía, disfruto de verla más animada.

El azúcar la ha vuelto una completa parlanchina, ella me habla de


sus amiguitas y lo mucho que le gustan las fiestas porque hay
dulces. Hay palabras que no logro comprender sin embargo, me
divierte escucharla, hace que el tiempo pase rápido y al deducir que
la entrevista con el policía ha terminado decidimos regresar. Karla
continúa armando el pequeño juguete que vino en su sorpresa, por
lo que sus pasos son lentos y yo intento acoplarme a los de ella.

— Mark, yo debo confesar que aún te amo y he estado tratando de


recuperarte pero últimamente estás mucho más frío que antes —
escucho a Samantha y me detengo atrás de la puerta.

—Si, no entemos, poque la tontorrona me dañara mi juguete


también —protesta la pequeña.

—Mejor armemos tu juguete antes de entrar —comento, tratando de


calmarla a la niña para seguir escuchando.
Ten decencia, me repito.

— Mami dice siempre que escuchar conversaciones de adultos está


mal —sonrío al saber que se refiere a escuchar una conversación
que no me incumbe... Aunque ésta sí que me incumbe.

Afortunadamente Karla se entretiene con su juguete, mientras


continúo escuchando la conversación de Mark y Samantha.

—Te conozco —le dice ella—. Y aunque lo niegas se que aun


sigues soñando con esa familia de la que muchas veces hablamos
—mi boca se abre por la sorpresa que me causa su comentario—.
Quizás en algún momento la imaginaste con otra persona y no se
dio. Yo también llegué a imaginarlo, pero estar ahora junto a ti, me
hace darme cuenta que deseo realizar esos planes con la misma
persona con las que los cree. Contigo.

Mierda.

La profundidad de sus palabras me desconciertan.

— Samantha, te he sido sincero siempre, no estoy interesado en


tener una relación con nadie.

— Pero yo no soy nadie, pasamos cosas muy bonitas, es cuestión


de intentarlo.

— Oh, ¡mira! UN PANDAUNICORNIO —grita Karla emocionada,


haciendo que Mark y Samantha se den cuenta de nuestra
presencia.

Con una sonrisa mostrando mis dientes, dirijo mi atención a la


pequeña que me enseña su juguete finalmente armado, decido
entrar a la sala de espera y mis ojos enseguida se centran en
Samantha. ¡Oportunista!

El ambiente se vuelve tenso.


— Karly —llama un señor y la pequeña automáticamente corre
hacia él—. Mi pequeña, ¿Estás bien? —Pregunta mientras la revisa.

—Ambas están bien —comenta Mark dirigiéndose al señor, nos


acercamos a él.

— Se pagaran todos los daños —inquiere Samantha haciendo que


la miremos mal.

—Señor, lamentamos mucho lo sucedido, de verdad, sabemos que


lo importante de una vida no tiene precio, pero estamos de acuerdo
con costear todos los daños y gastos presentados — las palabras
de Mark llenas de empatía, responsabilidad y bondad me
enorgullecen.

Con calma Samantha explica cómo sucedieron las cosas al padre


de Karla, él amablemente entiende, me tranquilizo al saber que
durante mi ausencia con Karla, Mark y su ex también recibieron
noticias de la señora, aunque tenía varias heridas, el accidente no
fue tan grave.

El señor acepta las disculpas y compensación por los daños


causados, su esmero por ver a su esposa no se hacen esperar. La
niña me sonríe en un gesto de despedida.

—Adiós Karla —le digo nostálgica—. Ha sido hermoso conocerte,


no tienes idea cuánto.

— ¿Karla? —Pregunta Mark, la pequeña asiente sonriendo—.


Bonito nombre.

— Lo sé —dice Karla y todos reímos.

Ellos terminan por despedirse y desaparecen por una de las puertas


que dan hacia el pasillo donde se encuentra la señora. Todo parece
volver a su orden, incluso la tortura de mis pensamientos que
recrean la declaración de Samantha hacia Mark.
—Mark, gracias por estar conmigo, te quiero —escucho a la irritante
mujer e intento contener mi deseo histérico de gritar—. Y gracias a ti
también, Rachel.

Niego. No quiero seguir sintiéndome la intrusa entre ellos. Ha sido


suficiente.

— Mark, ¿Puedo hablar contigo un momento?

Le pido. Samantha me sonríe realmente agradecida y me doy


cuenta que estoy odiando a una persona que no me ha hecho nada.
No puedo continuar llenando mi corazón con sentimientos que solo
me desgastan.

Esto debe terminar, bien o mal debe acabarse.

—Hablaremos de camino a tu casa, vamos —él me indica y no es


una petición. Con rapidez niego.

—Solo será un momento y a solas, por favor —digo sonriéndole a


Samantha, por primera vez.

—Entiendo, esperaré en el coche, Mark —dice y agradezco su


comprensión.

La mirada de Mark hace que deduzca lo que piensa; Más de lo


mismo. Discutir, orgullo, amor, odio. Pero no, no esta vez.

—He escuchado lo que te ha dicho, los planes que ustedes


tuvieron... Me pregunto si aún tu recuerdas los que nosotros hicimos
—empiezo hablar—. Hay dos personas de tu pasado que intentan
mantenerse en tu presente y evidentemente aferrarse a un futuro
contigo. El problema es que es evidente el pasado al que no deseas
regresar.

—Rachel —él intenta hablar, pero lo interrumpo.

No. Esta vez el que escuchará será él, no yo.


—He sido clara con mis intenciones Mark, lucharía por ti, pero no a
costa de perder mi dignidad, arrastrarme por ti ha sido suficiente.
Eres un constante tira y afloja, no eres capaz de alejar a aquella
mujer que te pretende y si me alejas a mí, a la mujer que dices amar
tanto como odias.

—¿Estás haciéndome elegir? —Él frunce el ceño— No puedo


creerlo.

— No, no estoy haciendo eso, porque si realmente tienes elegir


entre dos, a mí—hago una pausa, tomando aire—, a mi no me
elijas.

— No tengo ni quiero nada con ella—el tono de su voz me hace ver


que viene lo peor—. Ni contigo.

Asiento confirmando que acepto sus palabras.

— Dignidad y amor propio, algo que he dejado de lado por


recuperarte, pero no más, Mark. Con el dolor de mi alma si decides
tenerme fuera de tu vida, así será no volveré a molestarte.

No habrán más palabras o explicaciones que no quieren ser


escuchadas.

Sus ojos están alarmados, voy en serio y él lo sabe. Sin embargo


no rompe aquel muro tan abismal que nos separa. No dice nada y
con la más grande pena decido marcharme. Esta vez en serio.
27. El muro que nos separa.🔞

No...

Detente, Rachel.

No puedo dejar que te vayas de mi vida.

No sé cómo o cuánto tiempo nos tomará, pero lo arreglaremos.

Quédate conmigo...

Si tan solo él hubiese dicho una de esas palabras, ahora todo sería
diferente.

No tendría que estar explicándole a mi corazón que nos han roto y


debemos convivir con ello.

Apenas han pasado tres días desde que nuestra ruptura se hizo
oficial, pero parece una eternidad.

—Concéntrate, Rachel —me riño al darme cuenta que he detenido


mis actividades en el trabajo por dar rienda suelta a tormentosos
pensamientos—. Cita de Steven con Bratt Simon. Agendada.

Cierro la libreta en la que estaba escribiendo y la acomodo a un lado


del ordenador, recordándome que debía terminar el informe que
Steven me pidió.

Intento concentrarme, pero la sustancia aromática tan suave y


agradable que se desprende en el ambiente desde que llegué de
recursos humanos, vuelve a desconcentrarme.
¿Porqué todo me recuerda a Mark?
¿Estoy enloqueciendo? ¿El olor de aquel perfume también es
producto de mi imaginación?

—Rachel —su voz llega a mis oídos.

Levanto mi mirada hacia la puerta de la oficina de Steven. Me


sorprende ver al hombre que camina en dirección a mi escritorio.
¿Mark?¿Pero cuando llegó? Dejé mi lugar de trabajo apenas unos
minutos.

"Es una alucinación, por supuesto que lo es" Concluyo.

A diferencia de Steven, él luce un traje negro, por lo que termino de


confirmar que no estoy confundiendo a mi jefe con su gemelo.

Debe ser porque he dormido muy poco.

—Si, es eso. Necesito un café —digo en alto, levantándome del


asiento y rodeando mi escritorio para dirigirme a cafetería. Paso
muy cerca de Mark, ahogo un grito cuando él me toma del brazo,
deteniéndome.

—¿Ahora vas a ignorarme? —Pregunta.

Sí. Es él, Mark en carne y hueso.

—¿Cuándo llegaste? —Cuestiono desconcertada.

—Justo después de que te fueras con Müller a conocer el lugar —


me suelta de su agarre e intenta mantener el tono sereno, pero
fracasa. Lo conozco.

—Pero si estaba en recursos humanos —aclaro confundida por su


comentario—. ¿De dónde sacaste eso?

Las facciones tensas de Mark se relajan al tiempo que suelta un


suspiro.
—Steven —susurra mientras niega con la cabeza. Entonces lo
entiendo o eso creo. Su gemelo ha querido ponerlo celoso—. Lo
siento... Eh. ¿Y cómo has estado? Hace días no se de ti.

¿Me pregunta que cómo estoy? ¿Acaso le importa?

— Te dije que respetaría tu decisión. Y así ha sido, Mark.

—Era lo mejor para ambos, Rachel —señala y no quiero discutirle.


Quizás tenga razón.

—No he deseado molestarte, pero ya que estás aquí quiero pedirte


que me entregues a Dory.

Él niega, ¿No me la dará?

— Rachel.

— Mark, lo siento mucho, pero Dory es mía. Y la tendré en mi casa.

— Dory está en casa de mi hermana, con mis sobrinos.

Rio histérica. No solo me sorprende su comentario, me decepciona


completamente. Sé que ama a sus sobrinos, pero ¿Era necesario
deshacerse de Dory?

— ¿Sabías que no puedes regalar lo que no es tuyo? —Digo


furiosa. Se perfectamente que la tengo gracias a él, sin embargo
sigue siendo mía.

— No la regalé, pero necesitaba olvidar el daño que me hacía tu


recuerdo, ellos la tienen temporalmente, sigue siendo tuya.

— Ya he entendido que he sido lo peor que pudo pasarte —


comento.

Una mirada de enojo se apodera de su rostro.


—Jamás he dicho eso —gruñe—. Mis sobrinos han regresado a
clases por lo que es oportuno que Dory se quede con alguien que la
cuide.

— Y esa seré yo —lo interrumpo.

— A las cuatro podrás ir a verla a mi departamento.

—Rachel —el señor Müller aparece por los pasillos, giro hacía él y
me sonríe, su felicidad se borra al ver sobre mis hombros—. Harvet.

Dice de una manera más que formal, indiferente.

—Müller —a mi espalda escucho a Mark devolverle el saludo con


tono adusto.

Miro al socio del bufete y por un momento pienso que hablará frente
a Mark sobre mi madre, su testamento o las pertenencias que aún
no me he atrevido a recoger.

—¿Puedes darme el teléfono de Bratt Simon? Por favor —me dice,


tranquilizándome.

—Sí, un momento —le digo al señor Müller mientras por la parte


delantera del escritorio me acerco y tomo la agenda. Apenas
encuentro la información que necesita la apunto en una de las
pequeñas notas que están en mi mesa—. Aquí tiene.

Al girarme, me encuentro con la mirada intensa de ambos hombres


sobre mí, la única diferencia es que el señor Müller sonríe y no tiene
pudor a verme con descaro, mientras que Mark me observa de pies
a cabeza, con el ceño fruncido, completamente molesto.

—Eres un encanto, gracias preciosa —dice Müller tomando el papel


que le extiendo—. Nos vemos luego.

Con una alegría plena abandona el piso, dejándonos nuevamente


solos a Mark y a mí.
Él continúa observando sin decir una sola palabra, me intimida, por
lo que busco una distracción acomodando mi uniforme —que a decir
verdad no es tan ridículo como el de mi anterior trabajo. De hecho,
me gusta—. Los ojos de Mark siguen la dirección de mis manos,
sonrío al ver que no soy la única que se está distrayendo.

—¿Algo más que desee, profesor Harvet? —Mi tono es bajo y


resulta seductor—. Debo regresar a mi trabajo.

Mark se pone tenso, sin embargo no quita su mirada de mí y un


destello de deseo en sus ojos me hacen sonreir. Disfruto ver como
lucha con el hombre que en lugar de apaciguar el fuego lo aviva.

Comprobando que no haya nadie cerca de los pasillos, decido


arreglar mi falda, esta vez con un poco más de descaro y
dedicación.

— ¿Me estás provocando?

Su voz gruesa y ardiente envía cosquilleos acelerados entre mis


muslos.

— ¿Lo hago? —Pregunto inocente.

Nuestros días y noches de pasión vienen a mi mente,


incrementando el deseo de mi cuerpo y al dirigir la mirada en sus
pantalones, puedo ver que no soy a la única que los recuerdos la
están torturando, inoportuna y dolorosamente.

Recuerdo cada parte de su maravilloso cuerpo. Mark siempre ha


sido un espectáculo de hombre y eso no ha cambiado.

—Rachel, si me provocas por supuesto que querré follarte y créeme


que lo haría ahora mismo, sin embargo no pasará. No obtendrás
nada de mí.

Y ahí sigue aquel muro, intacto. Invencible.


—Al menos en algo estamos de acuerdo —"que te lo follarías ahora"
La vocecita en mi cabeza comenta y llena de nervios continúo
hablando—. Que no pasara nada entre nosotros.

—Ten un buen día, Rachel —dice distante. Nuevamente somos dos


desconocidos.

—Ten una buena vida, Mark —opto una postura engañosamente


firme—. Y si me permites, tengo que irme.

Sintiéndome en una completa desventaja, giro sobre mis pies para


dirigirme al baño a pasos seguros, contorneo mis caderas,
deseando brindarle un ultimo espectáculo de mi inesperada valentía.
Parece una locura, pero creo que lo escucho suspirar y por un
momento pienso que él vendrá detrás de mí.

Al llegar al baño me miro a través del espejo, mis mejillas están


completamente rojas. ¿Desde cuando están así? Mierda ¿He sido
tan obvia frente a sus ojos?

"Por supuesto que querré follarte y créeme que lo haría ahora


mismo" Maldición, pensar que mi rostro le estaba gritando a los
cuatro vientos que me follara, me enfurece.

Apoyo los puños en la encimera que sostiene el lavabo. Miro


nuevamente mi reflejo avergonzada. ¿Pero quién podría culparme
por desear al hombre que me enseñó amar, que sabe como hacer
que mi cuerpo arda, hasta poder quemarme viva?

«—Eso es cariño, disfruta —susurró en mi oído, estaba a mi lado,


jadeé ante sus dedos viajando a lo largo de mi abertura, rozaba mi
clítoris y cada vez que lo hacia me atravesaba un escalofrío por todo
el cuerpo. Los gemidos aumentaron cuando con movimientos
suaves y circulares acariciaba el centro de mis deseos, el placer se
disparaba hacia lugares que no sabia que podía sentir—. Amo verte
gozar con mi lengua, dedos, manos... Con mi cuerpo.

—Mark —gemí al sentir el tremor de mi propio cuerpo.


Él llevó su boca a la mía y nuestras lenguas se encontraron,
presionaba su dureza en mi muslo, al tiempo que su dedo medio se
deslizaba por mi sexo hasta introducirlo por completo.

—Siempre lista para mí, cariño —jadeó complacido, continúe


sumergida en el placer que me brindaban sus caricias, la palma de
sus manos y largos dedos.
Una nueva oleada de placer me consumió. Mark empujaba un
segundo y tercer dedo dentro y fuera de mi, como si fuese su polla
la que me estuviese llenando—»

Mantengo los ojos cerrados, disfrutando de los recuerdos. Mi


respiración se agita al sentir una mano posarse en mis caderas,
elevo la mirada hacia el espejo para encontrarme con aquellos ojos
verdes jade que saben calar en mi alma, observándome fijamente.

—Mi mente no deja de imaginarte —digo, creyendo que es una


alucinación. Él presiona la dureza de sus pantalones contra mí y me
esfuerzo por recuperar el aliento que he perdido al darme cuenta de
que es real.

No pienso con claridad. Me pego más a él sintiendo su corazón


palpitar en mi espalda.

—¿Por qué, por qué me provocas, por qué me ilusionas? Si luego


volverás a irte y elegirlo a él.

¿Elegirlo a él? ¿Qué demonios?

—No me iré Mark. A ningún lado. Entiéndelo de una vez por favor.
La foto que Jakcson te mostró es real, pero el contenido no, el me
besó a la fuerza y esa fue la única vez que lo vi —nuestras miradas
siguen conectadas a través del espejo—. Jamás huí con él, créeme.

Empiezo a explicar, pero el constantemente desplazamiento de sus


manos a mis caderas, me impiden articular correctamente. "Soy
tuya, siempre lo he sido" digo en tono bajo, su cuerpo con urgencia
me obliga a pegarme más a él. Cuando siento su erección, la
excitación burbujea en mi interior mientras sus manos me acarician.

— Odio pensar que otro te ha tocado, odio que toquen lo que es mío
y tú lo eres, Rachel. He sido el primer hombre que te ha hecho
gozar del sexo, disfrutarlo e imaginarte en brazos de otro me mata.

Su cuerpo se tensa, giro sobre mis talones quedando frente a él con


aquella cercanía irrompible...

— Tú, Mark eres el primero y con el único que deseo estar toda mi
vida.

— Cállate —ordena.

— Cállame.

Lo desafío y sus ojos son profundos, manifestando intensidad,


pasión e incluso creo ver pequeños destellos de adoración. Me toma
de la cintura con brusquedad y deja mi culo en la fría loza del lava
manos, me abre las piernas y hace que su cuerpo encaje
perfectamente en mí. Como siempre.

— Maldita seas, ¿Por qué, por qué haces que caiga de nuevo ante
ti?

— Lo haces tú, lo haces porque me amas.

Busca mi boca y lo recibo, fundiéndonos en un beso lleno de pasión


y por momentos de dulzura.

Sus manos bajan por mi cuello, hombros, brazos y se detienen en


mis caderas. Me acaricia sin dejar de besarme, poco a poco siento
como toca mis muslos y termina por llevar mi falda hasta la cintura.

—Dime que deseas esto tanto como yo —pide en casi una súplica.

—Sí —respondo sin rodeos.


Ante mi respuesta, baja una de sus manos hasta mis bragas
haciéndolas a un lado, roza con la yemas de sus dedos el centro de
mi humedad, con lentitud, una lentitud que me desespera. Abro más
mis piernas añorando más de sus caricias, pero vuelvo a cerrarlas
apenas escucho voces. Miro con recelo la puerta que en cualquier
momento se abrirá.

—La he cerrado —contesta a mi comentario no formulado. Suelto un


suspiro de alivio.

Me abrazo a él, rodeando con mis brazos su cuello y con mis


piernas su cintura. Se le escapa un tórrido gemido cuando la dura
longitud de su cuerpo roza con mi húmeda, muy húmeda intimidad.

Dejo rastros de besos en su mentón y él vuelve a gruñir.

— Ambos lo queremos, Mark... No te cierres a nuestro amor.

Sin más, busca mi boca, besándome, me abre más las piernas y


escucho la cremallera de su pantalón abrirse.

Oh, mierda.

Muerdo mi labio inferior al ver qué libera su erección, dura y con


rastros de líquido preseminal. Siento la necesidad de estirar mi
mano y lo hago.

— Joder —tiemblo ante su tono ronco al sentir mis manos tocándolo


—. Maldita sea el poder que tienes sobre mí.

Quiero seguir, verlo jadeante suplicándome que no pare.


Bombeando mis manos arriba y abajo en su grosor, como siempre,
pero mis deseos se hacen polvo cuando me detiene.

Lo miro confundida, lo entiendo cuando saca de su bolsillo un


paquete plateado, me lo da y con torpeza lo abro para empezar a
deslizarlo en él.
Termino de colocarle el preservativo y toma mis manos llevándolas
hasta a su nuca. Gimo al sentirlo en mi interior con una delicadeza
sublime que derrite cada fibra de mi ser.

— Nadie te ha tocado —murmura Mark con ¿asombro? Nuestros


cuerpos están presionados y siento su hombría contra mí, excitado y
agitado.Quiero golpearlo por no creer en mí. Quiero insultarle.

— Solo tú y siempre tú —digo en su lugar— Oh... Mark, si, por favor


—disfruto cada movimiento de su cuerpo entrando y saliendo de mí.

— Joder —me embiste más fuerte— Te odio. —Repite nuevamente


la acción— Te amo, eres mía...

— Sí, tuya...

Gimo cerca de su oído, él me llena, me llena por completo, de


repente sus movimientos se vuelven lentos, aunque sigue siendo
profundos y me tortura tanto, que tomo mi propio ritmo al tomar la
carne firme de su trasero contra mí.

—Rachel —su voz aguda me hace temblar—. Me correré tan pronto


vuelvas a hacer eso.

Ignoro su petición, repitiéndolo, él inclina su cabeza hacia atrás,


jadeante, dejando que sea yo quien controle los movimientos
aunque con un poco de dificultad por el lavabo presionándome el
culo.

Unos minutos después sus músculos se contraen y posa sus manos


en mis caderas sosteniéndolas. Se hunde completamente en mi,
arrancándome gemidos llenos de placer y sorpresa.

Abraza mi cintura y me carga hasta una de las paredes planas del


baño. Me aprisiona contra la pared y su cuerpo. Ahogo gemidos
ante sus nuevas embestidas. Más frenéticas y desesperadas.
Siento mi intimidad apretarse en torno a él, gustosa en la red de
lujuria en la que estamos atrapados, mis uñas se clavan en sus
hombros al sentir su cuerpo entrar y salir del mío una y otra vez.

—Mark...

—Córrete para mí —pide y sus palabras surgen efecto.

Y en unas pocas embestidas más, nuestros cuerpos se inmovilizan,


yo lo abrazo sintiendo mi cuerpo temblar saciado de placer.
Terminamos en el mismo instante. Nos quedamos por un momento
así, abrazados, me rodea la cintura con sus manos. Ninguno dice
nada y empiezo a temer por ello.

Después de mi encuentro con Mark no he sido capaz de


concentrarme en el trabajo, aunque esta vez me ha dejado claro que
me quiere y la idea de alejarnos le supera, sigue reacio a lo nuestro,
no lo mencionó pero pude notarlo.

Nuestro momento en el baño fue... Maravilloso y no me arrepiento,


sin embargo no dejo de sentirme confundida, él se marchó sin
decirme nada, sin hablar.

Un simple "Nos vemos luego. Tengo que irme" Fue su despedida.

Retomar mis actividades en el trabajo es complicado, sin embargo


logro finalizar la jornada con mejor humor. Al regresar a casa me
duché y estuve eligiendo la ropa que me pondría para ir al
departamento de Mark por horas. Unos vaqueros negros juntos con
una crop top blanca y una chaqueta del mismo color del pantalón.

Mientras termino de alistarme y espero el taxi, no dejo de


preguntarme cuál es la situación de Mark y mía actualmente. ¿Ha
sido solo sexo para él? ¿Esto ha cambiado en algo el vaivén en
nuestra relación?

Me duele pensar en las respuestas negativas que surgen a partir de


mis dudas. El móvil notifica un mensaje y al ver el contacto lo leo
inmediatamente.

Mark Harvet.
"El hámster estará en mi departamento,
estaré fuera unos minutos, avísame cuando estés en mi casa"

Volteo los ojos, sí Mark, ha sido bueno verte. Ignoro su mensaje y


termino de arreglar mi cabello castaño que hoy ha decidido formar
su propio estilo con ligeras ondas.

Aunque su mensaje me ha puesto de mal humor, pensar en ver a


Dory me hace feliz.

Media hora más tarde el taxi llega y me tardo unos diez minutos más
en llegar al departamento de Mark. Tal como él lo indica decido
escribirle para informándole de mi llegada.

Para: Mark Harvet.


"Estoy en tu departamento"

Julián, el portero se acerca a mí apenas me ve bajarme del taxi,


sonríe y yo le devuelvo el gesto.

— Voy al...

— Sí por supuesto, adelante —dice sin esperar a que termine mi


frase.

— ¿Seguro? ¿No te matarán? —Bromeo.

Julián se ríe a carcajadas, negando con su cabeza.

—Me matará si no la dejo pasar, señorita Lombardo.


Mierda...

Su comentario me emociona y no se del todo cuál es la razón. La


respuesta de Mark llega.

Mark Harvet.
"Estoy cerca, puedes esperarme o decirle a Julian que te de mis
llaves. Como desees"

Chasqueo mis dientes furiosa, tal vez no ha sido con mala intención
su mensaje pero eso no hace que deje de molestarme, con un
espérame hubiese sido suficiente.

Para: Mark Harvet.


"Que te den"

Rio al enviar el mensaje, deseaba poner más, pero decido que no es


el momento.

— ¿Puede darme las llaves de Mark? Él ha dicho que las pidiera.

—Sí, claro —él saca de su bolsillo unas llaves y me las entrega.

Le agradezco antes de dirigirme a la entrada del elevador, pronto la


llamada entrante hace que las mariposas de mi estómago
enloquezcan. Es Mark.

"Sí" —Respondo sin importancia.

"Estoy llegando al departamento. Rachel... Supongo que tenemos


que hablar"

Su voz es tan malditamente fría, y mi traicionero corazón late a mil


por hora ante la idea de verlo.

"Supongo" —las palabras luchan por salir de mi boca. Su duda me


desconcierta.

"Te veo ahí"


Cuelga.

Los nervios empiezan a sofocarme y la ansiedad que tengo desde lo


que pasó en el baño del bufete, ahora es más intensa, ¿Qué pasará
cuando esté aquí? Llevo un par de semanas tratando de recuperarlo
y ahora qué hemos regresado por lo menos físicamente, me
confunde... Tengo que parar con el poder de su tacto, no es posible
que él me toca y automáticamente todo se me olvida.

He estado tan fundida en mis pensamientos que no he escuchado la


llamada de Mark, me quedo contemplando el móvil pensando la
razón por la que llama. ¿No vendrá? ¿Prefiere ahorrarse esta
conversación y retirarse así sin más?

El tono de mensaje suena y sé que es de él. Respiro unos segundos


antes de abrir la notificación.

Mark Harvet.
*Rachel, estoy en el estacionamiento*

¿De qué va? ¿Por qué no nos vemos en su casa como el mismo
sugirió? Dory está en el departamento, no tiene sentido. Miles de
cosas pasan por mi mente y ninguna buena.

Cambiando mi destino del departamento de Mark al


estacionamiento, seco las estúpidas lágrimas que salen sin permiso.
Puedo ver su figura a través del espejo del coche, me acerco y él
parece no notarme, "Por favor, no rompas de nuevo mi corazón,
Harvet" digo unas cuantas plegarias antes de situarme frente a su
coche.

Su mirada se vuelve hacia mí y me hace señas de que me suba,


tomo valor y hago lo que dice.

— Rachel —dice acercando su boca a la mía, trato de esquivarlo—.


No lo hagas.
—¿Te despides con un simple hasta luego y ahora quieres
saludarme con un beso? —Le reprocho y el frunce el ceño—. ¡Qué
huevos los tuyos, Harvet!

—Necesitaba irme, pensar las cosas —comenta, volviendo a insistir


por besarme y esta vez accedo.

Y aquí estoy derretida ante él, su boca devora la mía con pasión a
un nivel máximo, aunque él siempre pone pasión en lo que hace,
ahora es distinto... Toma mi cabello entre sus dedos haciendo más
intenso el beso, está excitado, está cabreado...

— Siéntate en mi regazo —ordena sin esperar que rechace o acepte


me coloca a horcajadas sobre él y no me opongo, quisiera tener el
poder de decirle que no pero no puedo.

Empieza a dar pequeños mordiscos en mi cuello, meneo mis


caderas para él, haciendo que gruña de placer, sigue besándome
con desesperación mientras trata torpemente de liberar los botones
de mi pantalón, el cual es algo difícil estando sentada.

— Odio que traigas pantalón —gruñe.

Sonrío. Debo admitir que están perfectos para la ocasión, no quiero


sexo, quiero hablar, que finalmente derribe aquel muro que nos
separa.

— No quiero —mi tono es menos seguro de lo que pretendía.

— No me digas que no, odio que me niegues lo que es mío.

Intenta besarme pero esta vez logro esquivarlo.

— También he odiado tu rechazo, Mark. Odio que vengas y me


toques y no sea capaz de pensar.

— Vale.
Alza sus manos dejándolas en el aire, rindiéndose. A regañadientes
vuelvo al asiento, mi cuerpo y corazón no obedecen a mi cerebro.
Miro a Mark quien tiene la mirada al frente.

— ¿Podemos hablar? Mark, sobre lo que pasó antes... No me


arrepiento y...

— Tampoco lo hago.

Musita aún sin mirarme.

— Pero Mark, ¿Dónde nos deja eso?

Los músculos de su mandíbula se tensan, esta cabreado, aquel


estúpido adonis que tanto amo se ve tan jodidamente guapo así.

— Me tengo que ir.

Su respuesta me decepciona.

— ¿No puedes hablar conmigo? Es eso. ¿Solo significo para ti, una
tía a la que te follaras cuando quieras? Estas muy equivocado,
Harvet. Muy equivocado. He sido una idiota.

— No te refieras a ti de esa manera.

— ¿Pero qué quieres? Joder.

Digo llorando frustrada, lastimada por su actitud. Finalmente me


tiene donde ha querido.

— Basta —advierte mirándome.

— Te gusta verme sufrir, ¿es eso?

Sus ojos se vuelven oscuros, está más que enojado. Sale del carro
dirigiéndose a mi asiento, abre la puerta y salgo igual de furiosa que
él. ¿Me está echando de su coche, en serio?
— Mira, Mark no era necesario que...

Sin darme cuenta me encuentro colgando en su espalda. Cierra la


puerta del coche y nos dirigimos a la entrada del departamento.

¿Pero quien demonios lo entiende?

— No, para, bájame —digo soltando risas nerviosas.

— Silencio —dice dando una palmada a mi culo, haciendo qué grite


por la sorpresa.

Caminamos por el pasillo para llegar al ascensor, por favor que no


nos encontremos con nadie por favor, ruego.

— Mark, alguien puede vernos.

— No me importa.

Señala. Y sé que es así.

— Pero a mí sí me importa —lloriqueo y suelta una pequeña risa, lo


escucho.

¿No estaba cabreado? ¡Será bipolar!

—Entonces empieza a rogar que nadie nos vea, encanto —su última
palabra la dice con ironía. Imitando el tono exageradamente coqueto
de Müller.

Suelto una pequeña risilla. Sin embargo, sigo molesta por no


bajarme.

Afortunadamente no hay nadie en el pasillo, nos situamos frente al


ascensor puedo escuchar a Mark marcando los botones.

—Parece que te salvaste —dice serio. El sonido del elevador hace


eco en el lugar— O pueda que no... Señora Benson.
¿Es broma? Si. Tiene que estar bromeando.

—Señor Harvet, Rachel —en tono despreocupado saluda una voz


femenina.

Ay no...

—Hola... Adiós —respondo nerviosa, despidiéndome de la señora


Benson con la mano.

Entramos al elevador y puedo ver por el espejo la diversión en los


ojos de Mark.

— Bájame.

Empiezo a dar golpecitos seguidos a su culo jodidamente perfecto.


Pero ni si quiera logro moverlo. Imposible.

— Tregua, tregua.

— No.

— ¿Por qué?

— Aun sigo cabreado.

Miro por el espejo y su rostro ha vuelto a estar serio.

— Bipolar y descarado. La cabreada debería ser yo.

Da una palmada aún más fuerte a mi trasero, haciendo qué mi


cuerpo se estremezca ante él.

Al llegar al departamento, sigue sin bajarme, dando zancadas nos


dirigimos a su habitación, se detiene al pie de la cama y cierro los
ojos —deduciendo por su actitud— ser lanzada sobre ella, pero en
su lugar me coloca suavemente dejándome sorprendida.

Tan inesperado, tan él.


Me mira y en sus ojos hay tristeza, halo de él haciendo que caiga
encima mío. Sí, he roto a mi palabra de no caer, pero no es del todo
perder. Lo sé.

Sus brazos me envuelven en un gesto tierno, trayendo de vuelta a


mi viejo Mark.

¿Cómo puede ser tan volátil?

Lo amo.

Y no debería pero me encanta, cada faceta suya.

Atrapa mi labio inferior, empieza su juego de morder y chupar, gimo


al borde de un colapso.

— Esta. Es —muerde mi cuello—. La única. Manera. Que. Me


gusta. Verte. Sufrir —dice entre besos—. De placer.

Sus palabras hacen que quiera mandar a la mierda todo y disfrutar


de sus besos, de él, dejar de torturarme entre lo correcto o no.

— Mark...

— Al principio deseaba que sufrieras pero me di cuenta que no


quería eso, me dolía más a mí que a ti.

— Yo...

— No vuelvas a repetir que me gusta verte sufrir.

—Lo siento, pero ya no sabia que pensar o esperar.

—Rompiste mi corazón, Rachel —confiesa con nostalgia—. Pero


irónicamente eres la única que sabe como repararlo.

—Mark —sollozo, lamentando todo lo que ha pasado—. Lo siento


tanto, irme así fue tan equivocado. Necesitamos hablar de muchas
cosas...
Asiente, vuelve a besarme.

— Lo sé, y hablaremos.

—...Y sentirte —digo besándolo, sus labios forman una curva


encantadora.

— Lo harás, cariño. Ahora te follaré hasta que me pidas que pare,


hablaremos y luego te haré él amor. En ese orden.

Hace mucho no lo escuchaba hablar de amor, desde que volví se


ha referido en términos fríos y determinantes a estar conmigo.

—Tengo mucho que contarte.

— No digas más, no ahora. Solo quiero tenerte, como antes, pensar


que nada ha cambiado. Quiero sentirte mía.

—Amor... Soy tuya, siempre lo he sido —suspiro—. Llegué a pensar


que no te recuperaría.

— Nunca me has perdido, Rachel Lombardo. Aunque quería alejarte


de mí, no puedo... Te amo, por favor, no vuelvas a dejarme.

— No lo haré, te amo, te amo tanto.

— Yo más señorita Lombardo, mucho más...


28. Candente hoguera🔞

Juntos ardemos como la más alta y candente hoguera.

La tarde es testigo de cómo nuestra unión es capaz de desaparecer


los reproches, la desconfianza y el dolor. Nos amamos al son del
calor de su promesa.

«Tefollaré»

Mark se encuentra de rodillas sobre la cama, entre mis piernas.


Jadeo empapándome por completo al sentir su miembro frotarse por
la caliente carne de mi sexo. Su hombría crece y se humedece cada
vez más con mis flujos.

—Por favor —gimo mientras empuño mis manos entre las sábanas.

La necesidad y el placer por él se elevan tanto que me aturde.

—Pídeme lo que necesitas, cariño —habla con la voz grave,


provocada por la excitación. Vuelve a frotarse en mi sexo, la
sensación de sus venas repasando mi clítoris me estremecen.

Se inclina hacia a mí, apoya una de sus manos al costado de mi


cuerpo, acercándose, busco su boca y él me recibe, dando besos y
pequeños mordiscos a mis labios.

—A ti te necesito —respondo sin inhibiciones—. Dentro de mí.

Aun devorándome los labios, toma una de mis manos y la lleva a su


dura carne.

—Durante estos meses he deseado volver a tenerte, y hoy... Hoy mi


cuerpo no solo se conforma con desearte, quiere sentirte, Rachel,
porque tú necesidad también es la mía —comenta e
inmediatamente bombeo su grosor de arriba hacia bajo, Mark se
tensa, soltando un sonido gutural—. Sí cariño, siente la manera en
la que me pones.

Respira con pesadez y disfruto verlo gozar, con mi mano


envolviéndolo. Sin embargo, aquel deleite termina de repente. Se
aleja, acomodándose nuevamente entre mis piernas de rodillas
sobre la cama, me pierdo en la intensidad de sus ojos sobre los
míos.

Toma mi mano y esta vez la lleva a mi humedad, dándome una clara


invitación de acariciarme mientras él juega con los pliegues de mi
sexo, paseando su polla de arriba hacia abajo sin meterla.

Mis dedos buscan las laderas de mi sexo y un frenesí se apodera de


mi sensible entrepierna, realizo círculos sobre el, me retuerzo
sintiendo como el calor dentro de mi cuerpo se convierte en fuego,
fuego que se aviva al ver a Mark abandonar mi humedad y empieza
a tocarse. Hace que el cuerpo me vibre, lo reclame. Respiro sus
jadeos, disfruto verlo y muevo con más rapidez mis dedos.

—Eso es, amor —murmura estirando su brazo a un costado de la


cama, donde está el envoltorio plateado que no tarda en ser abierto,
lo desliza sobre su excitación. Gimo al ver cómo acerca la punta de
su miembro en mi entrada y empuja con afán, hundiéndose por
completo en mi interior. Me embiste sin piedad, grito de placer al
sentirlo tan dentro, llenándome, me masturbo con ganas—. Deja
que tu cuerpo hable de lo mucho que disfruta sentirte y sentirme.

Entra, sale y se desliza con fuerza... Las piernas me tiemblan ante el


primer orgasmo que me envuelve. No deja de sorprenderme el
poder que tiene él sobre mí... Hecho la cabeza hacia atrás
disfrutando las contracciones rítmicas e involuntarias de mis
músculos. Aprieto mi interior provocando que Mark gruña y acelere
sus embestidas, llevo mi mano a su pecho, intentando amortiguar el
ritmo.
Me rodea el cuello con una de sus manos, continuando con la
estrecha comunión de nuestro encuentro.

Se hunde en mí, una y otra vez. Mi piel arde, lloriqueo ante cada
una de sus embestidas.

—Oh, Mark. Sí —repito sintiendo su calor envolverme nuevamente.

Arqueo la espalda al sentir su miembro llegar a lugares que envían


corrientes de deseos por todo mi ser, Mark deja caer su cuerpo
sobre el mío. Lo envuelvo con ambas piernas, rasguño su espalda,
él gruñe, sospecho que es a causa de la mezcla de dolor y
excitación.

Punzadas de placer se extienden por mi vientre al sentir sus labios


sobre mi cuello, besándolo y mordiéndolo, me deleito ante el clímax
que se apodera con fuerza de Mark y pierdo el sentido varios
segundos después al unirme a él.

Sonrío tontamente grabando por completo en mi piel nuestro intenso


y caluroso encuentro.

«Hablaremos»

—Te busqué Rachel, en tu casa, en la casa de tu abuela, hospitales,


estaciones de policías... Morgues —su voz se quiebra,
destrozándome—. Allí era el lugar al que más temía entrar. Fue el
sitio que me enseñó a pronunciar tu nombre con dolor y miedo. El
hecho de pensar que algo te había sucedido, me mataba.

Mis ojos se llenan de lágrimas contenidas, entre enojo y tristeza. No


soy capaz de mirarlo a la cara, me aferro a su pecho, abrazándome
a él.

«Ver los videos donde salías de mi departamento, confirmaba a las


autoridades de qué había sido tu decisión marcharte de aquí, pero
para mi significaba más confusiones, tu rostro dolido y desesperado
me señalaban que las cosas no estaban bien» Continúa.
«Mientras te buscaba intentaba encontrar las razones por las que te
marchaste y al no tener respuestas, empecé a culparme. ¿Qué
había hecho mal? ¿Huías de mí? ¿Era eso lo que no estaba bien
para ti? Lo nuestro...
Las dudas me consumían necesitaba respuestas de tu vida. Y luché
por no creer en las palabras de Jackson, pero junto a las
explicaciones que él daba estaba algo que yo buscaba. Que
estuvieses bien. No voy a negarte que me lastimó aferrarme a
aquella idea. La desesperación y angustia poco a poco se
transformaron en enojo»

—Llegué a desear que sufrieras como yo lo había hecho —confiesa


con dolor, yo asiento con mi cabeza, comprendiéndolo. ¿Cómo
podría culparlo por ello? También llegué a odiarme por hacerlo sufrir
—, pero todo ese deseo se destruyó apenas vi que lo hacías... Que
sufres. Me duele.

—Lo siento, siento haberte dejado así. Fui egoísta con los que
quiero, otra vez —él acaricia mi cabello, mis sollozos se profundizan
mientras le explico la manera en la que Jackson apareció en mi
trabajo para obtener la foto que le mostró. Mi corazón se encoge al
ver que aún cuando no he mencionado la muerte de mi madre, él
parece creer en mis palabras o al menos lo intenta—. Sé que
pasaron cinco meses, pero para mí el tiempo se detuvo ese día que
desaparecí. Estaba sola Mark, sin ti, Amy, Steven, sin ella...

El aleja su rostro para observar el mío con el ceño fruncido.

—¿Ella? —Cuestiona confundido.

Cierro los ojos negando con mi cabeza, no tengo la fuerza suficiente


para decirlo en voz alta. Sollozo y Mark me estrecha entre sus
brazos por varios minutos.

— Perderte así de un momento, me destrozó, sin embargo quiero


entenderte, confiar en ti porque te amo y aunque traté no puedo ver
mi vida sin ti.
—Tampoco deseo una vida sin ti, Mark —estoy de acuerdo con sus
palabras. Él besa mi frente—.Yo lamento haberte lastimado... Con
mi ausencia, incluso con mi regreso insistiendo por recuperarte.
Recuperar al hombre que yo misma destruí.

—Rachel, ¿Recuperarme? Nunca me has perdido —suspira


dejando un beso en mi frente—. No voy a negarte que tu regreso me
dolió, incluso más que tú marcha. Porque créeme que el infierno que
viví en esos cinco meses no se comparan al dolor de verte y no
poder tenerte. Fue ahí donde comprendí que tú eres mi vida y por
eso dueles.

Sus palabras son lentas y llenas de sinceridad.

El silencio reina entre nosotros, es un silencio cómodo y necesario.


Busco las palabras para hablarle sobre la muerte de mi madre,
aunque parezcan sencillas, no puedo sacarlas. No sin dejar escapar
los demonios que aún me atormentan y me acusan de su sola e
inesperada muerte.

Tiemblo. Me aferro al consuelo que me brindan sus brazos. Revivo


la pérdida de mi madre, nuestra despedida. No la he visto durante
meses y la necesito. La necesito tanto, joder...

Quiero ser fuerte, pero sentirme sostenida por primera vez desde
que este infierno empezó, se siente tan bien. Me libera.

—Rachel —Mark habla nostálgico—. Tranquila mi amor, Intenta


calmarte, luego hablaremos.¿De acuerdo?

Asiento con la cabeza sintiendo el nudo en mi garganta


profundizarse.

— ¿Podrías acompañarme mañana a un lugar... Por favor? Me


gustaría hablar ahí contigo.

En el sitio donde yace su cuerpo, donde las palabras sobran y


sentirla cerca me da la fuerza que necesito. Mark asiente extrañado.
—Todo estará bien, Rachel, que sepas que nada cambiará esta
nueva oportunidad que decidimos tomar —asegura—. Pudimos con
esto, podremos con todo lo que venga. Juntos.

—Juntos —repito, agradeciendo su entrega a lo nuestro.

—Me alegra haberte encontrado en la oficina de Steven —comenta


despertando mi curiosidad. Lo miro.

—¿Cómo es que tenías un preservativo? —Cuestiono uniéndome al


cambio de su conversación.

— Me lo ha dado Steven.

— Mark —lo regaño al ver su sonrisa, mis mejillas arden por el calor
que ha provocado su confesión

— Necesitaba tocarte, aunque hubiese sido lo último que hiciera,


además —lame y chupa mis labios—. Constantemente estabas
provocándome.

—Steven me va a matar —digo avergonzada—. En su bufete y en


horas de trabajo.

— Pues... Iba a matarme si no cerraba la puerta del baño.

Sonrío, amo el afán de Steven y Amy porque Mark y yo


solucionemos las cosas.

El tiempo transcurre rápido y al darme cuenta que la noche está


cayendo decidimos tomar una ducha. En mi deseo por ambientar el
lugar con aquellas canciones que escuchábamos y con las que nos
identificábamos, pido su móvil, me sorprendo al ver que no
reconozco ninguna de las carpetas que están ahí.

—Cambié de móvil —explica inmediatamente—. Yo busco la


canción.
Estoy apunto de entregarle el celular, pero una carpeta de música
que llama mi atención me detiene.

"De Sam, para Mark. Con amor"

—¿Qué es? —Pregunto tratando de sonar calmada.

— Una carpeta que Samantha agregó, dame, no es necesario que...

Ignorando sus palabras doy clic a la primera canción que aparece


en el álbum. Empieza a sonar las primeras estrofas, en una melodía
dulce pero melancólica. ¿Por qué ella haría que Mark escuchara
esta música? Atenta reflexiono sobre la canción que en su primer
párrafo ha descrito lo suficiente.

Lo siento pero ya es muy tarde para arrepentirse


Hay alguien que vino a sanarme después que te fuiste

No hago nada para impedir que la canción siga su curso, porque


estoy asombrada con la clara descripción de la letra. ¿Samantha
intenta hablar de ella? ¿Ella salvándolo?

Y pudo curar las heridas que, con tus mentiras, dejaste en mi ser
Perdón pero aquí, tú ya no tienes nada que hacer.

— Rachel, dame el móvil.

Pide acercándose y coloco mi mano en su pecho, deteniéndolo.


Prestando atención a cada frase de la jodida canción. ¿Ella sabía lo
nuestro?

Mi vida sigue aunque te fuiste y ni siquiera estoy triste

Cada recuerdo contigo quedó en el olvido


Me siento mejor ahora con mi nuevo amor

— ¡No me jodas!
Grito echándome a reír, a pesar de que estoy quemándome por
dentro. ¿SU NUEVO AMOR?

Contigo las dudas a diario solo me invadían

Con ella mi cielo es más claro, me alegra los días


Y pudo curar las heridas que, con tus mentiras, dejaste en mi ser
Perdón pero aquí, tú ya no tienes nada qué hacer

¡Esa idiota! Mi rabia se ha transformado en carcajadas, lo que


menos estoy es contenta, sin embargo no puedo controlarlo.

— Venga, dame eso —Mark toma su móvil y lo apaga.

Lo agradezco, porque una confesión más de las esperanzas que


tenía ella de ser el nuevo amor de Mark, iba a desquiciarme. Pese a
que la canción es preciosa, sus intenciones me agobian.

Es una declaración tan evidente.

— Ella diciéndose que alegra tus días —musito incrédula.

— Solo es una canción.

— ¿Samantha te ha hecho escucharla? Dime Mark, ¿Qué piensas


tú? ¿Así te has sentido, te sientes respecto a nosotros y a ella?

Cada palabra regresa a mi mente con aquella suave melodía.

— Es una canción que en ciertas frases me identificaría, sin


embargo la realidad era otra.

— ¿Y ella, Mark? ¿Le has dado esperanza de que se sienta así?

—Siempre intenté ser claro con ella.

— ¿Le contaste lo nuestro? ¿Sabe quién soy yo?


Pregunto muy sorprendida. Siempre que la he visto parece no tener
idea de mí.

— No —dice firme—. Le dije que estaba enamorado, pero no sabe


que eres tú la mujer de la que le hablé, nunca le mencioné tu
nombre.

— Si antes no me gustaba, ahora menos.

Mi fastidio es evidente, Mark se acerca y me rodea con sus brazos.

— Rachel, déjalo.

Su tono dulce hace que me relaje, pero duele. Duele pensar que
pude perderlo y que nadie más que yo sería la culpable.

—Tenías todo el derecho de seguir con tu vida, lo sé, pero me


lastima pensar que ella pudo ocupar mi lugar —confieso mi temor.

—No hay nadie que ocupe el inmenso lugar que tienes en mi vida,
Rachel Lombardo Evans.

—¿Ni siquiera una ex de metro ochenta que se muere por ti? —


bromeo entre verdades.

—Nadie —replica con la seriedad que la situación amerita.

El timbre empieza a sonar, anunciando una muy inoportuna visita.

— ¿Esperabas a alguien? —Pregunto.

Imagino a Samantha, ahí, detrás de la puerta. Espero estar


equivocada, aunque mi intuición a gritos me indica que es ella.

— No.

—Es la metro ochenta —lo afirmo y Mark niega, reprimiendo una


risa.
—Iré a ver quién es...

—Iremos —le aclaro colocándome la bata de baño.

—Rachel, espera aquí —lo miro desaprobando su buen humor.

¡No es divertido!

— Sí es Samantha, le diré que se vaya. Amablemente pero que se


vaya —Informo a Mark—. Voy contigo

El timbre vuelve a sonar mezclándose con la notificación de llamada


del móvil de Mark quien contesta mirándome.

—Samantha, buenas tardes. ¿Sí? —La escucha atento—, todo está


bien. Vale, ya abro la puerta.

— ¿Ves? Sabía que era ella —me cruzo de brazos.

—Maldición, me encanta verte celosa —ríe pegándose a mi cuerpo


e inclinándose para besarme la boca—. Aunque no deberías estarlo.
Ella solo es una amiga.

El timbre vuelve a sonar. Gruño alejándome de Mark. ¿No basta con


llamarlo? Sigue insistiendo, «Llama con tanta desesperación que no
se vale hacerla esperar» Pienso con ironía.

Mark da una palmada a mi trasero apenas giro encaminándome a


abrir la puerta, dejándolo atrás en la habitación de baño.

— Samantha... —musito con fastidio al verla.

— Hola —la sonrisa que llevaba se borra al analizarme de pies a


cabeza.

Yo en cambio me concentro en la botella de vino que tiene en su


mano.

M i e r d a. ¿Qué pretendía?
Ninguna emite un comentario, nos observamos sin tener menor idea
de que decir o hacer.

—Buenas tardes, Samantha —Mark rompe el silencio apenas entra


al salón, lleva puesto un pantalón de deporte gris, conjunto a una
camisa blanca, con su cabello desordenado, luciendo jodidamente
bien.

Su rostro se tensa al bajar la mirada, seguramente observando el


detalle que su ex lleva en la mano.

—Eh... ¿Ustedes salen? —Con el rostro completamente enrojecido


ella se atreve a preguntar.

—Sí, Samantha ella es la mujer de la que te he hablado —responde


Mark pesaroso y lo entiendo. La situación es condenadamente
incómoda.

Ella nos mira asombrada, triste. Y a pesar de que he dicho que


me fastidia tantas veces, puedo ver que no hay maldad en sus ojos.

Me siento mal por ella.

—Puedes pasar —le digo y niega con la cabeza.

— Yo realmente lo siento, no sabía que tú eres aquella chica que


ama y... Wow, esto es un poco incómodo, pero Rachel quiero que
sepas que Mark siempre ha dejado claro que está enamorado y yo
no sabía que esa mujer de la que hablaba había vuelto, respetaré su
relación.

Arrastra las palabras, parecen sinceras y me alivia pensar que no


tengo que lidiar con otra ex como Mishelle o como el mismo
Jackson.

—Entiendo Samantha y muchas gracias por aclararlo —respondo


amable y no es lo que me extraña. Los sentimientos negativos que
tenia hacia ella son los que me desconciertan, ¿por qué la he odiado
si no me ha ha hecho nada? No ha hecho nada diferente a mí, tratar
de recuperar al hombre que ama—. Yo iré a ver a Dory...

Decido informarle a Mark, él me brinda una ligera sonrisa mientras


paso a su lado y me detengo un segundo para susurrarle.

—Habla con ella, pero si se te acerca, lo sabré y le arrancaré los


ojos —bromeo, él posa su mano en mi mejilla y me da un fugaz
beso en los labios.

—Que estés bien, Samantha —Me despido de ella, dejando atrás


mis celos, camino hasta la habitación donde está Dory, mientras la
tomo en mis brazos analizando lo mucho que ha crecido. Está
inquieta y disfruto de su energía—. Soy yo, preciosa... Rachel.

Le hablo con ternura.

Me dedico a hacerle caricias a Dory, sin embargo la voz de Mark y


Samantha interrumpen mis acciones, la puerta ha quedado abierta
lo que me da acceso a su conversación.

"Eso no está bien" Me regaño.

—Yo no debí venir así —Samantha habla—. Pero Brooks me llamó


a decirme que no le respondías las llamadas, quería decirte que tu
puntaje fue el mayor y oficialmente serías profesor titular en su
institución... Creí que te gustaría celebrar.

Su voz se quiebra, la escucho carraspear discretamente en una


fingida tos.

—Gracias por tus intenciones, yo... Lamento que estés incómoda —


él le responde con su tono dulce y educado.

— Desde el primer día que regresé me di cuenta que no iba a


recuperarte, ¿sabes?

—Jamás quise que te ilusionaras, me disculpo si algo sé mal


interpretó —replica Mark.
—No te disculpes. Fuiste claro desde el primer momento, yo decidí
hacer esa lucha sola, aunque sabía que ya era tarde, tú estabas
enamorado, lo estás. Y me alegro Mark, eres un gran hombre,
mereces ser feliz. Es obvio que con ella lo eres. Solo mírate,
sonriente y despreocupado.

Sus palabras esconden dolor.

—Samantha, fuiste una persona muy importante en mi vida —lo


escucho decir y ni siquiera puedo disfrutar de la pequeña escena de
celos que inicia el ser que permanece en mi interior, no me siento
bien escuchando su conversación—. Eres maravillosa y estoy
seguro que encontrarás al hombre que te ame como mereces ser
amada.

—Así será —su voz suena segura y me agrada escucharla—. Y


probablemente sea un canadiense... Porque sé que lo mejor será
regresar a Canadá.

Ellos habla cada vez más bajo; me alivia. No quiero ser parte de una
conversación que solo es de dos. Confío en Mark y después de
todo, aunque mis celos intentaron hacerme creer lo contrario, sé que
Samantha es una buena persona.
Sin más, decido centrar mi atención en Dory.

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Pregunta: ¿Cuál es la parte que más les ha gustado a lo largo de la


historia? Me encantaría leerlas.
29. Mentales y momentos🔞
El cielo tempestuoso arropa mis sentimientos en esta noche fría y
vacía. Me abraza con tanta fuerza... Justo como ella lo haría.

—¿Te abracé, te dije que te amaba lo suficiente? —susurro


siguiendo con las yemas de mis dedos cada pequeña gota que se
desliza por la ventana, nublando la vista a la ciudad—. Por supuesto
que no y odio que nos faltara tiempo, mamá.

Leves quejidos provienen de la habitación, interrumpiendo el hilo de


mis pensamientos. Volteo hacia Mark, aún duerme.

—Rachel, vuelve —dice con dolor y siento mi corazón romperse.

Regreso a la cama, la cual a causa del insomnio había abandonado


por unas horas. Mark se remueve inquieto, su rostro está tenso e
inmediatamente le toco el hombro. Vuelve a quejarse.

—Estoy aquí —susurro, observando como esta noche mis demonios


danzan con los suyos, encajando perversamente en la secuela del
infierno de estos meses.

Él despierta, su ceño se frunce al verme. No dice nada. Por unos


segundos me observa como si dudara de mi presencia.

—Estás aquí —lleva su mano a mi mejilla y aún sentada sobre la


cama doblo el cuerpo hacia él, instalando mi rostro en su pecho.
Ahogo un chillido al sentir que me acaricia.

—¿Qué nos hicimos, mi amor? ¿Qué te hice? —Le pregunto


meditando el tiempo que hemos estado en esta pesadilla. Lejos,
sufriendo las consecuencias de mis decisiones—. Lo siento,
perdóname.

—Ven —Mark abandona mi mejilla y desliza la mano hasta mi


cintura, en un movimiento rápido gira, tumbándose de costado,
llevándome junto con él. Descanso mi nuca en su brazo, disfrutando
como me rodea y abraza. Haciéndome sentir viva, segura—.
Rachel, cómo tú lo has mencionado antes, no podemos retroceder
el tiempo. Así que basta de disculpas. Solo ayúdame... Ayúdame a
que esto merezca la pena. Tú y yo.

—No lo dudes, Mark —le pido.

—No lo hago —asegura en tono firme—. Ya no.

«Ya no» Su respuesta tan sincera me traspasa el pecho.

—Te amo —son las únicas palabras que salen de mi boca.

—Y yo a ti, Rachel, yo a ti —susurra.

«Te amo más, siempre más» Vuelvo a recordar lo que él solía decir
y me llena de nostalgia ver al hombre que, sin miedos expresaba
sus sentimientos, hoy temer hacerlo.

Ha cambiado, ambos lo hemos hecho.


Sin embargo, estamos aquí, intentándolo.

Se forma un silencio corto en el que somos consientes del ritmo de


nuestras respiraciones y rompiendo este espacio entre nosotros,
Mark me pregunta sobre mis horas de sueño. No quiero mentirle.

—No he podido dormir. He estado pensando sobre nosotros,


nuestra visita a... Ocean Bell.

—No lo pienses tanto, Rachel. Descansa —sus brazos fuertes me


rodean, reconfortándome—, lo necesitas.

Cierro los ojos, disfrutando el tono suave de su voz, las caricias que
empieza a brindarle a mi cabello se vuelven más precisas. Y por
primera vez después de mucho tiempo siento mi cuerpo relajarse
profundamente. Pese a que por un momento dudé en llamar a mi
abuela para informarle que me quedaría durmiendo con Mark, ahora
lo agradezco.
Tenerlo cerca se siente tan bien, aunque no deja de aterrarme esa
necesidad por él, tan adictiva como apabullante.
Suspiro dejándome llevar por el cansancio que he acumulado
durante meses.

—Qué irónico, ¿no? Buscando razones para olvidarte, encontré más


motivos para amarte, mi amor —hallándome entre dormida y
despierta me parece escucharlo hablar.

Ni siquiera estoy segura si sus palabras son reales o parte de mi


imaginación, pero hacen que mi corazón lata con rebosante alegría.
Finalmente me rindo, ganando la batalla al insomnio.

El móvil suena más fuerte y temprano de lo habitual, o al menos eso


parece cuando abro mis ojos completamente desorientada. Con el
cabello cubriéndome parte del rostro, ruedo sobre el colchón en
busca del aparato ruidoso, lo tomo logrando apagarlo, sin embargo,
extrañada me doy cuenta que no es una alarma, ni mi móvil,
¡Tampoco estoy en mi habitación!

Es de Mark, incluso la camisa que llevo puesta le pertenece. «No es


un sueño, Rachel» Insisto ante mi incrédula imaginación.

—Joder, olvidé por completo desactivar el sonido —aquél precioso


hombre sale apresurado de la habitación del baño, recién duchado,
con tan solo una toalla colgándole de la cintura. Sonrío tontamente
al ver que se acerca, me siento en la cama esperando por él—.
Lamento que te despertara. Buenas tardes, Rachel.

Deja un beso en mis labios. Huele y luce tan bien que no dejo de
reprender mi aspecto seguramente desaliñado. Pero no hay tiempo
para penas cuando sus palabras toman sentido para mí.

—¿Tardes? ¿Qué hora es? —Observo el reloj en la pantalla de su


móvil.
—La una de la tarde —informa, confirmando lo que ven mis ojos.

—Vaya... Hace mucho no dormía por tanto tiempo —comento


realmente sorprendida. ¿Cómo es posible que haya dormido casi
nueve horas? Dejo atrás mi consternación al escuchar una risa
discreta por parte de Mark que me obliga a levantar la mirada hacia
él—. ¿Qué?

Pregunto curiosa.

—Me pasaba igual, hasta ayer —dice inclinándose hacia mí. Sus
ojos verdes se encuentran con mi mirada, y hay un destellos en
ellos que me gustan—. Supongo que los estudios sobre el insomnio
son acertados. El ejercicio físico mejora la calidad del sueño.

Su sonrisa se estira ligeramente hacia un lado, tentadoramente. Me


dedico a observar con atención cada movimiento de aquel gesto
sorno.

—El buen cardio, eh. Creo que necesitaré otra dosis —entrando en
su juego le digo. Mark vuelve a sonreír de esa manera tan
provocativa, una ola de calor sube hasta mis mejillas y termina por
estallar cuando él posa su mano en mi mandíbula.

Su piel arde bajo la mía. Muerdo mi labio ante las sensaciones. No


deja de sorprenderme el poder que tiene sobre mí con solo tocarme.
Continúa acariciándome, me siento nerviosa cuando sus caricias se
detienen en mis labios.

—Rachel —su voz es ronca—. Extraño tanto esta boca...

El calor empieza a ser delirante. Entreabro los labios en busca del


oxígeno que me ha robado su confesión.

Estoy apunto de hablar, de mencionar lo mucho que quiero hacerlo,


pero su móvil vuelve a sonar. Interrumpiéndome, arrastrándonos a
una maldita agonía.
—Es Ildet —menciona observando la pantalla del celular que está
sobre la cama. Ni siquiera sé en qué momento lo solté—.
Probablemente sea algo relacionado a tus exámenes. Debo
contestar.

—¿Exámenes? —Totalmente pérdida le pregunto, no tardo en


darme cuenta qué habla de mi semestre inconcluso—. Tranquilo,
responde. Yo iré a ducharme.

—Te esperaré en el salón y Rachel —da un beso fugaz a mis labios


—. Después. Después del viaje disfrutaré de esta preciosa boca.

Dejándome sin aliento se va de la habitación.


Tengo emociones contradictorias tanto por su confesión y por darme
cuenta que el momento finalmente ha llegado. Regresar al lugar
donde mi madre fue sepultada es jodido.

Intento no pensar demasiado mientras realizo mi rutina, la ducha


que tomo es reconfortante y apenas salgo del baño observo la
maleta llena de ropa —que dejé en el departamento al llegar del
viaje de fin de curso—, en la cama. Totalmente agradecida porque
Mark la conservará, elijo uno de los vestidos y no me toma mucho
tiempo estar lista para reunirme con él.

Tal como lo prometió, me está esperándome en el salón, lleva una


camisa de mangas largas, semientallada de color blanca, pantalón
negro y un cinturón del mismo tono. Luce precioso y relajado.

—He pedido comida para ti —Mark se acerca mientras señala tras


de mí, Justo donde está la mesa. Volteo y siento arcadas. El solo
hecho de pensar en comer me asquea.

—Comeré una fruta en el camino —me disculpo con él.

Se niega, pero finalmente termino convenciéndolo de que no es una


buena idea que coma antes de viajar.
A medida que avanzamos hasta su coche y salimos de la ciudad
siento que mi corazón se acelera cada vez más. Mark reconoce mi
estado de nerviosismo por lo que sugiere que escuchemos música.

—No hay muchas canciones guardadas, pero las que están son
preciosas.

—¿Recomendaciones de Samantha? —Interrogo, pensando en lo


preparada que debo estar si son más dedicaciones de su ex.

Mark niega.

—Son canciones que guardé porque me hablan de ti.

Sonrío y enciendo la estéreo ansiosa por escucharlas.

—Así que Love me again de Katelyn Tarver —le pregunto leyendo


en la pantalla de la radio el nombre de la canción—. No la he
escuchado.

Habrá momentos en los que discutamos.


Habrá lágrimas que lloraremos, pero en este camino solo somos tú y
yo.

Así que, ¿sabrás cuándo abrazarme y no dejarme sola cuando no te


deje entrar?

—Y a veces, cuando esté enfadado, sabrás cómo encararme, y


llevarme de nuevo junto a ti —con la mirada aún en la carretera,
Mark sigue la canción, la mezcla de su voz dulce con la música es
un verdadero deleite—. E incluso cuando necesite espacio, y diga
cosas que no quiero, por favor, no te vayas demasiado lejos.

—Es preciosa, Mark —hablo sobre la veracidad de la canción en


nuestras vidas.

Así que cuando parezca que estamos rompiendo, ¿Sabrás cómo


odiarme y amarme de nuevo?
La canción sigue su curso, no hace falta mas, nuestros sentimientos
son expresados en aquella dulce melodía y en las siguientes que
también hablan de nosotros. Tan adecuadas y precisas. Disfruto del
momento, del viaje y tenerlo a mi lado.

El camino es cómodo y silencioso, a medida que entramos al pueblo


le indico las calles hasta acercarnos al lugar donde se encuentra
mamá.

— Rachel ¿Qué hacemos aquí? —Titubea Mark al llegar a la


entrada del cementerio.

Tomados de las manos, avanzamos hasta la lápida que reconozco.

—Hay alguien aquí que... —detengo el paso, mirándolo. Siento un


nudo en mi garganta el cual duele más que algo físico, más que
como si estuvieran ahorcándome, respiro para poder continuar.

Su ceño se frunce. Está totalmente confundido y desconcertado. No


deja de mirarme, veo el pánico en sus ojos. Lágrimas salen sin
permiso. Sin embargo, lloro en silencio con la calma de un alma
resignada al dolor y al sentimiento de ausencia.

—Aquel día en tu departamento recibí una llamada —Mark se


encuentra inmóvil, incapaz de observar a nuestro al rededor. Llego a
pensar que alguna parte de él deduce lo que le diré—, era mi abuela
informándome que mi madre estaba mal.

Él parpadea y sus ojos se van llenando de lágrimas, lágrimas que


empiezan a derramarse por sus mejillas.

Dirige su mirada hacia al frente, justo donde se encuentra la lápida


de mi madre. Sigo la dirección de sus ojos.

«Karla Lombardo Evans.


1980 - 2016»
Aquel nombre que tanto amaba pronunciar, ahora duele, me hiere
tanto verlo escrito en ese estúpido y frío mármol.

—Se fue Mark —sollozo regresando la mirada hacia su rostro pálido


y contraído, él no aparta sus ojos de la tumba de mi madre. Su
pecho sube y baja a un ritmo acelerado—. Ese día los latidos de su
corazón se detuvieron y los míos dejaron de tener sentido.

Un dolor punzante y acerado impone sollozos de su parte, mientras


busca mis ojos y al encontrarlos, los cierra. Su cara se empapa de
más lágrimas y sufrimientos.

—No mi amor —dice, aún con mi vista nublada lo veo acercarse,


abrazándome con vigor—. Por supuesto que tienen sentido, por ella,
por los que te amamos.... Por ti.

—Ahora lo sé —asiento. Intentando calmar su angustia—. Pero


quise morir Mark y me aterra.

Me quiebro aferrándome a sus brazos. Sintiendo miedo de liberar


aquellos pensamientos que por segundos me convencían lo poco
que valía mi vida.

—Rachel —me abraza con más fuerza y llora, desgarradoramente.


Mi pecho se acopla a su dolor, cortándome por completo la
respiración y tras escarbar... solo encuentro más oscuridad

El corazón me duele como el primer día, pensé que podría hacerlo,


qué lo había aceptado, pero ahora que estoy aquí me doy cuenta
que no, jamás había abandonado la idea de volver a verla hasta
hoy.

—La jodida vida me enseñó lo cruel que puede ser. Me mostró una
persona cobarde y egoísta que odie por meses —comento sin
guardar el dolor que me causa revivir todo de nuevo

— Lo siento, cariño —me estrecha más él—, siento tanto...


Perdóname por...
— No tengo nada que perdonarte —digo y Mark se aleja un poco de
mí, sin separar nuestros cuerpos, me acuna el rostro con sus
manos, acariciándolo, entre tanto seca mis lágrimas que son
remplazadas por otras—. Necesitaba la soledad, deseaba estar
sola.

—Pediste perdón tantas veces sin ser tú la culpable —el dolor lo


desborda y yo no puedo decir nada para reconfortarlo—. Fui un
miserable, empujándote a mencionar esas palabras que no
merecías. Porque escúchame Rachel. No eres la culpable de nada.

—Entiendo que creyeras en Jackson, pero ahora lo sabes Mark.


Jamas lo elegiría a él. Siempre has sido tú.

—Ese hijo de puta —suelta un suspiro lleno de rabia e impotencia,


sin embargo, me rodea con sus brazos nuevamente, dejando atrás
la mención del nombre de mi ex—. Entiendo tu dolor, tus decisiones.
Y estoy aquí, dispuesto a juntar cada pedazo de tu corazón, sanar
tus heridas, recordándote que cada latido tuyo merece toda la jodida
pena, Rachel Lombardo, ¿lo entiendes?

Asiento. Nos mantenemos abrazados, no se durante cuánto tiempo,


pero es lo suficiente para que un poco de calma regrese a nosotros.
Vuelvo a hablar contándole el resto de la historia.

— Ella sufría, sufría en silencio y yo no me percaté de ello.

— Eres una gran hija —ahogo un sollozo, reconociendo su mentira.


De haberlo sido, me hubiese dado cuenta de su enfermedad—. Y no
pienses lo contrario. Tu madre siempre estará orgullosa de ti, ni
siquiera dudes de ello, amor, no lo mereces. Ven.

Rodeando mi cintura me anima a dar unos cuantos pasos hacia


adelante, quedándonos cerca muy cerca de la tumba. Toma mi
mano y se inclina hacia el suelo, estirando su mano libre hacia la
lápida, acariciando cada letra del nombre de mi madre.
—Karla Lombardo me habló tantas veces de lo orgullosa que estaba
de su hija —dice—. Estoy seguro que ella se fue en paz, sabiendo el
gran trabajo que hizo contigo. Mírate, mi amor —Mark levanta su
vista y nuestras miradas se encuentran —. Aún cuando tu mundo se
derrumbó, no desististe, construiste otro. Te tomaste tu tiempo, pero
lo hiciste. Y estoy.... Estamos tan orgullosos de ti.

Mark se acomoda en el suelo, sentándose en el césped que rodea


la tumba de mi madre, me invita a hacer lo mismo para tenerme a su
lado y abrazarme. Lloro acercándome al borde del precipicio del que
tanto estaba evitando caer, lloro sin restricciones o miedos a
hundirme porque sé que no pasará, los brazos del hombre que amo
estarán sosteniéndome si caigo. Como ahora.

—Gracias por estar aquí, escuchándome aún cuando por momentos


ni siquiera yo creía que merecía ser escuchada.

—Gracias a ti, mi amor, porque a pesar de todo, has elegido lo


nuestro —lleva sus suaves labios a mi frente— Te amo, Rachel
Lombardo.

—Te amo Mark Harvet.

Sumergiéndonos nuevamente en nuestro abrazo, nos quedamos un


largo tiempo en lugar donde yace el cuerpo de mamá. La compañía
de Mark me reconforta, me calma en esta tarde fría donde el cielo
grisáceo pronto anuncia una tormenta.

La pertinaz lluvia no nos da tiempo a nada, cae sobre nosotros y nos


abraza con su compañía.

—Mi madre siempre decía que la lluvia nos obliga a ver qué hay
algo más allá del sol —le comento en tono alto y él sonríe asintiendo
—. Y quiero pensar que hablaba de una eternidad, donde nos
encontraremos en algún momento.

La lluvia pronto vuelve a ser más intensa, arrancándome una


sonrisa llena de nostalgia y esperanza.
—Es así, amor —dice poniéndose de pie para ayudar a levantarme.

Nos dirigimos al coche y al ver que la tempestad anuncia con


instalarse por horas en el lugar, decidimos ir a la casa que mi abuela
y yo compramos. Al bajarnos del auto frente al sitio que fue mi
refugio durante meses, me estremezco.
Tan acertado como solo Mark puede ser, llega a mi lado y
tomándome de la cintura me hace girar hacia él, con un beso
profundo me aleja de la oscuridad de mis pensamientos... No solo
se trata de un beso bajo la lluvia, sus labios me hablan de una
promesa; Quedarse durante la tormenta.

Completamente empapados por el agua, decidimos entrar.

—¿Hay toallas aquí? —Pregunta y asiento.

—Están en el baño, dejé un par de cosas aquí —menciono—. Iré


por ellas.

Mark niega.

—Iré yo —me detiene—. Sé que puedes cuidarte sola, pero ahora


déjame hacerlo por ti. Rachel.

Pide y la confianza que me tiene regocija mi corazón. Hay tantas


cosas que aún no sabe, sin embargo, he estado trabajando en ello.

— Es a la derecha —le indico la habitación a la que debe entrar.

A pasos largos, él desaparece del pequeño salón, aprovecho para


agitar mi móvil quitándole el agua que recibió durante nuestro beso
bajo la lluvia, afortunadamente sigue con vida y logro revisar las
notificaciones que tengo.

Mejor amiga👭💜.
"¿Sabes que te amo, no? Eres mi hermana y tu dolor es el mío,
estamos para ti y juntos vamos a ser fuertes y apoyarnos.
Te quiere,
Amy, Marica... Por supuesto que Amy"

Sonrío al terminar de leer el mensaje de mi amiga.

— Estoy celoso, ¿Quién hace que mi chica sonría así a su móvil?

Mark aparece, se ha quitado la ropa a excepción del bóxer, aunque


está un poco más delgado, su cuerpo sigue conservando aquella
contextura musculosa y fascinante.

—Amy —le informo, él asiente acercándose.

Envolviendo la toalla blanca en mi cuerpo, me ayuda a secarme y


dejo mi celular en el pequeño sofá.

—He dejado la bañera llenándose —dice, buscando mis labios—.


¿Vamos?

Pregunta no muy seguro, llevando mi mano a su nuca, intensifico


nuestro beso, expresando lo mucho que apruebo su plan.

Ante mi expresiva respuesta Mark se inclina para tomarme en sus


brazos. Aun entre besos él me lleva hacia el baño. Me baja apenas
llegamos a la bañera y sus manos buscan el cierre de mi vestido el
cual se desliza cayendo al suelo.

Adorando con dedicación mi cuerpo, su boca y manos toman mi


pecho, gimo ante las sensaciones tan cálidas que provocan sus
caricias en mí. Se desliza hacia abajo, dejando besos en mi vientre
hasta llegar a mis caderas, el corazón se me acelera al ver que su
rostro se posa en mí intimidad. Me acaricia con sus dedos por
encima de la tela y muerdo mi labio, observando como lentamente
me despoja de mi ropa interior, dejándola en el suelo junto con su
bóxer.

En un movimiento lento me toma en sus brazos, llevándome dentro


de la bañera. Mark estira sus piernas y me siento en el espacio que
dejan estas, pega su pecho a mi espalda, sintiendo la dureza de su
cuerpo contra mí. Hecho la cabeza hacia atrás, disfrutando las
sensaciones que me provoca.

El agua se mezcla con el calor de nuestros cuerpos. Lo veo tomar


una barra de jabón y la desliza primero por mis brazos, siguiendo
por mi cuello, senos, abdomen y piernas. Se toma el tiempo para
sentir y apreciar cada centímetro de mí.

—¿Recuerdas aquellas rosas sin espinas de las que un día te


hablé? —Su voz es cálida—. Quitarlas para ti serán mi constante
vivir, Rachel.

Deseo ver sus ojos mientras habla, por lo que giro mi cuerpo, él
toma mis piernas, acomodándome a horcajadas sobre y frente a él,
una rodilla a cada lado de su cintura. Baja su mano a lo largo de mi
parte frontal, explorando la V entre mis piernas, disfruto de su tacto,
me contorneo al sentirlo endurecerse debajo de mí.

No deja de acariciarme, él calor en mi entrepierna me sofoca, tanto


que muevo mis caderas siendo yo la que busca de sus caricias.
Gimo al encontrarme con su miembro deslizándose por mis
pliegues.

—Eh —dice al ver que aumento el ritmo de mis movimientos,


necesitada de él—. Luego lo haremos duro y rápido... Ahora no,
quiero disfrutar cada centímetro de tu cuerpo, de ti, mi mujer.

Mi núcleo se empuña ante aquellas calientes y prometedoras


palabras, como si tuviera una mente propia, calentándose y
humedeciéndose más. Mark toma mis glúteos, moviéndome contra
su falo duro.

— Por favor —ronroneo impaciente.

Lo veo desaparecer una de sus manos por el agua, gimo al sentir


como guía su miembro a mi entrada.
—Oh, mierda —gruñe cuando su sexo se introduce en mi interior. La
sensación de nuestros cuerpos acoplándose de forma tan natural,
con su calor invadiendo mi intimidad, piel a piel, me enloquece.

De mi boca solo sale su nombre, recibiendo las estocadas lentas y


profundas que me da, junto con la respiración acelerada en mi
cuello. Me abrazo a él, sintiendo como me llena, sus jadeos ligeros y
roncos son el acompañamiento perfecto al sonido de nuestra unión,
del agua que rebosa y cae por el lugar.

Busco su mirada y sus ojos están en llamas, ardo junto a Mark de la


misma manera que el fuego entre mis piernas me consume con su
cuerpo dentro del mío.

—Eso es, disfruta tenerme dentro de ti, nena —pide acelerando sus
embestidas.

Y lo hago, disfruto cada uno de sus movimientos, la rápida e


intensa oleada de placer que me invade, me deja sin aliento. Me
aferro a su espalda, mordiendo su hombro mientras él se clava en
mi interior rápido, lento, suave y fuerte... Una y otra vez.

Rítmicamente entra y sale de mí, balanceo las caderas cuando toma


el control, su fricción ahuyenta cualquier pensamiento que no sea de
él y sus movimientos, a punto de llegar al clímax, detiene sus
estocadas, solo para volver a empezar.

No deja de mirarme mientras me lleva al límite,

—Te amo —gimo al sentir el desatar desmedido del placer, que me


lleva a un orgasmo pleno, con la respiración entrecortada, tratando
de recuperarme de la devastadora sensación, los músculos de Mark
se tensan, exige mis labios, los besa mientras la agonía del placer lo
hace estallar dentro de mí. Invadiéndome.

Nuestras respiraciones poco a poco tratan de recuperar su


normalidad, tras nuestro dulce encuentro.
— Te amo más, cariño, mucho más —me envuelve en sus brazos—.
Nunca dudes que fuiste eres y serás lo mejor que ha llegado a mi
vida, te amo y no está en mis planes dejar de hacerlo... Nunca.

Dejaré mis redes sociales por aquí


Instagram, twitter y TikTok: @JamWalkerxoxo
¿Y ustedes, qué redes sociales usan más?
30. Un fiel adicto
Mark Harvet:

Los rayos refulgentes del sol logran filtrarse por las persianas de la
pequeña ventana, obligándome a despertar. La lluvia incesante de
hace unas horas finalmente se ha evaporado. No hago más que
disfrutar del silencio que reina en el dormitorio ahora un poco más
iluminado, de la calma que me brinda el lugar y de la mujer a mi
lado... Mi mujer, de quien soy un fiel adicto.

Observo con dedicación la silueta de su cuerpo apenas cubierto por


la sábana blanca que nos rodea desde los muslos hasta la cintura,
con su espalda ligeramente pegada a mi pecho, apoya la cabeza en
mi brazo estirado en su dirección. Me deleito en ella y la manera en
la que su piel corrompe mi mente, dominando mi alma, mi cuerpo y
cada uno de mis sentidos. No quiero despertarla, por lo que reprimo,
por el momento, mi deseo de besar su espalda, mientras me hundo
en su tersa y redonda carne.

El recuerdo de nuestro encuentro en la bañera no ayuda a mi


autocontrol, sin embargo, de pronto todo en mí se paraliza. Mierda.

—Joder —se me corta la respiración— No, no.

Susurro bajo, inhalando profundamente al borde de una crisis


nerviosa, siento la sangre subir a mi cabeza; No nos cuidamos.

«Más vale condón en mano que bendición el próximo año» El


comentario de mi gemelo al darme el preservativo cuando visité su
bufete, me acompaña en la tortura.
«Mark, me alegra que Rachel y tú hayan decidido intentarlo, su
relación inició tan inesperada e intensa que ahora solo puedo
aconsejarte que vayan despacio, con calma» Y las palabras de
mi hermana, Romina, se le unen.
Bueno, al menos esperaba que nueve meses sean considerados el
tiempo suficiente de "ir con calma"

Siento mi cuerpo temblar, la paranoia empieza a asfixiarme, por lo


que —esforzándome, realmente esforzándome por no despertar a
Rachel—, salgo de la cama, necesitando aire.

—Basta, Harvet —susurro, llevándome las manos a ambos lados de


mi cintura, observo a Rachel, es evidente que sus horas de sueño
no han sido las adecuadas últimamente, por lo que despertarla para
hablar de la situación no es una opción. No ahora.

Decido que lo mejor es ir por algo de comida para ella, durante el


viaje apenas comió una fruta. Caminando al otro lado de la
habitación donde habíamos colocado la ropa húmeda, tomo la mía,
agradeciendo que la desgastada lavadora de la casa lograra
secarla.
Aún nervioso me visto y al regresar a la habitación donde se
encuentra Rachel, opto por hurgar en uno de los cajones cerca de la
cama, buscando papel y lápiz para dejarle una nota.

Ansiolíticos y sedantes son lo primero que encuentro en aquel cajón.


Mis ojos se humedecen y mi corazón se encoge al pensar que
pertenecen a Rachel. Me duele ella, su madre, los planes que tenían
y que no podrán cumplir. Pensar en la soledad en la que la mujer
que amo afrontó su dolor me lastima. Daría todo por haber estado a
su lado, pero no juzgo sus decisiones, desde que la escuché
culparse por ser una mala hija, supe que la soledad era su forma de
castigarse, se culpaba y mi corazón se rompía cada vez que
pensaba en ello.

¿Cómo pude creer en Jackson? Fui un imbécil.


No merecía su distanciamiento, pero ella tampoco merecía mi
desconfianza. Ambos éramos culpables e inocentes a la vez. ¿Qué
irónico no?

«Mes tras mes me acompañaste, mi amor, cerrando mis ojos te


sentía a mi lado; Porque las personas que se aman aunque
físicamente no estén cerca, siempre estarán juntas. Te amo tanto,
Rachel.
Pd: Saldré a comprar para preparar comida, no tardo.
Pd2: Que bonito es el despertar cuando tiene tu rostro, tu aroma...
Cuando estás tú.
Tuyo,
Mark Harvet»

Dejo aquella nota, encima del cajón, deseando estar de vuelta antes
de que ella despierte.

Saliendo de casa, camino en dirección a la tienda que logré


observar cuando llegamos. Al acercarme a la entrada no puedo
evitar sonreír por la fila de ramos de peonias —las favoritas de
Rachel y de su madre—, a los que una mujer mayor dedica su total
atención antes de recibirme.

—Hola, muchacho —dice sonriente—. Adelante.

Ella me invita a tomar de la tienda lo que necesito y eso hago al


entrar por completo al local, agregando en una bolsa cada
ingrediente útil para preparar un almuerzo. El hombre que está en la
caja saca las cuentas, no dejo de observar a través del vidrio las
peonias.

—¿Quién entiende a las mujeres? —Pregunta el señor mirando a la


misma dirección que yo, aunque evidentemente él se centra en la
animada anciana—. Creo que le gustan mas las flores que yo. Y eso
que me ama.

Su comentario me hace reír, aunque por alguna razón me causa


ternura. El anciano continúa hablando mientras recibe el dinero que
le doy por las compras. Cuando la mujer se reúne con nosotros,
decido hablarle.

—¿Podría venderme dos ramos de peonias, por favor —le pido.


—¿Ves, viejo? Te dije que algún día una persona de este lugar iba a
apreciar la belleza de estas flores —dice ella con evidente emoción,
dirigiéndose nuevamente a la fila de peonias en la entrada— ¿Dos
ramos? Déjeme adivinar. ¿Para su esposa e hija?

"Esposa e hija" Aquel comentario me ha hecho tragar grueso, trato


de respirar con normalidad, algo que ahora me es imposible.

—No seas curiosa mujer, venga, atiende al señor, ya hasta pálido lo


has puesto —interrumpe el hombre—. Bien podrían ser para su
esposa y madre...

Reprimo con todas mis fuerzas la sonrisa nerviosa que pugna por
asomarse a mis labios.

—Para mi esposa —mi corazón se llena de ilusión al pronunciar


esas palabras—. Y suegra.

Decido acabar con las deducciones de la indiscreta pareja.

—Qué bonito hombre, mira hijo —me llama la señora con la mano
para que me acerque a ella, lo hago—. El cascarrabias que ves ahí,
odia las plantas, flores, rosas, pero cada día desde que nos
casamos me ha traído peonias, tantas que no caben en casa y
debemos venderlas.

La mujer comenta y admiro el amor con el que ella habla y él la


mira.

—Debes ya tener cansado al caballero, vende rápido esas flores


mujer —responde acercándose.

—Señor Ross, ya te he dicho que la paciencia es la mejor arma para


tratar con una mujer —ríe—¿Qué colores desea?

—Blancas, por favor —pido, la mujer rápidamente desaparece del


lugar hablando de decorados y demás. Por otro lado, el señor Ross
inicia una plática amena sobre lo importante que son las mujeres en
nuestras vidas, seguido de preguntas sobre mi estadía en el pueblo
con mi esposa.

— ¿Y ya tienen hijos?

Mierda. Temo por los latidos tan acelerados de mi corazón.

—No. Eh, aún no—menciono sin soltar el aire de mis pulmones.

—Pareces asustado —ríe, dando palmadas a mi hombro—.


Tranquilo muchacho, veo que aun estás muy joven para hijos y es
comprensible que no quieras...

—Los quiero—interrumpo al anciano con mi confesión efusiva, una


de la cual me sorprendo.

¿Deseo hijos con Rachel? Sí, mierda, lo deseo tanto, me hace


ilusión tener una pequeña o pequeño parecido a ella. Ahora, dentro
de varios años, da igual. Los quiero, con ella. Pero no deja de
asustarme los pensamientos de Rachel. ¿Si en sus planes no está
tener una familia? ¿Querrá hijos?
Joder ni si quiera es seguro y ya estoy imaginando tantas cosas.

—Entiendo hijo, entonces llegará en el momento adecuado.

—Así sea —replico. El sonido de mi móvil nos interrumpe, me


disculpo con el anciano alejándome para atender inmediatamente la
llamada.

—Hola —dice Rachel con timidez o al menos eso percibo en su tono


—. Acabo de ver tu nota. Me preguntaba hace cuánto tiempo la
dejaste, quería saber que estabas bien.

—Estoy bien, amor —respondo—. Salí hace poco, no tardo.


¿Necesitas algo?

—Solo a ti —su voz dulce hace que sonría.


—Rachel —musito con la respiración entrecortada, me pregunto si
ha pensado en lo sucedido—. Ya te extraño.

—Yo a ti, Mark... Por favor, ¿Puedes traer unas galletas saladas con
manjar?

—¿Algo más, cariño? ¿Deseas algo más para comer? Podría


conseguir lo que sea para ti —hablo rápidamente y siento mi
estómago revolverse. Venga hombre, calma. Solo son ganas. ¿En
qué cabeza cabe que sean antojos?
No ha comido durante horas, por supuesto que tiene hambre. No
antojos.

—Amor —ríe—, estás muy raro, ¿seguro estás bien?

—Si —respondo. Ella acepta mi respuesta no muy convencida, sin


embargo no comenta más y cuelga.

—Aquí está —la señora aparece con los dos ramos de peonias—.
Me ha dicho mi esposo que no tienen hijos así que con esto, vaya
preparándose para tenerlos.

Ríe a carcajadas mientras su esposo guarda las galletas y manjar


que he pedido, entregándomelas.

—Deja de ser tan imprudente, cariño —la regaña sutilmente el señor


Ross.

Brindo una sonrisa a la pareja que de alguna manera han logrado


calmar y al mismo tiempo alterar mis nervios. Antes de pagar les
agradezco y pronto me retiro de la tienda caminando lo más rápido
que puedo a casa. Me detengo un momento en el cementerio,
dejando una de las peonias sobre la tumba de mi suegra.

—Karla —apoyando sobre mis talones, hablo, observando cada


detalle de su nombre grabado en aquella lápida, lágrimas ruedan
por mis mejillas, ni siquiera puedo hablar. Me duele pensar que se
ha ido, para siempre—. La última vez que la vi me pidió que cuidara
de su hija, se lo prometí aquel día y se lo prometo ahora. Cuidaré de
ella, por los dos, sé que sus últimos pensamientos fueron dirigidos a
Rachel, mientras la vida nos la arrebataba de nuestro lado no pude
sostener su mano, asegurándole que jamás dejaría sola a su hija,
pero lo hago ahora, porque la amo. A ella y a usted.

Un nuevo camino de lágrimas recorre mis mejillas, respiro


profundamente, me toma unos minutos calmar la presión en mi
pecho, cuando logro hacerlo, decido abandonar el lugar, dejando —
como todos los que la conocimos—, una parte de mi corazón con
ella, Karla Lombardo.

El camino a la casa de Rachel. Es corto, secando por última vez mis


lágrimas, termino por acercarme a la puerta, la cual no tarda en
abrirse, la mujer que me recibe aleja todo sentimiento de tristeza y
nostalgia.

—Mark —se lanza a mis brazos y sosteniendo las compras que


llevo en la mano, le rodeo la cintura.

—Que bonito recibimiento, señorita Lombardo —juntos mis labios a


los suyos.

—Has traído peonias —dice entre besos, emocionada, a ella al igual


que a su madre le gustan y me hace feliz verla tan alegre.

—Te compraría tantas peonias que las venderías porque no caben


todas en nuestra casa.

Digo recordando aquella pareja encantadora con la que me


encontré. Rachel ríe.

—¿Qué dices?—beso sus labios. Dando paso hacia adelante,


entrando por completo a la casa.

—Que haría lo que fuera por verte siempre feliz.

—Soy feliz, tú me haces feliz —asegura.


Rachel deja de abrazarme para tomar el ramo de peonia, la sonrisa
que dibuja en su rostro me cala el alma.

—Cariño, lo que sucedió en la bañera... Nosotros no...

—No nos cuidamos —exclama ella—. Lo sé, me desperté y fue lo


primero que pasó por mi mente. Estaba nerviosa —comenta y
asiento entendiendo perfectamente—, pero sobretodo ilusionada,
aunque me hubiese encantado terminar mis estudios antes de que
sucediera, no importa si es ahora o después Mark, quiero hijos
contigo.

—También los quiero, Rachel. Una familia contigo es lo que deseo.

—Imagina —sonríe—, unos gemelos...

—Yo nervioso por tu reacción ante la posibilidad de tener un hijo y


usted señorita Lombardo pensando en dos...

—Aún no sabemos ni siquiera que lo esté. Así qué, solo hay que
esperar —se calla, la noto nerviosa.

—¿Nueve meses una ilusión? —Bromeo.

—¿Una ilusión? ¡Dos! —finge asombro—. Mira profesor si estoy


embarazada, más te vale que sean dos.
31. Comparaciones

Rachel Lombardo:

Dos semanas después.

PRUEBA
HCG SUB-BETA EN SANGRE

RESULTADO
NEGATIVO

—Negativo —repito en voz alta lo que el correo enviado por el


laboratorio indica. No estoy del todo triste, de hecho, podría pensar
que la noticia me alegra y siento un poco de culpa.

—Seremos solo tú y yo, por unos años más —finalmente Mark


habla, aunque sus ojos siguen fijos en mi móvil. Su voz refleja
decepción, sin embargo cuando levanta la mirada hacia mí, sonríe,
luce relajado—. Y la idea me encanta. Te disfrutaré más tiempo yo
solo.

—Que volátil eres —rio por la sorpresa de su confesión—. Aunque


también me agrada la idea.

—Lo sé —dice llevando su boca a la mía. Dejo el móvil encima del


mismo sofá en el que estamos sentados y recibo con afán sus labios
—. Rachel, mi propuesta de vivir juntos sigue en pie.

El tema de nuestra convivencia está de regreso y a pesar de la


seriedad que se aloja en su voz, mantiene la suavidad de la misma.

—Me encantaría, pero...

—Tu abuela puede quedarse con nosotros —con sus ojos fijos en
los míos comenta y sus palabras me enternecen.

—Mi abuela no aceptaría vivir aquí —elevo las manos, haciendo


referencia a su departamento—, sigue pensando que una pareja
debe estar sola en casa... Y quiero que regrese a su pueblo cuando
ella se sienta preparada.

—Está bien, lo entiendo —asiente comprensivo mientras me


acomoda un mechón de cabello detrás de la oreja—. Puedo
soportar la tortura de no tenerte en mi cama por las noches, si te
tengo así ahora.

Mark aleja su mano de mi rostro, solo para bajar ambas manos


hasta mi cintura, atrayéndome hacia él, me muevo con calma,
colocando las piernas en ambos lados de su cintura, sentándome a
horcajadas sobre su regazo. No tengo tiempo a responder su
comentario anterior, puesto que apenas nuestros cuerpos se
acercan, él apremia su boca contra mi cuello.

Desata mis placeres y necesidades con tanta facilidad, no me


sorprende... Es él, es Mark Harvet, el amor de mi vida.
Desafortunadamente para ambos el timbre suena,
interrumpiéndonos.

—Debe ser Amy —informo a Mark—, apenas me llegó el correo de


los resultados se lo reenvié, me dijo que vendría, pero no imaginé
que llegara tan pronto.

—Iré a ver —dice y me alejo, para verlo aproximarse a la puerta y


abrirla.
—Hola hola. Estaba cerca y decidí que era oportuno venir a celebrar
con ustedes —Amy aparece con una botella de champán. Se acerca
para abrazarme y su emoción me confunde—. Me alegro tanto.

—Amy el resultado salió negativo, Rachel no está embarazada —


aclara Mark, cerrando la puerta tras él. Am deja de abrazarme para
mirarlo.

—Lo sé, por eso los felicito —repite mi amiga.

—¿Gracias? —le agradece a Amy no muy seguro.

—¿Cuál gracias? ¡Que no se les vuelva a olvidar que sin gorrito no


hay fiesta! —bromea y el comentario imprudente de mi amiga nos
divierte, por lo que ambos negamos con la cabeza.

—¿Y Steven dónde está? —Mark cambia magistralmente de tema.

Amy entorna los ojos, que Steven no esté junto a ella es extraño y
su actitud al escuchar el nombre de mi cuñado confirma que las
cosas no están del todo bien.

—¿Steve...? ¿Qué es eso, se come o qué? —pregunta sarcástica


mientras con una habilidad que me sorprende abre la botella de
champán, Mark va en busca de dos copas vacías y una copa de
agua para mi, Amy sirve el vino espumoso en ellas, pero finalmente
es la botella la que lleva a su boca, bebiendo—. Salud salud.

—Am, ¿han discutido? —le pregunto, aunque la respuesta es obvia,


la manera en la que bebe me lo confirma.

—Luego hablaremos, Mark sigue siendo su hermano y es


imprudente de mi parte hablar aquí de lo idiota —me susurra
bebiendo un último trago de la botella—, muy idiota que es su
gemelo.

Sin hacer otro comentario al respecto, bebemos de nuestras copas,


sentados en el sofá y más que celebrar la noticia de un embarazo
negativo, brindamos por estar juntos, por mi buena calificación en el
examen de fin de semestre que rendí hace unos días.

—Y por lo cabrones que pueden ser los gemelos Harvet —el


momento de prudencia de Amy se esfuma, Mark la mira incrédulo y
divertido, sabe que Amy habla por Steven—. Lo siento Mark, no era
para ti, es solo que tienen la misma cara... Y joder, es inevitable.

No hay oportunidad a réplica, el sonido del timbre paraliza a Amy,


ella emite un bufido al ver que Mark se levanta del sofá para abrir.
"Bueno, creo que me iré, les dejo esto por aquí" Comenta colocando
la botella de champán en la mesa de centro.

—Am, no es necesario que te vayas —le digo. Mi amiga observa


hacia la puerta y al ver al hombre que aparece detrás de ella vuelve
a mirarme.

—Es muy necesario, Rach —comenta.

Steven se acerca a nosotros, dedicándole una muy corta, pero


intensa mirada a su novia.

—Buenos días —saluda serio, lo cual me sorprende, es poco común


verlo así. Me pongo de pie para saludarlo—. Hola, mi vida. ¿Qué tal
va todo?

—Los veo luego —Amy dice caminando hacia la puerta— Rachel y


Mark.

Aclara y Steven chista.

—¿Llegas tarde al kínder, Martins? —Con ironía Steven habla.

Mi novio y yo nos quedamos al margen de la tensa situación,


observando como mi mejor amiga voltea a ver a mi cuñado.

—Al kínder no, llego tarde a la cárcel —responde Amy estirando su


brazo en dirección a él, simulando una pistola con sus dedos lo
apunta y una sonrisa irónica curva fugazmente sus labios...
Segundos después ella dispara.

Todos reímos, incluido Steven que suelta una risa nasal mientras
niega con la cabeza. Es Amy, no podremos esperar menos de ella.

—Eso quiere decir que necesitarás al mejor abogado de esta


ciudad, es decir, no pensé que me necesitarías tan pronto, loca —
Steven se acerca a mi amiga, todo pasa tan rápido que cuando nos
damos cuenta Amy está colgando en la espalda de él.

—Bájame, bájame gran idiota —Amy lo golpea repetidas veces


haciendo que Steven gruña.

—Calmada mono, resolveremos esto ahora.

—Ve y resuelve todo con tus gemelas fuego, no conmigo —señala


ella mientras lo continúa golpeando, pero a Steven no le afectan sus
pataletas, apenas se mueve.

—Hermano, Rach, lamento el espectáculo —murmura mi cuñado


antes abrir la puerta por completo y salir del departamento aún
cargando a Amy.

—¿Es una afición de los Harvet hacer eso?

Pregunto a Mark apenas nos quedamos solos.

—¿Tratar de domar fieras? —Dice con burla.

—Señor Harvet, ¿usted intenta insinuar algo? —chisto con


diversión, Mark asiente acercándose, me rodea la cintura. Y antes
de que me distraiga por completo le pregunto sobre el comentario
de mi amiga—, ¿sabes de que gemelas habla Amy?

— ¿De las que tendremos tu y yo?

—Muy buena respuesta —acepto, ilusionada con la idea—, pero esa


evasión del tema solo aumenta mi curiosidad. ¿Conoces a las
gemelas fuego también?

Él se acerca para tomar mi boca y el contacto caliente de sus labios


me enciende, sin embargo, hecho la cabeza hacia atrás, para
mirarlo y encontrar una respuesta.

—Salíamos con ellas—confiesa finalmente.

—Vale y ni siquiera preguntaré porque Amy le dice gemelas fuego


—digo y Mark se hecha a reír.

—No lo sé, supongo por el apellido; Feuer —Pregunta pegándome


más a él—. No tiene importancia, cariño.

Asiento, tiene razón es parte del pasado.

Y aunque las ganas por quedarnos en su departamento nos tientan,


nos vemos en la obligación de continuar con nuestros planes del
día, ir por las pertenencias que me dejó mamá. No estoy del todo
segura aún. La melancolía pesa sobre mí, oprimiéndome el pecho,
aunque he estado evitando el momento esperando estar preparada
algún día, sé que no pasará. Y agradezco el apoyo de Mark, él me
da la fuerza que a veces creo que desaparece en mí.

Durante el camino al lugar donde se encuentran las pertenencias de


mi madre, nos acompañamos en el silencio, silencio que se rompe
cuando mi móvil suena con insistentes llamadas de un milisegundo
que apenas pueden ser observadas, finalmente cuando llega un
mensaje lo entiendo.

Desconocido:
"¿Puedo hablar contigo? Rachel, es importante.
¡Y no te atrevas a ignorarme! No olvides que cada vez que respires,
te estaré observando.

Te ama, Jackson"
¿Qué demonios?
Enojo, desconcierto e indignación es lo que siento al leer el
mensaje, Mark cuestiona la situación y no dudo en comentárselo.

—No es necesario decir que no estaré de acuerdo que se te


acerque, por ningún motivo, Rachel. No madres angustiadas, no
excusas, ni intentos de manipularte como aquella vez ¿Vale? —
Ordena y yo enarco mis cejas— Y por favor, no pienses que estoy
actuando como tu dueño, porque no es así. Pero si protegerte
significaría ser un cavernícola, lo sería, porque te amo.

—Lo sé Mark y no haré nada que pueda perjudicarme o perjudicarte


—le aclaro. Me cansé de los juegos de Jackson.

No más de aquella persona que aún estando lejos logró jodernos


tanto, no más del Jackson controlador y siniestro.
Haciendo un gran esfuerzo lo dejamos ir, sin dar importancia a sus
mensajes o llamadas. Mark me toma de la mano y la calma regresa
a mí;
Que diferencia hay entre ellos, siempre la hubo y hoy no hago mas
que confirmarlo.

Una caja amarilla y miles de recuerdos dentro de ella, es lo que


mamá tiene para mí. Apenas llegamos al departamento de Mark con
las pertenencias de mi madre, nos sentamos en el suelo de la sala,
y abro la caja de madera, sin embargo no puedo seguir, las manos
me tiemblan. Solo imagino su dolor al preparar esto...

—Estoy aquí Rachel, sosteniéndote, porque no te dejaré caer —


Mark habla tomando una de mis manos, su gesto tierno me impulsa
a continuar.

Hay un sobre blanco etiquetado como #2 y debajo del número, con


perfecta caligrafía está escrito; «Para mi querida extraña, mi
pequeña Rachel» Encima de el está una foto nuestra, en mi
cumpleaños cinco; Estoy sonriendo mostrando mis dientes mientras
ella me carga en sus brazos riendo con la misma efusividad. Tomo
la foto en mis manos y la volteo, inspeccionando su reverso.

"Rachel y mami contra el mundo"

Es algo que ella solía decirme desde pequeña. Y recordar la


seguridad que su frase me daba, me hace sonreír. Si mamá estaba
a mi lado ¿quien podría vencerme?
Mark acaricia la mano y lo miro sonriendo con nostalgia, me toma
unos segundos calmarme para seguir inspeccionando la caja, al
sacar el sobre blanco el ritmo acelerado de mi corazón disminuye
inesperadamente, casi paralizándose por un segundo. Es un sobre
amarillo, etiquetado como #1 e igual que el anterior está escrito con
la preciosa caligrafía de mamá «Para Mark Harvet, nuestro querido
extraño»
Hay una foto de nosotros tres, del día de su cumpleaños. Animo a
Mark a tomarla para revisar el contenido qué hay detrás de ella.

"Eres el hombre que sostiene la mano de mi hija ahora, y realmente


espero que tú nombre sea Mark y tú apellido Harvet.
Sé que es así. Cuando me miraste a los ojos y me prometiste que
cuidarías de mi hija supe que tus palabras eran sinceras, por eso he
escrito esto para ti. Porque ahora me gustaría que seas la voz de
mis letras, tú podrás expresar el amor qué hay en ellas, porque
entiendes cuánto se puede amar a Rachel Lombardo"

Mark habla en voz alta, leyendo la descripción en la foto y mis ojos


se llenan de más lagrimas al ver como mi madre confiaba en lo
nuestro... Realmente lo hacía. Tomo el sobre que tiene el nombre de
Mark, él cuál es el último en la caja y se lo entrego.

—Es para ti, extraño —lloro rozando mi muñeca a mis ojos repetidas
veces.

—Ven —Mark se acerca más a mí, lleva la mano a mi rostro para


secarme las lágrimas. Nuestras miradas se chocan, me sonríe, sin
embargo, en aquellos ojos verdes hay tristeza y dolor—. Aunque
antes ambos dudamos, ahora te puedo asegurar que dudar de mi
amor por ti es dudar de mi propia existencia, Rachel, quiero decirte
que confío en esto, de la misma manera en la que tú madre, nuestra
extraña —su voz se quiebra—, confiaba.

Lo abrazo por varios minutos, ambos nos tomamos el tiempo para


asimilar todo y cuando creemos sentirnos listos, continuamos. Mark
abre el sobre número uno y saca de el una pequeña nota, la lee en
silencio, sonriendo con dulzura de vez en cuando. Tengo curiosidad,
sin embargo él vuelve a meter la nota en el sobre y saca una hoja
doblada por la mitad.

—Hola extraña—empieza a hablar y mi corazón se detiene unos


segundos, chillo—. ¿Me escucho algo masculina, no?

Ríe Mark y yo lo acompaño, aún en la difícil situación, mamá se


esfuerza por sacarnos una sonrisa, algo característico de ella.

》¿Por donde empezar? Quizás disculpándome por ocultarlo. Tenía


fe mi amor, fe de que en algún momento sea yo la que te hablara y
no mis letras. Pero eso no significa que perdí la batalla, de hecho, la
gané... Esa batalla de evitar que te ilusionaras, de evitar tu
sufrimiento antes y durante mi partida. De todas formas dolió
¿verdad? Lo sé y egoístamente te diré que a mi me hace feliz, me
hizo feliz llevarme tú sonrisa grabada en mi mente hasta el último
respiro, seguir recordando tus ojos llenos de alegría, era mi último
acto de amor hacia lo más bonito que la vida me dio —sollozo y el
tono de voz de Mark decae—. Probablemente has esperado un
largo tiempo para hacer esto, y quizás ahora todo parece doler más,
pero confío en tu fortaleza. Es doloroso aceptar que la muerte es la
única que puede separar a las personas que se aman, pero es así,
todos estamos aquí para cumplir con un objetivo y yo cumplí el mío,
que fue cuidarte, amarte hasta el último día de mi vida y hacer de mi
pequeña extraña una mujer con valores, fuerte, que enfrente al
mundo, llena de amor y alegría... Porque eso es lo que eres en
nuestra vida Rachel Lombardo, alegría, amor y valentía, por eso
confío que aunque cueste levantarte lo harás.
》 Rachel Lombardo Evans gracias por enseñarme lo maravilloso
que es ser madre, por mostrarme el significado del amor... Por eso
yo deseo que ese amor tan inmenso y puro que me entregaste, se
quede contigo mi pequeña, con mamá a quien no tuve valor de
escribirle, con mi rebelde e incontrolable Amy, con Mark, el papucho
Harvet e incluso con su divertido gemelo, que el amor tan grande
que existió entre nosotras Rach, se quede con cada persona que
hace latir tu corazón, porque ese corazón ahora late y vive por las
dos.
Por último quiero que lo mires, mira al hombre que tienes junto a ti.

Mark hace una corta pausa, admiro su valentía de seguir leyendo


aún cuando su corazón se rompe por todo lo que vivimos, fijos mis
ojos en él, perdiéndome en su cálida voz.

》Amándote, cuidándote, habrán momentos en los que discutirán o


estarán en desacuerdo por algo pero todo se soluciona con
paciencia, comunicación, sé que lo harán bien entre ustedes, Quiero
que sepas que estoy contenta, ahora mismo estoy siendo feliz al ver
que están juntos. Cuídate, cuida de tu abuela, las amo tanto;
Siempre desearé lo mejor para ustedes, mi pequeña extraña y
cuando recuerdes nuestros momentos, locuras, ríe...Tan fuerte que
tu carcajada se sienta al otro lado del mundo y riamos juntas.

—Con amor, su querida extraña... Karla Lombardo Evans.

Mark termina de leer la carta e inmediatamente sus brazos me


rodean con tanta delicadeza, como si tuviese miedo de lastimarme.

—Sé que duele —dice y me aferro a su pecho, llorando


desconsoladamente—. Y Karla no se equivocó al decir que estaría
aquí para ti, mi amor.

Libero todos mis sentimientos, aferrándome a Mark y a las palabras


de mi madre, qué estoy segura significaron tanto para ella como
ahora significan para mi. Su despedida me da calma, la justa calma
que mi corazón necesitaba, ella fue feliz y con eso quiero quedarme.
Algo más tranquila, decido ponerme de pie, Mark me ayuda a
guardar las cosas en la caja, dejándome la carta de mamá y
quedándose con él sobre que tiene su nombre para guardar la foto
de los tres. El sonido de mi móvil se hace presente, voy hasta el
sofá donde lo había dejado, tomándolo pensando que es mi abuela,
le dije que iría con Mark a almorzar a casa, ya es un poco tarde. Y al
ver la pantalla descarto mi pensamiento.

Desconocido:

"Te di una oportunidad para que seas feliz, pero ya veo que decides
elegir una vida jodidamente desgraciada, y me aseguraré de ello, te
amo Rachel pero prefiero destruirte a que seas feliz con alguien que
no soy yo"

Hola queridos extraños 💕


Quería informar que oficialmente quedan 7 capítulos para el final de
ECN (Sin contar los extras)
Pd1: Agradecerles por estar aquí, por el cariño que le dan a la
historia, por sus comentarios tan lindos e ingenioso, gracias por
todo.

PD2: Quería dedicar ese capítulo a tods uds, en especial a las


chicas de VENEZUELA, me encanta su país y sé que ahora no pasa
por el mejor momento, sin embargo confío que pronto este hermoso
país será iluminado junto a su maravillosa gente. <3
32. Por cada segundo...

Amy Martins:

"Hakuna matata, una forma de ser, hakuna matata, nada que temer

sin preocuparse es como hay queee viviiiir, a vivir así, yo aquí


aprendí hakuna matataaa"

Mientras espero que mi mejor amiga termine su entrevista con el


director de la universidad a la que ha decidido cambiarse, tarareo la
canción de mi película favorita. Es mi manera de alejarme de la
melancólica situación. Extraño a la señora Karla —y aunque mi
padre intenta ocultarlo sé que también extraña a su mejor amiga—.
La vida ha dado giros inesperados y entiendo que Rach quiera
empezar de cero, incluso en lo académico, lejos de los imbéciles de
sus compañeros. Es bueno saber que Mark y ella estarán lejos de
todo lo que un día anheló dañarlos.

—¿Amy Martins? —Mis pensamientos se pierden en aquella voz. Es


Dylan, estoy segura, alzo la mirada hacia él, efectivamente es mi ex
novio y hermano de Samantha, la ex de Mark. Él sin reparos se
acerca a la banca donde estoy sentada—. Vaya, qué coincidencia.

—Tú —digo incrédula por su presencia y mucho más por su descaro


al sentarse a mi lado. Nuestra relación terminó muy mal ¿y ahora
me habla como si nada?
—Sé que no te alegra verme, pero yo si —comenta—. Te debo una
disculpa, por engañarte, manipularte por capricho de Mishell.

—Dylan, no pierdas tu tiempo —me sincero. Aunque por el cariño


que le tengo a su hermana, ahora mismo no estoy golpeándolo, no
me interesa escucharlo—. No necesito tus disculpas.

—Lo sé, sólo quería hacerte saber que me enamoré y el karma me


ha devuelto las jodidas mierdas que te hice —sigue—. Ahora
entiendo que inventar esas cosas de Mark para que tú amiga lo
terminara, solo por quererme acostar con tu hermanastra, fue una
canallada.

—Te enamoraste —digo entre risas—. ¿De quién de Mishell, mi


hermanastra?

—No. De una mujer que me ha rechazados más veces de las que tu


padre me rechazó como tú novio —responde y vuelvo a reír. Vaya
que el karma de verdad le estaba pasando factura—. Pero
cuéntame qué haces aquí, ¿te trasladarás de universidad?

— No —respondo sin ánimos de querer dar más explicaciones,


afortunadamente soy salvada por la llamada de mi novio— Disculpa
tengo que contestar.

—Mono —Steven habla con dulzura detrás del móvil—, estoy


extrañándote.

—Yo también ya te extraño, idiota —demando aún incómoda por la


presencia de Dylan—. Mucho.

— ¿Ya estás con Rach? —Pregunta.

—Sí, estamos en la universidad —le informo, mi ex empieza a


hacerme señales para que lo observe.

—Amy, tengo que irme. Me alegró verte —Dylan se pone de pie con
intenciones de alejarse, el silencio detrás del móvil, me informa que
Steven lo ha escuchado.

— Vaya, como le ha cambiado la voz a Rach —espeta.

Y los reclamos de Steven pasan a segundo plano cuando Dylan


añade a su comentario palabras que me desconciertan «Por cierto,
ten cuidado con Mishell realmente está loca y obsesionada con la
relación de Mark y tu amiga»
¿Sabrá algo aparte de la evidente locura de mi hermanastra?
¿Quizás relacionado con los recientes mensajes de Jackson a
Rach? No. Ellos ni siquiera se conocen, estoy siendo paranoica.

Me pongo de pie, y estoy apunto de decirle a Steven que espere un


momento mientras interrogo a Dylan, pero tropiezo y el móvil cae al
suelo, apagándose.

—¡Lo que faltaba! —gruño tomando el móvil, mi ex se acerca—.


¿Por qué has dicho eso de Mishell? ¿Sabes si está tramando algo?

—Solo decía, Amy —él eleva las manos a la altura de sus hombros,
en señal de calma—. Que estés bien.

Dylan se marcha, y decido encender el movil, devolviéndole la


llamada a mi novio.

—Se me cayó y apag... —intento explicarle apenas atiende la


llamada. «Steven. Vamos ya apaga ese móvil y concéntrate en
nosotras» Escucho la voz en casi en un gemido de una de las
gemelas y yo me ahogo en mis celos— Puedes irte con pasos de
merengue a la mierda.

Totalmente enojada, cuelgo. Steven Harvet y sus asuntos laborales


con las gemelas, han llegado a su límite. No soy quien para decirle
que deba hacer, aunque ahora mismo me arrepiento de haber
respondido de manera madura a su a pregunta sobre el contrato con
las gemelas. «Haz lo que pienses que es lo mejor para ti, debemos
confiar y no permitir que tu trabajo interfiera en nuestra relación»
¡Y una mierda!
Debí decirle que sí, que anulara el estúpido contrato que tiene su
bufete con ellas. No las soporto.
«¡Hiz li qui piinsis qui is li mijir!» Se burla la vocecita en mi
cabeza, repitiendo mis palabras entre dientes y con burla.

—Amy, me aceptaron —la voz emocionada de Rach hace que


detenga mis pensamientos. He estado sumergido en ellos que
apenas me di cuenta de su regreso.

—Felicidades —grito abrazándola—. Estoy tan orgullosa de ti. Hay


que celebrarlo.

—Gracias, Am —me dice—. Había una heladería afuera, podemos ir


ahí.

Inmediatamente niego.

—También había un bar, mejor una copa —Rach desaprueba mi


comentario—. Vamos, solo una.

Rach acepta, anunciando que llamaría a Mark para avisarle que


tardaría un poco más. Y mientras la molesto constantemente por su
exceso de ternura al hablar con su novio, salimos de la universidad.
De vez en cuando reviso mi móvil y no hay ninguna señal de
Steven. «Bien Harvet, ya deberías saber que mi abstinencia durará
un par de semanas más, aunque yo también sufra por ello»

— Hola, Steven.

Mi amiga saluda y ruedo mis ojos al oír su nombre, aunque debo


admitir que saber que Mark y Steven están juntos disminuye mi
enojo, me acerco a Rach para escuchar.

—¿Aún está Dylan con ustedes? —Pregunta el idiota tras el móvil.

—Jódete, Harvet —grito para que me escuche. ¿Por que


simplemente no me llama y me lo pregunta?

— Steven, Mark y yo te necesitamos.


Aquella voz hace que en mi molestia le arrebate el móvil de Rach y
cuelgue, antes de regresárselo lo apago al igual que el mío.

—No más llamadas, tenemos que celebrar —insisto —. Por cierto,


¿sabias que Mark se reuniría con Steven y las gemelas?

— No pero debe haber una clara explicación, Am tranquila, lo


llamaré —informa Rachel.

Niego la cabeza.

—Nada de eso, Rach, seguramente las gemelas seguirán con su


estúpido juego de fastidiar y nosotras no nos podemos amargar.
¡Vamos a celebrar!

Por alguna razón ella no protesta y aunque intenta mantener el


control, se que sus celos están jugando en la misma liga que los
míos.

Olvidando el tema de los Harvet, centramos la conversación en


nosotras y el día de chicas que hace mucho no teníamos. Llegando
al bar, nos sentamos en la barra, «Play with fire de Sam Tinnesz»
suena de fondo y agradezco poder escuchar la preciosa canción con
tranquilidad, afortunadamente es día de semana y el lugar está casi
vacío.

El bartender nos da la bienvenida y pregunta lo que deseamos


beber, Rach no tiene idea por lo que elijo por las dos.

—Dos martinis —pido, él menciona que enseguida atenderá


nuestros pedidos, no miente, frente a nosotras prepara las bebidas y
rápidamente nos las entrega con dos martinis adicionales «Cortesía
de la casa» Indica, tomando la copa la elevo ligeramente en
dirección a mi amiga—. Brindo por tu ingreso a esta nueva
universidad y porque cada vez que te visite habrá bar cerca.

—Salud —ella imita mi acción y antes de llevarse la copa a su boca


dice—, por nosotras.
Bebemos, bueno yo lo hago, Rach sin embargo, se dedica a toser,
hablando sobre lo fuerte que es el trago.

— Esto sabe horrible —se queja, casi gritando. El hombre que


atiende en la barra desde la esquina la mira y ella sonríe mostrando
sus dientes—. No, quise decir que estaba bueno, muy bueno.

En su intento por disculparse y rectificar sus palabras, mi amiga


vuelve a beber, yo solo puedo reírme y el bartender reprime una
carcajada.

— La primera vez siempre es rara pero después....

Comento terminando mi copa y empezando por la otra, las mejillas


de Rach se enrojecen, no estoy segura si es por mi comentario o
por la baja tolerancia al alcohol que tiene.

—Ahora que lo mencionas —se echa a reír, me uno a su carcajada


mientras ella me acompaña con el siguiente martini—. ¿Qué estará
haciendo ahora Mark?

—Seguramente ellos se están divirtiendo más que nosotras. ¡Y que


se jodan los Harvet!

El bartender se acerca nuevamente a nosotras y pido dos martinis


más, estos desaparecen con la misma rapidez con la que llegan. Me
sorprende que Rach empiece a beber con menos dificultad y sin
gestos en su rostro por el sabor de la bebida. Vuelvo a pedir dos
más.

—Voy a llamarlo —mi amiga anuncia dejando su bebida para sacar


el móvil del bolso de mano que lleva, al encenderlo su tono ebrio y
relajado cambia—. ¿No se cansa de joder?

Intentando explicarme, acerca su móvil al rostro para que observe.


Es un nuevo mensaje de Jackson «Rach, fueron seis años y donde
hubo fuego siempre cenizas quedan, no puedes negarlo. Hablemos,
estaré esperando tu respuesta, nena... Te amo»
—Que hijo de puta tan cínico —digo al terminar de leer, Rach
asiente bebiendo otro martini.

—Si, un hijo de puta descarado —mi amiga habla con la rabia que la
consume, pero de pronto hace un mohín—. Ay no, pobre Ana, yo la
quería.

Aunque me siento enojada con el cabrón de Jackson, con su


comentario ingenuo y completamente alcoholizado ella me hace reír.

—No es literal, Rach —le digo—. Yo también quería a Ana, aunque


su hijo sea una mierda. Pero venga, ignóralo.

La animo a dejar el móvil y continuar con nuestro martini número...


¿Qué número era?

—¿Que donde hubo fuego cenizas quedan, dice? —Rach se ríe a


carcajadas, arrastra sus palabras y me doy cuenta que esta
borracha. Mierda— ¿Acaso sabe si quiera lo que es el fuego? Por
supuesto que no, pero Mark... —Rach asiente sonriendo
ampliamente— Él si que lo sabe, es que hasta fuego podría ser su
segundo apellido, Mark Harvet Fire, me gusta.

Me echo a reír por sus ocurrencias y la forma tan liberal con la que
habla, muy poco común en ella.

—Definitivamente ya estás borracha —digo con palabras


enrevesadas, lo que me anuncia que mi estado con unas cuantas
copas mas será el mismo que el de Rach.

—¿Borracha quien? ¿Yo? Pero si estoy bien —aclara tomando el


último martini—. Salud.

—Salud —replico, recordándome que ya deberíamos irnos, hago


gestos con mis manos al hombre de la barra, él se acerca—. La
cuen...

— Hay algo que se mueve, shhh —me hace callar—, ¿Temblor?


El bartender y yo soltamos una carcajada ante el comentario de mi
amiga. ¿Qué dice?

—Pero que si está totalmente borracha —habla el hombre.

—Yo no estoy borracha —Rach coloca su dedo índice en sus


propios labios— Escuchen, escuchen, sientan.

Tanto el bartender y yo, nos quedamos en silencio.

— No escucho nada —dice.

— Mi móvil —grita Rach entre carcajadas.

Bajo la vista al celular que se encuentra en la barra, al cotillear las


notificaciones, veo tiene quince mensajes y veinte llamadas del
mismo contacto; Amor 💜 MH 🐹 . Rach lo toma entre sus manos y
contesta la llamada que vuelve a entrar.

— Hola, amor —frunce el ceño— ¿Por que estabas con aquellas


gemelas? Me has dicho que estabas.. Sabes que odio a todas tus
ex —vuelve a reír pero esta vez a carcajadas—. Pues porque los
borrachos y niños siempre son sinceridad.

¿Qué?

El bartender que se ha integrado al grupo y yo nos miramos


conteniendo risas.

— Estoy con Amy —arrastra las palabras— Sí, un bar.

Rach coloca el móvil en alta voz y atentos escuchamos.

— ¿Cómo se llama? —Pregunta Mark, suena molesto por lo que me


abstengo a hablar.

— ¿El mesero? —Rio al escuchar a Rachel cuestionar con


inocencia.
—¿Qué mesero? —Gruñe Mark.

—¿Cómo te llamas? —mi amiga le pregunta al hombre frente a


nosotras.

— Nath.

—Quiere el nombre del bar —digo al unísono con Nath en un intento


de orientarla.

—Ahh —murmura ella.

— Joder, Rachel. Dime ahora —empieza a desesperarse su novio.

— No me grites —protesta Rachel— ¿Por qué me grita?

Hace pucheros y yo me encojo de hombros.

— Cariño, dime ahora, ¿Dónde estás? —repite mi cuñado, esta vez


habla en un tono mucho más bajo que antes.

— Mark estamos bien, ya vamos a tu departamento —hablo

—¿Estás borracha también, mono? Joder —de pronto la voz de


Steven hace que Rach, Nath y yo nos miremos, estallando a
carcajadas.

— Mono —Repite Nath y lo asesino con la mirada. Tú no.

— Bienvenido a la operadora, el número que usted marcó no está


disponible —respondo a Steven.

— Rachel, no vayas a... —Dice rápidamente Mark.

Y le arrebato el móvil cortando la llamada, terminando con el poquito


de Martini que hay en mi copa

— Vamos, Rach.
Tambaleando me levanto y ayudo a mi amiga, Nath nos entrega la
cuenta, apenas le pago Rach se despide de él con la mano.

— Todo se mueve —Exclama ella.

Es difícil mantenerme de pie, pero con Rach sosteniéndose de mí


para no caer, parece imposible y tras la lucha salimos del bar.

—Vamos, no te vayas a dormir —suplico al ver las intenciones de


Rach, colocando su cabeza en mi hombro—. Avanzaremos hasta el
taxi.

Le informo mientras caminamos en dirección al carro amarillo que


se encuentra del otro lado de la calle.

—Ese señor de ahí yo lo conozco —dice Rach, señalando al


hombre que sale de la óptica frente al bar.

Miro a su dirección, no me jodas. El papá de Steven y Mark, que


quiere tanto a Rach como a mi: Nada.

— Rach, no te muevas, no respires, no nos ha visto aún.

— Suegro —grita llamando su atención y este se gira a vernos, la


regaño— Am, hace mucho no lo veía, tenía que saludar.

Con su rostro totalmente ceñudo él cruza la calle.

—¿Ustedes? —Se acerca— ¿Qué hacen aquí? Y así.

—Primero que nada, buenos días suegro —aclara ella, admiro su


actual valentía, aunque estoy segura que luego se arrepentiría.

—Buenos días —replica en tono gruñón.

— Suegro, suegro —habla Rachel soltándose de mí y acercándose


a él—. Ya sé que nos odia, pero venga, vamos a sentarnos a
conversar el por qué.
Joder, la sangre se sube a mi cabeza frente al caos que habrá, me
siento inquieta y nerviosa, no estamos en las mejores condiciones
para enfrentarnos a aquella batalla.

—Amiga, venga vamos —llamo la atención de Rach, si que está


borracha. Nunca se ha atrevido a hablarle tanto a este señor como
ahora.

— Las llevo a casa —Ofrece en tono grueso.

— No se preocu...

— Y de paso nos explica porque nos odia, andando.

Rachel observa a ambos lados de la calle y al ver que no viene


ningún coche, tambaleante cruza la calle, la seguimos, no sé si sean
mis nervios, pero me siento más mareada e inestable. Al llegar al
coche Rach abre la puerta del copiloto y entra, yo hago lo mismo
sentándome en la parte trasera. Respiro tratando de ocultar mi
aspecto borracho.
Me siento como si fuese una niña a la cual han regañado y
castigado, ¿lo peor de todo? Es que el señor Harvet apenas ha
mencionado unas palabras.

— Explíqueme señor Ethan, mire —empieza nuevamente Rachel al


ver que nuestro suegro conduce el coche— Mi amiga es un tesoro,
te quiero amiga.

Me mira y yo sonrío. Seguramente cuando esté sobria no pensará lo


mismo.

— Te quiero también, Rach —me uno a cuestionar a nuestro suegro


— Y Rachel es increíble, somos lo mejor para sus hijos.

— Y los amamos —asegura—. Yo sé que quería otras mujeres para


ellos, pero no es usted el que elige, afortunadamente. Y cómo diría
Magic. Why you got to be so rude? I'm going to marry her anyway —
ella empieza a hablar en un inglés confuso y enredado, siento que
voy a desmayar—. Y por si no entiende inglés quiero decir que, ¿por
qué es tan grosero? Si igual nos vamos a casar con ellos?

Mierda.
Gracias por la traducción Rach, pienso al ver por el espejo el rostro
rojo y rabioso de mi suegro.

— Si desean hablar lo haré cuando estén sobrias —responde firme.

Rach bufa y gracias a Dios se calla, aunque su silencio sólo dura


unos minutos.

— Su hijo es tan intensamente hermoso —vuelve a hablar Rach


mientras mira el móvil— ¡Ya entiendo!

Grita haciendo que nuestro suegro la mire asustado.

"Amor, estoy con Steven, me quedaré un poco más con él, me


pidió que lo acompañara a anular un contrato. En casa
hablamos"
Mi amiga lee en voz alta.

— No, espera, mira este: "Amor" —se derrite Rach— "Venga,


responde" Y este: "RACHEL LOMBARDO. Juro que voy a darte un
par de nalgadas, ¿Por qué me haces preocupar así? Por cada
jodido segundo que pase y no responda, será una. Juro que lo haré.
Y estoy ansioso por ello. RESPÓNDEME"

—Qué romántico —digo sin poder ocultar la gracia que me hace.

Me callo al ver que a nuestro suegro no parece agradarle el chiste,


incluso Rach sabe que la ha cagado por lo que no comenta nada
mas y esta vez nos mantenemos en un silencio total hasta llegar al
edificio de Mark.

Bajo del coche como puedo, mi suegro que sostiene a Rach, me


extiende su mano ayudándome a recuperar el equilibrio.
—Gracias, señor, pero yo no tengo nada que hacer aquí, me voy a
mi casa. Por favor, ayúdela a llegar al departamento y disculpe por
todo esto —le digo avergonzada.

— Tienen mucho que hacer aquí, mis hijos están preocupados


esperándolas —gruñe y no tengo ganas de discutir con otro Harvet.

Estando en el ascensor los ojos de Rach se cierran y los míos


amenazan con seguirla.

— ¡Vamos, despierten!

Grita haciendo que nos paremos firmes del susto. El elevador


anuncia su llegada.

— No grite, ¡Es que es un amor —ríe Rach— Yo se que quiere


hacerse el malo.

Niego con la cabeza. Esta mujer querrá morir mañana mismo. Tomo
una bocanada de aire al salir del ascensor y entrar al departamento
donde los gemelos efectivamente están esperándonos.

— ¡Pero que si estaban más que entretenidas! Y nosotros aquí —


Steven dice caminando hacia mí, Rach lo esquiva al pasar y se
acerca hacia su novio.

— Joder, Rachel —Mark la abraza fuerte, haciendo que todos


miremos con ternura la acción— Me tenías preocupado.

— Mono, he tenido que verlas para anular el contrato —se acerca


Steven.

—¿En serio? —Pregunto incrédula.

— Sí, te amo y evitaría cualquier cosa que entorpezca nuestra


relación.

Y aquellas palabras que necesitaba oír desde hace mucho, hoy


resuenan en mi oído.
—Ahg, odio las escenas melodramáticas —interrumpe mi suegro.

—Gracias por traerlas, padre —Mark deja a Rachel sentada en el


sofá y se acerca a él para abrazarlo—. Sabes lo importante que son
ellas para nosotros.

Todos nos quedamos impresionados, incluso el señor Ethan que no


duda en abrazarlo.

— Gracias, papá —Steven se aleja de mi y va hacia su padre,


repitiendo la acción de Mark— Ya admite que las aceptas y te
agradan.

— Niñas inmaduras —responde sin una pizca de humor.

— Las cuales amamos, y lo sabes perfectamente al traerlas aquí,


seguras —escucho que Mark decirle.

— Suegro —se levanta Rachel hacia el, Mark y Steven son


apartados por mi amiga, y tambaleante abraza a mi suegro—. Yo
también lo quiero.

Dice y todos reímos, incluido el señor Ethan, quien me mira para


que me una a ellos.

—No es nada —aclara—, y por favor mañana que estás señoritas


estén sobrias recuérdelen que tenemos una reunión.

Informa y la idea me quita la calma. Mi suegro se despide


abandonado la habitación, Steven toma mi mano indicándome que
también deberíamos irnos.

— Rach, me iré ya. Te quiero y Mark, perdona por emborracharla —


rio.

— Te vamos a cantar, para que nos disculpes —anuncia mi amiga—


"Qué bonitoooooos ojos tieenes"
Al escucharla todos reímos, amo la Rach borracha, la sobria, amo
verla feliz.
33. Razones

Rachel Lombardo:

«¿Por qué tiene que ser tan grosero? Igual nos casaremos con
ellos»

—Ay no —me quejo sentándome de golpe en la cama. La cabeza


me duele, todo da vuelta y siento que en cualquier momento voy a
desmayarme—. ¿Estaba soñando? Si, era eso. Solo una pesadilla.

Tampoco estaba tan borracha, apenas bebí unas margaritas. ¡Eso


no era suficiente para que sea capaz de hablarle de esa manera a
mi suegro! Ni mil copas bastarían para siquiera hablarle a Ethan
Harvet. No no, claro que no era real.
«Rachel Lombardo. Juro que voy a darte un par de nalgadas, por
cada jodido segundo que pase y no respondas, será una. Juro que
lo haré. Y estoy ansioso por ello»
Más voces e imágenes llegan a mi cabeza y me empiezo a sofocar.

—Buenos días, mi amor —la voz armoniosa y dulce de Mark


provoca que más recuerdos aparezcan. Elevo la mirada hacia él,
está al final de la cama, luciendo tan bien en su traje negro, con su
cabello castaño húmedo y desordenado hacia atrás. Me mira con
expresión divertida, mientras continúa arreglando el nudo de su
corbata—. ¿Pesadillas? ¿Dolor de cabeza?

...Y remordimientos. Añado mentalmente.


—¡Le dije a tu padre que me darías nalgadas! —exclamo
horrorizada, tumbándome nuevamente en el colchón. Mark camina
hasta mi, se sienta en la cama con el ceño fruncido y estoy segura
que intenta ocultar la diversión en su rostro. No son buenos días.

Me quejo, cubriéndome el rostro con las manos, siento los labios de


Mark en mi hombro, deja pequeños besos en el, al tiempo que sus
dedos acarician mi cadera por encima de la tela de su camisa gris
que llevo puesta. En otra ocasión, lo hubiese disfrutado, pero no hoy
que estoy dándome golpes de pecho, no ahora que siento mi
cabeza a punto de estallar y soy más alcohol y vergüenza que
persona.

—Y que bueno es cumplir con las promesas —el tono bajo y


seductor con el que habla me estremece, ¡Ese es el jodido
problema! Todos saben que Mark Harvet cumple lo que dice y esta
no era la excepción. A su manera, tan buena e inesperada, lo hacía.
Pero, ¿era necesario darle aquella información a mi suegro?—
Venga, cariño. No pasa nada. Ebria o no, eres una mujer
encantadora e incluso mi padre lo aceptó al traerte aquí.

«Suegro yo también lo quiero» La sangre vuelve a bullir con fuerza y


opto por cambiar el tema de mi penosa borrachera.

—¿Tus padres saben lo qué pasó? ¿Nuestra separación? —


Pregunto entre dientes, aún con las manos cubriéndome el rostro.
Solo hay silencio por parte de él y me intriga. Alejo mis brazos de la
cara para verlo.

—No, estaban de viaje, volvieron hace poco, pero —me mira


intensamente—, creo que lo imaginaban, cada vez que llamaban
mamá me preguntaba por ti... Nunca supe que decirle y evité el
tema siempre. Por eso me sorprendió que ayer mi padre accediera a
traerlas aquí.

Me quejo nuevamente y él ríe, habla de café amargo y sopas


calientes para alejar el malestar, sin embargo yo solo puedo pensar
en ducharme, no sé cuantas horas he dormido, pero sé que son
muchas y lo que es peor; Aún deseo seguir haciéndolo. «Mark debe
ir al trabajo y yo a casa de mi abuela» Con ese recordatorio me
obligo a levantarme de la cama, él informa que irá a preparar
nuestro desayuno.

Aprovecho para ducharme, el refrescante baño mejora mi estado de


ánimo, pese a que también sirve para recordarme que soy un
desastre con el alcohol. ¡No volveré a beber jamás! Me repito cada
vez que la jaqueca aumenta con la claridad de mis acciones.

—Hola —saludo avergonzada apenas termino de arreglarme y me


reúno con Mark en la cocina, doy un beso a sus labios antes de
sentarme junto a él—. Lamento todo esto... Entiendo que estuvieras
molesto.

—Más que molesto estaba preocupado, Rachel —deja su desayuno


para concentrarse en mí, tomándome de la mano—. Cuando fuimos
a Ocean Bell vi varias pastillas en la habitación que dormías...
Mientras hemos estado juntos no he visto que consumieras algún
medicamento, por lo que descarté esa idea en ese momento. Pero
ayer volvió e imaginar que eran tuyas y seguías tomándolas, más la
bebida...

—Mark —suspiro interrumpiéndolo—, Eran míos... No voy a negarte


que en algún punto tuve cierta dependencia a ellos, pero los dejé
hace tiempo, antes de regresar —aclaro nerviosa—. Fue difícil.
Dormir o mantenerme tranquila era cada vez más complicado, sin
embargo volví, volviste y fue suficiente. Tú me calmas, me haces
sentir viva, pero sobretodo, me haces amarme, Mark. Y yo jamás
volvería a lastimar a alguien que amo.

—Estoy tan orgulloso de ti —él se acerca, posando su mano en una


de mis mejillas—, Haces que me sienta afortunado, afortunado de
que tú, una mujer tan fuerte y capaz de encontrar el camino sola,
decida elegirme como su compañero.

Acerca sus labios a los míos, tan dedicado como siempre, me besa
y me desarma, pero no solo es por su contacto físico, son sus
gestos, sus palabras, es todo él.

—Te amo tanto, profesor Harvet —musito en su boca. El ríe, sé que


también piensa en este día, en su primer día de trabajo en una
nueva universidad. Es inevitable no recordar—. Nuevos corazones
ilusionados al verte...

Añado y suelta una carcajada, alejándose, dedica total atención a mi


rostro.

—... Y este mismo corazón latiendo únicamente por ti, señorita


Lombardo —afirma de pronto con seriedad. Lo abrazo. Amo a este
hombre, amo la confianza que me brinda siempre—. Te amo mas,
siempre más, cariño.

Retomando el desayuno, bebo el café amargo y caliente que Mark


ha preparado para mí, está delicioso, sin duda es un buen aliado
para la jaqueca. Aunque esta misma toma fuerza al escuchar a mi
novio hablar sobre la reunión que tenemos Amy y yo con su padre.

—No tienes que ir, si no quieres —me recuerda. ¿Negarme acaso


era una opción? ¿Después del desastre que había ocasionado?

—Le debo una disculpa —Mark niega, sin embargo no vuelve a


comentar más. Deja la decisión en mis manos.

El resto del tiempo que nos queda lo aprovechamos para continuar


hablando de su cumpleaños que se acerca, del trabajo, mi próximo
ingreso a clases, de lo mucho que me gustan los nuevos horarios;
Se adaptan tan bien a mí, al trabajo en el bufete con Steven.
Después de todo, es una nueva vida y estoy feliz construyéndola.

Salir del departamento y dirigirnos a casa me pone de nervios,


mientras ha estado mi abuela conmigo es la tercera ocasión que no
llego a dormir. Al llegar Mark y yo la saludamos.

—Pero no se queden ahí, entren —ofrece mi nana e


inmediatamente le explico que Mark tiene trabajo.
—Sí, muchas gracias, señora Lombardo, en otra ocasión espero
quedarme más tiempo. Ahora solo venia a acompañar a Rachel a
casa —dice sonriente—. Tal como se lo prometí ayer.

Mi abuela aprueba su comentario, mencionando la confianza que le


genera mi novio y me alegra que le guste.
Dandole un beso en su mejilla me despido de Mark para entrar al
salón con mi nana.

—Abuela, siento no haber llegado a dormir —le digo, ella asiente


sonriente.

—Vaya que si que estabas borracha —exclama con un tono fingido


de horror—. ¿Me estás diciendo lo mismo que me dijiste ayer?

Mierda. ¿De qué hablé con mi abuela? Ay, no.

—Lamento lo que sea que dije borracha, nana.

—¿Sientes haberme dicho cincuenta veces seguidas que me


querías? —coloca las manos en ambos lados de sus caderas, su
buen humor me hace olvidar todo y me invita a unirme a su
diversión. Efusivamente la abrazo.

—No, eso no. Porque es verdad, te quiero mucho —la estrecho en


mis brazos—. Admiro tu fortaleza y te agradezco todo lo qué haces
por mí.

No hacen faltan las palabras para expresar lo que quiero, basta con
nuestro abrazo, hay gratitud en el, unión y un millón de recuerdos,
recuerdos de la mujer que extrañamos.

—Y yo a ti mi pequeña —dice animada—. Estaba pensando que


podríamos preparar un almuerzo para todos, Amy, Mark, el
lamentablemente joven Steven —me alejo un poco de ella para
verla, luce divertida, definitivamente adora a Steven, supongo que
es por el humor similar que tienen—. Incluso la familia Harvet. Creo
que es tiempo de conocerlos.
—¡Eso es! —Apruebo su idea. ¿Otra mejor manera para escapar del
almuerzo a solas con nuestro suegro? Seguramente no—. Es muy
buena idea. Tenía un almuerzo con Amy y el señor Harvet, pero creo
que una cena con todos, estaría mejor.

Y sería una gran escapatoria.

Le comento a mi abuela quien está emocionada con la idea, que


enviaré mensajes a Amy y a Mark pidiéndoles sus opiniones. ¿Era
correcto cambiar los planes del señor Ethan así? Para mi salud
mental y la de Am, lo era.

—He quedado con Karina la vecina en ir al mercado juntas —me


dice—. Aprovecharé para comprar lo que necesitamos para la cena.
¿Algún menú específico que desees, Rach?

—Lo que tú decidas, está bien —respondo—. Iré a cambiarme y las


acompaño.

Mi abuela niega.

—Mejor descansa, aunque no lo creas, en sus tiempos me gustaban


las fiestas, la buenas fiestas —ella habla con gracia—. Se lo terrible
que debes sentirte ahora. Así que quédate a descansar, también irá
Emilio, el hijo de Karina. Él nos llevará en el coche.

No se equivoca, aún me siento extraña, aunque el dolor de cabeza


se ha ido, el malestar en mi estómago continúa. Por lo que accedo
agradecida.

—Ve con cuidado nana —le pido, antes de dirigirme a mi habitación


para tomar una nueva ducha.

El agua que corre por mi cuerpo, me relaja y ayuda a pensar en las


palabras que diré a mi suegro, pasan aproximadamente quince
minutos cuando salgo del baño, elijo una camisa holgada y un
pantalón corto, termino de cumplir con mi rutina mientras reviso las
respuestas a los mensajes que envié a Mark y Amy sobre la cena,
ambas son positivas.
Al cabo de unos minutos más tocan la puerta, algo más animada
voy hasta ella.

—No tardaste casi nada —comento abriendo la puerta, pero de


pronto mis palabras se detienen y mi buen humor se esfuma al ver a
la persona frente a mí.

—Hola, mi amor —dice, dibujando en su rostro una sonrisa irónica.

—Jackson —musito, intentando ocultar la impresión que me causa


su presencia, pero hay algo en sus ojos, la forma en la que me mira
que me aterroriza, por impulso cierro la puerta de golpe, pero él
forcejea impidiéndolo.

—Qué mal educada te has vuelto, mi amor —añade, logrando


entrar, me acerco, esta vez forcejeando por salir. Sé que dentro de
la casa no habrá escapatoria. «Ayuda» Grito hacia la calle, pero mi
fuerza ni siquiera se compara a la suya, me toma de la cintura
alejándome de la puerta. Siento pánico al escuchar el seguro
colocarse. Todo pasa tan rápido, Jackson me sostiene con fuerza de
los hombros—. ¿Me tienes miedo? —ríe—, ¿Pero por qué,
preciosa? Si sabes que te amo y no te lastimaría.

—Vete de aquí —le exijo, luchando porque que me suelte—.


Déjame.

—¿Dejarte? ¿Para qué? —grita—. ¿Para que seas feliz con ese
cabrón de Harvet? ¿Cómo te explico que eso no pasará, nena?

Me pega a su cuerpo, elevo mi rodilla, intentando golpearlo y alejar


la cercanía entre nosotros, afortunadamente por evitarme Jackson
retrocede, soltándome.

—Vete de aquí, en cualquier momento mi abuela y Mark llegarán —


insinúo y él se ríe a fuertes carcajadas.
—¿Por qué me mientes, preciosa? —se acerca, yo retrocedo—
Sabes que tú querido profesor ahora está en la universidad,
seguramente escogiendo la próxima alumna a la que se llevará a la
cama. Una zorra más que se dejará envolver con sus palabras.

Sus comentarios me dan igual, lo único que hago es pensar en la


forma de escapar, y no encuentro mejor idea que correr hasta la
cocina, intentando nuevamente cerrar la puerta a mi paso, es inútil,
entre risas Jackson forcejea, deteniéndome.

—Ayuda —grito, poniendo todo mi esfuerzo en no dejarlo pasar—.


¡Ayuda!

Continúo, esperando que algún vecino pueda escucharme. La


puerta se abre de golpe, llevándome a su paso, caigo al suelo y mi
espalda impacta en el pequeño mesón de la cocina. Me quejo,
retorciéndome de dolor.

—Ven —me toma del brazo, obligándome a ponerme de pie. El


dolor en mi cuerpo empeora cuando él me acorrala contra la pared
—. ¿Por qué te haces lastimar? ¿No entiendes, maldita sea? ¡No
quiero hacerte daño!

—Ya lo has hecho, lo estás haciendo —le recuerdo entre quejidos,


la molestia en mi espalda es insoportable, aún más con la presión
que Jackson hace con su cuerpo sobre el mío—. ¿Qué quieres de
mí?

Al instante el dolor y la furia se apoderan mí, lo empujo pero vuelve


a acercarse, pegando con más fuerza mi cuerpo a la pared.

—Todo —gruñe, una de sus manos van hasta mi cuello, lo siento


más cerca de mi, respira con pesadez. La fricción en sus pantalones
crece mi vientre. Me asquea. Vuelvo a forcejear y rodea con más
fuerza mi cuello, quitándome por un segundo el aliento—. Maldición,
Rachel. No quiero lastimarte —repite, como si él intentara
convencerse de ello—. Pero te necesito, quiero todo de ti. Todo lo
que merezco y por malditos seis años estuve esperando.
—Fuiste tu que terminó con lo nuestro —le grito, intentando alejarlo,
los empujones que le doy solo sirven para que vuelva a tomarme
con más vigor, aprieta mi cuello—. ¿Ahora quieres obligarme a
aceptarte en mi vida? Después de todo lo que has hecho... Sabias la
verdadera razón por la que me fui —grito mas fuerte—, y jugaste
con eso por alejarme de Mark. Mírate ahora, convirtiéndome en tu
presa.

—Rach, ¿hasta cuándo tendré que repetirte que no quería alejarte?


Terminé contigo esperando que volvieras —se inclina un poco,
llevando sus labios cerca de los míos, giro el rostro evitándolo, él
gruñe sin dejarse de mover contra mi cuerpo, el golpeteo en mi
corazón es más intenso. Temo por sus acciones, me repugna—.
Rach, por favor....

—¿Con qué clase de persona estuve tantos años? —hablo


desconcertada, golpeándolo para que se aleje.

—No voy obligarte, necesito que tú lo quieras... Rachel —vuelve a


pedir, su voz es intensa—. ¿Sabes las veces que me toqué
imaginándote encima de mi o en cualquier maldita posición? —habla
con frustración— ¿Tienes idea de las veces que mientras me cogia
a otras, te imaginaba a ti? Te esperé. ¡A mi maldita manera, te
esperé! Porque jamás quise obligarte.

"—Pero si prefieres podemos ver otra película —le dije al ver su mal
humor apenas el video se reproduce.

—Me da igual la película —vociferó, arrebatándome el control y se


colocó encima de mí—. Rach, ya llevamos dos años...

No terminó su petición, se dedicó a besarme, con sus piernas abrió


las mías y se situó entre ellas. Sus labios recorrían mi cuello. Me
sentía extraña, las sensaciones que experimentaba cada vez que él
movía sus caderas contra las mías, me ponían nerviosa, se sentía
bien. Enredé mis dedos en su cabello, tiraba de él cada vez más,
cada vez que aún por encima de nuestras ropas nuestros cuerpos
se encontraban.
—Rachel —se quejó, tomándome el brazo y lo alejó de su cabello—.
Estás halando muy fuerte.

—Lo siento —hablé avergonzada, él negó, sin darle mucha


importancia a mis palabras. Me quedé ahí, recibiendo sus besos,
sus caricias y los nervios por volver a hacer algo mal a causa de mi
poca experiencia me mantuvieron alejada de todo.

—Ahg, muévete un poco por lo menos —se quejó, mal humorado.


Llevé mi mano a su pecho, alejándolo—. Déjame adivinar, no
quieres, no estás lista, blabla.

—Creo que será mejor que me vaya —dije y él chistó.

—Lo siento, está bien Rachel, esperaré hasta que estés lista —
suspiró—. Vamos a ver la película y te llevo a tu casa. ¿De
acuerdo?"

—Esperar, ¿sabes lo bonito que era para mí escucharte decir eso?


Cada vez que me lo decías, cada vez que mostrabas al falso
hombre que eras, en una espera fingida, me enamoraba más de ti
—hablo incrédula—. Que tonta fui al no imaginarme tu manera de
esperar.

—Mi amor, tenía necesidades —y es la excusa más estúpida que he


oído—. Yo debía ser el primero Rachel. No él. ¿Por qué fue tan fácil
entregarte a un hombre que recién conocías y no a mí, que estuve
tantos años esperándote? Dame una maldita explicación.

«Porque te quería, te quería tanto que tenía miedo a perderte.


Llegaste a insinuar tantas veces que el sexo era lo más importante
en una relación, y todas las quejas que tenías de mí, me hacían
imaginar que no te gustaría e ibas a dejarme» Quiero decírselo,
pero callo, ya no importa ahora. Mis sentimientos han cambiado, yo
he cambiado y entiendo que no merece escuchar aquellas palabras.
Mi amor por Jackson era tan grande que ni siquiera él supo que
hacer.
—No, Jackson. Tú no me esperaste, tú seguías conmigo porque yo
te retuve por tantos años —respondo, estirando mi brazo, logrando
alejarlo de mí—. ¿Que te duele? ¿No haber cumplido con tus
palabras?

«Rach, quiero ser tu primer hombre,


el amor de tu vida,
tu único y primer amor. Por favor, acepta ser mi novia»

—Cuando me pediste que sea tu novia, fuiste tan sincero —


reflexiono—. Tú querías ser todo para mí, pero jamás mencionaste
que deseabas que yo fuese tu primera mujer, tu primer y único amor.
Porque sabías que no iba a ser así. Y ahí tienes la repuesta a tu
pregunta Jackson. ¿Por qué me entregué a Mark y no a ti? Porque
mientras tú me enseñabas a amarte, él me enseñaba a amarme,
mientras tú me hacías pensar en lo inexperta que era, Mark me
hacía olvidar hasta de mi jodido nombre. Mientras tú estás aquí
lastimándome, yo solo puedo pensar en lo feliz que él me hace.

—Cállate —grita, totalmente eufórico, se que mis palabras lo han


alterado y es tarde para arrepentirme. Me toma del cuello,
apretándome con firmeza, busca lastimarme y lo logra—. Repítelo,
vamos ¡Repite ahora que prefieres a ese hijo de puta antes que a
mí! O retráctate, pídeme perdón y ruégame porque te suelte.

Ríe tan cínico e hipócrita que me niego a caer en su juego.

—Elegiría a Mark una y mil veces —digo, Jackson bufa alejándose,


voltea levemente su cuerpo, por un instante pienso que se va a
marchar, pero cuando vuelve a encarame, alza su mano e impacta
su palma en mi mejilla—. Golpéame de nuevo si quieres —le grito,
devolviéndole las palabras que él le dijo a Mark—. ¿Porque sabes
quien estará para curarme las heridas? El mismo hombre que ha
estado siempre. Mi primer y único amor.

Vuelve darme una cachetada y puedo sentir con más intensidad el


sabor de la sangre que empezaba a salir por la comisura de mi
labio.
—Mierda —se acerca—. ¿Por qué me obligas a hacerte daño? No
es lo que quiero, pero me provocas.

—A mi madre nunca le gustaste, tenía tanta razón —susurro para


mí, él parece escucharme por lo que vuelve a alejarse, furioso.

—¿Dónde está mami Karla ahora? —ríe, tomándome del brazo y


está vez logro evitarlo, por alguna razón el dolor sigue presente,
pero ya no me impide moverme, reuniendo toda la fuerza que
necesito, hundo mi puño en su rostro.

—En tu puta vida vuelvas a pronunciar su nombre —le grito, él me


toma de cabello, haciéndome callar.

—Vas a pagarlo, Rachel. Tú y ese cabrón, se arrepentirán. No


quería lastimarte, pero te lo has buscado y esto —me toma del
mentón con brusquedad—. Es solo un pequeño aviso. Sigue con él
y no será a tu madre a la única que visitarás en el cementerio.

Me suelta proclamando en aquel último gesto su rabia. Lo veo


marcharse, las manos me tiemblan, a causa de la situación y de su
misma promesa...
34. La familia
—Es que es un poco hombre —por milésima vez Amy empieza su
ronda de insultos hacia Jackson. Pese a que sus palabras son
bruscas, sus acciones son todo lo contrario. Sostiene mi mano con
delicadeza, acariciándome—. No puedo creer que se ha atrevido a
golpearte.

—Estoy bien —aseguro a Am, a mí nana y a Steven, este último, a


diferencia de las dos mujeres sentadas en el sofá, junto a mi, no
deja de caminar por el salón, sin hacer ningún tipo de comentarios,
pero puedo ver en sus ojos el enojo e indignación.

No es el rostro lo que más me duele, son ellos. Saber que sufren y


se preocupan por mí.

—¿Y Mark por qué no llega? —indaga Amy. Su comentario me pone


nerviosa. Invitándome a reflexionar sobre el tiempo que ha pasado
desde que mi abuela los llamó a todos. Mi corazón se encoge al
recordar la expresión de horror en su rostro apenas regresó del
mercado y me vio. Aunque me limpié la sangre del rostro, el
moretón en mi mejilla, las garras de Jackson clavadas en mi cuello,
mi labio inferior y nudillos, son lesiones que no se pueden ocultar del
todo—, ya debería estar aquí.

Steven detiene sus pasos e inspecciona el reloj en su muñeca.

—Jackson dijo que lo lastimaría —comento con el horror y la tensión


instalándose en mi voz. No quería agobiar a Mark con esto, pero
empiezo a preocuparme. Sin dudarlo más, tomo el móvil y lo llamo
—. No responde.

Tras varias timbradas, informo a los demás.

—Tranquila mi vida, él está bien —asegura Steven—. Para ser


sincero, ahora, me preocupa más lo que mi hermano pueda hacerle
a Jackson.

El reflejo de aquella idea, de ese temor al pensar que Mark está


cerca de una persona tan enferma como Jackson, se manifiesta en
mí, angustiándome.

—Y lo que yo le haría —brama mi abuela, enojada. Tomo su mano,


calmándola. Ha estado hecha una fiera desde que llegó a casa y me
vio.

El crujido de la puerta nos distrae a todos y mi corazón late con


fuerza al verlo entrar. Con largos pasos se acerca, me quedo
sentada en el sofá analizando la furia plasmada en sus facciones.

—Rachel —musita, arrodillándose frente a mí, apoya el cuerpo


sobre sus talones, dejándonos a la misma altura, nuestras miradas
se encuentran y con lentitud acerca una de sus manos a mi rostro,
me acaricia la mejilla, el tacto de Mark es suave. Él inspecciona
cada parte visible de mi cuerpo, su acción se vuelve más intensa, al
detenerse en mis manos, la toma de repente entre las suyas,
observando los daños qué hay en mis nudillos; Están rojos, con
pequeñas grietas en el.

—Lo golpeé. Duro —le comento con exagerado orgullo, intentando


romper ese silencio indescriptible que envuelve el lugar. Mark me
dedica una sonrisa, cuya forma es más cercana a una mueca. Eleva
la mirada hacia mí, donde nuestros ojos vuelven a encontrarse—.
Estoy bien.

—Ese miserable —murmulla con furia contenida—. Jamás dejaré


que vuelva acercarse a ti, mi amor.

—Mark, Pratt ya está tramitando la demanda y solicitud de


alejamiento —comenta Steven, con afán de mejorar el estado de
ánimo en su gemelo—. Es seguro que hoy mismo lo detengan.

—¿Detenerlo? ¿Cómo? Si ni siquiera está en su casa y


probablemente no vuelva ahí —gruñe mi novio, todos nos
quedamos en silencio, reconociendo su confesión de haberlo
buscado.

—Mark —tensa, menciono su nombre. Amy y mi abuela se levantan


del sofá, indicando que traerían algo para beber, Steven no duda en
unirse a sus planes—. No debiste ir, Jackson ha enloquecido.

Vuelvo a hablar apenas nos quedamos solos.

—¿Ya tomaste algún medicamento? —Ignorando mi comentario, se


levanta para sentarse a mi lado, sigue sosteniéndome la mano—
¿Te duele mucho? ¿Quieres que vayamos al hospital?

—Mark, hablo en serio —vuelvo al tema—. Jackson está loco, esto


que hizo —señalo mi rostro—. No significa nada, él lo sabe. Sabe
cómo realmente lastimarme... Haciéndote daño. Por favor,
prométeme que no irás a buscarlo.

—Lo siento, Rachel —dice serio—. No puedo hacerte promesas que


no podré cumplir, no cuando se atreven a dañar lo que más amo en
esta vida.

—Amor —alejo mis manos de las suyas para tomarle el rostro,


obligándolo a mirarme—. Steven dijo que se estaban encargando...
Tú eres bueno, no dejes que él dañe tu corazón.

Le pido. Me mira con intensidad, en sus ojos verdes aún brilla la ira
y una sed de venganza que no es propia de su persona.

—Lo único bueno que ahora hay en mi corazón, eres tú, Rachel —
impulsado por la situación se atreve a confesar. Niego con la
cabeza, abrazándolo, sé que es el enojo que habla por él. Jackson
no podría afectarnos hasta ese punto—. Todo estará bien. ¿De
acuerdo?

—Pero... —interrumpiendo mis palabras, se acerca, para dejar un


efímero y dulce beso en los labios—. Promételo, Mark.
—No haré nada que pueda perjudicar lo nuestro, nada que afecte
nuestra familia. Eso te lo puedo prometer —comenta en un tono de
voz calmado, lo miro y me tranquiliza ver su rostro más sereno—.
Rachel, ¿ese cretino intentó algo...?

Su pregunta se queda en el aire, niego con la cabeza.

—No... Dijo que no quería obligarme —le menciono las palabras


absurdas de Jackson, Mark frunce el ceño, incrédulo—. Lo sé,
después de todo lo que ha hecho... ¡Es tan hipócrita! Pero no vale la
pena seguir hablando de él.

Pasando una mano por su nuca, lo acerco para volver a besarlo,


aunque mis labios aún se sienten hinchados y duelen un poco,
disfruto el momento, de besos fugaces, temerosos a lastimarme, de
los besos que alejan todo lo malo, y atraen lo bueno.

—Ahg, ya entiendo porque las hormigas nos están invadiendo —


Steven aparece y nos giramos divertidos hacia él—. Lamento
interrumpir su momento empalagoso, pero quería informarles que
mamá me llamó, le dije que la reunión se suspendería, explicándole
las razones, pero insistió en que vendría.

—Oh —es lo único que sale de mi boca.

—Si prefieres cancelar la reunión, puedo llamarlos para decirles que


no vengan —Mark ofrece, sacando de su bolsillo el móvil,
rápidamente lo detengo.

—No... Está bien —digo algo dubitativa, conforme pienso en mis


palabras dichas—. No tenemos que cambiar nuestros planes por
culpa de Jackson. Con un poco más de hielo y algo de maquillaje
esto puede mejorar.

—Rach, mi vida, ¿eres un poco suicida, no? Mira que teniendo


oportunidad de escapar de otra reunión con nuestro padre, no lo
haces —comenta divertido, acercándose al sofá, para sentarse a mi
lado—. ¿Estás mejor?
El tono de su voz, es melancólico, lo observo, no puedo dejar de
sentirme afortunada de tener a los Harvet en mi vida, incluido su
padre. Aunque no sea del todo amigable.

—Sí, gracias Steven.

—De nada, mi superwoman —me pasa una mano por el cabello,


revolviéndolo de forma lenta y dulce—. La familia se cuida, se ama,
defiende... Y tú eres nuestra familia Rach. Siempre estaremos para
apoyarte.

Su promesa me enternece, siento la mano de Mark posarse en mi


cintura, como si de alguna manera con su gesto replicara las
palabras de Steven. Ellos me hacen sentir segura, pero sobretodo
afortunada de tenerlos.

Dejando atrás todo lo malo de esta mañana, disfrutamos de nuestro


tiempo juntos, Amy, mi abuela y Mark ayudan en la cocina. Steven y
yo simplemente nos dedicamos a observarlos, sentados en el
mesón a mitad de la cocina, ambos hablamos sobre las habilidades
culinarias que ellos tienen.

—Wow, pero mírala, Rach —susurra Steven al ver que Amy, saltea
unas cebollas en el sartén, el orgullo en su voz me arrebata
pequeñas sonrisas—. Pero es que hasta cocinando unas simples
verduras se ve tan jodidamente sexy.

Asiento, volviendo a centrar mi mirada en Mark, su manera tan hábil


de manejar el cuchillo, cortando en perfecta proporción el lomo de
cerdo que mi abuela le indicó. De vez en cuando él me mira,
explicándome sobre cortes de carne que no entiendo nada, pero lo
miro encantada. Lo bien que luce con las mangas de su camisa
blanca dobladas hasta el codo, ha desabrochado los primeros
botones y quitado su corbata... Es tan estúpidamente guapo.

—¿Hay algo que Mark Harvet no haga bien? —Pregunto, mirando a


Steven, que con una sonrisa genuina observa a mi mejor amiga, sus
ojos brillan y me pregunto si es el mismo aspecto que tengo al ver a
su hermano—. Estamos mal, nos tienen mal.

—A Amy no le gusta la carne —mi cuñado comenta entre risas—.


Bueno... Las carnes animales, ya sabes.

Su comentario lleno de doble sentido hace que me ría más fuerte,


todos nos miran, dejando sus actividades por un segundo.

—¿Ustedes dos que traman? —Indaga Amy.

—Hablábamos del cincuenta-cincuenta qué hay en esta relación —


de forma amorosa, Steven responde—. Ustedes cocinan y nosotros
comemos.

—Ah. Al paso que vamos la comida salada se volverá dulce y


tendremos un colapso de azúcar —bromea mi abuela y Steven
empieza a celebrar su comentario, muy familiar al que él suele
hacer.

—Amor, ¿nos podemos casar con Grace Lombardo? —Pregunta mi


cuñado a Amy y ella emocionada asiente, siguiéndole el juego. Va
hasta mi abuela, para abrazarla—. Mark, ahora serás mi nieto,
hermano.

—¡Ay no! —Me quejo entre risas, Mark lo mira, negando con la
cabeza. Lo que hace que todos riamos aún más.

«La familia es el mayor refugio, la brújula que nos guía, un equipo


con amor infinito» En este momento las palabras de mamá llegan a
mi mente y se instalan en mi corazón. Cuánta razón tenia.

Las horas pasan, antes de ir a mi habitación para arreglarme, junto


a Steven dejamos la mesa organizada, sus padres, hermanas y
sobrinos no tardarían en llegar.
Ya en la habitación, los recuerdos de Jackson, sus manos sobre mi
cuerpo, su cercanía me provocan arcadas, con mucha más
intensidad, por lo que decido tomar una nueva ducha, en mi afán de
borrarlo no solo de mi cabeza, también de mi piel.

Es una decisión acertada, el agua que corre por mi cuerpo, se lleva


todo de él. Mi única preocupación ahora es no estar lista cuando
llegue la familia de Mark, por lo que salgo del baño.

—Amor, ¿hace cuanto estás aquí? —Le pregunto a Mark que está
sentado en la cama.

—Hace poco —dice—. Tu abuela decidió ir a arreglarse. Amy y


Steven se apropiaron de las hormigas en esta casa y yo... Ya estaba
extrañándote.

Poniéndose de pie, camina hasta mí, su acción me advierte


inmediatamente los efectos que habrán por nuestra cercanía, pero
no me importa, por lo que termino de deshacerme de nuestra
distancia, dando un paso hacia al frente, él rodea mi cintura con
ambos brazos.

«Amor, quédate en mi casa hoy, por favor... No podré estar tranquilo


sabiendo que estás aquí, sola, con tu abuela» Pide no solo con la
voz, también con su intensa mirada sobre mí. «Permíteme cuidar de
ustedes, asegurarme que nadie pueda hacerles daño»

—Que bonito que incluyas a mi abuela, en esto —le digo pegando


mi rostro en su pecho, lo abrazo fuerte.

—Tu familia es la mía, Rachel —puntualiza, asiento, Mark sube sus


manos hasta mi espalda, me estremezco ante el contacto directo de
su piel contra las heridas que me ha dejado mi encuentro con
Jackson—. ¿Qué te sucede, amor?

—No es nada —aseguro y él me toma de los hombros alejándome,


hay intriga en su ojos. Quiero evitar el tema, pero sé que es inútil.

—Rachel... —La pronunciación de mi nombre es una súplica. Lo


conozco tanto que comprendo lo qué hay detrás de esa petición.
Sin prisas ni dudas, giro sobre mis talones, le doy la espalda y hay
un silencio arrollador en la habitación, lo único que se escucha es su
respiración agitada. En un gesto delicado, delinea mis hombros con
las yemas de sus dedos. El calor que emana mi cuerpo por sus
caricias, me quema la piel. Mi pasión lleva su nombre, sus labios se
acercan a mi cuello, poco a poco con besos cortos se desliza por mi
espalda hasta llegar al borde de la toalla, la cual lentamente dejo
caer al suelo. Cierro los ojos, disfrutando de sus caricias, cada poro
de mi piel es adicta a él, a lo bien que me hace sentir.

No hay palabras de amor, pero hay acciones. Por un instantes, aún


detrás de mi, busca mi boca, la toma, y la ambrosía de sus labios
sobre los míos, me hipnotiza los sentidos. Retoma el camino de mi
cuello hasta la nuca, como un torbellino de poesía, escribe con sus
labios sobre mi piel, tan dulce y delicado... Tan él.

Recorre cada parte de mi cuerpo, con su boca, dedos... Dedica


atención total a mi espalda, que antes estaba llenas de moretones y
ahora de besos; Labios que curan mis heridas con su amor, con su
serenata de caricias.

—Llegas tarde, Renata otra vez —canta Steven con diversión, el


señor Ethan enarca una ceja, sabiendo que la burla es más para él
que para mí. Sin embargo, su comentario hace que los colores se
me suban al rostro. Mi deseo por estar en la sala antes de que la
familia de Mark apareciera, no pudo ser cumplido, aunque no me
arrepentía de nada. Mark sostiene mi mano, mientras nos
acercamos a sus padres que están cómodos en el sofá.

—Que renovados se ven —comenta Amy con alegría, uniéndose al


humor imprudente de su novio—. Estás preciosa, Rach.

—Tu igual, Am —replico aún nerviosa por mi actual aspecto, pese a


que el maquillaje ha logrado cubrir el moretón qué hay en mi mejilla,
mi labio hinchado y partido ha sido difícil de ocultar—. Señores
Harvet, buenas tardes...

Saludo y es Eleanor la primera en ponerse de pie, camina en mi


dirección para envolverme en un abrazo.

—Rach, qué hermosa. El cabello corto se te ve espectacular —dice


—, qué bueno es verte y saber que estás bien.

—Gracias, señora —replico, ella deja de abrazarme, para fijar sus


ojos sobre los míos, niega con la cabeza—. Eleanor, me alegra tanto
verla.

—Lo lamento muchísimo, siento no haberte acompañado en esos


momentos difíciles —su tono de voz es bajo. No hace falta que lo
mencione, se que se refiere a mi pérdida, asiento sonriéndole.

Vuelvo a agradecerle a mi suegra, los siguientes en saludarme son


Romina y sus hijos, me contagian de su energía y buen humor.
Romina hace un comentario parecido al de su madre, añadiendo
«Te admiro, Rach, para ser sincera yo ni siquiera sé lo que haría en
tu lugar. Sabes que puedes contar con nosotros en todo momento»
De ese "nosotros" no estoy del todo segura, sobretodo al ver que
con una mirada adusta el señor Ethan se acerca. No sé qué decirle,
me siento cohibida.

—Señorita Lombardo, creo que usted, Martins y yo tenemos una


conversación pendiente —habla con seriedad. Pese a su actitud
agria, me sorprende cuando extiende la mano para saludarme—.
Buenas tardes, Rachel. Me alegra que esté bien.

—Buenas tardes, señor —lo saludo nerviosa—. Si, por supuesto.


Yo le debo una disculpa y...

—Lo hablaremos luego —aclara, reuniéndose nuevamente con


Eleanor.
—Padre, mamá ya veo que conocen a Grace Lombardo —Mark
pronuncia, evitando el silencio—. La abuela de Rachel.

—Sí, amor, ya la conocimos, es una mujer encantadora —replica


Eleanor, mi nana sonríe—. Ha sido un gusto conocerla.

—Igualmente —concuerda la abuela, me mira por un instante y


aprovecho para ofrecerle la mano, invitándola a mi lado—. Todos los
que quieran a mi nieta, siempre serán bienvenidos en casa. Es un
placer tenerlos aquí, gracias por venir.

El tono hospitalario de mi abuela me enternece, sin embargo, una


pequeña risita en el fondo me distrae de su emotivo discurso. Es
Amy, quien arruga su frente y aprieta los labios, tratando de ocultar
su diversión. Ella me mira un milisegundo y dirigiendo la mirada
hacia donde está el señor Harvet. No es hasta que menea un poco
la cabeza como si intentara señalarlo, que le entiendo. «Que no es
bienvenido, dice» Gesticula y reprimo una risa, que sale como un
chillido de mi garganta.

Mi abuela me pregunta si estoy bien, efusiva asiento con la cabeza,


invitándolos a ocupar un lugar en la mesa familiar.

Aunque parezca increíble la reunión es cómoda, todos hablamos


animados y como siempre, el señor Ethan se mantiene callado, pero
al menos no hace comentarios fuera de lugar como la primera vez
que lo conocí.

Me alegra que pese a los acontecimientos de esta mañana,


nuestros planes sigan intactos. Todo marcha de maravilla, hasta que
el señor Ethan pide hablar con nosotras. Alegando que «Ahora si
aceptaba hablar con nosotras, estando sobrias» El buen humor de
Amy se evapora y el mundo conspira en nuestra contra, o son
nuestras familias, pero ellos nos dejan solos, ofreciendo ayuda con
la limpieza en la cocina. O como Mark y Steven que salen de casa,
esperando afuera. Hay algo detrás de aquella escapada, puedo
intuirlo.
—Así que... ¿Creen que lo que hicieron ayer es el comportamiento
de dos señoritas?

Mis nervios se hallan fuera de control al escuchar a mi suegro


empezar con la conversación. Está en el sofá frente a nosotras,
mirándonos ceñudo.

—Señor Harvet, nosotras no... —Intento hablar, pero me interrumpe.

—¿Qué creen que hubiese sucedido si no las encuentro y andan


solas en ese estado por las calles?

—Nada —Amy dice y el señor Ethan la mira lo que hace que mi


amiga calle, lo cual es una sabia decisión.

—Con tantos desalmados, como el canalla que le hizo eso —me


mira y lo que dice tiene lógica—. ¿Saben lo que sintieron esos
pobres hombres en el momento que se enteraron que estaban
borrachas y no sabían dónde estaban?

—Espero que mal porque si no, no hubiera valido la pena la


reprimenda, además no pasó nada.

—Jovencita...

— Vale, lo sentimos mucho, la verdad, la situación se nos fue de las


manos, no pensamos...

— Claramente no pensaron.

— Tampoco es para tanto —dice Amy y yo la codeo para que se


calle.

—¿No lo es? —Nos regaña, me callo, optando por escuchar—


¿Creen que es bonito imaginar lo que les pudo pasar?

— ¿Entonces si nos quiere? —Ríe mi amiga, sé que se está


mordiendo la lengua por comentar más.
— ¿Por lo menos algo mínimo? —Comento y ellos se sorprenden—
No somos perfectas, pero... Queremos a sus hijos.

—Que quede claro algo, señoritas. Yo no las odio, al principio no me


gustaban, pero...

— Al principio, vamos bien, ¡Vamos bien! —interrumpe Amy


festejando, sonríe mostrando sus dientes— perdón, continúe.

—El amor que mis hijos les tienen es... Tan grande, incluido Steven,
quien nunca ha tomado nada en serio y hoy parece tener todo claro,
al igual que Mark —sus palabras me emocionan—. No las odio,
quiero que sepan que yo no podría odiar la felicidad de mis hijos.

—Señor Ethan —en un estado momentáneo de seguridad ambas


nos levantamos, dispuesta a abrazar a nuestro suegro, él comenta
sobre lo poco que le gustan las personas afectuosas, pero hacemos
caso omiso.

—Por favor la próxima vez que beban...

— ¡Lo invitamos! —Decimos al mismo tiempo Amy y yo.

—No, nada de eso —habla horrorizado, nosotras reímos,


terminando nuestro abrazo—. Sean responsables, su bienestar, es
el bienestar de mis hijos. Si ellos sufren, también lo hago yo.

—Ethan, qué bonito lo que dices de nuestro hijos —Eleanor entra a


la sala, sin ocultar la emoción en su voz—. Lamento interrumpir,
pero venía a asegurarme que todo marchara bien. Y veo que va
genial todo —Habla alegre, acercándose—. Aunque cuando Steven
llamó sugerí que lo mejor era que descansaras, porque sé que no
debe ser fácil para ti esto —ella me mira—. Y no era que no
queríamos verte cielo, de hecho te extrañábamos mucho, pero
también queríamos que cuando nos reencontráramos te sintieras lo
suficientemente cómoda. Sin embargo al escuchar ahora a Ethan,
verlas felices, me alegra que insistieras porque viniéramos y la
reunión no se cancelará. Compartir con ustedes, Amy, Rach, es
maravilloso. Ustedes son mujeres maravillosas. ¿Verdad, Ethan?

La señora Eleanor continúa hablando, mientras mis pensamientos


se detienen en su comentario. Me alegra que la familia Harvet esté
aquí, pero ¿yo insistir porque viniesen? Extrañada, repito en mi
mente las palabras de Steven.
«Lamento interrumpir su momento empalagoso, pero quería
informarles que mamá me llamó, le dije que la reunión se
suspendería, explicándole las razones, pero insistió en que vendría»
¿Por qué mi cuñado mentiría? ¿Qué necesidad había? Estoy
intrigada, pero sobretodo desconcertada. «Amor, quédate en mi
casa hoy» Jugándome una mala pasada las palabras de Mark
aparecen para crear más dudas en mi cabeza.
Toda clase de ideas pasan por mi mente, no es hasta qué camino
hasta la puerta de casa y la abro que confirmo la más loca de ellas.

Mierda.

—Ellos se han ido —informo.


35. Gemelos en acción🔞

Mark Harvet:

«Mark, entre los dos el más sensato eres tú, por eso decidí contarte
que Jackson estaba en casa de su amigo. Recuerda, solo iremos
por él, hablaremos de la orden de alejamiento y denuncia,
llamaremos a la policía para que ellos se encarguen y nosotros
regresaremos a casa con nuestras chicas que deben estar
histéricas» Dijo Steven, enfatizando cada palabra antes de
indicarme la última calle que nos acercaría a Kozlov.

***

—¿Lo has entendido de una maldita vez? —Grito, tomándolo del


cuello de la camisa, obligándolo a levantarse del suelo, tiro de él e
impulso mi puño hacia su rostro, dándole un nuevo golpe en el
mentón haciéndolo retroceder y chocar con la pared—. Como
vuelvas acercarte a Rachel o atreverte a ponerle un puto dedo
encima, me encargaré de arrancarte la cabeza con mis propias
manos.

Jackson musita una risa, mostrando sus dientes cubiertos de


sangre, una risa que poco a poco se transforma en quejidos. Mis
piernas imbuidas por la rabia, no se detienen, avanzo hasta él,
impidiendo su intento de alejarse de la pared, le rodeo el cuello con
mis manos, apretándolo con fuerza.
—Y la usaremos como pelota de fútbol —añade Steven divertido, lo
miro un segundo, continúa cómodo sentado en el sofá, sin alejar la
vista del televisor frente a él—, aunque siempre preferiré el
baloncesto. Es que ni para eso sirve este imbécil.

—Me las van a pagar... Tú, tu copia barata —Jackson gruñe entre
dientes, costándole mencionar cada palabra—. Rache...

—¿No te ha quedado claro? —Lleno de indignación sujeto con


fuerza su cuello, quitándole la respiración por un momento—. No
mencionarás su nombre, no la tocarás, no la mirarás, si realmente
aprecias tu miserable vida.

Advierto. Jadeante y desesperado por la falta de oxígeno Jackson


suplica porque lo suelte, niego con la cabeza preguntándome dónde
había quedado esa valentía de la que profesaba mientras
atemorizaba a Rachel. Nuevamente la ira me consume. Deseo
acabar con él, con cada una de las mentiras que dijo sobre ella, su
afán de dañarla. Y la oscuridad como testigo de mi furia, me anima a
hacerlo, pero en su lugar, lo suelto de golpe, dejando que caiga al
suelo. Retrocedo.

—¿Eso sería como un mandamiento? El mandamiento Harvet,


suena bien, ¿No, Kozlov? —Habla mi gemelo con gracia, frunzo el
ceño sin comprender el humor inoportuno que tiene en estos
momentos. Y en medio de quejidos e insultos Jackson intenta
ponerse de pie—. ¿Necesitas ayuda?

Pregunta Steven observándome, lo miro incrédulo.

«Se lo estoy preguntando a Jackson» —aclara mi hermano,


poniéndose de pie para acercarse al cobarde en el suelo—. Creo
que te ha quedado bastante clara la advertencia, ¿no es así Kozlov?

—Los voy a demandar —dice y con ironía mi gemelo y yo


sonreímos.
—Qué casualidad —comenta Steven poniéndose en cuclillas para
observarlo—. Justo era eso lo que te vinimos a informar. Tienes una
demanda en proceso que si bien, tu papi ya está averiguando sobre
la indemnización, aún así, seguirás teniendo una orden de
alejamiento y un diente menos —ríe con amargura—. Espero no
vuelvas a acercarte a ellos, porque la próxima vez no solo miraré. Y
créeme cuando te digo que Mark sigue siendo el más razonable de
los dos.

—Pueden seguir con sus malditas vidas... Rachel ni siquiera vale


tanto —Jackson replica entre risas, llevándose las manos a sus
costillas, camino hacia ellos y su risa ostentosa se vuelve un
plañido.

—Basta, Mark —Steven se pone de pie y en su tono se instala una


advertencia.

Sigo el camino, acercándome a la salida, «Discúlpame con tu amigo


por el pequeño desorden» A mis espaldas escucho a Steven y por
primera vez me uno al humor sarcástico de mi hermano, sonriendo.
Sin embargo al abrir la puerta, el buen ánimo se evapora.

—¿Tú qué haces aquí? —Le pregunto a la mujer que con el rostro
pálido me mira.

—Mark, yo... Eh, viene a —Mishell titubea—, a visitar a una amiga,


pero creo que me equivoqué de departamento.

—Te equivocaste, por supuesto. Es una casualidad que vengas a un


departamento en el que está Jackson —ironizo apenas ella hace
amago de irse, me mira, negando con la cabeza. No hacen falta
palabras, su actitud nerviosa ya es lo suficientemente reveladora.
Sonrío incrédulo.

—¿Sabes qué? Sí, vine por Jackson... Es más, estamos saliendo.


Tenemos tantas cosas en común —añade cínica—. ¿Celoso?
—Me da igual, Mishell, siempre y cuando la razón que los una no
sea Rachel.

—Rachel, Rachel, siempre ella —gruñe, moviéndose a un lado para


observar al fondo de la habitación, seguramente a Jackson—. Mira
hasta donde esa niña te ha cambiado. Matarías por ella.

—¿Te queda alguna duda? —ironizo terminando de salir del


departamento.

—¿Por qué no me sorprende que estés involucrado en esto? —la


escucho decir a mis espaldas, la risa de Steven me hace deducir
que ella se dirige a él— ¿Aún no se te acaba el papelito de chico
malo?

—Y a ti no se te acaba el veneno —comenta mi hermano—.


Cuidado te muerdes y envenenas, linda.

Mishell empieza a renegar e ignorándola, Steven avanza hasta mí.


Ambos entramos al elevador, dirigiéndonos a la salida.

—¿Lo disfrutaste? —Me mira por el espejo del ascensor, elevo mi


mirada para observar su reflejo—. ¿Disfrutaste golpearlo?

—Sí —respondo sin reparos.

—¿Y te sientes mejor? —Frunzo el ceño, un poco perplejo por su


pregunta, la cual por un instante imagino es igual de positiva que la
anterior, pero la duda llega. Sé lo que intenta y lo logra. Consigue
involucrarse en mis pensamientos. ¿Que si disfruté golpearlo, ver su
rostro lleno de sangre o mis propias manos? Si, muchísimo.¿Pero
sentirme mejor? Eso es algo que solo pasaría estando junto a
Rachel en estos momentos.

—No —confieso.

—Porque tú no eres así. Mark, cuando llegaste a casa de Rach, vi


en tus ojos, la sed de venganza, tú deseo de acabar con Jackson y
lo entiendo. Yo me siento así, porque adoro a esa chica y porque me
pongo en tu lugar, pensar que alguien lastime a Amy —hace una
corta pausa—, sé que ganas de matarlo no faltan, ¿pero sabes lo
qué hay detrás de ello, hermano? Ser el causante de que una vida
termine es jodido. Mucho más si detrás de ti hay personas que
amas, personas a las que difícilmente puedes ofrecer un futuro por
temor a herirlas con tus acciones. Porque Mark, lastimosamente
esto no es una película, libro o canción, en la vida real las malas
decisiones no duran horas o minutos.

El fervor de las palabras de Steven me desconcierta, hablan desde


las profundidades de sus sentimientos, ¿por qué parece más una
experiencia que un simple comentario? Sus pupilas se dilatan, el
rostro de mi hermano se ha vuelto frío, dejando de mirarme por el
espejo y solo se dedica a observarse a sí mismo.

—¿Hay algo que quieras contarme? —Cuestiono y él niega con su


cabeza.

—No —asegura, frunciendo el ceño. Me miente, lo conozco—. Solo


intento recordarte la persona que eres y la que no quieres ser.
Hermano, al dejar que vinieras aquí quería que tuvieras claro que
todos somos poténciales asesinos, llámalo instinto primario o de
supervivencia, pero lo somos, la diferencia radica en la capacidad
de controlar nuestras emociones... Tuviste la oportunidad de cumplir
con tus deseos, sin embargo, no lo hiciste y estoy orgulloso de ello.
No me equivoqué al decir que de los dos tú siempre serás el mejor y
no deseo que eso cambie, no quiero volver a escucharte decir que
quieres acabar con alguien, porque esa persona no eres tú, Mark.

Su sermón me toma por sorpresa, por primera vez los papeles se


intercambian.

—Tienes razón en todo, Steven, excepto en algo —llevo mi palma a


su hombro y él mueve su cabeza hacia un lado, mirándome—. No
soy mejor que tú. De hecho, para mí eres el mejor. Y estoy tan
orgulloso de ti, de lo mucho que has madurado.
Él baja la vista algunos segundos, sonriendo con cierta melancolía.

—Intento ser una mejor persona para ella —asienta repetidas veces
con la cabeza, como si intentara convencerse de ello—. Amo tanto a
Amy, ¿sabes? Y te debo una disculpa por las veces que me burlé de
ti, de tu creencia en el amor, irónicamente ahora no solo creo,
también tengo mi propia religión, Amy Martins.

Su comentario lleno de ilusión y buen ánimo no hace más que


recordarme al Steven de hace años, quien no guardaba secretos y
hablaba libremente de sus sentimientos.

—Me alegra que así sea, hermano —palmeo su hombro—. Amo


verte feliz.

—Vale, basta de sentimentalismos o nuestra familia y novias se


llevarán una gran decepción, ellos piensan que estamos en una
guillotina cuando en realidad estamos a punto de abrazarnos y
echarnos a llorar —volviendo a su tono bromista, Steven comenta,
pensar en nuestra familia, me preocupa e inmediatamente busco en
el bolsillo mi móvil.

Amor❤🐹
"Mark, por favor. No vale la pena"
"Regresas aquí. ¡Responde!"

Leo los más de veinte mensajes de Rachel, mi corazón se encoge al


pensar en ella y lo preocupada que estaría. La carcajada de Steven
de pronto me distrae de mis pensamientos. Lo miro, también ha
sacado el móvil, no duda en colocarlo frente a mí para que observe
la pantalla.

Mono sexy de manicomio❤🐒


Como te he enseñado a pelear, mi amor. ¡Denle duro a ese
miserable!
Pd: Harvet más te vale que tú y tu hermano regresen completos a
casa. Ten cuidado.
Mientras yo leo el mensaje que Steven me muestra, él ríe.

—¿Esa mujer está loca? —Habla fingiendo indignación— Ella no me


enseñó a pelear, yo ya sabía.

Innecesariamente lo aclara. Niego con mi cabeza, sonriendo. Ellos


son iguales, complementándose de maravilla con el otro.
Y por decisión unánime decidimos no responder los mensajes,
hablaríamos con ellos en mi departamento, donde nos estaban
esperando. Steven y yo sabíamos a lo que debíamos enfrentarnos,
al regaño de nuestros padres por ser impulsivos y no dejar que la
justicia se encargara de todo. Pero lo que más me preocupaba era
Rachel, sabía que estaba enojada, aunque no imaginaba cuanto
hasta que cruzamos la puerta de mi departamento y mis padres son
los únicos que nos reciben, acercándose.

—Hijo, ¿Qué hiciste? —Pregunta mamá, inspeccionando las


manchas de sangre en mi camisa. Niego con la cabeza—. ¿Cómo
pudieron irse así y dejarnos tan preocupados?

Rodeo con mis brazos a mamá, tranquilizándola, pero no aparto mis


ojos de Rachel, sigue sentada en el sofá, no me mira. Incluso Amy y
la señora Grace Lombardo se han acercado hasta nosotros.

—Todo está bien, madre —le aseguro dejando un beso en su frente


—. Disculpa, iré con mi mujer.

Informo antes de caminar hasta Rachel y sentarme a su lado «Hey»


susurro mientras poso una de mis manos sobre las suyas que están
entrelazadas, me arrepiento al segundo de mi acción al recordar las
manchas de sangre que aún están en mi piel y que no pasan
desapercibidas por Rachel. Ella eleva su mirada hacia mí, sus
preciosos ojos, lucen apagados, cansados y muy rojos, lo que me
indica que ha llorado.

—Mark —me abraza, solloza escondiendo su rostro en mi cuello.


—¿Me extrañaste mucho? —Pregunto, llevando la mano a su nuca,
acariciándola por encima del fino cabello—, lamento hacer que te
preocuparas, pero estoy aquí y no me separaré de ti. Nunca más.

—¿Y los problemas legales? Muy inteligente de su parte —reniega


mi padre con Steven—, tú más que nadie sabes que por algo existe
la justicia. ¿Cómo accediste a esto?

—Ya hablaremos, ¿de acuerdo? —le aseguro a Rachel, ella asiente,


alejándose un poco de mí—. Papá, basta —levanto la mirada hacia
él al escucharlo reñir a mi gemelo—. Steven no tiene nada que ver
en esto, él fue conmigo para ser la parte más racional. Créeme.

—¿Si? —Amy interrumpe, su tono dulce y la manera en la que


abraza a mi hermano, sorprende a todos. No es muy usual verlos en
un plan meloso—. ¿Puedes dejar de ser tan perfecto?

—El único culpable aquí soy yo y reconozco que no estuvo bien —


vuelvo a hablar, aprovecho para entrelazar mi mano con la de
Rachel, mientras observo a los demás—. Lamento hacerlos
preocupar, Grace yo siento...

—Oh no, no me invitaste así que no voy a disculparte —bromea la


abuela de Rachel o eso creo. Todos sonreímos, excepto mi padre
que suelta un resoplido.

—Yo mejor me iré —dice él, todos nos quedamos en silencio, su


estado frío parece estar de vuelta, pero me sorprende verlo dirigir su
mirada hacia mi novia y sonreírle—. Me alegra que estés bien, hija.

Caigo en cuenta de que su molestia no es con nadie más que con


mi hermano y conmigo. Empiezo a lamentar cada vez más haber
involucrado a Steven en esto.

—Gracias, señor Ethan —Rachel aún sosteniéndome la mano, se


pone de pie e imito su acción. Mi madre informa que también se
marchará y acercándose a nosotros se despide con un abrazo—.
Siento mucho todo esto y discúlpeme con Romina.
—No te preocupes cielo, pronto nos reuniremos —dice mamá,
abrazándonos por ultima vez, antes de ir hasta mi hermano,
abrazándolo a él y a su novia—, Amy, Grace ha sido un gusto
verlas. Gemelos Harvet, después hablaré con ustedes.

Tomada de la mano de papá sale del departamento y Grace hace un


comentario similar de marcharse a casa. Noto la tensión en el
cuerpo de Rachel, el pulso se me acelera. La idea de separarme de
ella, me tensa.

—Señora Grace, por favor... —le digo— Por estos días acepte
quedarse en mi departamento. Al menos mientras nos aseguramos
que Jackson no volverá a acercarse a ustedes.

—Mark tiene razón —aporta Amy y le agradezco—, todos


estaremos más tranquilos si están acompañadas.

—Rach puede quedarse. Yo ni siquiera tengo ropa aquí...

—No se diga más abuela Lombardo, Steven y yo la llevamos a ver


algo de ropa y la volvemos a traer —se ofrece Amy.

—Vale, está bien —accede Grace con desdén—, Rach hija,


¿Quieres que te traiga algo de casa?

—No nana, gracias, tengo varias pertenencias aquí —responde


soltando mi mano para ir hasta su abuela y abrazarla, repitiendo su
gesto con Amy y Steven—. Los amo tanto, gracias por estar en mi
vida.

A juzgar por el tono entrecortado de su voz, supongo que aún hay


cosas que le atormentan. Cosas de las que evita hablar a toda
costa, apenas nos quedamos solos ella y yo.

—Espera aquí —pide—. Iré por algo para curarte las heridas.

No me da tiempo a negarme o aceptar su ofrecimiento, desaparece


del salón, aprovecho para ir hasta la cocina a lavarme las manos. La
sangre va desapareciendo poco a poco con el agua y el ardor en mi
piel se hace presente al igual que mi encuentro con Jackson.

«—Abre de una vez, maldito cobarde —grité golpeando la puerta,


insistiéndole porque la abriera. No tenía paciencia para ese imbécil.

En cuanto la puerta se abrió, descargué toda mi ira en él, mi puño


impactó en su nariz, seguido de un golpe a su estómago que lo alejó
varios metros lejos de la entrada.

—Déjame adivinar, ya Rachel te puso los cuernos y vienes por un


consejo —su voz resonó en mi cabeza. Me acerqué,
abalanzándome sobre él, dejando que mi puño atestara su rostro,
una y otra vez. Cada parte de su cuerpo empezaba a enrojecerse
por los golpes»

—Mark, ¿me escuchas? —La voz dulce de Rachel me regresa a la


realidad, ella cierra el grifo, deteniendo el agua, bajo mi cabeza para
mirarla, su rostro está tenso, con los ojos fijos en mis manos que se
encuentran empuñadas con tanta presión que la sangre de mi piel
empieza a salir de nuevo—, las únicas heridas que tienes están en
tus nudillos.

Murmura, yo giro un poco hacia Rachel, quedando frente a frente.

—Has llorado, mi amor —posando una de mis manos en su mejilla,


desvío la conversación a algo verdaderamente importante; Ella y no
el tema de Jackson o cómo lo único que sabía era suplicar o decir
mentiras y estupideces.

—Tenía miedo, Mark. Vivo con el miedo de tener que despedirme de


otra persona que amo y se que eso no es vida pero —su voz se
corta, la estrecho en mis brazos—, no sé. Un día desperté y ya no la
tenía conmigo. No estoy preparada para perderte a ti también. Él lo
prometió, prometió que iba a lastimarte y yo no quiero que ni la
muerte nos separe.

Se me encoge el corazón en el pecho con cada sollozo que emite.


—Cariño —la brazo más fuerte, deseando absorber su dolor y
miedos, miedos que también eran míos. Imaginar una vida sin
Rachel dolía, más que cualquier golpe o herida, dolía en el alma—.
Nadie nos va a separar, ¿de acuerdo? En unos años te graduarás,
nos casaremos, tendremos a nuestros hijos, los veremos crecer y a
sus hijos también. Hemos hecho tantos planes, tenemos que cumplir
cada uno de ellos, no te deshaceras de mi tan pronto, señorita
Lombardo.

—Me lo prometes —no deja de llorar, su mejilla pegada a mi pecho


se humedece más y más.

—Como que me llamo Mark Harvet y estoy completamente


enamorado de ti —le aseguro.

Busco sus labios y me pierdo en ellos. No deja de sorprender como


hace que me sienta, como la primera vez que la besé o hicimos el
amor. La amo y deseo tanto que me eleva a lo más alto, llevándome
al cielo, donde el tiempo se detiene y solo existimos los dos, nuestro
infinito amor.

—Las manos —susurra en medio de nuestro beso, con un poco de


esfuerzo dirijo mis palmas a su trasero, recorriendo sus nalgas, con
movimientos suaves y circulantes sobre aquel vestido que lleva.
Rachel ríe—. Hablo de que hay que vendarlas.

Tras unos segundos termino el beso, empezando a besarle el


cuello.

—No hay mejor medicina que tus labios, tu piel... Tú—le digo. Ella
niega alejándose un poco e inmediatamente me quejo, suelta una
pequeña risita atrapando mi mano diestra.

—Ven —ordena, retrocediendo, aún sosteniéndome de la mano, mis


pasos la siguen hasta el sofá, donde puedo ver en la mesa de
centro el alcohol, algodón y vendas de gasa que ha dejado. Mientras
me cura, me dedico a ver sus labios que lucen menos hinchados
que antes y la manera en la que su pecho sube y baja, respirando
con lentitud.

—¿Tu espalda como sigue? —No puedo evitar la voz tensa y


profunda de mi voz.

—Bien, tu padre compró unos medicamentos y cremas que han


ayudado —responde concentrada en el vendaje de mi mano
derecha, para después tomar la izquierda que está menos
magullada y herida que la otra, pasando otro algodón empapado de
alcohol en mi piel—. Mucho mejor.

—Me parece que aún falta mi medicina —bromeo, pegando mi


rostro al suyo. Ella asiente.

—¿Si? —dice dejando a un lado todo y colocándose a horcajadas


sobre mí, me rodea la cintura con sus piernas. De repente vuelvo a
sentirme acalorado. Ella me besa y nos devoramos como siempre,
besos llenos de pasión, húmedos y calientes.

«Mark» Gime en mi boca cuando bajo la mano hasta su sexo,


cubierto aún por su braga, está húmeda y excitada, tanto. Froto y
acaricio sus pliegues por encima de la tela. Me calienta ver lo mucho
que la situación la enciende, tanto como a mí. Rachel lleva sus
manos hasta mi pantalón, tratando de desabrocharlo, para después
bajar el cierre. Inclinándome hacia adelante ayudo a que el despoje
de la prenda sea ma fácil, dejándolos caer hasta mis pies.

—Hazme el amor, Rachel —susurro y su respuesta es un nuevo


gemido muy cerca de mi oído. Me prende tanto escucharla. Poso
mis manos en sus nalgas, acercando más nuestros cuerpos.

Respiro pesadamente cada vez que ella se mueve hacia adelante y


atrás, frotándose en mí. Tratando de cogerme a través de mi bóxer.
Y mierda. Si, ella me pone tan duro, que sería capaz de venirme así.
Pero la necesito más cerca. Necesito verla por lo que deslizo los
tirantes de su vestido hacia abajo, dejando expuestos sus perfectos
pechos, los cuales tomo entre mis manos, para luego dedicarles
atención con mi boca.

—Mark, te necesito —dice entre suplicas.

—Entonces toma todo lo que quieras, mi amor. Soy todo tuyo —le
recuerdo, volviendo a poseer su boca—. Nadie te escucha, solo
estamos tú y yo. Déjate llevar, complace tus deseos, nena, sirviendo
a los míos. Te necesito de la misma manera que tú a mí.

Sin titubear, Rachel mete las manos en mi bóxer, liberando mi


erección, se muerde los labios y su gesto me arranca un gruñido. La
beso hambriento y necesitado de ella, siento como desliza la mano
de arriba hacia abajo entorno a mí. La respiración se me corta y
echo la cabeza hacia atrás, disfrutándolo, perdiéndome en sus
caricias, de repente, la presión de su ligero peso encima del mío
desaparece. Regreso a verla, se ha puesto de pie, me sonríe antes
de caer de rodillas entre mis piernas.

Y ahí está, mi diosa de ojos marrones con destellos ámbar,


recorriendo con su lengua mi falo. La miro y es todo lo que necesito
para caer al abismo, pero me contengo, respirando profundamente,
disfrutando de sus labios, ella me recorre por completo, alternando
las manos de vez en cuando. Con la poca claridad que me queda,
empiezo a preguntarme si está bien, si su boca aún le duele. Sin
embargo ni siquiera me deja formular la pregunta, me arranca
suspiros apenas lleva mi miembro dentro de su boca, chupando y
succionando, tan buena y hábil como siempre.

«Dios, Rachel» —Murmuro tomando su cabello y dejándolo a un


lado, sin intensiones de perderme un solo detalle de su boca
follándome. Acelera los movimientos, su mamada es jodidamente
celestial, su pequeña y dulce boca es tan húmeda y caliente, que
temo en cualquier momento correrme. Sus esfuerzos por metérsela
toda me encantan, sin embargo, la tomo de los hombros, pidiéndole
que se siente nuevamente sobre mí.
—Quiero estar dentro de ti, cuando me corra —le digo, sujetándola
de las caderas, Rachel toma mi longitud entre sus manos, haciendo
a un lado su braga, guía mi miembro a su entrada—. Joder...

Gruño al sentir su intimidad, envolviéndome. Ella me monta, se


siente tan bien, amo el contacto natural de nuestros cuerpos. Le
cedo el control de nuestra unión y me enloquece la manera en la
que sube, baja, se mueve en círculos sobre mí.

—Oh. Mierda, Mark —grita, aumentando el ritmo progresivamente,


llevo mi boca a uno de sus pezones, ella se agarra de mis hombros,
acelerando los movimientos, a lo cuales me acoplo, embistiéndola a
su ritmo—. Si... Así. Por favor.

Pide. Conozco su cuerpo a la perfección, la manera en la que le


exige al mío, apunto de estallar. Tomo sus nalgas entre mis manos y
empiezo a mover mis caderas contra ella con celeridad, gime en mi
oreja, mientras entro y salgo de Su cuerpo, al sentirla tensarse la
abrazo hundiéndome profundamente en ella, rindiéndonos al
orgasmo con nuestros nombres en los labios del otro.

—Te amo, Mark —susurra abrazándose a mí—. Mucho.

—Te amo más, cariño, mucho más —le digo, apoyando la espalda
por completo en el sofá, sus pechos rozan los míos—. Y no importa
cuantos intenten quitarnos la tranquilidad, hay algo que jamás
podrán tocar: Esto que solo tú y yo entendemos y tenemos el
control. Nuestro amor, que es para siempre.

—Para siempre —repite ella.


36. Culpable
SEMANAS DESPUÉS...

22 de julio,
cumpleaños de los gemelos Harvet o el día del dilema de Steven
¿Quién era el mayor?

Rachel Lombardo:

«Querido señor Harvet,


Su rostro también me suena, tiene el aspecto del amor de mi vida»

Mientras escribo, con letra impecable en la tarjeta que acompañaría


el regalo de Mark, mi mente reproduce una y otra vez la película
más bonita de amor, la nuestra.

«Hoy 22 de julio, como todos los días, doy gracias por tu vida Mark.
Hay tanto que admirar, agradecer y amar en ti. Encontrarte mientras
no buscaba nada, me hace sentir tan afortunada... Ha sido
maravilloso coincidir en esta vida contigo. Gracias, gracias por
enseñarme a amarme y amar.
Eres mi amigo, mi novio, mi realidad y ficción,
Mi refugio y paz, eres ese cuento de hadas que me contaban de
pequeña y del que ahora me siento la protagonista.
Mi caballero de ojos verdes y corazón noble, te amo, feliz
cumpleaños.
Pd: ¿Ha tenido un hámster, profesor Harvet?
Siempre tuya, Rachel Lombardo»

Ansiosa, observo la hora en el reloj en mi muñeca; Nueve de la


mañana. Mark no tardaría en pasar por mí para ir a su
departamento, amo el hecho de estar toda la tarde con él y ayudarlo
con la organización de la reunión con nuestras familias.
Vuelvo a concentrarme en el regalo para mi novio, guardando en la
pequeña caja negra y rectangular su libro favorito, uno que apenas
llegó temprano en la mañana, sin duda, la espera por semanas de la
maravillosa edición tapa dura en francés de «Les misérables» valió
la pena.

Antes de cerrar la caja, ato con una fina cuerda de algodón las
tarjetas que escribí representadas como vales por cobrar. De las
cuales Mark podía hacer uso en el momento que quisiera. Con una
sonrisa en el rostro repaso la lista en mi mente de exactamente las
veinte tarjetas.

...Vale por un beso


Vale por un abrazo
Vale por lo que me pidas
Vale por una cena
Vale una salida al cine
Vale por una vida juntos...

El corazón me late frenético, no puedo sentirme más a gusto y plena


en este momento, la tranquilidad durante estos meses no sé
comparan con nada. Por primera vez, después de mucho tiempo
parece que la vida me vuelve a sonríe, amo el hecho de ver a Mark
y automáticamente imaginarnos cumpliendo cada uno de nuestros
planes. Lo amo a él y la manera en la que me hace creer en los
«Para la eternidad»

Estar sumergida en mis pensamientos hace que el sonido del móvil,


con una llamada entrante de Mark, ponga en alerta mis nervios.

—Amor, feliz cumpleaños —respondo, felicitándolo por tercera vez.


Pese a que me he escrito con él apenas el reloj marcó las doce del
veintidós de julio y muy temprano en la mañana, no era suficiente
hasta verlo personalmente.

—Gracias mi amor, pero ¿por qué no vienes a decírmelo mientras


me besas? —su tono es cálido y alegre—. Estoy afuera de tu casa.

—Encantada. Dame un minuto —hablo terminando de organizar su


regalo, dejando los vales junto al libro para después de colocar en la
base de la caja, la tapa negra en la que viene incorporada una cinta,
lazo negro y la pequeña tarjeta de dedicatoria que he escrito antes.

La tomo en mis manos, colgando el móvil. Antes de salir de la


habitación me miro por última vez en el espejo, mi cabello suelto con
ondas sigue tal cual como hace unas horas, cayendo con prolijidad
natural, me gusta lo que veo en el reflejo, y no solo se trata de mi
aspecto físico; El peinado o mi vestido rosa favorito, de escote
barco, corte-A, cuya tela se aferra a mi silueta... Se trata de mí, la
seguridad y felicidad que observo.

Apresurándome a recoger la pequeña bolsa de regalo para mi


cuñado, me dirijo a la salida. Al abrir la puerta, veo a Mark apoyado
sobre el capó de su coche, me quedo observándolo un momento,
luce tan bien con su camisa blanca semi abierta que define los
músculos de su torso y brazos, y pantalón negro.

—Que preciosa estás —dice acercándose a la puerta.

—Tú estás hermoso —extiendo el brazo en el que sostengo su


regalo, al tiempo que me acerco un poco para darle un beso—. Feliz
cumpleaños, señor Harvet.

—Señorita Lombardo, debo decir que me fascina mi precioso regalo


cubierto de color rosa —bromea bajando la vista por mi vestido,
inmediatamente me rodea la cintura, llevo los brazos a un costado
evitando que las cosas en mis manos se interpongan entre nosotros
—, y este otro, cubierto de negro también me gusta mucho. Gracias,
cariño.
Mark toma la pequeña caja, me abraza y yo refugio mi rostro en su
pecho, respirando lentamente, alargando el tiempo de espera para
poder disfrutar del delicioso olor de su perfume.

—De nada, espero te guste.

—Me encanta —asegura. Elevo la cabeza para verlo con el rostro


inclinado, sus ojos siguen la dirección de su regalo, empieza a leer
la dedicatoria de la caja y mis nervios van en aumento conforme los
labios de él se curvan en una sonrisa hipnotizante—, siempre mía,
Rachel Lombardo.

—Siempre —susurro en tono dulce, pero firme.

—Dios, Rachel —me abraza con fuerza—, me haces sentir el


hombre más afortunado. De hecho, lo soy, soy tan afortunado de
tenerte.

—Somos, Mark, somos afortunados de tenernos —replico.

Él asiente, tomándome de la mano, me pregunta por mi abuela,


quien en planes iniciales nos acompañaría al departamento
esperando la hora de la reunión con los Harvet y Am.

—Amy la invitó a hacerse manicura y esas cosas —le informo—, me


dijeron que Steven las recogería e irían en la tarde con nosotros.

—Que oportuna es Martins —habla en aquel tono bromista y


seductor, al mirarlo suelto una risa y él se une—. Amo a tu abuela y
respeto su decisión de regresar a su casa, pero mi amor.... Extraño
el buen despertar a tu lado. Mucho.

Su énfasis en el «Buen despertar», me arranca una carcajada.

—Yo también los extraño —concuerdo.

Durante aproximadamente estos dos meses, después del incidente


con mi ex, me acostumbré a dormir con Mark, sin embargo, hace
dos semanas mi abuela y yo decidimos regresar a casa. Aún no me
sentía del todo tranquila ante las amenazas de Jackson, pero sabía
que no debía seguir viviendo con miedo.
Muevo la cabeza en un gesto de negación, no es el mejor momento
para recordar a Jackson, afortunadamente no hemos tenido noticias
de él. Al parecer estaba cumpliendo con su palabra de mantenerse
lejos.

Conservando mi tranquilidad y felicidad, tomo la mano de Mark,


dirigiéndonos juntos al coche. Al estar adentro, dejo el regalo de
Steven en el asiento trasero, mientras mi novio acomoda el suyo en
medio de nosotros. Sus ojos brillan y mi corazón se regocija al verlo
inspeccionar la caja, como si de alguna manera deseara averiguar lo
que hay dentro. Lo miro emocionada. La verdad es que ansío ver su
reacción, sé lo mucho que ama leer libros en idiomas que está
aprendiendo.

—¿Qué es? —Sonríe mostrando los dientes y estoy segura que es


la misma sonrisa ilusionada que yo llevo en el rostro—, voy a abrirlo.

—Adelante —lo animo. Con especial cuidado levanta la tapa de la


caja.

—Les misérables —pronuncia en un encantador acento francés,


toma las tarjetas de vales entre sus manos, junto al libro, los
sostiene como si fuese un objeto frágil y preciado. Noto la
fascinación y agrado en sus facciones—. Rachel, esto es
maravilloso —él inspecciona cada detalle del libro, que a decir
verdad es un arte glorioso—, Me encanta, muchas gracias.

Regresa el libro en la caja, para empezar a leer cada uno de los


vales que he colocado, sonríe, a medida que avanza. Hasta
quedarse con dos tarjetas que me enseña, «Vale por una vida
juntos»«Vale por un beso»Absolutamente contenta con su petición,
poso una mano en su nuca para atraerlo a mí y besarlo.

—Una vida a tu lado es lo que más deseo —murmuro deleitándome


en sus labios.
Siento a Mark hundir una de sus manos entre mis cabellos,
acentuando el encuentro de nuestras bocas.

—Gracias por hacer de este cumpleaños el mejor ¡Te amo tanto! —


sus palabras vuelan con fervor entre nosotros—. Rachel, ce que je
ressens pour toi, les lèvres humaines ne peuvent pas l'exprimer.

—Y yo a ti, por si acaso —bromeo totalmente perdida con el


significado de las palabras y su manera de decirlas. Mark ríe.

—Es una referencia del libro; Lo que siento por ti, unos labios
humanos no pueden expresarlo —menciona, terminando nuestro
beso para poder mirarme. Ahueca mi rostro entre sus palmas—. Es
que te juro que estoy jodido contigo, en el buen sentido del amor...
Te veo, leo y suspiro en todo momento de mi vida; Incluso en cada
buen verso de mi libro favorito.

—Mark, que bonito lo que dices —me derrito ante sus palabras—, y
creo que estoy enamorada de ese idioma.

—Aún mi francés no es muy bueno, pero sin duda hay una frase de
este libro que aprenderé para ti. ¿Sabes? Cuando regresaste la
pensé. Porque de la misma manera que Marius sintió haber
recobrado el alma cuando volvió a ver a su «Ursule» después de
buscarla tanto. Yo también me sentí igual cuando te vi en el bufete
de Steven —mi corazón se estremece, late desenfrenado—. Era
Ella. Cualquiera que haya estado enamorado captará todos los
significados radiantes que caben en las cuatro letras de esa palabra:
Ella. Eras tú, Rachel Lombardo, el amor regresando a mi vida.

—¿Me puedo enamorar más de ti? —Le pregunto conmocionada—


Todo lo que dices, haces... Mark, yo quería darte hoy un buen
regalo, pero siento que has sido tu el que me lo ha dado.

Porque eso es, un regalo y uno maravilloso. No se dedican frases


de tu libro favorito a cualquiera, a eso... Es lo que llamo «entregar el
corazón».
—Sí, uno se puede enamorar más —asegura, mirándome—, me
gustaba este libro, pero hoy lo amo con mayor intensidad porque mi
persona favorita en el mundo me lo ha obsequiado. Se puede
enamorarse más, como yo me enamoro de ti en cada despertar.

Él vuelve a buscar mi boca, pero este beso es diferente al de antes,


se convierte en un juego de caricias, movimientos, gemidos y
tortura. La pasión que nos hace arder, nos acompaña, invitándonos
a disfrutar del otro. Mark se inclina más hacia mi asiento, lleva las
manos a mi cintura, bajándola poco a poco hasta mi muslo, justo
donde empieza el dobladillo de mi vestido. Sube y baja
acariciándome, agonizo ante los efectos vibrantes de su tacto.

Sus labios, sus caricias, su sabor, me hacen olvidar hasta de mi


nombre o el lugar donde estamos. Por un instante me conformo con
existir para él... Con él. En la busca de aire, mi lado racional regresa
y recobrando la cordura, me alejo a regañadientes.

—Creo que el aire del coche no está funcionando muy bien porque
hace un poquito de calor por aquí, ¿no? —comento divertida y
agitada, intentando alejar cualquier pensamiento férvido e irracional
exigido por mi cuerpo, Mark sonríe, tiene el rostro rojo, lo veo
acomodarse en su asiento, mientras vuelve a centrar su atención en
la caja, regresando todo a su lugar antes de cerrarla.

—Habrá que revisarlo —bromea, siguiéndome el juego, su voz es


algo ronca, por lo que se aclara la garganta, sonrío sintiendo mis
mejillas arder.

—¿Sabes? He escuchado del libro muchas veces, pero... No lo he


leído —nerviosa cambio de tema—, y aún así ya siento que es
también mi libro favorito.

—Podemos leerlo juntos cuando lleguemos a nuestra casa —


sugiere—. Por supuesto, después de hacer el amor, porque cariño,
no creo que pueda soportar más esta tortura.
Su comentario no ayuda a mi estado actual, me siento acalorada y
desconcertada. ¿Cómo hemos pasado de una conversación
profunda a este apasionado momento en el que necesitamos con
exigencia del otro? ¿Y si algún vecino nos ha visto? Da igual, repito
en mi mente. No es como que si estuviésemos haciendo algo malo.
«O como si adivinaran tus impuros pensamientos» Se burla con
exageración la vocecita en mi cabeza. Río.

—Ni yo —le respondo y su sonrisa se ensancha.

Mark enciende el coche, poniéndolo en marcha. En el camino nos


tomamos las manos, continuamos hablando del libro, la comida que
pediríamos para sus padres. No dejo de sentirme ansiosa y extraña,
a pesar de que creí haber superado mis nervios con el señor Ethan,
hoy no se siente así.

—Señor Harvet, Rachel que gusto verla —saluda Julián apenas


entramos al edificio. Mark y yo animados, le devolvemos el saludo.

Aprovecho la oportunidad para invitarlo a la reunión dedicada a los


gemelos Harvet. Julián me cae genial, probablemente sin sus
comentarios acertados muchas cosas quizás no hubiesen sucedido.
Es increíble como pequeñas acciones pueden cambiar el rumbo de
las cosas por completo, para bien o para mal.

Suelto un ligero suspiro ante mis pensamientos.

—¿Sucede algo, amor? —Cuestiona Mark dirigiéndose al


estacionamiento del edificio. Niego.

—Solo estaba preguntándome cuántos minutos nos tomaría llegar al


departamento —bromeó delatando el sentido enardecido de mis
palabras, Mark detiene el coche, estacionándolo en su lugar.

—Tres minutos que parecerán una hora —añade complacido—,


¿Alguna prisa, señorita Lombardo?
—Mucha —replico y ambos reímos. Dejándome llevar por el
momento, acerco mi rostro al suyo, besándolo, el roce de nuestros
labios es dulce—. Te amo, ¿me oyes? Te amo mucho.

Le digo enérgica, como respuesta, sorpresivamente Mark muerde mi


labio inferior. Divertida le devuelvo el gesto, él intenta volver a
hacerlo, pero me alejo, bajándome rápidamente del coche,
avanzando hasta la entrada del ascensor.
Escucho sus pasos detrás de mí, presiono los botones del elevador
y cuando este llega, Mark está cerca, aún sosteniendo su regalo, me
rodea la cintura, obligándome a entrar. Me siento como una
adolescente en su primera cita, con su primera amor, disfrutando
esa sensación de cumplir con cada primera vez que alguna vez
imaginó.

—Vale por lo que me pidas —habla mirando la caja, se que se


refiere a los vales—. Y ahora mismo se me ocurren muchas cosas
que pedir.

Me lleva hasta la pared del ascensor, arrinconándome a ella, el calor


en mi cuerpo se hace presente.

—Es su cumpleaños señor Harvet —comento con complicidad—,


usted pida y sus deseos se cumplirán.

Arqueo la espalda al sentirlo presionar su cuerpo contra mí, elevo


una de mis piernas rodeándole la cintura, me besa el cuello,
sostiene mi muslo y se mueve entre ellos, haciéndome suspirar.

—Todo lo que deseo eres tú —exclama entre besos y caricias. La


dureza en sus pantalones empieza a tocar fibras sensibles de mi
cuerpo. Muevo las cadera hacia él. Mark intenta mantener su regalo
lo suficiente lejos de nosotros para que no estorbe y la ausencia de
mis pertenencias me hace caer en cuenta que las he dejado.

—Mierda —hablo frustrada por interrumpir nuestro momento—, dejé


el regalo de Steven y el móvil en el coche. Lo que me hace, señor
Harvet.
—Lo que usted me hace, señorita Lombardo —dice, alejando su
rostro de mi cuello para mirarme, sin embargo, su cuerpo sigue
rozando el mío, se mueve lentamente entre mis muslos, su erección
crece aumentando la presión de nuestras caricias, me niego a
detenerlo, pero es el sonido del elevador llegando que nos obliga a
alejarnos.

—Iré por mi móvil, no tardo —le digo animándolo a seguir a su


departamento. Mark niega.

—No te preocupes, cariño —menciona entregándome su regalo—,


yo iré. Ya regreso.

Le doy un beso en los labios antes de salir del ascensor, al ver que
las puertas están apunto de cerrarse, le lanzo un beso. Su sonrisa
genuina me estremece. Amo tanto a este hombre que veo la vida en
su mirada.

Sintiéndome aún sofocada, camino hasta la puerta del


departamento colocando mi huella para abrirla. Al entrar la cierro a
mi paso y dejo el regalo de Mark en la mesa de centro.

—Pero si esto está marchando mejor de lo que pensaba —la voz


femenina que escucho, me aterroriza, volteo hacia la dirección de
donde proviene el sonido—. Hola, querida.

—Rachel, ¿qué haces aquí? —Jackson sale de la habitación de


Mark, siguiendo los pasos de la mujer que me apunta con su arma.

—¿Ustedes que hacen aquí? —Entrando en pánico, retrocedo.

—Das un maldito paso mas o intentas salir y disparo —amenaza


Mishell—, de verdad quiero esperar a que Mark llegue, porque no
está y sé que en cualquier momento aparecerá. Le tenemos
preparado un gran regalo de cumpleaños.

—¿Sabías que ella estaría aquí? —Escucho a Jackson preguntarle


muy bajo— Eso no era parte del plan.
—¿Plan? —Pregunto con un hilo de voz—, ¿Qué pretenden?

Ante la evidente respuesta, el nudo en mi garganta y estómago me


horrorizan de formas inexplicables hasta dejarme paralizada. No soy
capaz de moverme.

—Por supuesto que la tonta estaría aquí, te dije que era el


cumpleaños del imbécil de Mark —habla y la escucho tan lejos.
Observo cada mínimo movimiento en ellos, frunzo el ceño al ver que
Jackson sostiene un arma en sus manos que por el momento
apuntan hacia el suelo—. Encárgate de ella.

Le ordena Mishell, retrocedo y ella amenaza con soltar el gatillo.


«No juegues conmigo, niña estúpida, porque lo haré y apenas entre
el imbécil de Mark, también»

—Están enfermos —es lo único que logro pronunciar, continúo


estática, con lágrimas que mis ojos no desbordan, pero están ahí.
«Mark, por favor, quédate donde estas. No vengas aquí» Suplico en
mi mente, esperanzada.

—¡Jackson, haz lo que te dije! —Grita ella, él la obedece, intento


evitarlo, impedir que se acerque, pero me sujeta del brazo, mientras
Mishell continúa apuntándome—. Llévala a la habitación hasta que
Mark regrese. Y de paso ya que estuvo tantos años jugando contigo,
diviértete un poco ahora, quieres.

—Suéltame —le pido a Jackson, horrorizada por las palabras


insinuantes de ella—, déjame.

Deseo gritar, moverme con más agilidad o si quiera moverme, pero


no puedo y la impotencia hace que el nudo en mi garganta aumente,
haciéndome presa del pánico.

—No hagas estupideces, Rachel —Jackson me sujeta con fuerza,


arrastrándome hasta la habitación de Mark, cierra la puerta tras
nosotros. No entiendo lo que me pasa, él me maneja a su antojo,
haciéndome sentir débil e incapaz de enfrentarlo. Me asusta el
hecho de saber que en cualquier momento Mark regresaría y ellos
estarían al asecho—. Yo te lo advertí cielo, te dije que él lo pagaría.

—Por favor —mis manos tiemblan, sin embargo las llevo a su


chaqueta, empuñando la tela con vehemencia—, te lo pido. No lo
lastimen...

—¿Es lo único que te importa? ¿Ese imbécil? —Grita, alejándome


de él con un empujón que me hace retroceder hasta el pie de la
cama—, maldita sea, Rachel. ¿Te encanta humillarme?
Recordándome cada puto momento que siempre lo elegirás a él. Y
qué lástima por tu amor porque la única manera de que dejes de
elegirlo será desapareciéndolo.

—No elijo a Mark, no más —entre sollozos le aseguro. Jackson me


mira desconcertado—, te lo prometo, me alejaré de él, ya no deseo
seguir con esto... Yo debí hacerte caso antes, debí dejarlo.

—¡No me vengas con palabras que crees que quiero escuchar! —


brama incrédulo, niego con la cabeza, provocando que mis ojos
derramen lágrimas, una tras otra.

Pese a que deseo convencer a Jackson de olvidar cualquier plan


que tengan, mis palabras no dejan de ser reales. Fui egoísta,
creyendo que nada pasaría. Jackson me lo advirtió y yo solo intenté
convencerme de que todo estaría bien.

No puedo evitarlo, empiezo ahogarme de nuevo en aquellos


sentimientos, que me repiten de la manera más insensible lo egoísta
que he vuelto a ser con alguien a quien amo.

—Por favor...

—¡Por favor te pedí yo tantas veces! —grita apuntándome.

—Me alejaré de él —repito, el hombre frente a mí sonríe negándose


a creer en mí a palabras—, Te lo prometo por ella, por mi madre —
una nueva oleada de lágrimas se deslizan por mis mejillas—. Jamás
la mencionaría si no fuese real lo que digo, lo sabes. No volveré a
acercarme a Mark, pero no dejes que Mishell lo lastime, ¡No lo
lastimes tú!

Mis ultimas palabras las grito con ira, frustrada, llena de rabia. «Ya
es tarde» Asegura él y mis latidos se detienen por sus palabras.

— Lo va a pagar.

—Él no tiene nada que pagar, ¿no lo entiendes? —me mira furioso,
sosteniendo el arma con más fuerza—. Si hay culpables aquí,
somos los dos. No Mark.

—Deja de abrir la puta boca solo para defenderlo o idolatrarlo —


espeta con frialdad, acercándose, hasta dejar la pistola en mi frente,
presionándola contra mi piel—. Eres una perra por permitir que él se
te acercara, pero fue ese bastardo que te alejó de mí, con sus
promesas baratas.

—Y tú deja de hacerte la víctima—me atrevo a decirle, los nervios


empiezan a alterarme—. Te has creado una mentira tan grande para
sostener tu cobardía, que ahora eres incapaz de diferenciar la
realidad de las cosas.

—Esa es la verdad —gruñe.

—No, no la es. Porque Jackson, aún si Mark no existiera, ¿crees


que yo hubiese regresado contigo? Después de que me traicionaste
con aquella chica, con la cual no tuviste problema de gritarle al
mundo tu amor por ella. Cuando minutos antes intentabas acostarte
conmigo. ¿Crees que yo hubiese perdonado los rumores que
creaste con la única la intención de denigrarme? Estás muy mal de
la cabeza si piensas que ha sido Mark el que me alejó de ti.

—Lo sé, maldita sea —habla entre dientes, dando pequeños pero
intensos golpes a mi frente con el arma—. Sé que yo soy el culpable
de todo. Pero no puedo dejar de odiarlo por tenerte.
—Cumpliré con mi palabra, me alejaré —aseguro—, pero termina
con esto, váyanse de aquí.

—Aunque quisiera creerte y disfrutar de que lo dejes —habla


sonriente, alejando la pistola de mí—, no puedo... Ya te perdí a ti.
No voy a perder a mi hijo.

—¿Hijo? —Lo miro confusa, despertando mi curiosidad.

De repente, el sonido de la puerta anunciando la llegada de Mark al


departamento me alarma, provocando que un dolor desmedido me
atraviese el pecho, dejándome sin respiración y aliento.
Erróneamente intento correr hacia la salida, pero Jackson tira de mi
cabello, lanzándome de bruces contra el suelo.

—No lo intentes Rachel, no intentes jugar conmigo porque vas a


arrepentirte —vuelve a apuntarme, sus ojos que por un momento se
habían suavizado al mencionar aquella palabra «hijo»... Se
transforman, me mira enardecido por la furia—, no olvides que esto
es tu culpa, porque yo te lo advertí.

—¿Dónde está? ¿Qué le has hecho? Rachel. Rachel —el grito


agudo y ensordecedor de Mark estremece todo mi cuerpo, el dolor
en su voz seguido de un disparo termina por arrebatarme el aire.

—¡Mark! —profiero un grito desgarrador, me pongo de pie corriendo


hasta la puerta, no me importan las amenazas de Jackson, forcejeo
con él, luchando por salir de la habitación—. Mark, no...

Clamo desconsoladamente, respirando a gran velocidad y sollozo,


en medio de la angustia intento sin éxito soltarme del agarre de
Jackson.

—Está bien, amor, todo está bien —escucho la voz de Mark a lo


lejos.

—Vuelves a intentar acercarte y el próximo disparo será para ti o


para la estúpida esa —Mishell habla y siento el alma volverme al
cuerpo, sin embargo, no dejo de temblar, pensando en lo que ellos
serían capaces—. Arrodíllate, vamos.

—Vas a hacer todo lo que digo, ¿lo entiendes? —me ordena


Jackson, colocándome frente a él, rodea mi cuello con su brazo,
volviendo a apuntarme, esta vez en la sien—, o vas a lamentarlo.

—Te odio, te odio tanto —digo entre dientes, sintiendo


profundamente cada letra de aquella palabra—, Eres tan
despreciable.

—Y yo te amo, Rachel, a mi manera, pero lo hago —la rabia


irrefrenable que siento al escucharlo me arrancan nuevas lágrimas.

—¿Amarme? Si me amaras no lo lastimarías a él, porque si él


sufre...

—Tu también lo harás —gruñe—, lo sé, pero yo dije que te amaba


mi amor, no que no quería verte sufrir.

Su discurso termina apenas Mishell lo llama, me obliga a abrir la


puerta para salir de la habitación. Chillo al ver a la mujer apuntando
a Mark que está de rodillas en el centro del salón. Nuestras miradas
se cruzan, sus ojos se han puesto rojos, nos miramos sin decir una
palabra.

Tampoco es necesario, la tensión en su rostro, la furia, impotencia y


tristeza en su mirada lo dice todo.

—Amor —susurro, él me sonríe herido.

—Todo estará bien —murmura con seguridad.

—Que bonito encuentro, ¿no es romántico? —Con ironía Mishell


habla, está frente a Mark y de perfil hacia nosotros, me llama la
atención su aspecto y el pequeño bulto en su vientre.

—¿Está embarazada? ¿De ese hijo me hablabas? —Reflexiono en


voz alta y siento la presión más fuerte en mi cuello por parte de
Jackson.

—Ese no es tu puto problema —espeta la mujer sin dejar su


atención en Mark—, Jackson, todo tuyo.

Obedeciéndola él sigue sus instrucciones, me libera de su agarre,


advirtiéndome que Mishell dispararía si hago algún movimiento. Lo
veo caminar acercándose a Mark, ambos lo apuntan con la pistola
hasta que ella decide centrar la tensión en mí al igual que el arma
en sus manos. Las lágrimas me nublan la vista.

—Nos volvemos a ver las caras, estimado profesor —le habla


Jackson a Mark quien sigue observando en mi dirección—. ¡Mírame!
Repite ahora que me matarás si me acerco a mí chica, repítelo
ahora. ¿Qué pasó con tu protagonismo de héroe, se acabó porque
no está tu copia barata?

—¿Qué se siente ver a tu amorcito muriendo en manos de tu ex? —


El susurro de Mishell me distrae de la escena, la miro soportando
las ganas de lanzarme sobre ella y hacerla pagar por esto. El deseo
de acabar con ellos con mis propias manos me invade, ruego en mi
mente porque así sea—. Exactamente esa es la pregunta que te
haré antes de enviarte con tu mamita. Que por cierto —se carcajea
—, ha sido tan patético y chistoso que hayas dejado a este imbécil
tanto tiempo. Lo disfruté.

—Vamos, defiéndete —grita Jackson, vuelvo la mirada hacia ellos,


chillo viendo como lo golpea, proporcionándole patadas en el pecho
y estómago, Mark dobla su cuerpo, no hace mucho por defenderse
—. Maldito bastardo.

—Vinieron a mi departamento, están aquí por mí, ¿no? —la voz de


Mark es asolada por la expresión desesperada de su tono—,
entonces déjenla en paz a ella.

Su comentario hacen estallar a carcajadas a nuestros verdugos.


—Eres patético Mark —al ver que Mishell se distrae intento
acercarme, pero ella retrocede—. Eh, estúpida, ¿tan rápido quieres
acabar con el show? Te mueves y se terminó, para él y para ti.
Vamos, arrodíllate y pon las manos en la nuca.

Hago lo que me dice, mientras mi corazón se mantiene en un puño,


giro la cabeza, observando con odio a Jackson y su manera tan
salvaje de golpear a Mark. Le suplico que pare, aún tras las
amenazas de Mishell, ordenando que me calle, pero él sigue,
dándole patadas esta vez por distintas partes del cuerpo, lloro al
verlo retorcerse en el suelo, incapaz de defenderse y cuando intenta
hacerlo, Jackson hace amagos de soltar el gatillo. «Por favor para»
suplico, los quejidos de Mark se mezclan con mis sollozos. ¿Por que
nadie aparece en este jodido momento? ¿Qué se supone que deba
hacer? ¿Dejar que lo golpeen? Me lástima verlo y escucharlo
quejarse, sin poder hacer nada. Porque joder, odio el hecho de que
estar quieta parezca la peor decisión de mi vida y a la vez la más
acertada.

—Te dije que la pagarías, una a una —Jackson le dice—. Lastima


que ni siquiera seas capaz de defenderte.

—Lástima siento yo de ese bebé en camino, la clase de padres que


tendrá —en medio del dolor comento, asqueada por las personas de
nuestro pasado.

—¿Y quién te dijo que nacerá? —Mishell inquiere, la manera


malévola con la que habla me deja parapléjica y no soy la única que
se sorprende. Observo a Jackson detener su hazaña con Mark para
mirarla.

—¿Qué dijiste? —Le pregunta, acercándose—, ¿qué demonios


dijiste?

—¿Qué haces imbécil? Te dije que no podías alejarte de él.

—Y yo te dije que no volvieras a repetir esa puta idea de mi hijo —la


rabia que emerge en el tono de Jackson me desconcierta. Toma a la
mujer del brazo, sacudiéndola a tal punto que la obliga a soltar la
pistola en su mano—. Tenemos un trato, maldita sea.¡No vuelvas a
decirlo! Porque te mataré.

La pequeña distracción en la que ellos están parece la oportunidad


perfecta para nosotros, regreso mi mirada hacia Mark, con su rostro
totalmente ensangrentado intentando levantarse. Me debato entre ir
por el arma que Mishell ha soltado y está a unos centímetro de ella
o acercarme a mi novio.

—¡Dispárale ahora! —Mishell ordena—. Te lo dije, no traeré al


mundo a un niño cuyo padre es un cobarde. ¡Dispárale!

Tomar el arma parece la mejor opción, hasta que la orden de Mishell


amenaza con ser cumplida, Jackson apunta a Mark revelando su
único deseo y mi decisión es clara; No. No puedo permitir que le
hagan daño.

Decido que debo actuar, antes de que aquellos perturbados


terminen cumpliendo con su objetivo. Desesperada, me levanto,
corriendo hasta Mark. Todo sucede tan rápido, el miedo sigue
presente, pero un alivio descomunal invade mi cuerpo cuando siento
los brazos del amor de mi vida rodearme.

Y entonces, toda pesadilla que parecía acabar apenas sus brazos


me rodearon, vuelve con el sonido seco de un disparo.

Sollozo, sintiendo el mundo derrumbarse a mis pies. Nada puede


ser peor que ver la felicidad o la misma vida escabulléndose entre
tus manos.

Esto no es real,
este no sería nuestro final.

Me alejó levemente de Mark, para alzar mi cabeza y verlo. Lágrimas


empiezan a caer imparables por mis mejillas, el reflejo del dolor en
su mirada, me desgarra el alma.
—Rachel, mi amor —siento sus brazos sostenerme antes de que mi
cuerpo desfallezca hacia el suelo—. No no. por favor, mírame.

Con sus ojos llenos de lágrimas, su voz rota me suplica y la


sensación de dolor en mi corazón, se propaga por todo mi cuerpo, al
bajar un poco la mirada, visualizo la sangre instalada en mi pecho.

—¿Qué me hiciste hacer? —escucho a Jackson reprocharle a


Mishell—. Mierda, Rachel... Rachel lo siento. Yo...

—¡No te atrevas a acercarte! —grita Mark, abrazándome con más


fuerza, acomoda mi cuerpo en su regazo.

—Jackson, termina con ellos y deja de ser tan ridiculo —es lo último
que escucho, antes de que golpes en la puerta me devuelvan la
esperanza—, tu tienes la culpa. Nos van a atrapar. ¡Maldita sea!

—No te atrevas, Mishell —continúan con su discusión, aunque me


centro en Mark y sus súplicas, puedo escucharlos—. Déjala.

—Señor Harvet, hemos escuchado disparos, ¡abra la puerta! —Es


Julián. Sonrío adolorida... Él siempre tan oportuno— La policía está
aquí. Señor Harvet, Rachel, ¡Respondan!

Una lágrima se desliza por mi mejilla, me siento perdida de lo que


sucede a nuestro alrededor, oigo voces, gritos, pero soy incapaz de
ver más allá del rostro de Mark. «Las manos arriba, no se muevan»
Me parece escuchar y vuelvo a sonreír.

—Han llegado por nosotros —sollozo en medio del temblar de mi


cuerpo.

—Así es, cariño —él posa su mano en mi mejilla, lagrimas tras


lagrimas inundan sus ojos. «Todo estará bien» Asegura, intentando
convencerme y convencerse.

—Me duele —el miedo y el dolor aceleran los latidos de mi corazón.


—Lo sé, amor —solloza con fuerza—, ¡Una ambulancia, por favor!
—grita mirando a su alrededor—, todo irá bien, lo prometo.

Habla desesperado, asiento intentando creer en sus palabras, pero


la sangre que sube hasta mi cabeza provocándome escalofríos,
anuncia lo contrario. No... No está bien.

—Mark —clamo por el dolor que me arrebata el aire—. No puedo...

—No hables, mi amor —lágrimas empapan su rostro—, ¡ayuda,


maldita sea!

—Mark, mírame —le pido con la respiración entrecortada, él niega


con su cabeza, cerrando los ojos. Recordar cada momento de
nuestra historia me da la fuerza que necesito para continuar—... Aún
si es el final como no, quiero recordarte que he sido tan feliz a tu
lado... En medio de tormentas siempre has sido mi paraguas. Te
amo.

Todo a mi alrededor desaparece, el silencio que empieza a


invadirme la mente me asusta y de lo único que soy consciente es
de su llanto desgarrador mientras se aferra a mi cuerpo. Los ojos
me pesan y el dolor que emite mi corazón a cada parte de mi alma,
me obliga a cerrarlos.

—¡No! No acepto tus te amo de esta manera, ¿lo entiendes? ¡No los
acepto! —grita y siento como mi cuerpo se desvanece poco a poco
entre sus brazos.

"Rachel, por favor"


"Amor, no puedes dejarme"
"Que te despiertes, joder, hazme caso"
"Vale por una vida juntos. Mi vida, por favor"
"Te amo, cariño, por favor, despierta, todo está bien"
"LUCHA. JODER. AMOR. POR NUESTRA FAMILIA"
"No me dejes, no puedes hacerlo"

Escucho la voz de Mark como un eco en mi cabeza...


«— Era Ella.
Cualquiera que haya estado enamorado captará todos los
significados radiantes que caben en las cuatro letras de esa palabra:
Ella.
Era ella, efectivamente. Marius apenas si la divisaba a través del
vapor luminoso que le había inundado de pronto los ojos. Era
aquella dulce criatura ausente, aquel astro que lució para él durante
seis meses; eran aquellos ojos, aquella frente, aquella boca, aquel
hermoso rostro que se desvaneció y, al irse, trajo la oscuridad de la
noche. ¡La visión se había eclipsado y volvía a aparecer!
¡Volvía a aparecer entre aquella sombra, en aquella buhardilla, en
aquel tugurio informe, entre aquel espanto!
Marius temblaba como un azogado. ¡Cómo! ¡Era ella! Los latidos del
corazón le enturbiaban la vista. Se notaba a punto de romper en
llanto—»
Pasaje de «Los miserables» De Víctor Hugo.
37. Estás aquí
Los gritos cesan,
las personas que a mi alrededor hablaban ya no se escuchan,
hay silencio en el lugar, pero ruido en mi alma.

En ese instante, el sonido de una alarma se intensifica, abro los ojos


de par en par, me siento desconcertada y perdida.

—Rach, amor, despierta o se hará tarde para tu viaje —esa voz...

Aquella voz dulce y añorada me paraliza un instante.

—¿Mamá? —La llamo. Verla a mi lado, sentada al borde de la


cama, mirándome provoca que los latidos de mi corazón retumben
con la fuerza de una estampida.

—Sí, mi amor... ¿Qué pasa? —Parpadeo un par de veces,


incrédula.

—Extraña —pronuncio sentándome en la cama con celeridad, la


estrecho entre mis brazos, mientras lágrimas ruedan por mis mejillas
—, estás aquí.

—Lo estoy, mi vida —me abraza y me siento frágil, pequeña y


vulnerable a su lado. ¿Por qué me desconcierta verla? Estamos en
casa. ¿Por qué me siento rota ante su cercanía?

Existen tantas preguntas, que ahora no tienen respuestas. Siento


qué hay palabras que desean salir de mi boca, pero se estancan en
las profundidades de mi garganta, dándome la sensación de que he
olvidado algo importante.
«Se hará tarde para tu viaje» Vuelve a mencionar, desorientada
completamente, frunzo el ceño, alejándome un poco de ella para
observarla.

—¿Cuál viaje? —Cuestiono.


—El de fin de curso de la universidad —aclara alegre—. Vamos,
extraña, deja la pereza atrás, Mark y Steven llegarán pronto por ti.

—No iré —suelto, ella me mira sin entender mi arrebato, ni siquiera


yo lo entiendo—. Prefiero acompañarte a casa de la abuela. Sé que
el paseo de fin de curso será el primer viaje que tendríamos con
Mark, pero no lo sé... No me apetece ir. Le enviaré un mensaje.

Las facciones de su rostro se endurecen ligeramente, sin embargo,


asiente y antes de salir de la habitación me sonríe, informándome
que en media hora estaría lista para ir al pueblo donde mi abuela
vive.

Aún en la cama, estiro mi brazo hacia la mesita de noche en busca


del móvil, no lo encuentro, pero el sonido de este no tarda en
hacerse presente desde algún lugar de la habitación, lo escucho tan
fuerte, que causa un dolor incesante y tortuoso en mi cabeza. Me
nubla la vista, llevo las manos a mis oídos esperando que el ruido
desaparezca.
Siento un dolor extraño en todo mi cuerpo, como punzadas casi
impredecibles, pero persistentes. Al cerrar los ojos es donde
descubro que el silencio y la calma la encuentro en la oscuridad.

***
—Rach, te lo dije cielo, si quieres puedo manejar yo —la voz de mi
madre me obliga a abrir los ojos nuevamente, no tener noción del
tiempo o espacio me aturulla, encontrarme conduciendo en la
carretera totalmente desorientada, sin recordar el rumbo exacto deja
de importar apenas mamá vuelve a hablar—. Quedan algunas horas
para llegar a casa de tu abuela.

Su voz temblorosa resuena en mis oídos. Centro mi atención en ella


un momento, tiene el rostro pálido, parece cansada. Sus ojos
marrones están apagados, han perdido aquel brillo que los
caracteriza.

—Extraña, ¿estás bien? —pregunto y asiente como respuesta, al


tiempo que se lleva la mano al pecho, le duele, puedo verlo en su
mirada—. Mamá, ¿qué pasa?

Niega con la cabeza, musita palabras para que vuelva a centrar la


vista en la carretera, hago ademán de obedecerla, pero un nuevo
quejido de su parte me obliga a observarla una fracción de
segundos más. De repente cierra sus ojos, desplomándose en el
asiento del copiloto, grito, intentando tomarla del brazo con una
mano, mientras que con la otra mantengo el control del volante.
«Mamá, por favor, respóndeme» Le suplico con la vista a la
carretera, pero la falta de respuesta de su parte me roba todo el
dominio de mi propio cuerpo e intento frenar el coche, sin embargo,
el estrépito sonido de un claxon me hace pensar en la mala idea que
es.

El camión frente a nosotras, amenaza con salirse de su carril, la


intención por esquivarlo es inútil. Todo sucede tan rápido que no
diviso más que el impacto del vehículo, incrustándose poco a poco
en nuestro coche, giro hacia mamá, cubriendo su cuerpo con el mío.

***
Cláxones a la distancia, el sonido de un disparo, ecos abigarrados y
quejumbrosos de ambulancias e intensos chillidos del monitor de
signos vitales se instalan en mi cabeza. Al abrir los ojos esta vez no
hay más allá que una oscuridad absoluta.

—¿Qué está pasando? —sollozo aterrorizada ante las diferentes


escenas en mi cabeza; el accidente con mamá, Jackson apuntando
con el arma a Mark. No entender lo que sucede me debilita, caigo
sobre mis rodillas, rogando porque el ruido y el dolor en mi pecho
desaparezcan. Ni siquiera soy capaz de distinguir qué situaciones
son reales o producto de mi imaginación... Lo único que puedo
pensar es en lo asustada y sola que me encuentro.

— Nunca lo has estado, mi vida —Esa voz... Mi madre. Me levanto


del suelo y giro buscándola.

—¿Mamá?
—Nunca has estado sola, hija, estoy aquí —doy media vuelta y
finalmente la veo. Me acerco a ella, reclamando aquel necesitado
abrazo—. Mi pequeña... ¿Por qué estás haciéndote esto?

—Por favor, no vuelvas a separarte de mí —le suplico .

—Rach, tienes que dejar de cuestionarte que hubiese sido diferente


si aquel día hubieses estado a mi lado —el tono bajo de su voz
emite un sollozo—, debes aceptar y entender que se puede cambiar
la dirección, pero no el destino.

—No vas a volver, ¿verdad? —mamá niega con su cabeza, me


aferro a sus brazos.

—No amor... Ese día nuestras vidas debían separarse, nuestro


destino era diferente y tú estabas donde debías estar —su voz
cálida me trasmite paz—. Necesitas soltarme, hija.

—No puedo —me niego—, tengo miedo de olvidarte, mamá, olvidar


tu voz, tus abrazos...

—Tu siempre puedes, Rach —ella me sonríe—, y es momento de


regresar, ellos están esperando por ti.

Murmura alejándose poco a poco de mis brazos, no deja de


sostener mi mano entre la suya. Sin perderme algún detalle observo
cómo va soltándome, y los latidos de mi corazón se aceleran. «Te
amo, mi pequeña extraña, eso nunca lo olvidarás» Dice antes de
desaparecer.

—Rachel —abro los ojos al reconocer su voz.

—Mark —hablo en un susurro muy bajo.


—Estoy aquí, amor —asiento, recibiendo la calma que me brindan
sus palabras, mi respiración es agitada y aún no estoy del todo
consciente de lo que hay a mi alrededor. Solo del hombre a mi lado,
con el rostro lleno de moretones, profundas ojeras y una sonrisa
dulce dibujada en el rostro. Siento su mano sostener la mía—. No
hables, descansa, estaré aquí contigo.

Su tono de voz es suave y pausado, casi solemne.


La promesa que hace es todo lo que necesito para dejar de lado mis
preocupaciones. Cierro los ojos en lo que me parece un par de
minutos.

***
—Aún no puedo creer que ese hijo de puta ha sido capaz de esto —
el comentario enfurecido de Amy me aleja del estado somnoliento
en el que me encuentro—. La cárcel es poco para lo que merece.

Con esfuerzo intento abrir los ojos, pero se sienten pesados.

— Señorita, por favor... Está en un hospital —la regaña un hombre,


el cual la voz me es completamente extraña.

—Lo siento, pero empiezo a desesperarme, dijo hace tres días que
todo había salido bien en la extracción de la bala, sin embargo, ella
no despierta —la escucho chistar.

—Señorita Martins, como ya lo he mencionado antes, pese a que


afortunadamente la bala se alojó a la altura del omóplato, causando
heridas sin riesgo de vida, hubieron lesiones y hay que darle tiempo
a su recuperación —el doctor explica, dejo atrás la lucha por abrir
mis ojos o moverme y lo escucho atenta.

— Es que es un cabrón —dice Amy furiosa, pero en seguida se calla


—. Vale, vale perdón doctor.

—Por favor, debe conservar la calma. Los dejaré solos con la


paciente, si llegase a despertar, eviten agobiarla.
Lo último que escucho son pasos y el chirrido de la puerta.

—¿Agobiarla? —se queja Amy—, ¿lo dijo por mí?

—No, seguro que no —mi abuela habla y mi emoción crece al


escucharla.

—¿Agobiar tú, mono? —una voz similar a la de Mark se une a ellas


—, jamás, cómo crees.

Sonidos de besos y mimos se escuchan, siento mi boca curvarse en


una pequeña sonrisa al imaginarlos. Finalmente mi cuerpo parece
rendirse a la orden de abrir los ojos.

—Nos invaden las hormigas —susurro bromeando con las mismas


palabras que ellos suelen decir.

—Hija —mi nana se apresura a acercarse a la cama donde me


encuentro, rodeándome ligeramente con sus brazos.

Amy sonríe nostálgica, rozándome la mano en la qué hay un


oxímetro de pulso colocado en mi dedo índice y un suero en el
mismo brazo. Ella habla sobre lo mucho que la he hecho preocupar.

—Y estoy tan enojada contigo —solloza, mientras Steven le rodea


los hombros.

—Estoy bien —logro decir, mi voz sale ronca y débil. No ver a Mark
por ningún lado me intriga—, ¿dónde está Mark?

—No ha querido separarse de ti, pero hoy ha tenido que rendir


declaraciones —aclara mi abuela terminando nuestro abrazo.

—Sí, seguramente no tarda en llegar —continúa Amy, en su tono se


instala la melancolía—. Lo van a lamentar, Rach... Ellos pagarán
todo lo que han hecho.

El tema de Jackson y Mishell provoca puntadas de dolor en mi


pecho e incluso termina por afectar a las dos mujeres en la
habitación, al mirarlas, sus ojos se humedecen dejando que las
lágrimas fluyan en absoluta libertad.

—Que bonitas quedaron sus uñas —bromeo, ellas ríen entre


sollozos y Steven se une a sus risas.

—Si los hubiésemos acompañado en ese momento al departamento


—chilla Amy.

—Alguien muy sabia decía que se podía cambiar la dirección de las


cosas, pero no el destino —aún en mi cabeza me cuestiono aquel
sueño donde mi madre aparecía—. Me alegra saber que ustedes
estaban lejos de todo eso y que Mark no haya estado solo en el
departamento aquel día.

—Rach, tiene razón —Steven rodea la cama, lo veo acercar su


rostro al mío, depositando un beso en mi mejilla—. Gracias, gracias
porque no solo salvaste la vida de Mark, también la mía y la de mi
familia.

Niego con la cabeza, no había nada que agradecer. Estoy apunto de


responderle, pero la puerta se abre y mi corazón se paraliza al ver al
hombre que aparece tras ella.
Mark camina hacia mí, mientras las personas alrededor se alejan, al
llegar al costado de la cama, se inclina, posando sus labios en mi
frente, lo siento respirar con pesadez, deseo ver sus ojos, borrar el
recuerdo del dolor en su mirada. Él parece adivinar mis
pensamientos, acerca su palma a mi mejilla y fija sus ojos en los
míos.

De la misma manera que él lo hace conmigo, estudio cada una de


sus facciones; Aquellos preciosos ojos esmeraldas que tanto amo
están llenos de ilusión pese a que lucen rojos e hinchados.

—Rachel —susurra—, imagina un futuro sin ti ha sido...

Incapaz de concluir sus palabras, esconde su rostro en mi cuello,


hay un momento de absoluto silencio, lo acaricio colocando mi mano
en su nuca. Mi abuela, Amy y Steven hacen señas de que saldrán
de la habitación, les sonrío como respuesta.

—Estamos aquí, juntos Mark.

—Lo sé —asiente, buscando mis ojos—. Te vi luchar con tantas


fuerzas por tu vida, por nosotros, que en ese momento supe que
aunque el mundo explotara se necesita algo más fuerte para
separarnos.

Su voz es baja e igualmente melodiosa, con cuidado me abraza y


sentir los latidos de nuestros corazones mezclarse, es la sensación
más bonita del mundo.

No tengo noción exacta del tiempo qué pasa, pero es lo


suficientemente sanador, para cuando el doctor entra a la habitación
a evaluar mi estado, logro identificarlo, es Andrés.

Su revisión es rápida e igual de positiva... Y lo que él denomina


llegar justo a tiempo yo le llamo; Ayuda divina.
Andrés da indicaciones a la enfermera que lo acompaña para que
aplique medicamentos a mi suero.

—Rachel, es importante que descanses —indica el doctor


mirándome a mí y luego a Mark—, y tú también deberías descansar,
Harvet.

Mi novio sonríe agradeciéndole, la empatía entre ellos es inusual,


pero buena. Antes de marcharse le agradecemos a Andrés. Y Mark,
que se había alejado para dejar al personal del hospital hacer su
trabajo, vuelve a acercar.

—Mark... ¿Qué pasó con Jackson? —Me atrevo a preguntar, él


niega e insisto.

—Jackson confesó —dice y parecen buenas noticias, sus facciones


sin embargo, se endurecen asegurándome lo contrario—, se declaró
único responsable. E intenta hacer creer a la fiscalía que obligó a
Mishell a ayudarlo.

—Ella le daba órdenes a él. La está encubriendo.

—Steven y su bufete se están encargando, no te preocupes por


nada de eso, cariño. Descansa.

—Solo si tú descansas conmigo —haciendo un poco de esfuerzo,


me desplazo con lentitud de la cama, dejándole un espacio para él.
Sonríe, negándose—. Amor, lo digo en serio.

Es evidente que apenas ha dormido.

—Solo hasta que te quedes dormida —aclara, acostándose a mi


lado, me quedo de costado frente a él, apoyando el cuerpo
mayormente en mi hombro contrario a la herida y descansando la
mejilla en su pecho. Mi mano ocupada por el suero y oxímetro se
sitúa entre nosotros, y con el otro brazo le rodeo el torso a él,
cuidando de no estirarlo por completo para que dolor no aumente—.
¿No estás incómoda así?

—No —aseguro, abrazándome un poco más a él, la verdad es que


estoy bastante cómoda, estar acostada boca arriba todo el tiempo
estaba resultando molesto—, estoy tan bien así, junto a ti, en tus
brazos.

Como un ave que vuela y vuelve exhausta a su nido, a su hogar,


encontrando la paz y el descanso que necesita, es como me siento
en estos momentos. Mark me acaricia el cabello, cierro los ojos.
Y su cuerpo relajándose junto al mío es la afirmación de nuestra
celestial cercanía de amor e interés mutuo.

Las horas, los días y las noches pasan, observándonos juntos en


aquella habitación de hospital, mi nana, Amy y Steven llegan a
visitarme por las mañanas, justo después de que Mark regrese a su
departamento a hacer cambios de ropa y alistarse para sus clases
temporales en línea.
Aunque hoy era la excepción, apenas amaneció, él fue a casa de mi
abuela a traerme ropa, finalmente Andrés había firmado mi alta.
Después de casi una semana, regresar a casa me hacía ilusión.
Aún quedaban asuntos pendientes en la fiscalía, respecto a mi
declaración de los hechos y las cumpliría en los próximos días. Pero
ahora no quería pensar en el tema, deseaba seguir sintiéndome
libre y segura sabiendo que Jackson y Mishell estaban detenidos,
siendo investigados.

—Esta es la receta e indicaciones —una vez Mark y yo estamos


listos para marcharnos, El doctor nos entrega un papel, el cual mi
novio toma en sus manos, agradeciéndole.

—Gracias, Andrés —le digo, el asiente sonriéndome.

—De nada, Rach, siempre que me necesites —hace una pausa,


aclarándose la garganta—... Necesiten, estaré aquí.

Le sonrío como respuesta, él sale de la habitación, luce incómodo y


a decir verdad, el mismo ambiente empieza a serlo.

—Perdió las esperanzas, pero no el gusto —comenta Mark, lo miro,


una de sus cejas se elevan. Inmediatamente caigo en cuenta de que
está celoso.

—¿Sabes lo guapo que te ves celoso? —me echo a reír,


colocándome frente a él.

—Y lo preciosa que te ves tú sonriendo —habla tomándome de la


cintura, acercándome un poco a él, evitando el contacto del
cabestrillo que sostiene mi brazo—. Es que eres magia, te escucho
reír y todo lo malo desaparece.

— ¿Has escuchado mi risa escandalosa acaso? —bromeo.

— La he escuchado. Es la que más me gusta.


—Oh, Mark —sus palabras me emocionan, decido acercarme más y
le doy un beso. Me pierdo en la dulzura de sus labios, en lo letal que
empiezan a ser sus caricias en mi cintura hasta llegar a mis glúteos
—. En casa nos deben estar esperando...

Le recuerdo, él asiente, observando con exagerada fascinación la


receta que el doctor le dio y se encuentra en su mano.

—Medicamentos e instrucciones —lee, mientras aleja su rostro


ligeramente del mío, la sonrisa que se dibuja en sus labios trasmite
alegría—, no hay prohibiciones.

—No las hay —confirmo, sintiendo el tono ardiente en mis mejillas.


Y lo que empezó como una broma, se vuelve más intenso cuando
con cuidado, me toma del mentón, acercando sus labios a los míos,
de manera lenta y sensual.

Es imposible negar la necesidad que ambos tenemos de volver a


sentir aquella unión que hace al mundo desaparecer, donde solo
existimos él y yo. Estoy tan sumergida en mis pensamientos que
apenas logro escuchar la puerta abrirse.

—Lo siento, lo siento —Katty, una de las enfermeras entra, yo


retrocedo, alejándome de Mark para observarla—, pensé que ya no
había nadie en la habitación.

—No te preocupes —hablo tan rápido, empujada por los nervios—,


nosotros estábamos leyendo las prohibiciones en la receta... Las
indicaciones. Las indicaciones.

Lo último lo susurro tan bajo, riñéndome internamente. Katty sonríe


y él mismo Mark se une a su diversión, lo miro, animándolo a
intervenir.

—¿En la farmacia de la esquina puedo conseguir todos los


medicamentos de la receta? —Mark cambia el tema, lo cual
agradezco.
—Sí, excepto las inyecciones que la encontrarán en la farmacia de
la calle siguiente —al escuchar a Katty siento palidecer.

—¿Inyecciones? ¿No pueden ser sustituidas por alguna pastilla? —


La enfermera niega y empiezo a reír de los nervios.

Sin decir más, nos despedimos de ella y antes de abandonar la


habitación Katty no duda en ofrecerme una silla de ruedas, pero
niego, «Estaba besuqueándome tan enérgica con mi novio, puedo
caminar» Responde llena de reproches la vocecita molesta de mi
cabeza. Tiene razón.

—Buscaré en internet si se puede sustituir esa inyección por una


pastilla —bromeo inquieta.

—Señorita Lombardo, ¿a caso usted le teme a las inyecciones? —


Mark me sostiene de la cintura mientras avanzamos hasta el coche.

—No... Es solo que no hay nadie en casa que pueda aplicarla.

No sé porqué, pero empiezo a reír ante mis excusas y mi herida


parece doler un poco más. Siempre he evitado las inyecciones,
incluso en mi método anticonceptivo las evité.

—En ese caso, qué bueno que no le temes —al llegar al coche se
para frente a mí—, porque yo puedo aplicarla.

Comenta en un tono presumido, me rio al imaginar que no habla en


serio.

—¿De verdad?

— Sí —se encoge de hombros. No tenía ni idea— Mi padre nos


obligó a tomar un curso de primeros auxilios por dos años,
enseñaban toda esa clase de cosas.

— No lo sabía... Pero ya no me duele nada.

— Eso no te salvará de la inyección, cariño —me regaña.


—¡Va a doler! —hablo y Mark niega, acercándose para besarme.

—Lo haré despacio, no dolerá —el tono bajo de su voz causa


sensaciones tan buenas en mí que incluso juraría que no estamos
hablando de lo mismo. Sonrío posando una mano en su nuca,
acentuando nuestro beso—, Rachel...

Susurra y creo que puede imaginar a donde mis pensamientos se


trasladan.

—Está bien —finalmente decido ser madura y aceptarlo. No puede


ser tan malo.

—Venga, respira, cariño —me dice apenas entramos a mi


habitación, dejando atrás un momento en el salón a Amy y mi
abuela.

—Rápido, amor —resignada me siento en la cama, subiendo


ligeramente la manga del vestido, Mark niega.

—Lamento decirte que son cinco mililitros que se deben aplicar —mi
boca se abre y él ríe, disfrutando de la situación—-. Tú eliges mi
amor, glúteo mayor, muslo lateral externo, o área ventroglútea.

—¿Cuál dolerá menos? ¿Cuál se te da mejor? —Pregunto seria, él


ladea la cabeza, sonriendo con una pizca de chulería. No hace falta
la respuesta. «Culo»

Tomando aire me acomodo boca abajo en la cama con la ayuda de


Mark, él coloca una almohada en la cual puedo apoyar ligeramente
mi hombro, evitando lastimarme, respiro ante mis nervios
disfrazados de sonoras carcajadas. Sentirlo detrás de mí —
alzándome el vestido y frotando enseguida el alcohol en la zona en
la que colocaría la inyección—, no mejora mi estado de nerviosismo.
—Relájate —pide y por más que lo intento no puedo. Muerdo mi
labio, evitando reírme. Ni siquiera es divertido, pero aquí estoy
expresando de la peor manera mis nervios—, si te mueves puedo
lastimarte.

Asiento, indicándole que estoy lista, pero al segundo vuelvo a reír.


Mark suspira durante los diez minutos que me toma controlar mi
ataque de risa. Siento pena con él, pero simplemente no puedo
dejar de reírme ante su seriedad y el hecho de que me diga que
respire para calmarme.
Me riño por no poder controlar mis emociones. Suelo ser tan
irracional cuando estoy nerviosa. Por algo Dory está con nosotros
ahora.

— Rachel —me regaña— Solo respira. No va a doler —rio y el se


une a mi risa—, ya lo sé, había imaginado otra ocasión para decirlo
pero...

—Pero si dices esas cosas yo no puedo estar seria —lágrimas salen


de mis ojos por mi ataque de risa.

—Llevamos veinte minutos así —exagera—, cariño, aunque me


encanta admirar este precioso culo, tienes que dejar que aplique la
inyección. Relájate de lo contrario; sí que dolerá.

—Vale, estoy lista —digo seria.

Vuelvo a sentir sus manos en mi trasero, poco a poco ingresa la


aguja y la tensión amenaza con arrancarme más risas. Mark me
pide que no me mueva e inhalo obedeciendo, pero el líquido que
empieza a ser introducido ordena lo contrario.

—Rachel, hablo en serio —me regaña al ver mi pronto ataque de


risa, detiene la introducción del líquido.

—Vale vale —intento contenerme.


— Falta poco, si lo hago rápido el líquido te va a doler, así que
respira —vuelve a decir en el mismo tono— Vale, ya.

—¿Eso fue todo? —Pregunto relajada al ver que no era tan malo
como imaginaba. Él retira la aguja y finalmente mi ataque de risa
desaparece, Mark me ayuda a retomar mi posición en la cama, me
siento y sonrío al ver el brillo en su frente. Hasta ha sudado el pobre.

—Eso fue todo, creo que yo sufrí más aplicándola —sonríe negando
con la cabeza. No tarda en sentarse a mi lado y tomarme de las
manos, permanecimos callados por unos segundos y creo que por
primera vez después de todo este tiempo, en la intimidad de nuestra
habitación, nos detenemos a pensar en lo sucedido—, estas aquí.

—Nunca me he ido Mark y no planeo hacerlo —le aseguro.


38. Primer día de clases

Las dos siguientes semanas de recuperación fueron mejor de lo que


esperaba, los estudios que Andrés me realizó arrojaron resultados
favorables y estaba feliz por ello. Podía dejar atrás el cabestrillo y
retomar mi vida, incluso las clases en la universidad.
Afortunadamente, las autoridades aceptaron mi justificación de
ausencia, pese a que ellos habían retomado el semestre una
semana atrás.

—Aún es temprano, no ha llegado nadie —informa Mark observando


el salón que está vacío. Nos quedamos afuera del curso, estoy
agradecida por su compañía—, es imposible no recordar ese primer
día de clases donde todo empezó.

—¿Solo le entregamos la hoja? —pregunto dejándome llevar


también por el sentimiento de familiaridad—. Lo recuerdo como si
fuese ayer.

— ¿Algo más que le gustaría entregar, señorita Lombardo?

—Sí, profesor Harvet, hay mucho más que deseo entregarle.

—¿Si? —murmura en tono sensual.

—Si —río, abrazándome a él, sin embargo, nuestra cercanía dura


una milésima de segundos. Escuchar detrás de mí a alguien aclarar
su garganta con exageración, me obliga a alejarme de Mark.

— Buenos días —mal humorado habla el anciano frente a nosotros


—, ¿Son alumnos de mi clase?
—Buenos días. La señorita es alumna de esta clase —responde
Mark.

—Hola —sonrío incomoda al ver su actitud amarga.

— Tales espectáculos no están permitidos en mi clase —dice en


tono gruñón y entra al curso.

¿Espectáculos? Solo nos estábamos abrazando, me encojo de


hombros al ver el rostro lleno de diversión de Mark.

—Eso, diviértete —digo entre risas—, como soy yo la que tiene que
soportarlo en la clase.

—Ya se le pasará —rodea sus manos en mi cintura—, Tu última


clase es a la una, ¿no? —asiento—, A esa hora paso por ti.

—Está bien. Ten un buen día —digo. Una de sus manos van hacia
mi cabeza y la sostiene mientras me da un corto beso—, te amo.

—Yo más —replica, volviendo a besarme, sin embargo, al ver el


reflejo de una chica acercándose y entrando al curso me alejo de
Mark, quien sonríe divertido depositando un beso en mi frente antes
de marcharse.

Inhalo un par de veces preparándome para entrar al curso.

— Buenos días, permiso —saludo, dirigiéndome al asiento cerca de


la pared, detrás de la chica rubia que ha entrado primero que yo. El
profesor me mira mal humorado.

— ¿Eres nueva en la universidad? —Mi compañera se gira para


hablarme—, jamás te había visto.

— Sí —respondo amable—, me llamo Rachel, mucho gusto.

— Lo imaginaba, mucho gusto Rachel, soy Kate. Y primera norma;


El señor Collins está en contra de las demostraciones afectivas y
por cómo te miro —ríe— ha visto lo mismo que yo.
—Ya veo.

—Por cierto, ¿tú novio está soltero? —bromea y su actitud divertida


me hace reír—. Estoy bromeando, pero vaya que está bueno... Y tú
estás hermosa, hacen una pareja tan bonita.

Su comentario me sonroja, pero me agrada, conocer personas que


no temen emitir un cumplido no es muy común en estos tiempos.
Kate se disculpa por ser indiscreta e inmediatamente niego.

—No te preocupes, me agrada —me identifica su indiscreción.

En el poco tiempo que resta para que empiece la clase, mis


compañeros empiezan a llegar, Kate no duda en presentarlos. El
ambiente es bueno, no hay bromas de mal gusto o comentarios
incómodos, todo marcha bien, excepto con el señor Collins que
apenas inicia su clase no duda hacerme partícipe principal de ella.

* Que me presente.
* Señorita Lombardo a la pizarra.
* Lea.
* ¿Cuál es el resultado del ejercicio?
* Escriba el deber en la pizarra.
* Resuelva el ejercicio.

«La clase ha culminado, pueden salir» Es la frase más maravillosa


que escucho después de estas dos horas.

—Si te pareció una tortura, la clase de inglés de la señora Betther te


parecerá un infierno —susurra Kate apenas salimos del curso para
dirigirnos a la clase siguiente.

—¿De verdad? —Pregunto nerviosa, ella hace una mueca de


disgusto asintiendo.

—Es tan antipática, malhumorada, estricta y me odia —comenta.

—¿Por qué te odiaría? —Cuestiono curiosa, se encoge de hombros.


—Porque la amante de su marido se llama Katherine —menciona.

—¿Por un nombre?

—Y es mi prima —mi boca se abre—. Lo sé, pero yo no tengo nada


que ver con ella. De hecho, ni siquiera apoyo sus acciones.

Asiento, apoyando su comentario. Kate no tenía la culpa y la


profesora debía saberlo.
Cambiando de tema, ella empieza a indicarme donde queda la
siguiente clase, alegando que lo mejor era no entrar juntas, para
evitar que la señora Betther se lo tomara personal conmigo.

—No te preocupes por eso.

—Gracias, Rachel —dice, mientras empezamos a subir las


escaleras que nos llevaría a los dos pisos más arriba donde está
ubicado el curso. La respiración de Kate se vuelve cada vez más
agitada—. No me jodas, ¿No estás cansada?

—No —admito.

—Que buen estado físico tienes... Yo estoy muriendo y necesito es


agua —asegura, deteniendo su caminar, me ofrezco a acompañarla
a comprar una botella con agua, pero se niega—. No, cómo crees,
según lo que me contaste aún debes cuidar de tus heridas. Iré sola,
no tardo. ¿Me guardas un lugar?, por favor.

Asiento antes de seguir mi camino hasta el curso, donde varios de


mis compañeros de la clase anterior ya han llegado. Encontrando
dos asientos para Kate y para mi, Los minutos pasan, la hora de la
clase se acercaba y yo solo esperaba que mi compañera apareciera
antes que la profesora. Aunque aún me negaba a creer que esta era
tan mala.
«Buenos días» El hombre que entra al curso llama la atención de
todos, lleva un traje azul, luce joven, incluso más que Mark.
— Mi madre, la señora Betther no ha podido asistir, por lo que yo
seré su reemplazo esta semana —empieza hablar—. Soy Jamie
Betther —escribe su nombre en la pizarra—. Vamos a empezar
conociéndonos a través de un diálogo.

Jamie nos asigna un compañero a cada uno, Jennifer mi compañera


de trabajo, es igual de simpática que Kate o eso puedo apreciar en
el corto tiempo que el profesor nos da para interactuar.

— Buenos... —Kate aparece y se queda viendo a Jamie— ¿La clase


de la señora Betther?

—Así es, señorita —responde el profesor, no puedo evitar sonreír


por la situación familiar—, pase y por favor, que sea la última vez
que llega tarde.

Kate entra al curso, está despeina, el cabello suelto que llevaba


antes, ahora está recogido y sus mejillas sonrojadas, no estoy
segura si por las escaleras o por el señor Jamie.

—¿Y la señora Betther? —Me pregunta apenas se sienta y gira su


cuerpo para devolver mi bolso que estaba en su asiento—, ¿quién
se supone que es este?

— Es el hijo —respondo a su duda.

— Vaya —dice regresando su mirada a él—, Vaya...

— La chica que llegó tarde, hará el diálogo conmigo —informa


Jamie—. No hay más compañeros.

Se excusa nervioso, a todos nos extraña su innecesaria aclaración,


pero ninguno comenta nada. Excepto Kate que de manera torpe
avanza hasta el escritorio junto a él, preguntándole sobre lo que
debía decir en los diálogos.

— Son preguntas básicas, ya deberían poder tener una


conversación en inglés sin ningún problema.
El profesor empieza a hacer preguntas y Kate responde, todo fluye
de maravilla, el inglés de ambos es bueno, hasta que Jamie, sonríe
y le pregunta a mi compañera si tiene novio.

— No, ¿Usted? —Kate habla en español y la clase estalla en


carcajadas.

—Bien, señorita Clenit, puede regresar a su lugar —ríe y Kate


obedece con los colores en su rostro—, siguiente.

—Que bien se veía mi reflejo en esos ojos tan azules como el cielo.
Se me olvidó hasta mi nombre —me susurra Kate y rio—. ¿Crees
que la señora Betther me quiera como nuera?

Inhalo y exhalo intentando ocultar la diversión que me causan los


comentarios espontáneos de Kate.

—No sé si ella te quiera, pero al hijo parece que le agradas —opino


al ver la manera en la que Jamie de vez en cuando mira a mi
compañera,

La clase fluye animada y resulta mejor de lo que esperaba en un


inicio, incluso con Kate, estoy segura que durante este tiempo no se
sintió tan bien en clases de inglés como ahora.

—Katherine, ¿te importaría ayudarme anotando los nombres de tus


compañeros en una lista para corroborar su asistencia? —El
profesor pide y Kate asiente intentando mantener una postura
relajada.

Ella empieza a hacer lo indicado apenas termina la clase, al firmar la


hoja aprovecho para despedirme de ella e informarle que debía
irme. Seguramente Mark ya estaba esperándome.

—Nos vemos mañana y te comento qué tal todo —dice alegre,


giñando un ojo, contagiándome de su buen humor.
Bajo las escaleras dirigiéndome hacia la entrada del edifico el
mismo que queda frente al estacionamiento de estudiantes. Donde
enseguida reconozco el coche de mi novio. Sonrío al verlo apoyado
en la parte lateral del vehículo, una de sus manos sostiene el móvil
en su oreja, tiene el ceño fruncido y es increíble como la seriedad en
su rostro es un verdadero deleite, luce tan jodidamente bien. Y al
parecer no soy la única que disfruta del espectáculo.

—¿Será un nuevo profesor? Está tan guapo —al pasar por un grupo
de mujeres las escucho susurrar, ellas observan a mi dirección y
una vuelve a comentar—, Aunque se nota que es un ogro.

Sonrío, continuando mi camino, Mark finalmente observa hacia al


frente, percatándose de mi presencia, La expresión seria y fría de su
rostro se evapora al momento en el que sonríe, sus ojos se
iluminan, provocando que mi corazón lata desenfrenado, él cuelga el
móvil y da unos cuantos pasos hasta llegar a mí.

—Hola —musito, Mark me abraza por la cintura, uniendo sus labios


a los míos, dejando un beso dulce y corto.

—Hola, mi amor —replica—, ¿qué tal te fue?

—Bien —comento mientras me dejo guiar por él hasta la puerta del


coche que abre para mí, no puedo evitar levantar la cabeza y mirar
con discreción al grupo de mujeres de antes, al verlas ellas alejan su
mirada de nosotros, sonrío reconociendo los buenos gustos que
tienen—. Definitivamente has sido tallado a mano, por el mismísimo
Vincent...

—¿Van Golden? —Termina por mí, entre risas asiento. Mark posa
su mano en mi mejilla y me da un beso que sucumben entre el
averno y el deseo—, y tú eres perfecta para mí, Rachel Lombardo.

Me sonrojo ante su cumplido.


Decido entrar al coche, Mark cierra la puerta apenas ingreso y rodea
el vehículo por la parte delantera.
—Conocí a una chica, se llama Kate —le digo cuando llega al
asiento de piloto—, también tengo clases con un profesor joven,
bueno en realidad es el hijo de mi profesora, pero creo que él y Kate
se gustaron.

— Vaya, que descabellado —comenta Mark con burla.

—Muy descabellado —sigo su juego un momento—. Qué bonito,


¿no? Como el amor y el destino juegan en la misma liga. Uno elige
a las personas y el otro los caminos para juntarlos.

—Así es, cariño —lo miro y Mark fija sus ojos en mi, puedo ver la
adoración en ellos, desbordando el amor tan grande que nos une—.
El amor y el destino conducen en la misma dirección, cómo tú y yo,
cómo todos los que estamos enamorados...

Lo que dice es tan acertado, pienso en comentárselo, pero el sonido


de su móvil nos interrumpe. «De acuerdo. No. Si. Resuélvelo. Si.
No. Está bien, adiós» Escucharlo hablar en un tono tan tenso y
cortante, me desconcierta. En mi mente empiezo a relacionar su
actitud cambiante y extraña con acontecimientos pasados, ¿hay
algo que no me ha dicho? ¿Se trata de Jackson o Mishell?

—¿Pasa algo? ¿Quién era? —en cuanto termina su llamada lo


bombardeo de preguntas—, Mark, sabes que puedes hablar
conmigo...

—Todo está bien amor —hace una breve pausa, como si le costara
hablar, lo que termina de confirmar que no está siendo sincero.

—¿Seguro?

—No... ¿Sabes qué? —Habla tan rápido que me sorprende verlo


nervioso. No es algo usual en él—. Sí, hay algo que debo contarte,
de hecho, muchas cosas...
39. Tan justo a mi vida

***
«Muchas cosas que contar» No son aquellas cuatro palabras las
que me roban el aliento, es la actitud nerviosa de Mark, la palidez y
tensión en su rostro, son los diferentes escenarios que se me pasan
por la cabeza; En los que muchos de ellos están involucrados
Mishell y Jackson. ¿Pero era posible? ¿Aún estando en la cárcel?
Confiaba en Steven y en lo bien que estaba llevando el proceso
penal, pero tales pensamientos no dejan de atemorizarme.

—Amor, ¿qué sucede? —la aprensión y preocupación se apoderan


de mí.

—Rachel, sé que hemos creado tantos planes para nuestro futuro,


también soy consciente de que algunos de esos planes se
destruyeron en el camino y otros hoy parecen no pertenecernos —
comenta y estoy desconcertada. Trago intentando desaparecer el
nudo que se forma en mi garganta. No hay bromas, palabras
cargadas de diversión o algo por el estilo... Habla en serio,
completamente en serio—. Al menos para mí, ya no parecen encajar
del todo y es de eso de lo que te quiero hablar, pero no aquí.

—No lo entiendo, Mark. ¿Tú quieres terminar con nuestros planes?


—deduzco fijando mis ojos en los de él—, ¿algo malo ha pasado?
¿Se trata de Jackson y Mishell?

—No, Rachel. Esto se trata de nosotros, pero preferiría que lo


hablemos en casa, ¿de acuerdo? —se le escapa un suspiro. Lo
observo extrañada, no soy capaz de descifrar su mirada; Parece
emocionado y temeroso al mismo tiempo. Mark enciende el coche,
no comento nada. Ni siquiera sé qué decir. «Planes que teníamos
que ya no encajan con él» Repito en mi cabeza.

Silencio.
Un silencio incómodo es la descripción perfecta del camino que nos
dirige hacia el departamento, tras media hora después mi estado de
ánimo confuso y sentimental termina de elevarse cuando Mark posa
su mano encima de la mía, que está apoyada en mi muslo.
«Todo está bien» Asegura, aún con la mirada hacia al frente.

—¿Lo está, Mark? —Cuestiono un tanto incrédula, finalmente me


mira.

—Siempre que se trate de nosotros estará bien, amor —menciona


volviendo su atención en la carretera un momento, desviándose
hacía la siguiente calle, pasando por la zona residencial que alarga
el camino hasta su departamento. Al sentirlo estrechar mi mano, no
presto demasiada atención a su afán por retrasar nuestra llegada;
Su acción dulce es todo lo que necesito, me da la seguridad que por
segundos desapareció en mí. Lo que dice tiene sentido; Es sobre él
y yo, no hay motivos para temer de una conversación que se trate
de «nosotros»—, lamento si mis confesiones a medias y pausadas
de hoy te han hecho pensar lo contrario. Es solo que, lo que te
quería decir es...

—Está bien —lo interrumpo—, no voy a negar que he estado un


poco curiosa y paranoica por saber lo que tienes que decir, pero
puedo esperar hasta llegar a casa.

—Estamos en casa —suelta, estacionándose con la misma calma


con la que habla, a un lado de la calle. Siento como su piel sobre el
torso de mi mano se helada—, Rachel, no quiero terminar con
nuestros planes, deseo ponerles fecha. Si tú estás de acuerdo, por
supuesto.

Entonces, cada pieza empieza a encajar en este puzzle de cambios


de direcciones, actitudes nerviosas e igual de confusas. Y el reflejo
de la casa blanca frente a la que estamos estacionados se roba mi
atención. Observo como cada detalle de ella se ajusta
perfectamente a la imagen del hogar que en medio de tantas
conversaciones creamos, es de un estilo contemporáneo, luce en su
estructura de dos niveles un juego simple y elegante de volúmenes
con tres elementos, combinando con el precioso jardín que lo rodea.
«Estamos en casa, nuestra casa» Repite él.

—Amor, es maravillosa —hablo con apenas un hilo de voz. Regreso


la mirada hacia él, callando mis palabras por un momento, sintiendo
que tiemblo de tanto contenerme para no gritar de la emoción—. Y
por supuesto que quiero esto, lo anhelo con la misma intensidad. No
importa si es ahora en siete días, siete meses o siete años, pero lo
deseo todo si es contigo.

—Todo si es contigo —repite y lágrima a lágrima mi corazón se


derrite. En un gesto tierno, acerca su mano a mi rostro—. Eres la
mujer de mi vida, Rachel, mi vida sin más.

Llevo mis brazos alrededor de su torso, y me aferro a él. Hay


palabras que deseo pronunciar, pero que son silenciadas por la
emoción del momento. «Nuestra casa» En mi mente resuena su voz
dulce, el corazón me late enloquecido, me siento la mujer más
afortunada de este mundo teniendo conmigo, un amor recíproco, un
amor completo.

Echando la cabeza hacia atrás, busco sus labios que me reciben


con ternura y pasión al mismo tiempo, alimenta algo más que mi
boca.

Nos perdemos en besos y caricias adictivas que no dejan lugar a


duda donde nos llevarán, por lo que segundos después terminamos
con nuestra cercanía. La sonrisa estúpidamente atractiva e inocente
en su rostro me roba suspiros. «Será mejor que entremos a casa»
Comenta divertido y asiento, dándole la razón.

Mark sale del coche, rodeándolo hasta llegar a la puerta del copiloto,
abriéndola para mí. Lo veo desde arriba, ofreciéndome su mano,
aunque por la forma en la que me mira, diría que es su corazón y
vida la que me entrega en esta unión. Acepto su gesto, saliendo del
coche. Vuelvo a estudiar cada detalle exterior de la casa y el
espacio que la rodea. Mientras avanzamos a la puerta mis ojos se
llenan de lagrimas al ver las letras grandes qué hay escritas en ella.
«HL»

—Harvet Lombardo —sollozo, invadida por una cúspide de amor y


emociones. El hombre a mi lado detiene el paso, me abraza por la
cintura, haciendo que mi cuerpo gire, quedándome frente a él.

—Un día desperté con la idea de esto y no pudo ser en aquel


momento. Quiero pensar que ninguno de los dos estaba preparado
entonces, pero que hoy lo estamos —con una chispa de anhelo y
melancolía habla—, por eso antes de entrar me gustaría preguntarte
algo...

Lo miro fijamente a los ojos, me sonríe con devoción, sus ojos


verdes están llenos de incertidumbre, brillan.

— Había pensado cuál sería la mejor manera de pedirlo, no podía


decidir... Dónde, cuándo, hasta que descubrí que ese era el dilema;
Todo momento, cada lugar es perfecto para decirte que te amo, amo
cada parte de nuestra historia, todo es perfecto si de hablar de
nosotros, nuestro futuro se trata... —Hace una pausa, se acerca y
con las yemas de sus dedos seca las lágrimas que corren por mis
mejillas—. Decidí hacerlo aquí, en el lugar que deseo compartir el
resto de mi vida contigo. Desde que te vi, supe que eras lo que
había soñado, apareciste, así sin más para cambiarme de pronto la
vida, sin previo aviso... Te fuiste metiendo en mi piel, cada parte de
mí empezó a amarte, aunque hemos pasado por cosas maravillosas
y también por cosas que nos han superado, nunca hemos dejado de
luchar porque nos amamos.
Es por eso que frente a ti, a nuestra casa, quiero decirte que....

Hinca una rodilla en el suelo, me llevo las manos a la boca,


ahogando un grito por la sorpresa. «Matrimonio» Va más allá de una
unión legal; Se perfectamente lo qué significa para él y sabe el
significado que tiene para mí; Dejar de buscar, dejar de esperar,
porque la persona correcta ha llegado.
Oleadas de nervios me recorre el cuerpo, Mark busca en el bolsillo
de su traje de dónde saca una cajita pequeña, color negra. Veo en la
portada las mismas iniciales de la puerta. HL.

—Quiero que cada noche de mi vida sea tu rostro lo último que vean
mis ojos, o tus susurros soñolientos lo último que escuche. Quiero
despertarme abrazado a ti. Cuidarte, hacer el amor contigo por el
resto de mis días —susurra lo último y río entre sollozos—, quiero
ser el hombre que luche por tu felicidad, porque al final del día es la
mía. Rachel Lombardo Evans, ¿Aceptas compartir tu vida junto a
mí?

—Oh, Mark, sí —asiento repetidas veces con la cabeza mientras


continúo sollozado y riendo a la vez—. Por supuesto que acepto.

— Cásate conmigo, por favor...

Habla con su voz llena de pasión y seguridad, en su boca se dibuja


una sonrisa nostálgica cuando abre la cajita negra en sus manos. La
imagen del hombre que amo pidiéndome compartir una vida a su
lado me arranca más sollozos. «Sí. Mil veces sí» Digo extendiendo
la mano que me pide hacía él. Mi corazón se oprime al verlo dejar
un dulce beso en mis nudillos.

Toma el anillo de diamantes, colocándolo en mi dedo anular. Me


agacho para unir mis labios a los suyos, por unos segundos nos
besamos despacio, sin prisa. Los inexplicables sentimientos que
provoca en mí no dejan de sorprenderme. Nada ha cambiado desde
el primer beso, la primera declaración de amor; La misma
electricidad que nos rodea cuando estamos juntos. Su boca, su
sabor, su piel, continúan haciéndome sentir viva. Mark se levanta y
me estrecha entre sus brazos, nos aferramos el uno al otro con
necesidad.

—Te amo tanto y agradezco todos lo días de la vida que nuestros


caminos se cruzaran —apenas alejándose, él dirige mi mano hacía
su pecho, muy cerca del corazón.

— Te amo, más cariño, y hoy, te entrego por completo mi corazón,


me entrego a ti, a nuestra familia, que espero en unos años sea muy
grande —ríe— Te amo.

—Todo esto es perfecto —recobrando el aliento, reflexiono en voz


alta al recordar el lugar donde nos encontramos.

— Tú eres perfecta y por cierto —se inclina para poder ver mi rostro
—, bienvenida a casa, futura esposa.

Su tono firme se mezcla con la dulzura de sus palabras. Abrazando


mi cintura, me invita a avanzar hasta la puerta, a la cual le basta un
código numérico de seis cifras, exactamente la fecha en la que nos
conocimos y su huella digital para abrirse. El exterior de la casa es
maravilloso, pero dentro... No había nada que se le comparara,
incluidas las personas que con una sonrisa en el rostro y en fila nos
reciben en el salón.

—Familia, dijo que si —informa Mark con emoción. Joder, qué


guapo es cuando sonríe de esa manera tan tierna y sensual, hace
que el corazón me vaya aún más de prisa—. Soy el hombre más
feliz de este mundo al presentarles a mi prometida, Rachel
Lombardo.

— ¡¡FELICIDADES!!

Dicen los señores Harvet, Romina, sus pequeños hijos y mi abuela


al unísono. Steven y Amy por el contrario musitan un sincronizado e
igual de cómico «¿Cómo que en una celebración de compromiso se
felicita y no se dan lamentos?»
Todos sonreímos, negando con la cabeza, excepto el señor Ethan
quien es el primero en renegar por sus bromas y también el primero
en acercarse a nosotros para felicitarnos.

Con alegría recibimos los abrazos y buenos deseos de nuestras


familias.
—Mi pequeña —habla mi nana, abrazándome con fuerza. Sé en qué
piensa o mejor dicho en quien... Y hoy, después de tanto tiempo,
sonrío al recordarla. Imaginando lo feliz que estaría mamá ahora,
quizás dedicandole el más grande de los discursos a mi futuro
esposo—, estoy tan feliz por ustedes. Y Mark, podrás estar muy
musculoso, guapo, cómo sacado de revista, pero eso no te salvará
del discurso previo al casamiento.

Bromea mi abuela, doy paso para que ellos se abracen.

—Gracias, señora Lombardo —la abraza mi prometido—, amo tanto


a su nieta y significa mucho su aprobación para nosotros.

Ellos terminan su abrazo, Mark y yo nos volvemos a tomar de la


mano, Steven junto a Amy vuelven a acercarse. «Tendrás la mejor
despedida de solteras que puedas imaginar, hermana» Asegura ella.
Me hecho a reír.

—Hermanito —Steven palmea el hombro de Mark con diversión—, y


yo prometo enseñarte mis mejores técnicas como striper para qué
estás mujer realmente tengan la mejor despedida de soltera.

El señor Harvet se escandaliza, lo que nos hace reír aún más.


Insistente por cambiar el tema, propone un brindis y anuncia con
acompañar a Eleanor por las copas para servir el champán. Me
ofrezco a ayudar, pero niegan, comentando que no tardarán.

—¿Me acompañas? —susurrándome en voz baja, Mark pide. Ni


siquiera sé a dónde exactamente vamos, pero asiento, sabiendo
que iría a la otra punta del mundo por él—, nosotros tampoco
tardaremos.

Nos disculpamos con las personas en el salón, siguiendo el camino


a las escaleras, al llegar al segundo piso, me quedo maravillada,
cada detalle de la casa es perfecto, las paredes blancas, los
adornos que combinan con el lugar, la amplia sala que está
conectada con todas las puertas de las habitaciones. Es una casa
moderna, elegante, grande, y sobretodo familiar.
—Me muero por mostrarte cada rincón de nuestra casa, mientras
nos hacemos el amor —sonríe guiándome hacia una de las puertas.
Sus palabras son prometedoras, provocando que salten chispas
entre nosotros—, pero por lo pronto me conformaré con enseñarte
nuestra habitación.

Mark marca en la puerta nuevamente un código.

—La fecha en la que nos conocimos —sonrío encantada—, mí


inolvidable primer día de clases con el profesor Harvet.

—Y el mejor día de mi vida —asegura inclinándose para tomarme


en sus brazos, me río ante su acción.

—Creo que este no es el protocolo para los prometidos —suelto


risitas.

—Siempre hemos mandado a la mierda las reglas y los protocolos,


señorita Lombardo —dice mientras entramos por completo a la
habitación.

—Mark... Creo que podría acostumbrarme a esto —a sus detalles,


sus palabras y acciones llenas de cariño. Medito mirando la sencilla
y bonita decoración con forma de corazón de pétalos de rosas en la
cama, en la que lo acompañan una botella de champán y dos cajas
envueltas en un listón.

—Gracias —me coloca en el suelo para abrazarme por detrás. Es


un abrazo íntimo y familiar.

—¿Por qué?

—Por llegar a mi vida y dejarme entrar a la tuya —besa mi mejilla,


aún detrás de mi.

«Por llegar tarde a mi clase y tan justo a mi vida» continúa y giro


hacia él. ¿Puedo enamorarme más de este hombre, de cómo me
hace sentir o lo que dice? Me pongo de puntillas, rodeando su cuello
con mis manos.

—Señor Harvet, el rumor real debía ser que usted es perfecto —lo
beso, sonríe sobre mis labios.

— El rumor real es que te amo y eres el amor de mi vida, Rachel


Lombardo...

FIN.

Hola💙Ha pasado un tiempo desde la última actualización, y estoy


emocionada por regresar con este capítulo final de mis queridos
Mark y Rachel. (Aún quedan epílogo y extras por publicar)
Pd: No tengo palabras para agradecer todo lo que han traído a mi
vida, queridos extraños.
Gracias sobretodo por estar conmigo en este aventura, por su
paciencia con mis actualizaciones tardías , sus comentarios que me
alegran el día.
IG, TikTok y twittee: @jamwalkerxoxo
Epilogo. Invitados inesperados

Un año y medio después

Mark Harvet:

Here's to all the bad decisions that you didn't judge


All the 'love you's and the 'hate you's and the secrets that you told
me.
Here's to everyone but mostly us
There's a couple billion people in the world

—Hay miles de millones de personas en el mundo —muy cerca del


oído de mi preciosa esposa, canto una versión en español de la
canción que suena durante nuestro baile nupcial—, Y un millón de
otros lugares en los que podríamos estar, pero tú estás aquí
conmigo.

Al ritmo suave de la música nos movemos por la pista, con sus


brazos ligeramente flexionados, ella mantiene las manos sobre mis
hombros, y yo en su cintura y espalda. Durante el baile medito cada
detalle de la ceremonia, el lugar, pero sobretodo admiro lo hermosa
que es mi mujer. Luce radiante en su vestido blanco impoluto que se
ajusta perfectamente a las suaves curvas de su cuerpo.
Ansío contemplarla por milésima vez en la noche, por lo que aún
siguiendo el ritmo de la música, en un movimiento ligero me
desplazo hacia un lado, extendiendo el brazo derecho dejo mi palma
sobre su vientre, Rachel repite mi acción.
Posa su diestra en mi pecho y con la mano izquierda la sostengo,
conservando su tacto justo en aquella zona en la que el corazón me
palpita aceleradamente. En esa misma posición nos desplazamos
en círculo por la pista. «I'm just so glad you exist» la canción sigue
su curso.

—Los amo tanto —artículo observando mi mano sobre su abdomen.


Aún me parece increíble que dentro de aquella diminuta panza ella
lleve a mis hijos.

Sonrío al recordar cómo las dos personitas que crecen dentro del
vientre de mi mujer desde hace tres meses, son los invitados más
inesperados y especiales de nuestra boda. Soy feliz memorando el
día en el que nos enteramos del embarazo de Rachel o cómo ella lo
describía «el día en el que se descubrió a la peor persona para dar
noticias y sorpresas»

ANALEPSIS

«—Rachel, será mejor que no asistas a clases —no era una


sugerencia. Ella lo dedujo y su mirada ceñuda me lo
confirmaba. Pero no iba a permitirlo, podía ver en su rostro que
estaba a punto de colapsar y me preocupaba—, de hecho,
iremos al doctor ahora mismo.

Volvió a mirarme con expresión intransigente.

—Amor, atrasar mi examen final seria un desastre —explicó


nuevamente—, tendría que esperar mes y medio a que la
universidad me permita dar un nuevo examen. ¡Y en un mes
nos casamos! Tenemos ya la reservación del lugar, los boletos
del viaje de luna de miel. Varias personas de tu familia con su
boleto comprado para venir aquí y...

—Cariño —empezó a hablar tan rápido que tuve que detenerla.


La conocía, sabía que se sentía frustrada y en cualquier
momento lloraría. Tomándola de la cintura la acerqué a mí, ella
descansó su mejilla en mi pecho—, si tenemos que pagar una
nueva reservación, boletos e iniciar todo desde cero no me
importa, lo haremos. Pero no quiero esto para ti.

—Estoy bien —se abrazó a mí, acaricié su cabello intentando


ser racional—. Te lo prometo. Solo estoy un poco nerviosa y
cansada por mi examen final de titulación. Apenas lo de y sepa
que aprobé, pasará.

—Está bien. Te llevaré a la universidad, esperaré a que termines


el examen e iremos al doctor —ella protestó mencionando algo
sobre nuestros trabajos—. No está en discusión, Rachel.

Yo mismo empezaba a sentirme frustrado. Odiaba contradecir


sus decisiones.
Lo intentaba, intentaba complacerla en todo, pero si se trataba
de su salud, podría ser muy cabezotas. Rachel retrocede
terminando nuestro abrazo, pienso que va a discutir, sin
embargo, no lo hace, me sonríe con ternura.

—Mi gruñón, señor Harvet —dice. Llevé mi mano a su mejilla.


Adorando con las yemas de mis dedos su piel.

—Mi testaruda y preciosa futura esposa —dije intentando al


igual que ella dejar la discusión a un lado. No quise comentar
más sobre su aspecto, pero verla tan pálida me preocupaba—,
venga. Se hará tarde, vamos a desayunar.

Estando aún en la pequeña sala del segundo piso la invité a


bajar a la cocina, donde se encontraba el desayuno que había
preparado para ambos, arrugó la nariz en señal de desagrado.
Vi como su palidez aumentó y de repente dio media vuelta
regresando a nuestra habitación.

—Joder —hablé siguiéndola hasta el baño donde empezó a


vomitar en el váter, me llevé las manos al cabello y tiré de el,
totalmente frustrado. No, no estaba bien. Rachel extendió su
mano hacia mí, en una clara señal de que no me acercara—. Te
traeré un vaso con agua.
Informé saliendo de la habitación. ¡Carajo!
Amaba tanto a esa mujer, pero era tan jodidamente terca. Desde
hace días debí insistir por ir al doctor y oponerme a su idea de
«es solo cansancio, ya pasará»

Bajando hasta la cocina llené un vaso con agua, me tomé mi


tiempo, brindándole su espacio.
Pasaron aproximadamente diez minutos cuando subí las
escaleras dirigiéndome a la habitación.
Rachel se encontraba de pie en el baño, había recogido su
cabello en una coleta, sonrió cuando me acerqué a ella y le
entregué el vaso con agua.

—¡Ah! Me siento mucho mejor —comentó con alivio mientras


bebía el agua, fruncí el ceño mirándola, aunque sus palabras
me sonaron descabelladas, no parecieron tan alejadas de la
realidad, por increíble que resultara lucía mejor, incluso la
palidez en su rostro desapareció parcialmente—. Creo que lo
necesitaba. Seguramente la comida de ayer me hizo mal.

Ladeé la cabeza, si, era probable que los seis tacos que había
ingerido la noche anterior fueran la causa de su malestar
estomacal, aunque tampoco justificaban el cansancio que
llevaba encima.

—E igual iremos al doctor —le recordé y asintió entregándome


el vaso vacío.

—Después del examen —cedió, nuevamente parecía tener


energía, sobretodo para hablar a toda prisa—, y maldición, se
hará tarde. Justo es el señor Collins el profesor asignado para
tomarnos el examen. ¡Llega media hora antes siempre! No diez,
quince minutos, media hora.

Se movió a toda marcha. Mis labios se curvaron en una sonrisa


observando a mi actualmente obsesiva con el tiempo
prometida. Me quedé ahí, apoyado en el arco de la puerta,
viéndola quitarse mi camisa por encima de la cabeza,
conservando únicamente su braga.
No tardó en dar media vuelta y avanzar hasta la ducha, la
inspección que hacía a sus movimientos era inocente hasta que
mis ojos bajaron a su culo. Joder. Cuánto amaba ese precioso
culo, lo conocía perfectamente para afirmar que lucía un poco
más redondo y grande. Al voltear Rachel, me fijé que no solo
era esa parte de su cuerpo que notaba diferente, me parecieron
que sus caderas estaban ligeramente más anchas.

—¿Le apetece entrar, señor Harvet? —Preguntó risueña. Noté


como se me iba poniendo dura e inhalé forzosamente.

Mierda si. Me encantaría entrar y no solo a la ducha.


«Llegará tarde. Se sentirá mal por ello, no seas egoísta Harvet»
Regañándome me obligué a desistir de la idea.

—No hay nada que necesite más ahora que una segunda ducha
y contigo —imaginar cada jodida manera en la que
aprovecharía el tiempo, haciéndole el amor, duele. Estoy tan
excitado que la presión en mi pantalón se vuelve más intensa y
no da señal alguna de querer desaparecer pronto—. Pero no
quiero que llegues tarde. Será mejor que espere abajo.

Estiró sus labios, lanzándome un beso. Sonreí incrédulo al


pensar cómo ese rostro dulce y tierno era capaz de provocarme
tanto dolor. Aunque no era del todo extraño, de hecho estaba
acostumbrado a aquella combinación dulce y sensual de
Rachel que me excitaba aún más.
Bajé de inmediato al salón sabiendo que si me quedaba un
segundo más mandaría todo a la mierda y me follaría a mi mujer
tanto como deseaba.

Esperé y esperé. Por aproximadamente diez minutos a que


Rachel apareciera. Se veía preciosa y desesperada por
marcharse.

Como de costumbre, tomé su mano al salir de casa


dirigiéndonos a la cochera. El camino a la universidad había
sido todo un desafío, el tráfico era impropio a la necesidad de
Rachel por llegar temprano, mientras ella enviaba mensajes a
Steven informándole que no asistiría al trabajo, yo buscaba
atajos para evitar los semáforos en rojo. La vi suspirar aliviada
cuando a las siete estábamos en el estacionamiento de la
facultad y a la siete con dos minutos afuera de su curso.

—Señorita Lombardo —Collins nos recibió en la puerta— ¿Algo


tarde?

—Dos minutos —gruñí. Collins me miró.

—Harvet —con tono neutral me saludó. Pese a que nos


conocimos el primer día de clases de Rachel en esta
universidad, nos habíamos encontrado en varios eventos
educativos. Era estricto, puntual e iba a matarlo si le negaba la
entrada por dos minutos de retraso—, lamento que sea así,
pero reglas son reglas y no podrá entrar.

Rachel suspiró frustrada.

—Señor Collins, hemos tenido un problema personal, espero


comprenda y reconozca el esfuerzo que hace la señorita
Lombardo por estar aquí.

— ¿Qué problema? —Indagó el profesor.

—Estoy embarazada —Rachel soltó de repente. Me pareció la


excusa perfectapor las consideraciones que según los reglamentos
debía tenerse hacía una alumna en estado de gestación, aunque
también la mentira más grande—. Mierda.

La observé, su rostro volvía a palidecer. Me miró alarmada y de


repente me sentí mareado al pensar que no... No era una
excusa por su parte. De hecho, ella no mentiría, mucho menos
con algo así.
—Pase, señorita Lombardo —accedió Collins antes de centrar
su atención hacia mí—, y felicidades Harvet.

Tragué grueso. No podía respirar.

—Mark —habló Rachel, estaba igual o más consternada que yo.

—Ve tranquila a dar tu examen, amor —estaba muriéndome por


dentro, la duda me impacientaba, pero agradecí que mi tono de
voz guardó la calma—, estaré aquí.

—Tome una hoja y resuelva su examen en silencio —apenas


Rachel entró al curso Collins la siguió indicándole que hacer.

Me quedé en el pasillo. Sin aliento y con la cabeza apunto de


estallarme. Nos cuidábamos, ¿cómo era posible? Inhalé y
exhalé cada segundo, caminaba de un lado hacia el otro
intentando mantener la incertidumbre que me invadía. Joder...
¿Estaba embarazada? ¿¡Íbamos a ser padres!?

—Harvet —escuché el llamado de Collins—, ¿podrías


mantenerlos vigilados un momento? Debo ir en busca de unas
hojas para que firmen —asentí e hizo un gesto con la mano
para que entrara—. El señor Harvet, cuidará que no se
intercambien información. Ya vuelvo.

El profesor se fue. Me quedé a espaldas de la pizarra, Rachel


alzó su mirada hacia mí y le brindé una sonrisa. Volvió a
concentrarse en su examen. Estaba orgulloso de verla
apuntando en su hoja sin titubear, las horas qué pasó
estudiando sin duda, valieron la pena.

—¿Novio de Rach, podemos todos comparar los resultados un


segundo? —Kate a quien reconocí por ser amiga de Rachel se
dirigió a mí.

Todos soltaron risitas, incluso mi futura esposa, aunque me


causaba un poco de gracia la situación, me mantuve serio.
—No —respondí. Kate miró a Rachel y ella se encogió de
hombros—. Guarden silencio, por favor.

Obedeciendo, todos se concentraron en su examen, cuando


llegó Collins y salí del curso agradecía que el momento me
ayudara a despejar mis miedos. Y los nervios se transformaron
en ilusión. ¿Si ella hablaba en serio? ¡Carajo! La incertidumbre
me mataría. Tuve que esperar veinte minutos más hasta que
finalmente Rachel salió.

—Mark —con la voz temblándole habló acercándose, la abracé,


rodeándole la cintura.

—¿Eso ha sido por la euforia del momento o de verdad estás...?


—Dejé la pregunta en el aire, Rachel encogió sus hombros.

—Debo hacerme una prueba pero...

En un tono muy bajo explica que, por el estrés no notó que su


periodo no había llegado desde hace dos meses y apenas hace
un momento reflexionó sobre ello.

—¡Un hijo! ¡Seremos padres! —dije sin tener la menor duda,


todo coincidía, cada detalle. Busqué sus labios, me besó, era
un beso diferente, lleno de necesidad, alegría... Miles de
sentimientos que en su boca se describía, en cada suave y
lento movimiento. Soy tan feliz con la noticia.

—Parece que tenemos un invitado inesperado a nuestra boda,


señor Harvet —comentó con emoción»

FIN DE ANALEPSIS

No... No era un invitado inesperado. Eran Dos.

—Y nosotros te amamos a ti —responde mi esposa, vuelvo hacia


ella, me abraza por los hombros, continuando con nuestra cercanía
al bailar—... Tú sonrisa. ¿En qué piensas?
—En lo feliz que me haces. ¡Te amo, señora Harvet! —hablo en tono
fuerte, deseando gritarle al mundo lo enamorado y contento que me
siento junto a mi esposa y con la espera de nuestros gemelos o
gemelas.

Él sonido de sus corazones latiendo a casi ciento sesenta por


minuto regresa a mi cabeza.

ANALEPSIS

—Es normal que el latido del corazón fetal sea rápido —explicó la
doctora.

Lo escuchábamos, tan claro y fuerte. Mi propio corazón latía como si


intentara seguir su ritmo. No conocía su rostro, ni siquiera lo había
tocado, pero amaba al pequeñito ser que crecía dentro del vientre
de la mujer de mi vida.

En la pantalla del ultra sonido se podía visualizar un diminuto, muy


diminuto ser, Rachel observaba con lágrimas en sus ojos mientras
sostenía mi mano. Nueve semanas de embarazo, me parecía una
eternidad tener que esperar para tenerlo con nosotros.

—Se mueve mucho —comentó Rachel, estaba igual de


impresionado que ella observando el pequeño manchón gris en la
pantalla desplazándose de un lado hacia el otro.

—Y aquí tenemos un segundo latido —Exclamó la doctora. Rachel y


yo escuchábamos atentos. El segundo latido era un poco más lento,
pero igual de claro. Mi corazón se detuvo o eso me pareció—, son
gemelos.

—¿Dos? Seremos padres de gemelos —sonriente y sollozando ella


comentó, mirándome.

Sentí que me derretía ante la forma en la que lo hacía. Podía leer en


su rostro una clara expresión de orgullo «Lo has hecho bien,
Harvet»
Apreté su mano completamente nervioso.

—Vamos a ver si hay otro —mencionó la doctora buscando otro


latido y me sentí desmayar. Mis ojos ardieron ante la idea. El rostro
de Rachel expresó angustia. Si, sabía que le hacía ilusión un
embarazo gemelar, sin embargo, ambos éramos conscientes de los
riesgos que existían. Ya estaba aterrado, ni siquiera deseaba
imaginar otro corazón latiendo—. No, solo dos sanos y fuertes
corazones.

Suspiramos aliviados y la mujer del ultrasonido se rió antes de


anunciar que nos dejaría solos.

—Dos mini Mark —exclama apenas nos quedamos solos, sigue


tumbada y me acerco a abrazarla—. Lo has hecho bien, Harvet.

Sonreí al ver que había acertado.

—Lo haremos bien. Todo irá bien, mi amor —le aseguro, ella asiente
abrazándome con más fuerza—. Dios... Es que te amo, joder. Siento
que el corazón me va a estallar de tanto amor.

Nuestro momento de intimidad termina cuando Alexandra, la


doctora, aparece. Repito en mi mente cada indicación que nos da,
me aseguro de retener toda la información.

—Y muchas felicidades señores Harvet —dijo al despedirnos.


Agradecimos su atención, pero sobretodo la confianza que como
padres primerizos nos brindaba.

Tomados de las manos y con la felicidad a tope, salimos de la


clínica, llegando al coche. Apenas entramos el sonido de mi móvil
me impidió empezar con mi avalancha de preguntas. ¿Se sentía
bien? ¿Estaba cansada? ¡Habían dos personitas creciendo en su
pequeño y delgado cuerpo! Ni siquiera podía imaginar lo que ella
estaba sintiendo.
—Díganme que es una niña —contesté y Steven habló por él manos
libres del coche. Le habíamos comentado a nuestras familias que
Rachel tendría su primer chequeo. Aunque mi hermano lo había
interpretado como la revelación de sexo. Estaba emocionado, desde
que se enteró del embarazo de Rachel no paró de hablar sobre los
estilos de ropa que compraría para lo que él afirmaba «su segunda
sobrina»

—Es muy temprano para saber el sexo del bebé—explicó Rachel a


mi hermano, mientras me invitaba a continuar.

—Pero no tan temprano para saber que son gemelos —dije sin
poder contener la emoción en mi voz.

—Vaya... felicidades por su dos por uno —comentó con asombro.

—Steven Harvet, ¿te estás refiriendo a tus sobrinos como un


producto en promoción? ¿Dos por uno?

Rachel fingió un tono ofendido, sin embargo veía la diversión en su


rostro.

—¿Una lotería muy cara? ¿Un triunfo doble? —Siguió mi gemelo,


Rachel y yo reímos—, estoy feliz por ustedes. Los amo.

—Nosotros cuatro te amamos a ti, cuñado —respondió Rachel


tocando su pequeña pancita. Imité su acción. Steven tenía razón...
Ellos eran una lotería para mí, yo era tan afortunado. Y amaba el
hecho de que nuestra familia pronto tendría dos integrantes más"

FIN DE ANALEPSIS.
Extra I

Mark Harvet:

Uno.
Dos.
Tres.

Suelto el aire y vuelvo a inhalar.

—Joder. ¿Esto es normal, Rachel? Llamaré a la doctora —hablo tan


rápido que pienso que mis palabras se mezclan y nadie sería capaz
de entenderme. Durante estos casi ocho meses he estado
acostumbrado a los gemelos moviéndose con fuerza en el vientre de
Rachel... Pero hoy parecen estar en, como mi esposa lo había
denominado, una danza de felicidad.

—Estoy bien, ya va a pasar y... ¡Mierda! —expresa alaridos de dolor


mientras clava las uñas en mi muñeca, aferrándose a mi piel—. Lo
siento, lo siento.

Me suelta, llevando las manos hacia el cuero del sofá donde está
sentada, se le escapa un nuevo chillido, continúo en cuclillas frente
a ella, sin tener menor idea de que hacer. Mi único pensamiento es
que soy yo quien debe disculparse. ¡Está sufriendo y ni siquiera sé
cómo minorar su dolor!

— Siento que tengas que pasar por esto —comento apenado.


Rachel fuerza una sonrisa y joder... Intento guardar la calma,
ninguno de los dos está preparado para esto, mucho menos ella
quien evidentemente es la que lleva la peor parte. Por un instante
parece que las contracciones pararán como en las ocasiones
anteriores, pero su rostro se descompone indicándome lo contrario.

—¡Ah! —grita acompañando sus lamentos con un sin número de


insultos.

No espero más. Tomando el móvil llamo a Alexandra, siento alivio


cuando ella contesta. Mientras le respondo cada detalle del estado
de Rachel, sostengo la mano de mi mujer y me hace sentir un poco
mejor cuando ella la estrecha con fuerza en un intento de aliviar su
propio dolor.

—Las contracciones tiene una duración de quince segundos —


Rachel vuelve a gritar, me alejo un momento el móvil de la oreja
para poder observar el reloj en mi muñeca—, de veinte segundos.

Retracto mi información a la doctora. Ella continúa interrogándome y


tras varias respuestas con frustrante calma me dice:

—Señor Harvet, debe traer a su esposa aquí, según lo que me


indica, es probable que esté entrando en labor de parto. ¿Necesita
que le envíe una ambulancia?

—La llevaré ahora —informo sin ganas de esperar un segundo más


—, debemos ir, ¿cariño, puedes caminar hasta el coche? ¿Te
cargo?

—Las contracciones están desapareciendo, puedo sola —sisea


haciendo una mueca de dolor—, ve por la pañalera, amor.

Pide. Me parece una locura dejarla sola ahí, pero vuelve a insistir.
«No tardo» Indico subiendo a toda prisa las escaleras en busca de
la maleta que afortunadamente Rachel junto a su abuela y mi
hermana, organizaron desde hace unos días.
—¿Hay algo más que debamos lle...? ¡Joder! —al regresar a la sala
siento que el alma abandona mi cuerpo. Ella está de pie, con las
manos en el vientre, mientras en el suelo la rodea un pequeño
espacio de líquido acuoso.

—Mark, he roto fuente —el tono de su voz está lleno de


preocupación y miedo.

—Todo saldrá bien, cariño —le digo soltando un suspiro profundo al


tiempo que me acerco a ella—, vamos.

Admiro la valentía que tiene, aún en medio del dolor camina sin
ningún problema hasta la cochera. En un intento de ayudarla a
entrar al coche, sostengo su vientre de la misma manera en la que
ella lo hace. Y ahí están. Mis hijos haciéndose presentes.

El corazón se me acelera con brusquedad,


eso no son pataditas, ahí dentro hay una batalla.

Durante el camino mi esposa inhala y exhala, la acompaño


discretamente en su respiración pausada. Tengo tantos sentimientos
encontrados, me emociona saber que el día ha llegado —conoceré
a mis hijos. Johan y Matthew—, aunque, sinceramente también
estoy muerto de miedo. Por ellos y por mi mujer.

—Estaremos bien —asegura, lo que me hace pensar que nota mis


nervios. Tomo su mano, creyendo firmemente en su palabra. Todo
saldrá bien—. Ah. Joder.

Murmura una nueva ola de insultos, las contracciones han


regresado. Afortunadamente el tráfico no es mayor, pero escucharla
quejarse me hace querer rebasar por encima cada jodido coche,
Rachel mantiene sus ojos cerrados, sin embargo, las lágrimas que
ruedan por sus mejilla rompen mi corazón.

— Joder, Rachel, lo siento, no puedo soportar verte así, Perdóname


ha sido mi culpa, yo... No dejes que vuelva a tocarte...
Extra II - Celos

Rachel Lombardo:

—Uhm —al despertar escucho la voz ronca y soñolienta de Mark.


Con su pecho unido a mi espalda, me abraza y atrapa en el calor
familiar de su piel. Es él, el lugar al que pertenezco—. Buen día,
cariño.

Murmura con sus labios en mi cuello. Pego mi trasero a su


entrepierna y disfruto como su deseo por mí crece más y más en
cada ligero movimiento. «Buenos días, señor Harvet»
Ledigovolviendo a contornearme contra él. La sensación es tan
buena, se me escapa un gemido.

Por debajo del camisón que llevo puesto, Mark dirige una de sus
manos a mi pecho, los delinea con su pulgar, la manera atenta y
dedicada que me acaricia... Enciende todos mis sentidos. Continúa
besándome el cuello y moviendo las caderas.

Cierro los ojos complacida de sentir la desendencia de su mano


hábil por mi abdomen hasta llegar al inicio de mis bragas.

—Mami, papi —escuchar a nuestros hijos gritar afuera de la


habitación nos paraliza—. ¡Es día de parque!

—No. Es día de sexo —se queja Mark entre susurros, regresa su


mano a mi cintura, abrazándome más a él. Me rio. Ni siquiera
tenemos un día de sexo, pero si que mantenemos la tradición con
nuestros hijos de pasar en familia los fines de semana, y tal como
podíamos escuchar; Los domingos, día de parque son sus favoritos.

—¡No hermano, aún no podemos entrar! —al instante que la


cerradura de la puerta se gira, se escucha el regaño de nuestro hijo.
Inmediatamente Mark y yo nos sentamos en la cama, cubriéndonos
con la manta. Johan vuelve a hablar, sé que es él, pese a que el
tono de voz de los gemelos es idéntico, sus palabras lentas y
pausadas son inconfundibles—. Papá dijo que si llamábamos a una
puerta teníamos que esperar a que nos invitaran a entrar.

—Ahg, está bien —responde Matt. Mark y yo sonreímos


sentándonos en la cama—, ¿mamá, papá podemos entrar?

Mientras estiro mi mano hacia la mesita de noche y tomo la bata


salida de cama, colocándomela. Observo el rostro de Mark,
sonriente y lleno de orgullo al oírlos.

—Si, cariño, pueden pasar —hablo en tono alto para que me


escuchen. Sonrío al verlos entrar a la habitación, ellos corren hasta
el pie de la cama.

—Mami, papi —con su tierna voz nos saluda Karla, nuestra pequeña
hija, quien a pasos cortos es la última en llegar hasta nosotros.

—Hola, amor —digo tomándola en los brazos para sentarla en mis


piernas, ella mira a Mark y él acerca sus labios a la frente de nuestra
hija.

—¿Cómo está mi princesa? —Pregunta mi esposo, el rostro de


Karla se ilumina al verlo, le responde con un dulce y mimado «muy
feliz»

—Papi ha pintado su carita de rojo —de repente ella señala el rostro


de Mark, observo entendiendo a lo que se refiere. Mi esposo está
completamente sonrojado; efectos de nuestro despertar. Reflexiono
—. Igual que mami tiene pintura en las mejillas. ¡Yo también quiero
esa pintura!
Siento mi rostro arder, ¿qué decirle?
La emoción de Karla hace que los gemelos se acerquen, con sus
preciosos ojos verdes, ellos nos observan y antes de que comenten
algo más digo:

—¿Quieren desayunar para ir al parque? —Afortunadamente


nuestros hijos al escuchar la palabra «parque» vuelven a
emocionarse y olvidan el tema—, venga vamos.

Los gemelos que recobran energías, salen de la habitación


hablando sobre los trucos en bicicleta que harán. Mi corazón se
regocija reflexionando lo mucho que han crecido, cinco años desde
que llegaron a nuestras vidas. Recuerdo lo emocionada que estaba
al conocer a las dos personitas que llevaba meses esperando. Sus
pieles como de porcelana, blanca, suave y frágil... El cabello rubio
con el que nacieron y poco a poco fue cambiando hasta quedar en
un castaño claro. Sus ojos... son el reflejo del hombre que amo.

—Yo no puedo andar en cicicleta, caigo mucho —las palabras de


Karla me alejan de mis pensamientos, la abrazo fuerte,
levantándome de la cama.

—Nosotras veremos a los patos, ¿te parece? —le pregunto, ella


asiente feliz por la sugerencia. Antes de salir de la habitación volteo
a ver a mi esposo—. Te esperamos abajo.

—Gracias, cariño —replica lanzándome un beso—, me ducharé e


iré a ayudarte con ellos.

Me dedica una sonrisa llena de complicidad, sonrío caminando


hacia las escaleras y bajando a la cocina.
En compañía de mis tres hijos y con algunas sugerencias por parte
de ellos —sobre la cantidad de miel que agregar—, preparo los
panqueques para el desayuno.

Mark no tarda en bajar, al verlo, Karla corre hacia él. Poniéndose a


su altura la abraza. Matt y Johan se unen a ellos.
—¿Listos, campeones? —Les pregunta extendiendo el brazo hacia
los gemelos.

—Si, papá —responden al unísono. Sin embargo Johan continúa—.


¿Podemos llamar a tío Steven para que venga con nosotros? Pero
solo él, su novia no nos agrada mucho.

—Es verdad, Alana no nos cae bien, aunque es muy guapa —aclara
Matthew—, pero nadie más hermosa que mamá.

El encantador comentario de mi hijo me hace sonreír y ayuda a


alejar el momento de nostalgia. Es probable que esta semana
Steven tampoco nos visite. Ha estado tomándose su tiempo al igual
que Amy...
Mi amiga.

—Yo también soy hermosa, porque me parezco a mami —señala


Karla, y cuánta razón tiene, a excepción del color de sus ojos grises,
sus facciones eran parecidas a las mías. Las Lombardo... Cabello
castaño oscuro, con las características pestañas espesas y rostro
ovalado.

—Ustedes son las mujeres más preciosas del mundo —responde mi


esposo, reincorporándose del suelo. Ellos caminan hasta mí, el
corazón se me encoge, agradecida por la familia que tengo—. Hey.

Aun con nuestra hija en los brazos Mark sé acerca para darme un
corto beso, indicándome que ordenará la mesa.

Pasan aproximadamente una hora hasta que estamos listos para


salir de casa, los gemelos han insistido por ir igual a su padre o
mejor dicho; Que él vaya igual a ellos; Short azul marino, camisa
blanca remangada conjunto con mocasines cafés. Conozco a mi
esposo y lo mucho que odiaba las combinaciones de la ropa de
verano, aunque amaba más ver felices a nuestros hijos. Lucían
preciosos. Mi pequeña hija y yo elegimos un vestido de verano
corto, con sandalias.
— Amor, vamos a alimentar a los patos.

Mientras Mark acompaña a los gemelos a andar en bicicleta, decido


ir con Karla al lago, antes pasamos por la pequeña tienda de comida
para alimentar a los patos.

—Mira mami, qué bonitos son —comenta mi hija cuando llegamos


junto a los patos—, ¿me los puedo llevar todos a casa para que no
estén solitos aquí? porfi, porfi.

—Ellos son felices aquí, amor —le explico antes de que se lo


comente a Mark con los mismos pucheros que a mí y tengamos una
granja en casa.

— Los niños son muy tiernos, ¿no? —Musita una voz que no
reconozco, miro a mi lado, hay un chico junto a nosotras, con un
niño en sus brazos.

— Sí, muy tiernos —digo y continúo con Karla alimentando a los


patos.
— Mi nombre es Alex y el Joel—dice señalando al niño quien
extiende su mano a Karla y luego a mí.

— Soy Rachel y mi hija, Karla — Termino de saludar al pequeño y el


hombre me ofrece su mano, acepto dando un apretón, rápido trato
de soltarme pero él me detiene.

—¿Tú hija? Vaya —se aleja para inspeccionarme de pies a cabeza


—, parece tu hermanita. Son muy parecidas y preciosas. Él es mi
hermano, tiene tres años.

—Yo tengo tres años también —interrumpe Karly, agitando su mano


hacia el pequeño.

—¿Les gustaría ir a pescar? Está cerca el lugar —frunzo el ceño,


negando—. Vale, nos quedamos aquí.

—De hecho, tengo que volver con mi esposo e hijos...


—Qué hermosos ojos tiene tu hija, Rach —me interrumpe,
acercándose un poco más. Con Karla aún en mis brazos, retrocedo.

—Nana dice que son una mezcla de los ojos de papá y mamá.
¿Quieres ver a mi papi? Es muy guapo —dice mi hija, buscando
sobre mis hombros—. Ahí está.

Asegura, volteo hacia donde Karla señala y sí, ahí están nuestros
Harvet. Los tres mirando fija e intensamente hacia nosotras, con los
brazos cruzados. Sonrío al ver la expresión ceñuda en sus rostros.

—Eh... Yo, creo que mejor me voy —dice Alex nervioso, no lo culpo.
Hasta yo estoy nerviosa y ni siquiera hay una razón—. Fue un
placer, Rach...

—¿Por qué parece que estuvieran enojados? —grita Karla,


quejándose—, han espantado a nuestros nuevos amigos.

El comentario de mi hija me hace reír, contengo mi risa al verlos


caminar a los tres de manera coordinada hacia nosotras.

— Si estamos enojados —dice Johan a su hermana, sonrío.

—No estábamos haciendo nada, mirábamos los patos cuando de


repente se acercaron los...

—¿Los patos?, ¿los patos se acercaron a ustedes? —emocionado


Matt habla. Me rio por su comentario, soy a la única que le causa
diversión. Mark y Johan siguen con su ceño fruncido, Matt vuelve a
recordar el tema y se une a ellos.

—Mark, Matthew y Johan Harvet —los regaño, mirando únicamente


a mi esposo—, no puedo creer que estemos teniendo esta
conversación. Solo hablamos un segundo, además, ellos...

—Ellos estaban muy guapos —continúa Karla ganándose una


mirada desconcertada de todos—, eran muy amables y nos dijeron
preciosas.
Rio.
Vale, eso no ayuda mucho. Mark eleva una ceja, empiezo a reírme
más y más.

—Más guapo que nosotros imposible —Matthew habla presumido.


La sonrisa ladina de Mark aparece. Me mira y su expresión divertida
me hace pensar que todo este tiempo ha estado bromeando.

—¿De verdad, Harvet? —Le pregunto y él posa su brazo en mi


cintura.

—Cariño, evidentemente si alguien se está comiendo con la mirada


a mi mujer, me molestaré, no contigo, pero a él lo querré lejos, muy
lejos —susurra en mi oído—. No estamos enojados, solo nos
acercamos porque queríamos ver los patos con ustedes y conocer a
sus nuevos amigos.

Esto último lo dice para que nuestros hijos escuchen.

—¡Oh, vaya! Miren a ese le pondré Gryffindor —en un cambio


absoluto de tema Matt señala uno de los patos más grandes. Los
gemelos piden darles comida y siguiendo las indicaciones lo hacen.
Karla insiste en acompañar a sus hermanos, accedo, dejándola en
el suelo.

—Con cuidado amor, quédate cerca —le digo, dejándola caminar


unos pasos más adelante de nosotros, mientras cuidamos a
nuestros hijos, Mark me abraza desde atrás.

—No puedo separarme de ti un segundo, que ya otro intenta


coquetearte.

—Pueden haber miles de personas en este mundo, pero yo siempre


te elegiría a ti, mi profesor Harvet —giro para besar sus labios.

—Lo sé, te amo, señora Harvet.


—Mami, mi hermano está intentado tomar un pato y los señores
dijeron que no podían hacer eso —escuchamos a Karla, Mark y yo
giramos hacia ellos.

—Matt, no amor —le digo y él se encoge de hombros.

—Perdón mami y soy Johan —Matthew aclara divertido, imitando el


hablar lento de su hermano.

—¡Mentira, él es Matt! —Se defiende Johan.

Niego con la cabeza, intentando al igual que Mark ocultar mi risa


ante lo familiar de la situación. Matt sabe que los puedo reconocer y
aún así decide hacer su broma personal siempre que ve la
oportunidad.
Extra III. Especial de navidad

Carta de Johan Harvet Lombardo.

"Querido Santa,

Mamá y papá escribían mis cartas y las de mis hermanos para ti.

Hoy he podido hacerlo yo, por fin.


Este año he aprendido a escribir

Me enseñó papá, mamá siempre dice que él es un gran profesor y


tiene razón.
Sé qué tendrás muchas cartas, pero realmente espero que leas la
mía y de mis hermanos. Soy Johan Harvet. No te confundas, por
favor. Matt y yo somos muy parecidos, pero si quieres puedes
pedirle ayuda a mis padres, ellos saben identificarnos.
Primer deseo; Que la abuela Karla esté feliz en el cielo. ¿Puedes
pedirle a Dios que deje que nos visite?

Segundo deseo: Cuides a toda mi familia y a mis hermanos,


aunque a veces peleamos, nos hemos portado bien y merecemos
ser premiados

Tercer deseo: ¡Quiero un juego de ajedrez! Me gusta jugar con el


de papá pero quiero el mío, con dibujo de los Lakers.

Cuarto deseo: No olvides leer las cartas de mis hermanos, por


favor.

Gracias por los anteriores regalos, te quiero"

Carta de Matthew Harvet Lombardo.

"Hola Santa. ¿Todo bien?


Te ahorraré el tiempo, no busques en las cámaras para ver cómo
me he comportado este año, no he sido tan bueno, pero al menos
estoy siendo sincero. Y la honestidad debe ser premiada, ¿Por
favor?

Mamá y papá han dicho que pidamos cuatros regalos. Dos


espirituales y dos materiales.

Espirituales:

- Quiero conocer a Emma Watson, por favor.

- Que Sophie y Mila, no se peleen más, que puedan entender que


puedo ser novio de las dos, como dijo tío Steven.

(Que por cierto él ha dicho que no existes, pero mientras me des


mis regalos, yo creeré en ti).

Materiales:

- Quiero una pista de carreras y un coche como el de papá, también


quiero una moto (pequeña, para mí). Y una guitarra.

- Otro favor, no olvides leer las cartas de mis hermanos, ellos han
sido buenos, y si yo no merezco regalo por pegarle a Ryan por
querer ser novio de Karla, lo acepto. Pero al menos ¿podemos
negociar el conocer a Emma?

No olvides mi regalo, amigo"

Carta de Karla Harvet Lombardo.


"Querido Santa.

*Quiero una hermanita.

*Quiero una hermanita.

* Quiero una hermanita.

*Quiero una casa de muñecas para jugar con mi nueva hermanita.

Gracias, TQM"

Mark escupe su chocolate, al escuchar los deseos de nuestra


pequeña. Nos encontramos en la habitación leyendo sus ingeniosas
cartas de navidad.

—Amor, hazme acuerdo que tengo que llamar a Steven —deja el


chocolate en la mesita de noche—. No puede darle esos consejos a
Matt.

Río sonoramente al recordarlo.

— Basta —no puedo controlar mi pequeña sesión de risas—. Todo


era más fácil cuando nos pedían escribir sus cartas.
— Pero hay que complacer a todos, cielo—se sienta en la cama,
mirándome, una de sus manos tocan mi mentón, me da un beso—.
Luego llamaré a Steven, ahora, empezaremos por el regalo de
Karla.

Me lleva contra su pecho y me besa con intensidad. El beso se


prolonga, haciéndose más y más ardiente y profundo conforme
ambos liberábamos nuestros sentimientos y emociones.
NOTA DE AUTORA

Hola, pequeñas personas ❤.


¿Cómo están?
¿Les ha gustado el final? ¿Qué es lo que más les gustó de la
historia?

Oficialmente hemos culminado la historia de ECN.


Quiero dar las gracias a cada uno/a de ustedes que me ha
acompañado a lo largo de este libro, conocerlos, conocer diferentes
términos, pensamientos me encanta.
Gracias por haber llegado hasta el final de esta historia. Gracias por
llegar a mi vida y a la de los Harvet Lombardo 💙

Pd: Habrá una nueva historia que publicaré, apenas esté terminada
💙 les dejo mi Instagram, twitter y TikTok donde estaría
anunciando cuando esté lista: @jamwalkerxoxo

Las quiere y lleva en el corazón,

Jam Walker.
Extra: Inicio | MH
MARKHARVET

Traje oscuro, corbata negra, prístina camisa blanca y cuarenta


minutos exactos para empezar la jornada laboral.

Aunque es mi segundo año consecutivo impartiendo clases en la


universidad de Wens Ildet, es mi primer año como profesor titular, y
pensaría que esa es precisamente la razón por la que mi padre me
llama por el móvil, insistentemente, pero no es así.
Sé de qué va.

La culpa por ignorar una llamada, que podría ser importante, me


obliga a responderle.

—Hola, papá.

—Hijo, ¿todo bien? Llevo minutos llamándote.

—Sí. Todo bien.

Lo escucho suspirar y pregunta: —¿Entonces, Mark? ¿Confirmo a


mi amigo tu cita con su hija esta noche?

¡Bingo! Me lo imaginaba.

—Discúlpame con tu amigo y su hija, pero, como te dije antes y te lo


repito ahora, no puedo, no tengo tiempo —él suspira, claramente
enojado e intentando mejorar, dentro de lo que cabe, nuestra
conversación, añado—: Hoy tengo clases en la mañana y en la
tarde he quedado con Steven.

—Por favor, Mark —refunfuña—, tu y yo sabemos lo organizado que


eres, y si lo quisieras, sacarías el tiempo, hasta para que te sobre.

En eso tiene razón.


—Exactamente, papá. Si quisiera..., pero ya te lo dije, no estoy
interesado.

—¿Por qué no? —su tono ha cambiado, es incluso más severo


ahora—, Rebecca, es una muchacha encantadora, recién egresada
de la escuela de medicina, de buena familia, su padre es de mis
mejores amigos, es evidente que está interesada en ti y a tu madre
le agrada. ¿Cuál es el problema?

¿Qué cuál es el problema?


Quizá lo mucho que me molesta que él intente decidir por mí, en lo
que respecta a situaciones amorosas. Por Dios, no soy un crío.
O porque, para ser honesto, ahora no tengo interés de enfocar mi
vida en una relación. Pese a que hace poco he culminado con mi
doctorado, tengo cinco materias que llevar, tutorados de tesis, ¿de
dónde sacaría tiempo suficiente para eso?

—Padre, debo colgar. Cuando veas a mamá, dile que le envío


saludos.

Porque si de algo estoy seguro, es que Eleanor Harvet no es parte


de esta conversación, aunque ella también menciona lo mucho que
desea que mi gemelo y yo encontremos el amor, al contrario de
papá, no se involucra en nuestros tiempos o decisiones.

—Al menos dime que lo pensarás —pide, suavizando su tono—, sé


que tu última relación, con esta muchacha, ¿Mishell?, fue un
desastre ya han pasado varios años y con Steven perdí las
esperanzas, pero no quiero pensar que tú también te cerraste las
posibilidades en el amor, de tener una familia o peor aún, que te
olvidaste de cómo ligar. ¿Ligar es que dicen los jóvenes de hoy en
día?

Me rio. Al menos intenta lidiar con su carácter fuerte y mandón, que,


a decir verdad, no es muy diferente al mío.
—Lo pensaré —accedo—. Pero en todo caso..., las cosas se harán
a mi manera, ¿de acuerdo? Empezando porque seré yo el que le
pida a Rebecca salir, no tú o tu amigo.

—Está bien —habla orgulloso, seguramente, porque, después de


mucho tiempo logró salirse con la suya—. Que te vaya bien en tu
primer día de clases, hijo.

Terminando la llamada me despido de él. Antes de salir del


departamento, voy hasta la pequeña mesa del centro de sala y tomo
las llaves del coche. Me alegra, que, pese a la charla de varios
minutos con mi padre, el tiempo sigue estando a favor ante el
habitual tráfico de la ciudad.

Al llegar, me doy cuenta que los pasillos de Wens Ildet, están


completamente abarrotados, donde la mayoría de mujeres, emiten
curiosas risitas a mi paso. Frunzo el ceño, manteniendo mi rostro
inexpresivo y la más forzada actitud relaja, aunque la verdad, es que
me incomoda, el descaro con el que varias me observan,
inspeccionan..., inspeccionan..., e inspeccionan.

Tampoco voy a negarlo, me gusta sentir la atracción que provoca mi


aspecto físico, pero no en mi lugar de trabajo, en ese caso prefiero
la admiración, por lo que tengo en la cabeza, que varias horas de
lectura, investigación, cursos, maestrías intensivas y sueño me han
costado, como para ser solo "un profesor con cara bonita"

—Señor Harvet —la voz casquivana de una de las mujeres que sin
descaro me sonreía, habla a mis espaldas. No me volteo, pero si
detengo mi caminar. Un segundo después ella aparece frente a mí,
acompañada de otra joven—. Soy Monique Anderson, estoy inscrita
en su clase.

Explica.
Observo la hora en mi reloj y al ver que están diez minutos antes,
les digo: —La puntualidad es algo que valoro en mi clase.
Ambas mujeres, sonríen orgullosas, pero es la señorita Anderson
que sin pestañear me empieza a hablar de lo emocionada que se
encuentra de haber obtenido un cupo en mi curso y de como sus
padres son los patrocinadores de varias áreas de la universidad. Me
agobia escucharla pronunciar tantos halagos vanidosos a su familia.

—Bien, señoritas. Las veo en clases —hablo formal, alejándome de


ellas para entrar al curso que me asignaron.

Como era de esperar, ambas mujeres y uniéndose varios de sus


compañeros entran al salón de clases, me quedo sentado en el
escritorio, encendiendo mi ordenador. Aprovecho a repasar los
temas que se verán en el semestre, mientras espero la hora a
iniciar.

—Vi que la tonta de Rachel alcanzó cupo en este curso, pero no


llega, ¿En serio es tan estúpida para atrasar esta materia solo
porque el novio no alcanzó cupo? —A lo lejos escucho a la señorita
Anderson hablar con su amiga—. Los amigos de Jack me contaron
que él le pidió suspender hasta el próximo semestre que vayan
juntos ¿puedes creerlo? Que patética es Lombardo.

Antes de poder evitarlo, estoy distrayéndome con aquella


conversación, una que, sin dudar, aquellas mujeres comentan para
que todo el curso lo escuche. Mi ceño se frunce, intentando
esconder de mi rostro, la sorpresa que me provoca la historia. ¿Qué
persona sería capaz de pedir tal sacrificio a alguien a quien quiere?
O peor aún, ¿Quién cedería a tal absurda petición?

A la siete menos tres, doy por finalizados, los susurros, las charlas
inoportunas del salón, y al ver que veintinueve de treinta estudiantes
han llegado, doy por iniciada la clase.

—Bien. Es un placer tenerlos en mi clase —recorro la mirada por el


salón, sin dar tregua a que ningún listillo hable e interrumpa—, soy
Mark Harvet. Especialista en estadística y calculo, doctor en
Ciencias Matemáticas y su actual profesor de cálculo integral.
La señorita Anderson suspira exageradamente y cuchichea con su
amiga. Molesto la miro y digo: —Primera regla. En mi clase no se
habla, si estoy hablando, solo se escucha, ¿de acuerdo? —alejo mi
vista de ellas, observando a todos—. Segunda regla, nadie llega
tarde o de lo contrario no entra, salvo excepciones justificables. Y
bien, tan fácil como eso. Saquen sus apuntes, vamos a realizar
ejercicios de campo.

Bastan, esas advertencias para que los alumnos, dejen de


observarme como si fuese un compañero más, que estuviese frente
a ellos. Y los ejercicios, que a continuación anoto en la pizarra, tan
básicos, cortos y lógicos, los atemoriza. Es probable, que la mayoría
tenga la respuesta, pero duden al ser tan obvia. —Sencillo, ¿no?

Les pregunto, me hace un poco de gracia que todos tomen mi


pregunta con sarcasmo. Pero es la realidad. La señorita Anderson,
por el contrario, comenta lo fácil que es la tarea y al ver, que ningún
alumno es sincero o se atreve a contradecirla, los animo a empezar.

—Cualquier duda, pueden preguntar. Estamos aquí para aprender

—les digo, situándome delante de la pizarra, apoyándome en ella.

Pasan alrededor de nueve minutos. No hay nada; ni una respuesta


acertada, ningún resultado aproximándose al correcto, solo rostros
pálidos y asustados. Pero el que más me llama la atención, es el de
la joven que incluso, ni siquiera está en mi clase, sino afuera. Se
encuentra inmóvil, mirando a la pizarra, a unos centímetros de la
puerta, curioso, decido ir hasta ella.

—¿Puedo ayudarle en algo, señorita?

—Es... Esta —frunzo el ceño al verla titubear. Evita mirar y sigue—,


¿la clase del señor Harvet?

—Lo es —respondo simple.


—¿Qué? —Su cara de confusión es un poema, uno que me causa
intriga y deseo entender al ver como sus mejillas de pronto se
encienden—. Soy alumna de esta clase. El ascensor no funcionaba,
pero tampoco voy a mentir porque si llegué cinco minutos tarde, por
eso tuve que subir las escaleras corriendo y me tomó tres minutos
llegar hasta aquí, aunque probablemente si no hubiese descansado
habría sido menos tiempo y...

—Respire —le pido—, ¿Subió en tres minutos todas esas


escaleras?

Su respuesta positiva me impresiona, y de pronto lo recuerdo; es la


alumna que faltaba. La misma que sus compañeras llamaron tonta y
al parecer, es más inteligente de lo que ellas esperan.

—Vaya... Después de todo, sus compañeras no la conocen muy


bien —la extrañeza con la que ella me observa me confirma que ha
escuchado mi comentario. ¡Lo he pensado en voz alta!

—¿Perdone?

—Eh. Le decía que no hay excusa para llegar tarde —cambio de


tema—, sin embargo...

—¿Puedo pasar? —Pregunta y no hago más que observarla, sus


mejillas enrojecidas, la coleta que lleva, ella no ha mentido, se ha
esforzado por llegar a clases, y me alegra. Reprimo una sonrisa,
imaginándola corriendo a toda marcha las escaleras.

Está aquí, desechando la idea absurda de suspender una materia


por no estar en compañía de su pareja. No la conozco, pero su
buena decisión me alegra, lo que me hace no negarme a su
pregunta.

—Puede, pero que sea la primera y última vez que llega tarde a mi
clase —informo, ella asiente entrando con rapidez al aula.
La sigo.
Tres pasos de ella, es un paso mío, por lo que me pilla por sorpresa
cuando de pronto detiene su caminar, a casi chocarme.
Hostia. Es un poco torpe.

—¿Sucede algo señorita...? —cuestiono, aunque es obvio que su


molestia se debe a sus compañeras, con las que tiene que compartir
la fila de los asientos.

—Lombardo —aclara y confirmo que es la misma persona de la que


la señorita Anderson hablaba—. No pasa nada, disculpe.

Volviendo a mi lugar, continúo sorprendido que ningún alumno tenga


la respuesta a los ejercicios, por lo que, les menciono que es un
trabajo que fácilmente pueden resolver en cinco minutos.

—Para el que sabe —recalco.

—¿Y para los que no sabemos? —Sorprendiéndome, la alumna


Lombardo habla, pese a que noto su sarcasmo, aprecio la
sinceridad y valor que tiene al decirlo, no como sus compañeros.

—El que no sabe, probablemente, señorita Lombardo. Le tomará


más que unas horas, o tal vez todo lo que queda del año.

Comento.
Por alguna razón Anderson y compañía celebran mi respuesta,
como todo lo que digo. Y yo me sorprendo a mí mismo centrando
toda la atención en la alumna Lombardo, quien con su ceño fruncido
me mira.

"Concéntrate, Harvet" Me reprendo al encontrarme impaciente.


Decido seguir con la clase rindiéndome y explicándoles el primer
ejercicio. Afortunadamente, parecen entenderlo, aunque cuando les
pido que realicen el siguiente enunciado para evaluarlos con una
prueba, palidecen. Con afán de ayudarlos, anoto los datos
necesarios en la pizarra y digo:
—Quiero que usen esa formula y me entreguen una hoja —sonrío,
observando que no tienen idea de dónde están parados. ¿Qué
creían que en este curso no se trabajaría, que solo me dedicaría a
contar anécdotas y cosas similares?

—¿Solo le entregamos la hoja? —la extraña interrupción de la


alumna Lombardo me descoloca. Pero si lo acabo de explicar.

¡Qué graciosa es!

—¿Algo más que desee entregar, señorita? —pienso con ironía y


son las risas que se escuchan en el salón que me advierten que no
solo lo pensé.

Maldigo para mis adentros, buscando la mirada de la señorita


Lombardo, a quien el rostro se le ha puesto rojo, aunque la
vergüenza la siento yo. Le sonrío, intentando disculparme, pero las
carcajadas continúan, y pronto las callo, explicando puntualmente la
tarea.

Los siguientes minutos, los alumnos se concentran en sus tareas, yo


regreso al escritorio y aunque hago amagos de teclear en mi laptop,
la realidad es que no puedo enfocarme en nada más que
reprenderme. ¿Cómo es que yo, Mark Harvet he hecho un
comentario tan fuera de lugar? ¡Y a una alumna!

"Te olvidaste de cómo ligar" El comentario de mi padre, aparece. Me


remuevo del asiento, incómodo. ¿Pero qué digo? ¡Ni siquiera me la
quiero ligar!

Agobiado por mis pensamientos, los dejo y me dedico a recibir las


hojas con los ejercicios de varios de los alumnos. La respiración se
me detiene, cuando la alumna Lombardo se acerca. Me pongo
nervioso. Poco inusual en mí, ella ha logrado eso y sin hacer mayor
esfuerzo.

—Gracias —me dice, apenas acepto su hoja. Cuestionándole


extrañado e incómodo, finalmente ella aclara: —Por la clase.
—De nada —respondo y antes de que se aleje, le digo—, ¿Le
importaría esperar? Tengo que hablar con usted.

Lo duda unos segundos. Lo cuestiona. Me agobia pensar que se


marchará sin tener la oportunidad de disculparme.

—Está bien —finalmente acepta.

Intento no pensar en las palabras que le diré.


Hasta que el último alumno que queda me entrega su hoja y se
marcha.
Los nervios vuelven.
En el lugar reina un silencio sepulcral. Me encuentro en el dilema de
esperar a que ella se ponga de pie o ir hasta su asiento.
Con paciencia espero...,
Su mirada sigue fija en su cuaderno.
Espero...,

Y sin dar señales de acercarse, lo hago yo.

—Señorita Lombardo, le he pedido que esperara porque claramente


le debo una disculpa —empiezo, ella luce distraída, sonrío
viéndola... Que mujer tan extraña, cualquier otra, como era común,
estuviese haciéndome ojitos, atenta a lo que tenga que decirle, pero
no es así y eso hace que mi atención por ella sea mayor—. ¿Me ha
escuchado, señorita Lombardo?

Finalmente, cuando nota mi presencia, se pone de pie y debo bajar


un poco mi cabeza para verla.
Noto sus nervios, su respiración pesada.
A su rostro le vuelve aquel colorcito rojizo que he visto desde que
crucé palabra con ella. Y desviándome de mis verdaderas
intenciones al insistirle porque se quedara, la observo... Es preciosa,
sus ojos marrones lo son.

Maldición, Harvet. ¿Qué haces?


Avergonzado, reitero mis disculpas hacia la alumna Lombardo. Verla
relajarse y sonreírme, me da una nueva invitación a reflexionar
sobre ella, no solo se trata de su aspecto físico, suelo estar rodeado
de mujeres igual de bellas que ella, es su timidez y la dulzura que
refleja.

—Disculpas aceptadas —habla en un tono cálido y firme. La


seguridad que adopta la guía, por primera vez a mirarme fijamente,
me resulta fascinante su actitud, tanto, que no puedo evitarlo, le
dedico una sonrisa genuina, la cual pronto se transforma en algo
más... Al ver que clava su mirada en mis labios—. Yo, eh. Debo
tarde. No, quiero decir; Debo irme, se me hace tarde.

Reprimo una risa.


No es un poco torpe... Es muy, muy torpe e igual de bonita.
Joder. Horrorizado por mis pensamientos, me aclaro la garganta y
completamente serio, le digo: —Bien, tenga buen día.

***
Esa misma tarde, llegué a mi departamento.
Desde casi media hora estoy tumbado en el sofá de mi casa, a la
espera de Steven, con quien quedé ver los juegos de nuestros
equipos favoritos de baloncesto.
Mientras espero, me encuentro meditando sobre mi día tan
inesperado, cuando mi móvil suena. Es una llamada entrante de un
numero desconocido. Enseguida respondo:

—Harvet —digo. Y al no obtener respuesta, estoy apunto de colgar,


hasta que escucho voces.

"¿Me agradeces por darte el número del ardiente Mark?" La voz


detrás de la línea no logro reconocerla. "Vamos, tienes que aceptar
que está como quiere. Incluso mejor que Jackson"

—¿Hola? —vuelvo hablar. No hay respuesta.


"¡Amy Martins!" Refunfuña, aquella voz es diferente a la anterior,
incluso familiar, tan familiar como el nombre de Amy Martins.
"Acéptalo, Rachel Lombardo" Pide la voz que ahora identifico como
la de Amy. Y solo basta aquel nombre para que me sienta
interesado en la conversación.

"Sí, de acuerdo, el profesor Harvet es guapo"


Vaya.. Sorprendido, la escucho.
"Oh, espera: El profesor está follable. Es un papucho que ha sido
tallado por el mismo Vincent Van Golden o como se llame"
Me hace gracia escucharla y me muerdo el labio, intentando reprimir
mi risa. ¿Querrá decir van Gogh? ¿El pintor? Pero si el no talla...
Joder. Cada vez es más difícil reprimir mi carcajada.

"Mierda, Rach" Volviendo a la llamada, escucho a Martins y, por el


silencio que se forma, presiento que se acaban de enterar que la
llamada está abierta. Escucho lamentos y susurros. Me debato entre
seguir en la línea o colgar, pero al escuchar aquella voz, no hago
más que imaginar sus mejillas encendidas, teñidas de ese
encantador color rojo...

"Hola. Eh. ¿Hay alguien ahí?" Pregunta la alumna Lombardo. La risa


se me va,
inmediatamente me siento nervioso.

—Señorita Lombardo...

—Eh, yo. Señor... Tengo que colgar —titubea, habla tan rápido que
me hace caer en la cuenta de que ambos estamos nerviosos. Sonrío
ampliamente.

—De acuerdo. Y señorita Lombardo... Es van Gogh —suelto,


disfrutando de hacerle saber que la he escuchado, y a decir verdad,
me ha gustado.

—¿Disculpe? — pregunta en un hilo de voz.


—El pintor. Es Vincent Willem van Gogh, no Golden —aclaro, pero
me arrepiento al escuchar que me tranca el móvil—. ¿Señorita
Lombardo, está usted bien?

No hay respuesta,
lo que me confirma que ha colgado la llamada. Con una sonrisa
incrustada en el rostro, vuelvo a recordar sus palabras. ¿Así que le
parezco follable?
Río con más ganas. Por Dios..., ¿pero de dónde salió esta mujer?,
De pronto, vuelvo al móvil y decido guardar su contacto como: RL.

—Rachel Lombardo —repito en voz alta, mientras dejo el móvil en el


sofá—, qué mujer tan encantadora eres, Rachel.

Soy incapaz de borrarme la sonrisa del rostro, ni siquiera cuando el


timbre de la puerta suena y abro, es tal el buen humor que llevo, que
incluso Steven, mi gemelo lo nota.

—¡Has cogido! —deduce apuntándome con su dedo, lo miro mal por


su comentario inoportuno—. Y debe ser un muy buen polvo.

Sigue.

—O solo me alegro de verte —le digo, invitándolo a pasar. Él arruga


su nariz, negando con la cabeza.

—Te conozco. Dime, ¿Quién te tiene sonriendo así, tan extasiado?


—Su curiosidad me obliga a optar una postura seria. Y mi gemelo,
que no es capaz de esperar por respuestas, de inmediato las busca,
y acertando, dirige su mirada al sofá donde la pantalla de mi móvil
muestra aquel contacto que recientemente guardé—. ¿RL? ¿R de
Rebecca? ¿Así qué papá logró meterte por los ojos a la intachable
Rebecca?

—No, no es Rebecca...

—¿Entonces? —su boca se abre—, ¿Quién es RL?


—Es de la universidad —comento sin importancia, la sorpresa de mi
hermano me desconcierta, hasta que lo entiendo—. No, no, no es
Ritha Lowod —su rostro muestra un falso alivio—. Por Dios, Steven!
Nuestra profesora de historia está felizmente casada hace cuarenta
años con su esposo.

—¿Entonces? ¿Quién es RL? —vuelve a preguntar curioso—,


déjame adivinar. Una alumna que misteriosamente registras con sus
iniciales para que nadie te descubra que tienes su número.

Deduce, bromeando. Me quedo observándolo, por su acertado


comentario.

—Joder —musita incrédulo cuando no niego sus palabras—. ¿Si es


una alumna?

—Sí —confieso, con un tono de voz que expresa más de lo que me


gustaría y uno que, mi hermano gemelo conoce muy bien.

—Jo-der —Steven mira el contacto y después a mí, por varias


ocasiones, más de cinco veces—, Joder. Te gusta una alumna. ¿A
ti, señor correcto?

No, no...

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Hola, queridos extraños💙🐹
Después de un tiempo he vuelto con un pequeño extra, conociendo
la perspectiva de Mark.
Espero lo disfruten.

Pd:Dejo mi redes sociales, donde estaré publicando información de


mi nuevo proyecto, estoy emocionada por presentarles a A.D.
Instagram, twitter y TikTok: @jamwalkerxoxo

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